fundamentos de la filosofia e importancia en humanidades

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HUMANIDADES I Universidad Mariana, Facultad de Ingeniería, Programa de Ingeniería de Procesos, 3er Semestre, San Juan de Pasto, Colombia German J.BENAVIDES.J., David E.CABRERA.A., Edward J.ORTEGA.P. [email protected] , [email protected] , [email protected]

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HUMANIDADES I

Universidad Mariana, Facultad de Ingeniería, Programa de Ingeniería de Procesos,

3er Semestre, San Juan de Pasto, Colombia

German J.BENAVIDES.J., David E.CABRERA.A., Edward J.ORTEGA.P.

[email protected], [email protected] , [email protected]

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FUNDAMENTOS DE FILOSOFÍA E IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE LAS HUMANIDADES

1. gradación:

Serie de cosas o personas ordenadas por grados o por fases sucesivas: esa gradación representa los diferentes sonidos vocálicos según la abertura bucal.

Concernir:

Tocar a una persona una responsabilidad u obligación, o una cosa que tiene interés para ella

Praxis

Praxis proviene de un término griego y hace referencia a la práctica. Se trata de un concepto que se utiliza en oposición a la teoría. El término suele usarse para denominar el proceso por el cual una teoría pasa a formar parte de la experiencia vivida.

Silogismo.

Razonamiento que está formado por dos premisas y una conclusión que es el resultado lógico de la relación entre las dos premisas.

Aprehender.

Asimilar inmediatamente, llegar a entender.

Ontología.

Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.

Racionalismo

Doctrina filosófica que sostiene que la realidad es racional y,por tanto,comprensible a través de la razón.

Abstracto, ta

No concreto, que no tiene realidad propia.

2. Aristóteles

Nació en Estagira (actual ciudad griega de Stavro, así pues perteneciente a Macedonia), razón por la cual además fue conocido posteriormente por el apelativo de El Estagirita. Hijo de un médico de la corte real, se trasladó a Atenas a los 17 años de edad para estudiar en la Academia de Platón. Permaneció en esta ciudad durante alrededor de 20 años, primero como estudiante y, más tarde, como maestro. Tras fallecer Platón (c. 347 a.C.), Aristóteles se trasladó a Assos, ciudad de Asia Menor en la que gobernaba su amigo Hermias de Atarnea. Allí contrajo casamiento con una pariente de éste (probablemente su sobrina o su hija), llamada Pitias, y actuó como su consejero.

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Tras ser capturado y asesinado Hermias por los persas (345 a.C.), Aristóteles se trasladó a Pela, antigua capital de Macedonia, donde se transformó en tutor de Alejandro (más tarde Alejandro III el Magno), hijo menor del monarca Filipo II. En el año 336 a.C., al entrar Alejandro al sitial, regresó a Atenas y fijó su propia escuela: el Liceo. Debido a que gran parte de las discusiones y debates se desarrollaban mientras maestros y estudiantes caminaban por su paseo cubierto, sus alumnos recibieron el nombre de peripatéticos. El fallecimiento de Alejandro (323 a.C.) provocó en Atenas un fuerte sentimiento contra los macedonios, por lo que Aristóteles se retiró a una propiedad familiar situada en Calcis, en la isla de Eubea, donde falleció un año más tarde.

La obra de Aristóteles

A diferencia de lo que ocurría con Platón, de quien conservamos prácticamente todos sus diálogos, es decir, las obras llamadas exotéricas por estar dedicadas al gran público, y no las lecciones internas de la Academia, de Aristóteles nos han llegado las obras escritas para uso interno del Liceo, pero no las destinadas a la difusión de sus doctrinas entre público en general. Conservamos, en efecto, muchas de sus obras esotéricas, es decir, lo que probablemente fueron las notas y apuntes de las lecciones impartidas en el Liceo, destinadas a un círculo reducido de alumnos, habiéndose perdido la práctica totalidad de las obras destinadas al gran público, (o de las que sólo conservamos algunos fragmentos), escritas, al igual que las de Platón, en forma de diálogo.

Por lo general se tiende a contraponer Platón y Aristóteles en cuanto al estilo utilizado en sus obras: más fluido y literario en Platón, más tosco y abstruso en Aristóteles. Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que las obras que conservamos de Aristóteles, al ser resúmenes de las lecciones impartidas en el Liceo, no pueden presentar las características de una obra cuidada y dirigida al gran público; pero sí encontramos esa fluidez en sus diálogos, obras de juventud realizadas a la sombra de su maestro Platón y que no están exentas de ciertas gracias literarias. La contraposición de estilos procede, pues, de la comparación de obras destinadas a públicos diferentes y elaboradas con criterios pedagógicos o literarios, también diferentes.

Además de esta distinción entre obras esotéricas y exotéricas, se suele clasificar la obra de Aristóteles en función de los períodos en los que fue elaborada, siguiendo, por lo tanto, un orden cronológico. Dichas obras eran conocidas por los miembros del Liceo, pero no fueron dadas a conocer al público hasta el siglo I antes de Cristo por Andrónico de Rodas, estableciendo una clasificación que se mantuvo posteriormente durante siglos. Los estudios realizados por los especialistas ( W. Jaeger o P. Aubenque, entre otros) a lo largo de los siglos XIX y XX han permitido esclarecer la evolución sufrida por el pensamiento aristotélico, así como la correcta datación de algunos libros que fueron agrupados por Andrónico de Rodas en la misma obra y que pertenecen a periodos distintos. De acuerdo, pues, con esta datación cronológica, podemos clasificar las principales obras de Aristóteles como sigue.

Clasificación de las obras de Aristóteles

Las obras de Aristóteles se suelen agrupar en función de sus contenidos, no en función de su probable fecha de creación, dadas las dificultades que rodean su datación exacta, e incluso la

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autoría de algunas de ellas. No obstante, los estudiosos de Aristóteles, aunque con matices de mayor o menor calado, suelen aceptar la división cronológica de su actividad filosófica en tres períodos.

1) Primer período

(368-348): la época de la permanencia en la Academia. Se caracteriza por la aceptación de la filosofía platónica y pertenecen a él:

- "Eudemo" o "Sobre el alma" (un diálogo en el que se mantiene la teoría de las Ideas y la inmortalidad del alma).

- "Protréptico" (carta en la que también se mantiene la teoría de las Ideas).

2) Segundo período

(348-335): desde el abandono de la Academia hasta su retorno a Atenas. En este periodo Aristóteles comienza a apartarse de la de las tesis predominantemente platónicas y comienza a elaborar su propio pensamiento, aun considerándose todavía un "académico", al menos en su primera fase.

- "Sobre la filosofía" (crítica la teoría de las Ideas, al menos en su interpretación matemática que las identifica con los números).

- "Ética a Eudemo" (se atribuye a sus años en Assos, ateniéndose aún a la concepción platónica de la virtud. Los libros V, VI y VII son idénticos a los de la ética a Nicómaco. Algunos estudiosos de Aristóteles la consideran una obra que reproduce la Ética a Nicómaco, o la versiona, modificando algunos elementos, pero con una orientación más práctica, por lo que pertenecería al tercer período).

- "Del cielo" (Cosmología).

- "De la generación y la corrupción".

- Se atribuyen también a esta época algunos de los libros de la "Metafísica" (W. Jaeger) y de la "Política".

3) Tercer período

(335-322): desde su retorno a Atenas, coincidiendo con su actividad en el Liceo. A este período pertenecen la mayor parte de las obras conservadas, destacando claramente la orientación empirista y científica de su pensamiento en contraposición a la filosofía de Platón. A pesar de la unidad con la que se nos han presentado por los recopiladores posteriores, las obras de Aristóteles de este período, tal como las conocemos, son el resultado de las lecciones impartidas en el Liceo, y fueron publicadas aisladamente como tales; sólo posteriormente se las fue agrupando en tales obras, en un trabajo de composición quizá iniciado ya por Aristóteles pero continuado, con

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seguridad, por sus discípulos en el Liceo. Podemos clasificarlas en cinco grupos, ateniéndonos a las más significativas:

A) Lógica

- "Categorías" (Sobre los géneros supremos del ser y del decir).

- "Sobre la interpretación" (Sobre el enunciado y la proposición).

- "Primeros analíticos" (Los silogismos).

- "Analíticos posteriores" o "segundos" (La demostración científica).

- "Tópicos" (Los recursos silogísticos para solventar cualquier dificultad).

B) Metafísica

- Los libros "Metafísicos" . Componen el tratado del ser en cuanto ser, es decir, la ontología aristotélica. Se puede acceder a la Metafísica de Aristóteles, en traducción del gijonés Patricio de Azcárate (1800-1886) en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

C) Obras científicas

- "Física" (Tratado sobre la naturaleza. Análisis del cambio).

- "Meteorológicos".

- "Historias de los animales" (Zoología: un conjunto de estudios a los que dedicó la mayor parte de su actividad y que para algunos es su obra maestra).

- "Del movimiento de los animales".

- "De la generación de los animales".

- "Sobre el alma" (La psicología).

- "Parva naturalia" (conjunto de pequeños tratados sobre la percepción, la memoria, el sueño, entre otros).

D) Ética y política

- "Gran moral" (Según algunos especialistas, como P. Aubenque, no sería una obra de Aristóteles; otros, como J. Ll. Ackrill, consideran que sí).

- "Ética a Nicómaco" (Obra que contiene la doctrina ética de Aristóteles).

- "Política" (Exposición del pensamiento aristotélico sobre la organización social y política).

- "Constituciones" (Análisis de numerosas constituciones de las polis de su época).

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E) Estética

-"Retórica" (El arte de convencer).

-"Poética" (Sobre la creación artística, obra perdida en su mayor parte).

Agustín de Hipona

(354-430), el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental. Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, Numidia (hoy Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio (fallecido hacia el año 371), era un pagano (más tarde convertido al cristianismo), pero su madre, Mónica, era una devota cristiana que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo, siendo canonizada por la Iglesia católica romana. Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que tuvo un hijo en el año 372 al que llamaron Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.

Doctores de la Iglesia, eminentes maestros cristianos proclamados por la Iglesia como merecedores de ese título, que viene del latín Doctor Ecclesiae. De acuerdo con este rango, la Iglesia reconoce la contribución de los citados teólogos a la doctrina y a la comprensión de la fe. La persona así llamada tiene que haber sido canonizada previamente y haberse distinguido por su erudición. La proclamación tiene que ser realizada por el Papa o por un concilio ecuménico. Los primeros Doctores de la Iglesia fueron los teólogos occidentales san Ambrosio, san Agustín de Hipona, san Jerónimo y el Papa san Gregorio I, que fueron nombrados en 1298. Los correspondientes Doctores de la Iglesia de Oriente son san Atanasio, san Basilio, san Juan Crisóstomo y san Gregorio Nacianceno. Fueron nombrados en 1568, un año después de que se designara con la misma condición a santo Tomás de Aquino. Mujeres que han alcanzado esta distinción fueron santa Catalina de Siena y santa Teresa de Jesús (en 1970) y santa Teresa del Niño Jesús (en 1997).

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos6/sanag/sanag.shtml#ixzz4JzQ84VPdLa importancia de san Agustín entre los padres y doctores de la Iglesia es comparable a la de san Pablo entre los apóstoles. Como escritor, fue prolífico, convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (400?), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología cristiana La ciudad de Dios (413-426), Agustín formuló una filosofía teológica de la historia. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. En el año 428, escribió las Retracciones, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo todo lo que su juicio más maduro consideró engañoso o equivocado. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados De libero

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arbitrio (389-395), De doctrina Cristiana (397-428), De Baptismo, Contra Donatistas (400-401), De Tramítate (400-416), De natura et gratia (415) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

En Confesiones, uno de los principales escritos del más insigne Padre y Doctor de la Iglesia, san Agustín de Hipona, éste refirió de forma autobiográfica y con un brillante estilo literario algunos de los episodios más importantes de su vida. Además, en sus páginas expuso gran parte de su pensamiento teológico y filosófico. El fragmento que sigue supone una interesante aproximación a su teoría del conocimiento.

Fragmento de Confesiones.

De san Agustín.

No son sólo éstos los únicos tesoros almacenados en mi vasta memoria. Aquí se encuentran también todas las nociones que aprendí de las artes liberales que todavía no he olvidado. Y están como escondidas en un lugar interior, que no es lugar. Pero no están las imágenes de las cosas, sino las cosas mismas. Yo sé, en efecto, lo que es la gramática, la dialéctica y las diferentes categorías de preguntas. Todo lo que sé de ellas está, ciertamente, en mi memoria, pero no como una imagen retenida de una cosa, cuya realidad ha quedado fuera de mí. No es tampoco como la voz impresa que suena y se desvanece, dejando una huella por la que recordamos como si sonara cuando ya no suena. Ni como el perfume que pasa y se pierde en el viento y que, afectando al sentido del olfato, envía su imagen a la memoria, por la que puede ser reproducida. Ni como el manjar, que ya no tiene sabor en el estómago y que parece lo tiene, sin embargo, en la memoria. Ni como una sensación que sentimos en el cuerpo a través del tacto que, aunque esté alejada de nosotros, podemos imaginarla en la memoria después del tacto.

En estos casos las cosas no penetran en la memoria. Simplemente son captadas sus imágenes con asombrosa rapidez, quedando almacenadas en un maravilloso sistema de compartimentos, de los cuales emergen de forma maravillosa cuando las recordamos.

Pero cuando oigo que son tres las categorías de preguntas –si la cosa existe, qué es y cuál es– retengo las imágenes de los sonidos de que se componen estas palabras. Y sé también que atravesaron el aire con estrépito y que ya no existen. Pero los hechos significados por estos sonidos no los he tocado nunca con ningún sentido del cuerpo. Tampoco los he podido ver fuera de mi alma, ni son sus imágenes las que almaceno en mi memoria sino los hechos mismos. Que me digan, pues, si pueden, por dónde entraron en mí. Recorro todas las puertas de mi cuerpo y no hallo por dónde han podido entrar estos hechos. Mis ojos me dicen, en efecto: «Si tienen color, nosotros los anunciamos.» Los oídos dicen: «Si emitieron algún sonido, nosotros los hemos detectado.» El olfato dice: «Si despiden algún olor, por aquí pasaron.» El gusto dice también: «Si no tienen sabor, no me preguntéis por ellos.» El tacto dice: «Si no es cuerpo, no lo toqué, y si no lo he tocado, no he transmitido mensaje de él.»

¿Cómo, entonces, estos hechos entraron en mi memoria? ¿Por dónde entraron? No lo sé. Cuando los aprendí, no los di crédito por testimonio ajeno. Simplemente los reconocí en mis almas como

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verdaderas y los aprobé, para después encomendárselos como en depósito y poder sacarlos cuando quisiera. Por tanto, debían estar en mi alma incluso antes de que yo los aprendiese, aunque no estuviesen presentes en la memoria. ¿En dónde estaban? ¿Por qué los reconocí al ser nombrados y decir yo: «Así es, es verdad?» Sin duda porque ya estaban en mi memoria y tan retirados y escondidos como si estuvieran en cuevas profundísimas. Tanto, que no habría podido pensar en ellos, ni alguien no me hubiera advertido de ellos para sacarlos a relucir.

Descubrimos así que aprender las cosas –cuyas imágenes no captamos a través de los sentidos- equivale a verlas interiormente en sí mismas tal cual son, pero sin imágenes. Es un proceso del pensamiento por el que recogemos las cosas que ya contenía la memoria de manera indistinta y confusa, cuidando con atención de ponerlas como al alcance de la mano en la memoria –pues antes quedaban ocultas, dispersas y desordenadas– a fin de que se presenten ya a la memoria con facilidad y de modo habitual. Mi memoria acumula un gran número de hechos e ideas de este tipo, que, como dije, han sido ya descubiertas y puestas como a mano y que afirmamos haber aprendido y conocido. Si las dejo de recordar de tiempo en tiempo, vuelven a sumergirse y hundirse en los compartimentos más hondos de mi memoria, de modo que es necesario repensarlas otra vez en este lugar –pues no es posible localizarlas en otro–. En otras palabras, cuando se han dispersado, he de recogerlas de nuevo para poder conocerlas. Tal es la derivación del verbo cogitare, que significa pensar. Pues en latín el verbo cojo (recoger, coger) dice la misma relación a cogito (pensar, cogitar) que hago (mover) a agito (agitar) o que Facio (hacer) a factito (hacer con frecuencia). Pero la palabra cogito queda reservada a la función del alma. Se emplea correctamente sólo cuando se aplica cogitare a lo que se recoge (colligitur), es decir, lo que se junta (cogitar) no en un lugar cualquiera, sino en el alma

Nietzsche, Friedrich

Nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, Prusia. Su padre, un ministro luterano, murió cuando él tenía 5 años, y fue educado por su madre en una casa donde vivían su abuela, dos tías y una hermana. Estudió filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, y fue nombrado profesor de filología griega en la Universidad de Basilea a los 24 años. Su delicada salud (estuvo afectado toda su vida por su poca vista y sus constantes jaquecas) le obligó a retirarse en 1889. Al cabo de diez años sufrió una crisis nerviosa de la que nunca se recuperó. Murió en Weimar el 25 de agosto de 1900.

Además de la influencia de la cultura helénica, en particular de las filosofías de Sócrates, Platón y Aristóteles, Nietzsche estuvo influenciado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, por la teoría de la evolución y por su amistad con el compositor alemán Richard Wagner.

Escritor prolífico, escribió varias obras importantes, entre ellas El origen de la tragedia (1872), Así habló Zaratustra (1883-1885), Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El crepúsculo de los dioses (1888), El Anticristo (1888), Ecce Homo (1889) y La voluntad de poder (1901).

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Uno de los argumentos fundamentales de Nietzsche era que los valores tradicionales (representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación “Dios ha muerto”. Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una “moralidad esclava”, una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el `superhombre' (übermensch).

De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba “rebaño”, “manada” o “muchedumbre”) se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de “eticidad maestra” que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano “envilecido” por la docilidad cristiana, excepto de aquellas que él juzga vitales.

Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la “voluntad de poder”. La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Aunque Nietzsche negó en multitud de oportunidades que ningún superhombre haya surgido todavía, cita a algunas personas que podrían servir como modelos: Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón.

Al concepto de superhombre se le reprochó a menudo ser el fruto de un intelectual que se desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias. Muchos eruditos niegan esta lectura ideológica y lo atribuyen a una mala interpretación de la obra de Nietzsche.

Friedrich Nietzsche fundamentó su ética en lo que él creía el instinto humano más básico, la voluntad de poder. Nietzsche criticó el cristianismo y los sistemas morales de otros filósofos como "morales esclavas" porque, en su opinión, encadenaban a todos los miembros de la sociedad con normas universales de ética. Nietzsche ofreció una "moral maestra" que apreciaba la influencia creativa de individuos poderosos que trascienden las normas comunes de la sociedad.

La del superhombre es una de las ideas de la filosofía de Friedrich Nietzsche que más interpretaciones ha sufrido a lo largo de la historia. Emile Bréhier analiza tal concepto en el texto que sigue.

Fragmento de Historia de la filosofía.

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De Emile Bréhier.

Volumen II: séptima parte, capítulo VII, 2.

Para el propio Nietzsche, sus libros eran como etapas de su curación, de acuerdo con la máxima que se había dado a sí mismo: «Ser absolutamente personal sin emplear la primera persona; una especie de memoria». En efecto, la transmutación de valores tiene como fuente, no la reflexión y el análisis, sino la simple afirmación de poderío, que existe por sí, sin necesidad de justificarse; los hombres del Renacimiento italiano, con su «virtu libre de moralina», o Napoleón, eran los modelos de humanidad no domesticada que Carlyle o Emerson pretendieron justificar erróneamente, como representativos de una idea. Esa transmutación adopta también naturalmente la forma de un anuncio profético en Así hablaba Zaratustra (1835-1885) o en la obra póstuma Ecce homo (1908). El superhombre que predecía Zaratustra no es la consumación del modelo humano; Nietzsche veía al último hombre un poco al estilo de Cournot, como el hombre que lo ha organizado todo para eludir riesgos y que se encuentra definitivamente satisfecho con su vulgar felicidad; pero «el hombre es algo que debe ser superado, es un puente, no un fin»; la característica del superhombre es el amor al riesgo y a los peligros; la voluntad de poder es el auténtico nombre de la voluntad de vivir; porque la vida sólo aumenta cuando somete el medio que la rodea. ¿Cómo interpretar el conjunto del poema de Zaratustra sino como la narración de los peligros que corre el héroe, de los peligros que nuestra civilización hace correr al superhombre incipiente, cuya generosidad los hace aún más peligrosos, y que él conseguirá superar al final? Se trata, ante todo, del mito del eterno retorno, de la vuelta indefinida del mismo ciclo de acontecimientos, cuya idea había anticipado Schopenhauer, como objeto de un terror que debía justificar el pesimismo, el disgusto frente a una vida que se teme volver a vivir igual; Zaratustra siente al principio ese disgusto y, después, no sólo acepta el mito, sino que lo hace suyo: el eterno retorno es la liberación del sometimiento a los fines, la afirmación infinita y feliz de una existencia que sólo esa misma afirmación puede justificar y, por último, la sujeción de la existencia a una forma definida y limitada, que es la expresión misma del poder. El eterno retorno es el prototipo de la transmutación de los valores: el sí que se opone al no. Otra tentación es la de los «hombres superiores», aquellos de los que el populacho dice: «Hombres superiores... ; No hay hombres superiores; todos somos iguales... ante Dios»; el mensajero del gran cansancio dice de los hombres superiores: «Todo es igual, nada merece la pena»; el «concienciador del espíritu», que prefiere no saber nada a saber mucho a medias, para quien «en la verdadera ciencia no hay nada grande ni nada pequeño»; el «expiador del espíritu», el encantador (el propio Wagner), el que busca el amor y el dolor; «el peor de los hombres», el que ve a un Dios compasivo como un testigo del que procura vengarse; el mendigo voluntario que desprecia a los «esclavos de la riqueza que saben sacar provecho de las basuras, a ese populacho dorado y falso», y la «sombra de Zaratustra», el discípulo, que tiene que procurar liberarse de una fe estrecha; son otros tantos tipos de hombres superiores cuya nobleza estriba en la repugnancia que sienten hacia los hombres y hacia sí mismos: ni el pesimista, ni el filólogo, ni el sabio, ni el artista, ni el que desprecia las riquezas han sabido superar su propio disgusto. El superhombre no está hecho para continuar su tarea: «Vosotros, hombres superiores, ¿creéis que estoy aquí para rehacer bien lo que vosotros

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habéis hecho mal? Es preciso que perezcan cada vez más y los mejores de vuestra especie... Sólo así crece el hombre hacia la altura».

Nietzsche renuncia así a esa aristocracia intelectual cuya nobleza contiene tantos rasgos de decadencia; más opuesto aún al ideal social y democrático, no es cierto, sin embargo, que la voluntad de poder designase en él la mera fuerza bruta y destructora: las últimas reflexiones de Nietzsche parecían convencerlo por el contrario de que la abundancia de la vida se manifiesta en una selección y un orden preciso, riguroso, entre los elementos que domina; «la purificación del gusto sólo puede ser consecuencia de un reforzamiento del modelo», que a su vez resulta de una superabundancia de fuerza; «nos falta el gran hombre sintético, capaz de someter sus fuerzas dispares bajo un mismo yugo; lo que tenemos es el hombre múltiple, el hombre débil y múltiple». Estos últimos pensamientos abrían sin duda camino a una concepción del ser y de la vida cuya importancia no fue intuida siquiera por los nietzscheanos vulgares, tan numerosos a principios de siglo, y que veían en Nietzsche sólo el individualismo, pero no el dominio de sí y el ascetismo que robustecen al hombre.

IGMUND FREUD

nació el 1856 en Freiberg, una pequeña ciudad de Morávia, integrada entonces en el Imperio Austrohúngaro. Su familia se trasladó a Viena cuando él tenía cinco años. Tanto en elGymnasium como en la Facultad de Medicina hubo de aguantar las risas y los insultos de los compañeros a causa de su origen judío, unas experiencias de juveniles que le fortalecerán y enseñarán a formar parte de los marginados y siempre criticados; con ellas se preparó para resistir el escándalo y el rechazo que sus teorías desencadenarán en la conservadora sociedad vienesa.

Sigmund era un joven inquieto, con muchos y variados intereses intelectuales. Más allá de los estudios de medicina, le apasionaban los clásicos grecolatinos, los genios literarios como Shakespeare, Cervantes o Goethe. Estudiando en la Universidad, asistía a cursos de filosofía. Lee y aprende del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860): la voluntad de vivir de éste constituirá un trasfondo de la teoría freudiana de les pulsiones. Su amplía formación le capacitó para percibir las más profundas motivaciones del comportamiento humano.

Como un espeleólogo o arqueólogo mental

En 1885, acabados los estudios de medicina y resuelto el servicio militar, obtiene una beca y se va a París a estudiar con el neurólogo Jean Martin Charcot, conocido por el uso de la sugestión hipnótica en el tratamiento de la histeria. La relación con Charcot fue básica en el camino hacia la intuición y descubrimiento del inconsciente: si los síntomas histéricos podían ser producidos y

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desplazados por hipnosis, sin la intervención consciente del enfermo, entonces éste poseía una información de la que no era consciente pero que modificaba su conducta.

En el año siguiente, de vuelta a Viena, se casa y abre su consultorio privado. Con muchas privaciones económicas, comienza su práctica clínica y la elaboración de lo que será el psicoanálisis. En este camino, toma relieve la amistad, soporte económico y fructífera colaboración con el psiquiatra vienés Joseph Breuer; conjuntamente van escribir y publicar unos Estudios sobre la histeria (1895). Breuer intentaba hacer revivir los traumas o conflictos emocionales que sus enfermos habían vivido en la infancia; cuando este trauma escondido y reprimido emergía a la conciencia, la mente quedaba liberada (catarsis) y desaparecían los síntomas o trastornos psíquicos.

Freud, a diferencia de Breuer, abandonó poco a poco la sugestión hipnótica como método para llegar al trauma sepultado y causante del trastorno psíquico; adoptó técnicas alternativas como por ejemplo la interpretación de los sueños o la técnica de la libre asociación de ideas, en la cual el analista, dejando hablar sin reservas al paciente, se comportaba como un espeleólogo o un arqueólogo mental. La más insignificante palabra, excavando en la profundidad del inconsciente, podía conducir a las antiguas vivencias traumáticas escondidas.

Así, del año 1900 es una de los grandes textos de Freud, La interpretación de los sueños: los sueños no son absurdas historias, sino manifestaciones disfrazadas -por ello se han de interpretar- de los más profundos deseos de la persona. Y en la obra de 1905, Tres ensayos sobre la vida sexual, ya afirma que la sexualidad no surge en la pubertad sino en la más tierna infancia: la líbido o energía pulsional, concepto próximo pero más amplio que el de sexualidad, es la gran fuerza que hace mover el ser humano.

Intérprete de la cultura

Sin olvidar la investigación estrictamente psicoanalítica y la constante revisión de sus concepciones sobre la personalidad, Freud se interesa progresivamente por cuestiones sociales y culturales estableciendo una analogía o semejanza entre las vivencias individuales y las vivencias sociales. El primer resultado de esta nueva investigación es el libro Tótem y tabú publicado el 1913, donde establece que el complejo de Edipo, vivencia individual, ha sido vivido a escalera sociocultural.

Acabada ya la Gran Guerra, el 1919, Freud publica Más allá del principio del placer; el libro es una revisión de su visión monista de la motivación humana. Ahora ya no sólo habla de impulso sexual, de fuerza de amor o de libido, sino que habla también de impulsos destructivos o de

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muerte.

Seguirán las obras más críticas respeto en las organizaciones sociales y culturales; primero, el 1927, El futuro de una ilusión sobre la función de la religión en la sociedad; el 1929, año del inicio de la gran depresión económica de occidente, Malestar en la cultura. El precio que paga el hombre por su progreso es excesivamente alto: su felicidad. La cultura no se preocupa en absoluto por la felicidad humana; todo el libro es una mirada pesimista sobre el orgulloso mundo del progreso.

El 1933, poco después de la llegada de Hitler a la cancillería alemana, los nazis quemanpúblicamente todas las obras que encuentran del judío Sigmund Freud. Comenta: «Vamos progresando, en el Medievo me habrían quemado a mí». Ni él mismo, el gran analista y crítico de la sociedad, sospechaba que se acercaba una barbarie junto a la cual el Medievo era poca cosa.

Cuando el 1938 se produjo el Anschluss o anexión de Austria a la Alemania nazi, vió todos sus bienes confiscados y la propia vida en peligro; la intervención personal del presidente de EEUU facilitó escapar de Austria y refugiarse en Londres, dos hermanas suyas morirán en campos de exterminio. Después de horribles dolores a consecuencia de un largo cáncer de mandíbula, Sigmund Freud, de acuerdo con su médico, dejó de vivir aplicando la eutanasia, en el día 23 de septiembre de 1939, a la edad de 83 años.

Después de su muerte, el movimiento psicoanalítico estaba extendido por todo el mundo occidental. Los conceptos fundamentos de sus teorías como inconsciente, represión, complejo, líbido, ... hoy forman parte de los nuestro bagaje cultura

SANTO TOMÁS DE AQUINO

Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.

Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios.

Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.

Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. El religiosos huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de

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militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca..

Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.

Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo. Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia.

Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.

Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: “El buey mudo”. Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: “Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Y así sucedió en verdad después.

Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: “La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía.

A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.

En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial.

En 4 años escribe su obra más famosa: “La Suma Teológica”, obra portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica.

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En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.

El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el Pangelingua y el Tantumergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: “Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?”. Y el santo le respondió: “Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más”.

De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: “Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta”. Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación.

Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: “Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa”.

Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.

Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.

Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.

Su humildad: Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: “Consideren superiores a los demás”. Siempre consideraba que los otros eran mejores que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de Jesús: “Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros”.

Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía: “Dios te salve María”. Y compuso un tratado acerca del Ave María.

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Su muerte: El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente”.

Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años.

Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.

Ojalá repitamos frecuentemente aquella oración bíblica que Santo Tomás le decía al Señor, para pedirle el don de la Sabiduría. Dice así:

“Oh Dios misericordioso: envíame la Sabiduría que asiste junto a Ti. Mira que soy un ser débil, demasiado pequeño para lograr conocer qué es lo que más te agrada a Ti. Sin la sabiduría que procede de Ti, no seré estimado en nada. Contigo está la sabiduría que te asistió cuando creabas el mundo, la sabiduría que nos enseña qué es lo más grato a tus ojos y lo que más nos conviene hacer. Envíame tu sabiduría desde el cielo para que me asista en mis trabajos y me ilumine qué es lo que más te agrada en cada momento. Que ella me guíe prudentemente en todas mis obras” (Sab. 9, 1-11) Amen.

MANUEL KANT

Todos los días, de modo invariable, el profesor Manuel Kant, el filósofo, salía de casa a las tres y media en punto, vestido con su acostumbrado abrigo gris. Andaba lentamente, apoyándose en un bastoncito, sumergido en sus pensamientos. Si un transeúnte lo saludaba, respondía con un movimiento de cabeza o con un ligero murmullo.

Pero esta frialdad no nacía de la soberbia, sino de una razón mucho más sencilla: el filósofo estaba firmemente convencido de que, a causa de su delicada salud, el aire fresco respirado por la boca le ocasionaría inevitablemente un fuerte resfriado. En consecuencia, no le quedaba otro recurso: cuando se hallaba en la calle debía respirar sólo por la nariz, a riesgo de parecer descortés.

El profesor Manuel Kant no hacía nada por capricho o por costumbre; cada una de sus acciones había sido razonada y meditada. Por ejemplo, con el fin de no sentir la molestia de las cintas o los elásticos en la pantorrilla, Kant había ideado un ingenioso sistema de “suspensiones muelles” para sujetar las medias: dos cintas partían de las medias y, ocultas en el interior de los pantalones, iban prendidas a dos cintas elásticas que salían de dos cajitas que el filósofo llevaba en los bolsillos. De esta forma, las medias no le apretaban, no se arrugaban y ni siquiera “tiraban” cuando tenía que doblar las piernas.

Todas estas extravagancias originaban irónicas sonrisitas únicamente en aquellos de sus conciudadanos que ignoraban la prodigiosa inteligencia que se ocultaba tras aquella frente

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espaciosa: una inteligencia que crearía un sistema filosófico tan profundo y tan revolucionario, que la posteridad le atribuiría el origen de todas las modernas corrientes filosóficas.

UNA EXISTENCIA TRANQUILASu vida —dijo un biógrafo de Kant— transcurrió como el más regular de los verbos regulares: ni una sacudida, ni una emoción, ni una de esas aventuras, grandes o pequeñas, que parecen inevitables en el curso de toda existencia humana.

La única vez que se ausentó de Konigsberg, donde había nacido en 1724, fue para ir a enseñar en un pueblo cercano; pero una vez terminado su compromiso, volvió a su ciudad y ya no la abandonó nunca. No se casó, aun cuando estuvo dos veces tentado de hacerlo. Pero ambas veces reflexionó tanto sobre el paso que iba a dar que, cuando se decidió, la señorita elegida, cansada de esperar, ya había contraído matrimonio, o había abandonado la ciudad. Toda su “verdadera” vida se desarrollaba en el interior de su espíritu, de su intelecto.

A pesar de todo, no consiguió una plaza de profesor ordinario en la Universidad hasta los 46 años, después que durante quince años tanto los estudiantes como el cuerpo académico habían tenido ocasión, en la misma universidad, de asombrarse de la profundidad de su pensamiento, escuchando sus lecciones de profesor libre.

En una palabra, en Alemania permaneció casi ignorada la existencia de un filósofo llamado Manuel Kant, hasta 1781. En dicho año, en efecto, apareció el primero de aquellos libros suyos que provocarían el desconcierto en todo el mundo filosófico: la “Crítica de la razón pura”.

MUCHOS PERROS LLAMADOS KANTEl provecho más inmediato que obtuvo Kant al publicar su “Crítica de la razón pura” fue el de ser definido por muchos como un demonio, un execrable hereje que se había atrevido a poner en tela de juicio la posibilidad de conocer a Dios por medio de la razón. En consecuencia, su nombre se divulgó extraordinariamente por Alemania: muchos de sus detractores no tuvieron reparo en bautizar a sus perros con el nombre de Manuel Kant, en señal de desprecio.

Pero, ¿qué es lo que contenía de revolucionario el libro del filósofo de Konigsberg En el fondo, nada más que una profunda investigación sobre cómo se forma el conocimiento humano, y sobre cuáles son los poderes cognoscitivos de nuestra inteligencia.

Kant refutaba la teoría de los empiristas ingleses, de moda en su tiempo, según la cual todo lo que se forma en nuestra mente es fruto de las sensaciones que nos llegan del mundo exterior. Para Kant, nuestro conocimiento nace, efectivamente, de las sensaciones que llegan al cerebro a través de esos “canales conductores” representados por el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído, pero todo ese material oí ordenado y clasificado por obra de nuestro entendimiento. En una palabra, según Kant, nuestro conocimiento es el fruto de la “colaboración” entre las sensaciones y el entendimiento humano, que existe en nosotros con todas sus propiedades y sus leyes, independientemente incluso de las sensaciones.

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No obstante, aun cuando existe en nono una inteligencia activa que nos capacita para conocer, nuestro conocimiento queda ligado a las sensaciones. Esto significa que no podemos conocer una cosa de la cual no tenemos una i experiencia directa.

Por este camino llega Kant a afirmar que es imposible responder a interrogante» tan graves como éste: ¿Cómo es el mundo en su realidad? ¿Cuál es el principio que regula el Universo? ¿Nuestro espíritu es mortal o inmortal? ¿Existe o no existe un Dios bueno y justo?

En consecuencia, la cosmología, la psicología y la teología son imposibles para Kant. Esta imposibilidad depende precisamente del hecho de que los hombres no tienen experiencia directa de las realidades que constituyen e] objeto de esas ciencias (el mundo en si, el alma, Dios). Pero Kant no quería negar la existencia del mundo real, o de un alma inmortal, o d» un Dios justo y bueno. Se limitaba únicamente a decir que, de hecho, no podemos llegar al conocimiento cierto de esas realidades con afilo el esfuerzo de nuestra razón.

LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PRÁCTICA

Después de la publicación de su primer gran libro sobre la “Crítica de razón pura”, hasta los más pacíficos ciudadanos de Konigsberg miraban con recelo a aquel profesor de no más de 1,60 m. de estatura, delgado, con los hombros caídos y la espalda algo curvada, que todos los días, a las tres y media en punto, daba su paseo bajo los tilos de la alameda.

¿Era posible que aquel tranquilo hombrecillo fuese un diabólico ateo, capaz de destruir todas las sanas convicciones que ellos tenían en su corazón desde la infancia? Si se le miraba a los ojos, vivacísimos bajo una frente muy amplia, se entreveía solamente un espíritu amable, apacible, sostenido por una voluntad férrea.

Pero… siempre el mismo “pero”: ¿era verdad que el filósofo Kant había afirmado que Dios y el alma no existían? El mentís más claro se produjo en 1788, cuando Kant publicó su segundo y muy importante libro, titulado “Crítica de la razón práctica”.

En él indicaba el filósofo el camino para llegar a la certidumbre acerca del mundo, de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios.

Para llegar a la certidumbre de estas realidades —decía Kant— tenemos un medio muy apropiado: la moral. La más bella realidad de toda nuestra experiencia humana es, precisamente, nuestro sentido moral, ese sentimiento que todos experimentamos cuando nos disponemos a realizar una acción, y que se resuelve en un imperativo absoluto: “tú debes”, o no debes, realizar esa acción.

Pero el sentido moral implica en sí también el hecho de que debe existir la libertad. Si es verdad que, ante una situación concreta, tengo el “deber” moral de obrar bien, es igualmente cierto que yo soy perfectamente “libre” de hacer todo lo contrario de lo que me impone ese deber moral.

He aquí, pues, que hemos descubierto cómo en el mundo —que la “razón pura” había presentado como regido por la férrea ley causa-efecto— entre también la libertad.

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Más aún: el sentido moral nos lleva a la certidumbre de la inmortalidad del alma. En efecto podemos preguntarnos: ¿por qué habíamos de sentir ese imperioso impulso de obrar moralmente, si no hubiese, antes o después, una recompensa para los que obran bien, y un castigo para los que obran mal? Todos sabemos que ese premio y ese castigo no los alcanzamos en la tierra; esto deberá ocurrir, por lo tanto, en otra vida, en la vida eterna. Por último, tenemos que admitir, forzosamente, que necesitamos a alguien que con su justicia distribuya con equidad los premios y los castigos, y este alguien no puede ser más sue Dios, un Dios justo e inmortal.

De aquí que todas aquellas realidades, frente a las cuales no podía pronunciarse la “razón pura”, se conviertan para el hombre en otras tantas certezas.

ESPÍRITU BATALLADOR Y REVOLUCIONARIOEl efecto producido entre los sabios de la época por las obras filosóficas de Kant, si, por una parte, creó alrededor de su persona un clima de respeto y casi de deferencia hacia su genio, por otra, le procuró enconadas hostilidades. La más grave de todas fue la del nuevo soberano de Prusia, Federico Guillermo II, y la de su ministro de Instrucción Pública, Wüllner, que llegaron a prohibir al filósofo la publicación de más libros.

Sin embargo, el tranquilo profesor de Konigsberg no perdió aquel espíritu batallador y verdaderamente revolucionario que se ocultaba tras su aire de hombre apacible.

Cuando estalló en Francia la Revolución, no dudó un momento en proclamar, precisamente él, súbdito de Su Majestad Federico Guillermo, y profesor pagado por el Estado monárquico de Prusia, que esperaba ver implantada en toda Europa la única forma de gobierno digna de un hombre libre: la República.

Estas valientes afirmaciones vinieron a aumentar la animosidad que de sus conciudadanos sentían hacía él, pero no provocaron ninguna consecuencia grave. Kant, en efecto, era ya viejo, y su salud, que nunca había sido muy buena, empeoraba de día en día: ya no podía durar mucho. Sin embargo, resistió lo suficiente para ver cómo la Revolución Francesa, de la que esperaba que naciese un nuevo orden político para Europa entera, iba siendo gradualmente privada de toda su “carga” de novedad, por obra de un joven y gran caudillo, que después se convirtió en emperador: Napoleón Bonaparte.

Decepcionado también en sus más fervientes esperanzas políticas, y enfermo hasta si punto de no poder ya moverse de casa, Kant cerró los ojos para siempre el 12 de febrero de 1804, apaciblemente, como se apaga una vela.

Martin Heidegger

nació el 26 de Septiembre de 1889 en Messkirch, Alemania y falleció el 26 de Mayo de 1979 en Friburgo de Brisgovia, Alemania. Martin Heidegger fue un renombrado filosofo del siglo XX, caracterizado como un pensador integral que abordó diversos temas que van desde la teología

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católica hasta el arte, pasando por especialidades como el psicoanálisis, la teoría literaria, la estética, el ecologismo, la psicología, la arquitectura y el diseño.

Los Cuadernos son un manuscrito que Heidegger comenzó a escribir en los años treinta y terminó poco antes de su muerte. Aunque nunca vieron la luz durante la vida del filósofo, los textos estaban destinados a ser publicados. Es más, él mismo había dado la orden de que los incluyeran solo al final de su obra completa. Ya este detalle resulta curioso, pues las notas más controvertidas surgieron justo en la época en que Hitler estuvo en el poder (1933-1945). Heidegger, más adelante en su vida, habría podido retractarse o, por lo menos, editarlas. Pero su decisión fue la contraria: darlas a conocer póstumamente como la coronación de su obra.

Los pasajes emitidos por la radio francesa dejan claro que el filósofo era mucho más cercano al nacionalsocialismo de lo que se pensaba. En cierta página, se ofrece como guía “para acompañar al Führer” y ayudarle a construir su ideología antisemita. Aunque rechaza la línea racista del nazismo, le atribuye al pensamiento de Hitler una “grandeza y verdad interna” y comparte su rechazo y hostilidad hacia los judíos. Heidegger, además, se refiere a él como un “salvador carismático” capaz de superar “el olvido del ser”.

Heidegger también acoge en su filosofía los prejuicios nazis contra los judíos. Uno de los conceptos más nefastos de Hitler fue el llamado “principio racial”, que le permitió perseguir y exterminar a millones de personas. Heidegger lo usa para decir que los judíos “carecen de mundo” y que por ello son inferiores a los animales. Según él, el “judaísmo mundial” está empeñado en imponer una falsa filosofía, según la cual el “ser” es inferior al “ser cambiante”. En otras palabras: no los considera un pueblo original y los responsabiliza del “deplorable” estado del mundo.

Algunas declaraciones antisemitas ya eran conocidas. En 2001 se supo que en un curso en 1933 Heidegger se había referido a la exterminación total del “enemigo interior”. Entonces, esto había llevado a algunos estudiosos a denunciar una conexión entre Heidegger y el pensamiento nazi. Pero los debates resultaban inútiles, por un lado, debido a la sensibilidad del tema y a la devoción que el filósofo causa entre los intelectuales.

Por otro lado, los defensores parecían tener buenos argumentos. “Su pensamiento no está manchado sistemáticamente por el antisemitismo”, le dijo a SEMANA Peter Trawny, director del Instituto Martin Heidegger y editor de los Cuadernos. Según él, una “crisis” llevó al filósofo a incluir ideas nazis en sus notas, pero se trató de algo temporal. Cuando Hitler ordenó perseguir al judaísmo, Heidegger enseñaba en Heidelberg y muchos de sus discípulos eran judíos, a quienes protegió. Su asistente personal también era judío, y cuando este tuvo que huir de los nazis, el filósofo le ofreció auxilio.Heidegger también mantuvo una relación académica, y luego romántica, con Hannah Arendt, una escritora judía, crítica acérrima del totalitarismo, que no habría aceptado a un fanático en su círculo íntimo.

Además, dicen sus defensores, sus ideas políticas eran normales en Alemania. La verdad es otra. La

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relación de los intelectuales con el régimen fue diversa. Hubo de todo: desde impulsores del nazismo hasta críticos que terminaron en las cámaras de gas. La cineasta Leni Riefenstahl fue una fanática del régimen. El escritor Günter Grass militó en los temidos escuadrones de la SS.

El filósofo Edmund Husserl, en cambio, criticó el nazismo y terminó sin estatus académico; el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, debió exiliarse, y el escritor Herman Hesse renunció a la nacionalidad alemana. Un panorama tan diverso no permite decir que Heidegger pertenecía al promedio.

Los Cuadernos parecen zanjar la discusión sobre las convicciones políticas del célebre pensador alemán y han resquebrajado el busto que hasta ahora tenía en el museo de los grandes de la filosofía.

SÓCRATES

Fue hijo de Faenarete, y de Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates, aparte de que participó como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422). Fue amigo de Aritias y de Alcibíades, al que salvó la vida

Sócrates (470 – 399 a. C. ) fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Fue el maestro de Platón, quien tuvo a Aristóteles como discípulo; estos tres son los representantes fundamentales de la filosofía griega.

Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez.

La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de Sócrates, con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al prescindir de las preocupaciones cosmológicas de sus predecesores. El primer paso para alcanzar el conocimiento, y por ende la virtud (pues conocer el bien y practicarlo era, para Sócrates, una misma cosa), consistía en la aceptación de la propia ignorancia.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su discípulo. No dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas, pese a lo cual fue considerado en su tiempo como uno de ellos.

Sócrates fue condenado a muerte por pervertir la mente de los jóvenes y tomó la cicuta, a pesar de poder elegir escapar.

OBRA

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Sócrates no escribió obra alguna y, a pesar de haber tenido numerosos seguidores, nunca creó una escuela filosófica. Las llamadas escuelas socráticas fueron iniciativa de sus seguidores. Acerca de su actividad filosófica nos han llegado diversos testimonios, contradictorios entre ellos, como los deJenofonte, Aristófanes o Platón, que suscitan el llamado problema socrático; es decir, la fijación de la auténtica personalidad de Sócrates y del contenido de sus enseñanzas. Si creemos a Jenofonte, a Sócrates le interesaba fundamentalmente la formación de hombres de bien, con lo que su actividad filosófica quedaría reducida a la de un moralista práctico: el interés por las cuestiones lógicas ometafísicas sería algo completamente ajeno a Sócrates. Poco riguroso se considera el retrato que haceAristófanes de Sócrates en "Las nubes", donde aparece como un sofista jocoso y burlesco, y que no merece mayor consideración.

Más problemas plantea la interpretación del Sócrates platónico: ¿Responden las teorías puestas en boca de Sócrates en los diálogos platónicos al personaje histórico, o al pensamiento de Platón? La posición tradicional es que Platón puso en boca de Sócrates sus propias teorías en buena parte de los diálogos llamados de transición y en los de madurez, aceptándose que los diálogos de juventud reproducen el pensamiento socrático. Esta posición se vería apoyada por los comentarios de Aristóteles sobre la relación entre Sócrates y Platón, quien afirma claramente que Sócrates no "separó" las Formas, lo que nos ofrece bastante credibilidad, dado que Aristóteles permaneció veinte años en la Academia.

El rechazo al relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal por elaboración de conceptos, que pretendía alcanzar mediante el método inductivo. Probablemente la búsqueda de dicha definición universal por concepto no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica.

Rene Descartes

(La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático francés. René Descartes se educó en el colegio jesuita de La Flèche (1604-1612), donde gozó de un cierto trato de favor en atención a su delicada salud.

Obtuvo el título de bachiller y de licenciado en derecho por la facultad de Poitiers (1616), y a los veintidós años partió hacia los Países Bajos, donde sirvió como soldado en el ejército de Mauricio de Nassau. En 1619 se enroló en las filas del duque de Baviera; el 10 de noviembre, en el curso de tres sueños sucesivos, René Descartes experimentó la famosa «revelación» que lo condujo a la elaboración de su método.

Tras renunciar a la vida militar, Descartes viajó por Alemania y los Países Bajos y regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse así una vida independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625) y se afincó luego en París, donde se relacionó con la mayoría de científicos de la época. En 1628 decidió instalarse en los Países Bajos lugar que consideró más favorable para cumplir los objetivos filosóficos y científicos que se había fijado, y residió allí hasta 1649.

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Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema del mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano, que estaba a punto de completar en 1633 cuando, al tener noticia de la condena de Galileo, renunció a la publicación de su obra, que tendría lugar póstumamente.

En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres ensayos científicos. Descartes proponía una duda metódica, que sometiese a juicio todos los conocimientos de la época, aunque, a diferencia de los escépticos, la suya era una duda orientada a la búsqueda de principios últimos sobre los cuales cimentar sólidamente el saber.

Este principio lo halló en la existencia de la propia conciencia que duda, en su famosa formulación «pienso, luego existo». Sobre la base de esta primera evidencia, pudo desandar en parte el camino de su escepticismo, hallando en Dios el garante último de la verdad de las evidencias de la razón, que se manifiestan como ideas «claras y distintas».

El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas, consiste en descomponer los problemas complejos en partes progresivamente más sencillas hasta hallar sus elementos básicos, las ideas simples, que se presentan a la razón de un modo evidente, y proceder a partir de ellas, por síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada nueva relación establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas.

Los ensayos científicos que seguían, ofrecían un compendio de sus teorías físicas, entre las que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de su método para las matemáticas. Los fundamentos de su física mecanicista, que hacía de la extensión la principal propiedad de los cuerpos materiales, los situó en la metafísica que expuso en 1641, donde enunció así mismo su demostración de la existencia y la perfección de Dios y de la inmortalidad del alma. El mecanicismo radical de las teorías físicas de Descartes, sin embargo, determinó que fuesen superadas más adelante.

Pronto su filosofía empezó a ser conocida y comenzó a hacerse famoso, lo cual le acarreó amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades académicas y eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. En 1649 aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia y se desplazó a Estocolmo, donde murió cinco meses después de su llegada a consecuencia de una neumonía.

Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por su planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del conocimiento que garantice la certeza de éste, y como el filósofo que supone el punto de ruptura definitivo con la escolástica.

John Locke Vídeo de YouTube

Fue un pensador Inglés. Nació en el año de 1632 D.C. y murió en 1704 D.C.. Polifacético estudió en la Universidad de Oxford, donde se doctoró en 1658. Aunque su especialidad era la Medicina. Mantuvo relaciones con reputados científicos de la época como Sie Isaac Newton entre otros.

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También fue diplomático, teólogo, economista, profesor de griego antiguo y de retórica. Alcanzó renombre por sus escritos filosóficos, en los que sentó las bases del pensamiento político liberal.John Locke era adversario del Absolutismo Monárquico en la Inglaterra de Carlos II y de Jacobo II.Locke fue perseguido y tuvo que refugiarse en Holanda, de donde regresó tras el triunfo de la Gloriosa Revolución Inglesa de 1688 D.C.El pensamiento propiamente filosófico de Locke, basado en una teoría del Conocimiento Empirista inspirada en Bacon y en Descartes.Su obra más trascendente, dos ensayos sobre el gobierno civil en 1690 D.C., sentó los principios básicos del Constitucionalismo Liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y la propiedad. Partiendo del pensamiento de Hobbes; Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un contrato social originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del poder.A diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta; sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.Locke defendió la separación de poderes como forma de equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el Despotismo; pero, al inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo de la mayoría, se le puede considerar también un teórico de la democracia, hacia la que acabarían evolucionando los regímenes liberales. Por legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar determinados límites .De ahí es la idea de ponerlos por escrito en una Constitución. Locke pretende dar razón de conceptos tales como Causa y sustancia. A partir del análisis de los cense data es realizado mediante un análisis psicológico. (Es el tribunal que evalúa la validez y los límites del entendimiento humano, así como la validez y los límites de los conocimientos de los que éste dispone).

David Hume

En el siglo XVIII, el modo de pensar racionalista típico del siglo XVII, que proponía a la razón como fuente de conocimiento, existente en la conciencia antes de la experiencia, fue sometido a críticas cada vez más profundas.

Varios filósofos refutaron el pensamiento racionalista con su postura empirista basada en la experiencia, como única forma de acceder al conocimiento.

Los racionalistas más importantes del siglo XVII fueron, el francés Descartes, el holandés Spinoza y el alemán Leibniz; y los empiristas sobresalientes del siglo XVIII fueron los ingleses Locke, Berkeley y Hume.

Hume(1711-1776) nació en Edimburgo, Escocia. Su familia quería que fuera abogado pero él rechazaba todo lo que no fuera filosofía y enseñanza. Fue filósofo, historiador y economista. Vivió en la época de la Ilustración, fue contemporáneo de Voltaire y Rousseau y viajó mucho por Europa antes de establecerse nuevamente en Edimburgo.

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Su primera obra importante la publicó a los 28 años y fue el Tratado sobre la naturaleza humana, aunque él reconoció tener la idea de esa obra desde los quince años.

Hume parte del mundo cotidiano con la intención de volver al valor de la percepción inmediata, dejada de lado por sus predecesores con sus pensamientos y sus reflexiones.

Para Hume existen dos tipos de percepciones, las impresiones y las ideas. Las impresiones son las percepciones inmediatas de la realidad externa y las ideas son el recuerdo de esas impresiones. La impresión es la sensación original y la idea es una copia de ese original.

Las ideas fantásticas que tiene el hombre son producto del recuerdo y la combinación de impresiones simples y nunca inventado por la propia conciencia.

Por eso se dedica a analizar las ideas con un método crítico y ordenar así los pensamientos.

Por ejemplo la idea del Yo es una idea compuesta porque está formada por una cadena de impresiones simples que nunca fueron percibidas simultáneamente, de modo que para Hume la idea de tener un núcleo inalterable de personalidad es falsa.

En su tratado sobre la naturaleza humana sostiene que las ideas como las de espacio, tiempo y causalidad provienen de la experiencia sensible, asignándole a la razón un papel secundario. La ley moral la dicta la experiencia en función de las consecuencias que producen.

Siguiendo a Locke realizó un análisis del conocimiento aceptando como única fuente de conocimiento la sensación, elaborando una teoría asociacionista, refutando los conceptos de sustancia y causalidad que mantenían los racionalistas.

No niega la existencia de la sustancia pero si afirma la imposibilidad de conocerla. La existencia es una impresión en la mente que supera lo fáctico, no hay conocimiento a priori sino que todo proviene de la experiencia.

Sus obras sobre economía representan una crítica al mercantilismo, teniendo una concepción del dinero como símbolo, convirtiéndose en un ideólogo de la burguesía comercial, formando parte de la generación de economistas anteriores a Adam Smith y a la escuela clásica.

Las ideas de Hume sobre la negación de la existencia de la personalidad inalterable se parece a la idea de Buda hace más de dos mil quinientos años.

Buda consideraba a la vida humana como una línea continua de procesos mentales y físicos en perpetuo cambio. Nunca puedo decir esto es mío ni este soy yo y todo lo que es perecedero es compuesto o sea el resultado de la combinación de algo simple.

Para Hume los milagros pueden existir de la misma manera que podría pasar que al arrojar una piedra no caiga al suelo. Sabemos por experiencia que esto es lo que ocurre pero no podemos saber por qué.

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3.

Dos cerebros, dos lenguajes, dos cosmo-visiones

El hemisferio izquierdo es consciente y realiza todas las funciones que requieren el pensamiento analítico, su modo de operación es digital, lineal, sucesivo y secuencial en el tiempo, en el sentido que va paso a paso; recibe la información dato a dato y la procesa basándose en procesos lógicos y deductivos. Su modo de pensar le permite conocer una parte a la vez, no todas, ni el todo. Es predominantemente simbólico, abstracto y proposicional en sus funciones, poseyendo una especialización y un control casi completo del habla, de la escritura, la aritmética y el cálculo, junto con las capacidades verbales e ideativas semánticas, sintácticas, lógicas y numéricas.

El hemisferio derecho, por el contrario, es predominantemente inconsciente sintético y realiza operaciones simultáneas. Su modo de operación es holístico intuitivo y compara esquemas en forma no verbal analógica, metafórica, alegórica e integral. Su estilo de proceder se caracteriza porque opera en ton holista, compleja, no lineal, tácita, simultánea, asociativa y no causal. Esto le permite orientarse en el espacio y lo habilita para el pensamiento y la apreciación de formas

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espaciales, el reconocimiento de rostros, formas visuales e imágenes táctiles y, en general todo lo que requiere de un pensamiento visual, imaginación o que está ligado a la apreciación artística.

4. Conclusión.

la filosofía tiene un papel muy importante en la historia científica del mundo, habría que profundizar si algunos de estos personajes importantes tuvieron alguna relación con esta corriente, como es el caso de Newton y sus rasgos metafísicos, parece ser que algunos otros no muestran tener relación alguna con ella, pero lo que sí es seguro, es que aunque no demuestren estar relacionados, si lo están; ya que de alguna manera la ciencia tiene raíces filosóficas, aunque en los colegios no sea esta la que se imparta a los estudiantes