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FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA I. METODOLOGÍA DE LA CIENCIA ECONÓMICA ALEJO G. SISON C U A D E R N O S EMPRESA Y HUMANISMO I N S T I T U T O 46

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FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍAI. METODOLOGÍA DE LA CIENCIA ECONÓMICA

ALEJO G.SISON

C U A D E R N O S

EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

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INDICE

Introducción: ¿Qué es la “Filosofía de laEconomía”?

Primera Parte: La Filosofía de la Economía comoMetodología de la Ciencia Económica

1. La perspectiva angloamericana

2. La Filosofía de la Ciencia Moderna

3. Metodología Económica e Historiadel Pensamiento Económico

4. La insuficiencia de la MetodologíaEconómica como Filosofía de laEconomía

FUENTES Y REFERENCIAS

NOTA BIOGRAFICA

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INTRODUCCION: ¿QUÉ ES LA“FILOSOFIA DE LA ECONOMIA”?

Llevamos ya casi un lustro después delderrumbamiento del muro de Berlín, símbolohistórico, para muchos, del ocaso definitivo dela ideología comunista, de la obsolescencia delanálisis marxista de la realidad social y de lasuperación de las economías planificadas. Sinembargo, entre los firmes defensores del capi-talismo liberal reina una sensación de impa-ciencia, de desilusión, si no de fracaso rotundo,porque durante todo este tiempo, tampoco seha podido cumplir con las metas o los objetivosprometidos: la sociedad de bienestar no se haalcanzado en su totalidad ni se ha logrado lajusta distribución de las riquezas entre lapoblación mundial. A pesar del progreso tec-nológico generalizado y también a pesar de losrefinamientos matemáticos, propiamente, laeconomía no ha conseguido predecir ni pre-venir, explicar ni entender las causas, remediarni amortiguar los efectos perniciosos de larecesión global que ahora padecemos. ¿Qué eslo que ha pasado?

Por una parte, la ética de la empresa, tan demoda en la década de los ‘80, parece haberhecho ya una declaración inequívoca de insufi-ciencia: una ética centrada en el individuo es

impotente para una mejora social, si no laacompaña una cultura empresarial favorable.Valiéndonos del principio de interdependenciaque rige los sistemas sociales, diríamos que nosólo la ética y la economía, sino también lapolítica, han de ser acordes para ser realmenteeficaces en su cometido. De esta manerasomera, esperamos haber justificado la pers-pectiva eminentemente filosófica queadoptará nuestra investigación.

¿Qué es la filosofía de la economía? Segúnla literatura angloamericana, es una rama dela epistemología o de la teoría del conoci-miento. Esta postura es muy comprensible unavez que se haya efectuado -por la influenciadel positivismo lógico- la reducción de toda lafilosofía a una filosofía de la ciencia de la cualse ha eliminado cualquier rastro de una meta-física realista. Se plantea, básicamente, dostipos de cuestiones: si la economía es o no unaciencia (¿cuál es su objeto? ¿cuál es su metodo-logía? ¿qué validez tienen sus principios yleyes?); y qué tipo de ciencia es (¿una ciencianatural o una ciencia social? ¿cuál es el papelde la estadística? ¿y de la observaciónempírica?).

Se distinguen tres etapas en el desarrollo dela metodología económica, según la con-vención actualmente vigente entre los estu-

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diosos. La primera comprende la obra deautores como J.S. Mill, W.N. Senior, J.E.Cairnes, J.N. Keynes, A. Marshall y L. Robbins.Se denomina “verificacionista” en atención alcriterio establecido por el Círculo de Vienapara decidir sobre la verdad de las hipótesiscientíficas. La segunda etapa se llama “falsa-cionista” debido a la influencia que tuvo K.Popper en los escritos de los teóricos de la eco-nomía como T. Hutchinson, F. Machlup, M.Friedman y P. Samuelson. La tercera y últimaetapa ha cogido impulso de las teorías de lasrevoluciones científicas post-popperianas, con-cretamente, aquellas elaboradas por T. Kuhn(“paradigmas”), I. Lakatos (“programas deinvestigaciones científicas”) y P.K. Feyerabend(“anarquía metodológica”).

Esta clasificación, por supuesto, está sujeta amuchas matizaciones y ha de tomarse con elproverbial granum salis: por ejemplo, J.S. Millno sólo antecede por casi un siglo a las figurasmás destacadas del Círculo de Viena -por loque difícilmente le habría influido su criterio“verificacionista” de verdad científica- sinoque también insiste, con toda claridad, en quela verificación a posteriori de una hipótesispertenece a la aplicación de una ciencia, y no ala ciencia misma. Igualmente, se acusa laausencia de voces críticas tanto de la Escuela

Clásica como de la Neo-Clásica y Marginalistacomo F. Knight y T. Veblen (Institucionalismo),los cuales, por sus premisas metodológicasbásicas, quizás se acerquen más a plantea-mientos austro-germanos que a los anglo-americanos. Nuestro estudio prestará mayoratención a la unidad temática y a la afinidadde respuestas a las interrogantes epistemoló-gicas que a la contemporaneidad histórica; sir-viéndonos de ésta sólo en la medida en quefacilite la comprensión de la génesis y el desa-rrollo de aquélla.

Por otra parte, en los libros publicados enlengua alemana se debate fundamentalmentela concepción de la economía como ciencia cul-tural e histórica, con una dimensión ético-política esencial. La puesta en escena de la con-troversia corrió a cargo de M. Weber con suensayo sobre la Wertfreiheit en las cienciassociales y en la política. Desde el comienzo,hubo una polarización de posturas entreGustav von Schmoller (la Escuela HistóricaAlemana) y Carl Menger (la Escuela Austríaca).Para Schmoller, la economía es ante todo una“economía política o nacional” (la Volkswirts-chaftslehre), es decir, una ciencia histórica yculturalmente determinada. Por tanto, es com-prensible sólo para aquellos que habitan elmismo ethos concreto, compartiendo los

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mismos valores y manejando los mismos sím-bolos. Menger, aun reconociendo la diferenciaentre la economía real-histórica y la teoría eco-nómica “pura”, insiste en que la ciencia eco-nómica debería preocuparse primordialmentede esta segunda vertiente, si es que aspira a serrealmente ciencia, o sea, un saber universal.Esencial para la universalidad de la ciencia eco-nómica es la progresiva racionalización y mate-matización de los procesos de producción, dis-tribución, intercambio y consumo de bienes.L.von Mises (Praxeología) y F. von Hayektambién fueron formados en la tradición aus-tríaca, aunque más tarde introdujeron unosgiros muy particulares al desarrollo metodo-lógico de la ciencia económica.

Ha habido varias tentativas de ingeniar unasíntesis superadora de la Escuela HistóricaAlemana y la Escuela Austríaca: la de WalterEucken, fundador de la Escuela de Friburgo, enlos años ‘40, y más recientemente, la de PeterKoslowski, la Economía Etica (Ethische Oko-nomie) desde Hannover. Seguramente inclusola Economía Social del Mercado, tan citada enlos documentos pontificios, se ha originado eneste suelo austro-alemán.

En lengua española, probablemente la únicaobra reseñable en este campo sea “Economía yLibertad” de Millán Puelles. A partir de una

noción básica de la economía como actividadhumana, explica como la libertad se manifiestaen ella según un triple nivel: como apertura (elhombre como una ser de necesidades, la satis-facción de las cuales, sin embargo, no estágarantizada de antemano), como capacidadde elegir (la falacia detrás de toda suerte dedeterminismos junto con la peculiar vigenciade las leyes económicas) y por último, comoautodeterminación (el trabajo en cuantoproceso de humanización, los límites del homooeconomicus y de su particular modelo deracionalidad; el bienestar como fin de la eco-nomía y “materia mixta” entre ésta y la ética).

Proponemos, en resumen, elaborar una filo-sofía de la economía que incorpore: una fun-damentación antropológica, una conside-ración de sus implicaciones culturales, políticase históricas y una clarificación del status epis-temológico de la economía. De esa forma,esperamos contribuir eficazmente a la reso-lución de los problemas antes citados -la faltade orientación o rumbo en la economía, asícomo su habitual malentendimiento con laética, restando eficacia de la acción de ambas,etc.-. Pensamos que sería un elemento impres-cindible para completar la formación de losinteresados en la filosofía, en las ciencias eco-nómicas y empresariales, en las ciencias polí-

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ticas y sociales, así como para los profesionalesde la empresa en general.

PRIMERA PARTE: LA FILOSOFIA DE LA ECONOMIA COMOMETODOLOGIA DE LA CIENCIAECONOMICA 1. LA PERSPECTIVA ANGLOAMERICANA

La respuesta angloamericana a la preguntade qué es la “filosofía de la economía” se hafraguado casi exclusivamente en términos deuna “metodología de la ciencia económica”,en una investigación de cómo los economistasexplican los diferentes fenómenos de los quesu disciplina se apropia. Puesto que la “meto-dología” generalmente se asocia con la “filo-sofía de la ciencia”, cabe inferir que para losestudiosos ingleses y norteamericanos la filo-sofía de la economía consiste, fundamental-mente, en la filosofía de la ciencia aplicada alsaber económico.

Hay por lo menos un par de implícitos en lapostura respecto a la filosofía de la economíaque se acaba de exponer. En primer lugar estála disolución tácita de toda la filosofía en lafilosofía de la ciencia, y en segundo lugar, la

reducción de la filosofía de la ciencia a unapura metodología.

Tan amplia es la aceptación del primero queya se considera como un hecho, y en cuantotal, ni siquiera se cuestiona: la filosofía de laciencia es la nueva “filosofía primera” (elpapel que tradicionalmente desempeñaba lametafísica), capaz de dar razón cumplida nosólo de todas las demás ciencias humanas sinotambién de sí misma. En cierto sentido, no esmás que una de las secuelas del llamado “girocopernicano” en la filosofía moderna, pormedio del cual la certeza en el conocimientoempieza a cobrar mayor importancia que lamisma realidad, o la verdad (ya no como “ade-cuación” sino como “correspondencia”) denuestro conocimiento acerca de ella. Bajo elrótulo de una “filosofía de la ciencia” deberíanincluirse la “epistemología”, la “gnoseología”,la “crítica”, la “teoría del conocimiento” y la“teoría de la ciencia”: son indagaciones sobrecómo conocemos lo que conocemos y la fiabi-lidad que merece nuestro conocimiento, en elsupuesto necesario de que -claro está- tantonosotros como el mundo exterior existimos, almenos en cuanto cognoscentes y lo cognos-cible. (Por lo que se refiere a la existencia real,independiente del pensamiento, de las cosasse guarda un cauteloso sigilo o se mantiene

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una indespejable duda o se queda en la sus-pensión de juicio, la epoché).

La reducción ulterior de la filosofía de laciencia a la metodología obedece, igualmente,a una fuerte tendencia de vaciar la ciencia detodo contenido empírico, conservando sólo loselementos puramente formales: así, porejemplo, el empeño popperiano de buscar una“lógica de la razón científica” al margen prác-ticamente del objeto sobre el cual las proposi-ciones científicas versan. Lo que más prima enel trabajo de un científico es el descubrimientode un método, procedimiento o algoritmoinfalible -y si fuera posible, también universal-para hacer progresar su disciplina, superandolos errores y las inexactitudes al relegarlos alpasado.

El premio Nobel de economía y autor de laobra clásica An Essay on the Nature and Signi-ficance of Economic Science (1935), LionelRobbins, había comentado alguna vez acercade los miembros de su gremio: “Todoshablamos de lo mismo, pero todavía no noshemos puesto de acuerdo sobre qué estamoshablando.” Su afirmación hoy en día aún gozade máxima vigencia: Tot capita quot sen-tentiae. Por un lado, tenemos a los microeco-nomistas que tratan de productores, consumi-dores y mercados individuales y teorizan en la

hipótesis de que el todo -las magnitudes eco-nómicas agregadas- no es más que la suma desus partes. Por otro lado están los macroeco-nomistas que niegan el principio anterior-mente enunciado y se dedican a estudiarestructuras económicas enteras. Y en medio,encontramos a los politólogos-economistasque investigan los diversos supersistemas eco-nómicopolíticos, casi siempre bajo el signo dealguna ideología; los empresarios, quepadecen una desconfianza endémica hacia loseconomistas por ser éstos unos teóricos o unosintervencionistas; los sociólogos e ingenierossociales, cuyo propósito es el de transformar lasociedad preferentemente por medio de lasinstituciones económicas; los económetras ymatemáticos que elaboran modelos cada vezmás sofisticados no sólo interpretativos sinotambién -según ellos- configuradores de larealidad económica; y la última generación delos historiadores de la economía, los “clió-metras”, que se empeñan en hacer de la eco-nomía la ciencia social más avanzada sir-viéndose conjuntamente de la estadística, lateoría económica y la sociología en sus recons-trucciones históricas...

Que la situación actual de la ciencia eco-nómica sea la de una auténtica torre de Babel,desde luego, no es nada deseable. Exige, más

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bien, una cierta clarificación y ordenación desus conceptos básicos -lo cual, es una funcióneminentemente filosófica-. Habría que fijar, enprimer lugar, el valor semántico de las palabrasque se emplean y los parámetros en los cualesese valor se mantiene. En segundo lugar,habría que establecer la recta ordenación deestos elementos “atómicos”; o sea, determinarsu uso apropiado: ¿con qué otros elementos sepueden unir o separar para formar proposi-ciones significativas? Además, no todas las pro-posiciones gramaticalmente correctas tienen elmismo valor de verdad ni el mismo grado devalidez. Por un lado, están los axiomas que sonlos primeros principios indemostrables, nece-sarios para cualquier ciencia. Y por otro, estánlos postulados -las proposiciones ya demos-tradas- y las hipótesis -las proposiciones aúnpor demostrar-. Por último, también esmenester indicar cuáles son las reglas dededucción aceptables, es decir, las normas quenos permiten pasar de una proposición a otrasin pérdida de verdad o de certeza. Estas sonlas primeras tareas que a la filosofía de la eco-nomía, tomada como filosofía de la cienciaaplicada a la economía o metodología de laciencia económica, le vamos a encomendar.

Probablemente la figura más señera entrelos filósofos de la economía angloamericanos

sea Mark Blaug. Su libro The methodology ofeconomics (2nd edition,

1992) es un punto de referencia obligatoriopara cualquiera que desea iniciarse en esta dis-ciplina. En dicha obra afirma inequívocamenteque en la metodología no se trata sólo de los“métodos de investigación”, sino ante todo,de la relación de los conceptos y las proposi-ciones con el mundo real. Estudia las vías porlas cuales los economistas justifican sus teorías,así como las razones que ofrecen, al decan-tarse por una teoría en lugar de otra. Una con-dición de posibilidad para semejantes asertoses que se reconozca la distinción entre el len-guaje, por una parte, y el mundo real, porotra.

Pertenecen al ámbito del “lenguaje” todoslos elementos utilizados en el discurso eco-nómico tales como los conceptos, los axiomas,los postulados, los teoremas, las conclusionesparticulares, las leyes universales, los modelos,los paradigmas, los programas de investi-gación, etc. Ciertamente, estos elementos dellenguaje científico no son homogéneos niposeen la misma extensión ni el mismo gradode exactitud. Las reglas son meros procedi-mientos o normas de operación convencio-nales adoptadas por las personas para alcanzardeterminados objetivos (e.g. las ecuaciones

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que se utilizan para determinar el PIB o elinterés compuesto de un préstamo). Una ten-dencia indica la marcha general -de aumentoo de disminución- del valor de una propiedadde una cosa en el curso del tiempo. (Quizásmuchas de las ahora llamadas “leyes” de laeconomía neo-clásica como la “ley de los ren-dimientos decrecientes”, la “ley de lademanda”, o la “ley de Engel” sobre la asig-nación de la renta a los consumos, en realidad,no sean más que meras tendencias.) Seconocen las tendencias de las magnitudes eco-nómicas mediante técnicas estadísticas apli-cadas a la historia de un particular comporta-miento económico. Las leyes son propiedadespermanentes de cosas en unas condicionesbien definidas, y como tales, pueden conside-rarse como el “producto acabado” principal delas ciencias. Un modelo consiste en la represen-tación idealizada o simplificada de unosobjetos científicos y por eso, no puede generarpropiamente leyes. Y finalmente, una teoría esun sistema de proposiciones unidas por unarelación de deducibilidad y unos presupuestoso premisas comunes.

Por el “mundo real” se entiende la fuentede las evidencias empíricas, las referencias conlas que se cotejan la verdad y la falsedad, lavalidez y la imposibilidad de los elementos del

discurso científico. Además de diferenciarestos dos ámbitos igualmente se presuponealgún tipo de conexión entre ellos -o al menos,se procede como si la hubieraporque de otraforma, no sería en absoluto factible desarrollarla ciencia económica. Por último, también serequiere una especie de criterio según el cualse decide que una teoría es mejor o peor, máso menos acertada, más o menos ajustada a larealidad económica que otra.

¿Cómo debe ser la conexión que establece laciencia económica entre el lenguaje y elmundo real? Daniel Hausman (The Philosophyof Economics, 1984) señala dos alternativasaceptables. La primera es la “realista” dondela ciencia alcanza o descubre verdades acercadel mundo, no sólo en el sentido de proposi-ciones analíticas, puramente formales y nocon-tradictorias, sino también como explicacionesde los diversos fenómenos, en este caso, eco-nómicos. La segunda es la “instrumentalista”,en la que lo único que se exige de una cienciaes que proporcione herramientas para hacerpredicciones útiles y fidedignas. No importatanto que las teorías sean ni formal ni mate-rialmente (que “correspondan” a la realidad)verdaderas como que sean prácticas; o sea, quefuncionen. La astronomía ptolemaica, porejemplo, seguiría siendo científicamente ver-

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dadera -a pesar de su geocentrismo- según laactitud instrumentalista, debido a su utilidadpara el propósito de la navegación marítima.

En ambas posturas podemos ver reflejadaslas principales tendencias entre la gente queelabora la ciencia económica. Hay quienes selimitan a diseñar constructos teóricos, analí-ticos y formales, sin apenas tener en cuentapara nada los acontecimientos. Otros no secontentan simplemente con proponer teoríaselegantes, sino que también procuran que esasteorías estén refrendadas por los aconteci-mientos pasados y que sirvan de pronósticopara los futuros. Sin embargo, si se les pre-gunta exactamente por la relación entre sustesis y los hechos, no suelen dar razones muyconvincentes. Justamente por esta dificultadintrínseca de explicar la conexión entre los pos-tulados científicos y los hechos, muchos aban-donan casi por completo cualquier interés porlos anteriores refugiándose en una actitudpragmática.

Hausman en su exposición igualmente aludea otro tipo de cuestiones en las que se cen-traba la filosofía de la ciencia tradicional. Sereplantea el modelo de ciencia al que efectiva-mente corresponde la ciencia económica y susmétodos apropiados: ¿qué parte o dimensiónde la realidad humana constituye el objeto de

la ciencia económica?, ¿cómo se accede a ella?,¿cuál es el estatuto de sus principios y leyes?,¿cómo se contrasta la validez de estasnormas?, ¿es la economía una ciencia naturalo una ciencia social?, ¿acaso es un saber pura-mente formal, afín a la lógica y a las matemá-ticas?, etc...

Después de haber visto la aproximaciónangloamericana típica a la filosofía de la eco-nomía que la vincula sólidamente con la filo-sofía de la ciencia, nos conviene ahora hacerun breve repaso de la historia de esta segundadisciplina.

2. LA FILOSOFIA DE LA CIENCIAMODERNA

¿Qué es la filosofía de la ciencia“moderna”? Dado que lo “moderno” en con-traposición a lo “clásico” responde más a unaactitud que a una época histórica, empeza-remos por su caracterización conceptual.Según Blaug (1992), la filosofía de la cienciamoderna se distingue de la clásica por constarde un análisis puramente lógico de laestructura formal de las teorías científicas -deaquello que constituye el “buen quehacercientífico”- sin preocuparse apenas para nadapor el contenido material de las mismas. No se

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propone examinar las cosmovisiones filosóficasimplícitas en las diferentes teorías científicasprincipales, ni tampoco el reflexionar sobre losprincipios, métodos o resultados de las múl-tiples ciencias naturales y sociales. Simple-mente busca las reglas de acuerdo con lascuales podría guiarse cualquier tarea científicapara ser reconocida como válida. Histórica-mente, el calificativo “moderno” se aplica a lasdoctrinas de la filosofía de la ciencia a partirde aquella elaborada por el Círculo de Viena,el “verficacionismo”.

Una división casi canónica de las distintasetapas en la historiografía de la filosofía de laciencia moderna es la siguiente. En primerlugar está el verificacionismo de los miembrosdel Círculo de Viena, seguido por el operacio-nalismo de P.W. Bridgman, después el falsacio-nismo de Karl Popper y finalmente, el períodode las “revoluciones científicas”. Esta últimaépoca tiene como sus máximos representantesa Thomas Kuhn (la teoría de la alternancia delos períodos de “ciencia normal” y de “cienciarevolucionaria” acorde con los cambios deparadigma), Imre Lakatos (autor de la pro-puesta de una metodología basada en los“programas de investigación científica”) yPeter K. Feyerabend

(defensor del “anarquismo metodológico”).Para los propósitos de la metodología eco-nómica -versión peculiarmente angloame-ricana de la filosofía de la economía- lo másrelevante consiste en estudiar sólo desde elverificacionismo hasta el falsacionismo. Larazón por el corte a parte ante es que los“padres fundadores” de la ciencia económicamoderna como Adam Smith, David Ricardo yThomas Malthus no sintieron ninguna nece-sidad ni de tematizar ni de justificar sus presu-puestos metodológicos; se dejaban llevar sinmás por los principios derivados de la mecánicaclásica o la física newtoniana dominantes en sutiempo, los cuales, les parecían evidentes. Lainvestigación científica comenzaba con unaobservación supuestamente libre de cualquierprejuicio, seguía con una inferencia inductivaa la formulación de leyes universales acerca delos hechos hasta llegar, finalmente, por unainducción ulterior, a la elaboración de genera-lizaciones más amplias o teorías. Se com-probaba el valor de verdad de las leyes yteorías comparando sus consecuencias empí-ricas con los hechos observados, incluidoaquellos en los que ellas mismas se basaban. Ellimite posterior se fija en el falsacionismoporque a partir de entonces, todo indica a quela filosofía de la ciencia se interese más por lahistoria, evolución, desarrollo o progreso de la

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ciencia que por la ciencia misma, es decir, porsu estructura formal y lógica.

a) El verificacionismo del Círculo de Viena

El Círculo de Viena comenzó a principios delos años 20 como un club de debate o un semi-nario en el que participaban jóvenes doctoresde filosofía interesados en temas relacionadoscon la física, las matemáticas y las cienciassociales. Su primer “director” -si se puedehablar así- era el profesor

Moritz Schlick; y entre los primeros textosque discutían era el Tractatus Logico-philosop-hicus de Ludwig Wittgenstein. Entre sus filasse encuentran insignes pensadores como OttoNeurath y Rudolf Carnap. Como predecesoresintelectuales suyos, cuentan con David Hume(empirismo británico), Pierre Duhem (la meto-dología de las ciencias empíricas) y otros pen-sadores sociales como Jeremy Bentham, JohnStuart Mill, Karl Marx, Carl Menger, etc.Gracias al trabajo llevado a cabo por el Círculo,se consolidó definitivamente la filosofía de laciencia moderna, como explicitación siste-mática del método y de las condiciones devalidez de las asertos formulados por los cien-tíficos.

En 1929 Neurath, Hahn y Carnap publicaronel manifiesto “La concepción científica del

mundo” (Wissenschaftliche Weltauffassung)donde exponen las líneas fundamentales de suprograma, el cual, más tarde llegó a llamarse“neopositivista” o “lógicopositivista”. Antetodo, abogan por la constitución de una Ein-heitswissenschaft, una ciencia unificada, queabarque todos los conocimientos proporcio-nados por las ciencias bajo la orientación de lafísica, entonces la más avanzada de todas. Paraello, endorsan plenamente el uso del métodode análisis lógico elaborado por los lógico-matemáticos como Peano, Frege, Whitehead yRussell. Esperan que, mediante la aplicación deeste método a las ciencias empíricas se conse-guiría, en primer término, la eliminación de lametafísica (una “pseudo-ciencia”), y ensegundo término, la clarificación de los con-ceptos y teorías de las ciencias naturales a lavez que de los fundamentos de la matemática.

Sin duda, la clave para entender todo elplanteamiento del Círculo de Viena está en elllamado “principio de verificación”. Este es elcriterio distintivo entre las proposiciones sen-satas, dotadas de significado, “científicas”(según este patrón concreto de “ciencia”) yaquellas que no lo son. Sólo tienen sentido lasproposiciones que pueden verificarse fáctica-mente, o sea, las aserciones de las cienciasempíricas. Son verdaderas porque expresan un

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estado determinado de cosas, porque aluden aun hecho que se puede mostrar. Se acude notanto a una verificabilidad “de hecho” como auna verificabilidad “de principio”: basta conque una situación específica sea pensable paraque se admita como “verificable” o “científica-mente admisible”. Se reconoce, por tanto, quea veces, un fenómeno puede darse efectiva-mente, sin que uno disponga de los mediostécnicos imprescindibles para constatarlo (v.gr.la afirmación “En la otra cara de la luna haymontañas de 3000 m de altura.”). Quedanexcluídas del ámbito de la ciencia los asertospertenecientes a la religión, a la metafísica y ala ética -los cuales se reúnen en el mundonebuloso de la intimidad, en calidad de “pseu-doproposiciones” que versan sobre “pseudo-conceptos”-. Las proposiciones lógicomatemá-ticas, por su parte, se mantienen por sucarácter tautológico; es decir, aunque no nosdicen nada nuevo acerca de la realidad, sinembargo, expresan importantes relaciones deidentidad entre objetos.

La filosofía no es tanto una doctrina comouna actividad esclarecedora del lenguaje. Elparadigma de filósofo, por tanto, es aquel quese dedica a analizar la relación entre lenguajey realidad (semántica), así como la relación

recíproca entre los signos de un lenguaje (sin-taxis) en el discurso científico.

b) El operacionalismo de Percy W. Bridgman

Con la anexión nazi de Austria, muchosmiembros del Círculo de Viena se vieron for-zados a trasladarse a los Estados Unidos. Así escomo entró en contacto con las doctrinas delpositivismo lógico el físico norteamericanoPercy W. Bridgman. A través de sus obras “Lalógica de la física moderna” y “La naturalezade la teoría física” expuso sus principios meto-dológicos sumamente influyentes para el desa-rrollo de la ciencia en general y de la eco-nómica en particular. En primer lugar, pres-cribe para el físico una actitud de “empirismopuro”; es decir, en cuanto científico, no debeadmitir ningún principio a priori -ni siquiera elde la verificación- que limitara las posibili-dades de nuevas experiencias. La experienciasólo podría determinarse por la experiencia.En segundo lugar, reduce el significado de losconceptos científicos a una o más operacionesempíricas, a las cuales cabe asignar valoresnuméricos. O lo que es lo mismo, el significadode un término no es otra cosa sino la expresiónnumérico-operacional del mismo. De modoque la longitud, por ejemplo, no es más que lamedida de los objetos en una sola dimensión,

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y la inteligencia, lo indicado por las pruebasdel coeficiente mental.

c) El falsacionismo de Karl R. Popper

Aunque se le suele asociar con el Círculo deViena, Karl Popper -al igual que con LudwigWittgenstein- en realidad nunca perteneció adicho movimiento filosófico. El propio OttoNeurath siempre le ha considerado como unode los críticos acérrimos del Círculo. Frente alprincipio de verificación como criterio de signi-ficado de los conceptos y de las proposiciones,Popper propone el principio de falsación comolinea divisoria entre las afirmaciones científicasy las no-científicas. A este novedoso modo depensar se le denomina el “racionalismocrítico”.

El origen del principio de falsación podríaencontrarse en la refutación que hace de lainducción, la cual toma como una falacialógica. En la fórmula lógica “Si A entonces B”,aun sabiendo que “B”, nunca es lícito inferirque “A”. Ninguna cantidad de cisnes blancosempíricamente comprobados nos permitiríaconcluir que todos los cisnes son blancos. Tra-tando de la misma fórmula lógica, lo único quepodemos concluir de “A” es que si “¬B”,entonces, “¬A”. O sea, basta la observación deun solo cisne negro para falsear con certeza elantecedente de que todos los cisnes son

blancos. Nunca podemos establecer que unahipótesis es verdadera simplemente porque loshechos están de acuerdo con ella, es decir,porque el consecuente es verdadero. Lo únicoque podemos hacer con seguridad es negar lahipótesis, falsearla. La ciencia avanza no por laverificación de nuevas verdades sino por la eli-minación de teorías falsas.

Según el principio de falsación, una teoría ohipótesis es científica si y sólo si sus conse-cuentes -las predicciones económicas, porejemplo- son falseables empíricamente. Loscientíficos, por tanto, deben formular hipó-tesis y predicciones muy audaces, y después,procurar refutar esas hipótesis en su experi-mentación. Al final, aceptarán, pero sólo ten-tativamente (es decir, siempre a la espera deuna ulterior refutación) las hipótesis que hansido confirmadas y rechazar la otras que yahan sido falseadas. La proposición “Todos lostrozos de madera flotan.” sólo es admisiblecomo verdad científica hasta que se com-prueba que “Este trozo de ébano no flota.” yentonces, habría que rechazarla.

La verdad es que ni siquiera en la refutaciónempírica de las hipótesis podemos estar deltodo seguros. Este hecho se debe sobre todo ala inevitable presencia de “estratagemas inmu-nizantes”, el más notorio de los cuales es la

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teoría atribuída a Pierre Duhem y posterior-mente retomada por W.V.O.

Quine. Según esta tesis, el refutar definitiva-mente cualquier teoría es una imposibilidadlógica porque la comprobación de dicha teoríasiempre implica un conjunto de teorías auxi-liares ad hoc. Nunca sabemos con absolutacerteza física si lo que estamos comprobandoes lo que describe exactamente una teoría par-ticular o si es, al contrario, el contenido dealguna de sus hipótesis corolarias. En elejemplo antes citado, habría que ponerse deacuerdo primero sobre qué consideramoscomo “madera”, “trozo de madera” o“flotar”; y todo ello debería considerarsecomo condiciones iniciales relevantes para lacomprobación.

Las inferencias estadísticas tampoco selibran de la incertidumbre que necesariamenteintroducen las hipótesis auxiliares. En la esta-dística se sirve de un muestreo limitado paradescubrir o llegar a conocer algo acerca de loselementos de todo un universo de discurso. Deacuerdo con la tesis de Neyman y Pearson, unacomprobación estadística de una hipótesiscualquiera es, en realidad, la comprobación deal menos dos hipótesis: la enunciada y su alter-nativa con la cual se compara. Al buscar la res-puesta a la pregunta de si X es culpable de un

asesinato, por ejemplo, las dos hipótesis que seconfrontan son: primera, la presunción de lainocencia de X hasta que se haya probadofuera de toda duda razonable su contrario; ysegunda, la presunción de la culpabilidad de Xhasta que se adquiera evidencia suficiente enel sentido opuesto. La adopción de cualquierade estos dos supuestos no es indiferente parael acopio de pruebas en el proceso judicial, ymucho menos, para su interpretación y paralas conclusiones que de ahí emanan.

En resumen, Popper nos enseña mediante suprincipio de falsación que no hay “hechospuros y brutos” sino que siempre están “car-gados” de teorías.

No podemos adjudicar la primacía metodo-lógica ni a la observación empírica ni a la infe-rencia estadística, porque nunca están exentasde teorías. La mente científica jamás es unamente “vacía”; tiene unos conocimientos“innatos”, y la ciencia progresa con lacorrección o la modificación de esos conoci-mientos anteriores. En segundo lugar, Poppertambién pone de manifiesto el “conservadu-rismo” de los científicos y de la ciencia que cul-tivan. Se da un recurso constante a hipótesisauxiliares ad hoc y a otros “estratagemasinmunizantes” (e.g. queda vedada la apli-cación del criterio científico al propio enun-

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ciado del criterio); aparte de que en general,profesan un miedo mayor al aceptar unafalacia que al dejar de reconocer una verdad.Finalmente, para el pensador crítico-raciona-lista la “última palabra” no tiene cabida en laciencia; antes bien, toda teoría es provisional ysujeta a revisiones históricas. La verdad, portanto, no tiene ninguna base material -nisiquiera como una “correspondencia con loshechos” (Tarski)- sino que es simplemente una“noción reguladora”, un “criterio operativo deprogreso en verosimilitud”.

3. METODOLOGIA ECONOMICA EHISTORIA DEL PENSAMIENTOECONOMICO

En los apartados anteriores, hemos visto lapeculiar perspectiva angloamericana con res-pecto a la filosofía de la economía así como lasprincipales corrientes de la filosofía de laciencia moderna. Se trata ahora en este epí-grafe de estudiar la resonancia que han tenidolas diversas doctrinas de la filosofía de laciencia en el desarrollo histórico del saber eco-nómico.

Tal como la entienden los autores ingleses ynorteamericanos, la metodología económica

es una suerte de filosofía de la ciencia aplicadaa la ciencia económica. Resulta que los prin-cipios básicos de cada “escuela” metodológicatambién sirven como criterio para agrupar alos autores y establecer los distintos períodosen el desarrollo del pensamiento económico.Antes de proceder con este cometido, vamos aaclarar qué designa la “Historia del pensa-miento económico”. Tomaremos como puntode partida la clasificación de los saberes eco-nómicos diseñada por Schumpeter en la“Teoría Económica”, la “Econometría” (la esta-dística aplicada a las realidades económicas) yla “Economía Aplicada”.

La “Teoría Económica” se refiere a la partede las ciencias económicas que estudia losaxiomas, proposiciones y teoremas que consti-tuyen los modelos explicativos de la actividadeconómica. Identifica los componentes funda-mentales del sistema económico y explica lasrelaciones de unos con otros. La “Econo-metría” originariamente era una cienciaauxiliar o instrumental mentada para rela-cionar las construcciones teóricas con la eco-nomía real. Era una rama especial de la esta-dística dedicada la medición de las magnitudeseconómicas. La “Economía Aplicada”, por suparte, es la ciencia resultante de la “Teoría Eco-nómica” y la “Econometría”: describe la eco-

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nomía real tanto actual como pasada (“His-toria Económica”); y en cierto sentido, predicey prescribe pautas para un mejor funciona-miento de la economía en el futuro. Al con-trario, curiosamente, de lo que podría conjetu-rarse, la “Historia del Pensamiento Eco-nómico” pertenece más a la “Teoría Eco-nómica”, como su desarrollo diacrónico, que ala “Historia Económica”. Si toda ciencia for-malmente constituida admite, por lo menos,dos vías de aproximación -la sistemática y lahistórica- la “Historia del Pensamiento Eco-nómico” corresponde a esta segunda. No setrata de analizar las distintas épocas históricasde una circunscripción geográfica alguna, seauna ciudad, un país, una región, etc., desde elpunto de vista económico (e.g. Inglaterradurante la Primera Revolución Industrial), sinode estudiar la evolución de las doctrinas eco-nómicas tomando el tiempo como hilo con-ductor.

Nuestra discusión en paralelo de la metodo-logía económica, por un lado, y de la historiadel pensamiento económico, por otro, se desa-rrollará en cuatro etapas. En la primera consi-deraremos a los “clásicos” y “padres funda-dores“ de la ciencia económica moderna comoSmith, Malthus y Ricardo; los cuales, no obs-tante, pertenecen todavía a la “prehistoria“ de

la metodología económica. Después habla-remos de una tradición de autores quecomienza con Stuart Mill y pasando por Senior,Cairnes, John Neville Keynes, Marshall llegahasta Robbins. Abarcan prácticamente todo elsiglo XIX; y desde la perspectiva metodológica,un tanto anacrónicamente por ser anteriores ala puesta en marcha del Círculo de Viena, se lessuele llamar “verificacionistas”. Brevementenos referiremos al operacionalismo aplicado ala ciencia económica por teóricos comoSamuelson, por ejemplo; para finalizar conuna valoración del impacto de las tesis falsa-cionistas en las obras de Hutchinson, Machlup,Friedman y Simon, entre otros. Desde luego, eldesarrollo de la ciencia económica en elámbito angloamericano no ha sido tan recti-líneo como pudiera parecer en nuestro relato -constantemente había habido interferenciastanto endógenas, el “institucionalismo”, como“exógenas”, al estilo de las ideas austríacas-mas nos parece que con vistas a la claridad, ysiguiendo la práctica habitual de los metodó-logos, es mejor retomar el estudio de estasinfluencias en otro momento.

a) La pre-historia de la metodología eco-nómica en el s. XVIII

En cuanto tematización del buen quehacercientífico, la metodología es siempre un saber

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reflejo o de segundo grado con respecto acualquier disciplina base de la que se trate. Delmismo modo que, por ejemplo, antes seaprende a hablar que estudiar sistemática-mente las reglas de la retórica, primero se esta-blecen los supuestos antropológicos y socio-políticos de la economía (e.g. el “egoísmo ilus-trado” como norma del comportamientohumano y la “mano invisible” como meca-nismo básico del mercado extensible a otrasinstituciones sociales, ambos atribuidos aSmith, la teoría malthusiana sobre el aumentode la población y la escasez de los recursos ali-menticios, la formulación ricardiana de la “leyde rendimientos decrecientes”, etc.) y despuésse reflexiona sobre validez de los mismos en sufunción explicativa y predictiva de la vida eco-nómica. Por eso, en el período de gestación dela ciencia económica moderna en el siglo XVIIIlas indicaciones metodológicas son comprensi-blemente escasísimas, y se les concede además,casi gratuitamente, el estatuto de una verdadindubitable o una evidencia.

Este hecho, sin embargo, no significa queautores como Adam Smith, Thomas Malthus yDavid Ricardo no tuvieran operativamenteningún principio metodológico alguno -vol-viendo al anterior ejemplo, incluso el bal-buceo, el hablar más llano, está sujeto a una

retórica, por muy primitiva que ésta sea-; loúnico es que sus principios metodológicos noestán formalmente poseídos como tales. Lospresupuestos de su investigación científica enuna dimensión hasta entonces inédita de larealidad todavía no habían sido esclarecidos,sometidos a crítica y evaluados; aunque desdeluego ya se encontraban en funcionamiento.

Para estos pioneros la ciencia económica erauna ciencia natural más, al igual que la bio-logía o la geología. En las ciencias físicas seprocedía primero con la observación de fenó-menos, después, se formulaba una hipótesisexperimentable, luego venía la comprobaciónde la hipótesis (una especie de reproduccióncontrolada de los fenómenos), y finalmente, sellegaba a la conclusión en la que la hipótesis obien se confirmaba o bien se refutaba (lamodificación de la hipótesis anterior constituíael punto de partida para reiniciar el proceso).Asímismo en la ciencia económica. La obser-vación de la conducta humana individual y delas interrelaciones humanas en el ámbito de laeconomía inducía a postular la presencia de“instintos” -unas “fuerzas”, tendencias o incli-naciones innatas de las que surgen los movi-mientos y las acciones de los hombres-. Lahipótesis que entonces se elaboraba consisteen la descripción de la pauta que esos instintos

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siguen en su manifestación o desarrollo.Supuestamente, en la fase de la compro-bación, se determinaba si el modelo dinámicopropuesto para los instintos se cumplía efecti-vamente; mas de hecho, no era así. Nunca sellegaba a comprobar realmente la hipótesis,limitándose el economista sólo a comprobar silas inferencias realizadas a partir de la hipó-tesis eran lógicamente correctas o no. Cuandola hipótesis se quedaba repetidamente con-firmada, ésta se elevaba al rango de una “ley”;y cuando no, simplemente se introducíannuevas hipótesis secundarias.

Por lo tanto, la metodología que seguíanestos primeros pensadores económicos bienpodría tildarse de “sencilla” e “ingenua”.Mediante la observación casual de fenómenoseconómicos o la introspección psicológica sellegaba a la formulación de unas hipótesisexplicativas de dicha realidad (el proceso de lainducción). En principio se dotaba estas hipó-tesis con una validez indiscutible. Se pensabaque a partir de entonces, sólo se trataba dededucir correctamente (o sea, de acuerdo conlas reglas de la lógica) de estas hipótesis lasimplicaciones y las consecuencias. La cienciaeconómica se cultivaba como un saber aprio-rístico porque sus hipótesis son previas a laexperimentación, a la experiencia sensible, y

no dependen de ella para su validez. En lageneración de las hipótesis media un simpleproceso de inducción (o sea, derivan de laobservación de múltiples casos similares). Estemétodo se llama “hipotético-deductivo”porque la tarea científica propiamente con-siste en la deducción a partir de las hipótesisgenerales de unas consecuencias lógicas y par-ticulares (las hipótesis en sí son más bien elresultado de conjeturas o de una inducciónprecientífica).

b) El verificacionismo del s. XIX: De StuartMill a Robbins

Los metodólogos de la economía normal-mente agrupan bajo el “verificacionismo” a lamayoría de los teóricos del s. XIX, empezandocon Stuart Mill y Senior, pasando por Cairnes,John Neville Keynes y Marshall, hasta Robbins.Las razones por las cuales se les denomina asíson las semejanzas que guardan con el plante-amiento del Círculo de Viena, fundamental-mente, por lo que se refiere al análisis lógico yal uso del principio de verificación. Antes deestudiar la peculiar interpretación que habíanmantenido de estos principios, veamosprimero su noción de la ciencia económica.

Stuart Mill en “On the Definition andMethod of Political Economy” (1836) cuidamucho de diferenciar la “economía política”

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de la “política especulativa”: ésta considera latotalidad de la naturaleza humana en cuantomodificada por el estado social, o sea, la con-ducta humana en sociedad; mientras queaquélla investiga las leyes de las actividadeseconómicas en el supuesto del “hombre eco-nómico” (homo oeconomicus).

Distingue, además, entre la “ciencia eco-nómica” como cuerpo de verdades materialesy el “arte económico” como cuerpo de reglasnormativas; aunque en este cometido le habíaprecedido William Nassau Senior con su “Intro-ductory Lecture on Political Economy” escritoen 1827 en la cual habla, por un lado, de una“ciencia económica pura y estrictamentepositiva”, y por otro, de un “arte económicoimpuro e inherentemente normativo”. Lospresupuestos metodológicos de ambos autoresson, en gran parte, idénticos.

Para Stuart Mill, una ciencia se define por sumétodo, por el proceso según el cual lleva acabo sus investigaciones, y por consiguiente,llega a sus verdades. La ciencia económicaemplea un método eminentemente a priori: esdecir, razona a partir de unas hipótesis asu-midas como verdaderas y válidas. Estossupuestos se obtienen mediante una especiede experiencia “ingenua” -la introspección y laobservación simples-, y nunca como la con-

clusión de experimentos científicamente con-trolados. Este proceso de generación de lashipótesis fundamentales puede llamarse“inducción”, aunque sólo en un sentido lato.Su característica más importante es que noestán sujetas a comprobación científicaalguna; y prácticamente ninguna cantidad deexperiencias sensibles en su contra jamás serácapaz de desmentirlas. En este sentido, laciencia económica se parece mucho a la geo-metría, por cuanto ésta también está basadaen unos postulados que son verdaderos exhypothesi o por definición, v. gr. la no-inter-sección de líneas paralelas en la geometríaclásica euclídea.

Senior especificaba los siguientes supuestosbásicos: (1) Todo el mundo desea maximizar suriqueza con el menor sacrificio posible. (2) Lapoblación tiende a aumentar con una velo-cidad mayor que el incremento de los mediosde subsistencia. [de inspiración malthusiana](3) La mano de obra junto con las máquinas escapaz de producir un producto neto positivo.(4) La agricultura está sujeta a unos rendi-mientos decrecientes. Stuart Mill es mássucinto en su exposición al necesitar sólo delsupuesto del “homo oeconomicus”: es unadefinición abstracta del hombre como un serávido, por la necesidad de su naturaleza, de

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poseer riquezas (no sólo el dinero, comopensaba Smith, sino también el honor y laestima social, etc.), cuanto más mejor, y capazde juzgar la eficiencia comparativa de losmedios para alcanzarlas. Los únicos principiosantagónicos a este imperativo de su natu-raleza son su aversión al trabajo y su pro-pensión al placer y al disfrute actuales. La dife-rencia principal entre el “homo oeconomicus”de Stuart Mill y el primer postulado de Seniorestriba en que para éste, se trata de una teoríadel hombre real, mientras que para aquél, esuna abstracción o ficción científica necesaria.En cuanto abstracción, separa, en primer lugar,la actividad económica de las demás activi-dades humanas, y en segundo lugar, la acti-vidad económica motivada por el lucro de lasotras que obedecen a motivos no-pecuniarios.

Una vez que hayan quedado establecidas lashipótesis, la ciencia económica procede ainvestigar, con la ayuda de la lógica, las leyesdel comportamiento de tal (modelo de)hombre. El razonamiento efectuado es mayor-mente deductivo: o sea, de la generalidad delhomo oeconomicus a la particularidad de laacción empírica de los hombres individuales.Las leyes o generalizaciones económicas serefieren sobre todo a tendencias. Las ten-dencias son fuerzas que actúan con cierta

intensidad para conseguir un resultado deter-minado. Que determinados resultados no seproduzcan se debe a la interferencia de otrasfuerzas, menos conspícuas, cuyas leyes aún nose conocen. Nunca se puede achacar semejantefallo que las leyes en sí mismas sean falsas. Poreso, las leyes económicas siempre se formulancon la cláusula de caeteris paribus; o sea, conla asunción de que otras causas y condicionesiniciales son ausentes o irrelevantes. La razóndetrás de la cláusula de caeteris paribus es laexclusión de todas las demás variables apartede aquellas que considera la ley.

El recurso a hipótesis auxiliares en la formu-lación de las leyes científicas que de algúnmodo “blindan” o vuelven “irrefutables” a lasmismas es una práctica común no sólo en lossaberes sociales sino también en los saberesnaturales. Así, por lo menos, lo establece latesis de Duhem-Quine. La ley de la gravitaciónuniversal en la física, por ejemplo, cuenta conel supuesto de un vacío perfecto. El problemaestá en que estas premisas suelen quedar sóloimplícitas o sin detallar en la exposición de lasleyes.

Al principio podría pensarse que el verifica-cionismo en la tradición de ciencia económicacultivada por Mill y Senior se debe al modo enque se comprueban sus hipótesis; es decir, su

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confrontación científicamente controlada conla experiencia sensible para establecer suvalidez. Pero ahora está claro que no es así: sumétodo es eminentemente a priori y las hipó-tesis no se someten a experimento científicoalguno. Además, Stuart Mill dice inequívoca-mente que la verificación a posteriori de unahipótesis pertenece a la aplicación de la Eco-nomía Política y no a la Economía Políticamisma, como ciencia abstracta a la cual sededicaba por preferencias personales. En otraspalabras, y con la perspectiva que más tardenos proporcionará Schumpeter, la verificacióna posteriori pertenece no a la “Teoría Eco-nómica” sino a la “Economía Aplicada“ o “His-toria de la Economía”. En el modelo de cienciautilizada por estos pensadores ya se había rotola simetría entre la predicción y la explicacióncomo direcciones opuestas en el tiempo de unmismo proceso mental. Se les llama “verifica-cionistas” porque la validez de una teoría cien-tífica ahora se hace depender de su capacidadde explicar ex post los fenómenos económicos.No se le exige a una teoría que sea capaz depredecir, ni que sus predicciones sean exactas,ni siquiera fiables. Lo único que se le pide esque explique satisfactoriamente los hechoseconómicos consumados; y en el caso de quepor sí misma no sea capaz, que busque eincorpore las tesis auxiliares necesarias (una

vez que se haya comprobado, claro está, la rec-titud en el uso de las deducciones lógicas). Engran parte, la ciencia económica verificacio-nista se asemeja al status actual de la geologíacon respecto a los terremotos: no puede pre-decir cuándo vayan a ocurrir, aunque una vezque hayan ocurrido, es perfectamente capazde explicar el porqué de dichos fenómenos.

La obra más representativa de John ElliotCairnes en el ámbito metodológico se titula“Character and Logical Method of PoliticalEconomy ” (1875). En ella se muestra como unautor tan ricardiano como Stuart Mill -por loque se refiere al uso inesclarecido de hipótesisauxiliares- e incluso más dogmático en sus afir-maciones. Insiste en el carácter hipotéticode-ductivo de la ciencia económica: se basa no enpremisas “empíricas” o “positivas” sino enunos supuestos hipotéticos, los cuales son, sinembargo, reales, en virtud de la indubitabi-lidad de la naturaleza humana (v.gr. el homooeconomicus). No le preocupa la falta de capa-cidad predictiva de las teorías económicas, nisiquiera que los hechos a veces las desmientan,porque siempre acude a la presencia de causaso condiciones disruptivas todavía por descubriry formalizar. Las leyes económicas son expre-siones de tendencias -lo que sucedería endeterminadas condiciones (e.g. caeteris

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paribus, etc.)- y sólo en este sentido han detomarse como verdaderas. De ningún modopretenden predecir con exactitud lo que dehecho vaya a suceder.

En definitiva, existen únicamente dos víasmediante las cuales cabría refutar las leyes eco-nómicas, según Cairnes: primero, con lademostración de que los principios y las condi-ciones asumidas son irreales o no se aplican alcaso bajo estudio; y segundo, por una lógicaincorrecta, o sea, que una ley específica no sededuzca necesariamente del conjunto de pre-misas válidas. (Cairnes no parece estar cons-ciente de que ambos procedimientos son dehecho irrealizables). Lo que nunca admitiríacomo fundamento para la refutación de unatesis económica es su falta de correspondenciacon los fenómenos o los hechos.

Cuando John Neville Keynes escribió su “TheScope and Method of Political Economy” en1891, la tradición Senior-Stuart Mill-Cairnes yaestaba lo suficientemente forjada como parapoder intentar su reconciliación con las doc-trinas de Cliffe Leslie y John Ingram de laEscuela Histórica Inglesa (la cual, a su vez, eradeudora de la Escuela Histórica Alemana). Lasenseñanzas fundamentales de aquella tra-dición, tal como las asimiló Keynes, son lassiguientes: (1) Es posible distinguir entre una

ciencia positiva de economía política y sucorrespondiente arte normativo. (2) Lossucesos económicos pueden aislarse hastacierto punto de los otros fenómenos sociales.(3) El método a posteriori, esto es, la induccióndirecta de teorías a partir de hechos concretoses inapropiado para la ciencia económica. (4)El procedimiento a priori, según el cual secomienza con algunos datos indispensablesacerca de la naturaleza humana, es el más ade-cuado. (5) Debido a que el homo oeconomicuses una mera abstracción, la ciencia de la eco-nomía política trata solamente de tendencias yno de hechos empíricos. (6) La confrontaciónde las teorías generadas por la economíapolítica con los hechos sirve sobre todo paradeterminar su alcance o los límites de su apli-cación.

Al igual que Stuart Mill, J.N. Keynes puso alservicio de la ciencia económica su fuertetalante lógico, empeñándose en esclarecer elpeculiar método de ésta, como una suerte de“lógica aplicada”. Desde el comienzo se per-cataba de que a diferencia de las ciencias natu-rales, la ciencia económica estudia fenómenosque son a la vez más complejos y menos regu-lares; y por consiguiente, sus conclusionescarecen de la certeza y de la universalidad delas conclusiones de las leyes físicas. No obs-

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tante, puesto que los fenómenos económicosson objetos de la observación y del discursocotidiano -durante su época, la jerga eco-nómica aún no se había escindido del lenguajecomún y seguía al alcance de cualquierhablante mínimamente competente- todo elmundo se sentía y se creía legitimado para pro-nunciarse con autoridad sobre la materia. Sinduda, esta tendencia generalizada contribuíatodavía más a la confusión reinante. Porúltimo, en las disputas sobre el método, apartede la celosa exclusividad con que cada posturadefendía la suya, también atacaba a las demáspor su ineficacia con respecto a metas quejamás habían pretendido cubrir.

Por lo que se refiere al Methodenstreit(“conflicto de métodos”) que entonces selibraba en el continente europeo, cuyos princi-pales protagonistas eran Gustav von Schmollerde la Escuela Histórica Alemana y Carl Mengerde la Escuela Austríaca, J.N. Keynes se hizo par-tidario de este segundo. Defendía el estatutode la economía política como una ciencia“positiva” (descriptiva), abstracta y deductiva,frente a los alemanes que abogaban por unaciencia “ética” (prescriptiva o normativa), rea-lista e inductiva.

El último eslabón en la cadena de econo-mistas “verificacionistas” es Lionel Robbins. Su

obra fundamental en lo referente a la meto-dología se llama “An Essay on the Nature andSignificance of Economic Science” (1935).Define la ciencia económica como aquella queestudia el comportamiento humano en cuantorelación entre medios -incluido el tiempo-escasos y con usos alternativos y fines -loscuales son múltiples y susceptibles de unaordenación según su importancia-. Amplía elconjunto de supuestos a priori para dar lugar ala multiplicidad y la jerarquía de fines (la teoríadel valor), la escasez y la polivalencia de losmedios (afectados por la ley de rendimientosdecrecientes), y la necesidad por parte delhombre -en cuanto agente económico- deelegir unos y renunciar a otros (i.e., fines ousos alternativos de los medios sujetos a la leyde la utilidad marginal decreciente). Todosestos postulados se consideran indiscutibles,como conocimientos inmediatos, bien porqueson verdades analíticas o porque son hechosempíricos elementales. La aplicación de lasreglas de deducción lógica a estos presu-puestos permiten llegar no sólo a explicacionesde los fenómenos económicos sino también apredicciones de los mismos, aunque exclusiva-mente de cariz cualitativo o tendencial y nuncacuantitativo ni exacto.

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Como J.N. Keynes antes que él, Robbinsinsiste en el carácter positivo o descriptivo dela ciencia económica. No interesa tanto elguiar al hombre a una elección moralmentecorrecta como el ayudarle a que esa elecciónsea “racional”; es decir, mostrándole las cone-xiones causales y las compatibilidades entre susopciones de modo que sea consciente, en lamedida de lo posible, de las implicaciones y lasconsecuencias de sus decisiones. En últimotérmino, Robbins tampoco cree que una com-paración objetiva de utilidades interpersonalessea posible -precisamente el punto de inci-dencia de la ética en la ciencia económica-porque las utilidades personales nunca puedenverificarse ni por observación ni por intros-pección.

c) Samuelson: del operacionalismo al des-criptivismo

Percy W. Bridgman publica “The Nature ofPhysical Theory” en 1936, el mismo año en quePaul Samuelson comienza a trabajar en su tesisdoctoral, la cual, en su versión publicada en1948, lleva por título “Foundations of Eco-nomic Analysis. The Operational Significanceof Economic Theory”. En efecto, el operacio-nalismo es una doctrina metodológica origi-naria de la ciencia natural de la física, y seintroduce en el ámbito de las ciencias sociales

por medio de la economía. El paralelismoentre los métodos y principios de la cienciaeconómica con los de la física moderna (e.g. laestática o el análisis comparado de estados deequilibrio) ha sido el objeto de estudio pre-ferido de varios autores, Lawrence A. Boland(The Principles of Economics. Some lies my tea-chers told me., 1992) entre ellos.

¿Cuáles son los motivos que le habíanllevado a Samuelson a adoptar el operaciona-lismo en la ciencia económica? Ante todocabría citar los recelos que sentía hacia lo queconsideraba como el apriorismo (y todo aprio-rismo, por definición es injustificado) y el“constructivismo” (o sea, el uso de “cons-tructos mentales” no susceptibles de mediciónu operación alguna) no sólo en los austríacoscomo von Mises, sino también en algunosingleses, como el propio Robbins, y norteame-ricanos, como Knight. En principio, los empi-ristas radicales, los lógicopositivistas y los con-ductistas verían la propuesta samuelsoniana -con la importancia que concede a la obser-vación fáctica- con buenos ojos; aunque enrealidad él abogaba por una postura másmoderada que la de todos ellos.

De Bridgman y de su peculiar lectura de lateoría de la relatividad de Einstein Samuelsonhabía aprendido el no pronunciarse acerca de

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lo que las cosas son en sí mismas -su esencia-contentándose más bien en sus investigacionescon descubrir y operar con las propiedadesmedibles de éstas. Para Samuelson una teoría“operacionalmente significante” es aquellaque versa sobre datos empíricos y que puedeen principio refutarse aunque sólo sea bajounas condiciones ideales. Si la operacióncorrespondiente a una hipótesis puede reali-zarse, aunque sólo sea mentalmente, lospropios resultados de esa operación consti-tuyen la prueba -y la operación la compro-bación- de esa hipótesis. Por dicha “operacióncomprobante” habría que entender tanto lamedición de magnitudes físicas como lafunción predictiva de la hipótesis.

Aunque utiliza los mismos términos queBridgman, Samuelson se separa del sentidooriginario de éstos, dotándolos más bien contintes falsacionistas. Samuelson se sirve deloperacionalismo para la validación de las hipó-tesis en la ciencia económica y no para la for-mación de conceptos científicos, tal como erael propósito de Bridgman. En realidad,Samuelson es un falsacionista, a pesar de queemplee el lenguaje del verificacionismo. Unahipótesis se rechaza cuando sus prediccionesno se cumplen, y se admite tentativamentemientras que no haya sido falseada. La “con-

fianza” que se deposita en una hipótesis, la“certeza” con que se afirma, es una función desu supervivencia en las múltiples oportuni-dades que había habido para refutar o contra-decirla con hechos empíricos y medibles. Laevidencia fáctica nunca puede confirmar unahipótesis; sólo puede dejar de refutarla.

Como resultado de un debate con Friedmanacerca de la tesis de la irrelevancia de la con-formidad con la realidad de las premisas deuna teoría para la validez de sus conclusiones ypredicciones (en inglés, el “F-twist”),Samuelson evolucionó metodológicamente deloperacionalismo al descriptivismo. Según estanueva postura, una teoría no es otra cosa quela mejor descripción disponible, en algúnestado de desarrollo de la ciencia, de algo que,en último término, rebasa la mera descripción.En realidad no significó ningún avance en eldebate metodológico; antes bien constituyóuna declaración de insuficiencia y resignación,un refugiarse en una teoría “caja negra” (osea, la única explicación para un fenómeno esla ausencia de la misma).

d) El falsacionismo y la metodología eco-nómica del s. XX

La aparición de dificultades intrínsecas en elverificacionismo, algunas de las cuales se mos-traban irresolubles, fue la causa que empujó a

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la mayoría de los economistas del siglo XXhacia las tesis popperianas del falsacionismo. Apartir de ahora el criterio de significatividad yde validez científica de una teoría dejaría deser su comprobabilidad empírica para ser susti-tuida por su “falsabilidad” o “refutabilidadfáctica”. Una tesis científica no es aquella quehaya sido comprobado, las veces que sean, encasos concretos, sino aquella que admite serfalseada, aunque sólo sea por una instanciaparticular, en sentido contrario.

Desde el punto de vista metodológico, elnuevo panorama económico consiste, por unlado, en los “aprioristas” como von Mises,Knight y Robbins, por otro lado, en los “ultra-empiristas” como Hutchinson, y en unapostura intermedia, los otros teóricos comoFriedman y Lange. Para los primeros, la cienciaeconómica es producto exclusivo de la razón,tan exacta y universal como las matemáticas;es una disciplina completamente axiomáticaen la que se deducen conclusiones a partir deuna serie de postulados no susceptibles deverificación ni de refutación empírica alguna.Los segundos, en cambio, se pronuncian encontra del sistema hipotéticodeductivo y decualquier asunción o premisa no confrontadadirectamente con la experiencia.

Terence W. Hutchinson es un economistaque se ha formado y trabajado primero enCambridge y luego en la London School of Eco-nomics. Su libro “The Significance and BasicPostulates of Economic Theory”, publicado en1938, introduce explícitamente por primeravez las tesis popperianas en el quehacer eco-nómico. Divide exhaustivamente las proposi-ciones de la ciencia económica en dos cate-gorías: a) tautológicas o analíticas - las que noprohiben ningún “estado de las cosas”, decarácter lógico-matemático; y b) empíricas osintéticas - las que prohiben al menos algún“estado de las cosas” concebible, propias delas ciencias naturales y positivas. Propone quese reduzcan las teorías económicas estricta-mente a aquellas que son empíricamente cons-tatables (b), o en todo caso, a aquellas que,mediante la deducción lógicomatemática, con-cluyen en las anteriores. A diferencia del verifi-cacionismo ingenuo del XIX, Hutchinson nocree que exista comprobación empíricaalguna, técnicamente perfecta y definitiva;simplemente quiere superar el problema de laintersubjetividad, y piensa que el recurso a laobservación directa de los hechos es el caminopara ello. Como una garantía más de objeti-vidad, insiste en que las teorías económicastambién sean directamente verificables conindependencia de las unas de las otras.

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Hay una ambigüedad sobre si el requisito deverificación directa para las teorías económicascon pretensiones de ser científicas debe exi-girse de las premisas y asunciones, por unaparte, o de las conclusiones y predicciones, porotra. Hutchinson parece referirse -y así le haninterpretado sus principales críticos, Machlupentre ellos- a las “generalizaciones de altonivel” o las “asunciones fundamentales”. Unejemplo de estas proposiciones es precisa-mente la hipótesis del homo oeconomicus,según la cual el hombre es capaz de ordenarjerárquicamente sus deseos y preferencias yaprovecharse de los medios y oportunidades asu alcance de modo que -dentro de unoslímites- los satisfaga óptimamente. El pro-blema ahora está en que la mayoría de talesafirmaciones son, en realidad, o “definicionesdisfrazadas” (tautologías que son ex hypothesiverdaderas y válidas) o asertos que, aun siendoen principio comprobables, están formuladosdeliberadamente de tal manera que impida suverificación. Otra dificultad aneja está endeterminar hasta qué punto dicha verificacióndirecta de alguna asunción fundamental -en elcaso de que llega efectivamente a hacerse- esindependiente de la comprobación tambiéndirecta de las otras.

Estas interrogantes abiertas son las que lellevaron a Fritz Machlup a formular su pro-puesta de la verificación indirecta en polémicafrontal con Hutchinson, a quien tildaba de“ultra-empirista reacio” (Rejoinder to aReluctant Ultraempiricist, Southern EconomicJournal, vol. 22, 1956). Previamente, ya habíaescrito otro artículo respecto al problema de laverificación en la ciencia económica (TheProblem of Verification in Economics,Southern Economic Journal, vol. 22, 1955).

Inicialmente, Machlup entiende la verifi-cación como el proceso en el que se estableceel valor explicativo o predictivo de las genera-lizaciones hipotéticas; se trata de ver si loshechos observados corresponden a las conclu-siones que se han formulado acerca de ellos.La tarea de la verificación de una hipótesis sedivide en dos partes. Primero, se deducen deella y de su conjunción con las premisas fácticastodas las posibles conclusiones. Segundo, seconfrontan estas conclusiones con los nuevosdatos obtenidos de la observación de los fenó-menos bajo estudio. La hipótesis se conside-raría confirmada cuando se diera una corres-pondencia razonable entre las conclusionesdeducidas y los fenómenos observados. Dichode otra forma -y aquí se nota la peculiar

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influencia falsacionistabastaría con que lahipótesis en cuestión no se desconfirmara.

El debate con Hutchinson le ha permitido aMachlup a perfilar mejor su postura de la veri-ficación indirecta de las teorías económicas.Para admitirse como científica una tesis nodirectamente comprobable con procedi-mientos empíricos, tiene que poderse reducirpor deducción directa a otras tesis empírica-mente comprobables. En esencia, la verifi-cación indirecta consiste en la derivación apartir de la conjunción de proposiciones lógi-camente independientes de unas conse-cuencias. Los postulados fundamentales sonverificados, junto con la teoría de la cualforman parte, cuando las consecuencias dedu-cidas de su conjunción con otros postuladosevidentes corresponden con los hechosPodríamos representar el procedimiento de laverificación indirecta en el siguiente lenguajeformal: Sea A la hipótesis no verificable direc-tamente; B una hipótesis directamente verifi-cable y C una conclusión que expresa unfenómeno empíricamente constatable. A que-daría verificado indirectamente si cupiera infe-rirse C de la conjunción de A y B, pero ni de Ani de B exclusivamente.

No obstante, quizás el que mejor resume lastesis falsacionistas aplicadas a la metodología

económica sea Milton Friedman, sobre todo ensu obra “Essays on Positive Economics” (1953).Su aproximación a la ciencia económica esestrictamente positivista: la tarea que a éstaincumbe consiste en realizar predicciones (i.e.,la descripción de fenómenos aún no ocurridosni observados) correctas; y debe juzgarse, portanto, según la precisión, el alcance y la con-formidad con la experiencia de sus predic-ciones, al igual que con cualquier otra cienciafísica o natural. En cuanto ciencia positiva, nole interesa en absoluto pasar juicios norma-tivos (el “arte” económico) ni acoplarse a unadeterminada postura ética. Está compuesto,por una parte, de un “lenguaje” -un conjuntode tautologías, un sistema formal de razona-miento sin contenido empírico alguno- y porotra, de un cuerpo de hipótesis sustantivas queabstraen rasgos esenciales de realidades com-plejas.

Como ya hemos adelantado en nuestra dis-cusión del operacionalismo y descriptivismo deBridgman, para este eminente economista dela Universidad de Chicago las hipótesis y pre-misas son totalmente irrelevantes para la vali-dación de las teorías económicas, puesto queéstas han de juzgarse casi exclusivamente entérminos de su valor instrumental a la hora degenerar predicciones exactas. Una teoría se

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considera “standard” o tentativamente válidaen función de su historial predictiva en mul-titud de ocasiones concretas. La evidenciaempírica nunca acaba de confirmar una teoríay sólo se limita a no refutarla: esto es precisa-mente lo que significa que la experiencia“corrobore” una teoría. La última evidencia afavor de una teoría es el hecho de no habersido refutada. Finalmente, añade rasgos dar-winianos a una base popperiana cuando diceque el propio mecanismo de competenciaentre teorías rivales a través del tiempo seencarga de que sobreviva la “mejor” teoríadescriptiva y predictiva.

Desde Friedman se ha avanzado muy pocoen la metodología económica. Y esto es así ensu mayor parte por la difícil aplicación de lasteorías de “revoluciones científicas” en las ver-siones de Kuhn, Lakatos y Feyerabend respecti-vamente, al procedimiento de la ciencia eco-nómica. El diálogo se ha llevado a cabo másbien, hasta nuestros días, entre las diversascorrientes del falsacionismo. En primer lugarestá el “falsacionismo ingénuo” representadopor Richard Lipsey (An Introduction to PositiveEconomics, 1963), según el cual basta unaprueba decisiva con resultados contrarios pararechazar una teoría supuestamente científica.En segundo lugar está el “falsacionismo sofis-

ticado” muy propio de los estadísticos y econó-metras. De acuerdo con esta tesis, ni la refu-tación ni la comprobación puede ser nuncadefinitiva. Lo máximo al que podemos esperares descubrir, a partir de cantidades finitas de“conocimiento imperfecto”, cuál de entre lashipótesis rivales es la que tiene la mejor razónde probabilidad. Por último, está la ortodoxiaactual compuesto por los seguidores de un“falsacionismo innócuo”. Estos teóricos de laeconomía tienen a su favor el haberse distan-ciado lo suficiente, al menos por lo que altalante se refiere, de las ciencias naturales.Reconocen que en la ciencia económica amenudo las proposiciones sirven no sólo comouna explicación del comportamiento de losagentes sino también como norma pres-criptiva. Y al parecer, no les importa funcionarcon esta ambigüedad, aunque saben de sobraque no hay absolutamente nada en la filosofíade la ciencia moderna que les permita deducirla naturaleza de un óptimo social a partir deunos cuantos juicios de valor fundamentales.

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4. LA INSUFICIENCIA DE LAMETODOLOGIA ECONOMICA COMOFILOSOFIA DE LA ECONOMIA

a) Los “heterodoxos” de la perspectivaangloamericana: Veblen, Knight y Myrdal

El relato que hemos ofrecido de la historiadel pensamiento económico angloamericano,aun sólo desde el punto de vista metodo-lógico, está lejos de ser completo. Hemosaplazado deliberadamente el tratamiento delas doctrinas metodológicas de los que podríanconsiderarse como “heterodoxos” entre loscuales contamos a Thorstein Veblen, FrankKnight y Gunnar Myrdal. Aparte de dotar conmayor fluidez a nuestra exposición, pensamosque este modo de proceder también nos ayu-daría a hacer luego una valoración del pro-yecto troncal iniciado por Stuart Mill y Senior ycontinuado por los falsacionistas contempo-ráneos.

Thorstein Veblen, el fundador del institucio-nalismo, era un hombre de carácter difícil.Prueba de ello era su agitada trayectoria pro-fesional que le llevaba a cruzar el atlánticovarias veces y con repetidos cambios de univer-sidades. Tanto es así que a pesar de haber ini-ciado toda una corriente de pensar económico,al final de su vida no había accedido a ninguna

cátedra universitaria, como hubiera sido deesperar.

La clave para entender el institucionalismoestá en la crítica que realiza a la escuela neo-clásica de la economía (Marshall), resultado dela confluencia de la escuela clásica (Smith,Malthus, Ricardo, Senior, Stuart Mill, etc.) conel marginalismo (Jevons, Menger, Walras, etc.).Rebela contra lo que considera un supuestoinjustificado de hedonismo individualista,heredado de los clásicos, y la matematizaciónde la ciencia económica hasta el punto de ase-mejar sus leyes a las de las ciencias físicas onaturales, derivada del marginalismo. Lopropio de la ciencia económica está en explicarel comportamiento humano y social identifi-cando su lugar en un patrón de relaciones quecaracterizan el sistema económico en su tota-lidad. Los neoclásicos conciben el fenómenoeconómico exclusivamente como un acto decálculo hedonista, la respuesta casi mecánica alas instancias de placeres y sufrimientos imagi-nados por anticipados. No es que el plantea-miento sea absolutamente erróneo -laspasiones sí que son fuente de motivación sobrela que opera la racionalidad económica- peroes insuficiente e incompleto. Implícito en cual-quier cálculo hedonista individual es un marcoinstitucional: la teoría del valor en la cual se

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basan las decisiones económicas está intrínse-camente ligada a las culturas, a un conjunto decreencias que informan la actuación (apti-tudes, tendencias, hábitos) de individuos ypueblos.

El hecho económico es fundamentalmenteun comportamiento humano; y por eso, nopuede entenderse de espaldas a su contextoinstitucional, sociocultural e histórico. Lasnecesidades y los deseos, los fines y las metas,los modos y los medios con los que se desen-vuelve la acción humana, incluso en su ver-tiente económica, son todas funciones de unavariable institucional, altamente compleja ymudable. Por “institución” hemos de entendertanto los patrones de acción que se siguen casiinconscientemente como los organismos for-males de control promovidos por el estado. Seaboga por el “holismo” en lugar del “indivi-dualismo metodológico” o “atomismo”. Sólode esta manera, teniendo en cuenta los condi-cionamientos institucionales, ganará la cienciaeconómica en realismo y dejará sus estérilesespeculaciones. El método a seguir es empíri-coinductivo, i.e., la descripción y el estudio dela evolución de las instituciones hasta llegar alas generalizaciónes pertinentes, y no hipotéti-codeductivo, a partir del postulado hedonista,como proponía el neoclasicismo.

El economista y filósofo social de la Univer-sidad de Chicago, Frank Knight, explora tresmodelos diferentes para la ciencia económica.El primero sigue el patrón de la física, dondese renuncia a explicar y simplemente se for-mulan leyes estadísticas a partir de la obser-vación de los precios de los bienes económicos.El segundo se concentra en la utilización de laciencia económica para controlar la vida socialen conformidad con los intereses ideológicos(socialismo, fabianismo, liberalismo e inclusoel institucionalismo). El tercero considera elhecho económico como un fenómeno esencial-mente histórico, y en consecuencia, bienestudia el rumbo de los acontecimientos, bienvalora los esfuerzos, los logros y los fracasosindividuales dentro de un marco filosófico ysocial (así Sombart y Weber).

Knight arguye que para comprender la con-ducta económica es insuficiente el recurso acausas naturales, como en la física. Lo que sonlas fuerzas para la física, eso son los motivospara la conducta humana. En la ciencia eco-nómica, por tanto, se trataría de encontrar elequilibrio de fuerzas, al igual que en laestática. (Por eso, en la formulación de las“leyes económicas” es imprescindible elrecurso a la cláusula de caeteris paribus: elfenómeno descrito y predicho por la ley se

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cumpliría si y sólo si las condiciones previstasno varían.) Tampoco es del todo adecuado lareferencia a los deseos e intenciones como sifueran hechos o datos psicológicos absolutos.Lo más importante para el esclarecimiento dela conducta económica es su relación con losvalores: la actividad económica “crea” valores.Los valores se distinguen de los deseos en quecarecen de objetos físicos claros. Los valores noson de ningún modo “verificables” porque sonelementos intrínsecos para cualquier interpe-tación de la conducta humana como su fin ometa. Los valores se sitúan incluso más allá delas ideas, del conocimiento intelectual, y hastaese punto son “irracionales”. No obstante, losvalores “motivan”, en un sentido realísimo, lasacciones.

Frente a la dicotomía entre una visión cien-tíficopositiva (descriptiva) y otra político-nor-mativa (prescriptiva) de la economía, Knightadopta una postura original informada por laidea “trascendental” de una libertad absoluta.Mas que explicar lo que sucede u obligar a losagentes económicos para que lo previstosuceda, los principios económicos tienen lafunción de salvaguardar el ejercicio de lalibertad individual: una vez que ésta hayaquedado garantizada, se vuelve superfluocualquier intento de definir el fin de la acti-

vidad económica (i.e. una noción de bienestarválida para todos se vuelve irrelevante);cuanto menos específico sea, mejor para lalibertad.

Con posterioridad a Knight, en la década delos 50, el gran abanderado de los valores en lateoría y metodología económica fue el pro-fesor sueco y recipiente del premio NobelGunnar Myrdal (The Political Element in theDevelopment of Economic Thought, 1954)Afirmó que un discurso económico libre devalores es un imposibilidad. El empeño endesarrollar asertos puramente facticos y ética-mente neutrales, así como el esfuerzo porseparar netamente los elementos positivos delos normativos es un ejercicio futil de autode-cepción. Recomendó -para mantener el idealde la “objetividad” en el análisis teórico- quese expusieran los valores operantes a plena luz,que se hicieran conscientes y explícitas demodo que determinaran libremente la investi-gación teórica. No veía objeción alguna a unaciencia social y económica “impregnada devalores” con tal de que estos valores de men-cionaran claramente al principio, como partede los presupuestos metodológicos necesariose inevitables para cualquier investigación.

b) Crisis y agotamiento del discurso metodo-lógico en la ciencia económica

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Como hemos visto en los epígrafes ante-riores, la última palabra en la ciencia eco-nómica angloamericana está constituida, poruna parte, por las premisas neoclásicas, y porotra, por una metodología falsacionista e ins-trumentalista. Frente a esta postura “oficial”se levantan unas voces discordantes como lasde Veblen, Knight y Myrdal. Estos tres autorespodrían caracterizarse como unos “hetero-doxos” aunque no “cismáticos” con respecto ala tradición económica angloamericana. ¿Enqué consisten sus doctrinas “heréticas”?

Veblen, en primer lugar, se rebela contra el“supuesto injustificado de hedonismo indivi-dualista”. Importa mucho caer en la cuenta deque no lo hace por razones morales -o sea, porreservas con respecto al hedonismo en cuantoopción de vida-; como tampoco objeta porquesea éste un supuesto sin demostrar -reconocela necesidad de axiomas para toda ciencia-. Sucontención más bien se dirige hacia el indivi-dualismo, porque está diametralmenteopuesto a las instituciones que -según él- es elmarco de referencia real para las actividadeseconómicas.

La matematización de las relaciones econó-micas y el cálculo hedonista (el principio demaximización) que supuestamente regula lasdecisiones en materia económica es otro

campo de batalla entre la escuela neoclásica yel institucionalismo. Para este segundo noexiste ningún procedimiento científicamentefiable para la medición de los valores “institu-cionales”; e incluso si hubiera, sería muy difícil,si no prácticamente imposible, pretender quelos valores “institucionales” medidos en dis-tintos organismos sean entre sí conmensu-rables y comparables. Por ello, tampoco estáclaro que el comportamiento de un agenteeconómico individual dentro de una insti-tución tenga que seguir, necesariamente, elpatrón maximizante.

Knight es el gran “desenmascarador” nosólo de la corriente neoclásica de la economía,sino también de cualquier otra que aspirase auna postura dominante. Bajo ningún conceptodebería permitirse que la economía se asi-milara a la ciencia natural de la física matema-tizada (el neoclasicismo) ni a una especie de“psicología social” al servicio de las ideologíasal uso (el institucionalismo). No deberíaseguirse ninguna escuela económica que com-prometiera la libertad en su función creadorade valores. Tanto el neoclasicismo como el ins-titucionalismo son sistemas de pensamiento ymetodología económicos “positivistas” y“deterministas”: imponen unos modelos dog-máticos allende de toda crítica y restringen la

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libertad so capa de la noción del bienestar. Haycierta afindad -por lo escéptico y cínico- entreel planteamiento instrumentalista deFriedman y el de Knight. Mientras que para elprimero, la verdad de las premisas es irrele-vante y cualquier teoría es válida con tal deque sirva para predecir y explicar; para elsegundo, ya ni siquiera es planteable lacuestión de la verdad, la validez, o la utilidadde las teorías, pues lo único importante es quepermita la realización de los valores, cuales-quiera que sean.

Myrdal probablemente sea el más explícitoen denunciar el espejismo del discurso “librede valores” en la economía en los tiemposrecientes. Propone en un nivel axiomático lavinculación de los modelos descriptivos y expli-cativos de la economía con los intereses ideo-lógicos y políticos. El problema con semejanteconfesión es que nos conduce irremediable ala disolución de la ciencia económica ya quetodo se reduciría a una mera disputa de opi-niones igualmente aceptables.

Incluso para los que hacen profesión de la feneoclásica e instrumentalista y siguen con unavoluntad clara de ortodoxia, el camino meto-dológico se presenta obturado. No sólo por losataques cada vez más numerosos e intensosque reciben los presupuestos neoclásicos, sino

también por la escasa consistencia teórica delfalsacionismo en su versión instrumentalista.Desconocemos si en las ciencias humanas que,al parecer, son esencialmente abiertas, puedehaber alguna vez una “última palabra” meto-dológica; pero lo cierto es que el falsacionismojamás podría ocupar su lugar. No aguanta laprueba de la aplicación a sí misma de suspropias tesis: el principio metodológico falsa-cionista no es “falseable” ni es, por tanto,según sus propios criterios, un aserto cien-tífico.

Las propuestas metodológicas que histórica-mente han seguido al falsacionismo, desde lade Kuhn a la de Laudan, tampoco significan,necesariamente, su superación. No todocambio implica una mejora; y en los casos quehasta ahora han aparecido sólo se detecta unasustitución. En la actualidad, ya ni siquierapodrían darse por su puesto las condicionespara un diálogo fructífero entre los diversosplanteamientos metodológicos rivales. Juntocon la ciencia, el diálogo mismo se ha tornado,para todos los efectos prácticos, en una impo-sibilidad. La fragmentación y el aislamientosemántico y procedimental entre los que cul-tivan la metodología económica es tal que yano pueden entenderse; aparentemente,tampoco queda voluntad de entenderse.

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Testigos de la defunción de la metodologíaeconómica, tenemos ahora que dar un pasohacia atrás, cuando la filosofía de la economíatodavía no se había restringido a un meroestudio de procedimientos formales y aúncomunicaba con las otras ciencias humanas ysociales. Para seguir y completar el relato de lafilosofía de la economía habría que investigar,por tanto, la “otra” tradición con la cual lacorriente angloamericana ha estado en cons-tante pugna: la Escuela Histórica Alemana y laEscuela Austríaca.

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B. TEORIA ECONOMICA E HISTORIA DELPENSAMIENTO ECONOMICO

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NOTA BIOGRAFICA

Alejo José G. Sison es doctor en Filosofía. Hadesempeñado su tarea docente en la Facultadde Filosofía y Letras (Pamplona) y en el Ins-tituto de Estudios Superiores de la Empresa(Barcelona), ambas de la Universidad deNavarra, así como en el Center for Researchand Communication en Manila, Filipinas. Esinvestigador del Seminario PermanenteEmpresa y Humanismo. Su campo de interés yestudio se ha centrado en la ética fundamental-especialmente desde las claves proporcio-nadas por la filosofía clásica griega-, en la éticaen el mundo de la empresa, y en las relacionesentre la ética, la economía y la política en lasociedad contemporánea.

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