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INTRODUCCIÓN la tarea de escribir la vida de Francisco Herniindez fue acometi- da brillantemente por el historiador hispanomexicano Gel'mén Somollnos d'Ardols hace ahora m4s de cuarenta aftos. Su. desde entonces, no superada biografía del médico toledano encabe-- zaba la edición de las obras completas de Hemández en castellano hecha por la Universidad Nacional Autónoma de México, que constituye aún hoy la pi eza clave para nuestro conocimiento sobre Francisco Hernández y su obra. aertamente , a lo largo de esos cuarenta aftos han sido .bastan- tes las novedades que se han Ido aportando, desde Italia, Estados Unidos y España: han apareado manuscritos largo tiempo dados por perdidos, se han analizado algunas obras de modo IMs profundo, se han estableddo relaciones e interpretaciones que varían, en ciertos aspectos de manera importante, algunas de las cosas que SomoUnos y sus colaboradores ofrecieron entonces. Pero, a pesar de todo, aCrn estamos esperando una biografía y una edición de las obtas completas que realmente reúna todo ese lrabajo de IMs de cuatro décadas y sea capaz de oi'Rcer un conjunto tan ambicio- so y duradero como el de los estudiosos mexicanos. Si comenzamos por sehalar esto, es porque debemos ser conscientes desde et prtnclplo de que el personaje y su obra han merecido la atención constante e intensa de especialistas de diversas generaciones y procedencias, pese a lo cual no han conseguido nunca encaramarto a ese pabellón de grandes figuras de la ciencia moderna que tanto Jos clentfflcos como la sociedad occidentales contemporáneas han construido en el Clldmo siglo y medio. Lejos de tal ánimo consagrador , pero convencidos de la necesidad de dar a conocer a Francisco Hemandez a públicos IMs amplios, vamos a intentar interesarles en su andadura personal e Intelectual y estlmulartes a acudir a lo que esos especialistas han escrito y continuarán escribiendo sobre él; porque. como se podrc1 ver. atln queda bastante por resorver acerca de la vida de nuestro protagonista y de la dilatada inftuencia que ejerció su obta, especialmente la dedicada a la Historia natural de Nueva Espafta. las caracterlstlcas mois originales del personaje Francisco Herniindez y de su obra, sobre las que iremos profundizando en esta charla, JK.Ieden sintetizarse en los siguientes términos: en prtmer lugar, haber recibido una completa formación clentltka y médica; en segundo lugar , haber protagonizado la que podemos considerar primera expedición cientlfica al Nuevo Mundo que duró seis aftos (siete si contamos las dos largas traveslas), entre 1570 y 1 577 ; en tercer lugar, especial sensibilidad hacia la cultura y la lengua de sus habitantes, la recogida sistemática de información por parte de sanadores y expertos Indios, adeiMs de su con dibujantes y pintores autóctonos; en cuarto lugar, junto a lo anterior y en plena y fructlfera contradicción, la de reunir con la mayor exhausttvldad posible el conocimiento sobre las plantas y animales de un territorio nuevo e integrarto en Jos esquemas intelectuales de la tradición ci.entlfica europea occidental. Por eso resultari conveniente detenernos prtmero un poco e,; presentar de qué manera esos esquemas intelectuales, plasmados en unos saberes y en unas prácticas cientlficas concretas, formaban parte de la sociedad de la que Hernoindez surgió. MATERIA E HISTORIA NATURAL EN EL RENACIMIENTO Para los que vienen aslsdendo a este curso dedicado a Los ortgenes de la clenda modern.a ser.1 sobradamente conocido el hecho de que no existe ni mucho menos un acuerdo entre los FRANCISCCO HERNÁNDEZ historiadores sobre dónde situar históricamente esos orrgenes. Pero casi nadie discute que hubo un elemento de la hlstorfa de la Europa renacentista que significó necesariamente un punto de inflexión con respecto al pasado medieval: et proceso de expansión geogranca y la consiguiente colonial de inmensos territorios hasta entonces desconocdos por los europeos. No es que dicho proceso surgiera de la nada a finales del siglo XV en la penlnsula Ibérica; como es natu_ral. no antecedentes de exploraciones geográficas, Intercambios comerciales o, incluso, conquistas y expansión hacia nuevos terrftortos en los siglos XIII o XN (y decir esto en las Islas Canarias es aún mayor obviedad). Pero nunca hasta ese momento el fenómeno habla adquirido una dimensión tan extraordinaria. En el curso de apenas tres décadas, el espacio maritimo y terrestre conocido por los europeos se extendió inmensamente, las naves europeas circunnavegaron el continente africano, atravesaron por vez prtmera dos océanos de orilla a ortlla y alcanzaron Incluso un nuevo contl':'etlte e ntonces desconocido a todo s los efectos, pese a las Jncurs1ones ancestrales de algunos navegantes escandinavos. Naturalmente. esta auténdca explosión de la capacidad expansiva de Jos reinos de la península ibérica, co- protagoniza- da por italianos. ftamencos, franceses e ingreses, obededa a un complejo entramado de causas y produjo un no menos comple-- jo entramado de consecuencias demográficas, económicas, pollticas y sociales. No por ello debemos caer en una infravalo- radón de las consecuencias que la expansión geogr.1nca tuvo en et terreno científico y tecnológico. Quizá la contundencia y el impacto de las transformaciones económicas y polfticas que b'ajo consigo et levantamiento de los primeros Imperios coloniales europeos -el portugués y el han relegado a un segundo plano las consecuencias que tuvo ese proceso para la cultura clentfftca europea. VlcUmas quizá todos det éxito de la etiqueta •Revolución científica·, parecemos a pensar en estos términos exclusivamente con postenondad al supues- to alumbramiento de la ciencia moderna, tras los Galileo, Newton. HarveyyUnneo. . Una visión rcduccion;sta. tanto en lo que hace referencia a la concepción acerca de lo que es y no es dencia, como a la hora de prestar atención casi exclusiva a las grandes supuestamente bastaron para alumbrar nuestra c1enc!a moderna . Ciencia moderna que parece basada IMs en la glona de un panteón de grandes pensadores que en l os procesos sociales, culturales, económicos y políticos que hic;eron posible la transformadón de la naturaleza y del conocimiento que sobre ella rueron haciéndose los europeos, grandes y peque--

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INTRODUCCIÓN

la tarea de escribir la vida de Francisco Herniindez fue acometi­da brillantemente por el historiador hispanomexicano Gel'mén Somollnos d'Ardols hace ahora m4s de cuarenta aftos. Su. desde entonces, no superada biografía del médico toledano encabe-­zaba la edición de las obras completas de Hemández en castellano hecha por la Universidad Nacional Autónoma de México, que constituye aún hoy la pieza clave para nuestro conocimiento sobre Francisco Hernández y su obra. aertamente, a lo largo de esos cuarenta aftos han sido .bastan­tes las novedades que se han Ido aportando, espedal~te desde M~xico, Italia, Estados Unidos y España: han apareado manuscritos largo tiempo dados por perdidos, se han analizado algunas obras de modo IMs profundo, se han estableddo relaciones e interpretaciones que varían, en ciertos aspectos de manera importante, algunas de las cosas que SomoUnos y sus colaboradores ofrecieron entonces. Pero, a pesar de todo, aCrn estamos esperando una biografía y una edición de las obtas completas que realmente reúna todo ese lrabajo de IMs de cuatro décadas y sea capaz de oi'Rcer un conjunto tan ambicio­so y duradero como el de los estudiosos mexicanos. Si comenzamos por sehalar esto, es porque debemos ser conscientes desde et prtnclplo de que el personaje y su obra han merecido la atención constante e intensa de especialistas de diversas generaciones y procedencias, pese a lo cual no han conseguido nunca encaramarto a ese pabellón de grandes figuras de la ciencia moderna que tanto Jos clentfflcos como la sociedad occidentales contemporáneas han construido en el Clldmo siglo y medio. Lejos de tal ánimo consagrador, pero convencidos de la necesidad de dar a conocer a Francisco Hemandez a públicos IMs amplios, vamos a intentar interesarles en su andadura personal e Intelectual y estlmulartes a acudir a lo que esos especialistas han escrito y continuarán escribiendo sobre él; porque. como se podrc1 ver. atln queda bastante por resorver acerca de la vida de nuestro protagonista y de la dilatada inftuencia que ejerció su obta, especialmente la dedicada a la Historia natural de Nueva Espafta. las caracterlstlcas mois originales del personaje Francisco Herniindez y de su obra, sobre las que iremos profundizando en esta charla, JK.Ieden sintetizarse en los siguientes términos: en prtmer lugar, haber recibido una completa formación clentltka y médica; en segundo lugar, haber protagonizado la que podemos considerar primera expedición cientlfica al Nuevo Mundo que duró seis aftos (siete si contamos las dos largas traveslas), entre 1570 y 1 577; en tercer lugar, s~ especial sensibilidad hacia la cultura y la lengua de sus habitantes, la recogida sistemática de información por parte de sanadores y expertos Indios, adeiMs de su tra~o con dibujantes y pintores autóctonos; en cuarto lugar, junto a lo anterior y en plena y fructlfera contradicción, la am~Mción de reunir con la mayor exhausttvldad posible el conocimiento sobre las plantas y animales de un territorio nuevo e integrarto en Jos esquemas intelectuales de la tradición ci.entlfica europea occidental. Por eso qulz~ resultari conveniente detenernos prtmero un poco e,; presentar de qué manera esos esquemas intelectuales, plasmados en unos saberes y en unas prácticas cientlficas concretas, formaban parte de la sociedad de la que Hernoindez surgió.

MATERIA M~DICA E HISTORIA NATURAL EN EL RENACIMIENTO

Para los que vienen aslsdendo a este curso dedicado a Los ortgenes de la clenda modern.a ser.1 sobradamente conocido el hecho de que no existe ni mucho menos un acuerdo entre los

FRANCISCCO HERNÁNDEZ

historiadores sobre dónde situar históricamente esos orrgenes. Pero casi nadie discute que hubo un elemento de la hlstorfa de la Europa renacentista que significó necesariamente un punto de inflexión con respecto al pasado medieval: et proceso de expansión geogranca y la consiguiente explotacl~n colonial de inmensos territorios hasta entonces desconocdos por los europeos. No es que dicho proceso surgiera de la nada a finales del siglo XV en la penlnsula Ibérica; como es natu_ral. no fa~n antecedentes de exploraciones geográficas, Intercambios comerciales o, incluso, conquistas y expansión hacia nuevos terrftortos en los siglos XIII o XN (y decir esto en las Islas Canarias es aún mayor obviedad). Pero nunca hasta ese momento el fenómeno habla adquirido una dimensión tan extraordinaria. En el curso de apenas tres décadas, el espacio maritimo y terrestre conocido por los europeos se extendió inmensamente, las naves europeas circunnavegaron el continente africano, atravesaron por vez prtmera dos océanos de orilla a ortlla y alcanzaron Incluso un nuevo contl':'etlte ~sta entonces desconocido a todos los efectos, pese a las Jncurs1ones ancestrales de algunos navegantes escandinavos. Naturalmente. esta auténdca explosión de la capacidad expansiva de Jos reinos de la península ibérica, co-protagoniza­da por italianos. ftamencos, franceses e ingreses, obededa a un complejo entramado de causas y produjo un no menos comple-­jo entramado de consecuencias demográficas, económicas, pollticas y sociales. No por ello debemos caer en una infravalo­radón de las consecuencias que la expansión geogr.1nca tuvo en et terreno científico y tecnológico. Quizá la contundencia y el impacto de las transformaciones económicas y polfticas que b'ajo consigo et levantamiento de los primeros Imperios coloniales europeos -el portugués y el espa~ han relegado a un segundo plano las consecuencias que tuvo ese proceso para la cultura clentfftca europea. VlcUmas quizá todos det éxito de la etiqueta •Revolución científica·, parecemos o~li~dos a pensar en estos términos exclusivamente con postenondad al supues­to alumbramiento de la ciencia moderna, tras los Galileo, Newton. HarveyyUnneo. . Una visión rcduccion;sta. tanto en lo que hace referencia a la concepción acerca de lo que es y no es dencia, como a la hora de prestar atención casi exclusiva a las grandes ftgura~ q~ supuestamente bastaron para alumbrar nuestra c1enc!a moderna. Ciencia moderna que parece basada IMs en la glona de un panteón de grandes pensadores que en los procesos sociales, culturales, económicos y políticos que hic;eron posible la transformadón de la naturaleza y del conocimiento que sobre ella rueron haciéndose los europeos, grandes y peque--

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FRANCISCO HERNÁNDEZ

ftos, pensadores y técnicos, nobles y artesanos, hombres y mujeres. Porque. al fin y al cabo, de eso se trata fundamentalmente: de cómo se tueron construyendo saberes y proictJcas en tomo al conocimiento y a~ capacidad deaprehenderytransformaruna naturaleza que, de una manera r..aípida y casi inesperada, adquirió unas dimensiones absolutamente nuevas para ros europeos. Esos europeos de finales del siglo XV y pñncipios del siglo XVI habfan desarrollado una cultura clentrnca basada esencialmen­te en una filosofia natural procedente de ra Antigüedad clásica y en unas pr.icticas de elaboración y transmisión det conoci­miento acerca de la naturaleza muy marcada por el escolastJcls­mo universitario. Ambos aspectos, sin embargo, se halfaban entonces en un pnxesoabierto de transformación. Por un lado, ros saberes crasicos, que se hablan incorporado a lo largo de ros siglos bajomedlevales mediante procesos de recuperación y ttansmisión muy complejos, conocían una profunda renovación. deñvada esencialmente de la puesta en marcha -con apreciable y casi generalizado éxrto-det programa humanista. Por otro lado, nuevas prácticas de elaboración y transmisión de esos saberes se estaban creando en espacios de discusión y creación de conocimiento tuera del estricto marco de ras universidades, tanto en las cortes de los soberanos y de los grandes señores, como en el mundo urbano, donde la difusión de fa cultura escrita a ttavés de la Imprenta comenzaba a ocupar un lugar preeminente. Por todo elfo, conviene recordar algunos conceptos sobre ros saberes y las pr.ictlcas que nos ocupan, conc;retados en el cultivo de dos .ireas clentfflcas bien definidas en la termlnologla de la época: la historia natural y fa materia médica. Como es sabido, se trata de dos .ireas que, en realidad, resulta dlflclf separar con nitidez, dada la fntfma reladón existente tanto entre sus objetos de estudio, como entre ros cultivadores respectivosdeambasdistiplinas. En su inmensa mayorla fueron personas con una formadón médica unrversrtarla y, en buena parte de ros casos, con una actividad médica paralela y una motivación esencialmente médica en et encauzamiento de sus estudios acerca de las plantas, los anrmalesyfos minerales. Esta conexión profunda con et mundo médico no debe hacer­nos olvidar, sin embargo, la otra faceta de estos estudiosos. La aproximación ara naturaleza por parte de la cultura renacentis­ta europea tuvo en la historia natural una de sus vías m.is oñginales. El hombre renacentista abordó el complejo y fascinante mundo de la naturaleza viva que fe rodeaba median­te el cultivo de esa disciplina. Se trataba principalmente de describir, catalogar, clasificar (historiar la naturaleza significaba esas tTes cosas) animales, plantas y piedras con un obJetivo ambicioso y globallzador, preftado de Interés por lo que el entorno inmediato ofrecJa, pero también, de un modo inédito hasta entonces, por ro nuevo, lo raro, lo exótico. la hfstorfa natural, tal y como la abordaron los europeos del siglo XVI, senos presenta con ese afán descriptivo y clasificador, a la vez que con una casi obsesiva fascinac;ión por ro lejano. lo raro y lo desconocido. En fa gran época de fa expansión geográfica, resulta obvio que el motor de esa curiosidad permitió que un gran universo de seres y objetos naturales tuera puesto a disposición de ros estudiosos, que se enfrentaron a ellos con un entusiasmo intetectual similar al que suscitaba en los astrónomos la aparición de una nova, o en los médicos ros condnuos progresos de ros saberes morfológicos acerca del cuerpo humano. Los espectaculares avances en los dos campos, el de ra mateña médica y el de la historia natural, se solaparon muy a menudo y dieron lugar a una etapa de auténtica renovación. las distintas prácticas inherentes a ambas conocieron un proceso de lnnovac:lón y desarrollo muy Importantes. las salidas a herbori­zar por los territorios cerc:anos o lejanos, la creación de jardines botánicos dentro y fuera de la institución universitaria, la dotación en las facultades de medicina de catedras especlfica­mentededkadasal estudlodelosflamados

HISTORIA

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simples medicinales (cada uno de ros elementos de origen vegetar, animal o minetal que constituian la materia médica], ra invención de instrumentos de investigación y comunicación c:ompietamente nuevos (como los herbarios secos o los gabine­tes de maravillas naturales) y el refinamiento de ottos tradicio­nales (como el dibujo y el grabado) dotaron a la historia natural deunaserlede producciones que supusieron, entre otras cosas, la aparición de una auténtica comunidad intemacional de naturalistas. éstos encontraron vfas de estrecha y eficaz c:omunlc:aclón, no sólo a través de la Imprenta, srnosobretodoa través de una tupida red de cartas, envíos de muestras y semillas, intercambio de objetos y de noticias procedentes tanto det Nuevo como del VIejo Mundo. No resulta adecuado M

por anacrónico y, en úrtrma rnstancra. conft.lso • et uso de ténninos como botánica. zoologfa o geologfa para designar estas actividades c;ientlficas. En cambio, el ténnino histoña natural es mucho mas apropiado, no sólo porque era el que reconocían sus cultivadores, sino también porque ese npo de aproximación ar conocimiento de la naturaleza era únic;o y no c:onocfa una dMslón disciplinar, que comenzara a plantearse sólo muy tardíamente, en el siglo XVIII y durante el Romanticismo, y no se desarrollar;j del todo hasta bien entrado er siglo XIX,. en plena era del posrtrvfsmo clentlftco. Para et curtivo de la histoña natural, un europeo renacentista contaba • como no podJa ser de otro modo • con un modelo cloiislco Insoslayable: cayo Prrnro Segundo. Su monumental Historia naturalis era un verdadero monumento del saber cloiisico, elaborado en ef siglo 1 de nuestra era; sus veintisiete libros representaban para fa Inmensa mayorfa de ros humanis­tas el modelo para conocer ra naturaleza del Medrterr.aneo en ra época romana y el saber que griegos y romanos hablan ido atesorando en torno a ese objeto de observación coUdlana. Los anteojos de Plinto sirvieron durante generaciones para ver y para tratar de comprender muchas cosas en torno a la naturale­za y sus fenómenos; lo que se vela con esos anteojos no se c:orrespondla exactamente con lo que se hubiera vfsto sin elros, eso es obvio. Sobre todo si pensamos en que en buena parte de los casos la naturaleza observada se hallaba ciertamente muy lejos-espadalyconceptualmente-dela medlterranea. El reto o fa ambición de ser el Plinio de otras partes del mundo queseabrfan porpñmera veza los ojos de los hombres cultos de Europa estuvo presente en ca.sl todos ros vfajeros cultivados. Como en tantas otras ocasiones ocurrió en la ciencia renacentis­ta, en la medida en que una persona fuera capaz de separarse adecuadamente def texto de la autoridad crasrca correspon­diente y, aun aceptando su deuda con ella, supiera ir más all,j, el panorama que se abrfa ante sus ojos era extraordinariamente fértil. En este marco es donde se debe encuadrar la obra de Francisco Hernández, una obra de planteamiento ambicioso, de conside­rables propon:iones y cuya ordenac:ión y presentación constitu­yeron en si mismas un problema de primer orden. Por otra parte, existe otra característica que hac:etambién de la obra hemandi­na algo singular: et modo en que fue dada a conocer. ya que no tue publicada por su autor, ni completa ni parclalmente.lasvfas por ras que los estudiosos europeos fueron accediendo a ra misma fueron complejas y muy significativas acerca det modo en que ra ciencia europea fue asimilando el desafto que repre­sentaba el mundo natural americano. Este hecho marcó de manera muy especial la difusión de la obra hemandina y su lndlsc:utlbfe lnftuenda, tanto entre sus c:ontempor.ineos como entre los científicos de fas generaciones posteriores, como veremos en la parte final de nuestra charla. Pero comencemos por el principio, acercándonos a fa vfda de Hetnandez antes de emprender su expedlclónylaelaboracl6n de su obra.

ANTES DE LA. EXPEDICIÓN

Francisco Hernández nac:ió en la Puebla de Montalbán, en el reino de Toledo, hacia el afta 1515. Como casi todas las villas

Crónicas,14

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HISTORI A

castellanas, contaba con un numeroso nllc:leo de familias de origen converso, en una de fas cuaJes habla nacido (bastante antes que Hernández) un tal Fernando de Rojas, considerado por muchOs como el autor de La Celestina. Puede ser que también fuera éste et caso de Hern.tndez; su silencio casi sistemático al respecto de quiénes fueron sus padres y cual su ascendencia familiar plantea como una posibilidad no descabe­llada que fuera de origen judeo- converso; pero no hay nada que permita Ir más allá de la mera coi"!Jetura. Cuando Hemindez contaba quince o dieciséis aflos, acudió a estudiar medicina a la Universidad de Alcalá de Henares. donde obtuvo el grado de bachrrrer en 1536 y el de doctor en 1539. La universidad complutense fue. pues, el centro universitario donde recibió su formación botslca en medicina este personaje que luego desarrolfarfa una obra cientffica de enonne importancia en el terreno de la materia médica amertca­na. Este hecho no es una mera colndden­cia. La escuela médica complutense, de hecho, constttuyó a Jo largo ~ siglo XVI la cantera de la que salieron algunas de las principales figuras de la medicina castelfana y, en espectal. algunos de los autores más brillantes del llamado gatenismo humanista castellano. Poco antes que Hem.tndez, habla estudiado medicina en Alcalá Nicolás Monardes. Durante la misma época que Hernéindez, también estudiaron en Alcala un Impre­sionante elenco de médicos que iban a convertirse en Jos autores mis representa­tivos de la escuela médica complutense. En primer Jugar, los profesores y editores de las obras mis influyentes de la medici­na galénica hispana Cristóbal de Vega, Francisco de Mena y Frandsco Valtes de Covarrubias, que fue además médico de Felipe JI y una de las principales autorida­des sanitarias de la monarqufa hispánica. En segunda Jugar, dos nombres que significaron un sólido puente de unión con la otra gran escuela médica de la penlnsula, la valenciana: Miguel Jerónimo Ledesma y Miguel Juan Pascu.al. En tercer lugar, los cirujanos Francisco Arceo y Francisco Dlaz que, junto a otros nombres como Dlonlslo Daza Chacón o Mas de Benavfdes, constituyen lo mas sobresaliente de la cirugía renacentista hispánica, que alcanzó un extraordinario nivel en el siglo XVI. Por ~ltimo, también estudiaron en Aleara por las mismas fechas otros tres autores que -como Monardes y Herntlndez - mostraron una especial dedicación a tratar asuntos relacionados con la materia médica. El valenciano Francisco Franco, rival de Monardes en la universidad de Sevilla; FrandscoBravo,autor del primer tratado médico impreso en América, las Opera medicinalia pu~icadas en México en 1570; y Juan Fragoso, que también publicó un tratado de materia médica exótica de gran éxJto en su época y fue compaflero de Hemández en alguna de las herborizaciones que llevaron a cabo por Andalucfa. Asl pues. la joven facultad de medldna de la Universidad

Complutense se convirtió, por encima de las veteranas faculta­des de Valladolid y Salamanca, en el principal vivero de médicos Impulsores de saberes y pr.tctlcas clentfflcas renovadoras. Durante varias generaciones. éstos y otros personajes supieron suministrar a una monarqura necesitada de expertos y a las élltes que la gobernaban servicios de muy vartado Upo, que Incluyeron no sólo la asistencia médica, sino también la organización sanitaria y diversas empresas cientfficas relaciona­das con el territorio peninsular y ultramarino que deblan gobernar. La hegemonfa militar y territorial de la monarqula hispánica durante el siglo XVI es inseparable del hecho de

FRANCIS C CO HERNÁNDEZ

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haber podfdo contar con Instituciones académicas y recursos Intelectuales como los proporcionados por la facultad de medicina de la universidad de Alcalá. Sin embargo, por impor­tante y significativa que fuera fa fonnación recibida en Al cala, no puede decirse que fuera la 6nlca dedslva a la hora de suministrar el bagaje científico necesario para la dedicación a fa materia médica de los autores mencionados. Tras obtener sus respectivos grados unlversltartos complutenses, varios de ellos decidieron completar su formación científica en otros ámbitos, en especial en el aspecto práctico. En ef caso de Hernéndez, como en el de otros de los citados, el más trascendental de esos ámbitos de pr.ictica científica fue sin duda el de Jos hOspitales

reales, en Guadalupe primero y en Toledo después. El hospital del monasterio de Guadalupe era un importante centro asistencial, puesto directamente bajo el patrocinio de la Corona castellana y era el principal vivero de cirujanos y médicos reales, como mfnlmo desde la época de Jos Reyes Católicos. Alll. Hernilndez desarrolló una notable actMdad en anatomía, disciplina que en aquel momento representaba una de las pr.tctlcas mis renova­doras de la medicina. La disec­ción de cadáveres humanos se practicaba ya con anterioridad, tanto en Guadalupe como en otros lugares, pero Hernández Incorporó Jos planteamientos y las técnicas de la enselllanza anatómica de acuerdo con el movimiento Iniciado por Andrés Vesallo, que durante la década siguiente se convertiría en amigo personal det médico toledano, af coincidir ambos en la corte espaflora. En consonancia con

Vesalio, Herra:indez no ocultó sus crrticas a Galeno en el terreno de la morfologla humana, ni su Interés por las aportaciones que tanto él como sus seguidotes estaban llevando a cabo. El talante renovador de Herntlndez se reflejó tambil!n en el hecho de que fuera uno de los Inés tempranos expositores de la circulación pulmonar de la sangre, sin duda una de Jos descubri­mientos más interesantes de la anatomla renacentista europea. Es de lamentar que a6n no se hayan localizado los tratados que escribió en esos arlos, incluyendo Jos comentarios a las obras anatómicas y médicas de Galeno, que hubieran permitido completar nuestro ~onoclmlento de los Intereses clentfflcos del médico toledano. Durante su estancia como médico en Guadalupe, al mismo tiempo que su actividad asistencial, docente y disectiva, Hernéindez conUnuó con sus actividades de naturalista, iniciadas unos aflos antes en Toledo y Andaluda. Recorrió las sierras extremeftas en busca de plantas para enriquecer el huerto rnedtclnal ~ monasterto y de animales, alguno de Jos cuales disecó, como parte de sus indagaciones zoológicas, inspiradas en buena medida -como no podla ser de otro modo­en el ambicioso programa de ra ftlosoiJa natural de Aristóteles, a la luz del renovado interés que sus tratados sobre los animales estaban despertando en toda Europa. No es casualidad que uno de los numerosos manuscritos hemandlnos Inéditos que han llegado hasta nosotros sea un Compendio de philosophía moral seglln Aristóteles, que contiene comentarios sobre pasajes artstotéllcos que van más alta de lo que su titulo Indica. En mis de un sentido, el peso de Aristóteles en el bagaje ci.entffico y filosófico (dos adjetivos diflcilmente separables en la

Cróni c as,JS

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época) de Hef"rrández es comparable al ~ercido por Plinio. La superación de ambos referentes c:raslcos gracias a la expertencfa personar fUe stempre compattble con una actitud de respeto y emulación hacia las obras de ambos. Conduida su dilatada estancia en Guadafupe, Hernáncfez se trasladó a Toledo para trabajaren el Hospital de fa Santa Cruz. a prtnclplos de ros aftos sesenta. Alll, aderrJas de continuar con su experiencia cllnlca en la prácUca hospitalaria, prosiguió sus trabaJos expeñmentales en anatomfa y fisiologfa, tanto ele humanos como de animales, y en materia médica vegetal, ya que condnu6 herborizando y profundizando en su conocJ.. miento de los slmpies medicinales y sus erectos curativos. De sus aftos toledanos data también fa mayor parte de su labor como traductor de fa histoña natural de Pfinio, aunque serta un trabajo que nevarlaconsigoa las Indias paracomptetarioallf. Tras mas dedos décadas de servido en hospltafes reales, Hern<indez consiguió ent.Tar a fonnar parte de fa éfite médica castellana al ser nombrado, enjulio de 1567, "médico de ra Casa Real de su Méljenad", c:on un salario considerable. En léll c:orte. Hernández estrechó relaciones con los drculos crenurrcos que se movlan en torno a Feffpe 11 y que, gracias a las necesidades del poder real tanto o más que al interés personal d~ monar­ca, 1UV'ieron fa oportunidad de poner en marcha muchos proyectos de envergadura. Las amistosas relaciones de Hendndez con Benito Arias Montano procedfan de mucho antes, pero se afianzaron con esa cercanía cortesana, que permitió al toledano ~ contacto directo también con Juan de Herrera. Ambos personajes tendrán una sólida y duradera relación con Hern<indez, basada no sólo en su directa vfnculadón con los proyectos científicos de la Corona, sino también en la afinidad de intereses intelectua­les existente entre ellos. Pero, además, denb'o de ros cfrculos cortesanos Hernández debfa contar también con diversos apoyos pofftlc:os.Este Upo de relaciones con los clanes cast~lanos ~ poder eran fundamentales para hacer carrera dentro d~ complejo ent.Tamado de fa monarqufa. En el caso de Herrtéindez.. parece lógico pensar que su ascenso a médico real-y su posterior encargo para las lndfas-se apoyó esendaJ.. mente en~ crrculo cJJentefar def cardenal Diego de Espinosa, al que pertenecran entre otros Juan de Ovando y Pedro Moya de Cont.Teras, personajes fundamentales en fa reorganización de la administración colonial. No sabemos cuando exactamente comenzó a cobrar cuerpo el proyecto de enviar a las Indias una persona cualificada para informar acerca de Jos rec:ursos medicinales de las colonias, pero ra opinión sobre fa necesidad de una empresa de esas caracterlsticas se hallaba bastante extendida a ftnales delosaftos sesenta. En buena lógica, una fnklatlva de esas caracteñsticas debia corresponder sólo al poder real y debía contar con su apoyo pofltico y financiero. En ese sentido, fas reformas administrativas, legislativas y religiosas proyectadas para las Indias debieron lncfulr -por esas mismas fechas - el proyecto relativo a fa recopilación de infonnación sobre los recursos naturales de todo tipo, incluidos los medicinales. Sea como fuere, en diciembre de 1569 ya estaba tomada ra decfsl6n de enviar a Francfsc:o Hemandez ·a fas Indias por Protomédico general de ~las•, con fa mfsf6n de "hacer fa hfstorla de las cosas naturales• de aquellos terrftorfos, puestoqueseconsigna~ pago de su salaño "duranteeltiempodelos cinco años que en ellos se va a ocupar-•

HISTORIA

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