fiscalía 2 "desviación del poder económico"
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Fiscalía 2 "Desviación del poder económico" - Audiencia final del Tribunal Permanente de los Pueblos Capítulo MéxicoTRANSCRIPT
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TLCAN
Los testimonios que se presentaron a la largo de la Audiencia Final permiten afirmar que la
inserción de México en la globalización neoliberal está asociada con un aumento
extraordinario de sufrimiento en el pueblo mexicano.
La globalización neoliberal genera fuertes desequilibrios entre el mercado y los derechos
humanos. La economía se globaliza y las instituciones democráticas que tutelan los
derechos de las mayorías se ubican en un espacio subordinado y marginal; las instituciones
globalizadas sustituyen el control democrático por la regulación opaca del comercio global.
El derecho neoliberal tutela la acumulación de la riqueza y la concentración del poder
económico y político frente la eliminación de los “perdedores”. Lo mismo que la legalidad
Nazi y de otros regímenes genocidas. Además, se sustenta en la arquitectura de la
impunidad construida a favor de las empresas multinacionales y del capital. La desigualdad
y la asimetría son elementos constitutivos del mismo.
El TLCAN forma parte de este entramado jurídico-político de dominación. No hay cruce de
caminos entre los derechos humanos y los derechos corporativos; hay una profunda ruptura
de la jerarquía y de la pirámide normativa del sistema de protección de los derechos
humanos.
Es crucial comprender que el TLCAN y las otras instituciones neoliberales no están
diseñadas para promover el bien social. El TLCAN, en particular, no es un acuerdo entre la
gente de los tres países norteamericanos para aprovechar los beneficios mutuos del
intercambio de productos y servicios en función a sus ventajas comparativas. Son acuerdos
que elevan el estatus legal de los grandes inversionistas y, simultáneamente, vinculan el
poder económico del Estado a sus intereses, a la par que erosionan el compromiso y las
opciones de los Estados nacionales para proteger a la ciudadanía.
Un propósito central de los tratados comerciales es desarmar a los pueblos despojándolos
de las herramientas de identificación, expresión, resistencia y capacidad transformativa que
puede brindarles la soberanía nacional y la existencia de un Estado legítimo. En el caso de
México, el desarme del Estado frente a los intereses corporativos internacionales ha
adquirido características que son trágicas. La amputación de la soberanía económica
comenzó hace muchos años y se ha realizado a través de diversos mecanismos. En
ocasiones ha sido simplemente mediante la renuncia a asumirla, por ejemplo el abandono
de la conducción de la economía; otras ha sido por cesión, como sería el caso de los
recursos del subsuelo y la generación de energía; y otras más eliminando la capacidad
gubernamental para ejercerla, como ha sido la pérdida de control territorial ante el
incontenible avance del narcotráfico. El vaciamiento del Estado está siendo llevado hasta el
límite por el gobierno de Peña Nieto que por entrega, omisión o impotencia va renunciando
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a la soberanía en todos los ámbitos. Algunas de las áreas de pérdida de soberanía que más
afectan y afectarán el futuro de hombres y mujeres de México son:
Sobre la conducción de la economía y el manejo de sus instrumentos
presupuestales, fiscales, monetarios y regulatorios.
Sobre el poder para disponer de los recursos energéticos.
Sobre las garantías de un ambiente sano y adecuado, y la conservación de los
ecosistemas y hábitats.
Sobre la protección de la diversidad cultural y biocultural.
Sobre los recursos del subsuelo.
Sobre nuestra alimentación.
Sobre las garantías de los derechos laborales.
Sobre las garantías de la educación y el desarrollo científico y tecnológico.
Sobre la política industrial.
Sobre las vías de comunicación y transporte.
Sobre las telecomunicaciones.
Sobre el territorio nacional.
Sobre el acceso a la justicia.
México se ha vuelto sinónimo de soberanía estructural y constitutivamente mermada, lo
que nos hace excepcionales en un mundo de intensas interdependencia. El gobierno
mexicano ha intervenido para facilitar la transformación y eliminación compulsiva por
medios económicos de amplias masas de población de la ciudad y el campo consideradas
“innecesarias” o “superfluas”, realizando o permitiendo prácticas de genocidio físico o
cultural contra ellas. Recordemos que el neoliberalismo es inherentemente eliminacionista.
Los gobiernos mexicanos han utilizado el poder del Estado para acelerar esta eliminación
mediante actos directos de despojo de medios de producción o por intervenciones
distorsionantes en la economía de subsistencia. Ayer el Tribunal escuchó varios casos que
pueden ser tipificados como crímenes por responder a políticas dirigidas a explotar la
fuerza de trabajo con mayor intensidad. Permítanme insistir con casos directamente ligados
a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. El hecho de que el TLCAN haya
fragmentado artificialmente el mercado de trabajo en una economía regional en todo lo
demás integrada ha generado procesos de flujo migratorio y competencia en uno y otro lado
de la frontera que mantienen bajo el costo del contenido laboral de las mercancías
producidas en México con capital extranjero, y también con capital nacional, y también en
el extranjero las producidas con mano de obra mexicana ilegal. Ayer escucharon ustedes
cómo esta fragmentación artificial del mercado laboral ha aumentado la flexibilidad
contractual y degradado a niveles infames las condiciones de vida de los migrantes y trans-
migrantes, procurando prácticas genocidas.
s hace excepcionales en un mundo de intensas interdependencias.
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La quiebra de soberanía se protege por medio de una armadura jurídica neoliberal
fundamentada en los siguientes criterios:
1. El TLCAN se sustenta sobre una profunda falta de legitimidad democrática ya que
quiebra los principios clásicos del Estado de Derecho: la contractualización de la ley
y de las relaciones económicas – se suprimen la normas parlamentarias generales y
se sustituyen por sistemas contractuales asimétricos o de adhesión - provoca la
anulación de los procedimientos legislativos, se disloca la separación de poderes y
la soberanía de los pueblos y naciones.
2. La inflación normativa muy especializada, las cláusulas oscuras, vagas, la
incorporación de anexos, atentan contra los derechos de las mayorías sociales.
Además, la privatización del Derecho mediante las agencias de calificación, el
Derecho blando y la emisión de laudos arbitrales por tribunales privados, cierran el
círculo infernal de la arquitectura de la impunidad.
3. El TLCAN se afianza sobre el principio de los vasos comunicantes entre normas de
comercio e inversiones y entre transnacionales e instituciones, implica que lo que no
se obtenga en el seno de la Organización Mundial de Comercio se obtendrá por
medio de tratados o acuerdos comerciales o de inversiones de carácter bilateral o
regional; esta tupida red da lugar a que cada acuerdo o tratado sea la base para el
próximo, lo que genera un modelo de perpetua negociación. Esta guerra tan
asimétrica provoca que el abandono de un tratado tenga preparado su sustituto; de
ahí que el rechazo debe ser frontal al modelo de comercio e inversiones impuesto
por el capital y las empresas transnacionales.
4. Se combina la desregulación de las obligaciones de las empresas transnacionales
con la re-regulación de sus derechos, lo que implica destruir los derechos del pueblo
mexicano y blindar los derechos de las corporaciones nacionales y transnacionales.
5. Los principios normativos del TLCAN son principios demoledores –abiertos a la
interpretación creativa y expansiva de despachos de abogados y árbitros favorables
al poder corporativo- para los intereses de las mayorías sociales y que dotan de una
gran fortaleza a los derechos de las empresas transnacionales; el trato justo y
equitativo, el trato nacional, la nación más favorecida, el concepto de inversión y las
indemnizaciones. Además, otros principios jurídicos como el abuso de derecho, el
enriquecimiento injusto… quedan subordinados al carácter imperativo de los
principios recogidos en el TLCAN. Los principios mencionados se fundamentan en
una falsa interpretación del principio de igualdad, ya que tratar igual a las empresas
transnacionales y a las pequeñas empresas nacionales mexicanas es esencialmente
discriminatorio.
6. Los tribunales arbitrales nacieron para resolver conflictos entre Estados; sin
embargo, el neoliberalismo amplio su labor a conflictos entre Estados y particulares,
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vinculados al mecanismo de diferencias entre inversor y Estado. Las empresas
transnacionales - personas de Derecho Privado que representan intereses
particulares - pueden demandar a los Estados ante paneles o tribunales arbitrales.
Prevalece el interés particular sobre el interés general.
La impunidad transnacional que el TLCAN regula nos permite afirmar que es un Tratado
tremendamente violento. La violencia estructural del sistema capitalista –que permite la
acumulación de la riqueza de unos pocos a consta de la pobreza y la destrucción
medioambiental y cultural de los pueblos- se incorpora de manera transversal a lo largo de
todo el Tratado.
El TLCAN colisiona frontalmente contra el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos. Se puede invocar la preeminencia de una norma jerárquicamente superior; así,
el artículo 53 de la Convención de Viena establece que todo tratado que afecte a una norma
imperativa de Derecho Internacional es nulo. La Declaración Universal de los Derechos
Humanos, los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, así como otros Tratados y convenciones
internacionales de derechos humanos y ambientales revisten el carácter de normas
imperativas y de Derecho Internacional General.
Se debe efectuar el control de constitucionalidad de los tratados y verificar si existen vicios
insanables en su celebración y aprobación, que generan su nulidad.
Hay que restablecer la competencia territorial de los tribunales nacionales, recuperar el
papel de los Parlamentos y poner en marcha iniciativas legislativas populares. Y promover
normas internacionales que no refuercen la fuerte asimetría existente entre las normas de
comercio e inversiones y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos sino que, por
el contrario, puedan servir para poner los derechos de las personas y los pueblos por
encima de los intereses de los de las grandes empresas.
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Quinto. El gobierno mexicano ha intervenido para facilitar la transformación y eliminación
compulsiva por medios económicos de amplias masas de población de la ciudad y el campo
consideradas “innecesarias” o “superfluas”, realizando o permitiendo prácticas de
genocidio físico o cultural contra ellas. Recordemos que el neoliberalismo es
inherentemente eliminacionista. Los gobiernos mexicanos han utilizado el poder del Estado
para acelerar esta eliminación mediante actos directos de despojo de medios de producción
o por intervenciones distorsionantes en la economía de subsistencia. Ayer el Tribunal
escuchó varios casos que pueden ser tipificados como crímenes por responder a políticas
dirigidas a explotar la fuerza de trabajo con mayor intensidad. Permítanme insistir con
casos directamente ligados a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. El hecho de
que el TLCAN haya fragmentado artificialmente el mercado de trabajo en una economía
regional en todo lo demás integrada ha generado procesos de flujo migratorio y
competencia en uno y otro lado de la frontera que mantienen bajo el costo del contenido
laboral de las mercancías producidas en México con capital extranjero, y también con
capital nacional, y también en el extranjero las producidas con mano de obra mexicana
ilegal. Ayer escucharon ustedes cómo esta fragmentación artificial del mercado laboral ha
aumentado la flexibilidad contractual y degradado a niveles infames las condiciones de vida
de los migrantes y trans-migrantes, procurando prácticas genocidas.
Esta situación está directamente ligada con otro caso que escucharon con consecuencias
culturales y bioculturales que son inmensas, el de la agricultura mexicana, y en particular el
de la producción de maíz campesino. Las reformas neoliberales en el campo mexicano
inician desde la crisis de la deuda de 1982 y se desarrolla durante toda la década de los 80s
y 90s. La firma del TLCAN sirvió para profundizar y consolidar estas reformas, y volverlas
irreversibles. En conjunto, estos cambios buscaron reordenar completamente las relaciones
sociales en el campo mexicano a partir de una profunda intervención del Estado para
construir un “mercado libre” y completo de tierras, factores y productos agropecuarios.
Esto implicaba un viraje político-cultural de primera magnitud, pues por primera vez en la
historia el Estado le negaba a la cultura campesina mexicana cualquier papel en la
economía y el desarrollo nacional. El argumento es que ya no era necesario un sector
campesino para mantener la política de alimentos baratos, ya que ésta podía conseguirse a
menor costo importando los granos que estos producían tradicionalmente de los Estados
Unidos, a precios subsidiados y mucho menores costos. Con argumentos típicos de la
ideología neoliberal, se planteó que todos ganarían al concentrar la tierra y los recursos en
el 16% de los productores agrícolas y alentar la emigración del 84% menos productivo
hacia otros sectores de la economía más dinámicos. Habría más crédito agrícola privado, al
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reducirse el sector naturalmente discriminado por el mercado crediticio, y aumentaría el
flujo de inversión extranjera directa en el sector agropecuario, mejorarían la tecnología y
los insumos con la importación y se consolidarían las expectativas para los exportables.
Pero los resultados fueron deplorables. El crédito agropecuario declinó, lo mismo que la
inversión extranjera, y al mismo tiempo todas las desventajas competitivas y rezagos
productivos se concentraron en los productos tradicionales y las regiones campesinas.
Quienes impulsaron estas políticas siempre supieron que, como ciertamente ocurrió, la
apertura en condiciones competitivas desiguales acarrearía una importación masiva de
alimentos y graves perjuicios para las economías rurales. Para mitigar la protesta social se
diseñaron numerosos programas compensatorios a través de transferencias directas. Pero la
formación de empleo nunca fue una prioridad para el gasto público compensatorio, y el
campo sufrió la fragmentación o disolución de cientos de miles de familias, con gravísimos
costos sociales. En la práctica estos programas fueron muy opacos y carentes de rendición
de cuentas, y permitieron una gran corrupción. Incluso el programa más generoso e
importante de compensaciones para los pobres del campo, llamado Procampo, resultó
regresivo, excluyente y con un poder paritario de compra declinante. Además, fue
insuficiente para compensar las pérdidas incurridas por los productores con la caída del
precio debido a la apertura, y aunque tuvo impacto en reducir la migración, miembros de
más de la mitad de las familias tuvieron que emigrar. El precio para el productor de maíz se
redujo en 66%, ajustado a la inflación, y la importación creció del 8% del consumo
nacional antes del TLCAN al 33% en el 2006. Dos y medio millones de jóvenes
campesinos emigraron, y cinco millones de habitantes del medio rural abandonaron la
agricultura. Estas personas, literalmente expulsadas, consiguieron trabajos muy precarios
por lo motivos señalados arriba y sus territorios vacíos ahora han caído presa o están
amenazadas por el extractivismo, la servidumbre energética o la especulación de los
servicios ambientales. A pesar de todo esto, el dualismo estructural rural persiste, pues ni la
población campesina ni su propiedad sobre la mayor parte de las tierras arables se redujo
debido a sus poderes de autoabasto y supervivencia, y las caídas de ingresos agrícolas
fueron compensadas por los flujos de remesas de los migrantes, o por su inserción obligada
en la agricultura de estupefacientes. Pero las condiciones de vida de los pobres del campo
se han vuelto extraordinariamente precarias, riesgosas y tristes.
Mientras todo esto ha ocurrido con los pobres del campo, los productores agrícolas
empresariales han recibido considerables apoyos públicos. Los demás programas de
compensación, que acumulan más del 50% de las transferencias, se sesgaron a favor de los
productores medianos, grandes y super-grandes, para apoyar la productividad y el
mercadeo de cultivos comerciales, sobre todo exportables. Un programa, Ingreso Objetivo,
fue diseñado para financiar directamente el precio de producción de los cereales, cubriendo
el déficit entre el precio internacional y el doméstico para los grandes productores. Este
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subsidio se agrega a los subsidios extranjeros para reducir todavía más el precio para los
productores pequeños, lo que implica una competencia tremendamente desleal. Grandes
corporaciones, como Cargill y Maseca, reciben subsidios enormes de mercadeo. Se ha
calculado que el impacto de estos programas anula más de la mitad del efecto redistributivo
del Procampo, aumentando la desigualdad. Como resultado de todo esto, se ha impuesto en
varias regiones privilegiadas del campo mexicano el sistema agroalimentario industrial —
intensivo y tóxico— que provoca la anulación brutal en la rentabilidad agrícola, erosiona la
producción independiente de alimentos, acapara la tierra, criminaliza el libre intercambio
de semillas e invade el país con cultivos transgénicos que ponen en riesgo la biodiversidad
nacional (y mundial) y la salud general. Dueño ya de gran parte de la cadena alimentaria —
de las mejores tierras a la distribución en supermercados— el emporio de los alimentos
procesados ha estimulado el crecimiento de las importaciones y la dependencia alimentaria
y la pobreza en el medio rural.
El sector agro-industrial transnacional ha sido el gran ganador con la crisis agrícola que
inició en el 2007, cuando se duplicaron e incluso triplicaron los precios internacionales de
los alimentos básicos: maíz, soya, trigo, arroz, etc. , como consecuencia de la manipulación
del mercado internacional de alimentos por parte de Estados Unidos y el estrecho vínculo
con los movimientos especulativos del mercado financiero. Con el aumento de precios y los
subsidios públicos significaron excelentes noticias para los productores empresariales del
norte del país, y aumentó considerablemente la producción de maíz híbrido; y también las
facturas de importación de alimentos de México, a más de US$20 mil millones de dólares
anuales; sólo las importaciones de maíz rebasan ahora los $4 mil millones. El aumento de
precios representó un verdadero golpe bajo para el resto de los aliados mexicanos, siempre
fieles y esperanzados, que ingenuamente adoptaron estrategias de alimentos baratos
alineadas a las políticas de austeridad y apertura neoliberales. Como decimos los
mexicanos, otra vez nuestro poderoso amigo nos dejó “colgados de la brocha”.
Sexto. Profundización de la corrupción política endógena y estructural. Para fijar y
normalizar la desviación de poder, los gobiernos neoliberales, como personas jurídicas
colectivas, se han mutilado a sí mismos y plagado de corrupciones. Por motivos históricos
fue posible en México construir entre 1945 y 1976 un capitalismo semi-fordista tutelado
por un Estado fuerte y autónomo. Nuestro país no es y nunca ha sido un país democrático-
constitucionalista, y ese régimen político fue tan fuerte y autónomo que recibió el nombre
de “La dictadura perfecta”. Aquí el patriarcalismo es rampante, está presente la
discriminación de todos tipos y la justicia siempre ha sido difícil de alcanzar. Sin embargo,
las condiciones nacionales e internacionales del momento también dieron a las clases
políticas mexicanas el poder para organizar durante décadas una alianza popular con la
soberanía necesaria para establecer un régimen capitalista desarticulado pero aún basado en
las personas y no las cosas, con un gran potencial de industrialización y un crecimiento que
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en promedio alcanzó el 6% anual por 30 años. Esta precaria alianza se derrumbó ante los
golpes del neoliberalismo, arrastrando con ella buena parte del tejido social mexicano.
Ahora mencionaré dos procesos de descomposición política del Estado relacionados con la
economía. En relación con los partidos políticos, en México funcionan en esencia como
oficinas oligopólicas de colocación de empleos políticos, y de distribución de las (jugosas)
rentas que los acompañan. Esto es una consecuencia directa de la pérdida de soberanía
económica del Estado y de más de treinta años de austeridad, ya que determinan que las
oficinas políticas se encuentren en competencia feroz entre sí por los recursos que asigna,
en última instancia, la clase capitalista global. Ocurre en México lo que también pasa en
otros países de la OECD: los partidos políticos carecen de programas distintivos, pero
además la competencia política no produce un ciclo productivo virtuoso, un ciclo ampliado
de producción de bienes públicos para la población, sino todo lo contrario: un hundimiento
en el vicio político colectivo y una profundización de la captura del Estado. A cambio de
recibir los recursos partidocráticos, los políticos permiten a los grupos privilegiados
apropiarse o controlar sin ninguna oposición los recursos estratégicos públicos y las
economías de escala y alcance que requieren para obtener rentas extraordinarias, así como
el acceso a información privilegiada y la posibilidad de externalizar los costos ambientales
y sociales, todo en beneficio de aumentar sus ganancias. A todo esto hay que agregar el
papel importantísimo de la burocracia administrativa neoliberal, ad hoc a este perverso
régimen electoral, que forma la otra cara de la moneda de la corrupción. En una acto
insólito, los políticos mexicanos han permitido e incluso alentado la imagen de que son, a
priori, pésimos provisores de los bienes y servicios públicos, y simultáneamente han
destruido su capacidad de provisión con el recorte sistemático y profundo del presupuesto
asignado y la casi total descoordinación de las autoridades competentes. Como resultado, la
ciudadanía, que está sujeta a una propaganda que su propia experiencia circunstancial
corrobora, ha terminado convencida de que las dificultades de la provisión y protección de
los bienes públicos se debe sólo a que son administradas por agencias públicas llenas de
funcionarios públicos. De esta manera se ha consolidado un conflicto de representación
política antidemocrática de grandes proporciones.
Séptimo. Para imponer la dominación de espectro completo se necesitó manufacturar el
consentimiento. Los gobiernos neoliberales de todo el mundo han utilizado el poder
mediático y cultural del Estado para colocar en la sociedad “sentidos comunes” que de
tanto repetirse se incorporaron al imaginario colectivo e introdujeron, como única, la visión
del mundo del poder hegemónico. Ayer ustedes fueron testigos de las prácticas del
duopolio televisivo en construir estos sentidos comunes. Hoy agrego que esta manufactura
fraudulenta es especialmente grave pues requiere de desarrollar métodos sistemáticos de
ocultamiento de la naturaleza e intenciones del modelo a través de procesos de
manipulación sutilísimos y profundamente enajenantes de los espacios académicos y
universitarios. Como en todo el resto del mundo, hoy existe en México un poderoso ejército
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de economistas, politólogos y juristas que celebran las prácticas de desviación de poder
neoliberal y las justifican como la mejor manera de garantizar el bienestar de la población
mexicana y la modernización del país. Sin embargo, en el contexto de la crisis actual ha
quedado claro que sus argumentos y justificaciones están plagados de incoherencias lógicas
y contra-evidencias empíricas. Si uno además analiza sus ideas, encontrará que fueron
elaboradas y son manejadas por personas sumidas hasta el cuello en conflictos de intereses,
muchos de ellos usuarios habituales de la puerta giratoria entre la academia y los
organismos neoliberales nacionales y mundiales, y también que se enseñan en las
universidades e institutos académicos como una doctrina semi-religiosa plagada de mitos,
ritos y ocultamientos. Todo esto le brinda un carácter profundamente fraudulento a sus
aplicaciones prácticas, lo que deberá tomarse en cuenta al tipificar los crímenes económicos
de lesa humanidad.
Concluyo señalando que no por ser actos de Estado se debe limitar la responsabilidad de
todos estos crímenes a los actores políticos que han participado en el gobierno, el congreso
o las cortes. He señalado que estos actos tienen causas eficientes en la actividad estratégica
de sectores privados de gran poder. Como lo declaró con toda claridad Warren Buffet hace
un par de años:
“Hay guerra de clases, es cierto, pero es mi clase,
la de los ricos, la que hace la guerra.
¡Y la estamos ganando!”
Sus crímenes económicos ocurren ahora en un contexto tridimensional: imperialismo y neo
colonización, guerra de clases global con una nueva acumulación original, y cooptación y
desviación de poder. Se expresan en profundas regresiones Constitucionales que tienen
como principal propósito redefinir las fuentes, contenidos y formas de la utilidad y la
política pública, en el sentido mas amplio. No solo han conducido a la ruptura del tejido
social y la desaparición de todo un conjunto de referentes normativos cuya ausencia ha
disparado, cuantitativa y cualitativamente, la violencia generalizada y la degradación de la
vida del pueblo de México. Por ello solicito, a nombre de todas las organizaciones e
individuos participantes en este juicio, que el Tribunal Permanente de los Pueblos, en
función de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos:
• Declare a los responsables de los poderes públicos mexicanos del periodo 1982-
2014, a sus semejantes estadounidenses y canadienses, a las corporaciones y
accionistas que han realizado ganancias extraordinarias al amparo del TLCAN y
otras políticas neoliberales, y a sus intelectuales orgánicos en activo o que
reproducen esta ideología en las aulas y centros de investigación, como
transgresores de sus obligaciones para con toda la comunidad internacional
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(Artículo 22).
• Declare la obligación de restitución de todos lo beneficios obtenidos por inversiones
de origen nacional y extranjero que han derivado en enriquecimiento en detrimento
del pueblo mexicano, por violación de las disposiciones de la Declaración (Artículo
24).
• Declare nulos el TLCAN y otros tratados de “libre comercio” semejantes, las cartas
de intención firmadas por el Estado mexicano con el FMI y otras organizaciones
que han impuesto las políticas de austeridad y el decálogo del “consenso de
Washingto” en nuestro país, y todos los demás acuerdos y convenios inequitativos
suscritos despreciando derechos fundamentales de los pueblos (Artículo 25).
• Declare no exigibles las cargas financieras cuyo origen haya sido la imposición de
estos acuerdos y las políticas y modelos de desarrollo correspondientes sobre el
pueblo mexicano, volviéndose insoportables (Artículo 26).
• Establezca responsabilidad penal individual por comisión de crímenes
internacionales a los autores de los atentados más graves contra los derechos
fundamentales de los pueblos que atañen directamente a su subsistencia, sobre todo
cuando por acción dolosa o falta de precaución desatan procesos sociales que ponen
en riesgo directa o indirectamente el derecho a la existencia de amplios sectores de
la población (Artículo 27).
• Reconozca frente a la comunidad internacional el derecho de pueblo mexicano a
hacer valer sus derechos económicos, sociales y culturales, especialmente por la
lucha política o sindical, pero incluso cuando se haga uso del recurso a una fuerza
anticapitalista no violenta de resistencia y transformación, pero que pueda implicar
la suspensión absoluta y general de toda forma de cooperación con el régimen
(Artículo 28).
• Establezca la obligación de la comunidad internacional de coadyuvar a restablecer
los derechos fundamentales del pueblo mexicano, hasta ahora gravemente ignorados
(Artículo 30).
Bibliografía
Davis, M. (2001). Late Victorian holocausts : El Niño famines and the making of the third
world. London ; New York, Verso.