garcía, victoria - diez problemas para el testimonialista latinoamericano

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  • 7/27/2019 Garca, Victoria - Diez problemas para el testimonialista latinoamericano

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    Castilla. Estudios de Literatura, 4 (2013): 368-405 ISSN 1989-7383

    DIEZ PROBLEMAS PARA EL TESTIMONIALISTA

    LATINOAMERICANO: LOS AOS'60-'70Y LOS GNEROS DE UNA LITERATURA

    PROPIA DEL CONTINENTE

    VICTORIAGARCA U NIVERSIDAD DEBUENOSAIRES

    Los aos '60-'70 exhiben con claridad cmo, si Amrica Latinaes tal relato poltico de su unidad y realidad social fundada en dicho

    relato , ello se debe, en buena medida, al papel de los crculosintelectuales en la configuracin histrica de lo nuestrolatinoamericano. En efecto, dentro del sentido intensamente polticoadjudicado a la vida social, y de la percepcin amplia de un cambioinminente, que son signos salientes de la poca, Latinoamricaemerga como objeto privilegiado de la prctica intelectual, en cuantolocacin pionera de una transformacin que, eventualmente, podaextenderse al resto del mundo, pero tambin como horizonte futuro deun proyecto que, en rigor, estaba an por cumplirse. Fue Cuba, en laetapa, el modelo paradigmtico del cambio, fuente irradiadora de una palabra poltica que buscaba forjar la latinoamericanidadrevolucionaria y que, incluso con los desfases de situaciones detraduccin poltica diversas, hallara eco en distintos movimientosde izquierda y amplios sectores del campo cultural del continente.1

    1 La tesis poltica que situ a Cuba como ejemplo pionero de una transformacinque llegara a toda Amrica Latina, aparece expresada con claridad en el artculoCuba, excepcin histrica o vanguardia en la lucha anticolonialista?, publicado por Ernesto Guevara en 1961. Acerca de este artculo, y sobre el significado

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    Los 60-70 conllevaron, para los intelectuales y actores de lacultura latinoamericana, profundas revisiones sobre la significacinsocial de su prctica, y la literatura regional no se mantuvo ajena aeste proceso, inclinada paulatinamente, de hecho, a satisfacer lavocacin poltica que daba su tono a la poca. Se comprende, as, elconsiderable espacio que el campo literario dedic en el perodo aldesarrollo y la difusin del ideario latinoamericanista. Dentro de laesfera literaria, Amrica Latina se materializ primero como unamanera de leer: una (re)construccin metadiscursiva, operada por ciertos crticos -y escritores en posicin de crticos-, que reuna unacierta serie textual bajo el presupuesto histrico de la realidad deLatinoamrica, y asuma, junto a ello, que la homogeneidad atribuidaa los textos delcorpus proporcionaba la pauta de lo que podadefinirse como lo singularmente latinoamericano en literatura. Eldespliegue de dicho discurso, vasto y heterogneo, es notorio en lasrevistas culturales del perodo: principalmente,Casa de las Amricasy Marcha, pero tambinLatinoamericana, Hispamricay la Revistade crtica literaria latinoamericana, entre otras (Sosnowski, 1999;Campuzano y Fornet, 2001; Quintero Herencia, 2002; Gilman, 2003;Altamirano, 2010: 159). All, entre los esfuerzos por circunscribir losrasgos de una Latinoamrica literaria, cabe destacar los enfoques de ladenominada nueva novela latinoamericana, pues fue ese gnero quese percibi inicialmente como el mbito privilegiado para el desarrollode la literatura regional la ms celebrada modalidad de suboom-(Rama, 1984; Gilman,op. cit.: 307; Altamirano,op. cit.: 26).Asimismo, son notables los intentos de sistematizacin que proveyeron un sustento terico alcorpus literario regional enconstruccin, con la legitimidad que les procuraba su certificacin por figuras crticas resonantes en el campo de la etapa: ngel Rama,Antonio Cndido, Roberto Fernndez Retamar (Gilman,op.cit.: 309-310).

    El proceso que nos ocupa especficamente: la

    institucionalizacin del testimonio, consolidada hacia el final de ladcada de 1960, constituye una manifestacin cabal dellatinoamericanismo literario de los '60-'70. En efecto, el gnero buscreforzar bajo una serie de parmetros discursivos relativamente histrico de la Revolucin Cubana, vase el estudio de Claudio Guevara (2006: 15 y ss.). Sobre la atraccin ejercida por Cuba sobre los intelectuales latinoamericanos enlos aos '60-70 y su caracterizacin como poca, seguimos a Altamirano (2010:16) y Gilman (2003: 44).

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    estables aquello nuestro latinoamericano que preocup a escritores,intelectuales y cientficos sociales del perodo. El sentido histrico dela literatura testimonial surge, por un lado, de tales parmetrosdiscursivos, entre los que sobresalen un pacto de lectura no ficcional -contrapuesto al de la novela tradicional- y el dilogo del escritor conlos actores de la realidad poltica latinoamericana, escenificado en lamaterialidad de los textos. Pero, adems, la significacin histrica deltestimonio campo regional no puede comprenderse sin considerar undispositivo metadiscursivo programticamente impulsado desde elfinal de los aos '60, que interrelaciona dos operaciones simultneas:convierte en literatura una serie textual que, hasta el momento, seentenda como extraliteraria -periodstica, cientfica, poltica-, y larepresenta como propiamente latinoamericana, en la medida en quealuda a la agitada vida poltica de la regin como insignia bsica dela autopercepcin de la poca-.2

    As, fomentada desde Cuba, con la participacin crucial de Casade las Amricas (Aymerich, 1998: 27; Morejn Arnaiz, 2006), lafundacin del testimonio represent una de las estrategias que a lolargo del perodo el campo literario activ para su articulacin con laesfera poltica, salvando, en lo posible, las tensiones que tal objetivoimplicaba. Si primero haba sido la narrativa ficcional y, por sobretodo, la novelstica, que se presentaba propicia para estrechar lazosentre vanguardia esttica y poltica, tal jerarqua genrica tendera adiscutirse hacia el final de la dcada de 1960, en un contexto de crisisinternacional de la novela, y cuando elboom de la literaturalatinoamericana -fenmeno preponderantemente narrativo- comenzaraa percibirse en sus aspectos conservadores, atribuidos al predominiodel mercado. De ese modo, el testimonio se erigira, frente a ciertosescritores y crticos del campo, como la forma genrica privilegiadade una literatura que an se requera propiamente latinoamericana,y genuinamente revolucionaria.3

    2 Sobre los aspectos discursivo y metadiscursivo como constitutivos delfenmeno genrico, seguimos a Steimberg (1998), Schaeffer (2006) y Todorov(2012). Acerca del testimonio, hemos examinado en otro lugar el carcter retroactivodel corpus testimonial, que incluy en sus inicios textos antes consideradosantropolgicos, periodsticos y de la militancia poltica.

    3 Gilman (2003: 343) ha sealado al testimonio dentro de los nuevos formatosdel arte revolucionario que en la segunda mitad de la dcada de 1960 disputaron el privilegio de la novela, frente a sus diagnosticadas dificultades para constituir ungnero de vanguardia.

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    Cabe recalcar las implicaciones de las observaciones previassobre las nociones del testimonio latinoamericano que han regido lasaproximaciones contemporneas al gnero. En particular, laafirmacin crtica del testimonio como modalidad dominante de lanarrativa literaria latinoamericana contempornea, y sus enfoquescomo parte ms representativa del conjunto literario de la regin,4 requieren una matizacin a la luz de las condiciones que propiciaronel surgimiento del testimonio en el campo latinoamericano. En esadireccin, la literatura testimonial no se define sino por el valor quecobra en el sistema genrico donde se origina, y en manifiestaoposicin a la novela, que expresa el metadiscurso fundacional delgnero.5 Dicho de otro modo: sin la narrativa de ficcin que lo precede histricamente, el testimonio no existira como tal, pues, precisamente, delimita su naturaleza literaria en y por elcuestionamiento que opera sobre las formas tradicionales derepresentacin en literatura, en cuya ausencia no habra lugar para elestatuto marginal, anmalo o paradjico del gnero- su rasgodistintivo, segn ha sostenido la misma crtica (cf. Beverley, 2009:202)-.

    El estudio del testimonio en su ms amplio contexto genrico permite observar cmo los problemas de un arte verbal propiamentelatinoamericano, que la literatura testimonial inscribe en su sentidohistrico, recorren el conjunto del campo literario regional de los aos60-70, y atraviesan incluso a la novela. Si la cr tica del testimonio hasolido enfatizar la ruptura que el gnero produce respecto de lasmodalidades instaladas de la narracin literaria, no son menossignificativas sus continuidades, y as lo procuramos mostrar en lo quesigue del trabajo.

    Para ello, nuestro punto de partida es el artculo Diez problemas para el novelista latinoamericano, que el crtico uruguayo

    4 La definicin del testimonio como una forma importante, quizs dominante,

    de la narrativa literaria en Latinoamrica, propuesta por John Beverley (2004: 45),es representativa de esta posicin acadmica. Para una crtica de este enfoque, puedeverse la consideracin de Beasley-Murray (2000: 156), quien asocia sus limitacionesa lo que percibe como el agotamiento del modelo de los estudios culturales.

    5 Huertas Uhagn (1994: 167) seala al testimonio como aspecto significativo deun postboom latinoamericano, caracterizado por la enfatizacin de lareferencialidad literaria, frente a la autorreferencia de los textos delboom. Gilman(2003: 359 y ss.), por su parte, ha entendido el surgimiento de la literaturatestimonial dentro de las transformaciones genricas del campo artstico de los 60-70.

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    ngel Rama public en el nmero 26 deCasa de las Amricas, deoctubre-noviembre de 1964, dedicado a la nueva novelalatinoamericana. La pertinencia del artculo de Rama a los fines denuestro anlisis reside, por un lado, en la notoriedad de su autor en elcampo literario de la poca, donde lo caracteriz una vocacin permanente por teorizar la especificidad literaria y cultural de laregin (Moraa, 1997: 9; Croce, 2009). La figura de Rama es particularmente representativa, adems, de los desplazamientosgenricos operadosen el campo: si con sus Diez problemasdefendi la novela, favoreciendo su expansin en lo queeventualmente l mismo atribuira alboom(Rama, 2005; Croce, 2009:178)-; ms tarde actu en la institucionalizacin del testimonio, puesintervino en los debates que hacia el final de los aos '60 culminaronen la creacin de una categora testimonial para el certamen literariode Casa de las Amricas, concretada en su edicin de 1970 (Ramaet al , 1995: 122; Fernndez Retamar, 1993).6

    Por otro lado, resultan significativos los presupuestos delenfoque del crtico, ya que reenvan a postulados sobre la literaturavigentes en elcampo regional de los 60-70, que influyeron en losmodos de pensar tanto la escritura novelstica como la testimonial dela poca. En ese sentido, y en primer lugar, Rama asume el problemaliterario en tanto asociado a una prctica concreta, desarrollada por sujetos: la cuestin no es solo la literatura ni la novela, sino, ms precisamente,el novelista; de all que su artculo participara de larevisin crtica con que el campo cultural debati en la etapa elsentido de su propia tarea. En segundo lugar, e inscribindose en lavoluntad latinoamericanista propia de los intelectuales del perodo, elensayo propone una necesaria circunscripcin de tal cuestin literariaen su particularidad latinoamericana, ya que, para su autor , la nicadimensin autntica del ser escritor es ser escritor latinoamericano(Rama, 1964: 4, bastardillas del autor). En tercer lugar, el crticocentra su problematizacin en la novela, como gnero ms cabalmente

    representativo del todo literario latinoamericano, pues es all donde,segn su enfoque, concurren ms conflictos (d.).

    6 Un posterior desplazamiento en la posicin poltica de Rama lo distanciar deCasa de las Amricas, a partir de la polmica generada por el caso Padilla, en 1971(Peyrou, 2008: 22). El desplazamiento abre una reconsideracin de lanon-fictiondedenuncia y el testimonio, cuya crtica esboza en la primera publicacin de RodolfoWalsh: la narrativa en el conflicto de las culturas, en 1976, y expande en sureedicin en 1983. Vase al respecto el comentario de Croce (2009: 191).

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    La alternativa genrica del testimonio surgira en cuanto los problemas detectados por Rama se comenzasen a percibir comodecididas limitaciones para el desarrollo de una identidad literarialatinoamericana. Para su fundamentacin, el campo literarioreafirmar la nocin prctica de la literatura y su necesariacircunscripcin como problema latinoamericano, postuladas por Rama, pero desestabilizar la necesidad de que en la novelstica seencarnase el escritor latinoamericano legtimo de la poca. En efecto,y como veremos, el discurso fundacional del testimonio, promovido por crticos y escritores desde Cuba y hacia Latinoamrica bsicamente, desde la revistaCasa , retomaba varias de lascuestiones literarias que el crtico uruguayo haba acotado al mbitode la novela. Nuestro trabajo considera, en particular, dos problemticas que atraviesan la escritura novelstica y se desplazarneventualmente al significado histrico y las implicaciones polticas dela literatura testimonial: por un lado, los efectos de la precariedad enel trabajo del escritor, ligada, a la vez, a la condicin socio-econmicasubordinada del campo latinoamericano; por otro lado, las dificultadesen la constitucin de un lectorado regional, vinculadas a laconformacin de la lengua literaria legtima de Latinoamrica comotarea an pendiente. Segn mostraremos, se trata de desafos para losescritores que Rama deja planteados en relacin con la novela, peroreaparecern en el campo al surgir el testimonio, y conllevarn,incluso bajo el matiz auspicioso de una nueva forma genrica, sussingulares problemas.

    1. BASES DE UNA LITERATURA PROPIAMENTE LATINOAMERICANA: SOBRELA ESPECIALIZACIN LITERARIA

    Las bases econmicas de la actividad literaria son el primerode los Diez problemas abordados por Rama, dentro de unaargumentacin en su conjunto articulada desde el materialismo

    histrico, y con las referencias tericas que tal posicin crticaconllevaba para la intelectualidad contestataria de la poca: GyrgyLukcs, Galvano Della Volpe, Antonio Gramsci. En este apartado,Rama considera, primero, las implicaciones de una incompletaespecializacin del escritor su dedicacin simultnea a otras tareas,como el periodismo o la enseanza , rasgo que sita como particularmente visible en el mbito latinoamericano: es all, seala,donde esta imposibilidad se cumple en forma ms amplia y

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    rigurosa (Rama, 1964: 4). Para el crtico, tal condicin se veamanifiesta en El apresuramiento, la improvisacin, la falta de tensiny de rigor, codendose con la espontaneidad general como tono bsico de la literatura del continente (op. cit.: 5), y sobre todo de lanovela, dado el trabajo esforzado y extendido en el tiempo que elgnero, ms que cualquier otro, requera por parte del escritor.

    As, el privilegio de la novelstica entre las modalidades de laescritura literaria, presupuesto por el anlisis de Rama, surga, segnl mismo explicita, dentro de un campo regional preparado muchoms para las dificultades que para el triunfo del gnero por eso lahistoria literaria latinoamericana solo exhiba, ante la miradaretrospectiva del crtico, unos pocos ejemplos de trayectoriasnovelsticas cumplidas (op. cit.: 6) . En efecto, el problema de lasbases de la literatura se presentaba primero porque aluda a unacondicin histrica constitutiva de Latinoamrica, que atravesaba laenunciacin crtica, tanto en la voluntad de cambio que ella expresaba,como en la imposibilidad de que ello ocurriese en la inmediatez poltica y literaria del discurso. Ms an: el predominio de la novelaen Amrica Latina poda concebirse como tributario de la mismasituacin perifrica de la regin que discuta el artculo de Rama, pues, segn su misma argumentacin lo sealaba ms adelante, habasido el mundo burgus europeo, constituido con su correlativo ysubordinado Nuevo Mundo, el escenario histrico para el origen yel esplendor de la novelstica como gnero (op. cit.: 36, 37)7.

    Como toda Latinoamrica, pues, la literatura de la reginintentaba asumir su carcter propio por diferencia y oposicin a unorden dominante del que derivaba su historia, y que detentaba el poder de definir los sentidos y alcances de lo poltica y culturalmentepropio y ajeno. Lo latinoamericano era tal desde la periferiadonde surga, y no solo nada garantizaba al proceso revolucionario enmarcha la inversin de los trminos de la historia que podan volver aAmrica Latina el terreno propicio para una produccin literaria

    desarrollada: ms bien, era deseable que dicha inversin, inclusoentendida en su dimensin utpica la de la utopa revolucionaria-,

    7 En las palabras de Anbal Quijano (2010: 17), fue la fundacin del patrndominante de poder, desde el siglo XVI, que configur la dependencia histrico-estructural de Amrica Latina y que dio lugar, en el mismo movimiento, a laconstitucin de Europa occidental como centro mundial de control de este poder.En una lnea anloga, y sobre la colonialidad moderna como condicin histrica dela nocin de Latinoamrica, vase Mignolo (2007).

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    culminase disolviendo las relaciones de dominacin que haban dadolugar al ser histrico de lo latinoamericano.Entonces, de qu manera poda proyectarse una novela

    propiamente latinoamericana, si la poltica transformadora que elcampo literario continental promova en los 60-70 deba desmontar,con su ansiado triunfo, las jerarquas que daban existencia a laLatinoamrica que aquella presupona, y cuya unidad, no obstante,apareca como necesaria en la transicin presente del procesohistrico?8 Surga de ese modo un dilema concerniente no solo a lanovela, sino a toda la cuestin cultural y su relacin con la poltica prorrevolucionaria, y frente a cuyas tensiones el campolatinoamericano tramitara distintas alternativas a lo largo de la dcadade 1960. El artculo de Rama ejemplifica bien cmo la novelaconstituy un baluarte clave de la bsqueda de una literatura propia deAmrica Latina durante la primera mitad del decenio, y aunque eltestimonio procurara suplantarla despus como gnero ms propicio para articular literatura y poltica en el revolucionado continente, susolucin genrica traera aparejadas anlogas dificultades.

    1. 1. Testimonio y humanismo: la apuesta por un hombre escritor integral

    La fundacin del gnero testimonial retom el tema de la precariedad socio-econmica de Amrica Latina, cuyo diagnsticonovelstico haba elaborado Rama. En particular, el testimonio abordel problema desde sus consecuencias, operando un desplazamientosemntico respecto de la escasa especializacin del escritor latinoamericano, antes subestimada. As, la consideracin crtica deltestimonio promovi desde sus inicios una valorizacin de prcticasdiscursivas otrora excluidas de la esfera literaria: las ciencias sociales,el periodismo, la militancia sindical y poltica; ya que, desde la perspectiva de los testimonialistas, ellas podan representar no ya una

    distraccin de la tarea especfica del escritor, sino, por elcontrario, su momento ms socialmente inscrito, y con ello ms cabal.En esa lnea, resulta ejemplar la trayectoria del argentino

    8 La transicin, uno de los momentos de la historia hacia el comunismo, quedescribe la teora marxista, constituy, segn ha visto Gilman (2003: 151), uno delos trminos con que el campo cultur al latinoamericano de los 60-70 diosignificado a su poca, pues permita tramitar los desfases entre el orden de larealidad y el ideal de sociedad que deba advenir con su transformacin.

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    Rodolfo Walsh, quien desde el comienzo de la dcada de 1970 fueconsiderado pionero del testimonio por su libroOperacin masacre, publicado originalmente en 1957, como reportaje o documento. Ladifcil relacin que el escritor mantuvo con la novela, por l mismodescrita como una neurosis (Walsh, 2007: 125), iba asociada adificultades para compatibilizar su actuacin poltica y periodsticacon el tiempo y el trabajo que le demandaba la creacin literaria. Pesea que se lo propuso insistentemente, Walsh nunca escribi una novela,y sus relatos testimoniales Operacin masacre, Quin mat a Rosendo? (1969) y Caso Satanowsky(1973) , cuya elaboracinsupuso una integracin de periodismo, militancia poltica y literatura,ocuparon, en algn sentido, el lugar que aquel gnero dej vacante enla obra literaria del escritor.9

    Tanto Walsh como, en Cuba, Miguel Barnet a quien nosreferiremos ms adelante , fueron escritores poco especializadoscomo tales, y es que, en efecto, desde la perspectiva testimonial, setrataba de que la literatura perdiera especialidad, o abandonase elestatuto distinto y distinguido respecto de otras prcticas verbales quedetentado en su historia moderna. Los gneros constituyen factorescruciales de la diferenciacin histrica entre los discursos literarios yno literarios (Schaeffer, 2006: 6); es por eso que la aparicin deltestimonio, como gnero nuevo para una ms propia literatura deLatinoamrica, permiti replantear la discusin sobre los alcances ylmites de la prctica literaria. En esa direccin, los discursos inicialessobre el testimonio, que dotaron a su nombre de uncorpusmodlico yun sentido histrico, reivindicaban no el afianzamiento de laespecialidad del escritor, sino su integracin a una vida social quetranscurra fuera de los crculos literarios, de modo que elmeroliterato deviniese, adems, cientfico social socilogo, antroplogo ohistoriador , periodista y/o militante.

    La reivindicacin hallaba un fundamento filosfico-poltico enel componente humanista del debate cultural de izquierda en los aos

    '60 latinoamericanos, varios de cuyos postulados aparecandesarrollados en el clebre artculo El socialismo y el hombre enCuba, de Ernesto Guevara. All, Guevara recuperaba la figura

    9 Sobre el complejo de Walsh con la novela, y sus implicaciones en su posicionamiento testimonial, vase Jozami (2011: 129). Asimismo, hemos propuestorecientemente una caracterizacin delcorpustestimonial walshiano, a la luz de losrasgos genricos deCaso Satanowskyy su vnculo con el discurso metaliterario delescritor sobre el gnero.

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    marxista del hombre enajenado, ligada al capitalismo y la divisin deltrabajo, oponindola a un hombre nuevo que, en la sociedad socialistaan por venir, acabara librado de la ley del valor y se dotara de unatotal conciencia de su ser social (Guevara, 1965: 15), resultandoms pleno como individuo (op. cit .: 20). Un germen histrico deeste hombre total se encontraba, para Guevara, en la vanguardia poltica que haba llevado a su triunfo a la Revolucin Cubana; de allque ella se instituyese como ejemplo a seguir no solo por las masascubanas requeridas para la continuidad de la causa revolucionaria (op.cit.: 14), sino tambin para los hombres de la cultura, que todavanecesitaban, segn la evaluacin del Che, encontrar el tono que losdefiniese como autnticamente revolucionarios (op. cit.: 20).10

    Promovido con la misma voluntad revolucionaria quereconfiguraba el campo literario de los 60-70 y su sistema degneros, el humanismo marxista se incorpor a los argumentos que proveyeron legitimidad al testimonio durante en su fundacin. En este punto, el nuevo gnero muestra las continuidades que lo enlazan conla literatura novelstica, y lo ejemplifica el caso de Maestravoluntaria,de Daura Olema , ganador del premio literario de Casa delas Amricas en 1962 en la categora novela. El libro anticipaba unrasgo de la prctica literaria que ms tarde institucionalizara eltestimonio, pues la experiencia de trabajo voluntario que encarnaba su protagonista, Vilma, haba sido vivida por la propia autora quien lanarraba, adems, en primera persona (Morejn Arnaiz, 2006: 96;Gallardo Saborido, 2009: 83). Ahora bien, todava dentro de los parmetros genricos vigentes de la novela, tal atributo no parecasuficiente para validar la literariedad del texto: ni es novela ni relato,sino un reportaje de escasa calidad literaria (Lpez Valdizn, 1962:55), sostena en esa direccin la resea del libro en la revistaCasa.Pero si la novela y el premio podan cuestionarse en ese sentido,estaba fuera de discusin, en cambio, el objeto histrico del libro, estoes, su tema, o lo que poda pensarse como su contenidohumano:

    Maestra voluntaria constituye hemos dicho que el reportaje es bien intencionado un testimonio de la experiencia vital crisol diario

    10 El artculo se public originalmente en Marchaen 1965, y fue ampliamentereconocido entre los escritores e intelectuales del campo regional. Para unadiscusin de sus postulados sobre el arte y la cultura, vase Quintero Herencia(2002: 417) y Gilman (2003: 154); sobre sus aportes una teora marxista de cortehumanista, remitimos a Kohan (2005).

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    en que se forja la juventud cubana de hoy) y el memorable recuerdode una promocin de educadores que aprendieron la realidad rural desu pas en carne propia. La Revolucin Cubana, que es unmovimiento dinmico incontroversible, marchaba ya hacia aquellasrecnditas regiones del oriente y comenzaba a borrar uno a uno losvestigios de ese pasado oprobioso, esa estancada, adormecida y dolidaherencia de la explotacin del hombre por el hombre. El propiocampamento de maestros voluntarios constituye la avanzada de lavida nueva. Justamente ese proceso dinmico que debe transformar larealidad e incluso al ser humano, nos habla Daura Olema en sureportaje (op. cit., subrayado nuestro).

    El comentario interesa aqu porque, an refirindose a unanovela, anticipa la institucindel rtulo testimonio comocategoragenrica de un texto literario, as como el sustento humanista que proveer validez a la escritura testimonial humanismo ligado, en estecaso, a la construccin del hombre y la vida nuevos en el voluntariadode alfabetizacin . Junto a ello, la resea esboza un juicio de valor sobre los temas de la creacin literaria, una que deba llegar a ser autnticamente revolucionaria, en las palabras difundidas por elChe. As, el carcter incontroversible de la Revolucin Cubana parece deslizarse hacia la literatura que la tomaba como objeto, y era

    en este aspecto que Maestra voluntariaan resultaba merecedora desu premio. La literatura testimonial, por el anclaje en la realidadlatinoamericana que propone, har reaparecer esta perspectiva, pues pondr de relieve, descorriendo el velo opaco del dispositivo ficcional,los temas histricos que preexisten a su reelaboracin literaria.11 Lacontinuidad temtica entre ambos gneros resulta visible en eldesplazamiento de la figura de la mujer revolucionaria, retratada en Maestra voluntariacon los cdigos de la novela, hacia el testimonio,donde describe una serie inaugurada junto a su fundacin con Amparo: millo y azucenas,del cubano Jorge Caldern Gonzlez(mencin del premio Casa en 1970) , y ulteriormente prolfica en la

    historia del gnero con ejemplares genricos clebres, comoSi me permiten hablar (Moema Viezzer, 1977) y Me llamo Rigoberta Mench(Elizabeth Burgos Debray, 1983).12

    11 Seguimos a Steimberg (2013: 52) en su consideracin del tema como uno delos aspectos discursivos de la relativa estabilidad de los rasgos genricos. Para elautor, el tema es el esquema histrico de representabilidad, circunscritoculturalmente y previo al texto, que este reelabora.

    12 Sobre la importancia de la figura de la mujer luchadora en la literatura

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    Se trataba, pues, de que el escritor testimonial contribuyeseliterariamente a la construccin del hombre y la mujer nuevos, desdeuna perspectiva que, intentando evitar el cerramiento enajenado de laliteratura sobre s que poda acarrear la profundizacin de suespecializacin, fomentaba su apertura vital hacia diversas prcticassociales. Lo que Maestra voluntariasugera, es decir, la participacindel escritor en la construccin de la cultura revolucionaria, apareceraexhibido en los textos testimoniales, cuya figura de escritor se presentaba interviniendo activamente en distintos mbitos de laactuacin social y/o poltica concreta.

    Hemos sealado que las ciencias sociales constituan uno deesos mbitos, y as lo instituy Miguel Barnet, central entre lostestimonialistas, y cuyo primer libro testimonial, Biografa de uncimarrn, haba surgido de una investigacin en el Instituto Cubanode Etnologa y Folklore (Sklodowska, 2002; Barnet, 2011: 106).Barnet encontraba en la metodologa de entrevista que le habaninspirado los antroplogos Oscar Lewis y Ricardo Pozasun uncriterio ms humano para la produccin cientfico-social, pues permita destacar y traslucir detalles que no apareceran de seguir losmtodos de presentacin convencionales, tal como lo hara unnovelista (Barnet, 1965: 100). Simultneamente, se favorecan as laliteraturizacin y la humanizacin de la ciencia, asociadas al abandonode los mtodos cuantitativos propios del positivismo, esto es, a uncuestionamiento del anlisis estadstico (d.) y su serie deabstracciones, como manifestacin sistemtica, aun pretendidarigurosa, de la enajenacin intelectual dominante.

    As, frente a la eventual derrota de la novela que haba procurado sortear el artculo de Rama, haba un posible triunfo en elescritor hombre y humano que defina el testimonio, como promulgacin literaria de una victoria de la humanidad nueva quenaca polticamente, en la revolucin latinoamericana en marcha. Untriunfo del hombre, el hombre ese que en estos casos se acostumbra a

    escribir con hache mayscula, que no se deja aplastar. Carolina,como un hroe de Hemingway, es el hombre no vencido,es lavoluntad del hombre no vencida, afirmaba en esa lnea el escritor cubano Vctor Casaus (1965: 108, nuestro subrayado), integrado aosms tarde al canon testimonial regional, sobre el testimonio del

    testimonial, remitimos a los trabajos de Jean Franco (1992) y Luis Fernndez Guerra(2010: 222).

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    hambre en Brasil descrito por La favela, de Carolina Mara de Jess.13 De hecho, era la voluntad del campo literario latinoamericano queinstaba a leer ciertas experiencias vitales aqu, la autobiografa de laautora y testimoniante, Carolina con los parmetros de un rgimenesttico en este caso, como si se tratase de un personaje deHemingway : acaso en la humanidad plena de los que luchaban, realcomo lo testimoniaba una vida, poda surgir un renovado gnero de belleza.

    1. 2. Una literatura de la espontaneidad

    Si el intento de un escritor que tomara parte en prcticas sociales primero ajenas a lo literario inverta los trminos de la especializacinque, en Latinoamrica y segn Rama, haba sido su dificultadhistrica, el testimonio asimismo resignificara la espontaneidad dela escritura, que para el crtico uruguayo constitua otro factor descalificador de la novela latinoamericana. En efecto, desdeinstancias previas a la institucionalizacin del gnero, fue frecuenteentre la crtica testimonialista la valoracin positiva del discurso producido inicialmente sin proponerse alcanzar un estatuto literario.En esa lnea, en su resea de Biografa de un cimarrnde Barnet, elhistoriador cubano Manuel Moreno Fraginals destacaba el hecho deque su autor no ha pretendido en forma alguna hacer literatura,aunque haya logrado una de las ms acabadas obras literarias cubanasde este siglo (Moreno Fraginals, 1967: 132). La intervencin deMoreno Fraginals mostraba as cmo era no solo una manera deescritura, sino tambin un tipo de interpretacin la suya y de suesfera coetnea lo que haca de un texto una obra literaria, y esteaspecto resulta crucial para entender el funcionamiento del testimoniocomo gnero: como afirmamos al comienzo, sucorpus se constituy primero por la lectura literaria que el campo oper sobre produccionesdiscursivas previamente entendidas como extraliterarias.

    De manera similar, lo impensado y no programtico de laescritura defina otro de los aspectos elogiables que Casaus resaltaba a

    13 La resea de Casaus corresponde a la edicin que Casa de las Amricas publica en 1965 en su coleccin Literatura latinoamericana. La edicin original dellibro tuvo lugar en San Pablo, en 1960, bajo el ttuloQuarto de despejo: diario deuma favelada. Previamente, adems, otra traduccin al castellano se haba editadoen Buenos Aires en 1961, por Abraxas, con el ttuloQuarto de despejo. Diario deuna mujer que tena hambre.

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    propsito de La favela de De Jess: Si se dice que Carolina no se plante hacer una crnica o una denuncia y que lo ha logrado, seestar diciendo la verdad []. De ah que este libro est regidoespontnea y ver azmente por el hambre (Casaus, 1965: 107). Laespontaneidad en la escritura va ligada aqu a un requisito deveracidad ejercido ms fuertemente sobre un texto no ficcional, y que parece garantizado por la generacin espontnea de la escritura, sunaturaleza pulsional, inscrita en la forma del diario ntimo que defineel libro de De Jess.

    El comentario de Casaus hace ver, por otra parte, un comncriterio de validacin de la literatura testimonial y su consideracincrtica: ambas se guan segn la misma necesidad de comunicar laverdad. Esta coincidencia se asocia, por un lado, a una identificacindel autor de la resea con la autoria de La favela, pues l no solo escrtico sino tambin escritor, y formar parte del canon del testimonioque l mismo construye, como crtico (lector) y autor. No hay queolvidar, en efecto, el doble papel de escritores e intelectuales que losactores del campo latinoamericano tendieron a asumir en los aos '60-'70, unificado por el sentido de intervencin poltica que orientaba sus prcticas (Gilman, 2003: 69). El testimonio constituye una expresinclara de tal duplicidad, ya que la supresin de la ficcin en su pacto delectura acerca a los textos del gnero a las tradicionales modalidadesde la comunicacin intelectual, como el ensayo o el artculo crtico.14 La resea de Casaus, de hecho, expone una puntual vocacin polticaque provea validez tanto a La favelacomo a su propia crtica, ya quela verdad que ambos representaban, no ahistrica sido situada,tomaba la voz de un sector social concreto, el siempre marginado dequienessufren: Un libro escrito por alguien que ha sufrido lo terribledel hambre tambin tiene que ser veraz. Un documento veraz. Eso es

    La favela (Casaus, 1965: 107). Aunque acotada al elogio de un libroespecfico, la formulacin delimita un significado histrico que

    14 Los casos de Manuela la mexicana, de Ada Garca Alonso (1968), texto quefue el resultado de una investigacin etnogrfica, y Per, una experiencia guerrillera, de Hctor Bjar (1969), fruto de un intento revolucionario en ese pas,muestran la proximidad discursiva entre la literatura testimonial y el ensayo. Ambosrecibieron premios en la categora ensaystica del certamen de Casa de las Amricas, pero, una vez institucionalizado el testimonio, se incorporaron alcorpusdel nuevognero. Sobre las discusiones en torno de la caracterizacin genrica del texto deGarca Alonso, vase Ramaet al (1995).

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    orientar el desarrollo de la literatura testimonial en su conjunto.15 Ahora bien: desde la perspectiva de una literatura que buscabasu eficacia tan esttica como poltica, el privilegio de la espontaneidadimplicaba nuevos dilemas para los defensores del testimonio, y losriesgos asumidos al esbozar sus respuestas parciales. Es, en efecto,con dilemas y riesgos que la apuesta testimonial se consolidar en sudefinitiva institucionalizacin, al incorporarse, en 1970, la categoragenrica al certamen literario de Casa de las Amricas. A continuacinlo muestra un pasaje de Mara Esther Gilio: la comunicacin casiinstantnea, el comentario de Joaqun Andrade a la obra testimonialganadora del primer premio del certamen, La guerrilla tupamara:

    [] es frecuente que Mara Esther desconcierte a entrevistado ylectores con supuestos desplantes a primera vista fuera de lugar []. En el Reportaje a un tupamaro, por ejemplo, luego de una entrevistaextensa, manejada con seriedad, el reporteado respondeafirmativamente a la pregunta de si ha sido torturado, y agrega: Esaes una linda experiencia. Entonces aparece la frase desconcertante:En mi vida he visto un ejemplar ms acabado de defor macin profesional, dice Mara Esther. Incluso los reportajes a los torturadosofrecen varios ejemplos de lo que podramos llamar la frasesorpresa y eso nos ha hecho pensar que Mara Esther, en realidad, no

    est esgrimiendo un recurso para sacarle chispas a su nota sino, ms bien, registrando fielmente el dilogo con su ocasional reporteado yreflejando sus asombros y reacciones espontneos sin quitar ni poner comas (Andrade, 1971: 175).

    La resea de Andrade a la obra de Gilio es relevante aqu porqueenlaza el tema de la espontaneidad de la escritura los momentos enque deja de ser manejada con seriedad, en trminos de Andrade aotros dos rasgos que el discurso fundacional del testimonio promocionaba como virtudes del gnero: la instantaneidad deldiscurso, por un lado, y su fidelidad a la realidad social que es suobjeto, por otro. As, en lo que atae al primer atributo, caberetrotraerse a la afirmacin de Rama sobre la prolongacin en el

    15 Los que sufren o las vctimas sociales son, ya en el estudio clsico de Jara yVidal sobre el testimonio, el problema nodal del gnero: Sus personajes sonaquellos que han sufrido el dolor, el terror, la brutalidad de latecnologa del cuerpo;seres humanos que han sido vctimas de la barbarie, la injusticia, la violacin delderecho a la vida, a la libertad y a la integridad fsica (Jara y Vidal 1986: 1,subrayado de los autores).

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    de elementos de lucha poltica, como los que protagonizaban La guerrilla tupamara. Era, as, la latinoamericanidad considerada en su presente a que

    deba dar cabida la produccin literaria, y ello no solo requera deinstantaneidad en sus dispositivos comunicativos, sino tambin, ycomo anuncibamos ms arriba, defidelidad al representar lossucesos de la realidad social latinoamericana. La reproduccin fiel delos hechos, que los promotores del testimonio han presentadohistricamente como una de sus virtudes (Sklodowska, 1992: 121 y ss.), no solo es relativa al requisito de veracidad que analizbamosms arriba, sino tambin al trabajo sobre el lenguaje implicado en la produccin del texto, trabajo que, de este modo, puede postergarseentre los valores que otorgaran estatuto literario al texto. As, laescritura espontnea, que se apega fiel a la pura y simple elocuenciade los hechos, corre el riesgo de redundar en efectos indeseados dereconocimiento: de all los desplantes al lector queAndrade percibaen Gilio, y que podan obstaculizar los fines a la vez polticos yestticos de la obra. Ms an, es notorio que el elogio del libro seconcentraseen el reportaje Con la bala en la recmara, que paraelcrtico constitua el verdadero eje del trabajo, porque puede parecer, por momentos, un cuento (Andrade, 1971: 174). Paraestimar la calidad literaria del texto, la crtica de Andrade devuelve prioridad, pues, a la manipulacin reflexiva operada sobre el lenguaje el manejo siempre gil y ameno del pensamiento, del nerviosismo,de los pequeos problemas prcticos [] de los protagonistasannimos de esta historia (op. cit.: 175) , una manipulacin que,adems, ligaba privilegiadamente a la narrativa ficcional, cuyadominancia en el sistema genrico de la poca, justamente, habavenido a disputar el testimonio.

    En efecto, las relaciones entre el testimonio y la narrativaficcional no describen una distincin tajante, pero es en el esfuerzo por diferenciarse de la ficcin que busca instituir su valor la literatura

    testimonial, objetando, en particular, la posibilidad que aquella ofrecede volver opaco el reenvo del texto a lo real-social. As, en tantodiscurso directamente vinculado a la realidad, fiel a los hechoslatinoamericanos, e instantneo resultado de su actuacin poltica, eltestimonio aparece como la clase de literatura que emergeespontneamentede la historia, en especial concebida en su fervor revolucionario:

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    Cuando la Casa de las Amricas decidi agregar a sus cinco premios tradicionales el detestimonio, tuvo, sin duda, una idea feliz.Parece obvio que la situacin prerrevolucionaria de la Amrica Latinaestimula la creacin literaria en el continente: pensamos que no esmera casualidad que en 1970 dos uruguayos se lleven el premio Casa,en poesa y en testimonio. La dictadura ha sacudido al pas, haradicalizado a los pacficos uruguayos y ha estimulado, tambin, lanecesidad de la comunicacin de los ms sensibles con el pblico(Andrade, 1971: 172, subrayado en el original).

    El anlisis de Andrade sobre el proceso de institucionalizacingenrica del que l mismo participa coloca a la literatura como larespuesta directa y natural a una situacin poltica convulsionada quela estimula la revolucin, la dictadura , y a las acciones del rganocultural del gobierno revolucionario, Casa de las Amricas, como lasubsiguiente respuesta feliz a tales condiciones de creacin literaria.Era indudable, en efecto, la fuerza con que los agitadosacontecimientos polticos atraan la atencin de los escritores del perodo, pero la concepcin de la revolucin como causa explicativade una literatura que la defenda poda restar espacio a los sujetosimplicados, de cuyas voluntades activas estticas y polticas,heterogneas y volubles , ms que de su conducta espontnea,

    dependa la continuidad del proceso. El caso, de hecho, admita otroanlisis: la escritura literaria no responda sin ms al trasfondo de larealidad histrica, sino que participaba crucialmente de suconstruccin, y asimismo intervena la institucin poltico-cultural,cuyas decisiones excedan la rplica obvia a un tipo de literaturaconfiguradoa priori. De all que la incorporacin del testimonio alcertamen de Casa hablara, sobre todo, del fomento poltico-institucional a una escritura que prometa fidelidad a la historialatinoamericana, aun si careca, en rigor, de cualquier ingenuaespontaneidad.

    2. DEL TESTIMONIALISTA AL PBLICO: DEBATES SOBRE UNA LENGUALITERARIA DE Y PARA EL PUEBLO

    El reconocimiento de la actividad literaria constituy otra de lasgrandes cuestiones en debate en el campo cultural de los 60-70.Como lo ha sealado Gilman (2003: 86), se trataba de crear un pblico que diese su odo a la palabra literaria, y ms vastamente quehasta entonces, pues as lo requera la anhelada masificacin del

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    oposiciones que no conseguan sintetizar la legtima y legiblenovelstica latinoamericana de la poca.Hay que sealar que, dentro de este desalentador panorama,

    Rama encontraba una excepcin prometedora en Jos Mara Arguedas,a quien caracterizaba como un novelista que es al mismo tiempo undestacado etnlogo (op. cit.: 22). La consideracin del escritor peruano es relevante aqu porque propone una validacin delacercamiento entre prctica literaria y antropolgica, que posteriormente fundamentar la legitimidad del testimonio. Ramaevocaba, adems, el ensayo La novela y el problema de la expresinliteraria en el Per, extendiendo hacia Latinoamrica todalosinterrogantes sobre la lengua con que deba hacerse una genuinaliteratura peruana, que haba formulado all Arguedas Cmodescribir esas aldeas, pueblos y campos; en qu idioma narrar suvida? (cit . en Rama, 1964: 22) . Es que, en efecto, el problema delreconocimiento de la prctica literaria inclua un debate sobre susmodos de produccin: remita a la necesidad de que los escritores ycrticos del campo construyesen para el arte verbal del continente losdispositivos comunicativos capaces de atraer a un ms vasto y diverso pblico.

    En ese sentido, los gneros constituan una cuestin crucial, entanto instancias de asiento del pacto comunicacional de los textos,decisivas en la configuracin de su horizonte de lectura (Steimberg,1998: 44; Todorov, 2012: 66). De all que, frente a las dificultades delas propuestas novelsticas regionales, observadas por Rama, eltestimonio se presentase como nuevo intento del campo por resolver los problemas de la hasta entonces incompleta constitucin del pblico lector. Fue Rama mismo, de hecho, quien aos despus de susDiez problemasargument en favor de la institucionalizacin delgnero testimonial en Casa de las Amricas, a partir de una necesidadexpresiva que adjudicaba a los escritores de Latinoamrica: haba quemostrar la lucha de Amrica Latina a travs de la literatura. Claro que

    eso no aminora en nada nuestras ambiciones de hacer al fin una obrade arte, sino simplementecontribuir a expresar todo el proceso(Ramaet al,1995: 122, destacado nuestro).

    As pues, si la literatura se haba mostrado limitada en sualcance social, el testimonio haca surgir alternativas frente a las quedefina, adems, su nueva medida. En las palabras del escritor testimonialista Rodolfo Walsh, dirigidas a los estudiantesuniversitarios de La Habana: un periodista que a travs de un

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    que, desde su instituido lugar de saber, asuman tanto el privilegiocomo la responsabilidad de delimitar los caracteres de dichaconciencia.

    En definitiva, el pueblo de los escritores era el que ellos mismosdefinan, interpelaban y pretendan representar como tal para queasumiese su nombre. Como lo sostena la escritora testimonialconsagrada en Casa de las Amricas, Mara Esther Gilio: la fuerzaest en el pueblo, aunque este no lo sepa. Hay que hacrselo saber, pero con su propia experiencia directa (Gilio, 1970: 15). Lareconfiguracin ampliadora del pueblo lector se justificaba, as, en el propio pueblo como punto de partida, en su experiencia vital, sobre lacual poda dar testimonio. Haba que emitir, primero, un juicio poltico susceptible siempre de vacilaciones y errores sobre quienes seevaluaban legtimos representantes del pueblo en lucha, para hacerseeco de su voz de la experiencia, como suceda en las entrevistas deGilio que dieron inicio a su libro. Luego, se trataba de traducir esavoz, a modo de mediacin literaria dirigida a un pblico que pudiese,entonces, sentirse ms parte de las luchas del pueblo, y eventualmente pasar a integrarlas. Andrade, en efecto, vea este potencial en La guerrilla tupamara, que propona, segn l, una forma de llevar a loslectores hacia los tupamaros (Andrade, 1971: 174).

    As, delimitado como gnero por una sucesin de movimientosque promova del pueblo a los escritores, y de estos una vez ms al pueblo , el testimonio exhibe la importancia que para los actores delcampo literario latinoamericano de los 60-70 tuvo la construccin deun lugar propio: un espacio de enunciacin colectivo, o un grannosotros, cuya fuerza impulsase la Revolucin posible paraLatinoamrica.17 La consolidacin de dicho espacio supona laintegracin de escritores y lectores, intelectuales y pueblo, en unanlogo modo de decir y hacer literatura y poltica en el continente,y el testimonio, despojado en su texto de las investiduras de la ficcin,acaso constitua la escena enunciativa propicia para dicho

    acercamiento.Ahora bien, el encuentro de un pblico-pueblo no representabauna tarea sencilla, como en cuanto a la novela lo haba percibidoRama en 1964, y como asimismo resurgira en la creacin del

    17 Juan Carlos Quintero Herencia ha mostrado la dimensin topogrfica deldiscurso latinoamericanista de los 60-70, tal como este se produca desdela Casade las Amricas, en lo que denomina el imaginario espacial del rgano poltico-cultural y su revista (Quintero Herencia, 2002: 75).

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    testimonio. Fue precisamente el problema del pblico que proveyargumentos a la polmica sobreCancin de Rachel , el segundo librotestimonial de Miguel Barnet, publicado en 1969, con una recepcincrtica menos favorable que la de Biografa de un cimarrn canonizada como fundadora del gnero . Una de las reseas deltexto publicadas por Casa de las Amricas, firmada por el secretariode la revista, Ramn Lpez, pone de relieve los temas en debate:

    Pero cabe preguntarse: por qu Miguel Barnet, autor de la notable Biografa de un cimarrn, obra de xito no slo en Cuba, lanza estaotra obra llena de simplezas? La respuesta ms acertada que

    encontramos es la siguiente: todo escritor escribe para un pblico. El pblico del primer Barnet era, lgicamente, un lector cubano, ansiosode empezar a descubrirse a s mismo y ser descubierto. La pocarepublicana representaba tambin otro filn para explotar con latcnica de la novela-testimonio, pero el pblico de Barnet se habaampliado: ya no slo escriba para un lector cubano sino con vistas,fundamentalmente, a otro lector. Esto lo obliga, en cierto sentido, aentrar en un juego, que no significa necesariamente conciencia delmismo, pero que de hecho le impone obligaciones. Quizs es esto loque hace a Miguel Barnet apartarse del contexto poltico-econmico ydedicarse a explotar aquellos aspectos de cierto sabor tropicalizante(Lpez, 1969: 123).

    Cancin de Rachel apareca como objeto de reproche crtico porque, pretendindose representativo de una historia que no solohaba vivido su protagonista, sino toda Cuba, caa en los rasgos peligrosos de la ficcin (Collazos, 1969: 191), segn reafirmara elescritor boliviano scar Collazos en la segunda resea del textoaparecida enCasa. Contrincante principal del testimonio, la ficcin seligaba en su enfoque a una falsa conciencia ideolgica, la concienciaartificial propia de un personaje que ha vivido la historia no en profundidad sino con el delicioso aliento de la frivolidad (d .): setrataba, en los trminos del marxismo humanista considerados msarriba, un personaje afectado por la enajenacin. Rachel, pues, nocontaba como testimoniante vlida, porque su voz perteneca al relatode la ideologa dominante, esto es, porque, contra el gesto libertariode un grupo social que haba retratado el cimarrn Montejo, ella Novive la historia; la contempla. No la sufre, la desdea. No participa deella, la elude. Es ahistrica, en cierta medida (d.).

    Las interpretaciones crticas deCancin de Rachel exponen una

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    posicin concreta no solo sobre los aspectos de la realidad narrablesen literatura, vistos ms arriba, sino, ms especficamente, sobrequienes podan evaluarse como sus dignos protagonistas y portavoces.En el programa testimonial, se trataba de dar la palabra a los quesufran la injusticia de las condiciones sociales tal como ocurra en La favelareseada por Casaus , y fundamente a quienes, ya comosufrientes o compadecidos, participaban de la transformacin polticalatinoamericana: Esteban Montejo, los tupamaros, los resistentes a lainvasin a Playa deGirn en la memoriade Casaus y los fusilados enla Operacin masacrede Walsh constituan ejemplos representativosde ese grupo. La perspectiva poltica que guiaba la produccin detestimonios permita evaluar, adems, su circuito de destinacin, y allsurga el disgusto por la segunda obra de Barnet, pues su pblico, si bien amplio, era otro: extranjero no solo en trminos geogrficos,sino sobre todo por el contraste poltico que lo separabairreductiblemente del revolucionado lector latinoamericano.

    La creacin del pblico lector se intentaba, entonces, atravesada por otra tensin, ya que era la atraccin de un otro poltico hacia elterreno de lo propio que, en parte, orientaba el programa deampliacin y diversificacin del lectorado latinoamericano, cuyaurgencia ya haba notado Rama. Dicho de otro modo, si haba quemasificar el lectorado para reforzar la transformacin en marcha, eracuestin de persuadir a quienes an no se haban incorporado al proceso revolucionario, pero ese conjunto vasto y heterogneo poda incluir a unos otros radicales, los que definan el lmiteantagnico de lo nuestro latinoamericano.18 As, el antagonismocolocaba a la palabra literaria frente al desafo de un equilibriodelicado, tejido entre la necesidad de delimitar un propio tono polticoy literario, que dotase a Latinoamrica de su identidad, y el riesgo deun cerramiento sectario que poda obstaculizar el proceso, si el mbitode interpelacin se reduca a los mismos actores ya involucrados en elcambio poltico cuya ampliacin se requera. Quedaba an por

    discutirse, pues, la justa lengua literaria del pueblo latinoamericano.

    18 En los trminos de Chantal Mouffe (2007: 23), es el que antagonismo quedefine, bajo la oposicinnosotros/ ellos, la condicin de posibilidad de cualquier identidad poltica. Sobre la identidad poltica latinoamericana, vase en Born(2012) un enfoque reciente del conflicto histrico que describe frente a los EstadosUnidos, hasta su estatuto contemporneo.

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    2. 1. La lengua testimonial: complejidad del vnculo oralidad-escrituraEl artculo de Rama, y los discursos sobre el testimonio que

    retomaron sus problemas, debatan nosolo un exterior o trasfondosocio-econmico y cultural de la escritura literaria y su lectura, sino, por el contrario, toda una manera de escribir del escritor latinoamericano, y su mayor o menor eficacia comunicativa. En otras palabras, estaba en tratativas la construccin de una lengua literaria, yas lo concibe el crtico uruguayo en otro de los pargrafos de suartculo, titulado El novelista y la lengua. Elapartado pone endiscusin aspectos bsicos de la literatura latinoamericana como problema: cmo definir a Latinoamrica, si en modo alguno, en tanto presupuesto de una literatura propia de la regin?, cmo circunscribir una identidad poltica y literaria en la diversidad de los contextoshistricos que integraban el continente?, qu papel cumpla la lenguaen la definicin de Amrica Latina y su literatura?

    Se trataba de interrogantes histricos, y sus respuestas tomabanla forma ms de debates y opciones que de rotundas afirmaciones. Elartculo de Rama exhibe tal complejidad, pues el crtico cuestionabasu propia opcin por Latinoamrica, pautada en el ttulo del ensayo, alesbozar, en el inicio del pargrafo, una definicin de lo lo hispano americano, cuya unidad no se encontraba, para l, en los orgenes ola historia comunes, sino enla lengua: en la comprobacin que es lamisma, idntica, en todas partes (Rama, 1964: 17). La lenguaoperaba como fundamentacin objetiva y esencial de unahomogeneidad promovida para la regin, y que se mostrara sinembargo, seguidamente, tributaria de una construccin poltica:existe una sintaxis del idioma en Amrica Hispana que poco, o nada,tiene que ver con la con la de Espaa. Es verdad que conozco Cuba, peroaun sin conocerla, ese lxico me es secretamente afn, y ms [...]la estructuracin del habla, la articulacin lingstica de un paslatinoamericano (op. cit.: 23, nuestro subrayado). As, ya vuelto hacia

    Latinoamrica, Rama encontraba un modo de decir propio (d.,destacado del autor), y nico no por razones objetivas cognosciblesa priori ni siquiera por una lengua comn , sino, sobre todo, debido alsentir poltico de una afinidad secreta: la contingencia histrica de laopcin latinoamericanista, que en los 60-70 ubicaba en la Cubarevolucionaria su sede privilegiada.

    Un sentido poltico, pues, atravesaba la construccin de unalengua literaria para el escritor novelista del continente. En el abordaje

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    de Rama, sus complejas implicaciones incluan una discusin sobre laoralidad y la escritura sus relaciones y distancias , que interesa aqu, pues resurgir con fuerza en el debate crtico sobre el testimonio (cf. Achgar, 1992: 62-62; Vich y Zavala, 2004: 109). En particular, eldiagnstico del crtico uruguayo defina una cierta diglosia queafectaba a los escritores del continente, escindidos entre elcomportamiento lingstico del hombre comn, fundamentalmentededicado al habla en muchos casos su nico bien cultural y el delhombre culto, el que sabe de la existencia de la Real Academia,conoce [...] la imposicin de las normas de la prosodia y sintaxisdeterminadas, en ltima instancia, por esa Real Academia (op. cit.:18). El crtico describa as otra enajenacin de la literatura enAmrica Latina, ahora de ndole lingstica, y ligada a los lmites quesobre el potencial inventivo del escritor operaba su apego a la normadominante a un lenguaje que no ha inventado y que, por lo mismo,no le pertenece integralmente (d.). Una vez ms, las alternativas al problema se planteaban para Rama en trminos de dicotomas cuyosextremos cultismo, academicismo y reverencia por la tradicinlibresca vs. regionalismo y usos de la jerga popular provinciana noacababan de sintetizar una cabal novelstica del continente.

    Hay que recalcar que, dentro de este desalentador panorama,Rama destacaba, no obstante, la labor de Jos Mara Arguedas, por haber enriquecido el idioma espaol con elaporte de las lenguasindgenas,y a quien caracterizaba como un novelista que es al mismotiempo un destacado etnlogo (op. cit.: 22). La reivindicacin deArguedas es notable aqu por el alcance latinoamericano que adquiransus reflexiones sobre la lengua literaria peruana Rama evoca elensayo La novela y el problema de la expresin literaria en el Per,de 1950 , as como por el acercamiento entre prctica literaria yantropolgica que propona la figura del escritor peruano,acercamiento que, como ya sealamos, adoptar eventualmente una delas variantes bsicas del testimonio.

    En efecto, ya diagnosticadas las dificultades de una lengualiteraria propia del continente, y su significado poltico, el gnerotestimonial esbozar, en su proceso de fundacin, sus singularessoluciones al problema. As, los sealamientos de Rama sobre el temahallan una posible reformulacin en La literatura de testimonio,intento pionero de teorizacin del testimonio como gnero, que laargentina Mara Rosa Oliver artculo public en el nmero 27 deCasade las Amricas.All Oliver, en un comentario de las Memorias de

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    Dir tambin, para ser justa, que estos das me hall sumida demanera inesperada en esa prosa inconfundiblemente caracterstica deciertos, de contadsimos argentinos nacidos en hogares terratenientes,al leer los Pasajes de la Guerra Revolucionariade Ernesto CheGuevara. Espero que l, que ha contribuido tan magnficamente a laRevolucin que entrega la tierra a quienes la trabajan, me perdonar lode terrateniente (d.).

    As, el desplazamiento sociopoltico del Che poda ser concebido como su pasaje hacia unajusta posicin histrica, justicia

    que defina la contribucin a la causa revolucionaria, admirada por Oliver. Pero tal desplazamiento conllevaba, adems, uno de ndoleglotopoltico, pues el dominio lingstico del pueblo, tanto como el dela poltica revolucionaria, era la oralidad: su inmediatez respecto delorden de los hechos, a cuya produccin histrica era necesario dar continuidad en la Latinoamrica de los 60-70. De ese modo loratificar Oliver aos despus, al dar su propio testimonio sobre lafigura del Guevara, publicado luego de su muerte:

    Como estoy en La Habana invitada para actuar de jurado en unconcurso literario, [Guevara] pasa a comentar lo malas que suelen ser

    las novelas con temas de la reciente revolucin que considera falsas,estereotipadas y basadas en una errada tendencia didctica que hace pasar por alto hechos dignos de ser contados. A ese propsito merelata con tal vivacidad, color y humorismo un episodio de la entradade las fuerzas guerrilleras en la capital, que demuestra mi asombro deque l no lo haya escrito. No tengo tiempo. Y si dispongo de tiempohay que escribir sobre tctica Le regalo el relato: escrbalo usted(Oliver, 1968: 47).

    Cabe atender al ttulo del artculo,Solamente un testimonio,ya que no solo seala a la escasez de la palabra sobre la muerte delChe como si, frente a lo tremendo del suceso, siempre restase ms por decir , sino tambin a una cierta autopercepcin desvalida deOliver respecto de la figura de Guevara: sus dificultades para alcanzar,como escritora, el rango de autnticamente revolucionaria, que lehaban prefigurado las palabras del lder 19. Las dificultades buscan

    19 Al analizar este pasaje, Morejn Arnaiz (2006: 101-102) atribuye un valor proftico al postulado de Guevara, pues la narracin de Oliver presentaba al

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    hallar su solucin posible en una escritura que asimile su forma a ladel lenguaje oral, propio de la poltica. As el Che, revolucionario paradigmtico, urgido por su tarea revolucionaria, no escribe, pero shabla, y con tal vivacidad, color y humorismo que el campo literario podr tomar su variedad de lengua como modelo de escritura. Es estemodelo que propulsar, en parte, la institucin del testimonio comognero latinoamericano.

    La literatura testimonial, de hecho, tender a presentarse comotranscripcin fiel del discurso oral, como en las palabras de Barnet queintroducen suCancin de Rachel : habla de su vida, tal y como ellame la cont (Barnet, 1969a), sealaba en esa lnea la contratapa delautor, ratificando la fidelidad del testimonio a su objeto real-histrico,esta vez, la lengua oral del personaje testimoniante. Se trataba de unanueva respuesta a la divisin problemtica entre oralidad y escrituradescrita por Rama, ya que, con el nuevo gnero, ambas trazaban unacontinuidad, donde lo escrito no se diferenciaba del habla queretransmita y esta ltima no se distingua de la dimensin de laaccin. Desde esa perspectiva, inscrita en el cuestionamiento a laenajenacin intelectual caracterstica de la sociedad burguesa, LuisFernndez Guerra elaboraba su elogio crtico de Biografa de uncimarrn, sobre cuyo protagonista sealaba queEntre su pensamiento y su accin pertinencia de las sociedades orales noexiste escisin (Fernndez Guerra, 1970: 165).

    En rigor, la oralidad protagonizaba el testimonio tanto como laescritura. En primer lugar, porque era la palabra impresa que, ya enformato de libro o de publicaciones peridicas, permita la difusinmasiva, hacia toda Latinoamrica, del saber experiencial sobre lahistoria del continente que los testimonios ponan en relato. A la vez,vigente la necesidad de la impresin, ella se ligaba a la persistencia deuna literatura ejercida en la vivencia misma del escribir; de all que laedicin en libro de los textos testimoniales, y la confeccin de suaparato paratextual epgrafes, prlogos, eplogos, titulaciones

    devolviese a los escritores un espacio para el despliegue de supropia y autoral palabra.20 En segundo lugar, era todava con el guerrillero como verdadero autor del testimonio de la revolucin, estipulando, as, lairreversibilidad de su propia imposibilidad como escritora revolucionaria.

    20 Sklodowska (1992: 22) y Kaempfer (2000) han estudiado los prlogos en laliteratura testimonial, sealando su papel en la legitimacin autoral del discurso, y lacomplejidad de la relacin entre testimoniantes y escritor que dicha legitimacinsupone. Sobre la importancia del prlogo y otros componentes paratextuales del

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    discurso escrito e impreso que la literatura testimonial podaresguardar su memoria en el tiempo, pues de esa forma dedicaba unlegado de vida a los eventuales encargados de construir la posteridad:

    Insisto que, salvo contadas excepciones, el argentino es reacio anarrar sus propias experiencias. De ah que su gnero preferido sea elensayo y esto se debe, segn mi parecer, al hecho de que lo conceptualno lo obliga a la total exposicin del yo. Si tiende a lo impersonalno es porque sea poco individualista, sino para no exponer suintimidad al juicio ajeno. [...] Todo cuanto pudiese parecer unadenuncia al orden establecido, se calla. Y esta autocensura se traduce

    en obras chirles, conformistas y sin fuerza alguna. Hay excepciones,hay quienes entresealan la verdad, hay quienes llegan a mediocamino, y hay los dispuestos a decir toda la verdad, a ir hasta el fin delcamino, pero a stos les falta generalmente oficio: son jvenes nacidosen hogares proletarios de la pequea burguesa [...].

    Si los de las generaciones pasadas, sin necesidad de golpearnos el pecho en espectacular mea culpa, o de caer en un autosalvador yoacuso, damos un testimonio sincero de cmo hemos vivido y de por qu fue as nuestra vida, contribuiremos en algo a que los jvenes puedan hacerse ms fcilmente idea de lo que fue aquel pasadocercano.

    Para ellos hay que dar testimonio (Oliver, 1964: 11).

    El testimonio aparece asociado aqu al presupuesto de un deber:el de dar a conocer lo vivido en el pasado para aportar a laconstruccin del futuro, tarea distribuida con criterios generacionales, pues concerna, como lo afirma Oliver, principalmente a los jvenes.La sinceridaddel discurso testimonial, su disposicin a decir toda laverdad busca reparar aqula culpabilidad de los escritores eintelectuales que hasta el presente no han colaborado debidamente conlos requerimientos de una literatura que propicie la transformacin delorden establecido, y es en la oralidad donde el testimonio halla sums cabal forma de expresin, pues vuelve al lenguaje una clase de puesta del cuerpo, como lo es la poltica,liberando la fuerza de unatotal exposicin del yo. Ntese, no obstante, que la mismaexposicin de Oliver introduce el carcter complejo de la relacinentre oralidad y escritura al tramarse dentro del campo literario: se

    testimonio, ha sido frecuentemente estudiado el caso deOperacin masacre, deRodolfo Walsh, por las modificaciones que su autor oper en tales segmentos de laobra a travs de sus mltiples ediciones (cf. Hernaiz, 2012).

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    trataba de una conferencia dictada en la Casa de las Amricas, que laescritora presentabacomo charla entre amigos, sin libros dereferencia a mi alcance(op. cit .: 3), pero su reivindicacin dellenguaje oral provena de una experiencia como lectora, y era un tipode dispositivo impreso la revista que permita su amplia difusin.En efecto, poda conversarse, como amigos reunidos en la Casa, sobreLatinoamrica y su literatura, pero an deba escribirse, con y para el pueblo todo, su destino revolucionario.

    2. 2. Hacia una literatura propia de Latinoamrica: trayectoriasgenricas entre la novela y el testimonio

    La literatura propia de Latinoamrica se dirima polticamente,tal como lo exhibe su descripcinen los Diez problemas deRama, ycomo luego lo reformulara el discurso fundacional del testimonio,con sus peculiares aspectos problemticos. En efecto, era un potencial poltico que el crtico uruguayo haba situado en la novela en tantomodalidad literaria privilegiada, potencial que ligaba, a la vez, aldesentraamiento de la realidad social que permita el gnero,conforme los postulados de la teora esttica marxista vigentes en elcampo latinoamericano de la poca.21 As lo seala el siguiente pasajedel artculo, perteneciente alapartado La novela, gnero objetivo:

    La funcin de la novela no es la de sustituir los tratados desociologa, sino la de proveer estructuras de sentido que ubiquenartsticamente al hombre en el mundo, pero aun pensndolas, comotanta crtica abusivamente sociologista lo ha hecho, como talesmateriales complementarios del historiador, no dejan de ser mejores yms hondos testimonios estas entradas particulares a una sociedad,que las novelas consagradas explcitamente al tratamiento de lostemas importantes (Rama, 1964: 31).

    Para Rama, la novela ideal daba testimonio de un orden social,como posteriormente lo podr hacer el testimonio mismo, una vez queesta denominacin se implante como gnero especfico, y discutaincluso la divisin entre sociologa y literatura por la que el crticouruguayo abogaba en este fragmento de su artculo. En efecto, y

    21 El debate sobre el papel social de la novela en los aos 60-70 entronca con eldel realismo (Gilman, 2003: 307 y ss.). Sobre las reescrituras de la teora marxistaeuropea sobre el realismo en el campo argentino, vase Candiano (2012).

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    puesto que las ciencias sociales constituyen una de las raigambresextra-literarias del gnerotestimonial, sern los debates sobre lo queRama denomina lafuncin de laliteratura, que permitirn, desde lasegunda mitad de la dcada de 1960, acercar la tarea literaria a lostratados de sociologa, cuya validez artstica hasta este momentoimpugnaba el crtico.

    Los Diez problemas, de hecho, mostraban la vocacin delcampo latinoamericano por renovar sus modalidades vigentes derepresentacin literaria, vocacin que se pensaba todava viable dentrodel mbito novelstico, y aun [] reconociendo la caducidad dedeterminadas formas de la novela (op. cit.: 38). Eventualmente,cuando la fundacin del testimonio cuestionara esa perspectiva, lohara revisando varios de los postulados sobre la manera legtima deque la literatura hiciese poltica, que aparecan resumidos en elartculo del crtico uruguayo.

    En esa lnea, los discursos que enmarcaron lainstitucionalizacin del testimonio en Casa de las Amricas presentanal gnero como ms propiamente latinoamericano, en tanto emergidoen y por el contexto revolucionario que da su tono al continente de lapoca. As, al comentar la primera premiacin de Casa en su edicinde 1970, Joaqun Andrade denominabatestimonio revolucionariolatinoamericano a la nueva categora genrica, proponiendo ademssu lugar como el gnero de la revolucin, en tanto no la traiciona, la plasma tal cual es, rescata lo imperecedero de las luchas annimas queson las ms sacrificadas (Andrade 1971: 173).La fidelidad a loshechos que se adjudicaba al gnero apareca, as, recubierta de unsignificado poltico, pues se asociaba a la fidelidad a los idealesrevolucionarios,de los que el testimonio no abjuraba. La traicinque la literatura poda representar para la poltica, en cambio, se ligabaahora al lmite que par eca alcanzar el desarrollo de la novela: La palabra que define, que pretende concluir, que limita, es una trampa.Es constriccin, freno, derrota. Nada ms controvertible, ms

    engaoso y opresivo que la definicin novela (Barnet, 1969b: 99),afirmaba Barnet en ese sentido, al dar inicio a sus teorizaciones sobrela novela-testimonio, que l mismo pretenda fundar. Eran,entonces, el engao y la opresin del orden dominante que, en proyeccin directa, se atribuan a su literatura, y el blanco principal dela acusacin recaa en la novela, su gnero literario por antonomasia.

    Cabe considerar, en este punto, las circunstancias histricas que precedieron la institucionalizacin del testimonio en el campo

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    latinoamericano nucleado en Cuba, circunstancias ligadas, en particular, a dificultades del proceso revolucionario cubano surgidashacia el final de la dcada de 1960. En efecto, hechos como la muertede Ernesto Guevara en Bolivia, en 1967, las frecuentes ofensivascontrarrevolucionarias a la isla, y su precariedad econmica, en elmarco de una tensa relacin entre Cuba y la U.R.S.S., sealaroncomplicaciones en el avance del proceso. La amenaza de una derrota poltica, ms patente en ese perodo, repercuti en el campo cultural,que radicalizara sus ideas sobre el deber revolucionario del arte, ytendera, luego, a una clausura del debate.22

    As, si el testimoniofundaba un gnero de la revolucin, lohaca como estrategia de refuerzo del proceso inaugurado por Cuba yexpandido hacia el continente, y que tema por su continuidad, msfuertemente desdeel final de los aos 60 yel comienzo de la dcadade 1970. La apelacin a la revolucin latinoamericana como clave poltica de la lectura del gnero mostraba una voluntad persistente dehacer de Latinoamrica el territorio revolucionario que sus sectores deizquierda crean presente, aun como futuro posible de la regin. Enmarzo de 1970, la resea deQuin mat a Rosendo?,de RodolfoWalsh, escrita por el cubano Enrique Lpez Oliva, elogiaba la obra porquedesnuda el drama argentino e invita [] a la masa obrera desu pas a realizar un examen de conciencia de todo el proceso polticode los ltimos aos []; a tomar conciencia de su papel [], el deartfice de la revolucin argentina (Lpez Oliva, 1970: 189). Elcomentario celebraba a Walsh por el tipo de arte que representaba,resumido bajo la figura del artfice de la revolucin, pues all la obrasurga no solo en su acepcin artstica y literaria, sino como fruto delhacer la poltica latinoamericana. Asimismo, Lpez Oliva destacaba elvnculo revolucionario que una a Cuba y a la Argentina del peronismode izquierda, en cuya habla se revelaba, segn el crtico, unaterminologa revolucionaria impuesta en el continente latinoamericano por la Revolucin Cubana, en especial las formulaciones de Fidel

    22 Se ha sealado el ao 1971 como inicio de una etapa de cerramientoideolgico en la poltica cultural cubana, que Ambrosio Fornet (2007) denominaQuinquenio Gris, y extiendehasta 1976. Los signos de este cerramiento, sinembargo, se anunciaron aos antes, con el Congreso Cultural de La Habana, de1968, el clebre caso Padilla (1968-1971) y el Primer Congreso Nacional deCultura de La Habana, celebrado en 1971. A propsito de las condiciones histricasde esta periodizacin, y en relacin con el discurso deCasa de las Amricas, vaseQuintero Herencia (2002: 31).

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