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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=56906012 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Federico Fernández Christlieb, Pedro Sergio Urquijo Torres Los espacios del pueblo de indios tras el proceso de Congregación, 1550-1625 Investigaciones Geográficas (Mx), núm. 60, agosto, 2006, pp. 145-158, Instituto de Geografía México ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Investigaciones Geográficas (Mx), ISSN (Versión impresa): 0188-4611 [email protected] Instituto de Geografía México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=56906012

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Federico Fernández Christlieb, Pedro Sergio Urquijo Torres

Los espacios del pueblo de indios tras el proceso de Congregación, 1550-1625

Investigaciones Geográficas (Mx), núm. 60, agosto, 2006, pp. 145-158,

Instituto de Geografía

México

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Investigaciones Geográficas (Mx),

ISSN (Versión impresa): 0188-4611

[email protected]

Instituto de Geografía

México

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía, UNAMISSN 0188-4611, Núm. 60, 2006, pp. 145-158

*Instituto de Geografía, UNAM, Circuito Exterior, Cd. Universitaria, 04510 Coyoacán, México, D. F.E-mail: [email protected]**Unidad Académica de Morelia, Instituto de Geografía, UNAM. E-mail: [email protected]

Los espacios del pueblo de indios tras el proceso deCongregación, 1550-1625

Federico Fernández Christlieb* Recibido: 16 de febrero de 2005Pedro Sergio Urquijo Torres** Aceptado en versión final: 16 de diciembre de 2005

Resumen. Consumada la conquista del altiplano mesoamericano, los españoles se encontraron ante la dificultadde evangelizar y controlar políticamente a una parte de la población indígena que vivía en parajes montañosos dedifícil acceso y bajo un patrón de asentamientos disperso. Para concentrar a los indios diseminados, la CoronaEspañola tomó la decisión de construir pueblos trazados ortogonalmente sobre planicies cercanas a los viejosasentamientos. Con ello cambió no sólo la relación urbanística entre las comunidades indígenas sino también elpaisaje que habían seleccionado originalmente. Estos dos aspectos: la distribución espacial y la relación entresociedad y paisaje, son dos temas que inquietan a la Geografía. Desde el enfoque propio de esta disciplina se proponeun modelo que sirva de síntesis a varias escalas sobre los cambios y continuidades espaciales que se verificaronen el tránsito de la época prehispánica a la colonial.

Palabras Clave: Nueva España, siglo XVI, pueblo de indios, Congregación, traza, paisaje.

The spaces of the pueblo de indios after the process ofCongregación, 1550-1625

Abstract. After the Spanish conquered the Mesoamerican high plateau, they were in a difficult position toachieve the evangelization and political control of the native population scattered over mountains or canyons. Inorder to gather all these settlements, the Spanish Crown decided to lay out orthogonal planned towns on flatareas, not far from the old steeper settlements. This process is known as Congregación. The new towns not onlychanged the relationship of the native communities with their ancient urban pattern, but also with the landscapethey had originally selected. On this paper we analyze, from a geographical point of view, the resulting spacesfrom this process and the new relationship between landscape and Indian towns. We propose too that in spite ofthe territorial modifications and the demographic redistribution, the colonial pueblo de indios took up someimportant continuities from pre-hispanic times.

Key words: New Spain, 16th Century, indian settlements, Congregation, urban pattern, landscape.

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INTRODUCCIÓN

A fines de la época prehispánica, una parte delos habitantes de Mesoamérica vivía en asen-tamientos1 bien delimitados en torno a unnúcleo urbano y con una alta densidad po-blacional. En la Cuenca de México había va-rias urbes de ese tipo entre las que destaca-ban Tenochtitlan, Tlacopan y Tetztcoco. Tansolo la primera contaba con más de 150 000habitantes en el siglo XV (Sanders et al., 1979).Sin embargo, otra gran parte de la poblaciónposclásica mesoamericana2 vivía en asenta-mientos dispersos, con poca densidad pobla-cional y aparentemente desligados de todotemplo de arquitectura monumental. Se cal-cula que la población total de la Cuenca deMéxico para el mismo siglo XVI ascendía a310 mil personas (Parsons, 1974), y que deéstas, buena parte llevaba una vida que aho-ra calificaríamos de “rural”. En el resto delterritorio mesoamericano la proporción dehabitantes propiamente “urbanos” debió seraún más reducida, lo que hace interesanteocuparse del proceso mediante el cual dichapoblación rural intentó ser convertida en ur-bana.3

Cuando los españoles conquistaron el Al-tiplano y se dieron a la tarea de organizartanto la evangelización como el cobro de tri-buto, encontraron facilidades en las grandesconcentraciones urbanas como las tres men-cionadas. No así en las amplias áreas ruralesen las que se enfrentaron a dificultadeslogísticas para controlar y adoctrinar a losindios que vivían dispersos. Al problema dela dispersión se sumó el de las epidemias y lasequía (Acuna-Soto, 2002) que en conjuntoredujeron hasta en un 80% la población meso-americana, de modo tal que, a la vuelta deunos decenios, los sobrevivientes eran mu-cho menos numerosos y vivían aún más dise-minados (Cook y Borah, 1960).

La solución que las autoridades colonialesencontraron para poder controlar y enseñarla doctrina cristiana a las familias de indios

que vivían separadas unas de otras, consistióen agruparlos en puntos precisos del territorio.Este proceso de reordenamiento territorialrecibió el nombre de “Congregación” y el re-sultado físico de tal proceso fue la funda-ción de innumerables localidades que aquí lla-maremos “pueblos de indios” (Torre Villar,1995).4

Tomando en cuenta que en la literaturaespecializada sobre el tema nadie ha conse-guido explicar completamente la distribuciónen el espacio de los elementos urbanos queconformaron el pueblo de indios, en este artí-culo se propone un modelo geográfico,5 es de-cir, una expresión espacial del fenómeno a unaescala local. Las fuentes existentes para in-tentar dibujar en un plano lo que ocurrió enel terreno son reducidas y poseen una grandiversidad dependiendo de las regiones. Aunasí, se ha intentado hacerlo con el objeto desimplificar la comprensión de este proceso alos estudiosos de la geografía histórica del si-glo XVI. Para explicarlo, se expondrá cómoestaban organizadas en el espacio la mayoríade las comunidades indígenas6 antes de laconquista y porqué esta organización repre-sentó un problema a los ojos de la culturaeuropea.

El problema espacial del altepetl

Los centros urbanos tales como México-Tenochtitlan recibían, en náhuatl, el nombregenérico de altepetl (plural: altepeme). La tra-ducción lógica al castellano fue la de “ciudad”(Molina, 2000 [1555-1571]). No obstante, di-cha traducción se complicó cuando los espa-ñoles observaron que los asentamientos ru-rales dispersos en una ladera montañosatambién eran conocidos como altepetl; por elloeste término fue igualmente sinónimo de“pueblo”, siempre que ese “pueblo” o esa “ciu-dad” contara con ciertas características: paraempezar, el altepetl era una colectividad orga-nizada en grupos llamados calpultin compues-tos de familias emparentadas entre sí y que

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compartían un mismo oficio, un mismo origen(mítico o corográfico) y un mismo dios pro-tector. Los calpultin (plural de calpolli) de un mis-mo altepetl podían corresponder a etnias distin-tas. No es que el altepetl estuviera dividido encalpultin, más bien se trataba de dos formasde organización pero al ser la primera cuan-titativamente mayor a la segunda, pareceríaque uno englobaba a los otros.

Todo altepetl contaba, además, con un go-bernante dinástico, el tlatoani, que podía per-tenecer a cualquiera de los calpultin que lo con-formaban y que representaba la soberanía detodo el altepetl sobre un territorio dominadopor la colectividad. Contar con un mercado otianquiztli también era característica del altepetl(Kubler, 1984; García Martínez, 1987;Lockhart, 1999; García Castro, 1999; Reyes,2000).

La manera en la que estaban distribuidosen el espacio los componentes del altepetl quese acaba de enunciar, ha sido estudiada parael caso de núcleos urbanos de alta densidad yelevada concentración arquitectónica comoTenochtitlan. Cada elemento político delaltepetl (el tlatoani, los calpultin, el tianquiztli y elmismo altepetl como unidad) se materializa-ba en uno o varios objetos que ocupaban lu-gares precisos. El territorio completo delaltepetl, por ejemplo, tenía dimensiones clarasque, por lo general, eran reconocidas tras unrito de fundación en el que se recorrían loslinderos sobre los que se reclamaba la sobe-ranía (García Zambrano, 1994). Dicho terri-torio había sido otorgado por ancestros delos habitantes de los calpultin que componíanel altepetl en cuestión, a menudo en un tiempomítico y tras pesados recorridos de búsque-da (Heyden, 1998; López Austin, 1994;Navarrete, 2000; Bernal, 1993).

Por su parte, los calpultin (en número dedos a ocho, rara vez más) ocupaban un espa-cio preciso al interior del núcleo urbano. Cadacalpolli tenía un nombre distintivo que con-servaba incluso en momentos de migración yque en la mayoría de los casos se refería a ras-

gos corográficos o a su filiación étnica(Lockhart, 1999). El terreno donde se asenta-ba cada calpolli fue traducido como “barrio”y constaba de varias casas, una de las cualesocupaba el teachcauh o “hermano mayor”, esdecir, el jefe del calpolli (Escalante, 1990). Ha-bía áreas comunales en las que estaban dis-puestos un templo dedicado al calpulteotl o diosprotector, una casa de reunión, una plazaabierta y al menos un temazcal. Según PabloEscalante, las viviendas se organizaban enpredios familiares, cada uno de los cuales es-taba ocupado por dos o tres familias nuclea-res. Al interior del predio había frecuentemen-te un huerto y las viviendas estabancompuestas por un promedio de tres dormi-torios más una cocina, una bodega y proba-blemente un pequeño corral (Escalante, 2004:231). Al parecer, era el espacio que ocupabansus miembros lo que definía las relaciones fa-miliares y no al revés, como se pensaría. Di-cho de otro modo, el orden espacial con el queconstruían su vivienda y su calpolli, se tejíasimultáneamente con el parentesco delgrupo. A este respecto, Lockhart hace no-tar que Molina traduce “familia” con concep-tos que hacen hincapié más en el lugar en elque se lleva una vida en común que en loslazos de parentesco: cencalli, “una casa”; cencaltin,“los que están en una casa”; cemithualtin, “losque están en un patio”, y techan tlaca, “las per-sonas en la casa de alguien”. Aun cuando conestas palabras, la que se observa con mayorfrecuencia en los documentos es la expresiónin quiahuatl, in ithualli, “la salida, el patio”(quiahuatl ithualli), muy similar al conceptoaltepetl pues ambos describen un aspecto físi-co para referirse a los nexos de un grupo depersonas y al ambiente que los rodea (Figura1). Esta relación entre espacio y tejido socialhace de la organización indígena un objeto deestudio de la Geografía.

Hasta aquí, la descripción permite enten-der por qué los españoles no tuvieron mayorconflicto en llamar “barrios” a los calpultin y“pueblos” a los altepeme. En la experiencia eu-

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ropea, esta aglomeración de casas podía per-fectamente homologarse a los propios pue-blos medievales de Castilla o Extremadura dedonde provenían. El problema espacial delaltepetl se presentaba cuando no había aglo-meración, ni vinculación aparente entrecalpultin o aun entre familias de un mismo ofi-cio. La mirada de los españoles sólo veía ca-sas “desparramadas”, sin ningún “orden niconcierto”, sin calles y “sin policía humana”(González de Cosío, 1973 [1537]). Vivir sepa-rados unos de otros era “vivir como las bes-tias” (Solórzano y Pereyra, 1930 [1647]). Enrealidad no era que los indios no tuvieran or-ganización territorial sino que la lectura oc-cidental de esa geografía indígena simplemen-te no lograba descifrarla. Cabe recordar que,todavía hoy, es frecuente encontrar vivien-das de un pueblo de tradición indígena dis-tanciadas más de doscientos metros una deotra sin que tal distancia obste para estar vin-culadas al mismo barrio.7 Esta forma de or-ganización que no estaba indicada en el terri-torio fue incomprensible para los europeos ypor lo tanto fue objeto de una transformaciónde importancia para la geografía de la NuevaEspaña.

La Congregación y el Pueblo de Indios

La transformación fue precedida de una seriede argumentos similares a los esgrimidos dé-cadas atrás para reducir a los habitantes delas Antillas (Torre Villar, 1995). Se decía quela dispersión de las casas de los indios y supredilección por vivir en barrancas insalu-bres o en lugares montañosos y abruptos erauna muestra de su naturaleza salvaje (Kagan,1998). La conclusión fue que si se les queríacivilizar, era necesario juntarlos en pueblosnuevos que se fundaran en lugares preferen-temente planos, lejos de los cerros de difícilacceso en los que acostumbraban residir(García Zambrano, 2000). Como se ha indica-do, esta iniciativa se conoció como Congrega-ción y se verificó en dos oleadas más o menosbien identificadas: la primera tuvo lugar enla década de 1550 y duró hasta 1564, periodoen que Don Luis de Velasco –padre– fue vi-rrey de la Nueva España; cabe decir que losresultados generales de esta primera iniciati-va no fueron muy exitosos. La segunda olea-da de congregaciones comenzó hacia 1595,primer año del virrey Gaspar de Zúñiga yAcevedo, Conde de Monterrey, y terminó ha-

Figura 1. Esquema hipotético de la distribución espacial de un solar a escala doméstica. Se trata deuna vivienda indígena. El orden hace notar los vínculos tanto espaciales como sociales de una

familia (dibujo: Arais Reyes; fuentes: Lockhart, 1999:96; Escalante, 2004:231).

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cia 1625, poco después de que dejara el puestoeste gobernante (Torre Villar, 1995). Las Con-gregaciones solían recibir el nombre de “ca-beceras de doctrinas” pues estaban encarga-das principalmente al clero regular (Rubial,2001). De esta manera, los frailes se convirtie-ron en importantes agentes coloniales parala reorganización territorial.

En esta segunda etapa, las congregacionesse verificaron en los casos en los que los “jue-ces demarcadores” así lo dispusieron. Estosfuncionarios, frecuentemente de origen crio-llo, se hacían acompañar de un intérprete ensus visitas por las diferentes áreas cultura-les. Al tomar su decisión, debían valorar elnúmero de pobladores y su calidad como tri-butarios, las distancias entre asentamientos,los recursos con los que contaban, la calidadde la tierra y otras consideraciones (TorreVillar, 1995:24). Para ello debían elaborar de-talladas descripciones geográficas que les per-mitieran acertar en su decisión de efectuar lacongregación en cada caso.

Una vez decidida la congregación, eramenester conformar un cabildo indígena quegobernaría el nuevo asentamiento sin que estosignificara la supresión del papel hegemóni-co del tlatoani. Para el indígena, el convertirseen un habitante del medio urbano en la con-gregación implicaba varias desventajas. Ten-dría que construir una casa para sí, ademásde trabajar en el levantamiento o manteni-miento del convento o algún otro edificio co-lonial, como podía ser la cárcel o un hospital.Asimismo, las mejores tierras eran reparti-das entre los caciques o indios principales,quedándose únicamente con las opciones deser un pequeño terrazguero o trabajador delcura o del encomendero (Gerhard, 1991).

El lugar de la congregación, es decir, el nú-cleo urbano en el que se concentró territorial-mente a los habitantes de origen indígena sellamó, como se ha indicado, “pueblo de in-dios”. Para establecerlo fue necesario selec-cionar un sitio adecuado que muchas vecesdifirió del sitio original en el que estuvo asen-

tado el altepetl prehispánico. En el apartadosiguiente se analizará el sitio ideal que se buscópara fundar el pueblo de indios y se describirátambién el paisaje en el que quedó enclavado.

El sitio y el paisaje del Pueblo de Indios

La selección del sitio para establecer el pue-blo nuevo de indios fue guiada por la concep-ción europea que entonces existía para defi-nir qué lugar era sano y conveniente para lavida sedentaria (Kubler, 1984; GarcíaZambrano, 2000). En rigor, las creenciasrenacentistas con las que contaban los dife-rentes responsables del proceso de Congre-gación, no diferían sustancialmente de aqué-llas de la Antigüedad basadas tanto enHipócrates como en Vitruvio (Hipócrates,1986; Vitruvio, 1997). Era preferible elegir unsitio llano y horizontal que uno irregular so-bre pendiente y se aconsejaba contar con unrío contiguo al paraje seleccionado en el quese habría de trazar el pueblo. Como resulta-do, hay pueblos enclavados en paisajes quefueron buscados precisamente por su simili-tud a aquéllos de los que provenían los espa-ñoles (Bosch-Gimpera, 1995). Aquí es conve-niente detenerse para contrastar el tipo depaisaje seleccionado siguiendo los cánones delurbanismo occidental, con el tipo de paisajeen el que las comunidades mesoamericanashabían decidido asentarse tiempo atrás.

Los asentamientos prehispánicos eranproducto de una meditada selección del sitioen el que sin duda se había observado el com-portamiento ambiental a lo largo de variosaños. Ello implicaba asegurarse de la estabi-lidad de las laderas y del abastecimiento deagua para la población. También se estudia-ba cuidadosamente la ubicación de los recur-sos de los que dispondría el grupo humano:madera, piedra y tierra para construir, vege-tales para nutrirse y caza potencial, llanuras–así sean mínimas– para sembrar, leña paracocinar, hierbas medicinales y alucinógenas,etc. Todos estos recursos son tipificados como

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“mantenimientos” (López Austin, 1994). Des-de el periodo formativo,8 los grupos huma-nos hallaron ciertas formas del paisaje en lasque era más frecuente reunir todas estas con-diciones. Al historiador Ángel Julián GarcíaZambrano se debe la tipificación de estas for-mas del paisaje bajo el nombre genérico de“rinconada”.

Dicho de manera sucinta, la “rinconada”es un espacio de tierra protegido por agua. Elnombre propuesto por García Zambrano de-riva de “la palabra nahuatl xomulli (“rincón”),

empleada para designar sitios localizadosdentro de espacios cóncavos”. Para simplifi-car, el más común consiste en una especie deherradura formada de cerros en cuyas faldasse hallan asentadas las viviendas del altepetl(Figura 2). Se trata de un paisaje de valor esté-tico y funcional. Lo primero debido a que da laidea de un receptáculo, de una olla que acumu-la tanto agua como mantenimientos (GarcíaZambrano, 2000) y que recuerda el útero te-rrestre dentro del cual los pueblos mesoame-ricanos fueron creados. Lo segundo, debido a

Figura 2. Ubicación hipotética de un altepetl fundado en una rinconada. El lugar privilegia las tomas deagua, protege de los vientos, además de que la posición desde la que se observa el horizontemontañoso permite el establecimiento de un calendario astronómico y agrícola. El número y color de losgrupos de vivienda señalan cuatro diferentes calpultin (Federico Fernández; dibujo: Ada Gómez).

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que esta formación en herradura, efectiva-mente, favorece la captación de agua ademásde constituir un abrigo montañoso que pro-tege de vientos e incursiones enemigas. Almismo tiempo, la rinconada ofrece un hori-zonte de cumbres que permiten fijar referen-tes astronómicos para la determinación delcalendario local (Bernal, 1993; Aveni 1991;Sprajc, 2001).

La descripción anterior resulta de fácilcomprensión, pero el concepto de rinconadaabarca otras formas del paisaje: por ejemplo,un meandro fluvial también es un xomulli(Molina, 2000:162), un rincón de tierra rodea-do por agua. El grado superlativo de dichadefinición está dado por una isla lacustre cir-cundada en sus 360 grados por agua. La con-fluencia de dos ríos igualmente definen unespacio intermedio de tierra que constituyeun rincón donde se pueden asentar sus vi-viendas y abastecerse con facilidad del aguade las dos corrientes. Todas estas formas delrelieve figuraron como asiento de muchosaltepeme en la época prehispánica y, como seindicó, no sólo cumplían con proveer de losmantenimientos necesarios a la poblaciónsino también como evocación de sitios pro-vistos de memoria y sacralidad. Por ejemplo,el último de los casos que describimos, la con-fluencia de ríos, fue llamada en náhuatl amaxac(Molina, 2000:4), que deviene del sustantivomaxactli, que significa “entrepierna” (Siméon:1999:266), es decir, es un punto femenino defertilidad que evoca igualmente un útero peroque objetivamente es un lugar pródigo enagua y, por tanto, más variado en especiesvegetales y animales.

Ahora bien, en todas estas variantes de larinconada, la altitud juega un papel funda-mental pues las diferencias ambientales seacentúan en pendientes fuertes y, por consi-guiente, el acceso a diferentes tipos de recur-so es mucho más rico que en tierras llanas. Entodos estos casos es inútil definir las formasdesde un punto de vista geomorfológico puessu origen varía de una región a otra o incluso

al interior de una misma zona. Por ejemplo,una rinconada bien podría ser un “circo deerosión” (Lugo, 1989:37) en un caso, mientrasque en otro podría tratarse de una cuenca deorigen volcánico.

Como se ha dicho, en la selección del sitiopara establecerse, los grupos mesoamerica-nos fueron estudiosos del medio. Resulta en-tonces lógico que el nombre de cada localidaddescriba con frecuencia algún rasgo del pai-saje en el que se halla enclavada. La flora, lafauna, la hidrografía o la orografía son recu-rrentemente evocadas en la confección detopónimos. Los topónimos en náhuatl, porejemplo, estaban constituidos por vocablosnominales o verbales a los que se añadíansufijos locativos, tales como: can, co y tlan, “en”;pan, “sobre de”; nahuac, “junto a”; ihtic, “den-tro de”; icpac, “encima de” y yan “donde se efec-túa algo” (León Portilla, 1982). La termina-ción tepec hacía referencia a un poblado cuyotopónimo implicaba un cerro; por ejemploHuilotepec, “Cerro de la paloma”. La represen-tación glífica de lugar consistía en una mon-taña con el elemento distintivo del nombredel poblado (Figura 3).

Los valores estéticos y funcionales asig-nados al paisaje por los grupos indígenas yen ocasiones perpetuados en la toponimia, sevieron cuestionados al momento del contac-to con la cultura occidental. Como se señaló,los españoles prefirieron lugares planos en losque pudieran cultivar la tierra y en que sus

Figura 3. Glifo toponímico de Huilotepec,“Cerro de la paloma o huilota”, Historia Tolteca

chichimeca, 33r.

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ganados pudieran pastar adecuadamente.Esta preferencia los llevó a escoger nuevoslugares para conminar a las poblaciones in-dígenas a establecerse (Figura 4). Una vez se-leccionado el sitio para fundar el nuevo pue-blo, se procedió a trazarlo y a levantar losedificios principales. En el apartado siguientese propone un modelo de cómo pudo habersedado esta operación urbanística.

La traza y los elementos urbanos del Pueblode Indios

El hecho de comenzar el trazo de una ciudadex nihilo, esto es, en un sitio en donde antes nohabía nada construido,9 implicaba definir uncentro a partir del cual se tiraran las prime-ras dos líneas cruzándose en ángulo recto.Este centro dio lugar a una plaza cuadrangu-

Figura 4. Ubicación hipotética de un pueblo de indios producto del proceso de Congregación. Losespañoles optaron por los lugares planos para trazar el nuevo poblado de acuerdo con los cánonesoccidentales, pero manteniendo parte de la organización espacial indígena. Los números y coloresseñalan cuatro distintos barrios dentro de la traza (Federico Fernández; dibujo: Ada Gómez).

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lar cuyos lados estaban orientados frente acada uno de los cuatro puntos cardinales. Elmismo punto central sirvió como arranque ados calles cuyos extremos apuntaban haciael norte y el sur, la primera de ellas, y hacia eleste y el oeste la segunda (Toussaint, 1956;Kubler, 1984). De cada una de las cuatro lí-neas que delimitaron la plaza central, se des-prendieron otras paralelas y perpendicula-res que formaron las calles aledañas y las

primeras cuadras (Figura 5). No fue entoncesindispensable dibujar sobre el terreno todaslas manzanas que habría de tener el pueblodebido a que, en lo sucesivo, sería más fácilprolongar las primeras líneas en la medidaen que fuese necesario (Toussaint, 1956;Chanfón Olmos, 1997; Sartor, 1992). Cabe re-cordar que una de las ventajas argumenta-das por los urbanistas de entonces para ha-cer un trazado a manera de tablero de ajedrez,

Figura 5. Plano hipotético del pueblo de indios después del proceso de Congregación. Los nuevosbarrios guardan la estructura política del altepetl prehispánico. Los edificios principales ocupan elprimer cuadro, conforme al modelo occidental. Los cuadros están marcados con el número romanodel barrio al que pertenecen: aquéllos seguidos de la letra A corresponden a los indios principales y laletra B a los macehuales. (Federico Fernández y Marcelo Ramírez; dibujo: Ada Gómez).

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era la posibilidad de crecer ordenadamentesegún el número y necesidades de la pobla-ción hacia cualquiera de los rumbos del pue-blo.10

Una vez delineada la traza básica, consis-tente en un entramado de calles rectilíneascruzadas en ángulos de 90°, se procedió a asig-nar la función de los distintos terrenos queresultaban entre las calles. La plaza fue el re-cinto para el tianquiztli transformado en mer-cado semanal y también para las fiestas reli-giosas. Por lo general, el terreno ubicado aloriente de la plaza fue destinado para edifi-car una iglesia o unidad conventual. Este te-rreno fue mucho mayor, quizá en una propor-ción de 4 a 1, al tamaño del resto de las manzanasde la nueva urbe. Los predios que circundaronlos otros tres lados de la plaza, fueron desti-nados a la construcción de los edificios de laautoridad civil y las casas de los indios prin-cipales de cada calpolli.

Respecto de la unidad conventual se pue-de hacer también un modelo enlistando loselementos que la componían y que se distri-buían sobre esa gran superficie. Primero quenada, la iglesia, el componente arquitectóni-co más visible de la unidad. La típica iglesiade la segunda mitad del siglo XVI se compo-nía de una sola nave cubierta por una bóvedade cañón corrido, un presbiterio cubierto asu vez por una cúpula nervada y un coro ocu-pando la parte superior del acceso. Carecíade torres, y si las tenía eran muy sencillas ypoco elevadas. Adosado a la iglesia, de prefe-rencia a su derecha, estaba el convento pro-piamente dicho. Constaba de un claustro or-denado en torno a un patio en cuyo centrohabía una fuente. En la planta baja se encon-traba el refectorio y la cocina, además de al-gún otro espacio cerrado para usos comunes.En la parte alta estaban las celdas tanto defrailes como de visitantes y a menudo habíatambién una biblioteca. Enfrente de estos dosedificios (la iglesia y el convento) se extendíaun atrio en cuyo centro se plantaba una cruzde piedra y en ocasiones había cuatro capi-

llas posas en las esquinas. El atrio estaba deli-mitado por una barda perimetral provistafrecuentemente de almenas (Kubler, 1984;Sartor, 1992). Contiguo de los edificios habíaun huerto en el que se introdujeron plantas yárboles originarios del mediterráneo paraconsumo de los frailes (Rubial, 2001). En al-gunos pueblos la monumentalidad de la uni-dad conventual parecía desmedida respectode la población total que se tenía que evange-lizar y, más aún, respecto del reducidísimonúmero de frailes que habrían de habitarla.Tales fueron los casos de las grandes cons-trucciones agustinas de Michoacán y de laSierra Alta, caracterizadas por su suntuosi-dad y porque rara vez vivían en ellas más decinco religiosos (Victoria, 1985; Rubial, 1989).No obstante, debe saberse que esos volumi-nosos edificios comenzaron siendo estableci-mientos de madera y más tarde capillas abier-tas de gran sencillez (Artigas, 1992). El hechoes que, con el tiempo, estas grandes unidadesconventuales se convirtieron frecuentemen-te en el centro de los pueblos de indios.

Los diferentes calpultin que originalmentese hallaban dispersos en las laderas de unarinconada, fueron avecindados al interior dela traza. Si eran cuatro, como se planteó en elmodelo gráfico, cada uno se ubicaba en unbarrio correspondiente a una cuarta parte dela traza. Cada barrio contaba a su vez con unpequeño centro en el que se estableció unacapilla y quizá una pequeña plaza adjunta aella que sirvió para las fiestas del calpolli. Enocasiones, sólo unos cuantos calpultin fueronreubicados en los nuevos solares que rodea-ban la unidad conventual. En estos casos, otraparte de la población siguió diseminada enlugares distantes y de difícil acceso, obligan-do a los misioneros a establecer los llamadospueblos de “visita”, encabezados por una pe-queña capilla, atendida por los frailes de lascabeceras de doctrina.

Este es el modelo de pueblo de indios toda-vía hoy reconocido y que, incluso, ha pasadoa constituir un hito en la historia del urba-

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nismo occidental. Cientos de asentamientosfundados entre 1550 y 1625 reproducen estageometría y estos elementos urbanos de ma-nera que un visitante sabe con facilidad cómoorientarse al interior de la traza sin importarsi ha estado anteriormente en el sitio. Ahorabien, para terminar, a pesar de que este ur-banismo tuvo mucho de la racionalidad occi-dental, también supo contener aspectos funda-mentales de la cosmovisión mesoamericana,motivo por el cual se señalarán, en las con-clusiones, importantes continuidades espa-ciales entre la época prehispánica y la colo-nial.

CONCLUSIONES

Los desplazamientos de pobladores indíge-nas forzados por la Corona Española duranteel siglo XVI y comienzos del XVII, suponenuna ruptura que al menos es clara en dos desus aspectos: el primero consistió en cambiarel patrón de asentamientos de ser original-mente disperso a agregarse en concentracio-nes de alta densidad poblacional delimitadapor calles y en solares bien demarcados. Elsegundo consistió en arrancar a los gruposindígenas de sus paisajes sagrados que erandepositarios de la memoria colectiva y queeran ricos en recursos naturales. Pero a pesarde esta ruptura espacial verificada en el mar-co de la Congregación, hubo continuidadesque hicieron posible la permanencia de losnuevos pueblos de indios en la historia denuestro país. A veces estas continuidades sonmás bien producto de una negociación inicialy quizá de una contemporización que se fuegestando con el correr de las generaciones. Tales el caso de la toponimia colonial, que deci-dió mantener el nombre indígena de la locali-dad anteponiendo simplemente el nombre delsanto patrón acordado para la congregación.Esta solución fue aceptada por ambas partesy libró un escollo de importancia a la vez quelogró conservar una pista más para ubicar laprocedencia del grupo congregado.

Otras continuidades de la época prehis-pánica que son más tangibles y forman partede la geografía novohispana, quedan en evi-dencia si se hace equivaler, en términos devalor cultural, los siguientes tres objetosurbanos del altepetl y del pueblo de indios:el calpolli-barrio, el tianquiztli-mercado y elteocalli-iglesia. Es decir:

1. El calpolli prehispánico pasó a ser llamadobarrio dentro del pueblo de indios del sigloXVI. En ambos casos se trató de una porciónterritorial más o menos autónoma, integran-te –junto con otras más– del altepetl o del pue-blo. Tanto el calpolli como el barrio participa-ban en el sistema de rotación de fiestas y otroscompromisos comunitarios y generalmenteestaban integrados por familias que compar-tían un mismo oficio (López Austin, 1996;Lockhart, 1999). Además, el territorio del ba-rrio estaba protegido –como en tiempos pre-hispánicos– por un calpulteotl llamado ahoraSanto Patrono. Se trataba en ambos casos deuna figura divina protectora de la colectivi-dad, cuya imagen podía estar vinculada a laprofesión barrial.

2. El tianquiztli de la época prehispánica equi-valió al mercado de la época colonial. Era ellugar donde se verificaba el comercio y solíaubicarse en un punto fijo. En la época colonialla plaza central era el sitio donde se exhibía lamercancía. El mercado contaba con sus pro-pias autoridades que vigilaban y regulabanlos precios. Su importancia era proporcionala las dimensiones del pueblo y a su posiciónen las rutas comerciales.

3. El antiguo teocalli mesoamericano vio sus-traída su sacralidad misma que fue deposita-da, con otras formas, en una iglesia, capilla ounidad conventual. Así, dicha sacralidad que-dó garantizada y las formas del ritual que secelebraba en el templo comenzaron a mesti-zarse. Era el punto focal del poblado, la emi-nencia arquitectónica más vistosa a partir de

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la cual se solía organizar la traza urbana. Tan-to el teocalli como la iglesia funcionaban comoelementos de cohesión social y fomentaban laparticipación de la comunidad en las distin-tas solemnidades rituales.

AGRADECIMIENTOS

La investigación de la que deriva este escritofue financiada por el PAPIIT (proyecto claveIN-306806) con sede en el Instituto de Geo-grafía de la UNAM. Los autores agradecen larevisión de la Arq. Gabriela Wiener Castilloy de la Mtra. Eva Saavedra Silva, así como larealización de las ilustraciones por parte delas arquitectas Arais Reyes y Ada Gómez.

NOTAS:

1 Para el propósito de este artículo, el término“asentamiento” hace referencia a un conjuntode viviendas y edificios civiles y religiosos –sinimportar su origen– construidos en un lugar de-terminado siguiendo un patrón espacial quepuede ser concentrado o disperso.

2 La mayoría de los historiadores acuerda que elperiodo posclásico va del año 900 d. de C. a 1521.

3 Es necesario aclarar que no se trata de las cate-gorías geográficas actuales de “rural” y “urbano”que fijan una serie de condiciones para que unapoblación pase de la primera a la segunda. Enparticular, no se trata del número de habitantesde una localidad. Lo “urbano” en el siglo XVI tieneque ver con el hecho de vivir sobre una traza decalles dentro de solares que colindan uno con elotro.

4 Como muchos de los términos que designancolectividades humanas (“ciudad”, “comuni-dad”, “república”, etc.), el término “pueblo” tie-ne dos acepciones tanto en el siglo XVI comohoy en día. La primera hace referencia a la gen-te y la segunda al territorio que ocupa. El estu-dioso de los nahuas en tiempo colonial, JamesLockhart, nos dice que “Pueblo significa no sólouna localidad sino también el conjunto de los habi-tantes de un lugar”, con lo cual se ve esta doble

acepción. Para los fines de este artículo, cuyomarco teórico se encuentra en la geografía cul-tural, nos centraremos, como es lógico, en laacepción espacial sin obviar que ella está estre-chamente vinculada a la acepción política. Refe-rirse a “pueblo de indios” es exclusivamente ala institución formada en la colonia y de ningunamanera como sinónimo del altepetl prehispánico;dicho de otro modo: el altepetl bien pudo sobre-vivir a la fundación de los pueblos de indios perolos “pueblos” nunca existieron en época prehis-pánica.

5 Una definición común de “modelo” en geogra-fía es la siguiente: “Representación formaliza-da y depurada de lo real o de un sistema derelaciones. Es una imagen de la realidad, unaconstrucción que pasa por la simplificación y laabstracción; tiene por objeto la acción, la pre-dicción o la explicación” (Brunet et al., 1992).

6 El término comunidad, de uso frecuente enAntropología, sirve a la geografía para denotara un grupo de personas asociada por lazos polí-ticos. Se trata de un locativo que agrupa a va-rias organizaciones colectivas y que ejercen uncontrol sobre un territorio específico (BriseñoGuerrero, 1994).

7 Otros trabajos, ahora en prensa, darán cuentade casos como el que se ejemplifica: Fernándezy García (2006; en prensa).

8 El periodo preclásico o formativo de Mesoamé-rica ha sido acotado entre los años 2500 a. de C.y el 200 d. de C., variando en su intensidad se-gún el área cultural.

9 Es necesario precisar que no todos los casosde congregación dieron como resultado la fun-dación de pueblos ex nihilo pues se sabe de mu-chos en donde la reorganización territorial severificó sobre los teocalli y las plazas mismasde los asentamientos prehispánicos.

10 El crecimiento planeado a partir de las trazasde cada pueblo se encuentra claramanete es-pecificado en las famosas ordenanzas de 1573.Dichas ordenanzas, si bien estaban dirigidas ala fundación de ciudades para españoles, expli-

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can como fueron fundados los pueblos de indios(Boletín del AGN, tomo IV, 1935, pp. 348-351).

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