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“EL CAPUCHINO ESPAÑOL” Fr. Francisco de Pamplona 1597 = 1651 NUEVOS DOCUMENTOS DE SU VIDA ARMAS Escudo cuartelado en cruz: primero de azur y la cruz contrapalofajada de oro y gules, que es de REDIN; segun- do de oro y las cuatro bandas de plata, bureladas de gules y cargadas de armiños que es de CRUZAT; tercero de plata fajado de gules y los tres lobos de sable, dos en jefe y uno en punta, membrados y lampasados de gules, que es de ESPARZA; cuarto de oro, fajado de cua- tro de azur y bordura de lo mismo, que es de ARTIEDA. No ha mucho tiempo tuve ocasión de señalar un fenómeno que suele darse en la biografía de los grandes hombres, especialmente en países co- mo el nuestro donde es ley que acompañe a la acción el desdén para na-

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“EL CAPUCHINO ESPAÑOL”

Fr. Francisco de Pamplona

1597 = 1651

NUEVOS DOCUMENTOS DE SU VIDA

ARMAS

Escudo cuartelado en cruz: primero de azur y la cruz contrapalofajada de oro y gules, que es de REDIN; segun-do de oro y las cuatro bandas de plata, bureladas de gules y cargadas de armiños que es de CRUZAT; tercero de plata fajado de gules y los tres lobos de sable, dos en jefe y uno en punta, membrados y lampasados de gules, que es de ESPARZA; cuarto de oro, fajado de cua-tro de azur y bordura de lo mismo, que es de ARTIEDA.

No ha mucho tiempo tuve ocasión de señalar un fenómeno que suele darse en la biografía de los grandes hombres, especialmente en países co-mo el nuestro donde es ley que acompañe a la acción el desdén para na-

BOLETÍN DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS Y ARTÍSTICOS DE NAVARRA.

Verdadero Retrato del Venerable Siervo de Dios Fr. FRANCISCO DE PAMPLO- NA Reli Lego Capuchino Nació el Año de 1597 y murió el de 1651 en el Puerto de la

Guayra cerca de Caracax. I.F.Leonardo

Fototipia Hauser y Manet.-Madrid.

” E L C A P U C H I N O E S P A Ñ O L ”

Fr. Francisco de Pamplona llamado en el Siglo D. Tiburcio de Redin Caballero

Señor de Redin y Barón de Bigüezal.

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rrarla: el fenómeno aludía al olvido de las fuentes históricas y a la apre-miante necesidad de investigarlas (1).

A tal defecto hay que agregar hoy otro no menos notable, cuando se trata de figuras que tienen, a modo de voceros de su existencia, tal que otro libro o memorial de hechos, a las veces anecdótico, pero siempre, sal-vo raras excepciones, recargado de glosas que ocultan al hombre bajo el espeso follaje de la erudición y la literatura panegíricas.

Quiero decir que quienes se ocupan de mantener y perpetuar la memo-ria del individuo objeto de su estudio, en lugar de trabajar sobre documen-tos originales, laboran sobre el pie forzado de una obra fundamental, sea la que fuere, sin cuidarse de añadir cosa de substancia que avalore o rectifique las afirmaciones contenidas en el texto.

Claro está que tal anomalía responde a la falta de método en los anti-guos, proclives a deshumanizar la realidad implacable de la vida para crear por este medio héroes y santos, como si el valor y la santidad no cupieran y aún precisaran del humano ropaje para escalar la gloria.

En nuestros días la deficiencia es resultante de la escasez de documen-tos y sobre todo, aquí donde tanto abundan los archivos, de las dificultades de una investigación las más de las veces, sobre trabajosa, estéril.

Así sucedió a cuantos se dedicaron a historiar la vida de uno de los más estupendos personajes del retablo nacional, de quien a pesar de saber-se mucho, es más, y acaso lo mejor, lo que se ignora.

Me refiero al famosísimo Fr. Francisco de Pamplona, conocido en el ejército con el sobrenombre del «Júpiter de España»; en el claustro, por an-tonomasia, con el del «Capuchino español», y en los anales de la aristocra-cia navarra (donde figuró con los títulos de Señor de Redín y de Barón de Bigüezal), con los nombres de Don Tiburcio de Redín y Cruzat, caballero que fué de la Orden de Santiago.

Rindiendo merecido tributo de recuerdo a su memoria, reprodujo el «Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra» un fotograbado de su partida bautismal, desglosada con la del P. Moret, benemérito analista de aquel Reino, del subido número de las de su clase que conservan los Re-gistros del Archivo Parroquial de San Saturnino de Pamplona, reorganiza-

(1) «Los Primitivos del Euskera. Dechapar y su tiempo». San Sebastián, Martín y Mena, 1926. Extracto, en corta tirada no puesta a la venta, de la Revista E. Erriaren

Alde. Tomo XVI pág. 241. «Notas para la historia del siglo XIX. Cómo murió Urquijo».

Revue Internationale des Etudes Basques. París=San Sebastián, 1926. Tomo-XVII, p. 407.

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do merced al ilustrado celo y actividad del actual Vicario de esa histórica iglesia, Don Juan Albizu y Sainz de Murieta (1).

A esta publicación siguieron en la misma revista, para solaz de los ad-miradores de Redín, las líneas que mi buen amigo el Marqués de Santa Cara dedicó, años atrás, en el tercer volumen de su importante «Nobiliario y Armería General de Nabarra», a los linajes del valiente caballero (2).

Acompañaba a dichos apuntes la reproducción de una lámina grabada a la vista del retrato ampuloso y admirable de Redín que, atribuido en lo antiguo a Juan Bautista del Mazo y en la actualidad a Fr. Juan Rizi, se conserva con gran estimación en la insuperable pinacoteca nacional del Prado (3).

No es nuevo, sin embargo, el interés con que se han seguido y leen las hazañas de Don Tiburcio.

Desde que a partir de 1685 salieron de las prensas las primeras «Rela- ciones Sumarias» y pliegos de su vida, hasta el año 1704 en que el P. Ca- puchino Fr. Mateo de Anguiano, autor de la primera, publicó la «Vida y Virtudes, del venerable religioso lego de su orden, han sido muchos los que se han dedicado a compendiarlas, a base, claro está, de la obra del Pa- dre Predicador de la Santa Provincia de Castilla (4).

(1) Boletín citado. Pamplona, Vda. de Aramburu, 1925. Tomo XVI, pág. 24. La lá-mina que las contiene hace referencia a los libros sacramentales de dicha parroquia descritos en el «Catálogo General del Archivo de la iglesia Parroquial de San Saturnino,

de Pamplona», publicado en el propio Boletín a partir de 1924 (Tomo XV, p. 247), Su tirada a parte forma una monografía de 128 páginas, con igual pie de imprenta, año 1925.

(2) Ibidem. Págs. 130 y 213. Transcribe las páginas 183 y siguientes de dicho volu-men del explicado Nobiliario, comenzado a imprimir en Madrid en 1899 (Imprenta de San Francisco de Sales), por Don Joaquín Argamasilla de la Cerda y Bayona, actual Mar- del indicado título.

(3) Cf. «The School of Madrid» (London, 1909) del autorizado crítico Don Aurelia- no de Beruete, citado por Don Julio Puyol, y la pág. 156 de la edición de 1910 del «Ca-

tálogo de los Cuadros del Museo del Prado».

(4) «Entonces (en Relación Sumaria, el año de 1685) ofrecí obra más cumplida que la que aora doy»... «Pero apenas salió a luz el compendio, quando comenzaron a correr varias noticias de la vida secular de nuestro Héroe, de sus chistes y sucesos milita- res»...

«Vida, y virtudes || de el || capuchino español, || el V. siervo de Dios || Fr. Francisco de

Pamplona, || Religioso lego de la seraphica || Religion de los Menores Capuchinos de N. Padre San || Francisco, y primer Missionario Apostolico de las Provin || cias de España, para el Reyno del Congo en Africa, || y para los Indios infieles en la || America. || Lla

mado en el siglo || Don Tiburcio de Redin, || Cavallero del Orden de Santiago, || Señor de-la Ilustrissima Casa de Redin, en el Reyno de || Navarra, Baron de Viguezai, y Capi-tan de los mas || célebres, y famosos de su Siglo. || Consagrala || al mysterio de la Con-

cepcion purissima || De la Madre de Dios, sin pecado original, Maria Señora Nuestra, ||

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Ese libro que ha recabado para sí, por lo pedantesco y farragoso del es-tilo que en él campa, el calificativo bufo y merecido de «tratado de todas las cosas y otras muchas más» (1), presenta sobre el indicado defecto, otro capitalísimo que es preciso señalar a quienes persigan su lectura: la parcialidad con que está redactado.

En efecto: El P. Anguiano nos confiesa (2) haber concluido la vida de Don Tiburcio «no buscándole secular, sino religioso; no profano, sino virtuoso y ejemplar para aliento del desmayo que padece nuestra viciada naturaleza».

Ante semejante confesión, y reconociendo ser harto laudable el propósito inicial del erudito capuchino, no puede ocultarse a nadie que este lunar resta a la biografía de Redín el vigor y la soltura que sin él hubiera presentado.

En el pasado siglo remozó la silueta del bizarro personaje tan repre-sentativo del aventurero carácter español del siglo de oro, el primer Mar-qués del Amparo Don Carlos Mencos y Ezpeleta, distinguido literato que en Madrid dió a la estampa un resumen de la obra que acabo de citar, agre-gando algunas indicaciones logradas en el Archivo de su padre Don Joa-quín Ignacio Mencos y Manso de Zúñiga, heredero, entre otros títulos, del de Barón de Bigüezal, usado antes de ingresar en la capucha por su bio-grafiado y pariente Don Tiburcio (3).

su menor esclavo, el P. Fr. Matheo de Anguiano, Religioso Ca- || puchino, Predicador de la Santa Provincia de Castilla, Procurador, y || Secretario que ha sido de ella, y Guardian del Convento de Alcalá de || Henares, y del Real de Santa Leocadia de la Im-perial Ciudad || de Toledo. || En Madrid, en la Imprenta Real: Por Joseph Rodriguez, ||á costa de Francisco Laso, Mercader de Libros, enfrente de las Gradas || de San Feli-pe: Año de 1704.»

1. Vol. en 4.º de 356 págs. + 32 (sin numerar) de portada, dedicatoria Al Mysterio

de la Concepcion, Aprobatio (Matriti 16 Ianuarij 1704), Licentia Ordinis (Veronæ 13 Mar-tij 1704), Censura (de D Manuel de Ayala y Salcedo, cura de San Ginés de Madrid, 5 Março de 1704), Licencia del Ordinario (D. Nicolás Alvarez de Peralta: Madrid, 7 de Março de 1704) Aprobacion del Rmo. P. Maestro Martin de Zarandona (Madrid, 15 de Março de 1704), Privilegio Real (Plasencia, 25 de Abril 1704), Fee de erratas, Suma de

la Tassa, Protesta del Autor, Prologo al Lector é Introduccion, una lámina con el Retra- to del venerable siervo, dibujado por Raget y grabada por Leonardo, + 24 págs. (sin numerar), al final, de Tabla, Indice alfabético y Repeticion de la Protesta.

(1) Puyol (Julio) || «Vida y Aventuras || de || Don Tiburcio de || Redín || soldado y ca-

puchino || (1597—1651)» || Madrid || Renacimiento, Pontejos 3 || 1913.» || l vol. en 8.º muy menor de 192 páginas con el retrato de Don Tiburcio al frente. V. las observaciones «al lector» puestas a modo de proemio.

(2) Obra citada, pág. 24 del comienzo. (3) «Biografia || de || D. Tiburcio de Redin, Baron de Bigüezal, || por || el Marqués

del Amparo. || Madrid: || Imprenta y librería de Don Eusebio Aguado.—Pontejos 8. ||1861.» Folleto en 4.º de 60 págs.

Poseo en mi biblioteca, además de la edición conocida, un ejemplar de los que que-daron sin inutilizar de la primera tirada, que se rehizo «por contener erratas de consi-deración en el 2.º pliego.»

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Análogo trabajo de sintesis ha realizado en nuestros días, con éxito y fortuna, el Sr. Don Julio Puyol, quintaesenciando en uno manual el repe-tido libro del P. Mateo (1).

Digo con éxito y fortuna porque esta edición, eminentemente popular, es la que más ha contribuido a recordar a los lectores de ambos continentes las novelescas aventuras del soldado impenitente y calavera, y las edifi-cantes virtudes del lego misionero encargado de expiarlas.

En varias notas insertas al fin de su compendio, resume el Sr. Puyol cuantos materiales pudo reunir a su vez para ilustrar el contenido de la obra.

Como se ve, todos estos autores pusieron lo que estuvo de su parte a contribución de tan laudable empresa, más fuerza es significar que, a pesar del buen deseo que les guió y aplaudimos sin reserva, no rindió su labor lo que correspondía a las decisiones de su aptitud y de su esfuerzo. Por-que lo cierto es—como se verá—que están por concretar y definir la mayor parte de los hechos conocidos, y por investigar los demás cuya premedita-da omisión abona la sabrosa y peculiar índole que había de informarlos.

De ahí que la tarea reconstruir la vida de nuestro caballero deba ser objeto preferente para quienes estén en condiciones de realizarla, y de ahí también que creamos llegado el momento de estimular a los demás ofreciendo a la crítica el resultado de nuestra labor, en el noble y único de-seo de contribuir a sus avances.

La tarea es penosa, cierto; mas aunque su fruto no esté a la altura de los afanes desplegados en su desarrollo, el investigador dará por bien em-pleada su fatiga, si a trueque logra un atisbo de verdad y puede confirmar sus presunciones con testimonios inéditos cuya calidad preste especial in-terés a sus escritos.

Tengo la seguridad de que el día que podamos contar con una biogra-fía imparcial de Redín en su doble aspecto de misionero capuchino y de soldado, podrá brindarse a la curiosidad de nacionales y extranjeros toda la gama de contrastes apetecible en el carácter de quien, por encarnar los defectos y las virtudes de su ambiente y de su raza, puede muy bien ser considerado como uno de los perfiles más típicos y representativos de la época en que la conciencia nacional española resurgió, y supo deslumbrar al orbe con los fulgurantes destellos de su gloria.

Y vamos al asunto:

(1) «Procuraré, pues, dar al lector noticia sucinta de la vida de este personaje, re-duciéndola a las proporciones que requiere su importancia, mucho menor, sin duda, de la que el P. Anguiano supuso que tenía ...» Puyol, obra citada, p 11.

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CUANDO MURIÓ DON CARLOS DE REDÍN. NOTICIA DE SU

ORIUNDEZ Y MATRIMONIO.

En 15 de Septiembre de 1597 (1) falleció en su residencia de Pam-plona, señalada en nuestros días con el número treinta y siete de la calle Mayor, un ilustre caballero veterano de Lepanto.

Llamábase Don Carlos de Redín y de Redín y descendía, por lí- nea recta de varón, del esclarecido solar de su apellido que, además de navarro, era palaciano y de los de cabo de Armería.

Fué Don Carlos señor del palacio y lugar de donde su linaje pro-cedía, y en él vió la luz primera (2). Poseía también las pechas del lugar de Bigüezal, que ubicó la Baronía de este nombre.

Por su enlace con Doña Isabel Cruzat de Esparza y Artieda, da-ma de la alta aristocracia navarra, estaba emparentado con distin-guidísimas familias de la imperial ciudad y del Reino (3).

Esta gran mujer de temple varonil, que no cedía al marido ni arrestos ni nobleza, acató con sumisión las decisiones del Altísimo, y llena de santo celo se abrogó la difícil tarea de educar por sí misma la prole numerosa con que Dios había bendecido sus ejemplares des-posorios.

(1) Archivo Parroquial de San Saturnino de Pamplona, libro 1.º de Difuntos, folio 8. Consigna la partida que Don Carlos murió sin hacer testamento.

(2) Consta su naturaleza en las informaciones geneológico-nobiliarias de los hijos, y que él lo era de Don Juan de Redín, Señor de Redín y natural de este lugar, y de Doña María de Redín natural de Pamplona.

(3) REDÍN: Lugar del valle de Lizoain en el tercero partido de la merindad de San-güesa, arciprestazgo de Ibargoiti, obispado de Pamplona, reyno de Navarra. Está si-tuado a la falda de un monte robledal... La población consiste en catorce casas útiles y una arruinada, con 70 personas.

[Diccionario Geográfico-histórico de España, por la Real Academia de la Historia,

Sección 1ª Madrid, 1802, Imp. de la Viuda de Ibarra, Tomo II p. 269.] BIGÜEZAL: Lugar del valle de Romanzado del primero partido de la merindad de

Sangüesa, arciprestazgo de Ibargoiti, obispado de Pamplona, reyno de Navarra. Se halla en un sitio muy elevado rodeado de montañas. Hay en él (en el camino de la Foz

de Arbaion) unas cuevas muy profundas, y todo contribuye a que el sitio sea formidable. [Ibidem: Tomo 1.º, p. 177.] ORIZ: Lugar de señorío del valle de Elorz en el cuarto partido de la merindad de

Sangüesa, Arciprestazgo y Obispado de Pamplona, reyno de Navarra. Su situación es en terreno llano y ayroso... La población es de once casas con 74 personas.

[Ibidem: Tomo II, p. 211.] Doña Isabel Cruzat era hija de Don Martín Cruzat, y ambos naturales de Oriz, habien-

do sido su madre Doña Catalina de Esparza y Artieda, natural del Palacio de Artieda. La casa-palacio de Oriz, aunque desprovista de los cuatro garitones qne flanquea-

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Contaba a la sazón 13 años el mayor de los hijos que se llamaba Juan, y a penas un mes el menor de todos ellos, a quien se había im-puesto con las aguas bautismales el nombre de Tiburcio.

DON CARLOS DE REDÍN Y DON JUAN, SU PADRE, USARON EL DICTADO DE BARÓN DE BIGÜEZAL.

Dice en su citado «Nobiliario» el Sr. Marqués de Santa Cara, que el título navarro de Barón de Bigüezal fué creado por la Majestad de Don Felipe IV en la persona de Don Miguel de Redín y Cruzat, Almirante que fué de la Armada española, de quien más tarde ha-blaremos.

Mas luego anota la creencia de que esa concesión es, a su juicio, una mera confirmación de la regia merced, que debió referirse a Don Carlos de Redín, padre del relacionado, que se firmaba como Ba-rón de Bigüezal y como tal fue tratado en documentos oficiales. (1)

En efecto; en un instrumento solemne cual es la cesión que Don Juan de Redín hizo a su hijo Don Carlos de todos los bienes, dere-chos y acciones de su señorío y mayorazgo el día 9 de marzo de 1589, aparece el cesionario con el título de Barón de Bigüezal co-rroborando tal supuesto. (2)

ban sus perfiles, es todavía uno de los más bellos ejemplares de la arquitectura civil navarra del renacimiento. Le escalera y las bovedillas de los techos presentan, como elementos decorativos en la yesería, los armiños de Cruzat junto a motivos y medallo- nes de la época y el estrado conserva la primitiva decoración de su paramento, trata-da al temple con un artístico trasunto de la batalla de Mühlberg, al parecer contem-poráneo del suceso, y avalorado de curiosas inscripciones.

En esta «casa grande» como la llamó Enrique Cock, arquero de Su Magestad y notario y escribano público de Felipe II, durmió este glorioso Monarca el 19 de No- viembre de 1592, para hacer al día siguiente su solemne entrada en Pamplona.

[Cock (Enrique) «Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592. Ed. Morel-Fa-

tio=Rodríguez Villa.—Madrid. Tello: 1879», p. 64.] (1) Nobiliario citado, tomo 2.º p. 11, y 3.º p. 180. (2) «Doy ffe y testimonio..... yo Jheronimo de Sarassa, Escribano publico del Rey

Nuestro Señor en este su Reyno de Navarra... que a los nueve dias del mes de março proximo passado deste pressente año de 1589 Don Joan de Redín Señor de Redín hizo y otorgó una escriptura pública de convenios y obligación por mi pressencia en favor de Don Carlos de Redín Barón de Bigüeçal su hijo e subçessor, por la qual entre otras cossas el dicho Don Joan de Redín hizo rrenunçiaçion, dexacion, cession y traspasso de todos los drechos y açiones rreales y personales y qualesquiera otros que a y tienea los palaçios del dicho lugar de Redín y su señorío e Mayorazgo..... Pamplona 2 de Mayo de 1589».

[Arch. de Navarra.—Reino: Protonotaría, Lib. 1.º fol. 25.]

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De la fecha indicada data por tanto el ejercicio de la jurisdicción que Don Carlos ejerció sobre el señorío de Redín, por cuyo palacio fué convocado a las Cortes que se celebraron las años de 1593 y 1596, como consta de los libros Reales de la Protonotaría a los que acabamos de hacer referencia (1).

De ser como sospecha nuestro amigo, Don Carlos hubiera sido el primer Barón de Bigüezal, mas su cédula de acostamiento designa al padre, a Don Juan de Redín, con dicho título; lo cual arguye una mayor antigüedad, virtual cuando menos en el uso, que anoto y no profundizo por no alargar con digresiones este tema. (2)

HIJOS QUE TUVIERON DON CARLOS DE REDÍN Y DOÑA ISABEL CRUZAT

DURANTE SU MATRIMONIO.

Están contestes los autores en cuanto al número de los hijos na-cidos de este enlace. Determinan el número de siete (cuatro de ellos varones, los restantes hembras), y agregan a la cifra la relación de su nacimiento enunciándolos ordenadamente, como queriendo robus-tecer la afirmación a falta de datos concretos que la justifiquen (3).

(1) Ibidem. Folios 29 y 46. (2) «Teniendo consideración a lo que Don Carlos de Redín nos ha servido en Italia

y Flandes siendo aventajado y en el Nuestro Reyno de Navarra en las ocasiones de paz y guerra que se han ofrecido y que también lo ha hecho Don Juan de Redín su padre Varón de Vigüezal, cuio dize que es el Palacio de Redin en el Nuestro Reyno de Na-varra y sus passados, le habemos hecho merced como por la presente se la hazemos de quarenta mill mrs. moneda destos Nuestros Reynos de Castilla o su justo valor para que los goze en cada un año durante su vida, o, hasta que se le haga otra merced equi-valente, librados señaladamente sobre los derechos de Nuestras rentas reales de las ta-blas del general de saca y peaje del dicho Reyno de Navarra.... San Lorenzo 18 de Ju-nio de 1588.»

Está reportada por Don Francisco de Huarte. [Archivo de Navarra .—Comptos: Mercedes Reales: libro 13, fol. 157 vuelto.] ACOSTAMIENTO: Rentas a vida, o a voluntad, o regalos por una vez, que solía dar el

Rey en remuneración de algunos servicios... Los acostamientos fueron muy comunes en Navarra, aun después de la unión a Castilla, cuyos monarcas concedían rentas vitali-cias, con dicho título, en remuneración de servícios hechos a la corona.

[Yanguas: Diccionario de antigüedades del Reino de Navarra. Pamplona, Goyeneche,

1840. Tomo I, p. 5.] (3) «De este matrimonio habían nacido cinco (sic)—quiso decir siete —hijos, cuatro

de ellos varones... Don Juan ... Don Martín... Don Míguel Adrian... y, por último Don Tiburcio» ... «Las hembras fueron tres; calla la crónica los nombres de las dos primeras y agrega que la tercera que se llamó Doña Rosa, fué la sucesora de Don Tiburcio.»

[Puyol, op. cit., p. 15.] Conforman las precedentes líneas con las aseveraciones de Anguiano, Marqués del Amparo, etc. y ahora trataremos de puntualizar su error con el fin de rectificarlo.

—344—

Nuestras investigaciones acerca de este punto nos permiten rec-tificar esas noticias en cuanto al número de hijos y en cuanto al or-den de su nacimiento, en forma tal que podemos decir fueron cinco,cuando menos, los varones, y verosimilmente cuatro, las hijas, con arreglo al esquema genealógico siguiente:

Del matrimonio de Don Carlos de Redín y de Redín, Señor de Redín y Barón de Bigüezal, y Doña Isabel Cruzat de Esparza y Artieda fue-ron hijos:

I.—Doña Margarita de Redín y Cruzat, bautizada en 1583.

II.—Don Joanes de Redin y Cruzat, bautizado en 1584.

III.—Don Miguel Adriano de Redín y Cruzat, bautizado en 1588.

IV.—Doña Juana (?) de Redín y Cruzat, bautizada en 1589. (?)

VI.—Doña María de Redin y Cruzat, bautizada en 1591. (?)

V.—Don Martín de Redín y Cruzat, bautizado en 1590.

VII.—Doña Rosa (?) de Redin y Cruzat, bautizada en 1593, QUE SIGUE

VIII.—Don Carlos de Redín y Cruzat, bautizado en 1595, y

IX.—Don Tiburcio de Redín y Cruzat, bautizado en 1597.

Al tratar de cada uno de ellos en particular señalaré con prue-bas documentales su existencia, a reserva de explicar la razón de ha-ber puesto el signo interrogante a los apartados que lo llevan.

EXTINCIÓN DE LA LÍNEA MASCULINA DE LOS SEÑORES DE REDÍN.

Parecerá extraño a quienes hayan fijado la vista en el cuadro precedente que fuera una hembra, Doña Rosa, la continuadora de la casa, figurando en su genealogía con el número VIII y siendo por añadidura tan crecido número de hijos varones en los que parece debiera haberse perpetuado la gloria del apellido y el linaje.

Pero más extrañarán todavía, si se recuerda que siendo Doña Rosa la menor de las hijas hubieron de recaer en su descendencia eltítulo y los bienes patrimoniales de Redín, después de haberse reti- rado del mundo el menor de los hermanos varones en quien estaban vinculados, juntamente con todas las esperanzas de la casa.

Para llegar a la explicación de este caso (que no es tan raro co-mo pudiera creerse en achaques genealógicos), se hace preciso per-filar en breves trazos el carácter de los primeros Barones de Bigüe-zal por los elementos de juicio que puede ofrecernos para discernir-lo con visos de certeza.

—345—

CARÁCTER DEL BARÓN Y ESTADO DE SU HACIENDA

AL TIEMPO DE SU MUERTE.

Por el fruto conocerás el árbol, y por las obras del hijo las del padre.

La vieja tradición marcial de los Redín llevó a Don Carlos por el sendero de las armas, desviándole de la carrera de las leyes don-de también se distinguieron los Redines (1).

Sus once años de bien cumplidos servicios en Flandes y en Italia, bastarían para cimentar las obras de su fama si no las eclipsara el hecho de haber peleado contra el turco a las órdenes del Serenísimo

(1) Buen ejemplo de ello, aparte de los Redines que ejercieron cargos en los tri-bunales de Navarra según se deduce del registro de sus nombramientos, nos ofrece la vida del Doctor Don Juan de Redín y Cruzat, vástago de otro entronque anterior de estas dos ilustres familias.

A la amabilidad del M. I. Sr. Don José María Sanz, Canónigo de la Catedral de Tarazona y a la mediación del respetable Vicario Capitular de aquella Diócesis mi distinguido amigo y paisano Don Justo Goñi e Izura debo la nota biográfica del Doctor de Redín, siguiente:

«D. Juan de Redín y Cruzate. Natural de Pamplona y de noble familia. Doctor en derecho civil y canónico.

Fué muchos años Magistrado en las cancillerías de Valladolid y la Coruña y de los Reales Consejos de Navarra y Castilla

Escribió una obra De Majestate Principis muy apreciada y otra sobre entredichos que no llegó a imprimirse. Presentóle Felipe II para el Obispado de Tarazona del que tomó posesión en 1577 y murió en 1584.

Visitó la diócesis y celebró sínodo en 1581, teniendo una gran cuestión con los de Calatayud que se negaban a concurrir y que hubieron de hacerlo obligados por el Me-tropolitano y el Rey ante quienes habían acudido.

Obligó a las monjas de S. Benito de Calatayud a guardar clausura cumpliendo lo dispuesto por el Concilio Tridentino. Llegó el asunto hasta el Papa que mandó que to-das las que profesaran en adelante se sometieran a la perpetua clausura.

Dícese que la Abadesa tenía asiento entre los del Ayuntamiento, si quería asistir a los festejos públicos.

Siendo anciano nombró el Sr. Redín por auxiliar suyo con título de Visitador a don Fray Antonio García, monje cisterciense y obispo titular de Utica.

El nombramiento hecho sin intervención de la Santa Sede ni de la Corona, es de 1.º de marzo de 1584.

Este auxiliar había sido Abad de Piedra y Vicario General del Arzobispo D. Fer- nando de Aragón, como puede verse en el catálogo de Abades del Real Monasterio de Ntra. Sra. de Piedra.»

De este Don Juan dice Anguiano (p. 9), que nombró heredero a Don Carlos de Re-dín su sobrino en virtud de la licencia que obtuvo para testar, aunque por haber repar-tido casi todos sus bienes, que eran cuantiosos, entre los pobres, fué la herencia tan escasa de sumas como larga en méritos.

—346—

Sr. Don Juan de Austria en la naval batalla de Lepanto, «la más memorable y alta ocasión, que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las muy vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos V, de felice memoria», según el dicho lapidario de Cervantes (1).

Fué el Señor de Redín tan sagaz y ducho en azares de gobierno que su consejo pesaba de continuo en los Virreyes de Navarra, tanto en ocasiones de paz como de guerra.

Las Cortes del Reino a las que, como queda especificado, era convocado por derecho de su casa, le confiaron en más de una oca-sión negociaciones de importancia, acrecentando con ello su pres-tigio. La ciudad a su vez le propuso para Alcalde por el turno de San Cernin, según los estatutos del «Privilegio de la Unión» y, en 1587, fué confirmado y juró el fiel cumplimiento de las obligaciones de su cargo (2).

Murió de consiguiente lleno de días y de méritos, pero dejando tan alcanzado de deudas el patrimonio solariego que con haber sido extenso no respondía, ni con mucho, a las circunstancias ni estaba de acuerdo con las obligaciones de su rango (3). ¡Tiempos felices aquellos en los que en pos del ideal se desbarataban no sólo las ha-ciendas propias sino las agenas, ante las gradas de la monarquía y en los sagrados altares de la patria!

(1) Cervantes. Prólogo de las Novelas Ejemplares. El Archivo de la Casa de Guendulaín conserva una certificación del Virrey Mar-

qués de Almazán relativa a los servicios prestados por Don Carlos. (2) [Archivo de Navarra.—Comptos: Mercedes Reales, Libro 13, fol. 85] Se le ex-

tendió el Título en 16 de Septiembre como a «persona de bien, hábil y suficiente» y ju-ró el cargo en el siguiente día.

(3) Confirman este extremo que por regla general se recalcaba y aún exageraba en los memoriales aunque a base de hechos ciertos, las cédulas comprensivas de los acos-tamientos concedidos por los Reyes a los hijos de Don Carlos, según podrá verse al hablar de cada uno de los que lograron su disfrute.

Una curiosa valoración de los bienes urbanos de Pamplona hecha en 1617 con oca-sión de la general del Reino a resultas del pleito de las merindades sobre pago de cuarteles, contiene la partida que sigue:

«Calle Mayor:

RENTA DE LAS CASAS

309.D.ª Isabel Cruzat.

cassa

60 d.s

Itten, declaró Doña Isabel Cruzat viuda de Don Carlos de Re-dín tener la cassa en que al pressente vive, que con lo que tiene alquilado y lo que vive valdrá sesenta ducados, y firmé

DOMINGO GOMEZ DE HEREDIA, Escribano.

[Archivo de Navarra.—Comptos: Papeles sueltos.— Legajo 102, número 4.]

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He señalado estos detalles, más que por su importancia intrínseca por la conexión que indudablemente tienen con los destinos de la fa-milia que estamos historiando, y porque en ellos está la clave de las dificultades con que hubo de luchar Doña Isabel Cruzat para sacar a flote su familia, hasta salir victoriosa de tan delicado y arduo cometido.

NOTICIAS DEL TEMPLE DE DOÑA ISABEL Y DE LA EDUCACIÓN

QUE DIÓ A SUS HIJOS.

Réstanos decir algo ahora del temperamento de Doña Isabel, pa-ra completar la idea del ambiente en que se desenvolvía.

La influencia que ejerció sobre sus hijos fué terrible y decisiva, llegando a modelar su espíritu en tal forma que al decir de quien te-nía motivos de saberlo, el famoso P. Moret de quien luego hablare-mos, «sobrepasaron los cotos de lo humano en tanto grado que no hay en todos ellos uno tan solamente que fuese excepción entre los héroes». El mismo autor añade, aludiendo a su conjunto, que hubie-ra dado al solar de oriundez los mejores lustres «aunque la casa de los Redines hubiese sido desconocida», y hay que reconocer que semejante frase que pudiera parecer hiberbólica es, en su mejor par-te, obra de la intransigencia y circunspección empleados por Doña Isabel en la educación y avío de sus hijos.

¡Así salieron ellos de avisados! Pocas noticias han llegado a nosotros en orden a la manera de

ser de la honesta señora, pero las que conocemos son más que sufi-cientes para dar idea cabal de cómo era.

Sábese de ella que jamás permitió a sus hijos que entraran en su habitación particular y que nunca pudo tolerar que permanecieran cubiertos o sentados estando ella presente, a menos de preceder la licencia del caso, que a las veces negaba.

Que tanto era el rigor con que corregía sus faltas que incluso llegaron a temerle, «más que a los numerosos escuadrones, contra quienes ordinariamente peleaban».

Sábese también que por haber desbarrado su hijo Don Martín en una palabra «menos atenta» le reprendió ásperamente «y le tiró un cuchillo que tenía en la mano», por haber ocurrido el lance es-tando sentados a la mesa, no obstante ser ya Don Martín entrado en años y gran Prior a la sazón de los caballeros de San Juan en Na-varra.

Finalmente, que en cierta ocasión que quiso visitar a la virreina la dueña encargada de anunciarla «se descuidó en decir su nombre

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propio» poniendo en su lugar el de «la madre del Gran Prior» lo cual oído por la interesada provocó sus iras y sirvió de escarmiento a la oficiosa dueña que por un instante olvidó que Doña Isabel «suponía»por sí misma sin su hijo... (1).

Por lo demás era piadosa en alto grado y muy dada a ejercicios de devoción y a recordar el valor de su marido y las antiguas tradi-ciones de su casa.

Por todo lo dicho no puede ponerse en tela de juicio que su ex-tremada rigidez mantuvo limpio el legado espiritual de su marido y que gracias a ella perduró el esfuerzo de aquel brazo vigorizándose en los hijos, quienes con la espada y con la cruz superaron sus haza-ñas en tal forma, que al fenecer con ellos la estirpe de Redín se ago-taron de súbito las generosas virtudes de su raza.

UN PRECURSOR DE FR. FRANCISCO. EL ERMITAÑO

DE SANTA CRUZ DE ORIZ.

Padre de Doña Isabel fué Don Martín de Oriz, natural y Señor del lugar de su apellido. Se sabía de él, por una nota genealógica con-servada en el expediente de pruebas incoado para ingresar su nieto Don Tiburcio en la Orden de Santiago, «que después de haber en-viudado murió carmelita descalzo» (2). A este interesante dato que pudiera señalar una de las influencias que determinaron la vocación de Don Tiburcio y la de sus hermanos que abrazaron la vida reli-giosa, podemos agregar que los escritos que de Don Martín Cruzat subsisten, le hacen «residente en la hermita de Santa Cruz de Oriz» que sólo abandonó en ocasiones importantes como la de ser padrino de bautizo de alguno de sus nietos (3).

Una cédula Real fechada en Madrid el 23 de Abril de 1583 dice de D. Martín el viejo, que «por haberse recogido a una hermita renunció el dicho lugar y toda su hacienda a Martín Cruzat su yerno y que pa-ra mejor servir a nuestro Señor ha determinado hacerse sacerdote». En su virtud y la de sus servicios—agrega—se traspasa a Don Mar-tín la merced de acostamiento que su suegro había disfrutado, con cargo a los servicios de Navarra (4).

(1) Anguiano; op. cit. cap. II del libro 1.º (2) Puyol, Ibidem, p. 123. (3) Archivo parroquial citado: Partida de bautizo de Don Joanes de Redín que cita-

remos. Otro hermitaño, el P. Joan fué padrino de Doña Margarita. (4) Arch. de Navarra. Comptos: P. S. Legajo 19, Carpeta 36. Año dicho.

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SUMARIO BIOGRAFICO DE LOS HERMANOS DE FR. FRANCISCO

DE PAMPLONA.

Los datos preinsertos exigen un breve resumen biográfico de las figuras formadas en su ambiente. Mas dentro de la brevedad tendrán cabida en él cuantas noticias de interés han puntualizado las investi- gaciones practicadas al objeto.

A parte de lo absolutamente inédito, he creído muy del caso ex-humar un libro impreso en cuya dedicatoria se contienen referencias particulares que no han sido reunidas ni utilizadas conforme era menester por llevar el autorizado aval del P. Moret, inmortal ana-lista de Navarra.

Tal es el «Obsidione Fontirabiæ» dedicado por el docto jesuita a Don Martín de Redín, diez y seis años después de haberse efectuado la liberación de la fronteriza urbe guipuzcoana, tan ligada a los des-tinos de Navarra y a la historia militar de Don Martín en aquellas memorables jornadas (1).

La circunstancia de mediar una estrecha y sincera amistad entre los Moret y los Redín presta doble valor a los encomios del cronista.

(1) La primitiva edición, en latín y tamaño de 24.º, lleva el pie de imprenta de Lyon y data de 1656. En la portada bellamente grabada de este precioso librito se lee:

«R. P. Josephi Moreti. Pampelon. e. soc. IesV de Obsidione Fontirabiæ libri tres. Sump. Ioan Couronneau.)»

De esta, obra se hizo una versión española reimprimiéndose la última vez en Tolosa al final de la edición popular de los Anales de Navarra. [Tomos XI y XII. Tolosa: Ló-

pez, 1880] La versión a que nos referimos y de la que desglosamos los juicios de Moret, con-

tenidos en la dedicatoria, responde a esta descripción: «Empeños de valor, y Bizarros || Desempeños, || o || sitio || de || Fuente-Rabia,|| que

escribió en latín el Rmo. P Joseph || Moret de la Compañía de Jesús, natural de la Ciu- dad || de Pamplona. || Sucedido el Año de. .. 1638. || Escrito en tres libros Año de ... 1654. || y || Traducido al castellano Año De 1763 || Con algunas Addiciones, y Notas || por ||

Don Manuel || Silvestre de Arlegui, natural, || también de la Ciudad de Pamplona, || y ||Maestro de Grammatica en la de || Sangüessa. || En la oficina, de Joseph Miguel de Ez-querro, || Impresor de los Reales Tribunales de Navarra»

1 Vol. en 4.º de 12 págs. (sin numerar) en el comienzo de Dictamen Censorio del P. Villacomer (Pamplona 24 de Junio de 1763), Aprobación de Fr. Miguel de San Benito (Pamplona 5 de Julio de 1763), Licencia del Ordinario, Lic. Don Manuel de la Canal (Pamplona 9 de Julio de 1763) Licencia, Tasa y Privilegio del Real y Supremo Consejo de Navarra (Pamplona 13 de Octubre de 1763), Fee de Erratas y Advertencia del tra-ductor al lector + 8 páginas con la Dedicatoria del P. Moret al Excmo. Sr. Don Mar-tín de Redín y Cruzat + 240 páginas con el texto de la obra + 32 págs. (sin numerar) al fin de Indice, Epílogo, Appendix y un Soneto del traductor a la Ciudad de Fuente- rabía.

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«A los hermanos de V. Exc. Caballeros muy esclarecidos—dice— los respetó siempre mi Padre, y los obsequió con mucha puntualidad mientras vivió, y bien sabe V. Exc. la estimación, que mútuamente hicieron de él; que por lo que a ellos les oyó, apasionándose por quien ya estaba difunto, se lastimó muchas veces de que anticipada la muerte lo hubiesse negado a su trato, (1).

Con todo ese bagaje y siguiendo el orden establecido en el esque-ma bosquejado, expondremos, brevemente también, el resumen del caso.

I.—DOÑA MARGARITA DE REDÍN Y CRUZAT.

Las únicas noticias reunidas acerca de la hija primogénita de los Señores de Redín son las que resultan de su partida bautismal data-da en Pamplona el 29 de Mayo de 1583 (2).

Al hallar la novedad de su existencia quise averiguar si por ven-tura sería la Hermana Juana de Jesús María, mediante el cambio que suele operarse en las más de las profesiones religiosas, pero la iden-tificación de la citada hubo de desvanecer semejante sospecha.

Doña Margarita debió de fallecer en la niñez, pues su nombre no aparece en las listas de confirmación subsiguientes al bautizo que registran las de Juan y Miguel, sus más próximos hermanos (3).

II.—DON JUAN DE REDÍN Y CRUZAT

En cambio, de Don Juan, del primero de los hijos varones del

(1) Obra citada, p. 2. A ella nos referíamos al hablar de la influencia de Doña Isabel en el carácter de sus hijos.

(2) Archivo Parroquial de San Saturnino de Pamplona. Libro 2.º de Bautizados, fol. 117.

(3) Los Registros de Confirmados de la misma Iglesia dan la nómina siguiente de los Redín durante aquella época:

Día 5 de Mayo de 1592.—Don Juan y Don Miguel de Redín. Día 8 de Marzo de 1598.—Doña Rosa, Doña Ana, Don Martín y Doña Juana de Redín. Día 30 de Noviembre de 1605.—Ana y Graciosa de Redín. Día 19 de Marzo de 1607.—Don Tiburcio de Redín. Finalmente el año 1615.—Doña María, Doña María y Don Martín de Redín. Hay que hacer constar que algunos de los confirmados eran hijos del matrimonio de

Juan de Redín y Leonor de Ituren enrolado en la misma parroquia, que tuvo los si-guientes hijos:

Joana (bautizada el 16 de Marzo de 1592.)—Joanes (el 4 de Diciembre de 1594.)—

Graciosa (el 24 de Marzo de 1598) y Fermín (el 14 de Junio de 1599). La identificación de esta familia puede hacerse mediante las deducciones que aportará seguramente el testamento del padre, cuya signatura protocolar señalaré más adelante.

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Barón Carlos de Bigüezal, llamado por ley natural a seguir los vínculos hereditarios y legales de la casa, hay copia de noticias.

Nacido en la antigua Iruña y bautizado en 25 de Abril de 1584 (1) recibió el sacramento de la confirmación el día 5 de Mayo de 1592 al mismo tiempo que su hermano Don Miguel, conforme se ha notado.

Se educó al lado de sus padres, completando su formación a la ve-ra del Obispo de Pamplona Don Juan Venegas de Figueroa, hombre de singular prestigio y sabiduría.

Muerto el padre y a pesar de haber entrado en posesión de los bienes de su mayorazgo, como atestigua el hecho de haber sido con-vocado como Señor del Palacio de Redín a las Cortes que se cele-braron el año 1600 (2), y habérsele transferido una Regia merced de 40.000 maravedises de acostamiento, se sintió llamado en plena ju-ventud por los apremios de la vida monástica, vistiendo para 1606 la venerable cogulla de los benedictinos (3).

En ella alcanzó los grados de Maestro y Doctor en sagrada Teo- logía, sentando cátedra en Hirache y plaza entre los salmanticenses más célebres de su tiempo en España: y fué en las letras lo que fue-ron sus hermanos menores en las armas.

Ocupó varias prelacías importantes pero donde más se singulari-zó fué en la Abacial de Oña a la que fué elevado en 1637 y murió cuando todavía se esperaban los mejores rendimientos de su inge-nio, alegre, cultivado y despierto.

Dicen sus biógrafos que falleció víctima de una prolija enferme-dad el 9 de Enero de 1642, al tiempo de hallarse en el Monasterio matritense de San Martín, a donde fué bien entrado el año de 41, privando con su muerte al Consejo de Castilla de preconizarle Obis-po de Puerto Rico, conforme con el deseo general de enaltecer de al-gún modo los relevantes méritos de su persona y los no menos exce-lentes de su casa (4).

(1) Ibidem, fol. 120. (2) Arch. de Navarra,—Reino: Protonotaría. Lib. 1.º, fol. 119.

(3) Así resulta de la Cédula de Acostamiento de Don Miguel Adriano de Redín de quien luego hablaremos.

(4) El P. Javier Baztán, S. J., publicó en el mismo Boletín (Tomo XV, p. 18) un ar-tículo intitulado «El P. Maestro Juan Redín y Cruzat» donde glosa los párrafos dedi-cados al insigne Doctor de Samanca por el P. Argaiz en su «Soledad laureada por San Benito y sus hijos en las Iglesias de España ... Madríd: 1675. Tomo IV» que es quien da la fecha de su muerte y quien inspiró al P. Barreda, lo que en su libro «Oña y su Real Monasterio» dice del P. Juan y de las importantes mejoras y reformas que se realizaron allí durante su mandato.

El Archivo de San Cernin de Pamplona contiene la partida de defunción de Joanes de Redín (Lib. 2.º, fol. 52) ocurrida en 4 de Noviembre de 1644. Este asiento debe refe-

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III.—DON MIGUEL ADRIANO DE REDÍN Y CRUZAT.

Fallecido Don Carlos de Redín y profeso su hijo y heredero Don Juan en la Religión de San Benito, recayeron los bienes de su pa-trimonio en Don Miguel Adriano, segundón de la casa.

Nacido a su vez en Pamplona, recibió las aguas bautismales en la parroquia de San Cernin el día 15 de Marzo de 1588 (1) y muy jo-ven abrazó la carrera de las armas con ánimo de reverdecer los lau-reles conseguidos en ella por su padre.

Tanto apego cobró a la milicia, que no fueron bastantes las obli-gaciones de la sangre para que solazara sus fatigas en la holganza.

Distinguióse en Flandes y en Italia, así como en la conquista y asedio de Larache.

Estuvo en Indias; fué capitán de mar y guerra, maestre de cam-po del tercio de la Armada, gobernó en Cádiz y fué digno de la ve-nera militar de Calatrava que ostentó su pecho.

Desde que sucedió en Redín, cuantas veces se reunieron las Cor-tes de Navarra fué convocado para asistir a sus periódicas asam-bleas, hasta la fecha de su muerte (2).

Por Real Cédula de 1606 se le confirió el disfrute de los 40.000 mara- vedises de acostamiento qua gozaba su hermano y por la explicada del año 1631 fué confirmado en la Baronía de Bigüezal, título que como queda dicho, usaron sus mayores.

Tras un épico combate naval contra los holandeses, ocurrido en la conquista de la Isla de San Martín en aguas de la Habana, murió la muerte de los héroes y fué enterrado, con muestras de duelo ge-neral, en dicha urbe, tras la conquista de la Isla y de haberse fran-queado el mar a los navíos españoles.

rirse al jefe de la segunda familia de Redines que hemos mencionado y es interesante porque señala que el difunto testó ante Martín de León, escribano, cuyo protocolo es-clarecerá la relación de ambas familias, si es que la tuvieron.

A propósito del alegrísimo humor del Maestro Redín, el P. Baztán recuerda la anécdota que recogió, atribuyéndola al ingenioso Monje de su Orden, el inmortal P. Fei-jóo y Montenegro en sus «Cartas Eruditas, y curiosas» (Tomo 2.º, Carta 7.ª, n.º 30).

Dice en ella que estando el P. Redín próximo a la muerte, se alegró por anticipado de que se consumara para no oir los gerundianos elogios que un viejo predicador del mismo Monasterio le anunció estar preparando con destino a la solemne función de sus, exequias.

(1) Ibidem. Bautizados, lib. 2.º, fol. 132. (2) Arch. de Navarra.—Reino: Protonotaría. Años 1604, 1607, 1611, 1616, 1620,

1624 (Libro 1.º, folios 127, 134, 145, 156, 179, 194) 1628 y 1632 (Libro 2.º, folios I y II.)

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He conseguido determinar la hasta hoy incierta fecha de su muer-te que ocurrió el día 15 de Septiembre de 1633, que consta en los Registros de la Tesorería de Navarra por lo que atañe a la pensión que allí cobrada (1).

Contaba Don Miguel 45 años y el grado de Almirante de la Ar- mada.

«Bien se puede decir,—comenta Moret—(2) que murió viejo, pues con sus hazañas labró una fama, que durará largas edades.»

IV.—DOÑA JUANA DE JESÚS MARÍA DE REDÍN Y CRUZAT.

Al hablar de Doña Margarita de Redín señalamos el hecho de haber escapado su existencia a quienes de las cosas de Redín tra- taron.

Otto tanto puede decirse de las restantes hermanas si se hace una salvedad para Doña Rosa que es, entre los últimos Redín, la única que tuvo descendencia.

Anguiano advierte (y como de pasada) de las TRES hijas cuya existencia constata, que fueron «todas señoras virtuosas y de pren-

(1) «D. Miguel de Redín cuyo dize que es el Palacio de Redín y las Pechas de Vi-gueçal en este Reyno» relaciona «que por una Nuestra Cédula de postremero de no-viembre de 1598 hizimos merced a Don Juan de Redín su hermano mayor de 40.000 ma- ravedises de acostamiento en cada año y que por haberse entrado el dicho su hermano en religión ha sucedido en el dicho palacio y han quedado vacos los dichos 40.000 ma-ravedises de acostamiento suplicándonos que teniendo consideración a lo susodicho y a que el dicho palaçio es de cabo de armería y casa solariega y que los dueños della an sido llamados a cortes de esse Reyno y a que Don Carlos de Redín su padre llevó el drecho de acostamiento el cual sirvió a Nuestra corona Real en Italia y Flandes por tiempo de once años y en todas las ocasiones de paz y guerra que en tiempo del Rey mi señor que esté en el cielo se ofrecieron y a que el dicho Don Miguel de Redín y otros cinco hermanos que tiene han quedado con tan poca hazienda que no tienen con que po-derse sustentar por las muchas obligaciones que el dicho su padre les dexó»... Con-cédeme los 40.000 mrs. solicitados, moneda de Castilla, con cargo a los servicios que Navarra otorgare.—Madrid 4 de Julio de 1606».

[Arch. de Navarra.—Comptos: Mercedes Reales. Libro 19, folio 246 vuelto.] «Don Miguel de Redín.—A Don Miguel de Redín setenta y tres mil y nobenta y nue-

be mrs. por lo corrido de su acostamiento desde primero de henero de 1632 hasta 15 de septiembre de 1633—que murió. —Recibiolos Sancho de Monreal, Depositario General de este Reyno, de que dió dos cartas de pago en Pamplona a 26 de Septiembre de 1638 y 14 de Noviembre de 1639, ante Martín de Uribarri y Sebastian de Olondriz.»

«Quenta dada por Miguel de Iribas, Regente de la tesorería. Años 1632-36.» [Arch. de Navarra: Comptos.—Registro 314 de Tesorería, fol. 83.] Las cartas de pago que se mencionan se conservan en los legajos correspondientes

de la Cámara. (21 Obra citada, fol. 3 de la Dedicatoria.

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das muy loables» (1). Y conformes con él los demás tratadistas que las mencionaron, dicen de una que fué religiosa benedictina en el mo-nasterio de Lumbier, de la otra que fué carmelita descalza en el con-vento de Pamplona, y de la tercera, Doña Rosa, que fué la suceso-ra de Don Tiburcio. Como se ve todos pasaron por alto los nombres de las monjas, sin duda porque no plugo a su paternidad averiguarlos.

Nosotros comenzaremos por la carmelitana cuyo nombre nos de-paró la suerte al descubrir el testamento del «Capuchino español» que le consigna una manda.

Con este dato me dirigí a la observante comunidad de las Madres Descalzas de Pamplona y su virtuosa Priora, la Madre Angeles de Jesús, puso a mi disposición el libro de memorias del derruido con-vento de San José, fundado el año 1583, libro en el que se escribían las vidas de las hermanas difuntas.

Allí se insertó la de la Hermana Juana de Jesús María y allí mis-mo se conserva.

Según puede colegirse de la crónica, la Hermana Juana de Jesús María hubo de nacer en 1589 y profesó en 1604.

Destila un aroma tan candoroso y conventual la vida de la mon-ja carmelita, que no resisto a privar del encanto de su narración a los lectores y por eso, íntegramente, la transcribo:

«VIDA DE LA H.ª JUANA DE JESÚS MARÍA»

«La h.ª Juana de Jesús María fué hija de D. Carlos de Redín y D.ª Isabel Cruzat Sres. de Redín, y hermana del gran Maestre de San Juan D. Martin de Redín. Profesó año 1605. Esta religiosa padeció mucha falta de salud y la provó N. S. con artos tra-bajos. Fué muy dada á la oracion y trató de N. S. Esmeróse en la curiosidad y reveren- cia con que trataba las cosas del Culto Divino. Fué sacristana con mucha satisfacción de su cuidado y aseo, y en cuanto le daban lugar sus trabajos, muy fervorosa y cuída- dosa del cumplímiento de sus obligaciones. A esta religiosa le dió el mal de la muerte que fué mal de costado; duróle muy breves dias y en este tiempo quiso N. S. avisarla de su muerte en la misma celda, como ella misma lo confesó. Habia muerto poco habia una h.ª de velo blanco muy sierva de Dios llamada Amadora de Cristo. Estando como he dicho la h.ª Juana de Jesús con mal de costado, dijo que entre la pared y la cama ha-bian tocado la matraca y que la h.ª Amadora de Cristo la llamaba. Estaba la h.ª Juana con tanta igualdad y serenidad esperando la muerte, que habiendo recibido los Santos Sacramentos de la Iglesia y venido nuestros PP. ayudarle á bien morir, dijo se salie-sen un poco de la celda á desaogarse y tenia a la cabecera una religiosa que hoy vive que entendia de pulso, y le tenia pedido que le tubiese cuenta cuando hechaba de ver en él que se acababa; la religiosa cumplió lo que le pidió y reconociendo el pulso y co-nociendo en él que se llegaba su muerte se lo dijo. Ella calló por espacio de una avemaría

(1) Anguiano, p. 9.

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y luego dijo: en tal parte estaba, vi la bendita; tomóla con mucha devocion y asistida de nuestros PP. murió dichosamente: año 1639. Tenia de edad 50, y de religión 35.» (1).

V.—DON MARTÍN DE REDÍN Y CRUZAT.

Llama Moret a Don Martín de Redín, en las primeras frases de la Dedicatoria tantas veces mentada, «honroso complemento de los Re-dines, y gloria de los caballeros de Malta» y a fe que si no hubiera tenido el docto jesuita bien fundados motivos para calificarlo así y envanecerse de su afecto, nos sobrarían a nosotros para hacer bue-na la frase, después de ponderar toda la magnitud de su valía.

Vió la luz en Pamplona, en cuya ciudad y parroquia de San Sa-turnino le fueron impuestas las aguas del bautismo, el día 23 de Oc-tubre de 1590 (2).

Cursó las primeras letras en el Colegio de la Compañía de Jesús mostrando agudo ingenio en el aprendizaje y no poca disposición para la poesía.

Influido como su hermano Miguel por el relato de las hazañas pa-ternas y por la demasía guerrera de su temperamento, no le apun-taba todavía el bozo cuando «ya peleaba lejos de la patria contra el turco» (3).

En 1609 profesó en la Orden de San Juan en cuyo instituto reali-zó diversas legacías con puntualidad y discreción notables.

En 1632 le fué conferido el Gran-Priorato de los Caballeros de Navarra con el Señorío de las villas de Cabanillas, Ribaforada y Fustiñana, ultra las encomiendas de Calchetas y Leache, permane-

(1) Archivo Conventual de las Carmelitas Descalzas de San José de Pamplona.— Li-bro que comienza «J. M. J.: Este Convento de San José de Pamplona... se fundó el año 1583», p. 35 de la «Memoria de las Religiosas difuntas de este Convento». D. m. dare-mos a la estampa la totalidad de este obituario.

La razón de dar a la Hermana Juana de Jesús María este tratamiento, responde a que el libro se escribió para uso de la Comunidad donde el título de Madre se da en clausura a la Priora o a la que lo ha sido, y a las demás el de Hermanas. La Madre Su-periora o Vicaria del Coro, cuando está en el cargo se llama también Madre, mas al cesar vuelve a llamársele Hermana. Así me lo advierten las MM. Carmelitas para ma-yor exactitud y comprensión del protocolo de la Orden.

(2) Arch. parr. citado, Libro 2.º de Bautizados, fol. 144 vuelto. (3) Moret, p. 5. El Nobiliario de Argamasílla (p. 181 del tomo 3.º), especifica los

servicios prestados por el Eminentísimo Principe y Frey de la Orden de Malta.

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ciendo en el cargo, hasta 1652, por espacio de veinte años (1). Finalmente por defunción del Gran Maestre Lascaris, acaecida

en el convento de Malta en 14 de Agosto de 1657, fué elegido para el Gran Maestrazgo de la Orden y confirmado en él tres días más tarde según lo comunicaba el interesado a la Diputación del Reino de Nava-rra, en carta fechada diez fechas después en Mesina, desde cuya residencia atendía el Virreynato y Capitanía general del Reino de Sicilia (2).

Fué consejero de Guerra en la Corte de España; Maestre de Campo a la vera del Marqués de los Vélez en las guerras de fronte- ra, señalándose en Fuenterrabía, Galicia y Cataluña.

La dignidad de su Maestrazgo y las obligaciones de su desempe- ño le alejaron para siempre de su patria. En Malta se dedicó con ahinco al reparó y fortificación de las murallas que son el baluarte de la Isla, y sin querer limitarse a diseñar su traza unió más de una vez su esfuerzo manual al de los peones de la Orden, hasta agregar setenta y tres torres de cerco.

Enérgico hasta la postre de sus días, negóse a la jubilación que sus achaques recababan, muriendo en la sagrada Isla cuando la Cruz de su religión se cuartelaba con la solariega de su escudo:

«QUOD REDINAM CRUCEM MELITENSI TAM SIMILEM CERNIS OMEM

PRINCIPATUS ERAT:

IN HOC SIGNO VICIT IN HOC ET VINCET» (3).

Se contaban cinco días del mes de febrero del año 1660.

(1) El expediente de ingreso se conserva en el Archivo Histórico Nacional de Ma-drid. [Ordenes Militares.— Priorato de San Juan de Navarra: Carpeta 7.ª, n.º 25.283] y lo cita el Sr. Don Eufrasio de Munárriz Urtasun en su artículo «El gran Priorato de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusalén» publicado en el repetido Boletín, p. 47 del tomo X I.

(2) [Arch. de Navarra.—Reino: Sección de Negocios Eccos., etc., Legajo 2.º, Car- peta 63.] En carta del Barón de Bateville que se conserva en dicha carpeta, comunicaba éste al Reino la elección de Don Martín y que se había hecho cargo accidental del gran maestrazgo hasta el arribo del electo a la Isla el Mariscal de Gerlande. (10 de Octubre de 1657.)

Las minutas de respuesta que allí mismo se conservan muestran a las claras el re-gocijo que causó dicho nombramiento «premio debído a lo grande de sus méritos...»

(3) Así reza la inscripción colocada con las armas del Gran Maestre en la fachada de la casa de los Redines de la capital, por acuerdo de la ciudad de Pamplona.

La casa de Guendulain conserva un retrato de Don Martín procedente de la expli- cada, con una inscripción posterior a su muerte, y también un busto del mismo, repro- ducido del que se conserva en la Galería de los Soberanos de la Orden.

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VI.—DOÑA MARÍA DE REDÍN Y CRUZAT.

Idénticas razones a las alegadas en orden a Doña Juana de Re-dín, podemos aducir con relación a Doña María de Redín y Cru-zat, su hermana.

Esta vez ha sido Sor Fermina Baztán, Abadesa del Real Monas- terio de Benedictinas de Santa María Magdalena de Lumbier —olim

Lissao— quien con exquisita fineza y celo religioso ha satisfecho mi demanda informativa.

Por tanteo de probabilidades sospecho que Doña María nació, por el año 1591, ya que en los libros parroquiales correspondientes de Pamplona no existe ni su partida de bautismo ni la de la explicada Doña Juana (1).

Lo cierto es que en 1615 consta en la parroquia pamplonesa la confirmación de dos niñas de aquel nombre, una de las cuales es muy verosimil que sea Sor María (2).

Por una curiosa escritura que tengo a la vista y se conserva en el Archivo del famoso monasterio a que aludo, sabemos que el capí- tulo de Abadesa, Priora y Monjas celebrado en 19 de noviembre de 1609 (una de las religiosas era Doña Leonor Cruzat), contrató con Doña Isabel y Don Miguel de Redín, su hijo, el entrático en dicha santa casa y comunidad Doña María de Redín, hija y hermana de los señores otorgantes, y que estos ofrecieron la suma de 500 du- cados de a once reales cada uno para el día que la novicia profesa- ra, por acta notarial, que presenciaron por Don Martín Cruzat, bene- ficiado de la villa y Don Juan Mendióroz, abad de Redín, al otorgar- le por testigos (3).

Sabemos también por otra escritura formalizada en Pamplona el día 14 de junio de 1612 entre la propia Doña Isabel, por sí y en nom-

(1) Nada tendría de particular que hubieran nacido algunos hijos del matrimonio Redín-Cruzat lejos de Pamplona, dado que Don Carlos y su gente permanecieron fuera de la capital algunas temporadas, por ejemplo «en su agreste y recóndito Bigüezal, que encaramado en un repliegue de la bravía sierra parece—dice Santacara en su repetida obra (vol. 3.º, p. 180)—haberle comunicado, y a sus hijos, la fortaleza de sus enhiestas rocas y la pureza de sus ambientes».

(2) Arch. parroquial citado: Libro 2,º de Confirmaciones, post folio 212 (3) «Admisión de Doña María de Redín», autorizada por el escribano Juan Ruyz

Ibañes y reportada por Melchor Ruyz y Murillo [Arch Monasterial de la Magdalena

de Lumbier. Ligarza 4, número 19. Año 1619.] Son muy curiosas las cláusulas del con-trato para el estudio de las costumbres de la época,

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bre del precitado hijo que se encontraba en Larache, y Don Juan Ruiz Ibáñez procurador del monasterio, que ratificaba su capítulo haber recibido del secretario del Real Consejo Gaspar de Eslava, la suma de 240 ducados (demás y allende de otros cien que antes dió y pagó como depositario judicial de un censo de 2.000 ducados que Do-ña Isabel fundó sobre la Cofradía de labradores de Sangüesa), en ra- zón de la dote estipulada al propio tiempo que requería al susodicho procurador para el inmediato cobro del resto de la suma (1).

Este documento, a falta de otro más preciso, nos cerciora de que para el 19 de septiembre de 1609 Doña María había profesado en el convento, pues que en esta fecha facultó a la comunidad el Consejo de Navarra para resarcirse, con cargo a dicho censo, de las canti-dades reclamadas.

El Obituario de las benedictinas de la histórica abadía de Lum- bier señala, escueto y frío, el fin de la monjita, cuya vida debió de transcurrir plácidamente en la clausura cuando no ha dejado otras noticias de su tránsito.

Acaeció el día de la Asunción de la Madre de Dios, 15 de agosto de 1653, cumpliéndose según la regla monacal las ceremonias de su entierro y sufragios (2).

VII.—DOÑA ROSA DE REDÍN Y CRUZAT.

Réstanos añadir unas palabras con la biografía de Doña Rosa de Redín y la de Don Carlos de Redín su hermano inmediato, para dedicar un recuerdo final (suma de los que compendian los apun-tes que preceden), al más extraordinario de todos los Redines, a Tiburcio.

Bautizada en Pamplona el día 25 de febrero de 1595 (3) «desem- peñó también su parte por sus laudables costumbres la ilustre herma-na Doña Rosa, varonil en el ánimo, santa a lo antiguo, y para decirlo

(1) «Escrítura de los 240 ducados de la dote de Doña María de Redín», autorizada por Esteban de Subiza, escribano. [Ibidem. Ligarza 4, número 7. Año 1612 ]

(2) «Año 1653.—En quince de Agosto día de la Madre de Dios la Asunción del año 1653, murió Doña María de Redín, y se le hicieron los sufragios y honras, y se le dije-ron doscientas misas y se cumplió con todo.—D. Juan Domeño.—V. M. Convento.—» (Está rubricado.)

(3) Arch. parr. citado.— Libro 3.º de Bautizados, fol. 15. Hemos señalado con un interrogante el nombre suyo en el árbol, porque la partida que señalamos presenta ile- gible, por causa de humedades o reactivos, el nombre de la bautizada, pues aunque pa- rece ser la de Doña Rosa, pudiera referirse a alguna de sus hermanas cuya partida no se ha hallado hasta el presente

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en una palabra—sienta Moret, que bien la conoció—(1) muger, pero no de estos tiempos para que a nadie le quede duda de que la nativa virtud de los Redines, ni en el sexo padece decadencias».

La situación económica creada en el hogar por tan contínuas empresas militares obligole a representar al trono en demanda de alguna renta vitalicia que le pusiera en condiciones de afrontar el matrimonio, y la Soberanía accedió a la justificada solicitud donde se recordaban los méritos y servicios de su padre, los de sus herma-nos Miguel, Martín y Tiburcio y los de su tío el Doctor de Redín que hemos mencionado, concediéndole un acostamiento de 60.000 maravedises (2).

En 1629 contrajo nupcias con Don Fausto Francisco de Lodosa y Navarra-Mauleón, Señor de Sarría y Larrain y Copero Mayor de S. M. en el Reino de Navarra, recayendo en la descendencia de este matrimonio, por extinción de la línea varonil de los Redín, el título, mayorazgo, bienes y derechos de esta ilustre Casa que tuvo tan sin-gular acabamiento.

Antes de terminar preciso es hacer un importante inciso. Doña Rosa según hemos podido comprobar falleció en 14 de no-

viembre de 1637, año de extraordinaria mortandad ocasionada por la peste, (3) mientras que Don Tiburcio, el último hermano poseedor de

(1) Moret en su Dedicatoria, p. 4. (2) Merced de 60.000 mrs. en favor de Doña Rosa. «Y agora teniendo consideración

a que Don Carlos de Redín, natural del dicho Nuestro Reyno de Navarra Nos sirvió en diferentes ocasiones hasta que falleció, continuando esto mismo tres hijos suyos en los Nuestros estados de Flandes, Milán y otras partes, gastando ellos y sus predecesores sus haciendas y las agenas en Nuestro servicio, a cuya causa Doña Rosa de Redín hija del dicho Don Carlos de Redín y de Doña Isabel Cruzat su muger se halla sin docte competente para tomar estado conforme a su calidad, y acatando lo referido y a lo mu-cho y bien que el doctor Redín su tio Nos servió en Nuestras audiencias de Valladolid y Granada y Galicia, habemos tenido por bien de hazerle merced como por la presente se la hazemos a la dicha Doña Rossa, de sesenta mill mrs. en cada un año durante su vida, o asta que se le haga otra merced equibalente, librados señaladamente sobre los drechos de Nuestras Rentas Reales del general saca y peaje del dicho Nuestro Reyno de Navarra por sus tercios. Madrid 22 hebrero de 1620 años.»

[Arch. de Navarra, Comptos: Mercedes Reales, lib. 21, fol. 371.] (3) Las siguientes partidas determinan la fecha y especifican la inversión en man-

das pías de la mayor parte de sus últimos devengos en la Tesorería de Navarra, con-forme acreditan las siguientes partidas:

«Doña Rosa de Redín—Auto de la Cámara y Carta de Pago.» «Doña Rosa de Redín ciento y diez y nuebe mil quinientos ochenta y quatro marave-

dis que los hubo de haber corrido de su renta de sesenta y quatro mil maravedis desde primero de henero de mil y seiscientos treinta y seis hasta catorçe de noviembre de mil y seiscientos treinta y siete que murió. Reciviolos Don Fausto de Lodossa su marido

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la tenuta vincular, no había dispuesto todavía ni de sus bienes ni de sus derechos, si bien seguía el noviciado capuchino en Tarazona pre-parando sus votos.

De consiguiente, contra lo que han repetido los. biógrafos y ano-tadores de esta historia, no pudo Doña Rosa disfrutar de ellos sino su hijo Don Francisco de Lodosa y Redín en quien recayeron, jun-tamente con los que le correspondían por parte de su padre.

Transmitidos a la casa de Ayanz por el enlace de Doña Josefa An-tonia de Lodosa y Salcedo, (hija y sucesora de Don Francisco de Lo-dosa y Redín y nieta de Doña Rosa de Redín) Señora de este Pala-cio y Baronesa de Bigüezal, con Don Luis Ayanz de Arbizu, Conde de Guendulain; y de la casa de Ayanz a la de Mencos, por el casa- miento de Doña María Basilia Ayanz de Arbizu y Lodosa, Condesa de Guendulain y Baronesa de Bigüezal, con Don José Sebastián Men-cos y Arbizu, paran en la actualidad en poder del Excmo. Señor Conde de Guendulain y Barón de Bigüezal, Don Joaquín María Men- cos y de Ezpeleta, que disfruta de ellos juntamente con la grandeza de España que asume su condado.

en virtud de auto de la Cámara de que dió carta de pago en Pamplona a quince de mar-ço de mil y seiscientos y quarenta ante Martin Garai Escribano y Gregorio Belazquez.»

«Quenta que da Miguel de Iribas, Regente de la Thesoreria, año de 1636 y 1637.» [Arch. de Navarra.—Comptos: Registro 312 de Tesorería, fol. 16.] «Mas a Doña Rosa de Redín ciento y veynte y ocho mil mrs. que hubo de haver por

por la renta que hubo de 160 ducados en los dos años de 1634 y 1635 de que es esta quenta los quales se pagaron en la manera siguiente:

Los 52.380 mrs recibieron de Juan de Savalça, la dicha Doña Rossa y Doña Isabel Cruçat su madre como consta de carta de pago de Don Fausto Francisco de Lodossa como usufructuario de los vienes de la dicha Doña Rossa su muger, otorgada en Pam- plona a 28 de ebrero de 1638 ante Miguel de Escaniz, escribano, y los 75.720 mrs, restantes pagó Miguel de Iribas de los efectos del dicho Savalça, y como depositario de ellos en virtud de autos de la Cámara.

Los 20.000 mrs. dellos al Padre Gaspar Lopez, Procurador del Colegio de la Com-pañía de Pamplona a quien lo cedió Miguel Cruçat y Doña Juana Maria de Gongora, como testamentarios de la dicha Sra. Doña Rossa, como consta de carta de pago otor- gada en la dicha ciudad a 13 de março de 1640 ante Miguel Descaniz y los otros 20.000 en virtud de auto de la Cámara probeydo a ynstancia de los dichos testamentarios a ellos mismos para dar a los Padres Capuchinos como parece de carta de pago de los dichos Don Miguel y Doña Juana otorgada en la dicha ciudad a 17 de ebrero del dicho año de 1640 ante Martin de Leon escribano y los 35.720 mrs. a cumplimiento de la di-cha partida se pagaron al dicho Don Fausto Francisco, en virtud de auto de la Cámara de que dió cartas de pago en Pamplona a 25 de março de 1638 ante Miguel Descaniz, escribano de suma de 372 reales y otra de 60 ducados,

«Quenta de Juan de Sabalça, de la Tesorería General de los años 1634 y 1635.» [Ibidem. Registro 122, folios 39 vuelto y 40 recto.]

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VIII.—DON CARLOS DE REDÍN Y CRUZAT.

De Don Carlos de Redín puede decirse lo propio que anoté para Doña Margarita, la hermana primogénita.

Dan fe de su nacimiento los libros parroquiales de San Saturnino al determinar su bautizo en 25 de febrero de 1595 (1) pero ningúnotro dato he logrado obtener sobre el penúltimo de los Redinescuyo nombre no se interpuso al de Don Tiburcio cuando éste sucedió a su hermano Miguel Adriano con el tiempo.

Verosimilmente habría muerto niño, conforme presagia la caren-cia total de nuevos informes que añadir al también desconocido de que hubiera visto la luz este vástago de los Barones de Bigüezal, que Carlos se llamó como su padre y a quien parecía reservarse el ejer-cicio de las leyes en que tanto se distinguió aquel tío abuelo suyo que fué jurisconsulto en Navarra y Castilla, en Galicia Gobernador y Obispo en Tarazona. (2)

IX.—DON TIBURCIO DE REDIN Y CRUZAT

Según hemos repetido, Don Tiburcio fué el último de los hijos de Don Carlos de Redín y de Doña Isabel Cruzat.

Nacido en la residencia pamplonesa de sus padres, fué a su vez bautizado en la Iglesia de San Cernin.

Su decantada partida de bautismo nos asegura que le regenera-ron las aguas de este Sacramento en 14 de Agosto de 1597 (3); la de defunción de su padre, que hemos anotado, nos dice también que el goce familiar de su venida al mundo lo convirtió en dolor la implaca-ble guadaña de la muerte.

En el terrible contraste de ambos sucesos hubiera podido simboli-

(1) Arch. parr. citado: Libro 3.º de bautizados, folio 35. (2) El tomo XLIX de la «España Sagrada, continuada por la Real Academia Espa-

ñola... Madrid, Rodríguez, 1865» contiene, en el Episcopologio de Tarazona que se in-serta en la página 247 de ese volumen escrito por Don Vicente la Fuente, noticias más amplias sobre este personaje.

(3) Arch. parr. citado. Lib. 3.º de Bautizados, fol. 25. «Don Tiburcio hijo de Don Carlos de Redin y Daña Isabel Cruzat fué bautizado ||a

catorze de agosto de 1597. fueron padrinos Don Miguel de || Donamaria y Doña Maria de Ello, minist(r)o el vic(ari)o y por la || v(er)dad firme.—El licen(cia)do Irissarry y Arteta (Rubr.º)»

[Al margen:] «El Capuchino Es- || pañol y en || opinion de Sancto.» Traen el texto de esta partida. Puyol, p. 115 y el Sr. Albizu en su Catálogo p. 28.

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zarse el horóscopo del recién nacido infante si la mano de la Provi-dencia no se viera ostensible en la brusca mutación que había de su-frir a lo largo de sus días.

En 19 de Marzo de 1607 fué confirmado en la misma parroquia por el Obispo Don Antonio Venegas de Figueroa. (1)

De que fuera un Redín Doña Isabel Cruzat fué la encargada. Arrastrado a la carrera de las armas por atávico impulso, y lleno

el corazón de ambiciones de gloria (como es sabido, fomentadas por su madre), comenzó a la edad de catorce años el rudo aprendizaje de la guerra.

Sus juveniles brios; la fama y renombre de su estirpe; el eco con-movedor de los consejos maternos y la experta dirección de quienes tomaron sobre sí el honor de hacerle sobresaliente entre los bravos, le facilitaron el éxito que, desde los primeros combates pareció aso-ciar su estrella a quien sus propios camaradas habían de llamar al poco tiempo «Júpiter de España».

Tan fué así que en breves años se esmaltó su hoja militar de ser-vicios eminentes, emulando a los paladines más aguerridos de su tiem-po; recibiendo en 1622 el despacho de capitán de mar y valiéndole su heróico comportamiento en las empresas de Italia—en Vercelli fué uno de los más arrojados combatientes—la venera de Santiago, cuyo expediente fué abierto en Madrid por orden de la Majestad de Don Felipe III el día 21 de Enero de 1624, dándose por bastante el 2 de Marzo de igual año, previa la información testifical que duró un mes y contiene los dichos de 50 testigos (2).

Todas estas circunstancias le hicieron insoportable y engreído en alto grado, cualidades que extremaron la irascibilidad de su carác-ter, picajoso de suyo y muy dado a las francachelas y al desorden.

La bizarría de su porte y una pícara cicatriz que le surcaba el rostro hacían inconfundible su figura, acarreándole el feo papel de ser el ogro de los chicos llorones, lo cual importaba un ardite a quien como él se creía el Don Juan de todas las damas y era la pesadilla de los galanteadores y de las rondas de justicia. (3)

(1) Arch. parr. citado: Libro 2.º de Confirmados, post folio 212. (2) Puyol, p. 123. El expediente original de pruebas se conserva en el Archivo His-

tórico Nacional de Madrid, [Sección de Ordenes Militares, legajo 6882] y lo cita el «Indi- ce» de los Sres. Vignau y Uhagon, impreso allí en 1901.

(3) «En el nuevo mundo hizo proezas insignes, y llegó a ser tan formidable su nombre, que se valía del la gente, y especialmente las madres para acallar los mucha-chos quando lloravan: y con dezirles Que viene Redín, no era necessario otro pavor, para que cessassen de llorar, o de trabesear.»

[Anguiano: p. 24.]

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La heróica muerte de su hermano Miguel, vengada por el propio Don Tiburcio en el lugar mismo de su caída, hizo que reverdecieran en sus sienes los funerarios laureles del difunto, cuya casa y mayo- razgos, así como la Baronía de Bigüezal y toda la gloria de la ac-ción de San Martín recayeron en él para acabar de hacerle popular y objeto de toda suerte de agasajos.

En 1634 se le transfirió, así mismo, el acostamiento de su herma-no y fué convocado, como él lo había sido, a las Cortes que se cele-braron el siguiente de 35. (1)

Con tales premisas se justifica la variedad y número de las sona-das aventuras que le han sobrevivido, y se comprende, con hartura, la presunción de que no son todas ni las mejores hazañas las com-prendidas en el grupo de las que conocemos. Su misma popularidad nos exime de repetirlas, animándonos a limitar este trabajo a expo-ner los puntos de vista que puedan ofrecer nuevos aspectos de la vida de aquel espíritu insumiso que no reconocía preceptos divinos que coartasen sus locuras, ni respetos humanos que no sirvieran de acicate a sus desmanes y a su altanería.

Así marchaban las cosas cuando tuvo lugar un suceso inopinado, a resultas del cual se operó un cambio radical en la psicología, hasta entonces sin problemas, del extravagante caballero.

Y fué que al tiempo que acudía a una formidable y lacayuna pendencia que se entabló en la Puerta del Sol de Madrid entre las gentes de la Princesa de Carignan y unos cortesanos, acaso con el propósito, poco piadoso, de arreglar la contienda a cintarazos, le dió de lleno en la cabeza una piedra de las muchas con que los con-tendientes ilustraban su reyerta, haciéndole perder el sentido, des-cabalgándole bruscamente y dejándole maltrecho.

Lo cierto es que apenas se dió cuenta de su estado (en el que más que los rigores del mal pesaba el recuerdo de sus fechorías vivas aún en la conciencia) comenzó a enfervorizarse con frecuentes y manifiestas señales de contrición y de arrepentimiento, que le pusie-ron en estado de recibir los Sacramentos de la Iglesia y de ordenar su testamento, como quien considera inaplazables sus olvidados des-posorios con la muerte.

Pero Dios, que le tenía reservado para más altas empresas, le devolvió la salud, permitiéndole que el problema de la salvación del alma y la obra expiatoria de sus yerros no se apartara un punto de su mente, y fuese tal que sirviera al siglo de ejemplo y de escar- miento.

(1) V. los Documentos I y II (A y B) del Apéndice.

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En esta texitura regresó a Pamplona. El recuerdo del ambiente de religión y austeridad en que se des-

lizaron los días lejanos de su infancia, se avivó con nuevos colores. La vieja ciudad del Arga y el placentero retiro de los frailes

menores de San Francisco le hablaban de lo único que puede com- pensar al alma de los crueles desengaños de la vida, apartándole de todas las aspiraciones mundanales, al postre vanas, despreciables y efímeras.

Estas ideas, unidas a la injusta postergación de que al parecer le hizo víctima el Duque de Nochera respecto de Don Luis Ponce (mi- litar cuyos desórdenes corrían parejas con los del Duque), malogra- ron sus mejores entusiasmos, sumiéndole en un profundo hastío a fa- vor del cual acabó cristalizar la vocación que con intermitencias, desde tiempos lejanos, le asediaba. (1)

(1) En época en que enfermó de gravedad el Prior Don Martín hallándose en Mo- lina, pidió a los superiores del lego, que se encontraba en Zaragoza, que le permitiesen le asistiera.

Bendecido por éstos partió el Hermano a pie en compañía de Fr. Francisco de Pam- plona, Predicador de la Provincia de Navarra, a pesar de la distancia y de haber re-cios temporales.

Tan desasido del mundo se manifestó el buen lego que se consideraba «un víl hussa-

no de la tierra, y un poco de estiercol».

Camino de Molina rehusó los obsequios que un Grande amigo suyo les brindaba, lo cual no fué óbice para que le amonestara con fervor se apartase de la vida de escán- dalo que sostenía.

Cerca de Molina salió al encuentro de los viandantes Don Bernardo de Ipeñarrieta, Oidor del consejo de Ordenes, apellido célebre no tanto por su notoriedad como por haberlo inmortalizado, en un retrato de mujer, los pinceles de Velázquez.

Sin haber conseguido que montaran los religiosos en su coche regresó a Molina el caballero para anunciara Don Martín la proximidad de su llegada.

Recordamos este itinerario porque en él confesó al P. Tudela Fr. Francisco «como avía tenido la vocación religiosa por espacio de siete años continuos, y que en todo es-te tiempo resistió a ella; mas que por disposición divina padeció tal desabrimiento, que ni los festines, divertimientos ni mercedes que el Rey le hizo, jamás cosa alguna le pu- do alegrar desde entonces el corazón, y que en las funciones de mayor júbilo, era más poderosamente estímulado de Dios con la vocación.»

[Anguiano, p. 156.] Las «Noticias de Madrid» de 20 de Agosto de 1637, consignan que desde el novicia-

do escribió Don Tiburcio al Conde Duque «diciéndole haber reconocido la mala fe con que se trata el servicio de S. M., las maldades y bellaquerías que pasan en esta era, y que todo es embuste y enredo y que nadie puede servir al Rey si no es para condena- ción...» atribuyendo tan notable epístola a que Ponce fué preferido a Redín para el desempeño de un puesto de honor en el ejército.

[Nota de Gayangos a la p. 174 del Tomo 2.º de «Cartas de Jesuítas» citado por Puyol en las págs. 141 y siguientes de su obra.]

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Bien seguro de su fuerza, un buen día encaminó sus pasos al Con- vento de los PP. Capuchinos, situado extramuros, y una vez allí abrió su pecho al guardián, el P. Fr. Francisco de Calatrao, expo-niéndole su irrevocable vocación religiosa, en un paraje del huerto que todavía se señala y era por entonces ermita de Santa María Magdalena.

Ni las exhortaciones del atónito fraile ni ninguna otra objeción fueron bastante a disuadirle, y un buen día fué admitido en el novi- ciado de Tarazona, continuando allí hasta hacer sus votos solemnes con asombro de cuantos le conocían y trataban y se resistían a creer cambiase la banda militar por la capucha y trastocase su nombre por el de Fr. Francisco de Pamplona, quien se llamaba Don Tibur-cio de Redín, abandonando sin pesar las insignias del generalato por los humildísimos menesteres del más humilde de los legos.

Desde entonces la vida de Fr. Francisco fué un ejemplo continuo de virtudes y de penitencias. Vária, eso sí, como continuando su «alter ego» y sin que falten ocasiones en ella en que aparezca Don Tiburcio bajo el sayal de San Francisco, no ya con pieles de lobo, sino como correspondía a quien obraba a influjo de la Santa obedien-cia y para mayor gloria de Dios, principio y fin de todas las cosas.

Sus achaques le hicieron sufrir mucho. Era «buen latino y muy leído» y amigo de la pobreza como antes la fuera de la molicie y el regalo.

Las consideraciones de su antiguo rango y trato de gentes pesa-ron ante sus superiores que le confiaron la suplicación de mil asuntos de importancia en Roma y Madrid, que fueron escenarios de la rigi- dez de sus virtudes, como antaño mentidero de sus calaveradas. Hizo muchos viajes y fué fundador de las misiones apostólicas del Congo y América, falleciendo a resultas de su trabajoso ministerio sin lograr la palma del martirio que con ansia deseaba, pero dejando conmovidas de la beatitud de su tránsito a las contadísimas personas

Respecto a Don Martín que continuó la campaña las Cortes estuvieron vigilantes sin duda por la triste experiencia del hermano.

Celosa la Diputación de Navarra de la reputación del Prior y recelando que le subs- tituyera en el gobierno de las armas el Marqués de Torreclusa destinado a Pamplona con motivo de la guerra, acordó estar sobre aviso para que no se efectuaran sus te- mores suplicando a S. M. si fuere preciso «conserve en el puesto que tiene a Don Mar- tín de Redín pues le está sirviendo con tanto crédito y aprobación de todos como suelen

los hijos de este reino.

Durante la campaña asistió el prior a las fortificaciones de Burguete y de Maya. [Arch. de Navarra.—Reino: Actas, lib.2.º, fol. 204 vuelto. Acuerdo de 19 de Julio

de 1638]

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a quienes cupo el consuelo de presenciarlo y de asistir a los maravi-llosos prodigios que obró con su mortaja.

Murió en olor de Santidad en la Guaira, cerca de Caracas, a pri-ma noche, el 31 de Agosto de 1651. (1)

Sus restos, incorruptos en 1676, según pudo comprobarse al ser reconocidos y depositados en la Sacristía de la Iglesia Parroquial de aquel puerto, se consideraban como reliquia insigne y milagrosa, has-ta el grado de no poder ser restituídos a Pamplona, conforme a los designios de esta Ciudad, por oponerse a ello los naturales del país que los reverenciaban como tesoro inalienable (2)

Allí se conservaron durante mucho tiempo hasta que a resultas de un asolador terremoto hubo de demolerse la Iglesia por completo sin que se sepa el lugar donde se depositaron y sí solamente que en 1847 el área del templo se había convertido en vasta plaza. (3)

(1) Anguiano, p. 193. La información manuscrita original de Don Diego Radillo de Arce, Caballero de

Santiago y Gobernador de Antioquía, que presenció la muerte del siervo de Dios, data de 1671 y se conserva en los fondos de Redín del Archivo de Guendulain de Pamplona.

(2) «Cuando sacaron el cuerpo lo hallaron incorrupto, y sin más lesión que faltar- le la extremidad de la nariz; con lo cual creció a tal punto la devoción que ya inspira-ba, que habiéndose tratado en el año 1677 de llevarlo a Navarra (país de su naturale-za), a cuyo efecto pasó a la Guaira un Capuchino con todas las autorizaciones necesa- rias, se amotinó el pueblo a tal punto, que juzgó prudente no privarles del venerablecuerpo que tanta reverenciaban.»

[Amparo: Biografía, p. 58.] El encargado de las gestiones del traslado era el R. P. Fr. Francisco de la Puente Misionero Apostólico y Prefecto que fué de las Mi-siones de Cumaná y Caracas, quien después de obtenidas las licencias del Obispo y Gobernador de la diócesis, hubo de desistir de su empeño por las razones anotadas.

(3) Ibidem, p. 59. El juicio de Moret sobre Don Tiburcio puede resumirse en estas lineas, que traen a

la memoria las desglosadas por Anguiano (p. 24) de la Dedicatoria de la «Suma de Teo- logía Moral, del R. P. Antón de Escobar, impresa en latín en Lugduni, el año 1646.

«Hiciéronle sus proezas digno de vida más dilatada, para que creciese hasta aque-lla agigantada grandeza, que aún la hizo mayor con desdeñarla, quando despreciando sus muchos y grandes honores, en el auge de las glorias de este mundo, trocó con to-tal asombro la cota por un sayal, y la banda militar por un cíngulo de esparto de maci- lenta milicia en la Religión Franciscana de los PP. Capuchinos, acreditando al mundo que estaba revestido de un espíritu, cuya esfera no podían llenar las glorias de este siglo. Vivió una vida muy santa y penitente, y murió como había vivido (y, añade des-pués de referir el suceso acaecido al pretender despojarle ya cadáver de sus hábitos) haciéndose obediente más allá de la muerte, con piadosa emulación del que se hizo obe-diente hasta la muerte.»—[ Dedicatoria, p. 3.]

Referencias verbales de algunos PP. Capuchinos de la ejemplar Obediencia de Na- varra mantienen la tradición de que el cuerpo del venerable siervo de Dios llegó a traerse a Madrid en cuyo convento de San Antonio del Prado fué depositado hasta

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ULTIMOS HECHOS DE ARMAS DE DON TIBURCIO

Los últimos hechos de armas en que intervino Don Tiburcio fue-ron los derivados de la guerra declarada por Richelieu a nuestra patria en 1635, a consecuencia de la toma de Tréves por los españo-les aliados de Austria, dando principio al periodo francés de la guerra de los treinta años.

Estas hechos tuvieron gran repercusión en la frontera de Navarra donde todos sus naturales se pusieron sobre las armas a requerimien-to de su Virrey el Marqués de Valparaiso, demostrando con ello, una vez más, el acrisolado patriotismo de su españolísima raigambre. (1)

Sabíase que Redín había sostenido algunos debates con el de Valparaíso en razón de «no querer el Marqués darle Señoría, ni

que a raíz del despojo desamortizador se trasladó con otros restos a una de las sacra-mentales de la Corte. Sería de interés puntualizar esta noticia que el P. Ciaurriz anota en su obra que luego citaremos. Según los PP. venezolanos los restos del Vene-rable se guardan en la actualidad en la residencia de Mercedes (Caracas).

(1 ) «Resultó de las listas, aver en Navarra 25.099 hombres de la edad de sesenta años abaxo, y de diez y ocho arriba, sin que entren aqui los Cavalleros; Señores de Palacios llamados a Cortes, y los que gozan acostamientos, y sus criados, y mucho número que se dexó de alistar.

Desta gente, tos 3 119 se alistaron con mosquetes, los 7.805 con arcabuzes, los 4.710 con picas y chuços, pagados todos de su dinero, sin que al Rey le aya costado — dice Bastida en su puntual estilo casero—un maravedí, antes con el premio de la mone-da que pagaron sus naturales, ha juntado el Virrey para ayuda desta ocasión 400 quin-tales de polvora, que se gastan en el Exercito; (perdonen los demás Reynos, y Provin- cias, que servicio desta calidad no lo ha hecho a su Rey sino Navarra dentro de sus estrechos límites, y suma pobreza». «De Navarra se levantaron hasta diez mil hombres, fuera de la Nobleza, que voluntariamente se ofreció a servir a su Magestad en esta ocasión a su costa, con gran lucimiento de galas, y criados.»

« Puntual, y Cierta || relacion del sucesso || feliz de las armas victoriosas de su || Mages-tad en el Exercito de Navarra, y gente de la provin- || cia de Guipuzcoa, que ha gover- nado el Excelentissimo Señor || Marques de Valparaiso Virrey, y Capitan General del Reyno || de Navarra, y sus fronteras, y Capitan General de la Provin- || cia de Guipuz-coa, del Consejo de Guerra de su Magestad, || Comendador de Aguilarejo de la Orden de Santiago, Señor de || las Casas y solares nobilissimos de Andia, y Yrarrazabal en la || toma del fuerte de Zocoa, y de las Villas de Urruña, Zi- || buru, y San Iuan de Lus, y Endaia, quema de || la de Azcain, y otros lugares de || la tierra de Labort. || —A pun-tada con toda puntualidad, y cuydado, por el || Licenciado Don Pedro Bastida Notario || general Apostolico || —Con licencia || Impressa en Valladolid, por Francisco Her-

nan- || dez de Cordova, Año 1636»

Biblioteca de mi Casa juntamente con un curioso plano original de la campaña, cuyo título es «Situación del río Bidasoa desde Vera asta Endaia.»

[Folleto en 4.º de 20 folios sin numerar.] Existe un ejemplar de esta Relación en la

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a el Excelencia Don Tiburcio» a resultas de cuando «acabada la fun-ción del Puente de Zocoa, en que detuvo con espada, y rodela, el passo al Exercito de Francia, que governava Monsiur de Urtubia, y echó del a los soldados que avian entrado, le pidió que luego allí mesmo, y sin dilación, le diesse certificación de hecho tan heroyco, y singular, en que fué solo.» (1)

Así tendría que ser en aquellos felices tiempos en que hasta las excomuniones se lanzaban por piques de cortesía y cuestiones de etiqueta, puesto que en la curiosa y puntual relación de aquellos días a que alude la nota precedente, tanto el Virrey como el de Bigüezal convivían en la mayor cordialidad a la vista de las tropas enemigas, hasta que por causa de la persistencia de aquel estado de cosas se encontraron. (2)

(1) Anguiano, p. 65. Don Francisco de Andía e Irarrazabal, Marqués de Valparaíso y Comendador

de Aguilarejo en la Orden de Santiago, fué nombrado Virrey y Capitán General de Navarra por muerte de Don Luis Bravo de Acuña que desempeñaba el cargo desde el nombramiento de Gobernador de Cambray recaído en Don Juan Claros de Guzmán, Marqués de Fuentes, que le precedió en el virreinato.

Consta que la viuda del Don Luis Bravo de Acuña ejerció las funciones gubernati- vas del difunto frente al Regente del Consejo Real Don Alvaro de Oca y Zúñiga.

[Arch. de Navarra.—Reino: Actas de Diputación, lib. 2.º, fol. 160 vuelto.] Valparaíso fué nombrado Virrey por Cédula de 1634 (Aranjuez 1 de mayo) y tomó

posesión el día 8 del siguiente junio. [Ibidem.—Comptos: Mercedes Reales, lib. 23. fol. 309] En 14 de septiembre de 1636 fué nombrado con carácter interino, para sustituirle

durante el tiempo de su ausencia, el Obispo de Calahorra. [Ibidem, fol. 374.] Pero quien en definitiva le sustituyó fué el M. R. P. Don Fernando de Andrade y

Sotomayor, Arzobispo de Burgos. El Real Despacho señala la vacante «por cuanto para cosas de mi servicio he man-

dado que... el Marqués... venga a mi Corte.» Datum en Madrid 17 de febrero de 1637. La posesión de Andrade es de 11 de marzo de igual año.

[Ibidem, lib. 25 (1 .º), fol. 12.] (2) «Haviendo concurrido el Virrey de este Reyno y Obispo de esta ciudad a cele-

brar las primeras vísperas de la fiesta del Sanctíssimo Sacramento, a resultado que por no aver incenssado al Virrey primero que al Obispo se a executado una multa de mil ducados en los bienes del Obispo, el qual a declarado por públicos escomulgados al Virrey, a algunos de los Juezes de los tribunales y procede a entredicho y no parará asta poner çessaçion de los divinos oficios, de que han de nacer cada día muchas nove- dades en deservicio de Nuestro Señor y desconsuelo general deste Reyno ..»

Así rezaba la exposición de los diputados a S. M. para que proveyera en la solu-ción de estas notables competencias.

Cito el hecho porque el Reino hizo uso de los buenos oficios de Don Tiburcio para

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He aquí algunas páginas del diario de operaciones, que tienen el valor de lo inédito por mor de la rareza del impreso donde constan:

«siguiente Viernes (24 de octubre)... el Capitan Don Iulian de Goiçueta soldado viejo de experiencia, y de valor, y otros Capitanes, gente muy lucida, hizieron alto a la vista de Urruña en una eminencia, que llaman Tellatua. Y el de Navarra también a la vista de la mesma Urruña en otra eminencia, que está a las vertientes de la parte de allá, en un puesto que llaman Zanzu, en tal disposicion que se veyan los Navarros, y Guipuz-coanos manifiestamente desde las dos de la tarde en adelante. porque ambos troços estavan distantes, como de un quarto de legua, Y Don Tiburcio de Redin, de quien en

adelante se dirá, dixo al Marqués (de Valparaíso), que quería reconocer si avía alguna embos-

cada, porque la tierra es fragosa de vosques, y setos, y tomando un arcabuz largo, y una pistola

en la cinta, se fué solo, y reconoció, y al cabo de mucho rato bolvió con una mançana en la

mano, y se la dió al Marqués: tome V. Excelencia esta mançana, que la traygo de cerca de

Urruña, y no he topado gente alguna, y luego pidió doze soldados para que fuessen con el; por-

que quería reconocer hasta Urruña; quísole el Marques dar mas gente y no le admitió, dizien-

do, que si topavan emboscada se podían retirar con buen ayre siendo tan pocos, pero que si yvan

mas, era forçoso pelear con evidente riesgo, y sin utilidad, porque la gente sería mucha, y ten-

dría la ventaja de sitio por el bosque, que fué reparo prudente, y de soldado, y assí se executó.

que informara en la materia al Conde Duque y al Nuncio de S. S como acreditan las misivas que anoto.

«El Señor Don Tiburcio de Redin, Varon de Vigüeçal informará a V. EX.ª —decíase a Olivares—del estado en que se halla esta ciudad por competencias entre los señores Virrey y Obispo y quan enconados están los ánimos y la poca esperança que ay por acá de remedio para los daños que se padecen si su Mag.d no toma medio con estas dife- rencias. Suplicamos a V. EX.ª mande oyrle y darle entera fee y credito en lo que de nuestra parte propusiere y disponer el breve y buen despacho de este negocio hacién-donos la merced que acostumbra.—Guarde Dios a V. Ex.ª»

Análogos conceptos se contienen en la minuta de la carta que fué dirigida al Nuncio. «El Señor Don Joseph de Donamaría—decía la enviada a Bigüezal —dará quenta a

Vmd. del estado en que se halla esta ciudad, que es arto desdichado y las novedades que cada día se esperan que sin duda serán mucho mayores si Su Mag.d no provee de el devido remedio. Vmd. interese mucho en que se sosieguen estas diferencias y por lo que puede obrar en esta parte la inteligencia y cuidado de Vmd. nos a parecido re-mitirle este despacho que es en creencia de lo que Vmd. informará de palabra a los se-ñores Conde Duque, Presidente de Castilla y Nuncio de Su Sanctidad. Suplicamos a Vmd. nos haga merced de tomar por su quenta este negocio que será de mucha esti-maçion para este Reyno. Guarde Dios a Vmd.»

Don Tiburcio cumplió con cuanto de su celo se esperaba y a fínes de Julio de 1636 la Cámara resolvió y mandó al Obispo absolviese sin dilaciones «ad cautelam» a Valpa-raíso y a los demás ministros excomulgados.

Todavía en 7 de Agosto la Cámara hizo cargos a su Ilma. por haber remitido al cono-cimiento de la Inquisición el artículo de fuerzas y multas en perjuicio de S. M. y de la ju- risdición y Regalía de la Corona, señalando el hecho como «digno de nota y reprensión»

[Arch. citado.—Reino: Sección de Gobernadores, Virreyes, etc., legajo 1.º, carpeta 20] El Obispo era Don Pedro Fernández Zorrilla y a resultas del pleito fué desterrado a la Villa de Sos. Murió en Estella en 1637 y fué enterrado en el Convento de San Benito.

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Y aviendo reconocido hasta Urruña, dio quenta al Virrey de que no avia topado gente, y desta

suerte estuvieron aquel día...»

«Con esto dexando en Urruña doscientos mosquetes para lo que se pudiese ofre-cer, passaron las tropas la buelta de Zubiburu, y hizieron alto en una eminencia, donde su Excelencia mandó juntar consejo de guerra, en que concurrieron el Coronel, el Maese de Campo Don Gaspar de Caravajal, Don Tiburcio de Redín Cavallero del hábi-

to de Santiago, Barón de Vigüezal y Señor de los Palacios de Redín, persona por su no-

bleza, y valor, y servicios insigne, el Capittán Marco Antonio Gandulfo, Don Diego de Unçueta Cavallero del hábito de Santiago, Governador de la Cavallería, Cavallero de mucho valor y experiencia, Don Martín de Valençegui y Don Miguel de Necolalde Ca-vallero del hábito de Santiago, persona de mucho talento y buenas prendas, y Don Mi-guel de Araiz Cavallero del hábito de Santiago, Señor de Eza, que por su talento, ca- lidad, y la escuela que tuvo con el señor Marqués de Espínola en las guerras de Flan-des y Lombardía pudo dar muy bíen su parecer en esta ocasión. Y aviendo procurado reconocer con todas diligencias las fortificaciones de Zocoa, y las de Zubiburu en Bordagañeta, que es donde la hermita, juzgaron que estavan muy fortificadas y muy en defensas; y en particular el Capitán Marco Antonio Gandulfo dió un papel de difi-cultades cuerdas, eon que prudentemente se dudó el buen sucesso, juntándose a las for-tificaciones las prevenciones de tanto tiempo, y el grande esfuerço que se dezia avia hecho el Duque de Espernon, Virrey, y Capitán General de toda aquella tierra, y el Governador de Bayona Conde de Agramont, y en medio destas dudas salió el Marqués

con ánimo invencible, y dixo, que advirtiessen, que llevaban la fortuna de Cesar en su compañía, pues ninguna cosa de las que avia intentado en servicio del Rey la avia de-xado de conseguir, y que lo mismo sería en aquella ocasión, y que le siguiessen. Y con esto todos los de la Iunta con mucho denuedo dixeron, que fuesse muy en hora buena, y resolvieron que se entrasse a Ziburu por la parte superior de la hermita el dia si- guiente, con que se dió fin a este de veynte y quatro de Octubre, disponiendo las pre-venciones necessarias para la faccion.»

«Este mismo dia (25 de octubre) aviendo ganado a Ziburu, y rendido a San Iuan de LUS (cosa parece increyble por las circunstancias de los sitios, fortificaciones, pre-venciones, y gente, y ser defensa de sus mismas casas, en que uno vale por diez) embió

el Marqués embaxada a Mos de Urtubia, a cuyo cargo estava Zocoa con Don Tiburcio de

Redín, para que la rindiesse, pero él viéndose muy bien fortificado con muralla, para- peto, foso, y estacada, veynte pieças de artillería, quinientos hombres, y municiones, y bastimento para ocho días, no se rindió, antes procuró dar lugar, pidiendo que se le diesse tiempo hasta las cinco de la tarde, porque avia de embiar un Cavallero a Ba-yona a dar cuenta de lo que passava al Governador, y que tendría respuesta dentro de esse término, y se le concedió, y para que lo pudiese hazer sin detención, Don Tibur-

cio le dió el cavallo en que yva, y en él fué con la embaxada del de Urtubia, Mos de Arrue a Bayona, y el Marqués subió a Zocoa a verse con el de Urtubia (con quien tie-ne parentesco), estuvieron hablando un rato de secreto, no se sabe lo que conferieron, pero Mos de Urtubia es tan gentil Cavallero, y de tan noble sangre, que sin duda pro-cedería como quien es...» (1).

La desatinada conducta de Valparaíso con los navarros a raíz de tales hechos, comenzó a impopularizar la campaña con tan bue-nos augurios comenzada.

(1) Bastida: Relación citada, folios IX, XII y XV.

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Sin consideración al generoso proceder del país, no tuvo empa-cho el Virrey en extralimitarse de las facultades de su cargo, lle-gando incluso a vías de hecho en el mal trato que a sus naturales prodigaba. Esto originó se gestionara con empeño su remoción, a fa-vor de la influencia del Duque-Conde, del Presidente de Castilla, del Confesor de S. M. e Inquisidor general, de Don Carlos Coloma y de Don José González que interpusieron sus oficios, cooperando eficaz- mente al logro de las pretensiones con tanta vehemencia significa-das por el Reino (1).

No es fácil concretar las quejas que mediaron, pero sí deducirlas de la reparación solicitada por las Cortes de 1637 contra los proce-deres del Marqués «por lo mal que se portó durante su gobierno» y por «el trato que hiço a la gente de palabra y obra» a luego de tras-poner como queda referido la frontera.

Por lo que afectaba a los negocios del Reino pendientes de reso-lución allá en la corte, pidieron las de Navarra al Rey, al represen- tar contra el Marqués: «que no entienda en ningún consejo ni junta en que se hallare, porque lo tiene por enemigo declarado» (2).

El carácter de Redín y el de Valparaíso eran de consiguiente ap-tos para que chocaran y el tiempo se encargó de demostrar las ine- vitables disposiciones de su idiosincrasia, con harto fútiles motivos. Tal fué la última pendencia en la que intervino, como protagonista Don Tiburcio.

Todavía se hallaba este último en Abril de 1637 guarneciendo la frontera, y dando que decir a propios y extraños con las demostra- ciones de su arrojo, celoso siempre de su pundonor y de la honra del pueblo en que naciera.

Con estos timbres dió fin a las incontables hazañas de su vida quien pronto a las beatitudes de la Gracia completaba las glorias de su vida militar y mundana, sublimando en las cumbres las últimas jor-nadas de su ocaso guerrero.

Don Tiburcio de Redín había de eclipsarse para resplandecer en los austeros perfiles del «Capuchino español» Fr. Francisco de Pam-plona (3).

(1) Arch. de Navarra.—Reino: Actas de Cortes, libro 2.º, fol. 231. Año 1637. (2) Ibidem, folios 221. 234 y 238. (3) Véase una muestra del interés con que Redín informaba a las asambleas fora-

les de las irregularidades cometidas por sus subordinados: «[Al margen] De la gente de Ciburu, y Carta de Don Tiburcio. Luego incontinente en la misma sesión (4 Abril) se leyó una carta de Don Tiburcio

de Redín escrita al Reyno en que le hace saver que diez soldados de Falces y tres de

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ESTADO DE LA PROVINCIA CAPUCHINA DE ARAGÓN Y NAVARRA

AL TIEMPO DE LA PROFESIÓN DE DON TIBURCIO.

Al llegar a este punto, no podemos pasar por alto el esencialísimo de dar alguna idea del estado de la provincia capuchina de Aragón, al tiempo de ingresar en el Noviciado de Tarazona Don Tiburcio.

Tema asaz delicado y cuidadosamente soslayado por los cronis-tas del «Capuchino español», (si es que llegaron a tener noticia de él y de la transcendencia que tiene en su biografía), faltaríamos a la conciencia de los deberes históricos si incurriéramos en igual o pa-recida omisión, sólo excusable en quienes no hubieran de abrigar propósitos honrados al tratarlo. Mas, antes de proseguir, es indispen-sable sentar como ley general, que en el ambiente social de enton-ces las disensiones de todo linaje en cabildos y conventos eran el pan de cada día, a fin de no adjudicar a las sucesos que vamos a exponer ni más ni menos importancia que la meramente episódica que tienen. La venerable e ilustre orden capuchina, no fué por ende excepción al significar una pugna de criterios que no afectaba ni puede afec-tar a la innegable y reconocida ejemplaridad de sus costumbres (1)

Lerín questaban en el puerto, se an venido desde Ciburu sin cumplir en detenerse asta los doce de este como lo offrecieron, se acordó de conformidad haver sido platicado largo, se de recado a su Exa representando el sentimiento del Reyno de lo que dice la carta y que dessea el Reyno que vuelba la gente y que los demás que an quedado y sa-lieren antes sean compelidos en los puertos a que vuelban sin que esto se entienda contra el fuero y su libertad y quedaron nombrados para llebar este recado los señores Don Josepe de Donamaría por el braço militar y Iu.º de Artieda de Lumbier por el bra-ço de las Universidades »

[Ibidem, fol. 237.—Año 1637 ] (1) Para explicar bien los sucesos ocurridos en la separación de los Capuchinos

Navarro-Aragoneses, debe tenerse en cuenta el espíritu y costumbres de aquella época; esto es, el sentimiento regionalista muy arraigado en todos; y no exclusivo de los nava-rros, antes general en toda Europa, y que se manifiesta como una aberración senti-mental en todas las Ordenes religiosas, exceptuando tal vez vez la Compañía de Jesús, y además en otras instituciones u organismos eclesiásticos y políticos. Ese sentimiento fué el que de ordinario dividió las provincias en las Ordenes religiosas.

Limitándonos a Navarra vemos puesto en acción ese sentimiento entre los francis-canos, los cuales obtienen en 1552 y, en la provincia de Burgos, quede desmembrada la parte vascongada con el nombre de provincia de Cantabria.

Algo más adelante opónense los franciscanos de Navarra a que sus conventos que-den separados, incorporados unos a la de Aragón y otros a la de Cantabria, y piden que con todos ellos se forme una provincia aparte. Los Carmelitas Calzados de Nava-rra, los Mercedarios y los Minimos de Cascante, acuden en 1707 a la Diputación soli-citando, una vez mas entre tantas otras, separarse de los Aragoneses.

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Con estas prevenciones y contando, desde luego, con la buena fe de los lectores, me arriesgo a bosquejarlo.

La provincia seráfica de Aragón, se había excindido a fines del siglo XVI de la de Cataluña y, en poco tiempo, alcanzó extraordi-nario desarrollo.

Abarcaban sus límites los Reinos hermanos de Aragón y Nava-rra, toda Guipúzcoa y buena parte de la Rioja, donde al calor de las prédicas capuchinas fueron surgiendo y arraigando los conventos.

En Navarra (cuyo solar verosimilmente santificaron las plantas del asisio «poverello», en los albores de la centuria decimotercia), las vocaciones eran abundantes, y las mejores ciudades de su territorio se disputaban, con generosa emulación, la honra de albergar a los hijos de San Francisco en su suelo.

La primera en lograrla fué la antigua Iruña, gracias a la piedad y filantropía de un devoto del juglar de Asís que, movido del singu-lar amor que siempre tuvo a este santísimo Padre y a la alegría con que saludó la llegada de sus religiosos capuchinos, decidió patroci-nar y sufragar de su peculio la fundación del convento, en el lugar escogido y comprado por estos en 1606, después de otro intento preli-minar que no llegó a realizarse.

Llamábase Don Gabriel de Amasa e Ibarsoro y, aunque vecino de Pamplona donde había consolidado su caudal con el acertado gobier-no de una lonja, procedía de la casa solar y palacio de sus apellidos sitos, una y otro, en Lesaca y Labort (Sara), respectivamente. (1)

Recuérdese el gran empeño e interés con que luchó Felipe II porque los Cistercíen-ses españoles no dependiesen de las abadías francesas.

(Conf. Serrano (D. Luciano... O. S. B.) «Correspondencia diplomática entre Espa-ña y la Santa Sede durante el Pontificado de S. Pío V.» Madrid, 1914: Tomo IV. pági-nas XXVIII y siguientes.)

En Navarra se reclamaba también, por vía de agravio, que las dignidades eclesiás-ticas fueran siempre encomendadas a naturales del país.

Idénticas manifestaciones encontramos fuera de España en la historia eclesiástica de las diversas naciones.

(1) Amasa falleció el día 28 de octubre de 1634 y conforme a sus disposiciones tes-tamentarias fué enterrado delante del altar mayor del convento edificado y fundado a sus expensas, en la misma fosa donde yacían su madre política Doña María de Zabaleta y su hijo Francisco

Estuvo casado con Doña María de Zabaleta y en segundas nupcias con Doña Mag-dalena de Azpilcueta, señora de nobilísimo linaje.

Por testamento otorgado en Pamplona en 26 de marzo de 1634 ante Miguel Desca-niz, escribano, aplicó principalmente toda su hacienda al sustento del convento de ca-puchinos que él había edificado extramuros de esta ciudad, y de sus frailes, disponiendo que si no bastaban para ese principal objeto las rentas que le había aplicado determina-

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Y no sólo se limitó a esta fundación de los arrabales de Pamplona sino que, deseoso de extender los beneficios del instituto capuchino por Navarra, adquirió en los aledaños de la capital la hacienda de Olaz-chipi, con ánimo de que los frailes establecieran allí su Novi-ciado, sin ocultarles el propósito de dedicar por entero su fortuna (de más de 100 000 ducados a lo que parece) al plausible fomento de su idea.

Con tan felices auspicios parecía inevitable la hegemonía capu-china de Navarra en la provincia aragonesa que ejercía su tutela, lo cual comenzó a inquietar a los superiores de la Orden que, aplica-ban a las fundaciones de Aragón los abundantes recursos obtenidos en Navarra y Guipúzcoa: así cristalizó, puede decirse que en la cu-na, el deseo vehemente de independizar las unas de las otras. (1)

Los recelos suscitados por el mal recatado proyecto, turbaron la armonía obligada y de rigor entre aragoneses y navarros y, si bien en un principio no revistió importancia semejante conato, adquirió tal gravedad en poco tiempo que, las Cortes navarras se creyeron en el caso de interponer su valimiento en la cuestión, tras haber escucha-

damente, se echase mano de los caudales destinados a las demás fundaciones y obras pías, de forma que antes faltasen éstas, que el mantenimiento de dicho convento y de sus religiosos. Dispuso muchos legados y fundaciones, y de todo lo remanente dejó herede-ra a su alma.

Los testamentarios hicieron varias distribuciones de la herencia, y por una de ellas de 29 de octubre de 1635 aplicaron al Santo Hospital General de Pamplona el remanente, con la obligación de responder de las resultas de los pleitos que estaban pendientes de sentencia y que habian interpuesto ante los Tribunales de Corte y Consejo los impug- nadores de las últimas voluntades de Amasa.

La granja de Olaz-chipi, donde se halla instalado en la actualidad el Reformatorio de niños delincuentes, pertenecía al Mayorazgo de Redín y fué adquirida por Amasa al efecto de dedicarla a Noviciado de Capuchinos. Vendida por los testamentarios de Don Gabriel, con todo su pertenecido, por la suma de 3.000 ducados, se invirtió el producto en la fabrica del convento de Capuchinos de Tudela.

Anguiano (p. 62) refiere el lance que, a propósito de esta finca tuvo Don Tiburcio en Madrid, pocos meses antes de profesar, con el Obispo de Pamplona Don Pedro Fer-nández Zorrilla, quien conocedor de las venganzas del caballero, vivió mucho tiempo temeroso de que le preparara una celada con riesgo de matarle.

Los documentos de este herencio se conservan en el Título 17 del Archivo del Hos-

pital de Pamplona, recientemente organizado. Los que hacen referencia a la situación de la provincia capuchina de Aragón, en los archivos de los PP., en el de Hacienda y en el de Navarra. La información original se archivó en el de la Audiencia y tribunal de la Nunciatura de S. S. en Madrid, a luego de darse por conclusa.

(1) Las residencias existentes en Navarra al tiempo de iniciarse la excisión eran cinco: Pamplona, Tudela, Peralta, Cintruénigo y Los Arcos. A ellas se consideraba adscrita la de Rentería, única de Guipúzcoa y perteneciente al Obispado de Pamplona.

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do con asombro la relación socarrona y mordaz de las burlas con que los de allá trataban de vejar a los de acá, haciendo mofa, vili-pendio y chacota de las cosas del Reino y de sus naturales.

A consecuencia de ello, y de conformidad con una reverente de-manda de las Cortes, el Nuncio de S. S. en la de Madrid Monseñor Julio Rospigliosi, Arzobispo de Tarso, mandó abrir una información secreta de 48 artículos, con fecha 12 de Octubre de 1652, delegando su cumplimiento en Don Pedro de Alarcón, Obispo de Pamplona.

El prelado subdelegó la facultad que se le confería en el Licen-ciado Don Joseph Conchillos, Canónigo de Tudela y Vicario Gene-ral de su deanato, en 30 de igual mes, para que substanciara la in-formación asistido del notario Don Melchor de Arellano que, en ca-lidad de receptor, debía acompañarle. (1)

En los seis meses que invirtieron en tan difícil comisión examina-ron 67 testigos, cuyas deposiciones dan fe de lo que sucedía.

Resulta de ellas que se había hecho sistemático el apartamiento de los PP. navarros de cuantos cargos pudieran favorecer sus pro-yectos de autonomía, y que la paz conventual había desaparecido como si el mismísimo diablo anduviera suelto por los tránsitos de las clausuras, donde las pasiones agitaban el banderín de la discordia. (2)

Creían los navarros que serlo era «como incurrir en otro pecado. original, y que su calidad les atraía el rigor de los descontentos

(1) El Licdº. Conchillos sostuvo con Moret una notable polémica porque éste últi- mo decía en el capítulo 2 º del libro 1.º de sus «Investigaciones», que es persuasión muy recibida en Navarra que Tudela fué fundada por Tubal.

Hubiera querido el canónigo que Moret lo hubiese asegurado y aun dicho que la primera fundación del patriarca fué la célebre ciudad del Quéiles.

Con este motivo dió a la estampa en Zaragoza (Juan de Ibar, 1666) su «Propugnáculo

histórico y jurídico» que Moret rebatió en su saladísimo «Bodoque» (Colonia Agripina, Severino Clairey, 1667) con el pseudónimo de Fabio, Sylvio, Marcelo, que obtuvo una airada réplica del canónigo, —encubierto esta vez con el nombre de Jorge Alceo de To-rres, —que se imprímió en Amberes (Sebastián Sterlin, 1667) con el titulo «Desagravios

del Propugnáculo de Tudela contra el trifauce cerbero, autor de Bodoque», lema que debió suscitar la fina sátira empleada por el jesuita en su argumento y, sobre todo, en el distico que cierra el libro y dice así:

«Conchillos, chillos tu vanidad te engaña:

Saber callar es la mejor hazaña.»

(2) Solamente el P. Alonso de Tafalla, «que fué sujeto digno y benemérito para los mayores puestos de la religión» y Fr. Diego de Cascante, llegaron a desempeñar con Fr. Policarpo de Peralta el oficio de lectores. Fr. Alonso y Fr. José de Cascante el de definidores y el segundo la guardianía de Pamplona. El P. Tafalla, después de mu-chas pretericiones, murió desempeñando la de Huesca, con gran aceptación de los re-ligiosos.

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que tratábanlos «como si fueran esclavos de Argel», según decían. Momento hubo en que decidieron abandonar en masa las residen-

cias de Aragón y emigrar a Navarra, propósito que afortunadamen-te no llegaron a realizar, si bien marca el período álgido de los sucesos que historiamos.

Claro está que no faltaban a los de Aragón razones para justifi-car la lamentable texitura en que se colocaron. La primera y prin-cipal, la de las compensaciones pecuniarias que reportaba la unión para la provincia, y el temor de que el carácter de los sediciosos mantendría vivo el germen de la división, pues zanjadas las dife-rencias existentes entre los hijos de provincias diversas, suponían que entonces las habría entre los de linaje diferente, aunque fueran de la misma, como en los tiempos aborrecibles en que agramonteses y beau-monteses deshicieron el viejo reino pirenáico colindante del suyo.

Claro está que una razonable tolerancia y la equitativa distribu-ción de las fundaciones y de los recursos destinados a mejorar las existentes, hubieran abortado la cuestión, mas no se hizo así y, recha-zando las súplicas de Viana y de Tafalla y de Azcoitia (1) que desea-ban con insistencia dar albergue a conventos de la Orden, se empe-ñaron sus rectores en aumentar los de Aragón, contra viento y ma-rea, como pudieran cumplidamente acreditarlo las narices de un ca-ballerete de Ejea, a quien se las cortaron de un mandoble, o las cos-tillas de un Mosen su contrario en conventuales preferencias a quien se las tundieron sin respeto a la tonsura. No hay que decir de los de Cariñena, porque un justicia murió sobre la marcha, sin que le fuera dado saber en qué paraba la contienda en la que, así como los otros terció, significando con fanáticas demostraciones el indiscreto celo de que estaba poseído (2).

Para cortar en su raíz la terquedad de los navarros, los supe-riores aragoneses que la fomentaban inconscientes, decidieron esca-timar el hábito a los nuevos candidatos; y lo rehusaron al hijo de Doña

(1) En Viana quiso ser fundador Don Pedro González del Castillo, Obispo de Ca-lahorra, a cuya diócesis pertenecía la ciudad que dió nombre al principado de los he- rederos de la corona de Navarra, y no pudo conseguir su intento.

Análogamente sucedió a Don Alonso Idiáquez, Caballero de la Orden de Santiago que quiso hacer otra fundación en Azcoitia; y así a otros muchos.

De la de Tafalla ya hablaremos. (2) En Ejea «a un Beneficiado llamado Reogen de Frías, de la parte de los capu-

chinos, le dieron de palos y a un secular de parte de los observantes llamado Pascual de Noves le cortaron las narices y las llevava postiças, y aunque se salió con el intento de la fundación, la gente esta çerril sin aprecio ni estimación del hábito». (If, cit., p. 48). El pleito, a la postre, fué ganado por los capuchinos.

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Mariana Cruzat que, con el del Secretario Treviño, hubo de profe-sar en la Orden Carmelita, acreditando en ella con el tiempo, exce-lentes prendas y notable aprovechamiento. Lo mismo pasó con Don Bartolomé de Oco, Caballero de Santiago, que se hizo Jesuíta.

Así tenía que ser cuando los que dirigían el negocio eran tan di-fíciles de calificar como el P. Fr. Joseph de Paracuellos, que definía a los navarros «como el alma de Garibay, que no la quiso Dios ni el Diablo», o como aquel Fr. Luis de Zaragoza «religioso aragonés y de mucha suposición en la provincia, (que) solía aconsejar a los Pa-dres della que quando enviasen religiosos al Congo fuesen todos na-varros, para que con eso se fuesen extinguiendo», receta que ni por chanza cuadra bien en labios de quien se afanaba en seguir las ejem-plares huellas del serafín de Asís en un convento (1).

Como era de esperar, y aunque fracasó la primera legacía de los PP. Fr. Buenaventura de Aoiz y Fr. Gregorio de Corella a quienes autorizó la Nunciatura para que pasasen a Roma a solicitar la divi-sión de las provincias (letras testimoniales de 2 de Diciembre de 1649), las gestiones no cesaron, consiguiéndose en 1655 con la separación canónica, la paz y la normalidad en la prestigiosa y venerada comu-nión capuchina del norte, momentáneamente conturbada. (2)

EL PADRE FRANCISCO DE PAMPLONA, CONTEMPORANEO Y PAISANO

DEL HERMANO CAPUCHINO DE IGUAL NOMBRE.

Una de las víctimas de tan inopinados sucesos fué el P. Fr. Fran-cisco de Pamplona, contemporáneo del «Capuchino español», que es preciso personalizar en evitación de posibles confusiones con su ho-mónimo.

El P. Francisco se llamaba en el siglo Joseph Velázquez y perte-necía a distinguida familia de Pamplona.

(1) Entre los inevitables y dolorosos sucesos registrados, no falta copia de otros de-liciosos y chispeantes cual el que acaeció a Fr. Lorenzo de Pamplona: «El Padre Fr. Lorenço de Barbastro Aragonés—declara—aun antes de esta pretençión estando en la capilla de la huerta del convento de Calatayud con otros muchos aragoneses, no ad-virtiendo que estava este testigo allí y que era navarro, dixo con mucho gracejo: Omnes

sumus Aragoneses; y respondió este testigo: Ego sum navarrus.» [Ibidem: p. 65.] (2) El interesante libro del P. Ildefonso de Ciaurriz O. M. C.: «Capuchinos ilustres

de la antigua Provincia de Navarra y Cantabria, San Sebastián: Martín Mena y C ª, 1920» que, por cierto contiene un bien hecho resumen de la vida de Fr. Francisco desde el punto de vista de la perfección religiosa, transcribe en el Apéndice el Decreto erigien-do la custodia de Navarra y Cantabria (1656) y el Breve del Papa Inocencio XI ascendién- dola a Provincia (1679).

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Una vez profeso en la Orden seráfica se reveló como predicador de excepcionales facultades, acreditándose como «uno de los mayores de España» y de los «que más han lucido por sus muchas prendas y sin-gular espíritu», corroborándolo el hecho de ser considerado entre «los sujetos de mayor gracia que havia en la provincia para predicar».

Sus cuaresmas de sermones en Valencia, Gerona, Barcelona y Tarragona, hicieron época en los fieles; y en Zaragoza, después de dos predicaciones en San Pablo, se condujo con el Hospital de la fa-mosa urbe para ejercer allí su ministerio desde el púlpito Las mu-chedumbres, ávidas de escuchar la divina palabra fluyendo de sus la-bios, es fama que se congregaban con creciente fervor en el históri-co templo cesaragustano.

Esta popularidad le atrajo las persecuciones de sus émulos, ca-rentes de sus dotes oratorias y so color de un testimonio que le le-vantaron y resultó ser incierto con el tiempo, tuvo que abandonar la orden capuchina que le residenció, para ingresar en la de los Trini-tarios Descalzos, en cuya congregación redobló sus triunfos, cele-brados sin tasa por la Corte.

Los Provinciales que hemos mencionado al fin del párrafo anterior hicieron reiteradas gestiones cerca del entonces P. Velázquez para que reingresara en su milicia, como queriendo resarcirle del ye-rro; mas él no estimó procedente la demanda y se mantuvo de predi-cador en la coronada villa, donde por paradoja fué tópico decir cuan-do iba a predicar el Trinitario: «Vamos a oyr al P. Capuchino» (1).

Tal fué el P. Fr. Francisco de Pamplona, coetáneo, homónimo y paisano del Hermano Francisco, y célebre como él en la crónica his-torial de las órdenes religiosas que santificaron nuestro suelo.

DE UNA PESADA BURLA QUE URDIERON LOS ARAGONESES

AL HERMANO FRANCISCO.

La malaventurada y singular coincidencia de tan extraordinarios sucesos con los votos perpetuos del Hermano Francisco, presta ex-cepcional interés a los nuevos aspectos que columbramos en su vida

Buscaba la paz en la soledad del claustro, y fué allí, precisamente donde por Divina permisión hubo de encontrar en el comienzo, las turbaciones más grandes y las más terribles amarguras.

Asombra considerar el esfuerzo de voluntad y dominio de sí mis-mo desplegado por el buen lego, para vencerse y soportar tan rudas

(1) Cf. Inf. citada: p. 15, 49, 63 y 84.

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pruebas, sin otro consuelo que su confianza puesta en el Altísimo y la abnegación total de todas las rebeldías de su orgullo.

Gracias a tan admirable esfuerzo no se cumplieron los temores de quienes por haberle conocido fuera del convento, dudaban, con po-derosas razones, de la sinceridad de su renuncia y de que persevera-ra en la obediencia de sus votos.

«Alabo a Dios—decía al Obispo de Tarazona cierto cortesano atónito y perplejo, de ver a Don Tiburcio vestido de novicio, an-tes de regresar a Madrid de donde llegó con el exclusiva fin de cer-ciorarse de las nuevas de su decisión—mas no puedo dejar de com-padecerme de estos Religiosos, pues temo (según conozco su natu-ral) que han de tener mucho que sufrirle; y que algún día llevado de su cólera, haga pedaços las ollas, y platos; y otro, a ellos los muela a palos y golpes» (1).

Bien ageno estaba el visitante de que el humilde aprendiz de san-to, asistido del Todopoderoso, se había de encargar de desmen-tirle con sus hechos; y así es, en efecto, según acredita la relación ju-rada in verbo sacerdotis de Fr. Miguel de Pamplona, capuchino del convento de Peralta, que vamos a transcribir cediendo la pluma a este religioso, para que su autorizada palabra nos refiera la parte que tuvo el «Capuchino español» en la contienda, y la pesada burla que urdieron contra él los aragoneses para castigar su adhesión a los navarros, bien agenos a la terrible pesadumbre que habían de ocasionarle con el travieso desquite que idearon:

«A Fr. Francisco de Pamplona—declara el P. Miguel—porque conociendo las extor-ciones que padecían los navarros pidió en el Capítulo que se celebró en Calatayud el año 1644 ó 45 remedio dejando solos a los navarros en los conventos de Aragón o Na-varra le urdieron una mala burla, y fué que el P. Provincial Fr. Juan de la Almolda y los difinidores, exceptando al P.e Fr. Francisco del Villar que no se la comunicaron, desde el mismo Capítulo embiaron una carta al P. Fr. Luis de Zaragoza que estava conventual en el convento de ella: que començaba por estas palabras formales=Pen-sarán que Fr. Francisco de Pamplona a venido a pedir licencia para yr a padeçer marti-rio; y a venido a martirizarnos pues viene a pedir división de los aragoneses y navarros. En esta carta embiaron orden a los P.es para que con todo secreto llamase a los Reli-giosos aragoneses y le hiciesen todos los cargos que pudiesen y los embiasen con la estafeta antes que se desolbiese el Capítulo y el P.e Fr Luis lo hiço con todas estas circunstancias llamando a los Religiosos a las diez de la noche a su celda y a tropas entraron en ella y escribía Fr. Juan de Paracuellos los cargos que en aquella junta re-ferían los unos y los otros, dictándoles el dicho Fr. Luis de Zaragoza como presidente de ella. Muchos Religiosos aragoneses aunque fueron llamados no quisieron hallarse como fueron Fr. Miguel de Cesa, Fr. Juan de Moyuela y otros porque sentían mui mal

(1) Anguiano, p. 71.

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de semejante acción y este testigo oyó algunos de los dichos cargos por allarse en-fermo a la ocasión en una celda ynmediata a la dicha del dicho Fr. Luis adonde se juntaron y después lo supo muy por extenso por avérselo dicho un Religioso aragonés llamado Fr. Lucas de Bujalanez y otros lastimándose de esta ynjusticia que bastó o la tomaron por capa y despicarse dando mucha pesadumbre al dicho Fr. Francisco de Pamplona. Deste procedimiento tuvo noticia el P.e Fr. Francisco del Villar aragonés que antes abía sido Provincial y ofendido del caso y de que no le hubiesen dado cuenta siendo definidor, le embió a decir a este testigo con el dicho Fr. Juan de Moyuela le diese aviso al dicho Fr. Francisco el agravio y modo de proceder que contra él se abía tenido y este testigo lo hiço y el dicho Fr. Francisco presentó sus quexas al dicho Provincial quien le dió por escusa que el P.e Fr. Luis de Zaragoza lo abía echo por su motibo y no paró en esto porque el Provincial hiço proceso como de gran delicto yn-quiriendo quien le abía puesto al dicho Fr. Francisco en proponer la dicha división y con esto se despicaron, reprehendiéndolo tan ásperamente que de sentimiento estubo muy enfermo con pocas esperanzas de vidas (1).

PUNTUALÍZASE LA INTERVENCIÓN DE FR. FRANCISCO

EN LOS SUCESOS.

Una de las anécdotas que más se han repetido del Hermano Fran-cisco es la que revela el diálogo que sostuvo con el Pontífice Ino-cencio X, al tiempo de suplicarle nuevos operarios para aumento de las Misiones recién establecidas en el Congo.

Dícese en ella que admirado el Papa de las cualidades del lego llegó a ofrecerle la Púrpura y el Generalato de las galeras pontifi-cias y, en último caso, el orden sacerdotal y la Comisaría General

(1) If. citada, fol 108. No carece de fundamento ni está falta de aviesa intención la frase que involucra el martirio de Fr. Francisco porque, el ansia mayor del «Capuchino español» estribó siempre en padecerlo. Repetidos pasajes de su vida y sus tiernos co-loquios con la Cruz: «Qué es esto, decía, dueño mío? Quando, Señor, ha de llegar el día en que se cumplan mis deseos? Quando el verme crucificado como vos? Quándo, el morir por vos?... Vos crucificado, y yo sin cruz no se sufre ...» [Anguiano, p. 158], har- to lo prueban.

Los diez y ocho días que duró su prisión en Londres, a cuyas proximidades arribó el 4 de Marzo de 1646 a bordo de un «Baxel de Hereges Ingleses, que le transportó de limosna al regresar de Pinda a Europa, fueron para él de sumo gozo pensando en la inminencia del martirio que su excitada imaginación pintaba inevitable, llegando a per-suadirse de eque fuesse la Plaza de Londres el teatro de sus mayores dichas donde se executasse en el un sangriento destrozo, por la confesion de nuestra Santa Fe Catolica Romanas.

Cuando se le comunicó la orden de destierro, quiso salir predicando a voces por las calles y fué menester la imposición de su virtuoso acompañante, el P. Fr. Miguel de Sessa (Çesa que dice la declaración que acabo de copiar), para que no lo hiciera.

[Ibidem, p. 169.]

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de las misiones Minoritanas, sin conseguir, claro está, la aceptación de nada de cuanto le ofrecía. «Si Vuestra Santidad no me ayuda a ser humilde—diz que replicó Fr. Francisco en descargo de su nega-tiva—me perderé: porque la Tiara de San Pedro no estará segura de mi altivez y mi soberbia en la dignísima cabeza de Vuestra Bea-titud», confesión que dejó sumamente edificado al Santo Padre que, cesando en sus intentos, confortó con palabras dulcísimas al peniten-te, pidiéndole le encomendase a Dios y rogara con fe por las necesi-dades de la Iglesia (1).

Esta anécdota prueba la ejemplar humildad del religioso y confir-ma el alto prestigio que gozaba entre sus contemporáneos.

Descontada su intervención en los sucesos que acabamos de re-ferir, es muy natural que los navarros quisieran valerse de su auto- ridad y renombre, a guisa de argumento aquiles para conseguir la separación que propugnaban.

Inspirado en los mejores deseos, quiso ser mediador en la con-tienda y, lejos de conseguir lo que pretendía, recibió en pago humi-llaciones y desengaños, piedra de toque que aquilata la virtud y la santidad de aquel varón, cuya ingénita altivez y natural irreflexivo y violento debieron levantar terribles luchas en su espíritu, sin lo-grar apartarle de la obediencia y mansedumbre que informan los he-chos todos de su vida religiosa, en contraposición con la mundana.

Un relato lacónico y conmovedor de Fr. Jacinto de Cascante, Presidente que fué del Convento de Tudela, nos muestra a Fr. Fran-cisco presa de indecible desaliento, a resultas de una reprimenda fe- roz de que le hizo objeto el General de la Orden al enterarse de las intervenciones del lego en la contienda.

Dícenos el buen P, Jacinto que por haber pretendido «con celo» Fr. Francisco la división de Navarra, le tomaron «tan sobre ojos» que cuando llegó el P. Moncalier, que era el General, al Convento de Alcañíz, le hicieron un informe «muy siniestro, del lego, a resultas del cual le mandó llamar a Alcorisa donde se encontraba acompa-ñando al declarante, que tenía a su cargo la predicación de los ser-mones de cuaresma en aquel punto.

Obedeciendo al superior mandato llegaron ambos a Alcañiz, y habiendo entrado Fr. Francisco en la celda que el Rvmo. ocupaba, éste le dijo palabras muy duras y lo despidió sin más de su presen-cia; ay pidiéndole de rodillas y con lágrimas en los ojos le oyese dos palabras no hubo remedio, y este testigo vió al dicho Fr. Francisco

(1) Anguiano, p. 114.

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llorar agriamente diciendo que quedaba con sumo desconsuelo.» (1) Al efecto de determinar la fecha de la entrevista de Fr. Francis-

co de Pamplona con el General de Capuchinos Fr. Juan de Monca-lier, he repasado numerosos documentos que permiten fijar su cele-bración por el mes de Julio de 1640, en cuya segunda mitad se en-contraba en Zaragoza, recién llegado a España, y parlamentó con los comisionados navarros que fueron a defender la separación que interesaba a la quietud de los religiosos naturales del Reino. (2)

DÁSE CUENTA DE UN BRAVO TOPE QUE TUVO FR. FRANCISCO

CON EL P. PROVINCIAL FR. JUAN DE LA ALMOLDA.

Uno de los cargos más graves alegados en pro de la separación lo cimentaban las suspicacias de algunos religiosos respecto a la le-

(1) [If. citada, fol. 49 vuelto.] Encuentro estrecha relación entre este suceso y los cargos hechos por Moncalier a los religiosos navarros que se contienen en la nota si-guiente y, aunque no conste expresamente, presumo que el firmante de la carta inter-ceptada que señalaba al Guardián de Rentería como principal instigador de los nava- rros, pudo muy bien ser el propio Fr. Francisco, y la carta el origen de la reprimenda.

(2) Interesa mucho a la cuestión la siguiente misiva de Moncalier al Reino:

Los caballeros a que alude el P. Moncalier eran Don Luis de Mur síndico consultor de la Diputacion y de las Cortes, y Don Jerónimo de Cabanillas, quienes celebraron su primera conferencia, que duró tres horas, apenas llegó el General a Zaragoza.

El Padre pareció a los emisarios «sujeto cabalísimo» y bien lo acredita el díplomáti- co estilo de su carta, tan diferente del empleado con el lego. Los puntos a que redujo la conferencia fueron dos: lo impracticable de las pretensiones del Reino y en caso de que no lo fuera, los grandes inconvenientes que habrían de seguirse—a su juicio—con su logro, dando a entender que no estaba dispuesto a acceder a lo solicitado.

Dicen los legados que «hiço cargos gravisimos a los religiosos Navarros de no ha- berle ablado ni escrito y procurado el consuelo por su medio sin valerse del Reyno y sintió el haber empeñado a V. III.ª sumamente queriendo atribuyr esta culpa con nom-

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gitimidad de las informaciones utilizadas por los superiores, que siem-pre estuvieron al tanto de cuantas maquinaciones se tramaban.

Hízose hincapié, a lo largo del proceso, de cuantos ápices pudie-ran favorecer el intento de la separación, llegando a insinuarse ma-terias sutilísimas como son, las que en el orden teológico apuntaban al quebranto del sigilo confesional, por parte de los aragoneses, en el tema preciso de la cuestión batallona.

Empero hay que hacer constar, en honor a la verdad, que no hay pruebas formales para aceptar una objeción tan fragil y perturba-dora.

No cabe duda de que entre los mismos disidentes había algunos que se encargaban de noticiar a sus contrarios de cuanto acontecía; y se ideaba, haciendo que se achacase la publicidad a indiscreción de los extraños. A parte de que, en la atmósfera de recelos—muy hu-manos y justificables en personales apasionamientos, aun dentro de la vida religiosa—en que los contendientes apenas si podían despla-zarse, no pasaba detalle inadvertido, ni para los unos ni para los otros.

Finalmente no faltaron quienes opinaban que no eran, ni po-dían ser materia de confesión, los dimes y diretes que en ella suscita-ban los más timoratos, con relación a los sucesos candentes, por lo cual no podían ni debían ser comprendidos dentro de las inquebran-tables y rigurosas restricciones del sigilo de la penitencia.

Conviene tener presentes estos detalles para puntualizar las cu-riosísimas referencias que el P. Gabriel de Mendigorría vertió en su declaración, al narrar el incidente que tuvo lugar entre Fr. Juan de la Almolda y nuestro lego, cuando éste, inquietado por las dudas, se arriesgó a pedirle licencia para denunciar un caso de aquella natura-leza a los Inquisidores, y el Provincial a negarla con cautela. En apoyo de su negativa debía poseer la delación de alguien a

bre de sediciosso al P.e Guardian de Renteria por una carta que tiene en su poder escri-

ta de un religiosso Navarro a otro y dijo que si no estubiera de por medio la authoridad de V. Ill.ma procederia a prisiones y otros castigos».

Al despedirse su Rvma. asió del brazo al Lic.º Mur y le rogó pidiera dos gracias al Reino en nombre suyo, a saber: que estuviera seguro de que el no obedecerle de mo-mento era «por no poder y que el gobierno de la Religión solo lo entiende el que lo trata de la clausura adentro y con largas experiencias; la segunda que suplicaba que no pusiese su authoridad en negocios de religiosos porque no llegasse a empeño lo que a los principios es celo». El General se indispuso en Zaragoza siguiendo, una vez re-puesto, la proyectada ruta de su viaje.

[Carta del Lic.º Mur al Reino de Navarra. —Tudela 23 de Julio de 1640.— Archivo de

Navarra.—Reino: Negocios Eclesiásticos., Legajo. 2.º, Carpeta 30.]

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quien se confiara Fr. Francisco, o mejor aun el fruto del admirable espionaje que regulaba la acritud de las hostilidades.

Por si esto no fuera bastante, la mansedumbre con que acató la prohibición el lego capuchino, es un poderoso elemento de juicio, pa-ra determinar el limitado alcance de esta referencia.

La versión del fraile de Peralta, copiada a la letra de la original, es como sigue:

«Estando este testigo en el convento de Albalate y en la çelda del P. Fr. Martin de Pamplona, Navarro, tres o quatro dias antes que muriera le dixo estas formales pala-bras: P.e Fr. Graviel, grandes son los agravios que estos P.es nos haçen. Aquí a estado el

P. Provincial Fr. Juan de la Almolda y a dicho públicamente que abia tenido un brabo tope

con Fr. Francisco de Pamplona y que el dicho Fr. Francisco entre otras cosas le abia pedido

licençia para yr a la Inquisición a dar quenta a quellos señores de que le abían rebelado la con-

fesión y que no abia querido dársela, lo qual supo también por aberse allado en el dicho convento Fr. Pedro de Villafrancra» (1).

Tal fué el bravo «tope» que evitó a los familiares del Santo Ofi-cio de la Inquisición terciar en la notable contienda capuchina.

UN HALLAZGO INTERESANTE: EL TESTAMENTO DE FR. FRANCISCO

DE PAMPLONA

Al hablar del accidente de la Puerta del Sol acogimos la noticia de que Don Tiburcio testó. Anguiano, que es quien señala el hecho, agre-ga que Redín dispuso sus cosas «con peregrino arrepentimiento» (2).

Estos eran los únicos datos existentes respecto a las postreras voluntades del famoso caballero, sin otra ampliación, en orden a su contenido, que la noticia, pasada en autoridad de cosa juzgada, de que a Don Tiburcio heredó su hermana Doña Rosa, cuando éste re-nunció al siglo profesando.

La inexactitud de esta especie la hemos dejado, con creces, de-mostrada. ¡Mal podía heredarle Doña Rosa, si al tiempo de hacer sus votos el Barón, estaba muerta!

Así se explica que el testamento válido, que voy a dar a conocer y pretendo subrayar, ni siquiera nombre a esta señora y Cite, ca-balmente, a los cuatro vástagos de la familia Redín-Cruzat (3) que abrazaron el celibato, de los nueve cuya existencia hemos compro-bado, por ser ellos los únicos supervivientes, con el lego, al tiempo de otorgarse la escritura.

(1) If. citada, fol. 97. (2) Obra citada, p. 51. (3) Don Juan y Don Martín, Doña Juana y Doña María, conformando la aserción

con las semblanzas biográficas que de ellos hemos bosquejado.

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No es de consiguiente, el que queremos señalar, el testamento que Anguiano presume haber sido hecho en Madrid y que también se desconoce. El descubierto por nosotros, une al interés de su conteni- do, la circunstancia de publicarse íntegro, la primera vez que se le cita en letras de molde, desde el tiempo de su firma.

Conservado en los fondos históricos del Hospital de N.ª S.ª de Misericordia de Pamplona, recientemente incorporados al Archivo de Navarra donde me cupo la satisfacción de proceder a reorganizar-los, ocupa los folios 375 a 383 vueltos los dos, del «Libro primero de Escrituras» de la institución de referencia, señalado con el número dos en el Catálogo.

El documento en cuestión, cuya importancia sería vano ponderar, plantea y resuelve interesantes problemas, sugiere no pocas deduc-ciones y, retrata, con admirable justeza, el momento solemne en que la personalidad de Don Tiburcio de Redín se eclipsaba, ce-diendo al empuje avasallador del Capuchino ejemplar que latente albergaba, para reparo de sus incontables fechorías.

Como quiera que se inserta íntegro en el Apéndice, seré parco en comentar sus cláusulas, fijando tan sólo la atención en las que sean más dignas de estudiarse (1).

Helas aquí, con los corolarios que de su lectura se deducen: El otorgante se titula «Fr. Francisco de Pamplona, religioso no-

bicio en el Combento de Capuchinos de la ciudad de Tarazona, lla-mado en el siglo Don Tiburcio de Redín, Caballero, Señor de Redín y Barón de Bigüezar (sic).»

El instrumento notarial, autorizado por el escribano Francisco Lamata, lleva la fecha «Tarazona el primero día de mes de Agosto del año 1638». Infiérese de ello que «El Capuchino español» aún no había, hecho sus votos en Agosto de 1638, aunque seguía firme en el propósito de consolidar la vocación que a pronunciarlos le llevaba.

Relacionando este hecho con los últimamente averiguados acerca de los finales de su accidentada carrera militar y, con las fechas de legalización del testamento y cumplimiento de las disposiciones en el mismo contenidas, (15 de febrero y 2 de abril de 1639), (2) hay que suponer, mientras no se demuestre lo contrario, un error de fecha en las que tanto Anguiano como el Marqués del Amparo, y los secua-ces de ambos, señalan para la «toma de hábito» de Fr. Francisco, si bien, el hecho confirmado de que en Agosto de 1637 se hallaba Don Tiburcio en el convento, induce a creer que la ofrecida por An-

(1) V. el Documento III (A) del Apéndice. (2) Ibidem, III (A y B)

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guiano (26 de Julio de 1637) es exacta, en el caso de que concrete la de admisión del de Redín en la Orden seráfica, habida cuenta de que el noviciado duraba un año, precedido siempre de un corto período que observó con ropajes de mílite el arrepentido caballero (1).

En virtud de la cláusula 13 del testamento, hay que remontar al tiempo de Don Tiburcio, los orígenes del edificio derruido que señala en el lugar de Redín el Diccionario de la Real Academia de la His-toria y, en la actualidad, según mis informes, se atribuye con el nom-bre de «El Vínculo», por los vecinos más ancianos, al virtuoso pres-bítero Don Martín Ciáurriz, tan recordado en Leyún donde vió la luz primera.

El nombre con que aun se designan esas ruinas, da idea de los ge-nerosos impulsos que abrigaba el «Capuchino español», al tiempo de instituir aquella fundación en beneficio de los hijos del pueblo.

En cuanto a los legados piadosos que relaciona la cláusula 14, en-caminados a dotar con una lámpara de plata y otros ornamentos la capilla y altar del Santo Apóstol de las Indias, pariente del testador, en Tarazona, ninguno se conserva.

Contémplase la antigua residencia de Jesuitas, convertida hoy en Hospicio e Inclusa provincial, donde aun se admira el altar de San Javier, expléndidamente conservado.

Hase, no obstante, perdido la memoria del legado y además la documentación que pudiera señalar su paradero (2).

(1) «En los días que estuvo de seglar, en el estado que llamamos cathecumeno, se le hacían las horas años, por el fervoroso deseo que tenía de verse ya con el santo hábito.»

[Anguiano, p. 67.] La p. 145 del libro de Puyol transcribe algunos párrafos de cartas de Agosto de

1637 en las que se asegura el ingreso de Redín en el convento, fecha que el Marqués del Amparo retrasa al 26 de Julio del siguiente año.

No deja de tener interés el hecho de que los únicos percibos verificados a nombre de Don Tiburcio de Redín en la Tesorería de Navarra, daten de 1642 y sólo alcancen desde la concesión de su merced de acostamiento (V. Documento I del Apéndice) hasta fines de 1636, conforme al asiento que transcribo:

«Don Tiburcio de Redín. Auto de la Cámara y Cartas de pago.» «A Don Tiburcio de Redín 85.332 mrs. a quenta de lo corrido de su acostamiento

desde 4 de Diciembre de 1634 hasta fin de Diciembre de 1636, reciviolos Don Martín de Salinas en virtud de su poder, de que dió dos cartas de pago en Pamplona a 1.º de Ene-ro de 1641 y 23 de Mayo de 1642, ante Martín Garay.»

«Quenta dada por Miguel de Iribas, Regente de la Tesorería. Años 1632-36.» [Archivo de Navarra.—Comptos: Registro 314 de la Tesorería, fol. 87.] (2) Comunicación del M. I. Sr. Don José María Sanz, Canónigo de Tarazona, de 21

de Diciembre de 1926. Añade el culto informante al cuestionario que le propuse, que existe en pie el edifi-

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Mejor fortuna cupo a las mandas del Hospital de Pamplona: cuan-do menos han sido causa de que la escritura en que constaban se co-piase en los registros, cuyo estudio ha permitido, después de casi tres siglos, encontrar tan importante documento y darlo a conocer a los amantes de la historia.

Los bienes legados al Hospital, relacionados en la cláusula 18 del mismo son, por la naturaleza de los más, de subido interés artís-tico, para que no seduzca al investigador la idea de proceder a iden-tificarlos.

He procurado averiguar el paradero de los objetos a que aludo valiéndome de la inteligente ayuda de las benditas Hijas de la Cari-dad que gobiernan el benéfico establecimiento, llegando al conven-cimiento de que los dos candelabros de plata que para servicio de la capilla guardan con las alhajas de la clausura, proceden del legado de Don Tiburcio (1).

Los bufetes del recibidor, y los que procedentes del Hospital, figu-ran en la Sala de sesiones del Palacio de Navarra, no están de acuer-do con la época que corresponde a los comprendidos en el herencio de Redín, por más que las mesas de los que forman el primer par pu-dieran muy bien datar de aquel entonces.

De la tapicería que figura en el legado, haremos un capítulo final para estas notas.

En cuanto al espadín, banda y cadena legados por Fr. Francisco a su hermano Don Martín, mudos testigos de su gloria, no queda ni no-ticia entre los herederos de sus bienes, según asegura mi querido ami-go el Marqués de la Real Defensa que, en recuerdo del «Capuchino español», lleva el nombre de Tiburcio (2). Es posible, no obstante,

cio convento de los PP. Capuchinos, pero destinado en su totalidad, así como la igle-sia, a usos profanos, y que las parroquias a remedio de cuyos pobres acudió Don Ti-burcio en su testamento, son las tres actuales (San Andrés de la Catedral, Santa María Magdalena y San Miguel) y la de Santa María del Rebate, auxiliar de la primera que, en el siglo XVII, fué entregada a los PP. Mercedarios.

Las parroquias de Pamplona eran: la de San Saturnino (vulgarmente llamada de San Cernin), la de San Juan, la de San Nicolás y la de San Lorenzo, cuyo número se con-serve hasta 1.º de Julio de 1881, en que fué elevada a su categoría la iglesia de San Agustín, que correspondía al adyacente y extinguido convento de esta Orden.

(1) Ambas piezas, sin punzón ni marca de platero, son bellos ejemplares de la or-febrería clásica del siglo XVI y miden 44 cms. de altura. Agradezco a la Comunidad de Hijas de la Caridad del Hospital y a su bondadosa Superiora Sor Carmen Reta, la acti-vidad con que han cumplimentado mis consultas, sobre todo en lo que afecta a la ave-riguación del paradero de cuantos tapices pudieran conservarse en el benéfico estable-cimiento de su cargo, aunque la búsqueda haya sido infructuosa.

(2) Comunicación de 18 de Diciembre de 1926.

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que el arma se conserve entre las varias que la casa de Guendulain posee. Con tal supuesto sería de desear se identifique, y se estudie con el cariño que merece.

De la cadena de oro dice el testamento fué régio presente, como atestigua el relato de la visita de Redín a Don Felipe IV durante la cual, entre otras demostraciones de agrado que el Monarca le hizo, al decir de Fr. Mateo, «yéndole a besar la mano, quando bolvió vic-torioso de la Isla de San Martín, le dió su Magestad una cadena de oro, que oy (1704) se conserva en su casa» (1), referencia que con- cuerda con la cláusula 19 del repetido testamento y con lo que espe-cifica Moret ea su Dedicatoria, cuando dice: «sobrevivió Don Tibur-cio, aunque traspasado un brazo, y mereció del Rey grandíssima es-timación. Pues habiendo vuelto de la conquista de la isla, al tiempo que le fué a besar la mano, se quitó una cadena de oro, y se la puso al cuello, la qual preciosa alhaja hizo Don Tiburcio se vinculase en el Mayorazgo de los Redines» (2).

Conviene distinguir esta joya, de otra cadena correspondiente a un «Lignum Crucis» que, como propio de la parroquia de Redín, fi-guró en la inolvidable exposición de Arte retrospectivo del II Con-greso de Estudios Vascos que se celebró, en 1920, en los claustros de la Catedral de Pamplona, pues es reliquia que el Papa Alejandro VII envió a Don Martín, a modo de presente de amistad y de afecto, al ser éste elegido soberano de la Orden de Malta, pues nos consta también que «esta inestimable reliquia dexó después de sus días el Gran Maestre a la iglesia parroquial de Redín, en cuyo sagrario se conserva» (3).

(1) Anguiano, Obra citada, p. 23. (2) Moret en su Dedicatoria, p. 3. (3) Anguiano, Obra citada, p. 7. Análoga demostración recibió el «Capuchino español» por parte de Inocencio X

quien después del diálogo que recordará el lector, «por ultima fineza, en señal del pa-ternal amor que le tenía, le dió un pedazo del S. Lignum Crucis, que traxo siempre consigo hasta su muerte, y cantidad de Reliquias y medallas». Este segundo «Lignum Crucis», en unión de las Cuentas de la V. M. Juana de la Cruz y del Santo Cristo que guardó Radillo de Arce a raíz de la muerte del siervo de Dios, fueron regalados en Cartagena de Indias por este caballero, al célebre General Don Pedro de Ursua, quien los agregó a su Mayorazgo en señal de respeto y aprecio,

Otra reliquia «bien guarnecida» de la misma naturaleza fué regalada por el Monar- ca al Capuchino «para que conociese no le estimava menos después de Religioso, que quando militava en sus Exercitos» rogándole pidiera a Dios por las necesidades de la Monarquía. [Ibidem, págs. 145, 192 y 161.] Esta tercera y última prenda pudiera ser la que, con la venera santiaguesa usada por Redín, se conserva en Pamplona.

Además del pectoral de la parroquia de Redin (por tradición confundido con el que

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La banda jerárquico-militar, como objeto más deleznable, se ex-plica mejor haya podido desaparecer o destruirse bajo la acción te-naz e inexorable de los años.

LA INSTITUCIÓN DE HEREDEROS Y LA MEMORIA RESERVADA DE FR. FRANCISCO.

La cláusula de nombramiento de herederos está restringida por cierta memoria autógrafa del Barón donde se hacían constar las instrucciones dadas por él al Dr. López Murillas y al comerciante turiasonense Ximenez del Corral, dos de los cinco herederos univer- sales de los bienes particulares de Don Tiburcio.

Una declaración acoplada al testamento, nos hace saber que una de las disposiciones de la nota reservada por ellos disponía en favor de los hijos de Doña Rosa, Don Francisco y Doña Ignacia de Lodo- sa y Redín, los servicios que llevaba prestados a su Rey el otorgan- te. Reconociéndolo así las testamentarios procedieron a su transfe- rencia en 2 de Abril de 1639, una vez profeso en religión el Capu- chino (1).

regalara el Rey al Caballero) existe en dicha iglesia una bandera que (según se dice) es la que llevaba consigo el referido Don Tiburcio, a quien también se atribuye un cas-co que estuvo colocado sobre ella y que obra en la actualidad atribuyéndolo a Don Car-los de Redín en poder del Conde de Guendulain y Barón de Bigüezal en Pamplona.

[Comunicación de Don Salvador García respetable Vicario de las parroquias de Li-zoain-Redín. En ella se señala la creencia de que «el vínculo» de Redín fué fundado por Ciáurriz.]

(1) V. Documento III (B) del Apéndice. Los efectos de este legado no se hicieron esperar, como se desprende del acosta-

miento del sucesor de Don Tiburcio, cuyo tenor es como sigue: «Teniendo consideración a lo que el Maese de Campo Don Tiburclo de Redín, Ca-

vallero de la Horden de Santiago, Varon de Vigüezal en ese Reyno serbió el Rey Mi señor Mi Padre (que santa gloria aya) y a los muchos, buenos y señalados servicios que a Mi me hiço, le hice merced de trecientos ducados de acostamiento en las tablas dese Reyno y agora teniendo asimismo consideración a que a entrado en Religión sin

goçar desta merced y a que Don Francisco de Lodosa y Redín su sobrino ha suçedido

en su casa y serbicios he tenido por bien de hacerle, como por la presente se la hago, de los dichos trecientos ducados de acostamiento en cada un año, moneda destos Mis Reynos de Castilla... Madrid 21 de Junio de 1639.»

[Arch. de Navarra.—Comptos: Mercedes Reales, lib. 25 (1.º), fol. 186 vuelto.] Las Cortes reunidas en 1642 no convocaron a Don Tiburcio, pero las celebradas

cuatro años después lo hicieron, previa la súplica de que se le continuara el llamamien- to, a nombre de Don Francisco de Lodosa y Redín «con expresión de ser señor de los Palacios de Redín, y Barón de Vigüezar, por muerte de su madre Doña Rosa de Redín.»

[Ibidem.—Reino: Protonotaría, lib 2.º, folios 98 y 122] Conviene advertir que Doña Isabel Cruzat murió en 1642, fecha que está de acuer-

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Faltábanos, para un completo informe, averiguar qué se hizo de la fortuna personal de Don Tiburcio y este dato nos lo ha deparado el estudio de la información substanciada, por mandamiento apostóli-co, con motivo de las diferencias que suscitaron los capuchinos na-varro-aragoneses contemporáneos del lego, según hemos explayado en anteriores capítulos.

Sábese por ella que la fortuna de libre disposición de Don Tibur-cio pasaba de los 15.000 ducados y que pensó en dedicarla íntegra o en la cuantía necesaria, a la fundación de un convento de la Orden Seráfica en Tafalla.

Inducíale a ello el ahinco con que sus naturales la solicitaban des-de que, al amparo de las buenas disposiciones del filántropo Amasa, predicó Fr. Diego de Tudela una cuaresma de sermones en la bella ciudad de la Ribera.

Don Diego Morrás, médico de la población ofreció con repetidas instancias al P. Paracuellos, las casas y huertas que poseía en lugar adecuado al intento, en recuerdo de su hermano Fr. Andrés de Ta-falla que murió siendo capuchino: el regidor Don Miguel de Eraso, en nombre de la Ciudad, la piedra y yeso precisa para la obra. La po-blación entera, la seguridad de que contribuiría al sustento de la Co-munidad, que se calculaba con un promedio de diez y seis religiosos.

Agrega la información que habiendo comunicado Don Tiburcio su designio a Fr. Buenaventura de Maluenda, Maestro de Novicios y Guardián de Tarazona, éste «se lo quitó de la cabeza» recomendán-dole que pusiera el capital a disposición del P. Provincial, como más conocedor de las necesidades de la Orden, y que se dejara de funda-ciones en Navarra (1).

do con la que con ambigüedad propone Anguiano (p. 108) cuando dice que enfermó, «a los cinco años de la toma de hábito» del menor de sus hijos que, como es sabido, no se halló presente a sus últimos momentos, por haberse alejado de la morada materna re-huyendo los obsequios que allí le prodigaban amigos y allegados al tiempo de asistir durante su enfermedad a la Baronesa.

El texto de la partida de defunción, es como sigue: «Doña Isabel Cruzat=testó». «A quatorce de Setiembre del año mil y seiscientos y quarenta dos murió Doña Isa-

bel Cruzat madre del Gran Prior de Nabarra, recibió los Santos Sacramentos y testó y se enterró en San Cernin, y se le an hecho su entierro y honras y los demás sufragios y la enterró el cabildo de la catedral». (Está sin firma).

[Archivo Parroquial de San Saturnino de Pamplona. Libro 2.º de Difuntos, folio 42.]

(1) Apenas ingresó en el Noviciado Don Tiburcio quedó bajo la disciplina de Fray Buenaventura, hasta que, a los seis meses de su permanencia, le sustituyó en el cargo de Maestro y en el de Guardián, el R. P. Juan de Roda.

[Cf. Anguiano, obra citada, p. 68.]

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El novicio siguió el consejo y el Superior deshizo aquel caudal repartiéndolo entre las casas de Aragón, salvo una exigua canti-dad que se invirtió en la huerta del convento de Peralta (en el que durante algún tiempo permaneció Fr. Francisco, una vez profeso) hecho que causó no poca desazón a nuestro lego y al propio Don Martín, según lo dieron a entender en repetidas ocasiones.

Los siguientes párrafos, acumulados en la información de refe-rencia, describen con gran puntualidad, cuanto atañe a estos ex-tremos:

Primeramente, Fr. Buenaventura de Aoiz, Capuchino del convento de Tudela «dixo que save por averlo oydo y entendido, que el dicho Graviel de Amasa dexó por su tes-tamento cinco mill ducados para fundar un Convento es este Reyno y por averlo savi- do la ciudad de Tafalla pidió se fundasen en ella, ofreciendo lo demas necesario y aun- que sobre ello hicieron bravas instancias no pudieron hacer la dicha fundación, teniendo para ello muchas conveniençias por ser la dicha Ciudad de mas de mill vecinos y la co- marca muy fertil y abundosa=lo qual le ha dicho en diferentes ocasiones Francisco de Calataiud vecino de la dicha Ciudad y que sobre ello le hiço recado al dicho P.e Fr.Joseph de Paracuellos siendo Provincial y no quiso oyr ni admitir la dicha proposición =y también dixo que Fr. Francisco de Pamplona, que en el siglo se llamaba Don Ti- burcio de Redín en el año de su noviciado, al tiempo de hacer testamento quiso dexar para una fundación de Capuchinos en este Reyno de Navarra en la dicha ciudad de Tafalla y su Maestro de Novicios que era Aragonés, que se llamava Fr. Buenaventura de Maluenda, le hizo desistir de este intento, diciéndole que se dexase de fundaciones en Navarra y que si quería hacer algún bien a la Religión y Provincia lo dexase a la disposición del Padre Provincial para las necesidades de ella y así lo hiço y fuera de cien ducados que se enviaron al convento de Peralta para hacer una balsa, todo lo de-más lo emplearon en los conventos de Aragón en el de Albalate que se fabricaba de-xando la dicha ciudad de Tafalla y otras partes del dicho Reino de Navarra sin nada, siendo su patria y gente de la calidad y comodidades arriva dichas y esto respondió» (1).

Fr. Domingo de Pamplona, Guardián del convento de Tudela «dixo que save y es público y notorio que la ciudad de Tafalla también a deseado fundación de Capuchinos y ofreció muchas conveniencias para que se hiciera y tenían todas las que se podían desear para fundarse y sustentarse en ella hasta catorce o diez y seis religiosos, por ser de más de mill vezinos y muchos lugares de comarca y toda la tierra muy abundan- te de todo genero de frutos y la gente muy rica y liveral y con muchos deseos de hacer la dicha fundación y esto fué en ocasión que predicó en la dicha ciudad Fr. Diego de Tudela una quaresma y de todo ello a vido y ay voz común y fama pública y que Fray Francisco de Pamplona llamado en el siglo Don Tiburcio de Redín, Cavallero de la Or-den de Santiago; siendo novicio quiso dexar seis mill ducados para que se fundase un convento en la dicha ciudad y que así el P. Guardián como su Maestro de Novicios lla- mado Fr. Buenaventura de Maluenda y en especial el P. Fr. Francisco del Villar se lo estorvaron y desadueron, diciéndole que los conventos de Navarra necesitavan de re- paros y que para ellos era mejor dexar los seis mill ducados y a la disposición del di-cho P.e Provincial, y siendo profeso el dicho Fr. Francisco de Pamplona, conoçió el en-

(1) If. citada, fol. 9 vuelto.

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gaño y se quexó lastimosamente muchas veces según lo a oydo decir a muchos Reli-giosos de mucha fee y crédito y asta aora no save este testigo que se ayan gastado los dichos seis mill ducados ni parte dellos en tales reparos y solo puede decir en este particular que estando este testigo conventual en el convento de Rentería abra nueve o diez años y siendo Guardián del dicho convento Fr. Juan Graviel de Luna, Arago-nés, llegó a él Bernardo del Corral, vezino de la ciudad de Tarazona del Reino de Ara-gón, por horden de los P.es Aragoneses y haviéndole preguntado el dicho Guardián a qué venía respondió el dicho Bernardo en presencia deste testigo que pasava a San Sebastián a cobrar unas cantidades de los seis mill ducados que dexa Fr. Francisco de Pamplona para hacer el quarto del convento de Tarazona y con esto de una Enferme-ría y Refitorio muy capazes de otras piezas menores que este testigo a visto y esto responde» (1).

Don Pedro de Irisarri, Abad de Cadreita «sabe lo dexo la dicha hazienda que mon-taría más de diez y seis mill ducados según se lo ha dicho a este testigo varias veces el dicho Fr Francisco de Pamplona y el Gran Prior de Navarra su hermano, y en otras ocasiones se lo oyó decir al dicho Fr. Francisco que le pesava de la disposición que havían tenido los P.es Aragoneses de su hazienda y quisiera más la hubiera gastado en la dicha ciudad de Tafalla haciendo convento nuevo, que no en Aragón donde la em-plearon y esto responde» (2).

Fr. Raimundo de Falces, fraile conventual de Peralta, agrega a su vez: «y así se lo an dicho a este testigo el P e Fr. Bernardo de Larraga y los hermanos Fr. Matheo de Arguedas y Fr. Bernardino de Tudela que se hallaron con el dicho Fr. Francisco en el Nobiçiado y ha sido público y notorio en esta provincia y lo que procedió de la dicha hazienda se gastó y consumió en los conventos de Aragón, menos cien ducados que se gastaron para hacer la guerta del convento de Peralta para hacer la balsa no haçiendo caso de los conventos de Navarra, ni de la fundación de Tafalla» (3).

«El P. Fr. Miguel de Pamplona, del convento de Peralta, declaro por su parte, que «estando en Zaragoza le dixo Fr. Francisco de Pamplona llamado en el siglo Don Tibur-cio de Redín, con mucho sentimiento, que en su testamento abía dexado mucha cantidad de dinero para fundación de un convento en Navarra y que primero tubo intento de que se fundara en la dicha ciudad de Tafalla y que no se abía echo nada de lo que él abía querido por los fines de lo particulares de los P.es Aragoneses y que no querían ha-cer más fundaciones en Navarra» (4).

«Y más, save—agrega Don Diego de Argaiz, Caballero Comendador de Aberin en la Orden de San Juan en Navarra, vecino de Peralta—que Fr. Francisco de Pamplona llamado en el siglo Don Tiburcio de Redín Cavallero de la Orden de Santiago que abía ocupado grandes puestos por Su Magestad y hermano que fué del Gran Prior de Na-varra quiso dexar toda su hazienda que pasava de diez y seis mill ducados o lo que fuera necesario, para fundar un convento de Capuchinos en la dicha ciudad de Tafalla, y su Maestro de Novicios hiço que dexara la dicha hazienda a disposición de su Pro-vincial con que se desbaneçió su intento y se vino a gastar toda la dicha cantidad en

(1) [Ibidem, fol. 39.] Recuérdese que Bernardo del Corral era uno de los herede-ros y ejecutores del testamento de Don Tiburcio.

(2) Ibidem, fol. 78, vuelto. (3) Ibidem, fol. 81. (4) Ibidem, fol. 107.

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los conventos de Aragón menos cien ducados que se gastaron en la huerta desta villa y por mano deste testigo se llevaron quarenta mill reales que tenía en su poder del di-cho Don Tiburcio de Redín al dicho Reino de Aragón» (1).

Fr. Juan Francisco de Pamplona, Predicador del convento de la villa de Los Arcos y residente en él, «dixo. que save muy bien que la ciudad de Tafalla será de mill vezi-nos poco más o menos con muchos lugares de comarca todos muy ricos, devotos y li-mosneros y que también deseó se fundara un convento de Capuchinos por no tener si-no uno de Observantes de San Francisco y el dicho Provincial para aquellos no quiso admitir la dicha fundazion, de que han tenido grandes sentimientos y quexas los natura-les y el hermano en cuya cassa se recojen los rreligiosos le dijo a este testigo que él avía llevano rrecado al dicho Padre Provincial de parte de la dicha Ciudad, ofreciendo todo lo necessario para la fabrica y el daba su huerta que es muy grande y aproposito para sitio y no lo pudieron conseguir. Y también save que Fr. Francisco de Pamplona llamado en el siglo Don Tiburcio de Redín, antes de profesar dejó su patrimonio que era muy lucido para hacer un convento en la dicha ciudad de Tafalla y Fr. Buenaven-tura de Maluenda su maestro de Novicios se lo disuadió y le persuadió a que lo dejara a la disposición del P. Provincial como lo hiço y save que la dicha su hacienda se consu-mió en la fabrica del convento de Albalate y la enfermería de Calatayud y solos cien ducados se gastaron en la balsa del convento de Peralta como se lo aseguraron a este testigo el P. Fr. Domingo de Pamplona y el Hermano Fr. Bernardino de Tudela no haciendo casso de la dicha ciudad de Tafalla estando a mitad de camino de Pamplona y siendo de tantas convinienzias como queda dicho y esto responde» (2).

Así podríamos multiplicar estos testimonios, mas con lo dicho queda comprobada, con exceso, que hasta en este detalle del desba-ratamiento de sus bienes, tuvo mucho que aprender y merecer a los ojos de Dios, el admirable lego que, tanta perfección logró en la excelsa virtud de renunciar a cuanto pudiera relacionarle con el mundo (3).

(1) Ibidem, fol. 111, vuelto. (2) Ibidem, fol. 128. (3) En 1658 había en Navarra 61 conventos (38 de religiosos mendicantes) para una

poblacion de 30.000 vecinos. Faltaban a los Capuchinos varios conventos para poder erigirse en Provincia con

arreglo a las constituciones apostólicas; a tal efecto consiguieron autorización del Reino para fundar cinco conventos más, dos de los cuales comenzaron en seguida a levantar-se: el de Tafalla con título de tal, y, con el de Hospicio, el de Viana.

Contra la licencia de la Diputación, recurrieron a S. M. los Conventos Reales de franciscanos de Olite y Tafalla, sin que lograsen anularla, aunque mediaron algunas gestiones en demanda de informes. De ellos resultó que los Capuchinos habían comen-zado la fábrica de su convento (actual residencia de Escolapios) con todos los requisi-tos legales y contando con el beneplácito de los dos cabildos de Tafalla, a pesar de lo cual persistió la oposición de los franciscanos algún tiempo.

[Arch. de Navarra.—Reino: Negocios Eclesiásticos. Leg.º 2.º, Carpeta 71, Año 1658]

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FR. FRANCISCO DE PAMPLONA GENUINAMENTE MISIONERO Y APOSTOL

El aspecto más emocionante y sublime de la vida del Hermano Francisco, es por excelencia, el misionero.

Con toda justicia se le considera como fundador de las misiones capuchinas de Africa y de América: con toda justicia se le reconoce también como apostol y orientador de esta magna empresa, la más admirable de su vida. Se hace preciso, por tanto, señalar este tema como digno, de especial atención para su estudio, porque revela y sin-tetiza el grado de perfección religiosa que alcanzó el «Capuchino es-pañol» en el celeste camino de su Gloria (1)

En este sentido son dignas de especial mención las investigacio- nes del P. Rionegro, misionero capuchino que, durante muchos años, ha ejercido el ministerio en Venezuela, porque de ellas parece des-prenderse que tuvo la fortuna de encontrar los restos del Hermano Francisco que, se creían perdidos para siempre, en tierras de la Guaira, conforme a los informes registrados. (2).

No contento con ello y, en calidad de comisionado del Gobierno de aquella floreciente República, vino a España a publicar y anotar una serie de documentos de los siglos XVII y XVIII, relacionados con las misiones de PP. Capuchinos en aquellas antiguas provincias españolas: De los cien volúmenes que podrían llenarse con los prin- cipales manuscritos tocantes al asunto, sólo dos pudo imprimir el docto misionero. En ellos se habla accidentalmente del «Capuchino

(1) Desde que en 1904 el Rvmo. Andermat instó, como General de la Orden Capu- china, a los Superiores Provinciales para que se interesaran en la reconstrucción his- tórica de las provincias de su cargo, muchas y muy importantes han sido las labores de tal índole que han visto la luz en ambos mundos, mas, entre todas, apenas si hay al- guna que haga referencia a Fr. Francisco.

La historia de la Provincia capuchina de Aragón en general, y en particular de la de Navarra y Cantabria, está comenzada, según se me asegura, por el erudito P Fr. Celes- tino de Añorbe cuyas actividades en la Religión, alejándole de España, le han impedi- do ultimarla hasta la fecha.

Seria de desear que esta importante obra, tan relacionada con nuestro pais, viera pronto la luz, máxime cuando entre los historiadores de la Orden residentes en Pamplona existen PP. tan beneméritos y capacitados como el R. Guardián Fr. Ladislao de Yabar, cuya virtud corre parejas con su ciencia, y como Fr. Fulgencio de Bargota cuya ilustración y entusiasmos ofrecen sobradas garantías para el caso.

(2) Cf. el P. Melchor de Escoriaza en la «Crónica de las Misiones Capuchinas en Venezuela». Caracas, 1910, p. 63, citada por el P. Ciáurriz en su libro.

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español», en diversos pasajes que queremos recordar en pocas líneas, porque explican las causas que movieron al lego pamplonés, decha-do de religiosos, a emprender la misión de Cumaná cuyos comienzos se determinan en la obra (1).

Pues bien de estas misiones «tal vez las más bien servidas y des-empeñadas» a juicio, honrosísimo para la Orden, del Real y Supremo Consejo de Indias de 1791 (2), fué «guía y primer Colón», según los documentos publicados, nuestro lego, que inició su apostolado entre tribus de negros primero y después entre hordas de indios salvajes, poniendo los cimientos de la admirable organización misional capu-china que, de la nada, fundó más de 200 pueblos, fomentó considera-blemente la riqueza del país y, con la luz de la Fe, fué extendiendo la cultura indígena con prodigiosos avances (3).

El libro de referencia contiene pues noticias de interés, algunas tan puntuales como la del mal que padecieron los misioneros en Pa-namá, camino de Darien, de enero a abril de 1648 (4).

Pero la más interesante para nosotros es la que explica las cau-sas de la misión de 1650.

Dicen las «Relaciones» que en tiempos en que Don Tiburcio fué marino, falto de víveres el navío en que viajaba, arribó a una de las Islas de Barlovento llamada la Granada, cuyos habitantes, todos in-dios gentiles, le proveyeron, con rara generosidad, de cuanto preci-saba. Y que un impulso de gratitud, nacido al calor de este hecho le-jano, movió a Fr. Francisco a corresponder a sus bienhechores, in-filtrando en su mente la luz del Evangelio.

Claro está que el hombre propone y Dios dispone; no contaba el

(1) Rionegro (Fr. Froylán). «Relaciones de las misiones de los PP. Capuchinos en las antiguas provincias españolas, hoy República de Venezuela.—Sevilla, «La Exposi-ción» 1918 » 2 vols. en 4.º

En la pág. 5 del tomo primero de esta obra, se indica que el P. Otto Maas preparó otros documentos importantes acerca de las misiones de Venezuela, sacados con mucha paciencia del Archivo de Indias, cuyos legajos se abstuvo, por delicadeza, de tocar en lo más mínimo el infatigable publicista de que hablamos.

(2) Arch. general de Indias. Est. 144, Caj. 6, leg. 6, citado en las «Relaciones». (3) En el Puerto de los Indios Piritus la misión de que formaba parte el Hermano

Francisco. trazó los planos de la Iglesia dedicada al misterio de la Concepción Purísima de N.ª S.ª. En la nación de los Cochismas, a donde se dirigió seguidamente, levantaron otra Iglesia con el nombre de S. Salvador. «Con la ayuda de Dios, en breve tiempo bauti-zaron a muchos adultos que llegaron de partes remotas, y a más de doscientos parbulos. De unos y otros, hubo muchos, que dentro de pocos messes, no sólo sabían la doctrina christíana: pero también ayudar a Missa, en su lengua, y en la española, y leer en libro.»

[Obra citada. Tomo 2.º, p. 100.] (4) Ibidem, p. 82.

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misionero con que por estar declaradas las hostilidades entre Francia y España, había de encontrar la Isla en manos de franceses a su arri-bo. Y que, aunque el gobernador les obsequió y él llevaba los do-cumentos pertinentes en regla, había de verse en el trance de desis-tir de la idea primitiva para trasladarse a la Margarita, después de tres días de navegación, y de la Margarita a Cumaná, donde finó su apostolado con portentosos ejemplos de obediencia y pobreza.

Allí permanecieron los PP. hasta 1651 en que, a resulta de varios incidentes fueron llamados por mandato Real a la península, adonde no había podido llegar aquel mismo año, Fr. Francisco, antes de re-cibir la misión la orden de regreso, por haber fallecido cerca de Ca-racas, en el puerto de la Guaira donde, según queda dicho, aún per-dura como una esencia fragante, la santidad de su virtud y el devo-to rumor de sus «milagros» (1).

UN PROBLEMA DE ARTE: LA IDENTIFICACIÓN DE LOS TAPICES DEL TRIUNFO DE LA EUCARISTÍA.

Entre las preseas que decoran el Palacio de la Diputación Foral y Provincial de Navarra descuella, por su hermosura y valor, una soberbia colección de tapices flamencos de altolizo.

Los ocho ejemplares que la integran, no proceden, como hubiera sido natural, del acervo suntuario de la Diputación a Cortes del an-tiguo Reino, cuya impresión de conjunto describió a grandes rasgos y con mayor sátira el enigmático jesuita creador de Fr. Gerundio de Campazas (2).

Por razones que no se explican, son contadísimas las obras de ar-te que salvándose de un estúpido afán innovador se han conservada:

(1) Ibidem. Tomo 1.º, págs. 61 y siguientes.(2) Véase como el P José Francisco de Isla describía la «Sala de la Preciosa» de

la Catedral de Pamplona, donde la Diputación y las Cortes se reunían a deliberar desde tiempos remotos.

«...Vestía la Sala la rica colgadura del Reyno: ésta pendía de la Sala, y de la colga- dura estaban colgados todos los que la miraban. La falda del trage era una cumplidíssi-ma alfombra, texida de hermosas plantas; pero avía una especie de competencia entre las que la pisaban y las que la entretexían, porque las primeras eran más racionales y las segundas presumían de más vivas. No faltaban a la gala de la ostentosíssima Pieza chorreras, cintillos y brillantes en un esquadron de láminas y espejos en plenilunio, que tenían también sus lunas, y assi era una locura lo que resplandecían ...»

[Triunfo del amor y de la lealtad. Día grande de Navarra en la ... aclamación del se-reníssimo catholico Rey D. Fernando II de Navarra y IV de Castilla (1746). Hay varias ediciones.]

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Aunque diversos en tamaño, siete de los ocho tapices existentes forman serie, con arreglo a un plan monumental, magistralmente in-terpretado (1).

Grandes figuras, distribuidas en imponentes grupos, se desplazan encuadradas por sendos pares de columnas salomónicas que, adinte-ladas y ricas en relieves, substituyen la orla, realzadas de estofas, angelotes y guirnaldas de frutas y de flores.

Todos los tapices de la serie llevan la marca del tapicero y del origen, y algunos, como queda dicho, la inscripción alusiva al asunto.

El tema general es «El triunfo de la Eucaristía sobre la idola-tría»; el sello de origen (B [Escudete] B) Bruselas en Bravante; la marca del taller (F-V-H) Franz Vander Hecke; el autor de los car-tones Rubens (2).

Estas son las características de la tapicería de que hablamos. Su ingreso en el Palacio de Navarra, es recientísimo. Habilitada

para que figurara en la exposición de 1920, fué colocada en su actual emplazamiento, apenas se clausuró aquel torneo inolvidable de cultura.

Hasta entonces, los ocho tapices se habían conservado, como de milagro, en los desvanes del Hospital de Pamplona al que pertene-cían. A las veces servían de alfombra al paso de los Viáticos, cuan-do no para cubrir los huecos del desván o recibir el agua de sus go-teras en días de tormenta.

Solo así se concibe la enorme cantidad de polvo y cera deposita-da sobre ellos, circunstancia imprevista que ha logrado salvarlos de la codicia de los traficantes del patrimonio artístico nacional, ocul-tando sus valores.

(1) Los cuatro tapices mayores (dos de ellos con el lema: «ECCLESIAE || TRIUMPHUS»,«FIDES || CATHOLICA» y los otros dos, uno sin él y el restante con lema hebreo) miden 7’50 metros de ancho por 5 de altura. El quinto tapiz «AMOR || DIVINUS» 6 por 4‘50. El sexto (sin letrero) de asunto eucarístico, 5’50 por 4’50. El séptimo tapiz, de sobrepuerta y conorla de follaje y flores, representando el motivo central ángeles y espigas, 2’40 por 1’30. El octavo tapiz, fuera de serie, pero fino y estimable en alto grado, representa un Mercurio con su caduceo frente un grupo de mujeres, y mide 3’50 por 4 metros. Está flanqueado de cariátides y no tiene ni marca ni contraste

La página 145 del Tomo XII del repetido Boletín inserta un Informe de la Comisión de Monumentos acerca del estado en que se hallaban en marzo de 1920 los tapices refe-ridos, cuya limpieza y refuerzo dirigió el Arquitecto provincial Sr. Ruiz de la Torre.

(2) En algunos puntos, en Toledo y Madrid, se conservan tapices de la misma clase y asunto, con variantes en la orla. Los 16 cartones originales de la serie, termi-nados por encargo de la Infanta Isabel hacia 1628, en buena parte se quemaron. Los de-más forman parte, si no recuerdo mal, de la donación que hizo al Museo del Prado la Excma. Sra. Duquesa de Pastrana, y de la «Grosvenor House» de Londres. Los dos restantes, que figuran en el Louvre, fueron robados en España, en 1808, por las tropas.

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Reconocida su importancia, atribuyóse el origen de la serie, por tradición verbal que fué aceptada, al Muy Reverendo y Magnífico Señor Doctor Don Remiro de Goñi, Canónigo de la S. I. C. de Pam-plona y Arcediano de Tabla de la misma, varón de extraordinario relieve y significación en la historia de Navarra y fundador bene-mérito y único de la Iglesia de N.ª S.ª de Misericordia del Hospital de referencia (1).

En efecto, el célebre Arcediano cuya mansión era verdadera-mente suntuosa, distribuyó las dos colecciones de tapices que la de-coraban entre el Hospital y la Seo Iruniense.

Mas hay que considerar que la del «Triunfo de la Eucaristía» es tan posterior a Don Remiro, que aún no había nacido Rubens (1577-1640), cuando el Arcediano (14..-1554) había muerto (2).

Además, los tapices legados por el fundador eran cinco, según acreditan los inventarios formalizados por los albaceas, y tanto aquéllos, como los legados a la Catedral con la Historia de Santa Bárbara, han desaparecido.

He aquí las únicas memorias que de ellos nos restan: «Tapiçería.»«Primeramente cinco pieças de tapiçería que el dicho Señor Arcidiano por su testa-

mento dexo para el dicho Ospital general de Nuestra Señora de Misericordia, que los otros pannos de tapiçería de Santa Bárbara ya los dexó para la Iglesia Cathedral de Santa María de Pamplona (3).

(1) El libro de fábrica de esta Iglesia, obra de Maestre Johan de Ancheta, yesero, se conserva en los fondos de Beneficencia del Archivo municipal de Pamplona, desig-nado con la letra C., que registra a continuación, los censos de la testamentaria de Goñi.

(2) Una Memoria inserta en el folio primero del libro que acabamos de citar, re-cuerda que Don Remiro murió el lunes 13 de Agosto de 1554 y que «fué sepultado su cuerpo en la iglesia de N.ª S.ª de Misericordia del Hospital General desta Ciudad por él edificada». Los funerales se celebraron, con gran pompa, tres días más tarde

(3) Inventario de los bienes que se hallaron en la casa del Dr. Don Remiro de Go-ñi, formalizado por sus cabezaleros Don León de Goñi, su sucesor en el Arcedianato, Don Pedro de Monreal, clavero, y Domingo de Garde, Mayordomo del Santo Hospital, ante Juan Barbo, notario. Da principio en 15 de Agosto de 1554

[Arch. de Navarra: Hospital. Título 2.º, faxo 1 .º, número 9 ] El Inventario hecho por el Licdo. Eusa al tiempo de ser nombrado Mayordomo del

Hospital, ante el Notario Garcia de Osteriz, en 15 de Enero de 1604, registra, entre las «Cosas de la Iglesia y su Sacristía», las siguientes que parecen aludir a los tapices de Don Remiro:

«Itten seis paños de Raz». «Itten çinco palos para colgar los tapiçes con sus cordeles dentro la reja». [Ibidem: Libro I.º de Escrituras (2.º del Inventario), fol. 3 vuelto.] RAS, etoffe croisée et unie, dont le poil ne parait pas. [Littré, Dittionnaire de la langue française, 9.me aception du mot, RAS.]

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Hacíase preciso identificar los consabidos y esta labor que ha si-do el motivo inicial del presente estudio, me animó a investigar su procedencia; tarea que me impuse con la de reorganizar el impor-tante Archivo de la indicada institución, con resultado concluyente, a mi juicio.

De ella resulta que los tapices del fundador no son, por desgra-cia, los únicos perdidos; la superabundancia de tan artísticos ele-mentos decorativos en nuestro país, y los numerosos patrimonios he-redados por el Hospital con el transcurso de los siglos, le hicieron entrar en posesión de verdaderos tesoros, neciamente deshechos o vendidos y, como es consiguiente, de crecido número de tapices, cu-yo valor sería hoy incalculable (1).

He aquí la relación de aquellos cuya existencia se deduce del aná-lisis de los propios documentos.

Los que corresponden a la herencia de Amasa, cuyos bienes se

(I) Recuérdese, a propósito de la aceptación que en Navarra tuvieron los tapices, las importantes manufacturas que en Olite y Pamplona fundaron los Reyes de Navarra, con los mejores artistas de su época (Collin Bataille Johan de Noyon y Lucien Bertho-lomeu, en tiempo del Rey Noble), y las repetidas hileras de clavos para colgar tapices que se ven en las fachadas de muchas casas en las antiguas poblaciones de Navarra. Da también idea de su completa adaptación, como elemento principal en el ambiente se-ñorial y suntuario de las mansiones navarras, el paramento decorado del Palacio de Oriz, que describimos al principio, donde imitando una tapicería, se representa, en tin-tas neutras, la batalla de Mühlberg, con el epígrafe siguiente:

LA - FELICE - BATALLA - QUE - EN - ALEMANA - BENCIO

CONTRA - LUTERANOS - EL - EMPERADOR - CARLO

- V - MAXIMO - REY - DE - ESPAÑA - FUE - A - 24 - DE - ABRIL

AÑO- 1547 - EN - LA - QVAL - FUE - PRESO - EL - DVQ - DE - SA

SSONIA - Y - EL - DUQ - HERNESTO - DE - BRANZVIC - Y -

OTROS - MUCHOS - PRINCIPALES - Y - LOS - MAS - DE

LOS - DE - SU - EXERCITO - MUERTOS - Y - PRESOS

A lo largo de la pared se leen, junto a las figuras, los siguientes letreros: «Duque de Alva - Duque de Sassonia - Emperador Rey de Ro...» Y más adelante: «Yngolstat» - «Duque de Alva» otra vez, «Lanzgrave», «Ysertel», «Emperador»=

«Río Albis», «Mulburg», «Duque de Saxonia». La decoración de Oriz merece un detenido estudio, antes de que se pierda por com-

pleto su extructura, pues tiene el innegable interés de ser contemporánea del suceso y obra, al parecer, de un artista conocedor del lugar de la acción y de los personajes que describe, a la vez que diestro en los pinceles.

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aplicaron, conforme queda referido, al Hospital, contienen las parti-das siguientes:

«Otro aposento» (el tercero.) «Una tapicería de paño de raz donde ay cinco piezas.» «Item mas otros quatro paños de raz pequeños, (1).

En los que corresponden a la testamentaría de Doña María Jose-fa de Virto y Azpilcueta, viuda del Licenciado Don Francisco Iruñela y Pérez, se contienen los particulares de una colección de siete ta-pices de los que, como heredero universal de los bienes de dicha se-ñora, se hizo cargo el Hospital. Solamente cuatro de los siete tapi-ces explicados, ingresaron, en 3 de Junio de 1775, en la Santa Casa, por haberse vendido los demás en la pública almoneda que se hizo de los bienes del herencio.

Las cifras en que fueron tasados al efecto de su venta, cifras que copio por lo exiguas que resultan, dan idea del escaso aprecio que se hacía de tan estimables obras de arte, desaparecidas también de modo inconcebible.

«Item. Un Tapiz número seis en treinta pesos—240 reales». «Otro idem número cuatro en diez y ocho pesos—144 reales». «Otro idem número dos en treinta y cuatro pesos—272 reales». «Otro idem número tres en treinta y dos pesos—256 reales». «Otro idem número uno en 300 reales». «Otro idem número cinco en 256 reales». «Otro idem número siete en 100 reales.»

Los tapices número dos, siete, tres, cinco y uno, fueron, los que quedaron en el benéfico establecimiento, sin haberse podido adjudicar por falta de postores, y allí se conservaban a fines del siglo XVIII, con otros ajuares de la herencia explicada (2).

(1) Inventario de bienes muebles de la casa de Don Gabriel de Amasa, recibido por comisión de la Real Corte, por el escribano Juan Pardo, en Pamplona el día 9 de No-viembre del año 1634.

[Arch. de Navarra.—Hospital: Título 17, faxo 1.º, n.º 1, folio 118.] (2) Inventario y tasación de bienes de la Herencia de Virto, autorizado par el es-cribano Silvestre Navarro, en Pamplona el dia 5 de Mayo de 1775. [Ibidem: Título 5, faxo único, número 6.] Doña María Josefa testó ante Francisco Antonio Antoñona el dia uno de marzo

de 1775 y murió el primero de mayo de igual año. [Ibidem: número 5.] El inventario general del Hospital no registra en 1610 ningún tapiz entre los muebles.

El de 30 de Abril de 1792; señala como existentes en el «Ultimo piso» los que siguen, procedentes, como se ve, de la herencia de que hablamos: «En el primer quarto del dicho piso un escritorio antiguo con su mesa y once banquillos viejos pertenecientes a la herencia de la Virta, y quatro tapices buenos de la misma y un catre verde.»

[Ibidem: Título 2, faxo único, número 26.]

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Años más tarde siete nuevos tapices vinieron a engrosar el patri-monio de la caritativa institución, cuya Junta, esta vez, tuvo el acer- tado criterio de no ponerlos en venta.

El donante de ellos era el Pbro. Don Joaquín de Ituren y Daoiz, natural de Pamplona y emparentado, lo mismo que la Viuda del Li-cenciado Iruñela, con familias de lustre y abolengo.

Esos siete tapices «buenos y bien tratados» fueron excluidos de la almoneda, con la excusa de que podían ser útiles para adornar la Santa Casa en sus funciones principales (1).

A los veintiocho tapices que resultan de estas cuatro proceden-cias hay que agregar una importante cifra que arroja la liquida-ción de otra testamentaría más reciente: la del ilustre Marqués de Fuerte Gollano.

Los documentos de la testamentaría de este olvidado y esclareci-do bienhechor, digno de mejor recuerdo, acusan la recepción, en una sola vez, de veintitres tapices más, cuya memoria se había perdido por completo, con arreglo a la distribución siguiente:

«Quarto primero del segundo suelo.»«Siete tapices grandes buenos». «Tres ídem menores, también buenos»: «Trece idem viejos» (2).

(1) Don Joaquín de Ituren y Daoiz murió el 26 de febrero de 1798; testó en Pam-plona, el once de Junio de 1797, ante el escribano Juan Antonio Riezu, designando alba-ceas a su sobrino el Excmo. Sr. Don Fernando Daoiz, Teniente General de los Reales Ejércitos y al Mariscal de Campo Don Manuel de Eguía y Ramírez de Arellano.

El inventario, formalizado ante el explicado escribano el tres de marzo del 98, con-tiene esta partida: «Quattro Quadros y un Espejo en el cuarto bajo, y anttes de entrar en él en una Arca siette Tapices.»

Estos tapices se trasladaron al Hospital en 2 de Abril de 1799, a resultas de la tasa-ción, unida al inventario, donde se hace constar, con referencia a ellos:

«Tapices. .—Los siete Tapices vuenos y bien tratados que pertenecientes a la heren- cia del dicho Don Joaquin de Ituren y Daoiz se hallaron dentro de una Arca, conside- rando no haber en esta ciudad persona inteligente que pueda proceder a su tasación, se tubo por más conbiniente el suspender esa diligencia por no causar perjuicio a nadie y también porque son necesarias para adornar la Santa Casa en sus funciones principales.»

Testamento, inventario, tasación y almoneda de los bienes de la Herencia de Ituren. [Ibidem: Título 4.º, faxo 2.º, número 51.] De este tiempo sabemos con exactitud datan, por lo dicho, los tapices de la he-

rencia de Virto, que no eran los únicos ni tampoco los primeros que se utilizaban en las solemnidades de la Casa, conforme puede recordarse. Hago estas aclaraciones por la relación que pudieran caber a dichos tapices con los del «Triunfo de la Eucaris- tía sobre la idolatría», por más que estos últimos dificilmente caben en un arca, so pena de ser ésta de dimensiones extraordinarias, inadecuadas a un pasillo.

(2) Don Fernando López Azpilcueta, López de Baquedano, Jaureguizar, Rada y Zúñiga; Marqués de Fuertegollano, Consejero de S. M., Oidor en el Tribunal de Comp-

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De haberse conservado los cincuenta y un tapices legados al Hos-pital en virtud de la generosidad de los cinco bienhechores a que nos hemos referido (cuyo desprendimiento debiera perpetuarse de al-gún modo, sacando sus nombres, cuando menos, del injusto olvido en que yacen), el patrimonio artístico de dicha Santa Casa en nada ten-dría que envidiar a los mejores. Mas no se hizo así y absurdamente se ha malogrado la reserva mejor que pudo albergar para el futuro, el viejo y destartalado caserón de la Rocha pamplonesa (1).

tos Reales de Navarra y Honorario en el Supremo Consejo de Hacienda de Castilla, murió en Madrid el 28 de Enero de 1816. El inventario de sus bienes dió comienzo en 3 de Febrero de 1816 ante Simón de Garde, escribano, con asistencia de los Albaceas testamentarios del Marqués, que eran los Barones de Bigüezal y de Armendáriz.

[Ibidem: Título 21, legajo 2.º, n.º 22.] Era Oidor de Comptos, en propiedad, desde 2 de Mayo de 1793 y desde 1792 interino. El Marquesado de Fuerte Gollano fué confirmado por Real Cédula de 1741 (Buen

Retiro 28 de Noviembre) en favor de Don Joseph de Baquedano Rada y Ozta, poseedor de estos Mayorazgos y de las casas palaciegas de Olcoz y de Gollano.

La merced se hizo libre de medias anatas, no haciéndosele cargo de los 124.400 mrs. de lanzas, en atención a ser título de Navarra, en cuya calidad subsistiría siempre que no reedificaran sus poseedores el molino viejo de junto a las huertas de la Rocha-pea de Pamplona, llamado «Errotezar» en euskera. La paralización de este molino para que pudiera funcionar el de la pólvora, edificado por la Corona en 1595 sobre el llamado de el Vergel, fue el motivo ocasional de la merced nobiliaria, a cuya denomina-ción se opuso el valle de Amescoa la Vaja, cuya tierra común tenía el privilegio de que nadie pudiera añadir lustre ni explendor a su persona a costa de su suelo.

Una R. O. aclaratoria apaciguó a los reclamantes, asegurándoles que el Título recaía «privativamente» sobre la casa y fuerte de Gollano propios del Marqués y de sus as-cendientes, sin que esto significare jurisdicción ni señorio sobre el valle.

[Ibidem:—Comptos: Mercedes Reales, lib. 42, (1.º) fols. 154 y 42 y lib. 38, fol. 63.] La deficiente mención que se hace de todos los tapices anotados, aconseja mante-

ner con algunas reservas, hasta que pueda confirmarse de algún modo, la vehemente atribución que sentaremos respecto a los del «Triunfo de la Eucaristía sobre la idola-tría» tegidos por Vander Hecke según los cartones del inmortal pintor de Siègen.

(1) El lugar de emplazamiento del Hospital, según documentos de su Archivo, es el llamado barrio de «la Rocha». Este detalle toponímico que no he visto señalado en par-te alguna, explica la razón de llamarse en lo antiguo al arrabal de la Rochapea de «Yus la Rocha.»

El Hospital se estaba edificando en 1525. Uno de los primeros cooperadores pecu-niarios de su fábrica fué el Virrey Don Francisco de Zúñiga y Abellaneda, Conde de Miranda, que dió diez ducados a perpetuo sobre los diezmos de la Iglesia de Portuga-lete, cuya entrega anual verificaba el Alcaide de Avellaneda a nombre del donante.

En 1548 faltaba poco para acabarse la Iglesia costeada por Don Remiro de Goñi. [Ibidem.—Hospital: Título 2.º, faxo 2.º, números 1 y 4.] Más tarde estuvo en ese edificio el Colegio de San Cosme y San Damián, reconoci-

do con honores de Real para las facultades de Medicina, Cirugia y Farmacia, hasta pasado el primer tercio del siglo XIX en que definitivamente fué extinguido.

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A esa enorme cifra hay que agregar «una tapicería de Raz de sie-te a ocho paños de figuras grandes» que, entre otros bienes de que nos hemos ocupado, dejó por vía de limosna y gracia especial al Hospi-tal el «Capuchino español» Don Tiburcio de Redín, en virtud de la cláusula 22 del testamento que ahora publicamos.

La época y factura de los tapices en cuestión y las referencias de esa cláusula, con ser breves, inducen a creer que la serie de tapices del «Triunfo de la Eucaristía sobre la idolatría», procede del legado hecho al Hospital por Don Tiburcio.

Los tapices que la componen son, en efecto, «de figuras grandes»; coinciden en el número; proceden de Flandes donde sabemos estuvo Redín bastante tiempo y, dentro de la cronología, son también los que por estar en boga en los días fastuosos del Júpiter Hispano (recuérdese que los bocetos datan de 1628), era más que natural pre-ponderaran sobre los demás al tiempo de adquirirse.

En nuestra opinión no siguieron el camino de los restantes, por respeto al Gran Prior que hizo su entrega; y se conservaron después en recuerdo de Fray Francisco de Pamplona, de admitir la explica-ción más racional y verosimil.

El número de circunstancias comunes es pues tan grande, que su cúmulo da visos de certeza a la atribución que dejamos sentada, lo cual viene a añadir al inmenso valor artístico que esos tapices tie-nen, el histórico imponderable de haber pertenecido a uno de los hi-jos más preclaros de Navarra (1).

JOSÉ MARÍA DE HUARTE.

(1) Por cartas que recibo estando en las prensas el presente estudio (Comunica-ciones de 8 y 18 de Diciembre de 1926) me participa el distinguido diplomático Mr. Ju-les Le Jeune de Münsbach, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Rey de los Belgas, estar preparando una vida de Don Tiburcio de Redin, en francés, con

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ánimo de dar a conocer en Bélgica la vida y milagros de tan ilustre y glorioso caba- llero navarro.

Celebraré que la lectura de los documentos y notas que publico reporten alguna utilidad a su labor, y que el culto investigador nos brinde pronta ocasión de confirmar en su obra —que nos prometemos adecuada al reconocido prestigio de su firma—la cor- dial felicitación que por su iniciativa le enviamos.

La «Comedia famosa: El Capuchino español. De un ingenio de esta Corte» (Madrid, Sanz, 1747, 32 págs. sin numerar en 4.º), comedía a la que con tanto gracejo aludía el Marqués de Santa Cruz en un diálogo de Academia que inserta el de Molins en su «No- ticia Biográfica del Excmo. Sr. Don Joaquín Ignacio Mencos, Conde de Guendulain» (Madrid, Hernández, 1882, p. 15), aunque solo a titulo de curiosidad merezca men-cionarse, seguirá dando fe de la popularidad del Capuchino y de que el ingenio que la redactó estaba tan escaso de dotes literarias tomo ayuno de la cronología familiar de nuestro biografiado. Determinada esta última, los anacronismos que se observan en di- cha producción resultan más pintorescos todavía que su diálogo...

Las Armas del «Capuchino español» colocadas al principio, están ordenadas con arreglo a las diseñadas por Raget en la coraza que se aprecia en el retrato del vene- rable siervo de Dios, en lámina que ilustra algunos ejemplares de la obra de Anguiano y reproduce la fototipia que figura al frente de este estudio, no señalada por Puyol en- tre los retratos catalogados por él de Don Tiburcio.

Los colores y esmaltes del escudo conforman con los registrados en el «Libro viejo de Armería de Navarra» conservado entre los minutarios oficiales del Reino, con refe-rencia al folio 10 para el blasón de REDÍN, 52 vuelto para el de CRUZAT, 7 para el de ESPARZA y 11 para el de ARTIEDA, aunque no estén de acuerdo con otras representacio- nes y descripciones heráldicas más modernas de estas casas, en las que tuvo su origenel penitente capuchino.

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APÉNDICE

DOCUMENTO 1

CEDULA DE ACOSTAMIENTO DE DON TIBURCIO DE REDÍN

[Archivo de Navarra.—Comptos: Mercedes Reales. Lib. 23, fol. 825.]

«EL REY

[Al margen]: Cédula de Acostamiento de Don Tiburcio de Redín. Nuestro tesorero general que al presente soys y adelante fuére-

des del Nuestro Reyno de Navarra o vuestro lugar teniente Regen-te de la dicha Tesorería, saved que teniendo consideracion a lo que Don Tiburcio de Redin, Cavallero de la Orden de Santiago, Varon de Vigüeçal en esse Reyno sirvió al Rey Mi Señor Mi Padre y a las muchos buenos y agradables servicios que a Mi me a echa, señalan- dose en muchas ocasiones de guerra con singular esfuerço y valor en utilidad conocida de lo que a corrido por su mano y en alguna enmienda y remuneracion desto y muestra de la voluntad que ay en my de favorecerle y hacerle merçed, he tenido por bien de hacérsela como por la presente se la hago, de los quarenta mil maravedis de acostamiento que Don Miguel de Redin su hermano llevó en cada un año y han vacado por su fallecimiento, moneda destos Nuestros Reynos de Castilla, o, su justo valor durante Nuestro beneplacito, li- brados con los servicios que esse Reyno Nos otorgare, y assi os mandamos que los pongais y assenteis en los Libros de Acostamien-tos que teneis y señaladamente de los de vuestro cargo de los servi- cios que ese Reyno Nos otorgare los deis y pagueis al dicho Don Ti-burçio de Redin durante Nuestro beneplacito de que a de començar a goçar desde quatro de dicienbre del año passado de mill y seiscien- tos y treinta y quatro que le hice esta merced en adelante, con que

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sea obligado e tener armas y cavallo y servirnos segun y de la ma-nera que Nos sirven y tienen obligacion a servir las otras personas que de Nos tienen acostamientos en esse Reyno y tomad la carta de pago, o de quien su poder hubiere, con la qual y esta Nuestra Çe-dula o su traslado signado de escribano publico, mandamos a los Nuestros Oydores de Comptos y Jueces de Finanças del y otras qua-lesquier personas que examinaren y tomaren vuestras quentas, reçi- van y passen en ellas de legítima data todos los maravedises que conforme a ella dieredes y pagaredes sin esperar por ello otra pro-vission, mandamiento, testimonio ni otro recaudo alguno, que assi es Nuestra voluntad y asentad su traslado en los dichos Libros y origi-nalmente la volved al dicho Don Tiburçio de Redin para que la ten-ga y lo en ella contenido aya efecto, de la qual ha de tomar la raçon Don Juan de Castillo, Nuestro Secretario, y del Registro de Merce-des, dentro de quatro messes primeros siguientes, y declaro que des-ta Merced se ha pagado el derecho de la media anata,

Fecha en Madrid a catorce de henero de mill y seiscientos y treinta y cinco años.—Yo El Rey.

Por mandado del Rey Nuestro Señor.—Don Felix Sebastian de Contreras.

Tomé la raçon en veinte y dos de Hebrero de mil y seiscientos y treinta y cinco.—Don Juan de Castillo.—(Está rubricada con tres ru-bricas.)

—Que se assiente en los Libros Reales y se le buelva el Original a la

parte.—Proveyó y mandó lo sobredicho la Camara de Comptos Reales

en Pamplona, lunes a dos de Abril de mil y seiscientos y treinta y cinco años, presentes los señores Diego de Salinas y Herasso, Doc-tor Don Juan Gascon de Araciel y Don Juan de Echauz, Oydores y Jueces della, y asentar por auto a mí Martin Garay, Secretario. Di-go a quatro del dicho mes.»

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DOCUMENTO II

LLAMAMIENTO A CORTES DE DON TIBURCIO DE REDÍN, COMO SEÑOR DE ESTE PALACIO.

[Archivo de Navarra.—Reino: Protonotaría. Lib. 2.º, folios 66 y 74. Cortes de 1637.]

A) ...

«Don Tiburçio de Redín, Cavallero del avito de Santiago, Baron de Bigüeçal, Señor del Palacio de Redín.»

B).. .

[Al margen]: «De Don Tiburcio de Redín.» «Ex.mo Señor: Don Tiburcio de Redin, Baron de Vigüeçal, Ca-

vallero del abito de Santiago dice que, por muerte de Don Miguel de Redin su hermano, a sucedido en el Palacio del Lugar de Redin, por el qual es llamado a Cortes y le han sido todos sus pasados.

Supplica a V. EX.ª le aga merced de que se continúe el dicho lla-mamiento y que el protonotario le despache carta combocatoria pe-ra las Cortes que V. Ex.ª a de celebrar, que en ello, etc.

[Al margen]: Remisiba. Su Ex.ª remite este memorial al Señor Don Antonio Fernandez

de la Fuente del Conssejo de Su Magestad en el Real de este Reino para que él informe y dé su parecer, en Pamplona a ocho de Março de mil seiscientos treinta y siete. Braulio de Lana.

[Al margen]: Informe. Hame informado, digo constado, ser cierta la relacion que hace

él suplicante y así puede V. E.ª III.ma con la salud y felicidad que emos menester.—Doctor Don Antonio Fernandez.

[Al margen]: Decreto. Haviendo visto el Excmo. Sr. Arçobispo de Burgos y Virrey y

Cappitan general de este Reino este memorial y el informe echo, manda que el protonotario continúe despachar carta de llamamiento en el supplicante, como se hacía con su antecesor, en Pamplona a once de Marzo de mil seiscientos treinta y siete.—Braulio de Lana.

Por traslado,—Vicente de Eslava, Protonotario.»

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DOCUMENTO III

TESTAMENTO DE FR. FRANCISCO DE PAMPLONA, LLAMADO EN EL SIGLO DON TIBURCIO DE REDÍN. CABALLERO, SEÑOR DE REDÍN Y BARÓN DE BIGÜEZAL

Y DlSPOSICION HECHA POR SUS TESTAMENTARIOS DE PARTE DE SUS BIENES.

[Archivo de Navarra.—Hospital de N.ª S.ª de Misericordia de Pamplona: Lib. I.º de

Escrituras (2.º del Inventario), folios 375 a 383, vueltos.]

A) ... «Testamento de Don Tiburcio de Redín.» «ln Dey Nomine Amen. Sea a todos manifiesto como toda persona

en carne puesta de la muerte corporal escapar no puede y no aya en este mundo cosa mas cierta que aquella ni mas incierta que su ora, por tanto quiero yo Fr. Francisca de Pamplona, Religioso novicio en el Combento de los Capuchinos de la ciudad de Taraçona llamado en el siglo D. Tiburcio de Redín Caballero, señor de Redín y Varón de Bivezar estando bueno de mi persona y a Dios gracias en mi buen sesso firme memoria y palabra manifiesta, queriendo prebenir el dia de mi fin y muerte y porque entre mis deudos y herederos sobre mis bienes no sean mobidos pleytos questiones ni incidentes, cargando re-botando y anulando ante todas cosas segun que por tenor del pre-sente mi testamento casso reboco y anullo y por casados rebocados y anulados doy y aber quiero todos y cualesquiera Testamento o Testamentos codecillo o codecillos y otras ultimas voluntades por mis bienes y haciendas antes de aora hechas y ordenadas, aora de nuebo hago y ordeno el presente mi Testamento, ultima y postrime-ra voluntad, ordenacion y disposicion de todos los dichos mis bienes y hacienda muebles y sitios dichos ystancias y haciones abidas y por aber en todo lugar, en la forma y manera siguiente:

1 Primeramente encomiendo mi alma a Dios nuestro Señor y le supplico, quando fuere serbido llebarla de la presente vida, la quiera colocar con sus santos en la gloria.

2 Iten quiero y mando que quando Dios nuestro Señor fuere ser-bido de llebar mi alma de la presente vida mi cuerpo sea sepultado, si muriere siendo religioso, donde y como pareciere a mis executores infrascritos y que por mi alma se hagan y celebren las misas y sa-crificios que a dichos executores pareciere, y siendo religioso como a tal.

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3 Iten quiero y mando sean pagadas todas mis deudas, aquellas que por buena verdad constará que debo y soy obligado a pagar asi con cartas como sin ellas.

4 Iten dejo y nombro por parte y drecho de legítima herencia debidamente y segun fuero del presente Reyno de Aragon fueros y leyes del Reyno de Nabarra es a saber el Illustre Señor D. Martin de Redín, Caballero del Abito de San Joan Prior del Reyno de Na-barra y a Joana Maria de Jhesus Religiossa en el Combento de las Descalzas de la ciudad de Pamplona y a Doña Maria de Redín Mon-ja ... en la villa de Lumbier, a Fr. Joan de Redín Monge Venito Abbad del Combento de... mis hermanos y a dichos combentos en sus nombres y a todos y a cada unos otros deudos y parientes mios que parte o drecho de legitima herencia en los dichos mis bienes y hacienda puedan aber pretender y alcanzar, que aqui los quiero ha-ber y he por nombrados debidamente y segun dichos fueros y leyes de los dichos Reynos de Aragon y Nabarra, a cada uno de ellos cin-co sueldos caqueses por bienes muebles y sendas robadas de tierra en los montes comunes de la presente ciudad de Tarazona por bie-nes sitios, con los quales quiero se ayan de tener y tengan por con-tentos y pagados por qualquiera parte porcion drecho y accion que en dichos mis bienes y hacienda puedan haber pretender ni alcanzar sino lo que por el presente mi testamento les será dejado.

5 Iten dejo por gracia especial, por una vez tan solamente, a la dicha Doña Joana Maria de Jhesus mi hermana mil sueldos jaqueses.

6 Iten dejo de otra gracia especial a la dicha Doña Maria de Redín. por una vez tan solamente, dos mil sueldos jaqueses.

7 Iten dejo de otra gracia especial a mi madre y señora Doña Isabel Cruzat, por una vez tan solamente, quatro mil sueldos jaque-ses y mas mil y docientos sueldos jaqueses para que a su voluntad reparta en sus criadas.

8 Iten dejo de gracia especial a Josepha de Agriano muger de ... Salinas bordador vecina de dicha ciudad de Pamplona mil sueldos jaqueses, por una vez tan solamente.

9 Iten dejo de gracia especial a Doña Mariana Cruzat vezina de la dicha ciudad de Pamplona dos mil sueldos jaqueses, por una vez tan solamente.

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10 Iten dejo de limosna y gracia especial a las quatro parroquias de la dicha ciudad de Pamplona, a cada una, quatro mil sueldos ja-queses para que aquellos se den a pobres bergonzantes de cada una parroquia, y para repartirlos nombro a los vicarios de cada una pa-rroquia y al Doctor Don Miguel Cruzat Canonigo de la Iglesia Ca-thedral de la dicha ciudad de Pamplona, atendiendo a que sean a las personas mas necesitadas, y esto sea por una vez tan solamente.

11. Iten dejo por gracia especial, por una vez tan solamente, a los niños huerfanos de la ciudad de Pamplona dos mil sueldos jaqueses.

12. Iten dejo de limosna y de dicha gracia especial a los pobres de la carcel de dicha ciudad de Pamplona dos mil sueldos jaqueses y los repartan D. Martin de Salinas y el Doctor D. Miguel Cruzat.

13. Iten dejo de gracia especial al lugar de Redín y sus morado-res doscientos Robos de trigo, los quales quiero y es mi voluntad que se depositen en un granero para que el dicho lugar los tenga para repartirlos entre los vecinos al tiempo del sembrar, con obligacion que al tiempo del agosto se buelba al depósito, los quales reparta el regimiento del dicho lugar y el Señor dél vea si se cumple con esta disposicion.

14. Iten dejo de gracia especial al Collegio de la Compañia de Jhesus de la dicha ciudad de Tarazona tres mil sueldos jaqueses, pa-ra que con ellos se haga una lampada de plata para el altar de San Francisco Xabier y con lo que sobrare se haga un frontal y casulla para serbicio del altar.

Y mas le dejo quatrocientos sueldos jaqueses para celebrar la pri-mera fiesta del dicho santo para cera y música, por una vez tan so-lamente.

15. Iten dejo de limosna y de dicha gracia especial a las quatro parroquias que ay en la dicha y presente ciudad de Tarazona ocho mil sueldos jaqueses, para que aquellos mis executores infrascritos los distribuyan y repartan en pobres bergonzantes.

16. Iten dejo de limosna y de dicha gracia especial al Ospital de Santi Spiritus de dicha y presente ciudad de Taraçona dos mil suel-dos jaqueses por una vez tan solamente.

17. Iten dejo de limosna y de dicha gracia especial al Combento y Monjas de San Joaquin Carmelitas Descalzas de dicha ciudad de Tarazona mil sueldos jaqueses, por una vez tan solamente.

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18. lten dejo de limosna y de dicha gracia especial al Ospital de la dicha ciudad de Pamplona, que cobre del dicho señor Prior de Na-barra mi hermano los bienes siguientes que son mias:

Primeramente una tapiceria de Raz de siete o ocho paños de figuras grandes.

Doce sillas con cueros de Moscobia. Dos bufetes de lo mismo. Otros dos bufetes de nogal. Dos tablas de manteles grandes de Flandes. Dos docenas de serbilletas de lo mismo. Dos candeleros de plata. Dos salcerillos y un vernegalico de plata.

Y cobrados haga de ellos a su propia voluntad.

19. Iten dejo de gracia especial al dicho señor Don Martin de Redín Prior de Nabarra mi hermano, el espadín vanda y cadena de oro que su Magestad del Rey nuestro Señor, que Dios guarde, me dio lo qual está en poder del dicho señor Prior.

20. Iten de todos los otros bienes y haciendas de que puedo dis-poner, asi muebles como sitios habidos y por haber en todo lugar, de los quales en el presente mi ultimo Testamento no he hecho ni hago especial mencion y los quiero aqui aber y he por mencionados es-presados, declarados y confrontados debidamente y segun los dichos fueros de los dichas Reynos de Aragon y Nabarra, todos aquellos dejo, y de aquellos herederos mios unibersales hago institucion, a los señores el Doctor Don Diego Andrés de Urrutigoiti Dean de la San-ta Iglesia Cathedral de la dicha ciudad de Tarazona, Doña Juana de Beamonte Viuda de Don Dionissio de Eguaras, Miguel Trulan, el Doctor Joan Francisco Lopez Murellas y Bernardo Ximenez del Corral todos vecinos y domiciliados en la dicha ciudad de Tarazona, para hacer de dichos vienes a su voluntad con obligación que cum-plan todo lo contenido en el presente mi Testamento y lo demás que tengo tratado con los dichos señores Doctor Joan Francisco de Mu-rillas y Bernardo Ximenez del Corral, segun la memoria que les ten-go entregada escrita y firmada de mi mano que se allará en su po-der o en el del otro dellos, lo qual quiero se cumpla como si la dicha memoria y lo demás que con ellos tengo tratado estubiese ynserto en el presente mi testamento por cumplir lo sobredicho, y lo en este mi testamento contenido quiero sean partes los dichos mis herederos o la mayor parte de ellos.

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21. Iten dejo y nombro por executores del presente mi testamen-to y exoneradores de mi alma y conciencia a los dichos mis herede-ros parte de arriba nombrados, a quienes o la mayor parte dellos doy todo el poder y facultad que segun drecho fueros y leyes de dichos Reynos puedo y debo darles este mi ultimo testamento, ultima y pos-trimera voluntad ordinacion y disposicion de todos los dichos mis bienes y hacienda, el qual quiero y mando que balga por drecho de testamento y sí por drecho de testamento no bale ni puede baler quiero y mando que balga por drecho de codecillo y si por drecho de codecillo no bale ni puede baler quiero y mando balga por aque-lla otra ultima voluntad, ordinacion y disposicion de todos los dichos mis bienes y hacienda que mejor pueda valer segun dichos fueros y leyes de dichos Reynos y el otro de ellos.

Fecho fué aquesto en el dicho combento de los Capuchinos de la dicha ciudad de Tarazona el primero dia del mes de Agosto del año contado del nacimiento de nuestro Señor Jhesuchristo de mil seis-cientos y treinta y ocho, siendo presentes por testigos Pedro Fran-cisco la Mata y Joan de Salcedo vezinos de la dicha ciudad de Tara-zona las firmas que de fuero del presente Reyno de Aragon se escri-biesen en la nota original del presente Testamento.

Notario de mi Francisco La Mata notario público del número de la dicha ciudad de Tarazona que a lo sobredicho presente fuy y se-gun fuero escrebí, signé.

Nosotros los notarios de la dicha ciudad de Tarazona que aba-bajo (sic) signamos, certificamos, hacemos fee relacion y verdadero testimonio a quantos la presente veran, que Francisco Larnata nota-rio de cuya mano y signo ba signado y por quien parece estar testi-ficado el presente testamento, al tiempo y quando aquel testificó y antes por muchos años asta de presente ha sido y es notario publico y uno de los del número de la dicha ciudad, fiel legal y abonado y tal que a las autos y escrituras por el testificadas y signadas con su signo como ba el presente testamento se les ha dado y da entera fee y credito en juycio y fuera de el en cuyo testimonio dimos el pre-sente signado con nuestros signos en la dicha ciudad a quince dias del mes de febrero del año mil seiscientos y treinta y nuebe.

Asi es: Miguel de Anon notario público apostólico del numero de la ciudad de Tarazona.

Asi es: Prudencio Ruyz de Redín notario publico del número de la ciudad de Tarazona.

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B) ...

«Disposición de parte de los bienes.» In Dey nomine Amen. Sea a todos manifiesto que nosotros el

Dr. Francisco Lopez de Murillas, jurista y Bernardo Ximenez del Corral, mercader, vezinos de la Ciudad de Tarazona, atendido y con-siderado Fray Francisco de Pamplona, Religioso Capuchino que en el Siglo se llamaba Don Tiburcio de Redín, Caballero, Señor de Redín y Varon de Virguezal, haber hecho y ordenado su ultimo testamento con el cual hizo profesión en la dicha Religión y por él haber dejado herederos suyos unibersales de todos sus bienes muebles y sitios abidos y por aber en todo lugar al Dr. Don Diego Antonio Francés de Urrutigoyti Dean en la Santa Iglesia Cathedral de la Ciudad de Tarazona, a Doña Juana de Beaumont viuda de Don Dionissio de Eguaras, Miguel Turlan y a nosotros los dichos otorgantes arriba nombrados, domiciliados todos en la dicha Ciudad de Tarazona para que hiciesemos de los dichos bienes a nuestra voluntad, con obliga-ción que se cumpliese todo lo contenido en su testamento y lo demás que tenía tratado con nosotros los dichos otorgantes, segun la memo-ria que nos tenia entregada escrita y firmada de su mano que está en nuestro poder y lo demás que con nosotros tenía tratado como si estubiera ynserto en su testamento, como todo lo sobredicho consta por el dicho testamento que fué fecho en el Combento de los Ca-puchinos de la Ciudad de Taraçona el primero dia del mes de agosto del año mil seiscientos treinta y ocho y por Francisco Lamata, nota-rio público del numero de la dicha Ciudad de Taraçona testificado.

Y attendido y considerado que una de las cosas que con nosotros tenia tratado el dicho Fr. Francisco de Pamplona es que dispusiese-mos del drecho que tiene de los serbicios que tenia hechos a Su Ma-gestad (Dios le guarde) en sus sobrinos Don Francisco de Lodossa y Redin y Doña Ignacia de Lodosa y Redin, sus sobrines, hijos de Don Fausto de Lodossa y Doña Rosa de Redin, su hermana, de lo qual damos fee y hacemos verdadera relacion; Por tanto cumpliendo con la obligacion que tenemos de poner en execución lo que el dicho Fray Francisco trató con nosotros, disponemos y adjudicamos de los drechos que el dicho Fray Francisco de Pamplona tenía y tiene a los serbicios que hico a Su Magestad, en los dichos Don Francisco y Doña Fausta de Lodosa para que los puedan representar a Su Ma-gestad y suplicarle que por ellos les haga la merced que fuere serbi-do segun los dichos serbicios lo merecen, y desto pidimos al presente notario nos haga acto publico, et yo el dicho y presente notario lo hice, que fué hecho en la Ciudad de Tarazona a dos dias del mes de abril del año contado del nacimiento de Nuestro Señor Jhesuchristo

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de mil seiscientos treinta y nuebe, siendo a ello presentes por testigos Francisco Lamata, notario publico del número y Antonio de Abril nuncio, vezinos dé Tarazona.

Signo. de mí Alonsso Gutiérrez de Viña, notario publico del nume- ro de la Ciudad de Taraçona que a lo sobredicho presente fuy et cerre.

Nosotros los notarios y escribanos publicos de la Ciudad de Tara-çona que abajo signamos y firmamos, certificamos y hacemos fee y verdadera relación a quantos la presente vieren que Alonsso Gutie- rrez de Viña, notario de cuya mano y signo la presente ba escrita signada y firmada, al tiempo y quando aquella signo y firmó y antes por muchos dias y meses asta ora y de presente ha sido fué y hera y es notario publico y de las Autoridades que en su signatura se dice, bueno bueno (sic) fiel, legal, y abonado y tal que a los actos y escrituras que ante el an passado y pasan, como ba la presente, se les ha dado, puede y debe dar entera fee y credito en juycio y fuera de él, en fee y testimonio de verdad dimos la presente firmada de nuestros nombres y signos acostumbrados, en Tarazona a ocho dias del mes de abril del año mil seiscientos treinta y nuebe.

Así es: Prudencio Ruyz de Pereda notario publico del numero de la Ciudad de Tarazona.

Así es: Juan de Clabería notario publico de la Ciudad de Ta-raçona.

LAUS DEO