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ESPACIOSEN LA EDAD MEDIA

Y EL RENACIMIENTO

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PUBLICACIONES DEL SEMYRactas

10

DirectorPedro M. Cátedra

Coordinación de publicacionesEva Belén Carro Carbajal

CONSEJO CIENTÍFICO

Vicente Beltrán Pepió (Università degli Studi di Roma, La Sapienza)Mercedes Blanco (Université Paris-Sorbonne)Fernando Bouza (Universidad Complutense)

Juan Carlos Conde (Magdalen College, University of Oxford)Inés Fernández-Ordóñez (UAM & Real Academia Española)

Juan Gil (Real Academia Española)Antonio Gargano (Università degli Studi di Napoli Federico II)

Fernando Gómez Redondo (Universidad de Alcalá)Víctor Infantes † (Universidad Complutense)

María Luisa López-Vidriero Abelló (IHLL & Real Biblioteca)José Antonio Pascual Rodríguez (Real Academia Española)

Jesús Rodríguez-Velasco (Columbia University)Christoph Strosetzki (Westfälische Wilhelms-Universität, Münster)

Bernhard Teuber (Ludwig-Maximiliam-Universität, Munich)

Forman también parte de oficio del Consejo Científico las personas que, en corriente mandato, integren el consejo directivo del Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (Juan Miguel Valero Moreno,

Francisco Bautista Pérez, Bertha Gutiérrez Rodilla, Elena Llamas Pombo), así como también quienes ostenten o hayan ostentado la presidencia de la

Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas:Alberto Montaner Frutos (Universidad de Zaragoza)

Fernando Baños Vallejo (Universidad de Oviedo)María José Vega Ramos (Universidad Autónoma de Barcelona)

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ESPACIOSEN LA EDAD MEDIAY EL RENACIMIENTO

–––––––

edición al cuidado deMaría Morrás

SALAMANCASeminario de Estudios Medievales y RenacentistasSociedad de Estudios Medievales y Renacentistas

MMXVIII

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La publicación de este volumen se ha realizado con financiacióndel Ministerio de Ciencia e Innovación (ref. FFI2015-636225-C2-1-P)

Presidente: Juan Gil (Real Academia Española)Vicepresidente: Juan Miguel Valero Moreno (Universidad de Salamanca)

VocalesFrancisco Bautista Pérez (Universidad de Salamanca)

Emilio Blanco (Universidad Rey Juan Carlos)Francisco Javier Burguillo López (Universidad de Salamanca)

María Morrás (Universidad Pompeu Fabra)Rosa Rodríguez Porto (Syddansk Universitet / University of Southern Denmark)

Secretaria-Tesorera: Georgina Olivetto (Universidad de Buenos Aires)Subsecretaria de Publicaciones: Eva Belén Carro (Museo Etnográfico de Zamora)

Socios de HonorPresidente de Honor: Pedro M. Cátedra

Alan Deyermond †Enrico FenziMichel GarciaPeter LinehanCarlo Ossola

José Manuel Pérez-Prendes †Francisco RicoPaul Saenger

Juan Gil FernándezHans Ulrich Gumbrecht

Isabel Uría MaquaOttavio Di Camillo

© la SEMYR & el SEMYRMaquetación: Jáser proyectos editoriales

Impresión: Nueva Graficesa, S.L.I.S.B.N.: 978-84-946724-5-3

Depósito legal: S. 301-2018

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Para Giuseppe Mazzochi, il gigante buonoIn memoriam

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TABLA DE CONTENIDOS________

Presentación[17-18]

PRIMERA PARTEPONENCIAS PLENARIAS

Álvaro alonso

Acerca de las lamentaciones de amor[21-46]

Jeremy lawrance

Cárcel de Amor: texto e imágenes en un manuscrito francés del Cinquecento (Bodleian Library, MS Rawlinson D.591)

[47-86]

mª carmen marín Pina

Los libros de caballerías en el espacio y el espacio en los libros de caballerías[87-139]

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TABLA10

SEGUNDA PARTECOMUNICACIONES

ESPACIOS Y TEXTOS

mathilde albisson

El objeto-libro como espacio paralelo de expresión y de creación: la huella del lector en incunables e impresos quinientistas

[143-155]

nicolÁs asensio Jiménez

El Romancero del Cid en los cancioneros del Siglo de Oro[157-163]

Fernando baños valleJo

La ilustración en las primeras ediciones peninsulares del Flos sanctorum[165-182]

reyes coll-tellechea

Espacio literario y espacio de poder: el Lazarillo, el Galateo, el disimulo y la historia

[183-195]

Julia García-arévalo alonso

Don Lazarillo Vizcardi de Antonio Eximeno. Espacio de creación musical y literaria

[197-209]

JorGe Jiménez lóPez

Los espacios del libro en el Colegio Mayor de san Bartolomé[211-224]

marta marFany simó

La poesía de Jordi de Sant Jordi traducida al español: notas sobre las traducciones de Félix Ros, Enrique Badosa, Juan Ramón Masoliver y José María Micó

[225-239]

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TABLA 11

Pedro martín baños

De la Ofir colombina a la Biblia Complutense. El humanista Rodrigo Tous de Monsalve y sus Apuntamientos

manuscritos de 1511[241-280]

Jerónimo miGuel

Los espacios de la ciencia y del saber en la Castilla del siglo xv. Dos testimonios representativos: Alfonso de Cartagena y Juan de Lucena

[281-298]

GeorGina olivetto

El florilegio como espacio de recuperación de textos: Un modelo perdido (y rescatado) de Alonso de Cartagena

[299-309]

maría del Pilar PuiG mares

Disfraz y homoerótica. Personajes travestidos en los Siglos de Oro[311-326]

laura ranero riestra

La Formula vitae honestae: el manuscrito 1007B del Archivo Histórico Nacional, un nuevo testimonio hispánico

[327-339]

irene rodríGuez cachón

Espacios ideológicos e ideas estéticas clásicas en las preceptiva poéticas de finales del xvi

[341-350]

Juan miGuel valero moreno

Alfonso de Cartagena y la corte literaria de Juan II: apuntes para una revisión historiográfica

[351-368]

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TABLA12

ESPACIOS Y LUGARES

emma bahíllo sPhonix-rust

El bosque: espacio iniciático femenino en la literatura medieval[369-381]

Pere bescós

«E davellant dels munts, habitar les ciutats » (Al·legories, I.5): Montjuic como espacio simbólico en las alegorías ovidianas de Francesc Alegre

[383-396]

maría del Pilar couceiro

El infierno fingido de un alma trasmigrada[397-411]

ÁnGel escobar

El tópico de lugar o «argumentum a loco» en la épica española y en las crónicas hispanolatinas medievales

[413-424]

ioannis Kioridis

La écfrasis como parte del espacio épico en la épica bizantina de Diyenís Akritis (mss. de El Escorial, vv. 1623–1686 y de Grottaferrata, vv.VII,

8–105, VIII 237–244)[425-444]

miquel marco

La descripción de personajes y de lugares en la obra de Bernat Metge: un espacio abierto a la imitatio clásica y medieval

[445-465]

ana martínez muñoz

De Gaula a Guadalajara: los dominios del IV duque del Infantado como escenario del Caballero de la fe (1583)

[467-483]

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TABLA 13

alberto montaner Frutos

El Cid cabalga: Base de datos en línea de las leyendas del Camino[485-500]

emilio Pascual barciela

Poética de los espacios naturales en la tragedia española del Renacimiento [501-515]

omar sanz burGos

Los espacios geográficos en la narración de Conquista de las islas malucas [517-529]

Juan ÁnGel torres rechy

La Jerusalén celeste y la Babilonia de México en la obra de Cristóbal Cabrera (s. xvi)

[531-545]

martín zulaica lóPez

El espacio en la épica del Siglo de Oro: concepción y concreción en El Bernardo de Balbuena

[547-562]

ESPACIOS INTERIORES

carme arronis lloPis

El Vergel de Nuestra Señora de Juan de Molina: «hallaréis en él mucho gusto y consolación espiritual»

[563-575]

Gemma avenoza

Espacios de la reflexión religiosa en romance en la Edad Media (traducciones)[577-591]

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TABLA14

mª Jesús FramiñÁn de miGuel

El espacio femenino en un confesional del renacimiento: el Memorial de pecados de Pedro de Covarrubias (1515)

[593-605]

marta Galiñanes Gallén

El alguerino poeta canta a las Musas: la transformación del espacio en Los diez libros de Fortuna de Amor de Antonio Lofrasso

[607-618]

marinela Garcia semPere

La vida de Julián y Basilisa hasta la versión de Joan Baptista Anyés (s. xvi): Transformaciones en un género

[619-633]

arturo Jiménez moreno

La virginidad de voluntad como propuesta para la mujer noble casada en algunos manuales castellanos del siglo xv

[635-647]

simona lanGella

El alma en san Juan de la Cruz: [ou]-topos del encuentro con el Amado[649-666]

nicoletta lePri

La croce come «spazio» di trasformazione e vegetazione. Da una cronaca toscana del secolo xiv al teatro spagnolo del Siglo de Oro

[667-679]

marcela londoño

En los confines de la piedad. Palabras poderosas: ensalmos, nóminas, conjuros y oraciones

[681-694]

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TABLA 15

verònica zaraGoza Gómez

Impresión y legitimación de la escritura femenina en el siglo xvi. A propósito de un canto poético femenino interpolado (Valencia, 1584)

[695-719]

Índice de nombres[721-745]

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EL VERGEL DE NUESTRA SEÑORA DE JUAN DE MOLINA:

«HALLARÉIS EN ÉL MUCHO GUSTO Y CONSOLACIÓN ESPIRITUAL» 1

carme arronis lloPis

Universitat d’Alacant

Muy Poco se sabe del Vergel de Nuestra Señora, obra de Juan de Molina publicada en Sevilla en 1542 por Domenico de Robertis. No se le ha dedicado ningún estudio monográfico y apenas lo

encontramos citado en trabajos que analizan la rica producción espiritual de la época, o que se ocupan de obras afines, de temática mariana o de naturaleza alegórica. Tal vez a este olvido contribuyó el hecho de que el propio bachiller presentara su libro como una traducción al castellano de otro, en concreto de la valenciana Vida de la sacratíssima Verge Maria, de Miquel Peres, que según él traducía, aunque con algunos cambios:

Reciban pues vuestras reverencias [...], y con vosotros todos los devotos de la reyna de los ángeles, su vergel, a mi ver, bien plantado y no mal ordenado, y en esta lengua, por vuestro respecto, con mi trabajo nueva-mente nacido; el qual, compuesto primero por Miguel Pérez, ciudadano de Valencia que en gloria sea, hombre de gentil ingenio y muy virtuosa

1. Trabajo desarrollado en el marco del proyecto de investigacióm La literatura hagiográfica catalana entre el manuscrito y la imprenta (FFI2013-43927-P) del Ministerio de Economía y Competitividad.

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CARME ARRONIS LLOPIS564

vida, hasta aquí no era tan leýdo por estar en la lengua que estava. Aora no solo es passado en el estilo castellano que oy más agrada, mas, hablando con toda reverencia del primer auctor, en muchas cosas va mejorado y conformado con la seguridad de sentencias y estilo de contemplación que semejantes cosas quieren. (Vergel 1542: aiiir)

Esta identificación entre los dos textos ha seguido vigente hasta fechas recientes, e incluso es fácil encontrar citados ambos títulos como nombres alternativos para el libro de Peres, confusión que ya me ocupé de aclarar en una ocasión anterior (Arronis 2013). Mientras que la Vida escrita por Miquel Peres, muy difundida entonces 2, es una narración biográfica de la vida de la Virgen, acompañada de oraciones y milagros, es decir, una suerte de hagiografía mariana, el Vergel, tal y como su título indica, es un tratado alegórico original del bachiller, que aunque utiliza la obra de Peres como una de sus fuentes, da en ser un texto edificante con estructura, forma y finalidad bien distintas 3. Quizá Molina incluyó tales declaraciones en el proemio con la intención de garantizar una buena acogida para su texto, bien para beneficiarse del éxito editorial de que gozaba la obra de Peres, o bien para ampararse en su autoridad, en un momento en el que publicar libros devotos ya era algo arriesgado, sobre todo cuando, como en el caso de Molina, se había tenido algún tropiezo con el Santo Oficio 4.

Pues bien, una vez diferenciadas las obras, considero interesante ahondar en este desconocido título, surgido en las complejas coordenadas espirituales de la primera mitad del siglo xvi hispánico, y a tal el objetivo responde este trabajo. Como afirma Rafael Pérez García (2006: 71):

La importancia de la literatura espiritual impresa en castellano [anterior a 1559] no depende solo del éxito evidente de ciertos títulos y autores que acumulan decenas de ediciones. Deriva también de las muchísimas

2. Recordemos que se edita entre 1494 y 1551 un total de once veces: cinco en catalán, la lengua original; y otras seis en castellano, con una traducción anónima muy fiel. Sobre la difusión de esta obra véase Arronis (2014). 3. Véase un cotejo comparativo en Arronis (2013: 401–405). 4. Unos años antes, en 1536, Molina fue acusado de «haber hablado mal del pontífice y los inquisidores, de haber contado historias falsas y pronunciado ofensas escandalosas contra la Inmaculada y la misa y de no creer en la resurrección de los muertos» (García Cárcel, 1980: 329). Fue juzgado y condenado, pero gracias a sus contactos con la nobleza valenciana, especialmente por la mediación del duque de Calabria, logró beneficiarse de un trato de favor para cumplir su pena.

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EL «VERGEL DE NUESTRA SEÑORA» DE JUAN DE MOLINA 565

obras que se imprimieron poquísimas veces […]. Solo se podrá captar el peso enorme de la literatura espiritual en Castilla si atendemos a la nube de obras secundarias que envuelve los best-sellers y a las figuras (poco conocidas) de segunda fila, a menudo desconocidas, que se preo-cuparon por escribir de la misma materia que algunos pocos excelsos o afortunados escritores.

Resulta sugestivo, desde muchos puntos de vista, acercarnos al Vergel, una de esas apuestas individuales que intentan participar de las claves culturales, espirituales y editoriales de ese momento histórico, y anali-zarla como un exponente representativo. Además, una vez esbozadas sus características principales, podremos profundizar en otras cuestiones, también atractivas, como por ejemplo entender porqué el título se halla entre las obras espirituales censuradas en el Índice de libros prohibidos de 1559, promovido por el inquisidor general Fernando de Valdés 5.

Tal vez esa condena ayuda a explicar porqué hasta la fecha solo tenemos noticia de la existencia de un único ejemplar, conservado en la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu del Monasterio de San Miguel de los Reyes (sig. XVI/72), ejemplar, por cierto, que parece haber pertenecido a Fernando de Aragón, duque de Calabria, uno de los principales protectores de Juan Molina. A efectos del inventario de libros elaborado tras la muerte del duque en 1550, poseía un ejemplar del Vergel, y recordemos que la mayor parte de su biblioteca fue legada, precisamente, a ese monasterio jerónimo que había fundado pocos años antes, de acuerdo a los deseos de la ya fallecida virreina Germana 6.

El Vergel de Nuestra Señora, como ya he adelantado, es un tratado alegórico de devoción mariana. Juan de Molina, a través de la alegoría del vergel y de la descripción de los elementos que lo conforman (torres, muros, palacios, cipreses…), aborda distintos aspectos de la doctrina

5. Hasta ahora, al considerar que el Vergel de Nuestra Señora era la misma obra que La vida de la sacratíssima verge Maria, también incluida en el Índice, su prohibición no se había analizado de manera particular. Véase, por ejemplo, cómo Bujanda (1984: 548–550) considera ambas entradas como una duplicación referida a la misma obra, a la de Miquel Peres. Me he ocupado de esta cuestión en Arronis (2016). 6. En el Inventario, en la entrada 687 (página 70) se lee: «Vergel de Ntra. Sra., cubierto de cartón verde». Esa cubierta descrita no se corresponde con la actual, de fechas más recientes. La obra se puede consultar íntegramente a través de los fondos digitalizados de dicha biblioteca: <http://bivaldi.gva.es>

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CARME ARRONIS LLOPIS566

mariana: las virtudes teologales y cardinales presentes en la Virgen (caps. iii–x), los gozos (caps. xiii–xviii), los dolores (caps. xix–xxvi), los privile-gios (caps. iv–ix), las consolaciones (caps. xi–xiv), etc. En cada núcleo temático trata unos atributos y unos misterios marianos e incorpora tanto los episodios de la vida de María que los ilustran, como argumentaciones exegéticas y patrísticas correspondientes. De esta manera, la biografía elaborada por Miquel Peres se diluye en breves fragmentos a lo largo de todo el tratado, fundida con otras fuentes, y todo ello se amalgama en una macroestructura y una microestructura completamente nuevas, equilibradas y coherentes al nuevo propósito.

Juan de Molina, por tanto, no quiere ofrecer al público una lectura ejemplar, pero tampoco un tratado de consulta, pues la estructura de la obra, que vuelve a menudo sobre las mismas cuestiones, lo dificulta; su objetivo parece ser el de construir un libro para la edificación, para el recogimiento a través de la recreación y la contemplación minuciosa de la materia mariana. Y así lo declarara también en su prólogo: quiere ofrecer a los lectores una obra donde hallar «mucho gusto y consolación espiritual», «muy dulce vianda para los paladares hechos a Dios» (Vergel 542: aiiiv). Es evidente que el bachiller había reflexionado previamente sobre qué tipo de libro quería componer, para que, como afirma, «esta cosa esté algo mejor guisada» (Vergel 1542: aiiiv), y por tanto, tenía en mente qué interés piadoso quería satisfacer, qué género le parecía idóneo para ello, qué estructura articular, qué material reunir, etcétera. Es un proceso interesante que nos presenta una nueva faceta de Molina, hasta ahora desconocida, pues se le había considerado únicamente «un traductor de oficio, hábil romanceador, todavía apegado a los hábitos medievales del traducir» (Pérez Priego 1981: 39), ocupado en la difusión de autores clásicos y humanistas, más que por adhesión a unos postulados intelec-tuales concretos, por participar de las corrientes editoriales en boga en las primeras décadas de la centuria 7. Sin embargo el Vergel nos muestra por primera vez a un autor capaz de superar la mera edición, traducción o refundición de textos.

7. Sobre la faceta como traductor de Juan de Molina, véase Pérez Priego (1981); como difusor de obras erasmistas, véase las consideraciones de Rallo Gruss (2003, 189 y ss.); asimismo, una síntesis de su labor editorial en Arronis (2013: 390–392).

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EL «VERGEL DE NUESTRA SEÑORA» DE JUAN DE MOLINA 567

Es relevante notar que Juan de Molina pertenece a ese escasísimo 5% de autores laicos que publican una obra de naturaleza espiritual en la primera mitad del siglo xvi. Y es que, como concluye Pérez García (2006: 40) «verdaderamente la literatura espiritual fue obra, sobre todo, de las órdenes religiosas» 8. Los pocos seglares que escribieron sobre temática espiritual solían tener una notable preparación académica o profesional. Recordemos, por ejemplo, nombres como Juan Luis Vives o Jorge de Montemayor, entre otros. Salvando las distancias evidentes, Juan de Molina se descubre a través del Vergel como un autor capaz de construir una compleja obra alegórica de devoción mariana, y demuestra que a lo largo de su carrera profesional había atesorado las destrezas necesarias para acometer tal tarea con desenvoltura 9.

Pero el adecuado manejo y fusión de las fuentes, o el empleo de un lenguaje sobrio y elegante, no son los únicos talentos que conjuga. Molina demuestra también un conocimiento pormenorizado del panorama edito-rial de su tiempo: de los temas recurrentes, de los intereses del público, de los vacíos existentes… por lo que con su propuesta intenta ocupar una parcela, acaso poco atendida, como es la del tratado de devoción mariano. Con el Vergel de Nuestra Señora apuesta por ofrecer un proyecto editorial novedoso, en sintonía con las propuestas del mercado, afín a los intereses y gustos de los lectores, y alejado, en la medida de lo posible, de los modelos medievales más manidos.

Si bien la rica producción editorial espiritual de las dos primeras décadas del Quinientos dependió en gran medida de la publicación de obras de origen medieval, en la década de los 30 observamos ya el estancamiento

8. Pérez García (2006: 40, 49–50) estima que únicamente un 4,8% de los autores que escribieron sobre materia espiritual en el periodo acotado (inicio del siglo xiv hasta 1559, fecha de publicación del Índice de libros prohibidos) son seglares conocidos, que suman únicamente el 2,8% de la producción editorial espiritual. No obstante, esas cifras deberían aumentar un poco más, considerando que algunas obras anónimas podrían ser de laicos, y también que algunos autores, como el mismo Juan de Molina, autor del Vergel, no han sido tenidos en cuenta en ese recuento. 9. Hemos de situar la elaboración del Vergel en la madurez profesional de Juan de Molina. Recordemos que solo diez años después, con la publicación de Las homilías de Alcuino (Valencia, J. Navarro, 1552) el bachiller se despide de sus lectores con las siguientes palabras: «Y porque según mi edad y disposición de salud será esto lo último que yo de mis ignorancias publicaré, he querido hablar tan largo con estos oficiales, como hombre que para siempre me despido de hablarles» (xxiv).

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CARME ARRONIS LLOPIS568

de muchas de estas propuestas 10. Solo a partir de los años 40, y sobre todo de los 50, se impone abrumadoramente la publicación de autores españoles contemporáneos sobre los grandes nombres extranjeros o medievales (Pérez García 2006: 226–244). La publicación del Vergel, en 1542, en el taller de Domenico de Robertis, es precisamente una de esas propuestas pioneras de renovación de la literatura devota que encontra-mos a inicios de esa década 11. Parece que Molina, buen conocedor como era del negocio editorial, percibió el desgaste de algunos modelos, tal vez el de la hagiografía mariana, y se aventuró con una reformulación de la materia, prefiriendo el tratado alegórico.

El bachiller probablemente era consciente de que en aquellos años el ideal de la perfección cristiana era un anhelo compartido por todos los grupos sociales. Ya desde las primeras décadas de la centuria muchos autores espirituales defendían la universalidad de la teología mística, la búsqueda de la familiaridad con Dios y la recreación en la materia sagrada como una vía de perfeccionamiento individual, y multitud de obras devotas intentaban saciar ese deseo, favoreciendo la piedad afectiva y el recogi-miento interior frente a las prácticas religiosas externas. Del conocimiento de esos anhelos del público parece partir la reflexión de Molina sobre la idoneidad genológica para su nuevo texto. No es que la lectura ejemplar de la vida de María, tal y como la compuso Peres para favorecer la imita-

10. Lo observamos, de hecho, en la propia Vida mariana de Peres. De las once reediciones realizadas desde su aparición, en 1494, hasta su prohibición en el Índice del 1559, la gran mayoría de ellas, nueve, son anteriores a la década de los 30, y solo dos ediciones son posteriores: una en castellano de 1549, y otra en catalán de 1551 (Arronis, 2014: 99, 102). 11. Los cambios más frecuentes que se observan en las prensas a inicios de los 40 suelen atañer a los nuevos formatos de los libros, más pequeños por lo general, de manera que se conseguía abaratar costes y llegar a un mayor número de lectores, y solo los nuevos talleres apostaron por renovar los repertorios para ser más competitivos. Es el caso del taller de Domenico de Robertis, que intentaba lidiar con la hegemonía sevillana de los Cromberger en todos los campos literarios, no solo en el devoto; en la literatura de entretenimiento apostó también por novedosos proyectos con los que intentó hacerles competencia, con títulos como Tristán de Leonís, el Joven, (1534, Sevilla), o Baldo, libro IV de Reinaldos de Montalbán (1542, Sevilla); ambas propuestas, de marcado carácter renacentista, intentan superar los resabios medievales, y como en el caso del Vergel de Nuestra Señora, explorar nuevas vías, pero a la luz de la escasa acogida, pues de cada una de ellas solo se realizó una única edición, resultaron insuficientes. Sobre estas novelas de caballerías vid. respectivamente Cuesta (1999) y Gernert (2000).

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ción de su modelo, la alabanza y la súplica de intercesión, no satisficiera la pia compasio, pero desde luego el hagiográfico no parecía el género más adecuado para garantizar la abstracción contemplativa tan deseada. Si atendemos a la nómina de títulos del periodo, vemos cómo abundan los diálogos espirituales, las novelas alegóricas, y sobre todo, los tratados catequéticos dedicados a la persecución de ese fin. Baste citar algunos títulos coetáneos para asomarnos a ese rico panorama editorial, como el Hábito y armadura espiritual del hombre interior de Diego de Cabranes (1544), el Jardín de las nobles doncellas de Martín de Córdoba (1542), la Lumbre del alma de Juan Cazalla (aunque ya publicada en 1528, reeditada en 1542), el Despertador del alma, de Pedro de Chaves (1544, 1552, 1554), el Tesoro de virtudes de Alonso de Isla (1543), el Camino del cielo para buscar y hallar a Dios de Luis de Alarcón (1547, 1550), el Libro de la Cavallería Celestial del pie de la rosa fragante de Jerónimo de Sampedro (1552), el Deseoso (obra anónima muy editada y traducida en la primera mitad del xvi), los Diálogos espirituales de Baltasar Catalán (1550), el Diálogo sobre la necesidad de la oración vocal de Juan de la Cruz (1555), y un largo etcétera.

Juan de Molina también propone un elevado ejercicio de abstracción contemplativa, pero en su caso, y de manera singular, exclusivamente sobre la materia mariana, para que el lector pueda deleitarse en la fami-liaridad con la figura de la Madre de Dios, con los hechos de su vida y su significación, a través de la alegoría del vergel. Se suma así Molina a la moda de los libros metáfora, tendencia en auge en el Quinientos, según la cual muchos autores presentaban sus obras a través de sugerentes títulos y planteamientos alegóricos, jugando a transfigurar esos libros en otra realidad, por lo que proliferan –como acabamos de ver– los tesoros, espejos, luceros, alivios, caminos, atajos, despertadores, jardines, silvas, vergeles… con los que acercarse a Dios.

Lina Rodríguez Cacho (1998) ha reflexionado sobre el atractivo de las elecciones de los títulos en el Siglo de Oro, y en concreto sobre las obras rubricadas como vergeles. Localiza un total de quince libros con ese título en ese periodo, aunque cabría sumar alguno más, pues olvida, por ejemplo, nuestro Vergel. Entre los que analiza, destaca que diez de ellos –la mayoría–, son tratados ascéticos o manuales de oratoria sagrada. Y concluye que, aunque no constituyen un género narrativo, ya que probablemente no se percibían como una familia de textos, sí parecen ser obras que obedecen principalmente a dos propósitos: el de dar a conocer una materia (aunque

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sin llegar a ser un tesoro, más específico y con ese único fin); y el de ofrecer en ella deleite 12. Recuerda Rodríguez Cacho (1998: 210), asimismo, que en el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias, algo posterior a nuestra obra, se define el vergel como un

vergel a virore, porque se procura que todo el año este verde […] se crían de ordinario flores y plantas odoríferas, difieren de los huertos porque estos tienen árboles frutales; el vergel es de sola recreación, para alegrar la vista […]. Ya se han aprovechado deste nombre para el frontispicio de algunos libros. (1611: fol. 70r)

Molina, parece que acogiendo ambas intenciones, e incluso la acep-ción del término, ofrece un vergel, tanto para adentrarse en una materia, la mariana, como sobre todo para ofrecer un espacio de deleite constante a todos los lectores que quieran entrar en él, para reconfortarse y recrearse, sea cual sea el momento del año, o incluso del día, ya que no propone ninguna división temporal para su lectura. En el prólogo de la obra, dirigido a sus dedicatarias, las monjas del convento de Santa Catalina de Siena de Granada, donde una hermana de Molina profesaba 13, el bachi-ller loa la vida recogida tras los muros del convento, estimando que «las verdaderas ciudades son las santas religiones, cercadas de tantos muros y torres para defender los que dentro están», y recuerda que estos muros de protección no son tanto los físicos como el orden y el recogimiento con que rigen su vidas:

dexar el mundo; renunciar la propia voluntad; encerrarse en clausura; despedir de sí todos los trages, regalos y galas que el mundo adora; velar, orar, cantar, ayunar; pobreza, obediencia, castidad; el comer y dormir tan ordenado; el tiempo tan repartido y siempre también ocupado en loores del Señor; y todas las otras partes assí generales como especiales que en la sancta religión los buenos guardan, no son otra cosa sino un fuerte muro torreado que defiende los que dentro están contra los tres enemigos que sin cessar nos combaten. (Molina 1542: aiiv)

12. Algunas de estas obras, además, recogen la idea de ser un vergel de flores escogidas, es decir, una antología de piezas destacadas para garantizar el deleite en la materia (Rodríguez Cacho 1998: 209). 13. Convento fundado en 1514 en el barrio del Realejo de Granada, que todavía hoy, más de quinientos años después, mantiene su actividad.

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Siguiendo esta idea, Molina ofrece su Vergel, también fortificado por muros y torres –según lo describe–, como un espacio de solaz no solo para las religiosas del monasterio, sino abierto a «todos los devotos de la Reyna de los ángeles». Pero si bien el bachiller estuvo atento a las ansias espirituales de los lectores, inclinadas al recogimiento interior, a la edificación individual a través de la lectura privada, a mi juicio, no logró ofrecer un verdadero tratado de piedad afectiva, ni superar el concepto escolástico de meditación, tan ligado a la exégesis intelectual. El Vergel, pese a su renovado planteamiento alegórico, se sigue mostrando muy dependiente de las fuentes patrísticas que utiliza, muy abundantes en su texto –mucho más, incluso, que en la Vida de Peres–, lo que sin duda limita la efusión emotiva y el recogimiento de los lectores.

Curiosamente, parece que Molina sí había reflexionado sobre cómo tratar todo ese material de naturaleza exegética en su obra, pero más que por limitar o moderar su aparición, se muestra sobre todo preocupado por el manejo adecuado de las fuentes, por lo se esmera en citar la procedencia y la autoridad de los comentarios que incorpora, supliendo así una carencia presente en las fuentes que fusiona, al menos, en la Vida de Peres, que precisamente aligeraba la carga doctrinal eliminando la acumulación de argumentos patrísticos y nombres de autoridades en favor de la agilidad narrativa. Y es que Juan de Molina no es ajeno a las polémicas que en las altas esferas de la Iglesia mantienen algunos teólogos, turbados por la facilidad con que legos e indoctos pueden acceder a la materia sagrada a través de textos no supervisados ni autorizados, que no garantizan la correcta difusión o interpretación del mensaje cristiano, por lo que intenta legitimar el contenido de su texto. Aunque las actua-ciones más restrictivas de la Inquisición española todavía estaban por llegar, en la década de los 40 ya muestran los autores una preocupación constante por garantizar que los libros tocantes a la materia sagrada no parecieran perniciosos al Santo Oficio, por contener elementos apócrifos, malsonantes, escandalosos u ofensivos 14, y poder así garantizar el éxito de sus empresas editoriales 15. Conocedor de las medidas de vigilancia y

14. Véase Vega (2014) para un análisis de estos conceptos, utilizados en la censura inquisitorial de la prosa espiritual española del Siglo de Oro. 15. Recordemos que desde 1502, y por expreso mandato de los Reyes Católicos, no se podía imprimir una obra sin la licencia inquisitorial correspondiente (Bujanda 1984:

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control inquisitoriales, el bachiller muestra en el prólogo su determina-ción por contrarrestar dos posibles aspectos conflictivos observables en otras obras de la época: evitar –como vemos–, lo apócrifo, es decir, la inclusión de voces y anécdotas no autorizadas, y lo malsonante, el uso de un estilo torpe, farragoso o poco avisado a las materias concernientes a la fe y la religión. Y así declara:

las sentencias son cathólicas y verdaderas; el estilo es llano y claro, qual lo mandó tener el apóstol de la verdad a los anunciados, es de aquella, es a saber, limpio de toda retórica vana ni sutilidad ventosa. (Vergel 1542: aiiiv) 16

El bachiller, por tanto, muestra su compromiso por ofrecer una obra de acuerdo a los criterios imperantes, pero pese a su constante esmero, no consigue declarar con exhaustividad la procedencia de todas las sentencias y argumentaciones que reúne, y junto a referencias frecuentes al «glorioso Crisóstomo», «sant Bernardo» y otros, será habitual encontrar también citas desdibujadas, y referidas sin la declaración precisa de su origen o su autor: «así se lee en libros auténticos», «contemplan algunos sagrados doctores», etc., probablemente porque no son contenidos de autoridad probada, aunque tal vez muy extendidos 17. Otros fragmentos, en cambio, que tampoco incluyen su procedencia, sorprenden por el protagonismo que otorgan a María en la historia evangélica, atribuyéndole actuaciones que no le corresponden, como pudiera ser el dar aviso a los pastores del nacimiento de Dios, que excede la narración de Lucas (2, 15–20), y son por tanto, apócrifos y sin legitimidad alguna:

El arcángel sant Gabriel que especialmente era guarda desta reyna preciosísima, fue a los pastores que guardavan sus ganados por mandado della, a denunciarles la buena nueva del nacimiento bienaventurado del Salvador del mundo. Quiso la reyna del cielo que la primera embaxada

121), aunque ya en la década de los 30 se puso en duda la efectividad de la medida, pues no en todas las ocasiones se actuaba con el mismo celo, por lo que acabaron publicándose obras de dudosa conveniencia (Bujanda 1984: 44). 16. Súmese a esta declaración de intenciones también la primera cita de este trabajo, donde Molina insiste en la misma idea: autorizar las sentencias y emplear «el estilo de contemplación que semejantes cosas quieren». 17. Véase los fragmentos correspondientes a estas breves citas en Molina (Vergel 1542: lviir, lixv, lxxv).

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fuesse a estos humildes y pobres pastores por darnos exemplo que a su magestad era tan acepta la pobreza y humildad. (Vergel 1542: liv)

Más acertado, en cambio, parece mostrarse Molina en el uso de la prosa, pues para tratar tal materia, se requería una precisión y un cuidado verbal estrictos. Hace alarde de un estilo sobrio y elegante, sin artificios retóricos que dificulten la comprensión de lo narrado, una preocupación que obser-vamos en muchos autores y censores de la época 18. Se aleja así, también en este punto, de la Vida de Peres, célebre por el empleo de la prosa artificiosa característica de los autores valencianos de finales del Cuatrocientos. Pero aun así, Molina no descuida el lenguaje emotivo propio de los escritos contemplativos, permitiendo a los lectores ensimismarse en lo narrado:

La madre gloriosa rezín parida, grandes misterios rodeava por su fantasía, y de cosas altas y maravillosas veýa aquel que era gloria de los ángeles puesto en un tan pobre pesebre; contemplava cómo el que era en medio del Padre eternal y del Espíritu Santo, aquí estava en medio de un asno y de un buey; mirava cómo estava aposentado dentro de un portal tan pobre aquel Señor que todos los cielos no avían podido comprehender; contemplava aquel gran doctor que comprehendía la sciencia del Padre soberano cómo estava hecho un niño callando, como quien más no sabe, entre los rústicos pastores; contemplava cómo salían lágrimas de aquellos ojos sacratíssimos, que son alegría de los ángeles y ciudadanos del cielo. (Vergel 1542: liiv)

Hasta aquí solo hemos esbozado las líneas generales que explican la génesis y la construcción del Vergel. Como hemos visto, el bachiller observó la necesidad y el interés que podría derivarse de una reformulación genérica de la materia mariana, no solo para acercarse a los anhelos espiri-tuales del público e intentar satisfacerlos, sino para mejor cumplir con los dictados teológicos que parecen imponerse en el periodo para garantizar

18. Hay en los censores de entonces todo un programa doctrinal sobre el estilo adecuado para tratar la materia religiosa, que considera que los artificios retóricos no encubren sino la falsedad de lo narrado, y la dificultad para llegar a su esencia. Sobre esta cuestión se mostró preocupado, entre otros, Melchor Cano, uno de los principales teólogos de la época, que sobre la cuestión declaraba: «La verdad es sincera y si encuentra el espíritu limpio fluye claramente por sí misma, sin ayuda de nadie. La falsedad busca las revueltas y los caminos tortuosos, y se rodea y protege cuidadosamente con los meandros de las palabras» (Cano 2006: 659).

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la ortodoxia de los textos. Aunque es interesante el planteamiento gené-rico que propone y la reformulación formal y estilística conseguida para aproximarse a las propuestas más en boga de aquellos años, el bachiller no llega a desprenderse del tono escolástico presente en las fuentes que refunde, limitando así la experiencia afectiva de la lectura. Su propuesta, por tanto, se nos presenta como una obra espiritual de transición entre los escritos devotos medievales y las nuevas propuestas espirituales que se multiplican hacia mediados del siglo xvi buscando las vías más adecuadas para explorar la edificación interior. Sin duda, un interesante proyecto que nos permite vislumbrar el interés por participar de ese momento cultural, por apostar por la renovación editorial de los repertorios, por responder a los intereses del público, aunque como muchísimos más títulos del periodo, no alcanzara plenamente sus objetivos.

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ESPACIOSEN LA EDAD MEDIAY EL RENACIMIENTO

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