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RAFAEL GONZÁLEZ FATONIO, andariego

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Breve relato de vida del joven Fatonio (rafael González), durante los años 1958 al 1967 en la población de Tucupido, Estado Guarico. Dedicado a todos los paisanos de la época

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RAFAEL GONZÁLEZ

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Nació en Tucupido, Estado Guárico. Cursó sus primeros estudios en el Liceo Vi c t o r M a n u e l Ovalles, hasta el 3er año. C o n t i n u ó l a

secundaria en el Liceo Juan Antonio Pérez Bonalde, Ocumare del Tuy, egresando como Bachiller mención Humanidades. Sigue sus estudios en el Instituto Pedagógico de Caracas, obteniendo el titulo de Profesor de Educación Media Diversicada, en la Especialidad de Educación Física y Deportes. Es egresado del Post Grado en Gerencia Municipal, dictado por la Universidad Santa María; Obtuvo el Diplomado en Periodismo Ciudadano en la Universidad Catolica Andrés Bello; obtiene el Certicado de Locución en la Universidad Central de Venezuela. Fue Concejal en Santa Teresa del Tuy, estado Miranda, por dos periodos consecutivos. Desde joven incursiona en el campo de la literatura, alternado sus estudios con la lucha social y política, en benecio de la ciudad y su gente.

Es Supervisor jubilado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, con el cargo de Supervisor; dirige y edita el Semanario Ecos Web, de circulación local, Administra la pagina Web http://rafagon.blogspot.com y publica artículos de opinión y notas de prensa en el Diario la Voz.

Gran parte de sus trabajos de investigación están orientados al sector educativo, especícamente al programa de Identidad Regional y Local, destacando entre ellos “Símbolos y Epónimos de Santa Teresa”; “San Teresa del Tuy, La Ciudad”; “La Educación Informal”, “Programa de Atención a Niñas, Niños y Jóvenes No Escolarizados”, “Santísima Cruz de Mayo”; “El Municipio Escolar”; “El Facilitador”; “Proyecto Pedagógico de Aula”; además de otros textos como: “La Asamblea Nacional Constituyente, ¿qué es eso?”, “Organización Política de Acción Social (OPAS)”, “Un Sueño para Santa Teresa”; entre otros.

En esta oportunidad entrega a sus lectores, “Fatonio, andariego”; lectura para todo público, especialmente para sus coterráneos.

Rafael González

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Obra: “FATONIO, andariego”

Autor: Prof. Rafael González

Editado en Santa Teresa del Tuy, Estado Miranda - Venezuela

Impreso en Gracas Valles del Tuy

Diseño: Rafael González

Enero, 2014

Reservados los derechos de autor

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A la memoria de mi abuela Estefanía; Blanca, mi madre; mis tías y tíos Celestina, Anita, Juan; mis primos, Antonio, Omaira, Raul. Especialmente a mis queridos hermanos Tino y María Luisa.

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Presentación

Escribir notas, cartas, libros, etc. requiere del conocimiento especial que se aprende en la escuela, se perfecciona con el tiempo en las aulas superiores; la practica también ayuda. Pero, escribir unas lineas donde uno mismo es el personaje y las vivencias son el escenario para decir por medio de las letras, cómo ocurrió tal o cual cosa; no es fácil. Ya no es el intelecto, la memoria o la consulta para investigar, lo que está en juego; es la valentía y la decisión sobre, qué contar; necesario es enfrentar la realidad de los hechos que se van narrando, sin el temor de encontrarse con alguien conocido, o mejor informado que nos restriegue en la cara: “eso no fue así”. Con estas bases están hechas estas líneas que hoy entrego a mis coterráneos; sin tapujos ni aspavientos que pudieran deformar la corta historia de lo que casi recuerdo viví en Tucupido, mi pueblo querido; en los años 1958 al 1967. Escrito en lenguaje llano, simple, sin ataduras a las construcciones lingüísticas de las grandes plumas que sigue la rigurosidad de la novela, el cuento, el ensayo, la crónica, etc. El corto viaje de esta historia recoge algunas vivencias, con algunos amigos de la infancia, tal vez con algunas lagunas achacadas al desgaste de la memoria, que se torna impertinente a estas alturas del partido. Tucupido, Distrito Ribas, ahora municipio, es el escenario; pero, fundamentalmente sus lugares más frecuentados por el autor; en esos tiempos. Los personajes que alcanzan mis recuerdos están estrechamente ligados a la amistad, al cariño también al respeto mutuo que nos brindó el tiempo, la convivencia; en cualquiera de las actividades realizadas. Merecido reconocimiento a quienes, de una u otra forma, ayudaron al autor a recordar nombres, lugares o situaciones que nutren estas líneas.

El autor

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PROLOGO

Hijo, hermano, niño, adolescente, estudiante, deportista, pedagogo, padre ejemplar, periodista, luchador social, ensayista, narrador; en n, conocedor y emprendedor de la creatividad y el entendimiento humano.

Así es Rafael Antonio González, mi amigo "Fatonio". En el mejor de los casos, un sediento retratista literario del acontecer urbano.

Más que una mente alucinada, es producto de una vida intensa y plena, una mezcla de ensayista, pedagogo, soñador que, a veces mordaz, y en ocasiones tierno; nos lleva del sueño a la realidad, contándonos de un modo sencillo aquellas historias, anécdotas, tejidas con el hilo que une sin prejuicio lo grotesco y delicado, como quien va bordando en nuestro mapa mental el recuerdo de las cosas más comunes.

En “Fatonio, andariego” se observa no hay enlatados ni fórmulas exóticas; estas páginas resumen nuestra esencia y exploran el aroma del camino andado en un espacio y tiempo determinados que a menudo transitamos todos los de la época en cuestión.

Fatonio, ama, recoge y escribe en su obra, las sencillas manifestaciones del hombre común, mezcla lo cotidiano y lo popular; y los deposita en este ensayo escenicado en las calles de su pueblo natal: Tucupido, Municipio Ribas del estado Guárico, dignos de su capacidad anecdótica para descifrarnos el código de transformación palpable de nuestro terruño.

Escribo estos párrafos sin saber qué es un Prólogo, pues, carezco del talento literario de los críticos; pero fui a la escuela y aprendí a leer y escribir…por eso me atreví a hacerlo. Tomo por testigos de la profundidad de esta lectura, a todos los hombres, mujeres, niños y paisajes, donde retoza la presencia del ensayista.

Nada puedo agregar a esta obra que ya no lo contenga, pues somos héroes y villanos del mismo contexto.

Ciro Rafael Manrique RuizEnero, 2014

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¡Fatonio, Fatonio, levántate, levántate; están tumbando al dictador! Logré escuchar decir a la prima Omaira, mientras movía mi chinchorro suavemente, tratando de despertarme, a eso de las cuatro de la madrugada.

Todavía adormitado, le pregunto: ¿Qué pasa, qué quieres?

_Párate, que todo el mundo está en la calle celebrando la caída de Pérez Jiménez, vamos pa' la calle. Insistía la prima, mientras movía otros chinchorros de quienes también dormían en el amplio corredor de la casa.

Lentamente, con la ojera del niño somnoliento, y sin comprender la causa de tanta prisa para levantarme, fui al chorro de agua instalado en el patio, para lavarme; y nerviosamente logre ponerme los pantalones, la franela y mis alpargatas para salir de la sala; desde donde podía oír mucha bulla de la calle y un tenue olor a humo de candela.

¡Vente, apúrate! Me decía la prima, mostrando interés en que la acompañara hasta donde había una multitud de personas dispersas en la esquina de la bodega de Espinoza, en la calle Gabante, cruce con la calle Salóm, en frente, donde estaban las paredes en ruinas de lo que hoy es la Sociedad Socorro Mutuo.

Allí estaban personas mayores, hombres y mujeres conocidas del céntrico sector del pueblo, lanzando palos, sillas y trastos viejos; también unas fotografías enmarcadas del Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez, a un candelorio en medio de la calle de tierra, que alumbraba las cuatro esquinas. Celebraban con euforia, gritando: ¡Fuera el dictador! ¡Se acabó la tiranía! ¡Viva la democracia!. Mientras la candela destruía lo que por ocho años adornó las ocinas de gobierno y algunas paredes de los zaguanes de las coloniales construcciones de Tucupido, estado Guárico.

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Entre las personas que pude reconocer estaban: Don

Ramón Díaz, Carlos Casado, Alcides León, Juan Robles,

Antonio Tinedo, José Espinoza, Amadeo (el chingo) Morfese,

Filiberto Rangel, Gilberto González, Don Morocho Silva, José

Manuel Rodríguez, Carlitos Moreno; y otros tantos en

compañía de las mujeres: Rosa Casado, Estefanía González

(la abuela), Doña Julia de Robles, Doña Hipólita Moreno,

Empera de Díaz, Marbella de Casado, Mercedes Moreno,

Celestina de Tinedo, Ana González (Tía Anita), que

conformaban la enardecida multitud; donde también se

encontraban niños de mi edad: Antonio y Zoraida Rengifo,

Yofre Tinedo, Luis Jiménez, Nélson, José y Miguel Hernández;

mi prima Omaira Tinedo, joven impetuosa, que atizaba los

ánimos de los manifestantes con enérgicos gritos; entre otros.

Mientras pasaba la madrugada, el fuego también se debilitaba, ya no había objetos que lanzar a la hoguera; pero, lo que no acababa eran las consignas alusivas a la libertad, a la democracia y los ¡Viva Venezuela!, de forma continua. Por instantes se escuchaban breves expresiones de rencor contra el régimen que culminaba; cortas historias relataban un hecho concreto de represión contra uno u otro de los presentes, que en alguna oportunidad les propinó algún funcionario del gobierno, o la policía local. Poco a poco, con apenas nueve años de edad, fui comprendiendo aquella actitud de los adultos. Celebraban la caída de un régimen opresor, dirigido por un militar tirano y sus secuaces.

Con la confusión todavía en mi mente por todo aquello que vieron mis ojos en la madrugada del 23 de Enero del año 1958; y que también ocurría en otras esquinas de la población, los recuerdos fueron llegando a mí mente, motivados por las cortas historias que daban los enardecidos vecinos mientras atizaban la candela, ya convertida en cenizas.

Comencé a comprender por qué el policía Eduardo Barrios, a quien llamábamos el tuerto, nos corría con frecuencia del sitio donde jugábamos metra; o nos llegaba una patrulla cuando estábamos jugando “policía y librado”,

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zamurito o güataco”; o en el mejor de los casos, jugando futbol en la calle Zaraza, al lado de la cañada.

En la casa donde hoy vive la familia Malpica había un techo de mediagua, sin paredes y con el piso de tierra; era el sitio de encontrarnos para jugar metras, trompo y gurrufío. Cerca de veinte muchachos pasábamos gran parte del día, luego de regresar de la escuela, hasta que el fornido y alto policía nos llegaba de sorpresa para dispersarnos y acabar con el juego. Nunca entendimos la razón, hasta que escuche las expresiones de aquellos manifestantes: ¡Se acabaron las persecuciones, ahora somos libres, podemos hacer lo queramos, sin vigilancia de policías sapos!

Pero, ¿Qué relación tenía aquella manifestación de desahogo con nosotros los párvulos de 7 a 9 años, para entonces?. Claro, éramos la semilla de la democracia, no convenía que nos aglutináramos en reuniones, podíamos comenzar a pensar en grupos. Delicado para el régimen.

…Pude imaginar en ese momento las complicaciones que en esos días pudo haber tenido mi tía Ysabel, quien se encontraba en Caracas para viajar a los Estados Unidos con su esposo Walter Walker Hyman, trabajador de la compañía petrolera Atlantic Venezuela, junto con sus tres pequeños hijos Elizabeth, Walter y Miriam; quienes viajaron desde la ciudad de Maturin y fueron reubicados en el hotel Tamanaco de Caracas debido a que el vuelo para Houston fue suspendido por los acontecimientos que estaban ocurriendo en todo el país.

Cuenta Ysabel que, “En una de esas noches, entre el 23 de Enero y 27, fuimos desalojados de un hotel del centro de la ciudad para trasladarnos al Tamanaco porque había mucha confusión, se escuchaban disparos y se corrió el rumor que buscarían a los norteamericanos para deportarlos del país; pero, nosotros ya estábamos preparados para salir de viaje por razones naturales. Mi esposo decidió viajar a Houston para establecernos por allá con la familia porque el contrato de la compañía se había acabado. Salimos el 28 de Enero del año 1958”.

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23 de Enero de 1958 en Venezuela El 23 de enero de 1958, un movimiento cívico-militar derrocó al gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país con rumbo a República Dominicana a bordo del avión presidencial la «Vaca Sagrada». El antecedente más cercano de dicho acontecimiento se produjo el primero de enero del mismo año, cuando aviones de guerra surcaron los cielos despertando a toda Caracas. El asombro fue mayúsculo, incluso para los propios partidarios del gobierno, ya que hacía exactamente un mes, se había efectuado un plebiscito para prolongar el mandato de Pérez Jiménez, darle cierta solidez a su régimen y legitimidad ante las Fuerzas Armadas. Sin embargo, a pesar de que el alzamiento fue develado, a medida que se fueron revelando los nombres de los implicados se pudo apreciar cuán extendido y profundo era el malestar entre los ociales de las tres fuerzas. Por tal motivo, aunque el golpe fracasó no fortaleció al gobierno, sino que aceleró el proceso de deterioro que terminaría 23 días más tarde con su caída. Esto último fue producto de una acumulación de oposiciones que, al nal convirtieron el derrocamiento de la dictadura en una causa nacional.Profundizando un poco en las causas que derivaron en la caída de Pérez Jiménez, hay que señalar fundamentalmente dos aspectos. En primer lugar, la crisis militar, originada a partir de los mencionados sucesos del 1 de enero de 1958, los cuales trastocaron el poder absoluto que hasta entonces tenía el primer mandatario en el seno de las Ferzas ArmadasEn tal sentido, el alzamiento de los ociales de la Fuerza Aérea en la Base de Boca de Río, cercana a la ciudad de Maracay y del cuerpo de blindados del cuartel Urdaneta de Caracas al mando del teniente coronel Hugo Trejo, produjo o evidenció una crisis de liderazgo en la institución castrense. En segundo lugar, la crisis política en el propio seno del gobierno producto de la descomposición y fraccionamiento del mismo a raíz del plebiscito de diciembre de 1957 y que originó dos cambios de gabinete sucesivos, los días 10 y 13 de enero de 1958 respectivamente y la salida hacia el exterior de los personeros más cercanos a Pérez Jiménez vetados por las Fuerzas Armadas, Laureano Vallenilla Lanz, ministro hasta entonces del Interior, y Pedro Estrada, jefe de la policía política del régimen, la Seguridad Nacional.En la madrugada del 23 de enero, pese a contar con el apoyo de un importante sector de las Fuerzas Armadas, Pérez Jiménez decide abandonar el Palacio de Miraores y trasladarse al aeropuerto de La Carlota (situado en plena ciudad de Caracas), para tomar el avión que lo conduciría a la República Dominicana. Al conocerse la noticia del derrocamiento, el pueblo se lanzó a la calle, saqueando las casas de los adeptos al régimen; atacando la sede de la Seguridad Nacional y linchando a algunos funcionarios.

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Tía Ysabel vive en Estados Unidos desde hace 54 años; y se hizo ciudadana norteamericana.

El impacto de aquellos actos libertarios y la sucesión del dictador lo fui asimilando desde mi escuela, y también desde mi casa. En el grupo Escolar “Narciso López Camacho”, a la semana siguiente se sintieron cambios importantes bajo la dirección del maestro Luis Manuel Escalona. La emblemática institución, que albergaba a la gran mayoría de niños y niñas de la rural población de Tucupido, comenzó a aumentar la matricula, la jornada escolar, que era de un solo turno para todos los alumnos (mañana y tarde), pasó a dos turnos para incluir más estudiantes.

Temerario es forzar la memoria con el temor de dejar de mencionar personajes o amigos, con quienes compartí mis primeros estudios, pero, puedo recordar a las maestras Carmencita Arvelaiz, Onofre Martí, Luisa Margot de Panzarelli, Olga de Lozada, Ligia de Cachut, Ysabel de Toro; y otros docentes, de quienes tome enseñanzas muy puntuales para mi futura formación. De allí mis recuerdos.

Pero, como no hacer honor a los amigos y amigas de infancia, con quienes compartí desde el primer grado hasta el sexto. Por ejemplo, las hermanas María y Luisa Quintana, Luis Carpio, Melecio Campos, Digna Luna, Jesús González, Elisa Palma, Rafaelito Palma, Kike Corales, Aracelis Gómez, Emilio Soler, Numa Topochito, Omar Catanaima, Enrique Solorzano, Pedrito Maestre, Daniel Pérez, Carlos Infante, Elpidio Requena, Omaira Reinefer, América Brito…………; sin contar la estrecha relación que teníamos los niños del barrio, entre los cuales estaban: Antonio Rengifo, Jesús y Héctor, José Hernández (Joselaperra), Chito Hernández, Miguel Hernández (borrachito), Ciro Ruíz, Freddy Jiménez (negromalo), León Mass Aquino, Antonio José y Carlitos Arvelaiz, Juan Camero, Jofre y Nino Tinedo, el Negro Tinedo. Entre estos, y otros más, debo contar la presencia del primo Tomás González, quien era mucho mayor que todos nosotros, pero siempre nos acompañó en las andanzas. Era un niño más.

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Con ambos grupos, en tiempos y actividades diferentes, fuimos interactuando durante la infancia. En el ambiente escolar era muy frecuente visitar las casas de algunos compañeros de clases para hacer las tareas asignadas, realizar los dibujos, aprender el uso del diccionario, forrar los cuadernos y distraernos con algún atractivo que ofrecía la casa antriona. Si no era para observar los animalitos que criaban en cada una de ellas, como loros, pericos, turpiales, cochinos, perros, entre otros; era para tumbar los mamones, las cerezas españolas, ciruelas, jobos, riñones, guanábanas, etc. del patio. Siempre había una distracción luego de las tareas escolares.

El otro ambiente era el del ocio, ya no había tarea escolar ni estudio; lo divertido era salir de la casa con los amiguitos, vecinos; residentes de las calles Salón, Gabante, Ricaurte, Centeno, Zaraza; donde se encontraba el grupo más cercano que se juntaba en cualquiera de las esquinas para salir a recorrer el monte que rodeaba a Tucupido: la laguna de Rivero, el bajo de la nueva, la represa vieja, el río Tamanaco; en n, no había sitio que se quedara sin visitar por este grupo de amigos. Y cada uno de ellos tenía un atractivo diferente. Entre los que resaltan bañarse en las aguas de la pequeña laguna de Rivero, en los caños de la represa vieja, o el desafío de llegar al tapón de la represa nueva.

Éste era el grupo del barrio, como también existían los grupos en otros sectores de la población, con quienes nos fuimos relacionando por intermedio del deporte, de los juegos tradicionales o, a través de las concentraciones que siempre se organizaban en la plaza Bolívar, en el cine, en el estadio o en la manga de coleo. Eran las principales distracciones de los tucupidenses.

De esta etapa quedó muy marcada la experiencia de las modestas condiciones histriónicas que Dios y la naturaleza pusieron en mí: el canto.

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Pero no la interpretación profesional, más bien emocional;

cantar por entusiasmo. Y, tal vez por algunas de las directas o

indirectas inuencias que hicieron mella en mi infancia; entre

las cuales debo reconocer la de mi tía Anita, madre de Ysabel,

Raúl y Tomás; a quien todavía tengo en mente meciéndose en

un chinchorro, cantando las canciones del momento: tangos,

rancheras, boleros, poesías, etc. O, también, inuenciado por

la permanencia de una corneta de viento que colgaba desde lo

más alto de un roble en el patio de la casa de Acción

Democrática, en la calle Ricaurte, desde donde el negro

Cabeza y otros activistas no cesaban de colocar todo tipo de

música para llamar la atención de la gente, captando militancia.

Pero, hay que aceptar, animaban el ambiente del

sector…aquello se oía lejísimo. Y los muchachos del barrio no

escapábamos al atractivo de ir a ver cómo era todo aquello.

Pero también, gracias a la cercanía de mi casa de

residencia, en la calle Salóm, con la casual llegada del profesor

Napoleón Baltodano, como inquilino a la casa de al lado, donde

por mucho tiempo vivió la familia Correa: Saturnino, doña

Juana Ledezma de Correa, y sus hijos Lucila, Cruz Amelia (la

china), Nancy, Nino, Olivia, Emilio Alfonzo (Poncho) y

Saturnino (Nino). Acompañados siempre de Felicia y su hija

Rita. También vivió en esa casa el profesor Dobles y familia, un

español que fue Director del Liceo Nocturno; y luego fue la

residencia de Titino Toro y la maestra Ysabel de Toro.

Los ensayos de los muchachos que más tarde

conformarían la Banda de música del pueblo era uno de los

atractivos más emocionantes que ansiaba ver luego de llegar

de la escuela. Allí estaban: Lalito (Abelardo Baltodano), José

Flores, Nonó, Nelson Hernández, Andrés Navas (palangana),

Manuel Ruiz, Julio León, Hernán Martínez (Perico), Chávez,

José Sierra, coquito, Celestino Catanaima, Francisco

Rodríguez (ñemita); Manuelito y Rolando, que

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estaban dando sus primeros pasos en la banda. Todos, dirigidos

por el Maestro Baltodano, quien sembró la semilla de la escuela

de música que más tarde llevaría su nombre.

Fue así como, con los ensayos voluntarios desde la mata e'

tapara de mi casa, colindando con el patio de la casa de Carmen

Tinedo, la mamá de El negro, Teca y José; o en el copo del

frondoso almendrón en la casa de Don Rafaelito Rengifo y Doña

Martina; padres de Josefa, Pérsida, Zoraida, Antonio, Jesús y

Héctor. Y, ocasionalmente en el precario baño a cielo abierto,

con una regadera, cubierto de láminas de Zinc; fui labrando un

tono de voz que llamó la atención a mucha gente. Siempre que

había una reunión social de adultos me invitaban a cantar. Para

mí era un placer hacerlo a capela, o acompañado con un cuatro

o una guitarra.

En una de estas invitaciones, fue la negra Felicia Rengifo,

hija de doña Isidra, residente de la calle Centeno; quien tuvo la

voluntad de decirle a mi madre: “Vamos a preparar a Fatonio

para que le cante a Rómulo".

No lo pensaron mucho. En pocos días, previo a unos

improvisados ensayos, estaba vestido de liquiliqui blanco, con

un pañuelo rojo al cuello, sombrero de cogollo y alpargatas de

suela. Era el atuendo para cantarle a Rómulo Betancourt, quien

visitaba Tucupido en una de sus campañas electorales. El

escenario fue un templete montado en el mismo patio donde

estaban las insistentes cornetas de viento que regaban música

a todo el vecindario, todo el día.

Con el tiempo pude darme cuenta del momento para el cual

fui útil, o utilizado; con mi actuación se mataba el tiempo

mientras el “padre de la democracia” llegaba para decir su

discurso. Pero, en honor a la verdad, puedo decir que la ventaja

obtenida por aquella presentación, con el paso del tiempo, fue la

oportunidad de ver muy de cerca a quien después de poco

tiempo fuera el presidente de la república, en compañía del

maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa,

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Jesús Ángel Paz Galarraga, José Angel Ciliberto, y otros dirigentes

de la tolda blanca, antes de la división. También puedo agradecer

que a partir de allí comenzaron a llegar las invitaciones para cantar

en otros escenarios, como el colegio de las monjas, María

Inmaculada, donde además proyectaban películas cobrando un real

(Bs. 0,50). Yo no pagaba, pero, en medio de la película, mientras

cambiaban el rollo, me pedían cantar. Lo que siempre esperaba con

cierto nerviosismo pero con ganas de hacerlo.

Creo estas presentaciones, junto con las condiciones

socioeconómicas de la familia y los servicios de salud que mi madre

prestaba a las monjas, sirvieron para que mi hermana Zully fuese

becada por las religiosas para cursar hasta el sexto grado. También

me invitaban algunas familias de la sociedad tucupidense de

entonces para oírme cantar; y tal vez, con el empeño de que sus

hijos hicieran lo mismo. …Mera especulación.

Otro de los benecios de aquella presentación en AD fue haber

sido seleccionado, junto con mi amiga Jenny Malpica, hija de Tioco y

Gladys, para cantar en la celebración de los 200 años de la

fundación de Tucupido, era el Bicentenario. Para ese año, 1960, se

celebró uno de los más concurridos reencuentros de los hombres y

mujeres del pueblo que, por una u otra causa, se vieron obligados a

mudarse a otros lugares, especialmente a Caracas, Valencia,

Maracay, Puerto Ordaz, etc. La reina de tan importante evento fue la

siempre bella, Aminta Guacarán; quien vistió elegante traje largo de

color blanco para el momento de su coronación, en la plaza Bolívar.

Era una mañana hermosa, un radiante sol, la plaza Bolívar llena

de gente que vino de muchas partes del país con sus mejores galas

matinales. Al salir la Misa de Acción de Gracias que ocio el Padre

Zúñiga, comenzó el acto cultural previsto para tan importante

celebración. El programa de la velada fue variado. Recuerdo al

poeta Roque Peñalver, brindando los poemas de su inspiración a los

presentes, grupos de danzas folklóricas que alegraron la mañana;

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Jenny Malpica demostró sus cualidades como la estrella

infantil femenina; luego, acompañado por la Banda de Música,

quienes vistieron uniforme de gala, me toco salir con el mismo

liquiliqui blanco para cantar “Campanera” pieza que

interpretaba el cantante español del momento, Joselito.

Una anécdota que tengo de esta presentación es un

cuento que siempre repite el conocido y apreciado amigo

“mojón de tigre”, quien con su forma peculiar de contar

historias, dijo:

“ Yo r e c u e r d o e s a v e z , e n e l

Bicentenario de Tucupido (1960),

cuando cantabas en la plaza Bolívar; yo

estaba entre la gente y dije: ¿Quién es

ese carajito que canta tan lindo?.

Inmediatamente, detrás de mi sentí una

voz recia y rme de mujer que dijo: “ese

es mi hijo”. Era la voz de Blanca

González, la enfermera de Tucupido,

una pinga e' mujer (alta), que tenía

detrás de mí”. Cuenta Joseíto Jiménez.

Esta, y otras experiencias, sirvieron para que el profesor

Baltodano le hiciera la proposición a mi madre de “pulirme” en

el canto y orientarme hacia el mundo artístico.

¡No señor…! dijo mi madre a su compadre

Baltodano. “Mi hijo no se meterá en ese mundo

de perdición, de allí vienen las estas, los

vicios, la radio, la televisión…y dígame el

cine…Yo no quiero eso para mi hijo, él

estudiará y será un profesional”.

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Así fue como no pude ir a “Radio La pascua” a una

presentación que había tramitado el maestro Baltodano, para

luego ir a la emisora de El Sombrero, donde también había

programas de música en vivo.

Es poco lo que puedo decir al respecto por el amor y el respeto

a mi madre. Tal vez, la joven e impetuosa enfermera tenía sus

razones, el tiempo se encargó de aquello. Vale la sentencia:

“Los tiempos de Dios son perfectos”.

El entusiasmo por el canto sigue con el crecimiento del

niño que, progresivamente, va alcanzando la adolescencia.

Calle Salón Nº 14, lugar de residencia de Fatonio

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algunos ya conocidos por la

etapa de la escuela. Pero,

resaltan los nombres que la

memoria convida, tales

como: el profesor Lermith

Hernández, quien venía de

San Juan de los Morros a

impartir clases de Inglés,

lamentablemente fallecido

en la tragedia del Puente la

llovizna en el estado Bolívar

(1964); el profesor Félix

Fariñas, con la matemática;

Jesús Hernández, conocido

en el ambiente estudiantil

como “echita” por la forma

de esquematizar la clase

para llevar el conocimiento

de la Geografía y la Historia a sus alumnos. Volvemos a

encontrarnos con la maestra Luisa Margot de Panzarelli,

ahora con el rol de profesora de Castellano; Alfredo Cáceres,

impartía las manualidades. Otros…….. Todos bajo la

conducción de Cesar Díaz Ledezma (maestro Díaz), el

Director del Liceo, quien además impartía clases de

Geografía.

El uniforme de los alumnos de entonces era un pantalón

azul, con camisa blanca, manga corta; mientras que las

hembras vestían una falda-jumper blanca con camisa roja. No

había exigencias de modelos o colores de zapatos, ni de otros

atuendos, como insignias, morrales, etc. Así como en la

primaria. Siempre fue una gran alegría la compra de los útiles

para iniciar el año escolar, sólo que en esta oportunidad no

había bulto ni la caja de colores; sólo los cinco cuadernos, un

lápiz y si acaso un sacapunta.

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Evolución del niño, paso a la pubertad

Atrás quedó la escuela primaria. Los tiempos de

monaguillo, la jugadera de metras, papagayos, gurrufío y la

mamadera de dedo, fueron pasando a un segundo plano. Ya

no doblaba el pabellón de mi oreja izquierda para meterla en el

oído. Comienza la etapa del liceo, con los mismos amigos de la

“Narciso López Camacho”, que fuimos asignados en aquella

sección ”A”; otros que salieron de la recién inaugurada “Félix

Antonio Saa”, ubicada en la planada del barrio San Pablo; y

otros tantos del colegio de las monjas, ubicado a una cuadra de

la plaza Bolívar, frente a la Bodega de José Espinoza. Todos

fuimos a encontrarnos en el glorioso e inolvidable “Víctor

Manuel Ovalles”, desde su fundación, en la esquina de la plaza

Bolívar; donde después, por mucho tiempo funcionó el billar de

Rodríguez, también dueño (Alquilado) del teatro Ribas.

Iniciar los estudios de secundaria fue una seguidilla de

cambios, no solamente siológicos sino también de conductas

y emociones, que marcaron los tiempos por venir.

La transición del sistema de gobierno autoritario a una

Junta de gobierno cívico-militar, pero de corte democrático,

abrió paso a la creación de esta nueva casa de estudios, donde

comenzó otra etapa del corto tiempo que me quedaba por vivir

en mi pueblo natal.

La emoción fue invadiendo la mente de aquel niño que

asomaba a las puertas de la pubertad; bastaba que sonara el

timbre de la segunda hora de clases de la mañana para salir a

la plaza Bolívar a compartir la nueva experiencia con los

amigos del salón y otros párvulos, conversando de las nuevas

asignaturas, como el Inglés, Educación Art íst ica,

Manualidades, Educación Física, entre otras; también

referíamos la presencia de los profesores,

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Pintar tumbas y cruces en el cementerio con un potecito de

zapolin plateado, un

cuar to de p in tu ra

blanca, una brocha y

u n p i n c e l , q u e

compraba en la tienda

de Carlos Casado, ya

no eran instrumentos

que seguiría viendo

por aque l lo de la

“ pena ” ; as í como

recoger estiércol (cagajón de burro) y venderlo a Doña Luca, a

Doña Ysabel, y otras casas de familia. Ya no habrá más ventas

de la lotería de animalitos, promovida por la iglesia, en la calles

del pueblo; ayudar al primo Tomás a vender periódicos; etc.

¡No! Eso quedó atrás.

El ego, la autoestima y las ansias de protagonismo juvenil

fueron copando la escena del nuevo liceísta. Ahora es el

uniforme del Víctor Manuel Ovalles; la ropa ajustada con

pantalones bota ancha, camisa manga larga por dentro,

zapatos pulidos… y mucho breelcream para levantar el copete

de la negra y lacia melena de aquel impetuoso y arrogante

jóven, …pero a su vez, ingenuo; marcaba la nueva

personalidad.

La permanencia en el liceo y las constantes visitas al

estadio se convirtieron en los puntos de encuentro para

sociabilizar con quienes practicaban deporte en la población,

preferiblemente el Beisbol, y de vez en cuando el Futbol o el

Voleibol. Surgen otras amistades fuera del grupo del barrio y

del liceo; la práctica del Futbol me conectó con Simón “plaki”,

Héctor “hilo”, Paulino Cabeza; quienes, a mi juicio, si hubiesen

recibido orientación o entrenamiento especializado, tal vez,

hubiesen logrado la cima.

Page 23: Fatonio, andariego

15

Fatonio, andariego

Transcurre la nueva experiencia, y sobre la marcha

aparecen otras. Visitar la Biblioteca para consultar tareas, ir al

estadio para hacer Educación Física y conformar grupos

voluntarios de tertulias por las noches en la plaza Bolívar para

tocar temas de la cotidianidad escolar; y encuentros con nuevas

amigas y amigos, fueron ampliando el radio de acción del joven

que se gestaba desde el humilde hogar, donde precisamente la

educación, la orientación y la formación académica no eran su

fuerte.

Alumnas del Liceo Victor Manuel Ovalles, vistiéndo el uniforme

Daniel Pérez, Tomas Rondón

Fatonio (Rafael González)

Antonio José Arvelaiz

Page 24: Fatonio, andariego

16

Fatonio, andariego

En cada una de estas disciplinas pude apreciar las

habilidades y destrezas de quienes, de una u otra forma, se

convirtieron en los ídolos de la mayoría de los adolescentes

contemporáneos de la época.

Lorenzo Guzmán, Miguel Martínez, Miky Requena,

Leobaldo, Teodoro y Quipin Herrera, Juan Jacobo y Antonio

Jiménez, Chicho Anzoategui, Pascual Garofalo, Baltazar

Brito, Fabian Rengifo, Roberto Boll (Bobby); entre otros,

fueron y siguen siendo referencia del deporte en Tucupido

para la juventud que se fraguaba en las canchas de tierra

para el Voleibol y los “peladeros de chivo” para el Beisbol y el

Futbol. No sabíamos de otro deporte, salvo la natación que

practicábamos en las lagunas y represas del pueblo. El

atletismo se fue convirtiendo en un deporte natural con las

largas caminatas que acostumbrábamos para llegar a estos

sitios, donde también hacíamos otras travesuras, propias de

la edad de los muchachos de la provincia. Por ejemplo, las

frecuentes visitas a la laguna de Rivero, a la represa vieja y la

nueva, la tapita del 19, macairita, Juan sabroso, el río

Tamanaco, etc. Eran, además de la recreación, nuestras

piscinas naturales.

Page 25: Fatonio, andariego

17

Fatonio, andariego

De las canchas de Voleibol, sólo recuerdo dos o tres que se

improvisaban en una planada, pintada con un perolito de cal, y

se sostenía la malla con dos viguetas de grueso güatacaro.

Una estaba en el grupo Escolar “Narciso López Camacho”,

donde acudía mucha gente, además del estudiantado; otra era

la de San Pablo, una planada donde también se instalaba la

carpa del circo cuando llegaba al pueblo. Por cierto, si en algo

levanta la estima de los pobladores de hoy, el famoso circo

Rassore estuvo en Tucupido cuando estaba en su esplendor

del espectáculo.

En este terreno se construyó la escuela “Félix Antonio

Saa”. Otra de las canchas de Voleibol improvisada por los

organizadores de este deporte fue detrás del lefteld del

estadio “Los gavilanes”, casi en la entrada para La Travesía,

ruta natural de nuestras andanzas donde se encontraban los

deliciosos pero espinosos güamachos y las exquisitas cerezas

de monte. Justo al lado de frondosos güatacaros que

ocultaban el sol de la tarde. En esa cancha vi jugar a la maestra

Onofre Martí, a las hermanas Teresa y Aurora Jiménez, a Nora

Page 26: Fatonio, andariego

18

Fatonio, andariego

Campos, Lola Leal, Dorys Pérez; y otras tantas que el

agotado cerebro no logra conectar. De esto hace mucho tiempo,

quizás fue una de las últimas celebraciones de la Semana de la

Patria; cuando agonizaba la dictadura de Pérez Jiménez.

Del beisbol no puedo referir más que el estadio del pueblo:

“Los gavilanes” que más tarde se convertiría en lo que es hoy el

estadio Ramón Díaz Sánchez, para entonces sin cerca, sin

gradas, sin dogout, sin basketop y sin ningún otro servicio que

no fueran los gruesos tubos de acueductos, colocados para

delimitar la raya de tercera y de primera base, como protección

para los fanáticos. Hasta nales de los 60's que comenzamos a

luchar por la cerca perimetral, los dogouts, y sus primeras

gradas, detrás de la tercera base. La única cerca conocida de

entonces era la del righeld que lindaba con el patio de la señora

Matilde D'angelo de Garofalo, donde caían las pelotas

imposibles de recuperar, después de homerun que siempre

conectaban Jesús Díaz, Basilio y Jóvito Díaz, Robinson

González; entre otros, verdaderas “Glorias del Beisbol” en

Tucupido.

Page 27: Fatonio, andariego

19

Fatonio, andariego

Vale resaltar que, luego del cine, los toros coleados y la

retreta en la plaza Bolívar, los jueves y los domingos, estos

escenarios deportivos eran la distracción natural del pueblo. No

se pagaba entradas, no había otra exigencia que no fuera el

entusiasmo y la sana diversión. También sirvieron estos

espacios deportivos como punto de encuentro para el amor.

Muchas parejas, que luego hicieron familia, se formaron desde

la asistencia a un juego de pelota o futbol. Hay casos conocidos.

Este ambiente envolvió el entusiasmo de Fatonio.

Descubrir la sensación de dejarse ver en la actividad deportiva,

pasear la plaza Bolívar en compañía de amigas y amigos, al

compás de la entusiasta y pegajosa música de la banda

Municipal; ir al cine los domingos en la mañana de vermout y

repetir la entrada en la función nocturna, fueron aojando los

ánimos para dedicarse a estudiar en forma, en aquel primer año

de la secundaria, como si lo hicieron muchos, que si lograron

avanzar. La respuesta no se hizo esperar. repetir el 1er año. La

debacle.

Banda de música de Tucupido

Page 28: Fatonio, andariego

20

Fatonio, andariego

D e e s t a

e x p e r i e n c i a

q u e d ó e l

aprendizaje de

p r e p a r a r l o s

brebajes que

r e c e t a b a “ e l

pelón Soto” a

sus c l ientes;

a d e m á s d e l

c o m p l i c a d o

b o t e l l ó n d e

e n c u r t i d o

p i c a n t e q u e

salía todas las

semanas para

envasar en las botellas de aguardiente, previamente

esterilizadas con agua y el calor del sol, para colocarlas a la

venta en el negocio de Napoleón Inojosoa. Nunca lo probé,

pero se vendía, porque todas las semanas se hacía el surtido

en los anaqueles del supermercado Napoleón.

Debo reconocer, al mismo tiempo agradecer que, si bien

es cierto no aprendí el ocio de farmaceuta, Soto no

escatimó esfuerzos para enseñarme valores y exhortar mis

ánimos para seguir los estudios.

En compañía de mi abuela Estefanía, mi hermana Zully y la prima Miriam

Abasto de Napoleón Inojosa

Page 29: Fatonio, andariego

21

Fatonio, andariego

Al llegar el mes de Julio, eran predecibles las notas que

aparecerían en las carteleras del liceo. Cinco o siete

asignaturas aplazadas, para No hubo tal repetición ese año.

El pleito y la situación económica en el hogar, aunado al

desanimo por los estudios, inuyen para poner a la familia a

pensar en el trabajo productivo para el joven que había salido

mal en los estudios.

Muchacho de mandado en la tienda del árabe Omar

Alamadín, ubicada en la calle Ricaurte, frente a los depósitos

de Efraín Sánchez; poco después convertidos en la casa de

Copei, fue el destino de aquel jovencito que creyó se la estaba

comiendo con sus andanzas de “pavito estero”. El trabajo lo

compartía con Mario Rengifo (marito), otro joven que no le dio

mucho a los estudios, pero recuerdo era un As con la bicicleta,

llegando a ganar competencias improvisadas en tiempos de

Fiestas Patronales. Supe con el tiempo que su familia se

mudó a El Sombrero. En este trabajo no duré ni dos meses

porque se requería caletear cocinas, colchones, camas,

muebles, lavadoras, etc. Trabajo duro, para aquel jovencito

inítico, de contextura débil, como más tarde lo calicaría la

Libreta Militar; la cual gestionó mi madrina Aura Casado,

siendo Secretaria de la Prefectura.

Luego, ayudante en la farmacia con el siempre recordado

Rafael Vicente Soto, ubicada al frente de la Biblioteca,

diagonal con la escuela de Artes y Ocios; fue el trabajo que

consiguió Blanca, “para que el joven no se descarriara y

aprendiera un ocio digno, por si no quería seguir

estudiando”.

Era una cantaleta diaria, durante la faena de limpiar las

vidrieras y organizar las medicinas:

“Un hombre sin estudios es un ser incompleto”.

Page 30: Fatonio, andariego

22

Me repetía aquel gordito de pequeña estatura, con tono

gracioso; mientras se mecía en el chinchorro, y Yo limpiaba los

envases de las medicinas y las vidrieras del mostrador. Por

supuesto, mi ignorancia impedía saber a qué se refería el pelón

Soto.

Lo que es imposible olvidar de Soto es cuando me tocaba

abrir las puertas de la farmacia y tener que verlo arropado,

dando vueltas en el chinchorro que colgaba en el corredor

trasero de la casa, con vetustas paredes de bahareque, techo

de tejas y piso de ladrillos; a eso de las 7 de la mañana cuando

me exigía llegara temprano.

“Fantoño (nunca llegó a decir Fatonio), vaya a

buscar las arepas que ya vienen mis sobrinos,

“motilón” y Fernandito, con el suero; vamos a comer

temprano, para que limpie temprano”.

No menos de catorce arepas, preparadas por Doña Ana

Lucinda de Rodríguez, desaparecían en un dos por tres de la

cesta que traía a diario para el desayuno. En la mesa devoraba

las arepas con una mezcla de suero y el encurtido picante que

él mismo preparaba; para luego hacer burla de chanza,

acusándome de comelón.

¡Carajo! No te pago por ayudarme en el

trabajo, pero, cómo comes carajito. Decía a diario.

Las conversaciones con Rafael Vicente en la farmacia,

cuando no había clientes, cosa frecuente, las valoré con un alto

contenido de orientación y motivación, parecía un padre

hablándole al hijo para que se encaminara por el camino del

bien. Toda una encíclica para tratar de seguir adelante. Así fue.

En una de esas tardes de Agosto, en las frecuentes tertulias

en frente de mi casa; unos sentados en las silletas de cuero, y

otros en los brocales de la acera, donde solíamos reunirnos

toda la familia y algunos allegados del sector; mi abuela

Estefanía, a quien Zully y Yo le decíamos “papa”, le dijo al

grupo que estaba a su alrededor:

Fatonio, andariego

Page 31: Fatonio, andariego

23

Fatonio, andariego

“Ya hablé con Maestro Díaz, en

Septiembre comienzan las clases y te

vamos a inscribir en el liceo, allá en

Rivero, para que sigas estudiando, no

creas que te vas a quedar de vago por

ahí”.

Decía la matrona con voz de mando, sin dejar de masticar

su tabaco, al mismo tiempo que me señalaba insistente con

su grueso dedo índice. Aquello fue una sentencia. Se activó

en mi yo interior el suiche que mezcla los miedos con la

alegría; el mandato lo recibía de quien gobernaba la casa,

delante de personas a quien respeté y respeto mucho, como

mi tía Anita, mi Madrina Aura Casado, Doña María Luisa de

Arruebarrena, el primo Raúl, Ana Correa y algunos amigos

del barrio.

Fue así como el 16 de Septiembre, un día después de mi

cumpleaños, reinicié mis clases de secundaria en los nuevos

salones del “Victor Manuel Ovalles” cerca del cerro de la Cruz

de Mayo, en Rivero. Repetía 1er año.

Aquel año, lejos de ser fácil en los estudios por haber sido

repitiente, fue duro. Todavía quedaba mucho resabio al

estudio y las actividades de entretenimiento aún resaltaban

en el espíritu desganado para asumir responsabilidades, sin

embargo, a duras penas el segundo año de bachillerato fue

alcanzado, con algunas asignaturas pendientes por reparar.

El periodo de reparación sirvió para darle paso a la

madurez. Hacer el ridículo o ser objeto de burla por los

amigos y amiguitas del curso anterior que ya estaban en

tercero, no iba con la apariencia de aquel joven bien plantado,

agraciado por la naturaleza (según mi madre), polifacético

(sin saber qué era eso), deportista, estero, bailarín y

cantante. Había que echarle'…

Page 32: Fatonio, andariego

24

Fatonio, andariego

Fue cuando, con una voluntad enorme, una sillita

expandible de lona y los útiles escolares, tomé la plaza Bolívar

como centro de estudios; siguiendo el ejemplo de otros

estudiantes de la época que hacían lo propio, en serio;

instalados en los amplios pasillos de la plaza, debajo de las

frondosas matas de mamón. Eso sí, luego de las 8 de la noche

cuando ya la primera función del cine había comenzado;

aprovechando que los asiduos visitantes del recinto patrio

habían culminado su tertulia y se retiraban a sus casas.

Estudiar y contemplar la plaza Bolívar de mi pueblo, con

detenimiento, son dos placeres que fueron quedándose en el

hábito del joven que empezaba a jugárselas todas para seguir

adelante. Por una parte, la comprensión del contenido

académico había esperado el tiempo exacto de aquel cerebro

que recién se adaptaba a los cambios emocionales. Todo se

veía más fácil de comprender, entender y captar. Y por la otra,

aquel ambiente ecológico que brindaba la plaza de entonces

con sus bellas jardineras, los mamones oreados o cargados,

listos para darnos su delicioso fruto y así entretenernos en la

lectura, o mientras practicábamos las matemáticas. Para

entonces las funciones del cine América y el Teatro Ribas

rodaban la mitad de la película; y las parejitas de la plaza

abandonaban el lugar. Quedaba el silencio; apenas dos o tres

grupos de coterráneos pasados de edad hacían grupos en los

mismos bancos de siempre, con la tertulia de siempre.

El escenario era de estudiantes. Regados por todos lados

con la mirada muda del busto de El Libertador, ubicado en lo

alto del pedestal, con el frente hacia la iglesia católica, a su

espalda la iglesia evangélica, y de ambos costados de la plaza,

la Prefectura del Distrito Ribas y la Logia masónica. Era como

obligatoria la concentración, la meditación y la apertura al

entendimiento. Había que estudiar para reparar las

asignaturas quedadas.

Page 33: Fatonio, andariego

25

Fatonio, andariego

Así fue, bien valió la pena “sacricar” el mes de Agosto y parte de

Septiembre de aquel año para ir al grado inmediato superior; que

también tuvo sus tropiezos, pero fueron superados.

El inicio del tercer año fue de cambios. Los directivos del liceo

aprobaron cambiar el uniforme. Ya no se usará la camisa blanca,

manga corta; ahora es color kaki, manga larga; dejando el

pantalón kaki también. No había exigencia de calzado especial,

hasta en alpargatas podíamos asistir; y así lo hicimos muchos,

obligados por la situación económica. Las alumnas preservaron

el bello y emblemático uniforme blanco y rojo.

La sede del Liceo Víctor Manuel Ovalles, tenía una sola planta,

construida en forma de L, con salones y laboratorios ad hoc para

la actividad académica, tenía gran espacio de terreno en la parte

trasera con una cancha simple, sólo para el Voleibol y algo de

Gimnasia empírica, quedaba retirada de la estructura principal.

La entrada del liceo estaba adornada con pequeños árboles y

arbustos que más tarde crecerían, dándole la imagen de una

Page 34: Fatonio, andariego

26

edicación moderna y adaptada al progreso que pregonaba el nuevo

gobierno nacional.

La organización del plantel de entonces, si bien es cierto, no

cubría los servicios socio-educativos para el proceso enseñanza

aprendizaje, carecía de biblioteca, comedor, transporte, servicio de

asistencia médica y orientación; contaba con una plantilla de

docentes y personal directivo con enorme voluntad para llevar

adelante el cometido propuesto por las autoridades de entonces:

darle progreso al pueblo a través de la educación, estimular a la

población escolar para seguir estudios superiores, evitar el desvío

emocional de la población juvenil; y encaminarla por la senda del

bien en el futuro.

Lamentablemente esta estructura comenzó a ceder. Los

mismos alumnos comenzamos a observar como las paredes se

resquebrajaban, los vidrios de las ventanas de macuto se rompían

con la presión de los techos, las baldosas en los baños

comenzaban a caerse solas. Todo esto ocasionó que alguien

tomó cartas en el asunto y fue necesario mudar el liceo Víctor

Manuel Ovalles a la escuela Félix Antonio Saa, en pleno año

escolar; estábamos cursando el tercer año. Último de mi vida

estudiantil en el pueblo que me vio nacer.

No obstante, ese año 1966, fue espectacular para la generación

de alumnos dedicados al deporte, especialmente al Beisbol,

Voleibol, Basketbol y Atletismo. Había llegado a Tucupido una

delegación del otrora Cuerpo de Paz, organismo creado por la

Unesco para llevar “paz y progreso” a los pueblos de Venezuela y de

América latina, bajo un programa creado en el gobierno de Rómulo

Betancourt llamado Alianza para el progreso.

Este programa trajo al Distrito Ribas a los norteamericanos

Charles Mikel Jhonson y Robert Coleman, quienes se dedicaron a

prestar sus servicios como entrenadores deportivos en la

población. El radio de acción de ellos era la población escolar del

liceo, inmediatamente se creó una empatía entre los jóvenes

deportistas de la época y los gringos, que terminaron siendo buenos

amigos.

Fatonio, andariego

Page 35: Fatonio, andariego

27

Fatonio, andariego

Surge la ebre del Basket

Ball y del Atletismo en

Tucupido; lo cual obliga a

pensar en la necesidad de

una cancha y una pista

para su práctica.

Sería mezquino no

mencionar en estas líneas

al Dr. Antonio Medina

Carreño, quien además de

m é d i c o P e d i a t r a , s e

preocupó y se ocupó

bastante por promover el

deporte organizado en la

p o b l a c i ó n . Q u i e n e s

vivimos la experiencia deportiva de la época no escatimamos

en reconocer su labor. Medina estuvo muy ligado a las

Federaciones y Asociaciones deportivas del estado Guárico,

se dedicó a orientar a los estudiantes deportistas sobre el

conocimiento de los reglamentos en cada una de las

disciplinas. Frecuentemente deteníamos el entrenamiento o la

práctica para sentarnos a escucharlo leer estos contenidos,

analizarlos y discutirlos. Fue un complemento de la formación

deportiva que obtuvimos. Esto se agradece.

Pero también Medina se ocupó por la infraestructura

deportiva del pueblo: el estadio y la cancha Neverí son

producto de esa gestión. Nosotros ayudamos realizando rifas,

dupletas de caballo y colectas.

Por ejemplo, las primeras gradas del estadio “Los gavilanes”

detrás de la tercera base, se construyeron a fuerza de esas

actividades; y los trabajos iniciales de la cancha Neverí, como

la limpieza y nivelación del terreno, la loza de la cancha, etc,

dieron pie para que las autoridades comenzaran a pensar en

un presupuesto para mejorar el estadio.

Page 36: Fatonio, andariego

28

Fatonio, andariego

Esta cancha se

construyó en un

t e r r eno donde

f u n c i o n a b a l a

vieja planta de

electricidad que le

daba iluminación

al pueblo; una luz

amarillenta, débil.

Por muchos años

el terreno quedó

baldío, las plantas

sufrieron el efecto

de la corrosión

para convertirse

en chatarra inútil.

El primer trabajo fue sacar estos pesados hierros para limpiar

el terreno, luego la nivelación y la colocación del

piso…después vino lo demás; hasta convertirse en la cancha

que inauguramos con un encuentro entre la selección de

Basket de Valle de la Pascua y los novatos basquetbolistas de

Tucupido. Una paliza nos dieron los experimentados y bien

entrenados vallepascuenses, quienes estaban bajo la tutela

del gringo Coleman.

Aquella cancha también sirvió para descubrir las cualidades

de muchos jóvenes en el entrenamiento deportivo y dominio de

grupos, entre ellos: Fatonio, quien llegó a darle las primeras

clases de entrenamiento de Basket ball a un equipo femenino

que conformó el Dr. Medina con las muchachas del liceo, entre

ellas Yudith Ruiz, Minerva y Aglae Panzarelli, Maruja

Aruebarrena, Lourdes García, Marlene Moreno, Migdalia

Contreras, entre otras. Mismas jugadoras que conformarían el

equipo de Atletismo del liceo.

Page 37: Fatonio, andariego

29

Fatonio, andariego

Progresivamente se fue formando lo que más adelante

sería la selección deportiva más renombrada en la historia del

liceo Víctor Manuel Ovalles, destacando en Beisbol, Voleibol,

Basket Ball y Atletismo. Con estos equipos participamos en

los Juegos Interliceistas realizados en el año 1966, en la

población de Anaco, estado Anzoátegui.

Valle de la Pascua, Zaraza, San Juan de los Morros,

Altagracia de Orituco, fueron los escenarios previos para ir a

estas competencias. Fue donde el joven Fatonio comenzó a

descubrir el potencial deportivo que llevaba por dentro.

Pelotero, basquetbolista, corredor de velocidad, y destacado

en el salto alto y salto largo; fueron las cualidades que más

adelante lo ubicarían en las puertas del Instituto Pedagógico

de Caracas para estudiar Educación Física, donde obtuvo el

título de profesor de esta especialidad, el año 1976.

Page 38: Fatonio, andariego

30

lamar amigo, hermano, compinche de andanzas, y otras Lexpresiones ligadas al cariño, a la persona con quien compartí los mejores tiempos de aquella ingenua infancia y parte de la

libertina pubertad en los efímeros caminos de nuestro adorado, y también añorado pueblo; son expresiones que tuvieron cabida inmediata en mi compungido pecho al ver la noticia que me envío “Arturito CANTV” sobre la repentina muerte de Luis Alberto “chito” Hernández, en Tucupido. Con seguridad muchos tucupidenses, con el amargo sabor espiritual de la pérdida de un amigo, no ahorrarán palabras de elogios, reconocimientos y comentarios sobre la vida de “Chito” en el desempeño de sus actividades como adulto, en las que sobresalen “el padre de familia, trabajador honesto, político, servidor público, músico serenatero, dicharachero y dueño de la pícara y contagiosa sonrisa que heredó del “chingo” Molfese, su padre. Pero, la motivación verdadera de hacer estas líneas brota del fugaz recuerdo que quedó de nuestros frecuentes encuentros, recorriendo los caminos andariegos de nuestro pueblo natal; desde la calle Salón hasta la laguna de Rivero, las represas (la vieja y la nueva), Tamanaco, Caujuaral, donde estaba parte de su familia; laguna de macairita, la tapita de Baltazar Camero, detrás del estadio; el bajo de la nueva, y otros sectores que fueron escenario de aquella marcada amistad entre un grupo de párvulos zagaletones que sólo buscaban la distracción natural que nos ofrecía la época. Para luego culminar con improvisadas reuniones en el poste de la esquina de la calle Gavante, cruce con Salón para oírlo tocar el cuatro y cantar temas, que aún revolotean en mi mente, llamando la atención de las muchachas de la zona. Cómo olvidar las vivencias históricas de las serenatas por las calles del pueblo, en tardes horas de la noche; en compañía de otros amigos y hermanos, como Daniel Pérez, el negro Mabeta, Rafailito Leal, Edgardo, Rafailito Palma, Orlando, Chelín, Antonio Rengifo (verija), Antonio José Arvelaiz, Pinico, Antonio Jiménez, y otros tantos, a quienes esta menguada memoria les quedará debiendo su mención.“Chito” hijo del chingo Molfese con Marcelina Hernández, hermano de Nelson, José, Norys, Miguel, Fanny y Gustavo; pudiera decir con poco márgen de error que, de estas andanzas nutrió sus experiencias de vida que

Homenaje a Chito Hernández

Page 39: Fatonio, andariego

31

más tarde le servirían para conquistar espacios en la sociedad tucupidense, logrando a ocupar posiciones prominentes, de dignos elogios.; no sin antes mencionar su matrimonio y la procreación de su familia.

Anécdotas huelgan en la grata compañía de Chito, no recuerdo que alguien lo llamara por su nombre, mientras crecíamos con el tiempo. Generalmente y de forma improvisada conformábamos grupos para encontrarnos en la esquina del tamarindo, casi todos los días, al salir de la escuela, o cuando coincidíamos quienes no asistíamos a la “Narciso López Camacho”, donde cursábamos estudios primarios. La ruta era denida entre todos, dependiendo de lo queríamos hacer, ¡Oh, la libertad…sin riesgos! Propio de la edad de la época.En una de tantas salidas, a medio camino detuvimos el paso para hacer una de los infantes aventureros: Frente a un arbusto, ya crecido, hicimos una especie de rito conquistador y descubridor, emulando sin conocimiento de causa a Humbold, bautizamos el arbusto con el nombre de “yaguaraparo”. Así quedó, no porque conocíamos su verdadero nombre botánico, fue sólo una ocurrencia. Lo cierto es que el arbusto que anunciaba el cambio de cruce de la travesía para entrar a la represa vieja quedó como referencia para esperar a los resabiados del grupo; entre ellos Miguel “borrachito” Hernández, Jesús y Héctor Rengifo, Nino Tinedo, el negro e' Carmen, entre otros. Pasa el tiempo…en una de mis improvisadas visitas al pueblo y por ende el encuentro con el amigo y hermano, ambos adultos, discutimos el tema de aquel arbusto bautizado, con el asombro de que en realidad ese era su nombre en la botánica venezolana.También nos ocurrió con uno de los rabos de la represa, donde lamentablemente murió ahogado el también amigo de infancia, Alvaro Pedrique Arvelaiz, quien periódicamente nos acompañaba en las “travesías de la vagancia”. En su honor colocamos su nombre al lugar. Recuerdo entre todos dijimos: “A partir de ahora, por siempre, este rabo (saliente de la represa) se llamará Alvaro”; siendo Chito el mentor. No se si todavía existe el rabo.Sin ánimo de golpear su memoria ni la de su familia, que fue como la mía; divertido es mencionar, con cariño, la vez en que Chito dejó de tocar el cuatro para seguir la serenata porque sintió hambre, era tarde en la noche, tuvo que salir Edgardo Leal a comprar, previa recolecta, dos latícas de sardinas para satisfacer aquella frecuente necesidad en el único cuatrista que nos acompañaba; la música siguió toda la noche hasta la madrugada. Así fue.

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32

Oye Chito, José y Miguel, se borrarían las marcas de las teclas, entumeserían mis dedos por seguir narrando parajes al lado de ustedes, sin ahorrar en sentimientos encontrados por la pena que me aige; pero hago el esfuerzo por seguir hasta que me alcance el valor de ofrecer mil disculpas por no estar en cada uno de sus sepelios.Llegue hasta la profesora Nory, a Nelson, a Fanny, a Gustavo, y demás familiares, mis palabras de afecto y de dolor; con las condolencias por tan irreparable pérdida. Chito en el cielo también tocará y cantará. Dios se apiada de su alma.

FATONIO (Rafael González)

05-11-2010Fotos: Carmen Lucía Ruiz

“Chito” al centro tocando la guitarra; acompañado de Nardo Velázquez y Julio Rodríguez. En una de sus últimas presentaciones en la plaza Bolívar

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Primeros pasos de Fatonio en la política

Como en todos los tiempos, una de las tantas estrategias

que aplican las organizaciones políticas en Venezuela es la

de captar militancia, tal vez sea la más importante, la

prioridad. Generalmente apuntan hacia la población juvenil

para tener una plataforma sólida que los ayude a fortalecer

sus luchas. Se convierte la juventud en un atractivo para

enganchar mayor participación en la población. Para

entonces dedicarse a la formación y capacitación ideológica

tenía un peso prominente.

En mi caso, la actividad deportiva, la actitud extrovertida

y el asomo de algunas muestras de liderazgo en el grupo de

amigos en el barrio; tal vez fue lo que motivó a Luis Jiménez a

invitarme a la celebración del Día de la Juventud que

realizaba el partido Copei de Tucupido, en la sede ubicada en

la calle Sucre. Era un acto de la Juventud Revolucionaria

Copeyana (JRC). 12 de octubre del 1963.

El atractivo de la esta, el entusiasmo por la bailadera y

posiblemente cantar algunas estrofas dominaron mi

expectativa para acudir a la invitación. De entrada vi caras

conocidas, bien sea, por las relaciones con mi casa, por ser

vecinos, o por ser personas de la vida pública en el pueblo.

Puedo recordar los rostros de Rafael Vicente Soto, José

Rodríguez Sáez, Alejandro Rodríguez Guzmán, Fernando

Rodríguez, Iramides Ruiz, Teresa Rodríguez de García, Libia

de Pinilla, Juan Jacobo y Teresa Jiménez, Antonio Ruíz,

Antonio Tinedo, José Vicente Balza, ………; entre otros,

quienes dominaban la escena de aquel emotivo encuentro

juvenil, donde resaltaba el verde de un gran estandarte

pegado a la pared con las siglas de COPEI.

Fatonio, andariego

Page 42: Fatonio, andariego

34

Fatonio, andariego

Fue entonces cuando, a solicitud del amigo y vecino, Luis

Jiménez, coloque mis datos personales en una planilla que me

acreditaba como copeyano. Así fue por siempre, hasta el sol de

hoy.

En este evento tuve el privilegio de escuchar la encendida

oratoria de José Rodríguez Sáez, quien mucho después fue

llamado por el Presidente Luís Herrera Campins para gobernar

el estado Guárico, dejando huella positiva en su gestión; pero,

lamentablemente truncada por aquel fatal accidente aéreo que

le costó la vida. La ausencia de José deja un vacío en la

dirigencia socialcristiana del estado Guárico, por mucho tiempo.

La permanencia de Fatonio en estas lides políticas fue muy

corta en su pueblo natal, se aproxima la fecha de la partida a

otras latitudes, otras tribunas; buscando otros horizontes.

Otra vida, otra familia

Previo a la Semana Santa del año 1967, a través de una

llamada telefónica que Blanca motivó desde Valle de la Pascua,

Fatonio hace contacto con Eugenio Muñoz, su progenitor; quien

nos pidió lo visitáramos a su casa.

Al primer día de las vacaciones escolares de los días santos

de ese año me encontraba a bordo del autobús de la línea La

popular, rumbo hacia Altagracia de Orituco, donde haría el

trasbordo en la misma línea para otra unidad que me llevaría a

mi próximo destino: Santa Teresa del Tuy.

El recorrido por la culebrera carretera del Parque Nacional

Güatopo, su esplendorosa ora, clima húmedo y frio;

comparado con aquel calor l lanero al cual estaba

acostumbrado, fue escrutando mis sueños. Las frecuentes

caídas de aguas cristalinas durante el trayecto que bañaban la

montaña llamaron poderosamente la atención del joven viajero.

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35

Fatonio, andariego

El aire por la ventanilla me decía iba a encontrarme con algo

nunca visto; y también susurraba al oído la oportunidad de

cambios en la vida de aquel joven soñador, inquieto…ahora

menos arrogante. Pero con ganas enormes de querer crecer.

No culminaba el año escolar aún, iba a pasar las vacaciones

de la pascua; estaba pendiente aprobar el tercer año de

bachillerato. Pero, durante el viaje puse a volar la imaginación, y

me veía cursando el cuarto año, practicando los deportes que

dominaba y organizando equipos deportivos. Cambiaría el

escenario pero los sueños permanecían.

La llegada al pueblo de Santa Teresa, el disfrute de aquella

Semana Santa y el encuentro con la nueva familia, marcaron el

rumbo de lo que sería la otra vida de Fatonio.

En estos días no hubo mucha diferencia con las costumbres y

tradiciones de mi querido pueblo. Acudir a las procesiones, visitar

la plaza Bolívar, ver muchachas bonitas, y asistir a una que otra

esta para bailar y conocer amistades, marcaron la pauta. Pero,

lo que si despertó aquellos sentimientos inculcados por mi

madre, desde niño, fue el amor y respeto a mi padre; lo asimilé tal

y como me lo habían descrito: cariñoso, respetuoso, bondadoso

y estricto en la conducción de la familia.

Pero, lo que aún no he podido plasmar en letras, por lo

satisfactoriamente impactante y complicado para expresar, fue el

hallazgo de cuatro hermanos, más bien cinco; porque no muy

tarde conocí al mayor. Haber entrado en contacto con mis

hermanos Margot, Eugenio (nenito), María Luisa, Mercedes; y

luego Toribio, fue y ha sido una de las experiencias más notables

en lo que ha de venir. Aquello fue una riqueza espiritual, era rico y

no lo sabía; tenía otra familia.

Alta consideración debo manifestar en estas últimas líneas a

quien también me recibió con los brazos abiertos, sin reservas, ni

los consabidos celos de la esposa para con el “otro hijo”.

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Fatonio, andariego

La señora María Oller de Muñoz, con el tiempo, muy

poco tiempo, se convirtió en la segunda madre para mí.

¡Más feliz! Ahora tengo también dos madres.

Lo que sigue, por respeto a mis coterráneos y amigos

del pueblo natal será objeto de otro intento literario, con

la garantía de que las emociones y otros hallazgos

buscarán espacios en el espíritu, que apenas comienza a

descubrir otras realidades; tales como, los estudios,

logros, el recorrido político, el encuentro con la mujer

amada, la procreación y la crianza de cinco maravillosos

hijos que le dieron y siguen dándole sentido a mi vida.

Nos seguimos viendo.

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Fatonio, andariego

INDICE

Presentación

Prologo

Breve reseña de los hechos del 23 de Enero de 1958 ................................. 4

Evolución del niño, paso a la pubertad…........ 13

Homenaje a “chito” Hernández ....................... 30

Primeros pasos de Fatonio en la política.......... 33

Otra vida, otra familia....................................... 34

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BIBLIOGRAFÍA

·

...la memoria

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