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Page 1: Generacion@ juvenil - Carlos Feixa

NÓMADAS76

GENERACIÓN @LA JUVENTUD

EN LA ERA DIGITAL

Carles Feixa*

* Profesor de Antropología e Historia de la Juventud en la Universitat de Lleida, (Cata-luña-España). E-mail: [email protected]

El presente ensayo es un intento de formular un modeloteórico sobre las transformaciones contemporáneas en la cul-tura juvenil, que fija su mirada en los cambios en las concep-ciones del tiempo y en las modalidades del consumo culturalde los jóvenes. Puesto que no resulta fácil conceptualizar ten-dencias de cambio en curso, preferimos reflexionar a partir deuna serie de metáforas, que pueden servirnos para repensarlos perfiles contradictorios de este proceso. Nos basaremos enla metáfora del reloj, como símbolo e instrumento para medirel paso del tiempo, pues ilustra distintas estrategias de cons-trucción cultural de las biografías juveniles.

The present essay is an attempt to formulate a theoreticalmodel of the contemporary transformations of youth culture.This model focuses on the transformations of the concept oftime and on the modalities of cultural consumption of youngpeople. Because it is not easy to conceptualize the tendenciesof change happening today, we chose to reflect using a seriesof metaphors that can be useful for rethinking thecontradictory profiles of this process. We are going to usethe metaphor of the clock as a symbol and an instrument tomeasure the passing of time, because it illustrates differentstrategies of cultural construction of youth biographies.

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Distinguimos tres tipos derelojes –el de arena, el analógicoy el digital- que corresponden aotras tantas modalidades de con-sumo cultural por parte de los jó-venes. El reloj de arena representaun modelo pre-moderno de tran-sición a la vida adulta, basado enuna concepción cíclica del tiem-po, prevaleciente en las socieda-des tradicionales y en lasprimeras fases de la in-dustrialización; el consu-mo cultural tiene lugaren un espacio local, en elque no existe una cultu-ra juvenil autónomarespecto a la cultura pa-rental ni a la culturahegemónica. El relojanalógico representa unmodelo moderno detransición a la vida adul-ta, basado en una con-cepción progresiva deltiempo, dominante du-rante la era industrial; elconsumo cultural tienelugar en un espacio na-cional, en el que el jovense convierte en sujeto/objeto de mercantili-zación, una de cuyasexpresiones es la emer-gencia de una subculturajuvenil con grados signi-ficativos de autonomíarespecto a las culturasparentales y hegemó-nicas. El reloj digital, fi-nalmente, corresponde aun modelo posmodernode transición a la vida adulta, ba-sado en una concepción virtual deltiempo, que empieza a configurar-se en este cambio de milenio; elconsumo cultural tiene lugar cadavez más en un espacio global, quegracias a la emergencia de la so-

ciedad digital facilita la apariciónde nuevas microculturas juvenilesque transitan de la tribu a la red.El término “generación @” puedeservir para expresar tres tendenciasde cambio que intervienen en esteproceso: en primer lugar, el acce-so universal -aunque no necesaria-mente general- a las nuevastecnologías de la información y de

la comunicación; en segundo lu-gar, la erosión de las fronteras tra-dicionales entre los sexos y losgéneros; y en tercer lugar, el pro-ceso de globalización cultural queconlleva necesariamente nuevasformas de exclusión social.1

Introducción. Laconstrucción temporalde lo juvenil

Todo sucede como si la ri-tualización de las interac-ciones [sociales] tuvieracomo efecto paradójicoofrecer toda su eficacia so-

cial al tiempo, nuncatan activo como enaquellos momentos enque no pasa nada, soloel tiempo: ‘El tiempo,se dice, trabaja para él’(Bourdieu, 1980: 181).

La historia social dela construcción culturalde la biografía, es decir,de las formas mediantelas cuales cada sociedadorganiza el ciclo vital ylas relaciones entre lasgeneraciones, no se pue-de abordar utilizandoel lenguaje académicohabitual, pues remite atérminos, concepciones yvalores connotados se-mánticamente y profun-damente cambiantes en elespacio y en el tiempo.Por ello quizá sea másoportuno reflexionar so-bre este proceso median-te el uso de metáforas,que nos invitan a mirar larealidad a partir de com-paraciones e imágenes enmovimiento (desde unapelícula en proceso de

montaje más que a partir de fotosfijas). Propongo tomar en conside-ración la metáfora del reloj, que nosservirá para interpretar los mecanis-mos utilizados en distintos lugaresy momentos para medir el acceso ala vida adulta. Naturalmente, el

“Photo Metro” (E. U.), 1994

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reloj mide el tiempo cronológico,pero también puede simbolizar eltiempo biológico y, sobre todo, eltiempo social. En la medida en quelas edades son estadios biográficosculturalmente construidos, que pre-suponen fronteras más o menoslaxas y formas más o menosinstitucionalizadas de paso entre losdiversos estadios, podemos consi-derar al reloj como un marcadorsocial de estas fronteras y de estospasos. Desde esta perspectiva, laevolución histórica del reloj puedeservirnos para ilustrar la evoluciónhistórica del ciclo vital (y de ma-nera más específica, la evoluciónhistórica de la relación entre juven-tud y consumo cultural).2

La mayor parte de los sistemascronológicos conocidos han sido denaturaleza religiosa o mitológica,aunque desde hace siglos se cono-cen diversos procedimientos paramedir el paso de los años, las esta-ciones, los días y las horas. Cuandomiramos nuestro reloj de pulsera,lo que observamos es una versióncondensada –metafórica- de la his-toria de la civilización: la divisióndel día en 24 horas procede delantiguo Egipto (donde se inventóel reloj de sol); la división de lahora en 60 minutos, del sistemamatemático sexagesimal de los an-tiguos mesopotámicos; la esfera ylas manecillas movidas por un me-canismo interno surgieron en laEuropa medieval, se perfeccionaronen la época moderna y se difun-dieron masivamente con la indus-trialización gracias a relojerosamericanos y suizos; los circuitoselectrónicos en los que se basan losrelojes actuales (de cuarzo, atómi-cos o digitales) se aplicaron en lasegunda mitad del siglo XX, popu-larizándose gracias a las marcas ja-

ponesas. De igual manera, cuandoobservamos el comportamiento delos jóvenes de hoy, vemos entremez-clados ritmos biológicos y socialespresentes en toda la especie (lapubertad, el matrimonio); ritos depaso institucionalizados por las ci-vilizaciones antiguas (la mayoría deedad, la milicia); espacios festivossurgidos en la sociedad rural euro-pea (el carnaval); tiempos de for-mación y de ocio producto de laindustrialización (la escuela, losmass media), y espacios de ociosurgidos con la posmodernidad (losvideojuegos, la música tecno).

Propongo tomar en considera-ción a tres relojes -el de arena, elanalógico y el digital- como símbo-los de otras tantas modalidades cul-turales. El primero se basa en unaconcepción natural o cíclica deltiempo, dominante en las socieda-des preindustriales. El segundo sebasa en una concepción lineal oprogresiva del tiempo, dominanteen las sociedades industriales. Eltercero se basa en una concepciónvirtual o relativa del tiempo, emer-gente con la sociedad postin-dustrial. Estos tres tipos de relojpueden ponerse en relación contres formas distintas de construc-ción social de la biografía. En unensayo clásico, Margaret Mead(1977) propuso una tipología so-bre las formas culturales a partir delas modalidades de transmisióngeneracional: las culturas post-figurativas, correspondientes a lassociedades primitivas y a pequeñosreductos religiosos o ideológicos,serían aquellas en las que “los ni-ños aprenden primordialmente desus mayores”, siendo el tiempo re-petitivo y el cambio social lento;las culturas cofigurativas, correspon-dientes a las grandes civilizaciones

estatales, serían aquellas en las que“tanto los niños como los adultosaprenden de sus coetáneos”, sien-do el tiempo más abierto y el cam-bio social acelerado; y las culturasprefigurativas, que según Mead es-taban emergiendo en los años se-senta de este siglo, serían aquellasen las que “los adultos tambiénaprenden de los niños” y “los jóve-nes asumen una nueva autoridadmediante su captación prefigurativadel futuro aún desconocido”(Mead, 1977: 35).3

El esquema seudoevolucionistade Mead, por supuesto, es simpli-ficador en exceso, pero puede ser-virnos para reflexionar sobre lametáfora del reloj. Desde esta pers-pectiva, en las culturas post-figurativas, como en el reloj dearena, prevaldría una visión circu-lar del ciclo vital, según la cual cadageneración reproduciría los conte-nidos culturales de la anterior; enlas culturas cofigurativas, como enel reloj analógico, prevaldría unavisión lineal, según la cual cada ge-neración instauraría un nuevo tipode contenidos culturales; las cultu-ras prefigurativas, finalmente, comoel reloj digital, instaurarían una vi-sión virtual de las relacionesgeneracionales, según la cual se in-vertirían las conexiones entre lasedades y se colapsarían los rígidosesquemas de separación biográfica.Si el reloj simboliza en cada caso lamedida del tiempo biográfico, po-demos considerar a los grados deedad como una metáfora del cam-bio social. Es decir: las formas me-diante las cuales cada sociedadconceptualiza las fronteras y lospasos entre las distintas edades sonun indicio para reflexionar sobre lastransformaciones de sus formas devida y valores básicos.

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Las “culturas de edad” puedenanalizarse desde dos perspectivas:en el plano de las condiciones so-ciales, entendidas como el conjun-to de derechos y obligaciones quedefinen la identidad de cadaindividuo en el seno de unaestructura social de-terminada, las cul-turas de edad seconstruyen con ma-teriales provenientesde las identidades ge-neracionales, de gé-nero, clase, etnia yterritorio. En el pla-no de las imágenes cul-turales, entendidascomo el conjunto deatributos ideoló-gicos y simbólicosasignados y/o apro-piados por cada in-dividuo, las culturasde edad se traducenen estilos más o me-nos visibles, que in-tegran elementosmateriales e inma-teriales heterogé-neos, que puedentraducirse en formasde comunicación,usos del cuerpo,prácticas culturalesy actividades foca-les. Las condicionessociales se configu-ran a partir de unainteracción básicaentre cultura hege-mónica y culturasparentales. La cultu-ra hegemónica refle-ja la distribucióndel poder cultural a escala de la so-ciedad más amplia. Las culturasparentales pueden considerarsecomo las grandes redes culturales,

definidas fundamentalmente poridentidades étnicas y de clase, enel seno de las cuales se desarrollanlas culturas de edad, que constitu-yen subconjuntos. Refieren las nor-mas de conducta y valores vigentesen el medio social de origen de cada

individuo. Pero no se limitan a larelación directa entre “padres” e “hi-jos”, sino a un conjunto más am-plio de interacciones cotidianas

entre miembros de generacionesdiferentes, en el seno de la familia,el vecindario, la escuela local, lasredes de amistad, las entidadesasociativas, etc. Las imágenes cul-turales se configuran a partir deuna interacción básica entre

macroculturas ymicroculturas. Lasmacroculturas re-fieren las grandesinstancias socialesque forman/infor-man a los indi-viduos en cadasociedad. Las mi-croculturas refierenlas pequeñas uni-dades sociales quefiltran, seleccio-nan y perciben lasformas y conteni-dos de esta forma-ción/información.

La medida deltiempo, en cadareloj, expresa laconexión entre con-diciones sociales eimágenes cultu-rales, y se traduceen distintas moda-lidades de tránsito(las fronteras y lospasos entre las dis-tintas categorías deedad). Ello remitea tres tipos derituales, que mar-can simbólicamen-te estos tránsitos:los ritos de paso,fundamentales enlas sociedades pre-

modernas, basadas en un mecanis-mo de reproducción social; los quepueden denominarse ritos de cuer-da, fundamentales en las socieda-

“Pabellón Cero”, Raúl Ortega

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des modernas, basadas en un me-canismo de “transición social”; y losque pueden denominarse ritos deatemporalidad, fundamentales en lassociedades posmodernas, basadasen un mecanismo que puede deno-minarse “nomadismo social”. Pues-to que la sociedad industrial nos haacostumbrado a la concepción deque el tiempo es oro, podemos su-poner que estos ritos no solo filtranhoras, sino también mercancías (ypor tanto, acceso al consumo cul-tural). Resumiré a continuación es-tas tres metáforas, abordando, paracada una de ellas, elmecanismo de fun-cionamiento delreloj, su proceso dedifusión social, y susimplicaciones enlas representacio-nees sociales deltiempo y en las imá-genes culturalessobre la edad. Aca-baré resumiendoestas nocionesmediante la ayudade tres f iguras ,que pueden ayu-darnos a visualizarlas continuidadesy los cambios enlas imágenes culturales de lajuventud.

El reloj de arena

Las clepsidras de arena apa-recieron más bien tarde. Fue-ron ampliamente usadas abordo de las naves para medirla duración del servicio deguardia de los marineros y lavelocidad de las naves(Cipolla, 1999: 15).

Las culturas preindustrialesutilizaron diversos instrumentospara medir el paso del tiempo:relojes de agua, de sol, de arena.En todos los casos se trata de he-rramientas que utilizan formas deenergía naturales y cuyo grado deprecisión es escaso y depende tan-to de las condiciones del medioambiente como de la óptica delobservador. No hay nada muy pre-ciso con respecto a estas unida-des, por lo que lo esencial no estanto calcular con exactitud losaños y las horas sino ser capaz de

prever la periódica repetición delas estaciones y ciclos temporales.El reloj de arena se basa en unaconcepción natural del tiempo (laley de la gravedad que permiteque la arena vaya filtrándose y lafuerza humana que da la vuelta alreloj una vez la arena ha pasadodel todo). Como el reloj solar, sumecanismo remite a la naturalezacíclica del tiempo, simbolizada enla sucesión día-noche, sol-som-bra, arriba-abajo. Pero mientras elreloj solar era utilizado para me-dir ciclos diarios y estacionales, el

reloj de arena servía para medirlapsos cortos (las horas canónicas,el tiempo de cocción).

El reloj de arena puede servirpues para representar la visión cí-clica del ciclo vital, basado en larueda de las generaciones, cada unade las cuales repite ad infinitum elcomportamiento de la anterior. Se-gún la terminología de Mead, loshijos aprenden de sus padres y abue-los, que constituyen el único refe-rente de autoridad, y repiten demanera posfigurativa, y con escasas

modificaciones, lasfases vitales, ritosde paso y condicio-nes biográficas porlas que pasaron suspadres. Se trata deltipo de construc-ción cultural de lasedades vigente enla mayor parte desociedades tribales,estatales y campe-sinas que han exis-tido en la mayorparte de la historiade la humanidad.En nuestra socie-dad, esta modali-dad de transmisión

generacional persiste en aquellasinstituciones, como la escuela, elejército, las iglesias o el mundo la-boral, en las que las estructuras deautoridad están muy asentadas, yen las que la edad o veteranía si-gue siendo uno de los pilares delpoder y del saber. El predominio delpasado corresponde a un grado muyprecario de mercantilización de laeconomía, por lo que la juventud(en la medida en que este estadiose reconozca socialmente) no sólotiene una nula presencia en el con-sumo cultural (pues no hay feed-

“Con las imágenes a cuestas”, México. Roberto Córdoba Leyva

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back entre oferta y demanda), sinoque tiene una escasa contribucióna la innovación cultural (que es so-cialmente reprimida).

Si nos fijamos en la figura 1, po-demos considerar que cada indivi-duo pone en movimiento su relojde arena a partir de una serie decondiciones sociales de partida re-lativamente rígidas, determinadaspor su origen: la edad, el sexo, elrango, el linaje y el lugar de naci-miento y residencia (aunque losgranos de arena sean de distintocolor, cuando se mezclan parecenidénticos). Estas marcas se transmi-ten a partir de tres grandes instan-cias sociales (la familia, lacomunidad y las estructuras de po-der), que median en las relacionesmás o menos conflictivas entre lacultura parental (las formas de viday valores vigentes en el medio so-cial de origen) y la culturahegemónica (las formas de vida yvalores propuestos como modelodominante en aquellas sociedadesen las que se establece un accesodesigual al poder y a los recursos).Todos estos elementos convergende manera natural en el momentodel rito de paso, que suele coinci-dir con la pubertad física o social yacostumbra a marcar el tránsi-to hacia la condiciónadulta (ésta suele es-tar limitada a losvarones, e inclu-so a los prove-nientes

de determinados rangos sociales).Tras el rito de paso, una especie desegundo nacimiento en el que el in-dividuo ha de pasar por una fase deseparación y otra de integración, seincorpora en la sociedad con unnuevo estatus laboral, matrimonial,reproductivo, político y festivo. Elconsumo cultural de los jóvenes selimita a este último espacio, ellúdico, pues es el único en que seles permite un protagonismo nomediatizado (la fiesta del carnavalen la Europa rural, o las celebracio-nes asociadas al sistema de cargosen América Latina, serían ejemplosde estas rupturas cíclicas del ordengeneracional). Los sistemas de rol-estatus correspondientes a cadaedad se legitiman y justifican me-diante una serie de imágenes cul-turales, expresadas en los sistemasmítico-rituales, e interiorizadas me-diante una serie de ámbitosmacroculturales (es decir, vigentesa escala de toda la sociedad y ex-presadas normalmente através de la reli-gión) y micro-culturales(es decir,

vigentes en ámbitos sociales más re-ducidos y expresados normalmen-te a través de los grupos de pares).Cuando el ciclo acaba, se da lavuelta al reloj de arena, para quelas imágenes culturales puedan denuevo verterse sobre las condicio-nes sociales y se complete la ruedagenealógica de las generaciones. Encualquier caso, todo el procesoacostumbra a efectuarse en el senode un espacio local (tribal, rural,municipal), y conlleva una concep-ción “orgánica” de la edad, queequipara a cada colectivo genera-cional con una parte del cuerpohumano (y que proscribe, por tan-to, una rígida separación de losestatus sociales según la edad, elsexo y el rango). Se trata, en defi-nitiva, de una visión “orgánica” dela juventud, que funciona como unmecanismo cuasi biológico de “re-producción social”.

Goya

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El reloj analógico

No fue el motor de vaporsino el reloj la máquina de-cisiva de la era industrialmoderna (Mumford, 1934;citado en Barnett, 2000:67).

Aunque el reloj mecánico ha-bía sido inventado en el siglo XIII,durante mucho tiempo se limitó apresidir campanarios y torres deedificios públicos. Setrataba de la primeramáquina totalmenteautomática, obra de re-putados artesanos, cuyocomplicado engranajefue ejemplo para otrasmáquinas. La base delmecanismo es un péndu-lo, que se debe alimen-tar constantemente:funciona mientras se le dacuerda y se para cuandola cuerda se acaba. Su ex-pansión ha de ponerse enrelación con el nacimien-to de la nueva civilizaciónurbana (del tiempo de las catedra-les al tiempo de los mercaderes).4

Pero no fue sino hasta el siglo XIX,una vez la revolución industrial ha-bía triunfado, cuando su uso em-pezó a extenderse: el reloj barato,de pulsera, aparece en Suiza en1865 y en América en 1880: su usose va extendiendo a todos los sec-tores sociales, siendo un símbolo demodernidad (todavía hoy algunosritos de paso -como la comunión ola confirmación- se marcan con elregalo de un reloj, que conviertesimbólicamente al individuo en unser adulto). Con el surgimiento delcapitalismo industrial, empezó adifundirse una concepción lineal oprogresiva del tiempo, que reque-

ría técnicas para medirlo cada vezmás precisas y universales, instru-mentos que permitan sincronizarcon precisión las actividades de lagente, señales auditivas y visualesque marquen el comienzo o el finde una actividad.

El reloj mecánico o analógico(por fundarse en un sistema numé-rico continuo, no binario), se basaen una concepción lineal del

tiempo, carac-terística de la civilizaciónindustrial o moderna. Su funciona-miento surge de un artilugio mecá-nico: es preciso darle cuerdaperiódicamente para que no separe. Si se alimenta continuamen-te, el tiempo fluye siempre adelan-te, de la misma forma que lasociedad progresa. El futuroremplaza al presente. Si trasladamosesta concepción a la sucesión de lasgeneraciones, cada generación as-pira a vivir mejor que la anterior ya no reproducir sus contenidos cul-turales. La sucesión de las genera-ciones expresa el proceso decambio social más o menos acele-

rado, pero también conlleva laemergencia de la brecha y del con-flicto generacional: educadas segúnconcepciones distintas del tiempo,los grupos de edad tienen expecta-tivas diferentes respecto al pasadoy al futuro. Según la terminologíade Mead, los hijos aprenden sobretodo de sus coetáneos, que cons-tituyen un nuevo referente deautoridad, e innovan de manera

cofigurativa, con cons-tantes modificaciones,las fases vitales, ritos depaso y condiciones bio-gráficas por las que pa-saron sus padres. Ennuestra sociedad, estamodalidad de transmi-sión generacionalpersiste en aquellasinstituciones, como eltiempo libre, las aso-ciaciones juveniles y elmercado, en las que las

estructuras de autoridadestán repartidas, y en lasque la jerarquía de edadse difumina, pero la edad

como un todo sigue siendoun referente de clasificación

social. Así como el reloj mecá-nico liberó al tiempo de su rela-

ción con los ritmos de la naturaleza,e hizo de él algo abstracto y autó-nomo, un ente en sí mismo, podría-mos también suponer que lainvención de la juventud comonueva categoría de edad, con ten-dencia a la autonomía y a la crea-ción de un mundo propio, supusola consolidación del carácter artifi-cial de las divisiones etarias.

Si nos fijamos en la figura 2, elfuncionamiento del reloj analógicose basa en darle cuerda, manual omecánicamente: ello simboliza elproceso de inserción social, me-

“L’ Age d’or”, 1931. L. Buñuel & S. Dali

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diante el cual el individuo se so-cializa ocupando una serie de nue-vos roles y estatus sociales, por losque va progresando por una seriede estadios vitales (infancia, ju-ventud, adultez, vejez), que nor-malmente corresponden a otrostantos roles sociales (juego, educa-ción, trabajo-familia, retiro). Lascondiciones sociales constituyen elmecanismo interno, normalmenteinvisible. Las rígidas separaciones dela sociedad preindustrial, basadas enel nacimiento, se vandifuminando, pero nodesaparecen: la nociónmás social de generaciónsustituye a la más bioló-gica de edad; el génerocomo construcción cul-tural sustituye al sexo; laclase basada en la posi-ción en el sistema produc-tivo (que permite losascensos y descensos so-ciales) sustituye al sistemade rangos más rígido; lanoción política deetnicidad remplaza al lina-je basado en el sistema deparentesco y el Estado-nación susti-tuye al espacio local como lugar deconvivencia. Mientras la familia(cada vez más nuclear) y el vecin-dario (cada vez más urbanizado) si-guen configurando las culturasparentales (cada vez más hetero-géneas, a partir de divisiones funda-mentadas en la noción de clase), lacultura hegemónica se expresa en laescuela (la gran invención moder-na asociada al sistema de edad) y enel trabajo industrial (como mecanis-mo de asignación de roles sociales),aunque basa su prevalencia en la dis-tribución del poder económico y po-lítico que converge en el mercado yen el estado (ya sea autoritario o de-mocrático).

Las imágenes culturales expre-san los cambios sociales que fluyencon el paso de las horas que mar-can las manecillas del reloj. Estasponen de manifiesto la ruptura delmonolitismo cultural prevalecien-te en las culturas postfigurativas,con la aparición de códigos segre-gados según los grupos de edad:las diferencias en el lenguaje (ver-bal y no verbal), la estética (o lamoda), la ética (o los sistemas de

valores), lasproducciones culturales(progresivamente mercantilizadas)y las actividades focales (progresi-vamente centradas en la sociedaddel ocio), van creando las condi-ciones no sólo para la “invención”de nuevas categorías de edad (comola adolescencia y la jubilación),sino para la emergencia de “cultu-ras” basadas en la edad (el ejemplomás emblemático sería la emergen-cia de la cultura juvenil tras la Se-gunda Guerra Mundial). Estasculturas de edad tienen dos ámbi-tos de expresión: las llamadas“macroculturas” (redes culturalesde ámbito general o universal,

como los medios de comunicacióny el mercado del ocio) y las “micro-culturas” (redes culturales localiza-das, como el grupo de pares, lasasociaciones juveniles y las tribusurbanas). Se trata, en definitiva, deuna visión “mecánica” de la juven-tud, que funciona a manera de“metáfora” del cambio social (in-cluyendo la aparición de brechas yconflictos entre las generaciones).

El reloj digital

En un reloj digitalno hay ni una pie-za móvil. No se venada, sólo una pe-queña batería, unapequeña cápsulacon el cristal decuarzo, un peque-ño circuito elec-trónico (Barnett,

2000: 153).

El reloj digital (que sebasa en un sistema

binario de cálculo matemáti-co, que funciona mediante

dígitos) se hizo posible gracias aldescubrimiento de que era facti-

ble transferir las vibraciones regu-lares del cristal de cuarzo a lasmanecillas del reloj (en 1928), aun-que su difusión es fruto de los avan-ces en la informática desdemediados de este siglo. Se trata enesencia de un microchip, cuya ener-gía proviene de unas pilas o de lacorriente eléctrica. Los chips, quese han ido miniaturizando, estánpensados para medir el tiempo congran precisión (mientras la frecuen-cia de la corriente alterna era deunos 50 ciclos por segundo, la delmicrochip es de unos 300 millo-nes). Mientras el reloj de arena cal-

“Fetuccine al pesto”,1994, Alberto Tovalín

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culaba aproximadamente los minu-tos, y el reloj analógico los segun-dos y décimas, el reloj digitalpermite establecer con enorme pre-cisión las centésimas, milésimas,etc. Su uso se difunde en el últimocuarto del siglo, cuando los japo-neses inventan elreloj digital de pul-sera, abaratandosus costos y difun-diéndolo por todoel planeta. De ma-nera progresiva, elreloj digital se ex-tiende a todo tipode aparatos elec-trónicos, rigiendosu funcionamientointerno: televisores,radios, electrodo-mésticos, tempo-rizadores, sistemasde seguridad, etc.Con la aparición delos ordenadorespersonales, la con-cepción del tiempoen que se basa segeneraliza. En losúltimos años, los re-lojes digitales setransforman y perso-nalizan, difundiendouna “filosofía de ladesaceleración”,basada en una con-cepción menos agi-tada y más pluraldel tiempo: sur-gen relojes para eldisfrute, relojesde diseño, relojesecológicos (que in-corporan conden-sadores en lugar de pilas), etc.5

De alguna manera, el relojdigital “traduce” en la vida cotidia-

na las revolucionarias concepcio-nes sobre el tiempo implícitas en lateoría de la relatividad de Einstein.Con la emergencia de la posmoder-nidad, la medida del tiempo se hacemucho más precisa y ubicua (los re-lojes están omnipresentes en cual-

quier rincón de nuestra vida coti-diana), pero al mismo tiempo mu-cho más relativa, descentrada yambivalente (el tiempo depende

del contexto espacial desde el quese calcula, no tiene un único orga-nismo que lo regule y puede estaren función de la perspectiva de di-versos observadores). Una de las ca-racterísticas del tiempo digital es quepermite reprogramar constantemen-

te el inicio, final,duración y ritmo deuna determinadaactividad: se crea unauténtico tiempo“virtual”, cuya “rea-lidad” depende delámbito en el que seproduce. Los video-juegos, por ejem-plo, generan unaespacialidad y tem-poralidad propias,que condiciona lapercepción socialde los actores.

El reloj digitales el símbolo em-blemático de lacivilización pos-industrial o posmo-derna, basada enuna concepcióndel tiempo que po-dría calificarse de“virtual”. Según laterminología deMead, son los pa-dres los que empie-zan a aprender desus hijos, que cons-tituyen un nuevoreferente de auto-ridad, y dislocande manera postfigu-rativa, las fases ycondiciones bio-

gráficas que definen el ciclo vital,suprimiendo la mayor parte de ri-tos de paso que las dividen. En nues-tra sociedad, esta modalidad de

David Bailey, 1983

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transmisión generacional se expresasobre todo en aquellas instituciones,como los medios de comunicaciónde masas, las nuevas tecnologías dela información, los nuevos movi-mientos sociales y las formas de di-versión digitales, en las que lasestructuras de auto-ridad se colapsan, yen las que las edadesse convierten en re-ferentes simbólicoscambiantes y sujetosa constantes retroali-mentaciones. Asi-mismo, el tiempo sedesnacionaliza ypasa a ser cada vezmás global: mientrasel transporte aéreoremplaza al trencomo agencia deunificación horaria,las redes electrónicasdigitales de alcanceuniversal (televisivaso telefónicas) contri-buyen a la sensaciónde que todos vivi-mos el mismo tiem-po y de que todosucede en tiempo real(como en las video-conferencias o loschats). Desde el pun-to de vista simbóli-co, la concepcióndigital del tiempotiene su máxima ex-presión en una seriede artilugios lúdicos-videojuegos, juegosde realidad virtual,simuladores, holo-grafías, etc.- omni-presentes en los ordenadoresdomésticos y en sus múltiples suce-dáneos. Todos estos aparatos creantiempos simultáneos, pero no conti-

nuos (es decir, crean una “simulta-neidad” completamente artificial).No existe ni el pasado ni el futuro,sino únicamente el presente.6

Si nos fijamos en la figura 3,podemos representar el reloj digital

mediante la imagen del ordenadorpersonal, uno de los instrumentosque previsiblemente dominarán lasociedad posmoderna y que se ba-

san en el funcionamiento delmicrochip (también hubiéramospodido escoger el teléfono móvil ocualquier otro instumento elecró-nico presente en nuestra vida coti-diana). Las condiciones socialesconstituyen el “disco duro” del

ordenador: su mi-niatur i z ac ión einvisibilización noimplican, ni mu-cho menos, sudesaparición; lasdiferencias entrelas personas y losgrupos se hanampliado, aunquesean más sutiles eimperceptibles, aldesaparecer mu-chos de los signosexternos que lasexpresaban. Porejemplo, las dife-rencias genera-cionales ya no setraducen en for-mas de vestir o dehablar diferentes:hay adultos quevisten como jóve-nes, y niños quecomparten los gus-tos estéticos o inte-lectuales de losadolescentes. Aldesaparecer losgrandes aconteci-mientos históricosque marcaban laidentidad gene-racional (de lasguerras mundialesa mayo de 1968)las generaciones se

“destemporalizan”, creándose “notiempos” equivalentes a los “no lu-gares” (Augé, 1993): auténticos“limbos sociales” que pueden ser

“Monterrey”, 1992, Aristeo Jiménez

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una estación hacia ninguna parte.Las clases sociales se desclasan: yano dependen sólo de la riqueza odel poder, sino sobre todo del ca-pital cultural (Bourdieu, 1980) queacostumbra a ser invisible. Con lalenta pero irreversible emancipa-ción femenina, con la emergenciade los movimientos gays y lesbianos,los géneros se hacen transexuales,favoreciendo el proceso detrasvestimiento físico y simbólico(desde el punto de vista de las eda-des, ello implica una revoluciona-ria implosión de las fronteras entrela masculinidad y la feminidad enel tránsito hacia la adultez o a laancianidad). Con la crisis del Esta-do-nación, las etnicidades secreolizan, favoreciendo las mezclas(pero también, por supuesto, lasxenofobias y los conflictos). Final-mente, con la emergencia del es-pacio “global”y del “ciberespacio”,los territorios se “desespacializan”,reduciéndose la influencia del me-dio geográfico de origen en la con-figuración de las identidadessociales. En definitiva, las condicio-nes sociales pasan de ser “estructu-ras” a “redes” muy dúctiles, que seinterconectan en el disco duro con-figurando el “habitus” cambiantede los actores. Este se apoya en lacreciente complejidad de las cultu-ras hegemónicas (los llamados“hiper-poderes”) y las culturasparentales (los “tele-hogares” enlos que las figuras paterna y ma-terna delegan progresivamente susfunciones).

Gracias a la memoria RAM (lahistoria social inserta en cada his-toria de vida), las condiciones so-ciales se conectan con las imágenesculturales, que constiyen el discoblando (lo que se ve en la pantalladel ordenador). Se trata de un au-

téntico ciberespacio, que se recreaconstantemente mediante una se-rie de programas que cualquier or-denador tiene: el tratamiento detextos que permite elaborar discur-sos en lenguajes babélicos, facilitan-do la emergencia del “tiempo de lastribus” (Maffesoli, 1990); las basesde datos que sugieren la concentra-ción de la información por parte deauténticos imperios (multinaciona-les de la economía y la política) quesuperan los límites impuestos porlos Estados; hojas de cálculo quepermiten los flujos materiales y sim-bólicos a escala planetaria; losvideojuegos que recrean realidadesvirtuales a través de la combinaciónde hologramas, músicas y nuevasdrogas (como en el caso de los

ravers); y los navegadores que ge-neran comunidades virtuales quesólo existen en la red. Estas imáge-nes culturales progresivamente frag-mentadas de los grupos de edad setraducen en un sistema macro-cultural que abarca todo el planeta(cuya imagen más precisa seríainternet) y en múltiples sistemasmicroculturales, ya no limitados aun lugar específico, que vinculan aactores unidos por gustos muydiferentes.

Hay tres elementos de esta me-táfora que conviene resaltar. En pri-mer lugar, el pequeño reloj que estáen la base derecha de la pantalla eslo que rige el funcionamiento detodo el sistema: su funcionamiento

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o colapso condiciona la totalidadde operaciones de todos los sujetossociales, en el marco del sistema.En segundo lugar, esta temporali-dad no es constante, sino que estásujeta al “inicio” y “suspensión” decada programa, que constituye unadecisión del actor y de su entornosocial (ello permite, por ejemplo,que la entrada o salida de la juven-tud no sea un proceso unívoco). Entercer lugar, para acceder a la redes preciso tener una “clave de ac-ceso” que marca la inclusión o ex-clusión del sistema (ello genera unasociedad progresivamente dual, enla que un sector importante de lapoblación ni tan siquiera puedeacceder al sistema de ascenso porlos roles sociales y generacionales).

Se trata, en definitiva, de una vi-sión “virtual” de la edad, que fo-menta el “nomadismo” social(Maffesoli, 1999), es decir, el cons-tante tránsito e intercambio de losroles y estatus generacionales.

Generación @. Lajuventud en la eradigital

Después que se complete elcírculo temporal del péndu-lo, el valor de ser joven notiene por qué ser necesaria-mente antinómico con loshaberes y saberes del serviejo. Los pueblos no pue-den construir el futuro sin

memoria, pero en los mo-mentos en que arrecian loscambios no es extraño quesean los jóvenes quienes máslos sientan y los expresen(Martín-Barbero, 1998: 30).

Tras diseccionar la metáfora delreloj, y su relación con los estilosjuveniles, veamos como puede apli-carse al estudio de la juventud con-temporánea. En un lúcido ensayo,Jesús Martín-Barbero (1998) utilizóotra metáfora (la del palimpsesto)para aproximarse a esas identida-des confusas, a esos textos juveni-les que de un pasado borradoemergen borrosos en el presente.7

A falta de un mapa preciso, se mepermitirá esbozar una serie de re-flexiones sobre la generación actual,que vive a caballo de los tres relo-jes señalados. Por supuesto, no setrata de postular un catálogo cerra-do de características, sino devisualizar algunas paradojas queacompañan la visión del tiempo delos que hoy entran en la juventud.8

1. Generación X versus Gene-ración @. La última generación delsiglo XX fue bautizada con eltérmino “generación X” por un es-critor norteamericano (DouglasCoupland), que con ello pretendíasugerir la indefinición vital y la am-bigüedad ideológica del post-68.¿Cómo bautizar a los jóvenes quepenetran hoy en este territorio, ala primera generación del sigloXXI? Huelga decir que las genera-ciones no son estructuras compac-tas, sino solo referentes simbólicosque identifican vagamente a losagentes socializados en unas mismascoordenadas temporales. Desde estaperspectiva, el término “generación@” pretende expresar tres tenden-cias de cambio que intervienen en

Sin título, 1992. Sindy Sherman

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este proceso: en primer lugar, elacceso universal -aunque no nece-sariamente general- a las nuevastecnologías de la información y dela comunicación; en segundo lugar,la erosión de las fronteras tradicio-nales entre los sexos y los géneros;y en tercer lugar, el proceso deglobalización cultural que conllevanecesariamente nuevas formas deexclusión social a escala planetaria.De hecho, el símbolo @ es utiliza-do por muchos jóvenes en su escri-tura cotidiana para significar elgénero neutro, como identificadorde su correo electrónico personal,y como referente espacio-temporalde su vinculación a un espacio glo-bal (via chats por internet, viajes porInterrail, o audiciones por laMTV). Ello se corresponde con latransición de una cultura analógica,basada en la escritura y en un ciclovital regular –continuo-, a una cul-tura digital basada en la imagen yen un ciclo vital discontinuo-binario (cfr. Reguillo, 1999;Valenzuela, 1998).

2. Espacio local versus espacioglobal. La juventud fue uno de losprimeros grupos sociales en“globalizarse”: desde los años sesen-ta, los elementos estilísticos quecomponen la cultura juvenil (de lamúsica a la moda) dejaron de res-ponder a referencias locales o na-cionales y pasaron a ser lenguajesuniversales, que gracias a los me-dios masivos de comunicación lle-gaban a todos los rincones delplaneta, hasta el extremo de que unautor gramsciano profetizó la emer-gencia de la primera cultura real-mente “internacional-popular”. Uninformante de Lleida me dijo: “Paramis padres, siempre era antes de laguerra (civil) y después de la gue-rra... Para mí fue antes de los Beatles

y después de los Beatles”. El últimotercio de siglo no ha hecho más queconsolidar este proceso: la amplia-ción de las redes planetarias (de loscanales digitales de televisión ainternet), y las posibilidades realesde movilidad (del turismo juvenila los procesos migratorios), ha au-mentado la sensación de que elreloj digital se mueve al mismo rit-mo para la mayor parte de los jó-venes del planeta (al menos losvinculados a Occidente, aunquesea de manera subalterna). Sinembargo, ello no significa que elespacio local haya dejado de in-fluir en el comportamiento de losjóvenes: a menudo lo globalrealimenta las tendencias centrí-petas (como sucede, por ejemplo,con el renacimiento de movimien-tos independentistas entre los jó-venes catalanes o vascos).

3. Tiempo real versus tiempovirtual. Mientras el espacio seglobaliza y des-localiza de formaparalela, el tiempo se eterniza y sehace más efímero de forma sucesi-va. Vivimos en el tiempo de losmicrorrelatos, de las microculturasy de los microsegundos. Pocas imá-genes pueden representar mejor lafugacidad del presente que la no-ción de “tiempo real” con la quelos noticiarios televisivos ocibernéticos nos comunican queun suceso, una transacción econó-mica, un chat o un record depor-tivo están sucediendo. Pero almismo tiempo, esta extrema frag-mentación de los tiempos de tra-bajo y de los tiempos de ocioprefiguran la posibilidad del tiem-po virtual. Manuel Castells (1999)ha hablado de “tiempo atemporal”y de “cultura de la virtualidad real”para referirse a la nueva concepcióndel tiempo que surge con el posmo-

dernismo, asociada a un sistemamultimedia integrado electróni-camente. Esta concepción se carac-teriza, por una parte, por lasimultaneidad extrema, es decir,por la inmediatez con que fluye lainformación (que permite que lasmismas músicas, modas y estilossean interiorizados por jóvenes detodo el planeta al mismo tiempo).Pero por otra parte, implica tam-bién una extrema atemporalidad,en la medida en que los nuevosmedios se caracterizan por loscollages temporales, la hipertex-tualidad, la creación de momentosartificiales, míticos y místicos(como los que permiten experimen-tar los juegos de realidad virtual,las fiestas ravers o las nuevas reli-giones electrónicas). En efecto, lasculturas juveniles emergentes ex-ploran el planeta y toda la historiade la humanidad, componiendohipertextos con infratextos de orí-genes muy diversos (mezclando lacultura rap de los guetos estadouni-denses con música electrónica crea-da en el Extremo Oriente). El usorecurrente de la telefonía móvil porparte de los jóvenes sería otro ejem-plo de esta temporalidad virtual,pues añade flexibilidad a las co-nexiones personales y crea víncu-los sociales sin que sea preciso elcontacto físico inmediato. Perotambién correspondería al mismomodelo otro factor que influye demanera mucho más determinanteen la vida de los jóvenes: laprecarización del empleo y sus con-secuencias económicas y culturales.

4. Sedentarismo versus noma-dismo. La globalización del espacioy la virtualización del tiempo con-vergen en la noción de nomadismo,propuesta por Maffesoli (1999)como metáfora central de la posmo-

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dernidad. Un espacio sin fronteras(o con fronteras tenues), un espa-cio desterritorializado y móvil, secorresponde con un tiempo sin ri-tos de paso (o con ritos sin paso),un tiempo ucrónico y dúctil. Vivirla juventud ya no es -como en elcomplejo Tarzán-, transitar de lanaturaleza a la cultura, ni tampo-co -como el complejo Peter-Pan-,resistirse a la adultez, sino experi-mentar la errancia del destino in-cierto -como en el complejoReplicante-, tomado del huma-noide de Blade Runner que se re-bela porque no tiene memoria delpasado. Para los jóvenes de hoy,ello significa migrar por diversosecosistemas materiales y sociales;mudar los roles sin cambiar nece-sariamente el estatus, correr mun-do regresando periódicamente a lacasa de los padres; hacerse adultoy volver a la juventud cuando eltrabajo se acaba; disfrazarse de jo-ven cuando ya se está casado y segana tanto como un adulto, via-jar por interrail o por internetsin por ello renunciar a laidentidad localizada que co-rresponde a una nueva solida-ridad de base.

5. Tribu versus red. La plurali-zación de las biografías juveniles –y la creación de comunidadesvirtuales basadas en el tiempo ima-ginado-, corresponde al vaivénpendular entre la tribu y la red queexperimentan las culturas juveni-les. En un ensayo clásico, Maffesoli(1990) etiquetó a la sociedadposmoderna como “el tiempo de lastribus”, entendiendo como tal laconfluencia de comunidades her-menéuticas donde fluyen los afec-tos y se actualizaba lo “divinosocial”. Se trata de una metáforaperfectamente aplicable a las cul-

turas juveniles de la segunda mitaddel siglo XX, caracterizadas por re-afirmar las fronteras estilísticas, lasjerarquías internas y las oposicio-nes frente al exterior.9 Sin embar-go, es mucho más difícil de aplicara los estilos juveniles emergentes en

este cambio de milenio, quemás que las fronteras enfatizanlos pasajes, más que las jerar-

quías remarcan las hibrida-ciones, y más que las oposicionesresaltan las conexiones. Los ideó-logos de la sociedad informacional(Sartori, 1998; Castells, 1999; en-tre otros), han propuesto la metá-fora de la red para expresar lahegemonía de los flujos en la socie-dad emergente, identificando a lajuventud como uno de los sectoresque con mayor peso se acerca a lamalla de relaciones seudorreales enque se está convirtiendo la estruc-tura social. A su vez, ello se corres-ponde con una ruptura de la mismaestructura de ciclo vital, que de uncurso lineal (como en la tribu) setransforma en un curso discontinuo,individualizado y polimorfo.

Conclusión. Laconstrucción juvenildel tiempo

Ver un mundo en un granode arena... Y la eternidad enuna hora. (William Blake)El tiempo se divide siempreen innumerables futuros...(Jorge Luis Borges)

No sólo el tiempo construyesocialmente lo juvenil; también lajuventud construye socialmente eltiempo, en la medida en que mo-dela, readapta y proyecta nuevasmodalidades de vivencia temporal.Como sugieren las citas de estos dos

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escritores visionarios, la arena y eltiempo pueden ser metáforas ade-cuadas para comprender mundos yvisualizar futuros (necesariamentepoliformes). En este ensayo hemosutilizado libremente estas sugeren-cias para reflexionar sobre la cul-tura juvenil y sus transformacionesen este fin de milenio. Debemosprecisar que el modelo propuestono debe interpretarse como un es-quema evolutivo, sino como unametáfora transversal para interpre-tar la complejidad contemporáneacon relación a las concepciones deltiempo. Desde esta perspectiva,puede servir para analizar lasinterconexiones e hibridacionesentre diversas modalidades del ci-clo vital que se solapan en distin-tas instituciones de una mismasociedad, o en distintos escenariosde una misma biografía. En cadalugar y momento coexisten diferen-tes concepciones del tiempo: no setrata sólo de que mientras los abue-los viven todavía con el reloj de are-na y los padres con el analógico, loshijos experimenten con el digital;sino de que los mismos jóvenesviven a caballo de los tres re-lojes: según la institución enla que se encuentren, el mo-mento de su vida o sus pro-pios gustos personales, puedenjugar con uno u otro (pues yase sabe que la vida es juego, y delo que se trata no es tanto de ga-nar, como de participar).

Al bautizar a los jóvenes de hoycomo “generación @”, no preten-do postular la hegemonía absolutadel reloj digital (o de la concepciónvirtual del tiempo). Si ello no estátodavía claro en Europa, muchomenos lo está a escala universal,donde las desigualdades sociales,geográficas y generacionales no sólo

no desaparecen, sino que a menu-do se refuerzan con el actual pro-ceso de globalización (lo quepuede explicar el papel activo delos jóvenes en los movimientosanti-globalizadores, como se de-mostró en Seattle). Lo que preten-do resaltar, a la manera de Mead,es el papel central queen esta transfor-mación t i e n e nlas con- cepcio-nes d e l

tiempo de los jóvenes, como sig-no y metáfora de nuevas modali-dades de consumo cultural. Estamosexperimentando un momento detránsito fundamental en las concep-ciones del tiempo, similar al quevivieron los primeros trabajadoresfabriles cuya vida empezó a regirsepor el reloj. El consumo de bienesaudiovisuales –en particular el pro-tagonizado por jóvenes- es segura-mente el sector del mercado quemás claramente refleja estas tenden-cias de cambio. Tendencias todavíadifusas, ambiguas y contradictorias,pero en las que quizá podemos verexpuestas, como en los relojes de-formes que pintó Dalí, esbozos detiempos futuros.

Citas

1 La metáfora del reloj fue esbozada araíz de la II Reunión Nacional de Inves-tigadores sobre Juventud (Ixtapan dela Sal, México, diciembre de 1998)y desarrollada en el Posgrado en Edu-cación-Comunicación de la Fun-dación Universidad Central (Bo-gotá, marzo de 1999). Quiero

agradecer las ideas que me han su-ministrado diversas personas: Lin-

da Suárez (matemática de laUNAM, México), Angel Porras (in-

geniero técnico), Carmen Costa yNeus Alberich (antropólogas) y otras

muchas personas que me han devueltofeed-backs en las charlas en que he ex-

puesto este modelo. También quiero agra-decer a los responsables de Nómadas suinsistencia en poner por escrito estas re-flexiones y su paciencia para esperar eltexto definitivo.

2 El término “reloj” proviene del catalánmedieval (relotge) que a su vez lo adaptódel latin (horologium). El resumen quehe hecho de la historia de esta máquinadel tiempo es, naturalmente, muy esque-mático. La bibliografía sobre el tema esmuy amplia, pero podemos remitir a dosobras extraordinarias por su lucidez y ca-rácter divulgativo: Cipolla, 1999 yBarnett, 2000.“Desnudo”, 1983 D. Bailey

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3 Tras redactar una primera versión de esteensayo, he tenido ocasión de deleitarmecon la lectura del último trabajo de Ma-nuel Castells (La Era de la Información,1996), en cuyo primer volumen dedicatodo un apartado a las transformacionesen la concepción del tiempo, del todoconvergentes con las metáforas sobre elreloj utilizadas en este texto. En particu-lar, utilizaré sus nociones de “tiempoatemporal” y de “cultura de la virtuali-dad real”, elaboradas para dar cuenta dela progresiva relatividad del tiempo en lasociedad informacional.

4 Jacques Le Goff (1960) dedicó un ensa-yo clásico al tema, distinguiendo el tiem-po de la iglesia (dominado por una con-cepción cíclica y espiritual del tiempo) yel tiempo de los mercaderes (que prefigu-raba una concepción secular, regular,predecible y abstraída de lo que sucedie-se).

5 Quizá no sea casual el hecho de que laactual IBM nació a principios de sigloXX como una compañía especializada enfabricar relojes de fichar. De hecho, lasociedad moderna se mantiene en piegracias a una tecnología electrónica queestablece las comunicaciones medianteseñales sincronizadas con una precisiónde milmillonésimas de segundo. (Barnett,2000: 164).

6 Los hologramas, por ejemplo, son unapura construcción matemática: una ma-nera de hacer estable no que es inesta-ble, un momento de orden dentro delcaos. Debo estas observaciones a la ma-temática mexicana Linda Suárez, quienme sugirió que todo lo que se expone eneste apartado debería ponerse con rela-ción a la teoría del caos. Un ejemplo per-fecto de lo que quiero explicar es la lla-mada Holosección de la nave Enterprise(de la serie televisiva Star Trek), en laque los tripulantes de esta nave espacialpueden divertirse viajando virtualmentea tiempos y espacios lejanos (gracias auna realidad puramente “holográfica”aunque en algún episodio amenaza conconvertirse en real).

7 Creo que la perspectiva de Martín-Bar-bero es sustanciamente convergente conla expuesta en este ensayo (no es casualque Mead sea una de sus fuentes teóri-cas). El autor señalaba cuatro caracterís-ticas centrales de nuestra cultura, que losjóvenes sienten y expresan de forma es-pecialmente marcada: la devaluación dela memoria, la hegemonía del cuerpo, laempatía tecnológica y la contraculturapolítica (Martín-Barbero, 1998: 32 y ss.).

8 Rossana Reguillo (1998) ha recordadotambién, a partir del caso de taggers,punks y ravers, cómo la negación del fu-turo se reviste en las culturas juvenilescontemporáneas de revitalismo seudo-religioso, tecnológicamente orientado:“La consigna ‘no hay futuro’ que ha ope-rado como bandera interclasista entre losjóvenes (por diferentes motivos, que se-ñalaría por tanto que todo presente esabsurdo), parece estar cambiando por lade ‘no habrá futuro’, a menos ‘que nospongamos las pilas’ como coincidentaggers, punks y ravers. Ello significa pen-sar y actuar en el presente a partir delcompromiso con uno mismo, con el gru-po y con el mundo” (Reguillo, 1998: 80).

9 Es el tipo de estructura que encontré in-vestigando las tribus urbanas en la Espa-ña de los ochenta y los chavos banda enel México de los noventa. (Feixa,1998b).

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