francois houtart-el bien común de la humanidad, paradigma del socialismo y concepto unificador de...

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El panorama general de la situación del planeta y de la huma- nidad a largo plazo es inquietante. No se trata de concentrarse solamente sobre la crisis financiera, que puede encontrar so- luciones a mediano plazo, dentro de la lógica del capitalis- mo. Así, una combinación entre medidas neoliberales y un en- durecimiento de la lucha de clases, de parte de los dominantes, permitiría hacer pagar la crisis a las clases subalternas y medias. Entonces, el capitalismo podría salir triunfante, mostrando su facultad de superar las crisis a mediano plazo, burlándose de las protestas de los trabajadores y de los indignados. Por otra parte, es probable que si las recomendaciones de la Comisión Stiglitz 1 sobre la crisis financiera y monetaria mundial hubie- sen sido aceptadas, la agravación de la situación de 2011 no ha- bría tenido lugar. Sin embargo, varios análisis de la evolución de la econo- mía mundial, apuntan a una erosión progresiva del modelo de desarrollo capitalista. Afirman que el capitalismo ha termina- do su papel histórico de desarrollo de las fuerzas productivas, construyendo contradicciones tales que lo llevan a una «muerte anunciada» (Samir Amin, Jorge Berstein, Immanuel Wallers- tein, y otros). El Bien Común de la Humanidad, paradigma del socialismo y concepto unificador de las luchas sociales François Houtart 1 The Stiglitz Report, The New Press, New York/London, 2010.

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  • El panorama general de la situacin del planeta y de la huma-nidad a largo plazo es inquietante. No se trata de concentrarse solamente sobre la crisis financiera, que puede encontrar so- luciones a mediano plazo, dentro de la lgica del capitalis- mo. As, una combinacin entre medidas neoliberales y un en- durecimiento de la lucha de clases, de parte de los dominantes, permitira hacer pagar la crisis a las clases subalternas y medias. Entonces, el capitalismo podra salir triunfante, mostrando su facultad de superar las crisis a mediano plazo, burlndose de las protestas de los trabajadores y de los indignados. Por otra parte, es probable que si las recomendaciones de la Comisin Stiglitz1 sobre la crisis financiera y monetaria mundial hubie-sen sido aceptadas, la agravacin de la situacin de 2011 no ha-bra tenido lugar.

    Sin embargo, varios anlisis de la evolucin de la econo-ma mundial, apuntan a una erosin progresiva del modelo de desarrollo capitalista. Afirman que el capitalismo ha termina- do su papel histrico de desarrollo de las fuerzas productivas, construyendo contradicciones tales que lo llevan a una muerte anunciada (Samir Amin, Jorge Berstein, Immanuel Wallers-tein, y otros).

    El Bien Comn de la Humanidad, paradigma del socialismo y concepto unificador de las luchas sociales

    Franois Houtart

    1 The Stiglitz Report, The New Press, New York/London, 2010.

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    La reflexin exige tener en cuenta el conjunto de la rea-lidad, con una perspectiva holstica, contraria a la visin del capitalismo que se concentra sobre la acumulacin. Segn Karl Polanyi, el capitalismo desenclav la economa de la sociedad, para despus imponer su propia lgica del valor, es decir, la mercanca como perspectiva universal. Solamente la reintegra- cin de la economa en la sociedad podr resolver las contra-dicciones. Eso significa desarrollar una perspectiva de conjunto, necesaria tanto para una coherencia terica, como para la con- vergencia de las luchas.

    Hoy en da, un factor que interviene de manera central, es la relacin con la naturaleza, lo que fue el tema principal del encuentro del Comandante Fidel Castro con intelectuales invi-tados a la Feria del Libro de 2012 en La Habana. La conciencia de que la Tierra no es un recurso inagotable, especialmente en materia de energa, el conocimiento ms preciso de los daos irreversibles a los ecosistemas debido a la actividad industrial, al tipo de agricultura, al consumo irracional, constituyen fac-tores nuevos que cuestionan el modelo de desarrollo humano prevalente a lo largo de los ltimos 500 aos. Es tambin lo que expres Bolvar Echeverra, hablando de las ilusiones de la modernidad.2

    Regulaciones versus alternativasFrente a esta situacin, aparece ms y ms claro que las regu-laciones no bastan. Es la lgica del sistema la que est en cues-tin. Sin duda un discurso apocalptico no sirve para la accin. Es el rigor del anlisis que puede orientar el futuro y crear un sentido de la urgencia de soluciones radicales. Los mltiples aspectos de la crisis se combinan y todos finalmente tienen su origen en la lgica del capitalismo.

    Muchas regulaciones fueron propuestas en instancias in-ternacionales, como las Naciones Unidas, pero el sistema no tie- ne la capacidad para aceptarlas. Menos todava puede aceptar

    2 Bolvar Echeverra: Las ilusiones de la modernidad, Editorial Tramasocial, Quito, 2001.

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    alternativas. La Comisin Stiglitz propuso una reforma de los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, FMI) y de la OMC y la constitucin de un Grupo de Expertos per-manente para prevenir las crisis (nica medida aceptada por la Conferencia de las Naciones Unidas). Ella recomend tambin la creacin de un Consejo de Coordinacin Econmica Global a la par del Consejo de Seguridad (pero con un funcionamien-to democrtico); la organizacin de un sistema global de re-serva, para ir contra la hegemona del dlar como moneda de referencia; la institucin de una fiscalizacin internacional; la abolicin de los parasos fiscales y del secreto bancario, y final-mente una reforma de las agencias de certificacin.

    Al contrario, la OMC y la Unin Europea como muchos pases, siguiendo la lgica capitalista, siguieron promoviendo medidas pro-cclicas (disminucin de las polticas sociales, por ejemplo) acentuando el desastre econmico. Eso es el resultado de un capitalismo de generalizacin de monopolios, como escribe Samir Amin,3 que impone sus soluciones polticas. En el Sur, se aceleran las actividades extractivas y los monocul- tivos, con un acaparamiento de tierras, acompaado por la criminalizacin de las protestas. Se nota en todo el continente latinoamericano (an en pases progresistas)4 pero tambin en frica y en Asia.

    Frente a la crisis climtica, las Naciones Unidas organiza-ron varias conferencias: Ro de Janeiro, Kyoto, Copenhague, Cancn, Durban, sin hablar de las conferencias especficas so-bre los ocanos, la biodiversidad, etc. Medidas precisas fueron propuestas para reducir la emisin de gases de efecto inver-nadero y disminuir la destruccin ambiental. Las naciones in-dustrializadas frenaron las decisiones o rechazaron todo tipo de compromiso internacional (los Estados Unidos de Amrica en particular). Sin embargo, en este sector tambin, las regula-ciones aceptables tienen sus lmites: deben ser market friendly.

    3 Samir Amin: Audacia, ms audacia, sitio FMA, 2011.4 Etat des rsistances dans le Sud: Amrique latine, Alternatives Sud, vol. XVIII (2011), no. 4.

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    La crisis alimentaria, como lo indica muy bien Jean Ziegler,5

    es el fruto de la lgica del sistema econmico. En un mundo que nunca ha producido tanta riqueza, no se encuentra la necesa-ria voluntad poltica para la aplicacin de medidas eficaces. Al contrario, los Estados Unidos, por ejemplo, con menos sobre-producto agrcola, estn disminuyendo su ayuda al Programa de las Naciones Unidas para la Alimentacin (PAM). La integra- cin de la agricultura en la lgica del capitalismo monopolstico exige una concentracin creciente de las tierras, el desarrollo del monocultivo, la desaparicin de la agricultura familiar y acenta a largo plazo el problema alimentario.

    La crisis social debida al crecimiento de las desigualdades pide como soluciones reformas estructurales agrarias, finan-cieras, polticas que van ms all de la posibilidad de acep-tacin de las burguesas. El sistema que ellas dominan es tan dogmtico que tolera solamente regulaciones ligeras y provi-sionales: programas de lucha contra la pobreza para reducir la presin social, medidas ecolgicas cuando la destruccin am-biental afecta la tasa de ganancia (capitalismo verde). Las clases dominantes estn convencidas que con regulaciones ligeras, el crecimiento retomar vigor; evidentemente un crecimiento en forma de copa de champagne, como lo indica el grfico de la distribucin de la riqueza en el mundo, realizado por el PNUD y que pone en evidencia su concentracin creciente en las ca-tegoras ms altas.

    Un nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad en el planetaPero, entre tanto, hay un precio a pagar. Este podra ser tan alto que sea socialmente y ecolgicamente insoportable. Es por eso que, en una perspectiva histrica a largo plazo, se plantea la necesitad de alternativas. En otras palabras, se debe definir un nuevo paradigma de desarrollo humano. La situacin actual afecta los fundamentos de la vida en el planeta y en particular

    5 Jean Ziegler: Destruction massive. Gopolitique de la faim, Le Seuil, Pa- ris, 2011.

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    de la vida humana, que son: (1) la responsabilidad del gnero humano frente a la supervivencia de la Tierra, (2) la manera de producir las bases materiales de la vida, (3) la organizacin co-lectiva social y poltica y (4) la lectura de la realidad y su tica de la construccin social (la cultura). Redefinir un nuevo pa-radigma pasa por la revisin de estos cuatro elementos con el fin de crear las condiciones del Bien Comn de la Humanidad, es decir, la produccin y la reproduccin de la vida.

    1. Redefinir las relaciones con la naturaleza: de la explota-cin al respeto como fuente de vida

    La civilizacin moderna con su control importante de la na-turaleza, su alto grado de urbanizacin, ha hecho olvidar a los seres humanos que, en ltima instancia, ellos dependen total-mente de la naturaleza para vivir. Los cambios climticos les recuerdan, a veces con gran brutalidad, esta realidad. Enton-ces, se trata de definir la relacin, no como la explotacin de la tierra, en tanto que fuente de recursos naturales capaces de ser reducidos al estatuto de mercanca, sino como la fuente de toda vida, en una actitud de respeto de su capacidad de regenera-cin fsica y biolgica. Eso evidentemente significa un cambio filosfico radical. Se trata de criticar el carcter puramente uti-litario de la relacin, que en el capitalismo llega a considerar los daos ecolgicos como colaterales (eventualmente a reducir en la medida de lo posible), pero inevitables, o an peor, como externalidades, porque no entran en los clculos del merca- do y consiguientemente en la acumulacin del capital. De todas maneras, el principio a defender es la posibilidad para el plane- ta de ser sustentable, es decir, conservar la integridad de su bio- diversidad y poder renovarse frente a las actividades humanas.

    En los pueblos indgenas del continente americano, el con-cepto de la Madre Tierra (Pacha Mama) es central. Hoy en da se reutilizan varios de los conceptos tradicionales (Sumak Kawsay) como instrumentos de memoria histrica, de reconstruccin cultural y de afirmacin de identidad. Pero tambin estas no-ciones pueden ser tiles a la crtica de la lgica del capitalismo. En este sentido ellas pueden adquirir un sentido que trasciende la cosmovisin tradicional y tiene un valor universal.

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    Hemos hecho alusin previamente al aporte de Carlos Marx. Para l, el capitalismo provoc una separacin artificial y mec-nica entre la naturaleza y el ser humano. La ruptura de equilibrio en el metabolismo, es decir, el intercambio material entre la tierra y la satisfaccin de las necesidades de los seres humanos, tal como ha sido definido por el proceso de acumulacin del capital, desemboc sobre esquemas irracionales, despilfarros y destrucciones (el 60 % de la produccin humana pasa por los ocanos). Por eso se debe reducir los flujos energtico-natura-les, de manera socialmente justa, para incrementar la calidad de la vida. Segn Marx, solamente el socialismo podr restable-cer el equilibrio del metabolismo y poner fin a la devastacin de la naturaleza. De verdad los regmenes socialistas no fueron par- ticularmente sensibles a ese aspecto del pensamiento marxista.

    La afirmacin de una nueva concepcin de las relaciones con la naturaleza, conlleva muchas consecuencias prcticas. Una primera aplicacin consiste en no aceptar la propiedad privada de lo que se llama los recursos naturales, es decir, los mi-nerales, las energas fsiles, las selvas. Se trata de un patrimo-nio comn de la humanidad que no puede ser apropiado por individuos y corporaciones, siguiendo la lgica de la econo-ma de mercado capitalista, es decir, en funcin de intereses privados ignorando las externalidades y orientados por la maxi-mizacin de la ganancia. Dentro de esta misma perspectiva, la exigencia de introducir los costos ecolgicos de toda actividad humana en los clculos econmicos permitira reducir estos ltimos y contrariar la racionalidad instrumental excluyendo las externalidades, que fue unas de las bases del carcter des-tructivo del capitalismo.

    Otro aspecto es el rechazo de la mercantilizacin de los elementos necesarios a la reproduccin de la vida, como el agua y las semillas. Son bienes comunes que deben salir de la lgica de la mercanca y entrar en una perspectiva de gestin comn segn varias modalidades, que no implican necesariamente la estatizacin, sino el control colectivo. De manera todava ms concreta, este principio implicara poner fin a los monoculti-vos que preparan las regiones inhabitables del futuro. Una tasa sobre los kilmetros recorridos por los productos industriales

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    o agrcolas permitira reducir tanto el uso de energa como la contaminacin de los mares.

    Las reservas de biodiversidad tendran que ser extendidas a ms territorios. La promocin de la agricultura orgnica hara parte de este proyecto, como el mejoramiento de la agricultura campesina, ms eficaz a largo plazo que la agricultura produc-tivista capitalista. La promocin de convenciones internacio-nales es otro sector de gran importancia. Se puede citar a ttulo de ejemplos, los acuerdos sobre el clima (Kyoto, Bali, Cancn, Durban) a pesar de sus fracasos relativos, sobre la biodiversi-dad (Bonn y Nagoya), sobre la proteccin de las aguas (ros y mares), sobre la pesca, sobre los desechos (en particular nu-cleares) y varias otras. El grado de sensibilidad a esta dimen-sin tendra que ser sobre la base de la eficacia internacional de los estados progresistas y podra figurar en la agenda de su poltica exterior.

    2. Reorientar la produccin de la base de la vida, privilegian-do el valor de uso sobre el valor de cambio

    La transformacin del paradigma en su relacin con la econo-ma consiste en privilegiar el valor de uso en vez del valor de cambio, como lo hace el capitalismo. Se habla de valor de uso cuando un bien o un servicio adquiere una utilidad para satis-facer las necesidades de la vida de uno o de una colectividad. Ellos adquieren un valor de cambio cuando son el objeto de una transaccin. La caracterstica de una economa mercantil es privilegiar el valor de cambio. Para el capitalismo, la forma ms desarrollada de la produccin mercantil, este ltimo es el nico valor. Un bien o un servicio que no se convierte en mercanca, no tiene valor, porque no contribuye a la acumulacin del capi- tal, fin y motor de la economa (M. Godelier, 1982). En esta pers-pectiva, el valor de uso es secundario y, como lo escribe Istvn Meszros, l puede adquirir el derecho a la existencia si se amolda a los imperativos del valor de cambio.6 An se pueden

    6 I. Meszros: El desafo y la carga del tiempo histrico. El socialismo del siglo xxi, CLACSO, Vadell, Buenos Aires/ Caracas, 2008, p. 48.

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    producir bienes sin ninguna utilidad a condicin de que sean pagados (la explosin de los gastos militares, por ejemplo, o los elefantes blancos de la cooperacin internacional). Se crean necesidades artificiales (por la publicidad), tambin se amplan los servicios financieros en burbujas especulativas. Al contra-rio, poner el acento sobre el valor de uso hace del mercado un servidor del sistema de las necesidades/capacidades humanas.

    De verdad, el concepto de necesidades es relativo. Cambia con las circunstancias histricas y el desarrollo de las fuerzas productivas. Es por eso que Marx habl de las capacidades, es decir, de la posibilidad de cumplir con la satisfaccin. El prin-cipio es que todos los seres humanos tienen el derecho a satis-facer sus necesidades vitales. Es lo que la Declaracin Universal de los Derechos Humanos afirma de manera enftica. Sin em-bargo, eso no se realiza en abstracto, sino en circunstancias econmicas, sociales y polticas bien determinadas. La relati- vidad no puede significar desigualdades injustas, los unos te-niendo ms necesidades que otros en funcin de su situacin de clase, de gnero o de etnicidad. La satisfaccin de las ne-cesidades bsicas tiene que ser definida por la comunidad a diversos niveles, dentro de un proceso democrtico y por or-ganismos competentes (parlamentos nacionales e internacio-nales, asambleas representativas). Es lo que se podra llamar el establecimiento de una economa moral, es decir, sometida a imperativos ticos que contradicen la predominancia del va-lor de cambio en tanto que fuente de acumulacin del capital y fin de la economa.

    Eso no es posible sin poner en cuestin la propiedad pri-vada de los principales medios de produccin, lo que precisa-mente permite el ejercicio de un poder de decisin a favor de los detentores de los bienes de capital y una subordinacin del trabajo al capital, real (directamente por el salario) o formal (indirectamente por otros mecanismos, como polticas mo-netarias, dficits y deudas de los Estados, especulacin sobre los precios de los alimentos y de la energa, privatizaciones de los servicios pblicos, etc.).7 Es el control exclusivo del ca-

    7 Se estima que el 70 % del trabajo en el mundo es informal, lo que dificul-ta la organizacin de los trabajadores. Sin embargo, varios ensayos existen

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    pital sobre el proceso de produccin que tambin es, al origen de la degradacin del trabajo mismo y de la no valoracin del trabajo de las mujeres, esencial, sin embargo, en la reproduc-cin de la vida en todas sus dimensiones. De verdad, la esta-tizacin completa como contrapuesta al mercado total no es una solucin satisfactoria, como las experiencias socialistas del pasado lo comprobaron. Existe una multitud de formas de control colectivo, desde las cooperativas hasta las asociaciones de ciudadanos.

    De ah una definicin totalmente diferente de la economa. No se trata ms de producir un valor agregado en beneficio de los propietarios de los bienes de produccin o del capital financie-ro, sino de la actividad colectiva destinada a asegurar las bases de la vida fsica, cultural y espiritual de todos los seres huma-nos en el planeta. No se puede aceptar una economa mundial y nacional basada en la explotacin del trabajo para maximizar la tasa de ganancia, ni una produccin, de bienes y servicios des-tinados al 20 % de la poblacin mundial que tiene un poder de compra bastante elevado, dejando a los dems excluidos de la reparticin, porque no producen un valor agregado y no dis-ponen de ingresos suficientes. Redefinir la economa significa, de esta forma, un cambio fundamental. Evidentemente privi-legiar el valor de uso, lo que implica un desarrollo de las fuerzas productivas, debe realizarse de acuerdo con el primer funda-mento, el respeto a la naturaleza y tambin con los otros dos que abordaremos ms adelante, la democracia generalizada y la interculturalidad. No excluye los intercambios, necesarios tambin a satisfacer nuevos valores de uso, pero a condicin de no crear desequilibrios en el acceso local a valores de uso y de incluir las externalidades en el proceso.

    Privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio sig-nifica tambin redescubrir el territorio. La globalizacin hizo olvidar la proximidad para favorecer los intercambios globales,

    hoy da, como en Nicaragua, la Confederacin de los Trabajadores por Cuenta Propia (CTCP-FNT), afiliada a la Federacin Nacional de los Trabajadores de Nicaragua (FNT) y a Streetnet Internacional (Orlando Nez, 2011).

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    ignorando las externalidades y dando la prioridad al capital fi-nanciero, el ms globalizado de los elementos de la economa por su carcter virtual. El territorio como espacio de actividad econmica, pero tambin de responsabilidad poltica y de in-tercambio cultural, es el lugar de otra racionalidad. En la pers-pectiva del capitalismo, la ley del valor impone la prioridad de la mercantilizacin y por eso se privilegian, por ejemplo, los cultivos de exportacin sobre la produccin de alimentos para el consumo local.

    Eso nos lleva a las medidas concretas, que son numerosas y de las cuales daremos solamente algunos ejemplos. Desde un punto de vista negativo, no se puede aceptar la prioridad del capital financiero y por eso se debe abolir los parasos fiscales en todas sus modalidades, tanto como el secreto bancario, dos instrumentos poderosos de la lucha de clases. Tambin esta-blecer una tasa sobre los flujos financieros internacionales (tasa Tobin) podra reducir el poder del capital financiero. Las deu-das odiosas deben ser denunciadas despus de audits, como se hizo en el Ecuador. No se puede admitir la especulacin sobre los alimentos y la energa. Alargar la esperanza de vida de los productos industrializados permitira un gran ahorro de mate-rias primas y de energa, disminuira la ganancia artificial del capital solamente por la rapidez de su rotacin.

    La economa social, como se sabe, se construye sobre otras bases lgicas que las del capitalismo. De verdad, est todava marginal frente a la inmensa concentracin del capital oligo- plico, pero es posible incentivar varias de sus formas. La restau- racin de los bienes comunes privatizados por el neoliberalismo es tambin una va fundamental de nueva construccin social, en muchos dominios: servicios pblicos como el agua, la ener-ga, los transportes, las comunicaciones, la salud, la educacin, la cultura, todo lo que ahora entra en el sistema de necesida- des/ capacidades).

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    3. Reorganizar la vida colectiva por la generalizacin de la democracia en las relaciones sociales y las instituciones

    Un tercer eje en la revisin de los fundamentos de la vida co-lectiva, en funcin del nuevo paradigma del Bien Comn de la Humanidad, est constituido por una generalizacin de la de-mocracia, no solamente aplicada al sector poltico, sino tam- bin al sistema econmico, en las relaciones entre hombres y mujeres, y en todas las instituciones. En otras palabras, la democracia formal, a menudo utilizada como una manera de establecer una igualdad artificial, reproduciendo de hecho de-sequilibrios sociales no reconocidos, debe transformarse en la formulacin poltica de la solidaridad. Eso implica, en particu-lar, una revisin del concepto del Estado y una reivindicacin de los derechos humanos en todas sus dimensiones, individua-les y colectivas. Se trata de hacer de cada ser humano, sin dis-tincin de raza, de sexo, de clase, un sujeto de la construccin social y as revalorizar la subjetividad.8

    La generalizacin de la democracia vale tambin para el di- logo entre las instancias polticas y los movimientos sociales. La organizacin de instancias de consulta y de dilogo pertene- ce a la misma concepcin, respetando la autonoma mutual. El proyecto de un Consejo de movimientos sociales en la arqui-tectura general del ALBA es una tentativa original en este sen-tido. El concepto de sociedad civil a menudo utilizado a este propsito no deja de ser ambiguo, porque ella es tambin el lugar de las luchas de clases: existen en realidad una sociedad civil de abajo y una de arriba, y la utilizacin no calificada del trmino permite muchas veces crear la confusin y presentar soluciones sociales que ignoran las diferencias de clases.9 Por otra parte, formas de democracia participativa, como se en-cuentran en varios pases latinoamericanos, entran tambin en la misma lgica de democracia generalizada.

    8 F. Hinkelammert: El sujeto y la ley. El retorno del sujeto, Ministerio de Cultura, Caracas, 2005.9 En un barrio pobre de Bogot, haba hace algunos aos una inscripcin so-bre una pared: Nosotros tambin tenemos Derechos Humanos.

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    Otras instituciones son concernidas por el mismo princi-pio. Nada menos democrtico que el sistema econmico capi-talista, con la concentracin del poder de decisin en pocas manos. Lo mismo vale para los medios de comunicacin social y se aplica tambin a todas las instituciones sociales, sindica-les, culturales, deportivas, religiosas.

    La destruccin de la democracia por el capitalismo, espe-cialmente en su fase neo-liberal, ha sido tal que las sociedades, a todos los niveles, se organizan en funcin de las ventajas de una minora, provocando un grado de desigualdad en el mun-do, nunca visto antes en la historia humana. Restablecer un funcionamiento democrtico como paradigma universal cons-tituye entonces un pilar del Bien Comn de la Humanidad.

    4. Instaurar la interculturalidad en la construccin del Bien Comn universal

    Dar a todos los saberes, todas las culturas, las filosofas, las reli- giones, la posibilidad de contribuir al Bien Comn de la Huma-nidad, es el objetivo de la revisin de este fundamento cultural. Eso no puede ser el papel exclusivo de la cultura occidental que en realidad est actualmente identificada con la concepcin del desarrollo, eliminando o marginalizando todas las otras perspectivas. Se debe descolonizar el imaginario.10 Eso implica tanto la lectura de la realidad, su interpretacin o su anticipa-cin como la tica necesaria a la elaboracin del Bien Comn de la Humanidad, la dimensin afectiva necesaria a la autoim-plicacin de los actores y las expresiones estticas y prcticas.

    Sin embargo, no basta la multiculturalidad. Se trata de la promocin de una interculturalidad abierta, es decir, de cultu-ras en dilogo, con posibles intercambios. Las culturas no son objetos de museo, sino elementos vivos de una sociedad.

    La cultura incluye una dimensin espiritual, propia del ser humano, que lo lleva ms all de lo cotidiano. Este tema es cen-tral en un tiempo de crisis de civilizacin. Existe en el mundo entero una bsqueda de sentido, por la necesidad de redefinir las metas mismas de la vida. La espiritualidad es la fuerza que

    10 Ver Ral Fornet: La philosophie interculturelle, LHarmattan, Paris, 2011.

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    trasciende la materia y da a esta un sentido. Las fuentes de es-piritualidad son numerosas y se sitan siempre al interior de un contexto social y ellas no pueden existir sin una base fsica y biolgica. El ser humano es uno: su espiritualidad presupone la materia y su materialidad no tiene sentido sin el espritu. Una visin culturalista de la espiritualidad, ignorando la materiali-dad del ser humano, es decir, el cuerpo para el individuo y la realidad econmico-poltica para la sociedad, es una desvia-cin conceptual, llevando al reduccionismo (la cultura como nico factor de cambio) o a la alienacin (la ignorancia de las estructuras sociales).

    El Bien Comn de la Humanidad como objetivo globalDe todo lo dicho anteriormente, se concluye que el Bien Comn de la Humanidad es el fruto de una adecuada realizacin del conjunto de los cuatro ejes fundamentales de la vida colectiva de los seres humanos en el planeta (que de hecho son cuatro rela- ciones sociales). Tales como son definidos por el capitalismo, garantizados por las fuerzas polticas y trasmitidos por la cul-tura dominante, ellos no son sostenibles y entonces no pueden asegurar el Bien Comn de la Humanidad. Al contrario, sus apli- caciones contradicen la reproduccin de la vida. El concepto de Bien Comn de la Humanidad es una nocin dinmica, por-que su contenido debe ser permanentemente redefinido.

    Se podra objetar que eso es una utopa. Adems del hecho de que los seres humanos necesitan utopas y que el capitalis-mo ha destruido el pensamiento utpico, anunciando el fin de la historia (no hay alternativas), se puede afirmar que la bs-queda del Bien Comn de la Humanidad es bien una utopa, no en el sentido de una ilusin, sino de lo que no existe hoy, pero que puede existir maana. Al mismo tiempo, la utopa conserva tambin una dimensin dinmica: siempre habr un maana. Todo rgimen poltico o movimiento religioso que se identifi-ca con la utopa, termina en catstrofe. Se trata de un llama-miento a caminar.11 En este sentido, no se trata de una utopa

    11 Eduardo Galeano escribe a propsito: Me acerco de dos pasos, ella se apar-ta de dos pasos. Avanzo de 10 pasos y el horizonte se escapa de 10 pasos ms

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    inofensiva. Eso se comprueba por los centenares de miles de movimientos sociales, de organizaciones de ciudadanos, de grupos polticos, que cada uno en su lugar especfico luchan por mejores relaciones con la naturaleza y por su proteccin, por una agricultura campesina y orgnica, por una economa social, la abolicin de las deudas ilcitas, la apropiacin colec-tiva de los medios de produccin, la primaca del trabajo sobre el capital, la defensa de los derechos humanos, por una demo-cracia participativa y por la valorizacin de las culturas. Los fo-ros sociales mundiales permiten visualizar esta realidad, lo que crea progresivamente una nueva conciencia social global.

    Sin embargo, es un proceso dinmico que necesita una vi-sin de conjunto coherente, como base de una convergencia en la accin, con el fin de construir una fuerza capaz de revertir el sistema dominante contemporneo, tanto en sus dimensiones econmicas, como sociales, culturales y polticas. Es precisa-mente eso lo que quiere expresar el concepto de Bien Comn de la Humanidad: una coherencia terica que rene los cua-tro ejes de la vida colectiva en el planeta y una visin que per-mite a cada uno de los movimientos y de las iniciativas sociales y polticas, ubicarse en el conjunto.

    Evidentemente optar por alternativas al sistema actual y proponer un nuevo paradigma del desarrollo humano, no im-pide la adopcin de medidas para resolver problemas inme-diatos, que son productos de la lgica capitalista. Es en este sentido que Rosa Luxemburgo propuso una visin dialctica de la relacin entre reformas y revolucin. As, no se puede des-preciar las polticas sociales que tratan de remediar los efectos del neoliberalismo. Para encontrar una solucin, terica como prctica, se debe replantear la cuestin de la transicin.

    lejos. Yo poda siempre avanzar y nunca la alcanzar. De qu sirve la utopa precisamente a eso, a caminar. (Maurice Lemoine: Le Monde Diplomatique, diciembre de 2010).

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    La transicinComo se sabe, Carlos Marx aplic el concepto de transicin al pasaje entre el feudalismo y el capitalismo, mostrando cmo, poco a poco, las formas del primero fueron incapaces de asegu-rar las condiciones de la supervivencia social y de su progreso, y cmo nuevas formas nacieron hasta transformar el conjunto del modo de produccin y de la formacin social. La situacin hoy en da es diferente, porque si el capitalismo ha desarrolla-do contradicciones nuevas y si algunas formas del socialismo aparecen, el proceso debe ser planificado para acelerarlo. No tenemos el tiempo de una evolucin paulatina. La transicin debe organizarse, teniendo en cuenta las relaciones de poderes existentes y el estado de las fuerzas de produccin, pero no so-lamente como un proceso, sino como una lucha.

    Por eso, la cuestin fundamental es la definicin de la meta: se trata de la transicin hacia un nuevo paradigma para reali-zar el Bien Comn de la Humanidad, es decir, la produccin, la reproduccin y el mejoramiento de la vida. Eso contradice fundamentalmente la meta del capitalismo, no solamente en materia econmica (la universalidad de la ley del valor), sino tambin en la poltica (el Estado al servicio del mercado) y en la cultura (el individualismo consumidor). La transicin es ne- cesariamente un proceso que toma tiempo. No solamente el capital, como poder econmico monopolstico, es capaz de in-citar a la guerra (aun a la amenaza nuclear), de sacrificar mi-llones de personas por el hambre y de corromper las instancias polticas del mundo entero para asegurar su predominio, sino que su lgica ha penetrado la cultura, aun de las clases inferio-res y de las organizaciones de trabajadores, lo que le asegura el ejercicio de una verdadera hegemona.

    Para continuar la reflexin sobre la transicin, es impor-tante analizar los procesos en curso. De hecho, las medidas que hoy se llaman transicin son consideradas de dos maneras diferentes: o como pasos hacia un nuevo paradigma o como una adaptacin del sistema existente a nuevas exigencias eco-lgicas y sociales. No es el vocabulario utilizado lo que hace la diferencia entre las dos tendencias, sino las polticas reales. En los dos casos se pueden utilizar los conceptos de transicin al

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    socialismo, de Socialismo del Siglo xxi, del Buen Vivir, aun de revolucin, pero con contenidos diferentes en el plan poltico.

    Lo que se vive en Amrica Latina, con los regmenes progre-sistas, plantea claramente el problema, con diferencias segn los casos. Hay pases que optaron por una solucin netamen- te socialdemcrata, donde el capitalismo es la herramienta del crecimiento econmico, incluyendo el capitalismo financiero nacional e internacional y donde la justicia social se traduce por programas de redistribucin social, a menudo importan-tes y eficaces, de una parte de la plusvala (Brasil, Argentina, Nicaragua).

    Otros, con un discurso ms radical, tienen tambin pro-gramas sociales importantes, hasta consagrarles el 15 o el 17 % del presupuesto nacional; aumentan la recaudacin fiscal, pero no buscan un nuevo paradigma de desarrollo. Persiguen, por conviccin o por fuerza, un modelo extractivo de creacin de riqueza, una dependencia tecnolgica y financiera de las empre- sas multinacionales, favorecen el monocultivo, especialmente para producir agrocombustibles, siguen polticas ventajo- sas para grupos sociales que poseen la banca y ciertos negocios internos y externos. El pragmatismo orienta muchas decisio-nes. Tal vez, como lo deca lvaro Garca Linera, el vicepresi- dente de Bolivia, porque el capitalismo tiene todava por lo menos 100 aos de vida.

    De hecho, se aproximan a una adaptacin post-neoliberal del capitalismo frente a nuevas demandas, por medio de un Es-tado reconstruido y con varios grados de participacin popu-lar (Ecuador, Bolivia, y en parte Venezuela). Comparado con el pasado o con pases netamente pro-capitalistas (Mxico, Chi-le, Colombia) es evidentemente un progreso altamente apre-ciable y frente a las opciones de las derechas y a las amenazas del imperio, no se pueden equivocar de posicin poltica.

    Los logros obtenidos, en parte gracias a la coyuntura eco-nmica internacional (los precios de los recursos naturales, si-tuacin que sin embargo consolida el lugar del continente en la divisin internacional del trabajo) y en parte por polticas sociales y culturales audaces, no se pueden negar. Hacer salir de la pobreza a millones de personas es un resultado positivo,

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    porque los hambrientos no sufren ni mueren a medio o largo plazo, sino hoy mismo. Sin embargo, eso no significa necesa-riamente la adopcin de un nuevo paradigma. Tales polticas pueden inscribirse dentro de la lgica del capitalismo, como acciones anti-cclicas de tipo neo-keynesiano. Una realidad tal fue reconocida por los dirigentes ecuatorianos al final del primer quinquenio de la Revolucin ciudadana: No se han logrado cambios profundos en el modelo de acumulacin y la estructura de la propiedad.12

    Otra perspectiva es vincular las polticas sociales con transformaciones estructurales post-capitalistas efectivas: re-formas agrarias, respeto de la naturaleza, participacin popular y democracia participativa; recuperacin de la soberana sobre los recursos naturales, apoyo a la agricultura familiar, control popular de los principales medios de produccin, soberana alimentaria, reconocimiento efectivo de las culturas e identi-dades indgenas, regionalizacin de las economas, etctera. En este caso, la transicin revestira otro sentido.

    Es evidente que no se puede pedir a Venezuela cerrar in-mediatamente sus pozos de petrleo, aun si se sabe que esta actividad contribuye a producir ms gases de efecto inverna-deros; ni a Indonesia destruir maana todas las plantaciones de palma; ni a Bolivia cerrar todas sus minas; ni al Ecuador pen-sar que desarrollar una actividad minera podra subvenir a la pronta disminucin de la produccin petrolera, como fuente de recursos para las polticas sociales.

    Pero lo que se debe exigir es la definicin de una transicin, incluyendo una economa basada sobre el valor de uso y no so-bre el valor de cambio, medidas radicales de proteccin de la naturaleza, hasta prohibir actividades extractivas en ciertas re- giones (la filosofa de base del Yasun va en esta direccin), el respeto de los derechos de las comunidades locales, notable-mente indgenas y un dilogo constructivo con ellas. El com-plemento de tales polticas sera la aceleracin de la regionali-zacin continental para constituir alianzas ms slidas frente

    12 Presentacin del informe sobre el quinquenio, por Fander Falcon, Qui- to, 19 de enero de 2012.

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    a multinacionales, hoy en da vinculadas en un sistema siem-pre ms integrado y que se burlan de las leyes nacionales, que nunca cumplen con los compromisos e imponen sus lgicas a gobiernos incapaces de reaccionar de manera adecuada.

    La experiencia de Filipinas en los diez ltimos aos es con-cluyente: a pesar de una ley de minera, la destruccin ecol-gica ha sido espantosa; comunidades enteras fueron expulsadas de sus territorios, el nmero de empleos prometidos no fue respetado y en los primeros ocho aos, el Estado recuper so-lamente el 11 % de las regalas que tena que recibir durante la dcada.13

    Varios de estos elementos estn presentes en las nuevas constituciones latinoamericanas y en algunas polticas reales, que segn Samir Amin, pueden considerarse como avances revolucionarios, pero hasta ahora no se nota un verdadero cambio de paradigma. Pero, de una cierta manera, uno puede preguntarse si para los pases progresistas del continente, el primero en el mundo donde hubo nuevas orientaciones anti- neoliberales, exista subjetivamente y objetivamente otra pers-pectiva.

    De hecho, la definicin del desarrollo no ha cambiado mu- cho y se resume en el crecimiento de las fuerzas productivas, de la produccin y del consumo, con las medidas tradicionales. Muchos de los actores polticos no han salido de la cultura del desarrollo capitalista, aun cuando quieran luchar contra sus efectos ms negativos y aunque integren perspectivas sociales y culturales de gran tamao. En realidad, comparten la idea de que no se pueden desarrollar las fuerzas productivas sin pasar por la lgica del mercado capitalista. Es lo que piensan tambin los lderes de los partidos comunistas chinos y vietnamitas, con una teora muy particular de la transicin hacia el socialismo. En varias partes del mundo, de Indonesia a Sri Lanka, de An-gola al Mozambique, las experiencias de orientacin socialista se terminaron por la adopcin del neoliberalismo, probable- mente en una gran medida, bajo la fuerza internacional del

    13 Alyansa Tigil Mina: A Legacy of Disasters. The Mining Situation in the Philip- pines, 2011.

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    sistema. Los pases socialistas de Europa perdieron la guerra fra y adoptaron la peor forma de desarrollo del modelo capi-talista: rpido pero desigual.

    A primera vista, la experiencia cubana parece tambin dar razn a los que dudan del socialismo, ya que un sistema rgido de tipo sovitico adoptado o impuesto desde fines de los aos 60, no permiti un pleno desarrollo socialista de las bases materiales de la vida. Se realizaron logros sociales y cultura-les realmente revolucionarios y bastante slidos para resistir al tiempo, pero no sustentables a largo plazo sin un desarrollo paralelo de las fuerzas de produccin con participacin de los trabajadores, como lo haba pensado el Che.14 Corregir esta si-tuacin, como lo indican las medidas de cambio adoptadas en 2011, no es fcil: se trata no solamente del orden econmico, sino tambin de los rdenes poltico y cultural. Sin embargo, las dificultades parciales de una experiencia, no son eviden-temente un argumento suficiente para seguir adoptando un modelo siempre ms destructor del planeta y de la vida de una gran parte de la humanidad, como lo hacen las derechas. La originalidad de la situacin cubana es que los cambios vienen del interior.

    Comprobar que existe la posibilidad de realizar otra forma de desarrollo humano es evidentemente la tarea principal de un proyecto socialista. El nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad en el planeta, concretizado en las orientacio-nes de sus elementos fundamentales, parece la va adecuada. No se trata de una ilusin porque existen mltiples ensayos parciales exitosos y muchas luchas para ampliarlos. En varios movimientos sociales, como dentro de gobiernos latinoameri-canos progresistas, hay personas y grupos que luchan para que este nuevo paradigma sea la meta.

    La cultura del crecimiento econmico y la ausencia de una perspectiva socialista de desarrollo de las fuerzas productivas suficientemente clara, eran los dos primeros obstculos a una transicin de los pases progresistas de Amrica Latina, hacia

    14 Carlos Tablada: El marxismo del Che y el socialismo del siglo xxi, Ruth Casa Editorial, Panam, 2007.

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    un nuevo paradigma. Pero hay un tercer elemento: la relacin de fuerza entre estos pases y el capitalismo de monopolio siem-pre ms concentrado en las empresas multinacionales. Estas ltimas tienen una superioridad tcnica y un poder financiero considerables. Disponen de instrumentos jurdicos tales que son capaces de imponerse sin consideracin a las leyes locales. El apoyo que reciben de sus centros polticos respectivos, es-pecialmente de los Estados Unidos y la Unin Europea y la l-gica dominante de las organizaciones internacionales, como la OMC, el Banco Mundial, el FMI, pone a estos estados, parti-cularmente a los pequeos, en una situacin de inferioridad. Solamente un proceso de integracin regional permitir la constitucin de un contrapeso real.

    Sin embargo, en Amrica Latina, hay una iniciativa que sale de la lgica del capital, el ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amrica). Sus principios: complemen-tariedad, solidaridad y no competitividad, se aplican a relacio-nes econmicas sociales concretas. Aun si la realizacin queda limitada a menos de diez pases, ella es de primera importancia, porque se inscribe en la lgica del nuevo paradigma. El papel po- tencial de los movimientos sociales, reconocidos como parte integral del proceso, puede ayudar a proseguir en la orienta-cin fundamental. Es a una escala regional que los progresos hacia el nuevo paradigma tienen las mejores posibilidades de realizacin y el ALBA tiene esta potencialidad.

    Las otras iniciativas de integracin del sub-continente, promovidas por los regmenes progresistas, aun si no com-parten la filosofa del ALBA, realizan un paso notable hacia la desconexin, segn el concepto de Samir Amin. Que sea el Mercosur, el sucre como moneda de intercambio; UNASUR, como rgano de coordinacin de Amrica del Sur y reciente-mente la CELAC reuniendo tambin a Amrica Central y el Ca-ribe, sin los Estados Unidos y el Canad, todos estos esfuerzos manifiestan el deseo de desvincularse de la influencia econ-mica y poltica del norte. No es una salida de la lgica del mer-cado capitalista, pero es un paso importante hacia una ruptura de la concentracin monopolstica y en este sentido se trata de una etapa que puede significar una transicin hacia un nuevo modelo.

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    Ideas similares existen en Asia (Grupo de Shanghai, Ini-ciativa de Chieng Mai) y en frica, indicando una dinmica nueva. Sin embargo, solamente sern un paso fundamental si desembocan sobre un nuevo paradigma, que no se realizar sin una conciencia nueva, felizmente acentuada por la crisis, lu-chas sociales organizadas y sustentadas, e iniciativas polticas audaces. Son las condiciones de la supervivencia de la Madre Tierra y de la humanidad.

    Es en funcin de estas realidades y perspectivas de futuro, que se propone la preparacin de una Declaracin Universal del Bien Comn de la Humanidad paralela a la Declaracin Uni-versal de los Derechos Humanos, retomando los principios de un nuevo paradigma capaz de orientar la era post-capitalista. Servira de memoria colectiva para un cambio de paradigma, no de falso consenso entre contrarios, sino de instrumento de lucha y de fuente de esperanza para el futuro.

    Texto preparado en colaboracin con la Fundacin Rosa Luxemburgo (Bru-selas) y el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Quito (Ecuador), extrac-to del documento publicado por Ruth Casa Editorial: De los Bienes Comunes al Bien Comn de la Humanidad, 2011.