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ESTRUCTURACIÓN SUBJETIVA HISTÉRICA El complejo de Edipo, desplegado en su totalidad en la etapa fálica, se va pique ante la amenaza de castración en el varoncito y debido a la envidia del pene en la niña, surge. Como es mi propósito hablar de la histeria, tendré en cuenta el segundo caso: el de la mujer (en su vinculación con la histeria). Freud habló de una dificultad en el abordaje de este complejo en la mujer debido a que no era homologable su situación a la del varón: en éste un estadio previo de amor hacia ambos progenitores iba a ser relevado por un nuevo escenario en el que el padre aparece como rival del amor de la madre. Es este nuevo contexto en el que los sentimientos de ternura hacia él se trocan en ambivalentes. La amenaza de castración, abonada por la noticia de la falta de pene en la mujer, le hará elegir entre el amor por la madre y el amor narcisista por su pene. El complejo de castración resuelve el complejo de Edipo y lo prepara para la exogamia. Ahora bien, la mujer se encuentra ante una situación contraria: el complejo de castración prepara el terreno para la situación edípica: la falta de pene se significa como un reproche hacia la madre por no haberle dado aquello que el varoncito tiene. Freud dice: “Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo”; es la envidia del pene. Ahora es cuando se dirige hacia el padre buscando aquello negado por la madre: un hijo (pene). Esto la deja ante 3 caminos posibles: 1) renuncia de la sexualidad; 2) se aferra a la masculinidad amenazada; 3) actitud femenina normal. Un mismo representante (primacía del falo), varios caminos a tomar, tanto por parte de la niña como el varón, ya que el complejo de Edipo nunca es puro, sino que es tanto positivo como negativo (Edipo completo). El niño abandona el deseo por la madre y la niña, por el hijo del padre. Aquí opera la castración constituyendo al deseo como prohibido (incesto). Así el deseo se constituye como insatisfecho (Sueño de la bella carnicera). ¿Por qué insatisfecho? Cuando la niña gira de la madre al padre, envidia del pene mediante, lo hace con la esperanza de obtener un hijo de su padre. Esto se constituye como una promesa de él hacia ella. Promesa que queda sin cumplir, y que la histérica sostendrá. ¿Y cómo se expresa esta insatisfacción? Bueno, con una pregunta (como en toda neurosis) según Lacan, que

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ESTRUCTURACIÓN SUBJETIVA HISTÉRICA

El complejo de Edipo, desplegado en su totalidad en la etapa fálica, se va pique ante la amenaza de castración en el varoncito y debido a la envidia del pene en la niña, surge. Como es mi propósito hablar de la histeria, tendré en cuenta el segundo caso: el de la mujer (en su vinculación con la histeria).

Freud habló de una dificultad en el abordaje de este complejo en la mujer debido a que no era homologable su situación a la del varón: en éste un estadio previo de amor hacia ambos progenitores iba a ser relevado por un nuevo escenario en el que el padre aparece como rival del amor de la madre. Es este nuevo contexto en el que los sentimientos de ternura hacia él se trocan en ambivalentes. La amenaza de castración, abonada por la noticia de la falta de pene en la mujer, le hará elegir entre el amor por la madre y el amor narcisista por su pene. El complejo de castración resuelve el complejo de Edipo y lo prepara para la exogamia.

Ahora bien, la mujer se encuentra ante una situación contraria: el complejo de castración prepara el terreno para la situación edípica: la falta de pene se significa como un reproche hacia la madre por no haberle dado aquello que el varoncito tiene. Freud dice: “Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo”; es la envidia del pene. Ahora es cuando se dirige hacia el padre buscando aquello negado por la madre: un hijo (pene). Esto la deja ante 3 caminos posibles: 1) renuncia de la sexualidad; 2) se aferra a la masculinidad amenazada; 3) actitud femenina normal.

Un mismo representante (primacía del falo), varios caminos a tomar, tanto por parte de la niña como el varón, ya que el complejo de Edipo nunca es puro, sino que es tanto positivo como negativo (Edipo completo). El niño abandona el deseo por la madre y la niña, por el hijo del padre. Aquí opera la castración constituyendo al deseo como prohibido (incesto).

Así el deseo se constituye como insatisfecho (Sueño de la bella carnicera). ¿Por qué insatisfecho? Cuando la niña gira de la madre al padre, envidia del pene mediante, lo hace con la esperanza de obtener un hijo de su padre. Esto se constituye como una promesa de él hacia ella. Promesa que queda sin cumplir, y que la histérica sostendrá. ¿Y cómo se expresa esta insatisfacción? Bueno, con una pregunta (como en toda neurosis) según Lacan, que es planteada al sujeto en el plano de su ser. “El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley en la sexualidad. Y ésta ley solo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el plano simbólico” dice Lacan. En este orden simbólico no existe significante que pueda responder la pregunta que estructura la histeria: ¿Qué es una mujer? Este imposible es debido a lo dicho más arriba: en el camino de la organización genital infantil solo existe un significante alrededor del cual se constituyen los sexos: el falo. Es así que el intento de completud se buscará a partir de la identificación; es decir, por medio de otra persona intentará encontrar la respuesta (tipos de identificación, identificaciones en Dora)

Esta característica del deseo histérico se vincula con las versiones de Padre delimitadas por Freud. En este tipo de estructura son dos: el padre débil, enfermo, que luego seduce a la hija, es el padre perverso. Es el padre que no erige la prohibición del incesto, no instaura esa legalidad propia de la neurosis. La otra versión es la del padre bueno, ideal, perfecto, capaz de instaurar la prohibición. En la Histeria hay un desdoblamiento del padre en estas dos vertientes, las cuales, coexistiendo, sostendrán el deseo (insatisfecho) del sujeto. La postura histérica con respecto al padre es mostrar la potencia (lo que el puede) para después marcar lo que no puede (castrar). Este

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interjuego, el de potentizar para luego castrar, mantiene al deseo, como ya dije, insatisfecho. Es una expresión más de aquel momento, sepultado ya, de la infancia en el que la niña (reproche a la madre de por medio) se dirige al padre con la intención de que se cumpla la promesa que a este le supone: darle un hijo en sustitución del pene denegado por la madre.