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Filosofía Post-Moderna Este fenómeno, que a veces se llama tardo-modernidad y a veces posmodernidad, ha recibido muchas teorizaciones, pero puede entenderse principalmente como reacción contra la modernidad. No ha sido igual en todos los ámbitos; a veces cuestiona un aspecto y conserva otros, a veces pretende romper con todos, y a veces no es más que una eclosión o exacerbación de cosas que ya se daban en la posmodernidad. Se tomará la posmodernidad como una reacción contra la modernidad. También la posmodernidad ha sido dividida de muchas maneras, en numerosas corrientes. Una de las más útiles es la que ofrece Jürgen Habermas, en posmodernidad antimoderna, posmodernidad paleoconservadora, posmodernidad neoconservadora y posmodernidad ético-critica. Los posmodernos antimodernos son los que más propiamente han sido considerados como posmodernos, al menos en nuestros ámbitos, como Lyotard. Baudrilard, Lipovetski, Deleuze, Derrida, Vattimo y Rorty. Ellos critican de la modernidad tanto la ética como la técnica. Son los que más se enfrentan a la modernidad. Los posmodernos paleoconservadores son los que critican la ética y la técnica de la modernidad, y proponen la vuelta a éticas anteriores, como la de Aristóteles (Arendt, Maclntyre), la de Hegel (Taylor), etc. Los posmodernos neoconservadores critican la ética moderna, pero conservan la técnica, tanto en su aspecto mecánico como en su aspecto sociopolítico, la burocracia, dentro de la línea del neoliberalismo o neocapitalismo (Bell, Kristol. Novak, Berger). Finalmente, los posmodernos ético-críticos son, según Habermas, los que como él, Apel y otros, critican la técnica de la modernidad, pero desean conservar o, por lo menos, replantear, la ética moderna, considerando la modernidad como un proyecto incompleto, o que no pudo dar muestras de su viabilidad. Como se ve, estos últimos son los que en menor medida podrían ser llamados posmodernos.

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LA FILOSOFÍA POST MODERNA Y FILÓSOFOS DE DICHA FILOSOFIA

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Filosofía Post-Moderna

Este fenómeno, que a veces se llama tardo-modernidad y a veces posmodernidad, ha recibido muchas teorizaciones, pero puede entenderse principalmente como reacción contra la modernidad. No ha sido igual en todos los ámbitos; a veces cuestiona un aspecto y conserva otros, a veces pretende romper con todos, y a veces no es más que una eclosión o exacerbación de cosas que ya se daban en la posmodernidad. Se tomará la posmodernidad como una reacción contra la modernidad.

También la posmodernidad ha sido dividida de muchas maneras, en numerosas corrientes. Una de las más útiles es la que ofrece Jürgen Habermas, en posmodernidad antimoderna, posmodernidad paleoconservadora, posmodernidad neoconservadora y posmodernidad ético-critica. Los posmodernos antimodernos son los que más propiamente han sido considerados como posmodernos, al menos en nuestros ámbitos, como Lyotard. Baudrilard, Lipovetski, Deleuze, Derrida, Vattimo y Rorty. Ellos critican de la modernidad tanto la ética como la técnica. Son los que más se enfrentan a la modernidad. Los posmodernos paleoconservadores son los que critican la ética y la técnica de la modernidad, y proponen la vuelta a éticas anteriores, como la de Aristóteles (Arendt, Maclntyre), la de Hegel (Taylor), etc. Los posmodernos neoconservadores critican la ética moderna, pero conservan la técnica, tanto en su aspecto mecánico como en su aspecto sociopolítico, la burocracia, dentro de la línea del neoliberalismo o neocapitalismo (Bell, Kristol. Novak, Berger). Finalmente, los posmodernos ético-críticos son, según Habermas, los que como él, Apel y otros, critican la técnica de la modernidad, pero desean conservar o, por lo menos, replantear, la ética moderna, considerando la modernidad como un proyecto incompleto, o que no pudo dar muestras de su viabilidad. Como se ve, estos últimos son los que en menor medida podrían ser llamados posmodernos.

De los posmodernos antimodernos, comenzaremos presentando algunos de sus antecedentes y acompañantes de la literatura, ya que a veces los hombres de letras exponen los fenómenos mejor que los filósofos y aun que los sociólogos. Allí irán algunos que, aun cuando nunca se consideraron posmodernos, bien pueden fungir como antecedentes, por ejemplo Walter Benjamín y Georges Bataille. Otro de ellos fue acompañante preclaro, Maurice Blanchot, que a veces hasta inspiró a los mismos filósofos posmodernos.

Algunos provenientes de la sociología, que nos describen con mucha clarividencia la situación del ser humano en la posmodernidad, y allí estarán Jean Baudrillard y Gilles Lipovetski, que representan el a la antimoderna, y Daniel Bell, ejemplo del a la neoconservadora.

Michel Foucault, pero que es uno de los que más han influido en el pensamiento de la posmodernidad. Él oscila entre la historia, la sociología, la literatura y la filosofía, así es que resulta una buena muestra de este pensamiento en varios campos.

Ellos son célebres por sus críticas a la modernidad. Así, Jean-François Lyotard, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Emmanuel Lévinas, Gianni Vattimo y Richard Rorty. Lyotard, desde la filosofía y la sociología, proclama el tiempo de la posmodernidad, la condición

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posmoderna. Deleuze y Derrida han sido colocados en esta situación por sus comentaristas. Lévinas no se preocupa mucho de esta denominación, pero sus críticas a la filosofía occidental lo colocan en esa postura. Vattimo se ha llamado a sí mismo filósofo posmoderno, y lo mismo Rorty, quien, dejando las filas de los filósofos analíticos, pasó a las del pragmatismo o neo-pragmatismo y él mismo dice alinearse con los posmodernos. Maclntyre es excelente ejemplo de los posmodernos paleoconservadores, ya que es uno de los más preclaros neoaristotélicos, esto es, que proponen recuperar varios elementos de Aristóteles y adaptarlos a nuestra nueva situación, como lo habían hecho ya antes Hannah Arendt y Agnes Meller.

Es curioso apreciar que algunos autores, como el propio Vattimo, ponen entre los filósofos posmodernos a los hermeneutas. No a Hans-Georg Gadamer, pero si a Paul Ricoeur. Puede entenderse por el hecho de que en muchas cosas ha sido crítico de la modernidad, e incluso ha sido clarividente anticipador de modos de pensamiento; también puede entenderse por la sencilla razón de que es un hecho que la hermenéutica ha pasado a ser la episteme o koiné de la posmodernidad, sino una hermenéutica más precisa, como la de Vattimo, que pretende despojarse de categorías como la referencia y la verdad, que no han sido claramente dejadas por Gadamer ni, mucho menos, por Ricoeur. Por eso preferiremos ejemplificar esa hermenéutica de la posmodernidad con Vattimo. No todo posmoderno es hermeneuta, ni todo hermeneuta es posmoderno, para precisar un poco más.

Filosofía Postmodernista – Verdad Subjetiva

Uno de los temas en la filosofía postmodernista es la negación de la verdad universal y objetiva. Esto es declarado claramente en la famosa declaración de Jean-Francois Lyotard "incredulidad hacia el macrorelato.” Un macrorelato se refiere a una historia unificadora que busca explicar cómo es el mundo—en otras palabras, un macrorelato es una cosmovisión. Lyotard sugiere que debemos ser escépticos de tales explicaciones extensas. Por ejemplo, la afirmación "De tal manera amó Dios al mundo" es absurda para los postmodernistas por dos razones: (1) ellos niegan la existencia de Dios, y (2) las afirmaciones que reflejan al mundo entero (macrorelatos) son imposibles.

Para los postmodernistas, ya que no existe ninguna Verdad universal (con V mayúscula), sólo existen verdades (con v minúsculas) que le son particulares a una sociedad o grupo de personas y están limitadas a la percepción individual. Afirmaciones escritas o verbales sólo pueden reflejar una cultura particular o punto de vista individual. Una frase muy usada que escuchamos a este respecto es: "Eso puede ser verdad para usted, pero no para mí."

Pero, al hacer la afirmación universal de que no hay macrorelatos, los postmodernistas se han colocado en la posición de crear un macrorelato. Su historia para explicar el mundo, es que no existen explicaciones del mundo, sólo historias locales contadas por diferentes culturas. Por esta razón, nos referimos al postmodernismo como la cosmovisión anti-cosmovisión.

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Filosofía Postmodernista – Lenguaje y Deconstrucción

Con respecto a la literatura, los postmodernistas están sumamente preocupados con el lenguaje de los textos escritos. El término que define la principal metodología literaria de los postmodernistas es deconstrucción. Asociada con el trabajo del filósofo francés Jacques Derrida, la deconstrucción involucra leer un texto hasta encontrar sus significados ocultos o múltiples (polisemia). De esta manera, la interpretación de un lector del texto llega a ser más importante que el texto mismo. También es significativa la subjetividad del lector al determinar lo que el autor quiso decir. Por ejemplo, un lector puede sentir que un texto en particular en realidad significa que un autor es racista, aunque el texto escrito deje en claro que el autor deplora el racismo.

En 1968, Roland Barthes escribió un ensayo corto titulado: "La Muerte del Autor." En este ensayo argumentó que el origen del texto no es lo importante, sino, más bien, lo es el destino—el lector. Al permitirle al lector inventar nuevos significados, el texto es liberado de la tiranía del único significado que quiso decir el autor.

Por ejemplo, no hay ninguna razón para asumir "que una obra de teatro shakespeariana signifique exactamente la misma cosa hoy, que lo que significó cuando la estrenaron." Cada autor (o artista) es el producto de su propio ambiente cultural y utiliza el lenguaje para encajar con su condición. Por esto, la crítica literaria postmodernista alega que las palabras nunca describen el mundo objetivo, sino que sólo se refieren a otras palabras. Por lo tanto, no importa cómo un escritor construya una oración, nunca podrá decirnos acerca del mundo real, sino sólo acerca del mundo como lo entiende el lector. Este concepto es resumido en la frase: "Eso es sólo tu interpretación."

Filosofía Postmodernista – Anti-Realismo y la Construcción de la Realidad

El concepto de deconstrucción en la filosofía postmodernista es llevado mucho más allá del área de la literatura. Así como usted, el lector, crea el significado de este texto, usted también construye el mundo de acuerdo a su cultura y experiencias. En otras palabras, no existe un "mundo real" allá afuera—sólo seis mil millones de construcciones del mundo, una creencia conocida como anti-realismo.

Tradicionalmente, la Verdad (con "V" mayúscula) se entendía como la relación entre el mundo real, objetivo y las afirmaciones que corresponden con el mundo real. Esta visión es llamada la teoría correspondentista de la verdad. Sin embargo, los postmodernistas alegan que esta clase de Verdad es imposible de alcanzar. No existe ninguna "Verdad" universal, sólo verdades personales, subjetivas, que existen sólo en una situación particular o entorno cultural. Por esto, según el paradigma postmodernista de anti-realismo, no existe un mundo real al que pueda corresponder la verdad. Más bien, nuestras palabras corresponden sólo con otras palabras y, al final, crean nuestra comprensión de la realidad. Si las palabras significan sólo otras palabras, entonces las palabras nunca pueden ser utilizadas en la búsqueda de la Verdad.

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Un ejemplo clásico del concepto de que las palabras no se refieren a la realidad se encuentra en el ensayo de Foucault titulado: "Esto no Es una Pipa." En este ensayo, él analiza una pintura de Magritte, de1966, que muestra una imagen de una pipa en una pizarra con la frase escrita "Esto no es una pipa." Encima de la pizarra hay una abstracción de una pipa colgando en el aire. Foucault insiste que ninguna de éstas es una pipa, sino simplemente un texto que simula una pipa.

La idea principal detrás de este "juego de palabras" es la insistencia postmodernista de que todos los seres humanos están condicionados por su cultura y lenguaje—su situación en la vida—y que nadie es capaz de salirse de su situación para dirigirse a un universo con declaraciones de hechos objetivamente verdaderas. La expresión "El agua moja" es verdad sólo para una pequeña comunidad de individuos encerrados en su propio lenguaje y cultura. Además, es verdad siempre que esta comunidad concuerde en esta utilización en particular. De hecho, la comunidad determina lo que es la verdad por las palabras que escoge utilizar.

Richard Rorty ha dicho que la verdad para él es lo que su comunidad de eruditos le permita decir. Si Rorty dice que la luna está hecha de queso verde y su comunidad no está en desacuerdo con él, entonces, para él, la luna está hecha de queso verde. De nuevo, la realidad no es lo que existe objetivamente; la realidad es producida por nuestro acuerdo de lo que es. Nosotros no descubrimos hechos verdaderos acerca del mundo real—lo creamos.

El teórico cultural francés Jean Baudrillard llevó este concepto a su conclusión lógica. En 1991 afirmó que la Guerra del Golfo no fue real, sino simplemente fue simulada por la cadena de televisión CNN. La verdad de que personas reales murieron no pareció entrar en la ecuación. En la realidad, no todos los postmodernistas llevan el concepto del lenguaje y la realidad al extremo de Baudrillard. Aun así, como Glenn Ward señala, esta pieza ha sido utilizada ". . . para desacreditar no sólo a Baudrillard, sino el abandono de la verdad y de la evaluación del postmodernismo."

Características:

1) La Deconstrucción

- consiste en el movimiento contrario al llevado a cabo por la modernidad.

2) La pérdida de centro

- consiste en la inexistencia de un referente único que pueda dar razón de la realidad

- en esta época no hay centro, no hay una misma forma de pensamiento, cada quien tiene sus propios puntos de vista

3) La Metaprescripcion

- muchas normas, y muchas formas de comportamiento

4) Neo-Narcisismo

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- es el individualismo amplificado, la persona centrada en si misma

- se dan dos tipos de individualismo el responsable (organizador) y el irresponsable (desorganizador y autosuficiente)

5) Sociedad Posmoralista

- se basa en una moral relativa basada en un individualismo (estoy sobre la moral) ya no tan ilícito, sino admitido y aceptado como un desarrollo lógico de la auto conquista del hombre.

Características en sentido amplio de la posmodernidad

Diferencia: Quizás uno de los conceptos que más resaltan en este tema es el de la diferencia, entendida como una multiplicidad de identidades culturales o realidades que existen en nuestro planeta y que cobran voz a través de las comunicaciones haciéndonos partícipes de su existencia. Este reconocimiento de las diferencias genera una conciencia en nosotros mismos de que somos una entre muchas culturas. A esto podemos llamarlo pluralidad. 

Pluralidad: La pluralidad, aunque es una idea muy similar a la idea de la diferencia, se distingue de ésta en que aquélla denota una cierta actitud ante la vida, una voluntad política que no se queda en la aceptación o reconocimiento de lo otro como diferente, sino que pretende una comunicación con esta alteridad, una coexistencia y voluntad para compartir un mundo en común. La pluralidad denota una multiplicidad de racionalidades: ya no se va a pensar en una razón universal unificadora sino en muchas racionalidades, y en muchas maneras de ver y vivir el mundo.

Relativismo: Al aceptar las diferencias y vivir en un mundo plural es inevitable caer en un relativismo; si no hay una razón unificadora de valores y conocimientos, lo que cada quien crea será válido según la cultura o la realidad en que se viva. Esto de alguna manera genera un vacío de ideales en el que no existe un modelo de perfección humana, un tipo ideal. El relativismo se opone así al universalismo, que plantea como tal una escala de valores universales que no tienen lugar en la sociedad plural. 

Comunicación en masa: En palabras del filósofo Gianni Vattimo (uno de los pensadores más importantes de la posmodernidad), los medios de comunicación masiva son el principal factor de la sociedad posmoderna. Éstos han convertido al mundo en un lugar más complejo; se encargan de mostrar las diferentes realidades, las múltiples identidades en toda su individualidad y peculiaridad; pero también nos muestran irrealidades o, en otras palabras, realidades artificiales, a veces producto de la imaginación de todos aquellos que participan en y de estos medios. En un mundo donde la comunicación rompe todas las fronteras, en donde podemos conocer a través del internet, el cine y la televisión, culturas y diferencias que en otros tiempos habrían sido impensables y ajenas a nuestra realidad, el sentido de la historia y de la razón se ve alterado de manera definitiva.  El reconocer la diferencia, en otras palabras, el hecho de reconocer en los otros lo que nos es ajeno, lo que no compartimos con una determinada cultura y manera de ver el mundo, nos afirma por un

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lado en nuestra identidad; es decir, en lo que sí somos (nuestro lenguaje, religión, costumbres, ideología, etcétera). Pero también nos pone a pensar acerca de todo lo que podríamos ser. Las guerras de la era posmoderna se han caracterizado por ser guerras de civilizaciones, cuyo argumento es religioso, nacionalista, racista. Esto nos lleva a la última y, quizá, más importante de las características de la posmodernidad que es el vacío de ideologías. 

Vacío de ideologías: Tal vez lo que más destaca de este fin de la modernidad o de la historia es que no hay ideologías. Como consecuencia del relativismo, de la pluralidad, del reconocimiento de la diferencia y de la comunicación en masa y del mundo en el que “todo se vale”, se acaban las ideologías (por lo menos en el sentido en el que estábamos acostumbrados en la modernidad): como un sistema ordenado de ideas. Donde surgen y tienen cabida muchas maneras de pensar se acaba lo que conocemos como mentalidad, es decir un conjunto de valores e ideas compartidas con un grupo de personas dentro de una sociedad.

Filósofos de la Época Posmoderna

Friedrich Nietzsche

(Röcken, actual Alemania, 1844-Weimar, id., 1900) Filósofo alemán, nacionalizado suizo. Su abuelo y su padre fueron pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente religioso. Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a los veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la Universidad de Basilea; pocos años después, sin embargo, abandonó la docencia, decepcionado por el academicismo universitario. En su juventud fue amigo de Richard Wagner, por quien sentía una profunda admiración, aunque más tarde rompería su relación con él.

La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en matrimonio a la poetisa Lou Andreas Salomé, por quien fue rechazado, tras lo cual se recluyó definitivamente en su trabajo. Si bien en la actualidad se reconoce el valor de sus textos con independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.

Los últimos once años de su vida los pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de Naumburg, aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el desconocimiento de la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su fallecimiento, su hermana manipuló sus escritos, aproximándolos al ideario del movimiento nazi, que no dudó en invocarlos como aval de su ideología; del conjunto de su obra se desprende, sin embargo, la distancia que lo separa de ellos.

Entre las divisiones que se han propuesto para las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética sea la que distingue entre un primer período de crítica de la cultura y un segundo

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período de madurez en que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el que más impacto causó en su época, la interpretación posterior, a partir de Heidegger, se ha fijado, sobre todo, en sus últimas obras.

Como crítico de la cultura occidental, Nietzsche considera que su sentido ha sido siempre reprimir la vida (lo dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la filosofía, que desde Platón ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de esencias, y el cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan por instaurar una sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y la infinita variedad de la vida son anulados en nombre de una vida y un orden ultraterrenos, en los que el hombre alivia su angustia.

Su labor hermenéutica se orienta en este período a mostrar cómo detrás de la racionalidad y la moral occidentales se hallan siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los impulsos vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin la mezquina seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a la lucha de distintas voluntades de poder como único motor y sentido de la existencia. El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus obras de madurez, debe interpretarse no tanto en un sentido biológico como hermenéutico: son las distintas versiones del mundo, o formas de vivirlo, las que se enfrentan, y si Nietzsche ataca la sociedad decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un superhombre, no se trata de que éste posea en mayor grado la verdad sobre el mundo, sino que su forma de vivirlo contiene mayor valor y capacidad de riesgo.

Otra doctrina que ha dado lugar a numerosas interpretaciones es la del eterno retorno, según la cual la estructura del tiempo sería circular, de modo que cada momento debería repetirse eternamente. Aunque a menudo Nietzsche parece afirmar esta tesis en un sentido literal, ello sería contradictorio con el perspectivismo que domina su pensamiento, y resulta en cualquier caso más sugestivo interpretarlo como la idea regulativa en que debe basarse el superhombre para vivir su existencia de forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente, puesto que si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se encuentra tan sólo en sí mismo, y no en el futuro.

Martin Heidegger

(Messkirch, Alemania, 1889-Todtnauhaberg, actual Alemania, 1976) Filósofo alemán. Discípulo de Husserl, su indiscutible preminencia dentro de la filosofía continental se ha visto marcada siempre por la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen nacionalsocialista, manifestada en el discurso que pronunció en la toma de posesión de la cátedra en la Universidad de Friburgo (1933). La renuncia a la cátedra, muy poco después de ocuparla, no evitó que en 1945 fuera destituido como docente en Friburgo, tras la ocupación de Alemania por los aliados.

Sólo en el año 1952 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos constante. Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Marcuse, la sugerencia insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo desestimó el

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consejo y nunca quiso dar explicaciones. Si bien para algunos es imposible abordar su obra sin reservas, la mayoría de filósofos y estudiosos actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su sentido estrictamente filosófico, que no resulta menos controvertido. Desde la filosofía analítica, su obra ha sido criticada con dureza, sobre todo por Carnap. Pero el pensamiento heideggeriano también ha suscitado adhesiones entusiastas: así, la filosofía francesa de las décadas de 1960 y 1970 (Derrida, Lévinas, Ricoeur) admiró la capacidad de precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso humanístico.

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos. El primero viene marcado por Ser y tiempo, obra que, pese a quedar incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido imposible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia.

En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente privilegiado al que interrogar por el ser, pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una específica relación de reconocimiento con él. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «Ser-ahí» (Dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como «Ser-en-el-mundo». La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, que es además práctica («ser a-la-mano») antes que teórica («ser ante-los-ojos»).

Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia, es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvide el ser en nombre de los entes concretos. La dimensión temporal del ser, en cuanto proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «ser-para-la-muerte»), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico.

En la segunda etapa de su pensamiento, el filósofo estudia la historia de la metafísica como proceso de olvido del ser, desde Platón, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío). En sus últimas obras, realiza un acercamiento al arte como lugar privilegiado donde se hace presente el ser. Para Heidegger, se hace también necesario rehabilitar los saberes teórico-humanísticos, a fin de mostrar que lo que constituye a todo hombre en cuanto tal no es su capacidad material de alterar el entorno, sino la posibilidad que tiene de hacer el mundo habitable: el hombre debe comprender que no es «el señor del ente sino el pastor del ser» y que «el lenguaje es la casa del ser». Antes que la técnica, el lenguaje, y en general la conciencia (la capacidad de interrogarse del Dasein), son los dos elementos que constituyen al hombre en cuanto existente o, lo que es lo mismo, en cuanto hombre.

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Gianni Vattimo

Gianni Vattimo, nacido el 4 de enero en Turín, es uno de los más destacados y conocidos pensadores italianos de la actualidad. Estudió filosofía en las universidades de Heidelberg y de Turín, donde en la actualidad es catedrático de filosofía.

Es, sin duda, uno de los referentes principales del llamado “postmodernismo” y el creador del concepto de “pensamiento débil”, tan de moda hace algunos años.

Influido por el pensamiento de Heidegger y de Nietzsche, fue discípulo de H.G. Gadamer.

Autor de amplia bibliografía, entre sus obras destacan: Las aventuras de la diferencia (1979), El pensamiento débil (1983), El fin de la modernidad (1985), La sociedad transparente (1989), Ética de la interpretación (1989), Creer que se cree (1996), Diálogos con Nietzsche (2002), o Nihilismo y emancipación (2003).

Se inició en la política de su país con el Partido Radicale, después con Alleanza per Torino (Olivo) y, finalmente en Demócratas de Izquierda, formación que abandonó en 2.004.

Es miembro también de la dirección nacional de Coordinamento Omosessuale.

Para este pensador italiano, la humanidad ha entrado en lo que se ha denominado “postmodernidad”, una especie de “babel informativa” donde la comunicación en general y los medios de comunicación en concreto adquieren un carácter central. Esta época marca la superación de la modernidad, organizada en torno a las concepciones unívocas de los modelos cerrados, de las grandes verdades, de los fundamentos consistentes, de la historia como huella unitaria del acontecer. La postmodernidad, sin embargo, abre el camino a la tolerancia, a la pluralidad y a la diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones filosóficas bien perfiladas y estructuradas, de las creencias consideradas verdaderas y absolutas, al pensamiento débil, a una modalidad de nihilismo débil, a un pasar despreocupado y, por lo tanto, alejado de la acritud existencial. Para Vattimo, las ideas de la postmodernidad y del pensamiento débil están estrechamente relacionadas con el desarrollo del escenario multimedia, con la toma de posición mediática en el nuevo esquema de valores y relaciones que caracterizan la sociedad actual.

El filósofo turinés acaba de publicar en Gedisa Adiós a la verdad, ensayo editado en 2009 en Roma, en el que aborda de nuevo el concepto de “babel informativa” en la que, según sus anteriores escritos, se ha convertido nuestro mundo postmoderno. Para él, “el trepidante mundo actual ha desbordado las concepciones unívocas de las grandes verdades”, por lo que “el debate en torno a la verdad se nutre del consenso, y los intelectuales están llamados a pensar formas de vida que favorezcan la participación colectiva”.

Jean-François Lyotard

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(Versalles, 1924 - París, 1998) Filósofo francés. Colaborador del grupo Socialismo o Barbarie, sus obras se encuadran en el freudomarxismo (Discurso, figura, 1971; A partir de Marx y Freud, 1973). Crítico de la razón ilustrada (La condición posmoderna, 1979), es también autor de El entusiasmo (1986).

De formación fenomenológica, después de ejercer como profesor durante algunos años en institutos y de practicar el activismo político y teórico con el grupo Socialismo o Barbarie, impartió clases de filosofía como profesor ayudante en la Sorbona y en la Universidad de Nanterre. En su primera obra, La fenomenología (1954), entabló una polémica con las teorías semióticas y estructuralistas.

Lyotard criticó la supremacía que toda la tradición filosófica occidental desde Platón ha concedido al discurso. En Discurso, figura (1971) mostraba la existencia de un espacio alternativo al discursivo-representativo: se trataba de un espacio figurativo en el que la esencial opacidad de las imágenes que lo constituyen oponía resistencia a cualquier intento de traducirlas en términos discursivos y comunicativos. Esta irreductibilidad de lo figurativo, que emerge con particular energía en el arte moderno, se halla relacionada con la necesidad de una nueva formulación del fenómeno de la modernidad.

A través del análisis de este fenómeno, mediante un pensamiento afirmativo basado en el deseo (Economía libidinal, 1974), se hace explícita su crítica a la teoría de Marx sobre la alienación que produce el capitalismo. De hecho, no se trata de buscar una alternativa única a la constante y progresiva desnaturalización generada por el capital, sino de demostrar cómo, debajo de este último, actúa una economía del deseo que da lugar a varias pulsiones.

Con La condición postmoderna (1979), superó este planteamiento: la época posmoderna se caracteriza por la decadencia de la legitimación de varios niveles de existencia a través de los "grands récits" y por la emergencia de una multiplicidad de lenguajes irreductibles entre sí. A través de la elaboración de una teoría del lenguaje que se basa en la constatación de la inconmensurabilidad de los múltiples juegos lingüísticos, llegó a defender la necesidad de formular una nueva teoría del juicio de valores, partiendo del modelo kantiano. Otros títulos de su producción son A partir de Marx y Freud (1973), Instructions païennes (1977), Au just (1979, en colaboración con Thébaud), El desacuerdo (1983), El entusiasmo (1986) y Moralidades posmodernas (1993).