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“Fue necesario que el Cristo padeciese, y re- sucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones” Número 927 Un Joven Dominicano E ste joven campesino dominicano es uno de los seres humanos por los cuales murió Jesucristo en la cruz. Quizás él no lo sabe todavía, aunque las buenas nuevas de la salvación Toda Correspondencia debe dirigirse a la redacción: Mensajes del Amor de Dios, 35612-11th Avenue S.W., Federal Way, WA 98023 EUA. Se manda un Evangelio del Apóstol Juan al que lo solicite, con límite de un solo ejemplar a cada solicitante. Favor de escribir su nombre y domicilio con letra de molde. Esta publicación se manda gratis al que la solicite. eterna y gratuita del alma se predican en casi todos los pueblos de su patria. Pero él es del campo. No visita mucho los pueblos. Vive sencilla y alegre- mente. Se viste de pan- talones de “dril,” camisa de algodón sin corbata; a menudo anda descalzo. Si se moja por un aguacero, pronto saldrá el sol tropi- cal y sus ropas se secarán. Tiene un burro, con este- rilla, aparejo indígena y un par de árganas vacías colgadas encima, en las cuales él lleva viveres o cualquier cosa. No se preocupa mucho por nada. Muy poco dinero gana, pero: hay plátanos, arroz, maíz, papas, cebollines, repollo, yautía y yuca en su conuco o en el de su padre; hay café, cacao, cajuiles, aguacates, man- gos, zapotes, guanában- as, granadillos, lechosas (o sean papayas), guineos, (o sean bananas), nísperos, manzanas de azúcar, piñas y limones; además hay gallinas, puercos, chivos (o sean cabras), un becerro o dos, pa- tos y pavos. Su casucha se hace de estructura débil de palos, los lados M E N S A J E S D E L A M O R D E D I O S Luc. 24: 46, 47 —Bueno, Juanita, si tienes edad suficiente para amarme, para con- fiar en mí y para obedecer a tu madre, entonces tienes suficiente edad para ser una verdadera cris- tiana, pues una verdadera cristiana es la que ama al Señor Jesús, confía en El y Le obedece. ¿Eres tú un verdadero cristiano, querido lector? ¿Es precioso para ti el Señor Jesús? Un Estudio De Las Sagradas Escrituras —Descanso— Dice el Señor Jesús: “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descan- sar”. (Mateo 11: 28) En este bondadoso dicho del Se- ñor Jesús, tenemos una llamada y una promesa. “Venid a Mí.” No nos dice: “Id a Fulano de Tal, o a cosa cualquiera,” sino “venid a Mí,” el Creador y el Redentor omnipotente que sólo puede cumplir con Su promesa: “yo os haré descansar.” ¿No tiene Cristo todos los recursos divinos en su mano extendida al cansado? Sí, pues la invitación es para todos los que están trabajados y cargados. ¿De qué? Del pecado. Entonces el pecador debe sentir su urgente necesidad de acudir al buen Salvador quien es “generoso para perdonar.” (Isaias 55: 7) “Este es el reposo; dad reposo al cansado; y éste es el refrigerio; mas no quisieron oir”. (Isaias 28: 12) La Biblia dice: “dad reposo al cansa- do; y este es el refrigerio.” Pero ¡qué lamentable! “no quisieron oir.” He aqui otra promesa: “En des- canso y en reposo seréis salvos, en quietud y en confianza será vues- tra fortaleza. Y no quisisteis”. (Isa- ias 30: 15) ¡Cuántas bendiciones para el pobre pecador! “Descanso,” “reposo,” “salvación,” “quietud”, “confianza” y “fortaleza.” Pero ¡qué triste! “no quisisteis.” ¿Qué será de los impíos sin ar- repentimiento y sin fe en el Señor Jesucristo? Dice la Biblia: “Mas los impíos son como la mar en tempes- tad, que no puede estarse quieta, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los im- píos”. (Isaias 57: 20, 21) ¿Qué será de los creyentes en el Señor Jesús? “Queda un reposo para el pueblo de Dios”. (Hebreos 4: 9) ¡Qué esperanza bienaventu- rada, estar con Cristo en la gloria eterna por los siglos de los siglos! En cuanto a ti, querido lector, ¿cuál será tu porvenir?

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“Fue necesario que el Cristo padeciese, y re-sucitase de los muertos al tercer día; y que se

predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones”

Número 927

Un Joven Dominicano

E ste joven campesino dominicano es uno de los seres humanos por los cuales murió Jesucristo en la cruz. Quizás él no lo sabe todavía, aunque las buenas nuevas de la salvación

Toda Correspondencia debe dirigirse a la re dac ción: Mensajes del Amor de Dios, 35612-11th Ave nue S.W., Federal Way, WA 98023 EUA. Se manda un Evangelio del Apóstol Juan al que lo solicite, con límite de un solo ejemplar a cada solici tante. Favor de escribir su nombre y domicilio con letra de molde.

Esta publicación se manda gratis al que la solicite.

eterna y gratuita del alma se predican en casi todos los pueblos de su patria. Pero él es del campo. No visita mucho los pueblos. Vive sencilla y alegre-mente. Se viste de pan-talones de “dril,” camisa de algodón sin corbata; a menudo anda descalzo. Si se moja por un aguacero, pronto saldrá el sol tropi-cal y sus ropas se secarán. Tiene un burro, con este-rilla, aparejo indígena y un par de árganas vacías colgadas encima, en las cuales él lleva viveres o cualquier cosa.

No se preocupa mucho por nada. Muy poco dinero gana, pero: hay plátanos, arroz, maíz, papas, cebollines, repollo, yautía y yuca en su conuco o en el de su padre; hay café, cacao, cajuiles, aguacates, man-gos, zapotes, guanában-as, granadillos, lechosas

(o sean papayas), guineos, (o sean bananas), nísperos, manzanas de azúcar, piñas y limones; además hay gallinas, puercos, chivos (o sean cabras), un becerro o dos, pa-tos y pavos. Su casucha se hace de estructura débil de palos, los lados

M E N S A J E S D E L A M O R D E D I O S Luc. 24: 46, 47

—Bueno, Juanita, si tienes edad suficiente para amarme, para con-fiar en mí y para obedecer a tu madre, entonces tienes suficiente edad para ser una verdadera cris-tiana, pues una verdadera cristiana es la que ama al Señor Jesús, confía en El y Le obedece.

¿Eres tú un verdadero cristiano, querido lector? ¿Es precioso para ti el Señor Jesús?

Un Estudio De Las Sagradas

Escrituras—Descanso—

Dice el Señor Jesús: “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descan-sar”. (Mateo 11: 28)

En este bondadoso dicho del Se-ñor Jesús, tenemos una llamada y una promesa. “Venid a Mí.” No nos dice: “Id a Fulano de Tal, o a cosa cualquiera,” sino “venid a Mí,” el Creador y el Redentor omnipotente que sólo puede cumplir con Su promesa: “yo os haré descansar.” ¿No tiene Cristo todos los recursos divinos en su mano extendida al cansado? Sí, pues la invitación es para todos los que están trabajados y cargados. ¿De qué? Del pecado.

Entonces el pecador debe sentir su urgente necesidad de acudir al buen Salvador quien es “generoso para perdonar.” (Isaias 55: 7)

“Este es el reposo; dad reposo al cansado; y éste es el refrigerio; mas no quisieron oir”. (Isaias 28: 12) La Biblia dice: “dad reposo al cansa-do; y este es el refrigerio.” Pero ¡qué lamentable! “no quisieron oir.”

He aqui otra promesa: “En des-canso y en reposo seréis salvos, en quietud y en confianza será vues-tra fortaleza. Y no quisisteis”. (Isa-ias 30: 15) ¡Cuántas bendiciones para el pobre pecador! “Descanso,” “reposo,” “salvación,” “quietud”, “confianza” y “fortaleza.” Pero ¡qué triste! “no quisisteis.”

¿Qué será de los impíos sin ar-repentimiento y sin fe en el Señor Jesucristo? Dice la Biblia: “Mas los impíos son como la mar en tempes-tad, que no puede estarse quieta, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los im-píos”. (Isaias 57: 20, 21)

¿Qué será de los creyentes en el Señor Jesús? “Queda un reposo para el pueblo de Dios”. (Hebreos 4: 9) ¡Qué esperanza bienaventu-rada, estar con Cristo en la gloria eterna por los siglos de los siglos!

En cuanto a ti, querido lector, ¿cuál será tu porvenir?

í¿ñó¡úéá

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de madera de palma, el techo grue-so de hojas de la palma, y el piso a menudo es el mismo suelo. Se baña en cualquier riachuelo o manantial; si no los hay, entonces en casa en una batea hecha de un trozo del tronco de un árbol duro.

Pero hay una cosa triste: como es el caso con toda la humani-dad, le gusta pecar. No piensa en que tiene un alma que salvar y que nunca muere, y que él tendrá que dar razón de sí ante el gran Dios Creador, “el juez de la tierra toda” (Génesis 18: 25)

Conocemos a un cristiano el cual hace un cuarto de siglo—como in-converso—era un joven tan car-gado de pecados que casi no podía dormir por temer morir e irse al in-fierno; “por cuanto a los hombres les está establecido morir una vez, y después de esto el juicio” (He-breos 9: 27). La palabra de Dios le había despertado la conciencia. Entonces él estaba dispuesto a es-cucharla. Pronto supo que Cristo habia venido al mundo porque le amaba y no quería que muriese en sus pecados. “Cierto es, y digno de ser por todos recibido, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1a Timoteo 1: 15). El era hombre pecador; por lo tan-to Cristo Jesús había venido para salvarle y murió por sus pecados. “Porque cuando todavía éramos dé-biles, Cristo, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5: 6). Creyén-dolo de corazón, por la fe se salvó. Entonces, pudo leer estos versículos e insertar su propio nombre en ellos: “...Jesús Señor nuestro, que fue entregado por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justifi-cación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medi-ación de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 4: 25 y 5: 1)

¿Podrá el lector cual otro pecador perdido, poner “por la fe” su propio nombre en estos versículos?

“Fue necesario que el Cristo pa-deciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones” (Lucas 24: 46, 47).

¿Qué predicó Juan el Bautista? “Arrepentíos” (Mateo 3: 1).

¿Qué predicó el Señor Jesucristo? “Arrepentíos” (Mateo 4: 17).

¿Qué predicó San Pedro en el día de Pentecostés? “Arrepentíos” (Hechos 2: 38).

¿Qué predicó San Pablo, el após-tol enviado a los gentiles? “Dios...intima ahora en todas partes a los hombres que todos se arrepientan” (Hechos 17: 31).

El Mensaje Correcto

Un anciano de la montaña se estaba muriendo. Dándose cuenta de que no estaba preparado para el encuentro con Dios, él le rogó a uno de sus compañeros que lla-mara a cierto cristiano. El fue a lla-marlo, pero no estaba en casa. En-tonces dijo a la esposa de él que su amigo anciano estaba muriéndose y quería que el cristiano viniera en seguida a su lecho.

—Lo siento—dijo ella—pero ¿hay algo que yo pueda hacer?

—El desea saber cómo puede ser salvo.

—Digale esto: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.”

—Señora—le respondió—repítame-lo por favor, pues quiero decírselo cor-rectamente.

—”Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores;” y si él viniese a El, tal como está, Cristo no le echará fuera.

El hombre se fue, y mientras as-cendía la colina hacia la casa de su amigo anciano, se dijo:

—No me gusta esa palabra “peca-dores.” No creo que mi amigo an-

ciano sea un hombre tan malo. El solía cortar leña para los vecinos e iba a llamar al médico cuando cualquier persona se enfermaba. Ha hecho muchos bienes. Y no ha matado ni robado. Cuando llegue a su casa no voy a repetir la frase de esa manera.

Entonces le dijo al anciano: —El cristiano no estaba en casa, pero hablé con su esposa y ella me dio un mensaje para ti. Me dijo que Cristo Jesús había venido al mundo para salvar a la gente.

—¿Acaso no dijo ella “a los peca-dores”?

—Sí, creo que eso fue lo que me dijo, pero yo no deseaba llamarle a usted pecador, y creía que “gente” sonaría mejor.

—No me hables de esa manera, Abraham. Desde que te fuiste, mi memoria ha estado trabajando; ya me acuerdo que cuando trabajaba con el anciano José, él acostumbra-ba cantar:

“Tal como soy, sin más decir, Que a otro yo no puedo ir,Y tú me invitas a venir: Bendito Cristo, vengo a Ti.”

—Y yo mismo iré a Cristo de esa manera, tal como soy, y si ese es el mensaje, ya puedo morir feliz.

¿Vendrás tú así ahora? Cristo Jesús, el Hijo eterno de Dios, como hombre nació en un pesebre, fue a la cruz del Calvario y murió, el Justo por nosotros, los injustos, para traernos a Dios. Si vienes cual pecador perdido, tal como eres, a El, puedes decir también: “El murió por mí.”

“Cierto es, y digno de ser por to-dos recibido, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecado-res” (1a Tim. 1: 15).

¡Se Rompe El Dique!

Todos los habitantes de cierta ciu-dad de Holanda habían sido avisa-

dos de que uno de los diques que protegía la ciudad de inundación se rompería pronto, porque el nivel de las aguas afuera iba subiendo a causa de un diluvio tremendo y era cierto que el dique no podria resistir su desbordamiento.

Muchas familias obedecieron el aviso y huyeron de la ciudad con sus posesiones, mientras las aguas subían a un nivel peligrosísimo.

Oportunamente, muchos hom-bres recorrieron toda la ciudad gri-tando el último aviso:

—¡Arránquense! ¡El dique no du-rará hasta la mañana! ¡Arránquense enseguida!

Pero muchos moradores les repli-caron:

—Ha durado tanto tiempo; pron-to las aguas disminuirán. No hay de qué alarmarse; el dique ha du-rado cincuenta años.

Al amanecer del día siguiente, se oía el grito:

—¡Corran, corran por sus vidas! ¡el dique se ha roto! Una gritería terrible llenaba toda la ciudad, pero ya era demasiado tarde. Las aguas ya se precipitaban arrolladoras. Miles perecieron en la inundación, porque no acataron el aviso.

Tan parecido a eso es el caso de los que posponen recibir la sal-vación de sus preciosas almas in-mortales hasta que de repente se den cuenta que es demasiado tarde. Muchos serán lanzados a las tinieb-las de afuera porque han rechazado a Cristo. Quiera Dios que no te en-cuentres entre aquellos que pasarán la eternidad en el infierno. Huye al Señor Jesucristo en busca de sal-vación y seguridad antes de que El venga por los suyos y tú seas dejado atrás para el juicia. “Huye de la ira venidera” (Lucas 3: 7)

“¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviésemos en poco una salvación tan grande?” (Hebreos 2: 3).