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RAÚL CREMADES EL ARTE DE EDUCAR EN EL SIGLO XXI CLAVES PARA EDUCAR MEJOR A NUESTROS HIJOS

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RAÚL CREMADES

EL ARTE DE EDUCAR EN EL SIGLO XXI

CLAVES PARA EDUCAR MEJOR A NUESTROS HIJOS

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En asuntos de educación no existen fórmulas mágicas ni soluciones milagrosas, pero si es posible pero aportar reflexiones sensatas y conclusiones prácticas que pueden ayudar.

Estoy convencido de que la educación, después de la vida, es lo más importante que los padres pueden dar a sus hijos.

Mejores (1999), el código genético y la educación son los únicos legados paternos que un hijo conservará con toda certeza hasta el fin de sus días:

¨Podrá dilapidar sus bienes, cambiar de país y de costumbres, alterar sus rasgos o modificar sus apellidos, pero los estímulos y experiencias de su niñez generarán las conexiones cerebrales que configurarán su personalidad, la manera de razonar y analizar su entorno, sus aptitudes intelectuales, sus valores morales, sus referencias emocionales y sus habilidades física. Esas conexiones le acompañarán siempre, allá donde vaya y pase lo que pase.”Por tanto, todo el esfuerzo que los padres dediquen a la educación de sus hijos siempre será poco.

Esta idea - la prioridad de la educación de los hijos no siempre ha gozado de la misma aceptación que tiene en nuestros días. En las sociedades antiguas, los niños no interesaban mucho al conjunto de los adultos, a pesar de que, por lo general, disfrutaban del efecto de sus padres. Entre las clases humildes, un nuevo hijo suponía sobre todo un potencial colaborador en la economía familiar, mientras que en la economía familiar, mientras que en las clases pudientes se le consideraba como media de perturbar el nombre y el patrimonio del clan. No fue hasta el siglo XIX cuando la familia empezó a entenderse y vivirse como un grupo humano al que el afecto mutuo unía con más fuerza que las circunstancias económicas.

A partir de entonces, los niños comenzaron a ser valorados en si mismos por encima de su contribución al bienestar material de la familia.

El modo de ser y vivir de los padres influye en la educación de los hijos mucho más de lo que puede parecer; ya decía Seneca que “Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías, breve y eficaz por medio de ejemplos”.

Aunque a veces no lo parezca, tus palabras y acciones siempre influyen en tus hijos. Y las acciones “hablan con más fuerza que las palabras”

Tu forma de ser y de vivir es un elemento primordial en la educación de tus hijos. Ellos van asimilando de manera constante, según sus propias capacidades, la información que reciben de su entorno.

Intente vivir en coherencia con tu forma de pensar. De lo contrario tus hijos corren el riesgo de crecer desorientados.

Trata de evitar las discusiones violentas con tu pareja, y ahórrales siempre ese disgusto a tus hijos. Procura solucionar con buena voluntad y de buenas maneras las diferencias que surjan entre los dos.

Antes de tomar cualquier decisión importante para la familia, ponte de acuerdo con tu pareja, y no desautorices sus determinaciones delante de tus hijos. Si ellos observan continuas diferencias significativas en

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los planteamientos y actuaciones de sus padres, crecerán desconcertados.

No creas que el hecho de trabajar por el presente y el futuro material de tus hijos te exime de dedicar todo el tiempo posible a estar con ellos en cuerpo y alma.

Tus hijos necesitan de la presencia y atención constante de sus padres, y ésta no puede ser sustituida por regalos, caprichos esporádicos o comodidades materiales.

Si llevas a casa las tensiones que te provoque tu trabajo o cualquier situación anómala, contagiarás tu ansiedad a tus hijos de forma innecesaria.

Los últimos estudios han demostrado que “los hijos de parejas enzarzadas en peleas afirma el filósofos José Antonio Marina- sufren un estrés fisiológico crónico y se recuperan con dificultad de las perturbaciones emocionales”.

Fomenta un clima de confianza en la familia, donde cada uno pueda desahogarse y comunicar sus alegrías, tristezas, preocupaciones, desafíos e ideales.

Si quieres enriquecer las relaciones personales en tu familia no te acostumbres a encender la televisión durante las comidas o los ratos de ocio familiar, así habrá, más tiempo y oportunidad para prestarse atención mutua.

Incluso en los momentos más difíciles, intenta por todos los medios que tu hogar reine un ambiente de paz y serenidad. Controla las situaciones para que tus hijos no sean testigos de histerias, alborotos o continuas lamentaciones.

El ambiente humano establece en tu hogar unas normas mínimas de convivencia (horarios, salidas, visitas etc.) que, aunque flexibles revisables dialogables estén claramente determinadas y sean exigidas de forma conveniente.

Organiza el trabajo doméstico de tal manera que todos, padres e hijos, colaboren de alguna manera. Procura especificar las tareas de cada uno y encontrar algún método eficaz para evaluar su cumplimiento

Puede ser muy positivo que los tíos, abuelos u otros familiares colaboren con los padres en la educación de los hijos, pero no permitas que sean ellos los que decidan sobre la manera de hacerlo o marquen pautas distintas de las tuyas.

A medida que va creciendo los hijos precisan cada vez de un mayor grado de autonomía. Aunque necesitan de la supervisión de sus padres, éstos deben comprender que sus hijos no son una prolongación de ellos, sino seres independientes que deben forjarse su propia vida, y por tanto tienen derecho a equivocarse y a aprender de sus errores.

Presta atención y responde, si puedes, a todas las preguntas que te hagan tus hijos, aunque te parezcan demasiadas o inadecuadas. Sino puedes darles respuestas complejas o detalladas, dáselas sencillas pero nunca los ignores ni les mientas para salir del paso, ni en cuestiones importantes ni en asuntos triviales.

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Ten sumo cuidado de no contagiar a tu hijo o hija tus posibles manías, miedos irracionales o traumas infantiles.

No dudes en negarte a satisfacer las demandas de tus hijos las veces que consideres necesarias, pero procura explicarles siempre el porqué de tu negativa.

Procura que las negaciones o prohibiciones a tus hijos no provengan de tu propia impaciencia, irritabilidad o primer impulso, sino de una búsqueda coherente de su propio bien. Los niños poseen un sexto sentido para percibir el amor hacia ellos, incluso si se les contraría.

Cuando creas que no debes ceder ante tus hijos, procura hacerlo sin herirlos ni humillarlos, y busca la forma de darles una salida honrosa que no erosione su dignidad.

No permitas en ningún caso que tus hijos te griten o te falten al respeto.

No te obsesiones por procurar para tus hijos todo tipo de comodidades ni por evitarles toda clase de improvistos, porque por la excusa de la protección les privas de la posibilidad de enfrentarse a situaciones diversas y aprender de sus propios errores y aciertos.

Muchos padres de hoy, enfrascados en mil ocupaciones, apenas dedican tiempo a conocer de verdad a sus hijos a acercarse a su mundo. Algunos incluso tratan de compensar esa falta de dedicación con mimos exagerados o regalos con los que ganarse su cariño y confianza. Los padres nunca podrán ser amigos de sus hijos del mismo modo que lo son otros niños o jóvenes de de su edad. Tampoco podrán acercarse de verdad a ellos mediante interrogatorios forzosos o conversaciones calculadas. Cuantos padres que creen conocer muy bien a sus hijos se llevan sorpresas cuando un profesor o un amigo le s comunica determinados comportamientos o actitudes de eso mismos hijos observados fuera del ámbito familiar: lo que si pueden y deben hacer los padres es mostrarse muy cercanos a sus hijos, hablar con ellos sin prisas, escucharles cuando quieran comunicar algo, observarles sin agobiarles interesarse por sus problemas reales y escuchar lo que tienen que decir de ellos otras personas que también les aprecian. Todo ello les ayudará a conocerlos cada vez mejor, algo imprescindible para una educación eficaz.

Respeta siempre a tus hijos. Hagan lo que hagan, no los maltrates jamás ni de forma física ni psicológica.

Apaga el televisor o cierra el e periódico cuando intuyas que tu hijo o hija quiere hablar contigo de algo importante para el o ella.

Procura preservar con el mayor tacto posible un necesario ámbito de intimidad de tus hijos, por pequeños que sean. Siempre que no existan motivos graves que aconsejen lo contrario, no leas sus escritos íntimos, cartas personales o mensajes de correo electrónico, ni escuches sus conversaciones telefónicas sin su conocimiento.

Cuando tu hijo te confíe un secreto o te revele una confidencia sobre su intimidad, no debes defraudarlo ni traicionar su confianza, aunque a ti te parezca un asunto sin trascendencia.

Combate las actitudes egoístas de tus hijos. Que comprendan que a veces hay que aceptar contratiempos y dificultades por los demás o por una causa solidaria.

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Procura crear en casa un clima de generosidad mutua donde tus hijos puedan sentir la satisfacción de hacer felices a otras personas.

Ayuda a tus hijos a superar, según su edad, todo tipo de miedo: a quedarse solos, a la oscuridad, al fracaso, a comprometerse con algo que merece la pena, a reconocer su responsabilidad ante el profesor o sus padres cuando alguien no ha salido bien.

Procura que tus hijos sean ordenados y se responsabilicen de las cosas y lugares que utilizan. Que tengan su espacio propio donde puedan ejercitar la libertad y la responsabilidad donde ejerzan su dominio personal.

Inculca a tus hijos la importancia de terminar aquello que empiezan, por pequeño que sea y de no desanimarse ante las posibles dificultades. Así aprenderán a ser tenaces y responsables.

Haz a tus hijos descubrir el gusto por las cosas bien hechas, sin prisas y con interés el trabajo bien hecho además de contribuir al bien común, les hará sentirse satisfechos consigo mismos y forjara su personalidad.

Si tus hijos te mienten con frecuencia piensa si tu actitud puede fluir en ello. ¿Les recriminas en exceso por sus fallos? Los humillas cada vez que comenten una falta?, ¿No tienen suficiente libertad si es así, harán lo posible por ocultarte las situaciones anómalas para no tener que sufrir tu actitud denigrante.

Mantén un plan de vida ordenado respecto a los horarios, a los niños les da seguridad saber lo que va a ocurrir en cada momento, pero procura no programarles en exceso el día a tus hijos, sobre todo si son pequeños, porque puede producirles estrés déjales cada día un tiempo prudente para que jueguen a su aire o hagan lo que prefieran.

Los padres que no corrigen a sus hijos cuando se lo merecen producirán en ellos una gran desorientación, mientras que los que son demasiado severos con sus comportamientos pueden provocar en ellos el miedo o la falta de confianza.

A pesar de que en ocasiones te pueda resultar muy difícil, no te inhibas cuando creas que debes dirigir, orientar, corregir o exigir a tus hijos, si no quieres provocar en ellos una tremenda inseguridad.

Cuando se tiene verdadera autoridad muy rara vez resulta necesario reprender a los hijos. Una mirada o un comentario oportuno pueden ser suficientes para hacer caer en la cuenta al hijo de que su comportamiento no es el adecuado.

Déjales bien claro a tus hijos que sus conductas, tanto positivas como negativas, siempre tienen consecuencias sobre ellos mismos y sobre los demás.

Enseña a tus hijos a elegir su propio bien, y no a obedecerte a ciegas. Sustituye, en la medida de lo posible, los mandatos por consejos y sugerencias.

Corrige a tus hijos sin degradarlos ni ridiculizarlo jamás. No los humilles o insultes. No los ataques con ironía o sarcasmo.

Antes de reprender a tus hijos, intenta elegir el momento más oportuno y procura darte un tiempo para no dar rienda suelta a su

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cólera o a tu soberbia y tratar de comprender los motivos que han llevado a tus hijos a tales comportamientos.

Cuando reprendas por algún error, ve al grano y procura no echarles un sermón no hablarles siempre de cómo se hacían las cosas cuando tú tenías su edad.

Valora como algo positivo el hecho de que sean tus propios hijos los que te comuniquen que han cometido un determinado error esos les ayudará a acostumbrarse a decir siempre la verdad.

Huye de la tentación de comprar a tus hijos entre si o con otras personas, porque pueden resultar envanecidos o minusvalorados. Procura que cada uno se sienta especial a su manera.

Evita favoritismo, preferencias o discriminaciones entre tus hijos, aunque a veces puede existir un motivo especial para que alguno de ellos deba acaparar tus atenciones.

Si en alguna ocasión tus hijos se pelean entre ellos llegando a las manos insísteles en que acaben pidiéndose perdón sin importar quien tenga la razón o quien haya iniciado la riña. Ellos deben tener siempre muy claro que la violencia desautoriza cualquier argumento por muy valido que parezca.

La influencia de los amigos es importantísima en cualquier proceso educativo. Incluso hay algunos expertos convenientes de que todo aquello que los niños o jóvenes experimentas en su grupo social, fuera del hogar, tiene mayor importancia en el desarrollo de su personalidad que el entorno familiar o la influencia de sus progenitores por mucho que lo intenten, los padres no pueden elegir a los amigos de sus hijos, aunque si pueden facilitar su presencia en distintos ambientes humanos y tratar de que éstos sean sanos y enriquecedores. Aun así, muchos padres se quejan de que por muy positivo que sea el ambiente donde su hijo se socializa, siempre acaba haciéndose amigo de personas que “no le convienen”. En circunstancias normales, los padres deben mostrar interés por conocer a los amigos de sus hijos por conocer a los amigos de sus hijos y mantener su casa abierta para que puedan llevarlos allí, ya que estos forman parte esencial de su realidad vital. De esa manera, los padres podrán ayudar mejor a sus hijos a descubrir la autentica amistad, basada en la generosidad y la lealtad, a distinguir a un amigo verdadero de alguien que no lo es.

La influencia de los amigos es determinar en la educación de tus hijos. Ayúdales a diferenciar las verdaderas amistades de las relaciones interesadas o inmaduras, pero deja que sean ellos los que elijan libremente a sus amigos.

Intenta conocer y tener algún tipo de contacto periódico con los amigos de tus hijos e incluso con sus padres, pero sin forzar situaciones.

Ten abierta tu casa para que tus hijos puedan llevar a sus amigos para trabajar o estudiar juntos o para cualquier actividad lúdica.

Expresa constantemente tu cariño por tus hijos. Abrázalos, bésalos. Incluso a tus hijos adolecentes aunque a veces den la impresión de lo contrario, ellos siempre necesitan de las muestras de tu afecto.

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Responde con naturalidad prudencia y veracidad a todas las preguntas que sobre sexo y amor te formule tú hijo o hija. Si no lo haces, es muy probable que se informe por otros medios o personas que, en muchos casos, al transmitirle información falsa o deficiente, podrán influir de manera negativa en su vida afectiva y moral.

Procura que tus hijos comprendan que el dominio de sí mismos sobre sus acciones, sus sentidos, su imaginación, sus pasiones y sus sentimientos les ayuda a fortalecer su voluntad para poder actuar con criterio definido ante cualquier situación.

Habla con tus hijos sobre lo que en el colegio, cómo son las clases los profesores, las actividades sus compañeros. Procura dialogar en un ambiente distendido, dándole s confianza para que te cuente todo lo que quieran sin moralizar sobre cada una de sus actuaciones.

No exceptúes, y muchos menos sin consultar antes con el director o con el tutor, a tus hijos de las normas generales o actos comunes del centro escolar.

Aunque tu hijo alcance de manera habitual un buen rendimiento académico en el colegio, mantén al menos una vez al trimestre un cambio de impresiones con su tutor la mayoría de los niños y adolecentes tienen algún tipo de problema durante su vida escolar. Si presenta dificultades especiales en alguna asignatura, habla también con el profesor que imparte dicha materia.

Procura que tus hijos se hagan y cumplan su propio horario de estudio, y que haya ambiente de silencio y tranquilidad en casa durante sus ratos de trabajo personal. Si consideras que el horario que se han auto impuesto no es razonable, intenta dialogar y negociar con buena voluntad una mejora con ellos.

En la media de tus posibilidades, ayuda a tus hijos en sus tareas escolares sobre todo a organizarse, a investigar o aclarar dudas, pero nunca hagas tú lo que deben hacer ellos.

No exijas a tus hijos las notas más altas, sino que den lo mejor de si mismos, tanto en los estudios como en la convivencia en el colegio. La superación personal es más importante que la competitividad.

Si tu hijo o hija presenta un bajo rendimiento escolar, pregúntate si no sabe o no quiere estudiar. Si no sabe, necesita reforzar sus técnicas de estudio; si no quiere, es muy probable que se dé una combinación de ambas causas.

No le des importancia excesiva ni exclusiva a las notas de tus hijos. Las malas calificaciones suelen ser la punta del iceberg de problemas mucho más profundos que los relacionados con las aulas, los profesores y los libros.

El denominado fracaso escolar suele ser el resultado de unas relaciones inadecuadas entre el alumno, el profesorado y la familia. Procura cuidar mucho esas relaciones.

La formación es el factor más importante para el futuro profesional de tus hijos, pero no te empecines, y mucho menos por orgullo propio, en que todos pero no te empecines, y mucho menos por orgullo propio, en que todos tus hijos cursen estudios avanzados. No todas

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las personas tienen capacidades o inclinación para ello. Pueden, por ejemplo, estar dotados para profesiones muy nobles e importantes que no requieren un titulo universitario.

Trata de hacer comprender a tus hijos que su bienestar futuro y su realización personal en el terreno profesional no dependen sólo de factores económicos, sino sobre todo de la riqueza de su personalidad.

Si un niño se aficiona a leer desde pequeño contará con muchas ventajas a lo largo de su vida. Ya que además de deleitarse con el placer estético que supone la lectura mejorará de forma gradual su capacidad de expresión y ampliará constantemente su vocabulario y sus conocimientos en general.

En el juego y en el deporte, tus hijos tendrán que competir, pero procura que no se obsesionen por la victoria a cualquier precio. Que aprendan a ganar con generosidad y a perder con dignidad, a evitar los enfados irracionales ya respetar las normas.

Comparte, en la medida de los posible, tus aficiones con tus hijos es una forma de tener mas relación, confianza y comunicación, en definitiva, de estar mas unidos.

Procura que tus hijos practiquen algún deporte con regularidad. Asiste a sus partidos con frecuencia.

Anima y orienta a tus hijos en sus actividades deportivas. No les pongas trabas y procúrales el material que consideres necesario para ello dentro de tus posibilidades.

No obligues a tus hijos a leer en sus ratos libres, pero procura que desde pequeños la lectura se convierta en un hecho natural y cotidiano en sus vidas como comer, jugar o dormir.

Procura que tus hijos desde pequeños, con cantidades pequeñas, aprendan a disponer de su propio dinero y a usarlo como algo normal en sus vidas.

Controla el dinero que entregas a tus hijos o reciben de sus familiares y en que se lo gastan. Siempre que no sean cantidades muy elevadas, deja que ellos dispongan del mismo con libertad, pero trata de fomentarles la buena administración y el ahorro sin tacañería ni avaricia. Si compruebas que no los practican, toma las medidas oportunas sin pérdida de tiempo.

Haz ver a tus hijos la inconveniencia de despilfarrar de forma caprichosa el dinero, y mucho más en compras que pueden resultar perjudiciales para ellos: tragaperras, chucherías, tabaco o alcohol.

Del mismo modo que a ningún padre sensato se le ocurre de cualquier medicamento o un cuchillo de cocina al libre alcance de de su hijo pequeño, tampoco resulta conveniente dejar que los hijos dispongan a su antojo de la televisión, el teléfono o internet.

Ten en cuenta que todo lo que tus hijos ven en la televisión, el cine, los videojuegos o internet tiene un impacto determinado en

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el desarrollo de su personalidad. Los niños aprenden en gran medida por imitación y por observación.

Si llevas a tus hijos al cine o alquilas una película en video, selecciónala bien. No lo lleves a ver películas que puedan perjudicarles por los anti valores degradantes para la condición humana que promueven (brutalidad, crueldad, violencia, venganza, mentira, odio, pornografía, visión egoísta de la vida.

No dejes que tus hijos abusen de la televisión: se vuelven menos sociables, menos imaginativos y más sedentarios. Dicho abuso también puede provocar en ellos alineación y abulia. Estimulados con otro tipo de prácticas más activas y creativas como jugar con otros niños, pasear, correr, montar en bicicleta, etc.

Si ayudas a tus hijos a organizar su tiempo con horarios lógicos, además a sus necesidades de descanso, actividad escolar,, alimentación y juegos, puedes conseguir que reduzcan las horas de televisión de una forma razonable.

Controla el tiempo que tus hijos pasan conectados a internet. Las inmensas posibilidades de navegación pueden hacer que pierdan mucho tiempo delante del ordenador.

Controla el acceso de tu hijo o hija a determinados contenidos de internet que pueden resultarle perjudiciales, como pornografía, las ideologías racistas o los contenidos violentos.

Elaboró: Yurelis Polo Gómez

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