girón, nicolás - espacio, poder y relaciones sociales

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  • 7/26/2019 Girn, Nicols - Espacio, poder y relaciones sociales

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

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    Espacio, poder y relaciones sociales.

    La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    Nicols Girn Ziga

    Qu sabes de cordillera,

    Si t naciste tan lejosHay que conocer la erra

    Que corona el vensquero

    Hay que recorrer callando

    Los atajos del silencio,

    y cortar por las orillas

    de los lagos cumbrereos.

    Mi padre anduvo su vida

    por entre piedras y cerros.

    (Arriba en la Cordillera, Patricio Manns)

    Foto: Casllos de Pincheira. Malarge, Argenna.

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    Huellas Cordilleranas.

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    Introduccin

    Probablemente Arriba en la Cordil lera sea una de las canciones ms presentes en el

    inconciente colectivo nacional; es posible que todos nos duela recobrar, en esas letras, un

    apego emotivo hacia nuestra tierra, y que en ms de una reunin social animada por vino

    y guitarra, nos haya llevado incluso hasta las lgrimas. Quien crea que este canto, fue un

    dilogo entre un chileno y un extranjero cualquiera, posiblemente est en lo correcto. Pero

    si se piensa que se trata de un chileno que le dice a otro, tambin podra haber algo de razn

    en ello. Pues es poco lo que sabemos de cordillera, ya que para la gran mayora de chilenos

    (y tambin de argentinos) el macizo de Los Andes constituye una gran barrera absoluta que

    nos separa del pas vecino; esa barrera, imposible de franquear y conocer, ha limitado no

    slo nuestro conocimiento, sino que tambin ha moldeado nuestra forma de ser, estando

    all tan presente y ausente a la vez. Para quienes nacimos lejos, la cordillera se nos presenta

    misteriosa e inexpugnable.

    Con todo, hemos sentido el impulso por recorrerla, por saberla y confrontarnos ante

    esa muralla imposible y por ello, hemos sabido de aquellos que de espaldas a las nuestras-

    la han transformado en un espacio de encuentro, de oportunidades y de reciprocidad social,

    por sobre las limitaciones jurdicas que ataen a este territorio. Detrs de aquel esfuerzo,

    subyace la construccin de una identidad comn, que le dan a este espacio fsico, un sentido

    profundamente histrico. Tal es el caso de la que llamamos la Regin Pehuenche; un espacio

    social configurado por la franja pre-cordillerana de la regin del Maule (Chile), y las serranasdel sur de la regin de Cuyo (Argentina).

    El presente ensayo pretende abordar el reconocimiento de este espacio, como una

    unidad territorial construida social y culturalmente por las histricas relaciones humanas

    desarrolladas a lo largo de varios siglos de actividad social. A travs de este examen, reconocemos

    la condicin de frontera (en distintos sentidos) en la produccin de este espacio regional, y

    de una serie de fuerzas que pugnan por la hegemona territorial, mediada por intentos de

    ejercer autonoma, contra los esfuerzos polticos por volverla funcional y complementaria a

    los intereses de las clases dominantes.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

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    Hemos querido hablar de Regin Pehuenche,en particular, y no de otras categoras,

    porque precisamente es un espacio trascendente, con una historia que contiene elementos de

    larga duracin que se desbordan de la existencia jurdica de Chile y Argentina, como seran por

    ejemplo, el valor tnico de las relaciones sociales all desplegadas o la manifestacin de una

    cultura e identidad regional. Esta historia es rastreable, hoy, desde el descubrimiento del Paso

    por los pehuenches, hasta la transfiguracin de esta identidad, la cual tambin es la expresin

    de una etnicidad en suspenso, y que tiene que ver con la capacidad de agentes sociales por

    reciclar dialcticamente las tramas sociales en dicha espacialidad. Es una historia cargada de

    pugnas por el poder territorial, econmico, poltico y cultural, en el afn hacerse cargo de un

    espacio interesante desde muchas perspectivas. Este ensayo pretende tan solo aproximarse

    a esta nocin, toda vez que el aparato crtico aqu utilizado, es producto de una investigacin

    que no aspiraba ms que a recoger testimonios de la memoria social del lugar. Esta aspiracin,

    sencilla pero a la vez oportuna, se confronta con nuestro encuentro directo con una realidad

    social llena de pesares y expectativas frustradas, lo que nos llevan a cuestionar el sentido

    original de nuestro trabajo. Las personas de carne y hueso que nos abrieron las puertas de sus

    casas, han sido hasta entonces olvidadas por la historiografa. Por todo eso, hacer esta historia

    social de la regin fue tambin, para nosotros, una cuestin de tica en torno a las limitaciones

    historiogrficas por reconocer al sujeto popular ms all de las ciudades y el valle central.

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    Huellas Cordilleranas.

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    El espacio social como una produccin.

    La preocupacin de los hombres por la comprensin y conocimiento del espacio se

    remite a tiempos remotos, desde su constitucin como existencias individuales hasta la

    conformacin de una mentalidad cientfica en la cultura occidental. La principal importancia

    del espacio, como conocimiento articulado, consiste en una finalidad de poder, que aunque

    inconsciente, siempre permite elevar a los individuos hasta la condicin de sujetos, animados

    por la necesidad de dominio sobre el medio de vida en el que se desenvuelven. La reflexin

    contempornea sobre el espacio requiere de algunos lmites conceptuales y poner a contraluz,

    los supuestos del pasado como tambin los innovadores puntos de vista que han permitido

    densificar esa comprensin, hacerla ms plausible y til para las sociedades humanas de

    nuestro tiempo. Sin dicho requerimiento, cualquier discurso en torno al espacio resulta carente

    de sentido para nosotros, y por ende, un desgaste innecesario de energas.

    Por cierto, la tarea de limitar el concepto de espacio, complejo y polismico,

    aparentemente se nos presenta como una contradiccin, porque la presencia del espacio en

    la vida de los hombres es permanente y total. Asumiremos entonces que la reflexin sobre

    el espacio ha sido, mayoritariamente, una propiedad original de la Geografa (en tanto que

    espacio geogrfico), y luego una diversificacin de espacialidades que van desde el campo de

    la Fsica hasta el terreno de la Filosofa. Nuestra preocupacin actual nos invita a poner esta

    reflexin del espacio en la lnea de espacio geogrfico, sin que ello implique asumir totalmentela conceptualizacin geogrfica, sino por el contrario, nutrir al espaciodesde todas las Ciencias

    Sociales. Es decir, promover el fin del monopolio del espacio para la Geografa y hacerlo

    comn a la reflexin de las Ciencias Sociales. Esta propuesta no nos pertenece en absoluto,

    sino que ha sido acometida desde hace varias dcadas por un vasto nmero de gegrafos y

    cientficos sociales que han visto en el estudio del espacio, una multiplicidad de propsitos y

    utilidades para proyectar el porvenir de las sociedades.

    As como en el terreno de la Historia y otras disciplinas, la Geografa experiment

    la vorgine de lo social, tanto desde una perspectiva epistemolgica, como desde una

    renovacin metodolgica y terica. Estos nuevos gegrafos pusieron nfasis en el retorno de la

    importancia del hombre en sociedad al interior de una ciencia que salvo algunas excepciones,

    como el caso de la escuela francesa de Annales- estuvo mayoritariamente al servicio de la

    tecnocracia y los intereses nacionalistas del siglo XX. Contradictoriamente, el influjo de la

    mundializacin de la economa y de la globalizacin, impulsaron a los gegrafos a ponerse

    a tono con el curso de los acontecimientos, y las nuevas problemticas que comenzaban a

    visualizarse. En este estado de las cosas, se puso de manifiesto la inocuidad de una concepcin

    tradicional que entenda el espacio como un conjunto de cosas o un sistema de relaciones

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    en el cual se desarrollan los fenmenos fsicos, naturales, sociales y culturales. La discusin

    post-estructuralista sobre el concepto de espacio fue tornndose cada vez ms circular, al ser

    llevadas al extremo de la negacin del concepto de espacio, el que podra ser re-emplazado

    por la espacialidadde las cosas, o bien por una espacializacin de la sociedad.

    En la actualidad, es mayoritariamente aceptado el hecho de que el espacio es un

    producto social. Esta conquista conceptual no es atribuible a ninguna escuela o pensamiento

    cientfico en particular, sino a un proceso de acumulacin de visiones y reflexiones sustentadas

    en el hecho de que el sujeto social o bien, la sociedad, es el principal agente en la construccin

    del espacio. As, desde la llamada geografa humanista, que pone nfasis en la valoracin

    del espacio (en tanto que espacio vivido), hasta las visiones ms materialistas como las de la

    geografa radical (fuertemente impulsadas por el marxismo), la reflexin del espacio estuvo

    notoriamente signada por la necesidad de reconocer en su constitucin, la trascendencia de

    los procesos sociales que lo producen y transforman. Considerar el espacio como producto

    social, requiere de algunos matices para reforzar el carcter integral de esta expresin; por ello

    hubo que tomar distancia, ya sea de explicaciones idealistas hecha sobre la base de la mera

    valoracin sensible de espacio, hasta una causalidad mecanicista que implicaba reconocer al

    hombre como un simple engranaje en la maquinaria de construccin del espacio.

    Para encontrar el sentido de esta idea del espacio como producto social, surge la

    necesidad de sintetizar la produccin de lo espacial con la produccin de lo social. De este

    modo, entendemos que el espacio no es una cosa, ni un sistema de cosas: es una realidad

    relacional. Para Milton Santos, la definicin del espacio solo puede situarse en funcin de

    otras realidades, la naturaleza y la sociedad, mediatizadas por el trabajo.

    El espacio debe considerarse como el conjunto indisociable del que participan, por un

    lado, cierta disposicin de objetos geogrficos, objetos naturales y objetos sociales, y

    por otro, la vida que los llena y anima, la sociedad en movimiento.1

    La Geografa Social ha intentado devolver al espacio, la nocin de movimiento. Comoha dicho Stella Maris Shmite, el espacio no es algo dado, esttico, sin historia, sino que es

    una construccin espacial compleja donde se articulan distintos momentos de transformacin

    y donde interactan diferentes actores con intereses e intenciones dispares, muchas veces en

    conflicto o en tensin.2

    1 Santos, Milton. Metamorfosis del espacio habitado. Editorial Oikos Tau, Barcelona. Espaa. 1996. pp.27-28

    2 Shmite, Stella Maris. Procesos de Construccin de la Espacialidad Social. Un marco terico-metodolgico para el anlisis del

    espacio rural de La Pampa, Argenna. En Bedus, Norma Beatriz [et al.] En torno a lo rural maces de la Geograa. Universidad Nacional de

    la Pampa, Argenna. 2003. p.38

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    Por ende, la idea del espacio como producto social, es decir, como finalizacin o

    teleologa, puede resultar equvoca. De este modo, es un error pensar que ciertos espacios

    son procesos productivamente cerrados, por lo estticos que pudiesen parecer los procesos

    sociales e histricos que lo han animado. La produccin del espacio es inestable, pero tambin

    es permanente y dinmica. Tomando esto en consideracin, pensamos que es posible reforzar

    esta idea, a travs de la definicin del espacio en oposicin a otro concepto bastante utilizado

    por los gegrafos: el paisaje.

    Si consideramos el hecho de que el espacio fue tradicionalmente visto en la Geografa

    como un conjunto o sistema de cosas y fenmenos, como una plataforma esttica que constituy

    el medio en el cual los hombres cifraron sus posibilidades, qu relacin hay entre paisaje y

    espacio? A menudo, el paisaje fue concebido como el espacio de la percepcin humana, desde

    una dimensin cognitiva, como un proceso aprehensivo de significacin espacial. Al estar

    mediado el concepto del paisaje, con un espacio inmvil y ahistrico, la ciencia del paisaje

    estuvo enfocada hacia el aspecto como valor geogrfico. La renovacin del paisaje como

    objeto de estudio- est ligada a la nocin de produccin del espacio. De tal modo, en la antigua

    geografa el paisaje estuvo relacionado con la existencia de la regin. En la geografa de cada

    grupo humano, paisaje y regin estuvieron asociados. Vidal de la Blache concibi al hombre

    como un husped de diversos puntos del orbe, los que en su produccin social crearon una

    relacin constante y acumulativa con la naturaleza, expresados en un conjunto de tcnicas y

    costumbres que el gegrafo francs denomin como gnero de vida. La diversidad de losmedios explicara la diversidad de gneros de vida3.

    En Europa, la personalidad de cada regin fue constuyndose como resultado de una

    larga evolucin: y los trazos del pasado podan, por eso, cristalizarse. Las acvidades

    creadas se mantenan durante un largo perodo, dando la impresin de movilidad. Por eso

    se plante la idea de que el paisaje, creado en funcin de un modo de produccin duradero,

    deba confundirse con la regin, o sea el rea de accin del grupo interesado.

    Es un hecho que as (y sobre todo en el comienzo de la historia del hombre) era posible

    entrever cierta semejanza entre paisaje y regin. Pero el mundo cambi, y hoy la confusin

    entre los dos conceptos ya no es posible. La geograa ya no es ms el estudio del paisaje,

    como imaginaban nuestros colegas de antao; no es que estuvieran equivocados, sino que

    hubo grandes transformaciones en el mundo.4

    El paisaje es una hermenutica en s misma. Correspondera a una suerte de memoria

    trazada sobre el espacio de forma indeleble. Escritura sobre varias capas, o herencia de

    3 Santos, p. cit. pp.60-614 Ibd..

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    tiempos diferentes. Y al igual que para la historia, la memoria como una representacin, el

    paisaje funciona como un proceso aprehensivo de percepciones, cuyo aspecto esconde un

    significado. La percepcin no es un conocimiento, pero depende de nuestra interpretacin

    llegar a lo que hay detrs de estas apariencias. Finalmente, el paisaje no es el espacio. El

    primero sera la materializacin de un instante de la sociedad. Sera, en una comparacin

    osada, la realidad de hombres fijos, posando para una foto. El espacio es el resultado del

    matrimonio de la sociedad con el paisaje. El espacio contiene el movimiento5. El espacio y el

    paisaje constituyen un par dialctico, pues se complementan y se oponen.

    La produccin del espacio: el espacio socio-cultural.

    El espacio, visto como una produccin social, debe tener en consideracin dos mbitos

    sumamente ligados en dicho proceso: su consistencia y su dinmica. En cuanto a lo primero,

    esta consistencia est relacionada con la totalidad, que es su unidad. Respecto a su dinmica, a

    travs de una doble faz que se esconde en dicha totalidad, encontramos los procesos sociales.

    De este modo, podemos mencionar que en cada unidad espacial, los procesos sociales

    generan un determinados usos y significaciones que van sedimentado su propia organizacin

    socio-cultural6. Estos usos y significaciones van alterndose conforme los hombres desarrollan

    interaccin con otros grupos, y se generan retroalimentaciones en la forma de observar la

    totalidad. En cada momento histrico, este cuerpo simblico se internaliza como un poderoso

    sentido comn, que anima al espacio desde su movimiento.

    Esta lnea de pensamiento, asociada a la Geografa Social (y en particular, la que pone

    nfasis en lo local), est pendiente de interpretar las modificaciones que surgen debido a la

    propia mutacin de los procesos sociales. Los procesos sociales, en su desarrollo histrico,

    van impulsando la configuracin y transformacin de unidades espaciales particulares. En

    este proceso, los grupos sociales resuelven su problemtica espacial en el marco de la accin

    histrica, ya sea en la interaccin con otros, o en una particular valoracin del espacio, cuyasmanifestaciones se expresan en las formas de produccin, comercializacin, y distribucin

    espacial de la poblacin. La teora de la accin, al interior del estudio de estos procesos, ha

    dado a luz a un planteamiento ineludible: el espacio debe ser entendido como una condicin

    necesaria para la accin, y tambin, como una construccin de la accin7. Esta relacin, la huella

    del hombre en la naturaleza (espacial), es una relacin tanto cultural como poltica; lo que para

    Marx fue la llamada socializacin. La produccin humana es la produccin del espacio.

    5 Santos, p. cit. p.69

    6 Shmite, p. cit.p.377 Ibd.pp. 39-40

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    No debemos abreviar la dimensin de lo poltico en la produccin del espacio. Este

    es un factor fundamental en la construccin de territorialidades culturales, que es en gran

    medida- el motivo de este ensayo. En 1976, Henri Lefebvre afirmaba:

    El espacio no es un objeto cientfico separado de la ideologa o de la poltica; siempre

    ha sido poltico y estratgico. Si el espacio tiene apariencia de neutralidad e indiferencia

    frente a sus contenidos, y por eso parece ser puramente formal y el eptome de

    abstraccin racional, es precisamente porque ya ha sido ocupado y usado, y ya ha sido

    el foco de procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el paisaje. El

    espacio ha sido formado y modelado por elementos histricos y naturales; pero esto ha

    sido un proceso poltico. El espacio es poltico e ideolgico. Es un producto [...] lleno de

    ideologas.8

    Para Lefebvre, la modelacin histrica de un espacio constituye un proceso poltico-

    ideolgico. El conflicto poltico del espacio est asociado con la variable del poder. Esta

    afirmacin parte del hecho de que el significado del poder tambin ha tenido su propia vuelta de

    tuerca. Hasta entonces, el poder haba sido concebido como una posesin o cualidad particular,

    como un fenmeno de dominacin masiva a un cuerpo homogneo (a menudo, ilustrado en la

    funcin marxista de la relacin existente entre el Estado y las clases subordinadas).

    El poder tiene que ser analizado como algo que circula, o ms bien, como algo que

    no funciona sino en cadena. No est nunca localizado aqu o all, no est nunca en

    las manos de algunos, no es atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona,

    se ejercita a travs de una organizacin reticular. Y en sus redes no slo circulan los

    individuos, sino que adems estn siempre en situacin de sufrir o ejercitar ese poder,

    no son nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de

    conexin. En otros trminos, el poder transita transversalmente, no est quieto en los

    individuos.9

    Para Foucault, el ejercicio de poder requiere de concebir al individuo como un efectode poder, y al mismo tiempo, el elemento de conexin. Todos los individuos tienen algo de

    poder en el cuerpo, y difcilmente podramos aceptar que el poder es lo mejor distribuido en

    el mundo. En el campo espacial, el poder opera desde el conflicto de los mltiples usos del

    espacio, cuya tensin implica que los individuos deben poner el cuerpo en accinen funcin de

    ejercer una fuerza dialctica, al interior una lucha entre dominacin y resistencia. Esta lucha,

    8 Lefebvre, Henri.Reecons on the polics of space. Anpode, 8(2), 1976. pp. 30-37. En Oslender, Ulrich. Espacio, lugar y movi-

    mientos sociales: Hacia una espacialidad de resistencia. Revista Scripta Nova, Universidad de Barcelona, Vol. VI, nm. 115, 1 de junio de 2002.

    En hp://www.ub.es/geocrit/sn/sn-115.htm9 Foucault, Michel. Microsica del poder.Coleccin Genealoga del Poder. Ediciones La Piqueta, Madrid, Espaa. 3. ed. 1992. p. 146.

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    muchas veces inconsciente y asistmica, convierte toda accin del hombre por el espacio en

    una accin poltica en s misma, toda vez que constituye un hecho de poder en el conflicto

    poltico en el uso del espacio.10

    La inclusin de la variable del poder requiere entonces, un enfoque ms especfico

    respecto a cmo se relaciona con la produccin del espacio. Henri Lefebvre nos ilustra un

    cuerpo conceptual que permite comprender de mejor manera como se entreveran los diversos

    mbitos de la accin social en el proceso de la creacin de territorialidades. Para el socilogo

    francs, el espacio estara conceptualmente- dividido en tres fragmentos, que desde

    siempre han sido las vas aproximativas al conocimiento espacial. Estos son: el campo fsico

    (naturaleza), el campo mental (abstracciones lgicas y formales) y el campo social. Cada uno

    de estos campos han de verse simultneamente bajo el prisma de un par opuesto como real

    / imaginado, concreto / abstracto, y material / metamrfico. Para Lefebvre, es posible

    fusionar el campo fsico y el campo mental al interior del campo social. De este modo, concibe

    el anlisis espacial a travs de la triple fragmentacin del espacio social enprcticas espaciales

    (como espacio percibido), en representaciones del espacio (como concepcin del espacio) y en

    espacios de representacin(como espacio vivido).11

    Se enende porprccas espaciales a las formas especcas de produccin, y reproduccin

    del espacio. Esto es, la manera en que nosotros generamos, ulizamos y percibimos el espacio. A

    esta dimensin espacial corresponden el dominio de lo codiano, del trabajo y de la vida material.

    Es un espacio que, al ser materializado, es vericable a travs de la percepcin. En segundo lugar, las

    representaciones del espacioaluden al espacio conceptualizado, derivados de una lgica parcular

    y constuvos de un saber referencial. Este es el espacio de los ciencos, planicadores, urbanistas,

    y de todo el ramillete de agentes instucionales ligados con la visualizacin hegemnica. Esto

    involucra un medio de control y de poder ejercido por el conocimiento sobre la produccin del

    espacio. Para Lefebvre, este es el espacio dominante en toda sociedad, un depsito de poder12. De

    este modo, las representaciones del espacio producen visiones y representaciones normalizadas

    presentes en las estructuras estatales, en la economa, y en la sociedad civil. Esta legibilidad produce

    efecvamente una simplicacin del espacio, como si se tratara de una supercie transparente13.

    Las representaciones del espacio, simples y transparentes, son en deniva- visiones desde el

    poder dominante para modelar la vida social en funcin de la hegemona.

    10 Las potencialidades y direcciones de dichas acciones polcas, son cuesn para una discusin superior que no viene al caso de

    este ensayo. Pero un ejemplo de la mencionada funcin lo constuye el movimiento social de pobladores en Chile, que ha sido materia de una

    vasta literatura reciente. V. gr. Memorias de la Victoria. Relatos de vida en torno a los orgenes de la Poblacin. Grupo Idendad. Ed. Quiman-

    t, ao 2006, Sanago, Chile.; o en Garcs, Mario. Tomando su sio. El movimiento de pobladores en Sanago, 1957-1970. Editorial LOM,

    Sanago, Chile. Ao 2003.

    11 Lefebvre, Henri. La produccin del espacio (1986); en Shmite, p. cit.p.41-42. Para una revisin exhausva de estas materias,

    consultar: Lefebvre, Henri. The producon of Space. Blackwell Publishing, 1991. En hp://books.google.cl/books?id=SIXcnIoa4MwC

    12 Ibd.13 Oslender, p. cit.El subrayado es nuestro.

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    Huellas Cordilleranas.

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    Por ltimo, los espacios de representacin contienen las dos dimensiones anteriores,

    caracterizndose por encontrarlos en el interior del plano de lo simblico (codificado o no).

    Comprendido como espacio vivido, el espacio representacional es espacio dominado y

    por lo tanto experimentado pasivamente o sometido espacio que la imaginacin (verbal

    pero, especialmente, no verbal) intenta cambiar y apropiar14. Lefebvre sostiene que abarca

    el espacio fsico (mediante un uso simblico de los objetos, a travs de sistemas de signos y

    smbolos no verbales) y las representaciones espaciales de poder: relaciones de dominacin,

    subordinacin y resistencia. De este modo el espacio representacional est vivo: habla. Tiene

    un ncleo () afectivo. Abarca los lugares de pasin, de accin, de situaciones vividas y esto

    inmediatamente implica tiempo15. De tal modo, la aproximacin al espacio representacional

    implica otras vas para volverlo inteligible o, ms an, para cuestionarlo y comprenderlo. Aqu

    se hace preciso volver a tender, a la usanza braudeliana, los puentes entre la memoria, la

    historia y el espacio (como contenido vivo de la experiencia humana).

    En un ejemplo del uso de esta lnea conceptual, Ulrich Oslender ha sostenido la idea de

    la produccin de una espacialidad de resistencia. Para este autor, la movilizacin de actores

    sociales en defensa de sus territorialidades (en particular, expone el caso de comunidades

    negras en el Pacfico colombiano), en tanto que espacio material y fsico, y centro de sus

    actividades, es a su vez una lucha por el espacio, por sus interpretaciones y representaciones.

    De tal modo, la intervencin de los movimientos sociales en los mbitos de produccin del

    espacio, es una constante dialctica por ejercer modernidades alternativas a la produccinhegemnica hecha desde la representacin central del espacio. En otras palabras, la

    espacialidad de resistenciaes un reducto desde donde los actores sociales experimentan un

    proceso contra-hegemnico16. En lo que sigue, intentaremos ubicarnos sobre la produccin

    de un espacio en particular (la regin sur-mendocina y maulina del Pehuenche), materia

    de nuestro ensayo, considerando la configuracin de una espacialidad relacionada con una

    multiplicidad de elementos histricos, econmicos y culturales que la hacen desdibujarse de

    las representaciones poltico-administrativas sobre la Cordillera de los Andes para los estados

    de Chile y Argentina.

    14 Lefebvre, Henri. La produccin del espacio (1986). En Shmite, p. cit. p.41.42.

    15 Ibd.16 Oslender, p.cit.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

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    La regin Pehuenche: bajo el signo de la unidad de frontera.

    Es posible considerar a la Regin Pehuenche, como una espacialidad de resistencia? En

    primer trmino, la propia modalidad de la resistencia vista como un poder contra-hegemnico

    de actores sociales en funcin de defender la territorialidad- es materia de una discusin

    que desborda el cuadro de este ensayo. Esto no implica desconocer que esta regin ha sido

    delineada y producida socialmente por la relacin particular entre diversos agentes de poder

    en el curso de la historia regional, y que la dinmica por ejercer control efectivo del mismo no

    ha estado fuera del mbito conflictivo de dominacin y resistencia. Pensamos que la matriz

    para caracterizar este espacio regional est en su condicin fronteriza, y en una dinmica de

    resistencia asociada a la preservacin de una autonoma econmica, que con el tiempo se

    ha vuelto ms vulnerada por el impacto de las pretensiones de la economa global sobre el

    territorio. Esta dinmica puede ser revisada a travs de las prcticas sociales y culturales de

    comunidades que han experimentado este espacio como propio, y que difcilmente pueden

    ser homogeneizadas detrs de un cuerpo orgnico y sistmico de accin social. En otras

    palabras, ms que una produccin consciente de un espacio regional en particular, los actores

    sociales que constituyen la materia histrica de esta regin han construido implcitamente una

    identidad propia, que los hace desdibujarse de la trama general de las relaciones polticas y

    territoriales de chilenos y argentinos.

    Si bien este descuadre entre identidad y frontera es rastreable en diversos sectoresdel trnsito cordillerano chileno-argentino, la regin Pehuenche presenta para nosotros

    una serie de condiciones que favorecen una primera aproximacin. En primer lugar, se nos

    presenta cercana, y est relacionada con centros urbanos de importancia como Talca (Chile)

    o Malarge (Argentina); por otra parte, su importancia en la geografa econmica le ha dado

    realce en la conectividad del Cono Sur, en el marco de la dinamizacin global de las economas

    regionales de Amrica Latina. La identificacin de esta zona est asociada a la existencia del

    llamado Paso Pehuenche, cuya ruta ha sido objeto de vastas planificaciones por convertirla

    en camino internacional y en carretera bi-ocenica, con el objetivo de conectar los puertos

    de Constitucin (por el lado del Pacfico) y Buenos Aires (por el lado del Atlntico). En este

    contexto, la necesidad de dimensionar las consecuencias en la transformacin de este espacio

    cultural y sus comunidades, se torna fundamental. En ltimo lugar, constituye una aproximacin

    a la historia de comunidades hasta ahora descentradas y marginadas de la construccin de

    identidades nacionales.

    En la historiografa reciente, Pablo Lacoste ha sido uno de los especialistas ms

    preocupados por estudiar los alcances de la importancia del llamado Sistema Pehuenche. Ha

    preferido hablar de Subregin fronteriza Pehuenche, en contraste a otras macro-regiones como

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    Huellas Cordilleranas.

    26

    sera el caso del Cono Sur, o de Amrica Latina. Esta subregin estara conformada por el Sur

    de Mendoza (Argentina) y por la regin del Maule (Chile), abarcando una superficie de 112.000

    km2 y siendo habitada por una poblacin de 1.100.000 habitantes (ao 1998)17. En cuanto a la

    presencia de la Cordillera, y la frontera poltico-administrativa, Lacoste afirma que:

    La Subregin fronteriza Pehuenche se encuentra fragmentada y dividida por una doble

    barrera: natural (la Cordillera de los Andes) y poltica (la lnea de frontera internacional,

    que coincide justamente con la lnea de las ms altas cumbres divisorias de aguas).

    Pero este factor de separacin se encuentra matizado por las facilidades que ofrece el

    Sistema Pehuenche.

    []En este contexto, el Sistema Pehuenche est integrado por el conjunto de facilidades

    naturales y culturales, para la circulacin trasandina entre el Sur de Mendoza y la Regindel Maule; o bien las vas de integracin de la Subregin fronteriza Pehuenche. Entre

    los principales elementos del Sistema Pehuenche, aparecen ros, boquetes cordilleranos,

    lugares de inters econmicos y rutas [].18

    De este modo, para Lacoste, la expresin de un Sistemaasociado a las propiedades de

    interdependencia y acoplamiento de funciones y facilidades, tendra cabida en la historia de

    esta subregin. La inclusin del factor social en esta trama, nos retrotrae a la necesidad de

    hablar de una unidad de frontera, que se expresa sistmicamente en la percepcin de una

    regin, producto social de la historia del Pehuenche, visto aqu no como un Paso sino que

    como una vasta extensin.

    Por qu la ReginPehuenche constituye una unidad fronteriza? A propsito de ello,

    nos valemos de una tentativa por reconocer densidad en el concepto de frontera. Como ha

    discutido Duroselle (1998), existe una homologacin entre la idea de lmite y frontera.

    El trmino lmite deviene del latn limes itis, concepto empleado para denominar a la

    lnea fortificada que separaba a los romanos de los pueblos brbaros. Contrariamente

    a lo que se suele afirmar, el limes no era una lnea delgada y recta () El limes era una

    franja ancha, un espacio articulado por puestos avanzados, fortificaciones principales y

    secundarias, y calzadas de retaguardia para casos de emergencia. 19

    17 Lacoste, Pablo. El Sistema Pehuenche. Frontera, sociedad y caminos en los Andes Centrales (1657-1997). Ediciones Culturales de

    Mendoza. Gobierno de Mendoza. Universidad Nacional de Cuyo. Facultad de Ciencias Polcas y Sociales. Mendoza, Argenna. 1998. p. 24-26

    18 Ibd.

    19 Duroselle, Jean Bapste. Todo imperio perecer. Teora sobre las relaciones internacionales. Fondo de Cultura Econmica, Mxi-

    co. 1998, p.57, citado en: Lacoste, Pablo. La imagen del otro en las relaciones de Argenna y Chile (1534-2000). FCE, Buenos Aires, Argenna.

    IDEA, Universidad de Sanago de Chile. 2003.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    27

    En su estudio sobre las relaciones entre Argenna y Chile, Lacoste plantea que la frontera

    fue concebida anguamente como los territorios situados al frente del propio, o frente a lo otro.

    Este sendo fronterizo puede considerar lo otro como un par (sea un Estado), como una endad,

    como territorios desconocidos o como la barbarie. Para los griegos, la frontera era ho horos y, a la

    vez, oros eran las montaas. En la tradicin de los Estados Unidos, la frontera el punto ms all del

    cual se hallaba el wilderness, es decir, el desierto.20El historiador argenno reconoce, a travs de

    su estudio, una inconsistencia entre lo que llama las fronteras jurdicas y las fronteras efecvas.

    Esta inconsistencia est basada en el hecho de que durante la Colonia, los espaoles jams pudieron

    ejercer un control total sobre el territorio, y en parcular, sobre las naciones indgenas que dominaron

    Patagonia, Pampas y la Araucana. Esta dimensin marginal aparece incluida al interior de un

    proyecto de ocupacin del espacio que late al interior de un imaginario totalizador, ms que de una

    dominacin efecva o real. Este imaginario tendr asidero en los documentos jurdicos emanados

    primero, entre 1534 y 1810, por la Corona de Espaa, y posterior a ellos, por los nacientes Estados

    nacionales. Estos denen sus fronteras a parr de sus intereses centrales, y argumentando dicha

    representacin de poder a travs de lecturas parciales de la historicidad del territorio21.

    La Regin Pehuenche resume al interior de su unidad histrica, una condicin fronteriza,

    como fronteras efecvas y a la vez imaginarias (desde una visin contra-hegemnica), que a su vez

    constuye la materia de su existencia como regin. Pensamos que esta condicin de frontera, es

    vericable en tres sendos.

    En cuanto a su presencia geogrca, la regin se constuye como una frontera natural debido

    a la presencia de la Cordillera de Los Andes, como una monumental barrera para la civilizacin,

    que a su vez supone una oportunidad de desarrollo y autonoma de sus habitantes. La geograa

    cordillerana occidental, en este sector del valle del Maule y del Melado est caracterizada por un

    sector de pre-cordillera de cordones montaosos entre los 600 y los 1200 metros sobre el nivel del

    mar (msnm). En el sector propiamente cordillerano, esta formacin alcanza los 3000 msnm, de todos

    modos considerada una baja altura para la regularidad cordillerana del Chile Central, y presenta una

    mayor facilidad para la movilidad trasandina (por boquetes)22. Por el lado argenno, esta regin

    est relavamente distante de los centros poblados de mayor importancia (como seran Mendoza

    o San Rafael), lo que inevitablemente se traduce en una sensacin de aislamiento y marginacin.

    Esta funcin, permiten que por uno y otro lado de la cordillera, la constucin de una regin natural

    est marcada por la posibilidad de movilidad interior, y por la condicin de aislamiento de centros

    urbanos de mayor trascendencia.

    20 Lacoste. La imagen del otro. p.10

    21 Ibd.

    22 Sanhueza, Lorena [et al.] Ocupaciones Arqueolgicas De La Precordillera Y Cordillera De La Cuenca Del Rio Maule: Un Panorama

    General. Perteneciente al proyecto FONDECYT 90 / 524: Patrones de asentamientos y explotacin de recursos en la cuenca del ro Maule;

    poca prehispnica. En Actas del 2 Taller de Arqueologa de Chile Central (1994), en hp://www.arqueologia.cl/actas2/sanhuezaetal.pdf

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    Huellas Cordilleranas.

    28

    En un segundo orden, la frontera se expresa desde una perspectiva tnico-cultural,

    toda vez que reconocemos en ella, la memoria social de muchos grupos humanos que han

    intentado asentar un modo de vida particular en la regin. Se trata de una presencia cultural

    que podramos resumir cmo hbrida o mestiza, ya que es difcil saber en qu momento o

    situacin se limitan los prstamos culturales de uno u otro grupo. Se podra decir que esta

    situacin es propia de los espacios fronterizos, ya que aqu se configuran diversos lugares de

    encuentro, desde los cuales surgen procesos simbiticos de asimilacin o resistencia cultural.

    En el caso de la regin Pehuenche, podramos decir que constituye el escenario cultural de

    grupos tales como los puelches, chiquillanes, tehuelches (patagones), de espaoles, criollos

    mestizos, y principalmente de pehuenches, y a travs de ellos, de araucanos. Adems, recoge

    la experiencia social de chilenos y argentinos que han decidido asentarse en esta regin,

    replicando las formas de reciprocidad social y resistencia cultural de etnias que sobreviven y

    estn impregnadas en la memoria regional, como un cuerpo simblico confuso pero persistente

    en el tiempo.

    Finalmente, y como corolario a la constitucin de este espacio fronterizo que es la regin

    Pehuenche, diremos que constituye una frontera poltica en s misma. Pensando en la forma

    en que se han desplegado las dinmicas de dominacin y resistencia en la historia regional,

    el Pehuenche se desarroll como una espacialidad cuya hegemona fue inestable y difcil de

    conquistar, casi siempre cerrada sobre s misma, o asimilada al interior de un statu quoasociado

    a formas tradicionales de poder. El desarrollo de unos cacicazgos tribales siempre en pugna, lacontencin territorial de la dominacin Inca por los indios del pas promaucae , la infructuosa

    tentativa por ejercer control colonial por parte de agentes de la Corona espaola, y por ltimo,

    la conflictiva relacin de los sujetos sociales ante la hegemona poltico-administrativa y fsica

    de los Estados de Chile y Argentina, van delineando esta condicin en el transcurso de esta

    historia. La presencia pehuenche en el territorio fue la dominacin ms efectiva, que surgi

    de la araucanizacin de los mismos, donde esta regin se organiz como un polo social y

    econmico complementario al centro del poder tnico que se desarroll en las Pampas, sobre

    todo a partir de la llegada de Calfucur a Salinas Grandes, a mediados del siglo XIX. Esta ReginPehuenche, que en ningn caso fue la totalidad de la regin pehuenche, (dado que estos

    indios se dispersaron por toda la franja cordillerana oriental y occidental desde Icalma hacia

    el norte), se constituye de este modo como una frontera poltica inestable, en una dinmica

    persistente de fragmentacin, pero siempre sostenida por las dimensiones de lo fronterizo,

    expuestas anteriormente.

    En las lneas que siguen a continuacin, esperamos poder relacionar la historia de la

    regin con la produccin espacial y social de la misma, a travs de una revisin de la literatura

    especfica sobre este tema, donde se manifiesta la dinmica de dominacin y resistencia que

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    29

    han dado origen a la identidad del Pehuenche, entre los siglos XVI y XIX. Finalmente, en el marco

    de la produccin del espacio regional para el caso del siglo XX, nos aproximamos a travs de

    testimonios de gente viva, y tomando en consideracin la triada conceptual lefebvriana- a

    describir cmo se relacionan las prcticas espaciales, las representaciones del espacio y los

    llamados espacios de representacin. En cada uno de estos eslabones en la produccin del

    espacio, descansa la manifestacin de la identidad de la unidad fronteriza que constituye el

    Paso Pehuenche.En el caso de las prcticas espaciales, pondremos atencin en la importancia

    que constituye la trashumancia como mecanismo especfico en el dominio de lo cotidiano

    y funcin cultural que constituye caminar la regin. En el caso de las representaciones del

    espacio, es necesario revisar cmo las instituciones y diversos aparatos de los Estados de

    Chile y Argentina ejercen su particular poder en busca de la normalizacin de la condicin

    liminal. En ltimo lugar, los llamados espacios de representacin, estn expresados a travs

    del examen de testimonios que proporcionan informacin sobre el encuentro dinmico de

    las dos funciones anteriores del espacio, y cmo stos se construyen en torno a experiencias

    sociales de dominacin, subversin, condicin fronteriza y proyectividad.

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    Huellas Cordilleranas.

    30

    Alcances histricos sobre la Regin Pehuenche.

    De tiempos prehispnicos a la era de las malocas.

    Algunos antecedentes arqueolgicos, nos permiten fijar la historia del espacio

    cordillerano del Pehuenche, en un mbito anterior a la llegada de los europeos a Amrica. El

    escenario del ro Maule, y los valles y cajones del sector, estuvieron animados por un activo

    trnsito de sujetos y una temprana matriz de poblamiento.

    Esta actividad prehispnica (aunque tarda, desde el 1200 DC en adelante) ha sido

    analizada por arquelogos en estudios recientes, y describe la presencia humana en pos

    de la explotacin de canteras de obsidiana en la cuenca superior del ro Maule, por sobre

    los 600 msnm (correspondiendo al mbito pre-cordillerano). Las conclusiones de estos

    estudios permiten revelar al menos tres cuestiones importantes. En primer lugar, se trata de

    yacimientos tardos que clarifican la explotacin de obsidiana en la zona de la Alta cordillera

    del Maule; aunque corresponden cronolgicamente a una ocupacin regular desde el 1200

    DC en adelante, se trata de un material que es encontrado regularmente en otros sitios

    arqueolgicos de data anterior, y que corresponde a la misma obsidiana cuyas canteras estn

    en el curso superior del Maule. La explotacin de este material probablemente creci hacia

    el 1300 y 1500 DC, debido a vastos sitios cordilleranos (sobre todo en la ribera norte del ro)

    que fueron campamentos de paso en el trnsito de la recoleccin del material. En segundo

    lugar, algunos sitios hacia el Valle del Campanario son ms pobres en cuanto a la presencia del

    material, pero coinciden con la existencia de ocupaciones en contextos similares y morfologa,

    en particular con aquellas del lado argentino de la Cordillera de los Andes. Esto permite

    suponer que desde este tiempo- la ruta del Pehuenche fue utilizada como una va de paso

    trasandino, y que adems constitua una ruta econmica de importancia. De este modo, se

    entiende que algunas canteras estn siendo utilizadas indistintamente por grupos humanos

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    31

    provenientes de uno y otro lado de la Cordillera. En tercer lugar, este estudio nos exhibe un

    patrn de ocupacin del espacio, caracterizado por la semi-permanencia en campamentos de

    temporada, utilizados indistintamente en funcin de diversos recursos, tal como es la propia

    explotacin de la obsidiana, el acarreo de materiales, o la rudimentaria ganadera de guanacos

    en las vegas adyacentes al Cajn del Campanario23. Con seguridad al hablar de estos grupos,

    nos referimos a puelches y/o chiquillanes, primitivos habitantes de la regin, que antes de la

    Conquista ya utilizaban el cuero del guanaco en la confeccin de sobadores y su lana en las

    tejeduras, y experimentaban una notable movilidad a travs de la cordillera24.

    Las parcialidades de puelches y chiquillanes mantuvieron una permanente movilidad por

    la cordillera central y un dominio pasivo de las vegas montaosas y boquetes hasta mediados

    del siglo XVII. Los cronistas, tales como Gmez de Vidaurre y el padre Sors, los mencionan:

    Los indios que viven en las cordilleras que miran a la capital de Santiago, y tienen su

    comunicacin por el Cachapoal, se llaman chiquillanesSe alimentan de toda especie

    de carnes, incluso caballares y humanos y transitan de una a otra parte de la cordillera,

    cambiando sus tolderas, segn les pareciera conveniente para sus andanzas25.

    El proceso de dominacin colonial llevado a cabo desde la llegada de los espaoles al

    territorio de Chile, propuls una serie de cambios en el frgil equilibrio de poder inter-tnico

    de la regin. Nuestra atencin se centra sobre todo en el siglo XVII, el cual constituye una

    bisagra histrica en el curso del dominio colonial en Chile. Ya hemos sealado antes que, a

    comienzos de la colonia, la atencin econmica de los agentes monrquicos estuvo puesta

    sobre los lavaderos de oro concentrados en el sur del pas, lo que conllev a una situacin

    blica conocida como la guerra ofensiva, reaccin conflictiva a la explotacin de mano de

    obra indgena y en particular, de los mapuches de la Araucana. La eclosin de violencia como

    producto de las necesidades de control sobre la produccin colonial para la Corona, trastorn

    el panorama econmico y social de la poca, afect el equilibrio demogrfico de la poblacin

    indgena, y puso en jaque la existencia de la Capitana General. El agotamiento en los lavaderos

    de oro en la Araucana, supuso el final de la dominacin espaola en estos territorios. Pero

    un acontecimiento imprevisto, indujo hacia un viraje econmico que volvi a impulsar la

    economa hacia otras ramas de la produccin. Como ha sealado Jorge Pinto, la emergencia

    del mineral de Potos en el Alto Per, propici una oportunidad para la produccin colonial en

    Chile, a travs de una valorizacin de las regiones intermedias, como proveedora de alimentos

    e insumos. De este modo, el abandono de la Araucana no signific sacrificar la estabilidad

    colonial y reflot en condicin de periferia econmica- las expectativas econmicas del

    23 Sanhueza, p. cit.

    24 Luis Trivio [et al.] La atenta y paciente observacin de Agero Blanch. En Revista UNO.Antropologa. Mendoza, enero de 1997. p.4425 Citado en Moraga, Joel. Copequn. 500 aos. Crnicas para su Historia. Ed. Oset Bellavista, Sanago, Chile. 2002. p.38-39.

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    Huellas Cordilleranas.

    32

    Reyno de Chile26. Ello permiti la consolidacin paulatina de una frontera tnica en el Bio Bio,

    donde se desarroll progresivamente una dinmica pacfica, de reciprocidad y mestizaje entre

    araucanos y espaoles durante los dos siglos venideros27.

    La revalorizacin de las regiones intermedias entre la franja fronteriza de la Araucana y el

    puerto de Valparaso, incluy ciertamente a la regin del Maule. Este centro fue convirndose

    en un eje de circulacin, transporte y produccin agrcola; en la Depresin Intermedia de este

    centro se constuy la unidad econmica central de la colonia: la hacienda. Para el caso de la franja

    cordillerana central, otro proceso derivado de esta dinmica va a favorecer un cambio y una apertura

    hacia la espacialidad ultramontana: laAraucanizacin de las Pampas. Este proceso de movilidad del

    mundo mapuche hacia ms all de la Cordillera, correspondi segn Jos Bengoa, a un esfuerzo,

    de parte de los mapuches, por refugiarse de la violencia corporal que involucr el primer siglo de

    la Colonia; la internacin a travs de los pasos cordilleranos fue una opcin que cobr fuerza entre

    oleadas migratorias que comenzaron a dispersarse en direccin a la pampa argenna. En primer

    lugar, vino la araucanizacin de los pehuenches, que hacia mediados del siglo XVII, comenzaron

    a tomar contacto con araucanos. Este cruce tnico tuvo implicancias en el cambio del lenguaje de

    los pehuenches, que a la postre comenzaron a ocupar el mapudunguncomo su lengua propia; de

    tal modo, el camino hacia la pampa qued expedito con la experiencia pehuenche. Lentamente,

    grupos de mapuches fueron internndose en territorio pampeano, primero a travs de rastrilladas,

    donde aprendieron a usar los caminos interiores y diferentes alternavas de trnsito cordillerano;

    y luego a travs del aprendizaje y observacin del patrn de ocupacin espacial en la regin. De talmodo, recogieron la experiencia pastoril de subsistencia de los grupos asentados con anterioridad

    (puelches, poyas, chiquillanes, ranqueles), y cambiaron las rucas por las tolderas28.

    La apariencia de estos inmensos asentamientos pehuenches y aucas se asemejaba a un

    ncleo central con varias dependencias satelitales, cuya vida y economas giraban en torno

    de lo que constua la toldera principal. All viva el jefe ms prominente y era el lugar donde

    acudan los miembros de la tribu cuando se avecinaba un maln. Siempre a la vista unos de

    otros, la seguridad militar pareca ser su objevo prioritario.29

    Conforme a este proceso de re-posicionamiento de las hegemonas tnicas de ultra cordillera,

    la presencia mapuche en las pampas refract drscamente al interior de la conformacin tribal

    del sur cuyano. Como ha sealado Leonardo Len, este proceso fue ms forzoso porque tuvo que

    avanzar en dos direcciones: primero, en pos de ejercer hegemona ante el conicto que constuyeron

    26 Pinto Rodrguez, Jorge. Araucana y pampas. Un mundo fronterizo en Amrica del Sur. Temuco, Universidad de la Frontera, 1996.

    p.21. Citado en Lacoste, El sistema pehuenche. p.45

    27 Cfr. Villalobos, Sergio. Vida fronteriza en la Araucana. El mito de la Guerra de Arauco. Editorial Andres Bello, Sanago, Chile. 1995.

    28 Bengoa, Jos. Historia del pueblo mapuche. Ediciones SUR, Coleccin Estudios Histricos. Sanago, Chile. 1985. pp. 51-53

    29 Len Sols, Leonardo. Los seores de la cordillera y las pampas: Los pehuenches de Malalhue, 1770-1800.Centro de Invesgacio-nes Diego Barros Arana, DIBAM, Sanago, Chile. 2005. p.28

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    33

    las guerras tribales del sur cuyano (a contar del siglo XVII, entre pehuenches y otros grupos tales

    como huilliches y puelches), y segundo, en anteponerse a los intereses de los agentes de la Corona

    borbnica por ejercer control horizontal (sobre todo en lo que concierne al circuito econmico de

    los pasos cordilleranos); factor de esto lmo, fue el fenomenal crecimiento las masas de ganado

    cimarrn en las pampas, pero que a su vez propici la conversin de los anguos conasen cazadores

    pampinos30.

    Uno de los hechos parculares que da origen a esta dinmica por el control regional,

    es el maln pehuenche de 1658, que adems de ser parcularmente audaz y agresivo, coincide

    con el descubrimiento del Campumallu, hoy Paso Pehuenche, eje arculador de este espacio.

    Probablemente, este arrollador alud de los pehuenches sobre el territorio del Maule, sembr la

    inestabilidad que caracterizara al desarrollo de la regin, debido a que signic dinamizar el conicto

    en los propios espacios residuales de poder, ah donde antes no suceda nada ms que la subsistencia

    de una precaria poblacin puelche. Como ha sealado Pablo Lacoste:

    [] la frontera sur (de Mendoza) fue una franja difusa durante el primer siglo de presencia

    espaola en Mendoza. Entre los ros Tunuyn y Diamante, se disngua una zona caracterizada

    por la ocupacin efecva de erras. Ms al sur, entre los ros Diamante y Atuel, la zona

    estaba marcada slo por la presencia del ganado espaol. Esta franja era muy inestable y

    funcionaba como zona de transicin a parr de la cual dominaban los pehuenches.31

    Las malocas de 1657 sobre la regin del Maule, un ao antes del gran maln, encendieron las

    alarmas de los agentes coloniales, primero en Sanago y de all en Cuyo. Apurados por una posible

    invasin pehuenche sobre la provincia de Cuyo, los encomenderos recibieron rdenes de la capital

    de enviar a sus escuderos ro arriba. Los enfrentamientos se tornaron cada vez ms violentos, y

    el miedo se apoder de las gentes de Cuyo, que supieron que en cualquier momento, la oleada

    pehuenche desbordara la cordillera para caer sobre la provincia. En el verano de 1658, los miedos

    se volvieron realidad, pues los pehuenches franquearon la cordillera y cayeron sobre las estancias

    del sur cuyano32. Considerado uno de los primeros malones de la regin, fue la primera vez que los

    pehuenches ulizaron el paso que hoy lleva este nombre, y que a su vez, nomina a la subregin

    fronteriza33.

    El Campumallufue atacado por los pehuenches, momentos antes de la gran incursin, en

    el tiempo que tuvieron la necesidad de acorralar al cacique puelche Bartolo Yoyari, hacer alianza

    con l y aprender el camino hacia Jaura. Al momento de la penetracin transcordillerana,

    30 Ibd. pp.25-65

    31 Lacoste, Sistema Pehuenche.pp.47-49

    32 Len Sols, Leonardo.Maloqueros y conchavadores en Araucana y las Pampas. 1700-1800Ediciones Universidad La Frontera,

    Serie Quinto Centenario. Temuco, Chile. 1990. p.2433 Ibd.

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    Huellas Cordilleranas.

    34

    los pehuenches utilizaron por si mismos el Paso, y llegaron a maloquear hasta las estancias

    del valle del Uco. De ah hasta entonces, se convirti en una ruta fundamental que facilit

    enormemente la movilidad horizontal este-oeste34.

    El cierre de la regin por el lado sur cuyano supuso una suerte de consolidacin de

    las fronteras mapuches, en conformidad con la dinmica que supuso la paz fronteriza del Bio

    Bio durante el siglo XVII; en tal sentido, la regin Pehuencheconstituy una suerte de franja

    de continuidad, aunque sin la actividad que surgi en la anterior. Convertida en espacio de

    contencin y amortiguacin, la regin Pehuenche sigui siendo un territorio inexpugnable

    para los espaoles, que no tuvieron cabal comprensin de lo que significaba el dominio de

    este espacio. Durante este perodo de consolidacin de la frontera, los pehuenches avanzaron

    en la comprensin y dominio del medio cordillerano, mientras la araucanizacin de las pampas

    sigui su curso. La poca de malocas de la solidaridad militar, de movilidad de guerreros en

    uno y otro lado de la cordillera, se transform paulatinamente en una movilidad econmica

    pues dio paso a un activo f lujo de bienes y animales a travs de la cordillera35.

    Como hemos dicho anteriormente, el proceso de araucanizacin de las pampas tambin

    engendr su par dialctico, que fue la pampeanizacin de los araucanos. Se ha dicho que

    en, en este devenir histrico, los araucanos y pehuenches recogieron la experiencia pastoril

    de subsistencia de grupos asentados con anterioridad; la extraordinaria asimilacin de estas

    formas de produccin lleva a pensar que el contacto inter-tnico, con anterioridad a la llegada

    de los europeos, fue mucho ms activo de lo que pudiera pensarse. Durante esta poca, los

    grupos que atraviesan la cordillera, asimilan un patrn de ocupacin pampeana, ejerciendo de

    tal forma un dominio sustentado en la dispersin espacial, y en la conectividad y control de

    caminos interiores; a este patrn de ocupacin, basado en la instalacin de tolderas a lo largo

    de valles, y la amplitud de cada unidad territorial, sigui un proceso de aprendizaje y nociones

    sobre produccin ganadera, que explicaremos ms adelante, que irn reforzando la estructura

    de dominio del medio de esta poblacin.

    La bonanza derivada de la caza de ganado cimarrn no fue eterna, pues al cabo de unas

    dcadas de tranquilidad en este sentido, el exterminio del ganado salvaje comenz a afectar

    este sistema econmico. Hacia fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, las actividades

    de los cazadores pampinos comenzaron a adquirir un nuevo carcter, pues se dirigan

    simultneamente contra los ganados que vagaban por las Pampas y contra los que tenan los

    hispano-criollos en las estancias de Buenos Aires, San Luis, Crdoba y Mendoza36, y adems,

    sobre las haciendas ganaderas de la frontera con Chile. El curso proyectivo de este proceso,

    34 Ibd.

    35 Ibd. pp. 61-6336 Ibd.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    35

    de exterminio y oportunidad (en el auge de la estancia ganadera), fue reforzando el cambio

    del cazador pampino a maloquero de las estancias. Para Leonardo Len, el maloquero bajo

    esta nueva estructura de incentivos- ya no luchaba animado por una funcin pica libertaria,

    sino que por motivos de subsistencia econmica. Este cambio es sumamente importante para

    comprender la constitucin de la identidad regional del Pehuenche, marginal y residual a este

    proceso de acumulacin de resistencias.

    Para los pehuenches, el tiempo posterior a la consolidacin fronteriza, haba sido

    tambin un tiempo de alianza con los espaoles. Esto se debe a que estos ltimos vieron en

    los pehuenches, el benfico rol de intermediarios37. El espacio de contencin tambin fue

    concebido como una oportunidad para reducir costos en el transporte de bienes producidos

    (sal, ganado y artesanas) al otro lado de la Cordillera que anteriormente deban llevar por los

    boquetes de Neuqun, lo cual fue aprovechado por los indios baqueanos del sector. La regin

    del Maule comenz a manifestar una notable actividad en el desarrollo de ferias, ya sea en

    las vas derivadas de los pasos El Planchn/Vergara y Las Damas, por Curic; y por el propio

    Pehuenche, en el sector de San Clemente y Talca.38. Desde entonces, los espaoles comenzaron

    a ver con ojos diferentes la posibilidad de apropiarse de los caminos cordilleranos, y disponer

    as de la conectividad de la regin. Pero esto no sucedera en un buen tiempo, ya que tuvieron

    otras preocupaciones ms inmediatas en el mismo contexto.

    Mientras el decrecimiento de la masa de ganado cimarrn fue pronuncindose, los

    ataques sobre las grandes estancias ganaderas de Cuyo y las haciendas de Chile comenzaron

    a desarrollarse de forma cada vez ms organizada y sistemtica. A mediados del siglo XVIII,

    este auge de la violencia constituy una suerte de re-brote de las antiguas guerra hispano-

    indgenas. Para Leonardo Len, la diferencia fue la menor cantidad de guerreros que participaba

    en ella, y el carcter selectivo de sus ataques: las estancias. Atrs quedaron las afrentas contra

    guarniciones y fuertes militares, pues la lucha estuvo sustentada en un plano econmico.

    Una guerra chica, que fue incluso ms brutal que la Guerra de Arauco. En este sentido, los

    pehuenches echados en el territorio de la contencin- fueron descritos en 1770 como el ms

    firme ante mural contra las tribus de guerra39.

    La llamada era de las malocas, comienza a disnguirse de forma organizada y regular contar

    de 1750, y engendr reacciones igualmente enrgicas por parte de las autoridades coloniales. Esta

    reaccin llevo a que las milicias bonaerenses y cuyanas se atrevieran a surcar el Desierto en busca

    de afrentas que aleccionaran a los indios rebeldes. En respuesta a la represin que vino, inclusive

    37 Casanova, Holdenis. La alianza hispano-pehuenche y sus repercusiones en el macroespacio fronterizo sur andino(1750-1800). En

    Lacoste. Sistema Pehuenche:pp. 52-55

    38 Lacoste. Sistema pehuenche:.p. 5139 Len Sols. Maloqueros y conchavadores.pp.17-21

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    Huellas Cordilleranas.

    36

    sobre parcialidades de indios sin parcipacin en las malocas, se encendi el calor belicoso de los

    pampas que, por vez primera, conformaron verdaderas confederaciones en contra del poder colonial.

    El desplazamiento de la Guerra de Araucohacia el oriente, permi una relava estabilidad durante

    las malocas en los espacios fronterizos del circuito econmico, y en este caso, del Pehuenche. Esto fue

    eclipsndose conforme a la progresin de la violencia y la audacia en las incursiones confederadas,

    en la que los pehuenches tuvieron acva parcipacin. Con el peligro de un ataque confederado a

    los centros poblados de Chile, y adems, con la oportunidad entre ceja y ceja de dominar los pasos

    cordilleranos, la campaa de 1780, llevada a cabo por el Comandante Amigorena y un ejrcito de

    680 hombres, permieron dar un golpe de fuerza en el contexto de las relaciones fronterizas.

    Amigorena recorri la regin Pehuenche, con las vagas referencias de expediciones anteriores

    sobre territorio indiano. Par desde Mendoza, atajando por los ros Diamante y Atuel, hacia el sur.

    Conoci la zona de Malalhue (hoy Malarge), y en el Ro Grande mir hacia el oeste. En el sector

    del Cerro Campanario se enfrent con numerosos grupos de indios que le salieron al encuentro,

    resguardando celosamente el Paso Pehuenche; de todos modos, el conngente indiano result

    agelado, obligando a una negociacin que vino a determinar unas nuevas reglas de convivencia

    fronteriza, a travs del tratado rmado en San Carlos (1781). El Cacique Ancanamn trab alianza con

    representantes del poder colonial, los que le encomendaron el control del rea a estos pehuenches

    amigos. Viva expresin de esta alianza fue el parlamento de Malalhue celebrado el ao 1787, donde

    los pehuenches racaron la delidad al rey de Espaa, entre medio de obsequios y regalos por

    parte de Amigorena40.

    La progresin de la violencia de las malocas, la maduracin de una estructura de guerra

    econmica basada en el asalto y saqueo de locaciones especcas y el crecimiento del bon conforme

    a la proporcin directa de la audacia y la sangre que corri en estos eventos, fueron desatando un

    conicto intesnal que comenz a desgastar las alianzas tribales. El apogeo de estos movimientos

    fue la dcada del 70, cuando las fronteras de Buenos Aires se vieron al borde del colapso por la

    presencia de dichos maloqueros. En menos de medio siglo, la dinmica maloquera de la pampa

    haba logrado reotar las visiones ms temidas por los agentes de la Colonia en Chile y Argenna. A

    nes del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, los rumores de nuevas malocas persiseron, aunque

    stas no se desarrollaron sino que en una escala muy reducida en cuanto a impacto y movilidad de

    hombres. Con todo, el fantasma de esta presencia engendr un imaginario social en la regin, que

    es rastreable hasta la actualidad: una suerte defar-west indiano, donde los ladrones son hroes y el

    caballo con el hombre se funden como una sola besa feroz. Adems, reej la asombrosa capacidad

    de asociacin transversal de los diversos grupos indgenas de la regin, cuesn que ha sido objeto

    de una discusin sobre la idendad tnica de los maloqueros41. Por otra parte, entre algunos grupos

    40 Lacoste. Sistema pehuenche: pp. 54-55. Cfr. Len Sols. Los seores de las cordilleras y las pampas ...41 Len Sols. Maloqueros y conchavadores.pp. 65-71

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    37

    se manifest con fuerza el carcter dual de estos sujetos: en ciertas ocasiones maloqueros, y por

    otra, conchavadores paccos dedicados a los intercambios comerciales en puntos estratgicos

    de las fronteras. Entre ellos encontramos a los pehuenches, y en parcular, a aquellos asentados

    sobre el sur cuyano ante las puertas de la regin del Maule. Esta doble funcin va a determinar

    inevitablemente el curso de la idendad social que se engendrar a parr de la llegada de una

    poblacin desarmada dispuesta a asentarse en dicho territorio.

    Los pehuenches que, cada ao toman los pasos y desladeros de la cordillera para bajar

    al valle central de Chile, llevan el ganado robado en las pampas de San Luis, Crdoba y aun

    Buenos Aires; as como plumas de avestruz, ponchos, brea y sobre todo sal, extrada de las

    salinas al sur de las provincias de Cuyo, que cambian por trigo, maz, vino y prioritariamente

    por caballos.42

    Adems, surgi la necesidad de penetracin transfronteriza en el territorio indiano, que fue

    llevada a cabo por conchavadores hispano-criollos, blancos que asimilaron el sistema de intercambios

    al interior de los espacios indgenas. Con seguridad, el sur cuyano o los valles fronterizos de la

    Araucana fueron las vas ms ulizadas por estos criollos.

    Antes de los disturbios de la independencia, el valle de Antuco vea transitar cada ao, segn

    Poeppig, tres o cuatro caravanas de algunos cientos de mulas, que iban a hacer intercambio,

    ro arriba, con los nmades pehuenches de trigo, maz, quincalla, barajas por sal y

    ganado()43.

    Para Pablo Lacoste, el descubrimiento de los Baos de Azufre en Peteroa, a comienzos del

    siglo XIX, fue de vital importancia y correspondera al cierre de un largo ciclo de conocimiento y

    comprensin del espacio Pehuenche, y al inicio de un proceso ms acvo de movilidad horizontal por

    parte de hispano-criollos, y peones meszos.

    Los Baos de Azufre contribuyeron, indirectamente, al desarrollo de la circulacin trasandina.

    Los grupos humanos se fueron habituando a recorrer estos territorios, y sobre la base de esta

    familiaridad y este conocimiento, se echaron las bases para el diseo de proyectos cada vez

    ms ambiciosos.44

    El auge en el trfico hacia las faldas cordilleranas del Maule, tambin aliment las

    expectativas por parte de algunos crianceros interesados en hacer uso de los potreros de

    engorda. Estos criollos se relacionaron con pehuenches, en pos de las relaciones pacficas

    42 Rossignol, Jacques. Chilenos y mapuches a mediados del siglo XIX. Estudios histricos. Compilacin realizada por Ral Guerrero.

    Ediciones Universidad del Bo Bio. Concepcin, Chile. 2005. p.159

    43 Ibd.44 Lacoste. Sistema pehuenche:p. 66

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    Huellas Cordilleranas.

    38

    que sustentaban por aquellos das. Hacia el siglo XIX, los indgenas comenzaron a recibir

    tambin hacienda desde Chile, proveniente de ganaderos de Talca interesadas en engordarla

    en los potreros de la vertiente oriental de la cordillera45. En este contexto, la expedicin de

    crianceros hacia la cordillera permiti un notable avance en las relaciones inter-tnicas, y un

    mayor conocimiento espacial de la vida en las serranas andinas.

    En algunos casos, el ganado era trasladado por los mismos hacendados en los valles

    intermontanos y dejados all a cargo de una toldera. Inclusive se instalaban en la zona

    con sus familias y convivan con los indgenas durante la temporada de engorde46.

    Esta dinmica se tornar habitual y crecer exponencialmente con la conformacin cada

    vez ms organizada de tropas ganaderas; pero tempranamente, este espacio experimentara

    una particular transformacin derivada de los cambios econmicos, sociales y polticos quese desarrollaran en el seno de las luchas por la independencia, y en el influjo del incipiente

    capitalismo mercantil en Chile y Argentina.

    45 Prieto y Abraham, 1994 pp.23-24. En Lacoste. Sistema pehuenche. p.6346 Ibd.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    39

    El siglo XIX: la eclosin de los peones.

    El comienzo del siglo XIX coincidi con el descubrimiento de los principales pasos

    cordilleranos que conectaron la regin del Maule con el sur cuyano, por parte de los espaoles

    y criollos. Adems, surgieron proyectos que estaban orientados a trasladar la frontera del

    Imperio hacia el sur de Mendoza, y a lograr que esta regin fronteriza se constituyera como

    parte integral de los dominios coloniales.

    El camino hacia la Argentina a travs de la cordillera curicana, era bien sabido por los

    espaoles, pero haba sido resguardado celosamente por los pehuenches. Carlos Lazcano

    Alfonso, historiador curicano, ha sealado que Ambrosio OHiggins envi a un indio a Buenos

    Aires con un parte para el virrey.

    Se pens que hara el viaje como era su costumbre por Aconcagua, pero el indio regres

    al cabo de diecisis das, lo que caus gran extraeza, coligindose que habra de existir

    un camino ms corto que aquel47.

    Este camino fue rastreado por un capitn de milicias, vecino en Talca, Jos Santiago de

    Cerro y Zamudio, que en 1802 logr franquear la cordillera a travs del Paso El Planchn. Al

    regreso a Chile, el capitn volvi a cruzar la cordillera esta vez por el Paso de Atuel. La posibilidad

    de abrir nuevos caminos y de optimizar recursos a travs de dichas rutas, dio nuevos bros a las

    perspectivas econmicas, que requeran agilizar los intercambios entre el valle central chileno

    y Buenos Aires. El virreinato del Ro de la Plata apoy la misin de Cerro y Zamudio, quien

    dotado de ms recursos, emprendi una nueva expedicin a Talca en 1805. Adems, en esta

    expedicin fue acompaado por un cientfico, encargado del relevamiento tcnico: este fue

    Sourryere de Souillac, sbdito francs con grandes conocimientos en ingeniera y matemtica.

    La nueva expedicin fue todo un xito, y permiti un amplio conocimiento de la geografa del

    lugar, a travs de descripciones de mar a cordillera de los ros Maule, Claro, Colorado y de

    los cajones cordilleranos del ro Melado. Hacia el final del proceso expedicionario, surgi un

    distanciamiento entre el capitn Cerro y Zamudio y el francs Souillac, hecho que produjo queeste ltimo decidiera volver a Buenos Aires sin la tutela del primero. El francs se qued en

    el territorio, alcanzando a recoger vasta informacin sobre los accesos y potencialidades del

    sector; finalmente, cruz la cordillera a travs del Paso Pehuenche, considerndose como el

    descubridor del mismo. El viaje de Souillac y sus descripciones sobre la regin Pehuenche, son

    consideradas las primeras valorizaciones de este antiguo espacio de contencin fronteriza48.

    47 Lazcano Alfonso, Carlos. Romeral, su historia. Curic, Ediciones La Prensa, 1992. En Lacoste. Sistema pehuenche: p. 43.

    48 De Souillac, Sourryere. Descripcin geogrca de un nuevo camino de la gran cordillera, para facilitar las comunicaciones de

    Buenos-Aires con ChileDisponible en: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12368306409035940543091/index.htm; Ver tambin en

    Lacoste. Sistema pehuenche:... pp.56-59

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    Huellas Cordilleranas.

    40

    Paralelo al desarrollo de estas expediciones, el virrey Rafael de Sobremonte decidi

    fundar el fuerte de San Rafael, cerca de la confluencia de los ros Diamante y Atuel. Este fuerte

    tena la importancia de constituir un primer punto en el proyecto del camino a la ciudad de

    Talca, el cual fue negociado en parlamento con los indios del sector. De este modo, comenz

    a concretarse el deseo de desplazar la frontera hacia el sur, a travs de la militarizacin

    del territorio. Como ha sealado Lacoste, se volva a repetir la misma historia del primer

    descubrimiento del Pehuenche: asociacin entre conocimiento de paso, y desplazamiento de

    la frontera.49Al reconocer la verdadera expresin de la regin, los hispano-criollos tuvieron

    nocin sobre las posibilidades econmicas del territorio, de las posibilidades de poblamiento, y

    el desarrollo de la ganadera. Los problemas en la poltica exterior, y el consecuente desarrollo

    de las guerras por la Independencia en todo el continente, pusieron la condicin de la regin

    Pehuenche en suspenso.

    Los sucesos de las guerras por la emancipacin, a contar de la segunda dcada del siglo,

    pusieron a la regin en otro contrapunto, en el de las luchas polticas primero, y en el de la

    guerra de guerrillas despus. Si bien el grueso de las batallas por la Independencia, en particular

    de Chile, ocurrieron en el marco de la disputa por los centros polticos de importancia, la

    condicin estratgica de las regiones ultramontanas sirvi como refugio y como acceso tanto

    para revolucionarios como para realistas. En general, los caminos cordilleranos de Chile Central

    permitieron dinamizar la comunicacin estratgica con los bandos revolucionarios asentados

    en Mendoza, en la configuracin del ejrcito libertador y en el escape de algunos hroes enla trama republicana.

    Pero ser de 1817 en adelante que la guerra irregular, en base a la conformacin de

    guerrillas, bandas o montoneras, tendr un desencadenamiento generalizado en las

    provincias del sur de la nueva Repblica.50

    Esta guerra de guerrillas, o guerra a muerte, o guerra de vandalaje, ciertamente alcanz

    a las regiones cordilleranas, y en parcular, a las de Chile Central. El contexto de guerra que se

    desarroll en este marco geogrco, propicio una especie de imitacin de las dinmicas maloqueras

    indgenas del siglo XVIII. El derecho de presa sobre caballos, ganados, armas, como el robo, el

    saque, el fuego de la sorpresa y emboscada, la solicitud de rescate o ejecucin de prisioneros, y

    el rapto ()51. Es decir, una guerra sustentada en el asalto selecvo y organizado de pequeos

    grupos armados, pero ahora conformados por hispano-criollos. Decimos, de los hispano-criollos

    en general, pues no fue una tcca llevada a cabo unilateralmente por alguno de los bandos.

    49 Ibd.

    50 Contador, Ana Mara. Los Pincheira: un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832. Bravo y Allende Editores. Sanago, Chile.

    1998. p.115

    51 Ibd. pp. 116-118

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    41

    [] la guerra de vandalaje fue aceptada y llevada a cabo por toda la oficialidad. Ms

    todava en un ejrcito en donde la disciplina haba llegado a ser intil y en donde el

    sustento diario, especialmente, slo poda ser adquirido mediante su apropiacin ilcita.

    [] debemos establecer que esta forma o estilo de guerra no era nuevo en el ejrcito

    regular. Antecedentes de ella la encontramos en las malocas practicadas por el Ejrcito

    Espaol durante la Guerra de Arauco, la cual consista en incursiones a tierras indgenas

    robando y saqueando.52

    Constituye la guerra de vandalaje en s misma, la expresin de unos aprendizajes

    estratgicos desarrollados por los criollos ante la constante dinmica de los maloqueros del

    siglo XVIII? En gran medida, se debe a un aprendizaje indirecto de tcticas militares, pero en

    realidad la caracterstica esencial de estos enfrentamientos tiene relacin tambin con un

    fenmeno social de mayor escala: el bandolerismo y la emergencia del peonaje rural. La guerra

    de montaa, mixta y civil, incluy consecutivamente a ms personas, y oblig a someter a una

    parte del pueblo chileno a la difcil disyuntiva de engrosar uno de los dos bandos, a realizar

    pactos con actores marginales, entre los que contamos diversas alianzas con indgenas, y

    especialmente con forajidos, sujetos del bajo pueblo, vagabundos, trashumantes: bandidos.

    De desde dnde haban venido estos bandidos? Desde todas partes, pero principalmente

    desde los campos, de las haciendas. Muchos de ellos eran parte de esa masa flotante de peones

    (campesinos libres) que librados de las ocupaciones de la hacienda, ocuparon la mayora del

    tiempo libre en ejercer acciones delictivas en el t iempo de la colonia. Tratndose de mestizoshuachos o moradores de los antiguos pueblos de indios del Chile Central, fueron stos los

    que haban recogido la experiencia de las malocas, a travs del contacto directo (e inclusive

    participativo) en algunas malocas, en el contexto del conchavo de especies en los puestos

    fronterizos o bien, a travs de las mltiples vas de transmisin del imaginario social maloquero

    y, particularmente, ultramontano. Este imaginario representaba, para los vagabundos y ociosos,

    una forma atractiva de vivir, libre de la triste experiencia del apatronamiento y resguardados

    por la clandestinidad. No se trata de una simple accin delictiva, ni tampoco de una accin

    poltica deliberada: el bandidaje, an cuando estuviese despojado de discurso poltico nisocial, constituy adems de una opcin libertaria atractiva para el peonaje- una reaccin

    instintiva de supervivencia ante los cambios econmicos del modo colonial y el impacto en la

    trama social del bajo pueblo, efectos que revisaremos ms adelante. Ahora solo sealaremos

    que en el siglo XVIII ya existan muchos bandidos en Chile Central, pero el carcter endmico

    y recurrente sealado por Ana Mara Contador, ser explosivo en el siglo XIX, bajo una serie

    de condiciones, particularmente econmicas, que condicionaron la accin de estos sujetos.

    52 Ibd.

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    Huellas Cordilleranas.

    42

    Uno de los ejemplos en la retroalimentacin entre guerrilleros y bandidos, fue la accin

    poltica de los hermanos Pincheira, Pablo y Jos Antonio, a contar de 1818. Es significativa

    porque en la lectura de su desarrollo podemos rastrear una permanente movilidad a travs

    del espacio estudiado, y unas prcticas sociales que iran a determinar la singular identidad

    fronteriza de la Regin Pehuenche; desde una perspectiva social y poltica, los Pincheira supieron

    sincronizar la accin de diversos grupos perifricos del poder, y echar mano sobre redes de

    poder antiguamente en pugna, para volverlas complementarias. Finalmente, constituyen un

    movimiento social sin parangn, que sacudi violentamente y que puso en suspenso la frgil

    estructura republicana que naca en los centros polticos de Chile y Argentina.

    Los hermanos Pincheira, otrora miembros de las milicias del Rey, huyeron desde la

    derrota realista en Maip (1818) a refugiarse en el sur de Chile. Como ha sealado Carla

    Manara, la historiografa tradicional ha presentado este escape, como el intento por parte

    de estos hermanos realistas- de escabullirse detrs de la inmunidad de las fronteras de la

    Araucana, simplificando de esta manera la compleja trama de relaciones detrs de la accin

    de estos sujetos53. La nocin de lo delictual aparece aqu como una representacin cargada

    de significaciones polticas, desde la visin de la historiografa republicana. Estos males

    [el bandolerismo]aparecen como la causa de todos los conflictos de la poca revolucionaria

    dejando minimizada la formacin simultnea de una guerrilla como expresin poltica,

    organizada y jerarquizada internamente, con una estratgica movilizacin militar y con

    el claro objetivo poltico de frenar el avance de los grupos separatista54. De este modo, lafragmentacin discursiva en la representacin de las luchas contrarrevolucionarias constituye

    un primer eslabn de resistencia al reconocimiento de un proyecto poltico en cierne. Los

    Pincheira trabaron alianza con pehuenches, araucanos, pampas, y otras etnias del mundo

    fronterizo, articulando de este modo un conjunto de fuerzas que mantenan una vitalidad

    que activ las luchas del pasado mapuche, y con ello, sus mecanismos. Adems, recogi la

    desgracia de miles de campesinos pobres chilenos que vean como la situacin laboral del pas

    se volva ms cerrada para ellos; ciertamente, muchos de stos ya haban comenzado una vida

    de forajidos. Por ltimo, cont con el respaldo de miembros de la aristocracia terratenienteque vio mala fortuna en la emergencia de un segmento de la elite criolla colonial.

    La accin de este movimiento de resistencia tuvo su centro de operaciones en Neuqun,

    pero se moviliz tambin por todo el sur cuyano, alcanzando al corazn de la provincia de

    Mendoza; su red de comunicaciones los llev hasta lograr la funcionalidad integral de este

    espacio, haciendo presencia de su poder en Mendoza, Ro Negro, Malalhue y en el sur de Chile.

    53 Manara, Carla G. La frontera surandina: centro de la confrontacin polca a principios del siglo XIX.Mundo Agr.[online].ene./

    jun.2005,vol.5,no.10,p.0-0. En: hp://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arext&pid=S1515-59942005000100009&lng=es&nrm=iso.

    ISSN 1515-5994.54 Ibd.

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    Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.

    43

    Esta capacidad operativa mell en los esfuerzos de las tropas oficialistas por aplacar el poder de

    este conglomerado. Esta poca, de acercamiento entre espaoles, criollos, indios y mestizos,

    vino a retroalimentar el patrn de ocupacin espacial, y constituy un tiempo de aprendizajes

    y de prstamos culturales de importancia. Jos Antonio Pincheira logr conformar una aldea

    estable de unos 6000 habitantes en la localidad de Barbarco y Epulafquen, pleno territorio

    pehuenche. Desde 1822, este centro se transform en atraccin para numerosas familias del

    sur de Chile que decidieron trasladarse voluntariamente, en funcin del resguardo que les

    prometa la guerrilla. La comunidad de Barbarco se consagr como un asentamiento regular,

    donde co-existan las tolderas pehuenches con las construcciones de barro y paja. En estas

    condiciones, lograron dinamizar la economa interior a travs de la ganadera trashumante,

    transformndola en una prctica extensiva de gran xito.55El modelo ganadero semi-nmade,

    de invernada y veranada, se difundi por toda la zona, integrndose tambin con mecanismos

    informales de expansin, como fueron las prcticas de cuatrerismo. En este contexto, la regin

    Pehuenche se estableci como un ncleo de actividades relacionadas con las veranadas de

    engorda, amparados en la relativa paz que rein al interior de los dominios de la resistencia.

    Lo especial que pueda resultar el hecho de que viejos grupos en conflicto hayan decidido

    conformar una alianza de tal capacidad, se responde con los resultados a la vista. En primer

    lugar, el movimiento de Los Pincheira no slo interpret la importancia de las redes indgenas

    de comercio interno, sino que las dinamiz y expandi a travs de la prctica de malones,

    y regeneracin de las tramas de reciprocidad econmica-social al interior de un territorio,por entonces fragmentado. Adems, la existencia de un enemigo en comn (la emancipacin

    nacional) trajo a colacin las lealtades previas al proceso mismo; de este modo, los pehuenches

    que haban jurado lealtad al Rey, estuvieron dispuestos a hacer valer la palabra. Pero sin duda,

    la agudeza poltica de los Pincheira y su capacidad de negociacin con estos grupos, bien

    tuvieron que ver en esta funcin a favor de un pacto con los moradores del mundo fronterizo.

    La constitucin de la resistencia como una produccin social, comprometi estratgicamente

    a la gran mayora de los prestigiosos caciques de la pampa y de las serranas cordilleranas.

    Hacia 1830, la fuerza de este movimiento se haca cada vez ms catica y comenzaba a

    ser cercada por unos ejrcitos republicanos ms curtidos en el frente de batalla. La escalada en

    la violencia de la guerra, y la dificultad por realizar pillajes ms audaces en zonas de extrema

    vigilancia, fueron factores que comenzaron a desgastar a la resistencia. Tambin surgieron

    pugnas internas de poder, como el caso del cacique pehuenche Martin Toriano, que busc la

    forma de desmarcarse de la figura de Pincheira en pos de su propio juego poltico56. El gobierno

    chileno busc la forma de negociar con los principales cabecillas, ofreciendo indultos y arreglos

    55 Ibd.56 Ibd.

  • 7/26/2019 Girn, Nicols - Espacio, poder y relaciones sociales

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    Huellas Cordilleranas.

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    econmicos de importancia, logrando, con esto, sembrar la discordia al interior de los grupos.

    Pablo y Jos Antonio Pincheira tambin tuvieron desencuentros, cuando el primero sugiri

    asaltar las estancias del sur cuyano; ante la negativa de Jos Antonio, Pablo march junto a

    Julin Hermosilla hacia Talca, y posteriormente a refugiarse en la Hacienda del Roble Huacho,

    en la cordillera chillaneja. El 1831, fueron sorprendidos por las fuerzas mil itares chilenas

    del general Manuel Bulnes, quien les dio muerte a puro sable57. Bulnes pronto fue por Jos

    Antonio, quien asediado por el avance de las tropas- logr huir hacia Malalhue acompaado

    de 50 montoneros, pasando por las locaciones de Neuqun y el Manzano, siendo asediado en

    las cercanas del Malal Escondido, y del malal 58 hoy conocido como Castillos de Pincheira.

    Desde aqu, Jos Antonio Pincheira decidi rendirse, no sin antes negociar su indulto ante

    el presidente Prieto, a travs de su esposa Trinidad Salcedo y su ayudante, Fernando Cotal.

    Conforme a esto, Prieto decidi el perdn a Pincheira, quien se entreg en 1832 en el cuartel

    general de Chilln59. Pincheira termin sus das en su hacienda en las cercana