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FAMILIA FRANCISCANA MISIONERA DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR PROVINCIA “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR” / ARGENTINA - BOLIVIA 1. Un poco de historia… Memoria y objetivo de las Jornadas Todo comenzó en el ya lejano 1983, cuando desde Milán, el Juan Pablo II invitó “a los jóvenes de todas las naciones y continentes” a celebrar un jubileo especial con ocasión del Año Santo extraordinario de la Redención, cuyo objetivo era “hacerse constructores de nuevas formas de vida más expresivas del rostro del hombre de hoy. Y, sobre todo, del hombre del mañana que ya se prefigura en sus rostros”. Del 11 al 15 de abril de 1984, tuvo lugar en Roma el Jubileo Internacional de los Jóvenes, al que asistieron 60.000 muchachos venidos de todo el mundo. “¿Quién ha dicho –se preguntó el Pontífice– que la juventud de hoy ha perdido el sentido de los valores?”. Ese mismo año, el 25 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, el Papa reiteró la invitación a los jóvenes a venir a Roma el Domingo de Ramos de 1985, proclamado por la ONU Año Internacional de la Juventud. El 26 de marzo de 1985, cinco días antes del Domingo de Ramos, Juan Pablo II hizo pública su Carta Apostólica a los Jóvenes, a los que llama “queridos amigos”, en el que afirma: “Ustedes son la juventud Ustedes son también la juventud de la Iglesia. Todos miran hacia ustedes, porque todos nosotros, gracias a ustedes, en cierto sentido, volvemos a ser jóvenes”. Fue un gran éxito el encuentro, al que asistieron jóvenes de 70 países y en el discurso al Colegio Cardenalicio del 20 de diciembre de 1985, el Santo Padre anunció la institución de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebraría todos los Domingos de Ramos. De este modo se fueron realizando las JMJs a nivel Diocesano y también mundial. Después de Roma fue Argentina la sede; tras Buenos Aires (1987), la ciudad brasileña será la segunda de América del Sur en celebrar una JMJ. Con la de Madrid ya se han celebrado veintiséis, todas ellas presididas por el Papa y once fuera del Vaticano –Buenos Aires (Argentina), Santiago de Compostela (España), Czestochowa (Polonia), Den ver (Estados Unidos), Manila (Filipinas), París (Francia), Roma (Italia), Toronto (Canadá), Colonia (Alemania) y Sydney (Australia)–. 2. JMJ 2013 – Río de Janeiro Presentación del lema y del logo "VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS" MT 28, 19 Este es el lema del próxima JMJ y, como los anteriores, es un mandato del Evangelio, este puntualmente nace del envío misionero que Jesús Resucitado realiza a sus discípulos y discípulas que haciendo eco de su voz se reúnen en Galilea luego de la Resurrección. Esta es una propuesta de reflexión, puede tomar el cuerpo que mejor convenga a los diversos grupos, lo importante es comenzar a vivir en sintonía, en comunión y así ir tejiendo el sentido de Familia de María Ana que tiene una palabra para el joven y para el mundo de hoy.

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FAMILIA FRANCISCANA

MISIONERA DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR

FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR

PROVINCIA “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR” / ARGENTINA - BOLIVIA

1. Un poco de historia… Memoria y objetivo de las Jornadas

Todo comenzó en el ya lejano 1983, cuando desde Milán, el Juan Pablo II invitó “a los jóvenes de todas las naciones y continentes” a celebrar un jubileo especial con ocasión del Año Santo extraordinario de la Redención, cuyo objetivo era “hacerse constructores de nuevas formas de vida más expresivas del rostro del hombre de hoy. Y, sobre todo, del hombre del mañana que ya se prefigura en sus rostros”.

Del 11 al 15 de abril de 1984, tuvo lugar en Roma el Jubileo Internacional de los Jóvenes, al que asistieron 60.000 muchachos venidos de todo el mundo. “¿Quién ha dicho –se preguntó el Pontífice– que la juventud de hoy ha perdido el sentido de los valores?”. Ese mismo año, el 25 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, el Papa reiteró la invitación a los jóvenes a venir a Roma el Domingo de Ramos de 1985, proclamado por la ONU Año Internacional de la Juventud.

El 26 de marzo de 1985, cinco días antes del Domingo de Ramos, Juan Pablo II hizo pública su Carta Apostólica a los Jóvenes, a los que llama “queridos amigos”, en el que afirma: “Ustedes son la juventud Ustedes son también la juventud de la Iglesia. Todos miran hacia ustedes, porque todos nosotros, gracias a ustedes, en cierto sentido, volvemos a ser jóvenes”.

Fue un gran éxito el encuentro, al que asistieron jóvenes de 70 países y en el discurso al Colegio Cardenalicio del 20 de diciembre de 1985, el Santo Padre anunció la institución de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebraría todos los Domingos de Ramos.

De este modo se fueron realizando las JMJs a nivel Diocesano y también mundial. Después de Roma fue Argentina la sede; tras Buenos Aires (1987), la ciudad brasileña será la segunda de América del Sur en celebrar una JMJ. Con la de Madrid ya se han celebrado veintiséis, todas ellas presididas por el Papa y once fuera del Vaticano –Buenos Aires (Argentina), Santiago de Compostela (España), Czestochowa (Polonia), Den ver (Estados Unidos), Manila (Filipinas), París (Francia), Roma (Italia), Toronto (Canadá), Colonia (Alemania) y Sydney (Australia)–.

2. JMJ 2013 – Río de Janeiro Presentación del lema y del logo

"VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS" MT 28, 19 Este es el lema del próxima JMJ y, como los anteriores, es un mandato del Evangelio, este puntualmente nace del envío misionero que Jesús Resucitado realiza a sus discípulos y discípulas que haciendo eco de su voz se reúnen en Galilea luego de la Resurrección.

Esta es una propuesta de reflexión, puede tomar el cuerpo que mejor convenga a los diversos grupos, lo importante es comenzar a vivir en sintonía, en comunión y así ir tejiendo el sentido de Familia de María Ana que tiene una palabra para el joven y para el mundo de hoy.

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MISIONERA DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR

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Estas palabras del Maestro, compromete a todo/a discípulo/a a vivir la dimensión misionera de nuestro bautismo.

El logo recoge la espiritualidad y algunas características propias de la tierra que acogerá a los miles de jóvenes que participarán del encuentro.

La cruz en color blanco, simboliza a la cruz peregrina y a Brasil como tierra de la "Santa Cruz".

En el centro, color amarillo, la indiscutible silueta del "Cristo Redentor" uno de los símbolos más conocidos de Río de Janeiro y Embajador de la JMJ.

En Verde (Superior) el "Pan de Azúcar" representativas elevaciones vegetales que bordean la ciudad sede. En la Parte Inferior, en azul, el litoral de la ciudad carioca.

Toda esta simbología se enmarca en un corazón, corazón de discípulo que está enviado a anunciar la Buena Nueva y a hacer que todos los pueblos sean sus discípulos.

3. Manos a la obra… Propuesta de trabajo

1. Taller: presentación del lema/ estilos misioneros. (Bíblico - Eclesial)

2. Francisco y María Ana, modelos de discípulos y misioneros. (Espiritualidad)

3. Nuestra realidad como jóvenes discípulos y misioneros. (Realidad)

Algunas miradas… A continuación les ofrecemos un material que recoge una mirada sobre el Discipulado y la Misión desde algunos de los documentos eclesiales.

EL DISCÍPULADO LOS LLAMÓ PARA QUE ESTUVIERAN CON ÉL (MC 3,14)

El proceso formativo del discípulo misionero incluye el discipulado, fase de profundización en la persona, ejemplo y doctrina de Jesús, mediante una catequesis permanente y vida sacramental. En esta dimensión de la formación, los discípulos misioneros van madurando «constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro» (DA 278c).

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El verdadero discípulo se hace a los pies del Maestro. Para el evangelista san Mateo, ser discípulo consiste en estar «con Jesús» hasta la muerte (Cf. Mt 26,29.36.40.51.69.71). En otras palabras, no puede entenderse en la vida de quien quiere llegar a ser discípulo de Jesucristo, el Emmanuel, la neutralidad y la distancia. Los discípulos tendrán, por consiguiente, una tarea singular: vivir en comunión con su Maestro.

En el Evangelio de san Marcos, el discípulo es llamado por el Maestro para estar con Él y ser enviado (Cf. Mc 3,13). Esto supone que los discípulos misioneros aceptan la llamada como gracia de Dios, y responden generosamente a ella; por eso, están con el Señor, escuchan su Palabra, descubren su voluntad, conviven y celebran los grandes misterios del amor de Dios. Esto significa una profunda, constante y activa participación en los Sacramentos; así como una catequesis permanente, integral y sistemática que fortalezcan la conversión inicial y ayuden a los convertidos a perseverar en el nuevo estilo de vida cristiana, mientras realizan su misión en medio del mundo que los rodea y los desafía.

Una formación kerygmática, integral y permanente La formación del discípulo misionero debe ser integral; armonizando las diversas dimensiones en una unidad vital. En cada una de estas dimensiones debe hacerse presente y operante la fuerza del anuncio kerigmático. Esta formación debe ser permanente y dinámica, de acuerdo a la capacidad, al servicio y al desarrollo de cada persona (Cf. DA 279).

La dimensión espiritual Si bien todas las dimensiones en la formación del discípulo misionero son igualmente importantes, podríamos decir, sin embargo, que la dimensión espiritual es la que le da el sabor cristiano y místico a nuestra vida de fe. El discípulo ha de tener experiencia de Dios, es decir, ha de conocerlo por el trato cotidiano con él a través de la oración y de la recepción de los sacramentos (Cf. DA 280b).

La dimensión humana y comunitaria Esta dimensión tiene como intención acompañar al discípulo misionero, de tal forma que sea capaz de ser un cristiano maduro, asumir su propia historia y vivir en el mundo como creyente en Jesucristo, luz en la sociedad, sol para los pueblos y levadura para la gente que entre en contacto con él. En esta dimensión, «se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad» (DA 280a) y que puedan vivir en el mundo plural en que nos encontramos, con actitud equilibrada, fuerte, serena y libre, siempre abiertos al Misterio.

La dimensión intelectual Es necesario que demos razón de nuestra fe y nuestra esperanza (Cf. 1Pe 3, 15). Fe y razón no se contraponen, más bien, se reclaman y se necesitan mutuamente. Fe sin razón se convierte en fideísmo o en superstición, y razón sin fe se vuelve pragmatismo. Hasta donde la filosofía y la teología nos lo permitan, hemos de llegar a la inteligencia de la fe, debemos ser capaces de reflexiones sencillas, pero no menos profundas, y serias de lo que creemos, a fin de capacitar al discípulo para que tenga una actitud de discernimiento, juicio crítico y dialogante con el mundo y la cultura actual, sin menoscabo de su propia fe (Cf. DA 280c).

La dimensión pastoral y misionera

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El discípulo que verdaderamente ha tenido un encuentro con Jesucristo, que ha encontrado la perla preciosa y el tesoro escondido, Cristo nuestro salvador, no puede quedarse callado, sino que se siente empujado, obligado a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. El verdadero cristiano forzosamente se convierte en discípulo misionero, no se conforma con recibir sino que tiene deseos de dar. Con su vida cristiana atrayente para los demás, los anima a ser más responsables de su vida espiritual, incentivándolos para cambiar las realidades sociales que no sean verdaderamente evangélicas (Cf. DA 280d). Una formación respetuosa de los procesos La meta a la que debemos llegar en la formación del discípulo misionero es la de configurarnos y conformarnos a Cristo, hasta alcanzar la estatura del hombre perfecto (Cf. EN 19; GS 21). Este proceso de formación tiene caminos diversos, procesos personales y ritmos comunitarios, que son, con frecuencia, continuos y graduales. Ha de tener en cuenta las asociaciones y movimientos, comunidades religiosas, comisiones de pastoral y organismos eclesiales; de este modo, se tiene una visión de conjunto que permite unir las distintas iniciativas y proyectos (Cf. DA 281).

Una formación en la espiritualidad misionera

El discípulo de Cristo debe ser dócil al Espíritu Santo que siempre lo impulsa a la acción misionera a fin de que la vida espiritual y la experiencia que se tiene de Dios no quede solamente en el ámbito privado o de pequeños grupos, sino sea comunicada con nuevo entusiasmo, nuevos métodos y expresiones en todos los ambientes en que un cristiano se mueve, vive y se desarrolla (Cf. DA 284).

Iniciación a la vida cristiana La iniciación cristiana, que incluye el kerigma, pone en contacto al ser humano con Jesucristo y lo inicia en el discipulado (Cf. DA 288); fortaleciendo la unidad teológica que existe entre los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía; y profundizando en su rico sentido espiritual. Por ello formar al discípulo misionero se convierte en una tarea prioritaria en nuestro tiempo (Cf. DA 286-287).

Sacramentos del crecimiento El cristiano, regenerado a la vida nueva en Cristo vivo y resucitado, por el Bautismo, entra en un proceso de crecimiento espiritual que tiene en la Eucaristía el alimento que lo fortalece en su caminar como discípulo misionero de Jesucristo; y en el Sacramento de la Reconciliación, la fuente que limpia, perdona, sana y restablece al cristiano en su amistad y seguimiento de Cristo.

LA MISIÓN VAYAN, PUES, Y HAGAN DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS (MT 28,19)

El un aspecto del proceso formativo del discípulo misionero es la misión. «La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión. Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une la Iglesia y el que la envía a predicar el Evangelio ‘hasta los confines de la tierra’ (Hch 1,8)» (CL 32).

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Misión ad intra, misión ad extra La misión que la Iglesia recibe de parte de Dios se debe ejercer en dos direcciones: una, hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra); y la otra, hacia fuera, al mundo no cristiano (missio ad extra).

La misión hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra) siempre será necesaria para que ésta pueda brillar en el mundo como lo que es, una comunidad que brota de la Trinidad, y que por lo mismo construye fatigosamente su unidad orientada y dinamizada por el mismo Dios, y que busca mantenerse unida a Cristo como el cuerpo a su cabeza, y con Él caminar hacia el Padre (Cf. Ga 2,20; Flp 1,21; 1Cor 10,16-17; Mt 10,40; Jn 20,21). A esta misión hacia el interior de la comunidad cristiana se le suele llamar trabajo pastoral, cuando se ejerce entre cristianos practicantes; ha surgido el nombre de nueva evangelización, para el trabajo que se dirige hacia aquellos cristianos que han abandonado su fe o la práctica de la misma.

No sólo la Iglesia, en cuanto tal, tiene una misión ad intra, sino que la tiene cada persona y cada comunidad dentro de ella. Es decir, aún un instituto cuya misión originaria sea la misión ad extra, tiene también una misión ad intra. Pero la misión de la Iglesia, de toda la Iglesia, es también hacia fuera. Esa misión hacia el mundo no cristiano indica que la Iglesia sólo es tal cuando continúa la misión de Jesús (predicar y dar testimonio del reino de Dios, sirviendo, sanando e incluyendo a todos), en nuevos tiempos y lugares (Cf. Mt 28,18-20). A esta misión entre los no cristianos se le suele llamar misión ad gentes.

La misión ad extra o ad gentes, tiene como destinatarios «a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo», «a los que están alejados de Cristo», entre los cuales la Iglesia « no ha arraigado todavía», y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. Esta actividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. La Iglesia no puede ser misionera respecto a los no cristianos de otros continentes si antes no se preocupa seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa (Cf. RM 34) Urgencia de la misión «La misión es inseparable del discipulado» (DA 278e). Por ello, los discípulos son simultáneamente misioneros, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, primer y supremo misionero, y hablando cada vez más de su Maestro y Señor «rostro humano de Dios y rostro divino del hombre».

El anuncio de Jesús el Cristo: de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino de Dios lo puede hacer el discípulo misionero, a medida que conoce y ama a su Señor, al experimentar la necesidad de compartir con otros lo que ha transformado su vida; alegre de ir a su familia, a su comunidad y al mundo para anunciarles a Jesucristo, quien murió y resucitó por nosotros; colaborando para que el Reino de Dios se haga realidad en su ambiente propio (Cf. DA 278e).

Es conveniente observar, que la misión no debe entenderse como una etapa que viene después de un largo proceso de formación y comunión, ya que la misión se va realizando de diversas

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maneras, de acuerdo a la vocación de cada discípulo y al nivel de maduración humana y cristiana en que se encuentre (Cf. DA 278).

La misión es parte constitutiva de la identidad de la Iglesia llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos. «Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios» (GS 40). Por eso, la misión en la que estamos llamados a participar, según la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, consiste, ante todo, en animar la vocación misionera de los católicos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad, para que todas las comunidades se pongan en estado de misión permanente.

Se trata de despertar en los miembros de la Iglesia Católica que peregrina entre nosotros, la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar-con-Él” y el “amar-como-Él”, para ser enviados a la misión. «No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!» (DA 548).

En este aspecto del proceso, de los discípulos misioneros, tenemos la oportunidad de vivir el encuentro con Jesucristo vivo, dentro del dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial, que impulsa hacia la santidad y el apostolado a todos los bautizados, en orden a atraer a quienes han abandonado la Iglesia y están lejos del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe. El propósito fundamental es «recomenzar desde Cristo» la tarea evangelizadora y transformadora en nuestra Iglesia, «recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad».

En la realización de la urgente tarea misionera, todos estamos llamados a reconocer y seguir la presencia de Cristo «con el mismo realismo y novedad, el mismo poder de afecto, persuasión y esperanza, que tuvo su encuentro con los primeros discípulos a las orillas del Jordán… Sólo gracias a ese encuentro y seguimiento, que se convierte en familiaridad y comunión, por desborde de gratitud y alegría, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado experimentar y gozar» (DA 549).

Para recordar…

DA

Documento de Aparecida

(2007)

V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe

RM

Redemptoris Missio Misión Redentora

(1990)

Encíclica de Juan Pablo II. Trata la urgencia de la actividad misionera en estos tiempos.

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CL

Libertatis Conscientia Libertad de conciencia

(1986)

Instrucción sobre libertad cristiana y liberación

EN

Evangelli nuntiandi De la evangelización en

el mundo (1975)

Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI, sobre la Evangelización del mundo moderno.

GS

Gaudium et Spes Gozos y Esperanzas

(1965)

Constitución Apostólica del Concilio Vaticano II, trata acerca de la Iglesia en el mundo actual.

Estos son algunos recortes de documentos de la Iglesia que se nutren del Evangelio, recordándonos que la misión no es cuestión sólo de los grupos de jóvenes y/o adultos, sino de todo/a bautizado/a.

Desde la espiritualidad franciscana tenemos dos iconos de discípulos y misioneros que siguen con toda la vigencia de quienes se han dejado seducir por la Buena Nueva del Reino: Francisco de Asís y María Ana Mogas.

Francisco de Asís: el misionero del Amor

El aporte histórico y evangélico que realiza Francisco es importantísimo, pues él comprendió la misión como un modo de ser y estar en el mundo; como esa pequeña lumbre que gratuitamente brinda su luz y su calor, desde el respeto por lo diferente y la convicción de que sólo el amor es capaz de transformar los corazones.

Compartamos algo de lo que nos dejó en sus escritos respecto a la misión del franciscano. Los textos siguientes son de la Regla.

Capítulo XII: De los que van entre los sarracenos y otros infieles. 1Cualesquiera hermanos que, por divina inspiración, quieran ir entre los sarracenos y otros infieles, pidan la correspondiente licencia de sus ministros provinciales. 2Pero los ministros a ninguno le concedan la licencia de ir, sino a aquellos que vean que son idóneos para enviar. 3Con miras a todo lo dicho, impongo por obediencia a los ministros que pidan del señor Papa uno de los cardenales de la santa Iglesia Romana, que sea gobernador, protector y corrector de esta fraternidad, 4para que, siempre súbditos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, estables en la fe católica (cf. Col 1,23), guardemos la pobreza y humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que firmemente hemos prometido.

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Capítulo XIV: Cómo deben ir los hermanos por el mundo 1Cuando los hermanos van por el mundo, nada lleven para el camino, ni bolsa, ni alforja, ni pan, ni moneda, ni bastón (cf. Lc 9,3; 10,4; Mt 10,10). 2Y en cualquier casa en que entren, digan primero: Paz a esta casa (cf. Lc 10,5). 3Y, permaneciendo en la misma casa, coman y beban de lo que haya en ella (cf. Lc 10,7). 4No resistan al malvado, sino, al que les pegue en una mejilla, preséntenle también la otra (cf. Mt 5,39 y Lc 6,29). 5Y al que les quite el manto, no le prohíban que se lleve también la túnica (cf. Lc 6,29). 6Den a todo el que les pida; y al que les quite lo que es de ellos, no se lo reclamen (cf. Lc 6,30). (2ºRegla)

Capítulo XVI: De los que van entre sarracenos y otros infieles 1Dice el Señor: Mirad, yo los envío como ovejas en medio de lobos. 2Sean, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10,16). 3Por eso, cualquier hermano que quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo. 4Y el ministro déles la licencia y no se oponga, si los ve idóneos para ser enviados; pues tendrá que dar cuenta al Señor (cf. Lc 16,2), si en esto o en otras cosas procediera sin discernimiento. 5Y los hermanos que van, pueden conducirse espiritualmente entre ellos de dos modos. 6Un modo consiste en que no entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios (1 Pe 2,13) y confiesen que son cristianos. 7El otro modo consiste en que, cuando vean que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios, para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y hagan cristianos, porque el que no vuelva a nacer del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios (cf. Jn 3,5)…

Capítulo XVII: De los predicadores 9Todos los hermanos, por consiguiente, guardémonos de toda soberbia y vanagloria. 10Y protejámonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia de la carne (Rom 8,6). 11Pues el espíritu de la carne quiere y se esfuerza mucho en tener palabras, pero poco en las obras; 12y no busca la religión y santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres. (…)

17Y devolvamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos los bienes son de él, y démosle gracias por todos a él, de quien proceden todos los bienes. 18Y el mismo altísimo y sumo, solo Dios verdadero, tenga y a él se le tributen y él reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las gracias y gloria, de quien es todo bien, solo el cual es bueno (cf. Lc 18,19).

19Y cuando veamos u oigamos decir o hacer el mal o blasfemar contra Dios, nosotros bendigamos y hagamos bien y alabemos a Dios (cf. Rom 12,21), que es bendito por los siglos (Rom 1,25).

Para pensar juntos…

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¿Cuáles son los consejos que da Francisco a sus hermanos a la hora de ir anunciando la Buena Noticia?

¿Dónde se apoya para darlos?

¿Cuál son los momentos en el proceso del anuncio?

¿Cómo se distingue al discípulo misionero de Jesús, según la Regla de Francisco?

¿Con qué nos quedamos para nuestra vida?

¿…?

María Ana Mogas: una vida desde el amor hecho entrega

La vida de María Ana Mogas es también un estímulo para cualquier discípulo y misionero. Ella encarnó los valores del Evangelio y los proclamó con su vida. Una vida dedicada a busca los caminos del Reino, desde la inclusión y reconocimiento de sus hermanos, en especial de las niñas que requerían de una educación de calidad y de la atención a los enfermos más necesitados de cuidado.

A continuación traeremos al compartir algunos testimonios de cómo su vida fue un anuncio de la Buena Noticia para las personas de su tiempo. Pero es bueno recordar que entonces España estaba viviendo una situación especial respecto a la fe y todo aquellos que se relacionaba con la Iglesia, era bastante el menosprecio a todo lo relacionado con lo religioso, hablar de Dios y hacerse cargo de ser su discípluo/a era de valientes.

Su fe era viva, se traducía en el celo (ardor, deseo) por la salvación de las almas. En sus escritos consta una valoración personal de la fe, como experiencia de vida divina, desde donde se abría a la realidad que la rodeaba: “Señor, me has enseñado a creer bien, enséñame también a obrar bien. ¿De qué sirve la fe sin obras?”. Los que la observaron desde fuera, afirman: “era muy celosa porque las gentes conocieran y amaran a Dios”. (P. García) Este ardor misionero, la impulsaba en todas sus fundaciones; por eso abrió una clase para las niñas necesitadas de enseñanza moral y religiosa, además del colegio; dejó iniciado el trámite de una casa en las misiones franciscanas en Marruecos. Con esta mira salía a la calle, hablaba con todos, porque le preocupaba la ignorancia de Dios en los demás, son muchos los testimonios recogidos de sus intervenciones en la vía pública en que expresaba su fe, e influía en los demás, para acercarlos a Dios.

(Cf. LXI- LXII) Para pensar juntos…

¿Qué resaltaríamos de la figura de María Ana como discípula y misionera? ¿Qué rasgos en común podemos encontrar en Francisco y María Ana? ¿A qué nos desafía la vida de María Ana?

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Nosotr@s, discípul@s y misioner@s: enviados a ir y hacer discípulos a todos los pueblos

Como jóvenes estamos llamados- urgidos a hacer vida este mandato evangélico de vivir en clave de discípulos y misioneros. Como Francisco de Asís y María Ana estamos llamados a ser protagonistas de nuestro tiempo. A brindar nuestro aporte a la gestación de algo nuevo, de otra sociedad… de otro mundo posible… Conscientes de que por el bautismo compartimos el envío a ser discípulos y misioneros pensemos en la realidad de los jóvenes hoy y hagamos un mapa de la misma; para ello es necesario detenernos y mirar la realidad juvenil, aquella a la que somos enviados, la misma en la que nos movemos y existimos… Para pensar juntos…

¿Cómo describiríamos la realidad de los jóvenes hoy? ¿Qué situaciones nos preocupan y cuáles nos ocupan? ¿A qué me nos sentimos llamados o para qué nos envía Jesús?

La palabra de Dios siempre nos trae luz… dejemos que ellas nos ilumine y nos ayude a escuchar los clamores y reclamos de la vida que está en nuestras manos. Después de leer, reflexionar y orar el evangelio actualicémoslo desde nuestra realidad. “En aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Lc. 4,18ss

El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para… me ha enviado a … para dar… y proclamar…

y después que Jesús volvió a su lugar dijo a los que estaban en la sinagoga: «Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír»

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En este envío que hoy, de alguna forma renovamos, qué creemos que debemos guardar-cuidar como miembros de la Familia de María Ana a la hora de brindar al mundo nuestro aporte como jóvenes. Para resumir y rescatar estos consejos, elaboremos un decálogo que nos ayude a guardar lo valioso del carisma que de alguna forma nos une y hace familia.

El fruto de la reflexión lo podríamos compartir por medio de la página web: Franciscanas.org.ar

Para ello enviar la síntesis a [email protected]

¡PAZ Y BIEN!