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LA GENERACION DEL ‘37 En 1837, en la librería porteña de Marcos Sastre, se constituye el Salón Literario, espacio donde escritores como Esteban Echeverría (1805-1851) y Juan Bautista Alberdi (1810-1854) realizan lecturas de sus ensayos. Cada uno de los trabajos muestra la focalización en la patria como objeto central de reflexión y la convicción de que son los escritores quienes deben asumir la tarea de pensar un destino para el país naciente. La modificación de las costumbres, la propuesta de un sistema legislativo y constitucional coherente, la búsqueda de una teoría política, la necesidad de crear una literatura nacional son algunas de las cuestiones que preocupan a estos intelectuales. "Busco una razón argentina -dice Esteban Echeverría- y no la encuentro". La reflexión toma dos direcciones: por un lado para observar al pueblo (al que se busca educar y dirigir, a la vez que se lo registra como una turba semisalvaje); por el otro, hacia una teoría de gobierno, cuyo propósito inmediato sería concluir definitivamente con la anarquía política y la improductividad económica. Estos intelectuales se miran a sí mismos como "hijos de los héroes de la independencia" y se arrogan la tarea de alcanzar la emancipación intelectual para concluir la tarea comenzada en mayo de 1810 por la emancipación política: a la etapa desorganizadora y destructiva de la espada -sostienen-, debe sucederle la de la inteligencia, la razón y la letra. El énfasis sobre la necesidad de una adaptación de las ideas europeas para resolver los problemas específicamente americanos y la búsqueda de cierto pragmatismo político mensura la distancia que quieren instaurar respecto de los liberales rivadavianos de la década del ‘20 (unitarios), con los que mantienen un enfrentamiento soterrado que por momentos explota en rótulos como la "ignorancia titulada" o la "vejez impotente", aunque en general deban buscar alianzas con ellos. La posición frente al gobierno de Juan Manuel de Rosas, en cambio, resulta todavía vacilante en el Salón Literario. Mientras unos tientan la asunción de su figura como la del "gran hombre", destinado a pacificar y unificar a la nación, otros, ya con reticencias, señalan que ese rol está aun vacante. El Salón Literario, si bien se desarrolló por pocos meses en un ámbito limitado, porteño, (fue cerrado por Rosas en 1838) resulta representativo de las discusiones que otros intelectuales, como el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), estaban llevando adelante en otras provincias argentinas. En los años posteriores, sobre todo después de 1840, los escritores de esta generación, proscriptos por Rosas, irán partiendo uno a uno hacia el exilio y se refugiarán en las ciudades de Montevideo (ciudad uruguaya donde se congregará el mayor número de exiliados), Santiago de Chile, Río de Janeiro (Brasil), Bolivia o Perú, según la zona del país desde la cual se exilien. Si el exilio y la discusión en común de un destino para la nación agrupan a estos escritores como generación, el otro gran factor aglutinante será la adscripción generalizada a la estética romántica. La relación ya la había precisado Víctor Hugo en una frase que circuló mucho entre intelectuales argentinos: "El romanticismo, si se lo considera en su aspecto militante, no es otra cosa que el liberalismo en literatura". En esta frase vieron los escritores una síntesis que abarcaba también otra de sus búsquedas: la libertad formal en literatura, a través de la emancipación de la opresiva normativa retórica de los neoclásicos; la libertad temática que les permitiera alejarse de la transitada mitología clásica para prestar mayor atención a asuntos nacionales y americanos. Otros personajes de esta Generación: Juan María Gutiérrez (1809-78), Bartolomé Mitre (1821-1906), Mariano Fragueiro (1795-1872), Vicente Fidel López (1815-1903), José Mármol (1807-82), Marcos Avellaneda (1813-41), Carlos Tejedor (1817-1903), Rafael Corbalán (1809-¿?) y José Rivera Indarte (1814-45), Miguel Cané padre.-- Para los hombres del 37, los males de su país se reducían principalmente a tres: la tierra, la tradición española y los grupos étnicos locales. Solo la transformación previa de estos factores conduciría al triunfo del progreso; por eso, de su análisis surge también una serie de soluciones para enfrentar los problemas planteados. La tierra, "el desierto" es un vacío, un lugar donde no había nada, ni personas, ni plantas, ni vida misma, de donde surgía el espíritu de la montonera, la banda armada que seguía al caudillo, lo elevaba al poder y condicionaba el destino político del país. Hay aquí un imaginario que domina las mentalidades de las élites argentinas en su intento de modelar una nación republicana, porque la Argentina no era un desierto, había un pueblo, pero esta población, compuesta de indios y de gentes con hábitos y culturas coloniales, era para ellos comparable a un desierto. Ningún lazo social, ninguna condición que pudiese dar sostén al orden republicano que debía instituirse. La mejor manera para erradicarlo era desarrollar las comunicaciones, poblar las vastas extensiones del territorio nacional y multiplicar los centros urbanos. La solución se centraba en el fomento de la inmigración, solución que quedó inmortalizada en la famosa frase de Alberdi "gobernar es poblar". La función otorgada a la inmigración también estaba orientada, para esta Generación, a cumplir un lugar de importancia en lo concerniente a la transformación social, en la medida que los grupos étnicos de la

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  • LA GENERACION DEL 37 En 1837, en la librera portea de Marcos Sastre, se constituye el Saln Literario, espacio donde escritores como Esteban Echeverra (1805-1851) y Juan Bautista Alberdi (1810-1854) realizan lecturas de sus ensayos. Cada uno de los trabajos muestra la focalizacin en la patria como objeto central de reflexin y la conviccin de que son los escritores quienes deben asumir la tarea de pensar un destino para el pas naciente. La modificacin de las costumbres, la propuesta de un sistema legislativo y constitucional coherente, la bsqueda de una teora poltica, la necesidad de crear una literatura nacional son algunas de las cuestiones que preocupan a estos intelectuales. "Busco una razn argentina -dice Esteban Echeverra- y no la encuentro". La reflexin toma dos direcciones: por un lado para observar al pueblo (al que se busca educar y dirigir, a la vez que se lo registra como una turba semisalvaje); por el otro, hacia una teora de gobierno, cuyo propsito inmediato sera concluir definitivamente con la anarqua poltica y la improductividad econmica. Estos intelectuales se miran a s mismos como "hijos de los hroes de la independencia" y se arrogan la tarea de alcanzar la emancipacin intelectual para concluir la tarea comenzada en mayo de 1810 por la emancipacin poltica: a la etapa desorganizadora y destructiva de la espada -sostienen-, debe sucederle la de la inteligencia, la razn y la letra. El nfasis sobre la necesidad de una adaptacin de las ideas europeas para resolver los problemas especficamente americanos y la bsqueda de cierto pragmatismo poltico mensura la distancia que quieren instaurar respecto de los liberales rivadavianos de la dcada del 20 (unitarios), con los que mantienen un enfrentamiento soterrado que por momentos explota en rtulos como la "ignorancia titulada" o la "vejez impotente", aunque en general deban buscar alianzas con ellos. La posicin frente al gobierno de Juan Manuel de Rosas, en cambio, resulta todava vacilante en el Saln Literario. Mientras unos tientan la asuncin de su figura como la del "gran hombre", destinado a pacificar y unificar a la nacin, otros, ya con reticencias, sealan que ese rol est aun vacante. El Saln Literario, si bien se desarroll por pocos meses en un mbito limitado, porteo, (fue cerrado por Rosas en 1838) resulta representativo de las discusiones que otros intelectuales, como el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), estaban llevando adelante en otras provincias argentinas. En los aos posteriores, sobre todo despus de 1840, los escritores de esta generacin, proscriptos por Rosas, irn partiendo uno a uno hacia el exilio y se refugiarn en las ciudades de Montevideo (ciudad uruguaya donde se congregar el mayor nmero de exiliados), Santiago de Chile, Ro de Janeiro (Brasil), Bolivia o Per, segn la zona del pas desde la cual se exilien. Si el exilio y la discusin en comn de un destino para la nacin agrupan a estos escritores como generacin, el otro gran factor aglutinante ser la adscripcin generalizada a la esttica romntica. La relacin ya la haba precisado Vctor Hugo en una frase que circul mucho entre intelectuales argentinos: "El romanticismo, si se lo considera en su aspecto militante, no es otra cosa que el liberalismo en literatura". En esta frase vieron los escritores una sntesis que abarcaba tambin otra de sus bsquedas: la libertad formal en literatura, a travs de la emancipacin de la opresiva normativa retrica de los neoclsicos; la libertad temtica que les permitiera alejarse de la transitada mitologa clsica para prestar mayor atencin a asuntos nacionales y americanos. Otros personajes de esta Generacin: Juan Mara Gutirrez (1809-78), Bartolom Mitre (1821-1906), Mariano Fragueiro (1795-1872), Vicente Fidel Lpez (1815-1903), Jos Mrmol (1807-82), Marcos Avellaneda (1813-41), Carlos Tejedor (1817-1903), Rafael Corbaln (1809-?) y Jos Rivera Indarte (1814-45), Miguel Can padre.-- Para los hombres del 37, los males de su pas se reducan principalmente a tres: la tierra, la tradicin espaola y los grupos tnicos locales. Solo la transformacin previa de estos factores conducira al triunfo del progreso; por eso, de su anlisis surge tambin una serie de soluciones para enfrentar los problemas planteados. La tierra, "el desierto" es un vaco, un lugar donde no haba nada, ni personas, ni plantas, ni vida misma, de donde surga el espritu de la montonera, la banda armada que segua al caudillo, lo elevaba al poder y condicionaba el destino poltico del pas. Hay aqu un imaginario que domina las mentalidades de las lites argentinas en su intento de modelar una nacin republicana, porque la Argentina no era un desierto, haba un pueblo, pero esta poblacin, compuesta de indios y de gentes con hbitos y culturas coloniales, era para ellos comparable a un desierto. Ningn lazo social, ninguna condicin que pudiese dar sostn al orden republicano que deba instituirse. La mejor manera para erradicarlo era desarrollar las comunicaciones, poblar las vastas extensiones del territorio nacional y multiplicar los centros urbanos. La solucin se centraba en el fomento de la inmigracin, solucin que qued inmortalizada en la famosa frase de Alberdi "gobernar es poblar". La funcin otorgada a la inmigracin tambin estaba orientada, para esta Generacin, a cumplir un lugar de importancia en lo concerniente a la transformacin social, en la medida que los grupos tnicos de la

  • Argentina (gauchos, aborgenes, mestizos y espaoles) fueron considerados incapaces de impulsar un verdadero desarrollo industrial. De esta manera, la introduccin de inmigrantes anglosajones fue proclamada como la mejor forma para remediar esa realidad y con posibilidades de provocar la modificacin de los hbitos costumbres tradicionales. La herencia colonial tambin fue sealada como otro factor de atraso para el desarrollo del pas. Esta herencia, mantenida con vigor por las masas rurales y los grupos conservadores, haba conducido -segn ellos- la tirana rosista, verdadera traicin al espritu revolucionario. As, el retorno a los ideales de la Revolucin de Mayo no supona solamente una vuelta a la nica autoridad nacional considerada legtima sino que tambin constituy un objetivo ideolgico: la idea de que los errores de las generaciones previas podan ser borrados, y una nueva Argentina poda surgir de las ruinas del gobierno de Rosas, as como Mayo haba sacudido el yugo Colonial. La existencia de la raza indgena que -como alimento no digerido, en la expresin de Sarmiento- pesaba en las entraas de la cultura latinoamericana y ofreca resistencia al modelo de desarrollo que ellos hacan residir en el trabajo y la industriosidad. El extranjero ideal presupuesto en este proyecto puede resumirse en una serie de rasgos como la laboriosidad, la civilidad y el civismo, hbitos que se espera incorporar a la cultura nativa. Lo extranjero, comprendido aqu como la diferencia no asimilable, estar representado por el indio o el brbaro -las razas mestizas de la campaa-, que son consideradas el obstculo al progreso y la civilizacin. Los miembros de la Generacin del 37 compartieron sin duda un ideario poltico fuertemente constructivo. Gestar en las ideas y concretar en la prctica una nacin soberana, republicana y democrtica fue un objetivo comn, al margen de algunas idas y vueltas (como las que en algn perodo llevan a Alberdi a reconsiderar la posibilidad de un sistema monrquico). El alcance de lo que entienden por democracia es, con todo, matizado y restringido. En general, todos ellos concordaban en que una democracia plena slo podra lograrse con la orientacin de una lite poltica letrada que arbitrara los medios para convertir a las masas populares en una ciudadana instruida y conciente de sus deberes y derechos. De ah los reparos que en un momento u otro Echeverra, Sarmiento o Alberdi mantuvieron hacia un inmediato sufragio universal. En todos ellos los viajes voluntarios de exploracin y conocimiento, o los impuestos por las circunstancias del exilio, fueron un mtodo eficaz para acopiar informacin, verse (por afinidades y contrastes) en el espejo de otras naciones, y redefinir as los propios rasgos. En todos, tambin, constituy un desidertum el retorno creativo para aplicar lo aprendido en una nacin que no deba reducirse a ser una imitacin servil de otros modelos, sino plasmarse con caracteres especficos. Cules eran esos caracteres, a qu tradiciones deba plegarse el pas para descubrir y disear mejor su rostro genuino, no fue objeto de consenso tan unnime (de ah los speros debates entre Alberdi y Sarmiento, por ejemplo). Pero en estos escritores y pensadores florece, sin lugar a dudas, la herencia del pensamiento de 12 Mayo que busca para la recin nacida nacin argentina un lugar inequvoco en el mundo. Las ideas de Alberdi, Sarmiento y otros intelectuales contemporneos sobre las perspectivas de desarrollo futuro de la Argentina, vinculadas a las condiciones favorables que abra el avance del capitalismo industrial en Europa, influyeron sobre las elites dirigentes argentinas. Expresaban, a la vez, las aspiraciones de esos sectores para superar las limitaciones de su expansin. La mayora de esas ideas o proyectos -expresados en obras literarias- fueron llevados a la prctica en las dcadas que siguieron a la cada de Rosas. Es la produccin potica la que, durante esos aos, consolida los prestigios literarios: los escritores entienden ante todo la literatura como poesa. La prosa, en cambio, resulta para ellos instrumento de pensamiento y arma de combate poltico. Sin embargo, tanto Esteban Echeverra como Jos Mrmol, trascienden ms por sus obras en prosa que por sus versos: Echeverra, a travs de un relato escrito probablemente hacia 1839 que no public en vida, El matadero; Jos Mrmol, a travs de una novela poltica, Amalia, publicada por entregas en 1851 y, como libro, en 1855. Polmica Alberdi Sarmiento Las Cartas quillotanas de Alberdi (por la localidad de Quillota, Chile donde est refugiado) y la respuesta a stas, Las ciento y una de Sarmiento, con el agregado de la rplica alberdiana de Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la Argentina, constituyen una de las polmicas centrales de la historia argentina, producida en el momento preciso. Los dos intelectuales proyectan sobre Urquiza el vencedor, el verdugo del tirano la forma correcta en que, ahora, las cosas deben hacerse. Tanto empeo en combatir al malo, infame Rosas, que llegado el momento no es admisible el error, la vacilacin.

  • Los dos estn nuevamente en Chile pero por razones distintas. Sarmiento se haba incorporado al Ejrcito Grande que combati a Rosas al mando de Urquiza, no como el conductor que hubiese querido sino como el boletinero, lugar subalterno que le asigna Urquiza para aprovechar sus dotes de periodista. Tras la derrota de Rosas, Sarmiento contina sin encontrar el lugar que, estima, tantos aos de escritura poltica y combate le habilitan. Vuelve a Chile, escenario de su exilio, y reanuda el rol de opositor, esta vez a Urquiza. El caso de Alberdi es inverso: discreto, enjundioso, sin moverse de Chile, escribe las Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la Repblica Argentina, cuyo prefacio fecha en Valparaso el 1 de mayo de 1852, y hace circular su obra de modo que llegue a manos de Urquiza, a quien apoya activamente. Que las Bases fueron la fuente privilegiada de los constituyentes que meses despus redactaron la Constitucin no es novedad. Que la coyuntura moviliz, en pocos meses, a estas dos mentes brillantes en un frenes intelectual, no tanto. Los ataques pblicos y privados derivan en la primera carta quillotana de Alberdi dedicada al cuyano alborotador, una exquisitez literaria como las que siguen, de a una y en fondo, y que desatan la polmica.----