estudio de genesis 42

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GÉNESIS 42 Introducción En Egipto, la vida de José había cambiado radicalmente. Luego de varios años como esclavo y prisionero, pasó a ser una eminencia en Egipto. Por siete años disfrutó una vida de opulencia y prestigio. Se casó con una mujer adinerada, de una familia importante (Gén 41:45); tuvo hijos (Gén 41:50-52), y poco a poco se fue acostumbrando a una vida de tranquilidad. Pero nos preguntamos, “¿Por qué no se interesó en su familia en Canaán? ¿Por qué no procuró contactarse con su padre, a quien amaba?” Por un lado, uno pensaría que quizá estaba esperando el momento oportuno, sometiéndose a los planes de Dios. Pero el v.9a parece indicar otra cosa – se había olvidado de su vida pasada. En la riqueza, opulencia y el disfrute del poder, José se fue olvidando de los propósitos de Dios. Mientras tanto, Jacob seguía con vida en Canaán. Seguramente aún lamentaba la (supuesta) muerte de José; pero poco a poco se fue encariñando con Benjamín, hasta que al final Benjamín llegó a ocupar el lugar de José en su corazón. Los demás hermanos se fueron estableciendo en la tierra; teniendo más hijos, creciendo en ganadería y en riqueza. Poco a poco, José pasó al olvido. Pero Dios estaba velando sobre la vida de cada uno de ellos. Él no se había olvidado de Sus propósitos – propósitos que fueron revelados en los sueños que le dio a José, cuando era joven (Gén 37:5-11). Tampoco se olvidó de la palabra que habló a Abraham, muchos años antes, acerca de la esclavitud que sufrirían sus descendientes por 400 años (Gén 15:13-14). Los seres humanos se olvidan, pero Dios no. Los seres humanos se adaptan a una nueva forma de vida; pero los planes de Dios siguen en pie. ¡Dios es Soberano! Pronto todo iba a cambiar – tanto para José, como para sus hermanos, y su padre. 1. EL VIAJE DE A EGIPTO (v.1-5) Luego de los siete años de abundantes cosechas (que probablemente afectaron también la tierra de Canaán), vinieron los años de hambruna (Gén 41:54-55). En Egipto, gracias al sueño que Dios le concedió a Faraón, juntamente con la interpretación dada por José, habían logrado almacenar abundante trigo. ¡No así en Canaán! Allí no recibieron el aviso profético de Dios, y no tenían alimento almacenado. Por lo tanto, cuando se comenzó a sentir el hambre, los cananeos tuvieron que acudir a Egipto. 215

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Page 1: Estudio de Genesis 42

GÉNESIS 42

Introducción

En Egipto, la vida de José había cambiado radicalmente. Luego de varios años como esclavo y prisionero, pasó a ser una eminencia en Egipto. Por siete años disfrutó una vida de opulencia y prestigio. Se casó con una mujer adinerada, de una familia importante (Gén 41:45); tuvo hijos (Gén 41:50-52), y poco a poco se fue acostumbrando a una vida de tranquilidad. Pero nos preguntamos, “¿Por qué no se interesó en su familia en Canaán? ¿Por qué no procuró contactarse con su padre, a quien amaba?” Por un lado, uno pensaría que quizá estaba esperando el momento oportuno, sometiéndose a los planes de Dios. Pero el v.9a parece indicar otra cosa – se había olvidado de su vida pasada. En la riqueza, opulencia y el disfrute del poder, José se fue olvidando de los propósitos de Dios.

Mientras tanto, Jacob seguía con vida en Canaán. Seguramente aún lamentaba la (supuesta) muerte de José; pero poco a poco se fue encariñando con Benjamín, hasta que al final Benjamín llegó a ocupar el lugar de José en su corazón. Los demás hermanos se fueron estableciendo en la tierra; teniendo más hijos, creciendo en ganadería y en riqueza. Poco a poco, José pasó al olvido.

Pero Dios estaba velando sobre la vida de cada uno de ellos. Él no se había olvidado de Sus propósitos – propósitos que fueron revelados en los sueños que le dio a José, cuando era joven (Gén 37:5-11). Tampoco se olvidó de la palabra que habló a Abraham, muchos años antes, acerca de la esclavitud que sufrirían sus descendientes por 400 años (Gén 15:13-14). Los seres humanos se olvidan, pero Dios no. Los seres humanos se adaptan a una nueva forma de vida; pero los planes de Dios siguen en pie. ¡Dios es Soberano! Pronto todo iba a cambiar – tanto para José, como para sus hermanos, y su padre.

1. EL VIAJE DE A EGIPTO (v.1-5)

Luego de los siete años de abundantes cosechas (que probablemente afectaron también la tierra de Canaán), vinieron los años de hambruna (Gén 41:54-55). En Egipto, gracias al sueño que Dios le concedió a Faraón, juntamente con la interpretación dada por José, habían logrado almacenar abundante trigo. ¡No así en Canaán! Allí no recibieron el aviso profético de Dios, y no tenían alimento almacenado. Por lo tanto, cuando se comenzó a sentir el hambre, los cananeos tuvieron que acudir a Egipto.

NOTA: Es interesante observar que los tres patriarcas – Abraham, Isaac y Jacob, experimentaron hambruna en la Tierra Prometida (Gén 12:10; 26:1; 42:1). El Señor, seguramente, les estaba enseñando (entre otras cosas) a buscar una mejor tierra – una tierra celestial (Heb 11:13-16).

El v.1 nos indica que Jacob se enteró que en Egipto había alimento. Qué triste que no se enterró de quien era el flamante Primer Ministro de Egipto. ¡Qué sorpresa se habría llevado! De todos modos, Jacob decidió que lo único que le quedaba hacer era enviar a sus hijos a Egipto, para comprar alimento (v.1b-2). Lo interesante es que tuvo cuidado de sólo enviar a diez hijos (v.3). No envió a Benjamín, por temor que algo malo le pasaría (v.4). Al no enviar a Benjamín, lo que estaba diciendo, en realidad, a sus otros diez hijos, era: ‘No me importa si les pasa algún desastre a ustedes; pero a Benjamín no le debe pasar nada malo’. El favoritismo entre hijos siempre es algo negativo.

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Los diez hijos hicieron el largo viaje a Egipto, y encontraron que muchas otras personas estaban haciendo lo mismo, “porque había hambre en la tierra de Canaán” (v.5b).

NOTA: En el Antiguo Testamento, la tierra de Egipto representa al ‘mundo’. En esa tierra, no se reconocía a Dios; los habitantes de esa tierra eran descendientes de Cam (ver Gén 10:6), quien estaba bajo la maldición de Dios, juntamente con los habitantes de Canaán (Gén 9:25). Jacob era descendiente de Sem (Gén 11:10-26), a quien Dios prometió bendecir. Sin embargo, en este relato tenemos a los egipcios siendo bendecidos con abundante comida, mientras que Jacob sufre de hambre. Eso nos enseña que a veces Dios prueba la fe de Sus hijos, bendiciendo al ‘mundo’ más que a ellos. Pero, con cada prueba hay una salida, para que aprendamos a confiar más en Dios.

2. EL TRATO DE JOSÉ (v.6-28)

Al llegar a Egipto, los hijos de Jacob hallaron que “José era el señor de la tierra”. La promesa de Dios, hecha a Sem, se estaba cumpliendo (Gén 9:25-27). Un descendiente de Sem (José) estaba gobernando sobre los descendientes de Cam (los egipcios); y aun los canaaneos (otros descendientes de Cam) tuvieron que ir a comprar alimentos de un descendiente de Sem (José).

Pero el favor que José gozaba ahora no se debía sólo al cumplimiento de la promesa hecha a Sem; era también el resultado de su propia fidelidad a Dios. Cuando decidió rechazar las propuestas seductoras de la esposa de Potifar (Gén 39:7-9), José estaba ‘sembrando’ bendiciones para sí mismo. De igual modo cuando adoptó la actitud de siervo, y atendió a los demás presos en la cárcel (Gén 40:4), estaba ‘sembrando’ bendiciones para sí mismo. Ahora llegó el tiempo de ‘cosechar’. Por eso José llegó a ser “el señor de la tierra” (v.6a).

Lo interesante es que aunque José era “el señor de la tierra”, no se dedicó a una vida de lujo y ociosidad. Él mismo estaba a cargo de la venta de comida (Gén 41:57; 42:6). Pudiendo haber delegado este trabajo a otros, él mismo se puso a trabajar, supervisando la venta y distribución de todos los alimentos. Menos mal que lo hizo; porque de no hacerlo, nunca se habría encontrado con sus hermanos.

LECCIÓN: ¡Cuántas veces Dios nos bendice precisamente en el cumplimiento de nuestros deberes! Si nos dedicamos a una vida de ocio, podríamos perder las bendiciones de Dios. Él nos creó para trabajar. Y es cuando estamos trabajando, haciendo las cosas que Él ha puesto en nuestras manos para hacer, que Dios generalmente nos bendice.

José fue llevado a Egipto cuando tenía 17 años (Gén 37:2). A los 30 años de edad, fue presentado ante Faraón (Gén 41:46). Ahora han pasado unos 8 años más (siete años de abundancia, más uno de hambruna). En total, 21 años han pasado, y José ahora tiene 38 años. Es un hombre bien formado, y sus hermanos, cuando lo vieron, no lo reconocieron. Al entrar en su presencia, “se inclinaron a él rostro a tierra” (v.6b).

En este momento estaban cumpliendo el primer sueño que Dios le dio a José, 21 años antes (Gén 37:6-8). Al enterarse del sueño, sus hermanos se habían burlado de él; pero no pudieron resistir los propósitos de Dios. Y ahora, los que tanto se burlaron de José, estaban haciendo precisamente lo que Dios predijo en el sueño.

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LECCIÓN: Como creyentes, debemos aprender a soportar con paciencia la burla y el maltrato de los que nos rodean, cuando compartimos con ellos la revelación que Dios nos ha dado acerca del fin del mundo, y la gloria venidera. Quizá se burlen ahora; y quizá a corto plazo nos hagan sufrir, y ellos tengan la ascendencia. Pero llegará el momento cuando los propósitos de Dios se cumplirán, y la gente del ‘mundo’ tendrá que postrarse ante nosotros, y reconocer que Dios es fiel a Su Palabra.

Como los hermanos de José eran mayores, ellos no habían cambiado mucho, y José inmediatamente los reconoció (v.7a). Pero actuó “como que no los reconocía, y les habló ásperamente” (v.7b). La pregunta es, ¿por qué? Él no estaba esperando verlos, así que su reacción no se debió a un plan que había trazado en su mente. ¡Fue la reacción del momento! Cabe la posibilidad que José reaccionó en ese momento con ira; una ira secretamente guardada por años, debido al maltrato que recibió de ellos, cuando era un adolescente.

Fingiendo no conocerlos, les preguntó: “¿De dónde habéis venido?” (v.7c). Lejos de aceptar su respuesta, José los acusó de ser espías (v.9b). Moisés relaciona eso con el recuerdo de los sueños (v.9a). ¿Por qué? No lo sabemos; pero es probable que en ese momento José decidió hacerles sufrir lo que él había sufrido a sus manos, años antes, por causa de los sueños. Claro, habría que añadir que el propósito de José no fue tanto vengarse de ellos, sino promover un espíritu de arrepentimiento en ellos. Al acusarlos de ser espías, le dio tiempo a José para pensar qué hacer con ellos. De haberles vendido comida, ellos habrían vuelto inmediatamente a la tierra de Canaán. José necesitaba más tiempo, para averiguar bien cómo era su carácter ahora, y qué había pasado con su padre y con Benjamín. Quizá por eso los acusó de ser espías.

NOTA: La última vez que conversaron juntos, los hermanos se habían burlado de José, llamándolo “soñador” (Gén 37:19), y echándolo sin piedad en una cisterna. ¡Cómo las cosas habían cambiado! Ahora José los tiene en su poder. Ellos lo llaman, “señor”, pero él los trata de, ‘espías’.

Bajo su interrogatorio, los hermanos confiesan la existencia de Benjamín (v.13). Lo hicieron, porque José les hizo preguntas específicas (ver Gén 43:6-7). Con que emoción escuchó José a sus hermanos decir: “y otro no parece” (v.13b); la RVA traduce esto, “el otro ya no está con nosotros”. José fingió no creerlos, y los pone a prueba (v.14-16). Uno de ellos debe volver a su tierra, y traer a Benjamín. José exigió esto porque quería ver cuál de los hermanos volvería.

Para darles tiempo para pensar, reflexionar y conversar entre ellos, José los encarceló por tres días (v.17). Luego, los sacó de la cárcel, y cambió el trato hacia ellos. Sólo uno tenía que quedar; los demás podían volver a Canaán, llevando los alimentos a su padre (v.19). El cambió se debió a que José tuvo tiempo para pensar, y se dió cuenta que sería peligroso que un solo hermano volviera con todos los alimentos. Lo podrían asaltar en el camino, y robarle toda la comida (por la hambruna que afectaba toda la región). En esta manera José se mostró preocupado por su padre.

La condición impuesta era que tenían que volver trayendo a Benjamín (v.20). Sólo así confirmarían ser hombres inocentes, podrían recuperar al hermano encarcelado, y se les permitiría comprar más alimentos. José sabía que la hambruna iba a demorar varios años más, y por lo tanto los hermanos tarde que temprano tendrían que volver.

Al imponer estas condiciones, José estaba queriendo comprobar varias cosas:

- ¿Cuál de los hermanos quedaría? ¿Alguno se ofrecería a hacerlo?

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- Los demás hermanos, ¿volverían para recuperar al que quedó preso?- ¿Jacob dejaría a Benjamín ir?

Al escuchar estas condiciones, los hermanos de José se preocuparon mucho, y se pusieron a conversar en su propio idioma, hebreo (v.21). Confesaron libremente el pecado que cometieron contra José, años antes, y trajeron a la memoria cómo José había llorado. Intuyeron que lo que les estaba pasando ahora era el juicio de Dios sobre ese pecado (v.21b-22).

Ellos hablaron libremente, pensando que José no entendería, porque hasta ese momento él les había hablado por medio de un intérprete (v.23). Sin embargo, las palabras de sus hermanos provocaron una tremenda emoción en el corazón de José, y él se retiró para llorar (v.24a). Estaba tan conmovido por el cambio que vio en sus hermanos. Ya no era los hermanos de antes. Había más sencillez en sus corazones; por lo menos, la disposición de reconocer su culpabilidad en el maltrato hacia José, años atrás.

Cuando se contuvo de llorar, regresó, y “tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (v.24b). ¿Por qué a Simeón? Realmente no lo sabemos; Moisés no nos dice. Sabemos que Simeón era el segundo hijo de Jacob. Su nombre estaba vinculado con el verbo, ‘oyó’: “Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada” (Gén 29:33), pensó Lea, al darle el nombre, ‘Simeón’. Quizá José lo escogió, recordando el significado de su nombre (él había sido menospreciado por sus hermanos). O podría ser que fue el hermano que mostraba menos arrepentimiento, o el hijo a quien Jacob más extrañaría de los diez.

Aunque José se seguía mostrando severo con ellos, es claro que su actitud había cambiado. Por eso, ordenó a sus siervos que llenaran las bolsas de sus hermanos de alimento (v.25a), y que devolviesen (secretamente) a cada uno su dinero (v.25b). ¡Cómo podía cobrarles por los alimentos!

3. EL RETORNO A CANAAN (v.26-38)

Cuando emprendieron el viaje de retorno, UNO de los hermanos halló el dinero en su bolsas (v.26-28). Años antes, estos hombres, que habían vendido a José por veinte monedas de plata (Gén 37:28), se habrían alegrado de encontrar el dinero. Pero ahora su reacción fue muy diferente: “se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?” (v.28b). Por fin estaban comenzando a creer en Dios. No creyeron por el testimonio de su padre; pero sí creyeron, cuando pasaron por dificultades, y sintieron la mano de Dios, juzgándolos.

NOTA: Cuando nuestra conciencia testifica contra nosotros, actos de caridad nos preocupan, porque reconocemos que no lo merecemos. José fue generoso con ellos; pero su conciencia no les permitió disfrutar esa generosidad. Sintieron que Dios los estaba juzgando, metiéndoles en un gran lío con los egipcios (ver Gén 43:18).

Al llegar a casa, los hermanos le contaron a su padre, Jacob, todo lo que les había pasado en Egipto (v.29-34). Una vez más, llamaron a José, “el señor de la tierra” (v.30). Luego, cuando abrieron los sacos de alimento, cada uno de ellos halló el dinero devuelto (v.35). Ahora el susto fue mayor: “y viendo ellos y su padre los atados [paquetes o bolsas] de su dinero, tuvieron temor” (v.35b).

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Jacob, seguramente afectado por el temor, reaccionó en forma irracional – ¡cuán típico de su carácter! Le echó la culpa a sus hijos, diciendo: “Me habéis privado de mis hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis” (v.36). Al hablar de la desaparición de José, Jacob no los está acusando de haber matado a José, sino simplemente de haber sido en alguna forma responsable de la muerte de su hermano, por no haberlo cuidado mejor. Consideraba que fueron de igual irresponsables, al volver de Egipto sin Simeón. Y de ningún modo estaba dispuesto a entregarle a Benjamín en sus manos.

Aunque le echó la culpa a sus hijos, diciendo: “contra mí son todas estas cosas” (v.36b), la realidad era totalmente al revés. En primer lugar, él era responsable por todo lo que había ocurrido, por haber hecho a José su hijo predilecto, dándole la túnica especial. Y en segundo lugar, todo lo que estaba ocurriendo, lejos de ser en su contra, era a su favor. Dios lo estaba santificando; y por medio de José, estaba salvando su vida de la hambruna. ¡Cuán torpe era Jacob! ¡Qué falta de entendimiento espiritual!

Rubén, el hijo mayor, intervino, ofreciendo a sus dos hijos a cambio de la vida de Benjamín, si algo le pasara en Egipto (v.37). Pero Jacob no estaba dispuesto a escuchar: “No descenderá mi hijo con vosotros, pues su hermano a muerto, y él sólo ha quedado; y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor al Seol” (v.38).

Notemos las palabras, “y él sólo ha quedado”. O sea, ¡para Jacob sus demás hijos no valían para nada! Sólo le interesaba José y Benjamín, porque ellos fueron los hijos de su amada Raquel. La actitud que Jacob muestra aquí indica que no ha aprendido nada. Al pasar los años, sus hijos habían cambiado, madurando, y volviendo a ser más sensibles. Pero Jacob es tan terco y egoísta como antes. No ha aprendido nada de la supuesta muerte de José.

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