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Ficha No. 8
SACRIFICIO Y DESCENDENCIA
(Génesis 17, 21-26)
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Revisando mi
nacimiento e
infancia
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Viendo la vida de Isaac desde su infancia, nos damos cuenta que él nace de la promesa de Dios, cuando sus padres eran muy ancianos y su madre era estéril.
Con un poco de imaginación, trata de retomar el momento de tu nacimiento
según lo que sabes por lo que te han dicho:
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Cómo creo que fueron mis padres
en aquel tiempo: su edad, su fe, sus
convicciones, su trabajo, etc.?
¿Hubo algo de especial con el
acontecimiento de mi nacimiento?
¿Qué conozco en relación a las circunstancias
de mi concepción y nacimiento?
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Como Isaac ¿Soy hijo único, el mayor,
producto de alguna promesa?
¿Qué don del cielo creo
poder ver en mi nacimiento?
¿Cómo vivieron mis padres la presencia
de Dios al momento de mi nacimiento?
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En la vida de Isaac estuvo
siempre presente la promesa de
Dios en relación a Sara, su
madre: Yo la bendeciré y haré
que te dé un hijo: la bendeciré
y haré que se convierta en un
pueblo numeroso y que de ella
surjan reyes (Gen 17, 16).
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No obstante, Dios le pone una prueba dura de fe a Abraham:
“Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, ve a la región de Moria,
y ofrécemelo ahí en sacrificio, en la montaña que yo te indicaré”
(Gen 22,2).
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Si bien la prueba fue dura tanto para confundir a
Abraham, él hizo lo que el Señor le ordenó.
Al mismo tiempo, Isaac aceptó ser la ofrenda de
holocausto para el Señor. Él mismo llevó la leña y dejó a
su padre que lo amarrara, que lo llevara al altar y lo
pusiera sobre la leña.
No hubo resistencia.
Trata de entrar en la
dinámica del momento:
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Has presente los posibles sentimientos y pensamientos
que tuvo Abraham al aceptar la orden del Señor.
Piensa en la confusión que en el corazón debió experimentar Abraham
sabiendo que:
+ Isaac era su único hijo que nació cuando él tenía cien años,
+ Dios le había prometido una gran descendencia y ahora le pide de eliminar la fuente de su esperanza,
+ Sara ahora es fértil porque Dios quiso que diera a luz a Isaac.
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Los “lugares” del sacrificio en la propia vida
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Es momento de ponerse en el lugar de Isaac. Escucha a Abraham que te llama para que lo acompañes a ofrecer un sacrificio al Señor. Mientras te diriges al lugar del sacrificio deja que tu mente reflexione en el misterio de aquel instante:
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¿Qué pensamientos atraviesan tu mente
mientras te diriges al lugar del sacrificio?
¿Qué experimentas al saber que no se lleva
una víctima para sacrificar?
¿Qué quisieras decirle a Abraham
y a Dios?
¿Qué quisieras hacer en ese momento?
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Ahora toma consciencia de tu camino de fe:
¿Alguna vez he sido invitado a sacrificar
algún aspecto de mí mismo?
¿Dónde se me ha pedido de realizar el sacrificio:
en la casa, en el trabajo, en la Iglesia?
¿Qué tipo de sacrificio era: espiritual, a nivel
de las emociones, intelectual, material?
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¿Qué es lo que realmente
se me ha pedido para sacrificar?
¿Me ha costado trabajo
hacer ese sacrificio?
¿Qué tanto me resistí para hacerlo?
¿Podría definir esa resistencia
como una “crisis de fe”?
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¿Cuál ha podido ser el precio que he pagado
por ratificar mi amor a Dios por medio del
sacrificio?
¿Quién ha podido ser en mi vida,
como Abraham, un ejemplo de fidelidad y
generosidad? ¿Yo mismo?
¿Quién habrá sido el ángel que me salva
en la crisis de fe?
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La promesa que Dios le hace a Abraham fue mantenida en la persona
de Isaac, de quien nacieron Esaú y Jacob, los cuales fueron cada uno,
jefes de naciones. Isaac además, prosperó en las manos del Señor.
Podrías ahora considerar las veces en las que le has respondido con
generosidad al Señor y las veces en las que tu amor y tu fe hayan
padecido el sufrimiento del sacrificio. Reflexiona tu pasado:
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¿Cómo creo que el Señor me haya
recompensado por aquello que le he dado?
¿Qué crecimiento he experimentado
como fruto de mi fe?
¿Qué me hace pensar que no se trata de
mis cualidades sino de los dones y
recompensas que el Señor me ha hecho?
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Concluyendo,
puedes reflexionar
cómo en tu vida
arriesgas a ponerte
en actitud de maternidad/paternidad,
de hermana/hermano,
de sierva/siervo del que está junto a ti.