german gomez

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México en Crisis; una breve mirada psicosocial Germán Gómez Pérez Enero MMxii A. México: crisis tridimensional. La existencia y utilidad societal de la psicología mexicana es un asunto que inquieta expansivamente, sobre todo porque la psicología es una de las ciencias/profesiones de mayor crecimiento en el país. Hace 30 años, en los albores de la psicología como profesión, S. Mercado Domenech una de las eminencias de la psicología mexicana planteaba: Hay preguntas que circulan en el aire, tales como: ¿es la psicología una ciencia meramente una quimera? ¿Es significativa su aproximación, y se están atacando problemas realmente válidos? ¿Puede una disciplina como la psicología enfocarse a problemas sociales tales como el analfabetismo, la desnutrición a la productividad industrial: o es una ciencia clasista, encerrada en su torre de Babel enfrascada en problemas bizantinos? (Mercado: 1981). Hoy no cabría ya formular interrogantes así debido a que la psicología ha iniciado un reconocimiento societal que, aunque difuso aún, tiende hacia una consolidación tanto de la percepción poblacional sobre su desempeño, como sobre su propia maduración en tanto ciencia/profesión. Y el hecho de que haya surgido profesiográficamente apenas hace poco menos de cuatro décadas es en cierto modo una coincidencia con el convulsionamiento crítico, económico/político, del país, precisamente desde inicios de los años 70. Por ello parece necesaria una ubicación respecto a las condiciones del país que la actual psicología encarará. En palabras cortas: la psicología “nace” al tiempo que el país entra en el largo periodo de crisis en que, con altibajos, naufragamos; por ello puede decirse que el momentum del surgimiento profesiográfico de la psicología, la convierte una perfecta hija de la crisis… Pero ¿cuáles son los rasgos de crisis tal? Es una pregunta que parece imprescindible de contestar así sea en gruesas líneas, si de lo que se trata es de otear cuáles habrán de ser los caminos por los que transitará la ciencia/profesión psicológica. México se desenvuelve, desde hace casi cuatro décadas bajo una crisis por triple partida: económica (con altibajos desde inicios de los 70); política desde comienzos de los 80) y valoral (desde fines de los 80-inicios de los 90). Pero ¿la crisis del país es de cuño patrimonialmente mexicano o resultado de la avalancha neoliberal globalizante? Desde luego hay elementos de los dos órdenes; pero la dimensión económica de la crisis se inicia a principios de los 70 como fase posterior al fin del mencionado “desarrollo estabilizador” y cobró mayor aceleración y expansión cuando se implantó, desde fines de los 80, el ritmo globalizante neoliberal con MMH al frente del gobierno a) La dimensión económica. Un signo doble muy elocuente del estallido económico de la crisis lo fueron los niveles de crecimiento del PIB muy por debajo de cero, durante 1995 y 2009 (la otra única ocasión del México moderno, en que acaeció fue 1932, al fin de la “revolución mexicana”. Si bien es cierto que la evolución del crecimiento del PIB no es el único indicador de la dimensión económica, sí permite mostrar globalmente lo accidentado y contrastante de este prolongado periodo que ha recorrido la segunda mitad de los años 70 hasta la fecha. Su crudeza queda más clara, cotejándolo por ejemplo con la deuda externa per cápita, los índices de pobreza o los niveles salariales estancados, ello no obstante que en las décadas recientes se han propalado versiones gubernamentales de “crisis superada, debido a que las cifras “macroeconómicas” muestran una bonanza de niveles festejados de superávit. El antecedente con el que contrasta esta larga franja de tiempo crítico es aquel lejano periodo 1940-1970, el milagro mexicano o desarrollo estabilizador, cuyo pivote fue el papel de soporte que el país cumplió durante la 2da Guerra y las dos décadas posteriores, periodo durante el cual México vivió un alto crecimiento, lo que cobijó hechos notorios en ámbitos variados, como el incremento del consumo interno, la producción de bienes intermedios y bienes de capital; pero también prohijó fenómenos como el charrismo sindical, la universidad moderna, la consolidación del PRI, la inverecundia de funcionarios gubernamentales enriquecidos, además de la expansión y consolidación de la TV como el vehículo aculturizante de primer orden. Abreviando, la marcha de esta dimensión económica de la crisis la expresan cifras como las siguientes:

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Page 1: German Gomez

México en Crisis; una breve mirada psicosocial

Germán Gómez Pérez Enero MMxii

AA.. MMééxxiiccoo:: ccrriissiiss ttrriiddiimmeennssiioonnaall..

La existencia y utilidad societal de la psicología mexicana es un asunto que inquieta expansivamente, sobre todo porque la

psicología es una de las ciencias/profesiones de mayor crecimiento en el país.

Hace 30 años, en los albores de la psicología como profesión, S. Mercado Domenech una de las eminencias de la

psicología mexicana planteaba:

Hay preguntas que circulan en el aire, tales como: ¿es la psicología una ciencia meramente una quimera? ¿Es significativa

su aproximación, y se están atacando problemas realmente válidos? ¿Puede una disciplina como la psicología enfocarse a

problemas sociales tales como el analfabetismo, la desnutrición a la productividad industrial: o es una ciencia clasista,

encerrada en su torre de Babel enfrascada en problemas bizantinos? (Mercado: 1981).

Hoy no cabría ya formular interrogantes así debido a que la psicología ha iniciado un reconocimiento societal que, aunque

difuso aún, tiende hacia una consolidación tanto de la percepción poblacional sobre su desempeño, como sobre su propia

maduración en tanto ciencia/profesión.

Y el hecho de que haya surgido profesiográficamente apenas hace poco menos de cuatro décadas es en cierto modo una

coincidencia con el convulsionamiento crítico, económico/político, del país, precisamente desde inicios de los años 70.

Por ello parece necesaria una ubicación respecto a las condiciones del país que la actual psicología encarará.

En palabras cortas: la psicología “nace” al tiempo que el país entra en el largo periodo de crisis en que, con altibajos,

naufragamos; por ello puede decirse que el momentum del surgimiento profesiográfico de la psicología, la convierte una

perfecta hija de la crisis…

Pero ¿cuáles son los rasgos de crisis tal? Es una pregunta que parece imprescindible de contestar así sea en gruesas líneas,

si de lo que se trata es de otear cuáles habrán de ser los caminos por los que transitará la ciencia/profesión psicológica.

México se desenvuelve, desde hace casi cuatro décadas bajo una crisis por triple partida: económica (con altibajos desde

inicios de los 70); política desde comienzos de los 80) y valoral (desde fines de los 80-inicios de los 90).

Pero ¿la crisis del país es de cuño patrimonialmente mexicano o resultado de la avalancha neoliberal globalizante?

Desde luego hay elementos de los dos órdenes; pero la dimensión económica de la crisis se inicia a principios de los 70

como fase posterior al fin del mencionado “desarrollo estabilizador” y cobró mayor aceleración y expansión cuando se

implantó, desde fines de los 80, el ritmo globalizante neoliberal con MMH al frente del gobierno

a) La dimensión económica.

Un signo doble muy elocuente del estallido económico de la crisis lo fueron los niveles de crecimiento del PIB muy por

debajo de cero, durante 1995 y 2009 (la otra única ocasión del México moderno, en que acaeció fue 1932, al fin de la

“revolución mexicana”. Si bien es cierto que la evolución del crecimiento del PIB no es el único indicador de la dimensión

económica, sí permite mostrar globalmente lo accidentado y contrastante de este prolongado periodo que ha recorrido la

segunda mitad de los años 70 hasta la fecha. Su crudeza queda más clara, cotejándolo por ejemplo con la deuda externa per

cápita, los índices de pobreza o los niveles salariales estancados, ello no obstante que en las décadas recientes se han

propalado versiones gubernamentales de “crisis superada”, debido a que las cifras “macroeconómicas” muestran una

bonanza de niveles festejados de superávit.

El antecedente con el que contrasta esta larga franja de tiempo crítico es aquel lejano periodo 1940-1970, el milagro

mexicano o desarrollo estabilizador, cuyo pivote fue el papel de soporte que el país cumplió durante la 2da Guerra y las

dos décadas posteriores, periodo durante el cual México vivió un alto crecimiento, lo que cobijó hechos notorios en ámbitos

variados, como el incremento del consumo interno, la producción de bienes intermedios y bienes de capital; pero también

prohijó fenómenos como el charrismo sindical, la universidad moderna, la consolidación del PRI, la inverecundia de

funcionarios gubernamentales enriquecidos, además de la expansión y consolidación de la TV como el vehículo

aculturizante de primer orden.

Abreviando, la marcha de esta dimensión económica de la crisis la expresan cifras como las siguientes:

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-15

-10

-5

0

5

10 Producto Interno Bruto 1949-2009

1932 40/69 1970 1972 1973 1974 1975 1976 1980 1981 1989 19 90 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997

1998 2001 2002 2003 2009 2010

Al lado de lo cual son mencionables algunos otros rasgos:

1) existe alrededor de 40% de población extremadamente pobre

2) padecemos una deuda externa total no pagada desde hace más de tres décadas; aunque las reservas en dólares alcanzan

más de 65m); sólo a causa de la deuda interna, ensanchada por el FOBAPROA, cada mexicano adeuda a los bancos casi

600 dls.

3) una aguda constricción del llamado gasto social, lo que se traduce en estancamiento de apoyos a la educación pública, a

los servicios de salud y el consecuente ensanchamiento de los perfiles de morbimortalidad tradicionales (p.e. el

resurgimiento de epidemias de sarampión, de cólera y hasta lepra, desde la década de los 90), pero además las recientes de

obesidad y diabetes

4) una agresiva, férrea y prolongada contracción salarial (la capacidad adquisitiva real promedio hoy, a fines de siglo, es

casi igual que la de los años 40)

5) una extrema polarización de la riqueza, lo que se expresa en un enorme porcentaje de la riqueza concentrada en

pequeños núcleos poblacionales (durante las dos décadas recientes, 24 personas acumularon más de 1 millón de dólares

cada uno y entre todos poseen el equivalente a 1/3 de la deuda externa total del país; dos de ellos, propietarios de Telmex y

Televisa, figuran entre las 10 personas más acaudaladas del mundo

6) desde mediados de los años 80 se desplegó la idea de que “modernización” es sinónimo de implantación de los esquemas

económicos y políticos neoliberales

7) el ritmo de la economía, desde entonces ha sido catalizada por la especulación bursátil, al grado de que los indicadores

de la Bolsa se han convertido en el signo más significativo del ritmo económico

8) existe, desde mediados de los 90 e intensificada desde inicios del milenio, una mezcla de desconfianza entre empresarios

nacionales y extranjeros, y de ilegitimidad interna sobre la capacidad político/económica del gobierno mexicano

(“dictadura perfecta” la llamó un premio Nobel de literatura y “gobierno fallido” han señalado entidades gubernamentales

yanquis)

9) la paridad del peso frente al dólar ha visto un despeñadero espectacular: en agosto de 1976 se inició devaluando a $22.7

por dólar (tras décadas en que la paridad se mantuvo a $12.50 x d). En 1985 llegó a $520 x d. Desde 1989 se devaluó un

peso diario llegando a 1000 x d en 1994, hasta para alcanzar en la actualidad, y sin contemplar la sustracción de 3 dígitos

desde 1992, a poco más de 13mil pesos (sin los tres ceros).

10) México es uno de los países de mayor polarización de la riqueza en el mundo; el ingreso del decil poblacional

más rico, a mediados del siglo actual era ya del 46% del total de la riqueza, mientras que los cuatro deciles más

pobres, tenían acceso sólo al 9% (PNUD, 2006).

b) La dimensión política.

Por cuanto toca a esta dimensión, sus ángulos más visibles han sido:

1) Durante 1976, entre los grupos dominantes se libró una confrontación entre dos estrategias para sacar al país de la crisis:

las llamadas “populista” y la “monetarista”. Con el triunfo de la segunda, se beneficiaron los grandes grupos financieros e

industriales ligados a grandes corporaciones internacionales, los mismos más favorecidos por el auge petrolero. Cambió así

el eje del dominio político en México en favor de los sectores financieros, iniciando con ello la implantación del modelo

neoliberal como vía de incorporación a la globalización mundial.

Page 3: German Gomez

2) Tuvo lugar con ello un relevo forzado en los grupos políticos dirigentes del país, que engendró desgajamientos

significativos en el PRI, partido de hegemonía durante 7 décadas; caso estridente fue la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas

S. y P. Muñoz-Ledo de sus filas en 1987, constituyendo el FDN junto a un enorme conjunto de organismos de izquierda y

poco después constituyeron el actual PRD.

3) Casi inmediatamente tuvieron lugar destituciones de un abultado número de gobernadores priístas, bajo cargos de

ineficiencia o ineptitud para ejercer el control sobre los gobernados.

4) Otro de los signos políticos de este prolongado periodo de crisis, es el acentuado descenso de la legitimidad del

presidencialismo (proceso iniciado en 1968) y que alcanzó un punto climático con la derrota priísta durante julio del 2000.

5) Ocurrieron también durante los años 90 la creciente divergencia entre las representaciones del charrismo y el aparato de

gobierno, así como el desvanecimiento del apoyo de las organizaciones campesinas y urbanas al aparato priísta mismo,

junto a movilizaciones políticas de los sectores medios inconformes con la caída de sus niveles de vida (universitarios,

bancarios, técnicos y profesionales petroleros, electricistas, controladores aéreos y personal de vuelo recientemente, entre

otros).

6) Los sectores medios, muy golpeados por la dimensión económica de la crisis durante los 70 y ante el estrechamiento de

la estructura meritocrática, escenificaron una novedosa inconformidad política, robusteciendo la acción de agrupamientos

políticos conservadores. El principal efecto de ello fue el inusitado crecimiento electoral del PAN desde fines de los 90.

7) Desde inicios de los 80 se escenificó una ampliación y especialización de organismos dedicados a la "seguridad", al

grado que, en 1992, el presupuesto para este rubro ($1.3 billones), comparativamente alcanzó poco más de la mitad de la

financiamiento asignado por aquellas fechas a la UNAM ($2 billones).

8) Un hecho de acentuada importancia es el protagonismo creciente de la alta jerarquía católica. A la fecha ha crecido el

número de escuelas confesionales, de modo que la feligresía católica de un ciudadano ya no es obstáculo para el ejercicio

de actividades políticas públicas (a expensas de la modificación del artículo 130 constitucional a inicios de los 90) por ello

hay, en los círculos del poder, una relevante incorporación del punto de vista eclesial en las decisiones políticas, además de

una mayor propagación político/ideológica del clero en la vida pública y desde luego una actuación cada vez más abierta de

agrupamientos políticos religiosos asociados como Legionarios de Cristo, Pro-Vida y sectas evangelistas, hasta el punto de

que en actos públicos, infinidad de gobernantes exhiben su filiación confesional como elemento de definición política.

9) Otro elemento es la presencia de la izquierda en la vida parlamentaria (hecho auspiciado por la LFOPPE, puesta en

acción en 1977) al grado de haber logrado diputaciones, senadurías y algunas gubernaturas estatales. Eso ha hecho crecer el

rango de opiniones políticas, pero también ha incrementado las campañas televisivas contra la oposición de izquierda y lo

más inquietante: la ha concentrado más en disputas camarales que en consolidar/fortalecer movimientos y movilizaciones

ciudadanas, obreras, campesinas y de población urbana.

10) Cuando JLP "estatizó" a fines de 1982 al sistema bancario, desató con ello una incisiva confrontación entre el gobierno

priísta y algunos sectores industrial/bancarios hegemónicos; y no obstante fueron más ideológico/verbales que reales

confrontaciones financieras o políticas, uno de sus desembocaduras fue el avance del panismo como fuerza política

organizada a nivel nacional. Las secuelas de ese resultado fueron nítidas desde el año 2000.

11) Adyacentemente el narcotráfico ha ganado importantes espacios de la vida poblacional, semejante a lo que sucede en

algunos países sudamericanos y que, en algunas regiones y algunos sectores gubernamentales, ha mostrado una fuerza de

aclimatación tal, que hace pensar como algo imposible su erradicación en décadas. Un hecho asociado a ello es la

preocupante aceptación y hasta legitimidad entre habitantes de variadas poblaciones en las que el narcopoder opera, además

de un uso creciente de terrorismo y un tráfico asociado de armamento de alto poder. Hay indicios de que el poder narco ha

llegado a los niveles de mando superior gubernamental.

12) Por otro lado, desde mediados de los años 90 se inició un marginamiento y abandono gradual de la llamada “ideología

de la Revolución Mexicana” que fue, durante 70 años, justificación tradicional de la atmósfera gubernamental. Su

desvanecimiento va de la mano de pérdida de nacionalismo y soberanía.

13) Un hecho de profunda importancia, fue el levantamiento armado indígena en Chiapas en enero de 1994 con el EZLN,

sobre todo porque su carácter democratista extremista ha puesto en jaque casi todas las argucias del dominio y

sojuzgamiento gubernamental, además de haber ensanchado las fisuras entre grupos del priísmo, el tradicional y el

modernista, y además entre la prensa oficialista y la crítica, así como entre los partidos y personajes clave de la política.

Trastocó también a los agrupamientos de izquierda y originó una reacción desordenada del ejército mismo. La figura de su

dirigente, el llamado “subcomandante Marcos” es ya, a niveles ampliados, una figura de expansiva significación nacional.

14) La prensa comercial crítica ganó en extensión desde inicios de los 90. Algunos de los casos más conocidos, fueron

UnoMásUno de principios de los 80 (finalmente gobiernista desde 91), La Jornada (desde mediados de los 80), El

Financiero (desde fines de 1992), Reforma (desde inicios de 1994), el Semanario Punto (desde mediados de los 80 y ya

desaparecido) y las revistas Proceso (desde mediados de los 70), Nexos, Mira (desaparecida ya) y Este País (desde inicios

de los 90). Complementariamente, la prensa de los partidos y organismos políticos decreció, especialmente de izquierda.

Page 4: German Gomez

15) Un elemento subrayable es el crecimiento de la inseguridad, tanto ciudadana en general, como de la "industria del

secuestro" generalizado aunque acentuado contra acaudalados, así como el tráfico extrafronteras de autos y personas

menores en particular.

16) La TV, quizá el agente culturizante de mayor influencia en los hábitos psíquicos y comportamentales, pasó de ser

medianamente competitiva a principios de los 70 (por un lado el 13, el 7 y el 22 gubernamentales; y por el otro el 2, 4, 5 y

8/9 privados), a ser altamente monopolizada desde fines de los 80. Los canales 13 y 7 fueron privatizados durante los 90

originando TVAzteca, y Televisa ocupando un papel líder en todo el continente. Actualmente el duopolio constituye la

llamada TVCracia.

17) Cabe agregar que en los últimos 15 años han emergido movimientos políticos civiles sin adscripción a partidos u

organizaciones políticas existentes; ello ha sido perfectamente notorio en las protestas posteriores al terremoto de 85, así

como en el estallido del movimiento estudiantil universitario de 86-87; en parte también en el repunte del movimiento

magisterial de 87-89, y desde luego con las guerrillas de los 90 y, más recientemente aún, el movimiento estudiantil de

1999/2000, los electricistas del SME y los trabajadores despedidos de Mexicana de Aviación.

18) la infinidad de pequeños agrupamientos llamados ONG´s “organizaciones no gubernamentales”, así como el papel

protagónico de comisiones de derechos humanos, hablan elocuentemente del incremento de la inconformidad ciudadana.

De manera sinóptica pueden verse algunos rasgos de las dimensiones económica y política de la crisis:

Criterios en los 70 Criterios desde los 80

Crítica a la explotación Realismo inequitativo complaciente

Activismo político Mercantilización de lo político

Proclamas ideológicas Imparcialismo ideológico

Actitudes colectivistas Actitudes individualistas

Antimperialismo generalizado Antisocialismo condenatorio

Izquierdismo expansivo Predominio conservadurista

Paternalismo obrerista Marginalismo obrero

Populismo estatista Productivismo liberalista

Esperanza en socialismo Culto al democratismo

Consumo restringido Consumismo creciente

Limitado acceso a la información Accesos expandidos a la información.

c) La dimensión valoral.

En términos genéricos se acepta crecientemente que hoy vivimos una suerte de reemplazo de los valores que nos

caracterizaron como mexicanos desde inicios del siglo XX e incluso, en el plano de la catolicidad, hace poco más de 4 siglos.

Es decir, atravesamos por algo así como un agotamiento o desvanecimiento de los valores que caracterizaron

promedialmente a la población durante por lo menos el siglo recién terminado. No es sencillo decir que tal

agotamiento/desvanecimiento signifique indicios de debacle; sin duda en algunos rubros pudiera serlo, pero hay otros a los

que muy difícilmente les es atribuible una interpretación peyorativa o criticable; por ejemplo el uso extensivo del condón

entre jóvenes, o hechos asociados a ello, como la posposición de la edad de procreación, la reducción de la edad de

iniciación sexual y extinción del culto a la virginidad, entre otras.

En un sentido, tal agotamiento/desvanecimiento valórico apunta a ser una crisis de la llamada “identidad nacional”. Otra

manera de decirlo es que atravesamos una crisis poblacional "moral".

Pueden mencionarse decenas de aspectos que así lo muestran: por mencionar sólo un caso, vivimos un proceso de

desvanecimiento de credibilidad en personajes representativos; ello incluye a la figura presidencial, dirigentes políticos y hasta

representantes religiosos e ídolos deportivos;

De acuerdo a un amplio y escrupuloso estudio internacional reciente, el rubro confiar en el gobierno, puntuamos con el

72.4, de un rango entre 0 y 150 (Díaz, 2010).

En un par de estudios recientes y propios sobre valores en adolescentes de Secundaria del oriente de la ciudad, encontramos

que su percepción positiva sobre la policía, casi exclusivamente mostró la categoría Asistencia; resultado muy contrastante

respecto a la percepción negativa ya que aparecieron cinco categorías con puntajes de alta intensidad: Soborno, seguido por

Bandidos y moderadamente seguidas por Violencia, Imperfecta y Mentiroso (Gómez, 2010b).

Desde una óptica investigativa psicosocial Díaz-Guerrero decía desde inicios de este siglo:

…entre los jóvenes mexicanos existe confusión entre "el poder" y "el amor", como característica psicológica, que debiera ser

motivo de gran preocupación. En la cultura mexicana se plantean claramente muchas creencias y premisas que determinan el

comportamiento del individuo. En general prevalecen en distintas sociedades, por ejemplo, entre Estados Unidos y México,

dos actitudes para enfrentar a los problemas: una, hacerlo activamente, modificando la realidad o la perspectiva; otra, la de

adaptarse a las situaciones, modificarse a sí mismo, que es la que prevalece en México. De ahí la posibilidad, la aceptación

de la corrupción (Centro Tepoztlán, 2002).

Page 5: German Gomez

En el mismo sentido, en su último texto en vida aportó certeras consideraciones sobre el precepto de virginidad, la obediencia

afiliativa y la declinación del machismo, entre otras; pero además sus consideraciones contaban con el sólido respaldo de

estudios de seguimiento a lo largo de 40 años (Díaz-Guerrero, 2003).

Por otro lado, en la versión reciente de la encuesta nacional que sobre valores viene realizando Alduncin desde hace 30 años y

que, no obstante su perspectiva acrítica, arrojó hallazgos ilustrativos:

En 1981, a la pregunta “¿A qué país le gustaría que se pareciera México?" La respuesta espontánea de la mayoría (51%) fue

que a ninguno. En 2011, sólo un tercio (35%) respondió de esa manera. Hoy en día la mayoría de los mexicanos tiene

modelos extranjeros. Una tercera parte (34%) desea que en México se parezca a nuestros socios en el Tratado de Libre

Comercio de América del Norte, cuando hace tres décadas este porcentaje equivalía a uno de cada cuatro (24%). 19% desea

emular a Europa, contra 15% en 1981(…) La premisa más radical "Deberíamos garantizar el desarrollo económico aún a

costa de perder identidad y soberanía" es aceptada por 39%, contra el 26% de 1987; el desacuerdo, que contaba con una

mayoría de 74%, baja a 61%, un cambio neto de 25 puntos. Domina aún el deseo de mantener identidad y soberanía, pero

avanza la visión de que vale la pena el cambio aún con altos costos (Alduncin, 2011 pp 29 y 29).

En sentido convergente apuntan estos otros de un estudio reciente:

(Escalante, 2011).

Pero entre los indicios más elocuentes de la dimensión valoral de esta crisis de 40 años, cabe subrayar cuatro rasgos: a)

corruptofilia, b) menoscabo de la catolicidad, c) incremento de la credulidad televisiva y d) desestructuración de la familia

nuclear tradicional.

i) Corruptofilia y delincuencialidad.

La Encuesta Mundial de Valores de hace 32 años y replicada una década después, indicaban que disminuimos en 2% la

confianza en las instituciones gubernamentales; éramos un 7% menos religiosos; 26% menos rechazantes a la

homosexualidad, la prostitución, el divorcio y el aborto, y un 23% más permisivos ante actos de relajamiento de la "civilidad"

y que, en específico, estábamos 17% más dispuestos a aceptar un soborno (Este País, 1991 pp 3-6).

Pero indicadores más recientes despiertan mayor interés e inquietud:

Se admite hoy que la corrupción y su longevo ariete inspirador: la cleptocracia, de ancestral cuño priísta, está aunada a

considerable proporción tanto de impunidad como incapacidad gubernamentales, que son reconocidos recientemente en el

mundo como rasgos del modo mexicano contemporáneo de vivir.

Ya a mediados de los 90 México era considerado, según cuatro encuestas internacionales sobre percepción de la corrupción

en los servicios públicos realizadas con varios miles de directivos de empresa, uno de los países en que los servicios

públicos eran de lo más desconfiable, con puntaje de 3.18; los rangos fueron menos, algo y muy (Graf Lambsdorff, J. y

Transparency International, 1995).

Para inicios del milenio el informe Índice de Percepción de Corrupción, estudio realizado mundialmente y basado también en

apreciaciones de empresarios y analistas de un vasto número de países, México ocupaba el lugar 58 (de un total de 99 países)

con puntaje de 3.4 --equivaliendo el 10 a muy alta corrupción-- (Este País, 2000, abril). El lugar que ocupábamos en 1997,

de un total de 50 países, fue el 45, con puntaje de 2.66 (Whitehead, L., 1999 Para Combatir la Corrupción, Este País).

Convergentemente se observaban resultados de otro enfoque sobre países latinoamericanos:

Estadísticas comparativas

Indice

Crrupcn:

T.I.

Indice

Demcrcia:

LatinoBa

IndiceDesa

rrlloHmano:

ONUranking

Indice

GINI

ONU

Indice Pobreza

ONU

Ranking

Aplica

ciónNor

masDl

ControlD

Crrupción

BM

Page 6: German Gomez

rómtro

%Stsfcho

CDemcracia

162 países 0=Igual

dad

90 países Drecho

BM

% países peores

% países

peores

Guatemala 2.9 25 108 55.8 41 13.5 28.6

Honduras 2.7 46 107 59.0 35 10.0 31.7

Nicaragua 2.4 34 106 60.3 39 21.2 24.2

Bolivia 2.0 35 104 58.9 26 41.2 26.1

El Salvador 3.6 23 95 50.8 32 30.6 46.6

RpDomncna 3.1 *** 86 47.4 22 56.5 50.3

Ecuador 2.3 28 84 43.7 28 23.5 13.0

Paraguay ** 23 80 57.5 12 18.2 14.9

Perú 4.1 39 73 46.2 17 35.9 55.3

Colombia 3.8 22 62 57.1 9 71.2 80.7

Venezuela 2.8 49 61 48.8 8 20.0 34.2

Panamá 3.7 28 52 48.5 6 52.9 41.6

México 3.7 36 51 51.9 10 41.2 49.7

Costa Rica 4.5 61 41 45.9 2 71.2 80.7

Chile 7.5 34 39 57.5 3 86.5 90.1

Uruguay 5.1 67 37 42.3 1 72.4 77.6

Argentina 3.5 39 34 ** ** 61.2 45.3

** Paraguay no fue incluido en el Indice para 2001 y 2000; en 1999 su ranking fue 2.0.

*** La República Dominicana no estuvo incluida en el Indice.

Fuente: "Governance Matters II: Updated Indicators for 2000/01" (enero 2002), documento del Banco Mundial: http://www.worldbank.org/wbi/governance/govdata2001.htm

http://info.worldbank.org/beeps/kkz/sc_country.asp

http://www.worldbank.org/wbi/governance/datasets.htm Pero en 2007 México ocupaba ya el más lejano lugar 72 (de 180) con un puntaje de 3.5 (el máximo considerado era 10), detrás

de Colombia y apenas un lugar antes que Perú y Brasil.

Un año antes, según la percepción de empresarios y especialistas internacionales en análisis de desarrollo e industria, el control

de la corrupción en el país (en tanto un indicador del grado de gobernabilidad) era considerado por debajo del 50%

(Zukerman, L., 2008 Transparencia y Corrupción).

Información más reciente indica que el 33% del ingreso de personas con salario mínimo se destina a “pagos” de corrupción,

y que, en promedio, los mexicanos destinamos 14% del ingreso anual (Transparencia Mexicana, 2011 febrero).

Un preocupante elemento conexo, por cuanto equivale a un alejamiento ante el respeto a la integridad de los demás, es la

avalancha homicida asociada al narcotráfico y su correspondiente subcultura. El nuestro es un país que ha visto incrementar

la delincuencialidad desde mediados de los 90 (Ruiz H., 1996); pero desde el reciente lustro el incremento nos ha situado

entre los países con mayor tasa anual de homicidios. Tasas de Homicidios en América Latina y el Caribe (por cada 100.000 personas)

Fines 70s/

prncpios80s Fines 80s/

prncpios90s

Guatemala 150

El Salvador 150

Colombia 20,5 89,5

Brasil 11,5 19,7

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Nicaragua 18,3

México 18,2 17,8

Venezuela 11,7 15,2

Rep. Dominicana 11,9

Perú 2,4 11,5

Panamá 2,1 10,9

Ecuador 6,4 10,3

Honduras 9,4

Argentina 3,9 4,8

Costa Rica 5,7 5,6

Uruguay 2,6 4,4

Paraguay 5,1 4

Chile 2,6 3,0

Estados Unidos 10,7 10,1

(OPS, 1997).

La tasa de mortalidad por homicidio en México es superior a la media mundial (6.5/100,000 habitantes) y similar a

la de Latinoamérica (10/100,000) (CIDAC, 2009), muy inferior a la que se reporta en Sudáfrica (de 68.0) o en El

Salvador (63.8), inferior a la reportada en Brasil (29.2), superior a la observada en Estados Unidos (6); Chile (5.8)

o España (0.9) (UNODC, 2011). Sin embargo, al interior del país, las cifras varían en forma considerable,

Chihuahua por ejemplo, presenta una tasa de muertes por esta causa por encima de las reportadas para Sudáfrica

o El Salvador (SS, 2010). La muerte por homicidio en México disminuyó entre 1990 y 2007 cuando la proporción de

homicidios de todas las muertes violentas pasó de 24.7% en 1990 a 16.1 % en 2007 (INEGI, 2010); sin embargo,

en 2008 vuelve a subir para alcanzar un 23.3% y en 2009 se sitúa en 29.4% (INEGI, 2010) (Medina Mora, 2011,

pp8-9).

Estimaciones recientes indican:

…en los recientes 4 años, se contabiliza un asesinato cada hora (Proceso, 2011, feb.20 p20).

…siete de cada 10 homicidios se han cometido, en promedio, en 68 municipios, según las estadísticas de la base de datos de

ese tipo de delitos presuntamente relacionados con la delincuencia organizada, elaborada por la Presidencia de la República

(La Jornada, 2011, enero 13, p5).

Por añadidura desde 2010 las oficiales no parecen suficientemente verídicas, descuidando ángulos como estos:

Los 15 mil 273 muertos en 2010, con los que se obtiene un total de 34 mil 612 en el sexenio, no coinciden con los datos

reales, al menos no con los que presentó y defiende el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública que dice que, en

realidad, son casi 25 mil las muertes de este tipo ocurridas el año que acabó hace un par de semanas (Excélsior, 2011,

enero14).

Para fines del año recién terminado, el semanario Zeta elaboró cuentas pormenorizadas del fenómeno y contabilizó, para

los cinco años de este gobierno, 60 mil 420 muertos, y sólo para 2011, 12,903 fallecidos asociados a la “guerra”

contra las narcoestructuras.

Por entidades, los homicidios relacionados con esta delincuencia, entre diciembre 1 de 2006 y octubre 31 de 2011

mostraron estas escalofriantes cifras:

Chihuahua: 12mil712

Sinaloa: 7mil003 Guerrero: 5mil175 BajaCalifornia: 4mil14 Edo de México: 3mil215 Nuevo León: 3mil35 Durango: 2mil880 Jalisco: 2mil535 Michoacán: 2mil408 Tamaulipas: 2mil291 Sonora: 2mil66 Coahuila: 1mil358 (Proceso, 2011, dic11).

Así, especialistas en tanatología mencionaban a fines de 2010 y para el caso de Ciudad Juárez una de las más conflictivas y

riesgosas del mundo, que hay dimensiones de la mentalidad extraordinariamente preocupantes e indicativas del nivel de la

crisis valoral:

A todos los niños que tienen capacidad de escuchar noticias en televisión les preguntamos qué querían ser de grandes y dicen

que sicarios (…) camionetas, joyas y las mujeres más guapas.

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Hemos perdido la sensibilidad a la vida. Creo que la biofilia normal del ser humano, el amor a la vida, se ha transformado

en necrofilia. Incluso vemos ahora decapitados en los periódicos sin mayor restricción, los niños tienen acceso a esta

violencia, en los videos, en los juegos donde se destrozan los cuerpos. Hemos ido construyendo una cultura de la muerte y

por eso tenemos ese culto a la Santa Muerte (...) un enorme vacío de valores, un enorme descuido al ser humano. Hemos

descuidado a nuestros hijos, la educación, la espiritualidad y nos hemos abandonado como sociedad. No nos importa ser

humanos, sino un antivalor que se llama egoísmo, riqueza. Sobre todo el escepticismo, ya no creemos en nada, en ningún

partido político, ni en el gobierno, tampoco en las iglesias pues nos han defraudado como instituciones. Al no creer en

nada no deposito mi fe y la voy perdiendo (...) lo anterior da origen a un duelo crónico y patológico lo que a escala social

se refleja en incertidumbre y miedo (...) miedo por ver que mucha gente está muriendo en un tiempo muy corto y eso es

parte de una guerra. Hay más dificultad para manejar el miedo y la incertidumbre. El duelo por este problema es muy

complicado porque no hay paz ni estabilidad (Proceso, 2011, feb.20 pp20 pp 22-23).

Que ello constituye un extensivo alertamiento ideacional-emocional es la base para encontrar en el futuro cercano

alteraciones del equilibrio cognitivo/emocional en cientos de miles de personas y que en el lenguaje ordinario se expresa

como un estado poblacional de incertidumbre, miedo y dolor.

Indicios (sólo indicios, pues no parece ser aún algo enfocable por estudios psicosociales rigurosos) de ello son

recientemente mencionados para la pequeña y otrora pacífica ciudad de Tepic:

En la última década se habían contabilizado anualmente menos de 10 muertes derivadas de la violencia del narcotráfico.

En 2009 el número rebasó la veintena. Pero en lo que va de este año, según el ejecutómetro del portal de noticias “Nayarit

en Línea”, ya se registraron 133 asesinatos, de los que 56 ocurrieron sólo el mes pasado (…) Rocío Figueroa, catedrática

de la escuela de Psicología de la Universidad autónoma de Nayarit, comenta que debido al trastocamiento de la

seguridad, en estos momentos existe una sensación de impotencia y miedo entre la población.

Esa incertidumbre es la que provoca los rumores, que impactan mucho porque crean una psicosis colectiva. En una

situación de estrés todos los elementos se magnifican y las reacciones constantes de alarma nos ocasionan desgaste, y ya

estamos empezando a ver trastornos de ansiedad generalizada en la gente. Esta situación, puntualiza, se manifiesta

mediante un nerviosismo constante, la necesidad de recluirse y no realizar las actividades cotidianas, así como de cambiar

los estilos de vida. Además, la especialista considera probable que la mayoría de la población tenga trastornos de sueño

(Proceso, julio 25, 2010, pp 32 y 34.

Es decir, una de las consecuencias de la avalancha delictiva es que franjas poblacionales crecientemente mayores vive con

temor y sin seguridad de protección gubernamental. Eso, en términos psiquiatristas y clínico-psicologistas suele

denominarse “psicosis colectiva” y que aquí es preferible aludir como estados de incertidumbre e indefensión.

Planteaba Ruiz Harrel pocos años antes de fallecer que cuando una sociedad veía aumentar más la incidencia de asesinatos

que el de suicidios, ello indicaba altos niveles de inestabilidad, de crisis societal; y advertía que en 2003 ello ya sucedía en

México junto a Uruguay Chile y Argentina (Metro, diciembre 12, 2003).

Puede decirse, en términos sinópticos, que la combinación: incremento corruptofílico/menosprecio creciente por la vida de los

otros (una especie de “naturalización” de la violencia) son un doble y preocupante ingrediente del resquebrajamiento valoral

de los mexicanos de este milenio.

ii) Catolicidad.

Por su parte éste, un rasgo tradicional del ser mexicano vigente al menos durante los últimos 3 siglos, ha descendido en las

décadas recientes mostrando estas cifras:

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(Aguayo, 2008)

De acuerdo a datos del censo de 2010, el porcentaje de mexicanos que se declararon católicos fue de 83.9 %; es decir, un

declive sostenido, mientras que el porcentaje de sin religión avanzó ligeramente de 3.4% a 4.6%.

La elocuencia de estas cifras deja muy escaso margen para agregar reflexiones; sin embargo parece prudente mencionar que

desde los centros decisorios católicos se han desplegado estrategias de crecimiento afincadas en la exaltación de la

credulidad: intensificación de la actuación clerical en política, aparición de sacerdotes en programación de entretenimiento

televisivo, incremento de la comercialización de motivos guadalupanos y papales en infomerciales, fortalecimiento de

campañas como las congregaciones juveniles anuales en el cerro del Cubilete, exhibición pública de la feligresía católica de

funcionarios gubernamentales, fastuosas coberturas televisivas de las peregrinaciones guadalupanas a la Basílica del DF los

12 de diciembre y, muy recientemente, promoción de caravanas nacionales con objetos de uso del fallecido papa Juan

Pablo II. Sin embargo todo eso no parece revertir el impacto negativo que en la percepción poblacional han causado hechos

de alto impacto como…

1) la absolución vaticana al expresidente V. Fox para matrimoniarse por segunda ocasión,

2) la extendida práctica sacerdotal de la pederastía y que, para el caso emblemático del extinto Marcial Masiel quien

además de pederastía incurrió en ruptura del celibato procreando hijos con varias parejas; pero tan grave como la pederastía

misma es el manto de encubrimiento desplegado por casi toda la curia católica sobre su comportamiento,

4) lo grandilocuente de la opulencia que circunda a los personajes encumbrados de la jerarquía católica,

5) los excesos declaratorios y participativos en escándalos de prelados como los obispos de Guadalajara y Ecatepec (Juan

Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda),

6) una amalgama de claroscuros con personajes del narcotráfico, al grado de haber escenificado el drástico episodio de las

llamadas “narcolimosnas” hace unos años, o la bendición de armamento suntuoso,

7) su férrea oposición a los procedimientos anticonceptivos (píldora, diu´s, interrupción de embarazo o uso del

preservativo) la colocan especialmente contra los valores de población joven.

Ahora bien, claro que sería ingenuo decir que la desestructuración valoral del México actual se debe al descenso gradual y

sostenido de la catolicidad; lo que sí puede afirmarse es que tal disminución es un fenómeno más de la crisis valoral, y

también que la catolicidad sigue siendo poderosamente atractiva entre los sectores poblacionales de mayor fragilidad

económica y cultural.

Si bien el Censo de Población y Vivienda 2010 indica que el número de católicos pasó de 89,7% en 1990 a 88% en 2000 y

a 83,9% en 2010, sin embargo, bajo mediciones más escrupulosas que las del censo, pudiera ser que el porcentaje fuese de

sólo 73% (Masferrer, 2011). Según dicho censo, además la cantidad de evangélicos o protestantes pasó de 4,9% en 1990 a

5,2% en el 2000, para llegar a 7,6% el año pasado. Hecho significativo es que la mayoría del reemplazo de catolicidad por

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otra religión fue entre población joven. Pero también disminuyó la cantidad de sacerdotes, mientras aumentó la de

ministros de otros cultos; hay 21mil sacerdotes católicos y 40mil pastores evangélicos (DGAR, 2011).

Más aún:

También el Anuario Estadístico de la Iglesia Católica, editado en el Vaticano, señala que en 1980 se realizaron 378 mil

matrimonios en México. En el 2008 sólo se casaron por esta religión 310 mil parejas. Además, en 1980 se bautizaron 2.2

millones de mexicanos; 26 mil lo hicieron luego de cumplir cinco años.(Proceso, 2011 julio)

Ello parece evidenciar que se está cristalizando el cálculo planteado por especialistas hace dos décadas: México: Distribución de la población según su religión

Escenario: Hacia un México más ateo

Católica% Protestante% Otra% Ninguna % 1950 98.21 1.28 0.51 -----

1970 96.18 1.82 0.41 1.59 1990 89.69 4.89 2.18 3.24

2000 84.00 6.00 2.40 7.60

2015 72.75 6.90 3.55 16.8

2030 56.85 4.75 5.20 33.2 (Alonso y García, 1999; Aguayo, 2000 p 78).

iii) Credulidad ante la TVpantalla.

Ahora bien, respecto a la propagación televisiva, sus rasgos más típicos han sido su acriticidad, conservadurismo y

progubernamentalismo subrayado.

México, especialmente debido a que ha visto el nacimiento y expansión de Televisa, uno de los monopolios televisivos más

dinámicos del mundo, es un escenario prolijo en episodios de la eficacia propagandística y empresarial televisivas.

La TV es ciertamente el medio más poderoso y en tal medida vehículo de eficaz inculcación valoral, lo que ha

desembocado en la actualidad en una impetuosa inducción de actitudes, prescripciones y creencias poblacionales, inducción

por encima de la educación formal y la tradicional socialización familiar.

Y poco importa si tal papel inculcativo no fue planeado en algún momento por alguna mente avezada de entre el staff; lo

relevante es que tal papel es actualmente tan real como eficaz. En contraste, lo que sí importa es que los actuales dueños del

duopolio hacen uso de ese influjo inculcativo para ejercer creciente presión no sólo en terrenos de la mercantilización, sino

además en la estructura política; precisamente a ello se debe la denominación TeveCracia, que ha conducido a que la

propaganda partidista se haya publicizado y la política se haya pantallizado, teniendo al telespectador como rehén.

Un ángulo de análisis que nunca sobrará insistir en él es el contrabando terminológico de llamar a la TV medio “de

comunicación” ya que, como desde los años 60 asentaran los Mattelart (1976, 1978 y 1989) y un clásico del tema

(Schramm, 1975) es sólo un medio de información pues su funcionamiento no permite retroalimentación de los receptores

hacia los emisores. Y puesto que un episodio de comunicación genuina exige la interacción o retroalimentación entre

emisor y receptor de mensajes: el vínculo televisoras-telespectadores sólo excepcionalmente lo permite. Por ello es

perfectamente obligado denominarles sólo: medios de información masiva (MIM).

Es decir, la comunicación no se ejerce sobre la base de un emisor activo por sobre un receptor pasivo; eso es sólo

información. Pero de ese contrabando conceptual se desprende otro no menos obtuso: denominar “comunicadores” a

locutores y lectores de noticias.

Aún cuando esto parece una simple charada semántica o “arreglo de palabritas", es en realidad un ingrediente de validación

hacia los medios (recordemos que el uso de las palabras "enciende" nuestras creencias y actitudes sobre lo que las palabras

designan). Así, puede afirmarse que esa fatídica validación palabral es un ingrediente poderoso de la credulidad alienante

que padecemos crecientemente la mayoría de TVespectadores.

Por otro lado, tampoco es descuidable el hecho de que la mayoría de quienes reprobamos el influjo disuasivo y alienante de

la TV, ignoramos de qué calibre es la credulidad de los televidentes hacia imagen/palabra de la pantalla y sus siniestros

personajes.

Y es que no cabe confundir credulidad con “credibilidad”:

Credulidad: Calidad de crédulo; que cree fácilmente (Pequeño Larousse, 1994, p284 y Diccionario Enciclopédico, 1986

p518).

Puede agregarse que la credulidad consiste en asumir o aceptar las ideas como precepto o creencia incuestionados, algo

emparentado con la aceptación incuestionante de creencias, reglas y prescripciones, propia de la fe religiosa, en la que toda

duda o escepticismo quedan anulados por designio de orígenes supuestamente divinos.

En otro sentido, la credibilidad es más una opinión o aceptación de ideas expuestas a comparación o verificabilidad, y se

aceptan en función de qué tanto se confía o en la fuente, en la vía o el mensaje.

Así, cabe reconocer que la TV duopólica en México ejerce crecientemente un eficaz proceso de inculcaciones crédulas; un

filtraje y mediación de valores que nos hacen entendible, apetecible o tolerable tanto nuestro presente como el futuro. Una

encuesta de hace 32 años ya exponía:

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En cuanto a tiempo libre y medios de comunicación, se observó que la presencia mayor correspondía al radio y sobre todo

a la televisión (principalmente Televisa). Quienes más la veían eran los de escuelas federales, los de tercero de

secundaria, las mujeres y los de nivel socioeconómico bajo. Los medios impresos representaban un lugar muy secundario

y ocasional para ellos, y se advirtió una fuerte inclinación por los mensajes de procedencia extranjera (...) (Maya, 1998

pp9 y 49).

Y es que uno de los señalamientos más insistidos desde los 70 ha sido la promoción de formas de aculturación

pronorteamericana y su insistencia en la promoción de valores asociados a los verticalismos políticos, morales y

económicos, lo que desde fines de los 80 se realiza desde las premisas valorales del neoliberalismo, y la estratagema de la

“globalización de la información” o “sociedad del conocimiento”. Planteaba hace pocos años Latapí:

Día a día la televisión indica en los niños y jóvenes una visión de la vida carente de sentido humano y de los ideales que

supuestamente deben guiar la educación, se les familiariza con funciones sociales normativas y estereotipos -de hombre y

mujer, de soltero, casado o divorciado, de ancianos o personas con discapacidad de héroes y malhechores- que obedecen

a criterios discutibles o patrones de conducta de otras culturas, se moldea el sentido de su sexualidad induciéndolos a

buscar la satisfacción sexual sin reflexionar en sus responsabilidades; se les inculca persistentemente el principio de que

el éxito depende del consumo, y de que es siempre el más fuerte el que triunfa; y se propone una idea de felicidad basada

en valores egoístas sin referencia a la solidaridad con los demás (...) La educación sentimental y de valores de varias

generaciones de mexicanos se abandonó por décadas a la televisión comercial (Latapí, 2003 p27).

Así, el avance de los MIM y su impacto cultural sobre la estructura valoral de los TVespectadores muestra una duplicación

sólo entre 1980 y 1987, pasando de 30 a 50 millones (Loaeza, 1992).

Ahora bien, opiniones hay que subrayan la programación violenta como que el ingrediente más perjudicial de la TV; pero

quizá, tanto o más nociva que la violencia mostrada en la programación (García y Ramos 2000) y especialmente infantil, es

la formación o el troquelamiento de modelos valorales justificatorios o "explicativos" acerca de hechos que, sin la

mediación de los MIM, serían difícilmente imaginables; por ejemplo la aceptación de personajes políticos siniestros como

opciones creíbles y electoralmente atractivas, o la promoción de lenguajes cotidianos generalizados; además pautas de

consumo tanto musical, como alimenticio, de bebidas alcohólicas y tabaco. Haciendo un simple cálculo aritmético, todo

niño de 10 años, mirando tres horas al día, ha observado doce mil hechos violentos en la pantalla.

Pero quizá, como se sabía a inicios de este siglo, de mayor violencia sea la profusión de imágenes en pantalla:

Hace 25 años, según Mander, la programación normal tenía diez eventos técnicos por minuto, uno cada seis segundos,

mientras que los comerciales aceleraban el ritmo a 29 eventos técnicos en el mismo plazo (...) Hoy en día, según Kalle

Lasn, la velocidad con la que aparecen los eventos técnicos se ha duplicado (Rojo, 2003 p 72).

Es difícil calibrar el influjo televisivo en la construcción de pautas perceptuales, vale decir: en la formación/adquisición de

preceptos culturales, pero es de tomarse en cuenta que:

…los mexicanos vemos, en promedio, cuatro horas y media de televisión por día. Si lo hacemos en la franja horaria de las

siete a las once de la noche, segmento con mayor número de anuncios por minuto, habremos absorbido alrededor de 90

minutos de comerciales en corte, más la suma de segundos dentro de programa. Monto difícil de cuantificar

conscientemente pero que el cerebro registra y memoriza (Toussaint, 2007 p82).

Por ello cabe afirmar sin equívocos que el TVduopolio es hoy el agente socializador de mayor influencia en hábitos

comportamentales y estructura psíquica del mexicano promedio.

La trayectoria que ha logrado tal eficacia inculcativa ha pasado por tres momentos:

a) el primero cuando desde los años 30 la radiodifusión jugó el papel principal (al grado de haber “construido” al

mariachi como uno de los mitos de la identidad nacional (Velasco, 2004 pp29-59),

b) un segundo con el advenimiento y secuela de la llamada “época de oro” del cine mexicano desde los años 50,

fenómeno asociado a la industrialización auspiciada por la 2da Guerra Mundial, y el arranque de la señal televisiva,

c) el tercero, desde los años 70, tiene a la TV como el arquetipo de expansión inculcativa mediante los noticieros, las

telenovelas, los deportes/espectáculo, los programas cómicos y los comerciales; un caso significativo es que la difusión del

cine mexicano mismo de los años 50 es realizada por la TV.

Pero la TV y en especial el emporio Televisa (inicialmente Telesistema Mexicano), ha pasado, desde su implantación a

inicios de los 50, por cuatro grandes lapsos ante el poder del estado:

1ro) 50´s-70´s TV dedicada casi en exclusiva al entretenimiento

2do) inicios de los 80, el poder expresado mediante la TV

3ro) mediados de los 90, el poder al lado de la TV

4to) primeros años de este siglo XXI, la TV coaccionando y subordinando al poder, hasta el grado de una campaña

promocional para un precandidato presidencial del priísmo (E. Peña Nieto) cuyo caso ilustra con nitidez la importancia de

aparecer insistente, repetitivamente en TVpantalla con la finalidad de obtener altos niveles de intención poblacional de

voto. Así, cada persona que en julio de 2012 tenga la boleta electoral en sus manos, habrá presenciado abrumadoramente la

imagen aprobatoria del priísta en TV durante los recientes 3 años, a diferencia de los demás candidatos. Un mecanismo

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promocional semejante practica Coca-Cola para el momento en que las personas apetecen beber líquido (y de ese

mecanismo se nutrió la exitosa campaña presidencial de V. Fox, exfuncionario de Coca-Cola, años antes de julio de 2000).

Vale la pena mencionar algunos momentos cumbre en que la TV, desde los 90, ha sido una eficaz entidad convocante,

incitante y concitante:

a) la devoción popular a la selección de futbol cuando en 1993, tras su segundo lugar en la Copa América; un acto masivo

de patrioterismo inyectado ante los encuentros del fracasante seleccionado nacional de futbol,

b) las últimas recepciones al Papa Wojtyla,

c) la marcha de sectores pudientes en 2005 “contra la violencia” en la Ciudad de México,

d) la disminución del porcentaje de tiempo obligado y gratuito para información del Estado (el llamado “decretazo” que

abrió paso a las enormes derramas gubernamentales para pagar tiempo en pantalla),

e) la casi aprobada “Ley Televisa”, cuyo articulado acentúa la protección duopólica,

f) la llamada “spotización” comercial de la propaganda partidarista, absorbiendo con ello un alto porcentaje del suministro

estatal a los partidos,

g) haber sido vehículo y parte actuante en el ungimiento del gobierno actual, y del golpeteo contra el excandidato López

Obrador mediante la llamada “campaña de lodo” a inicios de 2006, año de la elección,

h) mención acentuable es el apuntalamiento del fervor guadalupano previo a cada 12 de diciembre.

i) así, la TV pasó de ser medianamente competitiva a principios de los 70 (por un lado los canales 13, 7 y 22

gubernamentales, y por otro el 2, 4, 5 y 8/9 privados), a ser altamente monopólica desde fines de los 80; la reciente

asociación enero de 2012, de las dos empresas en torno a la empresa Iusacell es un punto culminante,

j) la contribución de población en pobreza para el teletón de cada fin de año.

Además, durante los 90 fueron privatizados los canales 13 y 7, mientras que Televisa ocupaba ya un papel empresarial

protagónico en Latinoamérica (junto a TV-Globo de Brasil) expandiéndose entre los avances tecnológicos de punta (Mier y

Piccini, 1987).

Cabe insistir que precisamente desde inicios de los 90 hay una teleaudiencia más numerosa y de edades más tempranas, al

punto de poder decir que cumple eficaz y crecientemente funciones de “TVniñera”. Difícil de creerlo ahora pero, durante

los 70 la programación “infantil” se limitaba 4 horas vespertinas entre semana, y aún durante principios de los 80, la

programación nocturna era limitada apenas a unas cuantas horas de medianoche los fines de semana.

Desde luego con la propulsión de la señal por cable y poco más tarde con la digitalización, las horas de programación,

canales y temáticas se han multiplicado a niveles inconmensurables y cuya desembocadura es una expansión invasivamente

creciente del rango inculcativo desde los centros de concentración de emisoras.

Un eufemismo justificatorio desde las esferas monopólicas es que ello constituye uno de los rasgos más elocuentes de la

globalización, con la “apertura de fronteras” al flujo informacional; es decir, de nuevo “la sociedad del conocimiento”,

atmósfera en que las compañías informáticas con mayor experiencia acumulada desde la Guerra Fría dictan con vigor y

generalidad los mensajes que harán homogéneo el pensar y el sentir del hombre común en amplias regiones del mundo.

Al respecto cabe evocar el elocuente acontecimiento de julio de 1990, apenas unos meses tras la caída del sovietismo,

Roger Waters exbajista y compositor del afamado rocgrupo Pink Floyd, escenificó un concierto con un tercio de millón de

asistentes dedicado al repruebo al socialismo recién colapsado. En tal concierto realizó el artilugio de reemplazar la crítica

hecha al autoritarismo de la educación básica en su sosa pieza another break in the wall por la crítica contra “el muro”.

Significativamente el concierto fue patrocinado por Pepsi-Cola…

Y aún cuando una mayoritaria porción de la TVaudiencia ve casi exclusivamente programación “del aire” (los principales

consumidores de la TV “de paga” son sectores de ingresos medios y altos), mayoría que padece precarios niveles de

ingreso y por ende reducidos niveles de consumo, no obstante ello, los contenidos publicitados en la pantalla son

predominantemente objetos de consumo propios de aquello sectores medios y de ingresos altos.

Ello debe hacernos pensar que, en la medida que la mayoría de los objetos de consumo publicitados no son para esas

mayorías, por ello sus niveles de consumo insatisfactorio agrandan y diversifican el sedimento psíquico, subjetivo de

insatisfacción; lo cual acredita pensar que se expresa como resentimiento social, un rasgo de la mentalidad escasamente

tratado en los análisis psicológicos y sociológicos del país; es un fenómeno que pudiera estar explicando acontecimientos

preocupantes como la creciente violencia de cientos de miles de fanáticos del futbol.

Un aspecto de la eficacia aculturante de la TV (y la radiodifusión) es la repetición de contenidos, elemento que en la

emisión de contenidos entraña mayor relevancia que la ingeniosidad para mostrarlos; lo cual pareciera una herencia de la

mención más conocida de J. Goebbels, el encargado de la propaganda nazi, quien ironizaba con ello las versiones judaicas

aborrecidas por los nazis: una mentira mil veces repetida, se convierte en verdad.

Es ése el soporte sobre el que se asienta la eficacia televisiva actual, tanto la propagandística, como en especial, la

publicitaria. Y no necesariamente se trata de mentiras, sino además de medias verdades o verdades planteadas de maneras

trucadas.

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Así, casi no importa que en pantalla aparezcan ocasional o con escasa frecuencia personajes o reflexiones de pensamiento

crítico. Lo que importa para el duopolio TVcrático actual es la difusión persistente y además multiplicada por las decenas

de programas y canales.

La finalidad nuclear de la publicidad consiste en incoar, imbuir, adentrar un objeto (idea, palabra, color, hecho o persona)

en la mentalidad cotidiana de las personas. Tal finalidad auspicia que cuando las personas estén ante el objeto publicitado,

lo reconozcan (perciban) preferencialmente ante otros; de ello dependen los actos constitutivos del adquirirlo; de modo que

consumirlo no es el propósito principal de la publicidad, sino crear necesidad o, en otras palabras: construir preferencias

perceptuales. Y no se trata de caso ninguno de supuesta “percepción subliminal”, la cual es un absurdo: en contraste, se

trata de sensorialidad subrepticia.

La repetición explica en gran proporción la expandida credulidad poblacional ante palabra e imagen en pantalla y

micrófonos. Caso elocuente es el éxito de personajes de precarias virtudes artísticas en la farándula, quienes “triunfan” a

base de aparición repetitiva en la programación y que, mediante la célebre institución “promocional” llamada payola, tiene

en la repetición al principal propulsor del éxito “en el gusto de los consumidores…” ello convierte a cada emisión al aire en

un anuncio comercial del personaje.

Pero quizá la expresión más deslumbrante e irritante de la credulidad poblacional hacia la TV lo constituye la devoción

hacia el seleccionado de fútbol que, no obstante su largo historial de reiterado fracaso, arrastra expresiones de intenso

fanatismo cuya base deportiva es la cultura de la derrota; ello logró que en el mundial de 2006 en Alemania viajaran más de

17mil crédulos mexicanos, la mayor asistencia a un evento futbolero fuera del país (algo semejante a los 20 mil en el

Vaticano en ocasión de los funerales de Juan Pablo II).

Desde el punto de vista mercantil, siendo mediocres sempiternos (“ratones verdes” les denominó en los 70 el especialista

fallecido Manuel Seyde) a la Federación Mexicana de Futbol (en amalgama con las televisoras) el negocio del seleccionado

le es más redituable que en sus países las selecciones de Brasil o Francia; 120 millones de dólares obtuvo en la dirección

federativa hasta 2006; y los dirigentes actuales, todos vinculados orgánicamente al duopolio TVcrático, han logrado

recaudar 200 millones y a la vez, en sentido inversamente proporcional, han arrojado el peor saldo competitivo en la

historia del seleccionado (Récord 2009, junio 23).

(Aguayo, 2008)

En suma: hoy la pantalla televisiva en el país ofrece mucho más de un centenar de canales, sumados la programación “del

aire” y la de contratación. Esta evolución expansiva y su consolidación como estructura de culturización cobra significado

al tomar en cuenta que comparativamente, para EU, desde mediados de los 60s cada norteamericano a los 18 años había

visto 1,041 días la TV; es decir, casi tres años; la 6ª parte de su vida (Rojo 2003 Op.Cit. p71). Un cálculo semejante y

actualizado para nuestro país pudiera alcanzar una cifra semejante y especialmente para los mexicanos nacidos desde

inicios de los 90.

A ello puede agregarse que, vista históricamente, la TV ha contribuido fuertemente a suplantar el acto de intercambiar

palabras a expensas del acto de mirar imágenes:

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La fuerza arrolladora de la imagen rompe el sistema de reequilibrios y retroacciones múltiples que habían instituido

progresivamente, durante casi dos siglos, los estados de opinión difusos, y que, desde el siglo XVIII en adelante, fueron

denominados «opinión pública» (Sartori, 2000 p 71 y Toussaint, 2004 p 27).

Puede decirse que la población que hoy cuenta con edades entre 20 y 30 años ha cargado sobre su mentalidad un peso

amplio y denso de inculcación televisiva: algo semejante al troquelamiento de lo que Sartori llama homo videns; es decir,

personas que han construido sus estrategias de pensamiento (su subjetividad) predominantemente en mayor apego a la

imagen que a la palabra.

Así, la TV, duopólica desde la privatización de TVAzteca en julio de 1993, es hoy más influyente que nunca en los ámbitos

de las decisiones nacionales, es decir: el periodo de la TVcracia o mediocracia, constituida por la propiedad de 56% de las

TVseñales de Televisa y 39% de TVAzteca; desde luego el despliegue de Televisa es mucho mayor tanto hacia adentro

como hacia afuera del país. Tal fuerza influyente les ha permitido insertar personajes a su servicio tanto en la estructura del

IFE como en las cámaras (la llamada “telebancada”).

La programación, siendo insulsa en su mayoría, es diseminador poderoso y eficaz de subjetividad obsecuente,

complaciente, acrítica y conformista; cabe decir que el predominio de la TVcracia, o telepolítica es producto de una pobre

cultura democrática (Sartori, 1999).

¿Cuál es la dimensión poblacional de este predominio de inculcación TVcrática y credulidad poblacional? Veamos trazos

de respuesta:

1) para 2005 un 48.9% de la población miramos TV entre 2 a 4 horas diarias, mientras que sólo un 35.3% escuchamos

radio esa misma cantidad de tiempo diario (FCPS/CONACULTA, 2005),

2) la programación más escuchada en la radio son programas musicales y en segundo lugar noticieros; y lo que más vemos

en TV son noticieros, seguidos por telenovelas, películas mexicanas y deportes (Ibídem),

3) 75% del público prefiere la televisión privada (Ibid.),

4) en 2010 para la población que mira más de 2hs diarias (el 43,3%), los noticieros son lo más visto, con 36.56% y

telenovelas con 32.81% (CONACULTA, 2010),

5) la TV es el la actividad de tiempo libre preferida con 26.42% (Ibídem),

6) más inquietante es que, para informarnos sobre política, preferimos la TV (62%) a la radio (17%) y los periódicos (10%)

(Ibíd.); México, con apenas poco más de 300, es uno de los países de menor cantidad de periódicos,

7) casi 53% de los mexicanos no leemos un solo libro al año, y sólo el 16% lee uno; por su parte las revistas más leídas son

las que contienen temas de espectáculos y televisivos, deportivos y femeninas de salud y belleza,

8) mención especial merece el caso de la gigantesca ingesta de “refrescos” y de comida “chatarra” especialmente en

población infantil desde los años 90, así como las horas frente a la pantalla ante programación de violencia espectacular;

estos dos hechos puede decirse, al menos en parte, han desembocado en la creciente incidencia de obesidad y agresividad

juvenil e infantil. Cabe mencionar además los intentos, en años recientes, por restringir tanto la publicidad de comida

chatarra en la pantalla, como la venta de tales productos en las tiendas escolares, particularmente de educación primaria,

desde luego con resultados decepcionantes, debido a la presión de las poderosas industrias productoras, las

comercializadoras y sus voceros en las cámaras legislativas, obstaculizando la restricción de su consumo.

Sin duda el destacado lugar de México en el ranking mundial de consumidores de “refrescos” es un hecho asociado al

agigantamiento de Televisa; es en todo caso muestra contundente de la eficacia propagandística y empresarial

predominantemente televisiva. Coca-Cola extrae de la mercantilización en el país 700 mdd en ganancias cada año, y por su

parte la competencia PepsiCo ha invertido 3mmdd desde inicios de 2009.

¿Qué elemento en ambas compañías les ha granjeado tal colosal presencia en la mentalidad de los mexicanos?: ¡su

persistente publicidad! Aunque ello desde luego no niega la ingeniosidad de sus cientos de especialistas en mensajes, ni la

voraz agilidad comercial por colocar sus productos en zonas inconcebibles de transitar.

Pero en cualquier caso, el éxito de Coca-Cola para convertir a México en uno de los principales consumidores descansa en

su incisividad publicitaria. No hay otra explicación; a menos que se deseara hablar de algún gene “cocacolófilo” en los

mexicanos.

Lo más inquietante respecto al influjo inculcativo de la TV en los estilos de consumo de bebidas y alimentos, es la

inculcación valoral (actitudes, representaciones, ideología e “imaginario colectivo”) en la alimentación obesígena. Desde

luego evitando la ingenuidad simplista de atribuir en exclusiva a la TV el origen del problema, sí cabe en cambio reconocer

un influjo de enorme eficacia.

Y es que son mundialmente sabidas las altas prevalencias del país respecto a sobrepeso poblacional (segundo lugar mundial

después de EU) y obesidad infantil (primer lugar mundial), lo que se considera como de las principales causas de

morbi/mortalidad.

Sobrepeso y obesidad infantil se concentran sobre todo en el segmento de 5 a 11 años; pero reflexionemos que estos

jóvenes nacieron entre 2000 y 2006, es decir, en época del doble hecho cultural mencionado: robustecimiento de la difusión

televisiva desde fines de los 90 y el incremento de hogares monoparentales (el censo 2000 y el conteo de CONAPO 2005

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encontraron un aumento de poco más de un punto porcentual, alcanzando casi la ¼ parte de los hogares de todo el país), a

lo que debe añadirse el índice creciente de divorcios entre las décadas de 1970-2000.

Así tenemos que la obesidad afecta más a menores varones, mientras que el sobrepeso a niñas; además la padecen 3 de cada

10 menores de doce años. La prevalencia combinada en niños escolares es de 19.5% y suele ser mayor en hijos de padres

divorciados y se acentúa si son hijos únicos. En convergencia tenemos que los cambios en el aprovisionamiento alimenticio

entre 1986 y 1998 arrojaba estos otros datos alarmantes: diminución de 30% en frutas y verduras, 27% en productos lácteos

y 19% de carne; pero simultáneamente aumentaron el de refrescos en 38% y carbohidratos refinados en 6% (Estilos de

Vida, 2007; INEGI, 1999; Rodríguez, 2006 y Secretaría de Salud, 2001, 2007 y 2009). Anuncios Transmitidos durante Programas de Televisión para Niños

País Anuncios x

Hora

DeAlimentos

NoRecomendables

México(Canal5) 39 17

Australia 29 12

Estados Unidos 24 11

Reino Unido 17 10

Francia 16 8

Alemania 14 6

Grecia 12 7

Finlandia 12 6

Dinamarca 12 5

Noruega 7 2

Holanda 5 4

Bélgica(Canal2) 4 2

Austria 4 1

Suecia(TV4) 2 <1

Noruega(TV2) 0 0

(Dibb, 1996).

Estas cifras indicaban que hace 3 lustros, un niño mexicano que mirase un promedio de 2 horas diarias de TV, había sido

objeto de persuasión publicitaria chatarra con más de 12,400 mensajes al año (El Poder del Consumidor, 2005). Es decir,

he allí una de las causas de las altas tasas de obesidad infantil vigentes, pues tal bombardeo publicitario hizo blanco a los

niños actualmente obesos: entre 1999 y 2006, en solamente 7 años, creció en 40% la incidencia de sobrepeso y obesidad en

los niños mexicanos de 5 a 11 años de edad. La diabetes y la hipertensión se registran en edades cada vez más tempranas

(El Poder del Consumidor, 2005).

Cabe subrayar que el influjo televisivo, siendo parte de las causas, no ha merecido la atención suficiente por parte de la

mayoría de especialistas ni en salud, ni en procesos comunicacionales. Pudiera parecer exageración esta acentuación de la

publicidad en TV pero, en descargo, vale la pena pensar en que la prohibición de publicidad de tabaco y alcohol en TV (así

como de imágenes de sangre y violencia asociados al narco) en cualquier horario, tiene por convicción combatir la eficacia

persuasora de la repetición de los mensajes.

Este panorama es contumaz elemento explicativo del porqué la avidez por la concentración de los MIM electrónicos en

pocas manos; al respecto son mencionables estas cifras:

259 de las 461 concesiones de televisión pertenecen a Televisa, y 180 a TVAzteca. En suma: dominan 90% de las

emisiones abiertas (…) En el Distrito Federal, la zona con mayor valor en términos comerciales, Televisa tiene canales

concesionados y “espejos” que representan 65% del total de frecuencias en esa área. En la capital del país ya no existe

espacio radioeléctrico suficiente para otorgar nuevas concesiones de televisión abierta (Villamil, 2006 p68).

Televisa posee el 70% de las concesiones y el 71% de publicidad en pantalla; así como 68.6% de las audiencias (TVAzteca

sólo 28.3%) y el 80% de contenidos audiovisuales; además 95% de la señal satelital y 63% de la señal por cable. Todo ello

le garantiza el acceso a 97.8% de los domicilios con televisión (Villamil, 2008 y 2011).

En complemento, la radiodifusión, el otro MIM de enorme influjo en la mentalidad del mexicano promedio, su control se

distribuye así:

Radiorama 16.27% de las concesiones;

ACIR 13.4% de las frecuencias;

CIMA-Somer (N. RadioMil) 11.88%

Radio Centro 8%

Grupo Promomedios 4.9%

Grupo Imagen 5%

CabenaRASA y MVS, cada uno 4.30%

Organización Radio Fórmula 4% (Villamil, 2006, p70).

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Tal panorama suele suscitar exigencias cándidas por restringir las horas ante la pantalla “haz patria, apaga el televisor”, lo

que parece más bien una ridiculez además crecientemente impracticable, debido, entre otros, a hechos como estos:

uno) incremento de familias monoparentales (casi la cuarta parte de los hogares en todo el país) y la inserción creciente de

mujeres en la economía, lo que a su vez ha hecho decrecer la interacción cálida o “viva” con la progenie pequeña y

encomendando su entretenimiento a la programación televisiva “infantil”,

dos) la escasez de espacios “al aire libre” en zonas de alta concentración poblacional,

tres) la actualmente alta credulidad hacia la pantalla, lo que explica el precario nivel de criticidad poblacional hacia la TV,

y a su vez combinado con el alto nivel de analfabetismo funcional.

La TV, reiterando, se encarga hoy de enormes porciones de la aculturación infantil, de su adquisición temprana de valores,

encargo que se expande en la medida que la TV “de paga” destina canales exclusivos durante 24 horas a dicha

programación.

Puede decirse, a modo de conclusión, que en la percepción poblacional muy pocos temas están a salvo del influjo

TVcrático para orientar sus actitudes y actuación.

Ahora bien, aparte de deseable ¿es previsible que el influjo televisivo cambie a resultas de que la programación abandone la

promoción de contenidos estultos, proyanquis y proempresariales, o “democratizar” a la TV e incluso que existieran otras

empresas y diversificar la competencia?

Es difícil prever algo así (sobre todo porque el cambio a la TV digital apunta hacia intensificar la monopolización interna y

el predominio yanqui en la transmisión internacional); pero lo que sí puede afirmarse es que las grandes masas de

televidentes no cambiarán sus preferencias en un plazo corto.

Así como algo de cierto contiene aquel fatídico proverbio: “los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, algo semejante

puede decirse respecto a los TVespectadores.

¿Por qué una perspectiva tan pesimista? Desdichadamente, debido a nuestro analfabetismo funcional, a la apoliticidad

creciente, al fanatismo guadalupano, a la extensión de prácticas y valores de la corruptofilia y la construcción de esquemas

perceptuales de credulidad ante las formas de entretenimiento, diversión e inculcación informativas diseminadas por la TV

en los recientes 50 años, pero especialmente desde los 90 hacia el presente; de modo que no hay elementos posibles para

una respuesta optimista.

En otras palabras: la TV en México ya construyó dos generaciones de inculcados (aún si eso fue sin ninguna planeación

deliberada por los empresarios/propietarios de entonces), pero lo más inquietante es que desde los 90, la continuidad de esa

construcción no es azarosa, sino intencional, calculada, pues de ello depende su predominio duopólico y el fortalecimiento

de la TVcracia.

Es drástico reconocer que si bien presenciar TV es actualmente un acto crecientemente solitario, individualista, lacera

reconocer que tal vez la última ocasión que societalmente se vió TV de manera colectivamente familiar en el país, fue entre

1969 y 1998 con la insulsa emisión dominical Siempre en Domingo comandada por el inefable Raúl Velasco.

Así, cabe reflexionar que una de las salidas pudiera ser emprender acciones hacia la construcción de audiencias críticas,

algo que por ahora casi no ocupa a los especialistas en medios.

iv) Familia y conyugalidad.

Un cuarto rasgo elocuente por mencionar es aquello que pudiera plantearse como la caída del concepto familia (hasta hace

unos lustros asumida como “célula de la sociedad”) y la asociada disminución de pactos de conyugalidad. De ello hay

algunas cifras demostrativas: la concentración poblacional es hoy 75% a 25% respecto medios urbanos-rurales; mientras

que en 1970 era de 58% a 42% (Aguayo 2000 p 65); coincidentemente el promedio de longevidad de la vida conyugal es de

6 años (INEGI, 1999) y el índice de separación de parejas alcanza ya el 15% (Aguayo 2000). Gómezjara informaba hace

más de una década que 27% de los niños de/en la calle provenían de madres solteras (exposición Congreso Cholula, 1999).

Asimismo la edad en que se contraen nupcias se ha retrasado hasta los 21.3 años, mientras que en los 70 era de 18.8 años

(Aguayo, 2000).

Todo ello desemboca en cifras recientes del INEGI:

En 2008, los procesos de divorcio concluidos ascendieron a 81 mil 851, esto es por cada 100 enlaces registrados hubieron

13.9 divorcios. Esta relación ha mostrado una tendencia creciente en los últimos tres lustros y su punto más bajo lo tuvo

en 1994 (5.2 por cada cien). Entre 2000 y 2008 el monto de matrimonios se ha reducido en 16.7%, mientras que los

divorcios se han incrementado de manera significativa, esto es 1.7 veces (en 2000 se registraron 707 mil 422 matrimonios

y 46 mil 481 divorcios (INEGI, 2010).

Estos indicadores sugieren que la población nacida en estas 3 décadas debiera prepararse ya no tanto a la unión conyugal

“hasta que la muerte los separe...” sino alistarse más bien para dos o tres uniones conyugales a partir de los 22 años (con los

consiguientes cambios en el papel como padres y el de sus hijos como sujetos sin uno de ellos). De modo que la otrora casi

sagrada “familia integrada” está dejando de ser una de las instancias de mayor impacto socializador.

La tendencia concuerda también con los resultados del censo reciente:

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El asunto es inquietante por cuanto el núcleo familiar es percibido aún como remanso protector de convivencia:

(Escalante, 2011 Op. Cit.)

En otros estudios se aprecia que la familia, como entidad valorativa, es poblacionalmente vista con un alto nivel de

importancia. Pero lo que se desconoce es la razón (Díaz-Guerrero, 2003). Resultados de estudios propios arrojaron un

inquietante contrasentido ya que a la vez que a la familia se le considera como un núcleo convivencial altamente aprobable,

también es percibido como núcleo de desintegración; en un caso como entidad de amparo y a la vez como entidad de

abandono y hasta amenaza (Gómez 2010a y Gómez, 2010b).

Si algo es demostrable en el México actual es que la familia nuclear, una de sus principales instituciones societales, parece

estar en proceso de dilución. Al respecto pueden mirarse algunas otras cifras:

a) La edad promedio en que se iniciaba la vida sexual hace 40 años era mayor que la actual.

b) Las inhibiciones, prohibiciones y tabúes alrededor del sexo eran más frecuentes y expansivas que en la actualidad: por

mencionar un simple ejemplo, a nadie sorprende hoy que en las telenovelas se muestren interacciones hombre-mujer de

relativa intensidad erótica; hace 40 años sólo se miraban en revistas de circulación restringida y hasta prohibida.

c) Es casi ya inexistente el culto a la virginidad premarital femenina.

d) Existe también hoy una menor estigmatización de la maternidad soltera, así como mayor tolerancia hacia otros hechos

culturales como la prostitución, la homosexualidad y las relaciones pre y extramaritales. Todo ello hace menos propicio el

que un hombre o una mujer depositen en su pareja todas las posibilidades por obtener satisfacción erótica, lo que es una de

las funciones básicas de la vida conyugal.

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e) Los mexicanos hoy conocen, a lo largo de su vida, a casi cinco parejas sexuales diferentes y mantienen un promedio de

96 actos sexuales al año.

DDiivvoorrcciioo..

Hipotéticamente, el matrimonio es una unidad de vida exclusiva y duradera; pero ya desde 2006 en todo el país, una de

cada 13 parejas se divorcia y en el Distrito Federal una de cada ocho (La Jornada, 8 de agosto, 2006).

En 1980, 4.3 mujeres de cada cien se divorciaban, mientras que en el 2000 lo hicieron 10.38 de cada cien; un incremento

mayor al doble. El incremento en el número de divorcios ha traído como consecuencia que la familia nuclear, compuesta

por padre, madre e hijos se halle en declive y que el número de hogares sostenidos por mujeres haya aumentado

(CONAPO, 2006).

En 1950 el país sólo registró 824 divorcios, más o menos el seis por ciento de los matrimonios de ese año. Con el tiempo

las cifras han crecido de modo caudaloso: en 1960 el divorcio rondaba el nueve por ciento, diez años después el 22 por

ciento, y en 1980 llegó a un 39%, siempre en relación al número de uniones de cada año. AAssiimmiissmmoo lla duración promedio

de la convivencia conyugal, según el censo de 2000, es de entre 6 y 10 años CONAPO, 2006).

Ahora bien, ya que la provisión de afecto recíproco es una de las funciones más importantes de la conyugalidad, resulta que

el cónyuge hoy representa a mucha más individuos del otro sexo ante el cónyuge, en contraste a lo que representaba hace

30 años (y hacia atrás); es decir: en 1970 una mujer representaba a unos 20 millones de mujeres para su cónyuge y un

hombre a otro tanto de millones de hombres. La carga representativa era mucho menor que en la actualidad, por ende las

posibilidades de distraer la dedicación de afecto es hoy multiplicada; lo que actúa razonablemente a contrasentido de la

consabida fidelidad.

Y ya que hace 40 años la concentración poblacional en las grandes ciudades era notoriamente menor que la actual, por ello

la interacción de cada persona con otras era notoriamente menos variada y menos numerosa que hoy. Baste reconocer que

en 2006 ya el 76.5% de la población habitaba centros urbanos (Aguayo, 2008, Op,Cit.).

Pero hay más: en el México del siglo XXI uno de cada 14 mexicanos es adulto mayor. Para 2020 será uno de cada ocho, en

2030 uno de cada 6, y en 2050 uno de cada 4. Es decir que 25% de la población será de la llamada “tercera edad”.

A esto se agregará una mayor esperanza promedial de vida para hombres y mujeres, que para 2050 se calcula de 81.3 años.

Y debido a que la longevidad promedio hoy es notablemente mayor que hace 40 años, en tales fechas, al conyugalizarse a

los 22 años, el significado de las palabras convivirás con tu pareja hasta que la muerte los separe, alcanzaba entonces una

perspectiva de duración promedio de 35-45 años; hoy el alcance de esas mismas palabras comprendería una convivencia

conyugal promedio de alrededor de 50-65 años. Es fantástico pensar lo difícil que eso debe parecerle a cualquier aspirante a

cónyuge, máxime si las interacciones afectivo-eróticas ya no son ni novedad ni tabú o actividad prohibida.

TTaalleess cciiffrraass iinnccuummbbeenn ddeessddee lluueeggoo aa oottrroo tteemmaa ddee hhoonnddaass pprreeooccuuppaacciioonneess ((mmuuyy lleejjooss ddee sseerr aassuunnttoo rreessuueellttoo)):: llaa iinnffiiddeelliiddaadd

ccuuyyaass ccaauussaass mmááss rreeccoonnoocciiddaammeennttee mmeenncciioonnaaddaass ssoonn monotonía, vida sexual deficiente, búsqueda de nuevas sensaciones,

venganza, percepción de libertad amenazada, o defectos de la pareja idealizada. Y sin embargo se desconoce con precisión

si hombres o mujeres son más propensos a ello.

Ya la Primera Encuesta Nacional sobre Sexo, realizada por Consulta Mitofsky (1999) indicaba que cuatro de cada 10

mexicanos consideraba normal la infidelidad, y 21% la toleraría; más del 65% de las personas entre hombres y mujeres

admitieron que efectivamente era polígamo. Pero además la masificación de los métodos anticonceptivos y una mayor

información sexual van a la par con que la infidelidad sea hoy más ejercida.

Cabe aquí una breve precisión conceptual: desde el punto de vista de cualquier ciencia social, la convivencia en pareja es

un hecho complejo; particularmente desde la psicología la convivencia conyugal se estudia para indagar la interacción y

satisfacción afectivas, apoyos económicos, interacción erógena, procreación, compañía consuetudinaria y hasta la trama de

complicidades. Las personas que conviven consuetudinariamente como pareja, troquelan su personalidad de manera

distinta a quienes no; éste es el nudo de la indagación psicológica.

Por ello para la investigación psicológica, el término jurídico “estado civil” y sus variantes, ofrece escasa riqueza para el

análisis, ya que no es lo mismo interrogar por si se es soltero o casado, que si se pregunta por si, siendo soltero, se ha tenido

o no convivencia conyugal previa y el grado de satisfacción.

Además, desde el punto de vista jurídico, estar casado implica contar con el documento para la unión pero, según cifras del

censo de 2000, una considerable cantidad de personas, jurídicamente casadas, no conviven con su cónyuge “legal”.

HHooggaarreess MMoonnooppaarreennttaalleess..

Para 2006 había casi tres millones de hogares a cargo de mujeres, los cuales albergan a aproximadamente diez millones de

personas. Casi el 25 por ciento de los hogares mexicanos lo sostienen predominantemente mujeres.

La proporción de familias dirigidas por mujeres (en áreas urbanas) es de poco más de 23%; en las ciudades de entre 100 mil

y un millón de habitantes, uno de cada cuatro hogares está dirigido por una mujer. Para 2006, las madres solas o por

separación suman alrededor de 1.7 millones de mujeres. Seis de cada 10 habían asumido la jefatura de su hogar, pero 27.6

por ciento residían con al menos uno de sus padres (CONAPO, 2006).

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El avance de este hecho mostró un incremento notorio, ya que en 2000 19% de los hogares mexicanos estaba dirigido por

una mujer (CONAPO, 2000) pero apenas 5 años más tarde alcanzó 23%.

Aún más, los hogares encabezados por viudas han cedido la primacía a los dirigidos por separadas o divorciadas: la

proporción de la primera modalidad disminuyó de 52.5 por ciento en 1976, a 35.9 por ciento en 1997; en cambio, la

segunda aumentó de 36.1 por ciento a 40.3 por ciento, respectivamente.

Pero la evolución de hechos asociados avanza con gran rapidez, de ello son elocuentes los datos arrojados entre el censo de

2000 y el conteo cinco años después:

Ahora bien, este panorama estructural es perfectamente asequible acudiendo a fuentes demográficas, pero desde la

perspectiva de estas páginas, son sólo indicios que suceden junto a cambios en las maneras poblacionales de pensar/sentir;

esto es: formas de percibir a la familia misma y la conyugalidad, lo que conduce a sostener que en la atmósfera cultural

gravitan ya valores radicalmente distintos a los que imperaron hasta fines de los años 80, distanciados del modelo

tradicional de familia nuclear.

Ello a su vez se emparenta con aspectos como la socialización valoral infantil, preparación y enfrentamiento de los

conflictos y rupturas familiar/conyugales, enfrentamiento de pater/maternazgos con hijos no propios, las prácticas de la

vida sexual y la constitución misma de las modalidades de familia, entre muchos más.

Tipo de hogar 1976 1982 1987 1992 1997

Nuclear 71.0 68.8 68.4 68.4 68.4

Estricto 6.1 5.5 6.4 6.4 7.1

Nuclear conyugal 58.1 56.3 55.2 55.0 52.8

Monoparental 6.8 7.0 6.8 7.0 8.5

Extenso 22.7 26.5 25.5 24.3 24.7

pareja sin hijos/ otros parientes 1.4 1.8 1.6 3.3 3.8

Pareja con hijos/ otros parientes 13.3 17.1 16.1 12.6 13.7

Jefe con hijos solteros/otros parientes 5.2 5.1 4.6 3.9 3.7

Jefe y otros parientes 2.8 2.5 3.2 4.6 3.5

Compuesto 1.5 0.8 1.2 1.0 1.0

Pareja sin hijos y otros no parientes 0.2 0.1 0.2 0.2 0.3

Pareja con hijos y otros no parientes 1.0 0.5 0.7 0.6 0.6

Jefe con hijos y otros no parientes 0.3 0.2 0.3 0.2 0.1

Unipersonal 4.2 3.5 4.3 5.5 5.4

Corresidentes 0.6 0.4 0.6 0.6 0.5

Total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

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Así, es perfectamente posible afirmar que uno de los problemas más relevantes para países como el nuestro, es que no

existe algo parecido a un núcleo de rasgos o valores nacionales homogéneamente asumido. En otras palabras: no hay por

ahora consensos incontrovertibles sobre lo que distingue el ser ciudadano mexicano, el llamado “sentir nacional”, lo cual es

otro indicados de que vivimos un desdibujamiento de la identidad poblacional como nación.

BB.. JJóóvveenneess hhooyy:: llaa ggeenneerraacciióónn CC.

En todo este estado de cosas, ha prohijado ya una franja poblacional en madurez: la Generación de la Crisis, esto es: la

población que está ocupando las directrices del país (con poco más de 35 años) nació y se desarrolló en un país de las

inestabilidades societales mencionadas.

Y claro que existe una denominación muy socorrida para describir a esta franja poblacional: por ejemplo “generación

equis” (y hasta “y”), denominaciones erróneas y pseudoteóricas; la de “generación X” proviene del título de una novela

escasamente trascendente y poco amena, además hecha película (Coupland, 1993) cuyos personajes centrales son tres

jóvenes anglosajones viviendo apatía, abulia, ironía e iconoclastias a fines de los años 80 e inicios de los 90; si eso fuese

extrapolable a los jóvenes mexicanos, abarcaría exclusivamente a jóvenes de estratos de altos ingresos; los llamados

“pirrurris”. El caso es que la mayoría juvenil mexicana está muy lejos de amoldarse al esquema de los personajes de la

novela pues en ella no hay nada parecido al fenómeno “NiNi”.

De regreso al punto, es destacable que aquella campaña contra la tasa de natalidad emprendida en los 70 ha desembocado

hoy en una cantidad de población joven menor que hace 30 años:

Cabe enfatizar que, no obstante el aumento de población adulta, en específico la mediana de población joven aumenta (26

años en 2010), lo cual es un incremento simultáneo al aumento de población de edad avanzada; lo cual es más elocuente en

la siguiente proyección demográfica para los próximos 40 años:

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En palabras escuetas: estamos ante uno de los últimos tramos de historia en que la población joven es mayoría demográfica.

Ahora bien, intentando una caracterización de los jóvenes actuales puede recurrirse a decir que entre sus rasgos vivenciales

promedio está su vestimenta un tanto extravagante, su lenguaje ríspido, música de cierto estruendo y monotonías sin

complicaciones armónicas, así como su aprobación y/o habituación actitudinal ante las drogas suaves, el distanciamiento

ante la participación en política, su vitalidad presentista y su alejamiento de ideaciones utopistas.

Así, puede decirse que en México quienes nacieron entre inicios de los 70 y principios de los 80 y que hoy cuentan con

edad cercana a 40 años, les tocó vivir infancia y adolescencia (el troquelado inicial de su socialización y por ende los

inicios de su formación valoral) con las dimensiones económica, política y valoral de la crisis del país como suelo y telón

de fondo.

Nacidos Dimensiones de la crisis Edad en 2011 Generación C-a inicios 70´s -- mediados de 80´s predominantemente económica alrededor de 40 años

Generación C-b mediados 80´s -- mediados 90´s económico/política casi 30 años

Generación C-c inicios/mediados de los 90 en adelante económico/política/valoral cerca de 20 años.

Conforme la crisis se ha ido extendiendo a lo largo de las últimas tres décadas, ha dejado un sedimento de efectos

perjudiciales en las generaciones emergentes. Si puede hablarse de que los nacidos a inicios de los 70 aún experimentaron

rasgos de relativa estabilidad, en contraste quienes nacieron a mediados de los 80, consolidaron sus años iniciales de vida

en un entorno de resquebrajamiento económico y enrarecimiento político. Pero particularmente quienes nacieron en los 90,

han padecido, como elemento socializante, la mezcla más intensa y concentrada de las dimensiones críticas del país y por

ello pudiera decirse que su subjetividad es la menos optimista, menos aprobatoria y más presentista que los demás

segmentos etáreos juveniles.

Ello es un hecho en extremo rico para la indagación psicológica, es decir preguntarnos cómo este segmento de población

joven ha asimilado subjetivamente tales condiciones, a diferencia de como las hemos asimilado quienes fuimos troquelados

mentalmente en condiciones societales y culturales muy distintas.

La generación de mexicanos que cuenta hoy con un máximo de 40 años, adquirió sus valores tempranamente (y ya se sabe

cuán impactantes son para el resto de la vida) de la mezcla de una familia promedialmente fracturada y una TV de

influencia societal expansiva (hasta la señal satelital asociada a la ampliación de los espacios virtuales de “navegación”

digitales) y que, desde mediados de los 80 cuando empezó su expansión explosiva, gana ya la carrera por el influjo valoral

ante la institución familiar.

Esa forja televisiva en la subjetividad de los jóvenes del presente, ha fomentado un privilegiamiento de la imagen por sobre

la palabra (lo que Sartori llama homo videns), que a su vez conduce a otro doble efecto: mientras más imágenes, son más

atrayentes e inculcantes sus contenidos, lo que a su vez ha fomentado que se les estigmatice como “ágrafos y/o

despreciativos de la lectura”.

Ahora bien, tomando en cuenta que no antes de 20 años la economía global del país recuperará los niveles de vida previos

al llamado “efecto Tequila” de diciembre de 94 (Alvarez, 2004) por ello para la mayoría de quienes cuentan por ahora con

alrededor de 20 años, no es previsible un futuro personal optimista. Y desde luego tal estructuración del país desemboca en

inquietantes perfiles actitudinales, perceptuales o valorales de la población joven.

Ya la encuesta nacional del Instituto Nacional de la Juventud de hace 11 años, destacaba algunos resultados inquietantes:

son crecientemente escépticos de las instituciones mexicanas; en las que escasamente confían estaban la iglesia (34.7 por

ciento), la familia (34.6 por ciento) y el gobierno (10.8 por ciento); las que menos apreciaban eran los MIM (4 por ciento),

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la escuela (3.6 por ciento), el ejército (2.9 por ciento), los sindicatos (1.8 por ciento), las agrupaciones de ciudadanos (1.6

por ciento) los partidos políticos (0.9 por ciento) y el Congreso (0.8 por ciento).

De los entrevistados en edad para votar, 84.1 por ciento contaba con credencial de elector; ocho de cada diez habían votado

alguna vez y siete de cada decena acudieron en las elecciones de 2000.

Respecto a expectativas competían el casarse (27%), con tener un buen empleo (27%) o un negocio propio (20%), seguido

por obtener una vivienda propia (14.9%); pero tener hijos (4.8 por ciento) o servir a los demás (3.3 por ciento) era de sus

proyectos menos apetecidos a futuro.

En concurrencia, una expresión elocuente del perfil generación C fue el movimiento universitario del CGH en 99-2000,

cuya tónica dominante fue la inacción de la mayoría estudiantil (sin soslayar la actuación de una franja pequeña de

antihuelguistas o supuestos promotores de la “excelencia” estudiantil).

En complemento, al mirar los resultados electorales de 2000, cuando la política dio un golpe de timón que esperanzó en

proporción inversa a su decepción en el presente, una porción significativa de jóvenes votó por Fox, el candidato de

orientación conservadora:

Edad PAN PRI PRD

a) 18-25 25% 19% 20%

b) 26-35 28 24 24

c) 46- a 24 33 25 (Covarrubias y Sofres julio 3. MM)

Edad Fox Labastida Cárdenas

a) 18-24 50% 32% 17%

b) 25-29 47 34 16

c) 30-34 49 34 15

d) 35-39 47 37 12 (Reforma, julio3, MM)

Esto indicaba ya que jóvenes coexistiendo con el movimiento universitario anticuotas 1999-2000, pertenecían a la misma

generación que votó por opciones alejadas de la izquierda. Cabe agregar que, a una década de su derrota, dicho movimiento

no parece haber heredado a los estudiantes un fermento político/civil crítico y participativo.

Reiterando, desde luego estos renglones pueden parecer una mirada en extremo pesimista; pero las perspectivas que ofrece

el estado actual difícilmente fomenta optimismos.

De acuerdo al análisis de la encuesta del INJ hace 5 años, sólo 49.7 por ciento de personas de 12 a 24 años estudian, y la

valoración juvenil predominante sobre la escuela es que se trata de un espacio para adquirir conocimientos y tener amigos,

muy por debajo del interés por conseguir un empleo o poner un negocio (INJ, 2007).

En concordancia, según la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ) advirtió que ante los diagnósticos nacionales

que revelan a un sector juvenil poco tolerante, con prácticas violentas y con escasa comunicación con sus padres, las

condiciones de tensión y angustia que revelan, podrían generar que en 15 o 20 años se tenga un México muy estresado, y si

ya se ha dado la voz de alarma, lo más urgente es atender las causas y desactivar un problema. Más aún: en Iberoamérica

se ha dejado de lado la formación para la democracia, para la vida en comunidad, pero también el fortalecimiento de

valores como la tolerancia y la solidaridad (La Jornada mayo 24, 2008).

De modo que la población de entre 12 y 29 años, son 36.2 millones y, según el censo reciente, representan la tercera parte

de la PEA y constituyen más de la mitad de la población; más aún, partiendo de datos de CONAPO (2011) según los cuales

del total poblacional de 112.3 millones (Censo 2010) hay 31.9 millones de jóvenes entre 14 y 29 años de edad; 13.2

millones son adolescentes (14-19 años), 9.9 son adultos jóvenes (20-24 años) y 8.8 de edad entre 25 y 29 años. Y respecto a

ellos, esquivando miradas apocalípticas, pueden mencionarse cifras recientes que indican el manto sombrío que envuelve

su existencia:

1 ) jóvenes (14 a 29 años) junto a los adultos mayores (mayores de 60) ocupan ya el mayor porcentaje del trabajo llamado

“informal” (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2008) es decir, el tipo de trabajo que menor protección ofrece a

quienes lo desempeñan (ambulantes) ya que no hay ni salarios fijos, ni descansos, seguridad al futuro, o protección a la

salud, INEGI, diciembre 2010: 35.6% desocupada, con estudios de educación media y superior y 22.15% forman parte del

subempleo. En total son 11 millones de jóvenes sin trabajo.

2) ya en este 2011 padecen el homicidio como primera causa de muerte

3) de acuerdo con INEGI la actual tasa de desempleo de jóvenes duplica la tasa general, y son ellos quienes tienen la

mayor fragilidad en su vida laboral ante un eventual escenario económico negativo (Didrikson, A., 2011 Proceso, febrero

20 p71),

4) uno de los aspectos más dramáticos es que 7.8 millones de jóvenes carecen de trabajo y opciones de estudio --en su

mayoría, mujeres dedicadas a quehacer doméstico-- (IMJUVE, 2011), los mal-llamados NiNis quienes, suele decirse, son

por ello codiciadamente reclutables por la violencia organizada, la mayor parte de ellos (70 por ciento) son hombres;

básicamente adolescentes (entre 14 y 19 años); sólo el 40.4% de la población entre 15 y 24 años asiste a la escuela y se

estima que alrededor de uno de cada cinco jóvenes entre 15 y 29 años ni estudia ni trabaja (INEGI, 2010)

Page 23: German Gomez

5) sólo 30% de los jóvenes en edad de cursar el nivel superior está inscrito en el sistema educativo. La cobertura

universitaria aún no alcanza el 34%, mientras que Argentina constituye el 60%, y en Chile y Panamá 45% (Proceso 2011

agosto 21). 6) al menos 75 mil jóvenes están enrolados en las filas del narcotráfico, la mayoría en tres de los más poderosos cárteles: Sinaloa, Zetas y Familia Michoacana (Cauce Ciudadano, La Jornada 2011 septiembre 6), y concurrentemente se ha incrementado la cantidad de menores detenidos.

7) México es además uno de los principales países de inicio temprano en el uso de drogas, con altos porcentajes

de jóvenes de quince años (Medina M. et al, 2011),

8) de acuerdo con el reciente Informe Nacional sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México del

Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social y el Fondo de Naciones Unidas para la

Infancia (SEP y UNICEF, 2010), a nivel primaria, el 72.5% de los alumnos y el 66.1 % de las alumnas reportó

haber sido objeto de alguna agresión física en los últimos dos años. En secundaria, la proporción fue de 64.1 %

para los varones y 53.4% para las mujeres. Así, en promedio, 64% de los alumnos de educación básica dijo haber

padecido una agresión. En primaria, 32.9% de los alumnos señaló como responsable de la agresión a un

compañero varón, 7.2% a un maestro y 2.7% al director (Saldívar et al, 2006), asimismo: al analizar la tolerancia

hacia la violencia en el noviazgo, encontraron que hasta el 27.5% de los jóvenes estudiantes de la Ciudad de

México mencionó haber ejercido coerción sexual hacia su pareja, y el 23.5% reportó haber sufrido este tipo de

violencia. Estos datos coinciden con la prevalencia de 28% de violencia durante el noviazgo reportada por

mujeres de escuelas públicas de Morelos (Rivera et al, 2006).

De no mediar programas efectivos de prevención muchas de estas mujeres maltratadas durante el noviazgo

sufrirán también de violencia durante el matrimonio. (Medina M. et al, 2011, pp12 y 14)

9) en 2005 la tasa de mortalidad por homicidio en jóvenes de 15 a 17 años era de 2.3% y la de suicidios de 2.1%. Tan

sólo cinco años después, en 2009, los datos fueron de 10.1 y 5.9 por ciento (SINAIS, 2010).

10) la franja de edad entre 18 y 35 años suma 59% del total de delincuentes (ICESI, 2008 p72).

De modo que estamos en el umbral de quizá un largo periodo en que la población joven ya no sea mayoritaria.

C. Final.

Desde luego que la crisis valoral, tema principal de estos renglones, no se compone exclusivamente de 4 elementos.

Sólo fueron considerados aquí cuatro que parecen ameritar miradas psicosociales atentas. Pero interrogarnos sobre cuál

pudiera ser el derrotero valoral del país, dependerá en gran medida de reflexionar con detenimiento sobre las implicaciones,

condiciones precedentes y desde luego los “escenarios” posibles.

Algunos rasgos han adquirido ya un perfil hacia el futuro en cierto modo “adivinable” para los próximos 10 años , pero

otros no.

Para el caso de corruptofilia y delincuencialidad no se ve futuro inmediato abatible; desde luego es difícil decir qué sería

preferible o primordial enfrentar; pero sí puede mencionarse que el combate a la delincuencia, especialmente aquella

asociada a la operación de los narcocárteles, pudiera mermarse sensiblemente para los siguientes 5-10 años; pero no parece

así con la corruptofilia; para aniquilarla parece necesario una generación poblacional anticorruptofílica de renuevo, ya que

su incremento y expansión, acaecidos desde fines de los 80 no parece posible de erradicarse entre las generaciones que lo

hemos hecho un ingrediente cultural “normal” y hasta imprescindible.

Respecto a la catolicidad puede preverse una recuperación parcial en los años próximos, especialmente entre población

joven, ya que las iniciativas políticas del alto clero en los lustros recientes muestran signos de avance, por ejemplo el

permiso para el culto público masivo, la expansión de escuelas clericales o de sostén clerical, la abierta filiación católica de

altos gobernantes, el sostenimiento del fanatismo guadalupano y la creciente aparición de personajes clericales en pantalla

de TV. Ello se aúna a los crecientes rasgos de presentismo y apoliticidad juveniles visibles durante estos años del nuevo

siglo, de modo que no parece haber en el horizonte indicios de que tales rasgos juveniles se atenuarán; más bien es

previsible que se agudizarán aún más.

Page 24: German Gomez

Por su parte, la credulidad ante TVpantalla tal vez sea el signo más refractario a los cambios durante los próximos decenios,

ya que la especialización del influjo televisivo se acrecentará tanto con la digitalización como con una más aguda

concentración del futuro digital en el duopolio TVcrático; pero además porque el muro que pudiera detener su avance, la

formación educativa formal, no parece tampoco robustecerse para, al menos, los siguientes dos lustros.

Por su parte el de la estructuración familiar y la conyugalidad asociada, no parecen escenificar retrocesos para los

siguientes 10-15 años ya que las condiciones societales circundantes hacen improbables algunos retrocesos (longevidad,

edad de iniciación sexual, posposición de pactos conyugales, restablecimiento de familias longevamente nucleares,

segregación de centros urbanos, transformación a formas rurales de convivencia, desvanecimiento de tabués sobre

sexualidad y conyugalidad, entre muchos más).

Pero, desde una visión integral, no es posible reivindicar la candidez de que la psicología pudiera ser el ariete

profesiográfico para solucionar problemas de tal magnitud; ni siquiera cabe pensar que será de las ciencias/profesión más

decisivas.

Lo único que sí cabe afirmar sin titubeos es que su papel será de importancia concurrente; lo cual empieza a notarse en

ámbitos como los forenses o tratamientos sanitarios, por mencionar sólo un par de ellos.

En otras palabras, será necesaria una atención exopsicológica (profesional, científica y de centros tanto empresariales como

gubernamentales) aunado a demógrafos, urbanistas, sociólogos, antropólogos y comunicólogos, junto con médicos,

criminalistas y juristas, que potencialice el desarrollo actual de la psicología.

Pero para ello será obligada una transformación de teorías y modos de intervención profesional; por ejemplo, remontar la

persistente actuación “clínica” cuya acción tiene por eje la atención posterior al daño, e individualizada; es decir, será

necesaria una acción más bien preventiva (no sólo remedial o “terapéutica”) y de amplio espectro (no sólo individualizada

“en la consulta”).

Y es que hechos como la “naturalización” de la violencia extrema ha construido un horizonte valoral en que los asaltos son

asumidos como algo común, lo que ha llevado a que la percepción poblacional deplore sólo los casos en que hay saña. En

esa atmósfera las posibilidades de que los atentados a la vida aumentan su ocurrencia, pues la cantidad de muertes

mencionadas, sea abiertamente en los MIM o sotto voce en la comunicación oral cotidiana, disminuyen las precauciones y

los escrúpulos de quienes son parte de la delincuencia, sean o no parte de las huestes de narcotraficantes.

Desde luego un influjo decisivo ejercen la impunidad con 98.5% de los ilícitos que no terminan en condenas (La Prensa,

2010, nov.7), lo que significa que cualquier acto delictivo cuenta con sólo el 1.5% de probabilidades de ser penalizado; y la

“cifra negra” (ilícitos sin denuncia) que alcanza el 78% de casos (ICESI, 2009).

En fin, estos renglones cumplen sólo una función de tenue llamado de alerta sobre hechos que delinean un México al futuro

no apetecible, y por ello exigen miradas –y planes de actuación- no complacientes ni pusilánimes…

DD.. BBiibblliiooggrraaffííaa..

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