evaluar en educaciÓn religiosa

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EVALUAR EN EDUCACIÓN RELIGIOSA La pregunta acerca de la evaluación en Educación Religiosa, conlleva necesariamente a otras preguntas. Nosotros optamos por iniciar la búsqueda de respuestas, precisamente a partir de la concepción de Educación Religiosa, la misma que supone una concepción de evaluación y sus precisiones acerca de los instrumentos, los criterios, las modalidades, los tiempos, los alcances y su misma pertinencia y posibilidades. Educación religiosa, formación religiosa, enseñanza religiosa, instrucción religiosa, cultura religiosa, etc., son denominaciones que sólo un examen pormenorizado, en el marco concreto de las distintas situaciones culturales e institucionales, permite captar en su precisa identidad. En general, estos términos son menos de uso intra-eclesiástico y se encuadran más fácilmente en el contexto de las instituciones civiles, del discurso pedagógico general, del contexto cultural y social... En muchas regiones o instituciones cristianas, religión y religioso se aplican concretamente a los contenidos de la fe y a las diversas manifestaciones de la experiencia eclesial (sacramentos, oración, compromiso ético, etc.). En este sentido, la educación religiosa o formación religiosa abarca momentos de profundización de la fe, pero no es sólo eso. Es preciso saber, con toda claridad, a qué nos referimos cuando decimos educación religiosa y qué lugar ocupa la fe en nuestra intencionalidad educativa: además de todo lo mencionado (válido para quienes sean creyentes) la Educación Religiosa contribuye a la formación de la conciencia y, en definitiva, a la práctica de actos buenos (virtudes y valores). Hacer el bien, evitar el mal, respetar al prójimo y lo que le pertenece (justicia), hablar y actuar conforme a la verdad (sinceridad,

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EVALUAR EN EDUCACIÓN RELIGIOSA

La pregunta acerca de la evaluación en Educación Religiosa, conlleva necesariamente a otras preguntas. Nosotros optamos por iniciar la búsqueda de respuestas, precisamente a partir de la concepción de Educación Religiosa, la misma que supone una concepción de evaluación y sus precisiones acerca de los instrumentos, los criterios, las modalidades, los tiempos, los alcances y su misma pertinencia y posibilidades. Educación religiosa, formación religiosa, enseñanza religiosa, instrucción religiosa, cultura religiosa, etc., son denominaciones que sólo un examen pormenorizado, en el marco concreto de las distintas situaciones culturales e institucionales, permite captar en su precisa identidad. En general, estos términos son menos de uso intra-eclesiástico y se encuadran más fácilmente en el contexto de las instituciones civiles, del discurso pedagógico general, del contexto cultural y social... En muchas regiones o instituciones cristianas, religión y religioso se aplican concretamente a los contenidos de la fe y a las diversas manifestaciones de la experiencia eclesial (sacramentos, oración, compromiso ético, etc.). En este sentido, la educación religiosa o formación religiosa abarca momentos de profundización de la fe, pero no es sólo eso. Es preciso saber, con toda claridad, a qué nos referimos cuando decimos educación religiosa y qué lugar ocupa la fe en nuestra intencionalidad educativa: además de todo lo mencionado (válido para quienes sean creyentes) la Educación Religiosa contribuye a la formación de la conciencia y, en definitiva, a la práctica de actos buenos (virtudes y valores). Hacer el bien, evitar el mal, respetar al prójimo y lo que le pertenece (justicia), hablar y actuar conforme a la verdad (sinceridad, honestidad), son, entre otras, acciones que brotan de una conciencia bien formada, prescindiendo de credos específicos. Una vez aclarado nuestro horizonte, podemos definir el objeto del proceso de evaluación en el Área de Educación Religiosa: se ha de evaluar (principalmente) la aplicación de lo aprendido, dicho en otras palabras, la práctica de valores. No se trata de formar creyentes teóricos sino buenos cristianos en la práctica. Desde luego hace falta conocer los fundamentos teóricos, pues en ellos encontraremos la razón para las buenas obras. Y en esto nos dan muestra fehaciente nuestros hermanos de diversas confesiones, quienes no escatiman tiempo ni esfuerzo para difundir su credo, y en buena hora, en la medida que contribuyen también a formar las conciencias. Pero si no pasamos de la teoría, sería pérdida de tiempo. Por ello, al momento de evaluar hemos de poner el mayor énfasis y dar el mayor peso a la aplicación práctica. La evaluación es necesaria dado el carácter escolarizado de la enseñanza. Se ha de aplicar igual con el rigor y exigencia académica necesarios, lo que no excluye parámetros específicos, de

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acuerdo con la naturaleza e identidad del Área. Se evalúa de acuerdo a los propósitos formulados y logros de aprendizaje previstos, tanto lo cognitivo como lo afectivo y actitudinal, empleando reactivos e instrumentos propios y adecuados. No se exige la aceptación personal del mensaje cristiano aunque se facilita una posible opción de fe de intencionalidad discreta. Al momento de evaluar el docente se pregunta: "¿He impartido efectivamente lo que me proponía?" El estudiante, a su vez, se pregunta: "¿sé y entiendo?" La evaluación en la educación religiosa evalúa a ambos, docente y estudiante: "¿Hemos logrado juntos el objetivo para esta sesión?" El Directorio General para la Catequesis nos recuerda la tarea principal de la Educación Religiosa: conocimiento de la fe, educación litúrgica, formación moral, oración e iniciación misionera. La educación religiosa es formación que abarca todos estos niveles del discipulado. Pero no podemos mejoran nuestra labor ni facilitar el crecimiento ético moral de nuestros estudiantes, si no constatamos periódicamente los resultados y reajustamos de acuerdo a ellos. El contenido de la educación religiosa necesita el desarrollo progresivo de un orden más elevado de las capacidades del pensamiento, de las oportunidades para una aplicación práctica, y una regular evaluación, con todo lo cual el educador religioso puede determinar si se está dando o no, y en qué grado, un progreso efectivo. La evaluación además de medir el conocimiento multifacético de la fe y el desarrollo de capacidades del estudiante, da luces para reorientar los esfuerzos y la eficiencia del educador religioso. La evaluación de la educación religiosa debe de medir la aprobación y comprensión del contenido, capacidad de reflexión, pensamiento crítico, solución de problemas y aplicación. Ella debe incluir también la capacidad para la formación de un pensamiento creativo que provea realimentación para el docente. Todo esto mide la asimilación del estudiante, y su capacidad de aplicación de la doctrina espiritual, litúrgica y contenidos relacionados con la fe. La evaluación puede hacerse a través de una serie de discusiones, proyectos, preguntas o exámenes, fichas de observación y registro, servicios de caridad y de acción social, planificación y participación, oraciones o jornadas que favorezcan la reflexión personal. Las vivencias valorativas se evalúan sin la exigencia de que el alumno alcance la excelencia o de establecer niveles mínimos de rendimiento. Acá lo importante es que el alumno sienta gozo, participe con entusiasmo, con perseverancia y puntualidad. Por lo tanto tampoco se justifican los exámenes, sino que la información se recogerá fundamentalmente a través de técnicas de observación, con el apoyo de instrumentos tales como anecdotarios, listas de cotejo, escalas, etc. De modo semejante cuando se trata de actitudes: como la adquisición de actitudes es un proceso lento el docente debe realizar un seguimiento continuo de la forma como las actitudes

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evolucionan en sus alumnos, anotando sus observaciones en anecdotarios, fichas de observación, etc. La meta cognición se realiza en un momento de la sesión llamado “Revisar”: ¿Qué, cómo, cuanto y para qué aprendí hoy? Ello permite al grupo y a los estudiantes darse cuenta de sus progresos y dificultades. En este mismo sentido se puede realizar al final de ciertos períodos, o también al final de la semana, una revisión con el mismo propósito.

Sugerencias para evaluar en el grupo:

• Refiérase a situaciones de la vida diaria para conversar y solucionar problemas. Esto capacita a los estudiantes para practicar y aplicar fe.

• Haga que los estudiantes diseñen sus propias evaluaciones examinándose unos a otros.

• Permita a los estudiantes hacer sondeos o entrevistas relacionadas con los temas clave. La habilidad para preparar preguntas apropiadas demostrará lo que dominan. Entrevistar a la gente fomentará aspectos relacionados a la fe.

• Recopile una serie de preguntas objetivas cuantificables: verdadero y falso, selección múltiple, apareamiento, definiciones, o complementación que reflejen la clave del tema. Los mismos elementos pueden ser usados para elaborar una serie de preguntas y pruebas. Éstas últimas buscan evaluar los logros de análisis, síntesis, producción y creatividad.

• Elabore un listado relacionado con el cartel de contenidos a manera de auto inventario del estudiante, para que señale los que le resulten más difíciles. Use esos listados para ensamblar módulos de realimentación. También pueden servir para ayudarle a evaluar lo que necesita más atención y quiera que los estudiantes aprenden mejor.

ADEMÁS:

• Un mismo instrumento puede referirse a las dos capacidades de área. En este caso, se divide en dos partes y cada parte vale hasta 20 puntos.

• Téngase en cuenta que un instrumento puede ser adecuado para evaluar ciertas capacidades, pero inadecuado para evaluar otras. Por ejemplo: las Relaciones Interpersonales no se pueden evaluar con una prueba escrita…

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• Los reactivos deben reflejar lo que se pretende evaluar de acuerdo al indicador.

• Se puede formular más de un reactivo para un mismo indicador.

• El reactivo debe decir en forma clara la tarea específica que realizará el estudiante. Evaluación Cualificadora. Permite conocer el logro de los resultados esperados de aprendizaje, expresados en los indicadores de evaluación.

En el cuadro presentado –como podemos notar- se han propuesto ejemplos de indicadores abiertos, es decir, sin señalar producto o condición, los mismos que serán decididos por cada docente.

EJEMPLO DE MATRIZ DE EVALUACIÓN

CAPACIDADES: COMPRENSIÓN DOCTRINAL CRISTIANA

Y/O DISCERNIMIENTO DE FE

 Los indicadores nos facilitan la observación del aprendizaje logrado. Cabe decir que en algunos casos los indicadores son observables, aún cuando no señalen un producto. Ejemplos: - Discrimina buenas maneras posibles de ser expresadas. - Practica actitudes de imitación de Cristo. -

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Describe hechos histórico-religiosos. Siguiendo con la propuesta anterior de Matriz, sugerimos algunos reactivos en el contexto de una Prueba:

EVALUACIÓN

1. Escribe 3 actos que expresan caridad en la Parábola del Buen Samaritano (6 ptos.)

2. Luego de leer la Parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 29-37), responde las siguientes interrogantes: (10 ptos.)

a) ¿Cuál de los personajes ejerció la caridad con el viajero que había sido asaltado? (5 ptos.)

b) ¿Qué nos enseña esta parábola? (5 ptos.)

3. Formula 4 propósitos para expresar mejor tu actitud caritativa:

A nivel personal. (1 pto.)

En mi familia. (1 pto.)

En mi Institución Educativa. (1 pto.)

En la comunidad local. (1 pto.)