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Estructuras y abordajes en psicoterapias · psicoanalíticas . Héctor Juan Fiorini . M Nueva Visión

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Libro de psicoterapia enfoque psicoanalitico

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Page 1: FIORINI - Estructuras y Abordajes en Psicoterapia Psicoanalitica

Estructuras y abordajes en psicoterapias

· psicoanalíticas .

Héctor Juan Fiorini .

M Nueva Visión

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Héctor Juan Fiorini

Estructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalíticas

'

Daniel A. Castillo S. PsimlCllY Cllnica • Pslcoterallil

V 11.271.693 / FPV N'l7.340.

Ediciones Nueva Visión Buenos Aires

Page 3: FIORINI - Estructuras y Abordajes en Psicoterapia Psicoanalitica

Fiorini, Héctor Juan Estructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalíticas - 1 ª ed., 7ª reimp.- Buenos Aires: Nueva Visión, 2008.

240 p.; 19x13 cm. (Psicología Contemporánea)

l.S.B.N. 978-950-602-286-0

1. Terapias psicoanalíticas. l. Título CDD 150.195

I.S.B.N.: 978-950c602-286-0

Toda reproducción total o parcial de esta obra por cualquier sistema -incluyendo el fotocopiado-­que no haya sido expresamente autorizada por el editor constituye una infracción a los derechos del autor y será reprimida con penas de hasta seis

años de prisión (art. 62 de la ley 11. 723 y art. 172

del Código Penal).

© 1993 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tucumán 3748, (Cl189AA V)

Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que marca la ley 11. 723. Impreso en la Argentina/ Printed in Argentina

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INTRODUCCION

Este libro expone una línea de investigaciones clínicas en el campo de las psicoterapias de orientación psicoanalítica. Contiene varios estudios cuya unidad y diversidad intentaremos ubicar en esta introducción.

En primer lugar cabe señalar que estos estudios amplían y profundizan etapas previas d�,, nuestras investigaciones. En un primer volumen de trabajos 1 expusimos un conjunto de parámetros y criterios técnicos propios de las psicoterapi as dinámicas, cuya eficacia instrumental resultaba sólidamente fundada en registros y evaluaciones de varios equipos de trabajo de nuestro país y de otros centros preventivos"/ asistenciales de Europa y de Estados Unidos. Ese primer volumen expuso un conjunto teórico técnico. Un segundo estudio2 nos permitió profundizar en propuestas acerca del vínculo paciente-terapeuta, otorgándole una eficac i a instrumental particular en l a medida en que e l mismo pueda resultar capaz de dar lugar a la creatividad del paciente y del terapeuta. El principio de creatividad se nos presentó entonces como el más amplio principio regulador de los procesos de cambio en psicoterapias, bajo el cual deben ser colocadas las aplicaciones de la regla de abstinencia, el criterio técnico de neutralidad, las consideraciones dinámicas sobre la frustración en la transferencia.

Una vez constituido en sus alcances generales ese cuerpo de lineamientos técnicos, nuestra investigación ha intentado explorar las condiciones de aplicabilidad de esos recursos según la estruc­tura de personalidad del paciente en tratamiento. Esa búsqueda

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está sistematizada, para l as estructuras neurót icas de personalidad, y sus condiciones diferenciales de abordaje, en la primera parte de este volumen. Cotejando observaciones panorámicas y microscó­picas de procesos terapéut icos desarrollados con 145 pacientes de personalidad neurótica predominante (fóbica, histérica. obsesiva) hemos ido registrando las condiCiones de abordaje y l as secuencias que cada una de esas estructuras de personal idad establece:

La teoría general del proceso que podemos sostener sobre l a base de estos estudios propone considerar que cada fase d e los procesos de cambio que enfreryta cada t i po de personal idad presen­ta como primordial ciert a tarea. El proceso de elaboración apunta a producir cierto movimiento, cierta apertura en el n ivel de la est ructura en cuestión, como condición para el avance de ese proceso hacia una fase subsiguiente.

Desde ya. nuestros estudios de esos procesos no agotan todos sus movim ientos ni los elementos dinámicos interv inientes desde cada psicopatología involucrada. Nuestros est udios destacan sólo aquel los aspectos de esas est ructuras de personal idad que se recortan con part icular ni t idez y cuya progresión se nos m uestra en la práct ica clínica como e ficaz para consol idar e lectos de cambio psicológico profundo.

Creemos que en térm inos metodológicos nuest ra indagación se ubica en un nivel renomenol6gico, nivel que Octave Mannoni. en La otra escena3 destacaba como mediador para l igar de modo fecundo l a teoría y la organización de una práctica clínica.

La primera pa11e. entonces, al est udi ar variaciones del proceso según la personalidad del paciente, recorta aquellas variables que caracterizan a esa estructura de personal idad. Este recorte nos perm i t e ahondar s u s var iab les , pero i m port a s u brayar metodológicamente los problemas cl ínicos que introduce esa del imi tación.

La segunda parte se propone ampli ar el conjunto de variables en consideración, profundizar aspectos de la sobredetem1 inación que es propia de los e fectos psíquicos que indagamos (síntomas, conflictos act ivados, defensas). En primer téml ino consideramos

* Esa ci fra Je pacientes observados rc,pondc a registros. estudios y discusiones clínicas de los úl t imos doce aiios Je nuestra práctica clínica y docente.

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las variables múl t iples que podemos categorizar como di ferentes niveles del diagnóstico. A continuación estudiamos los fenómenos de interrelación ent re esas variables4 que pcm1i ten defini r un concepto de "situación". Concebido como el espacio dinámico donde numerosas interrelaciones potencian sus efectos, el concep­to ele si tuación const i tuye un objeto part icular cuyo abordaje es decisivo en numerosas experiencias clín icas. Mostramos allí en un caso clínico cuántas modal idades de m anejo técnico pueden con­verger a lo largo ele l as múl t iples dimensiones que configuran l a s i tuación d e ese paciente.

La tercera parte de este l ibro ahonda otras direcciones que juzgamos de importancia teórica y a la vez técnica. Comprende una indagaci6n de un nivel inconsciente de las funciones yoicas comprometidas en el conocimiento y el manejo eficaz de lo real. Destacamos la part icipación ele ese nivel yoico inconsciente en la estruct uración de numerosas s i tuaciones de conllicio (aquel las en la que uno ele los polos conllict ivos está asentado en dimensiones de conocim iento, intentos de dominio, tendencias adaptat ivas y creat ivas , movimientos evolut ivos). El estudio siguiente investiga tocio un ámbito de fenómenos psíqu icos: aquellos vinculados con la creat ividad en cuanto condidl?n universal del sujeto humano. Se postula un sistema especial ele funciones y procesamientos que t ienen e fectos creadores. El reconocim iento ele este sistema. ele su accionar en '"'iveles inconscientes y preconscientes, es esencial para interpretar un nivel part icular ele ansieclacles, defensas, con­tl ictos. A nuestro juicio la consideración ele estos dinamismos creadores es esencial en nuest ra interpretación clínica, nos pem1ite ampl iar el registro de los s istemas involucrados en l a conducta del paciente y en la nuest ra. Una y otra vez nos ha resonado una tesis de Peris: "la neurosis es un estancamiento de la creat iviclacl".5

La m isma fue indagada por Lowen en sus estudios bioenergéticos. 6 Nuest ro enfoque intenta arrojar luz sobre algunos aspectos

psicodinámicos de nivel inconsciente comprendidos en fenóme­nos de gran complejidad, como son aquellos que interrelacionan lo neurótico con lo creador y sus fracasos.

Estas tres partes no son separables en nuestro t rabajo clínico. Con un paciente nos importa considerar a la vez variables ele su est ructura de personal idad, otras que son propias de su si tuac ión,

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I� otras que derivan de movimientos profundos de procesos cognitivos y creativos activados de modo singular en esa persona. Cada sesión podrá ir recorriendo, en distintos momentos, cada uno de los enfoques que en este l ibro, por razones de investigación y de exposición, hemos debido colocar en un orden de sucesión. La posibil idad de art icular estos enfoques, de detectar sus entrelazamientos dinámicos, exige del terapeuta un constante trabajo creador. A esa capacidad del terapeuta, de enfrentar con­juntos de notable complejidad, y de hacerlo, como pudo hacerlo Freud, sin esquemas reduccionistas, atento ala riqueza de la escena clínica, dirigimos el conjunto de estos estudios.

En los últimos cinco años· nuestra investigación se ha visto estim ulada por el fecundo intercambio realizado con docentes y colegas integrantes del Centro de Estudios en Psicoterapias, institución que dirijo en Buenos Aires desde su fundación. Varios materiales clínicos, observaciones e ideas teóricas que integran distintos capítulos de este l ibro han sido aportados en grupos de discusión, ateneos clínicos y jornadas de este Centro de Estudios. Los 300 profesionales que han participado en 1 983 de nuestra labor científica y docente constituyen para nosotros una notable presencia que respalda y alienta el espíritu de estas investiga­ciones.

Creo necesario transcribir aquí la orientación general que otorgamos a nuestra actividad docente y científica en la institu­ción, ya que la misma explicita el enfoque básico que recorre cada una de nuestras indagaciones:

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La tarea científica que anima nuestra orientación asienta en varias direcciones pecul iares. a) Una búsqueda exhaustiva centrada en los m ateriales y datos de la experiencia clín ica emergente del empleo de diversas modali ­dades terapéuticas. b) Una indagación teórica que tiene su eje en el psicoanálisis, con un i nterés abierto a la producción de las principales corrientes desarrolladas a partir de la obra de Freud. c) La consideración atenta de producciones teóricas y técnicas, de otras corrientes (comunicacional, gestáltica, dinámica de grupos, psicología evolutiva, i ndagaciones corporales y psicodramáticas)

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intentando su confrontación -convergencias, oposiciones, pun­tos de articulación- con las orientaciones psicoanal íticas y con el universo de las prácticas clínicas. d) La apertura a hipótesis y modelos provenientes del pensam ien­to antropológico, sociológico, pedagógico y materiales emergen­tes de ámbitos de procesos creativos. e) La convicción profunda de que sólo el diálogo más amplio -entre diferentes producciones teóricas, entre distintas investi­gaciones clínicas, y entre docentes y alumnos- puede dar lugar a una más rigurosa comprensión del objetivo de estudio propio de las disciplinas involucradas en l a tarea clínica.7

Comparto actualmente la tarea docente del Centro de Estudios en Psicoterapias con Humberto Gobbi, Nilda Guerschman, Celia Mauri. Pedro Menéndez, Ana María Femández y María Elena García Novarini.

Esta orientación dada a nuestra tarea profesional ha sido tam­bién impulsada en reuniones de trabajo con colegas del interior del país (en especial de Rosario y de Mendoza, estos últimos nucleados en el Centro de Estudios en Psicoterapias Dinámicas) así como en el fecundo intercambio con profesionales de Brasil, en especial de Porto Alegre, con quienes llevo ya siete años de labor docente (en la Cátedra de Psiquiatría y el Instituto de Psiquiatría Comprensiva dirigidos por Manoel Albuquerque, en el Curso de Especialización de Psicoterapias para Psicólogos que coordina Isaac Sprinz, ambas Cátedras pertenecientes a la PUC-RS, Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul, así como en el Núcleo de Estudios en Psicoterapias que di rigen Inubia Duarte Andrade y Kenia Ballvé Behr, y en otros prestigiosos centros profesionales de Rio Grande do Sul).

He recibido también aportes y sugerencias críticas de colegas de España, coordinados por Amoldo Liberman y Edgardo Gili , integrantes del Centro de Psicología y Desarrollo Humanístico de Majadahonda, Madrid, con quienes tuve el placer de discutir en julio de 1 983 parte de los trabajos que jntegran este volumen.

Todos estos núcleos de trabajo científico, que suman en la actualidad más de 600 profesionales, nos respaldan y acompañan en direcciones de la teoría y de la práctica clínica que estos estudios

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intentan profundizar. Para todos ellos nuestro más hondo recono­cimiento.

Por últ imo, en varios capítulos se habla del paciente, y se mencionan, para la labor del terapeuta, cri terios técnicos. Es oportuno recordar, como lo h izo Jung en su momento. que no hay "técnicas" que aseguren intervenciones saludables y fecundas, dado que el instrumento es siempre el operador, el hombre, presente con todas sus dimensiones en la s i tuación clín ica. Para preveni mos contra los riesgos de una confianza excesiva, no crítica. en los poderes de l as "técnicas", qu iero subrayar el contrapunto que un periodista norteamericano, David Young, sostenía en diálogo con Norman Mailcr: así como el arte. a menudo, es " incoherentemente cierto" la c iencia result a. en mu­chos aspectos. "coherentemente incierta".

Para nosotros, hablar de técnicas, de métodos, es señalar cam inos posibles. organizaciones racionales de los recursos, pero el terapeuta es convocado personalmente siempre a crear. Esto supone comprometerse en profundidad con las búsquedas del paciente, a colocar sus propias búsquedas en resonancia con las del ot ro. evitando quedar encerrado en las ident i ficaciones contrat rans fcrenciales. y dando lugar en cambio al amplio espacio de las ident i ficaciones creadoras. El terapeuta está hem1:1nado con el paciente en una universal búsqueda de sent idos, de más hondos sent idos para la experiencia v ivida en cuanto reveladora de poten­c ias que la neurosis captura, y que la indagación terapéutica intenta conjugar para impulsar esas potencias en las d irecc iones de un proceso original l iberador.

Bibliografía

1. Fl<lRINI, Héctor Juan, Teoría y téc:nic:a de psicoterapia. R ui.:nos A iri.:s, N ui.:va Yisióti, 6a. cd. , 1 982.

2. -, ''Rcpdición y dif1:rencia: propu<.:stas del paciente y d<.:l tcrapi.:uta para el desarrollo del proceso", en F101HNI, H. y l'i:YRU, G., /\¡)(Ir/es teúric:o­clí11ic:o.1· c•11 psic:oterapias, Ruenos Aires, Nueva V isión, 1978.

3. M ANN0'.'11, Octave, La otra esc:ena. Clm·es de In i111agi11ario. Ruenos Aires, Amorrortu, 1973.

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4. GEOo, John y GoLDBERG, Arnold, Modelos de la m_enlt'. Buenos Aires. Am0frorh,1, 1980.

5. PEKLS, Frede,rick, S11�>ños y t•.xisJt•ncic;. Taapia gesJcíltica, Sa¡lliago de CJ1ilc, Cuatro Vientos, 1974.

· . 6. Low.EN. Alexaode.r. /Jioenergética, México, Diana. 1979.

7. CENTKO DE ESTUDIOS EN PSICOTEKAPIAS, Progr.o.maciún an.ual, Buenos Aires, 1983.

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PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION

Afirmamos en esta edición ampliada la vigenci a de una línea de investigaciones clínicas y técnicas cuya propuesta es comprender que las vías de acceso al paciente, las modalidades estratégicas y técnicas capaces de llevar adelante el proceso terapéutico depen­den de condiciones establecidas por la estructura psicopatológica predominante, las que incluyen modos de vincularse y de comuni­car que establecen un amplio espectro de variantes. En esta edición extendemos lo indagado anteriormente para las neurosis, al inclui r nuevos capítulos de estudios sistemáticos realizados sobre psicopatología y abórdajes de los trastornos del narcisismo.

Incorporamos en este voumen una actualización de nuestra fundamentación epistemológica para una clínica de psicoterapias psicoanalíticas, donde p¡ocuramos abarcar fenómenos propios de conjuntos heterogéneos (como los que configuran individuo, grupo, institución en articulaciones múltiples) en los que se trata de comprender singulares efectos de configuración, a la vez que intensidades, ritmos y proporciones, en fenómenos que la tradi­ción psicoanalítica identificó inicialmente por categorías de con­tenido, es decir, cualidades.

Estamos entonces consolidando una orientación donde las grandes categorías teóricas, los modelos freudianos, deben ir al encuentro de la singularidad de cada consulta y allí encontrar su alcance y su límite, su capacidad comprensiva y su propio cuestionamiento, la conciencia de su no-saber.

Situación creadora, crítica y autocrítica de la teoría y de sus

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prácticas, que nos importa destacar como constituyente esencial, decisivo para Ja clinica psicoanalítica.

Dimensión creadora de la clínica que comenzamos a buscar en sus fundnmcntos teóricos posibles, precisamente. en un capítulo de este volumen ("Creatividad: dinamismos fundantes de un sistema ... "'). Desde entonces. nuestros estudios sobre la creativi­dad han ido creciendo hasta hacer necesario destinarles un volu­men aparte, cuya prep

.aracíón nos ocupa actualmente.

Hemos tenido ocasión, ·en los últimos años. de realizar un ·constante intercambio con Asociaciones Psicoanalíticas y con lnst'ituciones de Salud Mental de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y provincia de Buenos Aires., en el ámbito nacional, así como con coleg'ios de Psicólogos y Cátedras Universitarias de Santiago de Chile. Montevideo. Porto Alegre. San Pablo, Rfo de Janeiro, Barcelona, San Sebastián, Segovia, Sevilla, Madrid y Nueva York (Instituto de Psicoanálisis). La discusión sostenida en estos colo­quios y senünarios nos ha permitido revisar, confrontar y conso­lidar Jos alcances de .nuestras líneas de trabajo.

Destacaré asimismo el intercambio que sostenemos con estu­diantes y colegas de la Facultad de Psicología de la Universidad <le Buenos Aires, desde la -cátedra de uClínica Psicológica y Psicoterapias'" en ·la que me acompaña un valioso equipo de colaboradores docentes.

Subm yo a�1uín1i rccoil0cimfonto, para la ela:horació-n de nuestra pmduoci-ón científica. po·r los aportes 1que de modo pcnuanente realizan direclrivos, docentes y graduados en nuestro Centro <le Estudios en Psicoterapias, tic Buenos Aires, 'instiludón que nutre sin cesar .nuestras investigacfones.

Deseo expresar finahnente mi .agradecimiento a nuestro maes­tro, Dr. Mauricio Goldenber.g, 'inspirado oteador, con su Servído de Psioopatologfa del P.o'Hcliíilico de Lanús. ·de una ensefianza que no ha deja(4o de dar :tinnos. Su ejemplo y sus icllcas csrán presentes en cada uno de nues·troslt1rélb'ajos. La figura del maestro hacreddo con los afios, cobran-do llJi'ra cnom1e -dimensión por su oiigina1 lucidez y extraordinaria ,generosidad.

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DIRECCIONES TEORICAS Y EPISTEMOLOGICAS

ACTUALES PARA LA CLINICA

PSICOANALITICA *

*Clase de int roducción para .. Clínica Psicológica y Psicoterapias ... Facultad de .Psicologí:t, lJniven;dail ele íluC'nos Aires .

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Nuestra materia, "Clínica psicológica y psicoterapias", alude al campo de las prácticas clínicas, es una materia donde vamos a hablar de prácticas psicoterapéuticas. Hace tiempo un colega dijo: "por favor seamos prácticos, tengamos una buena teoría". De modo tal que conectarse con el universo de las prácticas en salud mental requiere ver con qué teorías uno se aproxima a esas prácticas, con qué c ncepción de las relaciones entre teoría y prác­ticas uno se mané ja, y entonces resulta que para manejarse adecua­damente en el terreno de las prácticas es necesario tener claros criterios de orden epistemológico. Sin una epistemológía más o menos definida las prácticas clínicas son prácticas a ciegas. Se reducen a un nivel de 'empiria.

Con esta inquietud, quiero desarrollar criterios epistemológicos con los cuales trabajar en la clínica.

La primera cuestión podría plantearse así:¿ Unidad o diversidad de la experiencia clínica? La experiencia clínica, ¿es una o es muchas? ¿Es una o es múltiple?

Nosotros trabajamos una línea en la que creemos que la expe­riencia de la clínica no es una. Creemos claramente que la experien­cia de la clínica es la experiencia de una diversidad, es decir que tenemos múltiples direcciones y múltiples dimensiones de la clí­nica. El tema de la unidad o diversidad es un teina de la epis­temología. Voy a hacer alusión en esta exposición a autores que se ocupan del modo de pensar al ser humano, el modo de pensar en las ciencias humanas y, entre otros temas, piensan si podemos

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unificar o tenemos que diversificar en nuestro pensamiento sobre el hombre y las ciencias humanas. Por eso destacamos autores como Foucault, Delcuze, Sartre, Feyerabcn, Umbcrto Eco, Eugenio Trías (filósofo espafiol actual), José Ferrater Mora y cierro la lista con Albert Camus filósofo que. en uno de sus trabajos importantes, El mito de Sísifo se ocupó de pensar en esta cuestión de si la práctica es una, si las teorías son unificablcs o bien comportan el espacio de lo diverso.

Les quiero leer un pasaje de Camus al respecto. Dice así:

El espíritu que trata de comprender l.a realidad no puede conside� rarsc satisfecho salvo si la reduce a términos de pensamiento. Si el pensamiento descubriese en los espejos c.ambiaotes de Jos fenómenos relaciones eternas que los pud.icscn resumir y resumirse a sí mismas en un principio único, se podría hablar de una dicha del espíritu. Esta nostalgia de unidad, este apetito de .absoluto ilustra un movimiento esencial del drama humano, pero que es.ta nost;1lgia sea un hecho no significa que dcha ser satisfecha.

Pero si alinn;unos, nos dice Camus;

la realidad del uno . . cualquiera que sea. c.aemos en la contradicción de.que unespíritu capaz de esa unificación cstnb1ece ya con e1 resto del uníverso su propia diferencia. y afirma así ur1 principio de diversidad: "Todo scm:dcna en la müdad<le aquclla nostalgia pero ai primer movimiento el mundo se agricta en infinidad de trozos. E11 psicología .como .en Jógica hay vcrdadccs. no hay verdad". Husserl y los fcnorncnólogos restiJuyeo al mundo su diversidad. Pensar no es ya uníficar, es v.0Jvcn1 ;rpr.cnder a ·estar atento para hacer de cada imagen, de cada idea. un Jugar diferente, Se abre.una proliferación de los fenómenos, caminos 4uc Jlcv�lll {I Jodas tas ciencias o a ninguna. Las experiencias se recortan en un desierto que no hay que abandonar.

Esencialmente este prohlcma nos preocupa porque en el trabajo teórico. en el debate teórico que tenemo� también en la faculitad muchas veces está la tentación de contar,con un.a 1coría única, con una 1eoría que unifique. Y este tema del uno, que Camus refiere ca Pam1énicles, efectivamente a las fil(}sofías ¡prc�'Ocráticas. aparece también tratado ,en la obra de Lacan como la nostalgia de crear

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alguna experiencia ele unidad que configure algún t ipo de absoluto. Lacan también habló de la castración en tém1 inos de la imposibi­l idad de acceder al uno, la imposibi l idad de lograr un uno, una unidad estable en los vínculos. en la relación con el mundo.

De modo tal que, de algún modo, asumir una diversidad, diversidad de fenómenos en l a clínica, en lugar de pretender una mít ica unidad, es un modo de asumir l a castración. Todas las fonnas de omnipotencia aparecen pretendiendo cerrar algún uno. Y el t rabajo ele la castración remi te siempre a asumir algo que decía B achelard: que al l í donde parece reinar un concepto. cuando profundizamos siempre están en v igencia por lo menos dos. Un ejemplo ele esto: en la c l ínica psicoanalít ica y en l a teoría psicoanal ít ica se ha hecho mucha insistencia en los fenómenos de repetición, pero l a categoría de repet ición no encuentra su lugar claro en la c l ínica hasta que no tenemos el juego de un par de conceptos. Y el concepto de repet ic ión sólo se va a entender si se recorta sobre la posibi l idad de que esté en vigencia el concepto de di ferencia. Si no podemos jugar con lo heterogéneo de los concep­tos (repet ición vs. diferencia) sino solo un universo de l a repct .i ­c i6n, eso no existe en l a c l ínica, existe más vale en l a mente que quiere encontrar un solo t ipo de fen<ímenos que unifiquen su clínica.

Del m ismo modo l es d iría que se ha t rabajado en la técnica psicoanalít ica, más de una vez, con el concepto de ausencia del anal ista. Pero s i nosotros uni ficáramos la c l ínica en tomo al concepto de ausencia estaríamos haciendo algún t i po de s impl i fi­cación. porque el concepto de ausencia va a requeri r, para tener alguna vigencia clín ica, de algún juego con su heterogéneo, que es el concepto de presencia del analista en la c l ínica. De modo que vamos a tener un mundo diverso: presencia-ausencia, ausencia­presencia. No vamos a tener ni el primado único de la repet ición ni el primado único de la ausencia, sino que vamos a tener juegos complejos de interacciones ent re repet ici6n y di ferencia, así cn;1w entre presencia y ausencia.

Por ot ra parte nosotros en la c l ínica tenemos una diversidad de si tuaciones ele consulta. Las s i tuaciones de consulta no configuran un mundo homogéneo, todo lo contrario, abren un espectro m úl­t iple de condiciones de consulta. Tenemos una diversidad de t ipo

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de personalidad en los pacientes que nos consultan de modo tal que lo que nosotros vamos a operar como nuestra práctica de la entrevista con un paciente neurótico, digamos un paciente fóbico, no forma una sola clínica homogénea al respecto de cómo vamos a actuaren la entrevista con un paciente borderline descompensado. Nuestros instrumentos van a ser diferentes, nuestra manera de manejar la presencia o la ausencia van a ser diferentes, el modo de nuestra intervención (cuán pasivos o cuán activos podamos ser) van a ser modos diferentes. Entre ese paciente fóbico, neurótico, que nos consulta, que en una serie de áreas de su vida está relativamente adaptado al mundo que lo circunda, lo cual no quiere decir perfecta ni armónicamente adaptado, pero que tiene concien­cia de tiempo y espacio, por ejemplo, con ese paciente no vamos a tener instrumentos idénticos a los que vamos a usar con una persona que llega desorientada en tiempo y espacio, que llega con un pensamiento psicótico, y esto hace a clínicas diversas. Clínicas diversas que en términos psicoanalíticos, remiten a una obra fundante que es la obra de Freud.

Pero esa obra de Freud tampoco es una, voy a citar referencias de Pontalis. Después de que Pontalis publicó con Laplanche el Diccionario de psicoanálisis se le hizo una entrevista que fue publicada en Buenos Aires, en la Revista Argentina de Psicología, en la cual le preguntan: "después de haber revisado la obra de Freud, como usted la ha revisado en detalle junto con Laplanche, ¿usted diría que coPfigura una teoría?" Pontalis dice: "en modo alguno, se trata de un conjunto de teorías con desiguales grados de desarrollo, con diferentes niveles en el interior de esa obra y no podríamos decir que es una obra unificable por el hecho de que responde a un mismo autor." De hecho este tema se ha planteado en la literatura también. El hecho de que un solo autor finne diversos trabajos o diversas obras de ficción no le confiere a esa producción una unidad estricta, ¡;orque un autor es varios autores.

B ueno, si la obra de Freud no es única, homogénea, sino que es diversa, contiene múltiples direcciones de desarrollo, tiene múlti ­ples zonas en desarrollo, además, menos podría ser una la práctica clínica que se va a basar en esa obra, que va a estar siempre

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buscando la manera de apoyarse en esa obra fundadora y en los desarrollos que la han continuado.

¿Por qué hablar de diversidad? G ran parte de nuestra psicopatología piensa cualidades de fenómenos, y entonces pode­mos decir "he aquí el fenómeno de la.: angustia" o "he aquí el pensam iento confusional" o bien "he aquí una conducta persecutoria". Pero si yo digo angustia, pensamiento confusional, o conducta persecutoria, defino cualidades de conducta, cualida­des que puedo observar y puedo fundamentar en la clínica. Pero la clínica no se hace sólo de cualidades, se hace también de intensi ­dades, es decir, e l factor cuantitativo es tan importante para la vida de la gente como el factor cualitativo. De modo que si decimos angustia vamos a preguntar "cuánta angustia, con qué intensidad, con qué frecuencia". Si decimos pensamiento confusional vamos a averiguar en la clínica cuántas veces, con qué extensión, con qué preponderancia. Y vamos a hacer preguntas no sólo sobre la cualidad de esos fenómenos sino también sobre la temporalidad de esos fenómenos. No sólo vamos a preguntar por la angustia sino cuándo emerge, en qué condiciones aparece, cuándo reaparece, es decir qué ritmo tiene y nos hacemos preguntas por ritmos, a veces por ciclos o por periodicidades.

De modo tal que yo ya estoy en un espacio diverso, pero no sólo porque los fenómenos son diversos sino porque las categorías que tengo para analizar los fenómenos ya son diversas, porque uso cualidad de conductas, uso intensidad de conductas y uso tempo­ralidad de conductas. Con lo cual ya todo eso no se piensa como uno, se piensa como múltiples parámetros que me van a permitir acercarme al fenómeno clínico.

En este sentido de la clínica que no es una, sino diversa, es que nosotros orientamos el programa de la materia. Ese programa habla de un campo de psicoterapias, en plural. Cada vez que yo escucho la palabra psicoterapia o psicoanálisis, en general me produce un estado de zozobra, porque no sé cómo se pretendería generalizar esto que es diverso.

Si alguien dice la psicoterpia, en singular, no sabremos bien qué tipo de diseño técnico y para qué experiencia clínica está utilizando sus formulaciones.

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Con ese criterio es que nosotros damos en el programa l íneas de terapias de insight y l as contraponemos con psicoterapias de continencia. ¿Por qué presentamos dos tipos de terapias? Porque queremos mostrar esa diversidad, queremos mostrar que hay situaciones cl ínicas donde se impone un trabajo de continen­cia, que en ese momento no va a apuntar al insight, aunque sí pue­de apuntar a un insight en un momento siguiente.

Del mismo modo, nosotros no hablamos de diagnóstico, habla­mos de niveles del diagnóstico en el programa. Porque decimos que el diagnóstico es plural , que el diagnóstico se hace en una trama de múltiples niveles del diagnóstico, y esto lo mostramos todo el tiempo en casos clínicos.

Del mismo modo, cuando hablamos de focalizar terapias. hablamos en plural, de modalidades de la focalización. No hay una sola manera de focal izar en terapias, hay más de una.

Por último, cuando hablamos en el programa de procesos terapéuticos también hablamos en plural, porque no hay un proce­so, no hay un pensamiento de un proceso que me pennita abarcar todos los juegos y los despliegues de la cl ínica, tengo que pensar el proceso con categorías diversas. Hay más de un tipo de procesos de cambio. Y hay.más de un tipo de efectos de cambio en la cl ínica.

Desde luego esta situación de diversidad puede. al estudiante, complicarle su tarea. porque cuando está estudiando, ya aprender dctenninado concepto es trabajoso. No estamos en contra de que el alumno aprenda ciertos conceptos en singular. creo que es su primer cscal6n aprender ciertos conceptos en cuanto singular. o en cuanto individual. El problema no está ahí, el problema es que el alumno sepa que ahí no tcnninó su búsqueda, y que ahí no tem1inó su clínica. o que ahí no tem1inó su teoría. Porque no hay duela de que para hacerse cargo de los ni veles de complejidad que introduce la clínica es necesario ir subiendo por escalones. y a veces habrá una etapa donde yo dcha estudiar los fenómenos de la repetición como si fueran únicos. Tendré que concentrarme y recortar esos fcn<')menos como si fueran únicos. Pero yo tengo que saber cuando estoy estudiando los fenómenos de repetición que ahí no se acaba el mundo del paciente.

Si sé que ahí no se acaba ya me estaré preparando para estudiar después otros conceptos. Si no lo sé estaré convencido ele que

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cuando tennine de estudiar la repetición ya tengo en mis manos un

am1a, un poder. Esto es muy peligroso en ciencias. siempre es peligroso.

¿Qué ocurre entonces? Nosotros planteamos una clínica que, en esa diversidad, avanza con un doble frente de preguntas. Doble frente que es: el de la pregunta sobre la práctica, que es una pregunta sobre la intervención clínica, dél porqué de su oportuni­dad y el para qué de sus efectos. pregunta sobre la práctica; y una correlativa pregunta sobre la teoría que se podría poner en juego ahí.

Un doble frente porque la teoría con la que trabajamos, y la práctica con la que trabajamos, en principio no se unifican, están siempre en interjuegos. Nunca se sintetizan de un modo annónico. De modo que suponer que "con esta teoría perfectamente aplicada en esta práctica enteramente coherente. lograremos efectos cla­ros", es un ideal. No hay tal clínica. Esa clínica es mítica, puede existir en los deseos de mucha gente, pero si esa gente nos muestra su material clínico, allí no vamos a encontrar esa clínica. Si realmente existiera una clínica donde la teoría se une annónicamente con la práctica, y la práctica produce efectos enteramente claros, podría tratarse de un sistema robótica al que el paciente no se acomoda bien.

¡,Qué ocurre? Acá está el problema del teoricismo como un problema que aparece con frecuencia. Me acuerdo de algunos alumnos que en el último examen, decían así: "nosotros sabemos mucha teoría. pero cuando vamos a bajar a la práctica ... ". Entonces me quedé pensando en esta idea de bajar a la práctica. Y o creo que esa relación espacial está mal planteada. Creo que en todo caso, si hubiera un desnivel, habría que subir a la práctica, porque una vez aprendido cierto nivel de complejidad en la teoría, la práctica nos va a presentar un universo más complejo. un universo de articula­ciones entre lecturas teóricas. De modo que yo diría. si hay un desnivel va a haber que subir a Ja práctica. desde teorías que están en un plano de generalización y tienen que esforzarse por acceder al nivel de una singularización.

El problema del teoricismo, de todas maneras. es un gran problema en todas las universidades, no sólo en esta facultad, es un viejo problema en las disciplinas en general. y en psicoanálisis hay

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siempre tentación de desvíos teoricistas. Había la historia de un psicoanalista kleiniano, en Buenos Aires, que nos daría una pauta de qué quiere decir teoricismo. Este psicoanalista estaba totalmen­te fascinado con la teoría kleiniana del psiquismo, con muchas referencias al pecho y a la etapa oral (esto ocurría en el Hospital Borda, y en el Borda había un paciente esquizofrénico catatónico que estuvo un año sin hablar) . Un día llega al hospital y ve que hay un montón de gente alrededor del paciente catatónico.

Dice: "¿Qué pasó?". "Habló", le contestan. Entonces dice: "¿Ha dicho leche?". "No". " ¡Qué lástima!" exclama, y pega un puñetazo muy decepcionado.

A mí me parece que esto i lustra la problemática del teoricismo. El odio que le produce a uno cuando la práctica no cierra exacta­mente la teoría. Uno trata de que cierre, pero el paciente no está obligado a decir "leche". Y las teorías se hacen así m ás di fíciles de elaborar.

Feyerabend es un epistemólogo actual que tiene un trabajo in­teresante que se llama "Tratado contra el método". "Tratado contra el método" es una dirección que varios epistemólogos y filósofos han tomado en Europa, que es hacerse cargo de que estan10s en una etapa teórica de fin de las grandes síntesis. Fin de las grandes síntesis que obliga a volver a revisar las condiciones de particula­ridad en las cuales pensamos, condiciones singulares y particula­res en las que podemos ejercer teoría. En este "Tratado contra el método" dice algo: "Tengamos en cuenta que ninguna teoría abarca todos los hechos del dominio a que se refiere".

El mismo asunto lo va a plantear Umberto Eco, que por eso lo he citado acá también, en un libro que se llama La estructura ausente. Introducción a la semiótica. Les voy a leer lo de Eco, porque aclara un poco más por qué es que una teoría no puede abarcar el dominio de los hechos, sino que intenta abarcarlo, pero siempre se le escapa. Umberto Eco lo plantea en términos l ingüísticos, en términos semióticos, pero el problema es el mismo. Dice Eco, terminando su estudio:

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Si se enfrenta a los sistemas semióticos cerrados con procesos que responden a un modelo abierto, aparece un elemento extrasemiótico que es la circunstancia [que es lo que nosotros planteamos en el

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programa con el concepto de situación] contexto real, externo, no contexto formal del mensaje que comprende ideologías y circuns­tancias de com unicación. No todas las circunstancias se resuelven en signo, hay un margen ú ltimo de la circunstancia en el que ésta se sustrae al torbel lino de los códigos y de los mensajes y se escapa. La circunstancia irrumpe para estorbar la vida de los signos y se presenta como residuo sin resolver, como un complejo de factores biológicos, sociales y económicos que se modelan como marco de toda relación comunicativa, como una realidad que flexiona y modela los movimientos no autónomos de los procesos de signi­ficación. La vida de los signos es frági l sometida a la corrosión de las denotaciones y las connotaciones bajo la presión de circunstan­cias que modifican la potencia sign ificativa original.

Necesitamos de esos sistemas de signos que son las teorías; las circunstancias desbordan siempre a esos sistemas de signos. Esto es inherente al procedimiento mismo de las ciencias que es siempre i r iluminando sus límites. El modelo de trabajo científico no es so­lamente iluminar el centro de una escena, sino aclarar dónde están los l ímites de lo que abarca y de lo que no abarca. De modo que yo diría que en esto que está planteando Eco, la imposibilidad de que un sistema de signos termine de abarcar todas las circunstancias a las que se quiere aplicar, en esto radica la vida de las ciencias, en esto radica el pensamiento en cuanto vivo. Si el pensamiento no tiene esa dinámica, ese pensamiento envejece, se queda demasiado quieto, demasiado sat�fecho narcisísticamente, porque ha ilumi­nado un centro pero ha perdido conciencia de límite.

Sobre esta relación entre teoría y práctica, me interesaba comen­tarles un análisis del problema realizado entre Foucault y Deleuze. En un diálogo que ellos sostienen hace unos años sobre los i ntelectuales y el poder, llegan a esta conclusión: "toda teoría llega a un punto de detención que se levanta frente a ella como un muro infranqueable. Ese muro tendrá que ser atravesado, perforado, por cierto tipo de práctica". Ahí se habla de un interjuego entre teorías y prácticas que nos interesa mucho en la clínica, porque la clínica es el lugar donde nos tenemos que dar cuenta de hasta dónde nos llega la teoría, hasta dónde da y dónde ya no da. Porque ahí donde la teoría no da, es probable, y éste es el diálogo de Deleuze y Foucault, es probable que tenga que aparecer una práctica, que haya que inventar una práctica para movilizar el límite de la teoría.

lt.

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De modo tal que esta visión a mí me resulta mucho más rica que la de Althusser, en su momento. La visión de Althusser y algunos otros teóricos franceses suponía que en realidad la práctica es nada más que aquello que una teoría pem1ite ver, de modo tal que para Althusser la práctica era un momento teórico. Esta es una visión limitada del fenómeno, y una visión que tennina limitando y empobreciendo la ciencia, porque la práctica no es sólo el lugar donde uno I ce con la teoría que tiene, además tiene que saber que va a tener que encontrarse con eso que Eco l lama "no expresable todavía en signos", con eso oscuro que se escapa. La conciencia de que algo oscuro se me escapa en la práctica es lo que me va a pennitir revisar pem1anentemente mi teoría. Si yo no tengo esa conciencia quedo capturado en la teoría, pero esa teoría es un falo omnipotente. es decir, es un mito. Un mito que se cava la propia fosa. porque si la teoría no tiene conciencia de límite y conciencia de cambio interno. esa teoría no va a ir muy lejos. Justamente hoy el tema de la ciencia es cómo se trabaja en los l ímites. cómo se elabora y se crea en los l ímites.

He mencionado a Eugenio Trías. filósofo español que hace un par de años publicó un libro que se l lam a La avemura filosófica. Este libro está centrado en el problema del l ímite. sobre la import ancia de comprender que es en los límites entre diferentes tipos de objetos, y en los límites entre diferentes ciencias, al l í donde el pensamiento puede seguir creando. E s decir. e l l ímite como objeto de est udio actual en la filoso fía. es el espacio donde se ponen en marcha dinámicas de creación.

¿Por qué? Porque todas las dinámicas de creación emergen en el choque de elementos heterogéneos. En un mundo homogéneo lentamente la creación se detiene.

Nosotros vamos a hablar de procesos creadores. porque (y esta es una orientaci6n central en nuestro enfoque) creemos que sin una clara concepción de procesos creadores, procesos creadores en el paciente. procesos creadores en el analista, y procesos creadores en el interjuego de ellos en cada terapia, sin una concepción de procesos creadores hay una clínica estática, hay una clínica dete­nida.

Nosot ros creemos que dinamizar la clínica. en gran medida, es

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comprender los procesos creadores que se juegan en cada escena cl ínica. Desci frarlos (porque en gran medida son inconscientes, inconscientes para el paciente. inconscientes para el ana­lista e inconscientes para la propia interacción), nombrarlos. t raba­jar en su registro de modo constante, es parte esencial del proceso.

De paso. podríamos deci r que invest igar la dinámica incons­ciente de procesos creadores nos coloca en el centro de una bús­queda actual que es fu11damental , que es : hablar de inconsciente no es hoy hablar solamente de ese inconsciente que muy profunda­mente investigó Freud en tomo a psicopatología de la v ida coti­diana, el chiste. los sueños y el síntoma, sin.o que éste es un inconsciente de gnm importancia cl ínica, pero no es el único. El primero que comprendió esto fue Freud, en un trabajo de 1 923, que es "El yo y el ello". A esa altura se da cuenta ele que hay un incons­ciente del yo, lo cual le hace replantearse el alcance de la noción ele inconsciente que él había fomrnlado en la primera t6pica.

Efectivamente, en el año 1923 Freud estaba fomrnlando su segunda tópica del aparato psíquico donde interactuaban como sistemas el yo, el ello, el superyó, l o real y éstos interactuaban como inconscientes, lo cual abría una investigaci6n que Freud vio claramente en ese momento: lo inconsciente no definía a un sólo sist ema. sino que aparecía como una cualidad de múl t i ples siste­mas. Uno de los sistemas donde nosotros creemos que hay que poner el énfasis para comprender la clínica, es entender un incons­ciente de procesos creadores. Inconsciente de procesos creadores que no anula ni deja de l ado a ese inconsciente de la repet ición que Freud invest igó con suma claridad por ejemplo en las neurosis. Sino que m ás vale nuestra clínica se presenta como un interjuego com plejo, dialéct ico. entre inconscientes: un inconsciente de la repet ición. un inconsciente creador de diferencias. Allí es donde nos vamos a plantear la cl ínica.

El tema es el siguiente, retomo ahora algunas ideas sobre único, uno o diverso, unidad o diversidad, y después vamos a hablar ele clínica. A nosot ros se nos plantea en la clínica t ratar de ver y entender pacientes concretos, no pacientes abst ractos. Pero, ¿qué quiere decir concreto? Yo voy a tomar el concepto ele concreto que uti l izó Marx para replantear su relación con la fenomenología ele la historia de Hegel . Hegel presenta una v isión de la historia donde él encuentra una causa eficiente para los procesos históricos,

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que llama "espíritu absoluto". Y Marx se enfrenta �on esa visión de la historia, y dice: ésta es una visión abstracta, es abstracta porque busca un cierto tipo de determinantes y los cree rigiendo absolutamente el fenómeno en estudio. El concepto de causa eficiente es que hay un tipo de agente determinante, de una determinada calidad, que da lugar a un universo de efectos. Entonces Marx dice que esta filosofía de Hegel es abstracta, que para pensar la historia concreta tenemos que multiplicar nuestra lectura sobre los determinantes.

Entonces aparece ahí un contrapunto ya claro en Marx, que es así: simplifico, abstraigo, recorto un tipo de determinaciones, produzco un objeto teórico abstracto -multiplico los ejes de referencia, comprendo que hay una serie de determinaciones entrecruzadas potenciándose, y entonces produzco un objeto teó­rico concreto. Escuchen: objeto teórico concreto, porque claro, no salimos del ámbito de la teoría. Pero si yo voy multiplicando m is ejes de referencia para comprender dónde está puesta la vida de la persona (siempre hay más de un eje de referencia, no se trata sólo del deseo, no se trata sólo de la neurosis), entonces estoy aspirando a producir ese concreto. ¿Logro abarcar enteramente la vida de esa persona? Seguramente no, estoy intentando aproximarme. Segura­mente no la abarcaré, pero trataré de aproximarme con el mayor rigor, con la mayor amplitud posible.

En el año '30 en Francia, aparece un filósofo que no llegué a incluir, que es George Politzer. Politzer revisa el psicoanálisis de la época en Francia y dice: "éste es un psicoanálisis abstracto", porque "no me habla de la gente, me habla de la fijación, de la regresión, de la libido y del Edipo". Yo aspiro, dice Politzer en el año '30, a que haya una lectura de una psicología concreta, es decir "una psicología que me muestre a la gente viviendo, a la gente trabajando, a la gente respirando, y desde luego, en esa gente que está viva, entrarán la fijación, la regresión, la libido, el Edipo, pero entrarán de modos singulares". Yo tendré que descubrir las mane­ras singulares en que cada persona vive su regresión, su fijación, su libido, su Edipo.

El problema que aparece acá es un problema filosófico amplio que está en juego en todas las ciencias, sostenido por la pregunta: ¿cómo podemos generalizar, hasta dónde podemos generalizar, y dónde tenemos que particularizar?

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En uno de sus trabajos Gilles Deleuze dice así: "En la actualidad nos toca investigar articulaciones de superficie". ¿Qué son las articulaciones de superficie? Son las maneras en que dinámicas profundas del individuo, del grupo, de la institución y del país se abrochan en un momento dado y producen un efecto (por ejemplo, síntoma fóbico). ¿Por qué? Porque esto es lo que ocurre en un tiempo y un lugar determinado, esto no ocurre ni ayer ni mafíana, esto ocurre hoy. En esa superficie del tiempo hoy, y en este espacio que agrupó a la gente en facultad, allí vamos a tener que detectar articulaciones en los límites. Ese es un pensamiento de conjuntos.

Deleuze dice: lo oculto, Jas dinámicas de profundidad se revelan por esos "efectos de superficie".

Lo que abre la revisión de las relaciones entre teoría y prácticas es un horizonte diferente, y es importante que para el estudio de una teoría ese horizonte esté trazado desde sus comienzos. Es el horizonte de una perspectiva crítica del discurso teórico, una conciencia de que toda teoría debe tener problematizada su capa­cidad de dar respuestas y jerarquizada su capacidad de renovar las propias preguntas.

Recordemos con Deleuze: "Lo verdadero sólo se presenta al saber a través de las problematizaciones; y éstas surgen a partir de prácticas, prácticas de ver y prácticas de decir".

Lo que sostenemos, entonces, frente a los absolutos siempre supuestos posibles en las formas de todo discurso dogmático, es una Epistemología (i,e Pensamiento Crítico. El criticismo en filosofía abrió un tercer camino, en esa clásica polaridad de dogmatismos y eclecticismos. No estamos obligados a caer en una ortodoxia ni en las l imitaciones del eclecticismo. Es posible operar con un pensamiento crítico. (Línea de varios autores italianos, Cario Viano, Massimo Cacciari, creemos que Umberto Eco en sus últimos l ibros.)

La consideración de "srruACIONEs" va más allá de una amplia­ción de los objetos en estudio : supone el empleo de otras modali­dades de pensamiento.

Ferrater Mora, en Modos de hacer filosofía, destacó dos modos de razón, la razón "analítica", y la razón "integradora". La razón analítica, de tendencia generalizadora, sistem atizante, opera me­diante procedimientos lingüísticos-reductivos. La razón integradora de tendencia particularizante, procede mediante construcción de

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conjuntos y emplea modelos de historización para esos conjuntos. La primera esquematiza ciertos hechos construyendo m odelos de objetos en los cuales explica comportamientos que se repiten. Generaliza "razones parciales", insistentes segmentos de relacio­nes causales. Opera reducción por dos vías: general izar semejan­zas, y definir cierto hecho o ley como el esencial.

En la razón integradora, pensamiento contex_Juantc, se constru­yen conjuntos en los que cada problema t iende a rami ficarse, a descomponerse en varios. Hay una temporalización y di versificación de hechos en tales conjuntos. Pensamiento pluralista (no una esencia sino varias entrecruzadas en sus leyes y efectos), leyes diversas son reconocidas en su mutua i rreductibilidad, se genera­l iza una especie de ley de diversificación. se reconocen no sólo semejanzas de comportamientos sino d i ferencias (Wittgenstein: "enseñar es mostrar di ferencias").

Me da la impresión que todo versus entre estos dos modos de razón podría sostener el equívoco de suponerlos en el m ismo plano lógico, lo cual es posible pero no for1.oso.

El estudio que recorta objetos y el que los art icula pueden, en parte, responder a registros de di fcrente orden de complejidad. llya Prigogine en Elogio de la complejidad señal a así que el problema esl á en comprender

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cosas que carnhian (diferencias) en un mundo que también muestra el no cambio (repetici6n de comportamientos). Una ciencia que anal i1.a todo en fragmentos, en pe4ucfías porciones, que procede separando. aislando objetos, no puede dar cuenta de círdcnes de com plejidad. Complejidad indica pluralidad, diversidad de modos de funciona­miento. Ha habido un modelo prestigiado en ciencias (que el físico Bohm por ejemplo propuso para pensar el universo) que es creer que hay una informacicín preexistente, oculta, una trama inicial que se despliega sin novedad. de modo que ocurre Jo que ya estaba inscripto en esa trama inicial . Hoy ta les ideas no s e sostienen: s e hace evidente que hay sistemas inestables. bifurcaciones: nada queda atrapado en una trama previa. Hay dirección del t iempo. irreversibilidades. no mera permanencia de lo trazado en los orígenes.

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Una prohlemát ica abordada en direcciones similares es conside­rada por Umherto Eco en La estructura ause11te. lntroducció11 a la semiótica quien ha dist inguido un pensamiento que aísla estructu­ms de un pensamiento "serial". El pensamiento serial registra la disposición composit iva de las series, su variabil idad posicional, donde no se suponen consti tu idos "todos" sino conjuntos sólo temporariamente uni ficados.

Tales conjuntos (con cuyo modelo proponemos pensar las "situaciones" de la clínica) retienen en sí lo heterogéneo, lo no abarcahle de las series, ya que éstas contienen l íneas de fuga, v ías de desplazam iento que t raspasan los l ímites de cada configura­ción. Para el pensamiento serial el l ím i te es de configuración, pc11eneciente a un diseño de esa configuración.

El pensam iento serial se abre a las potencial idades de pensa­miento creador: una mult iplicidad de elementos (seriales, no aislados, no recort ados) dan lugar al di_seño de una diversidad de configuraciones. Los efectos son de configuración, no de esencias aislables. Así, como en otro capítulo destacaremos el pensam iento serial en Cervantes, aquí merece que recordemos el de Borges en su cuento "La m uerte y la brújula":

En el segundo piso ... la casa le pareció infinita y creciente. La casa no es tan grande, pensó. La agrandan la penumhra, la simetría, los espejos. los muchos años. mi desconocimiento, la soledad.

Las series producen su efecto de composición por convergen­cias ( resonancias múlt iples en puntos de anudamiento propios ele la red si t uacional), un efecto ele casa abrumadoramente enonne, monst ruosa. Punto crít ico que como sugi rió Piera Aulagnier debe comprenderse en el cruce ele un acontecer y un fantasma.

Pensam iento serial que también encontramos, una y otra vez, en Gil les Delcuze. Así en su trabajo La filosofía de Frmu;ois Cluítclet donde destaca que Chiltelet dijo de sí: "he tenido una educación hurguesa. he siclo inl1uido por Hegel , he viv ido una de esas épocas de la historia que enfenn an a cualquier alma un poco sensible . . . ".

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Tres hechos diferentes, dice Deleuze,

un conjunto plural, desplegamiento de algo que no es lo "vivido" subjetivo que puede aislar singularidades, ni el concepto que las ahoga en lo universal, suponiéndolas simples momentos de una esencia, sino la operación que produce una configuración, la más consistente posible para esas singularidades. En tal campo de singularidades se efectúan operaciones que establecen para las mismas el diseño de una configuración, acto de desplegamiento que traza relaciones de unos a otros puntos, los conectan y hacen converger en tornos.

Eugenio Trías, a quien citamos antes, ha mostrado en sus últimas obras (La aventura filosófica y Lógica del límite), que "la filosofía actual apunta a indagar al ser en los límites, el límite como objeto. Lo que el límite une y escinde, deslinda, son siempre obje­tos heterogéneos".

Allí se sustenta la diversidad que sólo puede ser configurada por un pensamiento serial. En el límite "se da cita la diferencia", lugar de concordancia en disparidad. En este punto destaca la posi­ción de Heráclito que pudo pensar "un lugar donde se cita en su diferencia lo dispar".

También los trabajos más recientes de Castoriadis insisten en la perspectiva de un modelo heterogéneo de instancias y espacios psíquicos. "Cada instancia del psiquismo arma su propio m undo en oposición al m undo de las otras".

Castoriadis desarrolla una concepción de pluralidades, conjun­tos a pensar según un modelo de "lógica de magmas" que no admiten la reducción a un solo tipo de lógica. Tal modelo de magmas señala condiciones particulares para pensar relaciones entre orden y desorden.

El orden y el desorden en mezclas siempre inevitables aparecen como categorías centrales en estudios de Georges Balandier: la inexorable coexistencia de caos y orden, de desorden en el orden, hace imperioso reconocer que toda propuesta de discurso científi­co dotada de intención ordenadora encontrará en lo esencial de su objeto resto no ordenable, azar y desorden, que hacen subsistir en ese objeto toda clase de enigmas.

Para Castoriadis el psiquismo aparece con un modo de ser de

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magma estratificado, descomponible en láminas o niveles, algu nos de los cuales responden a un orden relativamente determina­ble y fo nnalizable en relaciones de sentido, mientras que otras capas y el conjunto de ellas en consecuencia, mantienen desorden, creatividad radical, márgenes de lo enigmático imprevisible que resisten a toda formalización. El psiquismo resulta así, por sus po­tenciales de desorganización y reorganización creadoras, un activo generador de enigmas. Estos modelos resultan esenciales para sostener una clínica abierta en sus fines y en sus intervenciones.

Bibliografía

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Eco, Umberto, la estructura ausente. Introducción a la semiótica. Barcelona, Lumen, 1986.

FERRATER MORA, José, Modos de hacer filosofía, Barcelona, Criterio, 1985.

PROGOGINE, llya, Elogio de la complejidad, Madrid, Revista de Occidente, 1989.

TRIAS, Eugenio, la aventurafilosófica, Madrid, Mondadori, 1988.

-, lógica del límite, B arcelona, Destino, 199 1 .

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EL ABORDAJE CLINICO

DE LAS ESTRUCTURAS NEUROTICAS

EN PSICOTERAPIAS

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ESTRUCTURAS PSICOPATOLOGICAS Y SU ABORDAJE

EN PSICOTERAPIAS:

EL PROCESO EN LAS ESTRUCTURAS FOBICAS*

En esta comunicación me interesa transmitir ideas y experiencias clínicas que hacen a una concepción estratégica para el abordaje en psicoterapias de diferentes estructuras de personalidad. Esta con­cepción destaca, yo destaco, la necesidad de adecuar los recursos y las actitudes del terapeu ta a las condiciones particulares que presentan para el desarrollo del proceso diferentes estilos de personalidad que concurren a la consulta.

Creo que esta dirección de investigación fue inaugurada por Freud, sobre todo en dos trabajos donde hace referencia a proble­mas técnicos. Un trabajo de 1 9 10 que fue la intervención en un congreso de psicoanálisis, en Nuremberg, que se llama "El porve­nir de la terapia analítica" y, más explícitamente, en otro trabajo de 1 9 1 8 (del congreso de B udapest) que se llama "Los caminos de la psicoterapia psicoanalítica", donde Freud plantea muchos de los problemas que actualmente estamos investigando, que personal­mente y con un equipo grande de colaboradores venimos investi­gando en los últimos años, porque creemos que son problemas enteramente abiertos, nada resueltos todavía.

El pasaje de Freud que quiero mencionarles, para ubicar el espíritu de esta línea de investigaciones, señala en "Los caminos de la psicoterapia psicoanalítica" lo siguiente:

El descubrimiento de que las distintas formas patológicas que

* El contenido de este capítulo fue presentado como conferencia especial en e l IV Congreso Argentino de Psicología, Rosario, 1 6 de octubre de 1980.

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tratamos no pueden ser curadas todas con la m isma técnica, nos h a impuesto otra especie totalmente distinta d e actividad. Sería prematuro tratar ya aquí detalladamente de esta cuest ión, pero sí puedo haceros ver, en dos ejemplos, en qué medida surge aquí una nueva modalidad activa de n uestros métodos. Nuestra técnica se ha desarrollado en el tratamiento de la hi steria y permanece aún orientada hacia esa afección. Pero las fobias nos obligan ya a salirnos de nuestra conducta habitual. No conseguiremos jamás dominar una fobia si esperamos que el análisis llegue a mover al enfermo a abandonarla, pues no aportará entonces n unca el an:llisis el material indispensable para conseguir una explicación convincente de la m isma. Por tanto. habremos de seguir otro camino. Tomemos como ejemplo la agorafobia en sus dos grados, leve y grave. El enfermo de agorafobia leve siente miedo de ir solo por la calle, pero no ha renunciado a hacerlo. El enfermo grave se protege ya contra la angustia. ren unciando en absoluto a salir solo. Con estos últimos no alcanzaremos jamás resultado positivo alg uno si antes no conseguimos resolverlos. por medio del influjo analítico, a conducirse como los primeros. esto es, a salir solos a la calle. aunque durante tales tentativas hayan de luchar penosa­mente con la angustia. Así pues, hemos de tender antes a m itigar la fobia, y una vez conseguido esto mediante nuestra intervención activa, el en fermo se hace ya con aquellas ocurrencias y recuerdos que permiten la solución de la fobia. La actitud expectante pasiva parece aun menos indicada en los casos graves de actos obsesivos, los cuales tienden. en general . a un proceso curativo ··asintótico", a una duración indefinida del tratam iento. surgiendo en el los, para el an:ílisis. el peligro de extraer a luz infinidad de cosas sin provocar modificación alguna del estado patológico.

Muchos autores siguieron luego estas l íneas ele indagación tanto en psicoterapias individuales como grupales. En nuestro país debemos dest acar los trabajos de David Libennan con su énfas is en l a comprensión del est i lo propio de cada t i po ele personal idad y en la necesidad de encontrar el terapeuta un estilo complemen­tario.

Las diferencias entre esos t ipos de personalidad y los proble­mas de abordaje técnico que plantean, pueden ser consideradas desde una perspect iva ampl ia como inherentes a diversos t ipos de

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estructura psicodinámica profunda, a diferentes fonnas de organi­zación caracterológica y a distintos estilos de comunicación.

Para ampliar un poco más el problema que quiero introducir aquí: cuando hablamos de una organización psicodinámica pro­funda creo que estamos hablando de posiciones con respecto al proceso edípico, desarrollo del proceso de identi ficaciones, angus­tias y defensas.

Pero ese mm1clo, el ele esa organización psicodinámica profun­da, se encama en una organización caracterológica y en un modo efe comunicación. Se encama, se expresa a través de, y se mantiene por la existencia ele una organización caracterológica y de un estilo ele comunicación.

Una organización caracterológica quiere decir: fomrns estables automáticas de regulación ele esas angustias, ele esos conflictos de nivel profundo, que funcionan como sistemas de homeostasi s reiterada. automática, para e l m anejo de esos conflictos propios de la estructura profunda. Y desde esas fom1as de organizaciones de carácter estable, se instalan modalidades de comunicación, que hacen a modalidades ele emisión y recepción de mensajes y modal idades semánticas, como referencia a ciertos temas que insistentemente cada estructura tiene como "sus" temas. los temas de su propi a fantasmática que son los temas a los que vuelve reiteradamente.

Lo que ocurre es que esa estructura profunda. entonces. está funcionando a través tlel carácter y del modo de comunicarse el paciente; pero justamente esas pautas del carácter y modos de comunicación son los que se nos presentan en el trabajo clínico en cada momento de cada sesión. Y son esos problemas los que aparecen primero. como problemas a abordar de alguna manera eficaz. De este modo los problemas de abordaje y eficacia pasan por analizar cuáles son las formas de funcionamiento caracterológico y comunicacional en las que se expresan las estructuras projimdas.

Es a part ir de ahí que se abren numerosos problemas técnicos, a mi juicio totalmente abiertos a una invest igación que tenemos por delante y de la que ya llevamos real izados tramos. creo que bastante impm1antes.

Di ría desde ese ángulo, y entendiendo lo que la estructura de

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carácter mantiene en cada paciente, la homeostasis que regula, que en el proceso terapéutico no se avanza atacando defensas, ni barriendo defensas; se avanza a través de vías, de desfiladeros que esas defensas nos dejan abiertos.

Encontrar las vías y las maneras de transitar esas vías, eso, es enfrentar los problemas de las técnicas terapéuticas. El abordaje estratégico, decía en el resumen, de cada personalidad, requiere tomar en consideración los obstáculos y las vías de acceso ofreci­das por esos diversos parámetros.

Para ilustrar estas cuestiones de orden general, quiero mencio­nar en esta conferencia los problemas y recursos que pueden movilizarse en el tratamiento de pacientes predominantemente fóbicos.

El interés de trabajar sobre esas estructuras, estaba ya señalado en el párrafo que les cité de Freud, era porque "ya las fobias", decía Freud, replanteaban la técnica. Además, creo que nuestro interés en estas estructuras está l igado a la gran frecuencia de consultas alrededor de patologías fóbicas.

Todo terapeuta recibe, seguran1ente, más de un paciente fóbico y posiblemente más pacientes fóbicos que con otras patologías.

Las consultas son habitualmente por problemas de eficacia laboral, por problemas de decisión vocacional, por dificultades sexuales o de relación de pareja.

Lo cierto es que tenemos que vemos continuamente enfrentados entonces, con una patología para la cual ya la llamada "técnica clásica" no servía en 1 918.

Por otro lado, para referirme a estas patologías fóbicas que puedo ir generalizando los datos de una experiencia clínica bastan­te amplia. Personalmente he trabajado a lo largo de varios años con catorce pacientes predominantemente fóbicos. He trabajado exhaustivamente con ellos. Algunos de estos pacientes han term i ­nado ya sus tratamientos y los resultados de esos tratamientos han sido para mí muy importantes como para poder reflexionar qué hice, cuánto hicimos con los pacientes en esos tratamientos, qué permitieron poner en marcha procesos muy ricos. Algunos de esos pacientes fóbicos están actualmente en tratan1 iento conmigo y estoy constantemente tratando de indagar cuántos y cuáles son los problemas para el abordaje especial de esa estructura.

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Desde luego no estoy sólo centrado en esta estructura, sino que este plan de investigación que estoy tratando de transm itirles está buscando la manera de sistematizar los elementos que hacen al abordaje técnico de estructuras histéricas, estructuras obsesivas, estructuras borderline, patologías narcisistas. En una segunda etapa, más adelante, tendremos que abordar con la misma línea las estructuras perversas, psicóticas y psicosomáticas, que también suponen numerosos problemas técnicos diferenciales.

Además, con un equipo amplio de colaboradores estamos tra­bajando en otros numerosos casos, a los que sigo de cerca en supervisiones, en ateneos clínicos, en grupos de trabajo, y la muestra de pacientes f6bicos con la que puedo ampliar estas general izaciones está en este momento en cincuenta pacientes.

Es desde esta experienci a de cincuenta pacientes que les voy a i r transmitiendo los puntos que más pueden interesamos para los fines de esta comunicación.

Me parece posible pensar el proceso terapéutico que se desen­vuelve con pacientes f6bicos como el despliegue progresivo de varias fases; cada fase presenta ciertas tareas como posibles y necesarias con cierto grado de prioridad, pone en juego con mayor intensidad, ciertos confüctos y activa correlativamente problemá­ticas transferenciales particulares.

Para formular un primer panorama general paso a plantear a continuación las fases en el orden de sucesión en que el proceso suele desplegarlas.'La sucesión de esas fases se me presenta como el despliegue de un sistema telescópico. Cada fase emerge de la precedente, a la cual no suprime. Las tareas se van encadenando, se van agregando, se superponen; ansiedades y conflictos del comienzo mantienen su vigencia pero va variando su intensidad, la frecuencia y el sentido, en función de tareas de fases siguientes.

l . Primero menciono estas fases en términos globales y después trato de entrar en detalles. Se me presenta una primera fase de trabajo que es la fase de creación del vínculo terapéutico, es decir la fase de especificar condiciones de contrato, objetivos, encuadre, para la puesta en marcha del proceso. Para todas estas tareas los pacientes f6bicos plantean condiciones especiales al mostrar desde el comienzo una gran ambivalencia con respecto a aceptar un

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contrato. comprometer cierta duración del proceso y cierta fre­cuencia de sesiones. El problema es muy amplio para esta primera fase del trabajo. El problema es que el paciente y el terapeuta parten desde ópticas muy diferentes acerca de lo que es necesario y de lo que es posible, y desde esas diferentes ópticas esta fase inicial requiere trabajar hasta elaborar delicadamente zonas de tran­sacción entre lo que es posible y lo que es necesario, zonas en l as que tendrán que estar en juego todas las divergencias de ópticas iniciales y desde l as cuales los puntos de desacuerdo puedan comenzar a ser objeto de un trabajo compartido.

2. La segunda fase del proceso se me presenta como la fase de relevar detalladamente l a situación de interacción donde el pacien­te fóbico está incluido, y en las que relata vivir habitualmente con emergencia de ansiedades. En ese relevamiento se trata de realizar progresivamente un reconocimiento de pautas vinculares. las pautas que hacen a esta organización del carácter. al estilo de comunicación.

El trabajo en esta segunda fase del proceso es abordar l a problemática del paciente a través d e situaciones de interacción. Esta parece ser una vía singulam1ente accesible para el trabajo del paciente, dacio que l as defensas disociativas y proyectivas de las fobias, tienden a configurar un espacio intennedio en el cual l o interno y lo externo están constantemente e n relaciones ambiguas. La ambigüedad de ese espacio aparece en las fobias como una condición de tolerancia para aproximarse y contactar con sus propias pautas.

Diría que en una etapa inicial del proceso es probable que para el paciente fóbico sea más tolerable hablar de su relación con los otros y hablar ele los otros, pero en ese hablar ele los otros no están en juego sólo los elementos disociativos y proyectivos. Además creo que es el camino que un paciente fóbico tiene para empezar a incorporar modelos que después le servirán para pensarse él.

En muchas situaciones en sesión el paciente fóbico sigue bien Ja idea de lo que le estará pasando a t al persona ele su entorno y la sigue con interés y puede ir incorporando al l í todo un aprendizaje acerca de vínculos y mecanismos internos, pero está diciendo con

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ese modo de aproximación: "Todavía no me animo a pensar que todo eso t ambién me pasa a m í".

En esa fase yo no tengo apuro por convencerlo de que todo eso también le pasa a é l , creo que tendrá que ser el paciente el que l legue en un momento dado de su proceso de m aduración a interesarse por saber si eso t ambién le pasa a é l . El trabajo sobre estas situaciones de interacción pem1ite esbozar modos de co­nexión entre dinamismos del paciente y pautas y esti los de otros, para é l sign ificativos.

Creo que en esta fase nuestro trabajo se real iza en una zona de entrecruzamiento, entrecruzam iento entre una ópt ica de psicología grupal y una ópt ica de psicología individual, de mecanismos int rapsíqu icos.

Es en esta intersección donde creo que el paciente fóbico puede instalar con nosot ros una relación de t rabajo que puede i r avan­zando.

3. Hablo de una tercera fase del proceso cuando se ha logrado i r creando progresivamente. i r del imitando u n espacio interno como reconocim iento ele una real i dad psíquica indiv idual.

Ese es un largo proceso. Cuando hablo de progresiva clclimita­cicín, quiero destacar que nosotros, por nuestra fomiación, por nuest ro oficio. concebimos ya (y no nos ha siclo m uy fáci l asum i rla), la noción ele una realidad psíqu ica individual ; el pacien­te fóbico no la t iene y !ampoco cst á en condiciones de asum i rla, por lo tanto t iene que l legar a aprehenderla y, fundamentalmente, a tolerarla.

Esa real idad psíquica es una de l as zonas pel i grosas , amenazantes. del universo fóbico. La cuest ión estriba, en la segunda rase, para l legar a la tercera, en i r aproximando al paciente, en ir const ruyendo condiciones para aceptar y reconocer esa zona temida que es la ele su psiquismo.

En esa progresiva del i m i tación de ese espacio i nterno va tomando intensidad la posibil idad de investigar el universo descante del paciente, lo que podemos l lamar conllictos profundos.

Esa puede ser una etapa de elaboraciones profundas en cuanto a la manera de plantearse los conflictos, que antes eran planteados más en términos interaccionales. Ciertos confl ictos básicos en

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términos de progresión-regresión y sus correlatos profundos como conflictos de identificaciones y conflictos en las posiciones del Edipo (en relación con castración y posiciones fálicas) se hacen trabajables en esta tercéra etapa.

En esta etapa es posible profundizar sobre las funciones de los objetos fobígenos y de los objetos protectores en la estructura propia de ese paciente.

Esta elaboración permite entrar a discriminar fantasmas de castración y las experiencias actuales que evocan a esos fantasmas y que parecen "realizarlos".

4. Hay una cuarta etapa en esta visión del proceso (que desde luego admite también otras puntuaciones de etapas) .

Yo ubico esta etapa como aquella en la cual, como resultado de todo ese proceso de trabajo profundo, emerge la angustia en el paciente fóbico con una intensidad y con una calidad nuevas. Porque la angustia emerge a partir de un proceso en el que el paciente ha ido debilitando sus defensas. Esto en función de que ha ido aprendiendo algo fundamental: que sus defensas fóbicas estaban instaladas para defenderlo de amenazas de castración, pero en la práctica y todos los días de su vida, sus defensas fóbicas eran la ejecución de sus verdaderas castraciones.

En el momento en que ese paciente ha podido interiorizar con suficiente insight esta perspectiva, en ese momento el paciente asume que sus defensas son sus enemigas, que las defensas que parecieran protegerlo, en realidad son las maneras de funcionar que lo condenan.

En ese momento la emergencia de la angustia es muy fuerte, pero es el momento en el cual el paciente está en condiciones de empezar a adquirirpautas distintas de funcionamiento y a despren­derse de sus viejas pautas defensivas, disociativas y evitativas.

En esa etapa creo que se abre la posibilidad de que el paciente vaya aceptando que sólo con ciertas experiencias de desprendi­miento (que empiezan por ese desprendimiento de las propias pautas defensivas), sólo con esas experiencias de castración es posible empezar a hacerse cargo, a adquirir efectivas potencialida­des, efectivas potencialidades con valor evolutivo.

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Si esto avanza en esa dirección y se consolida, es posible iniciar un trabajo de terminación.

s. Este trabajo de terminación de tratamiento replantea y reactiva todos los conflictos de todas las fases que mencioné y da lugar a nuevas síntesis, da lugar a nuevas reconstrucciones. Ese trabajo estará destinado seguramente a continuar el curso de un autoanálisis interminable.

Antes de ahondar en cada una de estas fases quisiera volver a la idea general de la conferencia, la idea general que se ejemplifica sólo a través de esta problemática fóbica y su tratamiento. Quisiera plantearlo así:

Permitamos en nuestra tarea que cada estructura de personali ­dad nos revele cuáles son sus caminos, los caminos para u n proceso de elaboración y reestructuración profunda de sí misma.

No le impongamos al paciente la violencia, no sólo la violencia de interpretación, como lo acentuaba un texto de Piera Aulagnier, sino la violencia de los prejuicios técnicos acerca de lo que supuestamente de modo universal tiene que ayudar a un paciente y de lo que supuestamente también, de modo universal, no puede "ayudarlo" en su proceso.

Permitamos que cada estructura, que cada paciente en consecuen­cia, nos enseñe a ayudarlo. Intentemos abrir una amplia investiga­ción en ese punto todds los días, con cada paciente, acerca de cuál es la manera en que podremos ayudarlo, que seguramente no es una manera universal ya reglada y fijada por nadie. Freud mismo esta­ba viendo este problema en 1 9 1 O y en 1 9 1 8, con mucha claridad.

Desde ese ángulo yo creo que es interesante investigar qué factores, cuántas razones y de qué tipos, han llevado a muchos grupos de trabajo profesional, rei teradamente, a suponer que había que consti tuir una técnica única para todo tipo de trastornos.

"La técnica", una especie de configuración mítica, que defini­ría idealmente las terapias correctas y las incorrectas.

Digo un mito referido a una técnica fija y universalizable, porque en la práctica muchos de los autores que pretenden susten­tar "la técnica" en singular, con sus pacientes no pueden sostener­la, Y eso creo que por un feliz respeto al sentido de realidad.

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Creo que la fantasía de que const i tuyendo una técnica única se fundaría un t rabajo cl ínico riguroso, esa fantasía, hoy, no se sost iene.

Creo que hay suficientes elementos para pensar todo lo contra­rio estrictamente y es que "la técnica" así l lamada, en singular, no guarda rigurosa relación con ninguno de los problemas cl ínicos planteados por la diversidad de est ructuras psicopatológicas.

Creo que en ese sent ido las apariencias engañan y que si supone que una técnica, por ser planteada como una y muy pautada, es rigurosa. eso es sólo u11a apariencia de rigor. Yo creo que el rigor estriba en i nvestigar la diversidad de condiciones cl ínicas en las cuales nuestro trabajo se pueda hacer eficaz y que el rigor está en inst rumentar al servicio del proceso todos los recursos que esa est ructura permita y adm ita.

Esta apertura que estoy planteando, este cuestionamiellfo total de la idea de una técnica fija y u11iversal ¿signi fica entonces que todo vale?, ¿que hay lugar para una especie de espontaneidad caótica? Todo lo contrario. Creo que nos compromete a invest igar muchísimo más, seriamente, l as condiciones de empico de cacla inst rumento técnico en cada momento de cada proceso y en cada sesión.

Para poder seguir hablando ele los problemas ejempl i ficados en el caso ele la est ructura fóbica voy a i r haciendo referencia a aspectos psicopatológicos y a sus problemas técnicos. No voy a hacer una exposición psicopatológica global de la estructura fóbica porque eso me insumi ría tocio el tiempo de la conferencia. Supongo en l os colegas un conocimiento general de los psi­codinamismos ele la est ructura fóbica. Y además remito a los colegas para el conocim iento de esa visión psicodi námica global a numerosos t rabajos de psicopatología, ele autores que a mí me han permit ido esclarecer muchos aspectos de est a est ructura. Diría que tal vez debamos tomar como t rabajo fundante el historial clínico de Freud sobre el caso Juanito: " Anál isis ele la fobi a de un nifio de cinco años".

Luego qu iero mencionarles t rabajos de orientaci6n kleiniana, como los de Hanna Segal sobre las ansiedades persecutori as y los mecanismos disociativos y proyect ivos en las fobias; t rabajos argent inos como los de Dav id Libennan sobre ps icodinam ismos

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en las fobias y sus correlativos aspectos comunicacionales; los trabajos ele Mom sobre aspectos caracterológicos en las fobias, especialmente en lo referido a las regulaciones de l as distancias en Jos vínculos y en la relac ión t ransferenci al y los t rabajos de l a orientación est ructuralista. e n particular el trabajo d e Lacan sobre el historial clínico de Freud, que t ranscribió Pontal is y que fue publicado en la Revista /mago de Buenos Aires: "Las relaciones de objeto y las estructuras freudianas". Creo que es un t rabajo que pem1 i te profundizar ricamente los problemas edípicos en las fobias y su fantasmát ica, que el h istorial clínico de Freud estaba revelando con una notable sagacidad.

En la primera fase del vínculo. en la fase de const itución de l a relación terapéut ica, ¿qué problemas se nos plantean? Allí mencio­né ya varios, quiero especi ficarlos.

Nos encont ramos con un paciente que como resultado de todo un proceso edípico intensamente confl ict ivo con ambas figuras parentales. se encuentra tanto con amenazas de encierro (que remi ten a ansiedades claustrof6hicas), como con amenazas de abandono (que rem iten a ansiedades agorafóbicas).

Todo ese m undo con ll ict ivo se nos instala en la relación terapéutica desde la primera consulta y nosotros somos. clescle ese momento, t anto objetos protectores como objetos pel igrosos.

Todo ese conllicto toma en el paciente la fonna ele una ambigüedad de comienzo, una ambigüedad con respecto a con­ciencia ele enfcnneclacl y a disposición y condiciones para t ratarse. Es un paciente que viene "pero no sabe si se podrá quedar", no sabe si tendrá horarios disponibles, o condiciones económicas adecuadas y además "no sabe si se t iene que t ratar" porque "a lo mejor la solución está en otra parte".

Todo ese es el comienzo de una relación dif íci l . Me parece que frente a est a ambigüedad inicial es importante que el terapeuta pueda especi lkarciertos elementos que juegan en el interior de esa ambigüedad, que son los elementos de una ambivalenci a t ransferencial. Pero posiblemente sea importante actuar no presio­nando ninguno de los polos de esa ambival encia. El paciente fóbico t iende a manejar sus conll ictos de un m odo proyectivo delegando alguno de los tém1 inos del conll icto en el otro. No es

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conveniente que el terapeuta asuma enfáticamente que el paciente "debe" tratarse. Creo que lo que el terapeuta tiene que devolver son ambos términos de esa polaridad conflictiva inicial de modo que el paciente pueda i r haciéndose cargo de que eso es él, ese querer tratarse y ese no querer tratarse también.

El problema es que de entrada necesitamos, el terapeuta nece­si ta, dado que este tipo de paciente necesita, contar con márgenes de movimientos para establecer un contrato que tenga flexibili­dad, es decir hay que teneruna ubicación, una actitud flexible para crear las condiciones de contrato sobre cuya base se pueda poner en marcha este proceso. Y muchos procesos fracasan porque de entrada no hay flexibilidad en el contrato.

¿Qué problemas de contrato nos plantea el paciente? Uno referido a la frecuencia de las sesiones con las que va a trabajar. Otro referido a qué tiempo se compromete a trabajar con noso­tros. Otro referido a cómo va a trabajar con nosotros: ¿mirándonos a la cara, dialogando, en u n encuadre de diván, de silencio ana­lítico?

Ahí ya están planteados muchos problemas de comienzo. Desde la experiencia clínica que les mencioné con ese grupo de pacientes no es frecuente que un paciente fóbico pueda tolerar más de dos sesiones semanales, es raro, me parece casi asombroso cuando puede hacerlo. Más aún, el hecho de que acepte tres sesiones semanales tampoco muestra que puede trabajar en esa

. frecuencia. Suele darse que si el paciente acepta una frecuencia mayor de dos reuniones semanales, falta a una; o el material de esa tercera sesión resulta tan intensamente bloqueado que se trasforma casi en el equivalente de una ausencia. Digo "casi el equivalente" porque indudablemente no será lo mismo.

·

Pero en este sentido lo que destaco es que la intensidad de la terapia que se pone en marcha no es sinónimo de eficacia, no siempre esos términos van parejos.

La pregunta es: ¿es posible trabajar un proceso de reestructura­ción profunda de la personalidad de u n paciente fóbico con una frecuencia de dos sesiones semanales? La respuesta es sí, yo no tengo dudas de que con esa frecuencia de trabajo es posible llevar adelante un proceso muy rico en desarrollos.

Requiere desde ya, por muchos lados, mucha paciencia. Ya

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vamos a i r viendo por cuántos lados tenemos que ser pacientes con el paciente fóbico. ·

con respecto al tiempo de duración del tratamiento: el paciente llega planteando que no sabe si se va a quedar, en realidad es muy probable que se asome al tratamiento a ver de qué se trata, a verle la cara a un terapeuta y plantee de entrada que a lo mejor podría ser que se quede dos o tres meses si lo aguanta, o seis meses si es muy audaz. Y nosotros no tenemos probablemente otra alternativa que trabajar con ese tiempo incierto, empezar a trabajar con la idea de que no sabemos hasta cuándo vamos a trabajar.

Es posible que el paciente plantee, o que el terapeuta proponga un lapso de prueba, a partir del cual se haga posible hacer un balance, evaluar el proceso desarrollado hasta ese momento y desde allí i r estableciendo recontratos.

Yo he trabajado con varios pacientes fóbicos sucesivos lapsos de prueba cortos, efectuando balances al terminar cada período de prueba, hasta que en algunos momentos el avance del proceso permitió contratar otro tiempo diferente, un tiempo sin límites.

Porotro lado, el trabajo frente a frente. Con la mayor frecuencia los pacientes fóbicos no están dispuestos a acostarse en un diván, y a la vez están dispuestos a aceptar una tarea que se propone ser profunda.

El interrogante aquí es: ¿Es posible, frente a frente, en las condiciones de diálogo que crea el encuadre de trabajo frente a frente, desarrollar un trabajo profundo y técnicamente riguroso?

Mi respuesta es sí, es posible desarrollar ese trabajo en condicio­nes técnicas serias. Esas son las condiciones que el paciente admite porque no puede otras. Porque en otras condiciones, la intensidad de sus bloqueos, tal vez se haga muy evidente en términos psicopatológicos pero muy estéril, lentificadora o esterilizante para los aprendizajes que queremos instalar en cada proceso terapéutico.

Por eso les decía que el encuadre de trabajo tendrá que ser la zona de transacción entre lo que creemos necesario y lo que parece posible.

Esas zonas de transacción se i rán convirtiendo, en el proceso, en zonas de acuerdos que tendrán una base en común posiblemente creciente.

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Con respecto a esa segunda fase que yo l l amo ele relevam iento ele situaciones ele interacción. el paciente pl antea ele ent rada una gran ambigüedad entre un adent ro y un afuera. ent re el adentro q ue sería lo propio del paciente y un afuera que parece localizarse en los otros. en la ci rcunstancia, en el contexto, en el grupo fam i l i ar.

En ese material ambiguo que el paciente t rae, él y l os otros están ínt i m amente m ezcl ados, confundidos. Es muy d i fíc i l discern i r dónde s e ubi ca cada uno , h a y como u n m agm a inicial .

Winnicott hablaba en sus t rabajos de espacios t ransi cionales, zonas intennecli arias, cloncle lo externo y lo interno del individuo no se del imi tan sino que se confunden.

Me parece posible pensar que el paciente fóbico está enclavado en esa zona y habla desde y por esa zona t ransicional .

Lo que l l amo rel evamiento de si tuaciones de interacción es entonces i r recibiendo tocio ese material e ir pensándolo ele manera simul tánea como un materi al que alude a un grupo y al ude t ambién a ese indiv iduo.

Desde ese material confuso tenelremos que entrar en un largo t rabajo de discri m i naciones.

Lo que dest aco entonces es que ese material no es t raba jable de modo d i recto como intrapsíquico . Creo que si ese m a terial fuera abordado ele modo d i recto como intrapsíquico (y por c ierto que l as teorías psicopatoltígicas m ás desarrol l adas insi sten de modo pre­dom i nante en categorías intrapsíquicas ele mecanismos y produc­tos). posiblement e las intervenciones en ténn inos int rapsíquicos v iol ent arían y forzarían las condiciones de ese espacio i ntemlCclio en el cu al est á depositando el paciente su vida psíqu ica.

La tarea va en frent ando en esta et apa otras disociaciones bási­cas: la disociación entre adentro y afuera ele la sesión; l a disoc i aci6n ent re adentro y afuera ele l a relación con el terapeuta; l a disocia­ción ent re lo que es m ani fiesto y es l atente en el materi al : es dec i r, el paciente acepta que hablemos de l o man i fiesto pero no se conecta bien cuando aludimos a lo latente. La di soci ac ión ent re un tema y otros temas asociables. El paciente suele i r como dosificando l as zonas de investigación y cada sesión puede estar programada como para t ratar un tema, un aspecto de su psiquismo. pero no tolera bien que asoc iemos eso con otros tem as. de modo tal que s i hablamos d e ese t e m a s e siente m ás o menos cómodo y acompa-

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nado pero se descoloca y se distancia si proponemos que él hable

también de ot ros temas. Frente a estas disociaciones básicas creo

que el terapeuta necesita por un lado tener un margen amplio de

tolenmcia para con tales disociaciones. En esta etapa de trabajo no es posible fo rLar integraciones: creo

que eso sería forzar reintroyecciones masivas. Se presenta una posi bi l idad de t rabajo que a mí con varios

pacientes me ha resul tado út i l . Es la posibilidad de que el paciente me vea a m í l igar los elementos disociados. Pero yo lo hago como para m í. no para que él pueda ya seguim1e, pero sí para que él pueda mirar cómo yo l igo, cómo yo asocio, cómo yo t raigo otros tem as, e intento relacionarlos. El terapeuta, un paso m ás adelante que el paciente, lo guía como modelo.

La imagen que tengo ahora es que se t rata de mostrarle a alguien cómo se teje en un t elar pero no pedirle a él que teja, sino que él mire cómo el otro, que es tejedor. t rata de i r juntando las hebras clel material que él trae fragmentado y disociado. En ese sentido yo acepto un trabajo act ivo de m i parte en muchos momentos de esa etapa.

Act ivo, en el sentido de que yo soy el tejedor, acepto cierta pasividad del paciente en el sent ido de que él me m i ra hacer: no estoy para nada violentado pensando que estamos invirt iendo los papeles de un modo inadecuado.

Ya vendrá la etapa en que el paciente crecerá, y él será activo y yo lo m i raré tejer. '

En el paciente funciona, y esto está bien planteado en los tmbajos de Mom, una organización de carácter que t iende a establecer la homeostasis sobre J a base de una tendencia a anular y recrear pcnnanentemente distancias, l ími tes y espacios, espacios de t iempo y espacios geográricos.

En todos los casos hay tendencias a establecer ciertas regulac io­nes que pennitan instalarse en una especie de distancia ópt ima que, por ot ra parte, nunca es estable. El paciente está buscando esas regulaciones a t ravés de la ambigüedad, ele osc ilaciones en el grado de compromiso con sus temas, a t ravés ele cortes. es dec ir de bloqueos. de si lencios, de olvidos y de pronto estableciendo especies de reconexiones bruscas, compensatorias ele los momen­tos de corte y anulacitín de Ja tarea.

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En estas regulaciones funciona (me parece posible pensarlo a partir de la experiencia con estos pacientes) una serie de regulacio­nes automáticas de las distancias, de los tiempos, del contacto en el vínculo. Me parece posible entender que el paciente tiende automáticamente, e inconscientemente, a regular especies de ecuaciones, de las cuales hasta aquí he formulado tres. Ecuaciones con las que creo posible entender movimientos en sesión, y entre sesiones, y en el mes y a lo largo del año.

Una ecuación es la que, me parece, establece que el monto del contacto y de la comunicación del paciente consigo mismo y conmigo, m ultiplicado por el tiempo de ese contacto, tiene que produci r una constante. Esto quiere decir clínicamente que, si el paciente está en un momento de intenso contacto con cierta problemática que él reconoce como propia, es posible que ese tiempo tenga que ser breve; es posible que si el paciente está a distancia, está m ás lejos de su problemática y de nosotros, enton­ces ese tiempo, en ese nivel de contacto, puede ser más prolongado. Esta ecuación indica que si una sesión fue muy intensa, encontra­mos nuevos materiales, y el paciente se conectó mejor con él y conmigo, la sesión siguiente deba estar marcada por la ausencia o el bloqueo.

Hay una segunda regulación que creo funciona en base a una ecuación de este tipo: la intensidad del contacto y de la comunica­ción del paciente consigo mismo y conmigo por la inversa de la distancia geográfica, esto es, la distancia física, tiene que man�e­nerse como un producto constante.

Esta regulación sobre la base de las distancias explica, por ejemplo, que el paciente se encuentre mejor con nosotros cuando está entre sesiones que en sesión, explica también que si estuvo separado de nosotros, el reencuentro al comenzar la sesión podrá ser intenso, cargado de expectativas. Se agregará un clima de choque, cierta perplejidad porque hay en ese reencuentro una brusca modificación de las distanci as.

Esto explica también que, ante la posibilidad de un alejamiento como el de las vacaciones, el paciente, antes de i rse, pueda producir mucho material y trabajar en sesión casi como si no fuera fóbico.

Hay un tercer modo de regulación que me parece factible i r

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extrayendo del material clínico, y que estaría destinado a neutra­lizar los desequilibrios en el mantenimiento de esas ecuaciones que acabo de mencionar. Desequilibrios porque siempre el control del tiempo de contacto y el control de la distancia fallan, por algún lado se exceden, o se quedan cortos.

Hay una tercera regulación que creo que funciona sobre esta base: que la intensidad del contacto y de la comunicación por el reconocimiento de ese contacto que se ha establecido tengan que mantener un producto constante. Esto significa que si el paciente está trabajando intensamente en una sesión luego su regulación homeostática estribe en que desconoce el haber trabajado intensa­mente en esa sesión. Y si hubo un material de sueños muy rico, luego el paciente pueda olvidar el sueño como una manera de que sus contactos con esa realidad psíquica vayan siendo regulados en distancias óptimas.

Esta noción de "distancia óptima" que acentúan los trabajos de Mom, creo que es una noción clínicamente muy interesante, porque lo que muestra es que el paciente está siempre de viaje, en un estado dé movilización constante.

¿Qué necesitamos hacer con estos movimientos, con estas regulaciones?

Diría que en primer lugar poder tolerarlas, porque el margen de ansiedad que nos genera un paciente que está con nosotros y no está con nosotros, que está con nosotros y no se sabe hasta cuándo va a estar con nosotros, que está trabajando y de pronto nos dice que no reconoce haber trabajado, nos expone a constantes frustracio­nes, a constantes sentimientos de pérdida o amenazas de pérdida.

¿Qué más tenemos que hacer con estas regulaciones? Creo que tener siempre en cuenta el conjunto de esos movimien­

tos, no detenernos de modo fragmentario en ninguna de las etapas de esos movimientos sino poder mostrar el encadenamiento de esos movimientos, sus secuencias, que hacen que si está cerca; está cerca porque estuvo lejos y porque volverá a estar lejos y viceversa.

Por otro lado me parece importante mostrar al paciente el efecto confusional que producen estos s istem as de regulación homeostática.

Estas maneras de funcionamiento basadas en tiempos, distan­cias y recon�cimientos, producen una duda constante acerca de

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''dór1dc estoy'', ''cuál es n1i posición'' con respecto a los otros y con respecto a 111í n1ismo. La confusión es total. La pregunta es, por ejen1plo: ''¿Pero entonces quiero tratarme o no quiero trat.am1e?''. ''¿La quiero o 110 la quiero?''. La confusión es completa porque justai11cntc estos sisten1as de regulación consisten en cambiar de fase consta11ten1ente.

El otrc) elc111e11to que rne parece importante ton1ar de estos siste111�ts de regulaciones es poder i r registrando y mostrando al pacic11tc có1110 a l o largo del proceso varía el margen de tolerancia del pacic11tc para cada una de estas fases. Poder ir mostrando que sus regulaciones no son siernpre iguales; de pronto los tiempos de contacto se alargan, l a necesidact de la distancia física para el cor1tacto i111'e11so se 'tte11úa, hay u11a serie de n1ovin1ientos en estos ¡);1rá111etros, que el proceso terapé utico tiene que i r pern1 itiendo poner en evidencia. Mostrar al paciente cuándo esos movimientos van gana11cto u11a cierta eficacia para el traba jo y el contacto en el ví11cult1 tcra¡)él1t ico.

La fase t res es la fase en la que hablo de trabajar en profundidacl cicrt()S C<)11flictt)S. Dccí;1 c¡Lte el conflicto tal vez más aha-rcativo e11 té 1111 i lll>S el í11 ict)S es el Cl)n 11 icto que se pL1ec1e p1ante�1r en tén11i11os de regresi611 1•er.'i11s progresión. Porque creo que en ese contlicto progresió11 1·er.s·1Js regresión están localizttdos ta111bié11 los conflic­tos prclfu 11(IClS clel 1)ac ie11te: l igarse '1 J a 111actre o l igarse al padre en el j)J'C)CeS() eclípiCl), el cc>11 f1icto de ic1e11tificacio11es i11vc)lucracl,1s e11 ese ¡1r(>ceso cctípico. Pert) ade111ás e11 esa c l í11 ic�t actual clel conllictt1 progres ión-regresión están planteados co11íl ictos ele Ja vida cot icti�t11a del pacie11te. Los conflictos acerca ele si ·pucct� gractuarse C) 110 puede, si puccle asun1ir u11a respo11stll)i1iclad o 110 la v't tl ,tst1111 i r 11t111ca, si va a ast1111 ir u11 ví11cuJo afectivo co111pron1c­t i c1o, si va a p<)cler asu111 ir soleciad, tc)dtts esas cuestiones están i11vo1t1cr�tclas c 11 el contlicto progresión-regresión.

Les clecía al co111ie11zo c.¡uc la tenclencia etc la estructura fóbic<1 es J(t tc11clc11cia :1 clelegar algu11os de Jos tén11inos del co11Il icto, l a te11clc11ci¡t 111ás fác il es tratar de delegar e11 el t r¡1ta111 ic11to. y e11 el tcra11euta el aspecto ele ltt progrcsie_5n, de 111oc1o que deba ser "el tr�1t¡u11ie11to" el i11teresacto en que el paciente se g radúe, deba ser el terapeut¡1 el que te11g'1 g·anas de que el paciente se case y el paciente sea el que 110 quiere graduarse, el que nl1 quiere casarse,

,,

etcetera.

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Creo que en esta línea de regresiones y progresiones también cabe una disociación en cuanto a los roles que se juegan en la tarea. Al paciente le es rnás fácil tan1bién delegar en el terapeuta la tarea de interpretar, la tarea de co111prender, l a tarea de analizar.

Le es 111ás fácil asun1 ir el otro término del conflicto progresión­regresió11, que es qued¡\rse en la posición pasiva (iel que no entiende, del que no sabe, del que no quiere ahondar.

Creo que en ese sentido una ubicación amplia con respecto a los t.én11inos de este cont1icto plantearía, por una parte, tener que incluir en la int erpret ación pem1anente111entc aspectos inconscien­tes del paciente que hacen a dinán1icas de crecin1iento con los que el paciente no quiere verse compron1etido, pero con los que está co111pron1et.ido; porque si su problema es no pl)Cler recibirse es porque aden1ás estudió para llegar al borde misn10 ele recibirse.

Si su problen1a es no querer casarse es porque por lo n1enos te11ía una novia y c11 esas situaciones ge11eradoras de conflicto el paciente tiencie a 110 ser co11scicnte de sus aspectos ele crecimiento, cie lo que lla111,1ré di11(Ín1il'GS pr·<Jspectivas.

Me parece i111porta11te l1accmos cargo de ese nivel inconsciente de las cliná111icas prospect ivas, dado que tene111<)S habitualn1e11te 111ás teorí¡tS para Cl)Illpre11clerel nivel inconsciente de tas diná111icas

regresivas. Por otra parte, co11 respecto a la tarea cli rí<l, con10 para ten11inar·

esta i11troclucción a los problen1as técnicos en el abordaje de estructuras fóbicas, que tendren1os que repartir con el paciente la tarea (ic i11terpret[tr. E11 u11a fase ava11zacla cicl proceso, antes que interpretar nosotros tal vez sea bueno intentar que el pacie11te se interprete.

E11 esto rccucrcJo una frase de Winnicott, de su libro Re(J/id(Jd y jrJ.eg<), que sie111pre 111e quedó resona11do co1110 u11a gran apertura de posibiliciades en el vínculo.

Wi1111icott decía: ''Cu<111do ya estoy a punto de dar n1i i11terpre­tación al p�tcic11tc, si puecio C()11tencr n1is ga11as ele clárscla, e11ton­ces espero y se 1�1 pido <tl paciente; si he sic1o cap�1z cie esperar, n1ucl1as veces tengo u11 pren1io: el paciente sabía co111prcndcrse''.

Creo que ahí se está replanteando una dinán1ica de la tarea entre pacie11te y t.cr�tpcuta que a 111í 111e resulta nl uy rica e11 tém1i11os clí11icos.

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Mencionamos una etapa de angustias de gran intensidad y que entrañan un estado cualitativamente nuevo: aquel en el que se desestructuran las defensas fóbicas tradicionales (disociaciones, evitaciones, confusiones) en función de que el crecimiento psíqui­co del paciente l o impulsa a enfrentarse con sus miedos. Este estado lo confunde al paciente, quien llega a sesión cuestionando el tratamiento ya "que nunca se sintió tan mal". El paciente debe saber, el terapeuta tiene que ofrecerle la información que explique que este estado no es un retroceso, no es un fracaso del proceso Sino efecto de su evolución, el producto conjugado de insights, elaboraciones, avances cognitivos y creativos del paciente que lo conducen a vivir experiencias inéditas, situaciones desconocidas, lo cual 'supone abandonar la órbita de sus fantasmas de siempre. La tolerancia a esta angustia crece en la medida en que el paciente pueda significarla como fortalecimiento de su capacidad de en­frentar lo temible.

En esta etapa el paciente está cerca de desprenderse de si tuacio­nes regresivas (etapas evolutivas no concluidas como las que han dejado ciclos de estudios debiendo una materia, aferramiento a la convivencia con los padres teniendo ya condiciones y edad para ensayar una vida independiente, como ejemplos muy frecuentes en la clínica). En tales circunstancias enfrentar los miedos requiere desprendimientos activos. Si el paciente no puede generar el impulso para producir estos desprendimientos alguien debe asu­mir, en este momento del proceso, el rol de "partero", esto es, inducir al paciente a experimentar sus desprendimientos. Muchas veces ese rol lo juega alguien cercano al paciente, un amigo íntimo, un familiar que lo sigue en su evolución. En algún caso, a falta de tales personajes, el terapeuta podrá ser el único integrante del entorno que pueda actuar como impulsor de un movimiento (intervenciones sugestivo-directivas en el sentido de que ese cambio ahora es esencial para su proceso). Sugerir y acompañar, impulsar y evaluar, se presentan como tareas fundamentales para el avance de esta etapa.

El paciente experimenta con esos desprendimientos (rendir su materia, ensayar una vida autónoma) sus temidas escenas de castración: pérdidas, desprendimientos, mutilaciones, muchas veces representadas en sueños como desgarramientos de partes del

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cuerpo. Sólo puede avanzar en este proceso en cuanto logra a la vez

comprobar que aquí se va abriendo una etapa de adquisiciones:

mayor tolerancia a la ansiedad, estados de serenidad hasta entonces desconocidos, capacidad para proyectar y realizar planes, capaci­dad de gozar de lo que va logrando.

El trabajo de tenninación también puede requerir del terapeuta un papel activo. En más de un tratam iento el paciente está ya en condiciones de proponerse una tenninación, pero se cuida m ucho (apegamiento regresivo) de ser él quien lo mencione. El terapeuta tendrá que interpretar ese silencio, pero en ocasiones no bastará con ello, tendrá que hacer propuestas concretas (formular fechas tentativas de terminación, luego evaluar y confinnar esas fechas, por ejemplo). Ese trabajo de tenninación, con las condiciones de esa intervención activa en ciertos momentos clave, podrá avanzar con nuevos saldos madurativos.

Para concluir este desarrollo quiero dejar una imagen que para mí sintetiza el sentido de este abordaje, la dirección más amplia que orienta las propuestas de nuestra investigación:

Un escultor modela distinto, es decir, usa distintos instrumen­tos y diferentes ritmos según el material con el que trabaja.

Veamos si podemos aprender a ser sensibles escultores. Pe1mi­tamos que nuestro material pueda i r modelándose en el proceso mismo de enseñamos a modelarlo .

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EL ABORDA.JE CLINICO DE LAS ESTRUCTURAS HIS TERICAS•

l. Modalidades de abordaje consideradas en- un material clínico

En este relato me interesa com unicar una línea de invest igación el ínica y t eórica, psicopatológica y técnica que desarrollo desde hace varios años en el campo de las psicoterapias. Esta l ínea indaga las modalidades ele organización y l as fuerzas inherentes a diferen­tes zonas o subestructuras de la personalidad que estudiamos y t ratamos en cada caso, así como l as relaciones entre esa persona­l idad y su medio . Diferencio entonces como zonas y subestructuras a correlacionar e indagar ele m anera di ferencial en cada abordaje terapéut ico, las siguientes: por una parte, en cuanto a aspectos psicopatológicos del paciente, Jo que l l am aré estructura psicodi­nám ica profunda ele esa personalidad; su organización caracte­rológica y su estilo ele comunicación. Por otra parte me interesa diferenciar en cada diagnóst ico, en cada t ratamiento y en cada momento de cualquier sesión. entre componentes patológicos de esa personal idad y sus potenciales de salud, potenciales realizado­res. adaptativos y creat ivos. Por otra parte me interesa invest igar las relaciones entre los dinamismos individuales de esa per-

* La primera parte Je este capít ulo fue presentada como relato central en 1 Congreso sobre Psicoterapias. Bw nos Aires. Universidad Je Bclgrano. 18 Je noviembre Je 198 1 . La segu 1Hla parte e s inédita_

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sonalidad y lo que hace a dinamismos grupales en los que esa personalidad habitualmente vive sus conflictos. Cada una de estas subestructuras presenta cualidades particulares. Supone por ello (y esa es la hipótesis de trabajo con la que vengo investigando hace ya varios años), abordajes técnicos diferenciales propios para cada una de esas zonas y subestructuras en juego en el campo clínico. De la diversidad de zonas que relevo y que acabo de enumerar, se desprende una diversificación técnica en cuanto a las modalidades de intervención indicadas en psicoterapias para cada una de ellas. La dirección de las investigaciones clínicas que realizo, en inter­cambio con un equipo amplio de colaboradores, apunta a mostrar que esa diversidad de intervenciones técnicas debe adecuarse en cada tratamiento a numerosas variables singulares. Algunas de esas variables singulares se definen en función de la estructura de personalidad predominante .

Trataré de transmitir algunos de esos criterios apl icados a pacientes con personalidad histérica predominante. El método global del estudio que vengo realizando con varios equipos de trabajo es el siguiente: seleccionar determinado tipo de estructura psicopatológica y estudiar una muestra amplia de paci entes que presentan esa estructura. Ese estudio supone: estudio global de historias clínicas, estudio del proceso terapéutico y estudio mi­croscópico de material de sesiones. En el caso particular que quiero transmitirles, de investigaciones de pacientes con estructura histé­rica predominante, trabajo con una muestra de 65 casos. Esa muestra se compone así: hay 23 pacientes con los que he trabajado personalmente, en tratamientos de duración variable, de estructura histérica predominante; fundamentalmente histéricos, 1 2 casos seguidos exhaustivamente; combinaciones entre patología h istéri­ca y otras patologías (especialmente histerofobias) en 9 casos de pacientes mujeres, que suman 2 1 , y hay 2 casos de patología histérica predominante en hombres. Otros casos en estudio son: 17 pacientes que hemos estudiado en 5 grupos anuales de estudio (constit�idos por 70 médicos y psicólogos integrantes de los niveles III y IV del Centro de Estudios en Psicoterapias) y otros 25 casos seguidos a lo largo de varios años de supervisiones clínicas. Sistematizar los datos de esta investigación con 65 pacientes me

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exigiría un largo trabajo de exposición; expondré muchos de esos elementos sistematizados en un trabajo sobre el proceso terapéuti­co en estructuras histéricas. He elegido otro camino que es tomar un material clínico, un fragmento de una sesión y tratar de mostrarles allí cómo aparecen los d i ferentes aspectos psicopatológicos y de potenciales de salud, individuales y grupales. Antes les voy a mencionar brevemente que la psicopatología con la que investigo estas estructuras responde a varias fuentes. Predo­minantemente, aunque no exclusivamente, psicoanalíticas. Para el estudio de las personalidades histéricas parto de los estudios clásicos de Freud sobre el tema, como son los Estudios sobre histeria y le doy importancia particular al historial de Freud del caso Dora,Análisisfragmentario de una histeria. Tengo en cuenta los trabajos de David Liberman, sobre el estilo de comunicación en la "persona demostrativa". Considero los estudios de Schapiro, sobre las modalidades de comunicación verbal en el estilo histéri­co, en un libro que se llama Los estilos neuróticos. Le asigno importancia para pensar los aspectos caracterológicos de la histeria a un trabajo de un autor francés, Paul Racamier, que se llama Histeria y teatro. Asimismo le doy importancia a ciertos trabajos de orientación estructuralista a partir de las investigaciones de Lacan, que permi ten ahondar aspectos de la estructura psicodinámica profunda en la histeria (en particular un trabajo de Lacan que se llama Las formaciones del inconsciente donde se pueden ver aspectos muy interesantes de los desarrollos normal y patológico del proceso edípico en la mujer). Por otra parte hay un número de la revista I mago, editada en Buenos Aires, que contiene algunos trabajos de interés para el tema que estudio (en este caso, histerias). Son los que hacen a un panel sobre histerias con valios participantes, los trabajos de Lucien Israel (sobre el goce en la estructura histérica) y un artículo de David Maldavsky (sobre las escenas en la estructura histérieu). Todo esto de alguna manera hace a esa base de categorías psicopatológicas con las que escucho el material clínico que les voy a transmitir en seguida.

El caso clínico que he seleccionado para transmitirles de la muestra en estudio es el siguiente: se trata de Estela, una mujer de 5 6 años, que se ha separado hace 14 años de su primer marido y tiene dos hijos varones que en el momento de la consulta son

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casados y tienen 30 y 28 años. Ella se casó hace tres años por segunda vez y en los años en que estuvo separada, antes de este segundo casamiento, vivió una relación de mucho apego con los hijos varones (sobre todo con el hijo menor) con qu ien realmente configuró en muchos aspectos una pareja edípica muy intensa. Esta m ujer se t rató durante t res años, antes de consultam1e, con un enfoque clásico psicoanal ítico, con una anal is ta mujer y ella comenta que ese análisis le s irvió en algunos aspectos, aunque no le penn it ió cambiar su modo de ser predominante; es un modo de ser muy afectivo, muy dominante, sufriente y agresivo, como caracteriza a c iertas personalidades h istéricas. Es dueña de un comercio de act ividades i nmobil iarias, donde t iene un notable éxito económico. Se maneja muy hi�n en las rel ac iones sociales, interpersonales y éste es un factor importante ele orgul lo para ella, ya que durante sus años ele separación ese buen funcionamiento económ ico, social y comercial, le ha pcm1it ielo sostenerse con eficacia. Es una mujer muy enérgica, vivaz, comunicat iva y expresa sus alegrías y sus sufrimientos con gran i ntensidad, con mucha exaltación. Vuelve a tratamiento con la sensación ele que ya no puede seguir porque se lleva muy mal con los hijos, con las nueras y con el segundo marido; que las relaciones de agresión son constantes y ella se cla cuenta de que t iene una parte importante de responsabi l idad en eso, pero no puede cambiar. Está haciendo conmigo un t ratamiento de psicoterapia frente a frente, de dos sesiones semanales y el momento crit ico que les quiero comentar es el s iguiente: es u na sesión ele día lunes y era muy frecuente que esta mujer llegara los días lunes con graneles "dramas de fin ele semana", que ocurrían en momentos en que se tenía que encont rar con sus dos hijos y las nueras; entonces para m í era ya esperable que la sesión del lunes iba a tene r un dramat ismo muy, muy grande. La paciente l lega a sesión muy angust iada, depri mida, y llora con m ucho desconsuelo. Comento el com ienzo de l a sesión en que me dice: "No aguanto m ás, m i s hijos, especialmente el menor, me dejan de lado, me malt ratan, yo me desvivo por complacerlos y siempre me pagan mal. Llego a la quinta de Ernesto (que es el hijo menor) temprano. El los no se habían levantado; entonces, ¿qué hago?, junto 11ores, am10 un ramo precioso, enonne, y lo pongo en un jarrón en el cent ro ele la sala. Se levantan, los saludo. tocio muy

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cct uoso. y una hora después el jarrón no estaba más: en su l ugar

babía un tloreri lo con t res jazm ines. Le digo a Ernesto : 'Esta debe

ser tu mujer, el jarrón con l as flores desapareció. ¿A vos no te

rece una falta de respeto? ' El no me dice nada, se va. al rato

�clvc y me dice: ' Sí, l as sacó Ana y a mí me parece m u y bien,

rque vos no querés ubicarte en que estás de visi ta y la duefia de

�a es ella• . No le hablé más, la comida me cayó m al y por dentro

estoy dest rozada, ¡me acuerdo y l loro ! " Este es el fragmento de

sesión. el m aterial c l ínico al que tn icroscópicamcnte se lo puede

indagar desde varios ángulos, para pensar d iversos abordajes. Voy

a ir mencionando algunos de esos ángulos etc comprensión del

material y sus di versos abordajes. H ay un primer aspecto a pensar en este material que hace a lo que podemos l l amar estructura psicod inám ica p ro funda en la histeria. Esta est ruct ura profunda en

la histeria es la m anera en que inferimos que est á consti t uida una situaci(m edípica infant i l , que supone relaciones de conll icto muy intensas en el t ri ángulo edípico. Esas sit uaciones de intensa conllictiva edípica en l a histeria gu ardan relación con ciertas ident i licaciones distribuidas a lo largo de este t ri ángulo edí pico; lo más cl aramente estudiado como estruct u ra profunda del Edipo en la histeria m uestra el juego de los conl1 ictos ent re una figura idealizada del hombre. una figura ideal izada de la m ujer que está en pareja con ese hombre y una figura denigrada de una tercera, como mujer excluida de esa pareja. En esta h istori a, esta sit uación edfpica se presentaba- todo el t iempo y t am bién está l atente expresada en esta anécdota . en esta s i t uac ión de confl icto interpersonal, donde el la lucha por ali nnar su jarrón y la nuera lucha po r afi rmar el de ella. El hombre idealizado en este caso es el hijo con el cu al ella fonrní una pareja durante muchos afios, de la cual le cuesta mucho desprenderse. Las anguslias inherentes a esa est ruct ura profunda histérica gi ran alrededor ele angust i as de castración; podemos decir que la histeria expresa de maneras m u y i ntensas el complejo d e castración y q u e en ese sent ido sus ansiedades osc i l an al rededor de una oposi ción fundamental ent re v iv ir la cast rac ión o colocarse en una posición ffíl-ica omnipotente que la rescate de la experiencia y de las fant asías de cast ración. Fre nte a esta angust ia, la est ructura pro funda de la histeria estable­ce ciertas defensas t ípicas : la represión de la sexualidad y los

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fenómenos disociativos. En este caso diría que la represión sexual toma la forma de invertir los afectos con relación al hijo; ella está pendiente del hijo, vive atada libidinalmente a ese hijo, pero de alguna manera da vuelta ese lazo, libidinal, incestuoso, de modo que lo provoca, provoca agresión y allí donde había amor genera agresión, una de las formas de expresarse las sustituciones propias de la represión sexual. El otro mecanismo de defensa típico, el de las disociaciones, aparece también en este pasaje, porque esta mujer tiene una historia de peleas con el hijo y con la nuera, reiteradas peleas todas las semanas. Sin embargo, ella tiene disociada esta historia, que no influye frente al impulso que tuvo ese día de volver "a la carga" colocando sus flores en el centro de la sala. Es decir, disocia este impulso, ese deseo de entrar en relación conflictiva en ese triángulo edípico con el hijo y la nuera de todos los episodios previos y además están disociados los elementos de amor y agresión de modo tal que está convencida de que lo que ella hacía al buscar ese ramo de flores era un acto de amor; por eso no puede entender cómo le han respondido con agresión.

Lo que tiene totalmente disociado es que esa conducta, además de implicar amor hacia el hijo, implica agresión hacia la pareja. Estos aspectos de estructura psicodinámica profunda son todos aspectos a interpretar, aspectos que trabajaré en ésta y en otras sesiones, a lo largo de todo el proceso terapéutico, interpretando y buscando vías de insight y de elaboración.

He mencionado otras zonas a considerar también en este mate­rial, porque estas otras zonas de la paciente y del grupo requieren otras maneras de abordaje que no son meramente la interpretación, el insight y la elaboración. Hablé entonces de aspectos de la orga­nización caracterológica. Esos aspectos hacen a lo que podemos llamar el carácter histérico. Les voy a mencionar tres aspectos que están claros en este fragmento de sesión. Primero, el carácter his­térico tiene tendencia a manejar situaciones grupales de interacción cotidiana de modo de configurar escenas. Es decir, tiende a crear escenas en las cuales un determinado grupo y la persona histérica incluida en ese grupo, representan aspectos de la dramática edípica: inclusión, exclusión, ilusión, desilusión, idealización, denigra­ción. La tendencia a crear escenas es un rasgo de carácter histérico.

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Bi segundo aspecto caracterológico lo destacaría como la posición

egocentrada, la posición narcisista histérica. En este episodio se

presenta la siguiente secuencia: en primer lugar hay un yo narcisista

que en un papel activo inicia la puesta en juego de una escena

dramática. Digo jugando un papel activo, ya que ella "va al frente", va al ataque. Después pide explicaciones, también en un rol activo, acerca de la desaparición del jarrón, y pide tomas de posición, le pide al hijo que defina quién estuvo mal ahí, si la nuera o ella. Cuando le responden "mal", cuando la desilusionan, entonces pasa a la posición pasiva, herida. Este rol narcisista egocentrado se desplaza en una de las contradicciones que Freud, en Introducción

al narcisismo, mostró para la problemática del narcisismo, que es la oscilación entre actividad y pasividad. Una vez que a ella le responden mal, eso es vivido pasivamente: "Fíjese cómo me tratan, mire lo que me hacen sufrir, mire cómo me devuelven mal Jo que yo ofrecí con todo amor". El tercer aspecto de carácter histérico que está en juego también en este momento del material, es la tendencia de la estructura histérica a presionar las situaciones de interacción de modo de hacer hablar a todos un lenguaje de afectos. El ramo de flores, ¿quién sacó las flores? Con todo el significado afectivo que le otorga al hecho de que fueron sacadas de circulación. ¿Qué opina el hijo de este acto? Condena de la nuera porfalta de respeto. Condena y rechazo por parte del hijo, por no ocupar ella el lugar que le corresponde. En todo esto ella ha inducido, ha propuesto al grupo, "hablemos un lenguaje de afec­tos", no hablemos solamente de las flores en primavera.

He mencionado otra zona de investigación clínica en todos los casos que estudio. Es la zona del estilo de comunicación, el estilo de comunicación histérico presenta ciertos rasgos peculiares y voy a mencionar aquí tres aspectos también. Primero, es un estilo impresionista, se basa en vivencias, se basa en sensaciones: las flores, un hermoso ramo, un ramo que ha sido quitado de lugar, un hijo que no escucha y que condena. Esencialmente el impresionismo del relato, el estilo de esta comunicación rechaza la posibilidad de establecer articulaciones y consideraciones reflexivas de tipo histórico (Por ejemplo: ¿qué viene pasando en la lucha por el poder, en este triángulo? ¿qué ha pasado otras veces? En éste y

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otros fines cte semana. �A csia .quinta. con iCl menú. con los Juegos y con .o.tms 1��1\ilchos objetos de djspuia). Esie reia1o ímpresionista omit.e 1oda o.�n-süleraci0n grupal . ·el\! d sen1ido de qué te pasa a los otros, apanc <le ·mchazarla a eUa; aparte de m.al·tratarla, ¿qué sentirán 1G,') «Jtn1Js?, ¿.qué ks .pue-dc ocurrir? Eso está omitido en el relaito, omüe también consideraciones de t ipo ini.;tüucíonal o cultural, .oomo por ejemplo: si es convcnkntc respetar cómo arregla 'la casa quien es la duefm .. o sj es prcferibt.e que la suegra ,dedGl.a ,cómo deo�rar el Hv:ing. Ese 11ipo de ,consideraciones c ultu­ra'lcs están wctas .oinH.idas, está como naturalízado un rel ato que dice: '"Yo foi , p,us.e !las flores y me las sacaron . . . " O.t r.o aspeciü del estilo de com u nicación histérico está en fragmentar el registro de los ohscrvablcs neccsarios par.a cv<t ! ;.:ard acontecer. Por ejemplo: ¿cómp prefieren dcccm�r el sa!lóo c.l hijo y la nuera'! ¿Lo prefieren con flores. lo prefieren coo pocas flores. con m u.chas flores, cómo les gusta a ellos? füo está omiOdo ,en d relato, ¡,Qué importancia le 1-�.tmgar.án el hijo y ta miera .a ser d ios qu i.enes dccídan arreglar es.e dí� ese csp;!cio? Eso lambiéo está omítido. De alguna m;mcra esa fragm.cotación de lo� datos observables para evaluar la situa­ciün hace también a uoa presíón tr;msforendal . La paciente selec­ciona tos (fafos y tos ordena de u n nrndo que lo .único que me queda a mí es rcdhirlus para "condenar ta injust ícia" que le han hecho. Es una selcc,ción y un agrup;un ícnto particular de los ohservables en juego de mudo que l a presión lransfercncial apunta a ver si me pongo del lado ele ella u del lado del híjo y de Ja nuera. El tercer aspcclo comunic;u;:ion.al que est.á en juego, en el cst i lo histérico, es la tcndcncía �I vivir .emociones y a hacer vivir emociones antes que pensar signiJkaciPnes; et supuesto natu ralista de este estilo de com�micación es que "éstos son Jos hechos" y que "los hechos hahl�m por sí solos": hubo un ramo que fuc quitad!i de lugar y hubo un;1 condcn.a. ¿Qué más se puede pedir?, es decir, "las emociones hablan y no hay sígníficacíoncs que aclarar ní que ampliar" y ésta es una presión que yo recibo en el relato, a través del estilo de comunicadón. ln(ludablcmente esta manera de relatar apunta tamhíén a una intencionalidacl en la interacción conmigo que es la lcndcncia a provocar resonancia cmpática: para provocar resonan-

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ci a emp:í t ica es necesario que se h ahle un lenguaje de a fectos y no

un pensam iento de s igni ficaciones. Clínicamente qui ero .destac arles que yo puedo ahordar cual­

qui era de estas zonas en primer l ugar y después l as o t ras. Es

prohahle que, como c ri terio c l ínico �e�1eral . sea út i l comenzar por

tos observahles, com enzar por descnht r l as partes que son suscep­

tibles de descripc ión en est a conduct a de com ienzo de sesión. Es

probable que yo empiece t rahajando sobre este ú l t i m o aspect o :

cómo v ienen l os m ensajes, cómo v ienen fragment ados. Que yo

comente que s í, que e l la realmente está vi viendo u n:í s i t u ac ión

penosa, pero que hahría m ás elem entos para evalu ar. más elemen­

tos para regist rar en esa s i t uación que está rel at ando. Es probable que yo seí'íale la fragmentación de l os m ensajes

para empezar a ahordar este m ateri al . que yo interrogue m ucho, t rat ando de ensefiarle a ella a pensar más acerca ele lo que ocu rrió al l í. Por ejemplo, "¿qué antecedentes hay?, ¿qué ha oc u rrido ot ras veces con est a s i t u ac ión del arreglo de est a casa?, ;,ha habido otras peleas por s i t u aciones sim i lares, cuál fue el desenl ace?". Toda esta invest i gaci ón, hecha de m i nuc iosas i ndagac iones, apun­taría a ir ayudando a l a paciente a integrar m aneras de pensar. m aneras de perc i bir l os hechos y de com unicarlos. Es deci r, en ciert a medida esta intervención sobre el es t i l o de com un icac ión apunt a a cierto adiestramiento en un aprendizr�je del pensar, pensam iento que en la est ructura h i st érica est á sumam ente inter­ferido en general por las presi ones impuls ivas. fundament almente por la gran presión que ejerce e l principio de pl acer instaurado en conflictos edíp i cos y que interfiere los procesos secundarios de pensam iento . En segundo l ugar abordaría probablem ente esos m;pectos caracte-rológicos que m encioné antes. En c l ínica los aspect os c arac-terológicos de alguna m anera se abordan a t ravés de una pregunt a que es: ¿Veamos cómo es u sted? No t odavía qué le oc urre a ni vel profundo, ya l l egaremos ahí. a la s i t uación ed ípica Y sus angust i as , pero hay un nivel todavía descript i vo que apun t a a nímo es usted, v e r si podemos ol�jetil'ar s u manera Je ser. "Usted es una persona que l l ega y act ivamente se met e en la sit uación y ya se puso a hacer algo que de alguna m anera comprometía a los otros". Es un modo de ser que en el uso popular se di ría es el de una m ujer "met i da"; bueno. en ses ión hahría que ohjet ivar que "usted

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señora es metida, su estilo puede suscitar muchas respuestas desfavorables porque usted de entrada asume un papel y no consulta mucho para ver si los otros esperaban otra cosa de ese día sino que di rectamente ingresa en la situación y ya empieza a crea; una escena". Se trata entonces de entender cómo es ella y también cómo ese modo de ser de ella afecta a los otros; porque la respuesta del hijo y la nuera no es sólo la respuesta a ese episodio del ramo de flores, es la respuesta a una historia muy larga de situaciones de intromisión. Ese ser "entrometida", ese aspecto del carácter histé­rico, está generando una gran carga de conflicto interpersonal, de un modo que un elemento técnicamente importante (siguiendo la línea de explorar la zona del carácter histérico), consiste en producir confrontaciones, las confrontaciones que he visto traba­jar muy bien, con mucha riqueza, sobre todo en los estudios de interacción grupal, en especial en la corriente gestáltica que desarrolló Fritz Perls. En la corriente gestáltica, en la intervención técnica de la confrontación, lo que se trata de confrontar es "cómo me veo yo, cómo me ven los otros, cómo me ve usted". "Y bueno, yo soy una persona bien intencionada que lo que quiero es que ellos estén bien. Lo que trato es que tengan tlores en la casa y no sé por qué me responden así". Bueno, yo le voy a decir cómo la veo yo: "Yo creo que usted en ese momento posiblemente no pensó en ellos, sino que se dio más lugar a sí m isma; tal vez usted se deja arrastrar por impulsos internos suyos y no se pregunta cómo va a ser rcci bida su acción por los otros; yo diría que en ese sentido es usted imprudente". Yo recuerdo que con esta paciente a veces hacia intervenciones de este tipo y ella abría los ojos enormemente porque estaba casi a punto de ofenderse. Pero ella sabía que yo lo decía con afecto, que yo, a pesar de su imprudencia, la quería. De modo tal que al tem1 inarel tratamiento una de las cosas que me dijo fue: "Mire, yo a usted le acepté cosas, le aguanté que me dijera cosas que a nadie le aguanté jamás". La tercera visión de esta exploración que se llama confrontación de los rasgos de carácter es: ¿Cómo la ven los otros? Y ahí la pregunta es: "¿Dígame, si su hijo y su nuera estuvieran aquí, qué me dirían a mí? ¿Cómo me contarían este episodio?". Eso nos pem1ite entrar en una zona de la técnica que hace al role playing, a la dramatización en lo imaginario, que es un recurso técnico muy importante para este

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de exploración del rasgo de carácter que es la confrontación.

ropongo a ella que imagine cómo contaría el hijo el episodio

de :yer y cómo lo contaría la nuera. Si el estado emocional de ella 010y intenso, puede darse que no quiera ponerse para nada en el

:gar dcl hijo y de la nuera. En tal caso me dice que no sabe, ni le

¡pieresa para nada lo que dirían. En ese caso evalúo, según el clima

emocional, si puedo ser yo quien hable desde el h ijo y desde la

nuera. Entonces en un momento, si lo veo factible, le digo que a m i roe parece que s i el hijo estuviera aquí m e diría: "Mire, trabajé toda la semana. me estuve rompiendo el alma y llega el domingo. Me dije, ' fenómeno, un día tranquilo, en la qu inta, jugamos al vóley ' y de pronto cae la vieja y pone un ramo de flores y anna un despelote . . . " Esta es la versión del hijo que yo imagino. Este t ipo de confrontación a t ravés del role playing nos permi te aproximar­nos a objetivar su modo de ser, y a la vez intuir la sensibilidad de los otros para esos modos de ser del carácter histérico. Después habría un momento en que trabajaremos o nos i remos acercando a trabajar sobre esos aspectos de la estructura profunda que mencio­né en primer término. Habrá que hablar de ese triángulo, habrá que hablar de las posiciones de idealización y denigración que el la internamente vive, según se s ienta incluida o excluida de esa pareja. Esto da lugar a toda una línea interpretativa sobre las estructuras profundas. Lo que diré es que estas inferencias sobre las est ructuras inconscientes del Edipo en la histeria van tomando fonnas di ferentes a lo largo del proceso terapéutico. En cada fase del proceso toma fomrns distintas. Yo diría que en los com ienzos del tratamiento son primeras aproximaciones, alusiones a que debe haber cont1icto a nivel profundo. A medida que el proceso terapéu­tico avanza. seguramente interpretaciones que al com ienzo eran esbozos, anuncios, conjeturas, podrán ir teniendo una base rúayor de sustentación; se afi mrnrán con un poco m ás de fuerza (aunque entendiendo que toda interpretación será siempre conjetural, será siempre una hipótesis sobre inferibles). En etapas avanzadas del proceso es probable que la interpretación sobre aspectos profundos de la estructura histérica pueda provenir a veces de la misma paciente. Eso indicaría que el proceso pudo avanzar. Algunas interpretaciones profundas es probable que la paciente las pueda hacer conmigo y algunas antes que yo también. A través de aquella

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confrontación de los aspectos caracterológicos estamos exploran­do las relaciones entre el la y este grupo, las relaciones con ll ict ivas ent re el individuo y el grupo. Quiero destacarles, por ú l t imo, aspectos de las relaciones entre lo enfcm10 de es ta mujer (los aspectos psicopatológicos h istéricos) y sus potenc iales de salud. Me ha interesado m ucho una reflexión de Sartre, dicha más de una vez por él , que dice lo siguiente: "Todo padecimiento humano l leva consigo, oculta, alguna empresa". Qué interesante reflexión para quienes pensamos más en tém1 inos de padecimientos, es decir, en térm inos de patología_. "Todo padecimiento humano l leva consigo ocu lta, alguna empresa". ¿Cuál es la empresa de esta mujer? Porque hasta ahora hablamos de su padecimiento, de su l ucha con los hijos, con e l act ual marido, del cual no pude hablar en este fragmento, pero con quien también t iene m uchas s i tuac io­nes de confl icto, muchas s i tuaciones de agresión. La empresa ele esta mujer, por Ja cual el la t ambién sostiene el esfuerzo ele t ratarse y sost iene el dolor del insight, es la búsqueda, el esfuerzo por l levar adelante ciertas tareas que le perm itan una realización como persona. Y como mujer ella está buscando sanear ele alguna manera relaciones interpers01iales que están siempre invadidas por el conn icto histérico, las fantasías y l as actuac iones hi stéricas. Pero el la est;í llevando adelante esta empresa dolorosa y costosa, porque está buscando la manera de realizarse como mujer, como madre o como suegra. En la búsqueda de esa empresa de real ización, que hace a un proyecto personal, se encuent ra con que su h isteri a le frust ra permanentemente ese camino. Esto entonces hace a tener que planteamos en cada momento. en cada sesión, qué zonas de esta persona están hablando, si las de la histeria o las de la empresa que lucha por avanzar a pesar de la h isteria. Yo quiero formular en ténn inos aun más claros para que entendamos que al paciente no sólo hay que interpretarle y comprenderlo en sus aspectos neurót icos sino también en sus potenciales ele salud, en especial los interjuegos entre aspectos neuróticos y potenciales de salud. Lo voy a preci sar mejor tomando como punto de part ida un pensamiento de Lacan. Lacan dice en este t rabajo que l es mencioné, "Las formaciones del inconsciente": la histeria gira alrededor de una pregunta "¿Qué es ser mujer?". "¡,En qué consiste ser mujer?". Yo a part i r de esta reflex ión sobre aspectos neurót icos y potenciales de salud siento

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necesidad de refomrnlar esta pregunta. Yo creo que desde J a histeria, más precisamente en ténn inos clínicos, l a pregunta sería: "¿C6mo es posible ser mujer fál ica y evi tar las angust ias de l a castraci6n?". Frente a esa pregunta, que sería l a pregunta de la est ructura neurót ica histérica ( " ¿Cómo es posible ser mujer fál ica y evitar las angust ias de la castración?"), desde los potencia­les de salud la empresa de una mujer es siempre preguntarse "¿Qué es ser mujer?" (por ejemplo, entre t antas variantes de esa pregunta general : "¿En qué consis te ser madre?"). Tocias las contradiccio­nes entre la existencia a que apunta esa empresa y la ex istencia neurótica son l as contradicciones entre dos t ipos ele preguntas, que se piensan distinto, se fonnulan distinto y buscan sus respuestas por dist intos cam inos, preguntas que chocan entre sí, que son incompat ibles, porque ser mujer fál ica es una cosa, ser mujer (a secas) otra y no encajan, d ivergen entre sí . De modo tal que en este mismo punto lo que estoy fonnulanclo responde a dos t radiciones. Desde la t radición psicoanalít ica la pregunta más fuertemente invest igada es la de la h isteria, la pregunta neurótica ("¡,Cómo es posible ser mujer fál ica?"). Es más, desde una tradición existencial (por eso ci té a Sartre) se trata ele entender qué es lo que esta persona trata de real izar en su vida, qué es l o que una persona está luchando por real izar en su vida. Entre esas dos preguntas , l a ele la neurosi s y la de la existencia, yo no el ijo jerarquizar más una ele ellas . La respuesta cl ínica que fomrnlo es investigar el e11trelazamie11to entre ambos tipos de i11terroga11tes, las contradicciones entre ambos t ipos de interrogantes, interpretar las dos preguntas y también los dos tipos de respuestas, l as respuestas neun1t icas y las respuestas que hacen a un desarrollo evolut ivo y creat ivo de esa persona a lo l argo ele su proceso terapéut ico y ele sus etapas vitales .

Lo que estoy t rat ando de mostrarles en esta comunicación es esencialmente una l ínea ele invest igación c l ínica que, al considerar diversas zonas de objetos, de abordajes, ele inst rumentos técnicos y de modos de in tervención (donde está el preguntar, donde está el confrontar, el act uaren un role playi11g ,y también está interpretar) , en esta l ínea ele invest igación cl ínica apunto a superar ciertas disociaciones que en general vienen t rayendo históricamente las post uras que responden a di ferentes escuelas.

Ciertas orientaciones psicoanal ít i cas nos han planteado que lo

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esencial es investigar la estructura psicodinámica profunda: el Edipo y sus transferencias. Desde esta l ínea psicopatológica de tradición psicoanalítica se ha planteado que el instrumento funda­mental es la interpretación de esas angustias profundas y de esas transferencias.

En cierta corriente gestáltica se ha planteado : lo esencial es enfrentar los modos de ser, enfrentar el carácter y la manera técnica de abordar el carácter es a través de confrontar, es a través ele hacer enfrentar al sujeto con su problemática.

En ciertas orientaciones comunicacionales la postura dice: lo esencial es tomar la distorsión de los mensajes y la intervención técnica fundamental apunta a corregi r las distorsiones en los mensajes.

En algunas orientaciones existenciales se ha planteado : lo esencial es el proyecto y la intervención terapéutica fundamental apunta a reconocer el proyecto, la empresa de la persona.

Esencialmente lo que trato de demostrarles con este material clínico es que en esta orientación que estoy desarrollando lo esencial no está en ninguno de esos recortes; lo esencial está en poder ver que ésas son diferentes dimensiones o aspectos del sujeto y de los grupos con los que vive y que lo esenci al , desde el punto de vista de las tareas clínicas, está en poder integrar diferentes formas de abordaje técnico que hacen a estas diferentes zonas de estudio. Lo que planteo es que en las posturas tradicionales de alguna manera siempre flota una lógica de exclusiones. Lo que propongo como orientación es una postura teórica y técnica basada en una lógica de inclusiones y de articulaciones, es decir, de integraciones.

11. Diferentes momentos en el proceso terapéutico de l as estructuras histéricas

Nuestra revisión clínica de procesos terapéuticos desenvueltos con personalidades histéricas nos permite reconocer en ellos el des­pliegue de una sucesión de momentos o fases propias de estos

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procesos. I�tent�ré d�scribir esos momentos incluyendo su com-prensión ps1codmám1ca. .

l . Constitución del vínculo terapéutico. Las estructuras histéricas que concurren a la consulta llegan a establecer un contrato terapéu­tico con relativa facilidad (si las comparamos con las dificultades que presentan los pacientes fóbicos y obsesivos para configurar esa etapa de contrato). Sin embargo, esa facilitación no constituye siempre una paralela capacidad de alianza terapéutica. La relación transferencia! presenta las dificultades propias de una ambivalencia intensa. La lucha por el poder inherente a la ilusión histérica de una posición fálica, ya asumida como propia, ya proyectada al terapeu­ta y convertida en objeto de disputa, desarrolla sus vicisitudes alrededor de los parámetros propios de un contrato (horarios, honorarios, cambios de horarios, vacaciones). La aspiración histé­rica a establecer como dominante un eje regido por el principio de placer lleva a esta estructura a resistir todas aquellas intervencio­nes que destaquen la vigencia de un principio de realidad (realidad psíquica, realidad de las interacciones grupales, realidad del otro y del terapeuta). En la medida en que tales intervenciones cuestio­nan su posición egocentrada, la respuesta histérica tiende a colocar en cuestión el derecho a la continuidad en esa dirección de las intervenciones terapéuticas. En ese aspecto la constitución del vínculo terapéutico se transforma en un campo de trabajo interpretativo pemrnnente. En el clásico historial de Dora, la interrupción del tratamiento llevó a Freud a revisar numerosos aspectos transfcrenciales que no había llegado a trabajar exhaustivamente. Esa lección nutre hasta hoy la experiencia de elaborar la ambivalencia histérica con el vínculo y con la tarea. Nos propone un estado de alerta constante, una especial receptividad para toda mani festación resistencia! y transferencia!.

2. En nuestro enfoque, puestos en marcha el contrato y el vínculo, el trabajo se centra en la exploración de situaciones habituales de conflicto. Esta exploración comprende varias tareas;

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el clespl iegue de esas tareas da lugar, en esta etapa, a dist intos momentos.

a) El relato histérico aporta referencias a una gran variedad de s i tuaciones conl1 ict ivas. Las anécdotas se mul t ipl ican, se abren en un vasto abanico. La riqueza percept iva y expresiva pecul iar de la personalidad histérica Je pem1i te ejercer una presión convincente acerca ele la dil'ersidad de conf/ ictos que debe enfrentar, subrayan­do su sorpresa ante esa diversidad, como encamando una condena a que "tocias las experienci as ele conl1 icto le estén dest inadas" (con la pareja, con la fami l ia, con am igos, con un grupo ele t rabajo, la l ista es inagotable) . La tarea consiste para el terapeuta en reconocer y poder mostrar que hay cierta unidad suhyace/lfe a esa diversidad de experiencias co11flictivas. Ese t rabajo ele uni ficación de sent ido, uni ficacicín de pautas ele interacción, penn i t i rá reconocer que hay una ciert a monotonía oculta, un ciclo rígido de repet ic iones, en las cuales un tipo de situacián de confl icto se mani fiesta, una y otra vez, co11 \'(/J"iaciones: esa secuencia t i po comprende las fases de i lusión, frustración. decepción, agres ión, respuesta agresiva de los otros, depresión , nueva il usicín.

b) El reconocim iento ele t ales si t uac iones repet i t i vas de conflic­to pasa también por re/el'(lr /os modos histéricos de comu11icació1 1 , percepcirÍll e ideaciá11 a los que al udimos antes en el caso c l ínico que inic ia este capít ulo (apelar a un lenguaje de afectos, exigir ele los ot ros defin ic iones, recortar los datos de acuerdo con un est i lo impresionista ele registro. ordenar esos datos según las tensiones creadas a la organización narcisista histérica). Se t ratará ele com­prenderen qué medida la interacción es afectada, así como cuántas y cuáles de las respuestas host i les de los otros pueden ser reaccio­nes inconscientes frente a esas modal idades histéricas de distorsión de la comunicación. El registro y el señalam iento de est as moda­l idades en sesión operará como un material de especial fuerLa i l ustradora.

c) El avance en la exploración de tales s i t uaciones de con fl icto penn i t i rá ir creando una progresi\'(J discriminación el/fre los "datos" de una determinada s i tuación (los "hechos". como pue­den serlo conductas y mensajes de los otros) , y la repercusión que los mismos logran en la est ructura histérica dada su part icular ma11em de i11tcrprewr esos datos. Aquí se ent ra de l leno a

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cuest ionar esa act i tud ingenua, "natu ral is ta", con l a que l a petso­nal iclad h istérica relata el acontecer y sus e fectos emocionales ("pero dígame, ante esa respuesta yo no podía menos que .. . ", .. ¿qué puede hacer uno ct11afldo le m uestran semejante despre­cio?", "yo con fa mejor intención . . . ¡ y m i re con qué me salen ! ", "en m i l ugar yo l o desafío a que encuentre algu ien que no est al l e"). En est a fase vamos al encuentro de lb.\1 modos histéricos de codificar las conductas propias y ajenas, sistem a5 de códigos q-ue ordenan l os datos. ele un modo lejano al que l a concienci a supone c0tno obv iamente ··�>hjet ivo". El. código histérico as ienta en varias pol aridades scmántrcas: 1 ) act ivo-pasivo, 2) sujeto-objeto del deseo, 3)ideseo-prohibición, 4) fál ico-cast rado, 5) placer-displacer, 6) seducción-fracaso de la seducción , y 7) resmmnci a empát ica­indi fcrenci a.

Esta5> categorías, instaladas con carácter de ahsol u tos. en est ric­ias oposiciones, ant i nóm icas, son apl icadas en· Ja interpretac ión inconsciente füstérica a las s i tuaciones de interacción y a l a evaluac ión d e s í m isma con una notable mov i l idad y ubicuidad . En la búsqueda de cie1t as categorías semánt icas t ípicas ele cada est ructura psicopatológica, Liben11an y Malclavsky han propuesto para La histeria· el eje seducción (como impacto estét ico) versus fracaso ele la seducdón (como impacto de fealdad). Bel leza y fealdad contrastadas en l as categorías del yo ideal narcis is ta conTrapuesto con el negat i:vo de ese yo ideal (el é-xito en ra cumbre © cJ, dtrrurn be total) . 'La expe riencia cl ínica nos pem1i te confin11ar la impe>litanc i a de ese eje semánt ico en la h isteria. En mi experien­cia c l ínica se presenta con frecuencia ot ro eje semántico en el cual se polari zan las caregorías ele atraer al interlocutor (como i m pacto de resonanci a empát ka) versus fracasar en esa at racción (produ­ciendo lo que es codif i cado como ind i ferencia, vacío, ausencia, aburrim iento del h1terlocut<'.Jr).

3. El t rahajo a lo largo ele esos momentos que local izamos como segunda etapa del proceso terapéut ico, nos pem1 i te delimitar un ámbito propio ele la personal idad hi stérica, el de su realidad psíquic a·, a di fcrenl:iar Ele l a real idad psíquica del grupo y clel otro con. l as. cuales despl iega su modo de· interacción en con fl icto. Esa di ferenci aci(ín ele la reai idad psíquica pecul iar de la hi steri a se va

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cumpliendo a través del reconocimiento de un conjunto de escenas que constituyen en un nivel inconsciente "la realidad" para el psiquismo histérico. Se trata de escenas básicas, primordiales, que la estructura histérica vive, busca, induce y cree encontrar en sus v ínculos con los otros. Maldavsky ha destacado varias de esas escenas. Reformulo algunas y cito otras de su estudio, de acuerdo con los modos como las veo asumir en los pacientes que m ás he estudiado:

1 ) Situación depresiva, monótona, en la que la protagonista sueña con un paraíso utópico.

2) Escena de seducción, de tentación y erotización vitalizadoras. 3) Consumación de la seducción, exclusión del rival en una

situación triangular, seducción del personaje idealizado, represen­tante del falo omnipotente. Escena de triunfo y exaltación.

4) Fracaso de la seducción, retomo triunfante del rival, castra­ción propia y/o castración del personaje idealizado en la escena 3, pérdida del paraíso, si tuación infernal.

5) Nueva situación depresiva, monótona, rumiando decepcio­nes, heridas y resentimientos resultantes de aquella secuencia. Lento retomo hacia la posibilidad de ensoñar la aparición de una nueva situación paradisíaca.

Se desarrolla aquí un trabajo para crear discriminaciones, insights y elaboraciones acerca de estas escenas propias del mundo inter- · no y los modos de su "encuentro" en el mundo cotidiano. La personalidad histérica i rá asumiendo en esta etapa sus modos de inducir tales escenas, convocando y provocando a los otros para que tomen sus lugares en el juego argumental preestablecido en un nivel inconsciente (recordar aquí nuevamente la escena creada por Estela, la paciente con la que iniciamos este capítulo) . Esta personalidad tendrá que reconocer también aquellas situaciones en las que ella cree ver elementos de aquellas escenificaciones como si estuvieran instalados de un modo inequívoco, mientras para otros observadores los elementos en juego pueden carecer de ese sentido supuesto como ineludible.

4. Se abre entonces una etapa en la cual se va captando pro­gresivamente que aquellas escenas son actualizaciones de escenas

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derivadas del proceso edípico infantil particular de la estructura histérica. Se trata de comprender que aquellos juegos de triunfos y exclusiones remiten a esa historia de una ubicación conflictiva, excitante y frustrante, entre las figuras materna y paterna. No se trata meramente de aquellas figuras reales, sino de las imagos constituidas en los interjuegos de las interacciones reales y fantasmáticas. En esas imagos aparecen cristalizadas las identifi­caciones propias del Edipo histérico: hombre idealizado, hombre castrado, m ujer idealizada, mujer denigrada. El reconocimiento de esas figuras de identificación que habitan el universo histérico permite desenvolver asimismo una tarea de reconstrucciones de su historia personal. Esa tarea permitirá ir descubriendo una hi�toria de illferacciones subjetivizadas, subyacente a la construc­ción de aquellas escenas e imagos absolutizadas.

5. El trabajo de reconstrucciones de aspectos de la historia infantil abre, en un nivel profundo, los movimientos de otra etapa: la de un retorno desde los conflictos centrados en figuras mascu­linas (representantes de la imago paterna) hacia las carenci as y demandas pendientes de matemaje y de satisfacción oral que hubieron de dirigirse originariamente hacia la figura materna (recordemos aquí que en el Edipo histérico se reclama precozmente del padre lo que se busca del padre en todo proceso edípico , pero también todo lo que la madre histerógena deja sin satisfacer en el plano de la demanda oral). Esta es una etapa de duelos, crucial para una reestructuración profunda de la personalidad en tratamiento: duelo por debilitamiento de las idealizaciones puestas en los representantes fálicos de la imago paterna, duelo por toma de contacto con necesidades maternas que estaban negadas a través de tina erotización seudogenital y de la rivalidad hostil con la figura de la mujer.

Esta etapa requiere del terapeuta una actitud especial de conti­nencia. Esta actitud supone capacidad de presencia y de resonancia empática con el dolor psíquico, producto del sufrimiento- po r carencias reales vividas en la crianza del paciente. Supone también conservación a la vez de toda la tarea interpretativa, para discrimi­nar aquello que faltó desde la madre y aquello que la estructura

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histérica "hizo faltar" desde um lectura rivalizante de las conduc­tas de la madre.

Esta etapa, en la que predomina ese retomo desde los contlictos siempre centrados en la figura del hombre (ya idealizado-ya castrado) hacia la figura materna, suele dar l ugar, en pacientes que están en tratamiento con terapeuta hombre, a ideas. ensueños o sueños en los que se hace deseable el tratamiento con una mujer. En esta etapa la mujer deja de ser la eterna rival. La paciente histérica pasa a aceptar en un nivel profundo la posibilidad de ser mujer sin ser por ello inevitablemente castrada y denigrada.

6. La elaboración de esos duelos (lenta, trabajosa, pero efectiva­mente sostenible) abre posibilidades de asumir relaciones nuevas con la realidad: realidad de la propia estructura y realidad de los otros comprendidas en ténninos de categorías no restringidas a las escenas ni a los códigos específicos de la histeria. Este proceso pennite ampliar y co11solidar capacidades adaptativas y creativas mediante las cual.es la persona puede encontrar fuentes de placer en su realidad .. Emerge en esta etapa la capacidad, inédita para la personalidad histérica, de encontrar goce sexual genital en condi­ciones de estabilidad de un vínculo amoroso. El desarrollo de sus potenciales de salud abarca buena parte de esta etapa avanzada del proceso terapéutico. Hemos destacado, a propósito del caso clíni­co, la importaucia. de· distinguí r conductas histéricas de conductas eficientes. (en el sentido e11 que White ha entendido eficacia o efectancia de las capacidades yoicas). En esta etapa la capacidad de discrimina( una y otra calidad de conductas se transfonna en un vector primordial para el insight y la elaboración.

7. La consolidaci6n de estos desarrollos establece las condi.cio­nes paca encarar UJ1 trab<}jo de tenninación.

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JALONES Y LINEAS DIRECTRICES EN EL PROCESO TERAPEUTICO DE LAS ESTRUCTURAS OBSESIVAS

El trabajo psicoterapéutico con pacientes de personalidad obsesiva presenta no pocas dificultades. Las dificultades de comunicación de la "persona lógica" fueron destacadas en trabajos de Liberman1 y Schapiro2 entre otros. Las disociaciones idea-afectos, mente­cuerpo, representación-impulso constituyen algunos de los pro­blemas fundamentales a trabajar con estas estructuras. 3• 4• 5 Las contradicciones entre conductas retentivas, de control, y conduc­tas expresivas, son asimismo objeto de necesaria atención.

Me interesa destacar ciertos movimientos básicos en el proceso terapéutico de estas estructuras, Hneas cuya consolidación va configurando verdaderos jalones para el conjunto de procesos de cambio que una psicoterapia psicoanalítica intenta desarrollar. Estos movimientos resultan observables con toda nitidez en una muestra de 30 pacientes con una personalidad obsesiva predomi­nante, a los que he venido estudiando por varios años. De ese conjunto, 1 2 son pacientes que he tratado personalmente. En grupos de estudio y de supervisión hemos estudiado los 1 8 pacientes restantes.

Menciono a continuación esos jalones y especifico sus caracte­rísticas.

l. Revertir la perspectiva del ego obsesivo

El paciente obsesivo, de un modo consciente en m uchos casos, e

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inconsciente en algunos ot ros, suele depositar en el t ratam iento expectat ivas de "perfeccionam iento", con el supuesto de que su problema es la falta de pcrf ección y no la aspi ración a esa perfección. El yo ideal narcisista propio de la est ructura obsesiva espera encontrar las claves para el logro de esa perfección y el t ratamiento es llamado a ofrecer esas clavcs.6 De modo que ese ideal es egosintónico. El t rabajo terapéutico tendrá que orientar­se en la d irección de poner en evidencia, de u n modo progresivo, que el ideal es enemigo del sujeto, es su atacante, bajo la apariencia de ser su exaltador y defensor. En uno de nuestros pacientes su conducta aparece insistentemente orienta'Ja a lograr un reconoci­miento acabado ele sus méritos. en cuanto servídal, arento, sacri ­ficado ante tocia clase de necesidades; puestas de mao•fiesto por quienes lo rodean. Conscientemente él suele aludir al egoísmo de quienes ;iprovechan de sus esfuer.tos sin compensarlo adecua­damente. No ohstant.c, a u n nrvd ím.:onsdcnte, muttipl ica constan­temente esos esfuerzos como· si "perfeccionándolos," hast a el l ím i te de lo hum ano posible. entonces; fuera a. resulaar inexorable la con fi 1111adón faudatorht por parte de todo su medin. Una y ot ra vez se pregunta dúndc está s-u li'allia,. pmquc hfzo "e�.;;to, y: E@ otr�. y lo de m ás allá", y no hay caso,. el premio no· v iene. Se agota, se deprime, se dcsfü.rsiona, mn sabe adónde �lfrigk su rabfa irn p0teTife. Buena parte de esa rabia se dirrge hada sí rnismo, tomando ra fonna de una ex.tgcncia impfacahfc:. no hay afür íos, nt intervalos, ni desmayos aceptables; ra maq-uinarra debe rcndrr todo de sf. La tarea terapéutica scortcnra hada una ampl ta pcrspcct ivade insight: comprender que más aHá de cada frncaso ancccf6r.rco, fo terrible esrá en el ídcal, dofado de una perfccci6n sobrehumana, es decir, ant ihumana. Un modo de <¡pcrtura en ese círcuto cerrado de cx igcncia-cfcccpdón-nueva ex.ígemcia rc,n:na para nosotros, en este caso por e_icmpfo. fa forma de una c0n�d1:1ra qne ÍflV i ta a: f.rabajar en lo imaginado: crmagincmos cómo pot1Ffa ser EdGardo si no fuera así''? y "¡,C6mu rcaccionaríían otros a su al rededor sí Eduar­do no se rnmlujern dd nwd©i en que fo ha<;e?'"', "Por ejemplo, le piden un reemplazo en ta gu·ardia dcf hospital y Ech,i.ardo di ria que no puede haci:do, �eamos, qué sucede· a parfü· de al l'f".

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2. Crear nociones y experiencias de sujeto y de subjetividad

vemos que en la estructura obsesiva el yo ideal t i raniza al sujeto, establece un implacable sistema de demandas (que en la fantasía

habrán de originar escenas dotadas de un inagotable poder de prem io. de compensación con creces). Se t rata para nosot ros

de poner en evidencia que en tocia esa modalidad de comporta­mientos no hay un "sujeto", alguien que pueda elegir entre conductas alternat ivas, que pueda ser centro de autocvaluaciones para tal elección, que pueda considerarse con necesidades a colocar en

'relación con necesidades ele los ot ros. La búsqueda incesante de

un ob jeto descante para el sujeto deseado ha encubierto a un sujeto también descante (éste ha quedado rígidamente encauzado en el sistema del desear ser objeto del deseo del otro). Si la m ujer de Eduardo es colocada como sujeto descante ("querida, ¿te parece que vayamos a visi tar a t us padres este sábado"?) ¿porqué Eduardo no? ¡,Eduardo no necesi ta nada para este sábado? Llega a sesión el relato de un agotador fin de semana donde Eduardo hizo la vis i ta a los suegros, l levó los chicos al parque, al cinc, a comprar perritos, reemplazó unas horüs en la guardia del hospital a su compañero que "necesitaba" sal i r con una novia nueva. compró comidas, l avó el coche. consultó a su mujer acerca de si ella tendría deseos sexuales y quedo paralizado ante su negat iva. Una de mis pregun­tas en sesión es: "¿En medio de todo este despliegue, en medio de todas est as hazañas de Hércules, dónde está Eduardo?" "¿Y si Eduardo empezara por reconocer que, antes que nada, él tendría deseos sexuales, o deseos de ser atendido también?". Si Eduardo se consultara a sí mismo, podría descubri r que en él t ambién laten necesidades. Desde luego entendamos que la propuesta est á desti­nada a encontrar obstáculos, no está en juego para nosotros el su­puesto concluctista que creería encontrar la posibilidad de respues­tas relativamente fáci les a preguntas que se hicieron imposibles para la estructuración obsesiva de un ego basado en la omnipotencia y en la ocupación estricta del l ugar de objeto del deseo del ot ro. No se trata de eso. Pero la creación de interrogantes sobre el l ugar del sujeto que no están destinados a encont rar respuestas inmediatas, es para nosot ros la creación de una d irección en el camino del i11sig'1t, en el camino del working through y de la elaboración. Es

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también una manera fecunda de enfrentar al ego obsesivo con la evidencia de sus )imitaciones pero no sólo con la experiencia de esa evidencia sino a la vez con la presencia de una tarea. Responder a esa interrogación sobre su ubicación en cuanto sujeto, así como vivir experiencias en las que ese sujeto vaya gradualmente emer­giendo, son direcciones abiertas desde los comienzos del proceso y destinadas a persistir a lo largo de todo su desarrollo.

Entre las experiencias a constitu ir como tareas, en función del proceso terapéutico a desenvolver, debemos privilegiarla creación de experiencias de "soledad". Se trata de constitui r espacios, tiem­pos, en los r,uales el paciente quede temporarian1ente libre de las presiones propias de su modalidad de interacción con otros signi­ficativos (esa modalidad en la que el otro es dueño de su imagen, el amo al que debe conformar amoldándose a sus deseos). Coloca­do en situación de alivio de esas presiones inmediatas, el paciente obsesivo podrá encontrarse más de lleno con sus dificultades internas, con su vacío de funciones de sujeto, con su desconoci­miento de sí m ismo, con su dificultad para ocupar ese tiempo y ese espacio. Esas di ficultades no podrían ya atribuirse a los otros, no podrán confundirse con las conductas efectivamente demandantes que a menudo los demás juegan. Estas experiencias serán inicial­mente experiencias de angustia, experiencias de una falta indiscu­tible de autonomía. Poco a poco se transformarán también en experiencias de registro de potenciales propios, de esbozos de autonomía, de localización incipiente de impulsos no derivables de mandato exterior. La experiencia clínica nos va destacando la fecundidad de cultivar atentamente esta dirección de experiencias.

3. Movilizar conductas expresivas y deseantes

En esta dirección se trata de enfrentar al paciente con varias tareas: reconocer emociones propias y ajenas, nombrar una gama crecien­te de afectos a identificar, expresar esos afectos que van siendo reconocidos. No se trata solamente de mostrar para el paciente sus dificultades con el reconocimiento y la expresión de emociones,

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sino a la vez de proponer el desarrollo de esas capacidades expresivas como conductas necesarias para su proceso de creci­miento con maduración emocional. Indagación y propuestas de ensayo en el nivel de las conductas, que es para nosotros comple­mentaria de ese nivel interpretativo en el cual se aborda el plano de tas estructuras inconscientes (en el cual las dificultades expresivas se comprenden enlazadas con la represión erótica y de impulsos agresivos, con la modalidad retentiva anal de los afectos, así como con las disociaciones ideas-impulsos). Precisamente, cuando el paciente toma conciencia de la posibilidad y de su necesidad de expresar estados emocionales que ha aprendido a reconocer, entonces las dificultades para llevar a cabo esa expresividad se transforman en un factor revelador, de puesta en evidencia de la influencia de ansiedades y defensas estructurantes de un mundo inconsciente dinámico. Esa puesta en evidencia es para el trabajo de un yo observador un elemento impulsor de elaboraciones de profundidad creciente.

Eduardo ha recibido de su jefe una exigencia que lo i rrita (trabajo de horas extra sin justificación suficiente, a su criterio). Comenta su respuesta: "Y yo le dije: esto queda estrictamente a cargo suyo, usted sabrá por qué dispone las cosas de esta fomia".

El paciente cree haber dejado bien sentada su oposición. Sin embargo no suena exactamente así, hace pensar que en el tono posiblemente hubo un matiz de réplica, pero en el texto se trata en realidad de ratificar lo que el jefe supone: que quien manda allí es él. Se lo hago notar al paciente y lo comprende de esa manera. Se queda pensativo, como rumiando su falla en la respuesta. Le digo entonces: "Si usted hubiera podido decir claramente allí qué sentía, o qué pensaba de esa medida, ¿qué le hubiera dicho?" Eduardo ensaya su "respuesta" auténtica: "Que estoy cansado de medidas que salen de lo acordado, de lo reglamentado". El paciente queda entonces colocado delante de su confrontación, por una parte su respuesta automática, de autocontrol, y ahora otra respuesta posible, aquella que en otras condiciones él podría llegar a pronunciar.

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4. Dar lugar a la emergencia del terapeuta en el lugar del tercero

Hay un largo período en el que el paciente no puede dejar de ubicar al terapeuta en el l ugar de un otro que le exige ta l o cual conducta, un otro demandante. Ese l ugar es para el paciente e l de un segundo personaje, el otro de una díada especular. Es en función de ese otro que guía su conducta en sesión ("¿de qué querrá que yo l e hable?", "lo estaré cansando volviendo otra vez al confl icto con m i jefe", "trataré de l levar nuevos asuntos a sesión, m i s propias conclusio­nes. recuerdos interesantes"). Aquí estamos tomando en cuenta una parte considerable de l as conductas t ransf crcncialcs del pa­ciente obsesivo. Durante ese largo período inicial l a aclaración del terapeuta acerca de su neutral idad, así como l a interpretación de l as proyecciones que el paciente hace en él de una figura superyoica, no logran altcrarmayom1ente esos automatismos t ransfcrenciales. Sin embargo hay un t rabajo del terapeuta que a cierto plazo habrá de produci r movilizaciones de esa est ructura diádica rcpct it iva. Es el t rabajo ele colocarse efectivamente en una posición no descante. Hasta donde ese rol no descante es posible. se hace decisivo poder ensayarlo. No descante en sesión. en cuanto a la posibil idad de aceptar un paciente que no asocia. racionaliza. rechaza interpreta­ciones muy cercanas a los observables. No descante en relación al afuera, ya que el paciente espera cambios, se impacienta ante sus. di ficultades para todo cambio. y espera del terapeuta l a m isma impaciencia. Entonces se t rat a en primer l ugar de que el terapeuta pueda asumir que la sesión no "debe" producir nada. excepto la evidencia de las d ificultades para una producción ( la del t rabajo sobre un materi al ) . Si el terapeuta puede sostener esa posición no descante. entonces su rol va emergiendo como el e fect ivo l ugar del tercero. el que sale del mundo diádico narci sista y desde al lí puede aceptar sin escándalo que el paciente es un senci l lo ser humano, ése que puede tener t rabas, bloqueos. represiones. y mostrar que todo eso puede ser registrado sin escándalo, nada se desmorona. es eso, a t rabajar. Esta posición va introduciendo para el psiquismo del paciente una organización vincu lar novedosa. no regida por las presiones ele una demanda en espejo ("debe usted actuar de un modo que me pcnui ta a m í. .. "). Ent re el paciente y el terapeuta no hay l azos ele intercambio prcscriptos. no hay dest inos l igados. hay

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aire. por ese espacio se va introducie�do lo real , sus diferencias, la independencia de cada uno, una rachcal soledad.

s. Desarrol lar relaciones de integración entre diferentes niveles y tipos de pensamiento y lenguaje

Estamos t rabajando con una est ruct u ra que ha hecho del proceso secundario de pensamiento uno de sus bast iones defensivos. Que nos propone, como recordaba Bateson de un poema de Wordsworth, "que un narciso en l a ribera del río sea un narciso y nada más". Que t iende a u t i l izar el concepto no para acercarse a las conexiones de sent ido. que ele modo s ingular puede evocamos. sino precisamente para despojarlo de esas conexiones. Que nos presenta un m undo "objet ivo", estados de cosas antes que sign i ficaciones . Desde al l í se i10s presenta como riesgoso (pasible d e una asim i lación rcsistcncial , racionalizadora) empicar nociones conceptuales a las que nuestra fonnación intelectual nos hace procl i ves (hablar así de "agresión". "dom inación", "censura", "emoción", "rechazo", por ejemplo). Nuestra tarea apunta a introduci r un lenguaje capaz de acercar al paciente al mundo propio del proceso primario de pensamiento. Un mundo de condensaciones, ele desplazamientos de sent ido. mundo de la metáfora, de la imagen, de la esceni ficación. Antes que un lenguaje de ideas necesit amos recu rrir a un lenguaje plást ico. a un lenguaje poét ico, a un lenguaje dramát ico. Tengo que evocar con la palabra el mundo ele la acción, para lo cual ele algún modo tengo que hablar al paciente no desde mi mente. s ino desde una conexión intensa ent re m i mente y mi cuerpo act ivado por esa palabra-acción.

Qu iero entonces hablarle a Eduardo de un est i lo de conducta de él. que es pasivo, recept ivo ele los deseos de los otros. siempre colocado para cumpl i r con ellos. y buscaré alguna fom1a "no intelect ual" de decírselo. Por ejemplo : "Usted runciona como una bol sa receptora de pedidos, reclamos. u rgencias a discreción. Al l í tocios pueden meter lo suyo, y usted guarda todo, se carga con tocio . i.Cómo queda? Como t iene que quedar: agotado". En otro momen­to en que dice que no l lega a hacer todo lo que tendría que hacer,

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mi comentario es: "¿Sabe cómo lo veo? Corriendo por toda la ciudad, desenfrenado, tapando miles de agujeros, y siempre que­dan más sin tapar".

Con Esteban, otro paciente de estructura obsesiva predom inan­te, estoy tratando de mostrarle su fuerte dependencia de la figura materna y la repetición de esa dependencia en su pareja: "Usted estaba demasiado atado a la fuerza de ella (su madre). Un día dijo: 'No doy más, corto con esta dominación' , y levantó una pared entre los dos, de modo de no verla y no tentarse. Terminó la pared, se paró en la vereda, y cuando estaba por largarse a caminar pasó una mujer. Y allí se dijo: ' ¡ Ah, no ! , pudiendo i rme en mujer no voy a cam inar' , y se fue de mamá, pero subido a ella".

Los recursos dramáticos son aquí de un especi al valor. La dra­matización imaginaria, el juego de roles en sesión, el ensueño diri ­gido, son otros tantos recursos técnicos que pueden enriquecer de un modo decisivo los lenguajes que la estructura obsesiva debe descubrir y desarrollar. Varias orientaciones clínicas vienen apor­tando recursos técnicos muy valiosos para poder lograr esta inte­gración de lenguajes y modos de pensamiento. La corriente gestáltica de Peris, así como los enfoques transpersonales, ofrecen caminos técnicos de gran eficacia expresiva, dramática, vivencia!. Estos pem1iten establecer contactos con zonas reprimidas e inex­ploradas del self, contactos que configuran impactos de experien­cia y aprendizaje sobre los cuales es posible desarrollar el trabajo del insight y la elaboración que se sustentan en las investigaciones psicoanalíticas. Las estructuras obsesivas nos obligan así a una profunda búsqueda clínica para encontrar eficacia técnica por la vía de una articulación de recursos resultante de la convergencia de aportes y experiencias de varias corrientes psicoterapéuticas.

6. Desarrollar las condiciones para una reconstrucción de la historia personal

Como un momento avanzado de este proceso, el paciente puede revisar su lugar en su historia, deseos, rivalidades, posiciones en el triángulo edípico. Sus fantasías de triunfo, los alcances y mitos de sus triunfos. Su lucimiento pero a la vez la sumisión a las

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condiciones de ese lucimiento. Sus agresiones y sus fantasías de agresión. El juego de identificaciones familiares en el que fue quedando sujetado. Estos niveles de elaboración conducen a revisar todo aquello que venía establecido como una historia "oficial" para el ego obsesivo. Esa historia pasa ahora a ser armada, teniendo en consideración todos los elementos que se abren en múltiples direcciones de sentido.

En uno de nuestros pacientes esa revisión lo condujo a descu­brir que él, que siempre criticó el autoritarismo de su madre, tenía exactamente la misma actitud. La identificación con la figu­ra materna apareció así refommlada, de un modo sorprendente para él. En otro paciente también se trató de reubicar la historia de la relación con la madre (no es casual que esta figura, cuya imagen ha sido soporte esencial para la estructura obsesiva, sólo pueda ser reconsiderada en estadios avanzados del proceso terapéutico). En su versión tradicional, la madre había sido atenta, ocupada de él, irreprochable. Revisados muchos episodios de la vida familiar, la relación entre los padres, la atención prestada a sus hemrnnos, la conclusión fue muy distinta: la madre pareció ocuparse más de sí misma que del resto de la fam ilia, incluido el paciente. A esto denominan10s reconstruir la historia. Cada figura de esa historia revela entonces otras facetas, los lugares can1bian, los vínculos deben encontrar nuevas definiciones. No es una "historia" en el sentido literal, es una posición que el paciente pasa a ocupar como nuevo observador crítico de ese acontecer grupal.

7. Apertura a experiencias profundas de castración, asumiendo su carácter l iberador

Un avance en el proceso de las estructuras obsesivas encuentra jalones fundamentales en experiencias de pérdida, de abandonos de la imagen de sí, que pasan a ser deseados. Pérdidas y descontroles de esa imagen que pasan a ser pasajes necesarios en un camino de liberación del sujeto.7

Lo que está en juego es ese movimiento por el cual el paciente se desprende activamer.te de aquellos rasgos que lo sometían haciéndolo pasivo. En un paciente es abandonar la posición de

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servicial para todo su entorno. Animarse a susci tar i rrit ación, reproches, no correr a dar expl icaciones, no aplacar. Perder el rol ele! "monitor".

En otro paciente es tolerar conl raer deudas. El se había reasegurado en el control anal retenl ivo del dinero, basado en u na posición de estar auloabaslecido y no pedir a nadie, no debiendo a nadie. La omnipotencia sustenlada en ser eterno acreedor, jamás deudor. Una larga elaboración de l as fantasías asociadas con este papel de no deudor, y una con frontación con una real idad l aboral que hacía necesario contraer deudas. condujo al paciente a enfren­tar esa novedad en su his tori a.

En un tercer paciente la castración simból ica pasa por la experiencia de perder el tono, la compost ura, en una ant igua discusión fami l iar sobre intereses de una herencia. Grita, se enoja, reclama, acusa, y en todo ese despl iegue acepta i r perdiendo una imagen de sí, la que creía acercarlo a un ideal basado en el control y el sometim iento.

Est a et apa es la de abrir el camino de desarrol los creal ivos. que son aquellos capaces de desestructurar lo dado, lo que existía como rasgos estereol ipados de conducta, y pem1 i t i r l a emergencia de lo desconocido, lo espontáneo, lo inédi to. Al l í va apareciendo un nuevo sujeto, sorprendente para el paciente y para el terapeuta, alguien sólo present ido y nunca presente hasta entonces. Descubri­m iento de condiciones nuevas para la configuración de un sí m ismo abie110, más auténtico. l ibre de un rígido compromiso con imágenes de valoración ideal .

Aquí la castraci(ín, en cuanto experiencia profunda l iberadora. nos hace evocar aquella l úcida imagen que Anclré Breton y Paul Eluard nos legaran en su /11macu/ada Co11cepciá11. "Recorres el mundo hasta encontrar t u estat ua y al l í donde la encuent ras. la destrozas a ma11i l lazos". Porque ele eso se trata en los sujetai11 ientos de la est ructura obsesiva, ya que el individuo debe estar siempre colocado en una fonna adecuada al bronce. posando para la posteridad (según mandatos del yo ideal . enlazados de maneras diversas con aquel los otros. m ás explicables para la conciencia. que configuran los ideales ele! yo).

El t rabajo de elaboración se asienta. en este proceso. en expe­riencias de demol ici(ín, la estatua va siendo desmontada, el prócer

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abandona el cabal lo y luego el sujeto de esta creación abandona al

prócer. al iviado y estimulado con las adquisiciones que a part i r de

estos desprendimientos se hacen. entonces sí. posibles.

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EL ABORDAJE DE LOS TRASTORNOS

DEL NARCISISMO

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pERFIL CLINICO Y PSICODINAMICO DEL TRASTORNO NARCISISTA

En tas úl t imas décadas nuest ro espect ro de comprensión sobre di ferentes problemáticas que concurren a la consulta en salud mental . se ha ampl iado considerablemente. Las l íneas t radiciona­les. ele una psicopatología de l as neurosis, de l as psicosis y de l as perversiones. han sido enriquecidas con estudios clín icos y psicodinámicos centrados en la indagación de forn1as de narcisismo patológico. Estas conllguraciones han rec ibido. dada su diversi­dad. d i ferentes nombres: t rastornos narcis is tas de la personali dad, patologías de la identidad, del sí m ismo (sel f) . caracteres "como si", personal idades infanti les, ent re otros.

Desde luego. toda referenci a a patología del narci sismo nos ' remi t i rá a una conceptual ización freudiana, psicodinámica, tópica

y est ructural sobre génesis y organizac iones del narcisismo, espa­cios y lími tes yo-no yo, ident i ficaciones, distribuciones de la l ibido narcisista y objeta! , formaciones en un regist ro imaginario, entre otros aspectos bási cos de su problemática. Debemos remi t i r al lector a los autores que fundamentan este campo (señalados en las referenci as bibl iográlkas y en la bibliografía complementaria con un asterisco), de modo t al que basados en esos estudios, podamos avanzar hacia la cons ideración de aspectos patológicos del narc isismo que se nos presentan como relevantes en una c l ínica psicoanal ít ica de adul tos.

Las di ferentes formas clínicas del t rastorno narcisista muestran una serie de rasgos en común, además de otros que son d i ferencia­les. Es a un conjunto de rasgos comunes a vari as formas del

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narcisismo patológico que nosotros denominaremos "perfil cl íni ­co y psicodinámico" del trastorno. Precisar ese perfil es el propó­sito de este trabajo.

Puestos a caracterizar estos trastornos nos ha dado la impresión de que los mismos tienden a configurar un síndrome, de modo que sus rasgos surgen interrelacionados, remiten unos a otros, tanto en el plano de la descri pción clínica como en las hipótesis psicodinámicas que intentan dar cuenta de sus conexiones pro­fundas.

Hablamos de trastorno narcisista cuando una persona presenta:

l . Una problemática centrada en el sí mismo, una preocupa­ción constante por definir su identidad y la estima que esa imagen de sí pueda merecer ante los otros significativos y ante sí mismo.

2. Una constante preocupación puesta en el saldo, que en tém1inos de identidad y estima de sí, pueda resultar de toda interacción con los otros.

3. Una constante angustia centrada en la ubicación de esos resultados interaccionalcs con los otros, en térn1inos de responder a un yo-ideal o al absoluto opuesto, el negativo del ideal.

4. Alteraciones en la percepción y en la configuración de una imagen del propio cuerpo.

5. Frecuentes temores hipocondríacos. 6. Reiteración en la demanda de modos primarios de vínculos,

caracterizados por una dependencia patológica. 7. Ansiedades vinculadas con objetos sexuales parciales,

pregenitales, a menudo integrados en fantasías perversas (oral idad, anal retentivo, conductas expulsivas evacuativas) y consecuentes dificultades en el plano de la sexualidad genital adulta.

8. Pensamiento confusional prcvalente, correlativo de las modalidades de vínculo fusiona! infant il preservadas como predo­minantes hasta edades adultas.

9. Estados depresivos frecuentes. Un fondo depresivo cons­tante.

l O. Dificultades para el rcgisto y la comprensión empática de las conductas y los motivos·de los otros, lo cual acarrea perturbaciones en la esfera social.

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Hacemos la salvedad de que nuestro perfil caracteriza a trastor­flOS narcisistas de las etapas adultas. En la adolescencia muchos de estos rasgos pueden presentarse en relación a las crisis evolutivas y a las dificultades inherentes a configurar y remodelar una identidad, tareas esenciales para esta etapa vital.

comentaremos a continuación cada uno de estos rasgos y los psicodinamismos que operan a través de sus conductas.

1. Problemática centrada en el sí mismo

Desde la antigüedad, el mito de Narciso destacó dos parámetros claves para comprender los fenómenos de orden narcisista: el sujeto dependiendo de imágenes de sí y del amor que esas imágenes merezcan.

En un valle encantador había una fuente de agua extremadamente clara . . . lo primero que vio Narciso fue su propia imagen reflejada en el l i mpio cristal. Insensatamente creyó que aquel rostro hermo­sísimo que contemplaba era el de un ser real, ajeno a sí m ismo. S í, él estaba enamorado de aquellos ojos . . . el objeto de su amor era él mismo ¡ y deseaba poseerse!- Como una voz i nterior le reprochó: ¡ Insensato! ¿Cómo te has enamorado de un vano fan tasma? Tu pasión es una quimera . . . tu imagen contigo está, contigo ha venido, se va contigo ... ¡ Y no la poseerás n unca ! Ya entregado al abismo, h undido en lo imposible de su pasión de aprisionar su i magen, ya transformado en flor, al borde de las aguas, se seguía contemplan­do en el espejo sut.ilísimo.1

En otro siglo Quevedo dirá:

En las aguas del abismo, donde me enamoraba de mí m ismo.

Partiendo del modelo creado en el relato mítico, la investigación psicoanalítica ha profundizado en direcciones múlt iples ese fenó­meno especial del investimento l ibidinal de la propia imagen, Green2 ha sintetizado así algunos componentes universales de la aspiración narcisista:

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Retrato de Narc i so: ser ún ico, todopoderoso por el cuerpo y por e l espíri t u encarnado en su verbo, independiente y aut6nomo no bien lo desea, pero del que dependen todos los dem:ís s in q ue él se sienta portador del menor deseo para con el los. S i n embargo, rad icado entre los suyos . . . por los signos visibles de la Divin idad . . . una fi gura de lo M ismo. de lo i n m utable, lo i n tangible, lo inmortal y lo intemporal .

Ideal al que asp ira l a organización narc isist a clcl sí m ismo y de sus rel aciones con el mundo. Ideal enteramente problemát ico, al cual t ienden con mayor egosintonía ciertos caracteres "hipemarci­sizaclos". El t rastorno narcis i ta instaurado en e l dé lic i t pena, en camhio, lejos de aquel ideal , meta tan deseable como imposible, maravi l losa e inacces ible, la cual forma parte de su fondo depre­sivo, sobre el cual volveremos.

Sami -Al i ' ha dest acado t res momentos en el Mito ele Narciso : Narc i so percibe a otro en lugar de percibirse a sí mismo. Narciso percibe a o t ro como a él mismo. Ese otro rem ite a o t ro que no es él m i smo. Estas cont radicciones condensadas por Bnrges en uno ele sus t ít u los ("El Otro , El Mismo") son materi al const ante en las ansiedades propias del t rastorno narcisist a.

Si anal izamos ese fenómeno global del cent ram iento en una problemática re rerida a sí mismo, podemos reconocer en la m isma la inc idencia de una serie ele parámetros.i.s en los que quedan compromet idas las represent aciones a las que el sujeto apela para ident i ficarse como un .. yo", dotado de alguna consistencia, de ciert a const anc ia, reconocible para sí en alguna medida.

De hemos mencionar varios de esos parámetros en los que el t rastorno narcisista presenta alteraciones :

a. Di ficul tades en la co11figuraciá11 de las imágenes de sí m ismo: precariedad, carácter confusional de las mismas. El pa­ciente no logra pensar en sí m ismo con alguna aproximación, y lo expresa de modo manifiesto ("No sé ccímo soy, necesito que me lo d igan . . . varío tanto que no sé C(Ímo defininne . . . soy según con qu ién estoy . . . no me hallo a mí mismo -estamos ci tando comen­tarios muy frecuentes-. . . me conrundo con una opinicín que no me imaginaba y quedo perdida, me vuelo, no sé ccímo quedo ubica­da") .

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b. Las imágenes de sí son afectadas poruna gran inestabilidad.

uél las que precariamente esbozan una configuración son alt a-

ente vulnerables, puestas en cuest ionamiento por cada confron­

ión con el juicio ele los otros. La i nestabi l idad es l a osc i lac ión

trc imágenes antagónicas, extremadamente polarizadas. Un médico ele 50 años consult a por las di ficul tades para asumi r una etapa de nuevos compromisos profesionales : "Si tengo que dar clases entro en pánico porque all í, frente a otros médicos, me consagro como genio o como tarado. Eso es tan terrible para m í,

tan defini torio, que no puedo preparar una clase". c. Fal t a ele una c iert a coherencia ent re l as d i ferentes

reprcsentacines del sí mismo. La discordm1cia es extrema en los

cuadros borderline, pero afecta a otras formas del narc is ismo

patológico. "Yo creo que doy toclo por mi hija, pero si algo me pone furiosa. me veo finalmente egoísta. una mala m adre, la peor; de al l í salto a que nadie ha hecho tantos méritos y que tengo derecho a ser exigente". Esos eli fcrentes registros ele Ja experiencia no encuen­tran modo de coexistencia . no pueden establecer t ransacciones, diferencias de grado o de mat ices.

d . Inestabi l idad y conll icto en Ja valoración de esas i mágenes de sí, lo que hace a la autoest ima. La est ima osc i la ent re juicios de perfección (at ribu idos al Yo Ideal, cargado de omnipotencia infant i l ) y juic ios ele denigración (categorías absolutas de condena por un superyó arcaico cargado del sadismo infant i l ) . *

En e l ejemplo anterior, no se trat a de una madre que "en esto estuvo mal", s ino ele la peor de ellas, Ja que por ser t an m al a verá los daños en la hija, éstos serán i rreparables. todo será un cast igo.

Este conjunto ele al teraciones coloca al individuo en constante zozobra, una inseguridad básica, un cl ima de ataques y de l amen­tos, ya que cacla confrontación con el m undo lo pone en tela de juicio, no de modo relat i vo s ino radical .

*Esta conslclación de a l l eracioncs en la configuración y soslén del sí m i smo acarrea !_l'lra el individuo un cfcc10 de inconsislencia. de falta de compactació n . una excesiva

le.vedad del ser··. Esle reg is tro es con frecuencia derivado en demandas hacia sus

Objetos. como s i algo del olro pudiera otorgar e x periencia de exislcncia. con una densidad consislcnle .

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De cada acontecer surgen interrogantes: ¿Quién es? ¿Cuál es su identidad? ¿Cuál es su valor?

El individuo está expuesto, no tiene un "capital" acumulado de reconocimiento de sí que pueda referirse a una experiencia de lo ya vivido. Todo se apuesta de nuevo en el acontecer por vivir. Vivir es, entonces, riesgo, amenaza, fragilidad.

2. Preocupación por el saldo que en términos de identidad y estima de sí pueda resultar de toda interacción con los otros

El sujeto del trastorno narcisista, así expuesto, vive lo amenazante de la interacción, ya que toda conducta propia o ajena tiene el poder de otorgar o de negar una identidad. Dada una falta de referencias identificatorias estables (y esto es lo que merece llamarse con Balint, una "falta básica"), el individuo pasa, de registrar una conducta a establecer o a detectar cómo establece un otro, el juicio de valor sobre la misma. Como lo ha interpretado Hugo Bleichmar6 se trata de inferir la imagen de sí de la cual aquella conducta sería una expresión particular: de un fracaso, o de una dificultad, el individuo pasa a localizar aquella imagen de sí que explicaría ese fracaso, esa dificultad.

"Mire, yo tengo que ser muy mala en mi conexión con mi hija, porque si no podría ser que ella no me entienda, o se olvide del horario en que habíamos quedado". Una y otra vez el paciente aplica como natural esta lógica, que va de la conducta a un yo supuesto sustancial, un yo de cualidades esenciales que destinan a esa conducta y a ninguna otra.

El pasaje directo de la conducta (particular) a las representacio­nes de sí (dotadas de una cualidad general) lleva a soslayar la consideración de muchas condiciones que hacen a lo singular del acontecer (modos en que se emiten los mensajes, papel de los otros, antecedentes de esa dificultad, otros elementos concurren­tes). No se analiza una situación, se cree que todo lo que había que encontrar era qué defecto de esencia (el ser del su jeto) explica cada falla en logros esperados.

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Angustia centrada en la ubicación de esos resultados

• teraccionales con los otros, en términos de responder a un yo

ideal o al absoluto opuesto, el negativo del ideal

apera entonces, en estos trastornos, un código valorativo polari­zado en los extremos del yo ideal y del negativo del yo ideal.

El yo ideal sosteniendo representaciones de triunfo omnipoten­teS. de perfección absoluta. El negativo definiendo la castración, el fracaso i rreparable e inapelable.

vemos aquí en acción los fenómenos disociativos que Melanie Klein atribuyó al psiquismo temprano. Este código valorativo supone que sólo existen aquellos lugares llevados al límite. Niegan la existencia de grados en una escala.

Hemos trabajado con el profesional antes mencionado esa ausencia de puntos intermedios de localización: "genio o tarado", su total creencia en la validez de esta escala sin grados.

Clínicamente esta ausencia deja sólo lugares para la euforia o l a depresión.

La defensa caracterológica, frente a los riesgos de esa oscilación extrema, es la restricción del yo.

Se evita así pasar por el riesgo de esas valoraciones inexorables, limitando diversas áreas de la relación con el mundo (puede ser el trabajo, el sexo, el encuentro de una vocación, la vida social, lo que encierre el peligro de instaurar el temible código valorativo de un área particular que pone en juego las identificaciones del sujeto.

Otra defensa caracterológica consiste en la identificación con lo que Kohut ha denominado "self grandioso" (modalidades manía­cas, en unos casos variantes de las personalidades "como si"), identificación que tiende dinámicamente a mantener alejada la experiencia del negativo del ideal.

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4. Alteraciones en la percepción y en la configuración de una imagen del propio cuerpo

El t rastorno en las representaciones de sí afecta también a l a configuración de u n a imagen del propio cuerpo. Las representacio­nes de esquema corporal resultan entonces confusas, de l ím i tes borrosos.

Hay fal l as en el registro de partes del cuerpo. Confrontado el i ndividuo a evocar su cuerpo, a d ibujarlo o a m i rarse en un espejo, surgen distorsiones en e l regis tro de las fonnas, de los volúmenes, de rasgos propios de ese cuerpo.

"Me veo terriblemente gorda, no me puedo ver así y cuando lo comento en casa todos m e dicen 4ue estoy loca, que no me sobra un ki lo por n inguna parte, pero yo me veo gorda", expresa una paciente cuya relación entre peso y estatura y sus fon11as entran holgadamente en los l ím i tes del t i po que nuestra cul tura l lama "normal". Se hacen en estos t rastornos muy evidentes las d iferen­cias (divergenci as, oposiciones) ent re "cuerpo real" y "cuerpo imaginario" (Sami-Al i ) .7

En los fenómenos ele obesidad aparecen l as distorsiones opues­tas de registro de masa corporal : "Comí muchísimo ú l t imamente, pero cosa rara, no engordé", dice un paciente cuyo cl ínico constata un aumento sign i ficat ivo en pocas semanas.

Sam i -Al i ha destacado un relato ele Henri Michaux :

Conozco tan poco d e m i rostro q ue si m e mostraran u n o d e mismo t ipo no sabría ver la d i ferencia . . . m iro fác i lmente otro rostro corno si fuera el m ío. Lo adopto. Descanso en él . . . Cuando el rostro coniemplado se va con su c uerpo. me siento más que triste: me siento desposeído y sin rostro. Acaban de arrebatármelo. ¡ S i no fuera m;ís que am or! ¡ Lo q ue se l levaron es mi cara !

Aquel autor comenta:

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Estar sin rostro y tener un rostro que se pierde i nmediata mente son dos maneras de ex presar una in tu ición fundamental del ser. Es:-i int uición se abre :-i un m u ndo en el q ue el objeto. ya se:-i cos:-i , ya se:-i rostro. no alc:-inzó tod:-ivía su perm :-inencia y en el que la posibi l idad ele la representación parece ya problemática.�

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5. Frecmmtes temores hipocondríacos

Esas fallas ele esquema corporal se acompañan de acentuadas ansiedades hipocondríacas. La fragi l idad ele las representaciones de sí se extiende a una fantasía de fragi l idad del "cuerpo real".

Ante síntomas menores, el paciente es presa de grandes m iedos: a morir, a padecer enfermedades graves, m iedos i nvasores, mu­chas veces sin nombre, angustias sin objeto, experiencias agudas de fragi l idad.

"No sé qué pasa con m i cuerpo. algo debo tener, tal vez sólo sean ideas m ías. me parece que algo se hincha en mi abdomen, ¿será sólo const ipación? Los médicos no le dan importancia, pero yo creo que algo tengo. el otro día tuve palpi taciones, c laro, había corrido un poco, pero me pareció que era demasiado . . . "

A d i ferencia de una patología psiquiátrica hipocondríaca, aquí se t rata de temores más confusos, erráticos. carentes de precisión, a menudo favorecidos por la presencia de somatizaciones de l a ansiedad.

Una variante clínica del trastorno narci sista. la personalidad infant i l , presenta ya un repertorio constan te de desórdenes psicosomát icos. Las incert idumbres sobre el propio cuerpo resu l ­tan ele los obstáculos que el sujeto ha encontrado para configurar su percepción de cuerpo en cuanto soporte de las representaciones del sí m ismo. Sami-Al i sintetiza el trastorno:

Descentrado. el sujeto se coloca en relación con una plural idad de objetos que son i mágenes del cuerpo.

Esta proyección de l a superficie corporal a una especie ele espacio exterior al sujeto rige aun para l as sensaciones propiocep­t ivas . Cita a un paciente: "El dolor no está en m i cuerpo, antes bien yo estoy en el do lor". A d i ferencia de otras formas cl ínicas de l a hipocondría (como las l igadas por e l psicoanál i sis a l a paranoia, , proyeccicín- int royección del objeto perseguidor ar interior del cuerpo), el t rastomo narcisista presenta una problemática múl t iple en sus referencias al cuerpo : défici ts ele la configuración, défici ts de apropiacicín- interiorización, y toda c lase de incert idumbres a

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partir de estos déficits. Una disfunción neurovegetativa gas­trointestinal leve (malestar gástrico, náuseas) tiene efectos confusionales intensos, en una paciente que trato actualmente: "No sé qué me pasa, todo se me mueve, estoy perdida . . . no estoy, no sé para dónde agarrar". Más allá de este estado subjetivo, esto se expresa en imposibilidad concreta de hacer dieta, o de consultar al clínico.

La experiencia de un paciente psicosomático se ha sintetizado en estos términos:

A. sufre fenómenos de despersonalización durante los cuales el propio c uerpo, perdida su densidad, se convierte en el espacio circundante; desprovista de interioridad por falta de inserción corporal, la conciencia no es más que "un cierto estado" que resbala sobre las cosas y forma parte de las cosas . . . todo es en extremo ligero y etéreo ... La labilidad de lo percibido es tal que un incesante estremecimiento (que refleja el ir y venir de la mirada) recorre el espacio que, al ritmo de las inspiraciones y exhalaciones respiratorias, se di lata y se comprime alternativamente (Sami­Ali) .

6. Reiteración en la demanda de modos primarios de vinculación, de dependencia patológica

El trastorno narcisista mantiene algún equilibrio de su lábil siste­ma de representaciones mediante vínculos soportativos, fusionales, en condiciones de dependencia patológica, con figuras capaces de cumplir una función parental. Tal función parental queda investida con poderes de sostén y continencia estructurante, poderes en los que es proyectada una ilusión de protección omnipotente ("imago parental idealizada" en la terminología de Kohut). Este rol parental del otro parece demandado a ·cumplir funciones de "espejo", analogía óptica a la que han recurrido Lacan, Winnicott, Kohut.

La función de la mirada del otro, dadora de imagen para el sujeto, fue destacada en los estudios de Sartre9 ("Basta que otro me mire para que yo sea lo que soy". "La mirada de los otros me

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nstituye". Cf. El Ser y la Nada, 3a. parte, "La existencia del

prójimo", "La mirada"). Fue también acentuada en las tesis de ¡,acan sobre el "Estadio del Espejo"1º, considerada en su función fonnadora por Winnicott ("Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del nifio", Realidad y juego, cap. 9) y por J{ohut ("La transferencia especular", Análisis del self)11 •

El trastorno narcisista es resultado de perturbaciones de esa función de espejo familiar, interferido en la capacidad de interiorizar imágenes de sí coherentes y aceptables (dicho esto en el sentido relativo, pero psíquican1ente registrable, en que es posible referir a coherencia y aceptabilidad el complejo juego de identificaciones que como un mosaico van dando el montaje de un sí mismo nunca . uno, sino múltiple). El trastorno narcisista, por aquellos déficits, queda fijado al momento de exterioridad, aquél en que el otro, omnipotente en la función de espejo, detenta toda imagen del sujeto. De allí la inexorable dependencia, se va al otro a buscar el sí mismo.

Esta función "espejo", función dadora de imagen, mantenida en el desarrollo más allá de las etapas en que es imprescindible como formadora del "yo" del nifio, da lugar a intensas ansiedades confusionales (desde el vínculo fusiona! la identidad de uno queda localizada enteramente en las conductas del otro, depende de todo ese acontecer subjetivo propio del mundo fantasmático del otro) y a ansiedades persecutorias (el otro está dotado de un enorme poder, es temido, pero también desafiado y atacado en el interior del vínculo fusional, las fricciones, las acusaciones mutuas, el constante estar pendiente de las mínimas reacciones del otro, respondiendo a las m ismas con máxima sensibilidad, son clínicamente los motivos de consulta más frecuentes, el tema-hilo conductor de muchas sesiones). Ansiedades depresivas también, ya sea por amenazas o alejamientos del vínculo fusional soportati­vo, ya por las imágenes denigradas, condenatorias que resultan de la función de espejo jugada en el interior del conflicto vincular.

Esta relación de. dependencia patológica supone un constante borramiento de los límites entre el yo y el no-yo. El trastorno narcisista gira en la confusión de esos límites. Gran parte del proceso terapéutico necesariamente pasará por la interpretación, la discriminación y el registro de la necesidad y posibilidad de operar

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el t razado, en cada experiencia v incular. del l ímite ent re esos espacios yo-no yo.

Hemos estudiado a una paciente cuyo "trauma", detonador de una angustia constante (que mot ivó su consul ta) fue un asalto ocurrido en su casa. Ella no estaba, no hubo mayor v iolencia, el robo fue menor. A part ir del episodio la salida a la calle, el cont rol de puertas y ventanas, l a relación con cada repart idor a domicil io, pasaron a ser todos episodios angust iantes. Lo hemos interpretado como desequi l ibrio resul tante de la invasión del espacio del yo (la casa) por representantes del espacio no-yo (ladrones, lo descono­cido), una desorganización de las demarcaciones previas que est ablecían ese l ím ite.

Freud l lamó la atención sobre esa operación t ípica del narcisismo, consistente en at ribui r lo pl acentero al espacio del yo y evacuar proyect ivamente lo displacentero adjudicándolo al espacio no-yo. El mantenim iento del tal economía psíquica supone un t rabajo constante, un control sobre el sí m i smo y sobre sus objetos que a menudo toma modal idades obsesivas , control siempre amenazado y cuando quebrantado, generador de confusión y persecusión.

La función del espejo. ese enom1e poder del otro en el que se confunden yo y no-yo, ha nutrido l a literat ura de todas l as épocas. Shakespeare l a ha volcado con precisa elocuencia:

Pohre espejo quebrado, yo contemplé con frecuencia en tu dulce luna m i vejez rej u venecida. pero ahora este espejo. antes vivo y brillante, oscurecido y arruinado, me m uestra un esqueleto de m uert e consum ido por la edad . . . tú has arrancado mi imagen de tus mejillas y hecho trizas de tal m odo la hermosura de m i espejo. q u e y a 11 0 puedo ver l o que an tes fui. ( W i l l iam Shakespeare. "La violación de Lucrecia")

Como t u rostro al t ivo, si se retrata en el h ú medo espejo de mi amargura pues bri l las en cada una de las lágrimas que l loro. y g uardarás así m i s lágrimas para espejos. (W il l iam S hakespeare. 'Trabajos de Amor Perdidos") 12

En innumerables poemas insisten l os espejos:

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U na a usencia de espejo ha devorado m i s ojos. (Carlos Riba, Elegies de B1'e i>ille) .

Busca en t u espejo al otro. al otro que va cont igo. (An tonio Machado. Cantares)

¡,Por qué pers istes, i ncesante espejo, Por qué en la sombra el súbito rellcjo? Eres el otro yo de q ue habla el griego Y acechas desde siem pre . . . (Jorge L u i s B orges. E l Oro d e los Tigres. " A l espejo")

Somos ese qui m érico m usco de formas incesan tes . ese monllín de espejos rotos. (Jorge Luis Borges, .. Elogio de la Sombra

.. )

En su dorm i torio los espejos están velados porque en el los ve m i reflejo usurpando e l suyo . . . (Jorge L u i s Borges. E l 1 Jaccdor . . . Los espejos velados")

En el espejo de esta noche alcanzo mi in sospechado eterno. ( Jorge Luis B orgcs. El Otro , el Mismo. "Poema Conjet ural") 13

Estos múl t iples espejos nos hablan de una dinám ica universal para la const rucción de las representaciones del sí mismo. dinámi­ca que Lacan ha invest i gado part icul armente en sus desarrollos sobre el regist ro de lo imaginario. 1� . i s , i r.

7. Ansiedades vinculadas con objetos sexuales parciales, pregenitales, a menudo integrados en füntasías perversas Y consecuentes dificultades en el plano de la sexualidad genital adulta

El t rastorno narcis is ta aparece v incu lado con objetos sexuales parciales, pregeni tales. El objeto es fijado, queda instalado en un

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plano de oralidad o analidad (Bela Grunberger)17, manifestándose en modalidades estables de conducta. En lo oral, el otro de la dependencia patológica está destinado a proveer suministro.s. Una ansiedad constante en el trastorno narcisista, fuente de conflicto y de agresividad permanentes, es referida a lo que el otro hace faltar, la frustrante del otro.

"El no me da lo que necesito, es avaro, es mezquino con dinero y con afectos y yo exploto porque no tolero esa mezquindad" (en algunos pacientes éste es el estilo de la queja central , la que aparece una y otra vez, el eje mani fiesto de sus desdichas).

En el nivel anal el objeto es el evacuador ("me trae todos sus problemas, todas sus porquerías y me deja a mí llena de eso que es de él, pero yo siento que se va y la cabeza me estalla" -ex­presiones de la misma paciente-). o bien, en otros momentos, debe ser el otro el contenedor de la expulsión anal: "al final estallé y le dije de todo, todo lo que tenía acumulado de tantas salidas arruinadas y de las vacaciones que por su mal humor también me las arruinó, todo se lo largué en una hora; vi que él se quedaba mudo, pálido, se ve que no se imaginaba que yo un día le iba a largar todo eso junto".

La fijación erótica en los niveles pregenitales trae consigo dificultades para una mayor organización de las relaciones con el otro en un nivel de genitalidad. Esto no excluye la posibilidad de lograr erección u orgasmo. Se trata de la limitación del goce en la genitalidad, del malestar que acompaña la sexualidad, dado que las demandas orales y fantasías de expulsión anal introducen siempre en el vínculo erótico componentes persecutorios de frustración, culpa, amenaza de pérdida, resentimientos.

Los objetos parciales, pregenitales. son habitualamente inclui­dos en fantasías sexuales perversas. las que también inciden para crear un fondo de ansiedad y culpa en el plano de la sexualidad. Vean10s un comentario clínico de Lía Ricón:

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La sexualidad de Ana nunca fue traída al análisis como problema, ya que ella y su marido tenían satisfacción y orgasmo con un ritmo aceptable para ambos. S in embargo cabe señalar que esas relacio­nes eran en cierto modo "mediatizadas", ya que siempre, o casi siempre. las acompañaba una fantasía en la que ella se observaba e imag inaba a sí m isma en una refación con su m arido u otro

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hombre, viviendo exactamente lo m ismo que en la relación real externa.18

A propósito de este relato, cabe señalar la relación de esa mirada con los fenómenos de espejo, de "doble" l igados al trastorno de identidad y a la vez al retraimiento narcisista como defensa frente a la invasión-fusión con el otro en la relación sexual: se preserva una zona no invadida, la que mira la escena, retirada del lugar de protagonista.

La restricción de la experiencia genital es otra modalidad de conducta protectora para la fragilidad del self narcisista. Winnicott ha explicado así la función de esta defensa:

Sólo cuando alguien ha logrado constituir un self es que la satisfacción pulsional deja de convertirse en un factor de desintegración o alcanza un significado más allá de lo estrictamen­te fisiológico.19

El trastorno narcisista comprende también conflictos y defensas de nivel neurótico (ansiedades de castración, defensas histéricas, fóbicas, obsesivas, por lo cual se plantean problemas de diagnós­tico diferencial).

Las conductas neuróticas acompañan siempre a esa constela­ción que hemos delimitado hasta aquí en nuestra exposición. La diferencia con una caracterología asentada en el orden de las neurosis estriba en que las manifestaciocnes neuróticas son en el

' trastorno narcisista, proteifom1es, diversas, inestables, varían con frecuencia según vicisitudes del acontecer individual y grupal; reflejan, de modo más directo que las neurosis (en las· que las fomrnciones del inconsciente actúan como mediatizadoras) las emergencias de ansiedades propias de cada situación con sus crisis.

Dinámicamente las conductas de orden neurótico aparecen, pero no son dominantes en la organización del conjunto de la conducta del sujeto, no ordenan su estructura. En trabajos previos hemos consignado las cualidades propias de las estructuraciones neuróticas tal como aparecen en sus procesos terapéuticos, con sus angustias, modalidades de relación de objeto, identificaciones, posiciones en relación con una triangularidad edípica, defensas establemente instauradas en cada tipo de estructuración neurótica.

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La estructura de la conducta es en el t rastorno narcis ist a, de predominio pre-edípico: el confl icto es diádico, la prohlcmát ica nuclear no es l a del falo-cast ración y sus fantasmas, s ino la de la existencia de un sí mismo o su disolución ya en la dependencia fusiona! , ya en su quiebra. No es el yo perdiendo partes valoradas de sí (ansiedad especial que Freud entendió debía vincularse con el "complejo de castración" -nota de 1 923 agregada al caso Juani to-) s ino que está en juego la pérdida del yo.

Esta dis t inción fue nuevamente expresada por Freud en u na nota póstuma:

Tener y no tener en el n i ño. El niño prefiere e xpresar la relación objeta! mediante la ident i ficación: yo soy e l objeto. El te ner es ul terior y vuelve a recaer en el ser una vez perdido el ohjeto. Modelo: el pecho materno. El pecho es una parte de m í. yo soy el pecho. M ás tarde. tan sólo: yo lo tengo. es decir yo no lo soy . . . 20

Winnicott (sin ci tar a Freud, tal vez gui ado por la huel la de su lectu ra) en el resumen de su art ículo "La creat iv idad y sus orígenes",2 1 concluye así:

Y ahora deseo decir: "Después de ser. hacer y que se le haga a uno. Pero primero ser".

Mencionaré la entrevi sta reciente con una joven de 25 años, cuya conducta con los hombres es mani fiesta como histérica (seducción, ev i tación, cambios constantes. contactos fugaces). Hablamos ele estas relac iones y su modo de ahordarlas. En su verbal ización carece del dramat ismo ele la histeria; hay risas, hay un c l ima de juego, como una n iña que se asoma al mundo ele las seducciones hombre-mujer, pero de algún modo "sahe" que ella neces i ta algo previo, aunque desconoce qué es, qué le fal ta.

Menciona un encuent ro d i ferente con un joven en un viaje: "Yo supe que era igual a mí (pensemos en la ident i tlcación especular, donde lo buscado es lo igual , postulación hecha por Freud como una etapa en la evolución del narci sismo) porque los dos habíamos su frido problemas de fami l i a muy parecidos, con él yo hice contacto, al l í yo fu i yo, no ciaba para una pareja; tal vez éramos como hermanos".

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El relato· al l í tenn ina, no ent ra en los temas de la histeria ("él

dcscaha a ot ra, para qué me quería ... ") aunque seducir y evitar son

conductas histéricas. Aquel contacto, para el la el m ás importante

en cuanto al t i po de ident i ficaciones que pcm1 ite establecer. no se basa en poseer al otro (ansiedad de posesión del falo y de su pérdida. a t ravés del hombre poseído, en la histeria), sino de poder

ser por el vínculo de continencias recíprocas tendidas con el otro, y por el encuentro de una imagen ele sí en el otro.

En este caso clínico, de défici ts en la narcisización del sí mismo,

el vínculo contenedor es diádico (a di ferencia ele la histeria clonclc

ta matriz vincular básica es t ri ácl ica: posesión clel hombre y amenaza por la rival , t riunfo por la exclusión del rival , dist ribución en los Jugares de la constelación t riangular del falo y de l a castración. fantasmat izados).

Est a paciente nos i lustra el comentario de Winnicot t . Primero, el intento ele ser. l uego cobrarán importancia poseer, perder, sust i tu i r. en lo que Simone ele Beauvoir l l amó "esa distancia necesaria al deseo".

Destacamos ahora que la fusión no es un est ado estable sino un estado deseado estát ico, como un cierto ideal , inestablC, siempre amenazado, lo cual supone una constante inversión de esfuerzos para recrearlo en el nivel ele i lusicín y en las interacciones que pcnn i tan darle sustento.

Comentario cl ínico sobre un paciente que está en este nivel ele trastornos :

Por m iedo a vaciarse . en e l momento en que com ienza a d isolverse la fusión con el objeto. se produce en él el fenómeno cont ra rio de querer tomarlo todo dentro de sí. .. el esfuerzo defensivo se enca m i na en ade lante a negar una agresiv idad anal que se encarga de separar a l sujeto de sus percepciones.�2

Separarse ele las propias percepciones: el sujeto desea no ver, no saber. Factor dinámico de importancia en el mantenim iento ele vínculos y pensamientos ele t ipo confus ional . Factor también importante, con función defensiva. que se erige como res istencia activa a avanzar en un saber que resul te de la indagación psicoanal ít ica.

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8. Pensamiento confusional

El paciente necesita mantener la ilusión de fusión con el objeto; necesita entonces no discriminar, no hacer nada, relativo a los vínculos primarios, con carácter de separable o sustitui ble.

Asimismo la falta de delimitación entre un adentro y un afuera expresa, a la vez que refuerza, un conjunto de falencias en la organización de las operaciones yoicas inherentes a la maduración y el crecimiento psicológicos.

Cuando quiero encontrar algo, una idea, un teorema, y hasta un rostro o cualquier otra cosa, a men udo no consigo encontrarlo, no consigo reconstituir el rostro, el paisaje, la posición. No logro reestructurar una parte de t iempo concreto. Todo se embrolla, aparece vago y si no es vago se me presenta en fragmentos pequeños. Cuando quiero reconstituir algo debo realmente h acer un esfuerzo enorme. Y por fin, en general no logro mi objeto. Por ejemplo, si pierdo la visión de la cara de alguien tengo que ir a verlo de n uevo. Lo que ocurre es que me ac uerdo de ciertos rasgos del carácter, especialmente de c iertas expresiones, pero no llego a constituir un todo con esos elementos. S in embargo, tengo la i mpresión de que podría acordarme, sólo que hay algo que se opone a ello. No sé lo que cs. Y esto resulta particularmente molesto en el colegio, porque cuando leo algo, un l ibro por ejemplo, me es imposible recordar el comienzo cuando estoy al final. Y es particularmente molesto en matemática y en todas las materias en las que hay que recordar algo. Es la falta de puntos de referencia . . . 23

Aquí se presenta toda una problemática en operaciones de orden cognoscitivo, dificultades a tener en cuenta en la evaluación y en el manejo de los procesos psicoterapéuticos.

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Dice A.: "Los objetos me molestan de la m isma manera en que me molesta mi c uerpo". Por su sola presencia los objetos lo asaltan y desqu ician. Percibir es literalmente recibir el choque de lo sensible (la impresión de que el ojo es herido por una esquina del armario o el estómago por un ángulo de la mesa).24

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Tenemos que considerar en todo su alcance esta dificultad para sostener ya la percepción. En los com ienzos de una psicoterapia el paciente habla de ansiedades y de conflictos con seres a los que no percibe. Detenerse en la percepción, registrar su vaguedad, sus fragmentaciones, es una parte esencial a trabajar, ineludible. Toda propuesta interpretativa, que abstrae, relaciona, organiza conjun­tos, tiene que considerar las dificultades cognitivo-afectivas que presenta el paciente al cual está destinada.

9. Depresiones

Debemos distinguir en el trastorno narcisista un fondo depresivo (constante) y reacciones depresivas (relativamente puntuales). El fondo depresivo expresa un estado sufriente que pena por la falta de un sí mismo (estimable, consistente, relativamente estable). Depresión que resulta de la experiencia de fragilidad, de vacío, de búsqueda fallida, insistente e infructuosa. Una mujer de 40 años resume esta experiencia: " Al final yo estoy en nada, floto, navego sin llegar a nada, como a la deriva; un día me lleva una corriente, me alivio, creo que ya tomé un rumbo, al otro día todo cambió", y el desánimo inunda su rostro.

Las reacciones depresivas surgen una y otra vez, ante fracasos en los vínculos y en la adaptación social, laboral, económica. Cada si tu ación de amenaza o de pérdida del vínculo sostenedor primario especular es fuente de reacciones de ansiedad y depresión. "Hago todos los esfuerzos, creo que así vamos a quedar de acuerdo, él llega y me tira todo abajo, me critica todo, para él todas son fallas en mí, y yo me licúo, me quedo sin sangre en las venas" (en esta expresión, de la misma paciente, podemos registrar asim ismo la referencia corporal para la experiencia de aniquilación del sí mismo, concordante con la hipótesis freudiana acerca de la prima­cía del yo corporal en la génesis del sí mismo).

El trastorno narcisista encuentra dificultades adaptativas: la inseguridad sobre el sí mismo acarrea una ansiedad constante que interfiere en las funciones yoicas necesarias para discriminar,

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ordenar, jerarqu izar, planificar cualquier t i po de tareas. Los fraca­sos precip i tan juicios sobre una ident i dad negat iva con los que l a depresión retoma d e modo persistente.

1 0. Dificultades en el registro empático de sí y de los otros

El t rastorno narcisista aparece dependiendo de resultados, de conductas cuyo saldo sostenga al sí mismo. Est a ansiedad mono­pol iza su atención. no deja margen para atender a los procesos, motivaciones y modos de intcracci6n. Importan ante todo los actos en cuanto sus efectos para el sí mismo. Empat ía supone poc1cr sal i r de l a perspect iva del s í m i smo, abandonar momentáneamente su vigi lancia, para captar todo desde otra perspect iva. Esto result a muy d i fíci l . Si preguntamos al paciente por los mot ivos que ot ro pudo tener para la conducta que comenta y le ha afectado su primera respuest a es "no sé ni me interesa". Este t rastorno de l a cmpat ía e s generador de múl t iples d ificu l tades en los v ínculos. Sus erectos, dest ruct ivos en la v ida social , se cuentan ent re los princi­pales mot ivos de conducta de estos pacientes.

Hasta aquí relevamos la existencia, frecuente en la c l ínica, de una constclaci()n caractcrológica y dinámica propia del t rastorno narcisi sta . Cada rasgo de carácter nos envía a las estructuras psicoclinámicas que en él convergen y se expresan. Pero el nivel de comprensión caractcrológica impide una caída en supuestos rcduct ivos: los de creer que sólo es significat iva la interpretac ión psicodinámica. Supuesto cscnci al i sta, en ú l t ima inst ancia, de afán simpl i ficador, m ient ras que en las dist intas c iencias los modelos que van encont rando lugar creciente son los que se hacen cargo de "niveles ele com plcjidad", cst rat i ficacioncs, con circu itos en redes ele causal idad "emergente". El rasgo de carácter no es sólo lo aparente, man i fiesto, de un latente psicodinamismo.25 Además es un ex istente, nudo en una red, mensaje inserto en mat rices gru pales y en cuanto cons t i tu ido como hábito de conducta un ex istente con el cual el psiquismo t iene a la vez que enfrentarse, tomar posición. Es tam bién creador ele condiciones para su abordaje clínico. El

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prohlema ele esas condiciones para el abordaje del t rastorno narcisis ta en psicoterapi as tendrá que ser objeto de ot ro art ículo.

En nuestra línea ele t rabajo se trata de comprender las articu/acio-11es que cada proceso va a requerir, en las particulares condiciones de su desarrollo, entre los siguientes parámetros ele orden est raté­gico y técnico: i11te1pretació11, discriminación, experiencia 1·i11cu­/ar, colocados en los ejes de la construcción y de la creación. Atentos a un príncipio más aharcat ivo : para una eficac ia de la clínica el campo de las intervenciones debe configurarse, t ambién para estos t rastornos, sohre el t razado de una multiplicació11 ele las perspect ivas y de los instrumentos, que es propia de tocio campo creador.

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DIR ECCIONES DEL PROCESO EN EL ABORDAJE PSICOANALITICO DEL TRASTORNO NARCISISTA

Los desarrollos que presentaré continúán a los estudios sobre "Perfil Clínrco y Psicodinámico del Trastorno Narcisista". 1 Sobre el final de ese trabajo destaco que lo que v iene después de plantear una caracterización de esa constelación clínica y psicodinámica, es

, preguntamos por cuestiones relativas a los abordajes, cuestiones relativas a las técnicas psicoterapéuticas con los trastornos narcisistas. Resulta complejo pensar el trabajo en el interior del proceso psicoanalítico de estos trastornos. Proceso que no es uno, no es generalizable como uno, sino que tiene la diversidad propia de estos trastornos. Lo que intentaré es ubicar algunas cuestiones relativas a los problemas del abordaje de estos trastornos y a sus líneas técnicas.

Si partimos de una primera caracterización del "perfil clínico y psicodinámico", ubicamos ya ciertos problemas que definen al trastorno narcisista: la problemática centrada en la imagen del sí mismo, dificultades en la configuración de un esquema corporal, los modos primarios de vínculo con el objeto de dependencia narcisística, los problemas del pensamiento confusional. Estos rasgos nos crean dificultades en el trabajo clínico con estos pacientes. Cada uno de esos rasgos va a incidir en el trabajo clínico constituyendo una serie de dificultades, de obstáculos y tendremos que ver cómo vamos a trabajar con ellos.

Aparecerán también otros obstáculos, que se refieren a las organizaciones defensivas que asumen los trastornos narcisistas. Con respecto a estas organizaciones defensivas podemos referir-

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nos a los t rabajos de Joyce M ac Dougal l ("Narciso en busca de una fuente"2 y ".El paciente desafectivizado"),3que plantean los proble­mas ele las t rans ferencias narcisistas, las defensas esquizoides con el impacto contratransferencial que estas defensas producen.

Lo cierto es que el t rabajo con estas estructu ras requiere un sent ido del timi11g muy part icular que va vinculado al paciente, como capacidad de holding, un sentido del tacto muy part icular, porque algunas de estas organizaciones defensivas podrán ser seña ladas , pero durante m ucho t .ic m po serán e lementos sostenendores del paciente, no podrán ser at acadas, movil izadas. Esto supondrá un cuidado muy part icular de las organizaciones defensivas y de los modos de instalar el paciente su v ínculo con el anal ista. Se acentúa la capacidad de holding y el sent ido de timing, como elementos ele especial cuidado en estos abordajes.

Ahora si el proceso terapéutico avanza, será porque puede tomar algunas direcciones:

1 ) Del a is lam i ento, o encapsul amiento de 1 .a fragi l idad narcisíst ica, poder pasara la dependencia regres-iva y a la continen­cia en el v ínculo terapéutico. La posibi l idad de este pasaje y su importancia clínica fue fuertemente acentuada porWinnicott en un informe cl ínico últ imo publ icado en Londres hace dos años ("Holding ami Interpretat ion").� Al l í, Winnicot t destacaba que había una fase importante del t rabajo clínico que era el poder construir los elementos de pasaje del aislam iento narcisíst ico a una dependencia regresiva út i l . Si el proceso terapéut ico avanza habrá ot ro pasaje. más lento aún, que es el pasaje de la continencia en e l v ínculo terapéut ico a l desarrollo de una capacidad de autocont inencia.

2) Otro movimiento importante en el proceso será aquel que marche de la confusión hacia la discrim inación. Voy a hablar después del inst rumento técnico de la discrim inación en el proceso terapéutico.

3) Ot ro movimiento esencial del proceso será aquel que partien­do de los registros dispersos , de las percepciones parciales del cuerpo. conduzca hacia una progresiva construcción de un esque­ma corporal más integrado. Esto me lleva a señalar dos aspectos importantes: uno, que estamos trabajando con una patología donde

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las áreas mente y cuerpo no est án relat ivamente del imi tadas, si no que gran parte de lo que tendría que ocurrir como procesos mentales ocurre en términos de regist ros corporales, por lo t anto el proceso terapéutico de estos t rastornos será aquel que vaya ayu­dando a constru i r del imi taciones m ente-cuerpo t razados que en el proceso evolut ivo de estos pacientes no fueron fac il i tados ni organizados.

Sohre este punto quiero comentar experiencias clínicas que he real izado con pacientes que necesi taban integrar mejor su esquema corporal , sobre l a posibilidad ele inclu ir en alguna etapa del proceso t rabajos con el propio cuerpo, t rabajos a reelahorar en las sesiones de terapia, pero donde el t rabajo sohre el propio cuerpo va a i r dando más conciencia al paciente de lo d isperso, de lo desorganizado y de lo organizable, como experiencia que ahre un camino que tendrá que ser reelahorado e integrado asimismo en el área mente.

4) El otro movimiento del proceso que quiero destacar, es aquel que en el ámhito de las ideal izaciones marcharía desde la polarización de las valoraciones hacia una gradación de estas valoraciones. Polarizació1� de las idealizaciones que remite más a la órhi ta del yo ideal , y gradación ele valoraciones que rem i te al espacio del ideal del yo. Un paciente que yo comento en "Perfíl Clínico . . . " me decía: "lo que me da pánico de ciar una conferencia es que all í me consagro como genio o como t arado", lo que mostraba una máxima polarización de las ideal izaciones. En el proceso terapéut ico fue evolucionando hasta que él pudo dar una conferencia, pero la pudo dar cuando integró que ent re genio y tarado, en el medio, había una serie ele grados. Cuando fue a claruna clase supo que ya no se jugaban en él ni el genio ni el tarado. s ino que iba a produci r algo interesante, más o menos interesante, pero rescatahle, y eso ya cstaha en las gradaciones del sistema del ideal del yo.

5) La otra dirección del proceso que quiero señalar es aquella que podría marchar de la dispersión, de la fragil idad e inestahil idad de las imágenes de sí, hacia una mayor cohesión. consistencia, est abi lidad. definición de la imágenes de sí. Proceso lento, proceso largo. de muy m inuciosa elaboración.

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Para caminar en la dirección de estos procesos, ¿cuáles son nuestros instrumentos técnicos? Hay un instrumento técnico tradi­cional en el análisis que tiene la mayor jerarquía teórica, que es la inte1pretación y que indudablemente nos va a ayudar en todo el camino; pero lo que quiero destacar ahora, en términos de instru­mentos técnicos, es que hay que poder llegar a la illterpretación. Y cuando trabajamos con trastornos evolutivos, cuando trabaja­mos con pensam iento confusional, hay que i r creando condiciones graduales, escalonadas, para acceder a un psiquismo capaz de trabajar eficazmente con la interpretación como instrumento de empleo técnico.*

Entonces quiero hablar aquí de cuatro tipos de instrumentos técnicos que me parecen esenciales para mover estas direccio­nes de proceso que acabo de señalar. No vamos a trabajar sólo con esos cuatro, creo que vamos a trabajar con muy diversos instru­mentos técnicos, pero justamente dada la amplitud de este campo de la clínica focal izo en cuatro instrumentos lo que quiero mostrar, que son direcciolles de nuestro trabajo. Este camino es un camino de instrumentos múltiples, donde no sólo la interpretación es importante y operante.

Voy a hablar de la l ntervellció11 Vincular (un concepto que quiero presentar a la discusión). La Discriminación como segundo instrumento técnico. La Confrontación como tercer instrumento técnico y después hablar de la I nte1pretación como cuarto modo de trabajo técnico y ver sus efectos en la clínica y sus implicaciones teóricas.

Intentamos abarcar con el concepto de intervención vincular una serie muy amplia de intervenciones que a menudo realizamos los terapeutas y que no están habi tualmente conceptuadas en tém1inos de instrumento técnico, sino que parecen más ser inter­venciones "de sentido común" o de una "práctica de vínculos", digamos. Pero creo que merecen ser conceptualizadas como inter­venciones muy especiales, porque estas intervenciones tienen varias funciones:

*Deseo mencionar el t rabajo de las licenciadas María del Cannen Calvo e Inés Loustalet sobre "La interpretación. Elementos del análisis del di scurso

,., integrantes de

nuestro equipo docente, que subrayan este problema teórico y técnico, discutido en 1988 en Ateneos de la Cátedra -Oe Psicoterapias y del Centro de Estudios en Psicoterapias.

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1 ) Crear vínculo con el paciente, crear vínculo activamente desde el terapeuta con el paciente. No siempre ese paciente que viene "desafectivizado", o en estado esquizoide, como dice Winnicott, está en condiciones de trabajar él para crear vínculo, ésa es su patología. Entonces aquí desde la patología propia hay un llamado a la actividad del terapeuta como capaz de crear vínculo, es decir, capaz de ofrecer modelos de vínculo.

2) Hay intervenciones vinculares que tienen que mostrar que se tolera ese vínculo con sus cargas y sus vicisitudes. Hay interven­ciones vinculares que tienden a desarrollar la experiencia del vínculo, a cultivar el vínculo en desarrollo. Hay intervenciones vinculares que tienen que expresar modos de participar el terapeu­ta en ese vínculo y hay intervenciones vinculares en las que el terapeuta da respuestas en

-las que denota su resonar con ese

vínculo. Las formas son muy diversas, pero creo que es posible el agrupamiento teórico conceptual de que hay un instrumento ac­tuando en estas conductas, que es el crear vínculo y el desarrollar vínculo, como un instrumento terapéutico básico, primordial del proceso. Porque si no trabajamos en la dirección del crear vínculo, las palabras que intenten producir registros y efectos de sentido, nunca van a alcanzar.

Voy a citar dos intervenciones de Winnicott, de una entrevista con la señora X, de treinta años, madre de una niña de seis años, para mostrar la diversidad y el alcance de estas intervenciones v inculares.5 Se trata de una madre que no estaba cuidando a su hija en las consultas médicas, que debía hacer en un hospital de niños. El hospital le pide a psiquiatría que intervenga para ver por qué la mamá no llevaba a la hija a las consultas médicas. Entonces Winnicott la va a entrevistar y de entrada le dice: "Bien, hablemos de su hija, eso quebrará el hielo".

Me detengo en esta intervención y digo, ésta es una intervención vincular donde el terapeuta está diciendo que a él le importa construir vínculo, él quiere "romper el hielo", no dejarlo librado a ver si ella quiere quebrar ese hielo o mantenerlo en toda la entrevista (que es otra alternativa, el paciente librado a su espon­táneo desarrollo del vínculo puede jugarla). Winnicott inicia la entrevista diciendo vamos a quebrar el hielo, con lo cual ustedes comprenderán la infinidad de mensajes que está dando en esa

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m ínima frase telegráfica. Yo los invito a hacer un anál is is m icros­cópico de 1a in 11 ni dad de mensajes que se t ransm i ten en "hablemos de modo que podamos quebrar el h ielo". La mujer empieza a contar su h istoria de asilos. de huérfana, abandonada por l a madre y una cant idad de vicisi tudes terribles de l a infancia y adolescencia de el la, y cómo en plena adolescencia comenzó con juegos homosexuales que la angust iaban mucho. Winnicott dice "esto es te1Tible", y el texto no nos dice, pero yo creo saber el tono de l a intervención, porque e l tono de l a intervención n o e s e l d e l as opiniones valorat ivas desde el superyó de Winnicott , es el tono de expresar resonancia empcítica con las valoraciones ele la paciente acerca ele esa etapa y lo terrible que el la v iv ió con el juego homosexual, porque eso es lo que está dic iendo el la en la sesión. Entonces digo. hay intervenciones v inculares donde la expresa resonancia empát ica apunta a un objet ivo teórico-técnico impor­tante, que es crear el e.\pacio del nosotros. Este espacio no se crea de modo espontáneo sino que t iene que ser objeto de un t rabajo minucioso.

Voy a c i tar aquí a Winnicott en un infonne de ese úl t imo l ibro que mencioné. donde él dice así:

En el plano esqu izoide el pac iente está sosten iendo. dando holding a su sí m ismo. S i el estado esquizoide surge en la sesión y el terapeuta va a su encuentro mostrando q ue él . analist a. puede contener. dar hold ing al paciente, perm ite que éste pase de la esquizoidía a la dependencia regresiva, la c ual ofrece la ventaja de pcrm itir c,:orreccioncs asoc iat iva s · de la e x periencia i n fant i l del pac iente.'

El autor está mostrando aqu í que esa esquizoidía del paciente t iene que ser buscada desde el terapeuta, que va a su encuentro. En estas intervenciones v inculares lo que se dice muchas veces no está en el texto, s ino en el tono y en el gesto, de modo tal que un anál is is ele texto ele la ses ión no nos va a pemli t i r comprender con toda m inuciosidad lo que se está produciendo a n ivel cl ín ico. Tenemos que invest igar no sólo textos sino cl imas. contextos.

Aquí quiero eles tacar lo que se está t ratando de crear, un v ínculo que desde el n ivel evolut ivo en el cual está instalada la problemá­t ica del paciente, apelará a ser un vínculo de nivel prever/Ja/. Si e l

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vínculo se juega en un nivel prcvcrbal con cierta frecuencia, tenemos un problema de importancia en el hecho de que e l anal i sta cuenta con un instrumento clásico, l a interpretación, que es la apelación a l orden de la palabra. Porque en ciertos casos, este c l ima de vínculo prcverbal puede ser afectado por el acto de decir, no importa qué palabra; a veces el acto de decir ataca al orden prcvcrbal, por la distancia que la representación ele palabra induce frente a las representaciones de estados ele cosas.

Este nivel de anál is is de las intervenciones v inculares. nos penn itc tom ar un material c l ínico y estudiar all í.en la m icroscopia de la sesión. si se está intentando const ru i ro no e l vínculo y cuánto aporta cada uno de ellos a la tarea ele const ruir vínculo. De paso digo que resulta del icado, en la tarea de crear vínculo. que se hable ele ese vínculo en el m i smo momento ele est ar construyéndolo. Las l íneas t rad ic ionales klcinianas que han planteado una intervención sistcm:ít i ca sobre la transferencia. han sido a mi juicio muy nocivas . a veces deletéreas para la posibil idad de const ru irvínculo. Porque cuando lo hago no lo digo. dacio que ese decires distanciantc. Se hablará de este vínculo en ot ros momentos.

B ien. el nivel de intervencic)n técnica que quiero plantear ahora es el de la discrimi11ació11. La discriminación pone palabras. intro­duciendo un orden. un modelo ele proceso secundario de pensa­m iento. Es una intervención organizadora que va al encuentro del problema confusional propio del t rastorno narcis ista. Los pacien­tes hablan de un modo condensado. conf usional y tomo una frase al azar de una paciente mía de treinta y seis años, casada, que dice muy rápido: "me agarré una bronca con Eduardo. el tarado se raya, se manda de cabeza a un negocio. por ahí se f unclc. a. él no le cal ienta". Esta es la frase de un t rastorno narcis ista. el la no supone que yo tengo que entender cada palabra. ella supone que estamos autom:íticamcntc conectados a t ravés ele vínculo t ransferencia! narc isíst ico y aclcmás el la no cree en el valor pensante de la palabra, lo usa casi como una cosa. dice algo. pero no cree que el mensaje dcha se discrim inado; entonces. al deci r su comentario. no sabe la cantidad de planos que está vinculando y presuponiendo, sacan­do consecuencias. antecedentes. t razando una serie ele nexos ló­gicos. Es un modo de hablar que a veces me recuerda a Borgcs. cuando contaba que en una antigua clasificación ele los animales se

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los dividía en "los que vuelan, los chanchos, los pertenecientes al emperador y los que acaban de romper el jarrón", entre otros. Resalta allí esa falla en las categorías lógicas.

Entonces, la intervención discriminadora, ésa es su importancia técnica a mi juicio, es una intervención que va a introducir preguntas (cómo, cuándo, de qué modo, cuál es el nexo causal). Preguntas todas que son portadoras de un modelo lógico. Esta intervención discriminadora apunta el nivel de formalización del discurso, nivel de categorías cognitivas que es otro nivel profundo sobre el cual trabajar.

Creo que esta intervención opera en el proceso terapéutico con un doble efecto: creo que tiene que apuntar a la desconstrucción de las formas de una lógica confusional y a la vez tiene que apuntar a la construcción de formas lógicas del proceso secundario, como instauración de lógicas altemati vas allí donde está imperando sólo una lógica confusional.

El tercer tipo de instrumento técnico que quiero destacarles es el de las confrontaciones. Voy a citar un pasaje de Kohut que ilustra una confrontación; dice así;

El paciente, residente de psiquiatría de un hospital donde yo daba un sem inario de psicoterapia, llegó a sesión veinticinco minutos tarde, tiró su abrigo en la silla y saludando apenas, se dejó caer estrepitosamente en el diván; comenzó a hablarme en tono desafiante, arrogante, sobre su detención por exceso de velocidad en la ruta y cómo habiendo provocado al oficial, éste le había im puesto una fuerte m ulta. S iguió en tono airoso contando otros episodios donde tuvo multas y accidentes por exceso de velocidad y se jactaba de ello. Le dije que iba a formular la i nterpretación más profunda de todo su análisis hasta entonces. Frente al anuncio se desconcertó, era algo distinto por completo a cualquier cosa vista antes, entonces le dije seriamente: " Usted es un perfecto idiota".7

A mí me parece que lo que Kohut está ejemplificando acá (él le llama confrontaciones y el traductor traduce mal y le llama enfrentamientos) es la posibilidad de confrontar al paciente con una imagen, es decir, realizar un pasaje de indicios de conductas diversas a un trabajo en el nivel de la imagen. Creo que nosotros podemos trabajar la confrontación de un modo menos drástico que

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el que usó en este caso Kohut. Es posible imaginaren esa entrevista otra intervención, de manera distinta, que efectúe una confronta­ción también. Le diría al paciente, por ejemplo : "Si miráramos esta conducta suya ahora, pensemos cómo la veríamos'', "vamos a ver cómo la ve usted, cómo podría ser vista por otros" (lo cual es remitimos a otros significativos, actuales en su v ida, o bien otros en su historia). Evitaríamos el "enfrentamiento" pero estaríamos haciendo la confrontación.

Con esta intervención estamos trabajando con las operaciones constituyentes de imagen, di ría que estamos trabajando en la textura de ese registro imaginario. Para aclarar diferencias con algunas orientaciones lacanianas, destaco que este registro imagi­nario no es meramente dinámico, es deci r, un lugar de fuerzas y pasajes, sino que es un lugar de anclaje. Una frase de Pontalis me pareció interesante: "El ojo crea estructuras", de modo tal que lo imaginario no es un nivel relativo sino relativ izante, que es otra cosa, pero es un nivel estructurante y en el trastorno narcisista es

, el nivel estructural , por desconstruir y por construir, con lo cual la jerarquía de ese llanrndo registro imaginario, en la terminología de Lacan, es máxima. Creo que para comprender la densidad de textura de ese registro imaginario hay mucho que aprender en los estudios de Lacan, pero no todo se aprende en Lacan. Lacan en sus seminarios proponía que los alumnos leyeran especialmente a Sartre y él recomendaba especialmente la tercera parte de "El Ser y la Nada", que es donde Sarte destaca el "ser para otro", es decir, la mirada en cuanto estructurante de la identidad.

Por último quisiera mencionar la interpretación como instru­mento. Tenemos muchísimo a interpretar, en el trastorno narcisista. Tenemos todos esos psicodinamismos involucrados en esta cons­telación del perfil clínico y psicodinámico. Tenemos las defensas y las transferencias y todo eso tendrá que ser objeto de interpreta­ción. Lo que quiero señalar es que las interpretaciones no pueden lim itarse a puntuar un discurso. Las interpretaciones tienen que mostrar un complejo juego de estructuras, espacios, límites y mecanismos involucrados. Voy a mencionar un ejemplo de Mac Dougall y otro de Winnicott y van10s a ver cómo la interpretación tiene una extraordinaria densidad y lo que articula son elementos

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muy diversos que no están todos solamente en el orden del lenguaje, se dicen a través del lenguaje.

Mac Dougal l dice (vamos a ver una interpretación que el la le ha hecho a Sabine) que Sabine

proyecta en el otro la imagen de un niñ ito que jamás ha sido escuchado ni -comprendido, pretende encarn izadamente preser­varlo de toda frustración, al m ismo t iempo, no quiere recibir nada a cambio, para responder a su yo ideal como om nipotente mega­lómano.

Voy a tomar otra interpretación de Winnicot t , que muestra la complej idad de los elementos en juego en un proceso del t rastorno narcis ista. Winnicou dice así en este infon11e :

Podemos decir que el paciente se trajo al tratam icnto y hablaba de sí como la madre y el padre podrían traer al hijo y hahlar sobre el hijo y los primeros seis meses no podía hablar directamente con el niiio. Durante los sei s meses siguientes él no podía hablar direc­tamente con el n i iio. él mi smo y desde él mismo: al sexto mes. el paciente dijo 4uc ahora venía el tratam iento. habló de él y por primera vez estuvo esperanzado.

Yo digo en este t ipo de interpretaciones está en juego most rar un encadenamiento ele estmcturas, est:í en juego most rar una serie ele operaciones: intemal izar. extemal izar y efectos ele operaciones con saldos en imágenes, de modo que se está most rando algo complejo. Por ejemplo se est á most rando:

a) que la existencia se hace giraren tomo.en el eje ele una imagen de sí:

b) que esa imagen se const it uye en el terreno del otro histórica­mente y se vuelve a jugar en l as interacciones del sujeto con ot ros actuales; y

c) la ex istencia es regist rada como los efectos de imágenes resonando en el sujeto, en cuanto resul tantes ele las vicisi tudes ele esos vínculos.

Toda esa compleja operatoria act ivada en el t rastorno narci sista

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no admite, a mi juicio, reducciones lingü ísticas (o "Ienguajeras" como propuso en su momento Lacan). Puntuar el discurso es solamente una parte de esta intervención, parte que no abarca todo este juego que nuestra interpretación tiene que poner de relieve. Esa densidad de las operaciones involucradas en este trastorno se hace evidente en ese pasaje de Shakespcare que he citado en el "Perfíl Clínico" . . . (tomado de "La violación de Lucrecia"), pasaje cuyos juegos no nos permitirían la reducción al lenguaje, como recordarán:

Tú has arrancado m i imagen de tus meji llas y hecho trizas de tal modo la hermosura de m i espejo, que ya i10 puedo ver lo que an­tes fui.

Este breve pasaje nos compromete a discriminar analíticamente una serie de mecanísmos,juegos de proyecciones e introyecciones, de historia y actualidad de ese vínculo; de modo tal que los enfoques lacanianos, de raíz, digamos, estructuralista, aunque

' pueden mostramos partes interesantes en su análisis del juego del significante, no van a alcanzar para mostrar todos aquellos entrecruzamientos dinámicos. Y podemos agregar otro argumen­to: el juego del significante se efectúa en el idioma originario, y este pasaje, traducido al español, contiene una frescura y riqueza de significaciones notable. No necesito del juego en inglés de los signi ficantes para llegar a un nívcl de producción semántica de alta significación.

Bien, vuelvo al proceso en su conjunto, que habrá de avanzar en base a este espectro ele intervenciones técnicas, no_ en el privilegio unilateral de alguna de el las. Si el proceso hace su despliegue, el mismo conducirá desde forn1as que hemos caracterizado como propias de un narcicismo "cerrado" hacia otras, más saludables, que hemos denominado de narcisismo "abierto" (conceptos del trabajo "Narcisismo y Creatividad", elaborado por el Seminario de Productividad Científica de nuestro Centro de Estudios).8

En esa mirada panorámica sobre el proceso psicoanalítico del trastorno narcisista, quiero establecer una distinción fundamental . Una operación, considerada central para el proceso terapéutico de las neurosis, es la denominada como "atravesamiento del fantas-

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,,

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ma'', "travesía del fantasma". En el proceso, en cambio, de los trastornos narcisista, la operación que estimo fundamental es ese relevamiento, elaboración y recomposición de un vasto mosaico identifi.catorio. Hagamos una dist inción: también en el proceso terapéutico de las neurosis está en juego el trabajo sobre las identificaciones. Pero estas identificaciones se organizan en tomo a ejes tales como la triangulación, la represión, los polos semánticos de falo y castración. En los trastornos narcisistas el mosaico identificatorio es disperso, carece de aquellos ejes organizadores; se presenta como los casilleros de un tablero de ajedrez que hubieran sido separados, colocados en planos distintos al del tablero, y manteniendo entre sí relaciones más laxas.

Entonces cabe comprender que en el proceso de las neurosis prevalece el modelo del triángulo (con sus posiciones típicas: posesión, exclusión, celos, rivalidad). En el proceso del trastorno narcisista el modelo prevalente es otro : es recorrer lo que Borges llamó "la trama de un laberinto". En sus palabras : "un laberinto de espejos incesantes y ruinas circulares".

Referencias bibliográficas

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2. Me. DouGALL, Joyce, "Narciso en busca de una fuente", en Alegato por una cierta anormalidad, Barcelona, Petrel , 1 982.

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6. W 1NN1eorr, Donald, Holding and lnterpretation, ob. cit . 7 . KoHUT, Heinz, La restauración del self, Buenos Aires, Paidós, 1 980. 8 . F10RINI, Héctor; Lidia Datri; Raquel Dugliotti; María E . García Novarini;

Claudia Pérez Lloveras; Elma Russo; Sánchez Elía; Mónica Tesone, Las relaciones entre Narcisismo y creatividad, Buenos Aires, Ed. Centro de Estudios en Psicoterapias, 1988.

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DESARROLLOS EN UN ENFOQUE

MUL T IDIMENSIONAL DEL DIAGNOSTICO

Y DE LAS ESTRATEGIAS PSICOTERAPEU TICAS

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DIFERENTES N I VELES DEL DIAGNOSTICO

Nuest ra t a rea en psicopatología nos ha l levado l ejos de la t radic ión médica para la c u al la pregunta ha s ido po r "el di agnóstico" (en singular) . Todavía la psi quiat ría c l ásica se m anej6 con el su puesto del diagnóst ico en singular ("esq u izo frenia", "depresión reac t i v a",

' "ps icopat ía"). Desarro l los u l teri o res desde l a psicopat o logía psicoanalít i ca, la psicología socia l , la psicología evol ut i v a, entre ot ras disc ipl inas, nos h an abierto el panoram a en c u anto a l a necesidad d e fonn u l ar d i ferentes diagnóst icos. Estos d i feren tes di agnóst i cos reflejan e l hecho de que todo indivi duo y tocio grupo hum ano e xpresan a la vez su inserc ión en d i ferentes planos de interacciones soci ales, de m odo que sus procesos psíqu icos res­ponden a d i ferentes s i stemas de leyes, mecanismos y m oclos de t rans ro nn ación. En el capít u l o s iguiente referi remos est a m ú l t i pl e inserción a t ravés del concepto de se ri e a l que y a había apelado Freud en su postul acicín de un modelo et io lógico de series com ple­ment a ri as .

A nuest ro cri terio u n a aproxim ación c l ínica fecunda s e apoya en la i ndagac icín de d i ferentes niveles del d i agnóst ico. Esos di rcrentes n i veles pueden desplegarse agm pándolos en diez c ate­go rías d i agnóst i c as q u e pasa111 os a enu111era r y especi fi c a r sumari a111ente :

)

i :n

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Diagnóstico clínico

Comprendemos aquí las categorías de l a clínica psiquiát rica: psicosis en sus distintas variedades, neurosis, psicopatías , altera­c iones por enfermedades orgánicas, trastornos ps icosomát icos, entre otros. 1 Destacamos la impo rtancia de tomar en cuenta este diagnóstico, ya que del m ismo se desprenden opciones estratégi ­cas: medidas de continencia ambiental, medicación, elección de técnica psicoterapéutica, criterios pronóst icos.

Diagnóstico psicopatológico psicodinámico

Este n ivel diagnóst ico nos remi te al vasto panorama de la psicopatología psicoanalítica en l a cual se identi fican diversos t ipos de confl ictos, de ansiedades, de mecanismos defensivos, de identificaciones, que subyacen a un detem1inado motivo de con­sulta,2 nivel en el cual se hace posible la comprensión d inámica de un síntoma, de un rasgo de carácter, de una s i tuación con11ictiva. Comprensión psicodinám ica que t raza los caminos de l a interpre­t ación sobre dinamismos inconscientes, Al l í donde se hace posible desplegar una lógica del sentido inconsciente.

Diagnóstico evolutivo

Este parámetro de l a interpretación diagnóstica resulta para noso­tros, en el t rabajo con adul tos, de part icular relevancia. Si part imos para este enfoque de la l ínea de pensam iento de Erikson, encontra­mos que cada etapa de vida supone tareas que le son propias, problemas a resolver.3 En las otras edades evolut ivas este hecho es sal iente, y es también con relación a l a vida adulta que el m ismo enfoque resul ta fecundo. Desde este n ivel de conceptualización l a pregunta que nos hacemos ante e l paciente, ante s u sufrim iento, es ¿cuál es la tarea que esta persona t iene por delante y no puede resolver? ¿Adónde apuntan, a veces de modo inconsciente, sus procesos cognit ivos y creativos, a real izar qué etapa del desarro­llo? A la manera en que Erikson propuso pensar para l a adolescen-

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cía tres tareas centrales (definir relaciones con el sexo, con una vocación, y redefinir relaciones con el grupo fam il iar), cada etapa vital, cada década, adm i te esa m i rada en téml inos de logros a desenvolver. Gran parte de la problemática psicológica se enmarca en esta lectu ra, que es la de una inte.ncionalidad inconsciente que tiende a realizaciones de eficacia adaptativa y transfonn adora.4

Diagnóstico adaptativo y prospectivo

Intimamente v inculado con el anterior, en este nivel del diagnós­tico se trata ele evaluar cuál es el estado de las capaciclacles yoicas del individuo, qué rel ación guarda el estado de esas funciones con las exigenci as que se trata de enfrentar.5 Y a la vez evaluar si está constituido un proyecto (consciente e inconsciente) al cual tienden las conductas de esa persona.6•7 La cual idad de ese proyecto, sus condiciones de viabilidad y las distorsiones propias de las estruc­turas de i dealización narcisista consti tuyen asim i smo un nivel fundamental del diagnóstico.

Diagnóstico grupal

Este diagnóstico nos l leva a establecer evaluaciones de las dinám i­cas grupales en las cuales el paciente está inserto con su confl icti­va, y a fomrnlar hipótesis ele correlaciones entre dinamismos grupales y dinam ismos intrapsíquicos activados o potenciados en esa específica situación ele interacciones grupales. Aquí debemos inclui r la conceptualización del síntJma en cuanto emergente grupal, los roles inconscientes esterectipados, los fenómenos de deposi tación en detem1inados m iembros, los m i tos que el grupo comparte y su incidencia en la fantasmática reactivada en el paciente, los mecanismos de homeostasis grupal frente a c risis, l a inclusión del t rastorno individual e n las redes el e sentido constitui­das como historia del grupo.8

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Dia¡;nóstico psicosocia/

Com prende reconocim ientos sobre la i ncidencia ele los s i stem as de valor que const i t u yen una iclcología, en sus climcnsioncs consc ien­tes e inconsci entes, sobre l a problemática que a fecta al paciente. Com prende as i m i s m o una consi deración ele las i nserciones i ns t i tuc ionales clcl paciente y ele las fomrns en que esas inst i t uc io­nes. en cuanto portado ras ele sistemas y práct icas ideológicas, ejercen su poder de infl uenc i a sobre los con fl i ctos, ansiedades, defensas, del consu l t ante. '1

Diagnóstico comunicacional

Com prende i dent i fi cación de los s istemas de mensajes que m ane­jan i ncl iv i cluo, g rupo, ins t i tuciones. Modal idades y distorsiones en la emi sión y en la recepción de los mensajes. Est i lo com unicacional propio ele la est ruct u ra ele personal idad 4ue se diagnostica y ele sus grupos ele pertenencia. Di agnóst ico ele códigos verbales y cód igos de acc ión. w

Diagnóstico de potencia/es de salud

Com prende una eval uación del estado de l as funciones yoicas, ele sus condi ciones ele eficacia en los domi nios adaptat i vos, creat ivos y el aborat i vos. El manejo de la ansieclacl que penn iten esas !'u nci ones . el est ado de ju icio de real iclad y ele acciones con valor adapt at ivo. la capacidad de demora. rodeo, cont rol ele i m pulsos, regulaciones por ensayo-error, u t i l i zación ele experienc ia, llex ibi­l idad para el enfrent am iento de condiciones nuevas, u sos cogn i t i vos de pensamiento y lenguaje, discri m inación, ant ic i pac ión, coordi­naciones en ejecución, eval uación de la propia conducta. capac i ­dad de asociación, de insight, d e el aboración. 1 1 Estas eval uaciones son dec isivas para la plani ficación est ratégica de la intervención terapéut ica.

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Diagnóstico de la problemática del cue1po

Comprende una consideración de diversos aspectos de la proble­mát ica psicológica referida al cuerpo: esquema corporal. aspectos de autoimagen referidos al cuerpo. ansiedades hipocondríacas, somat izac iones, s ign i ficac iones otorgadas a disfunciones o a le­siones orgánicas. fenómenos de conversión. Aspectos del narcisismo involucrados en los datos de orden corporal . 12• 13• 14 Areas de intervención médica, de intervención psicológica y de trabajo interd isc ipl inario.

Diagnóstico del vínculo terapéutico

Este nivel incluye para nuestro enfo4ue la considerac ión de la capacidad de al ianza terapéut ica (conciencia de enfcm1edad, capa­cidad de establecer y mantener un cont rato y su tarea, capacidad de esperar cambios posit ivos como efecto de esa tarea, capaci ­dad de colaborar para l a producci()n de esos cambios). 1 5 Compren­de a la vez una ident i ficación de fenómenos t ransfcrenc ialcs y cont ratransferenci ales más notorios. y de su eventual poder de interferi r la al i anza terapéut ica.

Esta enumeración no agota, con certeza, todo el espectro de pos ibi l idades diagnóst icas. Ejempl i fica aquellos niveles cuya con­sideración conjunta nos pem1ite desplegar una v is ión ampl i a del paciente. a la vez que rigurosa, respondiendo a l as modalidades de comprensión que desde una psiqu i at ría dinámica16 se han postula­do como necesarias para la const rucción de un d iagnóst ico "m ult id imensional".

Referencias bibl iográficas

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1 1 . F10R1N1, Héctor, ob. ci t . 1 2 . SAMI-ALI, Cuerpo real, cuerpo imaginario, Buenos Aires, Paidós, 1 979.

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1 4 . BERTIIERAT, Therese y B ERNSTEIN, Carol, El c11erpo tiene s11s razones, Barcelona, Argos, 1 97 7 .

1 5 . F10R1N1, Héctor, "La relación de trabajo", en Teoría y técnica de psicoterapias, Buenos Aires, Nueva Visión, 6a. ed., 1 982.

1 6. GoLDENTIERO, Mauricio, ob. cit .

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EXPLORACION DE LA SITUACION COMO UNA MODALIDAD DE ABORDAJE EN PSICOTERAPIAS*

He pensado trabajar hoy con ustedes un tema que denom iné: "Exploración de la situación como una m odal idad de abordaje en psicoterapias". Voy a part ir de relatarles un caso clínico basado en un m aterial con el que trabajamos hace pocos meses en un hospital de la Capital Federal. Ese caso fue relatado por la terapeuta que lo

' atiende en unas páginas y con esas páginas trabajamos con el equi po de Psicopatología del F .Jl icl ínico Ferroviario de Buenos Aires, en un ateneo clínico.

Mi idea es, a part ir de esos datos iniciales, mostrarles cómo podemos pensar todo caso clínico en tém1inos de "situación".

¿Qué quiere dec i r situación? ¿Cómo entender una si tuación? ¿Qué tipo de aportes podemos articular actualmente, para pensar u na situación en términos teóricos? Y a la vez: ¿Qué derivaciones clín icas? ¿ Qué derivaciones estratégicas, qué consecuencias técni­cas se extraen de esa comprensión teórica y clínica del paciente en situación?

Elijo un m aterial c l ínico, como podría elegir muchos otros; les d iría, casi al azar.

En esta Jornada, donde ustedes trabajan sobre adultos y ge ron tes, pienso que la noción de situación es particularmente importante dado que, en ciertas etapas evolutivas, por ejemplo en la situación

*Conferencia central dictada en las V I lomadas Platenses de Psicología. La Plata 19 de septiembre de 198 1 .

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del pac iente geronte, casi es i nev i t abl e ahorclar una consu l t a c l ínica en ténn inos de s i tuación.

En los adul tos en algunos casos, es posible h acer u n c ierto recorte, de modo que u no piense en u n aclul lo en ténn i nos de un indiv iduo, de aparato psíq u i co individual, pero no s i em pre es fact ible t al recorte. Cuando lo es. al lí p reci samente cabe preguntar­se qué distorsiones i n t roducimos con ese recort e.

Un t i po de consul t as con frecuenci a v i st as en t ém1 inos de si t u ación, son aquel l as q ue tradicionalmente se l laman "si tuac io­nes de c ri s is". Me interesa hahlar de s i tuac iones de cris is y he tomado un caso c l ínico donde tenemos varias s i t u aciones de cri si s superpuestas, por c u anto l a s i t uación de crisis plantea numerosas dem andas de aho rclaje técnico q ue son part iculares para enfrentar los dinam ismos propios de la c ris is .

Por ot ro lacio t ienen un gran interés teórico porque pensar en profundidad s i t u ac iones de c ri s i s perm ite com prender "si tuac io­nes", pem1 i t e com prender cómo el ps iquismo funciona en si t ua­ciones, se instala en s i tuac iones. apoya perm anentemente o pierde apoyos. en las s i t u aciones en que est á involucrado.

En ese sent ido, a lo largo de m i s comentarios hahlaré una y ot ra vez de situación de crisis o bien de situación en general, q ue i nvol ucra a l a de c ri si s .

V o y a comenzar leyéndoles el rel ato del m at e rial c l ínico que m e l legó a m í. escri to por l a t erapeuta, u na psi có loga de 28 años que at iende a la pac iente en el servicio de Psicopatología del Hospit al Ferrovi ario de Capi tal Federal . Todo lo que l es voy a dar es el material textual que recibí para pensar el caso. A part i r de ese m aterial textual t rat aré de darles alg unas ideas, fo nnas ele pensar el caso en térm i nos a la vez de est ruc t u ra i nt rapsíquica y de si t uación.

"Se t rata de una pac iente de 5 1 años que me es derivada--dice la terapeuta- por la psicóloga con q uien real i zó psicot erapia du rante seis meses. Este había sido el plazo acordado ent re am bas desde el princi pio, ya que la terapeut a sabía que m :1s o menos por ese t iempo dejaría de concurri r al Servicio.

Al caho de ese t iempo tengo la primera entrev ista con la pac iente. Es una m ujer alta, delgada, correct amente vest ida.

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Transcribo mis registros de esa primera entrevista real izada en enero de este año. Le pido a la paciente que me relate con sus pal abras lo que le o_curre:

P: Estoy m uy caída, no tengo ganas de nada, estoy muy deprimida. Me afectó m ucho la m uerte de mi hermano; éramos m uy unidos. Además, soy viuda desde hace siete años y soy el único apoyo de mi suegra y mi madre, que son viejitas y viven conmigo. T: ¿ Vive con algujen más? P: Tengo un hijo de 26 años que se casó hace tres meses, y otro de 20 que es soltero y vive en casa. T: ¡,Qué pasó con su hermano'! P: Mi hermano era muy vital, alegre como era yo. El año pasado, es decir, en el 79. se le declaró cáncer de pulmón. Yo estaba trabajando, lo iba a ver siempre, pero durante siete meses le ocul té la enfermedad de él a mi mamá. Fue un esfuerzo tremendo. El falleció en agosto del 79. y en oct ubre a m í me hicieron una mastectom ía, tenía cáncer en el pecho. Me repuse físicamente, pero caí en un pozo depresivo. Estuve un año sin trabaj:ir, hasta que me enviaron a hacer psicoterapia aquí. Mejoré. Desde octubre estoy trabajando, aumenté seis kilos de peso. volví a tener deseos de arreg larme. Pero ahora me siento decaer otra vez. ¡,Qué podrá ser? Yo creo que estas fechas, las fiestas de fin de año me ponen mal , adem:ís me resulta intolerable vivir con mi mamá y mi suegra. No les tengo paciencia. Mi mamá tiene un poco de arterioesclerosis, mi suegra tiene chochera. Las dos están solitas todo el día esperando que yo l legue de trabajar y les cuente cosas. Pobres, yo las entiendo. pero yo llego a casa y no tengo ganas de nada y me siento mal. porque pienso que yo debería tenerles más pac iencia. Pero sobre todo, lo que no puedo aceptar es la m uerte de m i hermano. S uperé l a de mi padre, l a d e mi esposo, pero ésta no. Creo que ni aún si se me m uriera un hijo, yo sufriría tanto. T: ¿ S u hermano era soltero? P: No. El era casado, tenía tres hijos. La esposa de él tenía m uc hos celos de la re lación que había entre nosotros dos. Pero desde que él murió. ella cambió mucho con migo. Se volcó a m í. me quiere proteger; así que yo pienso que ella antes era más fría con migo porque estaba celosa. T: Usted me dijo que había comenzado a superar la depresión .

¡,Desde cuándo se siente caída otra vez'! P: Desde hace tres meses más o menos.

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T: ¿Qué pasó hace tres meses? P: B ueno, hace tres meses se casó mi hijo. T: ¿ No es eso lo que la tiene mal? P: No. Yo lo tomé bien. No creo que sea eso, no sé. Además

últimamente me preocupo m ucho por m i enfermedad. Pienso cosas raras, que me voy a volver a enfermar. Tengo pesadillas, me despierto llamando a mi hermano.

El estilo de la paciente es el de relatar detallada y ordenadamente los acontecimientos. Cumple con su trabajo, con su casa, pero quisiera no hacer nada, ni ver a nadie. Reconoce que es ella misma quien ha habituado a los demás a que ella es el eje de la familia. Y lo ha sido aun cuando su esposo vivía. El marido murió en el año 73 de cáncer de los ganglios.

Se siente abandonada por los hijos. Se queja de que el hijo casado no es capaz de llamarla por teléfono ni una vez en largas semanas y de que su hijo menor está de novio y no le presta atención ni a ella, ni a las abuelas.

Es muy responsable en su trabajo. Es muy apreciada. Se siente abrumada por la carga que significa tratar de alegrar o darles los gustos a su madre y a su suegra, que tienen 80 y 83 años, dándoles conversación cuando llega del trabajo, o visitando algún pariente en el fin de semana en representación de la madre, quien por motivos de salud no puede ir y que por lo tanto le sugiere que vaya ella. La paciente va sin ganas, para complacer a su mamá de quien piensa que tal vez no vaya a vivir mucho; por lo cual siente que no puede dejar para más adelante el tratar de complcicerla. Por momentos pierde la paciencia con la madre, y le contesta algo abruptamente, cosa que luego se autorreprocha. Vamos a ver cómo relata la paciente su relación con su esposo y con su hemrnno:

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P: Me casé a los 21 años, había estado de novia desde los 1 6.

Cuando me casé nos fuimos a vivir a otro lado, pero a los n ueve meses volvimos porque mi marido, a los tres meses de casados, dejó el trabajo. El quería ponerse por su cuenta, no quería trabajar en relación de dependencia. Quería poner una fundición, pero sin contar con capital. ni nada de nada. Total, él tenía el puchero asegurado porque yo trabajaba. Después yo fui descubriendo que él mentía m ucho. El decía que tenia un empleo, salía todas las

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mañanas de casa, traía dinero, hasta que una vez me dijo que iba a Mar del Plata por tres o cuatro días; yo estaba embarazada de siete meses. A mí me pareció m uy bien, pero c uando mi fam ilia se enteró, le dijeron a mi mamá que mejor sería que Antonio pagara primero las deudas. Mi mamá empezó a averiguar y lo que pasaba era q ue él no trabajaba y la plata que traía era plata que pedía prestada a mis familiares. El casi no tenía familia. Para darme a m í, para que yo no sufriera. Cuando fui al l ugar donde él me había dicho que trabajaba, el patrón me dijo que m i marido era una buena persona, pero m uy cabeza dura. Que se empeñaba en trabajar por su c uenta, y eso no andaba. El decía que era una lástima, porque Antonio era m uy trabajador. Tenía una gran habilidad manual como fundidor, como pintor, todo lo que fuera trabajo con las manos. Cuando mi marido vio que yo sabía todo, dijo que iba a buscar trabajo. Yo le dije que claro que iba a buscar trabajo, porque si no, se iba de casa. Además Je dije que el patrón iba a tener que venir a casa para decirme que lo había empleado y cuánto iba a cobrar de sueldo, porque yo ya no podía creerle nada. Y vino el patrón a casa y yo estaba colorada desde los dedos de los pies hasta la cabeza, pero es que yo ya a él no le podía tener más confianza. Así que estuvo trabajando en esa fábrica hasta que la fábrica cerró. Después de eso consiguió trabajo como changarín, pero no era efectivo, así que cobraba c uando había trabajo y cuando no, no. Después ya se enfermó, empezó a andar mal y al final tuvo que dejar de trabajar. A pesar de todo, yo a mi marido lo quería. El era trabajador, no era un vago. El trabajó m ucho con mi hermano. Mi hermano siempre decía que era tan bueno trabajando que era una lástima que no se ubicara, porque podría irle tan bien. Y c uando mi esposo se enfermó, se amargaba tanto por no poder traer dinero a casa, se sentía una carga para mí. Así que yo fui a la empresa donde él había estado trabajando, a pedir que hicieran como que m e daban el sueldo de él en un sobre con membrete de la empresa para que él lo viera y que yo les firmaba pagarés así después, más adelante, yo les iba a ir devolviendo el dinero. El se puso tan contento. Cuando mi hermano después me dijo que qué bien se habían portado en la empresa que igual le pagaban el sueldo, yo le contesté q ue sí, pero qué lástima que yo había tenido que arrastrarme para pedir el favor y que el gerente era un m iserable porque bien sabia él cómo mi marido, estando ya m uy enfermo, iguai iba a trabajar; que no podía tenerse en pie, pero igual no quería faltar. Así que lo menos que le deseé a ese hombre, es que

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le dé un cáncer en la lengua. Y esa vez m i cuñada, que también estaba, me dijo que yo me había portado muy mal como esposa porque lo había degradado a mi marido, al ir a pedir eso a la empresa. Yo lo h ice sólo pen sando en la alegría que Je daba a m i esposo; pero se m e quedaron grabadas las palabras d e ella. A m í me costó m ucho hacerlo. Igual que cuando vino el patrón d e él a casa, pero yo no tenía otra salida. Pero todo eso ya pasó y él a m is padres n unca les faltó el respeto. Además como era hijo ún ico, él se apegó m ucho a m i hermano: eran como hermanos. Mi hermano nunca intervino en los problemas entre nosotros dos: decía que no quería interferir; y yo internamente se lo reprochaba. ¡,Cómo, él , no me defendía? Pero yo sospechaba que él lo hacia a trast ienda . Yo creo que como en m i pareja yo no tuve apoyo, vi en mi hermano al hombre que me hubiera gustado para pareja. El las pasó difíciles. pero la m ujer de él nunca trabajó. Ella podía apoyarse en él. Yo hubiera querido que mi esposo, fuera como él.

Una página más y tcnn ina el relato que me presentaron en el ateneo.

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La pac iente al ser interrogada acerca del comienzo de su decai­oüento. lo relaciona con la época en que su padre estaba enfermo, en el aiío 75. El fallecimiento del esposo había ocurrido un afio antes. Su relato de Ja enfennedad del padre es el relato del agotam iento físico de el la, al ser la que se hacia cargo de la situación en el sanatorio, al m ismo tiempo que continuaba traba­jando y atendiendo su casa. No menciona sentim ientos de ningún tipo: sólo habla del cansancio. Sin hacer reproches man ifiestos, menciona que el hermano confiaba en que ella estaba siempre con el padre, y se desentendía un tanto de la sit uación: si bien siempre estaba dispuesto si había que trasladar al padre, por ejemplo. En el relato de las cosas que e lla siente que le afectaron , sigue una panereatitis, que la tuvo en cama casi dos m eses. Luego, la menopausia, momento en que recurrió a la acupunt ura que, dice, "me ayudó m ucho anímicamente: me levantó". En tre diciembre del 78 y enero del 79 se declaró la enfermedad

del hermano y ella estaba convencida de estar enferma. ya que éste era el significado que ella atribuía al cansancio que sentía entonces.

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Por las dudas se h izo hacer análisis de sangre y orina en dos lahoratorios a la vez. Amhos resultados dieron hien y el médico que la trataha dijo que el la estaha mal por la enfermedad del hermano. Comenzó en ese momento c;on u n tratam iento de apoyo psiqu iátrico. y fue medicada con un antidepresivo (Tryptanol). Luego. en agosto del 79 murió el hermano y en octuhre le h icieron a el la la mastectomía. La paciente no duda en (}firmar q ue lo que no puede superar es la m uerte del hermano. "Yo sé que si me estuviera pasando todo esto, pero estuviera él. él me apoyaría". Y prosigue. "Tal vez lo que pasa. es que no encontré en quién apoyarme. Si yo encontrara en qu ién apoyarme como en él. pero mis hijos son m uy jóvenes. ¿en quién me voy a apoyar'?".

Hay un úl t imo relato. no muy largo, y vamos a empezar a t rabajar sobre este material.

Síntesis del tratamient<-J entre enero y J)mio de este año ( 1 981) Tuvimos tres entrevistas en enero, época en la que esta ha deprimi­da . Interrumpimos en fehrero por vacaciones. Tuvimos dos entre­vistas en marzo. época en la que estaba más animada. con la perspectiva de un viaje de vacaciones en un tour a B rasil . Durante el viaje lo pasó relativamente bien. Se decidió incluirla en u n grupo terapéutico d e pacientes neuróticos d e amhos sexos, d e u n a edad similar a la suya. E n ese grupo estaba y o misma. trabajando en coterapia con otro profesional médico. La paciente asistió a dos reun iones. l uego de las cuales pidió una entrevista a solas conm igo y planteó q ue se sentía muy incómoda porque tenía relación de trabajo con familiares muy directos de varios de los pacientes del grupo: y sentía que no podía l legar a contar sus prohlemas. tem iendo que l legaran a conocerlos en su trahajo. Tam hién le incomodaha oír quejas de sus compañeros de grupo acerca de personas a las que ella conocía. y apreciaba. Como era el hijo de una paciente. a quien el la aprec ia. "No es que quiera hacerme la exquisita. pero me siento m uy incómoda". Aceptamos sus razones y por el momento han proseguido entrevistas individuales sola­mente. Actualmente cst:í deprimida, nunque algo menos. Había dejado de tomar medl<;ac;ión porque se le habfa acahado y

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estaban ocupados los médicos que le dan las recetas. Desde hace dos semanas volvió a tomar la medicación; igualmente se siente desganada desde que se despierta. No siente deseos de ir a trabajar "Quisiera estar tirada todo el día en la cama y sería feliz. O tal vez me hará mal eso, no sé; pero no quiero ir a trabajar, voy porque tengo que ir".

Acá se agrega un último dato que luego voy a destacar.

La deprime el cl ima que hay en la oficina y en la empresa en general. A veces se ve obligada a realizar tareas de jerarquía inferior a la suya y esto la deprime m ucho. Le afectó m ucho el cambio de jefe, ya que tenía una excelente relación con éste.

La aclaración que me hizo la terapeuta en el ateneo es que lo que ocurre es que en la empresa ferrocarriles donde esta mujer está empleada, empezaron a despedir personal y en la época en que ella plantea esta ida del jefe, el jefe fue parte de la gente que se empezó a despedir en el mes de junio, y han despedido a otras empleadas de la misma oficina. La paciente describe todo esto como un clima muy persecutorio, muy enrarecido.

Este es el material clínico con el que yo pude empezar a pensar esta situación. Trataré ahora de comentarles aspectos que me importan para un abordaje clínico de la paciente en su situación.

Quisiera destacar un primer nivel del diagnóstico que llamaré diagnóstico clínico. Desde un punto de vista clínico podríamos decir que ésta es una consulta por un cuadro de depresión ante una convergencia de situaciones de crisis. Es decir, la depresión es reactiva a una acumulación de situaciones críticas que se han ido encadenando.

La referencia a crisis acentúa el aspecto reactivo de la depresión. Los datos que tenemos muestran que cuando esta paciente puede sal ir en alguna medida de la situación, como le ocurrió con cierta ayuda terapéutica y en un viaje por B rasil , su depresión se alivió mucho. Pudo disfrutar del viaje a B rasil .

Esto no ocurriría en cuadros depresivos con mayor peso de los componentes endógenos y s i , es bastante típico, de una situación clínica de depresión reactiva. En un nivel caracterológico entendi-

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do en ténninos psicodinámicos podemos pensar que se trata de una personalidad obsesiva tal ve:l con rasgos histéricos subyacentes, que se encuentra en estado de desorganización.

Yo diría que esta mujer presenta reacciones depresivas ante numerosos duelos. Algunos de ellos podríamos pensarlos como duelos patológicos, por la intensidad de la depresión que inducen. Esos duelos, a un nivel psicodinámico profundo, implican proba­blemente, para esta estructura obsesiva con elementos histéricos subyacentes, toda la problemática de la castración.

En la historia de esta mujer hay muchos indicios de una estructura fálica omnipotente: la que carga con todo, la que asume todo y lidera todo. Esa historia es la de un asentamiento de esa estructura fálica omnipotente en grupos que sucesivamente le han pennitido funcionar en ese rol. Para esa historia estas pérdidas funcionan como sucesivas efectuaciones de experiencias de castra­ción que esta mujer no puede elaborar, no puede tolerar. Hasta acá, algunos diagnósticos psicopatológicos en varios niveles: clínico, caracterológico, psicodinámico a un nivel profundo. Diría, varios

' diagnósticos vinculados con la clínica psiquiátrica y en particular con una lectura psicoanalítica de esa clínica.

A partir de estas lecturas diagnósticas individuales quiero pasar a destacar de qué manera estas estructuras que estan10s diagnosti­cando en un individuo deben ser pensadas en situación.

Digo deben, aunque es opcional, podemos o no pensarlas, pero creo que deben ser pensadas para enriquecer nuestra manera de comprender cómo funcionan los conflictos profundos en esta mujer, y también para entender diferentes maneras de aproximar­nos en ténninos terapéuticos, es decir para fundamentar diferentes maneras de ayudarla.

La situación que vive esta mujer puede ser pensada como una acumulación de situaciones de crisis, con una actual acumulación de elementos de crisis. Una manera de profundizar la estructura de esta situación, es pensarla como un espacio en el que están convergiendo di ferentes series causales, diferentes series de fenó­menos que van configurando la situación critica.

Voy a mencionar varias series y después voy a tratar de aclararlas.

Pienso en una serie corporal , pienso en una serie familiar,

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pienso en una serie l aboral, pienso en una serie evolutiva, pienso en una serie prospectiva, pienso en una serie social (llamándole social a las referencias que la paciente hace u omite en cuanto a otros vínculos dist intos de los que fom1an su grupo primario).

Voy a ir comentando brevemente cada una de estas series. La noción de serie puede ser remit ida a lo que Freud l lamó series en su postulación de las "series complementarias" en la etiología.

Para fonnular concept ualmente la noción de serie: se t rata de una clase homogénea de fenómenos que responden a c ierta lega­l idad, a cierto encadenamiento causal que es propio de esa clase de fenómenos; por eso digo serie corporal , porque rem ito a una serie de encadenamientos causales, que t ienen que ver con el cuerpo biológico también; que son distintos en cuanto a clase de hechos de otros. a los que l lamo serie fam il iar.

Cuando digo serie corporal me refiero a la historia del cuerpo de esta m ujer con todas sus resonan c i as inconscientes y fant asmát icas. Al l í hay una historia en l a que se van encadenando pancreat i t is, menopausia, diagnóstico de cáncer de glándula m amaria, intervención quirúrgica sobre ese cáncer, convalecencia y segu imientos posteriores a esa intervención. Todo eso es una serie de l as que podemos encarar para pensar l a situación.

En la serie famil iar, me incl ino a pensar cómo se van encadenan­do las muertes del m arido, del padre, del hemiano, la vejez, ya m uy avanzada, de la m adre y de l a suegra, el casam iento del hijo mayor, el noviazgo del hijo menor "que ya casi no está en casa". Allí hay un encadenam iento de sucesos que hacen a esa otra clase homogé­nea de fenómenos que llamo las dinám icas de un grupo fam il iar a lo largo del t iempo; con sus movim ientos, sus pérdidas, sus cambios, sus reest ructuraciones.

Cuando menciono una serie laboral, me refiero a que tenemos que invest igar qué pasa en esta empresa, cuál es la realidad de esta em presa que está despidiendo gente, cuál es la inserción de esta m ujer en esa est ructura l aboral. cuál es su rol. ¿Esta mujer va a ser despedida? (en cuyo caso la situación global se va a hacer aún más c ri t ica) o , por ser muy apreci ada va a ocupar el lugar de los que no son despedidos (y en t ai caso, la posición de esta m ujer ¿va a ser culposa, m uy conllictiva?). De cualquiera de esas m aneras, c reo que si nos ponemos a invest igar qué ocurre en esa empresa,

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podremos entender mejor una de las series que están constru yendo la situación actual .

Cuando digo investigar, me refiero a que si l a paciente no t rae espontáneamente en sus comunicaciones todos los detalles de lo que hace a una institución, es decir a una empresa laboral, creo que nosotros técnicamente tendremos que ir a la búsqueda de esos datos. Porque es posible que la mujer se quede en el relato de que "hay un clima enrarecido" y después se ocupe m ucho m ás de quejarse de la suegra. de la m adre o de su vida deprimente. En este punto destaco que utilizamos el pensamiento psicoanalít.ico pará diagnost icar elementos de la situación; pero además este abordaje supone trabajar con inst rumentos técnicos que no provienen del método clásicamente llam ado psicoanalítico.

En ese sentido. técnicamente. uno de los elementos que yo introduciría uniéndolo y potenciándolo con todo lo que la técnica psicoanal ít ica estándar ha podido ir enseñando. es la idea de que hay que averiguar mucho. hay que preguntar m ucho; yo no puedo quedarme con lo que el material espontáneo del paciente me está diciendo, por m ás que jerarquice, como efectivamente jerarquizo, la i mpon ancia de la palabra espontánea del paciente. Creo que es necesario. para un abordaje clínico e fectivo en psicoterapias, tener en cuent a a Ja vez, Ja imponancia de la palabra espontánea del paciente y la importancia de una investigación act iva nuestra. Como momentos alternantes en la tarea clínica; como momentos destinados no a oponerse, sino a encadenarse.

Cuando pienso en la serie evolutiva, me refiero a pensar l a problemática de l a vida de una persona que t iene ahora 5 1 años, y que viene pasando por etapas c ríticas, entendidas desde una psicología evolut iva. Esta mujer empezó con una serie de pérdidas y además vivió la menopausia, sólo con el cambio fundamental evolutivo que supone la menopausia, ya esta m ujer tenía m ucho para elaborar; pero se fueron agregando pérdidas de modo tal que para ella ya la sit uación evol utiva menopáusica empezó a ser una situación de di fíci l elaboración. Y en este momento, con la acumulación ele elementos críticos que está viviendo, lo que esta m ujer vive es como una falta de horizonte; es como si el resultado de todas estas pérdidas fuera esta conclusicín: "aquí lo único que me queda es envejecer con las viejas". De hecho, parece que la vicia

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que ella hace es actuar identificada con estas dos mujeres viejas, a las que se siente obligada a salvar de la tristeza de la vejez. Esta mujer no puede imaginarse la juventud posible en un cuerpo de 5 1 años. Por eso la serie evolutiva me remite a otra serie contigua que les propongo pensarla como serie prospectiva.

En la serie prospectiva uno se pregunta si el conjunto de elementos que constituyen la situación de un paciente conduce a configurar un proyecto o bien ha llevado a una abolición de proyecto, a una aniquilación de proyecto.

Pensando en esta serie prospect iva es que notamos en el caso de esta mujer el vacío de proyecto. Esta mujer vive para el pasado o vive para el futuro negro de la vejez que va a empeorar, de la madre y de la suegra o de su propia vejez o de la posibilidad de recidiva en el tumor que le extirparon. Esta mujer no parece poder vislum­brar alguna alternativa que sea proyecto.

Cuando digo proyecto tomo en cuenta cierta conceptualización más enfatizada por los autores existenciales; dentro de un momen­to voy a hablar de Sartre y la noción de proyecto; creo que es una noción muy importante para nuestra clínica, y que requiere mayor elaboración teórica porque creo que en el proyecto intervienen tanto las dimensiones inconscientes que investiga el psicoanálisis (el campo de las idealizaciones, el campo de las ident i ficaciones, toda una serie de dinámicas inconscientes) como también las posibilidades que la conciencia le presenta al su jeto en cuanto a que hacer de su vida, desde cada etapa hacia adelante.

En la última de las series que enumeré, lo que llamé serie social; también hay una ausencia, pero me importa pensarla precisamente para pensar la ausencia.

No hay referencias de esta mujer a otros grupos, a otras personas, salvo las de su familia y la referenci a al trabajo. Esta mujer está socialmente aislada en principio. Y ese aislamiento social es otra de las series que configuran la situación crítica deprimente de esta mujer. Pensada como situación social de aislamiento, se nos va a presentar también como cuestión pregun­tarnos si podemos abordar clínicamente por allí la situación.

Voy a introducir en este listado una séptima serie. No lo hice antes para no acumular más expectativas en el primer esbozo de la si tuación, pero la introduzco ahora porque es una serie de fenóme-

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nos que nos interesan en la clínica, ya que se agregan a los que enumeré hasta ahora. Le voy a llamar la serie de los fenómenos clínicos, en términos de clinicopsiquiátricos.

En la serie de estos fenómenos clinicopsiquiátricos lo que nos planteamos inicialmente es ¿qué ocurre con el nivel de angustia de esta mujer?, ¿qué ocurre con la intensidad de la depresión?, ¿qué tipo de interferencias pueden hacer estos niveles de angustia y depresión con las capacidades elaborativas de esta paciente?

Ese diagnóstico es importante porque de ese diagnóstico se va a derivar. por ejemplo, la importancia de medicar. Si el abordaje clínico en este caso se hizo con medicación, yo supongo que es porque se evaluó que la intensidad de la angustia y de la depresión de esta mujer no permitían hacer un trabajo elaborativo. dado que sus capacidades yoicas, con las que es necesario trabajar en toda psicoterapia, estaban interferidas por la magnitud de estos sínto­mas. De modo tal que allí la medicación sedante ansiolítica o antidepresiva, o la combinación de ansiolíticos y antidepresivos,

' van a funcionar como la entrada en la situación, a través de una serie, que en un momento dado es prioritaria, prioritaria para que pueda haber otros abordajes concomitantes.

Miradas así en conjunto, estas series que llamé corporal, familiar, laboral, evolutiva, prospectiva, social y clinicopsiquiátrica presentan una serie de cuestiones interesantes. Una de ellas es la siguiente: el aparato psíquico circula por todas las series. Yo dióa que el diagnóstico que hice de esta mujer en térm inos de síndrome depresivo-reactivo, caracterología obsesiva con elementos histéri­cos, dificultades para elaboraruna experiencia o muchas experien­cias de castración, todo eso que hace al aparato psíquico de esta mujer, circula por todas las series, gesta todas las series que menciono. Lo que ocurre es que este aparato psíquico solo no gesta ninguna de las series, sino que todas las series son a la vez construidas desde su aparato psíquico y desde otras zonas de la re�idad, que son coproductoras con ella de cada una de estas series. Dióa, el cuerpo, en la serie corporal, el cuerpo biológico, que responde más o menos a una situación de duelo patológico, tal vez a una situación de identificación con el hermano que apareció primero con cáncer y que, desde las investigaciones que se vienen haciendo acerca de componentes psicógenos del cáncer, posible-

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mente jugó como una codetem1inación. Posiblemente es necesario algún duelo patológico para pensar (a título de h ipótesis) en una psicogéncsis del cáncer y también es necesario pensar el cuerpo biológico. cuyos m etabolismos pcm1itcn ese t i po de psicogéncsis. De modo que, si yo digo serie corporal , no estoy pensando sólo en tém1 inos psicológicos o psicoanalíticos. Estoy pensando en el punto de encuentro entre algo que el psicoanál isis puede l lamar con todo derecho realidad psíquica, y otros n iveles ele realidad como la de moclalicladcs biológicas de reproducción celular.

Así como digo realidad clcl cuerpo en esta serie corporal. digo : la realidad el e la dinámica el e un grupo e n e l caso d e la serie famil iar. porque esa fam il ia no va siendo sólo el campo ele las proyecciones dCI aparato psíquico de esta mujer. Hay un acontecer famil iar que es el encadenam iento ele las proyecciones ele ese aparato psíqu ico con el encadenam iento de l as proyecciones de los otros m iembros clel grupo y todos los ent recruzamientos que allí se gestan en algo que podemos llamar dinám ica de un grupo a lo l argo del t iempo.

De la m ism a manera, cuando digo serie laboral . comprenderán (y la situación de crisis que estamos viviendo en el país lo hace cacla vez más evidente) que tenemos que pensar. a la vez. en las maneras en que este aparato psíquico. t odas las modal idades de conducta de esta mujer, se insertan en un grupo ele trabajo y generan una historia de t rabajo, pero, además. situación l aboral está diciendo dinám i ­ca d e u n a i nst i tución laboral , dinámica d e la crisis social del país, y de que manera se ent recruzan para producir efectos muy particu­l ares. La crisis de este país, la crisis ele esa cm presa. la crisis de ese sector ele l a cm presa. y todas las proyecciones que esta mujer hace como dcpositacioncs de su aparato psíquico en esos conjuntos de encadenam ientos causales.

De modo tal que con ese t ipo de enfoque que estoy desarrollan­do, lo que destaco es que, para pensar una sil uación. y digo que para pensar en la paciente es necesario pensar en su situación también, para pensar esa situación necesitamos de los fundamentos de J a psicología y e l psicoanál isis; necesitamos d e los aportes de la clí­nica psiquiát rica. pero además necesitamos pensar diversos órde­nes de realidad que van sucesivamente art iculando c írculos con­céntricos alrededor de esta paciente.

Tenemos que pensar en grupo. tenemos que pensar en aparato

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psíquico, tenemos que pensaren inst i t uciones , tenemos que pensar en un país en crisis, tenemos que pensar en un cuerpo biológico. De lo cont rario, no vamos a entender Ja situación actual de esta m ujer y no vamos a saber bien por dónde podemos ayudarl a, por cuántos lados podemos entrar a ayudarla en su si tuación.

Este panorama de despliegue de series, esta concepción de la situación me pem1iten pensar en una diversidad de posibil idades de abordaje estratégico y técnico.

Primero, agregaré que, en una situación en crisis como ésta, la creación de un vínculo terapéutico, la creación de un vínculo capaz de ofrecer cont inencia, es posiblemente la creación de una nueva serie en la situación.

Es deci r, hasta que la paciente consulta, tenemos esas siete series resonando, convergiendo entre sí y potenciando sus e fectos depresores y angust iosos; pero posiblemente la creación de una relación terapéutica capaz de crear un vínculo continente, es decir, una relación que ofrezca condiciones reales ele cont inencia, se int roduc i ría como una nueva serie, tal vez novedosa con respecto

' al sentido que venían asumiendo tocias las demás series que configuraban la si tuación.

Esta mujer lo est á diciendo todo el t iempo, dice que no agu anta m ás, que nadie puede cargar con el la, que ella carga con todo y que nadie la puede escuchar. Posiblemente el primer elemento impor­tante para abordar la si tuación ele esta m ujer está dado por el hecho de que esta psicóloga configura con ella una relación cont inente y esta i ntervención terapéut ica le dice : "Acá, yo l a escucho a usted, es decir, descargue acá todo el esfuer1:0 t remendo de autoexigencia", todo el esfuer/.O ele progresión al que se exige una estructura obsesiva toda la vida que nunca ha podido aflojaren ninguna parte. Es posible que la c reación de esta nueva serie \'incular, la de un vínculo continente que le ofrezca a ell a las posibilidades de una regresión. empiece a crear un elemento dinám icamente nuevo, de nuevo signo en el conjunto de las series.

Es posible que la intervención medicamentosa ansiol ít ica y ant idepresiva pueda a su vez (en cuanto reduci r a cierto nivel út i l la angust ia o aliviar en algún grado la clcpresión) aportar elementos de cambio en otra de las series, en el sent ido de rescat ar capacida­des elaborat ivas que esta paciente t iene totalmente interferidas en

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el momento en que su depresión es máxima. Hay otras maneras de entrar en la situ ación (ya, la entrada en la situación de unas u otras maneras va a depender de las condiciones de que disponga el entrevistador, el servicio que atienda a esta mujer, digamos la cultura psicológica o psiquiátrica de la región del país donde esta persona sea atendida). Por ejemplo, otra posible entrada en l a situación se presentaría como la entrada e n ese grupo familiar.

Habría entrevistas diagnósticas, entrevistas de orientación o entrevistas terapéuticas con el grupo que forman la paciente, su madre y su suegra; y podrían tener mucha riqueza; ya de entrada porque no sería la paciente sola quien cargara con estas mujeres de edad. Además habría que revisar con la óptica de la gente que trabaja con gerontes si se puede hacer algo por esta madre o por esta suegra que no dependa estrictamente del esfuerzo obsesivo de esta hija. Si esa intervención ocurriera, seguramente partes de l a situación grupal empezarían a modificar sus dinámicas internas.

Otra alternativa de trabajo grupal podría presentarse en c ierto momento con una intervención también de t ipo i ndagación, orien­tación, continencia, esclarecimiento, en el grupo que fom1arían esta mujer, el hijo soltero, el hijo casado, eventualmente la nuera, eventualmente la novia del hijo soltero.

Otro grupo del cual ella dice: "Este grupo me pone en c risis porque estos h ijos ya no me ven". Yo he trabajado con una paciente de la edad de esta mujer, deprimida, que tenia dos hijos varones y que los hijos no querían verla nunca. Yo trabajé mucho tiempo en e l tratamiento individual de esta mujer tratando de ver todas las dificultades que ella podía tener para l igarse con los hijos o que era 10 que ella podía hacer para repelerlos. A ciert a altura, después de mucho tiempo de trabajo y como la si tuación con los hijos era l a misma, le propuse reunimos e n mi consultorio, los dos hijos varones, ella y yo. Hicimos en total tres entrevistas, pero el resultado de esas tres entrevistas fue que la paciente y yo entendi­mos mucho m ás, al escuchar a los hijos, cuál era la historia por la c ual estos hijos no querían reunirse con la madre. El trabajo a partir ele esas entrevistas fue nuevamente individual, pero condujo a que esta mujer pudiera tener relaciones de reencuentro, de contacto, de comunicación con los hijos, notablemente mejoradas. A mí este

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tipo de experiencias me enseña mucho acerca de cómo vincular un trabajo individual con un trabajo grupal.

Hay otro t ipo de abordaje de la situación, que consiste en preguntamos si hay algún grupo social, grupo de pares, grupo de amigos, un grupo que realice alguna actividad en su zona, que pudiera ofrecerle a esta mujer alternativas para sal i r de esa casa. Esto se hace más claro en Centros en los que se desarrolla u n trabajo social. A veces el asistente social, e l terapeuta e n otros casos, casi "tienen que sacar de la casa" digamos, buscando a l a paciente que, regresivamente, se queda en l a pasividad del encierro en su casa, para l levarla a veces con pocas ganas a un primer contacto con un grupo alternativo, un grupo no primario. Es posible comprobar por esa vía cómo se ponen en marcha nuevos v ínculos que se i ntroducen en la situación como configurantes de nuevas series; diría series con potenciales de salud.

Otro nivel de abordaje podría ser el abordaje de la si tuación desde la serie laboral. Ganaríamos mucho tiempo si en esta

, empresa alguien con la perspectiva de un trabajo en salud mental, indagara l as vicisitudes de esa situación donde hay gente que es despedida y gente que se queda, probablemente con culpas y perseguida. S i h u biera u n trabajo institucional , e l trabajo institucional ayudaría en gran medida a reconfigurar elementos de esta s i tu ación de desocupación.

Por último, habría, de los que se me ocurren como abordajes posibles de la situación, un trabajo con el cuerpo de esta mujer. Prácticamente no se ha mencionado qué pasó con l a operación; si hubo extirpación parcial o total ele l a glándula mamaria, ¿cuáles son l as alteraciones del esquema corporal de esta mujer a partir de esa exti rpación? Al 1 í se nos presenta toda l a posibil idad de abordar la situación, desde un trabajo sobre el cuerpo; cuerpo operado, cuerpo que tuvo cáncer. Habría un trabajo de concienciación corporal posible, un trabajo de reelaboración del esquema cwpo­ral posible, un trabajo de expresión corporal con un cuerpo recuperado. como posible.

En lugares donde se puede contar con profesionales que desarro­l lan este t ipo de tareas, que son varias (he mencionado concienciación corporal, reelaboración del esquema corporal, expresión corporal) donde se pueda contar con recursos para este

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t ipo de t rabajo. éste const i tuye un abordaje de importancia para integrarse con los otros que vengo destacando, y contribuir a una reelaboración de la si tuación psíqu ica de esta m ujer.

Estos dist intos abordajes requieren ser coordinados desde ese vínculo de psicoterapia, bipersonal, que se ha establecido con la paciente. En él habrá que ir comprendiendo las s i tuaciones diná­m icas internas por las cuales el la se ve involucrada en problemá­ticas grupales, institucionales e individuales, de maneras t an descompensantes, sobreexigida, responsable de todo, t an obli gada a proteger a todos y no pudiendo soportar las pérdidas que. desgraciadamente para ella, son muy grandes.

Hasta aquí, una perspect iva de los abordajes técnicos posibles a part i r del despliegue de esta sit uación, vista en térm inos de series convergentes. Abordaré ahora otra parte de lo que quería transmi ­t i rles, que son los fundamentos teóricos para pensar la si t uación en estos términos. El tema es: pensar en situaciones. En primer lugar. l as si tuaciones a m í se me impusieron, se me presentaron como insoslayables a lo largo de muchos afios del t rabajo en hospitales. Trabajé doce afios en el Servicio de Psicopatología del Policlínico ele Lanús, Prov incia ele Buenos Aires . Atendíamos al l í muchísima gente. de niveles sociales diversos y, yo di ría, casi en la mayoría de los casos que tuve que ver la gente venía t rayéndome, "a gritos" situaciones. Si tuaciones muy complejas, de viv ienda, econom ía. t rabajo. fam il ia, cuerpo, barrio, tocio esto procesado a t ravés de la fant asm át ica y de la conll ict iva de cada aparato psíquico. Yo aprendí allí a pensar con los pacientes en sus si tuaciones y a intervenir en situaciones. El enfoque "mult idimensional" en psi ­quiat ría dinámica desarrollado por Mauricio Golclenberg nos condujo s iempre en esa d irecc ión . Recuerdo un paciente esquizofrénico que internamos en la sala, que era un vendedor ele la empresa Nestlé. Nos encontrábamos (en el momento en que habíamos hecho un buen t rabajo clíni co para su extemación) con que el día en que el paciente sal ía del hospi t al la empresa lo iba a lanzar a la calle de nuevo a vender. A vender mucho. porque si no vendía mucho, lo despedían; entonces vimos que en ese caso la única manera de proteger e l alta. era reunirnos con la empresa; yo cité desde el hospital al gerente de personal de Nest lé y al jefe ele ventas, hicimos una reunión en el hospi tal con est a gente (que se prestó por suerte en éste y en ot ros casos a concurrir) para el aborar

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con Ja empresa cuál podría seruna estrategia saludable de reinserción del paciente en su v ida de vendedor. Sin ese t rabajo con la empresa. yo pienso que toda la internación fracasaba. fracasaba a las 48 horas del alta; porque este hombre estaba sal iendo de un brote esquizo frénico, no podía resis t ir siete días l as tensiones de tener que vender en un mercado que siempre fue muy d i fíci l , muy complejo, generador de un tremendo stress.

Ese paciente evolucionó bien, y creo que fue un punto clave aquel modo de abordar la d imensión insti tucional (del alta. en este caso). A part i r de este t ipo de experiencias con situaciones me pareció posible teorizar que en las terapias focal izadas, cualquier del imi tac ión de un t rabajo focal debía ser hecha en el interior de una s i tuación. pensada como un t rabajo en el interior de una si tuación. Esa es un poco la tesis de un capítulo que publ iqué en Teoría y técnica de psicoterapias que se l lama "El concepto de foco", apuntando a estos desarrol los. planteando que sin pensar una sil uación, focal izares un recorte, es hacer un recorte que queda como en el aire, abstracto. expuesto al ideal ismo de suponer un aparato psíquico aislable. '

Creo que en la obra de Freud hay direcciones que nos ayudan a pensar si tuaciones. Para tomar un ejemplo muy claro. el historial c l ínico de Freud que se llama: Análisis fragmentario de una histeria (el caso Dora) es una invest igación extraordinaria de l a si tuación d e u n grupo. No solamente Freud invest iga la d inámica interna de los suefios, de los síntomas y de Ja conl1 ict iva edípica de Dora, sino que además , en una indagación relat ivamente breve, de pocos meses, hace un rclevamiento exhaust ivo revelador de l a complejidad dinámica del grupo en e l cual estaba involucrada Dora, y de l a s i tuación que estaba atravesando ese grupo. De modo coincidente, en Los caminos de la terapia psicoanalítica ( 1 9 1 8), Freud dice, refi riéndose al paciente:

Su afección depende también de múltiples cirrnnsta11cias exterio­res. ¡,Habremos de reparar en mod1firnr esta co11stelm:i611 , inter­viniendo en ella de modo adecuado? A mi j uicio, semejante actil·idad del m édico analítico está m ás que suficientemente justificada.

. Con todo, creo que l a obra de Freud, abriendo esas direcciones, invest igó con m ayor rigor y met icu los idad las d inám icas

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intrapsíq1:1icas, es decir, las dinámicas individuales del conflicto, si bien estaban referidas a un marco objeta!, a un marco de relaciones sociales. Pichon Riviere, uno de los pioneros en nuestro país en cuanto a proponemos una lectura que sea a la vez indivi­dual, grupal, institucional y social en su sentido más ampl io, destacaba que la obra de Freud abría esas direcciones, pero exploraba con mayor énfasis, con mayor dedicación, las direccio­nes de un enfoque individual. Creo que continuadores de la obra de Freud, como Pichon Riviere, Bleger y otros autores que voy a i r mencionando, van mostrándonos la posibilidad de conferi r mayor desarrollo a esas otras direcciones, grupales e institucionales. Estas direcciones, al indagar situación, intentan pensar cómo se articulan el aparato psíquico, el grupo, la institución, las determi­naciones sociales amplias, cuáles son sus articuladores. Este es el campo de una investigación teórica en pleno desenvolvimiento.

Después me encontré con la obra de Sartre como un aporte muy, muy importante para pensar situaciones. Hay un trabajo de Sartre que se llama "Cuestiones de método" y que inicia el primer tomo de la Crítica de la razón dialéctica. "Cuestiones de método" ( 1960) plantea una cosa muy importante, y es que para pensar una situación, para pensar estas diferentes series, el trabajo de pensa­miento es, de base, interdisciplinario. Dice en el Prólogo:

La antropología seguirá siendo un confuso montón de conoci­m ientos empíricos . . . hasta que hayamos adquirido e l derecho de estudiara un hom bre, a un grupo de hombres, o a un objeto h umano en la totalidad sintética de sus significados y de sus referencias a la totalización en marcha, hasta que hayamos establecido que todo conocim iento parcial o aislado de esos hom bres o de sus productos t iene que ser superado en una totalidad o se reducirá a un error por ser incompleto.

Lo que Sartre enfatiza en "Cuestiones de método" (y es un material que les aconsejaría mucho leer y pensar) es que ninguna disciplina en ciencias humanas, sola, puede abarcar la complejidad y la singularidad de cada situación. La situación tiene que ser construida teóricamente como una construcción de trabajo interdisciplinario. En este trabajo, Sartre introduce muchas refe­rencias al proyecto, del que hablé antes, y muestra de qué manera pensar situaciones es captar algo que él llama totalidades concre-

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tas, es decir l o que él l lama realizar una síntesis transversal de un conjunto de estructuras. Lo que allí l lama Sartre conjunto de estructuras, con l as cuales hay que reali zaruna síntesis transversal, es lo que yo l lamo conjunto de series. Pensar l a situación, con Sartre ahora, es precisar l a manera en que se totalizan conjuntos de estructuras, conformando por convergencia la modalidad singular de cada situación. En otro vasto trabajo de Sartre, que es su anál i sis de l a v ida y obra de Flaubert, Sartre dice: "Analizar amenaza a l as si tuaciones porque anal izar es poner en palabras c iertos con juntos. Al ponerlos en palabras los descomponemos. Esos conjuntos tienen que ser vistos como composiciones de fuerzas".

Es interesante, creo, esta reflexión, porque habría en el método que Sartre propone (tanto en el Flaubert como en Cuestiones de método) la exigencia de hacer un trabajo donde siempre que analizamos, tenemos que ser conscientes de que al analizar des­componemos conjuntos, de modo que siempre el t rabajo de anál is is remita inexorablemente a re formulaciones de síntesis. De lo contrario el trabajo analítico en cuanto descompone elementos

' de una situación, puede conducir a abstracciones, puede conducir a lo que John Bowlby, psicoanalista inglés, l lamó "el riesgo de saber cada vez más sobre un espacio cada vez más l imitado". Otro autor que a m í me ha importado mucho para pensar en situación, es Gilles Dcleuze. Produjo una obra hace algunos años, El ami edipo, que es u na obra polémica.

Pero produjo otra obra que se llama Lógica del sentido, que esenci almente es una investigación teórica sobre cómo se constru­ye el sentido de u na situación, él lo investiga l l am ándole "teoría del acontecimiento". ¿Cómo en lo que acontece se constituye el sentido para una persona? Deleuze, en este análisis del acontecer, plantea tres series de parámetros que a mí me interesan porque hacen a este abordaje c l ínico, diagnóstico y terapéutico que estoy ejempli ficando. Deleuze dice: en la situación, en el acontecimien­to, están en juego tres grandes t i pos de parámetros: 1 ) están en juego varios discursos (varios discursos, podríamos ejemplificar nosotros, son tanto los discursos inconscientes y conscientes de esta paciente, como l os d iscursos i n conscientes y cons­cientes de los hijos, la madre, la suegra, los compañeros de trabajo, el hem1ano que murió, sus entornos culturales). 2) El parámetro

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que toma: en todo acontecer i ntervienen varios sujetos; no hay u n solo sujeto en juego; efectivamente estamos viendo cómo en e l entrecruzamiento de discursos, que es también u h entrecruzamiento de interacciones, un entrecruzamiento de conductas, estamos en dinámicas grupales, estamos en entrelazamientos entre d inámicas grupales y dinámicas i ndividuales. 3) Y el t i po de parámetros que toma Dcleuze para pensar el acontecer const i tuye lo que él l lama estados de cosas. A m í me interesó m uchísimo esto de estados de cosas, como teoría, porque rem i te a las cosas, es deci r a los niveles concretos de regist ro de un mundo m aterial , un m undo que l lamamos real, que está en contrapunto con un mundo inconscien­te, un mundo fantasmático. En el caso de esta paciente, pensemos que además de toda la problemát i ca de la estructura psíquica de esta mujer, el cuerpo es un estado de cosas, l a vejez de m adre y suegra es un estado de cosas. los despidos en el t mbajo, son estados de cosas, la edad de los hijos y sus parejas, son estados de cosas.

Cuando Deleuze dice discursos y sujetos, enfat iza sobre todo ciertos aspectos que llamamos intrapsíquicos y grupales; en los estados de cosas está señalando ot ra vertiente necesaria para entender cómo se crea el sentido de una s i tuación. Una vertiente donde, de c iertas maneras, las cosas se prestan a las proyecciones del aparato psíquico, pero también le proponen al aparato psíquico ciertas proyecciones y no otras, y donde l as cosas, esos estados de cosas, cuerpo, famil ia, t rabajo, también resisten al aparato psíqui­co y no admiten que sea sfüo fuente de proyecciones.

Por últ imo qu iero destacarles que esta idea de convergencia de series, que producen efectos de sentido porque numerosos elemen­tos de cierto signo se agrupan, coincide con la captación q ue el paciente t iene cada vez que nos dice: "¡,Sabe lo que pasa? que se me junta todo". Ese "se me junta todo", que el paciente usa, que nosot ros usamos muchas veces cuando "se nos junta todo", destaca que no hay una serie de detenn inantes, que est amos siempre en e l entrecruzam iento de numerosas series de detemlinantes para que tocio se nos junte. Quería subrayar, antes ele seguir con otras referencias teóricas, que en general la literatura es una extraordi­naria fuente de indic ios para pensar cómo se construyen l as situaciones. Los narradores, los poetas, desde hace muchísimo t iempo piensan situaciones y nos transmiten sit uaciones. Qu iero

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citarles un pasaje que tomé, casi al azar, de Cervantes. donde el autor retrata una situación, no en la ampli tud diagnóstica con que nosot ros t rabajamos, pero sí con la m i rada que registra un instante. En el capítulo 20 del Quijote andan el Quijote y Sancho de noche, perdidos en un lugar y escuchan un t remendo ruido:

Era la noche como se ha dicho, oscura. y el los acertaron a en trar en unos árboles al tos, cuyas hojas m ovidas del blando viento. hacían u n temeroso y manso ruido: de manera que. la soledad, el sit io. la oscuridad, e l ruido del agua con el susurro de las hojas, todo, causaba horror y espanto y más, cuando vieron que ni los golpes cesaban, ni e l viento dor m ía , ni la m afíana l legaba . Aíia­dié11dose a todo esto, el i gnorar dcínde se hallaban .

Me parece que se va enfatizando tocio e l t iempo la convergencia de numerosos juegos entre estados psíquicos ele Sancho y del Quijot e, que están muertos ele espanto, y numerosos estados de cosas que pemianentemente el autor est á relevando, porque todas las cosas resonaban para el m iedo aport ando sus propios elemen-

, tos, sus propias cual i elaeles. La úl t ima l ínea de desarrollo teórico que voy a mencionarles

para pensar en sit uación, parte ele Donald Winnicott , autor inglés, y se enlaza con trabajos actuales ele dos autores franceses : Didier Anzieu y René Kacs . Esta es una línea muy interesante de t rabajos que a m i juicio nos pueden ayudar mu cho a i nc1agar en profundidad cómo art icular en las situaciones de consulta y en las situaciones de crisis, estados ele cosas, sit uaciones concret as, grupos, inst i tu­ciones e indiv iduos. El punto de part ida aparece para Anzieu y Kacs en las nociones que Wi nnicot t vino desarroll ando a lo largo de su obra sobref('//ómenos tra11sicionales ent re realielael interna y realidad externa al sujeto; exploración ele objetos y fenómenos transicionalcs que para Winnicott const it uyen un área conjunta.

Fíjense en los puntos ele coincidencia con lo que voy planteando; un área co11j1111ta que Winnicott llama i11ter11a-externa, es decir, intermedia; un espacio intennedio que se crea ent re el nifio, la m adre y objetos que ya no son ni el cuerpo del nifio ni el cuerpo de la m aelre, es decir, hay un espacio vincular que se empieza a poblar con los primeros ol�jetos llamaelos intermediarios, que son cosas y que en cuanto cosas, no son ni el aparato psíquico del nifio. ni el aparato psíquico de la madre, ni el vinculo ent re ambos. Cosas que ,,

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se invisten con afectos surgidos vinculannente pero que también resisten a ese investimiento. Hay dos trabajos que les voy a mencionar, uno en part icular en el cual se puede seguir con mucha riqueza la temática de las situaciones de crisis que estoy desarrollan­do. El t rabajo es de René Kacs, acaba de ser publ icado en B uenos Ai res por la Revista Temas de psicología social que edita la Escuela que fundó Pichon Rivicre. El t rabajo se llama "El apoyo grupal del psiquismo individual. Algunas consecuencias teóricas con relación a los conceptos de individuo y grupo". Está en la revista menciona­da, en un número dedicado al Congreso Internacional de Psicoterapia de Grupo que se realizó en 1 980 en Copenhague.

En este t rabajo Kaes desarrolla tem as que también ha tomado Anzieu en una conferencia dada en Madrid: "El anál isis t ransicional en psicoanálisis". Les voy a mencionar dos pasajes de Kacs que i lustran estas propuestas sobre la noción de s i tuación. Kacs, como Anzieu. basándose en el concepto de W i nnicott de área, zonas y objetos t ransic ionalcs, fonn ula lo siguiente:

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A lo largo del desarrollo se constituye un área potencial i n terno­e x terna esencial para el sostén del individuo. Esta área se revela principa lmente ant e e x periencias de ruptura en esta área de sostén. Esas rupturas c rean cortes e n b cont in uidad del sí m ismo y de las rcbcioncs con el medio, con vivencias de hundim iento. La com­p rensión de esa zona de transicion :i l idad, de ese espacio i nterme­d i:irio en tre e l aparato psíquico y sus contex tos, i ntroduce :il psicólogo y al psicoanalista en los problemas de la organ ización social . en los elementos más ampl ios de u n malestar en la civi l ización. El psiquismo requiere una red de apoyos solidarios: el cuerpo, vínculos continen tes, grupos, condic iones sociales contenedoras. Esos apoyos son esenciales para el equilibrio psíquico. Ante pérdidas que desorgan izan , el individuo que vive la e xperiencia de ser en su i nterior un grupo dividido busca en un grupo real la i magen de su unidad perdida y el apoyo necesario para superar el desamparo dado por la qu iebra de aquellos equi l ibrios. El e ncuen­t ro de ese grupo real es necesario para la reorgan ización psíquica y la e laboración de la crisis. Los conjuntos en los que se apoyan las condiciones del psiquismo.requieren identidad y coherencia y esa ident idad y esa coherencia dependen de condic iones y modi-ficaciones del adent ro y del afuera.

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Quiero ahondar en estos desarrollos para fonnular, en síntesis, Ja perspectiva de una generalización teórica: el concepto de situación designa un objeto articulador. Su/unción de articula­ción se realiza por efectos de montaje, dados por yuxtaposiciones entre series cuyas resonancias l igan entre sí a diferentes tipos de objetos: discursos, cuerpos, instituciones, grupos, fantasmas i ndi­viduales. Se trata de u n objeto (la s ituación) que se construye, se sostiene en esos conjuntos de objetos diversos, y a su vez, así const i tu ido, es configu rador del sentido otorgado a esos agrupam ientos de objetos. A la vez que estructurado por tales conjuntos de objetos, estructura el sentido asumido por esos conjuntos. Es así distribuidor -selector- reforzador de significacio­nes a lo largo de cada una de las series, para cada uno de los objetos que l as constituyen. Este objeto teórico va siendo construido por los aportes de varias disciplinas: psicoanálisis, psicología social, sociología, antropología, lógica, l ingüística. La s i tuación ubica al paciente, nos ubica a nosotros, en la zona de entrecruzam i ento de vastas indagaciones interdisciplinarias.

En psicología y psicoanálisis abundan hasta el presente las corrientes que proponen restringir la observación y la intervención clínica a uno u otro de ciertos objetos teóricos (la fantasía i ncons­ciente individual, el grupo, la organización famil iar sistémica de los m e nsajes, las conductas dram áticas, los juegos de los s igni fi cantes verbales) . Esos recortes perm i ten e fect ivos ahondamientos en sus respectivos objetos. La condición de esas del imi taciones es asumir la tarea epistemológica de la ida y e l retomo desde los recortes que establecen. S in esa condición, se sustenta u na lógica de exclusiones. La situación, en cuanto objeto articulador, propone como alternativa opuesta, una lógica de inclusiones, conjunciones e integraciones.

Si la enfermedad mental expresa un m undo de disociaciones, el trabajo en salud mental debe ser el esfuerzo de superar esas disociaciones . Personalmente postulo con el m ayor énfasis la eficacia técnica y la pertinencia teórica de esa lógica de integracio­nes. Se me presenta como la condición de un trabajo clínico y de un esfuerzo de contacto con el sujeto humano, que aspiren a una necesaria plenitud.

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AMPLIANDO LAS FRONTERAS

DE LA INTERPRET ACION

CON LA INDAGACION

DE DINAMISMOS INCONSCIENTES

COGNITIVOS Y CREATIVOS

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EL NIVEL INCONSCIENTE DE LAS FUNCIONES YOICAS, SU INTERVENCION EN EL CONFLICTO Y EN EL PROCESO TERAPEUTICO*

Estas notas tienen el propósito de realizar una síntesis general, introductoria, de una línea de investigaciones teóricas sobre el yo como sistema de funciones. Esta indagación asienta en una expe­riencia clínica, personal y grupal, que desarrollamos sobre la base de una orientación técnica ya expuesta en trabajos anteriores.

La conceptualización del sistema de funciones yoicas que nos ocupará primordialmente tiene un jalón importante en El yo y el ello, trabajo de 1 923 en el que Freud formuló su segunda teoría tópica del aparato psíquico . 1

Dos cuestiones centrales de ese trabajo serán nuestro punto de partida. Una, la constatación del carácter inconsciente de muchas de las actividades asignadas al yo. Otra, la concerniente a localizar en el yo los térn1inos constituyentes del contlicto. Un pasaje de ese artículo nos ilustra sobre los replanteos a los que llegaba Freud a esa altura de sus investigaciones.

Freud parte de la observación clínica de los fenómenos resistencialcs. "Entonces hacemos en el análisis esta observación: el enfermo experimenta dificultades cuando le planteamos ciertas tareas; sus asociaciones fallan cuando debiera aproximarse a lo reprimido-_ En tal caso le decimos que se encuentra bajo el imperio de una resistencia, pero él no sabe nada de eso y aun si por sus

*Comun icación a l a Segunda Jornada Anual del Centro de Estudios e n Psicote rapias Buenos A i res. A rgentina, 24 de noviembre de 1979.

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sentimientos de displacer debiera colegir que actúa en él una re­sistencia, no sabe nombrarla ni indicarla. Y puesto que esta resistencia es parte de su yo y es resorte de éste, enfrentamos una situación imprevista. Hemos hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que se comporta exactamente como lo reprim ido, vale decir, exterioriza afectos intensos sin deveni r a su vez consciente y se necesi ta de un t rabajo particular para hacerlo consciente. He aquí la consecuencia que esto t iene para la práctica analít ica: caeríamos en infinitas imprecisiones y dificultades si pretendiéramos atenemos a nuest ro modo de expresión habitual y, por ejemplo, redujéramos la neurosis a un conflicto entre lo consciente y lo inconsciente. Nuestra intelección de las constela­ciones estructurales de la v ida anímica nos obl iga a sust i tu ir esa oposición por otra: la oposición entre el yo coherente y lo reprimi­do escindido de él".

Comprueba entonces Freucl que "una parte importante del yo, Dios sabe cuán importante, puede ser inconsciente" (en el sentido sistemático de este término y no meramente descript ivo) "y seguramente lo es". Y este inconsciente del yo "no es latente en el sentido de lo preconscientc, pues si así fuera no podría ser act ivado sin devenir consciente, y el hacerlo consciente no depararía di ficul tades tan grandes".

Strachcy, en sus notas introductorias, cal i fica a este artículo como la úl t ima de las grandes obras teóricas ele Frcud. Menciona un pasaje de Más allá del principio de placer que anticipaba estos desarrollos: "Es que sin duda también en el interior del yo es mucho lo inconsciente; justamente lo que puede l lamarse el núcleo del yo; abarcamos sólo una pequeña parte de eso con el nombre de prcconsGicnte".

Una observación atenta de los hechos clínicos nos pennite avanzar desde estas constataciones ele Frcud, para fonnularderiva­cioncs teóricas con consecuencias para nuestra comprensión clíni­ca y sus correlatos en instrumentaciones técnicas.

1 . Creemos 4ue hasta estas fonnulaciones frcudianas. en la pri­mera teoría tópica. la oposición y cont radicción es binaria: es la trazada entre Ja conciencia y el inconsciente reprimido. Con esta segunda teoría tópica del aparato psí4uico las di ferenciaciones,

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oposiciones y cont radicc iones son las de un sistema temario : la conciencia. el i nconsciente reprim ido y l as funciones yoicas configurantes de un otro sistema inconsciente.* Yo y sistema percepción-conciencia ya no son sinónimos. Aluden a diferentes organizaciones de funciones. cuyas relaciones pasan a convertirse en otra zona de investigación clínica.

2. Las funciones yoicas consisten en conjuntos de operaciones, procesam ientos. transformaciones, de las que el sujeto registra de modo consciente sólo algunos de sus resultados. Algunos de estos procesamientos desempeñan funciones defensivas. Otros numero­sos conjuntos de operaciones se aplican. en cada etapa evolu tiva, a categorizar. m anipular. aprehender, discriminar diferentes dom i ­nios d e realidad. Estas operaciones. desarrolladas sobre la base de experiencias de complejidad creciente, arrojan el saldo de un afinam iento y enriquecimiento de esquemas operatorios. Estos conjuntos de procesam ientos van "construyendo" -según l a acertada tenn inología d e Piaget- di fcrentes zonas d e lo real . 2 Las funciones defcnsi vas, por su parte. intervienen en otras "construc­ciones". fantasmáticas , organizadas según vicisitudes del mundo pulsional y etc la estructuración narcisista. Entre las funciones de m anipulación de lo re.al y las funciones defensivas se trazan las condiciones para una serie de interjuegos. también inconscientes : superposic iones, oposiciones. escisiones.

3. Las funciones yoicas intervinientes en el m anejo de lo real const ituyen un sistema dest inado a crecer con las experiencias propias de ese m anejo. Crecimiento quiere decir en este caso am­pl iación del espectro de funciones, emergencia de capacidades que agrupan conjuntos de funciones. incremento en la eficacia para el dominio de diferentes zonas de lo real. Whi te3 ha postulado el interjuego entre acción eficaz y refuerLo de l as capacidades nece­sarias para la eficacia de esa acción. La ley de este sistema de funciones es el crecimiento en la experiencia.** Esto supone

* Con l a inclusión del superyó, con sus propias est ructuras inconscientes, Freud postula un s i stema más amplio aún de relaciones ent re est ructuras. Al considerar aquí las dinámicas inconscientes dd yo estamos abordando sólo un sector de esas ampliaciones.

** De allí la importancia que asume "la experiencia" (con todas sus d imensiones, dado que incluye lo verba l . a l a vez que lo desborda y ahonda sus alcances) como uno de los ejes de lodo proceso terapéutico. Experiencias en el ámbito del tratamiento, experien-cias de v ida y lodos los inlcrjucgos que se establ ecen entre esos dominios de aprendizajes. f1

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tendencias al desarrollo de las propias funciones. Y necesidad de una experimentación activa con di ferentes dom inios de lo real. La fuerza de estas tendencias tiene suficiente presencia en la clínica como para que en diferentes épocas haya debido sugerirse para las m ismas un carácter de pulsiones ("pulsiones yoicas", "pulsiones de dominio", "pulsión de saber"). La referencia al orden de lo pulsional alude, esencialmente, al hecho de que constituyen fun­ciones que son expresión directa de energías y aptitudes propias del sistema nervioso humano. De allí que Piaget ha postulado una y otra vez la necesidad de referir una psicología de los procesos cognitivos a sus basamentos de orden biológico. La ley de creci­miento de las funciones yoicas de realidad exige condiciones para su efectivo desenvolvimiento. Esta exigeacia es de orden incons­ciente. Depende de numerosos factores propios del individuo, de sus grupos de pertenencia y de la cultura que los constituye, el que se haga o no consciente la exigencia de ese desarrollo. Proust ha hablado de "la impaciencia de esos hombres siempre aburridos, siempre hastiados, que son las personas demasiado inteligentes para la vida relativamente ociosa que llevan y en la que no se realizan sus facultades".4

4. La experiencia de ese crecimiento de funciones y capacidades entraña un principio de placer en la realidad (destinado a sustitu ir o a entrar en oposiciones conflictivas con el principio de placer propio del "ello" y de la estructura narcisista). Hendrick ha postulado que la experiencia de hacer y de aprender a hacer, va configurando un sistema motivacional que impulsa al dominio de lo real . Y que ese impulso va ligado al hecho de que ese aprendizaje de lo real constituye fuentes de placer, de un placer primordial (no derivado) inherente al empleo eficaz de dispositivos funcionales propios del sistema nervioso.5 El placer en el ejercicio de tales funciones entraña un régimen económico-energético especial. Cargas y descargas de excitaciones se entrelazan y regulan en función del desarrollo de tareas. El resultado de estas tareas se objetiva en productos generadores de nuevas excitaciones, impulsores de nuevas tareas.

Freud señala en otro pasaje de El yo y el ello: "El yo se enriquece con la experiencia del mundo exterior propian1ente dicho y tiene en el ello otra especie de mundo exterior al que intenta

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dominar". Este intento de dominio, todo el trabajo que entraña semejante intento, tenemos que entenderlo l igado al especial principio de placer que es necesario postular para las funciones de realidad. Este especial principio de placer-realidad es constituyen­te importante, seguramente, de lo que clínicamente se constata como capacidad de alianza terapéutica. El esfuerzo de enfrentar ese particular dom inio de lo real que es la realidad psíquica, todo el sacrificio y el dolor de un tratamiento, tendrán que entenderse entonces sostenidos no sólo por las referencias a efectos futuros, sino a las gratificaciones del presente de la tarea misma, de su realización.

5. Es conveniente que nos detengamos a considerar qué signi­fica no reducir el conflicto a la oposición entre lo consciente y lo inconsciente (solamente). La propuesta de Freud es sustitu ir esa oposición por la que se establece entre el yo coherente y lo reprimido, disociado de ese yo. Tal vez la propuesta de Freud de una "sustitución" pueda ser demasiado radical. S i dejáramos de la­do la oposición inconsciente-consciente perderíamos una dimen­sión clínica esencial del conflicto. Pero algo decisivo queda planteado: que no podemos reducir nuestra actitud clínica a la indagación de esa oposición. Destacar que l imitarse a indagar esa oposición es reductivo, tal como lo advierte Freud, es abrir muchos cuestionamientos sobre posiciones hasta ahora vigentes en el psicoanálisis, que parecen insistir en privilegiar la antítesis cons­ciente-inconsciente. En lugar de una sustitución de esa antítesis por otra, creemos que la clínica nos induce a proponer una inclusión de esa antítesis en la que se establece entre diferentes organizaciones yoicas. Los conflictos intersistémicos funcionan incluidos en oposiciones intrasistémicas: el conflicto más abarcativo es el que se instala entre diferentes conjuntos de funciones del yo. Tratemos de precisarlo.

Tomemos ese concepto de "yo coherente" que emplea Freud. En términos de funciones yoicas la coherencia no es tanto un resultado sino la tendencia general de funciones de síntesis, siempre actuantes en direcciones de construcción de conjuntos con elementos no destinados espontáneamente a constituir totalidades. Accionan energías de unificación, trabajos de total ización. Con­flicto intrasistémico s ignifica entonces oposición entre funciones

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coherentizantes y aquellas funciones que inteivienen en la repre­sión y fonnan, con lo reprim ido , sistemas disociados y disocian tes, antagónicas de aquellos conjuntos de funciones de síntesis . Con­fl icto entre diferentes funciones yoicas, entre d iferentes organiza­c iones de estas funciones y entre sus efectos. d ivergentes entre sí.

Las funciones de síntesis incluyen los datos provenientes de una apertura a la realidad. Trabajan procesando constantemente los datos de cada dominio.de realidad en interjuegos con "datos" de la real idad psíquica. Conflicto yoico intrasistém ico quiere decir entonces comprender que todo conflicto incluye una referencia a muy diversas zonas de la realidad. Realidad de los otros. de los grupos, de las insti tuciones, de la cultura, todos esos dominios de realidad intervienen, procesados por distintos s istemas de funcio­nes. en la configuración de cada conflicto. Esta comprensión del confl icto amplía nuestras perspectivas sobre el funcionamiento del aparato psíquico y de la realidad psíquica.

6. El empleo de 1a noción de "yo", en singular, ha creado m uchos equívocos en psicología. En la obra de Freud, asimismo, "yo" ha designado diferentes s istemas, di ferentes estructuras , con dinamismos y efectos no reduct ibles a alguna iílstancia que pueda l lamarse "yo" y logre abarcarlos.

En este sent ido el equívoco es muy amplio, se reitera a lo l argo de numerosos trabajos que continúan a Freud. A t ítulo de ejemplo, Lacan en "Algunas reflexiones sobre el yo"6 alude al equívoco, no lo toma como tal s ino como contradicción aparente entre dist intas fonnulaciones de Freud sobre el yo, cree resolver esa cont radic­ción proponiendo un "yo" con más derechos al u so del nombre (que sería el yo de l a est ructura narcisista), y a nuestro juicio, no resuelve aquella contradicción y m antiene el equívoco.

,

En ese trabajo Lacan dice que hay contradicción entre di feren­tes enunciados de Freud sobre el yo (lo cual es efect ivamente acordahle). Señala que esa cont radicci6n surge pot ejemplo en que el "yo" de la organización narcisista "toma partido contra el objeto" y en cambio el "yo" de la segunda teoría lópica del aparato psíquico "torna partido por el obj�to y resiste al ello , es decir a la combinación de l as tendencias gobernadas únicamente por el principio ele placer".

'

La toma de part ido "cont ra" el oh jeto alude a esa negación del

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otro, del objeto real , que es inherente a la afi nnación narcis ista del s í m i s1110. Laplanche y Pontal is , s igu iendo a Lagache. desta­can est a dimensión sadomasoquist a de la relación yo narc i ­sist a-objeto.

La toma ele part i do "por el objeto" señala en cambio ese t rabajo del yo ele desci framiento, m anejo y t ransfomwción ele lo real , que es p ropio del s i stema de funciones cogn i t i vas, adapt at ivas y creat i vas que pueden l la111arsc ele m odo gené ri co , y en el sent ido m ás ampl io, " funciones yoieas de real idad".

Lacan d i rá: "Sin embargo l a cont radicción desaparece s i nos l i be ram os ele una concepción ingenua del princ ipio ele real idad y observamos que, si bien la real idad precede al pensam iento, adquiere d i ferentes fom1as de acuerdo con las rel aciones que el sujeto m ant iene con el la (Freucl no lo ignoraba. pero sus a firmacio­nes al respecto no son sic111 pre claras)".

El én fasi s puesto por Lacan en la invest igación del yo narcis is ta va a sugeri r que esa est ructura es la que debe entenderse por "yo": ego de represent ac iones. yo espec ul ar, yo sustant ivo. Un yo enajenado en su const i t ución m i sma, como i 111agen de sí para un otro p ri m ordial . Un yo de ident i ficac iones, fraguado sobre l as exigenc ias de un yo i deal omnipotente.

La dcsapari ci6n p resunta, según Lacan, de aquel l a con t radic­ción, t rat ada como s i fuera aparente . consist i ría para este autor en entender que las funciones yoicas enumeradas en El yo y el ello act ú an so111et idas a Ja o rganización narc i s ista, que no se v i ncu l an con l a real idad sino a t ravés de l as est ru c t u raciones propi as del narcis ismo. Para nosot ros est a post u l ación es parc i al . Dest aca un i m po 11 antc sector de fenómenos clínicos. Pero t am bién deja afuera ot ra zona altam ente relevante de hechos c l ínicos.

Conflicto in trasistémico quiere dec i r, en este aspecto, que s istem as de func iones yoicas de real idad regist ran l as con t radic­ciones y divergencias ent re datos procesados desde y a t ravés de l a o rgan i z ac i ó n narc i s i s t a y o t ros d a t o s deri v ados de o t ros procesam ientos de lo real . Registro de un cont raste ent re datos internos a esa organización narcisista y datos de exte rioridad a la m i sma. Ese regis tro es sólo en parte consciente, l as funciones etc real idad son operaciones y procesam ientos de esas operaciones pri m ordi almente inconscicntes.7 ,

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Sobre el registro ele contradicciones entre lo i nterno y lo exterior al yo narcisista, quiero c itar brevemente algunas proposi­ciones ele Berenstein:8

"La di ferencia entre el cumplimiento ele los deseos provenien­tes del yo (destaco: este yo es aqu í el narcisista) y la acción específica proveniente ele los otros está en l a base ele la distinción entre m undo interno y m undo externo y ele una realidad interna diferente de una realidad externa. Ambas realidades son diferentes sobre lo que tienen en común. Primero es la investidura narcisista del yo que se prolonga y abarca la realidad exterior. Luego y a part i r d e los objetos exteriores s e v a definiendo y diferenciando el yo" (cabe aclarar: ahora se habla ele procesamientos del yo en cuanto sistema ele funciones). "La sign i ficación de la realidad se relaciona con la atención como una función del yo tendiente a detectar, en l a realidad exterior di ferente de la real idacl interior, los signos de rea­l idad mediante el funcionamiento de los órganos sensoriales y la comparación con los registros en l a memoria ele los signos de los objetos".

Quiero referir estas consideraciones teóricas a los hechos ele observación clínica, tomando como ejemplo la experiencia de tra­bajo con personalidades de estructura histérica predominante.

El yo narcisista de la estructura histérica organiza la realidad sobre la base de polarizaciones: seducción versus fracaso de l a seducción. impacto estético versus evidencia ele fealclacl, cuerpo fál ico versus cuerpo castraclo.9• 'º El yo funcional de esta estructura presenta contradicciones internas: algunas funciones están afecta­das a u na organización defensiva puesta al servicio ele aquellas disociaciones (disociación, represión, negación maníaca ele l a réalidad psíquica, de la diferenciación anatómica de los sexos, ele la erotización edípica, de la castración); otro conjunto de funciones yoicas, que opera también ele modo i nconsciente registra y compu­ta otros datos de real idad (realidad del propio funcionamiento en los vínculos, ele las di ferencias sexuales, ele la conducta de los otros, de las pautas de la cultura) y estos registros in fomian de la a rbi trariedad, de lo forzado de aque l l as d isociac i o nes y polarizaciones. Infomrnn de l a relación precaria entre las organi­zaciones fantasmáticas histéricas y las condic iones ele realidad que son presionadas, desde la conducta histérica, para "hacerles"

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encamar aquellos fantasmas. Las funciones de realidad no captu­radas por aquella organización narcisista, producen constantemen­te indicios de "que no es así", "que ser mujer no debe consist i r" en ese rol buscado por vías de una dramatización estereot ipada, "que si está tan pendiente de la respuesta del otro debe haber patología" en su propia pregunta. Esta información constituye una de las vertientes generadoras de inseguridad para esa personalidad h isté­rica. Tal registro será tratado de modos muy diversos y variables en el nivel de la conciencia, pero es porque todos esos elementos de autocuestionamiento están contenidos en el interior del yo funcional , que esa personal idad puede l legar a tratarse. Todo ese procesamiento de contradicciones entre estructuración real ista de lo real y estructuración narcisista de lo real, const i tuye la base de toda alianza terapéutica (alianza compleja, conflictiva, ya que apoya en una constante lucha entre sistemas divergentes de orga­nización de lo real, pero clínicamente indiscutible, y esencial para que u n proceso terapéu tico pueda desenvolverse como tal).

7. La conciencia aparece entonces, en estos desarrollos, como el lugar psíquico de un trabajo. Trabajo de una capacidad del sujeto, que involucra numerosas funciones y que se apl ica a desci frar los datos emergentes de las operaciones yoicas inconscientes, sus construcciones, s íntesis, confrontac i ones, cuestionamientos, relativizaciones. Lugar donde actúan efectos de desconocimiento, de falsa conciencia, de fascinación por l as propuestas de l a estructura narcisista, indudablemente, pero que n o s e agota con esos efectos de desconocim iento, a través de funciones cognitivas nunca atrapadas de modo absol u to en esos efectos.

En El yo y el ello Freud conjeturó sobre la posibil idad de este tipo de vinculo entre operaciones yoicas y trabajo de la capacidad de conciencia. Se preguntó Freud: "¿Qué ocurre con aquellos otros procesos que acaso podemos reunir --de modo tosco e i nexacto-­bajo el t itulo de procesos de pensamiento? ¿Son ellos los que, consumándose en algún lugar del interior del aparato como despla­zamientos de energía anímica en el camino hacia la acción, advienen a la superficie que hace nacer la conciencia, o es l a conciencia la que va hacia el los?". Freud n o pudo seguir esa indagación, tomó el camino de estudiar la cuestión de las represen-

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taciones de palabra en el preconsciente. Sin embargo, aquel la conjetura de Freud merece, para nosotros, ser retomada.

Todas las referencias al cuerpo como lugar de procesamientos yoicos señalan la dimensión inconsciente de esos procesamientos, hacia los cuales debe dirigirse el t rabajo de concienc ia. "El yo es sobre todo una esencia-cuerpo". 1 1

Capacidades, regul aciones, adquisiciones, aparecen operando en el cuerpo y en relac iones muy variables con "la conciencia". Borges, en u n ensayo que l lamó "La postulac ión de la realidad" enfat izó el hecho:

"En lo corporal , la inconsciencia es una necesidad de los actos físicos. Nuest ro cuerpo sabe art icular este d i fícil párrafo, sabe t ratar con escaleras, con nudos, con pasos a nivel, con ciudades, con ríos correntosos, con perros, sabe at ravesar una calle s in que nos aniquile el t r<lnsito, sabe engendrar, sabe respi rar, sabe dom1i r, sabe tal vez matar: nuestro cuerpo, no nuestra inteligencia". 12

El más ant iguo pensamiento oriental ha sabido mostramos que las regulaciones, las coordinaciones, los aprendizajes, t ranscurren ante todo como procesos corporales. La conciencia t iene que aprehender esos procesos internos, aprender ante todo a no interferirlos, a desci frar sus movim ientos prof unclos. Ese bello relato que es Ze11 en el arte del tiro con arco nos muest ra que el aprendizaje del arquero es el de la espera, el de la ejerci tación física incansable, el de la concentración, hasta lograr que todas las regulaciones, sincronizaciones, síntesis, produzcan desde el cuer­po "su" disparo, no el ele la mente intencional corriente. 1 3 El cuerpo es, para este pensamiento m i lenario, el lugar fundamental de una producción: "las manos no son m anos, no t ienen existencia, hasta que arrancan tlores y las ofrecen al B uda", y las piernas pasan a ser tales cuando en uso consiguen t rabajar, escalar, vadear. El "cuerpo en uso" aparece como la act iv idad cogni t iva fundamental . 1-i A part i r ele al l í viene el t rabajo de "darse cuenta".

8. El equívoco que antes destacamos, l igado al empleo en singular de la noción de "yo", se crea asim ismo por el uso de la noción de "sujeto" en s ingular. La psicología t radicional explora­ba el sujeto de la conciencia, l igado al sujeto de la teoría cartesiana del conocimiento. La revolución de los descubrimientos rreudianos

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most ró que ese sujeto estaba dctcmlinado desde otro lugar, e l de las est ructuras inconscientes. El psicoanálisis de orientación cstructuralista ha podido sintet izar ese movimiento, desde Lacan, con la noción de "dcscentración del sujeto". Pero siguiendo l as líneas de la primera teoría tópica frcudiana, esa orientación ha propuesto en c ierto sentido "correr el centro" , a t ravés del movim iento trazado en una fómrnla: ubicar como sujeto del deseo al inconsciente dinámi co. De esa fómrnla se ha creído posible derivar después una proposición m ás amplia: entender a ese inconsciente como el verdadero lugar "del" sujeto.

La noción de "sujeto" empleada en esas fomrnlacioncs supone una especial organización etc procesos psíquicos, una relación ele esa organización con un t ipo particular etc objeto. y una m odalictact específica de relación sujeto-objeto instalada en esa organización de procesos. En tal sentido pensar el inconsciente reprimido como sujeto de deseo (en el sentido de deseo sexual ) const i tuye una fomrnlación rigurosa. ampliamente fundada desde los Tres ensa­yos de Frcud.

La segunda teoría tópica frcudiana, que nos ocupa desde el com ienzo de este artículo, no adm ite en camhio con t anta c laridad aquella derivación por la cual se supone que el lugar del sujeto de deseo sea equivalente al nuevo lugar "del sujeto". Podemos sustentar este cucst ionamicnto si com prendemos que lo que se abre con la úl t ima tópica frcudiana es descubri r en el sistema de funciones yoicas un otro sujeto inconsciente. "Sujeto" en cuanto cabe apl icarle un criterio similar al que opera en la fónnula que localiza al sujeto del deseo en el inconsciente reprim ido: un sistema de funciones que const i tuye su objeto, un ohjcto peculiar con el cual se instaura una específica dinám ica de vínculos ("const rucción de lo real", t ransfonnacioncs adaptat ivas y crea­t ivas). Todos los puntos t ratados previamente m uest ran l a espcci ficidad d e este sistema de funciones y s u definida inllucncia en la estructuración del aparato psíquico. Esa especi fic idad es l a que llevó a postularlo como " instancia" diferenciada.

La peculiaridad de la relación sujeto-ohjcto de las funciones yoicas puede recort arse con nit idez sobre el diseño teó rico pro­puesto por Frcud para comprender al objeto de la pulsión scxual . 1 5 Este e s u n oh jeto a reencont rar, s e const i tuye por fijación, y e n s u carácter etc imago, et c objeto arcaico, está destinado a t ransfcren-

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cias inconscientes sobre objetos actuales. Tales transferencias se rigen por mecanismos de asimilación (del presente al pasado). E mplean el p roceso p ri m ario de s imboli zación, con sus condensaciones y qesplazamientos.

El objeto del sistema de funciones yoicas de realidad es un objeto a descubrir, a discrim inar en lo que tiene de específico. Tal objeto se construye sobre l a base de esos particulares i nterjuegos que Piaget conceptualizó como asimi l ación y acomodación. El proceso secundario de pensamiento inteiviene con el fin de cons­tituir ese objeto en cuanto diferenciable de otros, análogos y disím i les. E l objeto de tal modo construido, l a tarea de su construc­c ión y el conjunto de relaciones que con él se establecen tienen un efecto altamente peculiar: desarroll an las funciones comprometi­das en esas tareas. E11 la relación con su objeto se crea11 y crecen fu11cio11es, capacidades, que construyen al sujeto. Esta compren­sión dinámica de ese especial interjuego sujeto-objeto, nos pennite captar el sentido profundo de un antiguo saber, que en el Quijote se condensa en dos líneas: " . . . que cada uno es hijo de sus obras".

Desde esta perspectiva, las tómmlas tradicionales, "hacer consciente lo inconsciente" y "donde estaba el ello, debo deveni r yo", adquieren u n claro significado dinámico: aluden al can1bio que habrán de sufrir las rel aciones entre diferentes sistemas de vínculos sujeto-objeto. El inconsciente reprimido, l a pulsión sexual y su objeto arcaico, el yo narcisista y sus construcciones imagina­rias, los sistemas de identificaciones contenidos en aquellas es­tructuras, se transfom1an en el proceso terapéutico, en otros tantos objetos de aquel sistema de funciones yoicas , y en cuanto tales son objeto de indagaciones, registros, clasificaciones, confrontacio­nes, diferenci aciones. Este extraordinario con junto de operaciones movilizadas en el proceso terapéutico van dando emergencia a ese otro sujeto-yo funcional- que habrá de crecer hasta debil itar las dominancias hasta entonces ejercidas por aquellas estructuras del inconsciente dinámico. Este crecimiento en amplitud, riqueza y eficacia de las operaciones del yo funcional viene a modificar profundan1ente las relaciones de fuerzas previamente vigentes en el aparato psíquico.*

* Estamos explorando aquí un t ipo de re lación entre estos sistemas: su oposición dinámica. Otras relaciones (convergencias, potenciaciones) tendrán que ser también consideradas. ·

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Esta perspectiva pennite comprender teóricamente los fenó­menos sublimatorios en ténninos m ás ampl i os que los tradiciona­les. Se han señalado rei teradamente las dificultades para explicar los cam inos por los cuales podría la pulsión sexual cambiar de fin y de objeto.

Creemos posible pensar que el proceso es otro, consistente en cambios en las relaciones de fuerzas entre el s istema pulsión sexual-objeto sexual y el sistema funciones cognitivas-objeto de estas funciones.

Lo que se observa como cambio de objeto en la sublimación es un cambio en las relaciones de fuerzas entre dos sistemas. Cambian las domi nancias y el sistema sujeto-objeto, comprendido en el desarrollo de las capacidades yoicas, adquiere posibilidades inédi­tas de ejercer prevalencias sobre el sistema arcaico (pulsión sexual-objeto de esa pulsión). Prevalencias no absolutas, pero de una frecuencia creciente.

En sus tém1inos m ás ampl ios nuestra perspectiva es la siguien­te: con la primera teoría tópica, al descubrir el corte entre conscien­te e inconsciente, Freud estableció e l descentramiento del sujeto de la conciencia, y local izó en el inconsciente dinámico otro sujeto Con la segunda teoría tópica, la postulación de un sistema incons­ciente de funciones yoicas, abre la posibilidad de localizar un tercer sujeto que descentra tanto al sujeto de la conciencia como al sujeto del deseo (inconsciente· reprim ido de la sexualidad infantil).* En l ugar de l imitamos a delinear un sujeto descentrado, nos encontramos con múltiples sujetos, con un s istema plural de estructuras dinámicas. Es descubrir que opera en cada i ndividuo un sistem a de tensiones entre diferentes sujetos, que disputan sus diferentes modos de organizar la realidad psíquica.

9. Hablamos de sujetos coexistentes (sistemas sujeto-objeto­v ínculos diferentes) en luchas constantes y con fuerzas variables. Sus oposiciones toman la fomrn de escisión a veces, de transacción en ciertos casos y de agudo conflicto en otros, como competencia v iva acerca del modo de organizar los signos de cada situación.

* Destaco aquí u n momento; en otros, este tercer sujeto es "descentrado • · por aquéllos.

·

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La l i teratura es pródiga en el test imonio sobre estos di ferentes sujetos inconscientes, y sobre sus variables rel aciones con l a concienc ia.

Marce! Proust detecta estos fenómenos: "Había en mí un personaje que, más o menos, sabía m i rar bien,

pero era un personaje i nterm i tente, que sólo tomaba vida cuando se manifestaba alguna esencia general , común a vari as cosas , que const ituía su a l imento y su deleite. Entonces el personaje m i raba y escuchaba, pero sólo en ciert a profundidad . . . pues lo que me interesaba no era lo que querían deci r, sino la m anera de deci rlo, en cuanto revelaba su carácter o sus notas ridículas ; o más bien era un objeto que fue s iempre l a finalidad principal de m i búsqueda porque me daba un goce específico, el punto común a uno y otro ser". 16

" ¡Qué caudal de observaciones pacientes, pero no serenas, es menester ir recogiendo con respecto a los movim ientos , en apa­rienci a i rregulares, de estos mundos desconocidos, antes de ciar por seguro que no se dejó uno engañar por meras coincidenci as y que nuest ras previsiones no serán defraudadas, antes de fomrnlar leyes c iertas adquiridas a costa de experienci as crueles que rigen esa astronomía de Ja pasión !" . 17

" . . . debía ser muy encantador, sin embargo, este recuerdo, ya que a él . l i bremente aun en aquel momento, sin pri sa, sin fat iga, sin asomo de necesidad ni ele ansi a, tomaban siempre mis ideas de amor; luego, a medida que esas ideas lo fijaron más definit ivamen­te, tomó de e l las mayor fuerza, pero se tomó más vago en sí m i smo; bien pronto no supe ya volver a encontrarlo, y s in duda lo defon11 aba porcomplcto en mis ensueños, puesto que cada vez que veía a la señora de Guermantes comprobaba una divergencia, di ferente siempre, por lo demás. ent re lo que había imaginado y Jo que veía". 1 �

Proust nos muest ra en su obra un sujeto i nvest igador de los d iferentes sujetos que lo habitan, que sigue paso a paso los infin i tos indic ios ele un v iv ir atento y sens ible.

Deleuze 1 9 ha entendido l a obra de Proust como l a objet ivación ele los mov imientos y mat ices propios de un largo aprendizaje: el

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de desci frar los si gnos de las relaciones di fcrenci al es que, distintos sujetos en la evolución del individuo, van estableciendo con di ferentes universos de objetos (naturales, sociales, amorosos, estéticos, intelectuales). En esa búsqueda, Proust va reconociendo a esos sujetos y vislumbrando los universos contrastantes que configu ran y en los que se const itu yen.

Borges, otro notable testigo de esas coexistencias y luchas entre dist intos sujetos, dice en "Borges y yo":

" . . . al otro. a Borges, es a qu ien le ocu rren las cosas ... yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su l i teratu ra y esa l i terat ura me just ifica . . . yo he de quedar en Borges, no en m í (si es que alguien soy) ... no sé cuál ele los dos escribe esta página".

Y vuelve, en su "Poema de los dones", con la pregunt a: "¿Cuál de los dos escribe este poema, de un yo pl ural y ele una sola sombra?".2º Paul Ricoeur 21 ha subrayado que el Edipo ele Sófocles cont iene

dos series de hechos de sim ilar envergadura. Una, la que m arca el tumplimiento de lo preclest inaclo: parricidio, incesto, cast igos por la transgresión de la ley. Ot ra, la que m uestra la insistente deci sión de Edipo de buscar la verdad hasta sus últ imas consecuencias.

Si Icemos con atención el texto de la tragedia, podemos coincidir con Ricoeur: es posible asist ir a un ent relazam iento com11ovedor de esos dos procesos. Ese desarrollo nos most raría en Edipo la coexistencia de dos sujetos; uno l igado al principio de placer primi t ivo, al desconocimiento. a la repet ición; otro lanzado al descubrimiento, a la invest igación ele una real idad. El cleven i r de esa historia m uestra las t ensiones. los cambios en las relaciones de fuerzas entre esos sujetos ilamados Edipo.

10. A modo de conclusión: Se le pregunt aba a Sart re en una ent revista cómo entendía él la

"disolución del sujeto" post ulada par ios est udios estructuralistas. Sartre respondió: "la crít ica est ructuralista es interesante, pero lo que cleja sin aclarar es qué hace el sujeto con el conjunto de estructuras que lo detenn inan".

Esa respuesta fue para nosot ros incitante y a la vez equívoca: hablaba todavía de un sujeto, en singu lar.

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Nuestros desarrollos permiten, tal vez, fomrnlar de un modo distinto el sentido esbozado en aquella respuesta: lo que el estructural ismo deja sin aclarar es qué hace el sujeto (sujeto de las funciones yoicas cognitivas, adaptativas y creativas) con las es­tructuras que lo determinan (sujeto del deseo, organización del yo narcisista).

¿Qué hace? Luchar, enfrentarse con sus propias limitaciones y comprom isos enajenantes, trabajar en discernir falsa conciencia y conciencia de realidad. Si se dan ciertas condiciones constitucio­nales y contextuales apropiadas, crecer en el desenvolvimiento de esa lucha; y dar lugar, en ese proceso, a otro principio de placer, a cambio del cual se haga posible aceptar también, en alguna medida, el dolor de la realidad

Estas proposiciones teóricas fundamentan y derivan a su vez de sistematizaciones técnicas expuestas en trabajos previos. 22• 23• 24• 25

Crean el espacio, en esta etapa, para nuevas indagaciones clínicas, que serán objeto de nuestras próximas búsquedas.

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CREA TI VID AD: DINAMISMOS FUNDANTES DE UN SISTEMA EN EL PSIQUISMO H UMANO

Introducción*

En nuestra fom1ación clínica, ya sea psicológica o psicoanalítica, pay un énfas i s p reponderante otorgado a la perspect i v a psicopatol6gica, es decir, un centramiento e n l o patológico del psiquismo. Ese énfasis se expresa como un gran desarrollo teórico, con gran despliegue temático, alrededor de cuestiones tales como ansiedades, defensas, conflictos patológicos, regresiones, fijaciones in fant i les, t rastornos propios de las estructuraciones del narcisismo.

Ese énfasis en la patología psíquica, es dec i r, en las estructuras infantiles y regresivas, de alguna m anera l leva consigo un relat ivo descuido en la m i rada clínica de un vasto conjunto de fuerzas que se m ani fiestan como tendencias o como proyectos. Como tenden­cias a la sal ud, al crecimiento, al desarrollo, al cambio, a produc­ciones, a Ja adquisición de capacidades y de nuevos elementos de identi dad. Tendencias tanto individuales como grupales.

Este conjunto de fuerzas aparece de alguna m anera relegado, ya sea por si lencios temát icos, ya porque son t ratadas como obvias.

* Una versión pre l i m inar de estos estudios ha sido presL·ntada en L' i A t eneo C l ínico del Centro de Estud ios en l'sicolerapias. de Buenos A i res, Argenlina. como confe rencia: ·'Crcal iv idad: una dimensión cl ínica esenc ial en l as psicoterapias··. el 22 de nov iembre de 1982.

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Lo cierto es que estas fuerzas son en menor medida objeto de desarrollos teóricos, y en algunas posiciones teóricas aparecen negadas, desconocidas.

Si nos dirigimos a observarlas, vemos que todas esas fuerzas, que tienden a la salud, al crecimiento, son fuerzas que encuentran placer en esos desarrollos. Se trata de un placer profundo, realzado ya desde la antigüedad comoen estaimagen bíblica (del Eclesiastés): "Es dado al hombre gozar de sus obras y esa es toda su paga", una acentuación importante del placer que pueden dar esas tendencias en cuanto realizándose. Se abre aquí la necesidad de revisar cuál es el régimen de placer vinculado con estas tendencias que van en dirección de la salud, en dirección del desarrollo, del crecimiento o de la progresión.

La idea central que quiero desarrollar es que la creatividad es la movilización productiva de un sistema de dinamismos psíquicos que empujan en la dirección de esas tendencias, cuyo cumplimien­to apunta a la realización, a la construcción, al crecimiento, al desarrollo. La creatividad es pensable como efecto de un sistema de pulsiones y funciones psíquicas que empujan en esas direccio­nes. El esfuerzo entonces en pensar la creatividad apunta a tratar de otorgarles a esos dinamismos un lugar en el aparato psíquico, un lugar que viene de alguna manera postergado, ya que el discurso científico, en particular el psicoanalítico, viene restando enverga­dura a esas direcciones de las conductas humanas. Da toda la impresión de que ese atraso responde a condiciones sociales, culturales e ideológicas, que realizan a través de las prácticas sociales y científicas una acentuación especial de los elementos de enfermedad con un correlativo descuido de los elementos de salud. El interés en avanzar líneas de comprensión sobre la creatividad no va, a mi entender, en la dirección de reemplazar una perspectiva de la enfem1edad por otra de la salud, no se trataría de una sustitución, sino que una perspectiva más rica, más veraz en la clínica se logra en los puntos de intersección, en las zonas de oposición y potenciaciones, entre aquellos dos tipos de registros: los· que aluden al mundo de la enfermedad y los que remiten al universo de los desarrollos y producciones. Tengo la impresión de que la mirada clínica es más veraz cuando se dirige a esas zonas de

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intersección, zonas de encuentro entre esas dos maneras de com­prender la experiencia:

Frente al sujeto-sujetado (establecido a partir de estudios estructurali stas, concepto válido para comprender ciertas estructu­ras propias del psiquismo neurótico), surge aquí otro camino que nos permite poner de relieve a otro sujeto: un sujeto-desujctante, un sujeto-creante. Un estudio atento a los movimientos propios de d i ferentes procesos psicoterapéuticos, nos va permi tiendo obser­var los contrapuntos entre esos diferentes sujetos, sus desplaza­mientos recíprocos, dominancias, alternancias, sus juegos de fuerzas.

El tema de la creatividad es un tema muy vasto, desbordante en fascinación así como amenazante para quien se disponga a inda­garlo. Hace varios años que vengo revisándolo (los c inco últimos años de un modo sistemático) y esa revisión me produce en c iertos momentos una especial excitación y en otros sensaciones de desa­sosiego, de incertidumbre, en cuanto a las posibilidades de abarcar y de penetrar un campo tan diverso.

M e propongo, en esta exposición introductoria, destacar algu­nas direcciones fundamentales para pensar su teoría. Mostrar conjuntos que a mi juicio son centrales, no tenninados, sino aspectos de una investigación personal que está en marcha. ¿Qué me propongo entonces? En primer lugar mostrar la necesidad y posibilidad de pensar la creatividad como un sistema de funcio­namiento especial dentro del psiquismo, un sistema con rasgos distintivos propios, no derivados necesariamente de otros siste­mas, como los comprendidos en las fomrnlaciones freudianas de principios de placer o de realidad.

Desde esa propuesta general destacar que si asum imos en toda su profundidad la existencia de la c reatividad en el funcionamiento del aparato psíquico se abren nuevos modos de ver el psiquismo

* Quiero no obstante aclarar que para nosotros la perspect iva de l a creatividad constituye ot ros espacios. otros universos que van más allá de la con s i deración de "intersecciones·· entre diferentes lecturas ya constituidas. Espacios que involucran lo que Jean Baudrillard ha llamado t rans-sexual idad, dominios de total mov i l idad y apertura .. que toda la organización sexual t iende a doblegar, incluso el psicoanálisis, según el axioma de t¡ue no hay otra estructura más que la de la sexualidad, lo cual le hace constitucionalmente incapaz de hablar de otra cosa".1

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humano, y con ellos también la clínica, se expande la perspectiva del paciente acerca de ansiedades, conflictos y potencialidades y también se abren otros horizontes para nuestras interpretaciones.

Fuentes bibliográficas y testimonios

Algunas fuentes de infonnación que he tomado muy en cuenta para poder ent rar en el tema: en primer Jugar la obra de Frcud. Si bien la obra de Freud es particulam1cntc oscura, no desarrollada en m uchos aspectos que hacen a creat iv idad, se me presenta como necesaria en cuanto a las graneles categorías teóricas y los graneles modelos de funcionam iento psíqu ico que int roduce, de m odo tal que pensar la creativ idad es pensar desde Freud, pensar con las nociones de aparato psíquico, de sujetos, de objetos internos, de objetos externos, toda una serie de categorías que se desprenden de esa obra. Algunos de sus trabajos plantean en especial las nociones que cm picaremos. 2• 3• u Desde la obra de Frcucl vienen real izando aportes m uchos cont inuadores, en cuanto a aquellas categorías básicas (procesos internos objetos, est ructuras inconscicntcs).6• 7• 8

Ellos han dacio l ugar a diversas fomrnlaciones teóricas que son importantes para poder pensar el tema de la creat iv idad, aunque ninguno de esos desarro llos nos pcnn ite abarcar m uchos de sus enigmas. De el Jos quiero mencionar en especial a Winnicot t , cuyo l ibro Realidad y juego'J me resu lta uno de los principales puntos de part ida para reflexionar sobre aspectos dinámicos de la creati­vidad.

En tercer lugar destaco a Silvano Ariet i , autor de un l i bro, Creat ivity, 10 que desarrolla muchos aspectos del tema. En cuarto l ugar una compilación de trabajos ele Didier Anzieu que se n'ama Psicoanálisis del genio creador. " Anzicu t iene al lí un t rabajo sobre el tema. vinculado a las separaciones y los duelos inherentes a Jos procesos creat ivos. Hay otro autor en esa compi lación, Jean Guillaum in cuyo t rabajo12 da Jugar a reflexiones de t ipo tópico, es decir sobre las relaciones entre inconsciente, prcconscicntc y consciente en los procesos crcat i vos. Otro traba jo de esa compi !ación es el de Elliot Jacqucs, 1 3 un trabajo muy importante porque plantea

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toda la problemát ica de lo que se llama "Crisis de la celad media de la vida", en tén11 inos evolutivos y productivos, most rando cómo surge en esa etapa vital la problemática de un cambio necesario en los contenidos y en la cal idad de los procesos creat ivos.

Otros autores que abordan el tema y que tengo en cuent a son: Rollo May, 14 Abrahan1 Maslow, 1 5 Erik Erikson,16 Frederick Perls,17 Joseph Zinker. 18 De este ú l t imo, u n l ibro que se l lam a El proceso creativo en la psicoterapia guestáltica que introduce el enfoque gest ált ico en cuanto a m anera de explorar la creatividad a t ravés del cuerpo, a t ravés ele indagaciones ele t ipo bioenergético. Ot ros trabajos de autores norteamericanos son los que est án compilados en Editorial Paidós en una obra que se l lama Estrategias para la creatividad, 1 9 que reúne t rabajos de invest igadores norteamerica­nos sobre conduc tas c reat ivas, act i tudes creat ivas, procesos creat ivos. Algunos ele los autores más destacados son Yervalin, Barron, Crawford, B radford y Guil ford. Menciono a un educador cal i forniano, Paul Torrance,20 cuyo t rabajo Orientación del talento

preatil•o es muy val ioso: una invest igación sobre los fenómenos ele la creat ividad en niños en edad escolar y de los t rastornos a los que da origen la represión de la creat ividad. Gregory Bateson, uno ele los fundaclore·s clcl enfoque comunicacional, contiene en su últ imo l ibro, Espíritu y natu.raleza ,2 1 varias consideraciones sobre los procesos creat ivos.

Quiero mencionar el enfoque existencial , como ha siclo desa­rrol lado por Sartre, con su énfasis especial en la noción de proyecto.22 En la noción de proyecto de los enfoques existenciales se sintetizan algunas dinám icas psíquicas cuya búsqueda intenta­mos a través de estos temas l igados a procesos creat ivos.

Qu iero destacar la importancia del pensam iento oriental para ahondar nuestra comprensión de la creatividad en sus movimien­tos profundos. Suzuki .23 Herrigel,2-1 Watt s,25 Rajncesh.26 Lao­Tsé,27 Lu-Chi2x ent re otros, nos m uestran que la creat ividad com ienza con la ac't itucl de asombro frente a lo ciado, a lo cotidiano. Para poder abri rse a ot ras dimensiones la mente debe tomar contactos internos con una honda atención dirigida hacia el cuerpo, sus regi stros, sus m ensajes. La apert ura a todo lo posible, propia

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de l a creatividad, coloca al i ndividuo en conexión con las leyes y enigmas del universo.

En nuestro país el pensamiento psicoanalítico de la creatividad h a encontrado en muchas reflexiones de Enrique Pichon R ivere una particular profundidad.29 Esas búsquedas se continúan con las de Eduardo Pavlovsky ,30 estudioso de experiencias psicodramáticas y teatrales, y con las de Fidel Moccio31 quien v iene l levando a cabo numerosas observaciones de la creatividad en talleres de diferentes medios expresivos y en grupos terapéuticos. Hasta aquí, autores que pueden damos un panorama desde el campo de la exploración psicológica.

Para ir comprendiendo en profundidad el tema de la creatividad necesité apelar a una serie de testimonios de diferentes fuentes, testimonios de poetas, de pintores, de novelistas, de filósofos, de directores de c ine.

Cuando un creador en el campo del arte testimonia su experien­cia, la sensación que tenemos muchas veces es que quedamos afuera; el que no es artista tiene la sensación de que el a1tista vive un m undo m ágico pero íntimo, impenetrable; que nosotros no tenemos acceso a ese mundo, que tenemos una conexión sólo con sus productos. El interés de tomar en cuenta estos testimonios puede tomar otra dirección: pensar la creatividad en términos m u y amplios, e n tém1inos universales, de modo t a l que las experiencias del arte sean ejemplos particulares de esos fenómenos generales. Es decir, trabajaren la posibi l idad de incluir la experiencia artística dentro de una experiencia humana mucho m ás general que pode­mos l lamar "Creatividad".

Con esta propuesta voy a ir alternando comentarios desde e l panorama científico, desde la perspectiva psicológica en particu­lar, y comentarios desde el art.e o desde la poesía. Tengo l a necesidad d e i r intercalándolos, pienso que l a problemática de la creatividad supone una combinación particular de diferentes códi­gos. En la creatividad se combinan códigos de t ipo analógico y códigos de tipo digital . De modo tal que podemos ganar c ierta riqueza abordándola a través de autores que se expresan en d iferentes códigos.

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Definiciones de creatividad

Voy a comenzar con algunas definiciones del concepto. En el diccionario de la lengua española "crear", etimológicamente, es v inculado a "criar, criare". Está definido como "establecer, fundar, hacer nacer una cosa, darle vida, componer, producir una obra, hacer a una persona lo que antes no era, conferí rle un rol o un título que antes no existía".

En el diccionario filosófico de Ferrater Mora: "fomrnción de algo a part ir de una realidad preexistente, transformación de lo posible en actual".

En el libro Estrategias para la creatividad Charles Vervalin lo define como "el proceso de presentar ciertos problemas a la mente y originar una respuesta según l íneas nuevas, no convencionales. Por una combinación de elementos hasta entonces desconocidos para el sujeto, se logra algo diferente".

En el enfoque de Paul Torrance: "crear es redefinir, reestructu­rar. combinar de modos originales objetos, proyectos, ideas, experiencias".

En la visión del pintor René Magritte es "encontrar afinidades imprevistas que relacionan objetos no relacionados hasta enton­ces".32

En la visión de Proust "crear es ese trabajo de intentar ver bajo la materia, bajo la experiencia, bajo las palabras, algo diferente, una plenitud de elementos reales e inesperados".33

Para Cesare Pavese es el "esfuerzo por dar, como un todo suficiente, un complejo de relaciones fantásticas en las cuales consiste la propia percepción de la realidad".34

En la perspectiva de Bachelard "la creatividad es el conjunto de fuerzas que empujan al hombre a sobrepasar su propia condi­ción".35

Desde otra perspectiva quiero agregar un aspecto de la creati­vidad que hace al desarrollo de la persona: crear es la capacidad para producir aplicaciones y desarrollos de las propias capacida­des, es una capacidad para hacer crecer capacidades.

Todos los estudios de creatividad que estoy mencionando toman una dirección a mi juicio importante: en lugar de limitarse a investigar a algunos creadores, lo que tratan de investigar es la

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creat ividad como capacidad universal. Si Proust habló de su experiencia, si Sartre lo hizo de la suya, nos importan en la medida en que hablan de nosotros. Es que las experiencias creat ivas empiezan a tener un interés para la psicología c l ínica en cuanto están sugiriéndonos que en ellas están involucradas dinámicas generales del psiquismo. Lo que quiero plantear es que sin la creatividad yo no puedo entender a m i paciente, y si no ent iendo la c reat ividad, m i rando insistentemente en la patología, voy a defonnar la m i rada m ás general que me plantea la c reat ividad, en cuanto dinám ica universal del psiquismo.

Problemas epistemológicos en el abordaje de la creath1idad y pasos de una estrategia

El problema epistemológico que se present a a cont inuación, para la investigación del tema, es que hay varias corrientes y esas varias corrientes presentan en sus modelos básicos l imi taciones serias. Cada corriente presenta obstáculos muy grandes para poder ahon­darlo. Si tomo las corrientes conductistas, ele producción princi­palmente norteamericana, éstas m e muestran que efect ivamente hay procesos c reat ivos dotados de una alta original iclacl. es deci r que hablar d e creatividad e s hablar d e fenómenos que const it uyen algo o riginal, pero lo que est as corrientes conduct ist as no pueden hacer es otorgarle a esa producción un lugar teórico en el aparato psíquico, es decir aparecen como conductas c reat ivas. procesos c reat ivos, e fectos ele c reación, pero con ellos nosotros no podemos pensar qué pasa en el psiquismo cuando hay procesos c reat ivos en m archa. Por otro lacio muchas de las producciones psicoanal ít icas, para pensar la creat ividad, la refieren siempre a un sistema cent ral , supuesto como const i tuyente decis ivo de la real idad psíquica. que sería el sistema de la sexual idad infant i l , edípica y preeclípica. A part ir ele ese sistema supuesto como central (la sexual idad infanti l) estos esfuerms psicoanalíticos, para pensar la creat iv idad, t ienen que hacer muy di ficultosas elaboraciones para ver cómo se podría, a part i r de objetos de la sexualidad infant i l . const rui r el inmenso universo de objetos que surgen como efecto de procesos c reat ivos

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en el mundo humano. Los esfuerLos para teorizar esas hipotéticas derivaciones en tém1inos de subl imación, siempre encuentran obstáculos muy grandes. Si por el conductismo no tenemos lugar claro para la creatividad en el aparato psíquico, y si por el psicoanálisis no tenemos clara una derivación de los objetos de los procesos crea! i vos a part ir de los procesos de la sexualidad infantil, a mí se me va presentando en esta investigación la necesidad y la posibilidad de encontrar un tercer camino, un camino que no se detenga inexorablemente ante aquellas limitaciones. Este camino comprende varios pasos: el primero consiste en una proposición general derivada de observar los rasgos que empíricamente presen­tan los fenómenos y procesos creat ivos en cuanto originales, es decir, no dar por supuesto que cleri van de otros procesos psíquicos sino que son productos del aparato psíquico dotados de una irreductibie especi ficidad.

El segundo paso, en esta investigación, es tratar de encontrar categorías teóricas que puedan expl icar características ele este sistema; sus movimientos internos, dinam ismos profundos de la realidad psíquica que puedan estar involucrados en los procesos creat ivos. Dinamismos profundos podría decir para nosotros por ejemplo, partici pación de procesamientos de nivel inconsciente.

El tercer paso de los desarrollos que inicio con esta presenta­ción (que no podré abarcar en este capítulo) sería el siguiente: después de indagar la creat ividad en cuanto original y proponer categorías te6ricas para buscar sus dinamismos, es de importancia pasar a investigar qué relaciones se pueden establecer entre los procesos que son propios de la creativfdad y otros procesos del psiquismo, como los que dan lugara las estructurasdcl inconscien­te reprimido propio de la sexualidad infant i l , las estructuras del narcisismo y otras que la psicopatología util iza con mucha certeza para entender diversos dinamismos psicopatológicos.

Vuelvo al segundo paso. Las categorías teóricas que voy a utilizar son en primer lugar las que hacen a una caracterización topográfica ele los procesos creat ivos. Esto supone indagar relacio­nes entre procesos inconscientes, procesos consci entes y preconscientes involucrados en los procesos creat ivos. Deseo allí hacer una referencia al pensamiento de tipo inconsciente que utilizan los procesos creat ivos.

Luego se hace para nosotros necesaria la tarea de proponer

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teóricamente un cierto tipo de objetalidad propia de los proceso� creativos. La hipótesis general que quiero desarrollar es que 111 creatividad supone un detenninado tipo de objeto (objeto e) y u11 determinado tipo de sujeto (sujeto c) que son propios de ese sistema. Hablaría entonces de una objetalidad propia de los procesos creativos. Si estas nociones son sostenibles, se podrfél desprender de esta búsqueda que la creatividad está constituycndt1 sistemas de dinámicas profundas del aparato psíquico que respon­den a un régimen de organizaciones propias, no reductible a los que Freud investigó como ''los dos principios del acontecer psíquico'' (principio de placer y principio de realidad). Se abre para nosotros la posibilidad de con1prender que están en juego en la creatividacl elementos constituyentes de 1,1,n tercer principio orgariizado1· de funciories psíquicas.

Participación en los procesos creativos de diferentes estratos del psiquismo

Comienzo con algunas ideas de ubicación topográfica. Todas las investigaciones de creatividad pcm1iten ente11der que los procesos creativos supone11 procesos dinámicos de nivel inconsciente.

Muchos autores, investigadores y creadores en los campos n1ás diversos, vienen insistiendo en que la creatividad es pri1nordial­mente e1:ccto de una maquinación propia de niveles inconscientes del psiquismo.

Bateson dice: ''en todo proceso investigador se crean clases antes de que esas clases puedan ser nombradas''.36

Antes que nombrar y reconocer Ja clase de fenómenos en juego, se constituye de un modo inconsciente esa clase.

Piaget ha reiterado precisamente la existencia de desfases entre el nivel de las operaciones y el nivel lingüístico, que en más de una ocasión no acompaña, en estricta correspondencia, a esas opera­ciones.37

Winnicott puntualizó el proceso inconsciente en el que se gestaron sus tesis: ''Durante mucho tiempo mi mente permaneció en un estado de desconocimiento, que cristalizó en mi fonnulación de los fenómenos transicionales''.38

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Picasso, en una de sus últimas entrevistas para la televisión francesa: ''En el misn10 mon1ento y por separado, B raque y yo estábamos creando el cubisn10 pero no sabíamos que estábamos creando el cubismo. Sólo tratábamos de usar ciertos materiales con los que no sabíamos qué hacer''.

Herbert Read, en sus estudios sobre el arte39 es rico en ideas acerca de ese nivel inconsciente de los procesos creativos.

Sartre destacó: ''Escribir es trabajar en la oscuridad. No se sabe muy bien qué se está haciendo''.40 Muchos escritores o1�recen un testimonio similar. ' 'Uno no sabe dónde está la novela, hasta que escribe el primer borrador''.

Fell ini, hablando de su filme Los payasos: ''Si11 saber qué era ya me encontraba haciéndolo''.41

Bergn1an (hablando de sus películas La prisióri y La sed): ''Escribí esos guiones sin con1prender exactan1ente su significado. Después los rodé, y me parecía que esos t111nes tenía11 una cierta importancia sobre el n1omento, y para n1í. Pero no entenclía su sentido global, eso sólo se n1e ocu rrió mucho después, muchísimo tien1po después''42

Lowen, desde sus ent'oques bioenergéticos, ha reiterado l a hipótesis acerca de dinamisn1os básicos creativos de orden incons­ciente.43

René Magritte, el pintor belga, revelaba en una página n1ucho qe lo q�e acontecía en él con búsquedas de nivel inconsciente:

''En una oportunidad, al despertar dentro de una habitación donde había un pájaro dormi(10 dentro de una jaula, por una aberración me pareció ver un huevo en lugar del pájaro''.

' 'Acababa de descubrir un nuevo y sorprendente secreto poéti­co, ya que el shock experimentado había sido producido por la afinidad de dos objetos: la jaula y el huevo, m ientras que e11 otras oportunidades yo había provocado ese shock tnediante el recurso de reunir dos objetos no relacionados entre sí. A partir de esa revelación procuré descubrir si otros objetos, además de l a jaula, podrían evocar, de la misma manera-al poner en evidencia algún elemento característico, al cual se enco11traban rigurosamente predestinados la evidente poesía que provocara el hecho de que el huevo y l a jaula aparecieran simultáneamente. En el curso de mi investigación llegué a convencerme de que siempre había sabido

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que exisl íaese elemento a descubrir. ese algo definido, oscuramen­te inherente a dcteml inado objeto y no a otros: sólo que ese conocim iento había pemrnnecido como escondido en las zonas m ás inaccesibles de mi mente. Dado que esta invest igación sola­mente podía resultar en una etiqueta exacta para cada objeto, m i s investigaciones se convirt ieron e n la búsqueda d e l a solución d e u n problema a cuyo respecto yo poseía t res datos: el objeto. aquello que le era propio y que yacía en la sombra de mi consciente y la l uz bajo la cual aquello resultaría eviden te".44

Debido a esta experiencia, que tuvo lugar en 1 9 30. Magrit te consideraba que no bastaba asociar l ibremente objetos no asocia­dos ent re sí: se debía descubrir la única. correcta e inev itable combinación de imágenes. solución que Magritte había conocido ya antes pero que había quedado perdida para sus posibil idades de empico consciente. Magrit te explicó el proceso mediante el cual resolvió este problema con respecto a la rosa.

"De acuerdo con el método que creo me pertenece exclusiva­mente. he estado buscando durante cerca de dos m eses la solución ele lo que yo l l amo el problema de la rosa. Al finalizar _m i invest igación me doy cuenta de que probablemente ya hace m ucho tiempo que conozco la respuesta a mi pregunta, pero en fomrn vaga, como todos los demás. Este conocimiento. que aparente­m ente es orgánico y no consciente. ha exist ido al comienzo de todas las investigaciones que he real izado. El primer signo que inst int ivamente dibujé en un papel cuando decidí resolver este problema es el siguiente : -ilustración de una rosa. con una l ínea diagonal que parte de ella, hacia la derecha-y esa l ínea oblicua que parte, en forma divergente, del t al lo de l a flor. ha s ignificado

, para mí una búsqueda ardua y prolongada, a fin de poder descifrar su sent ido. De los m uchos objetos que imaginé. recuerdo los siguientes: la J ínea es el asta de u na bandera verde, la torre de un cas tillo feudal o una flecha. Finalmente di en el blanco: era una daga. y el problema de la rosa quedó resuelto desde el punto de vista pictórico haciendo que la daga creciera del tal lo de la rosa".

Ese cuadro se l lamó El golpe al corazón. Impresiona fuerte­mente por el cont raste que establece ent re esos dos elementos unidos. la llor y el puñal.

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Aquí encontramos un rasgo part icular de los contenidos y fomrns inherentes a los procesos creat ivos: l a posibil idad de integrar elementos aparentemente antagónicos, divergentes o con­tradictorios, y de unirlos en síntesis imprevisibles.*

Ac.¡uí ya estamos destacando no sólo el nivel topográfico de esos procesos (elementos conscientes e inconscientes, combina­dos e integrados en un nivel preconsciente) sino un elemento estructurante, consti tutivo, de l as relaciones que se instauran en los procesos creativos.

Es necesario empicar "la capacidad sintética del yo para simbol izar sim ultáneamente signi ficaciones opuestas".45 En el est rato prcconsciente se const i tuye un espacio de combinatorias donde esos opuestos se encuent ran y se esbozan las ronnas capaces de darles albergue.

Rothenberg46 destacó ese carácter "bi fronte" del pei1s<m1iento creativo en cuanto une imágenes e ideas opuestas o contradicto­rias. Lo l lamó "pensam iento de t ipo janusi ano" por referencia al dios Jano, que en la m itología era poseedor de dos rostros. Aquí podemos evocar tantos cuadros de Picasso cuyos personajes presentan una cara ele frente y otra de perfil .

" Y ele golpe, súbitamente, se ven dos caras que entran una e n la otra, y nace el fi lme", asegura, por s u parte, Bergman.47

"Todo se activa cuando se acumulan l as contradicciones".4s Ese "doble frente" de las construcciones creat ivas contribuye a otorgarles (por su parcial rebeldía con l as del imitaciones del pensam iento lógico) ese carácter equívoco, pol ivalente.

"¿Fue una visión o el despertar de un sueño? La m úsica ha volado: ¿estoy despierto o dom1iclo?".4<¡ A su vez esa pol ivalcncia es creada según combinatorias más

ricas, m ás ampl ías, que l as que juegan en él repertorio singular que cada indiv iduo movil iza en sus procesos de t i po prim ario (condensaciones, desplazamientos) propios ele procesos como los que operan en l a elaboración ele los sueños. Por esto Bachelarcl esbozó una necesaria distinción, a propósito de la poesía:

* Arlhur Kocstlcr ha cnconlrado una pauta general de los procesos crealivos (vigente tanto en el humor. como en el art" y en d dcscuhrimiento cicnt ífic(> ) consi stente en ··et hallazgo de sim i laridades escondidas··.�

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"El espacio de la imagen poética es, antes que el del sueño, el del ensueño".51

Se ha destacado que la metáfora (figura poética por excelencia) no puede ser asimilada a los fenómenos inconscientes de condensación propios del sueño -analogía trazada por Lacan en sus trabajos- precisamente porque en la construcción y selección de la producción metafórica intervienen numerosos elementos del proceso secundario de pensamiento, en carácter de operadores de nivel consciente.52

Si en el proceso primario de pensamiento Freud pudo detectar la ausencia de un principio de contradicción, en el proceso creativo lo contradictorio se articula manteniendo a la vez la tensión propia de lo contradictorio.

Goldmund, el personaje de Hermann Hesse,53 buscaba a tientas en el arté "una unión del mundo paterno con el materno, del espíritu y la sangre . . . La posibilidad de una reconciliación de sus más profundos contrastes". "Un misterio ... que consiste en que los mayores contrastes del mundo conviven en una imagen: el nacer y el morir, la bondad y la crueldad, la vida y la destrucción".

En estos contrastes se encuentran tanto imágenes oníricas como representaciones de palabra empleadas al servicio de procesos cognitivos. Corresponde a los procesos preconscientes establecer los enlaces entre esos diferentes tipos de representaciones. Proce­sos preconscientes que establecen, más allá de la tradicional . oposición dicotómica (conciencia-inconsciente) una dinámica de mediaciones intrapsíquicas.54•55

En esa zona de elaboraciones preconscientes se va configuran­do una red de elementos móviles, diversos, provenientes de diferentes estratos del psiquismo. Quisiera que un poema de Rafael Guillén,56 poeta español , pueda poner de relieve ese entretejido de elementos heterogéneos, vagos en un principio, que alcanzan sin embargo su fomrn en la materialidad cristalizada del poema:

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Yo sólo puedo hablar, am igos, cuando algo como la l luvia, desde dentro, pero también cayendo dentro, pon e por m i manera d e m irar, y pone por el cauce de entrada, o de sal ida

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al exterior del sentimiento, un velo de agua, o luz, o niebla, o, yo diría, algo como una mano de agua, una mano l úcidamente opaca, que recoge suavemente las externas formas de ser, o de pensar, también las formas de ver, y las sitúa j unto al m ismo brocal a donde asoma de vez en cuando mi palabra. Entonces puedo decir: estoy lloviendo; yo estoy lloviendo, aquí. Esta es la hora del poema. S ucede que esta ll uvia, o manera, o ser en sí que condiciona mi salida, nace de un océano extenso original al que vierte el dolor -porque el dolor también es agua-, y nace de originales lagos diminutos, bajo los manantiales, o cascadas de la dicha. En su doble, desigual procedencia, esta lluvia, o mano de agua, o fondo neblinoso que engendra la palabra, que es palabra anticipada a los sonidos o ecos que consigue de mi oquedad, ya hereda un más alto legado doloroso.

Yo em piezo a hablar, o como quise decir, si tomo formas, modos de ver, que me presenta el agua desde dentro, yo empiezo a llover, y contemplo cómo afuera, ajeno y lejos de este velo umbroso, el tema o el suceso toma cuerpo por sí m ismo, y se forma independiente de m i lluvia, pero sustentado por su h umedad o aliento. Y puede ser que al cabo de una misma manera, que es la mía, de ponerme a mirar, siem pre abrumado

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por el agua, los seres que se conforman a su amparo tengan distinto germen natural. Por eso. amigos, sólo puedo asegurar que algunas veces, pocas, estoy en situación de l luvia, estoy en personal estado de palabra. Luego l lega el poema. si es que l lega. por sí mismo: no siempre con una misma intensidad, o modo. o razón para ser. Y yo lo veo alejarse . Esto es todo.

En las imágenes poéticas de Guillén aparecen elementos prima­ríos dotados de una función signi ficante múltiple (agua, humedad, lluvia. océano. niebla, yo lloviendo) enlazados con un trabajo de proceso secundario de pensamiento, con uso de conceptos (poder hablar, estado interno. surgimiento del objeto-poema, alejamiento de ese objeto). Un trabajo de ligazones preconscientes ha dado estas relaciones: un tema se forma independiente de esa lluvia interna, pero sustentado por su humedad o aliento.

Es posible comprobar entonces que la creatividad comprende niveles de producción inconsciente, preconsciente y consciente. Esta es una de las razones de peso para que en el trabajo clínico importe escucharno solamente los mensajes de nivel inconsciente sino también los mensajes de nivel consciente.

Si nosotros pensáramos que la "realidad esencial" del psiquismo fuera aquella del inconsciente reprimido. entonces no habría razones 'para prestarles atención a los mensajes de nivel conscien­te. Pero si el nivel de los proyectos, el nivel de las fuerzas de desarrollo, el nivel de las tendencias de crecimiento puede ir articulando elementos de nivel inconsciente y elementos de nivel preconsciente, entonces el registro consciente de los mensajes también nos importa. tiene una jerarquía, que no se puede instrumentar aislando el registro consciente sino considerando los interjuegos, aquellas combinatorias de di ferentes estratos.

Los mensajes conscientes proveen para nosotros indicios rcle-

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vantes para leer este otro sistema, el creativo, para descifrar los movimientos combinatorios que son propios de este sistema.

La creatividad como un tercer principio del acontecer psíquico

Bien, así como en el caso del poeta se combinan elementos de procesos primarios de simbolizaciones con elementos de procesos secundarios, el estudio de Arietl sobre creatividad profundiza la idea de que los procesos pririlarios y secundarios se combinan de maneras particulares y singulares en todos los procesos creat ivos. Esto ha llevado a Arieti a postular la existencia de un "proceso terciario" (el proceso terciario, designado así en confrontación con los que Freud llamó procesos primarios y secundarios de pensa­miento). consistente en un modo de elaborar combinaciones particulares de procesos primarios y secundarios. dando lugar a producciones creativas. La idea de un proceso terciario. de un tercer tipo de procesos, entra para nosotros en resonancia con nociones de Winnicott por las cuales postula que "el juego, como la creat ividad, en los niños y en los adultos emerge de una tercera zona", la zona que él llama de los espacios transicionales. La ve cCHno la zona donde se articulan experiencias de conexión con objetos externos a la díada maternal ; Winnicott dice: "en los fenómenos transicionales, se enlazan un mundo de experiencias, experiencias internas, con otro mundo de experiencias de relacio­nes con objetos exteriores al sujeto, y en el enlace de estos mundos emerge una tercera zona", la zona que él llama "intem1edia" de experiencia. La tesis de Winnicott, que a mí me parece digna de especial consideración, es que los procesos creativos emergen en esa tercera zona, en la zona intem1edia de procesos que no se pueden llamar estrictamente procesos internos y no se pueden llamar tampoco estrictamente procesos de relación con objetos exteriores, sino que tienen que caracterizarse de otra manera (intennediarios, transicionales). _

Se trata de fenómenos emergentes en el encuentro, en la intersección de diferentes órdenes de procesos. Pero estos fenóme­nos emergentes no son meros efectos de transición o de intennediación. Expresan el accionar de un sistema capaz de

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producir esos efectos sobre la base de construir, "entre" mundos diversos, estructuras que los comprenden y remodelan sus rela­ciones.

Destaco esa "tercera zona" de Winnicott y automáticamente, de un modo insistente, resuenan en mí las coplas de Machado:57

V

Entre el vivir y el soñar hay una tercera cosa. Adivínala.

LIII

Tras el vivir y el soñar está lo que más importa: despertar.

Ese despertar, que pueda colocamos en otro espacio, más allá del mero vivir, es el despertar creativo, la activación de todo un sistema descubridor y generador de innumerables objetos y rela­ciones.

Freud en Los dos principios del acontecer psíquico58 fue contrastando ese par de modos de organizarse el psiquismo: según un régimen de placer -según ordenamientos de realidad. En ese sentido se encontró ya con los enigmas de la creatividad, al comprobar que el arte, por ejemplo, no quedaba atado a las limitaciones y demarcaciones de ninguno de aquellos principios. Comprobaba entonces que el artista lograba consti tuirotra clase de "realidades". La propuesta de nuestro estudio es que para consti­tuir esa otra clase de realidades (productos de la creatividad, de los cuales el arte ofrece sólo algunos modelos) es necesario postular la existencia de un sistema cuyo régimen de funcionamiento, su modalidad de placer y las condiciones de los objetos que consti­tuyen la realidad para sus funciones y demandas, tiene que ser de un tercer tipo, modalidad de organización no conocida por las invest igaciones hasta aquí centradas en los procesos propios de la sexualidad o aquellos otros que dan lugar a una "construcción de lo real" (Freud, Piaget).

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Las propuestas teóricas que quiero hacer para pensar en este sistema inherente a los procesos creativos, se dirigen a proponer los conceptos de objeto de la creatividad y de sujeto de la creatividad y de jases en sus modos de relacionarse. Voy a i r desarrollando esos conceptos.

El objeto de la creatividad

El objeto de la creatividad es lo transformable de todo objeto, es decir, de cualquier objeto o conjunto de objetos, en cuanto se aplica al mismo un trabajo de modificaciones reestructurantes individuales o grupales. El objeto de la creatividad es entonces pensable en cuanto abstracto. "En una hoja de papel está contenido el infinito". 59

De ese objeto abstracto puede hablarnos una estrofa de Manuel Machado:60

En mí alma, hermana de la tarde, no hay contornos . . . y l a rosa simbólica de m í única pasión es una tlor que nace en t ierras ignoradas y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Para Hermann Hesse las imágenes del artista no tenían contor­no, estaban veladas y sin forma alguna.6 1

"Los objetos de la creatividad no son cosas, son símbolos".62 Lo transformable de cualquier objeto no es un objeto particular,

es cualquier objeto en cuanto puede ser reestructurado. Todo objeto, cualquierobjeto, puede encarnar al objeto de la crea ti vi dad.

"Todo objeto" quiere decir objeto físico, mental, cultural (palabras, árboles, planetas, cuerpos, grupos, conductas, represen­taciones del self). Ese objeto emerge en la medida en que alguien lo localice, el sujeto de la creatividad localice que allí hay algo transformable por vías imprevisibles.

¿ Qu é entender po r " t rans formable"? Los elem entos transformables son fom1as, cuaiidades, contenidos o relaciones de cualquier objeto o conjunto de objetos.

Colocado en esa condición de transformabilidad (plasticidad de

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relaciones, formas y contenidos) ese objeto pertenece a un especial orden de "realidad" diferente de aquél en el que se instalan los objetos convencionalmente adscriptos al mundo "real". Henry M iller propuso caracterizar como "superrealidad" ese mundo de objetos de creatividad, t razando las di ferencias entre los frutos de un árbol y los frutos de u n cuadro.63

Un rasgo esencial del objeto de la creatividad, que surge de las búsquedas m ás diversas. es que se trata de un objeto móvil.

"Las fonnas de l as cosas varían de m iles de modos, no hay medida común para ellas. Mezcladas y arrastradas en un flujo incesante. las fomias vivientes desafían todas sus imitaciones'' .64

Se define por esa movilidad potencial , lo cual hace interesante contrastarlo con Ja noción freudiana de objetos de fijación, como son efectivamente identi ficables los objetos del mundo de la sexualidad infant i l , del mundo de lo reprimido. Cuando invest iga­mos creativ idad, nos encontramos con un objeto que es universal­mente cambiante y ese objeto abstracto sólo puede sostenerse en materiales concretos, encamado en ellos. en el interior de relacio­nes de materialidad. Es abstracto porque lo transfomiable son sistemas de relaciones. fom1 as, cualidades, pero puede emerger como tal en lo concreto sólo si es trabajada la esencial materialidad de cada objeto. Trabajando una materia se pueden encontrar en ella posibilidades ele transfomiación. El objeto de creación resulta entonces aquello a extraer de las cosas, no es algo que "proyecta­mos" en las cosas. Proust ha dicho "crear es extraer". Pensemos en el énfasis dado a la extracción en esa célebre imagen de Miguel Angel: "La escul tura est á en el interior de la piedra. Sólo hay que quitarlo que sobra". Se ha intentado aplicarla noción psicoanalít ica de proyección para entender qué se crea. El mecanismo de la pro­yección no expl ica m ás que algún ingrediente de los procesos crea­t ivos, ya que estos procesos se desenvuelven porque numerosas funciones del psiquismo (destaco funciones y no meramente siste­mas de representaciones) t rabajando sobre cierto material , consi­guen encontrar en ese material una fomia que sorprende al psiquismo. que integra y sintet iza numerosos elementos hasta entonces inconexos. La fomrn que finalmente emerge de un proceso creat ivo, esa fonna surge de intercambios muy intensos entre ese objeto de la creat iv idad, la materia en la cual va naciendo y lo que ahora quiero proponer pensar como sujeto de /a creativi­dad.

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El sujeto de la creatividad

¿Qué podemos localizar como sujeto de la creatividad? Se me presenta como un conjunto defunciones que configuran capacida­des transformadoras, conjunto de funciones y operaciones que comprenden, por un lado, múlt ipl<;s funciones yoicas y a la vez numerosos y amplios procesos de aprendizajes en trabajos trans­formadores y productores. Múltiples funciones yoicas: funciones de registros, de confrontación. evaluación. elaboración. indaga­ción. Intervienen funciones cognitivas, funciones de realidad, funciones discriminadoras, funciones de contacto con detem1ina­dos contenidos inconscientes y preconscicntes. funciones yoicas implicadas en la capacidad de soportar incertidumbre, frustración, tolerar detemlinados montos de angustia, funciones vinculadas al control de impulsos. Todas esas funciones van const ruyendo capacidades para regular una serie de equil ibrios y movim ientos. Movimientos y equilibrios entre: desorganizar objetos y reorgani­zar objetos. ent re regresiones y progresiones, entre fenómenos ele ar¡álisis y síntesis. entre crear desorden y crcarorclen. entre instalar un caos y organizar un cosmos. En estos movimientos se desplie­gan procesos ele aprendizajes en la tarea ele transfonnar y procluci r. En estos procesamientos intervienen también sistemas de represen­taciones. imágenes. escenas del mundo interno. objetos que inte­gran fantasmas del mundo inconsciente, objetos ele identi ficacio­nes. Pero la intervención de estos mundos representables no puede darse sin aquellas funciones procesado ras, evaluadoras, selectoras. Si hay novedad es porque l as funciones desbordan a las represen­taciones constituyendo nuevos sistemas ele signos. Aquel las fun­ciones desenvuelven aprendizajes. que se procesan en gran medida en el nivel inconsciente. nos damos cuenta de partes de esas funciones, pero en principio este sujeto. que se aplica a los objetos de la creat ividad cs. topográfícamente. de nivel i11co11scie11te.

Esto nos l leva a acentuar una dist inción: el sujeto de la creat i­vidad no es la persona. no es todo su psiquismo. sino funciones y operaciones que integran un sistema diferenciado ele otros en el ps iquismo.*

*Tan lo cahc esla dislinción que el sujelo de la creat ividad pucd" tamhién const i l u i rse como efectos de un grupo, conjunlos de funciones que son produclo del acontecer grupal (producción gmpal del sujclo cn:ativo que se ha verificado por ejemplo con toda n i t i dez en las experiencias de "sinéctica"6�) . · ·

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"El autor inspirado es, en lo más profundo de sí mismo, otro distinto de sí".66 Diferencias que podrían explicar divergencias entre vida y obra.67

Esa no coincidencia entre sujeto creador y persona ha hecho que tantas veces los movimientos propios de los procesos creativos sean vividos por el individuo con extrañeza, zozobra, impotencia, ante la relación con algo de sí no abarcable, no gobernable.

Ingmar Bergman ha dado testimonios:

Cuando escribí esa escena quise expresar el sufrim iento del artista. Hay algo que se desarrolla, y no se puede hacer nada:68 :-

Borges69 intentó subrayar l a distinción, hablándonos de dos personajes, en "Borges y yo":

... al otro. a Borges, es a quien le ocurren las cosas ... yo vivo, yo me dejo vivir. para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica . . .

También Proust habló en más de un pasaje de un otro "perso­naje":

Había en mi un personaje que, más o menos, sabía m irar b ien , pero era un personaje intermitente, que sólo tomaba vida cuando se mani festaba alguna esencia general, común a varias cosas que constituía su alimento y su deleite ... era un objeto que fue siempre la finalidad principal de m i búsqueda porque me daba un goce específico, el punto común a uno y otro ser . . .

E l elemento fundamental es que a través de aplicarse a procesos creativos funciones y representaciones, éstas crecen en sus alcan­ces, se amplían, se enriquecen, expanden potencias. De modo tal que los procesos creativos no sólo hacen surgir objetos sino que también reparan aspectos del sujeto.70Positivamente, hacen crecer sujetos.

Lo que la persona o el grupo pueden registrar es que en el proceso creativo emerge y crece un sujeto en el interior del aparato psíquico. Shelley7 1 lo decía así: "En el proceso de crearse engendra un ser dentro de nuestro ser". Aparece algo que no estaba así antes,

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producto a la vez que productor, sujeto que va ocupando un espacio funcional en el aparato psíquico.

Pintar, com poner, escribir son formas de recorrerme. En ello reside la aventura de ser en la vida. "Desde hace años he dejado de depender de m is rasgos. Ya no habito esos l ugares . . . " ( Henri Michaux).72 . . . estados situados fuera de límites, en los que e l verbo "edípico" deja de conjugarse, en los que el ser puede encontrar aquello que le hará converti rse a sí m ismo en obra a realizar. Esos momentos en los que el yo y el no yo intercambian tan fácilmente su lugar, entrañan una considerable ampliación de la experiencia, gracias a la cual el i ndividuo puede consumar su integración pulsional y alcanzar de esta forma su fondo más auténtico (Michel de M' Uzan).73

Jonas. un personaje de Camus, artista en su taller, asegura: "¿Si existo? No lo sé. Pero existiré".74

La imagen poética, para Bachelard, se convierte en un sernuevo ' en la lengua, "nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa o, dicho de otro modo, es a la vez un devenir de la expresión y un devenir de nuestro ser. Aquí la expresión crea ser".75

Sartre pudo afirmar: "Nací de la escritura; antes de ella sólo había un juego de espejos".76

Sujeto y objeto de la creatividad se van creando recíprocamen­te, en una danza de innumerables entrelazan1 ientos. Trataremos de precisar algunos de esos movimientos.

Interacciones sujeto-objeto y faces del proceso creativo

Entre ese sujeto y ese objeto de la creatividad, se desenvuelve una larga y compleja relación que toma formas cíclicas, eso es lo que a mí se me presenta ahora a revisar, como dinámica de las relaciones entre sujeto y objeto de la creatividad. Voy a mencionar cuatro fa ses en las relaciones entre su jeto y objeto de la creatividad, a modo de propuestas teóricas, para pensar qué va ocurriendo en

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el aparato psíquico y en la relación con cualquier objeto al cual se aplican procesos creativos.

Fase de exploraciones

Hay una primera fase (la puntuación es arbitraria, ya que supone­mos estar abordando un ciclo, podemos comenzar en cualquiera de sus fases). Una fase en la que todavía el sujeto y el objeto de l a creatividad no se han encontrado: en todo caso, de modo potencial , uno está "a l a búsqueda" y e l otro "a la espera". En esta fase se activan en el sujeto (especialmente en un nivel inconsciente) operaciones exploratorias. Funciones activadas se di rigen a obje­tos diversos indagando su potencial transformabilidad. En esa etapa el sujeto y el objeto de la creatividad son potenciales, virtuales. En esta fase, no se ven todavía claros los objetos a los cuales podrían aplicarse los mecanismos transformadores que están en el psiquismo. En esta fase , en que todavía el sujeto de la creativ idad no encontró su objeto, no siempre tenemos indicios verbales de su presencia activa y de su naturaleza exploratoria.

El psiquismo no emite demasiados indicios de esa exploración. La conciencia puede estar ocupada a la vez en cuestiones ajenas a esa exploración. Si me propongo indagar este momento en la clínica. a menudo busco en tém1 inos de acciones, más que de ideas. ¿Qué estoy haciendo?, ¿qué estamos haciendo? Averiguar qué está haciendo el paciente. En lo que estoy haciendo no espero encontrar sólo la enfcm1edad, además espero encontrar maniobras explora­torias inconscientes que hacen a mundos creativos potenciales que están. subterráneamente, palpitantes. Indagar debajo de las pala­bras y de los actos otras acciones: ¿qué hace su cuerpo?, ¿de qué maneras hace lo que mani fiestamente hace? Porque ahí donde su cuerpo está haciendo algo, mientras su mente está conectada con detem1inados objetivos. su cuerpo puede estar ensayando sondeos, indagaciones. en el nivel de un sujeto potencial de creatividad que no encontró su objeto. Ese objeto puede no encontrarse, como, se­gún entiendo, lo transmitió Proust con nitidez en una experiencia:

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Bajamos hacia Hudimesnil; de repente me invadió esa profunda sensación de dicha que no había tenido desde los días de Com bray; una dicha análoga a la que me infundieron, entre otras cosas, los campanarios de Martinville. Pero esta vez esa sensación quedó incompleta. Acababa de ver a un lado del camino en escarpa por donde íbamos tres árboles que debían de servir de entrada a un paseo cubierto; no era la primera vez que veía yo aquel dibujo que fonnaban los tres árboles, y aunque no pude encontrar en mi memoria el lugar de donde parecían haberse escapado. sin em bar­go me di cuenta de que me había sido muy fami liar en t iempos pasados; de suerte que, como mi espíritu t itubeó e� un año m uy lejano y el momento presente. los alrededores de Balbec vacilaron también, y me entraron dudas de si aquel paseo no era una ficción . . . . Miré los tres árboles; los veía perfectamente. pero mi ánimo

tenía la sensación de que ocultaban alguna cosa que no podía él aprehender: así ocurre con objetos colocados a d istancia, que aunque estiremos el brazo n unca logramos más que acariciar su superficie con la punta de los dedos. sin poder cogerlos. Y entonces descansa uno un momento para alargar luego el brazo con más fuerza aún. a ver si llega más allá. Pero, para que mi espíritu hubiese podido hacer lo mismo y tomar impulso, habría sido menester que estuviera yo solo . . . . Reconocía yo esa clase de placer que requiere. es cierto, un determinado trabajo del pensam iento replegándose sobre sí mismo; pero esfuerzo muy grato comparado con esas mediocres satisfacciones del abandono y la renuncia. Tal placer, de cuyo objeto apenas si tenía un vago presentimiento y casi necesitaba crearlo yo m ismo. lo sentía en muy raras ocasiones; pero cada vez que así oc urría se me figuraba que las cosas que habían pasado hasta entonces no tenían im portancia y que asiéndome a su realidad me sería dable comenzar por fin la verdadera vida. Me puse la mano delante de los ojos para poder tenerlos cerrados sin que la señora de Villeparisis se diera cuenta . Por un momento no pensé en nada. y luego, con el pensamiento concentrado, recogido con más fucn:a, salté hacia adelante en dirección a aquellos tres árboles, o. mejor dic ho. en aquella dirección interior en donde yo los ve ía dentro de mí mismo. Otra vez sentí tras ellos la existencia de un oh jeto conocido. pero vago. que no pude atracnne. Entretanto. el coche andaba y yo los veía acercarse. ¿En dónde los había yo visto ya? En los alrededores de Combray no había ningún paseo que empezara así. Tampoco cabía el lugar que me recordaban en aquel campo alemán donde fui un

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año a tomar aguas con la abuela. ¿Sería acaso que venían de unos años m uy remotos de m i vida, borrado ya enteramente en m i memoria el paisaje que los rodeaba? . . . ¿Formaban parte, por el contrario, de esos paisajes de i lusión, siempre idénticos, al menos para mí, porque en mi caso el aspecto extraño de esos paisajes no era más que la objetivación en sueños del esfuerzo que hacia cuando despierto por llegar hasta el misterio que se escondía tras las apariencias de un lugar determinado donde yo le presentía, o de ese otro esfuerzo para volver a introducir el m isterio en un sitio que estuve deseando conocer m ucho tiempo y que me pareció superficial en cuanto logré verlo, como me pasó con Balbec?, ¿eran imagen recién desprendida de un sueño de la noche anterior, pero tan borrosa que me parecía venir de mucho más lejos? ¿O sería quizá que no los había visto nunca y que me ocultaban tras su realidad una significación oscura, tan difícil de descubrir como un remoto pasado, y, por ello, al solicitarme para que profundizara en un pensamiento, se me figuraba que reconocía un recuerdo? ¿ O acaso no encerraban pensamiento alguno y el cansancio de m i vista era la causa de que se me representaran dobles en el tiempo, como a veces ve uno doble en el espacio? No lo sabía. Mientras tanto, iban viniendo hacia m í; aparición mítica acaso, ronda de brujas o de normas que m e proponían sus oráculos. Yo me creí más bien que eran fantasmas del pasado, buenos compañeros de mi infancia, amigos desaparecidos que invocaban nuestros comunes recuer­dos. Y lo mismo que sombras, parecía como que me pedían que los l levara conmigo, que los devolviera a la vida . . . . En una encruci­jada el coche los dejó atrás. El coche que me arrastraba en dirección opuesta a lo único que yo consideraba como cierto, a lo que me hubiera hecho feliz de verdad, y se parecía en eso a mi vida. Vi cómo se alejaban los árboles, agitando desesperadamente sus

brazos, cual si me dijeran: 'Lo que tú no aprendas hoy de nosotros n unca lo podrás saber. S i nos dejas caer otra vez en el camino ese desde cuyo fondo queríamos izamos a tu altura, toda una parte de ti m ismo que nosotros te llevábamos volverá por siempre a la nada' . Y, en efecto, aunque más adelante encontré otra vez esa clase de placer y de inquietud que acababa de sentir, y una noche me entregué a él -tarde, sí, pero para siempre-, ello es que nunca supe lo que querían traerme esos árboles ni dónde los había visto. Y cuando el coche cambió de dirección , les volví la espalda y dejé de verlos, m ientras que la señora de Villeparisis me preguntaba por qué estaba tan preocupado; me sentía tan triste como si acabara de

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morírseme un amigo, de morirme yo mismo, de renegar a u n m uerto o a un dios".n

En ésta, una e-xp'eriencia fallida, el autor vislumbra y ofrece indicios del vasto conjunto de operaciones comprometidas en esa búsqueda: funciones perceptuales, asociativas, mnésicas, trazan­do un sinfín de relaciones posibles: actual-pasado, interno-exte­rior, conocido-desconocido, vivido-imaginado, posible-imposi­ble, concreción-desvanecimiento. Esas operaciones exploratorias desbordan, naturalmente, los registros de la conciencia. En otras numerosas circunstancias las operaciones iniciadas localizan ese objeto potencial, lo van haciendo posible, y entonces las búsque­das hunden sus raíces en una materia concreta que puede recibirlas, y admitir transformaciones.

Fase de transformaciones

Es una fase en la que ese conjunto de funciones comienza a aplicarse sobre lo transformable de algún objeto. En esa segunda fase yo localizo un sujeto activo transformador concentrando funciones y un objeto que emite indicios de modificabilidad. Esta fase también puede ser inconsciente, es decir, se están trabajando, se están maquinando operaciones en el interior del cerebro, sobre la base de registros extero o interoceptivos, y sólo se tiene noción de alguna de esas o(Jeraciones.

Esta es una larga fase, es la fase de la elaboración creativa donde ocurren innumerables procesos de transformación. Quiero subrayar algunos de sus movimientos, que parecen ser uni versales. En general son movim ientos donde el objeto es constantemente desestructurado y reestructurado, es decir, se oscila entre desarmar y rearmar algo, se desmontan conjuntos, se arman partes, se en­sayan nuevos montajes de las partes. Bateson caracteriza ese procesamiento en tém1inos de dos dinámicas básicas: una que lla­ma dispersión y otra que llama selección.78 La dinámica de

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dispersión-selección es la dinámica de un procesamiento donde el objeto es descompuesto en todos sus elementos, dispersado al máximo, y luego se ensayan procesos de ordenamiento, procesos de selección. En estos juegos de desestructuración y reestructura­ción se abren dos grandes caminos de la creat ividad: l ) se fonnan unidades nuevas, allí donde no existían previamente tales unida­des; 2) se descomponen conjuntos en partes, en elementos que hasta entonces no eran reconocidos como posibles elementos integrantes de esos conjuntos. Rilke lo expresó sintéticamente así: "Crear es hacer de muchas cosas, una cosa, y de la mínima porción de una cosa hacer un mundo".79 Dijo de Roclin: "El destaca en e l hecho, después de haberlo observado, una cosa independiente • . . Así, un fragmento de brazo, de pierna, de torso, adviene, bajo sus ojos, un todo".80

Proust lo anal izó en tém1 inos semejantes:

El genio artístico obra a la manera de esas temperaturas sumamen­te elevadas que tienen fuerza para disociar las combinaciones de los :ítomos y agruparlos otra vez con arreglo a un orden enteramen­te contrario y q ue responda a otro tipo.

En realidad esos dos movimientos se ven muy cl aros en cualquier desarrollo creat ivo. Tomaré un claro ejemplo en el desarrol lo del pensamiento de Freud. Cuando Freud desarrolla la teoría ele l a sexualiclacl en Tres ensayos,8 1 realiza esos dos grandes movim ientos en el proceso de crear una teoría. El primer movi­miento de fom1ar unidades nuevas lo realiza así: allí donde hasta entonces había por un lado niños nom1ales, por otro lado adultos pciversos, Freud crea una nueva unidad que se l lama "universali­dad de los fenómenos pciversos polimorfos", que abarcan tant� a los adultos perversos como a los niños nomrnles.

La creación de esa unidad expresa un fantástico salto creat ivo. El salto está en annar una nueva unidad, allí donde nadie se imaginaba que existiera: la unidad entre el niño y los peiversos. digamos fa insólita unidad con la que se funda la teoría de la sexualidad infant i l .

La segunda l ínea ele procesos creat ivos (cuando se dice : se descomponen conjuntos en elementos hasta entonces no reconoci­dos como posibles) está en la misma teoría de la sexualidad de

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Frcucl . cuando él toma las conductas sexuales y las desamrn enteramente. Separa una conducta sexual en pulsiones por un lado, y objetos sexuales por el o tro. Ot ro salto insól ito. Porque hasta ese momento se pensaba que el objeto de la sexualidad era naturalmen­te un cuerpo y en especial sus genitales. Freud inventa esa descomposición en unidades no esperadas, que se constituyen en nuevas piezas para ese conjunto, refommlado, de la "sexual idad".

Volvemos a esta fase de interacciones sujeto-objeto. El resul­tado ele ese largo proceso claborat ivo es la emergencia de un objeto mocli licado. que abre el espacio dinámico ele una tercera fase en el proceso creat ivo.

Fase de culminaciones

En la tercera fase, junto con el surgimiento del ohj('fo mocli licado, emerge un sujeto modi ficado por los procesos de t ransfonnación

' que ha operado. Creo posible reconocerla como etapa de encuen­tro entre el sujeto y el objeto ele la creatividad. En ese t rabajo se ha creado alguna "buena fonna" (gestal t) y ese objeto reest ructurado presenta novedad. t iene alguna cualidad reveladora. Ese objeto ele la creat iv idad en esta tercera fase del proceso creativo es u11 objeto afcanza!Jfe, se ha hecho localizable. Una escultura. si es lograda, contiene en su m aterialidad al objeto ele la creat i v iclael, sustentado en el interior de las relaciones t razadas en esa m ateria t rabajada.

Destaco que ese objeto es alcanzable, que penn í te algún encuen­t ro ent re sujeto y objeto, ya que esta condición va a hacerlo entrar en contrapunto con aquellas zonas del ps iquismo para l as cuales se ha hecho posible teorizar un objeto no alcanzable (tal sería el objeto ele la sexualidad infant il) . El objeto de la c reativ idad se ha const i tuido en cuanto ha encontrado una est ructura que lo convier­te en "un todo suficiente", "capaz de sostenerse por sí m i smo".82

Ese encuentro de objeto y sujeto cont iene una experiencia de culminación, de real ización, y el cuerpo efectúa registros de esa integración. El cuerpo la acusa como experienc ia de pleni t ud, de annonización. Ese regist ro tiene resonanci as en el sistema neurovegetativo. Las vicisitudes viscerales ele las d iferentes fases del proceso creativo han sido test i monia�las por numerosos autores

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(tengo presentes muchos de esos testimonios puestos en palabras poéticas por Miguel Hemández, por Pablo Neruda, entre otros). Estudios electroencefalográficos realizados en la clínica Mennin­ger pueden dar cuenta de esos movimientos orgánicos de la actividad creadora, que se acompañan de trazos de ondas cerebra­les especiales (ritmos "theta") según los estudios de ElmerGreen. 83

Fase de desprendimiento

La cuarta fase de este proceso puede ser caracterizada como etapa de separaciones. Etapa en que el sujeto de la creatividad tiene que desprenderse, porque la función esencial de las funciones que lo constituyen es seguir transformando y transformándose. No pue­de, ese conjunto de funciones, permanecer adherido a la forma que ha constituido. Esto obliga a iniciar un trabajo de separación, trabajo que supone pérdidas, procesos de duelo.

Esta fase está indicada por muchos autores. Guillén tem1ina su poema con esa imagen: "y yo lo veo alejarse". Termina de crear su objeto y entonces el sujeto tiene que tomar distancia. Ese aleja­miento es proyectado por Guillén al objeto y cree ver entonces que es el poema el que se aleja.

Tu aventura de mañana debe tener otras razones84

El sujeto debe desplazarse, continuar su viaje incesante:

S i me has perdido en alguna parte, busca en otra" (Whitman).85

"El sabio. realizada su obra, no permanece" (Lao - Tse).86

\ Fell ini lo testimonia así: "yo no soy coleccionista, no conservo

nada; quiero nacer todos los días".87 Esa experiencia refleja, de modo consciente en Fellini, lo que el sujeto de la creatividad en sus procesos inconscientes debe realizar como desprendimientos, como desapego. Le preguntan cuál es la película suya que más le interesa y él no vacila en contestar: "la que tengo por hacer". El desapego toma en Bergman esta otra expresión: " . . . siempre hay

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que decirse que el filme que se está rodando es el último. Se debe tener el valor de renunciar al siguiente".88

Proust ha dado una imagen precisa de ese itinerario de despren­dimientos que rige el devenir del sujeto de la creatividad: "todo creador es ciudadano de una patria desconocida diferente de aquella que le dio origen".89 Esto supone en el sujeto de la creatividad una especial vocación de exilio. El objeto tiene que ser superable para el sujeto. Esta ley establece inevitables ansiedades propias de separaciones y duelos, que resultan entonces consustan­ciales con el despliegue de esta fase de los procesos creativos. Pero el sujeto se desprende del objeto en un movimiento más profundo, por el cual tiene que desprenderse de sí mismo. Desprendimiento de sí supone en primer lugar desmontar las estructuraciones funcionales gestadas en el proceso de constituir el objeto creativo. Implica también rechazar un anclaje en las representaciones del sí mismo aparentemente "confirmadas" en ese proceso (identifica­ciones narcisistas del yo ideal y contenidos socialmente aceptables del ideal del yo). El sujeto de la creatividad, a través de su movilización, rechaza tal captura identificatoria, desconoce al ego

' (soporte de la identidad "personal") en cuanto éste tiende a configurar formas y contenidos estáticos, con aspiraciones de absolutos. Vemos en estas oposiciones trazarse conflictos entre la persona y el sujeto de la creatividad.

Se ha reiterado la "experiencia de soledad" como una constante para todo individuo comprometido en una búsqueda creadora. Es soledad con respecto a los otros, dada la singularidad de las propias capacidades transfomrndoras. Pero es ante todo soledad consigo mismo: el sujeto de la creatividad no se apega al self, no lo conforta, dado que no se alberga establemente en el interior de límites ya trazados, no admite una cristalización que pueda dar por "realizado" al narcisismo de esa persona.

El narcisismo exacerbado que parece acompañar a una intensa actividad creativa90 puede ser comprendido como una afimrnción reactiva, frente a ese incesante socavamiento de los soportes identificatorios, cuestionados por un procesamiento deses­tructurante, movilizador de todas las formas, liberador de energías anónimas. El lugar del sujeto de la creatividad es el no lugar, allí "donde el ser y el no ser se engendran mutuamente",9 1 espacio de enlace entre innumerables puntos en una trayectoria de despla­zamientos.

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Nada soy yo cuerpo que flota. luz. oleaje, todo es el viento y el viento es aire siem pre de viaje.92

Cada una de estas fases suscita en el individuo, como en el grupo. ansiedades y defensas peculiares, que se presentan como obstáculos para el desenvolvimiento del proceso creat ivo. Un relevamiento de esas diferentes ansiedades será para nosotros objeto de otra comunicación. El mismo se nos presenta como el fundamento de una "clínica de la creatividad" esencial para los enfoques pedagógicos y terapéut icos.*

El movimiento transformador como ley del sistema creativo

De este conjunto de fases se desprende una ley: el movimiento. Lo que sus funciones y est ructuras t ienen que real izar inexorablemen­te, es su destino de movilización. Detenerse en una de aquellas fases es congelar el sistema, desart icul arlo.

· Picasso ha dicho: "la repet ición es contraria a las leyes del

espíritu". Esta aseveración puede resultamos asombrosa. La in­vest igación psicoanalítica "del espíritu" lo ha encontrado una y otra vez asentado en la repetición. La contradicción puede aclarar­se si pensamos que se trata de zonas diferentes del aparato psíquico. En el mundo ele las experiencias infantiles de fijación rigen las repeticiones. En el mundo de los desarrollos creat ivos (que van también impl icados en los movim ientos evolutivos de progresión) la repetic ión es rechazada en cuanto antagónica con la ley ele este sis�ma, que es la transfomrnción.

Aqu í ubicamos nuest ra más ampl ia mirada clínica sobre el

* Nos importa asimi smo ahondar en los sentidos de 00crcar en l a clínica'". Piera Aulagnier ha hahlado especialmente de la creación que es propia del t rahajo terapéut ico, mencionando: la creación por e l paciente de una nueva versión de su h i st o ri a personal. creación por el anal ista de un saber cada vez 11ue const ruye con el otro algo nuevo e inesperado. creac ión de una h i st oria del vínculo t e rapéutico. y algo 11ue no explicita, pero sugiere como º'creación de un ohjcto psíquico'" y que nosot ros podemos pensar como la configuración de un objeto de la creat ividad en el t rahajo con el psiquism o como ohjcto."

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psiquismo: en los acoplamientos y las contradicciones ent re siste­mas de repetición y sistemas de t ransfonnaciones. En ese nudo de tensiones que Sartre sintetizó así: "Todo padecimiento l leva consigo, oculta, alguna empresa".

Picasso agregaba: "Si hay algo que me horroriza, es copianne a mí mismo. He copiado a muchos ot ros. he tomado elementos de muchos autores, lo intolerable es copianne a mí mismo". Expre­saba así a un sujeto cuya ley es el cambio.94

Borges, a los 84 años, dice: "Vivo mirando al futuro". Jcan Cocteau, a su vez, t ransm itía así esta ley del movimiento,

inherente al sistema creativo: "La belleza es una clama en marcha, desplaza las líneas y su últ imo movimiento será el válido, aunque sea el que haga derrumbarse a las formas que él mismo ha creado".

Rosolato, desde otros códigos, es coincidente: "El arte, ante todo, exige una movilidad ejemplar respecto a la

ley: digamos más bien que sus reglas se tienen que inventar cada vez, o aparecérsenos en su inagotable novedad; en este sentido una

, creación lleva siempre .en su interior su propia revolución". "En realidad el arte sólo florece con el misterio de la ley que

debe guardar su ambigüedad, invencible y móvil a la vez, i rreductible y renovable mediante un movimiento que lleva la obra fu era de los senderos trillados".'1�

Tres principios, tres sistemas

La investigación de la creatividad, de sus modos de funcionamien­to en el ps iquismo. nos l leva a reconocer que en la misma se asiste al despl iegue de una "otra escena" que aquellas de lo sexual o del conocim iento de lo real ya const ituido. Sexualidad, construcción cognitiva de lo real , creat ividad, parecen ser resultados de di fe ren­tes modos sistémicos de organizarse mecanismos y procesos de la mente y la conducta humanas.

La diferenciación de estos sistemas abre para nosotros varias 1 íneas de investigación. Una de las más amplias puede ser fonnu-lacla ele este modo: ensanchar los alcances de Ja oposición que "

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Freud encontró en el psiquismo entre "principio de placer" y "principio de realidad". Porque reconocer aquellos diferentes modos de funcionamiento psíquico en cuanto expresión de distin­tos sistemas, nos lleva a indagar la posibilidad de que tal diferen­ciación se realice en términos de aquellas dos categorías básicas: cada sistema entraña un distinto "principio de placer", que le es propio (dado por la tendencia al cumplimiento de sus destinos pulsionales mediante operaciones específicas), y de un modo correlativo sostiene un distinto "principio de realidad", que es inherente al tipo de objetos que constituye por el funcionamiento especial que tiene como sistema.

Se nos plantea también ampliar los fundamentos dinámicos de una tesis, resultante de numerosas observaciones y exploraciones fenomenológicas, que con Deleuze,96 encontramos sintetizada en las indagaciones proustianas: que el sistema creativo es capaz de absorber, integrar y realizar en un nivel más alto, transformándo­las, las determinaciones que los sistemas sexual y cognitivo sostienen de modos más delimitados, constreñidos.

Precisar las articulaciones que sustentan esa general ización, promete ensanchar las bases teóricas para las experiencias que estamos registrando sistemáticamente en el campo de l as psicoterapias. Las que indican que la eficacia en profundidad y en extensión del trabajo clínico depende de asentar la relación tera­péutica, el encuadre y las tareas indagatorias e interpretativas sobre un eje de creatividad.97 Es sobre la base de una dirección orientada hacia la creatividad del paciente y del vínculo terapéutico que se hace posible dinamizar la experiencia de enfrentar y develar los obstáculos propios de la enfermedad.98• 99

El paciente, como el terapeuta, deben colocarse, en nuestra orientación, en actitud de asum ir la creatividad potencial que, en tanto universal, late también en ellos. Un reconocimiento de base que 6istala una actitud, expresada por Rilke. 1 00 en sus vastos alcances:

"Todos somos nómades, en cuanto tenemos que llevar con nosotros esa parte de grandeza que nos pertenece, en lugar de dejarla depositada donde reside la grandeza".

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1 00. RrLKE, Rainer, ob. cit .

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APENDICES

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PSICOFARMACOS Y PSICOTERAPIAS PSICOANALITICAS*

Dentro de esta amplia temática que hoy nos ocupa, el Dr. Moizeszowicz, coordinadordel panel , me propuso que me refiriera específicamente a cómo intervienen los psicof ám1acos en las psicoterapias, dentro de mi práctica clínica.

Si bien las psicoterapias con las cuales trabajo, son de orientación , psicoanalíúca, habrá muchos aspectos teóricos del psicoanálisis

que no voy a recorrer y entiendo que los colegas que me precedieron, en parte, ya lo han hecho.

Trabajo con una psiquatria y una psicología principalmente de orientación psicoanalítica, tomando al psicoanálisis, desde Freud, como un sistema abierto, es decir un sistema en constante investi­gación, que debe crecer por estudios de intradisciplina y de interdisciplina.

Entiendo un psicoanálisis abierto a las ciencias humanas, a las ciencias biológicas, a la medicina, a la ecología, a la filosofía, a las epistemologías que de la filosofía surgen

'y a la vez abierto a toda

práctica en la cual ese psicoanálisis se aplique y se vea interrogado y también desafiado, es decir, cuestionado en sus premisas.

Me interesaba entonces pensar que la interdisciplina, como trabajo de frontera entre el psicoanálisis y otras disciplinas, es un trabajo en los límites, donde no solamente se trata de confrontar

· respuestas sino también un lugar donde intercambiar los propios interrogantes.

*VI I I Congreso Argentino de Psiquiat.ría. Buenos A i res. sc·licmhre de 1 992.

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Sobre la situación de las relaciones entre teoría y práctica me parece interesante destacar un comentario de Deleuze y Foucault acerca de estas relaciones

Ellos decían que habitualmente nosotros suponemos que teoría y práctica forman un mundo unificado y que cuando nos adscribi­mos a una teoría, con esa teoría suponemos que trabajamos. Deleuze y Foucault restacan que el universo de los discursos de la teoría y de la práctica no son un solo universo, no conforman un solo discurso, sino que son por lo menos dos espacios que tenemos siempre en cierta discordancia: el trabajo es ver cómo los ponemos en relación.

En ese punto me pareció interesante una reflexión de ellos: decían que más de una vez una teoría llega a un punto de desarrollo más allá del cual se detiene, es decir para el desarrollo de esta teoría se levanta de pronto una especie de muro que no le permite i r más allá.

Decían que muchas veces lo que va a perforar ese muro es una práctica. La práctica le va abrir la visión a un replanteo teórico y sobre esa retlexión a mí me interesaba ver lo inverso. Pensar que toda práctica en nuestra profesión se detiene de pronto y encuentra un m uro y que el muro de detención de esa práctica va a tener que ser perforado por algún replanteo teórico, alguna teoría va a tener que venir a abrir el muro de una práctica que se ha encerrado y se ha empobrecido dentro de sus propios límites.

Yo trabajo en especial el área de las denominadas psicoterapias psiconalíticas, que tomando las teorías freudianas y de otros continuadores, trabajan con esas teorías como ejes de referencia en diversos contextos clínicos y técnicos.

Diversos en cuanto a los tiempos en que se ejercen (abordajes de tiempos limitados, intermedios, prolongados o sin límites de tiempo). En ámbitos variables que pueden ser prácticas privadas, hospitalarios, comunitarios y barriales. Se trata de psicoterapias que trabajan con individuos, grupos e instituciones. Busco muchas veces la articulación, en lo que llamamos a menudo enfoques situacionales, en donde se indaga y se opera sobre las relaciones individuo-grupo-institución con sus correlaciones y posibles arti­culaciones.

Las psicoterapias psicoanalíticas operan sobre una diversidad

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de sistemas. Los modelos tópicos propuestos por Freud, en la primera y segunda tópica postulaban una diversidad de sistemas. La misma diversidad como modelo en el pensamiento freudiano aparecía en su pensamiento del síntoma como resultante de efectos de convergencia de series complementarias cuando pensaba en la constitución, la experiencia infantil o el acontecer actual como serie causales convergentes. Estaba usando aquí un modelo de diversidad de sistemas.

En el trabajo clínico, yo trabajo especialmente con pacientes neuróticos (en donde aparecen en forma habitual trastornos de orden fóbico, histérico, obsesivo) y con ciertas patologías del narcisismo. Patologías narcisísticas, no en la acepción freudiana que tomó el Dr. Avenburg, sino al estilo de la nomenclatura de autores americanos como Kohut o Kemberg, donde los trastornos del narcisismo aparecen involucrados en problemas clínicos tales como los de la personalidad infantil, los pacientes psicosomáticos, los adictos y los síndromes fronterizos.

Con este tipo de pacientes veo indicada la medicación con , psicofármacos en situaciones de intensa angustia, depresión seve­

ra y en el insomnio que acompañan habitualmente a esos dos tipos de trastornos. Considero las situaciones de la práctica clínica que estoy delimitando, que no son todo el ámbito de la práctica clínica.

¿Cuándo indico una medicación psicofarmacológica? Yo no empleo en modo alguno la medicación como hábito o

rutina, sino como una indicación especial en un momento particu­lar y como una aplicación puntual en el tiempo. Es decir es una indicación farmacológica que comienza y termina en un tiempo. En general con este tipo de pacientes con los que yo trabajo, el tiempo de la medicación a lo sumo suele oscilar entre dos semanas y el mes y medio.

Estaba reflexionando, estimulado por la pregunta del coordina­dor del panel, acerca de cuáles son las situaciones en las que me parece necesario utilizar la medicación en el interior de un proceso de trabajo verbal de orientación psicoanalítica.

Veo dos si tuaciones, aparte de las ya referidas situaciones de angustia o depresión.

Básicamente creo que hay dos momentos clínicos que me resultan disparadores de la indicación de medicación:

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1 . Cuando el trabajo verbal, interpretativo y elaborativo, no aporta efectos sobre esta angustia y esa depresión severa, es decir aquellas ocasiones en que se nota que la palabra no alcanza. Son situaciones especiales del proceso que tengo que evaluar, no en una sola sesión sino a lo largo de varias sesiones, para comprender que el trabajo en lo verbal se detiene, no puede producir efectos mediante la palabra.

2. En situaciones clínicas cuando la intensidad de esa angustia o de esa depresión es tal , que ya no se puede ahondar en la búsqueda del trabajo verbal. Es decir o el trabajo verbal no produce efectos en la angustia o bien la angustia no permite aportar ef celos para el trabajo verbal. Ya no hay aportes en la búsqueda de la elaboración, que el trabajo de la palabra en fomia habitual pcm1itc hacer en una psicoterapia de orientación psicoanalítica.

Indudablemente como mencionaron ya algunos miembros del panel nosoiros trabajamos en la clínica con f cnómcnos del orden cualitativo. Podemos entonces hablar de distintos tipos de calidad de ansiedades, es decir ese temor 'fóbico, aquella ansiedad persecutoria, pero la clínica también se hace de cantidades.

Este aspecto cuantitativo, es el tema que vino remarcado por algunos miembros del panel. Nosotros no trabajamos solo con cualidades, sino también con las intensidades de los fenómenos. Como en la medicina uno pregunta cuánto es el dolor. en la clínica nos preguntamos cuánta es la angust ia o la depresión.

Esta referencia a las cantidades nos pem1itc tomar en cuenta a ciertos modelos teóricos, que Frcud desarrolló como modelo económico de funcionamiento del aparato psíquico. Una hipótesis acerca de que en los procesos psíquicos interviene una circulación y distribución de cant idadcs de energía de origen pulsional suscep­tibles de aumentos, disminuciones y equiparaciones, o sea de equivalencias.

Estas cargas de energía, que poseen movilidad y experimentan cambios de intensidad, con oposiciones que desarrolló Frcud en el concepto de cont racargas. es decir "magnitudes de excitación que se desplazan por vías nerviosas", como en 1 895 lo afinnó en el Proyecto.

Suponemos que el psicofánnaco interviene sobre esascondicio-

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nes de orderi económico del psiquismo, en esto concuerdo con los colegas que me precedieron, para pem1i t i r restablecer un t rabaajo en Jo verbal, recuperar las condiciones elabora ti vas e interpretatjvas de un t rabajo que se presentaba detenido, interferido.

En ciertos casos, el uso de la medicación interfiere circuitos patogénicos, tal es el caso de los pacientes psicosomáticos. Por ejemplo, un paciente con una úlcera gastroduodenal de origen claramente tensional , conflict ivo. Si no se atenúa el monto de angust ia. el daño en los tejidos i rá en aumento y la lesión, leve en un com ienzo, ocasionará lesiones mayores, produciendo una ú lce­ra sangrante. En cambio si se disminuye el monto de exci tac ión. e l daño en la mucosa gástrica se hará más fácilmente reversible, en un lapso más breve.

El i nsomnio es también parte de un circuito patogénico en la depresión. El insomnio produce en el paciente depresivo una profundización de la depresión. En ese sentido la indicación de un psicofánnaco h ipnótico, en un cuadro depresivo, contribuye a cortar el c i rcuito patogénico de la enfennedad.

En ese sentido creo que nosot ros podemos u bicar el uso de la medicación como una terapéut ica que no enmascare sino que s irva al develamiento y a la regulación de montos de angust ia ú t i les. Pensamos que la angustia es ú t i l cuando aparece como indicador de Ja existencia del contl icto. Cuando el yo registra la existencia del conll ícto por la presencia de Ja angust ia y ese registro lo m ueve a la búsqueda, en su proceso psicoanalítico.

Pero también existen angustias de característ icas inút iles. como la que inunda con frecuencia a los pacientes horder/ine. La característ ica del síndrome fronterizo es tener un grado de angust ia incontrolable. esa angust ia no le s irve a nadie y menos a l paciente.

Otros t ipos de angustias "inúti les" son las que aparecen en las llamadas crisis patológicas. Aquí hago referencia a la teoría de Kaplan que dice que . . . "la crisis aparece como una si tuaci<Sn brusca en las condiciones de v ida del sujeto para las cuales el sujeto no estaba preparado; emerge entonces un cierto modo de angust ia y el sujeto buscará en un t iempo prudencial alguna respuesta nueva para el can1bio en sus condiciones, pero si el sujeto no encuentra nuevas respuestas para las nuevas condiciones que se le han creado en su vida entonces se crea un círculo v isioso que es el incremento

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de la angustia por la imposibilidad de dar respuesta a los cambios propios de la crisis y la regresión que sigue a esa angustia, que crece y genera entonces un circuito de angustia y regresión, un circuito que se incrementa a sí mismo y lleva cada vez más a situaciones regresivas, de desorganización del paciente . . . "

En ese sentido diríamos que en toda crisis patológica se instala este circuito autoalimentador de angustia y de regresión; la medi­cación psicofarmacológica intervendrá para interferir ese circuito retroalimentado.

Me parece también importante analizar la situación de medica­ción como situación vincular, todo acto de medicar es parte de un acto vincular y ese acto habrá que observarlo desde el interior del proceso vincular, que es lo que comprendemos en términos psicoanalíticos habitualmente.

Para la medicación, tiene que haber una alianza, que será parte de lo que llamamos alianza terapéutica. Esta "alianza prescri pti va", en forma similar a la alianza terapéutica, hace intervenir en forma conjunta la conciencia de enfermedad, la expectativa de curación, la disposición a hacerun esfuerzo, a realizar un trabajo para encarar la problemática que se está tratando.

Esta alianza prescriptiva tendrá que ser registrada, evaluada e interpretada. Se trata de fantasías y de transferencias que se activan en ese acto vincular y en relación con ese objeto tan especial que es la medicación. Objeto que se carga de fantasías mágicas, omnipotentes y muchas veces de fantasías persecutorias, que hacen difícil para el paciente asimilar la entrada en su cuerpo, en su cerebro. de ese objeto extraño que es el fármaco. En ese sentido los médicos tenemos que asumir que para nosotros el fármaco puede ser un aliado y para el paciente no necesariamente.

Para nosotros puede ser un objeto familiar y para el paciente puede ser un objeto absolutamente extraño. Portador hasta de eso extraño que está en lo siniestro, como decía Freud; en ese sentido medicar es parte de un arduo trabajo dinámico, profundo, del paciente y del vínculo.

Ya en la Medicina, el acto de medicar no permitirá otorgar a la medicación supuesto alguno de naturalidad: la medicación nunca es "natural". Tampoco lo es en la Psiquiatría ni en el Psicoanálisis, hay que trabajar la alianza con ese artificio que es toda medicación.

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Por último diría entonces que mi postura se mueve en esta práctica clínica en el punto de intersección de dos polaridades, que a menudo aparecen en nuestra especialidad como antagónicas.

Una es la polaridad que cree en la omnipotencia de la palabra, otra la que cree en la omnipotencia de la medicación. Entre esas dos polaridades creo que se inserta, al menos es mi práctica clínica, un lugar donde, en esa intersección, entre dos posibles fantasías omnipotentes-palabra y droga-cabe evaluar, en la singularidad de cada situación clínica, de cada momento de un proceso terapéu­tico, de qué modo el trabajo verbal y los efectos químicos están llamados a interactuar, complementarse y potenciar sus efectos.

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CATEDRA DE CLINICA PSICOLOGICA Y PSICOTERAPIAS. ORIENTACION DEL PROGRAMA DE LA MATERIA ( 1 993)

En nuestro enfoque privilegiamos la t ransm isión de l a experiencia de la c l ínica. Nos proponemos colocar al alumno frente a esa experiencia y est imularlo a pensar en el contacto con la m isma. I ntentamos con esta l ínea pedagógica avanzar sobre l as l im itacio­nes de una enseñanza t radicionalmente teoricista, que deja al alumno con serias carencias para su encuentro con el espacio de prácticas concretas en las diferentes especializaciones de la Psico­l ogía.

Cuestionamos del teoricismo el supuesto de que lo esencial (pretendido como único parámetro importante) para una orienta­ción de Psicología Clínica, estaría dado por conceptos y modelos metapsicológicos. N uestra refe renci a permanente es . la obra freudiana, pero colocamos sus teorías en la tensión propia de u n campo heterogéneo, e n e l cual deben ser articulados conceptos y acciones concretas: espacio de l a práct ica que ent recruza mensajes verbales, actos vinculares, conductas corporales y gestuales. Para revert i r la perspectiva unilateral del teoricismo destacamos desa­rrollos epistemológicos últ imos (Feyerahend) que m uestran que ninguna teoría abarca tocios los hechos del dominio al cual refiere sus conceptos. Epistemología también presente en la discusión que Foucaul t y Deleuze sostuvieron sobre l as relaciones entre teoría y práctica: se trata de dos universos que se sostienen l igados por la tensión de sus diferencias y cuyas correlaciones nunca tenninan en un estado de am10nía o ajuste final ; precisamente en sus desajustes se sostiene gran parte de l a dinám ica de toda

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investigación c ientífica. Por ello el pensamiento psicológico, en cuanto animado por un espíritu científico, no será terminable en respuestas a secas, sino como producción de enunciados hipo­téticos con plena conciencia de transitar siempre en los límites entre un saber y un no saber, registrando entonces a la vez alcances y renovados enigmas.

Nuestra concepción cuestiona la propuesta de Althusser acerca de que toda práctica sería "práctica teórica". Reconocemos allí sólo una de las vertientes del espacio de la práctica que es sin duda el de la puesta en acción de un discurso. La práctica tiene asimismo su espesor, su opacidad, su resistencia a hacerse representable y pensable y sus preguntas aún sin res¡1Uesta. Es por eso y sólo por eso que Goethe pudo pensar: "gris es toda teoría y verde el árbol de oro de la vida". En esa práctica se verifica una y otra vez lo sugerido por Bachelard: los conocimientos trazan conos de luz en tomo a los cuales se dibujan perm anentes conos de sombras. Con esta orientación la práctica no es mero lugar de aplicación de las teorías sino lugar de ingadación, confrontación, creación. Sostene­mos en la Cátedra estudios destinados a esclarecer en especial esas dimensiones creadoras de la práctica clínica.

Trabajamos entonces con una doble pregunta: ante un hecho, una conducta, un· dato de la clínica ¿cuál es el concepto que podría dar cuenta del mismo? y a la vez, frente a la referencia de un concepto teórico ¿Qué observables podrían ofrecemos indicios de su aplicabilidad, hacerle de soportes?

De este modo señalamos al alumno que en cada encuentro clínico los descubrimientos freudianos deben ser puestos en estado de nuevo nacimiento, encontrar sus fundamentos en soportes allí presentes. Le proponemos allí apelar a su pensamiento, diseñar un diagnóstico, un pronóstico, una previsión de proceso posible, una estrategia de abordaje.

Otro eje fundamental de nuestra orientación reside en el concep­to de situación. Esto s ignifica no trabajar reductivamente con objetos abstractos (el deseo, el inconsciente, el significante) sino en el interior de situaciones donde aquellos referentes teóricos se encaman en la singularidad de individuos concretos, grupos e instituciones.

En nuestro país las consultas vienen atravesadas por la crisis

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social y económica, ética y política. Proponemos al alumno registrar en profundidad la acción dinámica con los efectos fantasmáticos de esos atravesamientos. Esta comprensión nos lleva a estudiar modos de abordaje estratégico para demandas concretas, por crisis familiares y conyugales, amenazas para la estabilidad laboral y pérdidas de empleos con prolongada desocupación, crisis vocacionales, problemas evolutivos (adoles­cencia, embarazos, lactancias, jubilación, senectud) crisis y emer­gencias por enfermedades físicas y psicosomáticas, síntomas y consecuencias de alcoholismo y de otras adicciones, entre las consultas más frecuentes.

Trabajamos entonces en esos puntos coyunturales donde una serie de detem1inaciones heterogéneas realiza su síntesis transver­sal (Sartre), lugar de situación con articulaciones actuales, en las que Pi era Aulagnier ha propuesto concebir el cruce entre acontecer y fantasma. Nunca sólo el fantasma, nunca el retomar teoricista a las condiciones abstractas de una joven vienesa histérica, sino una histeria hoy, en las especiales convergencias que constituyen su mundo, sus ci rcunstancias singulares, la psicopatología en la persona y en la comunidad.

Este abordaje multidimensional nos conduce a fundamentar la constitución de equipos interdisciplinarios para el trabajo en salud mental, equipos en los cuales el terapeuta individual, como el grupal (que incluye las tareas con pareja y fan1 ilia) junto con actividades de asistencia social, psicodiagnóstico, terapia ocupa­cional, terapia corporal, musicoterapia, enfermería psiquiátrica y acompañantes terapéuticos, en casos más graves. desempeñan roles complementarios para esa organización compleja que asume habitualmente cada situación de consulta. La potenciación de acciones de salud que en general logra el trabajo en equipo asume particular importancia para el abordaje de emergencias psiquiátri­cas, otro de los puntos que nuestro programa remarca especial­mente.

Más allá de reduccionismos de especialidad, de localismos y regionalismos técnicos, se trata de abrir la intervención a las múltiples referencias que constituyen lo que llamamos realidad psíquica.

Fundamentamos entonces una epistemología de multiplicida-

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des. Por la m isma se abre para el alumno el espectro de una diversidad de perspect ivas. Así por ejemplo no hablamos de "proceso" en singular sino de diversos procesos terapéut icos, que responden a d i fe rentes vari ables ( t i pos de personal i d ad involucrados, d i ferentes temporalidades y diferentes objetivos) lo cual establece diversidad en ritmos, fases, est ilos de la comuni ca­c ión y emergentes. Destacamos entonces que no existe una psicoterapia que pretenda ser con fundamentos y de modo univer­sal la c ientífica y correcta para abordar esa diversidad de Ja clínica.

Lo subrayamos en nuestro programa al distinguir modos de abordaje que privilegi an el insight y la elaboración, de otros que apuntan a o frecer continencia y orientación. Distinguimos así estas propuestas técnicas en sus indicaciones. modos de inslrumentación y efectos clínicos.

Nuestra materia, en cuanto clínica, se apoya en Jos conocimien­tos adqui ridos en gran parte de las asignaturas previas. tales como teorías psicoanalít icas, psicología general, métodos de psicodiag­nóstico, psicopatología, psicologías evolut ivas. psicología social, grupos. entre las principales. Creemos que la práctica clínica debe enriquecerse por el empleo convergente (lo cual supone algo muy lejano de todo eclecticismo, consistente en el t rabajo de elabora­ción c rít ica de art iculaciones, coincidencias y puntos de disyunción) de esas múltiples corrientes de las psicologías contemporáneas.

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UNA VISION PERSONAL DE FREUD Y SU OBRA*

Freucl : un hombre que logró crearse como sujeto en el proceso de crear. laboriosa e inspiradamente. una obra.

Freud es el nom bre ele una obra que ha resultado fundadora, abierta, inagotable.

Un gran espacio en el que fueron buscando su Jugar fuerzas, m ecanismos, t ransfonnaciones, deseos, funciones, palabras, nor­m as de la cultura, síntomas. La creación de un cosmos en el interior de un aparente caos: nuestra realidad psíquica.

Es la capacidad de desci frar muchas de l as direcciones internas de ese caos sin petrificarlo, ordenándolo a la vez que respetando su extraordinaria complejidad, su intensa vida.

Esa capacidad y ese cuidado que dieron nacimiento a una c iencia viva: sól ida y frágil , vasta y l i m itada, capaz de saber y de i gnorar. (Me entusiasma todo lo que el psicoanál isis logra hasta aquí revelar. Me sorprende y compromete tam bién comprobar cuánto es Jo que l lega a desconocer, su poder de ocultar).

Estamos ante el ejemplo de una profunda act itud científica, basada en la revisión constante de premisas y tesis, en Ja capacidad de afinnar y de dudar, y volver a dudar de las propias certezas. Ese movimiento test imonia la ambición y la honest idad del talento : produci r hipótesis audaces, fantásticas aves d e vuelo l ibre, sin

* Colahoración para la muestra Frrucl y la co11d11cla del hombre, Sociedad Hebraica Argent ina. Buenos A i res. 28 de novicmhrc de 1 980.

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dejar de saberse pequeño como para desconfiar de sus alcances y registrar sus bo rdes inciertos.

Freud es también el nombre de una producción colectiva, que se organizó en un autor no como el milagro en la isla, sino a través de un diálogo total con su mundo; alguien que discutió con muchos autores, que pudo nutrirse en muy diversos campos de la cultura, aprender de la experiencia humana en su sentido más vasto. Alguien inmerso en las angustias de su tiempo que es también el nuestro: la búsqueda de placer y de realización, el choque con la represión y la muerte encamadas en guerras, alienación, sufri­miento.

Freud es para mí el itinerario de un gran trabajador que con sus materiales (frases, sueños, lapsus) constituyó, tejió, martilló día tras día, como el herrero su metal, el labrador la tierra. Podemos respirar en sus escritos un clima de taller.

Un trabajador que necesita colegas, pares que desde una obra propia dialoguen con la de él. No adoradores, no explotadores de su esfuerzo, no "partidistas" que lo enarbolen como un mito.

Freud es para mí un clínico que supo escuchar a sus pacientes con capacidad de asombro. Que permitió que sus pacientes le enseñaran. Esto me parece decisivo: si somos capaces de renunciar a ambiciones de poder -esas que profesionalmente toman l a forma de posturas y actitudes de élite- tenemos que permitimos aprender de nuestros pacientes y no sólo con nuestros pacientes.

Si es posible segui r estas razones, se entenderá desde dónde puede Freud ser maestro y compañero en esta aventura de buscar­nos, perdernos, encontramos, el paciente, yo, nosotros, el siglo.

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INDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Prólogo a la segunda edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 5

DIRECCIONES TEORICAS Y EPISTEMOLOGICAS ACI1JALES

PARA LA CLINICA PSICOANALITICA . • • • • • • • • • . • • • • • . . • • . • . . • • • . . • • . . . . • . . . . • • . . . . 17

EL ABORDAJE CLINICO D E LAS ESTRUCTURAS

NEUROTICAS EN PSICOTERAPIAS . . • . • • • • • • . . . . . . . • • . • . . . . • • . • • . • . • . . . . • . . . • . • . . . . . 37 Estructuras psicopatológicas y su abordaje en psicoterapias: el proceso en las estructuras fóbicas . . . 39 El abordaje clínico de las estructuras histéricas . . . . . . . . . . . . . 6 1 Jalones y líneas directrices en el proceso terapéutico de las estructuras obsesivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

EL ABORDAJE DE LOS TRASTORNOS DEL NARCISISM0 • . . . . . • . • • . . • • • . . • . . . . 95 Perfil clínico y psicodinámico del trastorno narcisista . . . 97 Direcciones del proceso en el abordaje psicoanalítico del trastorno narcisista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 9

DESARROLLOS EN UN ENFOQUE MULTIDIMENSIONAL DEL

DIAGNOSTICO Y DE LAS ESTRATEGIAS PSICOTERAPEUTICAS . . • . . . . . . . . . 1 3 1 Diferentes niveles del diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 33 Exploración de la situación como una modalidad del abordaje en psicoterapias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 39

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AMPLIANDO LAS FRONTERAS DE LA INTERPRET ACION

CON LA INDAGACION DE DINAMISMOS INCONSCIENTES

COGNITIVOS Y CREATIVOS . • . • . . . • . . . . • . . • • . • . • • . • . . . • . . • • . • . • • . . • . . . • . • • . • . . • • • • • 1 65 El nivel inconsciente de las funciones yoicas, su intervención en el conllicto y en el proceso terapéut ico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 67 Creativ idad: dinamismos fundantes de u n sistem a e n e l psiquismo humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

Al'ENDICES . . . . • • • . . . • . . . . . . . . . • . . . . . . . • . . . . . . • . • • . . . . . • . . . . . . • . • • . . · • · · · · • • • . . • . • . . . . 223 Psicofánnacos y psicoterapias psicoanalíticas . . . . . . . . . . . . . . 225 Cátedra de Clínica psicológica y psicoterapias: orientación del progrania de la materi a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233 ·una visión personal de Freud y su obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237

Esta edición, de 1 000 ejemplares, se terminó de imprimir en marzo de 2008 en Impresiones Sud Amé­rica , Andrés Ferreyra 3767/69, Ciudad Autó­noma de Buenos Aires.