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Tema 2
La relación familiar: vínculo, apego y
desarrollo emocional
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Índice Esquema 3
Ideas clave 4
2.1. Presentación y objetivos 4
2.2. Vínculo y conductas de apego en los primeros
años de vida 5
2.3. Perspectivas teóricas del apego 11
2.4. Tipos de apego y estilos comunicativos 21
2.5. Aplicación práctica 24
2.6. Referencias bibliográficas 31
A fondo 33
Test 38
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Esquema
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Ideas clave
2.1. Presentación y objetivos
En este tema continuaremos profundizando en cómo el proceso de maduración del
niño está influenciado por las interacciones tempranas sucedidas en el entorno
familiar deteniéndonos en la importancia del aspecto relacional.
Para ello, analizaremos términos como apego y vínculo y su influencia en las bases
emocionales de nuestro cerebro, relacionándolo con el posterior desarrollo
cognitivo y social.
Posteriormente, revisaremos como el concepto de apego ha ido evolucionando a lo
largo del tiempo y nos aproximaremos a las tres revoluciones en su estudio.
Por último, el conocimiento de los diferentes tipos de apego y estilos comunicativos
favorecerá la puesta en marcha de estrategias adecuadas desde el ámbito de la
orientación e intervención psicopedagógica con familias que favorezcan el desarrollo
integral del niño.
Los objetivos generales que alcanzaremos en este tema son los siguientes:
Conocer los conceptos vínculo y apego y sus implicaciones en el desarrollo
madurativo del niño.
Profundizar en las diferentes corrientes teóricas sobre el apego.
Analizar los diferentes tipos de apego existentes en el contexto familiar.
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2.2. Vínculo y conductas de apego en los primeros
años de vida
Las relaciones humanas se pueden constituir de muy diversas maneras. No cabe duda
de que las más intensas y las que provocan mayor sufrimiento o placer son las que se
generan en la familia (Perry, 1999).
En la actualidad, gracias a los avances en neuroimagen sabemos aún más sobre la
importancia que juega la relación entre bebé-madre/padre u otra figura de cuidado
para el desarrollo cerebral y emocional del niño.
Desde el lugar que ocupa la psicopedagogía, es muy relevante que conozcamos qué
implicaciones tienen estas interacciones tempranas vividas en el contexto familiar ya
que hoy conocemos en gran medida, el impacto que estas relaciones tendrán en el
desarrollo integral del niño, tal y como estudiamos en el tema anterior.
Para la especie humana, las relaciones se constituyen como el espacio imprescindible
que permite en un inicio nuestra supervivencia. Al nacer el cerebro del bebé está
todavía por hacer. De este modo, las características del entorno en el que se
encuentre, definidas por las interacciones y experiencias que viva, permitirán que el
cerebro se desarrolle.
Por tanto, los cuidados y la atención que reciba en esos primeros años de vida van a
ser determinantes. Este ambiente de bienvenida, la disponibilidad y atención de los
cuidadores garantizará el desarrollo físico, emocional, cognitivo y social del recién
nacido.
Esto nos lleva a plantearnos la importancia que juega el ambiente familiar
constituyéndose como clave esencial que la madre se pueda sentir segura y aumente
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la confianza en sí misma, para poder proporcionar los cuidados necesarios al recién
nacido (Winnicott, 1968).
En este contexto, la vinculación y el apego se constituirán como los grandes aliados y
el motor de desarrollo del niño. A continuación, ampliaremos los conceptos de
vínculo y apego.
Vínculo
Conceptualizado por Pichón-Rivière (2000) como la forma en que una persona se
relaciona con las demás estableciendo una estructura relacional entre ambos
comunicantes que va a ser única entre ellos.
Dicha estructura marca la manera en que se va a interactuar, estableciendo qué
pautas comunicativas y qué conductas son aceptables y adaptativas en el contexto
de la vinculación.
El vínculo tiene un componente emocional, cognitivo y conductual, modificándose
mediante la interacción todos estos aspectos.
Es un elemento fundamental para la supervivencia y la adaptación al medio social y
también al natural, dado que permite influir en el medio a la vez que se es influido
por este (Pichón-Rivière, 1980).
El vínculo entre una madre y su hijo no empieza con el nacimiento, sino que empieza
a formarse en el embarazo y está afectado por una serie de factores interpersonales
y ambientales como son «la calidad de la relación de pareja, el apoyo social, la
presencia de estresores, la dinámica intrapsíquica sobre cómo se concibe el bebé y,
sobre todo, la manera en que la madre fue criada por sus propios padres» (Klaus y
Kenell, 1982, en Cortés, 2017).
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Cuando se produce una separación repentina del niño de su madre biológica, la
experiencia resultante de abandono y pérdida queda grabada como una experiencia
física en el cuerpo y en la mente del bebe. Es la herida primaria (Newton, 2010, en
Cortés, 2017).
Apego
Aquel vínculo que se establece con un cuidador principal y que prevalece por encima
de otras necesidades biológicas. Aunque desarrollaremos apego hacia diferentes
figuras a lo largo de nuestra vida, el que más cuenta y el principal es aquel que se
establece entre madre (o sustituto) e hijo.
El apego se entiende como un vínculo con un lazo afectivo muy fuerte que
determinará el desarrollo posterior de la personalidad del niño, su forma de
relacionarse con los demás y con todo lo que le rodea.
El apego también influirá en cómo se ve a sí mismo el niño (Bowlby, 1969).
En el apartado A fondo puedes encontrar un recurso sobre el concepto apego de Bowlby.
Como se puede comprobar, de la interacción entre el bebé y su madre o cuidador
principal, dependen funciones tan esenciales para el aprendizaje como el interés, la
motivación, la atención focal o la tendencia a explorar. En esta interacción entre el
bebé y el ambiente encontramos los pilares en los que se fundamentará su vida
adulta.
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Siguiendo a Torras (2010):
«los estudios por neuroimagen demuestran que el desarrollo de las neuronas, de sus dendritas o arborizaciones, de su sinapsis (…) depende desde el principio de la vida, de la calidad y cantidad de estímulos que el niño reciba en su interacción con su entorno. Eso determinará la calidad de las funciones del sistema nervioso y el desarrollo psíquico de ese niño también cuando sea adulto».
Estos datos son esencialmente importantes para entender en qué medida el cerebro
se desarrolla en función de la calidad de la crianza y, por tanto, como muchas de las
dificultades intelectuales, emocionales, sociales y cognitivas que nos encontremos en
el aula residen en el grado de cuidado y atención recibido en la edad temprana.
En el apartado A fondo puedes ampliar información a este respecto, a través del
documento científico divulgativo «Investigaciones sobre el desarrollo cerebral y
emocional: sus indicativos en relación a la crianza».
La mente humana se construye en contacto con otras mentes a través de
interacciones con adultos que proporcionen seguridad y estabilidad para consolidar
hábitos, emociones y pensamientos.
En la actualidad, existe un campo incipiente que está permitiendo definir un nuevo
marco para el estudio de la mente, denominado neurbiología interpersonal (Siegel,
2011) y que fundamenta parte de su enfoque en la base de que la actividad del
cerebro está modelada por nuestras experiencias interpersonales, es decir, las
conexiones humanas modelan las conexiones neuronales.
Este modelo trabaja con el estudio del efecto sobre cómo nuestros mecanismos
mentales se encuentran directamente afectados por nuestras experiencias vitales.
Entendiendo como afectan los vínculos primarios a nuestro cuerpo, mente y espíritu
en su conjunto, los psicopedagogos pueden acompañar de forma más eficaz a las
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familias a mejorar su calidad de vida, ponderando en primer plano la dimensión
relaciones interpersonales, vista en el apartado anterior.
Desde el campo de la neurobiología interpersonal, cobra especial importancia la
perspectiva evolutiva que entiende que nuestro sistema nervioso madura
dependiendo de esas primeras experiencias de forma jerárquica.
Para entender esa jerarquía, nos referiremos a los estudios de Paul MacLean en los
que afirma que el cerebro humano podría considerarse como un agregado de tres
cerebros distintos.
Tenemos un cerebro en el que se ha ido creando una capa sobre otra. Es lo que se
denomina cerebro triuno y representa la idea de que nuestro cerebro es el único
órgano de nuestro cuerpo que todavía refleja en sus capas estratificadas el desarrollo
filogenético como especie (Salvador, 2013).
Estas capas del cerebro se corresponden con las siguientes:
Cerebro reptiliano
Encargado de la gestión de nuestras funciones vitales principales, instintivas y
conductas estereotipadas (sueño-vigilia, temperatura, metabolismo, respiración,
etc.).
Es la parte del cerebro preparada para responder al estrés, al peligro. Los niños que
han vivido amenazas a la seguridad durante mucho tiempo tienen el cerebro
reptiliano súper desarrollado (Gonzalo, 2015).
Cerebro límbico o cerebro mamífero
Parte que se ocupa de los fenómenos emocionales, la regulación del mundo
interpersonal y los procesos de vinculación con el otro. Por tanto, se constituye como
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la sede de las emociones en cuyo núcleo reside la amígdala, un órgano donde se
almacena la memoria emocional y que puede estar hiperexcitada como consecuencia
de situaciones traumáticas.
Esta parte del cerebro situada en el hemisferio derecho es predominante durante los
tres primeros años de vida, siendo totalmente dependiente de la experiencia.
Cerebro de neomamífero (neocórtex)
El lugar donde radica el pensamiento racional y las decisiones planeadas. En él se
realizan las funciones superiores del pensamiento, lenguaje, toma de decisiones,
movimiento voluntario, autoconciencia, etc.
Figura 1. Cerebro Triuno.
Fuente: http://soluciondeproblemas03.blogspot.com/2017/05/cerebrotriunico-el-cerebro-triunico-
o.html
A efectos de este apartado, es interesante conocer que nuestro cerebro va
madurando jerárquicamente a través de estas tres capas mencionadas y que su
maduración dependerá de las experiencias vivenciadas.
Así pues, las destrezas del nivel superior, con las que trabajamos principalmente en
los contextos escolares se asientan sobre lo construido en las capas inferiores, es
decir en el nivel instintivo y emocional.
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La importancia de trabajar con esos cerebros no verbales (reptiliano y mamífero)
pero con una gran influencia en el procesamiento del neocortex, es una de las
grandes revoluciones educativas por la que estamos atravesando en la actualidad.
En conclusión, el funcionamiento de las capacidades cognitivas superiores no tiene
vida propia, dependen de otras capas del cerebro como hemos visto en este apartado
y a su vez esas capas están condicionadas en gran medida por nuestras interacciones
tempranas.
Por tanto, la diversidad de dificultades u obstáculos que presentan los niños en el
contexto escolar puede estar ligado a los sistemas subcorticales inferiores dirigiendo
y organizando gran parte de la conducta y este a su vez tener una implicación directa
con la calidad de atención y cuidado recibida en el entorno familiar.
2.3. Perspectivas teóricas del apego
Para conocer el concepto de apego y cómo ha ido evolucionando en su estudio,
autores como Wallin (2012) señalan tres revoluciones en la investigación:
Primera revolución en el estudio del apego desde una perspectiva biológica
Bowlby (1907-1990) fue el primero en desarrollar una teoría a partir de los conceptos
de la psicología del desarrollo, con el objeto de explicar y describir por qué los niños
se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así
como los efectos emocionales que resultan de la separación (Fonagy, 2004; Oliva,
2004).
Además, introdujo el concepto de sistema motivacional de apego, o sistema
conductual que sirve para mantener al bebé y al niño cerca del cuidador. Esta
proximidad física proporciona al niño la experiencia de sentir seguridad en el entorno.
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Concluyó que los bebés están biológicamente predispuestos a apegarse a sus
cuidadores y que las brechas o rupturas en las primeras relaciones de apego pueden
dar lugar a inseguridad emocional y a problemas posteriores en el desarrollo de las
siguientes relaciones (Bowlby, 1969).
Posteriormente Mary Ainsworth (1913-1999), en su trabajo con niños en Uganda,
descubrió que las diferencias en la calidad de las interacciones madre e hijo influyen
y condicionan los estilos de formación del apego. Desarrolló el experimento de la
«situación extraña», a partir del cual, se evidencian diferentes estilos y modelos de
apego de un niño hacia un cuidador entre los 12 y los 18 meses de edad.
Estas investigaciones han demostrado que la relación establecida por el niño con sus
cuidadores en torno al año de edad predice el tipo de relaciones que configurarán en
el futuro como adultos (Cortés, 2017).
Segunda revolución en el estudio del apego
Mary Main enriqueció la investigación sobre apego al descubrir una intensa relación
entre la forma en que la figura de apego describe las relaciones con sus padres
durante la infancia y las estrategias de apego que su hijo desarrolla con ella (Main,
Kaplan, Cassidy, 1985).
A partir de esta observación e investigación elaboró la entrevista de apego adulto,
instrumento utilizado para evaluar el tipo de apego adulto en la cual se evalúa a lo
largo de la entrevista la coherencia, fluidez y claridad en los episodios relatados. El
nivel de coherencia con el que habla una persona está asociado a la seguridad o
inseguridad que presenta al establecer relaciones de apego o vínculo.
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Tercera revolución
Perspectiva del vínculo emocional.
Peter Fonagy (2004) aporta a las teorías del apego, el concepto de función reflexiva
del cuidador, sugiriendo que los padres pueden contener los afectos inquietantes del
niño comunicándolo afectivamente mediante el lenguaje del cariño físico.
Además, también incorpora el concepto de mentalización, el cual se consigue a
través de la función reflexiva del cuidador. Los padres con capacidad reflexiva
promueven con más probabilidad un apego seguro en el niño y puede ser un
elemento facilitador clave de la capacidad reflexiva (Fonagy, 2004).
Concepciones históricas en el concepto de apego
1 Bowbly y Ainsworth Años 70 y 80
2 Mary Main Años 80 y 90
3 Fonnagy A partir del año 2000
Tabla 1. Concepciones históricas en el concepto de apego
A continuación, desarrollaremos con más detalle las teorías desarrolladas en torno al
concepto de apego por estos autores.
Vínculo de apego: Concepto, características y evolución
Bowlby y Ainsworth se constituyen como los grandes referentes en el estudio sobre
el concepto de apego.
Ambos definen este concepto como la unión afectiva que se establece en el
espacio/tiempo (calidad y cantidad) entre el bebé y el cuidador (apego primario).
Todos los bebes están biológicamente programados para apegarse a sus padres y
durante este período crítico las experiencias de cuidados vivenciados constituirán el
marco de referencia para todas las relaciones futuras (Cortés, 2017).
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El vínculo de apego se caracteriza por ser un proceso adaptativo universal que se
produce en una doble dirección, se manifiesta en el primer año de vida y se
caracteriza por ser una experiencia principalmente corporal marcada por el llanto, la
piel con piel, el contacto no verbal.
En el apartado A fondo puedes encontrar un recurso sobre los vínculos de apego con los
cuidadores múltiples, para ampliar información.
Esta primera experiencia irá modulando, como ya se ha visto en el apartado anterior,
la amígdala del cerebro, el sistema límbico y el bulbo olfatorio, partes todas ellas
implicadas en la regulación emocional y en la percepción de los niveles de amenaza
y ansiedad. Podemos anticipar que el estilo vincular que tengamos de adultos estará
en gran medida determinado por esas primeras experiencias vinculares de apego.
En esta línea, los hallazgos de Bowlby consistieron en descubrir que el bebé desarrolla
el primer año de vida un modelo interno de trabajo en el que se representan los
patrones relacionales interiorizados con el cuidador. Los modelos internos de trabajo
se reflejan en la estructuración del pensamiento y el lenguaje, creándose, por tanto,
en los primeros meses de vida.
Así pues, el niño irá construyendo una representación y proyección mental respecto
a las respuestas del cuidador ante sus demandas o necesidades. Ello le permitirá
interpretar los hechos que suceden a su alrededor y predecir lo que sucederá. El lazo
afectivo duradero con el cuidador, permite ir construyendo una representación
interna del vínculo de apego entre el cuidador y el niño.
Existe una disposición genética para establecer el apego. El vínculo de apego cumple
una función esencial, constituye la forma en la que el bebé obtendrá cuidados y
protección para lograr una sensación de bienestar y seguridad con uno mismo y con
los demás. En este sentido, la conducta de apego, cuyo objetivo es obtener y
mantener la proximidad con el objeto de apego, se desplegará a través del
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seguimiento (visual y locomotor), abrazo, contacto, llanto, sonrisa, vocalizaciones,
etc. Todo ello es lo que denominamos conductas primitivas iniciales.
Como se viene afirmando, es importante destacar que el vínculo de apego no es igual
que conductas de apego. Mientras que el vínculo de apego es un aspecto interno,
estructural, las conductas de apego dependerán de la variabilidad intraindividual e
interindividual en intensidad. De este modo, factores como la separación pueden
modificar las conductas de apego.
Por tanto, podemos observar como las conductas de apego serán activadas por
estímulos procedentes del entorno humano, con más probabilidad que de otros
entornos.
Figura 2. Diferencia entre vínculo de apego y conducta de apego
El ciclo del apego experimentado durante los primeros dieciocho a treinta y seis
meses de vida son críticos ya que es el momento en el que el niño aprenderá que, si
tiene una necesidad, alguien atenderá esa necesidad y esa gratificación le llevará al
desarrollo de su confianza en los otros. Por tanto, el ciclo del apego que exponemos
en la siguiente figura, se constituye como un aprendizaje crítico con implicaciones
para toda la vida.
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Figura 3. Ciclo del apego. Fuente: Keck, G. y Kupercky, R. (2009)
Este ciclo del apego se manifestará de forma diferente dependiendo del momento
evolutivo en el que se encuentre el bebé:
Formación del apego (6 semanas – 6/8 meses)
Sensibilidad social diferenciada. Responden diferente ante un cuidador conocido y
un extraño:
Sonríen.
Balbucean.
Se calman más rápidamente cuando los cogen.
Interacciones cara a cara.
Pero aún no protestan cuando se separan de su cuidador/a.
Fase del apego bien definido (6/8 meses – 18/24 meses)
Apego evidente del bebé al cuidador.
Ansiedad de separación y miedo a los extraños.
Comprensión clara de la existencia del cuidador (cuando no lo ve).
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Actúan deliberadamente en presencia del cuidador: se acercan, le siguen, se suben
encima, la prefieren frente a otros. Gatear le permite estar cerca del cuidador a
quién considera una base segura.
Formación de una relación recíproca (18 meses a 2 años en adelante)
Desarrollo de capacidades:
• Representación y lenguaje.
• Comprensión de situaciones como presencia y ausencia del cuidador/a,
predicción de su regreso…
• Negociación con el cuidador (utilizando peticiones, persuasiones, etc.) para
alterar sus objetivos (en vez de gatear y abrazarse a éste), menor necesidad de
mantener la proximidad, disminución de protestas.
Por último, siguiendo a Keck y Kupercky (2009) cuando el ciclo del apego se
interrumpe, los problemas surgen en estas áreas:
Desarrollo social y conductual.
Desarrollo cognitivo.
Desarrollo emocional.
Pensamiento causa-efecto.
Desarrollo de la consciencia.
Relaciones recíprocas.
Paternidad/maternidad.
Aceptación responsable.
En un segundo lugar, destaca la figura de Ainsworth, la cual siguiendo las teorías de
apego de Bowbly, aportó un sistema de clasificación de categorías como la forma
más precisa de describir los estilos de apego. Para ello, diseñó una herramienta que
permite ubicar a las personas en diferentes categorías, el Protocolo de la situación
extraña.
Por otro lado, en una segunda etapa destaca la figura de Mary Main y el concepto de
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apego adulto. Su hipótesis de partida es que representaciones de apego formadas en
la niñez persisten en un porcentaje alto en la vida adulta. Y que estas
representaciones adultas condicionan e influyen poderosamente en cómo será la
calidad de los cuidados que se dispense a los menores.
Para poder evaluar el tipo de apego que presentan los adultos, elaboró la entrevista
de apego adulto, entendida como una evaluación narrativa del «estado mental con
respecto al apego» de un adulto, que refleja un patrón organizativo particular o
estado de mente engranado de ese individuo en el momento de la entrevista:
«un protocolo de estructura flexible, aparentemente sencillo, denominado Entrevista de Apego Adulto (AAI, por sus siglas en inglés) en el que pedía a los padres que formaban parte de un estudio que recopilaran la historia de su relación con sus propios padres y reflexionaran sobre ella, incluyendo las experiencias de pérdida, rechazo y separación. (Wallin, 2012)».
De este modo, esta entrevista tiene una robusta correlación con la relación del adulto
entrevistado y su hijo y sugiere que esa posición es bastante tenaz en la vida de la
persona ofreciendo una perspectiva única sobre las relaciones entre el apego, la
memoria y la narración.
A través de la aplicación de la entrevista de apego adulto «Main observó una
correlación significativa entre la seguridad del apego en los niños de su estudio y el
estado anímico con respecto al apego de los padres, evaluados con la Entrevista de
Apego Adulto (AAI)» (Wallin, 2012).
Además, destacamos las siguientes observaciones:
Los padres de los niños inseguros mostraban un patrón general de dificultad para
mantener un discurso coherente y colaborativo.
Hay tres patrones en este sentido: los padres de los niños evitativos se les describió
como «negadores» porque minimizaban el valor y la influencia del apego.
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Estos padres insistían en que no recordaban experiencias relacionadas con el apego.
A los padres de los niños ambivalentes se los caracterizó como preocupados, porque
experimentaban los apegos del pasado como factores que se inmiscuían
continuamente en el presente.
Por último, se definió a los padres de los niños desorganizados
como «irresolutos/desorganizados», debido a que se mostraban intermitentemente
desorganizados o desorientados al reflexionar sobre los traumas de etapas
anteriores (Wallin, 2012).
Estilo adulto de apego Conducta esperable del niño
Seguro: discurso coherente,
colaborativo, consistente en la
experiencia.
Seguro: mayor habilidad del niño para jugar y
explorar. Disgusto adecuado en la
separación. Capacidad para ser calmado.
Desatendido: discurso no coherente. No
consistente con la experiencia relatada.
Evitativo: más atentos a objetos que a la
interacción personal. Evitan contacto y no
lloran en la separación.
Preocupado: discurso no coherente.
Preocupado por las relaciones pasadas.
Largas frases. Enfadado, pasivo y
miedoso.
Resistente: reaccionan fuertemente a la
separación. Buscan reencuentro, pero no se
calman. Rabia o pasividad. No retoman
exploración.
Tabla 2. Correlación tipos de apego.
Fuente: Main (2001).
Por último, Peter Fonnagy (2004) introduce en las teorías de apego el concepto de
mentalización. Definimos este concepto como «una forma de actividad mental
imaginativa, predominantemente preconsciente, que interpreta el comportamiento
humano en términos de estados mentales intencionales (necesidades, deseos,
creencias, sentimientos, objetivos, etc.)».
Se ocupa de entender qué está sintiendo la otra persona, aludiendo a la capacidad
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de regulación emocional y de relaciones interpersonales satisfactorias.
La mentalización se relaciona por tanto con la función reflexiva que permitirá
internalizar emociones, sensaciones e ideas del mundo exterior. Este elemento de
contención (reconocer al niño como ser independiente con una mente propia),
permite que el niño aprenda que existe una mente con intenciones, deseos y
emociones.
Eso es la mentalización y se consigue mediante la función reflexiva de los adultos del
entorno y tal vez es el elemento más importante para maximizar la probabilidad de
que se construya en el niño un apego seguro.
Fruto de sus investigaciones, Fonnagy ha descubierto que las madres y los padres con
una fuerte capacidad reflexiva tienen una probabilidad cuatro veces mayor de criar
hijos seguros que los padres cuya capacidad de mentalización es escasa.
Esta capacidad reflexiva se manifiesta en:
Capacidad reflexiva
Entienden la causa de la angustia y su impacto emocional.
Pueden afrontar la angustia y aliviarla.
Pueden reconocer la postura intencional emergente del niño, entendida como su
capacidad de inferir las intenciones que subyacen a la conducta (y en particular a la
conducta del padre o de la madre).
Tabla 3. Capacidad reflexiva según Fonnagy.
Además, también comprobó que las madres o padres con privaciones, pero dotadas
de una potente función reflexiva tenían hijos seguros y, por tanto, tener una historia
de vida dura a las espaldas (traumática) no es sinónimo de criar hijos con apegos
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inseguros. No importa la historia sino el haberla podido interpretar y el cambiar la
actitud.
2.4. Tipos de apego y estilos comunicativos
Para determinar los estilos de apego de un niño hacia un cuidador, Ainsworth
desarrolló el experimento conocido como situación extraña, mencionada
anteriormente.
Esta investigación se aplicó en bebés entre los 12 y 18 meses de edad con el fin de
evaluar el nivel de seguridad existente en la relación establecida entre un niño y su
madre «la evidencia de esta prueba ha quedado confirmada en diferentes
investigaciones que han llevado un seguimiento de los niños observados desde el
momento de la prueba hasta los 21 años de edad» (Cortés, 2017):
«en el experimento se pide a las madres que interactúen con su hijo durante unos minutos en una habitación de juego. A los pocos minutos, la madre le comunica al niño o niña que va a salir y que regresará en breve. La madre permanece fuera de la habitación durante un minuto mientras observa la respuesta del niño. Y posteriormente su respuesta ante el regreso de la madre».
Las diferentes respuestas que encontramos permiten realizar la clasificación de los
tipos de apego presentados en la siguiente tabla:
Tipos de apego En presencia de la
madre
En ausencia de la
madre
Regreso de la madre
Seguro Exploran
activamente el
entorno
La exploración
decae, angustia
por la separación
Señales de alegría,
activación de las
conductas de apego
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Inseguro-
ambivalente
Exploración baja o
nula del entorno. No
se alejan de la madre
Ansiedad por la
separación muy
intensa
Buscan y procuran
mantener la proximidad
con la figura de apego.
Después muestran
oposición
Inseguro-
evitativo
Pasivos o
indiferentes
Escasa o nula
ansiedad por la
separación
Evitan el contacto cuando
la figura de apego se
vuelve
Desorganizado Colapso temporal de
las estrategias
conductuales
Cualquiera de las
conductas del
apego inseguro
Ansioso ambivalente
Tabla 4. Tipos de Apego. Situación extraña.
Fuente: Ainsworth (1978). Adaptado.
Es importante destacar que, de este experimento, Ainsworth encontró tres tipos de
apego: un modelo de apego seguro y dos modelos de apego inseguro: el evitativo y
el ambivalente preocupado.
Posteriormente Ainsworth y sus colaboradores encontraron que las conductas de
apego de niños observados en entornos de alto riesgo, no encajaba en ninguna de las
tres estrategias de apego revisadas hasta entonces.
De este modo, Main y Solomon (1990) desarrollaron una cuarta categoría basada en
las respuestas de los niños ante la separación y el reencuentro, conocidas como
estrategia de apego desorganizado o desorientado (Cortés, 2017).
Seguro
Para que se desarrolle el apego seguro será necesaria la respuesta de forma rápida y
sensible hacia las necesidades del niño.
Esta base segura permitirá al niño utilizar estrategias de regulación favoreciendo la
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capacidad de sentirse bien consigo mismo «y de relativizar sus tendencias innatas,
sin generar rechazo con respecto a su manera de ser, ya que ha tenido experiencias
de haber sido atendido y validado tal y como es» (Cortés, 2017).
Inseguro – Ambivalente
Un apego ambivalente fuerza al niño a estar más preocupado por su propia angustia
y a maximizar su atención hacia la relación (imprevisible) de apego (Siegel, 2007).
Este modelo de apego contradictorio con lo que el bebé precisa, crea una sensación
grande de inseguridad en el niño. Crecerá con una gran incertidumbre relativa a si
sus necesidades serán satisfechas o no. Estos niños no encuentran una base segura
en la madre y lloran frecuentemente en el experimento incluso cuando están en
brazos de sus madres.
Inseguro – Evitativo
Este patrón de apego es característico de niños cuyos padres están emocionalmente
indisponibles, no perceptivos a las necesidades de ayuda de sus hijos e inefectivos
para satisfacer dichas necesidades (Siegel, 2007).
En una interacción así, el niño maximiza una estrategia para adaptarse que minimice
la búsqueda de proximidad con los cuidadores. Son niños que parecen no mostrar
apego ni conductas diferenciales hacia sus madres, en este caso, con frecuencia la
madre no ha mostrado interés a sus estados emocionales y no ha sido capaz de
consolarlo.
Desorganizado
Los niños con apego desorganizado contienen en su manifestación externa
elementos de los otros apegos inseguros (ambivalente y evitativo) solo que no son
capaces de organizar sus relaciones en una estrategia coherente y organizada. Es el
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tipo de apego más relacionado con los trastornos mentales. Estos niños muestran
una serie de conductas extrañas, desorientadas y abiertamente contradictorias en
presencia de los padres.
Sin embargo, hay que destacar que, aunque en la clasificación anterior, hagamos
mención al apego entre niño y cuidador principal, los niños suelen establecer apegos
múltiples (por ejemplo, con sus abuelos o con sus hermanos) de gran importancia
para la elaboración de sentimientos y procesos de aprendizaje.
2.5. Aplicación práctica
Tipos y consistencias del pegamento emocional (apego)
Cortés, C. (2017). Tipos y consistencias del pegamento emocional (apego). En Cortés, C.
Mírame, siénteme, (pp., 104-115). Bilbao: Desclee De Brouwer.
Amaia acudió a nuestra consulta a la edad de 8 años. Cursaba 3 E.P. y no había
conseguido el objetivo de la lectoescritura. La grafía le resultaba muy complicada y
su lectura era escasamente silábica.
Recuerdo el momento en el que los padres entraron por la puerta del despacho.
Llevaban el fracaso reflejado en la cara. Repetían insistentemente; «hemos hecho
todo lo que nos han indicado y Amaia no avanza, no avanza». Comenzamos por
recoger la historia de Amaia desde la gestación.
Ambos padres recuerdan el parto como el peor día de sus vidas. La madre no es capaz
de proporcionarnos muchos detalles y es el padre quien nos describe el parto. El
parto fue provocado a las 10 horas más o menos de romper aguas y se prolongó
durante aproximadamente unas 28 horas.
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Como Amaia no bajaba por el canal del útero, a la madre le practicaron varias
maniobras, hasta que en una de las veces empujó a la matrona y de forma
contundente le dijo que se bajara de su vientre.
Aunque la madre muestra una aparente tranquilidad mientras escucha el relato de
su compañero, su rostro muestra tensión y parece haberse desconectado
emocionalmente de la historia.
El padre fue invitado a abandonar el paritorio y Amaia fue sacada con fórceps. Amaia
no lloró al nacer y el test de Apgar fue 5-7. El padre recuerda que la niña tenía el
rostro contorsionado y durante semanas se mantuvieron las marcas de los fórceps.
Fue separada de la madre y se le mantuvo unas 14 horas en observación. El padre
continuó relatando cómo esto supuso un alivio para la madre, ya que, tras el parto y
una abundante hemorragia, la madre estaba agotada.
Cuando les entregaron a Amaia, esta estaba como aletargada, prácticamente no se
movía. Desde el inicio dormía muchas horas, no demandaba el pecho y tomaba
cuando se lo ofrecían. A los dos meses pasaron a la lactancia con biberón. «Una niña
muy fácil», comenta la madre. «Demasiado fácil» puntualiza el padre.
A lo largo de su desarrollo, Amaia se conformaba con lo que le ofrecían, no parecía
mostrar mucho interés por explorar su entorno. El comentario más frecuente era
«¡qué niña más tranquila!». El padre nos cuenta que le encantaba estar sentada en
la tumbona y observar.
A la pregunta de si reptó y gateó, la madre comenta que no y que realizaba una
especie de «culeteo». Comenzó a andar a los 17 meses.
En los parques no se alejaba de sus padres y no le gustaba lanzarse a los columpios
ni realizar juegos infantiles.
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El padre estuvo de excedencia hasta que Amaia cumplió un año. Al año Amaia
comenzó la guardería infantil. Sus cuidadoras estaban encantadas con ella. Según
contaban, no daba ningún trabajo, se quedaba en un rincón jugando sin molestar.
La madre nos cuenta que los problemas comenzaron en educación infantil. La
profesora insistía que no mostraba motivación por las actividades, que tenía muy
poca iniciativa.
A los tres años se le detectó miopía y ojo vago. El padre recuerda como Amaia se
replegó aún más en ella y cómo mostraba menos interés por el mundo cuando le
pusieron el parche.
Y a partir de Primero de E.P. comenzó el calvario. Amaia no era capaz de aprender a
leer y mucho menos a escribir. Fue diagnosticada de déficit atencional y trastorno de
aprendizaje y comenzó a tomar medicación. Los padres esperaban que la medicación
solventara todos los problemas de Amaia, pero no fue así. Comenzó entonces una
lucha continua y diaria por conseguir los objetivos académicos.
Todos los días invertían casi dos horas en la realización de las tareas. Amaia cada vez
era más reacia a realizarlas. Las discusiones eran continuas. El padre se encargaba de
las tareas, porque la madre se desesperaba.
En el momento de la consulta, Amaia tenía pesadillas, donde gritaba «¡al cole no, al
cole no!». La madre no podía mirar a su hija sin pensar que no servía para nada y que
no iba a servir para nada. Y el padre no le veía ningún sentido a lo que estaban
haciendo.
En la exploración de Amaia observamos que se sigue moviendo en un patrón
homolateral del movimiento. No ha integrado el movimiento contralateral; es decir,
no sabe coordinar la mano izquierda con la mano derecha y viceversa. Se está
lateralizando como diestra a nivel manual, y como zurda a nivel visual. Su cuerpo se
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ha adaptado propiciando una dominancia de ojo zurdo, al ser su ojo vago el derecho.
Es decir, presenta un cruce lateral de ojo mano.
Simplificando podemos decir que su organización neurofuncional es inmadura y
presenta reflejos primitivos activos que deberían haberse inhibido, así como
dificultades a la hora de integrar la información tanto visual como auditiva. Esta
organización ha propiciado la percepción de una gran inseguridad interna que limita
sus relaciones y condiciona sus logros y resultados escolares.
Partimos de la hipótesis de que el parto, tal y como ha sido relatado, ha constituido
una experiencia traumática que ha podido generar un estado de hipoactivación.
El SN, cuando tiene que afrontar un estado traumático desbordante reacciona
primero hiperactivándose; y si ese estado se prolonga, pasa a un estado de
hipoactivación vagal dorsal, donde se congela. La descripción que nos ofrece el padre
sobre Amaia, encaja con un bebé hipoactivado, que ha entrado en un estado de
conservación de la energía. Además, la madre, después del parto, presentó una
anemia aguda, de la cual le costó mucho recuperarse. Se alegraba de que la niña fuera
tranquila y le demandara tan poco pues no se sentía con energía ni fuerzas para
atenderla, cogerla, abrazarla y mimarla. Al quinto mes se incorporó al trabajo y fue el
padre quien pasó a ocuparse fundamentalmente de los cuidados de Amaia.
El estado de hipoactivación, junto a sus ineficacias visuales que pueden ser secuelas
de los fórceps, ha propiciado el escaso interés de Amaia por su entorno y por las
figuras de apego y ha condicionado su desarrollo. Amaia se ha saltado los diferentes
estadios madurativos del suelo. Prácticamente no se movía, y no ha llegado ni a
reptar, ni a gatear.
Es conveniente que todo niño pase por los diferentes estadios durante los dos
primeros años de vida, ya que estos favorecen la organización neurofuncional y el
desarrollo psicomotor. Con un escaso dominio de su cuerpo se ha visto obligada a
enfrentarse a un entorno y a una exigencia que la sobrepasa, condenada a un fracaso
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constante. Sin confianza, ni habilidades para expresar lo que ocurre y pedir ayuda a
sus padres.
Otro aspecto fundamental a tener en cuenta es la sensibilidad y capacidad reflexiva
mentalizadora de la familia. La madre es una mujer fuerte que se centraba en los
objetivos y los logros. Estaba acostumbrada a luchar para salir adelante. Sabía
proveer de los cuidados físicos básicos, pero no estaba acostumbrada a atender las
emociones. Entre sus prioridades estaban que su hija consiguiera la lectoescritura.
Para ello había organizado una agenda y horario precisos, con el reparto de tiempos
necesarios para lograrlo. Creía que Amaia era una niña vaga, sin amor propio, incapaz
de esforzarse lo suficiente.
El padre mostraba más sensibilidad, pero aun así le resulta difícil manejar el
derrotismo de Amaia y acababa también derrotado.
Amaia, por su parte, intuía y anticipaba la decepción en sus padres, incluso antes de
que se produjera. Veía como su madre se alejaba de ella impotente y con la cabeza
baja; y cómo su padre, aunque pretendía ayudarla, terminaba igualmente
decepcionado. No entendía por qué sus compañeros parecían aprender sin esfuerzo
y ella no lograba retener la información. El estado de abatimiento y fracaso se había
adueñado de ella.
Intervención
Nuestro primer objetivo era hacerles entender a los padres cómo había impactado el
nacimiento y el desarrollo de Amaia en su posterior evolución y crecimiento. Hacerles
conscientes de las emociones que Amaia vivía, su continuo fracaso, y cómo lo estaba
interiorizando.
Realizamos diferentes intervenciones que permitieron que los padres pudieran
conectar y mentalizar la experiencia de Amaia.
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A la madre le resulta muy impactante lo que llega a expresar sobre sí misma en una
dinámica terapéutica de cambio de rol, donde ella interpreta a su hija. En dicha
dinámica tenía que describir a su madre, como si ella (la madre) fuera Amaia. Y se
describe como poco sensible y dura. El ejercicio le permitió darse cuenta de cómo,
probablemente, era vista por Amaia y de cómo podía estar impactando su conducta
en su hija.
Les invitamos a que representaran corporalmente la postura física de su hija cuando
estaba realizando tareas escolares. Queríamos llevar la atención de los padres, no
tanto a la dificultad en la ejecución de las tareas, sino a la focalización en las
emociones que vivía Amaia. Intentar comprender cómo estaba interiorizando sus
problemas, las creencias internas que estaba desarrollando sobre sí misma y la
perspectiva que estaba creando del mundo.
A la madre, el ejercicio le supuso todo un reto. Podía representar la postura de Amaia
y conectar con sus pocas ganas de realizar las tareas y el impulso de salir corriendo,
de evitar la tarea. Pero le resultaba muy difícil ir más allá.
El padre, mediante la interpretación de la postura corporal de Amaia, conectaba
totalmente con su estado. Y según sus propias palabras, no podía manejar la tristeza
de Amaia, su hundimiento, su falta de salida, su fracaso, su experiencia de «no valía»,
de no ser valiosa, su indefensión y su impotencia. Todas estas emociones le
generaban una gran angustia. Le conectaban con su propia angustia, con sus
experiencias de dificultades y fracasos. Y terminaba respondiendo desde la rabia y la
impaciencia. En muchas ocasiones se sentía culpable y un padre pésimo.
Invitamos a los padres a que, en su día a día, conectaran con las emociones de Amaia
y les pusieran nombre. Les proporcionamos ejemplos como: «parece que supone un
esfuerzo enorme realizar las tareas, y que no tienes ganas de hacerlas», «hemos
observado que cuando nos empeñamos en que las hagas, te siente muy mal, y no
eres capaz de decírnoslo», «nos hemos dado cuenta de que te hemos estado
obligando a hacer cosas que no querías hace y esto te hacía sentir muy mal».
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Les aconsejamos que le explicaran y le dieran cierta coherencia a su funcionamiento
anterior; «hemos estado exigiéndote tanto, pensando que era la forma de ayudarte
que, sin querer, no hemos reparado en cómo te hacía sentir tanta exigencia». Que
valoraran su esfuerzo, su trabajo; «consideramos que realizas un trabajo enorme en
la escuela, y hemos decidido que después de clase vamos a invertir el tiempo en
actividades que te resulten agradables, y divertidas, como quizás el dibujo o lo que
tú elijas».
A medida que los padres fueron mostrando más sensibilidad y fueron capaces de
mentalizar, reflexionar, y realizar esquemas sobre lo que ocurría en el mundo mental
y emocional de Amaia, esta comenzó a expresar y a negarse a alguna de las peticiones
del entorno, y comenzó a salir de su apatía. Al mismo tiempo mantuvimos contacto
con el colegio, la tutora y orientadora, para poder trabajar todos en la misma
dirección.
Consideramos prioritario que Amaia pudiera descansar después de clase, que se
liberara de tareas, que tuviera espacio para el juego, y que no llevara a casa todo lo
que no había sido capaz de realizar en clase.
Propusimos a los padres atender las dificultades de base que parecían ser primarias
al déficit atencional. Elaboramos unas tablas de ejercicios funcionales. Nos apoyamos
en la terapia de movimientos rítmicos, para ayudarle a integrar los reflejos primitivos
e ir consolidando etapas psicomotoras mal integradas.
Cuando comenzó a tener un mejor manejo de su cuerpo la derivamos a un
optometrista comportamental con el objetivo de estimular su sistema visual y
mejorar sus habilidades visuales básicas, imprescindible para poder lograr la
lectoescritura. A los 6 meses de la intervención comenzó a leer y a mostrar interés
por la escritura.
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2.6. Referencias bibliográficas
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Problemas y necesidades psicoeducativas asociadas al entorno escolar
Las familias no siempre conocen y comprenden las NEE (necesidades educativas
especiales) que presentan sus hijos. Por esta razón, la intervención familiar en NEE es
un campo de especial relevancia, ya que dota a las familias de las herramientas
necesarias para afrontar de forma exitosa los retos que supone tener un hijo con
estas características.
En esta clase magistral, desarrollaremos cómo realizar una intervención de este tipo
en familias cuyos hijos han sido diagnosticados con algún trastorno.
Accede al video a través del aula virtual
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Investigaciones sobre el desarrollo cerebral y emocional: sus indicativos en relación
a la crianza
Torras, E. (2010). Investigaciones sobre el desarrollo cerebral y emocional: sus indicativos
en relación a la crianza. Cuadernos de psiquiatría y psicoterapia del niño y del
adolescente, 49, 153-171
Este artículo parte del interrogante de hasta qué punto las que denominamos
«nuevas patologías» son el resultado directo del actual sistema de crianza. Las
investigaciones por neuroimagen de los últimos veinte años no dejan duda acerca del
rol fundamental de las interacciones tempranas bebé-madre/padres para el
desarrollo cerebral y emocional del niño y, por tanto, para la salud mental.
Las capacidades psíquicas, intelectuales y sociales dependen de este desarrollo. A
pesar de que hoy en día esto es bien conocido, a menudo, en grave contradicción con
estos conocimientos, ponemos a nuestros bebés demasiadas horas y demasiado
pronto en institución y les ofrecemos un exceso de interacciones difíciles de integrar
y por tanto no estructurantes.
Accede al documento a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
http://www.sepypna.com/documentos/articulos/investigaciones-desarrollo-
cerebral-emocional.pdf
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Programas de educación parental
Martín, J. C., Máiquez, M. L., Rodrigo M. J., Byrne, S., Rodríguez, B. y Rodríguez, G. (2009).
Programas de educación parental. Intervención Psicosocial, 18(2), 121-133.
El objetivo de este artículo es proporcionar argumentos sobre la importancia de los
programas grupales de educación para fomentar las competencias parentales. Para
ello, se justifica la necesidad de dicho apoyo al definir la complejidad de la tarea de
ser padres en la actualidad.
También se hace eco de la recomendación europea sobre la utilización de programas
educativos para padres como una de las medidas de apoyo para el ejercicio de la
parentalidad positiva.
Accede al documento a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
http://scielo.isciii.es/pdf/inter/v18n2/v18n2a04.pdf
Vínculos de apego con cuidadores múltiples: la importancia de las relaciones
afectivas en la educación inicial
Salinas-Quiroz, F. (2013). Vínculos de apego con cuidadores múltiples: la importancia de
las relaciones afectivas en la educación inicial. Conferencia presentada en el XII Congreso
Nacional de Investigación Educativa. Guanajuato, México.
En esta conferencia se defiende la existencia de lagunas en el conocimiento de las
relaciones de apego en el contexto de múltiples cuidadores, considerando que
resulta necesario evaluar otras relaciones de apego distintas a las de la madre-bebé.
Debido a que las guarderías reciben niños con historias previas y relaciones de apego
establecidas o en proceso de formación con sus familias de origen, existe la
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posibilidad de que los cuidadores de las guarderías se conviertan en figuras de apego
fomentando la creación de vínculos seguros, por lo que vale la pena estudiar la
relación cuidador alternativo-bebé.
Accede al documento a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
https://www.researchgate.net/publication/260229290_VINCULOS_DE_APEGO_CO
N_CUIDADORES_MULTIPLES_LA_IMPORTANCIA_DE_LAS_RELACIONES_AFECTIVAS_
EN_LA_EDUCACION_INICIAL
Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby
Moneta, M. E. (2014). Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby. Revista Chilena
de Pediatría, 85(3), 265-268.
Este breve artículo de apenas 4 páginas hace un repaso histórico sobre el concepto
teórico del apego de Bowlby, desde los inicios del desarrollo de esta teoría, entre
1969 y 1980, hasta su vigencia y aplicación en la actualidad.
La teoría del apego en un enfoque actual nos permite asegurar que un apego seguro
con un cuidador estable y continuo, puede asegurar un adecuado desarrollo cognitivo
y mental del niño que llegará a ser adulto, aun tomando en cuenta posibles riesgos
genéticos.
Accede al documento a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
https://scielo.conicyt.cl/pdf/rcp/v85n3/art01.pdf
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Familias en positivo
Familias en Positivo es una plataforma on-line impulsada por el Ministerio de
Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y la Federación Española de Municipios y
Provincias que tiene por fin promover el ejercicio positivo de la parentalidad y
reforzar su apoyo en las políticas y servicios públicos de los Gobiernos Locales y en el
tejido asociativo.
En esta web se pueden consultar, entre otros recursos, diferentes números de su
monográfico y de su boletín, sobre temas de infancia y familia, además de vídeos de
interés en su mediateca.
Accede al documento a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
http://familiasenpositivo.org/
Familia, Educación y Centro Educativo Tema 2. Test
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Test
1. La forma en que una persona se relaciona con las demás estableciendo una
estructura relacional entre ambos comunicantes que va a ser única entre ellos, se
denomina:
A. Afecto.
B. Apego
C. Vínculo.
D. Ninguna de las respuestas es correcta.
2. El vínculo que se establece con un cuidador principal (normalmente la madre y el
padre, pero si no están puede ser hacia aquella figura que ejerza de cuidador) y
que prevalece por encima de otras necesidades biológicas, se denomina:
A. Apego.
B. Vínculo.
C. Afecto.
D. Ninguna de las respuestas es correcta.
3. De la interacción entre el bebé y su madre o cuidador principal, dependen
funciones tan esenciales para el aprendizaje como:
A. El interés.
B. La motivación.
C. La tendencia a explorar.
D. Todas las respuestas son correctas.
Familia, Educación y Centro Educativo Tema 2. Test
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4. El cerebro encargado de la gestión de nuestras funciones vitales principales,
instintivas y conductas estereotipadas (sueño-vigilia, temperatura, metabolismo,
respiración, etc.) es:
A. El cerebro reptiliano.
B. El cerebro límbico.
C. El cerebro mamífero.
D. El cerebro neomamífero.
5. La «entrevista de apego adulto» fue desarrollada por:
A. Bowbly.
B. Ainsworth.
C. Mary Main.
D. Keck y Kupercky.
6. El momento en el que el niño aprenderá que, si tiene una necesidad, alguien
atenderá esa necesidad y esa gratificación le llevará al desarrollo de su confianza
en los otros, se denomina:
A. Ciclo del afecto.
B. Ciclo del apego.
C. Ciclo vital.
D. Ciclo familiar.
7. Dentro del ciclo del apego, la fase del apego bien definido se da entre:
A. De las 6 semanas a los 6/8 meses.
B. De los 6/8 meses a los 18/24 meses.
C. De los 18 meses a los 2 años en adelante.
D. Ninguna de las respuestas es correcta.
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8. A través de la aplicación de la «entrevista de apego adulto» Main observó los
siguientes patrones:
A. Padres negadores, padres preocupados y padres desorganizados.
B. Padres negadores, padres despreocupados y padres desorganizados
C. Padres negadores, padres preocupados y padres organizados.
D. Padres afirmadores, padres preocupados y padres desorganizados.
9. En el experimento de Ainsworth conocido como “situación extraña”, ¿qué tipos
de apego en niños se encontraron?
A. Dos tipos de apego: seguro e inseguro.
B. Tres tipos de apego: un modelo de apego seguro, y dos modelos de apego
inseguro: el evitativo y el ambivalente.
C. Cuatro tipos de apego: seguro, inseguro-ambivalente, inseguro-evitativo y
desorganizado/desorientado.
D. Ninguna de las respuestas es correcta.
10. El niño con estilo de apego desorganizado:
A. Parecen no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres
B. Crecerá con gran incertidumbre relativa a si sus necesidades serán
satisfechas o no.
C. Es el tipo de apego más relacionado con los trastornos mentales.
D. Utilizará estrategias de regulación favoreciendo la capacidad de sentirse bien
consigo.