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NOMBRE Y APELLIDOS: Laura Martínez Candel Nº EXPEDIENTE: 106239 1 REVELACIÓN Y FE. MENSAJE CRISTIANO I Nuestro día está marcado por el Sol así como la noche por la Luna, pero ¿quién ha creado estos astros? ¿Cómo podemos estar en un mundo, rodeado de astros, y que sigan un camino tan perfecto? Solamente hay una explicación, la existencia de un Dios creador. Este es el camino natural por el que llegamos a Dios. Llegamos a través de la naturaleza o creación. Sin embargo, hay otro camino denominado sobrenatural. Este camino no se puede observar, no se puede demostrar, no podemos llegar con nuestra inteligencia. Este camino para conocer la existencia de Dios es la Revelación. Dios se ha comunicado desde el primer día con su Creación. Se dio a conocer a los primeros padres, Adán y Eva; después de la caída por el pecado original, no los abandonó, si no que les prometió la salvación y ofreció su alianza. Con Abraham, eligió al pueblo de Israel para llevar a cabo su máxima revelación, enviando a su propio Hijo, Jesucristo. Jesucristo es el primero y no vendrá otro que le supere. Entregó toda su vida a la obra que el Padre le había encomendado; como otros hombres famosos por la nobleza de su ideal, Cristo se dio también por entero a su “causa”: la salvación de los hombres. Aunque esta redención tenía que llegar por su muerte en la cruz, Cristo no rehuyó el sacrificio. Lo que ha logrado Cristo para la humanidad ha sido la gracia y la verdad, que liberan al hombre de la esclavitud del pecado y le abren el horizonte de la vida nueva de los hijos de Dios: “De su plenitud recibimos todos, gracia sobre gracia… La gracia y la verdad vino por Jesucristo” (Jn 1, 16-17) Siendo Unigénito Hijo de Dios, Cristo ostenta títulos excelsos como “Rey de Reyes” y “Señor de los que dominan”; pero Él prefiere presentarse como el servidor de todos. Por ello, tenemos la presencia de Dios en toda la razón natural que hay a nuestro alrededor pero no podemos conocer a Dios a través de la Revelación Divina por nuestra propia decisión, ya que es Él quien decide cuándo y cómo hacerlo. A través de la historia, Dios se ha revelado gradualmente al hombre

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NOMBRE Y APELLIDOS: Laura Martínez Candel

Nº EXPEDIENTE: 106239

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REVELACIÓN Y FE. MENSAJE CRISTIANO I

Nuestro día está marcado por el Sol así como la noche por la Luna, pero

¿quién ha creado estos astros? ¿Cómo podemos estar en un mundo, rodeado de

astros, y que sigan un camino tan perfecto? Solamente hay una explicación, la

existencia de un Dios creador.

Este es el camino natural por el que llegamos a Dios. Llegamos a través

de la naturaleza o creación. Sin embargo, hay otro camino denominado

sobrenatural. Este camino no se puede observar, no se puede demostrar, no

podemos llegar con nuestra inteligencia. Este camino para conocer la existencia

de Dios es la Revelación.

Dios se ha comunicado desde el primer día con su Creación. Se dio a

conocer a los primeros padres, Adán y Eva; después de la caída por el pecado

original, no los abandonó, si no que les prometió la salvación y ofreció su

alianza. Con Abraham, eligió al pueblo de Israel para llevar a cabo su máxima

revelación, enviando a su propio Hijo, Jesucristo.

Jesucristo es el primero y no vendrá otro que le supere. Entregó toda su

vida a la obra que el Padre le había encomendado; como otros hombres famosos

por la nobleza de su ideal, Cristo se dio también por entero a su “causa”: la

salvación de los hombres. Aunque esta redención tenía que llegar por su muerte

en la cruz, Cristo no rehuyó el sacrificio.

Lo que ha logrado Cristo para la humanidad ha sido la gracia y la verdad,

que liberan al hombre de la esclavitud del pecado y le abren el horizonte de la

vida nueva de los hijos de Dios: “De su plenitud recibimos todos, gracia sobre

gracia… La gracia y la verdad vino por Jesucristo” (Jn 1, 16-17)

Siendo Unigénito Hijo de Dios, Cristo ostenta títulos excelsos como “Rey

de Reyes” y “Señor de los que dominan”; pero Él prefiere presentarse como el

servidor de todos.

Por ello, tenemos la presencia de Dios en toda la razón natural que hay a

nuestro alrededor pero no podemos conocer a Dios a través de la Revelación

Divina por nuestra propia decisión, ya que es Él quien decide cuándo y cómo

hacerlo. A través de la historia, Dios se ha revelado gradualmente al hombre

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mediante acciones y palabras. Ha ido preparando a los hombres para acoger la

Revelación y que culminará en Jesucristo.

Con Noé y con Abraham selló una alianza. Con este último incluso con su

descendencia, formó a su pueblo al que reveló su ley a través de Moisés y

preparó a través de los profetas para acoger la salvación destinada a toda la

humanidad.

Por último Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo,

Jesucristo, en quien ha establecido su alianza para siempre. El Hijo es la Palabra

definitiva del Padre.

La respuesta a todas las preguntas que el hombre se plantea está para

nosotros, los creyentes, en Cristo Jesús. Quien le acepta y se fía de Él, encuentra

pleno sentido a su existencia. EL Evangelio emplea comparaciones para

expresar lo que es Jesús para quien lo encuentra:

- Agua (Jn 4,13-14)

- Pan (Jn 6,35.51)

- Luz (Jn 8,12; 12,46)

- Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6-7)

Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre. Es la Palabra única, perfecta

y definitiva de Dios Padre. Jesucristo ha dicho ya todo lo que Dios quería

decirnos a los hombres, de manera que ya no habrá otra Revelación después de

Cristo y Espíritu Santo. Por ello, la Iglesia nace con Jesús. No puede entenderse

si no es en relación con su vida y su predicación. Es Él quien va poniendo los

fundamentos de la Iglesia y le asigna la tarea de continuar su misión en el

mundo. Y una de esas misiones es enseñar los misterios de la fe.

Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es

algo que solo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. Así, el misterio

de la Santísima Trinidad (un solo Dios en tres Personas distintas), es el misterio

central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en sí mismo. Es,

pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe: es la luz que nos ilumina. Es

la enseñanza más fundamental y esencial en la “jerarquía de las verdades de fe”.

Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los

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medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se

revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con

ellos.

Si el hombre no tuviera capacidad para conocer la existencia de Dios por

la sola luz de la razón, no podría tampoco conocer la existencia de Dios por la

gracia de la fe, no podría tener fe; porque la gracia no se opone a la naturaleza,

sino que la perfecciona. Un cuerpo puramente animal no puede recibir la gracia

de la fe y conocer a Dios por la gracia, si Dios no le da antes, por un acto creador

natural, un alma racional que le dé la capacidad de conocer a Dios por la luz de

la razón.

Dios nos ama, Dios se ha revelado y se ha entregado al hombre dando

una respuesta definitiva y sobreabundante a las cuestiones que los hombres nos

planteamos sobre el sentido y la finalidad de nuestras vidas.

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BIBLIA Y JESUCRISTO. MENSAJE CRISTIANO II

Dios se había revelado siempre como nuestro creador y como nuestro

Padre. Sin embargo, también se reveló como Hijo, Jesucristo, que siendo Dios

se rebajó para ser uno como nosotros.

Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero esta afirmación

tuvo que ser defendida durante varios siglos frente a herejías que la negaban.

Por un lado encontramos la doctrina del arrianismo, que afirmaba que

Jesucristo había salido de la nada y fue asumida por varios líderes eclesiásticos.

El arrianismo fue condenado por herejía por el Concilio de Nicea en el año 325.

Donde triunfó la doctrina de la consubstancialidad del Padre y del Hijo.

Finalmente, Arrio y sus seguidores fueron excomulgados.

Por otro lado, los nestorianos veían en Jesucristo una persona humana

junto a la persona divina del Hijo de Dios. Sin embargo la humanidad de Cristo

es la persona divina del Hijo de Dios, por eso proclamaron que María es la

madre de Dios porque es de ella de quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un

alma racional. Los nestorianos fueron llamados al concilio de Éfeso, en el año

431, concediéndole a María el título de Madre de Dios y condenando a los

nestorianos como herejes.

Al mismo tiempo surgieron los monofisitas, sosteniendo que la

naturaleza humana se pierde al ser absorbida en la naturaleza divina.

Jesucristo posee la infinita naturaleza divina con todas sus infinitas

perfecciones, por haber sido engendrado eternamente por Dios. Por ello, Cristo

posee una íntegra naturaleza divina y una íntegra naturaleza humana: la prueba

está en los milagros y en el padecimiento. Además de hombre es el Hijo natural

de Dios.

Por su naturaleza humana, era al mismo tiempo sacerdote y ofrenda.

Para la Iglesia católica, un dogma es una verdad absoluta. Así, los

primeros dogmas, junto con la Santísima Trinidad y Jesucristo, fueron definidos

en los primeros concilios ecuménicos.

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Todos los artículos del Credo de los Apóstoles son artículos de fe y

dogmas para los católicos.

“Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor”: Dios tiene un solo hijo

propio y en que Jesús, al ser Hijo de Dios, es Dios como su Padre.

“que concebido por obra y gracia del Espíritu Santo nació de María

Virgen”: la unión de la divinidad y la humanidad. Jesucristo es Dios y hombre a

la vez y, al ser Dios, vivió su vida terrenal libre del pecado.

Jesucristo posee la infinita naturaleza divina con todas sus infinitas

perfecciones, por haber sido engendrado eternamente por Dios. Por ello, Cristo

posee una íntegra naturaleza divina y una íntegra naturaleza humana: la prueba

está en los milagros y en el padecimiento. Además de hombre es el Hijo natural

de Dios.

Por su naturaleza humana, era al mismo tiempo sacerdote y ofrenda.

Como Dios que era, Jesús no podía tener un modelo superior a él. Pero su

obrar era a los ojos de todos como el de un hombre. Como enviado del Padre,

Hijo de Dios y hombre al mismo tiempo, se presentó ante los hombres como el

ejecutor de una misión, la misión encomendada por el Padre, cuya voluntad

venía a cumplir. (Hb 10, 5-7)

Creer en Cristo es confesar que Él es el Unigénito del Padre, el Hijo de

Dios, tal como Él se manifestó a los hombres, y como nos lo han transmitido los

primeros testigos de la fe de la Iglesia. (Jn 20,30) y (Mt 11, 27).

Jesús parecía un hombre como los demás. Sin embargo, en sus palabras,

en sus obras y actitudes se manifiesta una personalidad tan rica y tan profunda,

que en verdad le hace ser un hombre único y original. Muchos no se dieron

cuenta, sólo unos pocos percibieron este misterio y se dejaron cautivar por él.

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IGLESIA Y SACRAMENTOS: MENSAJE CRISTIANO III

La Iglesia transmite las Sagradas Escrituras, y por supuesto el mensaje

cristiano con la doctrina de la fe como fiel dispensadora de los misterios de

Dios. Entre sus celebraciones litúrgicas, hay siete sacramentos instituidos por el

Señor: Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Penitencia, Unción de Enfermos,

Orden Sacerdotal y Matrimonio.

Los sacramentos los podemos separar en 3 grupos dependiendo de las veces

que se reciban.

- Muchas veces: la Penitencia y la Eucaristía.

- Pocas veces: la Unción de los Enfermos y el Matrimonio (siempre y

cuando haya muerto uno de los cónyuges)

- Una sola vez: Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal.

El ministerio ordenado está al servicio del sacerdocio bautismal

garantizando que en los sacramentos nombrados anteriormente sea Cristo

quien actúa por el Espíritu Santo a favor de la Iglesia. Éste es el vínculo que une

la liturgia a los Apóstoles y por supuesto a Cristo.

El texto hace referencia a los sacramentos que recibimos una sola vez. Éstos

son los siguientes:

Bautismo. Es necesario para eliminar el pecado original. Es el sacramento que

nos inicia en la vida cristiana. Nos hace Hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

Nuestros padres nos dieron la vida natural del cuerpo, pero Dios nos da el alma

y nos destina, a una vida sobrenatural; nacemos privados de ella por el pecado

original, heredado de Adán. Pero el bautismo borra el pecado original, nos da la

fe y la vida divina, y nos hace hijos de Dios. La Santísima Trinidad toma

posesión del alma y comienza a santificarnos.

Confirmación: Es la confirmación de la fe cristiana. Sucede la efusión del

Espíritu Santo, tal como sucedió en Pentecostés. Esta efusión imprime en el

alma un carácter indeleble y otorga un crecimiento de la gracia bautismal;

arraiga más profundamente la filiación divina; une más fuertemente con Cristo

y con su Iglesia; fortalece en el alma los dones del Espíritu Santo; concede una

fuerza especial para dar testimonio de la fe cristiana.

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Orden Sacerdotal. Es un sacramento que, por la imposición de las manos del

Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados y les da poder

para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la

Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento lo reciben aquellos que se

sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna

de sus hermanos, los hombres.

El cristiano participa del sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia a

través del Bautismo, la Confirmación y el Orden sacerdotal. Esta unión con

Cristo y con la Iglesia permanece para siempre en el cristiano.

El día de la Confirmación rubricamos la adhesión a la fe cristiana, que

comenzó para nosotros el día en fuimos bautizados. Aquellas cualidades que

tiene el bautizado, en la Confirmación decide vivirlas con más intensidad.

- En el Bautismo recibimos el regalo de la fe y por la Confirmación

asumimos, de forma personal, esta fe.

- En el Bautismo quedamos unidos a Cristo y por la Confirmación

tratamos de vivir y actuar al estilo de Jesús.

- En el Bautismo somos liberados de todo pecado y por la Confirmación

nos sentimos impulsados con más fuerza a buscar la auténtica

libertad.

- En el Bautismo recibimos la fuerza del Espíritu Santo y por la

Confirmación el Espíritu se hace presente en nuestra vida de forma

especial y nos transforma interiormente. Él nos hace comprender.

En resumen, por el Bautismo, ya somos cristianos. La “nueva vida” que

recibimos va creciendo en nosotros gracias a la ayuda de Dios y la colaboración

de muchas personas. La Confirmación es la ocasión de renovar la decisión de

vivir como cristianos.

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MORAL CRISTIANA: MENSAJE CRISTIANO IV

Según el plan de Dios el hombre tiene en el mundo una vocación humana

a la que responder; es su propia realización personal, por el trabajo, por la vida

familiar, por la vida en sociedad, puesta en el servicio de los demás por la

construcción de un mundo más habitable para todos.

Nuestra vocación es humana y cristiana. En particular, el cristiano está

llamado a la comunión con la vida divina, a la unión con Cristo, a la Iglesia, a la

santidad en la Iglesia, a la gloria. El seguimiento de Cristo es lo que define el

proyecto cristiano de vida.

Por su vocación cristiana el cristiano no queda disociado de sus tareas en

el mundo. Por el contrario, se hace más consciente de sus responsabilidades en

su vida profesional, en su vida social, en su vida familiar. Es más sensible a las

necesidades de los otros porque Cristo fue el primero que dio ejemplo de

servicio a los demás.

Lo que diferencia al cristiano de los demás en el cumplimiento de su

vocación humana es una nueva perspectiva. No es el qué, sino el cómo. La

diferencia en definitiva, está en lo interior de su conciencia; trabaja y sabe que

cumple la voluntad del Padre; llega a triunfar en la vida y reconoce que sus

capacidades vienen de Dios; sirve a los demás y es consciente de que se

incorpora a la voluntad de un Dios que es Amor.

El Concilio Vaticano II ha recordado también a los hombres de nuestro

tiempo: “Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presente como

lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas”

(IM13)

San Pablo nos recuerda que los cristianos somos “hijos de libertad”, pues

“para que fuéramos libres nos liberó Cristo” (Gal 5,1). Ya no somos esclavos de

leyes antiguas, ni de pasiones bajas, pues que vivamos en el Espíritu, que nos ha

donado Cristo: “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del

Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,17)

De nuevo, el Concilio Vaticano II nos ha recordado cuál es el verdadero

sentido de la libertad del hombre: “La verdadera libertad es signo eminente de

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la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su

propia decisión, para que así busque espontáneamente a su Creador y,

adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección”

(IM 17)

La libertad, como don natural, es lo más grande que el hombre posee y lo

que le hace más parecido a Dios. Ser libre no significa hacer cada uno lo que le

dé la gana, sino escoger por sí mismo lo que conviene a su condición de hombre

y de hijo de Dios.

La verdadera libertad cristiana es la que nos libra del pecado del mal. La

definitiva liberación será la de la muerte. Ambas nos han sido ganadas por la

muerte y resurrección de Jesucristo.

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LA EXPERIENCIA RELIGIOSA. VOLUMEN V

Jesús pasaba mucho tiempo predicando, acogiendo y atendiendo a la

gente, sanando y curando a los enfermos. Pero esto no le impedía dedicar

momentos largos a orar, a estar con su Padre Dios, a hablar con Él.

Hoy no está de moda rezar. Pero son muchos aún aquellos para quienes

la oración sigue siendo algo importante en sus vidas. Otros sólo acuden a Dios

cuando necesitan algo.

Quizá, a lo largo de nuestra vida oramos, pero muchas veces puede ser

que nuestra oración no sea del todo correcta.

A la hora de orar, no hemos de coaccionar a Dios como tampoco hemos

de negociar con Él. No podemos intentar convencerle con razonamientos.

Además, no es necesario llevar una contabilidad de cuántas veces hemos rezado

el padrenuestro o avemarías. Cuando oramos, hemos de realizar sin

distracciones y con amor, ya que Dios es Amor. También el creyente ha de

aceptar sus limitaciones y, lo más importante, cuando estamos orando hay que

estar convencidos de que somos escuchados.

Jesús no sola ora Él, sino que insiste a sus discípulos en la necesidad de

hacerlo. Para ello nos enseña cómo ha de ser nuestra oración así como la actitud

de oración que quieren expresar.

Cuando oramos, los cristianos han de estar en paz con los hermanos; se

realiza en nombre de Jesús; hay que hacerlo con insistencia y sin desanimarse,

de forma discreta y sin palabrerías. Muy importante es realizar la oración con

humildad, reconociéndonos débiles. Oramos por todos, no solo por los amigos

y, por supuesto con la confianza de ser escuchados.

Por ello, en la vida del cristiano orar es algo importante y esencial. LA

oración es como nuestro alimento de cada día; a través de ella nos relacionamos

con Dios Padre y, así, la mejor forma de orar es hacerlo con la oración que Jesús

nos enseñó: el padrenuestro.