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FUEGOS Y OPACIDADES DE UNA ESTRELLA DISTANTE. CHILE EN LA LITERATURA DE ROBERTO BOLAÑO1

Alexis Candia Cáceres Pontificia Universidad Católica de Chile

Roberto Bolaño tuvo una espinosa relación con Chile. Aunque son num-

erosos los factores que inciden en el vínculo que Bolaño mantuvo con su país natal, existe un elemento que determina su conexión con Chile: el golpe de Estado. La intervención militar no sólo generó una serie de negativos efectos en su vida personal, tales como una breve estadía en prisión a finales de 1973 y una abrupta salida de Chile en enero de 1974, sino que puso una lápida sobre un proyecto político y social que entusiasmaba al escritor chileno hasta el punto de motivarlo a realizar un extenso viaje por tierra desde México D.F. a Santiago para colaborar con una revolución que se hacía “con empanadas y vino tinto”. Así, el gobierno de Pinochet construye un país que está en las antípodas de lo que Bolaño soñaba que debía ser Chile y, en este sentido, resulta lógico que Bolaño despliegue en sus textos una severa mirada frente a su patria.

Desnudar el sentido con que Bolaño construye esa visión crítica es el objetivo central de este artículo. Para esto, ocuparé parte importante de la obra bolañiana, focalizando mi interés, claro está, en los textos que toman a Chile como objeto central, entre los que destacan Estrella distante, Nocturno de Chile y

1 Esta investigación fue respaldada por la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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“Fragmentos de un regreso al país natal”, de Entre paréntesis. Bajo esta pers-pectiva, será interesante establecer cómo Chile no juega un papel secundario en la literatura bolañiana, sino que es, muy por el contrario, un permanente foco de interés para Bolaño. Así, es posible sostener que Bolaño explora y plasma una estrella distante –metáfora mediante la que Bolaño alude a Chile en una de sus novelas– en tres momentos distintos: el paraíso que cree ver en el gobierno de Salvador Allende, el infierno que explota con la irrupción militar y la conso-lidación de una isla-pasillo en el retorno a la democracia2.

Tras un puñado de flores rojas Bolaño reflexiona sobre la naturaleza de la literatura en el “Discurso de

Caracas”. Luego de una intensa disquisición concluye que la literatura es funda-mentalmente un oficio peligroso. Precisamente el riego que implica el ejercicio literario lo hace evocar el capítulo XXXVIII de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, texto en el que el caballero andante reflexiona sobre el grado de peligro y de virtud de ambas profesiones. Cervantes hace triunfar al soldado sobre el poeta, determinación que para Bolaño, lejos de vincularse con la digni-dad del ejercicio de las letras y de las armas, tiene que ver con una fuerte sensa-ción de melancolía del escritor español, el que hace ganar a su propia juventud, representada en el ejercicio de las armas, sobre el ejercicio de las letras, que viene a simbolizar su hasta entonces azarosa adultez. La discusión quijotesca so-bre la importancia de las armas y las letras es relevante para tratar la relación de Bolaño con Chile, debido a que Bolaño se debate en su juventud entre dedicarse

2 Para comprender la compleja relación que Bolaño mantuvo con su país natal es clave considerar una serie de vectores que aglutinan y dan cohesión a su proyecto literario y que, además, ejercen un poderoso ascendiente sobre su visión de Chile. Me refiero al profundo carácter autobiográfico de su obra, a la voluntad totalizadora de la misma, a las constantes alusiones a diversos eventos y personajes históricos chilenos y, por último, a la irrupción de la figura de Arturo Belano que, por cierto, establece un juego de reflejos entre los mitos bolañianos y la historia de vida del creador de Los detectives salvajes.

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al ejercicio de la literatura y al ejercicio de la milicia, el que, como el mismo precisa, más bien habría que denominar militancia.

Auxilio Lacouture da cuenta tanto en Los detectives salvajes como en Amu-leto de la atracción que le producen las letras al joven Belano. Lacouture es una testigo privilegiada de la adolescencia de Arturo Belano, es decir, de la época en que Belano tenía dieciséis o diecisiete años y comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo de la literatura: “Yo lo conocí en una ensordecedora reunión de poetas en el bar Encrucijada Veracruzana, atroz huronera o cuchitril en donde se reunía a veces un grupo heterogéneo de jóvenes y no tan jóvenes pro-mesas. De entre todas las promesas él era la promesa más joven” (Bolaño, Los detectives salvajes 38). En Bolaño antes de Bolaño, diario de una residencia en México, Jaime Quezada entrega también numerosas referencias de la vida coti-diana de Bolaño en México D.F. a inicios de la década de 1970, retratando a un escritor incipiente que trabaja por igual su afición por la poesía y el teatro. Am-bos antecedentes son interesantes debido a que dan testimonio de la relación que Bolaño/Belano había establecido antes de 1973 con la literatura. Bola-ño/Belano es un joven que ha abandonado el colegio y que dedica la mayor par-te de su tiempo a leer y escribir y, en consecuencia, es parte del mundo de las letras.

Con todo, es necesario consignar que otro deseo se incuba en el joven Bo-laño: la búsqueda de un sueño de justicia e igualdad social. El impacto de la revolución cubana es un foco de atracción y de esperanza para numerosos jóve-nes latinoamericanos que ven en las acciones de Fidel Castro y del Che Guevara la posibilidad de hacer realidad una utopía. Ahora bien, Bolaño concibe la concreción de ese sueño en un tiempo y en un espacio determinado. La lucha armada debe ser un medio para alcanzar una nueva vida en la inmediatez. Por otra parte, siente que esa revolución no tendría lugar en el D.F., donde residía desde 1968 con su familia, sino que sólo podía concretarse en el Chile de Allende. Así, Bolaño mira con atención el gobierno de la Unidad Popular y es seducido por esa revolución a la chilena. De ahí que Bolaño sostenga en 1971: “¡Qué ganas de estar en Chile… y en esa revolución de Allende, y de las flores!”

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(Quezada 62). En esta misma línea, se encuentra el testimonio de la uruguaya Auxilio Lacouture en Amuleto, novela en la que señala que Belano era un pibe que no sabía beber “… pero que se sentía orgulloso de que en su lejano Chile hubiera ganado las elecciones Salvador Allende” (Bolaño, Amuleto 38).

El lejano país natal comienza a convertirse es una especie de lugar ideal donde era posible llevar a cabo la causa que, en ese entonces, Bolaño siente co-mo la más generosa del mundo. Chile se convierte en una especie de paraíso donde es posible labrar la vida del hombre nuevo. Por lo demás, Bolaño no sólo evoca y anhela ese país perdido, sino que piensa que su futuro se juega allí: “Pese a todo, la sombra del país natal no se borró y en el fondo de mi estúpido cora-zón subsistía la certeza de que en aquellas tierras se fraguaba mi destino” (Bola-ño, Entre paréntesis 52-53).

Chile se levanta en la imaginación de Bolaño como el lugar donde es factible consolidar los deseos de cambio social y donde las clases oprimidas podrían, por primera vez, tener la posibilidad de disfrutar de las regalías de un sistema políti-co y social más justo. Grínor Rojo establece que Chile estimula la ilusión de Bolaño:

… ese muchacho (Bolaño) creyó que lo que estaba pasando en nuestro país

entre el 70 y el 73 era el comienzo de algo nuevo o, mejor dicho, que lo que

había surgido de esa circunstancia, por primera vez en la historia del país, de

la región y hasta pudiera ser que en la historia del mundo, era la posibilidad

de la construcción de un horizonte histórico y social distinto al existente

hasta entonces con todas las ventajas y con muy pocas o quizás si con nin-

guna de las desventajas que a la sazón podían detectarse en otras experiencias

con un sello similar. (Rojo 205)

De esta forma, el joven Bolaño está en una encrucijada. Se debate ante el

llamado de dos fuerzas que lo convocan intensamente. Pese a que la ruta de las letras y las armas no son excluyentes, es claro que fuerzan a Bolaño a priorizar una determinada vía. Bolaño elige la milicia. Tal vez “Autorretrato a los veinte

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años” es el poema bolañiano que evidencia en mayor medida como siente el llamado de la militancia:

Me dejé ir... escuché aquella llamada misteriosa y convincente / O la escuchas

o no la escuchas, y yo la escuché / y casi me eché a llorar: un sonido terri-

ble… Un escudo y una espada. Entonces, / Pese al miedo, me dejé ir, puse mi

mejilla junto a la mejilla de la muerte. (Bolaño, Los perros románticos 14)

Bolaño/Belano sigue ese llamado terrible y une su destino en un sino mayor:

el destino de miles de jóvenes latinoamericanos que siguen la ruta de la revolución: “Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver / aquel espectáculo extraño... miles de muchachos como yo, lampiños o barbudos, pero latinoa-mericanos todos, / juntando sus mejillas con la muerte” (Bolaño, Los perros románticos 14). Las armas se han impuesto sobre las letras en el corazón in-quieto del joven revolucionario.

La ruta de Chile, relatada en Amuleto, Los detectives salvajes y “Carnet de Baile”, tiene dos lecturas posibles. Se trata, en primer término, de una peregrina-ción, peregrinación que, lejos de todo vínculo con elementos religiosos, se vincula más bien con el sentido etimológico de la palabra latina peregrinatio, que significa viaje o estancia en el extranjero. La peregrinación tiene un objeto definido que, en este caso, apunta al deseo de Bolaño/Belano de realizar la revolución en Chile:

24. En 1973 volví a Chile en un largo viaje por tierra y por mar que se dilató

al arbitrio de la hospitalidad. Conocí a revolucionarios de distinto pelaje. 25.

Llegué a Chile en agosto de 1973. Quería participar en la construcción del

socialismo... Tenía menos de un mes para disfrutar de la construcción del

socialismo. Por supuesto, yo entonces no lo sabía. (Bolaño, Putas asesinas

210-211)

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En segundo lugar, el viaje de Bolaño/Belano tiene profundas similitudes con el recorrido efectuado por Ulises en La Odisea, debido a que narra el regreso de Bolaño/ Belano a su patria y, además, porque es un desplazamiento lleno de dificultades. Puede que Bolaño/Belano tarde menos de una década en volver a Chile –no más de algunos meses, seguramente–, pero realiza un viaje mucho más extenso que Ulises para sortear los miles de kilómetros que separan al D.F. de Santiago de Chile. Así, Bolaño/Belano no sólo enfrenta una travesía llena de riesgos, dada la inestabilidad y la inseguridad de muchos países latinoamerica-nos, sino que lo hace, además, provisto de escasos recursos económicos. Auxilio Lacouture da cuenta de los avatares enfrentados por Belano:

Después, en 1973, él decidió volver a su patria a hacer la revolución y yo fui la

única, aparte de su familia, que lo fue a despedir a la estación de autobuses,

pues Arturito Belano se marchó por tierra, un viaje largo, larguísimo, plaga-

do de peligros, el viaje iniciático de todos los pobres muchachos latinoameri-

canos. (Bolaño, Amuleto 63)

Bolaño/Belano llega en agosto de 1973 a Chile. El gobierno de Allende se

está desmoronando: enfrenta una severa crisis económica, graves problemas de desabastecimiento y un complejo aislamiento político marcado por la dura oposición de una derecha que está orquestando el golpe de Estado con la estrecha colaboración del gobierno de Richard Nixon. De esta forma, Bola-ño/Belano vive los días finales de la utopía marxista y, sobre todo, advierte cómo su sueño se destruye el 11 de septiembre de 1973. En consecuencia, apenas es capaz de saborear los frutos de su paraíso rojo. Así, no cumple el objetivo principal de su peregrinación. Tampoco alcanza a disfrutar del regreso a casa. La ruta de Chile es un completo fracaso para Bolaño/Belano, quien descubre la velocidad con que los sueños pueden convertirse en pesadillas:

28. El once de septiembre me presenté como voluntario en la única célula

operativa del barrio en donde yo vivía. El jefe era un obrero comunista,

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gordito y perplejo, pero dispuesto a luchar. Su mujer parecía más valiente

que él... 29. El once de septiembre fue para mí, además de un espectáculo

sangriento, un espectáculo humorístico. 30. Vigilé una calle vacía. Olvidé mi

contraseña. Mis compañeros tenían quince años o eran jubilados o desem-

pleados. (Bolaño, Putas asesinas 211)

No hay épica en esa derrota. Bolaño/Belano sólo encuentra el inevitable

espectáculo de dolor, muerte y sinsentido, sinsentido radicado en la incapacidad de defender a través de las armas el gobierno de la Unidad Popular. De esta forma, es dable palpar cómo las esperanzas se han destruido y dan paso a una sensación de traición y desasosiego que marca la relación de Bolaño con Chile. “Chile cumple... una triste función bisagra. Según las reglas que ordenan el universo narrativo de Roberto Bolaño, es en Chile donde se juega y se pierde la última carta. En Chile culmina y se va al diablo la opción revolucionaria.” (Rojo 208-209)

Los copihues rojos se han marchitado. El sueño del paraíso rojo ha colapsado ante la mirada estupefacta del joven Bolaño/Belano, el cual realizó un extenso viaje para asistir a la destrucción de la espada y el escudo al que aludía en “Autorretrato a los veinte años”. Es más, los copihues rojos parecen haber sido remplazados por una espada azul, sí, esa espada azul con la que Bolaño soñó antes de regresar a Santiago: “Volví en sueños al país de la infancia. En el cielo había una espada azul. Una gran espada azul sobrevolando los tejados marrones” (Quezada 101). La espada azul constituye una pesadilla que anuncia el comienzo de una “tormenta de mierda”.

El lugar sin límites Roberto Bolaño considera al golpe de Estado como un tiro de gracia a los

ideales que había levantado sobre su país natal, transformando ese sueño en una pesadilla que adquiere velozmente la fisonomía del infierno. De ahí que en numerosos pasajes de sus textos realice una analogía entre Chile y el infierno, tal

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como sucede en un pasaje de “Encuentro con Enrique Lihn”, donde narra un sueño en que va a la casa del poeta chileno: “… en un país que bien pudiera ser Chile y en una ciudad que bien pudiera ser Santiago, si consideramos que Chile y Santiago alguna vez se parecieron al infierno” (Bolaño, Putas asesinas 21). La apreciación de Bolaño se ve motivada por las experiencias que vive en Chile luego de la irrupción militar:

En noviembre, mientras viajaba de Los Ángeles a Concepción, me detuvie-

ron en un control de carretera y me metieron preso... Pensé que me iban a

matar allí mismo... Durante algunos días estuve encerrado en Concepción y

luego me soltaron. No me torturaron, como temía, ni siquiera me robaron.

Pero tampoco me dieron nada que comer ni para taparme por las noches,

por lo que tuve que vivir de la buena voluntad de los presos que compartían

su comida conmigo. De madrugada escuchaba cómo torturaban a otros. (Bo-

laño, Putas asesinas 212)

Bolaño se transforma en testigo de las torturas, acercándose al horror a tra-

vés del contacto directo con las víctimas de la dictadura. La reclusión llevará a Bolaño a partir al exilio a México y a abandonar la carrera de las armas. En con-junto a sus compañeros infrarrealistas, Bolaño emprende el ejercicio de las letras y desde esa trinchera criticará al país que acabó convertido en una de las ma-yores expresiones del mal en América Latina. Grínor Rojo entrega luces de los dos tiempos en los que se mueve Bolaño:

Bolaño es... un escritor que se moviliza entre dos tiempos. En uno de ellos, en

el tiempo viejo, el que él deja atrás, se aloja la pasión revolucionaria, el fervor

del cambio, la rebeldía y la audacia juveniles, y en el otro, el tiempo nuevo en

que reside después del agotamiento de aquel desborde de vida y que es donde

al fin de cuentas ejecuta su escritura, lo que se aloja es el mundo maduro pero

también caído de la postrevolución. Perdida en el primero de estos dos

comportamientos temporales la grandeza épica de un proyecto de cambio, la

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sucede en el segundo la imposibilidad por parte de Belano/Bolaño de aceptar

la degradación y la miseria burguesas. (Rojo 208)

Desde la trinchera de las letras, Bolaño arroja sus puñales contra el Chile de

Pinochet, lanzando ácidas diatribas contra el horror provocado por los aparatos de represión de la dictadura. La literatura nazi en América, Estrella distante, La pista de hielo y Nocturno de Chile en conjunto, varios cuentos y un puñado de crónicas desnudan las miserias y el mal de la dictadura de Pinochet.

Antes me he referido a la analogía que Bolaño realiza entre Chile y el Infierno; pues bien, me parece que es imprescindible llenar de contenido esa comparación. Para esto, acudo a Maltroux, quien sostiene que el infierno es “… verse envilecido hasta la muerte, ya sea que la muerte llegue, ya sea que pase: la espantosa abyección de la víctima, la misteriosa abyección de verdugo. Satanás es el espíritu degradante” (Sichère 205). Durante la dictadura ese espíritu sobrevuela, acecha y penetra los cuerpos de las víctimas y de los victimarios convirtiendo diversos espacios públicos y privados en verdaderos teatros de la destrucción. Bolaño plasma en sus textos la degradación en la que se sumerge el gobierno militar, abarcando desde la representación de las altas cúpulas del gobierno hasta los agentes responsables de las desapariciones y las torturas.

“Palabras del espacio exterior” es una de las crónicas que evidencia la voluntad del alto mando de las fuerzas armadas de utilizar la violencia para asegurar la continuidad del movimiento golpista. Bolaño alude a una comunica-ción radial interceptada por un ciudadano anónimo el 11 de septiembre de 1973. Para Bolaño, resulta perturbadora la manera en que los militares ordenan una feroz represión:

Algunas órdenes son tajantes: se habla de matar en el acto, se habla de arres-

tos, se habla de bombardeos. Los hombres que hablan en ocasiones bromean:

el gesto no los hace más cercanos, al contrario, los abisma, son hombres que

salen de fosas invisibles e imperceptibles y que en un lenguaje vagamente

militar se comprometen a instaurar el orden. (Bolaño, Entre paréntesis 79)

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Bolaño se sorprende de la implacable actitud del alto mando de las fuerzas armadas, que determina las primeras acciones tendientes a la represión y el exterminio y, sobre todo, del humor que despliegan los militares en la conver-sación; las burlas realizadas por Pinochet y sus hombres parecen revelar el sádico placer que sienten al derrotar a sus adversarios. La actitud de los militares puede vincularse con la turbiedad en la que se sumen los seres abyectos mencionados por Julia Kristeva, es decir, de aquella amenaza que termina por degradar a los seres humanos. Ante este escenario, Bolaño piensa que los milita-res por fin han encontrado el papel de su vida, un papel que los motiva a sacar lo peor de sí mismos: “Los soldados, finalmente, tienen su guerra: frente a ellos estamos nosotros, desarmados” (Bolaño, Entre paréntesis 81).

Tal vez uno de los rasgos más significativos de la abyección radica en que esta puede ser considerada como una perturbación de una identidad o un orden y, en consecuencia, se erige como una fuerza que no respeta ni las reglas ni los límites impuestos en un sistema. Precisamente, esa alteración del orden aparece en el diálogo que establecen los militares, quienes apuntan a la reconstrucción total de Chile:

Las voces que llegan del espacio exterior no sólo están rediseñando la isla

infantil llamada Chile: nos enseñan con vara de maestro nuestra realidad... La

cinta avanza y poco a poco las voces se hacen cada vez más familiares, como

si siempre hubieran estado allí, hablándonos, amenazándonos. (Bolaño, En-

tre paréntesis 80)

Nocturno de Chile analiza también las altas esferas de poder del régimen,

pero en esta ocasión Bolaño no comenta un documento histórico, sino que ficcionaliza a los integrantes de la Junta de Gobierno y, especialmente, a Pino-chet. Para esto, se vale de las clases de marxismo que el protagonista de la novela, Sebastián Urrutia, le dicta a la cúpula del gobierno. Resulta interesante analizar Nocturno de Chile debido a que permite apreciar una evolución de la conducta de Pinochet. Mientras en “Palabras del espacio exterior” Pinochet

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aparece como un militar golpista que intenta conquistar el poder a través de todos los medios disponibles, en Nocturno de Chile se erige como un jefe de gobierno preocupado de consolidar su poder, para lo cual busca implementar las estrategias más adecuadas a fin de eliminar cualquier foco de resistencia. De esta forma, la audacia y el humor negro dan paso a la frialdad. Situado ante la posibilidad de cambiar el curso del país, Pinochet ha adquirido la severidad necesaria para gobernar con puño de acero. Bajo ese prisma, se encuentra su diálogo con Urrutia Lacroix:

¿Por qué cree usted que quiero aprender los rudimentos básicos del mar-

xismo? Preguntó. Para prestar un mejor servicio a la patria, mi general.

Exactamente, para comprender a los enemigos de Chile, para saber cómo

piensan, para imaginar hasta dónde están dispuestos a llegar. (Bolaño, Noc-

turno de Chile 118)

Augusto Pinochet propuso llevar a cabo una profunda limpieza y purifica-

ción de Chile. Pues bien, en esa misma línea es posible incluir las acciones de Carlos Ramírez Hoffman y/o Carlos Wieder en La literatura nazi en América y en Estrella distante, respectivamente. La figura de Ramírez/Wieder resulta inte-resante debido a que se ajusta al proceso de refundación diseñado por el gobierno de Pinochet a través de sus creaciones artísticas y de los asesinatos que realiza para el gobierno militar. En relación con el primer punto, es necesario subrayar que la poesía aérea y las fotografías del piloto de la Fuerza Aérea hablan, según sus críticos, de una “… nueva edad de hierro para la raza chilena” (Bolaño, La literatura nazi 183). Tal vez el mayor gesto de renovación del ser nacional practicado por Ramírez/Wieder radica en la escritura de los versos iniciales del libro del Génesis en el cielo de Chile. Ramírez/Wieder no sólo está apuntando a una renovación del ethos nacional, sino que está consignando la recreación de un país que, luego de la intervención militar, modifica su fisono-mía y, sobre todo, cambia su identidad. De ahí que Bolaño respalde la tesis de Armando Uribe en orden a que Chile muere en 1973: “Probablemente Uribe

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tiene razón. Todo país, de alguna forma, deja de existir en muchas ocasiones. Es decir, cambia” (Braithwaite 27). Ramírez/Wieder tiene plena conciencia de ese proceso. Es más, considera a las víctimas de sus crímenes como “aprendices del fuego”, vale decir, como seres a los que había que inmolar con el fin de purgar el “ethos nacional” y que constituían, a su vez, parte de un proceso de constante renovación y purificación análogo a la naturaleza, la que constantemente se devora y renace sobre sí misma.

La poesía aérea y visual de Ramírez/Wieder da cuenta de este proceso, reve-lando los elementos centrales que articulan estos movimientos, entre los que destaca la muerte, que es una parte central del proceso de purificación que expe-rimenta Chile: “La muerte es limpieza /... Nuestro cambio, nuestra ventaja / La muerte es resurrección” (Bolaño, La literatura nazi 185-186). También, expone los cuerpos sobre los que se renueva la identidad nacional. De ahí que conjure en sus poemas a las mujeres que ha asesinado y que las exhiba en una expo-sición fotográfica:

Según Muñoz Cano, en algunas de las fotos reconoció a las hermanas

Garmendia y a otros desaparecidos. La mayoría eran mujeres.... Las mujeres

parecen maniquíes, en algunos casos maniquíes desmembrados, destrozados,

aunque Muñoz Cano no descarta que en un treinta por ciento estuvieran

vivas al momento de hacerles la instantánea. Las fotos, en general [...] son de

mala calidad aunque la impresión que provocan en quienes la contemplan es

vivísima. (Bolaño, Estrella distante 97)

Los cuerpos rotos parecen constituir un símbolo que, en la óptica de

Ramírez/Wieder, revela el renacimiento del país. Ramírez/Wieder cree contri-buir con su arte y sus acciones a la “revolución silenciosa” que habría de trans-formar Chile.

Roberto Bolaño sitúa las acciones de Ramírez/Wieder en lo que podríamos denominar como la segunda etapa de la represión implementada por la dictadura: las desapariciones y las torturas. La modificación de las estrategias de

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opresión se vio motivada por el rechazo que provocaron las acciones del gobierno de Pinochet en Europa y Estados Unidos, rechazo que atentaba contra la política de apertura económica implementada por el régimen autoritario. De esta forma, comenzaron a implementarse tácticas de represión menos especta-culares, alternativas que permitieran seguir sembrando el horror, pero que no resultaran tan llamativas para los observadores internacionales. Así, se instaura-ron las desapariciones en Chile: “En lugar de matar abiertamente o incluso de arrestar a su presa, los soldados secuestraban a la víctima, la llevaban a campos clandestinos, la torturaban, muchas veces la mataban y luego negaban saber nada del asunto” (Klein 126). Las desapariciones resultaron efectivas en cuanto fueron una técnica más sutil para eliminar a los militantes de izquierda y, ade-más, se transformaron en una herramienta eficiente para aterrorizar a la pobla-ción. La dictadura situó en el seno de la sociedad chilena una amenaza fantasma: el terror a desaparecer de la faz de la tierra sin la menor posibilidad de que los familiares de las víctimas encontraran respaldo en las instituciones policiales y judiciales.

Bajo está lógica se sitúan las acciones de Ramírez/Wieder, quien como miembro de una célula secreta de la Fuerza Aérea se encarga de asesinar y luego de hacer desaparecer a numerosas partidarias del gobierno de Allende. Bolaño narra los asesinatos de mujeres perpetrados por Ramírez/Wieder. Los crímenes de la familia Garmendia, homicidios que inauguran los asesinatos en serie de Ramírez/Wieder, evidencian la sangre fría con que ejecuta a sus víctimas:

Finalmente encuentra la habitación de la tía.... Justo cuando se desliza al

interior de la habitación escucha el ruido de un auto que se acerca a la casa.

Wieder sonríe y se da prisa. De un salto se pone junto a la cabecera. En su

mano derecha sostiene un corbo. Ema Oyarzún duerme plácidamente.

Wieder le quita la almohada y le tapa la cara. Acto seguido, de un solo tajo, le

abre el cuello. (Bolaño, Estrella distante 32)

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Tras la muerte de la tía, Ramírez/Wieder se dirige a las habitaciones de las hermanas y las mata con el mismo corbo. Luego, Ramírez/Wieder continúa con los asesinatos seriales de varias militantes de izquierda, las que no eran miembros de grupos armados, sino simples partidarios de una ideología pros-crita por el nuevo orden. Las desapariciones no obedecen, entonces, a una política destinada a desarticular a los grupos armados, muy por el contrario, se vinculan, más bien, con la determinación de sembrar el terror en los simpati-zantes de la Unidad Popular.

Las operaciones de Ramírez/Wieder no se limitan a asesinar a los adver-sarios del régimen, sino que implican, además, ocultar los cuerpos, trabajo que el piloto de la Fuerza Aérea desarrolla de manera casi perfecta: “Y no hay cadá-veres, o sí, hay un cadáver, un cadáver que aparecerá años después en una fosa común, el de Magdalena Venegas, pero únicamente ése, como para probar que Ramírez/Wieder es un hombre y no un dios” (Bolaño, La literatura nazi 179). Al desencadenar la violencia contra los opositores al régimen y al envilecerse a sí mismo, Ramírez/Wieder se convierte en un símbolo de las criaturas “infernales” que arrastran a Chile hacia el abismo.

La estrategia de represión de Pinochet suma las torturas a las desapariciones, práctica fundamental en la incubación y cultivo del horror de la dictadura. La tortura es una práctica que utiliza la agresión, la crueldad y la degradación para eliminar la capacidad de resistencia de los individuos. Para esto, se ataca la imagen espacial y temporal de los seres humanos, vale decir, aquellos elementos que nos permiten saber quiénes somos y dónde estamos. En un artículo publica-do en 1960, Ewen, académico cuyas investigaciones son claves para el desarrollo de los “interrogatorios coercitivos” de la CIA, afirma que existen dos factores que nos permiten mantener una imagen espacial y temporal o, en otras pala-bras, que nos permiten saber quiénes somos y dónde estamos: una fuente conti-nuada de información sensorial y nuestra memoria. Por eso, los centros de torturas utilizan mecanismos que destruyen la capacidad de percibir informa-ción sensorial –como vendas o celdas de aislamiento– y herramientas generado-ras de dolor –especialmente electroshocks– que aniquilan la memoria. Para

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Cameron, la aplicación de estas prácticas podía devolver la mente al estado que Aristóteles describió como una tabula rasa, vale decir, como una tabla vacía sobre la cual no hay nada escrito y, por ende, sobre la que es posible reconstruir la personalidad del individuo. Para la CIA, en tanto, las investigaciones de Cameron abrieron una puerta para generar sujetos dóciles y funcionales a los intereses de la agencia de inteligencia.

Las torturas fueron la estrategia predilecta de los agentes de la represión. De hecho fue una práctica más extendida que las desapariciones o las ejecuciones. Mientras el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación habla de 2 mil 279 ejecutados entre 1973 y 1990, la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura recogió el testimonió de 35 mil 865 personas que habían sido torturadas en el mismo período.

Bolaño apeló en numerosas ocasiones a la idea de que el escritor debe ser capaz de mirar en la oscuridad. Frente a una concepción de la literatura de esa naturaleza, resulta evidente que abordara el misterio, el vacío y el tormento que implica la tortura. De ahí que trate el tema en diversos textos: La pista de hielo, Nocturno de Chile y en el cuento “Carnet de baile”. Bolaño da cuenta de los horrores provocados por los agentes del Estado en los opositores del régimen militar, lo que eleva aún más la desorientación y el temor de las víctimas, dado que éstas son degradadas por miembros de una organización –el Estado– res-ponsable de garantizar su seguridad.

En su implacable diseño del infierno chileno, Bolaño plasma en La pista de hielo uno de los métodos de tortura más utilizados por el régimen militar: las golpizas reiteradas. La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura o Informe Valech sostiene que los golpes, comúnmente llamados uso excesivo de la fuerza, constituyen una forma de tortura debido a que “[…] no tienen otra finalidad que provocar un sufrimiento innecesario” (Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura 226). La pista de hielo revela las acciones ejecutadas por varios agentes del Estado durante noviembre de 1973 en un campo de con-centración de Concepción. A través de la narración retrospectiva de Remo Mo-

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rán, comerciante y poeta chileno, asistimos a la brutal paliza que recibe un preso político de un grupo de detectives:

Todos lo golpeaban sirviéndose para tal efecto de manos, pies y barras de

caucho. El gordo, al final, ni siquiera gritaba. Luego se fue de bruces contra el

suelo y sólo entonces me di cuenta de que estaba descalzo. Uno de los tipos lo

cogió del pelo y lo observó por un instante. Otro dijo que seguramente estaba

muerto. Un tercer policía comentó haber oído en alguna parte que el gordo

aquel no estaba bien del corazón. Se lo llevaron arrastrándolo por los pies.

(Bolaño, La pista de hielo 107-108)

La narración de Bolaño no sólo resulta llamativa por la violencia con que es

tratado el prisionero, sino también por la indiferencia con que es tomada su presunta muerte, explicada mucho más por la enfermedad cardiaca del recluso que por la paliza.

Los desgarramientos y los aullidos se cuelan, además, por Nocturno de Chile. El sacerdote Sebastián Urrutia rememora una forma de tortura más “sofisti-cada”, producto de la evolución de esta práctica en el siglo XX: la aplicación de electroshocks. En Chile este método fue rebautizado como “parrilla”, método de tortura que consiste en la aplicación de descargas eléctricas en la totalidad del cuerpo o en zonas específicas, particularmente, en las regiones genitales. En Nocturno de Chile, Urrutia revela una de las uniones más intensas y feroces del arte y del crimen en la literatura hispanoamericana: las reuniones en la casa de María Canales y James Thompson. Mientras Canales es una escritora en ciernes, Thompson es un interrogador de la DINA. De esta forma, mientras Canales organiza periódicas veladas artísticas con parte importante de la intelectualidad chilena de la época, Thompson realiza sesiones de interrogación en el sótano de su casa. Crimen y arte habitan un mismo espacio en la casa de los Thompson-Canales, separados tan sólo por algunas escaleras y pasillos, los que, a la postre, hacen imposible que no acaben tocándose la punta de la pluma con el filo de la

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espada. El contacto sucede cuando un escritor, sumido en el aletargamiento propio del licor, se pierde en la casa hasta llegar a una habitación en penumbras:

[…] y abrió la puerta y vio al hombre atado a una cama metálica, los ojos

vendados, y supo que el hombre estaba vivo porque lo oyó respirar, aunque

su estado físico no era bueno, pues pese a la luz deficiente vio sus heridas, sus

supuraciones... y luego... cerró delicadamente la puerta, sin hacer ruido, y

empezó a buscar el camino de vuelta a la sala. (Bolaño, Nocturno de Chile

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El apartado sobre la tortura deseo cerrarlo con una historia que Bolaño

narra en “Carnet de baile” de Putas asesinas, cuento en el que relata las viola-ciones con ratas que padecieron una y/o varias militantes de izquierda:

En México me contaron la historia de una muchacha del MIR a la que

torturaron introduciéndole ratas vivas por la vagina. Esta muchacha pudo

exiliarse y llegó al D.F. Vivía allí, pero cada día estaba más triste y un día se

murió de tristeza.... En París me contaron que una vez llegó allí una chilena a

la que habían torturado de la misma manera. Esta chilena también era del

MIR... y había muerto de tristeza.... ¿Esta chilena desconocida, reincidente en

la tortura y en la muerte, era la misma o se trataba de mujeres distintas?

Según un amigo, se trataba de la misma mujer que, como en el poema de

Vallejo, al morir se iba multiplicando sin dejar por ello de morir. (Bolaño,

Putas asesinas 212-213)

César Vallejo plasma en el poema “Masa” la muerte de un combatiente en

una batalla. Pese a los esfuerzos de diversas personas que apelan al amor para que éste no muera, el combatiente sigue muriendo una y otra vez. Resulta interesante que Bolaño apele al poema de Vallejo puesto que ilumina y, en cierta forma, explica el sentido de la narración de la militante del MIR que muere de

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melancolía: la repetición de la historia no es sino la reproducción interminable del horror que afectó a la sociedad chilena.

Los hombres de piedra Roberto Bolaño asume un doble exilio a partir de su salida de Chile en enero

de 1974. En primer lugar, experimenta la pérdida de su país natal y la partida hacia México, primero, y España, después. En segundo lugar, abandona la ca-rrera de las armas para adentrarse en el reino de las letras, actividad que consti-tuye, en su perspectiva, otro exilio: “Toda literatura lleva en sí el exilio” (Bolaño, Entre paréntesis 49). A partir de este doble exilio, Bolaño comienza a fraguar la imagen de Chile, una imagen tripartita compuesta por el paraíso, el infierno y la isla de los hombres de piedra. Los detectives salvajes ofrece una de las primeras imágenes del Chile posdictatorial, vale decir, de la representación de Chile a través de la metáfora de la Isla de Pascua:

¿Ha oído hablar alguna vez de la teoría de la isla de Pascua? Esa teoría dice

que Chile es la verdadera isla de Pascua, ya sabe, al este limitamos con la

cordillera de los Andes, al norte con el desierto de Atacama, al sur con la

Antártica y al oeste con el océano Pacífico. Nacimos en la isla de Pascua y

nuestros moais somos nosotros mismos, los chilenos, que miramos perplejos

hacia los cuatro puntos cardinales. (Bolaño, Los detectives salvajes 395)

Hay al menos dos elementos que me parecen relevantes de esta cita. No se

puede soslayar la insularidad geográfica de Chile, vale decir, los cuatro enormes accidentes geográficos que constituyen una barrera natural del país y que, en cierta medida, conducen a su marginación del continente americano. Desde lue-go, ese componente geográfico tiene implicancias psicológicas que se traducen en el aislamiento que sentirían los chilenos, lo que generaría cierta vocación por concentrarse en sí mismos. Asimismo, es interesante la perplejidad que sume a los habitantes de Chile, es decir, la confusión que les impide saber qué hacer,

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qué pensar o qué decir. Bolaño profundiza irónicamente esta perspectiva en Entre paréntesis:

Mi país de origen, según algunos escritores nativos, es una isla, la isla más

extraña del hemisferio sur. Limita al norte con el desierto de Atacama, del

cual los chilenos afirman... que es el más inclemente del mundo; al este con la

Cordillera de los Andes, según los mismos escritores nativos la más alta de la

tierra y la más infranqueable...; al oeste con el océano Pacífico, la porción de

agua más grande del planeta, y al sur con las tierras blancas y mortales de

Arthur Gordon Pym.... Mi país de origen es o cree ser la isla de Pascua.... Y

como los antiguos pascuenses, los nativos de mi país creen ser el ombligo del

mundo, pero a lo bestia. Los moais de Chile son los chilenos que miran

perplejos hacia los cuatro puntos cardinales. (Bolaño, Entre paréntesis 51)

A la luz de las apreciaciones de Bolaño, Chile parece ser un país marcado

por la parálisis, una parálisis que, al igual que los moais, les impide a los chilenos moverse en diversas direcciones. Me parece que Bolaño alude con esa imagen al Chile de la década de 1990. Y es que la metáfora de los moais es útil para simbo-lizar a un país que experimenta una transición desde la dictadura, que era inca-paz de superar el temor inoculado por el gobierno de Pinochet. Es más, en una crónica llamada “Los perdidos”, Bolaño reflexiona sobre el valor de la poesía de Rodrigo Lira, destacando el hábil diagnóstico que Lira realiza sobre la identidad nacional:

Detrás de las invectivas, detrás de la risa... es posible encontrar otras cosas,

entre ellas el horror y una mirada profética que anuncia el fin de la dictadura

pero no el fin de la estupidez, el fin de la presencia militar pero no el fin de

las arenas movedizas y del silencio que la presencia militar ha instalado.

(Bolaño, Entre paréntesis 95).

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Rodrigo Lira habla de las arenas movedizas y del silencio heredado del gobierno de Pinochet, tesis que Bolaño suscribe en Los detectives salvajes y en Entre paréntesis. De hecho, me parece que la perplejidad sólo puede ser expli-cada por los efectos generados por la dictadura. Más aún cuando Bolaño reflexiona sobre el Chile previo o paralelo a la detención de Pinochet en Lon-dres, evento que marca un antes y un después en la transición debido a que tras su cautiverio la sociedad chilena perdió el temor al viejo orden y se abrió a un mayor destape moral e ideológico.

La transformación del “infierno” de la dictadura en una isla habitada por hombres de piedra en los gobiernos democráticos se puede explicar sobre la ba-se de dos teorías: la “doctrina del shock” de Naomi Klein y el explosivo desarro-llo del consumismo propuesto por Tomás Moulian en Chile: Anatomía de un mito. Ambas teorías están imbricadas y, en cierta medida, la “doctrina del shock” genera las condiciones adecuadas para el desarrollo del ciudadano “cre-dit-card”.

La doctrina del shock sostiene que los desastres artificiales o naturales llevan a la población de un país a un shock colectivo que allana el camino para la introducción de reformas radicales que, difícilmente, serían aceptadas en un escenario de normalidad. La tesis de Klein arranca de las propuestas de Milton Friedman, el que propuso una estrategia tendiente a esperar que se produjera una crisis de primer orden para luego vender al mejor postor los pedazos del Estado. La velocidad de las transformaciones incidía, desde luego, en lograr que las “reformas” fueran permanentes.

La “doctrina del shock” comienza a ser aplicada en Chile a partir del golpe de Estado de 1973. Para Klein, la irrupción militar presentó tres formas distintas de shock. La primera faceta del shock radica en la conmoción que genera el propio golpe militar el 11 de septiembre de 1973, evento particularmente vio-lento para la sociedad chilena, dada la tradición democrática mantenida por el país durante la mayor parte del siglo XX. La segunda faceta del shock se en-cuentra en la aplicación de la política de represión desplegada por el gobierno de Pinochet. Por último, se cuenta el “tratamiento de choque” propugnado por

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Milton Friedman, técnica aprendida por numerosos economistas chilenos en la Universidad de Chicago. Klein sostiene que la triada de terapias de shock actuó de manera conjunta sobre la sociedad chilena:

Las tres formas de shock convergieron en los cuerpos de los ciudadanos

latinoamericanos y en el cuerpo político de la zona, desatando un huracán

sin fin de destrucción y reconstrucción mutuamente reforzada, eliminación y

creación, en un ciclo monstruoso. El choque del golpe militar preparó el

terreno de la terapia de shock económica. El shock de las cámaras de tortura

y el terror que causaban en el pueblo impedían cualquier oposición frente a

la introducción de medidas económicas. De este laboratorio vivo emergió el

primer Estado de la Escuela de Chicago, y la primera victoria de su

contrarrevolución global. (Klein 105-106)

La junta militar optó por escenificar un verdadero conflicto bélico en dis-

tintas ciudades chilenas. El despliegue de carros blindados por el centro de las ciudades, la movilización de efectivos militares por los cordones industriales y los diversos ataques de los cazas son parte del teatro de guerra ejecutado por los militares golpistas. Para un país que había disfrutado casi 50 años de estabilidad institucional, la puesta en escena diseñada por los militares golpistas generó un shock, en especial, en los partidarios de la Unidad Popular que vieron cómo un sueño de igualdad se convertía en sal y agua y, además, cómo se cernía sobre ellos una amenaza que, en las primeras horas del golpe, se convirtió en una vio-lenta pesadilla.

La generación del terror fue la piedra angular que permitió sostener un sistema político y, también, sentar las bases de un nuevo sistema económico en Chile. De hecho, Sergio de Castro, ministro de Hacienda y Economía del go-bierno militar, sostiene que las reformas económicas no las podría haber llevado a cabo sin el apoyo de Pinochet: “… necesitamos una personalidad fuerte para mantener la política. Tuvimos suerte de que el presidente Pinochet lo enten-diera y tuviera el valor de resistir a las críticas” (Klein 152). Aquella persona-

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lidad fuerte mencionada por De Castro tiene que ver con la determinación de Pinochet en orden a establecer un férreo control del país a través de una política de represión que facilitara la transformación del sistema económico nacional. Sergio de Castro opta por implementar un tratamiento de shock en la economía que apunta, en primer término, a eliminar las reglamentaciones y regulaciones que dificultan la acumulación de beneficios. En segundo término, vende todo activo del aparato público que pueda ser operado por una empresa privada y sea capaz de dar beneficios. En tercer término, recorta drásticamente los fondos asignados a programas sociales. De esta forma, De Castro se propone desman-telar el estado de bienestar que habían intentado construir los gobiernos en las últimas décadas:

… en 1975 recortaron el gasto público, el 27% de un solo golpe y siguieron

recortando hasta que, hacia 1980, llegaron a la mitad de lo que era con

Allende. Salud y educación fue lo que más sufrió. Incluso The Economist, una

animadora del equipo de libre mercado, calificó lo que sucedía como una

“orgía de automutilación”. (Klein 117-118)

Pinochet consiguió construir finalmente la utopía capitalista de Friedman. Ahora bien, la recuperación de la democracia en la década de 1990 no puso

término a los efectos de shock. No sólo porque los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia mantuvieron la columna central de las transfor-maciones económicas implementadas por Pinochet, sino porque la amenaza latente de un regreso a fojas cero se mantuvo por buena parte de la década de 1990. De hecho, Pinochet entregó la presidencia, pero se reservó el control del Ejército y, en consecuencia, el núcleo central del poder militar chileno. De esta forma, la permanencia de Pinochet en la Comandancia en Jefe del Ejército siguió manteniendo vigente la amenaza de una nueva asonada militar y no se

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trató de una amenaza vacía, sino que Pinochet procuró dejar en claro que no aceptaría que se tocaran sus intereses políticos ni económicos3.

La parálisis de la sociedad chilena es complementada por un factor que alteró la forma de experimentar la economía de importantes sectores de la socie-dad: la masificación del consumo. Por primera vez importantes sectores de la población accedieron a productos que antes les estaban vedados. Tomás Mou-lian sostiene que las nuevas posibilidades de la economía permitieron el surgi-miento del ciudadano credit-card, ciudadano puesto en orden y regulado por el consumo con pago diferido:

Tiene que subordinar sus estrategias de conflicto, a sus estrategias de sobre-

vivencia como asalariado. Ha aprendido que su futuro está en seguir siendo

un trabajador creíble. Esa credibilidad, vinculada a la sumisión, es la que le

abre la puerta de futuros consumos ascendentes, el televisor-color, el auto-

móvil, la casa propia. El crédito es un formidable factor de disciplinamiento.

(Moulian 103)

Para Moulian, el consumismo puede analizarse en la doble dimensión de

negatividad y de positividad. En relación con la negatividad, Moulian sostiene que el consumismo es un mecanismo de domesticación, es decir, un destacado y sutil dispositivo de dominación. El control ejercido sobre el consumista tiene que ver con que éste debe subordinar sus estrategias de conflicto a sus estrate-gias de sobrevivencia como asalariado. Respecto de la positividad, Moulian piensa que el consumismo se conecta con el placer, principalmente, porque el crédito permite acceder a un mundo de la gratificación instantánea, “… en el universo del placer, compensado por el consumo de la ascética disciplinaria del trabajo asalariado” (Moulian 106).

3 El “Ejercicio de Enlace” y “El Boinazo” fueron signos de la presión ejercida por Pino-chet contra los gobiernos democráticos, los cuales tuvieron que negociar con él para acallar los ruidos de sables.

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Aquella imagen del ciudadano chileno que vive su vida entre el trabajo, los centros comerciales y el consumo de programas televisivos es fundamental para entender la situación de los hombres de piedra. El consumismo se convierte en una especie de “soma” que mantiene contentos a los ciudadanos. Autos, casas, equipos de sonido son las drogas que mantienen perplejos a los ciudadanos chilenos y que, a su vez, les permiten sumirse en la ruta del confort de la transición democrática.

Los temores del shock y el placer del consumo generan ciudadanos aletarga-dos que tienen escaso interés en seguir dando las luchas sociales de las décadas de 1970 y 1980. No por nada Bolaño habla de “… los zombis que pasean por la aldea de Santiago” (Bolaño, Entre paréntesis 93). A través de la imagen del muerto viviente, Bolaño intenta simbolizar cómo muchos chilenos viven como si estuvieran privados de la voluntad necesaria para elegir rutas distintas a las diseñadas por el sistema. Así, cobra real sentido la imagen de los chilenos como moais que miran absortos hacia los cuatro puntos cardinales sin encontrar ninguna salida de la red tejida en torno a la isla-pasillo.

Bolaño retoma el contacto con Chile luego de 25 años. Tras su regreso, le dedica a Chile una novela que explora algunos capítulos recientes de la historia del país –Nocturno de Chile– y varias crónicas. Precisamente, me interesan dos artículos que dan cuenta de su reencuentro con Chile: “Fragmentos de un regre-so al país natal” y “El pasillo sin salida aparente”, publicados en febrero y mayo de 1999, respectivamente. Ambos reflejan la vorágine de seducciones y rechazos que se generan entre Bolaño y Chile. En este contexto, resulta interesante que la impresión de Bolaño sobre el país no varíe con su regreso. De ahí que siga te-niendo vigencia la imagen de la isla-pasillo con la que sigue aludiendo a Chile. Así, se refiere a Nicanor Parra como “el tipo más lúcido de la isla-pasillo”. La sensación que experimenta Bolaño a su llegada al país constituye un buen ejem-plo de la irresolución de los chilenos:

Pero lo que más vi en aquellos primeros minutos fue a chilenos quietos y

silenciosos, chilenos que miraban el suelo como si estuvieran flotando sobre

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un abismo, como si el aeropuerto fuera un espejismo y todos nos encontrára-

mos suspendidos sobre una especie de nada que... nos sostenía, exigiendo a

cambio un tributo misterioso..., un tributo que nadie estaba dispuesto a pa-

gar, pero que tampoco nadie estaba dispuesto a declarar que no lo pagaría.

(Bolaño, Entre paréntesis 63)

Bolaño plasma la indecisión nacional a través de ese aeropuerto suspendido en el vacío, constituyendo una poderosa imagen de la perplejidad sobre la que se levanta la identidad nacional. Una perplejidad que incluso alcanza cierta belleza al convertir a los chilenos en una especie de acróbatas que pasean al borde del abismo: “No están desesperados, pero casi. No están serenos del todo, pero casi. No son funambulistas, pero a la hora de caerse al abismo... consiguen mantener-se en un equilibrio precario que tiene algo... miserable, pero también tiene algo de heroico.” (Bolaño, Entre paréntesis 74)

A los ojos de Bolaño, Chile es esa isla-pasillo rodeada de infranqueables ba-rreras geográficas que nos condenan al retraimiento y al encierro, generando cuadros de incertidumbre que parecen situarnos sobre un precipicio. Esa es la imagen del Chile de la transición. Del país que se debate entre el miedo al shock y el placer del consumo para evitar retornar a viejas pesadillas y para construir un sueño de soma marcado por los objetos y las conquistas que se pueden al-canzar en la medida de lo posible.

Las tres caras de una estrella distante Roberto Bolaño se puede situar como parte de los hijos reprendedores de la

patria, concepto que utiliza Gabriela Mistral para calificar la posición crítica que adopta Joaquín Edwards Bello hacia Chile. Bolaño asume una actitud severa que se genera por la tormentosa relación que mantiene con su país natal, relación marcada a fuego por el golpe de Estado de 1973. A partir de ese evento, Bolaño realiza un duro juicio sobre el trayecto seguido por Chile en los últimos 30 años. De esta forma, el paraíso, el infierno y la isla de los hombres de piedra son los

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conceptos mediante los cuales Bolaño proyecta la imagen nacional en sus novelas, cuentos, poemas y crónicas.

Las tres caras de la estrella distante se abren con la proyección del paraíso que encarna la utopía socialista de Allende. El joven Bolaño opta por la carrera de las armas para construir el “paraíso rojo” en torno a la “vía chilena al socia-lismo”. Para eso, realiza un largo viaje por tierra desde México hasta Santiago que le permite vivir las últimas semanas de gobierno de la Unidad Popular. El golpe de Estado se transforma en un espectáculo sangriento y humorístico que termina por sepultar la posibilidad de construir un mundo mejor y que, a su vez, pone fin a la militancia del joven Bolaño. Desde un doble exilio, Bolaño se interna en la ruta de las letras. Desde esa nueva trinchera, decide asomarse al abismo que representa Chile. Para esto, construye un infierno en novelas tales como Nocturno de Chile y Estrella distante, las que retratan la degradación en la que se sume el país en el gobierno de Pinochet. Las torturas y las desapariciones son los mayores signos de la abyección que convierte a Chile en un implacable infierno. Por último, Bolaño construye la imagen del Chile de la transición, ima-gen representada a través de la metáfora de la Isla de Pascua. De esta forma, los chilenos son los moais que miran paralizados hacia los cuatro puntos cardinales.

Bolaño asume una posición radical sobre Chile, trazando sin concesiones las imágenes que dan cuenta de la identidad nacional. Pese a la vehemencia de algunas de sus afirmaciones, el escritor chileno tiene el valor de diseccionar en profundidad la piel a veces tersa, a veces putrefacta, de un país que prefiere pa-sar por alto los conflictos y las tragedias que experimentó en las últimas décadas. Bolaño nos hace volver la mirada hacia el abismo mostrándonos los fuegos y las opacidades de una estrella distante.

Obras citadas Bolaño, Roberto. Entre paréntesis. Barcelona: Editorial Anagrama, 2004. ---. Estrella distante. Barcelona: Editorial Anagrama, 1996. ---. La literatura nazi en América. Barcelona: Seix Barral, 1996.

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---. La pista de hielo. Barcelona: Editorial Seix Barral, 2003. ---. Los detectives salvajes. Barcelona: Editorial Anagrama, 1998. ---. Los perros románticos. Barcelona: Editorial Lumen, 2000. ---. Nocturno de Chile. Barcelona: Editorial Anagrama, 2000. ---. Putas asesinas. Barcelona: Editorial Anagrama, 2001. ---. 2666. Barcelona: Editorial Anagrama, 2004. Braithwaite, Andrés ed. Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas. San-

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Klein, Naomi. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Trad. Isabel Fuentes García. Buenos Aires: Paidós, 2008.

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