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César González Carrera: Cine Asignatura: Tecnología & Sociedad Profesor: Francisco Veloso Extranjero Digital Nunca he sido un tipo muy tecnológico. Mi primer computador llegó a mi casa cuando ya estaba en segundo medio. Anteriormente, todo lo que escuchaba era a mis compañeros hablar sobre programas, películas y archivos de internet y me limitaba a poner atención detenidamente a sus aventuras y desventuras tecnológicas como un selenita nacido y criado en la luna viendo a otros hablar sobre el planeta tierra. Esta suerte de distancia me permitió tener la suerte (o mala suerte) de llegar tarde a todos los procesos de renovación tecnológica. La situación económica de mis padres explicaba esta dinámica y también justificaba sus antecedentes. Cuando por allá en el año 1992 llegaba a Chile desde Japón la flamante consola de juegos "Super Nintendo", mis primos, que se habían cansado de jugar con su "Nintendo" la consiguieron a la brevedad y terminaron dando por muerta su vieja consola predecesora . Dado que los vertederos de basura alrededor del mundo ya contaban con suficientes toneladas de trastos que tardarían milenios en descomponerse, la mejor opción era que el "primo pobre" (quien escribe) se quedase con la descontinuada novedad. Hoy en día, suelo observar el mundo como el hijo bastardo de una generación anacrónica. Cuando utilizo algún bus de la locomoción colectiva o algún vagón del metro para desplazarme quién sabe dónde, me sigo sorprendiendo al ver la atención y dedicación que las personas prestan a sus teléfonos celulares. Existen individuos que suben, se sientan y mecánicamente extraen el aparato de sus bolsos para interactuar con sus conocidos, navegar en Internet, subir fotografías, etc. Con una velocidad inexplicable mueven sus dedos en una pantallita minúscula con teclas cada día más pequeñas y que cuando he intentado utilizarlas para escribir "Hola hermana, ¿cómo estás?" mis dedos terminan enmarañándose, tartamudeando y soltando su creatividad

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Extranjero Digital. Crónica

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Page 1: Extranjero Digital

César González Carrera: Cine Asignatura: Tecnología & Sociedad Profesor: Francisco Veloso

Extranjero Digital

Nunca he sido un tipo muy tecnológico. Mi primer computador llegó a mi casa cuando ya estaba en segundo medio. Anteriormente, todo lo que escuchaba era a mis compañeros hablar sobre programas, películas y archivos de internet y me limitaba a poner atención detenidamente a sus aventuras y desventuras tecnológicas como un selenita nacido y criado en la luna viendo a otros hablar sobre el planeta tierra. Esta suerte de distancia me permitió tener la suerte (o mala suerte) de llegar tarde a todos los procesos de renovación tecnológica.

La situación económica de mis padres explicaba esta dinámica y también justificaba sus antecedentes. Cuando por allá en el año 1992 llegaba a Chile desde Japón la flamante consola de juegos "Super Nintendo", mis primos, que se habían cansado de jugar con su "Nintendo" la consiguieron a la brevedad y terminaron dando por muerta su vieja consola predecesora . Dado que los vertederos de basura alrededor del mundo ya contaban con suficientes toneladas de trastos que tardarían milenios en descomponerse, la mejor opción era que el "primo pobre" (quien escribe) se quedase con la descontinuada novedad.

Hoy en día, suelo observar el mundo como el hijo bastardo de una generación anacrónica. Cuando utilizo algún bus de la locomoción colectiva o algún vagón del metro para desplazarme quién sabe dónde, me sigo sorprendiendo al ver la atención y dedicación que las personas prestan a sus teléfonos celulares. Existen individuos que suben, se sientan y mecánicamente extraen el aparato de sus bolsos para interactuar con sus conocidos, navegar en Internet, subir fotografías, etc. Con una velocidad inexplicable mueven sus dedos en una pantallita minúscula con teclas cada día más pequeñas y que cuando he intentado utilizarlas para escribir "Hola hermana, ¿cómo estás?" mis dedos terminan enmarañándose, tartamudeando y soltando su creatividad independiente de la manera más vigorosa posible escupiendo un terrible "Haasola Hermmannan, om ests".

La tecnología electrónica y sus cada vez más frenéticos cambios, era un concepto distante para mí. Aprendí a jugar y a vivir con poco, desconectado del mundo y encontrando profundamente fascinantes las vacas, los árboles, los edificios, la gente y la sociedad adelantándose por la ventana del vehículo, más que un aparato celular que apenas entiendo, que me olvido de cargar y que se me marca solo en el bolsillo.

Hasta el día de hoy sigo manteniendo dicha dinámica de "extranjero digital", al menos en espíritu. Claro, la sociedad no iba a permitir que uno de sus niños prefiriera jugar con una caja o bombitas de agua a estar navegando en internet, por lo que las oportunidades tecnológicas comenzaron a llegar. Oportunidades que en definitiva eran verdaderas exigencias. Atrás quedaba la época de hacer carpetas escritas a mano con fotocopias de imágenes de Icarito pegadas con stick fix (digo fotocopias porque no se podía llegar y cortar la revista, servía para generaciones venideras). Los computadores comenzaban a florecer como callampas, de la noche a la mañana en los hogares del mundo y con ellos

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venía Encarta, Internet, Cd-Roms y una pila de cosas que venían a facilitarnos la vida, pero que terminaron arrebatándonosla cada día más; Ahora entregar trabajos escritos en word e impresos a todo color era una "norma", un "estándar" que hablaba de elegancia, formalidad.

El primer computador que llegó a casa lo trajo el marido de mi madre. Estaba en desuso y lo iban a arrojar a la basura, era de esos computadores viejos y enormes, que hacían un ruido infernal cuando estaban prendidos y que se despertaba la mitad del barrio si tenías la osadía de prender una de esas impresoras que hasta el día de hoy se siguen viendo en los registros civiles y aquellas oficinas del municipio en que la chasquilla con laca en el pelo parece seguir siendo moda. Nunca lo entendí mucho, sé que podía escribir y posteriormente con algo de paciencia imprimir en un papel lo que escribía. Era un enorme aparato que cumplía el rol de una calculadora, las manos y la mente humana.

Cierto día, su propietario trajo un disco de "ajedrez". Era increíble, el computador también podía usarse para el ocio (no nos vamos a poner a debatir si el ajedrez es ocio o si es deporte mental o entrenamiento profundo de las conexiones neuronales del cerebro). Lo peor es que nunca supe jugar ajedrez, tomaba el caballito y lo ponía en otro cuadrito esperando que el computador se equivocara y así llevarme la victoria. Al tiempo apareció Windows 95, 97, 98 y las funcionalidades y aplicaciones de trabajo eran cada vez más complejas, así como los jueguitos (que eran los que a mí me importaban); el buscaminas, el solitario, el solitario spider y cosas de ese estilo. Con XP llegaría el gran cambio en mi universo informático; Pinball.

Sin embargo, poco a poco la vinculación con la informática dejó de ser un romance adolescente y se convirtió de lleno en una relación seria, de esas que están llenas de normas, dependencias, responsabilidades y costumbres. Todo comenzó con los trabajos del colegio, los trabajos de la Universidad cuando estudiaba Historia y el aumento considerable del ocio ante el estrés del estudiante. Me di cuenta que las cosas que me gustaba hacer; escribir, dibujar, tocar guitarra, sacar fotos, jugar jueguitos estúpidos, podían alcanzar niveles insospechadamente avanzados si me dedicaba a buscar respuestas. Desde entonces me preguntaba "¿y cómo hago para que esto quede así? o ¿qué programa tengo que instalar para que pase algo como esto?" y misteriosamente me daba cuenta con los ojos llenos de ilusión, que habían miles de idiotas que se habían hecho antes las mismas preguntas idiotas que me había hecho yo, y que habían encontrado respuestas. Era como recorrer una tumba egipcia y ver a los personajillos de los jeroglíficos equivocarse una y otra vez intentando hacer lo que tú lograste en segundos.

Se podían bajar libros, pintar con Photoshop, leer noticias, jugar videojuegos, bajar canciones e incluso escribirle mensajitos a conocidos por internet. Ese fue el principio del fin, el día que la informática decidió llegar más allá y reemplazar una de las facultades irreemplazables del ser humano, esa facultad que descubrió a tientas en la más temprana juventud e inocencia homínida, el día que un hombre peludo le dijo a otro hombre peludo "ese bistec de mamut es mío"; la hermosa facultad de socializar y comunicarse. Ya era

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suficiente insulto que el computador escribiera por las personas si es que las personas ya sabían escribir, pero tenía que llegar con la osadía de reemplazar un diálogo directo, una mirada a los ojos, una reunión en la plaza por el ruidoso y repetitivo tecleo de un grasoso teclado.

Como toda dinámica informática y quizás en todos los aspectos de la tecnología como concepto, la invención comenzó a buscar inventarnos. Nos arrastra a sus normas, a sus juegos. Una carta tardaba meses en llegar, una llamada telefónica se esperaba o se hacía cuando se estaba preparado, un correo electrónico podía tardar algunos días en ser respondido, pero la inmediatez de las redes sociales nos obligan a jugar bajo sus normas. Pareciera un cuento de esos que terminan desmoralizando; si no ubicamos a alguien por medio de las redes sociales, de los smartphones y derivados, simplemente no podemos competir laboralmente, no podemos informarnos, coordinar proyectos, no podemos redescubrirnos con la libertad con que lo hacíamos antes, cuando una caja valía más que cualquier consola, cuando un computador servía para jugar ajedrez y no para predecir nuestro comportamiento con fines comerciales, cuando un viaje en bus significaba la lectura de un libro.

Escribo esto, mientras las notificaciones de facebook siguen sonando y llamando mi atención. Parar de escribir una reflexión, para escribirle a alguien preguntando "¿cómo estás?" sin que me interese en lo más mínimo… ese es el dilema.

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