esto no es un asentamiento, es una cooperativa

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Esto no es un asentamiento, es una cooperativa. Disputas sociales y políticas por la apropiación del espacio habitado Tesis. Las autoras del artículo pretenden dar cuenta de algunas situaciones en las que el espacio social es constituido a partir de los acuerdos y discusiones respecto de su denominación, conformación y significación, a partir de las apreciaciones en torno a la tierra y su propiedad de los vecinos de Las Cuatro Banderas que el Programa de Regularización y Escritura de Viviendas Sociales desencadenó. Objetivos. En una primera parte, las autoras intentarán describir y analizar los modos como los habitantes dan sentido al espacio, lo definen, viven y categorizan, en relación a las nociones y las prácticas a las cuales lo barrial era asociado, y a su opuesto "la villa". Mientras que en una segunda parte, analizarán los altercados morales y políticos que la incorporación al Programa de Regularización y Escritura de Viviendas Sociales implicó hacia adentro de la cooperativa en relación a la escritura y las implicancias de determinado ordenamiento barrial. Contextualización y argumentación. En el año 1994 trescientos metros cuadrados, inhóspitos y mallinosos, colindantes a la villa Emancipación, comenzaron a ser habitados por un grupo de cincuenta familias. Ante la necesidad de regularizar las

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Tesis sociológica sobre un barrio de Córdoba

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Page 1: Esto no es un asentamiento, es una cooperativa

Esto no es un asentamiento, es una cooperativa. Disputas sociales y políticas por la

apropiación del espacio habitado

Tesis. Las autoras del artículo pretenden dar cuenta de algunas situaciones en las que el

espacio social es constituido a partir de los acuerdos y discusiones respecto de su

denominación, conformación y significación, a partir de las apreciaciones en torno a la tierra

y su propiedad de los vecinos de Las Cuatro Banderas que el Programa de Regularización y

Escritura de Viviendas Sociales desencadenó.

Objetivos. En una primera parte, las autoras intentarán describir y analizar los modos como

los habitantes dan sentido al espacio, lo definen, viven y categorizan, en relación a las

nociones y las prácticas a las cuales lo barrial era asociado, y a su opuesto "la villa". Mientras

que en una segunda parte, analizarán los altercados morales y políticos que la incorporación

al Programa de Regularización y Escritura de Viviendas Sociales implicó hacia adentro de la

cooperativa en relación a la escritura y las implicancias de determinado ordenamiento barrial.

Contextualización y argumentación. En el año 1994 trescientos metros cuadrados, inhóspitos

y mallinosos, colindantes a la villa Emancipación, comenzaron a ser habitados por un grupo

de cincuenta familias. Ante la necesidad de regularizar las tierras para comenzar a construir

sus casas y comenzar una organización urbana, los vecinos se agruparon para la compra de

los terrenos. Para ello, y por requisito de los propietarios, tuvieron que conformar una

cooperativa.

Con tiempo, fueron gestionando la matrícula que los habilitaba para la constitución de una

cooperativa y de esta manera, al adquirir la posesión de las tierras en conjunto, cada vecino

debía abonar su propio lote en calidad de socio.

Las autoras describen reiteradamente algunos relatos que dan cuenta de cierta lógica que guió

a los incipientes vecinos a agruparse para conformar un barrio y no una villa. La ocupación y

la posterior organización para habitar esas tierras implicaba una relación con un espacio

colectivo imaginado como barrio, que implicaría ciertos esfuerzos comunitarios para

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constituirse como una cooperativa y definirse de acuerdo a una oposición que se correspondía

con algo "no deseado", con algo que no querían ser: ilegales, usurpadores, villeros.

Al comienzo, tras la descripción de un vecino, muchos fueron a vivir al barrio en casas de

madera pero luego cunado la gente estaba segura de que los terrenos les pertenecían,

comenzaron a construir con materiales nobles (ladrillos, loza, chapas, cemento). Esto

marcaría un sentido de apropiación del espacio íntimamente vinculado con el sentido de

propiedad que circulaba en ellos.

En cuanto a la conformación del hábitat como barrio, por medio de una cooperativa,

implicaba en los vecinos un conjunto de prácticas y exigencias: "tenemos que ver que esto no

es un asentamiento, es una cooperativa, donde debemos todos participar (...) porque sacan el

agua de las piletas y no se dan cuenta que se le junta al vecino de acá, al de allá, al del frente

y no les importa", diría Laura en una asamblea. Esta manera de rotular las prácticas por ser o

no ser cooperativa, por querer clasificarse como barrio, distinguía en ellos cómo debían

actuar cotidianamente.

Una vez que la Cooperativa fue incluida en el programa de Regulación y Escritura de

Viviendas Sociales, del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, el barrio comenzó la

mensura de cada lote y la edificación del trazado final del plano barrial. Esto provocó en los

vecinos una serie de preocupaciones sobre la demarcación, organización y propiedad del

espacio, tanto privado como público. Y a su vez, la inquietud por parte de los miembros de la

comisión directiva de la cooperativa porque todos los socios abonaran su terreno, que era

condición necesaria para recibir la escritura.

En este sentido, que la comitiva ejecutiva de la cooperativa tuviese o no contemplación con

los deudores se definía de acuerdo a múltiples situaciones, todas ellas sostenidas sobre la base

de un conocimiento próximo a la situación económica, familiar y vecinal, donde la comisión

establecía ciertas diferenciaciones en el trato. Esto desencadeno un conjunto de hechos que

permitieron entre ver cómo una política publica que se presumía ser de tipo universal y de

carácter impersonal, adquiere sentido particular, en este caso, por el ejecutivo o directamente

por la presidenta de la cooperativa.

Por otro lado, y para concluir, las autoras demuestran por medio de algunos testimonios cómo

la lucha de la escritura del terreno, como instrumento legítimo para dar cuenta del uso y

propiedad, no era la única manera de legitimar el sentido de propiedad. Los habitantes de Las

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Cuatro Banderas tenían otro uso y sentido de propiedad distinto al del Estado. Un trabajo

humano que ha transformado la nada en algo: un descampado vacío, librado a un orden

natural, en un espacio habitado, significado y fundamentalmente, vivido.