estudios del patrimonio cultural 09

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Noviembre 2012

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  • LA PROVINCIAJESUTICADEL PARAGUAY

    ARQUITECTURA

    PASTORIL

    ETNOBIOLOGAEN LASEN LAS ARRIBES

    EN LOS JARDINES DE LA GRANJA

    ARTEEN LA DICESISDE VALLADOLID

    VENDEDORESAMBULANTESAMBULANTES

    LAWRENCE &WOOLLEY

    noviembre 2012. www.sercam.es

    09ESTUDIOSDELPATRIMONIOCULTURAL

  • 05 I EDITORIAL

    06 I El lento proceso de valoracin del legado cultural de la antigua provincia jesutica del Paraguay Carlos A. Page

    32 I El Plan de Interpretacin de la Arquitectura Pastoril de Cogeces del Monte, Valladolid Roberto Losa Hernndez y Alicia Gmez Prez

    42 I La arquitectura tradicional de Arribes del Duero (Salamanca-Zamora): materias primas vegetales Jos Antonio Gonzlez, Monica Garca-Barriuso, Sonia Bernardos y Francisco Amich

    09EPC

  • 76

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    88

    56 I DOSSIER FOTOGRFICO: En los jardines de la Granja Roberto Losa Hernndez

    76 I El arte religioso en la Dicesis de Valladolid. Jos Luis Velasco Martnez

    84 I El To Cartujo. Un vendedor ambulante en Tierra de Campos. Alfredo Castro Castro

    88 I FRAGMENTOS ESCOGIDOS A orillas del ufrates

  • 09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL

    ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURALN9Noviembre de 2012

    ISNN 1988-8015

    EditaSERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.

    Consejo editorialAlicia Gmez PrezRoberto Losa HernndezJos Ramn Almeida Olmedo

    Colaboradores en este nmeroCarlos A. PageJos Antonio GonzlezMnica Garca-BarriusoSonia BernardosFrancisco AmichJos Luis Velasco MartnezAlfredo Castro Castro

    Diseo y maquetacinSERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.

    Foto portadaEscultura en el entorno de la fuente de Andrmeda. Jardines del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, Segovia.Foto: Roberto Losa Hernndez.

    Distribucin digital en www.sercam.es

    Para colaboraciones o informacin enve un email a:[email protected]

    Estudios del Patrimonio Cultural permite la reproduccinparcial o total de sus artculos siempre que se cite suprocedencia.

    Los artculos firmados son responsabilidad de sus autores.Estudios del Patrimonio Cultural no se responsabiliza ni seidentifica necesariamente con las ideas que en ellos se expresan.

  • 509 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL

    El panorama est revuelto, inevitablemente, y esto se est po-niendo cada vez ms feo: para temblar! Resulta que segn consigna poltica- lo que era intocable, como la sanidad y la educacin, hemos comprobado hace tiempo los ciudadanos de a pie- que ya haba sido manoseado. Con este panorama, fcil es imaginar el nivel al que queda el mantenimiento y ser-vicio de la CULTURA, un bien no considerado de primera nece-sidad pues utilzase tan slo para contrarrestar el embruteci-miento personal y consecuentemente social- y de una forma grfica o fotogrfica para dar fe de la cantidad de campos, sec-tores, parcelas o situaciones que tienen que afrontar nuestros gobernantes. Por lo que nos atae a las industrias culturales, en este caso de a ro revuelto desde luego no vemos la ganancia por nin-gn lado. Poco margen nos queda para la exportacin, aunque algo s para la innovacin, pero sin engaarnos: los presupues-tos que se manejan no slo no son ajustados sino lo siguiente, rebajndose sensiblemente por debajo de la lnea de lo razo-nable. Y, adems, cada da te sorprende como el trabajo que pensabas que no se poda realizar ms barato justificado en unas cbalas difcilmente sostenibles, algn compaero te demuestra que estabas equivocado, dolorosa y moralmente equivocado.La perversidad del sistema de licitacin de obra donde prima sobremanera la baja econmica, est acabando con todo. Con la innovacin, a la que deja muy poco margen de maniobra, con la investigacin, a la que no se permite explayarse en ningn sentido y, por supuesto, y no nos engaemos, con la calidad. Principalmente la calidad. Lo nico que se favorece es la creatividad: la inventiva de cmo hacer el trabajo lo ms barato posible pero resultn.En todas las licitaciones con las que me he enfrentado en es-tos ltimos aos, la baja econmica es un criterio que se en-seorea por encima del resto imponiendo su frrea dictadura autodestructiva. Solamente he encontrado una en la que no

    se tena en cuenta para nada este juicio. Ab-solutamente para nada. Rara avis en tiempo de crisis.No hace mucho conversaba al respecto con una conocida, que a veces propone algn concurso de los que me interesan, y confir-maba que la ponderacin econmica era de-terminante: cmo, sino, se puede defender fcilmente ante los ciudadanos una adjudica-cin y, ms an, probar la imparcialidad de los miembros de las mesas de contratacin?. Comprensibles justificaciones, pensaba yo, pero justas no me parecan pues, ya que en una licitacin queda establecida la cuanta de la obra, no parece mejor argumento mante-ner la calidad siempre menoscabada con las bajas econmicas- y/o proponer mejoras? Aunque por descabellado, o quiz quimrico, pueda tomarse este juicio mo, lo que a todas luces resulta evidente es la situacin de em-pobrecimiento progresivo que atravesamos las industrias culturales: escasa oferta de tra-bajo y poca rentabilidad de la misma. Conjun-cin explosiva que nos acerca al abismo. Y, lo que es peor, sin visos de mejorar a corto plazo (ya no podemos hablar de medio plazo). Yo, que suelo tener un punto de optimismo ele-vado y suelo reflejarlo en estas pginas, me estoy acercando peligrosamente al pesimis-mo desesperante. Ahora bien, como me dijo el director de la sucursal bancaria con la que estamos intentando renegociar una deuda: No hay problema, esto se soluciona con di-nero (el que no nos van a prestar). Ante todo buen humor.

    EDITORIAL

    Ya que en una licitacin queda establecida la cuanta de la obra, no parece mejor argumento mantener la calidad y/o proponer mejoras?

  • 609 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL

    Carlos A. Page I CONICET-CIECSConsejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas - Centro de Investigacin y

    Estudios sobre Cultura y Sociedad. I [email protected]

    La expulsin de los jesuitas de Hispanoamrica en 1767 constituy una bisagra en el tiempo que puso fin a una excepcional obra religiosa y cultural. A partir de en-tonces la reputacin de la Compaa de Jess cay en un abismo impensable de revertir. Sin embargo con la restitucin de la Orden primero y la posterior decisin institucional de reconstruir su propia historia, comen-zaron a valorarse sus obras artsticas y arquitectnicas hasta convertirse en estandartes de un importante le-gado patrimonial con alta significacin internacional. De tal manera se aborda este proceso de transforma-cin en la antigua provincia jesutica del Paraguay a travs del proceso histrico de su valoracin.

    ANTIGUA

    EL LENTO PROCESODE VALORACIN DELLEGADO CULTURAL DE LA

    Palabras clave: Jesuitas, Conservacin, Reducciones jesuticas, Estancias jesuticas

    PROVINCIA JESUTICADEL PARAGUAY

  • 09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 7

    1. La expulsin y extincin de la Compaa de Jess

    La pragmtica del rey Carlos III de 17671 de ninguna manera fue un acontecimiento que se cierra en s mismo sin admitir antecedentes y consecuencias. La decisin regia se constituye en una bisagra o punto de inflexin que marc un duro revs en la Compaa de Jess, convirtindose en una de las injusticias ms ignominiosas que sufri el mundo catlico. Los jesuitas tuvieron difciles das por caminar desde la creacin de la Provincia del Paraguay (1604)2, don-de soportaron las agresiones de prelados y encomenderos durante gran parte de los aos que permane-cieron en Amrica. Pero un hecho desencadenante de la catstrofe fue sin dudas el Tratado de Lmites o de Permuta, celebrado entre las coronas de Espaa y Portugal en 1750 (Kratz 1954). Fue un primer detonante que afin las asperezas entre el poder poltico y los ignacianos. En esta ocasin, la Compaa de Jess se de-bata frente a ambas potencias, quienes a sus espaldas canjeaban territorios ocupados por siete reducciones jesuticas3 a cambio del enclave urbano lusitano ubicado en territorio hispano de Colonia de Sacramento. La oposicin de los guaranes y jesuitas se hizo sentir y desemboc en una lamentable guerra. Pero ms all de beneficiar a tal o cual fuerza, afect directamente a sus propios pobladores en una cuestin que era ms sensible que la prdida material de los pueblos. Pues los portugueses en su territorio eran libres de esclavizar indios, mientras que para los espaoles aqullos eran considerados sbditos del rey. Esto fue una diferencia fundamental que claramente evaluaron jesuitas y guaranes a la hora de considerar las conse-cuencias posteriores. La guerra tuvo un desenlace previsible en la batalla de Caibat (1756). Pero luego de haber estado aliadas para esta contienda y salir victoriosas, las coronas de Espaa y Portugal concluyeron sus diferencias con el Tratado del Pardo (1761), donde entre otras consideraciones qued anulado el Trata-do de 1750 y los guaranes regresaron a sus destruidas y diezmadas reducciones. En aquel ao de 1750, asumi el marqus de Pombal como primer ministro de Jos I de Portugal y es incuestionable que a partir de entonces se inici una lenta conspiracin contra los ignacianos. La misma tuvo su punto ms lgido en el atentado que ocho aos despus sufri el rey, donde se involucr a su aman-te, la condesa de Tavora, al duque de Aveiro y al confesor de todos ellos, el jesuita Gabriel de Maladriga. El 1 La pragmtica sancin real fue firmada el 27 de febrero de 1767, dirigida al conde de Aranda, e impresa con una serie de providencias en cuatro voluminosos tomos (Coleccin 1767-1774).2 Estuvo conformada en su inicio por las actuales naciones de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay sur de Bolivia y parte de Brasil.3 Estas reducciones eran: San Borja, San Nicols, San Luis Gonzaga, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y Santo ngel.

  • 09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 8

    castigo fue implacable e incluy la pena de muerte, seguida del descuartizamiento a golpes de casi toda la familia y quema de los cuerpos de la condesa y el duque, seguido de la confiscacin de sus bienes. Incluso el P. Maladriga fue llevado a la hoguera por el Santo Tribunal de la Inquisicin. A semejantes atrocidades les sigui la expulsin de los jesuitas de Portugal. Pero hoy sabemos que toda esta sangre derramada fue una trampa de la corona lusitana para frenar el poder de una nobleza disconforme con el accionar regio. Comenz con Portugal, pero pronto se extendi a Francia (1762) a travs de Luis XV y por sus sim-patas con el jansenismo, y tiempo despus de la expulsin de Espaa (1767), a Npoles y Malta, es decir hacia todos los dominios gobernados por los borbones.En Espaa las acusaciones llovan por doquier dentro de una Iglesia en crisis, donde la Compaa de Jess era el blanco de los continuas acusaciones, como la de servir a la curia romana en detrimento de las prerro-gativas regias, fomentar las doctrinas probabilsticas, simpatizar con el regicidio y defender el laxismo de su sistema educativo (Fernndez Arillaga 2002: 251). La corte de Carlos III era ajena a las preocupaciones del pueblo y se embarc en una serie de obras superfluas que demandaban grandes costos. Y para des-hacerse de los jesuitas, tambin aqu hubo una excusa que deton en la severa acusacin que recibieron de incentivar los motines de Esquilache de 1766 (Andrs-Gallego 2003). Espaa se encontraba sumergida en una crisis econmica, por lo que la nobleza local responsabiliz al italiano secretario de Hacienda, el marqus de Esquilache, lo que deriv en su renuncia y expulsin, luego que tomara medidas econmicas y antipopulares. Terminado el motn, el rey orden una investigacin secreta por parte del fiscal de estado Pedro Rodrguez, conde de Campomanes4. En su informe se acus a los jesuitas como instigadores del mo-tn, aconsejndose la expulsin de la Orden, incluso con recomendaciones prcticas para su cumplimiento, de las que fue encargado de cumplir el conde de Aranda. La ejecucin se llev a cabo con absoluto secreto y con ella se sucedieron una serie de irregulari-dades. Aconteci a altas horas de la noche a cargo de soldados que cometieron atropellos y desmanes. Los jesuitas fueron arrestados en sus colegios, conducidos a una habitacin, donde se les tom la filiacin y cargo. Luego se les ley el Decreto y se los encerr en los refectorios. Los mismos funcionarios tambin cometieron excesos, como el gobernador Bucareli, quien emiti un bando dando cuenta a la poblacin de Buenos Aires de lo decretado por el rey e intim con pena de muerte a quien lo contradijese o se comuni-cara con los jesuitas. Todos los religiosos de la provincia del Paraguay, que eran aproximadamente 450, se embarcaron en Buenos Aires rumbo a Espaa. Algunos murieron en el viaje, como el arquitecto italiano Pedro Pablo

    4 Este dictamen secreto se conoci recientemente (Rodrguez Campomanes 1977).

    La expulsin de los jesuitas de Espaa el 31 de marzo de 1767. Grabado del Muse de Port-Royal-des-Champs, Magny-les-Hameaux, Francia.

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    Danesi o el mismo provincial Manuel Vergara, que falleci en el Hospicio de Misiones de Cdiz apenas arri-b. Finalmente, fueron conducidos a Italia. Luego de varias vicisitudes y en reemplazo del P. Vergara, fue nombrado provincial el P. Robles, residiendo en Imola, donde primeramente se constituy el Colegio Mxi-mo. Sin embargo, Carlos III prohibi a los jesuitas que se siguieran nombrando provinciales o refundando colegios con las mismas denominaciones anteriores. El mandato se acat a medias y, al cumplir su trienio, el P. Robles fue sucedido por el P. Muriel, aunque a partir de ese momento las designaciones espaolas cambiaron por santos de la Iglesia y a la provincia del Paraguay se la llam en el exilio provincia de San Jos, mantenindose hasta la abolicin de la Orden, que no tardara en llegar. Precisamente, esta ltima calamidad tuvo como protagonista a Clemente XIV, quien en su breve Dominus ac Redemptor noster extingui a la Compaa de Jess en 1773. Sin embargo, un ao despus, el mismo pontfice firm una retraccin (Gmez Ferreira 1973) sobre aquella disposicin, argumentando las presiones que soport. Efectivamente, de esta metodologa estuvo encargado el embajador espaol en Roma Jos Monio, quien incluso hasta el texto de la extincin parece ser de su autora, habiendo sido en-viado a Carlos III antes de su publicacin y para su aprobacin. Por su buen desempeo, Monio recibi el ttulo de conde de Floridablanca y el Papa la restitucin de los reinos de Benevento y Avin (Page 2011a).

    2. Los jesuitas expulsos y las memorias que nos legaron

    El exilio no fue nada fcil de sobrellevar. Tengamos en cuenta que en algunos casos los sacerdotes fallecieron a los pocos aos de su estada en Italia debido a su avanzada edad, pero jvenes como el tucu-mano Diego Len de Villafae, arrancado del convictorio de Crdoba a los 26 aos, recin pudo regresar a su patria luego de 35 aos de proscripcin.

    Todos esos aos de exilio no iban a pasar en vano. Por el contrario, los jesuitas expulsos van a producir una revolucin en las letras castellanas. La mayor produccin estaba reservada en gran medida para una estirpe de hombres que deseaban hacer conocer al mundo su vida cotidiana misional en pases lejanos y llenos de peligros. Sobresalen en este sentido los americanos, nutridos de una experiencia educacional y misional que los distinguan. Los educadores derivaron en publicistas y los misioneros en la produccin de obras de carcter etnogrfico y geogrfico. En la antigua provincia del Paraguay se destacaron varios profesores escritores, como el zarago-zano Joaqun Mills, que trabaj sobre el valor pedaggico de las letras clsicas o el filsofo Gaspar Phitzer que dej varios tratados de su especialidad, como lo hizo a su vez Domingo Muriel. Tambin el erudito Jos

    Los jesuitas expulsosprodujeron una revolucin en las letras castellanas.

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    Snchez Labrador escribi numerosas cuestiones de historia natural, al igual que Jos Jols con su Historia natural de la regin chaquea. El ingls Toms Falkner public en 1774 una descripcin de la Patagonia, haciendo el primer descubrimiento y mencin de un gliptodonte. Pues la ciencia ocup un lugar prepon-derante en los escritos y buen ejemplo de ello fueron el santafesino Buenaventura Surez, considerado el primer astrnomo argentino, o Gaspar Jurez, brillante botnico y paleontlogo. En nuestra disciplina histrica, el P. Jos Guevara public en 1764 la Historia del Paraguay, Ro de la Plata y Tucumn, donde se ocupa tambin de la flora. El mismo Iturri es preciado como el primer historiador argentino, pues, siendo natural de Santa Fe, escribi una obra pionera que permanece extraviada. No menos importante fueron los trabajos biogrficos, como los del mismo Jurez, el famoso Jos Manuel Perams y Francisco Miranda, entre otros. Tambin Manuel Canelas dej una relacin sobre los indios mocoves, y Pedro Juan Andreu dos obras impresas y una indita sobre la historia tucumana y etnografa chaquea. Jos Cardiel nos leg varias obras de gran inters, como el P. Jos Quiroga, marino, cartgrafo y matemtico. Martn Dobrizhoffer y Florin Paucke escribieron sus experiencias entre los indios del Chaco. Muchas de estas obras fueron publi-caciones pstumas, influyendo en el siglo XIX y profundamente an en nuestros das.

    Con el pasar de los aos, la Compaa de Jess fue restablecida, primero en Npoles y en Parma, lue-go en las dos Sicilias, hasta que el 7 de agosto de 1814 la bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum, del papa Po VII, habilitado de su cautiverio napolenico en Francia, dej restablecida la Compaa de Jess en todo el mundo catlico con un solemne acto de reparacin en Roma, donde asisti Mara Luisa de Borbn. Tambin hizo lo propio Fernando VII, quien revoc la pragmtica de su abuelo el 29 de mayo de 1815 e invit a todos los jesuitas hispanos y americanos a que regresaran a la Pennsula. De tal manera que

    Ilustracin del libro original del P. Florin Paucke (1944) que representa la reduccin de San Javier de indios mocoves, donde trabaj varios aos.

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    unos 120 sacerdotes abandonaron las poblaciones del Lacio y regresaron a Espaa. Casi medio siglo tuvo que soportar la Compaa de Jess su desaparicin y los efectos que ello caus en la sociedad universal: persecuciones, decretos de pena de muerte, saqueo y destruccin de los testimonios construidos. Hasta fue prohibida la lengua guaran, aquella que invocara como ltimo aliento el maestro de novicios P. Juan de Escandn en su lecho de muerte de Faenza.

    3. La reconstruccin de la Historia

    Tanto en las vsperas como en las postrimeras de las independencias americanas, surgieron muchos textos que desvalorizaron la empresa colonizadora espaola, y ms an, la naturaleza del nuevo conti-nente y las potencialidades de los pueblos originarios. Se destacan principalmente las obras de Corneille de Pauw (1739-1799), Guillaume T. Raynal (1713-1796) y William Robertson (1721-1793). Los jesuitas fueron los primeros detractores de estas teoras, pero tambin se dividieron en sus apreciaciones entre hispanos europeos y criollos, aunque juntos cultivaron una ideologa regionalista que aument con la melancola de la distancia y los sufrimientos que les ocasion el exilio. De estas tendencias, la obra de Jos Manuel Pera-ms comparando la Repblica de Platn con las reducciones guaranticas (1793) ya no tiene solo carcter religioso, sino que evidencia sus marcados pensamientos europeos.

    Si con sus escritos los jesuitas pretendan dejar viva su memoria, tambin a ellos se atac y la histo-riografa decimonnica fue implacablemente contraria a la obra de los ignacianos. Ejemplo de esto son los textos del espaol Flix de Azara que se mostr sumamente crtico frente a una posicin ms favorable que tom el criollo den Gregorio Funes. Ambos marcaron una lnea que segua dividiendo la siempre presente antinomia antijesutica. Al primero lo siguieron Bartolom Mitre, Juan Mara Domnguez, Vicente Fidel L-pez y otros, denostando a los jesuitas. Este ltimo senta una profunda repulsin por el sistema econmico, social y poltico experimentado en las reducciones y en consecuencia despreciaba tambin a sus cronistas, a quienes les imprima todo tipo de rtulos injuriosos. No es casual que los historiadores del siglo XIX que siguieron a Azara reconocieran el sistema de las encomiendas, mitas y malocas como un acto natural, y que no se justificaba que los jesuitas calificaran esos mismos actos como perversos.

    En el otro extremo, sigui a Funes el historiador talo-rioplatense Pedro de Angelis, quien se present como un restaurador moderado que inici una revalorizacin de la obra jesutica a travs fundamental-mente en la edicin de algunos antiguos textos de su formidable coleccin, mayormente indita, que se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Ro de Janeiro. En esa lnea tambin se van a ubicar Andrs

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    Lamas, que edit nuevamente la obra del P. Guevara (1873) y, sobre todo, la Historia del Paraguay del P. Lozano (1873), a quien no solo llev a la imprenta, sino que prolog con acentuada consideracin al autor. Lamas fue quien sobre todo valor profundamente la admirable labor historiogrfica que otros de su tiem-po despreciaban debido a sus arrogantes cargas ideolgicas. Se sumaron tiempo despus Rmulo Carbia y Ricardo Levillier, quienes reafirmaron el alto contenido erudito y cultural de los cronistas-historiadores de la Compaa de Jess.

    En el seno mismo de la Compaa de Jess restablecida, surgi la necesidad de recordar y contar esa gloriosa Historia de epopeyas misionales por entonces casi olvidada. Fue por ello que en la Congre-gacin General de 1892, al ser elegido como general de la Compaa de Jess el espaol P. Luis Martn, se le encarg especialmente que inicie una historia integral de la Orden a travs de sus Asistencias. Al ao siguiente, se form el Colegio de Escritores, conocidos como monumentalistas, quienes con residencia en Madrid y liberados de otros ministerios deban dedicarse a estudiar la historia en forma exclusiva. Incluso se encomend a Ludwing Carrez SJ que confeccionara un atlas histrico-geogrfico mundial de la Com-paa de Jess que se public en Pars (Carrez 1900). En Roma sucedi contemporneamente algo similar con aquellos que deban ordenar la documentacin existente en el generalato y formar el famoso archivo romano (ARSI). De esta manera apareci a fines del Siglo XIX y principios del XX un movimiento de histo-riadores jesuitas abstrados a la impostergable necesidad de reivindicar la obra ignaciana en el mundo. As surgi la mencionada Monumenta Histrica Societatis Iesu, con las historias de las Asistencias. Para Espaa y Amrica fue dirigida por Antonio Astrain, para Alemania lo hizo Bernhard Duhr, de Portugal se encarg Francisco Rodrigues y de Italia el prestigioso Tacchi Venturi. Todos ellos formaron un importante cuerpo de investigadores con numerosos amanuenses y colaboradores en todo el mundo.

    A pesar de las recomendaciones del prepsito general Martn de ser crticos y no apologticos, gene-ralmente se cay en esta ltima particularidad que priv los esfuerzos del vigor de la reflexin. Se sigui con el trabajo y se publicaron varias obras profundas, pero nunca se lleg a concretar la deseada Monumen-ta Paraguaya, que sera parte del conjunto de provincias americanas y de las que se materializ en sendos libros la Monumenta Peruana del P. Antonio Egaa y la mexicana del P. Flix Zubillaga, quedando tambin en este caso por hacerse la Monumenta de Nueva Granada, tarea a la que estn abocados en la actualidad los jesuitas Jos del Rey Fajardo y Alberto Gutirrez.

    La obra del jesuita espaol Antonio Astran (1857-1928) es enorme en contenido y calidad. Se public entre 1902 y 1916 en siete tomos5. Uno de sus mayores colaboradores fue el P. Pablo Pastells (1842-1932),

    5 Solo de la parte que trata sobre la provincia del Paraguay fue reeditada (Meli 1996).

    En el seno mismo de la Compaa de Jess restablecida, surgi la necesidad de recordar y contar

    esa gloriosa Historia de epopeyas misionales.

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    quien adems public su propio trabajo, consistente en una monumental recopilacin de documentos del Archivo de Indias, obra en cinco tomos aparecida entre 1912 y 1933 que fue continuada por el P. Francisco Mateos que agreg tres tomos (Page 1999). Aunque en el Archivo de los Jesuitas en Granada permanecen las fichas originales del P. Pastells por las que se podran publicar varios tomos ms.

    Sobre los estudios de la antigua provincia jesutica del Paraguay creci la labor con aportes his-toriogrficos destacables, convirtindose en tres pilares fundamentales, los PP. Pablo Hernndez (1852-1921), Carlos Leonhardt (1869-1952) y Guillermo Furlong (1889-1974).

    El primero tuvo la iniciativa de traducir y completar la obra de Charlevoix-Muriel y luego dar a co-nocer un libro sobre la expulsin de los jesuitas, para completar su labor con su famosa obra Organizacin social de las doctrinas guaranes (1913), donde enfticamente se puso en consideracin la epopeya jesuti-co-guaran. El alemn Leonhardt, quien insisti en la formacin de la Monumenta Paraguaya, dedic gran parte de su labor historiogrfica a traducir del latn las Cartas Anuas, pero slo pudo publicar las del periodo 1609-1637 en dos voluminosos tomos aparecidos en 1927 y 1929. Continu su tarea el Dr. Ernesto Maeder, quien, en las ltimas dos dcadas del siglo XX, alcanz a publicar hasta la Anua de 1654. Finalmente, el P. Furlong nos exime de todo comentario ante la conocida y tambin monumental obra de la que somos depositarios y que marc una historiografa abierta al conocimiento y profundizacin de diversos temas (Geoghegam 1975).

    Estos tres historiadores jesuitas del siglo XX, si bien no fueron los nicos, realizaron valiosas con-tribuciones historiogrficas en un afn de persistencia y bsqueda de reconocimiento de un pasado ver-daderamente glorioso para el mundo catlico. Sus textos se sumaron a la construccin de un archivo ex-cepcional en Buenos Aires, lamentablemente en gran parte desaparecido ante la desidia de la Orden por conservar papeles antiguos. No era casual que los libros de Furlong segn relat su editor en un home-naje pstumo al historiador- no se vendieran, pues an en la dcada del setenta del siglo pasado persista cierto rechazo a los tiempos pasados de la Compaa de Jess. Por ello, el inters por esa Historia comenz a valorizarse paralelamente en investigadores extranjeros, como el protestante Magnus Morner, e incluso jesuitas, como el suizo Flix A. Plattner SJ y otros, que tempranamente aparecieron con sus trabajos en la dcada de los cincuenta.

    En Argentina, a partir de las incursiones en el tema del mencionado Maeder, se abri un inmenso abanico que llega hoy a un nmero enorme de historiadores dedicados a la historia de la antigua Compaa de Jess. Igualmente pas en Paraguay a partir de los trabajos del jesuita espaol Bartomeu Meli, discpu-lo del P. Antonio Guash y del etnlogo Len Cadogan. Mientras en Brasil se destaca el P. Ignacio Schmitz SJ,

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    que dirige el prestigioso Instituto Anchietano de Pesquizas, siguiendo las huellas de jesuitas como Serafn Leite que en la dcada del 50 escribi las Cartas do Brasil e Historia da Compania de Jesus no Brasil. Tambin han sobresalido Arnaldo Bruxel SJ, Arno Kern, Regina Gadhela y muchos otros.

    4. Las primeras demoliciones e intervenciones arquitectnicas en la regin guarantica Inmediatamente despus de la expulsin, las monumentales construcciones jesuticas sufrieron tam-

    bin un desprecio ideolgico notable y manifiesto en varios ejemplos, como cuando se demoli la iglesia jesutica de Asuncin a pesar del contundente informe del ingeniero Julio Ramn de Csar, firmado en el verano de 1788, que bregaba por la conservacin del edificio, aunque le vali la desacreditacin de sus colegas. Tambin la esplndida iglesia de Trinidad, fue motivo para que se le demoliera caprichosamente su frontispicio, pues su magnificencia se consideraba una afrenta y bien podan ser usadas las piedras para otras construcciones. Las consecuencias de esta arbitrariedad perpetrada en 1774, fue motivo para que se derrumbara su bveda, con serios daos en la cpula (Page 2011b). Pero con el transcurrir de los aos ya no hubo que forzar demoliciones, sino que el mismo tiempo se encarg de condenar a ruinas la mayora de los monumentos.

    De tal forma que las reducciones jesuticas guaranes corrieron diversos destinos al quedar des-protegidas con la prdida de los religiosos y sobre todo bajo el acecho tambin de los portugueses que continuaron saquendolas impunemente hasta apoderarse de gran parte del territorio que ocuparon luego del Tratado de San Ildefonso (1777). En ese contexto surgi como lder un caudillo mestizo llamado Andrs Guacurar (Andrecito), ahijado de Jos Gervasio de Artigas, que contuvo por un tiempo los arrebatos. Pero, finalmente, algunas tierras fueron incorporadas al Brasil y otras vendidas a los terratenientes de la regin. Posteriormente, los sitios fueron una y otra vez escenarios de guerras que destruyeron an ms lo poco que quedaba.

    Parte grfica del informe del ingeniero Julio Ramn de Cesar de 1788 sobre la desaparecida iglesia de los jesuitas de Asuncin, donde se puede observar el sistema constructivo de la cubierta y su propuesta de consolidacin estructural (Page 2011b).

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    La valoracin de las ruinas jesuticas de guaranes tuvo en primera instancia una apreciacin ligada al punto de vista arqueolgico, aunque desde una visin positivista, donde los restos constituan una curio-sidad de un pasado considerado en su tiempo como retrgrado. Los primeros pasos los dio el director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Francisco P. Moreno, quien envi en 1888 al naturalista Adolfo de Burgoing a los fines de recolectar material arqueolgico en las reducciones de San Ignacio Min, Mrtires, Santa Mara Mayor, Loreto, Concepcin y Apstoles. Le siguieron al poco tiempo Eduardo Holmberg (1887) y Juan Ambrosetti (1893-1895). Cada uno public sus impresiones y de ellas se destaca la del agrimensor Juan Queirel (1897), quien fue enviado a delinear una colonia agrcola, visitando varias reducciones. Al poco tiempo public una detallada relacin de San Ignacio Min, adjuntando un relevamiento, croquis y fotogra-fas.

    Estas primeras exploraciones y el conocimiento de sus resultados a travs de importantes libros ini-ciaron un debate en cuanto a la recuperacin de las mismas, postura sostenida sobre todo por Ambrosetti y Queirel, quienes no fueron escuchados por el presidente Carlos Pellegrini, que orden en 1901 el traslado a Buenos Aires de una de las mayores piezas del conjunto, como es la gran piedra con el anagrama de Je-ss que se ubicaba en el zcalo de la fachada de San Ignacio Min (hoy en el Museo Histrico Nacional de Buenos Aires). No obstante, el sitio fue limpiado de malezas, establecindose un cuidador y comenzando a tomar popularidad luego que el gobierno nacional le encarg a Leopoldo Lugones en 1903 un libro sobre las reducciones jesuticas.

    La primera legislacin para la proteccin de las ruinas se dict en 1906 al declarrselas Reserva Fiscal, quedando administrada por el Ministerio de Agricultura de la Nacin. El decreto se extendi en 1922 pero no incluy la totalidad del sitio de San Ignacio, mientras al ao siguiente se cercaron las ruinas, al tiempo que el pueblo adjunto iba creciendo.

    No obstante, con estas mnimas prevenciones, los saqueos se continuaron, ya no slo a objetos de valor artstico que terminaban en colecciones privadas o depsitos de museos lejanos, sino tambin a le-vantar nuevos poblados con las antiguas piedras talladas. De esta manera, fueron ms los pueblos que

    Anagrama de Jess que se encuentra en el Museo Histrico Nacional de Buenos Aires desde 1901.

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    desaparecieron que los que algo conservaron, y que lo hicieron gracias a la selva que, si bien en principio los deterior, en definitiva, termin protegindolos del hombre, destructor por antonomasia.

    En Argentina, la valoracin y conservacin de los monumentos coloniales que se inici con la crea-cin de la Comisin Nacional de Monumentos (1938) incluy las obras de los jesuitas y fue un paso funda-mental. Aqu fue cuando la valoracin de los bienes materiales comenz a profundizarse, justamente ante la afirmacin de los avances en el conocimiento histrico.

    No podemos dejar de soslayar que las primeras intervenciones arquitectnicas de valoracin del monumento como tal nacieron con un sentido de jerarquizacin o enriquecimiento de una arquitectura considerada vetusta. Esto se vislumbra claramente en las obras de refaccin del siglo XIX del claustro de la Universidad de Crdoba, como veremos en particular.

    La intervencin del arquitecto Mario J. Buschiazzo en 1938 fue decisiva. Visit las ruinas y elev un completo informe al presidente de la Comisin Nacional de Monumentos, Dr. Ricardo Levene, abogando por una intervencin urgente. Se comenz con un plan integral de restauracin y San Ignacio fue declarado Monumento Histrico Nacional en virtud de la ley 12.665. Buschiazzo form un pequeo grupo de profe-sionales y envi al arquitecto Jorge A. Cordes, quien trabaj hasta su renuncia en 1940. A partir de entonces y hasta 1948, se hizo cargo de las obras el arquitecto Carlos Luis Onetto.

    Medio siglo despus de la intervencin arquitectnica, modelo por entonces, y que verdaderamente hizo escuela en el pas, Onetto (2000) public sus memorias recordando las vicisitudes que comenzaban con slo llegar al lejano sitio, adquisicin de materiales y reclutamiento de mano de obra. Los criterios

    El arquitecto Carlos L. Onetto en la tarea de reposicin del ngel de la fachada de San Ignacio Min.

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    de intervencin adoptados siguieron la consolidacin de las ruinas manteniendo su autenticidad, valor y significados que cmo tal tenan. En contados casos, se rearmaron muros desplomados o en riesgo de desmoronamiento, mientras que la fachada fue restaurada por anastilosis, destacndose el hallazgo del gran ngel cado que se ubicaba del lado derecho, donde fue restablecido. Pero algunos problemas co-menzaron a aparecer en 1971, cuando se desplom parte del muro lateral de la iglesia. Recin en 1996 un especialista espaol detect la falta de argamasa orgnica original entre las piedras. Fue entonces cuando el organismo nacional encargado de su conservacin contrat al ingeniero Juan Mara Cardoni, quien con-trariamente encontr la respuesta introduciendo morteros de cemento y cal entre los muros y micropilotes de hormign armado. Obviamente, a los cinco aos se produjeron fisuras que, en definitiva, reafirman la falta de investigacin histrica, pues desde la poca jesutica los muros tuvieron problemas de estabilidad (Levinton 2009: 39-42).

    En esta misma dcada, se intervino en Loreto y Santa Ana (Argentina) que hasta ese momento se hallaban inmersos en un ecosistema natural surgido desde que se abandonaron los pueblos. Desmontes, desmalezamientos e intervenciones arqueolgicas puntuales, como la residencia, templo y capilla de Lo-reto, terminaron siendo abandonados. Pero an quedaron oscurecidos ante la permisividad que se dio en Santa Ana donde en su ingreso se construy una fbrica de yerba que incluso fue creciendo en instalacio-nes hasta la actualidad, levantadas sobre el antiguo sector de viviendas indgenas. Minimizadas quedan estas intervenciones cuando para la misma poca se construyeron ostentosos centros de interpretacin

    Detalle la iglesia de San Miguel en el grabado de Alfred Demersay (1846).

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    o de visitantes a costos altsimos y sobre sectores arqueolgicos. Escandaloso testimonio de despilfarro, testigo de una poca que sigui sumiendo a los valiosos restos en su persistente ansiedad por desaparecer (Poenitz y Snihur 1999).

    La conciencia por recuperar el patrimonio jesutico fue paralela en Brasil, especialmente en la re-duccin de San Miguel que fue abandonada como iglesia en 1828 y casi dos dcadas despus fue repre-sentada por Alfred Demersay (1860-1864), tal como la dibujara Jos Mara Cabrer en 1784 pero en des-esperantes ruinas y poco antes del incendio que destruy la cubierta cinco aos despus (Gutirrez 2003: 324). Tiempo que -como en otros sitios- se publicaron impresiones de viajeros, especialmente de los de-marcadores de lmites. Despus de un poco ms de un siglo, se comenz a pensar en la restauracin del monumento, quedando a cargo de la Directoria de Terras da Secretaria do Estado e Obras Publicas y, desde 1937, del Servio de Patrimnio Histrico e Artstico Nacional (IPHAN), ao en que se declar a San Miguel como Patrimonio Nacional. Entre el grupo fundador de aquella institucin se encontraba el arquitecto Lu-cio Costa (1902-1998) quien realiz un completo informe tcnico sobre la situacin de los edificios. Inme-diatamente se design al arq. Lucas Mayerhofer que trabaj en un proyecto de intervencin integral, ante un edificio que amenazaba el desmoronamiento de la torre a partir de una profunda grieta que presentaba la misma. Para ello, se desmontaron las piezas de mampostera y luego se reubicaron (Mayerhofer 1969), mientras quien fuera el autor del Plan Piloto de Brasilia proyect el Museu das Misses (1940) con una so-briedad impecable.

    En 1954, se realizaron nuevas obras de consolidacin, intensificndose los estudios cientficos e inclu-so de valoracin de la arquitectura jesutica (Smith 1962). En tanto, en 1970, se incorporaron al patrimonio nacional los sitios arqueolgicos de San Juan Bautista, San Lorenzo Mrtir y San Nicols, parte de aquellos siete pueblos en disputa por 1750. A partir de entonces, se hizo cargo de los sitios el profesor Julio Curtis, cuando se comenzaron a estudiar sistemticamente los restos arqueolgicos y la regulacin urbana de sus entornos. La actividad no ces y, una dcada despus, se hizo cargo el arquitecto Fernando Machado Leal, tiempo en que se incorpor San Miguel al Patrimonio Mundial, continuando las obras de conservacin el arq. Luiz Antnio Bolcato Custdio y, sobre todo, Vladimir Fernando Stello, quien se instal en San Miguel como jefe tcnico (Bolcato Custdio Stello 2007 y Stello 2005).

    En Paraguay, todo fue un tanto diferente, pues la mayora de las reducciones fueron saqueadas e incendiadas, conservndose slo algunas pocas. Sin embargo, el mayor legado fueron las innumerables es-culturas que han llegado hasta hoy. Llama la atencin esto, pero se explica en testimonios de principios del siglo XIX que expresan claramente que los indios decidieron irse de las reducciones y vivir en la inclemen-

    El arquitecto Lucio Costa (1902-1998) y el museo de San Miguel.

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    cia, pero llevando todas las imgenes de las iglesias a la selva. Y esas imgenes hoy restituidas se exhiben en varios museos como el de Santiago, Santa Rosa, Santa Mara de Fe y San Ignacio Guaz, donde slo se han conservado las excepcionales esculturas como nico testimonio del legado jesutico. Aunque desta-quemos que en la dcada de los sesenta se limpi de escombros la reduccin de Jess y en 1973 se realiz un relevamiento planimtrico completo del rea. De tal forma que recin entre 1981 y 1985 se realizaron intervenciones de consolidacin, limpieza qumica y sellado de pilares y fachadas. En la siguiente dcada y con la participacin de especialistas espaoles financiados por la Agencia Espaola de Cooperacin In-ternacional (AECID), se apuntalaron muros de la residencia y talleres, adems de confeccionarse un nuevo relevamiento planimtrico que incluy un informe medioambiental y un estado general de la reduccin, donde se detectaron varias decenas de patologas. En tanto que la reduccin de Trinidad se realizaron si-milares trabajos de conservacin entre 2002 y 2006. No obstante, las intervenciones arquitectnicas de los edificios que se conservaron han tenido variadas respuestas tcnicas que alcanzan la reconstruccin de la reduccin de San Cosme y San Damin, llevada a cabo con el patrocinio de Missions Prokur Nurember y del DIGETUR (hoy Secretara Nacional de Turismo SENATUR) en 1978 y el acuerdo de la ex prelatura de Encarnacin. Recientemente se le incorpor un cuestionado edificio como Centro de Interpretacin

    La Anunciacin en la Capilla de Loreto de la desaparecida reduccin de Santa Rosa (Paraguay).

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    Planetario, donde supuestamente trabaj el jesuita Buenaventura Surez. Mencin especial merece el rescate de la magnfica capilla de Loreto, conservada en el desaparecido pueblo de Santa Rosa fundado en 1698, quemado a fines del siglo XIX, donde se destacan sus pinturas murales y las delicadas esculturas de la Anunciacin del artista Jos Brasanelli (Sustersic 2010).

    5. Las reducciones de chiquitos

    Como parte de la antigua provincia jesutica del Paraguay, la regin habitada por los chiquitos se ubi-ca en el corazn de Amrica Latina, sobreviviendo primero a los ataques de los bandeirantes portugueses y luego a la codicia de los espaoles. No obstante, los motivos principales de su relativa conservacin fueron en primer lugar su aislamiento y luego la perseverancia del historiador de arte suizo Flix A. Plattner (1906-1974), quien qued maravillado con la obra del jesuita Martin Schmid, compatriota inmigrante de aquellos gloriosos das fundacionales, autor de la mayor parte de las iglesias reduccionales. Pero, anteriormente, don Plcido Molina Barbery fue quien por 1943 trabaj en la demarcacin de los lmites de Bolivia con el Brasil. Fotografi cada rincn de San Ignacio, Santa Ana y San Rafael, conformando un valioso material grfico que fue sustancial a la hora de intervenir en los histricos templos. Pero insistimos que fue decisivo el viaje por Amrica del jesuita suizo, quien a su regreso public varias obras6.

    Con los aos, Plattner alcanz el cargo de procurador de la Compaa de Jess en Zurich. Fue enton-ces cuando en 1972 hizo una convocatoria para salvar la iglesia de San Rafael (en coincidencia con el ao del bicentenario de la muerte del P. Schmid) y envi a Bolivia al arquitecto tambin jesuita Hans Roth (1934-1999), quien se puso a trabajar junto con los indios. Pero los superiores de la Compaa de Jess le haban ordenado regresar a Europa a los seis meses de arribado y el joven jesuita no obedeci, ante la admiracin que le causaron estas maravillas, que le hicieron tomar la valiente medida de renunciar al Instituto e insta-larse hasta su muerte en los pueblos chiquitanos.

    La decisin y labor de Roth fue admirable. Cre talleres de restauracin especialmente levantados para las obras de las iglesias que hicieron los mismos indios. Procur igualmente talleres de construccin

    6 Recordemos algunas de sus trabajos como Der grosse Dr. Tang, Jesuit und Mandarin (Saarbrcken, 1936). Ein Reislufer Gottes. Das abenteuerliche Leben des Schweizerjesuiten P. Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Lucerna, 1944). Jesuiten zur See. Der Weg nach Asien (Zrich, 1946) [Jesuitas en el Mar (Buenos Aires, 1952)]. Pfeffer und Seelen (Einsiedeln, 1955). Genie im Urwald. Das Werk Auslandschweizers Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Zrich, 1959). Deutsche Meister der Barock in Sdamerika im 17. und 18. Jahrhundert (Basilea, 1960). Indien (Maguncia, 1963).

    El arquitecto Hans Roth (1934-1999) junto a un busto del P. Schmid.

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    de instrumentos musicales, debido a la aficin tan grande que tenan los indios por la msica. Y eso no era casual, pues Roth hall en el coro de la iglesia de San Rafael unos libros con tapas hechas con folios enco-lados que eran partituras de msica, algunas compuestas por el clebre jesuita Domenico Zpoli, que haba sido organista del Gesu en Roma, muriendo en Crdoba (Argentina) en 1726. Otras 1.500 partituras fueron descubiertas en la casa parroquial de Santa Ana, junto a numerosos instrumentos musicales. A la asom-brosa coleccin se sumaron obras de varios compositores jesuitas de la poca y msicos contemporneos, como el mismo Martin Schmid, Julin Knogler, Franz Brentner, Julin Vargas, Bartolom Massa, Arcngelo Corelli y Nicola Calandro. A partir de este monumental hallazgo, se cre el Archivo Musical de Chiquitos en Concepcin, con 5.500 folios de partituras musicales, que dieron origen al famoso Festival Internacional de Msica Renacentista y Barroca Americana que se convoca peridicamente desde 1996.

    La primera obra de Roth fue la restauracin de la emblemtica iglesia de San Rafael en base a un proyecto de los arquitectos Georg e Ingrid Kttinger. La obra se comenz en 1972 y se concluy una dcada despus. Incluy el tallado de nuevos horcones colocados sobre cimientos de hormign, se cambiaron las vigas y tijeras daadas y se renovaron las pinturas murales.

    Entre 1974 y 1982 restaur la iglesia de Concepcin, donde se reemplazaron todas las maderas. Paralelamente, y desde 1979 y hasta 1985, Roth restaur la iglesia de San Miguel, junto al carpintero Alois Falkinger, donde se tallaron nuevamente los horcones colocados tambin sobre cimientos de hormign, adems de cambiar vigas, tirantes y tijeras. Es interesante destacar aqu que algunas pinturas murales debieron ser desprendidas de los muros porque amenazaban desplomarse, y luego de reparadas fueron vueltas a colocar. En Concepcin, en cambio, las pinturas originales no pudieron ser salvadas y se hicieron nuevamente.

    En 1987 emprendi la restauracin de la iglesia de San Javier sustituyendo vigas y tijeras daadas al igual que las tallas de los horcones. Al ao siguiente, se comenz el proyecto de San Jos donde funda-mentalmente se demolieron los edificios anexos y se reemplazaron los horcones y maderas interiores.

    En 1995 inici la obra de San Ignacio y desde 1996 se sumaron al arquitecto Roth los colegas Eckart

    Interior de la iglesia de San Javier en Chiquitos.Foto: Fernando Allen.

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    Detalle del proyecto de prtico de una de las tres propuestas que realiz el arquitecto Juan Kronfuss en 1914 para la conclusin de la fachada de la Iglesia jesutica de la ciudad de Crdoba.

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    Khne, Patrick Walter, Jos Luis Cabezas y Javier Mendoza en la restauracin integral de Santa Ana. Esta vez se reutilizan los horcones, colocndose tambin sobre bases de hormign, adems de la restauracin de pinturas murales, retablos, mobiliario, rgano, imgenes y el piso cermico original.

    Pintura, escultura, artesanas, arquitectura y msica eran el contexto donde se desarrollaron estas reducciones jesuticas que buscaban establecer un mundo diferente. Hoy son los nicos testimonios cons-truidos y en pleno uso del mundo de aquella epopeya Ignaciana.

    Todo este legado recuperado por Roth en casi tres dcadas y sin apoyo oficial, se convirti en uno de los ms ambiciosos y sostenidos proyectos de restauracin de Hispanoamrica. Obras que tuvieron como trasfondo un profundo sentido social, pues no solo se preservaron los monumentos, sino que tam-bin se construyeron viviendas y escuelas, museos y archivos. Pero fundamentalmente se crearon estruc-turas organizativas y de desarrollo de los pueblos indgenas, quienes sintieron profundamente la verdadera recuperacin de sus identidades culturales. La impecable restauracin arquitectnica fue slo una excusa para volver a dar vida a las comunidades chiquitanas (Page 2008).

    6. El patrimonio jesutico de Crdoba (universidad y estancias) Los inicios de la valoracin de la arquitectura jesutica en Crdoba, que conserva el edificio de la uni-

    versidad y varias estancias, tuvieron el sentido de ampliar y jerarquizar de mbitos deteriorados por el tiempo. Las obras de la universidad desarrolladas en el siglo XIX se las pens con una nueva imagen ins-titucional, incorporndole el lenguaje en boga. Pisos y zcalos de mrmol, decoraciones en muros que incorporaban puertas fingidas, rejas encerrando jardines, y sobre todo la definicin de su propio espacio, desprendindola del sector religioso y del Convictorio, convertido en escuela secundaria.

    Con la iglesia en cambio surgieron otras vas tendientes a jerarquizarla. Efectivamente, al celebrar-se en 1914 el primer siglo de la restauracin de la Orden al mundo catlico, se pens en construir una nueva y elegante fachada. Con ello se inici un rico debate sobre la posibilidad que la fachada estuviera inconclu-sa y que haba que terminarla. Se hicieron varias propuestas, pero el dinero no alcanz y la nueva fachada felizmente solo qued en proyecto.

    Este primer perodo de valoracin por la bsqueda de la jerarquizacin va a tener una concrecin importante en las reformas del Colegio Monserrat, adjunto al mbito de la universidad y que en tiempos de los jesuitas conformaba una sola unidad arquitectnica y funcional. Luego de separados, las reformas involucraron sobre todo una renovacin del lenguaje exterior del edificio que se adscribi a un neorrena-

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    cimiento espaol que superaba las expectativas que demandaban aquellos aos en acercarse a la poca colonial como lenguaje arquitectnico nacional. El autor del proyecto fue el arquitecto Jaime Roca.

    Al igual que con las reducciones de guaranes, la creacin de la Comisin Nacional de Monumentos, tuvo especial influencia en la valoracin de los monumentos de Crdoba. Cont con los mismos protago-nistas, sobresaliendo la figura del arquitecto Onetto quien tuvo a su cargo las intervenciones de la iglesia jesutica de la ciudad y la estancia de Jess Mara que se convirti en museo gracias a la insistencia y do-nacin de una importante coleccin de arte jesutico del P. Oscar Deidremie SJ. En el primer caso va a ser una intervencin inconclusa, aunque tuvo importantes logros como la recuperacin de la fachada cubierta con revoque en 1914. No se avanz con el proyecto de restauracin interior que inclua, entre otras muchas realizaciones, el embutido de la instalacin elctrica y paradjicamente dos dcadas despus ocasion un incendio con la prdida de las pinturas originales del techo.

    El gobierno provincial comenz a involucrarse en la preservacin de los bienes jesuticos desde la creacin de la Direccin de Historia, Letras y Ciencia en 1969, sucesora de la Comisin Honoraria Aseso-ra de Proteccin de los Valores Artsticos y Arquitectnicos que presida el arquitecto Jaime Roca. Desde aquel entonces, el arquitecto Rodolfo Gallardo se aboc a la recuperacin edilicia y funcional de las estan-cias de Caroya y Candelaria. Mientras que la de Alta Gracia tuvo injerencia total el gobierno nacional a partir de su expropiacin en 1968. No obstante, inexplicablemente y para la misma poca, se dejaron demoler las ruinas de la estancia de San Ignacio en Calamuchita, hoy prcticamente desaparecida.

    En la intervencin de Alta Gracia, el empleo de la ciencia arqueolgica fue relevante pues, siguiendo el ejemplo de Jess Mara, se realizaron importantes hallazgos, aunque recin los restos hallados fueron catalogados veinte aos despus.

    Esta serie de recuperaciones, lentas y cargadas de conflictos, igualmente derivaron en el reconoci-miento de la UNESCO en 2000, aunque luego de esta distincin se llevaron a cabo intervenciones incon-sultas, en el mayor de los casos, que afectaron la originalidad de varios monumentos. Tal el caso de Santa Catalina, hasta la actualidad propiedad privada y donde se reemplaz la totalidad de revoques, o en la misma manzana jesutica, que tambin se destruyeron revoques originales para dejar los muros de piedra a la vista, amn de la incorporacin de objetos extraos a la arquitectura original, como la amplia escalera de ingreso a la Biblioteca Mayor. Incluso la estancia de Alta Gracia recibi la incorporacin en 2006 de una construccin para baos que afectan directamente al monumento (Page 2011c). O peor an, cinco aos despus se levantaron los pisos de la iglesia para incorporar un sistema de losa radiante que arras con tres

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    niveles de pisos superpuestos y todos los restos seos all depositados.

    7. Otros testimonios de un olvidado legado jesutico arqueolgico y desmaterializado

    Hoy nos resulta de particular inters el resto de ese inmenso legado jesutico, que no se circunscribe slo a lo material manifestado en diversas tipologas arquitectnicas, urbanas y artsticas. Dispersos por gran parte del territorio que ocuparon, se encuentran testimonios arqueolgicos de ms de treinta reduccio-nes jesuticas (Page 2012), adems de una decena de colegios y residencias con una importante cantidad de estancias que los sustentaban.

    Efectivamente, el accionar de los jesuitas no se limit al rea guaran-chiquitos en su plan de evange-lizacin, ni tampoco su Colegio Mximo con sus estancias fue la nica institucin educativa. Para el caso de otras reducciones, tanto en el siglo XVII como en el XVIII, los jesuitas tuvieron diversas experiencias misio-nales en las provincias de Neuqun, Buenos Aires y Crdoba, como a su vez en la extensa regin chaquea, hasta el sur de Bolivia y noroeste argentino.

    Cada uno de estos emplazamientos presenta caractersticas geogrficas distintas, ntimamente li-gadas con los habitantes y sus formas de vida, costumbres y sobre todo su lengua. Estaban pobladas por variadas etnias que sistemticamente, aunque casi sin orden, rechazaron la conquista espaola a la que nunca se subyugaron. Pero all donde las armas del espaol fracasaron, intervinieron los misioneros para intentar una dominacin pacfica. No siempre alcanzaron los xitos esperados que, en ocasiones, termi-naron en trgicos desenlaces. La provincia jesutica del Paraguay se insertaba dentro de una ocupacin hispnica que no fue completa y que slo se desarroll en los ejes que constituan el Camino Real del Per y el mesopotmico. El resto del territorio lo constituan tres grandes regiones: Chaco, Noroeste y Sur argen-tino que jams los espaoles llegaron a ocupar en forma efectiva. Fueron grandes sectores del territorio con una alta resistencia aborigen que no concluy sino recin en el siglo XIX, con la segunda etapa del genocidio indgena de la regin.

    Las continuas derrotas espaolas llegaron a casos de verdaderos estragos, como las duras guerras calchaques que finalmente pudieron doblegar, pero con un costo muy alto. Posteriormente, esta experien-cia inducir a tomar nuevas estrategias de dominio con la ocupacin reduccional. En este sentido y ante los xitos que haban alcanzado los jesuitas entre guaranes y chiquitos en distintas pocas, se recurri a ellos

    PGINA ANTERIOR. Izq.: Detalle del prtico neorrenacentista espaol del Colegio Monserrat del arquitecto Jai-me Roca (1928). Centro: La iglesia de la Compaa de Jess de Crdoba en la actualidad luego de la restauracin del arquitecto Carlos Onetto. Dcha.: Igle-sia de negros de la estancia jesutica de Alta Gracia.EN ESTA PGINA: Intervencin en la iglesia de Santa Catalina en 2000 don-de se reemplaz ntegramente el revo-que se la fachada

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    Emplazamiento de reducciones en el sur de Bolivia, Noroeste, Chaco y sur argentino.

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    para concretar ese proyecto ocupacional inconcluso. La Compaa de Jess tuvo sus propias estrategias de evangelizacin emanadas desde sus Consti-

    tuciones y aun con matices locales impresos por misioneros que se adaptaron a la realidad que impona el tiempo y espacio. As lo hizo desde el principio el P. Antonio Barzana.

    Este importante grupo de reducciones no tuvo los brillos de las guaranticas o chiquitanas, pero no por ello se desarrollaron con menos esfuerzos. Aunque a veces fueron una realidad con futuro promisorio y otras solo un meritorio intento y con dificultades extremas que bien seal el P. Cardiel para el caso de las chaqueas. La mayora desaparecieron al poco tiempo, aunque sus emplazamientos perduraron en mu-chos casos, en pequeos pueblos hoy existentes como Reduccin en Crdoba, o en importantes ciudades como Reconquista, emplazada sobre el sitio de la reduccin San Jernimo, e incluso capitales provinciales como Resistencia, donde se ubicaba San Fernando, o Formosa, donde se levant San Carlos.

    Para esta empresa evangelizadora, los jesuitas contaron con los colegios, que no eran meros cen-tros de enseanza sino que actuaban como verdaderos centros de operaciones misionales y que se ubica-ron en las principales ciudades hispanas, de donde comenzaban sus misiones volantes y luego financiaban las reducciones. A partir de los colegios y residencias se estructuraron una serie de propiedades urbanas y rurales que reunieron a miles de esclavizados africanos, ocupando extensos territorios de produccin va-riada para el sustento de estas instituciones educativas y misionales.

    Se han contabilizado para la poca de la expulsin diez colegios y seis residencias que contenan cada una entre al menos cuatro y dos estancias, lo que constitua un patrimonio econmico de valor in-calculable (Maeder 2001). No todo se ha conservado; en el mejor de los casos constituyen restos arqueo-lgicos, como en las varias reducciones que se han comenzado a excavar7, y en una necesaria poltica de identificacin de sitios a los efectos de evaluar las alternativas de intervenciones particulares.

    8. La valoracin integral del legado jesutico

    Despus de casi dos siglos y medio en que persistentemente se ha querido revertir una denostada imagen impuesta por los borbones, marcada en su momento con los peores calificativos, hoy la gesta de la antigua Compaa de Jess se yergue evidentemente triunfadora.

    Los estudios historiogrficos que durante el siglo XIX y gran parte del XX fueron de exclusiva incum-7 Tal el caso de una de las reducciones de indios calchaques del siglo XVII, tesis doctoral de Teresa Iglesias en elaboracin por la Universidad de La Plata.

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    bencia de miembros de la Orden, paulatinamente se ampliaron a un abanico inmenso de disciplinas. La generosidad de aquellos historiadores jesuitas es an el recuerdo de los primeros historiadores laicos que incursionaron en los estudios sobre el pasado misional.

    Mientras el enorme legado arquitectnico fue sufriendo un acelerado envejecimiento, la creacin de organismos estatales en diversos pases revirti la situacin. Las paulatinas restauraciones de aquel tiempo fueron insertas en verdaderos planes nacionales promovidos en principio por el arquitecto Buschiazzo en Argentina y su colega Lucio Costa en Brasil. Ms all de las objetables o no intervenciones de aquella po-ca, se vislumbra claramente un proyecto integrador de un Estado que comenzaba a comprometerse con acciones eficaces y concretas. Realizaciones que fueron posibles, tambin, gracias a la idoneidad y respeto a representativas e incuestionables figuras que levantaban con conviccin las banderas de la defensa de los monumentos del pasado, sin usarlos como estandartes de oportunismo. Luego de este verdadero frenes, se produjo una estabilidad en los emprendimientos que volvieron a surgir en la dcada de 1970, aunque no con la fuerza que le haban impreso aquellas instituciones en su primera poca. Sin embargo, es loable la participacin de los estados provinciales y municipales en nuevos emprendimientos que llevaron adelante.

    A fines de 1982, se present en la sexta reunin de Patrimonio Mundial en Pars la inclusin en su lista de la reduccin de San Ignacio Min. Se insisti al ao siguiente, cuando se adjunt la documentacin requerida a la que se sum igual pedido para los restos arqueolgicos de Santa Ana, Loreto y Santa Mara la Mayor. Finalmente, en la octava reunin del comit, llevada a cabo en Buenos Aires en 1984, se decidi inscribirlas en la Lista del Patrimonio Mundial. Igual sucedi en el mismo ao con la reduccin de San Mi-guel en Brasil.

    En 1990, la UNESCO sum las seis iglesias de chiquitos, ejemplos nicos de arquitectura en madera y adobe con amplios y uniformes espacios interiores donde un solo techo cubre tres naves separadas apenas por delgadas columnas. Tres aos despus, se incorporaron las reducciones de Trinidad y Jess del Para-guay y, en 2000, el edificio de la universidad de Crdoba y la mayora de sus estancias.

    De tal forma y para finalizar, no podemos dejar de soslayar que, as como se mont un negocio tu-rstico, paralelamente apareci un negocio entorno a las restauraciones, que en muchos casos vieron dilapidar dineros pblicos en honorarios ms que en realizaciones concretas por salvaguardar los restos. Incluso en intervenciones vergonzosas para la especialidad, que siguen negando el significado de restos arqueolgicos que aparecen con una carga simblica muy grande, pues son el vivo testimonio de la desidia, de la decadencia y la negacin a una Historia que en todos los tiempos caus malestar en algunos sectores.

    Tanto las reducciones guaranticas y chiquitanas como las obras arquitectnicas que dejaron los je-

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    suitas en Crdoba se mantuvieron aisladas como entidades diferenciadas y con una fuerte atraccin en s mismas debido a sus sistemas de significacin. Unas como insignia de la evangelizacin, la otra como dis-tintivo de la educacin. Aunque paradjicamente tuvieran un estrecho contacto con realidades no tan di-smiles. Funcionalmente, la arquitectura tena similares patrones de diseo, pero al cambiar los usuarios y fundamentalmente los realizadores materiales, se imprimi una originalidad particular a ambas entidades.

    El legado jesutico hoy se encuentra en la plenitud de reconocimiento, pero con la sentida ausencia de la autoridad que impartan los pioneros o fundadores de su revaloracin. La especialidad en el marco de la conservacin creci y se expandi, pero ante la falta de un inteligente liderazgo, prevaleci en muchos casos el autoritarismo de los ejecutores en concordancia a la ahora impasible actitud del Estado.

    BibliografaAMBROSETTI, J.B. 1893-1895: Primer viaje al Territorio de Misiones; Segundo viaje al Territorio de Misiones; Tercer viaje al Territorio de Misiones. Buenos Aires. ANDRS-GALLEGO, J. 2003: El motn de Esquilache. Amrica y Europa. Fundacin Mapfre-Tavera/CSIC. Madrid. BOLCATO CUSTDIO, L.A. y STELLO, V.F.,2007: Preservacin de las misiones. Trayecto de Brasil, Revista Apuntes de Estudios sobre Patrimonio Cultural. Facultad de Arquitectura y Diseo de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogot, Colombia, Vol. 22 N 1, pp. 142-153.CARREZ SJ, L 1900: Atlas geographicus Societatis Jesu in quo delineantur quinque ejus modernae assistentiae, provin-ciae tres et viginti singularumque in toto orbe missiones. Georgium Colombier. Paris.Coleccin general de las providencias aqu tomadas por el gobierno sobre el extraamiento y ocupacin de temporali-dades de los regulares de la Compaa que existan en los Dominios de SM de Espaa, Indias e Islas Filipinas conse-quencia del Real Decreto de 27 de Febrero y Pragmtica-Sancin de 2 de Abril de este ao. Imprenta Real de la Gazeta. Madrid. Primera Parte, 1767; Segunda Parte, 1769, Tercera Parte, 1769 y Cuarta Parte, 1774.DEMERSAY, A. 1860-1864: Hitorie physique, conomique et politique de Paraguay et des etablissements des jesuites. Hachette. Pars. 2 tomos.FERNNDEZ ARILLAGA, I. 2002: Los novicios de la Compaa de Jess: la disyuntiva ante el autoexilio y su estancia en Italia, en GIMNEZ LPEZ, E (Ed.), Y en el tercero perecern. Gloria, cada y exilio de los jesuitas espaoles en el s. XVIII, Universidad de Alicante.GEOGHEGAM, A. R. 1975: Bibliografa de Guillermo Furlong SJ 1912-1974. Boletn de la Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires.GMEZ FERREIRA SI, A.I. 1973: A dos siglos de una invlida extincin, 1773 -21 de julio- 1973, La indita retraccin de Clemente XIV, Crdoba (Argentina).GUTIRREZ, R. 2003: Historia urbana de las reducciones jesuticas sudamericanas: continuidad, rupturas y cambios

    El legado jesutico hoy se encuentra en la plenitud de reconocimiento, pero con la sentida ausencia de la autoridad que impartan los pioneros de su revaloracin.

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    Roberto Losa Hernndez Alicia Gmez Prez SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales S.C. I [email protected]

    En febrero de 2005 se hizo entrega al ayuntamiento de Cogeces del Monte del Plan de Interpretacin de la Arquitectura Pastoril de Cogeces del Monte, municipio localizado en el sector oriental de la provincia de Valla-dolid, en un gran espacio fsico dominado por extensos pramos y frtiles valles de fondo plano, donde se iden-tifica una marcada orientacin ganadera ovicaprina en su economa tradicional desde al menos, de forma do-cumentada, el siglo XIV, aunque se puede detectar ya en el siglo XII cuando se configura la organizacin te-rritorial del entorno de forma estable. Esta dedicacin implic la construccin de un numeroso conjunto de chozos y corrales de pastor que fueron precisamente el objeto del estudio al que nos referimos.

    ARQUITECTURAEL PLAN DE INTERPRETACIN

    DE COGECES DEL MONTE, VALLADOLIDPASTORIL

    Palabras clave: Cogeces del Monte, chozos, pastores, arquitectura tradicional.

    DE LA

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    Con la creacin del Plan de Interpretacin de la Arquitectura Pastoril se pretendan tres objetivos esen-ciales: el inventario y recopilacin de datos de todo lo relacionado con la arquitectura de pastor en el mu-nicipio; la posterior puesta en valor de aquellos elementos sobre los que se pudiera actuar; y, finalmente, algo en lo que nos esforzamos en su momento especialmente an sabiendas de que era un proceso a largo plazo, trasladar a la poblacin local la importancia de preservar los escasos restos de corrales y chozos supervivientes. Los dos primeros objetivos se cumplieron satisfactoriamente, el primero en su totalidad y el segundo, al menos, se puso en macha estableciendo unas bases metodolgicas de puesta en valor determinantes y siempre teniendo en cuenta que el equipo tcnico y una parte del gobierno municipal lo consideramos un punto seguido, no final. En cuanto a la tercera cuestin, an desconocemos su alcance real. La labor de sensibilizacin incluso con proyectos sucesivos-, queremos creer, ha cuajado entre un gran sector de la poblacin y se ha afianzado mayoritariamente entre los que ms inclinacin mostraban hacia la cultura tradicional antes, por supuesto, de que nosotros hiciramos aparicin.

    El Plan de Interpretacin mostraba en su propio epgrafe una orientacin clara: se trataba de investi-gar para divulgar. Esa era la finalidad esencial, es decir, el inventario tena que superar la propia cataloga-cin para trascender a la socializacin de lo descubierto, o ms bien, recopilado. En la labor de inventario se parti de un estudio del ao 1995 firmado por Consuelo Escribano1, que sentaba unas bases tipolgicas y tericas elementales y recoga un primer inventario de chozos y corrales, y que, sin ser exhaustivo, reco-pilaba informacin de una buena parte de los restos conservados. Fue en el ao 1999 cuando tuvimos oca-sin de poder realizar el inventario completo de los restos de arquitectura pastoril en Cogeces del Monte en el marco de la colaboracin con la Universidad de Valladolid para la redaccin del Inventario de Bienes Culturales de la zona afectada por el Proder Duero-Esgueva en el sector oriental vallisoletano. El catlogo, esta vez s, integral de los restos se ampli considerablemente, y ya entonces pudimos confirmar la progre-siva ruina y abandono, y hasta firmar el acta de defuncin, de algunos ejemplares que Escribano haba des-crito cuatro aos atrs. Esta incursin en el campo fue, en todo caso, la verdadera base para el desarrollo del proyecto que luego acometera el Ayuntamiento. Las posibilidades de recuperacin y puesta en valor que apuntaban los restos de arquitectura pastoril cogezanos se hicieron ms que evidentes, por lo que solo restaba esperar a que alguien tuviera la sensibilidad y la posibilidad de emprender la aventura. Fue con la llegada al Ayuntamiento de la primera mujer que asuma labores de gobierno municipal en la localidad,

    1 Este informe indito vio ms tarde la luz en forma de dos artculos (Escribano 1996 y 1997) que, junto con un artculo especfico sobre los chozos cogezanos (Olmos 1995), configuraban la nica bibliografa disponible.

  • De los 91 conjuntos que se podan reconocer en 1904, apenas restaban quince.

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    Milagros Arribas2, cuando todo comenz a tomar forma .En la redaccin del proyecto, se tomaron como referencia la consecucin de unas claves principales:

    Haba que recopilar lo que ya se saba, recurriendo a una exigua bibliografa, haba que acudir al campo a recorrer el trmino municipal acompaados de conocedores del terreno para revisar y actualizar los inven-tarios anteriores; y, finalmente, haba que buscar la forma de que los resultados trascendieran de forma til a la poblacin.

    Los resultados fueron, en cierto modo, desalentadores, pues se comprendi que de los 91 conjuntos que se podan reconocer en un mapa de 1904, apenas restaban, en desiguales condiciones de conserva-cin, quince. No obstante, estos datos empeoraron en investigaciones posteriores a la redaccin del pro-yecto, en las que se tuvo conocimiento mediante la observacin de fotografas areas del llamado Vuelo americano de 1966 de que los conjuntos visibles superaban los ciento cincuenta (Escribano et al. 2009). An as, francamente, el trabajo fue gratificante, pues tuvimos ocasin de describir e inventariar algunos ejem-plos muy significativos que slo conocan directamente algunos habitantes locales. El trabajo de campo se realiz a partir de una ficha de inventario voluntariamente sencilla consistente en los siguientes campos:

    1. Nombre con que se conocan los conjuntos pastoriles o en su defecto pago en el que se levantaban.2. Composicin del conjunto de arquitectura pastoril si se trataba de chozo o chozos vinculados a

    corrales o slo se compona de corrales-.3. Coordenadas UTM con el fin de lograr su localizacin espacial de forma perfecta.4. Accesos y distancia al casco urbano ntese la orientacin del estudio hacia la visitabilidad de los

    restos.5. Condiciones geogrficas pramo, valle, pinar-6. Situacin en el paisaje tradicional antes de la Concentracin Parcelaria del trmino municipal en

    los aos 80, tomando como referencia fundamental el ya referido mapa de 1904 y los mapas de ejrcito anteriores a las labores de reordenacin de las tierras.

    7. Estado de conservacin.8. Uso actual. Todos los casos estudiados carecan de uso.9. Propiedad con vistas a su posible actuacin sobre ellos-.10. Descripcin.11. Croquis de la planta del conjunto.12. Localizacin sobre un mapa del trmino municipal 1:25.000

    2 Queremos trasladar nuestro agradecimiento personal a doa Milagros Arribas por la confianza depositada en nosotros.

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    13. Reportaje fotogrfico.

    El estudio se completaba con los pocos datos que la informacin oral proporcion sobre la construccin de los chozos y corrales y, algo ms abundante, sobre su uso desde el segundo cuarto del siglo XX, para abordar un captulo en el que tenamos especial inters: el de la proteccin de los conjuntos etnogrficos. En menos de diez aos habamos certificado la desaparicin de un chozo Cabeza la Encina, si bien el prximo de Los Oliveros no desapareci mucho antes- y la ruina imparable del nico que conservaba parte del cubrimiento de tierra y elementos vegetales sobre estructura trazada a partir de una gran viga Chozo de los Pelechines-. Se trataba esta vez nuestro objetivo era transmitrselo a la corporacin municipal- de actuar lo antes posible. Para ello se disearon una serie de medidas protectoras tanto para conjuntos ar-quitectnicos como para las vas pecuarias que haban quedado descritas en un captulo independiente-, y se diseccion la entonces reciente Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y Len de 2002 para determinar las posibilidades que nos ofreca la legalidad. Evidentemente, en una comunidad con el ingente patrimonio etnogrfico de Castilla y Len no pareca prioritario ocuparse de los chozos cogezanos, pero nos sirvi para que con la Ley en la mano- el ayuntamiento comprendiera que por su inters etnolgico y por ser inmuebles relacionados con la economa y los procesos productivos del pasado formaban parte del Patrimonio Cultural de Castilla y Len y por lo tanto estaban protegidos por la ley con independencia de tener una categora superior y ms especfica-. La misma legislacin alertaba de que el Ayuntamiento tena la obligacin de protegerlos y promover su conservacin y conocimiento; que el propio Ayuntamiento deba ser garante de su conservacin directamente dando aviso a la administracin de deterioro o peligro de destruccin, etc. Adems, se sugera la posibilidad de ascender en el grado de proteccin intentando que los conjuntos pas-toriles cogezanos fueran declarados Lugar Inventariado, as como las nulas posibilidades de que pudieran llegar a ser Bien de Inters Cultural. Evidentemente, todos sabamos los miembros del ayuntamiento y nosotros- que la Ley de 2002 tena el alcance prctico que tena y que la realidad era que la conservacin de los chozos y corrales situados en tierras particulares estaban y siguen estando- supeditada a la voluntad y sensibilidad de los propietarios; de hecho, podemos resumir que, en general, sobreviven porque no supo-nen un estorbo demasiado molesto a la maquinaria agrcola ni roban demasiada superficie al cereal. Pero lo ms interesante es que logramos descubrirles una realidad legal que estaba ah en caso de que se nece-sitase recurrir a ella; que si alguien desmantelaba un corral para aprovechar las piedras, la administracin poda actuar, a peticin del ayuntamiento o de cualquier particular, contra l.

    El proyecto, a continuacin, se centraba en recopilar esa informacin y determinar cul era la mejor

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    Chozo de los Pedritos, el ms esbelto de todos los conservados.

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    forma de que trascendiera a la poblacin. Tras muchas pginas de objetivos a cumplir, de deseos quimri-cos de colaboracin entre agentes locales, de soar con dotaciones presupuestarias dignas y cuestiones de semejante ndole, nuestra redaccin volva a la realidad proponiendo actuaciones concretas y capaces de ser asumidas en las circunstancias locales. La ambicin de un proyecto perfecto quedaba ya en el mbito privado de las disertaciones utpicas de los miembros del equipo.

    Se planificaron una serie de medidas personificadas para los principales conjuntos de arquitectura pastoril conservados. Estas medidas pasaban por la reparacin de daos estructurales severos, delimita-cin de un rea de proteccin en torno a los restos libre de actividad agrcola, el trazado de senderos de acceso, sealizacin bsica, limpieza anual de vegetacin intrusa, restitucin de tramos de corrales perdi-dos, etc. A continuacin, se proponan diversos medios para llevar a cabo estas intervenciones, cuyo mayor inconveniente era obtener el consentimiento de los propietarios de las tierras donde se encontraban los chozos y corrales slo dos son de propiedad municipal-. Como vemos, las medidas, diseadas con pleno conocimiento de las posibilidades del municipio, no eran excesivamente ambiciosas y, en realidad, su apli-cacin hubiera tenido un bajsimo coste al preverse preferentemente su activacin mediante el trabajo del personal municipal y un sistema mixto a travs de cooperantes. Incluso, se lleg a plantear la incorporacin de la actividad dentro de la oferta turstica que ofreca el municipio entonces.

    Pero la mayor intervencin que planteaba el Plan de Interpretacin era la creacin de un Parque Etno-grfico de la Arquitectura Pastoril en torno a unos de los conjuntos de propiedad municipal, al que a conti-nuacin nos referiremos. Junto a ello se prevea la edicin de un desplegable, de una gua de visita y de un cartel promocional, as como el diseo global de un programa educativo para escolares.

    De todo lo planificado, slo se llevaron a cabo algunas intervenciones concretas, de las que, preci-samente, la creacin del Parque Etnogrfico, fue la ms interesante, segn nuestro criterio. Del resto de actuaciones sobre los diferentes conjuntos, salvo una mnima sealizacin, al cabo, solo se realizaron las que afectaban a los dos nicos que estaban en terrenos municipales, Los Hilos y Los Pelechines.

    ste ltimo caso, consista en un chozo de planta circular (250 cm. de dimetro), alzado rectilneo (250 cm. de altura) y cubierta plana fabricada a partir de un entramado de vigas de madera sobre la que se disponan lajas de piedra caliza, tierra y elementos vegetales. El chozo o, ms bien, choza3 dispona de un angosto acceso y de una pequea ventana, y conservaba parte del enlucido de barro que impermeabilizaba el interior de los muros. De los corrales, apenas quedaban restos como para determinar una descripcin

    3 En la zona se distingue popularmente los chozos, de alzado cnico, de las chozas, de cubrimiento plano, aunque la dis-tincin no implica diferente funcionalidad sino, ms bien, una mera diferenciacin tipolgica.

    Choza de los Pelechines. Antes y despus de la intervencin.

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    mnima.Las condiciones de conservacin eran psimas, de hecho, antes de la intervencin habamos asistido

    al deterioro acuciante de la cubierta hasta prcticamente su desaparicin en apenas un ao. Dado que las condiciones de propiedad permitan una actuacin rpida, se procedi a la limpieza de derrumbes, conso-lidacin y reconstruccin de las partes perdidas de los muros, y, finalmente, a la reconstruccin, segn los datos obtenidos de la observacin directa hasta haca unos meses, del cubrimiento plano de la construc-cin. Este chozo se sealiz mediante un atril explicativo y se identific dentro de la edicin de un folleto que recoga, entre otras actuaciones, la puesta en valor de los chozos y corrales cogezanos. Igualmente, se sealizaron dos de los ejemplos seeros de arquitectura pastoril del trmino, ambos de propiedad privada: Los Pedritos quizs el ejemplo ms esbelto de los conservados- y el chozo del To Monago.

    Por ltimo, y con respecto al chozo de Los Hilos, corresponda ste a un conjunto compuesto de un chozo de planta circular (3 m. de dimetro) y alzado cnico (5 m. de altura) dispuesto en la interseccin de corrales, de los que se poda reconocer todo su permetro y altura original en algunos puntos, pero que presentaba serias deficiencias de conservacin que amenazaban con su futura ruina. Las actuaciones se encaminaron a garantizar la conservacin bsica de la construccin durante unos cuantos aos ms y consistieron en la reparacin de pequeas deficiencias estructurales del chozo, especialmente una grieta vertical en el sector sur o el relleno de prdidas de material al exterior, en la parte superior de la falsa cpu-la. Igualmente, se procedi a la limpieza interior y exterior. Adems, se aplic mortero tradicional de cal y arena en aquellas zonas exteriores donde lo haba perdido y que estaba afectando a la propia conservacin del chozo. Se determin que tal accin se realizara segn las caractersticas tradicionales, sin uso de otros materiales o sustancias. Ello devino en que, precisamente, por no desear aplicar nuevo mortero en las zo-nas que an conservaban el original, se obtuvieran dos coloraciones diferentes que slo el tiempo se encar-gar de igualar. Esta fue una medida ciertamente impopular por cuanto que no se llegaron a comprender las razones de la actuacin que afectaban estticamente al conjunto. No nos corresponde determinar a nosotros si fue un acierto o un error removible y fcilmente subsanable, si fuera el caso-, pero debemos in-sistir en que el objetivo principal era la reparacin de problemas estructurales mediante el uso de materia-les tradicionales, sin intervenir all donde no fuera necesario con el fin de prolongar la propia existencia de la construccin de la forma ms original posible; no nos interesaba, en definitiva, acometer una actuacin integral que restase personalidad al conjunto, y s retomar las medidas correctoras que tradicionalmente se haban aplicado en la zona, segn informantes locales, sobre daos similares en chozos y corrales en los tiempos en que an tenan un uso.

    En el Chozo del To Monago se logr instalar una seal explicativa, pero no retirar el majano adyacente.

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    Por su parte, los muros de los corrales fueron reconstruidos en los pequeos sectores ms daados y reintegrados a su altura original, tomada de varios tramos intactos. En este caso, y a pesar de que los muros de los corrales se haban edificado con bloques irregulares de caliza dispuestos a hueso, se aplic un mortero interior no visible para mayor consistencia de los tramos reconstruidos por recomendacin de los operarios municipales que estaban realizando la obra.

    El Parque Etnogrfico de la Arquitectura Pastoril se instal en la parte posterior del conjunto de cho-zos y corrales de Los Hilos, con el objetivo esencial de configurar un espacio cultural ntimamente ligado a vestigios pastoriles, en donde el visitante pudiera acceder de una forma ldica y recreativa a las claves de la cultura pastoril en la que se integraban los chozos y corrales cogezanos. Con un carcter abierto y un contenido interpretativo, el parque se dise pensando en todos los pblicos y bajo la idea de que la expe-riencia al final trascendiese en empata hacia la arquitectura pastoril, lo que, en definitiva, deba propiciar su conservacin y proteccin.

    Por ello, se ide un espacio abierto, sin vallas ni horarios de visita, en el que, a travs de un recorrido circular que comenzaba y acababa junto al chozo y corrales y siguiendo una sinuosa senda, el visitante fuera descubriendo paneles explicativos amenos y zonas ldicas. Se sealiz el Parque en carreteras y ca-minos rurales, se adecu la senda de acceso y se estableci una zona de aparcamiento conviene sealar que el Parque se localiza a unos cuatro kilmetros del pueblo-. El resto del Parque se estructur en secto-res explicativos que incidan en aspectos tales como por qu haba tantos chozos en Cogeces del Monte, cules eran las amenazas del rebao, cmo se construa un chozo, sin olvidar las cuestiones tipolgicas, de vida cotidiana, todo ello de una forma bastante atractiva. Es cierto, no obstante, que nunca se llegaron a realizar todas las partes del proyecto que afectaban al Parque, pero lo que se hizo arroj unos resultados sorprendentes.

    Las iniciativas ligadas al mundo pastoril han seguido activas a lo largo de los ltimos aos, siendo especialmente interesantes las desarrolladas por la Asociacin Cultural Arcamadre, que ha promovido pe-queas muestras de objetos de pastor, charlas, artculos, visitas guiadas o talleres infantiles en el propio Parque. Ms recientemente, ha visto la luz un libro (Escribano et al. 2009) que recoge la totalidad del in-ventario y otros datos que formaban parte del trabajo que hemos detallado, incrementados con nuevas aportaciones, y que aade un factor ms a esa retribucin social de lo estudiado a la que al comienzo de estas lneas nos referamos.

    Estas actuaciones, a la postre, han reactivado el sentimiento de propiedad cultural de la arquitectura pastoril entre una parte de la comunidad que se haba acostumbrado demasiado a convivir con ella, ha

    Parque etnogrfico.

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    afianzado el que otro segmento mantena intacto y ha servido para descubrir este universo a muchos otros. Pero, sobre todo, todas las actuaciones han servido de justo homenaje, aunque ellos no lo hayan pedido, al colectivo de los pastores locales en franco y, parece, imparable proceso de desaparicin.

    BibliografaGMEZ PREZ, A. y LOSA HERNNDEZ (coor.), 2005: Plan de Interpretacin de la Arquitectura Pastoril. Estudio indito depositado en el Ayuntamiento de Cogeces del Monte y desarrollado por el equipo de SERCAM, S.C.ESCRIBANO, C., CRUZ, P.J., GMEZ, A y LOSA, R. 2009: Pastores de la Comarca de la Churrera. Construcciones, formas de vida y artesanas en Cogeces del Monte (Valladolid). Junta de Castilla y Len. ESCRIBANO VELASCO, C. 1996: Arquitectura pastoril en la Churrera I. El Filandar, 8. Zamora.ESCRIBANO VELASCO, C. 1997: Arquitectura pastoril en la Churrera II. El Filandar, 9. Zamora.OLMOS HERGUEDAS, E. 1995: Ganadera ovicaprina y arquitectura popular en los lmites de la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Cullar. Chozos y corralizas en Cogeces del Monte. Revista de Folklore, 177. 1995. Valladolid.

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    Jos Antonio GonzlezMnica Garca-BarrusoSonia BernardosFrancisco AmichGrupo de Investigacin de Recursos Etnobiolgicos del Duero-Douro (GRIRED), Facultad de Biologa, Universidad de Salamanca. I [email protected] / [email protected]

    Para dar a conocer y preservar la arquitectura tra-dicional de Arribes del Duero (Salamanca-Zamora), se documenta el uso de plantas como materiales de construccin. Los habitantes de este territorio usan, o usaron, 20 plantas (incluidas en 10 familias botnicas). Las dos especies de mayor importancia son la encina y la escoba verde. Se analiza cmo vara el conocimiento tradicional de los informantes segn sus caractersti-cas socio-demogrficas. Los hombres de mayor edad aportan un mayor grado de conocimiento. Los datos obtenidos reflejan un conocimiento perfecto de los re-cursos vegetales y sus propiedades.

    ARRIBESDEL DUEROLA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE

    (SALAMANCA-ZAMORA):MATERIAS PRIMAS VEGETALES

    Palabras clave: Etnobotnica, conocimiento tradicional, construccin, recursos vegetales, Espaa

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    Introduccin

    En un mundo como el actual, crecientemente uniforme en sus aspectos y contenidos cultural