fiesta de la presentacion del señor
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Reflexión de D. Mariano con motivo de la fiesta de la familiaTRANSCRIPT
FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR EN EL TEMPLO
2 DE FEBRERO DE 2010
FIESTA DE LA FAMILIA Y LA VIDA
Estamos celebrando la Fiesta de la presentación del Señor en el templo de
Jerusalén. María y José, como piadosos judíos de su tiempo, fueron a
cumplir lo que estaba mandado por la Ley de Dios. Que cuando naciese un
niño, se presentaría en el la Casa de Dios al que es el creador y autor de esa
vida.
Igualmente, vosotras, queridas familias, al nacer vuestro hijos los traéis a la
Iglesia ya no sólo para dar gracias a Dios y presentarle vuestro hijos, sino
para algo aún más importante, para pedir el sacramento del Bautismo para
ellos.
Un sacramento el del bautismo que está lleno de símbolos de luz, porque
supone el alumbramiento de vuestros hijos a una vida nueva, la vida de
Dios y a una vida para siempre, vida eterna.
Con la entrega del cirio encendido del Cirio Pascual, signo de la presencia
de Cristo vivo y resucitado entre nosotros, se os recuerda que esa vela
encendida representa la fe de esos pequeños, que procede de Dios porque la
fe es un don precioso, un regalo gratuito. También se os recuerda que
debéis de conservar, alimentar y acrecentar esa luz, con vuestras palabras,
con vuestro ejemplo. Misión de los padres y padrinos de bautismo es
acompañar al bautizado en los sacramentos de iniciación cristiana:
bautismo, eucaristía y confirmación. Al completar el proceso dejará de ser
niño para convertirse en adulto en la fe.
Nos sigue contando el relato de san Lucas que al entrar el Niño Jesús en el
templo, lo reconocieron los que esperaban a Dios, los que con una gran fe y
un corazón sencillo ansiaban la venida del Mesías. Encuentran la paz, se
llenan de luz y gozo.
Esta es la experiencia común de los que buscan y encuentran a Dios en su
vida. Dios proporciona seguridad, respuestas, esperanza y fortaleza para
vivir. Como decía Santa Teresa de Jesús: “a quien Dios tiene nada le falta,
sólo Dios basta”.
Tenemos que afanarnos en dar a conocer a Dios porque estamos ofreciendo
un bien supremo a la humanidad. En esta novena a la Virgen de la Paz,
hemos profundizado en la vocación sacerdotal y hemos visto cómo la
misión del sacerdote es la de ser instrumento de Dios para que su gracia
llegue a todos sin excepción.
Pero no es tarea sólo del sacerdote hablar de Dios y llevar a Dios a través
de las acciones de la Iglesia.
La Familia cristiana, como Iglesia doméstica, es también un lugar idóneo
para descubrir a Dios. De hecho, el rito de Bautismo os recuerda a los
padres y padrinos que a vuestras palabras deben acompañar las obras.
Hablar de Dios a los hijos, orar con los hijos, celebrar los sacramentos con
los hijos, y servir a todos, incluidos los hijos, puede ser una catequesis
perfecta e imborrable en la vida del niño.
Los primeros años de la infancia son cruciales a juicio de todos los
entendidos en la materia. Aunque parezca que no captan las cosas no es así,
sus sentidos absorben todo y queda impreso en su interior. Por eso no
podemos perder el tiempo, ni un solo instante.
Que vuestros hijos aprendan en el hogar los valores y el estilo de vida de
los cristianos.
Luego ya vendrá la parroquia con sus catequesis y la escuela pública con
sus clases de religión católica. Luego ya vendrán los movimientos
eclesiales, entre ellos las cofradías y hermandades que en nuestra ciudad
tienen tanta repercusión.
Pero esto se tiene que sustentar en el cimiento de unos primeros pasos bien
dados, sólidos en la fe, y eso queridos padres y padrinos, es responsabilidad
vuestra, adquirida libremente desde el día del bautismo de vuestros hijos.
La familia, además de Iglesia doméstica es también santuario de la vida.
Aunque biológicamente a secas, para que se produzca la vida sólo basta
con un hombre y una mujer, sabemos que las personas, como imagen y
semejanza de Dios y por ser hijos de Dios estamos llamados a mucho más
que a un ciclo vital más propio de los demás seres de la naturaleza.
Para nosotros la vida debe ser la consecuencia del amor de un hombre y
una mujer que tienen un proyecto común. La bendición de ese amor y de
ese proyecto común por Dios es lo que llamamos sacramento del
matrimonio.
Por eso, en la familia se concibe la vida, se protege, cuida y educa la vida.
Qué importante es vivir esta dimensión de respeto y defensa a ultranza de
la vida, de todo tipo de vida, nacida o no nacida. Aun cuando esa vida esté
tocada por la limitación física o psíquica, aun cuando esa vida esté limitada
por la enfermedad, o esté ya en la recta final.
Ante una sociedad despiadada que desprecia “ciertos tipos de vida que no
acepta ni comparte” allí tenemos que estar nosotros no sólo defendiendo
unos valores radicalmente distintos sino también predicando con el
ejemplo, especialmente con nuestros enfermos y ancianos.
La fe en Dios, la esperanza en su Palabra y la caridad que El mismo
practica con nosotros, nos puede hacer vivir esta realidad.
La Virgen María de la Paz y San José son claro ejemplo para nosotros.
Modelo, la Sagrada Familia de Nazaret.
Os pongo a las familias cristianas de nuestra comunidad parroquial bajo su
guía y protección y que vosotros, imitéis con firmeza y seguridad las
virtudes que ellos mostraron en el hogar de Nazaret.
Lo pedimos al Señor y que así sea.