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Para completar la educación de la niña se contaba con maestros que instruyeran en ciertas materias:

«Criáronse estas dos criaturas (los hermanos Pedro y Jacinta) creciendo en ellos el amor al paso de la edad, y llegóse el tiempo de aprender urbanidades que deven saber las personas principales. Les dieron maestros suficientes.»30

«Tuve maestros de cantar y danzar, porque tengo razonable voz, y estas dos cosas supe con destreza.»31

Los maestros enseñaban urbanidades, canto, danza, lectura y escritura cuando estos conoci- mientos no podían ser adquiridos de los padres o sirvientes o se trataba de darles una esmerada educación. De lo que no había maeshos era de labores ni de gobierno doméstico, tareas que se suponían conocidas por la propia experiencia de la casa. No hemos encontrado en la novela bairoca referencias al envío de doncellas a la escuela, costumbre que estaba lejos de generalizarse a pesar de que ya había algunas escuelas para doncellas32. Las reticencias a sacar a la joven de casa tardarían aún en superarse, sobre todo entre la nobleza, que podía permitirse los precepto- res e incluso hacer ostentación de ellos.

No podemos olvidar la influencia de otro tipo de educadores: los sacerdotes. El púlpito y el confesionario, lugares muy conocidos por las mujeres, servían de plataforma para su adoctrinamiento en la fe y las leyes de la Iglesia, incluidos los esquemas misóginos que dejaban tan mal parada la condición femenina. Recordemos que después de Trento el cumplimiento de los deberes sacramentales y la asistencia a misa se intensificó y se difundió la confesión frecuente, prácticas que las mujeres de la novela barroca hacen con asiduidad.

30 CARVAJAL, Mariana de La itrdrrst~ ra i>errce desdenes en Navrdades de Madr rd y iioclres eriti etenidas, (Ma- drid, 1663) Univ de Verona, Milán, 1988, p 135

31 CASTILLO SOLORZANO, Alonso del El drsjazado, (Zaragoza, 1649) Atlas, Madrid, 1950, col. BAE XXXITI, p 249

32 VOLTES, Pedro y María José. Madtes y ririios en la histolra de Espafia, Planeta, Barcelona, 1989; HERNANDEZ, M" Ángeles: op cit.

ECOS DE LA «QUERELLE DES FEMMESBB EEN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII1

Mónica Bolufer Peruga Universitat de Valencia

A lo largo de los siglos en la literatura Europea la tradición misógina ha coexistido con una producción que ha tomado como objetivo la defensa del sexo femenino de manera un tanto estereotipada: se trata de los «champions des femmesx que dan título a una obra de Angenot'. Nuestro objetivo en este trabajo es comentas una serie de obras circulantes en la España del siglo XVIII, tanto originales como traducciones del francés (algunas de las cuales tendrían también una resonancia y reelaboración en la prensa) situándolas dentro del debate sobre la superioridad o inferioridad del sexo femenino conocido como la «querelle des femmesn2. De- sarrollado entre la Baja Edad Media y el siglo XVIII, sus planteamientos, salvo algunas excepciones, resultaban ya un tanto arcaicos en esta época. Frente a la postura misógina se alinean los defensores de la superioridad femenina, posición que Darmon ha bautizado de manera inexacta como «féminisme barroque» y ha caracterizado por la debilidad de sus argu- mentos y el maniqueísmo en la representación de los sexos3.

Angenot ha llegado a calificar esta polémica como «le noyau idéologique des débats de la classe privilégiée sous l'Ancien Régimen4. Aunque consideremos excesiva esta afirmación no puede dejar de sorprendernos la profusión de tíh~los, tanto misóginos como apologéticos, recopilados por este y otros autores, y especialmente el amplio corpus de escritos (franceses o traducidos a esta lengua) que a lo largo de cuatro siglos han abogado por la excelencia femenina5, menos conocidos que las obras misóginas, aunque Angenot los considera tanto o

1 ANGENOT, M.: Les clranrpioris des fenrmes. Examen dtc discoirrs sirr la sirpériorité fétninirle: 1400-1800. Montréal, Presses Universitaires du Québec, 1977.

2 Mantenemos en francés esta expresión, ya consolidada en la historiografía, en lugar de traducirla con algún término anacrónico como «polémica feministas.

3 DARMON, P.: Mytlrologie de la fenrme dans I'Aricierrne Frarrce. Paris, Seuil, 1983. 4 ANGENOT, M.: o.c., p. 25. 5 Además de la exhaustiva lista que acompaña al estudio de Angenot pueden consultarse las recopilaciones más

modestas de GEFFRIAUD-ROSSO, J.: «Pour une théorie de la femme: Traités et dissertations de 1600 h 1 7 8 9 ~ en

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más abundantes. Esta tradición apologética tiene a su parecer también cierto arraigo en la literatura italiana, menor en la alemana o inglesa, y nuestra impresión es que tampoco resulta tan frecuente en las literaturas peninsulares.

Aunque la polémica es más antigua, es a finales del siglo XV y principios del XVI, sobre todo con la obra del humanista Comelio Agrippa de Nettesheim6, cuando se codifica un género apologético del sexo femenino cuyos moldes (entre ellos la lista esudita de mujeres célebres en la Historia por sus capacidades o virtudes, elemento imprescindible de la argumentación hasta el siglo XVm) repetirán los autores posteriores. En los siglos siguientes, la querella experimen- tará estancamientos o reactivaciones periódicas al ritmo del devenir político, económico y cultural de la sociedad francesa.

Pese a su gran difusión, los límites de este género resultan evidentes. En primer lugar destaca su carácter retórico, que permite a sus cultivadores hacer alardes de erudición y de habilidad dialéctica. Muchos autores no introducirán ninguna innovación, limitándose en buena medida a repetir razonamientos estereotipados y escasamente fundamentados, como absurdas etimologías o interpretaciones bíblicas tan poco convincentes como las de sus oponentes.

No sólo los elementos formales sino también el contenido ofrece escasas innovaciones. La incapacidad, en general de concebir las relaciones de género en términos no jerárquicos convierte la afirmación de la excelencia femenina en una inversión, igualmente arbitraria y esencialista, de las concepciones misóginas. El discurso se desarrolla casi siempre en un nivel abstracto, con escasas referencias al contexto social ni a problemas concretos. La defensa radica en demostrar la capacidad femenina (ejemplificada en numerosos casos de mujeres que han destacado en el campo intelectual, político o militar) para llevar a su máximo exponente cualidades que los misóginos reservan de modo exclusivo a los hombres, sin que ello lleve pareja una propuesta de transformación concreta de la ordenación social vigente. La única reivindicación concreta es, en algunos autores, el derecho a una educación más completa, y sólo en algún caso excepcional se plantea el acceso femenino a los cargos públicos: en general se asume que las mujeres mantengan su situación social y política desigual a cambio de preservar intacta su originaria superioridad moral.

A pesar de este carácter en buena medida estereotipado del género apologético, sus estruc- turas, su lenguaje y algunos de sus argumentos fueron utilizados por autores que iban más lejos en sus planteamientos, como Marie de Goumay y sobre todo Poullain de la Basre7. Con la aplicación del método cartesiano a «el más universal de todos los prejuicios» para llegar no a una arbitraria excelencia sino a una razonada igualdad, este autor hizo tabla rasa de los argumentos de los misóginos, sin desdeñar tampoco entrar en su propio tesseno (la exégesis bíblica, las doctrinas aristotélicas, etc.) para demostrar su poco fundamento a través de la reducción al absurdo. A pesar de la escasa recepción crítica que tuvieron en su momento sus tesis provocadoras,

Etiides sur la fénliriité aiurXVll2nie et XVIII2rne sikcles. Pisa, 1983, pp. 163-211; ALBISTUR, M.; ARMOGATHE, D.: Histoire du féniiriisniefiaricaise. Paris, Editions des femmes, 1977. Algunos textos en MICHAEL, C. (ed.): Les Tr.act~ féniinistes air XVlII2me siécle. Ed. Slatkine, Geneve-Paris, 1986; ALBISTUR, M.; ARMOGATHE, D. (ed.): Le grief des feninies. Ar~thologie des textes féniinistes dir Moyen Age 2 1848. Ed. Hier et Demain, 1978.

6 AGRPPA DE NETTESHEIM, C.: Sitr la noblesse et l'excellerice dzr sexe fémiriiri, de su préeriiirzerice sirr I'airtre sexe. C6té-femmes éditions, Paris, 1990 (publicado en 1573).

7 Este autor dedicó tres obras a la cuestión de las relaciones de los sexos. La más importante ha sido reeditada recientemente y se prepara su traducción al catalán. POULLAIN DE LA BARRE, F.: De l'égalité cles deiis sexes. Paris, Fayard, 1984 (original de 1673, con cuatro ediciones más y una traducción inglesa en el siglo XVII). Entre 1% bibliografía sobre este autor ver además de las obras generales citadas los artículos recopilados de la revista francesa Corpits n", 1985 con motivo de la reedición.

su influencia posterior se ha apuntado en autores inscritos en la querella, como Caffiaux, Puisieux o Thomas, así como en otros de mayor relieve, desde Choderlos de Laclos, Montesquieu y Rousseau a Stuart Mill.

Aunque entre las obras circulantes en la España del siglo XVIII que traten de forma polémica la cuestión de las capacidades femeninas no apreciamos una defensa que se sitúe de modo abierto del lado de la excelencia o superioridad de las mujeres, pensamos que hay una selle de escritos que pueden entenderse y valorarse de modo más preciso si se tiene en cuenta su vinculación formal o de contenido con esta tradición.

Comenzaremos por el conocido «Discurso en defensa de las mujeres» de Feijoo, escrito que, además de dar lugar a una de las múltiples polémicas que originaron las obras de este autor, influyó sobre escritores posteriores, fue reproducido y remodelado en la prensa (Diario curioso de Tarazona, Diario de Valencia) y traducido al francés8.

Las frecuentes alusiones a este escrito en los estudios de la Historia de las mujeres, sean visiones sintéticas o un análisis más detallado, han destacado sobre todo su lúcido rechazo de la inferioridad femenina, especialmente en el plano intelectual, y su clarificación de los factores sociales que inhiben la manifestación de esas potencialidades de las mujeres9. La cronología de su discurso, mucho anterior, por ejemplo, al debate suscitado en la Sociedad Económica de Madrid sobre la admisión de damas, y la comparación con la misoginia extrema de sus detractores (así como con la defensa formal y teñida de galantería de otros participantes en la polémica, como Basco Flancas) conducen efectivamente a apreciar el carácter relativamente innovador y abierto de sus planteamientos en España. No obstante, para valorar debidamente su pensamiento conviene no retener exclusivamente los aspectos más modernos ni hacer abstracción de la forma, de los recursos, razonamientos y ejemplos utilizado^'^. Así Feijoo deja de aparecer úni- camente como precusor aislado de ciertas reivindicaciones más precisas de la segunda mitad del XVIII y enlaza como una tradición europea anterior y coetánea que en buena medida supera.

La conexión se hace patente, en primer lugar, en la influencia de algunas obras francesas. El mismo Feijoo reconoce su deuda con el abad de Bellegarde, uno de los «champions des femmes~ franceses". Cita también a Lucrecia Marinella, autora veneciana cuyo libro dice haber vistoL2. Asimismo manifiesta su admiración por Mlle. de Scudéry, célebre escritora del círculo de las «Preciosas»'3. A su vez, el discurso de Feijoo, traducido al francés, pasaría a engrosar el

8 Hemos manejado la 7- edición: FEIJOO, B.: Tlieatro crítico, T.I., disc. XVI. Madrid, 1742. 9 ORTEGA, M.: «La defensa de la mujer en la sociedad del Antiguo Régimen: las aportaciones del pensamiento

ilustrado», en El Feniiriismo en Esparía: dos siglos de Iiistoria, pp. 3-28. Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1988. BLANCO CORUJO, O.: Feijoo y la polémica ferniriista del siglo XVIII. Tesis de licenciatura inédita, Oviedo 1973. VILLOTA, P.: «El siglo de la Ilustración y la capacidad intelectual de la mujer» y VILLAR GARCÍA, B.: «Los estereotipos femeninos del siglo XVIII. Límites de su evolución», ambas en Actas rle las VI1 Jornadas de lrii~estigacióri interdisciplinaria. Mirjeres y 1iomb1.e~ en la forniaciórr del perisaniiento occidental, vol. 11, pp. 185-196 y 197-208. Madrid, 1989.

10 Así por ejemplo, Villota margina estos aspectos al afirmar: «Su defensa del entendimiento femenino se va a trazar en tomo a dos núcleos argumentales, aparte de otros de carácter físico que por lo trasnochado que nos resulta su terminología no he considerado oportuna su inclusión» (VILLOTA, B.: o.c., p. 186).

11 MORVAN DE BELLEGARDE, Abbé: «Si les femmes sont inférieures aux hommes par le mérite de l'esprit», en Lettres czr~.ieirses de 1ittér.atirre et de nlorale. Paris, 1702. En GEFFRIAUD-ROSSO, J.: o.c., p. 202.

12 MARINELLA, L.: La riobilitá e I'Eccelleriza delle Donrie con Dijfetti e Maricanienti de gli Hitomini. Venecia, 1601. Esta es la edición citada por Pyerre Bayle, quien en su Dictionriai~.e Iristoriqire et critique recoge bajo la entrada «Marinella» una serie de obras en la tradición de la excelencia.

13 Autora, entre ohas obras, de Les fernrnes illirstres oir les Hararigires Iiéroiaires (1642). Paris, Caté-femmes éd..

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repertorio de defensas de las mujeres del que se nutrirían también las apologías francesas postesiore~~~.

El discurso de Feijoo prueba que ha asimilado paste de los argumentos tradicionales de la excelencia femenina, aunque se distancie de esta línea al no pretender demostrar la superioridad sino la igualdad, primera y decisiva diferencia. Así lo afirma en diversos pasajes, aunque reconoce que algunos de sus razonamieiltos podrían utilizarse también en aquel sentido: «Mi voto, pues, es que no hai desigualdad en las capacidades de uno y otro sexo. Pero si las mugeres para rebatir a importunos despreciadores de su aptitud para las Ciencias y Artes quisiesen passar de la defensiva a la ofensiva, pretendiendo por juego de disputa superioridad respecto de los hombres, pueden usar de los argumentos propuestos arriba, donde (con) las Máximas Physicas con que se pretende rebaxar la capacidad de las mugeres mostramos que con más verosimilitud se infiere ser la suya superior a la nuestra»15.

Su obra presenta asimismo otros rasgos formales propios de las obras de apología. Como otros defensores de las mujeres, comienza afirmando la dificultad de la empresa y el peso de la opinión contrariaL6. Al igual que Poullain, y superando en ello a otros autores, manifiesta su desconfianza respecto a las autoridades, que casi unánimemente niegan el entendimiento femenino, y pretende recurrir a la razón como único rasero válido para deshacer el prejuicio de la iiiferioridad17. También como Poullain, manifiesta la dificultad de mantener la objetividad en un debate que afecta a los intereses de los participantes: «Lo cierto es que ni ellas ni nosotros podemos en este pleito ser Jueces, porque somos partes, y assí se había de fiar la sentencia a los Angeles, que, como no tienen sexo, son indiferentes»18. Se inscriben también en la tradición de la «querelle» su denuncia de las indignas motivaciones de los misóginos19 y el omnipresente catálogo de heroínas (bíblicas, clásicas y de la histosia europea y española reciente).

Coincidiendo con la mayor parte de apologistas de la excelencia femenina, no rehusa utilizar los mismos argumentos de los misóginos para llegar a conclusiones opuestas, aunque en su caso, como en el de Poullain, resulta claro que no comparte sus bases de partida. Es el caso de las teorías aristotélicas sobre los temperamentos, sobre las que manifiesta alguna duda20. Tam- poco acepta la afirmación de P. Malebranche sobre la mayor blandura de las fibras del cerebro femenino, aunque no desdeña considerarla para mostrar como puede llevar a demostrar lo contrario de lo que su autor pretende, es decir, el mayor entendimiento femenino2'. Trata asi- mismo otro argumento clásico de la misoginia, la interpretación del Génesis. Sobre la valoración de la Caída coincide con la tradición de apología femenina al justificas a Eva por haber sido engañada por una criatura más sagaz22. Por lo que respecta al pasaje en el que Dios impone la

14 FEIJOO, B.: (PREVOST, Abbé, trad.): Apologie des fenimes. s.1.n.d. (1755). GEFFRIAUD-ROSSO, p. 186. Albistur y Armogathe citan otra traducción con el título de Défense ou Eloge des feninies (1743).

15 FEIJOO, B.: o.c., pp. 391-392. Ver también comentarios en esta línea en las páginas 337 (sobre las capacidades físicas) y 374.

16 Ibíd., p. 331 (texto imitado por Cubié en su prólogo). Sobre la presencia de estos preámbulos en los xchampions des femmesn ANGENOT, M.: o.c., p. 153.

17 FEIJOO, B.: o.c., p. 355. 18 Ibíd., p. 356. POULLAIN DE LA BARRE, F.: o.c., p. 52. 19 FEIJOO, B.: o.c., p. 332. 20 Ibíd., epígrafes X m y XIV. 21 Ibíd., ep. XV. Esta idea será desarrollada por la Filosofía y la Medicina del siglo XVm, que extraerá de la

supuestamente mayor impresionabilidad o sensibilidad femenina consecuencias limitadoras para el entendimiento de las mujeres. HOFFMANN, P.: La feninle daris la pensée des Lirrnieres. Paris, 1977.

22 Argumento tomado de Cayetano, en FEIJOO, B.: o.c., p. 334.

sumisión femenina, hace notar la no coincidencia de las versiones (utilizando una vez más un recurso tradicional de los defensores de las mujeres), precisa que esta sujeción, al derivas del pecado, no existiría en el estado de inocencia2', y no se pronuncia sobre las razones de la pre- eminencia del varón, remitiendo a la insondabilidad de «las divinas resoluciones».

Pasando de la autoridad doméstica a la autoridad política, y también sin exceder los límites de la tradición de apología (superados en este aspecto por Poullain), Feijoo no formula ninguna crítica sobre la exclusión general de las mujeres del gobierno político. Explícitamente, manifiesta que sólo aspira a convencer (mediante ejemplos históricos y antropológicos) de su capacidad para ejercer tales cargos, y a instar a la conformidad y la obediencia a los pueblos regidos por una soberana: «Sin embargo, la práctica común de las Naciones es más conforme a la razón, como coi~espondiente al Divino Decreto, notificado a nuestra primera Madre en el Paraíso, donde a ella y a todas sus hijas en su nombre se les intimó la sujeción a los hombres»24.

El dualismo cartesiano se deja sentir en la nítida distinción entre alma y cuerpo. Las diferencias físicas quedan estrictamente reducidas a los órganos de la generación, sin afectar a los del entendimiento, ya que «la Alma no es varón ni hembra»25. Coincide así Feijoo con el célebre «l'esprit n'a pas de sexe» de Poullain y otros autores de XVII francés y se distancia de las concepciones que dominarán en la Medicina y la Filosofía a partir del XVIII, preocupadas por mostrar la influencia de lo físico y de la diferencia sexual sobre la moral y el intelectoz6.

Pese a desentrañar los factores sociales y de educación que frenan la realización de las posibilidades intelectuales femeninas, Feijoo no deja de atribuir a los sexos unas cualidades propias, naturales y fijas, aunque reconoce que pueden hallarse en ocasiones también en las personas del sexo contrario: robustez constancia y psudencia en los vasones y hermosura, docilidad y sencillez en las mujeres27. A esta contraposición simétrica viene a sumarse un atri- buto exclusivamente femenino, el pudor, que desequilibra la balanza moral en favor de las mujeres: «esta es la mayor ventaja que las mujeres hacen a los hombres. Es la vergüenza una valla que entre la virtud y el vicio puso la naturaleza». Su carácter natural se corrobora con la tradicional anécdota de Plinio sobre las ahogadasz8. Las mujeres son, además, el «sexo devoto»

23 Este aspecto aparece también en la E~iciclopedia (art. «Femme. Droit naturel») y en Poullain. Feijoo interpreta la sentencia del Génesis en su epígrafe XXIII.

24 Ibíd,. p. 345. Contradicción observada también por VLLAR GARCÍA, B.: o.c., pp. 198-199. 25 Ibíd., p. 363. La misma idea es expresada por Cubié (cap 1) y por BASCO FLANCAS: Apoyo a la defensa de

la rmljeres qlre escribió Feijoo y coiit1.a Laitreltcio Manco de Olii~ares. No obstante, en una carta a D%na M%oscoso de Prado Feijoo expresa su convencimiento de que de hecho existen diferencias en cuanto a genio, lo que invalida la idea de absoluta igualdad intelectual: «Por otra parte de la agudeza e ingeniosidad estoy siempre firme en el concepto de que no hay desigualdad alguna entre los dos sexos»; «No es así por lo común en cuanto a la energía, fuerza o valentía del numen, en lo que he observado hasta ahora: que aun en las obras mentales se siente el bello sexo de la debilidad de su temperamento». Reproducido por MARAÑÓN, G.: «Las ideas biológicas del Padre Feijoo» en Obras escogidas del P. Fray Benito Feijoo y Morite~iegi-o. B.A.E., t. CXLI, Madrid, 18961, p. CXVI, nota 32.

26 FRAISSE, G.: o.c., p. 31. cita a otros ejemplos del XVII. HOFFMANN, P.: 0.c. y FRAISSE, G.: Mttsa de la razón. La democracia exclrtyente o la dfere~tcia de los sesos. Madrid, 1991, señalan el cambio de concepción con el siglo XVIII.

27 FEIJOO, B.: o.c., 111-V. La belleza era utilizada por los apologistas de la excelencia femenino, por influencia neoplatónica, como prueba de superioridad espiritual, manifestación de cualidades morales y de presencia divina. Feijoo no extrae este tipo de conclusiones sino que se limita a negar que, como afirman los misóginos, la hermosura femenina sea causa de grandes males.

28 Cita en ibíd., p. 340. La consideración del pudor como barrera natural frente al vicio solo será cuestionada por los ilustrados más audaces, como los materialistas franceses, quienes lo valorarán como un comportamiento determina- do socialmente e incluso como un recurso para avivar el deseo. HOFFMANN, P.: 0.c. DIDEROT, D.: Sirpplénient ail

iloyage de Boirgairiville (traducido como El anioi- libre, Madrid, 1938). Anticipándose a estas consideraciones, Poullain

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por excelencia, y los hombre son responsables de la mayor paste de sus posibles viciosz9. La conclusión sobre las cualidades respectivas es ambigua, ya que, si bien las cualidades

morales otorgan cierta supesioridad a las mujeres en la línea de la defensa de la excelencia, el csitesio ilustrado de utilidad pública, inusual en esta tradición, inclina pragmáticamente la balanza en favor de los varones: «¿Quién pronunciará la sentencia en este pleito? Si yo tuviesse autoridad para ello, acaso dasía un corte diciendo que las cualidades en que exceden las mugeres las conducen para hacerlas mejores en sí mismas. Las prendas en que exceden los hombres los constituyen mejores, esto es, más útiles para el público. Pero como yo no hago oficio de juez, sino de Abogado, se quedará el pleito por ahora indeciso»30. Resulta significativa esta opción de Feijoo, clérigo, pero también ilustrado, entre una consideración de moralidad privada y otra de repercusión pública.

Decenios más tarde, el bibliotecario real Cubié retoma la mayor parte de los argumentos de Feijoo, reproduciendo incluso frases y párrafos completos3'. Así, por ejemplo, su declaración de intenciones, la idea de que la sujeción establecida por Dios no implica inferioridad de entendi- miento, la justificación de Eva por haber sido engañada por una criatura más astuta, la crítica a la tesis aristotélica de que la naturaleza tiende a varón, o la afirmación de que el escaso número de mujeres sabias no se debe a falta de capacidad, sino de dedicación. Cubié se muestra, no obstante, menos sistemático y menos decidido en la refutación de los argumentos tradicionales. Algunas secciones de su libro que no aparecen en Feijoo son precisamente las menos convincentes, como el capítulo IX, que pretende demostrar con razones históricas, físicas (aristotélicas) y sociales que las mujeres están exentas de los vicios de la ira y la avaricia.

En conjunto, pues, y a pesar de no declararlo explícitamente3', Cubié parece inclinarse más en el sentido de una excelencia femenina ontológica (y retórica) que en el de una igualdad complementaria. Las mujeres cumplirían con todas las cualidades «masculinas» (entendimien- to, constancia, prudencia, custodia del secreto), llegando incluso a superar a los hombre en su propio terreno, además de brillar con los atributos propios de belleza, piedad y continencia y estar exentas de los vicios mencionado^^^.

Por otra paste, es un aspecto interesante el planteamiento de las causas por las que la legislación excluye a las mujeres de los oficios públicos, lógica consecuencia de la demostración de su aptitud para tales cargos34. A diferencia de Feijoo, el seglar Cubié no recune como jus- tificación a la voluntad divina, sino a la preservación del pudor femenino y de la moralidad general, argumento que será utilizado por los participantes en el debate sobre la admisión de las mujeres a la Sociedad Económica. En segundo lugar, Cubié indica que la debilidad física femenina proviene no de causas naturales, sino de crianza y hábito, idea apuntada por P ~ u l l a i n ~ ~ .

renuncia a considerar la castidad como ejemplo de virtud, manteniendo que la inconstancia es propia de la naturaleza humana: ANGENOT, M.: o.c., p. 65. La anécdota de Plinio es una constante en todos los tratamientos naturalistas del

Estas ideas, junto con la apostación erudita de su catálogo, más completo que el de Feijoo, son quizás los únicos rasgos de interés particular de una obra por lo demás netamente inferior a su modelo.

La obra de Thomas es conocida sobre todo por la crítica que de ella realizó Diderot, en la que le reprochaba fundamentalmente el tratamiento, a su parecer, excesivamente aséptico de un tema que debería suscitar emociones36. Puede ser significativo de su difusión el hecho de que fuera traducida al castellano al año siguiente de su publicación3'. Angenot lo considera «un des derniers témoignages de la cohoste des zélateurs du s e ~ e » ~ ~ .

La dedicatoria de la edición castellana va destinada a una aristócrata, la duquesa viuda de Pópoli, atribuyéndole en tono lisonjero todas las virtudes que se ensalzan en el texto. El prólogo del traductor denuncia la hipocresía de los hombres que acusan a las mujeres de vicios de los cuales ellos son responsables, así como el descuido de la educación femenina. Se muestra en dicho prólogo una concepción de las mujeres como seres débiles pero dotados de una mayor disposición para las virtudes morales, idea que hemos visto reiterada, con ciertos matices, en los otros autores comentados. Refiriéndose a la sociedad española, deplora el abandono de las virtudes domésticas, los «excesos y devaneos» femeninos, aunque atribuyendo a los hombres gran par-te de la responsabilidad. Si esta última consideración, así como el término galante de «sexo delicado» son rasgos característicos del denominado «feminismo paternalista» del siglo XVII139, otra idea resulta más interesante y apunta hacia un punto nodal de la polémica de los sexos, la cuestión del poder:

«los hombres nos hemos arrogado siempre el derecho de ser sus Legisladores y jueces, fundados en el mayorazgo de nuestra fuerza y audacia, y en la debilidad y rubor que es la herencia del otro sexo: sin embargo de esto, hemos dado demasiado valor a la estimación y correspondencia de las mugeres, de donde resulta haberse alzado ellas con el imperio, siendo bien fácil decidir hoy día quál de los dos sexos es el que ignominiosamente ha cargado con la esclavitud»40. Esta percepción de las relaciones amorosas o galantes como tiranía femenina resulta clara en la literatura satírica, moral y costumbrista generada por la práctica del cortejo41.

Esta obra presenta, como hemos indicado, ciertos ecos de Poullain, si bien debilitados en sus implicaciones críticas y pragmáticas, por lo que se inscribe más bien dentro del «feminismo paternalista» basado en la noción de complementariedad desigual, manteniendo la jerarquización de cualidades y funciones4'. Así, por ejemplo, coincide con Poullain en la consideración antropológica e histórica de la universalidad de la sujeción femenina y en su atribución a la imposición de la fuerza43, dibujando una «antropología climática» de las relaciones entre los sexos en las diversas sociedades de la esclavitud doméstica oriental a la mayor libertad de las mujeres en climas templados que, unida a una reflexión sobre los regímenes políticos, hallamos -

pudor, desde Eiximenis o Agrippa a S. Antonio M" Claret. 29 FEIJOO, B.: o.c., p. 333. 30 Ibíd., pp. 341-342. 31 CUBIE, J.: Las miljeres i>indicadas de las calltniriias de los Iionibre. Con irri catálogo de las Espafiolas qire

más se hari distingirido en Cie~~cias y Armas. Madrid, 1768. 32 Al contrario, los títulos de sus capítulos insisten en la igualdad: «Que la perfección de la Muger es igual a la del

Hombre» (Cap. 1), «Que la muger es igual a el hombre en el entendimiento» (Cap. V). 33 A diferencia de Feijoo, Cubié excede la demostración de la igualdad de entendimiento al argumentar que

Aristóteles les concede mayor ingenio (idea que el benedictino recoge, pero con intención puramente dialéctica) o al afirmar que las mujeres que se dedican a las Ciencias superan a los hombres. Ibíd., pp. 23, 28-29, 38.

34 Ibíd., cap. VII. 35 Ibíd., cap. VI. No obstante, más adelante utiliza esta debilidad para argumentar en favor del mayor ingenio

femenino. POULLAIN, p. 91.

36 DIDEROT, D.: «Sobre las mujeres», en SAVATER, F.(ed): Escritosfilosóficos. Madrid, 1975. Ambos coin- ciden, no obstante, en su conmiseración por la esclavitud biológica a la que la naturaleza somete a las mujeres a través de las molestias vinculadas al embarazo y el parto.

37 THOMAS, A. (RUIZ DE P ~ A , A., trad.): Historia o piriritra del carácter, costir~nbres y talento de la nrirjeres en los difere~ites siglos. Madrid, 1773.

38 ANGENOT, M.: o.c., pp. 89-90. 39 Ver ejemplo DARMON, P.: o.c., p. 4 para un comentario de este concepto. 40 THOMAS, A,: o.c., prólogo sin paginación. 41 MARTÍN GAITE, C.: Usos amorosos del diecioclio en Espafia. Barcelona, 198 1. 42 Según ANGENOT, M.: o.c., pp. 89-90. Thomas desarrolla la noción de complementariedad presente ya en

BOUDIER DE VILLEMERT: L'ami des femnies. Paris, 1758. 43 THOMAS, A,: o.c., p. 3. POULLAIN, pp. 19-20.

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también en El espíritu de las leyes. Como él, solicita una revalorización de las funciones que cumplen las mujeres44.

No obstante, estas concesiones no borran la impresión de una clara desigualdad de capacida- des que tiene su lógica consecuencia en la diferenciación de funciones. Thomas pretende distanciarse de la polémica en tomo a la superioridad o inferioridad y ofrecer un análisis racional de las capacidades femeninas. Así, al referirse a la época renacentista tiene palabras duras para los defensores de la excelencia, de quienes ofrece un breve catálogo: «Suscitóse pues la importante qüestión de la igualdad o preeminencia de los sexos, y durante ciento y cincuenta años se vio una conspiración de escritores con el fin de asegurar la superioridad a las mugeres»; «entre todas estas obras hay bien pocas dignas de ser leídas (...) a cada paso se hace más uso de la autoridad que de la razón»4s. Su análisis comparativo de los talentos y virtudes de ambos sexos se basa en el principio pretendidamente natural de la mayor impresionabilidad femenina, producto de la delicadeza y debilidad de sus órganos y fibras y causa de una serie de limitacio- nes en su capacidad reflexiva y creativa. El concepto de imaginación es el leitmotiv de toda su elaboración, y sirve tanto para negar a las mujeres (salvo excepciones) la capacidad de gobernar y la de experimentar sentimientos que rebasen el marco doméstico (como los de equidad, amor patrio o amor a la humanidad) como para delinear una compensación en aquellas cualidades que les son propias: la predisposición a la religión, la compasión, la docilidad, la ternura, la modestia. Las contradicciones y lugares comunes que subyacían a sus planteamientos pseudocientíficos fueron captadas y certeramente criticadas por la ilustrada Mme. d'Epinay en una interesante carta46.

Menor riqueza y complejidad de contenido ofrece la obra del agustino Alonso Álvarez, que se planteaba como primer tomo de una Historia de las españolas ilustres de la que no se llegó a publicar ningún otro volumen47. Su catálogo manifiesta intenciones de rigor científico al esta- blecer una diferencia cualitativa entre los historiadores y los simples apologistas de las mujeres, al explicitar sus fuentes (autores clásicos y castellanos) y al criticar como falta de fundamento la existencia de algunos personajes míticos o las afirmaciones de Vives sobre el gobierno de los reinos peninsulares antiguos. A parte de estas consideraciones, cabe destacar el tono defensivo frente a la misoginia (con influencia de Feijoo) de una supuesta carta al autor reproducida en el prólogo48 y las motivaciones ejemplarizantes de Álvarez de cara a la moralidad e instrucción femenina.

Ya en las puertas del siglo XM, mencionaremos por último la tardía traducción de una obra francesa del XVII, del jesuita Le M ~ y n e ~ ~ . Se trata de una relación de personajes femeninos heroicos que Darmon califica como féminisme d'apocalypse por lo sangriento de los hechos narradoss0: en efecto, gran parte de los personajes (mujeres desde época pagana hasta los siglos

44 THOMAS: p. 9. POULLAW, pp. 29,51. 45 THOMAS: pp. 105-106, 111-112. Entre los defensores de las mujeres cita Agrippa, Ruscelli, Pedro Paulo de

Ribera, Margarita de Navarra, Mlle. de Goumay. 46 EPWAY, Mme.: «Lettre 2 l'abbé Galiani)), 14 marzo 1772, en ALBISTUR, M., ARMOGATHE, D. (ed.): Le

grief ... pp. 121-125. Un interesante comentario del ((sexisme scientifiquen característico del XVIII en ANGENOT, M.: O.C., p. 74.

47 ÁLVAREZ, A,: Memorias de la Mujeres Iiustres de España. Tomo 1. Madrid, 1798. 48 Ibíd., prólogo: ((Razonamiento de una Dama a un Erudito del siglo XVIII sobre la necesidad de escribir las * -

memorias de las Heroínas de España)). 49 LE MOYNE, P.: Galería de Mugeres fuertes. Madrid, 1794. Publicada en francés en Pads, 1647: GEFFRIAUD-

ROSSO, J.: o.c., p. 196. Darmon cita una edición de 1660. 50 DARMON, P.: o.c., p. 4.

XVI y XVII) se ven implicados en acciones cruentas, se quitan la vida por defender su castidad o dan muerte a los enemigos de la fe.

Como es habitual, el editor manifiesta su intención de que la obra sirva de ejemplo moral a las mujeres del momento y critica a «algunos tétricos y mal acondicionados que se figuran a las mujeres de otra especie, que las creen incapaces de poder hacer otro papel del que representan ahora en el mundo, y que las tratan como si el señor se las hubiera dado como esclavas y no como compañeras»s1. A su vez, el traductor dedica la obra a la condesa-duquesa de Benavente equiparándola a las heroínas biografiadas.

El discurso de Le Moyne presenta algunos ecos del discurso de la excelencia femenina. Así, la fuerza del autocontrol frente al «placer voluptuoso» que domina a tantos hombres proporciona a las mujeres un primer rasgo de superioridad moral. En cierta contradicción con el carácter cruento de los ejemplos heroicos presentados, el prefacio glosa la fuerza moral femenina, impulsada por la castidad, la constancia y la religión, que permite soportar la carga del matrimonio (del que ofrece una visión profundamente negativa) o superar las pasiones para vivir dignamente la viudez, fuerza que opone ventajosamente a la fuerza «masculina», guerrera y políticas2. Se trata de un autocontrol que tiene tanto más mérito cuanto que no implica, como en algunos defensores, la consideración de la mujer como ser menos inclinado al deseo sexual, sino más capaz de vencer este deseos3.

Con múltiples argumentos se apoya la idea de que la mujer es también más fiel en el amo1 conyugal: desde ejemplos históricos, interpretación bíblica (como creada del propio cuerpo de Adán), recurso a la filosofía natural aristotélica, o a los argumentos más pragmáticos de su mayor dependencia del masido, su ociosidad o la apreciación social de esta cualidads4. Además de estos atributos propios, el autor parece complacerse en destacar que las mujeres pueden superar a los hombres en su terreno, como cuando compara ventajosamente el gobierno de Débora con el del resto de los Juecesss. Finalmente, también en el tema de la utilidad respectiva para la sociedad de las virtudes femeninas y masculinas resuelve Le Moyne, al contrario que Feijoo, en favor de las mujeres, mostrando que éstas en diferentes momentos de la Historia han actuado en el ámbito público y, sobre todo, poniendo especial énfasis en su influencia moral en la sociedad a través de su ascendiente sobre sus hijos, marido y familia re^^^.

Por otra parte, se argumenta a favor de la igualdad prácticamente absoluta de capacidades. Las mujeres, se afirma, son aptas para la Filosofía, tanto moral como especulativa (algo que, como hemos visto, les niega Thomas en el XVIII); así lo indican el principio de igualdad de las almas, los ejemplos históricos y coetáneos y la no relevancia de las diferencias físicas sobre las funciones del entendimientos7. De ello deriva lógicamente su aptitud política, ya que: «No es la fuerza, sino la razón y la prudencia lo que permite gobernar»". Participan al igual que los hombres de las virtudes consideradas tradicionalmente masculinas: generosidad, prudencia, magnanimidad, valentía. Se defiende asimismo su capacidad militar aduciendo ejemplos histó-

5 1 LE MOYNE, P.: o.c., t. 1, prólogo, pp. VLII-M. 52 Ibíd., t. 1, prefacio, pp. XXIII-XXV. También en t. IV, pp. 16-32: «Si es menester más fuerza y más valor para

formar un hombre valiente que para formar una mujer casta», o t. LII, p. 83. 53 Ibíd., t. IV, PP. 21-22. 54 Ibíd., t. 11, pp. 79 SS.

55 Ibíd., t. 1, p. 38. 56 ~bíd., t. m, pp. 68-81. 57 Ibíd., t. 1, p. 41 y t. 111, pp. 195 SS.: «Si las mugeres son capaces de la verdadera Filosofía)). 58 Ibíd., t. 1, pp. 39 SS.: «Si las mugeres son capaces de gobernar».

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ricos y del comportamiento de las hembras de los animales y afirmando que la debilidad física es más de la educación que de la naturaleza y puede corregirse con ejercicio59.

Esta erudita demostración de capacidades va acompañada de protestas expresas de no intentar alterar el orden social. Así, Le Moyne acepta la sumisión al marido, fundamentada en el derecho natural, reconociendo su mérito, pues requiere gran fuerza moral, y no pretende, pese a manifestar creer en sus aptitudes para ello, que las mujeres vayan a la guerra ni se consagren a la Filosofía, como resulta claro en este texto revelador de los límites de su discurso y el de tantos otros autores: «Yo respeto los límites que nos separan, y mi qüestión se reduce solamente a lo que pueden, no a lo que deben según están ordenadas las cosas por costumbres inmemorial o por disposición de la naturaleza» (esta última expresión marca una contradicción esencial en una obra dedicada en muchos pasajes a desmentir el carácter natural de muchas diferencia^)^'.

Como valoración global de la obra de Le Moyne, aplicable en mayor o menor medida al conjunto de la tradición de defensores de las mujeres, cabe señalar su reconocimiento, con vacilaciones y contradicciones, de una igualdad de capacidades que se desliza en ocasiones hacia una afirmación de superioridad femenina pero que no pretende en general alterar las relaciones de género vigentes. En algunos aspectos parciales, y pese al arcaísmo de ciertos argumentos, esta tradición otorga a las mujeres mayores posibilidades, al menos teóricas, de las que les concederá el «sexisme scientifique» del siglo XVIII.

Finalmente, conviene destacar que los discursos sobre la superioridad o igualdad de los sexos no se limitan en el siglo XVITI a un reducido número de obras más o menos eruditas, sino que tienen una plasmación en la prensa periódica, de circulación más amplia, al lado de otros temas más característicos de la época, como la educación femenina, las críticas de costumbres o la exaltación de la maternidad. A título de ejemplo, entre 1791 y 1792 el Diario de Valencia ofrece a lo largo de seis meses una sección que, explícitamente inspirada en Thomas y en Feijoo, se propone demostrar con intención polémica y mediante ejemplos históricos las apor- taciones de las mujeres a la guerra, la política o la cultura. De Thomas recoge parte de su panorama histórico y sus críticas a la sociedad coetánea en el sentido de un retorno a las virtudes domésticas y a una mayor diferenciación de espacios entre los sexos; no se utiliza, en cambio su análisis de las cualidades masculinas y femeninas, sino el de Feijoo. Los diaristas, bajo pseudónimo femenino, añaden alguna afirmación en la línea de la excelencia femenina, de carácter a mi parecer más retórico o provocador que con ven cid^^^. En otras ocasiones volverán a aparecer biografías de mujeres célebres que se diferencian de las masculinas por la insistencia en su carácter excepci~nal~~, o se rebatirán de modo sumario y un tanto superficial los argumen- tos misóginos, recurriendo a algunos razonamientos clásicos de la tradición de la ~uperioridad~~.

59 Ibíd t 11, p 185 ss 60 Ibíd, t ID, p 206 Otro texto interesante en esta línea, t E, pp 185-186, donde vuelve a caer en la

contrddicción al aluda a las costumbres establecidas por un parte como «una política tari antigua coi110 la natirlaleza)) y seguidamente como «la disposición de la natilraleza, del derecho y de la costumbre recibida»

61 D V , 18-1-1792, p 71 62 En los tomos XXIX y XXX Oulio-diciembre 1797) aparece una sección semanal dedicada alternativamente a

la vida de hombres y mujeres ilustres 63 Comento con mayor detalle todos estos aspectos en una comunicación para el II Encueiitr o Iiitei discipliiiar de

Estildros de la Mirle~ en Andalucía Málaga, 25-27 Junio 1992 «Máscaras femeninas en un periódico ilustrado el

UNA VISIÓN [LUSTRADA BE LA FIESTA CORTESANA: L. DE CAHUSAC

Juan A. Calatrava ETS Arquitectura, Madrid

El objeto de la presente comunicación es plantear, a partir del análisis de un caso concreto de reflexión histórica y estética, desde el seno de la cultura de las Luces, sobre el arte de la danza, la fiesta y sus mecanismos, la profunda contradictoriedad y la tensión interna que el pensamiento de la Ilustración incluye como uno de sus componentes básicos. Son múltiples los casos que pueden aducirse como ejemplo para desterrar definitivamente la visión historiográfica trasnochada de unas Luces uniformemente revolucionarias y críticas contra todas las manifestaciones del Estado absolutista, y algunos de estos casos los hemos estudiado en otros lugares'. Lo que ahora nos proponemos es continuar esta línea de reflexión trayendo a colación un ejemplo más, no excesivamente conocido aunque en modo alguno ignorado, en el cual tales contradicciones se reflejan de una manera clamorosa.

La figura de Louis de Cahusac permanece aún en una relativa oscuridad, pese a su contri- bución, entre otras obras, a la empresa emblemática de las Luces: la Encyclopédie de Diderot y D'Alembert. Autor de una obra en verso, Epitre sur les dangeia de la poésie, de un largo Traité Izistorique sur la dame (1754) y, sobre todo, de los artículos de la Enciclopedia dedicados a temas de danza y de fiestas, la reflexión de Cahusac sobre el tema de los festivo resume muy bien eso que se ha llamado la faceta poliédrica de las Luces.

Cahusac se muestra, en efecto, como pleno partícipe de las tesis básicas de la Ilustración en cuanto a la estructuración global de su discurso histórico sobre la danza y la fiesta: el tema de la finalidad moral del arte, la idea del progreso, el tema de la búsqueda del origen, combinado con la cuestión de la ejemplaridad de los antiguos y los ecos tardíos de la querelle des Anciens et des Modernes, la defensa de la intervención de la philosophie en materia de bellas artes, la caracterización del genio artístico como mezcla y síntesis ponderada entre razón e imaginación ...

1 Cfr., por ejemplo, nuestro artículo «Federico 11 y losphilosophes: Voltaire, D'Alembert, Diderol», en Actas del 111 Congreso de Profesores-h~ijestigadores, Huelva, 1986, pp. 69-79.

Diario de Valencia».