especimen nuevo libro - tripa-autor - pamamo.com‰cimen libro final.pdf · bonito el atardecer....

634

Upload: vuongcong

Post on 13-Oct-2018

243 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

E S P É C I M E N

Alberto Burgos Soria

E S P É C I M E N

Círculo rojo – Novelawww.editorialcirculorojo.com

Primera edición: febrero 2012

© Derechos de edición reservados.Editorial Círculo Rojo.www.editorialcirculorojo.cominfo@editorialcirculorojo.comColección Novela

© Alberto Burgos Soria

Edición: Editorial Círculo Rojo.Maquetación: Juan Muñoz Céspedes.Fotografía de cubierta:© - Fotolia.esCubiertas y diseño de portada: © Luis Muñoz García.

Impresión: PUBLIDISA.

ISBN: 978-84-9991-723-8

DEPÓSITO LEGAL:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede serreproducida, almacenada o transmitida en manera alguna y por ningún medio,ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o defotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos los derechos reser-vados. Editorial Círculo Rojo no tiene por qué estar de acuerdo con las opi-niones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que laobra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en elque el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA

JuanXo, base y sentido; María, esperanza y belleza; José V, heavy metal y Blood Orión... ¿Yo he escrito ESPÉCIMEN?

Cinco personas con RJ e Isa... Mentes de creatividad universal

JuanXo quiere...María desea...León venga...Abandona la religión. El ser humano busca verdades absolutas;

ha de hacer caso omiso hacia aquellas invenciones qué sólo consi-guen lavados de cerebro y dinero a costa de malditas falacias. ¡Dioses justo! El problema de hoy en día es quitar algo que tanta fuerzay cohesión ha logrado con la sociedad. Hemos descubierto dos for-mas de combatir las mentiras. Alega otras o busca aquellas certezasque derriben las sagradas escrituras. Nuestras mentiras son diabóli-cas, Satanás nos ayuda. Si el Señor existe, el demonio también. Locreado, creado está. Vamos a demoler el punto fuerte de la Biblia...

La vida se halla en la Ciencia. ¿Reino de Dios y el paraíso? Ton-tos y locos tratan temas de tan bajo calibre. Desconocemos el ori-gen del universo, pero sí poseemos conocimientos sobre losprimeros pasos de la vida. Moléculas inorgánicas se unen para for-mar agregados más complejos y orgánicos, los cuales acaban for-mando estructuras tan estables y duraderas como el ADN y más

9

N O T A D E L A U T O R

tarde, la célula. ¿Dios ha creado esto? ¿De dónde ha salido él? Buscapreguntas válidas, no cuestiones sin sentido que provocan guerras ycatástrofes. Los grandes científicos han sido poco filósofos o hansido obligados. Debate la vida y no jodas a los demás como ves cadadía a los religiosos. El adorado papa levanta una mano y todos se rin-den a su persona. ¿Es lícito? Para él y su legión, sí.

Condenadme, me da absolutamente igual. La Ciencia nunca caerátan bajo. Muchos descubrimientos que no llegan ni al 1% de todo elsaber universal. Perdemos el tiempo en idolatrar un ser que no existecuando nos espera un mundo a ser descubierto. Quizás esta novelaponga patas arriba al estado del Vaticano; puede que ése sea uno demis objetivos. No obstante, mi propósito principal en estas letrastan detalladas e interminables es demostrar la veracidad de la Cien-cia ante lo que comúnmente llamamos la religión y por supuesto,ofrecer al lector la posibilidad de entretenimiento y cultura que unapersona debe adquirir por obligación.

Nos reproducimos para saciar nuestro instinto de supervivencia,clonamos seres vivos... ¿Alguna vez se ha creado vida? No lo sé,pero dentro de unos años es seguro que sí. A lo mejor, León Vür-gos existe de verdad y en titulares periodísticos aparezca su nombreentre aquellos que intentaron profundizar en el corazón de la Cien-cia. Todo esto es una simple suposición de aquellas que surgen cons-tantemente en nuestra inmensa mente.

Bienvenidos al extenso y detallado mundo de “ESPÉCIMEN”

ESPÉCIMEN

10

Bonito el atardecer. Comodidad y un bello paisaje ante tus ojos. Ex-traña la sensación de saber que en estos momentos nos encontramosen lo que antes eran las ruinas de nuestra antigua casa. El tiempopasa y pasa, las agujas no se detienen, aunque para todos los super-vivientes, eso se acabó. No quiero decir que estamos muertos ninada parecido, sino que los segundos y horas son eternos. La muerteha sido sentenciada a desaparecer. ¿Raro, verdad? No, de raro nada.Un año y medio ha pasado desde que acabé con la vida de Rocy y elWA99S; fuertes recaídas tengo de los tremendos golpes que nos pro-pinaron durante la guerra mantenida. Volver a ver mis manos, mirostro al borde de la completa desfiguración...

Es hora de tirar las fotos que hay repartidas desigualmente por lapared. Anclas secundarias del cuello y primarias de los costados, ojosrojos, sin nariz, oscura sangre, larga melena que casi me llega al tra-sero, voz ronca y estruendosa... Definitivamente León Vürgos Mähnya no existe. En verdad, me importa poco saber quién soy desdeaquel instante en el cual el TH49A transformó mi cuerpo por com-pleto. A partir de ahí, se acabó el ser un humano corriente. Adiós,Humanidad.

11

P R Ó L O G O

“... Raining Blood!From a lacerated sky,Bleeding it´s horrorCreating my structure,Now I shall reign in blood!”Lluvia de sangre... Muchas he visto en más de tres años. Königs-

winter, la UCAM esa, Siberia, los Comandos Negros... Escuchar elpiar de los pájaros, sensación de felicidad oculta desde hace años.El odio y la furia ocultaron sentimientos durante más de mil díasllenos de muerte y caos. Imágenes y más imágenes inundan la mente.Los terremotos, la primera visión real de Rocy, la muerte y resu-rrección de Crys, el ataque nuclear, JC e Inma... ¿Cómo pueden su-ceder tantas cosas en tres años?

—Querido... ¿Estás ahí?— Alegría para la tarde. Intentos de ase-sinato junto a coraje y maldad, pero la quiero del mismo modo queal TH49A. La puerta se entreabrió y la hermosa figura de Renya apa-reció en la entrada, sonriendo abiertamente.— ¿Te encuentras bien?

—El sólo verte me hubiera curado las heridas.— Maldito ro-manticismo. El rozamiento de nuestros labios fue suficiente paraque estuviésemos un par de minutos sin despegarnos. Tardó elTH49A en despertar, notando su excitación. Es una creación, la máshumana de todas.

—¿A qué debo el honor de tu visita?—¡Qué tonto eres! Tendré que ver a mi amor alguna vez.—Supongo que sí... ¿Han venido mis queridas hermanas?—

¿Dónde habrán ido? No está el mundo para rebajas y mucho menospara salir a la calle.

—No, pero sí ha llamado JuanXo. ¿Recuerdas que se queda él ysu esposa con nosotros este fin de semana?— Viviré para la eterni-dad, pero la vejez hace efecto poco a poco. Si mal no recuerdo, lehice jurar que vendría a quedarse en nuestra casa unos días con Crys.

—Menos mal que tengo a ti, mi vida.— Un beso más y otra ex-citación del Espécimen. Si el mío estaba que se subía por las pare-

ESPÉCIMEN

12

des, a saber cómo se comportaría el de ella. ¡Cómo la quería! Esecuerpazo de diosa celestial, ese oscuro cabello que infinitas vecesdeseo tocar y acariciar, esos labios con el mismo carmín... Suerteque Kuerv quiso hacer el enlace de boda.

“... One and for all,Never surrended with glory we fall,Brothers unite, let´s stand up the fight,Fulfilling our fate, we’re heeding the call...”HammerFall; significa la proximidad JuanXo y Crys. Están aquí.

Renya salió de la habitación y bajó las escaleras para abrir la puertay recibirlos. A través de la ventana se distingue un Shelby GT500negro aproximarse al garaje y con la música a todo volumen. PobreCrys... Apagué el equipo de música y dejé el cuarto, pisando los es-calones sin prisa y mirando los cuadros de la pared. La estruendosavoz de mi amigo retumbó por toda la casa y escuché las risas de miesposa.

Este JuanXo está más loco que alguien recién entrado al mani-comio. Accedí al jardín trasero y observé a Crys besar a Renya mien-tras mi amigo iba sacando las maletas del vehículo. Por lo queobservo, pocos cambios hay en ellos, salvo que a él le ha crecido elpelo unos centímetros más.

—Me alegro de verte, Crys. Sigues igual de hermosa que la últimavez que te vi.

—Lo mismo te digo, Renya. Parece que León te cuida bien.¿Dónde está?

—Como se haya olvidado de que veníamos... ¡Lo mato!— Re-construir la casa fue duro, pero si con sus voces la va a derrumbar,ya sé a quién contratar de albañil. Ya no sé cuántas veces le habrédicho que no grite. No importa, así es y hay que aceptarlo.

—¡Yo sí que te voy a matar!— Todas las miradas se posaron enmí. Con toda la alegría que una mujer puede expresar, la capitana mi-litar se lanzó a mis brazos y me apretujó con todas sus ganas. Los Es-pecímenes hicieron igual, pudiendo saludarse. Como siempre, me

ALBERTO BURGOS SORIA

13

llenó la cara de besos y dejó paso a mi compañero. Nos dimos unabrazo tan fuerte que a cualquiera se le hubiera roto la columna ver-tebral.— Ya era hora de que te viera.

—¿Tanto me quieres?— Pues no. No hombre, con la de vecesque me has salvado la vida te debo más copas que a nadie. Nos re-ímos enérgicamente de la broma y cogió a mi amor por los hom-bros.— Renya, creo voy a quitarte al macho este.

—Como quieras, así ya tiene una mujer y un hombre.—De eso nada. Yo sólo quiero a una persona, sin ofender.— Co-

gidos y nos volvimos a besar. Con la risa en su cara se peinó el largocabello y fue entrando maletas al vestíbulo. Han llegado los prime-ros, pero aún falta mucha gente.

Justo cuando el sol se ocultó por los montes, alguien tocó a lapuerta mientras escribía mis memorias sobre todo lo acontecido enlos últimos tres años. Nadie salió a contestar y eso extraña bastante,más sabiendo que hay gente en la casa. No escuché murmullo albajar las escaleras, así que respondí las llamadas. Felicidad expresécuando vi al forense John plantado sobre la alfombra y portandoalgo bajo el brazo. ¿Qué será?

—¿Hay sitio para un poli?— Bromas las necesarias. Sonriendopor el chiste, estrechamos las manos y lo invité al interior. ¡Qué pocoha cambiado! Suerte que su Espécimen todavía no se había mani-festado como tal. No obstante, la voz ronca es el primer signo decambio.— ¿Estás tú solo?

—Parece. JuanXo y Crys también han venido, pero no sé dóndehabrán ido y Renya se ha marchado.

—Mejor para nosotros. Por cierto, regalo de la casa.— Me en-tregó el paquete y con intriga quité el lazo. Al quitar la tapa aparecióla imagen de una tarta con nuestro apellido Vürgos tallado en el cen-tro y con letras decorativas. A saber de dónde la habrás sacado.—Vengo de Núremberg y lo tomé en una pastelería, decorándoloantes, claro. ¿Los demás vienen después?

ESPÉCIMEN

14

—Creo que sí... Pasa al salón y siéntate.— Así hizo. Tomó asientoen el sofá y cogió una de las pocas revistas de la mesa. Mientras laojea, subí de nuevo a mi cuarto y tomé la pluma, pero al meterla enel bote de tinta, el timbre volvió a sonar.

A este paso no voy a escribir nunca los días anteriores al premioNobel. Estuve por pedirle a John que abriera aunque la curiosidadme lo impidió. Tomé el pomo por segunda vez en la noche y abrí,observando a dos figuras con gabardina y con los rostros ocultados;uno de ellos porta un machete ensangrentado.

—Cuánto tiempo sin verte, León...— Reconozco esa voz en cual-quier lugar. Mike y su compañera Virka. Mucho tiempo ha pasadosin verlos, justamente desde que Rocy fue abatida y los Marines re-gresaron a EEUU.

El abrazo en conjunto fue una gozada; ver a alguien que pocosabes de él da mucho gozo. Al quitarse el abrigo y la capucha, sor-prendente ver el poco cambio que han experimentado con elRX21K. Salvo que a Mike le ha crecido un poco más la barba, Virkaestá igual de bella que siempre, quizás un poco más rellenita. Mejorme callo lo último. Como antes, los invité al salón y saludaron a John.

Si los oídos no me engañan, rasgueos de guitarra son intensifi-cados a medida que pasan los segundos. No soy estúpido; nuestroamigo Wes se acerca y si estoy equivocado, me arranco las manos.Children of Bodom, has variado un poco. Virka se asoma por laventana del salón, alertando a los demás. Aparcó el Ferrari en mediode la carretera y apagó los altavoces. Cuando fijó sus ojos en el hom-bre plantado en el vestíbulo, tomó la guitarra e interpretó el solo deRaining Blood entero.

—¡Lo hago mejor qué tú!— Reímos juntos y el EspécimenXP77J abrió su caja torácica y rozó las anclas contra las costillas enseñal de bienvenida.— ¿Dónde te metes durante un año para nosaber nada de ti?

—Ni yo lo sé. Anda, me meto que tengo frío... ¿Han venido Virkay Hunth?— Se han prometido los dos y continúas prendado de ella.No cambiarás nunca, Wes...

ALBERTO BURGOS SORIA

15

—¿Te encuentras bien, León?— No te preocupes tanto porqueno he vuelto a sufrir la brutal transformación ante Rocy y elWA99S.— Siento no haber traído ningún regalo...

—Tú y la guitarra sois más que suficientes. Virka te espera im-paciente...— La excusa ruborizó sus mejillas y soltó varias risas pe-queñas. Ella nos está observando desde la ventana del salón, demodo que disimula.

Accedió Wes a la casa sin dejar de tocar la guitarra y escuché elrugir de otro motor. Alguien viene; a saber quién. El fuerte barulloque proviene del este indica la presencia de bastante gente. ¿Mis her-manas? Transit repleta de militares, observando con gracia a los in-tegrantes del Sexteto de la Muerte acompañados de Kuerv, cuyaaltura y peinado tipo Cristo lo hace destacar. Con palmas, atraje suatención y arrepintiéndome de la acción, todo el conjunto se aba-lanzó, levantando una pirámide humana.

—Vamos ese León...—Levántanos como tú sabes... ¡Ole ahí!— Si es que están muy

locos. Con todas mis fuerzas conseguí tomar postura mientras sos-tengo a los seis sobre mi espalda. El TH49A evita la ruptura de lacolumna con la plancha metálica de mi dorso, resistencia suficientepara aguantar.

—Entra en la casa con nosotros, tío...— Mucho estáis pidiendo.Albert me cogió de las anclas secundarias y las usó como riendas. ¡Nique fuera un caballo! Bueno, por esta vez los perdonaré. Ante taljaleo, Virka salió y al comprobar lo que ocurre, no dudó en unirse ala fiesta, subiéndose ella también. Comprobado, ha engordado unpoco.

—¡Me cago en todos vosotros! ¡Que tengo un límite, cojones!—Vamos y no seas quejica. Te cargaste el WA99S y puedes con

todos.— Xavier me espoleó al igual que su compañero y a paso lentobordeé la casa, accediendo al vestíbulo, donde John y Mike se que-daron atónitos de lo que ven sus ojos.— Déjanos en el sofá y des-cansarás, aunque me parece que nos vamos a quedar aquí. ¿Vosotrosqué decís?

ESPÉCIMEN

16

—¡Y una mierda!—Sí, sí... Sergey, deja tocarme los huevos que me los estás aplas-

tando.—Cállate, Anthony... ¡Joder! ¿Quién coño me ha babeado en el

hombro?—Saca la botella de vodka, Mikhail.— ¿Cómo que botella? Giré

la cabeza con dificultad y contemplé a Mikhail sacando alcohol desu bolsillo. Quitó el corcho y comenzó a salpicar vodka por todoslados, cayendo al suelo y salpicando toda mi melena.

—¡Eh, Dave! Yo también quiero... ¡No me toques el pecho, des-vergonzado!

—¿Queréis bajaros ya...?— Para qué preguntar si nunca te con-testan. Kuerv obedeció la orden, quien salió al vehículo para cogerel regalo que supuestamente han traído.

El sonido de una bofetada retumbó en la sala y Dave gritó dedolor. Por lo visto, ha posado la mano donde no debe. Cansado detanta algarabía me aproximé al sofá y como un animal desbocado, losbajé a todos de una vez. Las risas continuaron y tomé reposo en unasilla, sin dejar de observar la fiesta que se ha montado de improviso.

Media hora pasó de bebida y carcajadas hasta que por tercera vezvibró el timbre. ¿Falta alguien más por venir? Soltándome de Albert,acudí al vestíbulo y tras abrir, segundos tardó mi cuello en ser rode-ado de manera brusca por una mujer que grita mi nombre sin parar.Ni me dio tiempo a ver de quién se trata. Cuando conseguí fijarmeun poco, la emoción que sentí fue tal que la abracé con fuerza yluego la cogí en brazos. Admiración siento por ella...

—Me vas a tirar, María...— La persona que, con todo su esfuerzoy valor, creó la vacuna contra los Especímenes y los entes, mi que-rida María Simonds. Pena que su logro no sirviera para sacar almundo de la pandemia. Lágrimas dejé correr al contemplar su ros-tro.

—¿Cómo está mi investigador preferido?— Pellizcó varias vecesmis mejillas y me besó por toda la cara, incluyendo la boca. El en-

ALBERTO BURGOS SORIA

17

tusiasmo que desprende es tal que no la deja controlar sus actos.Bueno, vamos a ser sinceros, yo también la quiero, menos que aRenya, pero la quiero.

—Eufórico de verte, querida.—¿Me has echado de menos?— Un beso siempre tiene una ex-

plicación. Con toda la pasión del mundo, levantó mi camiseta y mepasó la mano por el pecho, respondiendo el TH49A con suaves mo-vimientos. El roce de sus labios contra mi tórax me excitó de unamanera increíble y al Espécimen, igual.— Hola, TH49A.

“—Hola, María; MY67O”—María, me estás dejando en evidencia...— Tarde expresé la ad-

vertencia. Mike está asomado desde el salón y puso a los demás alcorriente de lo que ve. Corriendo acudieron a besarme también elpecho.

Por supuesto me negué y los aparté a base de bromas y carcaja-das. Mira que se ponen tercos los señores. Vaya noche de cachon-deo toca tener. Supuse que nadie más iba a arrimar, a excepción demis hermanas, de modo que dejé a los invitados para cambiar devestimenta. Tres años y nunca dejaré la capa negra para ocultar lasanclas que sobresalen de mi cuerpo. Risa me daría si la gente me to-mara por algún hechicero o brujo. No obstante, a los zombies les im-porta poco. Y por supuesto, las gafas de sol, me gusta ocultar losojos.

Llega la medianoche y Vincent llamó a la puerta, acompañadode nuestra hija, Evys, quién trae también varias bolsas de comida.Poco después, arrimaron mis adoradas hermanas y la sorpresa fuesaber que habían ido a recibir a JuanXo y Crys al aeropuerto y luegose marcharon de compras, literalmente. Mi compañero nunca vienesolo. Renya, JuanXo y Crys acudieron los últimos y con el personalcompleto y todo preparado, comenzó la cena trimestral que reúne alos supervivientes de la pandemia. Alcé la copa de Ballantine´s conJB y comencé la cena con el típico discurso de bienvenida a todoslos presentes.

ESPÉCIMEN

18

—Queridos amigos, os doy la bienvenida a otra reunión de lossupervivientes de la infección que asoló, asola y asolará nuestromundo. Qué deciros salvo que me alegra teneros aquí y no voy a re-cordaros la reflexión que siempre os doy, ya que estoy viendo algu-nos deseosos de hincar el diente al pavo...

La prueba de ello se observa en John y en el Sexteto, quienes noquitan el ojo al asado y babean como perros hambrientos. Wesmuerde el séptimo traste a la vez que coge el salero. Dejar de hablary tomar asiento fue el pistoletazo de salida. Con rapidez, Albertarrancó un muslo y lo devoró con voracidad, royendo hasta el hueso.

Minutos y más minutos; la comida no parece acabarse. Había-mos dispuesto de varios pavos y corderos; no hay que olvidarse delos Especímenes. Con los estómagos llenos y los últimos bien satis-fechos, di paso al tiempo de las conversaciones, quedando las mu-jeres hablando al final de la mesa y los demás, en el otro extremo,fumando y riendo. Cada uno saca su tema preferido, casi siemprealgo relacionado con batallas y anécdotas con infectados y otros ene-migos.

El único que apenas habló fui yo. No es porque sus charlas no meinteresen, sino porque mi mente está intentando organizar y clasifi-car todos los acontecimientos sucedidos para plasmarlos en las me-morias. Ninguno se dio cuenta de mi falta de presencia, aunquevarias veces Renya me llamó la atención, preguntando qué me su-cedía. Los besos no le quitaron el interrogante y para disimular miactitud, entré en las conversaciones de mis amigos.

La noche pasó lentamente hasta que el reloj marcó las cinco dela madrugada. El momento de irse se hizo duro para algunos, espe-cialmente para Vincent, cuya embriaguez es tan grande que se tuvoque ir con John, evitando el riesgo de sufrir un accidente. Sólo Maríava a quedarse con nosotros esta noche. Nos despedimos de nuestrosmilitares, los cuales formaron una piña en la Ford Transit.

Kuerv nos santificó por millonésima vez y Hunth se llevó a Virkaen el GTO. Wes agarró el volante con las anclas y tocando el solo de

ALBERTO BURGOS SORIA

19

“Seasons in the Abyss” se perdió en el horizonte. Para rematar eltiempo que falta para el amanecer, mis hermanas se rindieron alsueño al igual que María y Renya, quedándonos JuanXo y yo solos.Evidente que una conversación tiene que salir.

—¿Vas bien, León?—Por ahora sí, pero cada vez me cuesta asimilar el fracaso de la

vacuna.—No eres el único. Sin embargo, mira el lado positivo. Los Es-

pecímenes sí han sucumbido. Nos hemos quitado la mitad del pro-blema.— Si JC nos hubiera dado alguna fórmula o indicio para larecuperación... Maldito sea él, Inma y Tiger. Las jodidas grabacionesque encontramos poco después no sirvieron de nada, sólo averi-guamos algo más de sus planes.— Olvídate y vivamos, que para algonos lo permitimos.

—¿Tú cómo lo llevas?—Desde que conseguí dominar por completo al CF19V, todo

muy heavy. Me da igual...—Tu optimismo es digno de admirar, amigo...—No es optimismo, es la verdad. Estamos solos y punto. Mien-

tras que los zombies no vengan a jodernos, lo demás es pan co-mido.— La experiencia dota a todos los supervivientes de unasabiduría extremadamente fuerte. Sus palabras contienen la mayorrazón posible y pocas veces había planteado las situaciones de esamanera.

—JuanXo, no somos lo que éramos...—Mejor, un cambio de aires siempre viene bien. Además, tú has

conseguido reconciliarte con Renya y yo estoy con la mejor mujer delmundo, sin ofender...

—Para nada. Lo que cuenta es que lo hemos intentado y segui-remos investigando para hallar una solución definitiva.

—Así me gusta, León. Suerte que los vídeos de Renya y las de-claraciones de JC antes de morir sirvieron para algo.— El reloj tocólas cinco de la mañana y JuanXo se frotó los ojos en señal de fatiga.

ESPÉCIMEN

20

—Supongo que quieres irte a la cama.—Supones bien. Espero que tú hagas igual...—No. Exprimiré al TH49A un poco más y seguiré escribiendo

los recuerdos. Es mi nuevo trabajo.—De verdad, porque tienes al Espécimen, que si no te hubiera

entrado un insomnio de los grandes. Anda, termina rápido y nodejes sola a Renya.— Riendo de su última frase, salió del salón sinapagar la luz.

Tomé el portátil y subí la pantalla, observando la última oraciónescrita. Aquí es cuando uno de mis trabajadores de los laboratoriosde radiación me traía el MY67O tras varias pruebas. Ya falta pocopara la concesión del prestigioso galardón y eso me animó a ponerlas manos sobre el teclado, crujir los dedos y continuar pulsando te-clas y haciendo aparecer letras en el monitor.

NOTHING ELSE MATTERS (METALLICA)

“So close no matter how farCouldn’t be much more from the heartForever trusting who we areAnd nothing else matters

Never cared for what they doNever cared for what they knowBut I know...”

ALBERTO BURGOS SORIA

21

—Deje la placa con el MY67O.—¿Llamo a Lyserck para que envíe los resultados de las pruebas

realizadas en el laboratorio C14B?—Sí, y de paso que traiga también las referencias directas sobre

los ensayos con el TH49A.El mensaje fue bien recibido por mi ayudante, saliendo por la

puerta del despacho y haciendo poco ruido al cerrar. Este día vamejor que nunca. Erigir cinco nuevos Especímenes, aislar una mues-tra de ADN que puede servir como suero y la espectacular noticiade hace semanas de haber sido nombrado candidato al PremioNobel. Nada puede superar esta situación tan magnífica.

Mi vista se posa sobre la placa de cristal que tengo entre manos.El MY67O se revuelca por las paredes del disco cual serpiente tra-tando de cazar. Los dedos fueron la causa de que retrocediese porel frío vidrio hasta el lado opuesto. Tiene miedo, como cualquierotro ser vivo. Mi aprecio e inclinación por estos seres es magnánimo;siendo su creador.

Al otro lado de la puerta se escucha gente hablar y pasar, unosmás deprisa, otros más despacio. Entre todas las voces y conversa-

23

1

L O S E S P E C Í M E N E S Y L A V I D A

ciones que pueden oírse se distingue el tono de la señorita KateThon, la recepcionista, y de James, el marido de Sarah. No es raroverlos hablar juntos. Especulé varias semanas la posibilidad de queJames estuviera enamorado de Kate. La probabilidad es máxima.

Kate es una mujer espectacular. Buen torso, pechos bien alzados,piernas blancas como mármol, morena y con ojos azules... Cual-quiera comprendería la actitud de mi empleado. Pasaron minutos desilencio hasta que la voz de Kate se apagó; a continuación, los rápi-dos pasos de James hacia su departamento de análisis.

Jamás llegarás a conquistarla, es mucha chica para tan poco hombre. Ojalálo comprendieras de una maldita vez.

El contestador rompe la mudez del ambiente. La luz roja parpa-dea varias veces y en la pantalla aparece el nombre de Kate. ¿Porqué llama? No tengo ni la más remota idea. La comodidad que tengoes tal que ni por un millón de marcos me levantaría del asiento. Alquinto toque de alerta, apreté el botón de contestación.

—Señor Vürgos, ha llegado su homólogo noruego. ¿Quiere re-cibirlo ahora?— ¡Claro, ahora recuerdo! Maldita sea mi suerte. Hoyarrima el traductor que la delegación noruega me envía para la ce-remonia. Una del mediodía y la aguja continúa recorriendo la su-perficie del reloj. ¡Qué le vamos a hacer!

—Dile que espere cinco minutos...— Cinco y a lo mejor más. Nohay más remedio que levantarse y la columna vertebral cruje cualartrosis de anciano.

El espejo colgado en la puerta refleja mi aspecto. Barba media-namente arreglada, leves ojeras y como de costumbre, cabello des-ordenado. Las manos hicieron como peine, poniendo cada pelo ensu lugar y haciendo visible el surco que separa la melena en dos. Lacabellera posterior fue acicalada de una pasada, quedando satisfe-cho del instantáneo arreglo. Suerte tener el espejo ahí. ¡Ah, casi se meolvida!

—Katy, si mi hermana Lyserck pregunta por mí, dile que volveréa mi despacho en una hora.

ESPÉCIMEN

24

Y más de una hora si el tipo este comienza a darme la lata con verlo todo.—Como quiera, señor Vürgos.— Su voz se cortó y el contesta-

dor volvió a apagarse. Bueno, llegó la hora de la compañía.Si no recuerdo mal, tengo que enseñarle mi complejo de investi-

gación. Una bonita forma de pasar el tiempo, irónicamente ha-blando. Últimos arreglos, bolígrafo Bic negro en el bolsillo de la batay ésta sin una sola mancha; listo para entrar en acción. No obstante,antes debo hacer algo con el MY67O. Dejarlo en la estantería serábuena opción. Abrí la puerta de par en par y salí al pasillo cerrandocon llave.

El aire cálido expelido por los ventiladores da al pasillo un en-torno agradable, tanto que me entraron ganas de quedarme. Ahoratoca encontrar al visitante. Para eso no hay nada mejor que pregun-tar a la persona que informó de su llegada. Siempre en su gabinete,como su segunda casa. Pan de cada día; un leve susto apareciendopor detrás y tocando su lisa cabellera. Se volvió con rapidez y tran-quilizó sus nervios al verme. Soltó una leve risita y sonrió, devol-viéndole el gesto.

—¡Señor Vürgos, me ha asustado!— No te sorprendas tanto queno es la primera vez. Así es, pero me gusta que siempre haga igual.Me inspira unos aires de superioridad un poco extraños.— Voy atener que ponerme ojos en la nuca.

—Lo siento, Katy, no quería distraerte...— Volvió a reír y su es-belto escote hizo acto de presencia tras el jersey. Con tal de que nose diera cuenta, empecé la conversación que atañe.— ¿Dónde dia-blos se supone que está el homólogo?

—Fuera y creo que fumando. Aquí no se puede...—Típico, siempre me ofrecen gente fumadora.— Malditos fu-

madores y mierda de nicotina. Espero no verlo fumar en mis labo-ratorios, porque le quito el cigarro y doy un par de guantazos que ledejo la cara hinchada.— Iré por él. Que no se te olvide lo de mi her-mana, es muy importante.

ALBERTO BURGOS SORIA

25

—Descuide, Señor Vürgos, puede irse tranquilo.— A veces nohago más que repetirme lo bien que hice al contratarla. He tenidootras antes pero eran muertas absolutas. Lo difícil que es llevar unaempresa de investigación y encima, tener una oficinista que es másgandula que su madre.

Gesto de despedida hacia Kate y salí del edificio, observandocómo Pete limpia los cristales de la tercera planta. Poniendo en prác-tica la teoría fumadora de Kate, busqué a alguien que portase un ci-garro o puro. Dos señores en la acera, otros tres en losaparcamientos y todos dando caladas al tubo enfermizo. Paseé unrato por los setos escudriñando a todo aquel que tuviera pinta deperdido o recién llegado, pero nada.

Cerca de la fuente, una mano se posó en mi hombro. Todo saleal revés, me encuentran a mí. Dándome la vuelta, contemplé a unseñor alto, regordete y ataviado con un traje azul marino. La maletafue el símbolo más significativo de ser el homólogo.

El típico individuo ataviado con traje y maleta. Tiene más pinta de empre-sario que de ayudante. A ver cómo lo soporto...

—Usted debe ser D. León Vürgos Mähn, candidato al PremioNobel de Ciencias. ¿Me equivoco?

—El mismo. Usted debe ser mi traductor para la entrega...— Vozde trueno. Cualquiera oiría a veinte millas. Con educación estrecha-mos las manos.— Un placer.

—Me llamo Svante Trey y seré su intérprete hasta que acaben losPremios Nobel. Tenía muchas ganas de conocerle, me han habladomucho de usted y sus experimentos con... Los Especímenes, creo re-cordar.

—Me alegra oír que le han informado sobre mí. Seguro que vienecansado, si quiere, puedo llevarle a su habitación en nuestra resi-dencia de trabajo...— Típico de los recién llegados, negar lo que elanfitrión invita. Resultado, hacer perder el tiempo cuando éste valeoro para uno de los dos. Hay que moderar el tono y aguantar...— Loque usted quiera.

ESPÉCIMEN

26

—En el avión he podido dormir, pero gracias por el oferta. Megustaría ver su lugar de trabajo, si se puede, claro.

—Por supuesto. Sígame y le enseñaré el complejo entero.Lo primero, el edificio. Tenerlo detrás me proporciona sensación

de incomodidad, llegando en algunos puntos a ser extrema. Katealzó la vista con disimulo para ver a mi acompañante y luego pusosus ojos índigos en los míos. Giramos a la izquierda y lo llevé por loslaboratorios de experimentación genética para entretenerlo un poco.Al principio parece tímido, pero cuando observó a varios de misempleados, inició la conversación que mantendríamos durante la vi-sita.

—Ha alcanzado un gran éxito con sus experimentos, le habrá lle-vado años de trabajo...

—Cuatro años exactos. Poco tiempo, se podría decir.— Eso porno decirte más. Muy extraño el hecho de que no empezara con lasusuales preguntas de cualquier periodista. ¿Considera que sus añosde trabajo han sido fructíferos? ¿Le ha apoyado el gobierno en algúnmomento? Éste no es así, más reservado a primera vista.— A la iz-quierda tiene nuestros despachos y oficinas, el primero es el mío.

—Se nota que es el suyo. Bonita placa tiene en la puerta. ¿Cuán-tos trabajan con usted en sus experimentos?

—Cinco estamos. Yo, mi compañero JuanXo y mis hermanasLyserck, Rachel y Christine.

Suerte que mis empleados no pueden oírme; son capaces de echarme a pata-das de mis propios laboratorios y ponerme miles de denuncias. Pero es la puraverdad.

—¿Y qué hacen en este momento?— Debo replantearme lo deantes. El tono periodístico comienza a aparecer y eso no es bueno.

—Rachel y Lyserck están haciendo experimentos con unos Es-pecímenes. Christine está de viaje de negocios y JuanXo está ins-truyendo al nuevo personal que hemos contratado para ellaboratorio de radiación.

ALBERTO BURGOS SORIA

27

—Parecen estar muy bien organizados por aquí... Pocos sitios hevisto en estas condiciones y eso que visto muchos.— Ni puta gra-cia. Lo que imaginaba, traductor que se cree gracioso. Si se pasa conalguna cuestión... ¡Qué agonía soportar! Siguiendo el pasillo reciénlimpio, arrimamos en los laboratorios de investigación. A ver quésueltas ahora.

—Bueno, hemos llegado. Laboratorios de pruebas y experimen-tos. Sólo los veremos desde fuera; para entrar necesitamos los tra-jes de protección.

Con la barriga que tiene no le cabe el traje y no disponemos de más tallas.—Muy bien, vamos.— A éste hay que encontrarle una talla XXL

como mínimo o más.Lo de todos los días. Gente por aquí, gente por allá, muestra por

aquí, pedido por acá. Ver la reluciente cabellera dorada de una mujerdibujó en mis labios una leve sonrisa. Bueno, no voy a estar solo.Fíjate con qué gracia se mueve... ¿Pero qué digo? Mirar fijamente ami hermana Rachel trabajar me llena de tierna felicidad. Normal queSvante se quedase observando también. Suerte que tenemos ojos,casi un minuto y por fin posa su vista en nosotros.

¡Qué complicado es desconcentrarla! Igual que yo, primero latarea y después lo demás. Esbozó otra sonrisa mucho más grandeque la mía. Con un ademán, requerí su presencia. Como educadajoven, debes saludar a nuestro huésped. La respuesta fue inmediata,treinta segundos en quitarse el traje de protección, atravesar las puer-tas herméticas y lanzarse a mi cuello. Misma colonia de Channel,igual forma de crujir cervicales... El día que menos esperado, medesnuca vivo. No me importa, es mi amor y sangre; por ello la quieromás que a nadie.

¡Pero qué guapa es! Si tuviera la mitad de su hermosura, triunfaría en todoslados. No puedo creer que haya terminado siendo hermana mía.

¿Qué estás mirando? La frase más recomendable en este mo-mento en el cual nuestro homólogo se queda mirándonos con carade sorpresa. Tranquilo, no es mi esposa ni nada parecido; mucho

ESPÉCIMEN

28

mejor. Tantos años currando conmigo y no he conseguido entenderel por qué siempre acude con trajes elegantes y que para más risa, loscompro yo. Ojos castaños y vivaces, ese cabello caoba, recogido enun elegante lazo azul y esa hermosa figura que siempre critico sólopara hacerla rabiar... Rachel Vürgos, la cuarta y última de la cola fa-miliar.

—¿Qué haces aquí, hermano? ¿No tenías que recibir al homó-logo?

—Rachel... ¿Es que no tienes ojos? Te presento a Svante Trey,nuestro traductor noruego.— Bella y tan inoportuna a la vez.¿Cuándo aprenderás a mirar primero y luego abrir la boca? Va, lodejo que luego las discusiones no acaban muy bien.— ¿No lo salu-das?

Preciosa pero despistada a la vez. Siempre comete los mismos fallos y nuncaaprende de ellos como cualquier otro.

—Perdone usted mi despiste, Sr. Trey. Soy Rachel Vürgos, en-cantada de conocerle.— Sin quitar la maldita cara de incrédulo, es-trechó su enorme mano con la de mi hermana. Que me corten elcuerno de abajo si me equivoco al decir que mi acompañante se haquedado prendado.— ¿Le gustan nuestras instalaciones?

—No están nada mal, mejores que otras...— Ya sé que regalarlea este tipo por Navidad. Un libro de hacer chistes. Yo no sé, perotengo buen sentido del humor, demasiado tal vez. Nos reímos todosbrevemente y Rachel aprovechó ese instante para hablarme al oído.

—Lyserck te busca, hermano. Te iba a llevar los informes delTH49A a tu despacho, así que es mejor que vayas, está un poco ca-breada...

¡Qué gran noticia! Lyserck mosqueada... Será mejor que me vaya prepa-rando para recibir buenas hostias.

—Perfecto, encargaré a Watson que se lo lleve a la residencia e iréa reunirme con ella. Gracias, Rachel.— Musité en silencio.

—¡Ay, mi León! Que espabilado eres... Date prisa.— Pocos ha-lagos acepto, pero los suyos no puedo ni debo negarlos. Bien, lo pri-

ALBERTO BURGOS SORIA

29

mero es deshacerme de Svante y para eso no hay mejor método quela típica excusa de “Time Over”.

—Bueno, Svante, es casi la hora de cierre, así que si le parece,mañana seguimos con la visita.— En verdad, falta más de mediahora para las dos pero ahora importan los resultados del TH49A, noenseñar los laboratorios uno por uno. Si JuanXo estuviese conmigo...Nunca está en los momentos más críticos.— Llamaré a mi chóferpara que le lleve a su apartamento en la residencia.

—Está bien. De todas formas, estoy un poco cansado.—No se preocupe, descanso no le faltará.— O lo dice porque me

ha calado o de verdad no puede más. Confío en lo segundo... Ima-gino un titular en la televisión noruega: D. LEÓN VÜRGOSMÄHN, CRITICADO POR SU TRADUCTOR. Bastante tuvehace media década y no es tiempo de desear conflictos con losdemás.

—Así que es su hermana... Bastante hermosa.— El día que la in-tuición me falle no viviré para verlo. Todos dicen lo mismo y estoyharto de que cada vez que Rachel va de compras conmigo, todos, ab-solutamente todos los del alrededor nos miran muertos de deseos ar-dientes y... Y eso. Como es evidente, a mí, ni de reojo, pero a ella...Sólo falta que alguien la bese allí mismo.

—La verdad es que sí, muchas veces me siento afortunado decontar con ella y las demás.— Reiterar a tiempo no es malo. Ser elúnico hombre de la casa te deja marginado... Aunque no es este caso.Las únicas discrepancias, Lyserck es como tener a tu lado un tío ca-chas malhumorado, Christine siempre está de viajes y sólo Rachelparece darse cuenta de que estoy ahí. Todo se resume en pocas pa-labras. “Si es que estas mujeres...”

—Tenéis la misma cara. ¿Sus otras hermanas son muy parecidas?—No demasiado, Lyserck es la oveja negra de la familia y Chris-

tine es el reflejo de nuestro difunto padre.— Me estás tocando lo deabajo. ¿Has venido de traductor o de Don Juan? De todos modos,con tal aspecto... En respuesta a su pregunta, Lyserck es la que másse parece a mí, sea en físico o en carácter, Christine es la viva ima-

ESPÉCIMEN

30

gen de nuestro padre y Rachel una mezcla, más de nuestra madre.Como es la última en edad, no hay otra explicación más lógica y yo,según ellas, clavado al abuelo Albert. Casualidad que me comparencon él. El más vejestorio y simpático... Y lo peor es que lo dicen enserio.— Pero también son muy bellas.

—Seguro que sí... ¿Está muy lejos la residencia?— Ahora cam-bia de tema. Lógico, cualquiera le hubiera recriminado esa actitud tandesvergonzada, incluso yo hace minutos. El problema es que uno eshonrado en la vida y evita los conflictos.

—A pie son 20 minutos, pero no se preocupe, le he gobernadomi coche privado. Su apartamento está en la cuarta planta, desde elcual puede ver el complejo y sus cercanías.— Como es de esperar,no le voy a dar la peor habitación del local, eso sí, su buena pasta hacostado. Suerte que los áticos estaban libres... Para más quejas noestoy disponible.

—Gracias, eso asegura un buen descanso.— Última vez que ríocon él y va en serio. Justo al entrar, Kate realzó la vista a la vez quequita su cabello de en medio. Con varias señas le dije que llamara aWatson, mi conductor oficial. Disimulando que recoge unos pape-les, descolgó el inalámbrico y se dio la vuelta.— ¿No le importa quesigamos mañana? Si tiene trabajo...

—Como usted quiera, Svante. Yo trabajo poco, me hago viejocon mucha rapidez.— La velada se acaba de la misma forma en quecomienza, risas y buen humor. Dos minutos señaló disimuladamenteKate con la mano. Menos mal que Watson vive cerca, así lo tengo amano cuando quiera.

Como siempre, el tiempo se pasa de la manera más lenta quepuede encontrar. El rugido de mi Mercedes dibujó otra amplia son-risa en mi rostro que no pude esconder. Se acabó la maldita visita ypor fin, a ver lo que ha pasado con el TH49A. Watson aparcó frentea las puertas y mi alegría salió disparada al ver al homólogo entraren el coche. Siendo bueno, me quedé despidiéndolo hasta que des-apareció por la esquina. Joder, la que se me va a venir encima cuandollegue al despacho...

ALBERTO BURGOS SORIA

31

Ya era hora de que te fueras, pesado.Por un instante, pensé en irme a casa. El sólo pensar ver a mi

hermana dan ganas de tirarme por la ventana. Joder, joder... Lo másgracioso es que llego tarde media hora. Es un minuto y me arma laII Segunda Guerra Mundial. Chillidos e insultos esperan... Recor-demos a Rachel. En una hora a mi despacho, madre del diablo. Cadavez que doy un paso hacia la puerta es como si me clavara miles deespinas en el pie. Kate no está en el gabinete. ¿A dónde habrá ido?

El mejor remedio contra los malos augurios son los buenos re-cuerdos. ¡Qué bonito era el TH49A cuando lo observé por primerapor el microscopio! Seis años y sigue igual... A quién pretendo en-gañar, no dejo de cavilar en Lyserck. Los temores se confirmaron alver la puerta del despacho entreabierta. Quién me vea va a decir queestoy loco a algo por el estilo.

¡Vamos a ser valientes, coño! Agarra el pomo y empuja hacia den-tro; es tan fácil como uno lo dice. Con los ojos cerrados, accedí y losvolví a abrir de par en par. Ahí está, la más borde y fuerte de loscuatro. Igual hasta la muerte; vaqueros negros, camiseta de AC/DC,típico collar de pinchos que no hay quien se acerque a ella... Cuandosu mirada se posó en mí, se levantó del asiento y mi sangre fue con-gelada al instante. El miedo se apoderó de mí justo en el momentoen que mi hermana abre la boca y grita con fuerza:

—¡¡¡¡¡LEÓN!!!!!Satanás mío, sálvame del cielo y acógeme en el infierno, que hoy se acabó mi

tiempo en la Tierra como ser humano.

FEAR OF THE DARK (IRON MAIDEN)

“Fear of the dark, fear of the darkI have a constant fear that something’s always nearFear of the dark, fear of the darkI have a phobia that someone’s always thereWhen I’m walking a dark roadI am a man who walks alone...”

ESPÉCIMEN

32

—Lyserck... ¿Llevas mucho tiempo esperando?— No debí de abrirla boca. Sólo sirvió para desencadenar la furia de su interior.

—¿Tiempo? ¡Llevo años esperándote! ¡Años y más años!— Enserio que salgo corriendo por la puerta. Las paredes retumbaron yme pareció ver polvo caer del techo.

—No será para tanto, perdóname.— Ni pedir perdón fue sufi-ciente, al revés, lo incrementó. ¿Por qué me tiene que pasar esto?Extrañamente, en vez de seguir chillando, cogió una carpeta roja yme la lanzó de forma despectiva.— ¿Son los resultados de las prue-bas?

—No, qué va. ¡Es mi hermoso coño! ¡Pues claro que sí, estúpido!Ya estamos con los insultos. Porque es mi hermana... Que si no, la hubiera

educado a palos.—Vale, vale... Gracias por traerlos.— Cogí las primeras hojas y

eché un vistazo. Muchos símbolos de aprobación marcan cada unode los objetivos propuestos. Esbocé una sonrisa que ella devolviócon ironía.— Parece que ha reaccionado bien contra la radioactivi-dad del uranio. ¿Cuánto tiempo ha estado expuesto a la radiación?

33

2

E L T H 4 9 A , P E R F E C C I Ó N A B S O L U T A

—Media hora más los cinco minutos del calentamiento de la sala,un tiempo récord...— En eso coincido contigo. Es un milagro haberencontrado un Espécimen que supere la media hora; sólo el WA99Spudo conseguirlo a duras penas.— La exposición a los rayos X hasido un puto éxito. Jamás creí ver una prueba así para un Espéci-men...

—¿De verdad? No esperaba que pudiera soportar tanto tiempolos rayos X. ¿Y los Gamma?— Uranio, rayos X... Demasiadas coin-cidencias. En todos mis años de trabajo no he visto unos análisistan optimistas. Miedo me entró cuando se puso a mi lado. Algo mevas a hacer.

—También, casi veinte. Ese jodido Espécimen es el rey del pu-ticlub. Todo lo que no hacen los demás, lo hace él. Me sorprendepara ser el primero que tuvimos.

—La simbiosis con los demás microorganismos no ha sido muybuena.— Razón suficiente para desestimar la prueba en animales.Lo que pensé desde un principio, todavía no hemos dado con el Es-pécimen animal. De repente, Lyserck cogió la hoja y me la restregópor la cara, llamándome estúpido por cada segundo que pasa. Estásmuy subida de humos hoy...

—¿No sabes leer en condiciones o qué? A las bacterias del ántraxse las cargó por completo y los parásitos no duraron ni medio mi-nuto, pero con las plantas formó simbiosis; absolutamente contodas. ¿Te das cuenta? Cooperó para producir alimento con las algas.

—Vamos a ver, Lyserck, deja las tonterías. ¿Cómo las ayudó?—Aceleró la fotosíntesis. La cantidad de oxígeno final era cinco

veces mayor que la producida por la planta.—Parece que también actúa contra los agentes infecciosos. ¿Qué

ha sido de las pruebas de su ADN?— Lo más importante y trans-cendental del informe. La señal de aprobación no es suficiente, demodo que no tengo otro remedio que poner oreja y escuchar.—¿Sigue igual?

ESPÉCIMEN

34

—¡Qué va! El TH49A, tras la exposición, poseía un ADN com-pletamente distinto al original, una diferencia casi al 100%.

Casi al 100%... El más distinto a los demás. Un poco extraño...—¿Un ADN mutado por completo? Descríbeme los cambios en

la secuencia.—Cuando comenzó la prueba, uno de sus genes de regeneración

poseía 307 nucleótidos y al finalizar, la cifra se duplicó.— Lo que sig-nifica que puede aumentar su capacidad regenerativa sin pérdida deADN. La primera hipótesis a barajar es la enzima transcriptasa in-versa.— ¿Se detectó la retrotranscriptasa?

—Eso es lo más espectacular. Lo hizo sin su ayuda y no observéen su suero nada parecido que hiciera algo igual.

—¿Te envió Rachel la muestra que contiene el suero delTH49A?— Otra vez las cosas se analizan sin mi previo permiso.Bueno, para ser el caso de mis hermanas, pasa. Por lo menos, algode tiempo se ahorra.

—Sí, justo ayer por la tarde. La muestra era pura al 100%, aun-que no se detectó la presencia de la enzima.

—¿Es totalmente seguro?—Lo he tenido dos días en frío y realizado la prueba a todas

horas. Siguió igual que el primer día. No ha habido pérdida de fun-cionalidad ni cambios estructurales.— Lyserck observó la hora en elreloj de la mesa y sonrió con sarcasmo. Espero que no se cabree denuevo, ahora que está un poco más tranquila.

—¿Entonces qué me dices del suero?—Que llevas razón. Hay otra enzima pero que no es la trans-

criptasa inversa. El problema es que no tiene nombre... Con la mues-tra averigüé también que el TH49A renueva el ADN de un ser vivopero de manera muy diferente a los demás Especímenes.

—Debería reorganizar las cadenas de nucleótidos perdidas, comotodos los demás. ¿Qué tiene de especial?

—Cuando falta un tramo de información genética, el TH49A pa-rece fabricar un ADN que no sólo sustituye al que falta, sino que

ALBERTO BURGOS SORIA

35

confiere propiedades beneficiosas al huésped y que parte de sumismo ser.— Aquello sí es nuevo. ¿Un Espécimen que hace unADN apropiado para el hospedador? Seguí escuchando con aten-ción a mi hermana.— Lo observé cuando, en simbiosis con las es-pigas de trigo picadas por insectos, detecté la presencia de un genque era capaz de generar toxinas para defensa ante los ataques deéstos.

—Resumiendo, hay que investigarlo en animales... Pues hay quepreparar los experimentos ya.

—Por fin me entiendes como debe ser.— Respondió con atisbosde enfado en su tono de voz.

—Reacciona ante los cambios de luz... Algo en común con elresto. Creo que tantos años investigando han valido la pena.

—Pero aquí no acaba la historia, todavía falta la curiosidad conlos rayos Gamma. Al exponerse a ellos, parece que cambió su pro-pio ADN; se volvió un tanto... Bueno, metálica.

—¿Metálica? ¿Qué quieres decir?— Eso suena más a heavy metalque otra cosa. La primera vez que oigo tal terminología para uno demis Especímenes. Me has dejado sorprendido con tal respuesta. Nique James Hetfield se hubiera vuelto científico...

Ojalá te explicaras mejor, que tampoco cuesta tanto.—¿Es que no me has oído, cabrón?— Lyserck ha vuelto a ca-

brearse. No me acuerdo que repetir las cosas es razón para enfure-cer su mente.— El TH49A tomó un color plateado y brillabacuando los rayos Gamma se reflejaban en él.

—Vamos a tener que investigarlo más... No me cabe que elTH49A sea tan poderoso. Es uno más del grupo de los benéficos.

—¿Y qué tiene que ver? Las experiencias son más que suficien-tes para demostrar su superioridad hacia los demás.— Valor tienespara reprochar mis palabras, aunque por esta vez pareces llevarrazón. No obstante, probar un Espécimen en animales... Bueno, estoes Ciencia, si no se experimenta no se hace nada.

ESPÉCIMEN

36

—Me gustaría ver la evidencia con mis propios ojos... No es queno te crea; no me entra en la cabeza que el TH49A sea tan perfecto.

—¿Acaso te cabe algo en la mierda de cabeza que tienes? ElTH49A es el mejor Espécimen que tenemos. ¿Tanto te cuesta com-prender este argumento tan simple?

—No, pero eso no implica que el TH49A sea...—¿El rey? ¿El mejor? Por el diablo y por el santísimo infierno, el

encuentro con el traductor maricón te ha dejado gilipollas. ¿Es queno lo ves la evidencia, León?— Extraño oír mi nombre salir de suboca. Pocas veces lo hace y en casos muy extremos. Ojalá hubieseempezado a cambiar su carácter. Cambiaré el tono de voz, no vayaa ser que nos escuche la gente desde fuera, aunque eso a ella no leimporta. Las investigaciones peligrosas son de alto secreto, comosuele decir JuanXo.— En el informe tienes la palabra ÚNICO gra-bada, date cuenta de una jodida vez.

—Vale ya, Lyserck, estás empezando a pasarte. Estamos aquípara las pruebas, no para discutir ni pegar gri...— Nadie habría re-accionado, ni siquiera yo. Lo bueno de las hostias es que te dejan lacara caliente, lo malo es el dolor que producen. La rabia que guardaacabó desahogándola y su palma enrojecida es la prueba de ello.

Qué pena que no estuviera aquí papá, quién te hubiera hecho lo mismo perocon más coraje... ¡Joder, cómo duele!

—Yo hago y digo como me da la gana. ¿Entiendes? Ni tú, ni Ra-chel o Christine me vais a decir cómo debo comportarme.

—¿Cuándo dejarás de comportarte así? Estás consiguiendo queme cabree...— De poco sirve ponerme duro si luego no hago nada.Una cosa sí es cierta, pega mejor que un boxeador. Entiendo las que-jas constantes de los guardias.

—¿Cabrearte tú? No me hagas reír... Te estoy diciendo que elTH49A es el mejor Espécimen que hemos tenido y tu cerebro to-davía no ha asimilado esa evidencia tan simple de comprender.— Sílo he comprendido, pero no me dejas explicarte los contras. Estaspruebas tan positivas no son de por sí solas suficientes para sacar

ALBERTO BURGOS SORIA

37

conclusiones. Lo mejor es hacer más pruebas.— Compréndelo deuna puta vez.

—Vale, muy bien, lo que tú digas. Explícame otra vez lo del bri-llo metálico que has mencionado antes...— Mejor cambiar de temaantes de llevarme otra bofetada y seguro que más fuerte.

—Vamos a ver, hermano, Al aumentar la cantidad de rayosGamma, el TH49A adquirió un extraño color plata, como si fueratitanio y luego se observó que su ADN no era el mismo que el quetenía previo a la exposición. Lo que te he explicado antes, joder.—Resumiendo sus palabras, el TH49A y el WA99S son los grandes,sólo que uno provoca la muerte al instante y el otro ayuda al hos-pedador. Por así decir, rey bueno y uno malo.— Ya sabes que elWA99S sí obtuvo estas cifras, por eso me extraña que no sea agre-sivo.

—El WA99S es un Espécimen que se diferencia de todos en cual-quier característica. Físico, comportamiento... En todo. El TH49Apodría ser su pareja benéfica.

—Pero el WA99S no muta su ADN en beneficio de los demás.Ni siquiera para él mismo, así que de pareja ni hablar.— Esperabatal respuesta. Lyserck no está por la labor de juntar el TH49A consu, por así decir, similar. En el fondo, es verdad. Parecen casi igua-les, pero la evidencia me dice que el TH49A no va a salir muy bienparado en caso de enfrentamiento.— Mejor no tomar riesgos inne-cesarios...

—Por ahora los dejaremos separados, pero si se demuestra queel TH49A tiene casi las mismas propiedades que el WA99S, los pon-dré juntos en el medio de cultivo.

—Ya te he dicho que se diferencian en la mutación de su propioADN. Por todo lo demás, son dos gotas de agua.— Haces bien eninsistir pero sabes que no puedes experimentar sin mi expreso per-miso, estés cabreada o no. Tras un breve periodo de reflexión, de-cidí dejar el tema y pasar al resumen de todo lo que ha explicado.—Menos mal que todavía piensas...

ESPÉCIMEN

38

—Bueno, resumiendo el informe del TH49A extraemos que...—Este Espécimen muta su ADN en beneficio del hospedador,

favoreciendo una simbiosis completa. No obstante, lo que más mesorprende es que teniendo estas características, no manifieste com-portamiento agresivo, como el WA99S o el YH56U.— Ahí está laclave. Al erigir al TH49A, sabía de antemano que habría otro cuyasemejanza sería opuesta; entra el WA99S.

Por poner otro ejemplo, el FS29B y el YH56U, otro Espécimenpeligroso. Cada género se diferencia de los demás por unas caracte-rísticas no sólo físicas, sino también estructurales o relaciones consu huésped. En este caso, YH56U y FS29B aumentan la velocidadde respuesta y reacción del huésped mediante transmisiones más rá-pidas de impulsos nerviosos entre neuronas, lo que se traduce enmovimientos y actos reflejos más rápidos. Pero como todos los cáus-ticos, el YH56U tiene la particularidad de consumir la materia orgá-nica del anfitrión con rapidez y éste acaba devorado en cuestión dedías o semanas, hecho que el FS29B no provoca.

—Entonces concluimos de la mejor forma que puede acabar untema tan transcendental. Creo que hemos dado con el mejor Espé-cimen de todos los que llevo creados hasta el momento.— Al ins-tante, cuando mi hermana asintió con la cabeza, se abrióbruscamente la puerta del despacho.

Ahí está el hombre al que tanto he echado de menos toda la ma-ñana. El semblante serio que trae parece augurar algo malo. Comolleva haciendo desde que lo conoció, Lyserck se sonrojó y quitó sumirada con una leve risa. Seguro que has acabado la instrucción delpersonal de radiación, o por lo menos, la carpeta que traes bajo elbrazo debe ser la prueba.

El más grande de los amigos y compañeros que he tenido, santo sea.—¿Cómo ha ido con la instrucción, JuanXo?— Una pregunta

basta para iniciar conversación. Mi compañero cerró la puerta ytomó asiento junto a Lyserck, dejando el archivador sobre el informedel TH49A.

ALBERTO BURGOS SORIA

39

—Bastante bien. Se ve que algunos han estudiado física nuclear.Buenas tardes, Lyserck.— Con una reverencia, se inclinó hacia mihermana y sonrió al verla ruborizarse de nuevo, aunque esta vezevitó mirar directamente su cara.

—Hola, Ju... JuanXo, me alegro de verte...— El tartamudeo es laprueba más observable sobre el amor que profesa. En verdad, si secasa con alguien, por Satanás que fuese con él. Tendré un 2x1, comolas ofertas de los supermercados.

—Te veo muy alegre, Lyserck. ¿Me he perdido algo intere-sante?— Por cada palabra que sale de su boca, ella se vuelve másromántica. Lo que uno no entiende es por qué JuanXo no le dicenada. A lo mejor la hace esperar, quién sabe...

—Puede que hayamos dado con la mayor evidencia que podía-mos encontrarnos, JuanXo. El TH49A está demostrando ser elmejor Espécimen que he conseguido crear, a pesar de ser el primerode la serie inicial.

—A ver que me entere, porque llevo escuchando Helloweendesde que acabó la selección. ¿El TH49A ha demostrado ser elmejor? La verdad es que tenía un pequeño presagio de que sería elculmen de nuestras duras investigaciones.— Créetelo que no men-timos. Recuerdo aquellos días anteriores a la creación del TH49A,los cuales fueron un auténtico infierno. Noches enteras en el mi-croscopio, probando combinaciones distintas entre las diferentescadenas de ADN. Caos mental peor que en mi época universitaria...La suerte hizo que encontrase una alineación estable y que aún sigueconmigo, el ADN Progenitor.— Me acuerdo de cuando lo creaste,León. ¡Qué noches sin dormir y sin comer! Acabaste hecho mierda...¿Te acuerdas? ¡El primer Espécimen y acaba siendo el mejor!

—Cuéntale cómo ha reaccionado a los rayos Gamma, Lyserck.—Ni así consigo sacarla de su ensimismamiento. Tuve que dar ungolpe en la mesa para que bajara de las nubes y nos explicara denuevo lo de “Metálica”.

—¿Ha resistido los rayos Gamma? ¿En serio? Pocos lo han con-seguido... Creo sólo lo hicieron el WA99S y el CF19V.

ESPÉCIMEN

40

—Sí. Lo ha hecho transformando su ADN por otro más resis-tente... O eso da en los resultados. En la exposición, ha adquiridouna especie de color... Por así decir, metálico.— El resumen bastópara que JuanXo me agarrara la coronilla y comenzase a rasparmecon los nudillos el cabello, causando gran dolor en mi cabeza que re-activó al de la bofetada de Lyserck.

—¡Eres un máquina, macho! Y yo que te tenía por tonto...Apoya a mi hermana, a ver si también acabas pegándome tan fuerte como

ella.—JuanXo, no hace falta insultar, que tampoco es para tanto.—

Tanto esmero para arreglarme y acabo igual que hace unas horas.Tras libarme de su opresión, intenté peinarlo.

—¡Que es broma, hombre! Ahora entiendo por qué nos van apremiar con el Nobel. Como no nos lo llevemos... Mato al jurado.—Lyserck rió su amenaza, pero no seguí la broma. Con tanto dolorcorporal, es difícil reír. Mientras bromean, repasé la lista del nuevopersonal a elegir.— Se va a cagar Noruega porque lo digo yo.

—No hay que decir esas cosas, JuanXo, aunque sería un pocodecepcionante que nos fuésemos sin el premio.— Ahí coincido con-tigo. Si tantos años de arduo trabajo no fuesen recompensados conesta candidatura... No habrá palabras para describir la rabia que sen-tiré yo y todo mi equipo. Los años de trabajo siempre dan sus fru-tos.

—Tú tranquilo, faltan seis días para la entrega y hay tiempo su-ficiente para preparase. ¿No crees, Lyserck?— Miradas de nuevocruzadas, misma reacción de mi hermana, con la variación del gestode mano afirmando sus respuesta. JuanXo puso sus ojos en el telé-fono fijo y lo descolgó, dándome el interfono.— ¿Has llamado a lacongresista para ver si va a regresar?

—Va a estar con nosotros. No obstante, tendremos que cambiarla cena con los empleados... No me gustaría quedarme sin tiempo.—JuanXo se refiere con lo de congresista a otra de mis hermanas,Christine. Como siempre es la que asiste a las conferencias y con-

ALBERTO BURGOS SORIA

41

gresos a los cuales soy invitado, acude en mi lugar.— Vendrá estatarde si todo va bien. Así podremos organizarlo todo.

—Ahora que me acuerdo... ¿Y el homólogo? ¿No ha venido?—Preguntó mi socio mirando los rincones y paredes del despacho. Esverdad, nos has visto a Svante y lo que te he echado de menos. Ca-sualidad que tuvieras que estar en la instrucción.

—Sí, pero en cuanto me ha dicho Rachel que volviera aquí paralos resultados con el TH49A, lo he enviado a la residencia.— Sé quesuena feo decir literalmente que lo he echado, pero es la pura verdad.No interpretemos maldad, simplemente me interesan más los re-sultados. Con sus usuales expresiones sarcásticas volvió a preguntar.

—Bien... ¿Y cómo es? Gordo, feo...—Es bastante gracioso y nos ha halagado varias veces, aunque

eso sí, está un poco relleno por el centro y tose como un auténticomuerto.— Mi descripción es casi perfecta. Si estuviera con nosotros,me habría cortado un poco. No importa, al menos estamos en fa-milia, como Christine dice.

—Mientras que traduzca bien... ¿Cómo se llama?—Svante Trey, noruego de sangre pura.— Con una fuerte car-

cajada, se levantó del asiento y Lyserck lo contuvo para no caerse alsuelo.— ¿Qué pasa?

—No, nada. Habrá que darle algo de caña...— No lo pillo.JuanXo no hace más que partirse de risa con todo lo que cuento delintérprete. Si vas a estar así, mejor no presentártelo.

—Prefiero que vea seriedad.— Medié su proposición para no darla nota delante del traductor y quedásemos como unos desagrada-bles, lo cual sería el colmo de nuestra reputación.

—Resumiendo, nuestro TH49A nos ha dado la sorpresa de serel rey supremo y nos van a conceder el premio Nobel. ¿Nos suce-derá algo mejor?

—No creo, JuanXo; tantas buenas noticias... No sé. Es un pocoextraño y encima nos ha venido casi de golpe.— La única maneraque tuvo JuanXo para sacarme las malas ideas de la cabeza fue pe-llizcarme varias veces las mejillas.

ESPÉCIMEN

42

—¿Ya estamos con los augurios? Vamos, León, deja las supers-ticiones y vámonos de copas, que se rumorea que la camarera de lataberna va a hacer un striptease y eso no me lo pierdo por nada delmundo...— Ante tal oferta, Lyserck miró con despecho a JuanXo,pero éste pareció no darse cuenta.

Hace mucho tiempo que no veo un striptease. Decidí hacerlecaso; todo nos va sobre ruedas y nos merecemos unas copas comolas que montábamos en la universidad. Mi hermana cogió los in-formes con fuertes resoplidos, metió en la carpeta roja y fue la pri-mera en salir, acariciando a mi amigo y propinándome una patada enla rodilla a traición.

Tras ella, abandonamos el despacho y eché el cerrojo. Cogidos delhombro, anduvimos por el complejo, a vista de todos. Llevamos losdos una sonrisa tan amplia que parece que nos han dado la noticiamás feliz del mundo y sobran razones. No tengo preocupación al-guna. La vida nos sonríe una vez más, en trabajo y en lo demás.Estoy feliz y eso se nota en la manera de reír, casi a carcajada lim-pia.

—Vamos y te llevo. No has traído al Camaro SS... ¿Verdad?—Terció, sacando unas llaves de su bolsillo y blandiéndolas ante mí. Enel llavero, el logo de Shelby reluce con máxima iluminación y tam-bién el ojo de Turquía, cuyo hermoso color azul significa una sen-sación de paz muy gratificante.

—He venido con Rachel, ya sabes, el BMW... El Mercedes lotiene Watson.— A eso es lo que mi hermana llama aprovechamientofamiliar. Para no gastar dinero en gasolina, me voy con ella y así leamargo el trayecto al trabajo, o eso piensa.

Para ti la gasolina es gratis, pero no es lo mismo para los demás. Que te lle-ves bien con el de la estación no significa que todos nos beneficiemos.

—No pasa nada, con mi coche nos divertiremos y celebraremoseste triunfo por todo lo alto, pero eso sí, bebiendo hasta que aguan-temos.— Ante esas palabras, cualquiera acertaría al responder queJuanXo viene ebrio de su casa o que la reunión ha ido demasiado

ALBERTO BURGOS SORIA

43

bien. A saber que les habrá dicho a los nuevos del departamento deradiación.

Salimos del complejo en dirección al aparcamiento, observandoel panorama que se presenta ante nuestros ojos. Muchos empleadosfuman o discuten junto a la fuente y el jardinero aún continúa cor-tando los setos. A lo lejos, se vislumbra la hermosa figura del anti-guo pero magnífico vehículo de JuanXo, un Shelby GT500 del año67. Una auténtica belleza en mi opinión. Se destaca por encima detodos, la figura, la forma, su gran potencia... Está muy bien, aunqueyo prefiero tener mi Chevrolet Camaro SS.

Mi bonito Chevrolet, regalo de mi tío Thomas justo un día des-pués de la fantástica graduación en la universidad de medicina deBerlín. Las investigaciones comenzaron años antes de acabar la ca-rrera... Entramos en el estilizado interior y ocupamos los respectivosasientos. Tomó el lúcido volante y arrancó, quemando rueda a tope.Rumbo a la cervecería a toda velocidad para no perdernos el strip-tease de la camarera, el cual fue nuestro tema de conversación hastallegar.

THE WAY OF THE WARRIOR (HAMMERFALL)

“This is the way we want it to beThis is the way of the warriorThis is the way we want it to beWalking the way, the honest will seeWalking the way of the warriorWalking the way, the way of the warrior...”

ESPÉCIMEN

44

Aquel que diga que los seis días antes de la ceremonia fuerontranquilos se lo tiene muy creído. Al revés, una auténtica fiesta

la que hubo en los laboratorios. JuanXo no mintió, la camarera delbar hizo un striptease de los mejores y tuve el honor de poder cogersu camisa entre el público. La borrachera que pillamos más tardefue enorme, casi al borde del colapso total. Lo único que recuerdoes llegar a casa sobre las cuatro de la mañana.

¡Qué malo pensar que a la mañana siguiente hay que trabajar denuevo! Pero a pesar de la embriaguez durante horas, pude levan-tarme a duras penas; las diez y me llevé la sorpresa cuando supe queJuanXo no iba a venir ese día. Normal, la bomba que debe tener lohabrá incapacitado por completo. Por esta vez, lo voy a dejar correr.

En mi mente siguen fijas las imágenes de los resultados delTH49A. Sólo existe una forma de borrarlas, comprobando por mímismo lo que Lyserck explicó. Sé de antemano que mis hermanasnunca mienten, pero esta vez dudo de sus palabras, aunque luego mearrepentí de esa falta de respeto hacia a ellas al ver cómo el TH49Aadquiere un leve color plateado al incidir los rayos Gamma sobre su

45

3

L O S P R I M E R O S R I V A L E S , R Y A N Y E V Y S

superficie. A eso se refería con el término “Metálica”. Se acabaronlas ambigüedades, el TH49A es el mejor y único Espécimen de todoslos erigidos, sin excepción. La sorpresa no fue impactante; sabíadesde que lo vi por primera vez que sería distinto a los demás.

Rachel fue la que más se alegró, seguida de JuanXo, quién nopodía parar de felicitar y rasparme la cabeza. Yo también muestroalegría, pero no lo manifiesto demasiado; no me gusta dar la nota.Lyserck se dedicó a repetirme miles de veces que debo creer y con-fiar más en su palabra, argumento que rápidamente acepté para noenfurecerla. Christine, quién regresó del congreso el miércoles porla tarde, me felicitó también y nos llevó de compras, regateandocomo sólo ella sabe hacer.

Aparte de todo esto, acabé de enseñar a mi traductor noruego,Svante Trey, laboratorios y almacenes del edificio de investigación.Quedó bastante satisfecho y se unió a nuestra cena general, cele-brada con motivo del reinado del TH49A, en la cual el personal queJuanXo y yo contratamos, incluyendo a los novatos del laboratoriode radiación, cenamos juntos. La verdad es que no tenía pensadoinvitarle, pero dadas las circunstancias, no hay otro remedio.

Igual que cada comida organizada, estaba rodeado por mis her-manas. Lyserck y Christine a la izquierda, Rachel y JuanXo a la de-recha y Svante junto a Lyserck, la cual hizo un esfuerzo titánico alcomportarse como debe ser, normal y sin decir tacos. Comimos, re-ímos y bebimos juntos. La excepción fue la ausencia, una vez más,de Vincent, nuestro segundo director. Por culpa de los trabajos deÁfrica no pudo asistir.

¿Por qué envié a Vincent al desierto? Siempre se lo pierde todo...Tras la cena se respiraba felicidad y buen rollo por los laborato-

rios. Todo el mundo va y viene con una sonrisa en su rostro y nadiepresenta rastros de disgusto o tristeza. Incluso Lyserck, cuyo malhumor nunca desaparece, parece que se ha esfumado, también sehalla alegre, aunque su maleducada forma de hablar se mantiene.JuanXo, para mantener este bienestar en todo el personal, propusoun aumento de la paga extra a todos.

ESPÉCIMEN

46

No es mala idea, además, así poseo la oportunidad de premiar avarios empleados por sus trabajos adicionales. El caso más recu-rrente; Troy, uno de los guardias, estuvo cuatro noches seguidas ha-ciendo el turno nocturno de su compañero que se encontrabaenfermo. Tal acto de generosidad no va a quedar sin recompensa.

El plan fue puesto en marcha y el día siguiente fue una completaalgarabía. Cuando mis empleados supieron que iban a recibir su pagaextra más el 50% de su paga mensual, algunos vinieron personal-mente a mi despacho a dar las gracias. Por supuesto, no tuve ningúninconveniente en recibirlos y agradecer sus muestras de satisfacción.Este regalo cayó demasiado bien, tanto que algunos trabajaron másde la cuenta y otros se esforzaron demasiado en sus asignaciones; laanécdota de Rose, una de las limpiadoras. Dejó tan limpios los ex-pendedores de muestras que por mucho que pasaras la mano, la hue-lla no se quedaba.

Sin embargo, se acerca el día más señalado, la entrega de losNobel. Para no llegar como invitados de última hora, reservé unvuelo hacia Noruega que sale el viernes poco antes de la tarde. Laceremonia comienza el domingo, justo al atardecer. La noche ante-rior fue dedicada a preparar maletas y equipaje. A la entrega sólovendrán JuanXo, Christine, Rachel, Lyserck, Svante y yo, los justosy necesarios.

Minutos antes de volver a casa, encargué a Richard, jefe de se-guridad, que se encargara de vigilar el complejo mientras nos en-contrásemos fuera. He reservado una suite doble en un hotel fuerade la ciudad, recomendación por cortesía del homólogo, el cual ase-gura que es el mejor de la capital. A ver si fuera verdad...

Lo más trascendental para mis trabajadores fue anunciado horasantes de que la noche cayese sobre la hermosa villa de Ismaning.Mientras se celebran los Nobel, todo el mundo tendrá esos días li-bres. Como es de esperar, la noticia fue aclamada de forma unánimey cada uno fue a dormir con la seguridad de no ir a trabajar la ma-ñana siguiente. Aquella noche fue un tanto extraña. El sueño que

ALBERTO BURGOS SORIA

47

tuve terminó siendo una rara premonición. Un mundo dominadopor los Especímenes y donde no hay ni un sólo ser humano vivo...No hay que darle importancia, son tonterías que uno sueña.

¡Qué pena que terminase con los fuertes zarandeos de Rachelpara despertarme! La mañana transcurrió como otra normal, sintener que ir a currar y con la familia junta. Hora después de desayu-nar, arrimó JuanXo con Svante en nuestra casa y ultimamos los res-tantes minutos antes de partir. Para terminar, echamos a suertes lospasajeros y los transportes a llevar. La suerte hizo que Lyserck acom-pañe a JuanXo en el Shelby GT500, mientras que a mí tocan Ra-chel, Christine y el homólogo en mi Camaro SS.

¡Gasolina para todos! Suerte que no traemos el BMW, que si no, me va acostar más el combustible que la habitación del hotel.

—Tenemos que estar en el aeropuerto en veinte minutos, así queiremos un poquito deprisa.— El tiempo apremia y si perdemos elvuelo, cuatro horas habremos de esperar al siguiente. No obstante,la distancia al aeropuerto es de veinte kilómetros; en cinco minutosse hace a la carrera gracias a nuestra querida Autobahnen. Cada unonos pusimos el cinturón de seguridad y arranqué el motor.— Va aser un viaje movidito.

—En Alemania la ley de tráfico es muy fuerte... ¿No?— Al pasaruna señal que prohíbe superar la velocidad de 150 Km/h, Svante seatrevió a romper el silencio. Da lo mismo, me gustan las persecu-ciones.— En Noruega, se castiga mucho a los infractores...

—¿Le han multado alguna vez a usted, Sr. Trey?— Inquirió Ra-chel para seguir el hilo de la conversación al mismo tiempo queJuanXo nos adelanta y pita con el claxon. La carretera es el antiguotrazado de Nurbürgring para él...

—Varias veces por exceder el límite de velocidad. Siempre suelollegar tarde a mis reuniones. Acelero y me acaban enchufando lamulta.

—A mí casi me pillan saltándome un semáforo en rojo.— Chris-tine sí que tiene razones para saltarse las normas de tráfico. Suagenda es tan densa que no se puede ni escribir en ella.

ESPÉCIMEN

48

—Ya que estoy, hermano... ¿Me volverás a dejar el Mercedesalgún día?— Ya estamos otra vez con la misma pregunta. La res-puesta es muy firme por mi parte, no. Desde que vino de una fiestacon una raja bien grande en el lateral, le prohibí cogerlo hasta decirlo contrario.— Por favor...

—Cuando aprendas a no rallar coches, entonces me lo pensaré...Mientras, seguirás con el BMW, que además, es el modelo que te re-galaron, el M3 GTR.

El día que te vuelva a dejar mi Mercedes, me habré vuelto loco de remate.—Ya, pero a Lyserck se lo dejas y es más bruta que yo...— Me

hace gracia tu forma de replicar y a Christine, igual. Nunca paras decompararte con Lyserck. A ella se lo dejo porque, aunque sea untanto ruda, sabe cuidar de las cosas y el auto me lo trae tal y comose lo lleva.— Pues JuanXo sí me deja su Shelby... Y todavía no le hehecho nada.

—Pero JuanXo no le tiene aprecio a su coche, sólo lo quiere parairse de marcha e impresionar a las chicas jóvenes como tú.— El tra-ductor escucha desde detrás y no alega nada. Esto es una discusiónfamiliar.— No vayas a compararte con mis treinta y dos años, Ra-chel.

—¡Si no me comparo! Me da mucha rabia que se lo dejes aLyserck y a mí no... Ni si quiera me dejas llevar el Cayman que te re-galó...

—No es sólo a ti, es que a ninguna nos deja, hermana.—¡Eso sí que no! El Cayman nos lo regaló JC cuando llegamos

a crear el Espécimen Nº 50; es el automóvil más preciado del garajey no permitiré que le ocurra nada malo, es una reliquia muy cara.—El esfuerzo que hizo JC por comprar y regalarnos tal preciosidad esdemasiado valioso para que le ocurriese algo o se fastidiara.— Losúnicos coches que te dejo llevar son el Lancer EVO, el BMW y éste,así que no te quejes. Además, la Policía busca a gente joven, que sonmás fáciles de pillar y multar.

ALBERTO BURGOS SORIA

49

—Tampoco soy tan joven, tengo mis años.— Pero en compara-ción con los míos, no. Aunque tengas seis menos y seas más joven,yo poseo más experiencia. Sé muy bien lo que hacéis los jóvenes porahí y no voy a correr riesgos. Es la más joven de los cuatro. Treintay dos tengo yo, veintinueve tienen Lyserck y Christine y al final, ellacon veintiséis. Razón suficiente para seguir cuidándola.— ¿Me de-jarás conducir el Camaro por Estocolmo?

—Está bien, está bien, te dejaré conducirlo por Noruega, perocomo vea que te saltas algo, te quedas sin el BMW dos días.— Alfinal, no tengo otro remedio que decir que sí. Por lo menos, dejaráde dar por culo.

—Yo os guiaré por mi bella tierra, la conozco mejor que la palmade mi mano...— Tras varios minutos callado, Svante volvió a unirseal diálogo y Rachel agradeció el gesto. Han pasado cinco minutos ycasi hemos llegado; se ven las pistas de aterrizaje. El manos libres seencendió y la voz de Lyserck hizo acto de presencia.

—Bueno, estamos en el aeropuerto. No se os ha olvidadonada...— Rachel, Christine y Svante negaron con la mano y yo lollevo todo.— ¿Llevas tu maletín?

—Sí, Lyserck, no me he olvidado nada y el maletín con los Es-pecímenes está aquí.

—¿Qué Especímenes has traído?— Quiso saber mi hermana ob-servando la maleta blindada que reposa a su lado.

—TH49A, CF19V y MY67O. Los que han demostrado ser me-jores.

—¿Sólo esos tres? Tenías que haberte traído más...—¿Más para qué? Sólo vamos a una ceremonia de premios, no a

una exposición. Mi maletín no es tan grande, tengo medicinas y otrascosas dentro.— La terminal se divisa muy cerca y desde el espejo re-trovisor veo como mi traductor se coloca bien la corbata y alisa elcabello.— Ya estamos aquí. Preparaos bien, tenemos unos diez mi-nutos para coger el avión.

ESPÉCIMEN

50

Tal y como está previsto, arrimamos en las pistas a sólo ocho mi-nutos del despegue. Los coches fueron cargados en el avión delvuelo Nº5 y nos dirigimos corriendo al avión, o mejor dicho, a cogerlos sitios que nos han asignado; los más alejados de la cabina.Lyserck se puso con JuanXo, Rachel conmigo y a Svante le tocóestar con Christine. El avión despegó a la hora indicada y según loque me han dicho en recepción, tardaremos poco más de dos horasen llegar a la capital noruega, Estocolmo.

Para que los pasajeros no se aburrieran, pusieron una película,“Amor para Uno”, romántica, pero parece que a nadie le interesa yla verdad que a mí tampoco. Tras media hora pasada, casi todosduermen. Lyserck, apoyada en JuanXo, sueña con una extraña son-risa en su rostro. Qué será... Mi intérprete y mi hermana dormitanal borde de la ronquera. Rachel descansa plácidamente a mi lado.

El sueño no parece hacer efecto en mi cerebro, tal vez será culpade la emoción. Con cuidado de no despertarla, cogí mi maletín e in-troduje la contraseña qué sólo yo, JuanXo y mis hermanas sabemos.El cierre hermético fue desbloqueado y abrí. Tres finos recipientesde vidrio contienen cada uno de los Especímenes traídos.

Ellos también reposan, pero uno hizo muestras de estar muy vi-gente. Mi querido y asombroso TH49A, siempre alerta. Se pegó alcristal con sus pequeñas y alargadas anclas, enseñando sus azulescuerpos. ¡Qué bien demuestra su sentido de relación! Aparte de ellos,también metí morfina, porque cuando me pongo nervioso, me danataques; gasas, jeringuillas, calmantes, agua oxigenada... Lo que seallamaría primeros auxilios, aparte de mi manual en el cual se halladescrita la descripción de todos y cada uno de los Especímenes quehe creado. Justo cuando la película se cortó para poner anuncios pu-blicitarios, los ojos comenzaron a cerrárseme; llegó la hora de la me-latonina.

Murcia, 17:00 Pm—Mi señora, León y su equipo se han ido de los laboratorios.

¿Cree que es el tiempo de actuar?— Los rayos de sol iluminan una

ALBERTO BURGOS SORIA

51

pequeña habitación casi vacía. Sólo un hombre vestido de negrohabla con una mujer, la cual está sentada en el escritorio y sostieneentre sus labios un cigarro encendido.

—Todavía no, les daremos una sorpresa especial...— La jovenposee una voz muy fina, casi de niña y parece no mover la boca alhablar. Al reír, su acompañante se estremeció y retrocedió variospasos.

—Hay mucha seguridad, será difícil hacerse con las muestras y losotros enseres.

—Mmm... No se preocupe, general. Yo misma me encargaré deasaltar su caja fuerte. Ya conoce el método, buscad y destruid a todoaquel que pueda dar problemas. Este será mi mayor golpe y quieroque salga a la perfección.— Aparenta bastante seguridad. Confía ensus posibilidades; se levantó de su asiento y se dirigió a la única ven-tana que hay en la estancia.

—¿Está segura de que no necesita ayuda?—Se lo aseguro. Espero que mi Ryan gane a León en los Nobel.

Eso y mi fechoría lo dejarán muy tocado...— ¿Que tiene en contradel investigador? Eso piensa el militar. La luz incidió sobre la más-cara que cubre su rostro, sobresaltando unos preciosos ojos casta-ños y una rara cicatriz en la mejilla izquierda.

—¿Cree que ha hecho bien en confiar en él?—Pronto lo comprobaremos, muy pronto...— Sus incompletas

oraciones asustan al hombre, quien no parece estar muy a su gusto.Ella puso sus ojos en él y sonrió, dando la última calada al cigarro.

—No lo veo muy capacitado para servir a mi señora.—Si no lo consigue, verá la muerte más de cerca que gacela al ca-

zador. General, prepare a su ejército. Partimos en una hora.—Lo que mande, mi señora.Con paso decidido y sin volver la vista atrás, abandonó la sala y

cerró la puerta, dejando a la mujer sola. Ésta cogió unos archivado-res del escritorio y extendió el contenido por la superficie. En esosplanos se puede observar cada una de las plantas que componen los

ESPÉCIMEN

52

laboratorios del complejo “Investigaciones Vürgos”. Con fuerza,rodeó en rojo una zona compuesta de conductos y canales. Sonrióde forma leve y golpeó la mesa a la vez que ríe con firmeza.

Noruega, 19:00 PmEl sol empieza a declinar sobre un cielo anaranjado. El estruen-

doso ruido de los reactores al bajar de revoluciones nos despertó. Elavión fue rozando la pista de vuelo hasta detenerse por completo. Elviaje duró dos horas y media. Sin olvidarnos de nada y bostezando,bajamos, tocamos tierra y llegamos a la aduana. Conmoción hubocuando la gente circulante se dio cuenta de quién aterrizó; uno de loscandidatos al Premio Nobel de Ciencias. Sólo algunos nos recono-cieron y la mayoría se acercó a estrechar mi mano. Tras las breves re-cepciones, JuanXo y yo fuimos a recoger los coches del avión ysalimos del aeropuerto con la certeza de no dejar nada.

Menos mal que tenemos al traductor, todo lo que vemos a nues-tro alrededor es lengua noruega, de la que no tengo ni la más mínimaidea. Rachel, antes de llegar al capital, estuvo frotándose las manos;he de cumplir la promesa de dejarle el Camaro SS mientras estuvié-semos en Estocolmo. El trayecto fue muy tranquilo, incluso JuanXono quiso permitirse el lujo de acelerar a tope, algo muy extraño enél.

Tras veinte minutos de conducción, llegamos a la entrada de laciudad, en la cual se contemplan las pancartas y paneles de publici-dad anunciando la ceremonia de los Nobel. Como hombre honrado,nos detuvimos y dejé a Rachel el control del volante, siendo ahorael copiloto.

—No te defraudaré, hermano.— Espero que no. Su sonrisa nome es suficiente para estar tranquilo.

Estocolmo es una ciudad enorme, por lo menos, más grande queMúnich, sí. Por cualquier lado, se observan carteles y pancartas conla imagen del gran investigador Alfred Nobel y el rey de la monar-quía noruega sosteniendo el galardón. Verlo me pone nervioso.Svante nos fue traduciendo algunos anuncios y a la vez, indicó el ca-

ALBERTO BURGOS SORIA

53

mino hacia el hotel. Un paisaje nocturno precioso, a pesar de ser unpaís nórdico. Es la primera vez que piso Noruega. A Finlandia heviajado con anterioridad.

Margen de cuarenta minutos; divisamos una gran edificación a laderecha de la carretera y con el cartel luminoso de HOTEL encen-dido. Aparcamos los automóviles en el parking y entramos en la pen-sión. No está nada mal para tener cuatro estrellas. Bonitailuminación, precioso vestíbulo... Lo mejor de lo mejor. Me acerquéa la recepción mientras los demás cogen los equipajes y maletas. Elhombre de la cabina alzó la vista y fijó sus ojos en los míos.

—Buenas noches. ¿Cuál es su nombre?— Cual buen recepcio-nista, pidió el nombre y contesté al instante.

—León Vürgos, tengo una suite alquilada para seis personas.—Vürgos, Vürgos... Aquí está, apartamento 302. Un momento...

¿Es usted uno de los candidatos al Nobel?— Con cierto enigma for-muló su cuestión, mirando de reojo a Svante.

—Así es, Nobel de Ciencias.Como vayas publicando por ahí que yo he estado en tu hotel...—Sr. Vürgos, es un placer conocerle en persona y le agradezco

que nos haya elegido para su estancia en Noruega.— Su amplia son-risa fue devuelta y por teléfono solicitó que vinieran los botones alver los bagajes.— Aquí tiene la llave. Cuando salga, no olvide de-volverla.

—Muy bien y gracias.Por una puerta a la derecha aparecieron dos jóvenes vestidos de

rojo y nos ayudaron a transportar los enseres hasta el ascensor. A latercera planta ascendimos; menos mal que entramos de sobra, esmuy espacioso. Justo al entrar en el pasillo frontal, el 302 grabado ennúmeros dorados reluce sobre unas puertas de madera oscura. Conla pequeña llave de latón abrí de par en par, encendiendo la luz.

—¡Esto sí que es una suite!— Exclamó JuanXo observando el in-terior. No es para menos, digna de un futuro Nobel.

ESPÉCIMEN

54

Vestíbulo de recepción típico de una casa rica. Gran espejo, cua-dros con pintas de no muy baratos... Fuimos viendo las habitacio-nes poco a poco. Dos dormitorios con baño, cocina de últimageneración y salón enorme; demasiado lujo para tan pocos días. Loprimero es racionar los cuartos de dormir; JuanXo, Svante y yo dor-miremos en la misma habitación, Rachel, Lyserck y Christine, jun-tas en la otra. Lo segundo, deshacer los equipajes y dejarlo todoordenado en sus respectivos armarios y roperos. Realizadas las prio-ridades, acabamos la noche reunidos en el salón. La comida fue ex-celente, cortesía de JuanXo, cuyo talento culinario es excelente.

Después de la cena, Rachel y Svante jugaron un ajedrez mientrasleo el periódico local noruego, con su esperado resumen de los pre-mios. Mi compañero ve la televisión en el canal de deportes yLyserck, junto a Christine, repasaron unos archivos con los portáti-les. Así culminó la vigilia y hacia las doce y media, la cama nos llamó.

Mis hermanas se despidieron y cerraron la puerta de su cuarto.En el nuestro, conversamos un rato entre los tres hasta que la fatiganos fue capturando. Me costó bastante conciliar el sueño; Svanteronca como un verdadero fumador empedernido y no paró en todala noche.

El sábado transcurrió sin ningún incidente o novedad, de modoque llegó el gran día, ese domingo tan esperado. La mañana pre-via al Nobel sucedió con total naturalidad, como cualquier otra.El desayuno, preparado por JuanXo, nos levantó del tirón. Al in-corporarnos en el salón, mi compañero nos dedicó unas palabras,con las cuales pretendió tranquilizarnos del gran acontecimiento quevamos a presenciar.

—Vale, hasta aquí hemos llegado. Faltan seis horas para que semonte el tinglado, de modo que si tenéis que decir algo, hablad o ca-llad para siempre.— Tu típico tono irónico contra la religión. Tomasasiento conmigo en el sillón y miras de reojo.— Esperemos que elcapullo este gane.

—JuanXo, por favor... He hecho todo lo posible. Verás cómo sa-limos victoriosos.

ALBERTO BURGOS SORIA

55

—¿Sabéis quién es el otro rival?— Intercedió Rachel, encen-diendo el televisor y buscando el canal de noticias.

—Un tal Ryan Scouchen. Dicen que es muy bueno en la mani-pulación genética y creando medicamentos para todo tipo de en-fermedades.— La breve explicación de mi homólogo fue suficientepara ella, quien asintió con la cabeza.

—Eso ni se compara con nuestros Especímenes. Además, un Es-pécimen es en sí un cambio radical de ADN, recombinado al azar.

—Así es, JuanXo. A saber qué haríamos sin el ADN progenitor...—Nada, tocarnos el culo y rascárnoslo todo el tiempo, no te

jode... El Nobel tiene que ser nuestro a la fuerza.— No te faltarazón. Aunque eso sí, nuestro trasero ha sido rascado un par deveces...

—¡Chicos, salimos en portada!— El bramido de Lyserck detuvola conversación y observamos a la presentadora de las noticias:

“—...Y el mundo entero está expectante de lo que ocurra hoy enEstocolmo, donde se celebra la famosa y esperada ceremonia de en-trega de los Premios Nobel. En esta edición, según las encuestas, sevan a dar muchas competencias. Se ha dado cita a las más grandespersonas de este mundo, aunque algunos premios parecen estar con-cedidos de antemano.

Sin embargo, los seguidores más veteranos dicen que la luchamás reñida será por el Nobel de Ciencias, disputado por el veteranoinvestigador Ryan Scouchen, descubridor de nuevos medicamentoscontra las más graves enfermedades como SIDA y muchos tiposde cáncer, y el jovencísimo e investigador revelación, León Vürgos,creador de nuevas formas de vida, los Especímenes. Conectamosen directo con Vrands Laynd, nuestro habitual crítico en esta en-trega tan tradicional. ¿Puede darnos un adelanto, Vrands?

—Bueno, Slodova, tenemos aquí un claro caso de distancia entredos rivales muy distintos. Si comenzamos por el más veterano, el Sr.Scouchen, encontramos un historial muy limpio y dedicado exclusi-vamente a la investigación. Sus múltiples trabajos nos han permi-

ESPÉCIMEN

56

tido salir de incontables enfermedades antiguamente intratables,como el caso del SIDA o la Neumonía Atípica. Aparte, mencionarque es un hombre sencillo y agradable.

Lo mismo decimos del Sr. Vürgos, pero en su historial hay quedetenerse un momento. Entre sus antecedentes encontramos pun-tos negros que hacen discutible su condición actual. El primero esel conflicto hace cuatro años con la famosa y antigua empresa far-macéutica GREDAPH, cuya batalla por el monopolio biotecnoló-gico acabó siendo el beso de la muerte para la gran compañía. Y elotro hecho destacado fue el pacto que nuestro Sr. Vürgos hizo conel gobierno alemán para poder financiar sus investigaciones en se-creto. Pero a pesar de estas discrepancias, no negamos su valor cien-tífico y que al igual que el Sr. Scouchen, puede llevarse el Nobel...”

—¿Todavía siguen con lo de GREDAPH? Son pesados de cojo-nes...

—¿GREDAPH? ¿Esa no fue...?— Insiste mi traductor en sabery no puedo negar una sencilla contestación. Mis hermanas colocansus ojos en mí y comencé la breve pero concisa explicación.— ¿Quéocurrió?

El abismo siempre sale a luz alguna vez. También se le puede devolver alagujero de donde salió, como hice yo.

—GREDAPH era una empresa farmacéutica que se fundó unpoco antes de que entrara a la universidad de ciencias. Su principalactividad era producir medicamentos a gran escala por un módicoprecio. Como institución mundial, estaba al servicio público, perotambién privado. Cuando comencé mis investigaciones, se fijaronmucho en mí y recibí varias muestras de ayuda por su parte; era muyextraño que una multinacional nos ayudara.— Con la mano, señaléa JuanXo y éste me dijo que continuara. Podrías ayudar, hombre...—Pero justo cuando creé mi primer Espécimen, TH49A, vinieron rá-pidamente e intentaron llevárselo por la fuerza. Inicié un procesojudicial, aunque tenían por seguro que un par de investigadores noderrocarían a tal gigante mundial. Sin embargo, las apuestas termi-

ALBERTO BURGOS SORIA

57

naron errando. Conseguimos ganar el juicio legalmente, provocandoun grave descenso en las acciones de GREDAPH, lo cual les llevóa la quiebra total. El mundo nos culpó de múltiples maneras, desdeinsultos hasta amenazas de muerte.

—Por lo que has contado, tú tenías las de ganar.—Sí, pero eso nos arrastró a un aislamiento internacional. No

obstante, gracias a nuestro mánager JC y al final de la crisis, la clau-sura finalizó y volvimos a nuestras actividades.

—Derrotar a una gran empresa los dos solos...— Svante rió confuerza, pero no compartimos su actitud ninguno de los demás. El lo-gotipo de GREDAPH me viene a la mente, los tres hexágonos conlas iniciales en cada uno de ellos. Cada vez que lo recuerdo, me entrauna furia tremenda.

—Tú tranquilo, hermano. Es imposible que tengan en cuenta loocurrido con GREDAPH, no viene a cuento. Ahora cambiemos detema. ¿Qué os vais a poner para la gala?

—Los dos nos vamos a poner el mismo vestuario pero con ca-misetas diferentes. Así pareceremos siameses. ¿No crees?— JuanXoy yo vamos a vestirnos igual, pero con discos distintos. Sonreí conla gracia y choqué la mano que me ofrece.

—El beige es mi color y el traje no va a ser menos, pero sin ol-vidarme de la pajarita. Sin ella no soy nadie.— La fuerte risa de miintérprete volvió a resonar por el apartamento y tosió varias veces.—¿No vais a poneros traje?

—Antes me corto la cabeza.— No hay quién lo supere con unvocabulario tan fuerte.

—Odio los trajes y las corbatas, Svante. Boda, congreso, exposi-ción... Nuestro estilo heavy metal es permanente.

—Sois de lo que no hay.— Rió el homólogo acompañado deJuanXo.

—Nosotras vamos a elegir vestidos al azar. Tú irás de negro...¿Verdad, Lyserck?

ESPÉCIMEN

58

—De toda la vida. Nunca fallaré a la oscuridad.— Mi hermanaadora el negro; sin él, la vida no tiene sentido. Pero aparte de eso, lequeda muy bien, hace juego con sus ojos y cabello.— Y con su buenescote...

—¿Y tú, Christine?—Negro también y me pondré el collar de oro que me regalaste,

León... Para que luego digas que no lo llevo.—¿Cuándo te he dicho yo eso? Estás mejor con él.—Lyserck, ten cuidado que un día se te van a echar encima...—

La broma de JuanXo no pareció afectarle en absoluto, al contrario,se sonrojó y salió del salón junto a Rachel y Christine, quienes ce-rraron la puerta.

—Bueno, quedan unas cinco horas y media, de modo que serámejor que vayamos preparando lo necesario. Me pido la ducha pri-mero.

—Pues no tardes, ya sabes cómo se ponen mis niñas cuando nohay baño.— Le advertí a mi socio, el cual respondió negando con lamano.— Svante, creo que vas a ser el último en tocar el cuarto deaseo.

—No pasa nada, me gustan los preparativos de última hora.Con los turnos puestos se pasó la tarde con rapidez y el sol co-

menzó a ponerse en el horizonte. El momento más ansiado se acercay los nervios empiezan a aflorar en todos, en concreto, a mí. Piensoen mis padres, imagino sus reacciones si me vieran con el Nobel enmis manos. Seguro que estarán orgullosos y no sólo de mí, sino detodos, incluido JuanXo. Es nuestro quinto hermano...

Cada uno cumple su palabra. Rachel escogió su vestido turquesaclaro, uno de los que más me gustan y su precioso cabello lo reco-gió con su hermoso lazo azul. JuanXo y yo vestimos el mismoatuendo, pantalón de cuero negro, chaqueta y camiseta, salvo que lamía es de Metallica (Master of Puppets) y la suya, con diferente disco(Death Magnetic). En cuestión a mi melena, no quiero alisarla, salídel cuarto de aseo al natural, dejando al ambiente el tema del cabe-llo. Lo llevo muy parecido cuando salgo al Wacken.

ALBERTO BURGOS SORIA

59

Lyserck se engalanó como prometió, totalmente de negro. Su pe-ligroso collar de pinchos cubriendo su cuello y el pentágono de Sla-yer tatuado justo debajo de éste es lo que más la distingue. Christinees una copia más o menos idéntica a Lyserck, salvo que en vez de co-llar lleva la cadena de oro que le regalé en su graduación de la uni-versidad y su tatuaje es referido a Iron Maiden. Por último, mihomólogo se puso un atavío beige con pajarita negra, aunque se lemarca un poco el cuerpo; se lo ha ajustado mucho. A falta de doshoras para que diera comienzo la ceremonia, cogimos los vehículosy pusimos rumbo al auditorio.

Media hora en llegar al centro del acto. Como juró, mi hermaname demostró su buena conducción y eso me hizo decir que si ga-nábamos, le dejaba llevar mi Mercedes; luego me arrepentí. Al pasaruna esquina repleta de gente, nuestros ojos fueron cegados de formamomentánea por miles de flases y cámaras, sin contar la gran ilu-minación de los focos. La alfombra roja, símbolo que nunca creí lle-gar a pisar. Los periodistas y cronistas se aferran a todo aquel quecruza aquella pasarela.

Para evitar la inquietud y hacer saltar los nervios, mejor optar porno mirar a nadie y limitarse a responder las preguntas de los repor-teros. Cogí mi maletín con los Especímenes y justo antes de aparcar,decidimos con quién va a presentarse cada uno. Extrañamente y porprimera vez en un acontecimiento, mis hermanas se pusieron deacuerdo en agarrarme, excepto Rachel, quien se tuvo que conformarcon coger a JuanXo, aunque tal hecho no le quita la alegría. Mi in-térprete determinó que iría solo, cerrando la cola.

—¡Aquí llegan, desde Alemania, el grupo del investigador LeónVürgos, descubridor y creador de los Especímenes!— La fuerte vozde la comentarista retumbó por todas partes. Con el cristal de la ven-tanilla bajado, saludé con la mano al mundo que hay, lo mismo quelos demás.— Observamos que León viene en un Camaro SS de úl-tima generación y su compañero JuanXo Märtinez en un terroríficoShelby GT500. Jamás hubiéramos podido creer que veríamos a loscreadores de nuevas formas de vida... ¡Y aquí están!

ESPÉCIMEN

60

Vaya forma de presentarnos. Más que una gala, parece un concurso.Terrorífico Shelby GT... La verdad es que hace gracia. JuanXo

ha instalado para esta ocasión unos vinilos de calaveras y cadáveressobre su coche y el término mencionado viene muy adecuado. Loscoches fueron recogidos por el personal de servicio y llegamos a laalfombra roja sin parar de saludar. Aquello es como el festival deCannes al que asistí como invitado especial, un glamour y encantoincreíble.

Lyserck y Christine me tomaron los brazos y Rachel hizo lomismo con JuanXo. Svante cerró la fila, ajustándose la pajarita.Cámaras nos apuntaron y los flashes comenzaron a caer sobrenosotros. Con bastante emoción, piso el ancho tapiz rojo y los pe-riodistas se acercan rápidamente cuales serpientes a la presa.

—León, con un elegante conjunto al estilo heavy, llega acompa-ñado de sus hermanas Lyserck y Christine, ataviadas con deslum-brantes vestidos azabaches y JuanXo, con un conjunto igual queLeón, es asistido por Rachel, otra de las hermanas que lleva un ves-tuario turquesa. Según vemos, parece que han asistido todos los fa-miliares Vürgos...

—¡Sr. Vürgos! ¿Cómo se siente al ser un candidato al Nobel?—Lo más complicado de estos actos es responder las preguntas que tehacen. El joven reportero rubio tuvo suerte, decidí contestar. Su cá-mara se abrió paso a fuerza de codazos y nos enfocó como pudo.Mientras, JuanXo y Rachel están siendo cuestionados y Svante es elúnico que continúa saludando.

—Es un gran honor ser candidato a un Nobel y puedo decir queme siento muy emocionado por ello.

—Tiene rivales muy duros. ¿Cree que podrá arrebatarles elNobel?

—Sólo puedo decir que cada uno ha hecho sus investigaciones,todas igual de buenas y ello hace que sea difícil llevarse el Nobel.

—Mucha gente le apoya desde todo el mundo. ¿Les diría algo?—Llega el momento de improvisar. El peso de mis palabras es enorme,

ALBERTO BURGOS SORIA

61

me ven por televisión mis empelados, Vincent, JC... No quiero que-dar en ridículo.

—Sólo puedo decir que muchas gracias a todos por las muestrasde apoyo y que si consiguiera llevarme el Nobel, ha sido gracias aellos.

—Gracias por responder a nuestras preguntas y le deseamos todala suerte posible.— Así es como se acaba una breve entrevista. El pe-riodista me estrechó la mano para despedirse y fue directo a porJuanXo.

—¡Sr. Vürgos, Sr. Vürgos! Soy Kim Macrin, corresponsal del pe-riódico “The Times”. ¿Nos podría responder a unas preguntas?—Lo que nos faltaba, ingleses. Aquí no valen las palabras, sino el modoen que respondas. No me gusta nada la prensa británica, te ponendemasiado verde y critican al máximo. Con disimulo, rocé variasveces a Lyserck, la cual se encuentra muy ocupada atrayendo la aten-ción de los focos, igual que Rachel. No sirvió de nada, no se enteróy no tuve más remedio que responder.— El Nobel de Ciencias estámuy cerca de su alcance. ¿Está convencido de poder conseguirlo?

—Aquí hay grandes investigadores aparte de mí y creo que serádifícil conseguir el Nobel. Estamos en una situación muy compli-cada.

—¿Sería el Nobel una recompensa por todos vuestros años detrabajo?

—En cierto modo, sí. Conseguir el Nobel acabaría siendo el frutodel trabajo realizado durante varios años.

—¿Diría que el Premio Nobel se lo merece usted o todo suequipo?— Si es que se sabe de antemano. La típica pregunta que tedeja sin contestación, pero por esta vez, soy claro y conciso.

—El Nobel no me lo merezco yo, sino mi grupo residente en loslaboratorios de mi complejo de investigación; todos han colaboradoy nadie se queda fuera.

—Gracias por atendernos y suerte en el galardón, Sr. Vürgos.—Aquel dúo británico fue engullido en medio de la muchedumbre yrespiré aliviado.

ESPÉCIMEN

62

Con fuerza, Christine me dio la vuelta y nos pusimos con la se-sión de fotos. Me siento muy incómodo, especialmente por las milesde luces que ciegan a cualquiera. Suerte que las lentillas hacen deprotección. Tras la sesión, subimos poco a poco las escalerillas ta-pizadas hasta llegar a la entrada, respondiendo a las preguntas quenos lanzan desde todas partes.

En el vestíbulo, descansé de tanto hablar y nos juntamos. Unmontón de gente charla y ríe, aunque pocos volvieron su vista hacianosotros. JuanXo reconoció a un antiguo amigo suyo de la univer-sidad y fue a saludarlo, dejando a Rachel conmigo. Svante se uniócon el grupo de los traductores, de manera que ahora estoy con mishermanas y eso me hace más fuerte.

Falta una hora para que empiece la selección y un ambiente defama y expectación inunda el vestíbulo. No conozco a casi nadie,sólo algunos de vista o de haberlos leído en el periódico. RandyGiank, danés candidato al Nobel de Literatura. Charles Canbern,escultor francés y Silvia Moreno, filósofa y escritora española, sonlos únicos que reconocí. Por hacer un poco de integración, nos acer-camos a ellos y nos dimos a descubrir.

Varios ojos se volvieron y múltiples personalidades entablaronconversación. Ésta es la base de cualquier acto o fiesta, la relaciónsocial. Es bueno conocer gente nueva y sus opiniones, otorga expe-riencia y otros puntos de vista. De repente, alguien por detrás metocó en el hombro. Mis hermanas y yo nos giramos y un hombremás bien mediano, pelirrojo y acompañado de una extraña mujernos mira fijamente.

—Usted debe ser León Vürgos y sus hermanas... ¡Qué hermosocuarteto!— Aquel tipo se ríe de su propio chiste que no nos cayó de-masiado bien. Tengo la sensación de haber visto tu cara en algúnlugar... Su acompañante tampoco siguió la gracia, pero él no se diocuenta.

Qué hombre más vacilante. Veremos si esto no acaba en pelea...

ALBERTO BURGOS SORIA

63

—Perdone... ¿Nos conocemos?— No consigo acordarme y tratéde saber su nombre. A Lyserck le tembló bruscamente la mano yno es buena señal, empieza a cabrearse. Vuelve a reír y Rachel evitasu mirada, al igual que Christine.

—¿Dónde dejé mis modales? Soy Ryan Scouchen y ésta es miayudante, Evys Sörensen. Acertaría bastante al decir que somos...Vuestros rivales por el Nobel de Ciencias.

—¡Ah, vale! Encantado de conocerle, Ryan.— Rechazar la manoque le ofrezco me indigna. Se limitó a levantar la suya. Su ayudanteEvys sí me permitió besar su fina mano.— Es un placer, señorita Sö-rensen.

—Si no me equivoco, vosotras debéis ser Christine, Lyserck yRachel...— Ryan las señala, pero sólo Rachel se limita a hacer un pe-queño gesto de bienvenida con la cabeza.— Cualquiera diría queson sus esposas... Aunque no me extrañaría.

Te la estás ganado, hijo de la gran... Bastardo idiota e inútil.—Y si lo fuéramos, ¿Qué pasa?— Mientras él ríe, Lyserck no

puede contener la rabia. Ahora no hay quien detenga sus actos. Evysme miró con el ojo descubierto por su cabello oscuro.

—Sólo es un sarcasmo, no os preocupéis.— No ayudas muchodiciéndonos eso, pero al menos, alivias la tensión que nos rodea. Mirival dejó de reír y miró hacia atrás. Pareces nervioso, pero lo disi-mulas muy bien.

—Bueno, bueno... Así que os llamaron por los Especímenes esos,cuanta más competencia mejor. ¿Verdad?— Cada vez, cabrean mássus preguntas; serás un buen investigador, pero seguro que tienespocos amigos o viviste una juventud muy problemática.

—¿Por qué te llamaron a ti?— Rachel trata de devolver el golpeverbal en un tono muy repulsivo y vacilante. Lo mismo desea hacerChristine, pero no la dejo.

—Querida, los Especímenes son insignificantes ante el descu-brimiento de la inmortalidad. Nuevas vacunas y medicamentos, lanueva generación de seres humanos inmortales, la regeneración delADN... Por todo ello me llamaron para comparecer aquí.

ESPÉCIMEN

64

—Pues los Especímenes son mucho mejor que la inmortalidadesa de la que hablas.— Reproché a Christine su manera de hablarcon la mirada, pero no hizo caso. En el fondo, yo también estoy porcontestar de tal modo.

—En cualquier caso o en otro, sólo puedo deciros que el Nobelestá al alcance de uno y ese uno seré yo.— Es imposible contener lafuria. Rachel comienza a resoplar, las venas de Christine hacen actode presencia y Lyserck quiere irse de mi brazo, aunque la agarro bienpara que no se lance contra él.

—Eso se decidirá dentro de unas horas, Ryan.— Por no contes-tar de mala manera y evitar trifulcas. Vamos a acabar la conversaciónlo más educadamente posible. No obstante, el tono despectivo esimposible reprimirlo.— No hay por qué hacer adelantos...

Me sé de alguien que te va a dejar sin cara hoy... Lyserck, mejor que no desla nota.

—No son adelantos, León, es la realidad. Puedes ir yéndote pordonde quiera que hayas venido... No lo tomes como una amenaza.Considéralo una petición.

—No me iré de aquí hasta saber quién de nosotros se llevará elNobel.

—Pues comienza a recordarme como aquel que se lo llevó...Bueno, León, debo irme a solucionar unos asuntos, espero no verteen la entrega...— Si existe alguien más arrogante, no será como él.Un tipo así no merece llevarse el Nobel. Ojalá se cumpliera ese re-frán de que el demonio es justo. Menos mal que te vas, porque nopuedo contener más a mis hermanas.— Vamos, Evys... Y por cierto,dos cosas, León. Aquí se viene como una persona civilizada; sabe-mos que estás loco. Lo último, buenas esposas. Espero que sepandarte gusto.

—Te va a dar gusto tu pu...Soy el mejor investigador del siglo, mis creaciones superan a las demás y nin-

gún capullo me va a decir lo contrario. El Nobel será mío por mi par de cojo-nes.

ALBERTO BURGOS SORIA

65

La callé de momento. Ryan y Evys, la cual se despidió con disi-mulo, se perdieron entre la multitud. Breve descripción tras la arduabatalla que hemos tenido como conversación. Rachel está furiosa, lassienes de Christine palpitan al rojo vivo y Lyserck, cuya respiraciónes un Fórmula 1, tiene una impotencia monumental que la contagia.

Por un momento, me vi con el Nobel y restregándoselo por lacara, pero no está en mí ser agresivo. Tras perderse su figura, todovolvió a una relativa calma, aunque sus frases insultantes todavía re-percuten en mi cabeza. La verdad, si le dan el premio, jamás me loperdonaré.

Lyserck hace gestos de dolor y observo que esconde las manos.Preocupado, las cogí ante su negativa y Rachel advirtió gotas de san-gre en el suelo. Al abrirlas, sus palmas están ensangrentadas y se dis-tinguen cuatro pequeñas grietas de la cuales emana sangre. Alparecer, tanto apretar con las uñas ha provocado varios cortes. Lasheridas no parecen muy profundas, pero no me hace gracia verlasangrar. Rachel la acompañó a los servicios para curar las heridas yChristine se relajó como pudo. Tras acabar con su amigo, JuanXo re-gresó con nosotros.

—¿Adónde van Rachel y Lyserck?— Preguntó al verlas entrar enlos servicios del fondo.

—Lyserck, que se ha herido con sus uñas, y ha ido a sanarse lasheridas.

—¡Vaya con Lyserck! Tanto glamour le ha afectado un poco...¿Quién era el tipo con el que hablabais?

—Mi rival, JuanXo, mi rival...— Normal que se quedara un pocoextrañado por el tono que usé para contestar. La gente pasa a nues-tro lado, pero ninguno se detuvo a hablar.

—¿Cómo es el supuesto contrincante?—Un arrogante total. Cree que va a llevarse el premio y lo único

que ha hecho ha sido insultarnos indirectamente...— JuanXo sequeda con la boca abierta al oír mis certeras palabras y escudriña losalrededores, intentando distinguirlo entre el gentío.— Tranquilo, seha ido con su acompañante, Evys.

ESPÉCIMEN

66

—¿También es como él?—No, no... Es más reservada, incluso ni se reía de sus ironías e

insultos. No comprendo cómo ella puede colaborar con un hombretan repelente.

—Tú no te preocupes, todos los petardos acaban sin nada. Esun dicho mío y de cualquiera. Hoy será un día grande para el heavymetal...— Al unirme a su optimismo dejo mi furia aparte. Tienesrazón, los chulos acaban sin nada.

Sí, he de conseguir el Nobel y demostrar que soy el mejor inves-tigador de estos últimos años. Desde el fondo, la figura de Lyserckfue apareciendo a medida que se acerca con la cabeza agachada.Llegó y volvió a cogerme, sin decir nada. Lleva vendas parcialmenteocultas en las manos.

—Lyserck... ¿Estás bien?— JuanXo se preocupó, poniendo sumirada en mí y sonriendo hacia ella.

—Sí, aunque un poco dolorida... Gracias.— Teniendo una ira tre-menda, sabe contenerla y seguir como hasta el momento. Por fincomprendes que las cosas no se pueden solucionar por la fuerza.—Rachel me ha dicho que ahora sale, está retocándose...

—Falta poco menos de media hora para que empiece lo grande,esperaremos...— Nos reunimos tras cinco minutos de espera, apa-reciendo con sombras en los ojos y el escote más visible, hecho queno me gustó demasiado, pero si es lo que quiere...

Seguimos charlando con los demás candidatos hasta que Svantedejó su grupo de homólogos y nos indicó el comienzo de la cere-monia, llevándonos a nuestro sitio en el enorme salón donde va atener lugar la entrega. Como los candidatos tenemos el sitio asegu-rado, no hubo prisa por sentarse. Además, el Nobel de Ciencias esel último que se entrega, así que tenemos tiempo suficiente para in-quietarnos e injuriar contra Ryan.

Tuvimos que sentarnos casi en primera fila, con el escenario muycerca. No hace más que entrar gente y al principio, pensé que nohabría espacio para tantos, aunque de sobra hay. Nos colocamos

ALBERTO BURGOS SORIA

67

igual que en la cena con el personal del complejo, mis hermanas acada lado y JuanXo y mi homólogo junto a ellas, aunque a él le tocóestar junto a Lyserck y con gracia, observé de reojo que mira de vezen cuando el escote de ella sin que se diera cuenta.

Los nervios me van a comer vivo, necesito los putos calmantes ahora. No voya subir ahí con este estado.

La intranquilidad se hace patente en mi interior, me encuentroneurótico vivo y mi corazón late con demasiada rapidez, al bordede una taquicardia. JuanXo se percató de mi estado y con el maletínbajo el brazo, fuimos a los servicios justo antes de la presentación.Les conté a mis hermanas lo que sucede y las tranquilicé, aunqueinsistieron en acompañarme, pero sus intentos fueron fútiles. Mien-tras estamos en el baño, preparó una disolución de ansiolíticos ytranquilizantes, la cual me tomé de inmediato.

Aquella vez, la disolución supo extraña; un sabor muy amargo ycreí notar que algo se mueve en mi boca antes de tragar. Imagina-ciones mías. Respiré varias veces mirando al espejo y volvimos anuestros asientos. Svante nos dio un folleto en el que salimos todoslos candidatos y observé con desprecio la puta foto de Ryan al ladode la mía, únicos pretendientes al Nobel científico. Los Nobel hancambiado mucho desde 2016...

Las luces se apagan y el telón es levantado, apareciendo el comitéde la ceremonia y los excelentísimos reyes de Noruega justo en elcentro. Como todo el mundo habla en lengua nativa, pedí a Svanteque tradujera lo que se va diciendo. El silencio reinó hasta que se em-pezaron a dar los premios.

Busqué con discreción las malditas siluetas de Ryan y Evys en mifila y en las de atrás, pero no consigo distinguirlos. ¿En las últimasfilas? Por lo visto, a los aspirantes de un mismo Nobel no los ponenjuntos, aunque es mejor así. Uno tras otro, los premios fueron en-tregándose hasta que por fin llegó el turno del más esperado, elNobel científico.

ESPÉCIMEN

68

Satanás mío, si de verdad eres justo, demuéstralo y que mi nombre esté ins-crito en ese trozo de papel. Te lo pido por favor.

—Concluimos esta entrega con el Premio Nobel de Investiga-ción, disputado por los científicos...

Tensión máxima. Ryan o León, ahí está la jodida cuestión. Racheltiene las manos fuertemente cruzadas y reza en voz baja. Lyserckme coge con mucha fuerza del brazo sin dejar de mirar al frente.Christine no parpadea del suspense que vive. JuanXo se muerde lasuñas sin parar y mi homólogo suda como una fuente. Mi estado desalud está al borde del coma, pero el calmante hace bien su trabajo.

El momento crítico llegó cuando el monarca noruego recibe delcomité un pequeño sobre rojo que contiene el nombre del candi-dato. Los nervios acaban disparándose, el corazón deja de bombearsangre y los ojos se cierran para no ver nada. El calmante no es su-ficiente. Me duele mucho el pecho y siento algo moverse...

—Aquí lo tenemos, el galardonado con el premio Nobel Cientí-fico a las mejores investigaciones es... ¡¡¡LEÓN VÜRGOS MÄHN!!!

MANDATORY SUICIDE (SLAYER)

“Ambushed by the spray of leadCount the bullets holes in your headOffspring sent out to cryLiving mandatory suicideSuicide

Holes burn deep in your chestRaked by machine gun fireScreaming soul sent out to dieLiving mandatory suicideSuicide...”

ALBERTO BURGOS SORIA

69

Es una puta ilusión; muy real para ser cierta.Silencio. Dos segundos, se oyen gritos de júbilo y aplausos. ¿Qué

ha ocurrido? ¿Un huracán? No escucho nada; sólo sé que han pro-nunciado mi nombre. Me siento como un cadáver. Reacción uná-nime en todos los que me rodean. Rachel rompe a llorar. Svanteestrecha mi mano con fuerza, crujiendo todos los huesos a la vez.Lyserck me abraza, apretujándome contra su pecho a la vez que dejagran parte de su pintalabios en mi mejilla derecha de tantos besos.Christine sufre una especie de ataque cardíaco.

¿He sido galardonado? A lo mejor... No lo sé. Entre momentostan confusos, JuanXo me levantó del asiento y el público aún másaplaudió. No parar de saludar, es muy simple. El camino hasta el es-cenario parece largo, casi eterno.

Felicitaciones por aquí, estrechamientos de mano por allá. El reyHaakon Magnus sonrió a mi llegada y me incliné frente a él, reci-biendo de sus manos una estatua de oro que representa el busto deAlfred Nobel. En ese instante, la sala estalló a aplausos y gritos dealegría. Todo apunta hacia mi persona, cámaras, focos, miradas... Soy

71

4

E L E R R O R B U E N O D E J U A N X O

el centro de atención. Un miembro del comité señaló el atril de la iz-quierda y me aproximé, temblando más que un terremoto. Traté dearticular improvisadas palabras entre la multitud de sentimientos quealbergo en mi interior.

—No tengo palabras para esto. Nunca creí que tendría el honorde recibir un premio Nobel. Jamás pensé que mis investigacionesacabarían siendo reconocidas. Agradezco a todo el mundo, tambiéna aquellos que no están aquí sus muestras de apoyo y que no lesquepa duda de que este galardón es de ellos, sin excepción. Por úl-timo, agradecer a mis hermanas, mi compañero y mi gran homó-logo el gran sostén que han sido para mí estos días. Gracias a todos.

¡No me lo puedo creer! Por fin mis trabajos han llegado a la cumbre que heestado esperando durante tantos años.

¡Qué bien se me da improvisar! El breve discurso ha caído tanbien entre el público que los aplausos no cesaron hasta regresar a misitio. Me siento inconsciente, no domino mis acciones o lenguaje.Hasta parece que algo en mi interior celebra también el éxito. Lle-gar significó el retorno de besos y abrazos. Lyserck me volvió acoger entre sus brazos y Rachel no cesa de llorar. De verla, lágrimasempecé a albergar en mis ojos y sin poder aguantar, sollocé sobre elpecho de mi hermana. Con la entrega del último premio se acabó laceremonia y se bajó el telón, quedando varios miembros organiza-dores fuera.

La gente comienza a levantarse; unos se van, otros se quedan parafelicitar a los premiados. Varias personas se acercaron a nosotros yaunque no conozco a la mayoría, su generoso acto de compartirconmigo la alegría es digno de reconocer. JuanXo cogió el Nobel ycomenzó a hacerse fotos con él. Después de Lyserck, Rachel yChristine se tiraron a mis brazos y desahogaron el llanto que aún lesqueda. No sé quién derrama más sollozos, si ellas o yo.

Estos son los momentos que uno no quiere que acaben; sean in-finitos. Un galardón tan significativo y lo tengo en mi poder, nuncaacabaré de creerlo. Cuando le llegó el turno a JuanXo, dejó el Nobel

ESPÉCIMEN

72

encima del maletín y me levantó sobre sus hombros mientras gritami nombre entre multitud de carcajadas.

Mis hermanas, aparte de sollozar, ríen y Svante no fue una ex-cepción, aunque sus toses fueron más continuas y potentes. Al po-sarme sobre suelo, un hombre menudo se acercó y comentó quedebo ir a cenar con los otros galardonados. Asentí con la cabezamientras los demás siguen admirando el Nobel. Una cena todos jun-tos... Gran idea, las grandes figuras del mundo reunidas en una sala.

No hay manera de contener la felicidad, ni por parte mía ni porparte de aquellos que me acompañan. Casi se ha vaciado el audito-rio, de modo que salimos y nos unimos a los agraciados. Foto ofi-cial y luego con sus amigos y compañeros. La sesión no tieneintención de terminar, así que nosotros la acabamos con la excusade ir al lugar de la cena. Trajeron los coches y antes de subirnos enellos, respondimos las preguntas de miles de periodistas dispuestosa hacer cualquier cosa por conseguir la portada de sus revistas.

Mismo orden en el cual vinimos. Dejé que Rachel condujese; notengo ganas. Svante indicó el camino para llegar al restaurante ele-gido por la delegación. Extrañamente, mis ganas de comer aumen-tan de forma exponencial. ¡Me comería varios caballos! Brevesminutos de viaje y arrimamos en el sitio de la cena.

Los aparcacoches se llevaron los automóviles al parking y entra-mos en el establecimiento. Comedor muy grande, un local de bodasy grandes celebraciones. Al fondo está la barra libre y por si hacefrío, una chimenea con su buena hoguera encendida.

La mesa de los premiados es la más larga y hay gente sentada.Mis hermanas me acompañaron. Mi maldito sitio no puede estarmás en la mitad. ¡Cómo se nota que la Ciencia es lo más importante!Me encuentro rodeado por los Nobel de Literatura y Tecnología.Prometí a Lyserck que en cuanto comiésemos, iríamos a una disco-teca. Tomé asiento en mi respectivo sillón. Ellas, JuanXo y Svante sesentaron en una mesa cercana al jardín interior y me invadió unafuerte sensación de felicidad al verlos juntos.

ALBERTO BURGOS SORIA

73

—“Necesito alimento.”¿Quién coño ha hablado? Serán imaginaciones mías, me estoy volviendo loco...Se me está subiendo la emoción a la cabeza. Pero yo no he pen-

sado eso... Es como si me hubiera venido rápidamente a la mente.Alucinaciones. Al sentarse el último representante, se dio comienzoa la cena. Los entremeses son de esperar. Jamón, queso y gambas, loque se sirve en cualquier restaurante. El primer plato va a tardar, asíque optamos por hablar; entablé conversación con Silvia Moreno,premiada con el Nobel de Literatura.

—Así que premio de Investigación. Es un honor conocerle, Sr.Vürgos.— Bella es y con tal presentación, más. Como buen hombre,besé su mano en símbolo de saludo.

—Por favor, llámeme León. Evitamos formalidades...—León... ¿Está emocionado por llevarse el Nobel?—Sí, la verdad que sí... Aunque no me lo esperaba. Ha sido

suerte.— “El Nobel está al alcance de uno y ese uno seré yo.”¿Dónde estarán? No los vi en la ceremonia y tampoco los distingoentre los invitados de la cena. Cobardes de poca monta. Se habránido al ver que quién ha sido elegido.— Usted ha sido condecoradaen Literatura, la felicito.

—Gracias, me alegra mucho que me hayan escogido. Escribí va-rios libros de filosofía contemporánea y me llamaron al Nobel porellos.

—¿Filosofía? Gran disciplina, siempre me gustó pero no dispusetiempo de profundizar. Sólo conozco algo de filosofía alemana.—La vida y el pensamiento. El arte de pensar... Demasiado fuerte paramí. Leí hace años sobre filósofos alemanes, Nietzsche y Hegel. Sóloporque son de mi tierra. No obstante, estoy seguro que algún díasaldrá un filósofo cuyas teorías se centrarán en mis Especímenes.—He leído mucho sobre Nietzsche y Hegel.

Dos libros sólo y el de Hegel me lo dejé a medio leer...—Dos posturas contrapuestas y a la vez enfrentadas. Son auto-

res muy buenos y sus teorías son muy recordadas en estos tiempos,

ESPÉCIMEN

74

más en la crisis de hace una década. Dígame, León, lo único que heoído de usted en España es el hecho de haber creado nuevas formasde vida... Los Especímenes que leí en revistas científicas.

—Oyó y leyó usted bien, Silvia. A ellos juré dedicar mi vida y mitiempo desde que conseguir crear el primero. Son nuevas formas devida, igual que nosotros o los animales, pero son muy diferentes acualquier otro ser vivo.

—¿Por qué les puso de nombre Especímenes?— La preguntamás polémica de todas las que me han hecho durante mi carreraprofesional. Igual que a tu hijo le pones Duke o Kerry, busqué unnombre general, aparte de su código. Lo más extraño fue mi actitudde negar los nombres en taxonomía binomial de Linneo.

—Por el primero, TH49A. Quise acuñar un nombre más gené-rico, pero al no encontrar ninguno, opté por Espécimen al leerlo enuna revista de ecología.

—¿Son peligrosos?—No todos. La mayoría son simbiontes, se relacionan con otro

organismo en beneficio mutuo. Los agresivos están controlados, yaque pueden actuar de forma muy negativa. No sé si me entiende...

—Claro que sí. Estudié biología en bachiller y recuerdo perfec-tamente lo que está contando... Fascinante, muy fascinante.

—Llevamos con ellos más de cuatro años y creo que no hemosdescubierto ni el 25% de todas sus características o variedad. Es untrabajo duro y laborioso, pero a la vez muy gratificante.

—La biodiversidad es muy grande y ustedes la han aumentadocon su descubrimiento, deberán estar orgullosos.

—Mucho, Silvia. A nivel internacional poco se sabe acerca deellos, pero la noticia acabará extendiéndose.— Conforme terminode hablar, se acerca el primer plato, solomillo de cordero y guarni-ción, uno de mis preferidos. Silvia asintió con la cabeza y nos dis-pusimos a comer, al igual que los demás. Puse la vista en la mesa demi grupo y observé cómo mis hermanas comen y JuanXo conversacon Svante.

ALBERTO BURGOS SORIA

75

Desde que se me ha concedido el Nobel me noto muy raro. Noes por la alegría y la emoción, sino porque siento la sensación deque algo habita en mis entrañas. Como con tanta voracidad y ham-bre que aparento no haber probado bocado en días. Se podría ex-presar como si alguien comiera mediante mi cuerpo. Para qué darleimportancia, sólo es producto de mi imaginación.

Los demás de la mesa charlan entre ellos, aunque desde que hecatado, perdí las ganas de volver a entablar conversación con Silvia.Tras el primer plato, acude el segundo, bacalao a la sazón, muybueno si se aliña un poco de sal. Es una costumbre familiar tomarsal con todo, aunque los médicos, incluido yo, digan que es malapara el corazón. Es uno de nuestros condimentos favoritos.

Poco a poco, fui devorando el bacalao sin dejar ni una raspa, esosí, con un pequeño terrón de sal en cada pieza comestible. Volví amirar la mesa de mi gente. JuanXo ha sacado la cámara digital y estáhaciendo fotos a diestro y siniestro. Lo más gracioso es que cuandorevelo las fotos, la mitad son de chicas muy ligeras de ropa o de sucoche.

Seguro que me ha hecho una comiéndome el cordero y despuésla expondrá en el tablón de sugerencias; no tiene ese nombre, sinotablón de fotos. Observé de reojo que los demás están a la mitad decomer el pescado, así que me puse a pensar. La imagen de Ryan yEvys. ¿Dónde coño han ido? Sé que es un poco jodido que te qui-ten el premio en tu cara, pero tampoco es para tanto.

Algo de pena siento. Tanto trabajo para que ahora no le sea re-conocido, aunque si te paras a pensarlo, la inmortalidad y regenera-ción del ADN no es nuevo. Mis Especímenes mutan por sí solos elADN propio o de otras especies y eso Ryan no lo sabe. Quizás poresa cualidad no le concedieron el Nobel.

Miro hacia la puerta de entrada y distingo un hombre que hablacon un camarero, al cual le entrega un sobre. Seguí pensando en miscosas, pero noté que el sirviente se acerca a paso ligero hacia nues-tra mesa. Hice como que no vi nada y mis sospechas se confirma-

ESPÉCIMEN

76

ron cuando se colocó tras de mí y me ofrece la carta. Di las graciasy la abrí con el cuchillo de la mesa. Sólo lleva un papel con poca es-critura. Lo desdoblé y leí con mucha atención.

“Enhorabuena, León. Si crees que así has ganado, te lo tienesmuy creído, amigo mío. Felicita de mi parte a tus esposas y a tu com-pañero maricón. Que lo celebres muy bien en el basurero ese que lla-mas tu laboratorio. De parte de tu amigo Ryan.

PD. Se acerca el día de tu rendición, de modo que disfrutad lo queos queda de vida.”

Debí imaginar que sería él. Sólo una persona así es tan cobardede no dar la cara y reconocer al vencedor. Estoy por reír a carcajadalimpia, pero no quiero dar la nota delante de todos. Con esa carta,mi alegría aumentó todavía más. No está bien reírse de los rivales,pero en este caso, se puede hacer una excepción. Seguro que mishermanas se desternillarán al ver este mensaje y haré bien en ense-ñarlo. Para gastar tiempo, hice como que releo la carta hasta que lacena concluyó.

Para rematar la bonita velada, nos ofrecieron el postre que qui-siésemos. Para mí está claro, arroz con leche con su toque azuca-rado. Desde que visité España por las investigaciones de Vincent,probé por accidente aquel plato y decidí comerlo siempre que tuvierala ocasión. Silvia también pidió lo mismo, pero ella es española, asíque no es extraño verla comer un dulce de su tierra. Vista en mis her-manas y observé con entusiasmo que también fijan sus ojos en mí.

Rachel se levanta de la mesa y alza su copa de vino. Debe pro-poner un brindis, porque todos, incluido Svante, se irguieron e hi-cieron lo mismo. La única diferencia fue Lyserck, quien en lugar decoger su copa, asió la jarra de cerveza. JuanXo me indicó por señasque les siguiera; cogí mi copa. Los demás integrantes de la sala ob-servaron la actitud e imitaron. Rachel sonrió y en voz alta, declaróel brindis.

—Por los ganadores, que sigan así por mucho tiempo y quehagan de este mundo lo mejor que haya existido en él.

ALBERTO BURGOS SORIA

77

—¡¡¡POR ELLOS!!!Cada uno bebió el contenido de su copa y no voy a ser menos.

Hasta los camareros tras la barra elevaron sus respectivas bebidas yse unieron a la celebración. JuanXo indicó que va a beberse de untrago toda la cerveza que queda. Seguro que no lo hace, pero meequivoqué. Ante la mirada atenta de los presentes, vertió el conte-nido en su boca y de un simple pero rápido sorbo, lo introdujo delleno en su cuerpo. La gente aplaudió su proeza, pero hay alguien enla sala que lo puede hacer mejor.

Lyserck no se dejó impresionar y con su misma jarra de cerveza,se levantó del asiento. Me miró fijamente con sus hermosos ojos os-curos y empinó el recipiente, el cual está medio lleno y comenzó abeber con rapidez. Mis compañeros de mesa la miraron y algunos,hasta extrañados. Mi querida Lyserck. Siguió empinando el codo yse detuvo al cabo de treinta segundos, cuando se quedó el recipientesin más cerveza que dar. El restaurante entero gritó y alabó su ha-zaña. Como siempre hace, dejó la cuba en la mesa con un fuertegolpe y señaló con su rígida mano. Por donde su mano pasa, las per-sonas señaladas aplauden y retumban voces de ovación.

Si no dio la nota en la ceremonia, la tiene que dar aquí.En cada fiesta, es normal que siempre haga algo de tal calibre. No

me hace mucha gracia verla beber, pero tampoco quiero replicar.Dice la gente extranjera que a los alemanes lo único que nos gustaes la cerveza y les doy la razón, pero una cosa es beber y otra es em-borracharse a lo bruto. A mí no me gusta coger borracheras; aprendíde mi padre, el cual sufrió un infarto por tal causa y no deseo quemi corazón se pare por el maldito alcohol. Sólo Lyserck es la únicade nosotros que tiene un gusto excesivo por la cerveza, a pesar deser mujer. Creo que el ADN de nuestros padres se unió de forma ex-traña en ella.

Terminada la comida y satisfechos, el premiado por el Nobel dela Paz, el americano Fred Lang, pronunció un breve discurso en elcual agradeció a los presentes la gran velada y deseó lo mejor en vida

ESPÉCIMEN

78

y carrera. Al final, lo elogiamos y la gente comenzó a poner pies enpolvorosa. Me junté con mis hermanas en su mesa y volvimos a ce-lebrar otro brindis, esta vez por mí.

Al estar con ellos, deseé que aquella noche no terminarse nunca.JuanXo, con las mejillas rojas, se puso a cantar con mi traductor,quien también se halla medio ebrio. Aproveché ese momento paraenseñar a mis niñas la carta de Ryan; no quiero que JuanXo lo sepapor si intenta cualquier acción peligrosa.

—¿Dónde está el cabrón ese?— Preguntó Lyserck tras leer elpapel y arrugarlo con fuerza.

—No ha acudido, por lo que parece. Ni él ni su compañera Evys.—Maldito bastardo, encima nos llama de nuevo tus esposas...—

Rachel reaccionó violentamente al ver de nuevo que Ryan las llamade nuevo comprometidas.— Creo que ha hecho bien en no apare-cer.

—Mejor, porque si llega a estar aquí, lo meto de lleno en latumba.— Lyserck cruje los nudillos y da miedo cuando lo hace.

—Tranquila, seguro que ha vuelto a su casa, puto perro...—Entre Christine y yo tratamos de que no montara el numerito dedesfogar su rabia contra la gente.— Pero ahora estamos juntos y hayque celebrarlo.

—Por supuesto... Si queréis, nos tomamos un café y nos vamosa la discoteca, como os prometí.

—Es una gran idea, tengo ganas de moverme un rato. ¿Vendréis,hermanas?

—Yo nunca rechazaría ir a una discoteca, pero eso sí, espero quehaya un poco de heavy metal, porque entonces me aburro.— Res-pondió Lyserck a la cuestión de Rachel, mirando a un camarero queecha más madera a la lumbre.

—Estamos en Noruega, el heavy se escucha mucho... Igual queen Finlandia o Islandia.— Explicó Svante al escuchar a mi hermana,a pesar de que se encuentra un poco chispado.

ALBERTO BURGOS SORIA

79

—Ya has oído Lyserck. Por cierto, JuanXo... ¿Te llevarás el Nobelen tu coche?— Inquirí a mi compañero. Al parecer no escucha; cantaSteel Meets Steel, canción de HammerFall, su grupo preferido. Lozarandeé y volví a repetir la pregunta.

—¿El Nobel en mi coche? Si tú quieres... Pero luego me lo pres-tas...— La borrachera te impide hablar bien, aunque consigo enten-derte a duras penas.

Hijo, no bebas más que no me gusta verte así. Me recuerdas a nuestros tiem-pos de salidas universitarias.

Cada uno se tomó un estimulante para poder pasar la noche envela. Pedí un café con leche, el cual tomo siempre que hay nocheslargas de trabajo. Rachel y JuanXo, un café con Marie Brizard. Svantequiso un cappuccino y Lyserck no pidió nada. Según ella, la cervezala mantiene en vilo. Duró el café diez minutos y tras él, abandona-mos el restaurante en dirección al parking. Como JuanXo no estápara conducir, Lyserck tomó el volante del Shelby GT500 y dejé queRachel cogiera mi Camaro SS.

Según el homólogo, sólo hay una sala de baile que está abiertahasta más de las cinco, “The Apocalypse”. El nombre gustó bas-tante a Lyserck y acabó por convencernos para que fuéramos haciaaquel lugar. Seguimos las instrucciones de mi intérprete hasta llegaral sitio indicado. El cartel luminoso lo dice todo. Aquello es un sitiopara gente que le gusta la música heavy y el tecno.

Una cosa tenemos en común los cinco, nos encanta la músicafuerte, el heavy metal. Lyserck y Rachel se mueren por Metallica eIron Maiden. Cuando conocieron a Bruce Dickinson, sufrieron undesmayo que duró horas y con el solo de “One” que Kirk Hammettles dedicó, ingresadas terminaron en el hospital, pero con una son-risa de oreja a oreja. A mí me van grupos más rápidos y antiguos, Sla-yer y nuestro adorado Scorpions. Aprendí a tocar la guitarra eléctricagracias al guitarrista principal, Kerry King, quien incluso me regalósu BC Richards negra. Por supuesto, la original no. A pesar de su

ESPÉCIMEN

80

temprana vejez, el cantante de Scorpions, Klaus Meine, continúacon una voz impecable.

Christine no puede pasar ni un minuto sin Judas Priest y Motör-head. Halford es el mejor cantante que ha existido y Lemmy, el tipomás sabio y compositor de la historia. Cuando lo dice, queda en unestado orgásmico. Para terminar, JuanXo se denomina a sí mismotemplario; Hammerfall es su dios. Joacim y Oscar lo nombrarontemplario honorífico de la banda hace un par de años y miembro fuede la banda durante un año, en el cual sacaron el mejor disco de ladiscografía, “Blood Heaven”.

Desde fuera, se escucha música tecno. Kosmonova según miamigo. De tecno sabe más de la cuenta. Me aseguré de dejar mi ma-letín y el Nobel en el Shelby, el cual Lyserck cerró con llave. Entra-mos en el local y como bien pronosticó JuanXo, el Ayla deKosmonova retumbó en nuestros oídos.

No hay mucha gente, pero ambiente se respira. Allí nos tiramostoda la noche, creo que hasta las cuatro o por ahí. Estamos parespara las parejas, pero mi traductor no quiso bailar. JuanXo y yo, porhacer el ridículo, nos pusimos juntos y me pareció ver que la gentese mondaba con el espectáculo que dimos. Lyserck y Rachel fueroninvitadas por dos jóvenes, cuya emoción por bailar con ellas es im-presionante. Espero que no haya lío o rollo alguno...

Antes de llegar a la disco, cada una se aseguró de no tener el es-cote muy bajado. Algunos hombres son un poco pervertidos. Peroa pesar de tanta precaución, llaman demasiado la atención. JuanXono está dispuesto a soltarme, pero una chica con melena rubia lepidió un baile, el cual no rechazó. Al quedarme solo y sin pareja, fuial estudio de música y solicité algo de metal. Tardaron en poner Me-tallica con “Master of Puppets”. Volví y me senté con Svante. Nosmiramos fijamente y volvió a estrecharme la mano.

—Ha sido un placer estar estos días tan especiales con ustedes...Me es muy difícil olvidar a la gente con la que he trabajado.— Tuspalabras son muy sinceras y en tu mirada noto montañas de felici-

ALBERTO BURGOS SORIA

81

dad. Me contentó comprobar la buena reputación con la que noshas visto.— Para ser sincero, han sido las mejores personas con lasque he tratado.

—Lo mismo decimos de ti, Sr. Trey. Habrá sido sólo una semana,pero con usted allí, ha sido la mejor. Si algún día quiere volver a vi-sitarnos, las puertas están abiertas.

—Gracias por la invitación. Cuando no tenga trabajo, iré a visi-tarles, aunque sea de pasada.— Estarás un poco ebrio, pero emo-cionas a cualquiera; acabamos brindando con las copas vacías.

Justo tras la pequeña conversación, una joven mujer se acercó yme pidió si quería bailar con ella. La verdad, para una vez que me in-vitan, no voy a ser tan tonto de rechazar. Asentí y me levanté. Lachica no es muy joven, calculé unos treinta y pico años, más o menoslos míos, aunque no está mal de figura. No se me da bien ligar conchicas; a pesar de ello, una ex-compañera de universidad, hace años,tuvo el valor de pedirme matrimonio.

Se llamaba Renya y aunque era bastante guapa, acabé por decirque no. Mis razones son obvias, no puedo estar investigando Espe-címenes y con ella al mismo tiempo. Además, en aquellos momen-tos nos asolaba una fuerte crisis económica. Fuimos novios durantemucho tiempo aunque todo acabó en caminos separados. Tenemosel dicho de que las mujeres sólo van a por dinero...

Sin embargo, bastante teníamos Nikolai, nuestro antiguo mána-ger, y yo intentando mantener la creación de nuevos Especímenes enpie. Conservar las investigaciones es un gasto continuo de dinero ysi a ella le da con casarse, a ver de dónde saco las inversiones. Pareceun poco egoísta y tacaño, pero me importan más mis Especímenesque tener mujer y lo mismo pasa con mis hermanas y JuanXo. Porsuerte, EEUU sacó adelante el modelo Weykins, unos planes eco-nómicos que acabaron con la crisis y dieron estabilidad al sistemaeconómico de todos los países.

Más avanzada la noche, pusieron música de grupos antiguosmenos conocidos, Arch Enemy y Dimmu Borgir, entre otros. De

ESPÉCIMEN

82

todas las canciones que se escucharon, me acordé en especial de una,Woman, de Wolfmother. Cuando estudiaba en la universidad, losmás gandules de la clase de ciencias cogieron la radio y pusieron atodo volumen esa canción justo cuando el director pasó al lado delaula.

Se pegó un susto de muerte al sonar la canción fuertemente ensus oídos, tanto que cayó al suelo. Se ganaron un castigo muy duro,pero esa anécdota fue guardada; un alumno grababa el momentoescondido en la esquina. Todos los alumnos de la graduación tene-mos ese vídeo y no puedo parar de reír cada vez que lo veo.

Continué con la señorita hasta que mis hermanas me cogieronpor delante y me hicieron bailar con ellas; ponen Iron Maiden y sufamosísima “The Trooper”. Rachel ha soltado su locura, no hayquien la pare y Lyserck, la cual canta muy bien, imitó la voz del can-tante. Christine se gobernó un joven y se colocó a nuestro lado. Seconocen la letra de todas las canciones. Nunca llegaré a comprendercómo tienen memoria para acordarse de tantas interpretaciones.JuanXo, que no se separa de la rubia, sigue moviéndose con todanaturalidad, a pesar de llevar encima una borrachera de cojones.

De repente, sentí dentro de mí un fuerte calambre, justo en elcorazón. Otra vez me vino la sensación extraña de estar yo y alguienmás. La idea de que todo esto fuera producido por la emoción deganar el Nobel va desapareciendo y emerge otro concepto con laposibilidad de estar enfermo o delirando. Sea lo que fuere, no estoypara preocuparme. Tengo que disfrutar del momento; bailando conRachel y Lyserck. No voy a dejarlo por raras sensaciones que a lomejor me las estoy inventando, aunque no creo que fueran imagi-naciones.

Las cuatro y media de la madrugada, un poco antes de que cie-rren el local. De allí, unos salieron ebrios, otros mejor que antes; fueel caso de JuanXo. Tanto danzar con la rubia le ha quitado la em-briaguez. Mis hermanas presentan los típicos síntomas de somno-lencia y mi traductor dormita en la discoteca. Recogimos por

ALBERTO BURGOS SORIA

83

segunda vez los automóviles, que reposan en la acera de enfrente ycon fatiga sobre la cabeza, condujimos con precaución hasta el hotel.

La vuelta a Alemania está prevista para dentro de dos días, sincontar hoy. Esta vez, conduje el Chevrolet. Rachel no está en con-diciones de coger el volante. Con el último esfuerzo que le queda,Svante indicó el camino hacia el hostal a la vez que JuanXo nos pisalos talones en el Shelby. Sólo él y yo somos los únicos que un pocodespiertos nos encontramos.

Obedeciendo las instrucciones del intérprete, salimos de Esto-colmo y llegamos al gran hostal. Aparcamos por última vez en esedía y bajamos como pudimos. Me encargué de mis hermanas mien-tras JuanXo coge al homólogo. Entramos en la pensión y el recep-cionista se sorprendió al vernos en tal estado. Arrastrándolas, lleguéy pedí la llave del apartamento. Audazmente me dio la pequeña llave.

Para evitar las escaleras, llamé al ascensor y subimos. Lo únicoque llevamos, aparte de gente, es el maletín con los Especímenes yel premio Nobel, el cual es sostenido por JuanXo. Cuando el eleva-dor se paró en seco y dio paso a nuestro pasillo, abrí la puerta del302. Desperté a mis hermanas y se dirigieron a su habitación.JuanXo hizo lo mismo con Svante, lo dejó en su cama y cerró lapuerta. Rápidamente nos rendimos al sueño y acabamos tirados enla cama como dos jóvenes universitarios. No obstante, antes de ce-rrar los ojos, noté un poco de dolor en el pecho que me impidiódormir hasta que el reloj tocó las cinco y media de la madrugada.

Berlín, 4:00 Am—Me has defraudado, Ryan. No tengo respuesta a lo que has de-

jado pasar. Y pensar que él no tenía opciones de ganar...— Unamujer alta, vestida de un fino traje negro y con su rostro ocultadopor una máscara habla con un individuo más bajo que ella, pelirrojoy con un tono de voz asustado. El cielo oscuro es tenuemente ilu-minado por la luna.

—No sé cómo ha podido ganarme, creía que sus Especímenesno les interesaba a los demás...

ESPÉCIMEN

84

—Ryan, querido, me gustan a mí y por eso voy a conseguirloscomo sea. Pero tu fracaso ha sido... Mejor no decirlo.— La extrañamujer se acercó a Ryan y le acercó su fina boca al oído de él.— Mehas decepcionado mucho.

—Perdóneme, Srta. Kolk. Intenté sobornar al jurado, pero nome fue posible. Le juro que la próxima vez no le defraudaré. Porfavor...

—Mi querido Ryan, eres tan poco razonable...— Los labios de lafémina se aproximaron a los suyos, el cual los evitó como si de ve-neno portaran. Ella se apartó, tirándolo al suelo y pisando con unode sus altos tacones de cuero el pecho del investigador.— Pero nocreas que tu razón te va salvar de mí. Ryan, mi amor, tienes dosoportunidades más, si vuelves a fallar... Me habrás herido en lo másprofundo de mi corazón.

—Sí, mi señora Kolk. Gracias por darme otra ocasión... Y estavez León no escapará.

—Ryan, recuerda mis palabras, porque no las volverás a oír.Ahora vete de aquí antes de que cambie de opinión respecto a tucaso...

—Sí, Srta. Kolk, a sus órdenes.— Ryan salió de la gran sala po-bremente iluminada con una pobre luz que proviene de un cande-labro en la pared.

En cuanto se cerró la puerta, se quitó la máscara y cogió su pin-talabios, con el cual retocó sus finos labios a la vez que mira por unaventana el lúgubre paisaje de la noche. Sacó un pequeño espejo desu bolsillo y su rostro fue reflejado en la superficie. Un trueno sonóa lo lejos y la fugaz luz describió una pequeña cicatriz en forma deR en su mejilla izquierda. Rápidamente, se guardó el espejo en suvestido y siguió observando la noche. Al cabo de silenciosos minu-tos, alguien tocó la puerta y la joven dio permiso.

—Srta. Kolk, perdone que la interrumpa, pero esperamos nue-vas órdenes.

—Preparaos para partir, os vais a Múnich en dos horas y noquiero retrasos.

ALBERTO BURGOS SORIA

85

—¿No viene con nosotros, capitana?—Tengo un asunto pendiente y lo haré sola, general. Puede re-

tirarse.— Ordenó la mujer a la vez que la llama del candelabro hizoademán de extinguirse. El hombre se inclinó ante ella y caminó des-pacio hacia la puerta, la cual cerró completamente.

Tomó una alargada navaja de la mesa y la acarició por todo sufino cuerpo. De repente, se cortó accidentalmente la palma de lamano, pero no expresó gestos de dolor. Colocó sus labios en la he-rida y cortó la hemorragia. Relamió la sangre de su boca y otro rayoiluminó la sala. Sonrió malévolamente y clavó la hoja de metal en lapared, cerrando los ojos. Al final, la luz del candil terminó de con-sumirse por completo.

—Querido León... Qué ganas tengo de dejarte en la ruina y quesepas el dolor que tengo en mi interior. Tu fin está muy próximo,amor mío...

Noruega 11:30 Am—León, despierta ya, por favor...—¿Qué es lo que pasa? ¿Es de día?— JuanXo me zarandea una

y otra vez. No pareces muy contento. Al revés, más bien se te vepreocupado.— ¿Está todo el mundo aquí?

—Sí, Rachel ha ido con Christine. He mandado a Svante a com-prar y Lyserck está dándose una ducha, pero tengo que hablar con-tigo, es muy importante.— Me fijo en sus ojos y la mirada inquietaindica que algo no va bien. Joder, me duele todo...

Cogió mi maletín con de Especímenes y lo abrió. No noto nadaextraño en su interior; falta morfina y ansiolíticos, nada más. JuanXome dijo que observara con más detenimiento. Veo una pequeña di-ferencia. El CF19V y el MY67O están en sus respectivos recipien-tes. ¿Y el maldito TH49A? Al instante, me asusté rápidamente. Siha desaparecido, todo el trabajo e investigaciones han sido inútiles.Además, el TH49A no tiene descendencia, es el único de su especie...

—¿Dónde está el TH49A?— Le pregunté sin dejar de pensar enlo ocurrido. Mi mejor Espécimen, perdido. JuanXo negó con la ca-beza y sonrió tímidamente.

ESPÉCIMEN

86

—No se ha perdido, está aquí.— Sus palabras extrañan y el tonocasi alegre, más. Poco consigues tranquilizarme. Escudriñé la habi-tación, pero nada. Rió levemente y dejó el maletín en la mesa.— ¿Teacuerdas del calmante que tomaste anoche?

—Sí... En los premios Nobel. ¿Por qué?—Con los nervios, cogí por error el TH49A creyendo que era

morfina y creo que te lo bebiste... Así que ahora está dentro de ti.¡QUÉ! Espero que sea una broma, JuanXo. Muchos sustos me he llevado

hasta ahora...Sus últimos términos me dejan muerto. ¿Tengo un Espécimen

dentro? No sé qué pensar... Al principio, me alegré de que fuera elTH49A y no otro, pero no sé a ciencia cierta qué efectos produce enseres humanos o animales. Me puse la mano en el pecho, pero sólonoto mi corazón latir. JuanXo me ofreció el fonendoscopio y lo co-loqué en lado izquierdo del tórax.

Los ruidos del Korotkoff, pero de fondo, escucho un pequeño la-tido, como si tuviera otro corazón. ¡Me cago en Dios! Entonces esverdad, el TH49A habita en mi interior, relacionándose con mis ór-ganos. Recordé las palabras que oí en la cena, aquellas que pedían ali-mento. Me las había transmitido utilizando los impulsos nerviosos.Fascinante y peligroso al mismo tiempo.

—¿Seguro que te encuentras bien?— Instigó JuanXo mirando elaparato de auscultación que dejé sobre la cama.

—Yo me siento bien, por ahora...— No estoy emocionado dellevar dentro un Espécimen, pero tampoco es algo fatal. Sólo hayque esperar a ver los resultados que da en mí. A primera vista, pa-rece una mera coincidencia. Descubrir Especímenes, ganar unNobel, tener uno de ellos en las entrañas; si por si acaso hubiera mássorpresas, que lleguen pronto.— ¿Lo saben mis hermanas?

—No, pero iba a decírselo cuando estuvieran las tres juntas. SóloSvante es el que no quiero que se entere. Podría difundir la noticia.

—Bueno, sólo nos queda de estar aquí dos días; es mejor que nolo sepa.

ALBERTO BURGOS SORIA

87

—Perdóname por haberte hecho tomar el TH49A. Cuando medi cuenta esta mañana, creí que te iba a rechazar e... Ibas a morir.—No hace falta que pidas perdón. Te equivocaste por los nervios, perole pasa a todo el mundo. Lo consolé con unas palmaditas en la es-palda. Tu nerviosismo es tremendo.— Si quieres, te preparo algo decomer.

—La verdad que estaría bien... Tostadas si hay, por favor. Y quesepas que estás perdonado.

—Gracias, León.Sale de la habitación y me levanté. Cogí la ropa y mientras me la

pongo, pensé en qué pasaría de ahora en adelante. Según los infor-mes, el TH49A es el mejor Espécimen. Yo mismo lo comprobé yademás es benéfico, aunque es en animales y plantas. ¿Pero en hu-manos? Fui su creador y me toca ver su reacción, empezando pormí.

Desde la sala contigua oigo a Lyserck cantar sus canciones y noquiero imaginar la reacción cuando se entere que llevo el TH49A. Vaa ser la noticia del día, del siguiente y de la semana. Me aproximé alespejo del armario y fui reflejado. Estoy igual, no he cambiado nada.A lo mejor el TH49A continúa adaptándose. Hice las camas y salí denuestra habitación.

Con lentitud, caminé hacia la cocina donde se supone que micompañero está haciendo el desayuno. Las once y media de la ma-ñana, muy temprano todavía. Abrí la puerta y me fijé en el delantalque porta JuanXo. Un poco inusual verlo con mandil, pero cada vezque se lo pone, es risa continua.

Se dio la vuelta y me presentó una taza de café con mis tostadas;una está un poco quemada. Las puso en la mesa y fue al cuarto debaño a ducharse. Cogí mis rebanadas y pegué varios mordiscos. Ne-cesito un puto cuchillo para untar la mermelada, pero no hay nin-guno a la vista. De repente, sentí dolor en la mano izquierda.

—“Yo te ayudaré.”

ESPÉCIMEN

88

Otra vez la misma voz de la cena. Si son ciertas mis especulacio-nes, el que habla es mi Espécimen TH49A. Parece que quiere ayu-dar. Me quedé un poco sorprendido, el TH49A se relaciona conmigoa través de mi mente, como si supiera cuándo necesito que me echenun cable o lo que deseo hacer. Si él se comunica así, debo seguir sumismo sistema. Pensé con decisión de qué forma me va a ayudar ycontestó al cabo de unos segundos.

—“El canto de la mano izquierda.”No sé a qué se refiere pero lo vi claro, aunque muy sorprendido.

El borde de mi mano posee un color gris plateado, como acero. To-cando, la superficie es lisa y la piel ha perdido flexibilidad. Inclusola zona refleja luz y sombras. ¡Increíble, me ha transformado elborde en una especie de navaja! Con cuidado, probé su utilidad.

Metí la mano en el bote de mermelada y unté el costado. Al sa-carlo, lo acerqué a la tostada y observé con mucha sorpresa el bañoperfecto que di a la rebanada. Esto no se puede creer, ni siquiera ensueños. He sido ayudado por un Espécimen... Me hizo pensar acci-dentalmente en la alegría de tenerlo conmigo, a lo cual respondió:

—“Yo también.”— Tengo que probar más esta cualidad. Seguípensando preguntas para que las respondiese. La primera fue sunombre, aunque la respuesta es evidente. Por así decirlo, interroguéal ser con una batería de preguntas cortas.

Veamos si eres como los demás, TH49A.—¿Cómo te llamas?—“TH49A.”—¿Te gusta la mermelada?—“Sí, mucho.”—¿Y el café?—“No.”—¿Te encuentras bien ahí dentro?—“Sí, poco frío.”—Gracias por ayudarme a coger la mermelada.—“Gracias a ti por acogerme.”

ALBERTO BURGOS SORIA

89

Todo comienzo, si es perfecto, augura bienestar. Además de be-néfico, educado. Por momentos, creí que mi colaborador hizo bienen darme el Espécimen; el error bueno de JuanXo lo denominé.Seguí comiendo y comunicándome con él hasta que se acabó el caféde la taza. Me tomé las últimas rebanadas y le hice al TH49A la cues-tión que más me interesó saber desde un principio.

—¿Cómo has transformado mi mano, TH49A?—“Cambio de células.”—¿Me la puedes devolver a su estado normal?—“Sí puedo.”Con un poco de dolor, observé cómo el color plateado se torna

en tono rosado y la piel vuelve a ser flexible como antes. Sigo sinpoder asimilarlo. Tengo ganas de enseñar esta característica a mishermanas, pero antes deberé ver sus reacciones. Satisfecho con lacomida e impresionado de la experiencia, salí de la cocina y me sentéen el sofá del salón a leer el periódico. Suerte de encontrar una re-vista alemana, el AutoBild de coches y motos.

Mientras espero que JuanXo salga de la ducha, me puse a ojearlas ofertas de nuevos automóviles. Se venden a buen precio losSEAT españoles y Renault franceses, pero ninguno me interesa. Pasépágina y llegué a la marca Mercedes. Los mejores coches del mundo,en mi opinión. Las ventas están muy baratas. Hay un CLK 500 portreinta mil marcos. Me costó el SL 500 el doble y es un coche máspotente y de gasolina. Una buena ganga, sin duda.

—¿Me vas a comprar un coche o qué coño haces?— ¡Qué susto,cojones! Volví al instante la vista hacia la puerta y vi a mi hermanaLyserck con su cabello rizado por el agua y vestida con su ropa nor-mal.— Un Elise quiero, por si te interesa.

—Cuando lleguemos a Alemania, a lo mejor te lo compro.—Ahora quieres un Lotus. Dinero no falta, pero esos coches son carosy si vale más de setenta mil, olvídate. Llegué a la página de Lotus yel automóvil que dices cuesta cincuenta mil marcos. Bueno, no es unFerrari, así que confirmé su compra con un leve gesto de cabeza.Incluso es bonito...

ESPÉCIMEN

90

—Pero que sea naranja... ¿Estás bien?— Preguntó al verme allísentado. Afirmé que sí y me observó con indiferencia. Desde elcuarto de baño oigo como JuanXo grita mi nombre; debe haber ter-minado.

Dejé el sofá y sin mirarla, me dirigí a nuestro cuarto. Cogí la ropay llegué a la ducha. Llamé a la puerta. Ha acabado, está terminandode peinarse. Me esperé un poco a que saliera y cerré la puerta. Conun poco de prisa, me desnudé y tomé una ducha a toda velocidad,sin gastar demasiada agua. Paso los dedos por el esternón y elTH49A apareció en relieve. Se confirma el error de JuanXo.

Tardé unos diez minutos en salir, me vestí y peiné el cabello a migusto; liso y hacia abajo cual rockero antiguo. Escucho bullicio en elsalón y encaminé mis pasos hacia la sala, mirando los cuadros queadornan el pasillo. Entré, contemplando a JuanXo, Lyserck, Rachely Christine, quienes han venido de comprar.

—Perfecto, aquí está el que falta.— Comienza JuanXo al vermeplantado en la entrada. Me indicó que tomara asiento en el sillón yasí hice.— He mandado a Svante a realizar un recado, de modo quetengo tiempo suficiente para lo que voy a deciros.

—¿Es bueno o malo?— Terció Rachel, mirando la cara de preo-cupación de mi compañero, cuya visión se encuentra fija en micuerpo.

—Según como os lo toméis... Es bueno para unos o malo paraotros.

—Me estás asustando, JuanXo...— Se nota un poco de temor enel tono de Lyserck. Rachel se puso colorada y Christine cerró lospuños.

—Vale, será rápido. Vuestro hermano León tiene en su interiorel TH49A que yo le di al confundirlo con un calmante.— Lyserckabrió todo lo que pudo la boca, los ojos de Rachel se agrandaron almáximo y Christine brincó del sofá.

—¿Cómo que el TH49A? ¿El Espécimen TH49A dices?¿Cuál va a ser si no? No hay porqué sorprenderse tanto...

ALBERTO BURGOS SORIA

91

—Sí, el mismo que viste y calza. Por ahora, no he notado nadaextraño; supongo que el Espécimen estará en proceso de adapta-ción.— Mis hermanas volvieron sus ojos hacia mí y sonreí para con-tener el contexto, aunque no sirvió de nada. Lyserck me tocó elpecho y se horrorizó al escuchar dos latidos continuos. La noté ale-gre, pero Rachel y Christine se arrodillaron delante con lágrimas ensus bellos rostros.

—¡Joder, hermano, vas a ser la estrella del laboratorio! Menosmal que es el TH49A, que si no, me da algo...— Lyserck se toma abroma la situación, riendo y golpeando varias veces mi espalda.

—¿Pero qué dices, Lyserck? ¡León tiene un Espécimen y tú tetomas esto a broma, como si nada! ¡No hemos estudiado los Espe-címenes en seres humanos! Y si a lo mejor lo acaba... Lo acaba...Matando.— Las últimas palabras de Rachel callaron la risa y JuanXose dirigió presto a negar la terrible suposición.

—Hemos comprobado su comportamiento en primates y siendola especie más próxima a nosotros, el resultado fue un éxito. A lomejor, hasta le beneficia... ¡Quién sabe!— En ese momento, llama-ron a la puerta de la suite y JuanXo maldijo por lo bajo al traduc-tor.— ¿Cómo es posible que haya llegado?

No queremos que Svante nos viese tristes, de manera que me le-vanté, sequé las lágrimas de Rachel con un pañuelo y salimos a re-cibirlo como si no hubiera pasado nada. Menos mal que no notónada extraño. Con él delante, evitamos hablar de mi pequeño pro-blemilla. Para mí no es así; una bendición. Así transcurrieron lashoras restantes de aquel día tan extraño y sorprendente. La nochepasé muy tranquila, incluso el TH49A, el cual siempre está muyatento a todo, descansó.

El siguiente día estuvo también muy calmado. La mañana fuenormal, sólo que Rachel, de vez en cuando, se altera cada vez que meve o habla conmigo. Después de la comida, salí a la calle a repostarel Chevrolet; debe estar bien lleno para el viaje de vuelta. JuanXome quiso acompañar; insisto. Llevar un Espécimen no significa que

ESPÉCIMEN

92

no pueda tener una vida normal. El TH49A se comunicó con másfrecuencia y dio consejos sobre lo que me conviene hacer o quédebo comer para alimentarlo de manera sana. Va adquiriendo di-mensiones propias de humanos. Está en fase de crecimiento.

Para terminar el día, nos pusimos a echar una partida a las cartasantes de irnos a dormir. JuanXo, quien es el mejor jugando, ofreciójugadas maestras y arrasó, cabreando a Lyserck durante toda lanoche. Nos acostamos bien temprano. El avión debe ser cogido a lasdoce y media de la mañana sin falta.

No llegamos tarde a la cita. Levantados a las ocho y media, justocuando el sol comienza a aparecer tras los montes y montañas. Elúnico que no vendrá con nosotros a Alemania es, evidentemente,Svante. Se queda en su país. No obstante, decidió acompañarnos ydespedirse personalmente en el aeropuerto. Comentó que va solu-cionar unos trámites e irá a Helsinki de congreso. Guardamos nues-tras pertenencias en las maletas y mi maletín, en el cual falta unEspécimen, fue llevado por Lyserck a mi coche.

Dejamos el apartamento bien limpio y entregamos la llave al re-cepcionista, aparte de pagar la estancia. A las nueve y media salimosdel hotel, dirigiéndonos a las pistas de vuelo. Conduje yo; el sustoque Rachel porta le impide reaccionar. Como está previsto, arrima-mos a las doce, de modo que sobra media hora. Cada uno se despi-dió de Svante a su manera. JuanXo le estrechó la mano, mishermanas le besaron en la mejilla y yo le di un fuerte abrazo, apartede recordar en voz baja lo que le dije en la discoteca, a lo cual reac-cionó con una risa proseguida de fuertes toses.

A la hora indicada, subimos al avión y desde las ventanillas, vimospor última vez al homólogo, el cual nos despidió con un pañuelodesde la terminal. Dos horas de vuelo; cada uno se puso a haceralgo. Rachel se apoyó sobre mí para dormir y estuve inmovilizadotodo el trayecto para no molestarla. Lyserck se puso a jugar a su sopade letras electrónico, Christine cogió una revista de prensa rosa yJuanXo durmió como un tronco. Tomé el AutoBild que me llevédel hostal y continué leyendo.

ALBERTO BURGOS SORIA

93

Vamos, tranquilo, mantén la calma que no ha pasado nada grave, o esocreo...

La azafata anuncia por el megáfono la llegada a Múnich al co-mienzo de la tarde. El aterrizaje fue suave, no hubo traqueteos fuer-tes y llegamos bien, ninguno mareado, aunque noté la persistencia deJuanXo y mis hermanas en mi estado de salud. Las dos menoscuarto. Aún hay tiempo de trabajar, pero decidimos no volver alcomplejo.

Pusimos rumbo directo a nuestras casas. De este modo, nos des-pedimos de JuanXo, quien al tener un piso en el centro de la ciudad,no pudo acompañarnos. Las afueras de Ismaning, nuestro hogar. Lacasa de campo que nos dejó nuestro difunto padre, el árbol delabuelo Kerry... Estoy contento de volver a casa, me siento más vivoy a mis hermanas les pasa igual.

—Haced lo que os dé la gana. Voy a dormir un rato.— Por nodespertar a Rachel, insomnio. Un descanso y como nuevo por lanoche para seguir con las descripciones.

—Intentaremos no olvidarlo.— Fue la respuesta más contun-dente que ofreció Christine, riendo su propio chiste. Es la única quemás o menos ha asimilado el hecho de que porte un Espécimen sincontar a Lyserck.

Media semana fuera y hay más polvo que en un almacén aban-donado. No quedó impune ante la vista de mis hermanas, quienesse armaron con trapos y limpiacristales y empezaron a sacar brillo atodo aquello que fuese opaco. Según ellas, hay que dejar la viviendaen condiciones y ahora es el momento apropiado para ello; ningunaestá cansada. ¡Habéis dormido como reinas! Cuando se ponen a lim-piar, es para hoy y no mañana.

Subí a mi cuarto y me tumbé sobre la cama, cerrando las persia-nas y aislándome del exterior. TH49A, Nobel, Ryan... ¡Joder, vayasueño me espera! Me es imposible dejar la mente en blanco. Perezame entra de ver el taco de folios preparados para continuar las me-morias de nuestra juventud. Si me arreglaran el puto portátil, no es-

ESPÉCIMEN

94

taría tan desordenado. Los ojos se cerraron, pero aquella vez nosoñé, quizás debido a la actividad del TH49A. ¿Seguiré así hasta mimuerte? ¿Debo considerarme afortunado? Mañana lo averiguaré...

Se averiguarán muchas cosas, quizás exceda el límite...

ONE (METALLICA)

“Darkness imprisoning meAll that I seeAbsolute horrorI cannot liveI cannot dieTrapped in myselfBody my holding cell

Landmine has taken my sightTaken my speechTaken my hearingTaken my armsTaken my legsTaken my soulLeft me with life in hell...”

ALBERTO BURGOS SORIA

95

Los primeros rayos de sol asoman tímidamente por la ventana.Los pájaros pían y su sonido es melodía para los oídos. Una son-

risa y levantado; lo bueno perdura. Ocho de la mañana. Faltan cincominutos para que el despertador haga presencia con su alarma, demodo que pasé ese tiempo pensando en todo lo acontecido en lasnoches anteriores. El premio Nobel reposa sobre la mesita de nochee ilumina media habitación con el reflejo de los rayos solares sobresu superficie. De repente, un fuerte movimiento surgió de mi inte-rior y el Espécimen dio los buenos días. ¿Debo hacer caso a las pa-labras de JuanXo sobre mantener oculto mi secreto?

A ser cierto, no creo que a nadie le guste saber que está con unindividuo que dentro de poco estará muerto o convertido en unaespecie distinta. Es mejor que no se sepa que porto un Espécimen,al menos, por ahora. Rápidamente sonó el pitido de la hora y apa-gué de inmediato, evitando despertar a mis hermanas, las cuales se-guro que duermen. Con cuartos contiguos, se enteran de lo que hagoo hablo. No tengo demasiado cansancio; froté mis ojos y me puselas malditas gafas. Cogí unos vaqueros y mi camisa de Megadeth sin

97

5

L A I M P A C I E N C I A D E J C Y E L

R O B O B I O L Ó G I C O

olvidarme de la bata de laboratorio. Salí de la habitación y puserumbo a la cocina bostezando cada dos por tres.

Lyserck no para de dormir; se escuchan los ronquidos caracte-rísticos cuando está muy fatigada o cabreada. Cuesta dormir con susroncares, pero Rachel y Christine terminan acostumbradas. Reco-rrido el pasillo principal, abrí el frigorífico, justo al entrar en la co-cina. Se nos ha acabado el café, pero sigue habiendo mermelada demelocotón, la que le gusta al TH49A. Pan de molde y tostadora; tos-tadas caseras. En casa, salen de maravilla y con un poco de leche, esun gozo. El TH49A pareció rebotar de alegría y nos alimentamos sinprisa.

Como siempre hago, preparé el desayuno para mis hermanas. Ba-llantine’s en un chupito; si no hay café, un whisky solo es el almuerzopreferido de Lyserck. Para Rachel, nada mejor que un Nescafé quela despierte del tirón y por último, Christine con su Vodka negro yunas tostadas.

Media hora en la cocina y a las diez hay que estar en el laborato-rio para abrir y volver al trabajo. En bandejas llevé la comida a sucuarto. Con sumo cuidado, abrí la puerta y observé a las tres dor-mitando como marmotas. Lyserck en la litera de arriba, dejando aRachel en la de abajo y Christine en la cama del rincón junto a laventana. Con las persianas bajadas es evidente que no hayan des-pertado. El cabello tapa completamente sus rostros, sólo se distin-guen por el color. Una cobriza, otra morena y otra rubia.

Reí por lo bajo su forma de soñar; cualquiera diría que son her-manas. Me acerqué y sin molestar a Rachel, zarandeé a Lyserck,quién no se inmutó; es muy rebelde para eso. Al revés, se dio lavuelta, me acarició la cara y murmuró unas palabras que dan sentidoal cariñoso gesto.

—Qué bueno estás... Pero tengo otros sitios donde tocar...Y luego dice que no le gusta que la toquen. Hay veces en que no entiendo sus

palabras y acciones.

ESPÉCIMEN

98

Buen signo de cariño hacia tu hermano, pero me parece que noestás soñando conmigo, espero. El sueño de Lyserck no puede sermás previsible, JuanXo u otro hombre. Bruta es, pero obscena nidigo. Viendo que no abre los ojos ni a correazos, lo intenté con Ra-chel, la cual sí respondió a la primera, aunque tuvo que apartar su ca-bellera para poder distinguirme.

—León... ¿Qué hora es?— La típica expresión al levantarse.Pocas veces llega tarde al complejo o algún congreso. Para puntua-lidades, ella y los jardineros, los cuales siempre están a hora punta.—¿Hoy trabajamos?

—Sí Rachel, pasó la fiesta. Son las ocho y media pasadas. Ostraigo el desayuno, así que levántalas y vestiros. Nos vamos enmenos de una hora.

—Gracias, hermano.— Se irguió un poco en la cama y acariciómis mejillas, al igual que hizo anteriormente Lyserck, sólo que ahorasí hay consciencia. La fatiga se refleja en sus ojos, igual que a otroque hubiera estado toda la noche en vela. Cogió las bandejas y laspuso sobre el tocador. Antes de irme, observé cómo se levanta y sa-cude su camisón gris.

—“Prométeme que las cuidarás...”Lo sé, madre. Puedes estar tranquila.Ese juramento... Las palabras de nuestra fallecida madre. Extra-

ñamente, las recuerdo con más frecuencia e imágenes de ella apare-cen en mi mente. A veces, creo que es un presagio o algo por elestilo. Cerré la puerta de la habitación y salí al jardín a ver si hay pe-riódico; seguro que está. El repartidor siempre pasa por la casa ymuchas veces se queda a hacer una visita. Gran tipo y amigo. Recogíel diario y ojeé los titulares.

El primer canciller habla sobre planes de desarrollo, siete muer-tos en un atentado de la banda ETA en un cuartel al sur de España,inundaciones en China... Mismas noticias y desastres, es como si vi-viéramos en un mundo estático. Ésa es una de las razones por lasque no leo los periódicos a menudo. Tratan los mismos temas una

ALBERTO BURGOS SORIA

99

y otra vez y me enrabia mucho, aparte de provocar un cansancio vi-sual enorme.

No se dedican a poner novedades, como en las revistas de prensarosa o las de motor y la economía no es que me interese mucho, laverdad. Sé por mí mismo si hay subidas o bajadas en las acciones. JC,nuestro mánager e inversor, me informa constantemente de ello.

Entré dentro y lo dejé sobre la mesa de la cocina. Media horapara irnos; fui al garaje. El BMW de Rachel, el Lancer EVO deLyserck y mi Camaro SS, los tres grandiosos del hogar, son mis hijos.Sin embargo, nunca me olvidaré del otro transporte que se ocultatras el BMW, la Honda CBR 1000 que compró Christine por su cum-pleaños hace tres años. Mientras ella se encuentra de congresos, lautilizamos todos; más Rachel, la experta en motos.

Recordando la localización de mi preciado maletín, abrí el Che-vrolet, cogiendo el susodicho objeto que contiene los Especímenesy medicamentos. Subí con él, sin echar nada en falta. Desde que in-gerí por accidente el TH49A, tengo más aprecio que nunca por lamaleta. Subí las escaleras sin prestar atención a los escalones. Al ins-tante, oí los enérgicos reniegos de Lyserck, las contestaciones deChristine y vi salir a Rachel a toda prisa con su vestido de trabajo.

—¡Rachel! ¿Están vestidas o no?— Asintió rápidamente y bajócorriendo al garaje.

Entré a ver qué sucede y de repente, Christine casi me estampacontra la pared, dando a la puerta un golpe de aúpa. Ni se percatóde mi presencia, saltando los escalones de tres en tres. Suponiendoque Lyserck es la única que queda en el cuarto, abrí de par en par yla observé enfrente del espejo, ajustándose la cremallera trasera dela chaqueta. Viendo que no llega hasta arriba, comenzó a maldecirtodo lo que se le ocurre. Con el fin de callar y tranquilizarla, me acer-qué y se volvió.— ¿Te ayudo?

—Sí... Por favor.—No sé para qué te compras tanta ropa extraña... Ni siquiera

sabes cómo ponértela.

ESPÉCIMEN

100

—Esto es ir a la moda, León, esto es ir como la puta moda.Irónicamente, el día en que las mujeres dejen de interesarse por la moda, la

Humanidad habrá dado un paso de gigante.—Tampoco hace falta hablar así, Lyserck.— Mira que los Vür-

gos se caracterizan por hablar mal a los demás, pero mi hermana esun caso extremo. Educación por encima de todo, aunque para nos-otros poco existe.— ¿Te has tomado el desayuno?

—Whisky por la mañana es lo mejor... Gracias.— Sonreí almismo tiempo que subo a lo más alto la condenada cremallera; in-cluso me da problemas. Serán ropas extrañas, pero si le gustan, notengo derecho a regañar; no es una niña. Cerró el armario y en el es-pejo del reverso nos reflejados los dos.

Lyserck es la que más se parece a mí, aunque se tinte el cabello omaquille. Haga lo haga, es mi imagen viva. Por eso, aunque insultey varias veces me pegue, me siento feliz de tenerla a nuestro lado; re-cordar viejos tiempos. Indiqué con la mano que debemos marchary la dejé sola. En el garaje encontré a Rachel arreglando el faro de-lantero de la moto. Ésta parece ser de las pocas veces que no te lle-vas tu amado BMW. En el salón hallé a Christine corriendo lasventanas y sacudiendo el polvo de las cortinas.

Nueve y cuarenta. Rápidamente, recogí la maleta hermética yvolví a meterla en el Chevrolet al mismo tiempo que Rachel co-mienza a arrancar. Tal como predije, Christine hizo lo mismo con elBMW. Lyserck, totalmente preparada, pasó de largo del EVO ytomó un casco, subiéndose en la moto. No vamos a gastar dinero enechar gasolina a la “Máquina Tragaperras” que es el EVO.

Aseguramos que todo estuviese apagado y subimos las puertas desalida. Primero dejé el garaje, seguido por el estruendoso sonido deltubo de escape de la Honda. Con el mando a distancia se cerraronlas puertas automáticas y pusimos rumbo al tajo a toda pastilla. Elpaisaje está completamente igual, ni pasando menos de una semanase digna a presentar otra apariencia.

ALBERTO BURGOS SORIA

101

Ir a trabajar con vistas tan preciosas es un regalo a la vista. En elespejo retrovisor se distingue la silueta del BMW con su parabrisastintado y en lado izquierdo, Rachel agarrada al manillar y Lyserck asu espalda. El viaje transcurrió con relativa calma. Al llegar a loscomplejos de investigación, aparqué en mi sitio reservado y ellas de-jaron la moto a la intemperie. Luego se quejan de los arañazos...

Saqué la llave de acceso y la introduje en la rendija de reconoci-miento, notando que las puertas están abiertas. ¿Quién coño ha en-trado? Sólo JuanXo, mis hermanas y yo tenemos acceso a lasinstalaciones; el susto es inminente. Ya tuve bastante con el TH49Ay para más disgustos no estoy preparado. Mis hermanas también seextrañaron, de modo que abrimos con fuerza y en la entrada re-tumbó una tremenda algarabía.

—¡¡¡FELICIDADES, SR. VÜRGOS!!!—¡¡¡VIVA NUESTRO JEFE!!!—¡¡¡Y VIVAN TAMBIÉN LOS ESPECÍMENES QUE LE

CONCEDIERON EL NOBEL!!!La alegría de Noruega ha vuelto. Creo que hoy toca otra resaca de cojones...Todo el mundo allí, sin excepción. Gran pancarta colgada en el

techo, incluyendo mi nombre en preciosos bordados. Gritos, felici-taciones... Al final se divisa a JuanXo, el cual sonríe y aplaude, apartede incitar a la muchedumbre a seguir gritando y ovacionando. Mesiento como si hubiera recibido el Nobel por segunda vez, peroahora con más ruido que nunca. Cual fiesta que parece ser, mis her-manas dejaron a un lado el asombro y se unieron a las felicitaciones.

No transcurrió ni un solo segundo hasta que el personal se aba-lanzó cuales fans a una estrella de Hollywood. Abrazos por allí,besos por acá... No veo ni quién me estrecha la mano y las voces noayudan mucho. Conforme se fue alejando la gente, recobré la vistageneral y mis oídos se destaponaron.

—Tras este recibimiento, supongo que estaréis deseando co-menzar a trabajar... Sin embargo, por hoy y mañana os daré vaca-ciones a todos por hacer esta fiesta sorpresa.— Se supone que esas

ESPÉCIMEN

102

palabras son para calmar la situación, pero erré. Viceversa, el per-sonal lo celebró con más bullicio y alzando aún más el tono de voz.JuanXo me miró y asintió con la cabeza, aprobando la decisión aligual que mis hermanas. No falta nadie a la fiesta, ni siquiera los lim-piadores o el jardinero jefe.

La verdadera celebración comenzó cuando los guardias de segu-ridad descorcharon una botella de champán y varias de alcohol, ro-ciando como si esto fuera un podio de Fórmula 1. Con los vasosllenos apareció la comida y cada uno cogió su ración. Rodeado porpocas personas, JuanXo se acercó e inició conversación sobre elevento.

—¿Algo que alegar? ¿Qué te ha parecido?— Vociferó mientrasLyserck llena su copa de whisky. Los dos reímos juntos.

—Bastante bien... ¿Pero cuándo habéis hecho esto?—Aunque parezca extraño, esta noche. En el hotel, los llamé para

que celebraran una fiesta sorpresa en tu honor. Al venir aquí, ulti-mamos los preparativos, pero eso sí, mientras estabais roncando,porque si no, se hubiera ido a la mierda.

—JuanXo, no tenías por qué hacerlo...— La misma forma de ca-llar, un golpe en la nuca. Indicó con la mano la puerta de mi despa-cho, como si quisiese que fuera.

¿Visitante de última hora? Caminé hacia el estudio y abrí lapuerta, confirmando la acción de JuanXo. Un hombre sentado de es-paldas en una silla, frente a mi pared de títulos. Familiar me es y alcerrar, aún más. El individuo se gira hacia mí y una sonrisa se dibujaen su rostro. El mismo gesto repito al mismo tiempo que se levantay me estrecha la mano, resultando después un abrazo de dos her-manos que llevan siglos sin verse.

Querido amigo, tú deberías haber venido a ver mi éxito en los Nobel. ¿Porqué no viniste a apoyarme?

—León, qué alegría volver a verte de nuevo. No has cambiadonada y eso que recibir el Nobel debe de ser razón para ello.— Bro-

ALBERTO BURGOS SORIA

103

mista y bueno a la vez. Así es nuestro jefe de cuentas y principal in-versor, JC Taylor.

Tú sí que no has cambiado. Corto y oscuro cabello, inconfundi-ble cicatriz en la mejilla derecha y los grandes ojos castaños. Hacecasi un año que no acude al laboratorio y confirmo lo dicho antesde los dos hermanos.

—JC, tú sí que no has mudado de aires... Me acuerdo muy biende la última vez que viniste por aquí. ¿Cómo vas?

—Igual que la última vez que os visité. Cuando te vi por televi-sión recoger el premio Nobel, concluí venir para poder celebrarlocontigo. Espero que no me rechaces invitarte a unas copas en elbar...— Fiesta en Noruega, aquí con mi personal y ahora JC quiereinvitarme a un restaurante. Desde luego que no me ha faltado nadaestos últimos días. Acepté con la condición de no beber mucho, aúnnoto el alcohol de la discoteca.— Necesito un descanso de tantoajustar cuentas y rellenar informes.

—Una cerveza te hará olvidar. Es cuestión de tiempo...—Antes me gustaría ver a tus hermanas, porque JuanXo ha sido

el que me ha recibido poco antes de que vinieras.—Por supuesto, creo que siguen en el vestíbulo...— Salimos del

despacho y nos dirigimos a la zona de celebración, escuchándosesin cesar los gritos de mis trabajadores. La alta figura de Lyserck esla señal de posición entre la multitud y nos aproximamos. Al llegar,mis hermanas radiaron de alegría al ver a JC y con bastante júbilo,lo saludaron y abrazaron.

—¡JC, qué alegría verte de nuevo por aquí!— Comenzó Rachel,plantando dos fuertes besos en sus mejillas a la vez que uno de misempleados de seguridad me felicita por detrás y bebiendo de untrago el contenido de su copa en mi honor.— ¿Se quedará connosotros unos días?

—Rachel, querida, tengo una montaña de papeles en mi escrito-rio esperando una firma y no creo que sean tan amables de relle-narse por sí solos. Sólo he venido a felicitar a vuestro hermano.—

ESPÉCIMEN

104

Lyserck estrechó su mano con fuerza mientras habla y dirigió su cá-lida mirada hacia JuanXo.— Lyserck, cada día estás más hermosa.

—Y tú más cursi... Estoy muy contenta de verte.—¿Te ha echado el ojo algún hombre? Porque a este paso te vas

a quedar sola, y lo mismo para ti, Christine. ¿Continúas haciendoviajes de negocios?— Ella se sonrojó ante tal pregunta y reí al verla.Christine asintió con la mano y Rachel se encargó de responder a lacuestión inicial de JC.

—Somos libres y seguiremos algún tiempo. Lo importante ahoraes el trabajo y las investigaciones.

Pues el sueño de esta mañana no corresponde con Lyserck.—Tienes razón, los compromisos sólo traen complicaciones. Ha-

céis bien, seguid así todo lo que podáis. Bueno, señoritas, si me dis-culpan, me llevo a vuestro hermano para conversar un rato yemborracharlo un poco antes de irme.— JC, aunque no se note aprimera vista, es un tipo muy educado. Me recuerda a nuestro anti-guo colaborador, Nikolai. Pobre amigo mío, por culpa de la putacrisis de hace años tuvo que dejarnos.

Al igual que el saludo, mis hermanas se despidieron de nuestrománager y JuanXo, con la botella de vodka en mano, hizo lo mismo,aunque no parece estar muy consciente de sus actos. Salimos al apar-camiento y siendo una tradición cada vez que viene, cogí el PorscheCayman, sorprendiéndole lo impecable que sigue tras varios años.Como lugar para comer, elegimos juntos el Nein Whiskey, un dis-creto pero gran restaurante muy cerca de la villa de Ismaning y bas-tante bueno en comidas tradicionales alemanas y belgas.

Tardamos diez minutos en divisar el local a las afueras. El viajefue relajante, casi no hablamos; aparenta estar más concentrado enobservar el paisaje que en dar conversación. Seguramente se reservapara la comida. Dejé en el Porsche a la sombra y entramos en el es-tablecimiento. Tardó el propietario en posar sus ojos en mí y co-rriendo salió de la barra, cogiéndome de las manos sin parar defelicitarme por mi éxito.

ALBERTO BURGOS SORIA

105

¡Cómo se alegra la gente por un vecino! Como recompensa,según él, nos dijo que la comida sería gratis, fuese la que fuese. In-terpreté aquella noticia como la mejor del día. Tomamos asiento enla mesa más cercana a la barra y pedimos nuestro plato. Elegí unguiso de cordero, típico de las regiones centrales alemanas y JC, unaespecialidad de la casa, arroz con liebre aliñado de especias.

—León, perdona que te diga esto pero reconozco que al princi-pio creí que no te llevarías el Nobel. Sin embargo, cuando te vi, rec-tifiqué y no dudé en celebrarlo en Escocia.

—No pasa nada, JC... Yo también pensé que no saldría elegido,aunque fallo tuve.— La sinceridad ante todo y reímos a carcajadalimpia.

—Te lo mereces tú y los Especímenes. Si no fuera por ellos...—Trajeron las jarras de cerveza y brindamos juntos, ingiriendo mediajarra cada uno.— Es la recompensa por tantos años de trabajo.

—Sí... Demasiados a ser verdad. Al principio no lo creí cuandovi la carta de candidato, pero oír mi nombre en el auditorio... Fuemuy gratificante.

—Ellos nunca se equivocan, amigo mío. ¿Ahora qué harás?—¿Qué tipo de pregunta es ésa? Es sumamente extraña. La respuestaes evidente, aunque...

—¿Qué quieres decir?—Seguirás con la creación de Especímenes... Pero habría que au-

mentar el campo de exploración de nuestros queridos seres...—Sigo sin entenderte, JC. Crearemos más Especímenes, por su-

puesto, aunque no entiendo eso de campos.— ¿Qué es eso de au-mentar el campo de exploración? Su perspicaz mirada no la entendídel todo y me señaló con la mano.

—Probar los Especímenes en seres humanos, León. Saber cómoactúan en nosotros, cómo nos transforman... Eso es lo que quierodecir.

Si te has vuelto loco, sé dónde hay un manicomio muy bueno.

ESPÉCIMEN

106

—¿En seres humanos? ¿Los Especímenes?— El TH49A se des-pertó dentro de mi pecho y su lento movimiento me produjo cos-quilleo. JC no quita ojo de mi cara; espera impaciente mi respuesta.Sin embargo, tengo muy clara la respuesta a su cuestión.— Todavíano.

—León, esta es tu oportunidad de cambiar el mundo. Podríascrear una nueva raza de humanos, unos más evolucionados... Ima-gínate, llegarías a ser un Dios.

—¿Para qué evolucionar? ¿No estamos bien así?— Debido altono que está alcanzando la conversación, el dueño del restaurantepasó a nuestro lado y para evitar que se enterase de nuestros asun-tos, bajé el tono de voz.

—Tampoco es evolucionar... Es seguir como estamos pero com-binando dos formas de vida.— Palabras más extravagantes no heoído en mi vida. Te has vuelto loco, sin duda. Yo porto un Espéci-men, pero eso no significa que el TH49A y yo nos hubiésemos fu-sionado. Además, las consecuencias no han querido hacerpresencia...

—Lo siento JC, pero no traspasaré tal límite. Probamos en variosanimales y algunos de los resultados no fueron los esperados. No mearriesgaré a provocar una catástrofe.

—No hace falta provocar una catástrofe; es sólo experimentar. Sila situación no es la esperada, se anula la investigación y ya está...—Hablas con mucha seguridad. Por momentos, me pareció ver en élargumentos que yo jamás hubiera visto o pensado, algo sabes y melo estás ocultando. ¿Cuáles son tus intenciones? ¿A dónde quieresllegar?— Podrías hacerlo, León.

¡Te he dicho varias veces que no! Para provocar calamidades están los hura-canes y todos los demás fenómenos...

—No lo haré. La ciencia evoluciona siempre dentro de unas ba-rreras y no seré yo quien las traspase.— La sentencia fue tomadacomo una advertencia y quizás como amenaza por JC, quién volvióla vista a la barra y llamó al camarero.

ALBERTO BURGOS SORIA

107

Habíamos comido nuestro plato y seguro que quería irse. El em-pleado acudió y JC, bastante molesto por mi decisión, preguntó sihabía un teléfono. El joven señaló la puerta del fondo y marchó conbastante prisa. ¿Qué pasa? ¿A qué has venido en realidad? Porque averme seguro que no. Nunca he conocido a un JC tan insistente.

—“¿Quién es?”El TH49A quiso interesarse por aquel con quien converso, de

modo que contesté. Ahora que se encuentra despierto, siento micuerpo más activo y energético. JC retornó a la mesa pero no sesentó. Un amigo suyo lo va a recoger en diez minutos en los labo-ratorios y tenemos que irnos de inmediato. Su cara irradia una ex-presión de malhumor, así que hice caso para no caldear más elambiente. Como la comida es gratis, me despedí del dueño y retor-namos al coche.

Mismo trayecto, sólo que ahora es distinto. No hubo charla du-rante el tiempo que duró el viaje y al llegar de nuevo a los comple-jos, JC señaló con la cabeza un Audi R8 blanco aparcado en la acera.Junto al automóvil, un tipo mediano y con un traje negro fuma uncigarro. Cuando JC se apeó de mi vehículo, aquel individuo entró rá-pidamente en el suyo y arrancó con prisa. El inversor se acercó a laventanilla y fue tan amable de despedirse.

—Un placer verte, León. Volveremos a vernos muy pronto...—Lo mismo digo, JC. Que tengas un buen viaje de vuelta.Es la primera vez que me propone algo tan serio. Me pregunto qué cables se

le habrán cruzado por el camino.El Audi de su anfitrión tronó en el aparcamiento y se perdieron

de vista. Me quedé un rato observando la ruta de escape y dejé elCayman en el garaje. Las palabras del bar resonaron constantementeen mi cabeza. Evolucionar a la Humanidad. ¡Qué chiste más estú-pido! Los pocos coches del parking evidencian una cosa, el perso-nal se ha largado. No obstante, la Honda CBR y el Shelby siguen, demodo que alguien queda. Con el día libre, normal que no hubieranadie, ni siquiera los guardias de seguridad.

ESPÉCIMEN

108

JuanXo y mis hermanas deben de estar dentro, lo más probablees repasando algún trabajo de última hora. La entrada está cerradacon clave, como es de esperar. Mi llave maestra se encargó de abrirel cierre de bloqueo. Entré y volví a echar la contraseña. Será ex-traño en mí, pero en aquellos instantes no tengo ganas de ver anadie; estar solo. Mi despacho fue el lugar elegido para continuar miestado de relajación y en mi asiento posé mi trasero.

Enfrente, la estantería colgante de la esquina. Mis libros de bio-logía, bioquímica, física... Temas relacionados reposan unos sobreotros. Al lado, diplomas y premios de mi carrera profesional, dondehay que dejar sitio para el Nobel. La matrícula de ciencias conce-dida a Rachel y a mí, la foto de Lyserck cuando fue nombrada re-presentante de nuestra investigación en la feria de Ciencias hace tresaños. Qué rápido se pasa el tiempo y no nos damos cuenta. Tantocrear Especímenes te hace perder la noción del tiempo. Abrí el cajónde mi escritorio y saqué un pequeño cuadro con una foto. Sacudí elpolvo y sonreí.

Una fotografía de mí y mis hermanas de hace casi dos años ymedio. Yo estoy en el centro, con una tímida sonrisa y el traje de la-boratorio. Rachel, a mi derecha, igual que ahora, salvo por el cabe-llo, que en esos años lo llevaba corto. Lyserck, a mi otro lado, si sediferencia mucho con la actual. Más delgada y con su pelo tintadode mechas rojas y negras, en su rostro una expresión de lo más mal-vada y cubierta entera de pinchos. La época de su locura...

Por último, delante de mí se encuentra Christine, todavía congafas y su estilo empresarial tradicional, siendo la más sonriente dela foto junto a Rachel. Si la memoria no me falla, esta foto la hici-mos antes de que Christine comenzase los viajes por Europa pro-mocionando nuestras investigaciones. Bonito recuerdo de los cuatroVürgos juntos.

Ojalá esta imagen se repitiera durante toda la eternidad.—“Necesito luz.”

ALBERTO BURGOS SORIA

109

Un fuerte pinchazo incidió en mi pecho de improviso y elTH49A se removió con fuerza dentro del tórax. ¿Luz solar? ¿Qué vaa suceder? El jardín trasero... Corriendo me dirigí hacia allí a medidaque el dolor aumentó progresivamente en la zonas cercanas a la gar-ganta.

—¿Para qué la necesitas?—“Crear.”Interesante la respuesta a pesar de no tener lógica y de no ha-

berla entendido. ¿Crear el qué? Tanto dolor tengo que no es mo-mento de hacer preguntas. La puerta del almacén está abierta, perono hay tiempo para detenerme y averiguar el porqué de hallarse así.El TH49A se agitó cada vez más y la laringe irradió graves punza-das. Suerte del tiempo, despejado y ni una sola nube. Los peces sal-tando en la fuente...

—“No grites.”—¿Qué quieres decir?No me hagas daño, TH49A. Soy todavía muy joven para morir, y menos

por tu culpa.No hubo preludio. Un dolor tremendo comenzó en mi cuello,

recorriendo el pecho de arriba a abajo. Mucho esfuerzo no gritar,pero se hace más insoportable. Sin contenerme más, rompí la batay la camiseta del calvario que sufro y con horror, observé cómosurge una pequeña fisura entre las clavículas que divide mi tóraxpoco a poco. Pensar me es imposible, dolor, mucho dolor...

La escisión fue descendiendo hasta llegar a la parte alta del ab-domen, un poco por debajo de las costillas. Con fuerza, algo abrióla caja torácica sin piedad y cesó el crónico malestar, notando ungran frescor inundándome por dentro. Aliviado respiré y con temor,bajé la vista. Deseo que nunca suceda otra vez. Tengo mucho miedoaunque me tomen por un niño.

Lo primero que contemplo es una gran masa marrón oscura ro-deada de muchos músculos y sangre; oculta en parte por las costi-llas. ¿Mi hígado? Joder... ¡Qué divertido! En Medicina vi unos

ESPÉCIMEN

110

cuantos, pero tanto como ver el propio de uno, no. Subiendo la mi-rada, observo los blancos huesos que conforman mi caja torácicacomo el esternón y costillas. No doy crédito a mis ojos. Sin embargo,la visión más espeluznante y rara fue ver un enorme organismo decolor azul oscuro que se balancea de un lado hacia otro. Anclas cos-tales, anclas claviculares, cuerpos mayor y menor... ¿TH49A?

Impresionante el extremo crecimiento al que ha llegado el Espé-cimen. En la placa no medía más de cinco centímetros y ahora esigual de largo o más que el propio esternón. La cola sensitiva hacemovimientos de vaivén sobre el hígado y el estómago, sin tocar o ro-zarlos. Por cada ladeado que el TH49A produce, mis rosados pul-mones asoman tímidamente y la sorpresa fue magnánima cuandoun órgano totalmente rojo palpita, bombeando sangre.

Diminuto y hasta viejo... Para corazones no hablo. Ver mi interiores algo insólito. Momentos después de mostrarse, el TH49A setornó de un color plateado, lo cual me recordó a la explicación deLyserck hace días, y se movió hacia todos lados, sin dejar de reflejarlos rayos del sol.

Estoy muy nervioso y se ve en cómo el músculo cardíaco latecon más fuerza y rapidez. No puedo apartar la vista, o mejor, noquiero. Fascinante y a la vez horroroso. Tocar mis órganos, saber sutacto... No me atrevo. ¡Si me vieran mis hermanas! Rachel se des-maya, Lyserck, a pesar de su valentía y coraje, gritará como unadesalmada y Christine saldrá corriendo. Mejor que esta experienciaquede entre el Espécimen y yo.

—“Gracias.”El precedente a más dolor. Regresó a su sitio original y con pun-

zadas menos enérgicas, la fisura de mi tórax fue cerrando sin dejarninguna cicatriz o marca. Toqué la zona de la brecha. Este estado dealteración no se me va a ir tan fácilmente... Esta noche tengo pesa-dillas. Seré médico e investigador, pero nunca me lo voy a acabarcreyendo. Lo de Noruega fue fascinante, pero esto no se compara.Respiré profundamente varias veces y traté de tranquilizar mi mentey el entorno. Esto jode bastante...

ALBERTO BURGOS SORIA

111

A ver qué me pongo por encima, porque la camiseta está rajadapor la mitad y la bata está en las mismas condiciones. Da igual, mesenté en uno de los bancos cerca de la fuente a tronco descubierto.Los peces de corales nadan con vivacidad en el agua y verlos mehizo sentir mejor. El sol sigue brillando y su luz ciega mis retinaspor el tiempo de tener los ojos cerrados durante el dolor.

TH49A, como me vuelva a pasar esto, me traigo todos los kilos de morfinaque haya por el mundo.

—Hermano... ¿Qué haces?— ¿Quién me ha visto? Con el peloencrespado por la humedad y cubriendo mi rostro, me giré con ra-pidez. Rachel, con una carpeta naranja, me observa con su inusualexpresión de preocupación. Entró en el jardín y se sentó a mi lado.—¿Estás bien?

—Sí, quería estar un rato aquí.—Hermano, no tienes por qué tener el Espécimen contigo... Pue-

des quitártelo, aún estás tiempo...— En sus hermosos ojos veo unprofundo sentimiento de tristeza y congoja que a cualquier valientehace mella. Cogí sus manos y traté de evitar agrandar tal inquietud.

—No, Rachel. Lo tengo y sacármelo sería perder un montón deinvestigaciones que podrían llevarnos años realizar.

—¿Y si te acaba asesinando? Vivir sin ti...— Lo que más temo,rompe a llorar a la vez que agarra mi brazo. Acaricio su liso cabellomientras trato de consolarla, pero es muy difícil tratar de poner pazen su interior. No es uno de mis puntos fuertes animar a chicas, elespecialista en ello es JuanXo. Sus sollozos tienen el mismo sonidoque aquellos que expresó en el funeral de nuestros padres.— Noquiero que te pase como a papá y mamá.

Ni me lo recuerdes, hermana. No podría soportar otra situación igual, mássabiendo que si os sucede a vosotros...

—No digas eso, Rachel... Por favor.— Recordarlos sólo provo-cará que llore también. Imágenes de ellos inundaron mis recuer-dos.— Además, es el TH49A, hay que tener confianza en él.

—¿Confianza? No sabemos cómo actúa en humanos...

ESPÉCIMEN

112

—Pues ahora tenemos una gran oportunidad de probarlo, aun-que tenga que ser conmigo... Hay que ser optimistas.

—Pero... León...—No te preocupes más... ¿Vale? Te prometo que si el TH49A da

algún problema, lo sacaré de inmediato, pero mientras tanto... Se-guiremos así.— Grandes esfuerzos dan buenos resultados. Conse-guí que dejara de sollozar y sequé las lágrimas restantes que resbalande sus ojos con mis manos.

—Vale, pero recuerda lo que has prometido...—Lo haré si es necesario. Vámonos y no llores más.—Por cierto... ¿Por qué vas semidesnudo?— Es tu obligación

preguntar. A ver, no estoy macizo ni nada de eso, pero mis múscu-los se han marcado más desde que llevo al TH49A. Serás una chica,pero la atracción por los torsos fornidos es natural.

—Tengo calor, pero mejor no mires.—¿No quieres que mire si vas como un boxeador? ¿Cómo cojo-

nes has sacado tanto músculo en varios días? Ah, ya... El Espéci-men.

Nos incorporamos juntos y salimos del patio. Según su versión,los demás están en el comedor, revisando unos papeles. Así que depapeleo... Me gusta. No obstante, la imagen de mi torso abierto encanal es de esas imágenes que siempre la tendré fija en los ojos. Ade-más, me da la sensación que este suceso va a ocurrir más veces.

Las doce y media de la mañana y como no hay trabajo que hacer,o por lo menos de laboratorio, decidí cerrar los complejos y volvera casa, idea que Rachel aprobó con agrado. Llegamos a la sala y abrí,distinguiendo a Lyserck y JuanXo en la última mesa, con un mon-tón de papeles a su lado y bolígrafo en mano.

Trabajando de oficinista, no le va en absoluto.—¿Cómo van las firmas?— Oír pasos acercándose hizo que

JuanXo alzara la vista y silbó en tono sexista ante la imagen que tienedelante. Lyserck reaccionó a su gesto y se quedó boquiabierta, ca-yéndosele el sello de los dedos.

ALBERTO BURGOS SORIA

113

—¡Me cago en mi hermoso coño! ¿Pero cómo...?—Antes de que empecéis, es cosa del Espécimen, no mía.—Vaya abdominales... ¿Has pensado en apuntarte al concurso

de tíos buenos?— Aquí se lo toman a broma y que conste que yo merío también para seguirles el juego. No me hace ninguna gracia estartan cambiado.

—En serio, vamos a dejar mi torso y a centrarnos en lo impor-tante.

—Estoy harto de firmar, si es eso lo que quieres saber. Como sehan ido los putos copistas, tengo que hacerlo todo. ¿Y la reunióncon JC? Porque como hayas ido así...

—Aparte de lo último, muy bien. Hemos ido a comer al Whis-key Nein y nos han dado la velada gratis por el premio Nobel.—Una mentira siempre es piadosa. A la inversa, mal y la despedida nofue muy alegre.— Bueno... Creo que vamos a darnos el día libre nos-otros también. ¿Y Christine?

—Creo que ha salido corriendo al saber que iba a venir un tíobuenorro a llevársela al huerto...

—¿De verdad? Coño, entonces que le den a los malditos infor-mes.— Lyserck tiró el sello con desprecio, se levantó rápidamente ycogió su chaqueta sin parar de reír del chiste de JuanXo. Mira quetales bromas no son de mi estilo, pero os trae sin cuidado.— Meviene perfecto, tengo que ir a hacer unas compras. ¿Vienes, Rachel?

—Vale, así miro las rebajas.— Así me gusta verte, alegre y vivaz,como debe y ha de ser. Lyserck me señaló y vi su rostro un princi-pio de malhumor, el típico tras las carcajadas.

—Y tú me prometiste el Lotus, así que puedes ir a por él.— ¿Porqué hago promesas? Si algo he heredado de mi padre, es la melenay su carácter amable y generoso. Asentí con la cabeza de inmediatoy JuanXo soltó varias carcajadas ante la repetida situación. Mis doshermanas salieron de la sala y cerraron la puerta, dejándonos solosa los dos.— Y por cierto, Christine ha ido a resolver unos asuntosde la casa, ya sabes...

ESPÉCIMEN

114

Ya veremos si te lo compro. Compórtate bien y lo haré.—¿Está actuando bien el TH49A?— Tomé sitio junto a mi com-

pañero y retomé el trabajo recogiendo el sello. Su pregunta presentacierto tono de inquietud. Mantuve la promesa de no decir nada sobrelo acaecido hace minutos. Ya lo verás alguna vez con tus propiosojos.

—Por ahora sí, veremos más adelante.—Mientras estabas con JC, Rachel estuvo todo el rato diciendo

que debíamos quitártelo y cosas parecidas...—He hablado con ella y le he prometido que si me causa pro-

blemas, me lo saco de inmediato.— JuanXo me lanzó una miradadesaprensiva y respondí con una sonrisa, la cual en parte lo tran-quilizó.

—No creo que te cause daños, es el mejor que tenemos, sin ol-vidar que fue el primero que creaste.

—Ya, es lo que más me inspira confianza. ¿Te irás?— Inquirí alver que todavía falta un buen tomo de impresos que firmar y relle-nar.

—Creo que sí. Hay que pagar a los pintores por la sala de radia-ción y voy ahora mismo. ¿Y tú qué?

—Terminaré de hacer unas cosas y me iré a casa. Si tienes que irya, no hace falta que me esperes. ¿Cuánto es el pago?

Y no llevo ni un duro encima, así que hoy te toca pagar a ti. Creo que ya esla tercera vez seguida que lo haces... Mejor no te digo nada.

—Creo que 4000 marcos. De todas formas, como llevo 5000, nofaltará.— El billete que cogió y dejó en la mesa evidenció sus pala-bras. Se levantó, tomó de la percha su cazadora y volvió a meter eldinero en los bolsillos de sus pantalones.— Menos mal que volvimosa nuestra moneda.

—Pues sí. Estaba un poco harto de tanto euro y tanta tontería.Bendita sea la crisis que tuvimos hace unos años.

—Bueno, León, me voy. Asegúrate de poner la clave de seguri-dad en el cierre y que descanses. Hasta mañana.

ALBERTO BURGOS SORIA

115

—Adiós, JuanXo.Descansa, amigo mío. Bastante cosas tienes que hacer y la mayoría no se

van a resolver por su cuenta.Me despedí con la mano y eché un vistazo a los impresos. Todos

son trámites de reparaciones y requieren una firma de algún miem-bro Vürgos o de JuanXo; es el segundo dueño de la empresa y ad-ministrador junto a mis hermanas. Al igual que él, no tengo ganas nide poner una simple firma, así que cogí los malditos folios y llevé ami despacho.

Por el camino, la puerta del almacén continúa abierta; la cerré yeché la llave. Seguro que ha sido algún despistado de seguridad.Entré en mi oficina y guardé los formularios en el mueble de los tra-bajos, donde almaceno mis informes de las investigaciones. ¡Quétranquilidad sin nadie a la vista! El piar de los pájaros, el ruido de lasfuentes, el rumor de los árboles, todo ello rompe suavemente el si-lencio.

Con la vista cansada y todavía miedo por ver mis órganos, lleguéal vestíbulo, comprobando con satisfacción que las limpiadoras handejado más o menos limpio el sitio después de la fiesta. Paga extra.Me aseguré de que todo estuviera apagado y el sistema de seguridadactivado. Por último, salí de mi complejo y cerré con la clave noc-turna. El Shelby ha desaparecido y mi Camaro SS todavía espera enel garaje. Arranqué sin dejar de darle vueltas al incidente del jardín,poniendo rumbo a casa.

Pasó una despreocupada semana. Más investigaciones, el TH49Asiguió demostrándome sus habilidades con más sutileza y frecuen-cia. El entorno de trabajo cambió radicalmente desde que recogí elNobel. Parece como si nadie se acordara del gran acontecimientotras la fiesta, aunque el sentimiento se lleva en el corazón. Inten-tando que no cayese en el olvido, Rachel puso durante los siete díasel televisor del vestíbulo con la retransmisión del breve discurso y lapresentación que hizo para alargar el vídeo.

ESPÉCIMEN

116

La única diferencia que hubo aquellos días fue el extraño sueñoque tuve el sábado, tras hablar con JuanXo de la renovación de per-sonal. No malinterpretéis, sobra gente, pero hicimos lo que pudi-mos para echar al menor personal posible. En el sueño, meencuentro en mi laboratorio y una voz fina pero a la vez pausadame dirige la palabra, averiguando tras despertar que había sido elTH49A, el cual no durmió e interfirió en mis pensamientos sub-conscientes.

—“Padre, mi padre...”—¿Quién eres? ¿Qué quieres?—“¿No me reconoces, padre? Te debo la vida, mi existencia.

TH49A, tu primera creación...”—¿De verdad eres tú? ¿Por qué estoy en mi laboratorio?—“¿No recuerdas este día? Observa...”—Eres tú la primera vez que te vi tras crearte... ¿Qué me quieres

decir?—“Quiero darte las gracias por acogerme, por elegirme como

tu anfitrión...”—Bueno, la verdad es que te acogí por accidente, pero no tienes

que darme las gracias. Demostraste ser el mejor Espécimen de todosy por ello me alegro de que estés conmigo.

—“No soy el único, padre. WA99S es igual que yo, pero sóloquiere destruir...”

—Pero tú eres único porque has demostrado un comporta-miento benéfico con los demás seres vivos y esa es la cualidad quemás me interesa de vosotros.

—“¿Me abandonarás alguna vez, padre?”—Si te abandonara no sería un padre como otro, estarás con-

migo hasta el final de mis días, el tiempo que me sea posible vivir.—“Yo alargaré ese tiempo, padre. Deseo que seas el vigilante de

mis hijos...”—¿Reproducirte en mí? Si eres el único que concebí...

ALBERTO BURGOS SORIA

117

—“No me hace falta otro semejante. Solo puedo, pero quieroque tú cuides de mis hijos el tiempo que esté ausente.”

—¿Qué quieres decir con ausente?—“Tengo un periodo de latencia en el cual no tengo actividad.

Si llegara ese momento y tuviera a mis hijos, tú los cuidarás...”De los sueños se aprende. Dijo Freud y lo corroboro. El TH49A

puede reproducirse solo, tiene periodos de inactividad... Se abrennuevos campos de investigación, pero claro, sólo con él. A la mañanasiguiente, conté a JuanXo y a mis hermanas el diálogo mantenido.Mientras él discutía con Lyserck la veracidad de mis palabras, Rachelme lanzaba miradas que fácilmente se traducen en súplicas para queme deshiciera del Espécimen. Sin embargo, nadie hubiera vaticinadoque el martes por la noche ocurriría aquello que más he temido y quetantas veces he soñado.

Una noche de frío tremenda. Así es el clima alemán, una vecescalor y otras, hielo. Sentado frente a la hoguera me encuentro; a milado, Lyserck. Ella cose mientras ve la televisión, un concurso deganar regalos. Rachel ha ido al complejo y Christine está en casa deuna amiga. Yo leo tranquilamente la revista Grand Prix de Fórmula1, en especial, la sección de pilotos alemanes. Patriota con su país.

Vettel, mi corredor favorito, ha firmado contrato para irse a Mer-cedes McLaren, piloto alemán con escudería de motores alemanes.A ver si un día se vuelve a pasar por mi complejo de investigación.Es unos años mayor que yo, pero su pilotaje es formidable. Dos se-manas antes del Premio Nobel fue el gran premio de Europa, cele-brado en el mítico trazado de Nurbürgring. Entusiasta de las carrerasque soy, asistí con mis hermanas. Como mi empresa patrocina a lamarca alemana BMW, podemos codearnos con los pilotos y jefes deaquel espectáculo.

Es lo bueno de ser una persona importante. Puedes ir a cualquier lugarcuando te dé la gana. No soy el mismísimo primer ministro, pero le llego casi altorso. Ahora, no es que me guste ser tan popular, ya que te puede acarrear mu-chos problemas.

ESPÉCIMEN

118

JuanXo es más fan de las motos, en especial de las de gran cilin-drada y el corredor español que superó a Rossi en campeonatos, Lo-renzo. Su deseo siempre fue y será comprar el circuito de Sanshering.Por el contrario, Christine prefiere sus congresos que ir a estos sitios,de manera que casi nunca suele venir con la familia.

Aquella vez vino Rachel conmigo; es la fan Nº1 de BMW y Ro-bert Kubica, piloto oficial de la escudería. Si se lo echara de novio,alegría daría a la familia. Este piloto, para agradecer los apoyos quesiempre recibe de nuestra parte, queda muchas veces con ella y leofreció una vuelta rápida por el circuito, dejándola mareada. En finesde semana automovilísticos, suelo irme al box de Red Bull y hablarcon Vettel, el cual muestra gran interés por nuestras investigaciones.

Veces he sido criticado por apoyar a esta escudería; como sosténde BMW, entiendo que duele. ¿Pasa algo? Rachel es suficiente paraanimar a la marca. Levanta el ánimo de los mecánicos como espumay casi siempre es llamada por los creadores de publicidad de BMWpara promocionar sus nuevos prototipos. La verdad, apoyo que seala mujer de la escudería, pero hay anuncios donde sale un poco...Obscena.

Y si no, que miren el cartel del nuevo BMW TH, donde enseñamás cuerpo que carrocería del automóvil. Para colmo, cuando vi lafrase que anuncian, casi me da un ataque. Si nos fijamos más afondo, TH viene del Espécimen TH49A. Como ella patrocina loscoches, ellos patrocinan mis creaciones:

“BMW TH, EL REVOLUCIONARIO ESPÉCIMEN DE LAAUTOMOVILÍSTICA”

Lo único que entendí es que ese auto es una revolución dentrode la tecnología, pero compararlo con mis creaciones... Bueno, es lavoluntad de ellos y de Rachel, de modo que no voy a regañar a nadie.Encima, el coche parece que se está vendiendo muy bien. De ahíque a mi hermana le regalaran su actual vehículo, M3 GTR. Veloci-dad y aceleración como nunca se ha visto en un BMW. Bastante teníaantes con su E92.

ALBERTO BURGOS SORIA

119

Volviendo a la Fórmula 1, una de las cosas que más me gusta veren los monoplazas blancos es nuestro apellido “Vürgos” inscrito enel morro, laterales y alerón trasero. A causa de una mala suerte, Ku-bica quedó sexto a pesar de salir cuarto y Xorgray rompió la cajacambios en mitad de la carrera. No se puede conseguir todo.

Al pasar de página, la puerta principal fue abierta y una oleada defrió inundó el aire de la casa. Rachel entró en el salón y se quitó suabrigo, dejándolo colgado en la percha. Su expresión seria es unpoco rara, pero no quise decir nada. Eché más leña a la hoguera yLyserck alzó la vista tras las gafas que utiliza para coser a la vez queindica un asiento junto al fuego. En el sillón más cercano a la ven-tana se sentó, contemplando las llamas y chispas que emana la ma-dera al arder. Extrañó el hecho de no iniciar conversación connosotros, así que tuve el honor de cortar el silencio que nos rodea.

—¿Hace frío en la calle?— Lo primero que me viene a la cabeza.Me miró y asintió, señalando con mano temblorosa la ventana.—Habrás cerrado con la clave, espero...

Que no te pase como a Nikolai aquel día. Vaya susto me llevé, por poco meda un ataque al corazón.

—Sí, cerrado a cal y canto. Y referente a ello... Faltan cosas en elalmacén.

—¿Cómo? ¿Qué es lo que falta?—No sé cómo ni cuándo, pero el sistema de cierre ha sido asal-

tado y nos falta el ADN progenitor y todos los Especímenes del gé-nero agresivo.— ¡Cómo te gusta hacer bromas! No hice bien en reír.Por sus palabras, parece que es verdad. Lyserck saltó del sillón ycogió a Rachel del cuello, alzándola varios centímetros del suelo.

—¿Quieres decir que nos han robado?— La mecha que explotala bomba. Corriendo, cogí la gabardina y fui directo al recibidor,buscando las llaves de la moto. Quisieron seguirme, pero esto notiene nada que ver con vosotras, de modo que las detuve de inme-diato.

Este es mi problema, así que dejadme en paz.

ESPÉCIMEN

120

—Vosotras quedaos aquí. Rachel, dame las llaves de la moto.—Están en el primer cajón... No miento, hermano.Rápidamente las tomé y bajé corriendo al garaje, subiendo en la

Honda y arrancando a toda prisa; vigilado por la atenta mirada demis hermanas. Frío terrible, pero ahora no hay tiempo de preocu-parse. ¿Todo mi trabajo robado por algún desalmado? Me niego aadmitirlo.

Seguramente alguien del personal los ha trasladado de sitio uocultado. Hay gente que le encanta joder a los demás. Mi forma deconducir se describe como un auténtico ebrio desmadrado, saltotodo lo que veo a mi paso y adelanto coches de forma casi mortal;la situación es muy delicada.

Minutos de intenso miedo y acabé divisando a lo lejos la siluetade mi edificio, pobremente alumbrado con las luces del jardín. Antelas mismas puertas principales me bajé de la moto en marcha e in-troduje la clave sin dejar mirar los alrededores, entrando con prisa ysin cerrar. Esa imagen de la tarde... Corriendo hacia el patio con ungran dolor de pecho... Las puertas del almacén abiertas... ¡Claro,coño!

Alguien ha aprovechado mi ausencia para robar, si es a lo que serefiere Rachel. La comida con JC... Varias veces estuve a punto deescalabrarme por los pasillos hasta agarrar con las manos los pomosde la sala. Al igual que en el vestíbulo, tecleé la contraseña y al des-activarse el cierre, transité entre un centenar de cajas hasta llegar aotras puertas metálicas.

El escáner de huellas dactilares reconoció al dueño y abrí la sala.El mostrador, el mostrador... La cerradura fue forzada sin cesar hastaabrirla. No ha habido engaño, todo es cierto. Los pocos Especíme-nes que quedan pegaron sus cuerpos contra los vidrios de sus reci-pientes, alterados por mi enérgica entrada. La muestra de ADNprogenitor, desaparecida, el hueco central vacío, la parte derecha sinEspecímenes cáusticos... ¡ME CAGO EN DIOS, EN LOS MUER-TOS Y EN LA VIRGEN!

ALBERTO BURGOS SORIA

121

Despierto estoy, el problema es si soy consciente de lo que veoo no. Rabia tremenda y pánico a la vez. La guardia nocturna...¿Dónde están? Había dado el día libre, pero tenían la obligación deseguir su rutina, hubiera vacaciones o no. Esto no va bien, nos hanrobado los Especímenes más peligrosos... ¿Y si el ladrón los dise-mina por la ciudad? Mayor catastrofismo no veré en toda mi vida.

La cuestión se deriva en muchas vertientes, aunque la principal essaber quién ha sido el hijo de puta que ha tendido el valor de haceralgo tan arriesgado. Una cosa hay que reconocer, sabe burlar muybien los sistemas de vigilancia. Mi corazón late de forma exagerada,estoy al borde del infarto. El TH49A preguntó varias veces por quéesta actitud tan acelerada, pero no respondí. No quiero hablar connadie y menos con un Espécimen.

Satanás de mi vida, si es una broma, despiértame cuanto antes y no mehagas sufrir más de lo que estoy sufriendo.

No puede estar pasando esto. Mi vista se halla fija en los huecosdonde debían reposar los Especímenes. Avisar a la policía, al go-bierno, dar la alerta; cerrar Alemania cuanto antes. Hay mucho quehacer pero no sé por dónde empezar. Vale, vale... Lo primero es lla-mar a mi compañero de dirección, Vincent, jefe de las investigacio-nes en África y contarle lo sucedido. ¿Me voy o no? Maldito tiempoque corre en nuestra contra. Salí del almacén sin armar jaleo y en midespacho, descolgué el teléfono y marqué el número de Vincent, es-perando su voz tras los pitidos.

—Éste el contestador de Vincent Darklin, por favor deje su men-saje si es urgente.

Más inútil no se puede ser, él y su móvil. Mi intranquilidad va enaumento, sudo más que un atleta en las olimpiadas y los ojos dan sig-nos de enrojecimiento, aparte de que la tensión tengo por las nubes.¡JuanXo! Esto tenemos que hablarlo los dos solos, nadie más. Esmuy tarde para ir a molestarlo y dar la nota en la gran ciudad.

Lo mejor será regresar a casa, descansar en caso de poder y ac-tuar por la mañana. No tuve más opción que cerrar el complejo y re-

ESPÉCIMEN

122

tornar a casa. La vuelta fue igual de intensa, sólo que la cantidad decoches circulantes es menor. En la puerta espera Lyserck, obligán-dome a confirmar las palabras de Rachel. La mentira no tiene dóndecaer muerta.

—¡¡¡Hijos de puta!!! ¿Qué vamos a hacer? Son casi la una de lamadrugada, la puta pasma no nos va a hacer ni caso...

No puedo decir a nadie lo que ha pasado; tengo que pensar en algo para evi-tar que mis empleados vayan a trabajar estos días.

—Esperaremos a mañana, es la única opción. Dormiremos unpoco y hablaremos con JuanXo. He intentado localizar a Vincent,pero el muy inútil tiene el puto móvil apagado.

—Maricón de mierda, siempre hace igual.—¿Dónde está Rachel? ¿Se ha ido?— Mi furia tengo que apla-

carla aunque sea cambiando de tema. La locura no tardará en apa-recer...

—No, la he convencido para que vaya a acostarse, pero me hacostado un ojo de la cara llevarla a dormir.

—Lyserck, vamos a dormir nosotros también. Es lo mejor quepodemos hacer...

—¿Dormir con lo que ha pasado? ¿Estás bien de la cabeza?—¡No me discutas, Lyserck! ¡He dicho que esperaremos a ma-

ñana y eso vamos a hacer, así que hazme caso por una puta vez!—Soy un bomba de relojería. De las pocas veces que vocifero, ésta fuede las más fuertes. El eco llevó mis palabras más allá de los montes,casi llegando a la ciudad. Retrocedió y asintió con la cabeza, en-trando en casa.

Como siga gritando, te voy a reventar los oídos. No me cabrees más y obe-dece.

No estoy ni estaré para discusiones. Soy el hermano mayor ydebes obedecer, aunque sea a base de gritos. El TH49A volvió apreguntar qué ocurre, pero no hubo respuesta. Necesito estar en in-timidad, pensar, pensar... En aquellos momentos, no siento ni el fríode la noche, sólo una inmensa rabia que aumentó la temperatura de

ALBERTO BURGOS SORIA

123

mi cuerpo a límites insospechados. Respirando hondo, entré en elhogar. Las escaleras hacia las habitaciones, la cocina, el salón...

¿Por qué tiene que suceder esto? ¿Por qué a mí? ¿Es por ser elcreador de los Especímenes? ¿Soy acaso el responsable de que hayamaldad en el mundo? Mis hermanas deben de estar durmiendo, demodo que expresar mi ira no servirá de nada. Accedí a mi habitacióny sin quitarme la ropa, me tiré sobre la cama. Conciliar el sueño, di-fícil tarea supone para una mente tan atormentada como la mía. Lamelatonina fue segregada a chorro y la oscuridad se cernió sobremis ojos. Maldito y estúpido mundo sin piedad...

¿Qué es soñar? ¿Irrealidades que acaban siendo ciertas?

MASTER OF PUPPETS (METALLICA)

“Master of Puppets, I’m pulling your stringsTwisting your mind and smashing your dreamsBlinded by me, you can’t see a thingJust call my name, ‘cause I’ll hear your screamMaster, masterJust call my name, ‘cause I’ll hear your screamMaster, master

Master, master, where’s the dreams that I’ve been after?Master, master, you promised only liesLaughter, laughter, all I hear and see is laughterLaughter, laughter, laughing at my cries...”

ESPÉCIMEN

124

“—Eres un gran investigador, hijo... Quiero que sigas así toda la vida. Yo noestaré para ver tus investigaciones, pero debes saber que siempre estaré orgullosade lo que hagas, igual que digo de mis hijas...

—No digas eso, madre, saldrás de ésta. Te necesitamos, ellas aún te necesi-tan...

—No, hijo mío. Tú te encargarás de ellas, eres mi único hijo y tengo todasmis esperanzas puestas en ti...

—Madre... ¿Qué seremos sin ti?—Ya no me necesitáis, vuestro futuro está escrito, vosotros lo habéis escrito.

Debéis cumplirlo sin mí...”—¡¡¡MADRE!!!Cuando te despiertas, el mundo está borroso. Las primeras imá-

genes que ves son un reflejo de lo que verás después. Otra vez elmismo sueño, la última conversación con mi madre; a punto de fa-llecer en el hospital. Innumerables veces es el sueño que más abundaen la noche, en otras ocasiones no aparece. El mostrador de Espe-címenes vacío... Ellos en manos de unos maniáticos, toda posibili-dad es predecible. La situación no puede ser peor. Ganas de salir y

125

6

L A A L E R T A N A C I O N A L Y

L A C A R T A , R O C Y

buscarlos fue mi intención desde el principio. Pasar el resto de misdías reuniéndolos, evitando la destrucción.

¿Dónde están las putas gafas? Con ellas se hizo nítida la hora deldespertador. Siete y media de la mañana. El paisaje de la ventana esmuy alentador. No hay sol y las densas nubes lo ocultan, aparte depresencia de niebla a lo lejos. Día feo, lo que significa 24 horas dedisgustos.

Dejé la cama con un fuerte dolor de espalda y reflejé mi rostroen el espejo. Ojos rojos; mi cuerpo tiembla cual terremoto de granmagnitud. Salí de la habitación y bajé las escaleras sin fijarme en losescalones. Muy cansado me encuentro, no consigo abrir la boca y eldolor aparece cada dos por tres.

En la cocina, cogí la cafetera e hice café a duras penas, el cualsupo hasta amargo, quizás por el estrés. Tomé descanso en el salónmientras observo la lenta consumición de las pocas ascuas que que-dan en la hoguera. Todavía está tirada en el suelo la bufanda quetejía Lyserck; pereza recogerla. Repetir va a ser mi nueva rutina, se-guir sin creer lo que ha sucedido.

El trabajo de largos años, perdido por un tipo desvergonzado. Ira los laboratorios me hará recordar, pero tuve una genial idea paraevitar la llegada de mis empleados. Poner un cartel en la entrada paraavisar el cierre temporal de la empresa; por vacaciones, claro. Cuantamenos gente sepa lo del incidente, mayor alegría para mí. Además,los problemas con la gente y las controversias podrían desembocaren males peores que un simple robo.

Sólo falta avisar a JuanXo, Vincent y al gobierno alemán. Ésteúltimo cuanto antes para tomar medidas necesarias y cerrar las fron-teras, de modo que el ladrón no pueda escapar. Aunque acabó en fra-caso, intenté llamar de nuevo a Vincent, pero oír su malditocontestador hizo que lanzara el móvil al suelo, saltando la bateríadel mismo.

¿Para qué quiere el móvil? Vaya compañero más inútil tengo. Si lo llego asaber antes, elijo a otro.

ESPÉCIMEN

126

El reloj romano toca las ocho. ¿Debo irme o espero a mis her-manas? Media hora más de espera; no aguanto, no puedo... Deboaveriguar cómo han entrado y comprobar las cámaras de seguridad,si es que no las han desconectado o destrozado. El tic tac de las ma-necillas me pone nervioso y tras minutos de vacilar, tomé postura ycogí las llaves del Camaro SS. De tanta ansiedad que porto, no atinécon el arranque del coche y salí rozando el lateral izquierdo con elmuro, rallando la carrocería.

Conduje rebasando los 220 Km/h y llegando al aparcamiento enmenos de cinco minutos. El sol comienza a salir por los montes,pero las nubes no lo dejan asomar por completo y sus primerosrayos trataron de iluminar aunque la niebla no quiso que eso suce-diera. Abrí las puertas y cerré de inmediato, pero usando otra clave,la de emergencia que sólo sabemos JuanXo y mis hermanas. Toméun rotulador negro y un folio de la oficina de Katy. Escribí en letrasgrandes que se da toda la semana libre a los empleados, incluidos losde seguridad. Evidente que JuanXo, aunque vea el cartel, entrará.

Con celo lo pegué en el cristal. Solo ante la desesperación. Paséjunto a mi despacho, pero puse rumbo al almacén. Con una rabiamortal, tiré abajo las puertas de entrada del puñetazo que propiné yobservé de nuevo cómo el lado izquierdo del armario está vacío,mientras que en el derecho descansan los Especímenes de génerosimbionte y benéfico, CF19V, MY67O...

Verlos intactos es medicina para la ansiedad. Suerte que no se lle-varon todos, sólo la mitad... ¿Pero qué digo? Desastre total. Paraquedarse más a gusto, el WA99S también ha sido robado, el más letaly asesino. Todo lo que pilla por delante, lo descompone o mata asus hospedadores, sean cuales sean.

Sin embargo, lo más importante, el ADN progenitor, es la mayorpérdida. El código que me permitió descubrir estos seres, el origende los Especímenes. No han dejado nada... De repente, el repetitivosonido del teléfono fijo de mi despacho se escuchó a lo lejos. Co-rriendo a todo gas, recorrí el pasillo y empujé la puerta, lanzándomecual perro rabioso sobre el interfono.

ALBERTO BURGOS SORIA

127

—León... ¿Eres tú?— ¿Vincent? ¡Ya era maldita la hora! Su vozgrave hizo que mi nerviosismo disminuyera por momentos. Aliviosaber que por fin puedo contar contigo.

Hombre, parece que después de todo tienes algo de sentido común.—Sí, Vincent, soy yo...—He visto tus llamadas. ¿Ha ocurrido algo?—La situación es grave, Vincent, muy grave... Nos han robado

los Especímenes agresivos del almacén. No sé cómo ni cuándo, peronos los han quitado.— Maldecir durante medio minuto fue la reac-ción de mi amigo, notando en su tono fuerte connotaciones demiedo.

—¿Y qué hacemos ahora? ¿Quieres que vaya para allá?—No, tú quédate en África. Avisaré al gobierno para que cierre

las fronteras y el ladrón no escape.—Muy bien. Averiguad lo que podáis y ante cualquier indicio,

llama.—Lo haré, Vincent, lo haré...— El teléfono fue colgado brusca-

mente y me desplomé sobre el asiento, teniendo mi vista fija en elestante que contiene los libros de la universidad.

Si luego me voy a gastar dinero inútilmente en llamarte. Pero por intentarlo...Ocho y media. El tiempo tiene la mala costumbre de pasarse lo

más lento que puede. JuanXo debe estar a punto de llegar, la pun-tualidad es sagrada para él. Ambiente cargado al máximo; mi furia yun extraño olor a colonia rodea los alrededores. ¿Cómo habrán en-trado? Los guardias no saben la clave, ni siquiera el mayor Worret,así que es imposible que los interrogaran o torturasen.

Quien fuera el ladrón, sabe muy bien por dónde entrar y parececonocer el edificio a la perfección. Quizás fuera un ajuste de cuen-tas, alguien que tiene manía a los Vürgos, en especial a mí... O meodia a muerte. Ryan... Mínima probabilidad; desestimé su imagen almomento. Él está en Suecia y en una noche es inverosímil que ro-base todo.

ESPÉCIMEN

128

No obstante, la rabia que profesó contra mí después del premioNobel lo convierte en claro candidato. ¡Qué gusto comerme lamente! Resolver rompecabezas... Aunque a éste le faltan más piezasde las que me ofrecen. El caos mental entre mi memoria y los nue-vos sucesos es tal que un ictus me dejará en paz. Salí del despachoy me dirigí a los jardines exteriores.

Un pequeño paseo tranquilizará al cerebro. Impresionante tra-bajo de Todd, el jardinero, dejando impecables los setos y el monu-mento de la doble hélice del ADN, el cual brilla con el reflejo de lospocos rayos solares que pegan en su superficie.

De repente, un estruendoso frenazo provino cerca de la zonaeste. Inconfundible el sonido del Shelby GT500, lo que significa queJuanXo ha arrimado en el lugar. Sin embargo, tal frenada no es nor-mal; es como si tuviera prisa o viniese alterado. A paso rápido divisésu coche y lo vi salir con rapidez, cerrando la puerta de una patada.Cuando observó mi figura en la niebla, sacó un sobre y corrió haciami posición, blandiéndolo en alto.

Ha pasado algo malo. Esto se pasa de la raya...—¿Qué pasa, JuanXo? ¿Qué es esa carta?—Mejor explícamelo tú. ¿Están los Especímenes en el alma-

cén?— La pregunta de JuanXo lo dice todo, se ha enterado. La di-ferencia es que su modo de conocer la verdad ha sido diferente y lacarta no presagia nada bueno.

—No... Los violentos y cáusticos, junto al ADN progenitor, hansido robados por alguien. Absolutamente todos.

—¿Cómo? No se puede engañar al sistema de seguridad... ¿Y losguardias de nocturnos? ¿Dónde están?

—No lo sé... No habrán acudido por la fiesta o yo que sé...—De sus manos recibí el pequeño sobre, aunque JuanXo fijó su vistaen los setos cercanos a los conductos de ventilación. Su mirada ins-tigadora hizo volver mi vista también hacia allí.— Y si...

—¡El sistema de ventilación, claro! Han entrado por ahí. Ven, rá-pido.

ALBERTO BURGOS SORIA

129

—Pero es muy difícil entrar por...—No, porque cerca del pasillo principal, el conducto se agranda,

así que sólo se habrá arrastrado unos metros...— Prodigiosa siem-pre ha sido y será tu intuición.

Así se gana la vida, es para admirarlo hasta la muerte. Nunca seme habría ocurrido, a pesar de que los planos del edificio los tengoen el tercer cajón de mi escritorio. Corrimos hacia los arbustos se-ñalados y su hipótesis cobró vida. La reja está abierta y hay huellasde zapatos, aunque son pequeñas y por lo visto, es un calzado contacones.

—Han entrado por aquí. Estas huellas... Puede haber sido esamujer.

—¿Quién, JuanXo?—La que ha escrito la carta, es muy posible.— Sellada se en-

cuentra con un pintalabios carmín. Desde ese instante, la ironía y lairrealidad toman las riendas de las circunstancias. ¿Una mujer? Nadaencaja, ni esto ni lo otro. Mi compañero se apartó de mi lado y re-buscó en los setos más cercanos a los conductos. Me dispuse a abrirel sobre cuando JuanXo me llamó.

—Los guardias no faltaron a su puesto, León...—¿Cómo que no faltaron...? ¡Oh, demonios!Joder, vaya lío. ¿Qué les digo yo ahora a sus familiares?—Nuestra ladrona es una asesina bien fría. Significa que las lle-

vamos jodidas, pero muy jodidas...— Cadáveres de mis guardias api-lados unos sobre otros, camuflados debajo de un arbusto bienespeso. Hasta aquí llega la incógnita. Esos rostros tan inexpresivos,serios y miradas perdidas.— Están fríos, así que deben habermuerto... Hace 24 horas, más o menos.

—¿Cuando me fui a comer con JC? Claro, seguramente aprove-charon mi ausencia para entrar y llevarse el material...

—Pero estábamos nosotros. Hay que averiguar la hora exacta desu muerte y además, cuando te fuiste, todos éstos seguían haciendoel turno. Acuérdate que no acababan hasta las dos de la tarde.

ESPÉCIMEN

130

—Tienes razón. Creo que tengo el número de John... Mientrasviene, lleva los cadáveres al garaje donde nadie pueda verlos y por su-puesto, que no te vean a ti con ellos...

—Tranquilo, con la niebla, difícil será.Con prisa, llegué al teléfono del despacho y saqué una agenda del

escritorio, la cual contiene todos los números de amigos y compa-ñeros. Pasé páginas hasta la J... John Mutan, forense del cuerpo depolicía. Marqué su número de teléfono. Suerte, contestó al tercer pi-tido.

John, eres mi última esperanza para resolver este caso. Ojalá sacaras cuantoantes a los culpables del robo.

—Forense Mutan al habla.—John, soy el investigador León Vürgos, necesito que vengas de

inmediato a mis laboratorios, es muy urgente.—¿Que ha pasado?—Una ladrona nos ha robado unos materiales y asesinado a nues-

tros guardias de seguridad. Ven para que nos digas cuándo pudieronmorir y dar pistas de la zorra ésta.

—Muy bien, dame diez minutos. No manipuléis las pruebas.Interfono colgado. Vaya mañana tengo. Muertos, mujeres... ¿Falta

algo más o ha pasado lo más fuerte? No quiero tocar los cadáveres;no es por miedo, sino por la advertencia de John. JuanXo los roza,pero tampoco creo que sea para tanto, mejor eso que tenerlos des-perdigados. No obstante, algo hay de sospechoso en el asunto. Loscuerpos no presentan rastros grandes de sangre, sino filos hilos. ¿In-yección letal o arma con silenciador? Se lo dejaré a John, el cual sabemás de estas cosas...

Ruidos extraños llegaron desde el aparcamiento que llamaron miatención, observando la causa desde las ventanas de la segundaplanta. El personal comienza a llegar al trabajo; confío en el cartel.Tras segundos de silencio, los pocos empleados que acudieron gri-taron de alegría y oí varias veces alabar mi nombre. Espero que lanoticia se difunda lo más rápido posible.

ALBERTO BURGOS SORIA

131

Nueve minutos, los cuales tuvo JuanXo para terminar de traspa-sar los cadáveres de lugar. Cuando todo el mundo pareció irse y vol-vió la normalidad, mi amigo finalizó su tarea. La noticia de la llegadadel forense le sorprendió un poco, aunque fue más la pasividad loque hizo que se dirigiera su coche a coger unos papeles. Mientras,saqué la carta del sobre que agarro. La letra es muy fina y estilizada,escrita por una pluma, lo que denota una mujer como escritora.

“Querido León:Gracias por prestarme el WA99S y el ADN progenitor. No te preocupes,

los tendré muy bien cuidados. Por cierto, sé bueno y no avises a los servicios na-cionales. Si lo haces, tendré que ir en busca tuya personalmente. Que tengas unabuena semana y felicidades por ganarle el Nobel a mi Ryan.

Atentamente, Srta. Kolk”El rompecabezas se hace más grande. Si Ryan está metido en esto, eso sig-

nifica que ha sido un ajuste de cuentas por quitarle el Nobel de Ciencias.Srta. Kolk... Una mujer, sin duda. La carta tiene bastante conte-

nido para analizar. Ryan, WA99S, ADN progenitor... Aquí falta algo.¿Y los demás Especímenes? Comenzando por el final, se entiendea la perfección el por qué no acudieron a la cena Ryan y Evys; se fue-ron con ella. Más arriba, arrogancia total pidiendo que no avise a lapolicía... ¡Qué equivocada está! En cuanto se vaya el forense, ellosvienen de inmediato.

Lo más gracioso, querer venir a buscarme en caso de hacerlo. Va-rias risas solté con sarcasmo. Ojalá vengas, que te conozca en per-sona... Por último, el WA99S y el ADN progenitor. Prestar... Mejordicho, robar. Las pistas son pocas, pero suficientes para averiguarmás datos.

La marca de pintalabios debe contener ADN de la ladrona encaso de que hubiera sellado el sobre con sus labios. La máquina deidentificación de los laboratorios de pruebas podría ayudar a sabersu verdadera identidad. Pasos a lo lejos indicaron la proximidad dealguien, suponiendo desde un principio que es JuanXo.

No obstante, si la mujer se ha llevado el WA99S y el ADN pro-

ESPÉCIMEN

132

genitor... ¿Quién se ha llevado los demás? Un ladrón secundario. Sí,la posibilidad también entra dentro de las hipótesis. Hay que teneren cuenta el contexto de la carta; esta mujer ha actuado sola, lo queindica que no hay conexión entre un ladrón y otro. Comenté aJuanXo las nuevas sospechas, el cual asintió, añadiendo la suposiciónde más implicados. Tras breves segundos de charla, el ruido de uncoche y su claxon descubrieron la llegada de otra persona.

Mi salvador está aquí, justo a tiempo.Un Dodge Challenger aparcó junto al coche de JuanXo, cuya luz

antiniebla cegó nuestros ojos al dar de lleno. El estruendo del motorcesó y se abrió la puerta, saliendo un hombre alto y con gabardinaazul, o eso nos permitió la niebla ver.

—¡León! ¡JuanXo! ¿Dónde estáis?—Aquí, John, enfrente de ti...— Con tanta densidad no se ve

nada, de modo que grité con fuerza y observamos a John acercarsea medida que su figura aparece más nítida.

—Entre tanta niebla, no hay quien vea... ¿Qué ha sucedido?—Estrechamos manos y rápidamente escudriñó los alrededores, bus-cando las pruebas que escuchó por el móvil.

—Nos han robado y también asesinado a los guardias. Te he lla-mado para ver si puedes decirnos a qué hora pudo matarlos. Los ca-dáveres están en el garaje.

—Pues indicadme el camino que no veo...— Tomado del hom-bro, lo llevamos hacia los cuerpos sin vida. Varios tropiezos tuvi-mos por la maldita niebla; no tiene intención de irse. Con apuros,volvimos al garaje y John se dirigió hacia las pruebas, cogiendo lamano del guardia más joven, Troy.

—Están fríos y con el tiempo que ha hecho... A primera vistadiría que han muerto hace unas 22 horas, menos de un día...

—Lo que decía, León. Justo después de irte con JC.— Lo quehacen las series de criminólogos y la experiencia. Rápido admitiríanen la comisaría a JuanXo. Su suposición se acerca mucho a la del fo-rense.

ALBERTO BURGOS SORIA

133

Extraña casualidad. Tendré que hablar con JC sobre esto. Que me llevaraa comer parece algo más que una simple coincidencia.

—No hay marcas de sangre ni huellas de balas, es muy raro. Laladrona tiene que ser muy habilidosa y menos decir que fuese unaciudadana...

—Al salir de mi casa, me lanzaron desde un coche negro unacarta que está sellada con una marca de pintalabios, a lo mejor puedeservir...— Di el sobre a John y lo examinó con detenimiento, co-rroborando las hipótesis que barajamos en un principio.

—Es una mujer, no hay duda. Me la llevaré y analizaré el ADN.En la base de datos mundial debe de salir...

—Tenemos aquí un detector de huellas unido a una base dedatos, nos encargaremos de averiguar su identidad.— Cuanto mástiempo se ahorre, mejor. Así hicimos mientras él se dirige a coger sumaterial para analizar y realizar la autopsia a los cadáveres.— ¿Esta-rás bien aquí?

—No es mi laboratorio, pero me las apañaré como pueda. Ade-más, una autopsia se puede hacer en cualquier sitio, mientras hayamaterial de trabajo...

No te quejes, que bastante tenemos con lo que está sucediendo. Si quieresalgo, entras y lo pides.

Algo de gracia alegra el ambiente, aunque no seguimos su ironía.El humor no está hoy ni estará hasta que capturemos a la zorra. Sa-limos del garaje y accedimos de nuevo el complejo. ¿Para qué de-monios quiere el ADN progenitor? Crear Especímenes es muycomplicado, incluso para mí. Unir bien la información genética llevamucho tiempo y cuesta más que un ojo de la cara.

De ahí que yo sólo fuera el creador de Especímenes; JuanXo nosabe y mis hermanas, salvo Rachel, no. Ella, con dificultad, consiguióformar uno, QF41D, perteneciente al género ambiguo, benéfico ymortal a la vez. “RCHVM” fue el nombre que ella acuñó en honora su trabajo y esfuerzo.

ESPÉCIMEN

134

El laboratorio de pruebas fue abordado en dos minutos y en-cendimos el detector, aunque los dos no nos dirigimos la palabra nimiradas durante el camino. JuanXo es el que mejor conoce la má-quina, así que dejé el rastreo en sus manos. Con sumo cuidado, cogióuna muestra de pintalabios del sobre y colocó sobre la placa de vi-drio. La introduje en una de las ranuras y mi compañero se encargóde escanear la muestra y rastrear.

La pantalla comenzó a mostrar un montón de rostros diversos,los cuales van pasando a gran velocidad. Nacionalidades y razas detodo tipo, sin excepción. Al cabo de unos minutos, el monitor mos-tró el rostro de una mujer a la vez que un suave pitido indica el finde la búsqueda.

Una mujer joven, cuyo cabello negro oculta su lado derecho. Ojossombreados, expresión seria, casi amenazante. En su mejilla iz-quierda se distingue una cicatriz en forma de R. El estereotipo deuna asesina. Más abajo, comenzaron a salir los datos personales, vo-cación, familia y otras cosas. Al final, se concretó en que esa señoraes la persona que buscamos.

“Rocy Kolk, 36 Años. Nacida el 3 de Febrero de 1986 en Wisconsin,EEUU.

Madre, Rose Tagird, AustralianaPadre, Anthony Kolk, BelgaEx—Espía y General del Cuerpo Secreto de los ATSF (Anti—Terrorism

Security Force) de la Capitana Crys Rinklen de los Marines.”Pensaba que la guerra fría se había acabado. ¿Hemos relevado a Rusia o

qué está pasando?—¿Una espía? ¿Nos ha mangado una espía?— De piedra uno se

queda al leer tal información. JuanXo rió irónicamente y mis ojos nose apartaron de aquella cara tan siniestra. Esa mirada perversa es,como si estuviera en contra de todo. Ex—espía... ¿La han echado oqué hizo?— La Guerra Fría...

—No creo. Sin embargo, tiene gato encerrado. ¿Por qué nos harobado una espía?

ALBERTO BURGOS SORIA

135

—Americanos, siempre han querido nuestro trabajo. ¡¡¡Hijos deputa!!!

—No parece que trabaje en alguna empresa. ¿Crees que actuósola?— Más fuerte resuenan tus carcajadas a la vez que golpeas miespalda. Los vidrios de la sala retumbaron ante las enormes vibra-ciones. Una posibilidad, aunque para él es otro sarcasmo.

—Pues claro que no. ¿Por qué crees que nos ha robado el ADNprogenitor? Para que su compañía pueda crear nuevos Especíme-nes y quitarnos de en medio... ¿Para qué si no?

—Fíjate, estaba en una unidad de Antiterrorismo, pero no en-caja su actitud con nosotros. Mira a ver si puedes averiguar más datossobre ella.— Tecleó varias veces sobre la imagen de la bandida ymás información adicional apareció junto a tres imágenes más, loscuales parecen compañeros.

La de más a la derecha presenta un hombre calvo con gafas, elcual sale sonriente. A su lado, se colocó la imagen de Rocy y en ter-cer lugar, el retrato fotográfico de la más veterana de todos. Cabe-llos rizados, mirada penetrante, como si observase el interior de losdemás; muy bella. Normal que JuanXo se quede mirando duranteunos segundos hasta que su nombre apareció abajo.

Capitana General de los Marines, Crys Rinklen. Rinklen... Creohaberla visto en algún sitio. En ese momento, la imagen de un pe-riódico llegó a mi memoria. La primera mujer oficial al mando de losMarines estadounidenses. ¡Vaya cambio! El cabello lo tiene más largoy no lleva gafas. Por último, la efigie de otro varón tomó sitio al final.Moreno, gafas de sol y un cigarro en la boca. Tras poner los nom-bres, al fondo surgió la información que los categoriza como losfundadores de los ATSF.

Todos tienen una cara de cabreo que echa hacia atrás. Ahora entiendo porqué llaman a los del ejército “Caras largas”.

—JuanXo, pincha sobre Rocy... ¿JuanXo?—Dime, dime... Es que estaba pensando.— Débil excusa para el

tiempo que llevo contigo. No has apartado los ojos de la capitana ytu atención se encuentra más perdida que una cabra en el monte.

ESPÉCIMEN

136

Repetí de nuevo la orden y conseguí sacarlo de las nubes, acce-diendo de inmediato. El perfil de la espía volvió a dominar todo elmonitor y un breve pero denso párrafo ocupó la derecha de la pan-talla. Fue leído en silencio.

“Rocy Kolk, junto a Albert Carver, Drayke Hamer y la capitana CrysRinklen, fue una de las fundadoras del ATSF, cuerpo de élite aún vigente enconflictos terroristas. Alcanzó la cima de su carrera en 2008, cuando una densared de tráfico de armas bioterroristas en el Oeste Siberiano fue desmantelada porella. Recibió en 2010 la medalla al mérito militar por tal campaña, la cual realizópor sí sola. Sus éxitos y cúmulo de medallas la iban a convertir en la directorade operaciones especiales y jefa de los ATSF, aunque en 2012 sufrió una pro-funda crisis personal, que cambió su vida por completo. Esta crisis fue provocadapor dos hechos.

El primero fue durante uno de los más duros golpes a la mafia rusa, en oc-tubre del 2011. Una bala disparada por un francotirador atravesó su mandí-bula, lo que estuvo a punto de costarle la vida. Su peculiar cicatriz en forma deR, resultado de la intervención quirúrgica. El segundo hecho fue el nombra-miento de su compañero Albert Carver como jefe de los ATSF. Rocy albergabamás méritos y éxitos, pero la decisión tomada por la capitana Crys conmocionóa todo el mundo, afectando más a ella.

Por estas razones, sumadas a su crisis personal, Rocy acabó rebelándose con-tra los ATSF, asesinando al jefe y compañero suyo, Albert. Su locura la llevóa límites insospechados, al término de intentar acabar con su capitana Crys ensu casa, aunque el intento fue fallido. Por tales acciones, fue expulsada del ejér-cito y puesta en busca y captura, cuya denuncia continúa en vigor. Actualmente,no se sabe nada sobre ella o su paradero, aunque fuentes apuntan ya su muerte.”

Asesinar a sus propios compañeros, vaya genio. Me gustaría saber la razóndel robo del ADN progenitor y el WA99S.

Las risas de JuanXo volvieron al terminar de leer la descripcióny salió por la puerta, alegando que se dirige a ayudar a John. No con-sigo apartar la vista del retrato de la mujer que nos ha atracado. Suaspecto es para salir corriendo, pero no veo en ella condiciones deespía y mucho menos de asesina.

ALBERTO BURGOS SORIA

137

De repente, una rabia tremenda inundó mi cabeza, cerrando conímpetu los puños. Inconscientemente, golpeé la pared sin sentirdolor o daño. Cuando quité los ojos de la pantalla, observé mi puñometido entero en el boquete que he hecho en la pared. El TH49A,no puede ser otra cosa. Sentí mucho alivio y desfogué gran parte demi furia; es como pegar a la tal Rocy. Mi bolsillo vibró y la músicade mi móvil sonó. Lo tomé, apretando con fuerza la carcasa y ob-servando el nombre de mi hermana Rachel. Seguro que llama parasaber dónde estoy o qué hago.

—Vürgos.—¡León! ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien?—Sí, Rachel. Estoy en el laboratorio, que por fin hemos descu-

bierto a nuestro asaltante de Especímenes...—¿De verdad? Bien, estamos de camino hacia allí, llegaremos en

unos pocos minutos...—Tened cuidado y no corráis...A ver si os sucede algo durante el camino. Con tanto suspense en el am-

biente, todo es posible y suceder cualquier cosa.Diez de la mañana. Llegan tarde porque se acostaron a última

hora y si sumas el fuerte nerviosismo que tienen, normal. Para quevieran también el rostro de la puta, no apagué el escáner. ¿Por quénos ha robado? Bueno, ahora no es tiempo de más preocupaciones,hay que averiguar el otro cómplice, el encargado de llevarse lo máspeligroso.

Tengo que hablar con JuanXo sobre el nuevo rumbo que debe-mos tomar. El pasillo principal está oscuro, a pesar de que por lasrendijas de las ventanas entran haces de luz. Cualquier niño se asustaante tal panorama; terror y suspense. Desde las puertas principalesse observa el poco paisaje que la niebla deja ver, aunque ésta pocoa poco va disipándose. El coche de John sigue aparcado junto alShelby. Cruzado en la acera reposa. Caminé hacia la nueva sala de au-topsias, el garaje, donde el forense inspecciona un cuerpo y JuanXohace lo mismo con otro. Orienté mi conversación hacia John.

ESPÉCIMEN

138

—¿Qué tienes para mí, John?—Fascinante, tu sospechosa es una muy buena asesina. Ni armas

de fuego ni silenciadores...— Tales palabras, explicadas por unamigo, aumentaron mi furia hacia la maldita Rocy.— Ha cortado larespiración con golpes en la nuca. Con técnicas tan avanzadas, su-pongo que habrá estado en el ejército...

—Espía de un cuerpo de los Marines...— Contestó en voz bajaJuanXo ante la suposición del forense, el cual quedó sorprendidode tal evidencia. Puso sus ojos en mí y negó con la cabeza.

—Espía de los Marines... Normal que sepa estas artes letales.—Fue expulsada de su cuerpo de élite por matar a su compa-

ñero para conseguir el puesto de jefa.— Venganzas, como sucede encualquier lugar. A lo mejor el robo es un ajuste de cuentas conmigoo con la familia Vürgos, no lo sé. Todo es posible.— La muy zorraha desfogado su cólera contra nosotros.

No creo que haya sido por eso. Tiene que haber otra lógica...—Sin razones, su acción no puede entenderse. No ha podido

asaltaros sin un tener un fin, sería muy extraño para tratarse de unaespía.

—De extraño nada, nos ha quitado el material para dárselo aotro... Pero como la coja... La violo y le pongo una triple inyecciónletal.

—Maldecir no sirve de nada, JuanXo. Tenemos que impedir detodas formas que...— El rugido de varios coches por la explanadaindica que mis hermanas han llegado.

Distinguí afuera el BMW y el EVO. Salí a recibir y tranquilizar-las en caso de que el estrés se haya apoderado de ellas. Verme en laentrada de la cochera hizo que corrieran hacia mí a pleno pulmón.Rachel, al salir del coche, pegó un resbalón cerca del jardín y a Chris-tine casi le ocurre lo mismo. Acudí a ayudarla y me abrazó confuerza.

—¡Hermano! Como no estabas en casa, creímos que ibas a sui-cidarte o algo parecido. ¿Estás bien?— Besos recibí y Lyserck fue la

ALBERTO BURGOS SORIA

139

única que quieta estuvo, observando el escenario sin decir nada, peroen su mirada se nota perfectamente un atisbo de preocupación ydesesperación.

—Estoy bien, no os preocupéis. Pensé que no vendríais...Vosotras sois mi vida. Madre nunca me perdonaría que os pasara algo...—No vamos a dejarte solo, estaremos contigo siempre que po-

damos...— Emoción siento de oírte y la ira desapareció por instan-tes. Imágenes de mi madre vinieron a la mente.

—“Prométeme que las cuidarás...”—Lyserck, perdóname por las palabras que te dije anoche...—

Ahora que me encuentro medio cuerdo, es el momento de pedir dis-culpas por las voces. Suficiente fue para que me abrazara también,rozando su cabello con el mío.

—No pasa nada, hermano. No debí hablar así.— Comenzó a llo-rar cual fuente, a pesar de que su carácter serio no le deja efectuartales acciones. Sus lágrimas recorrieron su rostro y la retuve con-migo mientras Rachel se separa de mí.

—¿Y JuanXo? ¿Está aquí?— El Shelby aparcado en la acera fueseñalado por Christine. Contesté con la mirada puesta en mi Che-vrolet.

—Sí... En el garaje. Está con un forense, el del Dodge.—¿Un forense? ¿Es que ha habido muertos?—Sí, han asesinado a los guardias del turno de noche... Pero

antes, venid. Voy a enseñaros algo.Separé a Lyserck y las llevé dentro del complejo, en dirección a

los laboratorios de pruebas. Recorrimos de nuevo el oscuro pasillo,resonando los pasos y el eco retumbando en las paredes. En el es-cáner, Rachel se acercó hacia el gran monitor y observó con dete-nimiento la imagen de Rocy. Lyserck y Christine hicieron lo mismoy me situé detrás.

—¿Quién es? No será la...La intuición aparece en los momentos más insospechados. Ver a la puta

frente a frente os ha hecho reaccionar.

ESPÉCIMEN

140

—Ladrona, sí. Esta mujer es la que nos ha quitado el ADN pro-genitor y el WA99S. Aunque los demás Especímenes han sido ro-bados por otro individuo ajeno.

—¿Han sido dos? Entonces... ¿Cómo daremos con el otro?—Terció Lyserck sin dejar de mirar la pantalla.

—No lo sé, lo único que tenemos es esto y debemos confor-marnos. Ahora escuchadme bien... Lyserck, ve a mi despacho y llamaal canciller. Insiste hasta que te cojan y cuando lo tengas, pásalo a mimóvil. Rachel y Christine, intentad contactar con la Policía Civil. Ex-plicad lo sucedido y decidles que cierren todas las fronteras conotros países y registren vuelos y navíos. ¡Moveos, vamos!

—Muy bien, ahora mismo.Abandonamos la gran sala y cada una fue a cumplir las órdenes

dictadas. Algo más tengo que hacer... Ya recuerdo, llamar a Vincenty comunicarle las nuevas noticias; tomé mi móvil y marqué su nú-mero. Los primeros rayos de sol asomaron por las persianas y unode ellos iluminó mi cara. Al cuarto toque, la voz grave de mi com-pañero hizo acto de presencia por el auricular.

—¿Qué has averiguado, León?—Una espía estadounidense, Vincent. Ella nos ha robado el

ADN progenitor y el WA99S, pero hay otro implicado en el caso, elcual nos ha confiscado los Especímenes cáusticos.

—¿Sabes quién es el otro? Puede que un cómplice de la tía esa...—No, porque habrían actuado a la vez y ella asegura en una carta

haberse llevado sólo esas dos cosas.Maldigo desde este momento todas las cartas y sobres del mundo.—Puede que esté mintiendo, no puedes fiarte. De todas formas,

debes llamar al gobierno y avisarlo del peligro.—Mis hermanas están en ello. Llamaré a los servicios nacionales

para que la busquen y no consiga dejar Alemania.—También deberías avisar al gobierno de EEUU y al ejército

donde estuvo.—Lo sé. Primero empezaré con el canciller y luego seguiré con

los demás.

ALBERTO BURGOS SORIA

141

—Pero acuérdate de...— No puedo seguir hablando contigo, al-guien hay por la otra línea y seguramente será el canciller. Colguérápidamente y di paso a la nueva llamada. Una voz resonó con difi-cultad y salí a los jardines para mejorar la cobertura.

—¿Sr. Vürgos? Soy Johann Övrak, primer ministro. Su hermanaha llamado para hablar conmigo de urgencia. ¿Ocurre algo?

—Sr. Ministro, usted sabe que en mi centro investigamos nuevasformas de vida, los Especímenes. Por ello deseo pedirle que movi-lice a la guardia nacional para que cierren todas las fronteras y blo-queen vuelos y viajes navales.

—¿Es muy grave, Sr. Vürgos?Si mi tono desesperado no lo has interpretado bien, no sé de qué forma te voy

a explicar lo ocurrido.—Sr. Ministro, una espía estadounidense y otro individuo nos

han robado por separado los Especímenes más peligrosos de nues-tra serie. Si se esparcen por el país, o peor, por el mundo, provoca-rán una catástrofe mundial y no estoy dispuesto a que esto suceda.

—¿Cuándo ha sucedido? ¿Está seguro de que han sido...?—Hace unos días por la tarde. Hemos identificado a la espía,

pero el segundo individuo sigue siendo una incógnita. La primera haasesinado a mi guardia nocturna y parece ser la más comprometida.

—Entendido, pondré en marcha lo que me pide. Supongo que noquerrá que se emita un mensaje televisivo...

—Mejor no. Asustaría a la población y se podrían tomar medidasantisociales que alterarían nuestro querido país. Me gustaría que lla-mara también a los servicios nacionales.

—Está hecho. Quedarán operativos en menos de dos horas. Leagradezco que me haya informado. Todo saldrá bien, no podrá es-capar de Alemania.

—Gracias, Sr. Ministro. Confío en usted.A ver si de una santa vez demostráis que sabéis hacer más de lo que pro-

metéis.

ESPÉCIMEN

142

Con la despedida, cerré la conversación con el canciller. Alema-nia ha sido avisada; toca llamar a los Marines de EEUU y a su pre-sidente. Todos los números están en la agenda, sólo falta realizar lasllamadas. De algo sirvió el puto congreso en Washington hace va-rios años. Suponiendo que Lyserck se habrá ido de mi oficina, me di-rigí hacia allí con la intención de usar el teléfono.

—“¿Qué ha pasado con mis hermanos?”—Alguien se los ha llevado.—“¿Dónde?”—No lo sé, pero están en peligro.—“Debo buscarlos.”—No, déjame a mí... Yo los encontraré como sea.—“Te ayudaré.”El TH49A promete cooperar conmigo, creo que mucho servirás

para encontrar a los otros Especímenes. Sentí sus revueltas en elpecho y acabé en mi despacho. Entré y tal como preví, mi hermanano está dentro. Abrí el cajón del escritorio y tomé de nuevo la pe-queña agenda negra de móviles.

Por la C busqué el número de la Casablanca y lo encontré, peroel de los Marines no. ¡Me cago en Dios! Marqué el primero y salióel conserje o secretario, yo qué sé, lo importante es que le dije quedebo hablar con el presidente cuanto antes. Costó convencer al tipoeste, pero valió la pena insistir. Toques de espera y la enérgica voz deun hombre sonó por el interfono.

El hombre más poderoso del mundo me hará caso. Es mi única esperanzapara atar algunos cabos sueltos.

—Presidente Skyron McKnight al habla.—Sr. Presidente, soy el científico León Vürgos, de “Investiga-

ciones Vürgos”. Le llamo desde Alemania.—Sé quién es. El fundador de los Especímenes... ¿Me equivoco?—No, señor. Quiero avisarle de una catástrofe que ha ocurrido

aquí.—Explíqueme lo sucedido.

ALBERTO BURGOS SORIA

143

—Una antigua espía del cuerpo militar de los Marines y otro tipome han robado los Especímenes más violentos de mi reserva y al serella de EEUU, temo que pueda difundirlos por su país. Por ello, de-searía que pusiera en marcha un plan de captura.

—Lo que me cuenta es muy grave. ¿Está seguro que la espía esamericana?

—Hemos identificado su ADN y lo hemos confirmado. Necesi-taré toda la ayuda posible. FBI y la CIA, si puede ser.

—Los pondré al tanto en cuanto se corte la llamada. Cogeremosa esa espía, no se preocupe. ¿Podría decirme cómo se llama la sos-pechosa?

—Rocy, Rocy Kolk, antigua miembro de los ATSF.—Muy bien, prepararé una orden de busca y captura contra esta

mujer. ¿Ha hablado con su gobierno?—Sí, Sr. Presidente. Hemos cerrado las fronteras para evitar que

escape y si no lo conseguimos, confiaremos en ustedes.—Hablaré con los Marines para ver si la conocen, especialmente

con los ATSF. Enviaré algunos hombres del FBI a investigar a suzona. Hasta que lleguen, por favor, si encuentra alguna prueba, evitedestruirla.

—Se lo agradezco mucho, Sr. Presidente. Es muy importante pi-llarla cuanto antes, no quisiera que hubiera una catástrofe...

—Estamos aquí para proteger y servir, Sr. Vürgos. Tenga el nú-mero a mano en todo momento y si descubre algo más, no dude enllamarme. Quiero que me tenga al corriente.

—Lo haré, Sr. Presidente. Y antes de dejarle, me gustaría que nodifundiera esta noticia, que quede en secreto. La gente sabe la mag-nitud de mis descubrimientos y no creo que les agrade mucho sabertal suceso.

—Haré lo que me pide. Confíe en nosotros y no se inquiete. Elasunto se solucionará antes de lo que usted cree, Sr. Vürgos.

—Eso me gustaría pensar, Sr. Presidente. Perdone las molestiasy gracias por todo.

ESPÉCIMEN

144

—A usted, Sr. Vürgos... Y felicidades por el premio Nobel.Es usted quien se merece todos los premios del mundo. Su gran considera-

ción y el que me escuchase ante el gravísimo caso que está pasando es suficientepara poder decir que merece estar en su puesto el mayor tiempo posible.

Un poco de emoción disminuye la rabia. Hasta el propio presi-dente de los EEUU ha tenido el gusto de felicitarme; aquello mehizo sonreír por primera vez en toda la mañana. Desde la calle pa-recen oírse sirenas, saliendo a ver qué sucede. La policía local ha lle-gado y varios coches de patrulla se agolpan en la zona de parking.

Casi todos los que han venido están en el garaje; seguramente loshabrá llamado John como una especie de refuerzos. Conforme ca-mino, veo a guardias haciendo fotos o tomando pruebas del suelo;en resumen, nada útil. Furia noto de verlos trabajar así, lo único quequiero es encontrar un simple pero eficaz indicio que nos muestrequién coño ha sido el otro atracador.

No sé dónde están mis hermanas y no quiero que nadie hablemás de lo debido. Otro patrulla se encuentra cruzado en la entradadel garaje, dejando una pequeña apertura de entrada. Siendo la únicaruta de acceso, me dispuse a entrar, pero uno de los agentes, al vermi intención, me detuvo al instante y prohibió el paso.

Cuidaos de mí, porque como me provoquéis, os saco de aquí de una patadaen el puto culo.

—Lo siento, pero esta zona está restringida.—¿Dónde está tu superior?—Soy yo y le prohíbo pasar adentro.— ¿Sabes a quién le estás or-

denando? Si lo sabes, mal vas. Mi cólera subió de grado y el TH49Alo hace al mismo tiempo, los movimientos son muy convulsivos.—Si no tiene permiso...

—Tengo que acceder, mi compañero JuanXo y el forense debensaber unas cosas.

—No me importa la información que tenga. El Sr. Mutan estáocupado y no debe ser molestado.

ALBERTO BURGOS SORIA

145

—¡¡¡HE DICHO QUE ME DEJE ENTRAR!!!— Sin poder con-tener la rabia más, alcé la mano en alto y golpeé el coche patrulla enel capó, hundiendo el puño en el motor. Siento los cilindros llenosde gasolina y aceite. El agente de policía miró con miedo mi brazoy observó con temor cómo saco el puño del profundo agujero quehe hecho en la carrocería.— ¡¡¡SOY LEÓN VÜRGOS MÄHN,FUNDADOR DE ESTAS INSTALACIONES Y NADIE ME VAIMPEDIR QUE PASE A ELLAS!!!

Lo advertí de antemano, pero si no os ha dado la gana de hacerme caso, lasvoces es el método más eficaz para abriros los oídos.

—Vale, vale... No lo sabía.— Se apartó de en medio con el temoraún en su interior y accedí al interior.

Los ojos me duelen de la ansiedad que poseo; otra vez el TH49Ame ha ayudado a desfogarme, aparte de los gritos, que hicieron quetodo el mundo fijara sus miradas en mí. Un poco más adentro, Johncontinúa con las autopsias y JuanXo, ayudado por mis hermanas,toma señales ocultas que pueden encontrarse en los cadáveres. Lle-gué hasta John para comprobar el trabajo realizado y escuché sushipótesis. Tus sentencias son las que más me interesan.

—¿Tienes algo más, John?—Nada nuevo, todos han muerto de la misma manera. Su muerte

fue sobre el mediodía, poco antes.—Has llamado tú a la pasma... ¿Verdad?— Mutan fijó su ojos en

mi serio rostro y asintió con la cabeza.No te lo voy a recriminar, pero tal y como me han tratado antes,

debería hacerlo. Además, no me gusta tener cerca a los polis, me danasco. Mientras, en las afueras, varios agentes colocaron vallas, cer-cando el garaje y los alrededores de los jardines.

—León, yo solo no puedo ayudarte y aunque no les tengas apre-cio, los necesito aquí para buscar más pruebas. Cuando me vaya, losllevaré conmigo.— Clara es tu decisión, pero recuerdo haberte lla-mado a ti, no a los gandules estos.

ESPÉCIMEN

146

Dejé a mi amigo y fui a ver a JuanXo, quien sigue haciendo au-topsias por sí solo. Ojalá tuviera la carrera de criminólogo. Mis her-manas no hablaron cuando arrimé, sólo Lyserck soltó algunosvocablos en voz baja, pero lo suficientemente nítidos como para oír-los y entenderlos.

—Tantas investigaciones para nada...Cuánta razón hay en tus palabras, no podría haberlo expresado mejor.JuanXo no suelta expresión; sólo pendiente del trabajo. Rachel,

cabizbaja, tiene las manos juntas y se apoya en la pared, como si es-tuviera al borde de un fuerte síncope. Lyserck busca más signos enlos cuerpos que revisa y Christine la ayuda con la mirada perdida ytemblores en las piernas.

Viéndolos así, no es conveniente sacar de nuevo el tema del robo,de modo que me puse al lado de JuanXo, el cual me lanzó una mi-rada de ira y señaló la nuca del cadáver, donde se contempla unafuerte hemorragia taponada por sangre seca. Horror es mirar aque-llo, pero no hay alternativa.

De esta manera, a base de cadáveres e incógnitas, pasó una se-mana llena a rebosar de indignaciones e irritaciones. John acudiótodos los días a traernos nuevas noticias. La policía, por expresodeseo mío, se fue de los laboratorios y mantuve al corriente de lasnovedades a Vincent, al canciller y al presidente de los EEUU, sindejar de pensar en lo sucedido. Por si hay algún despistado, llamé ami personal y los convidé a una cena, donde aclaré definitivamentela confirmación de semana libre para todos. Es lo mejor para mí ypara ellos.

JuanXo, con la intención de no dejarnos solos y evitar más de-presión, se trasladó unos días a nuestra casa, dejando su piso de laciudad, hecho del cual se alegró muchísimo Lyserck, a pesar del grancabreo que mantiene. Rachel, sin poder dormir, se tira noches ente-ras observando el paisaje nocturno y Christine, ni a base de cal-mantes consigue entrar en sueño. En cuanto a mí, no pensar en el

ALBERTO BURGOS SORIA

147

desastre es suficiente para tener algo de tranquilidad, aunque es unaodisea hacer tal esfuerzo. El mundo no va bien y todo por mi culpa...

Mi culpa...

BAD WOMAN (MOTÖRHEAD)

“I know you’re a bad, bad womanOne look and you set me runningI know you’re a bad, bad womanGood enough for me

I know you’re a bad, bad womanTurn around and you’ll see me comingI know you’re a bad, bad womanGood enough for me...”

ESPÉCIMEN

148

Los sueños son como una realidad no presentada. Imaginamos cosas que noson, pero que pueden suceder y por ello no les prestamos atención. Creemos

en la realidad que distinguimos, pero aquellas que nos es imposible percibir; nosiendo en sueños, tienen más razón que cualquier verdad observada en la reali-dad. Mis sueños consistían muchas veces en ver una Tierra dominada por los Es-pecímenes y en el cual la Humanidad no existe. Llamados a la autodestrucción,es algo irrevocable. Aunque intentamos retrasar lo inevitable, creemos que así nosolvidaremos de esta obligación, aunque de una forma u otra siempre acaba re-cordándose por alguien. La irrealidad que tengo durante varios años puede ha-cerse realidad, quizás fueran alucinaciones de un científico loco... O de unindividuo inteligente.

Una semana, pequeño pero vacío periodo de tiempo. Tanto es-fuerzo y no ha servido absolutamente para nada. Ni una sola pista,ningún descubrimiento que aporte algo, nada. Lo mismo sobre Rocy,igual para el otro tipo, cuya identidad sigue siendo una incógnita ylos laboratorios continúan cerrados. Aquel fatídico día... Cambiodrástico, radical. El ambiente se ha vuelto silencioso, incluso meatrevo a decir hostil. Si alguien habla, nadie presta atención.

149

7

J C Y T I G E R R E V E L A N S U S

I N T E N C I O N E S

Mis hermanas han sustituido sus personalidades por otras. Ra-chel, de alegre y graciosa, se tornó en una persona callada y perdida.Lyserck, desde que grité violentamente aquella noche, está ausente,no responde a nadie y su aspecto se ha demacrado bastante. Su ca-bello está más áspero y las ojeras hacen mella en sus preciosos ojos.

Christine vaga por la casa cual alma descarriada y ha perdidoprácticamente el apetito. JuanXo, quien estuvo la semana junto anosotros, se encargó de las tareas de la casa, pero inexpresivo y sindejar que ninguno saliéramos del hogar. Quiere adjudicárselo todoy si le rechistamos, se cabrea varias horas.

Comprendo tus ansias de ayudar pero si sigues así acabarás perdiendo la ca-beza por nosotros.

Al complejo seguí acudiendo, aunque solo. Empeorar el estado demis hermanas o de JuanXo no servirá para nada; bastante mal seencuentra. Las circunstancias labran al hombre y viendo lo que pasócon los Especímenes cáusticos, cambié el cierre del almacén y com-pré nuevas claves digitales. No hay que fiarse ni de la propia sombra.No di la contraseña ni a mi propio compañero, el cual comprendióla situación y admitió la sentencia. No tropezaré dos veces con lamisma piedra. El propio canciller se presentó el jueves en casa,donde lo recibí como si fuera cualquier otra persona, sin distincio-nes ni tonterías.

Estuvimos hablando durante más de dos horas sobre el incidentey lo único decente que su boca soltó fue el hecho de cerrar Alema-nia sin llamar demasiado la atención. Por ejemplo, los vuelos siguenrealizándose, pero se registra a todo aquel que se va o viene y conlos viajes marítimos, igual. Agradecí su rápida reacción ante el inci-dente, pero no ofreció consuelo ni disminuyó mi estado de deses-peración. Lo bueno, como señaló Christine, fue ver que, al menos,el gobierno hace algo por pillar a Rocy o al otro individuo que robóla mayoría de las creaciones.

Vincent llamó varias veces desde África para saber cómo nos en-contramos y aunque quiso venir, le ordené que continuase las in-

ESPÉCIMEN

150

vestigaciones. Poco tiene de culpa en este lío y venir sólo agravaríala situación. Rachel estuvo el viernes tosiendo y pensamos que habíaenfermado, pero sólo se trataba de una alergia pasajera. JuanXo hacíahincapié en que comer nos ayudaría, aunque le costaba mucho. Él sítenía fuerzas para soportar la grave crisis que sufrimos.

El TH49A se esforzó también por mantenerse en pie; él y yo.Ánimos ofrece e hizo de reserva nutritiva, almacenando un 60% dela comida ingerida y luego repartida por mis células en caso de ne-cesidad. El último día de la semana trágica, como la denominóJuanXo, fue el culmen de la catástrofe.

El último y el primero...Un sábado como cualquier otro. Rachel y Lyserck están sentadas

en el salón, leyendo revistas. Yo me encuentro en el ordenador, mi-rando las bases de datos sobre Rocy, pero la información referen-ciada a ella es nula. Nada nuevo o interesante, repiten una y otra vezlo leído en el laboratorio y en la página oficial de los Marines. Inclusosu descripción está censurada junto a la del otro hombre que asesinó,Albert Carver.

Intenté acceder a información adicional desde todas las fuentesposibles, pero casi todas la dan por muerta o se hallan vacías, al igualque en los foros o redes sociales como FaceBook, Twitter o Tuenti,desde las cuales averigüé que posee una casa en España, en la zonalevantina, aunque no es muy relevante, que se diga.

Es muy extraño que nadie la conociera, aunque sólo fuera porsus delitos. Mientras tanto, no paro de cavilar sobre el otro ladrón.No consigo sacar nada en claro, es imposible. Es como buscar másresultados a una investigación que ha sido revisada a fondo.

Por otro lado, JuanXo está dispuesto a no abandonarme. Conti-nuamente entra a verme y siempre con comida en los brazos, tradi-cional como le gusta. Cada dos por tres intenta sacarme una sonrisa,pero yo no hago el favor. Tras varias noches sin dormir, localicé laprimera pista que puede ayudar a resolver el enigma.

ALBERTO BURGOS SORIA

151

En un foro para acceder a las fuerzas militares, un tipo que sehace llamar Grigs me dio el número de la persona que seguramentecantará información de sobra sobre Rocy, la capitana general de losMarines, Crys Rinklen. Aquel hombre asegura haber estado en elejército con ella en sus comienzos y que su móvil sigue siendo elmismo.

Espero que sea verdad, que voy a buscarte y soy capaz de asesinar...No tengo mucha confianza en ese desconocido, pero es el único

indicio en mucho tiempo, de modo que no voy a perder nada. Mar-qué el número en el teléfono del dormitorio y los pitidos indicaronque el móvil se encuentra activo. Hay razón, pero en vez de escucharla voz de la mujer, salió el contestador. Por el mensaje que se oye yel tono, debe de ser una persona dura y formal.

—Capitana General Crys Rinklen de los Marines. Ahora mismoestoy de guerras, pero si tienes prisa, deja un mensaje y yo te lla-maré.

—Crys Rinklen, soy León Vürgos, de Investigaciones Vürgos,en Alemania. Tenemos un grave problema y usted nos podría acla-rar unas cuantas cosas. Por favor, llámeme cuanto antes a este nú-mero. Gracias.

Ojalá recibas el mensaje. Seguro que sabes mucho sobre Rocy yes la última posibilidad de conseguir algo más sobre nuestra ladrona.Agradecí al tal Grigs su aportación y sonreí con satisfacción. El relojmarca la una de tarde. Apagué el ordenador y bajé la salón, dondese supone que todavía están mis hermanas.

Acerté a la mitad, Lyserck es la única que sigue aquí. Alzó la mi-rada e indicó que me sentara a su lado. No va a ser menos, me co-loqué junto a ella y la cogí de los hombros. Su rostro sigue igual demustio, parece una flor que entra en invierno. Evita que me fije ensus ojos, como si quisiera que no la viera, pero no me importó.

—Lyserck, hermana mía. ¿Por qué evitas mirarme?—No lo evito, es que no quiero.— Ante esa respuesta, giró su

vista hacia mí y la contemplé fijamente. Las ojeras se acentuaron eintentó difícilmente sonreír.— Estoy horrible.

ESPÉCIMEN

152

Las flores se marchitan, pero yo no quiero que te pase eso. Ver esa dema-crada cara sólo me trae malos recuerdos.

—Eso es mentira, estás igual que siempre.— Rebatir su opiniónfue lo que se me ocurrió en aquellos instantes. Sin embargo, señalóel televisor de plasma, donde nuestro reflejo se mostró.

—¿Tú crees que estamos igual que antes? Parecemos dos cadá-veres recién salidos de la tumba...

—No, Lyserck, sólo estamos sufriendo un pequeño bajón. Den-tro de unos pocos días, volveremos a ser los de antes, te lo aseguro.

—¿Cómo puedes ser tan optimista? Mírate, hasta tú parece queestás muerto.

—El TH49A me mantiene con vida y hasta que no recupere misEspecímenes, seguiré viviendo lo que me sea posible.— El sol em-borronó el reflejo y noté sus cabellos rozar con mi cuello.

—Hermano... Yo...— De repente, rompió a llorar y se agarró ami tórax. Quise acompañarla en su llanto, pero no tuve el suficientevalor para hacerlo.

Desahógate, mi vida. No seas tan cobarde de contenerte la tristeza como yo.Sólo te provocará pesadillas y miedos constantes.

—“¿Quién llora?”—Mi hermana Lyserck.—“¿Por qué?”—No lo sé; será por el robo de tus íntimos hace días.Hasta el TH49A se preocupa. Estas características me hacen de-

sear que estuviésemos juntos hasta el final. Las lágrimas salpican,pero no las limpié. Son balas cargadas de sentimientos. Al cabo deun rato, escuché a alguien bajar las escaleras del piso de arriba y Ra-chel, con su camisón gris, apareció en el resquicio de la puerta, ob-servándonos a los dos. Le indiqué con señas que no hiciera ruido yrespondió señalando el jardín que se vislumbra a través de las cris-taleras. No entendí qué quería decir, pero se escabulló de inmediato.

No escuché la puerta principal; a lo mejor dice dónde estáJuanXo o qué hace. De todas maneras, Lyserck es mi atención y mi

ALBERTO BURGOS SORIA

153

compañero no es motivo de preocupación. Aquellos días, Lyserckestuvo muy sentimental. No insulta ni vocifera... El robo le afectómucho, quizás demasiado. La separé un poco y crucé mi mirada conla suya. No me gusta ver a mi familia llorar, me recuerda al funeralde nuestros padres.

—Llorar no va a solucionar nada, Lyserck.—¿Acaso crees que encontraremos a los ladrones?Si por mí fuera, ya habría salido a buscarlos, pero no puedo hacerlo solo.—No lo sé, pero hay que hacer el esfuerzo de buscarlos, aunque

no dé resultado...— Con su pañuelo, sequé sus ojos y sonreí. Nues-tra imagen se volvió a reflejar en la pantalla y como ella parece másalegre, me levanté del sofá, sin soltar su mano.— Sin esfuerzo, no selogra nada.

—Lo sé... Gracias, León.Abandoné del salón, dejando su fría mano y busqué a JuanXo.

Recordé los gestos de Rachel y accedí al jardín. Abrí la puerta concuidado y lo vi podando los setos del lateral izquierdo, justo debajode la ventana de la sala de estar. El sol está en lo alto del cielo, perono hace demasiado calor a pesar de que no hay ni una sola nube. Lacerré de nuevo y retorné a mi habitación, subiendo lentamente lasescaleras.

El cuarto de mis hermanas está abierto, pero no hay nadie. Lodejé en el mismo estado y entré al mío, observando la poca ilumi-nación. No tengo cansancio ni ganas de dormir, pero acabé echadoen la cama. El TH49A sí debe estar durmiendo, no noto sus movi-mientos y no responde a mis llamadas. Pues al igual que él, yo tam-bién cerré los ojos y dormí.

Investigaciones Vürgos, 7:00 Pm—Hemos llegado.—Bien, ve al laboratorio y desde una cabina, llama a este número

y dile que venga hacia aquí.—¿Pero y si viene con la policía? No tendríamos oportunidad de

escapar...

ESPÉCIMEN

154

—Tranquilo, lo conozco muy bien y sé que no le gusta llamarlos.Ahora estará en su casa, así que infíltrate igual que la otra vez y es-péralo en la entrada del almacén.

—Le digo que venga solo. ¿No?—Acudirá en solitario, ya lo verás. No dejará a sus hermanas

venir y JuanXo no será una excepción.—¿Estás seguro? Puede quitarnos los mandos. No estoy muy se-

guro de que esto resulte...—Tú tienes uno y yo tengo el otro; si te lo arrebata, yo activaré

los misiles. Además, eres el que va a presentarse, no yo...—Buen plan...Casa de los Vürgos, 9:00 PmLa realidad es relativa, mires como mires. Cada uno la observa a

su manera, pero pocos coinciden en su descripción. Un paisaje so-leado había al principio y ahora está oscuro, oyéndose de fondorayos y truenos, además del suave golpeteo de las gotas de lluviasobre el cristal de la ventana. Extraño, parece el preludio a un acon-tecimiento catastrófico. Si el reloj no engaña, son casi las nueve dela noche. El sol se ha marchado y el ordenador continúa encendido,pero de la misma forma en que lo depuse.

Me incorporé con un fuerte bostezo y fijé mi vista en la ventana.A lo lejos, truenos iluminan el cielo ennegrecido y su estruendososonido acompaña a la lluvia. Pequeños movimientos en mi pecho in-dican que el TH49A también se ha levantado. Una insólita sensa-ción me invade; el ambiente muy cargado se nota e hizo que bajaraal salón a toda prisa. Casi me pego el trompazo del siglo con las es-caleras y observé el desierto hogar. En el garaje, la respuesta fueigual. Normal que JuanXo no estuviera, pero no coincide en el casode mis hermanas.

Eché un vistazo en todas las habitaciones, pero no vi nada ni anadie. Estamos solos, la casa, el Espécimen y yo. Bueno, tampoco espara tanto. En la cocina, rebusqué comida de picar en el frigorífico.La fuente de la fruta, algo decente. Tomé una manzana y comencé

ALBERTO BURGOS SORIA

155

a pegar bocados. Las noticias deben haber empezado. Encendí lapantalla de la sala de estar y tomé asiento en el sillón. Cambié de ca-nales hasta el de política, donde el primer canciller ocupa la plana.

“El primer canciller ha comunicado que seguirá reforzando la se-guridad en las fronteras del país, debido a su empeño en capturar alpeligroso terrorista islámico Al-Mdhir. Escuchamos su discurso res-pecto a las cuestiones que tanta polémica están creando:

Queridos ciudadanos, me gustaría acabar cuanto antes con estasmedidas, pero estamos bajo la amenaza constante de un terroristaque en cualquier momento podría actuar. Sabemos a ciencia ciertaque este extremista es capaz de escapar y por ello, he decidido au-mentar la seguridad en todo el país.

Sé que es un régimen que a pocos les agrada, pero cuanto antescortemos de raíz la amenaza que se nos cierne, los subsiguientes pe-ligros de nuestra tierra habrán desaparecido. No sé cuánto duraráesta medida, pero recordad que es por vuestra seguridad. No tengoque repetir que vuestra colaboración es necesaria más que nunca. Silo veis o reconocéis, llamad a nuestros agentes. Hacedlo por vos-otros, hacedlo por Alemania...”

Por una vez el gobierno actúa de forma competente, en las elecciones siguien-tes lo votaré de nuevo.

¡Qué bien oculta el gobierno nuestro incidente! Es para elogiar-los. El terrorista no es una excusa barata, también es cierto. Sin em-bargo, no está de más mezclar los dos asuntos en uno. Al instante,mi corazón sufrió un fuerte sobresalto cuando el teléfono fijo delmueble sonó. ¿Quién llama a estas horas? JuanXo y mis hermanasllaman a mi móvil.

Sofocando el susto, me acerqué a él y en vez de ver número, apa-recieron las palabras “Número Desconocido”. Esto sale cuando sepulsa desde una cabina o con la técnica de la identificación oculta,de modo que el pánico fue constante. Con la mano temblorosa, des-colgué.

—Casa de los Vürgos.— Por el interfono retumbó una respi-ración pausada y voz ronca que respondió a mi intervención.

ESPÉCIMEN

156

—Sr. León, que agradable oírle...—¿Quién es? ¿Desde dónde llama?—No se preocupe, quería hablar con usted... Aunque será rápido.—¿Qué es lo que quiere?—Tranquilo, no se altere. Venga a su despacho del complejo en

media hora... Y solo, ni JuanXo ni sus hermanas.—¿Por qué? ¿Qué va a hacer...?—Media hora, Sr. León, ni más ni menos...¿Qué está pasando hoy? Parece que esté en un thriller de Stephen King...La llamada fue cortada, quedándome paralizado. Debo estar en

mi despacho en unos treinta minutos. ¿Para qué? Aquella malditavoz suena muy rara, ronca y un tanto vacilante. ¿Qué tengo quehacer? Si llevo a alguien, algo malo pasará... JuanXo y mis hermanashan de saberlo también. Increíble, mis palabras fueron acatadas alinstante.

Desde la ventana del salón se escucha el lejano pero inconfundi-ble sonido del Shelby GT. Observé varias veces el reloj, han pasadocasi dos minutos. No puedo esperar a que vengan, de forma que salíyo. Los cuatro se bajan del vehículo y me apresuré a decírselo todo.

—¿Has dormido bien, León?— Preguntó con preocupación micompañero al verme llegar un tanto sobresaltado. No hay tiempode dar respuestas.

—JuanXo, arranca el Shelby, nos vamos al laboratorio.—¿Por qué? ¿Ha pasado algo más?—He recibido la llamada de alguien que me ha dicho que vaya

hacia allí en solitario. No obstante, vas a venir conmigo pero sin quese enteren...— Mis hermanas miraron perplejas mi repentina actitudy Lyserck me puso la mano en la frente.

—No tienes fiebre... ¿Seguro que es verdad?—¡Que sí! Dice que esté en media hora... Vosotras, quedaos aquí.—De eso nada, nos estaremos con JuanXo.— Replicó Rachel,

uniéndose Lyserck con un fuerte bufido y Christine igual. Al final,tendremos que ir todos.

ALBERTO BURGOS SORIA

157

—¿Quién es? ¿Te ha dicho su nombre?A lo mejor podría ser la última pieza del rompecabezas...—No, pero puede ser el otro tipo que buscamos... El segundo la-

drón.— Las últimas palabras cayeron como una bendición para con-vencerlos de manera definitiva. Entraron de nuevo en el coche negroy el motor volvió a rugir.— He urdido un plan que funcionará.JuanXo, tendré mi móvil preparado para llamarte, en cuanto recibasmis toques, entra en el laboratorio en silencio y seguidlo, pero si nosoís, no os acerquéis hasta que dé otro aviso. Creo que está solo y sipodemos cogerlo, mejor.

—A ver si fuera verdad. León, si ese tipo está armado, tomaesto.— Debajo del asiento del conductor sacó una pistola negra conel cargador lleno. No creí que fuese a utilizar la violencia, pero si nohay otra opción, precavido seré, de modo que la tomé.— No co-rreremos más riesgos. Si te amenaza, no dudes en disparar.

—Iré en mi Camaro. Seguidme de cerca, pero cuando lleguemosal cruce, me dejáis. Recordad los toques y todo saldrá bien.

—¿Estás seguro de que este plan resultará?— Rachel preguntó,mirando el Chevrolet a la vez que Lyserck y Christine entran en laparte trasera del auto de JuanXo. Me giré hacia ella y asentí con lacabeza tras una leve sonrisa.

Si no resulta, habremos perdido una grandísima oportunidad. No la voy ajoder...

Con mi vehículo arrancado, abrí las puertas del garaje y salimosa la lúgubre carretera. La oscuridad es inmensa, las luces iluminaronel asfalto a la vez que van apareciendo árboles en ambos lados. Eltrayecto fue muy tranquilo, no se oye nada, ni siquiera búhos o gri-llos. Tanta tranquilidad es angustiosa, dice el refrán que tras la tem-pestad viene la calma, pero en este caso es al revés, la paz antecedeal otro.

Todo fue normal hasta que llegamos al cruce que dije desde unprincipio. JuanXo se detuvo y por la ventanilla del coche, pidió lo

ESPÉCIMEN

158

mismo que mis hermanas, cuidado. Apagó las luces y dejó caminoadelante. Ahora debo apañármelas solo.

El individuo que llamó parece que también está en solitario, perono es razón para confiarse. La pistola reposa en el asiento del copi-loto y verla ofrece sensación de seguridad; me gustan las armas. Consiete minutos de margen, llegué al aparcamiento.

La vista no engaña, otro coche está aparcado. Para disimular, es-tacioné a su lado. Un Audi R8 blanco o eso distingo entre tanta os-curidad. Ese coche me suena de haberlo visto antes... Me aproximéa las puertas principales y denoté que han sido abiertas sin forzar,simplemente disparando al panel electrónico, el cual expele chispas.

Confirmado, va armado. Las abrí de par en par y encendí las lucesdel vestíbulo, pero no encontré a nadie. No vale el miedo, lo únicoque quiero es pillar al tipo que supuestamente llamó; el otro ladrón.Si mal no recuerdo, mi despacho es el punto de reunión con él. Sinembargo, la llave está echada, tal y como la dejé por última vez.

De repente, una extraña sensación invadió el lugar, como si hu-biera alguien detrás de mí. Me giré y observé enfrente un hombremediano y moreno, ataviado con pantalones militares, camisa negray una ametralladora en la mano, con la cual me apunta.

¿Qué hace un militar aquí?—León Vürgos, al fin acudiste...— Con una voz ronca igual que

la del interfono comenzó a hablar y el TH49A se agitó violenta-mente. Aquel tipo sonrió y bajó el arma.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?—Que ingenuo eres, León. Me llamo Tiger Reinen, ex-militar de

los SAS ingleses. He venido para hablar contigo sobre un pequeñoasunto.— Ante la mediocre presentación, introdujo su mano libre enel bolsillo y sacó un tubo de vidrio, en el cual se distingue a la per-fección uno de mis Especímenes.

—“¡YH56U!”—¿Estás seguro de que es él?—“Sí. Está muy nervioso.”

ALBERTO BURGOS SORIA

159

—¿Qué quieres hacer con el Espécimen?—León... Pones tu inteligencia en la creación de estos seres tan

fascinantes y no eres capaz de adivinar algo tan simple.— Rabiasiento y más de escuchar sus malditas ironías, las cuales recuerdan aRyan, sólo que éste parece normal. Blandió varias veces el YH56Udelante de mis ojos y volvió a guardarlo, sin soltar el arma.— ¿Paraqué crees que los queremos?

—¡Así que fuiste tú quien robó los restantes! Vinculado conRocy...

—¿Rocy? ¿La otra ladrona dices? ¿La que se adelantó a mí?—Tantas preguntas evidenciaron la inexistente conexión entre los dos.Cada uno actuó con independencia. Por momentos, me alegré deque ella se llevara el ADN progenitor y el WA99S.— No he tenidoel placer de conocerla.

¡Entonces todo había sido por separado! Qué lista es la gente hoy en día...—¿Para qué quieres los Especímenes?— Preguntar de nuevo fue

la táctica para coger el móvil con disimulo y presionar el botón dellamada.

—El mundo va a cambiar y nosotros seremos los nuevos due-ños...

—¿Nosotros? ¿Hay alguien más...?— Desconcertante expresión.Ante la confusión, Tiger sacó un pequeño móvil táctil y lo encendió.La pantalla se iluminó y las interferencias dieron paso a una cara queal principio no creí ver, sin embargo, al escuchar su voz, fui con-vencido por completo. ¡Tu puta madre!— JC...

—León, me agrada verte de nuevo. Estuve pensando la otranoche en ti y decidí mandar a mi compañero para hablar contigo...

—Qué amable por tu parte. ¿Ideaste el robo?— JC, a través deldiminuto monitor, rió fuertemente y negó con la cabeza a la vez queel otro ríe por lo bajo. ¿Por qué?

—Robo es una palabra muy fea, León. Prefiero tomar prestado,es más culta... Y sí, fui yo el que ideó todo esto.

—JC, pensaba que eras de fiar. Te consideraba mi amigo... ¿Y metraicionas de esta manera?

ESPÉCIMEN

160

—No te pongas así, León. No voy a hacer nada malo.—Me llevaste a comer para que tu amigo robase los Especíme-

nes...—Me gusta tu intuición, León. Rápida y cierta.— No lo soporto

más. El poco sentido que el contexto presenta me saca de quicio.Ojalá JuanXo llegue cuanto antes, que vea la traición que estamos su-friendo. Las palabras y el tono irónico de JC hacen que evite mirarsu rostro.— Me gustó la comida, pero la conversación que tuvimosno fue muy buena...

¡Así que fue por eso! Como me negué a tus peticiones, has decidido hacer lascosas por ti mismo. ¡Serás cabrón...!

—¿Por eso me has quitado los Especímenes? ¿Por negarme ausarlos en seres humanos?

—Casi, León, casi... Sabes tú mejor que yo que cuando se des-cubre algo, es para probarlo con todo lo que existe, sea vivo o no.Te negaste a experimentar con los humanos, pero yo te ahorraré esetrabajo...

—¿Ahorrar? ¿Qué estás insinuando? No será que quieres...— JCsonrió de forma exagerada y Tiger sacó una especie de mando a dis-tancia, amenazándome con su intensa mirada. Joder, el asunto nova bien encaminado...

—Seis mil millones de gritos traerán un nuevo amanecer, puedeque más... Y yo dominaré ese amanecer; sin ofender, Tiger.

—No te atreverás, JC. No conseguirás exterminar a la Humani-dad con los Especímenes...

—León, si te mintiera, no estaría mi compañero ahí. Te lo voy adecir de la forma más simple que puedo. Con las técnicas de unosamigos míos, hemos hecho copias de cada uno de los Especímenes,pero no uno, sino cientos y miles mediante una cadena en serie igualque la tuya desde que llegué a tu empresa. En unos misiles con ca-bezas múltiples proporcionados por mi buen amigo, los hemos al-macenado por grupos y ahora están listos para lanzarse...

ALBERTO BURGOS SORIA

161

—No se puede infectar al mundo entero. Los Especímenes noson virus que se pueden extender rápidamente...— JC y Tiger vol-vieron a reír y de trasfondo, escuché el leve chirrido de las puertasprincipales al abrir, pero el militar no pareció enterarse. JuanXo debehaber entrado, pero en esos momentos es mejor no mover ni unmúsculo.

—Está pensado, León. Los misiles están también rellenados de...Podríamos decir que es un ente que infecta a las personas y las al-tera, de forma que a los Especímenes les resulte más fácil llegar aellos... Y este peculiar ser puede también transformarlos de la mismamanera que tus creaciones. Un dos por uno... ¿No crees?

—¿Y a ti no te ha infectado? Mucha suerte y cuidado habrás te-nido...— Algo de ironía tuve el valor de sacar, provocando en Tigeruna alerta, el cual empuñó el fusil.

No te hubieras muerto por lo que me has hecho.—Dejemos las ironías, León. Esta noche será única, así que dis-

frútala, porque puede ser la última...— Tanta tensión hay acumu-lada en el pasillo que, sin poder contenerse más, JuanXo se descubrióen la oscuridad del vestíbulo seguido por mis hermanas, optandopor quedarse detrás mía.— ¡Vaya, pero si estáis todos! Mejor quemejor...

—¡JC! ¿Cómo has podido traicionarnos? Nunca hubiera espe-rado esto de ti y menos de esta manera...— Intervino mi compa-ñero observando fugazmente a Tiger, quien levantó de nuevo elarma y con ella, apuntó. Tembloroso te noto...

—JuanXo, las apariencias engañan. ¿Nunca te lo han dicho?Cuando entré por primera vez con vosotros de inversor, supuse quetan sólo erais un pequeño grupo de investigadores, pero los resul-tados que disteis años posteriores me hicieron cambiar de opinión.El mundo evoluciona, tuvisteis la oportunidad de cambiarlo, perocomo no quisisteis, yo lo haré por vosotros.

—¡Eres despreciable, JC!— Lyserck fue la primera en expresar sufuria. Rachel no cree lo que está oyendo y viendo, a diferencia de

ESPÉCIMEN

162

Christine, quién seguramente desea tener un arma para matar al má-nager. Ante el insulto, volvió a reír y la observó.

—Lyserck, vaya aspecto. ¿Tanto te ha afectado mi hurto? Si tuhermano es al que más debe perjudicar este incidente...— El militaragarró su carabina e hizo ademán de disparar.

—JC, es hora de hacerlo...—Todavía no, Tiger, ten paciencia. León, falta poco para el nuevo

génesis. Te habrás preparado para lo que viene...—No me hace falta preparación. Tengo bastante con verte a ti y

al cabrón éste que me has enviado.—¡Serás hijo de...!— La ira se adueñó del militar, aunque JC es-

tuvo ahí para calmarlo. No me importa caer aquí, de cualquierforma, vamos a morir sin remedio. Eché las últimas miradas a mishermanas, las cuales no se mueven de su sitio.

Dispárame si te atreves; no me importa morir. Todo mi trabajo no ha ser-vido para nada. Tiempo perdido delante del microscopio. ¿Por qué me tienenque suceder eventos de esta magnitud?

—Tiger, las peleas para después. Además, me gusta verlo así...—Mentira, no tengo rabia. Al contrario, siento una especie de alegríaal descubrir de una puta vez al otro ladrón, o mejor dicho, ladro-nes.— Son las diez y media, el mundo estará casi dormido...

—No lo hagas, JC. Sólo provocarás una catástrofe de la que nadiese salvará...

—JuanXo, si estuvieras en mi situación lo entenderías. Habéisdesaprovechado muchas oportunidades y eso no se hace. No obs-tante, no voy a destruir el mundo, voy a salvarlo, evolucionarlo...

—Así no harás ninguna de las dos cosas, JC. Dame mis Especí-menes, llévate a este repugnante cabrón de mi vista y todo acabará.

—Lo siento, León, pero cuando algo empieza, no puede dete-nerse...— Instantes fugaces los ocurridos en aquel minuto. Tigerlanzó varios rugidos y a pesar de los intentos de apaciguamiento queJC intentó, apretó el gatillo de su arma, saliendo varias balas dispa-radas hacia mi posición.

ALBERTO BURGOS SORIA

163

Madre, ya voy contigo. Perdóname por no cumplir tu deseo...—“¡NO!”Cerré los ojos con fuerza; mente vacía. A pesar de mi miedo, en-

torné la vista y observé con sorpresa cómo los diminutos proyecti-les se acercan a mi cuerpo a velocidad de caracol. ¿Qué coño hasucedido? Impresionante visión. Las facciones de JuanXo cambianpoco a poco, las extremadamente lentas risas de Tiger y luego su ex-presión de confusión. Los plomos alcanzaron la distancia más cer-cana de su objetivo, de manera que me aparté unos pasos a laizquierda sin dejar de mirar las balas, las cuales siguieron recto paraperderse en la oscuridad.

¿Estoy en la realidad o es un sueño? Mi corazón late pausada-mente, es como estar al borde la muerte. El mayor desconcierto llegócuando comprobé que puedo moverme como si nada hubiera pa-sado. Abro y cierro la mano con total normalidad. Mis reflejos sonmás rápidos que los suyos; eso deduzco de aquellos segundos que sehicieron eternos. Al cabo de cierto tiempo, la realidad se distorsionócon brusquedad y volvió a ser como antes. Si no estoy equivocado,el TH49A me ha salvado la vida y no sé el mecanismo de tal acción...

—León, no sabía que fueras tan agudo...— Las palabras de JC so-naron hasta extrañas. Contemplo la cara de su amigo, la cual denotasorpresa extrema. JuanXo alzó la cabeza y al verme vivo, se irguióde un brinco.

¿Qué he hecho? Lo único que recuerdo fue al TH49A hablándome...—¿Qué ha pasado?— Preguntó, pero sonrió abiertamente y

abandonó la cuestión cuando señalé con la mano mi pecho, dán-dome unos golpecitos sin que se dieran cuenta JC o Tiger.

—Menos mal que no has muerto, León. No me gustaría disfru-tar solo del nuevo génesis mundial.— No entiendo por qué te ale-gras. Da igual, aumenta la furia hacia ti.

—Bueno, esto lo cambia todo...— JuanXo, sin previo aviso, selanzó sobre Tiger, cayendo al suelo; tirando el móvil y el mando quesujeta en las manos.

ESPÉCIMEN

164

Mientras pelean, cogí a mis hermanas y las levanté, obligándolasa quitarse de en medio; siguen sin creer que continuase vivo. El armafue soltada por el adversario y mi amigo la lanzó a mis pies. La luchacobró más fuerza cuando me tiré también para sujetarlo. Se notaque es un gran militar, posee una fuerza increíble y ejecuta unas téc-nicas defensivas típicas del ejército, pero le cuesta mantenernos araya.

En un despiste y con varios puñetazos, le arrebaté el mando, arro-jándolo junto con el fusil. Aquella pérdida pareció despertar su au-téntica rabia. Propinó una fuerte patada a mi estómago, rodandovarios metros hacia atrás y JuanXo recibió un potente puñetazo enla cara que hizo que se lo quitara de encima.

De repente, observé con desconcierto que el arma no está en elsuelo y al elevar la vista, observé con satisfacción y pasmo a Lyserck,la cual sujeta la carabina y apunta al enemigo. En su mirada se vis-lumbra furia y cólera. Tiger se levantó, pero al ver mi hermana consu defensa, rió a carcajada limpia y echó a correr pasillo adentro,desapareciendo en la oscuridad y sus risas maniáticas de fondo hastaacabar el contexto en silencio.

—Ha sido un intento memorable, León, pero lástima que nosirva para nada...— Hasta ahí llega la conversación. Cogí el teléfonorápidamente y vi con horror que sostiene un mando igual al delsuelo. Mi alma cayó en picado y la desesperación hizo mella, des-trozándome.— Has sido un gran amigo, pero las cosas son de estemodo.

—JC, por favor, no lo hagas...—León, gracias por los Especímenes. Nos veremos en la otra

vida, si llegamos, claro.— Sin atender a mis súplicas, JC apretó elbotón del mando y la video llamada se cortó, desconectándose elmóvil también. Perfecto, llegó el momento de morir...

Adiós a la vida, personas, animales y todo ser vivo. Desde este momento, de-claro a la Tierra catástrofe total.

ALBERTO BURGOS SORIA

165

THE DAY THAT NEVER COMES (METALLICA)

“Waiting for the oneThe day that never comesWhen you stand up and fell the warmthBut the sunshine never comes

Love is a four letter wordAnd never spoke hereLove is a four letter wordHere in this prisonI suffer this no longer, I put it intoThis I swear! This I swear! The sun will shineThis I swear! This I swear! This I swear!”

ESPÉCIMEN

166

La tempestad antecede a la calma. Ese refrán hay que modificarlo un poco,cambiar de sitio los dos nombres, uno por el otro, así como invirtiendo el

orden. Pero no hace falta, ahora todo va a cambiar de forma muy drástica. Ol-vídate de los amigos y del trabajo, lo único que importa a partir de este momentoes la supervivencia. Los humanos nos exterminamos como cualquier especie, esnatural, los que sobreviven serán los que dominarán una nueva época. Unosdioses para ser cínicos. Resulta irónico, matar a tus congéneres para someterlos,pero si no están ellos... ¿De qué sirve entonces dominar? No existe la respuesta,pero cada uno se hace una pequeña idea. Si te impones a los demás, ya puedesconsiderarte un dios, aunque parezca ridículo...

—JuanXo, cierra las puertas. Rachel, Lyserck, Christine, bajad lasventanas y taponad los conductos por donde pueda entrar aire. De-claro cuarentena permanente.

Cada uno acata su respectiva orden. Es extraño, me siento atur-dido. Tiger, al filo de la muerte, el TH49A... Han pasado muchascosas en poco tiempo y muy rápido. JC pulsando un botón, el cualcontrola los misiles biológicos... ¿De verdad está pasando todo esto?Estoy harto de los putos sueños, no pienso dormir más.

167

8

P A N D E M I A M U N D I A L Y L A L L A M A D A

D E V I N C E N T

Tiré el móvil de militar al suelo; no me sirve para nada y lo piso-teé con fuerza, haciéndolo añicos. Perfecto, no hay vuelta atrás. Loprimero es protegerse de los ataques balísticos y la mejor opción esaislar el complejo. Si JC no miente, las bombas contienen tambiénun tal ente; a saber de qué ser se trata. ¿Una invención suya? Daigual, mi pesadilla se ha hecho real, joder...

Al cabo de varios minutos, JuanXo se reúne de nuevo conmigoen el pasillo y mis hermanas acuden poco más tarde, asegurandoque todo está bien cerrado y bloqueado. Mi despacho fue el lugarelegido como búnker, aunque ningún sitio del edificio es seguro, nisiquiera los subterráneos. Por el momento, actuar no sirve de nada,empeoraremos la situación. El silencio se apodera del ambiente; cadauno se puso a realizar actividades menores sin armar ruido. Toméasiento, JuanXo comenzó a dar vueltas por la sala y mis hermanasse sentaron frente a mí, esperando alguna orden o recado.

—Bueno, estas son las circunstancias. Hasta que no termine elataque, nadie sale de aquí, ni siquiera al jardín. ¿Entendido?— Alprincipio todo bien. Veremos después si seguís igual.

—¿Y luego qué? ¿Continuaremos igual que estamos?—No, tú y yo saldremos a la calle e intentaremos buscar super-

vivientes...—Si es que queda alguno...— Nadie acompaña su risa irónica.

Incluso, me señala con el dedo, amenazante. Este asunto te ha afec-tado demasiado.— Salir con el ente ese, creo que te has vuelto loco.Tendrás al TH49A que te protege... ¿Y yo qué? ¿Y ellas?

—No lo sé, pensaré en algo...—¿Pensar? ¿Crees que pensar vale ahora para algo? Vamos a

morir y sólo tú sobrevivirás porque llevas al puto Espécimen con-tigo...

Me parece que no comprendes la situación, JuanXo...—¡Para, JuanXo! Quizás el TH49A os ayude a salir de ésta. La

mierda esa no creo que me afecte, bien lo has dicho, pero seguroque si os infectáis, él evitará que lleguéis a males mayores.— Esa

ESPÉCIMEN

168

sentencia lo trastornó un poco más, cerrando los puños y guardán-dose de pegarme una paliza. Al final, bajó la vista y continuó dandovueltas alrededor de la sala.

—¿Tú crees que nos ayudará a salir...?¿Qué coño? De repente, el suelo comenzó a temblar brusca-

mente. Los libros de la estantería se derrumbaron y mi compañerocayó al suelo. El cristal de la ventana se rompió en mil pedazos y va-rios fueron clavados en mi espalda, similares a agujas. Rachel se aga-rró a la mesa, la cual acabó cediendo y Lyserck fue despedida haciaatrás, golpeándose la cabeza contra la pared y perdiendo el conoci-miento. Christine trató de mantenerse en la esquina, pero sufrió lasepultura de los libros que caen. Las afiladas uñas de Rachel rechi-naron por la sala, rayando mis oídos. Mi asiento vibró de maneratan fuerte que fui lanzado por el suelo.

Desde fuera se escuchan estrépitos, como si aterrizasen variosaviones a la vez y estuvieran los reactores a nuestro lado. El techose agrietó y la situación dio paso a lo más intenso del seísmo. Enor-mes fisuras aparecieron en los muros y empezaron a desprenderseladrillos del techo y trozos de pared. Me cubrí con las manos mien-tras contengo mis ganas de gritar por los pinchazos dorsales.

Sin embargo, la suerte hizo que un azulejo golpeara mi cabeza,provocando la pérdida progresiva de consciencia. Lo último quepude captar fueron las imágenes de JuanXo en el suelo junto aLyserck, inconscientes, Rachel gritando y Christine en el rincón. Nopuedo dejaros así... Maldito JC...

“—Vuestro futuro lo habéis escrito vosotros, no yo...”“—Nos veremos en la otra vida, León...”“—Los Especímenes nunca llegarán a tener una reputación so-

cial...”“—Siempre estaré orgullosa de vosotros, siempre...”“—Tú eres León Vürgos Mähn, hijo de Kraus Vürgos y Kate

Mähn. Eres aquel que condenó a la Humanidad al desastre. JC es-parció los Especímenes; ¿Quién los creó? Has sometido la ciencia a

ALBERTO BURGOS SORIA

169

su demolición, has destruido miles de años de investigación, todoslos pilares serán derruidos. La religión, ese lavado de cerebro quetanto esfuerzo nos ha costado dominar y hacer desaparecer, havuelto por tu culpa. Desde el momento que naciste, erigiste el fin delos humanos. Tu cobardía por no experimentar te ha costado tu fa-milia, amigos...”

—¿Dónde estoy...?¡Me cago en Dios! Malditos seísmos de última hora...Más preguntas de ese tipo ocasionan en mi cabeza un caos. ¿He

despertado de una pesadilla? Tanteé por el suelo en busca de lasgafas, pero sólo recogí lo que polvo parece. Mi cuerpo es una fuentede dolor. ¿Qué cojones ha pasado? Suaves remordimientos en miinterior son la prueba de actividad del TH49A, pero lo que más meimporta en estos momentos es recuperar mi visión. Tras minutosde pasar las manos por cosas similares a escombros, las encontré,aunque las grietas se han cebado con los cristales.

Al menos, veo. La luz ha desaparecido por completo y a fuerzade mucho guiñar, no distingo nada. Tomé el móvil de mi bolsillo ycon la poca iluminación que ofrece, busqué a los demás. Con una ilu-minación tan tenue, me arrastré por el destrozado suelo hasta pal-par una mano.

Al incidir la luz, observé varios cortes en el dorso y cuando vis-lumbré las uñas pintadas con laca rosa, desesperadamente, recorrí elmiembro hasta llegar al rostro de mi hermana Rachel. Continúa vivao eso noto en el pulso de su brazo. El cabello la oculta parcialmente,pero en sus mejillas son reconocibles varias heridas llenas de sangreque muestran zonas musculares y edemas generales. Con más difi-cultad, encontré a Christine justo detrás de ella, enterrada bajo unamontaña de libros, papeles y polvo.

Sólo queda encontrar a Lyserck y JuanXo. Me erguí con grandolor en la espalda e iluminé la sala. Techo completamente de-rrumbado, paredes agujereadas y demolidas... ¡Vaya terremoto! Alfondo, junto a la puerta, contemplo con aprensión el cuerpo de

ESPÉCIMEN

170

Lyserck, con más magulladuras que las otras dos. Sangre gotea aborbotones de su cara y manos. Una gran fisura profunda surca subrazo derecho. Sin embargo, no logro dar con JuanXo. ¿Se habráido? No lo creo. No obstante, seguí rebuscando pero las malditasgafas no dejan ver nada. Maldita miopía...

—“Te curaré los ojos.”—¿Qué coño estás diciendo?El TH49A se agitó levemente, rozando mi corazón. La vista se

me nubla, acompañada de un fuerte dolor en las cuencas. Tiré lasgafas y la oscuridad inundó mis retinas. ¿En serio me estás quitandola miopía? Ojalá fuese verdad, mejor para los dos. No puedo so-portar tal malestar. Ahorré los gritos de agonía y apreté los dientescon tal de no chillar, tanto que sentí sangre salpicar mis labios. Fi-nalmente, el mal acabó remitiendo al cabo de unos minutos y abrí losojos de par en par.

¿Veo bien o lo parece? Creo que sí. La realidad se ha vuelto ní-tida al máximo y consigo distinguir sombras a pesar de la oscuridadque reina en la estancia. No volver a guiñar para enfocar las putasimágenes...

—¿Qué has hecho? Ahora lo veo todo...—“Células visuales alteradas. Ves tal y como yo veo.”Pobre oculista... No volver a verlo más.¿Tú ves? ¿Acaso tengo nuevos tipos de visión? Joder, el miedo

que me entró fue brutal. Necesito observar mi cara unos segundos...Cogí un trozo de cristal y reflejé mi rostro en la superficie. El sustoes impactante y tremendo. Por instantes, creí que mis ojos sangrana mares, pero por suerte, no es así. El blanco de la córnea ha sidosustituido por un rojo intenso y las pupilas toman una nueva con-formación; alargadas como las de un gato y muy estrechas. Creotener un extraño brillo en el centro...

¿Éste soy yo? ¡Demonios, vaya look! Parece que tengo las retinasen la capa más externa del ojo. Mi corazón late al borde de la taqui-cardia por observar tal cambio, da terror. Haciendo la gracia, com-paré mi vista con la de los gatos, a lo mejor poseo sus reflejos.

ALBERTO BURGOS SORIA

171

Basta de tonterías. Di las gracias al TH49A por quitarme de unavez la jodida enfermedad y aparté el cristal. Como siga así, entre vermi interior y esto, no voy ni a poder contemplarme en un espejo delos cambios que el Espécimen me está produciendo. Eché el últimovistazo a mis queridas gafas. Desde la juventud con ellas y por fin mehe librado de su yugo. Reí por lo bajo y las pisé, rompiendo porcompleto los cristales. No obstante, no creo que salir a la calle conestas pintas va a ser del todo agradable para los demás. Gafas de solquizás...

Vamos a parar de darle vueltas al asunto. Hay que sacar a todosdel despacho, de modo que puse manos a la obra. La puerta se de-rrumbó ante un simple empujón y viendo el buen estado que pre-senta el pasillo, decidí que ése será el sitio para dejarlos. Comenzandopor Lyserck, quien es la más cercana, la tomé en brazos y apoyésobre el frío enlosado. No da ningún signo de vigilia, pero su cora-zón late, su vida está a salvo y más tranquilo quedo, aunque su he-rida del brazo...

Repetí la acción con Rachel y Christine. Falta encontrar a JuanXo,si es que no se ha largado. ¿Dónde coño estás? Con la linterna delmóvil, iluminé cada rincón del lugar hasta tropezar con algo sólidoal lado de un montón de escombros. Al tocar, descubrí un pie quesobresale de la montaña. Rápidamente, empecé a retirar escombros.Tras apartar varios pedruscos como la mesa, desenterré el cuerpo,aún con vida, de JuanXo.

Con la polvareda que se formó al levantarlo salí, dejándolo en elsuelo. Junto a Lyserck, es el más malherido de los cinco. Rostro en-sangrentado, cuerpo magullado y cortes graves en el cuello. Pareceincreíble que conserves la vida. La expresión de mal humor que pre-sentas es prueba de que tu cabreo no ha pasado todavía.

—“Están infectados.”—¿CÓMO DICES?—“No les queda mucho de vida.”

ESPÉCIMEN

172

Ahora recuerdo, los misiles llenos de la mierda esa que JC creó.¿Cómo es que yo no estoy contagiado y ellos sí? El Espécimen, porsupuesto. ¿Qué puede servir para curarlos? Vueltas y vueltas di en micabeza a todos los medicamentos que en la farmacia hay, pero no seme ocurrió ninguno. Además, no sé cómo es o actúa el ente, demodo que...

—“Esto los ayudará.”No me mientas, TH49A. No deseo ser el responsable de sus muertes...Con tal contestación confundes mis ideas. Justo al preguntar qué

debo administrar, cerré la boca ante un repentino vómito que pro-vino del esófago. Gotas resbalaron por mis labios y el color blancooscuro encharcó el suelo. ¿Tengo que darles esto? La verdad que ha-cerles beber algo que no tengo ni la más remota idea de qué es noes normal, pero si no hay otro remedio para salvarlos, correré elriesgo. Con temor, abrí las bocas de cada uno y vertí el misteriosomedicamento, haciéndolo tragar con masajes en el cuello.

No dan signos de movimiento o consciencia, lo que me asustó.El TH49A no hace más que asegurar que ese mejunje acabará conel mal que recorre sus cuerpos, pero no creí sus palabras. Me arro-dillé junto a Lyserck y la tomé. Su demacrado rostro no cambia apesar de las heridas. Zarandeé su cuerpo varias veces y golpeé leve-mente su cara, pero no respondió. Con el polvo de su cabello, tosívarias veces y la volví a apoyar en superficie firme.

Llorar quiero, pero algo agarró mi hombro, impidiéndome eje-cutar la acción. Me giro y la pesadumbre remite. Rachel levanta sumano en símbolo de tranquilidad y ver sus preciosos ojos abiertoshizo que sonriera abiertamente. Con el pesar que encima lleva, logróarticular unas palabras, aumentando mi felicidad. ¡Gracias, TH49A!

—¿Te encuentras bien? Tienes muchas magulladuras...—Me cuesta moverme un poco...— Levantarse quiso, pero

aparte de no poder, no la dejé. Las heridas faciales se acentúan cadavez que abre la boca. Tomada en brazos y observé a los demás.—¿Cómo están?

ALBERTO BURGOS SORIA

173

—Lyserck tiene muchas heridas, pero no parecen muy graves.—No es muy alentador, pero mentir no es necesario. De repente, Ra-chel gritó con fuerza y casi mete sus dedos en mis ojos. ¡Chica, quéímpetu!

—¡LEÓN! ¿Qué diablos te ha pasado...?— Recuperándome delsusto y riendo de su actitud, acaricié su rostro y le conté el percancecon el TH49A.— Te sangran...

—Nada de eso. Hemos llegado a un acuerdo el TH49A y yo, demodo que me ha regalado una nueva visión. No te preocupes, veoperfectamente. Las gafas son historia.

—Estás mejor así...— Si no se pierde el sentido del humor, sig-nifica que la cosa pinta mejor. Aunque quiso reír, las heridas de susmejillas lo impidieron.

A mi lado, JuanXo hizo de gestos de consciencia; abrió los ojosy tomó grandes bocanadas de aire y polvo. Está ahogado del polvoy recuperó movilidad rápidamente. Gruñó al verse cubierto de san-gre. Casi despierto, dirigió su vista hacia mí y pegó otros gritos ytoses al fijarse en mi cara.

—¡ME CAGO EN DIOS!— Con dificultad se levantó y ojeó micuerpo varias veces, sin dejar de impresionarse por mi nuevo look.Cualquiera diría que estás magullado.— Es increíble, no pareces nitú.

—Desfiguramientos del TH49A. Ha comenzado por los ojos.Por poco mueres sepultado bajo los escombros.

—Pues gracias por sacarme... No me hubiera gustado moriraquí.— Christine se despertó de un sobresalto, chillando y pidiendoagua. Tranquila, hija. Parece que te has escapado de un manicomio.

—¿Lyserck está bien?—Está muy malherida, debemos llevarla a casa y coger los pri-

meros auxilios.—¿Y los de aquí? Además, no podemos salir fuera... Está el...—Tranquilos, la cosa esa ha entrado, hemos sido infectados y ya

estamos curados de él. Me he encargado de eso.— Tal afirmación losdesconcertó.

ESPÉCIMEN

174

Con tranquilidad y sin interrupciones, expliqué cómo el TH49Alos había salvado mediante un fármaco específico que fabricó trasestar en contacto con el agente infectante. Sólo JuanXo se tomó abroma el hecho de que les hubiera hecho ingerir un líquido que nosabía ni lo que era. ¿Me das otra alternativa?

—Cada día me sorprendes más.—Pues creo que esto es sólo el principio.— Mis hermanas no se

tomaron muy bien que les hubiera hecho tragar algo semejante, peroacabaron por aceptarlo; sus vidas estaban al filo de la muerte.

—Mirad, ya despierta...Por fin reaccionó Lyserck a los golpes en la mejilla y me cogió de

la pierna, arrastrándome hacia ella. Estarás herida, pero tu fuerza nomerma y seguro que un par de voces me esperan. Sin embargo, al vermis nuevos ojos, se incorporó de un respingo, retrocedió variospasos y cogió varias piedras del suelo, creyendo que soy un enemigoo algo parecido. Te doy la razón...

—Hija mía, soy yo, León...—¡Y UNA MIERDA!—Lyserck, no estamos para peleas. Tira las piedras y ven aquí.—

Con desconfianza, se deshizo de los objetos que sostiene y regresó,pero sin dejar que la tocase.

—¿Cómo te has puesto los ojos así?— No hables, querida. Lasheridas faciales se te notan más si abres la boca y extiendes la piel.Negué con la cabeza y sonreí.

—El TH49A ha decidido dejarme sin gafas.Me da la sensación que dentro de poco voy a dejar de existir tal y como soy...—¿Y te alegras? Joder, tengo el cuerpo fatal... ¿Qué hora es?—

El tiempo, tan necesario y olvidado. Con sorpresa comprobé mireloj, el cual funciona pese a su antigüedad. Seis de la mañana pasa-das, casi y cuarto.

—Viendo vuestro aspecto, el cual muy bonito es, iré a casa a porel botiquín de emergencia. JuanXo, vendrás conmigo.

ALBERTO BURGOS SORIA

175

—¿Qué ocurre con el de aquí? ¿Piensas dejarnos solas?— Pro-testó Christine a la misma vez que las otras dos, pero señalé el fondodel pasillo, donde se ve perfectamente una mole de escombros quebloquea el acceso a la segunda planta; enfermería y más laborato-rios.— Vale, pero rápido.

—Iremos sin armas, mejor que os protejáis vosotras. ¿Dóndeestá el fusil del enano?— Entró JuanXo al despacho y salió minutosdespués con la carabina en mano, soplando para quitar el polvo ycomprobando el cargador.

—No salgáis de aquí y permaneced juntas todo el rato. No sa-bemos lo que hay fuera y mucho me temo que la cosa no pinta bien...

Lyserck sabe de armas y disparar tampoco es tan difícil. Para serla primera vez, temí más por ellas que por nosotros. Abrir fuegocontra aquel que se acerque o intente hacer algo extraño. Con fuerza,empuñó la carabina y juró sentencia. Su brazo rezuma menos san-gre. Parece que ha recuperado el optimismo; entre eso y la pérdidade su escuálido rostro, apunta a estar tranquilos por la seguridad.Nos despedimos con sendos abrazos y retornamos desde el pasillohacia el vestíbulo.

Tanto dinero invertido, arruinado estoy. Paredes derruidas, puer-tas quebradas, papeles, losas y vidrios desperdigados por el suelo...Peor se encuentra el vestíbulo, pudiéndose observar el cielo estre-llado de la mañana por el techo y la oficina de Katy, sepultada portoneladas de escombros. Puertas principales arrancadas de sus bisa-gras, el sistema de cierre roto, los primeros árboles caídos y la zonadel parking no presenta buen aspecto...

Pobres jardines. La fuente sigue emanando agua, pero la estatuadel centro no está; en el suelo se halla. Las hojas cubren la tierra,grandes grietas por el asfalto; los setos son los únicos que parecenno haber sufrido. Si la situación se ve en tal mal estado, los cochesno serán una excepción. El Shelby GT500 está intacto, pero mi Ca-maro SS se encuentra varios metros más a la izquierda de donde lodejé. Y no sólo eso, cortes de pintura, carrocería abollada y una de

ESPÉCIMEN

176

las llantas partida por la mitad. El Audi R8 ha desaparecido. Ojalá elmecánico no cobre demasiado...

Por insistencia, convencí a JuanXo para que cogiéramos mi ve-hículo, ya que como se encuentra más malogrado; por estropearlo unpoco más no sucede nada. Además, la idea le gustó. Tampoco lo hehecho como un favor. La gracia del asunto es saber qué caminotomar si la carretera se halla en condiciones impracticables, argu-mento más probable. El ruidoso sonido que desprendió del motoral arrancar me indica la poca vida que le queda. Por cada acelerónque meto, la caja de cambios responde a duras penas y los frenos chi-rrían, asemejándose a gritos humanos.

Sí ha cambiado el paisaje, sí. La villa de Ismaning es un completodesastre y las casas derrumbadas se apilan unas sobre otras, apartede la multitud de coches que taponan e impiden el paso por diver-sas calles. Más árboles caídos, el campanario no está y la iglesia ardepor dentro. A saber el estado de mi casa. Cinco minutos se tarda enllegar a nuestra morada, pero con tanto bache y fisura en el asfaltoaumentó ese tiempo a la media hora e incluso, la hora.

El ambiente es igual que en los laboratorios, muy tenso y JuanXono me dirigió la palabra durante el trayecto. Alcanzamos de una mal-dita vez el cruce donde urdimos la separación, aunque de cruce tienepoco, parece una rotonda. El reloj del salpicadero marca las seis ymedia, el amanecer está al caer; las palabras de JC...

“Seis mil millones de gritos traerán a la Tierra un nuevo amane-cer.”

Hijo de puta que eres, JC. Ya te encontraré, ya...¿Hay que dar crédito a esa sentencia? Tal y como se encuentra el

mundo, sí. Uno se limita a negar lo que ve, evadirse de la realidad,pero eso no es lógico. Una nueva puesta de sol para la Tierra, unanueva era. Los Especímenes se encaminan hacia el dominio, exter-minarán a la Humanidad en cuestión de meses, contando con laayuda del tal ente.

ALBERTO BURGOS SORIA

177

La nueva fuerza viva sobre este planeta tan humano y nuestro.Miles de especies luchan para someter a las demás, pero la natura-leza siempre es la que decide quién gana la batalla. Ahora el argu-mento es al revés, la especie dominante cede a otra recién surgida elreino de la Tierra; irónico a primera vista. ¿Es el fin de la Humani-dad? Quién sabe...

Una casa a lo lejos. El gran árbol del abuelo Kerry en pie, perolos cimientos de la vivienda, no. Alma caída, visión horrenda. El ga-raje, obstruido por la destartalada chapa automática, el segundo pisoderrumbado sobre el primero, las puertas en el recibidor y en la partederecha, el cuarto de baño al descubierto y la bañera, al jardín. La-drillos por aquí, ruinas por allá. Todas las ventanas rotas y miles devidrios y cristales diseminados por el suelo.

Dineral echado a perder. Nos miramos durante unos segundos yentramos en lo que antiguamente fue nuestro hogar. Si mis padreslevantasen cabeza...

Desastre total el vestíbulo. Los cuadros de Christine, hechos añi-cos; jarrones y papeles por el enlosado. Las escaleras se agolpanentre ellas, lo que hace imposible el acceso a la planta superior. Detodas formas, no sirve de nada, porque al acceder a la cocina, el cielobien se vislumbró, habiendo antes encima el cuarto de invitados. Laprueba más clara, la cama desperdigada sobre el horno y miles de sá-banas llenas de polvo y ardiendo. Suerte hubo al encontrar el boti-quín debajo de multitud de platos y vasos hechos pedazos. Varioscortes sufrí al meter la mano entre tanto borde afilado, aunque nosentí dolor.

Para acabar la agradable visión, el salón fue la nota final de lacanción. El mueble principal en el suelo, la televisión de plasma conla pantalla agrietada, objetos valiosos perdidos en una nube de polvoy las cristaleras que dan al jardín no existen. En su lugar, un enormeboquete en la pared. La lámpara en un rincón y los sofás recubier-tos de derribos. Dan ganas de llorar, pero no por la rabia, sino detanto trabajo y dineros gastado; perdido.

ESPÉCIMEN

178

Sin más que coger de la casa, ahorré el esfuerzo de volver al ves-tíbulo; tenemos una nueva salida. Sin embargo, una luz roja parpa-deante debajo del sofá me llamó la atención. Mientras JuanXo seasegura de que no falta nada y carga el botiquín en el asiento tra-sero, aparté varios cristales y desechos hasta hallar el contestadorautomático, todavía en funcionamiento.

Suerte que es inalámbrico. Según el diminuto monitor, hay dosmensajes, uno de Vincent y el otro de un número desconocido.Llamé a JuanXo y puse en marcha el botón de llamada perdida, sal-tando la jodida mujer de la operadora. En silencio, escuchamos losmensajes, siendo el primero interpretado por la voz del segundo di-rector.

—Contestador de León Vürgos Mähn, tiene dos mensajes nue-vos.

—León, me ha llamado JC diciendo algo de un nuevo amanecery de dominar el mundo. ¿Sabes de qué está hablando? Llama cuantoantes. Estoy muy asustado por esas palabras...

Vincent, sin duda. JC también le avisó... Normal, que se prepa-ren ambos. Si el teléfono no engaña, la llamada se realizó un pocodespués de la que Tiger hizo a casa para que fuese al laboratorio.¡Qué cabrones son, lo tenían muy bien planeado! El otro mensaje sereprodujo sin tardanza; habiéndose hecho sobre las cinco de la ma-ñana.

—León, ¿Qué está pasando...? Hay terremotos por todas par-tes...— La voz se corta varias veces y el mensaje se escucha muymal. De fondo, se oye cómo cae algo parecido a bombas; los misi-les, seguro. La llamada acabó ahí, pero parece que Vincent olvidócortar. La transmisión continuó, aunque igual de mal.— Caen cosasdel cielo... Preparad el coche... Dejadlo todo, nos vamos... Sudáfricapuede que todavía esté... ¡El misil está lleno de...!

El mundo va mal en cualquier lugar. Y pensar que esto lo he provocado yo...El teléfono se corta y la luz se apaga, siguiendo activo. Vale, Vin-

cent sigue vivo, aunque su paradero parece ser desconocido. Sud-

ALBERTO BURGOS SORIA

179

áfrica... Las minas de diamantes que se construyeron hace años. Sino recuerdo mal, hay búnkers de protección contra los continuosataques rebeldes. JuanXo, por primera vez desde que salimos delcomplejo, dio su opinión sobre lo escuchado. Según su versión, Vin-cent no podría abandonar África, ni a pie ni por otro medio.

Los misiles llegaron allí... ¿Hay algún continente vivo o la Antár-tida se ha infectado también? Analizando la última parte del mensaje,parece que pudo observar el interior de las cabezas balísticas. ¿Qui-zás observó a los Especímenes en todo su esplendor y naturaleza?Ojalá que no fuera...

Tenemos que contactar con él, de cualquier manera. Saber su ver-sión en directo, corroborar sus palabras. Tomé el móvil de mis pan-talones y marqué su número a toda prisa. Activé el altavoz y lospitidos sonaron, siguiendo por mucho tiempo. ¡Por el diablo que lotengas encendido, que como no...! Sin embargo, la suerte nos son-ríe y la grave voz de mi compañero aparece por el interfono, tran-quilizando a nuestro impaciente corazón.

—¿León?—¿Estás bien, Vincent?—Por ahora bien... En el coche hacia... De Sudáfrica.— La co-

municación está continuamente siendo interferida por el ruido delcoche y el aire al rozar contra las ventanas. Aumenté el volumen delmóvil hasta el máximo, pero el tono sigue igual.

—Por lo que más quieras, Vincent, haz lo que puedas por respi-rar lo menos posible. JC ha esparcido los Especímenes agresivos ycáusticos por todo el mundo en unos misiles balísticos y tambiénha dicho algo de un ente.

—¿Un ente...? ¿Especímenes violentos...? Eso es lo que...—Sea lo que sea, ve a los búnkers mineros y refúgiate hasta que

vayamos a buscarte.— De fondo, se oyen sus fuertes bramidos, afir-mando el recibimiento de mi advertencia.

—¿Estáis allí...? ¿Vais bien?

ESPÉCIMEN

180

—Por ahora sí, hemos venido a casa para recoger unas cosas.—El aire interfiere cada vez con más fuerza en la conversación y lagran mayoría de sus palabras no se escuchan o las interpretamos ensentido erróneo.— ¿El ente os ha...?

—No, los demás han sido vacunados por el TH49A de mi inte-rior.

—¿TH49A? ¿Por el mundo...?—No, lo tengo yo. Todos los Especímenes benéficos los tengo.—¿Qué dices...? ¿Cómo que lo...?— No es el momento más ade-

cuado de explicar todo lo acontecido en los últimos días, de modoque fui más conciso.

—EL TH49A lo tengo dentro en mí y los Especímenes bene-factores no han sido robados, los tengo en el almacén.

—¿El TH49A está dentro de ti...? ¿Qué me...?—Es una historia muy larga, lo importante es que llegues cuanto

antes. Podrás protegerte de la pandemia durante largo tiempo. ¿Estástú solo?

—Sí, aunque los... Más hay de camino.— Reúnete con ellos, peroen los subterráneos. Si hace falta, los esperas. No te arriesgues envano, Vincent. —Entre caos y Especímenes... Guerra mundial.

—Por ahora, sobrevive y contarás. Recuerda, no salgas hasta quevayamos...

—Pues mejor que... Estar solo y menos con este caos... Genteextraña por aquí...

—¿Qué quieres decir? ¿Qué ocurre con la gente?—... Actúan como si no fueran humanos... Unos parecen

caníb...— Eso no me gusta nada. ¿Caníbales? Quiere decir que mishermanas...— Te lo digo muy en serio... Más que una simple pan-demia.

—Está bien, Vincent. Conduce con cuidado y llama cuando lle-gues. Tenemos que volver a los laboratorios, he dejado a mis her-manas...

—¡NO LAS DEJES...! Lo que he visto...

ALBERTO BURGOS SORIA

181

—¡Déjalo, Vincent! Saben defenderse. Les he dejado un fusil deasalto.

—Bueno, te dejo... Vaya todo bien por...—Lo mismo te digo, Vincent. Ten cuidado y cuídate.Eso mismo. Eres de los pocos supervivientes y no mereces acabar como todo

el mundo.La llamada es colgada. Está vivo y es buena noticia por sí sola. En

el coche entramos y arranqué sin dejar de pensar en mi compañerode dirección. Solo en África... ¿Será capaz de sobrevivir? Espero quesí, porque si no... De todos modos, sé que suena un poco cínico,pero es el miembro más valioso de las investigaciones realizadas enel área africana.

Último vistazo a los escombros que antes formaban parte denuestro hogar. Pusimos rumbo de vuelta a los laboratorios. Extrañose hace pensar que jamás volveré a ver esas ruinas que techo nosdieron durante más de diez años. Las siete y el cielo comienza a es-clarecerse pero muy poco. El amanecer está al llegar, la desgraciaestá a punto de extenderse.

No tuve demasiada prisa por llegar al complejo, a pesar de la ad-vertencia que Vincent había hecho sobre el acto de haber dejado amis hermanas solas. A ver, tampoco es tan grave, tienen la carabinapara defenderse. No obstante, esas personas de las que Vincenthabló... Quizás serán imaginaciones suyas.

Media hora tardamos en regresar, con la horrenda plana del des-trozado edificio. Aparqué al lado del Shelby y eché el freno de mano,aunque con el terremoto, a saber si sirve. JuanXo lleva el botiquín ensus brazos y caminamos entre las hierbas del jardín, evitando tro-piezos con alguna hendidura o grieta en el suelo. Al llegar a la en-trada, se detuvo y señaló la calle.

—Vincent ha dicho algo de unas personas vagando por ahí. Alvenir... ¿Había alguien más aparte de nosotros?

—No, o eso creo...— Lo de antes, ilusiones tal vez. El terror in-funde esa suposición. ¿Se refiere a gente que hubiera sido infectada

ESPÉCIMEN

182

por el supuesto ser? ¿O por un Espécimen? No está mal encami-nada la hipótesis, el ente ayuda a los Especímenes a adaptarse mejora sus hospedadores.— Además, estamos muy lejos de la ciudad.

—No sé qué decirte... Tengo una extraña sensación.Nada al respecto. Se aclara cada vez más el cielo, aunque no lo su-

ficiente para vislumbrar el interior del complejo. No siento miedo dever la oscuridad; casi me hubiera gustado tenerlo. Todo se encuen-tra en la misma situación que cuando nos fuimos. En casi una horaes imposible que haya sucedido algo.

Seguimos hacia adelante y llegamos hasta el despacho, con la sor-presa de que mis hermanas no están. ¿Dónde se habrán metido?Mira que les dije que no se movieran... Gran temor me entró en elcuerpo. Imágenes abordaron mis ojos; reacciones de cualquier serasustado. Sin aviso, un fuerte grito que parece provenir del jardíndel patio, retumbó en las pocas paredes que nos rodean. Ese gritolo reconozco. Reitero lo de antes...

—¡¡¡RACHEL!!!Desorbitado estoy. JuanXo coge mi cuello y me arrastra por los

pasillos en dirección a los chillidos. La respiración es inexistente enestas situaciones, el corazón se ha parado y el TH49A se remuevecon extrema brusquedad, notando dolor en el pecho. Habitacionesrevisamos sin parar, pero nadie hay y menos mis queridas hermanas.En el patio nos detuvimos. La visión no se puede describir, peroharé un esfuerzo. Los ojos mienten poco y menos unos nuevos.

Lyserck yace en el suelo junto a la fuente, con su pecho cubiertode sangre y rostro ocultado por el cabello. Christine a su lado, conla misma postura y su mano izquierda agarra el fusil. Eso no es todo,un tipo alto y con el pelo cubriendo su espalda, tiene a mi hermanaRachel agarrada del cuello, levantándola en alto. Ella trata de sol-tarse, pero la fuerza con la cual él la sostiene no permite la liberación.Real...

En ese instante, el mundo fue distorsionado, al igual que sucediócon Tiger. Los ojos se dislocan y los latidos de mi corazón se pau-

ALBERTO BURGOS SORIA

183

san; resoplo cual toro furioso. El sistema simpático explota con elTH49A y mi mano derecha se vuelve rígida y plateada, ha leído mispensamientos. Sin que JuanXo se diese cuenta, me solté y corrí haciaaquel individuo. Por detrás y sin piedad, clavé mis dedos en su dorso,notando el enorme calor que desprende su interior.

Tanta ira contiene el ataque que mi mano atravesó el cuerpo, sa-liendo por el tórax del adversario. Bajó la cabeza, pero no pareciópercatarse de dolor o malestar alguno. Al instante, algo en el pechodel hombre rozó con mi muñeca y quemó gran parte de mi piel, ha-ciendo que retirase el brazo inconscientemente. Ante la defensa yresistencia que ofreció el enemigo, no dudé en clavar mi otra extre-midad, acabando de una vez con su vida.

¿Quién coño es éste? ¿Por qué las has atacado? ¿De dónde cojones has ve-nido?

¡Qué extraño! En su ropa hay marcas agujereadas, lo cual signi-fica que le han disparado... ¿Cómo sigues vivo? Magullado total-mente, el extraño tipo se derrumbó sobre la hierba del jardín,liberándose Rachel de la opresión que sufre y tosiendo con insis-tencia. Cerré los ojos y saqué las manos del cadáver, frotando la zonaque presenta las quemaduras. Maldito sea, me ha abrasado la mu-ñeca...

No obstante, aparté el malestar y recogí a Lyserck y Christine,sosteniendo a cada una con cada brazo y zarandeándolas a la vez.JuanXo, impresionado por la rapidez de mi reacción, corrió paraayudar y tomó a Rachel, buscando en ella algún signo o herida. Afor-tunadamente, Lyserck abrió los ojos de par en par e intenta sonreíra la vez que coge mi antebrazo.

—Lyserck, dime algo, por favor...—Hermano, me duele todo...— Con voz muy débil, Lyserck con-

siguió sacar algunas palabras, aunque luego pedí que no hablara; másalivio sentirás.

—¿Qué ha pasado, Rachel? ¿Os ha agredido el tipo...?— No pue-des hablar. El miedo que guardas es tan grande que imposibilita con-testaciones, ni siquiera leves afirmaciones.

ESPÉCIMEN

184

El cuerpo sin vida del hombre yace bocabajo, de modo que le dila vuelta. Por momentos, no creí lo que mis ojos ven, es imposible.Al apartar el largo pelo que cruza la cabeza, el demacrado y ho-rrendo rostro de James se descubrió. El director de los experimen-tos que se realizan en los subterráneos, el marido de Sarah. ¿Cómoes posible que sea el agresor?

El semblante que presenta da miedo, parece un monstruo ase-sino. De su boca emana sangre y las garras que posee por manos,igual. La zona izquierda de su cuello se encuentra carbonizada y granparte de músculos se distinguen en la zona. Ropa raída y el centrodel pecho se halla de una tonalidad oscura. Es como las malditas pe-lículas de REC, que antes de los Nobel vi con mis hermanas, las cua-les no se despegaron de mí en toda la tenebrosa noche.

La pregunta más interesante. ¿Ente o Espécimen? Hagan susapuestas. Sólo hay una manera de averiguarlo y pena que John noesté. Una autopsia, ni más ni menos. Abrir su tórax y comprobar lapresencia de un Espécimen. No obstante, una de las opciones estádicha, infectado se halla seguro. Su pecho se inclina por la segundaopción.

Ante un horrorizado JuanXo, sacamos a las chicas del jardín ylas llevamos de nuevo al despacho, dejando el cadáver para después.Comenté a mi amigo la posibilidad de comprobar la fuente de in-fección, accediendo con una leve afirmación.

—León, todavía puedo andar...— Tosiendo sin parar y con pau-sas respiratorias, lo último que hay que hacer es abrir la puta boca.

—¿Cómo os ha atacado James?— Sabiendo el origen de su ata-que podremos saber de antemano qué lleva dentro. Rachel respon-dió al mismo tiempo que se estremece levemente.

—Estábamos en el pasillo cuando vimos la silueta... Le dije aLyserck que esperase para disparar por si se tratase de vosotros, perono hizo caso. Se adelantó a... Vimos aparecer a James en la oscuri-dad. Al principio, Christine fue a socorrerlo, pero su forma de andary manos nos hicieron retroceder... Incluyendo su forma de jadear.

ALBERTO BURGOS SORIA

185

Como no se detenía, Lyserck abrió fuego... Las balas que disparóimpactaron en su cuerpo, aunque no lo abatieron... Al llegar al jar-dín del patio, se acabó el cargador y como bien intuirás, Lyserck setiró hacia él. Sin embargo, la cogió con facilidad del brazo magu-llado... No sé cómo, pero acabó lanzada por los aires, llevándose pordelante a Christine.

—¿La lanzó con facilidad?Seguro que tiene un Espécimen. No hay precipitarse, no...—Sí, tras ello vino por mí... Todo pasó muy rápido, me cogió del

cuello y apretó con fuerza... Hasta que apareciste tú y me salvaste...Gracias, hermano.

—El muy cabronazo, con sus garras, casi me raja el pecho en-tero... Me agarró sin ningún esfuerzo... ¿Cómo está Christine?—Lyserck quiso acabar la historia de Rachel mediante su versión, aun-que los espasmos se lo pusieron difícil.— Un empleado menos...

—No hables y tranquilízate. JuanXo traerá el botiquín cuantoantes.— Dicho y hecho. Mi amigo apareció en la oscuridad con losprimeros auxilios en mano.

Rachel no presenta ninguna lesión salvo su enrojecido cuello y loscortes faciales. Christine, a pesar del desmayo, vive con las mismasmagulladuras. Por el contrario, Lyserck está muy maltrecha. El golpede la caída ha ocasionado varias heridas en el torso y reabierto las an-tiguas. Hay que atenderla cuanto antes. Su vida no corre peligro peromejor asegurarse que esperar a la naturaleza.

Rasgué su camisa y encima de su sujetador, tres grandes heridasdrenan sangre a borbotones. A simple vista se ve, marcas de gran-des garras y bien afiladas. La verdad es que a Lyserck no le hacemucha gracia que la curásemos a pecho descubierto, más por la pre-sencia de JuanXo, aunque éste no se inmutó. Le interesa más su re-cuperación.

La sanación fue un puto éxito. Suerte de los grandes conoci-mientos de Rachel sobre Enfermería. Justo al terminar, Christineabrió los ojos y se lanzó a mis brazos cuando supo que James había

ESPÉCIMEN

186

muerto. Estos temas de enemigos e infectados no es su fuerte. Casirecuperados del susto, nos dirigimos a realizar lo más difícil de lamañana, la autopsia al enemigo.

Como buen laboratorio, siempre hay de dónde sacar un bisturí ymascarillas. Otorgando honor, JuanXo será el encargado de realizarlos cortes. Los primeros rayos de sol asomaron por las agrietadasventanas y agujeros de los muros. La mañana que JC anunció estáhaciendo acto de presencia, trayendo consigo una extraña sensación.Los relojes indican las ocho, faltan pocos minutos.

Llegamos al patio tras breves minutos y preparamos la disección.Sin camilla y ninguna profesionalidad, quitamos la camiseta de nues-tro difunto compañero y JuanXo escindió limpiamente una líneavertical justo en el esternón. Hizo varios cortes más para poder es-tirar bien la piel y músculos; mis hermanas cerraron los ojos.

Con la ayuda de nuestras manos, abrimos en canal el pecho inun-dado de sangre. El momento en el cual algo igual pasó con mi tórax,sólo que esa vez fue el TH49A. Pectorales, esternón, costillas, vís-ceras... ¿Qué cojones es lo que se mueve en el centro y se oculta? ElTH49A saltó en mi interior, llegando los retumbos a mi garganta.

—“¡Hermano YH56U!”—¿Estás seguro?—“Nunca dudaré de mis hermanos.”—Esto no es bueno...—El problema es más grave de lo que temo, JuanXo...—No podemos negar la evidencia. ¿Qué hacemos?—No lo sé... Creo que debemos usar soluciones drásticas.—

Quiero olvidarme de todo, de JC, del YH56U, de mis hermanas enel suelo... Todo. Así que es verdad, la condena es inminente y no hayremedio, sólo sobrevivir.

“—Vuestro futuro lo habéis escrito vosotros...”Futuro... Escrito... ¿Soy yo?

ALBERTO BURGOS SORIA

187

Yo he escrito este porvenir para la Humanidad. ¿Puedo cambiaresta fatal perspectiva y devolver al mundo su antigua normalidad? Sípuedo; haré todo lo que esté en mis manos para conseguirlo. Si hecambiado a la Tierra, también puedo deshacer la evolución. Extra-polemos este sentido a mis creaciones. He creado los Especímenesy por ello, puedo enviarlos al infierno biológico de donde los saqué.No me gustará verlos sufrir y morir, pero no hay otra solución. Novalen preguntas, dudas ni ambigüedades, está decidido y muy claro.Es mi destino y debo de cumplirlo, bien sea solo o acompañado.

—León... ¿Estás bien?—Abrid los ojos, queridas, no es bueno seguir engañándose. Asu-

mir la verdad es la única opción para asegurar nuestra existencia.Dame el bisturí, es hora de empezar a terminar...— JuanXo me fa-cilitó el instrumento sin pensárselo dos veces y lo empuñé confuerza. El YH56U se revolvió en el cuerpo de James, como si supierami intención de acabar con él.

León te creó y León te enviará a la muerte. Fijé mi vista unos se-gundos en su figura, siendo el TH49A un espectador en el acto. Re-accioné con violencia y atravesé al Espécimen por su cuerpo menor,cerca de su diminuta cabeza. De agonía, emitió un pequeño chillidoy sangre verdosa emanó de su interior, esparciéndose por el torsoabierto de James.

¡Por fin! Un Espécimen menos en el mundo. He acabado conaquello que he estado investigando tantos años, el ser que robó lamitad de mi vida... Sí, pero asesinarlo no me ha emocionado, nisiento satisfacción. Tiré el escalpelo y miré al cielo. JuanXo y mishermanas observaron la situación sin intervenir.

—Vámonos, tenemos un asunto que arreglar.—El YH56U... Tenía el YH56U...—Especímenes por el mundo... ¡Madre de los demonios!— No

hay letras para describir lo sucedido, ni tampoco las quiero oír. Sali-mos del patio y nos dirigimos de nuevo al despacho. Tal y como seencuentra la situación, tengo claro la misión que me ha sido enco-mendada. No hay que demorarse más, actuar es lo siguiente.

ESPÉCIMEN

188

—¿Qué haremos a partir de ahora?— Simple y sencilla es la res-puesta. Salir de aquí y buscar el modo de acabar con la pandemia. Sehaya resuelto...

—Seguidme, rápido.— Al fondo del pasillo, por donde queda elalmacén, los conduje a una puerta con varias cerraduras. De mi lla-vero, tomé una pequeña llave, la cual abrió los cerrojos y accedimosal interior.— Coged cada uno dos y lo que os sea necesario.

—¿Qué quieres decir...?— Inquirió JuanXo justo al entrar, perocuando encendí las luces de emergencia, su expresión de sorpresafue unánime, al igual que mis hermanas. Nos encontramos ante lasala de armamento para los guardias de seguridad, llena de una grandiversidad de armas, explosivos y municiones.— Joder...

Si los de seguridad no les dan uso, entonces nos las quedamos, que para algoestán.

—Elegid las que más os convengan, no hay tiempo que perder.—Pero, hermano... ¿Qué piensas hacer?— Rachel fue la única

que no fue a buscar armamento y en la entrada se quedó.—Traje a los Especímenes al mundo y si tengo que eliminarlos

para que vuelva la normalidad, lo haré.—No recuerdo tantas armas... ¿Son de importación o las has

comprado en algún lado? Veo muchas nuevas...—¡Demonios! ¡Si hay hasta un lanzallamas!—Como bien has dicho, JuanXo, rearmé este lugar hace unos

meses por si la guardia necesitaba más potencia de fuego contra losposibles asaltantes, aunque no han servido para nada.— Sorprendi-dos están. Espero que con esto haya suficiente para dar guerra.

Christine tomó una escopeta M3 y un fusil FAL; un amigo suyoposee el mismo modelo, aunque de maqueta. Lyserck, con lo pesadaque es para estos temas, cogió el armamento más heavy que halló.Primero, una ametralladora MG4 con cargadores de cien proyecti-les, recogiendo la ristra de balas y rodeando su curtido cuerpo conellas. Segundo, el lanzallamas y para terminar, una escopeta Striker,para no fallar ni un disparo. Menos mal que no dejé que se llevara elRPG, que si no, derrumba lo que pilla a su paso. De todos, es la quepresenta un auténtico aspecto de mercenaria a sueldo.

ALBERTO BURGOS SORIA

189

Rachel, un poco más discreta, tomó dos pistolas Five Seven y elsubfusil alemán H&K UMP. 45, uno de los mejores subfusiles he-chos en nuestro país junto al H&K MP5. Sin cortarse lo más mí-nimo, JuanXo escogió el fusil de asalto austríaco Sterig AUG juntoa un rifle francotirador ruso, Dragunov.

—Si no han detenido ni a Rocy ni a Tiger, a infectados y Espe-címenes... Seguro que sí.

—¿Estás seguro de lo que quieres hacer?— Rachel sostiene conmiedo las pistolas; aún permanece indecisa. Fui hasta ella y señalé lastenues luces que iluminan la sala.

—Al igual que los Especímenes han traído la oscuridad al mundo,arrojaré luz para acabar con ellos. La Humanidad ha sido conde-nada y si cuento con ayuda, prefiero que sea con vosotros.— Comosiempre, improvisar es la manera de convencerla. Sonrió ante mis pa-labras y cogió cargadores.

Me toca escoger, aunque el TH49A es por sí solo una poderosaprotección. No obstante, mejor asegurarse por si alguna vez falla.Al igual que Lyserck, adoro las escopetas y armas antiguas, de modoque cerca de la puerta recogí uno de los fusiles más utilizados por losnazis en la II Guerra Mundial, Sturmgewehr 44. ¡La de veces que lohe usado en los campos de tiro! La segunda opción llegó al fondode la sala, escondida tras unas cajas. Los rayos de luz alumbraronuna cristalera que contiene una corta escopeta que presenta tres ca-ñones.

“Hydra, arma especialmente diseñada contra batallas hostiles amedia y corta distancia con gran potencia de fuego gracias a su sis-tema de triple cañón, el cual le otorga una calidad inmejorable. Deorigen alemán y usado en el ejército, fue retirada por el riesgo quesupone la dispersión de sus proyectiles, siendo el radio de impactoenorme y variable. No obstante, es un arma muy escasa; sólo se fa-bricaron en todo el mundo seis modelos.”

Si tuviera la escopeta recortada del abuelo Kerry... No dejo cuerpo con ca-beza.

ESPÉCIMEN

190

Gusto da leer tal descripción, parece hecha para un patriota.Rompí el cristal de la vitrina y la tomé. Las heridas causadas por loscortes fueron sanadas por el TH49A al instante y cogí los cargado-res que descansan al pie del pedestal. Son los mismos que para es-copeta. No obstante, al tener tres cañones, el gasto de cartuchossupone un uso moderado. Normal, Lyserck con el Striker y Chris-tine con la M3, doble consumo de balas, y conmigo, séxtuple. Abríla recámara y contemplé tres huecos vacíos; con una amplia sonrisarellené los tubos con proyectiles.

—¡León! ¿Nos llevamos los coches?— La pregunta de JuanXome confunde. ¡Claro que nos los vamos a llevar! Andando, el tiempose hará eterno. Le indiqué con la mano que sí.— Iré a coger gaso-lina de los depósitos de gaso...

—No hace falta, en cualquier estación la tomaremos.—Vamos a gastarnos mucho dinero y no tenemos suficiente para

los dos.—JuanXo, el mundo está hundido bajo los Especímenes. Las ga-

solineras van a estar solas y por repostar gratis no creo que vengana darnos por culo.

—Claro, es verdad.El mundo ha caído. Nosotros cinco somos los dueños de la Tie-

rra; los demás, infectados o muertos vivientes, así que no hay quepreocuparse por pagar o recibir protestas. Salí del almacén de armasy volví a cerrar con llave, guardándola de nuevo en el llavero. A lomejor regresamos. Mis hermanas salieron al parking para cargar elarmamento en los vehículos. El sol apareció por el horizonte, tra-yendo calor y luz al entorno.

JuanXo y yo reímos por lo bajo de verlas cargar armas y muni-ciones, nadie diría que son investigadoras de élite, sino veteranasmercenarias de mucho cuidado. Lyserck, con la camisa rasgada, ven-dada y vestida de negro, da el tipo. Rachel es más reservada, los car-gadores rodean sus hombros y se ha soltado el cabello, aunqueChristine es el cambio radical, con el cabello encrespado y cortesrepartidos el cuerpo. Preparadas para la guerra; batallar es pura ver-dad.

ALBERTO BURGOS SORIA

191

—Venid conmigo, rápido. Voy a aclararos unas cosas antes deirnos.— Mis hermanas y JuanXo se colocaron a cada lado y señaléel fondo del pasillo, dirigiéndome al vestíbulo.— Lo primero es bus-car supervivientes, de modo que acudiremos a Múnich para buscarindicios. Las reglas son sencillas, no quiero separaciones y tenemosque ayudarnos en todo lo que nos sea posible. Ya sabéis, cubrir lasespaldas o recargar mientras otro dispara para contener a los ene-migos. ¿Entendido?

—Sí, hermano.—A mí me vale.—Así me gusta, León.—Como digas, compañero.—Muy bien, saldremos ahora mismo. Lyserck, tú te vienes con-

migo. Rachel y Christine, iréis con JuanXo. Otra vez lo repito, Mú-nich y de ahí, si no hallamos sobrevivientes, seguiremos los rastrosque encontremos de JC o Tiger. Recordad, aquel que se encuentrecomo James o parecido, no dudéis en disparar y lo digo por voso-tras. Los Especímenes saben engañar y hay que ser más listos queellos.— Mis hermanas asintieron a mi advertencia y mi socio ofre-ció apoyo con el puño en alto. Seguramente conocen los consejos,pero por resonarlos no pierdo nada.

—Vamos a patear el culo a los putos infectados...—Tranquila, Lyserck. Nuestro principal objetivo son los super-

vivientes; luego nos encargaremos de dar caza a cada Espécimen yenemigo que deambule por ahí.

Espera, porque los instintos no son buenos y menos en estos momentos...—Rachel, ayúdame a llevar las últimas municiones al coche. ¿Tie-

nes algo que llevarte aparte de armas?—No, aunque voy a asomarme a las plantas superiores a ver

cómo se encuentran. Aquí hay muchos daños y necesito saber cómoha quedado todo arriba. Cuando te llame, ve arrancando.— Si sepuede acceder, iré, porque las escaleras no están disponibles. Le dilas llaves del Camaro SS y me alejé, entrando en la zona este delcomplejo.

ESPÉCIMEN

192

Ascensores estropeados y accesos bloqueados... Suerte que algu-nos escombros caídos del techo forman montículos que aprovechépara subir a la segunda planta. Por donde mi vista recae, sólo se ob-serva desolación, materiales rotos o destruidos. Crónica depresiónes lo que se siente al ver aquello, pero no vale de nada lamentar. La-boratorios de pruebas, derruidos y los almacenes de mercancías, en-terrados por la planta superior. Puertas desencajadas, murosderribados, ventanas quebradas... Lo mismo que abajo.

Me aproximé a una cristalera, cuyo campo de visión da a los apar-camientos. Contemplé con indiferencia a JuanXo; llena el maleterode mi coche con recursos y municiones. Toca un trabajo duro, elmás grande de los que he hecho hasta el momento y quizás el másimportante de lo que haré en un futuro, salvar a la Humanidad. Esome recuerda a una frase que escuché en un videojuego que me en-cantaba jugar de pequeño.

“El hombre adecuado en el sitio equivocado puede cambiar elrumbo del mundo...”

El único juego que siempre merecerá un hueco en cualquier revista de acción,aunque sea un breve párrafo.

Expresado en la saga Half Life. ¡Vaya partidas bestiales nos echá-bamos JuanXo y yo después del instituto! No obstante, cambiar elrumbo del mundo... Yo lo he provocado con los Especímenes. ¿Unjuego que predice el futuro? Ha sido una de las más apreciadas y ju-gadas sagas. Sus películas son grandiosas, pero la situación del pro-tagonista es mi parecida a la que voy a adoptar en unos instantes.¡Vaya con los programadores de los viejos tiempos! Tenían buena ca-beza. En sus respectivas carreras deben tener matrícula de honor.Nunca pensé que un videojuego pudiera ser tan exacto.

No puedo perder más tiempo con tales tonterías. Cogí el móvily di varios toques a mi compañero para que fuesen poniéndose enmarcha. Segundos después, el rugido de los motores resonó en elaire y volví al vestíbulo. Un último vistazo a mi lugar de trabajo, mislaboratorios. Pena dejarlos y olvidar; el esfuerzo y la inversión que

ALBERTO BURGOS SORIA

193

hice en cada uno de ellos... Me dirigí a mi coche, en el cual esperaLyserck apoyada en el capó.

—Vámonos, no queda nada que ver...—¿Estás seguro de no olvidar nada? A ver si tuviéramos que vol-

ver...— Sonríe mi hermana a la vez que niego sus últimas palabras.Entré en el Chevrolet, arranqué el destartalado motor y agarré elvolante con decisión. Es el momento de buscar supervivientes e in-vertir la pandemia mundial.

—JuanXo dice que salgas tú primero, para que le guíes.—No hacen falta guías, Lyserck. Nuestro objetivo es Múnich y

sus alrededores. Lo debería saber...—Espero que haya alguien vivo...— Ojalá tuvieras razón. Si así

fuese, te estaré agradecido hasta el resto de mis días. Optimismo eslo que vale en estas situaciones tan caóticas.

—Pronto lo comprobaremos, Lyserck, muy pronto...Vürgos al ataque...

WORLD PAINTED BLOOD (SLAYER)

“Emerged from the darkSadist mercenary rideRealm not of this worldGodless messengers

Sickless, mindless hateBecomes evolutions curePlanets usher inAlignment God has died

World painted bloodNo sanctuaryWorld painted bloodNo sanctuary...”

ESPÉCIMEN

194

Recuperar la rutina, la normalidad... Difícil tarea para un superhéroe. Perono necesitamos ninguno, con unas cuantas simples personas nos valemos,

siempre que estén dispuestas a hacer algo. Hay momentos o cosas que no puedeselegir, cómo te sientes, por ejemplo. La alegría es algo muy diferente, para unoses estar feliz, para otros es hacer el bien... Seguir como antes sería la alegría enmi caso. Y no sólo mía, sino la de muchos otros habitantes, si las circunstanciasocurridas permiten a esos individuos vivir para sentirse alegres. Lo mejor enestos casos es reírte de lo que está pasando, tomártelo como una broma, aunquete cueste la vida. Ves un muerto, un cadáver, ríete de él... Un Espécimen, hazlosufrir mientras te mondas... Parece una tontería, hasta dirían que es de locos, peroesto te mantiene cuerdo para ver el final de todo.

—¿Adónde vamos?—A Múnich, Christine... A ver qué situación tienen allí.Si es que la hay, claro...Si no fuese por el ruido del motor y de respiración, esto sería un

silencio sepulcral. Nos dirigimos a la ciudad más cercana, una de lasmalditas capitales. Comienza el trabajo más arduo de los Vürgos.Teniendo cuidado con los baches, salimos de los aparcamientos y

195

9

E L Y H 5 6 U Y L A S C I U D A D E S

D E S A N G R A D A S

cogimos la carretera del sur, la opuesta a nuestro hogar. El sol estáen su posición, dando comienzo a un nuevo día. ¿Qué nos espera enla gran ciudad? Unos 20 Km de separación, media hora. En el ShelbyGT500, observo a Rachel sentada en el asiento de copiloto; mirasus pistolas una y otra vez. Le noto cierto atisbo de miedo. Christine,en la trasera, cierra los ojos y canta en voz baja “Breaking the Law”.

Estoy un poco asustado, la imagen de Lyserck llena de sangre, laherida de su brazo, Rachel a punto de morir y Christine por los sue-los... Casi rompo la promesa que nuestra difunta madre me hizo pro-meter. JuanXo conduce detrás, sin despegarse. Conforme se vaabriendo el paisaje y el horizonte, la vista es la misma o un poco dis-torsionada.

Una pequeña granja a la izquierda, mismo estado que mi casa,sólo que el cortijo está en peores condiciones. Se halla completa-mente derribado, algunos pilares en pie no fueron lo suficientementefuertes para sostener el resto del inmueble, caído en forma de es-combros y polvo. Mi hermana se tapó los ojos y aceleré para dejaratrás esa visión tan horrenda.

—No estará Múnich así... ¿Verdad?—Me temo que se encontrará peor que eso... Y todas las ciuda-

des del mundo, igual.—Satanás mío... ¿Por qué?— La misma pregunta me hago repe-

tidas veces dentro de mí.¿Por qué ha tenido que pasar? ¿Qué he hecho mal? Interroga-

ciones sin una respuesta válida. Estas incógnitas poseen nombrepropio, JC. Él es nuestro objetivo principal, explicarnos su actitud ytraición. Al pensar en su persona, me entra una rabia tremenda quedesfogué agarrando con fuerza el volante.

—JuanXo, nos acercamos a una gasolinera. ¿Nos paramos o no?—Yo tengo que llenar un poco, además, cogemos algo de co-

mida...— Respuesta acatada por el manos libres. Desvío de la dere-cha.

ESPÉCIMEN

196

A lo lejos, parece que la estación está en pie, pero cambié de opi-nión al fijarme mejor. Los surtidores siguen intactos, pero la plata-forma de contención se encuentra derribada y el asfalto, muyquebrado. Con cuidado, aparcamos junto a los servidores y nos ba-jamos de los coches. Mientras lleno los depósitos, él irá a ver si hayalgo de utilidad en la tienda, que se ve en buen estado.

El volumen de gasolina aumenta y la cantidad a pagar también,pero ahora es gratis. Tras breves minutos de silencio, cogí dos ga-rrafas del maletero y comencé a llenarlas; repuesto por si alguna otraestación no sirve. De repente, dentro del establecimiento, provinie-ron unos fuertes ruidos de un arma disparando y corrí hacia allí. Miamigo salió por las puertas con fuertes risas.

—Dios, qué guapo...—¡JuanXo! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?—¿Llevas dinero? Me da pena no pagarle...— Señaló hacia abajo

con el rifle y observé en el vestíbulo el cadáver del empleado, toda-vía con su ropa de trabajo y lleno de sangre. Vaya cara, joder. Que-mado, falta de brazos y con grandes dientes. Me da la sensación deque éste tipo es nuestro primer infectado de la travesía.— Ha in-tentado abalanzarse.

¿Te ha intentado dar un abrazo o qué?—Me lo imagino. Vuelve al coche, rápido.Agobia ver a la gente infectada por el puto ente. Da igual si lle-

van Espécimen o no. Dejé a JuanXo cogiendo enseres de la tienday regresé al Camaro SS. Rachel mantiene su mirada fija en el hori-zonte, como si intentara ver lo que hay más allá. Al entrar, no dijonada, se limitó a mirar de reojo. Christine sí quiso saber la naturalezade los tiros. Un pequeño percance, querida... Al cabo de unos mi-nutos, mi compañero salió del local con varias bolsas en las manosy las guardó en su maletero.

—¿Por dónde entramos a Múnich? El puente del norte estaráinutilizable.

ALBERTO BURGOS SORIA

197

—Entonces iremos por el sur, por Ismaning.— Es la opción másprobable de encontrar supervivientes. La zona está reforzada con-tra terremotos y seguro que ha podido resistir el ataque.

Arrancamos los automóviles y salimos en paralelo. El trayecto vaa ser muy corto, menos de diez kilómetros. Por el camino, Lysercknos comentó que como ya no hay policía, podemos ir como quisié-semos, franqueando todas las normas. Al principio hizo gracia suidea, pero dije que no por nuestra seguridad. Casi cinco minutos,atravesamos el pequeño pueblo para acabar llegando ante la entradaa la gran ciudad.

La desolación reina por todas partes, coches y camiones volcadoso desparramados por las calles, las cuales también se hallan agrieta-das. Edificios y casas destruidas unas sobre otras, pero ni un solocuerpo o persona, cosa que extraña mucho. El asfalto está intransi-table, así que indiqué a JuanXo mediante los faros traseros que apar-cásemos en algún sitio. Siguiendo mis indicaciones, nos detuvimosfrente a una tienda de ropa y nos apeamos. La situación aparentatranquilidad, ni un solo ruido, ni siquiera el aire. Tanta calma me daun mal presentimiento.

—Vamos a investigar. Rachel y Christine, cubridnos desde atrás.Lyserck, la retaguardia. JuanXo, tú y yo vamos delante.

—¿Por dónde empezamos?— Puse la vista en unos apartamen-tos que parecen estar en buen estado y lo señalé con la mano.—Muy bien.

—Ante cualquier ruido o señal de infectados, no dudéis en dis-parar... Y cuidado con los supervivientes.

Mis hermanas asintieron y cruzamos la calle hasta llegar a laspuertas del gran edificio elegido. Abrí de par en par y la luz dio pasoal vestíbulo. Un fuerte olor muy desagradable vino de las plantas su-periores y frente a nosotros, en el suelo, un gran charco de sangre de-nota la presencia de alguien o de varios. Me agaché y la toqué; aúnestá fresca. Así que estáis aquí... Tomé la Sturmgewehr de mi es-palda y la empuñé con fuerza. Vamos a ver dónde os escondéis.

ESPÉCIMEN

198

—Tened cuidado, creo que aquí puede haber infectados.—Empieza la fiesta...JuanXo rió en voz baja y comenzamos a subir escaleras. Están tan

destartaladas que a cada paso, suenan fuertes crujidos. Miré haciaarriba, pocas plantas, tres o cuatro. Seguimos hasta la primera planta.Según el panel, sólo hay dos apartamentos. Para aligerar el paso, for-mamos dos grupos, Lyserck, Christine y yo iremos al 1ºA; JuanXoy Rachel al 1ºB. Nos aseguramos de no olvidar nada y entramos enlas viviendas.

Lyserck no se separa de mí y Christine apunta hacia atrás con laM3. La sala de estar fue la primera habitación, vacía totalmente. Cris-tales rotos, decoración rajada en los azulejos rojos del suelo y mue-bles desmoronados. Precaución en la siguiente puerta, cada hermanaa un lado. Conté hasta tres y entramos a la fuerza, tirando la puertaabajo.

En la oscuridad, puedo ver la silueta de una cama y de lo que pa-recen sábanas tiradas. Encendí la luz de la lámpara y apunté rápida-mente. Sobre la lecho, el cadáver de una mujer mayor con uncamisón de rosas yace boca arriba, presentando signos de contagio.La cara está empapada de sangre y las manos tienen aspecto de ga-rras. Aparenta estar muerta; multitud de puñaladas por todo el ab-domen y la frente. Órganos a simple vista y expresión seria. No hayque fiarse. Lyserck vigila mientras inspecciono el cuerpo.

Alguien la ha matado antes de nuestra llegada. No palpo pulso yla piel tiene tonalidad casi pálida. No me atrevo a fijarme en su cara,es ver al mundo entero. Respiré llanamente y salimos del dormito-rio apagando la luz. Las demás cuartos se hallan igual que los demás.La cocina, llena de sangre y faltan muchos cuchillos. Christine cogióun gran machete oxidado y se lo guardó en la cadera. La puerta delcuarto de baño está bloqueada y la despensa ha sido saqueada. Derepente, mi móvil vibró, recibiendo una llamada de JuanXo.

—¿Tenéis algo? Aquí todo está vacío...

ALBERTO BURGOS SORIA

199

—Hay un cadáver de una anciana en el dormitorio, alguien se laha cargado. Además, parece que estaba infectada. Dirigíos a la si-guiente planta, nos vemos allí.

Muertos y más muertos... A este seremos los siguientes en la lista negra...Colgué y regresamos al vestíbulo del piso. Polvo cayó del techo

y se escucharon extrañas pisadas en el apartamento de arriba. Al-guien hay, vivo o infectado, pero lo hay. Cogí a mis hermanas delbrazo y fuimos allí. Entramos silenciosamente en el domicilio obje-tivo. Éste goza más iluminación que el otro y más destrozado toda-vía. Desde el pasillo central vienen extraños gemidos, como si unniño llorara. Conforme nos acercamos, el llanto se intensifica.

—“Enemigo.”Ya era hora, hijo. No te oía desde que salimos de los laboratorios

y eso que te gusta hablar... Un puto infectado que quiere hacersepasar por amigo. Señalando el Striker, le dije a Lyserck que al pasar,disparara por si el ser de dentro ofrece resistencia. Con sumo cui-dado, abrí la puerta, observando una ventana abierta por la que en-tran rayos de sol. Varios muebles caídos al fondo cortan el paso.

El auténtico problema está justo enfrente. Una mujer, por el as-pecto joven, parece sollozar delante de un espejo quebrado. El ca-bello largo oculta su rostro, pero en sus manos no se ven rasgos deun infectado. Su espalda chorrea sangre y estoy seguro que...

—¿Se encuentra bien?No respondió. Nos aproximamos a paso lento y detuvimos la

marcha cuando escuchamos a lo lejos el tremendo sonido de dospistolas al disparar, dando por hecho que Rachel ha asesinado a al-guien. Pero que ella hiciera ruido fue lo peor.

La extraña señora se giró rápidamente. Lyserck no dudó en dis-parar, acribillando a la infectada en todo el cuerpo. Derrumbada enel suelo fue y el cabello ocultó su rostro. Cara casi despellejada, mús-culos faciales al descubierto y lo más horrendo, no tiene ojos. Laboca está llena de sangre y en la frente se notan signos de golpes. Elpecho está totalmente agrietado y las piernas desnudas enseñan los

ESPÉCIMEN

200

blancos huesos. Recuperando la noción, punteé con el fusil su torsoy disparé, saliendo un poco despedido hacia atrás. Por si acaso te le-vantas...

Lyserck salió de la habitación, precedida por Christine. A mí nome engañas, cabrona. La sangre inundó el enlosado y un fuerteviento entró en el cuarto. Más disparos en los otros apartamentos.JuanXo y Rachel parecen tener más fiesta que nosotros.

—¿Pasa algo, hermano?— Guardé el Sturmgewehr en la cinturay abandonamos el piso, subiendo a la planta superior. El otro grupoapareció en el vestíbulo del 3º B, riendo.— Perfecto.

—JuanXo, Rachel... ¿Estáis bien?—Hostias con el viejo... Era duro de pelar. ¿Habéis encontrado

a alguien en vuestro apartamento?—Sí, una mujer infectada. Tenemos que salir de aquí. Creo que

van a acudir más infectados por los disparos...— Ante la explica-ción, JuanXo asintió, mirando a una asustada Rachel y bajamos lasescaleras a toda velocidad.

Desde la calle, se escuchan extraños aullidos y cada uno sacó susdefensas. Christine sacó cartuchos de escopeta y tiró al suelo los car-gadores vacíos. Derribamos las puertas de salida y observamos conhorror, cómo comienzan a llegar desde todos lados infectados a de-cenas.

Techos, ventanas... Saltan de cualquier lugar y la mayoría acudepor el asfalto. No son buenos infectados, se mueven más rápido delo normal... Retirada hacia los vehículos, aunque poco a poco fuimosacorralados unos metros antes. Mires por donde mires, sólo obser-varás rostros llenos de sangre y bocas que piden sangre y muerte.Unos van desnudos, otros vestidos; todos coinciden en la expresiónde sus caras. JuanXo puso la mirilla del rifle en su ojo y Lysercktomó el MG4.

—Hermanas, disparad a los de atrás y abrid un paso hacia los ve-hículos... Nosotros los contendremos desde aquí... ¡Ahora!

ALBERTO BURGOS SORIA

201

Ante la orden, Lyserck apretó el gatillo y retrocedió por la grancantidad de disparos de su ametralladora. Apoyada fue por Christiney su FAL. Rachel ofreció poco fuego de cobertura con su H&KUMP 45. Mi compañero, sin apuntar, evitó el cercamiento. ElSturmgewehr cumple objetivos, tiros a la cabeza y muertos.

Así retrocedimos hasta alcanzar a los coches. Los infectados noson del todo vulnerables, algunos sí morían, pero otros parecenduros al ataque balístico. No importa si les cortas el brazo o las pier-nas, intentan a toda costa saciar su sed. Entramos a toda prisa y echa-mos los cierres de seguridad.

—¡Al centro, rápido!Cuando digo rápido es rápido, joder...Salimos de allí quemando ruedas como posesos, atropellando a

gente, los cuales se estrellan contra el parabrisas o se apartan de enmedio, aunque muy pocos hacen lo último. La pesadilla no acabóahí. Muchos de ellos no se dieron por vencidos y nos siguieron calleabajo. Si nos detenemos, nos cogerán, es así de sencillo.

—Rachel, retrásalos, danos tiempo...— Sin un segundo que per-der, mi hermana se asomó por la ventanilla y comenzó a abrir fuego.Vamos a más de 80 Km/h por una vía urbana, pero a pesar de la ve-locidad, los perseguidores nos ganan terreno.— Intenta darles enlas piernas, los derribarás antes.

—Cuesta mucho... Con un fusil será más fácil.— Mediante señas,Lyserck le dio la FAL de Christine y ella proporcionó cobertura consu MG4. Llevas razón, las balas del fusil son más precisas y variosenemigos cayeron de bruces.— Eso está mucho mejor.

Recorrimos la cuesta entera hasta abandonar el casco histórico.Los infectados restantes abandonaron la persecución y tomamos laavenida principal. Rachel entró de nuevo en el coche y recargó susarmas, lo mismo que hizo Lyserck. JuanXo se puso en paralelo con-migo y propuso la idea de ir a su casa, que coge muy cerca. Di elvisto bueno y continuamos por la izquierda. Su morada está al ladodel puente que separa la plaza del museo de arte. La destrucción

ESPÉCIMEN

202

aquí es mucho mayor, más que en la zona anterior. Los escombrosinvaden la calle y los edificios se hallan demolidos por la calzada, di-ficultando las vías.

—Creo que vamos tener que ir por otro sitio... O dejar los cochese ir a pie.

—¿Dejar mi hermosura a manos de esos gilipollas?—No tenemos otra opción, JuanXo. Tardaremos mucho tiempo

en llegar a tu casa si buscamos rutas alternativas.Oye, que mi otra hermosura se queda aquí también, de modo que no te que-

jes, hijo...Mi compañero cerró la conversación y bajamos hasta un edificio

derrumbado junto a la plataforma. Aparcamos al lado y salimos delos vehículos, cogiendo las armas y suficiente munición de los ma-leteros. Es el momento de probar la Hydra, abandonando el fusil enla parte trasera del Camaro SS. El trayecto es a pie y la alerta, má-xima. JuanXo se puso a la cabeza y guió el camino a través de los es-combros. Ni un cadáver en las ruinas. Al parecer, Múnich hasucumbido a los entes. Mis hermanas nos siguen por detrás, sin bajarla guardia. Agarrada tengo la escopeta por los cañones, fríos comoel acero. De repente, al fondo de la avenida sonó un aullido. Mierda,tío...

—No tenemos tiempo, hay más infectados en el puente. Co-rriendo nos adelantaremos a sus movimientos.

—¿Vamos a pasar por el puente? No creo que haya resistido...—Mi intervención hizo que JuanXo bufase de rabia y echó a correrhacia la derecha. Copiando su actitud, escalamos escombros.

No hago más que rezar para que no aparezcan enemigos y pu-diésemos salir vivos de aquí. Tras unos intensos minutos de camino,divisamos a lo lejos la figura del gran viaducto rodeado de algunasviviendas en pie. La alegría se reflejó en la cara de mi socio, su apar-tamento tiene pinta de estar en buen estado. Anduvimos a paso li-gero hasta arrimar junto al tramo elevado.

—El puente está muy agrietado. Mirad por dónde pisáis.

ALBERTO BURGOS SORIA

203

Prematura advertencia. Cruzamos la zona con mucho cuidado yprecaución. Los ladrillos se desprenden de la base y temo que cai-gamos al río. Varios coches agolpados bloquean el final, pero hayuna pequeña apertura a la izquierda, la cual fue usada como salida.Los boquetes sobre el asfalto poseen un tamaño enorme, es un mi-lagro que siga practicable. Desde la orilla, observamos la entrada alos pisos donde habita JuanXo y varias fisuras en la base no augu-ran nada bueno.

—No voy a ir solo... ¿Quién se queda vigilando?— La preguntade JuanXo determinó su temor a lo que pudiese encontrar y Rachelalzó la mano.— Sólo será un momento.

—No te preocupes, ya me voy acostumbrando.— Ironizó mihermana, sacando las pistolas de los bolsillos.

—Lyserck, prepara el lanzallamas. Tu apoyo será nuestra base decontención.

—Contad conmigo.— Nos dispusimos a acceder a su hogar, omejor dicho, uno de ellos.

Abrió la puerta con el menor ruido posible y entramos en el ves-tíbulo. Todo en silencio, salvo el leve rumor de las gotas al caer alsuelo. Evitando toser con el polvo, subimos con lentitud las escale-ras hacia el piso de JuanXo, que se encuentra en la segunda planta.A la derecha, el camino es cortado por grandes bloques, así que to-mamos otra dirección, cuya salida es más bien problemática.

—No me gusta nada esto...— Lyserck resopló y Christine se ade-lantó, acercándose a la única casa que puede ser investigada. La llamépara que regresara, pero fue inútil, ya que accedió a su interior sindudar. La seguimos y JuanXo miró hacia arriba. Pobre mi Rachel; sesentirá muy sola y desprotegida ahí fuera, pero confío en ella y susdotes de reacción.— Aquí hay algo...

Del salón provienen una especie de gruñidos y el fuerte rasgueode lo que parece carne. Al iluminarse el panorama con la luz, cerrélos ojos por un momento y Lyserck retrocedió sin hacer sonido al-guno. La imagen no cambió, pero ahora la percepción es distinta. Un

ESPÉCIMEN

204

hombre, con la espalda desnuda, llena de puñaladas y vértebras a lavista, arranca la piel de otro cadáver y coge sus órganos, decidido acomérselos. El cuerpo muerto tiene que ser de una mujer, se distin-gue entre toda la sangre el largo cabello. Mi compañero tomó surifle, pero lo detuve de inmediato.

—TH49A, lo mismo que la primera vez.— En mi mente, visua-licé el momento en el cual clavo a James mi mano y los movimien-tos de mi pecho indicaron entendimiento por parte del Espécimen.

Ve despidiéndote, señor mío... O quizás debería decir, zombie de mierda...Toqué el canto de la mano, frío y suave. Lancé una última mirada

a mis hermanas y concentré todas mis fuerzas. Respiré varias vecesy sin avisar, me deslicé por el empolvado suelo. Con un rápido ade-mán, incrusté mi derecha en el torso del infectado, notando cómosale por el otro lado. El enemigo no emitió ningún sonido de dolor,intentó girarse pero el golpe lo dejó sin impulsos para reaccionar.Cuando percibí dentro del cuerpo al corazón sin latir, lo tiré al sueloy saqué mi mano llena de sangre.

—León, creo que me voy a inyectar un TH49A...— Lyserck ar-ticuló esas palabras tras ver la matanza y Christine quedó boquia-bierta. Si me habéis visto antes, joder... JuanXo respiró aliviado yobservó de reojo el cadáver de la mujer. Una de las vecinas del pri-mero...

—Así os salvé también de James, pero como estabais incons-cientes... Seguro que necesitaba sangre para vivir.

—No, si se ve. La ha dejado hecha pedazos...— No te falta razón,JuanXo. La mujer carece de pulmones y de corazón, más con exac-titud, todas las vísceras de la cavidad torácica junto al hígado y el es-tómago. La visión es más horrible que cuando el TH49A dejó mitórax al descubierto. Vaya autopsia...

—“Se acercan.”—¿Quién? ¿Más enemigos?—“Muchos más.”

ALBERTO BURGOS SORIA

205

—JuanXo, tenemos que salir de aquí. Según el Espécimen, seaproximan infectados a montones.

—Antes debo ir a mi piso. Tengo unas cosas que serán de ayuda...Corazón encogido, salimos del apartamento y escalamos a toda

velocidad hacia su casa. Vienen hostiles y eso no es nada bueno. Tiréla puerta abajo y Christine quedó en el vestíbulo para vigilar. Su mo-rada posee la misma pinta que la mía, todo caído en el suelo y elpolvo cubriendo la estancia. En su dormitorio, se puso a rebuscar enel armario. La cama, partida por la mitad; los objetos valiosos, sumaqueta del ADN tridimensional, hecha trizas. Con lo que le costóconstruirla... Es una verdadera pena.

—Vale, todavía sirven. Hay para los cinco, así que toma.— Sacóde un revoltijo de ropa amontonada un equipo de comunicación porradio y unos prismáticos.

Cogí un pequeño casco y me lo coloqué en la oreja derecha,donde escucho mejor. Él se puso otro y nos fuimos de su piso.Abandonamos sin mirar atrás y junto a mis hermanas, bajamos lasescaleras rápidamente. Otro aullido se escuchó a lo lejos. Rachel seunió de nuevo a nosotros, haciéndole saber la gravedad del asunto.

Intentamos volver a los coches, pero otro grito agudo más cer-cano me hizo mirar por los binoculares en el límite del puente. ElTH49A no miente, más le vale. Por los anteojos, se observan indi-viduos venir hacia nuestra posición, saltando escombros y no pocos,sino bastantes. Preparad armas, hijos míos... De esta batalla hay quesalir airosos como sea.

—Ya están aquí los putos infectados... JuanXo, busca una ventanapara ponerte de francotirador e intenta retrasar la embestida. Her-manas, tras de mí y no dejéis de disparar.

—¿Saldremos vivos, León?—Te lo aseguro, querida.— Rachel se agarró a mí con temor y

Christine tembló bruscamente. No quiero temores de última hora.Rachel, confía en mí, que por algo soy tu hermano mayor...

ESPÉCIMEN

206

Mientras mi amigo corre hacia los bloques de apartamentos, di acada una un transmisor. No sé si JuanXo es habilidoso en puntería,lo veremos ahora. Me encuentro al borde de la taquicardia, mi Es-pécimen no se mueve ni un milímetro, está preparado para atacar.Sentí un leve dolor en el canto de mi mano izquierda, observandocon satisfacción el mismo aspecto que presenta la otra.— JuanXo...¿Me recibes?

—Alto y claro. Los hijos de puta se acercan, van al borde delpuente.

—Confío en ti, no me defraudes.—Satanás, guía mi mano y que mis muertes sean la salvación para

todos nosotros...—Simplemente hazlo y no falles.— Un fuerte tiro se escuchó y

fijé mi vista en los prismáticos. A lo lejos, un tipo con una camisa na-ranja quedó quieto y la frente comenzó a sangrar.— Así me gusta,sigue así.

—No bajéis la guardia, no podré contenerlos durante muchotiempo.— Aunque no lo pareció desde un principio, JuanXo ofreceel calibre de un experto tirador. Conforme dispara, infectados caen,retrasando la embestida.

El centro del puente es un horno de enemigos, cada vez máscerca. Lyserck lanzó varias llamaradas al aire y bramó estruendosa-mente. Me aseguré de que la Hydra estuviese recargada y apunta-mos. Cuando una mujer vestida con vaqueros asomó por losescombros más cercanos, Rachel empezó la lucha con varios dispa-ros certeros que la lanzaron al río, oyéndose el posterior ruido delagua al salpicar. Christine montó en cólera y desfogó su furia enfuertes tiros con la escopeta. Cortas ráfagas dieron tiempo a JuanXopara recargar.

—Aquí llega la tropa...Se acabaron las cercanías. Desde todos lados, asoman cuerpos

ensangrentados con feas expresiones deseosas de muerte. Lyserckno esperó más y avivó su sed venganza con intensas llamas. Disparé

ALBERTO BURGOS SORIA

207

a un grupo que procede de los automóviles, lanzando a la mayoríahacia atrás, pocos cayeron al río. Fuerza posee la Hydra, vaya retro-ceso... Aparecen más y la visión empieza a ser desesperante. Es di-fícil recargar la escopeta y ofrecer apoyo balístico. Cada uno mata almás cercano.

—“Miembros y extremidades.”— Ya entiendo, TH49A.—¡Hermanas, disparad a las piernas, reventadlas!— Respondie-

ron a la orden y cambiaron su fuego hacia partes del cuerpo hu-mano más bajas.— JuanXo, lo mismo te digo.

—¿Te lo ha dicho el TH49A o qué? La cabeza es mi objetivo pre-ferido...

—También lo son las piernas... ¡Ampútalas!— Una bala pasójunto a mi melena, cortando varios pelos. Dirigida fue a seccionar elmuslo derecho de un infectado que se acerca por el bordillo delpuente. El tipo intentó levantarse, pero ello le llevó perder el equi-librio y caer al río. Buen baño...

Consejo al pie de letra. Rachel descarga sus cargadores contra lasextremidades de los contagiados y Christine, jugando con el fusil,asesina como nadie, aunque falla con bastante frecuencia. No quierodesconcentraciones... Lyserck caldea el aire con la las llamas queabrasan a los enemigos y mi triple cañón los rechaza, siendo com-plicado acertar en las piernas por culpa de la dispersión. Parece quela lucha no acaba, cada vez que uno es abatido, asoman dos o trespor él. A este ritmo, acabaremos con Múnich en un santiamén... Peroes muy improbable.

La sangre inunda la zona de guerra, el río debe haber tomado unleve tono colorado. La situación se complica por instantes, los in-fectados acuden en número más que masivo. Lyserck abre fuego,Christine se sonroja por la rabia contenida y Rachel no da abasto. Deuna puta vez, aprendí el truco para usar la Hydra con total rapidez,no gastar las tres balas a la vez, sino una por una, lo cual me ofrecemás tiempo de reacción y menor consumo. Espero que sirva de algo,joder...

ESPÉCIMEN

208

—Problema por abajo, chicos. Están trepando por los pilares delpuente, vigilad vuestra espalda.

—JuanXo, ocúpate de ellos... ¿Quedan muchos?—Parece que hay menos, pero mejor no confiarnos.Mensaje bien recibido y mandé a Rachel a cubrir la retaguardia.

Los infectados planean rodearnos, pero somos algo más inteligen-tes que sus malvados cerebros. Piernas y brazos saltan por los aires,los aullidos de agonía resuenan en el viento y los disparos ensorde-cen el panorama. Rebusqué en mi bolsillo y observé con horror quesólo me quedan seis cartuchos más; al final me va a tocar luchar ma-nualmente. Avisé de mi carencia a mis hermanas, pero ellas no pue-den hacer nada. Llené la Hydra por penúltima vez y lancé hacia atrása otros cuatro infectados; tengo que ser certero, la última municiónsiempre es la más valiosa. Las balas de la discordia...

—TH49A, ¿Podrás luchar bien?—“Claro que sí.”—Me he quedado sin munición, voy para allá y os proporcionaré

apoyo. Aguantad hasta mi llegada.— JuanXo también se ha quedadovacío de balas y vuelve para prestar apoyo con el AUG. Eso me pa-rece perfecto.

—Mejor, vienen demasiados...— Rachel recargó de nuevo suH&K UMP cubierta por Lyserck, mirándome de reojo.

Volví a ojear las manos y su brillo metálico, reflejado por el sol,llenó mi interior de la fuerza necesaria para seguir combatiendo.Ahora sí comienza el horror... Más de una decena de cuerpos aso-maron por los coches y se dirigieron a nosotros a gran velocidad,moviendo la boca y con ganas de probar sangre viva, lo cual se re-fleja en sus dientes desesperados. Estoy listo y preparado para el ata-que, el TH49A se revuelve con brusquedad.

—Los tenemos encima... ¡Dispara, hermano!— Los gritos de Ra-chel pasaron inadvertidos y crují los dedos. Agoté los últimos car-tuchos, impactando de lleno en un anciano con bata negra,sonriendo con malicia. Sin munición, entregué el arma a JuanXo,quién la colgó en su espalda.

ALBERTO BURGOS SORIA

209

—“Vamos a por ellos.”Dejando atrás a mis hermanas, me adelanté a los movimientos

enemigos. Confiando al máximo en mis posibilidades, corté al in-fectado más próximo sus piernas con una rápida sacudida. Denuevo, sentí el calor de la sangre contagiada sobre mis manos, subidade seguridad tremenda. Advertí con audacia a uno que acude pormi derecha y lo detuve con una puñalada en el abdomen, arrancandoel esternón sin piedad. Intentó acercar su boca sedienta, pero fueapartado con un golpe seco. Los tiros de apoyo sirven de camuflaje,paso entre ellos con facilidad y hasta cojo enemigos, exponiéndolosal impacto.

No me divierte ver sangre salpicando en mi cara y cuerpo, ni tam-poco matar a toda aquella gente, pero si deseo atrapar a JC y Rocy.No hay más remedio; es luchar por la supervivencia y principioscientíficos. De repente, percibí un fuerte dolor en los ojos, parecidoal que tuve tras los terremotos. Sin un perseguidor y cubierto porLyserck, me retiré unos metros del campo de batalla.

—TH49A... ¿Qué pasa?—“Completada la adaptación del nuevo ADN a células ocula-

res.”—¿Qué quieres decir?—“Más campo de visión, insensibilidad a la noche y agudeza para

distancias.”Esto me recuerda al gato que tuve en la universidad... Lo veía todo, hasta

cuando dejaba la comida fuera de su alcance.Como digas, hijo. Recuperé la vista tras la dolencia. Breve ma-

lestar. Percibo la zona de guerra con más amplitud, parece como sime hubiera alejado medio kilómetro, distinguiendo a lo lejos el prin-cipio del puente, los enemigos que llegan en manadas. Reflejo me-tálico de manos, observé y comprobé que no ha cambiado en mirostro, continúo con el color rojo intenso y las pupilas de gato.

Un fuerte grito; mis hermanas están acorraladas en un círculoávido de muerte. El lanzallamas ha dado todo su potencial. Llegué

ESPÉCIMEN

210

a ellas y volví a notar distorsión en la realidad. El tiempo es ralenti-zado. Aprovechando la ventaja, me deslicé entre ellos, clavando pu-ñaladas a diestro y siniestro mientras saco vísceras con facilidad. Voycogiendo el gusto a destripar humanos...

Me puse frente a mis hermanas, observando a lo lejos la figura deJuanXo, acercándose a toda rapidez. Conforme paso entre la multi-tud, abro camino y con más rapidez reparto golpes, sin fijarme enrostros o expresiones. No me canso de estar todo el rato así. Tras se-gundos que se hicieron eternos, contemplé cómo Lyserck abre conlentitud la boca para decir algo. En ese momento, tras comprobarque no hay peligro y que la siguiente manada está a una distanciasuficientemente segura, la ralentización acabó y volví al tiempo nor-mal. No se os puede dejar, chicas...

—¿Qué coño...?—Hermano, nos has salvado... ¿Cómo lo has hecho?— La cues-

tión de Christine fue respondida al mismo tiempo que JuanXo ac-cede a la zona de batalla. Sacó el AUG y preparó los cargadores.

—De la misma manera que cuando esquivé los tiros del amigo deJC. ¿Os encontráis bien?

—Sí, nos pillaron recargando.— Aclaró, señalando una pistolaque todavía no la ha llenado con su cargador, al igual que Christiney Lyserck, quien toma el MG4 del dorso.

—¡León! ¿Qué ha pasado?—JuanXo... Me he cargado una docena que nos habían acorra-

lado. ¿Tienes el arma preparada?— Inquirí al ver su rifle colgadodetrás y con el fusil entre manos. Asintió con el brazo y sonreí almismo tiempo que gruño con fuerza.

—¿Y tú qué?—La Hydra está vacía. El TH49A está para algo... ¿No crees?—

Tercié, enseñándole mis palmas y cantos, brillando a la luz del sol.Rió abiertamente e indicó que lo cubriera mientras monta la mira

telescópica. Dos hombres vestidos con traje de oficina corrieronhacia nosotros con las garras en alto. Con suma tranquilidad, esperé

ALBERTO BURGOS SORIA

211

a que se acercaran y cada uno se llevó su estocada correspondienteen el torso con costillas de regalo, salvo que al más joven le corté elbrazo izquierdo sin querer.

Enfrente y lo que se observa no gusta nada. Tras varios infecta-dos, contemplo una masa grande y deforme, que adquiere tamañoconforme se acerca. Me coloqué los prismáticos, quedando anona-dado. Una especie de ser que no parece humano; le faltan algunosmiembros. No posee cabeza; se mueve con total libertad. Si mi hi-pótesis es correcta, debe ser lo más temido de mi corazón, un in-fectado que contiene un Espécimen, cuyo cuerpo ha sido asimiladoentero por él. No podemos hacer frente a tal adversario, de modoque avisé del percance a los demás. No hizo falta, ya que el tamañolo delata. JuanXo se puso la mirilla de su arma y boquiabierto quedójunto a Lyserck, quien no da crédito a sus ojos. Corroboro mi pers-pectiva...

—“Hermano YH56U.”—Ay, joder... YH56U totalmente desarrollado.—¿YH56U? ¿Un puto Espécimen? Tenemos que huir, si nos

quedamos, moriremos....— Las palabras tenebrosas de Christineasustaron a Rachel, que guardó su metralleta. Tomó los binocularesy maldijo varias veces la suerte que hemos teniendo hasta el mo-mento.— Todos los pasos están cerrados... ¡VAMOS A MORIR!

—Calla, Rachel...—¿No podemos volver por el puente?—Es por donde viene él. Creo que no hay sin salida...— La si-

tuación es desesperante. El Espécimen hace retumbar la estructura,levantando con sus garras los vehículos derribados y lanzándolospor los aires. En cuestión de segundos, nos dará caza...

—No sé vosotros, pero yo antes de morir prefiero darme unbaño...— Ante la irónica oración de mi socio, cogió a Lyserck yChristine de la mano y tras subirlas al bordillo de la plataforma, setiraron al río. ¿Qué coño haces?

—¡¡¡JUANXO!!! ¡¡¡LYSERCK!!! ¡¡¡CHRISTINE!!!

ESPÉCIMEN

212

¿Qué coño hacéis? ¡Os vais a matar, estúpidos! Joder, si es que este JuanXo...—Es la única salida, saltad cuanto ant...— La voz fue cortada al

entrar en contacto con la riada. Subí al borde y observé cómo salena flote, diciendo mi amigo con señas que nos lanzáramos si quería-mos escapar. El agua los aleja y sus voces se pierden...— ¡Vamos, rá-pido...!

—Rachel, cógete a mí y no te sueltes.—¡Ten mucho cuidado...!— Desde el canto, me lancé con los

brazos abiertos y con mi hermana agarrada al cuello, la me coge conmucha fuerza.

Rasgamos el aire y caímos con cierta suavidad sobre las fríasaguas. La caída nos impulsó hasta el fondo, pero conseguí nadarhasta la superficie y mantenernos, a pesar del peso de mi hermana,que nos empuja hacia abajo. El Espécimen enemigo quedó en elpuente, rugiendo y haciendo temblar el área. Su horrorosa figura seperdió a lo lejos.

—JuanXo... ¿Dónde lleva esto?— Traté de comunicar, pero laenergía fluvial es muy fuerte. Somos arrastrados y casi no oigo surespuesta...

—El canal... Sigue la corriente... De la ciudad... ¡JODER,MIERDA...!— El ruido de la corriente impide escuchar la adver-tencia, pero lo último recibido augura catástrofe.

Un fuerte sonido a cascada se intensifica conforme avanzamos.¿Desde cuándo hay un torrente o presa aquí? Temiendo lo peor, in-tenté con todas mis ganas llegar hasta la orilla, pero fue demasiadotarde. Al frente, observé con pavor cómo se acaba el paso del aguaen el horizonte.

Cogí a Rachel por la cintura para protegerla de lo que se avecina.Con el corazón en un puño, grité y caímos por el precipicio. Vamosa morir ahogados, acabar nuestra existencia escapando de mis crea-ciones... Con un fuerte azote, fuimos tragados por la base de la ca-tarata y perdí el conocimiento, viendo como última imagen a mihermana desmayada en mis brazos.

ALBERTO BURGOS SORIA

213

Sur de España, 13:00 Pm—Parece que el tal JC ha infestado el mundo entero. ¡Qué estú-

pido...!— Una mujer sin máscara y sentada en un escritorio, hablacon uno de sus oficiales. La sala es iluminada por los rayos del sol yhay mucho humo dentro debido a los cigarros extinguidos sobre lamesa. El traje de seda reflejó la oscuridad de su voz y, enseñando lacicatriz de su mejilla, Rocy levantó la vista.— Tampoco hay que lle-gar a ese extremo tan radical... Cabrón de mierda.

—¿Que hacemos ahora, mi señora? Los Vürgos deben de habermuerto...

—No creo que se hayan rendido a la muerte tan pronto. Estaránrefugiados en sus laboratorios como liebres en la madriguera.— Rie-ron juntos y sacó de su bolsillo un pintalabios, con el cual se retocó.Su compañía se levantó y se dirigió hacia la puerta, inclinándose almismo tiempo que ella mira por la ventana el paisaje de fuera. Ha lle-gado el momento de hacer algo con todo este desastre.— Redobladla seguridad, a ver si se nos infecta el maldito búnker.

—Descuide, señora. Hemos preparado la guardia nocturna paraservir a cualquier horario. Esperaremos nuevas órdenes...

El militar salió, cerrando la puerta con un suave golpe y Rocy en-cendió un mechero. La luz deslumbró de nuevo la marca de su bellorostro. Los hermosos ojos castaños fueron entronados y sonrió le-vemente. Están vivos, seguro... No es tan gilipollas para dejarsematar. Poco conoce a León, pero sí sabe de él su coraje y afronta-miento de situaciones difíciles.

Miles de pensamientos malignos pasaron por su mente, pero nin-guno es de su interés. Tomó un pequeño cigarro apagado de la mesa,lo agarró con sus finos labios carmín y encendió con cuidado. Elhumo volvió a inundar la habitación y se oyeron risas fuera. No riáistanto, que no está la situación para alegrías, sino para congojas...

—Mi pobre León... La que te ha caído encima. Espero que so-brevivas...— Su fina voz retumbó en la sala haciendo eco. El suelotembló bruscamente y polvo cayó del techo. Disparos a lo lejos ygritos en plantas superiores.

ESPÉCIMEN

214

De repente, una fuerte y grave voz resonó en la sala, aparenta eltono de un hombre mayor. Ante tal ruido, Rocy tomó de la mesa unpequeño recipiente ovalado, el cual contiene una masa grande y to-talmente negra, la cual parece emitir los sonidos. Eso no es otra cosaque el...

—“Con mi hermano TH49A tiene la supervivencia asegurada,no hay de qué preocuparse.”

—No estoy tan segura...— El diálogo comenzó, retumbando lahabitación a cada voz que sale del recipiente.

—“Hazme caso. Déjalos en paz, acudirán antes de los que crees.”—Ojalá tuvieras razón...—“La tengo, y si sigues mis consejos, acabarás con ellos antes

que el otro tipo que es perseguido por él...”—Eso espero... WA99S.—“Conmigo, tu existencia no acabará...”Bosques de Múnich, 19:15 PmEl agua roza levemente mis mejillas. ¿Estoy muerto? Creo que

en cielo no hay agua... Desperté con suavidad. Una densa niebla cu-brió mis ojos, pero todo se tornó con nitidez al incidir luz. Con lamano derecha, intenté ponerme en pie, pero un peso lo impide. Medi la vuelta y observé a mi hermana Rachel, todavía cogida a mitorso. No ha recuperado la consciencia.

Tengo el cuerpo dolorido y el TH49A no presenta signos de ac-tividad. Con todo mi esfuerzo, me levanté y con ella en brazos. Dejéla orilla del río y posé a mi hermana sobre tierra firme. Su cabello,encrespado completamente, oculta su delicado rostro. La zarandeévarias veces y golpeé en el cuello para que despertara. Tras varios in-tentos, abrió los ojos con sutileza y sonrió.

—León... ¿Dónde estamos?—No lo sé. Hemos tenido suerte de sobrevivir a la caída. ¿Pue-

des caminar?— La cuestión llegó tarde, ya que antes de formularla,estaba en pie y buscando con la mirada a nuestras hermanas.— ¿Hasvisto a los demás?

ALBERTO BURGOS SORIA

215

—No, iban delante de nosotros, por lo que quizás estén en untramo más alejado...

—¿No habrán muerto?— Hija mía, por favor, no saltes con esas.Imagen de mi compañero sangrando y mis hermanas junto a él, llo-rando sobre su cadáver, me asusté bruscamente. Hice oídos sordos,pero es difícil disimular.

Querida mía, modera ese tono...—No digas eso, seguro... Seguro que estarán por ahí. A lo mejor

han llamado. ¿Tienes mi teléfono?— Rebuscó en su ropa y sacó elteléfono, encharcado vivo, pero servible.

¡Malditas tecnologías baratas! Apagado, de modo que lo encendía toda prisa. El pitido principal indica poca batería y a pesar de estaren un bosque, hay cobertura. ¡Joder, si no tengo saldo! Voy a des-cargar mi rabia contra algo. Mientras compruebo los registros, Ra-chel cogió su metralleta y señaló la ausencia de cargadores.

La mala suerte volvió a acompañarnos y por fin el aparato se ac-tivó completamente. En el fondo de pantalla del Chevrolet no apa-recieron alertas de mensajes ni llamadas. Fijé mi vista en el monitory ocurrió lo que más deseé en esos instantes. Un evento de correoapareció con destellos y observé con alegría el emisor del mensaje,JuanXo. Llamé a Rachel, que acudió y se puso a mi lado. Pulsé enabrir y un largo texto ocupó la pantalla entera.

“León y Rachel, si leéis este mensaje, es que estamos vivos. Que-ríamos esperaros, pero avistamos un grupo de infectados que se di-rigían hacia nosotros y tuvimos que escapar. Vamos de camino haciaAltenburgo en un coche que hemos cogido de la carretera. Seguidla orilla y cuando veáis unos rápidos, torced hacia la izquierda. La ca-rretera os llevará hacia Núremberg. Os esperaremos en el primercruce norte de Altenburgo.”

—Están vivos... Menos mal.— Suspiré aliviado y Rachel meacompañó en el gesto. Apagué el móvil para ahorra carga y me di-rigí a ella.— Altenburgo... Eso está cerca de Hof.

—Pero Hof está en una cadena montañosa de gran altitud.¿Cómo diablos vamos a pasar?

ESPÉCIMEN

216

—No vamos a pasar, bordearemos por Núremberg. Si el mensajees correcto, la carretera que va hacia allí no pasa por los montes...—La red del Autobahnen casi nunca pasa por zonas de montaña. Ra-chel asintió y mostró una sonrisa abierta.— Además, ahora estamostú y yo... Así que tenemos que tomar este fatídico asunto a nuestromodo.

—Creo que es lo más conveniente.—Has perdido los cargadores y no tienes munición; ganaremos

terreno con el sigilo. Cualquier infectado que veas, pasa de largo yno lo alertes.— Vamos a ser inteligentes por una vez. Acató mi ad-vertencia, guardando sus armas y comenzamos a caminar sin des-pegarnos de la orilla del río.— Hay un buen trayecto por delante ycuanto más discreción ofrezcamos, mejor.

Es el momento de demostrar que sabemos sobrevivir ante la ad-versidad. Altenburgo, la cuidad objetivo, creo que está a más de 250Km de Múnich y no tengo la intención de ir andando. JuanXo alegóhaber conseguido transporte en la carretera que comunica Múnichcon Núremberg, así que debemos dirigirnos allí también. El rumordel agua corriendo cuesta abajo resuena en todo el bosque y mepone nervioso.

Hay que estar atento ante cualquier indicio de enemigos pornuestro tramo. Al avistar unos torrentes, debemos girar a la iz-quierda, según las indicaciones. En silencio total y con alerta má-xima, anduvimos por la maleza y los arbustos. Con minutos decamino, avisté a lo lejos un cartel informador y arrimé en él, seguidode mi hermana. Ya sé dónde estamos y una chispa de esperanza sur-gió en nuestros corazones.

—Estamos cerca de Ingolstad... Muy bien.— Un círculo indicala ciudad de Ingolstad. Un poco más abajo, Múnich y en la esquinasuperior, Núremberg. El aire aumentó su velocidad y despeinó micabello.— Aquí está la carretera.

—Parece que han pasado por aquí. Fíjate, lo han señalado ytodo.— Cojonudo, tío. Pintado con piedra, el camino está marcadoe indica el sentido hacia arriba, justamente a las cercanías de Hof.

ALBERTO BURGOS SORIA

217

—Nos separan un par de kilómetros, vamos.— Con el ánimo su-bido, dejamos el cartel informado y proseguimos la marcha. El pro-blema es que hay dos rutas para llegar al objetivo...

—¿Habrán llegado a Altenburgo?Como no sea en un jet privado... ¿Qué quieres que te diga?—No creo, seguramente habrán dejado Núremberg, si no les ha

pillado una manada de infectados por delante...— Mis últimas pala-bras fueron la chispa que hizo saltar la tristeza en mi hermana, lacual bajó la cabeza y me cogió del brazo.— Pero tampoco hay queser pesimistas.

Ni un puto reloj, pero la hora tampoco importa tanto. El sol de-clina sobre el cielo, así que debe estar al caer el atardecer. Tenemosque darnos prisa, la noche llegará de un momento a otro y en la os-curidad seremos más vulnerables. La vegetación es más espesa y losárboles dificultan la visión lejana. Las cataratas no aparecen y meestá entrando agobio. Aligeré el paso con un cambio rápido de lamarcha y Rachel me siguió sin decir ni una palabra. Me volví a pre-guntar por mis hermanas y JuanXo. Quiero saber su estado, verlosde nuevo tal y como la última vez. Seguro que Rachel también desealo mismo.

De repente, desde nuestra derecha, en la otra orilla del río, se es-cuchó un fuerte bramido y nos tumbamos rápidamente en la tierra,ocultándonos del peligro. Al otro lado, apareció un grupo de hom-bres y mujeres mutilados. La sangre los rodea y muchos de ellos po-seen signos de quemaduras.

Sin embargo, no son supervivientes, ni mucho menos. La expre-sión de sus caras denota a la perfección su caída bajo el control delos jodidos entes. Con sus malignos ojos, escudriñaron todo el es-pacio, siguiendo el camino trasero. Cuando el último enemigo des-apareció en la frondosidad, nos erguimos y volvimos la vista haciaatrás.

—Creo que nos buscan... Eso no es bueno.—¿Han captado nuestro olor o qué?

ESPÉCIMEN

218

—No lo sé, pero sea lo que sea, debemos abandonar el bosqueantes de la noche. Aquí corremos peligro.

Dejamos el lugar con rapidez y continuamos recto. El panoramaes crítico, si nos detenemos, nos pillarán, es así de simple. Sin em-bargo, la suerte acabó siendo de nuestra parte. Tras diez minutos detravesía, observé los torrentes que mencionó JuanXo. Además, seha molestado en dar pistas. Colgado de una rama, un trozo de sucamisa es mecido al son del viento. Me acerqué y lo cogí.

En el barro, se ven huellas de zapatos, entre las cuales se distin-guen los tacones de Lyserck. Rachel casi lloró al verlas y con un pe-queño atisbo de alegría, retomamos el pasaje, siguiendo los indicios.No sólo hay vestigios de calzados, sino también de motos y coches,así como de tractores. Eso extrae la conclusión de que vamos en ladirección correcta hacia la autovía. ¿Cómo se encontrará la carre-tera...?

Con margen de casi ocho minutos, abandonamos el camino deservicio y llegamos a la entrada del carril de aceleración que entra enla autovía A3. Los huecos y grietas del asfalto no dejan duda sobresu mal estado y los vehículos se agolpan sobre la superficie, pro-porcionando una visión horrenda del contexto. Ojos puestos entodos lados, nos aproximamos hacia un Opel Astra que parece estaren buen estado, a pesar de que tiene la parte delantera desgastada ysin parachoques.

No se ven indicios de contagiados. El ambiente posee un toquemuy tranquilo, tanto que nos inquieta. Nubes grises llegan por eloeste y truenos estallan en el horizonte. Me asomé por la ventanillay observé con alivio las llaves del contacto puestas. Rompí el cristalpara quitar el cierre. ¿Qué ha sido eso? El suelo tembló con brus-quedad varias veces, haciendo volcar varios vehículos. Rachel tomósu H&K UMP y ojeé con los prismáticos los alrededores. No haynadie y el asfalto sigue vibrando bajo nuestros pies. Esto me da malaespina...

ALBERTO BURGOS SORIA

219

—¿Qué demonios sucede?— Mi hermana se apoyó en el auto yme lanzó varias miradas de preocupación. Con más intensidad, losmovimientos de tierra adquieren consistencia y cuesta mantener elequilibrio. El asfalto fue agrietado de forma salvaje metros detrás.—Diablo santo...

Ojalá estuviera aquí Stephen King para inspirarlo a crear una novela deesta pandemia...

—¡Entra, rápido! Será mejor que nos vayamos cuanto antes deaquí...— En ese momento, de la fisura producida apareció unamano, asimilable a garras, de dimensiones gigantescas; tres veces mitamaño. ¿Qué cojones es eso?— Arranca, mierda de coche...

—“YH56U está aquí.”—¿De verdad es él? ¿Cómo puede ser tan grande?—“Ha asimilado por completo el cuerpo huésped.”Explicación suficiente para arrancar el Opel a toda prisa. Con-

forme acelero, por el espejo retrovisor se contempla la figura delEspécimen enemigo descubierta parcialmente. La gran silueta salióde la carretera y sin previo aviso, el cielo se oscureció rápidamente.La lluvia arremetió.

Sin prestar atención a los obstáculos del camino, continué rectopor la autovía. Mi vista está fija en el espejo, para ver si viene elYH56U. Tomamos la dirección hacia Núremberg, tal y como nosdijo JuanXo, desviándonos hacia la derecha. La sombra desaparecióen la oscuridad y respiré pausadamente. Ojalá que no nos hayavisto...

—¿Qué diablos era eso? Humano seguro que no...—El YH56U transformado, creo que el mismo del puente. De-

bemos alejarnos, por si es capaz a seguirnos...— Del horror, Rachelse tapó la boca con las manos y suspiró con fuerza, al mismo tiempoque maldice por lo bajo al cabrón de JC. No es todavía de noche,pero las oscuras nubes impiden el paso de los últimos rayos de sol.Tomé aire y para colmo, el indicador de gasolina saltó en el cuadrodel salpicadero. ¡Venga, joder!— Hay que repostar, con la reservano llegaremos muy lejos...

ESPÉCIMEN

220

—¿Nos vamos a detener con eso vagando por ahí? ¿Y si nosacaba cogiendo?— Ya sé que está detrás, pero si no llenamos el tan-que, agotaremos nuestra única vía de salvación, seguir adelante.

Caso omiso a su advertencia. Metros adelante divisé un cartel degasolinera, tomando el desvío correspondiente. Al llegar, Rachel noquiso salir, de modo que tomé el surtidor, poniendo el conducto degoma en la entrada del depósito. Hay mucho silencio en el aire, de-masiado... El establecimiento del local está abierto, pero no necesi-tamos nada, salvo combustible. Cuando el volumen del tanque llegóal límite, el suelo volvió a moverse y sin poder cogerme a nada, tro-pecé y me golpeé la cabeza en el radiador.

Al final nos ha pillado, cabrón con suerte... Mi hermana se bajódel vehículo y con el horror acuciando nuestra cabeza, observamosla imponente figura del YH56U acercándose a gran velocidad. Lamanguera comenzó a regar el sitio de gasolina; evitamos resbalarnos.Corrimos hacia el establecimiento y nos ocultamos tras el mostrador.Breves minutos de fuertes seísmos y nuestro enemigo llegó al lugar,rugiendo al igual que veinte truenos a la vez.

Joder, tío... Esto es imposible, no tiene lógica, ni aun siendo su creador...Descripción más horrorosa no la hay, ni siquiera en películas. Su-

pongo un tamaño de siete metros de altura, cuerpo totalmente des-figurado y envergadura escamosa. Músculos sembrados por supecho, vientre reforzado con capas de tejido cartilaginoso y elástico,piel verdosa oscura y huesos al desnudo, sin contar una columnavertebral fuera del cuerpo, a modo de coraza dorsal con las vértebrasalargadas y fusionadas.

Lo más tenebroso es la parte superior. No existe cabeza, sólo unamasa con circunvoluciones que aparenta ser el cerebro, sobresalidode una especie de huesos que forman un cráneo blanco y puntia-gudo. La cara no tiene más cuento, ojos enormes y negros, sin narizni orejas. Todo es músculo y carne viva.

Grandes garras afiladas y muñecas delgadas. De la arraigada yagrietada boca, la larga lengua emana chorros de sangre junto a otra

ALBERTO BURGOS SORIA

221

sustancia verdosa, sin contar la multitud negra que conforma losdientes. Enormes pies repletos de fisuras al estilo de prensas metá-licas... Ni Resident Evil, ni Silent Hill, ni Stephen King... Al contra-rio de mis palabras, otra persona no hubiera podido describirlo.

El YH56U movió sus enormes garras, gruñendo a la vez. Sin pie-dad, derribó la plataforma de abastecimiento, saliendo a presión re-gueros de gasolina refinada, que rociaron casi todo su cuerpo. Paracolmo, aplastó con sus enormes pies el vehículo, dejándolo comouna fina lámina de acero y saltando la alarma antirrobo. Rodeó va-rias veces el local, intentando buscar más adversarios a quienes des-trozar. Joder, aquí se acabó nuestra bonita existencia...

—Todavía tenemos una oportunidad. Sal por atrás y escóndeteen los arbustos o árboles que veas.— Ni caso, justo al revés. Rachelse quedó sin palabras al oírme y se inquietó. Comprende que voy aenfrentarme al enemigo solo, tú estorbas en esta lucha...

—¡No quiero que mueras! ¡Prefiero que nos asesine a los dos jun-tos...!— No debiste alzar el tono de voz.

Los gritos hicieron que el Espécimen vuelva su cerebro a latienda, aúlle con fuerza y se aproxime con grandes pisadas. Fuertepasada, con la cual arrambló todo el escaparate, dejándonos al des-cubierto. Mi hermana chilló de nuevo y a empujones, la saqué deallí. Recordando mi orden, se alejó corriendo carretera adelante, sinmirar atrás.

—¡AQUÍ ESTOY! ¡VEN A POR MÍ!— Grité con todas misganas. El YH56U relamió sus deformados labios resquebrajados ylanzó sus garras hacia mí. Suerte del TH49A, que reaccionó al ata-que y lo esquivé con facilidad.

¡Vamos, hijo de la ciencia! Si crees que te tengo miedo, estás muy equivocado,capullo...

El monstruo se sorprendió de mi resistencia y lo intentó variasveces más, sin éxito. Con mi defensa, sólo consigo cabrearlo más.Tras las tentativas fallidas, corrí hacia su pierna y pretendí marear. Elque no tuviera ojos, propiamente dicho, da una leve idea de un punto

ESPÉCIMEN

222

débil, pero fallé. ¡Qué asco tocar sus músculos! No obstante, si nome agarro a ellos, acabaré resbalando por la gasolina desparramadaen el suelo. Gasolina...

El cielo se torna cada vez más negro y el YH56U continúa consu afán de atraparme. Harto de tanto huir, probé a atacar. Con mismanos rígidas, causé varios cortes superficiales en la zona de los pies.Increíble, ni un rasguño en la puta piel escamada. Lanzó varios gri-tos agudos de dolor, pero no se rindió. Tiene que haber otra ma-nera de derrotarlo... Quemarlo es una opción, pero si lo hago,moriría; la explosión de los surtidores nos mataría a los dos, sin ex-cepción.

La suerte duró segundos. En pequeño descuido, el YH56U lanzósu larga lengua y me rodeó, apretándome con fuerza. Me reuní juntoa su deforme cabeza y contemplé de cerca sus dientes. La muerteestá a mi lado; el TH49A se revolvió con agresividad y pidió libera-ción. Es imposible, la potencia de sus músculos me impide movermey con un rápido ademán, me acercó a su cerebro. Por momentos, pa-saron por mi mente tres imágenes, mi madre en la cama del hospi-tal, mi cuerpo abierto por el TH49A y el Nobel en mi despacho.Voy a ser devorado por una de mis creaciones y sin poder defen-derme; suena hasta irónico. Vamos, TH49A, eres mi última espe-ranza...

“Prométeme que las cuidarás...”—Lo juré, madre... ¡Y seguirá así por siempre!—“¡AHORA!”Aquellas palabras despertaron mi furia interior. Con todas mis

energías y la ayuda del TH49A, liberé mi mano derecha y segué la pe-gajosa lengua del YH56U, el cual chilló como un cerdo e intentó co-germe cuando caí al asfalto. Remojado de gasolina fui y observé consorpresa cómo se aparta el Espécimen del líquido inflamable. Sinpensarlo dos veces, se me cruzaron los cables y tomé la opción decalcinarlo, aunque suponga mi muerte también.

—¡TE VOY A FREÍR, HIJO DE PUTA!

ALBERTO BURGOS SORIA

223

Entré de nuevo al local en busca de cerillas. Por el suelo hallé va-rios mecheros, los cuales cogí junto a un paquete de tabaco. Saquévarios cigarros y les prendí fuego a la vez. Di una pequeña calada,quizás la última. El enemigo volvió a la carga, llevándose por de-lante todo el recinto mientras intenta de nuevo atraparme, sin dar re-sultado. De fondo, me pareció escuchar la voz de Rachel, o a lomejor son imaginaciones mías.

El asqueroso y mutilado cuerpo se giró y contemplé que las ci-catrices producidas en las piernas no están; las ha regenerado, el muycabrón... Con un audaz movimiento, lancé los cigarrillos a la gaso-lina y corrí para salir del cúmulo de llamas que se formaría al ins-tante. El fuego ganó terreno y tal como quería, el YH56U fuerodeado por las llamas. Trató de seguirme, pero la explosión que seengendró fue inminente, lanzándome la onda expansiva al arcén dela autovía.

Desde casi 50 metros y con un dolor insoportable, observé consatisfacción cómo el Espécimen chilla y se retuerce entre un mar dechispas y fogonazos. Aún más suerte, los tanques subterráneos ex-plosionaron también y lanzaron hacia arriba gran cantidad de tierra,polvo y cenizas. Es como si un volcán hubiera entrado en erupción.Me cubrí la cabeza y sentí mi cuerpo arder por cada ascua que caeencima mía.

Tras largos segundos, el YH56U dejó de gritar y su deflagrado ca-dáver se derrumbó sobre los ardientes escombros de la gasolinera,o lo que aún queda en pie. La lluvia de restos terminó y el fuegocontinuó consumiendo los restos del local y lo que encuentra a supaso. No puedo moverme, mierda... Con sufrimiento tremendo in-tenté levantarme, pero fue inútil, acabando abatido en el asfalto. Losojos se cerraron sin más. Rachel... Huye, joder... No seas estúpida...

Hof, 9:15 Pm—¡JuanXo! ¿No has oído algo?—¿El qué?

ESPÉCIMEN

224

—Parece una explosión... Nada, olvídalo.— Lyserck giró su vistahacia el sur, donde ella creyó haber escuchado un temblor antece-dido por una explosión. Christine se percató también del ruido, co-giendo el fusil. A sus mentes vinieron imágenes de su hermanaRachel. Con sutileza, Lyserck recargó el MG4 y siguió caminandojunto a los otros dos por el desierto pueblo de Hof.

La situación se nota muy tranquila. No han encontrado a nadieen toda la ciudad y de camino a ella, todo fue como la seda. Cogie-ron varios transportes. Una moto, modelo Kawasaki Z750 paraJuanXo. Un Skoda Octavia para ellas. La noche se ha cernido sobreel cielo, cubriendo todo de negro y oscuridad. Siguieron una calleque no está bloqueada y se detuvieron en un pequeño parque cercade unas tiendas.

JuanXo aparcó la moto en la acera y se sentaron en un banco quese mantiene en pie. Sin dirigirse la palabra, Lyserck levantó sus pre-ciosos ojos a la bóveda celeste, Christine respiró con alivio, boste-zando varias veces y JuanXo dio unas vueltas por el lugar, buscandoindicios enemigos.

—¿Dónde crees que están? ¿Nos echarán de menos?— PreguntóLyserck sin apartar la vista de las estrellas. Su hermana suspiró conprofundidad y golpeó varias veces el respaldo.

—Espero que hayan llegado a Núremberg.— Respondió JuanXo,alzando sus ojos también y pensando en su compañero. Ha pasadocasi un día sin saber nada de ellos.— Si la situación que tienen es lamisma que la nuestra, nos encontraremos muy pronto.

—¿De verdad? Núremberg es muy grande, podrían encontrarsecon cualquier cosa...

—Tranquila, León lleva el TH49A. Con él, no hay nada quetemer.— La respuesta las calmó un poco, pero no es una contesta-ción muy relajante. Bajó sus ojos a tierra y escarbó de la rabia quecontiene en su interior.— Además, son duros de pelar.

—Qué pena que el puente estuviese derrumbado, sino, los espe-raríamos aquí.

ALBERTO BURGOS SORIA

225

—Por eso los he enviado por la otra ruta. No sé si es más peli-grosa, pero al menos no tendrán que atravesar los montes comonosotros.

—¿Cuánto tardarán en llegar a Altenburgo?— Unos sonidos losalertaron, pero rieron al comprobar que sólo eran cuervos revolo-teando sobre las copas de los árboles. Christine temió que alguien losespiase, hipótesis que JuanXo rechazó a base de carcajadas.

—De eso nada, querida. Llegaremos para mañana, si no tenemosproblemas. Hay gasolina de sobra y con las pocas balas que guardáis,nos valemos.— Lyserck agarró el arma y la puso sobre su regazo.JuanXo sonrió y ellas le devolvieron el gesto. En sus mentes sólopasan imágenes de Rachel y de León como una cinta rayada.

—Bueno, a ver si son capaces de llegar antes que nosotros. Sólofaltaría eso, que se rieran de nosotros por lentos.— Ironizó y rieronjuntos a la vez que unas pocas farolas se iluminan por el sistema au-tomático de la ciudad.

—No creo. Aparte de la moto, sólo había un Corvette al princi-pio de la autovía. Si lo han cogido, entonces sí que se van a reír.—Las carcajadas resuenan en toda la plaza y los arbustos son mecidosal ritmo del débil viento que sopla. JuanXo se levantó y ayudó a in-corporar a las hermanas.— Vamos a buscar un sitio donde descan-sar y estar preparados para mañana.

Se dirigieron a los transportes y cuando cada uno se puso se pusoen marcha; salieron quemando rueda. Cruzaron calles y avenidas lle-nas de obstáculos y sangre hasta dar con un hotel, cuyo rótulo estáderrumbado en la entrada. Con sumo cuidado, apagaron el motor yabrieron las puertas casi desencajadas del vestíbulo. La oscuridadimpide ver el interior, pero con los faros delanteros encendidos,JuanXo iluminó el sitio.

Caos total, pilares derrumbados, mesas y sillas desparramadas yescaleras de acceso a las plantas superiores, inservibles. Se miraronentre ellos y accedieron. JuanXo, sin pizca de educación, introdujola moto en el local y con ella, fue alumbrando el local. A la izquierda,

ESPÉCIMEN

226

grandes puertas de madera dan paso al comedor. Como no hay otrolugar al que ir, decidieron pasar la noche allí. Para no caer presa delos infectados, montaron turnos. Lyserck duerme mientras Chris-tine y JuanXo hacen guardia frente a la ventana que ofrece vistas ala calle.

Es muy complicado conciliar el sueño o despistarse con tantacalma, prestando atención a la llegada de enemigos. Las horas fue-ron transcurridas con lentitud hasta dar las cinco de la madrugada,un poco antes de que terminara el relevo. JuanXo se levantó de susilla y comenzó a dar vueltas por el salón, sin dejar de pensar en sucompañero. Christine es la siguiente en descansar.

Los cuervos y búhos son el sonido de la noche, el viento se cuelapor las grietas y el polvo cae del techo en finas hileras. Tras pocosminutos de su turno, cogió el fusil y despertó a Lyserck, alegando suturno de guardia. Con el sueño aún encima, se levantó y con el MG4,ocupó el lugar de su acompañante, tumbándose Christine en lamanta. Se posó en el alféizar y ojeó las estrellas del firmamento, lascuales asoman ante la dispersión de las nubes más densas.

Cualquiera dirá que esta noche podía ser la mejor y más tranquilaque se puede tener en esta situación tan caótica y desesperante. Tam-poco hay que expresarlo así. Para ella, es la noche más incómoda detodas las que ha tenido hasta el momento. Sin saber noticias de suhermano y hermana, atrapados en un mundo de terror y sangre...Nada está bien.

JuanXo, aún de guardia, sí concilió el sueño a la perfección, apesar de su vocación de estar alerta. Sueño bastante raro el que tuvo.Corre en una calle, huyendo de los infectados y observa cómo Leóny sus hermanas se alejan de él, abandonándolo. Una pequeña pesa-dilla que acabó con un sobresaltado despertar. Ojeó su alrededor yescuchó con disimulo cómo su amiga vocaliza en voz baja The Tro-oper, de Iron Maiden.

—¿Te han dicho alguna vez que cantas muy bien?

ALBERTO BURGOS SORIA

227

—¡Oh, JuanXo! Creí que estabas dormido...— Lyserck fue so-bresaltada y buscó con la mirada el lugar de descanso entre toda laoscuridad. Christine sigue sobre el lecho, roncando como su her-mano León.

—Me cuesta dormir. Prefiero oírte cantar antes... Son poco másde las seis, vamos a ir levantando el culo de aquí.— Se irguió y cogiósu chaqueta de la mesa de al lado. Ella saltó de la repisa de la ven-tana y se acercó, tomando referencia en las sobras de la pared.—¿Te olvidas de algo?

—No, nada. Despierta a nuestra hermana y coge los fusiles.—Con esa respuesta, cogió Lyserck a Christine de la oreja y la des-pertó con suaves golpes en la nuca.

Tras recogerlo todo, abandonaron el hotel. Arrancó la motocuando, en el último segundo, su móvil sonó y vibró con fuerza enel bolsillo. Las hermanas quedaron extrañadas y al tomarlo, observócon sospecha que se trata de un número oculto. Dudó en cogerlo va-rios instantes, y al final acabó accediendo, pulsando el botón de lla-mada.

—¿Es el móvil de JuanXo Märtinez?— Esa voz le es muy fami-liar. Puso el altavoz para que ellas escucharan también la conversa-ción.

—Habla con él.—JuanXo, soy John Mutan, el forense de la comisaría...— ¿John,

el forense? Los ojos se abrieron por completo y aumentó el volumende la señal. Christine no da crédito a lo que sus oídos reciben yLyserck, tampoco. ¿El primer superviviente de la pandemia?—¿Dónde estáis?

—Vamos a abandonar Hof por el norte. ¿Estás cerca de aquí?—Llegando a Núremberg. Llevo conmigo a tu compañero León

y a su hermana, Rachel. Ella me ha dicho que os teníais que encon-trar en Altenburgo...— Lyserck se desplomó sobre el frío asfalto,pero no de depresión, sino de alegría y alivio. La otra casi toma suspasos y JuanXo también respiró con fuerza varias veces para recu-perar el aliento y una sonrisa iluminó su demacrado rostro.

ESPÉCIMEN

228

—¿Os encontráis todos bien?—Sí, aunque León tiene todo el cuerpo carbonizado. Al parecer

ha habido una pelea y ha tenido que combatir a la fuerza...—¿Qué significa eso? ¿Está en buen estado?— De fondo, se es-

cucha la débil de su amigo científico, renegando por la versión de loshechos que cuenta el forense.

—Te repito que sí. Corto que se queda el puto móvil sin bate-ría...— La llamada acabó y el móvil quedó en silencio. Los tres se mi-raron de nuevo, pero ahora el gesto es distinto.

En cada uno, se hace patente la felicidad con una amplia sonrisay Lyserck, recuperada del breve desmayo, seca las pocas lágrimasque ha derramado. Felicidad para seguir el camino. Las dos herma-nas se abrazaron y JuanXo se unió al conjunto, recibiendo besos porparte de ellas. Una preocupación menos... Ahora es el momento decontinuar hacia Altenburgo. Subió a la Kawasaki y arrancó con es-trépito, siguiendo el Skoda de las chicas con su silencioso motor.Hay que darse prisa, ellos no han llegado a Núremberg y todavíapueden ganar la ficticia apuesta creada por Lyserck...

Una hora antes... Red del Autobahnen A3, Alemania—León... Hermano mío... ¿Por qué tuviste que hacerlo?Voces, oigo voces. Creo que en el infierno nadie habla... Y menos

lloran por mí. Extraño el hecho de escuchar sollozos y llantos sobreun tal León. Esos lamentos los conozco, mi amada hermana Rachel.¡Cómo se ve que todos los metaleros vamos al mismo sitio! Un mo-mento, creo que aún no ha llegado mi hora... Aire fresco, puto dolor,lágrimas sobre mi cara... ¡Sigo vivo! Espera que recuerde... Claro, elmaldito YH56U y la explosión. Tendré que abrir los ojos, a ver enqué panorama me encuentro.

Te dije que huyeras, estúpida... ¿Por qué nunca me hacéis caso? Si papá si-guiera con vida...

Rachel solloza sobre mi cuerpo. No estoy muy consciente, perome basta para oír los lamentos. La noche ha llegado. La oscuridadinunda todo el cielo, aunque las llamas de la que fue una gasolinera

ALBERTO BURGOS SORIA

229

ofrecen un poco de luz en la lejanía. El calor de mi hermana, misquemaduras, cuesta soportarlo.

En la etapa de inconsciencia, tuve un sueño muy extraño. Ca-mino por el pasillo central de mis laboratorios, observando a todosmis empleados trabajar y hablar entre ellos. Lo más raro fue quenadie parece percatarse de mi presencia. Ignorado por todos, escu-cho las conversaciones, pero ninguno me menciona, ni siquiera Katy,la secretaria, la cual habla con James.

Al llegar a los complejos de creación, el milagro se hace realidad,unas personas fijan su atención en mí. Mis hermanas, con sus batasde protección, me abrazan con fuerza a la vez que ríen con alegría.En ese momento, la luz se fue en el edificio y sentí cómo sus cáli-das caricias se transforman en frías sacudidas de temor y miedo. Lasmiro y me horrorizo al ver que tienen todo su rostro lleno de san-gre y muy demacrado por las heridas. Terrorífico fue contemplarque las lágrimas que sueltan no eran normales, sino de sangre. Llo-ran a borbotones, como fuente descontrolada. En aquel instante, oíla voz de Rachel retumbar en mi cabeza, despertándome de mi le-targo.

—¿Qué haré yo sola? Sin ti no puedo vivir...—Sí que puedes, hermana mía... Aunque no esté...— Con todo

el dolor del mundo, articulé las palabras que avivaron sus esperan-zas. Me cogió y puso sus hermosos ojos en los míos, sonriendo condificultad.— No llores más, estoy bien...

—¡¡¡LEÓN!!! ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?— Con sus resbala-dizas manos llenas de lágrimas, golpeó mis mejillas una y otra vez,como si se tratase de una reprimenda, aunque sé muy bien que noson de eso, si no de júbilo.— Creí que estabas muerto.

—Me rebelaré a la muerte tantas veces como... Me sea posible.—Cuando vi la explosión, regresé corriendo y te encontré aquí...

Pensé que... Que...Por favor, que mi Espécimen no es tonto... Que yo sepa...

ESPÉCIMEN

230

—Tranquila, el YH56U no puede con el TH49A ni conmigo...—Con su ayuda, nos pusimos en pie, pero me agarré rápidamente aella; no estoy en condiciones de hacer esfuerzos y menos con el jo-dido malestar que tengo en mi interior. Dejó de sollozar y poco apoco, caminamos en medio de la autovía hasta una zona de frenada,donde me volvió a dejar en el suelo.

—¿Crees que está muerto?— Inquirió Rachel, mirando las lla-mas que se distinguen a lo lejos. Giré mi vista hacia allí y dije que nocon varios gestos. Confío en haberlo carbonizado con la explosión,no debe haber sobrevivido...

—¿Y qué hacemos ahora? No tenemos nada para ir a Alten-burgo...

—Seguiremos hasta encontrar un transporte... No podemoshacer nada más...

—¡No estás en condiciones de ir a ningún sitio! Tienes quema-duras muy graves por todo el cuerpo...— Ahorra el discurso, que-rida.

La parte izquierda de la cara la tengo un poco quemada, sin con-tar que mi pecho está al rojo vivo y el Espécimen, ni te digo. La es-palda sufre las mismas lesiones y sólo los brazos puedo utilizarloscon normalidad. Con un calvario enorme, golpeé varias veces mitorso y traté de hablar con el TH49A mientras mi hermana me ayudaa erguirme.

—TH49A... ¿Estás bien?—“Sí, aunque con dolor.”—Me arrepiento de haber acabado así.—“Puedo sanar las heridas, pero tardaré tiempo.”—Recupérame cuanto antes, TH49A.Manos a la obra, hijo. Suaves movimientos en mi interior co-

menzaron y sentí gran alivio en la mano derecha, donde una pe-queña quemadura es recubierta con nuevas capas de piel. Di lasgracias y me volví a coger a mi hermana. Con la noche encima, sedivisa con dificultad la carretera, pero recordé las palabras del

ALBERTO BURGOS SORIA

231

TH49A. Nueva transformación que me permite ver en la oscuridad.No obstante, el Espécimen está demasiado ocupado para hacer va-rias cosas a la vez, de modo que denegué la propuesta.

—Rachel... ¿Puedes ver?—No mucho, pero lo suficiente para caminar. ¿Por qué?—El TH49A me modificó la visión para ver por la noche... Por

si te hace falta...—No, hermano. Si tengo problemas, me las apañaré.— Como tú

quieras, mi vida. La zona de guerra se fue disipando por detrás comouna densa nube de humo negro cubriendo el fuego. Mi cabello rozócon el de Rachel y lo noté áspero, como si estuviera quemado.—¿Quieres descansar un rato?

—Debemos seguir adelante... Te diré cuando parar...El tiempo apremia. JuanXo y las demás casi estarán en la ciudad

y detenernos sólo será hacer esperar, con el probable riesgo de queles atacara otro YH56U o los infectados. El camino se hace más ymás pesado, la autovía parece no querer terminar y eso desespera.Sentir el fresco aire en las manos indica que el TH49A las ha rege-nerado por completo, hecho que corroboré al fijarme. Ni una solaherida o quemadura, es como si hubiera acabado de lavármelas.

Mi reloj toca casi las seis de la madrugada. El cielo no se ha es-clarecido nada y las nubes no están por la labor de apartarse. El can-sancio se hace patente en mi hermana a través de débiles jadeos.Pedí al TH49A que sanara las piernas, para que ella dejara de cargarconmigo. Con sumo gusto accedió y seguimos camino adelante. Traslargos minutos de tramo, una tenue luz por detrás fue intensificandonuestras sombras proyectadas en el asfalto.

Al girarnos, observamos con sorpresa un coche que se aproximaa gran velocidad. Los faros nos deslumbraron y el vehículo se detuvojusto enfrente. Con dificultad, distinguí la matrícula. La he visto enotra parte, estoy seguro... Un Dodge. Las luces se apagaron y lapuerta izquierda fue abierta, saliendo un hombre alto cuyo rostro esocultado por la oscuridad. Se acercó a nosotros y me asusté al com-probar que nos apunta con un arma.

ESPÉCIMEN

232

—¿Quiénes sois? ¡Si no respondéis, dispararé!— Aquella voz mesuena mucho y me apuesto saber de quién se trata. Si es él, el diabloha escuchado mis plegarias. Rachel levantó la mano que tiene librey yo hice lo mismo.

Como dispares, te corto el cuello, maricón...—¡No abra fuego, somos supervivientes!— Gritó mi hermana y

el varón bajó el arma, tirándola al asfalto.—¿Eres tú, Rachel? ¿Qué haces por aquí?— El individuo llegó a

nosotros y encendió una linterna, la cual nos proporcionó luz parasu reconocimiento. Observar su cara; mi optimismo aumentó deforma exagerada e intenté estrechar su mano. La casualidad nopuede ser mejor. John Mutan, nuestro amigo forense, está delante yviéndonos juntos con sorpresa y boquiabierto. Su ropa presenta ras-tros de sangre y tiene varias magulladuras en la frente; una de ellassangra.— ¡Estáis vivos!

—Mutan... Me alegro de verte... ¿Dónde vas por aquí...?—A Berlín; creo que vosotros también... ¿No?— Rachel me dejó

en el suelo y fue a abrazarlo. Se sonrojó un poco mi amigo y me se-ñaló con la cabeza la parte de atrás de la autovía.— ¿Se puede saberque ha pasado por allí? Está todo quemado y las llamas llegan alcielo.

—Es una historia muy larga, John. Si no te importa... Nos vas aservir de taxista... Para llevarnos a Alten... Altenburgo.

—Claro, subid y os llevaré. ¿Dónde están JuanXo y tus otras her-manas?

—Van de camino... Deben haber pasado Núremberg.— Res-pondió Rachel, ayudándome a entrar en el coche y tumbándome enel asiento trasero. John arrancó con rapidez y ella se sentó atrás, con-migo. Con un fuerte acelerón, retomamos el camino. Así llegaremosmás rápido a nuestro destino...

—John... ¿Tienes móvil?— Si posee uno, podremos llamar aJuanXo, ya que el mío está inservible, sin batería y sin una gota desaldo.

ALBERTO BURGOS SORIA

233

—Sí... Pero la llamada debe ser corta, ya que estoy seco de carga.—Vas a llamar tú, John. El número de JuanXo es...—En un

papel, apunté los números y sin soltar el volante, comenzó a comu-nicar. Mi hermana me acaricia todo el rato la cara y los brazos, peroeso no me alivia el dolor. Con un gesto afirmativo, indicó que se loha cogido y agudicé para oír la conversación; no puso el altavoz.

—¿Es el móvil de JuanXo Märtinez?— Parece que no se fía delnúmero que le he dado, pero el asunto no está para bromas. La ale-gría me inundó cuando escuché por el auricular la voz de mi com-pañero.— JuanXo, soy John Mutan, el forense de la comisaría.¿Dónde estáis?

—Vamos a abandonar Hof por el norte... ¿Estás cerca deaquí?— Su respuesta me dejó sin habla. Si he oído bien, se encuen-tran en la cadena montañosa que rodea la ciudad de Hof, un pueblorústico y escondido. Eso quiere decir que ellos han tomado en laruta del este. Joder...

—Llegando a Núremberg. Llevo conmigo a tu compañero Leóny su hermana Rachel.— Miré el manos libres del salpicadero y tratéde responder, pero el dolor de mi torso me lo impidió, aunque logrésoltar algunos vocablos perdidos.— Me han dicho que os teníais queencontrar en Altenburgo.

—¿Os encontráis todos bien?—Sí, aunque León tiene varias quemaduras por todo el cuerpo.

Al parecer ha habido una pelea y ha tenido que combatir a lafuerza...— JuanXo jadeó varias veces por el interfono y percibí conregocijo unos resoplidos que identifiqué al instante con mi hermanaLyserck. Unos leves pitidos del móvil de John hicieron que éste seapresurara a terminar la conversación.

—¿Qué significa eso? ¿Está en buen estado?—Te repito que sí. Corto que me quedo sin batería...— La lla-

mada finalizó y dejó su teléfono debajo del freno de mano. Rachello miró varias veces y se irguió en el asiento, apoyando mi cabeza ensu regazo.

ESPÉCIMEN

234

—Hof... No saben dónde se han metido.Claro que no. Demonios, de allí no salen vivos...—No te preocupes... Seguro que les irá bien.— Intenté tranqui-

lizarla, pero no sirvió de mucho. Con leve dolor en la parte baja, elTH49A terminó de curar las quemaduras de las piernas. Sólo faltael tórax y la parte de atrás; la cara tengo casi limpia de heridas.

—En Núremberg, haremos paso rápido, no quisiera encontrarmecon más gente. Con la que he visto por ahora, me basta...— John haluchado contra los infectados, o eso denota su tono irónico y ca-breado. Según su versión, salió pitando de Múnich tras los terre-motos y varios infectados le abordaron por el camino. Por no vermás, decidió desviarse a Núremberg, aunque su objetivo principal esBerlín. Vaya suerte hemos tenido con él...

—¿Hay agua por aquí?— El cuerpo me pide a gritos rehidrata-ción y no sólo el organismo, sino el TH49A también; estoy secocomo un campo de trigo en verano.

Con la consiguiente indicación, Rachel cogió una botella de aguadebajo del asiento de copiloto y empecé a beber hasta hartarme. Larespuesta fue inmediata, entré en repentino estado de frescor que ali-vió gran parte del dolor. Ahora ya me encuentro mejor. Tome pos-tura y observé por la ventanilla el paisaje.

Ver árboles en pie es delicia para la vista. El arcén de la autovíaposee grietas enormes y cada dos por tres aparece un barranco queencoge el corazón. La noche se va haciendo menos oscura, el cielocomienza a tornarse azul marino, dando paso a una nueva mañana.En un cartel de información se pudo observar la distancia a la granciudad, unos veinte kilómetros para llegar a Núremberg. No tengosueño, pero Rachel sí; se durmió en el respaldo. Bastante tuvo car-gando conmigo durante varias millas.

Me sentí mal por haberla hecho sufrir; entre verme tirado en elsuelo y que no despertaba, casi le da varios infartos a la vez. En mimente se visualizó de nuevo la pesadilla que tuve durante la incons-ciencia, ambiente tenebroso y mis hermanas llorando sangre. Un es-

ALBERTO BURGOS SORIA

235

calofrío recorrió mi columna de arriba a abajo y quité esa ilustra-ción rápidamente. Al instante, me vinieron otras tantas con el per-fil del YH56U y la batalla. Esto ha sido así, es uno de losEspecímenes más agresivos dentro de su género junto al QF41D oel VG73R.

—Dime una cosa, León. ¿Esas personas que vagan por ahí llevantus creaciones o no?— Nos miramos fijamente y afirmé su cues-tión. Para qué mentir, amigo mío... Movió la cabeza verticalmente yrió por lo bajo. No seguí su actitud de hacer la gracia. El contextono es nada divertido, John.— ¿Los has esparcido tú, verdad?

—No. Mi mánager, JC. El muy cabrón robó los Especímenes yme llamó hace días diciéndome que por fin va a cumplir su sueño;ver un mundo dominado por otros seres vivos.

—Qué sueño más ridículo. Ese hombre es gilipollas, como todos.Ojalá le venga la muerte rápido.— Lo mismo deseo, pero con menosfervor. En sus palabras se contempla un fuerte sentimiento de odioe ira y moderé mis respuestas por si alguna frase lo enfurece más dela cuenta.

—Lo importante ahora es encontrar supervivientes a la pande-mia.

—¿Y dónde los vas a hallar? Yo estoy entre ellos, pero a saber enqué rincón del mundo estarán metidos.— Un pequeño badén hizosaltar el coche y John maldijo en voz alta, despertando a Rachel.Aceleró un poco y tomamos el desvío hacia la entrada norte.— Creoque estamos muy jodidos...

—Y mucho. ¿Has visto el incendio que había antes de nos en-contraras? Lo produje yo para acabar con uno de mis Especímenes.Una explosión y lo mandé al puto infierno.— Esta vez sí reímosjuntos y volvimos a sentir los traqueteos de los bajos del vehículo alrozar con el destrozado asfalto.— O eso creo...

—Más te vale. No quisiera enfrentarme a él.Pues deberías, a ver si así se te pasa el puto cabreo de los cojones...

ESPÉCIMEN

236

Menos de nueve millas para llegar a Núremberg. La noche va de-jando paso a la mañana y los primeros rayos de sol asomaron por losmontes del este. El tramo de la autovía mejora por momentos, peromás hondonadas en el asfalto hicieron disminuir la velocidad. Desdelejos, se divisan algunas edificaciones derrumbadas y villas demoli-das. El desastre está por todas partes, un cambio radical en el paisaje.Bajé un poco la ventanilla para que entrara el aire fresco y noté conalivio que mi espalda deja de emitir dolor. Tórax y otras zonas va-riadas del cuerpo.

Me acordé de mi arma, la escopeta Hydra. Se la di a JuanXo alacabarse los cartuchos. A saber si aún la tendrá. Le he cogido ca-riño a esa escopeta, no por su potencia, sino por su gran capacidadde tumbar a un grupo muy amplio de enemigos a la vez. Lyserckdebe de tener su armamento pesado y Christine se las apaña biencon la FAL y el M3. Se hallan en una zona donde la densidad de in-fectados debe ser enorme... No obstante, seguro que están bien ylimpiando camino a su paso.

Por ahora, John es el único superviviente que hemos encontradoy es un gran logro. Me fijé en su forma de conducir, su cambio rá-pido de marchas y los giros de volante que da para esquivar los obs-táculos de la vía. Con esa manera de conducir, parece que vamoscon mucha prisa. Rachel cambió de posición para acomodarsemejor y dejé espacio para no molestarla. El forense se volvió hacianosotros y sonrió al ver a mi hermana dormir de nuevo.

—Descansa un rato, León. Faltan pocos minutos para llegar yobservar el paisaje no te va a servir de mucho.— Me aconsejó el fo-rense, pidiéndome que tomara ejemplo de Rachel.

—Con el YH56U se me ha ido el cansancio.— Renegué a su pe-tición, alegando que la batalla contra el Espécimen me ha dejado enbuen estado, una excusa poco creíble.

—Eres muy testarudo, amigo mío.—Ya, eso dicen todos... Dormiré cuando vea a JuanXo y a mis

Lyserck y Christine.— Sabiendo que están bien, es razón para cerrarun poco los ojos.

ALBERTO BURGOS SORIA

237

—¿Tenéis que coger algo en Núremberg?— Preguntó al pasar elcartel que reza la bienvenida a la ciudad. Negué con la mano y girósu vista de nuevo a la carretera.

—Pues saldremos por el primer desvío hacia Altenburgo. El cen-tro habrá que pasarlo, ya que no hay más salidas...

—No te preocupes, tampoco hay mucha prisa.— Tercié a su sen-tencia, mirando de reojo su velocímetro, que indica en tercer lugar,la hora.— Con dejar la ciudad para el mediodía nos vale.

—Y antes. Los enemigos que me he encontrado han sido con laluz del día. Se ve que no les gusta la noche...— Se rió por lo bajo, ha-ciendo que Rachel abriera de nuevo los ojos, pero se detuvo al ins-tante. Un rótulo lleno de sangre nos da la bienvenida a Núremberg.Rachel preguntó si habíamos llegado a la ciudad, señalando la en-trada y fijó su vista en John. Aparenta mal sueño, no para de mirara todas partes y suda mucho.

—¿Vamos a detenernos aquí?—No, sólo estamos de paso. Si no me equivoco, creo que JuanXo

y tus hermanas os esperan en Altenburgo y cuanto antes lleguéis,mejor.— Nuestro conductor nos indicó que no vamos a tomar el ca-mino por el centro, sólo bordearlo.

Decisión apoyada; si la zona está igual de caótica que Múnich, seacabó buscar una escapatoria. Los grandes hipermercados de lasafueras, derrumbados sobre sus cimientos, siguen levantando den-sas nubes de polvo que ocultan parcialmente el horizonte. La auto-vía aparenta mejor estado, los baches son cada vez más pequeños yno hay signos de terremotos ni grietas. Me vino a la mente una ima-gen de cuando visité la facultad de ciencias. Esos tiempos de estu-diar y hacer los putos exámenes... Allí nos instruimos JuanXo y yo;lo mismo hicieron mis hermanas, para variar.

—¡Mirad, hay alguien allí!— La observación de Rachel sobresaltónuestros ojos y me asomé por la ventanilla.

Un hombre joven anda sobre el asfalto y se dirige al coche. Noveo rasgos de contagio. John moderó la velocidad hasta detenerse en

ESPÉCIMEN

238

seco a pocos metros de él. Sin hacer caso a las súplicas de mi her-mana, salí del coche y me aproximé al individuo con precaución. Elforense se quedó en su vehículo, preparado para salir corriendo. Elextraño tipo siguió caminando hacia mí, sin dar signos de ansiedadni deseos de sangre.

¿Pero qué te ha pasado, amigo? Parece que vienes de un despiece de cerdos...Y tú has sido uno de ellos.

—¿Se encuentra bien?— No parece escuchar mi voz; presté aúnmás atención a sus movimientos. Cuando su puso a un metro, alzósu cabeza; no tuve ningún susto. No está cubierto de sangre, pero ensu torso se ven extrañas rajas producidas por garras. Abrió la bocay levantó la mano en señal de cogerme.— Tranquilo, no somos ene-migos.

—Ayúdame... Ellos me... Me... Están por todas partes...—¿Le han atacado? ¿Cómo se llama?—Aveni... Russe... Allí me atacaron... Iros cuant... Es muy pe-

ligr...¡Maldita sea! El hombre cayó sobre el suelo negro y traté de so-

correrlo. Rachel dejó el coche y vino también para ayudar al mori-bundo sujeto. Tomé el pulso, pero ya es demasiado tarde, ha fallecidodesangrado.

—¿Está muerto?—Por desgracia, sí. Un superviviente que se nos va al otro ba-

rrio.— Putos barrios de la muerte. Mi hermana se llevó las manos ala boca y se agachó conmigo para observar el cadáver. Di la vueltay las tremendas heridas aparecieron al quitarle la camiseta.— Le haherido el YH56U, seguro.

—Lo ha rajado por completo... ¿Cómo ha podido llegar a pie?—No lo sé. Lo único que se me ocurre es que haya sido asaltado

por aquí. Con el pecho tan destrozado no se puede ir a ningún sitio.—Fíjate, el rastro de sangre sigue el camino.— Una pequeña pero

gruesa línea de sangre marca la carretera. Agudicé la vista y observéque la hilera empieza en un sendero a la derecha de la calzada. No

ALBERTO BURGOS SORIA

239

diviso señales enemigas. Ni huellas, ni pisadas, nada. Todo indicioestá borrado o no existe.

—Pediremos a John que lo siga, a ver dónde lleva.— Dejando alpobre desgraciado tendido en el suelo y con un gran charco de san-gre, regresamos al vehículo. Al principio no dijimos ni una palabra,pero mi amigo está deseoso de saber lo ocurrido.

—¿Otro de tus Especímenes?—Al revés. Un superviviente atacado por ellos. Lo ha dejado

hecho trizas, sin contar la manera en que pudo sobrevivir hasta aquí.—Tendrá mucha fuerza de voluntad... ¿Cómo son las heridas?—

Rachel me tocó por detrás, pidiéndome que no dijera ni una palabra.Tampoco es que tuviera muchas ganas de contar su estado, pero nohay opción.— Desde fuera se ve bien...

—Le rajaron el pecho, quizás una garras. Un infectado no puedehacer eso... Así que tuvo que ser el YH56U.

—Estoy cogiendo manía a tus cosas. Te los roban, los disemi-nan, nos encontramos con ellos... No podemos ir mejor.— Su ca-breo lo interpreté como una broma, pero parece que se lo toma muyen serio. No dije nada por si se agrava la situación y armamos al-guna discusión.— ¿Y ahora qué, entramos a Núremberg o no?

John, deja las manías o cojo yo el puto volante y pongo rumbo a donde me déla gana...

—Sigue el reguero de sangre que ha dejado la víctima. Puede daralgún indicio de supervivientes.— Mis palabras no fueron bien re-cibidas por él, a pesar de que arrancó de nuevo el motor de formaagresiva y resopló varias veces.— Por favor.

—Me vais a llevar a la muerte... — Con esa contestación tan ro-tunda, reanudamos la marcha tomando como referencia el rastro defluido. Por un momento, creí que John iba a atropellar el cadáver,pero hubo compasión y pasó a su lado. Su horrible figura fue per-diéndose por detrás hasta desaparecer de los espejos.

Mis ojos no engañan. La sangre nos llevó a un camino de servi-cio que sale de la ruta prevista. Tras breves momentos de vacilación,

ESPÉCIMEN

240

nuestro conductor giró a la derecha y empezamos un nuevo trayectolleno de baches y muy angosto. En el horizonte, el tramo es disper-sado en una extraña nube de polvo, como si se hubiera producidoun derrumbamiento.

Sin embargo, mis pensamientos se centran en el tipo de antes.En sus indefinidas palabras, distinguí una dirección, Avenida Russel.La conozco, una de las grandes vías de la ciudad, la cual comunicala zona este y el norte, donde se encuentra la universidad politéc-nica.

¿A qué se referirá con tal indicación? Puede que sea el sitio dondelo atacaron, aunque mucho ha recorrido para estar tan malherido.No lo sé, no concuerda. ¿Lugar de supervivientes? Quizás, porquéno. Divisamos una pequeña granja de la cual proviene una densanube de polvo y humo. Al acercarnos, cerramos las ventanillas parapoder respirar y observamos el estado del cortijo.

Fatal, fuego por todas partes y hogueras comen maderos des-perdigados por el suelo. No obstante, el rastro fue perdido en eselugar. Intentamos buscar nuevos indicios, pero sin éxito. Dentro delfuego, parece haber restos de animales; se puede observar con cla-ridad huesos calcinados y carne quemada.

No hay signos de vida o víctimas ¿El hombre llegó a nosotrosdesde aquí? No es bueno barajar hipótesis a priori, pero la única quealgo de sentido arroja al asunto es la posibilidad de que aquel indi-viduo hubiera llegado con otras personas a la granja y luego fueronatacados por el YH56U u otros seres. El TH49A no aparenta aten-ción a los sucesos, sigue cicatrizando mis heridas a toda velocidad.Al no recoger ninguna pista, continuamos la ruta sin volver la vistaatrás.

—Está todo vacío. Lo poco que hay está siendo devorado por lasllamas... John, da la vuelta y ve hacia la Avenida Russell.

—¿Entraremos a la ciudad?—Sí... Quiero comprobar una cosa.— No dije el verdadero mo-

tivo, quizás porque no lo sé. Tengo una pequeña corazonada de ha-

ALBERTO BURGOS SORIA

241

llar algo allí... Mi consciencia está totalmente alterada. Con un densotorbellino de gravilla producido por la marcha hacia atrás, volvimossobre nuestros pasos.

—¿Estás seguro de querer ir?— Tu insistencia me pone aún másnervioso, que lo sepas. Evité contestar, para no cabrearlo más.—Por el centro no voy a pasar, te lo advierto.

Eres muy pesado, no sé si lo sabes o te lo han dicho alguna vez en comisa-ría...

—Tú tranquilo que no. La calle que te digo está al este, justo enla dirección hacia Altenburgo; coge de camino.

Sin fiarse mucho de mi palabra, pusimos rumbo al nuevo des-tino. Siete y media; el sol asoma por el horizonte, iluminando todala zona. El campo es de una belleza enfermiza, como si una plantahubiera pasado de florecida a mustia en cuestión de segundos. Elaire, con el poco que corre, trae consigo un rumor lleno de gritos deauxilio.

Mis magulladuras están casi curadas; las del pecho son las últimas.Ahora sí poseo movilidad total, como antes de salir despedido en laexplosión. Me toqué la cara varias veces, notando la nueva piel queel TH49A me ha dado, un poco escamosa. Si sigo a este paso, mevolveré un engendro muy distinto al que todos conocéis. Saqué unespejo de la guantera y me reflejé en él.

Mis ojos rojos quedaron inmóviles, atentos a cualquier movi-miento. Miedo aún tengo de ellos, a pesar de ser míos. Poca gentehe visto con la mirada así, sólo en películas y las lentillas esas quecuestan un pastón. Tienes suerte si eres capaz de reírte de ti mismocon el aspecto que llevas. No lo tomé a broma, sé que algún día estechollo va a terminar y volveré el de antes. Me pregunté cómo reac-cionarían mis padres al observar el nuevo look de su único hijo...Bueno, la verdad, no sé qué harían conmigo.

—¿Hacia dónde voy?— John me sacó de la inconsciencia, seña-lando la intersección que se presenta en un cartel del arcén.

—Gira a la izquierda, hemos de ver unos los grandes almacenes.

ESPÉCIMEN

242

—Me vendría bien comprar algo de ropa.— Ironizó Rachel pordetrás, riéndose de su propio chiste. Si no hubiera pandemia, no ha-rías mal en ir. Que necesitas cosas para la casa, allí lo encuentrastodo, sin contar que soy un cliente destacado, por así decirlo.— Peromejor que no.

—Pues reza para que sigan en pie...— Tal y como está la situa-ción, lo dudo mucho. Por una vez desde que nos encontramos, Johnmostró una pizca de optimismo que lo interpreté como una bajadade furia.

La carretera se vuelve menos transitable y nos obligó a circularpor el arcén debido a las grandes fisuras que son un completo cal-vario para las ruedas del coche. La ilusión duró poco, ya que al tomarel último desvío hacia la avenida, la desoladora imagen de un edifi-cio derrumbado sobre sus cimientos se presentó ante nuestros ojos.Rachel bajó la cabeza en signo de sumisión y John movió la cabezade lado a lado. Ni siquiera un edificio reforzado de hormigón ar-mado pudo resistir los eternos minutos de tremendas sacudidas ycorrimientos de tierra.

—Bueno... Creo que vamos a tener que ir a comprar a otro sitio.Con un rápido giro, entramos en la glorieta que aún lleva el mo-

numento dedicado al casco histórico, un árbol milenario. A sabercómo sigue en pie; si una casa no aguantó el embiste, una plantamenos puede. Se cumple el dicho de las cosas viejas aguantan másque las nuevas. La naturaleza esconde muchos secretos y muy pocoshemos revelado.

Con su retrato en el retrovisor, dejamos la autovía para accedera la gran ciudad que es Núremberg. Estamos en la entrada este. Lasprimeras casas rellenaron las aceras, caídas o demolidas, junto a lastiendas, con sus rótulos o carteles esparcidos por el suelo. La sole-dad es la misma que en Múnich, puede que un poco mayor. Ni unsólo cadáver, ningún rastro de supervivientes.

Mi hermana también observa por el cristal el panorama, al igualque John mientras mantiene la velocidad en la travesía. Miras a tu al-

ALBERTO BURGOS SORIA

243

rededor sin olvidar lo visto en otros lugares, comparando la grave-dad de los contextos. A ser verdad, Múnich aparenta mucho peor as-pecto, quizás por la zona en que se encuentra, ya que la capital esllana mientras que aquí todo está rodeado de montañas.

Me acordé de Hof, desde donde contestó JuanXo a la llamada.Aquello sí es territorio montañoso; una comarca entera encerrada enel corazón de los montes. Pero tampoco se puede tomar comoexcusa válida, ya que Núremberg se halla a la izquierda de esa cadenade cumbres y altos picos. Siguiendo con la vista al frente, un cartelseparador indicó las calles y en último lugar, distinguí con dificultadla dirección de la Avenida Russel, señalándosela a John.

Fuimos hacia la derecha y entramos a una calle muy ancha, cuyasedificaciones se observan derrumbadas sobre el asfalto y los es-combros obstaculizando el trayecto. La única opción para seguiradelante es ir a pie, así que tomé medidas.

—Rachel, ven conmigo. John, si no quieres venir, no te lo re-procharé.

—Espero, porque de aquí no me bajo. Tendré arrancado todo elrato por si hay problemas y tenemos que salir pitando.— No quieroque nadie quede atrás, pero si así lo deseas, no voy a forzarte. Conun ambiente muy tenso, dejamos el vehículo y comenzamos a pasarentre los miles de ladrillos y pilares de la calzada. Mi hermana no sedespega de mí, cubriendo las espaldas con su ametralladora.

—Dime la verdad, hermano... ¿Qué hemos venido a hacer aquí?Anda, que estáis todos con una curiosidad que es para tocar los huevos un

buen rato...—Quiero saber por qué aquel hombre mencionó esta calle.—

Rachel quedó pensativa y luego afirmó con la cabeza. Miré atrás yobservé a John fumando tras el parabrisas de su coche.— Vamos aver qué o quiénes se ocultan aquí.

—¿Estás seguro de sus palabras?— Eso vamos a comprobar,querida. Por mi mente pasan imágenes del tipo anterior.— ¿Por quéno se lo has dicho a John?

ESPÉCIMEN

244

—Con el cabreo que tiene con los Especímenes, no me habríahecho caso. Además, así nos da el aire fresco...

—¿También hemos salido por eso? No me hagas reír, porfavor...— Por aliviar la tensión, solté tal broma, pero ella no se en-fadó, al contrario de lo que haría el forense.

El horizonte no acaba, sólo aparecen más edificios y tiendas. Unpequeño estruendo nos alertó; proviene de un bloque de pisos. Ra-chel apuntó con manos temblorosas, pero todo fue falsa alarma; ob-servamos con cierta calma cómo se caen las paredes y se forma grancantidad de polvo. Con la atención puesta en todo, escalamos por unmontón de muros y escombros hasta salir a la parte de la calle queno se distingue desde el coche. Aquí viene lo más raro.

Un gran charco de sangre está apostado junto a un barrio de tien-das, de las cuales observo una joyería con el cartel a punto de caer.Seguí la visión y un gran edificio de varias plantas con un color co-lorado fue presentado a mis retinas. Allí debe de ocurrir algo, escu-cho jadeos y bramidos. Rachel me siguió con cautela, agudizandosus sentidos.

¡Qué pena ver negocios destruidos! Tanto empeño, trabajo y di-nero gastado para después quedarse sin nada. Eso recuerda nuestraprecaria situación, laboratorios inservibles y todo el dinero inver-tido, perdido por culpa de JC. Maldije varias veces el día en el cuallo contraté como el nuevo mánager, al retirarse nuestro buen Niko-lai.

Por una vez en mucho tiempo, lo echo de menos; fue el primeroque confió en mí e invirtió los primeros beneficios para desarrollarmi empresa de investigación. Seguro que ha sobrevivido a la pan-demia; su casa en Siberia posee un refugio muy fuerte contra catás-trofes, pero se halla a más de 5000 Km de nosotros. Demasiadadistancia para tan poco tiempo disponible.

—¿Qué es esa laguna de sangre?—No lo sé. Aún está fresca, así que aquí hay enemigos. No po-

demos avisar a John, pero creo que se vale por sí solo...

ALBERTO BURGOS SORIA

245

—A saber cómo escapó de Múnich en coche...— El mismo in-terrogante me hago. El agua fue nuestra salida de la capital, pero él...Hay cosas que no encajan en su caso, pero no di importancia.— Almenos, no se mojó.

La sangre tiene un color colorado intenso y se ven ciertas zonasbañadas en un leve tono verdoso, el mismo que se desprendía porla boca del YH56U al que me enfrenté. ¿Atacó la ciudad entera?Visto de cerca, no poseía ningún rasguño producido por armas uotras cosas. Quizás se desarrolló en el cuerpo de alguien que vivíacerca de la calle, o en ella misma...

Toda posibilidad es aceptada. Quizás el varón moribundo tratóde decirnos eso, que varios seres grandes y horribles atacaron la ciu-dad, apareciendo por la Avenida Russell... Ya tengo todo lo necesa-rio. Nuestra presencia aquí ha finalizado.

—Vámonos, Rachel. Ya sé por qué acudimos aquí.—¿Puedo saberlo?— Inquirió con una tímida sonrisa.Claro que sí, hija mía...—Si no estoy equivocado, parece que aquí comenzó el ataque de

varios Especímenes YH56U, uno de los cuales hirió de gravedad altipo de antes.

—¡Maldita sea! Por eso quería que viniésemos aquí.— De re-pente, a lo lejos se oyó el débil ruido de un claxon que suena deforma intermitente. No puede estar solo ni un puto momento...

—Creo que es John, a lo mejor tiene problemas...—Vamos a ver qué pasa.Tantos pitidos no auguran nada bueno. Escalamos la montaña

de escombros hasta alcanzar la cumbre. La situación es tal y comola imaginé, grupos de infectados se agolpan alrededor del Dodge,con el forense dentro e intentando quitarlos de su vehículo. Con unrápido ademán, me preparé para el ataque y Rachel apuntó con suarma. Unos individuos que llegan al lugar fijaron su vista en nos-otros y dejaron el grupo para tratar de alcanzar otros objetivos másjugosos.

ESPÉCIMEN

246

—Detrás de mí y cuidado con no disparar al Dodge.Acatando la advertencia, abrió fuego contra los enemigos que se

acercan mientras me lanzo entre los restos, bajando cuanto antes.Con un fuerte crujido de dedos, suspiré con profundidad y observéal primero de la manada, una joven con falda. Al fondo, varios caenpor las balas de la H&K UMP.

Concentrado en mis posibilidades, me abalancé sobre la chica,clavando mi palma en su cara y dejando marca al sacar trozos decráneo. La mano me tembló con brusquedad; un calambre debidoal calor de la sangre que empapó todo el brazo. La sensación de rabiainvadió de nuevo mi mente y con los dientes apretados, seguí con lamatanza, intentando aproximarnos al coche.

Mi hermana me sigue muy de cerca, rematando a los que dejoatrás con certeros tiros a la cabeza y abriendo paso por los flancos.Al fondo, se divisa el color rojo del vehículo, confundiéndose con elmar de sangre que estoy produciendo. La infección en los habitan-tes es todavía más notable que en Múnich; evidente que llevan con-tagiados más tiempo. Rostros sin ojos o quemados, cuerposmagullados y faltos de algunos miembros, como una mujer sin bra-zos, pero que se mueve. Se ven cosas un tanto inauditas...

—Rachel, abre paso por los costados.— Si no hubiera sido así,los enemigos nos habrían rodeado.

Cambió su fuego de contención a mi orden y observé con niti-dez el coche de John, casi ausente de peligro. Los habitantes hancentrado su sed en nosotros como fuente de alimento. De ningunamanera voy a consentir ser comida para unos desgraciados.

Arranqué pares de costillas a un anciano y sorprendido de mi ac-ción, las usé como arma punzante. Buena protección, hincando aun enemigo varias en su cuello. El claxon volvió a sonar con más in-termitencia cuando terminamos con los pocos infectados que que-dan al frente. Hijo, espera un poco, que esto no es una carrera... Miamigo, al vernos en la batalla, señaló a través de la ventanilla que en-trásemos en el vehículo. Agarré a mi hermana de la cadera y fuimos

ALBERTO BURGOS SORIA

247

hacia él, abriendo las puertas y accediendo a la vez que echa el blo-queo.

—¡Arranca que nos vamos!—De aquí no salimos... Vienen por detrás.— Por el retrovisor,

más gente acude por el lado opuesto. Me fijé en la ventanilla de ven-tilación del Dodge y sin su permiso, la activé, abriéndose una aber-tura desde la cual podremos abrir el camino de la retaguardia. Venga,que no es para tanto...— ¿Qué demonios vas a hacer?

—Rachel, dame tu arma y toda la munición que puedas.— Sin unsegundo que perder, me subí en el asiento y asomé por el techo a lavez que tomo el subfusil. Campo de visión muy bueno, lo difícil seráacertar. Forense, no estás aquí sólo para conducir...— Tú tambiéndispararás desde la ventana, John.

—Muy bien.Haz algo útil, joder. Desde que nos encontraste, sólo has hecho más que pro-

testar...Agudicé la vista y apunté a un niño que corre con la boca abierta

y sedienta de sangre. No quiero disparar, pero cuando el forensemetió la primera marcha, apreté el gatillo y el chico se desplomó enel suelo con un tiro en el cuello. Nunca me perdonaré esa acción,pero es necesaria. Para salir de Núremberg, volver a la autovía seráuna utopía.

Única opción, carretera a la izquierda del área norte. Los enemi-gos no se dan por rendidos. Con sus horrendas miradas puestas enel coche, salieron detrás, pisándonos los talones. A pesar de que Johnno suelta el acelerador, algunos van más rápido que un Fórmula 1.Por suerte, estoy ahí. Para retrasarlos, abrí fuego contra las piernas,haciéndoles tropezar de bruces en el suelo.

Núremberg nos persigue de cerca, sin exagerar. Aparecen por lostejados y emanan de los edificios, expectantes de nuestra captura.Carrera por la supervivencia. El apoyo de Rachel es una bendición,con la pistola de John muestra una puntería de cojones. De vez encuando, el conductor echa una ojeada, sin perder de vista la carre-

ESPÉCIMEN

248

tera. Todo se complicó más cuando hicieron presencia infectadosen la parte delantera. No os preocupéis...

—¿Cómo vamos a pasar?— Muy buena pregunta. Con contun-dencia, ordené que acelerara a fondo, atropellando a todo aquel va-liente que se cruce en el camino. Con fuerte desgaste de neumáticos,el motor ofreció toda su potencia, pasando por encima de algunoscadáveres y asesinando a diestro y siniestro.— ¡Por los tejados!

—Yo me encargo, mantened la distancia...— Al pasar por debajode unos apartamentos, varios individuos asomaron por las tejas y seabalanzaron, retomando la persecución. El pánico es increíble, es-capar de una muchedumbre en grandísima ciudad. Si fallo algún tiro,nos costará la vida. En movimiento se hace difícil apuntar, pero elesfuerzo siempre vale la pena.

—¡Munición, rápido!Pasé a Rachel una caja llena de balas y tras recargar, contuvo a los

enemigos laterales. El vehículo salta cada vez que pisa muertos, botestremendos, como baches de medio metro de altura. Las calles sepierden entre tanto enemigo y con sorpresa, observé a uno abalan-zarse sobre el capó. Con varios giros del volante, John intentó qui-tarlo de en medio. El hombre fue tragado por los bajos, pisoteadopor las ruedas y escupido como cadáver bien troceado. No fue elúnico.

Por detrás, en la zona del maletero, otro tipo nos dio alcance y seagarró al parachoques, abriendo la boca exageradamente. Sin pie-dad, disparé hasta soltarlo de la carrocería, rodando por el asfalto ydejando un fino rastro de sangre. A lo lejos, se divisa una salida quees bifurcada en tres caminos, pero no hay ningún cartel que indiquecuál es el más apropiado.

De repente, un tipo con la cara quemada saltó de un edificio deoficinas hasta el parabrisas, rompiéndolo por completo. Ante la lentareacción de John, cogió al forense de la mano, pidiendo a bramidossangre. Mi amigo se soltó y propinó un enérgico puñetazo al infec-tado en el pecho, crujiendo todos los huesos de la caja torácica. Untiro y saltó por los aires.

ALBERTO BURGOS SORIA

249

Los contagiados miran cómo su presa se va alejando y algunosdejaron de correr, pero la mayoría continúa con las ganas de ali-mentar sus desarraigadas bocas. Al acercarnos, determiné los tra-mos a tomar. El de la derecha conduce de nuevo a la ciudad; sepierde entre más edificios, pero los otros dos toman rumbos distin-tos, aunque salen de Núremberg. El de la izquierda parece el bueno...

—¡Me cago en Dios y en todo! ¿Cuál tomamos, León?—No lo sé, uno de los dos, quizás...¡No me metas prisa, idiota! No puedo estar en todo, coño...—Eso no me vale, joder. Hemos de salir de este infierno...—

John maldijo su suerte y metió quinta marcha, subiendo la aguja delvelocímetro a 220 Km/h. Si la policía nos ve así, la multa adquiriríadimensiones colosales, acompañada de su respectiva estancia en lacárcel. Hace gracia que ahora no existiesen las normas, las salto cadavez que puedo...— Agarraos que al centro vamos.

—¿A la carretera del centro estarás diciendo?— Ahí coincidí conmi hermana. Como se te ocurra volver al corazón de la ciudad, tepego un par de hostias y me bajo del coche en marcha. Se volvióhacia ella y con un suave ademán le indicó que sí.— Mucho mejor.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer?—No, pero por salir de aquí... Lo que haga falta.Con una sonrisa, volvió al volante y apretó con fuerza el pedal del

acelerador. La velocidad aumenta de manera terrorífica y muchosde los perseguidores se quedan atrás. Me extraña que un simpleDodge corra tanto, incluso más que mi Camaro SS o el BMW M3GTR. Los baches se sienten más y los bajos suenan a chapa destro-zada. Hago lo que está en mi mano para no estrellarme contra eldelicado techo metalizado. Rachel dejó la pistola en el asiento y cerróla ventanilla a la vez que suspira con alivio.

Decidí seguir en mi posición, no por comodidad, sino por si apa-rece alguien enemigo y nos da problemas. Llegamos a la interseccióny como elegimos, entramos en el segundo sin moderar la velocidad.El paisaje de montes y vegetación ocultó al de edificios caídos y des-

ESPÉCIMEN

250

trucción, agradando la vista. Unos pocos infectados intentan no per-der el rastro; es inútil. Respiré con tranquilidad y me relajé con elaire fresco, pero lo que mis ojos observaron al instante subió miadrenalina al tope.

—John, para ahora mismo.—¿Por qué? ¿Hay más ahí delante?—No, pero detente ahora mismo.— Justo delante, casi a un par

de kilómetros, el puente por el cual cruza la carretera se halla cor-tado y no creo que saltando lo atravesemos.— El puente está de-rrumbado.

—¿Cómo que derrumbado? ¿No hay otro camino?— Mi her-mana intentó corroborar, pero sólo divisa horizonte. John no pa-rece asustado, al revés, rió al ver nuestras caras de preocupación.

—Tranquilos, que lo atravesaremos.—John, no lo hagas...— Demasiado tarde. La aguja subió frené-

ticamente y traspasó los 260 Km/h. Mi cabello fue totalmente pei-nado hacia atrás y no conseguí quitarme de la ventanilla. El barrancose aproxima a pasos agigantados y noté latir con desesperación alTH49A, que está igual de aterrorizado que yo.— ¡¡¡JOHN!!!

El vehículo abandonó el asfalto y al mirar abajo, tanto árbol amás de 50 metros me dejó sin respiración. Recé y recé para no vermeentre las copas de hojas y Rachel se agarró con todas sus fuerzas alasiento, cerrando los ojos. La locura duró un par de segundos, ate-rrizamos con fuerza y me llevé un golpe de aúpa en el cuello, el cualme provocó mareos que me dejaron sin vista. Poco a poco, redujola velocidad con leves frenazos hasta detener por completo el coche.Se volvió hacia nosotros y rió a grandes carcajadas.

—Por esto me compré el Challenger y no Caliber.Pues haberte comprado un Ferrari, no te jode...—Pues hiciste... Muy bien...— Con el corazón al borde de la ta-

quicardia respondí, sonriendo para no quedar mal ante su felicidad.Me volví a sentar y cogí a mi Rachel, la cual sufre un nerviosismo in-tenso. Abrió los ojos y aparté los pocos cabellos que ocultan su te-meroso rostro.— ¿Estás bien?

ALBERTO BURGOS SORIA

251

—No puedo respirar de los nervios que tengo...—Tampoco ha sido para tanto.— Fulminamos a John a base de

miradas llenas de rabia y dolor, pero no le afectaron en absoluto.—Un salto normal y corriente, como todos.

—Arranca, que estar aquí parados no sirve de nada.—No sé si esto lleva a Altenburgo... Así que creo que voy a dar

unas vueltas a ver si hay algún cartel o señal.—Muy bien, yo me voy a recostar un poco... Estoy algo can-

sado.— La persecución nos ha dejado hecho polvo y el salto, más to-davía.

El vehículo se puso en marcha y me eché, viendo cómo Rachelse apoya en la ventana y observa de nuevo el paisaje. Casi las oncede la mañana. John cumplió, hemos salido antes del mediodía. Conlargos y fuertes suspiros, intenté relajarme y cerrar los ojos a pesarde los baches y ruidos del motor. No me costó mucho; acabé so-ñando en un par de minutos.

EEUU 6:00 AmLa gélida noche asola EEUU, exactamente en la zona sur de Wis-

consin. Un gran ejército se agolpa en torno al campamento. Todosmilitares, expectantes a las decisiones y esperando nuevas órdenes.En el centro, una hoguera contiene varios infectados, los cuales soncalcinados poco a poco. La luz de la luna ilumina el lugar, más en es-pecial a un grupo de soldados, exactamente seis, quienes fijan suvista en la tienda de campaña de mayor tamaño.

De repente, salió una mujer ataviada con su traje militar lleno decondecoraciones. Sus cabellos rizados fueron ondeados al aire y sinpreámbulos, pasó su bella vista por toda la tropa. Resopló con fuerzay caminó entre sus súbditos, quienes se arrodillan y centran sus ojosen la altanera figura de la mujer. Una joven con cabello pelirrojo seacercó a ella y entregó en mano un sobre. Al abrirlo, sacó dos fotosque contienen el retrato de dos científicos.

—Los creadores de los Especímenes, capitana Rinklen. LeónVürgos Mähn y JuanXo Märtinez Stark.— Sin agradecer el gesto,

ESPÉCIMEN

252

las ojeó un rato y de su mirada se transmitió gran odio; rayos que in-cluso tronaron en el cielo. Arrugó con fuerza el retrato de León y sedirigió a sus hombres, manteniendo un severo tono.

—Soldados, hace días un gran temblor sacudió esta hermosa tie-rra y acabó con la vida de nuestros seres queridos.— Por cada pala-bra que sale de boca, su ira es intensificada y las fotos fueronestrujadas con más fuerza. La capitana de los Marines, Crys Rinklen,vociferó ante sus tropas.— Hemos de devolver el infierno a su sitio.

—Sus órdenes son nuestro pan y por ello las acatamos.— La mu-chacha de su lado, quien porta un ES C90 en las manos, respondióy la capitana puso su mirada en ella, como agradeciendo su inter-vención. Ello hizo que los seis hombres del rincón hicieran lo mismoque su compañera. Comenzó el más mayor, el coronel Amtatir.

—La cobardía no es nuestro signo.—Los desastres son bendición para nosotros.—Defendemos lo demás por encima de lo nuestro.—Protegeremos a las personas antes que a nosotros.—El caos no es más que comida de todos los días.—Las vidas están al servicio de nuestra grandiosa patria.—Desde nuestro cuartel han llegado las fotos de aquellos que

mancillaron la vida con sus sucias creaciones... Nos aseguraremos deque su existencia se haga lo más corta posible.— Toda la tropa es-talló en gritos de guerra y algunos abrieron fuego, lanzando ráfagasal cielo. La joven Elisabeth puso los retratos en un portátil y éstas sereflejaron en una pantalla; se presentan mediante hologramas. Losrugidos se intensificaron ante las visiones de los dos hombres.—Ellos crearon los Especímenes y nosotros tenemos la misión demandarlos al infierno junto a sus invenciones.

—Capitana Rinklen... ¿Dará las órdenes?—Desde hoy declaro a estos dos hijos de puta en busca y captura.

No os pido que los matéis, antes quiero ver sus asquerosas carasante mí.— Las imágenes de León y JuanXo quedaron grabadas enla mene de cada soldado, en especial de Crys y su acompañante Eli-

ALBERTO BURGOS SORIA

253

sabeth. La mayoría de la tropa lanzó fuertes amenazas y la joven in-citó a todos a gritar “Cabrones” en alto. El sexteto del rincón seaproximó a sus compañeros y el más veterano lanzó al aire una ben-gala que alumbró toda la bóveda celeste.— Dentro de pocos díasnos dirigiremos a España, y mediante grupos de rastreo, avanzare-mos por toda Europa hasta encontrarlos.

—¡¡¡¡¡MUERTE A LEÓN Y JUANXO!!!!!—Lizzy, cuando acabes la sesión de mañana, ven a verme tan rá-

pido como puedas.Su mano derecha asintió y ella volvió a entrar en su tienda de

campaña, defendida por dos hombres que vigilan la entrada. Contranquilidad, se sentó frente a un espejo y se reflejó en él. Sus pre-ciosos ojos caoba han dejado de emitir ese fuego de ira y su cabellorizado cesó de ondear. Sus finos labios no tienen maquillaje, tam-poco hace falta. Observó de nuevo las fotos de los dos científicos,fijándose en la del más joven, JuanXo. Sonrió de forma irónica y sepreguntó cómo alguien tan guapo ha podido provocar algo así.

Dejó la imagen en la mesa, tumbada bocabajo y tomó la de León,observando las pintas que éste presenta, gran melena rizada y unabarba peor que la de un anciano. Tiró al suelo el retrato y lo pisó confuerza. Un fuerte calambre recorrió sus sienes y tomó un mechero,prendiendo fuego a los papeles fotográficos. Las llamas consumie-ron poco a poco los rostros y las cenizas cayeron al suelo.

—Os arrepentiréis de lo que habéis hecho, científicos cabrones...Centro de Alemania 13:20 Pm—Despertad, dormilones. Nos acercamos a Altenburgo.— El

grave tono de John nos sacó del descanso. Joder, mira que eres in-oportuno... Abrimos los ojos de par en par y bostezando en el casode Rachel. Por una vez no he soñado con nada malo; lo más curiosoes que no me acuerdo de nada.

—¿Dónde dices que estamos?—Nos faltan unos diez kilómetros para llegar a vuestro des-

tino.— No lo entendí al principio. Las una y media. ¿He dormidotres horas?

ESPÉCIMEN

254

Demasiado para la situación en la que nos encontramos. Me in-corporé en el asiento y miré por la ventanilla. El paisaje no es tan ca-tastrófico como lo visto anteriormente, o al menos, eso demuestra.La carretera por la que vamos no posee bache o fisura alguna y nose ven señales o rastros enemigos.

—¿Eso quiere decir que pronto nos reuniremos con losdemás?— La alegría volvió a dibujarse en el rostro de Rachel y son-reí en señal de afirmación. El abrazo que nos dimos es más de ter-nura que de felicidad.— Por fin...

—Iros preparando, que casi estamos.—¿Tú te quedas con nosotros, John?Discutamos los dos puntos de vista respecto al forense. Si se queda, rabietas

y voces. Si se va, nada de eso... Haz lo que quieras, chaval.—No me queda más remedio. Adoro la vida y con vosotros, la

tengo asegurada.— Esta vez, nos reímos todos juntos y el opti-mismo que se respiró en aquel instante fue el más duradero quetodos los que hubo durante el trayecto. A lo lejos se divisan algunosedificios en pie y varias cuevas a las laderas de los montes.

Llega el momento más esperado. Volver a ver a mi compañero ymis hermanas, sanos y salvos. La sonrisa no se me va de la boca; elTH49A también parece estar feliz y no es para menos. John no pre-senta muestras de rabia, sólo le importa sobrevivir y Rachel mues-tra la misma felicidad que yo. A la mente acecharon miles depreguntas. ¿Cómo estarán? ¿Habrán tenido problemas? ¿Llegaronantes que nosotros? En unos minutos todo se respondería.

El calor empieza a aparecer en el interior del coche junto a las pri-meras gotas de sudor. No vendría mal algo de aire acondicionado,pero me aguanté las ganas de decírselo a nuestro conductor. Al con-trario, abrí la ventanilla y saqué el brazo, notando el calor de la ca-rrocería en la piel recién renovada.

El aire caliente del mediodía sustituyó al de la mañana, fresco ymatutino. Seguí con la mirada todo el paisaje, el cual transmite calmay una vista muy bonita. John disminuyó la velocidad y dejó un buen

ALBERTO BURGOS SORIA

255

rato la tercera, manteniendo el consumo justo de gasolina. Ir a otraestación no me hace gracia, sobre todo por si me encuentro conotro YH56U. Y quién te dice que no...

—Bueno, aquí estamos.— Miré al frente. Altenburgo, ciudad ob-jetivo. El cartel de bienvenida tirado en la tierra. Puse la mano en mipecho y sentí los leves movimientos del Espécimen.— ¿A dóndehay que ir?

—No lo sé... Dijeron algo del primer cruce, en la entrada.—Pues es éste. A no ser que hayan ido por el sur, creo que no hay

más accesos...— Ante esa respuesta, pedí que nos dejara en el crucemás próximo mientras nos encargamos de encontrarlos. Por otrolado, él nos sigue de cerca.— Vale, tened cuidado.

Aparcamos junto a una tienda de electrónica y bajamos del vehí-culo, poniendo los cinco sentidos al frente. Vamos a ver dónde osmetéis... El entorno es el mismo que en los otros sitios, mucho si-lencio y sangre por todas partes. No veo señales de vida y empecé adudar de si ellos hubieran llegado. No obstante, el silencio se rom-pió al oeste, desde donde se escuchó el fuerte ruido de un arma aldisparar.

No hay duda, el MG4 usado a lo loco. Nuestra esperanza se vol-vió loca y cogiendo a Rachel de la mano, corrimos hacia el lugar delos disparos, seguidos por el Dodge del forense. Conforme nos acer-camos, los disparos se intensifican, acompañados de tiros de esco-peta. La M3 de Christine... Voy sin mirar al puto suelo, al borde detropezar y caer en algún agujero, pero mi consciencia está fija enellos...

—Es allí, en aquel parque.— Los ruidos provienen de una pe-queña explana rodeada de arbustos y árboles. Al fondo, distinguí aunos individuos que se adentran en la maleza.

La desesperación se apoderó de mi corazón y solté a Rachel,quién quedó atrás, observando cómo me dirijo a socorrerlos. Miscantos plateados se volvieron y me concentré en la batalla. Al llegaral sitio, miré los alrededores y seguí la sombra de un infectado que,

ESPÉCIMEN

256

seguramente, pone rumbo hacia los supervivientes. De repente, unabala me rozó el cabello, segando varios pelos y atravesó al individuoque persigo en la cabeza. Me aparté rápidamente y agachado, measomé a través de unos matojos.

Mis ojos cayeron en emoción cuando vieron a dos mujeres, unade ellas vestida de negro, la cual dispara con una gran arma a variostipos que intentan acercarse a ella. La otra recarga su escopeta convarios cartuchos. Al borde de sollozar estuve. Un hombre con la ca-misa raída y con una escopeta de tres cañones derriba una manadaque se aproxima por el sur.

Lágrimas saltaron y opté por dar la sorpresa. Sin que me vieran,me acerqué por detrás del grupo enemigo y sin aviso, asesiné a unamujer hostil, lanzando el cadáver a un grupo cercano. Con ellos hicelo mismo hasta acabar con todos en menos de un minuto. La san-gre marcó aún más mi cara y la ropa.

—¿No hay más? Si quedan todavía muchos...— Lyserck bajó elarma y miró de reojo a JuanXo, con la incógnita de lo sucedido. Quévoz más bonita, mi vida...

—Eso creo... De todas formas, si han huido por patas, mejor.—Cruzaron sus ojos y observaron su alrededor, buscando al salvadormientras Christine guarda el fusil en su espalda.

—¡Aquí no huye nadie sin pasar antes por mis manos!JuanXo, Lyserck, Christine... No me llores, viejo...—¿Quién anda ahí? ¡Sal o disparo!— Mi hermana alzó de nuevo

el MG4, apuntándome al pecho y JuanXo recargó la Hydra a todaprisa. Para no caldear la situación, salí de los arbustos, presentán-dome con el cuerpo bien erguido y dedos goteando sangre.—León...

—Los primeros en todo y nunca dejáis nada para los demás...—Levanté las manos y saludé, salpicando el suelo del fluido colorado.Lyserck tiró el fusil al suelo y con lentitud se acercó a mí mientrasChristine sufre un desmayo y mi amigo se frota los ojos una y otravez.— ¿No me decís nada?

ALBERTO BURGOS SORIA

257

—Hermano... ¡Hermano!— Alegría tremenda. Se me tiró encimay caímos en la tierra, llevándome el golpe en el dorso. Sus lágrimasresbalaron por mi rostro y empezó a zarandearme para comprobarsi realmente es cierto lo que ven sus ojos. Me acarició varias veces yse llevó parte de la sangre que resbala por mi cara. Al instante, mebesó las mejillas sin parar e impidiéndome hablar.— ¿Estás bien?

—Claro que sí... Más de ver que vosotros también lo estáis.—Tras los breves achuchones, me incorporé con ella aún agarrada y meencontré con JuanXo frente a frente. Sonrió abiertamente y asintiócon la cabeza en señal de alegría.— ¿Viaje movidito o todo normal?

—Hemos tenido de todo, aunque viéndote las pintas que traes,creo que el vuestro ha sido más interesante.— No lo creas... Oír suspalabras es motivo de risa y se unió al abrazo colectivo que empezóLyserck, apretando con más fuerza. Christine recobró la conscien-cia y se lanzó a mis brazos, tirándome del pelo y arrancando algunos.

—¿Dónde estás, León?— La voz de Rachel acercándose hizoque Lyserck se separara y la llamara a gritos.

Al cabo de unos segundos, apareció por la fuente y se quedó pa-rada al vernos todos juntos. Su expresión es muy graciosa, con laboca abierta y sorprendida, como si hubiera venido a verla el hom-bre más guapo del mundo. Por detrás, John salió de los matojos ysuspiró con alivio al ver todo calmado y sin un sólo enemigo por de-lante.

—Sacadla de su trance, chicas.— A toda velocidad, se reunieronlas tres y se abrazaron mientras JuanXo me da unas palmaditas enel torso y estrecha mi mano. Se acabó todo, TH49A...— No sévosotros, pero a mí me ha tocado lo mejor del viaje.

—¿Qué quieres decir?—He visto la muerte de cerca, JuanXo. Me he enfrentado al pri-

mer Espécimen, ése de Múnich, el YH56U.— Mi amigo se extrañóal oír el breve resumen y señaló con la mirada el lugar con todos loscadáveres que dejé a la vez que estrecha manos con el forense.

ESPÉCIMEN

258

—Eres un cabronazo. Te llevas lo mejor y te quejas.— Reímos dela ironía, pero la cosa va en serio. Evito pensar en el YH56U, peroahora tengo que contar todo y no debo olvidar ningún detalle.—Yo estoy harto de tanto infectado, hasta los huevos... ¡Suerte de ti,John!

—No hay que agradecer nada, JuanXo.—Por cierto, me la diste y ya no la necesito.— Con cierta indi-

ferencia, me entregó la Hydra, la cual besé los fríos cañones y la col-gué en mi hombro. Su superficie metálica y pulida trajo consigo nomuy buenos recuerdos de Múnich.— Encontramos municiones desobra en una armería de Hof.

—No sabes lo que me alegro de veros sanos y salvos.— Lo miréfijamente a los ojos y le di un abrazo, al cual se unió también John.Mientras, mis hermanas continúan hablando entre ellas. Se me haceextraño veros...— ¿Cómo habéis conseguido llegar aquí?

—En moto y en coche. Ya sé que no tengo el permiso de con-ducción, pero no hay otra alternativa.

—JuanXo, menos mal que pudisteis venir... Éste estaba muy pre-ocupado.— Intervino el forense, llamando la atención de Lyserck,quién lo cogió de la cintura y lo levantó en alto. Resopló varias vecesy fue manteado por ellas.

—No deberíais haber ido por esa cadena montañosa...—El puente hacia Núremberg estaba cortado... Además, planeé

el encuentro con vosotros allí.De poco ha servido, amigo mío. Al menos, volvemos a estar juntos, como

antes...—Pues suerte de no venir con nosotros. Núremberg está peor

que Múnich.— Una extraña sensación me recorrió el torso, como unfuerte calambre y me pareció notar que el suelo tiembla, pero lotomé como imaginaciones mías. Dejé a JuanXo y a John solos y medirigí hacia mis hermanas, que continúan con su conversación. Al lle-gar, Rachel se agarró a mi brazo y agachó la cabeza.

—¿Qué se supone que haces?—Nada, la alegría me ha descontrolado.— No me extraña. El

reencuentro las ha aturdido, sin prestar atención a nada ni nadie.

ALBERTO BURGOS SORIA

259

Cogí del suelo el fusil y se lo puse en las manos de nuevo a Lyserck,quien lo empuñó, asiéndolo por la culata.

—Así que os enfrentasteis al YH56U. Ya me ha contado que porpoco te come...

—Fue un descuido. Suerte de la gasolinera y lo calciné vivo, quesi no me devora.— Intenté tomarme a broma mi proximidad a lamuerte, pudiendo sonreír a duras penas.

El recuerdo de la enorme boca agrietada y deseosa de sangre measusta y pone los pelos de punta. Nunca vi a uno de mis Especíme-nes de tal modo. Al instante, la superficie tembló con brusquedad,cayéndome de bruces. Por unos segundos pensé que era el YH56U;es imposible que haya sobrevivido a la explosión y las llamas.

—¡Escondeos, rápido!— Grité a mis hermanas y a los demás,que se ocultaron en los arbustos y expectantes de lo que se avecina.Me quedé en el centro de la plaza, atento a cualquier señal. ElTH49A confirmó mis sospechas. ¿Cómo lo habrá conseguido...?

¿Por qué nada sale como uno quiere? Estoy muy cabreado, no me responsa-bilizo de mis actos...

—“YH56U.”—¿No murió en la explosión?—“No, pero lo noto muy debilitado.”Lo último redujo mi desesperación. Así que sobrevivió a mi

idea... Veamos si sobrevives a la siguiente. Tomé la Hydra y me pre-paré para la aparición. La espera no duró ni medio minuto; justo de-lante de mí, la tierra se abrió en canal y emergió el Espécimen, conel mismo aspecto de la primera vez, sólo que ahora tiene más demedio cuerpo quemado.

Pobrecillo, qué pena me das... Giró su enorme cabeza de un ladoa otro hasta captar mi presencia. Relamió su desencajada boca conla corta lengua que dejé tras mi ataque y se abalanzó, evitando laembestida con un rápido giro de vaivén.

Lo veo cansado; no se mueve con tanta agilidad. Si no pude aca-bar con él en la estación, toca rematarlo aquí. Con sus enormes ga-

ESPÉCIMEN

260

rras intentó arrastrarme, pero lo único que consiguió fue llevarsepor delante medio parque, arrancando los árboles de sus raíces. Seguíhaciéndolo rabiar hasta que soltó un fuerte aullido que casi me dejasordo. Sin pensar en un plan, me escondí en unos matojos a la vezque urdo alguna forma de asesinarlo. Girando su cerebro a todaspartes, el YH56U me busca, expeliendo fuertes bramidos que atur-den con facilidad.

—TH49A, ayúdame a vencer a tu hermano.—“Sacarlo del huésped es la única manera, porque continuará

regenerando el ADN perdido hasta restaurarse por completo.”—Pero si es diminuto como tú...—“Al transformarse, obtiene materia orgánica para crecer por su

cuenta.”—¿Eso quiere decir que es más grande?—“Diez veces mi tamaño.”—¿Y cómo lo encuentro?—“El centro del pecho, justo debajo del cuello.”—Muy bien.Gracias, TH49A. Suerte que puedo confiar en tus palabras...El color plateado apareció en mis manos y me levanté de la

hierba. Mi Espécimen alega que el YH56U se halla en el centro deesa bestia y para cogerlo, debo separar esa masa de músculos que essu pecho. El problema es cómo llegar al torso. No hay comparaciónentre mi 1,9 metros de altura y los casi siete de él.

De repente, me acordé de su lengua, que puede elevarme hastami destino. Puse mi vista a la izquierda y observé a JuanXo indi-cándome que huyésemos. Negué con la cabeza su petición y corríhacia mi enemigo, que se giró rápidamente al oír pasos y lanzó otrobramido con su desarraigada voz. Observé su boca y dentro de ella,el enorme y alargado músculo.

Desesperado vivo, puso sus garras en tierra y tras fijar su cerebroen mí, empezó a correr a grandes zancadas. Sin apartar mi vista,apunté con la escopeta y disparé los cartuchos a la vez, impactando

ALBERTO BURGOS SORIA

261

todos en la calcinada piel que aún le queda. Fue parado en seco yaulló por el dolor que sintió. Ahora es el momento de dejarme atra-par.

Tiré el arma a mis hermanas y me coloqué delante de su defor-mada cabeza, con los brazos en alto en signo de rendición. Los fuer-tes jadeos que da me despeinan, pero no reaccionó a mi postura.Agudicé los ojos y sonreí al ver que la parte derecha de su pecholate levemente. Ahí está el cabrón del YH56U, sin lugar a dudas. Suactitud de sumisión me puso de los nervios hasta el punto de ca-brearme.

—¡Ven a por mí, maldito bastardo! ¿No querías sangre?—¡Hermano, no lo hagas!— Mis hermanas gritan desde el fondo

del parque, suplicando que me apartara de allí, pero ése no es miplan.

El Espécimen enemigo se irguió un poco, pero no dio muestrasde querer atacar. Estoy tan alterado que opté por dar la vuelta y ale-jarme, en plan de retiro. Al instante, su corta pero pegajosa lenguame rodeó la cintura y arrastró en sentido contrario. Psicología in-versa, muy bien, estúpido...

—¡¡¡LEÓN!!!Los retorcidos pectorales se acercan y mis esperanzas de vencer

aumentan. Corroboré mi hipótesis, el lado derecho palpita, una zonamuy pequeña en relación a su gran tamaño. El YH56U me acercócon lentitud y abrió progresivamente la boca, salpicando el suelo desangre. Un poco más cerca y lo tendré a tiro... Justo cuando sus la-bios rozan mis pies, me liberé con un limpio corte y mientras gritade dolor, escalé hasta el destrozado torso, agarrándome a los es-ponjosos músculos que sobresalen.

Alcancé la parte que palpita con fuerza. Crují los dedos y sin pie-dad, encajé mis manos hasta el centro del cuerpo, palpando unamasa que se mueve constantemente. Separé los quemados múscu-los y ahí está el muy inútil. Igual que cuando lo vi por primera vezen el microscopio, sólo que aumentado de tamaño.

ESPÉCIMEN

262

Agarré el cuerpo menor y un par de las anclas costales me cogióde las muñecas, abrasando mi piel con rapidez. Cerré los puños ycon los ojos al rojo vivo, rodeé al Espécimen y con todas mis ener-gías, lo saqué del huésped, cayendo al suelo, en medio de un grancharco de sangre caliente.

A tomar por culo de una puta vez, joder. A ver si aprendes la lección de unavez, que no es tan complicado...

El monstruo se retorció sobre sí mismo, chillando y agonizandodurante varios segundos, hasta acabar demolido sobre la tierra y laherida producida siguió drenando flujo sanguíneo de color verdoso.Me incorporé con dificultad y fijé mi vista en lo que he sacado.Habrá comido y asimilado mucha carne, pero sigue teniendo el as-pecto general de Espécimen.

El YH56U, sin dar señales de vida, refleja los rayos del sol en sucuerpo mayor. Me da pena decirlo, pero es la cosa más horrible detodas las que he visto hasta el momento. Una gran masa gris amari-llenta y alargada con las típicas protuberancias salientes de los lados,anclas claviculares y costales, con las que se vale para anclarse a lacaja torácica, sin olvidar su, por así decir, cabeza. Una especie dedoble rama ajustada al cuerpo por una especie de cuello. El tamañoes considerable, casi un metro mide a primera vista y pesa mucho;más de diez kilos establecí.

—León... ¿Estás bien?— JuanXo, John y mis hermanas corrieronhacia la zona de batalla.

Cogí la ensangrentada Hydra del suelo. Por fin se acabó, porahora. No estoy alegre por asesinar una de mis creaciones de unaforma tan ruin, pero las circunstancias lo piden. Cogí unos cartuchosde la mano de una asombrada Christine y recargué la escopeta sinquitar la vista del YH56U.

—¿Es él?— Rachel se horrorizó al observar el hostil y fallecidoEspécimen, retrocediendo varios pasos y tapándose la cara, al con-trario que Lyserck, quien se cogió a mi cadera. Asentí levemente, sinmirarla.

ALBERTO BURGOS SORIA

263

—¿Cómo has podido sacarlo de ahí?— Preguntó mi compañero,señalando el huésped y la herida que he dejado en el costado. Son-reí con malicia y reí a carcajadas al mismo tiempo que Christine seagacha para examinar el cadáver adversario.

—No hay duda que es el YH56U. ¿Cómo ha podido crecer tanto?—A saber, comida por allí y por acá.— La respuesta no lo con-

venció del todo, pero tampoco estoy para dar más explicaciones. Meduele la cabeza...

—¡Me cago en Dios! ¿Eso lo has creado tú?— La intervenciónde John por detrás me asustó y giré al pronto de oírlo. La sangreempieza a inundar toda la plaza y el ente muerto sigue desaguandosin cesar.— ¡Increíble!

—Lo creé más pequeño...— Varias décadas erigiendo formas devida para acabar destruyéndolas. Irónico, pero justo a la vez. Micompañero cogió una de sus anclas y la puso en alto.— Pero qué bo-nita es.

Bueno, de lo que se dice bonito, no mucho... Lo dejaremos en un términomenos precioso, como normal...

—La verdad es que sí.— Mis hermanas se acercaron al rematadohospedador, si se le puede llamar así. Con suma cautela, lo tocarone inspeccionaron todas sus partes.— Si te fijas, tuvo que estar muchotiempo en simbiosis. Una transformación de este tipo se realiza enun periodo muy largo de adaptación.

—Lo que me quieres decir es que cuando cayeron los misiles, elYH56U atacó a la víctima.

—Eso es. Está intacto, ni rasguños ni otras alteraciones...—Comparado con su simbionte, él presenta un estado muy bueno parahaber sido casi carbonizado en la explosión. El TH49A se revuelvecon insistencia, produciéndome calambres y cosquillas por todo elcuerpo. El forense evitó pisar las zonas encharcadas de sangre y sefue con mis hermanas al otro cadáver.— Joder con el Espécimen...

—Pensé que el fuego y la explosión lo mandaría al infierno, peroha resultado ser más duro de lo que creí...— No imaginé la situaciónde enfrentarme a otro igual. Lo bueno es que ahora sé cuál es su

ESPÉCIMEN

264

punto débil, si no me equivoco, y eso basta. Si todos los demás vana ser iguales, el asunto pinta fácil.

—Me parece que ni las balas le duelen. Como ahora estaba casidesfallecido, es normal que tus cañonazos lo hiriesen...— No serápara tanto. Unos cuantos disparos de la Hydra lo habrían tumbado,así que no hice caso a su sentencia. Conozco a los Especímenesmejor que nadie y no me hagáis la contraria.

—¿Esto era antes un hombre?— Las cuestiones del forense re-tumbaron en todo el lugar y temí que pudiese atraer a más enemi-gos por tal imprudencia.

—¿Y ahora qué hacemos?—¿Qué quieres decir con eso, JuanXo?—Hemos llegado a Altenburgo y no sabemos dónde buscar más

supervivientes.— Recordé lo que dijo John justo al encontrarnoscon él en la autopista. Se dirige a la capital, Berlín, a ver cómo estáaquello. Lo miré varias veces. Seguiremos su rumbo, quisiera o no.

—Iremos a Berlín, es la capital y seguro que hay alguien vivo. Noestamos muy lejos y con buen ritmo, llegamos y hasta salimos antesde la noche.— El reloj marca con sus diminutas agujas las tres, conel sol en su cénit. Si no me equivoco, nos separan unos doscientoskilómetros, pero con la velocidad de John y si la moto de JuanXocorre, el trayecto se hará corto.

—Pues será mejor salir ya, el tiempo no espera.— Con un pocode asco, recogí el Espécimen muerto y nos dirigimos al fondo delparque, donde lo enterré en un hoyo que hice con las manos. Losdemás observan sin decir una sola palabra. Cuando finalicé la se-pultura, pusimos rumbo a los vehículos.

—¿Dónde tenéis la moto?—Afuera, junto al coche.—¿Cómo que coche?— Intrigante la respuesta contestada. Con-

seguir un vehículo es muy difícil, pero en su tono, la verdad resalta.—Lyserck, robó uno que tú decías que lo ibas a comprar...— Es

cierto, casi lo había olvidado. Le prometí un Lotus si ganaba el

ALBERTO BURGOS SORIA

265

Nobel y terminé rompiendo la promesa entre tanto compromiso.¿Pero dónde lo ha conseguido?— Un Lotus Elise, ya sabes...

—Lyserck... ¿Dónde lo has robado?Vergüenza debes tener, Lyserck. Así no fuiste educada... ¿Pero de qué sirve

replicar?—Como tú no te acordabas, al pasar junto al concesionario de

coches lujosos, le dije a JuanXo que esperase y lo encontré por ca-sualidad.— Mi hermana se recogió el oscuro cabello, sonriendo yrió junto a Rachel y Christine, quién terminó de contar la historia.John se sorprendió al escuchar tal suceso y movió la cabeza en señalde negación.— Le hice un puente y me lo llevé.

—¿Desde cuándo sabes tú robar coches?—Lo aprendí de una película un poco antes de que nos fuésemos

a Noruega.—Pues ahora me voy contigo.— Es una especie de castigo por

lo que ha hecho, pero se lo tomó a broma, como casi todo lo quedigo.— Rachel y Christine, os iréis con John.

—Un poco de protección me viene cojonuda.— Resaltó el fo-rense con alegría mientras afirman mi sentencia con la mano. Aban-donamos el paseo y salimos a la calle en la que está aparcado elDodge. Lyserck y yo tomamos rumbo distinto a los demás, pero se-guidos de JuanXo, que mira hacia todos lados.

—¿Tú te irás en la moto, JuanXo?—Claro que sí. Le he cogido el tranquillo y me gusta sentir el

fresco aire. Pero mi pobre Shelby GT... No lo veré más.—No te preocupes, haz como yo y te sale muy barato.— Lyserck

alentó el ambiente y mi socio carraspeó, mirando las gotas de san-gre que manchan el vestido de mi hermana. Será negro, pero se dis-tinguen claramente.

—Pero como él no hay ninguno. Querido 67...—¿No será la Kawasaki esa?— Una motocicleta naranja y negra

apareció tras doblar la esquina y me fijé en el enorme tubo de escapeque sobresale del asiento trasero, el cual aún echa humo blanco.Confirmó mi pregunta y se montó en ella, poniéndose un casco delmismo color que el carenado.

ESPÉCIMEN

266

Mi hermana me guió un poco más lejos, llegando al vehículo quese suponía que debí haber comprado. Un Lotus Elise blanco relucecomo el oro ante los rayos de sol. No posee matrícula y se ven al-gunas rayas en la parte trasera. Lo robas y ya lo haces trizas... Los tí-picos faros en pendiente y el capó hundido son belleza para los ojos.Del bolsillo, sacó una pequeña llave y lo abrió, observándose los fla-mantes asientos de cuero y el magnífico salpicadero.

Como un aristócrata, me monté y la comodidad inundó micuerpo, incluso cerrando los ojos. A mi lado, Lyserck unió unos ca-bles que salen debajo del volante y los rozó una y otra vez hasta queel motor se encendió con un sonido muy agudo, como si una so-prano cantara.

—Digno de una reina como tú. Trátalo bien que a lo mejor te loquito.

Con un pellizco en la mejilla, arrancamos, colocándonos detrásde JuanXo, quién no suelta el gas y hace escapar nubes de humonegro aparte de un gran estruendo por el tubo de escape. Me pre-gunto si está trucada la moto; no es normal emitir un sonido tanelevado. Tras breves minutos, apareció John enfrente, dejando a misocio en el centro. Con unos gestos, le dije que se pusiera delante ynos guiara hacia Berlín. Salimos de Altenburgo a toda pastilla, de-jando atrás al enterrado YH56U y su calcinado huésped.

Retomamos el camino de vuelta por donde entramos con Johny cogimos el desvío que lleva de nuevo al Autobahnen, pero en di-rección a la capital. El primero de la caravana es JuanXo con la Ka-wasaki, seguido del Dodge de John y nuestro Lotus el último,cerrando la compañía. De todos nosotros, el primero es el que haviajado más a Berlín, simplemente para solucionar trámites y otrosasuntos.

Yo no tengo tiempo de ir a ningún sitio y a mis hermanas les pasalo mismo. Sorprendente el manejo de la moto, a pesar de no tenerel permiso para conducirlas. Se inclina de una forma que me entrahasta miedo; dudo alguna vez montarme con él. De este modo, pasóel viaje que nos llevó casi toda la tarde.

ALBERTO BURGOS SORIA

267

El sol declina en el cielo y con él corren las agujas del reloj. El pai-saje se repite continuamente, siempre los mismos árboles o vegeta-ción. Todo es deprimente, pero no me puedo quejar. Fuese pordonde fuese, la visión será jodidamente igual. Mis ganas de condu-cir el Lotus se incrementan y me cuesta reprimirlas. Me tranquilicépensando en llevarlo después.

Por delante, John no se inmuta por nada y veo algunas veces queél y Rachel hablan, con alguna intervención de Christine. Así no seaburren, al contrario de nosotros. La verdad, no tengo muchas ganasde conversar tras lo ocurrido con el YH56U. Con su nítida imagenfija en mi mente, pasaron las horas hasta que arrimó el atardecer.

La noche cae, las estrellas aparecen y algo me dice que voy a tener suerte enBerlín...

Ocho de la tarde, hora perfecta para dar un paseo. Un cartel in-dica que faltan unas cinco millas para entrar a Berlín. Me estiré unpoco en el asiento y observé por la ventanilla una antena de radio.Me extraña que tenga las luces encendidas; significa que funciona laconexión. Me quedé un rato pensativo y chasqueé los dedos. ¡Cómono se me ha ocurrido antes! ¡Las putas tecnologías! Cabe la posibi-lidad de que algún superviviente utilice la radio para pedir auxilio; siinterceptamos la señal, podremos contactar con él.

Quise que Lyserck se colocara junto a JuanXo para contarle miidea y con el acelerador pisado a fondo, se puso a su lado, adelan-tando a John. Como lleva el casco, no tuve otra opción que decírselopor gestos. Le señalé la antena radiofónica y él respondió señalandoun edificio casi destartalado del cual salen las conexiones.

Con los intermitentes, nos desviamos a la estación y aparcamosen paralelo. Me bajé corriendo y entré en la estructura, contem-plando las grandes grietas que lo surcan. En lo más alto, hallé unaenorme estación de radio, cuyos ruidos de interferencias expresanfuncionamiento. No me jodáis ahora, malditos cables de mierda...

—No creo que haya nadie en línea...— John y sus respuestas cor-tas y pesimistas; no le hice caso. Me puse los auriculares tomandoasiento, rodeado por mis hermanas y JuanXo.

ESPÉCIMEN

268

Los canales están muy diferidos, pero aún dan vestigios de uso.La cadena nacional y la autónoma de Berlín no dan señales de viday lo mismo sucede con las demás. La cadena de música clásica, siem-pre ofreciendo conciertos que se repiten continuamente... ¡Joder,coño! Me negué a la rendición. Aumenté la frecuencia, llegando abuscar en emisoras de otros países. Polonia y Ucrania los primeros.Venga, señores, debe de haber alguien...

—Podemos tirarnos días aquí sin conseguir nada, León...—Qué pérdida de tiempo...—Espera, creo que capto algo...— El diablo ha escuchado mis

plegarias. Detuve la búsqueda en el canal de noticias ucraniano. Meha parecido escuchar una voz femenina; la recepción es débil, peroclara. Sintonicé con las piernas cruzadas y las suposiciones se con-firmaron cuando la misma voz de mujer escuchada antes apareció enla transmisión. Hay supervivientes...

—...Si alguien... Kiev... Necesitamos... Por favor, es muy urgenteque... Rodeados por...

Parece que no eres el único, John...

SEEK & DESTROY (METALLICA)

“Our brains are on fire with the feeling to killand it will not go awayuntil our dreams are fulfilledThere is only one thing on our mindsDon’t try running away`cause you’re the one we will find

RunningOn our way Hiding,You will pay Dying,One thousand deathsSearching,Seek and destroy...”

ALBERTO BURGOS SORIA

269

Es ley de naturaleza. Sobrevive el más preparado a los cambios, como si setratara de selección natural de Darwin. ¿Los humanos nos adaptamos a

la adversidad antes que otros seres vivos? Pues sí, claro que sí. El único problemaes que esa verdad ha cambiado, o por lo menos, la he forzado. Mis creaciones hancomenzado a sustituir a la Humanidad, pero a un ritmo muy rápido. Revertirla catástrofe es casi imposible, pero ello no quiere decir imposible. Cinco, y puedeque más dentro de poco. La transformación ha dado comienzo; la cadena co-mienza a unirse, pero romperemos eslabones que hagan falta. Uno está que-brándose poco a poco, aquel que tiene grabado el código YH56U. No será elúnico, más de cien esperan, hay que destruirlos antes de que siembren más caosy destrucción...

—...Unos... Nos acosan... No sabemos cómo... Ayuda de inme-diato...— Activando el puto micrófono y poniendo oído, subí el vo-lumen, comprobando que la señal es la adecuada para responder.

—Aquí León Vürgos desde Berlín, ¿Me recibe?— Las malditasinterferencias inundan el canal y lo intenté varias veces más. Venga,joder...— León Vürgos desde Berlín, contesten.

—...Sr. León... María Sim... Capital de Ucrania... Rodeados de...Ayuda rápidamente...

271

1 0

R U M B O A U C R A N I A , M A R Í A Y

J O S H P I D E N A Y U D A

—¿Kiev? ¿Pueden aguantar hasta que lleguemos allí?—...Todo está... Cuanto antes... Aguantar mucho aquí...—María, tiene que darnos un par de días para ir con usted. ¿Está

sola?—...Marido Josh... Encerrados en el... No tarden...—Saldremos ahora mismo para allá, tengan cuidado y no salgan

durante estos días.—...Bien, ya que... Con impaciencia... Gracias.Muy bien, perfecto. No pongáis esas caras, que no habéis escuchado al dia-

blo...Auriculares fuera y la cadena volvió a su habitual sonido de in-

comunicación. ¿Alegría? No, se puede decir mejor, satisfacción. Lavoz de una superviviente, una mujer, María. ¡Qué nombre más bo-nito! Grabando datos más importantes en la cabeza. Kiev, María yayuda urgente. Miré a todos los presentes en la sala y sonreí abier-tamente, interpretando cada uno el gesto de manera distinta. Mishermanas se sientan en la mesa, cruzadas de brazos, John mira laslosas del suelo y JuanXo no quita sus ojos de los míos.

El ambiente se nota tenso, como si fuese a explotar de un mo-mento a otro. Nos toca abandonar nuestra patria por un vecino muyabrupto, Ucrania. Un país comunista... Hace tiempo que quiero vi-sitar la antigua URSS. No obstante, ni siquiera Christine ha viajadoallí.

—Tenemos un nuevo destino.—Ucrania... ¡Qué bien!— Jodidas ironías de JuanXo. Vamos a

dejar los juegos para otro momento, de modo que repliqué su res-puesta de inmediato.

—Esto no es un viaje, JuanXo. Es una búsqueda y lo seguirásiendo hasta que no acabé con JC y con la espía.

—Perdonad que interrumpa, pero es imposible llegar a Kiev endos días.— ¡Mira quién decide intervenir de un puta vez! El forenselevantó la vista y se peinó hacia atrás, respirando llanamente. Me giréhacia él y puse cara seria que pocas veces uso, salvo en reuniones o

ESPÉCIMEN

272

asuntos peligrosos.— No creo que recorramos más de 1500 Km enmenos de cuarenta y ocho horas.

—¿Por qué no?—No sé vosotros, pero yo he tardado dos días en ir de Inns-

bruck hasta encontraros y eso es menos de la mitad del recorridoque vamos a hacer.— Ya empezamos con las discrepancias. Es ver-dad lo que dices, pero si evitamos detenciones y luchas enemigas, sícubriríamos un margen de casi tres días. Medité un poco, pero nologré trazar el camino más corto hasta Kiev. Putos mapas demierda.— ¿Quién de nosotros ha ido a Ucrania?

—Eso es verdad, hermano.— Musitó Rachel en voz baja, mi-rándose las uñas al igual que Lyserck. Me cabreé por no haber visi-tado nunca ese estúpido país, pero no vale de nada lamentar. Todospusimos esperanzas en Christine, quién se quedó sorprendida.

—No me miréis que no he recorrido el mundo entero...—Yo sí he ido a Ucrania, pero no exactamente a la capital. Era

mi zona de veraneo antes de que entrara a la universidad contigo.—¿Qué has dicho, JuanXo? ¡Serás cabrón y mariquita! Se supone queentre nosotros no hay secretos, o eso prometiste.

—¡Si nunca has hablado nada de eso!—Es que me arrepiento de unas cosas que pasaron por aquellas

tierras y juré no volver.— La primera y única experiencia queJuanXo no ha contado en todo el tiempo que llevamos juntos. Pas-mado y más mis hermanas, quienes no dan crédito a su respuesta.—Venid aquí, que aún tengo el mapa de la gasolinera.

—Pensé que lo habías tirado por ahí.— Debió cogerlo mientrasRachel y yo no estábamos. Lo desplegó sobre la mesa y la densa redde carreteras y ciudades de toda Europa se mostró ante nuestrosojos.— Si queremos llegar rápido, hay que pasar por Polonia.

—Más que supervivientes, vamos a parecer turistas con tantoviaje...

Ya que estamos, algo de turismo nos culturizará...

ALBERTO BURGOS SORIA

273

—Visto desde aquí, el camino parece largo, pero se puede haceren menos de cuatro días si no hay retrasos. Estamos en Berlín, en lasafueras. Conozco una carretera que nos llevará a la frontera sin tenerque pasar por la ciudad; sabéis que todas las salidas pasan por la ca-pital.— Con el dedo puesto sobre el papel, fue señalando el trayectoconforme habla mientras todos seguimos la señal con la vista. Alllegar a línea fronteriza, se detuvo y pasó a Polonia.— Para evitarcurvas, lo mejor es tomar la autovía que pasa por Wroclaw y acabaen Cracovia pero sin acceder aquí. Después, ir por la ruta de la M06,las ciudades de Tarnów y Rzeszów, y acabar en Ucrania por Lvov.

—¿Es segura esa autovía?— Inquirió el forense Mutan, obser-vando muy lejos el punto que marca la capital ucraniana. Los luga-res indicados no parecen montañosos, al revés, tienen pinta de serllanos.

—Si el terremoto no la ha destrozado, lo es. La zona complicadaes el tramo que rodea Lvov, muy encrespado y con grandes depre-siones llenas de peligrosas curvas. Si no hay problemas allí, atrave-samos el camino del norte pasando por Rovno, Zytomyr y acabamosen Kiev, durando todos unos tres días sin detenciones.

—Parece fácil, aunque el único problema es el combustible.—Eso se remedia en cualquier gasolinera. Con los bidones que

tengo en el maletero, tenemos de sobra para llegar.— John se pusolas medallas de hombre precavido y me reí por lo bajo de su actitud.JuanXo guardó la guía en su bolsillo y abrió la puerta de la estación,entrando un extraño aire junto a la imagen del anochecer.

—Sería una gran idea salir ya, no vaya a ser que algo nos dé unsusto.— Lyserck se bajó de la mesa y lo acompañó hasta su moto.Caminé hacia el pequeño jardín de la residencia seguido de Rachely Christine, quienes no paran de musitar por lo bajo, aunque no dis-tingo sus palabras.

El Lotus refleja los últimos rayos de sol en su metalizada carro-cería, el Dodge imita con su tinte satinado. John llamó a mis her-manas y se montaron a la vez. Esperé a Lyserck, quién no tiene

ESPÉCIMEN

274

intención de dejar a mi socio, el cual arranca con enormes estruen-dos. Al cabo de largos segundos, nos subimos en el vehículo, respi-rando el agradable olor del ambientador. Sin olvidarnos de nada,dejamos la estación de radio y nos acercamos a nuestra amada capi-tal, Berlín, divisando a lo lejos los primeros edificios derruidos yotros que se sostienen en pie.

Tal y como previó, nos desviamos por un camino que no está as-faltado y las piedras salpicaron a los lados, produciendo pequeñosbollos sobre el tono blanco. El orden cambió un poco, JuanXoguía la trayectoria con la Kawasaki y justo detrás pisamos los talo-nes nosotros, terminando el forense por detrás. Emociona la idea desalir de Alemania y ver otros países. Los nuestros son vecinos y nilos he visitado. Hombre, Christine claro que sí...

21:30 Pm, En Algún lugar de las Islas Británicas...La oscuridad se hace patente en Inglaterra, donde una gran man-

sión es iluminada por los fuertes truenos que resuenan en la noche.En un salón, una figura se encuentra sentada frente a una hoguera,sujetando una copa de vino y agitándola sin cesar. Un tipo menudoy bajito se acercó desde la puerta y Tiger apareció a la derecha de sujefe, JC, el cual no reaccionó a su presencia. Los papeles que sostieneel ayudante fueron recogidos y tomó un leve pero largo sorbo devino, relamiéndose del buen sabor que posee.

—Entonces se van a Ucrania. No servirá de nada que sigan bus-cando, no van a encontrar nada salvo destrucción... Y enemigos.—¿Le gusta ver sufrir a los demás? Soltó varias carcajadas que fueronacompañadas por las de su mano derecha. Más rayos tronaron en laoscuridad y un ruido parecido a una explosión provino de plantas in-feriores.

—¿Qué está pasando ahí debajo, Tiger?—La serie, que parece haber terminado...—Detenla y continúa con la creación de nuevos seres. No quiero

más fallos...— Tiger hizo una reverencia, pero no se fue de la sala.Entregó a JC una especie de memo donde se refleja una especie deitinerario y Kiev se señala en él.

ALBERTO BURGOS SORIA

275

—Parece que han ido a rescatar a una tal María Simonds.—Sé quién es. Otra puta zorra amante de la biotecnología y el

ADN.— La mente de JC se llenó de imágenes que contienen el re-trato de una mujer joven con el cabello liso, castaño y una hermosacara que porta unos preciosos ojos color caoba. Casualidad que hayasobrevivido a la pandemia...— Los listos siempre tienen suerte antelas catástrofes.

—Y hemos subestimado a León. Por lo visto, ha conseguido de-rrotar al primer Espécimen, YH56U.

—Tampoco es para emocionarse, Tiger. Es el creador y sabecómo detenerlos. Me preocupa más ahora esa otra mujer a la cualpersigue aparte de nosotros. La tal espía esa, Rocy.— Volvió a me-near la copa y líquido se derramó un poco por el borde, cayendosobre las orejeras del sillón. Las llamas se avivaron y tomó otro pe-queño trago de vino. El plan de dominar la Tierra se ha truncado engran parte por la presencia de la mujer esa.— Por el momento, de-jemos que siga buscando supervivientes. No hace daño su propósitoy tampoco va a hallar un ejército. Ve a preparar el KF06Z para lamaldita duplicación.

—Como ordenes.— El hombre se levantó y caminó hacia la sa-lida, siendo observado por su amo, quién no apartó los ojos de susubordinado. De repente, alzó la mano.

—¡Casi se me olvida! Para el envío ucraniano, incluye tambiéndos de los nuevos prototipos, con sus respectivas armas...— Volvióa asentir con la mano y antes de salir por la puerta, fijó su vista enuna imagen frente a la lámpara. Tres hexágonos con letras griegasinscritas...

—Cada vez queda menos para que GREDAPH vuelva a alzarse,JC.

—Lo sé, amigo mío.— Subió la vista también y el logotipo de lostres hexágonos fue alumbrado con la luz de los rayos al aparecer enla noche. Sonrió con malicia y antes de irse, el militar tiró los infor-mes al fuego, que fueron consumidos al instante, quedando cenizasy ascuas.

ESPÉCIMEN

276

De nuevo, se inclinó ante él y abandonó la sala, cerrando la puertacon un golpe. JC fijó su vista en las vivaces llamas de la hoguera ymovió la copa, pero con más fuerza. Otro rayo volvió a alumbrar lapared y se levantó de improviso. Entornó los ojos y lanzó enérgica-mente la copa al suelo, rompiéndose en añicos.

El ruido de cristales hizo eco varios segundos hasta quedar todoen silencio salvo el sonido de truenos y relámpagos. La oscuridad secernió sobre la estancia y el residente fue ocultado parcialmente. Derepente, una risa resonó con fuerza y la fogata tembló con brus-quedad.

—Ahora todo es mío...22:40 Pm, Frontera Alemania—Polonia—¿Se puede saber en qué piensas?—En nada...— Es posible que mienta. A pesar de estar en

blanco, Lyserck instigó mis pensamientos. Mi mente está vacía. Son-reí levemente y volví la vista a la carretera. Ella parpadeó varias vecescon sus largas pestañas y carraspeó. La noche se ha cernido sobrenosotros y los faros iluminan constantemente a JuanXo y su moto.Bajé la ventanilla y el fresco aire nocturno entró, refrescando el in-terior.— ¿Cómo os fue por Hof?

Eso, que Rachel y yo lo pasamos de puta madre, especialmente con elYH56U...

—Todo muy tranquilo. Eso sí, no parábamos de subir cuestas.—Si tomasteis los caminos montañosos, es normal. Bromeó con suspalabras y metí la cuarta marcha con fuerza.— Como si fueran in-terminables escaleras.

—¿No encontrasteis a nadie?—Salvo algunos zombies y otros seres, nada fuera de lo nor-

mal.— No me gusta esa palabra, me recuerda a películas de terror yla pandemia que JC ha causado no está para tomarse a la ligera. Hicecomo que no la escuché.

—¿Llegasteis a Altenburgo mucho antes que nosotros?—Una hora y media, aproximadamente. La horda de enemigos

comenzó a atacarnos cuando apareciste tú y los remataste a todos.—

ALBERTO BURGOS SORIA

277

Con el intermitente derecho, mi compañero indicó que girásemos ala izquierda y lo mismo hicimos con los de detrás, los cuales res-pondieron con un cambio de luces cortas.— Gracias por salvarnos.

—Me preguntaba cuándo me lo agradecerías. De todas formas,si no hubiera estado, habrías acabado con ellos igualmente.

—De todas formas, gracias.— Unas palmaditas en el hombro enseñal de agradecimiento y miró por el retrovisor. John nos sigue decerca, pero a una distancia prudencial por si hay que detenerse.

El firmamento se observa a la perfección, no parece haber ni unanube. Ojalá la mañana fuera igual de despejada. Mucho estoy pi-diendo... Casi las once de la noche; al borde de la madrugada. Bos-tecé con disimulo y me toqué el pecho. El TH49A no da signos deactividad; con el trabajo de curar todas las quemaduras, él necesitatambién descansar. Por cada hora que pasa, lo adoro con más fre-cuencia.

Es magnífico, ni rastro de magulladuras o cicatrices. Observé mirostro en el espejo del salpicadero. Ojos rojos sin cambios aprecia-bles; pupilas normales. Pelo hecho un desastre, barba desordenada.Ya no me veo tan extraño, no como antes, que me asustaba de mipropio reflejo. Anda que también decir eso de mí...

Por delante, JuanXo hizo sonar varias veces el estruendoso cla-xon de la moto y observamos un cartel que indicó las salidas de Ale-mania. En la glorieta, tomamos el camino que se dirige a las ciudadesde Frankfurt-Oder y Slubibe. La frontera polaca se encuentra muycerca.

Por mi caótica mente pasan imágenes de todo tipo. La horrendafigura del YH56U, el encuentro con John... Están pasando muchascosas en muy poco tiempo y no creo que sea pura casualidad. Parececomo si estuviésemos siendo controlados y esta hipótesis se hacemuy patente ante el casual encuentro con el YH56U. Quizás estoyequivocado.

Desprendo un fuerte olor a sangre; la camiseta posee un color co-lorado que oculta al negro y los pantalones comienzan a perder su

ESPÉCIMEN

278

tonalidad marrón. De igual manera tengo el cabello, chorreandogotas rojas por delante de los ojos. Noté el móvil en el bolsillo. Saquéel teléfono y lo encendí, esperando a que se pusiera en orden.Lyserck me observó de reojo y sonrió con disimulo, creyendo queno la había visto. En la pantalla no apareció ninguna alerta de lla-mada ni de mensaje. Apagar y que no gaste la puta batería.

—¿Pasa algo?— Preguntó al rato. No respondí y trató de averi-guar más.

—No, sólo quería comprobar el estado de la batería.— Ella sabemuy bien que no es por eso, pero hizo caso omiso. Sois todos muycuriosos... Ante la respuesta, volví a mirar la pantalla. Sin cobertura.Mierda puta...— Joder.

—Vas a tener que cambiarte en cuanto pisemos la ciudad. Nocreo que quieras presentarte ante la tal María con las pintas que lle-vas.

—¿Y tú qué?— Señalé las pocas marcas de sangre que se distin-guen en su vestido negro y rió débilmente, mirándome a los ojos.—No creas que la oscuridad lo oculta todo.

—Eres el más ensangrentado de todos, así que deberías hacerloantes de llegar a Kiev si no quieres dar la nota.

Oye, que esto es símbolo de guerra...—Al menos doy la impresión de ser el que más ha combatido.—

Movió la cabeza a los lados y no replicó. A Kiev no voy a aparecerasí, eso seguro. Si entramos en alguna ciudad y viese una tienda deropa, cogeré unas cuantas prendas. Por ahora, prefiero ir con mi ves-timenta normal, aunque tuviese sangre.

La luna, en su forma menguante, fue descubierta por las nubesen la bóveda celeste junto a varias estrellas. La gran constelación deOrión se mostró a la izquierda, con su típica forma de arquero. Mibuen Orión... Entorné un poco los ojos para visualizar su nebulosa;un gran punto rojo en el centro del cinturón.

Un calambre recorrió la nuca, sintiendo mucho frío. Raro elhecho de frenar continuamente de JuanXo, como si quisiera que nos

ALBERTO BURGOS SORIA

279

detuviésemos. Aminoramos y me bajé al ver que mi compañero saltade la moto y corre hacia delante, buscando algo. A ver qué coño su-cede ahora...

—¿Qué pasa, JuanXo?— Seguí su figura hasta pararse en seco.Llegué resoplando de cansancio y retrocedí varios pasos, tapándomela boca con el brazo. Justo enfrente, un ejército de cadáveres espar-cidos en el asfalto obstaculiza el camino, desprendiendo un fuerteolor a descomposición. Parece que todos están muertos, pero la si-tuación no es para confiarse.— ¿Qué diablos ha ocurrido aquí?

—Una verdadera masacre de infectados.—¿Por qué nos hemos detenido? Es muy peligroso... ¡Dios

mío!— Mis hermanas llegaron al lugar y contuvieron sus ganas degritar.

La expresión de John es de completo asco. Avancé con mi amigohacia el primer cuerpo, una joven con varias zonas de la cara que-madas. Con la mano temblorosa, toqué la hilera de sangre que hayen su cuello. Está muy tibia, casi helada. Debe de haber muerto hacemucho tiempo, casi unos dos o tres días.

—Aquí habrá cientos de personas, la sombra se pierde...—¿Qué coño hacemos?— Me levanté y miré al frente. No hay

más remedio que tomar camino alternativo. Ir por tierra es la opciónmás viable; evitando a los cadáveres por si resulta que no están tanmuertos como aparentan. John se acercó a un hombre con el pechoal descubierto y con rajas en los hombros.

—Vamos a rodear. Volved a los coches.— Lyserck se dio la vueltay caminó hacia el Lotus a paso lento, sin mirar atrás. Rachel echó unúltimo vistazo al genocidio y regresó al vehículo seguida de Chris-tine, cuyo horror no tiene fin. Sin embargo, el forense se quedó ob-servando más cuerpos.— Tú también, John.

—Es extraño, León. Unos están congelados, pero otros tienen lasangre caliente, es como si se hubieran asesinado entre ellos.

—Déjalos, no debemos preocuparnos.

ESPÉCIMEN

280

—Mira a este, ha fallecido hace muy poco...— Pasó su mano porla rajada garganta y se irguió, contemplando a los demás. Lanzó unamirada de desconcierto mientras se limpia los dedos en los vaque-ros. Esbocé una tímida sonrisa, intentando no parecer asustado. Estepanorama acojona. De repente, el cadáver del varón abrió los ojosy sin que se diera cuenta, agarró su mano llena de su sangre y sin pie-dad, mordió la carne con todas sus ganas, lanzando mi amigo unfuerte alarido.— ¡SERÁS CABRÓN!

Si es que un viaje sin infectados no es agradable... Es como hacer una ensa-lada y no echar sal.

—¿Qué ocurre, John?— JuanXo y yo acudimos y le vimos pegaruna patada al infectado en el pecho, separándolo y cayendo al suelomientras se coge la mano, temblando de miedo y soportando un te-rrible shock.

Gritó e intentó taponar la herida de la mordedura. El individuotrató de abalanzarse otra vez, pero rechacé el ataque, lanzando unabarra de metal a su cabeza y partiéndola en dos. Suerte que siemprehay algo con lo que matar. Cayó al suelo y nos agachamos, obser-vando la agonía del forense. Sangra mucho, demasiado para ser unsimple mordisco. No pudo reprimir el dolor y cerró los ojos a la vezque aprieta enérgicamente los dientes.

—¿La herida es grave? Vamos, te llevaré al coche...—El muy cabrón... Me ha... Me ha arrancado un trozo de

carne...— Dejó la herida al descubierto. El espacio interdigital entreel pulgar y el índice ha desaparecido, descubriendo músculos, ten-dones y parte de hueso. La sangre es emanada de forma espectacu-lar; será muy complicado curar.— No puedo mover el dedo gordo...

—Tranquilo, no te ha pasado nada... ¡Lo que nos faltaba, joder!—La mayoría de los cuerpos que parecen cadáveres comenzaron a le-vantarse, fijando sus órbitas en nosotros y ansiosos de sangre. Lo co-gimos de los brazos y nos apresuramos para llegar a los vehículos.Mis hermanas se aproximaron a toda prisa, chillando Christine de

ALBERTO BURGOS SORIA

281

ver a John al borde de la inconsciencia.— León, yo lo llevaré. En-cárgate de ellos y procura que no se acerquen.

—Perfecto, os cubriré.— Me volví hacia los infectados, rugiendoy chirriando los dientes. Llamé al TH49A, que despertó bruscamentey le pedí preparación para atacar.

Aquí está la adorada y salvadora rigidez de mis manos, crujiendoa la vez los huesos del carpo. La noche hace muy difícil la visión delos enemigos, sin embargo, de eso se encarga el Espécimen. La os-curidad se transformó en luz y se me cayó el alma al ver la enormeristra de cadáveres que se acerca. Poco más de la mitad se halla le-vantada y encaminan sus rostros mutilados hacia mí. Concentraciónmáxima, debo conceder a mis compañeros terreno de sobra y salvarla situación una vez más.

Realidad distorsionada, más lenta como ocurrió con Tiger o enla batalla de Múnich. El primer enemigo, una mujer con el brazo de-recho amputado, trató de cogerme por la cadera, con las fauces bienabiertas. La esquivé y con ímpetu, clavé una mano en el vientre, ob-servando con paciencia su rostro, cuya expresión de rabia fue cam-biando por otra de dolor. Me dirigí a otro grupo que acude por miderecha. Sin pizca de compasión, propiné patadas y puñetazos atodo aquel que tuviera cojones a acercarse. Aparecen más infectadosy mi fatiga aumenta por momentos. Me giré y sonreí al contemplara JuanXo meter al herido en el Lotus con la ayuda de Lyserck.

De repente, algo parecido a garras recorrieron mi espalda dearriba abajo, sintiendo fuertes punzadas de dolor al cabo de unossegundos. Con los cantos en horizontal, me giré con rapidez y seguéa un anciano la cabeza, viendo en sus afiladas manos rastros de misangre. El sufrimiento acreció y retrocedí varios metros, pero sinpermitir el paso enemigo.

Un fuerte mareo nubló la vista, dejándome casi ciego. Respirédébilmente y me pareció ver a mi compañero indicándome que re-gresara. Sin torcer los ojos, corrí hacia los transportes. El aire frescoentrante remite el dolor, pero tampoco tal y como quiero. Los gri-

ESPÉCIMEN

282

tos de desesperación y de agonía por detrás se intensifican, la ma-nada es incrementada por momentos. Los demás han puesto enmarcha los motores. Resoplando y sudando como un toro, llegué anuestro vehículo y volví a verlo todo normal, aunque el dolor con-tinuó ahí.

Con un ademán, ordené a Lyserck que se encargara de Johnmientras conduzco, a lo que respondió con una leve sonrisa. ¡Nohay tiempo para risas, joder! Cerramos las puertas con los cierres ylos infectados se agolparon en las ventanas, mostrando dientes afi-lados y lenguas insaciables. Con un fuerte pisotón, aceleré y me llevéa varios enemigos por delante, agrietando el parabrisas en gran parte.

Por los retrovisores, observé a Rachel conduciendo el Dodge conChristine al borde del infarto. JuanXo, subido en la moto, nos siguede cerca, sin apartarse del maletero. Evitando pelea, giré hacia el ca-mino de la tierra, pegando saltos tremendos por los baches. El fo-rense gime de dolor, con lamentos que asemejan a gritos. No meimagino estar en su situación, con la mano despedazada.

—¡Joder, cómo duele!—Te vas a recuperar, John.— Los ánimos de mi hermana no sir-

ven para apaciguar el sufrimiento; al menos lo intenta.Mi vista está fija en el frente, buscando algún sitio que nos lleve

de nuevo a la carretera. Los contagiados aún no quieren rendirse,pero poco a poco van alejándose. Mis heridas de la espalda me man-tienen sumido en un calvario infernal. No puedo apoyarme en elrespaldo por su culpa. Las ganas de gritar acosan mi mente. Con-tengo bastante bien pensando en cosas distintas como el coche o elTH49A. El móvil vibró en mis pantalones, pero no me encuentro encondiciones de contestar.

—Me cago en todo lo que existe...—¡Hermano, estás sangrando!—No es nada, tú ocúpate de John...— Ha de llegar el momento

en que se fije en mi torso malherido. Oculté las magulladuras y ob-servé a lo lejos sombras que se agrandan conforme nos acercamos.

ALBERTO BURGOS SORIA

283

Otro YH56U no, por Satanás. Las luces largas iluminaron ungran cartel indicador. No hay tiempo de esquivarlo, así que pasé pordebajo. Indica la entrada a la frontera, llegando a la ciudad de Frank-furt-Oder. Slubice está cerca... Entorné los ojos y distinguí a mi iz-quierda las vallas de protección, al lado de nuestro auténtico camino.Los quejidos de mi amigo retumban en mis oídos; se le escucha másque al coche.

Como una improvisación, decidí que nos detendríamos en la ciu-dad fronteriza para curar a John y descansar un poco, si nos dejanlos jodidos enemigos. Observé un hueco en el raíl y accedí a la ca-rretera seguido de los demás. Alcanzaremos el pueblo en cuestión deminutos con la variable de algún imprevisto o batalla.

—¿Seguro que estás bien?—Sí, mi vida. Deja de preocuparte.—En la lucha de antes... ¿Cómo has combatido de manera tan

perfecta? Eras como una nube negra que se movía y cambiaba deposición constantemente.— Para relajar el entorno, que está muytenso, sacó ese tema. No poseo ojos en la nuca y esa opinión me hadejado falto de papeles.— Me da la sensación de que ya no eres mihermano.

No lo soy desde aquella tarde en la cual ingerí al TH49A. Ése momentofue mi renacer...

—No digas eso, Lyserck. Que tenga los ojos rojos y las manoscomo metales no significa que deje de ser vuestro puto hermano.—Esa frase me dejó alucinado. Es de las pocas veces que Lyserck dicealgo así; me siento muy apenado por ello. Ojalá Rachel y Christineno opinen lo mismo, pero es muy difícil que no la apoyen. A decirverdad, yo también me noto raro muchas veces.— Además, creoque cuando todo esto termine no volveré a ser el mismo de antes.

—No me extrañaría, los ojos rojos son el primer síntoma.—¿Cómo te encuentras, John?—Menos mal que escribo con la otra mano... No siento los

dedos...— La angustia de mi amigo es notable, sin contar que la he-

ESPÉCIMEN

284

rida no cesa de sangrar, a pesar de que intenta frenarla con todassus fuerzas.— ¿No tenéis algo para...? ¿...Para curarme?

—Que Lyserck te ponga un pañuelo bien apretado, buscaré algúnhospital en Slubice.— La respuesta sorprendió a los dos. Si han oídobien hace unas horas, dije que iríamos a Kiev sin detenernos en nin-gún sitio. Mi hermana cayó en la confusión y con un pañuelo negrofrenó la hemorragia. No me miréis con esas caras, que tampoco hedicho misa.— No voy a dejar que te desangres.

—Gracias, León.— Rió débilmente y se tumbó en el resto delasiento, con la mano magullada suspendida en el aire. Del bordadocayeron algunas gotas de sangre, salpicando el lujoso tapiz de cuerodel vehículo. Me volví hacia delante justo en el momento en queJuanXo nos adelanta y se coloca a mi izquierda. Tocó en la ventani-lla.

—¿Cómo se encuentra?— Gritó debido al enorme ruido del aire.Miré hacia atrás; al borde del sueño se encuentra.

—Lo soporta bien.— El cabello de mi compañero es mecidopor el viento. Con dificultad, trata de mantenerse al lado nuestra, sinsoltar el gas.— JuanXo, vamos a Slubice a buscar un hospital.

—¿No decías que no nos íbamos a detener? No creo que estétan mal.

—No es por eso, yo también tengo un pequeño problema.— Gi-rándome un poco en su dirección, le enseñé las enormes cicatricesde mi espalda. Cerró los ojos por un momento y asintió con el pul-gar.— Sólo será un momento.

De todas las heridas que he tenido en mi vida, ésta es la más do-lorosa. La vista se me nubla innumerables veces y no deseo tocar.Pedí al TH49A un remedio inmediato, pero no respondió a la peti-ción. Moderando la velocidad, intenté buscarlo en mi pecho, sinéxito. Lyserck miró por la ventanilla el oscuro paisaje, apoyando sucabeza en el respaldo. Mediante leves ronquidos, John duerme plá-cidamente, sosteniendo su mordida mano. No cae sangre del pa-ñuelo; imagino que la hemorragia habrá sido frenada de una puta

ALBERTO BURGOS SORIA

285

vez. Soportando un fuerte calvario y con el fresco aire entrando y sa-liendo del coche, llegamos a la ciudad fronteriza de Slubice.

Un cartel con letras casi borradas nos dio la bienvenida en idiomapolaco. Las salidas más cercanas se hallan justo detrás del pueblo, se-guir los desvíos de la E40 hacia Wroclaw. No veo ningún mapa oplano que señale los lugares de interés, como hospitales o el centro.Con los sentidos bien agudizados, accedí a una calle, comprobandola presencia de enemigos. No hubo ni un sólo movimiento, salvo elrumor de los árboles al balancearse.

JuanXo apagó las luces de su motocicleta y lo mismo hizo Rachelal fondo. Cuantas menos presentaciones hagamos, el viaje más tran-quilo será. Encendí las cortas y avancé con lentitud, procurando nooriginar ruido. Coches y otros transportes obstruyen el camino; fur-gonetas o camiones. Lo que todos poseen en común es un rastro desangre, sea dentro o en la carrocería. La luz de la luna ayuda a dis-tinguir los tejados, pero sin observar nada. La suerte se vino a mibando; una ambulancia volcada a la izquierda, junto a un cruce.

—Lyserck, apaga el motor y quédate aquí. Voy a comprobar sihay algo útil.

—Ten cuidado y no tardes.Desaceleré y con el freno de mano puesto, me bajé del Lotus, ce-

diéndole el sitio. Quitó el contacto. A oscuras, palpando apoyo portodos lados. Mirando hacia todas partes, me aproximé a la zona tra-sera del vehículo. Un chillido se oyó por detrás, siendo apaciguadopor otro más grave. Creí que estaríamos solos, me equivoqué. Joder,vamos... Forcé la cerradura una y otra vez, gastando energía inútil-mente. Por lo visto, se ha roto al tumbarse el automóvil. Probé conla puerta del conductor, sonriendo al abrirse con facilidad de un pe-queño empujón.

Bolsas de oxígeno y jeringas esparcidas por el interior. El volanteestá desencajado y los cristales de las ventanas brillan con la poca luzque reflejan. Con sumo cuidado, entré sin tocar ninguna aguja. Asaber qué contienen... La parte trasera aún tiene la camilla y muchos

ESPÉCIMEN

286

utensilios. A la derecha, el botiquín de primeros auxilios cuelga enbuen estado, sin contar algunos bollos en el centro. Alargando losbrazos, lo arranqué del sostén metálico. Pesa mucho, lo que significaque lleva todo lo que necesito.

Me corté con un cristal en la rodilla antes de salir; hay que gatearpara no darme cabezazos. Con un poco de dolor, salí de la ambu-lancia y cerré la puerta, cayéndose los trozos de vidrio que quedandel parabrisas. Miré hacia arriba y vi la sombra de alguien en la te-rraza del bloque que hay al lado. Al instante, el espectro desapare-ció y regresé de nuevo al coche.

—Aquí tienes, cúrale.— Ordené a mi hermana, quién cogió losprimeros auxilios y lo abrió, sacando gasas, povidona yodada y ven-das. El forense está despierto, aunque parece no haber dormido.—¿Estás bien?

Si te llega a dejar sin mano... ¡Qué mal, joder!—Ya se ha pasado un poco el dolor.— Esbozó una pequeña son-

risa y se irguió en el asiento, quitándose el pañuelo que mi hermanale puso. Escuché por detrás a JuanXo hablar con Rachel, pero no al-cancé a oír sus palabras.— Me cago en Dios y en la virgen.

—Madre mía, vaya tajo te ha metido.—Tenía buena boca el condenado... ¡Hijo de puta!— Aguantó el

calvario cuando Lyserck estiró la piel y descubrió la auténtica ma-gulladura. Limpió la sangre y con las gasas, restregó agua oxigenadapor toda la mordedura. Al final, echó la povidona y rodeó la lesióncon varias vendas, apretando fuerte con un nudo. John suspiró y setocó el pecho. Los latidos de su corazón son tan fuertes que se per-ciben a simple vista. Tras terminar, cogió todo el material y loguardó, poniendo la caja en el maletero, junto al fusil.

—Terminado.—Gracias a los dos.—¿No te quedas con nosotros?— Pregunté, viendo que agarra

la manivela de la puerta y se levanta. Seguramente quiere volver alDodge, pero no me gustó la idea de que condujera tal y como tienela mano.

ALBERTO BURGOS SORIA

287

—Me voy con tus hermanas. No os preocupéis, no voy a ser tangilipollas de coger el volante así.

—Si quieres otro remiendo porque éste te molesta, no dudes endecirlo.— Lyserck lo ayudó a salir y llevó hasta su vehículo. Ese mo-mento lo aprovechó JuanXo para acercarse y conversar conmigo.

—¿Lo has visto?— La cuestión me dejó muy confuso. No sé aqué se refiere, así que con gestos faciales le dije que no he enten-dido.— En la terraza de ahí.

—Si te refieres a la sombra que me ha parecido ver al salir de laambulancia...

—Eso no era una sombra, León. Nos están vigilando desde todaspartes.— Señaló el alero de antes, iluminado por la tenue luz del cre-púsculo. Su sentencia volvió a liar mis pensamientos. ¿Para qué coñonos van a vigilar los infectados? En el peor de los casos, hubieranatacado.

—¿Qué quieres decir con eso?—No sé tú, pero esto me huele a encerrona. Deberíamos irnos

cuanto antes.—¿Y para qué van a tender una emboscada?— Mi amigo no para

de mirar a todos lados, mordiéndose los labios en señal de nervio-sismo. No comprendo su repentina actitud, pero es normal en unasituación tan complicada.— Aunque puede ser que lleves razón...

—Vámonos y rápido. Da la vuelta como puedas, tomaremos laautopista y pondremos rumbo a Wroclaw.

Asentí lentamente y arranqué, pisando varias veces el acelerador.Al escuchar ruido, Lyserck regresó al vehículo, subiéndose en elasiento. JuanXo, en la Kawasaki, viró en sentido contrario al de lacalle. En el cruce de enfrente, giramos y seguimos la estela roja delos faros traseros de la moto. Mi mente se halla inmersa en un marde hipótesis y suposiciones; la del extraño ser que supuestamentenos espió desde el tejado.

La posibilidad de una emboscada me parece algo disparatada,pero todo cabe en este nuevo mundo de desastres y catástrofes.

ESPÉCIMEN

288

Aparté la vista del volante, observando los aleros de otras casas, bus-cando algún signo enemigo que corrobore la sugerencia de miamigo. Sin embargo, todo fue muy tranquilo, incluso al salir de laciudad.

—Lyserck, ¿Sabes polaco?—¿Por qué he de saberlo? Bastante tengo con el español y el in-

glés. Pregunta a Christine...— Ninguno de nosotros conocemos elidioma vecino y los carteles necesitan ser traducidos. Quizás JuanXosabe algo; pasa por aquel país para veranear, lo más seguro es que al-gunas palabras sepa.— Con las imágenes nos valemos.

—Claro, lo que tú digas.— Se cruzó de brazos y arrugó su lisoentrecejo, notándosele las venas de las sienes que no son tapadaspor su cabello. Si es que eres de lo que no hay, hermana.

—Pues claro que sí, inútil. Si ves una señal en polaco que dice“Kiev todo recto” y luego hay una foto con el trayecto pintado, ¿Tevas a parar a traducir el texto?

—No, pero me fío más de las letras.—“Necesito salir.”—Ahora no, por favor. Tengo a mi hermana delante...—“Es muy urgente, heridas dorsales.”Otra vez. Espero que no haya tanto dolor como al principio...—Lyserck, te lo pido, no mires...— El mismo dolor que sentí en

el jardín volvió, comenzando por el cuello. Mi hermana preguntóqué ocurría, pero no pude responder.

Mi vientre comenzó a abrirse por el centro. Soltando el volantey pisando el freno al tope, me quité la camisa llena de sangre. Por elespejo retrovisor, observé que los demás también se detuvieron; se-guramente querrán saber el por qué. El auténtico calvario no tardó,la piel de mi garganta comenzó a separarse, cortando en canal todoel pecho hasta la parte alta, justo en el diafragma. Respiré varias vecescon fuerza y me agarré con fuerza al asiento.

—¡Por el demonio santo!

ALBERTO BURGOS SORIA

289

—No... No mires...— Bajé la vista y observé al TH49A mo-viendo con brío su cola a la vez que gira su cuerpo carnoso en todasdirecciones. JuanXo se acercó por mi lado; gritó al ver mi torso es-cindido. Abrió la puerta y se tapó la boca. Señalé el Espécimen enel centro y tembló con brusquedad.

—¿Qué está haciendo?—Me va a... Curar las... Las heridas de la... Espalda...— Me cuesta

un huevo articular palabras, mis cuerdas vocales están al aire libre ymi voz suena un tanto distorsionada. Un gran mareo entró, per-diendo la vista y haciendo que sudase como una fuente.

—¡Diablo, dame fuerzas para esto!—Seguro que todo esto ha pasado con todos los infectados,

Lyserck. Pero verlo aquí...—Vale... Creo que está acabando...— Con unas leves sacudidas,

el TH49A se quedó quieto y me comunicó la finalización de su tra-bajo.

Ante todo el mundo, la fisura fue cerrada de abajo a arriba, de-jándome el interior fresco y aireado. El síncope desapareció, deján-dome el corazón acelerado. Tomé unas bocanadas de aire y puse mivista en mis hermanas, estando Rachel y Christine abrazadas y conlos ojos cerrados.

—¿Te encuentras bien?—Sí, aunque no es mi primera vez. No te preocupes, sólo ha sido

una discreta discrepancia. Es para poder remediar lo de atrás.—¿Seguro que estás bien?— Volvió a insistir mi amigo, obser-

vado por Lyserck, quien no cree lo que ha presenciado. No deseoque nadie acabe viendo este estado, pero cuando no hay alternativa...Quité el freno de mano y aceleré unas cuantas veces.— ¿Me vas adecir algo?

—Me encuentro muy bien, JuanXo. Vuelve a la moto y prosiga-mos el camino.

Sin dejar de mirar atrás, regresó a su transporte y montó. Com-prendo tu estado, pero tampoco es para tanto. Con los intermiten-

ESPÉCIMEN

290

tes, señalé a Rachel que continuamos la marcha. Tragué la saliva queestuve conteniendo, relajando la taquicardia. Para despejarme de loocurrido, miré el reloj del velocímetro. Dos y media de la madru-gada. Queda un buen trecho para llegar a Wroclaw y más si encon-tramos problemas de por medio.

—Hermano, creo haber oído por ahí que eso de... Lo que te hapasado... No era tu primera vez.

—¿Te acuerdas cuando os dejé en el comedor y me fui al jardína pensar en el robo de los Especímenes?— Asintió a la cuestión, fi-jando sus oscuros ojos en mi pecho desnudo, donde no se ve ni unasola cicatriz del incidente.— Pues en ese instante ocurrió.

—¿Fue peor que ahora?—Mucho más. En aquel momento, no sabía lo que iba a hacer el

TH49A; me pilló desprevenido.Las sonrisas que pongo no parecieron contentarla, sigue con su

expresión de miedo. ¿Qué más voy a hacer? Que alguien vea tu in-terior no es agradable, pero si estás obligado a mirar, cierra los ojosy se acabó. Por dejar el tema, cerré la boca y contemplé el paisajenocturno, con la luna a lo lejos e iluminando el camino.

Lo más bonito de Polonia son sus bosques, muy frondosos y po-blados. Durante veinte minutos atravesamos uno cuyos árboles apa-rentan haber sobrevivido al terremoto. Las copas dan signos de vidaanimal, con el sonido de búhos o el rumor de las hojas meciéndoseal viento.

Es precioso, pero al pensar en la pandemia, la alegría desaparececomo ratón que ve al gato. Hasta las cuatro, justo cuando el cocheempieza a pedir gasolina, llegamos a divisar las primeras señales queindican la entrada a Wroclaw. Tal y como creí, están escritas en po-laco, pero menos mal que cada una tiene un dibujo que nos posi-ciona en la densa red de carreteras. A partir de aquí, JuanXo secolocó el primero de la fila, mostrando el trayecto. Esta vez no ac-cederemos a la localidad, por no atrasar más el viaje. Sencillamente,cruzaremos sin llegar al centro.

ALBERTO BURGOS SORIA

291

Las primeras casas de campo y granjas se dan a conocer, presen-tando una vista desoladora, al igual que todas las demás. Fuego co-miendo madera, escombros desperdigados por el asfalto y lo másextraño de todo, cadáveres por tierra. Otra vez los vemos. No nosatrevimos a parar por temor a suceder algo parecido en la frontera.

De repente, vinieron a mi cabeza fotos de JC. La ira entra sin avi-sar, gruñendo de forma exagerada y palpitándome las venas de lassienes. Si hubiera sabido antes que acabaría traicionándonos de unamanera tan ratera, no lo habría contratado como mánager. Aquí escuando uno echa de menos al antiguo inversor, nuestro buen Niko-lai. Me reía mucho con él, sobre todo cuando ponía caras para ali-viar el ambiente tras una mala noticia. La que puso tras el juiciocontra GREDAPH me hizo olvidar todo lo que pasé en aquellosdías. Qué pena que la crisis pudiera con él y terminase dimitiendo.Ojalá supiera dónde está ahora, si es que ha sobrevivido.

—¿Te acuerdas de Nikolai, Lyserck?—Un gran tipo. Siempre hace reír a todo el mundo... Lo añoro

muchas veces.—Yo también. ¿Te acuerdas de las caras que solía poner?—Claro, como cuando se fue y se le olvidó cerrar con la clave.—

El tema de la nueva conversación es el más adecuado para olvidaracontecimientos agónicos y retornar la alegría. Pero también traemalos recuerdos; la fija imagen de JC firmando el contrato de prin-cipal inversor.— Creo que al final no le echaste la bronca...

Qué gran hombre nuestro Nikolai. Puta crisis...—No, porque se me olvidó. Además, tampoco merecía que le

regañara; no robaron nada, así que era innecesario.— Aquel día tannormal, Nikolai dejó el complejo sin cerrar. Cuando llegué a la ma-ñana siguiente y lo vi abierto, por poco me da un ataque. Luego meenteré de quién había sido el responsable, pero al poner sus típicascaras, acabé por no decir nada.

—¿Sigues teniendo su número de teléfono? Así podremos sabersi sigue vivo y rescatarlo.

ESPÉCIMEN

292

—Lo borré hace ya meses. De todas formas, él siempre me llamaa mí, aunque no comprendo por qué no lo ha hecho antes de la ca-tástrofe.— Ella lleva razón. Si logramos localizarle con vida, será ungran éxito. Recuerdos sobre el tiempo que estuvo con nosotros ace-charon en mi mente.

—JuanXo quiere algo, nos está haciendo señales...— El cambiointermitente de luces traseras de la moto provocó que nos acercá-ramos. Bajamos las ventanillas y se cogió al borde de la puerta sinsoltar el manillar.

—No sé si el puente de la zona oeste está en pie. ¿Quieres quevayamos?

—¿Podremos desviarnos si está inutilizable?—Sí, por el camino de servicio que va a Czestochowa. Aunque

si lo atravesamos, acortaremos el trayecto.— Es una buena opción,por lo cual afirme la primera proposición. Sonrió a la vez que separóla moto del coche, regresando a su puesto. Todo sitio que ahorretiempo es una bendición. Ojalá tuviera a mano un mapa y buscarlugares alternativos.

Los primeros edificios de Wroclaw aparecieron a la derecha,grandes sombras de las cuales escapan ráfagas de humo. No quiseimaginar cómo estaría todo por dentro; quizás como Múnich u otrospueblos de grandes dimensiones. Poco a poco, voy acostumbrán-dome a tanta desolación y destrucción. No me gustan las guerras ymucho menos provocadas por mis Especímenes, pero de ver tantocadáver y casas caídas, mi mente no puede reconstruir panoramasantes de la pandemia.

Fuerte hedor a madera quemada inundó el ambiente, intentandono respirar el aire contaminado. Lyserck tomó uno de sus pañuelosy se lo ató a la cabeza, tapándose la boca y la nariz. No obstante, elviento trae consigo otros olores más desagradables; carne podrida yrestos calcinados. El puto móvil sonó, poniendo ritmo. Lo cogí yobservé que es mi hermana Rachel la que llama.

—¿Que ocurre, Rachel?

ALBERTO BURGOS SORIA

293

—No quiero que te enfades, pero por aquí tenemos hambre yJohn necesita otro remiendo en la mano.

—Veré lo que puedo hacer.— Colgué la conversación y pité va-rias veces para alertar a JuanXo, el cual fue aminorando la marchahasta ponerse a la altura. Se aproximó y apartó el cabello de la cara.

—¿Sucede algo?—¿Conoces algún supermercado por aquí que esté cerca?—Si es para comer un poco, hay un hipermercado a unos cinco

minutos. Pero si no ha resistido al ataque, habrá que aguantarse.—Otra vez tuvimos suerte. La verdad es que no había comido desdehace mucho tiempo, antes de que nos fuéramos de Múnich por lapuerta grande. Lo extraño es que no he sentido hambre hasta quelo recordó Rachel. Seguramente el TH49A habrá estado guardandoreservas para mantenernos en pie.

—Guíanos a él, rápido.El hambre es lo mismo que el cartero llamando siempre a tu timbre, aún ha-

biendo veinte pisos más. Le gusta joder...Dando todo el gas nos adelantó, dejando un fuerte olor a gaso-

lina quemada. Lyserck me miró de reojo y sacó el brazo por la ven-tanilla. Ella también debe estar hambrienta, pero eso se va a acabar.Con un pequeño margen de casi cuatro minutos, la luz de luna ilu-minó un gran edificio que ante todo pronóstico, se halla en pie. Se-guimos el intermitente y llegamos a los aparcamientos.

Una barbaridad de vehículos reinan el lugar; unos volcados yotros hechos trizas. Nos detuvimos cerca de la entrada; observandocon cautela por si hay algún comité de bienvenida enemigo. Sin em-bargo, todo fue muy tranquilo. Me bajé del Lotus con mi hermana,cogí la Hydra debajo del asiento y nos reunimos todos frente a laspuertas herméticas. Mala pinta...

—Vamos a organizarnos. Lyserck, quédate aquí y vuelve a curara John.— Asintió y regresó al auto por el botiquín del maleteromientras el forense se va quitando las vendas antiguas.— Rachel yChristine, iréis con JuanXo y tratáis de coger toda la comida quehaya.

ESPÉCIMEN

294

—¿Y tú qué vas a hacer?—No os preocupéis, voy a ver si tienen algo de ropa limpia...—

Al instante entendieron. Estoy cargado de sangre hasta el cabello, sincontar que los pies los llevo continuamente encharcados.

Mi hermana se quedó mirando mi torso desnudo, en el cual per-manecen las enormes cicatrices de las heridas producidas por las ga-rras del anciano. Con cada uno asignado, los cometidos debenempezar a ser realizados.

Accedí, apuntando con la Hydra por si aparece algún enemigo.Las luces de emergencia todavía funcionan, arrojando algo de luz alinterior. Cabinas vacías y productos desperdigados por el suelo, asícomo cajas tiradas en bloques. Miles de papeles de cualquier tipo re-llenan los azulejos y muchos de los estantes que contienen sus artí-culos se encuentran tumbados.

Todo aparenta estar en relativo orden; ellos entraron tras de mí.Un panel indica que el sitio contiene tres plantas. La primera es paraalimentación, la segunda para electrodomésticos y la última pararopa y vestidos. Hay escaleras y ascensor; es evidente que éste últimono funciona.

—Muy bien, haced lo que os he dicho.Las escaleras se hallan al fondo. Me dirigí hacia allí, observando

el desastre que se presenta ante mis ojos. La puerta de emergenciaestá abierta y manchada con marcas de sangre en forma de manos.Por un momento, pensé en infectados pero el lugar se encuentratranquilo. Mejor dejar ese sitio y buscar alternativas. Los escalonesson buena opción. Para animarme, me puse a elegir mentalmenteun traje a escoger. Una capa o gabardina negra... Pareceré un pocofriki, pero me gusta. Si se trata de algo heavy, fantástico.

Subí arriba y me asomé por encima del último peldaño. La zonaes normal, tanto que hace sospechar. Caminé con mucho sigilo, in-tentando ver presencia enemiga. Vestidos de mujer a la izquierda,ropa interior a la derecha. Siguiendo los carteles, llegué a la zona dehombres. De repente, un ruido detrás me hizo pegar respingo de

ALBERTO BURGOS SORIA

295

varios centímetros. El susto se fue de momento al comprobar quees un bote caído de su sitio. Maldita sea...

Respiré con alivio y mi vista fue dirigida al fondo. ¿Me lo pareceo estoy viendo el traje perfecto? Incluso la luz incide en él comofocos de conciertos. Va todo de negro heavy, o por lo menos, así lodistingo. Botas negras, pantalón de cuero con un bonito cinturónde brillantes, camisa y guantes. ¡Conjunto de reyes! Para más emo-ción, una gabardina de regalo y de talla larga.

No hay tiempo de probar, me desnudé entero y me puse la ropa.¿Éste soy yo? Anillo al dedo; mejor aún, en el bolsillo izquierdo notoun pequeño bulto. Premio gordo, gafas de sol. No encuentro la eti-queta de precio... Bah, si tampoco hay que pagarlo.

León... De ahora en adelante éste será tu traje principal.Salí con precaución, agarrando la Hydra con fuerza. Nada ha

cambiado en el corto tiempo transcurrido. Volví a las escaleras porel mismo camino. Las débiles luces parpadean lentamente. Descendía la planta baja sin observar movimiento extraño u hostil. Los putospantalones me aprietan los huevos... En el vestíbulo, divisé a Lyserckmetiendo en los maleteros bolsas que deben estar repletas de ali-mentos. Mi hambre sube de forma exponencial; que conduzca estavez ella y mientras me cebo hasta reventar.

Fuera del hipermercado, abandonando las cajas de pago; el airerefrescó mi resecada piel. JuanXo está montado en la moto, regu-lando el manillar y John reposa en su Dodge, acompañado de Chris-tine, quién no quita ojo de las vendas de la mano del forense. Rachelgiró su vista hacia atrás al oír pasos y boquiabierta estuvo de con-templar mi nueva imagen.

—¿Eres tú, hermano? Por el diablo...— Se aproximó con la sor-presa en su rostro y pasó sus dedos por la gabardina, sintiendo lasuavidad. Me repasó de arriba a abajo, sin sacar ningún defecto¡Estoy genial!— Yo también quiero uno...

—Lo siento, pero no he visto ninguno ahí dentro.— Ni le hacefalta. Con mi modelito bastante tiene. Lyserck, al escuchar voces dealegría, se acercó y Christine salió del vehículo a paso ligero.

ESPÉCIMEN

296

—¿Qué cojones pasa aquí? ¿Pero qué demonios te has...?—No sé lo que cuesta, pero no creo que sea poco. ¿No te gusta?—Es... Magnífico. Te queda a la perfección.— Su reacción fue la

misma en las dos, sólo que Christine expresó su punto de vista sinabrir la boca; más reservada. Sonreí y decidí probarme las gafas desol.— Pareces un héroe de película.

—Pues no te confundas; quién sabe si acabo siendo uno más delmundillo...— Se lanzó a mi cuello y comenzó a besarme las mejillas,apretando con fuerza y aplastando al TH49A. Las cicatrices deldorso escocieron levemente, pero la alegría de mis hermanas impidemales mayores. JuanXo se nos quedó mirando y dejó sus arreglospara comprobar qué mierda ocurre. Conseguí liberarme de los achu-chones a duras penas.

—Macho, ni que fueras un espectro. Sólo te queda ponerte unasgafas negras y triunfas.— Eso está hecho. Con ellas a mano, me lascoloqué de nuevo y la impresión lo dejó mudo.

—¿Así estoy mejor?—Por lo menos tapan tus ojos. Vas fenomenal, tío.— Ese ha-

lago hizo sonrojar mis mejillas mientras me ajusto los guantes. Nosabrazamos amistosamente y observé a mis hermanas reírse de nos-otros. John pitó desde el Dodge, de modo que acudimos a su peti-ción.

—Vámonos de aquí antes de que vengan problemas.—Tú conducirás esta vez, Lyserck.— Arrancó el Lotus con ra-

pidez y JuanXo hizo lo mismo con la Kawasaki.Entré en la parte trasera, reposando. El maletero rebosa de co-

mida, suficiente para sobrevivir un par de semanas. Ansioso decomer estoy; rebusqué algo de picar. Galletas saladas, buenas son.Abrí el paquete y probé algunas, quedándome en la gloria. Estasestán más deliciosas que las que suelo comprar. Ofrecí algunas a mihermana, pero no quiso. Objetivos cumplidos, toca llegar a una granciudad, Cracovia. Hemos conseguido en el supermercado una guía,perfecta para seguir la ruta adecuada.

ALBERTO BURGOS SORIA

297

Antes de alcanzar el destino, mencionó algo de un puente y quesi estaba derruido, habría que tomar el camino de Czestochowa.Vamos a ver... Según el mapa, esa ciudad se halla a unos 50 Km,pero la zona a la que nos dirigimos acorta el trayecto mucho más, al-canzando las vertientes del río Vístula en menos de tres horas. Es-pero que siga en pie; no quiero más situaciones jodidas. Conformepasa el tiempo, la comida va acabándose a pasos agigantados debidoa mi manía de tomar las cosas vorazmente. Al terminar las galletas,sacudí las migajas del pantalón y me erguí sobre el asiento.

A través del parabrisas se observa un paisaje pacífico, un campode cosechas a medio sembrar. El arado reposa cerca de la carreteray su oscura silueta se perdió en cuestión de segundos. Aún sigo conhambre. Las palmeras saciarán mi cuerpo de una puta vez. ¡Quépena que falte el café! Esta vez mi hermana si tomó una, dejando elvolante por momentos mientras pega grandes bocados. Dejamos lamitad para los demás, a ver si luego voy a tener broncas. Pobrecillos...

Los minutos transcurren como rasgueos de guitarra. Nuestropuente fue perfilado en el horizonte, lleno de vehículos por los al-rededores. Lo que nos faltaba, mierda... Nos detuvimos en la en-trada, donde JuanXo inspeccionó el estado de la plataforma. Sudescripción no fue muy desfavorable. Podemos cruzarlo, sin em-bargo, hay grandes hoyos en la estructura que nos lanzarán al vacío.La idea más factible es seguirlo, que nos indique dónde están losputos agujeros y pasar al lado. Puesto en marcha el plan. Sin acele-rar demasiado, penetramos en la estructura, esquivando los cochesde su interior.

Las primeras brechas aparecieron antes de alcanzar el centro. Seescuchan los pilares de sostén crujir y caer piedras al fondo del pre-cipicio. Sin pisar ni los bordes, cruzamos mientras mi compañeroilumina el trayecto por delante. Los boquetes más grandes se vieronen todo su esplendor; suerte que ninguno ocupa toda la calzada.

No miro hacia abajo; soy propenso a tener vértigo. El TH49Ahabrá hecho algo, pero no importa. Con toda la paciencia del

ESPÉCIMEN

298

mundo, continuamos hasta salir por el otro lado. Tanta precauciónme ha puesto el corazón al borde de la taquicardia y más sabiendoque quien conduce es mi hermana, la cual suspiró.

—¿Quieres conducir un rato?—Sí, por qué no.—Necesito comer para tranquilizarme.— Primero accedió ella y

luego entré, cogiendo el volante con firmeza. Puse la primera mar-cha y pisé el acelerador, poniéndome el primero del convoy.

Lo complicado ha pasado, ahora toca un viaje muy tranquilohacia Cracovia, o eso indica el mapa. Trayecto recto si entramos enla autovía que se dirige a la capital, Varsovia. La verdad se hace rea-lidad. Llegando al final del angosto camino, una glorieta reza unacarretera a la izquierda, la cual se desvía hacia la autopista.

Lyserck devora con rapidez una tabla de chocolate, relamiéndoseal terminar. Me lanzó una mirada de satisfacción por el espejo re-trovisor y cogió otra tableta más. Mi hambre ha sido saciada y elTH49A, revolviéndose cada vez menos, parece también complacidode la comilona. Seguro que estará disponiendo nuevas reservas paramantenernos en pie días enteros. Sus latidos se notan desde fuera.

—¿Te encuentras bien, TH49A? ¿Necesitas algo por ahora?—“Sí, gracias.”— Demuestra carácter alegre, lo cual me hizo son-

reír. Entre el traje gobernado y que pronto encontraremos a los pri-meros supervivientes, nuestro optimismo ha aumentado mucho.

Las tres, las cuatro... Así sucesivamente hasta las cinco de la ma-drugada. Lyserck se ha dormido sobre el asiento, con los envoltoriosde comida al lado. Mi compañero lleva casi tres horas conduciendo,ahorra más gasolina que nadie o la moto gasta muy poco. Yo tam-bién tengo algo de sueño, pero lo aguanto. Al volante, nada de des-cansar.

Por detrás, Rachel mira al frente mientras John come; no alcancéa ver de qué se trata. Faltan menos de 30 Km para divisar los pri-meros edificios de Cracovia. Me siento asustado y emocionado a lavez. Primero, por lo que podríamos encontrar, segundo, por visitar

ALBERTO BURGOS SORIA

299

una de las grandes ciudades de Polonia. La noche es bella, estrellasiluminadas y la luna en su máximo esplendor. Va cambiando la bó-veda celeste constantemente. Un poco antes del desvío hacia carre-teras convencionales, desperté a mi hermana.

—¿Qué ocurre?—Coge tus cosas y el fusil, estamos llegando.— Entre la montaña

de bolsas cogió el Striker, el MG4 y el lanzallamas con los cargado-res que quedan. Debajo de mi asiento noto el duro cañón de miHydra, casi vacía de munición.

TH49A, prepárate. Los infectados nos aguardan con impaciencia y noquiero hacerlos esperar... ¡Cada hora que pasa, los quiero más!

Tras diez minutos, las primeras casas salieron de la oscuridad, he-chas pedazos, otras con fuego en su interior. El plan es sencillo, en-contrar una tienda de armamento, rearmarnos hasta los dientes ysalir cagando leches. En la frontera no hubo enfrentamiento pro-piamente dicho, pero un presentimiento me dice que aquí las vamosa pasar canutas.

La avenida principal se halla repleta de hojas y periódicos de díasanteriores, sin decir la muchedumbre de vehículos que la entorpecen.Tiendas a un lado y a otro, pero ninguna armería. Tampoco observécadáveres por el suelo, ni una sola alma, sea muerta o viva. La motode JuanXo pegó grandes estruendos y se paró, deteniéndonos detrás.

—Maldita sea, me he quedado seco de gasolina.— Se apoyó enmi ventanilla y maldijo varias veces. Por suerte, tenemos algo decombustible, cogido del hipermercado. Pedí a Lyserck que lo busqueen el maletero. Cogí la escopeta y salí del coche, respirando el airecálido que proviene del norte. Mi amigo se puso a mi lado y me mirófijamente. ¡Vaya ambiente!— Tranquilo, sólo vamos a buscar muni-ción.

—No estoy preocupado por eso. ¿Crees que nos habrán se-guido?— No está por la labor de olvidar lo sucedido en Slubice.Una sonrisa se dibujó en mi cara.— ¿Cómo puedes estar tan cal-mado?

ESPÉCIMEN

300

—JuanXo, no me importa si nos han seguido o no. Mis objetivosson buscar supervivientes y coger a JC. Mataré a todo aquel que sedigne a ponerse en mi camino.

—Lo sé, pero todo esto me da muy mala espina.— Su miedo escomprensible, pero me he marcado unas metas y juré cumplirlas.Nada me lo va a impedir, ni infectados ni Especímenes.

—Vente conmigo, vamos a revisar este camino...—¿Y los demás se quedan aquí?—Lyserck, protege a John por si aparecen enemigos. Vosotras,

ayudad. Vamos a buscar víveres de armamento.En la noche cubrimos espaldas, apuntando allá donde se escu-

chen signos extraños. Panaderías, tiendas de ropa, bulevares... ¡Québonito debe haber sido antes! Avanzamos por la calzada, evitandoaceras y portales. El silencio es sepulcral, un auténtico cementerio.Mucha sangre encharca el asfalto, viniendo de edificios y coches.

Agudicé el oído, pero no obtuve respuesta. Continuamos ins-peccionando la calle, alejándonos de los demás, perdiéndolos devista. Mi compañero es un mar de temblores, no lo veo capaz deempuñar el fusil. De repente, un grito de socorro desgarró el viento.Una mujer está en peligro...

Con la esperanza en un puño, corrimos hacia el lugar del alarido.Siento mis manos rígidas; el TH49A actúa. En un edificio de pisos,tiré la puerta abajo con los puños. En las escaleras se oyen pasos yforcejeos. Hasta la segunda planta no cesaron los ruidos. Accedi-mos al 2ºB, observando la luz que el televisor emite al no captar ca-nales. Un sillón en media vuelta; ligera idea. Me aproximé conprecaución, apuntando con la Hydra. Con el corazón encogido, giréy retrocedí a la vez. La sorpresa es de infarto. No hay nadie sentado,pero sí está la tapicería llena de sangre. Una habitación vibra, alguienhay.

Ante la llegada de JuanXo, cogimos el pomo del cuarto en cues-tión y sin más preámbulos, abrí. Oscuridad. Especie de jadeos pro-vienen de dentro. Al fondo, junto a la cama, tropecé y algo me agarró

ALBERTO BURGOS SORIA

301

de la pierna. No distingo nada, si enemigo o amigo, pero corté rá-pidamente la opresión que sufro. Rápidamente, una sombra atra-vesó la pared y una ventana fue abierta. JuanXo fue directo a lacocina y detrás lo seguí. Mierda, aquí pasa algo... La figura de unapersona con el pelo largo subió al alféizar y se dispuso para lanzarseal vacío.

—¿Se encuentra bien?— Esa sentencia hizo a la mujer girarse yJuanXo tiró el fusil al suelo, tendiendo las manos hacia ella. Con lá-grimas en los ojos, negó sus palabras y miró la calle. No has de ha-cerlo.— Tranquila, todo ha pasado. Entre y la ayudaremos.

—Nadie puede ayudarme. He visto lo que te... Lo que te pasacuando ellos... Te... Te muerden.— Levantó su manga derecha y unagran mordedura se mostró en el brazo. La han infectado y por su ac-titud, prefiere morir antes que convertirse en un muerto viviente. Semantuvo erguida, como una estatua.

—Por favor, podemos curarla... Se lo aseguro.—Ya no hay vuelta atrás...— ¡Joder, no! Con un leve empujón y

cerrando los ojos, se precipitó al vacío. Un golpe sordo sonó y alasomarnos, el cuerpo sin vida de la joven yace bocabajo.

Que me caiga un rayo, por favor. Angus, un simple rayo que me carbonice...No habré de creerlo. Una superviviente... Una superviviente ha

muerto delante de nuestros ojos. Es imposible de ver la realidad, notodavía. Chirrié los dientes con rabia y JuanXo golpeó el rebajo conlos puños, maldiciendo en voz baja. ¡Me cago en Dios y en todo loque existe! Regresé al dormitorio, y con algo de luz, comprobé lacausa del suicidio.

Un infectado con traje de empresario se arrastra por la sala sinpiernas y presenta múltiples puñaladas en el tórax, sin contar la pér-dida de la mano derecha. En su boca se ven rastros de sangre y susgarras también están empapadas. Ahorrando munición, acabé con elsufrimiento al que se encuentra sometido.

—Vámonos, no podemos hacer nada.

ESPÉCIMEN

302

—Era una mujer sana... ¿Por qué tiene que pasar esto?— Lágri-mas saltan de sus ojos, sin dejar de mirar abajo. Recogí el fusil y selo di, uniéndome a su dolor. No quiero verte llorar, viejo...

—La pandemia ha comenzado y creo que vamos a ver más si-tuaciones como ésta en otros lugares.— Trato de consolarlo, aunqueno lo consigo. Ni siquiera los abrazos valen. Dejó de sollozar por sísolo.— Las cosas suceden así y no podemos prevenirlas.

—León, si sólo tenía que haber entrado...—Lo sé, pero si su decisión era ésa, hay que respetarla.La última frase surtió efecto; recuperó un poco la cordura y secó

su cara de lágrimas. Abandonamos el apartamento, apagando el te-levisor por si atrae más enemigos. En el rellano, nos arrodillamossobre el cadáver de la mujer y la cubrimos con una manta, cogida delcuarto de estar. Mi furia fue encendida; JC, cabrón de mierda... Túy tus malditos entes hijos de puta. Su imagen rondó mis recuerdosdurante varios segundos. Afligido me encuentro también por el sui-cidio tan espantoso que hemos presenciado, pero la ira sustituyó ala tristeza. No obstante, esto no ha acabado. El grito debió alertar ahostiles cercanos. Tenemos que apresuramos y salir de la zonacuanto antes, pero no sin buscar una armería o tienda similar.

—“Se acercan...”El aviso llega en el mejor momento. Ello confirmó mis sospe-

chas, otra batalla toca librar. Mi corazón se aceleró mientras ideo lasalida de escape. A la izquierda, un rótulo casi caído con la forma deuna escopeta. ¡Ya era hora de que apareciera, joder! En el local, em-pecé a rebuscar por los estantes. Aullidos y chillidos se oyen desdetodas partes. Aseguré la zona, no hay mucho tiempo, un par de mi-nutos. Se nos echan encima los muy cabrones...

—Coge todo lo que puedas, rápido.Necesito munición de escopeta; miles de cajas y balas se hallan

esparcidas por el enlosado. Salté el mostrador y miré en los cajones,revolviendo informes y papeles. El tiempo apremia, se aproximan anuestra posición. ¡Menos mal, coño! Encontré un gran arsenal de

ALBERTO BURGOS SORIA

303

munición en el almacén, pero el desorden impide saber de qué tipoes cada caja.

Abrí una tras otra, desechando las que no valen. Tras segundosde busca, una caja verde con el símbolo de Winchester Remingtonse desveló bajo cartones apilados. Balas para mí y de sobra. Llené losbolsillos de cartuchos, pesando toneladas la gabardina. Me reuní conJuanXo. Armamento brutal, en la espalda ristras de munición parael AUG y recargando el rifle francotirador a toda prisa.

—¡Vamos a dar caña, cojones!— Expresión de un veterano deguerra. Amplia sonrisa en su cara. Gusta verlo así de contento, elmalestar se ha pasado rápidamente. Los gritos y bramidos se hacencada vez más fuertes al mismo tiempo que el suelo empieza a tem-blar. Las primeras siluetas enemigas aparecen en la sombría. Toméunos cartuchos y llené el triple cañón. La que se avecina...— No telos cargues a todos. Yo también quiero fiesta.

—Lo que tú digas.Volver a la rutina. Esta vez no quiero manchar manos, así que

pongo toda mi confianza en ti, Hydra. Infectados al frente, no hacefalta preocuparse por la retaguardia. Cruzamos miradas, poniéndo-nos de acuerdo en el plan a seguir; aniquilar sin piedad y retroceder,si es necesario, hasta los vehículos. Un extraño olor a cenizas pro-viene de atrás, pero no presté atención.

Los primeros grupos enemigos llegan por la acera derecha, al-zando las garras y con la boca abierta en signo de necesidad de san-gre. Suspiro y disparo, sintiendo el fuerte retroceso. Mayoría abatida;vuelven a levantarse. Siempre está JuanXo para rematar faena, tiroscerteros a zonas sensibles como cabeza o tórax. Se regocija de supuntería, buen equipo de combate. Mi arma pide balas tras otro grandisparo; recargué mientras el otro mantiene la posición.

El número de enemigos aumenta de manera potencial conformetranscurren los minutos. Con muy poco espacio de contención, re-trocedimos unos metros sin permitir el avance hostil. El cielo se vaaclarando, dando paso azul oscuro a celeste. Eso es bueno, durante

ESPÉCIMEN

304

el día será más fácil distinguir las hordas. Un hombre con la cabezadel revés quiso abalanzarse, pero un golpe de la culata en el pechofue suficiente para frenar su intención.

Evitando mirar, clavé los tres cañones en su deforme rostro. Lahilera de cartuchos no acaba, aunque pesa menos. Con la línea de-lantera tomada por enemigos, volvimos a retroceder hasta el sitiodonde se suicidó la mujer. Creí que volver a verla iba a afectar aJuanXo, pero por suerte no fue así.

—¡JuanXo, sube a la casa y observa la situación!Tomando el Dragunov, subió al piso del incidente y desde la ven-

tana, colocó la mirilla en posición y disparó, derrumbando un joven.Ojalá mis hermanas escuchen los disparos, ofrecerán buen apoyo siacuden. Una bala rozó mi cabello; varios pelos flotaron ante misojos. Un anciano, el cual quedó con las ganas de morder carne fresca.Respiré profundamente; algo me lanzó a la calzada.

La Hydra cayó de mis manos y ajusté la vista. Un enorme perroen músculo vivo y calcinado trató de hincar sus dientes en mi cue-llo. Cogí su cabeza y la mantuve en alto. Su afilada dentadura meproduce escalofríos; aguanté su fuerza y retiré una mano, tornán-dola rígida. Sin quitar la mirada de su boca, atravesé en vertical su ab-domen, salpicando sangre tórrida por todo el traje. El cánido aullóde dolor y le volví a hacer lo mismo en la cabeza, rompiendo el crá-neo. Aparté el cadáver de encima y me incorporé, recogiendo la es-copeta y recargando.

—¿Estás bien?— Vociferó mi compañero desde el edificio mien-tras evita a toda costa que los infectados se acerquen.

—No te preocupes por mí, sigue acribillando.— La orden seacata y punto. Centró sus reflejos en los objetivos. Regresé a la acera,apoyándome en la puerta e intentando tranquilizarme después de losucedido.

De repente, una mano huesuda agarró mi hombro y me arrastróhacia atrás. Un infectado desnudo trató de comer mi torso. Un calorinsoportable inundó el aire, apareciendo llamas que consumieron al

ALBERTO BURGOS SORIA

305

enemigo. La risa maniática de Lyserck hizo acto de presencia, reso-nando en el área de combate, junto al lanzallamas. Christine y Racheldispararon desde sus posiciones y John prepara unas granadas. Hanvenido a socorrernos...

Suerte de no haber árboles, que arma un incendio en medio de la calle...—¡No os acerquéis, es muy peligroso!—Una batalla con dos al frente es ridículo. Si hay que luchar, se

lucha.— El forense parece muy animado de entrar en escena, a pesarde que su mano no se ha recuperado del todo. JuanXo tiró desde laventana el AUG junto a varios cargadores, recogidos por Rachel yguardando las pistolas. Ahora sí podemos contener las muchedum-bres infectadas.

—Las balas no son infinitas, así que ahorrad y no falléis.Mi advertencia no fue escuchada por nadie, pero la habilidad res-

pondió por ellos. Rachel se agachó y asestó certeros tiros a las pier-nas enemigas. Christine ruge de rabia con su escopeta M3, que juntoa mí, contiene las embestidas. JuanXo extermina y Lyserck, carbo-niza. John, con varias granadas en mano, lanzó dos, provocandotales explosiones que desintegraron gran parte de enemigos y de-molieron un par de establecimientos.

Por cada bala que gasto, más de cinco individuos son tumbados.Suerte que mi amigo decidió coger un rifle semiautomático, eso aho-rra valiosos segundos y evita recargar proyectil a proyectil. Sus car-gadores vacíos caen a nuestro lado junto a un insulto que siemprepronuncia.

—¡Cuidado, vienen por detrás y por los tejados!No ha de ser verdad. Me di la vuelta y observé miles de zombies

acercarse por la retaguardia. Por arriba es peor, la caída de tejas sig-nifica que hay gente y algunos trepan de bloque a bloque. Llamé aLyserck, quién continuó abrasando hordas, pero esta vez, por de-trás. Los demás han de seguir conteniendo el frente.

La estrategia duró un par de minutos; todo acabó complicándose.La única opción que nos queda antes de morir como héroes es re-

ESPÉCIMEN

306

troceder hacia los vehículos y salir de la ciudad. No sé por qué reí enaquel momento. Me resulta divertido ver gente morir y sus cadáve-res sangrando en el asfalto. No estoy loco ni nada por el estilo, perotengo esa extraña sensación desde que terminé Medicina.

—¡Regresamos a los vehículos! JuanXo, recoge y ven; serás el pri-mero en ir.— Si vamos a vivir, fortalecer la huida es lo primordial;grupos de dos. Como JuanXo posee el francotirador y John una pis-tola, serán los pioneros del plan. Después mis hermanas y por últimoyo, conteniendo a los enemigos que nos persigan. Justo cuando apa-reció por la puerta, le empujé en dirección contraria y lo mismo hicecon el forense.— Eliminad los que podáis y abrid paso.

—¿Te irás con ellas?—¡No hay tiempo para preguntas, corred!— La voz fue el pisto-

letazo de salida. En movimiento, mi compañero intentó despejar elcamino apoyado por los tiros del otro. Hasta que no desaparezcande vista, no enviaré a los siguientes. Ellas preguntaron varias vecesel porqué de su actitud, pero no respondí salvo con otra voz.— Pre-paraos, salís en pocos segundos...

—¿Te vas a quedar tú solo? No te abandonaremos...— Las pala-bras son conmovedoras, querida Lyserck, pero es cuestión de vidao muerte. Recargué la Hydra otra vez y los perdí de vista. En eseinstante, las incité a correr, pero fueron reacias a marcharse sin suhermano mayor.

—Me reuniré con vosotras dentro de unos minutos... ¡Iros, coño! —Mi rabia es insostenible, pero no se dan cuenta de ello. Mirando

por última vez hacia atrás, corrieron hacia los transportes, siendocubiertas Rachel y Christine por el lanzallamas. Ahora me encuen-tro solo, perfecto. Guardé la escopeta en la gabardina y me quité losguantes. El color plateado de los cantos reflejó la débil luz del cielo.Bajé la cabeza y cerré los ojos.

El sonido del viento y los gruñidos fueron ralentizados, la reali-dad también. Mi concentración reunida y abrí la vista. Pupilas negrasse movieron en todas direcciones, analizando la situación. Escucho

ALBERTO BURGOS SORIA

307

los tiros del AUG y la débil voz de JuanXo metiendo prisa. Mi ob-jetivo es llegar intacto, quitando del medio a todo aquel que se cruceen mi camino.

Eché a andar sin prisas, contemplando mi cercamiento por partede los infectados. Próximo de las tiendas de bisutería, el círculo secompletó. Miles de bocas desean probar mi carne y otras, vermemuerto. Ninguna de las dos cosas voy a permitir, ni ahora ni nunca,cabrones deformes. Crují con fuerza los dedos y las rodillas, comointimidando.

Una mujer mayor fue la primera en romper el cerco, viniendocon las garras en alto. Reí para mis adentros y corrí hacia el huecolibre, cortando a la señora las piernas de un limpio tajo. Ésa fue laseñal que alentó a los demás. Sin saber a quién asesino, fui segandotorsos y cabezas. El traje es tornado de un rojo intenso. Malditosbastardos...

Salí del cúmulo por el sitio libre y desfilé en dirección al putocoche. Los zombies no desean que su víctima se les escape, de modoque persiguieron por detrás. El ruido de la moto se oye muy cerca;divisé el Lotus con la puerta del conductor abierta. Entré a saco enel vehículo y cerré. Lyserck espera sentada en el asiento de atrás, lle-nando el depósito del lanzallamas con una botella de gasolina. Ace-leré, quemando los neumáticos. Un chico se abalanzó sobre elparabrisas, produciendo las primeras grietas al cristal con sus insis-tentes golpes. Al poner la marcha atrás, cayó al suelo, arroyándolo.

—¡VÁMONOS DE AQUÍ!Estruendo de la Kawasaki, vuelta y retomando la avenida que

sale del jodido y puto centro. Enemigos reacios a la rendición si-guieron, alcanzándonos varias veces. Como no puedo dejar de con-ducir, Lyserck se encargó de retrasar las manadas. Asomó mediocuerpo por el techo del coche y abrió fuego con la Hydra, recar-gando con las balas que cuelgan de mis hombros. JuanXo abre elcamino por delante, atropellando a todo aquel que se atraviesa y Ra-chel no se separa de la rueda trasera.

ESPÉCIMEN

308

Siendo los últimos de la cola, tenemos la obligación de evitar quelas hordas no nos cojan. Pisé el acelerador a fondo, entrando laquinta marcha y controlando el volante. La gente es pillada en el pa-rachoques y expulsada por detrás como una masa llena de sangre,aceite y gasolina. El cristal del parabrisas fue agrietado más, dificul-tando la visión. Harto de ver tantas rajas, propiné un fuerte golpe alvidrio con el puño, apartando todos los trozos restantes con elbrazo.

La mano sangra, pero apenas noto dolor. Mi hermana continúamanteniendo a raya infectados, procurando acertar con los potentestiros de la escopeta. La calle no tiene intención de acabar; mi deses-peración aparece progresivamente. No conozco la ciudad, sin em-bargo, confío en que JuanXo sí. Unos metros más adelante, giramosa la izquierda y los grupos de enemigos desaparecieron tras la es-quina, dando por finalizada la persecución.

Redujimos la velocidad a la mitad y me coloqué por delante delDodge con un adelantamiento de primera. Lo siento, Rachel. Debopreguntar a mi compañero el rumbo a tomar. Cambié de luces len-tamente y se puso al lado de la ventanilla. Lyserck se sentó y dejó laHydra debajo del asiento, suspirando con un ritmo acelerado.

—¿Adónde nos dirigimos?—Si no me falla la memoria, las ciudades vecinas de Tarnów y

Rzeszów son el siguiente paso. No tomaremos otro atajo por si hu-biera más hordas enemigas.— Si no hay más opciones, te haré caso.Además, si no encontramos contratiempos, mejor. Un extrañoviento apareció al este, silbando en mis oídos.— Tardaremos una odos horas en llegar.

—Vale, ponte delante y guíanos.Ya falta menos, menos... Estamos a punto...Sonrió con astucia y aceleró, retomando el orden de la fila. En el

horizonte, el sol asoma por los valles, dando paso a un nuevo ama-necer. Las siete y cuarto, aunque para mí es como si estuviésemos to-davía de noche. Otro paisaje de árboles y arbustos se cruzó en

ALBERTO BURGOS SORIA

309

nuestro camino. El aire fresco de las hojas alivió la tensión del am-biente durante breves minutos. Sentí un calambre en la espalda, justoen la zona de las heridas. No siento ni pizca de dolor, lo que signi-fica que el TH49A ha finalizado la curación.

Mi estómago rugió de forma exagerada a la vez que entra unhambre voraz. Pedí a mi hermana unas palmeras de chocolate quedejé para otra ocasión y ese momento ha llegado. Rebuscó y me fa-cilitó dos, las cuales zampé durante el trayecto. ¡Qué pereza condu-cir, coño! Imaginé cómo se encontrará María en la capital ucraniana.Rodeada de zombies y de otras cosas, tales como Especímenes yotros entes. Ojalá con ella no ocurriera lo de antes, la mujer que sesuicidó con tal de no convertirse en víctima.

—León, quiero preguntarte algo.—Dime, mi vida.— Con la boca llena de comida, volví mi vista

hacia ella y tiré los envoltorios al lado de la escopeta. Alzó la manoy me tocó el hombro derecho. No creo que ocurra nada malo.

—Cuando te montaste en el coche... ¿Me viste?— Extraña sucuestión. Sé a cuándo te refieres, pero no entiendo el interrogante.Puse cara de confusión y rió débilmente. Para hacerme el curioso,respondí indiferentemente.

—No lo sé. ¿Por qué lo preguntas?—Por nada. Algo entró en el coche, una especie de nube negra

y al instante apareciste como por arte de magia. ¿Tú eres la nube oes algo que te rodea?

—No tengo ni idea, Lyserck. Para serte sincero, creo que esanube era yo.

—¿Es cosa del TH49A?—Es evidente. Aumenta las reacciones por segundo de mi cere-

bro, lo cual lo percibo como si la realidad fuese ralentizada. Observocómo os movéis con lentitud y vuestras voces se distorsionan.

—Ahora entiendo. De esta forma no hay quien te gane.—No sé qué decirte; con el YH56U las pasé muy canutas.—

Odio a ese Espécimen desde que me enfrenté con él. Se anticipa a

ESPÉCIMEN

310

mis movimientos y ataques, lo que hace el combate muy igualadopara los dos. Suerte que pude vencerlo, casi no lo cuento...

Dejamos la conversación a la entrada de la autovía porque alegóestar muy cansada. Será cosa del lanzallamas; quemar a la gente esmuy duro... Se recostó en el asiento y durmió sin emitir ningún ron-quido. La fatiga hizo mella también en mí, pero no es el momentoni el lugar propicio para echarse una siesta. El sol fue alzándose len-tamente por el cielo conforme se consumen los minutos. Unas pocasnubes grises al oeste auguran tormentas o lluvias.

Sin dejar de ver ni por un instante la trayectoria de esos nuba-rrones, recorrimos todo el tramo de autopista, saliendo por un des-vío cuya pancarta describe la dirección hacia las dos ciudadessiguientes. En mi mente, un caos de imágenes y retratos se mezclan,unos buenos y otros malos, por así decir. No consigo pensar en nadaentre todo lo ocurrido. Necesito hablar con alguien para tranquili-zarme y como no deseo despertar a Lyserck por algo tan corriente,decidí dialogar con el TH49A.

—¿Cómo te encuentras, TH49A?—“Bien, padre.”—Gracias por tu ayuda. Eres muy bueno.—“Todo esto no ha sido más que una pequeña parte de nuestra

fuerza.”—¿Tienes más potencial oculto?—“Puedo dar el máximo.”—A este paso me vas a desfigurar por completo.—“No he comenzado con los cambios más radicales.”—Pues los nuevos ojos que me has concedido me gustan mucho.—“Me alegro.”—¿Te duele luchar contra tus hermanos?—“Mucho, pero no puedo tolerar tanto daño. Tengo que con-

trolarlos como sea.”—¿Me ayudarás a vencerlos?—“Eres mi cuerpo de ataque. No necesito nada más.”

ALBERTO BURGOS SORIA

311

—Lo conseguiremos, te lo prometo.Eres mi seguro de vida y nunca dejes de serlo. Cumple tu promesa como yo

cumplí la tuya...Uno se pone contento de saber que tu aliado también quiere

hacer lo mismo que tú y encontrar a sus compañeros. Ese opti-mismo es digno de cualquier ser humano y por un momento, lo con-sideré superior a todos nosotros. Ojalá la Humanidad llevase dentrode sí un TH49A; se acabarían las guerras y reinaría la paz. Parezcoun hippie con varios porros fumados. ¡Qué mal estoy, joder! Contales pensamientos en mi cabeza, llegamos a la primera localidad,Tarnów.

Predicción cumplida, los grises cúmulos terminaron por alcan-zarnos y comenzó a llover cerca de las ocho y media. Una oscuridadparcial ennegreció el panorama; sin un rayo de sol. Grandes gotascaen sobre el salpicadero y empapan mi ropa, rompí y arranqué vio-lentamente el parabrisas antes. Con el estruendoso ruido de los true-nos, Lyserck se despertó sobresaltada, mirando hacia todos lados.JuanXo se levantó la camiseta y cubrió la cabeza, dejando su zonalumbar al descubierto. Mi pelo cayó sobre mi cara, tapando frente yojos.

La lluvia es muy intensa y el viento también, como si de un ciclónse tratase. Moderamos la velocidad drásticamente para evitar derra-pes y otros accidentes. El asfalto se volvió resbaladizo y el volantese me va muchas veces. Vi por el espejo retrovisor cómo Rachel in-tenta controlar el Dodge, describiendo eses por toda la carretera.Entramos a la ciudad por la parte este, la cual es una travesía que saledirectamente a su vecina Rzeszów; explicación de JuanXo. No haymotivo para detenerse, así que pasamos de incógnito por los edifi-cios y casas. Me sorprendió ver que la mayoría están en pie y muypocos presentan aspecto devastador. Muy misterioso, pero no inte-resa el porqué de ese estado.

Acompañada del agua que cae, la sangre da un tono rojizo al pai-saje. Todo rezuma, ventanas, puertas, casas... Y como siempre, ni un

ESPÉCIMEN

312

sólo cadáver. Os gusta jugar al escondite... El ruido de la lluvia im-pide escuchar gritos o llamadas de auxilio, aunque la ciudad nomuestra signos de vida. Mi hermana me echó en cara todo el rato lafalta del parabrisas y se queja de estar chorreando por todos lados.Si condujeras, verías lo calada que te pondrías al estar frente al agua.

Ráfagas de aire frío aparecieron, agravando el tiempo más. Lashojas y ramas de árboles son arrastradas por el viento y una entró enel coche, pegándose en la cara de Lyserck. Renegando como unacondenada, se la quitó y tiró por la ventanilla. Reí la anécdota, disi-mulando con carraspeos.

No fue nada fácil salir de Tarnów. Laberinto de casas y callejonesenrevesados. La lluvia no ayuda mucho, que digamos. No obstante,la salida hizo presencia justo al pasar varios bloques de viviendasrojos y negros. Agradecí que no hubiera enemigos en aquel instante,no tengo más ganas de luchar. El TH49A desea descansar; tantocambiar ADN puede resultar agotador. Con el mal tiempo presente,tomamos rumbo hacia la vecina Rzeszów.

El agua no dio tregua en ningún momento. Fascinante el manejoque ofrece JuanXo sobre la Kawasaki a pesar de no tener el carnéapropiado para poder manejar tales vehículos legalmente. No megusta nada conducir una moto, me caí de joven con un amigo y porpoco me abro la cabeza. Los transportes más peligrosos, sin duda.Llevaba el casco puesto, pero tampoco fue mucha protección. Desdeaquel incidente, nunca más he aceptado volver a subirme en una.Además, veo muchas veces cómo la rueda trasera se dobla ligera-mente hacia los lados. Mi hermana no consigue conciliar el sueñocon todo el chaparrón y sus blasfemias van en aumento.

El transcurso duró casi una hora y media. Las primeras visionesfueron muy parecidas a las vistas en la ciudad anterior. La desolaciónno adquiere grandes dimensiones; la posibilidad de encontrar su-pervivientes es remota, pero no imposible. Las riadas de agua se lle-van todo por delante. Coches, escombros... Su fuerza se siente hastaen nuestro vehículo. Dentro de algunas casas se observan indicios defuego y muchas cenizas son sofocadas por la lluvia.

ALBERTO BURGOS SORIA

313

El lugar se halla al borde de la inundación, por lo cual debemossalir cuanto antes. Sujeté el volante y solté un poco el acelerador. Melimpié la cara y agudicé la vista. Al fondo de la calle, por donde trans-currimos, se alzan varios paneles indicadores. JuanXo parece ha-berse dado cuenta también, ya que se dirigió hacia ellos. El caminode la izquierda lleva de vuelta a Tárnow, el de la derecha a Jaroslawy seguir hacia arriba nos mete en la capital, Varsovia. Con varios ges-tos, indicó la derecha, rumbo a la frontera que une Polonia con Ucra-nia.

—Nos vamos acercando a Ucrania, Lyserck.—Haber si fuera verdad. Como este aguacero nos acompañe

todo el rato, me monto en el Dodge.—Tranquila, dentro de poco habrá pasado todo.— El cielo co-

mienza a clarearse por algunas zonas, pero no lo suficiente para dejarasomar al sol.

La humedad se nota en el aire junto a un aumento de la tempe-ratura. Me recogí el pelo hacia atrás y pisé el acelerador. Me separéun poco de la estela de mi compañero; el agua que salpica me da amí. Casi a las diez y media, el diluvio amainó, apartándose las nubesunas de otras. Un débil arco iris apareció en el horizonte, desvane-ciéndose al cabo de un rato. La situación mejora bastante. Chapa-rrones así no he visto en mi vida.

El viento matutino hizo acto de presencia con un agradable olora hojas frescas y árboles. Sequé un poco el salpicadero del Lotus yme puse las gafas de sol. Asesino en serie, vestido de negro y ocul-tándose los ojos; descripción por cortesía de Lyserck. El TH49A, alpercibir un incremento de la oscuridad, quiso aumentar la lumino-sidad, pero le dije que no. Es gozo observar el paisaje así y podermirar fijamente al sol sin tener que cerrar los putos ojos.

Unas horas antes, en el Sur de España...Calor terrible y cielo completamente despejado. Las aguas del

mar son agitadas levemente por barcos militares, los cuales atraca-ron en el antiguo puerto de Cádiz. Conforme bajan los soldados, el

ESPÉCIMEN

314

bullicio sube. Una mujer con el cabello rizado al son del viento ycon expresión seria pisa tierra española, ordenando a su séquito, si-lencio. La capitana Crys Rinklen, acompañada de su más fiel súbdita,Elisabeth, entornó los ojos y observó todo el ejército que yace a suspies. Formaron filas y recibió de su ayudante un megáfono.

—Mis bravos, montad el campamento y descansad. Muy prontoempezaremos las labores de búsqueda y captura contra los desgra-ciados que mancillaron el mundo con sus creaciones.

Mandatos acatados, el levantamiento del cuartel comenzó. Crysmiró los alrededores, divisando en el horizonte la lejana ciudad por-tuaria de Cádiz. ¿Enviar un grupo de reconocimiento? Tantos hanmuerto que no sirve de nada sacrificar más vidas... Una expresión derabia se dibujó en su bello rostro y cerró con fuerza los puños. Eli-sabeth se percató de su enfurecida actitud y se colocó a su lado.

—¿Inspeccionamos aquella ciudad, mi capitana?—No quiero sufrir más bajas. Además, no necesitamos víveres,

por ahora.— Imágenes de sus compañeros muertos fueron recorri-das en forma de película por su memoria. La ira sube desmesurada-mente, imitando los gestos su acompañante ante la mirada delejército.

—Si lo desea, voy y llevo conmigo al Sexteto.—Dave no se ha recuperado todavía de su fractura. Vosotros

siete no hacéis nada contra lo que pudiera haber.—Mi capitana... ¿Puedo preguntaros por qué no hemos decidido

traer al grupo de los HCU?— Un frió calambre recorrió su torso.Abrió las manos y se volvió hacia Elisabeth, sonriendo de manerairónica.

—Son los mejores en combate y quiero tenerlos preparados porsi empeoran las cosas. Traerlos aquí sería un gasto de potencial in-necesario.

—Entiendo. Malditos León y JuanXo...—Si los datos del satélite son correctos, deberían estar en alguna

zona de Europa del Este. No tengas prisa, de una forma u otra aca-

ALBERTO BURGOS SORIA

315

barán aquí...— Nombrarlos es razón suficiente para que su furiafuese desfogada con su ametralladora pesada M249, lanzando va-rias ráfagas al aire, asustando a sus subordinados.

—¿Qué hacemos ahora?—Cuando todos estéis preparados, iremos de ciudad en ciudad

buscando sobrevivientes y los agregaremos a nuestras filas.— Laorden primordial por la cual acudieron a España, un poco arries-gada. Cerró los ojos un momento y caminó hacia el campamento, se-guida de su fiel servidora.— Así podremos reemplazar las pérdidasque hemos tenido a lo largo de este viaje.

—Es una buena idea, mi capitana.— Por lo que se ve, Elisabethhace la pelota cada vez que se presenta la oportunidad.

—Gracias, querida. Ahora ve con tu grupo y descansa un poco.Te llamaré a primera hora de la mañana.

—A sus órdenes.Con exagerada reverencia, se retiró de su lado y dirigió a ayudar

a sus compañeros. Crys se quedó un rato mirando el trabajo queestán haciendo sus soldados y regresó al muelle, buscando su cochepersonal. El Hummer H2 negro se encuentra fuera del barco juntoa todos los demás transportes. Se aproximó a él y pasó sus finasmanos por la pulida carrocería. El frío metal tranquilizó sus penas,olvidándose de congojas que rondan por el corazón. Alzó su intensamirada al cielo y musitó para sus adentros.

—¿Cómo hemos podido llegar a esta situación? ¿Por qué la gentees tan estúpida y sobrepasan límites que no deben?— Mientras mur-mura en voz baja, uno de sus soldados, el comandante Sergey delSexteto de la Muerte, camina hacia ella. Crys no se percató de supresencia hasta verlo de frente, sin retroceder ni un milímetro.—¿Qué sucede, comandante Vasíliev?

—Capitana Rinklen, perdone que la interrumpa, pero quisiéra-mos saber que planes hay. Muchos han terminado y esperan nuevasórdenes.— La grave voz de Sergey retumbó en todo el lugar. Con unúltimo vistazo a su vehículo, lo miró y señaló la ciudad que en el ho-rizonte se dibuja.

ESPÉCIMEN

316

—Los que estén sin tarea se dedicarán a explorar el terreno. Sex-teto y Elisabeth, iréis a esa metrópoli y haréis un reconocimientocompleto.— Su súbdita tiene razón. No hay porqué demorarse más.Cádiz tiene pinta de ser una ciudad muy grande. Si envía a sus me-jores hombres, todo irá bien. Sergey así lo acató.

—Tendrá el informe en unas horas, mi capitana.Con una leve inclinación, el comandante retrocedió varios pasos

y regresó al campamento bajo la atenta mirada de su superiora. Esel hombre más veterano de la tropa y el más experimentado enarmas y explosivos. Alegría de tener tipos como él bajo su mandato.Su tropa ha sido diezmada a la mitad por culpa de esos dos investi-gadores de pacotilla. ¡La puta madre que los trajo! Respiró pausada-mente y volvió sobre sus pasos, retornando al cuartel con el vientomeciendo su bella melena. Injuriar valdrá cuando estén delante desus ojos, suplicando clemencia... Una maldición les caiga encima ylos lleve de lleno al infierno.

Frontera Polaco—Ucraniana, 12:30 PmLos primeros carteles anuncian Jaroslaw, una de las ciudades

fronterizas con Ucrania. Según JuanXo, es el paso más seguro; lazona es valle. El combustible del coche comienza a agotarse, sal-tando el consumo energético. Malditos coches de lujo... Diez kiló-metros antes de entrar a Jaroslaw, repostamos en una gasolineraabandonada, literalmente. Varios infectados acechan, pero no huboproblemas.

JuanXo y yo tomamos gasolina mientras John llena el depósitodel Dodge con gasoil. Tras la corta batalla, Rachel inspeccionó ellocal, encontrando miles de escombros y losas. Sin embargo, no sirvede nada buscar víveres. En el hipermercado de Cracovia nos había-mos aprovisionado al máximo de comida. Llené dos garrafas congasolina y otra para el forense.

Con un calor insospechado, arrimamos en la frontera, obser-vando el mismo panorama anterior de Tarnów o Rzeszów. Las casasy edificios deben ser a pruebas de terremotos; muy pocos presentan

ALBERTO BURGOS SORIA

317

signos graves de deterioro. El problema más grave lo encontramosen las calles. Transportes bloquean todas las salidas y cruces, ha-ciendo imposible el tránsito. JuanXo posee la moto, le es más fácilpasar entre tanto caos. En varias ocasiones lo perdimos de vista,aunque acaba viniendo con malas noticias. Con la ciudad puestapatas arriba, hay que salir y proponer nuevas rutas.

—JuanXo, ¿Conoces una ruta alternativa?—Yo siempre paso por aquí, pero... Hay otro camino.— El tem-

bloroso tono de voz hace sospechar. Señaló al este, justo a unosmontes de poca altitud. No veo ninguna carretera en el horizonte,de modo que confié en su palabra.— Un tramo lleno de curvas yprecipicios enormes.

—¿Quieres matarnos o qué? Me niego, antes voy por la ciudad...—John, si JuanXo dice que hay otra forma de pasar a Ucrania,

iremos por ella, te guste o no. ¿Está lejos?—No, un par de kilómetros atrás. Os advierto que es un trayecto

muy largo y peligroso...—No te preocupes, tendremos precaución.— Mis hermanas pu-

sieron el toque final, convenciendo a mi compañero para iniciar elviaje. Con la ayuda del mapa mostró el recorrido, casi 70 Km demontaña.

—Pues entonces, pongamos manos a la obra.Guardada la guía en la guantera y arrancando motores, encabe-

zamos la travesía por JuanXo. Dejando atrás Jaroslaw, accedimos aun pequeño camino de tierra. Al fondo, se alza el semblante de loscerros, los cuales se acercan. Al principio, no creí que hubiera ba-rrancos y despeñaderos por la certeza de conducir por tierras llanas,pero todo cambió al llegar al primer puente.

Si los ojos no fallan, la altura es inmensa; el río transcurre dece-nas de metros abajo. Ni siquiera nos dimos cuenta de que estábamossubiendo. Suerte que los pilares no cedieron a nuestro peso, la caídahabría sido terrible. Los misiles no afectaron a la estructura. La ver-dadera pesadilla comenzó al cabo de unos minutos. El camino se

ESPÉCIMEN

318

estrechó, angosto y el abismo se presentó ante nosotros. Las curvasson más cerradas y la visibilidad se pierde en muchas zonas. Lyserckme tranquiliza todo el rato, evitando la desconcentración por miparte con ánimos y llamándome valiente.

El miedo es acentuado conforme avanzamos. Para colmo, la víadejó la tierra por las piedras, complicando el avance. JuanXo fuerzala moto al máximo, armando un tremendo jaleo que dan ganas de ta-parse los oídos. El Lotus también hace esfuerzos por subir las em-pinadas cuestas, yendo en primera sin la posibilidad de cambiar asegunda. Rachel imita con el vehículo de John, acelerar a tope y fre-nar a la vez. Por detrás, Christine bota en la parte trasera de los ba-ches. ¿Cuánta gasolina estaremos gastando? Litros y litrosdesperdiciados.

Hubo un instante en el cual el tramo fue recto, pero volvió asubir. Sin duda, escalamos una montaña. ¡Qué mal debe de estar pa-sándolo JuanXo! Al borde del colapso y manteniendo el controlcomo mejor puede. Si llego a saber de antemano lo que nos deparaesta ruta, atravieso Jaroslaw aunque fuese andando. De repente, elDodge queda atrás y John levantó las manos en señal de queja. Seles ha calado el motor; no es de extrañar.

Si hay una enfermedad que odie de verdad, es el puto vértigo. Joder, me mareodesde un tercer piso...

Dos de la tarde, el camino deja de alzarse y comenzó una espe-rada y bendita bajada. Sin embargo, no fue tal y como preví. Elcoche derrapó un montón de veces y el control de estabilidad saltacada dos por tres. Tengo que usar el freno de mano y el de motorpara mantenernos en la calzada. Los precipicios aparecen, ponién-dome más nervioso.

Al fondo se observa una carretera. Deseé con todas mis ganasque la agonía durase poco, pero mis plegarias no fueron escucha-das. Casi cuarenta minutos de aguante; una sesión de curvas cerra-das y exageradas pendientes, sin contar el tiempo que mi manoestuvo agarrada a la palanca de mano. La rueda trasera de la Kawa-

ALBERTO BURGOS SORIA

319

saki da signos de deslizamiento, pero posee un buen conductor queevita tal peligro.

¡Asfalto, por fin! Alegría tremenda para todos. JuanXo aumentóel ritmo del convoy. El cielo fue aclarado por completo, luciendo unsol magnífico. Si no estoy mal informado, hemos tomado el senderoque atraviesa uno de los montes que se ven desde Jaroslaw. Almenos, lo complicado del viaje pasó. Un cartel con letras cirílicas...Bienvenidos a Ucrania.

Sujetando el volante con una mano, cogí la guía y miré nuestraposición actual. Por el aspecto de la carretera, debemos estar en unaautovía o algo similar; una línea negra que atraviesa toda la zona cen-tral de Ucrania. La primera ciudad que se encuentra más cerca esuna tal Lvov, casi a 100 Km. Aceleré hasta ponerme a la altura de miamigo, preguntándole el destino a seguir.

—¿A dónde vamos, JuanXo?—A mi lugar de vacaciones, la preciosa Lvov.— Las sospechas se

hicieron realidad con sus palabras. Por lo visto, está muy contentode volver a su zona de veraneo. Por ejemplo, la sonrisa de su cara escolosal y rebosa de felicidad. Espero que no haya batallas...

—¿Allí te ibas en vacaciones?—Tengo mi segundo hogar fuera de la ciudad. Una pequeña villa

cerca de las fábricas textiles.—¿Pasaremos por el centro?—Claro que sí. No hay caminos que bordeen y echar por la au-

topista del sur sólo retrasará el trayecto.— Se te nota muy conven-cido, lo que me hizo pensar en esa actitud tan simpática y generosa.Por el tono que usas, aquel sitio parece el mejor del mundo.—Quiero ver cómo está tras los terremotos.

—Vale, sigue delante.Regresé a la posición anterior y continuamos el viaje. Mi hermana

preguntó todo el rato sobre qué habíamos conversado, tanto queme cansé, diciéndole que se callara hasta que llegásemos a la ciudad.Para mantener el silencio, mandé que enviara un mensaje al móvil de

ESPÉCIMEN

320

Rachel, indicando el lugar al que nos dirigimos. Abrí un poco la ven-tanilla, algo de aire fresco. De repente, un hambre terrible invadió miestómago y al Espécimen. Hay ganas de comer, pero no puedo cam-biarme con Lyserck en estos instantes.

Cuatro de la tarde. Abandonamos la gran vía para entrar en un ca-mino de tierra que se aleja de los grandes edificios que componenla ciudad de Lvov. Quizás vamos de verdad a la casa de JuanXo,quién sabe. De todos modos, las hipótesis se corroboraron al ver enel horizonte una gran villa, eso sí, medio derruida. La vivienda esmagnífica, no aparenta tener destrozos graves, pero es ruina total.Aparcamos los vehículos frente a la entrada y mi compañero se bajóde la moto en movimiento, deseoso de entrar. Con un suave chi-rrido, la puerta se abrió y dio paso a un gran patio.

Los establos a la izquierda, la casa en la esquina derecha. Rachely Lyserck se emocionaron al enterarse de que posee caballos, perola mala noticia se presentó ante nuestros ojos con cuatro cadáveresequinos cubiertos de paja. Suerte que en aquel momento la propie-dad se halla vacía, hablando de infectados. Con unas pequeñas lla-ves escondidas bajo el felpudo, abrió el gran portón que da accesoa la morada. Encendió la luz y un enorme vestíbulo apareció, llenode ladrillos y con el techo a medio caer.

—Bienvenidos a mi segundo hogar.—¡Es impresionante, JuanXo!— Mis hermanas están boquia-

biertas, ojos como platos. Yo también me encuentro un poco sor-prendido; nunca he visto una casa tan grande, ni siquiera la mía. Memuero de ganas por preguntar el precio de coste, pero Christine seadelantó.— ¿Cuánto ha costado?

—800.000 €, ni más ni menos.— Suficiente para comprar diezcasas en la playa y sobra para un coche de lujo.

La herencia de tu abuelo, ahora entiendo... Lo consigues todo, macho. Sólofalta una mujer que te dé hijos...

¿De dónde coño sacas los dineros? De la gente te puedes espe-rar cosas muy extrañas. El ambiente medieval que se respira es fan-

ALBERTO BURGOS SORIA

321

tástico; paredes pintadas con cal blanca... Demasiado para mí. Con-forme accedemos al interior, las habitaciones dan la sorpresa. Losdormitorios son auténticas salas, la cama no ocupa ni un octavo delcuarto. La cocina, insólita y el salón, digno de un rey. El asombro salede sus casillas como un perro rabioso.

—¿Cómo es que nunca me has hablado de esta casa?— Le pre-gunté con cierto tono de enfado. Se rió y me dio un abrazo que nollegué a comprender. No creas que así te voy perdonar.

—León, lo siento de verdad. Muchas veces he querido invitaros,pero siempre me acabo olvidando.

—No pasa nada.— Rachel y yo tomamos a broma sus palabras,pero a Lyserck no le hizo ni pizca de gracia su explicación. Sin em-bargo, calló y Christine se limitó a bajar la cabeza.

—Perdonad que interrumpa, pero me gustaría saber a qué hemosvenido.— John entró en la charla de la forma más educada posible,con la consiguiente reacción de JuanXo, opuesta a la que siempresuele tener.

—Es verdad, no lo he dicho. Seguidme, por favor.— Todo esmuy extraño y más con el raro comportamiento de mi amigo. Aquíhay gato encerrado.

Se adentró por oscuros pasillos y corredores hasta que detener-nos frente a una trampilla en el suelo de la bodega. Tomó las argo-llas y tiró con fuerza, saliendo una densa nube de polvo. Con la bocatapada, bajamos a un sótano donde se respira un intenso olor a car-bón y cenizas.

—¿Es vuestra sala de torturas o qué?— La ironía de Lyserck lehizo reír a carcajadas justo al llegar a una pequeña habitación. En-cendió la luz del candelabro y salió a la vista un armario antiguo concajones destartalados.

—No temáis. Aquí dentro guardo unas cuantas cosas que nosservirán para combatir con más eficacia.

—¿No serán armas?—Es algo mejor que eso.— Sus ojos en los nuestros y con gran

sonrisa en su rostro, fue señalándonos con el dedo, empezando por

ESPÉCIMEN

322

el forense. ¿A qué viene esto?— León, tú tienes la Hydra y el TH49Ate protege. Yo tengo mi fusil y mi rifle francotirador. Lyserck yChristine, habéis demostrado valor con las escopetas y el lanzalla-mas.

—Hombre, me basto y sobro para sobrevivir...—John, tienes tu revólver pero nuestra Rachel se encuentra poco

armada y así no deseo verte, querida.— El discurso carece de sen-tido. Mi hermana sonrió con dificultad; le va a dar un arma. Sor-prendente que JuanXo se responsabilizara por ella, un gran gestopor su parte. Abrió el armario y apareció una especie de fusil total-mente metálico, el cual brilla con la poca luz del candil. Lo cogió ypresentó ante nosotros.— Esto de aquí es un fusil plasma, diseñadopara futuras guerras.

—Sé cuál es. ¿No prohibieron el uso armamentístico delplasma?— John posee la expresión más extravagante de todos. Picala curiosidad por saber de qué modo lo ha conseguido, aunque esmuy evidente. El dinero hace mucho en los negocios...

—Sí, pero los pocos que se fabricaron fueron vendidos y uno deellos cayó en manos de mi padre. Lo hemos utilizado muy poco, porno decir nada. Sin embargo, es muy seguro, fiable y preciso.

—¿Y es para mí? No voy a saber utilizarlo...— La descripcióntécnica la ha asustado un poco. Es increíble tener un arma tan po-tente y rara. Este JuanXo sorprende cada día más.

—Lo bueno que tiene es que no utiliza miles de cargadores. Conuno sólo se puede diezmar a una población entera con tamaño pa-recido a Múnich.

—¿Cuántos tienes?—Treinta y seis. Hay suficientes para barrer del mapa por com-

pleto a Japón y China.Japón y China... Y toda Europa si te lo propones...—¿Por qué me la ofreces, JuanXo?— Rachel sigue sin fiarse de

las explicaciones que escucha; intentamos convencerla entre todos,terminando por acceder a regañadientes.

ALBERTO BURGOS SORIA

323

Sujetó el arma por la culata y la gélida superficie metálica pro-vocó un calambre en sus brazos. De los cajones entreabiertos cogiómi compañero grandes cajas y vació el contenido en el suelo. Do-cenas de pequeños cubos grises fueron recogidos y guardados enuna maleta.

—Eso sí, te advierto una cosa. Ten cuidado hacia dónde apun-tas. La onda expansiva de choque va en todas direcciones. Te reco-miendo que cuando dispares, te agaches.

—Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta.—Pues está hecho. ¿Os invito a comer o nos vamos a Kiev ca-

gando leches?—Comer es lo mejor, llenamos un poco la panza.— Hay que re-

lajarse de todo lo acontecido. Nos quedaremos un rato aquí y luegoretornaremos el trayecto, al anochecer del siguiente día.

Faltan cuatro horas para que el sol decline en el horizonte; sobratiempo para una corta siesta. Sin quitar los ojos del fusil plasma, lle-gamos a la cocina y JuanXo preparó un excelente cocido con la pocacomida que encontró en buen estado.

Nos sentó de maravilla, tanto que quisimos pedirle otro; inclusoel TH49A está feliz. Con el estómago a rebosar, descansamos en elsalón y cada uno hizo una tarea. Mis hermanas a dormir, tiradas enel sillón, John, leyendo un libro de cacería antigua, JuanXo, fregandolos platos y limpiando la mesa y yo pongo en orden mis recuerdos,observando el paisaje.

La aguja del reloj romano fue girando hasta marcar las nueve dela noche. Por las ventanas no se ve el sol y la oscuridad comienza arellenar la bóveda celeste. Las vivaces llamas de la hoguera quemanla madera mientras ésta cambia su color pardo por el negro carbón.El fuego se refleja en mis ojos y contemplo en él los hechos mássignificativos hasta el momento. JC, el YH56U, Múnich, la mujersuicida... Es imposible deshacerme de sus imágenes.

Avanza la noche y nos retiramos a descansar. JuanXo dejó quemis hermanas durmieran en la cama de sus padres mientras que John

ESPÉCIMEN

324

y yo tendríamos que apañarnos con los sofás. Como es de esperar,eligió su habitación y eso cabreó un poco al forense. Somos invita-dos por primera vez y no se da cuenta de ello. No le di importancia.Concilié el sueño de la mejor manera que pude, dejando la cabeza enblanco.

Mañana siguiente, todos despertados a la misma hora. Sobre lasdoce desayunamos y después, como técnica de relajación, mi com-pañero nos enseñó toda la villa. Aquella edificación rural es una au-téntica mansión, por dentro y por fuera. Tiene incluso sus propiassalidas subterráneas en caso de emergencia. El tono gracioso fuever a Rachel con el extraño fusil en las manos. Pesa tanto que noconsigue tenerlo entre sus brazos.

Las risas y sonrisas nos acompañaron toda la tarde, la cual apro-vechamos también para echar una cabezada. Sin embargo, ésta sealargó más de lo debido. La noche arrimó de lleno en el cielo mien-tras la madera de la hoguera termina de decir adiós. John me des-pertó con suaves golpes y señaló el paisaje de fuera. ¡Joder, coño!Es muy tarde. Hay que poner rumbo a Ucrania; desperté a mis her-manas y JuanXo.

—¿Ya nos vamos?— Inquirió mientras zarandeo a Lyserck paraque abra los ojos de una puta vez. Puse mi vista en él y le ordené quefuese preparando los vehículos, aunque no se movió.

—Rachel y Christine, coged las llaves del Lotus y ayudad.— Conun gran sueño encima, salieron por la puerta de la entrada, boste-zando con disimulo. El forense no se levantó de su asiento a pesarde su sospechosa inquietud.— No podemos quedarnos quietos.

—Lo sé, sólo estaba pensando...— Con un silencioso quejido, seirguió y abandonó la villa, quedándome a solas con JuanXo.

Comprobamos que todo está apagado, luces, cocina... Nada enfuncionamiento. Abandonamos la casa, siendo iluminados por laluna, la cual es ocultada parcialmente por las nubes del horizonte.Llegué al coche y entré, arrancando con prisa.

ALBERTO BURGOS SORIA

325

Mientras sube a la moto, JuanXo nos comentó que debemos atra-vesar Lvov para poder llegar a la nacional que une esta ciudad conKiev. Marcando el objetivo en la guía, abandonamos la villa para re-tomar a la autovía. En el capó cayeron algunas gotas, pero no em-pezó a llover. El tiempo se contiene, como si algo fuese a ocurrir.

La entrada a la ciudad fue de lo más rara; está repleta de infecta-dos. Sin pizca de piedad, atropellamos a aquellos valientes que tu-vieron el coraje de interponerse en nuestro camino. No pudieronseguir la persecución; accedimos a una gran avenida. El asfalto estámuy resbaladizo, especialmente por el río de sangre que surca. Mo-deramos la velocidad sin quitar la vista de los edificios. No se escu-chan aullidos ni vemos señales enemigas. Recorrimos toda la callecon el mayor silencio hasta alcanzar un pequeño cruce. Mediante lamano, JuanXo indicó girar a la izquierda.

Un cartel muestra la vía más corta hacia el centro urbano, divi-sando un gran rascacielos. Los coches se agolpan en su base almismo tiempo que varios cadáveres se hallan esparcidos por los al-rededores. No permitiré otro enfrentamiento. Apagué las luces delautomóvil y agudicé los ojos con la ayuda del TH49A. Por el espejo,Christine mira a todos lados y John reposa. Mi compañero siguióhacia delante, pasando junto a los muertos sin alertar a los posiblesinfectados.

Lvov es muy grande y por momentos pensé en la posibilidad dehabernos perdido. Ventanas rotas y sangre fluyendo... Siendo ciu-dad enorme, debe haber alguien vivo. Me pregunté por María. Nosacercamos poco a poco a la capital del país y quiero saber si conti-núa viva. Si todo sale como preví, alcanzaremos Kiev a mitad de lanoche. Mis ganas de verla son cada vez más fuertes. ¿Cómo habrásobrevivido a la pandemia? ¿Qué hará en estos momentos? Milesde preguntas como esas afloran en mi mente, sin olvidar la conver-sación por radio.

—¿En qué piensas, hermano?— Las palabras de Lyserck retum-baron; eco en el interior del coche. Miré hacia atrás y fijé mi vista enla suya con una expresión seria. No estoy para sonreír mucho...

ESPÉCIMEN

326

—¿Por qué lo preguntas?—Estás muy callado, tanto que pareces una estatua de mármol.—No te preocupes, sólo quiero llegar cuanto antes a Kiev y en-

contrar a la chica.— La engaño. Ella también pareció darse cuenta,pero no dijo nada. No puedo olvidar unas imágenes tan fuertes y ho-rribles en unas cuantas horas. Nadie en su sano juicio lo consigue.

Lyserck, cada vez te noto más tranquila. Me pregunto por qué será ese cam-bio de actitud...

Diez de la noche y cielo despejado. La ausencia de nubes traetranquilidad. Los faros delanteros del Dodge ocupan el espejo re-trovisor y con ellos, la cara de mi hermana Rachel, la reservada ex-presión del forense y de Christine. Lvov no desaparece del paisaje.Sus edificios figuran en la oscuridad, ocultando parcialmente algu-nas estrellas. Pequeños caminos sin asfaltar y lúgubres calles llenasde desolación y sangre. El silencio se rompió al instante con unosgritos al este.

JuanXo se bajó de la moto en la acera izquierda y tomó el fusil.Con la mano, señaló que no nos moviéramos de nuestro sitio. De-tuvimos los coches y mantuvimos silencio absoluto. Abriendo lapuerta de un edificio, entró y lo perdí de vista. Tras minutos de sus-pense total salió y se acercó, tirando al suelo un cargador vacío desu cintura.

—Tenemos un grave problema.— Señaló el bloque y guardó suarma. Se repeinó hacia atrás y bajó el tono de voz, rodeándolo entretodos para poder escuchar.

—¿Qué es lo que ocurre?—Hay muchos enemigos alrededor, pero no se han percatado

de nuestra presencia. Si disparamos, alertaremos a todo el mundo, asíque sacad los silenciadores para avanzar.— De sus bolsillos, sacógruesos tubos y los tendió hacia Rachel, Christine y John. Él pusouno al fusil, pero ni Lyserck ni yo recibimos. Se volvió hacia nosotrosy nos explicó la situación.— No vais a usar las escopetas. León, má-talos tapándoles la boca y tú llevarás esto.

ALBERTO BURGOS SORIA

327

—Como digas. ¿Dejaremos los coches?—No, sólo vamos a despejar un poco la calle. La salida es todo

recto, pero con los enemigos que hay, será difícil llegar.—¿Qué sugieres como plan?— Lo normal para estos casos es

tener una puta buena estrategia, pero él piensa en todo.—Lyserck y yo nos encargaremos de los edificios de la derecha.

Ellas y John irán rematando lo que dejemos y tú te ocuparás de laacera izquierda.

—¿Lo vas a dejar solo?—Tiene al TH49A y eso supera a nuestras armas. Recuerda, ni se

te ocurra utilizar la Hydra.—Lo tendré en cuenta.Frotándome las manos, me dirigí al primer edificio y abrí en si-

lencio. El Espécimen se revolvió y sentí el leve dolor de palmas altransformarse. Observé cómo John se adentra en una tienda de ropaseguido de mis hermanas, concentración en mi objetivo. Estoy den-tro de un gran bloque de cuatro plantas.

Avancé piso por piso, asesinando a todo infectado que hubiese.JuanXo lleva razón, son demasiados. Con sigilo, los cojo por detrásy les corto el cuello con la boca tapada. Para evitar mordiscos inne-cesarios, recubrí mi mano derecha. Muchos de ellos intentan sol-tarse, pero los esfuerzos son en vano. La mayoría son hombres ymujeres de mi edad, pero también hay niños y ancianos.

Tras asegurar todo el bloque, regresé a la calle y arribé a la casade al lado. Lo primero que encontré fue un gran charco de sangre.Una fina hilera proviene de la cocina. Pisando con cuidado, entré yvi un cadáver clavado en la mesa con varios machetes. Homicidio asangre fría, joder... Con la poca luz que alumbra la oscuridad, dis-tinguí el cuerpo de un chico; unos trece años con el pecho abierto.Costillas calcinadas y resorbidas, órganos desaparecidos y esternónennegrecido... Un Espécimen, seguro. Miré a todos lados aunquesin observar nada raro.

—¿Notas algo extraño, TH49A?

ESPÉCIMEN

328

—“No percibo nada.”—¿Ni siquiera alguno de tus compañeros?—“Ninguno por ahora.”—Pues aquí tenemos un indicio. Estate atento a cualquier cam-

bio.Signos muy evidentes. El chaval ha estado sometido a mis crea-

ciones. El pecho no ha sido abierto con un cuchillo, no presenta sig-nos de corte. Más bien se parece a una tajada producida en elinterior, quizás lo mismo que produce el TH49A conmigo. Todoello hace sospechar. Conserva el aspecto humano en varias zonas,pero en la cabeza se contemplan unas protuberancias como las quepresenta el YH56U.

Una rápida hipótesis concurrió en mi mente, provocando varioscalambres por la espalda. Si no me equivoco, un YH56U rondacerca. La incógnita está en averiguar si se halla en su estado adulto.Fuera como fuese, no me agradará mucho tener otra batalla comola librada en la gasolinera.

Terminé de registrar la casa y me dirigí a la siguiente, otro bloquede apartamentos. Mientras voy por la acera, agudicé el oído y lleguéa percibir las débiles vibraciones de un arma al disparar. El chirridode las puertas al abrir casi alertó a un hombre que ronda al fondo delvestíbulo. Me tiré al suelo y esperé sus movimientos. Con lentitud,se acercó a mi posición y tosió varias veces, soltando sangre que sal-picó al enlosado.

Con un rápido ademán, lo cogí de la cabeza y le di varias puña-ladas en el torso. Sus ahogados gemidos dejaron de sonar y tiré elcuerpo sin vida en la alacena debajo de las escaleras. De las plantassuperiores se auscultan bramidos y estertores, lo que indica excesivonúmero de enemigos. Poco a poco, fui despejando cada habitaciónde los pobres y desgraciados habitantes.

Si sus familias vieran mis matanzas, a saber qué harán conmigo... Creo quenada católico.

ALBERTO BURGOS SORIA

329

El problema acudió en el último piso. Una familia compuesta detres hijos con su madre y padre está en el salón. Ninguno tiene inten-ción de salir y entrar a saco sería muy arriesgado. En estos momentoshay usar la cabeza con astucia. Cogí varias piedras y las lancé por el pa-sillo, esperando que alguno de ellos fuera detrás. Tal y como deseo, elpadre y uno de los niños cayeron en la trampa. Sin que se dierancuenta, corrí y los acribillé silenciosamente, ocultándome tras una es-quina.

Otro de los hijos apareció en el pasillo pero no le di tiempo parareaccionar. Sólo quedan la madre y el último de la pandilla. Ella estávuelta hacia la ventana, así que quité de en medio al chico para acabarfinalmente con todos. La sangre gotea de mis manos, me pone ner-vioso; evito mirar. Sacudiéndome el polvo del traje abandoné el lugar.Mi siguiente zona, una librería; algo para leer.

Desde el escaparate se ve al que parece el propietario del local, to-siendo tras el mostrador. Sin cristales ni barreras en los expositores,entre por ahí. Toda librería tiene su típica campana encima del marcode la puerta que alerta la entrada de clientes. Si la hubiera tocado, el in-fectado estaría dando problemas. Como a cualquier otro, lo agujereésin piedad, lanzando el cuerpo a la calle con un golpe sordo.

Tomé un pequeño descanso y ojeé los libros de los estantes. Terror,Stephen King. Ficción, los famosos libros del magnánimo escritor IsaacAsimov. Me gusta mucho ese autor. Justo al lado, las estanterías con có-mics y revistas cuelgan peligrosamente de un clavo. Por el suelo, halléuna publicación del Auto-Bild. ¿De qué coño sirve leer ahora? Salí dellocal; un silbido a mis espaldas retumbó en la calle. Rachel nos indicaque volviéramos a los coches. Nos agolpamos frente a mi compañero,el cual sonrió con satisfacción al oír los testimonios de cada uno.

—El plan es tan sencillo como ir recto a toda pastilla. Los enemi-gos que nos hemos cargado darán algo de tiempo.— JuanXo se en-cuentra muy seguro de su estrategia, pero yo no acabo de verlo claro.Asentimos a la vez y entramos en los vehículos. Él irá primero,abriendo paso con John apoyando desde los flancos y yo cubriendola retaguardia.

ESPÉCIMEN

330

Arrancamos con luces encendidas y comenzó la marcha. Los pri-meros aullidos hicieron su aparición segundos después y aparecieronenemigos al frente y en los tejados. Se escuchó el fuerte estruendo dela Kawasaki al meter la quinta marcha y JuanXo se alejó del convoy.Intentamos seguir el paso, pero su velocidad es altísima.

Infectados se abalanzaron sobre el capó y el maletero; Lyserck re-chazó a los de atrás con la Hydra mientras me deshago de la delanteramediante bruscos giros y frenadas. El sonido de la moto no desapa-rece, aunque su figura sí. Con una gran horda persiguiéndonos, al-canzamos el final de la calle, la cual pasó a ser un desvío hacia la M06.Abandonamos Lvov rápidamente y entramos en plena autovía. Bajéla ventanilla y me coloqué junto a mi compañero.

—¿Siguiente objetivo?—Proseguiremos esta vía pasando junto a Rovno y Zytomyr hasta

converger de lleno en Kiev. Llegaremos en al menos... Dos horas.—La alegría retornó al escuchar buenas noticias. Tanto viaje da sus fru-tos. Por fin veremos a los primeros supervivientes de la pandemia.

—Gracias, JuanXo.Sentir felicidad es algo inevitable. No sé por qué es tan difícil ob-

tenerla, pero acabas alcanzándola de un momento a otro. Las pala-bras “María” y “Supervivientes” atrajeron ese sentimiento a mi mente.Tan optimista y feliz a la vez, puse la radio del coche. Evidente que nohay emisoras activas pero por probar no va a pasar nada. Cambié lafrecuencia varias veces sin obtener resultados.

Cerca de la radiofrecuencia más alta cogí una pequeña sintonía enla que suena música clásica. Eso mejor que nada. Soy heavy, pero hayque ser variado. Me volví y observé a Lyserck dormitar con la bocaabierta. El cansancio hace presencia. También me encuentro un pocofatigado, en parte por asesinar a una treintena de infectados sólo conlas manos. A decir verdad, hasta me duelen.

Oscuridad total y la luna cegada por grandes nubes marrones. Laciudad más cercana, Rovno, arrimamos en hora y media. SegúnJuanXo, un pequeño pueblo de mineros que nadie visita. Pues vamosa hacer igual que todo el mundo y Zytomyr, otro pueblo pequeño y

ALBERTO BURGOS SORIA

331

sin vida. Antes de entrar, tuvimos que atravesar una zona totalmentebacheada. Los fuertes saltos que damos son brutales y mi hermana segolpeó tres veces la cabeza. Con toda mi destreza, mantuve el vehículoen la carretera hasta terminar resoplando. A Lyserck ordené que revi-sara mi móvil por si hay mensajes o llamadas perdidas. Me lo devol-vió al cabo de unos minutos, alegando que está bien, sin cambios.

En el paisaje se observan las supuestas minas que mencionó miamigo. Con los terremotos se han hundido y taponado sus entradas.Ojalá que no hubiera nadie dentro durante aquellos insufribles minu-tos. Encerrados y sin oxígeno... ¡Maldita sea! Las torres de comunica-ción aún funcionan por las luces intermitentes de sus antenas, dudoque puedan enviar señal. Con la visión alejada de las zonas mineras,dejamos la autopista para entrar a una carretera convencional, desvíode la E40.

El primer panel que apareció informó la cercanía de Zytomyr; casia unos veinte kilómetros. El estómago ruge levemente, un hambre te-rrible. Unas cuantas napolitanas de chocolate saciaron al TH49A lo su-ficiente para continuar despierto. Poco más de una hora duró elcamino. Muchas casas incrustadas en laderas y granjas componenZytomyr. Localidad dispersa y abandonada en el valle.

—Casi hemos llegado a Kiev... ¿No te alegras, Lyserck?—No sé qué decirte, hermano.— Se te ve muy callada y ausente,

como si pensaras en algo. Estarás imaginando infectados ardiendo ypegando llamaradas sin cesar. No sé qué tema de conversación sacar...Es difícil hablar con ella; siempre acabamos discutiendo y pegandovoces.

—Estoy cansado de tanto conducir... En cuanto lleguemos a Kievtomas tú el volante y me relajo un rato.

El tiempo pasa volando. Bordeamos las casas que forman Zytomyren media hora a la vez que observamos la desolación que presenta.Fuego por todas partes y grandes humaredas que obligan a cerrar laboca. Doce y tres cuartos; por fin un cartel que da la bienvenida a lacapital ucraniana, Kiev. Enormes edificios y negocios se alzan en el ho-rizonte. Todo ha salido perfecto, menos de tres días desde Berlín hasta

ESPÉCIMEN

332

aquí. El despiste que tuvimos en la villa podría costarnos muy caro.Quién sabe si María sigue viva... No hay que perder la esperanza y conese as bajo la manga, cogimos el primer desvío por el área oeste.

Primeras impresiones que no dejan dudas del horror que obser-vamos. Gente muerta sobre el asfalto y ríos de sangre alegan la mayordesgracia vista en los últimos días. Guiados por JuanXo, giramos a laizquierda en una glorieta y llegamos a la primera calle. ¿Cuál es el jo-dido punto de reunión? No sé dónde vive la mujer. Si le hubiera pe-dido el número de teléfono o la dirección... ¡Gilipollas que soy, joder!Voy a dejar las putas lamentaciones.

Desde su moto, mi amigo señaló los tejados, aunque no observénada. Una cosa es cierta, se oyen gritos desgarradores y muchos au-llidos. Nos espera una gran batalla; será imposible evitarla. Nuestrapresencia ha sido advertida, mierda. No hay vuelta atrás. Con el cora-zón taquicárdico y el TH49A estremeciéndose sin cesar, proseguimosel camino, preparados para afrontar cualquier peligro.

Ucrania infectada... ¡Venga ya, coño! ¡A esto se le llama fiesta heavy metal!De verdad...

SOUTH OF HEAVEN (SLAYER)

“The root of all evil is the heart of a black soulA force that has lived all eternityA never ending search for a truth never toldThe loss of all hope and your dignity

Chaos rampant,An age of distrustConfrontationsImpulsive habitat

On and on, south of heaven...”

ALBERTO BURGOS SORIA

333

La muerte es inevitable. Miras a tu alrededor buscando la salvación pero vesque es algo inalcanzable. Einstein tiene razón, el tiempo es relativo al ob-

servador. Tener la muerte a tu lado te hace más débil y temeroso. La vida te pasapor delante de los ojos como una tira de imágenes supersónicas. Recobro la no-ción en medio de la destrucción que he creado. Es en este momento cuando te pre-guntas ¿Por qué yo? ¿Es culpa mía? ¿Qué hubiera pasado si...? Me río de mímismo pensando así. ¿Quién me iba a decir que provocaría el exterminio de laraza humana? Saca a debate este tema y las opiniones serán unánimes. Recor-demos que cualquier problema tiene su solución. Esa respuesta ha de estar en míy haré todo lo posible para devolver el caos a su lugar.

—Esto está muerto...—Tanto cadáver me da miedo... Lo mejor es salir cuanto antes de

aquí.Aunque dé miedo, sólo es una pequeña parte del principio...Llevas razón. Parece como si en cualquier momento fuese a le-

vantar la ciudad de sus cimientos. Va a ser muy difícil encontrar aMaría entre tanta desolación. A este paso habrá que dejar los cochesy buscarla a pie. JuanXo me leyó la mente. Aparcando cerca de un

335

1 1

O S C U R I D A D E N K I E V , E L A T A Q U E

parque nos reunimos y sacamos armas y munición. Como no puedollevar todo encima, llené mis bolsillos de balas y cartuchos. Johntuvo que portar un rato el fusil de plasma porque Rachel no tienefuerzas para caminar. Christine está en las mismas condiciones. An-duvimos por callejones llenos de niebla y calles pobremente ilumi-nadas por las pocas farolas que funcionan.

No hace falta que mi amigo nos guíe; no conoce la capital. Pordonde pasamos, escombros y edificios derruidos se descubren en lanada y alargando el camino. Cualquiera diría que somos turistas per-didos en medio de una gran ciudad. El tiempo continúa en nuestracontra y reduciendo las esperanzas de poder ver a María con vida.Cada sonido que escuchamos en la oscuridad es una alerta que nosdetiene cada dos por tres. En el centro de una plaza, encontramosbengalas luminosas que sostiene el cuerpo sin vida de un policía conla cara desfigurada. Quizás con ellas logremos dar con los supervi-vientes.

—¿Las encendemos o no?— Pregunto mientras JuanXo revisalos alrededores en busca de enemigos. El forense asintió con rapi-dez pero mis hermanas no estuvieron muy de acuerdo con la idea.

—No sé yo... ¿Y si atraen a los infectados?—Es una posibilidad pero no tenemos otra opción...— El apoyo

de John solo sirvió para que Lyserck y Christine se unieran a la ac-ción. Sin embargo, Rachel se niega.

—No creo que la mujer esa se encuentre muy lejos... La antenade la radio está aquella dirección.— Con su dedo señaló el este yobservamos la torre de comunicaciones. Sus intermitentes parpa-dean en la noche y los cables que unen la estación con los postes seven unidos.

—¿Vamos? Puede que viva allí...—¿Estáis completamente seguros?—No perderemos nada por intentarlo. Sin embargo, dejaremos

los transportes aquí para evitar incidentes. ¿Entendido?A ver si nos va a pasar como en Múnich. Mi pobre Chevrolet Camaro SS...

ESPÉCIMEN

336

Agachan la cabeza en señal de sumisión y sonreí con dificultad.No me agrada la idea de dejar los coches pero no vi otra alternativa.Cada uno recogió su respectivo material y armamento. Dentro de lagabardina guardé varios cargadores llenos de cartuchos y colgué laHydra y el Sturmgewehr en mi espalda. Cuando todos recogieron lonecesario, comenzamos el tramo hacia la estación de radio.

La oscuridad es total. Habiendo farolas, es muy difícil avistar pe-ligros cercanos y más, lejanos. Pueden oírse de casas bramidos y ru-gidos propios de infectados. Menos Lyserck y yo, los demás portanla ventaja de los silenciadores. Bueno, no está mal del todo. Mismanos ya eran en sí armas muy letales y sigilosas.

Mi hermana Rachel porta el fusil de plasma de lado debido a suenorme peso. John se ha ofrecido a llevar los pequeños cargadoresde metal. Christine no deja de asir el M3 y JuanXo comanda la mar-cha, apuntando a cualquier sitio que diese signos de peligro. Paraavanzar con seguridad, evitamos pasar cerca de las viviendas; nues-tro rumbo sigue el centro de la calzada.

Los minutos se consumen poco a poco y la estación se encuen-tra más cerca. Mis esperanzas de hallar la superviviente no son gran-des. Sólo el forense parece sereno; quizás el mordisco ha cambiadototalmente su personalidad. Justo enfrente de una tienda de comes-tibles, divisamos los primeros enemigos con la diferencia de queellos no se percataron de nuestra presencia.

No hay muchos pero decidimos pasar a su lado con mucho si-lencio. Anduvimos por la acera de la izquierda sin dejar de observarsus movimientos. Un anciano se giró bruscamente al oírse un fuertegrito desde un edificio colindante a la emisora. Mi corazón se so-brecogió al identificarlo de mujer. Los infectados corrieron hacia ellugar del chillido.

—¡Hay que moverse rápido!Salimos a toda prisa. No importa si nos descubren, lo más im-

portante es salvar a aquella que pide auxilio. Con brío, corrí hacia laestación dejando atrás a los demás. Adelanté enemigos, alertándolos

ALBERTO BURGOS SORIA

337

y cambiando su sed de curiosidad por otra de muerte y sangre. Deledificio provino un gran estruendo y observé impresionado cómola fachada de las plantas superiores se viene abajo.

Agudicé la vista pero no alcancé a distinguir el número de genteque hay en la estancia. Mis perseguidores se acercaron progresiva-mente. No tengo tiempo que perder y una ráfaga de disparos indicóel apoyo que recibo. De reojo, contemplé un anciano caer al suelo yvarios más. Una bala me rozó el brazo derecho y eliminó a un chicoque acude de frente.

Confianza muy alta; llegué a las escaleras y tiré la puerta abajo.Joder, joder... ¡Vamos, coño! Cables por todos lados dificultan elpaso y se enredan en los pies. Una llamada de auxilio en las plantassuperiores; seguí ascendiendo. De repente, un gran rugido tronó,haciendo temblar toda la infraestructura de golpe.

Me agarré a la barandilla y cayeron del techo losas en mi hombroizquierdo. Sentí la dura piedra chocar contra mi húmero y un in-tenso dolor acaeció en la zona del impacto. Conteniendo mis ganasde bramar, continué el ascenso hasta distinguir una débil voz alfondo de un pasillo. Una gran marca surca el enlosado como si al-guien hubiera arrastrado una motosierra u hoja afilada. Satanásquiera que esos chillidos sean de María...

—¡Que alguien me ayude...!¡Ya estoy aquí, querida!Tomé la Hydra y me coloqué en la entrada sin abrir la puerta. Al

pegar el oído, escuché fuertes pisadas en la sala. Respirando a trom-picones, atravesé las puertas, accediendo a la estancia a la vez queaprieto el gatillo. En la oscuridad retumbó otro bramido y el suelofue sacudido de nuevo. El silencio reinó durante unos segundos perosólo fue el preludio de la que se avecina.

El aire que juega dentro de la sala acabó siendo rasgado y un sil-bido de corte pasó próximo. Me agaché y gateé por donde divisoluz y sombras. Algo siega constantemente el entorno. Las ventanasformaron un fuerte estrépito al romperse en mil pedazos y la sala su-frió una tenue iluminación.

ESPÉCIMEN

338

Entre todas las sombras, distingo la figura de un hombre muyalto, el cual porta una especie de hacha gigante; agitándola horizon-talmente. Me arrastré en silencio bajo escritorios y mesas mientrasel extraño tipo busca a su adversario. A su izquierda palpé una mano.Cogiendo con sumo cuidado los brazos, lo atraje hacia la salida, sinapartar la mirada del nuevo enemigo.

Sus pisadas son excavadoras y los rugidos se parecen a los de unabestia. Cerca de las puertas, me incorporé y las bloqueé, rompiendola llave de la cerradura y colocando un barrote que doblé para hacerun nudo. Menuda fuerza me confieres, TH49A...

Con la primera luz, el rostro de la joven fue alumbrado, contem-plando su belleza. Posee un cabello liso y hermosas facciones atra-vesadas por gran variedad de magulladuras. Aliviado quedé alcomprobar que sólo está desmayada. ¡Por fin tengo suerte! La toméen brazos y bajé las escaleras soportando el frenético dolor de mihombro. Sin embargo, el descanso duró poco. Un tremendo golpeen la planta superior hizo que descendiera a toda velocidad, prote-giendo a la chica como pude.

Abandoné el edificio con fuerte dolor de cabeza y herido portodas partes. La cálida piel de la mujer me da energía para continuarandando. Me alejé lo suficiente de la estación y dejé a la chica sobreel frío enlosado de la plaza. Sin poder sostenerme, me incliné sobreel asfalto y traté de reanimarla. Venga, vamos, no me hagas esto,querida...

Limpié su fina tez salpicada de sangre y con la gabardina la cubrí;la raída ropa no sirve para cubrir todo su cuerpo. Al fondo, se es-cuchan disparos y las tenues voces de mis hermanas pidiendo co-bertura o cargadores. De repente, la joven abrió los ojos de par enpar. Ilusionado estoy... ¡Un superviviente en condiciones! Cambiémi imagen por otra más agradable y sonreí abiertamente. Conmucho esfuerzo, ella hizo lo mismo y cogí su mano en signo de pazy calma.

ALBERTO BURGOS SORIA

339

—¿No serás María por casualidad?— Intenté moderar mi tonoy mis palabras para no asustarla. Asintió levemente con la mano ytosió enérgicamente. Mejor no hables.

—Gracias... Gracias por rescatarme...— Trató de levantarse. Conmi ayuda se irguió y miró al lugar del conflicto. Agarró mi gabardinacon fuerza y se volvió hacia mí.— ¿Es usted quién me respondió...?

Bella e intuitiva. Nos serás útil para las batallas.La pregunta quedó a medio terminar por un colosal desprendi-

miento en la estación radiofónica. La poca estructura que queda dela emisora se vino abajo y el horror se apoderó de nosotros al verentre la nube de polvo la enorme figura del enemigo. La luna hizosu aparición en el momento justo para iluminar al nuevo contrin-cante. Mis sospechas se hicieron realidad al ver en sus enormesmanos un hacha de doble filo de grandes dimensiones.

Con un cuerpo de lo más siniestro, el enemigo rugió estrepito-samente. La cabeza está cubierta con una especie de saco y el as-pecto presentado es comparable a un carnicero. Centró su atenciónen el tipo con melena que tiene delante y levantó el arma en alto.Pedí a María que se apartara y fue a esconderse tras unos coches.Disparé los tres cartuchos de la escopeta e impactaron en el pecho.La sorpresa fue unánime para el TH49A y para mí.

—“Es muy fuerte, no podremos con él.”—¿Qué puedo hacer, TH49A?—“Noto la presencia de varios compañeros YH56U.”—¿Qué quieres decir?No dio tiempo de respuesta. El adversario echó a correr y sin

piedad, trató de cortarme en dos. Ese intento presenta una ligeraidea sobre su descomunal fuerza. El TH49A tornó las manos enmetal e inicié el contraataque. Lo más extraño fue la pasividad de ladefesa por parte del contrincante, no esquivó mis embestidas perosus reflejos van en aumento. Mi instinto y concentración en sus mo-vimientos no me dejan pensar. El único recuerdo que logró pasar esabarrera era la última frase que he oído en mi interior. Este enemigogoza del uso de varios YH56U.

ESPÉCIMEN

340

No obstante, su manera de actuar no corresponde con su natu-raleza. Sin mirar, hice un profundo corte en la cadera y retrocedí va-rios pasos. No sirvió de nada. Con un fulminante ademán, megolpeó con la parte posterior del hacha en el pecho y fui despedidometros atrás. El TH49A retumbó en mi cabeza con quejidos dedolor y me incorporé, quitándome la sangre de la cara.

Sin pausa para reaccionar, llegó y cogiéndome del cuello, melanzó de nuevo al asfalto. Intenté levantarme pero puso su enormepie en mi tórax, cortando la respiración. Con las últimas fuerzas queauné, clavé mis manos en sus voluptuosos muslos. El ataque surtióefecto y muy a mi pesar.

Con varios bramidos, se retiró y rugió. Tomé aire al instante. Elpeor momento fue ver cómo el tipo alzó la hoja de metal, dispuestoa escindirnos. Rodé por el asfalto a tiempo de escuchar cómo elsuelo se agrietó por el golpe, quedando una gran hendidura.

Me erguí rápidamente y volví a plantar cara. Esquivé las embes-tidas y en una ocasión perfecta, agarré el mango de su arma y se laarrebaté, quedando el tipo indefenso. ¡Por fin, maldita sea! Sin em-bargo, sorpresa poder llevarla; a pesar del tamaño, no pesa mucho.Ahora te voy a devolver todos los golpes uno por uno. No obstante,mis ataques no tienen la intensidad que ofrece el adversario. Es mioportunidad de acabar con la lucha.

Evadió mis acometidas con facilidad. Harto de su actitud defen-siva, realicé el último esfuerzo e intenté dividirlo por la cintura. Ce-rrando los ojos, di varias vueltas sobre mí mismo e incrusté el metalen su carne, aunque no dio el resultado esperado. La hoja se quedóa mitad de camino, clavada en el costado derecho.

Lanzando un estrepitoso resoplido, agarró su arma por el mangoy con brío, la sacó. ¡Es increíble lo que está sucediendo! Aprovechólos segundos de confusión que tuve para volver a tirarme. No puedomás. Mi cuerpo no responde y el TH49A no ayuda. Los ojos se nu-blaron durante instantes y de repente, un triple tiro inundó la noche.¿Hydra? Sangre ardiendo me salpicó por el cuerpo y recuperé la vi-sión. Con rabia, observé cómo resbaló el arma de sus manos.

ALBERTO BURGOS SORIA

341

Trató de volverse para saber qué le ha pasado aunque no pudohacerlo. Acabó derrumbándose y cayendo sobre su propia hacha, lacual fue incrustada de lleno en su dorso. Me levanté con el cuerpototalmente destrozado y vi a María con escopeta en mano. Ésta aúnecha humo por los cañones y la expresión de la joven refleja ira ydesesperación. Me fijé en el cadáver que tantos problemas causó,intentando distinguir algún Espécimen, pero sin suerte.

La herida que produje con la hoja metálica rezuma sangre a bor-botones. Por lo visto, ha disparado ahí. Sin darme cuenta, me de-rrumbé sobre el suelo con fuertes dolores en los costados y en laspiernas. María quiso ayudar pero me incorporé antes de que me co-giera. Los disparos de atrás revelaron la continuada batalla que losdemás libran.

Con el físico totalmente magullado, aparté el enorme cadáver yrecogí el hacha ensangrentada. A primera vista, mide unos dos me-tros con el mango de madera incluido. El gran filo de metal se en-cuentra agarrado al extremo por cadenas y está muy oxidado. Megustó tanto que decidí quedármela. El TH49A proporcionó la fuerzanecesaria para poder portar con él. La joven también se sorprendiómucho al ver cómo la levanté con una sola mano.

—¿Cómo puedes hacerlo?—Es una larga historia... Por cierto, creo que no me he presen-

tado. Soy León Vürgos Mähn.— Lo sabe. Me reconocerá comoaquel que respondió en la radio. Su reacción fue muy distinta a laesperada. Se tiró a mis brazos y me abrazó con fuerza.

—¿León Vürgos? ¿De verdad es usted?— Por tu expresión sediría que soy famoso y no de fama malévola. Me recorrió con su en-tornada vista de abajo a arriba. Con es de esperar, se detuvo en misojos y, asustada, retrocedió varios pasos.— ¿Qué le ha pasado en losojos?

Nada en especial, María. Un pequeño cambio... ¡Ay, mi querido TH49A!—No hay tiempo para hablar, María. Nos necesitan atrás.— Con

la mano libre, señalé el fondo de la calle donde se siguen escuchandotiros y voces de mis acompañantes.

ESPÉCIMEN

342

—¿Hay más gente contigo?—Están en apuros. Sigue con mi escopeta; me las apañaré con

esto...— Sonreí de forma irónica y eché el hacha sobre mi hombroizquierdo, a pesar de que no está totalmente recuperado. Con muchodisimulo, vi cómo recargó la Hydra. En sus manos pareces más letal.

Asegurando cada esquina y casa de los alrededores fuimos re-trocediendo hacia la lucha encarnizada de mi gente. La estación deradio y el gran cuerpo sin vida del adversario se perdieron en la os-curidad. El ruido de los disparos fue intensificándose conformeavanzamos hasta observar infectados saltar de tejados y balcones endirección a una plaza.

A lo lejos, pude divisar la silueta de mi hermana Lyserck subidaen un banco y prendiendo a todo enemigo que se acercase con ellanzallamas. Poco antes de llegar al lugar del enfrentamiento, los ene-migos centraron su atención en nosotros. Crujiendo los huesos delbrazo derecho y con la muchacha cubriendo mis espaldas nos pre-paramos.

Los primeros hostiles cayeron a las aceras y nos cercaron rápi-damente. Deseando llegar con mis hermanas, puse el hacha en po-sición horizontal y María se agachó. Comencé a dar vueltas sobre mímismo, cortando el aire; es la mejor opción para abrir paso. Loszombies corrieron hacia mí y los sonidos de carne cortada afloraronen la negrura. Con varios tiros certeros, la joven guarda las espaldassin erguirse.

Cuando el número de contrincantes descendió drásticamente,paré en seco y recobré el equilibrio. Cientos de cuerpos segadosyacen en la calle y el mar de sangre que dejé es horroroso. Sacudí laropa y continuamos el camino, eliminando a cualquiera que pudieraretrasarnos. Al fin, llegamos al parque donde mis hermanas aguar-dan con sus armas en alto al vernos

—¿Dónde te has metido, hermano?— Replicó Christine mientrasRachel me abraza. Coloqué la hoja de metal en los matorrales y fijémi vista en Lyserck, cuya expresión es auténtica locura.

ALBERTO BURGOS SORIA

343

—JuanXo y John, ¿Dónde están?—Nos cubren desde aquel edificio... ¿Quién es?— María se

asomó por mi espalda y saludó tímidamente tras observar el pano-rama de cadáveres y sangre que han armado durante la batalla.Mismo resultado que en la carretera hacia Slubibe. Mi hermana res-pondió de la misma forma sólo que con una sonrisa abierta.

—Me llamo María Simonds, directora de la Universidad de Me-dicina y Biotecnología de Viena. ¿Sois sus hermanas?

—Así es. Yo soy Rachel y ellas son Lyserck y Christine. Esperaque se tranquilice, es muy nerviosa...— Se abrazaron en señal de sa-ludo y me entregó la escopeta aunque la rechacé.

La gabardina quise que la llevara un rato más; no la necesito.Desde el otro lado de la calle observamos a JuanXo y al forense cru-zar, mirando la masacre que he formado. El primero se alegró mu-chísimo de ver a la joven superviviente, pero John no dio señales dealegría; se limitó a bajar la cabeza y estrechar su mano.

—María Simonds... Sé quién eres. ¿No fuiste tú la que juzgó acuatro médicos que esparcieron un bote de ántrax en un hospital dePraga?— Ahora que lo mencionas, a mí también me suena ese su-ceso. Ocupó la portada del periódico local durante una semana haceunos dos años.

Lo único que recuerdo es que de los cuatro imputados escapó elcabecilla de la operación días después de entrar en la cárcel y no loencontraron. Asintió a su pregunta y peinó la castaña melena con lasmanos.

—Esos hombres se formaron en mi universidad y me llamaronpara juzgarlos. Si no me equivoco, León y tú sois el premio Nobelde Ciencias por los famosos Especímenes. ¿Verdad?— Tienes unaintuición y don de palabra que nos dejas impresionados. Lyserckbajó del banco y se unió a la presentación.

—¿Eres la famosa María?— Mi hermana recogió su rizado ca-bello mientras nuestra nueva amiga afirmó con el pulgar. Sonrió condelicadeza y la abrazó también, mirándome fijamente.— Encantadade conocerte.

ESPÉCIMEN

344

—El placer es mío. Me alegra ver que no soy la única viva entodo este caos.

Pues quizás lo seas...—A propósito, hermano... ¿Qué diablos es eso?— Con el brazo

tenso y la mano temblando, Rachel señaló la enorme hacha que re-posa en los setos. Sin darme cuenta, me reí a carcajadas y la empuñéotra vez.

—Un regalo que he encontrado por ahí... Es broma. Ha apare-cido otro enemigo y he decidido quedarme con su arma.

—Con eso podremos abrir paso fácilmente.— Sentenció JuanXoa la vez que paso mis dedos por el filo oxidado y lleno de sangre. Elforense quiso inspeccionarla pero desestimó al comprobar lo muchoque pesa.

—No puedo creer que la lleves con tanta soltura. ¿Es cosa delTH49A?

—¿TH49A? ¿De qué estás hablando?—¿Sabes quién ha provocado este desastre, María?— Quiero ex-

plicarte lo acontecido hasta el momento con el máximo detalle. Paraque fuera descubriendo poco a poco, fui formulando una serie depreguntas retóricas.

—¿Qué quieres decir? Esto lo ha hecho algún terrorista o alguienparecido...— La palabra terrorista no me entusiasmó nada; es la másadecuada. JuanXo fue ayudándola en algunos momentos hasta lle-gar a la cuestión final.

—El mundo ha sido infestado por unos seres creados en un la-boratorio. ¿Se te ocurre alguien?

—Tú has sido el único que ha creado los Especímenes... Esperaun segundo. ¿Tú has sido el culpable?— Mis hermanas dieron larazón y se horrorizó al saber que ha sido rescata por el difusor delcaos aunque en verdad, no es así. ¿Por qué no sales corriendo?— Nolo puedo creer. ¿Qué haces aquí?

—Sé que ahora mismo estás enfadada, pero debes comprenderque yo no he sido el responsable directo.

ALBERTO BURGOS SORIA

345

—¿Hay otro metido en esto?—Sí... Mi mánager Jack Charles Taylor y un militar retirado.— La

situación no es muy adecuada para conversar, por lo que decidí con-tar nuestra historia lo más resumidamente posible. La llevé al bancomás cercano y se sentó a mi lado. JuanXo y los demás se quedaronde pie, detrás de mí.— Yo soy el creador de los Especímenes peroel hombre que te he mencionado me los quitó justo después deganar el Nobel y los esparció junto a un tal ente que elaboró.

—¿Me estás diciendo que él es el responsable?—Yo tengo la culpa en parte por no evitar que nos robase. No

creí que llegaríamos a tal extremo y tras el terremoto, decidí devol-ver a la Tierra su respectiva normalidad.

—¿Cómo puedes decir eso? Vosotros no podéis enfrentaros aseis mil millones de personas... Es absolutamente imposible.— Derepente, sentí un gran ardor en mi interior. El Espécimen desea saliral exterior y me da corte que fuera visto por ella. No obstante, tengoque hacerlo. Mis hermanas me cogieron de los brazos y evitaron quecayese al suelo. Rápidamente, me deshice de la camisa.

—No estamos... Solos... Por lo menos... Yo no...— El calor esmucho más intenso y no consigo detenerlo.

Carraspeé varias veces y María se incorporó de inmediato, retro-cediendo varios pasos. Sus ojos no dan crédito a la visión que estáobservando; una escisión en mi garganta que desciende por el tórax.De mi boca emanó gran flujo de sangre al toser.

—Ahora verás al mejor Espécimen que hemos erigido.— JuanXono se movió y apartó la vista de mi tronco. Grité con fuerza y Ra-chel me tapó la boca.

El pecho se abrió, mostrando costillas. La partición llegó al finaly el fresco aire volvió a refrescar mis entrañas. La joven chilló y cerrólos ojos. La escena es asquerosa pero no evitó la inmunda vista. ElTH49A hizo presencia con su deforme cuerpo y se revolvió sin cesarante la poca luz que ilumina el parque. El dolor cesó y respiré pau-sadamente.

ESPÉCIMEN

346

No hace falta que mires, para vomitar están los demás...—No te asustes... No te va... A comer...—¿Por qué lo llevas contigo?— Con los párpados de par en par,

observó mis órganos y la extraña criatura que habita sobre ellos.La cola hizo vaivén sobre mis pulmones y el color negro se cer-

nió sobre el TH49A. María está al borde del colapso. Entre mis de-claraciones y la visión que tiene su corazón late al ritmo de unFórmula 1. Al fondo de la calle, se escucharon varios jadeos que nosalertaron aunque no apareció ningún enemigo. Tras breves minu-tos, el Espécimen se escondió detrás de los pectorales y el tórax co-menzó a cerrarse con el mismo dolor con el que se ha abierto. Menoto algo más vivo y aliviado. La escisión llegó al término final y elmusculoso pecho quedó a vista de todos.

—Ya ha... Pasado todo. He recuperado mis fuerzas. ¿Cómo tengolos ojos, JuanXo?

—Mira hacia la luz... Siguen con su típico color rojo. ¿Te en-cuentras bien?

—¿Qué te ocurre en los...? ¡Oh, Dios mío!— Se acercó a mi ros-tro y al fijarse, la luz se reflejó en mis córneas coloradas. Contuvo lasganas de gritar y se derrumbó de rodillas sobre el suelo. Siguió mispupilas y se puso la mano en el pecho.— Eres un monstruo...

—No digas eso, María. Sin la ayuda de mi Espécimen, ya estaríanmuertas y él no viviría para contarlo.— Por poner ejemplos, señaléa mis chicas y John. Cada uno afirmó mi respuesta recordando su si-tuación en la cual los salvé.— A ellas casi las matan delante de misojos y a mi amigo por poco lo devoran vivo.

—Aquí tienes la prueba.— El forense enseñó la mano vendaday manchada de sangre. Eso fue suficiente para convencerla. Con pa-ciencia, se sentó a mi lado y subí la vista hacia el cielo oscuro.

—Son momentos duros los que estamos pasando y sé que duele.Espero que comprendas mi dolor cuando veo a una de mis queridascreaciones dentro de las personas y causando daño y destrucción.

—Entiendo tu sinceridad pero esto podía haberse evitado...

ALBERTO BURGOS SORIA

347

Evitar es una palabra mentirosa. Sólo provoca problemas y esfuerzos inne-cesarios.

—Lo sé, pero no hay vuelta atrás. Ahora quiero que te vengascon nosotros y nos ayudes a remediar esta situación tan compli-cada.— Mi obligación es salvar a todo aquel superviviente que ha-llásemos y ponerlo a salvo. María no dudó ni un instante en aceptarmi oferta; cogió la Hydra y recargó.— Con esto solucionado, lo másimportante ahora es salir de aquí...

—Antes tenemos que recoger a mi marido. Vive no muy lejos dela estación de trenes y temo que pueda haberle pasado algo. Llevosin verlo desde que contacté con vosotros.

—Entonces vayamos por él.— Una sonrisa se dibujó en cadarostro y recogimos el armamento. JuanXo se quedó embobado alverme caminar con el hacha sobre el hombro. La examinó duranteunos segundos y concluyó en que es el arma perfecta.— Los cochesse quedarán aquí para evitar más peleas de las que vamos a librar.¿Cómo se llama tu chico, María?

—Josh Martí. Se alegrará mucho de veros aunque...—Hay que contarle todo lo que te he dicho. Mantener el secreto

sólo traerá más problemas y será lo último que pueda sucedernos.La calma y el silencio nos acompañaron durante casi todo el tra-

yecto. Nuestro destino se halla cerca pero los enemigos trataron derodearnos por diversos callejones. Evitando el uso de las armas parano dar jaleo, pusimos las esperanzas en mi magnánima arma. Conmucha facilidad, abrí camino cortando gente a cada paso. Le voy co-giendo el truco a manejar un instrumento de matar tan grande.

La sangre empapó totalmente la hoja metálica y sentí como res-bala el mango de madera por ella. JuanXo me apoyó con su fusilequipado con el silenciador cada vez que dejo algún infectado. Paraser más efectivos, encabecé el grupo con María a mi lado como guíay mi compañero cerró la marcha, cubriendo la retaguardia junto aJohn.

ESPÉCIMEN

348

Grandes pancartas publicitarias y paneles informativos distraennuestros ojos del horroroso paisaje que se presenta. Tal y comoMaría nos indicó, aquel lugar es la estación de trenes, exactamentela zona de carga y descarga. No es necesario que nos lo dijera, tre-nes y vagones se ciernen sobre los doblados e inservibles raíles dela vía. No se ven signos de peligro ni obstáculos; todo está muy tran-quilo.

Caminamos entre destrozos y escombros sin perder de vista loque antes eran auténticos andenes. Tuve que andar todo el rato conel hacha en alto para evitar roces con los transportes y alertar ene-migos. Mis hermanas se ofrecieron a llevármela por si me encuen-tro cansado, pero no quise. Mis heridas durante la pelea con elextraño tipo me han dejado muy mal, sin embargo, el TH49A parecetrabajar en su saneamiento sin descanso.

María señaló una ventana al lado del último andén en la cual sevislumbra una débil luz. Manteniendo el silencio, llegamos a unadestartalada puerta y llamó con los nudillos. Un gélido aire del norteme hizo temblar; el suspense es máximo. Se escuchan pasos al otrolado. Una grave pero sutil voz preguntó nombre.

—¿Quién es?—Soy yo, cariño... Traigo ayuda.— Ante la respuesta, la puerta se

abrió y un hombre apareció. La joven y él se abrazaron y besaron de-lante de nosotros, dejándonos atónitos. Mis hermanas se sonroja-ron ante el gesto y John apartó la mirada. Fui el único que observófijamente el panorama. Cabello rubio y fino pero a la vez, dema-crado rostro son los rasgos más característicos aparte del serio tonoque posee. Tiene pinta de ejecutivo de alto rango. Tras el delicado sa-ludo con su mujer, puso sus ojos en nosotros.— Te dije que la bús-queda daría resultado...

—León Vürgos, encantado.— Siendo el primero en estrechar sumano, sonreí y dejé el turno a los demás.

—JuanXo Märtinez, científico y mayor colaborador de “Investi-gaciones Vürgos.”

ALBERTO BURGOS SORIA

349

—John Mutan, forense de la policía federal alemana.—Somos las hermanas de León. Yo me llamo Rachel y aquí tie-

nes a Lyserck y Christine. Es un placer conocerte.—Lo mismo os digo. Yo soy Josh... Josh Martí.— Tras la cordial

bienvenida, entramos dentro de la casa y nos guió hasta el salón. To-mamos asiento en los destartalados sillones de la habitación y Maríafue por algo de comer a pesar de que ninguno tenemos apetito. Elmarido parece un buen tipo aunque un poco tímido. Seguro que espor estar rodeado de un montón de personas desconocidas.—¿Dónde la encontrasteis?

¿Dónde la conociste tú? Vaya pareja hemos encontrado y veo mucho amor...—En la emisora de radio. Contactó con nosotros hace tres días

y vinimos lo más pronto posible.— Siendo su cónyuge, no debomentir. Le conté toda la verdad con el máximo lujo de detalles. Oyecon mucha atención y mira de vez en cuando, por la ventana, el os-curo cielo.

—Os agradezco que la hayáis salvado. Estaba muy preocupadoy no podía salir ya que la estación se encuentra llena de... Esascosas.— Está haciendo referencia a los infectados y demás seres.Cruza constantemente los dedos y lo noto muy inquieto. Cada vezque fija sus retinas en mi arma, tiembla con brusquedad. Lyserck rióde su actitud, pero recriminé su conducta con una de mis famosasmiradas que hielan la sangre. Además, con los ojos rojos se intensi-fica la magnitud de mi enfado.— Escuché disparos a lo lejos y estuvea punto de salir. No me perdonaré que le pase algo.

—Los tiros eran nuestros. No te preocupes, nos cargamos atodos.

—Es una gran noticia. Pensábamos irnos de aquí en unos díaspero no tenemos coche ni nada para abandonar la ciudad.

—Todo está solucionado. Si quiere, puede venir con nosotros.Su mujer ha decidido acompañarnos y espero que usted haga lomismo...— Mi oferta sonó más a una advertencia como más tardeme comentaría JuanXo, pero no pude moderar el tono en aquellosmomentos.

ESPÉCIMEN

350

No obstante, Josh no tardó en aceptar al igual que hizo su es-posa una hora antes. La llama del candelabro vibró y un poco deaire entró por la rendija de la ventana. Un extraño silbido provinodel exterior pero no le di importancia. No debemos estar aquí...

—Perdone que pregunte, pero... ¿Son ustedes los famosos cien-tíficos que crearon los Especímenes?— Evidente que preguntes. Nohe cambiado mucho. Del mismo modo que María nos planteó esacuestión, respondimos un pequeño gesto afirmativo con la ca-beza.— Estoy muy seguro de haber visto sus caras en la televisióncuando se celebraron los premios Nobel... Creo recordar que os lodieron...

—No se equivoca, Josh. Somos los galardonados de este año ytambién los descubridores de los Especímenes.— Con mentiras nollegamos a puerto. Corroboré sus suposiciones y cabeceó ligera-mente. Es el momento de ponerlo al día, mandé mis hermanas aayudar a María y nos quedamos los cuatro hombres en el salón.—Estáis en una situación muy complicada.

—Ya lo sé. Desde que la gente comenzó a caer tras el terremotoy a convertirse en esos seres, nuestra vida se ha truncado mucho.Tuvimos una mala experiencia antes de llegar aquí...

—Míreme fijamente y no se asuste.— Con la orden se acercó yme iluminó la cara con la lámpara. Cuando vio mis colorados ojos,la soltó, rompiéndose en mil pedazos sobre el tapizado suelo y pro-duciendo un fuerte ruido a cristales rotos. Tembló bruscamente y sedesplomó sobre su asiento, tocándose el pecho ante los frenéticoslatidos de su corazón.

—¿Qué eres?—Un humano. Sin embargo, llevo una de mis creaciones en mi

interior que me ha conferido este aspecto. Él te lo explicará mejor.—Sabes que León es el creador de los Especímenes y por acci-

dente, porta en sus entrañas uno.— JuanXo trató de explicar mi si-tuación pero Josh no atendió a razones desde que tranquilizó suritmo cardíaco. Se levantó y retrocedió hasta la puerta, señalando elexterior que se observa por la ventana.

ALBERTO BURGOS SORIA

351

—No puedo creer semejante historia, es imposible. La gente quehay fuera tiene la misma apariencia que tú...

—Así es, pero nos ha salvado varias veces y gracias a él estamosaquí.— El forense se unió a la conversación con una defensa a ul-tranza que lo convenció en parte. Con tranquilidad y manteniendola calma, volvió a sentarse en su sitio. Cruzó las manos y comenzóa maldecir por lo bajo.

—Llevo tres días sin ver a mi mujer por vosotros y podrían ha-berla matado. Todo por intentar buscar ayuda... ¡Por poco no locuenta!— Su rabia explotó en una bomba de insultos y me criticóduramente, alegando que fui el responsable de que ella arriesgase suvida inútilmente.

—¡María ha hecho lo mismo que nosotros! Debes de entenderque...

—¿Cómo que entender? No quiero perderla y si sigue así, va apasar lo que más temo... ¡No entendéis mi situación!

—Josh, si os venís con nosotros te puedo prometer que no co-rreréis peligro...

—¡El peligro no tiene nada que ver! ¡Casi pierdo a la persona quemás amo en mi vida y todo por tu culpa...!

—¡Te recuerdo que León la salvó de morir, así que tenle algo másde respeto!— Sin avisar, John alzó su mano y golpeó a Josh en la me-jilla derecha, propinando una enérgica bofetada. La fuerza fue la su-ficiente para tirarlo al suelo. Lo ayudé a incorporarse aunque midefensor lleva razón. Si no llega a ser por mí, María habría fallecidoa manos del extravagante ser. Comprendo a la perfección tu enfadopero así no conseguirás nada.— No vuelvas a levantarle la voz.

Eres mi Satanás, John. Toma genio; ni yo lo hubiera expresado mejor. Aun-que tampoco hace falta emplear la fuerza...

—John, ya basta. Entiendo tu furia pero no es el momento parasacarla. El mundo se encuentra sumido en un caos provocado, engran parte, por mí y necesito que gente como tú o tu mujer me ayu-den a remediar el desastre.

ESPÉCIMEN

352

—¿Has sido tú el causante de todo lo ocurrido?—De forma indirecta. Mi supervisor Jack Charles Taylor robó

casi todos los Especímenes y los diseminó por la Tierra.— El nom-bre de mi mánager hizo mella en sus recuerdos. Abrió los ojos comoplatos y se sorprendió mucho al oír el nombre. Desde la cocina es-cuché a Lyserck maldecir su suerte y ordené a John que fuera a verqué ha sucedido.

—¿JC trabaja contigo? ¿No se ha retirado?—¿Retirado? ¿Qué quieres decir?— Parece que sabes algo y

tengo intención de sonsacártelo poco a poco. Sus declaraciones nosdejaron impresionados y JuanXo se paseó por toda la habitación sindejar de agitar los brazos.

—Taylor trabajaba para la empresa GREDAPH, pero cuandoésta cayó... Desapareció sin dejar rastro alguno.

—No consigo unir tanta información... Faltan demasiadas pie-zas.— Si la información no está equivocada o trastocada, JC nos haestado engañando durante el tiempo que trabajó en mis laborato-rios. No creo en la historia, es como si te hubieran anunciado lamuerte de tu propia madre el día de tu cumpleaños. Mi compañerosiguió indagando hasta que pareció dar con la clave indispensabledel puzzle.— ¿Y si nos robó los Especímenes para vengarse denosotros por lo de GREDAPH?

—Es posible, pero no tenemos ninguna prueba.—¿Sabes algo más, Josh? ¡No nos mientas!— Con su furia aflo-

rando durante instantes, JuanXo lo cogió de la camisa y levantó unosmilímetros del suelo. Él se mantuvo sereno, actitud que aumentó laira de mi amigo. Temiendo lo peor, los separé y volvimos tomarasiento.

—Sé mucho sobre JC, ya que... Trabajé con él en GREDAPH.Estoy hasta la polla de que los problemas del pasado sean recordados cada

dos por tres. —Josh, por favor, cuéntanos todo lo que sepas. Es muy impor-

tante para mí conocer sus antiguos años.— Reunió sus fuerzas y or-

ALBERTO BURGOS SORIA

353

denó pensamientos, mirando por la ventana una última vez. Johnregresó al salón y escuchó el relato. JuanXo y yo pusimos nuestraatención en cada una de las palabras que suelta por su boca.

—Como os he dicho, trabajamos juntos durante cuatro años. Alprincipio, era un hombre sencillo y amable que estaba dispuesto atodo. Se podría decir que éramos muy amigos aunque pocas vecesnos ayudó; le gustaba bastante estar y trabajar solo.

—Todo contrasta con nuestra visión. Cada vez que iniciamos unproyecto, siempre es el primero en poner la base y el presupuesto.—¡Puto mentiroso! Intenté atar los cabos sueltos que se interpretande su historia pero sin éxito. Tal y como dijo JuanXo, necesitamosmás cosas de su pasado.

—Seguimos así hasta que se produjo la gran división del perso-nal. El equipo más avanzado de investigación creó una especie de serque tenía la capacidad de regenerar tejidos de cualquier tipo, fuesenanimales o vegetales; vivos o muertos. Se formaron dos bandos, unoque apoyó el uso de ese descubrimiento y otro que pedía investiga-ciones más profundas antes de ponerlo en práctica. Por supuesto, yoestaba en contra de su uso.

—No lo digas... JC se encontraba en el otro bando.—Exacto.—¿Eso no fue lo que se conoció como el motín de los científi-

cos?— Alegué, acordándome de ver en televisión una convención deinvestigadores protestando contra los métodos de GREDAPH y susextraños desarrollos.

—Los fundadores Gryhorn y Edwards solucionaron el problemade forma radical con el despido inmediato de aquellos que quisieronponer en práctica el nuevo ente. JC no fue una excepción.— Todoes muy raro. JC en GREDAPH, un ente que regenera cualquiercosa... ¿Y si pudiera ser el mismo con el cual ha infectado a la Hu-manidad?

Pues ahora es más conocido que la antigua canciller alemana Ángela Mer-kel...

ESPÉCIMEN

354

—Josh... Si es cierto lo que nos cuentas, ahora mismo tienes a tualrededor un mundo infectado por el susodicho ente.— Mi senten-cia horrorizó su visión hasta el punto de no seguir hablando. Es lacruda realidad y debes aceptarla, a pesar de haber trabajado en sudesarrollo.

—¡Dejad de conversar que toca comer!— María apareció en lapuerta con platos y cubiertos acompañada de mis hermanas. Su lle-gada alivió la fuerte tensión de la sala y dejamos la interesante his-toria para ayudar a poner la mesa. Luego seguiré escuchando...

—No hay nada como una buena sopa para llenar el estómago.—Reímos a la vez y tomamos asiento en torno a la olla. El TH49A sealegró de saber que por fin va a cenar y volvió a dar señales de vidacon finos movimientos.

Cada uno cogió su ración y comenzamos a degustar los excelen-tes fideos en una noche llena de gritos y suspense. Nadie habló du-rante la cena, sólo miradas indiscretas entre nosotros y algún queotro carraspeo. John se limitó a sorber sin apartar la vista de la ven-tana. Se le ve inquieto; JuanXo está igual. Justo al salir María delsalón para recoger el postre, el reloj romano del estante tocó la unade la madrugada. Cualquiera se sorprendería de vernos comer tantarde.

Tras acabar la velada con piezas de fruta, regresamos a los sillo-nes y guardamos silencio. Muchos aullidos llegaron a nuestros oídosy con más frecuencia conforme pasan los minutos. Me da la sensa-ción que esta casa no es un lugar seguro y los demás parecen opinarlo mismo. Con bastante disimulo, mi amigo me pasó una nota pi-diéndome que levantásemos el vuelo lo antes posible.

—¿Cuánto tiempo lleváis aquí, Josh?—Media semana... Más o menos. Este apartamento no es nues-

tro... Es una historia muy larga.—Entiendo, aunque me gustaría saber qué coño hacéis aquí.—

No es por sacar tema o iniciar conversación; me interesa saber dedónde son y cómo han llegado hasta Kiev, suponiendo que no sonsimples paisanos.

ALBERTO BURGOS SORIA

355

—Los dos vivimos en una villa cerca de Viena pero en el trabajo,me ofrecieron este apartamento durante un congreso en Lvov. Unpoco antes de los terremotos, decidimos venir, aunque se fue al ca-rajo y para permanecer a salvo, nos ocultamos en la vivienda.

—“Presencia de mis hermanos.”—¿A qué distancia?—“Se aproximan con rapidez... No vienen solos.”—¿Qué ocurre, León?—Recoged lo necesario y salid en silencio; nos han visto.— Mi

veloz reacción los despertó del pseudosueño que sufren y nos pusi-mos en pie. Si el TH49A no miente, el peligro acecha en forma deinfectados.

—¿Te lo ha dicho el...?—Sí. Josh, María, coged vuestras cosas. Hay que salir lo más rá-

pido que nos sea posible.—¿Qué es lo que ocurre?— María acató mi orden y tomó ense-

res de los armarios mientras su marido nos mira con cara de incre-dulidad. Agarré el mango del hacha y la apoyé en mi hombromagullado. Gotas de sangre mancharon mi traje. Otra batalla hayque librar...

—Vienen a por nosotros, Especímenes y hordas de infectados.—¿Cómo lo sabes?—No hay tiempo para preguntas. ¿Tienes algún arma?—Creo que hay una pistola en el dormitorio...— Con voz grave,

le dije que fuera a por ella y mis hermanas salieron al pasillo empu-ñando su respectivo armamento. JuanXo y el forense ayudaron aMaría a meter la ropa en la maleta y abrí la puerta de salida.

—¿Tenéis cargadores o munición?—Rachel, dale unas cajas. Venid que os cuente.— Fui rodeado en

círculo y tosí varias veces, afinando un poco el tono mientras Joshobserva detenidamente las balas de su pistola y llenó el cargador.

—¿Qué plan tienes, hermano?El de toda la vida. Salir pitados y reventar cráneos enemigos.

ESPÉCIMEN

356

—Ya sabéis que el TH49A no se equivoca, de modo que iré de-lante y trataré de abrir camino hacia los coches. María, como sabesllegar a la estación de radio, nos guiarás.— Asintió con firmeza y re-cibió de mi socio el fusil que cuelga de su espalda. Todo el mundose encuentra armado y listo para enfrentarse a cualquier situaciónBajamos al vestíbulo y agarré el pomo.— Vosotras y John iréis cu-briendo la retaguardia y Josh te ayudará a localizar blancos.

—Espero que tengas buena vista nocturna...— No le hizo muchagracia su chiste, pero sonrió para disimular. Lyserck quiso llevar unrato el hacha pero le indiqué que no, en parte porque ella sola nopuede con semejante arma. ¡Ingenua eres, hija mía!

—Entonces, volvemos a la radio y de allí a nuestros vehículos...Muy bien.

—No quiero distancias y para los nuevos, disparad a la cabeza.—Mis últimas palabras fueron la sentencia final para la pareja, quienesse miraron el uno al otro y suspiraron profundamente. Hay queaceptarlo...

La noche continúa igual de terrorífica. Abrí la puerta de par enpar y tras asegurar el trozo de calle, nos alejamos de la vivienda enel orden establecido. Un extraño olor a sangre y cadáveres agravó elaire. Se pueden escuchar múltiples jadeos y pasos en todas direccio-nes, confirmando la presencia de enemigos.

La estación de tren se halla en el mismo estado que la primeravez; eso alerta. Al fondo, se observa gente merodear entre los va-gones. El único problema es que hay que pasar por allí. Según María,las otras salidas están selladas por derrumbamientos, del tal modoque crují mis dedos. El conocido dolor de mis cantos volvió a apa-recer y avanzamos con suma cautela.

La embestida fue instantánea. Apenas dimos unos pasos cuandovarios hostiles saltaron de tejados y balcones, corriendo hacia nues-tra posición y alertando a los demás de la zona. Empuñé el mangopor el extremo y blandí la hoja metálica. Con María señalando el ca-mino, fuimos abriendo camino a fuerza de limpios cortes y conti-nuos disparos.

ALBERTO BURGOS SORIA

357

La luna no aparece en el firmamento y su luz es una gran ventajapara visualizar la calle. No obstante, poseo la opción natural que meofrece el TH49A. Cada vez arriman más infectados y nos fueron ro-deando poco a poco. Al fondo del andén se observan hordas ene-migas, de modo que buscamos otra salida.

—A la segunda planta; podemos saltar a la calle mayor...La joven se adelantó y corrimos tras ella, tropezándonos con es-

combros y restos del suelo. De repente, un hombre con los brazosmutilados se abalanzó sobre María. Con audacia, segué la cabeza yse incorporó con la ayuda de su marido a la vez que me da las gra-cias. Parpadeé varias veces quitándome la sangre de los ojos y mandéa mis hermanas al frente para protegerla.

Me puse el último de la fila y asesiné a todo aquel que tuviese elcoraje de atacarnos. El cansancio pronto hizo mella en mi cuerpo ynoté cómo el hacha va adquiriendo peso. Con fuertes jadeos, alcancéla segunda planta del edificio escogido por María y JuanXo cerró lapuerta, rompiendo la cerradura.

—A este ritmo nos costará tiempo llegar a los coches. ¿Qué pro-pones, León?— Mi amigo miró alrededor mientras me siento en elenlosado, soltando mi arma y tosiendo con frecuencia. Rachel yChristine advirtieron mi estado y volví a ser rodeado. No me sucedenada malo...— ¿Qué te ocurre?

—Estoy muy... Fatigado... Creo que no es por el TH49A... Peropor si acaso... Voy a preguntarle...— Centré mi mente y generé elprimer pensamiento, en el cual formulé la cuestión. Mi Espécimenno tardó en responder, ya que también está en la misma situaciónque yo.

—“Tanto movimiento me debilita. Necesito sangre de mi espe-cie.”

—¿Dónde podemos conseguirla?—“En cualquiera de mis hermanos.”—¿Y bien? ¿Qué te ha dicho?— Lyserck me levantó del cuello

con energía y sonreí, quitando importancia a su preocupado rostro.Un hilo de sangre resbaló por mis mejillas, el cual sequé con la mano.

ESPÉCIMEN

358

—María... ¿Te acuerdas del hombre al que nos enfrentamos en laradio?

—¿Te refieres al tipo del hacha?—Sí... Me tenéis que llevar hasta él.— Salvo ella, todos los demás

no entendieron la petición. Si no recuerdo mal, aquel ser está com-puesto de varios de Especímenes. Por lo visto, la sangre derramadaservirá para mi completa recuperación. Agarré el arma y caminéhacia la puerta del fondo agrietando el suelo con el metal.

—Te ayudo.— El forense me sujetó por el brazo libre y losdemás se colocaron tras de mí. Por atrás, se escuchan los gritos deansiedad de los infectados, los cuales trataron de tirar la entradaabajo. Previendo que en algún momento lo harían, salimos rápida-mente de la sala y volvimos a atrancar la zona de salida.

Los oscuros pasillos y estrechos pasos dificultan la salida. La luzse hizo de nuevo al entrar a una habitación repleta de ordenadores.Las ventanas iluminaron lo suficiente para observar el contexto. Sino estoy equivocado, por los cristales se vislumbra la estación deradio, o por lo menos, la parte que aún queda en pie. La explanadadonde me enfrenté al enemigo se encuentra justo debajo.

—Esperadme aquí... Soy yo el que tiene que ir...—De eso nada. Si tú vas, nosotros también.— ¡Cómo me que-

réis! No quisieron separarse. Esbocé una pequeña sonrisa y measomé al exterior. La altura es considerable, pero bastante para rom-perme las piernas.— ¿No pensarás saltar?

—No hay otro modo... Vosotros me cubriréis desde aquí ycuando os lo indique, seguid hasta bajar y reuníos conmigo.

—¿Vas a ser el cebo de toda la manada?— Rezumó furiosamenteChristine, a la cual costó comprender la estrategia, así que me subíal alféizar y lancé el hacha al vacío, produciendo un estruendosoruido metálico al chocar contra el suelo. Es mi turno.

—No os preocupéis por mí... Estaré bien.— Mis sinceras pro-mesas no logran convencerlos y gasto tiempo.

ALBERTO BURGOS SORIA

359

Allí está el hijo de puta de antes, justo al frente. Con el corazónen un puño, cerré los ojos y me lancé al vacío, cortando el viento.Con las manos abiertas, aterricé en el frío asfalto, notando gran doloren las palmas. ¡Me cago en Dios! Algún hueso roto... JuanXo y Ra-chel animaron desde arriba para que me levantara. ¡No consigo oír,mierda! La caída me ha dañado los sentidos.

Tomé incorporación gracias a una farola y recogí el arma. ¡Ca-dáver frito! El cuerpo sin vida se halla en el centro de la plaza, elmismo lugar donde luchamos. Incluso los pies malheridos; caminéhaciendo ochos. ¡Mala suerte, joder! En la zona de la estación con-templé a infectados acercándose a gran velocidad. Aligeré el paso ydetrás sonó un disparo. Es el momento de que todos y cada uno delos supervivientes entren en acción.

¡Vamos, León! No me seas cobarde; es por el bien tuyo y de la Humanidad...Mientras mantienen a raya las hordas enemigas, fui aproximán-

dome al charco de sangre que aún emana del cuerpo. ¡Vaya olor quedesprende! En los últimos instantes, tiré el hacha y me arrodillé allado. Temeroso de lo que fuese a suceder, empapé mis manos en elcaliente fluido rojo y me lo acerqué a los labios. ¡Qué asco! Vaciléunos segundos, pero un estremecimiento en el pecho me obligó abeber de un trago. Es un sabor muy raro... Es agua llena de bicar-bonato o ácido sulfúrico. No obstante, los efectos comenzaron apronunciarse de manera instantánea.

El tórax ardió y mi cabeza empezó a dar vueltas. Jadeé con fuerzay me retorcí sobre el suelo, evitando gritar. ¡Voy a morir! Los vio-lentos movimientos del TH49A son martillazos sobre el corazón.La vista se nubló y las piernas se movieron por sí solas. De fondo,creí escuchar las voces de mis hermanas chillando mi nombre y esodesconcentró mi atención. Los huesos aparentan derretimiento ylos dolores no cesan. Por la mente, pasaron miles de imágenes desdeque era joven hasta ahora, intercalándose entre ellas.

Casi cinco minutos y mi Espécimen dejó de moverse. La angus-tia fue cesando de manera rápida. Volví a ver y sentí mis órganos

ESPÉCIMEN

360

renovados. Me erguí sin dificultad y respiré profundamente. ¡Por fin!Con la mano comprobé los latidos y reí por lo bajo. ¡No noto can-sancio ni fatiga!

Empuñé la hoja metálica y sonreí al comprobar su bajo peso. Misvértebras crujieron en la noche y caminé hacia la estación. ¡Hijos desu puta madre, os voy a dar vuestro merecido! Los disparos inundanla oscuridad y ahora es mi turno de cortar cabezas.

Despejé los recuerdos y centré la energía en la batalla venidera.No tengo prisa por aparecer, que disfruten un poco más. Enemigosvinieron por mí desde la zona de conflicto. Con una sonrisa de orejaa oreja, corté carne humana con audacia y sangre salpicó mi traje ycabello. Luchar como antes, perfecto. Divisé la planta del edificiodonde está todo el mundo y vi sus figuras abriendo fuego contra losadversarios que se aproximan.

—¡Es mi hora de joder!¡Me cago en Dios! ¡Vamos al ataque!Lo que daría por tener un porro que calmase mis ansias de matar,

igual que en los exámenes de fin de curso. Una voz respondió enforma de grito, conteniendo mi nombre. Sosteniendo el arma enalto, corrí entre los cadáveres y entré en la estación por el mismositio que indicó María. ¡Malditos escalones de mierda! Subí y lleguéa la puerta que mi amigo atrancó. Gruñendo de forma exagerada,propiné una patada de tal magnitud que la tiré abajo con un bulto alotro lado.

Alguien apuntó con un fusil y levanté las manos. Al instante, laluz iluminó el rostro de John. Como aprietes el gatillo... Al ver dequién se trata, me cogió y lanzó hacia delante. La pareja está arrin-conada en la esquina de las ventanas, abriendo fuego contra los ene-migos que escalan por los tejados y mis hermanas cubren a JuanXo,el cual contiene infectados de las bandas.

—¡Tenemos que irnos, ahora!—Hermano, ¿Te encuentras bien?

ALBERTO BURGOS SORIA

361

—No hay tiempo que perder, debemos salir cuanto antes...—¡No quiero testarudeces! Las cogí de la mano y cruzamos la habita-ción. Más pasillos y estancias fueron aparecieron conforme avanza-mos y terminamos en la salida de emergencia.

—Espera, aquí sucede algo...— Mi amigo se giró y agudizó eloído. No se escuchan gritos ni chillidos enemigos, hecho que ex-traña. Josh y María bajaron los escalones seguidos de mis herma-nas.— No nos persigue nadie.

—Se habrán dado cuenta que es inútil sacrificar sus miserablesvidas tratando de matarnos.

—No creo que sea así, John...— Quizás tenga razón. Desde quehe llegado a la estación no he encontrado ningún hostil. Espeluz-nante y peligroso al mismo tiempo. No presté importancia y aban-donamos el sitio saliendo al área derecha de la plaza.— Hay quecoger los coches y dejar la ciudad.

—Muy bien... Ellos dos se irán contigo...— La conversación fuecortada por un súbito temblor de tierra. A lo lejos, el viento trajoconsigo ruido de fuertes pasos acompañado de un ligero sonido ametal rayando.

Retrocedimos varios centímetros y por la esquina de la antena deradio surgió la figura de un ser alto, el cual sujeta un objeto con lasmanos. ¿Es que nunca nos van a dejar en paz? Los temores se hi-cieron realidad cuando la luz incidió en el enemigo.

—¿Qué coño es eso?— Puso la mirilla del rifle en su ojo y dis-paró. Maldito hijo de puta, no le ha afectado el tiro. Un estrepitosobramido retumbó en el crepúsculo e hizo acto de presencia otro car-nicero, por llamarlo de alguna forma.

—León... No irás a enfrentarte a él...—Ya decía que uno es poco... No intervengáis y haced lo que os

he dicho.— María sabe a lo que voy a enfrentarme, de modo quepidió cuidado. Cogí sus manos y prometí de corazón que venceríaante los atónitos ojos de Josh y de JuanXo. No te preocupes, nena,soy duro como el metal.— No hace falta que os quedéis.

ESPÉCIMEN

362

—No nos iremos si no es contigo.— Hasta la polla de emocio-narme con vuestras palabras, pero ya basta.

No desean verme luchar contra semejante ser. John señaló la es-copeta pero negué su proposición, alegando que no sirve en casoscomo éste. Agarré la hoja metálica y la blandí ante mi adversario, elcual respondió con otro rugido.

Ven aquí, hijo de puta, que te voy a rematar como al otro maricón... Quete acojan bien en el infierno.

Esto es una pelea del oeste, caminando hacia él y plantando micoraje a un metro de los robustos pies. Sangre al borde taquicárdico,no consigo mantenerme sereno. Vuelvo a repetir lo de los putos po-rros. Alguno de los dos tiene que empezar la lucha y ahora decidí seryo.

Con el hacha en vertical y esquivando un puñetazo por su parte,propiné una patada en su pecho. A ese feroz movimiento respondiócon otro bufido y me agarró el brazo derecho, lanzándome al sueloy golpeándome la mano en una farola. El daño no ha sido fuerte, demodo que me levanté y corrí, reaccionando a su próximo ataque.Sin embargo, la mala suerte hizo que volviera a besar el asfalto.

Sorprendido, observé la parte posterior del arma muy cerca deaplastar mi cabeza. Rodé varios centímetros y clavé contundente-mente el canto derecho en su pierna derecha. Me incorporé con ma-reos y, dando vueltas sobre mí mismo, lancé mi hacha en direccióna su costado. Al igual que la otra vez, el filo se clavó en la dura carne,sin llegar a cortar por la mitad. No obstante, esa acción terminó cos-tándome muy cara.

Con un fuerte rugido e inundando el aire con su aliento, arrancóla hoja de su costado y, agarrándola con fuerza, la blandió junto a laotra; dos filos afilados y oxidados. Ante tal desesperante situaciónsólo puedo defenderme y esquivar las acometidas de la mejor ma-nera en que me es posible. En un descuido por su parte, acometí unlargo y limpio corte que segó el mango de un arma.

ALBERTO BURGOS SORIA

363

El cabezal cayó al suelo, hincándose de lleno. El metal en sí nova a servir de nada, así que continué con mi táctica de ataque cuerpoa cuerpo. Con los puños cerrados, propiné varios golpes a su torsohasta abatirlo finalmente. ¡Se te acabó la gracia, capullo! En esos mo-mentos, me abalancé con los cantos al frente y sin piedad, segué conun corte rápido y limpio la mano izquierda, con la cual agarra elhacha.

Lejos, se escuchan las ovaciones de mis hermanas, lo cual alentómis ganas de ganar. Lo cogí de los hombros y, levantándolo en alto,asesté con energía un cabezazo en su frente cubierta. Por instantes,lo aturdí aunque la alegría siempre es una amiga pasajera. Ejecu-tando un rápido ademán, se soltó y aporreó un golpe en mi cuello,retumbando todo mi tórax. Eso me produjo una falta de respira-ción que tradujo como punto débil. ¡Si tuviera varios Especímeneste hubiera matado hace años!

Tomé la Hydra y abrí fuego contra su vientre. La fuerza de loscartuchos descubrió tres agujeros bastante grandes en su cuerpo.Sin embargo, no le afectó tanto como me hubiera gustado observar.Se pasó la mano que le queda por la zona magullada y bramó estre-pitosamente. Aproveché esos segundos para recargar pero él fuemás audaz y me agarró del cuello. Sus dedos me apretaron con tantapresión que no puedo hablar. Me levantó del suelo unos centímetrosy me mantuvo en alto durante varios segundos. ¡Cabrón de mierda!Madre...

—¡HIJO DE PUTA!Aunando las pocas energías de mis manos, seccioné sin piedad

parte de su garganta, lanzando el adversario un débil bufido y sealejó un poco. Parece que se ha rendido; mentira. Resoplando comoun toro, se echó encima y comenzó a soltar puñetazos por todo elcuerpo. Estoy totalmente inmovilizado y es imposible defender.

Miré a mi derecha y puse mis ojos en la hoja metálica que reluceante la luz lunar. Si pudiera cogerla... Estiré el brazo; sin embargo,no consigo acercarme más por el peso que hay encima de mí. Un úl-timo esfuerzo más...

ESPÉCIMEN

364

—¡Vas a morir, cabrón!— Abofeteé su rostro cubierto y pillé lascadenas del asa. Recogí de un tirón la cabeza metálica y con el filohacia arriba, seccioné por completo el cuello, separando la cabeza delresto del cuerpo. La sangre inundó mi cara y sin querer, tragué parte.Está sabrosa...

No hubo repercusión violenta pero sí noto al TH49A revolvién-dose con agresividad. Me incorporé, apartando la inmensa moleinerte y tomé la Hydra, colgándola en el dorso. El hacha se ha que-dado inservible. Observé los alrededores. ¿Pero qué coño? No estáel cadáver del otro tipejo. ¿Qué está ocurriendo aquí?

No puede haberse esfumado por arte de magia. Bah, tampocoes un asunto tan importante. Respiré con alivio y volví sobre mispasos hacia mis compañeros, caminando con lentitud mientras lim-pio manos y traje. Un fuerte malestar apareció en mis piernas yMaría me cogió justo antes de que me derrumbara sobre el asfalto.¡Qué mal estoy...!

—¿Te encuentras bien?—Más o menos... Éste ha ofrecido más guerra que el otro.— Su

sonrisa animó un poco el entorno y me llevó hasta los demás, dondemis hermanas no pararon de preguntarme quién era aquel tipo ycómo estoy de salud.

—Explícame lo sucedido...—JuanXo, nuestros Especímenes han aprendido a vivir en co-

munidad. A lo que me he enfrentado es un ser humano al que lehan inyectado unos cinco Especímenes, por lo menos.

—¿Cómo te lo has cargado?—Tan fácil como cortarle la cabeza... Un remedio poco orto-

doxo pero eficaz.Al revés, el mejor método que existe. La guillotina siempre me ha gustado...—María nos ha dicho que la salvaste de uno parecido.— Ante

esa respuesta una cuestión afloró en mi mente. A este enemigo lo hevencido seccionando su cerebro de la médula espinal. Al otro sólolo asesiné con un tiro triple de la Hydra. ¿Y si aún sigue vivo? La gue-rra continúa...

ALBERTO BURGOS SORIA

365

—Está vivo... Por eso no lo he visto antes.— Musité para misadentros. El problema se ha agravado pero tampoco demasiado. Noacabé con él, pero las tremendas heridas que sufrió deberían haberlodebilitado mucho. El problema es saber dónde y cuándo apareceráde nuevo.

—Por lo que veo, has perdido el hacha.—Sí... El muy cabrón casi me corta por la mitad usando la suya

y la mía.—¿Y ahora qué?— Los aullidos lejanos indican la presencia de

más infectados y John fue el primero en percatarse de la situación.Continuar recto nos llevaría a los vehículos, pero el camino estará

plagado de hostiles. Al contrario, el trayecto será más largo pero re-lativamente seguro. Entre todos acordamos tomar la segunda op-ción, Debemos darnos prisa o no lo contaremos...

La luna volvió a aparecer en la bóveda celeste al tiempo que se-ñala el reloj del forense, casi las dos y media. La fatiga empieza ahacer mella en mis hermanas de tal manera que tuve que cogerlas delos brazos. Josh también se ve cansado y a la vez, asustado. Los úni-cos que seguimos en vela somos JuanXo, John y yo; no mostramosni pizca de agotamiento. María cierra de vez en cuando los ojos y res-pira con pausas.

Tanto ha visto y oído que seguro que le va a costar mucho con-ciliar el sueño. Ya veremos si salimos... Yo no tengo ningún incon-veniente en quedarnos a dormir aquí, pero rodeados de enemigosserá arriesgado y más contando los extraños carniceros. De unaforma u otra, el contexto no está para detenciones innecesarias.

—¿Por dónde nos llevas, María?—Pasaremos por el parque central y de ahí, rodearemos el hos-

pital hasta dar alcance a la entrada donde decís que habéis dejado loscoches.

—¿Cuánto tardaremos en llegar?— Nuestra impaciencia es má-xima y ella lo sabe mejor que nadie. Su marido la acompaña y lanzade vez en cuando una fugaz mirada siempre que dirijo la voz a su es-posa.

ESPÉCIMEN

366

—Si no hay obstáculos... Una media hora y puede que un pocomás.

No te equivoques, cariño. Odio los errores; por algo soy de los que revisancálculos una y otra vez.

No falló en su estimación. Alcanzamos el hospital en veinte mi-nutos sin encontrar resistencia en el parque. Un poco de acción ven-dría bien. El paseo se halla muy tranquilo a pesar de los insistentesgritos de desesperación de infectados retumbando en plena oscuri-dad. Las ambulancias y otros coches bloquean el acceso principal alcentro sanitario. Ninguno de nosotros necesita nada, John afirmaseguir estupendamente con las vendas de su mano magullada y elTH49A sana mis heridas de las batallas anteriores.

¡A la mierda el jodido hospital! Pasamos del sanatorio y reanu-damos el trayecto. Durante la travesía, Rachel dormita, Lyserck estáal borde del sueño y Christine es sonámbula. Me recuerdan a misaños universitarios y estar todo el rato con ellas. Recogerlas del ins-tituto, pasar mi tiempo libre ocupado totalmente en cuidarlas, acos-tarlas... Podrían decir que he sido su segundo padre. No hace faltatener un hijo para comprobar la sensación de ser padre...

—Es hora de despertar, chicas...— Levantaron la vista ante missuaves golpes y me regañaron por haber cortado sus sueños. A sabervuestros sueños, en especial el de Lyserck, quién sonreía por el ca-mino. Reí de sus reproches.

—¿Dónde habéis dejado los vehículos?—En un pequeño parque desde donde se puede ver la antena de

radio. Un poco más adelante hay una plaza con varias estatuas.—Sé cuál es. Llegaremos en cinco minutos.— Alentadoras pala-

bras que aliviaron la pesadez de nuestros corazones y mentes. Entremis niñas y la escopeta, mis fuerzas merman de forma exponencial.

¡Qué gusto ver el Lotus aparcado en el mismo sitio donde lo de-jamos! Ningún daño e igual pasa con los demás transportes. JuanXose emocionó al tocar la Kawasaki y John no pudo contener las lá-grimas al montarse en el Dodge. Tal y como acordamos minutos

ALBERTO BURGOS SORIA

367

antes, Josh y María ocuparon la parte trasera de mi coche y Lyserckse subió de copiloto. Justo al abrir la puerta del conductor, un rugidoestremecedor desgarró el viento y me hizo tomar la Hydra.

Evidente que continuase dando guerra, serás hijo de perra... Misospecha se hizo realidad cuando surgió de las sombras la figura deun ser alto, el cual exhala aire inconsistentemente. Su desgarradaboca emitió estrepitosos bramidos y caminó lentamente hacianosotros. En la cintura se observa el profundo corte que produjecon el hacha; por eso lo reconozco, cojones.

—¡Iros, rápido!—¡No te abandonaremos de ninguna manera! Monta y vámo-

nos...—¡He dicho que os vayáis! ¡Estaré bien!— Rachel se agarró a mi

pecho y golpeó sin cesar, al igual que Christine. Las lágrimas inun-daron mis ojos pero no quiero correr más riesgos y mucho menoslos demás. Cogiéndolas de los hombros, las separé y fijé mi vista ensus encharcados rostros.— Es por vuestro bien. No veré más san-gre derramada.

—¡Eres tú quién la vas a derramar en vano! No queremos verteluchar más...

—Chicas, por favor, id al coche. Os juro que volveréis a verme...Lo prometo como vuestro hermano.— Accedieron y con pasolento, retrocedieron sin soltar mi mano.

Es el momento de rematarte, cabrón. Vas a desear no haber nacido... O sercreado.

Nuestros dedos siguieron juntos hasta que resbalaron y me volvísin mirar atrás. Los motores resonaron en la noche y varios pitidosfueron tomados como despedida. Con la mano alzada, deseé unabuena salida y respiré hondo. Mi enemigo crujió los brazos y se paróen seco. Con la escopeta en alto, le incité a que atacase con los típi-cos gestos y respondió con otro estruendoso bramido.

El primer golpe fue dado por él. Raudo y sin piedad, me cogió delcuello y apretó con energía. La presión de su mano aumentó, per-

ESPÉCIMEN

368

diendo el pulso y parte de la respiración. Apretando los dientes conrabia, propiné una potente patada sobre su costado, librándome dela opresión. Sus ataques son como los de su semejante fallecido, aun-que con menos intensidad. Debo aprovechar esa puta ventaja comosea.

Cogí un gran pedrusco, me estiré hacia atrás todo lo posible y lalancé hacia mi adversario. La suerte quiso que ésta azotara su ca-beza, dejándolo aturdido. En esos instantes, metí los fríos cañonesde la Hydra en el hueco de la cadera y presioné el gatillo sin com-pasión, retumbando los disparos en la oscuridad. La reacción no fueesperada por mí, en cambio, agarró el arma por el extremo y ru-giendo como un león, me lanzó a la acera. Sacó la escopeta del cos-tado y la tiró al asfalto. Me he hecho daño en los pies y cuestalevantarme.

Sin pizca de espera, me alzó de nuevo en alto y sacudió un pu-ñetazo en la zona más débil, mi pecho, o más exactamente, elTH49A. Mi interior pareció desmoronarse y el Espécimen, chillandocon ecos muy fuertes, pidió protección. La advertencia llegó tarde,justo al recibir el mensaje, otro golpe nos hizo desfallecer; al bordede perder el conocimiento.

Mi mente es una laguna, no hay nada, ni un simple pensamientoo instinto, sólo siento dolores y daños corporales. ¿Se acerca nues-tro fin? ¡Me cago en todo lo que existe! Mierda, casi no puedo más...

—“¡De eso nada!”— Una débil voz reavivó mi consciencia; lascorrientes eléctricas del cerebro. Tosí con fuerza y manché de san-gre al enemigo.

Ante la acción ejecutada, paró de sacudir golpes y me soltó, ca-yendo al suelo con un ruido sordo y derramando sangre. Me tapé laboca y me erguí con dificultad. El muy cabrón intenta quitarse el lí-quido que permanece sobre la careta.

Recogí la escopeta a la vez que observo su extraña actitud. Nique mi sangre fuera veneno... ¿O acaso lo es? Los ojos se nublancontinuamente y la noche no me deja contemplar bien al enemigo.

ALBERTO BURGOS SORIA

369

Con los cañones llenos de cartuchos, comprimí el gatillo hasta quelas balas salieron despedidas e impactaron de lleno en el tórax delcarnicero. El bufido exhalado indicó heridas de gravedad; se arro-dilló en el asfalto.

Anduve mareado hacia su posición y con los cantos en forma decruz. Intentó oponerse pero el dolor no dejó defensa alguna. Ra-bioso, segué limpiamente el cuello, saltando la cabeza como una pe-lota y desplomándose la inmensa mole de carne, dejando un lago desangre. El malestar de mis zonas magulladas fue remitiendo y miréal frente, rugiendo agónicamente. Estoy solo ante una gran ciudad.No sé por qué en aquel momento me sentí alegre. Serán los maldi-tos delirios...

No sabéis con quién os estáis enfrentando...Me incorporé con apoyo de las manos y colgué la Hydra en la

espalda. Al agudizar el oído, rápidos pasos de infectados parecenprovenir de todas partes. Con medio cuerpo dolorido, anduve porestrechos y lúgubres callejones, saliendo a un gran edificio de ofici-nas. La poca luz que lo ilumina me es suficiente para no entrar, yaque las ventanas muestran grandes y densas hileras de sangre resba-lando por alféizares y la fachada. Pronto los veré, pronto estaré conellos... No hay que perder la esperanza. El ardiente deseo es sufi-ciente para mantenerme en pie.

Media hora de andar sin descanso, arrimé en un parque. Me sentéen un banco. No estoy muy fatigado, pero las piernas piden a gritosuna detención. Alcé mis ojos al cielo y contemplé las estrellas. Labóveda celeste es preciosa. Las estrellas brillando y la luna en todosu esplendor ofrece una imagen sobrenatural, casi mágica. Podríaquedarme todo la noche aquí, pero más urgente es salir de este her-videro que se hace llamar Kiev. Asegurando los flancos, continuémi caminata solitaria mientras que la presencia de adversarios es in-crementada conforme avanzo.

—No estamos solos, joder...

ESPÉCIMEN

370

¡Maldita sea! Me detuve en medio de la calle y puse mi vista conrapidez en los tejados de edificios a la izquierda. Unas sombras seocultaron tras las tejas, señalando compañía no agradable. Seguí conprecaución. Parece como si todo el mundo fuese a echarse encimaen cualquier instante. No aparto la visión de los aleros y más som-bras se disiparon al pasar enfrente.

Los nervios terminaron por saltar y aligeré el paso sin llegar acorrer. Los primeros enemigos se presentaron junto a las tiendas eintenté pasar desapercibido; fue imposible. Los jadeos y gritos desed colmaron la soledad y eché a escapar como un jabato. Tal comoimaginé, salieron detrás a galope.

La escapada va a ser dura y movidita, así que empleé todas misfuerzas en poner distancia de por medio, estando en clara desven-taja. Sin darme cuenta, caí en una zona en obras y los obstáculosafloraron en el terreno. Barro, hoyos, materiales de construcción...Espero que la Hydra dé algo de cobertura. Nada, la muchedumbrecrece y la cercanía se hace notable.

Para más susto, enemigos se aproximan por las grúas y los flan-cos son invadidos de sombras que se transforman en gente. El temorinvadió la mente y el TH49A trató de relajar el temor. Ahora mismono me vale tener calma, sino valor y coraje. Eché de menos el apoyoarmamentístico de mis hermanas y JuanXo.

Al caer en la base del edificio en construcción, el suelo se hun-dió bajo mis pies. Los agujeros plagan el terreno y esquivarlos esuna completa odisea. ¡Puta suerte de mierda! Tropecé en un ladrilloy de bruces resbalé en un hoyo profundo, llevándome tierra por de-lante, la cual taponó la entrada y ahogó los jadeos de los persegui-dores. Estoy atrapado y no puedo moverme... ¡Me cago en Dios! Elambiente se quedó rápidamente sin oxígeno y aunque evité respirardurante varios minutos, la consciencia fue dañada y el Espécimen,silenciado.

Este de España, 10:20 PmEl sol se ha ocultado tras el horizonte. La noche ofrece oscuri-

dad y sólo las pocas antorchas encendidas en el campamento dan luz

ALBERTO BURGOS SORIA

371

suficiente para los militares. Una mujer cobriza observa fijamente eloleaje del mar. Su expresión tiene un aspecto de lo más inflexible,pero por dentro es un conjugado de emociones muy diferentes entresí. Rabia, dolor, intriga...

Su mente asume la difícil tarea de ordenarlos y observar el mares un excelente relajante para que los nervios pasen información demanera tranquila. Las imágenes más impactantes que hay en lo másprofundo de su cabeza representan los retratos de compañerossuyos; muertos o descuartizados por los zombies. Igual imaginó a sufamilia, sus amigos... El mundo que conoce y conoció.

La capitana Crys Rinklen cogió un montoncito de arena y consus suaves labios sopló, devolviendo los finos sedimentos a su sitioen la arena. Lo mismo que ha hecho con la arena ha ocurrido en laTierra. De nuevo, preguntó para sus adentros el porqué de todo estopor millonésima vez y cerró los ojos. La suave brisa mece sus riza-dos cabellos y cerró los dientes, sin notar daño. No sabe qué sentiren esos momentos. Paz, rabia, alivio; quizás lo primero con más pro-babilidad.

A metros de ella, un grupo de soldados discuten y ríen bajo lasantorchas. Un grupo de seis personas que no quisieron sucumbir alsueño como el resto de sus compañeros. Reunidos frente a una ho-guera, limpian sus armas o cuentan anécdotas. Lo que fuera paramantener la serenidad. Mikhail aviva las llamas con un tronco y secalienta las manos a la vez que su compañero Xavier bebe un largotrago de cerveza. El coronel Dave fuma un puro observando el cieloy los restantes, Albert, Sergey y Anthony limpian sus armas de san-gre y polvo.

El más joven, Albert, miró de reojo a su superiora y bajó la vista.No se atreven a decir una palabra, más bien por temor a soltar algoindebido o que cause revolución en plena noche. Sin embargo, fueel propio coronel quien murmuró las primeras palabras de la con-versación.

—Qué gusto fumar puros a estas horas... ¿Queréis?— Con temoren el tono, sacó su tabaquera y pasó por cada uno de sus compañe-

ESPÉCIMEN

372

ros, quienes negaron con la mano. La guardó en el bolsillo y dio otracalada tras toser varias veces. Una ráfaga de viento azotó la hoguerapero ésta se mantuvo constante. El frío no ha hecho aparición aún—Vosotros os lo perdéis.

—Coronel... ¿En qué cree que está pensando?— Anthony acabóde quitar las manchas al lanzacohetes y se giró hacia su capitana.Todos están pendientes de sus acciones y órdenes, lo cual no pareceinmutarla. Dave terminó su puro y lo lanzó a la arena tras apagarlo.Albert cerró los ojos y Xavier tiró la lata vacía a la fogata.

—Anthony, has de ser más sensible con las chicas. Al igual quenosotros y el mundo en general, lo ha perdido todo, sea humano omaterial. ¿No os sentís igual?

—Creo que sí, señor.—Sin duda.—Es igual y punto. Creer no sirve de nada. ¿Sabéis una cosa?

Muchos soldados piensan que vamos a coger a los dos cabrones quehan provocado la mierda esta. No es que vamos, sino que estamos.No es lo mismo ir que estar haciendo. ¿Entiendes?

—Sí, señor. Pronto los atraparemos...—Ése es el optimismo con el que yo entré en los Marines.— El

tono de voz no fue elevado; no quieren que ella se enterase de susconversaciones y pudiera dar nuevas órdenes como recoger los en-seres y tiendas además de seguir el trayecto hacia las costas del norte.

Mikhail puso sus manos frente al fuego y se las frotó a la vez queSergey se levantó. El silencio reinó en el grupo cuando una figura fe-menina apareció de las sombras con el ceño fruncido y cara de pocosamigos. La joven militar Elisabeth crujió los huesos de sus manos ycarraspeó.

—Lizzy...—¿Qué estáis murmurando por aquí?— Menos el coronel, los

demás siguieron con su respectivo trabajo, a pesar de haber termi-nado. Sergey la observó detenidamente unos segundos y se plantójusto enfrente de ella, la cual no retrocedió ni un paso.

ALBERTO BURGOS SORIA

373

—Estamos hablando de nuestras cosas. ¿Acaso te importa lo quedigamos?

—La verdad es que sí, comandante. No quiero más riñas entrenosotros y mi capitana piensa lo mismo.— Su impotente voz asustaa cualquiera, pero los seis son lo bastante hombres para soportarsus arrogantes indirectas, a las cuales respondió Sergey con su dedopuesto cerca de la boca de Elisabeth.

—No estamos armando nada, así que haz el favor de no incitarmás a la capitana con tus absurdas paranoias.

—Comandante Vasíliev... ¿Tiene conciencia de con quién estáhablando?

—Claro que lo sé, pero a nosotros no nos asustas, de modo quesi quieres algo, dilo, y si no, vete por el mismo sitio por el cual hasvenido.— Chispas expresan los castaños ojos de Elisabeth, pero Ser-gey sabe que lleva razón.

Sus soldados se agacharon y se taparon los oídos, esperando lasvociferantes y terribles réplicas de ella, pero en cambio, contuvo surabia. Al pasar junto a los militares, les lanzó una fugaz e intimidantemirada que congela la sangre y se dirigió hacia la capitana Rinklen.

—¿Sabes, Anthony? Será testadura y agresiva, pero tiene unculo... Joder, si por mí fuera, ya estaría follándola como debe ser.

—Le hace falta un polvo a lo tigre...—¡Qué pena que no tenga a nadie que le enseñe lo que es una

polla de verdad!—Dejad los deseos para otro momento, señores. Aunque yo tam-

bién quisiera darle bien...— Las risas animaron la penumbra y Daverió a carcajadas al oír tal indirecta. Ella se giró al escuchar risas, perohizo como si no hubiera pasado nada y se sentó en la arena, justo allado de Crys, quién abrió los ojos y se fijó en su subordinada, man-teniendo su severa expresión.

—Lizzy... ¿Qué quieres?—Estaba preocupada por usted. He ido a visitarla pero como no

la he encontrado en su tienda, he preguntado y me han dicho que es-

ESPÉCIMEN

374

taba aquí.— Claro que se preocupa, es su más fiel y leal servidora.Sonrió débilmente y la cogió de los hombros. Señaló el horizontecon el brazo estirado y ésta puso su vista en el mar.

—Estamos muy jodidos, Lizzy... Demasiado para mi gusto. Porallí hay dos personas que nos darán las respuestas que queremos.

—Los cogeremos, mi capitana. Se lo juro como lo jurarontodos.— Agradeció el gesto con un leve beso en la frente y se le-vantó con su ayuda. Se frotó los ojos y sintiendo un cansancio de co-jones, decidió volver a su tienda y dormir, si la situación deja.

Caminaron por la arena y al pasar junto al Sexteto, todos hicie-ron reverencia militar menos Sergey, quién sólo tiene ojos puestosen Elisabeth. Se fulminan mediante la mirada como dos rivales, apesar de estar en el mismo bando. Cuando las figuras femeninas seperdieron en la oscuridad y la ligera niebla hizo presencia, cada unovolvió a su rutina.

Anthony y Xavier acabaron de limpiar las armas, Mikhail guardósus cosas en una maleta y apagó el fuego. Albert y Dave entraron enla tienda de campaña y el comandante Sergey sacó un cigarro y lo en-cendió, fumándoselo mientras puso rumbo a su tienda.

—Puta Elisabeth... Zorra pelotera.Centro Este de Kiev, 6:50 Am—¿Dónde coño estoy? ¡Aaaaaaaaaaaah!Absoluta oscuridad. Todo mi cuerpo está cubierto por tierra y

barro. Abrí la boca para poder respirar pero sólo conseguí entrarmás arena. ¡Joder, ya recuerdo! Estoy inmovilizado por huir de losputos infectados. Un constante peso empuja hacia abajo y mi co-lumna cruje con más fuerza. Unos leves zumbidos en el tórax; elTH49A da signos de actividad.

Tengo que salir de aquí y rápido. Flexionando las manos variasveces, comencé a escarbar hacia arriba, recuperando poco a poco lamovilidad de los brazos. Por mucho que quito tierra no consigo al-canzar la puta superficie. Con ahínco, seguí intentándolo y al cabode minutos agónicos, sentí en los dedos el cálido frescor del aire.

ALBERTO BURGOS SORIA

375

El problema más grande es saber cómo voy a quitar los kilos desuelo terrenal de mi abdomen. Cuesta girar la cabeza entre tanta tie-rra. Cuando saqué las dos manos, las sujeté a zona firme y con todasmis energías activas, empujé hacia arriba. Mi interior rugió de dolor,las vértebras crujieron exageradamente y el pecho tembló con brus-quedad. No obstante, el plan funcionó a la perfección. La masa debarro y arena fue apartada y salí del agujero, tumbándome en el de-forme suelo. Los restos cayeron al hueco y parpadeé varias veces.

Amanecer hijo de puta... En el horizonte se divisa sin aparecer elsol. ¿Cuánto tiempo ha pasado, coño? No llevo ningún reloj encimay el móvil se encuentra apagado y sin batería; supuse las cinco o seisde la mañana. De repente, entró un dolor de cabeza terrible y meagaché, evitando gritar. Dentro de mí, el TH49A se revolvió deforma brusca y mi respiración fue cortada por segundos. Miré dereojo toda la obra sin observar ninguna señal de peligro.

Los enemigos debieron irse al no poder cogerme o eso pensé enun principio cuando escuché un fuerte grito que proviene de unascasas al este. Ignorando el dolor, me erguí y caminé hacia el bordede la construcción para llegar a la calle. Un extraño olor a carbón in-vade el aire, contemplé una hoguera justo al lado de un edificio deapartamentos.

El hedor ser reconoce perfectamente, cadáveres carbonizados,quizás animales o tal vez personas. Más asquerosidades no, por favor.Mi curiosidad dominó mis emociones y marché hacia allí con laHydra en mano y preparado para cualquier signo enemigo. Los chi-llidos siguen escuchándose al fondo.

Dentro de la fogata se puede distinguir la figura humana de unniño y varios perros. Por el aspecto que presentan los cánidos, seobserva que han sido infectados por el ente pero el jovencillo noposee tales rasgos. Ninguna madre o persona sería capaz de quemara su hijo vivo, sin embargo, por locura es otra cosa distinta. Los sen-timientos son muy diversos en la raza humana. Hay muchas llamaspara poder investigar el cuerpo más de cerca.

ESPÉCIMEN

376

La puerta abierta del bloque de viviendas extrañó demasiado, demodo que decidí entrar. El vestíbulo no presenta signos de infecta-dos y el silencio reina el lugar. Hay dos plantas y la última es inac-cesible por falta de escaleras. Sin hacer ni pizca de ruido, fuisubiendo escalones y alcancé el rellano de los primeros apartamen-tos. Tal como vi, subir más es imposible, así que me centré en las trespuertas de los lados.

La primera se halla cerrada con llave. Intenté abrirla de una pa-tada, pero eso armaría un buen jaleo e infectados acudirían. A la deal lado sí es posible acceder, de manera que lentamente puse un pieen el hogar e inspeccioné sala por sala sin hallar supervivientes. Rarover que el televisor tiene conexión y funciona sin emitir canal. Estoycompletamente seguro, aquí hay alguien, vivo o muerto.

Como en este piso no hallé rastro de supervivientes, pasé al úl-timo, cuya puerta chirrió bastante al abrirse. El boquete dejado en laventana desencajada ofrece iluminación necesaria para observartodas las habitaciones y cuartos. Lo examiné de arriba abajo sin en-contrar resultado válido. Quizás me he equivocado.

—“Presencia.”Ruido de cristales en la cocina. Lo sabía, enemigos a punta pala.

La escopeta al frente, cuidado y con vista. Regresé al lugar del es-trépito y vi en el suelo enlosado varios vasos hechos añicos. Cogíunos cristales, girándome a la vez que suspiro.

—¡¡¡ME CAGO EN MI PADRE!!!¿A eso vengo? ¿A que me claven objetos y cosas en el cuerpo? La pandemia

me está torturando...Al instante, algo punzante fue incrustado en mi clavícula derecha.

La visión se nubló y entre las imágenes que alcancé a distinguir, ob-servé la figura de una persona con pelo largo y alta que salió co-rriendo tras ejecutar su acción.

Un fino chorro de sangre saltó del cuello y acabé derrumbado enel suelo, taponándome la herida con la mano. Mierda puta... Variasimágenes de mi infancia recorrieron lo más profundo de mi mente

ALBERTO BURGOS SORIA

377

y cerré los ojos. Mi respiración va en descenso y no paro de sangrar.La responsable de la agresión no es un infectado; se habría abalan-zado sin dudar. Está vivo, está vivo... La idea de haber encontrado aotro superviviente me animó a sacar la hoja metálica.

Como en un juego de SAW, fui tirando del mango hasta que lapunta ensangrentada cortó la carne de los bordes al salir. Grité desentir las incisiones; es como si me hubiese cortado un brazo. Lahemorragia comenzó a remitir y el mareo se disipó, pudiendo vol-ver a la normalidad. Abandoné el piso arrastrándome como unalarva y en las escaleras me incorporé, manteniendo el equilibrio atoda costa. La visión de la hoguera regresó tras abrir la puerta y bus-qué con la mirada a mi agresora. Se ha esfumado como polvo en elaire.

De repente, un chillido llegó de la obra y un tono femenino in-dicó su posición. ¡Debe ser ella! Corrí hacia el lugar del grito y saltéal terreno en construcción. Cerca de unos pilares, observé a dos per-sonas, un hombre que parece golpear a otro. Con Hydra en mano,pedí a voces que se detuviera. Éste giró su cabeza y verlo de cercaprovocó que el gatillo fuera apretado inconscientemente. El rostrode otro puto infectado. Con sus garras llenas de sangre, tiró elcuerpo que sostiene y abrió la boca, enseñando su horrenda denta-dura afilada.

La figura que soltó lleva melena; enfurecí y fui por él. Misma ac-titud a la vez que bufa. Con todo mi odio puesto en mis palmas, loagarré del cuello y con los ojos desorbitados, atravesé su tórax conlos cantos, saliendo parte de mis dedos por su espalda. Gimió condébiles bufidos y murió, bajando la cabeza en señal de sumisión. Elcalor de su interior quema la piel; lo lancé lejos de mi vista y mefroté los costados. No, por favor...

Llegué a la mujer y me agaché a su lado. La cogí en brazos y con-templé la terrible herida que le ha producido en el pecho. Las enor-mes fisuras enseñan parte de la caja torácica y los músculos afloran.No ha sobrevivido al ataque, sin embargo, la sorpresa fue máxima

ESPÉCIMEN

378

cuando abrió los párpados y vi sus ojos azabaches relucir al amane-cer.

—¿Te encuentras bien?—Siento... Lo del cuchi... Cuchillo... Pensé que eras uno de ellos...—No, no... He venido a esta ciudad en busca de gente que haya

sobrevivido. Vamos, te pondrás bien.— Llevándola en mis brazos,caminé para salir de la obra.

Estuvo tosiendo chorros de sangre durante la caminata y al lle-gar a la calle, pidió que la dejara. Tiene que haber alguna forma decurarla pero no hay un hospital cerca. El TH49A, por ser pesimista,no proporcionó cura alguna. Aquella mujer va a morir delante demí... ¡MIERDA!

—Déjame... Aquí...—No, vas a sobrevivir. No te rindas, por favor...— Tomé su

mano con delicadeza aunque el tacto gélido de sus palmas comienzaa aparecer. Unas lágrimas escaparon de mis ojos y cayeron sobre surostro.

Su mirada está inmóvil; ha fallecido. Ha sido culpa mía... Bajé suspestañas y quise darle un entierro digno. Al otro lado de la cons-trucción hay un bancal sin cultivar. Transporté el cuerpo sin vida ycavé una fosa donde metí el cadáver. Cubrí la tumba y con dos ma-deros que encontré hice una cruz invertida, la cual clavé en el cen-tro.

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO...!“Experimentar con Especímenes en humanos, León...”—Para eso querías que investigase la reacción en personas, para

provocar una catástrofe mundial. Ver morir a la gente ante ti es ex-perimentar, claro que sí... Reza para que no te encuentre, JC.

Esto es lo más horrible que he presenciado en todo lo que llevode vida, incluso pasando por mis años de médico cirujano. Obser-var la muerte ante los propios ojos. ¡ME CAGO EN TI, JC! Deseéque hubiese estado en este momento para que se diera cuenta de sudecisión. ¿Para qué? No habría servido de nada; los sentimientos delos demás no le importan.

ALBERTO BURGOS SORIA

379

Ver mi propia muerte de cerca me ha trastornado, hasta el puntode casi volverme loco. No recuerdo mi maldito nombre y me apuntévarias veces con la escopeta. ¿De qué sirve ir por el mundo bus-cando gente si al final van a morir de un modo u otro?

“Eres un gran científico y quiero que lo sigas siendo, hijo mío...”Las palabras de mi madre... Consuelo en situaciones difíciles.

Otra vez fue ella quien remitió mi debilidad. La mente regresó a lasituación actual y observé las proximidades. Un pequeño callejón ami derecha sale a una extraña luz brillante. Mera ilusión, pero decidíadentrarme. Pestilente olor a muerto llenó el aire. Es tan desagra-dable que hay que taparse la boca y evitar respirar. Abandonando elpasaje, encontré una auténtica masacre de infectados. Decenas decuerpos se amontonan unos sobre otros, rellenando la calzada y ace-ras.

Con cuidado, revisé al más cercano, un anciano de edad avan-zada. Su helada piel indica fallecimiento y sorpresa al distinguir ensu tórax la marca diminuta y agujereada de un impacto balístico. Esoapunta a una dirección, los demás han pasado por aquí, barriendoenemigos que encontraron a su paso. Los demás cadáveres son igua-les, llenos de casquillos y con expresiones de sed. El rastro de muertecontinúa a lo largo de la calle, de modo que tomé ese camino.

Genocidio, o mejor dicho, infecticidio. Cuesta creer que hubiesesido provocado por ellos. Ni un alma con pizca de vida, nada. De lascasas también se observan cuerpos colgados de ventanas y otros re-costados en vestíbulos. Aquello debió de haber sido un auténticohervidero de enemigos. No obstante, el rastro se acabó al terminaren una glorieta cuyo cartel señala la salida más cercana de Kiev haciaLvov, la villa de JuanXo...

Tampoco coge muy lejos, pero para ir andando y tal como estoy,no es buena opción. ¡El puto móvil! Lo tomé del bolsillo y lo en-cendí. El icono de la batería volvió a parpadear pero hice caso omiso.Marqué el número de mi compañero y puse toda mi atención en lallamada. Puedes cogerlo, vamos, vamos... Los pitidos son signos de

ESPÉCIMEN

380

contacto. Al cuarto toque, una débil pero grave voz emocionó mi sis-tema límbico.

—¿Dónde estás, León?—No lo sé... En una calle con muchos cadáveres y una glorieta

al final.— Los gritos de fondo de mis hermanas me alegraron y lasnubes dejaron paso a un sol bello y radiante. ¡Por fin!

—Sé dónde es. Nosotros estamos en mi casa. Voy a ir a por ti.Tardo unos diez minutos. No te muevas de allí y cuidado con losmaricones que haya vivos.

No estoy solo. Destinado soy a resolver este asunto en compañía de mi fa-milia.

La conversación terminó y me giré hacia la matanza. Maricones...¡Qué irónico suena eso! Teniendo en cuenta que no estuve durantela batalla, el resultado ha sido más que considerable. No obstante,has hecho bien en advertir. A mis espaldas se auscultó una combi-nación de bramidos y jadeos.

Se acabó la soledad; es hora de actuar. La horda enemiga cercóla rotonda y subí al césped. Crujidos los dedos y concentrado en so-brevivir, comenzó la acción. Los más jóvenes atacaron primero, consus fauces abiertas y cuerpos magullados, enseñando huesos, mús-culos y órganos. ¡Qué satisfacción clavar manos de nuevo en carneenemiga!

No sois rápidos... Ninguno alcanzó a tocarme aunque cada unose llevó su ración de cortes y amputaciones. Las oleadas fueron in-tensificadas y me veo rodeado. Para abrir hueco, disparé varias vecescontra los adversarios, dándome tiempo suficiente para recargar yrespirar. No hay piedad con las zonas donde golpeo, llegando in-cluso a sacarle a un tipo el corazón. Éste dejó de latir sobre mi manoy lo pisé, riéndome mientras expulsa la sangre que contiene.

Mi energía es máxima, no hay cansancio y es por saber quepronto voy a reunirme con mis hermanas. ¿Cómo habrán pasadoeste tiempo sin saber nada de mí? Pronto lo averiguaré. El tiempoparece detenerse y sólo estoy pendiente de oír el rugido de un motoro de un claxon.

ALBERTO BURGOS SORIA

381

Al frente se avecinan más infectados y la guerra se endurece pormomentos. Mis manos son llamas de fuego, siento ardor que mequema la piel por dentro; continúo luchando. Eché en falta el hachade los putos carniceros. En esta ocasión me hubiera venido de per-las.

La Hydra rechaza gente; mi furia exaltada y cada vez quedanmenos enemigos. La buena iluminación del lugar me permite ver alarga distancia, sonriendo cuando comprobé que por el lado derechono llega nadie más. Sin embargo, parte de la suerte acabó pronto, seacabaron los cartuchos para la escopeta.

—¿Por dónde vienes, JuanXo?La situación se complica un poco. Que no acudiesen por los lados

soluciona el problema, pero no demasiado. Casi todas las hordasprovienen de las casas frontales, acudiendo de tejados y aleros. Detodas formas, sigo segando miembros a cal y canto. El ritmo llegóa ser tan frenético que no doy abasto. Los infectados incluso se ata-can entre ellos por atrapar a su presa.

Una mujer me cogió por detrás y sin preámbulos, me mordió enel hombro, hincando sus afilados caninos en mis músculos. El dolorno fue fuerte; antes he sufrido uno mucho peor. Apreté los dientesy la golpeé en el vientre, lo cual desencadenó unos ataques que se-garon su destrozado cuello. El desangrado que padeció la hizo de-rrumbarse sobre la hierba artificial y dejar paso a otros.

Debo centrarme en defender todos los flancos. De repente, algirar, observé un hombre semidesnudo con la boca abierta. Lo ase-siné mediante un corte vertical de su tórax, pero algo raro pasa. Estámuerto antes de que le asestase el golpe. El sonido de una bala re-tumbó en la zona y un diminuto proyectil me rozó el brazo, aba-tiendo a un enemigo tras de mí.

Más ráfagas inundaron el viento y busqué con la mirada las tra-yectorias de los perdigones. Observé con alegría a mi compañeromontado en la moto y abriendo fuego contra los infectados de laretaguardia. El camino hacia él se halla libre, de modo que salté de

ESPÉCIMEN

382

la glorieta y arrimé a toda velocidad. Subí al asiento trasero de unsalto y grité de satisfacción.

¡Que os follen, hijos de puta! Ya me he divertido bastante por hoy.—¿Movidita la noche?—No lo sabes tú bien... Vámonos de este infierno.— Con el es-

truendoso rugido del tubo de escape en mis oídos, salimos por eldesvío hacia Lvov, o mejor dicho, la villa de mi amigo. Los hostilestrataron de seguirnos, pero la Kawasaki pilla más velocidad, per-diéndonos en el horizonte. ¡Iros a la mierda, estúpidos!

—¿Dónde te metiste la noche entera?—Acabé con el cabrón aquel pero me persiguieron y caí en el

agujero de una obra.—¡Qué suerte! ¿Cómo saliste?—Quitándome una mole bien pesada de tierra... Y luego encon-

tré a una mujer que por poco me asesina.— JuanXo reaccionó a esadescripción y paró la moto, mirando hacia atrás. Normal que te aler-taras; ha visto esa situación antes.

—¿Era una superviviente?—Sí... Pero la asesinaron justo delante de mis ojos.— Se le ve

decidido a regresar y traerla con nosotros, pero es demasiado tarde.Calló por un momento y se fijó en las ruinas de la ciudad.— Nopude hacer nada.

—¿La atacó un infectado?—Le abrió el pecho en canal. Imposible que siguiese con vida. La

enterré en la obra...Volver sólo complicará las cosas. Comprendió la advertencia y

aceleró. Sé cómo te sientes, estoy igual. Al menos, la buena noticiaes que hemos rescatado a María y Josh y es un gran logro. No tar-damos demasiado en regresar a casa, quizás cerca de ocho minutos.No vi a nadie cuando llegamos.

Me espera una fiesta sorpresa o algo parecido. Dejamos el trans-porte en el garaje junto a los coches, sonriendo al observar el Lotusen buen estado. Detrás de la puerta de entrada, escuché la fuerte voz

ALBERTO BURGOS SORIA

383

de Lyserck presentando quejas y la de John pidiendo calma. Esté ono, la situación no cambia. Entramos sin hacer ruido y caminamoslentamente hacia el salón.

—...Tenemos que regresar y encontrarlo, lo hemos abandonadoa su suerte.

—Pero León lo quiso así y si nos hubiéramos quedado, sólo ha-bríamos actuado de peso muerto para él.

—Estoy de acuerdo con Lyserck, hay que rescatarlo cuanto...—En aquel instante, me apoyé en el borde de la puerta con una son-risa de oreja a oreja mientras los demás, sorprendidos de la visiónque están teniendo, dejaron de dar gritos y voces.

—Nadie va a volver allí... Y menos por mí. Me las apaño muybien solo.

Niñas mías, veros de nuevo es felicidad para mí y el Espécimen. Seguís igualde hermosas...

Todos se abalanzaron encima de mí, empezando por mis her-manas y seguidas por el forense. Besos por aquí, abrazos por allá, bo-fetones por la decisión de quedarme solo... No faltó nada. Rachel yChristine, emocionadas, se agarraron a mis piernas y apretaron confuerza. Lyserck no cesó su actitud amorosa y John es un mar de múl-tiples personalidades. Con el ojo que me queda libre observé a Maríallorar delante y Josh aplaudiendo.

Me los quité de encima entre risas y besos y me senté en el sillón.He vuelto... ¡HE VUELTO! Reposando, mis hermanas se niegan asepararse de mi lado y JuanXo trajo bebidas de la cocina. La lluviade preguntas y cuestiones empezó al segundo, pero no estoy pararesponder, quizás luego, hijas mías...

—Has llegado en el momento justo, León... María nos iba a con-tar cómo pasó los primeros días de la pandemia.

—¿Y por eso eran las voces?—Bueno, es distinto...— Christine rió a carcajada limpia y me

abrazó con fuerza, sintiéndose el TH49A oprimido. Por lo bajo, dilas gracias también a él.

ESPÉCIMEN

384

—Vamos a prestar atención y no quiero conversaciones, luegoresponderé lo que queráis. A callar, por favor.— Misa para mis her-manas, quienes no paran de emitir incógnitas e interrogantes.

No me gustan los malditos interrogatorios desde la mierda quepasó con los hijos de puta de GREDAPH... JuanXo terminó de re-partir té y alcohol para que la historia no nos hiciera dormir. Josh vaa ayudar a su esposa a contar lo sucedido y dar más detalles. El relojromano tocó las nueve y el sol iluminó la sala. ¡Por fin, silencio deuna jodida vez! María se levantó y tomó un trago de agua, obser-vando el precioso paisaje de la ventana. Vamos a ver versiones ypuntos de vista diferentes a los nuestros. La pandemia es variada...

—Puedes comenzar, María.Poned oído, que esto va para largo, y ya que estáis, traed el puto café...

ROCK YOU LIKE A HURRICANE (SCORPIONS)

“My body is burning, it starts to shoutDesire is coming, it breaks out loudLust is in cages, till storm breaks looseJust have to make it with someone I choose

The night is calling, I have to goThe wolf is hungry, he runs the showHe’s licking his lips, he’s ready to winOn the hunt tonight for love at first sting

Here I am, rock you like a hurricaneHere I am, rock you like a hurricane...”

ALBERTO BURGOS SORIA

385

Es un juego. Cada vez que surge un impedimento se hace más divertido y pe-ligroso. Nosotros sólo somos unas simples piezas; eso a casi decir que ni si-

quiera existimos. Podría atreverme a ser mucho más explícito, somos una especiede intermediarios, los cuales estamos muy destinados a ser prescindibles. Elmundo también ha sido un juego, especies que se aniquilan entre ellas para de-mostrar su superioridad o dominar de forma parcial... Por supuesto que los hu-manos también. El único problema es que el tiempo de dominación ha tocado asu fin y es hora de dar paso a otra raza...

—Me entregaréis lo que resta del trabajo el viernes por la tardey no os olvidéis de incluir las entradas bibliográficas.— El grupo dealumnos se levanta, saliendo por la puerta sin hacer ruido. Una chicade cabello rizado se volvió al fondo y se despide con la mano.

—Adiós, decana.—Hasta el viernes, Megan.La clase queda en silencio. Los árboles son mecidos por el suave

viento de la mañana. Tomé aire con un bostezo y eché mano a mihorario. No tengo que volver a dar clase hasta las dos de la tarde. Co-rregir exámenes... ¡Perfecto! Por un momento, pensé en llamar a

387

1 2

L A H I S T O R I A D E M A R Í A

Josh, pero seguramente lo voy a molestar en alguna reunión o con-greso. ¡Qué calor hace hoy! Me desabroché un poco la camisa y toméde mi carpeta un buen montón de exámenes. Con las gafas de leery mi querido bolígrafo rojo, comencé a corregir. Respuestas correc-tas por aquí, respuestas mal por acá...

La misma rutina, las mismas notas. Tuve que dar un diez a losejercicios de Meg. Es una alumna estrella y su expediente lo con-firma a la perfección. No es la única. Richard ha mejorado mucho,hasta el punto de tener que darle la calificación de nueve y medio. Enmuchas pruebas se notan las horas de estudio y noches sin dormir.Es evidente, en la universidad no existe el sueño... O para mí, no.

El silencio activa los nervios. De mi bolso cogí la radio portátilque siempre llevo conmigo y busqué el canal de noticias. La hora delos debates, justo lo que más me gusta, oír las opiniones de la gentesobre un asunto. Mientras se presenta el tema, bajé un poco las per-sianas con el mando automático y refresqué mis entrañas con va-rios tragos de agua fresca. Fuera de la clase se escuchan las risas ycharlas de los alumnos, unos alegres y otros que no lo parecen tanto.La voz del presentador Morris Sullivan menciona que la tertulia dehoy se centrará en el Premio Nobel y sus candidatos.

“—Queridos oyentes, dentro de dos días va a tener lugar en Es-tocolmo la conocida ceremonia de los Premios Nobel. Este año larivalidad es máxima y es muy difícil decir de antemano quién va a serel protagonista de este año. Para nuestra hora contamos con la pre-sencia de nuestros más admirados críticos de la actualidad. Bienve-nidos otra vez a nuestro programa.

—Gracias por invitarnos, Morris. Es un auténtico placer estaraquí de nuevo.

—Para abrir nuestro debate vamos a recordar los candidatos alos Premios Nobel más importantes, es decir, Literatura, Ciencias yArte. En Letras, tenemos a los reconocidos Randy Giank y la jo-vencísima Silvia Moreno. El Arte se encuentra representado este añopor el escultor francés Charles Canbern y el ruso Vladimir Krev-

ESPÉCIMEN

388

chenko. Por último, el alemán León Vürgos y el sueco Ryan Scou-chen lucharán por el ansiado Nobel científico. Larry, tienes el honorde empezar.

—Gracias, Morris. Como bien has dicho al principio, va a sercomplicado elegir a los nuevos Nobel. Cualquiera tiene la mismaposibilidad que su rival de llevarse el galardón, pero yo veo ciertascaracterísticas que afectan bastante a la hora de elegir. Comencemoscon el par de científicos de este año. Sabéis que no me gusta hacervaticinios, pero en mi opinión diría que el Sr. Vürgos es el más pro-penso a vencer.

—¿En qué te basas para tal pronóstico, Larry?—Hay varias razones, de modo que comenzaré por la más breve.

He tenido el placer de conocerlo en persona y comparado con surival Ryan, su humildad y profesionalidad es muy patente. Respectoa sus creaciones, no digo que sean de mi agrado, pero hasta ahora esel único que ha conseguido crear vida estable, suceso que muchoshan intentado y han fracasado. Por otro lado, el Sr. Ryan no pareceun hombre muy sociable y pocas veces se ha presentado al público.No dudo que sea un gran investigador, pero su carácter rudo puedehacerle perder posibilidades.

—¿Tienes algo que alegar, Max?—La tesis de Larry está bien argumentada pero ha olvidado un

detalle fundamental con respecto al Sr. Vürgos. Coincido en lodicho, sin embargo, el Sr. Vürgos tiene un punto negro en lo quellamaríamos su expediente. Todos nos acordamos de la empresaGREDAPH y de cómo este científico la llevó a la quiebra y ruina.Sabemos a ciencia cierta que esta empresa trató de robar al investi-gador las series que creaban sus Especímenes y la sentencia del juezfue justa. No obstante, se descubrió días después que este científicorecibió ayuda en secreto del gobierno alemán para ganar el juicio,como si se tratase de una reyerta entre países. Alemania se venga ensecreto de EEUU mediante doctos y no por medios militares.

ALBERTO BURGOS SORIA

389

—No creo que afecte a sus posibilidades. El Nobel tiene encuenta el trabajo y la investigación; creo firmemente que él va a serel galardonado este domingo.

—Ahí tienes razón, pero recuerda que la política también influye.No olvidemos el claro ejemplo de Eurovisión...”

León Vürgos, lo que daría por verlo erigir esas nuevas formas devida. Mi aprecio por él es enorme, a pesar de que no tuve la ocasiónde conocerlo en persona cuando vino al congreso de los catedráti-cos más importantes de Europa. Aún me acuerdo del discurso queofreció como apertura del acontecimiento. Sus palabras emociona-ron al público de tal modo que nos conmocionó; casi rompo a llo-rar en medio de la sala.

Unos días después, corrió entre mis compañeros el rumor de queme había enamorado de él sólo porque hablé de su persona comouna auténtica fan. Por supuesto, lo negué y más porque estoy casadacon mi querido Josh y no voy a romper mi matrimonio. Además,sin ánimo de ofender, León no está muy dotado físicamente.Cuando lo vi de cerca, me quedé un tanto impresionada. No es eltipo de hombre que me atrae, pero su carácter es más que admira-ble, a pesar de ser un metalero en toda regla.

En verdad, no conozco mucho su historia. Si no me equivoco,tiene tres hermanas y sus padres fallecieron en un trágico accidentede coche cuando se encontraba en la universidad. Obtuvo matrículay máster en Medicina y luego estudió un curso de postgrado de in-vestigación biotecnológica, o eso me contaron.

Sin embargo, desde que mencionó el nombre de Espécimen paradesignar a los nuevos seres, el mundo puso su atención en su figura,incluida yo. En Navidad de 2018, le envié una cesta con los mejoreslicores de Austria como regalo por sus descubrimientos. Al cabo deunos días, recibí una carta de agradecimiento y estuve a punto de ira Alemania a visitarlo.

¡Qué decir de la alegría que me dio cuando oí que había sidonombrado candidato al Nobel de Ciencias! Tengo la certeza de que

ESPÉCIMEN

390

va a llevárselo y mi marido también opina lo mismo. Lo que yo nosé y que el crítico ha explicado es que ganó el juicio contra la anti-gua empresa donde trabajó mi cónyuge mediante ayuda del gobiernoalemán. En cierto modo, es el responsable de que Josh se quedarasin trabajo, pero lo aceptó y no lo he oído ni una sola vez insultarloo maldecir su nombre.

De repente, la emisora se corta y el reloj de mi muñeca toca lasdoce y media. Diez exámenes corregidos y todavía me falta un buenmontón. El ambiente está muy caldeado, de modo que abandoné lasala y cerré la puerta al salir, fijando mis ojos en la máquina expen-dedora de la izquierda. Para que el cansancio remita no hay cosamejor que una taza de café.

La sed me hizo entrar en los servicios y tomar un poco de agua.En el espejo se refleja el demacrado rostro de una directora ago-biada por la cantidad de trabajo que le queda por hacer. Comienzana aparecer las típicas ojeras de no dormir y el pelo se me ha rizadobastante con la humedad de la mañana. Me lavé las manos y no puderemitir otro bostezo.

No tengo ni pizca de ganas de seguir corrigiendo, pero no hay al-ternativa. Al regresar al escritorio, la decepción me inundó al com-probar en mi móvil ni una sola advertencia de mensaje o llamada deJosh. Con las pocas fuerzas que pululan por mi cuerpo, terminé derevisar las pruebas casi a las dos.

Siguiente clase, Genética Humana con el segundo curso, dentrode cinco minutos. Recogí mis cosas y fui a la sala de profesores. Conlos apuntes debajo del brazo, me dirigí al sótano y al fondo, distingolas figuras de los alumnos, esperándome. Llegué a ellos, abrí la puertay cada uno tomó sitio frente a los microscopios.

—Buenos días, María.— Sonó al unísono y con mi bata de la-boratorio, comenzaron dos horas que fueron eternas.

Tal y como indica mi horario, finalicé a las cinco. Subí a mi des-pacho y me senté, dejando la pila de ejercicios sobre la mesa. ¡Quédifícil es llevar una universidad y ejercer de profesora a la vez! Eché

ALBERTO BURGOS SORIA

391

analgésicos al vaso de agua y traté de aliviar el dolor de cabeza quelleva dándome calvarios desde las cuatro y media. Revisé a primeravista los archivos de pago y los recibos de nuevas solicitudes fueronguardados en el último cajón del escritorio. Repasé varias veces sifalta algo por hacer y decidí irme a casa.

La misma rutina en coche, media hora en alcanzar Viena y di-recta a nuestra vivienda. Ni cartas ni propagandas, el jardín bien cui-dado... Colgué el abrigo y me tumbé en el sofá del salón. Josh novolverá hasta bien entrada la noche. Puse la tele un rato para ver lasnoticas de la tarde. Como siempre, muertos por inundaciones, el hu-racán Andrew en el Caribe y atentados en el oeste europeo.

Cambié de programas hasta llegar al canal cultural. Justo el quemás quiero; de nuevo el tema de los Premio Nobel. Parece que va-rios candidatos han arrimado en Estocolmo y los periodistas se agol-pan unos sobre otros para hacer las entrevistas. A las siete y cuartoaterrizó el avión que transporta al rival de León, Ryan. Como au-ténticos salvajes, los reporteros saltaron la barrera policial y rodea-ron al hombre y su extraña acompañante.

“—¿Cómo se siente al tener como competidor al creador de losEspecímenes?

—No siento nada en especial. Es un hombre como todos y elmero hecho de que sea el único capaz de instituir vida no me asustaen absoluto.

—Casi todo el mundo opina que el Sr. León va a ganar el Nobel.¿Qué piensa al respecto?

—Lo mismo que aquellos que creen que no se lo merece. Seamosrealistas, lo que el mundo necesita en este momento son curas paranuevas enfermedades, no seres erigidos de la nada.

—¿Confía pues en llevarse el galardón?—Yo no confío en nada, sólo digo que esta distinción no puede

caer en manos de alguien que sólo ha dedicado su vida a estudiaralgo que sabe muy bien que no vale nada y no se preocupe por la si-tuación actual del mundo...”

ESPÉCIMEN

392

¡Qué arrogancia! Mira que insultarlo indirectamente... No tienesperdón de Dios. La rivalidad nunca ha sido directa pero en este caso,se ha pasado de la raya varios metros. Tanta rabia me entró de oírloque apagué el televisor y cerré los ojos, pensando. Coincido con élen el hecho de que León no se ha centrado en ayudar a la gente,pero eso no implica que no merezca el Nobel científico. Algo medice que esto no va a acabar bien.

Los calmantes empiezan a hacerme efecto; caigo presa del sueño,aunque el descanso duró poco. Cerca de las diez, el chirrido de lapuerta me despertó y apareció por la entrada mi marido, resoplandoy dejando las llaves sobre el cenicero. Me hice la dormida; sustocuando comprobó si realmente estaba soñando.

—¿Un día duro?—Tanto que casi me quedo frita en el despacho. ¿Y el tuyo?—

Con el beso de bienvenida, se sentó a mi lado y se desabrochó lacorbata. Lo achuché con suavidad y respondió con un cálido abrazo.

—Normal. Hemos fijado los precios de los nuevos medicamen-tos y he tenido que ir a Innsbruck a por el papeleo.

—Creo que me toca otra noche sin dormir, cariño. Me queda porcorregir una gran montaña de exámenes.— Reímos juntos y señaléel montón de folios que reposan sobre la mesa. Mi amor cogió uno,lo leyó rápidamente con la vista y escribió con lápiz la nota, un cero.

—Sería cruel ponerle eso, cariño mío.—Ya lo sé, pero por culpa de esto tengo que dormir solo y sabes

lo que me gusta... Jugar contigo.—¡Josh! Conmigo puedes jugar cuando te apetezca, aunque

debes entender que no puedo olvidarme que soy directora de unauniversidad.— Evité la seriedad y eliminé como pude las palabrasque oí del tal Ryan. Nos besamos de nuevo y se levantó de su sitio.

—Tienes que tomarte unos días libres. Hazlo por mí...—Ya me gustaría a mí, pero no puedo dejar de lado mis obliga-

ciones.

ALBERTO BURGOS SORIA

393

No es tan fácil comprenderlo. Una directora tiene el tiempo muyreducido y si hay que dejarse de algunos caprichos, se dejan. La mi-rada que cruzamos hizo que saliera por la entrada, subiendo al dor-mitorio. Seguro que te has enfadado, pero es la pura verdad. Paramantenerme despierta, cogí unas palmeras de tamaño pequeño yuna taza de café, las llevé al salón y seguí corrigiendo exámenes. Sinembargo, las ganas fueron mermando a medida que avanza la ma-drugada y mis ojos se cerraron poco después de las cuatro, rindién-dome al sueño.

El día anterior a la entrega de los Premios Nobel, el sábado, trans-currió con relativa tranquilidad. Josh me llevó a la ópera para ver laorquesta austríaca tocar varias piezas de Mozart y me ayudó a ter-minar de revisar los ensayos sin poner ningún cero. Cualquiera odiapasar un fin de semana así, pero no quiero dejar trabajo para des-pués. Para la noche, cenamos en un restaurante y acabamos la veladacon nuestros típicos juegos de cama.

El sueño que tuve... Fue uno de los mejores, por así decir. Meveía cogiendo el Nobel de Ciencias y entre aquellos que acudían a fe-licitarme estaba el Sr. Vürgos, rodeado por sus hermanas. Lo tomécomo una predicción, un presentimiento de que él acabaría arreba-tando el Nobel al otro.

¡Por fin llegó la esperada tarde del domingo! No nos perdimos niun sólo minuto de los preparativos. Lo más emocionante fue cuandoescuchamos a la comentarista de la cadena austríaca decir que co-mienzan a llegar los candidatos al lugar del acto. Cada uno fue des-filando por la alfombra roja hasta que el filmador enfocó un par decoches que se aproximan desde el fondo.

“...Y aquí llegan, desde Alemania, el famoso y joven investigadorque por primera vez en la ciencia fue capaz crear nuevas formas devida... ¡León Vürgos Mähn y su grupo de investigación!”

¡Qué alegría volver a verlo! No ha cambiado nada en los últimosaños, misma melena y con la perilla de siempre. Lo que daría porser una de sus acompañantes. ¡Qué elegancia tiene, un auténtico

ESPÉCIMEN

394

heavy de los 80! Y no sólo él, sus hermanas, las cuales son muy her-mosas, parecen vestir con sus mejores galas. Mientras cruza la pa-sarela, una muchedumbre de periodistas lo abordaron y lapresentadora de las noticias locales intentó abrirse camino. ¡Esas noson formas de tomar la opinión de un hombre!

“—¡Dr. Vürgos! ¿Quisiera responder unas preguntas?—Por supuesto que sí.—¿Qué impresión se llevaría si consiguiera recibir el galardón?—La mayor posible. A decir verdad, cuando recibí la nomina-

ción no pude dormir en una semana por la emoción que conllevó lanoticia.

—¿Cómo nos describiría a su rival, Ryan?—No lo conozco personalmente y muy poco he oído de él, aun-

que la mayor parte se debe a que me centro mucho en mis investi-gaciones y no tengo tiempo de ir a congresos y conocer gente.

—Todo el mundo dice que usted ha revolucionado el mundocientífico. ¿Cree que le van a conceder el Premio Nobel por talhecho?

—No lo sé y tampoco me gusta hacer predicciones. Yo no he re-volucionado nada, sólo he sacado a la luz aquello que muchos otrosantes que yo intentaron descubrir. La ciencia ha evolucionado cien-tos de veces, pero mis creaciones no las contaría como una revolu-ción.

—¿Acabaría alegando que se merece el Nobel más que su com-petidor?

—No, en absoluto. Al revés, creo que él tiene más posibilidadesde conseguirlo. No es porque yo lo diga, sino porque sus trabajos losveo más competitivos que los míos...”

—Seguro que se lo conceden.— Razón llevas, cariño. Con esamodestia de vocabulario, cae bien a cualquiera. Merece salir del actocon la estatuilla, ya lo creo.

Mientras se van ultimando los preparativos, cenamos y perma-necimos en el salón con el corazón en un puño. Fueron concediendo

ALBERTO BURGOS SORIA

395

los galardones, empezando por el de Literatura. Tras media hora defuerte suspense, el rey noruego presentó el que sería el Nobel deCiencias. Las cámaras televisivas se centraron en el Sr. Vürgos, alcual se le ve tranquilo y con la mirada fija en el premio.

—Concluimos esta entrega con el Premio Nobel de Investiga-ción, disputado por los científicos Ryan Scouchen y León Vürgos.—Señor, si de verdad eres justo, haz que gane León, te lo pido. Joshestá igual, sin parpadear ni quitar los ojos del televisor.— El galar-donado con el premio Nobel Científico a los mejores estudios de in-vestigación es... ¡¡¡LEÓN VÜRGOS MÄHN!!!

¡Se lo ha llevado! Qué alegría se montó en nuestra casa. Joshbebió a su salud y yo no paraba de gritar mientras, por la pantalla, elSr. Vürgos subió al escenario y tomó el Nobel de las manos del rey.Se acercó al atril y pronunció unas palabras ante la emoción que leembarga.

“—No tengo palabras para esto. Nunca creí que tendría el honorde recibir un premio Nobel. Jamás pensé que mis investigacionesacabarían siendo reconocidas de esta manera. Agradezco a todo elmundo, también a aquellos que no están aquí sus muestras de apoyohacia mí y que no les quepa duda de que este galardón es de todosellos, sin excepción. Por último, agradecer a mis hermanas, mi com-pañero y mi gran homólogo el gran sostén que han sido para míestos días. Gracias a todos.”

Desde que leí sobre sus creaciones, supe que acabaría obteniendoel Nobel. En verdad, si no se lo hubieran concedido, no sería justo.Lágrimas saltaron de mis ojos ante la felicidad de sus hermanas ycompañeros. Ojalá estuviera allí.

—Bueno, esto hay que celebrarlo de algún modo. ¿Nos vamospor ahí?

—No, Josh. Tengo una idea mejor y se llama dormitorio. Por hoyharé una excepción y dejaré de corregir exámenes.

El gusto aparece cuando menos lo esperas. En aquel momento,me sentí tan alegre que lo primero que me pasó por la cabeza, lo

ESPÉCIMEN

396

dije. A mi marido le encantó la proposición, de tal manera que tardóen subir las escaleras y se tiró encima de la cama. Me quedé un pocomás de tiempo observando el fin de la ceremonia y cómo León res-pondió a los periodistas, pero esta vez con una satisfacción y gozoque parecen hacerlo el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.

Mentiría si dijera que no tengo envidia. A mí también me gusta-ría recibir tal galardón, pero no he hecho nada en lo que llevo devida para recibir tal distintivo. Al revés, me conformo con saber quealguien cuya existencia ha sido dedicada exclusivamente a la ciencia,fuese el premiado.

¿Qué habrá pasado con Ryan, el otro candidato? No han dichonada sobré él desde que comenzó la entrega. De nada sirve preocu-parse. Apagué el televisor y subí al dormitorio, viendo con risas aJosh tumbado en la cama. Apagué las luces y cerré la puerta en si-lencio.

“—Dr. León Vürgos, le felicito por haberse llevado el Nobel. Estodo un honor saludarle en persona.

—El honor es mío, Srta. Simonds. Es un verdadero placer.—Siempre he querido conocerle... Desde el congreso al que asis-

tió, no he dejado de hablar de usted.—Por favor, llámeme León.—León, sus Especímenes le han llevado a la cima y me gustaría

que compartiera conmigo sus largos y arduos años de trabajo.—Me agrada saber que a alguien le interesan mis trabajos. Co-

menzaré por enseñarle a mis queridos Especímenes, aquellos quetantos años me han llevado descubrirlos...”

“—¡María, Josh! ¡Cubridme hasta que llegue con mis hermanas!Los enemigos no tardarán en llegar y tenemos que salir de la ciudad.

—¡Tú solo no podrás! Los zombies serán atraídos por el olor detu sangre.

—No os preocupéis, me las apañaré como pueda. Si se acaba lamunición, salid cuanto antes y reuníos con mi compañero en la igle-sia.

ALBERTO BURGOS SORIA

397

—Pero tienes que ir a la otra punta de la ciudad...—¡Estaré bien, os lo juro! Dentro de una hora vendré a recoge-

ros. Procurad que no os maten.—Lo tendremos en cuenta. ¡Ten cuidado, León!—Comenzad a disparar en cuanto yo salga corriendo... ¡Ahora!”“—Sólo hay una manera de salvarle, María. O le inyectamos el

MY67O o no sobrevivirá a la radiación.—¡No quiero que él porte con un Espécimen!—No hay otra opción, querida.—Bastante ha tenido conmigo y que sufra el mismo destino que

yo... ¡Tiene que haber otra manera!—Josh sólo puede seguir viviendo con el Espécimen dentro y si

tanto le amas, no hay más que hablar.—¿Llevará el mismo MY67O que yo?”—Cariño, despierta que vas a llegar tarde.—¿Qué hora es...?—Siete y media, date prisa.— Extraño se me hace oír a mi ma-

rido. ¡Joder, qué dolor de cabeza tengo y eso que es primera hora dela mañana!

Poco más de una hora dispongo para ducharme, vestirme y po-nerme la bata de laboratorio de la universidad. La noche ha sido mo-vidita y no por los revolcones con Josh, sino por los raros sueñosque he tenido. Me acuerdo del más reciente y del que más trato deolvidar. Josh está muerto y las hermanas de León me incitan a in-yectarle un Espécimen que lo devolvería a la vida. Cada vez que laimagen de mi amor muerto pasa por mis ojos, me dan ganas de llo-rar. Lo mejor es no hacer caso, son sueños que uno tiene de la emo-ción. En mi caso, por la alegría de que León ganara el premio Nobel.

Hice caso omiso y dejé de darle vueltas. Hay otras cosas más im-portantes que hacer. Como una auténtica bala, tomé una rápidaducha, salí de la casa con las tostadas en la boca y arrimé en la uni-versidad con diez minutos de sobra, los cuales aproveché para tomarun café. Curioso, ese café me despertó durante toda la mañana, de

ESPÉCIMEN

398

tal manera que acabé de corregir los exámenes y colgué las notas enlos respectivos tablones. Los alumnos se enteraron con rapidez yacudieron prestos a ver sus calificaciones. Risas, cabreos, maldicio-nes... En una universidad se escucha de todo.

Aún con la alegría de los Nobel transcurrió una semana. Quécontar salvo el incidente que se produjo en la universidad. Unosalumnos de segundo incendiaron sin querer el laboratorio Nº3 y seperdió el material de esa sala. Por lo menos, nadie resultó herido.Como fin de semana alternativo, Josh decidió llevarme al nuevo pisode la empresa donde trabaja, un pequeño apartamento en la capitalde Ucrania, Kiev.

Un día precioso para estar los dos solos. Ni una sola nube en elcielo y un sol radiante; perfecto para la playa. El aire es suave yfresco; parece el paraíso. Nada puede entorpecer un viaje tan tran-quilo y gozoso, ni siquiera la lluvia. Poco después de pasar la fron-tera con Hungría, al borde de las once y media de la noche, el cielose tornó de nubes grises y comenzaron a caer pequeñas gotas deagua. ¡Se nos ha fastidiado el camino!

—Casi estamos, no vamos a mojarnos mucho...—¡Cómo le gusta al agua joder días tan bonitos como éste...!—

No es el agua, para ser exactos. Lo más extraño es que el coche vibray más de lo normal.

—¡Vaya truenos! Nos van a dejar sordos...—Josh, aminora la marcha, por favor...— No pareces darte

cuenta, pero el coche marcha a trompicones sobre la carretera. Escomo si el suelo estuviese resquebrajándose.

De repente, algo cayó sobre el parabrisas, agrietándolo total-mente. Ante tal impacto, nos detuvimos y salimos del vehículo. ¿Quéestá pasando? Tiene pinta de una fuerte tormenta pero se distin-guen cosas alargadas surcando el cielo negro y gris. El trozo resultóser una barra de metal, la cual aparenta pinta de nueva; no hay sig-nos de oxidación.

ALBERTO BURGOS SORIA

399

—¿Pero qué coño...?— Al instante, el suelo tembló bajo nues-tros pies y un potente estruendo sacudió la zona. Estoy asustada ymi marido también. Recordé un artículo que leí en la revista cientí-fica. Hablaba del Apocalipsis y el fin del mundo. ¿Nos ha llegado elmomento de desaparecer o se ha iniciado una guerra?— Vámonosde aquí, rápido.

—¿Seguiremos hacia Kiev?—No hay otra opción, además, no tiene buena pinta...Seguimos la autovía mientras los estrépitos cobran más fuerza y

el asfalto se agrieta por algunas zonas de forma salvaje. Absoluta-mente espeluznante. En serio, parece el fin del mundo. La bóvedaceleste se tornó completamente de negro y el fuego hizo su apari-ción, quemando todo lo que encuentra a su paso, árboles, vegeta-ción...

Un cartel nos indica la proximidad a la capital ucraniana, unosveinte kilómetros. A este paso, nos va a resultar imposible llegar.Como Josh no ve por dónde conduce, una de las ruedas quedó en-cajada en una de las grietas del asfalto. ¿Seguir a pie?

—¡No te separes de mí y mantente alerta!Imposible caminar. Una especie de contenedor enorme cayó ki-

lómetros más adelante, provocando tal estridencia que taponó misoídos durante unos segundos. Cogido de mi mano y con los ojosentreabiertos, Josh me llevó por los caminos más seguros hasta quedivisó a lo lejos la figura de una cabaña. Con rapidez, entramos enella y cerramos la puerta.

Inexplicable el hecho de la hoguera encendida y que no hubieranadie en casa. Esto cada vez se parece más a una película de terror.Los tremendos golpes que recibe el techo de madera no presagiannada bueno. Nos cogimos el uno al otro y nos agachamos junto a lachimenea. Ni su calor puede aliviar el temor que guardo en mi inte-rior.

—No sé qué está pasando, pero será mejor...Cercanías de Kiev, 00:30 Pm

ESPÉCIMEN

400

—¿Que ha ocurrido...?Despierto con fuerte dolor de cabeza. Sangre gotea de mis manos

y la lluvia es intensa. ¿Ha sido un sueño? No, jamás. La realidad esdistinta. Aunque no enfoco bien las imágenes, observo con claridadárboles caídos, grietas en la tierra y la cabaña se ha derrumbado porcompleto. El fuego ha sido extinguido y el olor a carbón todavíapredomina.

Me incorporé y busqué entre las sombras a mi marido. ¿Dóndeestás? Grité varias veces su nombre pero sólo el eco contesta mis lla-madas. De repente, tropecé y caí de bruces en el suelo. Me giré y viun brazo que sobresale de un montón de escombros. Con el miedoagrandándose en mi interior, retiré ladrillos y maderos hasta desen-terrar por completo a mi Josh.

—Vamos, Josh... Reacciona, por favor.— No estás muerto ni in-consciente. Abre los ojos e incorporé con dificultad.

—¿Te encuentras bien, María?—Sí, más o menos. ¡Estás sangrando!— Tras la camisa raída se

ve una gran herida que rezuma sangre a borbotones. El dorso estáempapado entero.

—No te preocupes, es sólo un arañazo...—¿Arañazo? Déjame que detenga la hemorragia...— Lo que

queda de ropa fue usada para hacer vendas y aunque al principio to-maran tonalidad colorada, rápidamente frenaron el drenaje sanguí-neo que sufre.

—Gracias, cariño... ¿Qué cojones ha sucedido?—No lo sé... Pero debemos estar agradecidos de seguir vivos.—

Es lo primordial. Por donde quiera que posase la vista, aparecenimágenes de desolación y ruinas. Fuimos a la carretera y observamosel pésimo estado en la cual se encuentra.

—Espera, oigo algo...Del horizonte provienen sonidos parecidos a gritos. Al princi-

pio, el terror nos detuvo, pero echamos a correr cuando identifica-mos una voz femenina. Dejamos el coche atrás; no nos hace falta.

ALBERTO BURGOS SORIA

401

Los chillidos se intensifican y tras diez minutos de intenso camino,arrimamos en la zona. Una casa que aparenta abandono o me parececontemplar. Salvo un vehículo fuera del garaje, no hay rastro degente o animales. Avanzamos con cuidado y comprobamos que lapuerta está abierta.

—Intenta no hacer ruido...El vestíbulo se encuentra desierto y la luz, apagada. Me asusté al

ver grandes lagunas de sangre sobre la alfombra. Líquida y caliente,tiene que ser muy reciente. El techo retumba, descubriendo la pre-sencia de alguien. Lo extraño es su forma de andar, pausada y fuerte.Subí las escaleras detrás de Josh y se escuchó un grito desde la saladel fondo del pasillo. Con el corazón en un puño, nos acercamos yabrimos la puerta de la habitación de par en par. Un hombre en-corvado nos da la espalda mientras parece desgarrar algo con susmanos.

—¿Se encuentra bien?—Josh...—¿Le ha pasado algo?— Las buenas intenciones de mi marido

no fueron respondidas por aquel tipo, quién siguió inmóvil en suposición. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo y un relám-pago tronó en el cielo. Conforme mi marido se acerca, el ambientese tensa. Con las manos le dio la vuelta y zarandeó varias veces.

—¿Entiendes lo que te digo?—¡¡¡JOSH!!!Sin previo aviso, el extraño varón lo cogió del cuello y cayeron al

suelo. Sus fuertes jadeos retumbaron en la sala y busqué utensiliosque pudieran servir como arma. Mientras, Josh se defiende comopuede, evitando que el hostil le haga daño; sujeta su cabeza y ruedande un lado para otro, intentando quitárselo de encima. La situaciónempeoró por momentos, las fuerzas merman ante el enemigo y yono consigo nada para salvar a mi amor. En la cocina encontré un parde cuchillos afilados y subí arriba.

ESPÉCIMEN

402

Clavé en la espalda del adversario el par de filos y éste se retiró,aullando de dolor. Las luces de varios truenos iluminaron momen-táneamente su rostro. Los colmillos y la desfigurada faceta aleganque no es un ser corriente. Con las enormes garras, intentó sacarselas hojas de metal. Ese instante lo aprovechó Josh, quien se colocóen su trasera y con energía, lo desnucó. Los jadeos cesaron y se de-rrumbó sobre el suelo, pintando el enlosado de sangre.

—¡Ese tío está loco! ¿Qué demonios ocurre aquí?— Quizás noestá bien, pero lo que he visto en su cara no es normal. Me acerquéal cuerpo y le di la vuelta. ¡Dios mío!

—No, creo que es algo más que locura... Míralo bien.Con un mechero, iluminamos el cadáver. El horror es tal que me

tapé la boca y tosí varias veces. ¡Un muerto viviente! La mandíbulase sostiene a duras penas; rezuma sangre a chorros y los ojos son to-talmente blancos, ni tan siquiera pupilas. Qué decir sobre su frente,por la cual sobresale el cráneo lleno de sangre y otros fluidos. Por nover más la cabeza, bajé la observación al tórax, pero la visión es peor.

Pecho repleto de signos de ataque, abdomen abierto y por el cualsobresalen músculos y faltan varios órganos. Para acabar la horrendadescripción, cogí uno de sus brazos y lo examiné. Dedos y uñas sehan alargado de tal forma que parecen garras auténticas y la parteposterior del brazo enseña completamente el húmero. Viendo aque-llo, preferí imaginarme la parte dorsal, sin olvidarme de las heridasproducidas por los cuchillos.

—Joder... Pues mejor no mires a tu lado.—¿Pero cómo puede ser? ¡Por el amor santísimo!— Al lado mía

se encuentra otro cadáver, esta vez de mujer.Sin embargo, la muerte sí le ha llegado, salvo que el causante de

tal atrocidad se supone que ha sido el insólito hombre. La mujer hasido asesinada de la forma más salvaje que puedo describir.

Desgarrada casi por la mitad. Tórax al aire libre y mostrando losrosados pulmones sin el corazón. Los ojos han sido sacados y laboca muestra más sangre que cavidad. En el vientre saltan a la vista

ALBERTO BURGOS SORIA

403

diversas heridas producidas por las temibles garras y cerca de la ca-dera hay marcas de mordeduras. La cara posee más historia que laBiblia. Resumiendo, peor que el atacante, mucho más.

—Parece una película de suspense...Peor que eso. Ver el estado de los cuerpos es suficiente para vo-

mitar de asco. No acabó la agonía. Desde fuera, se escuchan inten-sos bramidos. Al asomarnos a la ventana, vemos a más genteaproximarse desde el bosque y no tienen pinta de ser amigos. Hayque actuar de manera rápida y se tradujo en la rapidez que tuvo Joshen cogerme en sus brazos, bajar las escaleras y entrar en el cocheaparcado frente a la casa.

—Arranca, coño...—¡¡¡Los tenemos encima!!!Varias bocas deseosas de muerte y horrendas caras golpean los

cristales del vehículo. El motor no tiene la cortesía de encenderse yalgo cayó sobre el techo, abollándolo. El seguro de las puertas noaguantará mucho y se acumulan más personas. De repente, un es-truendo sonó bajo el capó y mi marido pisó el acelerador a fondo,llevándose por delante un montón de enemigos. En la oscuridad,no se ve la carretera, pero las luces antiniebla resolvieron tal pro-blema.

—¿Hacia dónde vamos?—Estamos muy cerca de Kiev. Mira allí, la antena de radio.— En

el horizonte diviso la gran torre de comunicaciones de la capitalucraniana. Un momento, una radio... ¡Podríamos usarla para comu-nicar con alguien!

—Josh, vamos a la estación radiofónica.—¿Para qué quieres ir? Para que nos pase igual...— No te pon-

gas así, cariño. Seguro que tiene que haber alguien retransmitiendopor algún canal. Me cuesta convencerte.

—¿Estás segura de que valdrá para algo?—Sí... Aunque puede que nos lleve días encontrar alguna res-

puesta. Tú déjame y mientras vas a casa.

ESPÉCIMEN

404

—¡¡¡Una mierda te voy a dejar sola!!! Por poco muero antes y en-cima quieres que te deje sola por ahí... María, te has vuelto loca.—Maldito cabezota, la cuestión no es abandonarte, sino protegerte.Eres el que más débil está de los dos. Además, me da la sensaciónque tu herida en el dorso es algo más que una simple magulladurapara los muertos vivientes.

—Por favor, Josh, es por tu bien...—¿Pero qué bien dices? ¿No te has dado cuenta de que puedes

morir?—Lo sé, pero a lo mejor puedo conseguir ayuda. No podemos

estar solos en toda la ciudad.— A medida que discutimos, Kiev seva haciendo más grande y un cartel reza la bienvenida de la formamás espantosa que puede presentar; un montón de cadáveres des-perdigados por las calles. La única forma para hacerle entrar enrazón fue decirle que estaría comunicado con él todo el rato me-diante mensajes de móvil.

—María... No quiero que te suceda nada.—Yo tampoco, pero si no nos separamos, será peor. Si alguien

contesta a mis llamadas, te avisaré para que vengas a reunirte con-migo. ¿De acuerdo?— Se acercó a la acera y me bajé del vehículo sinquitar mi mirada de la suya.

Asintió con la cabeza y nos dimos el último beso, el cual lo ali-vió en medida que voy alejándome hasta que me perdió de vistacuando doblé una esquina. En verdad, me siento sola y asustada sinél, pero no hay otra opción.

—María, tranquila y atenta.— Me dije para mis adentros con laintención de tranquilizarme. Bastante miedo llevo encima...

El ambiente es surcado continuamente por gritos desgarradoresy fuertes aullidos. A nadie le hubiera gustado ponerse en mi situa-ción. No conozco Kiev tanto como mi marido, pero sé que la esta-ción de radio se encuentra muy cerca de la casa que le han cedido aJosh. Guiándome por carteles indicadores, atravesé calles y lóbre-gos callejones.

ALBERTO BURGOS SORIA

405

La gran antena de comunicaciones fue apareciendo en la oscuri-dad y alcancé la gran plaza que rige la radio; no es buena idea pasarpor el centro. Gente merodea y parecen ser como los del bosque.Con mucho cuidado y sin armar mucho ruido, bordeé el lugarusando las sombras para ocultarme. Las parpadeantes luces rojas dela antena son la prueba de que aún queda esperanza de conseguirayuda. Mi respiración se cortó cuando un hombre bajito giró su de-macrada cabeza hacia el sitio por donde paso.

—¡¡¡¡¡Aaaaaaarrrrrgggggggggg!!!!!¿Qué ha sido ese alarido? El corazón se me encogió ante tal es-

truendo y el suelo tembló de forma exagerada. La buena noticia fuever que tal bramido fue interpretado por los enemigos como unallamada, los cuales abandonaron la plaza a estampida. El silencio seadueñó de la noche y me calmé. Subí los escalones del edificio y me-diante los paneles de información llegué a las cabinas de radio. Res-piré con alivio y me coloqué los auriculares.

Sintonizando cada una de las frecuencias, intenté escuchar, peroel sonido de interferencias dominó todos los canales. Sin embargo,no me rendí y envié un mensaje a Josh diciéndole que me quedaríaen la estación un par de días más. Por la respuesta que me llegó, élno tiene problema con mi propuesta y me pidió mucha cautela.

¡Ojalá estuviese aquí conmigo! Contesté con varios agradeci-mientos y el típico “Te amo, cariño mío.” Pasaron dos días de sos-pechosa tranquilidad hasta que en un atardecer ocurrió lo que másdeseo. Alguien contestó a mis peticiones de auxilio por la línea ra-diofónica alemana. El intento no ha sido en vano.

—... León Vürgos... Berlín, ¿Me recibe?— ¿¿¿León Vürgos???¿Me está contestando el mismísimo León Vürgos? Mi locura ha lle-gado al máximo grado.

—Sr. Vürgos, soy María Simonds. Transmito desde la capital deUcrania. Estamos rodeados de seres extraños y necesitamos ayudarápidamente.

—¿...Kiev? ¿Pueden aguant... lleguemos allí?

ESPÉCIMEN

406

—Sí, pero todo está hecho un caos. Lleguen cuanto antes, por-que no creo que aguantemos mucho aquí.

—María... Darnos un par de días... Con usted. ¿Está sola?—Estamos mi marido Josh y yo encerrados en la radio. Por favor,

no tarden.—Saldremos... Para allá... Cuidado y no salgan... Estos días.

DANCE OF DEATH (IRON MAIDEN)

“Let me tell you a history to chill the bonesAbout a thing that I sawOne night wandering in the evergladesI’d one drink but no more

I was rambling, enjoying the bright moonlightGazing up at the starsNot aware of a presence so near to meWatching my every move

Feeling scare and I feel from to my kneesAs something rushed me from the treesTook me to an unholy placeAnd that is where I feel from grace...”

ALBERTO BURGOS SORIA

407

Estamos cumpliendo el primer objetivo. Hemos salido en busca de supervi-vientes y nos ha dado resultado. Se podría decir que no todo pinta tan mal

como creí en un principio. La cuestión más importante viene al instante. ¿Quérumbo se toma? No lo decide el destino, lo elegimos nosotros. Debemos encon-trar la forma de recorrer el mundo entero en el menos tiempo posible. A sabersi podemos hacerlo...

—Esperé dos días más y entonces irrumpió el ser ese con elhacha en la radio, destrozándolo todo a su paso. Me oculté tras losescritorios y creo recordar que me cayó una losa en la cabeza. Medesperté en tus brazos y lo siguiente lo conocéis.

—Lo tuyo ha sido peor que lo nuestro. ¿Qué opinas, León?No tengo palabras para describir tal historia. Me ha dejado la sangre con-

gelada.—No sé qué decir. Han pasado por una situación similar.— De

oír tal historia a uno se le queda la sangre helada. Todo el mundoacabó poniendo sus ojos en mí, esperando que dijera algo más.

—¿Y ahora qué camino seguimos?—¿Alguien más te respondió en la radio, María?

409

1 3

T O U R E U R O P E O

1 º P A R T E : R E G R E S O A C A S A

—No, sólo vosotros.— Lo que quiere decir que nadie más debede haber vivo en la zona. Nos da una ligera idea de lo que vamos ahacer a partir de estos momentos.

—Muy bien; tenemos carta libre para hacer lo que queramos. Meparece que vamos a volver a Múnich...— La decisión no cae bienentre los demás, más en John. Desde que mordieron tu mano, noquieres saber nada más de Alemania.

—¿Para qué quieres regresar?— JuanXo alza el tono de voz másde lo normal pero Christine corta la furia expresada mediante variosgestos de silencio.

—Aquí no tenemos nada que hacer y tengo la sensación de quevamos a encontrar algo nuevo en los laboratorios. No me toméis enserio, pero estoy casi seguro de que no está igual desde que nos fui-mos.

—¿Qué crees encontrar si regresamos?—Respuestas.— Mientras María contaba su experiencia, cavilé

la posibilidad de retornar a los complejos. Llevarme los restantesEspecímenes y rearmarnos un poco serán las prioridades en casode ir.

—¿Nos vamos a arriesgar a encontrar más peligros?—Si es necesario, sí.— Las palabras cayeron sobre mi compa-

ñero cual yunque lanzado desde el cielo. Rachel asió el fusil deplasma y se levanta, señalándome con la punta del arma.

—¿Qué os pasa? No debéis olvidar que seguimos vivos gracias anuestro hermano y si él dice que hay que regresar a casa, volvemosy punto.

—Rachel... Si queréis que continuemos con la búsqueda, conti-nuamos.— Varios minutos de silencio acompañan a la sentencia.

John y María se limitan a guardar silencio, JuanXo resopla y mishermanas se sientan a mi lado, apoyando la decisión. Josh es el únicoque se aparta del tema, saliendo por la puerta y alegando que va albaño. Mentira, sólo quieres evadirte, pero sé muy bien que tambiénte afecta, quieras o no.

ESPÉCIMEN

410

—Vale, está bien. Regresaremos si así lo deseas, pero una vez allí,tendrás que decirnos el porqué de tu decisión.— Por fin te conven-ces. Tanto persuadir sirve. Sonríe con ironía y corre las cortinas delas ventanas, atenuando la iluminación de la habitación.

—¿Nadie tiene algo en contra?— Río por dentro del juicio queestá teniendo lugar. La afirmación de María en último lugar fue elpunto y final. Con sumo cuidado, me incorporé y mis vértebras cru-jieron de forma exagerada.— Perfecto, saldremos mañana al atar-decer y tomaremos el mismo camino.

Hacedme caso, porque no está el mundo para discusiones...Venga, a hacer maletas. Salvo Lyserck y John, los demás salieron

del salón y respiré pausadamente. Siento al TH49A dormir plácida-mente en mi pecho, sin dar signos de vida. ¡Qué dura es la vida!Ojalá el viaje fuese lo más tranquilo posible. Me peiné varias vecesel cabello y cerré los ojos. Estoy un poco incómodo levantado, perolo remedié tomando asiento de nuevo. Tengo el cuerpo fatal.

Once y media de la noche; la mayoría se ha acostado. Christine yyo somos los únicos que desafiamos a la noche. A ella le encantaver las estrellas y puede tirarse horas y horas embebida en sus pen-samientos. Al ir al cuarto de baño, reflejé mi rostro en el sucio es-pejo del lavabo.

No tengo miedo de ver mis ojos colorados o la faceta que ahorapresento al mundo. ¡Vaya cambio! No obstante, me fijé en dos pe-queños bultos que sobresalen a los lados de mi cuello. ¿Qué cojonesestá ocurriendo? Al rozar las protuberancias, éstas temblaron y notécómo el TH49A volvió a dar actividad.

—¿Que me estás cambiando, TH49A?—“Soy un Espécimen y necesito transformar el huésped a mi

gusto.”— Esas palabras no me gustan nada. Algo malo va a pasar...De repente, la nuca comenzó a emitir dolor de manera leve y los

bultos vibraron con fuerza. El temblor recorrió mi cuerpo variasveces y observé con sorpresa explosiones. De las aberturas, poco apoco brotaron un par de apéndices negros que se alargaron hasta

ALBERTO BURGOS SORIA

411

medir lo mismo que el brazo. Casi no noto dolor, pero la sensaciónfue muy extraña, como tener dos pares de miembros superiores.

Con rapidez, las prominencias redujeron su tamaño y dejaronuna cicatriz por la cual sobresalen los extrañas extremidades. Másmiedo me dio al comprobar que puedo moverlos voluntariamente.Son ojos de camaleón, menear los brazos independientemente delos otros nuevos. La punta acabada en forma de ancla; servirán paraenganchar. Con temor en el cuerpo, agarré el saliente y noté mi pulsoen la superficie. ¿Qué demonios tengo en el cuello?

—“Te vas pareciendo a mí.”—¿Qué quieres decir...? Entiendo.— La primera vez que vi al

TH49A en el microscopio. Pequeño, negro y con miembros latera-les en forma de anclas. Claro, a medida que creces en mi interior vastransformando mi físico exterior.

Voy a cambiar de nombre, quizás sirva León TH49A, Espécimen Hu-mano...

En el espejo no se refleja León Vürgos Mähn, sino el TH49A enforma humana. Al principio, reí de mi ocurrencia; luego me arre-pentí. ¿Qué dirán los demás? Lo comprobaré mañana. Fui al cuartodonde ronca JuanXo y sin hacer ruido, me metí en la cama, quitán-dome la gabardina. La presión de las nuevas extremidades me obligóa dormir hacia arriba. Cuesta conciliar el sueño pensando en lo su-cedido pero confío en el TH49A y en que nunca hará algo que meprovocase daño.

España, 02:00 AmNoche oscura en los bellos parajes de Almería, sur español. El

leve oleaje es una bella serenata para los oídos. Sin embargo, unfuerte carraspeo rompió el silencio y la figura de dos personas apa-reció bajo la luz de la luna; una de ellas lleva cogida a la otra. Unhombre pelirrojo es sostenido por una joven de cabello largo. Ésteparece herido en el abdomen. Gotea sangre y lleva los pantalones en-sangrentados.

ESPÉCIMEN

412

La luz dejó al desnudo la silueta del investigador Ryan Scoucheny la de su ayudante Evys, la cual no parece estar malherida. Ryantiene mal aspecto; varias magulladuras surcan su escuálido rostro yen las manos porta una pistola descargada.

—Te dije que no era buena idea seguir su rastro...—Cállate. Maldita Rocy... Es más lista de lo que parece.—Ahora te das cuenta de tu error. ¿Estás seguro de tiene el cam-

pamento por aquí?—Sí y deja de preguntar.Su asistenta cerró la boca y siguió sujetándolo. El viento fresco

del crepúsculo fue la razón que Ryan usó para desfogar su rabia yevitar pegar a su ahijada. Al transcurso de diez minutos, se obser-varon a lejos luces que provienen de varias hogueras. Sonrió iróni-camente y metió prisa a Evys, quien no tardó en acelerar el ritmo.Cuando llegaron al lugar, una mujer ataviada con un traje de cueronegro salió a recibirlos.

—Querido Ryan... ¿Qué tal la visita?—Tal y como pronosticabas, Rocy. Las ciudades están comple-

tamente infectadas y creo que el ente se extiende hacia la costa.— Laespía encendió un pitillo y lanzó el humo de la calada a Ryan, quiénno tosió. Varios soldados cogieron al investigador y lo tendieronsobre una camilla, levándolo dentro del hospital de campaña.

—¿Cómo ha llegado a ese estado?—Nos atacaron por sorpresa en una ciudad cerca de aquí y lo

sorprendieron por detrás. Suerte que llevaba la pistola, porque sino... No llega a contarlo.— A Rocy no le hubiera importado si hu-biera fallecido o no. Sólo le interesa saber el avance de la pandemiay si llegaría a afectar a su ejército.

—Bueno, se recuperará. ¿Habéis podido recabar más datos deutilidad?

—No, nada nuevo.— Un médico salió de la tienda y preguntó aEvys cuánto tiempo hace de la agresión. Al decir menos de una hora,el hombre se tranquilizó y concluyó con certeza que sobreviviría sin

ALBERTO BURGOS SORIA

413

ningún problema, aparte de comunicar que no se encuentra infec-tado por el ente.

—Acompáñalo y dile que tengo otra misión para vosotros.—Evys obedeció al instante y marchó con el practicante.

De modo que la infección va en aumento. No son buenas noti-cias y menos si se junta con la confirmación de que los Marines estántambién en España. Pocas veces ella se asusta, aunque esta vez síhay motivo. Terminó de fumar el cigarro y lo extinguió, lanzándoloal mar. Lo tiene muy claro, desmontarán el campamento y marcha-rán hacia el norte, donde todavía parece que no hay indicios de in-fección. La situación no está bien y todo por el tal JC... ¿Por quéexpandiría la cosa esa?

Casa de JuanXo, 10:30 Pm—¿Qué es lo que tiene en el cuello?—Parecen unos brazos...—Sabía que tenía que haberle quitado el TH49A...Voces de todas partes llegan a mis oídos. O es de día o sigo so-

ñando. Abro el ojo izquierdo levemente y observo a mis hermanas,junto con JuanXo, discutir sobre mis nuevos complementos. Mehice el dormido para escuchar la conversación. Por supuesto, nadacoherente. Que voy a morir, estoy degenerando... ¡Qué barbarida-des! Uno no soporta tantas malas suposiciones. Justo cuando medispongo a levantarme, Lyserck se acerca y sin cuidado alguno, tirade los salientes.

—¡¡¡Aaaaaahhhhhhhh!!!¡ME CAGO EN DIOS Y EN LA VIRGEN! ¿Qué coño hacéis, es-

túpidos?—Os lo dije, los tiene incrustados desde dentro.— Más bruta no

puedes ser. Coge la punta y estira con tanta fuerza que por poco mearranca el cuello. El TH49A se despertó sobresaltado y me sentésobre la cama, frotando la nuca y remediando el dolor.

—¡Joder, no vuelvas a tirar!—¿Qué te ha pasado, hermano?— Rachel está al borde de un

ataque al verme con la transformación. Reí unos segundos y bostecé.

ESPÉCIMEN

414

—Nada, un pequeño cambio que tuve anoche.—¿Pero cómo? ¿Te duele...?— JuanXo examina los nuevos bra-

zos con mucho detenimiento y Christine me mira con una cara dehorror que asusta a cualquiera.

—No, ni siquiera cuando comenzaron a emerger. Sin embargo,no sé para qué sirven.— Me entretuve un rato haciendo vaivén conlos apéndices hasta que María apareció por la puerta, bostezandocomo una pantera.

—¿Qué demonios sucede aquí...?— Al fijar sus ojos, cerró laboca al instante y se derrumbó sobre el suelo. Te has desmayado tansólo observar las anclas. Rachel la cogió y llevó al salón para cuandodespierte del desmayo, no me vea de nuevo.

—En serio, León, ¿Qué coño son esas cosas?—No lo sé, de verdad. Sólo puedo decirte que no volváis a tirar

de ellos.—¡Diablo santísimo! ¡Dentro de unos meses no serás ni humano!A este paso, que no te extrañe...—No digas eso, Lyserck.— A lo mejor llevas razón, no soy como

los demás. Con todas las miradas puestas en mi cuello, salí del cuartoy tomé unas tostadas en la cocina. Uno siente incomodidad si estánobservándote todo el rato y encima, más si los puedes ver.

Seguí haciendo mis rutinas con toda normalidad salvo que algu-nas veces noto el aire matutino en las nuevas zonas de mi cuerpo.Bajo los atentos ojos de mis hermanas, pasé la mañana, acercándosela hora de partir. Antes de reunirnos en el patio, limpié un poco laropa que porto de sangre, tierra y polvo.

Las botas se encuentran tan llenas de piedras pequeñas que nologro entender cómo me muevo. La gabardina es lo único que notiene demasiada suciedad; unas pasadas con el cepillo y como nueva.A las seis en punto, todo el mundo junto a los vehículos que JuanXotuvo la cortesía de sacar.

—Muy bien. Vamos a volver a los laboratorios, de modo que noquiero paradas ni batallas innecesarias. Mis cartuchos comienzan a

ALBERTO BURGOS SORIA

415

agotarse y lo mismo ocurre con vuestra munición.— Mi compañeroes la prueba más clara; no puede usar el rifle de guerra. Cargamos loque queda de armamento en los maleteros y rellenamos los tanquescon la poca gasolina que hay guardada en la villa.

—¿Cómo nos vamos a organizar esta vez?—María y Josh, con Rachel y John en el Dodge. Lyserck y tú en

la moto y Christine... Tú te vendrás conmigo.— Dicho y hecho. Niun minuto pasó en acceder cada uno a sus respectivos asientos y delsalpicadero, tomé mis gafas de sol. Abandonamos la casa de JuanXocon él encabezando el grupo y retomamos la venida que se dirigehacia Berlín.

Un día muy bueno y soleado para tanta desolación. Algo no con-cuerda. No espero tanta tranquilidad y los primeros trayectos noc-turnos se centraron en mostrar otra vez la lejanía de los edificios deLvov. Tras ello, siguen apareciendo los mismos panoramas y paisa-jes de hace días.

Sin embargo, si miras el lado positivo, te das cuenta de que el ca-mino se hace más corto, o así lo veo. Cerca de entrar a la autovía na-cional que nos llevaría a la frontera con Polonia, entabléconversación con mi hermana para no dormirnos del aburrimientoque está apareciendo. Las ciudades Tárnow y Rzeszów en el hori-zonte.

—¡Qué guapa te veo hoy, Christine!— Nunca se me ha dado bieniniciar una conversación con una chica, ni siquiera con mis propiashermanas. Ella ríe y baja la ventanilla de su puerta.

—Estoy igual que siempre, hermano.—¡Pues te noto más hermosa que nunca! Vas a tener que con-

tarme tu secreto para mantenerte así.—Lo sabes muy bien, León, dormir y comer bien... ¿Por qué te

ha dado por piropearme?— ¡Qué pícara eres! Te das cuenta de todoy cuesta mucho hablar contigo si escondo un secreto; acabas sacán-dolo de una manera u otra.

—¿No puedo piropearte? No sabía que fueras tan tosca...

ESPÉCIMEN

416

—No digas mentiras, no soy como Lyserck. A ver... ¿Qué meestás ocultando?

¿Por qué seremos los Vürgos tan perspicaces? Un día nos va a costar caro...—Nada, nada...— Se sabe. Aparte de que soy tímido con las mu-

jeres, se ve a la legua que algún tema llevo entre manos. Intuido, notardó en preguntarme por ello.

—A mí no puedes engañarme. ¿Es por lo que tienes en el cue-llo?— Caliente pero no. Lo que en realidad me atormenta es saberqué panorama vamos a encontrar en casa. De todos modos, a mitransformación no presto atención.— Vamos, puedo persuadirtemuy rápido.

—Vale, está bien. Estoy pensando en qué novedades observare-mos cuando lleguemos al complejo. ¿Se te ocurre algo?

—Evito pensar. Además, tú eres quien ha decidido volver, asíque algún motivo habrá aparte de ese...

—Sí, Christine. Quiero recoger lo que dejé guardado bajo llave,ya sabes, los Especímenes restantes y rearmarnos un poco.— ¿Paraqué mentir? Al contar la verdad, no se sorprendió y esa actitud meconfundió. ¿Ocultas algo también?

—Me parece bien, aunque no debes olvidar que debes explicár-selo a todos y no creo que les caiga muy bien saber que sólo vas a...Especialmente a JuanXo.

—Ya, pero... No puedo dejarlos allí. Quién sabe si a lo mejor hanacabado por llevárselos.

—No te preocupes, saben cuidarse solos.— Me gustaría com-partir tu optimismo.

Lo ves fácil, pero luego, la cosa se complica. Por no continuarcon el tema, el signo de volver la mirada al frente y cerrar la boca fuesuficiente para que dejase de hablar. A las cinco de la mañana, al-canzamos la frontera polaca, accediendo por segunda vez en la ciu-dad fronteriza de Jaroslaw. ¿Variar? Todo igual, edificios medioderruidos, carreteras cortadas. Extraño...

ALBERTO BURGOS SORIA

417

Absolutamente nadie. Observar tal panorama ofrece inseguridad.Parece como si lo peor se estuviera concentrando en algún punto ynos acercáramos hacia allí. Justo a las ocho, arrimamos en Cracovia,a pocos pasos de la capital, Varsovia.

No obstante, un pequeño problema va tomando fuerza a medidaque atravesamos Polonia. Quizás no se acuerden, pero seguro queJohn sí. Aquella muchedumbre de cadáveres que resultaron seguirvivos... No creo que le haga mucha gracia volver a verlos, aunquesólo fuese de paso. De todos modos, hay miles de entradas a Ale-mania. Mejor ahorrar malos recuerdos.

Toda travesía tiene intervalos de detención. A casi treinta kiló-metros de Cracovia, encontramos un área de descanso; suerte queestá desierta. La comida que todavía guardamos en los vehículos fuesuficiente para saciar nuestros estómagos. El TH49A recibió el ali-mento con tal desesperación que por poco me corta la respiraciónal saltar sobre la tráquea.

Esos minutos sirvieron para comprobar la munición y el recuentono fue el esperado. Los cargadores están casi vacíos, limitando elfuego a escopetas. También aproveché para comentar con JuanXoel asunto de John y el camino a tomar. La solución escogida fue se-guir la carretera que sale de Wroclaw y que, cruzando Legnica, nosdejaría cerca de la frontera alemana, por la ciudad de Görlitz.

Puestos a ello, dejamos Cracovia con rapidez y llegamos a Wro-claw mientras la mañana va alzándose sobre el cielo. Poco más dedos horas duró el trayecto y a las doce del mediodía habíamos pa-sado Legnica y aproximándonos a la frontera. Volveré a ver los be-llos paisajes de nuestra patria, ahora manchados por la destruccióny el horror. De sólo pensarlo, quiero dar la vuelta y no regresar.

Los carteles dan la bienvenida a Alemania, insólita tristeza invadeel aire, augurando peligros o problemas. Como estuvo previsto, noparamos en ningún lugar, ni en Görlitz ni en Dresden, aunque en susafueras hicimos una excepción; los coches necesitan repostar. Lle-namos los recipientes de cinco litros para alargar la travesía.

ESPÉCIMEN

418

El hambre nos sorprendió antes de llegar a Chemnitz y hubo quereprimir las ganas hasta encontrar otro apartadero cerca del desvíohacia Zwickau. La autopista A72 en dirección a Núremberg fue es-cogida y más tarde entramos en el desvío E51, alcanzando la granciudad sobre las cinco y media de la tarde.

Si no fallan los cálculos, para cuando llegáramos a Ismaning, seríade noche. Además, suerte de no encontrar resistencia u hostiles du-rante el camino recorrido. No es normal, pero no prestamos dema-siada importancia. A las afueras detuvimos los vehículos ydescansamos un poco a la vez que rellenamos de nuevo los tanquesde gasolina.

—Otra vez aquí...— El suspiro de Rachel tiene lógica. Varios ki-lómetros atrás encontraríamos los restos calcinados de la gasolineraque fue utilizada para asesinar al YH56U y ella recuerda tal luchacon fuerte tristeza. Un abrazo no la consuela, pero es lo que pudehacer en aquel momento.

—¿Que ocurre, Rachel?—A punto estuvo de...—No es nada, María.— Mi hermana dejó de señalarme y cerró

los ojos. No gusta recordar el pasado, pero a veces es inevitable. Paraque no entristecer más, decidí acabar el descanso y ponernos en mar-cha.

Tú no estuviste, querida. Demasiada batalla para ti...Justo en el sur de Núremberg, nos incorporamos al desvío E45,

el cual nos llevaría sin tardanza a Múnich. La noche se cebó sobrelas siete, habiendo pasado Ingolstad y a menos de 50 Km de nues-tro objetivo. El ambiente se va tensando a medida que la villa de Is-maning se acerca, donde se encuentra nuestro complejo deinvestigación.

¿Para qué volver a casa? Además, el estado en que ha quedadotras el terremoto es penoso; tanto dinero y trabajo hecho cenizas. Sa-limos del pueblo y tras treinta minutos de impaciencia, apareció laimpotente figura de un gran edificio en el horizonte. La luz de la

ALBERTO BURGOS SORIA

419

luna nos acompaña e ilumina el cartel de la carretera que reza “Un-tersuchungen Vürgos”

—¿Qué vas a buscar, hermano?—Voy a recoger los Especímenes que quedan y luego decidire-

mos el nuevo rumbo.— Observar el lugar donde trabajo transmitesentimientos de alegría y a la vez, impotencia. Esto último se derivade la posibilidad de encontrar enemigos dispuestos a matar.

Aparcamos frente a las puertas herméticas y recordé que no fun-cionan, de modo que empujé hasta tirarlas abajo. El pequeño es-truendo asustó a John, quien tomó su pistola y me apuntó con ciertotemblor en las piernas.

—Tranquilo, soy yo.—Ya, pero es que tengo un mal presentimiento. Todo está muy...—¿Calmado? Sí, demasiado para mi gusto.— El estado es el

mismo que cuando partimos en busca de supervivientes. No ha pa-sado ni una semana y es comprensible tal hecho. La iluminación noda signos de vida, así que hay que conformarse con las sombras.

—¡Qué siniestro! ¿Aquí trabajáis?— María se queda tan boquia-bierta que por poco desencaja la mandíbula. Comenzó a mirar atodos lados y su impresión fue aumentando exponencialmente. Laemoción no es buena...

—Salvo John, sí. Bienvenida a nuestros laboratorios.—Impresionantes. Ha debido ser una inversión de lo más

cara...— Tampoco cuesta tanto abrir una empresa de investigacio-nes. Los problemas vienen al ubicarlo y el presupuesto que tienespara hacerlo. Suerte que teníamos a los tíos Thomas y Ray.

—Un poco sí, Josh. Bueno, ya vale. Estamos aquí para recuperarunas cosas y tomar municiones.— Fui rodeado y puse las órdenessobre el aire. El tiempo no hay que desperdiciar.— Id al arsenal ycoged lo que podáis, incluyendo explosivos. Intentad llevároslo todo.

—¿Tú que harás?—He venido exclusivamente a llevarme los Especímenes que

quedan en el almacén; ¡No quiero reniegos!— Al final, solté esas pa-

ESPÉCIMEN

420

labras por JuanXo, quién se hinchó como si fuera a echarme labronca. Fue desinflándose con lentitud y me dio la espalda. ¡Qué in-comprensivo llegas a ser!

—¿Quieres que te acompañemos?— Mis hermanas están dis-puestas a todo con tal de no perderme de vista. Negué con una son-risa y les incité a que fueran por enseres y reservas.

De nuevo, solo. Me estoy convirtiendo en un hombre solitario.Cuando la gabardina del forense desapareció por el fondo del pa-

sillo, suspiré con alivio y caminé sin prisa hacia el almacén. ¿Estarán?¿Se encontrarán bien? Preguntas de ese tipo recorren mi mente deun lado hacia otro. Ladrillos por aquí, losas desprendidas por allá...¡Qué desastre!

El techo se cae a trozos y el polvo es tan denso que cuesta res-pirar. Pasé junto a mi despacho, pero no entré. Al igual que hacedías, el almacén sigue abierto por el golpe que propiné al cierre deseguridad. Con un leve empujón en el pomo, las puertas chirriarony accedí, guiñando los ojos para poder ver en la oscuridad.

El TH49A cambió la vista a mejor. Con la realidad distorsionada,llegué al armario de muestras y lo abrí. Suspiro de satisfacción, ahíreposan. Una pequeña sonrisa se dibuja en mi boca al observar elMY67O pegarse al recipiente y mover la cola, pidiendo que lo sacara.Me echan de menos. Nunca me perdonaré haberlos dejado solostanto tiempo. Sin dudarlo ni un momento, cogí el maletín blindadoy metí en él los pocos Especímenes que guardan descanso en los es-tantes: CF19V, MY67O, FS29B, ZG91L, TP54Y, JN40R y AE08T.

Las risas de mis hermanas se pueden escuchar, pero no quise re-gresar. En cambio, recorrí el pasillo para entrar en mi despacho, ce-rrando la puerta con cuidado. ¡Qué solitario se halla el interior! Elpolvo sigue en el aire, dificultando la respiración. Cogí asiento y mesenté frente al escritorio, cruzando las manos y reflexionando sobrelos acontecimientos ocurridos desde el comienzo.

Pandemia, Vincent, YH56U, María... Caos total. ¿Cómo puedoyo, un simple hombre, remediar esto? Imágenes de Rocy y JC; mal-

ALBERTO BURGOS SORIA

421

ditos seáis. Si tuviera algo como un medicamento o parecido parasalvar al mundo... ¿Para qué? Antes habría que encontrar la manerade esparcirlo igual que hicieron con los Especímenes. Joder, joder...

Vamos a ver, lo primero es establecer prioridades. Comenzamoscon la búsqueda de JC, interrogarlo sobre su imponente acción yhacer algo con él. Después, Rocy y lo mismo que antes. Otra vez elmismo problema, ¿Qué hacer con el mundo? ¡Si esto no hubieraocurrido! Tranquilidad, no caigamos en la desesperación. Manerasha de haber para salir airosos de esta catástrofe. A lo mejor JC sabecómo devolver la normalidad... Claro, él puede ser nuestro guía, aun-que cueste decirlo.

Estoy volviéndome loco. No sé si hablo solo o son imaginacio-nes mías. Necesito aspirinas; abro el cajón buscando alguna. La sor-presa no espera. Un sobre con la firma “Vürgos” reposa sobre elmontón de papeles y bolígrafos.

¿Más amenazas? Casi no quiero abrirlo, pero no pierdo nada.Saqué la carta y una especie de mapa de la zona del oeste europeo.Desdoblé el papel, sorprendiéndome al ver que está escrito a mano.Ese tipo de letra me suena de haberla visto en algún sitio...

“León:No te preguntes quién soy, no te hace falta saberlo. Sé lo de JC y

Rocy, de modo que también quiero vengarme. Puedo ayudarte y sisigues mis indicaciones, puede que encuentres a aquellos que tantodaño te han hecho. De JC no sé nada, pero quiero que sepas queRocy y su ejército tienen su base en España, exactamente en la zonadel levante. Te dejo un mapa con la señalización del lugar. Acude yrecupera el WA99S y el ADN progenitor. No me des las gracias,sólo quiero ayudar.

PD: Cuidado con los hombres de la espía, son muy listos. Suertey te quiero.”

Me cabrea ver los putos “Te Quiero” en las cartas. Serán maricones...Se acabó la lógica. Guerra mundial; alguien se ha decantado por

mi bando. Abro el mapa y me fijo en el círculo que rodea la parte

ESPÉCIMEN

422

oriental de España. Ahí se aloja supuestamente la espía... Vaya, vaya.Por un momento, traté de reír, aunque no lo hice. El escritor anó-nimo ha sido un regalo del cielo. ¿Quién será?

La firma es exactamente igual que la de la familia y las dos últi-mas palabras de la postdata confunden el contexto. La única opciónque viene a mi cabeza es conjeturar que alguno de mis parientesmantiene su vida intacta. Mamá y papá están muertos, los tíos Tho-mas y Ray también y seguramente mi prima Mary haya fallecido enla pandemia, al igual que su hijo, mi sobrino Darius. ¡No lo sé, no losé! No nos quedan familiares. ¿Un amigo? No, qué va. “Te quiero”sobraría en tal caso.

“¿Firmo las facturas y las llevo a cobrar, cariño...?”Renya... No, tampoco. Además, nos separamos cuando ocurrió el

incidente del máster de Medicina. Sin embargo, es la opción que máscerteza desprende. Durante nuestra convivencia y romance, si yo nofirmaba, lo hacía ella. Recuerdo que imitaba muy bien el sello fami-liar. Pero volvemos al punto de partida, “Te quiero” vuelve a quitarsentido a la carta.

—¡León! ¿Dónde estás?— JuanXo me necesita. Con una fuertevoz, indiqué mi estancia y la puerta se abrió, entrando primero mishermanas seguidas de John. Por último, María accedió con Josh y micompañero cerró la entrada. María examinó con detenimiento los di-plomas que todavía cuelgan de la pared y el forense se puso al ladomío.

—¿Qué haces? ¿Qué es eso?—Tenemos nuevo viaje, John. Escuchadme, no sé quién es pero

alguien quiere que vayamos a España.— La noticia cayó en cada unode manera distinta. Sólo en Lyserck se notó un ligero atisbo de ne-gación. A Christine le encantó saber que viajaría a la tierra del sol yla playa.

—¿En serio vamos a España? Ostras, por fin podré ponermemorena.

ALBERTO BURGOS SORIA

423

—No hay tiempo, hermana. Mirad esto...— El mapa fue exten-dido sobre la mesa y mi mano señala el centro del círculo represen-tado en rojo.— Aquí se aloja nuestra famosa espía, Rocy.

—¿Qué coño dices? ¿Cómo cojones sabes tú que está aquí?—Entregué a JuanXo la carta anónima y la releyó varias veces. Reso-pló con fuerza y casi rompe el papel. Se tranquilizó y Josh le diounas palmadas de calma en la espalda.— ¿No irás a fiarte de alguienque no sabes quién es?

—No me fío, pero sí nos está proporcionando información muyvaliosa.— Esta respuesta sólo incrementó su furia; me levanté ytomé postura enfrente suya.

—¿Cómo sabes si esto es verdad?—No lo sé. No obstante, que lleve la firma de la familia indica

que es alguien que conocemos.—¿Lleva el sello familiar?— Mis hermanas se agolpan encima de

JuanXo y quedan boquiabiertas al comprobar con sus ojos el finalde la carta. Ninguna otorga una explicación del por qué está el sellode la familia.

—A lo mejor es un familiar vuestro.— Josh trata de ayudar, peroesa posibilidad ha sido cavilada antes. El enigma se intensifica con-forme los segundos pasan.

—¡Ya sé! ¿Y si fuera Renya?— ¡Que no! Además, si hubiera sido,saldría a buscarla y pedir explicaciones.

—No, te aseguro que ella no ha sido. Debe de ser otro que co-nozcamos... Pero hay muchas cosas que no encajan.

—“Te quiero.” Es Renya, por cojones que sí. ¿Quién más has te-nido que te quiera?— La opción de mi ex-novia prevalece sobre lasdemás. Yo deseo desmentirla, pero incluso mis hermanas opinan lomismo que JuanXo. John no alega nada y María, igual.

Renya... La persona más odiada por mí desde que obtuve el máster de Me-dicina.

—Bueno, dejemos el tema y centrémonos en lo importante.Como está escrito, Rocy se encuentra aquí, en esta zona. Christine...

ESPÉCIMEN

424

¿Sabes dónde puede ser?— Si se trata de países extranjeros, lo pri-mero es acudir a su experiencia. Ha viajado a toda Europa, se suponeque también ha ido a este país. Con una sonrisa bien abierta, levantóel pulgar, afirmando mi pregunta.

—Claro que sí y vosotras también deberíais de acordaros. ¿Cru-cero del Mediterráneo os dice algo?— Ese nombré abrió las men-tes de Rachel y Lyserck, las cuales recordaron con risas aquel viajeque hicieron juntas para celebrar la graduación de Rachel.

—¡Por supuesto! Si mal no recuerdo, estuvimos en las costas ita-lianas, francesas y...

—Españolas; justamente en éstas.— Recordé aquel viaje y no espor haber asistido, sino porque leí el trayecto a realizar y una de lasparadas estaba en aquellas costas.— Si no recuerdo mal, por aquíconstruyeron el circuito de Fórmula 1 que nos pidió ser uno de suspatrocinadores principales.

—Espera, espera. La ciudad se llamaba... Creo que era... Valent.—Valencia, querida, Valencia... Seguramente señale ahí.—Pues iremos, de modo que id preparando los aperos. Partire-

mos por la mañana, en cuanto despierte.—Pues vaya...— María tose con fuerza y noto algo extraño en sus

manos, hay sangre. Lo mismo ocurre con Josh, salvo que lo de ellaes más repentino.

—¿Estáis bien?—No te preocupes... Es normal.—¿Desde cuándo lleváis...?— La situación se complica; Josh se

desploma sobre el suelo, lanzando gran cantidad de sangre y salpi-cando a los presentes. Su mujer se arrodilla a su lado, intentando le-vantarlo.

—¡¡¡JOSH!!!Joder, otra vez no...—JuanXo, coge y llévalo al patio para que tome aire... ¡Corre!—

Atendió a toda prisa y salió por la puerta con el enfermo en brazos.María salió detrás, pero la agarré del brazo, comprobando que su

ALBERTO BURGOS SORIA

425

temperatura corporal es altísima, a punto de traspasar los límites.—“Está infectada.”—¿Qué quieres decir, TH49A?—“Algo recorre su cuerpo; no le queda mucho de vida.”No puedo creerlo. No debo permitir que más supervivientes

mueran ante mis ojos. Rachel y Christine permanecen conmigo;mandé a Lyserck y John para que ayudaran a JuanXo. María no com-prende el qué de tanto revuelo, pero la sostuve para que no fuese co-rriendo tras su cónyuge. De repente, cerró los ojos y noté que sucorazón late con más lentitud.

—¿Hay alguna forma de salvarla?—“Sí, pero a lo mejor no surge efecto a tiempo.”—Da igual, dime cómo.Al instante, mi boca se llenó del extraño líquido blanquecino y

viscoso, parecido al que administré a los demás para salvarlos delente. De mis labios salpicaron algunas gotas. Mis hermanas, horro-rizadas, no expresaron su angustia, sólo Rachel soltó algunas pala-bras que no llegué a contestar.

—“Pásaselo, rápido.”—¿Y con Josh?—“No te preocupes, tal vez logre salvarlo.”¿Me estás diciendo que bese a María? Si para que viva hay que ha-

cerlo, que así sea. Con todo mi valor y perdón, acerqué mis labios alos suyos y ante la mirada atónita de mis hermanas, junté mi bocacon la suya, pasando el fluido. Con suaves movimientos conseguíhacérselo tragar y me separé. La dejé en el suelo y ordené a mis her-manas que la cuidaran. Con la sorpresa en sus rostros se pusieron aello y salí del despacho a toda prisa, rezando para que Josh no hu-biera sucumbido ante el puto ente. Mediante el camino, mi boca vol-vió a llenarse del espeso flujo.

—... Parado el corazón. Mierda, mierda...—¿Pero qué coño tiene? ¿Qué haces aquí, León...?— Sin res-

ponder a Lyserck, entré en el patio y suplicando clemencia, besé

ESPÉCIMEN

426

también a Josh, el cual arde como una hoguera. Tras deglutir el mis-terioso medicamento, noté cómo su temperatura comenzó a bajar deforma considerable. Menos mal...

—¿Qué cojones has hecho? ¿Te has vuelto gay o qué?Como te suelte un par de buenos guantazos, te vuelvo la cara del revés.—No me repliques porque he tenido que hacerlo con María.

Maldita sea, por poco no lo cuentan.— Relajando mi conciencia,me senté en un banco y les conté qué ha pasado con los dos.

—¿Portaban el ente? Ahora entiendo. Casi tenemos aquí un parde zombies más.

—Calla, que yo me he llevado un susto de lo más heavy. Suerteque tengo al TH49A, porque si no...— Agradecí al Espécimen su rá-pida reacción y me contestó con un simple movimiento en mi inte-rior. Joder, qué miedo pasa uno con estas cosas.

—Entonces, María... ¿También se ha salvado?—Sí... Así es.—¿Qué es lo que le has dado?— Buena pregunta, ni yo mismo

lo sé. Lo importante es que ha servido para evitar sus muertes y coneso me conformo.

—A saber lo que me ha proporcionado el TH49A. Seguid con él.Voy a ver como evoluciona María.— Aún con el terror rondando enmis entrañas, dejé del patio y retorné a mi despacho, escuchando aChristine celebrar la recuperación de la joven. Al entrar, observé aMaría tendida sobre el suelo; igual que antes.

—¿Cómo se encuentra?—Tiene el pulso estable y ha comenzado a respirar hace unos

segundos. ¿Qué le ha sucedido?— No me hagas repetirlo. Su tem-peratura corporal es normal pero no ha recobrado la consciencia. Lacogí en brazos y posé sobre el escritorio. El frío del suelo no esbueno en su situación y el polvo tampoco.

—Los dos tenían dentro el maldito ente de JC y si no llega a serpor el TH49A... Nuevos zombies para asesinar.

ALBERTO BURGOS SORIA

427

—¿Me estás diciendo que se iban a convertir en infectados?—Christine no está dispuesta a creerlo y Rachel hace todo lo posiblepor ignorar mis palabras. Poco a poco, el lugar fue tomando tran-quilidad y recogí la carta anónima del cajón, guardando en mis bol-sillos el mapa señalado.

—Ahora necesita reposar. ¿Qué habéis cogido del arsenal?—Déjame que piense... Varias cajas de cargadores para las pisto-

las y el fusil. Una bolsa de cartuchos de escopeta y lo que había deexplosivos; varios C4 y multitud de granadas, casi todas incendia-rias.

—Muy bien, para algo servirán. Hacedme un favor, queridas, ida cargar el armamento en los vehículos.— Menos están dispuestasa irse después de lo ocurrido. Varias sonrisas fueron suficientes paraque abandonaran la sala y cerrasen la puerta. Pobre María, si llegaraa fallecer...

—“Ya vienen.”—¿Qué dices? ¿Quién viene?—“Mis hermanos YH56U, dos.”—¿No irás en serio?—“Sí.”¿Me dejarán algún día en paz o qué mierda pasa aquí?Los brazos del cuello se volvieron rígidos y el temor vuelve a in-

vadirme ¿Por qué tengo tan mala suerte? El Espécimen de la gaso-linera ofreció signos de presencia mediante los temblores de tierra,pero ahora no escucho nada. Quizás no estén transformados porcompleto. Esto no va nada bien...

—¡¡¡CUIDADO!!!El fuerte grito de Christine fue la alerta que anunció la llegada del

enemigo. ¿Qué hago con María? No es buena idea dejarla sola, perolas circunstancias lo piden irremediablemente. Eché mi gabardinasobre su cuerpo y salí del despacho, corriendo por el pasillo a todogas. En el vestíbulo, oí los estruendosos rugidos de los YH56U y lasorpresa no causó tanto impacto como la primera vez. Cuerpos des-

ESPÉCIMEN

428

figurados de seis metros, larga lengua rebosante de fluidos verdes yesas garras que cortan a cualquiera por la mitad... ¡Que el demonionos proteja!

—¡León, cógela!A mis pies cae la Hydra y varios cargadores con cartuchos en su

interior. Mis hermanas están ocultas tras los vehículos y Rachel hatenido la amabilidad de lanzarme el arma. Tardó uno de los enemi-gos en fijar su cabeza en mí. Sus enormes manos trataron de co-germe; rechacé el ataqué disparando hacia sus escamosas piernas. Adiferencia del primero, el segundo adversario continuó buscando alos otros participantes de la lucha.

Sin decir nada, gesticulé para comunicarles que no se movieran.El mensaje fue recibido a duras penas y observaron la batalla queestá teniendo lugar en los aparcamientos. Alegría cuando la realidadse distorsiona, el TH49A vuelve al ataque. En la oscuridad casi noveo nada.

Recuerdo las palabras de Lyserck y su frase de la nube negra. Se-guramente, de tal modo me ven en estos momentos. Tras varios mi-nutos de intensas agresiones por parte de cada bando, el YH56Ucombatiente y más malherido se retiró varios metros, jadeando conrapidez. Mi cansancio aumenta, aunque no hay que rendirse.

De repente, el aire fue cortado por el sonido de un disparo. Labala atravesó el campo de batalla e impactó de lleno en el pecho delEspécimen, el cual rugió de dolor y se derrumbó parcialmente sobreel asfalto.

—¡Mira que montar una fiesta y no llamarnos! ¡Eres imbécil,León!— Girando la vista, reí al ver a JuanXo apostado en las venta-nas de la segunda planta y con el rifle en mano, cargándolo para unnuevo tiro. Al lado, apareció Lyserck con el fusil y John portando laspistolas.

—¡La fiesta no ha hecho más que comenzar! Procurad que no selevante, iré por ellas.— A voces nos entendemos y señalé el sitiodonde mis niñas permanecen presas.

ALBERTO BURGOS SORIA

429

Con plena precisión, evitaron que el YH56U magullado se rege-nerase. Tiempo de contención para enfrentarme al otro, el cual con-tinúa con la búsqueda de mis hermanas. Recargué la escopeta y eltriple tiro de cañón bastó para que el enemigo posase su cara y crá-neo en su agresor. Rachel aprovechó el momento y salió disparadahacia la entrada, pero Christine no reaccionó y no se levantó delsuelo.

—¡Reúnete con ellos, rápido!—“Vuelve a la carga.”—No te preocupes... Verás cómo salimos airosos.—“Escala las piernas y haz lo mismo con mi otro hermano.”—¿Te refieres a sacarlo del huésped?—“Así es.”¡Qué duro trabajo! Sin previo aviso, los salientes de mi cuello se

irguieron al máximo. ¿Significa que con ellos podría escalar por elEspécimen a más velocidad? Para preguntas, mejor pasar a la ac-ción. Resoplando cual toro, tomé carrerilla e incrusté mis manos enlas piernas del YH56U, rugiendo éste agónicamente. Automática-mente, las anclas se fijaron a la dura piel, limitando mi visión a la es-camosa y verdosa superficie.

Varias nubes se apartan y dejan paso a la luna y su tenue luz. Esel momento de contraatacar. Conforme subo, araño su cuerpo, delcual emanaron grandes cantidades de sangre y fluidos verdes ama-rillentos. Impresionante. Alcancé su tórax el triple de rápido que enla primera batalla y con las fuerzas aunadas, abrí el áspero pecho eintenté palpar al Espécimen.

—¡León, detrás de ti!Justo al rozarlo, el otro enemigo embistió a su compañero en

señal de ayuda, evitando que acabase con su vida. El golpe fue tre-mendamente fuerte, pero conseguí mantenerme agarrado gracias alas anclas del cuello, a pesar de los tirones, los cuales me producenun horrendo calvario. La pesadilla no acaba. El YH56U aprovechóesos instantes para cogerme con sus garras. Apretó con energía y

ESPÉCIMEN

430

sentí que mi cuerpo iba a estallar. El sonido de los disparos me llegacon dificultad y no puedo ver. Al menos, lo he intentado, peroMaría... JuanXo... Hermanas...

—“Préstame tu cuerpo.”—¿Qué es lo que quieres decir? ¿Qué va a pasar...?La realidad me ha vuelto loco, completamente trastornado. No sé ni lo que

veo ahora mismo...Oscuridad salvo un pequeño atisbo de luz por el cual veo lo que

parece mi cuerpo en plena acción. Del todo fascinante, es como siotro controlara mis movimientos. Más simple, soy fuera el cerebro,pero sin dar órdenes.

Con regocijo, observo cómo mi supuesto yo se libera de la opre-sión que sufre y con valentía, abre en canal el tórax del YH56U alque se encuentra anclado, sacando de su interior una masa negracon anclas y que late con vivacidad. Un rugido provino del interiorde mi cuerpo y sin pretenderlo, perdí la conciencia.

—...Hermano, ¿Me oyes?— La voz de Christine. ¡Qué agradablevolver a escuchar! Abrir los ojos fue un completo malestar. Poco apoco, la luz de una linterna incidió sobre mis retinas de forma des-lumbrante y los cerré de inmediato. Bramidos de fondo indican quela lucha todavía no ha finalizado.— ¿Te encuentras bien?

—Me cuesta ver... ¿Qué coño ha pasado?—Eso es lo que vas a tener que aclararnos. Pero ahora tenemos

otros problemas y necesitamos tu ayuda.— Ante tales palabras, abrílos párpados con rapidez y me incorporé, buscando en los alrede-dores el cadáver del YH56U. El cuerpo sin vida del huésped sí está,pero el Espécimen que supuestamente arranqué, no.

—¿Dónde está? ¿Ha escapado?—Peor aún... Su compañero lo ha tomado para sí y creo que el

problema se ha duplicado. ¿A dónde crees que vas?—A terminar de una vez por todas. ¿Y los demás?— El silencio

que mantuvo mi hermana al principio casi la hace desfallecer, peroel sonido de varios tiroteos aviva mis esperanzas.

ALBERTO BURGOS SORIA

431

Cogida de la mano y corriendo fuimos en dirección a los dispa-ros. Bordeando el edificio llegamos al jardín exterior. JuanXo y Johnse esconden detrás de la fuente de agua y Rachel cubre a Lyserck, lacual lanza proyectiles al YH56U restante desde la segunda planta,evitando que se acercara más de la cuenta. Sin pensármelo dos veces,tomé la Hydra del dorso de Christine y anduve hacia los setos, re-llenando los cañones.

—¿Qué diablos le habrá pasado a León? No parecía él...—¡Claro que parecía yo! ¡Voy a rematar la puta faena!Las voces hicieron volver los ojos y sonreír a la vez. Lyserck dejó

de disparar pero le indiqué que siguiera, hay que reducir las oportu-nidades de los YH56U. Rachel despareció del campo de batalla; sesupone que vendrá llorando a mis brazos. Llegué hasta la fuente yreí de escuchar a JuanXo preguntar sobre lo sucedido anteriormente.

—Las cuestiones para más tarde. ¡Lyserck, baja aquí de inme-diato y proporciona fuego de cobertura! Vosotros dos, tiros certe-ros al pecho. Quién falle, le pego.

Y voy en serio. Los YH56U reaccionaron audaces al no recibirmás impactos y de ver a su mayor adversario en pie. Crují fuerte-mente mis manos y apunté al tórax del enemigo. Sin rencor ninguno,apreté el gatillo y el triple tiro impactó de lleno en la zona deseada.Ésa fue la señal que los demás interpretaron como el inicio de la llu-via balística.

Improvisando, el hostil no rebasó la línea de los setos y es mi co-metido atacar primero. Menester sea. Si algo he aprendido del viajea Ucrania es que nunca debes fiarte de un Espécimen; les gusta losgolpes traicioneros. Eso se acabó, para éstos y para los siguientes.Las anclas retornaron rígidas y corrí hacia él sin dejarme impresio-nar por su enorme tamaño.

Llevar dos YH56U debería conferir al fallecido hospedador unafuerza extrema, aunque más tarde comprobé el fallo. El pequeñoperiodo de tiempo en el cual uno de ellos estuvo fuera de su hués-ped ha influido demasiado en su energía. En total, adversario y

ESPÉCIMEN

432

medio. Comenzamos como al principio, limpios cortes en los piespara tumbarlo y anclaje en su abdomen.

Escalé hasta el perforado torso y evitando sus afiladas garras, es-cindí lo suficiente para introducir a saco la Hydra y descargar un dis-paro que lo dejó varios segundos sin sentido. Ahí fue cuandoagrandé la hendidura y, al tocar un brazo costal, tiré con brío. ElYH56U derecho me rodeó con su otra ancla libre, abrasando la ropay mi piel hasta los huesos. Intentó volver a su habitáculo pero conun acompañante. ¡Qué pretencioso te crees!

No hubo más remedio que torcer su trampa y finalmente, lan-zarlo contra el suelo, gritando de dolor por las quemaduras. Se re-torció y chilló, ultimando sus minutos agónicos. Tiros de los másprecisos fueron a parar contra el otro lado del pecho, haciendo quese desplomara totalmente sobre el asfalto. Inmovilicé una de las ga-rras y para que sintiese lo que yo siento, con la otra rajé el pectoralizquierdo. Dar tu propia medicina.

Por lo menos, mejores que mis manos sí son. Con un ataque derisa, apresé los salientes cogidos a las clavículas y con gran osadía,saqué al otro Espécimen a la vez que recibo magulladuras en las pal-mas. Para no joder el panorama, lo abalancé sobre el cuerpo agoni-zante del otro; una pareja. El primero terminó de chillar y minutosdespués se convirtieron en cadáveres. En verdad, me dan pena, ver-los tan crecidos y desarrollados; quise devolverlos al cuerpo sin vidadel hospedador.

Con León Vürgos no juega nadie, mucho menos vosotros, cabrones de mierda.—La que has liado, compadre... Demonios, son enormes. ¿Cómo

han crecido tanto?— Fácil, llevarán con el huésped desde el día enque comenzó la pandemia. No es de extrañar, me temo que dentrode unas semanas vamos a encontrar cosas peores... Sólo hemos vistodel problema la suela de los zapatos.

—Bueno, al menos se acabó la batalla. John, ve a ver si María yJosh siguen evolucionando favorablemente. JuanXo, coge uno yvente conmigo.

ALBERTO BURGOS SORIA

433

Con la indignación en su rostro, tomó entre sus manos unYH56U muerto y me siguió hasta un apartadero a las afueras deljardín. Al no seguir con vida, no produjeron quemazones. Bastantecon los que tengo. No voy a dar un entierro cristiano, ni muchomenos, pero tampoco deseo dejarlos a la intemperie. Con variossacos de tierra que tenemos, los cubrimos, asegurándome de queninguna de las anclas estuviera en contacto con el exterior. Algomenos por hacer. Dejamos el lugar sin volver la vista atrás y nos reu-nimos con los demás.

Predicho antes, Rachel esperó a que finalizase la lucha y se lanzóa mi tórax, con la excepción de que no derramó ni una sola lágrima.A saber la razón de no agarrarme el cuello... Lyserck y Christine son-rieron al mismo tiempo y ésta última recargó la Hydra. John respiróaliviado y estrechó su mano con mi despellejada extremidad. Todoha concluido con final feliz...

Berlín, 23:00 Pm—¡¡¡Que alguien me saque de aquí!!!Insondable roce del aire contra las ventanas de la sala. La luz que

ilumina el laboratorio es suficiente para vislumbrar su interior. Es-tantes llenos de productos químicos, recipientes propios para la in-vestigación, una camilla con un hombre semidesnudo en ella...Parece el inicio de una autopsia. La única diferencia es que el sujetoa preparar está vivo. Y no sólo eso, su temor alcanza dimensionesfuera de lo normal.

A su lado, un televisor muestra una operación en el cuarto con-tiguo. Una mujer alta y morena inyecta a otro varón una pequeñamasa oscura mediante una jeringuilla. Tras terminar, pasó a la habi-tación contigua con un leve chirrido de la puerta.

—¡¡¡SOCORRO!!!—No armes tanto jaleo, querido.— Tranquila se ve a la joven.

Con cuidado, introdujo en la misma jeringa otro Espécimen y seaproximó al hombre maniatado.

—¿Qué me vas a hacer? ¿Qué llevas ahí?

ESPÉCIMEN

434

—No te preocupes, no te va a doler. Ni siquiera lo vas a sentirdespués...— Con fuerza, soltó varias carcajadas y asustó más al in-dividuo. Carraspeó durante unos segundos y se echó sobre el sujeto,el cual evitó mirar la cara de la fémina.— ¿Tienes miedo?

—¿Qué es lo que quieres?—Saber si tienes lo que hay que tener...— Los labios carmesí ro-

zaron sus mejillas y un escalofrío lo recorrió por completo.De repente, clavó las afiladas uñas rosadas en su cuello y sin pie-

dad, insertó la enorme aguja de la jeringa en su tórax. Presionó elémbolo conforme va incorporándose hasta que el Espécimen entrótotalmente en el cuerpo que utilizará como huésped. Quitó la lancetay, tirándola al suelo, observó fijamente las convulsiones y espasmosque comenzó a presentar su conejillo de indias.

—¿Qué me has...? ¡Hija de puta...! Te voy... Me...El balbuceo acabó y cerró los ojos. La muchacha se sintió satis-

fecha, debe comprobar si su experimento ha sido viable. Sacó unapequeña llave de su escote y abrió las cerraduras que encadenan a lacobaya. El varón cayó al suelo con un golpe sordo y no dio signosde vida. Cogiéndolo por los brazos, lo arrastró hasta un estante, enel cual tomó una solución concentrada de ácido sulfúrico. Abrió elbote y echó unas gotas sobre el cuerpo.

—¿Puedes oírme?— El corrosivo quemó parte de la ropa, perono pareció afectar a la piel, la cual se tornó cianótica. Con un levesigno de afirmación con la cabeza, el tipo se irguió y recuperó lavista, mostrando córneas negras sin pupilas. Ella lo examinó y co-menzó las pruebas que habían dado negativo en el otro caso.

—Dime algo... Renya.—Ren... Renya...— Uno de los objetivos conseguidos. Un infec-

tado que puede comunicarse usando el lenguaje común. Siguienteprueba. Echó varias gotas más de ácido en sus manos. Como es nor-mal, el subordinado retrocedió varios pasos y sacudió sus doloridasextremidades. Reacciona ante los peligros.

ALBERTO BURGOS SORIA

435

—Creo que por fin he dado con la clave. ¡Por fin he conseguidocombinar un Espécimen y un humano sin alteraciones considera-bles!

—Espé... Espécimen... Humano...Satisfacción percibió tras comprobar que sus experimentos han

dado por fin un resultado óptimo. Llevó al nuevo ser hacia el salóny lo sentó, dejándolo solo. Regresó al sótano y colocó el ácido en susitio sin que su bella sonrisa desapareciera de su hermoso rostro.Recogió los planos y utensilios de las dos habitaciones y el cadáverque no superó la prueba fue desechado, usando un saco y tirándolocomo pudo al contenedor.

Con el abrillantador, dejó la estancia como el oro y se sentó ensu escritorio. Rellenó unos cuantos impresos y al meterlos en elcajón, una foto saltó a la vista. La cogió y rió con malicia.

En la fotografía aparecen ella y un hombre con melena y barba.Los dos salen abrazados y al fondo, un gran edificio donde asomatímidamente el nombre “Vürgos”. Su ex-novio, aquel que le arrebatóel máster de Medicina y luego la dejó poco antes de que se casaranpara seguir sus investigaciones... Maldito León.

—Tanto daño me hiciste y ahora he conseguido lo que tú nuncaquisiste hacer, querido León. ¿Por qué me causaste tanto dolor? Miamor por ti nunca cesará, pero no puedo perdonarte. ¡Jamás loharé!— Nadie en el mundo tendría más rabia en esos momentos.Sus finas palmas fueron dañadas por las uñas, las cuales cortaronparte de la piel. Poca sangre emanó, pero su furia hizo que la he-morragia no cesase. Se levantó de la silla y paseó por la sala sin dejarde mirar la imagen. Recuerdos de tiempos pasados afloraron en sumente, el primer beso, el invierno de 2014... La pedida de mano. Esedolor va a ser complicado de apaciguar. Ni siquiera el paso deltiempo sanará esas heridas tan profundas.— Pero no te preocupes,haré que me recuerdes para el resto de tu miserable vida, aunque mecueste la vida en ello. Yo cargué con todas las cruces mientras tú ga-nabas gloria, pero eso va a cambiar...

ESPÉCIMEN

436

Múnich, 23:30 Pm—Está bien, explícanos que sucedió antes.— ¿Cuántas veces voy

a repetir que no lo sé? El cansancio comienza a hacer mella en miinterior y el TH49A no regala señales de actividad; durmiendo estará.

—Lo único que recuerdo es que el YH56U me atrapó y comenzóa apretar con fuerza... Luego, Christine me despertó, pero no tengoni idea de qué me ha pasado durante ese tiempo.

—No te ofendas, pero el que vimos en aquellos momentos noeras tú. Bramabas de forma estruendosa y tus movimientos eranmuy rápidos, casi no podíamos verte.— No puedo sacar una con-clusión clara entre tanta incógnita. Además, el miedo se refleja en susojos, incluso Lyserck evita mirarme a la cara. Sólo JuanXo parecetener una precipitada hipótesis que más tarde acabaría siendo la co-rrecta.

—Lo único que se me ocurre es que... El TH49A tomó el con-trol de tu cuerpo y acciones. No sé vosotros, pero los movimientosque hacía se parecían a los ejecutados por los Especímenes...

No vas mal encaminado. Somos uno... Nuestras fuerzas han sido fusiona-das.

—Es verdad. Al cortarle la mano, imitó el rugido que ellos emi-ten.— A lo mejor, el TH49A podría corroborar las cuestiones. In-tenté preguntarle, pero no obtuve ninguna respuesta. Noto el latido,pero nada.

—¿Estás sugiriendo que...?—El TH49A está comenzando a dominarlo. No os alteréis...—

Todos en pie. Rachel está dispuesta a rajarme el pecho para sacar elEspécimen y John tomó su pistola.

A ver, tampoco voy a mataros. De cualquier modo, la noticia cayótan inesperada que por poco salen corriendo. No obstante, yo la séde antemano. Es evidente, y más siendo el creador, que cuando al-guien lleva un Espécimen, el hospedador acaba siendo controladopor el otro. ¿Significa que mi muerte está cerca?

—No arméis tanto barullo...

ALBERTO BURGOS SORIA

437

—En cierto sentido, esto es bueno si queremos sobrevivir. Leónpuede servir para abrirnos camino si surgen impedimentos comolos de antes.

—¿Cómo te atreves a utilizarlo para fines tan ruines...?—¡Está a punto de morir...!—Coincido con JuanXo...—Esto no tiene ningún sentido...—¡¡¡SILENCIO!!!— Voces por todos los rincones. ¡Qué malo es

hablar a la vez! El entorno calló de inmediato y respiré pausada-mente. Los obligué a sentarse en sus asientos y me incorporé, seña-lando con el dedo a JuanXo.— Vamos a oír y comprender una cosa.Creé a los Especímenes, los desarrollé y si tengo que portar uno conla condición de que me use, lo asumiré. La responsabilidad es mía ynadie decidirá por mí.

—Pero...—Nada de peros. El mundo está así por mi culpa y si tengo que

solucionar este caos, lo haré. La cuestión es que no puedo hacerlosolo y para ello necesito vuestra ayuda. Sin embargo, ayudarme nosignifica decirme lo que debo o tengo que hacer. ¿Entendido?

—Yo te apoyo.— El forense toma postura y es el primero enaceptar mis condiciones. Supe por instantes que él diría las prime-ras palabras. Justo después, Christine y Lyserck siguieron con unaleve afirmación y para concluir, Rachel asintió con la cabeza. JuanXoestrechó mano conmigo en señal de compañerismo.

—Perdonadme por ser tan explícito. Para este problema debe-mos estar unidos y si empezamos con discusiones, no conseguimosnada. Ahora, vamos a ver cómo se encuentran María y Josh.

Nadie replica. Calma y buen ambiente; abandonamos el despachoy nos dirigimos al comedor, donde ubicamos a la pareja. Al acer-carnos a las puertas, consigo oír la tenue voz de María. Cuando abri-mos, se giró del susto y sonrió. Con los brazos abiertos y sin darseñales que le hicieran sospechar, me aproximé a ella y le di un cá-lido abrazo.

ESPÉCIMEN

438

—¿Te encuentras bien, querida?—Sí... ¿Qué es lo que nos ha pasado?Si lo supieras, no volverás a ser la misma. Estos temas cambian a las per-

sonas radicalmente.—No voy a engañarte, María. Vosotros dos estabais infectados

por un ser creado por nuestro mayor enemigo y si no llega a ser pormi Espécimen... Hubierais muerto.— Dramatismo no falta. Escomo explicar a un paciente que tiene cáncer; la improvisación es loque cuenta. La impresión fue echarse a llorar, pero ahí estuvieronmis hermanas para consolarla.

—Y Josh...—Tranquila, se está recuperando. Vamos a dejarlo descansar y

mientras iremos preparando los enseres para el viaje.—León, no respira...— Lyserck, estoy harto de que bromees con-

migo.—Josh, cariño...— Venga, no me jodas la alegría, Josh. Cogí su

muñeca y acabé horrorizado al no escuchar el pulso. El corazón noresponde...

—“Ha fallecido, pero sano...”—No nos ha dado tiempo...— Mis hermanas en silencio, John no

parpadea y JuanXo no se atreve a decir palabra. María posó sus con-fusos ojos en cada uno de nosotros, intentando rebatir la eviden-cia.— Lo siento...

—¡ES MENTIRA! Por favor, Josh, despierta...—Es inútil, María...—¡DÉJAME! Debería haber muerto con él. ¿Por qué...?—Debes asumirlo, María. Josh nos ha abandonado...—¿POR QUÉ A ÉL? ¿QUÉ CULPA TIENE?—Ninguna, pero los entes han querido apartarlo de nuestro lado.Un superviviente menos... ¿Cuántos van?—¿No se convertirá en un...?—Ha muerto como un ser humano y merece nuestro respeto.

Chicas, ayudad a John a cavar una fosa en el patio.

ALBERTO BURGOS SORIA

439

—Quiero ir con vosotros...— En los funerales, lo más común esno abrir la boca ni para respirar, pero María rompió la costumbre.No pareces muy afectada... Lo estás asimilando muy rápido...

—¿Cómo me has salvado? Has dicho algo de tu Espécimen...—Esta es la parte que uno debe omitir para evitar desagrados. No obs-tante, JuanXo me dio a entender con su expresión de enfado quedebía contarlo todo, sin dejar detalle.

—Bueno... Al TH49A se le ocurrió la genial idea de fabricar unmedicamento que os curaría de inmediato y tuve que administrá-roslo de la... Única forma que encontré.— Ruborizarse delata. Dejéde hablar y su fija mirada hizo que mis mejillas se sonrojaran. Nopuedo decir más, o mejor dicho, no deseo hacerlo...

—Te besó, así de simple.— ¿Por qué, Christine? Lo mismoafirmó Lyserck pero refiriéndose a Josh.

—¿De verdad? León... Gracias.— Al instante, me abrazó y megolpeó varias veces el pecho, despertando al TH49A. Ninguno se es-peró tal reacción. Incluso JuanXo estaba preparado para reírse de lasupuesta hostia que debería recibir.

—No sé cómo agradecértelo...—Ya pensaremos en algo. Ahora no es tiempo de dar las gra-

cias.— No se me da bien hacerme el duro, pero por dentro estoyigual que ella. Risas se desprendieron de mis hermanas al verme tannervioso y Rachel me cogió de las manos, apartándome de María.

—Tienes que ser más disimulado, hermano...— Musitó en mioído mientras agarra el pomo del comedor.

El entierro fue ejecutado por JuanXo y John, los cuales se mos-traron serios y sin hablar. Mis hermanas controlaron las reaccionesde María y pronuncié un breve discurso en memoria de Josh. Nohay ataúd aunque enterrarlo no supuso ningún problema. María dejóvarios ramos de flores que recogió del jardín y permaneció una horaen el patio, sin separarnos de su lado.

La medianoche se cierne sobre nosotros y el pésame es conti-nuo. Los llantos disminuyen su intensidad y la rabia hace acto de

ESPÉCIMEN

440

presencia. Escuché maldecir por lo bajo a JC y, tras minutos de si-lencio, se incorporó, secando las lágrimas de su rostro. Con deci-sión y sin palabras, abandonó el funeral y entró en mi despacho,cogiendo mi escopeta y alegando que quiere dormir.

Sin problema. En la habitación más alejada de la segunda planta,mis hermanas se recostaron en las tres literas que llevan sus respec-tivos nombres y John tuvo que conformarse con la mía, que estabajusto encima de Lyserck. ¡Qué noche te espera de ronquidos! Res-pecto a JuanXo y a mí, el sueño no es más que mera ilusión. Entreel miedo que portamos, la alerta enemiga y la muerte de Josh, noconseguimos pegar ojo; de modo que la noche transcurrió a basede jugar a la baraja española.

Casi no lo cuento... Ojalá me ayudes más veces, TH49A...

FADE TO BLACK (METALLICA)

“No one but me can save myself, but it to lateNow I can’t think, think why I should even tryYesterday seems as though it never existedDeath greets me warm, now I will just say good bye...”

ALBERTO BURGOS SORIA

441

El hombre es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Tal vezsea el refrán con más razón que existe. Hace gracia que la gente se lo tome

a broma, y más todavía cuando se acuerdan de él al tener problemas que sufrie-ron antes. No es que diga que soy una excepción ante esta verdad, pero veamosesta frase desde otro punto de vista. Imaginemos un hombre que ha trabajadomucho en su vida e intentaron quitarle lo que había conseguido crear. A la pri-mera no pudieron, él fue más listo. La segunda se confió y el golpe fue más dis-creto. Aplicado a la oración, expondríamos que este señor ha tenido la culpa deque le robaran. Sin embargo, apliquemos el sentido de esas palabras al otrobando, el que ejecutó el robo. A la primera no lo consiguieron, sí a la segunda...“El hombre es el animal que no consigue las cosas a la primera.”

—¡Espabila, León! Sé que tienes el as de espadas...—¡Joder, JuanXo! Llevas repitiendo lo mismo desde que co-

menzamos la partida. Sabes que voy a ganar...Empieza mi racha. Pena que no hayamos apostado nada...Primeros rayos de sol en el cielo; se van las estrellas y el celeste

predomina. Siete y media; trigésima brisca desde que comenzamosa la una de la madrugada. Las manos sufren un agarrotamiento

443

1 3

T O U R E U R O P E O

2 º P A R T E : A D I Ó S , H E R M A N A S

enorme de tanto sostener cartas. Hasta el TH49A se aburre; normalincluso para un Espécimen. Lo más significativo es que pareceaprender a jugar con nosotros.

Cuando JuanXo echa un sota o un caballo, los apéndices del cue-llo señalan un rey de la misma categoría, si es que lo llevo, claro. Micompañero es un crack con la baraja española, pero esta vez voy enla delantera. La cuenta de partidas ganadas la hemos perdido y nosreímos de las estupideces que decimos durante el juego.

—Se te acabó la suerte, JuanXo, tira el tres de espadas, vamos.—Me apuesto los huevos a que no tienes bastos... ¿Y ahora

qué?— Pone sobre la mesa un rey de bastos, pillándome despreve-nido. No obstante, la jugada es mía. El TH49A me indica que echeel tres de oros. Buena idea, el as debe guardarse para el final.

—Tranquilo, voy a darte el gusto de llevarte catorce puntos, perocreo que me debes otra ovación.

—Que te lo crees tú... ¡Maldito seas!— Coges la carta con resig-nación y como es de esperar, sacas el tres de espadas. Rápidamente,planté el as homónimo encima y reí de ver la cara de enfado quepone. Contó su montón y los huesos de su mano crujieron derabia.— ¡Eres un cabrón de mierda! Si hubiera apostado el Shelby,te habría ganado seguro...

—Excusas...Paramos de jugar. No es por cansancio, sino por la desgana de

tener que repartir las cartas y echarnos la trigésima primera partida.Me levanté de la silla y salí del despacho hacia el vestíbulo, frotán-dome los ojos. ¡Qué bonito amanecer! Ni una nube en el cielo visi-ble y los rayos de sol inciden sobre mi cuerpo; ofreciendo unaagradable sensación de calor y tranquilidad. Pocas ocasiones veo co-mienzos del día tan preciosos, o a lo mejor no me he fijado hasta elmomento de su belleza.

El aire fresco llena mis pulmones y tomé varias bocanadas máspara el TH49A. Vaya viajecito nos toca comenzar. España... La tie-rra del sol y las playas. Casi nunca he pisado aquellas tierras, sólo

ESPÉCIMEN

444

me viene a la mente la vez que estuve de congreso en la capital, cuyonombre no consigo acordarme. Además, recuerdo que durante losdías que permanecí en el hotel, hizo un frío de cojones, a pesar deque era primavera. Por ello, mejor confiar en Christine, quien sí co-noce ese país mejor que todos juntos. Evidente, entre reuniones yconcilios, seguro que al menos ha visitado la mitad de la tierra es-pañola.

—León, ven aquí.— Al fondo del pasillo, JuanXo me indica conseñas que fuese a hablar con él. A saber qué quieres.

—¿Ocurre algo?—Lo he pensado toda la noche y creo que podemos hacerlo.—

Una locura, seguro. Levanté la mano para denegar cualquier propo-sición que saliera de su boca pero se adelantó a mis movimientos.

—Te puede interesar si no estás dispuesto a tirar la toalla. Hepensado en volver a Múnich.— Lo que imaginaba. ¿Por qué diablosquieres ir? Creo que la muerte para ti es una mera palabra sin sen-tido...

Tanta experiencia te ha trastornado mucho, amigo mío.—¿Estás bien, JuanXo?—Claro que sí, pero deseo... Regresar para coger el Shelby y pu-

dieras llevarte el Camaro SS.— Encima, arriesgarse a morir por unosvehículos. Al principio, me dio un ataque de risa, aunque luego volvía preguntar si el tema va en serio. La respuesta fue inmediata y con-cisa, igual que la sospechada.— Yo voy a ir.

—Pero JuanXo... Piénsalo bien. ¿Tanto quieres al coche comopara morir por él?

—Sí y sé que tú también.— Estás tocando la parte sensible de micerebro. No me hace gracia que mi Chevrolet estuviese a la intem-perie y expuesto a peligros de todo tipo, pero el riesgo a correr esmuy alto. En sus ojos, contemplo la desesperación por recuperar sudiablo negro. Como siempre sucede y nunca dejará de suceder, acabaconvenciéndome.

ALBERTO BURGOS SORIA

445

—Está bien, iremos. El problema es saber qué vamos a hacercon los demás. Dejarlos solos sería una auténtica odisea.

—No hay otra manera. ¡Vamos, hombre! Sólo va a ser mediahora como mucho; es imposible que les suceda algo grave y sabencuidarse.— ¿Por qué accedería a tu idea? Nunca pienso en las con-secuencias que pueden derivarse de cada acción. En algo tienesrazón, el tiempo de realización será mínimo. Ir, coger y venir. Noobstante, si aparecen enemigos en nuestra ausencia, jamás te per-donaré.

—Pongámonos a la obra. Cogemos la moto y si podemos, la en-gancharemos a la baca de mi coche.

—Como tú digas.Subidos a la Kawasaki y arrancó, saliendo a todo gas de los apar-

camientos. Aquí es cuando echas de menos un casco. El viento au-mentó de tal modo que mi melena y los pelos de mi barba seerizaron como pinchos. La carretera se encuentra en el mismo es-tado que hace días, justo cuando fuimos en busca de supervivientes.El trayecto se acorta, viendo los primeros edificios de la ciudad enmenos de veinte minutos. Si la memoria funciona, debemos tomarlos desvíos hacia el puente de la plaza mayor, donde tuvimos quelanzarnos al río para escapar de la primera gran batalla que libramoscontra los infectados.

Seguimos los rastros de sangre que algunos hostiles dejaron, loscuales nos condujeron directamente a la zona del conflicto. Elpuente, el edificio del fondo... El Shelby GT500 y el Camaro SS enla entrada a la plataforma. ¡Qué alegría veros! Sin embargo, al ob-servarlos de cerca, la rabia se disparó.

Parabrisas resquebrajado, rayas repartidas por la carrocería y san-gre reseca en los asientos. Igual está JuanXo con su diablo. El negrose halla cubierto de rojo y el vinilo de HammerFall no se distingueentre la multitud de cortes y pellejos desprendidos de la pegatina.Para esto, mejor no haber venido.

ESPÉCIMEN

446

¡JODER! ¿A esto hemos venido? Pobre Camaro SS mío, lo siento tanto...—¡Me cago en mi madre! Mi pobre Shelby...— El grito retumbó

en la zona, devolviendo el eco que fue apaciguándose hasta desapa-recer.

—¡No grites, hombre! Vas a conseguir que aparezcan los infec-tados...

—¿Pero tú has visto...? Coge el tuyo y vámonos cuanto antes;estoy al borde de la locura.— Se te nota. El interior de mi vehículose contempla normal. El motor del otro coche rugió con estrépito.¿Dónde estarán las llaves? Ni en los bolsillos y no las palpo por micuerpo. El río, Kiev... A saber en qué lugar las perdí. Mi amigo ad-virtió extrañado los gestos de búsqueda y quiso saber qué ocurre. Alenterarse, sonrió y me propuso que usara la lógica.— Amigo mío...Vas a conocer cómo se roba un coche a lo rápido.

—¿En qué consiste realmente?— Tardé en descubrirlo. Con elpuño protegido por la camiseta, propinó un fuerte golpe a la venta-nilla del conductor, dejando un hueco por el cual alcanzó el cierrede seguridad y lo desactivó.

Sin más que decir salvo la impresión presentada. Entró en el ve-hículo y rozando dos cables que arrancó cerca de los pedales, con-siguió poner en marcha los cilindros. ¿Cómo has aprendido a hacertal chapuza? ¿Cómo sabes que esos cables se encuentran justo ahí yno en otro lugar?

—¿Nos vamos?—Antes hay que subir la moto, ayúdame.— De nada sirve tu

ayuda. Con mis dos manos, agarré los bajos de la Kawasaki y levantéen alto. Otra vez el TH49A... La posé sobre el techo de mi Chevro-let y la sujeté con cuerdas que llevo en el maletero. Ahora sí es elmomento de volver sobre nuestros pasos.

—Cada vez me dejas más sorprendido...—Venga, tú delante y salgamos cuanto antes.Gritos provenientes del sur indican la presencia de infectados.

Evitar la guerra parece la opción más factible. De la misma manera

ALBERTO BURGOS SORIA

447

que llegamos, abandonamos la ciudad, retomando el rumbo a loslaboratorios. Cómo se nota la felicidad de JuanXo, sobre todo enlos acelerones y la música de HammerFall a todo volumen. Quépena que no tenga a mano ninguno de mis discos de Slayer u Orión.En verdad, no podemos quejarnos de nada. Tomar el volante denuestras preciosidades nos produce un regocijo que no se puededescribir.

Enemigos se cruzaron en la carretera con la intención de afe-rrarse a los vehículos, pero rodaron por el parabrisas, muriendo amedida que caen al asfalto. ¡Eso sí que es morir de forma digna!Quince minutos fue el tiempo en volver a divisar las instalaciones;ningún cambio apreciable. Lotus y Dodge aparcados en el mismositio y las puertas principales cerradas, tal y como las dejé.

—No ha sido para tanto... ¿Tú qué dices?— Un poco arriesgado.Espero que no se hayan despertado, en especial Lyserck, la cual memata aquí mismo si se entera.

¿Qué quieres que te diga? Espero no haberla jodido con tu manía.Los rayos de luz iluminan tenuemente los pasillos mientras subi-

mos hacia los dormitorios. Los ronquidos de John denotan lospocos cambios que han sucedido durante nuestra breve ausencia.En la habitación contigua se auscultan las leves respiraciones perorápidas de María. Ocho y cuarto. No será lícito despertarlos ahora;que descansen un poco más.

¿Qué vamos a hacer mientras? Otra partida de cartas es para pe-garse un tiro, de modo que bajé a mi despacho y JuanXo salió al par-king para revisar a fondo su vehículo. Tomé asiento en midestartalado sillón y sin tener otros motivos, volví a recapacitar sobreel pasado. ¿Dónde os escondéis, JC y Rocy?

La carta hizo aparición en el cajón y fue releída por novena vez.¿Quién cojones la habrá escrito? No puede haber sido Renya, es im-posible. Aparte de suponer que haya sobrevivido a la pandemia, laotra salida sería buscarme en venganza de lo acaecido. No lo sé...¡No lo sé! Están pasando cosas muy raras y no puedo dar caza atodas juntas.

ESPÉCIMEN

448

España. Allí encontraré algunas respuestas por parte de la putaespía esa. Más interesaría saber el paradero de JC y Tiger, pero contan poca información, mejor es ir a lo fiable. Fiable si la carta no esuna trampa para conocer nuestra muerte. Las incógnitas son tan di-versas y numerosas que tiempo conllevará resolverlas.

—¿Estás aquí, León?— La fina voz de Rachel pregunta por mipresencia en la estancia. Evitando hablar, abrí la puerta con la vi-sión de mis tres hermanas en el pasillo. Salvo Christine, la mirada delas otra dos denota tristeza y desesperación.— ¿Y JuanXo?

—Afuera, viendo su Shelby. ¿Estáis despiertas...?—¿Cómo que viendo su Shelby? ¿No será...?— Corriendo fue

Lyserck por el pasillo para salir al exterior. La misma idea pasó porla mente de Rachel y Christine, quedando confundidas ante la res-puesta.

—¿Habéis ido a Múnich?—Hemos vuelto hace casi media hora. No os preocupéis, era im-

posible que en un cuarto de hora vinieran enemigos a provocar pro-blemas.— Rápida fue la reacción de Christine, soltando un fuertemanotazo sobre mis mejillas. Me lo merezco.

—¿Un cuarto de hora? ¿Nos dejas solas y tienes huevos a decirque sólo ha sido un cuarto de hora?

—El riesgo de que os pasara algo era mínimo...De verdad que lo siento. No pido que me perdonéis, pero eso sí, id a pegar

a JuanXo. Ha sido el inventor de la idea.—¡Ni mínimo ni nada! Expuestos a la muerte y tú te dedicas a re-

cuperar el coche. ¡No tienes vergüenza ninguna!— Evidente que Ra-chel la apoye también. Sé muy bien que nuestra acción fueincompetente, pero al menos, no tenemos que ir apretujados en losasientos. Con el jaleo montado, bajó María, bostezando.

—¿A qué vienen estas voces?—No pasa nada, María. ¿Ha ido bien la siesta?—Bastante bien, la verdad. Estoy como nueva y todo te lo debo

a ti, aunque...— No recuerdas, hija mía. Negó con la mano y sonrió

ALBERTO BURGOS SORIA

449

sin dificultad. Para rematar la tarea de despertador, John descendiópor las escaleras con fuertes pisadas y arrimó colgando su pistola enel cinto de la cadera.— ¿Nos ponemos en camino?

—Aún no. Vamos a desayunar y retomaremos el trayecto sobrelas once.

Dos horas y media se pasan como el viento. Ningún cambio sig-nificativo. El TH49A confirma el buen estado de María. No detectóni el más mínimo rastro de los putos entes. Suerte que todavía quedaalgo de comida en el comedor. Cada uno ingirió lo que más le ape-tecía. Sorpresa para mis hermanas observar el Camaro SS casi in-tacto, o por lo menos, tal y como quedó después de abandonarlo.

Costoso fue para ellas olvidar el hecho de haberlas dejado solas.Con dos transportes más podemos ir con más espacio. Lo más sig-nificativo fue el sí que JuanXo dio a Lyserck al preguntarle ella si ledejaba conducir su coche mientras él conduce en la moto. La nuevadistribución se amplió, de tal manera que Lyserck iría en el Shelby,John viajará solo en el Dodge, Rachel y Christine en el Lotus y porúltimo, María conmigo en el Chevrolet.

Puede que fuera a esta última a quién más le entusiasmó la dis-posición propuesta. En el mapa de mi amigo, señalamos la ruta aseguir, tomando la ciudad de Augsburgo como primer objetivo. Unahora, 70 Km más o menos... Se nos muestra un trayecto corto y re-lativamente tranquilo, o por lo menos así espero.

A las once rugieron los motores a la vez y se abandonó el edifi-cio de investigación para siempre. Para ganar valiosos minutos, co-gimos el desvío E52 en la autopista A8, la cual no hay que abandonarhasta ver los carteles que deben señalar los desvíos hacia la ciudaddesignada. El primer contacto visual en el horizonte fue a los veinteminutos de conducción, Gröbenzell, uno de los pueblos más cerca-nos a Múnich.

Poco sé acerca de esa ciudad, aunque sí sobre su central solar, lacual suministra parte de electricidad a mi complejo de investigación.En las facturas de luz viene su nombre. Lo más importante es no de-

ESPÉCIMEN

450

tenerse; la herida de John se ha sanado casi por completo, aunque eltrozo de mano que le falta no se puede regenerar. Gröbenzell quedaatrás y travesía hacia Odelzhausen, otro pueblo colindante a la A8.

Llevando a María al lado no es de extrañar que estuviésemos todoel rato hablando, pero esta vez no fue así. Quizás no le apetece con-versar, timidez por estar a solas conmigo en el coche o la huella dela muerte de Josh. Los pensamientos tristes o raros para otro mo-mento...

—Directora de una universidad. ¡Qué gran honor!—Mis alumnos de tercero insistieron en que presentara la solici-

tud e hice caso. Más tarde, me comunicaron que había sido elegiday acepté el cargo a regañadientes.— Honesta eres para intentar re-chazar un cargo del tal prestigio. Y pensar que mis cargos de direc-tor y médico son gran carga de responsabilidad. No hay punto decomparación.

—¿Los aprobaste por ser ellos quienes te dieron la idea?Si no, vaya reputación más mala te hubieras ganado, querida.—No tuve más remedio. Era el mejor curso y la mayoría son más

estudiosos que yo en mi época de estudiante... No me arrepentí.¡Vaya con la señorita María! Un trozo de pan bien grande. El tema

siguió en boga mientras los edificios de Odelzhausen se desvaneceny posteriormente, los de Dasing aparecen y desaparecen de nuestravista. A falta de cumplir la hora de camino, el desvío B300 fue la sa-lida perfecta para que arrimáramos en el sur de Augsburgo. En estaciudad sí haremos una pequeña detención, sobre todo para descan-sar y relajar la tensión. Casi quince minutos se sucedieron hasta ob-servar el cartel de bienvenida.

Podíamos haber tardado menos, pero es obligatorio atravesarFriedberg porque un rodeo nos haría perder el tiempo reunido. Igualvisión en cualquier sitio, coches desperdigados, ríos de sangre y edi-ficaciones al borde de ser destruidas. La imposibilidad de seguir porlas calles principales nos hizo desembocar en la plaza Kennedy, muycerca del centro. Suerte ver un panel con la indicación de un hospi-tal cerca, Klinik Sankt Barbara.

ALBERTO BURGOS SORIA

451

Me suena ese centro de salud, pero no lo recuerdo con exactitud.Seguro que en aquel lugar tendrán vendas para hacer el último re-cambio a la mano de John. El forense se animó con la idea y los dospusimos rumbo al objetivo, dejando a los demás a cargo de JuanXo.

Las calles Grottenau, Ludwigstraße y Karlstraße de la B10 fueronnuestro pasaje de seguridad. Los típicos jadeos presencian a los in-fectados y sus figuras llenan tiendas y tejados. Pegados a la acera yevitando cualquier contacto llegamos al final de la gran vía. Si las in-dicaciones no mienten, la marcha continúa por Hoher Weg y co-giendo en último lugar la calle Spenglergäßchen.

Allí está erigido el edificio. La entrada se encuentra custodiadapor varios hostiles, contemplando a varios niños entre la multitud.La idea de usar armas fue denegada y nos aproximamos con sumacautela, intentando a toda costa permanecer ocultos. Una ambulan-cia nos sirvió de puente para subir al tejado de la instalación. Ben-dito sea que no se hayan alertado. Cabe esperar que algún boquetehubiera en el techo. A partir de aquí, continuaré en solitario.

Los pasillos se hallan desolados y el silencio reina con superiori-dad. El objetivo es obtener vendas y gasas para el forense. Pan co-mido, hay en cualquier lugar. No tardé en dar con ellas, abrí varioscajones en los despachos de los médicos y cogí varios rollos. Un mé-dico sin vendas no es médico. Tranquilo, retorné la vuelta, a excep-ción de un joven con apariencia de veinte años, a quien tuve quequitar de en medio con un suave corte en el cuello. Salté con ener-gía y John sonrió al verme de vuelta.

La cura la haremos en el coche, por ahora hay que volver con losdemás. Los enemigos no se han movido de su sitio, de modo queaprovechamos las sombras de los vehículos de los alrededores ydesaparecimos sin el menor ruido. La calle principal permaneceigual. El regreso invirtió el mismo tiempo, alcanzando la media horaentre uno y el otro.

No obstante, la suerte no pareció acompañarnos en la vuelta. Va-rios hostiles casi se fijan en nosotros y el polvo que el aire levanta no

ESPÉCIMEN

452

ayuda demasiado. Finalmente, avistamos los vehículos y rápidamentereanudamos la marcha, abandonando las calles de Augsburgo por lassalidas noreste hacia la ciudad de Ulm.

Gersthofen sirvió de referencia para volver a coger la A8 y desdeahí, la autopista. ¡El enorme parque natural de Augsburgo! Por unosmomentos, dejaremos de ver casas demolidas y ciudades abatidas.En las zonas verdes es como si nada hubiera ocurrido, los pájarospían y los árboles mecen sus hojas al viento. Cierto es que la vida enel campo es mejor que la de ciudad. Sin embargo, la alegría fue mí-nima, sólo durante un cuarto de hora nos fue posible admirar loshermosos paisajes.

De repente, surgió la ciudad de Burgau y regresó la visión en-tristecedora y desesperante de la melancolía. Lo mismo sucedió conGünzburg y así hasta divisar los desvíos hacia Ulm. Cerca del pue-blo de Domstadt nos detuvimos y JuanXo señaló en el mapa la pro-ximidad a la frontera con Francia, haciendo hincapié en usar la rutaque atraviesa Reutlingen y Stuttgart.

Coincidimos todos en la negación de ese trayecto; supone unatravesía muy grande y Stuttgart debe de ser un hervidero magná-nimo de infectados. John propuso la travesía de Rottenburg am Nec-kar, pero se impuso la idea del principio con el alegato de “segura yrápida”. Ojalá que fuese así. La única que lo apoyó fue Christine.Teniendo en cuenta sus viajes y experiencia, mejor no rechistar.

Reutlingen, una de las más importantes ciudades próximas conFrancia. Varias veces he pisado por allí; me viene a la mente el con-greso en el cual los enfermeros rurales reclamaron su derecho a laautonomía. Suerte que los médicos estaban de buen humor y acep-taron sus condiciones. La que se hubiera llegado a liar en aquellosdías... Bueno, esto no viene a cuento.

La travesía parece hacerse más larga durante el cercano paso porLaichingen. El sueño no sólo hace mella en mí, el TH49A lo sufretambién. Quiero dejar el volante a María, pero de esa manera se pre-ocuparía y los demás, igual. Disimularlo con rápidos cierres de ojos

ALBERTO BURGOS SORIA

453

fue el modo más improvisado que se me ocurre. Segundos, minutosy en Römerstein paramos por el indicador de gasolina.

¡Qué gracia acordarse que ahora en adelante el combustible nosva a salir gratis! Verdad es, ningún dependiente para cobrar y si hayuno, infectado es. Sé que uno no ha de reírse con estos temas, peroal menos, se alegra un poco el ambiente. Cerca de las dos de la tarde.Siendo la hora normal de comer, sacamos cada uno lo que más nosapetece y degustamos sin cruzar miradas. Estas palmeras me van aponer como una bola...

—León, ¿No sientes algo?— La reacción es de absoluto impro-viso. Agarré la culata de la Hydra y escudriñé los alrededores. ¿Quéhas querido decir con esas palabras?— Tranquilo, me ha parecidoque la tierra temblaba.

—No des esos sustos, joder.— No lo digo por mí, sino por losdemás, siendo John el más alertado, llegando incluso a apuntar de-trás suya.

Para que aparezca el YH56U enfrente… Joder.—John, no ocurre nada. ¿Habéis terminado?—Por aquí sí.—Igual yo.—Pues a los vehículos, antes de que sus predicciones se hagan re-

alidad.— No lo creí pero mejor empezar a poner camino de pormedio. Igual que estábamos, desertamos la ciudad y entramos denuevo en la B28.

¿Sangre quemada? Aquí ocurre algo. De repente, el aire trajo con-sigo un pestilente olor a cadáver y carbón. ¿Un Espécimen quizás?No, hubiera sentido su presencia. A lo mejor son alucinaciones mías.No obstante, si así fuese, María lo habría advertido. ¿Acaso soy yo?El hedor no desaparece del entorno y me asusté. Contacté rápida-mente con el TH49A, esperando que fuera él la causa de los hedo-res.

—TH49A... ¿Estás haciendo algo?—“Renovar tu cuerpo.”

ESPÉCIMEN

454

Alivio escuchar tu afirmación, aunque la intriga es enorme. ¿Deverdad estás quemando sangre? Ahí se encuentra la cuestión, notoel mal olor pero en mi interior no siento ardores. Las anclas se vuel-ven rígidas y giré el volante con brusquedad, asustando a María. Pre-guntó que sucede sin obtener ninguna respuesta por parte delreceptor. Ahora comienzo a tener los efectos.

Un intenso prurito recorre mi piel y un malestar general invademi pecho. Tosí con fuerza varias gotas de sangre y con la mano hiceparar el convoy. Mis hermanas fueron las primeras en percatar mi es-tado y me sacaron del Chevrolet de un tirón. Fui tumbado en la ca-rretera y ante la vista de todos, JuanXo me quitó la camiseta. Visiónhorrorosa incluso para mí. El centro del tórax se halla totalmente os-curo y la mancha se va extendiendo. ¿Qué diablos vas a transfor-mar?

—¿Está renovando tu cuerpo? ¡Pero si parece que quema aque-llo que pilla en tu interior!

—Déjalo... Tiene que adaptarse a mí...— Cuesta respirar y elardor es cada vez más intenso. En cuestión de segundos, mi cuerpose cubrió de negro y para colmo, el cuello comenzó a bifurcarse. ElTH49A se va a presentar...

—¡MIRAD!El Espécimen apareció tras una nube negra que surgió de mis

entrañas y disolvió, ante las atónitas miradas, más sangre. Con difi-cultad, eché un vistazo y observé cómo de su cuerpo menor surgenprolongaciones que suben por la tráquea para convertirse en mis an-clas primarias. Al instante, mi boca comenzó a rezumar sangre aborbotones. Estoy vaciando el flujo sanguíneo...

—¡Te vas a desangrar!— Rachel cerró mis labios pero no pudocontrolar el reflejo.

Sin quererlo, su bello rostro fue cubierto por el espeso líquidocolorado y continuó mi espectacular sangría. Pasaron unos minutoshasta que, de modo lento, fui reduciendo el vómito hasta quedarseco. Impresionante, sin sangre y sigo vivo. Traté de incorporarmepero el TH49A lo evitó controlándome de manera instantánea.

ALBERTO BURGOS SORIA

455

—“He acabado el cambio.”Pues me has dejado listo de papeles. No obstante, estoy como nuevo... Creo

que ha sido la transformación más buena que has hecho hasta el momento.Mi pecho volvió a cerrar sobre sí mismo y los ardores cesaron.

Me siento agradable por dentro y la piel fue adoptando su color ro-sado pálido conforme soy levantado. ¡Madre mía, creí que éste erami final! ¿Qué cambios has hecho? Ojeé las partes de mi cuerpopero no encontré indicios de evolución. De repente, un fuerte dolorde cabeza hizo aparición y palpitaciones resonaron en las sienes. Notengo pulso...

—¿Qué es eso?— María cogió mi brazo derecho y se fijó en laparte posterior. Se ve la actuación. En lugar de tener líneas azulesque representen a las venas, éstas se divisan de color negro y enmayor abundancia. ¿Significa que mis vasos sanguíneos son recorri-dos por otra sustancia que no es sangre? Habrá que ir haciéndose ala idea...

—Tío, si lo llego a saber, me inyecto un Espécimen.— Mi amigoes el que más sorprendido está. La inmensa laguna roja que he de-jado en la carretera fue secándose poco a poco y sacudí de la capael fluido restante. De la mancha oscura no ha quedado ni rastro,aunque el nuevo sistema circulatorio no acaba de entrarme en la ca-beza.

—Cuando quieras...—No, gracias. Todavía no.— Buena decisión. ¡Qué paz! Por pri-

mera vez, siento que mi cuerpo funciona a la perfección.La pregunta corresponde en conocer qué nuevo flujo corre por

mis venas. Tal fue mi curiosidad y la de los demás que con una pie-dra angulosa, corté limpiamente la superficie del brazo derecho. In-mediatamente brotó a presión un líquido negro y muy denso.Christine lo restregó por sus dedos y tras hacerlo Lyserck, conclu-yeron igual que al principio; incógnita total. Igualmente a mí no meimporta, mientras siga con vida...

ESPÉCIMEN

456

—Dejad de mirarme; estoy bien. No perdamos más tiempo.—Muy conmocionados están para atender mis sentencias. El ruido delChevrolet al arrancar tuvo que ser necesario para despertarlos de lavisión que han tenido.

Sorpresa es pero no para estar así todo el día. Los diez minutosque tardamos en abordar Bad Urach fueron de absoluto silencio.María no abrió la boca ni siquiera para respirar. Deseé en aquellosmomentos que apareciera un Espécimen y la atención dejara de re-caer en mí. Mis palabras fueron escuchadas al término de entrar enla ciudad.

Los infectados quisieron darnos la bienvenida con una embestidaa lo grande y de la misma forma respondimos. JuanXo agarró el ma-nillar de la Kawasaki con una mano e hizo varias pasadas con la otra,escogiendo el AUG para abrir camino.

Sin embargo, los enemigos no están dispuestos a rendirse tan fá-cilmente. Algunos incluso se atrevieron a saltar sobre los vehículos.Teniendo en mis manos el volante, María cogió la Hydra y se en-cargó de rechazar los ataques. La primera salida hacia Reutlingen fuetomada a la carrera y nos adentramos de nuevo en la B28, dejandoatrás a los desesperados hostiles.

Diez minutos de tranquilidad. Uno piensa que la batalla ha aca-bado, pero parece que los habitantes de Metzingen se percataron denuestra presencia con mucha audacia. Justo cuando se ve la ciudada lo lejos, un numeroso grupo de infectados nos abordó en las cer-canías de la entrada sur. No obstante, sucedió la misma situaciónque antes. Acelerar y olvidarse de pelear; por ahora.

Es cuestión de tiempo llegar a Reutlingen, un veinte minutos detrayecto teniendo que ir por bosques; algunos tramos de la carre-tera no se encuentran en estado óptimo. Al término de ese tiempo,el centro de la gran ciudad fue surcado por la carretera, de modoque nos detuvimos en la zona este. La frontera con Francia está a unpaso, toda la tarde sin parar y arrimaríamos antes del anochecer. Elviaje va a ser largo y debemos estar bien preparados, de tal maneraque comer se hace necesario.

ALBERTO BURGOS SORIA

457

—Vamos a tener que acelerar un poco más...— Pues sí, porquea este paso, llegaremos a la frontera con oscuridad total y los tra-yectos nocturnos son más peligrosos que los diurnos.

En el mapa se marcó como primordial llegar a la ciudad más cer-cana a Stuttgart y que contiene mi nombre, Leonberg. El camino noes complicado; autopista y no hay ciudades de por medio que difi-culten la travesía. A decir verdad, para todos fue como si hubiéramosconducido durante menos de media hora. El buen estado de la ca-rretera y las velocidades que alcanzamos fueron las causas de nues-tra temprana llegada.

Reitero lo dicho antes, la noche llegará después de cruzar la fron-tera. Gracia le hizo a María ver en los carteles del arcén el nombrede la ciudad, mirándome después y pidiendo perdón por si me hu-biese molestado. Burlas recibí en el colegio por ello.

La prisa que tuvimos en un primer momento no nos acompañóen el segundo asalto hacia la frontera. Si el camino anterior fue unabendición, ahora es diferente. Asfalto resquebrajado, sangre a ma-nantiales y para colmo, infectados en medio de la calzada. ¡Qué malasuerte! Atropella la matanza, menos mal que algo de parabrisasqueda y no nos ponemos perdidos de rojo. Abandonamos los ene-migos y arrimamos en la perdida ciudad de Ettlingen.

¡Oh, Ettlingen! La ciudad natal del abuelo Kerry... Me acuerdo dela cena familiar que hicimos en su octogenario cumpleaños. Fue elmás espectacular, especialmente por la pérdida del anillo de com-promiso de nuestra madre. Resultó que lo había cogido Rachel paralucirlo.

En vez de cabrearse, la halagó por lo guapa que fue y los demáspensando en la bronca que se supone que le echaría. Ese día fue elmismo en el cual JuanXo decidió quedarse a vivir definitivamentecon nosotros. Aquella semana se podría decir que es de las mejoresque he vivido. Risas por allí, regañinas por allá. Un nuevo hermanohay en la familia.

—Aquí pasa algo...

ESPÉCIMEN

458

—¿Qué quieres decir?— Mucha calma se respira en el ambiente.Es anormal no avistar infectados cuando el camino que cogimospara venir se hallaba repleto de ellos. Detuve el vehículo y los demásme siguieron en la maniobra.

—¿Por qué nos hemos detenido, hermano?— La confusión seextiende como pólvora en un cañón. El silencio es mayor y me dala impresión de que estamos en peligro. Las sospechas se hicieronrealidad cuando el suelo tembló levemente bajo nuestros pies.Joder...

Vuelta a la acción. Aparece que te quiero ver, capullo.—“YH56U.”—¡¡¡ALEJAOS DE AQUÍ, YH56U!!!Advertencia tardía. Sacudida tremenda; tropezamos y perdimos

el equilibrio. El Espécimen surgió entre los árboles más cercanos yrugió estrepitosamente. Su bramido ensordeció el entorno, haciendovibrar los cristales de los coches y rompiendo el faro delantero de laKawasaki. Primer fallo de la tarde, las armas están en los maleterosy las pistolas de John y Rachel no surten efecto contra un enemigode tales dimensiones. Por lo visto, tendremos lucha en la frontera.Creo que voy a pasar el resto de mis días peleando.

—¡Escondeos! JuanXo, el fusil y dame fuego de cobertura. Nopodemos perder contra el cabrón este...— El AUG fue cogido in-mediatamente de los asientos del Shelby y mi compañero comenzóa disparar pequeñas ráfagas contra el enorme adversario.

Sentir mis manos rígidas fue la señal para empezar el ataque. Laviscosa lengua quiso coger a John; es el otro objetivo más cercanoaparte de mí. Raudo rechacé su intención y la respuesta consistió envarios cortes profundos en los desarraigados pies, asomando la tibiay el peroné por las fisuras. Escalé por su horrible cuerpo a medidaque voy esquivando las balas de JuanXo hasta alcanzar el tórax.

No obstante, tengo una pequeña duda que se va agrandando pormomentos. Se observa a la legua que este Espécimen debe estar de-bilitado, porque casi no ofrece resistencia y sus asaltos son fáciles de

ALBERTO BURGOS SORIA

459

prevenir. Eso preocupa, más a mí. Me viene la lejana idea de quetodos fuéramos un cebo para atraer a más YH56U.

—¡Ya es tuyo!— Reuniendo energía, abrí el tórax, recibiendo san-gre a chorros. Rompí la caja torácica y cogí sus anclas primarias, no-tando las malditas abrasiones que efectuó el enemigo paradefenderse. Apretujé su cuerpo mayor contra las costillas. Casi estámuerto...

—¿QUÉ DEMONIOS?— Volví la vista y salté inmediatamentedel huésped, dejándolo al borde de la muerte. Me lo temía, es unatrampa. Otro YH56U con un aspecto más desastroso apareció de-trás de JuanXo y con sus garras, lo lanzó varios metros como si fueraun muñeco, soltando su arma.

—¡¡¡JUANXO!!!—¡Ven aquí y déjalo, León!— John sufrió también las mismas

secuelas que él, siendo arrastrado por el adversario y perdiendo el co-nocimiento por los golpes propinados en la cabeza.

María entró en el Camaro y el Espécimen trató de sacarla arran-cando las puertas de cuajo. Corrí para salvarla, pero mis hermanasse interpusieron entre el hostil y el coche. Lyserck gritó de rabia yapretó el gatillo del MG4, inundando el aire de veloces y estrepito-sos disparos que impactaron en la escamosa piel. El TH49A no pa-rece reaccionar a la gravedad de la situación y mi rabia enloquece alsistema límbico.

De repente, una de las garras atrapó a Lyserck y sin tiempo de re-accionar, Christine fue capturada junto a ella. No permitiré que mue-ran... Me quedan varios metros para llegar y el horror se presentóante mis ojos de la forma más cruel. La espantosa lengua agarró aLyserck, quien ha quedado inconsciente por la presión ejercida porlas garras. Sin más preámbulos, abrió la boca y la introdujo en ella,cerrándola después.

—¡¡¡NOOO, LYSERCK!!!—“No sobrevivirá.”Esto no puede estar pasando, no está pasando... ¡NO ESTÁ PA-

SANDO!

ESPÉCIMEN

460

—¡Ayúdame, TH49A!— A mi llamada de desesperación sí res-pondió. No quiero espectadores pasivos.

Alcancé al enemigo en cuestión de segundos y de la rabia aunada,lo tumbé. Estoy ciego por la ira, sólo quiero rescatarla con vida.Como un hacha cayó mi mano derecha sobre la garra que apresa aChristine y resoplando, abrí en canal el cuello, observando la ho-rrenda laringe y tráquea, pero sin ver a mi hermana. De ahí, apro-veché para sacar el YH56U del huésped, cogido por la cabeza ysoportando las quemaduras. Con tanto afán lo agarré que terminéarrancándolo de las anclas, llevando conmigo el cuerpo mayor yarrojándolo al suelo.

¿Habrá llegado al estómago? Lo comprobé al instante, no. Aliviopero la furia mantiene mi locura activa. Al final, la encontré en lo quesería el tramo final del esófago. La sangre cubre su cuerpo y apartésu cabello mojado para observar el rostro. Respira y hay pulso... Simueres, no me lo perdonaré jamás.

—¡¡¡HERMANA!!!— Presto arrimó Rachel y la cogió, zarande-ándola para que despertara. Impedí que continuase con esa actitudy limpié su vestido con unas cuantas sacudidas. Hermana mía...

—Tranquila, está viva. No la muevas; voy a ver cómo están losdemás.— El otro Espécimen se encuentra en el mismo sitio sin in-tervenir. Verlo me entró tanta ira que cogí el AUG y antes de acer-carme a mi amigo, lo acribillé, chirriando los dientes. Se derrumbóy lanzó un último chillido. Sólo hay una manera de evitar más tra-gedias.

—Espectacular, tío...—No estás para hablar, JuanXo.— En brazos lo llevé de vuelta

y apoyé en el Dodge.El YH56U te ha ocasionado varios cortes en el pecho, aunque no

son graves. María salió del Chevrolet con susto en el corazón. Congestos, indiqué que fuesen a atender a John, el cual se arrastra porel asfalto hacia su vehículo. ¡Satán, cómo está mi amado auto! Lellega a quitar el techo y hace un auténtico descapotable. Me gustamás así...

ALBERTO BURGOS SORIA

461

—No he podido frenarlo antes... ¿Te encuentras bien...?—Mejor que tú, sí. Vamos, te vienes conmigo esta vez.— Con

molestia, se incorporó y fue hacia la moto, metiendo las llaves en elcontacto. No creo que estés en condiciones de conducir. Correrásmucho riesgo.

—Estoy bien, de verdad...— Un enorme bostezo indicó queLyserck ha recobrado la consciencia. Sus insistentes preguntas sobremi paradero fueron calladas al verme con sus propios ojos.

—¿Qué me ha pasado?— Nadie está dispuesto a contar la ver-dad y yo tampoco. Valor tuve de decírselo y ver cómo su rostroadopta la más desesperada expresión que no contemplo desde hacequince años. Únicamente John tuvo valentía para reírse de lo acon-tecido.— ¿Vais en serio?

—El hecho de que estés llena de sangre es la prueba más visible.—Entonces... ¿He estado en su interior?— Cuesta admitirlo, pero

sí. Al fondo de mi miedo y furia hay un pequeño atisbo con la pre-gunta que todo investigador como yo se hace. ¿Cómo es uno de misEspecímenes por dentro? Esas cuestiones tienen su respuesta en lamuerte.

—Esto no hubiera pasado si... ¡¡¡JODER!!!— El grito los ate-morizó y mi puñetazo al suelo hizo un bollo bien grande. La culpaes sólo mía pero a partir de este momento se acabó.— Hermanas,John, María... Os iréis a Inglaterra.

—¿¿¿QUÉEEEEEEE???Ni una sola replicación. Estoy harto y no llevamos ni dos semanas de viaje.

Prefiero seguir solo.—Ya me habéis oído.— Al unísono replicaron los mencionados

salvo JuanXo. Como no estás en la ristra, no dices nada.El plan es sencillo, el viaje no está hecho para tantas personas. JC

me traicionó a mí y soy el que debe encontrarlo y hacerle hablar. Noquiero impedimentos ni estorbos, de modo que cuanta menos gente,más fácil. La razón de que JuanXo fuera mi único compañero esporque él también tiene peso en este caos y mucho más que losdemás. Así lo expliqué y así fueron las distintas reacciones.

ESPÉCIMEN

462

El forense me cogió de la camisa y levantó en alto, Rachel so-llozó ininterrumpidamente, Lyserck optó por darme unas bofeta-das, Christine no abrió la boca y María se negó en rotundo a aceptarmis condiciones. Supuse que pasaría algo igual.

—¿Te has vuelto loco? ¿Qué conseguirás de este modo?—Manteneros a salvo.—¿Cómo puedes decir eso?— Renegar no nos llevará a ninguna

parte. Accioné el contacto de la moto y obligué a mi amigo a mon-tarse en ella. El paso de los segundos y la firme decisión que man-tuve durante ese tiempo acabó por ser aceptada, pero una personacontinuó rehusando mis órdenes.

—Dejadme ir con vosotros.—María...—Yo no quiero irme por ahí y veros pasar dificultades. No per-

mitiré que este caos lo arregléis vosotros.— Emocionantes tus pa-labras pero no creo que Josh, desde el infierno, nos perdone si algote ocurre. En sus ojos se observa un raro brillo, aunque no dejé em-baucarme por tal mirada.

—¿Estás segura que quieres?Los brazos abiertos fueron el signo que María interpretó como

un sí. Por un momento, me sentí arrepentido, pero no me gusta con-tradecir. Para terminar, me acerqué al vehículo de John. Mis tres her-manas se encuentran sentadas en el asiento trasero; las saqué,explicándoles que cogieran el Chevrolet, les gustase su nuevo as-pecto o no. Hay que respetar el espacio vital. Esos instantes sirvie-ron para explicar el nuevo destino.

—John, escucha atentamente porque tú serás el protector delgrupo. ¿Ves esta ciudad en el mapa? En la zona oeste están las pri-meras instalaciones donde se llevaron a cabo las primeras investiga-ciones.— El oeste de Brighton. Los pioneros trabajos de los cualesdesarrollé el ADN progenitor. Ése es el mejor lugar para que so-breviváis a la pandemia. El siguiente problema a resolver es el pasomarítimo. El canal de la Mancha puede ser la única opción a bara-jar; el paso entre Dover y Calais.— Pasaréis por aquí.

ALBERTO BURGOS SORIA

463

—40 Km... El tren submarino seguramente no estará disponible,de modo que usaremos un barco.— Parece que nuestro amigo fo-rense ha comenzado a usar la cabeza. Perfecta es la proposición.Marqué con un círculo rojo el sitio más exacto y guardó el mapa enel bolsillo.

—Partiréis de inmediato y no os detendréis, pase lo que pase.Cuanto antes lleguéis, antes estaréis a salvo.

Así que nada de hacer el gilipollas. Que no me entere...—Haremos lo que tú digas.— Ésa es la actitud que quiero ver en

vosotros. Sonreí abiertamente y John me estrechó la mano en señalde afirmación y buena suerte.

—Señoritas, les deseo un buen viaje.— En el destartalado Che-vrolet apoyé mis brazos y las sonrisas expresadas no ayudan muchoen nuestra charla. Christine fue la primera en preguntar el destino alcual las envío.— Como sé que os gusta la playa, os traslado a Brigh-ton, a...

—Los antiguos subterráneos que usamos para los primeros ex-perimentos. ¿No es así, León?— Aguda a pesar de haber visto lamuerte muy de cerca. Razón llevas, mi querida Lyserck. Rachel noquiso opinar y agachó la cabeza. Creo que tienes más rabia que nadie.

—Qué bien me conoces, hija mía. Si salvaros es la única formade quedarme en paz, lo haré.

—Hermano... Ten cuidado.— Por fin saltó mi pequeña rubia. Elabrazo envidió a las demás, quienes se unieron para completar la fa-milia.

—Quiero que no os separéis y si algo ocurre, llamad a JuanXo.Estaremos en contacto mediante su móvil.— Me imagino que elmóvil se apaga y al cargarlo vemos miles de llamadas perdidas. Cerréla puerta con energía y me despedí de ellas con la mano mientras elDodge se colocó en cabeza para comenzar la marcha.

Se alejan y desaparecen. JuanXo, María y yo. Tres para un destino,un objetivo, una larga travesía llena de peligros. Un Shelby GT500para mí, una Kawasaki para él. La joven me acompañará en el auto

ESPÉCIMEN

464

mientras en el asiento trasero se guardarán el fusil AUG, el Dragu-nov, la Hydra, el Sturmgewehr 44 y el RPD elegido por María.

Las municiones fueron introducidas en el maletero y un poco decomida ocupó el poco sitio que queda en la moto. El reloj reza lasseis de la tarde. El sol está a punto de ocultarse, de modo que hayque reanudar la marcha. La frontera se halla a un paso y en la tene-brosa noche habremos de recorrerlo.

—¿Estáis preparados?—Por supuesto.—Cuando digas, tío.No hace falta decir nada. Motores rugiendo y con JuanXo de-

lante, abandonamos Ettlingen, retomando la siguiente vía, A5 por lazona sur de la ciudad. He hecho mal en dejarlas solas, pero la situa-ción pide a gritos su expulsión. Dirección a Francia, Estrasburgo.El parlamento europeo, aquel zulo lleno de personas cuyo interéspersonal no es otro que mejorar Europa y sólo consiguen fracasosy odio entre los habitantes. Si no fuera por la pandemia acudiría a vi-sitarlo, pero la institución seguramente no está para recibir turistas.

—León...—Dime, María.—¿Dónde has enviado a tus hermanas? ¿Estarán a salvo?—

Pasar el tiempo hablando con ella me parece buena idea. En vez decontestar, le expliqué todo lo referente a Brighton y el desarrollo delADN Progenitor.

No sé si posees tanta memoria como para asimilar toneladas de informaciónsobre mis investigaciones...

A medida que la carretera desaparece bajo el negro capó, el ros-tro de María más curiosidad alberga. Me sentí como si estuviese enun congreso dando una conferencia. Para un oyente, feliz estoy. Lafundación de mi empresa, el papeleo, las madrugadas bajo el mi-croscopio, la serie de JuanXo, la fuga de mis hermanas a África...Pasó media hora y no le he contado ni el 30% de lo sucedido enaquellos años. Recordar las locuras que cometíamos es causa de risa.

ALBERTO BURGOS SORIA

465

Por una de ellas se originó la muestra pionera que daría la combi-nación para continuar las series.

De este modo, continuamos la Autobahnen a su paso por ciuda-des como Achern, Willstätt y finalmente, la frontera con Kehl.Desde la segunda ciudad, comienzan a contemplarse los carteles deaviso sobre la entrada a Francia. Abandonaríamos nuestra queridapatria para adentrarnos en un país que sólo Christine ha visitado.Lo peor de todo es que ninguno de los tres sabemos francés y lospaneles informativos nos van a resultar una completa pesadilla. Eslo malo de no ser plurilingüe.

No obstante, la zona noreste francesa sí la conozco, por ejemplo,aparte de Estrasburgo estuve en la ciudad de Nancy. Uno de los pri-meros congresos de medicina que asistí tras salir de la carrera fue allí.Estos vecinos... Suerte que JuanXo apuntó las carreteras y pasospara pasar cuanto antes el laberinto francés. El primer obstáculo seráencontrar la manera de pasar el río Rin si el puente se halla imprac-ticable.

—Mejor no miréis abajo...— Nuestro amado Rin está con susaguas descontroladas. El nivel del cauce llega a rozar los bajos delpuente y enormes e impresionantes olas rompen contra la estruc-tura, llevándose por delante todo lo que se encuentra sobre el as-falto. Peligrosa travesía nos espera...

—Es peligroso que pases con la moto, JuanXo.—¿Qué propones?—No podemos subirla al coche, de modo que la llevaré yo. Es-

perad mientras voy a inspeccionar el puente.— No sé conducirmotos pero haré una excepción. Un aire tremendo intensifica lafuerza del temible oleaje; asusta más que las cataratas del Niágara.

Poco a poco, entré en la plataforma. El tenebroso rugir del Rinensordece el entorno y tengo miedo de que sus aguas me envuelvany lleven con él. No parece haber graves daños en la infraestructura;ni agujeros ni nada. Las sujeciones se sostienen a pesar de la fuertetorsión a la que se ven sometidas. Más seguro será ir agarrado a ellas,

ESPÉCIMEN

466

pero estar junto a los bordes es lo último que se me ocurriría hacer.Agudizando un poco la vista y con ayuda del TH49A percibí el buenestado que posee la carretera en su último tramo. Transitable seríael diagnóstico.

—Rápido y bien, vamos.— Doscientos metros para llegar alcanal de Alsacia y casi cuatro kilómetros para recorrerlo y alcanzarEstrasburgo. Contacto, arranque y en marcha.

El sol empieza a esconderse y la fuerza del río aumenta por se-gundos. Luna, no subas la marea, por favor. Embrague y metí la pri-mera, oyendo un crujido en el motor. Ya me la he cargado. Unainmediata inyección de potencia me lanzó hacia atrás. Sin mirar atrás,atravesamos el gran canal con un margen de cinco minutos. Suertede no encontrar vehículos y otras cosas de por medio. Nos detuvi-mos debajo del cartel que anuncia la bienvenida a la ciudad y cam-biamos los transportes.

El destino fue también decidido; gran posibilidad hay de hallarsupervivientes en una de las mayores instituciones políticas comoes el Parlamento Europeo. No fue el camino difícil; el objetivo estáa poca distancia de nuestra posición. En diez minutos divisamos elmajestuoso edificio, rodeado de sus grandes jardines ensangrentadosy árboles caídos.

Grandioso y lóbrego a la vez. Banderas nacionales tiradas por elsuelo y la mayoría totalmente destrozadas como las de España y Bél-gica. Dudé por instantes en la pérdida de tiempo intentar encontrara alguien con vida. No obstante, por intentar no perdemos nada. Nirastro de infectados ni de Especímenes... Malo.

—María, conmigo. JuanXo, vigila la retaguardia.—Esto no me gusta nada. Entre la furia del río y que casi es de

noche estoy más acojonado que cuando vimos Saw X.— No eres elúnico. Ella cogió mi brazo y apretó en señal de protección. Los rui-dos del Rin rompiendo olas se han atenuado pero algo más se es-cucha aparte de ello. Es como si mil enemigos jadearan a la vez. Noestamos solos...

ALBERTO BURGOS SORIA

467

—“RZ36C.”—¿Cómo? ¿No es el YH56U?—“Ahí dentro.”Segundo Espécimen. Perfecto, vamos a ver cómo es y asesinarlo como debe ser.—Cojonudo, macho...— De mal en peor. RZ36C, el Espécimen

que, sin piedad por el huésped vacuno, lo devoró en cuestión de se-gundos para transformarse en una masa dura y con caparazón. Enventajas, se contaría la poca velocidad de reacción que demuestra,pero su rapidísima regeneración de ADN lo hace extremadamenteresistente. A saber cómo manejo la bestia en que se habría conver-tido con el hospedador.— María, ve con JuanXo.

—¿Qué ocurre?—Hay un Espécimen rondando muy cerca. Buscad dentro del

Parlamento y no os metáis en la batalla.— Asintió con la mano ycorriendo fue para avisarlo. Quiso acercarse JuanXo a ver al adver-sario, aunque mi grito de guerra lo detuvo en seco.

—¡¡¡SÉ QUE ESTÁS AQUÍ, ASÍ QUE DA LA CARA!!!El suelo tembló con menos intensidad que con el YH56U y un

gran estrépito resonó dentro de la Eurocámara. Una bomba nuclear;los cristales explotaron a la vez y parte de la institución se derrumbó,apareciendo una figura de colosales proporciones tras las nubes depolvo levantadas. No sirve de nada ir a examinar el edificio; no quedanada salvo escombros. Con la Hydra en mano, preparé la lucha. Losjardines son una zona de guerra perfecta.

El polvo deja al descubierto un cuerpo deforme y oscuro del cualsobresalen múltiples brazos; las anclas del Espécimen. Las antiguasmanos y pies del anfitrión actúan como patas y garras a la vez, pa-rece un perro despellejado. Los ojos emanan sangre a borbotones yal abrir la boca, enseñó dientes que a primera vista espadas son. Elabdomen no puedo distinguirlo y el torso no tiene ni pizca de carneo músculo; columna vertebral gigantesca y huesos al aire libre.

Por lo visto, no ha formado todavía el caparazón. Me da una idea,a lo mejor se observa el RZ36C y de esa forma, será fácil acabar con

ESPÉCIMEN

468

él. No me confío, pero viendo las cosas de tal manera, no puedocomplicarme la vida. La escopeta reservaré para el final, primerohay que observar su comportamiento ante mis ataques manuales.

—Aquí me tienes...Al igual que sus hermanos, bramó estruendosamente y movió

sus anclas y garras, corriendo a gran velocidad hacia mí. Colgué laHydra en mi cintura y con los puños cerrados, acudí a su encuentro.Los múltiples brazos son la parte que más problemas causarán, demodo que centré mi atención en inutilizarlos. A fin de cuentas, yotambién poseo anclas claviculares y costales.

Conforme se acerca, aumentó de tamaño hasta que probé su fé-tido aliento a cadáver. ¡Qué asco de olor! La primera embestida con-sistió en un enérgico puñetazo que propiné a su irregular cabeza. Elresultado fue peor de lo que esperaba; la piel no se hundió ni un mi-límetro y el dolor me hizo gritar. De repente, una voz grave y pau-sada retumbó en mi cabeza, el TH49A y el RZ36C conversan.

—“¡Cuánto tiempo, TH49A! ¿Has venido para ver tu final?”—“Es posible, aunque no será hoy.”—“Te has buscado un buen sujeto. ¿Por qué no lo has devorado

todavía?”—“Yo no soy como vosotros. ¡Y menos como tú!”—“Algún día te darás cuenta de que no puedes negar tu natura-

leza...”¡Cállate, estúpido! Me da asco oírte hablar con el TH49A.No debo fatigarme. ¿Cómo puedo vencer a una bestia tan resis-

tente? Mis afiladas manos no surten efecto y es imposible aproxi-marse a su espalda. JuanXo y María observan desde lejos sinintervenir y se dieron cuenta de lo complicado que me resulta ven-cer al nuevo Espécimen.

El cuerpo me arde en llamas y el espacio de lucha lo vamos des-plazando poco a poco hacia el río, cuyos embates salpican gotas anuestro terreno. Tengo que vencerte, porque si no, acabarás persi-guiéndonos sin cesar. Hermanas... Bien hice en separarlas de mi lado.

ALBERTO BURGOS SORIA

469

Pregunté al TH49A si hay alguna manera de sacar a nuestro adver-sario de la masa putrefacta.

—“Debajo de él.”Su abdomen, lo que no distingo. Claro, seguramente ahí está la

clave para su derrota. La cuestión es cómo atravesar los pares de an-clas que evitan a toda costa la cercanía rival. Tomé unos metros pararespirar, aunque el RZ36C posee ganas de luchar y no dar tregua. Sindarme cuenta, resbalé ante un cúmulo de agua en el césped, cayendola Hydra de mi costado. ¡Eso es! Las anclas necesitan una superficieantideslizante para sostenerse... Con las mías no logro mantener po-sición en materiales como cristales o hielo. Si funciona contigo, su-pondrá tu fin.

—“Ya viene.”—Déjalo, su muerte es próxima.Y no me equivoco. Enormes lagunas hay en los bordes del Rin,

de modo que llegué con el Espécimen pisándome los talones. Tal ycomo preví, los brazos del hostil no consiguieron sostenerse y difi-cultaron su defensa. Con una sonrisa de oreja a oreja, agarré su ex-tremidad más cercana y poniendo todo mi empeño, volteé alenemigo, mostrando en su anómala panza una masa negra que con-trola al conjunto, el RZ36C.

Haciendo lo mismo que un escarabajo cuando trata de darse lavuelta, para las anclas es tarea imposible por el factor salvador quees el agua. Subí a por él y lo tomé de la cabeza, clavándole las dosmanos. A diferencia del YH56U, no abrasó mi piel.

—¡Se acabó!— Grité triunfalmente, sin embargo, el río embistiócontra la orilla una ola que nos engulló a los dos y arrastró cauceadentro. Agarré varias hojas de un arbusto para impedir que cayeseal Rin. Mi extenuación está al límite y traté de no perder la cons-ciencia al mismo tiempo que intento soltar al Espécimen.— María...JuanXo... ¡Seguid hacia España!

Los dos corrieron hacia mi posición pero no pudieron acercarsepor el peligro de caer ellos también. La fuerza fluvial es notable y el

ESPÉCIMEN

470

matojo no aguantará mucho más. El peso de mi enemigo es titánico,no consigo escalar y me impulsa al fondo. Ojalá hayáis oído miorden, no arriesgaré más vidas de las presentes. Las raíces fueronarrancadas de la tierra y caí al río, escuchando a mi amigo chillar minombre junto a los finos gritos de la joven. Los ojos se cerraron alintentar respirar bajo el agua.

Perdonadme, pero es por vuestro bien...

BLOOD BROTHERS (IRON MAIDEN)

“There are times when I feel I’m afraid for the worldThere are times I’m ashamed of us allWhen you’re floating on all the emotion you feelAnd reflecting the good and the bad

Will we ever know what the answer to life really is?Can you really tell me what life is?Maybe all the things that you know that are precious to youCould be swept away by fate’s own hand...”

ALBERTO BURGOS SORIA

471

“—Se llamará León, como la ciudad donde nació su padre. Será un gran hom-bre, al igual que...

—No comprendo cómo estudiando con esa música ruidosa y satánica puedehaber obtenido la matrícula de honor...

—Es todo un honor concederte, D. León Vürgos Mähn, el doctorado en Me-dicina e Investigación...

—Está en el hospital con graves fracturas y hemorragias en la zona lum-bar. No le queda mucho de vida...

—Yo creé a los Especímenes y como su creador, los enviaré al infierno dedonde los saqué...”

—“¡¡¡AÚN NO!!!”Mucho frío. Miles de agujas golpeando mi cuerpo y agua por

todas partes. No puedo abrir los ojos, cuesta ver. ¿Dónde estoy? ¿Unrío? ¿El Rin? Dolor siento por cualquier sitio. Mi Espécimen estárevolviéndose, me duele el pecho. Algo sostengo entre manos, qui-zás el rigor mortis que he sufrido me impide soltarlo. No lo veo,pero es rugoso y pegajoso. Con gran sufrimiento, separo los párpa-dos y agua inunda mis córneas. Una débil luz distingo. ¿La luz del

473

1 4

“ R E I S E N H Ö L L I S C H ”

1 º P A R T E “ M E I N E R Ü C K K E H R ”

sol? ¿Acaso estoy muerto? ¿Pero qué coño digo? Debo bucear y as-cender... Ascender...

—¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhh!No puedo mantenerme a flote. ¿Por qué estoy rodeado de agua?

El Rin es un río muy grande, pero se pueden ver las orillas a lo lejos.¿Y si a lo mejor no estoy en su cauce? Su desembocadura está en...¿Países Bajos? Quiere decir que... ¿Mar del Norte? ¡Me cago en todo!Joder, joder...

Si de verdad estoy en el mar, que jodidas las llevo...En estos momentos, mis nervios están al borde de la desespera-

ción. No sé hacia dónde nadar o qué hacer. Perdido, completamenteperdido. Otra vez soy hundido. La ceguera deja paso a la nitidez yobservo en mi mano derecha lo que parece el ancla de un Espéci-men. Ahora recuerdo, el RZ36C del Parlamento Europeo; caímos alrío y hemos sido arrastrados. Sin embargo, al levantar el brazo, saquédel agua parte del cadáver del RZ36C. El hospedador, si se le puedellamar así, empuja hacia abajo. Con asco, me deshice del cuerpomuerto, el cual se hundió, desapareciendo en la profundidad del mar.

¿Hacia dónde hay que nadar? Vamos a ver, es de día. Buscar elnorte mediante las estrellas no sirve. La única opción que tengo con-siste en escoger un rumbo y seguirlo. No veo gaviotas ni aves cos-teras; debo estar lejos de la costa. Si la geografía no falla, lo máscercano será volver a Holanda o quizás alcanzar costas inglesas. Ca-sualidad que enviarse a mis hermanas allí. Destino impredecible.

Las gilipolleces para otra hora. No me encuentro muy bien, perolo suficiente para nadar. Mediodía o la tarde, el sol pega con un calorimpresionante. La ropa es otro peso del cual hay que deshacerse.Dejé la capa y la camiseta flotando y con el tórax desnudo, el TH49Atomó un poco el fresco.

Segundos, minutos, horas... La noche llega y sigo en el mar. La tie-rra no parece tener intención de mostrarse. Las olas se agitan conmás frecuencia y la temperatura desciende bruscamente. Más omenos, pude soportar aquel cambio, notando cómo mis nuevos

ESPÉCIMEN

474

vasos sanguíneos son tensados con fuerza. No palpo el móvil en lospantalones ni el reloj en el brazo... Estoy en la situación más deses-perada que he vivido hasta ahora.

Enfrentarse cara a cara con un Espécimen es duro, pero saberque estás en medio del mar y sin conocer el trayecto que has tomadoes un tema más complicado. Y todavía no he contado el peligro deencontrar algún ser extraño en las profundidades que amargue lanatación. Tal suposición proporciona más energía para seguir na-dando. Las estrellas del cielo configuran las constelaciones y la OsaMenor servirá como guía. La estrella Polar... Sé hacia dónde ir. Porel buen camino voy, pero me desvío conforme avanzo.

¿Qué harán JuanXo y María? ¿Habrán cogido un barco los demásen los puertos holandeses? ¿Cuándo volveré a verlos? Preguntas ypreguntas; se puede hacer más divertida la travesía. Encontrar res-puestas, eso quisiera hacer con JC y Rocy. ¿Y ellos, qué? Conocién-dolo, JC estará celebrando a lo grande el fin de la Humanidad.

Rocy no lo sé, pero algo parecido debe ser la respuesta correcta.¡Malditos sean! Yo sufriendo por salvar el mundo; como si no tuvieraotros asuntos pendientes. Lo que daría por ver delante de mis ojosa los dos juntos... Y asesinarlos a la vez.

Un violador en serie, eso es lo que parezco si veis mis verdaderas intenciones...Sigo cuestionando por qué tuve que involucrar en este desastre

a gente tan preciada como son JuanXo y mis hermanas. Ojalá estono hubiera llegado a pasar nunca. Volver a la rutina cotidiana, el tra-bajo, los informes, nuestra casa. Si lo miramos desde un punto devista, la pandemia es un cambio de vida, un nuevo estilo que vivir.

Diciendo estas palabras, parezco un psicólogo, a pesar de queodio esa rama desde que la estudié por primera vez. ¿Estaré bus-cando la muerte? Tampoco quiero saberlo, pero a este paso, no meextraña. No es que me guste predecir mi funeral, pero la evidencialo dice...

Londres, 7:30 Am—El RZ36C ha cumplido su cometido. León ha sido separado de

los demás, aunque antes vimos que estaba él y otros dos.

ALBERTO BURGOS SORIA

475

—A saber que habrá hecho.— La copa de whisky se agita. Elsuelo de la sala tiembla a cada grito que se escucha en las estanciasde la planta inferior. Sólo un pequeño candil ilumina la habitación yen la oscuridad se divisa la figura de un hombre con una botella enla mano.— Deja el JB. Vamos a celebrarlo cuanto antes, no vaya aser que la despertemos.

—Tarde llegas...— Una leve pero sensual voz retumbó en las pa-redes y el extraño tipo dejó caer la botella, rompiéndose en añicos.Ante la repentina intrusión, el sillón frente al candil fue girado y elrostro de JC es alumbrado parcialmente.

—¿Qué haces aquí?—¿Crees que León ha muerto?— Indirectas se respiran en el am-

biente. JC repasó la sala con sus demacrados ojos pero no distin-guió a la emisora en cuestión.

—¿Por qué lo preguntas?—Nunca podrás con él y lo sabes.— La otra persona, quién ha

dejado caer el licor, se aproximó a la mesa y Tiger se reflejó en el es-pejo de la pared. Con expresión de ira, su jefe interpretó aquellaspalabras como una ofensa.— Te busca fervientemente y no des-cansará hasta darte muerte.

—¿Tanto me quieres para decir eso?— Sonrisa irónica se dibujóen la boca de JC y una carcajada precedió al gesto. Dejó el asientofrente a la mesa y se aproximó a la ventana, observando el amane-cer que está teniendo lugar. La voz de fondo lleva razón, León aca-bará dando con él. Alguna vez tenía que suceder...— ¿Tienes algoque recomendar?

—Busca la forma de inutilizar su Espécimen, es la única manerade parar sus pasos y evitar vuestra captura.

—¿Nuestra captura? ¿Insinúas que nos cogerá juntos?— La rabiaexplotó en Tiger y retrocedió varios pasos al ver una sombra reco-rrer el techo. El tono se intensificó y las palabras siguientes hicieronreflexionar.

—No, tú morirás antes. Estás sentenciado a ser la primera víc-tima.

ESPÉCIMEN

476

—¡No sigas hablando si no quieres que te liquide aquí mismo!—Fuerte es la tentativa de sacar el arma y callar la maldita voz quecosas sin sentido augura sin parar. JC no dice nada; se limita a par-padear lentamente y menear la copa de vino.

—¿Algo más que alegar? No quiero oírte soltar más sandeces, demodo que sal de la sala y déjanos solos. No estás en mi posición...

—Muy pronto lo estaré...— Las puertas cerraron con fuerte es-truendo y la mesa fue tambaleada, sujetando el hombre la copa paraque no cayese al suelo. Su acompañante tomó asiento enfrente ysacó de sus bolsillos unas fotos, esparciéndolas por la superficie.

JC observó las imágenes sin inmutarse, tomando la que parecemás reveladora. Con el parlamento europeo de fondo, la imagen delrostro de León es muy nítida y se distinguen raras líneas negras queatraviesan la cara. Además, extraños brazos sobresalen de su cuello.Ha comenzado... Frunció el ceño y siguió mirando fijamente. El Es-pécimen de su interior debe haber sido el causante. La voz poseerazón, si hay que acabar con él, lo primero es ir a por la causa de suresistencia. Dejó el papel en la mesa y posó su vista en el sol queasoma por el horizonte.

—¿Ocurre algo, JC?—No, aún no. Averigua dónde ha enviado León a los demás y

procura hallarlos cuanto antes.—Así haré.El cielo se ilumina poco a poco; la situación no es tan buena

como predijo al principio. La pandemia ha salido a la perfección,aunque León no está dispuesto a su continuación. Tiger es suficientepara controlar sus movimientos, pero ahora JC necesita a otro quelo ayude en la serie de Especímenes y el militar no parece la opciónmás factible.

Indagó en su mente, buscando personas que mal estuvieran conLeón y siguiesen con vida. Nikolai, el antiguo mánager... Vincent, elotro director... De repente, visionó la imagen de una mujer morena.¡Claro, la ex-novia de León! Intentó acordarse del nombre. Rebuscó

ALBERTO BURGOS SORIA

477

y rebuscó sin encontrar respuesta. Al final, recordó aquella tarde, enla cual se presentó... Renya.

—La persona que me proporcionará más apoyo que el inútil éste.Ojalá siga con vida... ¿Dónde la encuentro?

—Pierdes el tiempo. Ella lo quiere y no se aliará con su mayorenemigo.

—Por intentarlo no voy a perder nada...Lyon, 8:00 AmFrancia es preciosa al amanecer. Sin embargo, a cada ojo la visión

de nubes en tonalidad rojo sangre es distinta. Las lágrimas del ros-tro de María no se han secado y a pesar de la multitud de pañuelosusados, no tienen intención de irse. ¿Dónde está? ¿Se encuentrabien? ¿Volveré a verle? Su obsesión por ver a León es tan grande esque muchas noches sin dormir acumuladas lleva.

Demacrada está y el cabello lo mantiene tan descuidado que ellamisma piensa “Parezco una puta”. Con los vaqueros raídos y camisarasgada, camina en dirección a un restaurante cuya fachada se per-cibe en las últimas para ser derrumbada. Portando el AUG entre lasmanos, comprobó que nadie ha seguido sus pasos y subió las esca-leras hacia un piso sobre el establecimiento. Desde el vestíbulo, seausculta la leve voz de alguien maldiciendo aquello que pilla. Sinmiedo, tocó con los nudillos y al otro lado, las voces callaron.

—¿María?—Abre, por favor.Tras correr la puerta de par en par, JuanXo cogió el rifle y cerró

tras pasar. El mismo aspecto que ella salvo por ciertos detalles comobarba y ojeras iguales que estanques de agua. Aparte, la ronquera alhablar denota más laringitis y la delgadez que presenta es extrema.Aquel JuanXo musculoso y fuerte de hace años ha acabado per-diendo su esplendor.

María tomó asiento en el sofá del salón y miró por la ventana elúnico paisaje más o menos decente de todo lo que se puede obser-var; un campo de flores con varios almendros en su interior. Por

ESPÉCIMEN

478

otro lado, él se puso a comprobar los cargadores que quedan mien-tras continúa injuriando por lo bajo.

—¿Tienes hambre?—No hay tiempo para comer, nos encontrarán de un momento

a otro.—JuanXo, no puedes seguir así...— A su lado se agachó y, co-

giéndolo del mentón, lo obligó a que la mirase fijamente.—María, sé que intentas hacer todo lo que está en tu mano y más,

pero ahora que León no está, su deber me ha sido asignado y debocumplirlo.— Las decaídas palabras no consiguieron convencerla,aunque no es ése su propósito. Erguido, metió la munición restanteen una maleta y la dejó en el vestíbulo. Sin avisar, propinó un golpemuy fuerte a la pared que apenas pareció doler. No gimió de ago-nía.— Eres muy preciada para nosotros por ser la primera supervi-viente y al igual que León, no permitiré que te pase nada.

—Deja de ocultarte, JuanXo.—¿Qué estás diciendo?—Perder a León te ha afectado de la misma manera que a mí,

pero no tiene que ser razón para que te comportes así. Seguro queel TH49A lo ha salvado...

—¡Es imposible que hayan sobrevivido! Ya viste el río y con esascorrientes seguro que lo ha dejado en el mar...

—Tranquilo, JuanXo.— Caricias intentaron dar a su compañerorelajación, pero la situación es muy delicada, de modo que poco sir-vió la intención de María.

—Recoge, ve al garaje y saca el coche. Nos vamos en cuestión deminutos.

—De este modo no conseguiremos nada, JuanXo. Está vivo yseguramente nos estará buscando. Tienes que esperarlo...

—¡¡¡NO!!! He visto cómo se sacrificó por nosotros y no deseo vermás muertes de las necesarias. ¿¿¿LO HAS COMPRENDIDO???

—Sí, pero de esta forma harás que nos distanciemos más de él enel caso...

ALBERTO BURGOS SORIA

479

—¡¡¡ESTÁ MUERTO!!! Nadie puede sobrevivir a unas riadas tanfuertes. Haz lo que te digo y no sigas hablando...— Tantas vocesacabaron por irritar su garganta y cerró la puerta del cuarto de estar,dejando a la impresionada mujer en el vestíbulo. No es su intenciónpensarlo, pero JuanXo ha entrado en un estado de locura.

Está vivo, dijera lo que dijese. No conoce el número de teléfonoo forma de comunicarse con León, pero sabe que no hay que per-der la esperanza. Las tres hermanas y el forense están en las instala-ciones donde han sido enviados. Bajó las escaleras sin dejar depensar en lo acaecido hace días en Estrasburgo. Cuando fue arras-trado río abajo... ¡Qué escena más horrible!

¿Por qué JuanXo es tan pesimista? Quizás su actitud fuese com-prensible, pero no explica las voces y golpes que propina una y otravez en las paredes. Difícil se hace perder a un amigo, más al hom-bre que salvó sus vidas una y otra vez. En verdad, el hecho de queLeón se lanzara al Rin con el Espécimen es obvio. ¿Por qué se en-contraba allí aquel Espécimen? Por momentos, María dudó, dete-niéndose en los últimos escalones. ¿Y si a lo mejor...?

—Van tras de ti, León...Cercanías a Den Haag, 12:00 PmMi temperatura corporal aumenta y noto quemazones en espalda

y brazos. El sol se halla en lo alto del cielo y no hay ni una puta nubeque pueda ocultarlo. Horas nadando, pero al menos, avisto gaviotas,lo que significa que hay tierra cerca, seguro. Mientras recorro ca-mino, TH49A fue dándome ideas para derrotar a algunos de sushermanos más directos.

Me estuvo contando trucos que jamás hubiese imaginado. ElRZ36C se vuelve inestable ante la luz... Explica la batalla nocturnaque libramos. El YH56U huye del fuego, de ahí que la explosión dela gasolinera acabase con él, aunque luego lo encontráramos vivo, nosé ni cómo.

—Eso es...¿Tierra? Joder, ni que esto fuera la novela de “Robinson Crusoe” Sólo me

falta un acompañante al que dar por culo...

ESPÉCIMEN

480

Alegría al divisar lo que aparenta ser un puerto rodeado de bar-cos. ¡Por fin tomaré tierra y averiguaré dónde coño me encuentro!Sin parar, braceé hasta alcanzar la playa. Como es evidente, llena deinfectados. En silencio, oculté mis pasos con el oleaje y a sus espal-das, tomé carrera hasta arrimar en una especie de parque. Espeluz-nante, toda la zona es un hervidero de hostiles; utilizando arbustospara camuflarme. Las letras de un cartel indican el lugar al cual hellegado y por poco me desmayo. Este idioma lo conozco, holandésnativo. Holanda... El delta del Rin.

—Joder, esto no es bueno, nada bueno...Putos holandeses... Y puto Rin también.La situación no pinta bien. Si los cálculos no son erróneos, he

sido arrastrado por Alemania entera y parece, o eso creo desde unprincipio, que debo hacer el mismo recorrido en sentido contrario.Madre mía, encima voy solo, sin armas ni nada... ¡JuanXo y María!Corriendo busqué en mis bolsillos el móvil, pero no está.

La capa... ¡Me cago en Dios! ¿Cuánto tiempo ha pasado desdeque llegué al mar? Por los suelos hay periódicos, aunque la fecha esigual en cada uno, el día anterior a la pandemia. Los infectados nose percatan de mi presencia.

De repente, el torso comenzó a escocer con mucho dolor; con-tuve mis gemidos tapándome la boca. Tanto tiempo en el agua haprovocado un tremendo enrojecimiento de la piel, el cual se inten-sifica a cada paso que doy. Si tuviera un Aftersun cerca... Además, lle-var el pecho y vientre descubierto no ayuda nada. Insoportable sehace caminar; debo encontrar una camiseta o algo similar.

Como dijo JuanXo al salir de los laboratorios, la pandemia poseeun toque benéfico, encuentras lo que necesitas y no hay que pagar,en tono irónico. El mundo se ha vuelto del revés y no sé si soy el másindicado, pero a mí me gusta más de este modo. Por lo menos, seacabaron las guerras.

Holandés estudié en mi colegio, pero no quise aprenderlo porcompleto. Ahora esa decisión me está pasando factura. Para colmo,

ALBERTO BURGOS SORIA

481

no encuentro ni un sólo coche que pueda abrir y no sé cómo robar.Si estuviera aquí JuanXo... Vaya trayecto de andar me espera.

—Westduinparck... ¿Qué cojones es este lugar?— Busqué porlos paneles alguna referencia que sirviera como punto de inicio enla travesía que he de recorrer.

Esquivando infectados, guiándome por las calles y sin emitir rui-dos, alcancé el centro de la ciudad. Den Haag, así se llama el sitiodonde me encuentro. Según indicadores, el lugar más próximo y queconozco es la histórica Rotterdam, a unos 30 Km. Vale, al menos sepercibe relativamente cerca. Sin embargo, ir andando tardaría muchotiempo.

Sin un vehículo operativo, cogí el medio de transporte que mása mano veo y sé utilizar y robar, una moto, modelo scooter Jog RRde color rojo y blanco, la cual en un barranco localicé. Las películassiempre sirven; quitas la quilla, coges dos cables que vengan delmotor y rezas para que arranque al rozarlos. Suerte tuve, más toda-vía cuando descubro que su antiguo amo la había trucado; los soni-dos que emite el tubo de escape no son normales.

Vaya dineral gastado en tunear una moto tan simple. Si tuviera algo másde cilindrada...

El viento fresco del mediodía alivió en gran parte el escozor dela espalda, aunque el fuerte bronceado provoca mareos constantes.Extrañamente, el TH49A no tiene remedios para curar la lesión, demodo que, o lo soporto o busco alguna crema. Apagué el motor ycaminé por la acera sin arrancar el vehículo. Antes de tomar la salidahacia Rotterdam, distinguí una farmacia rodeada de infectados.

Estando a punto de abandonar la ciudad, no pasa nada si armojaleo. A ver qué tal me las apaño sin la Hydra. Inmediatamente co-rrieron los hostiles, saltando uno encima de la moto. Sin prisas; loagarré del cuello y estrujé contra el suelo a la vez que propino un pu-ñetazo a una mujer en la cara, rompiendo los huesos del cráneo. Ala mayoría, segué partes del cuerpo y las anclas de mi cuello, activas,se encargaron de enemigos por la retaguardia, clavándose en la ca-beza o tórax, seguramente en el corazón.

ESPÉCIMEN

482

Sin nadie por los alrededores y sacudiendo las manos de la san-gre, entré en el establecimiento, empezando a rebuscar en las des-colgadas estanterías y en el suelo pomadas que alivien quemazones.De oreja a oreja sonreí y tomé un bote de Aftersun que hay desper-digado en el almacén junto a varias cajas de geles de ducha.

¡Por fin, ya era hora! Esparcí con ayuda de las anclas el productopor la espalda y sentí cómo mi piel desciende de temperatura. Es unorgasmo, menos intenso. El aire fresco ayudará al proceso de cura,de modo que no me puse por encima ninguna camisa ni nada porestilo.

—¿Puedes hacer algo, TH49A?—“Probaré algo nuevo, pero es posible que sientas dolor...”—

¡Encima, me pongo el fármaco para aliviar el malestar y voy a sen-tir más calvario!

—¿Tardarás mucho?—“No, va a ser rápido.”¿Qué irás a hacer? Al instante, noté punzadas sucedidas en el es-

ternón. El torso adoptó postura rígida y cuesta flexionar la columnavertebral. Lo peor acudió cuando bultos aparecieron, cuales vol-canes a punto de expulsar lava. Rocé levemente aquellas moles,desapareciendo con rapidez y cesando el dolor. Seguí pasando misdedos, pero no percibí nada más que estuviese fuera de lo normal.

En uno de los espejos de la farmacia observé mi nueva situación,contemplando con incredulidad la tonalidad colorada de la pieldando paso a una más oscura, ocultando pecas y granos. Lo mismoque la sangre, con la excepción de que el color oscuro se dispersó alcabo de unos segundos y el rosa regresó. De repente, comencé asudar de forma excesiva, sorprendido de notar que el espeso líquidosegregado es el Aftersun que hace unos minutos restregué. ¿Paraqué cojones lo cojo si luego no va a servir para nada?

—“Ha resultado a la perfección.”—¿Qué has hecho esta vez?—“Músculos dorsales más resistentes.”

ALBERTO BURGOS SORIA

483

—Resumiendo, me has blindado la espalda...Cojonudo. Menos arañazos y golpes. Querido, cada minuto que pasa, más

estima te tengo...Kevlar, ni más ni menos. Comprobé la consistencia, a ver si de

verdad mi dorso es como justificas. Con un cristal bien afilado, cerrélos ojos y con la boca cerrada, hinqué el agudo vidrio en la piel. Nosentí nada salvo una pequeña compresión y el sonido del cristal rom-piéndose en pedazos y cayendo al suelo. Impresionante, tengo unaplancha metálica trasera. Vaya, vaya, parece interesante. Al menos,puedo ponerme una camiseta. Rápido y sencillo, cogí una bata de la-boratorio cubierta de sangre del mostrador y salí del local, feliz ycon un transporte cojonudo.

—Gracias, TH49A.Pisé el pedal de arranque varias veces y subí al asiento. El conta-

dor digital se encendió y aparecieron números juntos “12062022”.¿Fecha del calendario? 7 de junio de 2022. Junio... La pandemia co-menzó a mitad de mayo. No encaja. Encontramos a María a finalesde ese mes y... ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? No puedeser... Poco más de dos semanas los cálculos expresan. ¿Cómo es po-sible? Ahora que recuerdo, algo me despertó con un grito y recuperéla consciencia. Demonios, entonces los demás... ¡Tengo que llegarcuanto antes a Estrasburgo!

A saber cómo sigo vivo si he estado dos semanas debajo del mar...No conozco Holanda, pero sí lo suficiente para saber que hay un

buen trayecto desde Rotterdam hasta el parlamento europeo y nocreo que llegue en un par de días, contando que la moto no es unFórmula 1. Treinta kilómetros entre las dos ciudades vecinas y conlas carreteras hechas polvo, una hora aproximada.

Sin embargo, antes de llegar a la mítica ciudad, tuve que pasarpor otra localidad, Delft, la cual se encuentra justo al tomar el pri-mer desvío de la autopista. Si los policías me viesen en estos mo-mentos... Con una scooter, a todo gas y por la autovía, vaya multaque me hubieran puesto.

ESPÉCIMEN

484

Acerté de lleno. Margen de cuarenta minutos; avisté los primeroscarteles que rezan la llegada. A decir verdad, nada se me ha perdidopor allí, pero decidí acercarme a ver qué tal se halla la población ybuscar algún superviviente. Al igual que en Den Haag, recorrí partede las calles sin ir en la moto, evitando cualquier enfrentamiento in-necesario. Calle principal de Sint Joriesweg... Nada interesante.

Hambre acucia mi estómago. El largo trayecto a nado supuso unfuerte gasto de energía y hasta el sueño comienza a hacer mella enel cuerpo. El sol luce en el cielo, pero el cansancio es extremo. Elproblema es encontrar un sitio adecuado donde poder dormir unpoco. Bloque de apartamentos cerca de un parque, Heilig, obser-vando lo desierto que está el lugar.

Ni un solo infectado u otro enemigo, nada. Aparqué la Jog RR allado de la entrada y accedí a los oscuros pisos. No hay que compli-car la situación, escucho jadeos y bramidos en las plantas superiores,de modo que subí al primer apartamento que tuve más a vista, evi-tando hacer ruido. Nadie en las habitaciones, ni siquiera animales. Enel frigorífico encontré pastelitos sin empezar. ¡Perfecto!

Sin ninguna consideración, los devoré hasta no dejar ni una miga.Sintiendo satisfacción, mayor por parte del TH49A, entré en unahabitación. En la cama de matrimonio retiré las sábanas y me lancéen plancha, no sin antes cerrar la puerta. Hay mucho que digerir du-rante el descanso. Preguntas, respuestas, visiones, cambios... Cierralos ojos y demos paso al irreal mundo de los sueños.

“—Así que directora de una universidad. Vaya trabajo más duro...—La verdad que sí, porque entre tanta responsabilidad...”“—¿Crees que habrá alguien vivo en Múnich...?—Pronto lo comprobaremos, Lyserck, muy pronto...”No hay luz. La oscuridad inunda el ambiente; calor terrible y el

TH49A no presenta signos de actividad. Resoplidos y pasos prove-nientes de la planta superior. Durmiendo con infectados, vaya iro-nía. ¿Dónde andarán las malditas gafas? Joder, si ya no las necesito...No olvido el puto y repetitivo hábito. Me incorporo con varios bos-

ALBERTO BURGOS SORIA

485

tezos y directo al cuarto de baño. Ignorando la sangre que gotea delas paredes, observo mi aspecto en el agrietado espejo. Igual quesiempre, aunque noto el pelo un poco más largo. Serán imaginacio-nes mías.

O quizás no. El aspecto me es relativo desde que está conmigo el TH49A...El grifo no funciona y la ducha igual; adiós a lavarse. Como estoy

vestido de haber dormido con la ropa, acabé con los pastelitos res-tantes con Fanta y queso del fondo. No hay nada como un buendesayuno para reavivar fuerzas. Inmediatamente despierta el Espé-cimen y comienza a reservar nutrientes. ¡Qué tranquilidad! Relamidoy totalmente saciado, me largué del apartamento dando palmadasen la barriga. No me apetece luchar; dejé vivir a los enemigos de lasplantas superiores. Habéis tenido mucha suerte, cabrones...

Noche. Me acosté por la tarde; seguramente estaré en la madru-gada. ¡Qué pereza volver a trabajar! En Delft no puedo seguir ni unsegundo más, de modo que arranqué la scooter, alertando a los hos-tiles de la zona. Tarde saltáis de ventanas y tejados, tomo el desvíopara entrar de nuevo a la A13. ¡Panolis! Un paseo nocturno, comolas sinfonías de Chopin...

Objetivo, la histórica Rotterdam. Un cartel indica la proximidadde una universidad y un parque botánico. Ni hablar, para que apa-rezca un Espécimen y me dé la batalla de la noche. Continué la rutasur sin dejar de fijarme en los paneles.

Ahí está, la entrada a la mítica ciudad. Es la primera vez que pisoRotterdam, tierra de antiguos filósofos como Erasmo y épicos li-bros. Por ejemplo, Utopía. La pandemia es un viaje turístico, cam-bia la situación y el contexto. A ver si hay suerte y encuentrosupervivientes, que va siendo hora. Quizás habrá alguien en la esta-ción de autobuses que es señalada en los carteles...

Algo sorprende de los edificios y casas de este lugar. Apenas haydemolición o destrucción; están intactos. Se parece mucho a las ciu-dades fronterizas de Ucrania. Quitando la sangre y horror que man-cha el suelo y paredes, lo demás da un aspecto bastante nuevo,incrementando mis esperanzas de encontrar vida.

ESPÉCIMEN

486

Diez minutos y se avista el enorme edificio que contiene los an-denes. Entré en la edificación con la moto y como siempre, varioscontagiados merodean. Toca luchar. Con el cuarto menguante en lanoche, reventé cuerpos y corté miembros sin dejar de observar la ca-bina del supervisor; se observa luz.

Multitud de enemigos. Me abrí paso hasta las escaleras que as-cienden a plantas superiores a la vez que propino puñetazos a man-salva. Mala suerte tropezar en los primeros escalones, permitiendoa los infectados acudir. Un niño cogió mis piernas y sin contenerse,abrió la destartalada boca, mordiendo mi gemelo izquierdo y be-biendo el líquido negro que escapa de la herida. ¡Me cago en tumadre, niño!

¡Vaya sorpresa! El hostil quedó paralizado y cayó al suelo. ¿Lanueva sangre es venenosa? No hay tiempo de pensar. Rápidamentecerré, arranqué un hierro de la barandilla y la puerta fue atrancada.Espero que resista los brutales envites, las bisagras no aguantarántoda la vida. Saltando los escalones, llegué al compartimiento, ti-rando abajo la entrada. ¡Maldita sea!

—... No me pillaréis...— Un hombre con el uniforme de la poli-cía me apunta con una pistola, pero al apretar el gatillo, el arma noemitió ningún disparo. El cargador debe estar vacío. Sin embargo, nole impidió lanzarla y golpearme con la culata en la cabeza, provo-cándome un leve mareo.— ¡Acabaré contigo!

—No estoy infectado, vengo a ayudarle...—¡Si crees que me vas a engañar, estás equivocado!— De su cue-

llo emana sangre a chorros, aunque todavía le quedan fuerzas paraatacar. Sacó su porra y aprovechando mi despiste, golpeó con ellajusto en donde me han mordido. Tumbado fui, aunque cuando re-cuperé la visión, lo aparté con una patada en el vientre.— ¡Hijo de...!

¿Estamos con esas? No te preocupes, he aquí tu verdugo para enviarte al putoinfierno...

—Deténgase, no soy...— Tardó en incorporarse y propinar otrogolpe con más fuerza y en el pecho.

ALBERTO BURGOS SORIA

487

Dolor insoportable retumba en mi interior, el TH49A sufre daño,escuchando de fondo un leve chillido; igual en el cerebro. Si quieresjugar duro, cumpliré tus deseos. Con los puños preparados, evité unnuevo ataque y golpeé su tórax, provocando una pérdida masiva desangre por la fisura de la garganta.

—Me cago en tu padre...— Eso sí que no lo permito, de ningunamanera. Con el malestar haciendo eco en todos mis órganos, clavémis anclas en su vientre.

—Te lo has buscado. Maricón de mierda... ¿Te encuentras bien,TH49A?

—“No demasiado.”Si llega a tocarme de nuevo, no lo contamos ninguno de los dos.

El policía empapó el suelo de sangre y cubrí medio cuerpo con suchaqueta. He matado a un superviviente... Un hombre que no hasido infectado. Demonios, es grave, muy grave. La mujer de... No espara tanto. Si hubiera escuchado mis palabras, no habría de morir.

Mejor preocuparse por los ruidos que provienen de la puerta,donde los goznes han cedido y los infectados suben a toda veloci-dad. La pistola está descargada y no hay tiempo de buscar municio-nes. ¡A la mierda! Recogí la porra encharcada y me preparé. Aquíestán. Personas de todo tipo aparecen en las escaleras con la mismamisión, matar. Os vais a quedar con las ganas...

El primer infectado en llegar, una mujer mayor, abrió la boca ytrató de abalanzarse. De una fuerte patada destrocé su abdomen yel cuerpo fue lanzado hacia atrás, llevándose por delante varios ene-migos. Con la cachiporra, me defendí de ataques en masa. La alegríallegó cuando el TH49A se recuperó totalmente y prestó ayuda, dis-torsionando la realidad. Ahora sí da gusto luchar.

Golpes por aquí, huesos partidos por allá. No tuve piedad conellos y la mayoría de los adversarios acabaron con más de una partedel cuerpo perdida. La cantidad de enemigos fue disminuyendohasta quedar una joven y yo. Sin fijarse en los cadáveres, corrió haciael suculento ser de sangre que tiene enfrente. Evitando la acome-

ESPÉCIMEN

488

tida, saltó por las cristaleras de la habitación, cayendo a los raíles ydesnucándose. No he sido el causante de la muerte, a diferencia dela mole de cuerpos sin vida apilados en los escalones. Da igual queataquéis, con los nuevos cambios, dudo que seáis capaces de arañarmi cuerpo.

Echo de menos mis armas convencionales. Mi escopeta de triplecañón, Sturmgewehr... Estoy acostumbrándome a las matanzas ma-nuales y de verdad, lo que se cansa uno. Sin embargo, la batalla noterminó. Desde los andenes más lejanos, observo una masa negraque aumenta de tamaño a medida que se acerca. Los gritos y be-rreos que inundan el ambiente sólo pueden significar una cosa, losinfectados evitan a toda costa que su presa se vaya de rositas. Que-rido diablo, échame una mano en este infierno...

Hay que salir de Rotterdam. El vehículo está a poca distancia,pero con la que se avecina, no creo que haya tiempo de arrancar yescapar. No obstante, quizás quede una oportunidad. Es posible quefuncione... Los infectados quieren al hombre que ven a través de lasventanas. Si los esquivo, cogería la moto y llevaría a cuestas hasta unlugar donde pudiera encender el motor sin correr peligro.

Los alaridos comienzan a provenir de escalones inferiores, avis-tando a los primeros enemigos. La probabilidad de conseguir el ob-jetivo es mínima, aunque vale la pena intentarlo. Confiandoplenamente en el Espécimen, salté por el mismo sitio por donde selanzó la joven, aterrizando por los suelos y torciéndome una mano.¡Coño, qué daño! Los hostiles siguen mi ruta de escape, apilándoseuna montaña de cadáveres vivientes. Deprisa me erguí, corriendohacia la scooter, cogiéndola de los bajos con el brazo ileso y apo-yándola en el hombro. ¿Nunca me van a dejar en paz?

—¡Ahí os quedáis, estúpidos!Si me vieran los demás corriendo por medio de la calle, con una

moto encima y una masa de muertos vivientes sedientos de sangrepisándome los talones... Risa constante. Goudsesingel, raro nombrepara una calle. Sin embargo, fue el camino elegido para llegar cuanto

ALBERTO BURGOS SORIA

489

antes a la autopista y huir. Durante casi un kilómetro estuve esca-pando de los infectados hasta llegar a una parada de autobús. ¡Quépena que no haya ninguno!

La distancia que nos separa es más que suficiente para tomar unpequeño respiro, pero en vez de eso, pisé el pedal de arranque, con-siguiendo encender. A punto de salir la moto por sí sola, me subí enel asiento y giré el gas al máximo, expeliendo chispas el tubo de es-cape. Segundos tardaron los zombies en arrimar, aunque su presa sealeja, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Un hospital es señalado cerca, pero no puedo perder el tiempo,porque con total seguridad, los enemigos me buscarán por toda laciudad. En la universidad Erasmo de Rotterdam tomé el desvío haciala carretera, con estudiantes tras la estela del faro trasero. De nuevoen la autovía...

Para remontar el cauce del Rin, la siguiente ciudad en la lista esuna tal Dordrecht. Por visitarla no sucede nada, pero tengo una fa-tiga tan grande de la lucha que continué recto por la A16, obser-vando a lo lejos edificios y casas de esa localidad. La multitud degranjas que rodean la carretera son un hervido de infectados y otrosseres que contemplo como vacas y caballos. ¡Puto ente de los hue-vos!

Resumiendo, ni un ser vivo se ha librado de la pandemia. Pocomás de una hora y he de dejar el Rin, incorporándome en la A56para llegar a una pequeña villa, Oosterhout, porque el indicador defalta de gasolina parpadea con insistencia. Habrá que buscar algunagasolinera si no quiero acabar el largo trayecto a pie.

Nunca hay una ciudad grande. Pasan diez años y nada cambia en este mal-dito planeta...

Mierda de pueblos perdidos, no tienen lo que se necesita. Desdeel motor se fugan sonidos parecidos a gorgoteos, indicando la faltade combustible. Recto, hay otra ciudad, Tilburgo. Seguro que porallí hay estaciones de servicio de sobra. El problema es la velocidad

ESPÉCIMEN

490

a la que llegué, casi nula, ahorrando lo máximo posible. Para ir pa-rado, me bajo y llevo a cuestas la moto.

Justo al entrar, diviso una central Repsol. Suponiendo que usa lagasolina más buena y cara, cogí la manguera de 98 octanos y llené eldepósito hasta arriba, pasándome un poco. Estoy acostumbrado allenar tanques de coche, que poseen mayor capacidad. Rebusqué enmi bolsillo el dinero para pagar; recordé las palabras de JuanXo.Claro, es gratis.

Pues nada, dejé la gasolinera tal y como está; siguiendo la carre-tera norte de la ciudad. Me topé con un enorme hospital, en cuya en-trada hay aparcado, extrañamente, un camión del ejército. ¿Militares?No se distinguen luces en la clínica, aunque la tentación por entrares grande. Quizás tengan algún arma...

El edificio es impresionante, más de veinte plantas y lo más in-verosímil fue no encontrar infectados por los alrededores. Tampocodeseo verlos, pero tratándose de un hospital, lo más normal es quelos hubiera. Desde el camión, traté de visualizar las puertas princi-pales, las cuales se encuentran abiertas y muchas camillas apiladasobstruyen el acceso.

En la parte trasera del vehículo no hallé arma, sólo cargadoresque contienen balas para pistolas. ¡Mierda puta! Suma cautela al qui-tar varias camillas de la entrada y en el vestíbulo vislumbro la escenafinal. Cadáveres de soldados se hallan sobre un charco de sangre,varios de ellos con cortes por la cara y brazos; excepción de uno quetuvo la mala suerte de que le arrancaran la cabeza. Madre mía...

Descansad en paz, mártires. De todos modos, esta masacre no hasido realizada por infectados; los cortes son muy profundos y am-plios. ¿Un Espécimen al borde de la transformación? Explicaría labarricada de camillas, aunque si el bloqueo está intacto... ¿Por dóndeentró? Ahí está la prueba. Un gran agujero en el techo debió ser lapuerta para el enemigo. Sin fijar la vista en los cuerpos, recogí unaametralladora M249 del suelo y una ristra de balas que un muertosostiene.

ALBERTO BURGOS SORIA

491

A este paso, jamás lograré hallar supervivientes. No me rendiré,pero hay que ir replanteándose buscar a JC y Rocy. Salí de clínicacon gran tristeza y regresé a la moto, metiendo el cargador en el ma-letero y apoyando el arma entre mis pies. Salida de Tilburgo, tomarla calle Ringbaan y seguir todo recto hasta entrar otra vez en la au-topista, aunque tomando una nueva ruta, A58 en su desvío E312. ElRin se aleja y toca ir a Eindhoven, 30 Km.

Prefiero recorrer la autovía que atravesar caminos alternativos yacabar perdido entre los bosques. Muy próximo de aquel sitio, elcielo se esclareció un poco y la luna empezó a desaparecer del fir-mamento. Se acerca un nuevo amanecer. La última palabra siemprerecordará a JC... ¡Hijo de puta!

Yo sí que te voy a dar amanecer cuando te encuentre... Pero uno sangriento,como te gusta...

El camino por Eindhoven se hizo pesado, entre los infectadosque no paran de saltar sobre mí y los carteles, los cuales lían contantas indicaciones; más de una hora tardé en dar con el panel ade-cuado, el cual ofrece la opción de coger la A2 en dirección al sur ocontinuar recto por el desvío E34 para entrar en la A67, la cual pa-rece llevar directamente a la frontera alemana.

Regresar a la patria... Es la opción correcta, podré guiarme mejory alcanzar Estrasburgo en poco más de dos días. Sonreí con alegríaa la vez que golpeo en el pecho a un infectado proveniente de unapizzería cercana. No queda mucho para ver a JuanXo y María. Que-ridos, esperad un poco más... Quizás ellos aguardan con impacien-cia. ¡Qué pena no poder conectar nuestras mentes! Los echo demenos; las bromas e ironías de JuanXo, la gracia de María... Dolorsiento por mis queridas hermanas. Espero que todo vaya bien porBrighton... Maldita sea, si lo llego a saber, nado a Inglaterra y doy lasorpresa del siglo.

Media hora con el sol asomando en el horizonte, diviso el pri-mer panel que reza la proximidad a una ciudad fronteriza, Venlo.Nunca pensé que fuese a regresar a casa; literalmente hablando.

ESPÉCIMEN

492

La vía desemboca directamente en la ciudad y sin demasiada difi-cultad, arrimé en su calle principal tras cruzar el puente Maasbrug,el cual se halla en las últimas. Mientras cruzo, temí derrumbamientopor el enorme peso que ejercen los vehículos y transportes volcadosen el asfalto. Una verdadera proeza salir ileso.

—Ya llego, JuanXo...En una glorieta apareció, por fin, el nombre de una querida ciu-

dad alemana, Duisburg, lo que significa que estoy en la zona nor-oeste de Alemania. Si todo va bien y la red del Autobahnen continúaparcialmente practicable, Estrasburgo es coser y cantar. La calle Ko-ninginnesingel, multitud de museos, siendo la última vista un parquellamado Juliana. Suena a Jurasic Park... ¡Qué siniestro!

No obstante, desierta se encuentra la zona, observándose unagran grieta al lado de la zona infantil. ¿Una grieta? Merece investi-gación. No es lógico encontrar levantamientos de tierra y barran-cos en un parque. La moto quedó aparcada frente a una librería ycon el armatoste en mano, me dirigí al sitio en cuestión.

¡Qué raro! El parque no parece haber sufrido daños, los árbolesestán en pie y con tanto arbusto, la visión se queda corta. Tras unrato de apuntar a todos lados, alcancé la bestial fisura que surca loscolumpios de punta a punta. Me asomé con cuidado. No se vefondo, pero un olor desagradable inunda la franja. Miles de cadáve-res descompuestos bajo toneladas de basura se asemejan. No cua-dra la situación. Con la hipótesis de una masacre de infectados, megiré y retorné sobre mis pasos, arrastrando el M249 por el peso quesupone llevarlo en brazos.

—¿Pero qué cojones...?Señores, que no estoy para luchar...Ni se me ha pasado por la cabeza. Tan evidente y lo he dejado

pasar. Una garra de considerables dimensiones se agarra a los bor-des de la hendidura y un bramido ensordece el área. ¡Me cago enDios! Un puto Espécimen y creo saber de quién se trata. Al asomaruna estructura cerebral parecida a una cabeza pero con el cráneo al

ALBERTO BURGOS SORIA

493

descubierto, sólo puede ser aquel con el cual me enfrenté por pri-mera vez, YH56U. La descripción se completó cuando emergió to-talmente de su escondite, mostrando un aspecto mucho más ferozque los demás Especímenes de su género a los que me he enfren-tado. Su desorbitada lengua chorreó litros de sangre verdosa y ca-minó hacia mí a paso lento.

Aquí no hay excusas, apreté el gatillo de la ametralladora y la cu-lata no paró de golpear mi torso derecho por el maldito retroceso.Tengo una taladradora gigante entre mis dedos. Comprobé a simplevista uno de los beneficios del arma. No importa cuánto rato te que-des disparando. Siendo un blanco muy grande, la dispersión de losproyectiles no influye. Impactos recibió en la totalidad de su ho-rrendo cuerpo, incluso en la cabeza. Sin embargo, poco daño ob-servo en el adversario.

—No le afectan los disparos...—“Recuerda su punto débil.”Fuego. ¡Nunca hay una gasolinera cerca! Una explosión, vehícu-

los en la calle... ¡Perfecto! La ristra de balas se agotó y tiré el arma asus pies. Con sus extremidades, intentó cogerme, pero sólo consi-guió arrancar de raíz los árboles que le rodean. La lengua trató de nofallar, aunque acabó igual. Entré en la librería y me escondí tras elmostrador. He de urdir un plan para salir airoso o no lo contaré. Elbrillo que adoptaron mis manos presencia acción del TH49A.

De repente, el edificio tembló con brusquedad y el Espécimenenemigo rompió en mil pedazos el escaparate, metiendo sus garrasen la tienda y removiendo libros y revistas. Su ataque me ensorde-ció por momentos, hasta ver su musculosa muñeca encima del ex-positor, palpando el fondo del local. Armándome de valor y sinmiedo, arremetí contra su antebrazo, segando sin piedad la temibley enorme mano del rival.

Rugidos y chillidos rompen el aire, aprovechando esos segundospara salir sin ser visto por el YH56U. En respuesta a mi defensa,golpeó con gran ímpetu la librería, tirando abajo también los bloques

ESPÉCIMEN

494

vecinos. Un restaurante... Ante la confusión, entré, evitando ruidosque pudiesen atraer al oponente. Vamos, joder... En cualquier barhay bombonas de butano y mecheros.

Suerte que el dicho se cumple. Abrí las llaves del horno y los fo-gones, llevándome los recipientes de combustible a la entrada. Elolor a propano y butano inundó el lugar, de modo que abrí la puertapara que se expandiera por los alrededores. Espero que cinco seansuficientes, no tengo ganas de morir. El YH56U continúa destro-zando las ruinas que ha provocado; no se percata de mi ausencia. Es-pero que te gusten los fuegos artificiales...

—¡Estoy aquí, inútil!— Quizás oyes los insultos y te cabreas. Noolvidemos que su huésped es un ser humano y a lo mejor no ha per-dido todo su ser biológico. Pues ahora que lo digo...

Sí respondes. Su masa cerebral se fijó en el pequeño humano quemueve los brazos, llamando su atención. Relamió los agrietados la-bios y anduvo hacia su adversario. A paso rápido, me alejé de la zonay encendí varias cerillas. Al entrar en el radio de impacto, lancé la cajaen llamas a la calle. Un segundo y el área explosionó de forma bes-tial, haciendo saltar por los aires el establecimiento y los edificioscolindantes.

Las llamaradas rodearon al YH56U, el cual se retorció de dolormientras busca a su presa. El gas inflamable afectó al entorno, in-cluido a mí, pero sólo alcanzó a producirme leves quemaduras en losbrazos. Las llamas desaparecieron y el Espécimen acabó derrum-bado sobre el asfalto, con el fuego calcinando su carne putrefacta.

Al cabo de unos breves instantes, varios coches reventaron porla combustión instantánea de la gasolina y temí por la moto, la cualcontiene el tanque repleto. Respiré con alivio al contemplarla intactaen el mismo sitio donde la dejé, aunque el edificio de al lado, la li-brería, está reducida a escombros. Pobre propietario...

Peor estoy yo; he perdido mis laboratorios, mi casa, mis investigaciones... Sólome queda la familia, mi cuerpo y mis amados Especímenes...

ALBERTO BURGOS SORIA

495

La que he armado. De la inmensa llamarada, multitud de árbolesempezaron a arder sin control. Tomé asiento en el bordillo de laacera. El sol brilla con energía y un calor seco sustituye al fresco airede la mañana. La mole negra que es el YH56U terminó de consu-mirse y un ligero olor a carbón llegó a mi nariz.

Me recuerda a las barbacoas que nuestro padre hacía en las fies-tas... ¡Qué buenas comidas preparaba! Ante ese recuerdo, el cuerpopidió agua; no veo fuente cercana. La sed me llevó a lo más pro-fundo del parque en busca de saciar la necesidad. Qué aire más lim-pio se respira, benditos los árboles. Allí hay un caño, por fin...

—“¡Cuidado!”No logré esquivarlo. Arramblando con aquello que pilla a su paso,

el carbonizado YH56U golpeó mi dorso con fuerza, aunque la du-reza que mi Espécimen otorga impidió mayores daños. De brucesy con un golpe sordo caí, saboreando la tierra y arena del suelo. Fi-jando la vista en mi enemigo, observé la falta de piernas que presentay varias partes de su organismo ardiendo. ¿Cómo has sobrevivido?

No importa, el objetivo es acabar contigo de una puta vez. Sinmiembros inferiores, el tamaño se reduce, pero sigue implicandocautela. Harto y cansado, enganché mis anclas a su escamosa piel yhacia su horroroso pecho escalé, preparando los cantos. Las últimasembestidas del contrincante fueron esquivadas y rechinando losdientes, ensarté los dedos y separé en canal el tórax, descubriendoal YH56U, el cual no está dispuesto a rendirse tan fácilmente.

Del cuerpo mayor lo cogí, soportando las abrasiones producidas.Saqué al Espécimen del huésped, tirando con tanta fuerza que nologró aguantar la presión y me llevé conmigo medio ser, saltando ala tierra y listo por si vuelve al ataque; dudo que lo consigas. La ca-beza y las anclas claviculares quedaron dentro de la masa cárnica,pero sin la energía suficiente para moverse. Se derrumbó sobre elsuelo, levantando nubes de arena. Por fin, otro menos...

Irónicamente, enfrentarme al YH56U sería decir adiós a Ho-landa. Si cada país que abandone me va a aparecer un enemigo, bue-

ESPÉCIMEN

496

nas las llevo. Tonterías, experiencia recojo para futuras batallas.Abandoné el parque, recogí el M249 del asfalto y me subí en la moto,intentando no oler el fuerte ambiente calcinado. Con la última ris-tra de balas, recargué la pesada arma.

Esta vez no quise enterrar al Espécimen; bastante he tenido conpartirlo por la mitad. Olvidé el tema apresuradamente. Debo estarbien capacitado para entrar en nuestro amado país. Contento mepongo de sólo pensarlo. Apreté el gas con potencia, dejando el lugary la ciudad holandesa. La frontera se halla a un paso; ni me di cuenta.

Alemania, tierra bárbara, iniciadora de guerras, las más grande y temidapor Europa... El rey de Eurasia.

La red del Autobahnen, A40, los paneles en nuestro sagrado ale-mán, no creí veros de nuevo. Ante un cartel informativo, situé mi po-sición. Alemania noroeste. Grandes urbes como las preciosas Bohny Colonia son marcadas en el mapa, aunque lo más extraño se ob-serva en las localidades de Moers y Oberhausen, las cuales se hallanrodeadas con círculos rojos. ¿Será el destino adoptado por supervi-vientes que hubieran pasado por aquí? Lo mejor es dejar las pre-guntas y averiguarlo. Quizás se necesita ayuda...

El camino se torna tortuoso y la densidad de vehículos inutiliza-bles es mayor hasta el término de tener que ir quince kilómetros porla tierra del arcén; la carretera no está practicable. La tarde se pre-senta con el descenso del sol sobre el horizonte y aves surcan elcielo. El color rojizo de las nubes no es agradable, y menos cuando,al entrar de nuevo en zonas limpias de la autovía cerca de Moers, unser tumbado en el asfalto y con forma de hombre provocó mi des-piste y accidente con la Jog.

Metros resbalé hasta que frené en seco la moto. ¿Un infectado entoda la zona? Poco probable. Me levanté sin atender las heridas yfui acercándome poco a poco, por si se le ocurre atacar.

¿Uniforme militar alemán? Desde lejos, no parece tener signos olesiones graves, pero al fijar mejor la vista, varios cortes profundosy pequeños recorren su espalda. Producidos por zombies, seguro.

ALBERTO BURGOS SORIA

497

Un Espécimen lo habría dejado hecho pedazos. Con la cabezavuelta, el miedo es máximo y con cautela, tomé un brazo para tomarel pulso.

¡Está vivo! Al instante, lo coloqué bocarriba y mi suposición fueconfirmada. No presenta signos comunes de infección, ni muchomenos. Al revés, su torso y abdomen se contemplan libres de ma-gulladuras y la expresión de su cara denota dolor.

—... Ayúdame, por favor...— Infarto cuando, con su mano libre,me agarra del pelo y abre los ojos, guiñando constantemente paraobservar al tipo que se ha prestado a socorrerlo.— No podemos...Contenerlos...

—¿Estás solo? ¿Puedes levantarte?—Hospital St. Josef... Todos muertos... Oberhausen no ha sido

limpiada... Sankt Elisabeth, podrás encontrar a los demás...— Noentiendo tus palabras. Nombras lugares que no conozco. Sin em-bargo, al mencionar Oberhausen, le animé a seguir hablando, aun-que supone un gran esfuerzo por su parte. Las heridas del dorsoempiezan a sangrar y gime agónicamente.— Colonia es la siguiente...Si te das prisa los alcanzarás... Zona este... ¡El estadio!

—¿Qué estadio? ¿Están en Colonia?—Colonia, Leverkusen... Nos atacó algo... Separó en tres gru-

pos... En el mío no hay supervivientes... ¡Debes ir a ayudarlos...!—Con la mirada fija y soltando mi cabello, noté la parada cardíaca ydejó de respirar. Bajé los párpados y aparté el cuerpo al arcén. Muchainformación y nombres para tan pocos segundos. Tanto has dichoque la mitad de las piezas que ofreces no logro unir. ¿Qué coño sonesos lugares? ¿Las fuerzas militares continúan vivas y luchando?

Si la milicia está combatiendo, significa que... Tengo que darme prisa, rá-pido...

¿Acaso el ejército fue quien señaló las ciudades en círculos rojos?Cabe tal posibilidad. Con la ayuda militar, el viaje será mucho másfácil. Nuevo objetivo a realizar, encontrar a la armada que conservela vida. St. Josef y Sankt Elisabeth, parecen nombres de lugares im-portantes, parques o tal vez hospitales.

ESPÉCIMEN

498

Para comprobarlo, recorrí la poca distancia que nos separa deMoers y al entrar en la urbe, traté de hallar algún mapa o plano in-formativo. No tuve que ir muy lejos; en un desvío de la A40 haciala avenida Venloer aparecieron las flechas informativas, rezando unael nombre St. Josef y con el logo de hospital. Entonces, Sankt Eli-sabeth debe ser otro centro sanitario. No vale la pena acercarse,según el soldado, su tropa ha perecido en aquel lugar, de modo quepara ver cadáveres, continuar.

En Oberhausen sí es necesario detenerse, localizando el sanato-rio Sankt Elisabeth a la primera. Por el desvío 223 y la avenida Mül-helmer, llegué en menos de cinco minutos. Calles devastadas y elasfalto levantando y agrietado. Por aquí ha pasado un Espécimen...No hubo mentiras, varios camiones militares están agolpados en laentrada del centro, aunque no escucho nada; silencio sepulcral.

Los primeros cadáveres se corresponden con personas infecta-das, sin embargo, conforme accedo al vestíbulo, aparecen variosmuertos con uniforme militar. El exponente máximo fue alcanzadoen los quirófanos, donde el número de víctimas combatientes au-mentó de forma considerable. No he conseguido llegar a tiempo.¡Me cago en los dioses!

—“No estamos solos.”—¿Espécimen?Si no es, deben ser los jodidos infectados y según el TH49A, bas-

tantes. Para acabar con todos los soldados, gran masa seréis. Pasosrápidos y polvo cayendo del techo... Las plantas superiores albergantantos enemigos como la ciudad entera. Escuchando por las escale-ras chillidos y golpes, abandoné el hospital a la carrera y arranqué elvehículo, observando varios zombies saltar de ventanas y estrellarsecontra el suelo.

Definitivamente, vuestra sed de sangre no os hace ejercitar el ce-rebro. Retorné sobre mis pasos y entré de nuevo en la A40, po-niendo rumbo a la ciudad más cercana, Essen. Los nombres deColonia y Leverkusen no se van de la mente, siendo las últimas es-

ALBERTO BURGOS SORIA

499

peranzas de encontrar supervivientes, los cuales, si son del ejército,éxito.

Debo llegar a esas dos ciudades cuanto antes. Juré no volver aperder más oportunidades. En la ciudad de Essen, a pesar de subuen estado tras los terremotos, decidí no acceder a sus calles, máspor el temor de enfrentarme a moles de enemigos y algún que otroEspécimen. La red del Autobahnen se halla cortada por la zona este.Debería quedarme como cuna de la magnánima banda Kreator...Dejaré el heavy metal para otro contexto.

Sin querer perder la autovía, cogí la A44 a su paso por Velbert yWuppertal. No estoy muy documentado en geografía, pero estoycasi seguro que Leverkusen y Colonia son vecinas íntimas. Las ren-cillas que cada año se suceden entre los clubes futbolísticos de cadapoblación son conocidas en toda Alemania.

La noche se cernió sobre el horizonte y la bóveda celeste diopaso a la oscuridad. Con los faros casi fundidos, atravesé villas y lo-calidades, acercándome a los lugares indicados. A diferencia de lasdemás, Velbert es un pueblo en ruinas e inmerso en llamas y lo pocoque distinguí de Wuppertal se presenta con un aspecto semejante. Ladesgracia se ha cebado en ellos de forma brutal. No habrá genteviva ni de coña.

Diez y media, supuestamente. He alcanzado Solingen, pero entrela fatiga que porto y los rugidos de mi estómago, me detuve en unsupermercado a las afueras. Aproveché también para rellenar el tan-que de gasolina y comer, exactamente varias palmeras de chocolatey unos tragos largos de vodka rojo, para tener el cuerpo despierto.

El efecto fue inmediato y hasta el TH49A recibió altas dosis dealcohol. Por momentos, creí que acabaría ebrio, aunque a punto es-tuvo. Con la cabeza caliente y haciendo eses, dejé el lugar y toméasiento en la Jog, sin atinar el pedal de arranque. No queriendo pi-llar un accidente de cojones, descansé sobre el asfalto, haciendotiempo para que el hígado rebajase el nivel de alcohol. Evitando latentación de dormir, observé el cielo nocturno; la luna está más bellaque nunca. Quizás es la borrachera.

ESPÉCIMEN

500

—¿Estás tranquilo, TH49A?—“Bonito lo que se ve tras tus ojos.”—Es el universo...—“¿Universo?”—Estrellas, planetas, galaxias y muchas más cosas...—“¿Qué quieres decir?”Hijo mío, no puedo explicar diez asignaturas de universidad en minutos.

Soy médico e investigador, no profesor...—Nosotros provenimos de él... ¿Pero qué coño...?— Una fuerte

explosión se escuchó de fondo y varias llamaradas precedieron a unapequeña columna de humo. ¿De dónde cojones procede?

Un tanto embriagado, aceleré para llegar al área del estallido. Lanube de humo se intensifica y los carteles indican la proximidad aLeverkusen. ¿Habrán sido los militares? ¿Se encontrarán bien? Ajuzgar por la situación, el número de infectados que habrán saltadopor los aires es elevado, si es que es ésa la intención.

Minutos después alcancé la ciudad, contemplando gran cantidadde llamas en la zona este. Fijándome en las señales, un nombre estáremarcado con círculos rojos. Ese lugar lo conozco, BayArena...¡Claro, el estadio de fútbol! No me extrañaría que el estampido pro-venga de allí.

Para rematar mi rabia, varios terremotos bajo el suelo hicieronpeligrar mi equilibrio y en la oscura noche, un YH56U emergió delasfalto, justo detrás. No puedo perder el tiempo, de manera que ini-cié una carrera suicida. Constantemente, tus garras tratan de co-germe, aunque no lo consigues por las maniobras que efectúo conel ciclomotor, de lado a lado y girando sin parar.

Tengo un Godzilla cabreado y con el propósito de aplastarmesin piedad. A todo gas por Bismarckstraße y boquiabierto me quedéal ver los focos del estadio encendidos y bien iluminado. Algo no vabien...

Entré en el BayArena con la moto y salí directamente al inmensocésped, pegando un resbalón de aúpa por el agua contenida. Sin con-

ALBERTO BURGOS SORIA

501

sideración y hambriento, el Espécimen enemigo derrumbó gradas yrompió el círculo del recinto. ¡Qué brutalidad!

Este YH56U debe estar en las últimas, presenta un aspecto muydelgado y no es tan alto como los demás vistos. Te han dejado sincomida, amigo... No voy a saciarte. Las arremetidas que ejecuta sontan feroces que me cuesta esquivarlo, hasta el momento de atra-parme y apretar mi cintura a límite extremo. Poseo un as bajo lamanga...

—¡AHORA, MARK!Una voz gritó antes de poder liberarme y el aire fue rasgado por

dos disparos, similares a cohetes, los cuales impactaron en el adver-sario, tumbándolo de las explosiones. Observé la procedencia de losproyectiles, fijando la vista en dos hombres apostados en la cabinade comentaristas; uno porta dos RPG, cargándolos.

Rápidamente, me aparté del YH56U y otro tiro volvió a abatirlo,dejándolo hecho cenizas. Con el hostil abatido, subí al costado y abríen canal el pecho, contemplando al malherido Espécimen, el cualfue cortado por la mitad de un rápido tajo. Leves quemaduras sufrí,aunque aliviado de acabar con él, o mejor dicho, de que me ayuda-sen a vencerlo.

Cohetes RPG... A punto habéis estado de matarme, cabrones.—¡Somos los putos amos!— Y que lo digas. Con o sin ellos, ha-

bría vencido, pero el tiempo ahorrado es razón de agradecimiento.Recogí la Jog RR de la hierba, limpiando el agua que ha empapadoel carenado. Los dos tipos bajaron y se reunieron conmigo en la sa-lida principal; el más veterano no dudó en estrecharme la mano, aun-que mostró un poco de miedo al contemplar mis ojos y anclas delcuello. El otro fue más reservado, pero sonriendo.— ¿Doctor Vür-gos?

—¿Cómo es que me conocéis?—Esas cosas sólo pueden haber sido obra de usted, doctor.

Hemos leído los periódicos...— No entiendo la reacción amistosaque tenéis conmigo. Se supone que he sido el causante de todo esto...

ESPÉCIMEN

502

¿Por qué actuáis así? El otro individuo se alegró un montón de co-nocer en persona al investigador Nobel del año y no dudó en felici-tarme.— Coronel Edward Wölmer, a su servicio; aquí mi soldadoMark Grews, experto en demoliciones.

—Ya veo...— Con RPG y varias cabezas explosivas a la espalda.El terror de los infectados. ¿No es demasiado armamento para unhombre?— Ejército alemán, supongo...

—Y del mejor, doctor, pero cada vez quedamos menos. Mishombres caen y luego nos los encontramos convertidos en zom-bies. Si no le hubieran robado las cosas esas...— ¿Robado? ¿Acasosabéis nuestro incidente con Rocy? Pregunté su conocimiento sobrelos hechos ocurridos y el coronel sonrió, saliendo del estadio, aun-que no daba crédito a la visión de mí con la moto a cuestas. El sol-dado quiso saber la causa de tal fuerza, pero no dije la verdad,mintiendo con la excusa de gimnasio.— Cuando el canciller levantóla alerta, mi escuadrón y cuatro más fueron asignados a cercar lazona oeste de Alemania y aquí estamos. ¿A dónde se dirige usted,doctor? ¿España, tal vez?

—No, tengo que encontrarme con mi compañero JuanXo al surde Francia. ¿Por qué mencionas España?

—¿No lo sabe? Vienen los Marines de EEUU a prestar ayuda enEuropa y limpiar el caos.

¿Los Marines? Joder, me parece muy extraño, porque si no... Espera un mi-nuto, tío...

—¿En serio? ¿Cómo es eso? Pensé que la pandemia había sidototal...— Parece que el presidente estadounidense puso en marchael plan de captura, aunque un poco desviado, para mi gusto. Por elcamino, comentó la tarea de los yanquis para sanear dicho país, ciu-dad por ciudad. Por sus palabras, los dos tienen ganas de unirse a susfilas. La verdad, no es mala idea.

—¿Cuántos estáis?— Con los dedos indicó ocho, sin contarseellos, de modo que diez. Pues si dos han conseguido derrotar unEspécimen, los diez juntos van a ser la salvación de la Humanidad,irónicamente...

ALBERTO BURGOS SORIA

503

Lo más probable es que todos estuvieran a punto de caer bajo elcontrol de los entes, pero se puede evitar. En mi boca se comenzóa segregar el mismo líquido que usé para curar a los demás, aunquelo deseché de inmediato; todavía no es el momento.

—¿Por qué vaga solo, doctor?— Mark indagó el motivo de mi so-ledad y conté el percance con el RZ36C en Estrasburgo y mi inten-ción de regresar. Ojalá quisieseis venir conmigo y ofrecerarmamento en batallas duras. No estaría mal...— No se preocupe,estás con nosotros. Espere que vea al resto del escuadrón, o lo pocoque queda de él.

Hasta el sur de Leverkusen anduvimos, hacia un piso francodonde se halla escondida el resto de la tropa. Evitando el silencio, losmilitares me preguntaron sobre mi aspecto, a lo cual respondí conla verdad; el percance de Noruega, los cambios físicos y químicos endiversos órganos, por ejemplo, los ojos. Se ve a legua que no en-tienden nada mis palabras, pero su atención es suficiente para man-tener la calma. Según ellos, cuando sobrevivieron a los terremotosy avistaron zombies, no dudaron en cambiar planes y luchar contrael desastre producido.

Como es evidente, quisieron saber el verdadero causante de lapandemia; sabiendo el nombre de Rocy, aclaré los otros tipos, JC yTiger. ¡Increíble que no me acuséis! Transcurrida casi una hora y enplena noche, arrimamos ante un bloque de pisos, tirando el coronella puerta de una patada. Alega que cada día cambian de posición yasí evitan que los zombies los localicen.

Sentí alegría al oír decir eso, combaten pero a la vez aseguran lasupervivencia. Prometo salvarlos del destino fijado por los entes, lojuro.

—¡Escuadrón Gamma, en pie!— Al entrar su superior, un grupode soldados se levantó de inmediato y repitieron el gesto militar delgeneral. En sus ojos se puede ver tristeza y melancolía, la mayoríapor la pérdida de amigos y familiares. El que parece más joven meseñaló con el dedo y apuntó con el arma, observando el punto de

ESPÉCIMEN

504

mira en medio de mi cara. ¿Crees que soy un enemigo?— ¡Ni se teocurra, Zack!

—¿Quién es, coronel?Televisión, periódicos, revistas, caricaturas... Chico, no soy el canciller, pero

bien conocido por los alemanes estoy...—Soldados, contamos con la compañía del Doctor León Vürgos.

Por lo que hemos presenciado en el estadio, será nuestro comodínde salvación.— Los rostros cambiaron su expresión de dolor por lade sorpresa e incredulidad; la esperanza regresa a sus corazones.

El militar que me ha confundido con un infectado se arrepintióy pidió disculpas. Con una sonrisa, las acepté y me convertí en elcentro de atención durante toda la noche. Como no conozco a nadie,el soldado Mark quiso presentármelos, estrechando la mano a cadauno.

—Aquí tiene a los fusileros Ronny y Dylan, son nuestra espaldaen las batallas y su habilidad es impecable. Sam y Walter componenla fuerza de apoyo con fuego pesado y nuestros compañeros Ekros,Raymond y Tony son los encargados de preparar las trampas paratus seres. Por último, tienes a Zack, el recluta más joven y mejorfrancotirador del ejército.

—Le vuelvo a pedir disculpas, Sr. Vürgos.—Un francotirador... Buen ojo tendrás.—Sí, señor, o eso dicen los demás.—Compañeros, es hora de descansar porque hemos de estar en

Colonia al mediodía, sin falta. El escuadrón Alpha nos espera en elestadio de fútbol, de modo que os quiero frescos por la mañana.Doctor, venga conmigo...— El coronel Wölmer indicó que lo acom-pañara y salimos del salón con dirección al balcón del apartamento.¿Qué querrás? Del bolsillo sacó un mapa y lo desplegó en el suelo,alumbrando con una linterna nuestra posición. Colonia y Bohn sehallan rodeados en rojo.— Los Alpha están aquí, en la zona este delas costas del Rin. Tenemos previsto sanear Bohn, Königswinter yseguir hacia abajo, sin separarnos del río. Si mal no he entendido,usted se dirige a las fronteras francesas...

ALBERTO BURGOS SORIA

505

—Exactamente a Estrasburgo, al parlamento europeo.—Quisiera ofrecerle un trato, Doctor Vürgos.—¿De qué se trata?— Asunto malo. Con la mano señaló el esta-

dio y luego pasó al sur, sin dejar de posar sus ojos en los míos. Creosaber la oferta...

—Su ayuda nos será imprescindible para limpiar nuestra patria deeste desastre. Quisiera que te quedaras con nosotros para prestar tufuerza e inteligencia.— No lo pensé dos veces; denegué con un levegesto de negación con la cabeza. Insistió, pero aclaré mi decisión,respetando su intención. JuanXo y María...

—Generosa es la proposición, coronel, pero tengo fijo mi obje-tivo y es encontrar cuanto antes a mi compañero JuanXo. No puedoperder tiempo en ir ciudad por ciudad asesinando a cualquier infec-tado o Espécimen que haya. No soy un genocida a sangre fría.

—¿Sobrevivirá en solitario?— Llevo un mes, más o menos, ob-servando caos y asesinando zombies; no preguntes cuestiones deese calibre, cuya respuesta es incuestionable.— Podemos acompa-ñarlo a Estrasburgo...

Coronel, por favor, no aparenta comprender el aspecto que arrastro de san-gre y muerte...

—Ahora propondré yo, coronel. Como bien has dicho, venidtodos conmigo a Estrasburgo y desde aquí, continuaré mi viaje.Cuando digo todos, son Gamma y Alpha, sin excepción. Además,creo que recordar que me dijeron algo de los Marines y España...

—Así es; cuando terminemos la misión, marcharemos para unir-nos a sus filas. Pero de cualquier modo...

—Escúcheme, coronel...— Para comprender de una maldita vezla situación en la cual se encuentran, expliqué mis conocimientossobre los entes y su rápida extensión, siendo ellos la causa mortal desus soldados. Prestó atención, aunque varias veces cortó la exposi-ción, alegando en una de ellas la forma de salvar a los pocos hom-bres que quedan bajo su mando. Me encargaré, general.— Mi

ESPÉCIMEN

506

Espécimen os proporcionará un antídoto para sanar vuestro cuerpocompletamente.

—¿Espécimen?—Este aspecto que presento es obra de una de mis creaciones,

el cual está en mi pecho. No se preocupe, no mutaré como los demásenemigos.— Alegué ante las mirada asustada y el cruzamiento debrazos que ejecutó. El miedo lo sientes, pero no debes tenerlo con-migo.— Sin embargo, si quiere que sus hombres no perezcan y seconviertan en infectados, debo darles el medicamento cuanto antes,lo sepan o no.

—Entonces quedamos en...—Me acompañaréis hasta Estrasburgo y si queréis continuar con

la misión, será vuestra decisión, pero yo seguiré mi viaje en solitario.Ahí queda la conversación. Edward guardó el mapa en su cha-

queta y estrechamos la mano en símbolo de trato finalizado. La curadecidimos administrarla mediante el café que conservan, preparán-dolo de madrugada sin que se enteren los soldados. El coronel pre-senció cómo emana de mi boca un líquido blanquecino y se mezclacon el estimulante, el cual se tornó más espeso. Café con leche...

Dejando las tazas tapadas con plástico, entramos en el salón sinhacer ruido y ocupamos sitio para descansar y dormir. El militardejó el sofá y se recostó en el suelo; según él, soy el invitado y dere-cho tengo de usarlo. Si así lo quieres, no voy a replicar. Entre ron-quidos y voces nocturnas, conciliar el sueño se complica mucho;hice todo lo que pude por ignorar y cerrar los ojos.

6 horas después...—¡ARRIBA TODO EL MUNDO!¡Me cago en mis muertos! Salté del sillón y tropecé con Walter,

cayéndonos ambos y arrastrando a Tony también. Es lo malo dedormir todos en el mismo sitio. Al fijar la vista, observé al coronelWölmer apoyado en la puerta y con arma en mano. Sin decir ni unapalabra, indicó a sus súbditos que se tomaran el café, claro que ellosno saben que contiene el medicamento para su salvación. Guiñó el

ALBERTO BURGOS SORIA

507

ojo y él bebió de su copa, soportando el mal sabor del desayuno.Salvo los tres artilleros, los demás sí se dieron cuenta que su bebidase encuentra algo ácida.

No os quejéis, señores. O lo tomáis o moriréis sin más remedio, aunque esode morir... Mejor viviréis como otros seres...

Edward solucionó el problema con la suposición de que el cafése habría estropeado de tanto moverlo de un lado a otro. Sea comofuere, bebieron sin dejar ni gota y Zack notó una gran mejoría, lomismo que los otros. La cura ha sido efectiva, diez vidas salvadashasta su muerte natural o provocada. ¡Así es como me gusta la pan-demia!

En la mañana, revisamos armamento y poco antes del mediodía,pusimos rumbo a Colonia, a reunirnos con la tropa Alpha, la cual,según el coronel, son cinco, más o menos, según el último informeque recibió hace tres días.

Leí el papel enviado por el otro escuadrón y su pronóstico no esnada alentador, incluso peor que mis compañeros actuales. A medidaque nos acercamos al objetivo, los soldados empezaron a recuperarfuerzas y optimismo; la mayoría cambió sus rostros de angustia poralegría y risas. Al parecer, los dichosos entes te sumen en un estadode tristeza para luego tomar el control del cuerpo y cambiar al serhumano por un zombie. ¡Anda que no son listos!

Siguiendo por la A4, contemplamos a lo lejos los puentes queconectan Colonia; ésta se halla atravesada también por el Rin. Laruta nos llevó de inmediato al estadio de fútbol, donde permaneceun camión militar aparcado junto a las taquillas de venta. Aparcamosel vehículo a su lado y nos apeamos, siendo recibidos por el jefe dela tropa aliada, un hombre en edad avanzada, el cual tose con insis-tencia. Me suena de verlo en algún sitio...

—Coronel Wölmer, me alegro de verle.—Mayor Harold, el honor es mío. ¿Cómo están sus soldados?—

¡Hombre, sin duda! Harold von Krormar, el antiguo ministro de de-fensa que dejó su cargo para ser general del ejército terrestre. Dije-

ESPÉCIMEN

508

ron que había fallecido en un accidente aéreo... ¡Cómo mienten lasnoticias, coño!— Señor, no hace falta que presente al Doctor Vür-gos...

—¿León Vürgos? ¿Es usted el famoso investigador? Por favor, deverdad es... Pareces un enemigo.

—No, señor. He tenido percances por ahí y las circunstanciashan querido dejarme con este aspecto. Un placer conocerle en per-sona.

—Creo recordar que te otorgaron el premio Nobel...— Asentícon el pulgar y estrechó la mano al instante, sonriendo de tener anteél al investigador revelación de los últimos años. Tres jóvenes apa-recieron por la entrada y se reunieron con sus camaradas.— ¿Dóndelo encontrasteis?

—En el BayArena, señor. Nos ayudó a acabar con uno de losmonstruos...

—Entonces, bienvenido seas, hijo. Coronel, no he recibido se-ñales del equipo Delta, y no contestan en los hospitales de St. Josefy Sankt Elisabeth...

—Están todos muertos. Un soldado en las últimas me lo dijoantes de llegar a Moers; quizás se refiere a ese escuadrón.— A veces,hablo más de la cuenta. La noticia cayó como un yunque en la moralde los soldados, pensando en el precario contexto que les ha tocadovivir y luchar. Debo aprender modales lingüísticos...

—Lambda y Beta se han marchado a España y ayer me comuni-caron la caída de Omega... Gracias por decírnoslo, hijo.

—Lo siento, Harold.Una masa de infectados sedientos de sangre no puede ser detenida por armas

convencionales, amigo...—Mayor, el Doctor Vürgos nos ha planteado un cambio de pla-

nes que podría resultarnos beneficioso...— El general arrugó la caray puso sus ojos en los míos, evitando observar las anclas que so-bresalen del cuello.

Respiré hondo y expuse mi propuesta con todos los presentespendientes de su jefe. Vaya caras, chavales... Al terminar, quedó pen-

ALBERTO BURGOS SORIA

509

sativo y dio varias vueltas por el lugar. El ambiente es absoluto si-lencio, no se mueve ni un músculo y la tensión se incrementa porinstantes.

—¿Está seguro que su compañero JuanXo está en Francia?—Por alguna razón voy.—Está bien, seguiremos tu plan. Puede que consigamos vivir un

poco más y quién sabe si sobrevivir a este infierno.— Se aprobó ladecisión por parte de los soldados, aunque al general no lo veo muyde acuerdo. Allá tú, veremos si esto no acaba mal. No puedo reme-diarlo, necesito llegar cuanto antes al sur de Francia y ellos, al menos,podrían hacer de escolta hasta Estrasburgo.

—¿Cuál es nuestro siguiente objetivo, mayor?—Vamos a ir a Bohn, y desde allí, acompañaremos al doctor

hasta el parlamento europeo. Por ahora, descansad e intentad nohacer ruido, todavía quedan zombies en esta ciudad...

—Con el Doctor Vürgos, no creo que supongan un gran pro-blema, ni ellos ni los Especímenes...

Sirviendo al ejército voy, soldado de primera...

THE UNFORGIVEN (METALLICA)

“What I’ve felt, what I’ve knownNever shined through in what I’ve shownNever be, never seeWon’t see what might have been

What I’ve felt, what I’ve knownNever shined through in what I’ve shownNever free, never meSo I dub thee unforgiven...”

ESPÉCIMEN

510

“—Eres un gran investigador, hijo, y siempre estaré orgullosa de todosvosotros...

—Así que te ha tocado el cáncer como trabajo de fin de carrera. Tío, eso eslo más complicado...

—Hay que llevar las investigaciones más lejos. Probar los Especímenes enseres humanos, por ejemplo...

—Capitana General Crys Rinklen de los Marines, ahora mismo estoy deguerras, pero si tienes prisa, deja un mensaje y yo te llamaré...

—¡No quiero que mueras! ¡Prefiero que nos asesine a los dos juntos...!”Así no hay quién pegue ojo...Tengo ganas de ver a JuanXo y María. Las pesadillas sólo ator-

mentan la mente y no dejan descansar en paz, ni siquiera al TH49A.Por las noches, los soldados aseguran verme gritar en la oscuridady temen acercarse por si los ataco en un descuido. El mayor Haroldpregunta constantemente por mi físico y no para de cuestionar mi su-pervivencia. Infeliz, mi vida está asegurada, pero con el ente desapa-recido de tu cuerpo a causa del antídoto, la tuya no. Un Espécimen,cáustico o beneficioso, protege más que cualquier armadura o de-fensa convencional. Me lo vas a decir a mí...

511

1 4

“ R E I S E N H Ö L L I S C H ”

2 º P A R T E “ G O T T R H E I N ”

Las horas pasan, la manecilla de los relojes da vueltas y vueltas;no parece querer detenerse. El tiempo es una ilusión. Siempre re-cordaré esa frase de John Kramer, el protagonista de la saga SAW.Nunca escuché una oración con tanta razón. ¿Qué es el tiempo? Se-gundos, minutos... Creo que no. ¿Algo relativo? Si Einstein lo dice,será. Desde que fui con JuanXo a ver la primera película, mi fasci-nación por el personaje se convirtió en algo fabuloso.

En nuestra edad joven, planeábamos juegos parecidos a los suyosy estuvimos a punto de poner en práctica uno, teniendo como su-jeto de estudio a Lyserck; sin su aprobación. Las pruebas debían seruna muestra de su brutalidad y quitar de una vez esa manía tosca yborde, aunque en el último segundo, falló un dispositivo y ella se diocuenta de lo que ocurría. Nos llevamos los dos una paliza de muerte.

—Doctor, recoja su equipo y suba la moto al camión, nos vamosen cinco minutos hacia Bohn.

—Está bien, coronel.— Llegó el momento de partir. Tal comoacordamos, los militares me acompañarán hasta Estrasburgo, si-guiendo la ruta del Rin. Allí, cada bando seguirá su camino; los sol-dados y la limpieza local.

Todo tranquilo, ni un ruido salvo el murmullo de los militares. Esla hora de salir y ayudar a nuestra patria. El instinto patriótico notoma sitio sobre una mente centrada en reunirse con su mejor amigoy compañero. No, mi lugar no se encuentra en el ejército, ni muchomenos. Aunque me ofrecieron una escopeta como defensa, la re-chacé, acordándome de mi juramento con la Hydra. Además, elTH49A sirve para algo.

Tomamos la autovía en dirección a Bohn al mediodía; los ca-miones delante y detrás voy en la moto. Tanto cariño le he cogidoque decidí no deshacerme de ella. Por el momento. Zack, incrédulo,observa espeluznante mi conducción y sonríe; denoto cierto atisbode miedo y duda. Es joven y tiene una vida por delante que vivir...No merece morir.

ESPÉCIMEN

512

Varias veces hubimos de coger desvíos por el estado del asfaltoy a principios de la tarde abordamos Bohn, contemplando vehícu-los en llamas, periódicos por los suelos y sangre a raudales. La im-presión a primera vista no es buena, más de ver infectados en lastiendas de los alrededores.

—¿Qué hacemos?— Al detenernos en una panadería, Edwardentró a coger provisiones y el Mayor Harold sacó su pequeña ame-tralladora, imitando su gesto el resto de la tropa. Quieto me man-tengo, sin decir una jodida palabra.

—Zack, al tejado. Doctor, cúbrale la retaguardia. Los demás, asu-man posiciones. Vamos a tener guerra para largo.— Las órdenes seacatan al instante. Con el motivo de ahorrar tiempo y esfuerzo, eljoven se subió a mis hombros y escalé la pared del edificio ayudadode las anclas secundarias. ¡Cómo pesas, hijo! La visión de los dejó bo-quiabiertos y Harold se quita la gorra del asombro.

—Chico, céntrate en disparar. Te ayudaré en lo posible, pero nopodré darte munición ni cargadores, así que para eso, deberás arre-glártelas tú solo.

—Como quiera, doctor.De querer nada, coño. No quiero ver ni un puto fallo, chaval...—Señores, ahorren balas y apunten a la cabeza.— La tropa se

halla preparada, incluido yo. No tuve ni que pedirlo, mis manosadoptaron rigidez y crují los huesos del carpo. Ante una rápida rá-faga de disparos, los gritos hicieron presencia junto a sus respecti-vos enemigos zombies. Venid, hijos de perra; ahora sí estoymotivado.

—¡NO RETROCEDAN, SOLDADOS!Guerra armada. Disparos por aquí, rugidos de agonía por allá.

Comprobé, con sorpresa, el talento del joven militar, abatiendo ene-migos procedentes de la ribera del Rin, aparte de proteger a sus com-pañeros de armas. Ni pizca de puta debió de ser tu madre... Mi laborllega al aproximarse varios infectados por los balcones. A ver si mevoy a quedar sin fiesta; muchas he tenido.

ALBERTO BURGOS SORIA

513

Cubriendo a Zack, multitud de siegas y cortes procedieron a laamputación de enemigos, salpicándole sangre en la mirilla del rifle.Sus camaradas no parecen ser simples peones del tablero, su valores constante y su coordinación, digna de admiración. Dylan pidiócobertura; ahí estuvieron Ronny y Ekros para prestarla. Los hosti-les suben de número y mientras tanto, el coronel Wölmer, quienapoya a sus muchachos, salta de vez en cuando a los camiones pararepartir cargadores. Al pedir Zack munición, lanzó dos que recogí yrápidamente empezó a gastar.

—¡Mark, las granadas!La noticia se difunde como la pólvora. El soldado quita las ar-

gollas de varias granadas y las arroja con todas sus fuerzas, acer-tando de lleno en el centro de la muchedumbre. Detrás de losvehículos se cubrieron y nosotros hicimos lo mismo en el tejado,apartarnos del radio. Varios segundos y la zona tembló con estrépito,cayendo una lluvia de sangre. Tal fue la explosión que graves fisurasaparecieron en varios edificios, no siendo una excepción el nuestro.Lluvia de sangre; Raining Blood de Slayer en Berlín...

—¡Se han acabado los cargadores para MP5! Sam, las pistolas...Media hora, la situación se torna satisfactoria para el enemigo,

las municiones se acaban y el número de hostiles de la retaguardiaaumenta sin control. La desesperación alcanzó el momento cumbreal abalanzarse una mujer sobre el coronel, escapando de los pro-yectiles que se dirigían hacia ella. ¡Puta zorra!

Con el descontrol que se avecina, tomé a Zack del brazo y salta-mos del tejado, dejando el rifle francotirador. Separé a la infectadade su presa y propiné un enérgico puñetazo en su pecho, rompiendola caja torácica y explotando su corazón. Para apoyarlos, decidí en-cargarme de la jodida retaguardia, concentrando los disparos alfrente. Vais a verme en acción, cabrones...

—¡Vienen menos! ¡Seguid así, soldados!Menos... Si hubieras estado conmigo hace días, hubieras dicho menos...

ESPÉCIMEN

514

Buena nueva. No doy abasto y la fatiga empieza a dar los prime-ros síntomas, aunque por los rápidos movimientos del TH49A, senota que desea seguir luchando; quizás de saber que la victoria es se-gura. Es benéfico, pero el instinto asesino no se olvida, al igual queen los humanos. La cantidad de zombies disminuye, pero aún sonsuficientes para provocar pesimismo. El sol fue ocultado por variasnubes. Llevo el cuerpo manchado de sangre, de mi melena gotea yresbala por los ojos.

Ronny y Dylan tiraron sus armas, sin balas y Zack, también. Porsuerte, a media tarde, los últimos infectados fueron asesinados sinpiedad y la calma regresó; quién sabe si después acude por segundavez la tempestad. Nos reunimos y recuperé el rifle del tejado, reci-biendo las gracias. Antes de urdir nuevos planes, el francotiradorobservó las orillas al otro lado del Rin, dejando muy claro el con-texto al otro lado, infectados a millones que no pueden cruzar el río.

—¡Maldita hija de perra!— Los quejidos del coronel indican dañoen su cuerpo, enseñando una gran herida en la parte superior delabdomen. Un mordisco peor que los de un perro rabioso. Tranquilopor él, curamos la lesión con un par de gasas y esparadrapo, dejandola zona impecable.

—Maldita sea, sólo hemos saneado el área este...—¡Señor, los enemigos se movilizan! Se dirigen al sur, creo que

van a cruzar por el puente que conecta las autovías...— Harold, en-cantado de continuar la matanza, pero las municiones no dan paratodos. Hay que bloquear ese paso.

—Ekros, Tony, id por los explosivos y preparadlos. Raymond,lleva el camión a la plataforma y derrama toda la gasolina del depó-sito.— Subí a la moto, cogiendo a Zack de la oreja y un RPG. Antelas voces de Harold y su indignación, aceleré por la calle en direccióna la villa de Oberkassel.

—No perderemos el tiempo, chico, así que escúchame bien. Ba-jarás conmigo a la base del puente y con tiro certero, derribarás lospilares más cercanos a tierra. Confío en tu precisión, así que no medebes fallar.

ALBERTO BURGOS SORIA

515

—Dalo por hecho, doctor.— Perfecto. Sin ver a los demás porlos retrovisores, llegamos al desvío 562.

Caímos a la base y contemplamos los pilares de hormigón máspróximos a una distancia de treinta metros, más o menos. Con elRPG en manos del muchacho, deseé el acierto, ya que se oyen, leja-nos pero claros, chillidos y bramidos de una gran masa de infecta-dos. Por lo que más quieras, no falles... Eres la última esperanza.

—¡AHORA!Venga, joder. Por favor...La carga explosiva escapó del cañón a gran velocidad, dejando

una densa pero fina nube de humo. Zack fue despedido hacia atrás;lo agarré, frenando la trayectoria. Con el temor en el corazón, ob-servamos el rumbo. Los camiones militares arrimaron al cabo deunos segundos y se reunieron con nosotros.

De repente, una espectacular detonación hizo desaparecer los pi-lares del puente; abrió una enorme grieta de varios metros y los bor-des de la plataforma, sin tener dónde mantenerse en pie, sederrumbaron sobre las aguas del Rin, cortando el paso a los enemi-gos que llegaron al lugar de la explosión en un par de minutos.

Las felicitaciones fueron inmediatas, el Nobel... Esta vez, el mé-rito no es mío, sino del joven, quien fue manteado por sus compa-ñeros mientras el coronel Wölmer sonríe abiertamente y el mayorHarold estrecha su mano conmigo, apreciando mi rápida reacción.

—Doctor, espero que se quede el máximo tiempo que pueda connosotros. Su habilidad nos ayudará a librar la patria de muertos vi-vientes.

—Harold, hasta Estrasburgo debo ir. Si quiere acompañarme,no lo lamentará.

—Ni ahora ni nunca. Gracias, doctor.— Es la primera vez que elejército se fija en mí, más aún, que me feliciten por una simple ac-ción. Al final, voy a acabar siendo reconocido por todo el mundo,como héroe o como científico asesino.

ESPÉCIMEN

516

—Doctor, ha sido un honor ayudarle...— Zack me abraza deforma amistosa y quiso compartir el éxito, aunque el coronel aguóla fiesta.

Él lo dice, celebraciones para otro momento. Hay que movili-zarse y tomar la siguiente ciudad, Königswinter. La alegría del mo-mento aumentó mucho la moral de la tropa, de tal manera que elfrancotirador se montó en la moto y dejé que la condujese, comomuestra de agradecimiento.

Königswinter, una de las ciudades satélite de Bohn, pequeña ypoco densa, según Edward. En el mapa, es un punto muy cercanoa la gran metrópoli. Por ello, el río la divide en dos. Viendo el ta-maño, más grande la zona oeste que el este, se calcula una poblaciónde veinte mil habitantes en el área de combate, quizás exagerando unpoco. El plan se traza al instante.

Con escasez de municiones para la mayoría de las armas, Ekrosy Tony prepararán bombas C4 y minas a lo largo de varias calles anchasy las conectarán para provocar una enorme explosión que desintegrarátodos los edificios de esa ruta y gran parte de las vecinas. Asegurandoel perímetro y eligiendo los objetivos más débiles, Sam y Walter; porúltimo, Zack y yo, igual que antes, en los tejados y cubriendo la re-taguardia. La entrada reza un retrato del lugar, donde se señala dosavenidas bien juntas, Wilhelmstraße y Grabenstraße, perfectas paraponer en marcha el proyecto.

—Cada uno a su trabajo, venga.— A lo alto de los edificios, estavez, a un complejo de oficinas desde donde tenemos acceso al áreaa destruir, de modo que colocamos el rifle francotirador en posi-ción. Por debajo, los artilleros desenrollan metros y metros de cable,dejando en cada casa, bloque de pisos y tiendas una pequeña bombaC4, rodeando las calles y el detonador, listo en los camiones. Listospara empezar el show...— Protegeos bien, esto va a arder comoTroya.

En el suelo de la calle fueron dejadas varias bengalas de luz, lascuales atrajeron a varios infectados, quienes no tardaron en llamar a

ALBERTO BURGOS SORIA

517

los suyos. Desde arriba, la escena se contempla muy divertida, vaisa saltar por los aires. Más gente fue acumulándose en medio de la víay Harold arrojó bengalas sin ser visto, reuniéndose una muche-dumbre impresionante, más de cinco mil personas debe de haber,quizás más.

Las señas del coronel hicieron que Sam lanzara varios disparos alaire para atraer a aquellos que faltaran a la fiesta. La estrategia resulta,abarrotamiento total. Sin pizca de compasión, Raymond apretó elmando a distancia que sujeta con la aprobación de Edward, tras co-rroborar éste con mi testimonio el llenado total de las dos zonas.

—¡Quédate conmigo!¡Coño, joder! Peor que los terremotos de la pandemia. La sangre

que saltó es suficiente para llenar varios estadios. La ciudad fue sa-cudida de tal forma que no se salvó ningún edificio, ni siquiera aquelsobre el cual Zack y yo mantenemos posición. Prendí a mi compa-ñero y salté del bloque cuando los cristales explotaron a la vez. Unapequeña bomba atómica o algo más grande. La parte este de Kö-nigswinter se vino abajo, sin excepción.

Previsto desde el primer momento, la onda expansiva no dejóenemigos con vida. La fuerza ensordecedora aturdió durante variossegundos, perdiendo el equilibrio. Las edificaciones, en ruinas que-daron, cayendo sobre el antiguo terreno que eran las dos calles. Lascasas de zonas vecinas tomaron ejemplo y Königswinter pasó a seruna ciudad fantasma, o mejor dicho, no es ciudad, tan sólo un mon-tón de ruinas y escombros. Joder, vaya trabajito...

¿Trabajito? No sirvo como técnico en demoliciones... Pero me lo estoy re-planteando.

—Esto es otra cosa.— No lo dudo. Si limpiar poblaciones signi-fica destruirlas, vamos a dejar a nuestro país completamente carbo-nizado. Al menos, se acabó la presencia de infectados.— Una menos.Coronel, dígame cuál es el siguiente objetivo.

—Neuwied, señor.—¿Quedan muchos?

ESPÉCIMEN

518

—Neuwied, Koblenz, Mainz, Worms, Mannheim y Karlsruge.—Extraña parece la ruta escogida. Todos los sitios mencionados seencuentran cerca del río Rin, lo distingo en el plano. ¿Seguimos alrío? Desde mi punto de vista, no hay opción más acertada. ComoEstrasburgo está surcado por el Rin, puedo remontarlo y llegarcuanto antes. No está tan mal el asunto para...

—Por ahora, descansemos y comamos. Pondremos rumbo aNeuwied por la noche.— Los alimentos fueron servidos en los ve-hículos, echando después una merecedora siesta. Esto es vida...

Brighton, 22:00 PmSe hallan tres mujeres y un hombre. El polvo cubre la pared y las

grietas provocadas por los terremotos son notables. Sin embargo, esel refugio más apropiado para escapar de los infectados o Especí-menes. Christine traga saliva del terror que presenta y John pareceun péndulo de los vaivenes que realiza involuntariamente.

Cogieron una linterna y alumbraron el oscuro pasillo que con-duce a los laboratorios subterráneos. Por cada paso que dan, el ecose escucha con más fuerza y las ratas incrementan el miedo con susdébiles chillidos. Ante una puerta de metal, el forense abrió de unapatada y al encender la luz, multitud de microscopios y ordenadoresinundaron las retinas.

—Todo igual, incluso después de irnos...— Absolutamentecierto. Nadie ha puesto pie desde que León bloqueó la entrada conlos cierres automáticos de treinta dígitos combinados con signos.Rachel quitó el plástico a uno de los aparatos y comprobó su fun-cionalidad, siendo el resultado sorprendente. Haces luminosos re-flejados en la placa de muestras.

—Tenemos el complejo para nosotros.—¿Piensas usarlo sin el consentimiento de León?—No comiences, Christine.— Tan pertinaz como siempre.

Tanto han visto y pasado que el terror ante nuevos peligros se acabatransformando en un simple recuerdo del pasado.

ALBERTO BURGOS SORIA

519

—¿Aquí tenemos de todo?— El forense es reacio a olvidar ymucho menos, negar la realidad. La venda y el trozo de mano quefalta en su cuerpo impiden la dispersión y tranquilidad de pensa-miento. Ante el paso de varios ratones, Christine pega un sobresaltotan grande que casi se golpea con el techo.

—Hermana, no haces honor a tu nombre. Sé fuerte, agresiva,instintiva...— Tampoco hay que joder. Se levantó el suelo y plantócara a Lyserck, quien no retrocedió ni un milímetro. La rivalidadentre hermanas, siempre tan agradable...

—¡Te he dicho miles de veces que no me compares con el mal-dito coche diabólico!

—Pero si te lo pusieron por él...— No gusta recordar el origende tu nombre. En el caso de ella, procede de la novela de amor y sus-pense “Christine”, de Stephen King. El título del coche fue esco-gido por el aprecio y admiración al famoso escritor. Pues anda quesi la llegan a llamar “Resplandor” o “Misery”, risa para rato.

—En respuesta a tu pregunta, la comida será asunto de todos yaquí tenemos la casa; las habitaciones al fondo del pasillo y el patioa la derecha por si hay soledad.— Normal que Lyserck conozca a laperfección los laboratorios, su trabajo durante años con Vincent esrazón suficiente para verificar su experiencia.— Ahora, haced algoque no sea armar jaleo. Voy a intentar comunicar con JuanXo, a verqué tal se encuentran.

La puerta se cerró, dejando a Lyserck y John dentro. En la habi-tación contigua descansa una radio de múltiples frecuencias y con ca-pacidad de hacer llamadas. Sin palabras en el aire, tomó asiento ymarcó el número de JuanXo, recogiendo los auriculares y el micró-fono.

Los pitidos indican operatividad, aunque el tiempo se agota y ellaenfurece. Tras varios intentos fallidos, dejó sitio a su compañero,quien no detectó problemas en la radio y probó una vez más, sinobtener respuesta. Algo malo sucede...

—¿Qué coño está ocurriendo?

ESPÉCIMEN

520

—Podemos barajar dos hipótesis. Han perdido los móviles o nopueden cogerlos por circunstancias desconocidas.— No debió daropinión. Descargó su ira contra la pared, agrandando una fisura, quede por sí posee considerables dimensiones.— No hay que ponerseasí, querida...

—¡Para ti es fácil decirlo! ¡Es mi hermano y no quiero que le pasenada!

—Lyserck, llevamos días sin saber nada de ellos, confiemos en elinstinto de supervivencia y el Espécimen de León.

—¿Y si han muerto? ¿Es culpa del puto instinto?— La cogió delos brazos y pidió con gestos que callara. Si se alertan las demás, lanoche se va a hacer muy larga.

—Tranquilízate, por favor. Mañana lo intentaremos, y seguro quecontestan de una maldita vez. Pero a base de voces y rabias no con-seguimos nada, Lyserck.

—¿Cómo puedes decir eso?—Igual que cualquier otra persona racional. Escúchame, salga-

mos de aquí y regresemos afuera. Explicamos con calma lo suce-dido y nos encargaremos de que lo comprendan. ¿Vale?— Tuvosuerte. Salieron de la sala y se dirigieron al patio, donde deben estarlos demás. Así fue.

Sin pegar ni un solo grito, describieron los fallados intentos decomunicación con JuanXo, siendo extraña la reacción de las dos chi-cas. Rachel se limitó a contemplar las estrellas y Christine no semovió de su sitio. No recibir noticias del paradero desconocido desu hermano es como el pan de cada día. ¿Dónde estará...?

Afueras de Leutesdorf, 13:30 Pm—Dígame, doctor. ¿Hay alguna forma de volver a la normali-

dad?—No lo sé, Walter. Lo único que podemos hacer, por ahora, es

sobrevivir. Luego pensaré en algo...— Nunca he hecho hincapié enesa cuestión. Tal y como se encuentra el mundo, supongo que no. Ysi la hay, JC...

ALBERTO BURGOS SORIA

521

Cuando te encuentre, hablarás y si hace falta, tortura hasta sacar la vacunao cura que el mundo necesita.

—Señores, nos acercamos a Neuwied, vayan preparando el ar-mamento.— Terció la radio del camión y cada soldado revisó suequipo, salvo yo. Observo el cielo soleado y pocas nubes del hori-zonte. Tras lo sucedido en Königswinter, no me apetece entrar enlucha. Según Harold, si hay que destruir la ciudad, se procede. Tra-bajar a lo bestia...

No se va la imagen de la memoria. Miles de infectados descuar-tizados en pedazos, ruinas en cada lugar por donde pasas la vista ylagunas de sangre que ni el Rin consigue quitar. Es un genocidio in-necesario, aunque fuesen enemigos. Discutí con el mayor su formade ejecutar las órdenes y tras voces y casi bofetadas, acordamos nodestruir ninguna localidad más, aunque debía encargarme de prote-ger a todo el mundo. Para mí, la oferta es más chantaje que otra cosa,pero tuve que aceptar. Eres un poco cabrón...

Andernach en el desvío nueve de la A59 y finalmente, arrima-mos en Neuwied, otro de los objetivos a limpiar. La entrada fue si-lenciosa; nadie apareció para recibirnos, fuese infectado osuperviviente. Con los camiones aparcados frente a un hospital,avanzamos hasta la calle principal, Engerser Landstraße, donde vol-vimos a poner en marcha la táctica anterior.

Sin acordonar el lugar de C4, permanecí junto a Zack, oculto enuna terraza bien amplia. Con el material dispuesto, el coronel lanzóvarios tiros al aire, aunque la sorpresa surgió al no aparecer ni unenemigo. Una ciudad fantasma, abandonada hasta por sus propioshabitantes. Un cargador se agotó con la intención de atraer hostiles,sin embargo, la situación siguió igual.

—¿Por qué no vienen?—No puede ser, alguien debe haber...— Musitó Edward y su res-

puesta fue contestada al instante con varios temblores de tierra, loscuales denotan la proximidad de un Espécimen. Nos reunimos enmitad de la calle y las súplicas fueron alzadas. Vamos de nuevo...

ESPÉCIMEN

522

—¡Mire eso, señor!— Al final de la avenida se observa una granmole oscura que se acerca a toda velocidad y su imagen se hace másnítida. La desgracia cae sobre mi alma al descartar un YH56U. Esalgo peor, aquel quien fue arrastrado también por el Rin, RZ36C...¡Coño!

Al igual que en Estrasburgo, el Espécimen arrimó con estruen-dos en el asfalto, presentando el inmenso esqueleto vertebral en sudorso. Las múltiples anclas no dieron tiempo de reacción; trataronde agarrar a los soldados. Manteniendo mi promesa, rechacé el ata-que y aparté a los militares del campo de batalla, aconsejándoleshuida inmediata. Sólo Zack se resistió a correr, siendo cogido porHarold y desapareciendo en la esquina.

—“Eres picadillo, TH49A.”—“Puedes retirarte o ver tu fin, RZ36C. Tú decides.”Te voy a mandar a comer pollas, que lo sepas. TH49A, procede a des-

truirlo...Ni que fueras, Jigsaw, TH49A. A lo mejor lo has intimidado; los

repentinos empeños en cogerme no resultaron. Con las enormesvértebras cubriendo la espalda, la opción se divisa en su abdomen,protegido por las anclas. Sin la Hydra, debo arreglármelas manual-mente, como a mi Espécimen le gusta. Esquivé las embestidas, re-cibiendo las casas y edificios tremendos golpes y la mayoría,convirtiéndose en ruinas y escombros. Esta vez no hay agua parahacer resbalar al enemigo, aunque no hace falta.

Tomé un par de brazos próximos a la cabeza y con todas misenergías, los arranqué, brotando una inmensa fuente de sangre de lasheridas. Aprovechando ese momento, colmé el cuerpo de cortes yfisuras, observando en la columna vertebral, al fondo, la gran masanegra y roja que es el RZ36C.

—“Es inútil.”La imponente voz retumba en mi cabeza y las anclas costales me

agarraron de pies y manos, volteando y lanzándonos por el aire con-tra una panadería. Atravesé el local hasta salir a la calle contigua, sin-

ALBERTO BURGOS SORIA

523

tiendo la presión de mil punzadas. No dejé pared sin boquete. La lá-mina reforzadora que es mi piel evitó el dolor de los cristales y frenóla caída. Sin avisar, el adversario terminó la demolición del lugar y mecogió de nuevo, golpeándome contra el asfalto, de un lado a otro.

Mi interior vibra, cruje y el TH49A no actúa. Los huesos co-mienzan a romperse en mil pedazos y las fracturas son acentuadas.Protegí mi cabeza con los brazos. De pronto, el antebrazo izquierdono resistió más embates y la cabeza del cúbito se descubrió tras elcodo, emanando consigo gran cantidad de fluido azul oscuro.

El dolor es insoportable, pero fue el principio de la desgracia. Elhúmero tampoco aguantó y el miembro izquierdo dejó de otorgarmovimiento. La caja torácica es la siguiente en sufrir acometidas,pero no conseguirás romperme todos los huesos, hijo de puta...

—“Ha llegado tu hora, hermano...”Una explosión resonó de fondo y asestó un golpe mortal al Es-

pécimen, el cual cesó su actitud de aplastarme contra el asfalto. Unligero olor a carbón trajo el aire en su seno. Me han salvado la vida,tiene pinta de carga RPG. ¿Son los militares? Seréis inoportunos, osva a matar...

—¡Hay otro para ti!— La voz del mayor Von Krormar. Largaosde aquí... Malditos testarudos...

Ni el TH49A puede remediar las lesiones en segundos. Tomépostura con multitud de pérdidas de equilibrio y fijé mi vista el ex-tremo de la calle. Mark, Zack y ambos oficiales cargan otro explo-sivo en el cohete, siendo los dos últimos, salvadores. Las terriblesmagulladuras no cesan el drenaje de oscura sangre y el dolor au-menta exponencialmente. No obstante, debo luchar, acabar con élde una maldita vez. El joven corrió a ayudarme y cogiendo el hom-bro sano, nos alejamos del adversario.

—¡Déjame, tengo que rematarlo!Sosteniendo el brazo herido, aparté a Zack y sin control, me subí

a la espalda del RZ36C. Ante la imposibilidad de usar las dos manos,las anclas secundarias se clavaron en la escamosa piel del Espéci-

ESPÉCIMEN

524

men y abrieron una gran brecha, desde la cual divisé al maldito ca-brón, retorciéndose en el destrozado esternón.

Aunando el fervor en la parte derecha, metí los dedos y cogí alenemigo por la cabeza. Extendiendo con brío, lo despojé de su hués-ped cadavérico, estrellando al ser en la fachada de unos apartamen-tos. La carne hospedadora fue abatida en el asfalto y me desploméen el asfalto, cerrando los ojos y apretando los dientes del dolor. Po-bres huesos, que casi me los hace añicos.

—¿Se encuentra bien, doctor? ¿Puede andar?¡Dejadme en paz, joder! Con vosotros en medio, no puedo pensar bien.

Vamos, que no os necesito para nada, hombre... No soy un puto niño pequeño.El RZ36C continúa revolviéndose enfrente, sin ganas de morir.

Me arrastré con intención de acabar su sufrimiento. Cogí el RPG ysin piedad, propiné un fortísimo estacazo en el cuerpo mayor, sal-picando los fluidos verdes y naranjas de su interior. Las anclas en-tran en rigor mortis y con arcadas tomé aire, expulsando piedras ypolvo por la boca. Me quité la camiseta y tanteé mi pecho, notandoal TH49A muy alterado y la taquicardia del corazón. El otro ofreciómenos resistencia...

—¡Traed una camilla, rápido!—Tranquilo, doctor, te vas a poner bien...— Bueno el optimismo

que tienen conmigo, a pesar de observar las dislocaciones de mibrazo izquierdo, como el saliente blanco que es mi cúbito.

—Os dije que huyerais...—Nunca se debe abandonar a un camarada, jamás.—“Haré lo que pueda.”Ante la mirada atónita de todos, el hueso del antebrazo comenzó

a retroceder hacia su posición normal, contrayéndose los músculosa la vez. Gran cantidad de calor se desprendió de la fractura; los bor-des lesionados fueron erosionados, dejando a los lados una especiede costra oscura. La piel fue tensada y varias capas celulares nuevasrellenaron de inmediato la fisura, sin dejar cicatriz ni signo de acci-dente. La zona del húmero recurrió de igual forma, reparando rápi-

ALBERTO BURGOS SORIA

525

damente. En pocos segundos, recuperé la movilidad del brazo alcompleto, pudiendo flexionar el codo y la muñeca.

—Gran trabajo, TH49A.—“Hay que crear nuevas estructuras.”—Haz lo que creas conveniente.—No ha quedado ni rastro... ¿Está bien, doctor?— Susurró el

coronel un poco asustado de la visión anterior. Más que tú, sí...—¡Mejor que nunca, señores! Gracias por vuestra ayuda.—Eres una máquina de matar, doctor. Ojalá se quedase con

nosotros...— La admiración de los soldados es tal que algunos mepidieron un Espécimen como el mío. Las risas retumbaron en el áreay regresamos a los vehículos, debatiendo mi táctica de combate. Gra-cias, señores.

Cinco y cuarto de la tarde. Bendorf, villa colindante a Neuwied;nada de nada. Seguimos hacia delante por la misma vía para alcan-zar otro objetivo a limpiar, Koblenz. Esta ciudad la conozco, exac-tamente por el abuelo de JuanXo, el cual poseía un par de cortijosen las orillas del Rin. La misma situación que en Bohn, el río deja lalocalidad en dos zonas, escogiendo sanear el área este.

Aquí no hubo dudas ni ambigüedades. Zack y yo volamos en milpedazos uno de los puentes principales, Brückenstraße, cayendo a lasaguas cientos de infectados que rondan por la plataforma. Mientrasderruíamos la conexión, los demás hicieron frente a los enemigos delas orillas, llegando miles y miles por cada minuto que transcurre.Munición hay de sobra; visitamos armerías en Leutesdorf y en Ben-dorf.

Un tanto maniático me uní a la lucha, cortando miembros y ca-bezas a diestro y siniestro. En aquella batalla se desató la locura,arrastrando también un YH56U casi transformado, el cual no duróni más de cinco minutos. Sin recibir fuego de apoyo, salté sobre suprominente cerebro y me deslicé sobre cuello y pecho, abriendo eltórax con mis garras y haciendo acto de presencia, el Espécimen.

El tamaño no es grande, pero lo suficiente para producir varias

ESPÉCIMEN

526

quemaduras al cogerlo del cuerpo mayor. Separado del huésped ychillando de agonía, incrusté las manos en la cabeza, salpicando elasqueroso fluido verde amarillento. La sorpresa de los soldados fueunánime; el tiempo es oro.

—Impresionante, doctor...—Vámonos, no hay más tela que cortar en esta ciudad.El miedo reinó en sus cuerpos, sin dirigirme palabra durante el

trayecto hacia la gran urbe de Mainz. Registramos Lahnstein y Bop-pard a fondo en busca de armamento, hallando con suerte muni-ciones y armas nuevas. Mi afán por las escopetas me hizo tomar unaBenelli XM1014, la cual, siendo automática, el peligro entrañado esmayor. No os preocupéis, la Hydra sigue siendo mi preferida. Re-postamos los tanques de gasolina hasta arriba y tomamos un pe-queño descanso en un supermercado.

La mayoría se abasteció con toneladas de comida, y mientrastanto, Edward y yo urdimos nuevas estrategias de combate. La nochearrimó a las ocho y media; el momento justo de partir. En la estre-llada bóveda se distinguen perfectamente las constelaciones y variasimágenes de mis hermanas y JuanXo abordaron mi mente con las tí-picas preguntas de su estado y paradero. Lo que más me intriga essaber si mi compañero y María están en España. Con más tres se-manas de viaje, la evidencia supone que sí, o a lo mejor me esperanen algún lugar.

—Dime una cosa, Zack. ¿Cómo es que alguien tan joven comotú está en el ejército? ¿No has estudiado en la universidad?

Odio a la gente que por no estudiar, entra en el ejército. Alguien sin estudioses como bocadillo sin pan, una mierda...

—No, doctor. Vengo de una familia pobre y mi madre no quisoque estudiara, de modo que estuve trabajando en los campos de agri-cultura hasta que recibí una carta de la Armada, donde me ofrecie-ron un puesto en sus filas. La vocación gustó a mi padre y tras hacerlas pruebas, fui instruido en el cuerpo de francotiradores y espías; yaquí estoy.

ALBERTO BURGOS SORIA

527

—Zack fue de los pocos que superó el campo de entrenamientoen menos de un minuto y el coronel Wölmer se fijó en él. Sin sus ha-bilidades, muchos de los nuestros habrían caído antes de volver lavista.— El compañerismo es componente esencial de la personali-dad humana. Ronny y Sam lo cogieron y comenzaron a bromearcon gestos como raspar la cabeza con los nudillos o tapar los ojos.El instinto de la niñez es una sustancia que nunca se pierde.— Eresnuestro hermano menor.

—Soldados, dejad el cachondeo. Mainz es una gran ciudad y nocreo que lo tengamos tan fácil como antes.— Se recobró el silencioy Edward sacó el mapa con los objetivos. Lo extendió y señaló Es-trasburgo.— Recordad que pronto vamos a abandonar a nuestrodoctor...

—¿Por qué no puede quedarse más tiempo, señor?— InquirióWalter a la vez que parpadea. Ninguno de la tropa quiere mi reti-rada. Se sienten más protegidos con mi presencia.— Es el as bajo lamanga contra los enemigos.

—Tiene asuntos que resolver y no se hable más.— Sentenció elgeneral, guardando el plano y recogiendo su arma.

Kestert, Oberwesel y Lorch. Siguiendo los paneles indicadores,pasamos junto a esas poblaciones sin abandonar la carretera; Mainzse halla a un paso. En Wackemheim tuvimos problemas con variosinfectados que quisieron amarrarse al convoy; fueron repelidos conhabilidosos giros de volante de los conductores Dylan y Tony. Seavistan las bienvenidas a la gran ciudad y preparamos el armamento.Con la escopeta colgada del hombro, salí el primero del vehículo yen plena noche, avancé con Zack y Edward en la retaguardia.

El ambiente es el mismo que en Koblenz, ni un alma o enemigo.Por la avenida Saarstraße anduvimos durante más de quince minu-tos hasta ver una gran edificación al fondo. Según las indicaciones,es la famosa universidad Johannes Gutenberg. En silencio, conti-nuamos la marcha. ¿Pero qué cojones? Un estruendo provino deaquella zona y una nube de polvo segundos después nos hizo man-

ESPÉCIMEN

528

tener la alerta. La evidencia apunta a un Espécimen que está siendoatacado. ¿Es eso posible?

—¡Vamos a ver!Por la calzada, avanzamos a paso ligero, con el sitio aumentando

de tamaño y nítido. Los estrépitos se intensifican y observamos elderrumbamiento, en gran parte, de la universidad. Una dura batallaestá teniendo lugar y uno de los adversarios no parece estar a la al-tura del otro. Ante las puertas principales de la institución, una figuragrande se levanta y cae sin parar, mientras una sombra más pequeñase defiende de los ataques enemigos.

De repente, una explosión y varias llamaradas alumbraron elcielo; el ser más grande fue abatido finalmente. Atravesando la in-mensa nube de cenizas y polvo, divisé a lo lejos un hombre. Aquelindividuo carece de armas y su larga melena oculta su cabeza ytronco. ¿Quién es aquel tipo? Me da miedo...

—“Cuidado.”Una fuerte opresión noté en mi cuello y el mismo individuo, con

una rapidez inaudita, me agarró y levantó del suelo varios centíme-tros. Reaccionando a su agresividad, corté la mano que dolor meproduce, apartándose el adversario unos metros y levantando la ca-beza. ¿No es un infectado? ¿Un Espécimen a punto de desarrollarsepor completo?

Cuando los compañeros militares acudieron al lugar, alumbraronla escena y apuntaron al extraño tipo. Su rostro denota rasgos dehumano normal, pero el leve tono azulado de la piel corrobora mishipótesis. Con los ojos cerrados, trató de articular palabras, tomandoese gesto los soldados como una amenaza.

¿A qué viene todo esto? ¿Están saliendo dobles o es que alguien ha conse-guido unir un humano con un Espécimen? Si es así, parece que no soy el único...

—¿Quién coño eres tú?—No... No deberías... Deberías estar... Aquí. La carta...—¿Qué quieres decir? ¿Qué sabes de la carta?

ALBERTO BURGOS SORIA

529

—España... España...— No se te entiende y menos con el tarta-mudeo. Walter no esperó más tiempo y abrió fuego. Esquivó losproyectiles con facilidad y se alejó, señalándome con el muñón san-grando y pronunciando el nombre del país hasta desaparecer en laoscuridad.

—Id por él, muchachos. ¿Le conoces, doctor?—No vayáis, ha escapado.— Tercié mientras me froto la gar-

ganta. Las piezas han dejado de encajar. ¿Se refiere a la carta de midespacho? ¿España?— Veamos a qué coño se enfrentó ese tipo.

Increíble. La masa carbonizada corresponde a un YH56U degrandes dimensiones, el cual presenta múltiples signos de abrasionesy cortes muy profundos. Según la visión, el individuo se ha cebadocon su adversario sin llegar a matarlo, hasta un punto en el cualacabó por incinerarlo. Bombonas de butano observo desparramadaspor el área.

¿Un hombre racional que no ha sido doblegado por su Espéci-men? Imposible, no robaron los benéficos. No hay lógica de dondepartir. El TH49A identificó un Espécimen en su interior, aunquesin reconocerlo. Alega que no es uno de sus hermanos. El argu-mento significa una cosa, o quizás varias. Apareamiento o combi-nación mutua entre los Especímenes, creación de nuevas seriesdistintas a las mías por parte de JC. Mucho se puede barajar en estaocasión. Sin embargo, algo es cierto, ese hombre no tiene intenciónde ayudar. Por su manera de actuar, se diría que es solitario, pero suaspecto es de lo más siniestro.

—¿Qué hacemos ahora, coronel?—Volver e informar de lo ocurrido al Mayor. Me parece que

nuestro trabajo aquí ha concluido, soldados.Si ha acabado con el YH56U, por donde hubiera pasado, no ha-

bría dejado nada ni nadie con vida. Los infectados que hubieran te-nido el valor de interponerse en su camino, los habitantes de Mainz,deberían estar muertos. El entorno se complica más y empiezo aestar muy harto.

ESPÉCIMEN

530

Resumiendo, algún puto Espécimen, mío o de JC, ha decididosalvar a un desgraciado de la muerte y convertirlo en un salvaje paramatar zombies y congéneres. Sin embargo, mencionar la carta y Es-paña es el primer problema a resolver. ¿Qué relación hay en estetriángulo? Temo que nada bueno...

—¿Estás diciendo que ese tipo se ha cargado la ciudad...?—Es posible. No obstante, ésta y todas aquellas por las que ha

cruzado.—¿Sabes quién es, doctor?— Evidentemente, no. Mi cuestión se

posa en el Espécimen que porta mi amigo, irónicamente. No im-porta cuántas vueltas dé al asunto, no hay aclaración posible.

—Dejemos las preguntas y centrémonos en la misión. Si lo quedice es cierto, doctor, marcharemos de inmediato a Worms. Reco-ged el material y traed los vehículos.

¡No entiendo nada! La puta carta, el RZ36C, aquel tipo... Meestoy cabreando y no respondo de mis actos. Fuerte dolor de ca-beza empieza y deserté la universidad con Zack pegado a la espalda.Tantas cuestiones en el aire, miles de incógnitas, sucesos a centena-res y no ha pasado ni un puto mes. De la pandemia voy a salir filó-sofo, sin duda.

Los soldados, inquietos por lo que han visto, estuvieron todo eltrayecto debatiendo la identidad del individuo, evitando mi relaja-ción, llenando la tertulia de estupideces e ironías. Sólo el coronelWölmer guarda silencio; seguro que planeando estrategias para li-brar Worms. Sin embargo, algo me dice que allí no vamos a encon-trar nada, salvo infectados muertos y algún que otro Espécimencadavérico.

La madrugada está en su punto álgido. La oscuridad se hace pa-tente y la distancia hacia el siguiente objetivo se reduce poco a poco.Ganar fuerzas con un poco de fruta y palmeras, relajar el entornocon anécdotas y conversaciones agradables. Veinte, diez y hemosllegado a Worms, desolada y parcialmente desierta ciudad que en laantigüedad fue azotada por un golpe de los radicales independistas

ALBERTO BURGOS SORIA

531

hace dos años. Flores y tumbas a lo largo del arcén, símbolos deaquellos que dieron su vida en aquella ardua batalla. Recuerdo quea mi sobrino Darius le enviaron una petición para unirse a la guerra,pero intervinimos a tiempo para salvarlo de una muerte segura. ¿Dequé sirvió?

Los soldados presentan signos de tristeza y melancolía. Ekrosparó el convoy y se dirigió a la tumba de su hermano Römek, aba-tido en aquel fatídico acontecimiento. No fue el único. Sam, acom-pañado de Walter, fue a la lápida de su esposa Lindsey, la cual, siendoperiodista, pereció por una mina. El mes de agosto siempre será re-cordado por todos los alemanes, sea para bueno o para malo. Noabrí la boca; hay que dejarlos expresar sus emociones y sentimien-tos.

El mayor Harold avistó la ciudad con los prismáticos y, agudi-zando el oído, intentó escuchar indicios enemigos. Ni los búhos seoyen. Está muy tranquilo, a excepción de los militares, cuyos la-mentos crean un contexto bastante melancólico. Entre la infeccióny el pasado, el sufrimiento es inmenso e irreprimible

—No hay que rendirse, señores.— Con los manos cruzadas, Ha-rold se situó frente a sus súbditos y sonrió forzosamente.— Sé cómoos sentís, de modo que hago bien en decidir saltar este objetivo parapasar a Mannheim.

—Gracias, Mayor.— Sonaron las voces al unísono.Familias destrozadas, personas al borde del suicidio... ¿Las va a mandar al

cementerio donde murieron sus seres queridos? Por mí no...Generosa y adecuada decisión. Da igual que esté repleta de in-

fectados o no, mejor evitar malos recuerdos que batallar en un lugarmaldito y lleno de familiares muertos. Mi joven amigo negó con lacabeza y subió al camión seguido de los demás. Sin paradas. Las ciu-dades cercanas fueron también arrasadas, Bürstadt, Lampertheim...Un hervidero de muertos y recuerdos pasados.

Cruzamos el Rin para coger la A67 y A6 en dirección a la fron-tera francesa. Me voy acercando a Estrasburgo, mi alegría es expre-

ESPÉCIMEN

532

sada en varios momentos. La desesperación entre compañeros esmás grande y muchos se preguntan qué será de ellos sin mí. Vista laforma que tienen de actuar y luchar, se las apañarán bien solos. Cua-renta minutos y aparecieron las primeras casas y calles de Mann-heim. Algo raro sucede aquí, las farolas tienen luz y la mayoría de lastiendas también.

—No os fiéis, puede ser una trampa.— Advertí al observar va-rios infectados en mitad de la calle. Con disimulo y oculto en lassombras, acabé con ellos de varios puñetazos en la cabeza.— Lomejor es ir en silencio. Que los conductores lleven los camiones a laotra punta de la ciudad. Evitaremos que nos descubran por el ruido.

—Creo que no será necesario, doctor... ¡YA ESTÁN AQUÍ! ¡ASUS POSICIONES!

—¡Zack, conmigo! Cubridnos para llegar hacia aquel bloque depisos.— A la izquierda, casi a doscientos metros, hay unos aparta-mentos con balcones perfectos para que mi joven amigo ejerza supapel.

Bajo fuego aliado atravesamos las líneas enemigas, saltando a lasterrazas. Rápidamente, armó el rifle francotirador y empezó a ofre-cer apoyo balístico mientras me ocupo de los infectados provenien-tes de casas vecinas.

La primera oleada acabó con la baja de Karl, soldado del escua-drón Alpha. Nadie se ocupó de él, aunque no pidió ayuda. Entrenosotros, no hay un médico y sólo hay ojos para los zombies. Losgritos de agonía fueron rápidos, los zarpazos recibidos en el tóraxterminaron con su vida en cuestión de segundos. Aunque las gra-nadas aliviaron por minutos la tensión de la batalla, el número de ad-versarios se incrementa velozmente. No podemos ganar esta vez,moriremos si no hacemos algo...

—Arrancad los camiones, no debemos seguir aquí más tiempo...—¿Qué dice, doctor? ¡NO SE MUEVAN! ¡ES UNA

ORDEN!— Harold no está dispuesto a admitir la derrota y obligaa su séquito a continuar disparando.

ALBERTO BURGOS SORIA

533

—¡Está loco! ¡Los va a mandar al corredor de la muerte!—¡CÁLLESE! ¡Usted no da las órdenes aquí!— Ha perdido el

juicio por completo. Los combatientes no saben a quién hacer caso,si a su jefe o a un científico. Los adversarios aumentan y faltan mu-niciones...

Tomé a Zack de la cadera y en la caída al asfalto, aplasté a variosniños infectados que abandonan el edificio. Corrimos hacia lostransportes y mientras el joven los arranca, traté de convencer a losmuchachos para la retirada. La pasividad de mis mandatos sobre elpersonal de mayor Von Krormar hizo mella en el escuadrón del co-ronel Wölmer, quienes sí abandonaron la lucha y subieron a la partetrasera de los vehículos. Es imposible contener a miles y miles deenemigos, esto no es Bohn ni Königswinter...

—¡VUELVA AQUÍ, CORONEL! ¡LE ORDENO QUE NO SEVAYA!— Grita Harold con los ojos desorbitados.

—Lo siento, Mayor, pero prefiero mantener la vida que arries-garme a perderla en una guerra inútil.— Buena sentencia, amigo, lacual cabreó más a su superior.

—¡NO DESOBEDEZCA, CORONEL!— El rostro se tornade un rojo intenso y las manos tiemblan con fuerza, dispersando lasbalas.

Varios infectados se abalanzaron sobre los militares que se hallanfuera. Con un gran machete de guerra, Harold avivó su furia contralos zombies y pidió con insultos que ayudásemos. Ante peticionestan malsonantes, Walter apretó el acelerador con brusquedad, que-mando rueda e inundando el aire de pestilente y denso humo negro.

Conforme nos alejamos, los tiros son menos sonoros, pero derepente, varias balas rozaron mi cuerpo. La mayoría impactó en miabdomen, sintiendo pequeñas presiones y dolor general. ¿Qué estápasando ahora?

—¡SI NO SOBREVIVO, NADIE LO HARÁ!— De fondo, lavoz cohibida y temerosa de Harold justifica los intentos de acabarcon sus compañeros. Tal es la paranoia del oficial que no cesó su

ESPÉCIMEN

534

fuego contra el camión.— ¡A LA PATRIA NO SE LE TRAI-CIONA!

Hijo de puta eres, Harold. No creas que tu instinto patriótico te va a sal-var... Estúpido ignorante.

Escudo humano, recibiendo los proyectiles hasta que, al disiparsela humareda, se detuvo la ráfaga de disparos. Observé con dolor algeneral siendo abatido por dos enemigos, los cuales comenzaron amorder su cuello y brazos. Retomando fuerzas y aire limpio, metumbé y quité la bata ensangrentada, contemplando en mi piel agu-jeros que poco a poco van cerrando. Sin el TH49A, me habría acri-billado y estaría como un colador.

La pandemia incrementa la ira e insensatez, quizás más la últimasi se controla la primera. Nuestro rumbo sirve a los órdenes de Ed-ward o mías. Con ganas de llegar a mi destino, seguimos la A6 y A5hacia Karlsruge, objetivo final de la misión y donde podría conti-nuar mi viaje solo, ante el consentimiento del coronel.

—Nunca creí que fuese tan maníaco. Gracias por reaccionar ysalvarnos de los disparos, doctor.— Susurró Wölmer con la afir-mación de sus súbditos.

—No hay nada que agradecer. Hay aprender a salvarse solo...—Sentencié mientras mis ojos se posan en los agradecidos soldados.

En mi tórax y vientre se distinguen los impactos balísticos. Segúnpalabras del TH49A, los proyectiles encajados serán disueltos y des-pués, expulsados. Dicho y hecho. Los agujeros cicatrizaron sobre símismos y en un par de minutos, como si nada hubiera pasado. Losdemás no se inmutaron de la visión. Han visto otra peor, la del an-tebrazo.

Karlsruge para terminar la misión encomendada al escuadrónGamma. Varias horas pasaron hasta alcanzar el objetivo a sanear,tantas que el amanecer hizo su aparición en el cielo. Hay tramos dela Autobahnen que son prácticamente imposibles de cruzar y la A5se halla, en su mayoría, con profundos baches y grietas, de modoque el retraso es evidente.

ALBERTO BURGOS SORIA

535

—Muchachos, aquí no quiero fallos. Hemos perdido a varioshombres, pero no importa. Nosotros nos valemos para concluir lasórdenes.— Sentenció justo al pasar los carteles que rezan la bienve-nida a la gran ciudad. Cada uno agarró su arma y Ekros preparó lasbombas y granadas restantes. Para tener algo más de cobertura, Zacky Sam prepararon algunos molotov con las botellas de alcohol y be-bidas que encontraron por la cabina.

Sin un punto desde el cual comenzar la limpieza, anduvimos porlas lúgubres, alumbradas y desiertas calles. Los vehículos no se se-paran de los talones, evitando hacer ruido y ahorrar el máximo degasolina; los tanques a menos de la mitad. Los raíles de la línea dealta velocidad fueron tomados como guía para alcanzar una esta-ción. El nombre de la calle situada al lado alivió el pesar de mi co-razón. Avenida Ettlingen... Esa ciudad fue atravesada cuando nosdirigíamos a Estrasburgo. Ya tengo la ruta trazada, sólo falta ayudarpor última vez y continuar mi viaje.

—Volvemos a las andadas. Abrid los ojos y disparad a cualquieraque esté contagiado. ¿Puede ver algo, doctor?— Alzó la voz Edwardcuando escalé a un tejado para observar la situación que se presentaen la mañana.

—Hay multitud de enemigos en un parque, al norte. Y en losdesvíos hacia la A5 veo más muchedumbres...— Rápidamente, losfusileros sacaron las pocas bombas de C4 y empezaron a desple-garlas por las aceras. La separación entre ellas es mayor, de modoque no veremos la masacre de Königswinter, pero sí algo parecido.

Zack cogió una carabina modelo SCAR—H y montó una mirainfrarroja, pudiendo detectar mayor cantidad de enemigos a distan-cia. ¡Qué inteligencia posees! La distribución de personal no varió.El joven soldado y yo en los tejados, portando además los cóctelesmolotov en caso de máximo peligro. Sam y Walter aparcaron los ca-miones en la villa de Rüppurr, a un kilómetro y medio de Karlsrugey se unieron. Ronny sacó las granadas y las repartió.

ESPÉCIMEN

536

A la hora de elegir un cebo que atrajese a los infectados, Dylanse ofreció voluntario, sin dudar. Desapareció en el interior de la es-tación y al cabo de unos minutos, el aire fue cortado por varias rá-fagas de disparos. Desde nuestra posición, contemplamos con levesrisas al militar corriendo calle abajo, trayendo consigo una inmensamasa de infectados con ganas de satisfacer su sed de sangre. Estásmuy loco...

—Recordad, hasta que Dylan no regrese, no accionéis las bom-bas. Abrid fuego con cuidado y dadle espacio suficiente.— Ordenóel coronel. Las armas lanzaron sus proyectiles y observé varios ad-versarios caer en el asfalto.

Ahí va el atleta más valiente del mundo...Dylan corre frenéticamente a la vez que ríe fuertemente. Se te ve

confiado; sabes muy bien que tus compañeros son los mejores y se-guramente no fallarán. Desde arriba, Zack acertó cabeza por cabezamientras prendo fuego a las botellas con el mechero de Ekros. Encuestión de segundos, la mole alcanzó la zona de bombardeo. Alpasar nuestro compañero justo enfrente de nosotros, arrojé los mo-lotov al asfalto, provocando una barrera de llamas que chamuscó alos enemigos que lo persiguen.

Lejos, se escuchó la voz del coronel, obligándonos a salir delradio de detonación. Recorrimos el tejado hacia la calle de al lado.Sin nadie para sacrificar, Walter pulsó el botón del mando; llegandoDylan a un refugio seguro. C4 activadas a la vez y casi con la mismaintensidad que en Königswinter, se produjo una explosión tremenda.

Los edificios temblaron de la onda expansiva y salpicaron litrosy litros de sangre humana. Las estructuras débiles cayeron sobre elasfalto y el eco resonante ensordeció oídos. Grandes nubes de polvofueron levantadas y la mala suerte hizo que pedruscos golpearan aTony y Sam en la cabeza. Ni un grito o bramido enemigo, nada. Wal-ter fue el primero en celebrar el éxito. Vaya masacres llevo presen-ciadas...

ALBERTO BURGOS SORIA

537

—¡Toma explosión! ¡Lo hemos conseguido!— Vociferó el sol-dado, lanzando disparos al cielo y recogiendo a sus amigos del suelo.

—A este paso, acabáis con todas las ciudades de Alemania...—Ya me gustaría a mí, doctor. ¿Dónde está la cobaya?— Pre-

guntó, observando los alrededores a la vez que los demás recuperanpoco a poco la consciencia.

—Por poco me despedazáis, cabrones.— Dylan asomó por la es-quina de una tienda de ropa, lanzando varios cargadores a Ronny ysonriendo de la hazaña conseguida. Increíble, no presentas rasgu-ños de infectados o heridas graves, sólo magulladuras y quemadurasleves. Sin embargo, jadeas como un jabalí, la carrera suicida que hashecho es digna de admirar.

—¡Ven aquí, hijo de perra!— Tony lo tomó sobre los hombrosy fue paseado por las ruinas como un héroe. Te lo mereces y muchomás. Me aparté de la fiesta y tuve una breve reunión con el coronelWölmer.

—La hora de la despedida. Doctor, ha sido un honor tenerloentre nosotros. Le vamos a echar mucho de menos... Gracias por suinstinto salvador.— Expresó Edward con los ojos al borde del so-llozo. Sonreí abiertamente y estreché su mano mientras sus soldadosvienen de la celebración. Las anclas no fueron menos.

—Servir al ejército es el deber de un patriota, coronel. Le deseotoda la suerte a usted y su escuadrón de grandes y bravos guerreros.

—¿Tenemos que dejarlo ya, doctor?— Los militares me rodeany expresan a la vez sus agradecimientos. Comenzando por el intré-pido Dylan, los abracé hasta acabar con el coronel, quien se mostróalgo reacio al gesto de despedida, pero al final, accedió.— Nunca teolvidaremos.

Echaré los papeles para entrar en el ejército, si es sólo por veros... Resistid,señores.

—Recordad estas palabras. Precaución, reacción y acción. Cum-plidlas y os aseguro que volveremos a vernos y os invitaré a unascopas...— Sentencié ante la pregunta de si me verán alguna vez más,

ESPÉCIMEN

538

planteada por Raymond. La tristeza es patente en sus rostros, perouno destaca por encima, el joven Zack. La amistad que hemosdesarrollado provoca lágrimas.

—Doctor... Es usted increíble. Ojalá lo vea hasta que muera...—La frase quedó cortada ante fuertes estrépitos provenientes del sur.¿Los vehículos tal vez? Corrimos avenida abajo, aunque adelanté ca-mino para comprobar con rapidez el origen de los estruendos.

Evidente, el ruido viene de la villa de Rüppurr. En cinco minu-tos, arrimé en el lugar del suceso. Dos ruedas de un camión han ex-plotado. Al volverme, el susto inundó mi corazón. Centenas deinfectados tienen su vista fija en mí y están dispuestos a dar guerra.Joder, joder... ¿Cuál es vuestro propósito?

Al oírse de fondo la voz de Edward metiendo prisa a sus mu-chachos, la muchedumbre dio la espalda, subiendo calle arriba. Yaentiendo, su objetivo son ellos, no yo... ¡Hijos de puta! Debo avisar-les como sea. Recuerdo que hay un megáfono en la cabina del Pe-gaso. No me equivoqué. Lo puse a todo volumen y grité con fuerza.

—¡TENED CUIDADO! ¡VAN INFECTADOS A PORVOSOTROS! ¡MARCHAD CUANTO ANTES HACIA ESPAÑA!—Escucharon perfectamente, o por lo menos, el OK que resonó en elaire lo indica. Comienza por segunda vez mi viaje. Tomé la motodel camión y arranqué sin volver la vista atrás, deseándoles toda lasuerte existente para sobrevivir a la pandemia.

Dos horas y media más tarde...El sol se encuentra casi en su cénit. Maldita sea, no debí aban-

donarlos. Supervivientes militares y los dejé a su suerte; los presentésin piedad a la muerte. Ojalá hayan escapado y ahora estuvieran decamino a España. En cambio, sigo mi trayecto en solitario, cual unahoja flotando sobre el mar y muy cerca de la costa. He pasado Et-tlingen por la avenida que comunica esta ciudad con Karlsruge yvoy aproximándome a Sinzheim.

No paro de pensar en ellos. Edward, Dylan, Walter... ¿Los volveréa ver vivos? ¿Hice bien en no ayudarlos? Vuelvo a repetir que mi

ALBERTO BURGOS SORIA

539

objetivo es reunirme con JuanXo y María, pero no implica llevarlosal infierno de cabeza.

El piloto rojo, falta de gasolina. Seguro que en esa localidad hayalguna estación de servicio. Con XM1014 entre manos, asesté variosdisparos a infectados de los alrededores, resoplando del calor que derepente hace. Me siento cansado, o mejor dicho, al borde del sueño.Pero debo resistir, aunque sea hasta Willstätt. Aceleré a tope paraarrimar en el menor tiempo posible. Las doce y he atravesadoAchern a su paso por la A5.

Aquí tomé algunas provisiones que disminuyeron la fatiga. Fi-nalmente, a las una y media, observé los carteles de proximidad a laciudad y la frontera francesa. Tantos días de caminata, Especíme-nes por todos lados, infectados a millares y supervivientes testaru-dos como el Mayor Von Krormar. Escupí en el suelo de mentalizarsu imagen. ¡Intentar asesinarnos por no ayudar a librar una guerraque estaba perdida de antemano! Da mucha rabia, de verdad.

Entré en el desvío E52 hacia Estrasburgo y accedí al este deWillstätt. Un pueblo totalmente desierto. Normal, había pasadoantes y mitad de los enemigos cayeron abatidos por nuestras manosy armas. El sueño presenta graves signos y aparqué frente a unatienda de ropa. Que no se me olvide dónde estoy, calle Haupstraße.

A saco en el bloque y, asesinando a una joven con aspecto deprostituta, subí al único apartamento de la primera planta. Una niñase abalanzó sobre mi espalda, pero al clavar los dientes, mi dorsometálico le provocó la rotura de toda la dentición. Sin prestar im-portancia, la desnuqué con ayuda de las anclas claviculares y lancé elcadáver escaleras abajo.

El 1ºC se encuentra con la puerta abierta, o dicho de otra forma,desencajada de sus goznes. Registré la casa sin hallar a nadie, demodo que me tumbé en el sofá y bajando un poco las destartaladaspersianas, cerré los ojos, dejando a mi mente trabajar y organizarsetranquilamente. Lo he conseguido... ¡Por fin!

—“No creas que esto ha acabado, León. La pandemia no hahecho más que empezar y...

ESPÉCIMEN

540

—Ha sido todo un honor tenerlo con nosotros, doctor...—¡Sólo hay una forma de salvar a JuanXo! Si no le inyecto el Es-

pécimen, morirá sin más remedio...”—¡NOOOOOOOOOOO!—“¿Qué ocurre?”El sueño es una necesidad humana básica, pero estoy harto de que en mí no

se cumpla. A este paso, el insomnio se va a apoderar del TH49A...—Nada, TH49A, nada...— Putas pesadillas. No consigo dormir

bien desde que la infección comenzó. Es un principio de insomnioo mal organización de pensamientos. ¡Yo que sé! Mira que soñar conla muerte de JuanXo, hay que tener malvada voluntad.

Bostecé con desdén y me levanté del cómodo sillón. Siento micuerpo renovado, frescor interior y mucho ánimo. Las imágenes delos soldados no consiguieron entristecerme. Saber que estoy a unpaso de Estrasburgo es razón de sobra para sonreír. Al final, voy aregresar, después de todo lo acaecido.

Descendí con alegría los escalones y me subí en la Jog RR, apre-tando el gas a tope y retornando a la autopista, en dirección a Kehly el canal de Alsacia. Ningún infectado apareció en la ciudad fron-teriza. El Rin se encuentra calmado, sus aguas son mecidas al son delviento y el sol de la tarde lo ilumina de una tonalidad naranja. Muybonito, pero tú me arrastraste al mar del Norte...

¿Hablo a un río? ¡Joder, que mal estoy! Reí un buen rato y medispuse a cruzar el puente. Unos cuatro kilómetros de recorrido. Simal no recuerdo, la otra vez que lo crucé, el cauce era inmenso ygrandes olas de agua rompían contra la plataforma. Ahora no haypeligro.

Observando el precioso paisaje, atravesé el canal y pisé por se-gunda vez tierra francesa. Los paneles de bienvenida a Estrasburgo,al fin. Grandes edificios y casas derruidas. ¿Qué hago a partir deaquí? Lo primero, volver al Parlamento Europeo, por si JuanXo yMaría siguen allí, aunque esa posibilidad es muy remota.

ALBERTO BURGOS SORIA

541

Calles y avenidas recorrí hasta divisar el enorme lugar que anti-guamente fue la Eurocámara. La estructura no existe, sólo un mon-tón de ruinas y escombros junto a las orillas del Rin. Me acerqué alsitio donde fui engullido por el río junto al RZ36C. El nivel fluviales bajo, tanto que hasta el fondo se observa. Miré a los lados y sor-presa contemplo. Unos metros a la derecha, hay dibujado en el sueloun pentágono con una estrella de cinco puntas.

¿El símbolo satánico? Un tanto confundido, me agaché y ob-servé, con verdadero asombro, la escopeta Hydra con varios carga-dores repletos de cartuchos. ¿Una especie de tumba? Si me habéisdado por muerto, un par de bofetadas debo soltar cuando os al-cance. No obstante, recuperar mi arma preferida es una maravilla.Aún mejor, los cartuchos de la Hydra sirven para la escopetaXM1014.

La situación no se representa tan fatídica como hace días. Abrí loscañones e introduje los respectivos proyectiles. Estoy dispuesto arecorrer Francia, de modo que ha llegado el momento de partir haciatierras españolas y encontrar a mis queridos acompañantes.

—JuanXo, María, resistid porque pronto estaré con vosotros...España, tiembla que Vürgos te voy a tatuar...

THE UNFORGIVEN II (METALLICA)

What I’ve felt, what I’ve knownTurn the pages, turn the stoneBehind the door, should I open it for you...

What I’ve felt, what I’ve knownSick and tired, I stand aloneCould you be there, ‘cause I’m the one who waits for youOr are you unforgiven too?

ESPÉCIMEN

542

“—La serie en secuencia aleatoria ha comenzado, León. Creo que ahora todova a ir perfecto...

—Firme aquí, Jack Charles. Desde hoy quedas asignado como mánager yprincipal inversor de mis investigaciones...

—Ojo al dato, hermano. Lyserck va a regresar con nosotros y dice que traeráalgunas pruebas realizadas que adelantarán mucho trabajo...

—Desde que estuvimos solos hemos visto tantas cosas e infectados como tú,pero enfrentarte a un YH56U es lo más impresionante que has contado...

—Debo encontrar a JuanXo y María antes de que lleguen a España, nopueden sobrevivir sin mí...”

Es la hora. Alcanzado Estrasburgo, mi nuevo destino ha sido tra-zado. Debajo de la Hydra, marcado con una flecha en la tierra, hayuna especie de inscripción con la supuesta letra de María. Sí, debe serella. La estilizada escritura y lo bien expresado el itinerario a seguirla descubren. El papel no posee dibujo alguno, pero basta con saberel nombre de las ciudades por donde pasan, o eso dice la posdata.

Comenzamos con buen pie, creación mía...“León, si sigues con vida, lee esto, por favor. Nos dirigimos a Es-

paña, concretamente a la ciudad de Barcelona. Allí residían mis abue-

543

1 4

“ R E I S E N H Ö L L I S C H ”

3 º P A R T E “ R E I S E Z I E L V E R D A M M T ”

los y hemos escogido ese lugar para nuestro futuro encuentro. Dateprisa en venir y evita ante todo pasar por las grandes ciudades. Seránun infierno de Especímenes y zombies. Te esperamos con impa-ciencia.

PD. Colmar, Besançon, Dijon, Lyon, Valence, Nîmes, Montpe-llier, Narbonne, Perpignan y Barcelona.”

¡Siguen vivos! La mayor alegría desde que llegué a costas holan-desas. No pude evitar soltar lágrimas sobre la hoja, emborronandola mayoría de las palabras. Felicidad infinita. Una enérgica sensacióninvade mi mente y sonreí con malicia. Si ésta es la ruta señalada, lomejor es ponerse cuanto antes en marcha.

Colgué las dos escopetas en mi espalda y guardé los cargadoresen el maletero de la moto. Sin embargo, al montar, sentí pequeñasopresiones en las zonas costales del abdomen, las cuales fueron agra-vando poco a poco. El dolor acabó siendo insoportable y deduje ac-tividad del TH49A. No obstante, el calvario fue a más, observandobultos emerger en la parte alta del abdomen. Me recuerdan a los delcuello...

—¿Algo nuevo, TH49A?—“Debo expandir.”— Esa frase no suena convincente. Me

tumbé en el césped y esperé al cambio. A ver qué será...Notando cómo la piel de los lados se abre en canal, salientes en

forma de hoz aparecieron de las moles. El malestar se expandió portodo el cuerpo y para colmo, el Espécimen pide que empuje. Ni queesto fuera un parto... Poco a poco, las fisuras fueron agrandadas y unpar brazos salieron por completo del lado izquierdo; segundos mástarde, el par derecho terminó de darse a conocer junto a los trase-ros. Sangre oscura es esparcida, pintando las hierbas de azul marino.

A diferencia de las otras transformaciones, ésta ha sido más levey rápida, parecida a la sustitución de ojos. La piel regresó a su estadonormal y me erguí sin ningún dolor, contemplando los cuatro nue-vos pares de brazos de la parte superior del vientre. Como creadorde los Especímenes, conozco esas estructuras... Anclas costales oprimarias, seguramente del TH49A.

ESPÉCIMEN

544

—Me preguntaba cuándo tendrías otra renovación...—“Falta más, pero ahora no puedo.”— Me vale así. Suficiente

para sobrevivir. Esto da una idea muy buena y la práctica abordó lamemoria. Dos pares de anclas frontales, dos escopetas... ¿Por quéno? Propuse la opción al Espécimen.— “Es posible.”

—Vamos a intentarlo.Ofrecí al par izquierdo la escopeta XM1014. Satisfactoriamente,

observé uno de los extremos sujetando el arma y el otro, apretandoel gatillo. De repente, el estruendoso sonido de la escopeta al dis-parar resonó en la zona. Al TH49A se le ha ido la mano. No im-porta, una oportunidad tengo para enseñarte a recargar.

Un brazo rodeó el cartucho de mi palma y lo introdujo en elhueco de la recámara, sin dejar de proporcionar mentalmente al Es-pécimen la información necesaria. Aprender del huésped, educar aun ser vivo... Son metas de cualquier disciplina científica.

—“¿Esto sirve?”Por favor, TH49A, me pones en evidencia con tales cuestiones. ¿Tú crees que

un arma convencional es mejor? La ciencia de ataque y defensa observada en ties suficiente para dar respuesta inmediata...

—No tanto como tú, pero tiene utilidad.— Muy bien, hijo mío.En ese instante, deseché la opción de tener hijos o sucesores. Miniño del alma...

¡Basta de tonterías! Debo ponerme en camino. Cerca de las nuevede la noche, el cielo se torna azabache, el negro es próximo. Dejé elárea del parlamento, montándome en la Jog RR y sosteniendo laHydra en mis piernas a la vez que las anclas costales cogen la otra.Primera parada prevista por la carta, una ciudad llamada Colmar.Vaya nombres ponen los putos franchutes a sus ciudades, más cursino se puede ser.

Si los carteles de Estrasburgo no están equivocados, siguiendo lacarretera A35 llegaré al objetivo en menos de dos horas; son pocomás de 80 Km. Con las distancias que llevo hasta el momento, nohay punto de comparación. Arrancando y accediendo a los malditos

ALBERTO BURGOS SORIA

545

desvíos. Varios infectados tuvieron la cortesía de seguirme; pena queno tengáis turbo.

Nunca fallo en mis cálculos, a no ser que sean de física... ¡Cómoodio esa materia! Una ciudad separa Colmar de Estrasburgo, lla-mada Sélestat. Joder, maldito acento francés de los huevos... De-tención por falta de gasolina; a diferencia de los pueblos alemanes,en estas tierras hallas lo que necesitas al momento. Como preví, ene-migos dan una calurosa bienvenida, acabando todos en medio de lacalzada, por no decir que la mayoría posee algunos huesos rotos.

Si lo buscan, así doy. Las estrellas hacen su aparición en el fir-mamento a la entrada de Colmar. Parece un pueblo corriente, aun-que bramidos y gritos no lo indican con tal descripción. Si es quetener un viaje tranquilo es tan complicado... Bueno, a buscar super-vivientes. Espero que mi dominio del francés sirva para algo.

Campus universitario Grillenbreit. Otra universidad con sus res-pectivos estudiantes dando por culo. ¡Sois pesados, tíos! Varios in-fectados con pinta de profesores se abalanzaron sobre la moto y caíal asfalto, despellejando la piel del brazo derecho. ¡Estoy hasta laputa polla de vosotros, maricones! Salté sobre una mujer y a basede puñetazos, rompí su cara en cuestión de segundos, tomando re-ferencia en los siguientes.

Un hombre con corbata me mordió en el pie, conteniendo laspunzadas de dolor. ¡Pegáis buenos mordiscos! Del traje lo cogí y sinensuciarme las manos, tiré de la prenda hasta apretujar su cuello almáximo, saltando sangre de los vasos sanguíneos reventados, en es-pecial, las carótidas y yugulares. Los jóvenes se percataron de la ba-talla y tuvieron el honor de entrar también. No os preocupéis, haypara todos...

—“Empleo a fondo.”— No hace falta que me lo recuerdes,TH49A. Me estás desconcentrando de la lucha.

Poco más de una hora batallando hasta dejar el área completa-mente despejada. Cojonudas funcionan las anclas costales; su apoyoes formidable, sin llegar a utilizar las escopetas. Un sitio menos. Seguí

ESPÉCIMEN

546

hacia el centro de la ciudad, donde más guerra tuve en un museo deesculturas y cuadros. ¿Qué queréis que os cuente?

Varias pinturas fueron utilizadas para defenderme de los enemi-gos, estrellando los cuadros en sus cabezas o usando los picos demadera para clavarlos en sus vientres. Sin ningún preámbulo, toméla escultura de un hombre sentado y giré sobre mí mismo, reven-tando huesos y brazos a todo aquel hostil que se atrevió a rompermi espacio vital. Os falta consideración, señores...

El dueño del museo me cuelga si ve la batalla que se está librando.Veamos el lado positivo de la exposición, algo de cultura obtengo.

Un Murillo, un Picasso... Artes vanguardistas de valor incalculable.Al surgir la pandemia, han perdido su prestigio. Suerte que los au-tores no viven para ver lo que hago con sus obras... Tampoco meenorgullezco, pero las balas no son infinitas. El museo queda en si-lencio. Mis pasos retumban en las paredes, los cristales vibran a mirespiración.

¡Qué siniestro! Parece que las pinturas van a cobrar vida... Gili-polleces de verano. Abandoné el lugar y retorné mi ruta principal, re-gresando a la universidad. Por estas calles no se puede circular, esténdestrozadas o no...

—Colegio de Primaria Jean Macé... Perfecto, niños...El contexto critica como mejor sabe. Acabo perdido en una ciu-

dad que no llega a ser ni un quinto de Múnich. Me tengo que reír demí mismo. Dicho antes, el patio de la institución se haya repleta dejóvenes muchachos. Infectados, por supuesto. Mal comenzó la pelea.Abatido fui por una docena de chavales, los cuales mordisquearoncon sus pequeñas bocas. Dolor general padezco y el TH49A reac-cionó a la embestida, clavando las anclas costales y claviculares en loscorazones de los pequeños enemigos.

Aparté cuatro chicas a base de bofetadas y me levanté, respirandoy gritando del daño producido en mi piel. Rabia en mi sistema lím-bico; ni siquiera el Espécimen logró controlar. Descargué mis manoscontra ellos, cortando a varios la cabeza y a uno, sacando su dimi-

ALBERTO BURGOS SORIA

547

nuto corazón. La zona de juegos fue saneada, aunque no ha aca-bado. Las ventanas fueron tiradas abajo y más de una centena de in-fectados corrieron hacia la suculenta presa que observan a través desus demacrados ojos. Me parece observar también profesores...

—Me largo de aquí...Prefiero eso antes que enfrentarme a una muchedumbre sedienta

de carne. Dylan calle abajo y una masa hostil detrás... Reí a carcaja-das de recordar tal imagen. Salté a la moto, pero no hubo tiempo dearrancar. La tomé en hombros y corrí por callejones y avenidas, bus-cando el acceso a la maldita autovía. Me están alcanzando y no doyabasto. Allí está, A35 a la izquierda... ¡Vamos, coño!

Alenté al Espécimen, pero poco consigue hacer en aquellos fre-néticos instantes. Un chico mayorcito saltó de un tejado a la scoo-ter, agarrándome fuerte de la melena y abriendo la boca. ¿Quieresmorder mi cráneo? Agarré su pierna suelta y lo lancé al suelo, estre-llando su cuerpo contra el frío asfalto, aunque el muy cabrón arrancóun buen trozo de la bata. ¡Se me ve todo! Peor aún, el chaval no estámuerto, clavando sus garras en el faro trasero. ¡Tomadla conmigo,hijos de puta!

El cabreo ha alcanzado un límite insospechado. Estrellé al va-liente niño contra una pared y coloqué la moto en horizontal, aga-rrándola de la rueda delantera. Vais a saber lo que es luchar contraun vehículo. Desvío D418, algo de una Grand Rue... Da igual. Aéstos me los cargo como que me llamo León Vürgos. La masa decríos me dio caza, de modo que volteé la moto de un lado a otro, lan-zando a los infantes contra paredes o casas. Rechinando los dientes,pedí al TH49A cobertura por la retaguardia.

El par de anclas derecho fue estirado hasta la cintura y tomó laescopeta semiautomática, abriendo fuego contra los infectados. Elcarenado recibió una nueva capa de pintura roja intensa, la cual sus-tituyó al blanco y las pegatinas que su antiguo amo colocó. Cabezasy miembros segados, cuellos y columnas vertebrales partidas... ¿Al-guien ofrece más? Luchar es comparable a una subasta, huesos ba-ratos, órganos caros...

ESPÉCIMEN

548

¡No aguanto más el combate! La pequeña pausa que proporcio-naron los enemigos fue traducida como una oportunidad de huida.¿Pero qué...? La autovía pasa por un puente y el acceso más cercanose encuentra a mucha distancia. Enemigos al frente, a los lados, pordetrás... A la mierda, tío. Afinando la puntería, lancé la moto al aire,intentando colarla en la carretera como Romeo que tira flores a Ju-lieta. Sonido a porrazo que indica la llegada del transporte. Me tocaa mí. Piensa, piensa... No hay pilares donde escalar o subir, los in-fectados se acercan...

¡Joder, cerebro! Haz algo en tu puta existencia...—“No dudes.”— Rápido lee el Espécimen mis pensamientos.

Saltar, pero es mucha distancia para mí...—Confío en ti, TH49A.— Fuerzas aunadas; flexioné mis piernas

al máximo y salté, alzando las manos para poder cogerme a las pro-tecciones de la plataforma. Rocé el borde de la estructura y conse-guí agarrarme, evitando mirar hacia abajo. La de bocas que hayabiertas a la espera de sangre...— Buen trabajo.

—“Gracias.”— Si no estuvieras conmigo... ¡Qué canutas las ha-bría pasado desde hace bastante tiempo!

—Un obstáculo menos. Salgamos cuanto antes...— Escalé lasbarreras y tomé la moto, sin observar daños considerables en elmotor. ¡Menos mal! Estruendos y chillidos bajo mis pies; los infec-tados tratan de subir por los pilares. Nunca os rendís...

Desvío a la bendita A35 y continúo el trayecto. Vamos a ver, si-guiente objetivo... Me parece que una tal Besançon. ¿Qué mierda esese puto signo del final? Cursiladas de Francia. El trayecto parecelargo, no sé si me equivoco, pero más de cien kilómetros aguardany con la oscuridad que hay, el sueño comienza a aparecer. Vamos ahacer una cosa, pararé a descansar en la ciudad más próxima, Bel-fort. Seguiré el camino por la mañana. Creo que es la mejor opción.Incluso el TH49A presenta señales de fatiga. Hombre, las luchas delmuseo y la calle agotan...

ALBERTO BURGOS SORIA

549

Francia es un país desierto. No lo digo porque sus tierras estánllenas de arena, sino por la sequía de pueblos en la que voy transi-tando. De Múnich a Núremberg encuentras más de cincuenta pue-blos, aquí no hay ni más de diez. Cuenta si no me crees. De Colmara Belfort pasé dos, sin contar una gran urbe que tuve que atravesarpor coger la carretera A36. ¡Qué casualidad! La frontera con Ale-mania está unas manzanas más al este. ¿Regresar?

Mulhouse y accedo en la pequeña ciudad a las tres de la mañana,tal vez más temprano. La red automovilística de Francia no se hallamuy estable, pero mejor que la Autobahnen... Sin duda. Entré porel polígono industrial. ¡Cuántos negocios por tierra! Transportes vol-cados, mercancías echadas a perder... Vaya panorama.

No me adentraré más en la localidad, aquí descansaré. Aparquéla moto frente a una nave de carpintería metálica y corrí las grandespuertas. ¡Hala, desastre total! Máquinas destruidas y varias con fuegoen su interior. No detecto ningún infectado. Me tumbé en el gélidosuelo y cerré los ojos, intentando vaciar la puta mente de recuerdos.

Seis horas más tarde...Demonios, me duele la jodida cabeza. ¿Dónde estoy? ¡Ah, ya re-

cuerdo! Belfort y su zona industrial... No sé por qué, pero he dor-mido como un tronco. El TH49A siente el fresco aire matutino y lospájaros pían en los árboles. ¡Anda, a saber qué hora es! Mucha luzentra por las grietas de las ventanas. ¿Mediodía tal vez? Salgo a com-probarlo.

El vehículo reluce y el asfalto está completamente mojado. Pareceque llovió mientras roncaba a pleno pulmón. De ahí esta humedadque respiro. Me acerqué a cajas de comida desparramadas y tomévarios litros de agua, hidratando mis órganos y dilatando los vasossanguíneos. El hambre no acucia mi estómago, pero por si acaso,tomé una barra de pan y la unté de queso fundido, no dejando ni lasmigajas. Lo agradeció el Espécimen mediante leves movimientos devaivén.

—Estoy lleno a reventar, coño...

ESPÉCIMEN

550

—“Yo también...”—En marcha, TH49A.A veces pienso que los carteles mienten; más de la cuenta. ¿Cómo

puede haber más de cien kilómetros entre esta ciudad y Besançon?Y será verdad que Francia es una maldita tierra falta de pueblos...Varios lugares son señalados en la ruta de la autovía; en ningunomostré interés. ¡Qué calor hace, cojones!

El estado del asfalto empeora; profundos baches, barreras pormedio de la calzada y corrimientos de tierra en laderas montañosas.¡Por fin algo interesante! Suiza... La tierra de las cuentas bancarias ylos Alpes. Esquiar nos vendría bien, tomar unas putas vacaciones. Simis hermanas estuvieran aquí, no dejarían pasar la ocasión. La nievees de esas cosas que a todo el mundo gusta...

Y la playa... Con el mar, la arena, las tías buenas al sol...Un poco más de la tarde pero hay sol. Han de ser las siete de la

tarde. Desde la carretera se escuchan campanadas en las villas pró-ximas a Besançon. Las iglesias deben de estar en pie. ¡Putos edificiosde Dios! El día pasa rápido e infectados distingo en las cercanías.De luchar nada, tengo la pesadez de la comida y con tanto movi-miento, voy a vomitar. Menos entraré a la ciudad, unas ocho millasse encuentra de la autopista. Mucho camino por si hay que salir pi-tando.

A ver que recuerde, el siguiente destino es... Dijon. Ese sitio mesuena mucho, quizás porque es grande o de ver las noticias. No losé, tampoco me importa. Debo seguir recto hasta encontrar un cruceque acceda a la A39 y continuar hacia el norte, poco menos deochenta kilómetros. No parece un viaje largo. ¿Dónde se habrán me-tido éstos? Como hayan llegado a España, los mato...

Prefiero no ser hombre de amenazas, quedo muy mal. Los rayossolares iluminan levemente el paisaje a pocos kilómetros de Dijon.El asfalto más destrozado que he visto en montes y llanuras. Rarolo que presencié minutos antes de divisar los carteles de bienvenidaa la ciudad. No sé si me he vuelto majara, pero mis ojos vieron una

ALBERTO BURGOS SORIA

551

gran masa de infectados que parecían huir. Sin embargo, sus despa-voridas carreras no les permitieron fijarse en mí.

¿De qué huyen? Al principio, pasé de largo, pero un denso ras-tro de sangre apareció en tierra, proveniente del área urbanística.No sé qué decir... Puta imagen del YH56U y RZ36C. Algo me diceque voy a encontrarme a los dos; salgo por patas. No vale un doscontra uno, si no contamos al TH49A, claro. La hilera se agrandacerca de un parque de golf, cuyos aspersores rotos vuelven la auto-vía muy resbaladiza, tanto que acabé besando el alquitrán.

Derrapó la rueda trasera y caí, rajando el carenado derecho.Suerte del agua; mucha piel habría dejado pegada. ¿Tengo que entrara echar unos hoyos? Pues ya que estoy... Fuerte olor a cadáveres ypútrido trae el aire en su seno. El hedor es mucho más fuerte quecuando me enfrenté al YH56U en aquel parque...

Aquí se ha ejecutado un genocidio al estilo Hitler. El derruidoedificio de información y tickets ofrece pase gratuito. Mejor es fijarseen el modo en que ha sido destrozado. Es como si una pierna gigantelo hubiera aplastado sin piedad. Un Espécimen y muy desarrollado.Creo ver en el horizonte enemigos, aunque resulta ser una puta ilu-sión. Para ser sinceros, infectados hay, pero no se les ve muy activos.Viceversa, muertos y lo más horrendo, faltan cabezas, brazos, pier-nas...

Incluso observé el tórax abierto de una joven, cuyo interior hasido vaciado por completo. Ni sólo órgano se distingue. Este Espé-cimen posee un hambre voraz y aún no parece saciado. ¡Te tengo,amigo! El suelo vibró violentamente, con más intensidad que antelas apariciones del YH56U. Son varios o me cago en Dios...

—“¿Quién anda ahí?”— Eco hicieron esas palabras en mi mente,aturdiéndome unos segundos. El TH49A fue alterado ante las gra-ves y repentinas voces, pero no mostró signos de actividad. ¿Es unenemigo?— “¿Eres tú, TH49A?”

—¡Muéstrate, joder! ¡No te tengo miedo!— Grité con todas misfuerzas y un corrimiento de tierra apareció enfrente, levantándose

ESPÉCIMEN

552

una densa nube de tierra y césped artificial. Un ser más grande queel YH56U fue representado tras la cortina de restos y conforme elpolvo se disipa, cede paso a la sorpresa y pavor.— ¿Qué cojones...?

Esto no es anormal, es subnormal... ¿Desde cuándo un Espécimen puede sertan grande? Es un diplodocus...

—“Me alegro de verte, AU13A.”—“El placer es mío, hermano.”— Esto no es una reunión fami-

liar, que yo sepa. ¡Ahora entiendo! AU13A, el Espécimen másgrande y de mayor envergadura, creado justo después del NW65P.No cambia su estructura ni consumiendo al huésped.

—“¿Qué haces por aquí, AU13A?”—“Reposar comida...”— ¿Y si los infectados huían por...? Claro,

tiene lógica. Espera un momento, AU13A... ¿Tú te alimentas a basede infectados? Entonces, los cadáveres de la zona deben haber sidotu desayuno. Recuerdo que tu posición frente a la simbiosis era másbien problemática...

—“¿La has encontrado?”— No preguntes, es evidente.—“Mucha hay... ¿Por qué no lo has devorado, TH49A?”—¿Te refieres a mí? No has cambiado mucho desde que saliste

de tu placa protectora, AU13A...— Mi voz aparentó despertar lamemoria en el Espécimen, acercando su enorme cabeza huesuda yobservándome con sus grandes ojos negros.

Nunca aprendo a ser cortés, se me ha olvidado la descripción deeste raro Espécimen. El YH56U mide unos siete metros, al AU13Ale echo diez u once, parece un rascacielos en construcción. En com-paración con un animal, se presenta como un oso levantado sobresus piernas. Sin embargo, debo exagerar un poco esta forma.

Quitamos el pelaje; pies y manos del tamaño a los aparcamientosde mis laboratorios. No sé los metros cuadrados, pero más de lacuenta. Tiene un aspecto esquelético, no presenta ni un solo mús-culo. Seamos realistas, el propio Espécimen se divisa justo debajo dela laringe, sin olvidarnos del esternón, que lo protege.

ALBERTO BURGOS SORIA

553

Cintura estrecha y sobresalen los intestinos cuales sacos delga-dos y chorreando sangre. Moderando las palabras de antes, carnepresenta, pero sólo en algunas zonas; piernas, brazos y pectorales. Lacaja torácica no es suficiente, aunque con el tamaño que tiene, no ex-traña. La arteria aorta se distingue perfectamente bajar por su cos-tado y viceversa con la vena cava. Tanto hueso limita tu movilidad.

El cuello es un conjunto de órganos fonadores deformes, ob-servándose la mandíbula desencajada del cráneo; pequeños liga-mentos sostienen la estructura. Los órganos vitales ocupan unpequeño espacio en el abdomen, a decir el hígado, cuyo tamaño du-plica mi envergadura. Los pulmones, masas del tamaño de camionesrosados y el corazón, músculo tractor que late intensamente. Uncuadro abstracto...

En la cabeza, la calavera predomina, observando en huesos cra-neales varias grietas y arañazos. Algún Espécimen cáustico debióatacarte. Como he dicho anteriormente, ojos grandes y totalmentenegros, sólo se distinguen pequeñas aberturas, correspondientes apupilas. Sin nariz y una dentadura que emana sangre a mares, a pesarde la ausencia de lengua. Por eso no hablas. A diferencia del YH56U,su cerebro está bien protegido y al contrario del RZ36C, sus anclasclaviculares y costales escondidas, por no decir, desarrolladas en elinterior.

Referente a sus osamentas, hay que distinguir la detección de nue-vas estructuras óseas, como varios huesos planos y amplios que cu-bren las costillas. A través de aberturas, observé enormes planchasque se corresponden a las escápulas, bastante alargadas. Bajando lavista, la pelvis carece de sacro y varias protuberancias en forma decuernos asoman por los agujeros coxales. Este Espécimen humanono tiene dos fémures, sino seis, o eso cuento. Faltan músculos paramover tales huesos... No obstante, los vientres contráctiles que se an-clan a las estructuras bastan para dar movimiento suficiente.

Para terminar esta insólita descripción, el cráneo parece estar re-cubierto de varias capas, contemplando los occipitales sobresalir por

ESPÉCIMEN

554

debajo de otros y posee dos columnas vertebrales; una exterior, lahumana, y otra interior, la propia del AU13A, compuesta de, por ex-presar de alguna manera, especies de vértebras similares a furgone-tas, aparte de estar soldadas. Resumiendo, un esqueleto gigante cuyopeso debería rozar varias toneladas, quizás más de cien...

—“Te reconozco. Aquel a quien debemos la existencia...”—¿Cómo has dicho? ¿Sabes realmente quién soy? Impresionante, losEspecímenes poseen memoria...

—“Es nuestro creador y no merece ser destruido.”Gracias por el cumplido. Ojalá los demás fueran igual de compasivos...—¿Por qué eres pacífico, AU13A? Tu naturaleza no es sim-

bionte...—“No atacar a los demás asegura mi supervivencia... Hermanos

han intentado agredirme...”— Las marcas del cráneo son la pruebade ello. Apartó su enorme cabeza y me ofreció subir al carpo quetendió sobre el césped. No tendré miedo alguno...

—“Te veo estupendo, AU13A.”—“Quiero contemplarte, hermano TH49A...”— Al pecho me

acercó y el gran Espécimen interior sacó sus anclas costales, con lascuales rodeó mi cintura y abrió la caja torácica, mostrándose porcompleto. ¡Santo Metallica!— “No te voy a hacer daño.”

—Eso espero.— Fuertes dolores en el tórax; el TH49A sale parasaludar a su congénere. Abrí la bata y con el pecho en canal, los Es-pecímenes pudieron observarse el uno al otro. Mis anclas costalesfueron estiradas involuntariamente hacia la cola sensitiva del AU13A,quien se colocó encima del esternón y apoyó su cuerpo menor sobreel manubrio.— ¿Quién te ha atacado?

—“Nuestro hermano RZ36C.”— Esperé oír YH56U, aunque laposibilidad de hallar uno es muy rara. Estas tierras no parecen ser desu tipo...

Es posible que cada Espécimen haya escogido una zona habita-ble y eso ocasiona peleas entre ellos. El instinto de supervivencia esla clave, al igual que en los humanos; evitar que alguien domine ennuestro habitáculo.

ALBERTO BURGOS SORIA

555

—“¿Has escapado?”— La versión descrita fue algo más que ho-rrenda. Según el AU13A, derrotó a los enemigos y sin ninguna con-sideración, los devoró después, escapando un RZ36C de sus manos.Chico, eres una bestia...

—¿Te produjeron esas cicatrices?— Alegué, observando los pro-fundos arañazos de su frente. Abrió la desencajada mandíbula y ex-pulsó varios litros de sangre, fijando su vista en el TH49A.

—“Así es, padre.”— No sabía que tuviera niños a mi edad. Bo-nito el gesto, pero agradecería que no lo dijeras más, me haces pa-reces mayor.

—AU13A... ¿Dónde te diriges?— La pregunta lo obligó a girarsus ojos hacia mi izquierda, como si señalase el horizonte. ¿Y si fueraposible...?— ¿Quieres venirte con nosotros?

—“Acompáñanos, hermano.”— Inclusive estuvo el TH49A, mo-viendo sus pequeñas anclas en señal de acuerdo. El AU13A se estiróde patas y bajó la gran cabeza, rechazando la proposición.

—“No deseo más guerras y batallas contra mis hermanos.”—Me has leído la mente cual libro abierto. Varias imágenes surcan lamemoria, recordando antiguas batallas contra mis creaciones. Nome jodas, hombre...

—Al menos, síguenos hasta la siguiente ciudad.— Lo volví a in-tentar una vez más, llegando a convencer a nuestro amigo. Contrajosus manos y golpeó con los huesudos puños la tierra, produciendohoyos de varios metros de diámetro y haciendo saltar la moto.¿Acaso te he ofendido?— ¿Trato hecho?

—“Como quieras, padre.”—Una última pregunta antes de irnos. ¿De qué te alimentas,

AU13A?— Curiosidad extrema, cuya respuesta fue la esperada.Claro, se largaban de esta área...

—“Vosotros contenéis algo que me gusta mucho.”— ¿Los entes,por alguna casualidad? Vaya con JC, alimenta a mis criaturas con laspropias personas. A este paso, no va a dejar humano vivo sobre latierra...

ESPÉCIMEN

556

Tengo imágenes que no auguran nada bueno... Me estoy viendo de postre...—Lo imaginaba. Pongámonos en marcha, AU13A. Recorreré

esta carretera hasta un lugar donde podrás comer lo que tú quie-ras.— El TH49A fue escondido tras mi esternón y el pecho regresóa su estado normal.

Levanté la Jog RR y arranqué, indicando al Espécimen que nossiguiese de cerca. Luego quise que quedara atrás; sus pisadas pro-ducen leves seísmos que continuamente provocan caídas por miparte.

La imagen del AU13A se perdió en el horizonte, poco antes dela llegada a una villa... Perdón, ruinas; Beaune. Tal tamaño posee quea varios kilómetros se distingue su figura. A bastante distancia, 120Km aproximadamente, Lyon, otro de los destinos señalados en lacarta. A este sitio sí he viajado incontables veces. Congresos, la pri-mera vacuna efectiva contra el SIDA, las hortalizas curativas... Lorecuerdo todo.

Primero, una breve parada en Chalon-Sur-Saône, la gasolina noes infinita. Segundo, el hambre azota mi estómago a la caída de latarde, habiendo tenido antes un grave accidente por culpa de unbache muy acentuado que no vi. Salté por los aires y la moto sufriógraves daños en la parte trasera; el faro trasero cuelga peligrosa-mente y la matrícula desapareció. Mâcon fue el área de descanso,donde, tras batallar contra decenas de infectados, bajé por la ave-nida principal, Route de Davayé, hasta divisar un maldito super-mercado.

Por orden del TH49A, me atiborré sin parar de macarrones cru-dos y salsas. No fue suficiente, tomé una olla del fondo y con aguay fideos, hice una sopa que para ser a mi estilo, estuvo sabrosa. Unpoco de especias y dejas tu cuerpo satisfecho.

—¿Sientes al AU13A?—“Está a mucha distancia, su hedor es lejano...”Consuelo saber tal dato. El anochecer arrima, ha pasado un día

desde que retorné a Estrasburgo y salí en busca de mis compañeros.

ALBERTO BURGOS SORIA

557

Pasará otro, otro... Esperad; pronto estaremos reunidos de nuevo. Sihe de cumplir la promesa, Lyon ha de ser atravesada. Paneles infor-mativos con malas noticias.

A6 se distribuye por toda la ciudad y comienza la A7, pasando in-cluso por el centro urbano. Aquí sí necesito la ayuda del AU13A; laadvertencia de María es clara, no pasar por espacios habitados gran-des. Bien, pues vamos a ser inteligentes. Cruzo Lyon por la autovía,no me detengo y listo. ¡Qué fácil parece así! Sin embargo, habrá quesumar infectados, asfalto en mal estado, algún que otro Espécimen...

Muchas zonas verdes se observan, lugares hostiles. Mencionadocon anterioridad, varios jóvenes surgieron de arbustos y maleza paraabalanzarse. Espero que el AU13A acuda pronto... Huesos y carnesegada, órganos desparramados y enemigos abatidos en la hierba.Quizás pueda atraer a nuestro amigo Espécimen. No obstante, ne-cesitaré unas cuantas masacres más; no hay riesgo.

Estaciones de autobuses, buen sitio para intencionados genoci-dios. Accedí a los andenes cercanos y liberé el área de torpes adver-sarios. El suelo vibra... Algo grande se aproxima y no creo que seaun YH56U. De repente, el techo del lugar fue arrancado de cuajo ytropecé por los seísmos producidos. El AU13A asomó su esquelé-tica cabeza por la estructura y abrió la boca, encharcando la zonade resbaladiza y caliente sangre. Has venido...

—Bienvenido, amigo.— Saludé a nuestro invitado de honor.—“¿Dónde están...?”— Te referirás a los infectados abatidos. Se-

ñalé al sur, donde la mayoría de los cadáveres residen. Alarga susmanos y los agarra, introduciéndolos en su cavidad oral y masti-cando con fuerza. De fondo, esqueletos crujiendo y bebida colo-rada...

Huesos de variado tipo y tamaño cayeron, golpeándome variascostillas en la frente. El traje fue coloreado de rojo, de modo queme lo quité y lancé a la carretera. De un hombre falto de brazostomé una camisa y vaqueros, cogiendo también su correa, está unpoco obeso y la grasa de sus entrañas sobresale por una abertura enla ingle. Por favor, hay que comer menos.

ESPÉCIMEN

558

Al instante, las paredes temblaron con brusquedad, aunque estavez, el causante no fue el AU13A, quién mastica con tranquilidadlos entremeses de su cena. Pisé sin querer el fluido colorado y res-balé, probando el extraño sabor que posee; pan integral rancio. Elentorno vibró de nuevo y gritos provinieron a lo lejos. Nuestroamigo no se dio cuenta, pero aquí se va armar una guerra de cojo-nes...

—“AU13A, ten cuidado.”— Lo sabe. Enemigos se acercan y antemis atónitos ojos, la pared de los cadáveres fue derrumbada, sal-tando un ser enorme y de varias patas al pecho del Espécimen. ¿Esun RZ36C? ¡Ay, no!— “Hay que ayudarlo...”

—Prepárate, TH49A.— El rival nos pilla desprevenidos, siendonuestro enorme amigo abatido en medio de la carretera. Las anclasdel RZ36C trataron de abrir su protegido tórax, aunque poco a poco,separó las gruesas costillas.

—“Marcharos, yo me encargaré.”—“¡Tú sólo no podrás!””—“Tan testarudo como siempre... ¡CORRED!”— Sin poder

hacer nada, agarré la moto y escapamos a paso ligero, observandola encarnizada lucha entre mis creaciones. Paré en seco cuando otroRZ36C cruzó la calle y subió al cráneo del AU13A, clavando un parde anclas costales en sus ojos. No puedo dejar que lo maten, es elúnico que he encontrado hasta el momento...

—“Has sido de gran ayuda, AU13A.”— ¡No digas eso, TH49A!La noche está aquí. Oscuridad celestial y las farolas no se ilumi-

nan. ¡Malditas seáis! De fondo, se oyen fuertes estrépitos de la granbatalla que se libra. Lo veo, el puente del cual comienza la autovíaque se dirige hacia el sur. Dejé la moto en el asfalto y el tubo de es-cape expulsó gran cantidad de humo negro y finos hilos de sangrequemada. En el motor se escuchan sonidos parecidos a gorgoteos.

De repente, una iglesia apareció en la negrura, tocando las nuevecon sus campanadas. No es buena idea extender la travesía en lanoche, pero si no hay otro remedio... ¡Me cago en Dios!

ALBERTO BURGOS SORIA

559

—“No escaparás, TH49A...”— El tono más jodido de la tarde.La voz del RZ36C en mi cabeza y mi Espécimen no respondió, sin-tiendo en el interior una furia tremenda.

—¡SAL DE DONDE QUIERA QUE ESTÉS, HIJO DEPUTA!— Rauda fue la contestación. Con la última campanada, latorre del edificio estalló y el adversario hizo acto de presencia en sulugar, ondeando las anclas al aire.

No estás solo, AU13A. Yo también sé dar leña a estos cabrones.—“Está débil, acaba con él.”— Interesante será luchar. Dejé el

vehículo arrancado y me aproximé lentamente, rugiendo de impo-tencia.

El asfalto fue hundido por la caída de mi contrincante, destro-zando la iglesia en su acción. Nube de polvo fue levantada y evité elprimer ataque. Recuerda, el abdomen, ahí es donde debo ir. Arran-cando el asiento con las manos, saqué la Hydra y abrí fuego contralas anclas, produciendo daño en su estructura. Tomando carrerilla,pude encamarme a su columna vertebral esquivando las embestidasy con mis energías, clavé los salientes costales en sus vértebras. Tratéde abrir hueco, rompiendo los discos soldados.

Un par de brazos azotan con fuerza mi espalda, tumbándomedel golpe y del dolor. No cesé el intento. Cogí un ancla al vuelo y sela arranqué, duchándonos en sangre. Sin embargo, con la victoriade nuestra parte, otro RZ36C asomó en el extremo de la autovía.No salgo vivo de aquí...

—“¡Dejadlos en paz!”— Estruendosa presentación del AU13Aemergiendo cual salvador. Tomó a mi adversario de la musculosacabeza, propinando un mortal golpe en el vientre, justo después devolcarlo.

Noto al Espécimen muy demacrado, observando su tórax des-nudo y sin la cola sensitiva, desprendiendo lagunas de sangre. La ca-beza está llena de graves cortes y como presencié antes, los ojos soncuencas vacías. Pocos músculos quedan en sus extremidades y lefalta un pie; se apoya en la base ósea de las tibias. Falto de carpo, ba-

ESPÉCIMEN

560

rrió al magullado RZ36C a los escombros de la iglesia. Muy malhe-rido, quiso que lo rematase mientras se encarga del otro que acecha.Si así lo deseas, voy a ello...

Llegué al segundo enemigo y traté de escalar a su espalda, siendorepelido por las anclas. ¡No me rindo con tanta facilidad! Lo intentévarias veces más y con Hydra en mano, descargué tres enérgicos ca-ñonazos sobre sus vértebras. Varias sufrieron fuertes crujidos que in-dican rotura ósea. Aproveché ese instante y divisé al fondo la figuradel RZ36C.

Alargué el brazo, pero sólo conseguí recibir un golpe de su cola,arrancándome varias capas de la piel. Sangre escapó a borbotones ylos músculos del brazo se contrajeron, gritando de dolor. Otro de-rrumbamiento en los edificios cercanos; el AU13A termina con suoponente; estás en las últimas. Requerí distancia para descansar y re-cargué la escopeta sin dejar de apartar la vista de nuestro adversario,el cual fija su cabeza en su congénere muerto.

—“Mi fin es próximo, TH49A...”—Aún no, AU13A. Resiste un poco más...— Por favor, todavía

no es momento de caer. Como una especie de adiós, cogió al RZ36Crestante de la cabeza y sin piedad, la arrancó, tomando de su interiorel Espécimen enemigo y separándolo en mitades. La lucha acaba; elfinal trágico no es de mi agrado...

—“Déjalo, padre. Ha sido un honor...”— ¿Por qué coño tienenque pasar estas cosas? Los buenos mueren, los malos viven...—“TH49A... Cuida de él...”

—“Queda en paz, AU13A.”— Cabeza en dirección opuesta y sederrumbó sobre el asfalto, aumentando la laguna de sangre que dis-curre por las calles. Sin vida, sus anclas entraron en rigor mortis y alno haber sostén, cayó del huésped y el cuerpo mayor reflejó la luzlunar. Espero que te acojan en el infierno...

—Vamos a enterrarlo, TH49A.— Corpulento cuerpo en brazos,caminé hacia un parque cercano, donde cavé una fosa con respectoa su tamaño. Vacilé unos segundos; podría devolverlo a la vida...

ALBERTO BURGOS SORIA

561

—“Es imposible.”— El pesimismo no es apropiado en estas si-tuaciones...

Si estuviera en mi mano, no dudaría en traerlo del puto infierno. Que tevaya bien por allí, amigo...

No puedo continuar. Si la vista no ha perdido sus cálculos, noshan atacado varios RZ36C, contando los dos de la iglesia y, supo-niendo las heridas del AU13A, otros seis o siete más. Las manadascomienzan a ser mayores; termina el enfrentamiento individual. Ca-vilando y almacenando recuerdos e informaciones en la mente, re-gresé al vehículo y guardé las escopetas en el hueco del asiento,sobresaliendo el cañón de la XM1014. ¡Maldita sea, joder! El pedalde arranque ha quedado inutilizado, habrá que usar el método con-vencional.

Cables sobresalen de la quilla y durante media hora, los rocé hastaconseguir poner en funcionamiento el motor. Cojonuda sería la si-tuación con el AU13A muerto y sin transporte. Vale, he lamentado,ahora toca echar fuerza de voluntad y poner rumbo hacia el en-cuentro con JuanXo y María. Busquemos en la... Valence, objetivode la carta.

100 Km. En la batalla se ha gastado alrededor de una hora. Elcampanario tocó las nueve, de modo que serán las diez, más omenos. Después de la medianoche arrimaré, quizás antes. Gasolinano hace falta, pero por si las moscas, rellené el tanque antes de aban-donar Lyon por la autovía A7.

Sencillo ir recto, fácil tener detenciones. No, evitaré a cualquierprecio luchas innecesarias. No obstante, aquí ocurre algo anormal.He recorrido la ciudad de arriba a abajo para tomar el desvío y noaparecen infectados... ¿Escuchaste mis palabras? Debo recuperarmás fe en el satanismo, cuyos milagros se hacen notables...

Búhos, aves nocturnas... Sonidos de la oscuridad me acompañanen el trayecto. Temor ninguno, pero algo de suspense sí. Un heavyjamás tiene miedo... El TH49A no habla, tampoco lo deseo. Pen-saré en recuerdos alegres. Conocer en persona a Kerry King, ser in-

ESPÉCIMEN

562

vitado a los conciertos de HammerFall por la amistad de JuanXocon Joacim Cans. El año de profesor en Anatomía y Fisiología Ge-neral...

Felicidad y consuelo para mi mente, tormento aumenta en el in-terior. Imágenes del AU13A muerto, el RZ36C que me arrastró alRin, Lyserck en las entrañas del YH56U... Bien y mal van acompa-ñados de la mano, no se puede tener uno sin sufrir al otro. ¿Volveréa verlos? No logro la paz...

París, 4:25 AmLos Campos Elíseos han perdido su belleza. La mágica ciudad

de las luces ha terminado convirtiéndose en el lugar más peligrosode Francia. Incluso los pilares de la Torre Eiffel han terminado ce-diendo a la destrucción. Ni los monumentos son salvados del de-sastre. Tiros se escuchan a lo lejos; armas disparan, infectados caen.

Un rayo quebró la oscura bóveda y un árbol fue prendido en lla-mas. El susto hizo que Evys girara sus bellos ojos hacia atrás y res-pirase con calma. Un hombre pelirrojo y con el brazo sangrandocamina delante de ella a la vez que habla con varios tipos a su alre-dedor, los cuales son sombras en la noche.

—Os repito que no pasará por aquí. Es listo y tomará la ruta delsur.

—Más que tú sí lo es, porque para ganar el Nobel...— La furia esreflejada en el rostro de Ryan con fuertes chirridos de dientes y mal-dijo en voz baja, cerrando los puños. El grupo que lo rodea ríe acarcajadas, caldeando el ambiente.

—Eso no viene a cuento. Debéis hacerme caso... —Obedecemos a nuestra señora, científico de pacotilla. Tus fra-

casos son una vergüenza para nosotros y no vamos a seguir tus con-sejos...— El más veterano agarró a Ryan del cuello y lo levantó enalto, bajando la vista su ayudante. No consigue soltarse, aunque elhombre lo dejó en libertad con fuertes carcajadas, cayendo al suelocon un golpe sordo. Los demás rieron al unísono y el investigadortomó el fusil de su espalda, pero sin apuntar a su agresor.— Esta-mos hartos de ti.

ALBERTO BURGOS SORIA

563

—Lo diré por última vez, señores. Nos está engañando y no osdais cuenta.

—Creo que eres tú quien no estás al tanto de tu situación. Unfallo más y alguien te cortará la cabeza...— Tragó saliva y miró dereojo a Evys, quién sigue sus pasos sin decir palabra. Maldita niña ca-llada...

—Además, Ryan, si tuvieras razón, no le servirá de nada dar es-quinazo. Dos tropas continúan su búsqueda y muy pronto pasaránel sureste de este puto país...

—¿Qué es eso?— Interrumpió Evys la conversación. Una grancolumna de humo se alzó varios kilómetros a la izquierda junto afuertes bramidos. El general resopló y cogió su arma, al igual que latropa.— Puede que sea otro Espécimen de León...

—¡No menciones su nombre, Evys!— Sin tiempo a reaccionar,Ryan soltó una enérgica bofetada a la chica, cayendo ésta al suelo yremitiendo el dolor con la mano. Los ojos desorbitados del investi-gador denotan su locura, su insano estado mental...

—Lo siento...—¡Por ahí detrás! Dejad las discusiones para otro momento...—

Sentenció el general, apartando al agresor de una patada. La ayudóa levantarse con una sonrisa y propinó un puñetazo en la cara delcientífico, quien retrocedió varios metros rodando por la tierra. Chi-llidos provienen de todas partes...

—¡Ella es más valiosa que tú, saco de pulgas! ¡Tenle más de res-peto!

—¡Es mi hija y la trato como quiero! No tienes derecho a repli-car...— Varios soldados cogieron al pequeño hombre y lo mantu-vieron alejado, apuntando uno de ellos su pecho. Llamas se observanen sus pupilas...

—Si Rocy no acabó contigo, por extraña razón será, pero que note quepa duda que a este paso, lo haré yo...— Otro golpe en su torsoy se derrumbó sobre el suelo, gimiendo de dolor. Sangre salpicó desu boca y la nariz aparenta signos de haber sido hecha pedazos. De

ESPÉCIMEN

564

repente, varios infectados asomaron por el horizonte, rugiendo deansia por comer carne fresca.

—¡Tened cuidado!— Evys indicó de la situación a los demás, loscuales empezaron a disparar sobre los enemigos. Ante cualquier re-presalia, cogió a su padrastro del hombro y lo levantó, evitando ha-blar.— ¿Estás bien, Ryan?

—¡Suéltame, puta zorra! Estoy más que harto... No te necesito...—Por favor, tranquilízate. No hay que discutir...— Tomó de su

cintura un par de pistolas y abrió fuego contra un joven que se acercapor la retaguardia. Respiró llanamente y lo dejó agonizando y to-siendo sangre.— No puedo más...

—¡Me cago en tu puta madre, Ryan! Ayuda o termino cuantoantes con tu jodido sufrimiento...— Ordenó su jefe, ofreciéndoleun arma. Sus heridas no dejan de sangrar y la ira es mantenida en suinterior. Musitó en voz baja...

—Estáis todos muertos... Incluida tú, Rocy...Afueras de Montpellier, 4:00 AmOlvida el tiempo. Basta saber que la distancia con España se

acorta; JuanXo y María están a un paso. Valence, una villa al estilooeste; desierto, infectados y desolación a raudales. Nîmes, fatídicaciudad con más escombros que edificios y casas; ruinas. Montpe-llier, infierno de enemigos, contando entre ellos nuevos seres comoanimales desfigurados. Describo gatos sin cabeza y garras desco-munales, perros despellejados y hasta toros desbocados, los cualesposeen cornamentas que asustan hasta de lejos.

Todo eso he encontrado en los tres sitios donde me he detenido.Rara y mala noche. El TH49A dormita como un tronco y mi cere-bro pide también un poco de sueño. A ver si en algún cortijo de poraquí puedo echar una cabezada, porque creo que la moto tiene quedescansar.

En una inmobiliaria buscaría un piso cercano al mar, suerte de unpueblo justo al lado del Mediterráneo, Agde. A poca distancia sehalla, porque no aguantaré mucho en este estado de mínima vigilia.

ALBERTO BURGOS SORIA

565

La madrugada es acentuada con la presencia de estrellas aumentada,retirándose las nubes que las cubren.

Por primera vez, los estúpidos segundos no corren en mi contra,voy de sobra. De ahí la razón de querer descansar un poco. Gruñi-dos escucho en mis entrañas, el estómago pide alimento. Habrá quedespertar al Espécimen; no me des la lata, por favor...

Si hambre hay, el TH49A más tendrá... Mierda, devoraría varios cerdosde una vez...

El camino es relajante, aire fresco y luz suficiente, proporcionadapor el cuarto creciente lunar. La moto va bien, pero los cables y faroscolgando de la quilla presentan su mal estado. Mientras que fun-cione el motor, no habrá problema. Es lo que más temo. Las caídasanteriores deben de haberlo dañado bastante, es un milagro quepueda ofrecer transporte. Quizás por la costa mejore la autovía; unamierda.

No obstante, los terremotos han dejado las ciudades costerasbajo el nivel del mar, observando orillas próximas a la carretera.Tanto decir calentamiento global hace unos años y la Antártida sigueigual que siempre, pero Groenlandia disminuyó su tamaño hasta lamitad. Los humanos somos un poco brutos. Viendo el panorama ycon ganas de darme un baño en la playa, si se puede llamar así, algome dice que Agde va a acompañar a la Atlántida...

Hostias, me equivoqué. A ver, seamos realistas. Mitad de la urbeestá bajo agua, pero la zona cercana a la autopista está intacta, refi-riéndome al mar, claro. Por lo demás, igual que siempre. A buscar unputo refugio donde pasar el resto de la noche. Mucho movimientono he hecho.

Bloque de apartamentos y chalés poco antes de entrar al centrourbano. Buena bienvenida de los infectados, quienes obtuvieron susregalos de mano de la muerte. Hay que ser más concisos, del Espé-cimen. Lástima de una mujer; a pesar de su aspecto abrasado y mu-tilado, debió ser muy hermosa. No hay excepciones, cogida delcuello, la estrellé en la pared del edificio, provocando un gran bo-

ESPÉCIMEN

566

quete que abrió acceso a la estructura. Será el preludio al sueño, por-que no entiendo de dónde saco tanta fuerza...

—Dejadme en paz de una vez, hijos de puta...Viceversa fue entendida la petición. Más enemigos acuden del

tejado y con rapidez inaudita, acabé con todos a menos de tardardiez minutos. El cansancio pesa más que un armario en hombros yno puedo perder el tiempo en estas batallas sin sentido. De super-vivencia nada, mi caso no es vivir, sino solucionar esta pandemiacuanto antes.

Mis amigos del ejército... ¿Qué coño harán en estos momentos?El rumbo es compartido entre ambos, pero España se halla máscerca de mí, suponiendo que permanecen en Alemania. Joder, to-davía me pregunto si debí llevarlos conmigo. ¡Que hagan lo que quie-ran! Si desean morir, allá su error.

Tengo que dormir, estoy desvariando y una chispa de rabia apa-rece en el cerebro. Escaleras hasta el tercer piso; una maldita puertaen condiciones. Ningún habitante, los cadáveres de abajo serán. Porfin, una cama mullida y grande. Como un niño pequeño, me tirésobre la colcha y apoyé la cabeza en la almohada, sintiendo un granalivio que desde hace días no apreciaba. Baja la vista y sueña algofeliz...

“—Aunque te den el máster, seguiré contigo. Un título insignifi-cante no puede separarnos...

—Te ha enviado esta carta de despedida. No ha cumplido su pa-labra, la muy zorra. No sé cómo pudiste enamorarte de ella...

—Llevo un año sin saber nada. No estoy preocupado... El suici-dio no es una opción, pero su paradero es tan desconocido que creoque no está en Alemania...”

—¡¡¡RENYA!!!— ¡Me cago en Dios! De nuevo...Repetición constante. Todo fue culpa tuya, que no supiste...Maldito sol y su luz cegadora. Las ventanas y agujeros de los

muros son fuente de iluminación, despertando mi ser de la más pro-funda y horrenda pesadilla. La desaparición de mi ex-novia, Renya.

ALBERTO BURGOS SORIA

567

Sudores como caños y el corazón palpita a todo gas. No siento laspiernas...

Revueltas del TH49A sobre el esternón, resaltando el centro demi pecho. Dolor agudo que fue transformado en crónico sobre losgemelos. Arranqué a tiras el pantalón. ¡Coño y cojones! El par demúsculos posteriores se agrandó por momentos y noté los pies muypesados. Falta inervación, pero el Espécimen pide calma. Para ti estranquilidad; el huésped es quien sufre las consecuencias. Expecta-ción máxima al desgarrarse la piel del área en transformación y so-bresalir los vientres contráctiles, aunque un poco distintos de lanormalidad. Negros y no se contemplan tendones. ¿Independientes?

—TH49A...—“Pronto tu musculatura será muy diferente a la actual.”—¿Y qué tiene de bueno?—“Mejorar resistencia y movimiento.”— Si tú lo dices... Ya ve-

remos qué uso consigo para mis objetivos.—¿Va para largo? Tenemos prisa...—“Extremidades inferiores.”— Brazos, vientre, pecho... Cuando

llegues a la cabeza, cuidado con lo que haces.Inmovilidad total. A pesar de rodar por el colchón, sólo conse-

guí caer al suelo, gritando de dolor. Ahora son los pies... Me quité elcalzado, aliviando la presión en los dedos. Las uñas han crecido va-rios centímetros y me corté al pasar la mano por el borde, el cual estátan afilado como los cantos al atacar.

La forma plantar ha dado un cambio drástico. Los arcos han sidoaumentados, pero no conformando un cavo, sino algo peor. El as-trágalo emerge por la zona anterior y la tibia asoma su maléolo porel interior. Los bordes de la superficie epitelial son regados de la os-cura sangre y el instante cumbre, también doloroso, llegó al abrirseen canal la abertura repleta de ligamentos entre la tibia y el peroné.

Los refuerzos no se ven, en su lugar, varias capas blanquecinascubren el área. Todos los músculos exteriores aparecieron; los vas-tos, el sartorio, engrosado a más no poder, los dos semi por atrás...

ESPÉCIMEN

568

¡No aguanto! Asoman por grandes fisuras y el negro invadió mispiernas, realizando un cadena de salientes suaves y enérgicos.

Pasé con dificultad la mano, notando el relieve que han adqui-rido mis recién adquiridas patas. El dolor cesó al momento y giréde manera exagerada el tobillo; creo traspasar el límite del ánguloestablecido por la naturaleza...

—¿Todo bien, TH49A?—“No ha habido complicaciones.”— Me alegra oírlo. No obs-

tante, me noto un poco... Desfigurado. Quizás sean imaginacionesmías, pero es real. No quiero decirlo, pero tengo pintas de infectado,o quizás de un... ¿Espécimen humano?

—Perfecto, TH49A... Gracias.— Si la cabeza queda igual que lasextremidades, pobre de mí y mi antiguo físico.

Ahorraré el agradecimiento, porque cuando no me reconozca en el espejo, tevas a llevar una bronca...

Puedo levantarme, sintiendo agradable sensación de fuerza enlos ennegrecidos cuerpos musculares. Las leyes y teorías anatomo-fisiológicas han dejado de tener sentido, la ciencia humana contem-pla su remasterización. Llego a saber estas características muchoantes y no gano el premio Nobel, sino tres. Increíble a la vista decualquiera. Demacrado y sucio soy reflejado en el cristal de la ven-tana. Agua que no saca brillo al aspecto.

No hay ganas de bajar escaleras, así que subí al alféizar que miraa la calle y salté, dejando la mente en blanco. El golpe fue amorti-guado por los pies, los cuales parecieron rebotar. Los huesos cru-jieron levemente y sonreí de satisfacción a la vez que rozo los cablesdel motor de la moto. ¿Por qué coño cuesta tanto? Estoy muy ca-breado...

Último recuerdo a la postdata de la carta, ciudades finales sonNarbonne y Perpignan. Abandono de un puta vez Francia y... ¡Sor-presa, España! Echaré memoria... Una cordillera separa ambos paí-ses, cuyo nombre no recuerdo. Suficiente saber el relieve; montañasa mansalva. Hay que poner tierra de por medio. Abandoné Agde,

ALBERTO BURGOS SORIA

569

entrando en la misma autovía, A9. La distancia no me interesa, sé desobra la mierda de trayecto que falta.

Narbonne, otra urbe sin habitantes pero sí muertos vivientes.Evitar batallas innecesarias... El camino atraviesa un gran parque na-tural; revitalizará mis retinas. Marismas, lagos... Bonito pese al mal es-tado del suelo, agrietado y árboles caídos sobre el asfalto. ¿Qué le voya hacer? Consecuencias han de ser sufridas, porque...

—“Cuidado.”— Tiempo ralentizado. Confuso y a la vez sor-prendido, observé una diminuta bala puntiaguda que se aproxima ami pecho a gran velocidad. Rápidamente, la detuve con la mano, co-giéndola y notando su alta aceleración. Sin embargo, varios disparosmás cubrieron el aire, provenientes de diversos puntos.— “Compa-ñía no enemiga...”

—¿Qué me quieres decir con eso, TH49A?—“No son hermanos míos.”— ¿JuanXo y María? No, imposible.

No habrían abierto fuego contra nosotros. ¿Zombies con armas?Interesante cuestión, aunque poco debatible...

¡Maldición! Podrás esquivar tiros, pero hay momentos en los cua-les te pillan desprevenido. Varios impactos llegaron por la retaguar-dia, lesionando mi dorso. Sin poder evitarlo, resbaló la rueda trasera,derrapando y cayendo sobre la carretera, sufriendo abrasiones enlos brazos.

De repente, un extraño brillo de lente divisé en la copa de unárbol. Francotiradores de élite... ¿Ejército francés? Me incorporé yalcé con dolor los miembros superiores en señal de rendición. Comono sé francés, lo mejor son explícitos gestos...

—¡No estoy infectado! Soy León Vürgos, investigador alemán.—Un murmullo se hizo patente al oír mi nombre. Al instante, un hom-bre vestido de negro y con un fusil fue descubierto detrás de los ar-bustos. Bajé las manos, pero aquel tipo siguió apuntándome con suarma.— Por favor...

—¿León Vürgos Mähn?— No me lo puedo creer. ¿Los yanquishan venido ya? Prisa habréis de tener...

ESPÉCIMEN

570

—Así es. ¿No serán ustedes...?— El TH49A reaccionó a la si-tuación, transformando la espalda a metal y repeliendo múltiplesbalas dirigidas a mi cabeza desde la maleza. Sin decir nada, el ex-traño varón disparó también, resultando un proyectil en mi cuello,atravesándolo. Presión fue liberada en mi interior.— ¿Qué coño es-táis haciendo?

—¡Ha llegado tu hora, doctor!— Fuego de cobertura ofrecieroncompañeros a los lados. No tuve tiempo de pensar en otra cosa, huirlo más lejos posible.

Como los Marines de EEUU actúen con la misma irresponsabilidad e in-sistencia, los mato a todos...

Corrí hacia al objetivo más cercano y propiné un enérgico puñe-tazo en el estómago, expulsando el adversario sangre por la boca ycayendo el fusil de sus dedos. Tomé en alto el moribundo cuerpo ylo usé como escudo, esperando que sus amigos no se atrevieran amatar a su maldito jefe o lo que sea. Así fue, por suerte para mí. LaJog RR sigue arrancada varios metros a la derecha; la puse en posi-ción y me monté, manteniendo al enemigo, quien tose fluido colo-rado, en la parte trasera, encima del descolgado faro.

Sin embargo, no es la única tropa visible por allí. Un par de kiló-metros y más soldados de negro tuvieron la cortesía de asesinar a miseguro de vida. Una masa oscura se trasparenta en mi torso, cu-briendo la piel de un tono azul marino. El Espécimen blinda. Meestás proporcionando una oportunidad de salir ileso y continuarvivo. Satanás te bendiga...

El remate es inmediato. Varios tipos con RPG apuntan a la ca-rretera, muy cerca de la salida de este loco bosque. Han sido bien en-trenados, los misiles rozaron la proximidad con el vehículo, tantoque uno arrancó de cuajo el espejo izquierdo y detonó a varios cen-tímetros. Ahora puedo decir que vuelo por los aires... Metros de al-tura y caí de nuevo al asfalto, dejando la moto rodar y esquivandomás disparos a la vez que busco con miradas desesperadas a los hijosde puta responsables.

ALBERTO BURGOS SORIA

571

No consigo distinguirlos y tampoco cuento el número de con-trincantes, aunque parece ser grande. Se ocultan y quizás los trajesde camuflaje... Sea lo que fuere, este lugar no es un sitio seguro, nimucho menos. Segundos obtuve de pausa. Agarré el manillar y atodo gas, continué la autopista, dejando atrás la zona de guerra. Elmundo se ha sumido en un estado de locura total...

Esto hay que analizarlo en profundidad, como decía mi antiguomentor en Medicina, el doctor Gresklörn. Un jodido ejército ata-viado de negro me ataca sin motivo alguno. Si lo hay, decidlo. Armasconvencionales, pero lanzamisiles pone en cuestión el hecho de quesaben que su rival es duro de pelar. Aquí no se distingue un encajede piezas. Al revés, sobran estructuras pero no hay marco dónde seordenen para formar una razón.

Es difícil hacerse la idea de soldados franceses que no quierenextranjeros en su patria... Putos maricones. Los muy cabrones handejado hecha trizas la moto, escapando del radiador crepitaciones,humo oscuro y denso del tubo de escape y chispas saltan de losbajos. El aguante es limitado; no la dejaré hasta encontrar a mis ami-gos.

En los papeles de conducción he escrito mi nombre, me perteneces...Nubes naranjas y rojas se ciernen en el bello cielo del atardecer.

Destino final al alcanzar la noche. Tras decenas de caminos secun-darios por el mal estado de la autopista, arrimé en Perpignan. Prin-cipio de alegría, multitud de cadáveres son agolpados en las puertasde un hospital; algo de Pierre. Examinar su modo de muerte es sen-cillo, rastro de balas señalarán hacia los tipos aquellos o a JuanXo.Una mujer embarazada presenta agujeros en la frente. Pequeños,pero de tamaño considerable. Quizás el AUG...

Continué por oscuras y desiertas calles hasta una estación de au-tobuses. Igual panorama, salvo la horrenda imagen de infectadoscomiendo trozos de carne y órganos de semejantes suyos asesinados.¡Qué asco, joder! Insano ejecutar tales acciones. No lo soporto, de

ESPÉCIMEN

572

manera que asesiné a aquellos que se atrevieron a devorar partes deotras personas. Al fondo, en una colina, se divisa un gran castillo; enruinas, por supuesto. No me interesa, así que accedí al centro ur-bano.

Casas, estructuras a demoler, zonas verdes que han escogido unatonalidad más oscura... Mi vista recibe imágenes de lo más impac-tantes en este lúgubre lugar. Cabezas solitarias en las aceras, gentedespedazada y vísceras mancillando el área. Genocidio no es sinó-nimo para describir esta... ¿Masacre? ¿Carnicería humana?

Inaudito ver un chico sin cuerpo de vientre para abajo y que aúnse mueve. Nada de terror, es suspense. Demonios, un arma normaly corriente no ha podido efectuar algo así, pero un Espécimen...¿AU13A? Podrá haber por aquí, aunque la posibilidad es remota. Esfácil detectarlo por el tamaño. Ríos de sangre por las avenidas prin-cipales, tiendas derrumbadas y material inservible. No creo que vayaa encontrar algo de utilidad...

—¡Irnos de aquí...! ¡Recoge y vámonos!— Tengo el tímpano de-teriorado. Oigo voces y las reconozco. Una mujer arranca un cochecuyo motor emite un sonido igual que el Shelby GT500 de JuanXo.¿Shelby de JuanXo? ¿Una mujer? ¡No me toques los cojones!— ¡Es-paña está a la vuelta de la esquina...!

—Hemos llegado a tiempo, TH49A...— Los gritos en la nochefueron intensificados e identificados con la voz de mi compañero yla joven directora. El ruido proviene del sur. El extraño palacio depiedra. La mala suerte es más puta que zorra. La moto noarranca...— ¡Se van a ir, joder!

—“Es inevitable.”— No digas gilipolleces, TH49A. Espero queafinen el maldito oído y escuchen mi voz, que de por sí estruendosaes por tu culpa. El Shelby GT mete primera marcha y su sonido sealeja, silenciando el viento...

—¡¡¡JUANXO!!! ¡¡¡MARÍA!!!Esperad a que os coja; voy a repartiros bofetadas hasta quedarme sin mano...

ALBERTO BURGOS SORIA

573

THE UNFORGIVEN III (METALLICA)

How can I be lost?If I’ve got nowhere to go?Searched the seas of gold,How come it’s got so cold?

How can I be lost?In remembrance I relieveHow can I blame you?When it’s me I can’t forgive?”

ESPÉCIMEN

574

¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos los humanos? Inferioridad biológica... La razónpor la cual sometemos a las demás especies. ¿Viceversa? Nos gusta que nos dennuestra propia medicina, no hay que negar la evidencia. ¿Qué nos jode? Quizásque los seres que nos han sometido no son naturales, sino artificiales. Com-paremos a la rebelión de las máquinas; Schwarzenegger y su saga “Termina-tor”. Creamos las máquinas, ordenadores, televisores, electrodomésticos... Sedeshacen del yugo humano, tomando el control y exterminando a aquellos quelos mantuvieron retenidos en contra de su voluntad. Los Especímenes han tomadolas riendas de la Tierra; aniquilan a la especie que los sacó del abismo cientí-fico. No es culpa mía, tampoco error. He visto hechos que cambian mi opiniónacerca de ellos. No obstante, pronto llegará el momento en el cual otro ser hu-mano conocerá el significado de llevar una creación mía en su interior...

—¡¡¡JUANXO!!!— Ni puto caso. Silencio en el aire; el ruido acabadisipándose. Debo cerciorarme por completo, no estoy seguro deque fueran... ¿Por qué coño dudo?

No puedo más con mi puta alma...Sólo hay una forma de comprobar la evidencia, ir al lugar de los

disparos y observar la escena de batalla. Si no estoy equivocado, debe

575

1 5

L O S C O M A N D O S N E G R O S , J U A N X O Y E L C F 1 9 V

ser el castillo que se divisa a lo lejos. No estoy muy lejos, puedo acer-carme. Margen de quince minutos y arrimé en la zona. ¡Joder, vayaaspecto! Más ruinas que cualquier otro derrumbamiento.

La madera arde y distingo huellas de neumáticos en el patio, elcual se haya repleto de cadáveres y casquillos balísticos. Cogí uno ylo examiné de cerca. No hay duda, munición del AUG. Encontréincluso proyectiles más grandes, muy parecidos a la ametralladoraque usé en la lucha contra el YH56U en la frontera holandesa. Algomás que armamento llevan, o quizás... Ahora sí que no debo permitirdescanso, el tiempo apremia más que nunca y todavía puedo pilla-ros.

En una gasolinera próxima, rellené el tanque de combustible yarranqué, escapando de los bajos chispas y humo negro. Hija mía,aguanta hasta que lleguemos... Por grandes calles y avenidas atraveséhasta dar con la maldita autovía, a la cual me incorporé con rapidez.Infectados me persiguen y no deseo reventar vuestros frágiles cuer-pos. Olvida la puta carta, no la necesito. Recuerdo perfectamente elúltimo destino, una tal Barcelona.

Suerte he tenido, poco después de pasar Bages. Apareció el pri-mer cartel indicador; el paso con España está a menos de 25 Km.¡Venga, coño! Otra villa más, Le Boulou, enemigos pueblan las ace-ras y calzada. A la mierda sus cabezas y miembros. Atropellados ybien muertos. La moto falla continuamente, las piezas tuneadas handebido ser muy dañadas. La velocidad que ofreces no es ni la mitadde la máxima. A este ritmo, tardaré un par de días...

¡Me cago en Dios! Ocurrió lo más temido desde que noté losgraves problemas del vehículo. Entrada la madrugada y sin más po-tencia que sacar, el motor fue detenido metros antes de una subidapara cruzar la cordillera que separa ambos países. No me digas quetengo que ir andando... ¡Mierda, joder! Reconociendo su mérito, nola abandoné, sino que la llevé en hombros, recorriendo la ruta a pasoligero.

ESPÉCIMEN

576

Panel pintado con la bandera española, el cual reza la bienvenida.Este turismo improvisado me va matar. ¿Qué tenemos aquí? La pri-mera ciudad fronteriza. No entiendo el español, pero haré un es-fuerzo. La Jon... Quera. ¿Qué puto nombre es éste? No lo sé, peronecesito parar unos minutos, el peso de la Jog RR deja exhaustosmis músculos.

Cojonudo, un centro comercial. Ropa nueva y comer hasta re-ventar, el TH49A pide sustento para aplicar renovaciones. Malasunto, ha llegado el momento de obtener nuevos brazos. Pues quesea rápido, querido... En la segunda planta, cogí vaqueros y sin nadacubriendo mi torso, bajé al área de alimentación. Usemos el talentoculinario, León. En la oscuridad, hallé frutas y carne cruda. Voy atener que hincar bien el diente... ¡Oye, no está mal la comida con-gelada! Cocinada está más buena, pero me conformo. Un par demuslos, manzanas de postre y como merienda nocturna, bollos re-llenos de chocolate.

De repente, un estrépito me alertó en la planta superior. Subí lasescaleras mecánicas, apuntando con la Hydra. Un infectado con me-lena vagabundea por las lavadoras; manos abiertas en señal de sed yangustia. Guardé la escopeta en la cintura y caminé hacia él. Es raro,no parece percatarse de mi presencia. Con sumo cuidado, me aba-lancé y horrorizado, tomé metros de distancia.

No sé cómo ni con qué, pero algo ha eviscerado a este indivi-duo. Con un gran agujero en el tórax, su corazón late pero no haypulmones que lo cubran. Las vísceras ventrales no veo y su cara damiedo de sobra. Nariz y boca cortadas, sin ojos y clavado en la frenteun cuchillo de dimensiones considerables. Joder, se han ensañadobastante contigo...

Pena estar así; compasión y lo dejé divagar sin rumbo. Salí del hi-permercado, recorriendo el pequeño pueblo. Comisaría de policía...Armas podré hallar. ¿Qué cojones? Si la visión de antes fue ho-rrenda, la de aquí supera el límite. Decenas de cadáveres se encuen-

ALBERTO BURGOS SORIA

577

tran desperdigados por el edificio, la mayoría presenta graves y pro-fundos cortes, contando incluso falta de órganos y miembros.

Tipos sin cabeza, material policial por los suelos y mesas. No meentra en la puta cabeza. ¿Se han asesinado entre ellos? Dudo tal hi-pótesis; mirad los cuerpos. El tamaño del arma utilizada debió serenorme, un machete gigante. ¿Cómo explicas que falten cabezas?Segar vértebras es complicado, aunque no imposible...

Genocidio en regla. Esto no lo ha provocado JuanXo, carece desentido. Con los infectados hechos pedazos, la explicación más cre-íble es la afirmación de un Espécimen rondando por los alrededo-res. Respuestas deben ser halladas. De repente, un fuerte dolor hizopresencia en los brazos, resquebrajándose la piel poco a poco. Loscambios del TH49A. Quizás aclares este caos de incógnitas y cuer-pos sin vida...

—TH49A... ¿Notas algún hermano tuyo?—“No.”— Genial, me tranquilizas en parte...—¿Qué piensas de esto?— Fijé mis ojos en las heridas de los

enemigos. La contestación tomó sus minutos de razonamiento.—“No han sido ellos.”— Sentencia que continúa la confusión.

Mejor dejar las cuestiones para otro instante; hay que soportar cal-vario...

No puedo creerte, TH49A. Si no lo ha provocado un maldito Espécimen...¿Quién coño ha sido el gilipollas que armó esta masacre?

En la oscuridad tronó un grito. Heroicidad aguantar semejantemalestar. Al antebrazo fue abierto en canal y músculos oscurosemergieron, empapando los laterales con sangre viscosa. Temblandode manera exagerada, las manos sufrieron la transformación. Seacabó pedir al TH49A ayuda para defenderme. Los cantos tomaronun color azul marino y reflejaron la luz de las farolas.

Fuertemente, la palma fue rellenada de un vientre contráctil queocupó el área epitelial entera. Las uñas se alargaron y los filos adop-taron grosor. La articulación del codo se hizo visible tras separartendones y sujeciones. El húmero fue alejando momentáneamente

ESPÉCIMEN

578

del cúbito y el ancóneo tomó tamaño, cubriendo la superficie de losdos huesos. No podré contenerme mucho más...

El brazo fue más rápido y doloroso. Las cabezas del bíceps aso-maron por delante y formaron montañas que palpé sorprendido. Eltríceps fue agrandado también y el braquial presionó el nervio cu-táneo, sintiendo punzadas que no conseguí reprimir. No sé qué pasóen ese instante, pero la movilidad de ambos miembros desapareció.Increíble el suceso posterior.

Una especie de grueso cordón blanco saltó del hombro y se en-ganchó al codo, fijando las articulaciones y permitiendo el movi-miento. Piel rellenó los espacios y bordeó las estructuras contráctiles,dejando los bordes limpios y secos. Un poco más arriba, el deltoi-des aumentó exageradamente, tapando a los demás músculos delantebrazo al anclarse al codo. ¡Joder, me voy a desmayar! Perfecta lasiguiente expresión del TH49A, renovar el cuello, alegando que no-taré algún que otro cambio brusco. No hay que ser muy tonto parasaberlo, la voz...

—Las torturas para otro día, TH49A...— Poco caso.Sin abrir la boca para chillar, los pares de anclas claviculares se

tornaron rígidos y, anclados a mi garganta, separaron en canal.Describir no puedo, mi vista no llega a tanto. Mis cuerdas voca-les desaparecieron, porque traté de hablar y ninguna palabra fueemitida. El esternocleidomastoideo adquirió dimensiones, refor-zando las superficies articulares y los esplenios posteriores hicieronlo mismo con las vértebras cervicales. Relieve en la superficie y la la-ringe sobresalió, recuperando la voz con estructuras derivadas delos cartílagos.

Un chillido escapó de mi boca; hizo retumbar las paredes delcuartel. Mayor intensidad y tono, un simple hola resuena como unfuerte rasgueo de guitarra. Respirando con pausas, me froté los ojosde la fatiga y agradecí al Espécimen sus acciones. Creo que si hablocon más volumen del normal, soy capaz de provocar terremotos yno exagero. A saber qué dirá JuanXo cuando vea mi nuevo look...

ALBERTO BURGOS SORIA

579

Se acabó el maldito show. Debo ponerme en camino sin tar-danza. Absolutamente indescriptible. Por donde paso, cuerpos raja-dos y mutilados aparecen sobre el asfalto y presentan el mismoaspecto. Tal como lo veo, parecen escenas sacadas de Saw y la Ma-tanza de Texas. Ningún ser humano corriente puede cometer asesi-natos de tal escala.

Recorrí la avenida principal, abandonando la pequeña villa. Lasvisiones auguran una España muy infectada y plagada de Especí-menes... Jodido tiempo y su transcurso. El horizonte se aclara porinstantes, el amanecer es próximo. ¿Dónde coño os habréis metido?Ojalá hubiera obtenido este tono de voz mucho antes; seguro quese enterarían a la primera.

Más de 20 Km andando y el sol se ha alzado sobre el cielo, ilu-minando y ofreciendo un calor terrible. Es insoportable. Los mús-culos son calentados al máximo y los pantalones me están asandovivo. Agarré los bajos y rompí los vaqueros hasta la rodilla. ¡Qué ali-vio más que merecido! Mi caótica melena fue ondeada al calurosoviento y saqué la lengua cual perro rabioso. El verano en Alemaniaes bochornoso, pero aquí...

Otra ciudad con nombre estúpido, Figueres. Un hospital con elmismo nombre y un parque al lado. No pierdo nada por compro-barlos. Muy interesante, huellas de neumáticos frescas. El Shelby hapasado por aquí, seguro. ¿Por qué no os paráis a descansar? Tantomover los pies me deja fatigado, aunque todavía quedan fuerzas paraavanzar un poquito más. De verdad que no lo entiendo. Más cadá-veres hechos trizas. Se pasa de la raya...

JuanXo y María han debido armarse con grandes navajas, por-que si no, me estoy volviendo loco de tanto pensar. El centro desalud estará del mismo modo y el parque no será una excepción. Co-rroborados minutos después, infiernos repletos de matanzas.

Camillas ensangrentadas, arbustos coloreados en rojo intenso...Me voy antes de que vomite de asco. Caminar es pisar charcos desangre y órganos. El AU13A se habría dado un festín con este buf-

ESPÉCIMEN

580

fet que sus ojos interpretarían como tal. Algo cojonudo he hallado,una armería para coger cartuchos de escopeta. Hace tiempo que nouso la Hydra... Casi olvido cómo recargar.

¿Pero qué ven mis ojos? ¡Varias tartas en un escaparate y en buenestado! Inaudito. Con la boca abierta y chorreando saliva, rompí elvidrio de la tienda y cogí un buen pedazo, rugiendo del grandiososabor que mis papilas degustan. Ya poseo una razón para visitar Es-paña... ¡Maldita sea! El calor derrite los pasteles antes de hincar eldiente. El Espécimen saltó al esternón, impresionado del alimentoque está recibiendo. Su cola realizó vaivén y satisfechos reposamos.

Regresé a la autopista chupándome los dedos y continué la mar-cha, andando por el centro de la calzada. Autovía del Mediterráneo,AP7. Un nombre raro para una carretera. Echo de menos la red delAutobahnen. Rectas donde puedes acelerar a tope, curvas finas y sinpeligro... Al revés es la situación aquí. Cambios de sentido cada dospor tres, precipicios de varios metros y giros que asustan a la vista.Para ser una simple península, muy peligrosa es.

Horas y horas caminando; el horizonte no presenta otro aspecto.El ambiente se caldea y un sudor blanquecino fue expulsado por lapiel. No tengo ni las más remota idea de qué hora hay. Un cartelavisa la llegada a una gran ciudad cerca del inicio del atardecer. Si tu-viera un puto mapa... Girona. Imaginemos el panorama, muertoshorriblemente descuartizados y edificios en ruinas. En parte, reme-dio el error. Lo primero no se ha cumplido, lo segundo es evidentecon los terremotos iniciales. Entrada este, un centro psiquiátrico...

Mi verdadero hogar desde que comenzó este caos...Avenida central, pasando de largo las edificaciones. De repente,

una fuerte explosión se escuchó desde el norte, produciéndose gran-des llamaradas que antecedieron a la oscura nube de humo. ¡Han deser ellos! Corrí con todas mis fuerzas al lugar del siniestro. No hayinfectados en los alrededores, ni siquiera perdidos en los tejados. Elsímbolo de fábricas; área o polígono industrial.

La columna de cenizas inundó el suelo de carbón y tras minutosde intenso trote, arrimé en la zona. No he fallado en mi hipótesis.

ALBERTO BURGOS SORIA

581

Varias naves empresariales arden en el interior y observo muchosinfectados abatidos en las cercanías. Jadeos al frente, manadas dehambrientos enemigos. ¡Qué raro! Su actitud es muy pasiva, se diri-gen al oeste, de donde proceden ruidos semejantes a disparos.

Un momento, ése no es el AUG... Además, hay más de un fusilabriendo fuego. Detrás de las construcciones en llamas anduve, si-guiendo a los zombies en secreto. Voces gritan, risas trae el aire ensu seno. Saliendo de unos arbustos, alcancé a distinguir los causan-tes de la explosión.

¡Hombre, con vosotros tengo que hablar! Tipos con traje negroy máscara asesinan a cualquier infectado que se aproxima. Parecenser soldados iguales a los que me atacaron en el bosque. ¡Idiotas,maricones putos! Se me está ocurriendo una idea... Sí, puede resul-tar. En silencio, me acerqué al hombre más retirado del grupo, elcual contiene los hostiles de la retaguardia.

Sin darse cuenta, lo agarré del cuello, tapándole la boca. Force-jeó e intentó liberarse; para callarlo, propiné un fuerte golpe con mifrente en su nuca. El individuo cayó inconsciente y sobre mis hom-bros, abandoné la zona de guerra. Sus compañeros lo llamaron antela repentina muchedumbre de infectados que acuden por su posi-ción. No os preocupéis, no lo voy a matar.

En una nave de juguetes entré, cerrando la puerta y evitando en-cender las luces. El anochecer arrima y me senté frente al chico se-cuestrado, teniéndolo bien amordazado en la pared. ¡Qué bien, portacigarros! Pasaré la noche en paz...

Horas más tarde...—¿Where fuck...?— El muchacho abre los ojos en la oscuridad

y comprueba su estado; atado y sin nada con qué defenderse. Por tutono de voz, americano has de ser. Te entiendo a duras penas.—¡Help!

—Puedes gritar lo que quieras. Tus amigos se han marchado hacehoras...— En la noche, mi voz retumba en los muros y encendí unpitillo, iluminando mi rostro. El rehén se asustó y quiso levantarse

ESPÉCIMEN

582

del suelo. Estoy tranquilo, no hay peligro. Espero que consigas en-tenderme.— ¿Sabes quién soy?

—¿What are you going to make me? ¡Motherfucker!—Modera tu tono, amigo. No estás en la situación más adecuada

para insultar...— Levantado y acercándome, sosteniendo el cigarroen la boca y observándolo fijamente. La luz alumbra mi cara y cerrólos ojos al contemplar los míos. Agarré su corto cabello y puse misuñas en su tenso cuello. Oigo tu corazón latir velozmente.— ¿Tie-nes miedo?

—¿What do you want? No... I don’t desire...—Relájate, chico. Vas a responder unas preguntas y si no... Ten-

drás que ir derecho al infierno.— Rocé su piel y una fina hilera desangre brotó. No chillas, lo que interpreto como una señal de su-misión. Me agaché enfrente y di una fuerte calada. Creo que me en-tiendes....— ¿Quiénes sois?

Responde sinceramente, que sé detectar muy bien las mentiras y más de gentemalnacida como tú...

—Black Commands.—¿Sólo eso? Me estás engañando...— Niegas rápidamente con

la cabeza. Tomé su brazo y lo corté limpiamente, a lo cual respon-dió con un leve gemido.

—We’re the ATSF’s ancient force of espionage. They call us sofor our dressing aspect...

—Mejor, chaval. ¿Cómo te llamas? Así podremos tratar con másformalidad.— Tímido es al hablar; tiene fácil solución... ¿Verdad,TH49A?

—Darío. Please, don’t kill me...—Luego discutiremos tal tema. Bien, Darío... León Vürgos, qui-

zás el hombre a quién buscáis.— Los enormes ojos que pones y bo-quiabierto indica la veracidad de mis últimas palabras. Su boca fuerecorrida por un calambre y tembló bruscamente al observar misbrazos. Reí por lo bajo y cogí el fusil del rincón, acción que lo ate-rrorizó.— ¿Me equivoco?

ALBERTO BURGOS SORIA

583

—No... Please...—Si no te relajas, Darío, no podremos dialogar. Entiende que te

puedo soltar, pero mi instinto me dice que escaparás y no obtendréla información que deseo.

— I will speak what you want, but...—Perfecto. Has dicho que pertenecéis a los ATSF. ¿Trabajas para

una tal Rocy Kolk?— Asiente con rapidez y sonreí, tirando el armaal suelo. Lancé el cigarro al fondo de la nave y continué el interro-gatorio. Voy a conseguir mucha información de este chico.

—She is our captain. We came here to undertake your search...—Y me has encontrado. Considéralo un logro, Darío. Sé que

piensas lo contrario, pero recuerda tu situación.— Forcejeó con lascuerdas de sus manos, pero pasé de nuevo mis uñas por su cara,provocando varios cortes en sus mejillas. Sangre resbala por misdedos. Vamos a presionar un poco más...— ¿Dónde está ella?

¡Como mientas, vas a tener que despedirte del mundo!—South of here... Murcia... Búnker...—Muy bien, Darío. ¿Os habéis encontrado con alguien antes de

venir aquí?— Siguiente pregunta. Ojalá sepas algo de JuanXo yMaría, porque estoy muy cabreado y la locura pude ser desatada encualquier momento.

Volvió a negar con la mirada y repetí la cuestión, elevando el tonode voz y haciendo retumbar peligrosamente la estructura. Cae polvodel techo. Mi Espécimen activa los nervios más de la cuenta.

—I don’t know who...—¡Un Shelby negro! ¿Lo habéis visto?— Tomado y levantado

en alto, sintiendo una gran rabia en mi interior. El TH49A se re-tuerce encima del corazón y acelera mi pulso. Me cago en tu madre,chico...

—No... Our don’t...—¿Qué planes tenéis para estos instantes?— Averigüemos las

intenciones de la puta y zorra espía, a ver qué saco en claro...

ESPÉCIMEN

584

—Besides your capture... Finding those that help you and fleeingof Marines...— Las piezas, difícilmente, encajan en sus respectivossitios. El puzzle está siendo recompuesto, de modo que sigue ha-blando...

—They go after our boss and the two investigators that causedthis chaos...

—León y JuanXo... ¿Verdad?—Yes, and also we looked for some JC...— ¿He oído bien? ¡Mal-

dito crío maricón, suelta por la boca más hechos, coño! Esto será lomás interesante de la conversación...

Sigue, Darío; tu salvación es cercana...—¿Por qué lo buscáis? Este desastre es gracias a él, así que no de-

bería importaros y menos a Rocy.— Lo zarandeé varias veces y sincontrolar mis acciones, golpeé su cabeza contra la pared; a puntode perder la consciencia estuvo. Calmé los nervios y sonreí con ma-licia.

—I don’t know... They said something about a deal...—¿Rocy quiere aliarse con JC? ¡Responde, joder!— Lo que fal-

taba para agravar la historia. Si los dos se unen, mi futuro se habráacabado y el de la Humanidad también. Es normal que no sepasnada más, eres un soldado de mierda...

—She is going to meet with him...—¿Cuándo, cojones? ¡Habla si no quieres morir, Darío!— La

furia se tradujo en una fina sutura en mi pecho. Abierta en canal, elTH49A se muestra ante el rehén, gritando éste de horror. No te hellamado...

—“Yo lo convenceré.”—No te molestes, TH49A. Darío, el infierno está a un paso de

ti...—¡God, no! Rocy has equal something else than it. They have

heard her...— ¿Te refieres al WA99S? Puede ser la última preguntade la noche. Responde bien y vivirás para contarlo...

ALBERTO BURGOS SORIA

585

—¿Dónde lo tiene? ¿Y el ADN progenitor?— No sabes de loque hablo. No me importa, es trascendental saber la primera cues-tión, la cual afirmas.— ¿Sabes si lo ha usado?

—I don’t know...—¿DONDE ESTÁN, DARÍO?Me podrás cabrear todo lo que tú quieras, pero el Espécimen no es tan pia-

doso como yo...—They... They have seen her taking a tube that she puts always

in their pocket...— Mi tórax es cerrado sobre sí mismo y respiré conalivio. Los gritos resuenan en mis oídos y crují las vértebras, mos-trando ira. Parece que no ha querido arriesgarse a portar un Espé-cimen... ¡Qué pena, joder!— I don’t anymore...

—Vas a tener suerte, Darío. Esta información te ha salvado lavida; vivirás. No obstante, vas a tener que apañártelas solo...— Lotengo decidido, chaval. Varias respuestas halladas; llegué a la puertay tomé otro cigarro. Intentó deshacer los nudos, pero ante la impo-sibilidad de ello, me compadecí. Cogí varios cristales afilados y selos lancé, tirando el fusil y cargadores al rincón.— Si te reúnes conRocy, dile este mensaje de mi parte. “I will return to take what ismine, cunning whore.” Que no se te olviden los insultos. Por cierto,encantado de conocerte, Darío...

—I’ll tell it to her, León...— Ante despedida tan formal, salí a lacalle y cerré la puerta, escuchando golpes y brincos del interior dela nave. Compórtate y sé buen chico, Darío.

Ni rastro de JuanXo y María. Comandos Negros, Rocy en unlugar llamado Murcia, alianza entre JC y Rocy... Jodida está la situa-ción, pero muy jodida. JC debe esperar, la espía es el próximo obje-tivo a limpiar. No se ha inyectado el WA99S, el ADN progenitorsigue en sus manos... Hay que idear un plan de captura.

Sin embargo, lo primordial es encontrar cuanto antes a JuanXo,el cual ha de saber esta información. Por último, la incógnita de losMarines. Desean capturar a Rocy, lo que significa que el presidenteSkyron los puso al corriente de la situación antes de la pandemia.

ESPÉCIMEN

586

Después, coger a los dos científicos causantes. Sinceramente, en vezde León y JuanXo, deben actualizar sus fuentes a JC y Tiger. Veoproblemas por todas partes, España va a ser un viaje muy movidito.

Nada me retiene en esta puta ciudad; salí a la autovía, siguiendola ruta hacia la última ciudad que María mencionó en la carta, Bar-celona. Los carteles anuncian un sitio con un nombre parecido amás de 100 Km. Una larga caminata me espera y sin descanso. ElTH49A promete ofrecer alimento a los músculos de las piernas ycorrer en la oscuridad.

Otra maldita mañana. El sol asoma por el horizonte, ofreciendomás calor que el día anterior. Vidreres escogí como área de descanso.Toda la noche corriendo, el Espécimen se halla en las últimas y nohe recorrido ni la mitad de trayecto. Estoy al borde del desmayo,sufro mareos constantemente y el frescor del crepúsculo eriza lospocos pelos que cubren mi piel. Transportes hay en cualquier lugar,pero ninguno es utilizable. ¡Joder, me cuesta incluso respirar! Pero nodebo rendirme, Barcelona se encuentra ahí delante.

Por fin conozco qué hora es; nueve y quince. Demonios, eltiempo es eterno. Comida veo en aquellos escaparates, cojonudo.Pasta cruda, naranjas y pescado congelado, sin olvidar una botella devodka para retrasar el sueño. Me senté en un banco y cerré los ojos,resoplando del cansancio que llevo encima. La fatiga va a suponermi muerte.

Sobre las doce reanudamos la marcha, después de asimilar la grancantidad de comida ingerida. Agradecido está el TH49A. Las pier-nas piden movimiento, encogí los músculos y aligeré el paso, de-jando la ciudad con un pequeño reguero de muerte; infectados quequisieron dar por culo. Ilusos sois, coño... Los segundos corren, másde la cuenta.

El sol declina en el cielo a la llegada a otro pueblo, Llinars delVallès. Por favor, Francia es un jodido desierto; España la superacon creces. Villas y ciudades aparecen en cualquier dirección. Nom-bres extraños; el idioma español, que yo recuerde, no es tan enreve-

ALBERTO BURGOS SORIA

587

sado. Varias lenguas y dialectos coinciden en este país, quizás éste esuno de ellos.

¡Maldita España y malditos españoles!—Montmeló... Estoy hasta los huevos de tanto apodo raro.—

En la madrugada, alcancé un cartel con tal indicación. Me da igual,voy a Barcelona...

Un momento, vuelve hacia atrás. Montmeló... ¿De qué me suena?Coches de carreras, BMW Sauber, boxes... ¡Claro, un circuito de Fór-mula 1! Más suerte no se puede tener, distingo huellas recientes deun vehículo que ha tomado el desvío hacia allí. Ojalá que sean delShelby... La memoria nunca falla. Fue la primera carrera donde nosestrenamos como patrocinadores de BMW. No viene a cuento ex-plicar con detalle el contrato ni cómo fue la carrera, lo importantees llegar lo más rápido posible.

Mierda, camiones y vehículos militares pintados de negro; losComandos Negros están también aquí. No obstante, creo que nohabrá ninguno en el circuito; decenas de cadáveres con atuendo os-curo hay desperdigados por el asfalto. Grandes heridas y cortes pro-fundos; Espécimen enemigo con total seguridad.

La entrada al recinto, la curva New Holland bloqueada por uncamión. Salté sobre el parabrisas de la cabina y accedí al circuito.Nada ha cambiado desde la última vez que vine hace varios años. Elpaddock se encuentra metros más allá. Evidente que no hubiera ca-miones de transporte, ningún evento se ha realizado, que yo sepa.

La enorme tribuna presenta graves daños con las gradas de-rrumbadas sobre el liso asfalto. Mucho silencio se respira, dema-siado para estar solo. Caminé por la recta principal hasta llegar a losboxes, saltando la valla de protección. Sangre discurre, cuerpos sinvida de infectados y soldados de los Comandos Negros. Sin em-bargo, aparte de los cadáveres abiertos en canal, se observan marcascorrespondientes a proyectiles balísticos.

Una dura batalla ha debido concurrir hace poco tiempo, losmuertos no están fríos y la sangre permanece caliente. De repente,

ESPÉCIMEN

588

un desgarrador grito retumbó en el circuito, proveniente de las ca-binas finales. No consigo distinguirlo en la noche pero me parece verun coche aparcado...

—“Bienvenido, TH49A.”— Guerra siempre habrá en cualquierlugar. Las pocas gradas que quedan en pie fueron demolidas y un Es-pécimen RZ36C escala las ruinas, relamiendo la retorcida boca de suhorrendo rostro mientras su caparazón trasero es iluminado tenue-mente.

Nunca os he enseñado disciplina y veo que no os hace falta...—No respetáis ni los espacios de ocio...— Truena mi voz en los

edificios restantes, a lo cual responde el adversario con estruendo-sas risas. Ríete, gilipollas...— ¿Vienes a morir?

—“Lo dirás por ti.”— El suelo tiembla bruscamente y otroRZ36C acude por la entrada, cercando la zona de batalla. Tranqui-los, seré lo más rápido posible...

Salté la montaña de escombros y subí a su espalda, evitando lasfuertes acometidas de sus anclas. Los músculos del brazo se con-trajeron exageradamente y hundí la mano izquierda en su dorso, tra-tando de palpar nuestro verdadero contrincante. Su acompañantereaccionó a la fatídica situación de su congénere y lo ayudó, apar-tándome de la grupa con un enérgico golpe en la cabeza, el cual medejó aturdido.

Tomé las dos escopetas y ofreciendo la Hydra al TH49A, abrimosfuego contra el enemigo magullado, el cual cayó al asfalto, reso-plando de dolor. Aproveché esos momentos para correr en direcciónrecta, siguiendo el trazado del circuito. Si no urdo un buen plan, esposible que no viva para contarlo. En las primeras curvas, el RZ36Cileso me atrapó; solté las armas y me cubrí la cabeza.

Un par de anclas fueron clavadas en mis costados, presionandolos órganos. Al borde de perder el conocimiento, logré liberarme ytosí ingentes cantidades de sangre. Recargué los tres cañones condificultad y disparé contra su oculto vientre, recibiendo los impac-tos con intenso daño. Atravesando un interminable giro de dere-

ALBERTO BURGOS SORIA

589

chas, me detuve en seco y respiré audazmente. Ruidosos estrépitosse escuchan detrás del paddock y el Espécimen con la columna rotallegó a mi posición, abriendo la boca en señal de risa.

Hydra en la espalda y me abalancé, agarrando un par de puntia-gudos brazos y tumbándolo de una vez. Con un mareo de cojonesy sin observar dónde ataco, hinqué las manos en su escamosa piel yla abrí en canal, distinguiendo el RZ36C enfrente de mis ojos. Deboestar alucinando, oigo disparos y voces femeninas a lo lejos...

Cogí a nuestro adversario del cuerpo mayor, pero fui repelido ylanzado hacia las vallas y neumáticos de protección. No hay dolor,aunque sí el suficiente para incorporarme muy alterado. Se dio lavuelta y esquivé la embestida, escalando de nuevo a sus vértebras.Aumenté el boquete del principio e introduje los cañones en el in-terior, abriendo fuego sin piedad. Rugió ferozmente y acabó aba-tido sobre la arena de las escapatorias.

Me tiembla el cuerpo. Sus anclas intentaron rechazarme, sin éxito.Rodeé por completo la cola y retrocedí, sufriendo abrasiones en elantebrazo. Grité de furia y empotré el RZ36C contra el asfalto, aplas-tando sus cuerpos y escapando a presión fluidos verdosos. Cortadopor la mitad y sonreí escrupulosamente. Tiros son acentuados en lanoche y parecen ser de una ametralladora pesada...

—“Aún no ha acabado...”— Sentenció el TH49A. Tienes razón,algo se aproxima al fondo...

Si dos no bastan, tres son el máximo exponente a contemplar.Al llegar a una curva muy cerrada, otro RZ36C arrima de la expla-nada frontal. Joder, es suficiente... Frené la embestida con las dosescopetas y me enganché a su mandíbula inferior, la cual, con todasmis fuerzas, desencajé y lancé hacia atrás. Abrí fuego contra sus ojos,siendo vaciados.

Chilló estrepitosamente y por sorpresa, me cogió del cuello, acer-cándome a su vientre. Éste fue abierto de par en par y el enemigoclavó su par de anclas primarias en mi garganta. Débiles gritos es-caparon de mi boca y noté cómo ejerce más compresión sobre las

ESPÉCIMEN

590

heridas. Aunando fuerzas en las piernas, propiné una patada al Es-pécimen en su cuerpo mayor, retirándolo de mí. Tapé las sangran-tes aberturas con las manos y escalé a una colina, dejando la batalladurante unos minutos.

Imposible contener la hemorragia, a pesar de la frenética activi-dad del TH49A. Extrañado, el enemigo se olvidó de su presa y salióa trote hacia la recta principal. No termino de creerlo, una mujerpide ayuda y me nombra. Conozco esa voz, estoy seguro...

—¡¡¡MARÍA!!!— Rugí, imitando el ruido de un trueno. Segun-dos después, la misma voz gritó mi nombre. Son ellos...

Demonios, ayudadme como yo os he ayudado...Llegué a los boxes a paso ligero a la vez que un RZ36C arremete

contra las cabinas de la valla. Uno de ellos se ha esfumado, pero noimporta, mejor para mí. Un hombre chilla en la oscuridad y ráfagasde disparos impactan en el adversario. ¡Shelby GT500! Mierda, debísuponerlo desde un principio... Quien vocifera auxilio es JuanXo, lojuro por mi difunta madre.

Trascendental deshacerme del RZ36C. Corriendo por el techodel paddock, salté a la cabeza enemiga, inutilizando su vista y desli-zándome hasta el vientre. Rechacé las acometidas de las anclas y se-paré el abdomen, siendo recibido con quemaduras en el pecho. ElTH49A pidió cuidado, pero hice caso omiso. Aprisioné el Espéci-men con las piernas y tiré con fuerza, aunque parece no tener ganasde salir.

Con un último esfuerzo, lo segué en dos y evité que la mole hos-pedadora cayese encima de los boxes, apartándolo al asfalto. Las he-ridas de la garganta fueron selladas y recuperé la voz, notando alivioen el tórax. El maricón restante ha debido huir; más te vale...

—León...— Me volví con rapidez y lágrimas escaparon de misojos al contemplar la bella y a la vez demacrada figura de María, lacual se lanzó a mis brazos, tirando el arma. No se percató de mi es-tado, no cree lo que sus retinas observan.

ALBERTO BURGOS SORIA

591

—Mi querida María, estoy aquí...— Sollozas sin cesar, inundandoel suelo de lágrimas que se combinan con la sangre que escapa demis magulladuras.

—“Se acerca...”— No tienes que alegarlo, TH49A. Aparté a lajoven con rapidez y un brazo me cogió de la cintura. El tercerRZ36C nos vigilaba desde arriba y no dudó en tratar de cazar dospresas para cenar.

Alegría y furor siento. El dolor desapareció por completo y de-cidí acabar con él sin perder ni un minuto. Rompí su dentadura deuna enérgica patada y me solté, anclándome al vientre con las uñas.La piel áspera palpitó intensamente y el Espécimen enemigo se mos-tró, posando su cuerpo menor en mi cabeza. Fuego ardiente y mirostro fue carbonizado en gran parte; suerte de cerrar los ojos.

Bramando de dolor, lo tomé y rajé por la mitad. Sus anclas que-maron un poco mi pecho, pero su inmediata muerte nos salvó deacompañarlo al infierno. Apagué las pequeñas llamas de mi melenay me derrumbé en el suelo, tapándome el rostro y tratando de noalertar a María. Se agachó a mi lado, llevándose las manos a la bocaal incidir la luz en mi cuerpo. Normal que te asustes de ver múscu-los negros sobresaliendo de mi oscura piel.

—María, no me mires...Haz el favor, hija mía... Estoy hecho un desastre.—Tranquilo, verte es mi consuelo. Voy a levantarte...— Me cogió

de los hombros y fui erguido en contra de mi voluntad. Mi rostrosigue ardiendo y no puedo abrir los ojos.

—¿Dónde está JuanXo?—No sé cómo decírtelo... JuanXo está muy...— ¿Muerto? ¡No,

no es posible! En ese momento, separé los párpados y ante mi asom-bro, las córneas no fueron abrasadas. Caí al perder soporte y mearrastré hacia el box pobremente alumbrado.— Verás, nos atacaronantes...

—¿Quiénes?

ESPÉCIMEN

592

—Tipos vestidos de negro. Llegamos aquí y nos asaltaron. Ha-llamos refugio, pero alcanzaron a JuanXo...— No soporto oír más.Corrí con inmenso dolor y apostado en la puerta, observé a mi com-pañero tendido en el suelo y con una manta cubriéndolo. ¡Qué malaspecto! Pelo largo, ojeras, cortes superficiales grandes y barba pro-minente... Golpeé sus mejillas y abrió la boca, creyendo que eraMaría.

—María, me parece oír a León ahí fuera...—Está aquí, JuanXo. Abre los ojos...— Confuso por la respuesta

recibida, boquiabierto quedó al observar mi chamuscada cara. Se le-vantó de un respingo y gritó, acudiendo la joven a ayudarlo.— Nohay que perder la esperanza...

—¿Eres tú, León? Eres... Ni siquiera eres...— Te cuesta articularpalabras, no por el dolor, sino por la sorpresa y alegría que expresas.Se acercó para abrazarme, pero acabó derrumbado sobre la super-ficie, tosiendo sangre.— Me alegro... Vivo...

—María, ve por medicamentos...—No tenemos...— Hija mía, no es tiempo de bromas. Recordé

el botiquín del Shelby, pero negó con la mano mientras coloca aJuanXo bocarriba, quitándole la camiseta y enseñándome la multi-tud de heridas que tiene repartidas por el abdomen y tórax.— Loúnico que queda es tu maletín con dos Especímenes...

—No ha llegado tu hora, amigo...— No sé exactamente que pasóen aquellos instantes, pero entre las brutas revueltas del TH49A y uncruzamiento de nervios en mi cerebro, ordené a la muchacha quetrajera la maleta, alegando que voy a salvar su vida de la única formaque hay.— Tengo que contarte muchas cosas.

¡A la mierda! Retorno inesperado hacia aquella noche en la capital nor-uega...

—Tendrá que ser en el infierno...— Ríes débilmente y expulsasotra oleada de sangre. Evité la pérdida de conocimiento mediante za-randeos y María regresó al cabo de unos minutos, trayendo mi in-separable maleta blindada. Con la combinación acertada, observé al

ALBERTO BURGOS SORIA

593

CF19V y MY67O apoyarse en sus recipientes. ¿Cuál, coño?— Esmi fin...

—Antes me verás morir...— ¡No hay más vueltas! Abrí el se-gundo tubo y en un vaso, vertí el Espécimen CF19V junto al agua.Vamos a revertir el error del Nobel... Le pedí que tragase. La ex-presión de asco de tus facciones representa tu desagrado. Final-mente, bebió el líquido y cerró los ojos, respirando pausadamente.—Sujétalo, María...

—¿Qué has hecho, León?— De repente, JuanXo comenzó a re-volverse con brusquedad, provocando convulsiones por todo elcuerpo.

Lanzados encima y observando la situación sin intervenir. La ex-presión de la cara cambió a otra más malévola y su pecho se abrióen canal, mostrando el CF19V anclado a la caja torácica. Sin em-bargo, el TH49A, quien supo mi acción desde el principio, ordenóa su congénere que mantuviera el control, porque si no, acabaría consu existencia sin dudar. Lo controlas y amenazas desde mi interior.

Accedió con leves movimientos de la cola y se ocultó tras el es-ternón, cerrando la apertura. Los cambios más notables fueron ins-tantáneos. Dos pares de anclas claviculares emergieron del cuello yen los costados, sólo que, a diferencia del TH49A, es un brazo elcual se bifurca en dos salientes.

Sangre fue derramada a presión y el cabello comenzó a crecer demanera exagerada, cubriendo la cabeza. Los dedos de las manos sealargaron mientras que las uñas y los pies sufrieron el mismo destino.De repente y ante el susto de María, levantó una mano y separó elpelo de su rostro. Dientes puntiagudos aparecieron en su boca y losojos, ya abiertos, presentaron un color azul oscuro del iris que pasóa ser negro.

Las pupilas se tornaron naranjas y achicaron ante la poca luz dellugar. Respiró tumultuosamente y carraspeó, resonando eco en lasparedes. Las graves heridas acabaron suturadas y el rastro de sangreresbaló por los pantalones. JuanXo, has dejado tu naturaleza hu-mana, al igual que yo...

ESPÉCIMEN

594

—“No tomes su voluntad, CF19V.”— Mi Espécimen advirtió,esperando contestación por parte de su compañero. Una potente yrápida voz hizo acto de presencia en mi mente.

—“Como quieras, TH49A.”— Obedece la orden y JuanXo caeal suelo con un golpe sordo. María se apartó varios metros y se co-locó detrás de mí, observando el tranquilo y serio semblante quepresento. Menos mal, ha ido bien...

No dejes que lo devore, TH49A. Su destino se encuentra ligado a tus an-clas...

—¿Qué ha ocurrido? No parece él...— JuanXo estaba aterrori-zado cuando supo el terrible error que cometió aquel día en Nor-uega. En cierto modo te la he devuelto, pero no de formaintencionada, sino como método de salvación. Espero que no te lotomes a mal, tu vida pendía de un hilo y no quiero más muertes.

—No te preocupes, María. Ve y descansa, haré guardia.— Nadieaparenta ser aquel que fue hace años. Los tiempos cambian y las per-sonas también. Se dirigió al fondo y recostada, observa fijamente aJuanXo. Me apoyé en la entrada y levanté la vista al cielo, contem-plando las tenues estrellas que brillan en el firmamento. Tanto co-rrer para esto...— Duerme tranquila.

Precioso amanecer. Pocas nubes, un sol radiante y ambiente cal-mado. Ambos reposan plácidamente, tal vez JuanXo más. Pocoscambios han sido producidos en las últimas horas. El TH49A ha cu-rado las heridas del cuerpo y mi rostro ha recuperado su antigua efi-gie. En la oscuridad, estuve practicando golpes y ganchos de defensa;clave para derrotar a nuestros adversarios rápidamente.

El CF19V sí ofrece signos de actividad, transformando las manosde mi compañero en temibles garras y ennegreciendo la tonalidad desu piel. Varias veces se comunicaron los dos Especímenes, hablandode nosotros o de hermanos. Risa escuchar las arrogantes explica-ciones del CF19V, diciendo que los hubiera asesinado al instante.Mala espina veo en tu actitud, representa señales de agresividad.Creo que debí proporcionarle el MY67O...

ALBERTO BURGOS SORIA

595

El Shelby GT500 ha sufrido nulos cambios desde la última vezque lo vi en Estrasburgo. El maletero cierra con dificultad y antevosotros, un vehículo descapotable. El ojo de Turquía reluce inten-samente, ofreciendo belleza sin igual. Arranqué el motor, oyendolos ruidosos sonidos de los destrozados cilindros.

Es una jodida suerte que funcione. El Camaro SS es imaginado,recorriendo mis neuronas y expresando una tímida sonrisa. Pobrecoche mío... En Inglaterra está con mis hermanas. ¿Qué será deellas? No he recibido noticias suyas desde hace, más o menos, unmes. Encargué a John que las protegiese. Espero que me haya hechocaso...

—Joder, mi cabeza...— JuanXo se despierta con una fuerte vozque nos asustó. María se incorporó de un respingo y se agachó juntoa él.— ¿Pero qué cojones...?

—Buenos días, bella durmiente.Un chiste viene bien de vez en cuando... ¿No creéis?—¿León? ¿Cómo has llegado al infierno? Te vi antes de morir...—¡Qué gilipollas eres al despertar!— Un par de bofetadas lo

vuelven en sí, abriendo los ojos y cogiéndome del cuello. Sus afila-das uñas fueron clavadas en mi carne, notando leves punzadas dedolor. Cuando observó las anclas que sobresalen de su abdomen,me miró aterrorizado y trató de arrancarlas.— Quieto, hombre.

—Mierda, estoy infectado...— Más hostias no puedo soltar paraque dejes de decir tonterías. Muy trastornado estás...

—León te salvó la vida, JuanXo. Si no llega a ser por el Espéci-men, habrías muerto hace tiempo.— La última frase desató su lo-cura. Rajó la camiseta y contempló extasiado el relieve del CF19V enel centro del tórax. Observa las manos y palpa los pares de anclas delcuello, gritando.

—Te la he devuelto...— Reí por lo alto y ante nuestra sorpresa,nos acompañó en la broma, dando suaves golpes en su pecho. Tomópostura y me abrazó, dándome las gracias. Apresuradamente, las an-clas de nuestros costados se entrelazaron, acción interpretada como

ESPÉCIMEN

596

una manera de comunicación directa entre Especímenes.— Nadiequeda impune.

—Tienes que contarme todo lo que has hecho en tu ausencia.Eres digno de una estatua, tío...

—La verdad que sí...— Intervino María, quién se unió al abrazo.Cogí la Hydra y recargué en medio de una enorme algarabía. Lajoven se colgó una ristra de balas y recogió su RPD del rincón.

—Os contaré por el camino. Primero has de saber una cosa.JuanXo... Rocy está aquí.— Comenzando con lo más importante,expliqué la conversación e información que obtuve con el soldadode los Comandos Negros. María escucha atentamente sin perder elhilo de los hechos y JuanXo ruge cada vez que pronuncio el nom-bre de la espía. En el momento del trato con JC, me detuvo y señalóel horizonte.

—¡Significa que JC está aquí! ¿Dónde está la puta?—No sé dónde, pero Darío dijo algo, Murcia...¿Quién piensa realmente? ¿El Espécimen o tú?—Está más al sur.— Sentenció la mujer, indicando la lejanía del

supuesto lugar.—¿Cómo lo sabes, María?—Mi primer congreso después de la carrera fue allí. Lo recuerdo

porque...— Sus mejillas fueron sonrojadas y sonrió tímidamente a lavez que la tristeza aparece en tus ojos. A ver qué sueltas, querida.—Conocí a Josh.

—¡Satanás bendiga a Josh! ¿Conoces el camino?—Hay que recorrer la costa, los carteles aparecen en la ruta. Sin

embargo, nos llevará días...— Ningún problema. Si JuanXo tienerazón, no sólo hallaremos un objetivo, sino dos. Lo que daría por pi-llarlos juntos... No se puede ni imaginar.

—¡Es cojonudo! El principio del fin...— Hijo, deja de gritar. Porcada voz que escupes, el circuito entero vibra. Mucho optimismodescribes y no tomas la situación con cautela.

—Todavía no podemos cantar victoria. ¿Te encuentras bien?

ALBERTO BURGOS SORIA

597

—En mi vida me he sentido mejor.— Mucha prisa pareces tenerahora. Antes de irnos, quiso dar una vuelta rápida por el circuito.Obligó a María a sentir la velocidad punta del Shelby, aunque ellaaccedió a duras penas.

Colocó el coche en la meta y con audaz gesto, quemó rueda, sa-liendo a toda pastilla a la vez que la joven se agarra al asiento; su temores magnánimo. El reloj de JuanXo marca las once de la mañana, unahora perfecta. La costa ha de estar cerca, no hace ese calor terribleque pasé en la frontera. Minuto después, el fuerte motor del cochehizo aparición al fondo de la recta y su figura se acercó velozmente.

No frenas, no frenas... ¡Maldito seas! Estruendosa frenada y de-tuvo el vehículo a tan sólo centímetros de mis piernas. El CF19Vdebe de haber agudizado tus sentidos, es imposible calcular con tantaprecisión...

—Monta, León. ¿Lo tienes todo?— María casi vomitó al bajarsey recogió las armas del box, llenando el maletero hasta arriba. Subíal asiento trasero y metió primera marcha, escapando extrañas ex-plosiones del tubo de escape.— Quiero un viaje entretenido, así quecuenta tus aventuras desde el principio.

—Lo primero lo sabéis. Caí al Rin y fui arrastrado junto alRZ36C hasta el Mar del Norte. El TH49A me despertó y nadé hastaalcanzar costas holandesas.

—¡Hostias, tío! ¿Me estás diciendo que llegaste al mar? Impre-sionante...— Si lo hubieras vivido, no estarías tan alegre. Ella reso-pló mientras mueve la mano, reconociendo el duro esfuerzo quetuve en aquellos momentos.

Impresionante... Para mí, fue algo más que un término tan simple como im-presionante.

—Pasé Holanda y un YH56U me sorprendió en la frontera. In-cinerado lo abatí y en unos pueblos me enteré de que el ejército ale-mán estaba limpiando las ciudades del este.

—Espera un poco... ¿Nuestro ejército?—Los encontré en el estadio de Leverkusen, donde derrotamos

juntos a otro YH56U. Al borde de la infección los curé y llegué a un

ESPÉCIMEN

598

acuerdo con el coronel Wölmer. Ellos me acompañaban hasta Es-trasburgo y yo los ayudaba a sanear ciudades.

—¡Serán maricones! No saben apañárselas solos...—¿Los ayudaste, León?— No pierdes detalle. Atenta a mis pa-

labras e interviniendo cada vez que te es posible.—Nos reunimos con otra pequeña tropa y comenzamos la des-

infección, o como lo presencié, la masacre de enemigos. Königs-winter acabó reducida a cenizas. Los explosivos eran interminablesy el genocidio, imperdonable. Sin embargo, no repliqué sus acciones.

—Una cosa es matar por necesidad y otra muy distinta es hacerlopor placer. Sus cabales no debían de estar en su sitio.

—Que no te quepa duda, María. En Karlsruge, fuimos rodeadosy los abandoné a su suerte. Manadas de infectados centraron susojos en ellos y me dejaron aparte. Sé que hice mal, pero no tuve elec-ción.— Los dos aprobaron la decisión, alegando JuanXo la obliga-ción de seguir adelante y María, la situación que ellos corrían, siendosusceptibles a morir de un modo u otro.— Por cierto, baja la velo-cidad, que nos vamos a estrellar.

—Desde que tengo al jodido Espécimen, lo veo todo claro y dis-tingo muy bien las distancias. No os preocupéis...

—Llegué a Estrasburgo y leí tu carta. Atravesé las ciudades quemencionaste y antes de llegar a Lyon, ocurrió lo más interesante delviaje.— Es hora de hablar sobre el Espécimen AU13A y su gran-diosa ayuda contra los enemigos. Tomé unas cuantas bocanadas deaire, refrescando la boca de tanto mover la lengua.— Me encontrécon el AU13A.

—¿Espécimen AU13A? ¿Estás de broma?— Entonces hablo sinsentido, JuanXo. ¡Pues claro que no, coño!

Cojones, abre un poco más los tímpanos. Me cuesta hablar...—Sí, pero es totalmente diferente a los demás. No me atacó, al

revés, se alegró mucho de vernos. Una breve descripción; titánicamasa de huesos y estructuras óseas. Me siguió hasta Lyon, dondenos enfrentamos a un montón de RZ36C. La mala noticia fue lamuerte, delante de mis ojos, del AU13A.

ALBERTO BURGOS SORIA

599

—¿Otro Espécimen de los tuyos? Quizás sea aquel que contem-plamos en las costas francesas...— Supuso María, afirmando la hipó-tesis mi compañero con un fuerte acelerón. ¿De qué hablas, hija?

—¿Cómo era?— Pregunté a la muchacha.—Tal y como has dicho. Muy grande y blanco como la nieve.—Era él. Lo que no sé es si fue quién nos ayudó.— Es muy posi-

ble, porque la cercanía entre los dos era mínima. Sonreí abiertamentey JuanXo se desvió hacia una tal Badalona que ella indicó.

—Después, continué la autovía y en unos bosques, me atacaronlos putos hombres vestidos de negro...— Agarró el volante con ener-gía y casi arranca la palanca de cambios. Maldijo a gritos y se dio lavuelta, manteniendo el coche derecho. ¡Vaya humor!

—¿A ti también? Como los encuentre, acabo con...—Son soldados de Rocy.—¿CÓMO HAS DICHO?— Parece que no me has oído antes.

Frenó inconscientemente y salí despedido del vehículo, cayendo al as-falto de bruces y perdiendo un diente. Sus anclas claviculares se vol-vieron inmóviles y rechinó incesantemente, tapándose María los oídos.Eres bruto a más no poder...— ¿La zorra va tras nosotros?

—No me mires, María, tú también está fichada...— Saltó delasiento y la expresión de angustia que su rostro reflejó señala la com-plicada faceta que ha adquirido en tan poco tiempo. Desconocida hasdejado de ser.

—¿También yo?— No debo ocultar secretos.—El soldado que interrogué mencionó que quiere a todo aquel

que haya tratado conmigo y hubiera ofrecido apoyo.—¡HIJA DE PUTA! Estamos sentenciados...— Al entrar en la ciu-

dad, varios infectados acudieron por los gritos. Sin dar mucha guerra,los eliminé y seguimos la ruta hacia Barcelona. Casi hemos arrimado...

—Y otra cosa por si no te has enterado. Los Marines de EEUUestán aquí. Tienen dos objetivos, capturar a la espía...— Tragué salivay bajo la tenebrosa mirada de mi socio, terminé la frase. No haráscaso...— Y a nosotros.

—¡ME CAGO EN MI MADRE Y EN DIOS! ¿QUÉ COÑOESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ?— Increíble que los cristales de casas

ESPÉCIMEN

600

y edificios cercanos explotaran al unísono. Los cimientos temblarony una tienda de comestibles se vino abajo. ¡Vaya cambio más radical!

Cantas HammerFall como sólo tú sabes y derrumbas la ciudad entera. Porfavor, que no se te ocurra...

—Tranquilo, JuanXo. Centrémonos en dar con esa tal Rocy y luegonos ocuparemos de los yanquis.— Gracias por colaborar, María. Ave-nida central y un cartel reza la bienvenida a la última ciudad, Barcelona.Dos poblaciones aparentemente unidas... No veo separación entreambas.

—Gira a la izquierda. Mis abuelos vivían cerca del puerto, al ladode un hospital... Justo ése.— Hospital del Mar. Vale, no pasaremoscalor. Con las brisas marinas, la temperatura queda agradable.

Calles atravesadas; la gran estructura del centro sanitario aparece alfrente, señalando un callejón que tira a la derecha. Nos adentramos ysalimos a una pequeña plaza, observando la mayoría de los bloques de-rribados sobre las aceras. La casa de la esquina, fachada blanca y unapintada que lleva el apellido de María. Sonrió tímidamente y explicóuna travesura de pequeña.

Todos hemos cometido alguna locura de niños. Por ejemplo,cuando robé dos libros de matemáticas que necesitaba urgentementey no tenía dinero para pagarlos. La gracia es que mis padres no me re-gañaron. Para colmo, Lyserck hizo igual, sólo que mangó nueve; jus-tos para cada hermana. Suerte que días antes, el Sr. Leyvick, dueño dela librería, tuvo una operación de miopía. Como decía nuestra madre,por la ciencia se debe hacer todo...

Aparcó el Shelby enfrente y accedimos a la casa, tirando la puertasin querer. No está nada mal para ser española. Similar a las descrip-ciones de Christine en su viaje al sur. Faltan los grandes patios contiestos y flores de hermosura extrema. Lamentos arrojó la joven alcomprobar el estado de sus abuelos. Muertos bajo una montaña de es-combros del piso superior. No quiso un entierro; tumba tienen.

Rubí atardecer que observa desde la terraza mientras nosotroscomprobamos armas y munición. Querida Sturmgewehr, poco hassido utilizada. Fuertes contracciones profesó JuanXo al comienzo de

ALBERTO BURGOS SORIA

601

la noche, pero fueron falsa alarma. Portarás el CF19V, pero tu talentoculinario sigue siendo igual de excelente.

Al preludio del sueño, ambos se interesaron por los cambios su-fridos en mi cuerpo en los últimos días. Cosquillas me hacen tocandolos oscuros vientres musculares que sobresalen de mi piel. La bromallegó cuando JuanXo apretó el bíceps. Sin avisar, fue levantado, pro-pinando un fuerte puñetazo en su barbilla. Se mordió la lengua delgolpe y me cogió del cuello, raspándome con los nudillos la coronilla.Para pelos, no hablemos de los que te han salido con el CF19V.

Al término de las doce, la cama espera impacientemente. María fuela primera en rendirse al sueño, acompañándola JuanXo en la habita-ción. El TH49A no desea descansar, de modo que monté guardia. Sinembargo, el motivo es más bien distinto. El CF19V no ha terminadode transformar a su huésped y temo que complique el viaje. Entiendoque lo controles y te obedezca, TH49A, pero no me fío. A fin y alcabo, es el del género ambiguo...

Rocy, ve preparándote, porque me estoy imaginando tu cabeza en mis manos...

HUMAN STRAIN (SLAYER)

“Death stalking man though peace, Through life, though hatred of himselfDeath stalking man, as he embraces his crucifixion

Skinless resurrection, from the bodies of the deadSickness is increasing, as the oceans turn redApparatus for self—destruction, Day of judgement is now at hand

Decayed memories haunt vaccinated mindsRisk contamination mechanism of deathAnyone left alive scorch turn to ashDisease, war black death touching man...”

ESPÉCIMEN

602

Panorama oblicuo. ¿En qué se parecen las matemáticas a la pandemia? Al-guna rama ha de haber concordante con esta fatídica situación que es vivida

en la Tierra. ¿Aritmética? ¿Geometría? Creo que no... Estadística, ésa puedeservir. Avanzamos las horas, la posibilidad de encontrar más supervivientes sereduce mientras que los enemigos aumentan considerablemente. Dos había alprincipio, subimos la cifra a centenas contando los vivos. Infectados y Especímeneselevan a miles de millones. Luego dicen que las matemáticas son la ciencia conmás fallos que existe. Dividimos la cifra de “Buenos” entre “Malos”... ¡Sor-presa! Porcentaje que supera la decena de ceros a la izquierda. Joder, no hayque ser un genio para decir que esta tarea es imposible. Cruel destino el que vi-vimos en estos tiempos. Espera un momento, sabio... ¿Has contado la posibili-dad de “Especímenes Buenos”? ¡Ah, pues deberías...!

—He tenido un sueño de lo más raro. El CF19V me hablaba...Maravilloso, joder. Nunca creí que pasara algo igual cuando el TH49A lo

hace continuamente conmigo...—Así nos conocimos a fondo el TH49A y yo. Conversad y ave-

riguaréis muchas cosas de cada uno.— Un par de días para quevuelva la normalidad. Heridas y magulladuras saneadas completa-mente y listos para partir.— ¿Dónde está María?

603

1 6

J C Y T I G E R A P A R E C E N , L A C O N V E R S A C I Ó N

—Ha ido a despedirse de sus abuelos. ¿Te vienes a cargar elcoche?

—¡Claro que sí! Tú primero...Me siento extraño después de recuperar la alegría tras casi un

mes de tristeza y prisas; espeluznantes y repentinos cambios del ce-rebro. En la habitación contigua, nuestra joven amiga habla a solascon sus familiares fallecidos; les cuenta congojas y experiencias. Enel marco de la entrada, la observé en silencio. No tardó demasiadoen percatarse de mi presencia, se giró y sonrió levemente, contem-plando lágrimas resbalando por sus finas mejillas.

El sufrimiento es mutuo, querida. Perdí a mis padres y abueloshace tiempo, de modo que los lamentos desaparecieron años atrás.JuanXo pasó la misma situación que los Vürgos; alguien debía ser elsiguiente. Me agaché a su lado y la abracé, tranquilizando su teme-roso corazón.

—Ahora están en un sitio mejor, junto a Josh...—Es lo más seguro... No vivirían en paz.— ¡Qué razón! Los so-

llozos empaparon el empolvado suelo y nos levantamos, echando elúltimo vistazo a los cadáveres. Tenemos que ser fuertes, el miedoalimenta el horror.— ¿Nos vamos?

—Debimos salir hace horas, pero JuanXo se encontraba indis-puesto. ¿El RPD?— Los dedos secaron las gotas cargadas de senti-mientos de su rostro y la animé a salir de la casa, oyendo de fondolas voces de mi compañero.

—No lo saqué del coche. ¿Iremos por la espía esa?— Muy evi-dente la idea, transparente diría...

—Es el principal objetivo de este viaje y nos habrás de guiar.—Como quieras. De todas maneras, siguiendo los carteles arri-

maréis en un santiamén.—¿Vais a venir o qué?— Grita JuanXo fuera mientras arranca el

motor del Shelby. Aporreé la puerta principal en señal de espera y re-pasé las habitaciones, descartando despistes de última hora. Maríafue la primera en abandonar la casa; segundos después salí. Asiento

ESPÉCIMEN

604

de copiloto para mí y ella detrás, sujetando el armatoste.— ¿Des-tino?

—Murcia y Rocy.— Musité, poniendo énfasis en la última pala-bra expresada. Aceleró sin meter marcha y al mover la palanca decambio, grabó mitad de neumático sobre las piedras. El principiodel fin...

Cae la tarde y sólo hemos salido del laberinto que es Barcelona.No hay duda alguna, una de las capitales más grandes de la penín-sula. Sin embargo, la trampa sigue por delante. Sin la ayuda de María,entender el maldito idioma sería una odisea. L´Hospitalet de Llo-bregat... Nunca pensé que una lengua pudiera ser tan enrevesada.Nuestro alemán es complicado, pero éste triplica la dificultad.

¡Ahí está, joder! Entrando en la autovía, un gran panel señala ladistancia con los destinos más significativos. Murcia se halla muylejos, tanto que tardaremos más de un día. JuanXo no está preocu-pado, tu entusiasmo supera el límite humano. Pueblos y pequeñaspoblaciones surgen de la nada, confundiendo la ruta y en algunasocasiones, ofreciendo rivalidad en forma de infectados y otros seres.Cerca de El Vendrell, una manada de perros y lobos contagiadosnos abordaron en pleno anochecer.

—¡Me cago en todo! ¡Quítame a este cabrón de encima!— De-jando atrás a la mayoría de los enemigos, un can se lanzó sobreJuanXo, mordiendo su brazo derecho. Agarré al animal de la cabezay volteado en al aire, lo lancé a los campos de al lado.

Demostrando una puntería inaudita, María retrasó el avance hos-til, ahorrando más balas que cualquiera de los dos. No quiso laHydra, aunque bien te vendría. Un bache hizo saltar el vehículo, ca-yendo una caja de municiones para fusil en el asfalto. Menos malque los cánidos fueron entretenidos por los cartones, recibiendofuertes mordiscos y temibles dentelladas. Granjas y casas rurales sonfuente de zombies, observando incluso caballos que nos persiguie-ron durante minutos.

ALBERTO BURGOS SORIA

605

Imagínate que las moscas estuvieran también con los entes, me-nudos picotazos por simples gotas de sangre. Chamuscada viva, unamujer se cogió a la matrícula y sorprendió a María, desgarrando sucamiseta y produciéndoles débiles cortes en el hombro. Con la cu-lata, golpeó su cara y se alejó, rodando por la carretera a la vez queemite fuertes gemidos de dolor.

La noche no es adecuada hora para conducir. Los enemigos sealertan con más facilidad y no queremos que eso suceda. Veo en eloscuro horizonte la silueta de esa ciudad que es mencionada en mu-chos carteles, Tarragona. La autovía no pasa por el centro. No obs-tante, un lugar para dormir y descansar ha de ser buscado cuantoantes. Polígonos industriales rodean al paso de la carretera.

Allí iremos, no es la suite de un hotel, pero basta para reponerenergías. Desvío correspondiente y en la nacional, continuamosrecto hasta las sombras que conforman las naves y almacenes. Re-cuerdo la conversación con el joven soldado Darío; misma área. Lazona se divisa despejada, quizás los infectados se han largado. Tiréabajo la puerta hermética del edificio más próximo y JuanXo aparcóel coche en el interior. Hace frío, coño...

Multitud de apartamentos y bloques de pisos cercan la zona in-dustrial. Algo no me gusta, gente debía vivir allá y si nos han visto,habrá que salir pitando. El inicio de la madrugada transcurre en paz.Ruidosos ronquidos de JuanXo, silencio sepulcral por parte deMaría, precaución y atención de mis ojos. Dormir es una acción quecarece de sentido para el TH49A. Sabe que su malvado hermanoWA99S está a la vuelta de la esquina y desprevenido no lo van acoger. Cada uno tiene su adversario.

Explícito el plan; atrapar a Rocy, recuperar el ADN progenitor ycambiar los objetivos a la captura de JC. Me gustaría saber en quémadriguera se esconde él y el enano militar que lo acompaña... ¿Quées lo que oigo? Jadeos, chillidos, bramidos...

—¡Despertad! Compañía de zombies...— Grité. María abrió losojos al momento y tomó el RPD, comprobando los cargadores res-

ESPÉCIMEN

606

tantes. Sin embargo, mi amigo duerme como un tronco...— Intentacontener a los de atrás.

—Muy bien, León.— ¿Se puede saber qué coño te sucede? Susronquidos me ponen nervioso. Decenas de enemigos se aproximandesde los edificios colindantes. Lo sospeché desde que llegamos y secorrobora. Voy a dejar de formular hipótesis, porque acierto entodas...

Decenas no, centenas. Como traspasemos el millar, despierto aJuanXo a base de hostias. En batalla, comprobé el intenso uso de lososcuros músculos; barreras protectoras. Ante cualquier enemigo quenos pilla por sorpresa, segregan una especie de líquido amarillo ver-doso que actúa similar al ácido sulfúrico; corroe la piel al punto decarbonizarla. Así no podrán acercarse; morir digno o envuelto encenizas.

Las primeras oleadas fueron soportadas con facilidad, los hosti-les son gente mayor y no suponen problema. La embestida fuertecayó en desgracia para nosotros. María agotó las balas del RPD ycon escopetas en mano, aseguró los flancos. De repente, dos infec-tados saltaron de un agujero del techo al interior, dirigiéndose porJuanXo. No nos da tiempo de detenerlos, lo van a coger...

—¡No hay quien duerma tranquilo!— Del suelo, clavó sus pier-nas en el vientre de los adversarios, cortando después sus cabezas.Querías dar la sorpresa...

¡Te voy a dar sueño! Te despiertas y nos encuentras muertos...—¡Ven y ayuda, cojones!— Vociferé, acudiendo a paso lento y

bostezando con descaro. María se une al ataque en grupo, descar-gando su ira mientras aprieta los dientes con ímpetu.

—A ver qué sabes hacer, CF19V...— En aquel instante, la cara demi amigo representó una faceta aterradora y abrió la boca al igualque un lobo hambriento. Sin poder detenerlo y con el TH49A en si-lencio, salió a buscar guerra.

Ambos se vuelven locos. La joven, boquiabierta y guardando lasarmas en su espalda, agarró mi brazo y observó asustada el espec-

ALBERTO BURGOS SORIA

607

táculo nocturno que mi socio está ofreciendo. La cantidad de infec-tados terminó reducida drásticamente a menos de la mitad y al cabode quince minutos, regresó a la nave empapado de sangre y trayendoconsigo la cabeza de un niño. Con risa despreciativa y maníaca, pro-pinó un enérgico golpe en la cara, sacando la mano por la nuca.

El crujido de los huesos desmayó a María y finalizó el show co-giendo el cerebro del cráneo y presentándolo en la oscuridad. Hashecho bien en desmayarte, hija mía... Mirada atónita y asquerosacuando lo introduce en su boca y mastica con lentitud. Relamió loslabios y sonrió abiertamente, sacudiéndose la sangre del cuerpo ypisando lo que antes fue una cabeza.

—¿Has terminado?—La carne humana es sabrosa. Nos aviva...— Hablas en plural;

quiere decir que os lleváis de maravilla. Sus ojos fueron alzados a laluna y chilló de placer. Has perdido tu ser humano...

—Pues intenta comer cuando no miremos...— Le regañé, co-giendo a María en brazos y tratando de hacerla despertar del susto.Parpadeó rápidamente y al observar el horrible aspecto de JuanXo,casi cae de nuevo.

—Deberías probarla...— No, gracias. Bastante tenemos losdemás con comer animales sanos y pequeños.

El canibalismo es un modo de sobrevivir, pero tampoco es para expresarlode esa manera tan desagradable...

Más hordas enemigas y no parece haber fin. María sugirió la po-sibilidad de abandonar la lucha. No seas cobarde, querida... Sin em-bargo, mi compañero no estuvo de acuerdo y salió corriendo hacialos hostiles; el asunto pinta bien. Los apartamentos fueron vaciadosde sus inquilinos, aunque para asegurar el perímetro, los revisé unopor uno. Ni rastro de zombies. Mientras JuanXo se encarga de librarla lucha solo, preparamos el vehículo, dando el visto bueno a la su-gerencia antes mencionada.

¡Cómo disfrutas! Los rugidos que expeles por cada ataque se ase-mejan a risas. ¿Quién dice que no? Un poco de apoyo balístico le

ESPÉCIMEN

608

molestó bastante, lanzándonos estruendosos bramidos. El áreaacabó despejada y arranqué el Shelby. El destartalado ruido delmotor lo alertó, regresando sin terminar de saciar su sed de rabia ymuerte.

—¿Te encuentras bien, JuanXo?— Preguntó con cierto tono deterror. Cerró los dientes con rapidez y afirmó con la cabeza. Geno-cidio en toda regla cometido por los dos.

Imposibilidad de soñar para los tres. Yo no quiero, nuestra amigapresenta leves ojeras y el CF19V se lo ha pasado a pedir de boca.Abandonamos el polígono industrial para incorporarnos una vezmás a la autovía. Hasta el nacimiento de la luz solar no nos detuvi-mos, siendo la razón el combustible.

El hambre jodió el viaje al mediodía junto al pésimo estado de lacarretera. Largas rectas en el horizonte y una curva peligrosa en eltramo final. Notables dolores en el pecho y espalda al pasar Cam-brils. Según mi Espécimen, es la hora de cambiarlos. Hijo mío, es-coges los momentos más inoportunos...

—Coge el volante, JuanXo.—¿Ocurre algo?— Les informé de mi necesidad y María dejó

hueco en la parte trasera. Desde el rincón derecho y bajo la perspi-caz mirada de la muchacha, di luz verde al TH49A.

El tórax se torna negro, empezando con los músculos pectora-les, los cuales asomaron por los senos hasta escapar finos chorros desangre. El serrato fue encogido varios centímetros de su actual po-sición y se ancló al esternón por debajo de los pectorales. Sin avisar,el TH49A apareció tras dividir el pecho y exponer mi interior al sol.Las costillas aumentaron de grosor sin dejar espacio entre ellas. Sentíel diafragma bajar más de su sitio; deduzco un aumento de capaci-dad pulmonar.

Dificultosamente, el hígado fue ocultado en una maraña de capasgrises que recubrieron el vientre. Expresando risas que alertaron aJuanXo, observé la desaparición del ombligo, dejando una diminutacicatriz. El Espécimen terminó la zona ventral y cerrando el tórax,

ALBERTO BURGOS SORIA

609

pasó al área dorsal, la cual dice que será muy rápida. Recuerdo, latransformó en Holanda, convirtiéndola en una lámina metálica.

El gran dorsal exageró su tamaño, cubriendo la espalda de untirón. En conjunto con los esplénicos del cuello, la nuca se recubriótotalmente de tejido muscular y fui erguido al instante. La columnavertebral tensó sus ligamentos y noté gran vacío en la entrepierna.Tranquilos, no he perdido el miembro viril.

El sacro ha desaparecido, estando unida la pelvis a la zona lum-bar mediante ligeros pero duros reforzamientos óseos. ¡Es increí-ble! La cintura apenas pesa y puedo hundir la mano sin problema.Diez minutos de sufrimiento y resoplé aliviado. María contemplóatónita el numerito y JuanXo hizo igual desde el retrovisor.

—Yo también quiero...Y María también, no te jode... ¿Para qué cojones tienes al Espécimen?—Pues pídeselo al CF19V. Encantado estará, porque os lleváis

tan bien que no podrá negarte tal petición...— Reímos a la vez yarrimamos en otra ciudad, Amposta, la cual es surcada por un granrío que, con total seguridad, tendremos que cruzar.

—Es el Ebro, el más grande de España.— Nos culturizó. Encierto modo veremos problemas. Si su caudal es parecido al del Rindurante aquella noche, las pasaremos canutas...

—¡Me cago en Dios! Nos tiene que pasar a nosotros...— Com-parto tu rabia. El puente de la autovía se halla cortado, más bien,demolido. La fuerza fluvial es nula, el río atraviesa su cuenca con re-lativa calma.— ¿No hay otra ruta?

—Veamos esos carteles.— Tercié, fijando mis ojos en los pane-les de la izquierda. Centro urbano, club náutico... ¡El desvío de lanacional!— Dirígete por aquí, parece llevar a otro puente...

La segunda oportunidad ofrece más de suerte. Los pilares de laplataforma se mantienen intactos, pero cortes de asfalto se divisanen todo el tramo. Maldiciendo sin parar, JuanXo esquivó las zonaspeligrosas y accedimos al centro. Espera, hay avenidas que desem-bocan en la autovía. Eligiendo la que parece más tranquila y silen-ciosa, retomamos el trayecto inicial.

ESPÉCIMEN

610

La hora de comer es sagrada, quieras o no. En Torreblanca nosdetuvimos y servimos la comida. María y sus dietas saludables, carnecruda para mí y JuanXo, desapareciendo por la planta superior, re-gresó con el cuerpo sin vida de un infectado, al cual sacó las vísce-ras y zampó a nuestras espaldas. Se acabaron las ambigüedades, elCF19V es caníbal. Creo que cuando entre en batalla contra uno desus hermanos, lo devorará sin más. Tampoco comparemos la cavi-dad oral de JuanXo con la de un Espécimen humano...

Cuatro de la tarde. En marcha hacia la capital más cercana, Cas-tellón de la Plana. Imagino de dónde le vendrá tal nombre... Paisa-jes muy bonitos, María echó de menos su cámara digital. Buen gustoposees. Sin embargo, el contexto se tornó radical y melancólico alpasar un cartel que reza la proximidad de una universidad.

Estudiantes, profesores, secretarios... No hay salvación paranadie. Mejor que ella no vea este panorama, recordará viejos tiem-pos y caer en el pasado es un error muy común en la mente humana.Al instante de ver las puertas principales, dos edificios del campusse vinieron abajo. Las infraestructuras han perdido su resistencia.

—¡Para el coche!— Pedal de freno apretado a fondo y volví asaltar por encima del capó. Me levanté con rapidez y sin decir pala-bra, entre al área universitaria. Ese tipo lo he visto antes...

—¿Dónde vas, León?— Siento no dar explicaciones, pero algono concuerda en este lugar.

Frente a la facultad politécnica, distingo un hombre alto con me-lena, piel azul y garras preparadas para luchar. Cadáveres de jóvenesy adultos están dispersos por los alrededores; se los ha cargado.Puede ser el tipo que encontré con los militares, sí... Me planté a suderecha y desperté al TH49A.

Observó la situación a través de mis ojos y saltó de indignación,reconociendo las sospechas que rondan por la cabeza. Audaz ade-mán y esquivé su ataque, consistiendo en el mismo que la otra vez;cogerme del cuello. Crují la columna vertebral de arriba a abajo e in-tenté atraparlo. Agudos reflejos tienes, amigo...

ALBERTO BURGOS SORIA

611

—¡Me encargaré de él!— JuanXo saltó sobre el enemigo, cla-vando sus garras en los costados y mostrando los dientes para mor-derlo.

La suerte es del bando contrario. Se lo quitó de encima sin difi-cultad y lo lanzó contra el edificio de atrás, atravesándolo de puntaa punta y levantando densas nubes de polvo y escombros. Rugí defuria; no hace falta que reveles tu identidad... ¿Cómo has llegadoaquí antes que nosotros? ¿El mar Mediterráneo? No abre la boca nipara respirar. Ojos cerrados, aunque veo hilos entre los párpados.¿Cosidos?

Espeluznante tu forma de luchar, ni gota de visión y me cuestaacercarme... María probó a disparar ráfagas, las cuales fueron esqui-vadas como si el tiempo fuera lento para nuestro contrincante. Nohay un Espécimen más poderoso que el TH49A y WA99S. Incóg-nita saber tu origen, no sé si debatí antes este tema. Párate a pensar;y si...

—¡Me cago en tu madre!— JuanXo apareció por los tejados y seaferró a su espalda, incrustando su dentadura en el cuello del ad-versario. Gimió de dolor y le propinó un empujón en el pecho, to-siendo fuertemente y esquivando mis acometidas. A pesar de losesfuerzos, no consiguió deshacerse de mi compañero.

Dudo que tenga madre o padre. Mejor cágate en otra cosa, porque quedasmuy borde con nuestro invitado...

—Está aquí...— Soltó aquel tipo entre multitud de lamentos ygemidos.

—¿Quién está aquí? ¡Responde!— Sujetado por mi compañeroy con María apuntando hacia su rostro, lo interrogué. Aparté lospelos que cubren la cabeza y golpeé su frente con los nudillos.

—Aquellos que... Deshonraron...—¡Dame sus nombres! ¿De quién coño hablas?— Podemos tor-

turarte si lo prefieres. JuanXo mordisqueó un poco más su cuellopor orden mía y aulló intensamente. Varios proyectiles en sus manossirvieron para convencerlo de una puta vez.

ESPÉCIMEN

612

—Dos que siempre serán recordados...— Si te gustan los jero-glíficos, has venido al lugar menos indicado. Solté otro par de bofe-tadas y repetí la pregunta. Me estás cansando...

—¿QUIÉNES SON?— Mi voz resonó a kilómetros de distan-cia, recibiendo el eco al instante. Una explosión sucedió a lo lejos delcampus y aprovechando ese instante de confusión, se deshizo deJuanXo y pegó a la joven en el abdomen. Agarré el brazo derecho,pero un instantáneo calambre en mi pecho provocó su huida. Con-seguí acertar varios disparos de RPD en su dorso. Poco efecto sur-tió.— ¡VUELVE AQUÍ!

—¿Lo conoces?— Frotándose la zona magullada, María se le-vantó y le di su arma sin contestar. ¿A qué se refiere?

—Sea quien sea, no es normal... El CF19V no puede identificarel Espécimen que lleva dentro.

—Lo mismo le ocurre al TH49A. Yo no sé qué pensar...— Pocosirve estar todo el tiempo pensando sobre este desconocido hom-bre. ¿Qué origen habrás tenido?

—La noche llega, León. ¿Seguimos sus pasos?—No, ya se encargarán de él.— Establecí, mirando el tenebroso

cielo. La oscuridad se hace patente y estoy harto de perder valiosossegundos con problemas de este calibre.

—Su fuerza es descomunal. He cruzado casi todas las clases deledificio... ¿Nos vamos?

—Arranca y prosigamos. Olvidemos el incidente por untiempo...— Puso en marcha el Shelby GT y nos montamos al tér-mino de la desaparición del sol. Murcia, espera que pronto llegaré...

La pandemia avanza exponencialmente. Infectados con toquesmás agresivos, mayor número de Especímenes humanos y la cum-bre, cruces entre ellos. No niegues la evidencia; aquel ser posee unamezcla de mis creaciones. ¿Cómo se explica la defensa que disponeante el TH49A? Recordaré la frase que dije al entrar en España. Ten-dremos serios problemas en estas tierras...

ALBERTO BURGOS SORIA

613

Penumbra total junto a la costa. Pequeños pueblos y el cansan-cio hace mella en María. Los ojos de JuanXo son cerrados constan-temente y aunque parezca extraño, el sueño entró por momentosen mi mente. La melatonina ha conseguido ser liberada en el orga-nismo. Mi Espécimen late pausadamente y noto sus leves revolco-nes. Los golpes que produce el CF19V se escuchan también;crujidos de una cama en mal estado.

¡Vaya sonidos más preciosos! Cualquiera pensará que está teniendo lugar unaorgía en tu interior...

Sagunto, ciudad milenaria y romana. Antigüedad sin igual, llenade monumentos y estructuras antiguas muy bellas. Ésas fueron laspalabras que María usó para describir el lugar elegido para descansar.Los invitados son los que piden, anfitrión quien obedece... Al teatroromano desea ir; no se hable más. Siempre es satisfactorio recordarel pasado.

Saltando las normas con gracia, arrimamos en el ayuntamiento.La estructura romana se halla medio kilómetro al sur. De repente,una gran columna de luz, similar a un rayo, provino de aquel sitio.Gritos y chillidos de infectados desgarraron el viento y el silencioreinó tras segundos de suspense. Extrañas vibraciones despertaronal TH49A, el cual se alteró. El CF19V debió sentirlas también; res-pingo dio JuanXo en su asiento, provocando un derrape espectacu-lar que casi voltea el vehículo.

—¿Qué cojones ha sido eso?—Cállate y escucha...— Risas conocidas retumban. Me bajé del

coche en movimiento y accedí al teatro. Alguien ríe a carcajada lim-pia sobre el escenario de piedra.

Agudicé la vista y traté de reconocer al hombre que no para decarcajear. Pequeño, rudo y porta una extraña arma blanca, la cualexpele chispas y pequeños haces de luz. Bajé por las gradas consumo cuidado y contemplé la masacre realizada. Cadáveres de in-fectados se apilan por los lados y una enorme masa ósea reposa de-trás de él. Su gigantesco tamaño sólo puede ser de un Espécimenhumano...

ESPÉCIMEN

614

Me oculté tras un pilar y observé de cerca el individuo en cues-tión. ¡No pude ser! JuanXo bajó a mi posición, llevando a María enbrazos y montó en cólera al ver la vestimenta del hombre. Traje mi-litar, igual que...

—¡Funciona a la perfección!— Esa voz grave y ronca es incon-fundible. Nuestros Especímenes se agitaron bruscamente y JuanXono pudo reprimir un débil chillido.

Se giró con rapidez y apuntó la máquina hacia nosotros. Los em-pujé fuera del radio y una descarga eléctrica acompañada de cega-dora luz atravesó la columna y mi cuerpo. Resistí difícilmente laembestida y fui despedido hacia atrás, chocando contra la pared ygritando de dolor. Horrible sensación cuando el rayo me golpeó.

Parece como si mis órganos fuesen desintegrados uno por unoy el TH49A explotara junto al corazón. Otro disparo esquivé y res-balé por los escalones, cayendo enfrente del escenario. Tan maníacocomo cuando te vi por primera vez, Tiger...

Vaya, vaya... Algún día tenía que dar contigo. ¿Estás solo?—¿Qué haces tú aquí?—Querrás decir nosotros...— Volví los ojos hacia el rincón y re-

chiné los dientes de rabia. ¡Maldito seas! JC se encuentra apoyado enla pared salpicada de sangre con otra arma igual que la de su amigo.Me lanzó otra descarga, perdiendo la sensibilidad muscular.—Vamos a evitar enfrentamientos, León.

—Tenía muchas ganas de verte, JC...—Yo también. Parece que el destino nos ha reunido en este lugar

del pasado.— Rieron juntos y observé con disimulo a JuanXo avan-zar por mi derecha, oculto en las sombras. María no lo acompaña,hecho que me preocupa.— Te veo muy cambiado.

—¿Por qué será?— Quise ironizar la situación y darles cierta re-lajación, pero sólo valió para recibir otro impacto eléctrico.— Noseas cobarde...

—No lo soy. En ese caso, estaría en mi casa acurrucado en un rin-cón. Sin embargo, tú tampoco lo eres.— Tiger se colocó al lado de

ALBERTO BURGOS SORIA

615

JC y le cedió su armamento. Intentó lanzar otra sacudida, pero unatisbo de compasión lo detuvo. Estoy indefenso...

—¿A qué viene todo esto, JC?—Antes de responderte, diré que es de mala educación no pre-

sentarse cual una buena persona.— De repente, expelió un haz deluz a su izquierda, impactando de lleno en JuanXo, quién fue recha-zado a las gradas, surcando el aire cual muñeco de trapo. Retrocedía socorrerlo y recibí más descargas en la espalda. Se ha desmayadodel golpe recibido en la nuca.— Déjalo y ven aquí. ¿No querrás queotra persona sufra la misma suerte?

—No hay nadie más...—Tan protector como siempre, León.— A su izquierda, una

sombra se retiró en la oscuridad y Tiger se adentró en la profundi-dad. Quejidos y el soldado apareció con María cogida del cuello y sinsu RPD. Forcejeas sin éxito. JC se acercó a ella y sonrió malévola-mente.— María Simonds...

¡Quítale las manos de encima, sucio animal! No permito un trato seme-jante...

—¿Tú eres quien ha provocado la pandemia?— Escupió en sucara y la tomó de los brazos, limpiándose con sus manos. Me apartéde JuanXo y regresé a mi antigua posición para evitar que le hicieradaño.

—El mundo me malinterpreta. Pandemia es una palabra muy fea,prefiero un término más vulgar... Catástrofe científica.

—¿Qué quieres decir, JC?—Por favor, León, no seas estúpido. Claro que yo he sido el res-

ponsable de este desastre, pero... ¿Quién creó los Especímenes?¿Quién los sacó de su abismo?

—Yo, JC...— Lo intentas, pero ella no es tonta. Crees que pue-des engañar a María. Tus versiones y cuentos no allanarán su mente.Nueva descarga y el TH49A se ocultó tras el esternón, pidiendo pro-tección contra las letales ondas.— ¿Lo hiciste por GREDAPH?

—Así que sabes que trabajé para la más grande empresa cientí-fica de la historia... Vas bien encaminado, León. Te lo habrá con-

ESPÉCIMEN

616

tado el chivato de Josh, tu estúpido marido.— Se dirigió a la joven,quien no dudó en volver a escupir. Esta vez falló en su propósito. Norecuerdes a su fallecido esposo, hijo de puta...

Tiger la sujetó del pecho; en cierto modo, la manoseó. Parpadeécon rapidez y seguí los movimientos de nuestro ex-mánager por elescenario. Por detrás, JuanXo despertó con varios rugidos pero cayómediante dos descargas más. Mis anclas costales se escondieron y lasclaviculares se clavaron en los hombros. Corro serio peligro...

—Déjala en paz...— Musité en voz baja.—Debemos ser justos y juzgar con la verdad.—¿Qué verdad es? Hablas sin ningún sentido...— Desvergonza-

damente, el militar desgarró la camiseta de María y rió con fuerzaante los gritos de auxilio del rehén. Mi contestación fue respondidacon una ráfaga eléctrica que me tumbó sobre el suelo, impidiéndometomar postura.

—¿No has sufrido bastante? Tiger, si estás necesitado, cógela yllévala detrás. Dale lo que Josh no puede...

Como se te ocurra hacerle algo malo, no lo contarás por mucho tiempo, putosoldado de pacotilla...

—¿No irás a...?—¿Violarla? León, es una necesidad básica del ser humano re-

producirse, pero un poco de violencia no hace daño a nadie. Porcierto, que sea consciente de su disfrute.— Sacando la lengua engesto lascivo, relamió sus labios y ante mis propios ojos, metió lamano en el pantalón de nuestra amiga, la cual sólo consiguió expre-sar débiles chillidos al tener la boca tapada. Quitándole el sujetador,agarró su pecho izquierdo y se retiró en la oscuridad. ¡No, María!—Ahora dialoguemos tranquilamente. ¿Y tus queridas hermanas? Esuna pena que no estén aquí...

—¿Las quieres para algo?—A ser sincero, no. Rachel es bonica, pero le falta genio. Chris-

tine es boba como tú y Lyserck... Bueno, ella sí.—¿Por qué?— Oír tales insultos hacia mi familia hizo explotar mi

sistema límbico y autónomo, aunque de nada sirve indignarse

ALBERTO BURGOS SORIA

617

cuando estás atrapado. Cerré los ojos durante unos segundos, escu-chando los gemidos de María en la noche y las risas de Tiger.

—El día que quiera hacer regresar a la Humanidad, ella será unbuen sujeto para procrear... Sus pechos son suficientes para ama-mantar a mil niños durante años.— Me levanté con la cara roja defuria y anduve varios pasos hasta que más electricidad me paralizópor completo. El Espécimen aparenta poco de cobarde, no quierearriesgar mi vida. Sabiendo que despertaría de un momento paraotro, lanzó otro haz de luz hacia JuanXo, el cual no recuperó la cons-ciencia y las gradas fueron salpicadas con su sangre.— ¿Dónde lashas enviado?

¡REPITE ESO, HIJO DE PERRA!—Eso no te incumbe...— Chispazo al canto y perdí movimiento

en el brazo derecho; lo usé para cubrirme la cabeza. Intenso chillidode María y la voz de Tiger resonaron en la noche.

—¡Vaya coño tiene la puta esta!—No te emociones, Tiger. Reformularé la cuestión por si no la

has entendido... ¿Dónde están?—Tortúrame que... No lo sabrás jamás...— Sonrió con desprecio

y bajó del escenario, colocándose enfrente mía. Alargué la manopero la pisó sin piedad, rompiéndome algunos huesos de la mu-ñeca.— Acabaréis perdiendo...

—No te preocupes, la espía caerá muy pronto y tú irás detrás...—¿Rocy? Darío llevaba razón, se han encontrado y por el tono queutiliza, la reunión no ha ido muy bien.— La he visto antes.

—¿Ah, sí?—La muy tonta ha negado aliarse conmigo, así que tengo otra ad-

versaria en la lista negra, aunque no lo sabe...— Ni le hace falta. Selo diré en persona cuando vaya a despedirse del mundo. Quisiera sa-carte información, pero no estoy en condiciones de hablar y muchomenos, pedir.

—¿De qué habéis conversado?— Por intentarlo, no voy a morir,o por lo menos, espero que no.

Suelta y lléname los oídos. Todavía funcionan...

ESPÉCIMEN

618

—Nada interesante. Infección, futuro... Y de ti, por supuesto. Estádeseando conocerte, León.

—¡No me digas! Me alegro...—A diferencia de mí, parece ser más benévola.— A saber en qué

aspecto para alegar tal atrocidad. Manteniéndome a raya, subió al es-cenario e iluminó el monumental cadáver del fondo. Joder, lo que ima-ginaba...— Una de tus creaciones se puso por medio, de modo que notuvimos otro remedio que aniquilarlo.

—¿AU13A?—¡Muy bien, León! Quiero Especímenes violentos, no mierdas se-

mejantes a éste, el cual sólo sabe comer zombies y crear terremotos.—No consiento que te rías de ellos, JC. Segundos de suspense y las som-bras descubrieron a un Tiger sonriente que trae a María desnuda ycon la cintura llena de sangre. Juro que de aquí no sales vivo, bas-tardo...

—¡Ahí la tienes, cabrón!— Gritó y la lanzó a mi lado. Tembló sú-bitamente y se cogió a mi brazo derecho sin decir palabra. ¡Serás hijode puta!

—Me las pagarás, JC...Mi querida amiga, no he podido hacer nada por ayudarte...—Díselo a Tiger. Yo no la he tocado... Ni me interesa.— Mi com-

pañero no da signos de vida y oigo únicamente al CF19V quejarse.Chispas saltan de las extrañas armas y me apuntaron a la vez.— En-tiende, León...

—¿Qué debo entender? ¿Que sois unos capullos sin corazón?—Vacilar es la única opción que queda es estos momentos. El soldadoapretó el gatillo sin previo aviso, cubriendo a María de las descargas.En ese instante, mi cerebro se detuvo y el TH49A se quedó inmóvil.

—¡¡¡HIJO DE PUTA!!!— El grito reactivó mi consciencia yJuanXo se abalanzó desde las gradas hacia los agresores. La reacciónfue tardía para Tiger, quién fue arrastrado hasta el Espécimen muerto.JC tocó un botón debajo del armatoste y disparó un haz de luz que re-corrió todo el lugar, derribando muros y reduciendo el teatro a ruinas.

ALBERTO BURGOS SORIA

619

—No hemos terminado de hablar, JuanXo. Encuentras a estapreciosa mujer, vienes a España... ¿Cuál es tu propósito? ¿Buscar aVincent quizás?— La mejor tapadera que has podido soltar en elhilo de la conversación. Afirmé con la cabeza y puse tono de tristeza.No sabrás la verdad...

Perdóname, Vincent. Debo hablar sobre ti para poder pillar a Rocy sin queel maricón éste se interponga...

—Nos llamó horas después de la pandemia... Vamos a recogerloen el norte de África...

—¿Está vivo? ¡Increíble, qué fuerte es!— No te cortes en dar porculo. Tu fin es próximo cuando consiga movilidad y te pille despre-venido. Leyó mis pensamientos, más electricidad para mi cuerpo.—Recuerdo que no he respondido a tus primeras preguntas...

—No hace falta...—Educación ante todo, León. Puede que los satánicos como tú

no la tengáis, pero el mundo no es vuestro.— Me golpeó con la cu-lata en la espalda, aunque esta vez, intervino el TH49A blindando lapiel. Notó una extraña dureza en la superficie y pasó su mano, riendopor lo bajo.— Tu Espécimen sigue activo...

—Odio interrumpir pero amanecerá en pocas horas.— De aquíno os vais hasta que veáis vuestro merecido. María volvió a sufrircalambres por el frescor de la noche y se cogió con más fuerza.

—Casi he acabado. Ve arrancando el vehículo, pero antes, des-pídete como buen soldado.— Con su trastornada risa, se acercó anosotros.

Propinó una fuerte patada a JuanXo en la cara, sacudió variospuñetazos en mi nuca y a ella, la cual se apartó unos centímetros,pasó su mano por su trasero, recogiendo parte de la sangre que co-mienza a resecarse. Desapareció en una de las salidas y JC se quedómirando el charco de sangre que emana la mujer.

—GREDAPH dejará de ser un recuerdo del pasado y lo veráscon tus propios ojos...

—¿Por eso esparciste los Especímenes? ¿Por vengar a tu antiguaempresa?

ESPÉCIMEN

620

—¿Antigua? León...— Me cogió de la melena y miré fijamente,observando diminutas cicatrices en sus mejillas. Bien te has conser-vado desde que lanzaste los misiles.— GREDAPH siempre ha sidomi empresa. Los años contigo fueron de espionaje para facilitar in-formación al jefe Edwards y buscar algún plan para llevaros a laruina y destruirte.

—¿Gryhorn y Edwards?— De modo que los fundadores no serindieron. Claro, es de esperar.

La cuestión siempre acude por mano de viejos amigos. Gryhorn, simpáticoviejo enclenque. Edwards, hombre con cerebro de mosquito...

—Cuando murió Edwards, el deber quedó en mis manos. Tuvecarta blanca para hacer lo que quisiese y así he hecho.

—¿Puedo saber en qué consistía el plan en un principio?— Des-cargó más corriente eléctrica sobre mis piernas, quedando inmovi-lizado varios minutos más.

—Nada que ver con tus creaciones. Hurgando en tus archivossecretos, descubrí un par de cosas que os enviarían a la cárcel de in-mediato...— Los documentos de la caja fuerte. Rachel dijo una vezque la cerradura estaba abierta y acudí a cerrarla. No eché ningúnvistazo, confiando en los guardias de seguridad.— Cae Edwards y esmi obligación acabar su tarea.

—Ya veo...—Mi buen León, ha llegado el momento de despedirnos. Por

favor, no quiero lágrimas.— Ni las verás. Alcé la mano con dificul-tad y aprisioné su tobillo. No te irás... La sonrisa dibujada en su bocadenotó asco y se dio la vuelta, descargando la última sacudida querecorrió mi cuerpo duramente.

La siguiente vez no huirás, lo prometo... Al revés, irás a un lugar mejor, llenode fuego y llamas con un dueño muy peculiar...

El sonido de un coche a lo lejos y la sombra de JC se desvane-cieron por la misma salida que anteriormente usó Tiger. El ruidodel motor se perdió al cabo de cuatro segundos. El dolor que sientoen el interior no se puede imaginar. Tardé una eternidad en recupe-rar la movilidad en las piernas y más tarde, los brazos. Cogí a María

ALBERTO BURGOS SORIA

621

de los hombros y la abracé, intentando que su boca fuera abierta paraexpresar la horrenda experiencia sufrida con el maldito soldado.

No hay ropa cerca. Me quité los pantalones y se los puse. La san-gre seca que baña su cadera es de varias heridas que Tiger le ha pro-ducido en la zona lumbar, seguramente con un objeto afilado. Con lamano sobre el pecho, fue a buscar a JuanXo mientras inspecciono elcadavérico huésped del AU13A. ¿Dónde está el Espécimen? Las en-trañas están vacías sin contar huesos, músculos y vísceras.

—¿Dónde estás, María?— Vociferé, pero el viento sólo trajo ensu seno silencio y jadeos que provienen fuera del teatro. En una es-quina, la hallé tratando de despertar a JuanXo. Está vivo, aunque tienegraves magulladuras. Unas bofetadas en las mejillas y abrió los ojos depar en par, incorporándose bruscamente a la vez que busca a JC.

—¿Dónde te escondes, JC?—Es inútil, JuanXo. Se ha marchado hace poco. ¿Te encuentras

bien?— Se agachó y resopló con fuerza, comprobando el estado delCF19V. El TH49A dice que bien...

—Mierda, su puta arma me ha dejado listo. ¿Qué ha ocurrido?¿María?— Escondida en el rincón y sollozando. Se acercó y retiró lamano al ver su dorso desnudo y lleno de heridas. Volviéndose haciamí, preguntó otra vez.

—Mientras estabas inconsciente, Tiger la ha... Violado.— Pedí sucamisa llena de sangre y cubrimos el torso de la muchacha. Separó loslabios y escuchamos el temeroso tono de voz con el cual expresó loocurrido.

—El muy canalla me penetraba mientras cortaba con una navajami piel... Siento lo que ha pasado...

No sigas hablando, hija. Ni gestos ni palabras, los sentimientos se valen porsí mismos...

—No te lamentes, María. Haré que pague, lo juro. Volvamos alcoche, te curaremos...— Con su cuerpo cubierto de ropa, dejamos lasruinas para regresar al Shelby. No consigo recuperarme de las des-cargas eléctricas; mis anclas continúan escondidas y los músculosresponden a duras penas.

ESPÉCIMEN

622

Quedan pocas cosas en el botiquín, pero suficientes para sanarpor completo su dorso. Para ser la primera vez, se lo tomó conmucha tranquilidad, de vez en cuando lágrimas pasajeras. Somosbuenos médicos; expresa tus penas; guardarlas fijará las tremenda-mente horribles imágenes de la violación. Agradeció nuestra ayudae intentó volver a ser la de antes, aunque ambos sabemos que es im-posible.

En un supermercado al borde de la demolición nos aprovisiona-mos de comida y elegimos nueva ropa. Ella no quiso ninguna mien-tras que JuanXo se engalanó con un traje negro que rápidamentefue agujereado por los costados para dejar libres las anclas costales.Tomé unos vaqueros y capa roja. Risas hubo con el tema de que pa-rezco un hechicero. Sólo me falta conjurar...

—TH49A, informe rápido.—“Ningún rastro anormal.”— Bien, hijo mío. El CF19V da un

parte más o menos igual para JuanXo.Alegría en el entorno para continuar nuestro viaje hacia la guarida

de Rocy. Compartí con mi amigo la información que ofreció y son-saqué de JC, enfureciendo por cada noticia nueva y que él sabía deantemano. La venganza de GREDAPH le sentó cual puñalada en elcorazón; cosa del pasado que viene para joder nuestra maldita exis-tencia.

Antes de la ocho apareció el sol por el horizonte. El tanque deldepósito fue rellano hasta el tope y subimos en el vehículo. Mediahora de comer y debatiendo sobre los objetivos fijados en el itine-rario.

Al término de la conversación, escapó el tema que usé para des-pistar a JC de nuestros verdaderos planes, Vincent. No llevamos amano el móvil para llamarlo, de modo que suponemos que se en-contrará bien. Si mal no recuerdo, se refugió en las minas de dia-mantes que hay al norte de Sudáfrica...

—Murcia está muy cerca, pero no sabéis el sitio exacto de su po-sición.

ALBERTO BURGOS SORIA

623

—Basta con seguir el rastro de sus soldados. Donde veamos hue-llas, infectados muertos u enemigos armados, investigaremos.— Eloptimismo de JuanXo sorprendió a María, la cual decidió conversarcomo método para olvidar. La misma autovía continúa hacia el sur.

JC y Tiger han aparecido ante nuestra sorpresa. Cada uno ha re-cibido su dosis de maldad. Sacudidas constantes de electricidad, vio-laciones... Si de verdad Rocy es tan benévola como JC dice, un mejortrato nos debe dar. La manera de administrádnoslo es mediante lamuerte. Los insultos y tacos hacia mis hermanas, no se los perdonaréjamás.

Quién sabe qué hubiera pasado si ellas hubieran estado con nos-otros; Tiger las habría mancillado sin dudar... ¡De eso nada, joder!Miedo e ira entran en mi cerebro, causando un mayor dolor del queha resistido nuestra amiga. Cruel la actitud de algunas personasfrente a gente indefensa y buena. JC venga a GREDAPH, yo ven-garé a la Humanidad y aquellos que dieron su vida por remediar estairónica catástrofe científica...

La ciencia no ha perdido esta batalla, JC. La medicina que has usado se vol-verá contra vosotros...

ANGEL OF DEATH (SLAYER)

“Auschwitz, the meaning of painThe why that I want you to dieSlow death, immense decayShowers that cleanse you of your life

Forced in, like cattleYou run, stripped of your life’s worthHuman mice, for the angel of deathFour hundred thousand more to die...”

ESPÉCIMEN

624

La mente humana es audaz. No obstante, es evidente que surgendudas de la realidad. Comprendo la situación en la que se en-

cuentran aquellas personas que han leído esta novela. La misma queel autor tenía cuando dedicó tres años a diseñar esos seres que mástarde denominó “ESPECÍMENES”. Es labor del escritor abrir laimaginación a los lectores, pero hay una pequeña discrepancia enesta tarea. La experiencia conoce un hecho erróneamente utilizado.Cada uno que intente representar este libro a su manera, describiráen su mente la forma, más o menos, de un Espécimen; muy pocoscoincidirán con la idea expresada del creador.

Que la tranquilidad reine; seréis guiados mediante pistas que lle-varán vuestra fantástica perspicacia a límites insospechados y ocul-tos para las células visuales que conforman las retinas de nuestrosojos. Queremos una vista formalizada de un Espécimen, pero la es-pera genera sus frutos. Adelanto es una palabra mal usada en mi len-guaje; prefiero primera visión. No hace falta que recordéis el dicho“Una imagen vale más que mil palabras”, pronto descubriréis lo querealmente se esconde detrás de tantas y agotadoras palabras que con-forman estas inagotables páginas.

625

A N E X O

ESPÉCIMEN Nº1

Nombre en Clave——> “TH49A”Origen——> 4 Años (Primera Serie)Género——> BenéficoCaracterísticas——> Cabeza regular en picos traseros. Dos pares

de Anclas Claviculares y dos pares de Anclas Costales. Dos parescostales traseros. Cuerpos Menor y Mayor, Primario y Secundario.Mayor fusionado con el segundo par costal frontal y dorsal. Estria-ciones laterales. Cola Sensitiva de doble Rama y Par de Anclas Ab-dominales pequeñas. Azul oscuro, Reflejos metálicos.

Observaciones——> Simbiosis extraordinaria en seres vivos. Re-pone cadenas de ADN perdidas con trozos de información perte-neciente a su interior, otorgando cualidades necesarias para lasupervivencia. Transforma el huésped a su estilo, confiriendo las ca-racterísticas propias de Espécimen y aquellas que su huésped pide.Reproducción asexual.

ESPÉCIMEN Nº 14

Nombre en Clave——> “CF19V”Origen——> 4 Años (Primera Serie)Género——> Ambiguo (Benéfico y Cáustico)Características——> Cabeza a doble Cúspide. Par de Anclas Cla-

viculares frontales y dorsales. Par de Anclas Costales en salientestraseros, Bifurcadas en dos Ramas. Cuerpos Menos y Mayor, Pri-mario y Secundario. Mayor Ofrece el par Costal. Estriaciones Late-rales. Cola Sensitiva de Triple Rama y par de Anclas Abdominalestraseras pequeñas. Marrón oscuro, cierta transparencia.

Observaciones——> Simbiosis incierta en seres vivos. Reponecadenas de ADN perdidas a bastante diferencia del huésped y su es-pecie. Cualidades necesarias para la supervivencia, aunque llega adevorar el organismo si llega a tal propósito. El hospedador suele

ESPÉCIMEN

626

presentar comportamiento antisocial y caníbal con su género. Esfácil controlarlo. Reproducción sexual.

ESPÉCIMEN Nº 2

Nombre en Clave——> “WA99S”Origen——> 4 Años (Primera Serie)Género——> Único y Muy PeligrosoCaracterísticas——> ConfidencialObservaciones——> Confidencial

ESPÉCIMEN Nº 29

Nombre en Clave——> “YH56U”Origen——> 3 Años (Cuarta Serie)Género——> CáusticoCaracterísticas——> Cabeza de doble Rama Alzada. Dos pares

de Anclas Claviculares y par Clavicular dorsal más grande. Dos paresAnclas Costales frontales, dos pares Anclas Costales dorsales. Cuer-pos Menor y Mayor, Primario y Secundario. Mayor Ofrece el primerpar costal frontal y ambos dorsales. Estriaciones Laterales en Menory Centrales en Mayor con salientes traseros en Punta. Cola Bífidade doble Pico Invertido. Gris amarillento, Opacidad total.

Observaciones——> Simbiosis caótica en seres vivos. Trans-forma el ADN a su estilo, devorando sin piedad el organismo hués-ped y asegurando la supervivencia de ambos. Aspecto horrendo ycatastrófico. Reproducción sexual.

ESPÉCIMEN Nº 24

Nombre en Clave——> “RZ36C”Origen——> 1 Año (Décima Serie)Género——> Cáustico

ALBERTO BURGOS SORIA

627

Características——> Cabeza Óvalo de Pico en Extremos. Dospares de Anclas Costales con Ramificaciones. Cuerpos Menor,Mayor y segundo Mayor. Primario y Secundarios. Par de pequeñasAnclas Claviculares en Cuerpo Menor. Separados por Anclas Cos-tales. Estriaciones Laterales. Mayores Unidos en la Zona Dorsal.Cola Bífida de doble Pico Invertido. Violeta verdoso, Opacidad total.

Observaciones——> Simbiosis caótica en seres vivos. Reponelas cadenas de ADN perdidas con la de su interior, otorgando alhospedador su apariencia de Espécimen. Refuerza las estructurassólidas (Huesos) en busca de asegurar la supervivencia. Aspecto detortuga, caparazón vertebral. Reproducción sexual.

ESPÉCIMEN Nº12

Nombre en Clave——> “AU13A”Origen——> 3 Años (Segunda Serie)Género——> CáusticoCaracterísticas——> Cabeza Irregular. Par de Anclas Clavicula-

res y dos pares de Anclas Costales. Ancla Clavicular dorsal izquierdade extensión variable. Cuerpos Menor y Mayor, gran TamañoMenor; ofrece el primer par costal. Mayor Invaginado y Ofrece losdos pares de Anclas Abdominales. Estriaciones Laterales. Gran ColaSensitiva en Doble Invaginación Abierta. Rojo oscuro, cierta trans-parencia.

Observaciones——> Simbiosis caótica en seres vivos. Refuerzael ADN del huésped, especialmente las zonas estructurales y con-tráctiles (Huesos y Músculos). A base de crear sólidas y numerosasbases de protección, desfigura por completo al hospedador, adqui-riendo dimensiones más que considerables. Pierde su carácter agre-sivo al adaptarse al huésped por completo. Reproducción asexual.

ESPÉCIMEN

628

Í N D I C E

Nota del Autor....................................................................................... 9Prólogo.................................................................................................. 111— Los Especímenes y La Vida........................................................ 232— TH49A, Perfección Absoluta..................................................... 333— Los Primeros Rivales, Ryan y Evys............................................ 454— El Error Bueno de JuanXo......................................................... 715— La Impaciencia de JC y el Robo Biológico................................ 976— La Alerta Nacional y La Carta, Rocy....................................... 1257— JC y Tiger Revelan sus Intenciones........................................ 1498— Pandemia Mundial y la Llamada de Vincent......................... 1679— El YH56U y las Ciudades Desangradas................................. 19510— Rumbo a Ucrania, María y Josh piden Ayuda.................... 27111— Oscuridad en Kiev, el Ataque.................................................. 33512— La Historia de María............................................................... 38713— Tour Europeo........................................................................... 409

1º Parte Vuelta a Casa.................................................................. 4092º Parte Adiós, Hermanas............................................................ 443

14— “Reisen Höllisch” (Viaje Infernal).......................................... 4731º Parte “Meine Rückkehr” (Mi Regreso)................................ 4732º Parte “Gott Rhein” (Dios Rin)................................................ 5113º Parte “Reiseziel Verdammt” (Destino Maldito).................. 543

15— Los Comandos Negros, JuanXo y el CF19V........................ 57516— JC y Tiger Aparecen, la Conversación.................................. 603Anexo.................................................................................................. 625

Este libro se terminó de imprimir en Sevilla durante el mes de febrero de 2012