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ESTABA ESCRITO “ Y no se preocupe por mí ni me busque” Dashell Hamme Me matarán en la niebla. Lo sintió con la fuerza de una cachetada e instintivamente dio un paso atrás. Sonrió por el gesto, eran muchos años de profesión, no tenía derecho a tener miedo, y menos en un asunto como este, de principiante: ir detrás de los pasos de un tal Thursby, recuperar a la chica que había seducido y hacerla regresar junto a sus padres. Un caso de rutina, como todos: rescatar a muchachas díscolas o seguir a esposas infieles. Pensó en Iva y sonrió nuevamente.Ese no era trabajo para Sam, y mucho menos para él. Se imaginó siguiendo a su esposa: ¿detective privado o marido cornudo? Sonrió por última vez. Esa tarde había llegado a la oficina con pasos lentos y aire aburrido. “Sam está con un cliente”, le informó Effie e hizo un gesto para describirlo. Cuando entró en el despacho descubrió que Effie había sido egoísta para el elogio e intuyó oscuramente, que era su momento, la oportunidad de poner en práctica lo que había decidido mucho tiempo antes. El cliente era una mujer alta, de pelo oscuro y de labios rojo fuerte, Sam los presentó y él supo que se trataba de MillesArcher. -Su hermana –explicó Sam- se ha escapado de la casa, en Nueva York, con un sujeto llamado Floyd Thursby. Están aquí. Miss Wonderley ha visto a Thursby y tiene una cita con él, esta noche, en el hotel. Tendremos un hombre allí. Miss Wonderley hizo un ademan de súplica y pidió que ese hombre fuese el propio Sam o él. Abrió un bolso y puso dos billetes de cien sobre la mesa. Un par de razones contundentes. Él había dicho: -Yo me encargaré del asunto. Y ahora, en la oscuridad de las calles de Bush y Stockton, a metros del Barrio Chino y confundido entre la niebla de San Francisco, sutil, pegajosa y penetrante, él finalmente comprendía que estaba ahí por razones más profundas que un par de billetes. Era su momento. Me matarán en la niebla, pensó. Una manera elegante de terminar con esa farsa: algo más de cuarenta años sobre sus espaldas, un montón de fracasos y una esposa que se

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ESTABA ESCRITO Y no se preocupe por m ni me busque Dashell HammeMe matarn en la niebla. Lo sinti con la fuerza de una cachetada e instintivamente dio un paso atrs. Sonri por el gesto, eran muchos aos de profesin, no tena derecho a tener miedo, y menos en un asunto como este, de principiante: ir detrs de los pasos de un tal Thursby, recuperar a la chica que haba seducido y hacerla regresar junto a sus padres. Un caso de rutina, como todos: rescatar a muchachas dscolas o seguir a esposas infieles. Pens en Iva y sonri nuevamente.Ese no era trabajo para Sam, y mucho menos para l. Se imagin siguiendo a su esposa: detective privado o marido cornudo? Sonri por ltima vez.Esa tarde haba llegado a la oficina con pasos lentos y aire aburrido. Sam est con un cliente, le inform Effie e hizo un gesto para describirlo. Cuando entr en el despacho descubri que Effie haba sido egosta para el elogio e intuy oscuramente, que era su momento, la oportunidad de poner en prctica lo que haba decidido mucho tiempo antes. El cliente era una mujer alta, de pelo oscuro y de labios rojo fuerte, Sam los present y l supo que se trataba de MillesArcher.-Su hermana explic Sam- se ha escapado de la casa, en Nueva York, con un sujeto llamado Floyd Thursby. Estn aqu. Miss Wonderley ha visto a Thursby y tiene una cita con l, esta noche, en el hotel. Tendremos un hombre all.Miss Wonderley hizo un ademan de splica y pidi que ese hombre fuese el propio Sam o l. Abri un bolso y puso dos billetes de cien sobre la mesa. Un par de razones contundentes. l haba dicho:-Yo me encargar del asunto.Y ahora, en la oscuridad de las calles de Bush y Stockton, a metros del Barrio Chino y confundido entre la niebla de San Francisco, sutil, pegajosa y penetrante, l finalmente comprenda que estaba ah por razones ms profundas que un par de billetes. Era su momento. Me matarn en la niebla, pens. Una manera elegante de terminar con esa farsa: algo ms de cuarenta aos sobre sus espaldas, un montn de fracasos y una esposa que se empeaba en ser amante de su socio. Razones contundentes. Al perro sabueso lo mataran como si fuera un principiante. Haba elegido su profesin y ahora elega su muerte. Iva y Sam tendran el camino libre de piedras. Verific que su revolver continuase en la funda, abroch hasta el ltimo botn de su sobretodo y avanz con arrogancia, casi con insolencia, hacia el Webley-Fosbery, automtico calbire 38, que terminara con l. Pero no con la historia.El balazo fue certero, al corazn. Quiso componer una sonrisa de triunfo, pero la destruy de inmediato: en ese mnimo instante que va de la vida a la muerte comprendi, por fin, que eso ya estaba escrito y que l no tendra posibilidad de corregirlo : Sam no se iba a quedar con Iva, apenas modificara el cartel de la puerta, el Spade y Archer de ayer pronto se convertira en Sam Spade y l, MillesArcher, debera limitarse a entretener apenas los captulos uno y dos de una vertiginosa novela de veinte. Sinti que su cuerpo rompa la valla y comenz a rodar, muerto, como un mueco grande y ridculo. Vicente Battista.

LA MARCA DEL GANADOPablo De Santis

El primer animal apareci en el campo de los Dosen y a nadie le hubiera llamado la atencin de no haber estado tan cerca del camino y con la cabeza colgando. Fue a fines del 82 o principios del 83, me acuerdo porque haca pocos meses que haba terminado la guerra y todos hablbamos del hijo de Vidal, el veterinario, que haba desaparecido en el mar. Para escapar del dolor, de esa ausencia tan absoluta que ni tumba haba, Vidal se entreg al trabajo, y como no eran suficientes los animales enfermos para llenar sus horas, investig cada una de las reses mutiladas que empezaron a aparecer desde entonces. En realidad nunca supimos con certeza si el de los Dosen fue el primer caso, porque slo desde entonces nos preocuparon las seales: aqu nunca llam la atencin una vaca muerta.Al principio los Dosen le echaron la culpa al Loco Spica, un viejo inofensivo que andaba cazando nutrias y gritando goles por el campo, con una radio porttil que haba dejado de funcionar haca un cuarto de siglo. A todos nos pareci una injusticia que los Dosen le echaran la culpa, porque el viejo poda matar algo para comer, pero nunca hubiera hecho algo as: la cabeza casi seccionada, tiras de cuero arrancadas en distintos puntos de una manera catica y precisa a la vez, como si el animal se hubiera convertido en objeto de una investigacin o de un ritual. Y qued claro que el Loco Spica no haba tenido nada que ver, porque en marzo del 83, durante la inundacin, apareci flotando en el ro diez kilmetros al sur, y las mutilaciones -esa fue la palabra que us Vidal, el veterinario, la primera vez y que todos nosotros usamos desde entonces- continuaron.No me acuerdo si sigui despus aquel novillo en el campo de la viuda Sabella o el ternero que apareci atado al molino derrumbado, con la cabeza de otro en lugar de la suya. En cada caso nuestro comisario, Baus, fue a buscar al veterinario para que estudiara las marcas y tratara de encontrar alguna pista. El comisario pareca desconcertado: nunca en su vida haba investigado nada, ya que en el campo, a diferencia de la ciudad, las cosas son o bien demasiado evidentes o completamente invisibles, y tanto en un caso como en otro la investigacin es intil.A partir de entonces, el bar que hered de mi padre y que apenas me permite sobrevivir, se convirti en una especie de foro sobre las mutilaciones. A nadie le importaba una vaca de ms o de menos, porque ac cuestan poco y nada, pero asustaba imaginar al culpable, solo, en la noche, derribando al animal con un golpe en la cabeza, inventando formas distintas para cortarlo, a veces vivo todava (as lo aseguraba el veterinario). Yaz, el mecnico, deca que era una secta, y que saba de casos parecidos en las afueras de Trenque Lauquen. Soria, el jefe de estacin, hablaba de ovnis, l siempre estaba viendo luces en el cielo, sacaba fotografas, paseaba solo por el campo en espera del encuentro. Las mutilaciones eran para l experimentos; los extraterrestres analizaban las muestras de tejido. Como le dije que eso podra explicar los cortes pero no otras aberraciones (las cabezas trocadas, las langostas encerradas en las heridas, las flores emergiendo de las rbitas oscuras) Soria se defenda: era un experimento, s, pero sobre nosotros: estudiaban nuestras reacciones ante lo malvado y lo desconocido.Baus, el comisario, si tena alguna teora, la callaba. Investig a los crotos que siempre andan por aqu y a fuerza de tantos interrogatorios termin espantndolos, y hasta el da de hoy casi no ha vuelto a aparecer ninguno. Una noche, cuando le pregunt si realmente crea que eran ellos, me respondi tranquilo: es uno de nosotros.Pero quin? Porque aquellas mutilaciones no traan ningn beneficio ni seguan un plan reconocible. Podan caer en el campo de cualquiera, y tampoco dentro de su locura seguan un sistema determinado. Vidal anotaba todo en una libreta de tapas azules, pero salvo cierta abundancia de marcas en la cabeza, no haba otra constante. Iba a todos lados con su libreta, y cuando a veces cenaba en mi establecimiento, siempre solo, lea en voz baja aquella lista montona, como si se tratara de un rezo. Los animales muertos le servan de excusa para estar siempre en movimiento, en busca de nuevos ejemplares, da y noche, para huir de su casa desierta y de los portarretratos con las fotos de su hijo.A la tarde, frente a los vasos de ginebra o de fernet, todos hablaban con una autoridad infinita en la materia, mientras jugaban al domin y esperaban con ansiedad que el prximo parroquiano irrumpiera con alguna nueva noticia. Ya no veamos los animales muertos como pertenecientes a uno u otro dueo, sino como reses marcadas a travs de las mutilaciones para sealar su pertenencia a un mismo rebao fantasmal, que no cesaba de crecer.Hubo casos ms espectaculares que otros, y de una ejecucin ms arriesgada, como el ternerito que apareci colgado en la finca de los Dorey, muy cerca de la casa. Los Dorey no oyeron nada, los perros apenas ladraron y se callaron enseguida y el matrimonio sigui durmiendo, que los perros ladran por cualquier cosa. A la maana se encontraron con el ternero colgado, la rama casi quebrada por el peso; seguramente haban usado un coche o una camioneta para izarlo, pero las lluvias haban borrado las huellas.Vinieron algunos periodistas, de la capital inclusive. Estuvieron unos das en el hotel Lavardn, y se los vea a la hora de la siesta de aqu para all, por las calles vacas, sin saber qu hacer, esperando la hora del regreso. Tambin vinieron policas enviados por la jefatura de la provincia, y el comisario se sinti un poco relegado. Interrogaron a todo el mundo, sacaron fotografas y recogieron muestras para el laboratorio, pero se fueron tambin al poco tiempo sin respuestas y sin demasiado inters por las respuestas que no haban encontrado.Durante todo ese tiempo, aun mientras los otros policas invadan su lugar, el comisario sigui investigando. Nos interrog a todos; pona un viejo grabador encima de la mesa y nos haca hablar, nos preguntaba por los vecinos, por las rarezas que poda tener alguno. Hasta al cura interrog, convencido de que el culpable haba ido a confesarse y que el padre Germn lo protega debido al secreto de confesin. Las mutilaciones se convirtieron en una obsesin para l, fue su primera investigacin y tambin la ltima. A veces lo vea, por las noches, en la comisara, bajo los tubos fluorescentes, los mapas del campo extendidos en la mesa, con los sitios donde haban aparecido los animales encerrados en crculos rojos. Trataba de encontrar en esas marcas dispersas una figura, intentaba adivinar el prximo caso. Hasta las cuatro o las cinco de la maana se quedaba ah, oyendo las cintas que haba grabado, las conversaciones triviales, todos los secretos del pueblo, y esas voces, que nada saban de las mutilaciones, parecan cautivarlo.Ah empez a tener problemas con su esposa, porque iba poco para su casa, y cuando no estaba en la comisara atravesaba los campos en su camioneta, con un faro buscahuellas, como un alucinado, hasta que se quedaba dormido en algn camino o, si le quedaban fuerzas, volva para escuchar las cintas con las voces de todos. Nuestras voces lo atraparon y lo enloquecieron. Buscaba contradicciones y las encontraba una y otra vez, porque aqu nadie presta atencin a nada y quien dice una cosa puede decir otra. El comisario pareca creer que todos saban lo que pasaba, y que l era el nico al que esa verdad le estaba vedada. Hasta tal punto lleg su desconfianza que cuando entraba en el bar todos callbamos y cambibamos de tema, y pasbamos tmidamente al ftbol, a las inundaciones o a algn chisme local. El comisario se acostumbr a esa bienvenida que se le brindaba, hecha de silencio incmodo y lugares comunes.El comisario sufra y se alejaba de todo, y por eso yo tuve la tentacin de entrar de noche en la comisara para apartar los mapas y las grabaciones y decirle la verdad. No hubiera servido de nada, porque l ya haba hecho algo tan grande con aquellas vacas muertas, haba construido con paciencia un misterio insondable que no encerraba slo al culpable sino a todos, que nada lo hubiera dejado contento. La verdad le hubiera parecido insuficiente; y si yo hubiera hablado, pero no habl, lo habra considerado un engao, algo destinado a hacerlo caer en una trampa, a relevarlo de su insomnio y su desconfianza para dejarle libre el terreno al mal.De todos en el pueblo quizs yo era el nico que no tena pero ninguna teora. Todas me parecan verosmiles, inclusive la de los extraterrestres, y a la vez imposibles; si me hubieran hablado de una enfermedad inexplicable que golpeaba a las vacas con esos sntomas atroces lo hubiera credo tambin. Me pareca que la explicacin estaba ms cerca de una fuerza ciega, impersonal, que de un culpable minucioso y obstinado. Podan ser los hijos de Conde, que nacieron malvados, Greis, un cuidador de caballos que dorma abrazado a su escopeta, o la viuda de Sabella, o el veterinario Vidal o el mismo comisario.Nunca hice ninguna conjetura firme, nunca investigu nada, y si llegu a la verdad y fui el primero, fue por casualidad. Volva, un poco entonado, de la casa de unos primos, a cuarenta y cinco kilmetros del pueblo. Se festejaba un cumpleaos y cuando se termin la ltima botella me invitaron a dormir. No soporto camas ajenas y a pesar del sueo decid volver. La noche estaba clara y desde lejos la vieja Ford de Vidal, detenida a un costado del camino, con los faros apagados. Pens que se le haba quedado el motor: Vidal iba seguido a verlo al mecnico por una cosa o por otra. Detuve el rastrojero y me baj dispuesto a ayudarlo. Dije Buenas noches, doctor, pero Vidal no me respondi.Cuando me acerqu, vi con claridad al veterinario que, inclinado sobre la res abatida, practicaba los cortes con pulso firme. Yo estaba cansado y haba tomado de ms, pero al instante se me borraron las huellas del sueo y del alcohol.Vidal sac de su maletn un frasco de vidrio lleno de insectos muertos, muchas mariposas sobre todo, tambin escarabajos, que esperaban a ser sepultados en la herida. Empuaba con firmeza el viejo bistur alemn con sus iniciales en el mango, sin preocuparse por el testigo que segua el procedimiento. Era tal su indiferencia que yo me sent culpable por estar all, por invadir la ceremonia privada que nunca llegara a comprender. Durante algunos segundos fui yo el culpable, y l un juez inalcanzable, tan remoto en su dignidad e investidura que ni siquiera llegaba a saber de la existencia del imputado.No dorm esa noche, y abr el bar ms tarde de lo habitual, y cuando ya a las cuatro, cuando empezaban a llegar los muchachos, quise decirles la verdad, me di cuenta de que no haba llegado el momento oportuno. Esper que hablaran, que expusieran sus teoras, sus ovnis, sus sospechas; cuando el ltimo terminara de hablar, yo, callado hasta ese entonces, dira la verdad y ellos me oiran en silencio. En un instante, en un nombre, entraba todo: despus de esa revelacin, nada, perdera el poder del secreto. Decid dejarlo para el da siguiente.Pero entonces tampoco me pareci que era el momento oportuno. Me gustaba escucharlos hablar, confrontar en silencio sus torpes deducciones con el secreto; y a causa de esa satisfaccin, fui ms amable que nunca, y serv medidas ms generosas y la casa invitaba con cualquier excusa, con tal de que aquellas voces no callaran nunca. Mi secreto no me distanci, al contrario, me sent ms cerca de ellos, ahora que los vea inocentes, ingenuos, movindose a ciegas en un mundo cuyos mecanismos ignoraban por completo.Pasaron tres semanas desde la noche en que vi la Ford de Vidal junto al camino hasta la maana en que el veterinario entr a mi establecimiento para pedir una grappa. Despus de tomarla de un trago me pregunt por qu no haba hablado. Le dije que no era asunto de mi incumbencia y pareci aceptar mi respuesta como algo razonable; era evidente que l tambin pensaba que el asunto no era de la incumbencia de nadie ms. Me costaba hablar con l, me daba cierto pudor, como si furamos cmplices de alguna situacin no slo espantosa, sino tambin ridcula, pero al fin pregunt por qu, dije slo por qu, incapaz de terminar la pregunta.No esperaba respuesta, porque me pareca que todo lo que se poda decir estaba escrito ah, en el idioma hecho de reses muertas y combinaciones abominables. Pero el veterinario dej dos monedas en la mesa y respondi. Dijo que siempre haba sido un buen veterinario, que haba llegado a entender a los animales a travs de seales invisibles para otros. Estudiaba el pelaje, pero tambin sus huellas, las marcas en el pasto, los rboles cercanos. Senta que con cada animal enfermaba un pedazo del mundo, y que a l le tocaba la tarea de restaurar la armona. As lo haba hecho por aos y por eso los ganaderos de la zona confiaban en l. Despus las cosas cambiaron. A su hijo le toc primero la marina, luego una base naval en el sur, y finalmente la guerra. l lo esper sin optimismo y sin miedo hasta que una maana un Falcon blanco de la marina con una banderita en la antena se detuvo frente a su casa. l lo vio llegar desde la ventana. Del auto baj un joven oficial que camin con lentitud hacia la puerta, como esperando que en el camino le ocurriera algn incidente que lo hiciera desistir de su misin. Se notaba que nunca haba hecho lo que ahora le tocaba hacer, y despus de pronunciar un vago saludo le tendi con torpeza una carta con los colores patrios en una esquina, cruzados por una cinta negra. La mano del joven oficial temblaba al sostener la carta donde deca que el hijo del doctor Vidal haba sido tragado por el mar, por el mar que nunca antes haba visto.Entonces el doctor Vidal descubri algo que hasta ese entonces se le haba ocultado: el mundo era maligno, y no poda pasar este hecho por alto. No poda seguir curando animales, ni creer que trabajaba para alguna armona que los otros hombres eran incapaces de ver. No exista ninguna armona ni ninguna verdadera curacin posible. Sinti que la cura era una falta a la verdad.Sigui sanando a los animales, porque era su trabajo y no saba hacer otra cosa, pero decidi dejar en la noche y en los campos una marca, la seal que deca con claridad que l no haba sido engaado, que a todos podan mentir, pero no a l, que saba de qu se trataba la cosa. Entonces se dedic a curar pero tambin a matar y a mutilar, a dejar en la noche las letras sangrientas de su mensaje. No dijo destinado a quin o qu.Yo lo haba escuchado en silencio, sin interrumpirlo ni hacerle ninguna otra pregunta, y no lo salud ni me salud cuando se fue. No s si la explicacin tuvo algo que ver, pero a partir de all hubo menos casos, uno cada tres semanas, no ms. Otras noticias nos distrajeron un poco y alargaron las partidas de domin hasta que empezaba la noche. Beatriz, la esposa de Baus, el comisario, cansada de las ausencias, los ataques de ira y el misterio, lo dej sin avisarle nada. Hizo las valijas y desapareci, y cuando el comisario lleg casi al amanecer a su casa, despus de una expedicin nocturna, se encontr con una grabacin, hecha en la misma grabadora del comisario, donde la mujer deca que no soportaba ms, que las cosas no podan seguir as, etctera. La mujer haba hecho una grabacin porque deca que lo nico que escuchaba su esposo eran aquellas cintas, y que si dejaba un papel escrito probablemente no le prestara atencin.Diez das despus, Baus mir por ltima vez los planos, las vacas de juguete en las que practicaba las incisiones, y sali para meterse en el terreno de Greis, aunque saba que estaba loco, que dorma abrazado a la escopeta y disparaba a cualquier cosa que se moviera en la noche.La muerte convirti a Baus en un hroe para los muchachos del bar, que desde entonces contaron como hazaas algunos episodios menores de su actuacin policial. Del captulo final echaban la culpa a la esposa, y comentaban sin nfasis que el primo de un amigo de un conocido la haba visto en un bar de La Plata, que se haba cambiado de nombre y se haca pagar las copas. De vez en cuando yo intentaba, desde la sombra, llevar el tema hacia los animales mutilados, pero no lograba interesarlos, y ms de uno a esa altura me responda: a quin le importa. Nunca estuve tan cerca de decir la verdad, pero la haba llevado tanto tiempo conmigo que ya no saba cmo decirla.Despus vino, la sequa, y la avioneta que cay en el campo de los Ruiz y otras distracciones, y ya nadie volvi a hablar de las vacas muertas. Vidal casi nunca vena al establecimiento, y no me animaba a ir a buscarlo para preguntarle por qu haba terminado, si acaso crea que el mundo se haba curado o que su mensaje haba dejado de tener importancia. Una noche, cerca de fin de ao, das despus de que el nuevo comisario, un hombre joven, de apellido Lema, llegara al pueblo, Vidal se sent junto a la ventana y se qued ah, mudo, con el vasito de grappa en la mano, hasta que no qued nadie ms. Actu sin pensar, como si hubiera tomado la decisin mucho tiempo antes, en espera del momento oportuno. Cuando el veterinario se levant para ir al bao abr su maletn y saqu el bistur alemn. Despus segu acomodando las sillas boca abajo sobre las mesas.Esa misma noche camin y camin sin rumbo, armado con una llave inglesa, y el bistur en el bolsillo izquierdo de mi camisa, el filo envuelto en papel de diario. Cuando la vaca ya estaba cada y marcada, como una ofrenda a un dios malvado y hambriento, dej caer el bistur en la herida. Ese era mi mensaje para quien lo supiera entender.El nuevo comisario, Lema, lo supo entender, y a los dos das se present en la casa del veterinario. No fue necesario que preguntara nada, porque Vidal confes todo, inclusive la ltima mutilacin, y se dej arrastrar por salas de espera de juzgados y hospitales y calabozos de comisara. No dio explicaciones ni mostr ninguna forma de arrepentimiento. Cuando sali en libertad a las dos semanas, malvendi la casa y se asent un poco ms al sur, del otro lado del ro, donde nadie lo conoca.En el bar se volvi a hablar de las mutilaciones y cada uno barajaba los distintos motivos que poda haber tenido el veterinario. Pero todos hablaban con una rara cautela, como si supieran que el misterio, antes tan ajeno, ahora formaba parte de algo que nos involucraba. Hablaban con frases sin terminar. Yo volv a mi silencio: haba vuelto a tener mi secreto. Nada supimos de Vidal durante cinco aos hasta que lleg la noticia de su muerte en un accidente automovilstico. Fue en la ruta, una noche clara despus de una tormenta. El da anterior el viento haba tirado el alambrado y qued ganado suelto en el camino. Los animales se avistaban a lo lejos, pero el veterinario, en lugar de frenar la marcha, aceler contra las formas lentas y oscuras que lo esperaban. Acaso pens que el mensaje, fuera cual fuera su destinatario, no haba sido lo bastante claro, y que haca falta un ltimo sacrificio para hacerlo legible.

La marca del ganado se encuentra en Libros Ilustrados / Con tinta y sangre , Buenos Aires, Ministerio de educacin, ciencia y tecnologa de la Nacin, 2007 .