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NORMALIDAD Y PATOLOGÍA EN LA NIÑEZ Capítulo IV Evaluación de la patología Parte 1. Algunas consideraciones generales Desde la estructura del pensamiento analítico, la evaluación de la normalidad, hasta el establecimiento de la patología se considera un paso tanto de naturaleza cuantitativa como cualitativa. Esto quiere decir, que el equilibrio mental de los seres humanos está basado por una parte en ciertas relaciones fijas, en ciertas operaciones internas dentro de su estructura, y por otra parte, entre la personalidad y las condiciones ambientales. Estas alteraciones son provocadas por un aumento o disminución de los derivados del ello, como ocurre espontáneamente en el período de la latencia, en la adolescencia y en otros períodos; por debilitamiento delas fuerzas del yo y superyó, como sucede en estados de tensión, de cansancio extremo, en enfermedades, etc. En la niñez es muy difícil establecer la línea limítrofe entre la salud y enfermedad, de hecho, es mucho más complicado que su determinación en las etapas posteriores. En el camino del niño hacia la madurez, la proporción de fuerzas entre el ello y el yo se encuentra en un flujo constante, así como también se observa una mezcla constante entre los procesos de adaptación y defensa, beneficiosos y patógenos. En esta etapa es común además que las transiciones de un nivel de desarrollo al otro constituyan hitos de detención potencial, disfunción, fijación y regresión. Es posible observar también que los derivados del ello y las funciones del yo junto con las principales líneas del desarrollo crecen de manera irregular; que las regresiones temporarias pueden convertirse en permanentes; en suma, que existe un numero de factores que se combinan para minar, detener , deformar y desviar las fuerzas sobre las que se basa el crecimiento mental.

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NORMALIDAD Y PATOLOGÍA EN LA NIÑEZ

Capítulo IV Evaluación de la patologíaParte 1. Algunas consideraciones generales

Desde la estructura del pensamiento analítico, la evaluación de la normalidad, hasta el establecimiento de la patología se considera un paso tanto de naturaleza cuantitativa como cualitativa. Esto quiere decir, que el equilibrio mental de los seres humanos está basado por una parte en ciertas relaciones fijas, en ciertas operaciones internas dentro de su estructura, y por otra parte, entre la personalidad y las condiciones ambientales. Estas alteraciones son provocadas por un aumento o disminución de los derivados del ello, como ocurre espontáneamente en el período de la latencia, en la adolescencia y en otros períodos; por debilitamiento delas fuerzas del yo y superyó, como sucede en estados de tensión, de cansancio extremo, en enfermedades, etc.

En la niñez es muy difícil establecer la línea limítrofe entre la salud y enfermedad, de hecho, es mucho más complicado que su determinación en las etapas posteriores.

En el camino del niño hacia la madurez, la proporción de fuerzas entre el ello y el yo se encuentra en un flujo constante, así como también se observa una mezcla constante entre los procesos de adaptación y defensa, beneficiosos y patógenos. En esta etapa es común además que las transiciones de un nivel de desarrollo al otro constituyan hitos de detención potencial, disfunción, fijación y regresión. Es posible observar también que los derivados del ello y las funciones del yo junto con las principales líneas del desarrollo crecen de manera irregular; que las regresiones temporarias pueden convertirse en permanentes; en suma, que existe un numero de factores que se combinan para minar, detener , deformar y desviar las fuerzas sobre las que se basa el crecimiento mental.

Ante este constante cambio del escenario interno del individuo en desarrollo, las categorías diagnósticas corrientes resultan de poca ayuda, y tienden a aumentar más que a disminuir los aspectos, ya confusos del cuadro clínico.

La evaluación descriptiva y la evaluación metapsicológica

La naturaleza descriptiva de muchas categorías diagnósticas corrientes, se encuentra en conflicto con la esencia del pensamiento psicoanalítico. Esto se debe principalmente a que estas enfatizan en la identidad o diferencia entre la sintomatología manifiesta, descuidando a las categorías relacionadas con factores patógenos subyacentes. Este abordaje no permite una comprensión profunda, ni tampoco promueve el diagnóstico diferencial en términos metapsicológicos.

Términos tales como pataletas, rabietas, vagabundeos, angustia de separación, etc, pueden ser parte de una variedad de cuadros clínicos, cuya conducta y sintomatología pueden ser similares. De acuerdo con la etiopatogenia metapsicológica subyacente, pertenecen a

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categorías analíticas totalmente distintas, que por lo tanto requieren de variadas medidas terapéuticas.

Con respecto a una pataleta, se puede decir que existen variadas formas de comprenderla. Por ejemplo:

Puede no ser más que una descarga afectivo- motriz directa, proveniente de los instintos caóticos de un niño pequeño. En este caso, tiene la oportunidad de desaparecer como un síntoma, sin necesidad de tratamiento, en la medida que se restablezcan el lenguaje y otros canales de descarga del yo más sintónicos.

Pueden representar una explosión destructivo-agresiva en la que las tendencias hostiles son en parte desviadas del mundo objetal, y descargadas en forma violenta sobre el propio cuerpo del niño, y en otros casos sobre los objetos inanimados que lo rodean( golpeando muebles, paredes, golpeando con la cabeza, etc). Este estado sólo se calmará al sonsacar la razón de la cólera y su reconexión con la persona responsable de la frustración o la ofensa.

Una pataleta puede ser también, un ataque de ansiedad, como ocurre en las estructuras de personalidad mejor organizadas de niños fóbicos, cada vez que el ambiente interfiere en sus mecanismos de protección. En otras palabras, cuando los niños fóbicos son expuestos al estímulo fóbico, surge en ellos una ansiedad intolerable y masiva, que se expresa por medio de estallidos, cuya descripción es muy similar y casi indiferenciable a la de una pataleta. Estos ataques de ansiedad se alivian sólo a partir de la restitución de la defensa o por la investigación analítica, la interpretación y la disolución de la fuente original de la ansiedad desplazada.

Así como existen diversas lecturas u abordajes para la comprensión de una pataleta, para entender el término de Truhanería, vagancia o vagabundeo, encontramos también diversas posibilidades:

Algunos niños huyen de sus hogares porque son maltratados o porque no están atados por vínculos emocionales a sus familias.

También existen aquellos niños que se escapan de la escuela o la evitan porque temen al maestro a sus compañeros, porque su rendimiento escolar no es satisfactorio, o porque esperan ser criticados, castigados, etc. En este caso, la causa de la conducta infantil desviada tiene su origen en las condiciones externas de la vida del niño, motivo por el cuál desaparece cuando estas condiciones son modificadas.

En contraste a esta simple situación, existen otros niños que vagan sin rumbo no por razones externas, sino por motivos internos. Estos niños se encuentran dominados por una tendencia ICC que los obliga a perseguir una meta imaginaria, por lo general un objeto perdido perteneciente al pasado. Aunque su descripción indica que se escapan de su medio, en un sentido más profundo se dirigen hacia la satisfacción de una determinada fantasía. En este caso, la mejoría de las condiciones externas no hará desaparecer el síntoma, sólo lo hará el descubrimiento del deseo ICC.

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El Término Angustia de separación es más bien de naturaleza descriptiva que dinámica. Se aplica de manera indiscriminada a los estados de intranquilidad provocados por la separación del niño muy pequeño de su madre, así como a los estados mentales que originan las fobias a la escuela, es decir, la incapacidad de alejarse del hogar, o la añoranza del hogar, como una forma de duelo, propia de los niños en el periodo de latencia. Emplear el mismo término para ambos casos, tiende a oscurecer las diferencias metapsicológicas que los caracterizan.

Separar por cualquier razón a un niño pequeño de su madre, durante el período de unidad biológica entre ellos, representa una interferencia inexcusable. El niño reacciona con un sufrimiento legítimo, el cual puede aliviarse con el retorno de la madre, o a la larga a través del establecimiento de una sustituta. Este hecho nada tiene que ver, excepto en la conducta, con aquel niño que extraña su casa, o bien con aquel que sufre de fobia a la escuela. En este caso, la inquietud experimentada por separase de la madre, de los padres o del hogar, se debe a su excesiva ambivalencia hacia ellos. El niño puede tolerar el conflicto entre el amor y el odio hacia los padres sólo ante su presencia tranquilizadora. En su ausencia, el lado hostil de la ambivalencia asume proporciones terribles, y el niño se aferra a los padres amados de manera ambivalente, par protegerlos de sus propios deseos de muerte, fantasías agresivas, etc.

En contraste con el sufrimiento infantil debido a la separación, que se alivia a través de la reunión con el progenitor perdido, en los conflictos ambivalentes la reunión con los padres actúa como un paliativo. En este caso, sólo el insight analítico de los sentimientos conflictivos curará el síntoma.

Terminología estática y terminología evolucionista

Para el analista de niños, es fundamental considerar los problemas referidos a la edad y a las distintas fases del desarrollo. En este sentido, las formas de conducta, tales como mentir, hurtar, las actitudes agresivas, destructivas, las perversiones, etc, no pueden adaptarse adecuadamente dentro de un esquema normal o patológico, sin el respaldo de una escala razonablemente exacta de las secuencias del desarrollo.

La Mentira

¿ A qué edad, y en qué fase del desarrollo merece la falsificación de la verdad comenzar a recibir el nombre de mentira?, ¿ Cúando asume la importancia de un síntoma con un color distintivo de desviación de la norma social?.

Antes de que esto suceda deben establecerse una serie de preetapas del desarrollo, durante las cuales, no se espera veracidad por parte del niño. Para él es normal alejarse de las impresiones dolorosas a favor de las placenteras, tratar de disminuir la importancia de las primeras o ignorarlas y hasta negarlas si son persistentes. Existen similitudes entre esta actitud, que es un mecanismo de defensa primitivo dirigido contra el displacer, y la distorsión de los hechos objetivos en los adultos o niños mayores. Es cuestión de opinión personal la manera en la que se relacionan estas dos formas de conducta, y si la primera debe considerarse precursora de la segunda en la mente del diagnosticador.

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La expresión del deseo y el dominio del principio del placer, en suma: los procesos primarios de la función mental, son las fuerzas que en el niño pequeño se oponen a la veracidad en el sentido adulto que tiene la palabra. El analista de niños debe decidir desde que momento en adelante va a emplear el término mentira en sus diagnósticos. Para esto, debe tener en cuenta nociones claras referidas al tiempo en que se cumplen, en el desarrollo del yo, la transición de los procesos primarios a los secundarios, la capacidad de diferenciar el mundo interno del externo, la prueba de realidad, etc.

Algunos niños se demoran más tiempo en perfeccionar las funciones del yo, y por lo tanto continúan diciendo mentiras con toda inocencia.

Otros completan este desarrollo de manera normal, pero retornan a niveles anteriores, cuando en su vida ocurren frustraciones y desilusiones excesivas, convirtiéndose así en el llamado mentiroso fantástico ( pseudología fantástica). Esta modalidad encara realidades intolerables por medio de la regresión a formas infantiles de la expresión de los deseos.

Finalmente, hay niños con un desarrollo del yo avanzado, cuyas razones para deformar o evitar la realidad son otras que el nivel de su desarrollo. Su motivación es la ganancia de ventajas materiales, el temor a la autoridad, la huída de críticas y castigos, el deseo de parecer importante, etc.

En las evaluaciones del analista de niños, el término mentira está reservado para estos últimos casos, como el de la llamada mentira delincuente. A pesar de esto, cabe señalar, que muchos de los casos observados en niños poseen una combinación de estas tres formas, es decir, de la mentira inocente, fantástica y delincuente. En estos las formas de aparición más tempranas actúan como precondiciones de las posteriores: La idea es ver hasta qué grado cada uno de los factores contribuye al resultado sintomático final.

El hurto

Este término es legítimo en la evaluación diagnóstica sólo después que el concepto de propiedad privada ha adquirido significado para el niño. Para comprender esto, se hace necesario trazar una secuencia del avance del desarrollo.

La actitud que hace que el niño pequeño se apodere de todo lo que encuentra se atribuye por lo general a su insaciable “ voracidad oral”, la cuál a temprana edad no está límiada por ninguna barrera del yo. En este sentido, se dirá que tiene dos raíces: una en el ello y la otra en el yo. Por una parte, es el principio del placer el que incita al yo a inmaduro a atribuirse así mismo todo lo placentero, y a rechazar como ajeno todo lo desagradable. Por otra parte, también influye la falta de distinción, propia de la edad entre su ser y el objeto. Es común que en esta etapa el niño juegue con partes del cuerpo de la madre como si fueran propias, jugando con ellas autoeróticamente. Esta fusión indiscriminada con el mundo objetal convierte a todos los niños en una amenaza formidable , aunque inocente, al derecho de propiedad de los demás.

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Las ideas de mío y no mío, que son conceptos indispensables para el establecimiento de la “honestidad” adulta se desarrollan de manera gradual, y al mismo ritmo que su progreso hacia el logro de la individualidad. En este sentido, es probable que conciernan en primer lugar al propio cuerpo del niño, después a los padre, luego a los objetos de transición, catectizados narcisísticamente y con amor objetal.

De manera significativa, tan pronto como el concepto de lo mío emerge en la mente del niño, este comienza a cuidar de sus posesiones, comprendiendo entonces la noción de “haber sido privado” o “haber sido robado”. Esto ocurre mucho antes de que comprenda que la propiedad de otras personas debe ser respetada. . Antes de que esto ocurra, el niño debe extender e intensificar sus relaciones con otras personas y a aprender a establecer la empatía con la vinculación de aquéllas a su propiedad.

Independiente de la escala de progreso al respecto, los conceptos de “mío” y “tuyo” como tal tienen poca influencia sobre la conducta del niño pequeño, pues se encuentran en conflicto con los poderosos deseos de apropiación. La voracidad oral, las tendencias posesivas anales, la tendencia a coleccionar y a cumular, la abrumadora necesidad por los símbolos fálicos, todo convierte al niño pequeño en un ladrón potencial a menos que la coerción educacional, las exigencias del superyó y con éstos, los cambios graduales en el equilibrio ello- yo trabajen en direcciones opuestas, es decir, hacia el desarrollo de la honestidad.

Es por todo esto, que antes de analizar un caso de hurto, se debe analizar si la acción se debe a:

Un desarrollo detenido incompleto o detenido en la adquisición de la individualidad, de las relaciones objetales, de la empatía, de la formación del superyó( en el hurto en el caso de niños retardados o deficientes mentales).

Cuando el desarrollo inicial está intacto, si han tenido lugar regresiones temporarias en algunos de los campos vitales(el hurto ligado a una fase determinada, como un síntoma transitorio)

Cuando la regresión es permanente en uno u otro de estos aspectos importantes, con el hurto como resultado de una formación de compromiso(síntoma neurótico)

Cuando la razón yace en un control insuficiente del yo sobre los deseos normales y no regresivos de posesión, es decir, en una adaptación social defectuosa( síntoma de delincuencia).

Al igual que en la mentira, el hurto tiene una etiología mixta, lo que quiere decir, que se origina a partir de combinaciones de detenciones, regresiones y debilidad en el control del yo.

Criterios para evaluar la severidad de la enfermedad

El analista de niños también encuentra dificultades al momento de medir la gravedad de los trastornos por medio de los criterios empleados comúnmente con los adultos. Es decir, a través de un examen de los síntomas existentes, una evaluación del sufrimiento provocado por ellos, y la interferencia que estos provocan en importantes funciones.

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La formación de síntomas en la niñez no tiene la misma significación que en la vida adulta, en la cuál los síntomas nos permiten establecer un diagnóstico. Muchas de la inhibiciones, síntomas y ansiedades de los niños son originadas no por procesos de naturaleza realmente patológica, sino, por las tensiones y presiones inherentes a los procesos del desarrollo. Estas inhibiciones y síntomas aparecen comúnmente cuando una fase particular del crecimiento tiene exigencias excesivas de la personalidad. Si estas son tratadas o se logra la adaptación en cada fase estas pueden ser superadas. Antes y durante el tratamiento, pueden presentarse con rapidez nuevas combinaciones de la sintomatología manifiesta. Esto significa que las mejorías sintomáticas durante la terapia son aun menos significativas que en los adultos.

En conjunto, la sintomatología de los individuos inmaduros es demasiado inestable para poder fundamentar su evaluación.

A diferencia de lo que ocurre con los adultos, en niños, la intensidad de sufrimiento no determina la indicación de tratamiento, ni tampoco la presencia ni ausencia de procesos patológicos o de su severidad. Los niños sufren mucho menos que los adultos por sus síntomas, a excepción de los ataques de ansiedad, que experimentan con profunda intensidad. Muchas otras manifestaciones patológicas, en especial las fóbicas y las obsesivas, son más aptas para evitar el sufrimiento y el displacer que para causarlos. En Cabe mencionar, que en el caso de los niños, las restricciones e interferencias de la vida cotidiana no sólo lo afectan a él, sino también a toda su familia. Laos caprichos alimentarios, los trastornos del sueño, el apego excesivo, las pataletas, etc perturban a a la madre, siendo para el niño sintónicas con el yo siempre que pueda expresarlas cuando los padres interfieren , su acción restrictiva y no el síntoma es culpado de originar el sufrimiento que padece. Muchos niños con trastornos graves como autismo, psicosis, deficiencias intelectuales están completamente ajenos a su enfermedad, y el mayor sufrimiento en estos casos es de parte de los padres.

Existe otra razón por la cual la presencia de sufrimiento no es en sí misma un indicador confiable de enfermedad mental. Los niños sufren menos que los adultos por su psicopatología, pero sufren más ante otras tensiones a las que se hallan expuestos. En este sentido, el sufrimiento mental es un inevitable producto colateral de la de pendencia del niño y de los propios procesos normales del desarrollo. Los niños pequeños sufren profundamente ante cualquier demora, racionamiento o frustración. Con esto, queda claro, que aún un niño normal puede sentir una desdicha profunda por una razón u otra, durante períodos cortos o largos de cada uno de los días de su vida. Es por esto, que en niños ocurre algo opuesto a lo que sucede con los adultos, pues en la infancia el niño complaciente y resignado es aquel que despierta sospechas sobre procesos anormales. Los niños que son demasiado buenos y que no protestan frente a condiciones externas desfavorables , se comportan así debido a enfermedades somáticas, deficiencias en el desarrollo del yo o porque son extremadamente pasivos con respecto a sus impulsos.

Cuando un niño se separa de sus padres sin reclamar y sin manifestar tensión, quiere decir que quizás estos han fracasado en establecer relaciones normales, ya sea por razones externas o internas. Esto entonces no es un signo de fortaleza en el niño, muy por el contrario puede ser el primer indicador de retraimiento autista del mundo objetal.

En el niño no existe un nivel de funcionamiento estable en ningún campo ni momento determinado. En otras palabras, no existe un punto de referencia sobre los cuales basar la

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evaluación. Los niños, en cualquier edad pueden manifestar una conducta por debajo de su potencial, sin que sean clasificados automáticamente como retrasados, inhibidos o en regresión.

Dentro de los indicadores a considerar por el evaluador de niños, encontramos: el juego, la libertad de producir fantasías, el rendimiento escolar, la estabilidad de las relaciones objetales y la adaptación social. A pesar de estos indicadores, existe solo un factor en la niñez cuyo daño puede considerarse de suficiente importancia. Este es la capacidad del niño para avanzar progresivamente, hasta que la maduración, el desarrollo en todos los campos de la personalidad y la adaptación a la comunidad social hayan sido completados.

** Los desequilibrios mentales pueden considerarse normales siempre y cuando estos procesos vitales se conserven intactos. Deben entonces Ser tomados en cuenta cuando afecten al desarrollo, ya sea con demora, con reversión o parálisis completa **

La evaluación basada en el desarrollo y su significación

El analista de niños debe liberarse de aquellas categorías diagnósticas rígidas, estáticas, descriptiva, pues sólo así será capaz de examinar los cuadros clínicos con una nueva orientación, y evaluarlos de acuerdo con su significación dentro de los procesos del desarrollo. Su abordaje entonces debe incluir desde la sintomatología del paciente , hasta su posición en la escala de crecimiento. Para esto debe considerar: el desarrollo de los impulsos, del yo y del superyó, la estructuración de la personalidad y las formas de pensamiento( progresión desde los procesos primarios a los secundarios del pensamiento. El analista de niños debe preguntarse si el niño ha alcanzado los niveles del desarrollo que son apropiados para su edad; en que aspectos los ha superado o retrasado; si la maduración y el desarrollo son procesos activos o hasta que punto están afectados como resultados de los trastornos del niño, si ha padecido regresiones y detenciones, y en este caso hasta qué profundidad y a qué nivel.

El desnivel en la progresión de los impulsos y del yo.

Cuando el desarrollo cursa a diferentes velocidades en los distintos campos de la personalidad, se espera que surjan consecuencias patológicas. Una de estas formas es la neurosis obsesiva, en la cuál el desarrollo del yo y del superyó están acelerados, mientras que el desarrollo de los impulsos es más lento, comparado con el anterior. El caso opuesto, es decir, la disminución en la velocidad del desarrollo del yo y superyó se observa en cuadros clínicos atípicos y limítrofes. Cuando el yo y el superyó son inmaduros, comparados con los niveles de actividad de los impulsos, no existen relaciones objetales emocionales adecuadas , ni tampoco un interés social y moral como para contener y controlar los componentes pregenitales y agresivos de los impulsos. En su desarrollo sexual estos niños alcanzan el nivel sádico- anal, o bien alcanzan el nivel fálico, sin desarrollar simultáneamente las relaciones objetales determinadas por el yo, y que desencadenan el complejo de Edipo. Otra posibilidad es que alcancen la madurez física de la adolescencia, antes de que este preparado para la relación emocional genital, que da significado al acto sexual.

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En conclusión:

El desarrollo acelerado del yo forma síntomas neuróticos y de carácter obsesivo.

El desarrollo acelerado de los impulsos produce pérdida de control en situaciones referentes al sexo y a la agresión, integración insuficiente de la personalidad y personalidades impulsivas.

La desarmonía entre las líneas del desarrollo

La desarmonía entre las líneas del desarrollo se convierte en un agente patógeno sólo cuando el desequilibrio de la personalidad es excesivo.

Existen muchos “niños problema”, desde le punto de vista del colegio y del hogar, sin embargo, estos no pertenecen a ninguna categoría diagnóstica. Su abordaje entonces, debe aproximarse a al comprensión de su anormalidad a partir de las distintas fases de las variadas líneas del desarrollo.

Existen niños que presentan incapacidad para alcanzar las fases finales en las líneas desde el juego al trabajo, mientras que el desarrollo emocional y social, el manejo corporal, etc, se encuentran intactos, y en lo que a ello se refiere el niño presenta un desarrollo adecuado de su yo.

Las regresiones permanentes y sus consecuencias

La regresión cesa como factor beneficioso en el desarrollo si sus resultados se vuelven permanentes, en vez de ser espontáneamente reversibles. En este caso , los distintos componentes de la estructura: yo, superyó, ello deben relacionarse entre si con nuevos términos, basados en le daño determinado por la regresión.

Las restricciones permanentes y transitorias pueden tener su punto de partida en cualquier campo de la personalidad.

Una de las posibilidades es que el movimiento regresivo comience en el yo y el superyó y los reduzca a un nivel inferior de funcionamiento y que secundariamente el daño se extienda hasta los derivados del ello. Esto implica un debilitamiento en la censura, es decir, en la línea divisoria entre el ello y el ello y la eficiencia general de las defensas yoicas. El resultado es una conducta impulsiva, agresiva, etc. Para los padres esto es alarmante, pues modifica el carácter del niño, sin una razón aparente.

Otra posibilidad es que la regresión comience en los derivados del ello y su influencia patógena se extienda en dirección contraria.

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LA EVALUACION POR MEDIO DEL TIPO DE ANSIEDAD Y DE CONFLICTO.

En el curso del crecimiento normal cada niño atraviesa una serie de pasos que conducen desde

el estado inicial de comparativa indiferenciación hasta la estructuración completa fina de la

personalidad en el ello, el yo y e superyo. La división entre el ello y el yo, con los diferentes

tipos de funcionamientos y los diversos objetivos e intereses válidos para cada uno, se

continúan por la división dentro del yo, después de la cual el superyo, el ideal del yo y el ideal

de si mismo asumen el papel de guías y críticos de los pensamientos y acciones del yo.

La integridad o el daño del crecimiento a este respecto y la posición exacta del niño en esta

línea vital del desarrollo se revelan al examinador por medio de dos tipos de manifestaciones

evidentes: por la naturaleza de los conflictos del niño y por el tipo de ansiedad predominantes.

Con respecto a los conflictos hay 3 posibilidades primordiales:

1.- Consiste en que el niño y el ambiente tienen propósitos contrarios, lo que sucede cuando

bajo los dictado propósitos contrarios, lo que sucede cuando bajo los dictados del principio

del placer, el yo del niño se pone del lado del ello en la prosecución de la necesidad de los

impulsos y la realización del deseo, mientras que el control de los derivados del ello está

reservado al mundo exterior. Este es un estado legítimo en la niñez temprana antes de que el

ello y el yo se hayan separado definitivamente el uno del otro, pero se considera infantil si

persiste en edades posteriores o si el niño regresa a esta situación. L

Las ansiedades coordinadas con este estado y características desde el punto de vista

diagnostico, son provocadas por el mundo exterior y adoptan diferentes formas de acuerdo

con una secuencia cronológica: temor de ser aniquilado como consecuencia de la pérdida del

objeto que lo cuida, temor de la pérdida de amor del objeto, temor de ser castigado y criticado

por el objeto y temores de castración.

2.- Se establece después de identificarse con las fuerzas externas y de la introyección de su

autoridad en el superyo. La razón de este choque es perseguir la realización de impulsos y

deseos, pero el desacuerdo se produce ahora internamente entre el yo y el superyo. Con

respecto a las ansiedades, éstas se manifiestan a través del miedo del superyo, es decir, de los

sentimientos de culpa.

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3.- En este tercer tipo de conflicto, las condiciones externas no tienen influencia. Esta la clase

de choque se deriva exclusivamente de las relaciones entre el ello y el yo y de las diferencias

intrínsecas entre éstas.

La clasificación de los conflictos en externos, internalizados y verdaderamente internos

contribuye a crear una escala en cuanto al orden de severidad y gravedad de los trastornos

infantiles.

LA EVALUACION POR MEDIO DE CARACTERISTICAS GENERALES.

El analista de niños que tiene la tarea de evaluar el significado de los trastornos infantiles

también debe dar su opinión con respecto a las perspectivas futuras de la salud y enfermedad

mental. Este pronóstico se basa no sólo en los detalles del trastorno infantil existente sino

también en ciertas características generales de la personalidad que juegan un papel esencial

en el mantenimiento del equilibrio interno. Estas características son un aparte de la

constitución individual, éstas pueden ser innatas o adquiridas por medio de la influencia de

las primeras experiencias del infante. El yo es el encargado de mediar en sí mismo y entre el

yo y el medio. Estos factores estabilizadores se refieren a una alta tolerancia para tolerar las

frustraciones, tener un buen potencial para sublimar, modos efectivos de enfrentar la

ansiedad y tolerarla y poseer una fuerte pulsión a completar el desarrollo.

La Tolerancia de Frustraciones y el Potencial de Sublimación.

La mantención de la salud mental del infante está estrechamente ligada con su reacción al

displacer liberada cuando los derivados de los impulsos permanecen insatisfechos. Algunos

no pueden tolerar ninguna demora o disminución en la satisfacción de sus necesidades y su

protesta consiste en impaciencia, hostilidad e infelicidad; insisten en la satisfacción

inmodificada del deseo original y rechazan todas las satisfacciones sustitutivas o

comprometidas con la necesidad. En contraste, otros niños toleran las mismas cantidades de

frustración con comparativa ecuanimidad o reducen de manera sistemática, cualquier tensión

que experimentan, aceptando gratificaciones sustitutas. Este tipo de respuesta se lleva a cabo

desde las fases más tempranas a las posteriores.

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El primer grupo es el que está en peligro. Las cantidades no disminuidas de tensión y

ansiedad con que su yo debe luchar se mantienen bajo un control muy precario por medio de

defensas primitivas tales como la negación y la proyección, o se descargan periódicamente en

forma de estallidos caóticos de malhumor. Hay una distancia muy corta entre estos

mecanismos y la patología, es decir, la producción de síntomas neuróticos, delictivos o

perversos.

Los niños del segundo grupo permanecen normales bajo las mismas condiciones, o

encuentran alivio a través del saludable desplazamiento y neutralización de la energía de los

impulsos que dirigen hacia fines aceptables. No existe la menor duda que esta capacidad para

sublimar actúa como una valiosa salvaguardia, para su salud mental.

El Control de la Ansiedad.

Hay poca diferencia entre los niños con respecto al tipo de ansiedad que experimentan, porque

son productos secundarios invariables de las fases consecutivas de la unión biológica con la

madre (angustia de separación), de la de relaciones objetales (miedo a la pérdida del cariño

objeta); del complejo de Edipo (angustia de castración), de la formación del superyo

(culpabilidad). No es la presencia o la ausencia, la calidad, ni aun la cantidad de la ansiedad lo

que permite pronosticar la futura salud o enfermedad mental; lo realmente significativo a este

respecto es sólo la capacidad del yo para enfrentar la ansiedad.

Si las demás circunstancias son iguales, los niños que están más predispuestos a ser víctimas

de trastornos neuróticos en etapas posteriores son aquéllos incapaces de tolerar cantidades

moderadas de ansiedad. En este caso, se ven forzados a negar y reprimir todos los peligros

externos e internos que son fuentes potenciales de ansiedad o proyectar los peligros interns

hacia el mundo exterior, lo que hace a este último muchos más temible o retirarse

fóbicamente de las situaciones de peligro para evitar los ataques de ansiedad.

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Estos niños establecen una pauta para la vida posterior en la que la liberación de la ansiedad

manifiesta debe mantenerse a cualquier precio, y esto se logra por medio de actitudes

defensivas constantes que favorecen resultados patológicos.

Los niños con posibilidades favorables de salud mental son aquéllos que se enfrentan con las

mismas situaciones peligrosas de manera activa por medio de los recursos del yo tales como:

la comprensión intelectual, el razonamiento lógico, el cambio de las circunstancias externas,

los contraataques agresivos, los que tratan de dominar la situación en vez de retirarse. De esta

manera pueden enfrentarse con grandes cantidades de ansiedad, en consecuencia pueden

prescindir del exceso de actividades, defensivas, formaciones de compromiso y

sintomatología.

Las Tendencias Regresivas y Progresivas.

Mientras que en todos los niños existen fuerzas tanta regresivas como progresivas como

elementos legítimos del desarrollo, la proporción de la intensidad entre ambas varía de uno a

otro individuo. Existen niños para los cuales, desde muy temprano, toda experiencia nueva

mantiene la promesa de placer, sea probar gustos y consistencias nuevas en la comida, sea el

avance de la dependencia hacia la independencia en la motricidad, el distanciamiento de la

madre hacia nuevas aventuras, juguetes, o el avance desde el hogar hacia el jardín infantil, la

escuela, etc. Sus vidas están dominadas por los deseos de ser "grande", de "hacer lo mismo

que los adultos” y la realización parcial de esos deseos los compensa de las dificultades,

frustraciones y las desilusiones habituales del diario vivir.

Los niños del tipo opuesto experimentan el proceso de crecimiento en todos los niveles como

una privación de las formas previas de gratificación. No se destetan de manera espontánea,

como sería lo adecuado para su edad, sino que se apegan al pecho materno o al biberón y

convierten este paso en un hecho traumático; temen las consecuencias de ser mayores, de

aventurarse, de conocer gente extraña, y más tarde, de asumir responsabilidades, etc.

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La distinción clínica entre los dos tipos se establece mejor por la observación de las

reacciones infantiles con relación a alguna experiencia importante tal como la

enfermedad somática, el nacimiento de un hermano, etc.

Cuando las tendencias progresivas sobrepasan las regresivas, el niño responde a

períodos prolongados de enfermedad con un aumento en la madurez de¡ yo, o responde

al nacimiento de un bebé en la familia reclamando para sí la posición y los privilegios

del hermano o hermana mayor. Cuando la regresión es más fuerte que la progresión, las

enfermedades somáticas hacen al niño más infantil y el nacimiento de un hermano se

convierte en una razón para abandonar sus logros y desear para sí el estado de bebé.

El predominio de las tendencias sean progresivas o regresivas, como un rasgo general

de la personalidad, influye en el mantenimiento, de la salud mental y, en consecuencia,

tiene un

valor pronóstico. Los beneficios del placer que experimentan con el crecimiento, el

desarrollo y la adaptación ayudan a los niños del primer grupo. Los niños del segundo

tipo están más

expuestos a detenciones en los puntos de transición entre los distintos niveles del

desarrollo, en especial, establecer puntos de fijación, a sufrir de desequilibrio

emocional y a refugiarse

en la formación de síntomas.

Perfil Metapsicológico del Niño.

En la mente del analista todo el material recogido durante el procedimiento diagnóstico

se organiza en lo que podemos llamar un perfil metapsicológico comprensible del niño,

es decir, un cuadro que contiene datos de naturaleza dinámica, genética, económica,

estructural y de adaptación.

En la fase diagnóstica, el perfil de cada caso debe comenzar con el síntoma que motivó

la consulta, su descripción, su historia y antecedentes familiares y una enumeración de

las influencias ambientales posiblemente significativa.

Page 14: Evaluacion de La Patologia Segun a. Freud

Esquema del Perfil Diagnóstico

1.- MOTIVO DE CONSULTA (Detención del desarrollo, problemas de conducta,

ansiedades, inhibiciones, síntomas, etc.)

2.- DESCRIPCIÓN DEL NIÑO ( apariencia personal, actitud, maneras, etc.).

3.- ANTECEDENTES FAMILIARES Y. HISTORIA PERSONAL.

4.- POSIBLES INFLUENCIAS AMBIENTALES SIGNIFICATIVAS.

5.- EVALUACIÓN DEL DESARROLLO.

A. Desarrollo de los impulsos

1. -Libido -Examinar y describir

a) en relación con la fase del desarrollo.

b) en relación con la distribución de la libido.

c) en relación con la libido objetal.

2.- Agresión _ Examinar las experiencias agresivas que se encuentran a la disposición

del niño:

a) de acuerdo con su cantidad

b) de acuerdo con sus calidad

c) de acuerdo con su dirección

B. El desarrollo del yo y de superyo

6.- EVALUACIONES GENÉTICAS.

7.- EVALUACIONES DINÁMICAS Y ESTRUCTURALES.

8.- EVALUACIÓN DE ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES.