fuentes orales e historia obrera

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Fuentes orales e historia obrera Mauricio Archila Neira p. 281-296 TEXTO NOTAS AUTOR TEXTO COMPLETO La historia no ha dejado de ser una ciencia social sui generis, irremediablemente vinculada con lo concreto. Si bien el historiador no puede referirse, ni explícita ni implícitamente, a series de fenómenos comparables, su estrategia cognoscitiva, así como sus códigos expresivos, permanecen intrínsecamente individualizantes (aunque el “individuo” sea, dado el caso, un grupo social o toda una sociedad). Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios, Barcelona, Gedisa, 1989, p. 148 1El oficio del historiador, nunca bien comprendido, ha sido sometido recientemente a severo escrutinio en nuestro medio. La aparición de obras históricas de amplia circulación y la cercanía de la conmemoración de los 500 años de presencia europea en América, lo coloca en la mira crítica de la sociedad y de sus intelectuales. De alguna forma es la discusión a la que en buena hora nos convoca este seminario sobre Historias de Vida. Lo que aquí presentaré es un camino investigativo en el cual se han usado metodologías orales; es una práctica particular de ese oficio de historiador. 2La ponencia se divide en cuatro partes: la primera versa sobre mi propósito investigativo. En un segundo conjunto de temas trataré la utilización de las fuentes orales; en tercera instancia

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Fuentes orales e historia obrera

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Page 1: Fuentes Orales e Historia Obrera

Fuentes orales e historia obrera Mauricio Archila Neira p. 281-296

TEXTO NOTAS AUTOR

TEXTO COMPLETO

La historia no ha dejado de ser una ciencia

social sui generis, irremediablemente

vinculada con lo concreto. Si bien el

historiador no puede referirse, ni explícita ni

implícitamente, a series de fenómenos

comparables, su estrategia cognoscitiva, así

como sus códigos expresivos, permanecen

intrínsecamente individualizantes (aunque el

“individuo” sea, dado el caso, un grupo social o

toda una sociedad).

Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios,

Barcelona, Gedisa, 1989, p. 148

1El oficio del historiador, nunca bien comprendido, ha sido

sometido recientemente a severo escrutinio en nuestro medio. La

aparición de obras históricas de amplia circulación y la cercanía

de la conmemoración de los 500 años de presencia europea en

América, lo coloca en la mira crítica de la sociedad y de sus

intelectuales. De alguna forma es la discusión a la que en buena

hora nos convoca este seminario sobre Historias de Vida. Lo que

aquí presentaré es un camino investigativo en el cual se han

usado metodologías orales; es una práctica particular de ese

oficio de historiador.

2La ponencia se divide en cuatro partes: la primera versa sobre

mi propósito investigativo. En un segundo conjunto de temas

trataré la utilización de las fuentes orales; en tercera instancia

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desarrollaré las dificultades de esas fuentes. Por último explicaré

mi experiencia concreta de investigación.

La construcción del tema de investigación

1 Las estadísticas huelguísticas en Álvaro Delgado, «Doce años de

luchas obreras». Separata deEstud (...)

3Yo, como muchos miembros de mi generación, la de los sesenta

y setenta, partía del imaginario de una «revolución» dirigida por

la clase obrera, a pesar de las evidencias contrarias. En el

contexto colombiano, aunque se percibía un renacer de la lucha

obrera, eran los campesinos, estudiantes y luchadores cívicos los

que básicamente adelantaban la protesta social.1Estas evidencias

nos importaban poco pues nuestro imaginario seguía firmemente

anclado en un futuro socialista dirigido por el proletariado. De

esta forma participábamos en los Primero de Mayo, acudíamos a

las carpas de huelguistas y hasta hacíamos «pintas» nocturnas

reproduciendo eslogans revolucionarios. En ese ambiente, mis

inquietudes académicas giraban en torno al supuesto papel de

vanguardia de la clase obrera. Para ello estudiaba su pasado

buscando las claves revolucionarias que, a mis ojos, se habían

perdido. Por distintas vías, desde el desencanto con la izquierda

política hasta la lectura de textos críticos del paradigma leninista,

ese imaginario dejó de apelarme. Al alejarme de esa motivación

original, me encontré que detrás de eso que llamábamos el

proletariado existían seres humanos de carne y hueso que vivían

y sentían diferente de otros colombianos como yo. Su historia me

fascinó y comencé a reconstruirla pero no con la intención de

descubrir si eran revolucionarios o no, sino con el deseo de

Page 3: Fuentes Orales e Historia Obrera

entender cómo habían enfrentado las circunstancias que les había

tocado vivir.

4Inicié un acercamiento a una comunidad especial: los obreros y

obreras, a quienes veía como seres humanos y no como una

abstracta categoría social. Se trataba de una comunidad sin

identidad étnica, como es el caso de los indígenas, no estaba

ubicada en un territorio particular ni se concentraba en ningún

oficio concreto, y tampoco tenía una sola expresión cultural. Al

mismo tiempo no los podía confundir con el pueblo en general o

con los pobres, sino que formaban parte de una clase social

específica determinada por la relación salarial.

2 Véase los textos de Ignacio Torres G., Los inconfornes (5 vols.),

Bogotá, Ed. Margen Izquierdo, 19 (...)

3 Esta nueva temática se refleja en el reciente trabajo de Charles

Bergquist, Los trabajadores en la (...)

4 Me refiero al libro de Agnes Heller, Historia y vida cotidiana,

Barcelona, Crítica, 1985.

5Mi interés se desplazó de la historia «épica» de la clase obrera

—líderes, sindicatos, huelgas y partidos políticos— a otras

dimensiones que habían sido poco trabajadas por la

historiografía laboral.2 Centré la investigación en los valores,

tradiciones, actitudes, lenguaje, diversiones y, en fin, en la vida

cotidiana de obreros y obreras.3 Sin que aún hubiera leído textos

como los de Agnes Heller, intuía que la vida cotidiana era el centro

de la sociedad y escenario de múltiples contradicciones.4

6Traté, por tanto, realizar una reconstrucción de la historia de los

trabajadores que no les exigiera como deber ser un proyecto

revolucionario. Pretendía un acercamiento, lo más desprevenido

Page 4: Fuentes Orales e Historia Obrera

posible, a su transcurrir cotidiano. En síntesis, intenté estudiarlos

como ellos fueron.

El recurso a las fuentes orales 5 Sigo las pautas trazadas por quienes han incursionado con rigor

histórico en estos problemas. Me r (...)

7Resulta lógico, desde la aproximación propuesta, que hubiera

recurrido a las fuentes orales y, por esa vía, a las historias de vida.

Sin embargo, es conveniente hacer algunas precisiones antes de

explicar este paso metodológico. Digo metodológico porque creo

que la llamada «historia oral» no es más que un conjunto de

metodologías para acercarnos al pasado.5 Pertenezco al reducido

grupo de historiadores que, sin compartir el triunfalismo de

quienes proponen a la historia oral como la ruptura

epistemológica en las ciencias sociales, sí creemos en sus aportes

al conocimiento del pasado. Es cierto que en el gremio de

historiadores esta metodología no es muy aceptada, pero en gran

parte, ello se debe a su desconocimiento y en parte a prejuicios

positivistas que van siendo cada vez más superados. Más

adelante volveremos sobre este punto.

8Prefiero no hablar de historia oral porque implica, de alguna

manera, aceptar la oposición entre una supuesta reconstrucción

oral del pasado y otra escrita. Hay tradiciones orales pero en

sentido preciso, desde los tiempos de Herodoto y Tucídides, no

existe una historia exclusivamente oral, como tampoco la hay

enteramente escrita. Además contraponer lo oral a lo escrito

puede dejar de lado otro tipo de huellas del pasado que no son

estrictamente ni lo uno ni lo otro. Piénsese, por ejemplo, en los

monumentos, la arquitectura, las expresiones artísticas, la

Page 5: Fuentes Orales e Historia Obrera

fotografía o el cine. El debate es alrededor de la utilización de

fuentes y no sobre la constitución de la disciplina histórica en el

campo de las ciencias sociales, ni sobre sus distintos objetivos

investigativos. El tipo de fuente usada no determina que haya una

rama especial de la historia.

9Las fuentes orales —terminología más apropiada para la

disciplina histórica— están emparentadas con las tradiciones

orales, pero no son exactamente lo mismo. Las fuentes orales

forman parte de los métodos construidos por los historiadores y

por los científicos sociales, para recoger las tradiciones orales y

aquellas dimensiones del pasado que no se reflejan en otras

huellas. Una de esas fuentes son las historias de vida, que más

que indagar segmentos o períodos de una historia colectiva,

enfatizan el transcurrir individual del entrevistado. A su vez, ellas

se diferencian de géneros históricos cercanos como la biografía y

autobiografía en que son fruto de entrevistas y no se traducen

necesariamente en una narrativa escrita.

6 Para esta parte nos fueron útiles las reflexiones de Víctor

Acuña, Historia oral e historia de vid (...)

10Aunque fuentes y tradiciones orales parten del elemento común

de la memoria, se diferencian en que unas son constracciones

para entender el pasado y las otras existen independientemente

de ese interés. Como se evidencia en las historias de vida, las

fuentes orales son fruto de un acuerdo entre entrevistado y

entrevistador, y eso restringe el flujo natural de la memoria que

yace en las tradiciones orales.6

7 Emilia Vioti Da Acosta ha contrastado estos paradigmas para la

historia laboral latinoamericana en (...)

Page 6: Fuentes Orales e Historia Obrera

8 Véase Víctor Acuña, «La historia oral, las historias de vida y las

ciencias sociales», en Elizabet (...)

11Parece importante, antes de señalar por qué utilicé las fuentes

orales, hacer unas últimas precisiones historiográficas. Las

fuentes orales, y en particular las historias de vida, por destacar

la experiencia cotidiana, foman parte de unos métodos que

fueron despreciados por las corrientes teóricas que se centraron

en el estudio de lo estructural.7 Pero en la actualidad hay un

relativo agotamiento de los métodos emparentados con el

estructuralismo. Quienes explicaban la historia en términos de

meras estructuras, nos ilustraron sobre tendencias y hasta sobre

leyes del devenir, pero no nos mostraron a los seres de carne y

hueso que hacían la historia. Por ello, junto con las historias de

vida, reviven géneros subjetivos o personales como la biografía,

la autobiografía, las memorias, los diarios, los anecdotarios, es

decir todo lo que algunos historiadores designan como

lamicrohistoria —aquella que da cuenta de lo particular, lo

subjetivo y la experiencia.8

9 En este sentido justo es reconocer el impacto que han tenido

historiadores europeos que han incurs (...)

12Nótese que este revivir reciente de la microhistoria se hace, por

lo menos en América Latina, en un sentido bien diferente a como

lo hacía la historiografía tradicional. Antes se recurría, por

ejemplo, a las biografías de los próceres (varones, blancos, ricos,

políticos, religiosos o militares). Ahora estamos haciendo

biografías de seres anónimos, de gentes excluidas o

pertenecientes a las minorías.9 Además, y no menos importante,

aunque se privilegie un acercamiento micro, no se desconoce el

contexto estructural en el que lo pequeño se desenvuelve. La

Page 7: Fuentes Orales e Historia Obrera

pretensión de síntesis histórica no se ha abandonado; se

construye desde otro ángulo.

13Es éste el momento de responder a la pregunta de por qué

recurrió a las fuentes orales. Yo daría tres razones básicas:

primero, porque son unas metodologías que nos permiten

acercarnos a seres humanos tradicionalmente excluidos;

segundo, porque ayudan a oír las diferentes voces del pasado; y,

finalmente, porque ayudan a reconstruir historias de lo diferente

y no exclusivamente de lo homogéneo.

10 En esta última dirección vale la pena mencionar dos trabajos

pioneros en la reconstrucción de esa (...)

14En el caso de los obreros y las obreras, sus historias no

aparecían en las historias patrias ni aun en las versiones oficiales

de las organizaciones sindicales o políticas. Ello se explica

porque, además de ser socialmente excluidos, no habían dejado

muchos testimonios escritos pues eran, en su gran mayoría,

analfabetos. Si dejaban algún registro escrito se refería sobre

todo a eventos épicos —huelgas, fundación de partidos o

formación de sindicatos—, mas no a su vida cotidiana. Estas

circunstancias no eran exclusivas del mundo obrero. Por el

contrario, innumerables hombres y mujeres populares estaban en

similares o peores condiciones.10

11 Este intento se plasmó en tres textos sobre historias locales obreras,

en las que las entrevistas (...)

15Hay una segunda razón para utilizar las fuentes orales. Yo tuve

la intención de reconstruir la historia a partir de muchas voces.

Pretendía oír no sólo a los de arriba (los vencedores que

normalmente han escrito la historia), ni siquiera a aquellos de

Page 8: Fuentes Orales e Historia Obrera

abajo que lograron destacarse como líderes sindicales o políticos.

Traté, con un éxito discutible, de recoger las voces de los que no

tenían presencia en ninguna historia.11

16También intentaba, con el uso de las fuentes orales, reconstruir

una historia, no sólo de lo homogéneo, sino de la diferencia. Los

análisis estructurales aportaron luces para entender el pasado de

lo común y de lo normal. Con esa base se construían tendencias

y hasta leyes. Pero era difícil captar lo que se salía de las normas,

lo que era diferente. Las fuentes orales, por tocar el mundo de la

experiencia, hacen posible ese último acercamiento. Hacer

entrevistas a quienes se salieron de la normatividad de una época

o de los ideales de los grupos sociales, posibilita una

reconstrucción más compleja del pasado y, por ende, más

enriquecedora.

12 Aunque escasos, comienzan a conocerse en nuestro medio trabajos

sobre el pasado de estas minorías.(...)

17Finalmente, quisiera señalar una implicación que tiene el uso de

las fuentes orales, aunque no es exclusiva de ellas: la afirmación

de identidades, en este caso de obreros y obreras. Para

identificarse necesitan dignidad los seres humanos. Para ello hay

que recuperarlos del olvido recordándoles recordar que ellos

tienen historia. Un problema que el entrevistador se encuentra en

la práctica es que mucha gente tiende a negar su pasado. Esto se

cumple en el caso obrero, campesino y de los pobladores

urbanos, pero también en las minorías negras, algunos grupos

indígenas —aunque ellos son de los pocos que afirman con

valentía su pasado—, y de muchas mujeres.12

Page 9: Fuentes Orales e Historia Obrera

18En la interacción que implica la entrevista, se hace propicia la

afirmación de que sí hay historias que valen la pena recordar.

Desde el inicio del diálogo, el sólo pedir la entrevista contribuye

a fortalecer la dignidad del entrevistado. Muchas personas

populares, especialmente los viejos y viejas, sienten que sus

historias nadie las oye, empezando por su familia que los relega

al cuarto del olvido. Al oírlos en una entrevista se valora su

pasado y, con ello, se contribuye a reafirmar una dignidad que es

básica para cualquier identidad personal y colectiva.

Las dificultades del historiador 19A las fuentes orales, y a la llamada historia oral, se les critica

desde las viejas y las nuevas academias. Vale la pena, entonces,

escudriñar la validez de esas críticas y su alcance. Resumo en tres,

las dificultades comunmente atribuidas a estas fuentes: primera,

la fragilidad de la memoria; segunda, la subjetividad de las

fuentes orales; y tercera, el énfasis en lo particular.

20Una crítica muy extendida a las fuentes orales y a las historias

de vida, es que se apoyan en un mecanismo humano muy frágil:

la memoria.

21Pero el problema no es sólo éste, sino que el pasado se

reconstruye y reinterpreta desde el presente. No es lo mismo

haber vivido los sucesos, que recordarlos desde hoy. En otras

palabras, no sólo es difícil recordar, sino que ese recuerdo está

marcado por lo que hoy vivimos. Parecería, en consecuencia, que

lo que se reconstruye a partir de una entrevista es de poca

credibilidad pues no refleja mucho del pasado.

13 Las entrevistas han sido utilizadas en la reconstrucción de la

violencia, desde el trabajo pionero (...)

Page 10: Fuentes Orales e Historia Obrera

22Yo a esta doble crítica, respondo que sí existe memoria, no de

todo el pasado sino de lo que ha sido significativo en la vida

individual y colectiva. Hay memoria, pero también hay silencios y

aun olvidos. Ellos responden a que las experiencias vividas no

fueron significativas, o si lo fueron, hay mecanismos de control o

censura que impiden que se vuelvan recuerdos conscientes. El

arte de la entrevista estaría en romper esos mecanismos para que

fluya la memoria. Ahora bien, las técnicas mismas de las fuentes

orales colocan a veces dificultades adicionales al recuerdo de los

entrevistados. Hay temáticas que no son fáciles de abordar. Por

ejemplo, en el caso de entrevistar a mujeres, si uno es varón, hay

dimensiones de su vida que no brotan fácilmente en la

conversación. Sin embargo, con paciencia y construyendo

confianza, la barrera de la incomunicación en algo se puede

derribar. Otro ejemplo de la limitación técnica de las entrevistas

está en las reconstrucciones sobre la violencia. Casi nadie va a

confesar «yo maté a tantos». Aquí se puede recurrir al mecanismo

de invocar a un tercero: «hubo una persona que mató a tantos».

Como el interés del historiador es conocerlos hechos y no realizar

un juicio penal, nos basta con que la memoria fluya.13

14 Discurso aparecido en el «Magazín Dominical» de El Espectador, No.

151 (16 de febrero de 1986), p. (...)

23Gabriel García Márquez señalaba en un encuentro de

intelectuales en La Habana: «Por fortuna, la reserva determinante

de la América Latina y el Caribe es una energía capaz de mover al

mundo; es la peligrosa memoria de nuestros pueblos».14 Yo

comparto esa afirmación pero me pregunto qué es lo que la gente

recuerda. Aquí vuelvo a repetir lo que enunciaba antes: se tiene

memoria de lo que ha sido significativo en la vida personal y

Page 11: Fuentes Orales e Historia Obrera

colectiva. Este recuerdo constituye una de las huellas del pasado

sobre las que trabajamos los historiadores. El que la memoria esté

marcada por el presente no es un problema exclusivo de las

fuentes orales. Al fin y al cabo toda huella del pasado es

interrogada desde hoy y toda reconstrucción histórica se realiza

desde sucesivos presentes.

15 Aquí seguimos las pautas acuñadas por generaciones de

historiadores y reproducidas por Ciro F.S. C (...)

24El segundo aspecto con que se critica usualmente a las fuentes

orales es su subjetividad. En realidad la memoria es subjetiva y

doblemente: además de la subjetividad del entrevistado está la

del entrevistador. Pero si miramos más detalladamente, toda

fuente histórica —oral o escrita, primaria o secundaria— tiene

algo de subjetividad.15 Fuentes orales y escritas necesitan de

alguien que las interrogue. En las entrevistas ello se hace más

evidente, pero no está ausente en otro tipo de pesquisa histórica.

25Ahora bien, el hecho de que haya subjetividad en las fuentes,

no las invalida. Son dos problemas diferentes que se resuelven

indicando el grado de credibilidad de cada fuente. La

verosimilitud que le atribuimos a la fuente oral es diferente de la

asignada al testimonio escrito o a las estadísticas. Si lo que

pretendo es reconstruir una serie de salarios o de precios, las

entrevistas van a ser poco útiles. Recurro más bien a las

estadísticas históricas existentes. Pero si estoy indagando la vida

cotidiana, la percepción obrera de los salarios, y la cultura

popular, las fuentes orales son un recurso legítimo y rico en

información.

Page 12: Fuentes Orales e Historia Obrera

26Sobre la subjetividad del entrevistador, que es parte de la

subjetividad del historiador, más que ocultarla es legítimo hacerla

explícita. Hay que decir desde dónde parto, qué busco, por qué

acudo a las entrevistas y qué pretendo de ellas. Además las

ciencias sociales tienen mecanismos para procurar que la voz del

entrevistador no silencie la del entrevistado; que la actividad del

historiador no interfiera en la información que ofrece la fuente

consultada. En Historia, los mecanismos más frecuentes son la

reconstrucción fidedigna del documento —al transcribir una

entrevista se convierte también en documento— y el aparataje

crítico de toda reconstrucción del pasado, es decir, la cita textual

y la referencia a las fuentes usadas.

27La tercera dificultad asignada a las fuentes orales es su

particularismo. Pero éste es común a los géneros que hemos

llamado «la microhistoria» —las historias de vida, la biografía, las

historias locales, etc. Es cierto, las fuentes orales como la

microhistoria se apoyan en la experiencia, en lo particular, en lo

individual, en el caso. El problema radica, entonces, en cómo

generalizar a partir de enfoques limitados. Ésa es, curiosamente,

una de las grandes preguntas de la ciencia.

16 Véase la denuncia de tales historias en Rodolfo de Roux, «Los

Catecismos Patrios», «Magazín Domini(...)

28Antes de responder directamente a este interrogante vale la

pena llamar la antención sobre el peligro de confundir

generalización con homogeneización. Una cosa es buscar

universalizar al máximo las hipótesis y otra suprimir las

diferencias en aras de un elemento uniforme. Las historias

patrias, por ejemplo, pretendían ofrecer modelos de imitación

para todos los colombianos, ricos y pobres, hombre y mujeres,

Page 13: Fuentes Orales e Historia Obrera

blancos, negros e indígenas.16 La pluralidad de historias se

impone en una sociedad heterogénea como la nuestra.

17 A modo de ejemplo, consúltese el capítulo segundo del citado libro

de Ciro F.S. Cardoso, Introducc(...)

18 Michel Vovelle, «De la biographie a l’étude de cas», en Actas del

Coloquio Internacional sobre la (...)

29Pero volvamos sobre el problema de lo particular y lo general,

que tanta tinta ha consumido en las ciencias sociales,17 Michel

Vovelle, hablando de la historia de casos, plantea que lo

importante es escoger seres marginales pero representativos de

la crisis de una época —estilo Menoccio, el protagonista del

conocido libro de Cario Ginzburg, El queso y los gusanos.18 La

dificultad que nos surge es cómo determinar la representatividad

de ciertos seres marginales y con relación a qué crisis.

30Yo prefiero decir que trabajo con seres anónimos para ver qué

nos dicen de sus vidas, independientemente de si son o no

representativos de su clase, género o etnia. Claro que si después

de varias entrevistas anónimas, se encuentran constantes de la

memoria, hay allí elementos generalizables para la comunidad

investigada. Lo que habría que hacer sería contextualizar tanto

esas constantes como las variantes significativas. En algunos

casos la labor de reconstrucción del pasado asumiría una vía

negativa: cuánta normalidad social nos reflejan los «anormales»;

qué tanto de la sociedad colombiana nos proyectan los excluidos

de ella. Este es un camino que no han transitado muchos de

nuestros historiadores y que vale la pena transitar para

enriquecer la reconstrucción del pasado.

Page 14: Fuentes Orales e Historia Obrera

31Trabajos que son historias de vida magistralmente

reconstruidas —como los de Ginzburg o de Le Roy Ladurie sobre

Montaillou, o de Natalie Davis sobre Martin Guerre—, muestran

cómo a partir de la anormalidad de una época se aprende también

sobre ella. Pero en estos ejemplos hay que resaltar el papel de los

investigadores al contextualizar las historias de vida,

trascendiendo los mitos e imaginarios de la época trabajada para

enfrentarse a sus objetos (sujetos) de investigación. De esta

forma logran mostrar que hubo, y hay, seres humanos que al

negar los ideales de su sociedad, nos permiten conocer otras

facetas de la mentalidad de ella.

19 En una reflexión sobre las nuevas tendencias historiográficas y el uso

de métodos orales, dice así (...)

32Con lo dicho hasta ahora no hemos desmontado totalmente las

objeciones que se levantan contra las fuentes orales y otros

géneros emparentados con ellas. La subjetividad, la fragilidad de

la memoria y el particularismo de esas fuentes siguen existiendo.

Pero ese hecho no implica que sean invalidadas. Tampoco, en

sentido estricto, que existan fuentes mejores que otras. Todo

depende del objeto de investigación y, como lo afirma Eric

Hobsbawm, de la trama o la interpretación con la que

reconstruimos el pasado.19

33La combinación de fuentes —escritas, orales, pictográficas y de

todo tipo— se impone. Cuantas más huellas del pasado pueda

reunir un historiador, mejor será su reconstrucción. Pero además

se requiere de una buena dosis de imaginación y de teoría para

armar la trama, el gran rompecabezas del pasado. De esta forma,

los historiadores vamos entregando reconstrucciones parciales

del pasado que son válidas por cierto tiempo pero que,

Page 15: Fuentes Orales e Historia Obrera

afortunadamente para la disciplina histórica, son refutadas

tiempo después por nuevas investigaciones. El secreto del oficio

del historiador es la permanente construcción del pasado.

4. Una experiencia investigativa 20 Frutos de esta investigación son, además de los libros ya citados, las

ponencias a diversos semina(...)

34Analicemos brevemente la última sección de esta ponencia: mi

experiencia investigativa. Realicé cerca de 100 entrevistas a

obreros y obreras en cuatro ciudades del país: Barrancabermeja

—centro petrolero del país situado en el río Magdalena—,

Barranquilla —principal puerto sobre el río Magdalena y el mar

Caribe—, Medellín —primera ciudad industrial hastalos años

cuarenta— y Bogotá —capital política y económica del país.20

35Buscaba hacer una historia «desde abajo hacia arriba»

apoyándome en obreros y obreras anónimos. Pero tuve

dificultades, especialmente con las últimas. Ellas difícilmente

accedían a ser entrevistadas porque sentían que no tenían qué

contar o por razones prácticas (al ser yo varón y forastero). En un

caso me pasó que al ir a entrevistar a una profesora de quien me

habían hablado otros testigos, ella me dijo: «mire hable con mi

esposo que él es quien sabe lo que pasó». Cuando comencé a

conversar con él me dijo: «Usted debe hablar con tal dirigente

sindical porque él sí sabe cómo fue la historia». Pero como no era

esa historia oficial la que me interesaba, logré convencerlos —

más a él que a ella— de que me contaran sus historias. Por

dificultades similares, e incluso por imposibilidad física de

muchos seres anónimos de expresarse, los resultados no son tan

alagadores como esperaba. Terminé dialogando con más

Page 16: Fuentes Orales e Historia Obrera

hombres que mujeres y combinando entrevistas a gentes de base

y a dirigentes sindicales o políticos.

36A pesar de estas limitaciones creo que hay un buen porcentaje

de entrevistas desprevenidas, con un resultado bastante cercano

a lo que buscaba. Seguí luego los parámetros comunes a la

investigación histórica: transcripción de las entrevistas,

corrección (por ellos mismos en algunos casos), edición de las

mismas y confrontación con otras fuentes. En la construcción de

la trama interpretativa me surgió el problema de la relación entre

historia y literatura. Las fuentes orales, y en particular las

historias de vida, tienen su narrativa. Periodistas e investigadores

sociales como Germán Castro (El Karina), Alfredo Molano

(Siguiendo el Corte, Selva Adentro, y Aguas Arriba) o Alonso

Salazar (No Nacimos Va Semilla), que basan su trabajo en fuentes

orales, se acercan cada vez más a la literatura.

37Sin descalificar esos trabajos, creo que el historiador tiene otra

perspectiva metodológica. La literatura busca producir placer

estético con imágenes propias. Si es buena la narrativa, se puede

llegar a tener el éxito editorial de los autores señalados. La

historia, por el contrario, busca, producir conocimientos

verdaderos; parciales como decíamos, pero conocimientos a fin

de cuentas. Esto la coloca en el campo de las ciencias sociales. La

disciplina histórica requiere, en primera instancia, un cuidadoso

trabajo de crítica interna y externa a las fuentes. Y en segunda

instancia necesita la validación de dicho conocimiento por las

comunidades interesadas en él. Pero, indudablemente, por ser la

reconstrucción histórica una narrativa con una trama, hay un

punto de contacto con la literatura que le sigue siendo muy

cercano.

Page 17: Fuentes Orales e Historia Obrera

38En el oficio del historiador existe la crítica interna al documento

para ver si es fidedigno y cuánta credibilidad arroja. En el caso de

la entrevista —que puede ser considerada como un documento

oral—, se deben explicitar las condiciones en que ella se dio, la

coherencia narrativa del entrevistado y hasta las mentiras

aparentes. Para la historia, en la medida en que no hay una verdad

total, es imposible el mundo de la mentira total. Los entrevistados

al recordar su vida, pueden decir «mentiras» —cosas que a todas

luces no fueron ciertas—, pero aun ellas encierran algo de

«verdad». Un ejemplo de ello me ocurrió cuando hice las

entrevistas en Barrancabermeja. Algunas personas señalaron que

María Cano y Jorge E. Gaitán estuvieron en la primera huelga

petrolera de Octubre de 1924. Eso no pudo ser cierto pues María

Cano estaba dando sus primeros pasos de acercamiento al

mundo obrero en Medellín y Jorge E. Gaitán estaba terminando su

carrera de abogado en la Universidad Nacional. Sin embargo,

detrás de esa aparente mentira hay una afirmación interesante: la

gente de Barranca siente que María Cano y Gaitán estuvieron

siempre presentes en sus luchas. Es una afirmación significativa

para la identidad del pueblo barranqueño. Develar la verdad

oculta en la narrativa oral es parte del trabajo que debe hacer el

investigador.

39Junto a la crítica interna, el historiador debe hacer la

confrontación con las otras fuentes. Es la llamada crítica externa.

Se trata de establecer qué fuente ratifica o niega a otra, y

establecer a cuál se le cree más. Según el objeto de investigación,

unas tendrán más credibilidad que otras. Aquí lo que se impone

es la complementariedad de las fuentes, más que una

superioridad a priori de las escritas sobre las orales o viceversa.

Page 18: Fuentes Orales e Historia Obrera

40El segundo elemento que se constituye como definitivo para la

producción del conocimiento histórico es la validación que hacen

las diferentes comunidades de la reconstrucción hecha. Incluyo

dentro de las comunidades a la académica, de la cual formo parte,

pero no es la única ciertamente. Si se está haciendo la historia de

un barrio, o de una comunidad indígena, o de un grupo obrero,

es importante que la gente conozca esa reconstrucción y opine

sobre ella. Es una «devolución» del conocimiento y una validación,

crítica en el mejor de los casos, de dichas reconstrucciones del

pasado. En historia, como en cualquier ciencia, el conocimiento

que no se difunde no cuenta.

21 Cuando estuve en el Primer Taller Latinoamericano de Historia Oral

en Lima (septiembre de 1986), s (...)

41Pero si además de la mera difusión de los hallazgos científicos

consideramos la pretensión de reafirmar indentidades populares,

la «devolución» de las historias recuperadas se hace

indispensable. La forma como se hace es muy diversa: desde el

libro y las cartillas hasta los vídeos o conferencias.21 En esto,

como en todo procedimiento científico y educativo, no hay

fórmulas mágicas; andando se hace el camino.

42En la estrategia narrativa para la entrega o devolución de la

investigación encontré de nuevo dificultades. El dilema estaba

entre una narrativa fluida, sin diferenciar testigos e investigador,

o una construcción del texto dentro de los parámetros del oficio

del historiador. Por supuesto escogí la segunda, no sólo porque

dudé de mi fluidez en la escritura, sino porque me parece que es

la mejor estrategia para construir un lector «maduro». Si la

entrevista, y en últimas el diálogo con cualquier fuente, exige un

papel activo del historiador, eso se tiene que reflejar en el texto

Page 19: Fuentes Orales e Historia Obrera

final. No se trata de que el investigador desaparezca como sujeto

activo para que sólo hablen los testigos o las huellas del pasado.

Él tiene que hablar evitando, eso sí, que el texto final se convierta

en un monólogo. Es necesario dejar hablar a las fuentes, máxime

si son orales, pero en forma crítica. El lector puede, entonces,

saber hasta dónde están hablando las fuentes o los testigos, y

hasta dónde el historiador.

22 A este respecto es útil el debate adelantado entre el historiador

norteamericano Charles Bergquist (...)

43En la otra opción narrativa, al borrarse las barreras entre

historiador y fuentes, no se sabe a ciencia cierta cuál es el límite

de la imaginación del narrador y cuál el de los testigos. La

ausencia del aparato crítico de los historiadores —citas,

referencias, notas a pie de página, bibliografía y fuentes usadas—

, no es sólo un detalle de forma sino que es una alternativa

diferente en la reconstrucción histórica y en la formación del

lector.22

44Quisiera concluir apropiándome de una frase que encontré al

final del texto de Tzvetan Todorov dedicado a la Conquista de

América:

23 La conquista de América, la cuestión del otro, México, Siglo XXI,

1987, p. 260.

He querido evitar dos extremos en este libro. El primero, es la

tentación de hacer oír la voz de estos personajes, tal como es en sí; de

tratar de desaparecer yo para servir mejor al otro. El segundo, es

someter a los otros a mí mismo, convirtiéndolos en marionetas cuyos

hilos están enteramente bajo mi control. No busqué entre las dos

tentaciones un terreno de compromiso sino la vía del diálogo. Interpelo

Page 20: Fuentes Orales e Historia Obrera

esos textos, los transpongo, los interpreto, pero también los dejo

hablar y defenderse por ellos mismos.23

NOTAS

1 Las estadísticas huelguísticas en Álvaro Delgado, «Doce años de

luchas obreras». Separata de Estudios Marxistas (1975) y «El decenio

huelguístico, 1971-1980», Estudios Marxistas, No. 13 (1982). Para

las luchas cívicas véase Javier Gualdo, La reivindicación urbana,

serie Controversia 138-139 (Bogotá, Ed. CINEP) (1987), y Marta C.

García, «Las cifras de las luchas cívicas», Documentos Ocasionales,

No. 62 (1990). Sobre el reciente movimiento campesino el mejor

trabajo de síntesis es el de Leon Zamosc, Los usuarios campesinos y

las luchas por la tierra en los años setenta, Bogotá, Ed. CINEP, 1984.

2 Véase los textos de Ignacio Torres G., Los inconfornes (5 vols.),

Bogotá, Ed. Margen Izquierdo, 1973; Miguel Urrutia, Historia del

sindicalismo en Colombia, Bogotá, Uniandes, 1969; Edgar

Caicedo, Las luchas sindicales en Colombia, Bogotá, CEIS, 1971; y

Daniel Pecaut, Política y sindicalismo en Colombia, Medellín, La

Carreta, 1973.

3 Esta nueva temática se refleja en el reciente trabajo de Charles

Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana, Bogotá,

Siglo XXI, 1988, capítulo 5 y en mi último libro, Cultura a identidad

obrera, Bogotá, Ed. CINEP, 1991.

4 Me refiero al libro de Agnes Heller, Historia y vida cotidiana,

Barcelona, Crítica, 1985.

5 Sigo las pautas trazadas por quienes han incursionado con rigor

histórico en estos problemas. Me refiero a Paul Thompson, The Voice

of the Past, Oxford, Oxford University Press, 1978; y Philippe

Joutard, Esas voces qua nos llegan del pasado, Mexico, Fondo de

Cultura Económica, 1986.

Page 21: Fuentes Orales e Historia Obrera

6 Para esta parte nos fueron útiles las reflexiones de Víctor

Acuña, Historia oral e historia de vida, San José, Flacso, 1988.

7 Emilia Vioti Da Acosta ha contrastado estos paradigmas para la

historia laboral latinoamericana en

«Experience versus Structures», I.L.W.C.H., No. 36 (otoño 1989), pp.

3-24.

8 Véase Víctor Acuña, «La historia oral, las historias de vida y las

ciencias sociales», en Elizabeth Fonseca (comp.), Historia

(teoría y métodos), San José, Ceuca, 1989. El término de

microhistoria se está usando en la literatura anglosajona. Véase, por

ejemplo, la reseña crítica de Thomas Kuehn, «Reading Microhistory:

The Example of Giovanni and Lusanna», Journal of Modern History,

No. 61 (septiembre 1989), pp. 512-534.

9 En este sentido justo es reconocer el impacto que han tenido

historiadores europeos que han incursionado en esta nueva

perspectiva. Mencionamos a Emmanuel Le Roy Ladurie (Montaillou,

Nueva York, Vintage Books, 1979. Hay traducción española en

Taurus) y Carlo Ginzburg (The Cheese and the Worms, Nueva York,

Peguin Books, 1982. Hay traducción española en Munchnick Eds.).

10 En esta última dirección vale la pena mencionar dos trabajos

pioneros en la reconstrucción de esa memoria popular: Alfredo

Molano (Años del tropel, Bogotá, CINEP-CEREC, 1985) y Orlando Fals

Borda (Historía dable de la costa, 4 vols., Bogotá, Carlos Valencia

Eds., 1979).

11 Este intento se plasmó en tres textos sobre historias locales

obreras, en las que las entrevistas fueron la fuente principal: Aquí

nadie es forastero; Barranquilla y el río; y Ni amos ni siervos,

publicados en la serie Controversia del CINEP, números 133-134

(1986); 142 (1987); y 156-157 (1989), respectivamente.

Page 22: Fuentes Orales e Historia Obrera

12 Aunque escasos, comienzan a conocerse en nuestro medio

trabajos sobre el pasado de estas minorías. En el caso de las mujeres

merece la pena citar los textos de Luz Gabriela Arango, Mujer,

religión e industria, Medellín, Universidad de Antioquia y Universidad

Externdo, 1991, y Suzy Bermúdez, Hijas, esposas y amantes, Bogotá,

Uniandes, 1992.

13 Las entrevistas han sido utilizadas en la reconstrucción de la

violencia, desde el trabajo pionero de Germán Guzmán, Orlando Fals

Borda y Eduardo Umaña, La violencia en Colombia, Bogotá, Carlos

Valencia Eds., 1980, 9.a edición. Textos como el citado de Alfredo

Molano (Años del tropel) y el de Jaime Arocha (La violencia en el

quindio, Bogotá, Tercer Mundo, 1979), la colocan como elemento

central en sus estudios. Su uso, sin embargo, está lleno de

problemas, incluso de segundad de los entrevistados, por lo que los

autores recurren a distintos mecanismos como la creación de

personajes colectivos (Molano) o el uso de seudónimos (Arocha).

14 Discurso aparecido en el «Magazín Dominical» de El Espectador,

No. 151 (16 de febrero de 1986), p. 17.

15 Aquí seguimos las pautas acuñadas por generaciones de

historiadores y reproducidas por Ciro F.S. Cardoso y Héctor

Pérez, Los métodos de la historia, Barcelona, Critica, 1976 y Cardoso

en Introducción al trabajo de investigación histórica, Barcelona,

Crítica, 1981, capítulo 5.

16 Véase la denuncia de tales historias en Rodolfo de Roux, «Los

Catecismos Patrios», «Magazín Dominical», El Espectador (4 de junio

de 1989).

17 A modo de ejemplo, consúltese el capítulo segundo del citado

libro de Ciro F.S. Cardoso, Introducción...

Page 23: Fuentes Orales e Historia Obrera

18 Michel Vovelle, «De la biographie a l’étude de cas», en Actas del

Coloquio Internacional sobre la Biografía, París, 1985. Con ello no se

haría más que seguir el «paradigma indicial» —inferir hipótesis a

partir de indicios sin responder a una lógica estadística— tan caro a

la disciplina histórica. Cario Ginzburg, en el ya citado Mitos,

emblemas, indicios, concluye que, «...el conocimiento histórico,

como el del medico, es indirecto, indicial y conjetural» (p. 148).

19 En una reflexión sobre las nuevas tendencias historiográficas y el

uso de métodos orales, dice así el historiador inglés: «What we need,

both to make sense of what the inarticulate thought (says), and to

verify or falsify our hypoteses about it, is a coherent picture, or if you

prefer the term, a model. Forour problem is not so much to discover

one good source... What we must normally do is to put together a

wide variety of often fragmentary information: and to do what we

must, if you’ll excuse the phrase, construct a jig-saw puzzle

ourselves» («History from Bellow, some Reflections», en Frederick

Krantz [ed.],History from Bellow, Montreal, Concordia Unversity Press,

1985, p. 69. El subrayado es nuestro).

20 Frutos de esta investigación son, además de los libros ya citados,

las ponencias a diversos seminarios sobre investigación obrera: «La

recuperación de la memoria histórica de la clase obrera», en Darío

Acevedo y otros, «La investigación sobre el movimiento obrero en

Colombia», Medellín, IPC-ENS-CINEP, 1985, y «Aspectos

comparativos en la formación de la clase obrera colombiana (1920-

1948)», en Jorge Bernal y otros, «Historia y cultura obrera», Medellín,

IPC-ENS-CINEP, 1987. Para el caso de Medellín he contado con la

colaboración de Jorge Bernal, Ana María Jarami-11o y Juan José

Cañas.

21 Cuando estuve en el Primer Taller Latinoamericano de Historia

Oral en Lima (septiembre de 1986), se mencionó el caso de una

Page 24: Fuentes Orales e Historia Obrera

comunidad semiurbana cercana a dicha ciudad. Los investigadores

pensaron que la mejor forma de «devolver» la historia reconstruida

era a través de un vídeo. A la comunidad le gustó, pero luego

exigieron el libro pues querían que su historia quedara escrita.

22 A este respecto es útil el debate adelantado entre el historiador

norteamericano Charles Bergquist y el sociólogo colombiano Orlando

Fals Borda en tomo al quehacer histórico. Como se desprende de lo

anotado, me inclino por la argumentación de Bergquist. (Anuario

Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17 [1988-

1989], pp. 205-240.)

23 La conquista de América, la cuestión del otro, México, Siglo XXI,

1987, p. 260.

AUTOR

Mauricio Archila Neira Universidad Nacional de Colombia