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Filosofía de la sociedad

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Curso: Filosofa de la sociedad

Profesor: Dr. Hctor Garza Saldvar

Comentario final

Miguel Cern Becerra

13 de mayo del 2015

Comentario final del curso de Filosofa de la SociedadEn el presente comentario ahondar en la nocin de sociedad de la modernidad, a partir de las transformaciones de la nocin de sujeto. Denominar modernidad al periodo con el que comienza la pregunta por el sujeto: el yo, distinto del mundo que me rodea. El ser humano no es, en la modernidad, lo que para Grecia: un trozo del universo. El ser humano es un ente que da el ser al mundo, es creador. La modernidad comienza, pues, con la invencin del sujeto (de una interioridad sustantiva, distinta del mundo). La interioridad, desde San Agustn, es el lugar de la verdad. Dios habla desde la interioridad.

Con la invencin del sujeto se da un segundo movimiento en la historia de la humanidad, en la cual el sujeto comienza a ser un problema. Resulta que, a partir de Descartes, no todo lo que hay en el interior del ser humano ofrece el mismo criterio de verdad. El yo necesita ser discernido. El criterio para dicho discernimiento lo dar la nocin de verdad que se construye a partir de la fsica matemtica. Se construye, en la ciencia, un sistema de principios necesarios y universales (sistema rectilneo uniforme), a partir del cual se pueda interrogar al ente. En la fsica ste principio se construye a partir de los principios de la geometra euclidiana. El ente es, en tanto que se ajuste a los principios de la geometra euclidiana (principio de conservacin de la materia, ley de la inercia, etc.). La verdad se discierne, pues, a partir del mtodo por el que se abstrae lo ente a principios numricos, por el cual el ente se interpreta a partir de sus atributos presentes (extensin tridimensional). El yo, de este modo, es, en tanto que se puede abstraer a partir de principios evidentes -necesarios y universales-. Si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy.

El mundo, lo ente (incluyendo el cuerpo del ente que piensa) es, en tanto que est-ah, para ser captado en sus relaciones causales.

Con el nacimiento del cogito (pensamiento) cartesiano, nace el sujeto trascendental, supraindividual, comn a todo ser humano: Es como un gran Yo comn a los pequeos yoes que somos cada uno, y por eso puede escribirse con maysculas y decir de l que es 'el Yo', a diferencia del yo de cada uno de nosotros. Para Kant el yo es el lugar de la verdad, tanto en el mbito de la teora como en el de la accin. Sin embargo, ste no se deja conocer de modo inmediato. El mbito de las pasiones, de lo irracional, enturbia el acceso a la verdad. En el mbito moral la verdadera autonoma (la libertad) se da slo con el sometimiento de la voluntad a la ley moral (que ofrece principios universales para la accin), desligada de todo inters egosta. La ley moral se establece, a la vez, como una necesidad para el ser humano. La guerra, la violencia, se convierte en un estadio que el hombre tiene que recorrer slo para caer en cuenta de la ley moral. Es el modo que Hegel recupera, para su fenomenologa, la idea de negacin determinada, en la que la negatividad se hace una necesidad en el proceso del devenir real del espritu absoluto, en el proceso de hacerse historia. La negatividad, de este modo, es slo un momento necesario del camino positivo del espritu, por el cual el ser humano camina en aras de la perfeccin espiritual que, histricamente, se objetiva en sus productos.

La sociedad, en la modernidad, despus de Descartes, no es sino un proceso necesario en el que el individuo se identifica, progresivamente, con el espritu absoluto. El individuo no es, pues, sino un disfraz de un momento del devenir social del hombre histrico, universal, que camina tras un nico fin, en su conjunto.

Quizs en este sentido tengamos que situar la frase de Nietzsche Dios ha muerto. En que el Dios que nace en la interioridad (en el yo), a partir del pensamiento de San Agustn, se transforma, al tomar como medida del yo al pensamiento que busca la certeza de lo universal, en valor supremo, valor subjetivo que se despliega en aras del aumento y la conservacin del poder.

Acaso nosotros, herederos del pensamiento moderno, no tendramos que leer la pregunta kantiana qu es el hombre?, como un grito desesperado, a partir del cual precisamente eso, el hombre, se disuelve en un sujeto annimo de carcter necesario, universal, teleolgico, frente al cual no hay interioridad que pueda trascender la marcha unvoca de la historia?

Y con Marx, no se despliega ese espritu moderno en el que el sujeto se disuelve en ese dios que es el partido? El partidismo y el nacimiento de la democracia representativa, que no puede sino defender los intereses presentes de los individuos, no nos hace olvidar los derechos de aquellos que no tienen representatividad: el derecho de la tierra, el derecho de las generaciones futuras? sta es, como lo han sealado diversos filsofos contemporneos, la era de en la que el poder ciego de la tcnica (encumbrada por quienes detentan los medios de produccin) produce efectos irreversibles en sus productos y se encamina en un rumbo de dominio que no tiene ms lmites que los que le ofrece su propio poder.

Con la invencin del sujeto se prefigura su muerte, frente a la cual slo es posible la resignacin obediente, sin importar la meta.

Sin embargo, frente a la interpretacin dominante, que establece que el yo es un subproducto del pensamiento lgico-matemtico, emerge la voz del interior que clama: Dios ha muerto! Hemos vaciado a la interioridad de su verdad y la hemos entregado al poder de sistemas burocrticos impersonales, heternomos. Los campos de exterminio creados por el regmenes nazi y el estalinista, las armas de destruccin masiva, el deterioro ambiental irreversible, no son ya muestras de la muerte (efectiva, no metafrica) de Dios: del hombre que clama en cenizas? La publicidad banaliza lo que se presenta como lo ms sagrado: la desfiguracin del ser humano en todas sus formas. Generacin perversa!, Dios ha muerto!, la tierra ensangrentada profiere su clamor.

Y, desde dnde clama la tierra? Desde las cosas mismas. El pensamiento, si quiere recuperar la interioridad perdida, tiene que volver a las cosas mismas. De este modo, las cosas mismas, pensadas sin la interpretacin de la ciencia, devuelven al ser humano el contenido de sus vivencias. La conciencia, en tanto que es intencional (la conciencia es conciencia de algo), entra en s misma en la descripcin de su objeto. Las cosas toman, de este modo, un papel importante en la configuracin del sujeto. Heidegger plantea que es la libertad del ente, en tanto que a la mano (Zuhandenheit) -fenmeno por el que Heidegger no llama a la cosa, cosa, sino til-, la que funda el mundo significativo, a partir del cual el ser humano se comprende. Zubiri plantea que las cosas, que los otros acercan o alejan de m, abre las posibilidades para mi accin.

Las cosas, pues, se convierten en el mbito en el que el sujeto se dimensiona y, en este sentido, el ser humano se co-determina por la realidad efectiva del otro y a partir de su realidad. Volver a las cosas, pues, es el camino para recuperar al sujeto como lugar de la verdad; su interioridad, en tanto que templo de Dios. En este sentido, el individuo se vuelve causa en s misma. Es posible hablar, pues, de una dignidad inalienable del hombre y de una sociedad cuyo fin no se encuentra pre-determinado por el devenir del progreso o por la pura arbitrariedad de la voluntad de poder, sino que es algo nuestro, en permanente construccin. La sociedad, en este sentido, abre al ser humano en su carcter histrico, temporal, pero no ciego. La alteridad crea al individuo y, en su huella histrica, el individuo se debe al otro El sujeto, de este modo, es deudor de aquello por lo que, gratuitamente, ha venido a la existencia.

BibliografaDescartes, Ren. Meditaciones metafsicas: con objeciones y respuestas. Alfaguara: Madrid, 1977.

Gaos, Jos. Historia de nuestra idea del mundo. FCE: Mxico, D. F., 1992.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Fenomenologa del Espritu. Abada: Madrid, 2010.

Heidegger, Martin. La frase de Nietzsche Dios ha muerto en Caminos de bosque. Alianza: Madrid, 2003.

Ren Descartes. Meditaciones metafsicas: con objeciones y respuestas. Alfaguara: Madrid, 1977, p. 24.

Jos Gaos. Historia de nuestra idea del mundo. FCE: Mxico, D. F., 1992, p. 363.

Ibid., p. 386.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Fenomenologa del Espritu. Abada: Madrid, 2010, p. 151.

Martin Heidegger. La frase de Nietzsche Dios ha muerto en Caminos de bosque. Alianza: Madrid, 2003, p. 187.