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a, entregado a la sumisión y el cipayismo intelectual. Se conoce mucho del pensamiento llamado “universal”, que ignora por prepotencia imperial a miles de millones de seres humanos del planeta y se desconoce que teoría expresaban, por ejemplo y para no abundar, las comunidades Tehuelches en estos lares hace 10.000 años, que con un pensamiento estratégico, ideológico decían “que Dios había puesto al hombre sobre la tierra para cuidar su fauna y su flora, que ellos eran los mayordomos de Dios en ese cuidado y que cuando les llegase la hora biológica de su muerte, si habían cumplido su tarea subirían a la Vía Láctea e irían al encuentro con Dios”. Así podríamos describir cada una de las culturas milenarias, negadas al acceso universal por procesos imperiales, de dominación y colonización, avasalladas por el poder de fuego y los genocidios de los países centrales. En China, India , Irán, Afganistán, Egipto, Turquía entre otros que estudian su historia en la escuela primaria desde los 7.000 años, en que el relato tiene pautas de certezas, sin llegar a confundirse con las mitologías que son las construcciones sin certezas del imaginario colectivo. Sin embargo, pese a ese bagaje de experiencia histórica, la falta de respeto a sus costumbres, sus culturas, sus tiempos de decisión y sus manejos políticos son siempre denigrados por el llamado “occidente cristiano”, de sólo 2.500 años, asumiendo ser fuente de toda sabiduría, destinada a decidir entre el bien y el mal, estigmatizando al mundo, porque es quien ostenta el poder militar imperial para imponer el discurso único hegemónico, desde lo económico a lo cultural. Así el manejo de la soberbia colonizadora ha enterrado culturas y conocimiento científico, que desde los chinos, otomanos y árabes irrumpieron al mundo llevando conocimientos y culturas milenarias a una Europa bárbara e inculta. La misma situación de enterramiento fue el de los pueblos azteca o el inca, verdaderas civilizaciones, llamadas “salvajes” por codiciosos aventureros, marginales y ladrones genocidas europeos, llegados desde el otro lado del mar. EL ANARQUISMO como Ideología En el pasado los marxistas sin excepción se empeñaron en presentar el anarquismo ya como una ideología de los pequeños propietarios rurales y de la pequeña burguesía (artesanado, etc.), ya como una ideología del lumpen proletariat. El propio Marx trataba a Proudhon como un petit- bourgeois y a Bakunin como un desclasado. Hoy, algunos marxistas más

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Page 1: Ex Amenes

a, entregado a la sumisión y el cipayismo intelectual.

Se conoce mucho del pensamiento llamado “universal”, que ignora por prepotencia

imperial a miles de millones de seres humanos del planeta y se desconoce que teoría

expresaban, por ejemplo y para no abundar, las comunidades Tehuelches en estos lares

hace 10.000 años, que con un pensamiento estratégico, ideológico decían “que Dios había

puesto al hombre sobre la tierra para cuidar su fauna y su flora, que ellos eran los

mayordomos de Dios en ese cuidado y que cuando les llegase la hora biológica de su

muerte, si habían cumplido su tarea subirían a la Vía Láctea e irían al encuentro con Dios”.

Así podríamos describir cada una de las culturas milenarias, negadas al acceso universal

por procesos imperiales, de dominación y colonización, avasalladas por el poder de fuego

y los genocidios de los países centrales. En China, India , Irán, Afganistán, Egipto, Turquía

entre otros que estudian su historia en la escuela primaria desde los 7.000 años, en que el

relato tiene pautas de certezas, sin llegar a confundirse con las mitologías que son las

construcciones sin certezas del imaginario colectivo.

Sin embargo, pese a ese bagaje de experiencia histórica, la falta de respeto a sus

costumbres, sus culturas, sus tiempos de decisión y sus manejos políticos son siempre

denigrados por el llamado “occidente cristiano”, de sólo 2.500 años, asumiendo ser fuente

de toda sabiduría, destinada a decidir entre el bien y el mal, estigmatizando al mundo,

porque es quien ostenta el poder  militar imperial para imponer el discurso único

hegemónico, desde lo económico a lo cultural.

Así el manejo de la soberbia colonizadora ha enterrado culturas y conocimiento científico,

que desde los chinos, otomanos y árabes irrumpieron al mundo llevando conocimientos y

culturas milenarias a una Europa bárbara e inculta. La misma situación de enterramiento

fue el de los pueblos azteca o el inca, verdaderas civilizaciones, llamadas “salvajes” por

codiciosos aventureros, marginales y ladrones genocidas europeos, llegados desde el otro

lado del mar.

EL ANARQUISMO como Ideología

En el pasado los marxistas sin excepción se empeñaron en presentar el anarquismo ya como

una ideología de los pequeños propietarios rurales y de la pequeña burguesía (artesanado,

etc.), ya como una ideología del lumpen proletariat. El propio Marx trataba a Proudhon como

un petit-bourgeois y a Bakunin como un desclasado. Hoy, algunos marxistas más lúcidos o

menos dogmáticos reconocen que el anarquismo ha sido y es una de las alternativas

ideológicas de la clase obrera.

Si de algo sirviera, podríamos recordar que Proudhon era hijo de un tonelero y de una sirvienta,

mientras Marx lo era de un próspero abogado y Engels de un rico industrial. Pero entonces

tendríamos que traer a colación también el hecho de que Kropotkin era un príncipe que

pertenecía a una de las más antiguas estirpes nobiliarias del Imperio Ruso y que Bakunin era

también miembro de una aristocrática familia, vinculada a altos dignatarios de la corte del zar.

Lo cierto es que allí donde el anarquismo floreció y logró influencia decisiva sobre el curso de

los acontecimientos, sus huestes estaban mayoritariamente integradas por obreros y

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campesinos. Varios ejemplos podrían traerse, pero el más significativo es, sin duda, el de

España.

Bien sabido es que, pese al esfuerzo y al disciplinado tesón de los enviados de Marx y de los

discípulos de Pablo Iglesias, la clase obrera española, en la medida en que tuvo alguna

ideología consciente, fue mayoritariamente anarquista (al menos entre 1870 y 1940). No en

todas las regiones y provincias de España, sin embargo, el anarquismo arraigó con igual

fuerza. Su principal baluarte fue, indiscutiblemente, Barcelona. Ahora bien, Barcelona era la

ciudad más industrializada y, por consiguiente, la de mayor población obrera en la península.

La conclusión es clara. No se puede dudar de que el anarquismo es allí la ideología de la clase

obrera, y ello no sólo porque la mayor parte de los trabajadores industriales la han abrazado

como propia, sino también porque tal ideología es el motor principal (si no único) de todos los

cambios auténticamente revolucionarios que allí se producen. Pero es cierto también que en

muchas regiones el anarquismo es profesado por las masas de los campesinos sin tierra y que

en esas regiones en nombre del anarquismo se realiza todo cuanto de revolucionario se hace.

Más aún, inclusive el lumpen proletariat ha abrazado a veces el anarquismo, sobre todo en los

momentos de gran agitación social y de efervescencia revolucionaria (lo cual no quita que otras

veces se haya puesto al servicio del fascismo).

¿Quiere esto decir, entonces, que el anarquismo es una ideología policlasista? Quiere decir

que, aunque surge, se desarrolla y alcanza su mayor fuerza dentro de la clase obrera, es una

ideología de todas las clases oprimidas y explotadas en cuanto tales, mientras sean capaces

de liberarse sin oprimir o explotar a otras clases, quiere decir que, si bien halla ante todo en la

clase obrera su protagonista, corresponde asimismo a otras clases sometidas e inclusive puede

extenderse a minorías discriminadas.[3] En esto se muestra el carácter amplio y no dogmático

del anarquismo: no tendría ninguna dificultad en aceptar que la clase obrera puede, en

determinadas circunstancias históricas, dejar de ser la protagonista de la revolución y que su

bandera puede ser recogida por otra clase o por un sector de otra clase. Las ideas de Marcuse

a este respecto, que tanto escandalizan a la ortodoxia marxista, no son una herejía ni siquiera

una novedad para el anarquismo. Dentro de la misma clase obrera son los sectores más

explotados, las víctimas de los may res rigores del sistema capitalista y de la más cruel

represión policíaco-militar los que, en general, se inclinan más hacia el anarquismo. El

marxismo, por el contrario, encuentra sus mejores adeptos sobre todo en las capas medias y

altas de la clase obrera, entre los obreros especializados y alfabetizados, entre los

semitécnicos y los cuasiletrados y desde luego, entre quienes renuncian a la opción pequeño-

burguesa por la aspiración más o menos consciente al funcionariado en el presunto Estado

«socialista».

Sociedad y Estado

«Anarquismo» no significa en modo alguno ausencia de orden o de organización. Los

pensadores anarquistas, desde Proudhon, opusieron el orden inmanente, surgido de la vida

misma de la sociedad, de la actividad humana y del trabajo, al orden trascendente, externo,

impuesto desde afuera por la fuerza física, económica o intelectual. El primero, que es no sólo

el único auténtico sino también el único sólido y duradero, supone la supresión del segundo,

falaz y esencialmente inestable. En esta oposición se basa la aparente paradoja proudhoniana:

La libertad no es la hija del orden sino su madre.

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Aunque en un momento dado se produjo un debate bastante violento entre los anarquistas

partidarios de la organización por un lado y los enemigos de la misma por otro, la disputa se

refería más bien al tipo de organización deseable y a la participación de los anarquistas en los

sindicatos. Nadie o casi nadie ha desconocido la necesidad de una organización; todos los

anarquistas, sin excepción, se han pronunciado contra cualquier organización artificiosa,

impuesta y, sobre todo, vertical.

“Anarquismo” no quiere decir, tampoco, negación de todo poder y de toda autoridad: quiere

decir únicamente negación del poder permanente y de la autoridad instituida o, en otras

palabras, negación del Estado.

Los anarquistas pueden admitir perfectamente la intrínseca autoridad del médico en lo que se

refiere a la enfermedad y a la salud pública en general o del agrónomo en lo que toca al cultivo

del campo: no pueden aceptar, en cambio, que el médico o el agrónomo, por el hecho de haber

sido elegidos por el sufragio popular o impuestos por la fuerza del dinero o de las armas,

decidan permanentemente sobre cualquier cosa, sustituyan a la voluntad de cada uno,

determinen el destino y la vida de todos.

Del mismo modo que las sociedades llamadas primitivas no desconocen el poder (y aun, como

quiere Clastres, el poder político), pero se caracterizan esencialmente frente a los pueblos

civilizados por ignorar el Estado, esto es, el poder político permanente e instituido, los

anarquistas aspiran a una sociedad no dividida entre gobernantes y gobernados, a una

sociedad sin autoridad fija y predeterminada, a una sociedad donde el poder no sea

trascendente al saber y a la capacidad moral e intelectual de cada individuo.

En una palabra, los anarquistas no niegan el poder sino ese coágulo del poder que se

denomina Estado. Tratan de que el gobierno, como poder político trascendente, se haga

inmanente, disolviéndose en la sociedad.

La Sociedad, que todos los pensadores anarquistas distinguen cuidadosamente del Estado, es

para ellos una realidad natural, tan natural por lo menos como el lenguaje. No es el fruto de un

pacto o de un contrato. No es, por consiguiente, algo contingente, accidental, fortuito.[4]

El Estado, por el contrario, representa una degradación de esa realidad natural y originaria. Se

lo puede definir como la organización jerárquica y coactiva de la sociedad. Supone siempre una

división permanente y rígida entre gobernantes y gobernados.

Esta división se relaciona obviamente con la división de clases y, en tal sentido, implica el

nacimiento de la propiedad privada.

El marxismo coincide, en líneas generales, con esta última tesis. Pero un grave problema se

plantea a este propósito y la solución del mismo vuelve a dividir a marxistas y anarquistas.

Para los primeros la propiedad privada y la aparición de las clases sociales da origen al poder

político y al Estado. Este no es sino el órgano o el instrumento con que la clase dominante

asegura sus privilegios y salvaguarda su propiedad. El poder político resulta así una

consecuencia del poder económico. Éste surge primero y engendra a aquél. Hay, por tanto,

una relación lineal y unidireccional entre ambos: poder económico (sociedad de clases) poder

político (Estado).

Para los anarquistas, en cambio, es cierto que el Estado es el órgano de la clase dominante y

que el poder económico genera el poder político, pero éste no es sino un momento del proceso

genético: también es verdad que la clase dominante es órgano del Estado y que el poder

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político genera el poder económico. La relación es aquí circular y, sin duda, dialéctica (a pesar

de que algunos anarquistas como Kropotkin, rechacen toda forma de dialéctica):

Poder económico (sociedad de clases) ←→ Poder político (Estado)

La raíz de todas las diferencias entre el marxismo y el anarquismo en lo referente a la idea de

la sociedad, del Estado, de la revolución, se encuentra precisamente aquí.

Los anarquistas saben (desde Proudhon y Bakunin) que una revolución que pretenda acabar

con las diferencias de clase sin acabar al mismo tiempo (y no más tarde) con el poder político y

la fuerza del Estado está inevitablemente condenada no sólo a consolidar el Estado y a

atribuirle la totalidad de los derechos, sino también a engendrar una nueva sociedad de clases

y una nueva clase dominante. En este sentido, las palabras que Bakunin escribiera en su

polémica con Marx y la socialdemocracia de su tiempo resultaron proféticas. Algunos marxistas

lo reconocen así en nuestros días, obligados por el mismo Marx a confesar que los llamados

países «socialistas» han sustituido simplemente el clásico capitalismo de la libre empresa por

un capitalismo de Estado; que el papel de la burguesía ha sido cómodamente asumido, en la

URSS, por una nueva clase tecno-burocrática; que las llamadas «democracias populares»,

lejos de superar las limitaciones e incongruencias de la democracia representativa, las han

agravado hasta la caricatura, y que de la auténtica democracia directa de los soviets de 1918

no queda hoy sino el nombre irónicamente adosado al nombre de un Estado donde no hay

ningún tipo de autogestión auténtica.

Partidos políticos

1.- Definición:

Es una organización política que se adscribe a una ideología determinada o representa algún grupo en particular, creado con el fin de ayudar de una forma democrática a la determinación de la política nacional y a la formación y orientación de la voluntad de los ciudadanos.

Según el artículo 1° de la Ley de Partidos Políticos, se reserva la denominación de "partido" a los reconocidos como tales por el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones.

Además son de creación libre, amparados pues en el artículo que consagra el derecho de asociación en la constitución (Art. 2-17), pero no son órganos del Estado. Teniendo derecho a acceder de ayuda financiera de parte del Estado.

2.- Tipos de Partidos Políticos:

a) De masas: Estos son los partidos que se basan en la población basándose en los atractivos de sus líderes y no tanto apoyándose en la fuerza estructura orgánica. Busca reclutar a las masas. La financiación se realiza a través de las cuotas de los militantes. La ideología es muy importante.

b) De cuadro: Son partidos creados desde el poder. Surgen cuando el sufragio era restringido. El reclutamiento de sus miembros se hace en función de los atributos o cualidades personales. Son escogidos selectivamente. La financiación de estos partidos es

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capitalista, y su organización es débil y está confiada a las elites. La ideología no es importante, el partido es casi un club selecto. Su influencia en la población está dada por el trabajo político de sus militantes más que por la influencia de sus líderes.

c) De electores: Intentan capturar el mayor número de votos posibles. En estos partidos, la ideología pierde importancia, sólo buscan conseguir votos, así que disminuye la intensidad de la ideología para llegar a más votantes. En cambio, se refuerza la figura de los líderes políticos

3.- Sistemas de partidos:

Los partidos políticos no actúan aisladamente, se necesitan los unos a los otros, interactúan, conformando los sistemas de partidos (el resultado de la interacción entre los partidos que compiten entre sí en la lucha política). Hay dos tipologías de sistemas de partidos:

a) Por el número de partidos que compiten:

-Sistemas de partido único: Solamente hay un partido. Ejemplo: El PCUS de la URSS.

-Sistemas bipartidistas: Hay dos partidos compitiendo. Es perfecto si hay sólo dos, e imperfecto si hay pocos más.

DOCTRINA, IDEOLOGIA Y POLITICA

Las ideologías comprenden una visión del mundo, del hombre, de la vida, en un conjunto

de ideas, que algunos la asumen desde la sumisión y otros desde la liberación”

Jorge Bolívar en el segundo tomo de su libro “Teorías y juegos de la dominación”

Es una explicación clara referenciada a los diferentes comportamientos que las corrientes

ideológicas han tenido a lo largo de la historia, cuando por diferentes vías, llegaron al

poder.

Ni el materialismo histórico ni el pensamiento científico marxista pudo prever ni anticipar un

Stalin, desde la instalación de la dictadura del proletariado.

Ni el socialismo republicano español de la guerra civil imaginó que en el mismo siglo, la

social democracia del partido socialista obrero español PSOE, encarnaría el ala izquierda

del neoliberalismo, en su país en particular y en Europa en general.

 

Tampoco los liberales del siglo XlX de la mano del pensamiento de  Adam Smith podrían

imaginar, en esa época, la debacle monetarista financiera neoliberal de estos tiempos, que

no sólo exprimió el Mercado hasta agotarlo, teoría de A. Schopenhauer de que el

desarrollo del mercado provocaría su propia crisis por agotamiento del consumo, en su

famosa polémica con Marx que afirmaba que la crisis del capitalismo sería se daría por la

contradicción entre el capital y el trabajo, que llevaría a la lucha de clases.

En definitiva el eje financiero de la economía capitalista ha provocado las más grave crisis

económica desde los albores del siglo XX, en los años 1929, cuando para salir de la

misma, lo hicieron con las políticas keynesianas, con más estado, con más obra pública,

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más inversión estatal y subsidios, contrarias en su esencia, a los ajustes neoliberales de

los últimos 40 años.( ver “La insubordinación fundante” Marcelo Gullo).

También las religiones, funcionaron como ordenadores sociales y ejes políticos, en los

tiempos de la historia, trazaron diferencias entre doctrina, ideología o fe y política.

Así como la Biblia fue el elemento convocante de la fe o ideología católica, los Concilios y

las articulaciones en el tiempo de necesaria reafirmación doctrinaria, junto a las encíclicas

y las implementaciones políticas puntuales en cada tiempo y espacio histórico, permitieron

la construcción de un modelo institucional, en cuanto a la Iglesia como poder terrenal,

independientemente de los temas confesionales.

Lo mismo podríamos relatar con el Corán y el Talmud, en cuanto a su devenir histórico y el

rol jugado con las adaptaciones doctrinales en los tiempos.

 

Pocos dejaron de ser marxistas por un Stalin, ni por Trozky, ni por Bakunin, ni dejaron de

ser capitalistas por un Madoff estrella financiera, estafador con los fondos de inversión, ni

por Lehrman Brothers la quebrada consultora global que condujo a la crisis del 2009, ni

siquiera abandonaron el capitalismo de estado nacionalista deshumanizado, por Hitler, ni

por Franco, ni por Bush.

Tampoco dejaron de ser socialistas por los gobiernos claudicantes socialdemócratas

europeos, ni los católicos por la Inquisición, ni de ser judíos por el sionismo terrorista, ni

musulmanes por los Talibanes.

Como se observa los contenidos ideológicos son desarrollados en formatos diferentes,

aunque conserven el discurso utópico que le dio nacimiento.

¿Entonces las certezas ideológicas no existen?

 Si que existen, son los objetivos estratégicos de una nación, de una región, de un

continente, es el marco conceptual necesario para cualquier acción humana que tenga

contenido estratégico, aunque desde un mismo aspecto conceptual existan teorías,

algunas con objetivos centralmente económicos que   cabalgan en la idea del crecimiento

productivo como meta, independientemente de la calidad de vida de los pueblos, en las

concepciones puramente economicistas, tanto del capitalismo liberal de los países

occidentales, como en el capitalismo de estado en los países socialistas o de economía

centralizada.

Diferentes sin dudas es la centralidad económica, a otras construcciones sociales y

políticas, tanto de los pueblos del Tercer Mundo en su momento histórico, como de los

países emergentes en la actualidad, intentando construir modelos sociales con centralidad

en el hombre, recuperando el humanismo, arrasado en nombre de la modernidad y la

globalización, que con fórmulas llamadas heterodoxas, intentan sacar a millones de

personas de la pobreza y la marginación social, como sucede en América Latina, China,

India, Sudáfrica y otros, que por otros andariveles distributivos y desarrollos económicos,

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con políticas anticíclicas, aún con diferentes escenarios políticos e ideológicos, consiguen

mejorar sus indicadores sociales.

En nuestro país y en latinoamérica, en función del relato oficial histórico antinacional,

anglófilo y eurocentrista, se denigró el pensamiento nacional y latinoamericano, en

especial al peronismo, a quien no se le otorgó la jerarquía de sistema de construcción de

ideas, siendo tratado peyorativa y denigratoriamente, con la fórmula genérica del

populismo, usado luego por el imperialismo y los centros de poder internacionales, para

atacar y golpear a todas las expresiones latinoamericanas que expresaban e intentaban

construir sus propias teorías políticas soberanas, de desarrollo nacional.

Es decir aquello que no era generado por las usinas internacionales del pensamiento hegemónico imperial y eurocéntrico como liberales, marxistas, socialistas, socialcristianos entre otras, automáticamente era y es rechazado por la “academia” de los pensadores surgidos de las universidades con deformación liberal, por los medios de comunicación, por los politólogos y analistas, por el sistema y lo “políticamente correcto”, siendo visible esta situación en la formación profesional y en las currículas de las diferentes carreras humanistas, desde filosofía hasta literatura, desde antropología pasando por sociología, hasta llegar a cualquiera de las ciencias sociales, donde el pensamiento dominante y colonizado sigue siendo en nuestro país y en Latinoaméric-Sistemas multipartidistas: Hay muchos. Es moderado si hay de 3 a 5 partidos (aproximadamente), polarizante si hay entre 7 y 10, y el atomizado (más de diez). Siempre si estos partidos se presentan en el ámbito estatal.

b) Por modelo de competencia:

-Modelo de competencia centrífuga: Los partidos huyen del centro, van hacia las posiciones más marcadas. Esto lo hacen porque en el centro hay pocos votantes, están todos repartidos entre la derecha y la izquierda. Por eso son más radicales.

-Modelo de competencia centrípeta: La mayoría de los votantes son de centro, por tanto, los partidos mayoritarios buscan el centro y se moderan (para captar el mayor número de votos posibles).

4.- Funciones:

Las principales funciones de los partidos políticos son las siguientes:

- Crean objetivos, ideología y programas. La mayoría de ciudadanos tiene una preferencia política más o menos explícita.

- Son instrumentos de socialización y motivación política. Promueven la participación política de los ciudadanos (no solo la electoral, sino también la militancia, el asociacionismo...).

- Búsqueda de elites. Tienen casi el monopolio del reclutamiento del personal representativo (ministros, alcaldes, concejales...).

- Agregación de intereses y demandas. Toman en consideración los intereses, preocupaciones, demandas, y las convierten en políticas generales.

- Elaboración de políticas públicas.

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5.- Organización interna de los partidos políticos:

Los partidos políticos que actúan en los países democráticos tienen una organización interna que coincide con las características del sistema político en el cual actúan. De manera muy general, las cartas orgánicas (documento por el cual cada partido establece su estructura directiva y los derechos y obligaciones de las autoridades partidarias y de los afiliados) de los partidos prevén tres poderes:

* Un comité o consejo superior cuya denominación cambia según el partido del que se trae, que ejerce la función ejecutiva de dirección de la agrupación.

* La Asamblea de afiliados o convención partidaria, que toma las principales decisiones como, por ejemplo, la sanción de la plataforma electoral o del régimen de sanciones de que son posibles los afiliados, etc.

* El Tribunal de disciplina o de conducta, que aplica las sanciones a aquellos dirigentes o afiliados que hayan incurrido en los supuestos de indisciplina que se contemplan en la carta orgánica.

Esta estructura corresponde a los oréganos centrales del partido. A su vez, los partidos políticos están compuestos por una organización de base que, se denominan clubes o centros y que en el nuestro, generalmente, se conocen con el nombre de comités, unidades básicas. Estas unidades tienen sus correlatos a nivel de ciudades, provincias y Nación.

En la actualidad, todas las Constituciones modernas fijan ciertos principios en materia de partidos políticos a partir de los cuales se dictan leyes especiales donde se desarrollan los aspectos sustanciales de la vida de los partidos.

6.- Importancia:

a) Los partidos políticos en los sistemas democráticos representativos:

Son el sentir y el pensamiento de los peruanos, a los que están obligados a defender y beneficiar con las leyes y medidas que aprueben.

Son los cauces básicos para crear, agrupar y representar opiniones e intereses políticos de cara a los procesos electorales.

Contribuyen a seleccionar las elites políticas y a los gobernantes.

Formulan los programas y opciones ideológicas que compiten en el terreno político, engarzan intereses y preferencias ideológicas.

A través de ellos se estructura y realiza en el estado todo lo que tiene importancia política.

b) La intervención de los partidos en la sociedad:

La intensidad de su intervención varía de una sociedad a otra.

En el caso de las elecciones generales y parlamentarias, tienen el candidato, pero también existen otros factores que son determinantes para obtener la mayoría de votos, como su pertenencia o alianza con uno o más partidos, o que se presente determinado programa de gobierno.

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El liberalismo

La primera observación que hay que hacer en torno al liberalismo tiene que ver con su imprecisión, su indefinición y lo elusivo de su naturaleza histórica. En realidad, nadie debe alarmarse porque el liberalismo tenga ese contorno tan esquivo. Probablemente ahí radica una de las mayores virtudes de esta corriente de pensamiento. El liberalismo no es una doctrina con un recetario unívoco, ni pretende haber descubierto leyes científicas universales, capaces de desentrañar los misterios de la evolución histórica de las sociedades y el comportamiento de los seres humanos. No. Nada de eso. El liberalismo es un cúmulo de ideas y no una ideología cerrada y excluyente que se enseña como una verdad.

El liberalismo, ya puestos a la tarea de su asedio, es un conjunto de creencias básicas, de valores y de actitudes organizadas en torno a la convicción de que a mayores cuotas de libertad individual se corresponden mayores índices de prosperidad y felicidad colectivas. De ahí la mayor virtud del liberalismo: ninguna novedad científica lo puede contradecir porque no establece verdades inmutables. Ningún fenómeno lo puede desterrar del campo de las ideas políticas, porque siempre será válida una gran porción de lo que el liberalismo ha defendido a lo largo de la historia.

El liberalismo es un modo de entender la naturaleza humana y una propuesta para conseguir que las personas alcancen el más alto nivel de prosperidad que sean capaces de alcanzar, de acuerdo con los valores, actitudes y conocimientos que tengan, junto al mayor grado de libertad posible dentro del respeto por los demás, en el seno de una sociedad que ha reducido al mínimo los inevitables conflictos que entraña la convivencia. Al mismo tiempo, el liberalismo descansa en dos actitudes vitales que conforman su talante: la tolerancia y la confianza en la fuerza de la razón. 

El liberalismo se basa en cuatro simples premisas básicas: 

Los liberales creen que el Estado ha sido concebido para servir de soporte al accionar del individuo y no a la inversa. Valoran el ejercicio de la libertad individual como algo intrínsecamente bueno y necesario, y como una condición insustituible para alcanzar los mayores niveles de progreso en una sociedad. Entre esas libertades están las consagradas en la Declaración Universal de Derechos del

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Hombre. En particular, la libertad de poseer bienes (el derecho a la propiedad privada) resulta fundamental, puesto que sin ella el individuo estaría perpetuamente a merced del Estado. Por supuesto, los liberales también creen en la responsabilidad individual y en la solidaridad. No puede haber libertad sin responsabilidad. Los individuos son responsables de sus actos, y deben tener en cuenta las consecuencias de sus decisiones y los derechos de los demás. Precisamente para regular los derechos y deberes del individuo con relación a los demás, los liberales creen en el Estado de Derecho. Es decir, creen en una sociedad regulada por leyes neutrales que no le den ventaja a ninguna persona o grupo social alguno, y que eviten enérgicamente los privilegios. Los liberales también creen que la sociedad debe controlar estrechamente las actividades de los gobiernos y el funcionamiento de las instituciones del Estado. 

El neoliberalismo 

También llamado nuevo liberalismo o liberalismo tecnocrático– es la corriente económica y

política inspirada y responsable del resurgimiento de las ideas asociadas al liberalismo

clásico o primer liberalismo desde las décadas de1970 y 1980. Los defensores del

neoliberalismo apoyan una amplia liberalización de la economía, el libre comercio en

general y una drástica reducción del gasto público y la intervención del Estado en la

economía en favor del sector privado, que pasaría a desempeñar las competencias

tradicionalmente asumidas por el Estado. Sin embargo, el uso y definición del término ha

ido evolucionando en las últimas décadas y no hay un criterio unificado para determinar

qué es «neoliberalismo».

Originalmente el neoliberalismo era una filosofía económica surgida entre los eruditos

liberales europeos en la década de 1930que trataban de encontrar un «tercer camino» o

un «camino entre medias» de la disputa que en ese momento se libraba entre

elliberalismo clásico y la planificación económica. El impulso de desarrollar esta nueva

doctrina surgió del deseo de evitar nuevos fracasos económicos tras la Gran Depresión y

el hundimiento económico vivido en los primeros años de la década de 1930, fracasos

atribuidos en su mayoría al liberalismo clásico. En las décadas siguientes la teoría

neoliberal tendió a estar en contra de la doctrina laissez-faire del liberalismo, promoviendo

una economía de mercado tutelada por un Estado fuerte, modelo que llegó a ser conocido

como la economía social de mercado.

En la década de 1960, el uso del término disminuyó en gran medida. El término se

introdujo de nuevo en la década de 1980, debido a las reformas económicas realizadas

en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet y que fueron impulsadas y supervisadas

por economistas de la llamada Escuela de Chicago, los Chicago Boys. A partir de aquí, el

término empezó a adoptar connotaciones peyorativas y a ser empleado por los críticos de

estas reformas, al tiempo que el neoliberalismo pasó de defender una postura liberal

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moderada a una más radical que incluía la defensa a ultranza del laissez-faire y

el capitalismo en general. El término es a menudo asociado a los trabajos de los

economistas liberales Friedrich Hayek y Milton Friedman. También representa y se asocia

al conjunto de políticas económicas introducidas por Margaret Thatcher en el Reino

Unido yRonald Reagan en los Estados Unidos.1 Una vez que se estableció el nuevo

significado del término entre los estudiosos de habla hispana, pronto empezó a ser

habitual en los estudios económicos de autores anglosajones.

En la actualidad el término mantiene sus connotaciones negativas y es utilizado por sus

críticos como una condena general alliberalismo económico y sus políticas, esto es,

la privatización de empresas estatales y la apertura y desregularización de los

mercados.4 6 La adopción de las políticas neoliberales y la aceptación de su teoría

económica desde la década de 1970 por la mayoría de los países desarrollados se ven

como la causa del hundimiento del sistema financiero internacional del año 2007 y

2008 que más tarde se manifestó en la llamada Gran Recesión.

EL SOCIALISMO

Para hablar del Socialismo en El Peru, tendríamos que iniciar hablando del Maximo representante de este. Mariátegui se forma en una América Latina sacudida por grandes convulsiones como la Reforma Universitaria (Argentina), la Reforma Agraria (México) y la lucha antiimperialista (Centroamérica). También hay que recordar que Mariátegui confesó -con alguna exageración- que su mayor aprendizaje lo realizó durante su estancia europea (1919-1922), lo cual exige ubicarlo en el impacto de la Revolución Soviética, los movimientos de masas en Italia o Alemania y el surgimiento de nuevas tendencias dentro del pensamiento marxista, especialmente las ideas del italiano Antonio Gramsci.

De otro lado, debemos recordar que en la década de 1920 la preocupación por el problema nacional adquiere una dimensión generacional; numerosos intelectuales de clase media, muchos de origen provinciano, con sentimiento antioligárquico tratan de responder una pregunta aparentemente simple: ¿qué es el Perú? Ante este tema reiterado Mariátegui, desde un marxismo heterodoxo, escribe su famosos 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima, 1928) para rescatar la “verdadera” tradición, insertarse en la historia del país.

El Perú era, para Mariátegui, una posibilidad de nación. Quería decir que si bien su proceso de conformación había sido interrumpido y distorsionado por el colonialismo, existían las bases sobre las cuales terminaría levantándose. Los cimientos sobre los cuales debía construirse el nuevo Perú eran fundamentalmente tres:

a) la tradición cultural mantenida y desarrollada por los intelectuales de avanzada, especialmente por la vital corriente indigenista, donde por medio de la reivindicación del hombre andino, los escritores buscaban articularse a las masas campesinasb) los movimientos populares, al interior de los cuales Mariátegui llamó la atención sobre la necesidad de hacer la crónica de las luchas obreras y estudiar las rebeliones campesinas del presente (como el caso de Rumi Maqui en Azángaro, 1915) y del pasado (Túpac Amaru en el Cusco, 1780)c) la experiencia histórica del pasado autóctono, anterior a la conquista europea, en el que se había desarrollado un “comunismo agrario” todavía subsistente en las comunidades campesinas.

Este “comunismo agrario” demostraba que el socialismo en el Perú tenía raíces y podía encontrar en la cultura andina ciertas formas -como la reciprocidad- en las que apoyarse. Por lo tanto, en la medida que el socialismo recogiera la tradición colectivista del Incario, cumpliría con retomar la tradición nacional, dejaría de ser extraño al país y sería el instrumento imprescindible para la construcción de la nación peruana.