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La Figura del vago y el charlatán en las Nuevas aguafuertes

La narrativa y la dramaturgia de Roberto Arlt. Una voz propia de la vanguardia.

Mildred Breton Feliz

Universidad de Granada

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En 1928, Roberto Arlt empieza una columna en el diario “El Mundo”, donde nos

plasma el Buenos Aires de la época, captando sus vaivenes socio-políticos, su miseria,

sus migraciones, su mezcla de religiones, culturas, sus placeres y sus penas. En las

aguafuertes el gran protagonista es el ser humano, que Arlt retrata con sumo cuidado,

llevándonos a conocer, o al menos a acercarnos, a la psiquis de este porteño de finales

de los años veinte y principios de los treinta en un Buenos Aires convulso. La lucha por

la colonización del espacio, la cultura, la religión e incluso la comunicación. Este

Buenos Aires no formal, construido a pedazos por el desorden de sus propios

pobladores, el choque entre “unos” y “otros” nos muestra, el gran espectáculo de la

conducta humana, que muchas veces nos lleva al asco, la risa irónica o simplemente al

llanto, “al lector se le plantea sorpresivamente el problema de la conducta humana ante

una sociedad hipócrita y deformante.” (Núñez, 1968. pp.14). Las aguafuertes de

Roberto Arlt se convierten hoy día en una ventana por la cual mirar al pasado, una vía

para entrar en los conventillos, pensiones, zaguancitos, comercios, ghettos, cafés y

carnicerías de los tardíos años veinte y principios de los treinta, como expresa Pagés

Larraya, al referirse a las aguafuertes porteñas, “con su humorismo directo, pródigo en

alfilerazos, Arlt se asomaba a los rincones de la ciudad y narraba día a día su historia

íntima. Quizás en la sutil identificación de tema y estilo esté el secreto de su

popularidad” (Núñez, 1968. pp.31). Tal y como menciona certeramente Ulyses Petit de

Murat, a Roberto Artl “lo consume el frenesí de trasladar directamente la vida a sus

creaciones” (Núñez, 1968. pp.31).Y como señala Pagés Larraya al referirse de nuevo a

Artl, “su prosa descuidada pero de netos perfiles, espontánea, salpicada de vocablos del

caló orillero y de giros populares, era el instrumento ideal para burilar los aspectos

escondidos de la metrópoli”. (Núñez, 1968. pp.31) Las aguafuertes no sólo nos permite

la entrada en estos espacios físicos a través de la lectura de las crónicas, también nos

muestra la jerga hablada, cómo se llora y vela un muerto, cómo se pasa una mañana en

un barrio marginal de la época, cómo se hace política, de qué se trabaja y cómo no se

trabaja. Toda esta información se nos revela con toque de ironía humorística y

complicidad con el lector, convirtiendo a las “aguafuertes” en un libro de historia para

conocer la ciudad porteña de 1928 a 1933 y su psiquis social, como señala Núñez “los

elementos del Buenos Aires de la época que aparecen reflejados en la obra de Arlt.

Instituciones y Costumbres: la organización económica, la legislación, el matrimonio, la

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connotación de la infidelidad. (Núñez, 1968. pp.36) Artl en sus crónicas nos arroja un

anzuelo sobre ese Buenos Aires perdido en el tiempo, que le toco vivir, un espacio

inexistente para nosotros si no es por sus “aguafuertes”. El lector de Artl vive la ciudad

de Buenos Aires a través de sus ojos, y por lo tanto de su propia subjetividad. “En la

medida que la obra de arte constituye un objeto cerrado, el mundo Buenos Aires en este

caso queda definitivamente configurado tal como Arlt lo ve. Los lectores tendremos que

considerarlo en la inteligencia de que esa visión, concluida en la obra de arte, no puede

ser de ningún modo alterada” (Núñez, 1968. pp.43) Arlt nos regala un grabado de la

humanidad y emociones de una ciudad, haciendo honor al nombre de sus crónicas

“aguafuertes”, tal y como señala Núñez a Artl le interesa, “… indagar el medio en que

esos hombres (de Arlt) viven y sufren, ese oscuro elemento constituyente de la obra,

proyectándola como una indagación de la vida social de los argentinos.” (Núñez, 1968.

pp.35) De acuerdo con David Viñas el nombre de aguafuertes, es el nombre de una

técnica de grabado en Argentina, que Roberto Arlt conoce y que pretende, al igual que

un grabador, estampar, en este caso, la cotidianidad de la cuidad porteña en sus

crónicas. “La columna costumbrista se inicia con un nombre muy propio del género

“Aguafuertes porteñas” que alude al conocido arte del grabado, especialmente a la

“técnica agresiva y multitudinaria del grabador Facio Hebequer que lo fascina y con la

que Arlt se identifica de manera explícita: “Nada de colores, tinta y carbón”. (Revista de

Literaturas Modernas, 147). En las aguafuertes el foco principal es el ser humano y sus

diversas conductas, destacando el perezoso, el vago, holgazán y charlatán, captado en

todas sus formas. Esta idea ha sido desarrollada por la catedrática Rita Gnutzmann en su

libro Roberto Arlt o el arte del calidoscopio, donde señala “en las Aguafuertes nos

encontramos ante toda una gama de la fauna `dolce farnientesca´. Una de las notas se

dedica a los vagos heliófilos, tomadores de sol en el jardín botánico, filósofo

contemplativo que engordan admirables (al contrario de los comerciantes, eternamente

excitados y flacos) Otro tipo vago, `el fiacún´, originalmente el chico grandote, medio

zonzo, que se pasa el tiempo en un umbral, se refiere al que temporalmente no muestra

ganas de trabajar… Una nueva variante de la fauna haragana es el `enfermo profesional

´, cuya vida laboral se limita a dos meses al año…” (Gnutzmann, 1984, pp.19). Antes

de entrar en la figura del vago, holgazán, atorrante, perezoso y charlatán en las

aguafuertes, es necesaria contextualizar social y económicamente la Argentina donde se

producen las crónicas aguafuertes. Entre 1928 y 1930 se produce el segundo mandato

de Hipólito Yrigoyen, coincidiendo con la “Gran Depresión” a escala mundial originada

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tras el colapso de Wall Street. Como consecuencia, Estados Unidos redujo

drásticamente las importaciones de productos primarios (principalmente: agrarios y

minerales) procedentes de la tradicionalmente agroexportadora Argentina. Ya antes del

colapso de la Bolsa en Wall Street habían aparecido señales del quebranto de la

prosperidad económica que caracterizó al gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-

1928). Por consiguiente, los años del segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen (1928-

1930) estuvieron marcados por el decrecimiento de la economía, la especulación y la

inflación de los precios junto a la bajada del PIB. Hacia 1929 el brusco descenso de las

exportaciones, combinado con una reducida afluencia de nuevos capitales y las fuertes

exportaciones de oro, abultó la deuda nacional, provocando una profunda

desorganización del tesoro público. Asimismo, el peso argentino cayó en los mercados

internacionales, aumentando significativamente el desempleo. Esta tendencia negativa

continuó durante 1930, año en el que los precios mundiales de los productos agrícolas y

ganaderos comenzaron a bajar de forma alarmante y las exportaciones argentinas

cayeron al más bajo nivel anual desde la Primera Guerra Mundial. El valor de las

exportaciones argentinas hacia Estados Unidos cayó desde 93.558.000 pesos oro en

1929 a 59.448.000 pesos oro en 1930, llegando a su punto más bajo en 1932, con un

valor de 19.265.000 pesos oro. (Seoane, 2004) Una subida de la tasa de desempleo y un

país inestable económicamente, es condición sine qua non para la proliferación de

problemas sociales y en donde aumentarán irreversiblemente el número de personas

desocupadas, así como de personas descritas vulgarmente “sin oficio ni beneficio”. En

diversas crónicas se puede apreciar este declive socio-económico que sufría la ciudad

porteña a consecuencia de la crisis que sufría el país. Algunas de estas crónicas son:

“¿Cómo engañar al electorado?”(pp.55), “El drama del cobrador” (pp.66), “El pan

dulce del cesante” (pp.58) y “Acomodando a los correligionarios” (pp.62). Núñez

señala como en las obras de Artl “es la realidad social contemporánea la que brinda los

hábitos de la sensibilidad, las costumbres y valores de los personajes, los tipos de

opresión y de conflicto.” (Núñez, 1968. pp.36)

A través de las crónicas, Godofredo1 se hace un recorrido por la rica gama de vagos de

la época, como bien ha expresado Rita Gnutzmann “El tipo que más abunda en las

aguafuertes, y que casi está ausente de la narrativa, es el perezoso, captado en todas sus

variedades”. (Nota sobre “el placer de vagabundear”) (Gnutzmann, 1984, pp. 19).

1 Nombre original de Roberto Artl.

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Ante la recurrencia en los textos de Artl de las diversas acepciones sobre el concepto de

vagancia y de las personas que la llevan a práctica, se presentan las siguientes

definiciones del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua:

Vago, a:

1. adj. Vacío, desocupado.

2. adj. Dicho de una persona: Sin oficio y mal entretenida.

3. adj. Holgazán, perezoso, poco trabajador.

4. adj. Que anda de una parte a otra, sin detenerse en ningún lugar.

Por otra parte la definición de vagancia que nos presenta la Real Academia es ésta:

1. f. Acción de vagar (estar ocioso).

2. f. Pereza y falta de ganas de hacer algo.

La de desocupado, da:

1. adj. Sin ocupación, ocioso.

2. adj. Vacío de personas o cosas.

3. adj. Am. desempleado ( ‖ en situación de paro forzoso).

Holgazán, na:

1. adj. Dicho de una persona: Vagabunda y ociosa, que no quiere trabajar.

Perezoso, sa:

1. 1. adj. Negligente, descuidado o flojo en hacer lo que debe o necesita ejecutar.

U. t. c. s.

2. 2. adj. Tardo, lento o pesado en el movimiento o en la acción.

3. 3. adj. Que por demasiada afición a dormir se levanta de la cama tarde o con

repugnancia.

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Una vez descritas las diferentes definiciones de los términos señalados, se aprecian las

similitudes, pero también las diferencias entre los mismos. De este modo, una persona

desocupada es un ser sin ocupación y desempleado de forma forzosa, mientras un

holgazán es una persona que decide emplear su tiempo en no hacer nada, y por último

un perezoso es la persona que hace lo que debe hacer sin interés alguno. En estas

definiciones podemos observar cómo se relacionan algunas ideas, los conceptos de

persona desocupada, persona holgazana y persona perezosa. Estas ideas aunque

parecidas no tienen el mismo significado. Roberto Arlt nos da su propia definición de

un vago en sus crónicas de “Canning y Rivera” y “El Café”, “si usted tiene aficiones a

la atorrancia; si a usted le gusta estarse ocho horas sentado y otras ocho horas recostado

en un catre,….Y le digo que se mude en las proximidades de esas calles porque en ese

paraje encontrará todo lo que el alma de un vago necesita…” (Arlt, 1975, pp.7) Esta

referencia de Roberto Arlt nos lleva a otra palabra sinónima de vago, de uso común en

el conjunto de América: “atorrante”, que es un vocablo lunfardo2, una jerga originada y

desarrollada en la ciudad de Buenos Aires desde finales del siglo XIX.

En la crónica “El pan Dulce del Cesante” (pp.58) se nos presenta otra vertiente del estar

desocupado. Una realidad común en ese Buenos Aires en transición donde el ocio y la

desocupación obligatoria convivían diariamente, debido a la falta de trabajo para esta

acrecentada población porteña, Roberto Arlt hace presente esta dualidad a sus lectores y

es a la vez, una voz de alerta de lo que acontece en esta ciudad. “Esta presencia de

cuestiones sociales candentes para el lector, problemas que son la base de la situación

de los personajes, nos permite definir la narrativa de Arlt como una indagación acerca

de la vida social de los argentinos. Las novelas y los cuentos aparecen entre 1926 y

1933, época de tensiones y crisis en la cual la humillación de sus personajes aparece

testimonio en muchos aspectos de la vida. En 1931 Scalabrini Ortiz plantea

teóricamente algunos vicios sociales: la incomunicación entre los sexos, la cuidad

deformante que impone su sello…” (Núñez, 1968.pp.38) Ejemplo de este drama social,

en la crónica “El pan dulce del cesante” (pp.58) refleja a un padre sin empleo que en

navidad no posee ni siquiera el “…uno y veinticinco” para comprar el pan dulce. Y

2 Atorrante no es una palabra exclusivamente lunfarda, ésta se usa también en numerosas regiones de América Latina. El Diccionario de la Real Academia recoge esta palabra como un americanismo con el significado de “vago, callejero y generalmente sin domicilio, que vive de pordiosear”. Su origen en la Argentina es dudoso pese a las muchas teorías que tratan de aclarar su significado. Algunos textos que trabajan el significado de atorrante son: “Vidas y costumbres en el Plata” de Emilio Daireaux (1888); “Tipos y costumbres bonaerenses” de Juan A. Piaggio (1889); “Las causas del delito” de Antonio Dellepiane (1892) o “La mala vida en Buenos Aires” de Eusebio Gómez (1908).

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donde su mujer le replica “hay que comprarlo. Los chicos no pueden quedarse mirando

cómo comen los otros, ¿sabés?...” (Artl, 1975. pp. 60)

A diferencia de los fiacas, que se pasan sentados gozando del sol sin que le falte el

dinero justo para beber en el bar y con el deseo absoluto de no hacer nada, el padre

cesante3, está desocupado debido a una situación socioeconómica general que le impide

trabajar y superarse. Hablando de los fiacas, Artl señala en la crónica “Hormiguero

Humano”, que “desde temprano, bajo los toldos una humanidad de jóvenes fiacas se

despatarra en las sillas, y en mangas de camiseta goza del viento y del sol. ¿De qué

viven? Para mí es un misterio. El caso es que nadie le mete la mula al mozo, todos

tienen los consabidos veinte guitas y una infinita ansiedad de no hacer nada,

absolutamente nada.” (Artl, 1975. pp. 8,9)

En un país en plena crisis económica y existencial Arlt parece alabar la no acción en sus

diferentes vertientes, como en su cuento “Escritor fracasado”, donde ante la

imposibilidad de crear un escritor, éste decide no hacer nada o mejor aún decide hacer

un decálogo de la no acción. Esta misma actitud de “no acción” es la mostrada en tantas

de sus crónicas de "Las aguafuertes" ante un una ciudad en desconstrucción, entre otras

muchas cosas por el famoso crack de 1929 o por la inmigración interna y externa4

procedente de diferentes partes de Europa y del mundo. Un Buenos Aires en

desconstrucción y reconstrucción a la vez, que se reinventaba, constituido como un

melting pot, que traían costumbres, lenguas, religiones y estilos de vida diferentes5.

3 Definición de la Real Academia Española de la Lengua:

1. adj. Que cesa o ha cesado.

2. adj. Dicho de un empleado del Gobierno: Que es privado de su empleo, dejándole, en algunos casos, parte del sueldo.

3. adj...De una persona: Que ha quedado sin trabajo.

4 Al no ser la inmigración argentina el objeto central de este ensayo, no se abunda con detalle en este proceso. Maldavsky, en su libro “Las Crisis en la Narrativa de Roberto Arlt” dedica un capítulo al proceso de “La inmigración y la industrialización; su repercusión en la literatura argentina” (pp.103-108) en el que hace un estudio detallado y preciso de la conformación e influencia de las diferentes oleadas migratorias desde 1881 a 1940. 5 Como expresa Maldavsky (pp.120) “Debemos diferenciar entre los tipos de inmigrantes. No se trata del caso más común, de una pareja constituida por dos inmigrantes provenientes de la misma región, con un idioma y tradiciones relativamente compartidos, sino de una unión de dos personas que venían de distintas zonas de Europa y que ni siquiera poseían un idioma en común. A la vez esto dificulta las posibilidades de integración social de sus descendientes, por carecer de un sólido marco de valores compartidos”. Tomemos el caso del mismo Roberto Arlt cuyo padre era prusiano: Karl Arlt y su madre procedente de la ciudad fronteriza italiana de Trieste: Ekatherine Iostraibitzer. Por lo tanto, un entorno familiar multilingüe y multicultural del que el propio Arlt no es ajeno, siendo una pieza más del collage

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¿Cómo armar un rompecabezas de partes desiguales, una gran masa revuelta en un

mismo espacio? Es en este caos donde surgen las diferentes aguafuertes de cesantes,

atorrantes, vagos, holgazanes y desocupados. Gente desarraigada de sus espacios

originarios y otros “los autóctonos” trastornados por la explosión de cambios surgidos

en su hábitat. Como señala Núñez, una comunidad humana “que sufre un lógico

desgaste en la medida en que el cambio de costumbres y de sensibilidad vuelve arcaico

ese Buenos Aires de Roberto Arlt” (Núñez, 1968. pp. 37), o como señala Scalabrini

Ortiz en 1931, en su ensayo “El hombre que está solo y espera”, “los cambios de la

sensibilidad en el hombre de Buenos Aires” (A partir de: Núñez, 1968. pp. 37)

Una ciudad que se ensambla en la marcha y sin planificación, su organización procede

de su población autóctona, pero sobre todo de sus nuevos habitantes y de las nuevas

realidades que traen consigo. Habitantes diversos y situaciones incompatibles que se

van amoldando como pueden, haciendo de las periferias porteñas un pequeño

microcosmos caótico con cabida para todo tipo de acción y no acción. Esta carencia de

planificación formal según Martínez Estrada no es exclusiva de Buenos Aires sino del

conjunto de Argentina. En este sentido, Núñez señala que en 1933 “Martínez Estrada

define a nuestro país como ontológicamente mal construido, proponiendo también él

una cura racional: tomar distancia, analizarlo y traer a la consciencia la compresión de

los elementos enfermos.” (Núñez, 1968. pp. 38)

Arlt entre mofas e ironías nos presenta una realidad más seria de una sociedad6

desganada y consumida por la inercia, producida por estas avalanchas de cambios sin

programación, donde podemos ver las peores y más degradantes acciones del ser

humano. Núñez señala que la obra de Arlt “testimonia igualmente el fracaso de una vida

comunitaria basada en el engaño y condenada a la frustración. Las `cualidades

metafísicas´ que Arlt nos plantea -humillación, búsqueda desesperada de salidas-

formulan un problema argentino de su momento histórico. Queda así explicada la

necesaria encarnación de la obra en todos sus planos, y apuntada la posible ubicación de

que compone la ciudad porteña.6Oscar Massotta en su Libro “Sexo y tracción en Roberto Arlt” Muestra como Arlt sin hacer expresamente una obra literaria de crítica social, logra hacer llegar el mensaje de malestar de una sociedad en crisis. “Con Arlt pienso que ocurre algo semejante a lo que pasa con las películas de Chaplin, que con una visión del mundo estrictamente anarquista logra ejercer una influencia política positiva en el espectador.”(pp.13) También es interesante la gran similitud en las crónicas “¿Para qué sirve el progreso?” (pp.14), “Calidad de progreso” (pp.15), “Artículos de consumo” (pp.16), “Hemos progresado” (pp.17), “¿Para Qué?” (pp.17) con la película de Chaplin “Modern Times” de 1936. Ambos artistas, Artl y Chaplin nos pasean por los “daños colaterales” del progreso, desde una perspectiva tragicómica de la vida.

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Arlt en nuestra literatura desde el punto de vista de su contenido nacional.” (Núñez,

1968. pp. 38)

A diferencia de sus novelas y cuentos, en sus crónicas trata los temas con humor e

ironía, donde hace partícipe al lector de este Buenos Aires que se reinventa. Existe

incluso cierta complicidad por parte del periodista con sus lectores “amigo lector” de

Las aguafuertes. Además en varias de sus crónicas, Arlt hace alarde de conocer vagos y

rufianes y considerarles incluso sus amigos, asumiendo una actitud de empatía, a los

habitantes de esa ciudad porteña menos favorecida por la sociedad.

Me uno al pensar de Gnutzmann respecto a Arlt, “asume la actitud del `flaneur´ de los

mismos años, aunque en la lejana metrópolis París, del observador surrealista, el

hombre que deambula por las calles al azar, al encuentro de un suceso extraordinario”

(Gnutzmann, 1984. pp. 19).

En conclusión, en "Las aguafuertes" Arlt cumple el papel de flaneur de la marginalidad

donde a través de sus ojos, nos encamina por la ciudad porteña haciéndonos parte de sus

convulsos cambios, trajines, degradaciones y nuevas invenciones. Cada lector seguirá su

historia aplaudiendo y condenando, o incluso, asumiendo ambas a la vez, a esa cuidad

ya perdida en el tiempo, solo existente en las "Las aguafuertes".

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Bibliografía:

Arlt, Roberto Nuevas aguafuertes. Buenos Aires: Losada, 1975

Gnutzmann, Rita. Roberto Arlt o el arte del calidoscopio. Bilbao: Universidad del País

Vasco, 1984.

Maldavsky, David. Las Crisis en La Narrativa de Roberto Arlt: Editorial Escuela,

1968

Morales, Saravia, José y Bárbara, Schuchard [con la colaboración de Wolfgang

Matzat].Roberto Arlt: Una modernidad argentina. Madrid: Iberoamericana / Frankfurt,

2001.

Núñez, Ángel. La obra narrativa de Roberto Arlt. Buenos Aires: Minor Nova, 1978

Seoane, María. El siglo del progreso y la oscuridad (1900-2003). Buenos Aires: Crítica,

2004.

Referencias:

Nea de Castro, González Bolaños, Aimée Centenario de Roberto Arlt, narrador de la

marginalidad [Recurso electrónico], 2000. Universidad de Granada

Revista de Literaturas Modernas. Mendoza – (AR) Número 32– Año 2002 – pág. 147 a

166 – ISSN: 0056 – 6134 (Recurso electrónico) Universidad de Antioquia, Sistema de

Biblioteca.

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