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FRASES HECHAS Pasar la noche en blanco - Tirar la casa por la ventana - Echarle a uno el muerto - Las cuentas del Gran Capitán - Pasar una noche toledana - Estar en Babia - A la tercera va la vencida - ¡Viva la Pepa! - Dársela a uno con queso - Las paredes oyen - Ser más feo que Picio - La ocasión la pintan calva - Sambenito - Esto parece el corral de la Pacheca - Poner la mano en el fuego - A buenas horas, mangas verdes - ¡Vete a la porra! - Poner pies en polvorosa - La casa de Tócame Roque - El diablo está en Cantillana - Tonto de capirote - Tener muchos humos - Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada - Historias rocambolescas - Echarle a uno los perros - Quien se fue a Sevilla, perdió su silla - Vérsele el plumero - ¡Apaga y vámonos! - Mari-Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento - Poner los puntos sobre las íes - No hay tu tía - Morder el polvo - Hacer el primo - Tomar las de Villadiego - Armarse la Marimorena - Picar muy alto - Discusión bizantina - Esto es Jauja - En un santiamén - Dejar a uno en la estacada - Prometer el oro y el moro - Habas contadas - No se ganó Zamora en una hora - Música celestial - Me lo dijo un pajarito - Salga el sol por Antequera - Poner en tela de juicio - Brillar por su ausencia - Tratar a banquetazos - Cambiar de chaqueta - Ser un cafre - Tener más cuento que Calleja - Caro como aceite de Aparicio - Armarse la de Dios es Cristo - El capitán Araña - El movimiento se demuestra andando - Descubrir el pastel - Ver el cielo abierto - Irse de picos pardos - Ser culo de mal asiento - Ahí le aprieta el zapato - Pelillos a la mar - Andar más que la perra de Calahorra - Victoria pírrica - Vale lo que pesa - Tener vista de lince - Mear fuera del tiesto - Estar a dos velas - A ojo de buen cubero - Salir a la palestra

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FRASES HECHAS Pasar la noche en blanco - Tirar la casa por la ventana - Echarle a uno el muerto -

Las cuentas del Gran Capitán - Pasar una noche toledana - Estar en Babia -

A la tercera va la vencida - ¡Viva la Pepa! - Dársela a uno con queso -

Las paredes oyen - Ser más feo que Picio - La ocasión la pintan calva - Sambenito -

Esto parece el corral de la Pacheca - Poner la mano en el fuego -

A buenas horas, mangas verdes - ¡Vete a la porra! - Poner pies en polvorosa -

La casa de Tócame Roque - El diablo está en Cantillana -

Tonto de capirote - Tener muchos humos -

Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada -

Historias rocambolescas - Echarle a uno los perros -

Quien se fue a Sevilla, perdió su silla - Vérsele el plumero - ¡Apaga y vámonos! -

Mari-Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento -

Poner los puntos sobre las íes - No hay tu tía - Morder el polvo - Hacer el primo -

Tomar las de Villadiego - Armarse la Marimorena - Picar muy alto -

Discusión bizantina - Esto es Jauja - En un santiamén - Dejar a uno en la estacada -

Prometer el oro y el moro - Habas contadas - No se ganó Zamora en una hora -

Música celestial - Me lo dijo un pajarito - Salga el sol por Antequera -

Poner en tela de juicio - Brillar por su ausencia - Tratar a banquetazos -

Cambiar de chaqueta - Ser un cafre - Tener más cuento que Calleja -

Caro como aceite de Aparicio - Armarse la de Dios es Cristo - El capitán Araña -

El movimiento se demuestra andando - Descubrir el pastel - Ver el cielo abierto -

Irse de picos pardos - Ser culo de mal asiento - Ahí le aprieta el zapato -

Pelillos a la mar - Andar más que la perra de Calahorra - Victoria pírrica -

Vale lo que pesa - Tener vista de lince - Mear fuera del tiesto - Estar a dos velas -

A ojo de buen cubero - Salir a la palestra

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Pasar la noche en blanco

Cuando una persona es incapaz de conciliar el sueño por un dolor, una preocupación u otro motivo, se dice que ha pasado la noche en blanco. El origen de este modismo está relacionado con la noche que ritualmente solían pasar sin pegar ojo aquellos que durante el medievo, querían formar parte de ciertas órdenes de caballería. La noche antes de ser armados caballeros, los aspirantes hacían la velada de las armas que les honrarían como tales, llevando como atuendo una túnica u otra vestidura blanca que simbolizara la pureza espiritual. El color blanco de las ropas y lo largo que se hacía la espera hasta el amanecer dio origen al dicho pasar la noche en blanco.

Tirar la casa por la ventana

Se dice que alguien tira la casa por la ventana cuando de repente comienza a efectuar gastos superiores a los que acostumbraba. Tan contundente expresión nace da la costumbre que existía en el siglo pasado de tirar literalmente por la ventana los enseres del hogar cuando a alguien le tocaba la Lotería Nacional en España. Ésta nació (en España) bajo el reinado de Carlos III, quien la instauró por Orden de 30 de septiembre de 1763. Las primeras oficinas abrieron sus puertas al público en una casa de la plazuela de San Idelfonso, en Madrid. La estructura actual en décimos y sorteos periódicos fue instaurada en 1812 por las Cortes de Cádiz.

Echarle a uno el muerto

La expresión echar el muerto y sus variantes echar el muerto a casa, a puerta ajena o al vecino, se utilizan comúnmente para imputar a un tercero la culpa de lo que no ha hecho. Al parecer, el origen de la expresión se remonta a la Edad Media. Según las leyendas medievales, cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta de forma violenta y no se llegaba a esclarecer quién había cometido el asesinato, los habitantes de dicho municipio estaban obligados a pagar una multa. Para evitar saldar la sanción, que se conoce como homicisium, los vecinos aguzaban el ingenio hasta límites insospechados. Uno de los recursos más utilizados era no airear el hallazgo, meter el cadáver o cadáveres en sacos y, en la oscuridad de la noche, arrojarlos en el término de otro pueblo próximo. Echar el muerto a otro pueblo vecino equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad de un crimen y con la multa correspondiente, salvo que se entregara o se capturara al asesino.

Las cuentas del Gran Capitán

Se trata de una expresión irónica que se dice de las cuentas donde figuran partidas exorbitantes, o de aquellas que están hechas de modo arbitrario y sin la debida justificación. La frase alude a las controvertidas cuentas administrativas que el genio militar Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515) presentó a los Reyes Católicos después de haber conquistado para ellos el reino de Nápoles. A continuación menciono algunas de las famosas partidas de gastos que Fernández de Córdoba facilitó a los monarcas: 100 millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar los cadáveres del adversario; 200.736 ducados y 9 reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas; 100.000 ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla; 160.000 ducados en poner y reponer campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo; 100 millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino...

Pasar una noche toledana

Se dice de la persona que ha pasado la noche sin poder dormir, a causa de disgustos o molestias. Este modismo proviene, según el maestro Gonzalo Correas, de que las mozas toledanas del primer tercio del siglo XVII creían que el primer hombre varón que oyesen a partir de las 12 de la noche del día de San Juan se convertiría en su marido. Otra versión más dramática afirma que la expresión noche toledana se refiere a una terrible madrugada del año 806 en la que Amrus-al Lleridi, wali de Toledo, reunió en su palacio, so pretexto de celebrar un banquete, a 400 -hay quien dice a 700- muladíes toledanos, sospechosos de rebeldía contra el califa de Córdoba, su señor. Cuando los invitados se encontraban

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entregados a los placeres propios del festín, Amrus los mandó acuchillar hacia medianoche. Los cadáveres fueron arrojados a un foso, y las cabezas se expusieron para escarmiento de la población.

A la tercera va la vencida

Con esta locución proverbial se quiere dar a entender que a la tercera tentativa se suele alcanzar el fin deseado. El origen del dicho no está muy claro. Para algunos expertos, se encuentra en el derecho penal de los siglos XVI y XVII, en que se imponía la pena de muerte al ter furtum, o sea, al tercer hurto. Sin embargo, el maestro Correas apunta que esta frase proverbial se ha tomado de "la lucha (cuerpo a cuerpo) que va a 3 caídas, y de la sortija y justa, que va a 3 carreras o lanzas el premio". Una tercera hipótesis es defendida por el padre Esteban de Terrenos en su Diccionario. Dice así: "En la milicia romana había los soldados llamados pilati o velites, armados a la ligera, y eran los del ínfimo pueblo y los bisoños, y éstos iban en la fila primera; en la segunda iban los que llamaban piqueros, bastati, y excedían en valor y mérito a los primeros; y en la tercera fila iban los que llamaban triarios, y eran los más valerosos, veteranos, y que sostenían a las dos filas precedentes, y de aquí vino el adagio de decir cuando se echaba el último esfuerzo: Ad triarios ventum est, que en castellano decimos: A las tres va la vencida o se echa el resto".

Estar en Babia

Babia es una apartada comarca leonesa que linda con Asturias. Regada por un afluente del río Luna, Babia era un lugar de descanso preferido por los Reyes de León, en la baja Edad Media. Con cierta frecuencia, el monarca, harto de los asuntos de palacio y las intrigas de los nobles, empeñados en instaurar un régimen feudal semejante al de Europa septentrional, se apartaba a este lugar paradisíaco y alejado de los campos de batalla. Estas ausencias reales motivaban a menudo la inquietud de los vasallos, a quienes, cuando preguntaban por su señor, se les respondía evasivamente que el rey estaba en Babia. La expresión se hizo proverbial y pasó a la lengua común para describir a quien está distraído y ajeno a la realidad. Como curiosidad, Babia era un lugar famoso por sus caballos pequeños y robustos. Se cuenta que el caballo del Cid Campeador procedía de este lugar. De ahí su nombre, Babieca.

¡Viva la Pepa!

Con el paso del tiempo, esta expresión popular ha cambiado de significado. Actualmente se le ha dado un sentido de desenfado y jolgorio, y se aplica a quienes tienen un carácter despreocupado. Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, la expresión ¡Viva la Pepa! era un grito subversivo empleado durante muchos periodos políticos. La frase venía a sustituir a esta otra: ¡Viva la Constitución de Cádiz! Ésta era conocida cariñosamente como la Pepa, porque fue jurada y promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1812. Dos años más tarde, el rey Fernando VII, tras su regreso a España, abolió la Constitución de Cádiz y se prohibieron los gritos a su favor. Es por ello por lo que los españoles que se oponían al absolutismo se referían a ella en clave: ¡Viva la Pepa!

Dársela a uno con queso

Ya en la Edad Media, La Mancha era famosa por sus vinos de calidad, y taberneros de toda España se desplazaban hasta las bodegas manchegas para comprar los barriles de vino. Antes de pagar, los taberneros tenían la buena costumbre de probar la mercancía. Para dar salida a las partidas de vino picado o de muy baja calidad, los dueños de las bodegas recurrían a un arte especial: agasajaban a los compradores novatos y confiados con un sabroso plato de queso manchego en aceite, porque su fuerte sabor hacía que el paladar del incauto tabernero no distinguiera un buen caldo de uno echado a perder. Esta innoble práctica dio origen a la expresión dársela a uno con queso, que se utiliza cuando alguien es engañado o estafado.

Las paredes oyen

Esta expresión proverbial nació en Francia y procede de la persecución contra los hugonotes que culminó con la matanza de la noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572. Cuentan los cronistas que la reina Catalina de Médicis (1519-1589), esposa de Enrique II, rey de Francia, era muy

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desconfiada y persecutora implacable de los hugonotes. Para poder escuchar mejor a las personas de las que más sospechaba, mandó practicar una red de taladros, hábilmente disimulados entre las molduras, en las paredes y techos del Palacio Real. Este sistema de espionaje dio origen a la frase las paredes oyen, a la que recurrimos para advertir la prudencia y precaución con que debemos decir lo que puede comprometernos o involucrar a otras personas.

Ser más feo que Picio

Para ponderar la fealdad de alguien se dice que es más feo que Picio, supuesto personaje a quien de feo que era, le dieron la unción con caña, por lo asustado que estaba el párroco. El autor José María Sbarbi asegura haber hablado con personas que conocieron a Picio, un zapatero de principios de siglo que vivió en el pueblo granadino de Alhendín. Se dice que este hombre fue condenado a muerte, pero que hallándose en capilla recibió el indulto. La impresión de la noticia le produjo la pérdida total del pelo, aparte de una serie de increíbles deformaciones en el rostro que le hicieron pasar a la leyenda española como símbolo de la fealdad física.

La ocasión la pintan calva

Los romanos adoraban a una diosa llamada Ocasión, a la que representaban como una mujer bellísima puesta de puntillas sobre una rueda y con alas en los pies o en la espalda, para indicar que las cosas buenas pasan rápidamente. Ocasión llevaba la parte delantera de la cabeza cubierta por una hermosa cabellera, pero estaba totalmente calva por detrás. De este modo, se daba a entender que una vez que ha pasado la ocasión es del todo imposible recuperarla o asirla, y que, por consiguiente, no se debe dudar un instante en aprovechar una oportunidad o coyuntura.

Sambenito

Popularmente, este vocablo se asocia a la frase proverbial "echarle a uno el sambenito", que se emplea cuando queremos difamar o desacreditar a alguien. El sambenito era la insignia de la Santa Inquisición que se ponía sobre el pecho y espalda del penitente reconciliado, a modo de capotillo amarillo con una cruz roja en forma de aspa. Este vocablo proviene de saco bendito, que era a su vez una costumbre primitiva de la iglesia católica. Los que hacían penitencias públicas se vestían de unos sacos o cilicios bendecidos por un obispo o sacerdote. Con estos atuendos, los penitentes se colocaban en las puertas de las iglesias hasta que eran perdonados por sus culpas y admitidos por los demás fieles.

Esto parece el corral de la Pacheca

La frase, que suele decirse para indicar un lugar donde reina el barullo y la confusión, alude a uno de los antiguos teatros de Madrid. Don Casiano Pellicer, en su Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España (1804), dice que en el año 1568 se representaban comedias en un corral de la calle del Príncipe, que regentaba un tal Burguillos, y que por esas mismas fechas se reformó para semejante cometido otro corral en la misma calle. Éste pertenecía a Isabel Pacheco, llamada La Pacheca. Un tercero abrió sus puertas en la calle del Sol. Estos corrales eran unos patios amplios que se abrían en el interior de las casas de vecindad y en los que había solamente un tablado para las representaciones, gradas para los caballeros y el corredor para las damas, así como unos bancos portátiles.

Poner la mano en el fuego

La procedencia de este dicho, que se utiliza para manifestar el respaldo total a alguien o algo, se remonta a la época en la que se practicaba el llamado juicio de Dios. También conocida como Ordalía, ésta era una institución jurídica que dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o una cosa -un libro, una obra de arte- acusadas de quebrantar las normas establecidas o cometer un pecado. Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego. Ante el tribunal, el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera. Si la persona salía de la prueba indemne o con

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pocas quemaduras significaba que Dios la consideraba inocente y, por tanto, no tenía que recibir ningún castigo.

A buenas horas, mangas verdes

Durante el mandato de los Reyes Católicos se crearon los Cuerpos de la Santa Hermandad, tras su aprobación en las Cortes de Madrigal, en 1476. El cuerpo fue constituido para prestar auxilio en cualquier tipo de emergencias. Sus miembros vestían un uniforme con coleto -vestidura de piel que cubre el cuerpo hasta la cintura- y bocamangas de color verde. Relatan los cronistas de los siglos XVI y XVII que este cuerpo se ganó a pulso la fama de impuntualidad. Generalmente, cuando llegaban al lugar requerido para prestar el auxilio ya se habían cometido los desmanes y siniestros. Y a veces tardaban tanto que los vecinos del pueblo habían resuelto el problema. De hay que cuando se personaban en el lugar de los hechos, la gente les reprochaba diciendo: ¡A buenas horas, mangas verdes! La frase ha quedado para expresar en sentido peyorativo la demora y llegada tardía de un auxilio, así como para significar que los méritos no llegan en el momento oportuno.

¡Vete a la porra!

El modismo tiene su origen en el enorme bastón o porra que llevaba el tambor mayor de los antiguos regimientos. Aún hoy es posible verla en los desfiles militares en los que participa una banda de música. Antes, cuando ésta no desfilaba, la porra se dejaba a la puerta de las dependencias principales, que estaban cercanas a la prevención, el lugar donde los soldados pasaban el arresto por causas leves. El oficial ordenaba al castigado lo siguiente: "¡Vaya usarced a la porra, seor soldado!". La expresión era del todo correcta y usual, pero en la actualidad se emplea para echar de forma despectiva a alguien de nuestra compañía.

Poner pies en polvorosa

Existen diferentes versiones que explican el origen de este dicho, que significa huir o escapar con precipitación. Para algunos autores, la frase proviene de la nube de polvo o polvareda que se formaba en los antiguos caminos de tierra cuando alguien transitaba por ellos muy deprisa. Otros, sin embargo, fundan el dicho en el lenguaje de germanía o modo de hablar de los gitanos y rufianes, en cuya jerga la palabra polvorosa significa calle. Pero existe otra versión más simpática que se apoya en el siguiente hecho histórico: preocupado por el avance musulmán, Alfonso III, el Magno, acudió con sus tropas a defender su territorio de los sarracenos. La batalla se libró cerca del río Órbigo, en los campos de Polvorosa, en Palencia. Las tropas del rey vencieron al enemigo, pero eso sí, ayudadas por un oportuno eclipse de luna, que atemorizó y desconcertó a los moros.

La casa de Tócame Roque

Tócame Roque no fue el nombre de ningún personaje, como algunos piensan, sino que así se llamaba una casa de vecindad ubicada en la calle del Barquillo, en Madrid. La vivienda, fea e insalubre, fue demolida en el año 1850. Este inmueble castizo estaba en boca de todo el mundo por los mil zipizapes que en él se armaron, pero pasó a la literatura tras ser inmortalizado por don Ramón de la Cruz (1731-1794) en su sainete La Petra y la Juana o el buen casero. Según el Diccionario, se denomina la casa de Tócame Roque a aquella en la que reina la confusión y hay con frecuencia alborotos y riñas.

El diablo está en Cantillana

La expresión se usa cuando una cosa sale mal. Su origen es muy controvertido. Algunos autores piensan que nació de la calificación de diablo que se hubo de dar a alguna persona indeseable que vivió o estuvo en Cantillana (Sevilla). Para Gonzalo Fernández, autor de Quincuagenas de la Nobleza, el dicho hace referencia a un capitán bajo las órdenes de Jofre Tenorio, almirante de Castilla que durante las turbulencias de la minoría de Alfonso XI recorría las cercanías de Sevilla sembrando el pánico. El capitán ejercía especialmente sus desafueros en Cantillana, por lo que los arrieros y caminantes se alejaban del lugar y acostumbraban a decir: "Vámonos por otra parte, porque el diablo está en Cantillana". El diablo al que hace alusión el dicho también podría ser el maestro Juan Pacheco, que acompañó al rey Enrique IV en su viaje a Sevilla en 1469. Pacheco era una persona muy

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odiada en la capital sevillana, por lo que no se atrevió a entrar en ella y se hospedó en Cantillana. Hasta allí tenía que desplazarse el rey cada vez que quería despachar algún asunto con el aborrecido maestro. Por último, Gonzalo Correas, en su Vocabulario de Refranes, afirma que el dicho completo es "el diablo está en Cantillana, urdiendo la tela y tramando la lana", y añade el siguiente comentario: "El rey don Pedro, el Cruel, dice que pretendió allí el amor de una doncella principal desposada (prometida en matrimonio), y el esposo venía a verla de noche, hecho fantasma por miedo del rey, vino a espantarse la gente, y hacer este refrán".

Tonto de capirote

Expresión burlesca que se aplica a la persona muy necia e incapaz. El maestro Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye la expresión bobo de capirote, diciendo que los bobos de esta clase son llamados así porque es común ponerles un capirote por burla. En este sentido, el capirote es un cucurucho de cartón cubierto de tela que llevaban en la cabeza los disciplinantes en las procesiones de cuaresma y llevan actualmente los que van a las de Semana Santa. Unamuno, en un artículo publicado en 1923, decía que tonto de capirote "es el que con un capirote o bonete puntiagudo hace de tonto en las fiestas. Es un tonto de alquiler y casi oficial". Pero no con poca razón el maestro Covarrubias señala que la palabra capirote no se refiere sólo al que llevaban los disciplinantes y se pone a los bobos, sino que es una cobertura de la cabeza de muy diferentes tipos, y utilizada con frecuencia por los médicos, los colegiales y universitarios, entre otros. Así pues, tonto de capirote es tanto como decir tonto graduado y que puede llevar el distintivo o capirote de doctor.

Tener muchos humos

Hoy en día, este modismo se utiliza para designar a las personas que se comportan con altivez, vanidad, presunción o engreimiento desmesurados. También se emplea como reproche hacia quienes aparentan un nivel social o económico que en realidad no les corresponde. En tales casos se suele recurrir a algunas de estas frases: ¡Vaya humos que se gasta! Y ¡Se le han subido los humos a la cabeza! Parece ser que el origen de la expresión proviene de una costumbre bastante común entre las familias distinguidas de la antigua Roma, como atestigua Joaquín Bastús en su obra La sabiduría de las naciones (1862). Las familias solían colocar en el atrio de la casa los retratos o bustos tallados en piedra de sus antepasados: padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, tíos... Con el paso del tiempo, las imágenes más antiguas iban adquiriendo un color oscuro por efecto del polvo, los humos y la contaminación. De este modo, los atrios con más imágenes renegridas o con más humos simbolizaban un mayor poderío familiar y un cierto tono aristocrático del que se alardeaba con frecuencia.

Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada

El origen de la frase se remonta a la época de las grandes peregrinaciones a Santiago de Compostela, hacia el año 1080. Refiere la historia que 3 peregrinos alemanes -una pareja y su hijo- decidieron hospedarse en una venta de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). La hija del posadero se enamoró locamente del joven peregrino, pero éste no respondió a aquella súbita pasión y rechazó sus pretensiones. La moza, despechada, introdujo una taza de plata en el zurrón del mancebo. Cuando la familia de peregrinos abandonaba la posada para marchar a Santiago, la hija del posadero corrió a denunciar el hurto a la justicia. Perseguidos y hallándose el objeto sustraído en la mochila del joven, éste, sin posibilidad de exculparse, fue ajusticiado y ahorcado. Sus padres prosiguieron la romería y, cuando días más tarde, de regreso en Santo Domingo, pasaron por el cadalso, advirtieron con estupor que su hijo estaba vivo junto a la horca. Los padres del mozo, convencidos de que había sido un milagro del Apóstol Santiago, fueron a pedir al corregidor que lo dejara libre. Pero éste manifestó en tono burlón: "Tan cierto es eso como que vuelan esas aves (un gallo y una gallina) que se están asando en la lumbre". Dicho lo cual, las aves aludidas salieron, en efecto, volando. El prodigio corrió de boca en boca y el dicho Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada quedó enraizado en el lenguaje popular para aludir a un hecho extraordinario o cuando se pretende conocer la verdad de una situación en entredicho.

Historias rocambolescas

Viene a cuento hablar de este tipo de historias para catalogar una serie de hechos o circunstancias que resultan extraordinarios, exagerados o inverosímiles. Su origen está en el personaje novelesco

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Rocambole, protagonista de una serie de novelas escritas por Ponson du Terrail entre los años 1859 y 1867. Las fascinantes e inverosímiles aventuras vividas por Rocambole contribuyeron a darle gran popularidad como la personificación del hombre cuya existencia se desenvuelve entre intrigas y peripecias difíciles de creer.

Echarle a uno los perros

El origen de esta expresión es taurino. Antiguamente, cuando un toro de lidia se mostraba remiso en embestir o rehuía el capote, se sacaba al ruedo una jauría de perros que estaban adiestrados para hostigar al animal con ladridos y mordiscos. Si la res acosada no reaccionaba, finalmente era condenada a la puntilla. De este lance, que el público solía pedir al grito de "¡perros! ¡perros!", proviene la expresión "echar los perros". Ésta se emplea como sinónimo del acto de acosar y hostigar a alguien para sacarle de su pasividad u omisión culpable.

Quien se fue a Sevilla, perdió su silla

Durante el reinado de Enrique IV (1425-1474), le fue concedido el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, don Alonso de Fonseca. Dado que el reino de Galicia andaba revuelto, el arzobispo electo pensó que la toma de posesión del cargo no iba a ser cosa sencilla, por lo que pidió ayuda a su tío. Don Alonso se desplazó al reino gallego, pero pidió a su sobrino que se ocupara del arzobispado sevillano durante su ausencia. El arzobispo, tras lograr serenar los ánimos de los gallegos, regresó a Sevilla, pero se encontró con que su sobrino no quería dejar de ningún modo la silla hispalense. Para que desistiera, no sólo fue necesario un mandato del Papa, sino que interviniera el rey y que algunos de sus seguidores fuesen ahorcados tras un breve proceso. A raíz de este trágico suceso nace el refrán quien se fue a Sevillla, perdió su silla. De él se deduce que la ausencia perjudica, no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de ella.

Vérsele el plumero

Este dicho tan recurrente se usa para indicar que una persona deja traslucir de forma involuntaria sus verdaderas intenciones o pensamientos en un asunto. Indudablemente, su origen se encuentra en la fábula La corneja y los pájaros, escrita por el griego Esopo en el siglo VI a. de C. La fábula cuenta que Júpiter, el padre los dioses, para nombrar al rey de los pájaros, señaló una fecha en la que todas las aves deberían comparecer ante él, para así elegir a la más bella. Todos los pájaros se acercaron a la orilla del río para acicalarse y arreglarse el plumaje. La corneja, consciente de su fealdad, se dedicó a recoger las plumas que se habían desprendido de los otros pájaros y se las prendió en el cuello. Al llegar el día señalado por Júpiter, todas las aves acudieron al concurso. De todos los plumajes, el de la corneja resultó ser el más bello y elegante. Pero cuando estaba a punto de ser coronada, los demás pájaros, indignados por el engaño, se le echaron encima y cada cual arrancó del penacho las plumas que le pertenecían. Y la corneja no consiguió el tan preciado puesto, por vérsele el plumero, o sea, el penacho de plumas de pega. Como anécdota, esta frase proverbial fue utilizada por los conservadores, que aplicaban a las personas que dejaban entrever sus opiniones liberales. Pero aquí el plumero no se refiere a la farsa de la corneja de la fábula, sino al penacho de plumas que coronaba el morrión de los voluntarios de la Milicia Nacional, un cuerpo que nació el año 1820 para defender los principios liberales y progresistas.

Mari-Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento

Nadie sabe quién fue la Mari-Sarmiento a la que hace referencia este refrán. Hay quien supone que este nombre propio es un apelativo genérico, como muchos otros: Marimacho, Marisabidilla, Marizápalos... Para algunos lingüistas, como Julio Cejador, Marisarmiento significó en otros tiempos mujer delgada, flaca como un sarmiento. Y de ahí procede el refrán "El viento de Mari-Sarmiento, que fue a cagar y se la llevó el viento".

¡Apaga y vámonos!

Esta exclamación, que se utiliza para dar por terminada una cosa, tiene su origen en una conseja situada en el pueblo de Pitres. Hace siglos, dos clérigos de este municipio granadino, aspirantes a una

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plaza de capellán, hicieron una apuesta a ver cuál de ellos celebraba la Santa Misa en el menor tiempo posible. Tras concluir los preparativos para el desafío religioso y mientras se aproximaban al altar, uno de los curas inició la misa diciendo: "Ite, Missa est", fórmula litúrgica que precedía a la bendición final. El otro, impasible, se giró hacia el monaguillo que sujetaba la vela y exclamó: "¡Apaga y vámonos!, que ya está dicha la misa".

Poner los puntos sobre las íes

Según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, esta expresión significa "concretar, determinar, acertar, sintetizar, por lo común con daño o contrariedad para alguno". La adición del punto sobre la i minúscula data del siglo XVI. El folclorista Joaquín Bastús comenta que "cuando se adaptaron los caracteres góticos era fácil que dos ii se confundieran algunas veces con una u, y para evitar confusión se introdujo la costumbre de poner encima unas tildes, acentos o virgulillas, y este uso se extendió hasta la i sencilla". Estos acentos o virgulillas pasaron a ser puntos sencillos a principios del siglo XVI, "y este cambio adaptado por algunos copistas, parecía quisquilloso a algunos otros, y de ahí vino la locución de poner puntos sobre las íes".

No hay tu tía

Expresión que se emplea para recalcar que algo carece de solución. Tiene su origen en un ungüento medicinal que en épocas pasadas se aplicaba como remedio para todos los males, la atutía o tuthía, vocablos que derivan del árabe altutiyà. Este compuesto, que fue empezado a ser utilizado por los árabes con fines oftalmológicos, no es otra cosa que una mezcla de óxido de cinc y otras sales metálicas que se adhieren formando una costra grisácea en las paredes de los hornos donde se trabaja con derivados de ese mineral. El dicho "no hay tu tía", que es una modificación de no hay atutía, se empleaba para indicar que una enfermedad no tenía remedio ni aplicando el virtuoso preparado.

Morder el polvo

Los caballeros de la Edad Media, cuando se sentían mortalmente heridos, tomaban un puñado de tierra y lo mordían, como beso postrero de respeto y despedida a la madre Tierra, que los había sustentado y que ahora iba a recibirles en su seno. Este ritual dio lugar a la expresión morder el polvo, que equivale a humillarse, a darse por vencido.

Hacer el primo

La palabra primo con el significado de hombre simplón y poco cauto fue recogida por el Diccionario de la Real Academia en 1852. El origen de esta popular expresión hay que buscarlo en las cartas que durante los sucesos del Dos de mayo de 1808 envío el mariscal francés Joaquín Murat al simplón infante don Antonio y a la llamada Junta de gobierno de España, según advierte Joaquín de Entrambasaguas en su libro Estudios dedicados a Don Ramón Menéndez Pidal (1952). Murat, al dirigirse al infante y a la junta, empleaba la fórmula protocolaria de "Señor primo, señores miembros de la Junta" y seguidamente dejaba caer la amenaza: "Anunciad que todo el pueblo en que un francés haya sido asesinado será quemado inmediatamente... Que los que se encuentren mañana con armas, cualesquiera que sean, y sobre todo con puñales, serán considerados como enemigos de los españoles y de los franceses y que inmediatamente serán pasados por las armas." Al final del escrito podía leerse lo siguiente: "Mi primo; señores de la Junta; pido a Dios que os tenga en santa y digna gracia". La palabra primo, según el protocolo de la casa real, era un tratamiento que el rey daba a los grandes de España en cartas y documentos, tanto oficiales como privados. Pero Murat empleó este vocablo para mofarse del incauto y crédulo Infante, así como de los miembros de la Junta de Gobierno. Según Entrambasaguas, "el Dos de Mayo fue el pueblo quien descubrió la existencia de los que hacían el primo frente a los manejos de Joaquín Murat y reaccionó contra quienes se dejaron engañar traicionando al pueblo con la frase expresiva de hacer el primo".

Tomar las de Villadiego

Cuando alguien se ausenta de forma precipitada, generalmente para huir de algún contratiempo o peligro, o abandona su hogar para no sufrir un daño, se dice que esa persona ha tomado las de

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Villadiego. Nadie sabe con seguridad cúal es el origen de esta popular expresión, pero hipótesis no faltan. Algunos suponen que las de Villadiego alude a las alpargatas que se fabricaban en el pueblo burgalés de Villadiego. Para otros, se refiere a las alforjas que se confeccionaban en esa villa. Y los hay que aseguran que el dicho no tiene nada que ver con alpargatas ni alforjas, sino con calzas, o sea, lo que hoy conocemos como calzones. De hecho, también se dice tomar las calzas de Villadiego. Tal expresión puede leerse por primera vez en la célebre comedia del siglo XV La Celestina, cuando Sempronio dice a Pármeno: "Apercíbete a la primera voz que oyeras a tomar calzas de Villadiego". Y este segundo contesta: "Calzas traigo, y aun borceguíes de esos ligeros que tú dices para mejor huir que otro". Cervantes, en los versos preliminares de El Quijote, da por supuesto que la alocución alude a las calzas y lo relaciona con poner pies en polvorosa. Hay expertos que aseguran que el origen del modismo está en la encomienda-privilegio que el rey Fernando III, el Santo, concedió a los judíos de Villadiego, prohibiendo que los prendiesen, proporcionándoles un lugar seguro y obligándoles a llevar un distintivo para que se reconociesen a simple vista. El distintivo eran las calças típicas del lugar de Villadiego. Así, cuando arreciaron las persecuciones contra los hebreos de Burgos y Toledo, éstos huían abandonando las ropas castellanas y se vestían las calzas de Villadiego. De este modo, eran protegidos por los procuradores del monarca hasta llegar a su nueva tierra en calidad de colonos y pecheros de Fernando III.

Armarse la Marimorena

Frase que se utiliza para comunicar que se ha organizado una gran pelea o bronca entre varias personas. El origen de este dicho popular surgió a raíz del pleito que se abrió en 1579 contra María Morena, más conocida entre sus amistades como Marimorena, tabernera de la corte de Madrid, y su esposo, Alonso de Zayas, por "tener cueros de vino en su casa y no querer vender". La insólita naturaleza de este pleito y el embrollo que desató mientras duró puso de moda la palabra marimorena, con el significado de pendencia, riña o contienda.

Picar muy alto

Cuenta la rumorología que Juan de Tasis y Peralta, conde de Villamedina, estaba profundamente enamorado de doña Isabel de Borbón, esposa del rey Felipe IV. Pues bien, durante una corrida de toros celebrada en la Plaza Mayor de Madrid, con motivo de la onomástica del monarca, el citado conde rejoneó un toro con tanto lucimiento que la reina exclamó asombrada: "¡Qué bien pica el conde! Y el rey, con sorna, aludiendo a los amores reales del rejoneador puntualizó: "Pica bien, pero pica alto." La frase real salió de los muros de la plaza y empezó a usarse para significar que una persona tiene muchas ambiciones o grandes pretensiones.

Discusión bizantina

Este dicho tiene su origen en los interminables debates que mantenían los griegos del Bajo Imperio sobre el sexo de los ángeles. La cosa no hubiese trascendido, de no ser porque el debate se produjo en un momento políticamente delicado. Así es, los turcos estaban a punto de conquistar Constantinopla y los eruditos de Bizancio, en lugar de dar prioridad a pensar en cómo defenderse de los enemigos, perdían el tiempo en discusiones angelicales. Es por ello por lo que la expresión discusión bizantina se utiliza hoy para ridiculizar las discusiones intrascendentales y ociosas de las personas que no tienen en cuenta los problemas reales y acuciantes.

Esto es Jauja

Este dicho se emplea para designar todo lo que parece o quiere presentarse como modelo de fácil prosperidad y abundancia. Jauja es una localidad peruana enclavada en el Suyo de Huancayo, en los Andes. En la época de las colonias, el virrey Amat la convirtió en su lugar de residencia por la bondad del clima para el reuma y las enfermedades respiratorias. De esta manera, Jauja se erigió en un enclave codiciado por los enfermos. Su fama vino a hacerse legendaria y acabó por llegar a España, traída por los inmigrantes. La fantasía popular acabó por identificar Jauja con el paraíso, máxime si se tiene presente que esa zona del altiplano andino era rica en minas de plata constituidas por vetas a flor de tierra, semejantes a ríos de este preciado mineral.

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En un santiamén

Equivale a decir en un instante. La expresión nace de la fusión de las dos últimas palabras latinas que se dicen al santiguarse: In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

Dejar a uno en la estacada

La estacada era el palenque, liza o campo de batalla, construido ordinariamente con estacas -de donde viene su nombre- en que se celebraban los desfiles solemnes, los torneos, justas y demás competiciones entre caballeros. "De aquí se llamó figuradamente quedar o quedarse en la estacada a ser vencido en una disputa, o perder en una empresa, y poner o dejar a uno en la estacada, a matarlo o abandonarlo en un grave peligro o asunto peligroso", explica Rodríguez Marín en su edición crítica del Quijote.

Prometer el oro y el moro

Frase irónica que se emplea cuando alguien ofrece cantidades o ganancias considerables y, por lo común, más exageradas que positivas. Hay quien opina que el dicho procede de un suceso que ocurrió en Jerez en el año 1426. En tiempos del rey Juan II, varios caballeros cristianos de Jerez apresaron en una redada a 40 moros principales, entre ellos al alcaide de Ronda llamado Abdalá y a su sobrino Hamet. A pesar de que Abdalá pagó el rescate con una fuerte suma de dinero, la esposa del caballero Fernández de Valdespino se negó a liberar al sobrino si no le abonaban 100 doblas de oro que había gastado en su guarda y mantenimiento. Debido a que nadie se ponía de acuerdo, Juan II ordeno que Hamet fuera conducido a la corte. Como allí se habló largo y tendido de dinero y moro es probable que el pueblo andaluz se dijese que el rey quería el oro y el moro. Hay otra hipótesis más sencilla que dice que la frase es un mero juego de palabras, como estos otros: troche y moche, orondo y morondo, tus ni mus...

Habas contadas

Cuando algo nos parece tan claro y evidente que no puede ser de otro modo, se dice que son habas contadas. Durante mucho tiempo, ayudarse de la semilla de esta planta para contar y efectuar pequeñas operaciones matemáticas, así como para echar suertes, fue algo habitual tanto en las casas como en la plaza pública de muchos pueblos españoles. Para ciertos folcloristas, sin embargo, la expresión nació a raíz de que el cabildo eclesiástico de Cádiz hacia sus votaciones secretas con habas blancas para votar sí, y altramuces, para votar no. Otras congregaciones religiosas utilizaban habas de diversos colores, o peladas y cubiertas.

No se ganó Zamora en una hora

La hija de Fernando I, Doña Urraca, recibió a la muerte de su padre el señorío de Zamora. Su hermano, el rey don Sancho II de Castilla, llamado el Bravo, deseoso de arrebatarle tan preciada herencia, sitió la ciudad zamorana. Pero ésta fue bravamente defendida por Doña Urraca durante 6 meses, hasta que el traidor Vellido Dolfos asesinó por la espalda a don Sancho, el 6 de octubre de 1072. De esta forma trágica concluyó el cerco y nació la frase no se ganó Zamora en una hora, que se utiliza para recomendar paciencia, ya que las empresas grandes y difíciles requieren largo tiempo.

Música celestial

Antiguamente fue un tema muy debatido el de la existencia o no de dos clases de música: la instrumental, que todos conocemos y escuchamos, y la celestial o música de las esferas, inaudible para los sentidos. Ésta última venía determinada por la velocidad y la distancia de los astros. Se llegó a afirmar que las 7 notas de la escala musical se correspondían con 7 planetas del sistema solar, y que la docena de consonancias o series de acordes tenían su equivalente en los 12 signos del zodíaco. Poco a poco, las hipótesis que defendían la existencia de una música celestial se fueron al traste, si bien la expresión, como tal, vino a perpetuarse para desdeñar por vanas aquellas promesas que se hacen envueltas en palabras sonoras y engañosas.

Me lo dijo un pajarito

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Las aves siempre han tenido fama de ser portadoras de malas o buenas noticias. Tanto en la Biblia como en la literatura clásica abundan alusiones que así lo certifican. Es más, el arte de predecir el futuro por el vuelo y el canto de las aves por parte de los chamanes es la muestra antiquísima de una conexión espiritual entre los pájaros y el hombre. Otro ejemplo más próximo a nosotros está representado por las palomas mensajeras, que tan valiosos servicios han prestado en las tareas de información. Todo ello explica la antigüedad de la frase me lo dijo un pajarito, que es utilizada para encubrir jocosamente el conocimiento de una noticia llegada por vía confidencial.

Salga el sol por Antequera

Esta frase equivale a decir que uno muestra una total y absoluta despreocupación por las consecuencias o el resultado de algo. La expresión completa es: Salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera. Dicen que esta alocución tuvo su origen durante la reconquista de Granada por los Reyes Católicos. Curiosamente, Antequera está al oeste de Granada, o sea, al poniente, no al levante, por lo que el sol nunca podía salir por Antequera. De ahí el sentido irónico de la frase.

Poner en tela de juicio

En el antiguo Derecho Procesal, poner en tela de juicios significaba que un caso estaba pendiente de averiguaciones previas para formar un asunto o resolverlo. En la expresión, la voz latina tela (plural de telum, que significa empalizada) se usa con el significado de palestra, lugar cerrado para celebrar en él debates o discusiones. Dicho esto, la expresión poner en tela de juicio se dice cuando tenemos dudas acerca de la certeza, legalidad o éxito de una cosa.

Brillar por su ausencia

El origen de esta expresión irónica, que se emplea para poner de manifiesto la ausencia de una persona que en circunstancias lógicas debería estar presente, procede nada menos que de Tácito. Este historiador latino relata en sus Anales (libro III, capítulo último) los funerales de Junia y dice lo siguiente: "También falleció Junia, 64 años después de la batalla de Filipos; era sobrina de Catón, esposa de Cayo Casio y hermana de Marco Bruto. Entre el vulgo se dijeron muchas cosas acerca de su testamento, pues habiendo distinguido con sus grandes riquezas a casi todos los principales de Roma omitió al emperador. Éste no mostró resentimiento ni prohibió que alabasen a Junia en las rostra y honrasen su entierro con las solemnidades de costumbre. Delante se llevaron las imágenes de 20 familias muy ilustres: los Manlios, los Quintios y otros nombres de igual nobleza. Pero entre todos brillaban Casio y Bruto, por lo mismo que no se veían sus imágenes." La ausencia de las imágenes de Casio y Bruto se debía a que habían sido ajusticiados por Octavio, tras la conjura que acabó con la vida de César. Por tanto, sus estampas fueron borradas de la exposición pública. Otra hipótesis, defendida por autores españoles, sitúa el origen de la frase brillar por su ausencia en la inauguración del Teatro Real de Madrid, el 19 de noviembre de 1850. La noche del estreno sólo hubo un palco vacío, "que correspondía a una cierta duquesa, cuya ausencia en tan brillante velada fue más notada que lo hubiese sido su presencia", según cita el especialista Vicente Vega en su Diccionario de frases célebres.

Tratar a banquetazos

Un cruel castigo militar, que fue abolido en 1821, consistía en obligar al soldado que había cometido una falta a que corriese una o más veces, desnudo de cintura para abajo, entre dos filas de soldados que, al pasar, le golpeaban con las banquetas. Éstas no eran otra cosa que las varillas de acero o madera con un casquillo de cuero o metal en su punta que se usaban para cargar los fusiles. En la actualidad, la banqueta se emplea para limpiar el ánima de las armas de fuego. Además de apalear al soldado inculpado con este objeto, estaba permitido hacerlo con el portafusil y las correas de la grupa.

Cambiar de chaqueta

El origen de este dicho, que significa cambiar de opinión o de partido político, lo explica el folclorista Luís Montoto en la página 141 de su libro Un paquete de cartas: "Dice un escritor que el modismo viene de que cada partido o fracción de guerra, política o religiosa, solía distinguirse por la casaca,

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túnica o sobrevesta que llevaban sobre la armadura de malla o hierro. En las guerras de religión, en Francia, los católicos solían llevar las túnicas o sobrevestas sembradas de cruces de color rojo, mientras que los calvinistas, para distinguirse de aquéllos, las usaban blancas y sin cruces. Y como, además, las túnicas por lo común, estaban forradas de tela de otro color, se valían de esta circunstancia en ciertos lances y accidentes de guerra, volviendo la sobrevesta o casaca del revés, según mejor les convenía, hasta salir del apuro o compromiso en el que se encontraban." Hay otra versión que sitúa el origen de este dicho chaquetero en la versátil conducta del duque de Saboya, Carlos Manuel I (1562-1630). Éste tan pronto se aliaba con Francia como con España. Y en este ir y venir se ponía su jubón, blanco de un lado y rojo del otro, cuando abandonaba la causa del primer país por la del otro.

Ser un cafre

El apelativo cafre se aplica a toda persona o situación que encarna lo opuesto a la civilización y la cultura. En realidad, se llaman cafres a los habitantes de Cafrería o País de los cafres, grupo de pueblos bantúes que habitaba la región oriental de África del Sur, en El Cabo y Natal. La Cafrería es un nombre de origen árabe con el que los geógrafos de los siglos XVII y XVIII denominaban a la parte de África situada al sur del ecuador poblada por infieles (kafir, en árabe), es decir, no musulmanes. La acepción de la palabra Cafrería se redujo gradualmente, primero a las regiones de lengua bantú, después a la zona marítima que se extiende a lo largo del océano Índico, desde la colonia de El Cabo hasta las regiones del Zambeze y, finalmente, a zonas reducidas de esta región costera. Éstas son la antigua Cafrería británica o British Kaffaria, anexionada a la colonia de El Cabo en 1863, y la Cafrería propiamente dicha, que hoy coincide con Transkei.

Tener más cuento que Calleja

De las personas cuya fantasía les lleva a falsear la realidad de forma intencionada o no, se dice que tienen más cuento que Calleja. El origen de esta expresión está en la figura del editor Saturnino Calleja y Fernández (1855-1915). A la temprana edad de 20 años, este burgalés fundó en Madrid su editorial, casa que ha publicado gran cantidad de libros de carácter pedagógico y recreativo. Calleja y Fernández fue conocido sobre todo por su ingente producción de cuentos. Entre los más conocidos figuran: Las tres preguntas, Testigos con alas, El tesoro del Rey de Egipto, El anillo de Ginés y Chin-Pirri-Pi-Chin.

Caro como aceite de Aparicio

Todo aquello cuyo coste es muy subido de precio o abusivo se dice que es caro como aceite de Aparicio. El aceite de Aparicio es una preparación medicinal para curar las llagas y heridas inventada en el siglo XVI por Aparicio de Zubia. El alto precio de esta pócima no se correlacionaba con el coste real ni la dificultad para hallar sus ingredientes: aceite de oliva, hipérico, romero, lombrices de tierra, trementina y resina de enebro, incienso y almáciga en polvo. Quizás la fórmula permaneció en secreto y fue explotada en exclusiva por el inventor de este aceite curativo.

Armarse la de Dios es Cristo

De este modo se expresa el desencadenamiento de un gran escándalo donde todos los participantes gritan y ninguno se entiende. La mayoría de los autores coincide en afirmar que la frase proviene de las controversias y violentos enfrentamientos surgidos en el transcurso del primer concilio ecuménico de Nicea, al discutirse la doble naturaleza, humana y divina, de Jesucristo. Iniciado en el año 325 bajo el pontificado de Silvestre I, el concilio fue presidido por el obispo de Córdoba, con la presencia del emperador Constantino. Éste había promovido su celebración para resolver la crisis desatada dentro de la Iglesia por los defensores del arrianismo. Mientras que para los católicos el Verbo, Hijo de Dios, es verdaderamente Dios, lo mismo que el Padre, para el heresiarca griego Arrio el Verbo sólo posee una divinidad secundaria. Dicho de otro modo, que el Verbo no es realmente Dios eterno, infinito y todopoderoso.

El capitán Araña

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El dicho completo dice así: Ser como el capitán Araña, que embarca a la gente y se queda en tierra. Se utiliza para calificar a la persona que implica a los demás en un asunto en el que no está dispuesta a participar. El origen de esta frase hay que buscarlo en la figura del capitán Arana o Aranha, un personaje del siglo XVIII que recorría el litoral de la península Ibérica con la intención de reclutar gente con destino a las colonias de América para luchar contra los insurrectos, sin que él emprendiera viaje alguno hacia el Nuevo Continente.

El movimiento se demuestra andando

La mejor manera de demostrar una cosa es hacerla prácticamente, no limitándose a decirla. La expresión proviene de la obra Vida de los filósofos ilustres, escrita por el griego Diógenes Laercio en la primera mitad del siglo III. Cuenta este autor, al referirse a la vida del filósofo heleno Diógenes el Cínico, que como cierto erudito pretendía probarle con silogismos que el movimiento no existía, Diógenes se levantó y se puso a pasear.

Descubrir el pastel

Se utiliza para expresar que una cosa que se procuraba mantener oculta salía a la luz. Para averiguar el origen del dicho, hay que tener en cuenta la definición de pastel: "masa de harina y manteca en que ordinariamente se envuelve crema o dulce". Antiguamente, también se llamaba pastel a una empanadilla cuadrada rellena de carne picada o pistada. Pero no siempre éste era su contenido, ya que los pasteleros llevaban fama de adulterarlo, según constata Sebastián de Covarrubias en su obra Tesoro (1611). De este modo, descubrir el pastel podía aludir a verificar si éste tenía o no el relleno esperado. El origen de la expresión también podría ser otro relacionado con los naipes, ya que el vocablo pastel define "una fullería en el juego que consiste en barajar y disponer los naipes de modo que se tome el que los reparte lo principal del juego o se le dé a otro su parcial".

Ver el cielo abierto

Cuando se presenta una ocasión propicia para salir de un apuro o alcanzar lo que se desea, se dice que la persona ha visto el cielo abierto. La expresión, que también se utiliza en plural -ver los cielos abiertos- proviene del martirio de san Esteban, que se describe en los Hechos de los Apóstoles. Mientras los agresores del mártir se empeñaban en imponerle el castigo corporal, san Esteban, elevando los ojos a las alturas, exclamó: "Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios".

Irse de picos pardos

En la Edad Media, la ley obligaba a las mujeres de vida alegre a usar, como distintivo de su profesión, un jubón -vestidura que cubre hasta la cintura- de picos pardos. De ahí que originalmente la expresión irse de picos pardos significara irse con una mujer de la vida. Hoy, sin embargo, el modismo se usa como sinónimo de diversión y juerga, pero no necesariamente con mujeres de mala fama.

Ser culo de mal asiento

Cuando una persona actúa de forma inconsciente, no se sujeta a un trabajo u ocupación por mucho tiempo, o va de aquí para allá sin rumbo fijo, se dice que tiene un culo de mal asiento. La expresión alude, no a las posaderas del hombre, sino al culo de las vasijas, que cuando no es totalmente plano hace que aquéllas bailen.

Ahí le aprieta el zapato

La expresión ha sido sacada de un simpático cuento castellano protagonizado por un cura y un zapatero. Este último, muy apesadumbrado, fue a visitar al párroco para contarle que quería separarse de su mujer. En un intento de disuadirlo, el cura comenzó a relatarle las cualidades de su esposa: "Es bella, es buena cocinera, es una cristiana modelo... " Entonces, el zapatero mostró sus zapatos al cura, y le dijo: ¿Qué le parece este par? El párroco respondió: "Me parecen unos hermosos zapatos, hechos con una piel muy buena y parecen cómodos". Y el artesano replicó: "Así es, padre, pero usted no

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puede saber dónde me aprietan". La frase ha quedado para ser utilizada cuando se descubre el punto débil de una persona, o algo que le molesta o duele sobremanera. Un dicho muy parecido a éste es yo sé dónde me aprieta el zapato y proviene de una anécdota que cuenta Plutarco en sus Vidas Paralelas. El filósofo griego cuenta que un patriarca romano tenía por esposa a una hermosa y fiel dama, y, sin embargo, la repudio. Los amigos, que no daban crédito a la decisión del patriarca, reprobaron su postura, pero él les contestó lo siguiente: "¿Veis mi calzado? ¿Habéis visto otro mejor trabajo, ni más elegante? Sin embargo, yo sé en dónde me lastima el pie".

Pelillos a la mar

Se refiere a la reconciliación de dos personas que previamente han dejado de hablarse por alguna discordia. La expresión aparece en La Iliada a propósito de la disputa que mantuvieron París y Menelao por la posesión de Helena de Troya, esposa de este último. Mientras éstos reñían, los griegos y troyanos se reunieron para hacer las paces. Como señal de amistad, trajeron unos corderos para ser ofrecidos en sacrificio a los dioses y, como primera ceremonia, les cortaron unos pelillos que se repartieron entre los príncipes troyanos y aqueos. Resulta curioso resaltar que el dicho pelillos a la mar era muy utilizado por los niños para sellar un pacto o confirmar un trueque. En este sentido, Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles, cuenta que en Andalucía, los niños, para sellar las paces, se arrancaban un pelo y, sujetándolo entre los dedos, decían lo que sigue:

--¿Aónde ba ese pelo?

--Ar biento.

--¿Y er biento?

--A la má.

--Pos ya la guerra está acabá.

Andar más que la perra de Calahorra

Esta comparanza popular, que se emplea para decir que alguien ha tenido que caminar durante mucho tiempo para conseguir algo, proviene de un suceso que aconteció en la capital riojana de Calahorra. Parece ser que hace mucho tiempo cierta familia calagurritana se trasladó a Logroño dejando abandonada una perra preñada. El animal parió 7 cachorritos y dicen que tuvo el heroísmo de ir trasladando a Logroño uno por uno, asidos por la boca. De Calahorra a Logroño hay unos 45 kilómetros en línea recta, lo que quiere decir que la perrita completó unos 585 kilómetros para trasladar las crías hasta el nuevo hogar.

Victoria pírrica

El éxito que ha supuesto grandes esfuerzos y sacrificios se conoce como victoria pírrica. La expresión tiene su origen en Pirro II, rey de Epiro (319-273 a. de C.) que luchó y derrotó a los romanos en diferentes batallas. La victoria que dio origen al dicho aconteció en la primavera del año 281, cuando su general Milo desembarcó en Tarento, ciudad griega al sur de Italia, para intentar ampliar el reino hacia Macedonia. Le siguió Pirro con un ejército formado por 25.000 hombres y unos cuantos elefantes. El cónsul romano Valerio Levino avanzó hacia las ciudades de Heraclea y Pandosia, pero al cruzar el río Siris se topó con el ejército de Pirro. Gracias a la sorpresa que causaron los elefantes entre los romanos, el rey de Epiro obtuvo la victoria en Heraclea. En la contienda perecieron 7.000 soldados romanos y Pirro perdió 4.000 hombres, entre ellos algunos de sus mejores oficiales. Al recibir la enhorabuena por esta victoria, el rey contestó: "Estoy perdido si consigo otra victoria como ésta".

Vale lo que pesa

Con esta expresión se pondera la valía de un individuo y hace alusión al peso en oro o plata del aludido. Parece ser que el dicho procede de ciertas leyes antiguas que se aplicaban en los pueblos bárbaros del Norte. Una de ellas castiga al asesino de una persona a pagar a sus parientes o herederos

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tanto oro o plata como pesaba el cadáver. A veces, esta cantidad no era suficiente para apaciguar el dolor de los parientes de la víctima, por lo que el reo tenía que añadir unos cuantos kilos más de los preciados metales si no quería morir. Este uso no tardó en ser copiado en otras regiones del Viejo Continente para castigar a los condenados, pero también se propagó entre la gente piadosa y devota, con el fin de librarse uno o librar a otro de una enfermedad o una situación indeseable. De esta forma, se puso de moda ofrecer a un santo el peso del afectado en oro, plata, trigo... Así, por ejemplo, Chacarico, rey de los suevos, hizo pesar en oro y plata el cuerpo de su hijo enfermo y que se enviara la suma a la tumba de san Martín, con la esperanza de que este santo le curara.

Tener vista de lince

Aunque bien es cierto que el lince posee una magnífica agudeza visual, el origen de este dicho nada tiene que ver con este felino. Según el erudito padre Feijoo (1676-1764), la expresión alude a un tal Linceo, hijo de Alfareo, rey de los mesenios, de quien se decía que era capaz de ver y contar a simple vista, desde su atalaya de Libia, los barcos de una flota de guerra que saliese de Cartago. La distancia entre los dos puntos era de unos 240 kilómetros.

Mear fuera del tiesto

En la mayoría de las regiones españolas, un tiesto es un vaso de barro cocido que sirve para criar plantas. Pero en Castilla también equivale a orinal. Así pues, mearse fuera del tiesto significa orinarse fuera del orinal y, en sentido figurado, salirse de la discusión, y hacer o decir un despropósito.

Estar a dos velas

Es lo mismo que estar sin parné, sin dinero. La procedencia de esta frase es incierta. El folclorista José María Sbarbi en su obra Gran diccionario de refranes, comenta acerca de esta expresión: "Como en las iglesias, después de terminadas las funciones religiosas, se apagaban todas las luces menos 2 que quedaban delante del sagrario, y como éstas alumbran poco para el espacio tan grande de aquéllas (las iglesias), puede decirse que quedan tristes y medrosas y, por lo tanto, se compara con el ánimo del individuo que no tiene dinero". Al experto José María Iribarren esta explicación no le convence y sitúa el origen del dicho en las timbas y partidas de naipes antiguas, donde el banquero solía colocarse entre un par de velas. En este supuesto, dejar al banquero a dos velas o quedarse a dos velas equivaldría a dejarle sin un céntimo.

A ojo de buen cubero

Esta expresión se emplea normalmente para decir que una cosa está hecha sin medida, sin peso o a bulto. Antiguamente, en los diferentes reinos existía una total falta de reglamentación a propósito de los sistemas y métodos de medidas. La frase a ojo de buen cubero hace referencia a las medidas de capacidad de las cubas destinadas a contener agua, vino, aceite u otro líquido. Las cubas eran fabricadas una a una por el cubero, y su capacidad venía determinada por el reino en el que tuviera montado el negocio e incluso por las diferentes normativas de medidas dictadas por los señores feudales.

Salir a la palestra

Antiguamente, la palestra era un lugar donde se practicaban por lo general deportes y combates. Pero también tenía otros usos. La palestra, que normalmente era un patio porticado, servía de lugar de encuentro para discutir acerca de asuntos de interés y para celebrar competiciones literarias públicas. Los participantes tenían que salir a la palestra para exponer oralmente sus obras. Es por ello por lo que la frase salir a la palestra se utiliza cuando una persona tiene que actuar en público en cualquier terreno.

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