fisher, kuno., historia de los orígenes de la filosofía crítica

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FISHER, KUNO., Historia de los orígenes de la filosofía crítica, en KANT, IMMANUEL, Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Losada, 1992. Mauricio Casanova Brito [email protected] Historia de los orígenes de la filosofía crítica Antes de Kant: La filosofía pretendía ser una explicación universal de todas las cosas y toda la realidad. Por un lado, estaban Descartes, Bacon y Spinoza con una concepción mecánica del mundo. Por otro, Leibniz, heredero de Platón y Aristóteles, con una filosofía que confirmaba la existencia de propiedades inherentes del conocimiento. Ambas posiciones, aunque aparentemente antagónicas, se caracterizaban por la pretensión de descubrir las cualidades reales de las cosas mismas. Antes de Kant, quería ser toda filosofía una explicación de las cosas; todas se esforzaban a su manera por ser un sistema universal y trazaban un cuadro más o menos completo que comprendía y abarcaba todas las cosas y toda la realidad (p. 75). 1

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Page 1: FISHER, KUNO., Historia de los orígenes de la filosofía crítica

FISHER, KUNO., Historia de los orígenes de la filosofía crítica, en KANT,

IMMANUEL, Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Losada, 1992.

Mauricio Casanova Brito

[email protected]

Historia de los orígenes de la filosofía crítica

Antes de Kant:

La filosofía pretendía ser una explicación universal de todas las cosas y toda la

realidad. Por un lado, estaban Descartes, Bacon y Spinoza con una concepción

mecánica del mundo. Por otro, Leibniz, heredero de Platón y Aristóteles, con

una filosofía que confirmaba la existencia de propiedades inherentes del

conocimiento. Ambas posiciones, aunque aparentemente antagónicas, se

caracterizaban por la pretensión de descubrir las cualidades reales de las cosas

mismas.

Antes de Kant, quería ser toda filosofía una explicación de las cosas; todas se

esforzaban a su manera por ser un sistema universal y trazaban un cuadro más o menos

completo que comprendía y abarcaba todas las cosas y toda la realidad (p. 75).

La filosofía perdía paulatinamente terreno frente al surgimiento de las diversas

ramas de las ciencias naturales, sobre todo de la física. El mayor ejemplo es el

de Bacon.

El primero que fundó la filosofía moderna, Bacón de Verulam, advirtió que había

llegado el tiempo de las ciencias de observación y de indicción, principalmente de la

física. Hizo depender de ella a la filosofía, a la que convirtió en propedéutica y órgano

de las ciencias particulares, que examinan la naturaleza especial de los objetos. De

esta suerte abandonaba la filosofía, y con mucha oportunidad, el deseo de ser algo

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particular. Pasó al campo de las ciencias exactas, siendo como su guía, su instrumento,

en una palabra, como su método (p. 76).

La filosofía se encontraba en un constate debate entre racionalistas y empiristas.

Leibniz y Wolf, por un lado, afirmaban, aunque de distinto modo, la existencia

de propiedades a priori del conocer, que permiten la captación real de los

objetos del mundo. Bacon, Locke, Berkeley y Hume, por otro lado, encontraban

en la experiencia el fundamento de toda aprehensión del mundo exterior.

1. Francis Bacon: Bacon identificó el conocimiento humano con la experiencia.

Negó por completo todo conocimiento que no fuera experimental, todo

raciocinio del llamado entendimiento puro, que tuviera la pretensión de ser un

conocimiento de las cosas. Pero afirmó que el conocimiento de las cosas era

posible con la experiencia y únicamente por ésta. En esto consiste el dogma de

la filosofía baconiana (p. 97).

2. John Locke: Locke identificó la experiencia con la percepción, que dividió en

sensación y reflexión, según era externa o interna. En lo que se refiere a las

cosas, Locke limitó el alcance científico de la experiencia. No era ya un

conocimiento de las cosas naturales, sino de las cosas perceptibles o sensibles.

Si Bacon había declarado imposible la ciencia de lo sobrenatural, Locke debía

ir más lejos que esta afirmación y declarar imposible la ciencia de lo

suprasensible (p. 98).

3. George Berkeley: Berkeley analizó las cosas sensibles y halló que estaban

compuestas únicamente de impresiones sensibles, es decir, de representaciones

o ideas formadas en nosotros. Identificó, por consiguiente, las cosas sensibles a

las ideas, que eran a su vez impresiones sensibles. A esto llamó Berkeley su

idealismo. En el fondo era esto un sensualismo completo, una consecuencia

necesaria de la filosofía de Bacon y Locke (p. 99).

4. David Hume: Causalidad no es otra cosa que la sucesión habitual: el propter

hoc no es más que un post hoc habitual (repetido frecuentemente). El enlace

necesario de hechos diversos no es un concepto racional, y tomado en su sentido

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riguroso, tampoco un concepto de la experiencia, y sí tan sólo una creencia de

la experiencia o hábito. Esta creencia es el último fundamento de nuestros

juicios científicos de la experiencia, y nuestros conocimientos empíricos tienen

sólo una certeza objetiva. No son necesarios, sino que nos lo parecen; su

necesidad no está dada, sino hecha (por nosotros); su verdad no está

demostrada, sino creída. Si todo conocimiento verdadero, como decía Bacon, es

un conocimiento por principios, no hay entonces en la experiencia humana

ningún conocimiento. En esto consiste el escepticismo de Hume (pp. 104-105).

5. Gottfried Leibniz: De esta suerte pudo Leibniz reunir el principio teleológico

con el mecánico, el sistema de las causas eficientes con el de las causas finales.

Si explica el primero la naturaleza de los cuerpos inertes, este último explica la

de los vivos. La oposición entre lo orgánico y lo inorgánico, lo físico y lo

espiritual, lo mecánico y lo moral, fue resuelta con el concepto de continuidad

en el mundo gradual y uniforme de las fuerzas vivas y activas (p. 80).

6. Cristián Wolf: Lo que en las dos ciencias había fundido Leibniz, lo pusieron

ellos como accesorio y complemento, que no había de tardar mucho en parar en

decidida oposición. Estos discípulos sacaron de la filosofía leibniziana el genio

de Leibniz, y le dieron, con el auxilio de la forma matemática, una estructura

sistemática, y se llamo a esta filosofía de tal suerte escolastizada, leibniz-

wolfiana. Tal fue la metafísica que primaba en todas las universidades

alemanas del siglo pasado (p. 81)

La filosofía de Kant representó un quiebre radical pero necesario con sus

antecesores. El conocimiento, ya sea propiedad innata u objetivación de la experiencia,

se suponía, antes de Kant, como algo dado. El axioma principal de la filosofía crítica es

la necesidad del estudio no del qué del conocimiento, como se venía haciendo, sino del

cómo; no del mundo y sus condiciones, sino del sujeto que lo conoce.

La filosofía pre-kantiana, sin pensar realmente en las condiciones del conocimiento,

juzgaba sin recelo alguno de la existencia de Dios, del mundo y de todas las cosas

posibles; por eso era dogmática. En oposición a esta filosofía establece Kant la suya,

que es crítica. La dogmática supone ya lo que debía haber investigado: la posibilidad

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del conocimiento; la crítica explica esta posibilidad. Allí era la filosofía, metafísica o

experiencia; aquí, al contrario, metafísica y experiencia son los objetos más inmediatos

de la filosofía. Por tanto, si se compara la filosofía dogmática con la crítica, se

advertirá que no es su oposición, sino propiamente su objeto; está dentro del horizonte

de la misma, y en verdad, como su objeto más inmediato (p. 85).

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