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FÉMINAS© Obra en tres cuadros original de Julie De Grandy © 2009 Sinopsis: Obra donde se plantea una situación similar en tres distintas épocas. Una esposa va a visitar la amante de su marido a principios del Siglo XX (Belle Epoque), a mediados del Siglo XX (post Segunda Guerra Mundial) y a finales del Siglo XX (en la antesala del nuevo Milenio.) Se trata de explorar la evolución en la mentalidad de la mujer y su lugar dentro de la sociedad. En el Siglo XX la mujer de los países desarrollados salió del oscurantismo, dejó de ser propiedad del padre y marido, adquirió el derecho al voto, y logró respeto profesional dentro del mundo laboral. Esta evolución influyó en su rol de mujer, esposa y madre. Féminas ofrece un reto actoral para dos actrices, cada una interpretando tres distintos personajes durante la obra. E-mail: [email protected] Cell: (305) 308-8739 Office: (305)444-7737 Miembro: SGAE (Sociedad General de Autores de España)

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FÉMINAS©

Obra en tres cuadros original de Julie De Grandy © 2009

Sinopsis:

Obra donde se plantea una situación similar en tres distintas épocas. Una esposa va a visitar la amante de su marido a principios del Siglo XX (Belle Epoque), a mediados del Siglo XX (post Segunda Guerra Mundial) y a finales del Siglo XX (en la antesala del nuevo Milenio.) Se trata de explorar la evolución en la mentalidad de la mujer y su lugar dentro de la sociedad. En el Siglo XX la mujer de los países desarrollados salió del oscurantismo, dejó de ser propiedad del padre y marido, adquirió el derecho al voto, y logró respeto profesional dentro del mundo laboral. Esta evolución influyó en su rol de mujer, esposa y madre. Féminas ofrece un reto actoral para dos actrices, cada una interpretando tres distintos personajes durante la obra.

E-mail: [email protected] Cell: (305) 308-8739

Office: (305)444-7737 Miembro: SGAE (Sociedad General de Autores de

España)

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PERSONAJES:

ESCENA 1:

(New York – Principios del Siglo XX)

Sofía O’Neil – La amante Louise Collins – La esposa

ESCENA 2:

(Washington D.C. – Mediados del Siglo XX)

Anne Dupont – La amante Betty Montgomery – La esposa

ESCENA 3:

(Miami – Finales del Siglo XX)

Patricia Delgado -– La amante Elena Torres -– La esposa

NOTA: En la puesta en escena los tres personajes la amante los puede representar la misma actriz e igualmente los tres personajes de la esposa los puede representar otra actriz. Cualquier otra opción es posible, hasta tener seis actrices llevando a cabo los seis personajes.

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FÉMINAS de: Julie De Grandy Escena 1 – PRINCIPIOS DEL SIGLO XX – New York, New York ESCENOGRAFÍA: (El boudoir de la amante de un hombre importante. En un costado habrá un tocador con espejo y banqueta. Habrá dos sillones y una mesita en el medio. En un costado atrás está una mesita auxiliar con botellas de cristal cortado llenas de licor y unas copas.) SE ESCUCHA MÚSICA DE LA BELLE EPOQUE. (SOFIA ESTÁ SENTADA DELANTE DEL TOCADOR CEPILLÁNDOSE EL CABELLO CON AIRE SOÑADOR. PARECE ESTAR DISFRUTANDO SU IMAGEN EN EL ESPEJO. LLEVA PUESTO UN CORSET DE MEDIA COPA CON LIGUEROS Y MEDIAS. SOFIA ES UNA MUCHACHA HERMOSA DE UNOS 30 AÑOS. ES UNA MUJER DESPARPAJADA AUNQUE NO VULGAR.) (TOCAN A LA PUERTA) SOFIA: ¿Jeanette, eres tú? Pasa que está abierto. (ENTRA MADAME DORIS COLLINS UNA MUJER DE MEDIANA EDAD VESTIDA DE MANERA ELEGANTE CON UN HERMOSO SOMBRERO. ES UNA MUJER FINA Y RESERVADA. SE QUEDA MIRANDO A SOFIA UN TANTO ABRUMADA, SIN DECIR NADA. SOFIA LA MIRA DESDE EL ESPEJO DEL TOCADOR. ) SOFIA: Usted no es Jeannette. (DORIS DICE QUE NO CON LA

CABEZA) ¡Uuy qué sombrero tan hermoso! (DORIS SE GIRA HACIA ELLA EN LA BANQUETA) A ver, dese la vuelta. Me encanta, quiero uno igualito, ¿dónde lo compró? (DORIS NO CONTESTA) ¿Qué le pasa, es muda?

DORIS: Disculpe, creo que fue un error haber venido

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SOFIA: Un momento. (SE PARA Y VA HACIA ELLA.) DORIS: Siento haberla molestado, mejor me marcho. SOFIA: No, no se va a marchar sin decirme dónde compró su sombrero. DORIS: Yo no… SOFIA: ¿Se lo regalaron? DORIS: Sí. SOFIA: ¿Quién? DORIS: Mi marido. SOFIA: Vaya, un hombre espléndido. Como mi Harry. DORIS: ¿Harry? SOFIA: Mi amante, Harry Collins, tiene que haber oído hablar de él, es

un hombre muy importante. DORIS: Es que yo soy… (SE QUEDA CONGELADA) SOFIA: ¿Quién es? DORIS: Madame Collins. SOFIA: ¿Usted es Madame Collins, la esposa de Harry? DORIS: Sí. SOFIA: ¿Madame Collins, aquí en mi casa? Uuy, qué placer conocerla.

Me llamo Sofía. No pensé que usted y yo jamás íbamos a coincidir en la misma habitación. Siéntese, por favor.

(LA ESCOLTA A LA SILLA Y LIMPIA EL ASIENTO LIGERAMENTE PARA QUE SE SIENTE. VA Y SE PONE UNA BATA.)

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DORIS: Gracias. SOFIA: Disculpe un momento que me ponga más presentable. No

esperaba una visita tan distinguida. DORIS: (SE PONE DE PIE) No quise incordiarla. Es mejor que me

vaya. SOFIA: ¿Cómo se va a ir si acaba de llegar? Por favor, quédese. Tome

asiento. DORIS: Muy amable… SOFIA: Dígame, ¿qué le trae por aquí, Madame? DORIS: Es que… SOFIA: Tenía curiosidad por conocerme, ¿no es así? DORIS: (TÍMIDA) Sí. SOFIA: (ENTUSIASTA) ¿Harry le ha hablado de mí? DORIS: No, él sería incapaz. SOFIA: Entonces, ¿cómo lo supo? DORIS: Imaginaba que Harry tenía un amante. SOFIA: Bueno, es lógico, todos los hombres de su posición la tienen.

Pero, ¿cómo supo dónde encontrarme? DORIS: Mi doncella convenció al chofer que le dijese dónde usted

vivía. SOFIA: Es usted muy hábil. Las mujeres somos más astutas de lo que

los hombres piensan, tenemos nuestros recursos.

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DORIS: (SONRIE) Supongo. SOFIA: Hasta que la veo sonreír. Seguro que la doncella se acuesta

con el chofer… DORIS: No lo sé. No le pregunto esas cosas a una doncella. SOFIA: Y ahora que me ha visto. ¿Qué tal le parezco? DORIS: Pues… (SOFIA SE PARA Y SE DA LA VUELTA) SOFIA: Mire todo que quiera, a eso ha venido DORIS: Es usted muy bonita. SOFIA: Vamos, vamos no lo diga tan compungida. Puede sentirse

orgullosa de su marido porque yo soy la más bonita entre todas las amantes de sus amigos. Y usted no está mal. Me la imaginaba más fea y más gorda.

DORIS: No soy lo que era. De joven fui bonita. SOFIA: Todas lo somos, Madame. Pero el matrimonio pesa mucho.

Avejenta. Lo he visto en muchas mujeres. DORIS: Me he estropeado bastante con los embarazos y los partos. SOFIA: ¿Le apetece una copa de Absenta? (VA A SERVIRSE) DORIS: No, muchas gracias. SOFIA: Es que tener nueve hijos no es fácil. DORIS: Tuve doce pero se me murieron tres. SOFIA: Es usted una mujer fuerte para haber soportado tantos

embarazos.

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DORIS: (SE SONROJA) No tanto… Usted no tiene hijos, ¿verdad? SOFIA: No lo diga usted con lástima. No tengo hijos porque no he

querido tenerlos. DORIS: A veces no queremos pero vienen. SOFIA: Una tiene sus formas de evitar esas cosas, y cuando algo falla

pues, una también tiene sus formas de resolver el problema. DORIS: Usted se ha… SOFIA: Mejor no hablemos de eso. DORIS: Entiendo. En su posición supongo que no podrá… SOFIA: No se trata de mi posición, Madame. Se trata de mi voluntad.

De cierta manera he tenido siete hijos. DORIS: ¿Cómo? SOFIA: Soy la mayor de ocho hermanos y mi madre murió dando a luz

a su último hijo. Se desangró en la cama delante de mis ojos. DORIS: Cuánto lo siento. SOFIA: Más lo sentí yo, porque perdí una madre y tuve que criar a siete

hermanos que no elegí traer al mundo. Tenía sólo once años cuando mamá murió.

DORIS: Debe haber sido difícil. SOFIA: No lo sabe usted bien, éramos muy pobres. Mi padre trabajaba

todo el día en los muelles para darnos de comer y yo me ocupaba de la casa y de mis hermanos.

DORIS: Perdón, no fue mi intención hacerle recordar cosas dolorosas.

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SOFIA: No se preocupe. La vida es lo que es. Pero eso me sirvió de mucho. Digamos que luego he sido yo quien elegí cómo vivir mi vida.

DORIS: La mujer nace para ser madre. SOFIA: ¿Quién le metió eso en la cabeza? DORIS: Es que es así. SOFIA: Madame, los tiempos han cambiado. Acabamos de entrar en un

nuevo siglo. En este Siglo XX la mujer está despertando de su letargo. Tenemos derecho a elegir como vivir nuestra vida.

DORIS: A mí me criaron para ser esposa y madre. Como mi propia

madre. SOFIA: Su madre fue su ejemplo a seguir. Mi madre también fue mi

ejemplo, pero un ejemplo a no seguir. DORIS: No me dirá que se siente orgullosa de lo que hace. SOFIA: ¿Y qué es lo que hago, Madame? DORIS: Usted mejor que yo lo sabe. SOFIA: Hago feliz a los hombres y ellos me compensan bien. ¿Es eso

tan malo? DORIS: La sociedad no la acepta, usted es una marginada. SOFIA: ¿Yo, una marginada? Usted es la marginada, Madame. Usted

que vive encerrada en su casa, mientras yo me divierto con su marido. Su marido ni la deja salir a la calle después de su quinto mes de embarazo, cuando se le nota la barriga. Como si eso fuera un estigma.

DORIS: No está bien visto que una mujer salga a la calle en avanzado

estado de gestación.

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SOFIA: ¿No está bien visto por quién? DORIS: Por la sociedad. SOFIA: Desafío esa sociedad que hubiera querido encasillarme en el

tedio y el sufrimiento. DORIS: Pero entonces, ¿con quién se codea? SOFIA: Tengo amigos y amigas. Y además, se puede decir que también

me codeo con esa sociedad cuando coincidimos en lugares públicos. Harry es un hombre importante. Nadie se atreve a hacerme un desplante. La gente es hipócrita ante el dinero.

DORIS: Me choca de la manera que habla. Una mujer no debería hablar

así. SOFIA: No sé cómo cree usted que deba hablar una mujer, pero yo digo

lo que pienso. DORIS: Dios no ve bien lo que usted hace, es pecado. SOFIA: ¿Pecado, dice? (SE RIE) Pues mire, no me importa lo que ve

bien su Dios, porque yo no veo bien lo que Él hizo. Se llevó a mi madre con 29 años y dejó a sus hijos huérfanos. No creo en dioses tan crueles.

DORIS: Dios nos ama. SOFIA: La amará a usted, pero a mí se ha cansado de hacerme la

puñeta. DORIS: No blasfeme en mi presencia, por favor. Dios es

misericordioso, Él sabe lo que hace. SOFIA: No, Madame. El dios que se llevó a mi madre no tuvo

misericordia. Usted sólo repite consignas. Aprenda a pensar por sí misma.

DORIS: Rezaré por usted.

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SOFIA: Le agradezco su buena voluntad, pero ahórrese la molestia.

Usted vive todavía en el oscurantismo. Se deja manipular como un objeto de la posesión de su marido. Y yo he despertado a mi realidad.

DORIS: Somos diferentes. SOFIA: En efecto, somos diferentes. Mi cuerpo está hecho para el

placer no para el dolor. Soy hedonista, no estoica. Y no por eso soy menos mujer que usted.

DORIS: No he dicho eso. SOFIA: Dígame, ¿usted siente placer con su marido? DORIS: ¿Con mi marido? SOFIA: Cuando la toca, cuando la penetra. DORIS: Esas cosas no se hablan. SOFIA: Tenga el valor de contestarme. DORIS: Siempre he cumplido con mis obligaciones de esposa. SOFIA: O sea que abre las piernas para que su marido se descargue en

usted. DORIS: No sea tan prosaica, por favor. SOFIA: Es la verdad. ¿Qué le hace su marido además de penetrarla? DORIS: ¿Cómo? SOFIA: ¿La acaricia, le chupa los pechos? DORIS: Los pechos son para amamantar a los hijos.

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SOFIA: (SE RIE Y SE TOCA LOS PECHOS) Madame, lo pechos son también para darle placer a una mujer.

DORIS: He amamantado a todos mis hijos. No necesité un ama de cría. SOFIA: Bueno, al menos le han servido de algo. Malo fuera que no

hubiese tenido ni leche. DORIS: A todos los amamanté hasta pasado un año. Sólo dejaba de

hacerlo si caía embarazada nuevamente. SOFIA: Me imagino que usted nunca ha sentido “la petite morte”. DORIS: ¿La petite morte? SOFIA: Así se le llama en francés. DORIS: La pequeña muerte. ¿A qué se refiere exactamente? SOFIA: Es esa deliciosa sensación de vahído que se experimenta en el

momento más culminante del sexo. Que nos arranca gemidos y hasta gritos de exquisito placer. ¿Nunca lo ha experimentado verdad?

DORIS: No lo creo. SOFIA: Yo tampoco lo creo porque bien lo sabría si lo hubiese

experimentado. Es el equivalente de lo que ellos sienten cuando gimen y se sacuden sobre nosotras al derramar su semen.

DORIS: No me siento cómoda hablando de esas cosas. SOFIA: ¿De las cosas que yo hago con su marido? DORIS: No se exprese así, esta es una situación muy embarazosa para

mí. SOFIA: ¿A qué ha venido aquí en realidad, Madame?

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DORIS: No lo sé. Sentía curiosidad. Vine a ver cómo es una mujer como usted.

SOFIA: ¿Qué siente ahora al verme? DORIS: No la odio, si eso es lo que quiere saber. SOFIA: Vaya, me alegro. Usted a mí hasta me ha caído bien, fíjese. DORIS: Sé que los hombres necesitan a las mujeres como usted. De

cierta manera le agradezco…olvídelo. SOFIA: ¿Qué me iba a decir? DORIS: (LE CUESTA) Bueno, que como mi marido la tiene a usted, ya

no… SOFIA: No le agrada tener relaciones íntimas con su marido, ¿verdad? DORIS: He tenido malos embarazos. Ya afortunadamente, no tendré

más pues he pasado por el cambio de vida. SOFIA: ¿Quiso tener tantos hijos? DORIS: Tuve los hijos que Dios me mandó pero mis últimos dos partos

fueron horribles. Me quedaron secuelas. SOFIA: Me imagino. Por allá abajo debe estar usted de pena. Le debe

doler mucho cuando…Recuerdo que mi madre tenía la matriz tan descendida que se le salía por la vagina. Tenía que metérsela para adentro con los dedos. Y en los partos se rajaba toda y se le salían las hemorroides. La pobre mujer lloraba después cada vez que tenía que ir de cuerpo. Usted seguro habrá pasado por eso.

DORIS: (BAJA LA CABEZA Y MUESTRA CARA DE DOLOR) Sí.

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SOFIA: Yo le hacía las curas a mi madre en sus partes hinchadas y deformes. Tenía terror de que algún día a mí se me pusiera tan feo. Y decidí que eso no me iba a pasar. Mi gatita es perfecta, ¿quiere verla? (SUBE UNA PIERNA EN LA MESA CON INTENCIÓN DE MOSTRARLE SU SEXO)

DORIS: Por favor, compórtese. ¿No tiene usted ni un ápice de

modestia? SOFIA: Yo no. Me gusta mirarme. Mi cuerpo es hermoso. En cambio

me daba pena de mi madre. Fue una mujer muy bella cuyo cuerpo se fue estropeando siendo tan joven. Su vientre estaba baboso y lleno de estrías. Sus pechos también estaban marcados y le pendían un poco más después de amamantar a cada hijo. Cuando llegué a la pubertad y mis senos florecieron me maravilló su hermosura. Eran tan distintos a los que recuerdo en mi madre. Y mi vientre es terso y firme. Toda la piel de mi cuerpo es suave y hermosa. Me pareció un crimen estropear esa maravilla.

(DORIS SE TOCA EL CUERPO INVOLUNTARIAMENTE SEGÚN SOFIA NARRA) DORIS: Debo irme. SOFIA: No ha sido mi intención molestarla, Madame. No me considero

su enemiga, todo lo contrario. DORIS: Después de lo que me ha contado entiendo que usted y yo

somos distintos complementos para Harry. Usted le da eso que él necesita y yo le doy otras cosas.

SOFIA: Pero cualquiera de las dos está perfectamente capacitada para

darle todo.

DORIS: No lo creo. Somos mujeres diferentes. SOFIA: Somos mujeres y punto. DORIS: Nunca podría ser como usted.

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SOFIA: Ni yo sería como usted pero no porque no puedo serlo sino

porque no quiero serlo. Entienda esa sutil diferencia. DORIS: ¿Usted es feliz? SOFIA: Tengo momentos de felicidad y tengo momentos de tristeza. Le

diría que los felices son más. Y los menos felices, me los alivia “el hada verde”.

DORIS: ¿El hada verde? SOFIA: Esto… el Absenta. DORIS: He oído hablar de ese licor. Dicen que enloquece a la gente. SOFIA: Es una deliciosa locura. Debería probarlo. Libera las

inhibiciones. DORIS: No tengo inhibiciones. SOFIA: (SE RIE) ¿Cómo que no tiene inhibiciones? Usted es una

inhibición andante, Madame. DORIS: Cuando me siento triste, leo la Biblia. Eso me conforta. SOFIA: Yo prefiero leer a Whitman, a Verlaine o a Edgar Allen Poe que

me parece sublime. DORIS: Me sorprende. SOFIA: ¿Le sorprende que sepa leer? DORIS: Que conozca a esos autores.

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SOFIA: Tuve que dejar el colegio cuando murió mi madre. Pero leía siempre que podía, a veces a expensas de dormir poco. Tenía un vecino que me prestaba sus libros. A través de los libros aprendí a pensar, fueron mis ojos hacia todo ese mundo que no he llegado a conocer. Pero estoy ahorrando dinero. (SE ENTUSIASMA Y GIRA Y BAILA POR EL SALÓN) Pienso ir alguna vez a París en uno de esos enormes barcos con lujosos comedores y salones de baile. Quiero conocer Montmatre, ir al Moulin de la Galette y ver el Can-Can en el Moulin Rouge. Me compraré sombreros hermosos con los que iré a pasear por los Champs Elysee. Hasta estoy perfeccionando mi francés. Mire, mire. Bonjour Madame, c’est une belle journée, aujourd’hui. N’est pas? Eso quiere decir…

DORIS: Entiendo francés. SOFIA: ¿Y conoce París? DORIS: Fuimos en nuestra luna de miel. Salimos de aquí de Nueva

York a Southampton y luego cruzamos el estrecho hasta Normandía y tomamos un tren para París.

SOFIA: ¡Qué suerte! ¿Le gustó? DORIS: Sí, me gustó mucho. Creo que caí embarazada de mi primer

hijo en París. SOFIA: Dicen que los niños vienen de París, así que fue apropiado. DORIS: Quizás. Pero el viaje de regreso fue terrible. Ya me empezaba a

sentir muy mal. SOFIA: Vaya, la luna de miel pronto se tornó en luna de hiel.

Uuy…hasta rima. Es que me gusta la poesía. He escrito algunos poemas, pero no se los voy a mostrar porque no son tan buenos.

DORIS: Nunca creí conocer a una mujer como usted. No es cómo me la

imaginaba.

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SOFIA: Tal vez usted pensaría que yo debería llevar una letra escarlata como en la novela de Hawthorne.

DORIS: No es mi lugar emitir juicio. Eso se lo dejo a Dios. SOFIA: ¿Es usted feliz, Madame? DORIS: (LO PIENSA POR UN INSTANTE) Tengo todo lo que una

mujer necesita para ser feliz: un marido que me protege, una hermosa casa, nueve hijos saludables. No carezco de nada.

SOFIA: No me respondió la pregunta, Madame. ¿Es feliz? DORIS: Debo serlo. SOFIA: ¿Debe serlo? DORIS: Cuando una mujer tiene las cosas que yo tengo debe sentirse

feliz. SOFIA: ¿Qué es la felicidad para usted, Madame? DORIS: Pues todo eso. El sentido del deber cumplido. SOFIA: La culpa de que existan mujeres como usted la tienen otras

mujeres. DORIS: No la entiendo. SOFIA: Nosotras condenamos a nuestras hijas a repetir nuestros

patrones y nuestras miserias. Hasta que las mujeres empecemos a criar a nuestras hijas inculcándoles su derecho a elegir su destino, seguirán como Sísifo en el infierno, condenadas a repetir lo mismo una y otra vez, generación tras generación.

DORIS: Así siempre ha sido. SOFIA: Pero así no siempre será.

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DORIS: El hombre es el hombre y la mujer es la mujer. SOFIA: Eso no me dice nada. DORIS: Las cosas son como son, una sola persona no puede cambiarlas. SOFIA: Claro que sí. Hace pocos años nos iluminábamos con velas y

ahora tenemos electricidad. Gracias a Tomás Edison, que es una sola persona. Tenemos libros impresos gracias a Gúttenberg. Él era una sola persona. Estamos en un mundo moderno lleno de posibilidades. Muchas cosas han cambiado a través del tiempo.

DORIS: Pero otras no. SOFIA: Cambiarán, estoy convencida. Las mujeres pronto podremos

votar. Llevamos años luchando por ese derecho y lo vamos a conseguir. ¿No simpatiza con el movimiento sufragista, Madame?

DORIS: Esas mujeres están muy mal vistas. SOFIA: ¿Mal vistas por quién? ¿Por los hombres? DORIS: Y por las mujeres. SOFIA: Será por las mujeres de la burguesía que como usted se dejan

lavar el cerebro por sus maridos. Pero muchas otras mujeres las admiramos, las apoyamos y nos vamos uniendo a su causa, que es nuestra causa. Hay que reivindicar el derecho al voto de las mujeres. Eventualmente llegaremos a tener los mismos derechos que los hombres.

DORIS: Aunque así fuese, usted y yo no lo veremos. SOFIA: Quizás no lo veamos, pero esa posibilidad me llena de

esperanza. DORIS: (MIRA EL VASO DE ABSENTA) ¿Puedo probarlo?

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SOFIA: ¿Qué? DORIS: (SEÑALA) El licor verde. SOFIA: Claro, pruébelo. (LE ALCANZA EL VASO). DORIS: (LO PRUEBA Y TOSE) Es muy fuerte. SOFIA: Hay que acostumbrarse. Al principio se recomienda colocar un

terrón de azúcar en una cuchara plana y perforada y colocar la cuchara sobre el vaso con una onza de absenta. Luego vas echando dos tres onzas de agua helada gota a gota sobre el terrón de azúcar hasta que se derrite totalmente. El Absenta se tornará de verde a blanquecino.

DORIS: Como el Pernod cuando se mezcla con agua. SOFIA: Eso es. DORIS: ¿Una cuchara plana y perforada? SOFIA: Sí, una cuchara de Absenta. DORIS: La compraré. Y ahora, con su permiso. SOFIA: Espere. (VA Y TOMA UN PEQUEÑO PAMFLETO DEL

TOCADOR Y SE LO DA). Léalo, por favor. Es sobre el Movimiento Sufragista.

DORIS: Lo leeré, se lo prometo. ¿Sabe? Usted hubiese sido muy buena

madre. SOFIA: ¿Usted cree? DORIS: Estoy seguro. Todavía está a tiempo. SOFIA: (SOFIA SE TOCA EL VIENTRE) Si vuelvo a caer

embarazada, lo pensaré. DORIS: Usted es menos frívola de lo que quiere aparentar.

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SOFIA: Y usted es más inteligente de lo que cree su marido. DORIS: (SE PONE DE PIE) Posiblemente nunca nos volvamos a ver. SOFIA: Lo lamentaría si ese fuese el caso. DORIS: Ha sido un atrevimiento por mi parte haber venido. Si Harry se

entera… SOFIA: Por mí no se va a enterar, descuide. DORIS: Gracias. SOFIA: No tiene que dármelas. Y le agradezco que haya honrado mi

casa con su presencia. Es usted una buena mujer, sólo siento no haya disfrutado todo lo que la vida tiene que ofrecer.

DORIS: No me quejo de mi suerte. SOFIA: Quizás debería. DORIS: Quede usted con Dios, Mademoiselle. SOFIA: Mejor lléveselo, Madame. A usted le hace más falta. (OSCURO) Sofia cambiará de peinado delante del espero del tocador para transformarse en Anne. Se hace un moño francés (French Twist) Puede retocar su maquillaje a la usanza de la época. Irá a un palo donde cuelga ropa o bien podrá entrar un ayudante a vestirla. Se coloca un vestido halter de talle estrecho y falda ancha, de los años 50. NOTA: De ser posible, habrá una pantalla en la parte de atrás de la escena donde en el cambio de cuadro se proyectarán imágenes históricas desde principios de siglo hasta mediados de siglo, acompañadas por música de fondo correspondiente a la época de las imágenes. De no ser posible la proyección de imágenes, se podrá sólo el medley de canciones en lo que la actriz lleva a cabo su cambio de personaje.

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Escena 2 – MEDIADOS DEL SIGLO XX – Washington, D.C. (Capital de Los Estados Unidos) ESCENOGRAFÍA: (La escenografía será la misma.) (Anne está sentada en una de las sillas fumando un cigarro y escuchando una emisión de radio en francés por onda corta.) (TOCAN A LA PUERTA) (ANNE ABRE LA PUERTA A BETTY, UNA MUJER DE LA ALTA ARISTOCRACIA, VESTIDA CON ELEGANCIA. ES FRÍA Y CALCULADORA. MÁS PREOCUPADA POR APARIENCIAS QUE POR ESENCIA. AL VER A ANNE, BETTY SUFRE UN VAHÍDO. ANNE IMPIDE QUE CAIGA Y LA ENTRA.) ANNE: Señora, ¿qué le pasa? (LA ENTRA. LE TRAE UNA

BOTELLA PARA QUE HUELA) Venga, siéntese. ¿Se encuentra bien?

BETTY: Yo… ANNE: ¿Quiere que llame a un médico? BETTY: No, no es necesario. (VA Y LE PREPARA ALGO DE TOMAR Y APAGA EL RADIO.) ANNE: Tome esto. Si quiere puedo llamar a su marido para que la

venga a buscar. BETTY: No, a mi marido menos que a nadie. ANNE: ¿A quién busca? Me parece que llegó aquí por equivocación. BETTY: Quizás tenga razón. Quizás fue una equivocación venir a verla. ANNE: ¿Vino a verme a mí?

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BETTY: Sí. ANNE: ¿Nos conocemos? BETTY: No. Y deseaba que usted no existiera, que fuera sólo un

espejismo, pero al verla frente a mí, me abofeteó la realidad con demasiada fuerza.

ANNE: ¿Quién es usted? BETTY: Soy la esposa de Alexander Montgomery, Duque de

Lanchester. ANNE: (SORPRENDIDA) ¿Usted es la esposa de Alex? BETTY: ¿Le sorprende? ANNE: Un poco. BETTY: A mí también me sorprende encontrarme frente a usted. ANNE: ¿A qué ha venido? BETTY: ¿A qué puede venir una esposa a casa de la amante de su

marido? ANNE: No sabría decirle, nunca me he visto en esa situación. BETTY: Quisiera no haberme visto tampoco. Es muy humillante para

mí estar frente a usted. ANNE: No veo por qué. BETTY: ¿No cree que sea humillante que mi marido me engañe con otra

mujer? ANNE: ¿Le engañe? Entiendo por engaño el hacer pasar una mentira

por verdad. Quizás Alex le ocultó parte de la verdad, pero no le ha mentido.

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BETTY: Es lo mismo. ANNE: No señora, no lo es. BETTY: No fue honesto conmigo. No me habló de usted en sus cartas

durante la Guerra. ANNE: Me parece que hubiese sido muy cruel haberlo hecho. BETTY: Usted no tiene idea de lo que pasé yo en Londres esperándolo

día tras día. Encerrada en esos horribles huecos subterráneos cada vez que sonaban las sirenas de los bombardeos.

ANNE: Usted tampoco tiene idea de lo que pasó Alex en la guerra. Lo

que pasamos todos. BETTY: ¡Pero yo soy claustrofóbica! Fue un horror estar encerrada

constantemente bajo tierra. ANNE: Espero que la hayan condecorado por su heroicidad. BETTY: ¿Por qué teníamos nosotros los británicos que meternos en una

guerra en Europa? ANNE: ¿No se considera europea? BETTY: Nosotros no estamos anexados al continente. Somos nuestro

propio continente. ANNE: Vaya parece que ha habido cambios en la geografía desde que

yo la estudié. BETTY: No se haga la graciosa. ANNE: ¿A qué ha venido señora? BETTY: He venido porque mi marido quiere que le de el divorcio. ANNE: (SORPRENDIDA Y COMPLACIDA) ¿Se lo ha pedido?

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BETTY: No me diga que usted no lo sabía. ANNE: No, no lo sabía. BETTY: No sea hipócrita, seguro que usted lo presionó. ANNE: Piense lo que quiera, pero yo nunca le pedí que se divorciara de

usted. BETTY: ¿Entonces por qué me lo iba a pedir? ANNE: Eso pregúnteselo a él. BETTY: Pues no pienso acceder al divorcio. No tiene motivos. ANNE: El adulterio es suficiente motivo para un divorcio. BETTY: Alex no es adúltero mientras yo no lo acuse de serlo. ANNE: Me tiene frente a usted, señora. Él se acuesta conmigo. BETTY: Pero es mi marido y lo será siempre. Nos casamos por la

Iglesia para toda la vida. Usted nunca será su esposa. Lo que tiene que hacer es olvidarse de él.

ANNE: Si fuera tan fácil. Cuando Alex regresó a Inglaterra después de

la guerra estuvimos años separados. Jamás lo busqué y procuré que él no pudiera dar con mi paradero. Lo menos que pensé es encontrármelo aquí en Washington, D.C.

BETTY: ¿Encontrárselo? Habla como si él hubiera venido aquí a hacer

turismo. Sepa que Alexander es el Embajador de Inglaterra en Estados Unidos.

ANNE: Y yo la attachée cultural de Francia. BETTY: Él es un hombre casado.

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ANNE: Uno no elige a quién amar. Los sentimientos tienen voluntad propia.

BETTY: Quizás en Francia la moral sea más laxa. Pero en Inglaterra

consideramos que una mujer que se acuesta con un hombre casado es una puta.

ANNE: Si cree que sus palabras me ofenden, está usted muy

equivocada. Sé perfectamente cuál es mi posición. Él siempre fue honesto conmigo, bueno después que recobró la memoria. Porque durante muchos meses, yo no supe que usted existía.

BETTY: Dice que usted le salvó la vida. ¿Es cierto? ANNE: Le vi caer en su paracaídas cuando tirotearon su avión. Estaba

mal herido e inconsciente cuando llegué a él. Lo metimos en nuestro refugio subterráneo. Allí estábamos varios de los miembros de la Resistencia. La primera noche pensé que se moría, se pasó la noche delirando, mientras yo escuchaba caer las bombas a nuestro alrededor. Poco a poco fue mejorando y al tercer día recobró el conocimiento. Aunque no se acordaba de nada, ni siquiera de que había estado piloteando un bombardero.

BETTY: Él era un militar de convicción. Un héroe de su patria que se

jugó la vida en muchas misiones para bombardear al enemigo. Y ahora tiene remordimientos de toda la gente que mató. Gente que ni conocía.

ANNE: La vida humana es preciosa señora, es lamentable tener que

matar indiscriminadamente. BETTY: Eso es lo que se hace en una guerra, matar al enemigo para que

no te mate a ti. ANNE: Sé perfectamente lo que sucede en una guerra. Lo viví en carne

propia. Además, mi padre murió combatiendo en la Primera Guerra Mundial. Quizás por eso me apresuré a socorrer a Alex, pensé que quizá si alguien hubiese socorrido a mi padre, no me hubiese criado huérfana.

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BETTY: No sé qué le hizo a mi marido, pero no es el mismo. ANNE: Le creo cuando me dice que el hombre que regresó de la guerra

no es el hombre con quien usted se casó. La guerra nos cambia, señora, se ven cosas horribles en una guerra. Espectáculos atroces, crueldades inenarrables, hambre, sangre, mutilaciones, torturas, desgracia y sufrimiento. Cosas que por mucho que lo intentemos no se nos van de la memoria. Y el mismo concepto de la vida cambia cuando a cada momento se espera la muerte.

BETTY: Alex no me ha contado todos esos horrores a los que usted

alude. ANNE: ¿Para qué? Alguien como usted nunca lo comprendería. Hay

cosas que no se pueden explicar en palabras. Pero yo sí sé lo que pasó, vivimos parte de ese horror juntos.

BETTY: ¿Y cree que para nosotros fue fácil? Vivimos en la más cruel

austeridad. Carecíamos de muchas cosas. Yo no tenía ni perfume.

ANNE: Pero usted no pasó hambre, señora. Su cuna aristocrática le

otorgó algunos privilegios. Usted no sabe lo que es eso. BETTY: Sé lo que es el hambre. Paso mucha hambre cada vez que me

pongo a dieta. ANNE: ¿A dieta? Es usted increíble. Ojalá nunca tenga que comer

hasta ratas por hambre. BETTY: ¿Comer ratas? Nadie come ratas. ANNE: No en balde su marido no se molesta en contarle todo lo que

pasó. A veces compartir la desgracia une más que compartir la felicidad. Usted nunca podrá entender todo lo que Alex y yo vivimos juntos, todo lo que nos une.

BETTY: Ni usted tampoco. Mi marido y yo nos conocemos desde que

éramos niños. Nuestro compromiso fue acordado por nuestras familias desde nuestra adolescencia. A nuestra boda acudieron

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más de 300 invitados. Y le he dado tres hijas rubias de ojos azules como él. Tenemos una hermosa residencia en Londres, cerca de Hyde Park y un Castillo en Escocia. Alex ha sido embajador en la India y en Egipto.

ANNE: Ha tenido usted muy buena vida. BETTY: ¿Buena vida? Me tocó vivir cuatro años entre toda esa gentuza

oscura y repugnante. Esos indios olían a curry, ¡qué asco! Y en Egipto no se podía ni dormir la mañana y dormir la siesta porque a toda hora estaban llamando para la oración desde alguna torre.

ANNE: Desde algún minarete, querrá decir. BETTY: No me enmiende la plana, quiero decir lo que digo. He sido

una esposa abnegada y entregada a mis funciones sociales y diplomáticas.

ANNE: Me alegro mucho que haya venido señora. Lo crea o no, parte

de mí se sentía mal por esta situación. Pero usted me ha borrado todo el sentido de culpa.

BETTY: ¿Por qué dice eso? ANNE: Somos mujeres muy diferentes, señora Duquesa. BETTY: Claro que lo somos. Yo soy una dama de sociedad. ANNE: (SE RIE) Yo soy la mujer que lo entiende. BETTY: Sospecho que se quiere casar con él para ser la Duquesa de

Lanchester. ANNE: (SE RÍE) ¿Eso cree? BETTY: No me cabe duda. Pero usted no tiene la distinción para

ostentar un título de esa envergadura. La Duquesa de Lanchester soy yo, y luego lo será Margaret, mi hija mayor.

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ANNE: Me temo que no. BETTY: ¿Cómo dice? ANNE: El título lo heredará su hijo varón. BETTY: Alex tiene tres hijas. ANNE: Pero pronto tendrá un varón, estoy embarazada. BETTY: ¿Embarazada? ANNE: De su marido. BETTY: Eso es mentira. ANNE: Pienso lo que quiera. BETTY: Aunque lo estuviera, nada le garantiza que sea varón. ANNE: Yo sé que lo va a ser. Y si no lo fuese, seguiría teniendo hijos

hasta darle el varón que tanto desea. BETTY: Un hijo bastardo no va a heredar el título. ANNE: No será bastardo si estamos casados cuando nazca. BETTY: No permitiré que se divorcie de mí. ANNE: No lo puede impedir. Recuerdo que Inglaterra inventó el

divorcio. ¿O no recuerda que Enrique VIII rompió con la iglesia católica para divorciarse de si esposa y casarse con Ana Bolena?

BETTY: Una puta. ANNE: Esa puta llegó a ser Reina de Inglaterra y yo llegaré a ser

Duquesa de Lanchester. BETTY: Si no le cortan la cabeza antes, como se la cortaron a ella.

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ANNE: ¿Y quién me la va a cortar, usted? No tiene cojones para

hacerlo. BETTY: Absténgase de vulgaridad en mi presencia; soy una dama. ANNE: ¿Una dama? Una víbora venenosa diría yo. BETTY: ¿Cómo se atreve? Sepa que el escándalo acabará con el

prestigio de Alexander. ANNE: Por favor, señora. El escándalo en la realeza y aristocracia

inglesa es algo tan tradicional como el te de las cinco de la tarde. ¿Ya se le olvidó que su actual rey de Inglaterra ascendió al trono porque su hermano Eduardo VIII abdicó al trono para casarse con Wally Simpson?

BETTY: Otra puta. ANNE: Parece que todas las mujeres somos putas, menos usted. BETTY: No me va a impresionar con su sarcasmo. ANNE: No trato de impresionarla. Su opinión me es irrelevante. BETTY: Pienso luchar por mi matrimonio. ANNE: Y yo por el hombre que amo. Soy una luchadora señora,

arriesgué mi vida en la guerra. Estaba dispuesta a morir por mi país; por mis ideales. Y cuando se está dispuesto a morir por una causa, se le pierde el miedo a todo lo demás.

BETTY: Sepa que mi padre, Lord Carrington, es íntimo amigo del

Primer Ministro. Esto le puede costar a Alexander la carrera diplomática que tanto ama.

ANNE: ¿Sería usted capaz de tal bajeza?

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BETTY: Sería capaz de cualquier cosa porque usted no se salga con la suya.

ANNE: Podría hasta admirarla si pensara que hace todo esto por amor y

no por apariencias. BETTY: Yo quiero a mi marido. ANNE: Creo que su capacidad de amar es muy limitada. BETTY: Usted no me conoce. ANNE: Para muestra basta un botón. BETTY: Entonces, no va a renunciar a él. ANNE: Renunciaré el día que Alex me lo pida. BETTY: Ustedes las francesas son todas iguales. ANNE: Y por suerte, muy diferentes a ustedes las frígidas inglesas. BETTY: Esta conversación ha terminado. (SE LEVANTA Y SE

DIRIGE A LA PUERTA Y ANNE SE QUEDA SENTADA) ANNE: Yo diría que sí. Usted sabe dónde está la puerta, señora

Duquesa de Lanchester. BETTY: Sí, soy la Duquesa de Lanchester, algo que usted nunca será. ANNE: Eso lo veremos. BETTY: ¡Puta! ANNE: (CON UNA EXAGERADA REVERENCIA.) Señora Duquesa. (BETTY DA UN PORTAZO Y ANNE ENCIENDE UN CIGARRILLO Y COMIENZA A CANTAR “LA VIE EN ROSE” EN LO QUE BAJA LA LUZ.)

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Anne se levanta y regresa al tocador donde se soltará nuevamente el pelo. Se cambia de ropa a unos jeans apretados y un pullover ceñido con amplio escote transformándose en Patricia, una mujer sexy, no muy refinada con aires de caza fortuna. NOTA: De haber pantalla, se proyectarán imágenes históricas desde mediados de siglo hasta casi finales de Siglo XX. De no ser posible la proyección de imágenes, se podrán sólo el medley de canciones en lo que la actriz lleva a cabo su cambio de personaje. Escena 3 – FINALES DEL SIGLO XX – Miami, Florida SUENA EL TELÉFONO Y PATRICIA CONTESTA. PATTY: ¿Hello? Uuy, estaba loca por que me llamaras. ¿Fuiste a ver a

Martiza? ¿Y qué tal? Lo que pasa es que ella es muy vaga y no quiere hacer dieta e ir al gimnasio. Se cree que porque le presillen la barriga va a llegar a tener mi cuerpo. Ya quisiera ella para un día de fiesta. Cuando baje las ochenta libras se le van a caer todos los pellejos, ya verás. Ella siempre me ha tenido tremenda envidia. Niña, cuando yo salgo con ella, me amarro una cinta roja a la tira del ajustador. Sí, claro… Pero no me fío… (TOCAN A LA PUERTA) Oye, están tocando a la puerta. Te dejo, no vaya a ser que a mi doctorcito se le haya muerto el paciente antes de la operación y haya terminado temprano. Ojalá. (SE RIE) Está bien, luego te llamo. Bye.

(EN LA PUERTA ESTÁ ELENA MIRANDA. ES UNA MUJER MODERNA VESTIDA DE JEANS Y PULLOVER, UNA VESTIMENTA MUY PARECIDA A LA QUE LLEVA PATRICIA, SIN SER TAN PROVOCATIVA. ELENA ES UNA MUJER SEGURA Y CARISMÁTICA.) ELENA: Hola, ¿cómo estás?

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PATTY: Si viene vendiendo algo ya lo tengo y si pide alguna

contribución ya di en la oficina. ELENA: No vengo a vender nada ni a pedir limosna. PATTY: Entonces, ¿qué desea? ELENA: Soy la mujer de tu amante, ¿puedo pasar? PATTY: La…(SE QUEDA ATÓNITA) ELENA: ¿Puedo pasar? PATTY: Pase. ELENA: (LA MIRA) Tienes buenas tetas, a Gilberto siempre le

gustaron las tetas. PATTY: Señora no me parece… ELENA: Llámame Elena. Y tú te llamas Patricia, ¿verdad? PATTY: ¿Quién se lo dijo? Lo nuestro, quiero decir. ELENA: Contraté un detective privado. Sé mucho de ti. PATTY: ¿Puso un detective privado a seguirme? ELENA: A ti no, a mi marido para saber con quién se estaba acostando. PATTY: Se va a poner furioso cuando se entere. (CAMINA Y LE DA

LA ESPALDA) ELENA: Me importa un pito cómo se ponga. (LE MIRA EL CULO) El

tuyo es mejor… PATTY: ¿Qué es mejor?

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ELENA: Tu culo. Tienes mejor culo que yo, sin duda. En ese área siempre he estado deficiente. Eres muy bonita. Me hubiese molestado mucho que mi marido me pegara los tarros con una fea. Eso no se lo hubiera perdonado.

PATTY: ¿Y ahora lo perdona? ELENA: Digamos que ahora me puede convenir. PATTY: Señora, me parece que… ELENA: Elena, te dije que me llames Elena. PATTY: Usted y yo no somos amigas. ELENA: Tampoco somos enemigas. Y ya que las dos le hemos visto los

huevos a Gilberto, podemos dejarnos de absurdos protocolos. PATTY: ¿Qué quiere? ELENA: De momento sentarme si no te importa. ¿Puedo? PATTY: Siéntese. ELENA: Gracias. Me podrías servir un whisky, lo tomo sin hielo. PATTY: Está bien. ELENA: (LO PRUEBA) Chivas, el que le gusta a Gilberto. Siéntate,

estás en tu casa. (ELLA SE SIENTA) Qué poco comunicativa eres. ¿Será que Gilberto te tiene la lengüita cansada?

PATTY: Señora…(SE PARA) ELENA: E-le-na. Siéntate. A ver repite E-le-na. PATTY: Mire Elena… ELENA: Trátame de “tú” por favor.

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PATTY: Está bien Elena, como quieras. ELENA: Mucho mejor. PATTY: Ahora me podrías decir qué te trae por aquí. Porque no creo

que has venido sólo a mirarme el culo y las tetas. ELENA: (RIE) Hasta que te salió la chispa, muchacha. Tardaste un

poco. Pues no, no vine sólo a eso, Patricia. PATTY: ¿Vienes a pedirme que deje a Gilberto? ELENA: Para nada. En todo caso se lo tendría que pedir a él. No estoy

casada contigo. Tú a mí no me debes nada. No soy como el marido que encuentra a la mujer templando con el amante en el sofá y bota el sofá.

PATTY: ¿Qué sofá? ELENA: Es un viejo chiste. PATTY: No lo había oído. ELENA: A ti no te tengo que pedir cuentas. Sería a mi marido. PATTY: Entonces le has pedido que me deje. ELENA: No es eso lo que te acabo de decir. Tienes que prestar más

atención, Patricia. PATTY: ¿Pues qué le has dicho? ELENA: A él nada. El no tiene idea de que estoy aquí. Aunque me

encantaría verle la cara si lo supiera. (SE RIE) PATTY: No creo que le haría mucha gracia. ELENA: Pero a mí sí. PATTY: La verdad es que no comprendo qué haces aquí sentada.

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ELENA: Comprenderás pronto. PATTY: Eso espero porque esta situación me resulta muy incómoda. ELENA: Relájate, Patricia. Estamos en el umbral en el Siglo XXI.

Estas cosas son muy normalitas. Mira lo de Clinton y la Lewinsky, en plena Casa Blanca. No estoy comparando nuestra situación a esa, porque creo que soy más atractiva que la pobre Hillary. Y además, no soy gay.

PATTY: ¿Está insinuando que Hillary Clinton es gay? ELENA: ¿En qué planeta vives, Patricia? Pero la vida de ellos no es lo

que me concierne. Nosotros tenemos bastante tela donde cortar.

PATTY: Preferiría que fueses al grano, Elena. ELENA: A eso iba. Mira, vine a proponerte que seas mi relevo. PATTY: ¿Tu relevo en qué? ELENA: Quiero que seas la próxima Señora Miranda. PATTY: ¿Cómo? ELENA: Sí Patricia, quiero que convenzas a Gilberto de que se case

contigo. PATTY: ¿Casarme con Gilberto? ELENA: ¿Nunca lo has pensado? PATTY: Lo he pensado pero por lo que él me ha contado de ti, no lo veía

muy probable. ELENA: Uy, cuéntame qué le dice mi marido de mí a su amante. Ese

chisme es muy goloso.

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PATTY: Me ha dicho que le pondrías muchas trabas para divorciarte. ELENA: En lo absoluto. Siempre que me de todo lo que quiero, yo se lo

pongo facilito. PATTY: Creo que lo único que quieres es su dinero. ELENA: No querida. Rectifica. No es su dinero. Es nuestro dinero.

Quien se jodió bastante con él cuando estaba estudiando la carrera de medicina fui yo. Trabajaba muchas horas para ayudarle a pagar sus estudios. Y él no quiso tener hijos hasta haber terminado su residencia y estar ejerciendo. He vivido mi vida a merced de su carrera, de sus ambiciones y de su voluntad.

PATTY: No creo que tengas una mala vida. ELENA: Depende de como se mire. Gilberto es un buen hombre, un

buen padre y un buen profesional, pero como marido es una reverenda mierda. Él no entiende mis necesidades. Se cree que porque vivo en un barrio de lujo, manejo un BMW y tengo unas cuantas tarjetas de crédito debería ser feliz.

PATTY: Eso me haría a mi bastante feliz. ELENA: No lo dudo. Y debo darte las gracias, Patricia. PATTY: ¿Gracias por qué? ELENA: Porque ya no tengo que soportar sus 250 libras de humanidad

encima de mí. Como está entretenido con el juguetito nuevo… PATTY: ¿Y eso no te molesta? ELENA: En lo absoluto. Nuestras relaciones eran aburridísimas. Vini,

vidi, vinci. PATTY: Pues conmigo es buen amante. ELENA: Escobita nueva siempre barre bien.

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PATTY: No puedo creer que estés dispuesta a renunciar a esa vida tan

cómoda. ELENA: ¿Quién ha hablado de renunciar a mi vida cómoda? En lo

absoluto. Llevo 20 años casada con él. En un divorcio yo me quedaría con una maravillosa pensión de alimony. Él también tendría que pagar manutención a sus hijos mientras sigan estudiando y costear sus carreras universitarias. Y por supuesto me quedaría con la casa. Al menos hasta que mis hijos cojan su camino. Pienso seguir estando bastante cómoda, pero mejor que eso, bastante libre.

PATTY: ¿Y si tú te quedas con todo eso, qué me queda a mí? ELENA: Te puedes quedar con la cabaña de Carolina del Norte, no soy

nada rural. También con el condominio en Marco Island. A mi edad no estoy para coger mucho sol, eso avejenta. Y seguro que te compra un apartamento en Brickell.

PATTY: ¿Con vista al mar? ELENA: Por supuesto. Él gana buen dinero e irá ganando más. Es un

estupendo cirujano. Con sus hijos habrá terminado en unos pocos años. Tú también estarás bastante cómoda. Y si sigues casada con él unos 10 años, tendrás también derecho a su pensión de retiro, como yo.

PATTY: ¿Y si me divorcio luego tendría que pagarme alimony como a

ti? ELENA: Pues, claro. Además, no tienes hijos. Quizás quieras tener un

hijo con él. PATTY: ¿No te importaría? ELENA: A mí para nada. Yo no tendría que criarlo. PATTY: Siempre he querido tener un hijo y no puedo esperar mucho

más.

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ELENA: Claro que no. Debes apurarte, querida Patricia. PATTY: ¿Y qué pensarían tus hijos de todo esto? ELENA: Que piensen lo que quieran. Aunque nos divorciemos, la vida

de mis hijos no va a cambiar mucho, seguirán teniendo a su padre, a su madre y su vida tal y como la conocen. Y hablando de conocer, ya los irás conociendo bastante pues pasarán muchos fines de semana con ustedes.

PATTY: ¿Con nosotros? ELENA: Claro, un fin de semana sí y otro no. PATTY: Oh, eso no lo había pensado. ELENA: Todo tiene un precio en esta vida, Patricia. Tú sabías que

Gilberto era casado y tenía dos hijos. PATTY: Sí, lo sabía. ELENA: No te preocupes, mis hijos ya pronto estarán en edad de

manejar y su papito les comprará un automóvil. Lo menos que harán es estar en casa los fines de semana.

PATTY: Es cierto, los muchachos van a su aire. ELENA: Ya verás que todos nos llevaremos de maravilla. Tenemos que

procurarlo, por los niños. Es inevitable que nos encontremos en sus graduaciones, sus fiestas y eventualmente en bodas y bautizos.

PATTY: ¿Cuál de las dos hablará con Gilberto primero? ELENA: Deberías hacerlo tú. Pero sólo después de unos de días donde

tengas unas buenas sesiones de sexo. PATTY: Nuestras sesiones de sexo suelen ser buenas.

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ELENA: Pero ahora tienen que ser mejores que nunca, absolutamente maravillosas.

PATTY: Está bien. ELENA: ¿Me permites algunas sugerencias? PATTY: Sí, claro. ELENA: Mira, tienes que crear ambientes eróticos con luz baja y

musiquita sensual. Te pones ropa interior muy sexy. PATTY: Tengo muchas cosas sexy pero voy a ver qué hay de nuevo en

“Victoria Secret”. ELENA: Buena idea. Y si acaso le haces algún strip-tease. PATTY: ¡Ay qué divertido! Me gusta. Bailo muy bien. Fui camarera de

Coyote Ugly y bailaba encima de la barra. Si quieres te hago una demostración.

ELENA: Lo dejamos para otro día que no quiero perder el hilo de la

conversación. PATTY: Está bien, cuando tú quieras. ELENA: Si acaso le disuelves una pastillita de Viagra en el trago antes

de empezar para que se sienta que es muy potente. Y después de tu magnífico espectáculo, comienzas a hacerle de todo. Lo trabajas de arriba abajo y de abajo a arriba.

PATTY: ¿Empiezo por lo pies o por la cabeza? ELENA: Por los pies mejor. PATTY: Muy bien, voy a empezar por el dedito meñique y luego avanzo

hasta el dedo gordo. ELENA: Y luego vas subiendo lentamente hasta llegar al aparatito.

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PATTY: Tanto como aparatito, no es. Aunque tampoco es gran cosa. Y he visto muchas.

ELENA: Tenía esa ligera sospecha. PATTY: Las bolas sí las tiene grandes. ELENA: Eso suele ir en proporción inversa. Bate grande, pelotas

pequeñas. Pelotas grandes, bate de ligas menores. PATTY: (SE RIE) Es verdad. ELENA: Bueno, debes pensar que su batecito es un delicioso pirulí y así

saborearlo un bueno rato. PATTY: Pero un pirulí sin azúcar. Porque trato de mantener la línea. ELENA: Se nota, estás buenísima Patricia. Si te ve Hugh Hefner, te

recluta para posar para Playboy. PATTY: ¿Podría ser Miss Agosto? Mi cumpleaños es en Agosto. ELENA: Agosto te va muy bien, porque eres una mujer muy fogosa. PATTY: Ay verdad, Agosto es el mes de más calor. ELENA: ¡Qué agilidad mental, me tienes obnubilada! Y en el sexo tratas

de utilizar posiciones donde él no se canse mucho para que no se de cuenta que su barriga de cerveza es un enorme impedimento para estos menesteres. Mayormente siéntate tú encima de él, eso le gusta. Y cabalgas como si estuvieras montando a caballito.

PATTY: Mejor como si estuviera montada en eso caballos mecánicos de

las discotecas, tipo rodeo. (HACE COMO SI LO ESTUVIERA MONTANDO) Yiii…Ja…

ELENA: Así, muy bien. Y le dices que nunca habías sentido las cosas

que sientes con él. Ellos hasta se lo creen.

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PATTY: Está bien. ¿Te molesta que tome nota? Es que no me quiero olvidar de nada.

ELENA: Buena idea, tú apunta y luego estudias las notas. (SE LEVANTA Y COGE UNA LIBRETITA Y UNA PLUMA Y HACE UNOS APUNTES) PATTY: ¿Y qué más? ELENA: Entonces, cuando pase un par de días le dices que ya no puedes

soportar la idea de que venga a dormir conmigo, que quieres ser la única mujer en su vida y poder hacerle todas esas cositas noche tras noche.

PATTY: Espera, que estoy apuntando….Noche tras noche…OK, sigue. ELENA: Él te dirá que ya eres la única mujer de su vida y que conmigo

no tiene nada, que sólo está conmigo por sus hijos. Y entonces le dices que tú también quieres tener un hijo con él. Un hijo que sea el fruto del amor de ustedes dos.

PATTY: Ah, eso está muy poético. Me gusta. ELENA: Él buscará la manera de salir por la tangente y darte largas. Pero

tú tienes que ponerte dura. Es un todo o nada. PATTY: Todo o nada… ELENA: Eso. Entonces si no accede a dejarme enseguida te pones brava

y por supuesto nada de sexo, hasta que se aconseje. PATTY: Está bien. En esos días uso mi vibrador. Tengo varios, y les he

puesto nombre a todos. El más grande se llama Ermenegildo, porque es un nombre muy largo.

ELENA: Muy bien pensado. Yo por mi parte le haré la vida

insoportable. Le pelearé por todo. Le diré que ya no me lleva a ninguna parte. Que estoy harta de sus llegadas tarde. De que

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tenga que dejarme plantada en las fiestas cuando le surge una emergencia. Y así sucesivamente hasta desesperarlo al punto que cuando le pida el divorcio vea los cielos abiertos.

PATTY: ¿No se dará cuenta de lo que estamos haciendo? Él es muy

inteligente, tiene que serlo para ser médico. ELENA: Patricia, aunque tengan el coeficiente de inteligencia de

Einstein, cuando se les baja el cerebro al sur del ombligo, todos reaccionan igual. Eso es matemático.

PATTY: ¿Entonces tú crees que reaccionará así? ELENA: Con lo infeliz que le voy a hacer la vida, y la abstinencia a la

que tú lo vas a someter, claudicará sin duda. El divorcio será su salvación. Querrá salir de mí y correr a tus brazos. Ya sabes que más jalan dos tetas que cien carretas.

PATTY: Eso también lo dice mi mamá. ELENA: Es que las madres somos muy sabias. PATTY: Wow, esto es tan emocionante. ¿Cuando empezamos a poner el

plan en acción? ELENA: Cuando antes, querida Patricia. PATTY: Está bien. Esto es como un pacto secreto. ¡Qué divertido! ELENA: A mí también me divierte. Y más que me voy a divertir cuando

esté casado contigo. PATTY: A mis padres les va a encantar que me case con un médico. ELENA: Qué bueno, querida. Así todos estamos felices… PATTY: ¿Y a ti ya no te gusta ser la mujer de un médico? ELENA: No tanto como a ti.

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PATTY: No entiendo. ELENA: No esperaba que entendieras. Cosas mías. PATTY: Me alegro que hayas venido hoy. No eres como yo te

imaginaba. Me caes muy bien. ELENA: Gracias. Ha sido un encuentro memorable. Ya nos veremos.

(SE LEVANTA PARA IRSE) PATTY: ¿Me podías dar tu celular por si tengo alguna duda técnica? ELENA: Claro, apunta. Es el 305-308-8739. Pero no lo registres como

“Elena” pon otro nombre. Por si acaso. PATTY: O.K. ¿Te gusta Margó? ELENA: Ese mismo. Adiós Patricia. PATTY: Espera, ¿te puedo hacer una pregunta? ELENA: Dime. PATTY: ¿Estás haciendo todo esto por otro hombre? ELENA: No, estoy haciendo todo esto por una mujer. PATTY: ¿Por una mujer? ELENA: Sí, por esta mujer. (SE SEÑALA) PATTY: No entiendo. ELENA: Quizás algún día lo entenderás. Hasta pronto, Patricia… PATTY: Patty, llámame Patty… ELENA: No sabes el gusto que me ha dado conocerte, Patty… (ELENA SE VA A MARCHAR)

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PATTY: (LA LLAMA) Elena… (PATTY LEVANTA LA MANO Y ELENA SE LA CHOCA Y SE MARCHA RIENDO) (OSCURO) FIN