ficciones de la memoria la novela del conflicto armado interno 1980 2000

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Ficciones de la memoria. La novela del conflicto armado interno (1980- 2000) y las tensiones de la modernidad colonial en el Perú I. Presentación: Ficción y Memoria La construcción de las memorias ficcionales en la narrativa literaria es de naturaleza selectiva y performativa. En su configuración se elige qué eventos recordar y qué hechos silenciar. Asimismo, el sentido del pasado rememorado está en función de su proyección a futuro y esta versión construida entra en disputa con otras memorias configuradas por diversos sujetos sociales (dominantes o marginados) en la formación de distintos imaginarios sociales (Jelin 2002: 10-27). Estos aspectos se ponen en relieve sobre todo en las obras que intentan diseñar imágenes de una época tan crítica y decisiva para repensar nuestro futuro como nación. En este sentido, las estrategias de representación del discurso literario develan los mecanismos de producción de las memorias narrativas (1) (individuales y colectivas), su nivel ficcional y político. En este marco, estudiaremos cuatro novelas que problematizan las tensiones de la modernidad colonial en el Perú a partir del tema de la violencia política durante el conflicto armado interno. Las novelas son: Adiós, Ayacucho (1986) de Julio Ortega, Candela quema luceros (1989) de Félix Huamán Cabrera, Lituma en los Andes (1993) de Mario Vargas Llosa y Rosa Cuchillo (1997) de Óscar Colchado. II. Modernidad « Colonialidad Interrogarnos por la narrativa peruana implica también preguntarnos por nuestro proceso de inserción dentro de la modernidad (Huamán 1996: 409). Al respecto, Victor Vich, en un estudio sobre la violencia política en nuestro país, plantea la condición moderna peruana en los siguientes términos: “¿Es que acaso el discurso de la modernidad todavía no ha llegado, o es más bien, que la modernidad que llegó al Perú fue asimilada a partir de las herencias coloniales y por tanto fue construida sobre paradigmas autoritarios que todavía continúan resistiéndose a ser cuestionados?” (Vich 2002: 50). Este cuestionamiento funciona solo si se entiende

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La novela del conflicto armado interno de 1980 a 2000

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Ficciones de la memoria. La novela del conflicto armado interno (1980-2000) y las tensiones de la modernidad colonial en el PerI. Presentacin: Ficcin y Memoria La construccin de las memorias ficcionales en la narrativa literaria es de naturaleza selectiva y performativa. En su configuracin se elige qu eventos recordar y qu hechos silenciar. Asimismo, el sentido del pasado rememorado est en funcin de su proyeccin a futuro y esta versin construida entra en disputa con otras memorias configuradas por diversos sujetos sociales (dominantes o marginados) en la formacin de distintos imaginarios sociales (Jelin 2002: 10-27). Estos aspectos se ponen en relieve sobre todo en las obras que intentan disear imgenes de una poca tan crtica y decisiva para repensar nuestro futuro como nacin. En este sentido, las estrategias de representacin del discurso literario develan los mecanismos de produccin de las memorias narrativas (1) (individuales y colectivas), su nivel ficcional y poltico. En este marco, estudiaremos cuatro novelas que problematizan las tensiones de la modernidad colonial en el Per a partir del tema de la violencia poltica durante el conflicto armado interno. Las novelas son: Adis, Ayacucho (1986) de Julio Ortega, Candela quema luceros (1989) de Flix Huamn Cabrera, Lituma en los Andes (1993) de Mario Vargas Llosa y Rosa Cuchillo (1997) de scar Colchado. II. Modernidad ColonialidadInterrogarnos por la narrativa peruana implica tambin preguntarnos por nuestro proceso de insercin dentro de la modernidad (Huamn 1996: 409). Al respecto, Victor Vich, en un estudio sobre la violencia poltica en nuestro pas, plantea la condicin moderna peruana en los siguientes trminos: Es que acaso el discurso de la modernidad todava no ha llegado, o es ms bien, que la modernidad que lleg al Per fue asimilada a partir de las herencias coloniales y por tanto fue construida sobre paradigmas autoritarios que todava continan resistindose a ser cuestionados? (Vich 2002: 50). Este cuestionamiento funciona solo si se entiende la modernidad como el horizonte utpico en el que operan cabalmente sus metarrelatos como el progreso y la igualdad. En este sentido, se comprende el hecho de que el crtico dude si el discurso moderno ha arribado o no a esta parte del mundo. Sin embargo, pese a trabajar desde el marco terico poscolonial, Vich no tiene en cuenta que la metafsica occidental moderna estuvo ntimamente ligada al proyecto de colonizacin de los grandes imperios de occidente que legitim la conquista (militar, econmica o cultural) del otro extraterritorial con el propsito de que Europa se instaurara como el centro del poder mundial. Al respecto, Walter Mignolo anota que:Mientras que por un lado se cantan, y se cantaron desde siempre, loas a la cristianizacin, a la civilizacin, al progreso, a la modernizacin, al desarrollo (la cara de la modernidad), por otro se oculta que para que todo ello ocurra es necesario la violencia, la barbarie, el atraso, la invencin de la tradicin', el subdesarrollo (la cara de la colonialidad). Desde siempre, es decir, desde el siglo XVI, la modernidad y la colonialidad van juntas (Mignolo 2002: 34).Sin embargo, los grandes Estados totalitarios en los centros de poder europeo, tambin han reproducido en sus propios espacios los mayores genocidios de la historia. Las paradojas de la modernidad, su carcter utpico y su lado perverso, se encarnan en el Estado. En primer lugar, el exterminio de seres humanos se asocia a la bsqueda de homogenizacin de los sujetos dentro del territorio nacional (limpieza tnica y racial). El terrible genocidio de los campos de concentracin es el ejemplo paradigmtico de este primer aspecto. En los campos la ciencia y la tecnologa se utilizaron para fabricar cadveres y no para el perfeccionamiento tico y cognoscitivo del ser humano. En este contexto, se produjo una utilizacin indita del biopoder o forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguindola, interpretndola, absorbindola y rearticulndola (). El biopoder se refiere () a una situacin en la que lo que est directamente en juego es la produccin y la reproduccin de la vida misma (Hardt y Negri 2002: 38). En efecto, como anota Giorgio Agamben, por causa del racismo en el Estado Nazi el biopoder de hacer vivir se mezcl con una absolutizacin del poder de hacer morir, de tal manera que la biopoltica pas a coincidir con la tanatopoltica (2000: 87). Este tipo de biopoder tambin se manifiesta claramente en la segunda paradoja del Estado moderno: el Estado, ente creado para hacer respetar la ley (los derechos de los ciudadanos), debe recurrir a la represin (al crimen) para preservar el orden establecido (iek 1998: 85).La razn moderna colonizadora que lleg a nuestras tierras por la expansin del imperio espaol sigui operando durante nuestra vida republicana. El proceso de independencia de nuestro pas respecto del imperio espaol solo implic una revolucin poltica y no una revolucin social. En este marco, el sustrato racista colonial se mantuvo en la nueva nacin liderada por la aristocracia criolla (Manrique 2002: 325), lo que gener una Repblica sin ciudadanos tal como la denomin Alberto Flores Galindo (1994: 213- 236). Hay un hecho que grafica claramente la continuidad de este proceso: la Penitenciara fue el primer edificio moderno construido en Lima (Flores Galindo 1999: 42). La modernizacin de nuestro pas aparece signada por la violencia, la tortura y el maltrato. As, en este espacio poscolonial multitnico, pluricultural y con un alto grado de mestizaje an existen sujetos marginados social y polticamente. El otro no es externo sino interno. En el Per, el componente colonial de la modernidad se radicaliza expresndose brutalmente al fusionarse con el autoritarismo de nuestra vida republicana y con nuestros irresueltos traumas coloniales (cfr. Mignolo 1997: 53 y ss). A partir de estas consideraciones realizaremos el estudio de las novelas mencionadas. III. Adis, Ayacucho : La Razn Postcolonial y La Emergencia del Pensamiento FronterizoAdis, Ayacucho (1986) es la historia de Alfonso Cnepa, dirigente campesino del pueblo de Quinua asesinado por la polica al ser acusado de terrorista. Sin embargo, convertido en un muerto viviente, sale del foso en el que lo enterraron y viaja a Lima para pedirle al presidente Belaunde (2) que le devuelva los huesos que fueron destruidos en su ejecucin (3). Sin embargo, tras un largo periplo, no logra su objetivo pero como compensacin decide introducirse en la tumba que (supuestamente) contiene los huesos de Pizarro en la catedral de Lima.Propongo que en esta novela se intenta construir un nuevo lugar de enunciacin para repensar y discutir la construccin de la historia y el impacto de la modernidad en nuestro pas poniendo en relieve su ineludible carcter colonizador. Planteo, adems, que esta perspectiva crtica supone una razn dialgica (Ponzio 1998: 241-251) que constituye la base terica para una razn postcolonial (Mignolo 1997: 51-69).En el debate generado acerca del estudio de la sociedad en el que, de acuerdo al paradigma positivista, ciertos sujetos deban ocupar el lugar del objeto de estudio (pinsese en la antropologa), el cientfico social enunciaba su discurso desde tres presupuestos bsicos: a) la transparencia del lenguaje cientfico que puede establecer verdades empricas comprobables (el lenguaje, cual espejo, puede asir objetivamente el mundo real); b) la objetividad o neutralidad del sujeto cognoscente (amparado en dicho lenguaje); y c) la naturaleza monolgica de las Ciencias Sociales (Mignolo 2002: 140) (4). En estos casos, pese a que se trate de un dilogo entre sujetos, se construye una relacin sujeto objeto, en la que el primero determina al segundo. Podemos aadir, siguiendo a Edward Said, que conocer de esta manera un objeto implica dominarlo, ejercer autoridad sobre l y negarle autonoma (1990: 55). Como sabemos, actualmente estos presupuestos ya han sido discutidos a partir de diversos aportes como: el giro lingstico (Wittgenstein, Rorty), la determinacin de la verdad por medio de discursos de poder (Derrida, Foucault), el carcter narrativo del discurso historiogrfico (White, de Certeau), la dimensin de la subjetividad (el deseo) en el discurso, las relaciones entre el discurso cientfico y el discurso literario con la expansin colonizadora de occidente (Said, Dussel), etc. Estos cuestionamientos indican la necesidad de buscar una razn nueva basada en el dilogo: Por eso Bajtn encuentra el rasgo de diferenciacin de la Razn nueva, de la comprensin del hombre por el hombre, en el dilogo, que la diferencia de la Razn positivista, pero tambin de la Razn dialctica monolgica (Ponzio 1998: 247).En Adis, Ayacucho , el hroe novelesco, Alfonso Cnepa, se libera de la autoridad del discurso antropolgico. En su periplo, se encuentra con un antroplogo que intenta mantenerlo cautivo para estudiarlo y as obtener reconocimiento acadmico: [Alfonso estaba] pensando cmo escapar del antroplogo y de la antropologa, lo cual es ms difcil que escapar de una crcel limea (Ortega 1986: 22). Al establecer la comparacin entre la antropologa y la crcel, critica el carcter monolgico y autoritario del discurso antropolgico. Escapar de este discurso indica el deseo de establecer una nueva razn que supere a la razn positivista basada en una relacin de implicancia (Sujeto Objeto) en la que el Yo define (y domina) al Otro. Supone apelar a una razn dialgica basada en una relacin horizontal (SujetoSujeto) signada por el dilogo entre los individuos en contacto. Una situacin en la que el sujeto diferente no sea considerado subalterno sino simplemente distinto o semejante en la diferencia.En este sentido, la novela se configura como una variante de las ficciones del Archivo (Gonzles Echevarra 2000). En Adis, Ayacucho se devela el rol del poder como fuerza estructuradora de los discursos dotados de autoridad para representar la sociedad mostrando la continuidad entre la produccin textual de la poca de la conquista y el discurso antropolgico, tercer relato maestro utilizado para narrar Latinoamrica (5): La nica utilidad pragmtica de las ficciones del Archivo es hacer que la mirada de esa nueva etnologa no autoritaria caiga sobre esa alianza para poner al descubierto sus fuentes internas, sus soportes ideolgicos, as como sus fbulas de fundacin (Gonzles Echevarra 2000: 240). Este aspecto se manifiesta en la comparacin que establece el protagonista entre el dilogo del padre Valverde con Atahualpa y la labor de la comisin presidida por Vargas Llosa en la investigacin sobre el asesinato de los periodistas en Uchuraccay. Discutiendo con el antroplogo sobre el informe, Alfonso deconstruye el discurso de la antropologa: Pero fjate [Valverde] se port como un cientfico social. Prepar un verdadero juicio del Inca Atahualpa, anticipando su respuesta, y confirmando sus propias ideas . Era muy zorro el curita (19. nfasis nuestro). El informe encarna el relato maestro que ha sido utilizado para narrar Amrica Latina, expone la asociacin entre la escritura, el conocimiento (sobre el otro) y el poder. En esta escena, la inversin de la relacin entre antroplogo e informante constituye un claro ejemplo de la vocacin deconstructiva y descolonizadora del texto. El informante pasa a ser el intrprete del documento que contiene el secreto de la configuracin de la cultura peruana. Se expone su carcter colonial signado por la incomunicacin entre los distintos sujetos sociales ya que el Yo no escucha al Otro (anticipando su respuesta). Pero tambin se critica uno de los problemas medulares de la antropologa: la representacin del otro. En efecto, en un informe antropolgico conocemos ms al sujeto de la enunciacin que al sujeto del enunciado a partir de las estrategias discursivas empleadas en el texto (confirmando sus propias ideas). Se configura as una crtica de doble va: de un lado, se asistimos a una descolonizacin de la epistemologa moderna y, de otro, a la desubalternizacin del conocimiento local (Mignolo 2002: 380).De esta manera, podemos afirmar que esta crtica atraviesa los niveles poltico y epistmico. En primer lugar, cuestiona al Estado peruano (y, por extensin, al Estado moderno), representado por Belaunde criticando el contenido del informe: mientras este habla a travs del antroplogo, puesto que valida la versin que solo asume ciertos excesos de las FF. AA.; Alfonso, plantea una de las crticas ms contundentes que se le ha formulado a este informe: si, como plantea la comisin, todos somos culpables no se pueden establecer responsabilidades particulares. Tanto el Estado como las FF. AA. quedan libres de responsabilidad. En segundo lugar, se socavan las bases de la epistemologa moderna ( la Antropologa y la Historia ): El inicial cuestionamiento a la antropologa deviene en una crtica de la epistemologa occidental al evidenciar que esta se ha construido en relacin a los procesos de colonizacin (6). La perspectiva colonial que imagin al otro americano como un sujeto sin historia es socavada por Alfonso Cnepa, quien, desde su experiencia local, problematiza el discurso historiogrfico indicando sus fisuras (su carcter excluyente, silenciador) y la tanatopoltica del Estado moderno: la verdadera historia nacional sera este cuento de las variaciones en la matanza en los mataderos de turno. Cada estilo de matar sealara una poca, cada muerto ilustre (), pero tambin cada muerto annimo (15). La memoria (la historia otra) cuestiona y reescribe la Historia. Sobre la vinculacin entre muerte e historia (criolla), William Rowe anota que en esta novela Lima es el emplazamiento fsico de la mirada historiogrfica nacional, se figura como lugar de almacenamiento (cementerio) de lo que va ser escrito como Historia ? que, desde luego, no es lo mismo que la memoria (1997: 109) (7).El discurso de Alfonso Cnepa, encarna un nuevo lugar de enunciacin, una razn postcolonial. Walter Mignolo entiende la razn postcolonial como un grupo heterogneo de prcticas tericas que se manifiestan a raz de las herencias coloniales, en la interseccin de la historia moderna europea y las historias contramodernas coloniales (1997: 52). Este nuevo lugar de enunciacin emerge del cruce entre la episteme moderna occidental y las sensibilidades locales: aquellos para quienes las herencias coloniales son reales (p. ej. les duele) estn ms (lgica, histrica, y emocionalmente) inclinados que otros a teorizar el pasado en trminos de historias coloniales (Mignolo 1997: 61). Esta perspectiva, entonces, supone un pensamiento fronterizo. Mignolo plantea que el pensamiento fronterizo sera precisamente el del rumor de los desheredados de la modernidad, aquellos para quienes sus experiencias y sus memorias corresponden a la otra mitad de la modernidad, esto es, a la colonialidad (Mignolo 2002: 27). Y aade: El pensamiento fronterizo es el pensamiento que afirma el espacio donde el pensamiento fue negado por el pensamiento de la modernidad, de izquierda o de derecha (Mignolo 2002: 51).El discurso de Cnepa relativiza las oposiciones entre centro y periferia, entre lo elevado y lo bajo. Esto se expresa en el componente pardico y carnavalizador del texto. El hecho de que Alfonso orine en la pared del edificio del Instituto Nacional de Cultura constituye un claro ejemplo de este aspecto de la novela (Ortega 1986: 59): el Archivo/edificio del INC (monumento del saber letrado oficial) es rebajado y renovado en el discurso de Cnepa quien problematiza los secretos de la cultura peruana en su discusin con el antroplogo (8). En esta lnea debemos precisar que, as como el carnaval liberaba a la conciencia del dominio de la concepcin oficial medieval que indicaba la perpetuidad del orden existente y el dogmatismo, en esta novela el discurso carnavalizador critica el autoritarismo introyectado por la sociedad peruana (Flores Galindo 1999) y las ideologas autoritarias (como el liberalismo de Vargas Llosa o el discurso de SL). De esta manera, la escritura novelesca prepara el camino para una visin crtica del mundo, para una seriedad nueva, libre y lcida (Bajtn 1988: 246).El discurso autoritario que ha desubjetivizado (desensibilizado) a nuestra sociedad es expresado con humor negro en la novela. Por ejemplo, cuando Alfonso le pide a un poeta que le redacte su carta al Presidente para exigirle sus huesos, aquel le aconseja que se compre huesos de repuesto (Ortega 1986: 52). En el cuerpo de Alfonso Cnepa se encarna el carcter perverso del Estado moderno y de nuestra sociedad. Desde la perspectiva de la sociedad limea construida en la novela, el muerto viviente no se percibe como el vaco traumtico en la memoria colectiva. Por el contrario, al exhibirse como espcimen raro en medio de la plaza, los curiosos lo interrogan y no se sorprenden de que est muerto, incluso legitiman su asesinato. Paradjicamente, el muerto viviente est ms vivo que los otros: Cmo perdi el brazo? pregunt un tipo.Me lo arranc la polica dije.Por algo ser dijo otro.Y la pierna? Es de nacimiento o est de moda en Ayacucho? se burl alguien.Tambin me la arranc la polica.Tiene que ser un tipo superpeligroso coment otra mujer.y cmo sobrevivi a tanta polica? pregunt uno.No sobreviv dije, humilde, me mor no ms.Rieron todos, y aplaudieron (Ortega 1986: 54).En este caso se reconoce que la solucin al problema colectivo an no es posible por que el autoritarismo (biopoder) ha disciplinado (deshumanizado) a la sociedad negndole cualquier capacidad crtica de respuesta. En este contexto, si bien entiende que SL tambin es fruto de la aguda crisis del pas (9) , tampoco lo considera una opcin vlida: el nico camino correcto para su rebelda, el sendero oscuro, la rebelin verdadera Pero ya me iba yo dejando llevar por otra disquisicin, tipo editorial de peridico de izquierda en crisis de definicin ideolgica (23).Podemos indicar que la propuesta de Cnepa se aproxima a la de Alberto Flores Galindo quien plantea como posible solucin a la crisis una revolucin desde abajo de carcter socialista que reexamine la democracia y pueda construir una sociedad nueva en la que se doblegue al autoritarismo. Sin embargo, Cnepa y Flores Galindo saben que esta alternativa constituye un inmenso desafo ya que no anula la posibilidad (y demanda) de una solucin represiva para los problemas del pas, como en el caso de los personajes que validan el castigo de Alfonso (Flores Galindo 1999: 67-68) (10). En esta situacin, desde la perspectiva de Cnepa, el proyecto de liberacin de la sociedad an es inviable: se frustra la emergencia del pensamiento fronterizo. Al igual que en Lituma en los Andes , esta novela finaliza con una solucin individual. Sin embargo, a diferencia de la novela de Vargas Llosa, se concluye con la esperanza de que algn da surgir el cambio, una verdadera revolucin, diferente a la planteada por SL: Ya los encontr [sus huesos], y ahora s mi cuerpo est completo (). Ya me levantara en esta tierra como una columna de piedra y fuego (11) (65). Esta imagen expresa el deseo utpico del texto ya que remite al mito del fuego purificador que renovar el mundo (Eliade 1985: 116). Este aspecto se complementa con la imagen de la tumba que contiene los huesos de Pizarro como smbolo de la degradacin del sistema moderno colonial: La tumba de Pizarro se configura como una variante del Archivo en tanto smbolo o depsito del primigenio poder colonial. De esta manera, introducirse en ella indica una crtica a la razn moderna-colonial subalternizante y un cuestionamiento a la historia (contada desde la modernidad). Como en el carnaval, la renovacin del cuerpo individual anuncia el renacimiento histrico. Este contacto entre cuerpos que disuelve las jerarquas coloniales implica una reescritura del Archivo desde una perspectiva subalterna y el deseo de construir una nueva sociedad.IV. Candela Quema Luceros : Las Huellas Del Discurso Colonizador De La ModernidadEn el caso de Candela quema luceros de Flix Huamn Cabrera, la novela problematiza los lazos entre la modernidad colonial y la guerra interna desde los paratextos (12) que el autor implicado ha insertado en la obra. El primero es la dedicatoria A las comunidades de Occomarca (13), Pucayacu y Cayara que instala la novela en su contexto de escritura y recepcin (1989) aludiendo a las masacres en estos poblados durante el conflicto. El segundo es Palabras para Jos Mara Arguedas con el que la novela establece un dilogo a nivel temtico y discursivo.El sujeto enunciador de Palabras busca validarse como un sujeto capacitado para denunciar la represin militar. Para lograrlo configura su identidad a partir de una identificacin imaginaria y una identificacin simblica con Arguedas, su padre ausente: en el primer caso, Arguedas es lo que le gustara ser (una voz autorizada) y, en el segundo es lo que debera ser ya que acepta su mandato, intenta asumir su falta. Desea/debe ser el sujeto (d)enunciador de los actos violentos sufridos por la comunidad a la que pertenece: es que han llegado: fiera, sierpe venenosa, peste / traicionera . ()/ No me explico / porqu vino de esta manera la maleza con / metrallas, con balas y con botas... /Y dicen que son patria, que defienden las leyes, / la nacin peruana (Huamn Cabrera 1989: 10. nfasis nuestro). Solo en este fragmento el locutor expone la falla estructural del Estado moderno: paradjicamente, aquello que marca el fracaso de la modernidad (el exterminio de personas por medio de la ciencia y la tecnologa) es lo que garantiza el orden del Estado-Nacin, de la patria (iek 1998: 85). Ello pone en relieve la exclusin de algunos sujetos que pese a cohabitar el territorio nacional, no forman parte de la nacin peruana (las lgrimas me ganan con cuanta rabia al ver cadveres y nios sin nombre en nuestra tierra peruana. 12). Sin embargo, tambin se expone que el enunciador ha introyectado el discurso autoritario ya que utiliza el mismo discurso deshumanizador del agresor. Finalmente, el locutor condena al Estado por manipular la informacin criticando a Mario Vargas Llosa quien presidi la comisin que investig la matanza de los periodistas en Uchuraccay: Que engaan diciendo que en Uchuraccay el pueblo haba matado a sus propios hermanos, (...) Qu tal maldito, hermano! Y as quiere ser cantor del pueblo (11).Por su parte, la novela narra la matanza de la comunidad de Yawarhuaita (flor de sangre) por parte de las FF. AA. por la imposibilidad de dilogo entre las dos semisferas que propone el texto: una andina tradicional (Nosotros) y otra de carcter occidental encarnada por el juez y el comisario (Ellos): mientras que los comuneros denuncian al abigeo Gelacho (habitante de otro pueblo) por el asesinato de un huanca (14) (la nia Sarapalacha), las autoridades toman la acusacin de manera literal creyendo que se haba matado a una nia. Al no encontrar su cuerpo (ya que no entendan por qu los denunciantes sealaban como vctima a una piedra) asumieron que todo era una burla y apresaron a sus dirigentes. Ante el abuso, el pueblo se levanta, libera a sus lderes y decide castigar a Gelacho. Al enterarse, las autoridades envan un parte policial a Lima que tergiversa los hechos solicitando la ayuda de las fuerzas represivas. Se efecta la masacre pero queda un sobreviviente, Cirilo, quien desentierra a las vctimas de una fosa comn. Al final de la novela, en clara alusin a la comisin Vargas Llosa, se cuestiona la representatividad del comit asignado para investigar el hecho ya que, de un lado, libera a las FF. AA. de responsabilidad y, de otro, porque no incluye a los involucrados (testigos) entre sus miembros: solo est conformada por sujetos (letrados) que silencian las voces y las memorias de las vctimas. Por ltimo, la novela termina con la promesa de venganza de Cirilo: Pero yo s que en las cumbres ms altas, los runas han encendido una candela que ha de quemar a los luceros (181).En la novela, la fosa comn remite a la idea de vaco. Esta idea es el eje articulador tanto del plano del discurso como del plano de la historia. En primer lugar, a nivel cronolgico: la novela empieza cuando el crimen (la matanza) ya ocurri, cuando ya se borraron las evidencias. En este caso se genera un vaco en la historia ya que se han cubierto las huellas del hecho. El lector asiste a su reconstruccin. En segundo lugar, el acto de desenterrar a los cadveres produce en Cirilo un trauma, una grieta en su psique puesto que en ese momento fracasa la representacin simblica: Cirilo se resiste a aceptar la verdad imaginando que todos estn dormidos. En este caso, Cirilo, siguiendo a Giorgo Agamben, se asemeja al musulmn, al testigo integral del campo de concentracin:Lo que se expresa en ellos no es otra cosa que la ntima estructura dual del testimonio como () diferencia y complementariedad de una imposibilidad y una posibilidad de decir, de un no-hombre y un hombre, de un viviente y de un hablante. El sujeto del testimonio est constitutivamente escindido, no tiene otra consistencia que la que le dan esa desconexin y esa separacin y, sin embargo no es reductible a ellas. Esto significa ser sujeto de una desubjetivacin; y por esto mismo, el testigo, el sujeto tico, es aquel que testimonia de una desubjetivacin (Agamben 2000: 158).La causa de la matanza formaliza el conflicto entre la oralidad (visin mtica del mundo) y la escritura (visin racional del mundo). La incomunicacin surge cuando se devela la falla en el marco comprensivo de la red simblica a la que pertenecen las autoridades: aquellos cdigos de los habitantes de Yawarhuaita que no pueden ser simbolizados por la perspectiva racional :Un crimen!Cmo dicen?!S seor, han matado a nuestra nia en las alturas de Quipani La han destrozado en la misma cueva donde viva, seor juez!()El secretario escriba. Primero los datos de ley, despus los hechos y las pruebas. A propsito: Cmo se llamaba la occisa?Qu?La muerta Sarapalacha de Yawarhuaita, Seor. Que se asiente en el libro la denuncia y que se firme! Los que no saben firmar, la huella digital (119-120. nfasis nuestro) (15).Las autoridades no comprenden la importancia del huanca para la comunidad (su rol en la actividad agrcola), ni la dimensin viviente que posee en la cosmovisin andina. En esta perspectiva, mientras la oralidad es el medio de expresin natural de la comunidad para reclamar sus derechos; la escritura se erige ante los comuneros como un muro sociocultural impenetrable y funciona como una tecnologa opresora en manos de las autoridades (Pacheco 1992: 74). No solo margina las demandas o acusaciones orales de los comuneros sino que se configura como un instrumento al servicio de la represin ya que es utilizada para destruir a la comunidad, tal como se evidencia en el parte policial enviado a la capital: Pueblo de Yawarhuaita se rebela contra el gobierno y las autoridades. Cientos de campesinos toman la provincia y dan libertad a los presos. Urge envo inmediato de refuerzos bien armados para sofocar la desobediencia, y controlar la situacin y hacer respetar las leyes'. Firmado: Juez, Fiscal, Subprefecto, Alcalde y Oficial (183). En este punto, desde la perspectiva de un modelo cognitivo andino, se actualiza la dramtica desesctructuracin del mundo andino tras la invasin hispana. Este aspecto aparece indicado desde la destruccin del huanca por Gelacho ya que, desde la perspectiva de los comuneros, su desaparicin acarrear infertilidad (el caos en una sociedad con una estructura de pensamiento agrocntrica). Este caos, se asocia a la destruccin de la comunidad por parte del ejrcito, percibido como un grupo radicalmente diferente al NOSOTROS andino (como un ejrcito de ocupacin internacional) como en los tiempos de la conquista espaola. El narrador est utilizando un modo de pensamiento andino puesto que en este modelo de mundo lo fundamental es la funcin que cumplen los elementos y no quines o qu son (Huamn 1994: 118). De esta manera podemos entender la cadena de sustituciones: espaol-juez-abigeo-militar porque estos sujetos representan al agente nocivo para la comunidad andina imaginada.En este punto, aparece la oposicin entre el discurso pblico y el discurso secreto. En el primero el Estado (gobierno) lucha contra aquellos a quienes configura como subversivos, aquellos que amenazan la paz y el orden. El segundo (el reverso y la condicin de posibilidad del primero) est formalizado en el mundo representado de la novela: es el discurso de la violenta represin que permite transgredir las leyes y los derechos humanos para proteger a la Nacin, discurso que todo el mundo conoce y teme pero del cual no se puede hablar pblicamente (iek 1998: 85). La violencia del discurso autoritario del Estado constituye la huella del carcter colonizador del Estado moderno. Por su parte, los personajes se debaten entre una muerte real y una muerte simblica. Por ejemplo, Gelacho, ya muerto, da su testimonio de lo sucedido: la muerte real precede a la muerte simblica. Las vctimas de la violencia regresan a ajustar las cuentas pendientes con el Estado etnocida ( iek 1992: 181). Esto se articula con el proceso de recuperacin o liberacin de memorias (cuyo correlato es el desentierro de los muertos que realiza Cirilo) que cuestionan el discurso pblico y la historia (o versin) oficial de los hechos enunciada desde el Estado moderno.Por otro lado, la perspectiva ideolgica del autor textual de la novela participa de la corriente de legitimacin que durante la dcada de los ochenta asociaba a SL con una causa mesinica andina: implcitamente, Cirilo asocia a los runas (trmino que enfatiza el carcter tradicional y la resistencia de la este grupo etnocultural) con aquellos que han encendido una candela en las cumbres ms altas. Podemos afirmar que, por el contexto de aparicin de la novela y por los paratextos mencionados se est aludiendo a los senderistas. En este caso, como respuesta a lo acontecido en la novela, ser el fuego el que arrasar con el lucero, la luz de la razn, asociada a la escritura; ergo, a la modernidad colonizadora: el regreso del Inkarri y la amenaza del pachacuti son evidentes. En la dcada del ochenta, esta imagen que asociaba a los senderistas con el mesianismo andino haba sido legitimada, entre otros, por Alberto Flores Galindo (1994): Sendero Luminoso, desde el inicio, fue una organizacin vertical y autoritaria, convencida de portar un mensaje correcto y acertado, que todos deban acatar. El mesianismo es impositivo: se lo acepta o de lo deja (315). Y aade que: Pueblos enteros enarbolaron las banderas rojas y se volvieron luminosos, dispuestos a marchar hasta Huamanga y Lima, no para pedir limosna, sino para expulsar a los explotadores y fundar un nuevo orden (). De esta manera, Sendero Luminoso pareca realizar esa esperanza que late en los relatos de Arguedas: transformar la rabia y la clera individual en un odio colectivo, en un gran incendio (316. nfasis nuestro) (16).Tambin podemos mencionar otros dos artculos citados frecuentemente para validar las relaciones entre sendero y la cosmovisin andina. El primero (utilizado por Flores Galindo en su argumentacin) es de Juan Ansin (1982) y se titula: Es luminoso el camino de Sendero?. Citemos una parte: Quiz tambin por eso, Sendero no se pronuncia, no habla . Es coherente: si se considera representante de un mundo que ha sido despojado del habla, solo le queda la accin. Solo con el advenimiento del Pachacuti le ser devuelta el habla, y el blanco ser callado definitivamente (4). Cabe sealar que tanto Ansin cuanto Flores Galindo indican el riesgo del autoritarismo de SL. El segundo es un artculo de Manuel Jess Granados en el que se reproduce una profeca recogida por el historiador Juan Jos Vega: Corra el mes de mayo de 1780 cuando () los dioses tutelares emitieron un profeca dirigida a Tpac Amaru por boca de Willaq Umu: Debes hacer brillar el sol y si no lo consigues totalmente, debern pasar doscientos aos para que vuelva a brillar '. Granados concluye: Si algo nos ensea la historia es la inexistencia de coincidencias, pues en mayo de 1980 el PCP SL inicia su lucha armada (1987:16. nfasis nuestro). Queda claro, entonces, que la novela dialoga con esta inicial corriente de legitimacin de SL a partir de su supuesta vinculacin con el pensamiento andino.V. La Razn Colonial y La Modernizacin Etnocida : Lituma en Los Andes de Mario Vargas Llosa Manuel Larr (1996) ha escrito uno de los artculos ms lcidos sobre Lituma en los Andes (1993). Sostiene que se trata de una obra etnoficcional (Lienhard 1992: 190 y ss), tributaria de la novela policial, que est enmarcada en el cambio de opcin poltica del autor. Como sabemos, Vargas Llosa deja de lado una voluntad de cambio sociopoltico radical para adscribirse al liberalismo y la economa de libre mercado. Por otra parte, anota que en esta obra se reactivan y manipulan viejos imaginarios coloniales estructurados a partir de la dicotoma: civilizacin/barbarie con el fin de legitimar el orden occidental racional propio de una sociedad abierta opuesta radicalmente (desde su ptica binaria) al mundo andino en el que el terrorismo es consecuencia natural de un sistema de creencias basado en la supersticin, el miedo y la ignorancia (Larr 1996: 438).Larr se interroga sobre el por qu de la reactualizacin de imgenes utilizadas para la dominacin imperial, propias de las crnicas de la poca colonial, en la novela de un autor representativo, al parecer, de los mejores logros de la civilizacin moderna (430). De acuerdo con nuestro marco terico, podemos responder que esta relacin aparentemente contradictoria es perfectamente coherente si atendemos al discurso colonizador como envs del discurso moderno. Parece ser que, al igual que Vich, Larr solo lee la cara emancipadora modernidad y se concentra en los alcances de la modernizacin: la gran mentira (o quiz el gran error y la gran ignorancia, si se prefiere) es hacer creer (o creer) que la modernidad superar la colonialidad cuando, en verdad, la modernidad necesita de la colonialidad para instalarse, construirse y subsistir . No hubo, no hay y no habr modernidad sin colonialidad (Mignolo 2002: 34-35. nfasis nuestro). En este sentido, la propuesta monolgica de Lituma en los Andes es moderna en tanto devela el lado oscuro del discurso de la modernidad: su condicin colonizadora.Por otro lado, Vctor Vich, siguiendo a William Rowe, anota que esta novela se inscribe en un lugar de enunciacin autoritario (Rowe 1996: 65-78). Esta perspectiva est signada por un carcter monolgico, criollo, letrado, etnocntrico y colonizador destinado a remarcar la alteridad para utilizarla como una estrategia de dominacin. Indica que estos rasgos ya haban sido expresados claramente en el cuestionado informe sobre la matanza de los periodistas en Uchuraccay (Vargas Llosa 1983). De otro lado, considera a la novela como una variante de las ficciones del archivo en la que, a diferencia de otras novelas latinoamericanas signadas bajo esta categora (cfr. Gonzlez Echevarra 2000): s se apuesta () por abrir' el archivo e intentar definir tajantemente qu es una parte del Per y, por metonimia, las culturas indgenas latinoamericanas (Vich 2002: 72). Sin embargo, como hemos visto anteriormente, Vich tampoco reconoce el carcter constitutivo de la colonialidad en el discurso moderno.El discurso liberal de la modernidad tambin est mezclado con los frutos del dominio colonial. En este sentido, la oposicin entre civilizacin/barbarie, que ha estructurado durante largo tiempo el discurso latinoamericano, detectada por Larr en la novela de Vargas Llosa no fue un escollo sino la piedra angular de la modernizacin. Como recuerda Walter Mignolo: la distincin entre natura y cultura fue una de las dicotomas claves que estructur el imaginario de la modernidad-colonialidad:la naturaleza que haba de ser explotada se ubic, fundamentalmente, en las regiones colonizadas del planeta mientras que la explotacin de la naturaleza se hizo en nombre de la Revolucin Industrial , es decir en las regiones colonizadoras del planeta (). Esta nueva estructura en la que cultura reemplaz a religin y natura pas a complementar a barbarie, fue una conquista decisiva de la filosofa liberal que est siendo hoy aprovechada y llevada a sus extremos por la filosofa neoliberal (Mignolo 2002: 42. nfasis nuestro).Siguiendo a Antonio Cornejo Polar (1995), podemos sealar que en la ptica del narrador de Lituma en los Andes se refuerza el discurso poltico neoliberal etnocida de Mario Vargas Llosa: la nica solucin posible a la desigualdad social en nuestro pas (que impide el ingreso cabal de la modernizacin en el Per) es la muerte simblica de los hombres andinos. De esta manera, se apela a una aculturacin etnocida (que no es sino el eco de la violencia genocida colonial), lo que implica afirmar que solo cuando los sujetos andinos se modernicen (renuncien a sus races) este pas podr desarrollarse, como ha propuesto en diversas ocasiones Mario Vargas Llosa:Tal vez no hay otra manera realista de integrar nuestras sociedades que pidiendo a los indios pagar ese alto precio [se refiere a renunciar a su cultura ? a su lengua, a sus creencias, a sus tradiciones y usos ? y adoptar la de sus viejos amos]; tal vez, el ideal, es decir, la preservacin de las culturas primitivas de Amrica, es una utopa incompatible con otra meta ms urgente: el establecimiento de sociedades modernas (citado en Cornejo Polar 1995: 301).Por otro lado, paradjicamente, las imgenes que se construyen en esta novela, que a todas luces se propone deslegitimar a SL, coinciden casi exactamente con las que plantea Slavoj iek para, contrariamente, validar las acciones de esta organizacin. De esta manera, tenemos que las ideologas, imgenes e imaginarios subyacentes en esta novela, y en las que analizamos en este estudio, dialogan con las problemticas globales a partir de nuestros conflictos locales. En su provocador ensayo Ms all de la democracia. La impostura liberal, iek (2004: 151-196), reflexionando sobre la resistencia anti-imperialista de las guerrillas de Vietnam, legitima las acciones de SL en los siguientes trminos:De modo similar, cuando Sendero Luminoso tom un pueblo, no se ocup de matar a los soldados ni a los policas acantonados all, sino ms bien a los asesores agrcolas y trabajadores sanitarios de Naciones Unidas y los Estados Unidos (). Por brutal que haya sido este procedimiento, estaba sostenido por la idea correcta: ellos, y no la polica ni el ejrcito, eran el verdadero peligro, el enemigo en su forma ms prfida, dado que estaban mintiendo bajo la mscara de la verdad (). Solamente el golpe contra el enemigo en el punto en el que nos ayuda presenta una verdadera autonoma y soberana revolucionarias (). Si se adopta la actitud de tomemos lo bueno del enemigo y rechacemos o aun combatamos lo malo, estamos ya atrapados en la trampa liberal de la ayuda humanitaria (iek 2004: 167).Esta imagen seleccionada polticamente para validar su argumentacin dialoga, en gran medida, con una de las pocas escenas en las que SL aparece en Lituma en los Andes . Me refiero al asesinato de la seora d'Harcourt y del ingeniero Caas por parte de militantes senderistas (Vargas Llosa 2000: 117-122): tras haber conseguido un financiamiento de la FAO y del gobierno holands para reforestar las sierras de Huancavelica, d'Harcourt y Caas van a la zona (territorio liberado por los senderistas) para supervisar este proyecto y son capturados por SL. En su defensa, los prisioneros alegan que su labor ecolgica est al margen de las disputas polticas y que dicha labor ser beneficiosa para los comuneros de la zona (mintiendo bajo la mscara de la verdad, dira iek). Sin embargo, la respuesta del lder de la columna (prcticamente idntica a la que esperara / deseara el crtico esloveno) es contundente:Esta es una guerra y usted es un pen del enemigo de clase ? le explic mirndola con su mirada blanca, monologando con su voz sin matices ?. Usted ni siquiera se da cuenta de que es un instrumento del imperialismo y del Estado burgus. Y encima se da el lujo de tener buena consciencia, de sentirse la samaritana del Per (Vargas Llosa 2000: 121).Pese a esta coincidencia con un planteamiento diametralmente opuesto al de Vargas Llosa (que no hace sino reafirmar la independencia del texto literario respecto a las intenciones del autor) queda claro que en Lituma en los Andes (1993) encontramos un abuso de la memoria en el que el narrador toma como pretexto el tema de SL y la violencia poltica para legitimar su poltica modernizadora etnocida utilizando viejos imaginarios coloniales. VI. La Dualidad Andina Y El Paradigma Otro: Discursos Postcoloniales En Rosa Cuchillo (17) Teniendo como marco la catstrofe social que signific el conflicto armado interno, Rosa Cuchillo irrumpe en el campo literario inscribindose dentro del corpus de la literatura alternativa. Este tipo de literatura se caracteriza porque en su discurso el rechazo y la apropiacin de los cdigos occidentales desde la matriz andina no son sino dos caras de la misma moneda (Lienhard 1992: 111-113). En este sentido, propongo que la lgica de la dualidad andina (Rostorowski 2000: 21-23) signada por la complementariedad, a modo de tinkuy o encuentro tensional de contrarios (Huamn 1994: 64), gua el discurso de la novela en busca de la integracin de nuestra sociedad pluricultural (18). Planteo, adems, que la confluencia entre un Archivo (19) mtico (memoria etnocultural) y un registro histrico (memorias sociopolticas) en la novela implica la configuracin de un discurso postcolonial que intenta proponer un paradigma otro .En esta perspectiva, siguiendo a Homi Bhabha, planteo que el discurso novelesco de Rosa Cuchillo se configura como un espacio intermedio o intersticial que provee el terreno para elaborar estrategias de identidad [ selfhood ] (singular o comunitaria) que inician nuevos signos de identidad, y sitios innovadores de colaboracin y cuestionamiento, en el acto de definir la idea misma de sociedad (Bhabha 2002: 18). As, entiendo que el discurso de esta novela est signado por la postcolonialidad si la asumimos como una categora epistemolgica oreescritura del discurso del centro () como un discurso subversivo de descentramiento, en un sentido semitico-epistemolgico (y no ideolgico-militante comprometido) (20), y no de la reconstruccin de una identidad sustancial (esencia), sino de una apropiacin de los discursos del centro y de su implantacin recodificada a travs de su inclusin en un nuevo contexto y paradigma histrico (de Toro 1997: 29).Para complementar estos aportes, vincular el nuevo paradigma histrico del que habla de Toro con el paradigma otro propuesto por Walter Mignolo. El paradigma otro no puede reducirse a un paradigma maestro', a un paradigma nuevo' que se autopresente como la nueva' verdad. La hegemona de un paradigma otro' ser, utopsticamente, la hegemona de la diversalidad, esto es de la diversidad como proyecto universal' () y no ya un nuevo universal abstracto' (Mignolo 2002: 20).De esta forma, en Rosa Cuchillo , el mundo representado y la estructuracin de la novela expresan este paradigma otro: As como el paradigma otro interrumpe la natural continuidad de la historia contada desde la modernidad (Mignolo 2002: 32), el espacio-tiempo sagrado (mtico) interrumpe el espacio-tiempo profano (moderno-colonial). La crtica postcolonial a la modernidad-colonial se manifiesta en la puesta en escena de la memoria etnocultural andina, fundamentalmente a travs del viaje ultraterreno de Rosa Cuchillo. La reinscripcin de los diversos cdigos de la tradicin andina no solo indica una intencin de reivindicar el legado andino sino tambin mostrar que los espaoles no pudieron colonizar la memoria andina que resiste y contina interactuando en nuestros das. La ficcionalizacin de la oralidad (Pacheco 1992) andina en el discurso de la novela apela a una utopa oral o verbal. Rosa Cuchillo abre un espacio discursivo intermedio o fronterizo expresado en una interlengua que asociaremos, siguiendo a Mignolo, al bilenguajeo . El bilenguajeo es esa forma de vida entre lenguas: un proceso de dilogo, tico, esttico y poltico de transformacin social (Mignolo 2002: 41). Y aade que el bilenguaje () no es precisamente el bilingismo, en el que ambas lenguas se mantienen en su pureza pero al mismo tiempo en su asimetra. El bilenguaje () no es una cuestin gramatical sino poltica, en la medida en que el propio foco del bilenguaje est reenderezando a la simetra de las lenguas y denunciando la colonialidad del poder y del conocimiento (305). Este bilenguaje que disuelve las fronteras entre la lengua oficial y la lengua popular, y que implica el deseo de transformacin social, no es sino una expresin de la dualidad andina y de la utopa oral de Rosa Cuchillo . La utopa verbal est representada en la fonetizacin de la escritura (orejabamos, misionada), en la introduccin de onomatopeyas (waaaaa, waaaaa!, joop!), en la utilizacin de estructuras sintcticas quechuas (enunciados con el verbo al final de la oracin, por ejemplo) y en la yuxtaposicin de trminos castellanos y quechuas (comunruna) o de palabras castellanas con sufijos quechuas (tropakuna). En este caso, la utopa oral est concebida como el vehculo liberador del pensamiento de la cultura andina. Pero este hecho, tambin supone una confirmacin de la dominacin cultural: por un lado se accede a la hegemona escritural, a la convencin literaria y cultural; pero tambin esa operacin, pese a que se lleva una carga sociocultural de acento popular andino, se puede apreciar como confirmacin de la marginalidad () pues se sale de la dominacin entrando al cuerpo de la dominacin (Huamn 1994: 90). De esta manera, pervive en esta novela la mltiple contradiccin que sealaba Antonio Cornejo Polar respecto a la narrativa de Arguedas ya que para revelar y valorar el mundo andino necesita apelar a las tecnologas y bienes culturales de la otra cultura (la escritura, el idioma, la novela) pero al hacerlo, dialcticamente, andiniza el castellano y reconfigura la forma novelesca para nutrirla con otros discursos (el mito, la cancin y el cuento popular, etc.) provenientes de la cultura andina (1989: 268-269). Sin embargo, la utopa verbal revela principalmente la vocacin integradora del discurso novelesco puesto que implica una bsqueda de aproximacin entre las lenguas (castellano / quechua) y, por ende, entre las cosmovisiones (occidental / andina) enfrentadas en el texto (21). En este sentido, como ha sealado Miguel ngel Huamn, en Rosa Cuchillo se est expresando una escritura utpica andina quese postula como horizonte simblico una nacionalidad andina integradora. La palabra literaria aparece as como el espacio de la posible sntesis entre tradicin y modernidad, patente en la inversin de sentido frente a la crisis occidental: son los valores y los principios cognoscitivos andinos lo que dan cuenta del mundo posindustrial, del mismo modo que la expresin indgena adapta y utiliza para sus fines las tcnicas de la novela urbana de vanguardia (Huamn 1999: 111).Podemos aadir, entonces, que el autor textual se ubica en un lugar de enunciacin utpico, en un ms all o en un tercer espacio (22): Es este Tercer espacio, aunque irrepresentable en s mismo, el que constituye las condiciones discursivas de la enunciacin que aseguran que el sentido y los smbolos de la cultura no tienen una unidad o fijeza primordiales; que aun los mismos signos pueden ser apropiados, traducidos, rehistorizados y vueltos a leer (Bhabha 2002: 58). De otro lado, Bhabha, aade que ese tercer espacio de la enunciacin, construido fundamentalmente en espacios poscoloniales, constituye la condicin para la articulacin de la diferencia cultural y la asimilacin de los contrarios creando una inestabilidad que presagia importantes cambios culturales (2002: 59). A partir de estas consideraciones, es necesario subrayar el rol del autor textual en la novela, a quien concebimos como un mediador cultural que busca integrar las semisferas en contacto: Esa presencia que ha configurado el texto, el que ha llenado el Archivo con los mitos que ha seleccionado de la tradicin andina en busca de una imagen fundadora de la nueva nacin (23). Si bien el Archivo no puede erigirse como mito nacional o cultural () su construccin sigue revelando un anhelo por la creacin de un grandioso metarrelato poltico-cultural (Gonzlez Echevarra 2000: 240). La praxis del autor textual revela que el metarrelato de la identidad latinoamericana no es sino la permanente bsqueda de esa identidad.Por otro lado, en Rosa Cuchillo la dualidad andina se asocia al plurilingismo bajtiniano o a la inscripcin de la totalidad de voces ideolgico-sociales del contexto histrico (Bajtn 1991: 225). Desde esta ptica, el mesianismo de Liborio es la contraparte complementaria de la escritura utpica del texto. Ambos hacen tinkuy : El rechazo del discurso moderno-colonial occidental y su apropiacin conviven en el texto (por ejemplo, cuando Liborio decide aprovechar los conocimientos militares para realizar la revolucin de los naturales). Este rechazo', pese a las apariencias, implica que se lo toma en consideracin (): las dos actitudes aparentemente antitticas no son sino las dos caras de la misma moneda (Lienhard 1992: 112). Cuando Liborio decide tomar las armas con el objetivo de reconstruir el modelo utpico andino (el retorno de Inkarri) podemos observar que en ese actohay una raz mgica, un deseo ? adherido a la necesidad de sobrevivir ? de sentir una correspondencia entre macro y microcosmos, ese anhelo por sentirse integrado a un orden significativo, aunque su forma sea ilgica y destructiva. () La violencia aparece, pues, como un dios, infernal y divino a la vez. Detrs de la enajenacin social alienta la enajenacin religiosa. Toda decisin conduce a la violencia inescapablemente. (Dorfman 1970: 13) (24).Liborio se siente atrapado, encarcelado en la violencia (simblica y fsica). Solo esa violencia puede liberarlo (25). Sin embargo, el hecho de que Liborio tome distancia de la prdica senderista (variante del discurso liberador moderno) implica una voluntad de afirmacin identitaria y la resistencia a la imposicin colonial moderna: Liborio no quiere que le den la libertad sino que quiere tomarla por s mismo (Mignolo 2002: 31). Esta actitud supone un cuestionamiento de la imagen europea como centro productor de saber (o de diseos globales) ya que se configura el espacio andino como un lugar de pensamiento y no como un lugar de estudio/dominacin. Afirmar el concepto pachacuti supone reivindicarlo como una categora de pensamiento que interacta y dialoga con la nocin occidental de revolucin base del relato liberador de la modernidad (Mignolo 2002: 273). Lo mismo sucede cuando se establece el dilogo entre las propuestas de Huamn Poma y Marx (Colchado 1997: 196). En la lgica textual, esta tensin dialgica abre el camino hacia un modelo de mundo regido por el paradigma de la complementariedad de contrarios antes que la contradiccin entre los polos de la dicotoma.Si bien el carcter transcultural del plano de la expresin puede asumirse como fundacin de una alternativa de cambio plural e integradora, tambin expresa la aguda crisis social representada en el plano del contenido. As, podemos afirmar que la fragmentacin formal del texto novelstico (una forma de violencia narrativa, segn Dorfman 1970: 35-37) es un correlato narrativo del abrupto, resquebrajado, casi epilptico dominio que ejerce la violencia en los cuerpos de los hombres (Dorfman 1970: 24). Esta violencia, se inscribe, por ejemplo, en el cuerpo de Liborio cuando es despedazado por las granadas de guerra al final de la novela. Siguiendo a Bajtn podemos plantear que el autor textual posee una concepcin carnavalesca del mundo puesto que, en este caso, la catstrofe social y la crisis de la historia de la modernidad se encarnan en el cuerpo individual. Se establece, entonces, una relacin que une cuerpo-pueblo-historia-cosmos basada en la renovacin, en la alternancia de la muerte y la vida. De igual manera, el hecho de que Cavillaca decida vivir en la tierra como un ser humano (Rosa Cuchillo), implica un rebajamiento en el sentido carnavalesco que Bajtn asigna a este trmino: El motivo mtico (sagrado) ha devenido en un tema humano y universal (26). Esta desacralizacin humaniza a la divinidad, y al hacerlo, la dota de dimensin universal conectndola dialgicamente con la diosa Cavillaca del relato incluido en el Manuscrito de Huarochir y tambin con todas las mujeres que han sufrido la violencia del discurso colonizador de la modernidad en nuestro pas desde la invasin espaola hasta nuestros das. Podemos entender mejor esta propuesta si recordamos que si bien la novela concluye con la muerte de Rosa (Madre) y Liborio (hijo), estos renacen y se encuentran en el Janaq Pacha. En este sentido, operan cabalmente dos cronotopos (27): el del camino (el viaje ultraterreno de Rosa que implica una condicin liminal, de trnsito hacia un cambio) y el del encuentro (entre ambos personajes) que anuncia la renovacin del cosmos (28).De otro lado, la formalizacin de las voces de la otredad cuestiona el modo de contar la historia desde la modernidad : exponen la tanatopoltica del Estado peruano y el autoritarismo de SL (proveniente del marxismo, otro diseo global moderno) (29). En Rosa Cuchillo se representan muchos casos de violacin de los DD. HH. por parte de los diversos agentes del conflicto. Durante estas masacres se pone en relieve las violaciones de mujeres andinas ultrajadas por las FF. AA. Sobre este punto, el caso de la camarada Angicha (Colchado 1997: 203-205), casi al final de la novela, es emblemtico. Luego de ser capturada tras asesinar al camarada Flavio, es llevada al cuartel de Castropampa donde sufre una violacin mltiple y una serie de torturas. Estas escenas, narradas desde la perspectiva de uno de los soldados, implican dos aspectos. En primer lugar, el hecho de que el conflicto haya sido percibido por los militares como una guerra interna en el que estos se imaginaban como un ejrcito de ocupacin combatiendo la subversin en el extranjero (como en el caso de la guerra entre Estados Unidos y Vietnam) (30): Por un lado, en tanto subversiva, se valida su cruel castigo por amenazar el orden establecido. Por otro, esta agresin se autofundamenta en tanto que Angicha ha muerto simblicamente como ciudadana (no tiene derechos) por su condicin genrica y tnica subalterna. Al ser configurada de esta manera, tambin se legitima tanto su violacin como su tortura. En segundo lugar, para complementar estos aportes de las ciencias sociales, podemos aadir que Angicha, puede ser percibida tambin como una mujer peligrosa que amenaza no solo al Estado sino, sobre todo, el orden patriarcal. En este sentido, su tortura remarca el poder patriarcal sobre el cuerpo femenino y su muerte restituye el orden falocntrico (Newman 1991: 142). Esta forma de violencia del discurso autoritario tambin actualiza el discurso colonizador de la modernidad. Este aspecto dialoga con los aportes de Michel Foucault acerca de la historia de la microfsica del poder punitivo localizado en el cuerpo poltico: el cuerpo est tambin directamente inmerso en un campo poltico; las relaciones de poder operan sobre l una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio (); el cuerpo () est imbuido de relaciones de poder y dominacin (Foucault 1992: 32). Rosa Cuchillo devela la memoria del cuerpo que es silenciada por la historia oficial, aquella que se ha encarnado de forma vesnica en el cuerpo poltico-social. VII. Conflictos Locales / Debates Globales L a carnavalizacin, la deconstruccin, la descolonizacin y la desubalternizacin del saber/poder presentes en Adis, Ayacucho hacen que el discurso literario cuestione al autoritarismo del Estado moderno y a la epistemologa occidental (la historia, la antropologa) a travs del ejercicio de la memoria como prctica subversiva. En esta novela, el autor textual no utiliza a los personajes para expresar una determinada posicin poltica sino que incorpora dialgicamente otras voces marginales que, a partir de la reescritura de la historia local, discuten con las problemticas globales entorno a la relacin entre el saber y el poder en el proyecto colonizador de la modernidad. Por su parte, Candela quema luceros nos habla de las contradicciones entre el discurso modernizador y colonizador del Estado moderno que se producen en un espacio poscolonial. El hecho de que Cirilo sea un candidato apto para abrazar la ideologa senderista (asumida como andino-mesinica) supone que la dicotoma tradicin-modernidad (colonialidad) en nuestro pas est situada en trminos de contradiccin y no de forma complementaria. De esta manera, la guerra interna actualiza crudamente el irresuelto conflicto colonial y el dilogo imposible (como en el encuentro de Cajamarca) entre las distintas sociedades que, pese a cohabitar el mismo territorio nacional y a los procesos de hibridacin y transculturacin, no consiguen vivir armnicamente. De otro lado, en el cruce entre las batallas por la memoria y las luchas por el poder, en Lituma en los Andes se propone corregir de manera radical el fracaso de la repblica criolla a partir del monolgico y etnocida discurso neoliberal: la razn colonial, indesligable del proyecto de la modernidad, se expresa fielmente la novela. Finalmente, Rosa Cuchillo , en medio de una catstrofe social, expresa un paradigma otro que nos invita a pensar en un modelo utpico integrador y pluricultural. Asimismo, el discurso postcolonial en esta novela se nutre de voces disidentes que, desde el margen, cuestionan el fracaso del modelo del Estado oligrquico, las diversas formas de la violencia del discurso autoritario (tanto del Estado como de SL) y las tensiones de la modernidad-colonialidad en un espacio poscolonial.

____________________1 En este caso, estoy equiparando las memorias ficcionales a las memorias narrativas. Estas, a diferencia de la memoria habitual, son construcciones sociales comunicables que asignan diversos sentidos al pasado (Jelin 2002: 29). En nuestro pas, la novela ha sido uno de los soportes discursivos privilegiados para representar las memorias narrativas en conflicto.2 William Rowe anota que: El cuerpo fsico no deja en paz al cuerpo discursivo. La suerte de ste, a su vez, no puede separarse del Estado, como tampoco la suerte del primero (1997: 110).3 Alfonso es ejecutado extrajudicialmente de la misma manera que Liborio en Rosa Cuchillo : su cuerpo es volado en pedazos con granadas de guerra (Ortega 1986: 9).4 Cabe aadir que Mignolo habla del monolingismo de las ciencias sociales. En este caso, parece que el monologismo bajtiniano, que indica la autoridad de una sola voz en el discurso, puede considerarse equivalente al monolingismo de Mignolo.5 Roberto Gonzlez Echevarra propone que la evolucin de la narrativa latinoamericana est basada en la imitacin del lenguaje autorizado para escribir (conocer) Latinoamrica. Este lenguaje se encarn en tres grAndes relatos: a) el discurso de la ley simbolizado por el Archivo de Simancas durante el perodo colonial; b) el discurso cientfico de los viajeros europeos que estudiaron la naturaleza y las sociedades latinoamericanas durante el siglo XIX; y c) el discurso antropolgico (el estudio de la lengua y el mito) que cimentar las bases de la ideologa de los estados americanos, durante el siglo XX (2000: 9).6 Sin colonialismo no hay ilustracin, lo cual significa, como lo ha sealado Enrique Dussel, que sin el ego conquiro es imposible el ego cogito . La razn moderna hunde genealgicamente sus races en la matanza, la esclavitud y el genocidio practicados por Europa sobre las otras culturas (Castro-Gmez y Mendieta 1998: [13]).7 la memoria debe convertirse en una prctica de restitucin que indague en los silencios del pasado trascendiendo la disciplinariedad de la historia inserta en la diferencia colonial y en la colonialidad del poder (Mignolo 2002: 403).8 Los Archivos guardan los secretos del Estado; las novelas guardan los secretos de la cultura, y el secreto de esos secretos (Gonzlez Echevarra 2000: 62).