estructuras fotosintéticas
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Estructuras fotosintéticas
Desde hace cuatro décadas, en el ambiente científico se ha extendido el interés
por la creación de sistemas artificiales que imiten a la fotosíntesis. Con frecuencia,
lo que se hace es reemplazar a la clorofila por una amalgama de compuestos
químicos, ya sean orgánicos o inorgánicos, que tienen la capacidad de captar la
luz. Sin embargo, se desconoce lo que se debe de hacer con los electrones
liberados en el proceso fotosintético.
En el año 1981 fue fabricado el primer cloroplasto de carácter artificial, que se
encontraba constituido por una mezcla de compuestos orgánicos sintéticos
relacionados con la clorofila y que, al iluminarse, tenía la capacidad de llevar a
cabo la reacción de fotólisis del agua, generando hidrógeno y oxígeno en estado
gas. El tamaño físico del cloroplasto artificial era mucho mayor en comparación
con el de los cloroplastos naturales, y además, su eficacia de conversión de
energía lumínica en química era notablemente inferior. Este primer experimento
fue todo un hito y supuso el primer paso hacia la construcción de un dispositivo
fotosintético obtenido artificialmente que funcionara.
En 1998, el equipo de Thomas Moore, profesor de química del Centro de
Bioenergía y Fotosíntesis de la Universidad Estatal de Arizona, decidió incorporar
al cloroplasto artificial desarrollado años antes, una vesícula rodeada de una
cubierta parecida a las membranas de los cloroplastos naturales. En ella se
hallaban las clorofilas tratadas sintéticamente, junto con otros compuestos que se
añadieron con la intención de generar una acumulación de iones H+ en la parte
interna de la membrana. Pero el hecho más destacable del experimento fue la
incorporación de la enzima ATP-sintetasa, principal responsable del
aprovechamiento del desequilibrio en la concentración de H+ para producir ATP.
Con estas modificaciones, Moore consiguió un comportamiento similar al de los
cloroplastos reales, sintetizando ATP a partir de energía solar, pero con un
número más reducido de componentes que la cadena fotosintética natural. Tal fue
la repercusión del experimento, que en la actualidad se continúan explorando sus
aplicaciones prácticas.
En 1999, científicos norteamericanos unieron químicamente cuatro moléculas de
clorofila, dando lugar a una cadena por la que podían circular los electrones y en
cuyo remate, se encontraba una bola de fullereno C60. Tras incidir la luz en el
sistema, los electrones emitidos eran trasportados hasta la bola de
buckminsterfullereno que se quedaba cargada eléctricamente y mantenía estable
su carga. Pero el principal defecto de este imaginativo proyecto es que los
científicos que lo lideraban desconocían la posible aplicación del fullereno cargado
que se había obtenido por medio del proceso mencionado.20
Se distinguen por ser unas estructuras polimorfas de color verde, siendo la
coloración que presentan consecuencia directa de la presencia del pigmento
clorofila en su interior. Además, presentan una envoltura formada por una doble
membrana que carece de clorofila y colesterol: una membrana plastidial externa y
una membrana plastidial interna.
En las plantas superiores, la forma que con mayor frecuencia presentan los
cloroplastos es la de disco lenticular, aunque también existen algunos de aspecto
ovoidal o esférico. Con respecto a su número, se puede decir que en torno a
cuarenta y cincuenta cloroplastos coexisten, de media, en una célula de una hoja;
y existen unos 500.000 cloroplastos por milímetro cuadrado de superficie foliar. No
sucede lo mismo entre las algas, pues los cloroplastos de éstas no se encuentran
tan determinados ni en número ni en forma. Por ejemplo, en el alga Spirogyra
únicamente existen dos cloroplastos con forma de cinta en espiral, y en el alga
Chlamydomonas, sólo hay uno de grandes dimensiones.
En el interior y delimitado por una membrana plastidial interna, se ubica una
cámara que alberga un medio interno con un elevado número de componentes
(ADN plastidial, circular y de doble hélice, plastorribosomas, enzimas e inclusiones
de granos de almidón y las inclusiones lipídicas); es lo que se conoce por el
nombre de estroma. Inmerso en él se encuentran una gran cantidad de sáculos
denominados tilacoides, que contienen pigmentos fotosintéticos en su membrana
tilacoidal (cuya cavidad interior se llama lumen o espacio tilacoidal). Los tilacoides
pueden encontrarse repartidos por todo el estroma (tilacoides del estroma), o bien,
pueden ser pequeños, tener forma discoidal y encontrarse apilados originando
unos montones, denominados grana (tilacoides de grana). Es en la membrana de
los grana donde se ubican los sistemas enzimáticos encargados de captar la
energía lumínica, llevar a cabo el transporte de electrones y sintetizar ATP.