espacio y política-h.lefebvre

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Y' rÉH |T 1-- U TTI- \'- :t rrt BÉl- E rrlt\ ñ\ -Y I Jf I . a- t¿ (r) É-J -r\-- '. lG 5-!l ^eá UFF 6 E= I ilenri Lefebr¡re

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Page 1: Espacio y Política-H.Lefebvre

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Page 2: Espacio y Política-H.Lefebvre

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Henri Lefebvre

ESPACIO Y POLíTICA

EL DERECHO A LA CIUDAD, II

s I P$s#

-if ''¿ i+ P A L A Pa-* *J*,i'ou *niu'*turuHt'"

ediciones península @

Page 3: Espacio y Política-H.Lefebvre

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L

Sumario

5

23Introducción.E¡" especro

RBPLUXTONN,S SOBRE LA POLÍTICA DEL ESPACIO

La ctuuer Y Lo URBANo

Excrls v l.r uropf,l

Lts rusrrrucroNns DE LA socrEDAD (Pos'rgc¡tolÓctcR>

El espagio, la producción del espacio, la econo-mía política del espacio .

L lntroducción

II. Crisis de la economía poiítica '

III. La promoción de lo inmobiliario y la con-veriión en bienes muebles del espacio

IV. Hacia la economla política del espacio

V. La producción del esPacio .

SUNCUNSfE Y EL ESPACIO

CLASE OBRERA Y EL ESPACIO

43

63

73

89

93

93

94

Ln

Ll

98

103

119

r27

145

Page 4: Espacio y Política-H.Lefebvre

La edició_n original francesa fue publicada por Editions Anthro-pos, de Paris, con el tftulo Espáce et pot¡tique. Le droit d laville, II. @ Editions Anthropos, t922.

f,Saiucción de Jrxr¡¡n Mws oe Lr¡nds y Jerur LrmÁs Grncfr

Cubierta de Jordi Fornas.

Primera edición: abril de 197ó.Propiedad de esta edición (incluyendo la traducción v el diseñode la cubierta): Edicions ó2 sla., Provenza 2?8, Barcélona-8.

Impreso en RIGSA, Constitución 19, Barcelona.Depósito Legal: B. 13.127 -1976.ISBN: 8+297-1182-t.

lntroducción

r rurudo un texto aspira a tener un alcance teórico y,¡rrr' ¡rrr.:lcnde bastarse a sl mismo, es que el autor ha pro-,, ,lr¡lr, ¡rreviamente a un recorte'montaje, atribuyéndose,r,,,r t,,u i'cla de un <campo> que trata de delimitar ¡Opera-r i,rr rk' apropiación privativa asaz tosca, siempre sospe-,l¡,'',.r, :u,ln cuando usual y considerada como legítima¡rir. ,tt) (lrrc la propieclad privada se hace extensiva a lasirlr.r'. y:rl saber! Más de un científico debería disculparse1,,,r ,.1 ¡ucro hecho de haber colocado una cerca alrededor

jrrrclín para poderlo cultivar a su antojo. Por loiirr, r(",¡)('cta a esta obra, el autor ruega se le disculue,1, l,r,lr):r que ninguno de los artículos recopilados en ester,,lr¡¡ncrt ¡rucde ser aquilatado debidamente si no se tienenr r ¡ ur'rlir otros trabajos publicados: sobre la vida cotidia-rr,r .,,,1,rr" cl espacio, sobre los diversos oderechos" (el,1, ',,lr,, ;r la ciudad, el derecho a la diferencia), sobre la,t r'r,i,lrlt i<5n de las relaciones (sociales) de producción,¡ l' ¡ lr'1,t.

| .''. rrrvcsl.igaciones que atañen a la ciudad y a lo urba-ri' rr,'r r('nl;lcn a aquellas que conciernen el espacio y que- ,,,r ,,l,jcto de una próxima obra (que será publicadai.,rf ,, , I tílrrlo: La production de l'espace). Esa teoría del

:r, r¡ r,¡ ',.r'ial abarca por una parte el análisis crítico del.* ,, rl,,l.rrl rrrl'lana y, por otra, el de la vida cotidiana; en,l, r¡, l, t'oticliano y lo urbano, vinculados de forma in-!¡ ,,l,rl'lr'. :r la par producto.'; y producción, ocupan un es-

!! f i" ',r i;¡l J'1'¡¿¡¿do a través deellos e inversamente. El=. ,l¡.r'. .,lr;u'cír el coniunto de las actividades práctico-

¡,,1,.., lr:rlrirla cuenta de que se intrincan en un espacio,,,¡,1, ¡,'. rn'l)rno y cotidiano, garantizando, hasta cierto

1,, r,'rrroclucción de las relaciones de producción,,,r¡,',, ,;oci¿rles). A través de ese espacio actual, de su

{N 8?$[f $

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crltica y de su conocimiento se alcanzan lo global y la< síntesis >.

Un conjunto en el cual cada ..artículoo contiene una

"especificidadu, y que atañe, hasta cierto nivel, a determi-nado aspecto o elemento, se estructura de esta suerte. Eseconjunto no tiene nada que ver con un sistema o una<slntesis> en el sentido clásico de la palabra, a pesar de laconexión de sus elementos y aspectos. ¿Su sentido? ¿Sumeta? No es el de mostrar una coherencia o cohesión. sinode buscar, por tanteos sucesivos, dónde puede situarse enel espacio y el üempo, el punto de no-regraso y de no-re'culso a escala no de individuos o de grupos, sino global.Ese momento no depende ya más del pensarniento histo-rial o de una teoría clásica de las crisis; no por esto de-jaría de ser menos crucial: metamorfosis o autodestruc-ción (lo uno no excluyendo lo otro). Sería el momento enel que cesaría la reproducción de las relaciones de producción existentes, bien sea que la degradación y la diso'lución ganasen la partida, bien sea que se suscitasen nue-vas relaciones, desplazando y reemplazando las antiguas.La posibilidad de tal momento (perspectiva que no coin-cide exactamente con la teoría habitual de la Revolución)define una hipótesis estratégica. No se trata de una certi'dumbre bien sentada, de una certidumbre instituida de

manera positiva. No excluye otras posibilidades (la des-

trucción del planeta, por ejemplo).Obsesionados por dicho momento, muchos son los

que procuran aplazarlo, ahuyentarlo, exorcizar mediantela magia ideológica las imágenes evocadas. Se reúnen con-cilios para disertar sesudamente y mantener las represen'taciones (ideológicas) que enmascaran los vencimientosreales. En efecto, la contaminación, el medio ambiente,la ecologla y los ecosistemas, el desarrollo y su finalidad,fragmentan y disimulan los problemas del espacio. Otros,en cambio, ansían un instante fatídico: desearían avivarel paso del destino, oscureciéndolo lo más posible, nihi-listas movidos por lo que ellos mismos denominan upul-sión de muerteo. Quizá la elección más acertada, para unareflexión que querrfa ser al mismo tiempo sapiencia y

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;rcto, consiste en no ceder ante el catastrofismo, en de'tlrrninar un punto de ataque, limitado pero bastante pTt, r,.o, ponieodo "t

juego una táctica y una estrategia del

¡rcrrsamiento.Aquf, se procura no dramatizat la situación, así como

t,,,,, ¡xrcó deidramat izarla esterilizándola. Cabe la posibi-lr,f ;rtl cle que el momento de noregreso se esté aproximan',1,r, rlue haya que prepararse para su llegada. Hoy en día,

\.¡r n() cs posible describir las fuer¿as de destrucción; ya nor r{ ¡rtn, tál como lo escribe en oOpusu (junio de 1972) Jean-t l.,,.''nce l^ambert, ni nombre ni rostro. Son S[stema, elrrrr( (), cl de la negación y de la muerte bajo una apariencia

1,,',,ilivá, que socava la existencia propiamente dicha, has-

,,, ,',, ,* mismísimos cimientos. A veces, en medio de la

¡rr'';¡rcridad que conoce la Francia capitalista, le entran a

,,,,,, l1rr.u, de gritar: <¡Alarrna! [.a revolución o la muer-r, ' 1-e cual no significa: uMuramos por la revolució-n-','.rr¡,, ¿rl contrariot ,.Si to queréis que muramos, haced lal r',rlrrción pronto, de forma total.o Dicha revolución¡rrrrrrrti¿rl y totut debería poner fin al Poder, a ese poder,¡,,,'.l,,mina a los seres humanos y al ser del uhombren'.irr llt'gar a dominar ninguna de las fuerzas que ernanan,1, ,'ll,rs y se vuelven en contra de ellos: ¡ni la técnica,,,, l.r <lcmografla, ni el espacio! ¿Sobre quién se ejerce,

¡,r r,'.. ,' SobrJ aquellos que podrían apropiars-e de-esas fuer-r ;r ,. r ¡r rt) se han tornado extrañas, de esas realidades letaleS.

tJ,, rlristc abuso de poder, pues siempre y por doquier el

l',,rk'r' ('omete abusos. La Revolución total debería ponerf 'r .r r'\(' poder abstracto, que tiene fama de utilizar deter',!r!il.r(l()s medios con vistas a un fin desconocido, cuando,,1, lr,'r lro, se ha convertido en su propia meta' Esa revolu-, ¡,,r¡ lr' óondrfa fin, sustituyéndolo por los poderes, los,l' l,rl¡ l,r ;tl)roplaClon y c¡c ra lEaPruPrdLru¡r' !t wv'vvPcv sv

'ti,t ¡'t sitín compleia eL de revolucíón. Su finalidad es laiación y de la reapropiación. El concepto de

,1, . i , r rt cir'¡n de lá polltica, pues todo poder estatal es des-

Contemplándolo más detenidamente, el primer, ,1, t, I r v< ¡ 1*t. alcanzar es ante todo la limitación del poder't'.,, , 1,,¡,i,r.la resulta imprescindible la amenaza de su to-r,rl rL".t|r¡cción. Asf es como la Iglesia no dejó limitar sus

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ambiciones más que ante el atelsmo amenazador y poré1. EI cientificismo, el tecnicismo no se arredran ante la crí-tica filosófica, sino ante el ocrrltismo, la magia. Los *de-rechoso necesarios, desde el habeas corpus hasta el dere-cho a Ia ciudad, ya no son suficientes. También hace faltaque lo urbano se haga amenazador.

Esa revolución total y planetaria, económica, demográ-fica, psíquica, cultural, etc., es, hoy por hoy, por excelen-cia, lo imposible-posible (¡la posibilidad, la necesidad y laimposibilidad!). Nada más cercano, nada más urgente.Nada más huidizo, nada más lejano. La idea de la revolu-ción remite de lo mundial a la co5runtura, de lo total a lapráctica inmediata, es decir, a la existencia de una enorrnemayoría, silenciosa o no, de personas que se adhieren alpresente y llegan hasta el extremo de aceptar el milena-rismo, porque deja para más tarde la eventualidad de unacatástrofe. ¡ Después de nosotros, Ia nada ! Así pues, laspersonas uconcernidasr, tal como se suele decir, titubeanentre el tono jovial del optimismo forzado y el nihilis-mo radical , aplazando los vencimientos.

En el centro, señalado aquí y allá, se halla Ia reproduc-ción de las relaciones de producción, proceso que se de-sarrolla a la vista de todo el mundo, que se realiza entoda actividad social, incluidas las más indiferentes enapariencia (los ocios, la vida cotidiana, el hecho de viviry el habitat,la utilización del espacio) y que aún no hasido objeto de un estudio global. Dicho proceso era inhe-rente a la práctica social y no era considerado como tal.Lleva las de ganar (¿hasta cuando?) sobre las razones ycausas de disolución. Las parcelas recortadas en ese am-plio "campo> por las especialidades

-economía política,

sociología, democracia, etc.-, implicaban lo global y lodejaban en la sombra, ángulo ciego. Aquí no se enclren-tra el análisis crítico de Ia globalidad alcanzada de estasuerte (que no se puede denominar <sistemao en el sen-tido usual del vocablo). Sin embargo, los artlculos reco"pilados en esta obra no se refieren a aspectos de menorimportancia, aun cuando sean parciales, del proceso global. Ofrecen diversas etapas del descubrimiento. Se inser-

I

t,rn. con una especificidad ya mencionada, en el conjuntofrririco y en la realidad captada de forma crítica.

l:l hecho de vivir no se reduce a una función asigna-l,l,', :rislable y localizable, el habitat, más que a tltulo derrrr.r ¡rr'/rctica de la que El derecho a Ia ciudad determinól,¡'. r;rzones (ler. volumen). El lector volverá a encontrar¡rilrrí ('stas razones, reconsideradas, quizás aún más ahon-,l;¡,1.r:;: la acción de la burocracia estatal, la distribución,l''l r':;¡racio según las exigencias del sistema de producción1, .r¡ritllista), es decir, de la reproducción de las relacionesrl' l)r'o(lucción. Aparecerá un aspecto importante, quizás,'., rr, i;rl, de esa práctica: la fragmentación del espacio¡,,,r.r trr venta y la compra (el intercambio), en franca con-tr;r,lit t'i(¡n con la capacidad técnica y cientlfica de la pro,lrr, I r(,rr clel espacio social a escala planetaria. Consecuen-l' ¡'( nl(', se podrá encontrar aquí el análisis crítico de un1,r,,, ,'rlir¡licnto corriente y desastroso. Se hacen correspon-,1, r trunlLlalmente (punto por punto) las necesidades, las,rr¡ ¡{)n('s, los lugares, los objetivos sociales, en un espa-, i' r,rnSi(lcrado supuestamente neutro, indiferente, obje-r ir , r ( inoccntemente) ; tras lo cual, se establecen lazos

'1, ruurin. Procedimiento que conserva una relación evi-

'l¡ r,rr ( ou la fragmentación del espacio social jamás ma-rril, ,r.rtl:r como tal, la teoría de la correspondencia puntual¡,rrrrr l,rs términos (funciones, necesidades, objetivos, lu-!:,r, .) .lt'sc:rnboca en proyectos que parecen claros y co-rrr, r,). rlcbido a que son fruto de proyecciones visuales,=,,1,r, , f ¡rapcl y sobre el plano de un espacio trucado ya,1, ,l' rrn ¡rrincipio. La fragmentación se traduce por un.,,,1r..r.. r'r'róneo, no crítico, que se cree preciso por ser,, ,¡,¡l.,lt' Ios lugares y localizaciones. Un análisis llevador,¡.¡ i l,urrl<l y, sobre todo, más concreto, modifica pará-¡¡,, rr¡'. ,¡rrt' parecían positivos, .,roperatorioso; y que lo=,.,, ,1, utr'() cle determinado .encuadre¡. Dicho análisisl. r,, ¡., unir operación verdaderamente específica. No se¡, ¡l r rl,' l,,,'uliz.ar en el espacio preexistente una necesi'.!...1 ,' ,rrrrr f rrnción, sino, al contrario, de espaciolizar una- !tr r¡i.r,l ,,ot'ial, vinculada a una práctica en su conjunto,¡.,...!¡t, ¡¡ ,/,/r) ult espacio apropiado.

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¿Qué es, pues, /a arquitectura? Hace ya mucho tiem-po que se discute a este respecto: desde que el arquitectoexiste, por tanto la arquitectura como oficio, en la divi-sión del trabajo. ¿Acaso un arte? Esta definición ya noes más que del agrado de aquellos que gustan de übujarfachadas, que se obstinan en esmerarse en las molduras,en repartir sabiamente los materiales y en esculpir alfno-niosamente determinados volúmenes. Los hay. ¿Acaso unatécnica? En tal caso, el ingeniero suplanta al arqui.tecto,ingeniero del hormigón o especialista en vertederos. ¿Aca-so una ciencia? En tal hipótesis, sería menester elaboraruna método-lógica, una epistemología, vrL corpus doctri-nal. Ahora bien, la esterilidad de dicha hipétesis resultaevidente. Suponiendo que se pruebe, ese corpus se bas-tará a sí mismo, sin ninguna otra eficacia más que sutransmisión. La arquitectura no puede concebirse ya másque como una práctica social que figura con otras muchas(por ejemplo, la medicina) en el conjunto práctico queileva y que soporta la sociedad actual (el sistema de pro-ducción), correlación por discernir. El médico recurre avarias ciencias, quizás a todas, y utiliza múltiples técni-cas. La medicina no puede, por tanto, constituir una cien-cia particularizada, específica, puesto que recurre a co-nocimientos de física, de biología, de fisiología, de mate-máticas, al igual que a los de scmiología y sociología.Abarca numerosas especialidades. Se extiende por un ladohacia la dietética, la higiene, el control de las actividadesmás onormales, tales como el deporte y la medicina pre-ventiva, y, por otro, hacia la medicina llamada mental, loque no viene a simplificar para nada la cuestión. El mé-dico utiliza consciente o inconscientemente conceptos muygenerales que tienen relación muy directa con la filoso-fía: lo norrnai y lo anormal, la salucl y la enfermedad, elequilibrio y el desequilibrio, el sistema (nervioso, glan-dular, etc.). Esos conceptos justifican una reflexión teórica y, sin embargo, parece difícil y de poca utilidad unaepistemologfa médica. Los médicos dudan entre la uti-lización de las computadoras para analizar los datos ob-tenidos, y el uolfato" del ornnidocto que conoce perso-

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n¡¡lrncnte a sus pacientes; sea cual sea el camino que es-,,,¡:r, el médico no limita fácilmente su saber a una es-

¡x'r irrlidad muy concreta; no obstante, casi siempre ser'.¡rt't:ializa y ello cadavez más; si bien parcela su .,catn-

¡,,r" 1lg experimentación y de aplicación, no tiene más re-rrr.tlit¡ que restituir lo global, el cuerpo, el organismo, lar¡ l.rción con el <medio), la unidad viviente del ser hu-nr,ur() cn sociedad. E, inversamente. Finalmente, ¿quién,lrr,r r¡ue la medicina y los médicos no se ven sometidost,,,r.r r¡ada a la inlluencia del capitalismo? No cabe laiur'n{}¡' duda de que existe una práctica médica capitalista

no capitalista, <socialo o osocializadar. Sin em-l,,rrlr, cn tanto que práctica, la medicina ha precedido al, ,r¡rrt;rlismo; se prolongará después de éste, sea cual sea.r lnr, No es seguro que las relaciones de producción ca-

l,rt.rlr,t:rs estimulen la investigación y la eficacia médicas,¡r¡rr¡r,r.rrionándoles el impulso y la orientación adecuados;t:unpu('() t:s seguro que dichas relaciones los frene. Espe-, i rlr¡rcntc, según parece, la biología y la bioquímica están,lrr,l,r l)irsos agigantados, no sin sumar a una lista de,,rr! r¡.r./.:r:.; ya impresionante otros riesgos, otras inquietu-,1, ., , rtros vencimientos. ¿En qué forma puede la medicina',r .rr.r'r s!: a esa influencia, hallar mejores sistemas de in-rr ,tr¡,,rt i<in y de acción? La cuestión se plantea, con ma-'¡¡'r ,¡ ilr('llor lucidez. La respuesta queda en el terreno del, rr, ¡,¡rt lclo, las soluciones no son nada evidentes.

I trr (' tiurto sucede con el arquitecto y la arquitectura..rr¡rrrt'sl{), la práctica de la arquitectura data de mu-,rrrtr'., tlcl capitalismo. Se sometía por aquellos enton'r.rl rt,¡¡1¡l que el urbanismo del que no se distinguía), ,,r,k'ncs de los déspotas ilustrados (más o menos).,ir,turl('( t(), tan artista como sabio, aceptaba una im-ll

i'..¡ | ¡¡rtr" lt:rsc: la monumentalidad, la importancia del edi-!¡ i,, r, lr¡,roso o polltico y su prioridad con respecto a sus

,i,,lr' ,,n(':\ dc habitabilidad. Al llegar la era industrial,l.r .,r,¡rrt('r'lura se sacude esos constreñimientos religio-=.¡. ', l,,,lrtit'os, pero los resultados dejan bastante que de-=,.r¡ ( ,r(' ('n la ideología, la de las funciones empobreci-

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das; lu ac la.s cstructuras homogéneas, la de las formasl'rf¿rs c irrr¡rc'sonarer.-Hoy "n dia]-áespués de las revolu-t:irr¡e.s co'secuencia de Iá era ináustrial, la arq,ri,".r""^

a [rt¡r'da difi cultosamente la era urbana. nl' a.q.riÉ.i;,-*;_bién.é1, se ve-obligado a recurrir u todu, I".;i;;;;;;,;;_temáticas, informática, física, química, economía política,incluso semiolosía,. psicología y so"iotogíu. Al-;ñ;i;"el médico, 9l aieuiGcto- tiJne !rl" lor,", en juego rodauna sapiencia enciclopédica; y, .ir, é_Uurgo, il;ilil.queda neramente circunscrita, ii_ituau ;;;1"d".-;;;;.Su profesión queda mal definida entre L a" irrg"ri;;;;la de dibujante; te cuesta traba:o-hai;; ;; i"!"r'""ir;los.promotores, los usuarios, los financieros, las autori-dades. si bien tiene una actividad específica dentro de radivisión del trabajo (social),

"t p."h""to ¿" ai.fro-i.u_bajo no queda bien especificado. También ei ¿irp""""alalgunos conceptos muy generales (inventariados con sumc)cuidado: la escala, lás-propor"ior"r, "f o.p.rtiáá,r,-;;;.)

que justifican una reflexión que linda.o" U nto.rii", p"róque no se bastan a-sí mismos, ni basran para constituirun cuerpo doctrinal. Finalmente, Ia arquitectura difierede Ia pintura, de la esculturu, d" i* urtes, en el hecho deque estas últimas no se relacionan cori ia pra.ti.u-.o"ümás que de forma indirecta y a través d; _"ái""i;;;;mientras que el arquitecto y Ia arquitectura ao.r."rrru,una relación inmediata con él hechode habitar

"rriu"Joq.u.e acto social, teniendo la construcción como ."uliru_cron practtca.El arquitecto, productor de- espacio (pero, nunca solo)

:1|l?^t?Pre un espacio específico. y "o*o primera provi_

crencla, tiene ante é1, bajo-sus ojos, ".,

_"rá de dibujo, suhoja en blanco. El enceiadgr p"i.úp*rto, no ejerce efec_tos demasiado diferentes. Esa ho¡a de papel aL ¿it"¡ár,¿quién no la va a considerar

"o*o un-simple ";;;n;;;por añadidura, como un fiel espejo? Cuand^o, a"'frÉrfrá,

3f"^_":t"lo es engañoso y q,r.,^ui"-ás, esa ú.jr;;;;:per en bla_nco es algo más y otra cosa que un espejo. El ar_quitecto la utiliza para tr_azar sus f,loror, u*áblo q,r"se debe contemplar en toda su fueÉa: superficie pfrii",l2

tu

d-U"l* - , ';, ." e. .,,i ¡_ ¡i FT

8c!¡\¡r,,"-"¡ ifl,llflt$ i]0tflf,ifiiiTÁtf$

13

.,obre la cual un lápiz más o menos ágtl y habilidoso trazalrneas que el autof considera como la reprodrrcción-de las

( r).sas, iel mundo sensible, cuando, de hecho, dicha su-

¡rcrliiie impone un descifrado-recifrado de lo urealr. Con'

i¡ uriamenté a lo qtre fácilmer¡te cree, el arquitecto n9 pug'

úc localiza, su pénsamiento y sus percelrciones sobre.Ia¡¡rcsa de áiUtt¡o, y visualizar las cosas (necesidades, funcio-

rrtrs, objeto s), proyectóndolas. Confunde proyección y pr?'v,'r:io sumido en una idealidad confusa, que él cree urealu

t', incluso, rigurosamente concebida, dado que los proce-

rlirnientos dJ cifrado-descifrado mediante el dibujo son

usuales y tradicionales; que, a partir de ese momento' es-

( ilpan a su influjo. I-a hoJa,-al alcance de la mano del di-

lrtrjante, bajo sus ojos, queda en blanco, tan blanca como

¡rlana. La considera como neutra, cree que ese espaqo

ncutro, que recibe pasivamente los trazados de su Lápiz'

,',rrr"rpoitde al espácio neutro de afuera, que recibe las

cosas, punto por punto, lugar por lugar' En cuanto al npla-

¡¡er, no perrnanece inoceniemente sobre la hoja de papel'

Sobre .i t"rr"to, el bulldozet realiza "planoso'Y éste es el motivo por el cual el dibujo (y por éste

también se debe interpietar design) no es tan sólo una

prueba de habilidad, una técnica' Es asimismo una torma

i" ,"pr"r"ntación, in saber hacer estipulado, codificado'pr. iá"to, un filtro, selectivo con respecto a contenidos'

climinando taÍ o cual parte de lo "realo, colmando a su

manera las lagunas del texto. Circunstancia agravante:

csa filtración va más allá de una especialización ideológica

o de la ideología de una especialidad' Dicha filtración pue-

de significar iá ocultación de las aspiraciones sociales.

ló"¿ "t un código? ¿Qué es un cifrado-descifrado? Di-

ou.ño, rápidamente-que aparte de algunos casos rudimen-íu.io" (et cOdigo de 1á carietera), un código no consiste en

;;;ü" de"reglas prefabricadas' Todo código define un

espacio centrado, abriendo un horizonte en torno a un

teito (mensaje), desplegándolo y, c-onsecuentemente' cer-

;;J.i;, ""rr¿rrdolo.-

Es-e texto puedg ser práctico sensible

y social, por tanto no siempre y forzosamente escrito"

irambiérrlas imágenes se cifran y se descifran! La com-

Page 9: Espacio y Política-H.Lefebvre

plejidad de las operaciones que llevan a cabo escapa alentendimiento de l_os lecr"d; rri,i.n.r" ta del lenguajey de su producción escapa a los iabtantes. El .,ags¡1g,(en este caso. el delineaniüj ";;;;;;isando únicamenreel terreno de la orácüi;. i'ñi.i"'r$roau." cuando, dchecho, produce ! Se salta i* ir,rlÁ"áiarios, yendo de unresultado a otro. Todo.cifrad;;;;#"na puesra en pers_pectiva y la uproducción> "" ;;;;;:entido, que se sus.tituye al texto en cuestión V p""á.,- b"i"r, ."u depreciarlo,bien sea valorizarlo.enriquécie"d;ú. b" ahí la ambigüe-dad' EI cifrado-des"irruJá-i*püü,ir,

"r""to o efectos deespejismo, pues la estructura formal-de ;;drr;;;;;presenta más que en el momento en que declinál"-;;i,l.j'r:k:,,.:r:TlT".. ru upuJ.ioo i"r sentido, ¡El codigo formulado no pasa ya de ser;; ffi#i'?r? iLi,ildicen hoy en día los semiólogor -a. sutiles, viene a seruna \¡oz y una vía: a partir del otexto, _del menrui"_lray varias posibilidad"r,

"l*.i"13,'p"1"ür";i;#;:]:uf1"rut1du{, *á:,-Ui""'""ui"l;q"; un hilo. por tanro,un determinado

"rrabajo> sobre "j-t"*to fr""Á":"fqr"Jproporciona sentido partiendo ¿" "rUlror, de fr;ó;ni;;Io que suscita

"" T_o-*i""to "o_lt""lo, ,ato.izaciones ydesvalorizaciones, progresos q,re se topan con obstáculos,con f ading. Cada .irru-ao ""n=aJu

u ";;

.rn esquema pro-lillr"-, esrudiado, abandonado ,i"mpre al esüdo;e-;;_Dozo, que genera un sentido entre otris muchos. La manotantea, eI lápiz duda. La mano cree-reproducir cuando,de hecho, r.ritit.rrr". Se pliega a lás}an¿atos de una vozque ordena, qtr" é"pr"rá r"?oü;;;r"*reta, creyendol1l_ru.lu., La vol y.la mano, el instrumenro, creen <ex.presar) (reproducir), c-uandó, ¿e. t."iro, actúan, cuando(_producen>.i pero qué el p.oJú"to á;;" trabajo no poseeIas cualidades v las propiedade. qu" ie atribuye el autor,Está haciendo álgo áir"."ri- ¿. ü üue dice y cree hacer.Más de un buen delineante

"*p"=Jl"o,ará cierta difi_cultad en reconocerse en ese irónicL retrato de su..vivido¡profesional. Sin emb-argo, "f A;;j;-"omporta evidente.

i::Ti,11:l_sso, et de .una-sustitución por grafismos dc rlos objetos y iobre toao, ¿"1*;;;,ü áTHT:.'.X:t4

15

f '(f\, l.c'to' y actos. El dibujo es reductor, inciuso si no lor''. Pir'a el-dibujante, en el-transcurso dó su a".iO". óo"cl ,lt'sign,la forma significa Ia funciOn, y a la estructurav¿r r*¡ lc queda más que inco4rorar en una materia trata-,l¡r rft: fo_*q provechosa,

"* -olu"ión

<signifi.u.rt"_rilrrilr,.¡rlor. La distancia que media entre esos tres términos:l¡r f r¡rrt:ión, Ia forma, la estructuru, q.r" permitió antaño'rrrr.rrlrs en una unidad orgánica y ,ro "iriUt, "o;;;;.ilrl ,¡rrt:dado reducida. Los signos ae tos objetos d"; l";;;'f '-rF,ir¡()s de signos, a una vísualización cadávez más intleru.,r .rr l¿r que el llmite es alcanzado cuando las inevitabiesfr¡rrr illu.s entran en escena, encargaüs ude animar"

"i"r_t'¡r,¡r¡. lisos inmóviles significantJs de la movilidad, á; lu;r¡ tr'rrl.d,- atesüguan su asesinato simbólic" il;;;; ;lr'r ' 'r .rli'iento --cifradodescifrado- ocultándolo.'su nii-,,t"u ('\ Ia de denunciarlo, poniendo fin, de otu i""rt", url,,'. ¡¡¡i¡1¡5: la expresión reirodtrcción-y la creación *uru_r illr',,.r.

I .r lcgibilidad pasa por ser una gran cualidad y tal:1 :1 r','r,rci<in es real, pero se olvida fácilmente q". ird". rr¡rl¡,1;r<l liene su contrapartida y sus defectos. 3"u

",ruiér rr r'l r.ilrirdo utilizado,.la Jegibilidad se paga a un pre-

,l'lj"ll all9: Ia pérdida.le.una pu.t. d"l;;t*:;"r.r rrr(¡r rrr:rc¡ó,' o del contenido. Esa mengua es inhérente+l rrr,,r'nr.ricnto que, del caos de los hechoi ,""riUf"r,-r^""*r ,.r ¡rrrrkr, sólo uno. I¿ em_ergencia de dicho,";;id;'q;i._I'r,r l.¡ r..<f , a menudo muy finá y profusamente enmaraña_'l'i 'l¡ rl'rrclc ha salido Ia elaboiaóión. Acaba eliminánJoh<l ,,'r¡'.¡¡uir otra cosa.-Exjste-, por tanto y por doquier,l+.¡,,".11¡11. trampa de la legibiiidad, tanto más cuando, l .rilrrilD, cn este caso el arquitecto, cree estar total_i+i¡ 'l{ nnl)ucsto de la ocosan de la que ha partido,

"s de_'i¡ ,l lrrlro de morar. ¡Cuando, ¿e hechó, lo ha susti_*"i'1" | ',,t tl habitat r La regibilidad visuar es aun *e"l.ui, i ,'! r.r v rncjor encep-ada (se debería decir: encepadora)

,l :, I , l, ¡iilrilidad gráfica, la de la escritura. f"aa fegiUilIr r¡'t ¡,r,r1i1'¡¡s de una pobreza de expresión: de la reáun_¡l.ii¡' i , | .r r ic¡ueza del texto y del espacio en raras ocasio_,' r,'rr ¡rarcjas con Ia legibilidad. No existen poesÍa,

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.'rf

ni arte algunos que obedezcan a ese sencillo criterio. Enúltimo extremo, lo legible es lo blanco, ¡el más paupé.rrimo de los textos !

Encepada y encepadora, la legibilidad disimula lo queomite, omisión que puede detectar un <lectorr más atento,_analftico y crltico. La homología (homogeneidad) detodos los espacios representados y plasmados sobre las5rrperficies, ¿acaso no es la más eficaz de las ideologlasreductoras? Ideologla sumamente útil para la reproduc-ción de las relaciones sociales existentes, ¡trasladadas enel espacio y en la reproductibilidad de los espacios !...

Cae por su propio peso el que semejante código aopuede perrnanecer entre los estrechos límites de la destre-za individual. Se convierte en cuestión de oficio. A estejusto tltulo, entra a formar parte del trabajo social y dela división social del trabajo. por tanto, se transmite y sedifunde al propio tiempo que se perfecciona. Sertráns-forma en tradición y en pedagogía. El código visuái, pocoo mal formulado como tal, ha sido la base de la enseñánzadel dibujo, de las bellas artes, de la arquitectura, duran-te largo tiempo. Aun cuando discutido, no ha" perüdotoda influencia, se perpetúa como savoir-faire pedágógico,el único con bases firmes (no úrricamente en Franóia-: enItalia, igual proceso, y, probablemente, en otros paísestambién).

- El arquitecto no puede limitarse a dibujar y no puededejar de consultar oralmente (por medio de la paÍabra)a los demás agentes de dicha producción, el espacio.Y, ante todo, al usuario; pero también al burócrata, alpolítico, al financiero, y 4 un largo etcétera. Tanto es así,que va cobrando cuerpo una tendencia que presenta alarquitecto como a un (hombre de la palabra), y no yacomo a un hombre del dibujo, según rezaba la más puratradición. Tesis llena de interés incontrovertible, pues de-sestima la problemática general del espacio (de su produc-ción) para no tener en cuenta más que, de una problemá-tica particular, la de la arquitectura, el afán de legitimarla profesión. Por lo demás, todo el mundo sabe que tantopara el usuario como para el argui.tecto, ni los "signifi-

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I rllrl('s)), ni los usignificadosu, ni sus concatenaciones coin-r trlt'n.

l,rt problemática general del espacio exige que se abor-rl''¡r rlc otra fürma las cuestiones específicas, por ejemploLr rk' la profesión. La subordina a las cuestiones genera-l'',. ltcchaza de plano la incompatibilidad entre el arqui-Ir ( to y el urbanista. Dado que comparten el espacio, quel,r r'ol[psrten con los demás (agentes)), incluidos entre,',tr¡s los propietarios, 1o dividen, lo parcelan, cada uno a'.u nlanera; y a partir de ese momento, la fragmentación¡,u ('ce teóricamente justificada. A cada uno de ellos co-r rr'spoflde su esfera de influencia, su grado de interven-l,rr. S.Sí las cosas, lo global se difumina, desaparece. Cadarrrlo de ellos opera en un espacio abstracto, dentro de su¡,,rra de influencia, a escala suya, el arquitecto en lo mi-, r,r y el urbanista en lo macro. Cuando el problema, hoy

'rr clía, consiste en superar esas fragmentaciones, dadosl,,s resultados desastrosos alcanzados; consiste, por con-',i¡ltriente, en determinar el punto de unión, la articula-, irin de esos dos .niveleso, 1o micro y lo macro, la orde-rr;rción cercana y la ordenación lejana, la adyacencia y la,,¡rnunicación,

¿No sería precisamente a esa escala que, hoy en día,¡'rrcde intervenir el pensamiento y situarse la invención?lrrr un plano inferior, el del inmueble, todo ha sido dicho,rt:clicho, desmenuzado, El nivel superior corresponde, porr'l momento, a los constructores de autopistas, a los in-;'t'nieros dedicados a la estructuración de las redes viales.licl esffcio urbano, harto complejo, apenas si se ha ini-r i¿rdo la exploración; aún es demasiado pronto para quelrrs conceptos aplicados sean operativos. No pocas inves-ligaciones acaban naufragando en el gigantismo al engro-sur o engrandecer en demasía el inmueble (Soleri, Aldollossi, etc.). La mayoría de los arquitectos hoy en día cé-Icbres no han roto con la concepción de la monumen-talidad. Tratan de hallar un compromiso entre el monu-rnento y el edificio. Otros, en cambio, dispersan en unida-rlcs efímeras, en átr¡mos y flujos de viviendas, el espaciosocial. Es a un nivel intermedio donde se sitúa lo que se

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¡rcs12E2

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puede idear y proyectar. Fieles testigos de este hecho loconstituyen los proyectos y las inveitigaciones de Cons-tant, de Ricardo Bofill, los trabajos de-Mario Gaviria enF.spaña, etc. El niv-el inferio, p,r"á" situarse en el pueblo,el barrio. El nivel (macro)) es el de lo urbano.^ gntr.ambos conc_eptos, como punto de partida, tu pobta"iár,n.a¡a l.a cual se podría intentar, aciualmente, la produc-ción de un espacio apropiado se hallaría

"ntre üs dl"zy los veinte mil habitantes. y esto, por el momento, ¡ "ntanto que etapa! A esa escala, el uderecho a la ciudadu

puede intervenir de forma operativa y estimular la inves-tigación.

, iQuién puede aún extrañarse de que.el urbanismo nohay-a podido aún erigirse ni en ciencia ni en práctica y3o l-raVa logrado más que .instituirser, (a conv:ertirse eiinstitución), expandiendo en torno suyo espesas nubesideológicas? El urbanismo sólo podía húerarü de ra ideo-logía imperante y constreñidoiu ,"crr..iendo u r'r., p"n-samiento crÍtico sumamente despierto; ahora bien, dichopensamiento crítico, tras algunos momentos de esperan-zas que muy pronto quedaron frustradas (de esto haceunos quince años aproximadamente), no ha podido másque volverse en contra del urbanismo.

Si bien es verdad que los vocablos y conceptos: ociu-d3{",-..urbanorr, (espacio}, correspondér, u .rriu realidJglobal (que no_puede llegar a confundirse con ninguno delos niveles definidos anteriormente) y no reflejari un as-pecto de menor importancia de la realidad ,oóiul, el de_recho a la ciudad se refiere a la globalidad así upú"tu¿á.Por supuesto, no se trata de ur derecho natural, ni si_quiera contractual. En términos tan <positivos,> como esposible expresarlo, significa el derecho te ros ciudadanos -ciudadanos urbanos, y-de los grupos que ellos constituyen(sobre la base de las relacionei socialei) a figurar

"" toáu,las redes,y circuitos de comunicación, de iriforma.i¿", jeintercambios. Lo cual no depende ni de una ideológíaurbanística, ni de una intervención arquitectural, sñrode una glidad o propiedad esencial del éspacio r"r.Luro,la centralidad. No se puede llegar a forjai una realidad

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rrrlr;rnír, afirmamos aquí y en demás publicaciones, sin la¡ rr,,f cncia de un centro: sin un agrupamicnto de todo' r,rnlo puede nacer en el espacio y producirse en é1, sin, n, ucntro actual o posible de toclos los "objetos) y (su-l'lrl:;>.

l:l hecho de excluir de lo uurbano)) grupos, clases oirrtlividuos, viene a ser como excluirlos también de la, rlilización, si no de la sociedad. El derecho a la ciudadl, ¡'itirna el rechazo a dejarse apartar de la realidad ur-l,.ru:r por una organización discriminatoria, segregativa.I ',,' derecho del ciudadano (si de esta forma se quierer \l)r'csar: del ohombren) proclama la crisis inevitable de1,,,, cs¡1... basados en la segregación y estableciéndolo:' r'nlros de decisión, de riqueza, de poder, de información,rl¡' t'onociÍliento, que rechazan hacia los espacios perifé-r r{ ()s a todos aquellos que no tienen participación enl,r'; privilegios políticos. Estipula igualmente el derecho,r ¡'oclerse encontrar y reunir; lugares y objetos deben res-¡',rrrder a determinadas "necesidadesu por lo general nollniclas en cuenta, a determinadas ufuncioneso menospre-, r.rrlas y, por cierto, transfuncionales: la onecesidad" devirla" social y de un centro, la necesidad y la función lú-,licas, la función simbólica del espacio (rayanas con aque-llo que se encuentra de una parte y otra de las funcionesr r¡ecesidades clasificadas, con aquello que no puede ob-¡r'tivarSe como tal por ser rasgo caracteristico de nues-tros tiempos, que da pie por ese mismo hecho a la retóricav <1ue únicamente los poetas pueden llamar por su nom-I'rc: el deseo).

El derecho a la ciudad significa, por tanto, la consti-lución o Ia reconstitución de una unidad espacio-tempo-r;rl, de una unión en vez de una fragmentación. No elimi-,r:r en absoluto las confrontaciones y las luchas. ¡Muy al, r¡ntrario! Dicha unidad podría adoptar üferentes nom-lrrcs según las ideologías: el (sujeto) (individual y co-It'ctivo) dentro de una morfologia externa que Ie permi-t;r afirmar su interioridad; la realuación (de sí mismo, del.,ser>); la vida; el binomio useguridad-dicha", ya defi-rriclo por Aristóteles en tanto que finalidad y sentido de

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la polis, En toclos esos casos, bajo toclc¡s esos cliverirg-bJ"r, los filósofbs han anunciaál i-.otumbrado d--v¡¡.vr vu, ruo rr¡uS(rl(r5 lr¡irr anuncllejos la reconstitución de lo que.ha sido fragmentado, di.sociado, diseminado, a tod.o l; i";;"-;;fhi;ffi;rJáai,

del espacio.

Aun cuando han sabido definir la "meta,

t u' a"t"r*irrááoerróneamente sus condiciotrc.s, algunas de las ."ul;;-;;;políticas (implicando dentro á" ii;h; término ru .riti.ude toda política) y otras son morfológicas, espacio_tem.porales.El derecho a la ciudad formulado de esta guisa im.plica y aplica un conocimiento que no se define como..ciencia, del espaciou (ecología, geopolÍtic", ;;;;;;;;

:::é:::1)f,:ino como conocimientó cte una irorlu,""¡Jr,-ii

!n lo¡ tiempos de Karl Marx, la ciencia económicanaufragaba en Ia -enumeraci ón, la descripción, la conta-bilización de los objetos proar"iáár. rart-tvtarx ,;.;it";;el estudio de las cosas por el análisis crítico de la activi-dad productora de las cosas. Tomando como p""iá--¿lpartida los estuclios de los grandes economistai 1S*lth,Ricardo) y sumando a éstos el análisis crítico dej siste-ma de producción (capitalista), elevó los conocimientos

a un nivel superior. Hoy en día, se impone una posturaanáloga en lo que concierne al espacio.

La ciencia del espacio se busca vanamente a si mismadesde hace ya mu.ho, años. No

"orr.'igr" encontrarse. Sedispersa-y se pierde en consideraciones diversas ,ob;; i;que€n el espacio se puede hallar (los objeto., il;;r;;o sobre el espacio abstracto (limpio de oü;"tos, ;;";;;íj

lo). P., el mejor de los casos, dicLa investigación describerragmentos de espacio, más o menos repletos. Esas des_cripciones de fragmentos son ellas mismas, a su vez, frag-mentadas,, según los encasillamientos de las

"ien"ias e!_pecializadas (geografía, historia, demografí., r;;i;i;gi;,

antropología, etc...). Semejante *cienóiao Á" airp"ira,lllil en recortes v en representaciones del espacio, sinIregar .¡amás a descubrir un pensamiento que reconozca,

l?t ::l: dice,Hegel (cf. Filosofía rtel Dericha,,";. lSljar rerenrse a la economía política, los principios del en-

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llurlilniento que reina en un campo, en medio de la masatll¡nita de los detalles.

l)c esa diferencia existente entre rciencia del espacio,>1' , orrocimiento de la producción del espacio, tanto-su al-|,ur((: como su sentido vendrán indicados en otra obra.lr,' .rlrí la referencia mencionada anteriormente y, por su-¡rrr.sto, reiteramos nuestro ruego de que nos discllpe ell,.r lot'.

l:l derecho a la ciudad, contemplado en toda su ex_lf'f l\i(in, aparece hoy en dia como utopiano (para no de_I rr ¡rcyorativamente: utopista). y, sin embargo ¿acasor, r sc debe inserir dentro de los imperativor, como ,e...r ¡,'lc decir, planes, proyectos, programa.? Su precio pue_rL' l).r€c€r exorbitante, sobre todo si se contabilizan lsos',)',t()s en los cuadros administrativos y burocráticos ac_trr,rlt's, por ejemplo poniéndolos en lai partidas de gas_t,r', tlc las ocomunidades localesu. Resulta clarísimo luel.rrr s(rlo un importante incremento de la riqueza social, al¡,r,r¡rio tiempo que profundas modificaciones llevadas a, .rlrr¡ cn las relaciones sociales propiamente dichas (por lortrt' sc refiere al sistema de producción) pueden peimitirl.r ¡ruesta en práctica del derecho a la ciudad v de aleu_rr,,s otros derechos inherentes al ciudadano y ul homb-re.

"r'rrrcjante desarrollo presupone una orientación del cre-' nn¡cnto económico, orientación que ya no significaría por'.r ¡rrisma su "finalidadu y no apuntaría ya hacia la acumu.l.rr irin (exponencial) en sí, sino que serviría <fines> supe_rt(,tCS.

A la espera de tiempos más propicios, se puede supo-¡r('r'que los costes sociales de la negación al uderechó a1., r'iudad' (y de algunos otros), siempre y cuando se lest,r¡ccla cifrar, serán mucho más elevados que aquellos quelrrlriesen significado su puesta en práctica. El estimar quel.r ¡rroclamación del oderecho a la ciudadn resultará más

r t'¡lista> que su desistimiento, no constituye ninguna pa-¡,rrloia.

Quede bien sentado (implícitamente) que esta obra, yl,r que Ia acompañan o la siguen, no anulan en forma.rl;'¡,nu las anteriores, si no es de forma puramente dialéc-

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tica: este libro se basa en ellas tratando de hacerle azar niveles más altos. Disertaciones de cierto tipo (anaitico) se transforman aquí en disertaci""", á"^i;;;ü;presuntamenre superior. I"os conceptos, otrora situadtsen espacios abstraüos en cuanto méntales. ," ,it,iu" áho"ra en espacios sociales y con respecto a las ,

no puede disociarse de lo social, y jamás lo ha sido Á¿sque en representaciones (ideológicas). En la filosofÍa clá.sica, el <sujeto> y el <objeton p"*un"cían el uno a¡eno alotro, el uno delante del otro. Se juntaban en las sivLrv, sr L¡uu (rslarlf,e ael otro. 5e Juntaban en las simas del-o Absoluto, de Ia Identidad ortginal o terminal. Hov enHoy endía, lo mental y lo social coinciáen

"" ñ;;;i;;;;iespacio concebido y vivido.

El espacio "

l. La exposición de hechos que viene a continuación',t' sitúa a nivel teórico. Entra en la línea de la filosofía,rrrn cuando no sea la de la filosofía especulativa, dogmá-lica y sistematizada. De dicha filosofía clásica retiene el,rlrin de definir perspectivas y conocimientos a escala glo-l,rrl. Dado que esos conocimientos ya no están separadosrft' la práctica, se trata de metafilosofía.

Dicha exposición de hechos podría tildarse de <<inter-rlisciplinariao en el sentido de una crítica de las disciplinas¡rrrrcelarias. Evita el empirismo descriptivo, pero no com-l)()r'ta concepto operacional alguno. Muy al contrario, tra-l:rrá de subrayar en qué forma tal concepto operatorio¡rlrrntea interrogantes: ¿para quién?, ¿por quién?, ¿en in-It'r'ós de quién?

2. Existen diferentes métodos, diferentes enfoques¡r,rr lo que se refiere al espacio, y esto a diferentes nive-h's, de reflexión, de recorte de la realidad objetiva. Por. jcmplo, no resulta imposible estudiar lo que algunos de-rr,rminan el biotopo; no resulta imposible estudiar el es-¡,;rcio percibido, a saber, el de la percepción corriente a,'scala del individuo y de su grupo, la familia, Ia adyacen-, i:r, incluyendo en dicho espacio lo que se ha dado en lla-| ilar <(entorno" (umvelt).

Ese estudio psicológico y sociológico puede afectar,'l cuerpo y los gestos, la imagen del cuerpo y el espacio,lt'la adyacencia. Algunos de esos aspectos resultarían der¡rlcrés para la arquitectura y la urbanística; por ejemplo,l;rs cuestiones relativas a la <lateralizacióno del espacio., ()ómo distinguir e indicar en éste las simetrías y las disi

" uSeminarios sobre el espacio>, Nanterre, Oxford, etc., 1972.

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metrías? ¿Cómo construir en él una izquierda y una dere-cha,.una parte superior y una parte iriferior, á"" ".r."r-pondan a los gestos, a los movimientos, a los ritmos delcuerpo?

Es factible elaborar una semántica acerca de los dis_cursos sobre el espacio. También se podría concebir unasemiología_ del espacio, porción de una semiótica general.¿Acaso todo espacio es significante?, y en caso afiimativo¿de qué? Para hablar con mayo, proii"du¿, ¿u"uro io¿oespacio o fragmento de espacio no .orr"rporrdería a untexto social, el mismo contexto de textos especific.ados,es decir, escritos: inscripciones, carteies, et;...? De taisuerte que se haría necesario bien sea hallar nuevamente,bien sea elaborar los,códigos de esos diferentes ;;;;l;;para poder descifrarlos.

Dentro de esta perspectiva ¿acaso el espacio aparente-mente insignificante, es decir, neutro, no signifióaría enprimer lugar su insignificancia, su caracterísiica de vacíoy, luego, a través de dicha neutralidad, ese vacío aparente,algo a nivel de la sociedad enterá, es decir, Ia sociedaáneocapitalista? En este plano ¿acaso no sería la unidadpropiamente dicha de esa sociedad, su globalidad, las quesurgirían en el seno de semejante orealidadn espacial aia_rentemente desunida y separada¡ por ejemplo, una ciudadde nuevo cuño?

3. El interés teórico general de esas investigaciones, elgestualismo y la lateralización del espacio, la*semiologíay la lectura de los espacios, es el de mostrar el cómJ yel porqué, hoy en día y ahora mismo, los senticlo, ,. tor_nan inmediata y directamente teóricos, tal como lo hadicho Karl Marx (Manuscritos de IS4q:.

-En_ este plano, la relación de la teoría a la práctica no

es la de una abstracción trascendente a una inmediacióno a un <concreto> anterior. La abstracción teórica ya sehalla dentro de lo concreto. Hay que detectarla en éste.En el seno_ del espacio percibido y concebido, ya se en-cueRtran el espacio teórico y la teoría del espacio.

u

,1. Un método presuntamente científico consiste en

l,l,u¡tcar o en suponer un sistema y una lógica preexisten-i,", lli.ho método asevera que el objeto estudiado debelr.rllrrrse situado en el seno de una totaliclad presupuesta'

Ahora bien. no tiene uno derecho a postular un siste-rr.r ya existente, por ejemplo un sistema social, o un.,r ,icma espacial, o un siistema urbano, Para inserir en élpa'.1 ¡ l (,lll4 VJP4erarr v

' l('nrentos parciales cuya racionalidad (o irracionaiidad),,' ,lcsprendería de dicha suposición, se deducirÍa del con-

¡rrrrlo. Ya no tiene uno más derecho a presuponer un sis-

rt'nla social o político, teórico o ideológico, que una lógica

l'¡('cxistente. En efecto, viene a ser como atribuir a dicha'.,¡r:iedad, la sociedad neocapitalista, una coherencia ya

.rlcanzada, una cohesión ya realizada. Si es que existe un',istema, se debe hacerlo patente y mostrarlo en vez de

¡rrrrtir de su base. Si se pa.rte de semejante hipótesis cae

ruro dentro de uua tautología encubierta, pues lo único(lnc se hace es deducir consecllencias de la presuposición'olro tanto ocurre con la lógica. Si en algún lugar existe

rrrra lógica e, incluso, üna lógica concreta, por ejemplo larlc una estrategia, también hay que hacerla patente, es-

¡rL:cificarla en tanto y cuanto difiere de tal o tal otra ló'

¡,ica concreta. El suponerla, por ejemplo sentar una lógica,lcl capitalismo, una lógica de la mercadería, una lógi, a de la supervivencia, viene a ser como razonat por ana-

Iogía con tal gestión ya realizada y- qrJe apuntando a lacohesión, se presume la ha alcanzado'

¿Por qué esos preliminares? Porque es posible que el

"spácio dásempeRé un papel o una función decisiva en la

csinucturaciórr de una totalidad, de una lógica, de un sis-

tema; entonces, precisamente por ello no se Ie puede de-

clucir de ese sistema, de esa lógica, de esa totalidad' Se

tiene, muy al contrario, que poner de manifiesto su fun-

ción en dicha intención (práctica y estratégica)'

5. De igual forma, si bien existe un (punto de- vis-ta

clasista u, re-sulta imposible, metodológicamente hablando,partir de él; se debe llegar a é1. EI partir del opunto de

vista clasista>, y pre,quponerlo,.a modo de un sistema

" .i.,', : . .. , :::a :ff;i.:r'fií*r***. ^_ f,$.'' :';;ii;,liL¡tJ46$,

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opuesto al sistema exis,tente, viene a ser como rechazar elsaber existente, como t r"i""ao fárl" á"f sfrr"_", v "Afñ-: :,:t::,f:::":1 :, lT a d¡ en r a den ega ci ón de ¿i "ilo",

uü"r,l,'T_Tl:,1?utilizando"u."i"Á"'"J;r;;i.ilá""iJl;::":1T::'j::.:":,v,ocablosv;;-;il;;,.-",ü;i?cuando se presenta el dilema, .í "* rr"lñ;r;;t o s den trá'de ;; ;#;;l'á; I.lJ,i lffi fr n:T.jiff :::palabras

I^:I:'f :..:^?T:t]:' son parre integrante d" él : fi ;;;_pós i t o -de

quebrarlo teóricamen i" v p-r'e Jti";;";" Jiil:.3:.: i: ::: :i ill :_, ", "-"¡ a,,i; Jt { "ü;;

"ffi; ;"r;l_,:*_:mo algunos ro süpone;:l;;;r",d;#;J r#:drían sentido alguno.

En cuanto al oroyecto de salir de un sistema clasistaen favor de otro ,i.tá-u "fuririul¿iJno proyecto implicaIa idea de saltan de un dogmatismo

" o,.o, dando un brin-co verdaderamente fuera de Io común.

9: Esta exposi"iól {: hechos parte, por tanto,de unaproblemática bien definida, ", a".i., l.r" ro parte de unadefinición particular, así como tampá"o de una proble-mática indefinida y demasiado g""ául q""

"á""iJ*""l"conciencia, Ia cultura, la ideoloeá, etc. Se t."tu aá.f, f.olblemática del espacio. Sj" ";l;;g;,'"o se bace Ia pre_gunta: <¿qué es el e.spacio-?", pregunta que se plantearíaal matemático o, quizás, ul m"iafi-i.o. e.r" u este respec-to no exista una interpretación torcicla. En un prirr"i-pio.se trata del espacio ovividoo, en estrecha ..*"ll"i¿"'l."rjIa práctica social. La problem¿tic,, .1.r" ,e plantea a partirde ese espacio abarca un co¡iunto de proble;;;;;¿;";

que tienen, todos ellos, un denominadár común, iu ""rfá-cialidad,.

a) ¿Cuál es el estatuto teórico de la noción del espa-cio? ¿'cuál es Ia relación exisrente entreli-erñr, -""iii(percibido, concebido, r"p."r".rtuJo)-5r el espacio social(construido, producido, piovectad o,'pá, tanto el espaciourbano por excelencia), és decir, la'reLciOn existente en_tre el espacio de la representación y Ia representación delespacio ?

26

b) ¿Cuál es la inserción del espacio (representado,,'laborado, edificado) dentro de la práctica social, econó-rr¡ica o política, industrial o urbana? ¿Adónde y cuándo.rt'túa la concepción del espacio? ¿Cuándo y dentro de qué

lrrnites se muestra efrcaz dicha concepción del espacio?

N.B. Existiría, si se quisiese llevar el análisis hasta.rrs últimos extremos, una dificultad análoga a la de laItigica y de la reflexión sobre los fundamentos de las ma-tcmáticas. Toda definición del espacio, o investigación so-

l,r:c el espacio, implica un concepto del espacio, aun cuan-rlo no fuese más que para enunciar y clasificar las propo'siciones. En el campo de dicha problemática, el espacio('s un <puro> objeto de ciencia. Por lo que se refiere a Iouvivido>, el espacio jamás es ni neutro, ni opuro'. Lo que

cstablece de buenas a primeras una distancia entre la pro'blemática del espacio vivido y la del espacio epistemoló'

¡1ico, planteado éste como neutro'

7. La problemática del espacio vivido es un aspectoimportantJ y, quizás, esencial de un conocimiento de la."álidud urbana. Mirada bajo ese prisma, la problemáticaclel espacio está vinculada a la teoría de lo urbano y a su

ciencia, y, consecuentemente, a una problemática aun más

amplia, la de la sociedad global. Para nosotros, aquí, es

,rni"tgo o un frente a través del que se puede abordar unconjunto de cuestiones.

De entre esas cuestiones, hay las planteadas anterior'mente, y estas otras que citamos:

a) ¿Es que nos hallamos dentro de un círcglo cerra-do, dentro de un sistema establecido de tal guisa que

-sufuerza recuperadora resulte irresistible hasta su {esplo'mamiento

"tt bloq,r", siempre y cuando sea susceptible de

desplomarse?b) ¿Acaso existe una salida, una abertura, un paso,

la posibllidad de una transición, bien sea para la acción,

bien sea para el pensamiento y la imaginación, bien sea

para ambos?

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8. Primera tesis o hipótesis. El espacio es la formatffi li !lan;nalencia, li inteligibilidr¿. s"-.á"."ñ;;ctuye la ideología,^la interpretación, Ia no sapienáiu. gndic.ha hipótesis,la forma pura del

"rpu"io, desprendida detodo contenido (sensible,

-materi"ij uiuiáo, pra.li""l ",una esencia, una idea absoluta análoga a la'cifra pir,O"1-ca. La filosofía cartesiana e, inclusol la crírica fii;;¿á;;kantiana conservan dicha noción. óuio q,r" la lógica cons-truye espacios de atributos, dado que los sabios" c."r;;-

Szen espacios de configuraciones "or,

t'rn cierto número devariables y parámetros, el espacio se presenta tal comocohere¡cia y modelo de coherencia. Articula lo social v lomental, Io teórico y lo práctico, lo ideal y l; ;;J"'..^ ' '"I-os conceptos se van localizando, se sitúan con susconcatenaciones, en el seno del espacio intelectual. igualocurre con los objetos, los grupos, Ios individ.ro, ¿"itroqel espaclo e-tectivo, socialmente realizado. Lo que per-mite Ia previa reducción clel caos fenomenal.Las matemáticas por una parte y, por otra, la filosofía(Ia fenomenología y, sobre todo, Ia"áfistemológía) porr"r,

de manifiesto esa esencialidad ó, puá hablar Eol ;;;;;propiedad, Ia establecen v Ia conitituyen. La coherenciadel discurso se despliega el el espacio mental qr" lu gu_rantiza. La epistemología define ina topía (o se define- através de ella), a saber, un coniunto d"i,rgai", y J;;;;;rridos, topología abstracta y gáneral qr" lri"rr" completa-da p_or una topología de las ixistencias concretas.. He aquí algunos ejemplos. La lingüística de Chomskyimplica un concepto del espacio. Asi pues, Chomrkt #-clara que existe un nivel lingüístico

"r, "l qú"

"o ," p,r"a"

representar cada frase simplemente comó Ia serie finitade elementos de un _cierto tipo engendrada d" irq.ri"ráu-uderecha mediante algúrn meianirrio sencillo, ,i.rt qr:" ,"debe descubrir un conjunto finito de niveles p.r"rü. .r,orden de arriba abaio (véase a Structures stntactiques,página 27).

Sabemos que el psicoanálisis clefine Lrno o varios tópi_cos,f)or ejemplo, el oello", el ,.yoo, el osupsrr.r. Buscán_do'el sentido del discurso filosóhco, f. n¿. Rey escribe: oEl

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., rrticlo se da como una especie de pclder legal de sustituir1,r,, significados en la misma cadena horizontal, en el es-

¡,.r, io de una coherencia regulada y calculada por adelan-r,rrlo. Es en ese espacio centrado, teológico, donde lar 'rrrplicidad del significado estaba va establecida, es ahí,l,rrclc el sentido se precede siempre a sí mismo" (L'en-t( u des signes, p. 13).

Corpus, recorte, rnontaje, agrupamiento, emplazamien-r,¡, cSoS términos espaciales, considerados no corno meta-lr..lcr-rs o metafóricos, sino como rigurosos, son de utiliza-, rr¡rr corriente en epistemologia (c'J . Michel Foucault, Ar-,lt(ologie du savoir, capítulo: oLes unités du discc¡ursr.r'l. también el libro de Matoré sobre L'espace hunnin, ylrrrirlrnente, Georges Gusdorf, cuya obra Sciences humainest't pensée occidentale, establece un cotejo entre ei espa-, io social y el espacio rnental de las diferentes épocas).

O-bjeciones. Esta hipótesis implica la liquidación deltit:mpo histórico así como del tiempo vivido y, por dernás,,1,' forma asaz desigual (mucho más en M. Foucault que, rr G. Gusdorf, por ejemplo). Comporta igualmente unatt'ndencia hacia el cientificismo abstracto, hacia el saber,,rrbsoluto> constituido por Lrn inventario del pasado (filo-.,o{ía, ideologias, literatura, etc.) e inserido en el espaciorrctual.

Esa teoría del espacio no se circunscribe únicamenterrl campo epistemológico; se sale de sus límites de unarnanera que rnerece ser mencionada; algunos arquitectossc consideran aún como arnos y señores del espacio queconciben y realizan. Se consideran o se hacen considerarcomo los demiurgos capaces de poner por obra, en el senotlc la sociedad, su concepción y su definición del espacio.l..l demiurgo platónico se ha encarnado en la materia, lasr:ifras y las proporciones, las idealidades trascendentales.l)icho espacio tiene las caracteristicas siguientes: vacío y¡ruro, lugar por excelencia de los números y de las pro-porciones, del áureo número, por ejemplo; es visual, y,por tanto, dibujado, espectacular; se puebla tarcllarnentetle cosas de habitantes y "ds usuarioso; en la medida enque ese espacio derniúrgico tiene una justificación, linda

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Page 17: Espacio y Política-H.Lefebvre

tcon el espacio abstracto cle los filósofos, de los epistemó-logos. El colrfundir ambos espacios entraña cierto peligro.Repitarnos una vez más que el mayor peligro y la mayorobjeción que se pueclen pre.sentar son la evaóuación delliernp<r a la vcz histórico y vivido.

9. Segtmda hipótesis. El espacio social es un pro-ducto de Ja sociedad, comprobable y que depende ántetodo de la contrastación, por ende de la descripción em-pírica, antes de toda teorización.

¿De qué es el resultado? para unos de una ciertahistoria, de un pasado general o particularizado. paraotros, de diversas actividades, por ejemplo agrícola, ar-tesanal, industrial, etc. Dicho en otras palabras, el espa-cio es consecuencia del trabajo y de la división del tra-bajo; a este titulo, es el punto de reunión de los objetosproducidos, el conjunto de las cosas que lo ocupan y desus subconjuntos, efectuado, objetivado, por tanto (fun-cional,r.

Sea cual sea la conclusión a la cual se llegue, en dichahipótesis eI espacio es el objetivo o más bien la objetiva-ción de lo social y, consecuentemente, de lo mental. Suconocimiento no puede prescindir de la acción descripti-va. Una forma cobra cuerpo o se construye partiendo delos contenidos que su conocimiento descubre o entresaca.Se conoce, reconociéndose, bien sea de forma experimen-tal, bien sea a través de la abstracción científica metodo-lógicamente elaborada.

La mayoría de las descripciones analíticas o críticas,especialmente de espacio urbano, dependen de dicha hi-pótesis, mal desbrozada como tal y, sobre todo, mal con-frontada con las demás hipótesis teóricas.

10. Tercera hipótesis. El espacio no sería ni un pun-to de partida (mental y social a la vez, como en la hipo-tesis filosófica), ni un punto de llegada (un producto socialo el punto de reunión de los productos), sino un interme-üario en todas las acepciones de ese vocablo, es decir, unprocedimiento y un instrumento, un medio y una media-

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0820$|9, it¡n. En esta hipótesis, el espacio viene a ser un instru-nt('nto político intencionalmente manipulado, incluso si

l,r intención se oculta bajo las apariencias coherentes de

l,r ligura espacial. Es un proceclimiento cn lnanos "cie ¡r1'

;i,,icno, individuo o colectividad, es decir, de un pocler

t¡ror ejemplo, un Estado), de una clase d<¡minante (la bur-

¡,rrcsía) o de un grupo que puede en ciertas ocasiones re-

¡rrcsentar la sociedad global y, en otras, tener sus objeti'ros propios, por ejemplo los tecnócratas. De ahí los inte-rr'ogantes que no se plantean más que en el caso cle estalri¡rétesis: u¿quién pot"e semejante representación del es-

¡,,icio?, ¿y, pói qué?,. En dicha hipótesis,la representación,1.:l espácio estaría siempre al servicio de una estrategia,',icndo a Ia vez abstracta y concreta, pensada y apetecicla,,'s decir, proyectada.

Semejante espacio se va poblanclo atendiendo a los de-

r rctos déi poder, con cierta arbitrariedad; en su condi-, itin d.e instrumento, puede ejercer su acción sobre las

¡roblaciones preexistentes, a saber, las poblaciones his-lrl ricas.

En tanto que mediación, semejante espacio instrumen-trrl permite bien sea imponer por la fuerza una cierta co'

lr.,sión, bien sea ocultar bajo una aparente coherencia ra-

, ic¡nal y objetiva las contradicciones de la realidad' En,'sl-e caso, los términos ocohesión> y (coherenciao signifi-

rrn regulación buscada, ansiada, proyectada, lo cual no:ignifica obtenida.

A este título, esta hipótesis implica una ambigüedad,rrna inclusión solapada del saber en el seno de la ideología

v de la ideología en el seno del saber; el espacio definidorlc esta guisa hace las veces de mediación entre esos tér'-

¡¡rinos.Semejante espacio es a la vez ideológico (es. decir, poli

tico) y sapiencial (pues comporta representacrones elaDo-

,,rclas). Pór tanto, ie le puede denominar racional-funcio-,,a1, sín que dichos térmlinos puedan-separarse el unc¡ del,,tró, y funcional'instrumental, pue-s la función, en el mar-

,'., gíóbul de la sociedad neocapitalista, implica el ployec-

to, la estrategia.atJI

Page 18: Espacio y Política-H.Lefebvre

- En esta hipótesis; repitámoslo una vez más, el espaci

a Ia par funcional e instrumental quecla vinculado a lreproducción de la fuerza de trabaio a través del cmo. Se puede decir que es a la vez el medio y el procemiento de una organización del consumo dentro del malde la sociedad neocapitalista, es decir, de Ia sociedacirocrática de consumo dii:igido. La aparente finalidadla sociedad, el consumo, se define de hecho a travésla reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, decondicioncs del trabajo productivo.

Las ciudades no vendrían a ser más que unidades deconsumo correlatir¡as de las grandes unidades de produc.ción. Se puede decir qr.ie esta hipótesis, a su manera. con-curre con la teoría de la falsa conciencia Inencionada yaanteriormente con respecto a la segunda hipótesis. ÉIabríapor tanto:

1. Una conciencia verdadera, la de la clase obrera,cuando menos como conciencia posible representada porla filosofía (cf . el pensarniento sobradamente conocido deG. Lukács).

2. A esa conciencia totalmente verdadera de la tota-lidad vendría a oponerse una conciencia fajsa. la de laburguesÍa. Partiendo de esas presuposiciones, Joseph üa-bel ha desarrollado una tesis, según la cual la oespacializaciónn caracteriza la ufalsa concienciao, una falsa con-ciencia morbosa, la del enajenado (esquizofrénico), caso-límite de la falsa representación. Ese espacio sería el lu-gar de Ia reificacién, un.lugar al margen del tiempo, de lavida y de la praxis. Bajo ese prisma, el espacio instrr.-mental tendría, por consiguiente, una .,función específi-ca>. En vez de definir la inteligibilidad (primera hipóte-sis), defi nir ia la realización-reifi cación de las relaciones so-ciales, al propio tiempo que la falsa conciencia de dichasrelaciones. A la teoría del espacio mental inteligible seopone la del espacio social encepado. A la teoría del es-pacio inteligible y de la primacía (filosófica) del espaciose opone la primacía del tiempo.

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bu-dedclas

I-a trampa que tiende ia burguesia a la clase obreraur'uba siendo su propia trampa: espacio enfermo o espa-r rr¡ de enfermedad social. En cualquier caso, en esta hi-lr(,tcsis, el espacio no sería una mera repr€sentación ino-| ('nte, sino que "vehicularían las nonnas y los valores delrr sociedad burguesa, y, ante todo, el valor de intercambioy l¡.r mercaderÍa, es decir, el fetichismo. En el punto lími-l(', ya no es exactamente la ideología que impera, sinorrr¡icamente una suerte de falsa conciencia con los dis-( lrrsos que ella misma engendra.

Objeciones. Esa vinculación del espacio en general yrlcl espacio urbano en particular con la producción, im-¡rlica únicamente la reproducción de los medios de pro-rlucción de la que hace parte la fuerza de trabajo. Ahoralricn, precisamente es esta hipótesis la que conviene alr':rpitalismo del siglo xlx, al capitalismo competitivo parat¡uien el problema principal residía en reproducir mate-r ialmente sus medios de producción (máquinas y fuerzaclc trabajo) y en permitir el consumo de los productos, es

tlccir, su compra en el mercado. El sistema contractual(cl contrato de trabajo), y el sistema jurídico (el códigoeivil y el código penal) bastaban prácticamente para ase'

¡lurar, con la venta de la fuerza de trabajo, esa reproduc'ción de los medios de producción. Resulta evidente quer.'u estas condiciones el espacio era entonces simplementef'uncional e instrumental. La ciudad tradicional desem-peñaba, entre otras, esa función de consumo complemen-tario de la producción. Pero la situación ha cambiado: elsistema de producción capitalista debe defenderse sobrer-rn frente mucho más amplio, más diversificado y máscomplejo, a saber, la reproducción de las relaciones de

¡rroducción. Esa reproducción de las relaciones de pro-clucción no coincide ya con la reproducción de los me-

dios de producción; se lleva a cabo a través de lo coti-diano de las cosas, a través de los ocios y de la cultura,a través de la escuela y de la Universidad,a través de lasextensiones y proliferaciones de la ciudad antigua, es de-

cir, a través de la totalidad del espacio.

Hcs 128 3

5J

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11. Cuarta hipótesis. Del espacio no se puede decirque sea un producto como cualquier otro, un objeto ouna suma de objetos, una cosa o urru corecóión á" .;;r,una nercaclería o un conjunto cle mercaderías. No sc¡¡lde.decir quc sea simplcnr"nt" r.,,, instrumento, cl rnástmportante de todos los instrumentos, el prer.rpri";;^1"toda. producción y de todo t"i"r"áÁltb. d;;;;r;;r"*r"l-mente vinculado con la reproducción de

'u, ;"i;;;;;;,(sociales) de produc.io". ü"h" Ji'otras parabras, estateoría abarca la tercera-hipótesis, il"uurdo más adelantesu análisis y modificándoli .r, .il.iu medida. para com-prenderla, se debe tomar como referencia no la produc-ción en el sentido restringido de los economistas _es de-cir, el proceso de la próa,r..iárr-á" tu, ;;;;;" n ál :;consumo-, sino la reproducción de las relacione, ¿" pü_ducción. En esta u*pliu u."p.i¿", ái

".pu"io de la pro-ducción-implicaría., por tanto, y encerraría en su seno rafinalrjtad -general, ia orienta.i¿í

".*n" a todas ras acti-vidades dentro de Ia sociedu¿ """.upitalista. nf "rp*i.constituiríar pü€s, una especie de esqlema en un sentidodinámico que sería común a las actividad", diue.s*";l;,trabajos divididos, a la cotidiur¡¿uJ, . iu, urtár;'; i;;espacios creados por.los arquitectos y io,

".Uuri;ñ. V;;:dría a ser una re]ación y un susteniáculo de inherenciasen la disociación, de inclusión "r,

Iu-""paración.vendría a ser por tanto un espacio á ru v", abstracto-concreto, homogéneo- y_desarticulado, lo q"" .;-á;ü;;;reencontrar en la ciudad nueva, en Ia pintuiu, lu

"r.rrltrr.uy la arquitectura, así como también !n el saber.Precisemos debidamente y hagamos hincapié sobreeste análisis de un espacio homogéieo y desartic'ulad;:;trata de Ia producción en el más-amplio sentido;;i; pállabra: produción de-las ,ela.ionls ,áiiur", y reproducciónde determinadas relaciones. E; ;r;;-;"ntido la totalidaddel espacio se convierte en el lugur-a" esa reproducción,incluido el espacio urbano, lo. ".!*io, ¿"

".iár, mr;;;:cios denominados educativos, loi A" lu cotiAia"iáa¿, é".Esa reproducción se realiza a través áL "" esquema rela_tivo a la sociedad existente que tiene como característica

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¡'.r'rc'iárl la de ser unida-desunida, disociada v, nantenicn-rl, unzl unidad, la de la fuerza dentro de ia fragmenta-l,rr irirr. Ese espacio homogéneo-quebrado, no es t¿n sólor lr':.¡.racio global de la ordcnación o el espacio parcelario'1, llrlcllritecto y clc los promotores, sino que es tarnbiénr I t's¡racio cle las obras de arte, por ejemplo ei del mobla-r, y del design. Es el esteticismo el que unifica los frag-,r('rtos funcionales de un espacio dislocado, realizando de{",1:r suerte sus caracteres homogéneos y quebrados.

Ese espacio homogéneo y, sin embargo, dislocado, tro-r rlrdo y, sin embargo, ordenado, desarticulado y, no obs-l.ultc,- sujetado, es el espacio en donde el centro se petri-lrt ir al propio tiempo que estalla, por ejemplo en los cen-Iros comerciales, Iugares donde lo monofuncional sisue,rrr¡rerando pero con un decorado y un esteticismo no firn-( r()nales, con simulacros de fiestas y una simulación de lolrrrlico. Es eI espacio en el que la conexión constreñidora,,,' lleva a cabo merced a intercambiadores entre las paftes,lislocadas: el espacio a la vez informe y duramente cons-trcñidor de las periferias y de los arrabales, donde elIrrrrraquismo, los bidonvilles, Ios barrios de emergenciat ompletan los suburbios residenciales; donde reinan nor-lrlas que imponen determinados modus vivendi, en tanto(tue se dedica al espacio toda clase de discursos, de inter-¡rretaciones, de ideologías y de valores uculturales>, artís-licos, etc.

Los lugares de esparcimiento, así como también lasnLlevas urbes, están disociados de la producción hasta quelr,rs espacios de esparcimiento aparezcan desligados deltrabajo y .,libresn, cuando, de hecho, están vinculados alos sectores del trabajo dentro del consumo organizado,tlentro del consumo estipulado. Esos espacios separadostle la producción, como si en ellos se pudiese olvidar eltrabajo productivo, son los lugares de recuperación. Esoslugares a los que todo el mundo se esfuerza en propor-cionar un aspecto festivo y de libertad, que se adornancon signos que no tienen a la producción y al trabajocomo símbolos significativos, esos lugares, precisamente,es¿án estrechamente relacionados con el trabajo produc-

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tivo. Se trata de un ejemplo tÍpico clel espacio a la veudislocado- y unificado.- Son pr."ir"*"rrte iugares ¿urrJese reproducen las relaciones de producri¿nl lo q"" ooexcluye sino incluye Ia reproclucciln pura y simple cle lafuerza de trabajo. Todr¡ .sto ," p""d" leer cn .;r; ;p;:cios, aun cuando con dificultadj pues el texto V "f "á".texto están emborronados (como un borrador). to quese lee con dificultad se puede concebir claramente si'separte del concepto del espacio, por una parte desarticula.do y desunidg, y, por otra, organizado y unido nuevamen-te por el poder.

A este espacio, cuyas opropiedades> se sitúan en laarticulación de la forma y del contenido, correrpo"á" *Ji.empo que posee idénticas .,propiedaáeso. Ei ü";;;,bien supremo, mercadería supie-u, ," vende y ," .á*-p.ra: tiempo para el trabajo, tiempo para el consumo,tiempo para el ocio, tiempo para ciriular, etc. Dicho iie#po se organiza en función del trabajo productivo y de lareproducción de las relaciones de práducción dentrt de lacotidianidad. El tiempo nperdidol no lo es para toao

"imundo, pues cuesta muy caro. El supuesto utiempo libreoes únicamente tiempo incomplero y mantenido iomo talen la coyuntura general. poi lo q,r" ," refiere

"l ;i;;p"perdido inexorableme_nte, en transportes y formalidadls,ya

-sabemos de qué forma está rigado dé manera disro-cada al tiempo dedicado al trabaio.- El tiempo homogén_eo en tanto que tiempo manipula_

do, organizado en estadísticas bien definidas^er, "i;;;;tiempo, dislocado, incomplexo, tiempo de trabajo, ti""ip;

denominado libre, tiempó perdido iin p.ou".hó,'etc.Para- comprender ese esquema del- tiempo y d"l

"r_pacio, debe uno remitirse al capítulo po.o corrocido deMarx que se halla al final de su obra-El Capital, y quetiene por título: ..La fórmula trinitaria>. En ese .ó*pfi-_cado capÍtulo, Marx explica la sociedad b.rrgrr"ru, u lu_ber, la conjunción-disyunción de sus elementJs. necorde-mos rápidamente los térmlnos del análisis; existen, den_tro de la sociedad en funciones, es decir, dentro de Iá pro-ducción y la reproducción de las relaciones:

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l. El capital y el beneficio del patrono, es decir, del.r lrurguesía.

2. La propiedad del suelo con las múltiples rentas{¡ue proporcionan el subsuelo, el agua, el terreno edifica-rk¡, etc.

3. El trabajo con el salario correspondiente que vair parar a manos de la clase obrera.

Esos tres elementos unidos en la sociedad en funcio-rrcs están representados como separados, y su separaciónticne un sentido objetivo puesto que cada grupo parecerccibir una parte determinada de la <renta> global de lasociedad. Existe, pues, apariencia enajenada de las rela-t iones sociales, apariencia que desempeña un papel urealn.lis el espejismo de la separación en el seno de una unidad,la de la dominación, del poder económico y político de laburguesÍa.

La separación es, a la par, falsa y verdadera. Los ele-rnentos que figuran separados tienen tendencia en ase-rnejarse a fuentes distintas de la riqueza y de la produc-r:ión cuando, de hecho, es únicamente debido a su acciónr.:omún que se produce dicha riqueza. En tanto que fuen-tcs distintas de la riqueza social, parecen recibir la parteqtre les corresponde de la (rentaD nacional, lo que disi-rnula el hecho de que la riqueza social coincide con laplusvalía global. Ese capítulo decisivo de EI Capital puedecncontrarse en el libro III, sección 7, capítulo 48.

En esta hipótesis, la ideología coincide con la práctica: la separación que reina en el seno de la sociedad bur-guesa. La ideología consiste en aceptar la disociación yen considerarla como real. Se abandona entonces la ideacle unidad concreta que constituye la sociedad burguesa,y se acepta el espejismo que ésta le sustituye (a la plus.valía global, la teoría de la renta nacional y de sus diver-sas fuentes). Una vez que se ha admitido el esquema uni-do-desunido ctrue caracteriza la práctica de la sociedadburguesa, se puede aseverar no importa qué cosa. ¿Laideología? Es mera palabrería que se aparta por com-pleto de los otemaso.

Nuestra hipótesis sobre el espacio unido-desunido se

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relaciona, pues, directamente con el esquema tripartitoutilitario de la sociedad capitalista según Marx. Esta hi.pótesis se sitúa entre aquélla de la falsa conciencia queexcluye la ideología, y aquélla de la ideologÍa que im.plica interpenetración de lo verdadero y de lo falso, yque excluye la falsa conciencia.

Hay, pues, una praxis: las separaciones sostenidas,mantenidas, por tanto representadas a través de la ac-ción que mantiene hasta en su disociación los elementosde la sociedad. Esa acción es precisamente el esquema delespacio, esquema generador ligado a una praxis, a unarealidad y a una verdad dentro de los límites de esa so-ciedad. Dicho esquema es, por tanto, ideología ligada aun cierto conocimiento dentro de los límites de una prác-tica social. Dicha representación es, a la vez, aparente,puesto que los elementos que disocia están ligados entresí, y real, puesto que los elementos que mantiene estándisociados. Da lugar a discursos más o menos aberrantescuya relación con el conocimiento o el error varía segúnsi se toma como referencia la praxis burguesa (separacióny disociación) o cualquier otra praxis admisible.

El espacio arquitectónico y urbanístico, en su condi-ción de espacio, ofrece esa doble faceta: desarticulado e,incluso, desmenuzado bajo la coherencia ficticia de la mi-rada, espacio de constreñimientos y de normas dispersas.Posee ese carácter paradógico que tratamos de definiraquí: unido y desunido. Es de esta manera que a la vezse ve dominado (por la técnica) y no es apropiado (parasu utilización). El espacio es inmediato y mediato, es de-cir, que pertenece a un cierto orden cercano, el orden dela adyacencia, y a un orden más alejado, la sociedad, elEstado. El orden cercano y el ordcn más aleiado no tie-nen más que una coherencia aparente que no impide paranada la desarticulación.

Este cspacio depende de interc'scs clivergentes y degrupos diversos los cuales, sin embargo, hallan una ciertaafinidad común dentro del Estado. Depende de una ofertay de una demanda quc pueden no conservar rclación al-guna entre ellas y que, no obstante, tienen un mismo de-

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r,,rrrinador común bajo el influjo de tal o cual interés.I'r¡r'lo que se refiere a la división del trabajo entre aque-

llos que intervienen en el espacio, a saber, el arquitecto,r'l ¡rromotor, el urbanista, el contratista, etc., esa división,1,'l trabajo lleva a cabo esa mezcla de unificación cons'trcirida y de desarticulación que tratamos de analizat.

Sc podría bien demostrar que el espacio de la pintu-,., y de la escultura es precisamente ese espacio desgarra-rl,r. troceado y, sin embargo, determinado globalmente.

12. Hagamos nuevamente hincapié en el hecho de

,¡rrc, la totalidad del espacio se convierte en el lugar de larr'¡rroducción de las relaciones de producción.

En tiempos pasados, tanto el aire como el agua, la luzr orrro €l calor, eran, directa o indirectamente, atributos,lt' la naturaleza. Esos valores de utilización han entrado.r l'ormar parte de los valores de intercambio; su utiliza't irin y su valor de utilización, junto con los placeres na-

t,,ralés vinculados a la utilización, se van difuminando;;il propio tiempo que se compran y se venden, se van ha-

, icndo cada véz más escasos. La naturaleza igaal que el('spacio, junto con el espacio, se ve a veces destrozada,lragmentada, vendida bajo forma de fragmentos y ocupa-.lrr globalmente. Se ve aniquilada como tal y reorganiza-,la iiguiendo las exigencias de la sociedad neocapitalista'l,as éxigencias de la reconducción de las relaciones so-

t iales envuelven de esta guisa la venalidad generalizada

.lc la propia naturaleza' La escasez de espacios libres en

l,,s zonal industrializadas y urbanizadas ofrece, por de-

rnás, un fuerte contraste con el vacío de los espacios aúnrro ocupados, los desiertos terrestres y los espacios,inter-

¡rlanetarios; por consiguiente, el alto precio alcanzado pori,-,s espacios ocupados y la escasez, cada día mayor, de loscspacios aún por ocupar, constituye un fenómeno re-

e:iente cuyas consecuencias son cada vez más graves.

Dicho espacio, al ser lugar y ámbito de la prácticasocial en el seno de la sociedad neocapitalista (es decir,cle la reproducción de las relaciones de producciór-r), mar-ca netamente los límites de dicha sociedad.

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Por mucho que los dirigentes políticos, cuya tácticaexpresa hoy en día las alianzas y compromisos entre elejército y la tecnocracia, alerten la opinión, formen comi-siones y comités de estudios, creen administraciones yministerios; por mucho que susciten proposiciones; yapueden movilizarse los expertos, movilizar a los sabios,plantear los problemas del medio ambiente y de la con-taminación; ya pueden buscar conscientemente o no adesplazar en esa dirección tanto los objetivos como lasluchas políticas; ya pueden presentarlos como siendo sim-ples etapas para alcanzar una realidad de mayor catego-ría, con el concurso de las ciencias humanas o sin su con-curso. Ya pueden pretender que los problemas urbanos,desde ahora mismo, son asunto de todos, o, al contrario,que es a los técnicos y a los tecnócratas a quienes perte-nece resolverlos. Hay que comprender que esa sociedadno puede salirse de su espacio, que no puede rebasarlo,aun suponiendo que tal o cual lo proponga. Esta sociedadno puede más que tender hacia la sistematización de eseespacio, es decir, hacia una lógica que jamás puede lle-var hasta sus últimos extremos.

Se habla de .,producción del espacioo. Esta expresiónmarca un paso hacia delante en la reflexión arquitectónicay urbanística, rebasando esos sectores y haciendo recaersu peso sobre el conjunto de la sociedad. Significa que nose considera el espacio como un dato a priori, bien seadel pensamiento (Kant), bien sea del mundo (positivismo).Se ve en el espacio el despliegue de una actividad social.Se establece, pues, un distingo entre el espacio social yel espacio geométrico, es decir, mental. A pesar de todo,la expresión no deja de ser ambigua. En efecto, toda so-cieclad produce (su> espacio o, si se prefiere, toda socie-dad produce (un> espacio. ¿Qué ha surgido de nuevo enla sociedad en la que la mantenencia de las relaciones deproducción se torna determinante, en la que, sin embar-go, las técnicas y las fuerzas productoras han alcanzadoun nivel desconcertante? iQué significa la palabra "produ-cir"? ¿Acaso significa ((cosas)), objetos, mercaderías? Ha-blando en términos marxistas, ¿acaso ese espacio sería

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s8B0$9r¡na superestructura de la sociedad denominada industrial(( irpitalista o no) tal como lo sugiere la hipótesis de la

l¡rlia conciencia? ¿Acaso sería únicamente una represen'

t:¡c:ión más cercana que las demás de la práctica?

Será por tanto nácesario precisar esos términos y ese

,,,rrcepto: Ia producción del espacio'

13. Espacio y lógica. Semejante ambigüedad vuelve

.r hacer acto de presJn.ia. ¿Dónde se sitúa 1a lógica (plan-

r,,oáa, supuestal impuesta)? Existe loy en día- un sor-

;;,;;H"i;u"rá ¿"'ta noción (mal elucidada) de lógica.

i 1,, lu.go de no pocos discursos, se describe la "lógica,i"i ,". üvienten, La ulógica del satero (la epis-temología),

1,,-.lági"u de la ,.rp"tiiu"tt"ia', h "lógica del urbanis-

"t"", f" "i¿gica de lá mercaderíau, la "lógica del Estado"

t'tcétera. Ese abuso fresenta puntos de analogía conel del

sistema (o las sisteiratizacio-nes con la lógica que impii-

r:an). ¿Acaso ese abuso es social o político' ideológico o

;;;;ril, t*plicado en el discurso o la inconsciencia?' --iÁ"uÁ"

tendría el espacio su lógica? Ora el espacio

,f"p!"á" á" ,rrru lógica freexistente, superior y absoluta'

rruasi teológica; orá es ia lógica personificada' el sistema

cle la"coherencia; ora' finalmente, permite la coherencia'

,,.tto.iru"¿o la lógica de la acción (praxeología o estrate-

gia). Se encuentr;n aquí las diferentes tesis sobre el es-

i"ái", ort tomado como modelo, ora como instrumento'

.rru .o-o mediación.Proposiciones. Al no tenct' el cspacio u1a tOS.i¡1

i1-t"rrru y propia, remite a la lógica formal y a, la metodolo-

"iu n"i"t"l. El espacio común a las actividades diversas y

ñ;"Ñ;;, "tt "t'*utco impuesto de la sociedad burgue-

iu, "r" espacio es un esquema del qrte se sirve esa socie-

clad para intentar ;;nstituirse en sistema' con el fin de

"i.á"?ut la cohcrencia' ¿En qué forma? Camuflando sr¡s

contradiccio""., irr.lrridJs las-del propio espacio, esc fon-

;;;ü ";, global v pulverizado, unido v desunido' La e¡-

trategia de clases tiata de asegurar la repr-oducción de

Ias relacior-r", "="''t"iules

a través de la totalidad del es-

ñi-^n" "t,a hifátesis, no existe espacio absoluto' bien

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sea vacío, bien sea lleno, si no es para el pensamientofilosófico-marem¿it¡ge. nl'erpalio-Lirrtul y social es unespacio especÍfico, por tanto cualificado, incluso si no sepercata uno de ello. Se trata de una modalidad d;l; ;;_ducción en una sociedad ¿eter-lrruaa en cuyo seno semanifiestan tanto contradicciones "á-o conflictos.

,E*it1:1, pues, contradiccionei áLl "rpoiio,-i.rii,r.o ri

:: li. disimula y camufla. En dicha sociedad, lo .,real,se encuentra al fi¡¿l y no al principio. A este título, en-globa lo .91re

s-e deja integru. "á-o lá, procesos integrado_res. Engloba Io qi¡s ." d'"¡u reducir, incluido l. il;;l;;-rio. Esta sociedad no obedece u .r.ru lógica; repitámoslouna vez más: tiende hacia ella. Esta sócieáad n" ,;;;..

:"ryl Y" sistema; se esfuerza en sérlo, aunando el cons-treñimiento y la utiiización de lur-i"pr.r"ntaciones.Las contradiccione-s aA

"spaiiálo ,on producto desu. forma racional tal como ," á"rpr""de en las mate_máticas; son producto del contenidá práctico y social y,más específicamente, del contenido capitalista. Efectiva_mente, ese espacio- de- la,sociedad capitalirtu pr"t""J" -.J,

racional, cuando, de hecho, "n

la prírri"u,está comercia_lizado, desmigajado, vendido por'pur."tas. Así es comoa la-vez es global y pulveriza¿". pár"." lógico y está ab-surdamente recorúd;. Esas contrádicciones saltan a lavista en el plano institucional. En este plano, se percatay.o. de que Ia burguesía, clase dominante, dispone de un{ob-le poder sobre-el

"ríu"i"; ;;^;;i-", lugar, a travésde 13.nloqiedad privada d"l ;";1.:;r" ," extiende a latotalidad del-espacio, excepción hecha de los derechos delas colectividades .y,dgl Ert"¿.,-v,-^Jn ,"g.rndo lugar, através_ de_ la globu¡a_ua, u ,ub".,'á

"oro.irrriento, Ia es_trategia, Ia acción del Estado própi"mente dicho. Existenconflictos inevitables entre esos do, a.pe"tos, y especial_Ttlt: entre el esFacio abstracto (concebido ;'.;";ó;;i,global y estratégico) y el espaci,o i"l"áiuto, p".;itii", ;i:vido, desmigajado y-vendiáo. E" "i pr^"r' i"rtii".irir"i,esas contradicciongs se hacen patentis entre los planosgenerales de -orden¿sión y los proy".to, parciales de losnegociantes de esp¿sis.

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Reflexionessobre la política del esPacio .

l(esulta ahora posible echar una mirada retrospectiva',,,lrle lo que ha siáo dicho y hecho en el transcurso de larrllima década. Esa mirada retrospectiva permite esta-

l,lt'cer un balance. Por otra parte, hoy en día, en los albo-

¡,'s de 1970, algo se está fraguando en las altas esferas :

rrrr cambio de perspectiva, cambio más o menos real que

,lcbemos tratar de comprender y de aquilatar"' Hastalr:rce muy poco tiempo imperaba, en materia urbanística,,'rra teoiía, o más bien una ideología que jamás había,¡rrcdado completamente expresada. Dicha ideología, se-

¡irin mi punto de vista, podía compendiarse en tres pro-

uosiciones:

1. Existe una acción coherente denominada urbanis-,¡ro a veces empírica, a menudo aplicando los conceptos,, los resultados de una ciencia determinada (demografía,('eonomía política, geografía, etc'), ora teniendo en cuentarcsultados- y datos interdisciplinarios, pero acercándose

rnediante eios diversos procedimientos a una prácticat ientífica y técnica a sernejanza de tal ciencia ya constituirla, por ejemplo la economía política'

t. Eiiste por parte de los urbanistas o de algunos

ile ellos, una reflexión metódica sobre esa práctica,,refle-xión de orden teórico que apunta implícita o explícita-rnente a la constitución de una epistemología, es decir,

cle una región del saber que contiene núcleos de saber

lclquirido, en resumidas cuentas, lo que designa el tér-

rnino de epistemología.3. Esta reflexión capaz de elevar hasta el lenguaje

* Conferencia pronunciada en el Instituto de Urbanismo de

Par"ís, el 13 de enero de 1970. 'Espaces et Sociétésn, núm' 1' no-

viembre de 1970.

,'ii.,i{ r:r ¡1

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teórico y hasta los conceptos la práctica urbanística, estareflexión teórica consiste en unu'.i"n"iu del espacio,,bi"nsea global (a escala de la totalidad de la sociedad),bien sea local (a escala d.l h"b;;;¡1.'

Hablando de manera más general, recordemos que enel curso de esta última décad"a q,r"Jaba "*;;il;;_breentendido un poco por doquiár tr" "l objeto p.. ;;_celencia de la ciencr.u Jrt 9l ";;;;.; y no el tiempo. Es-p.r:i? del sabcr y saber del espacio, cientificis*o u

"ro"_:1.,1Í:1":Iiul parejas, a ta icz "i "r pr".ro -árráll'""el plano social, dentro de una estructura general. porconsiguiente, se debía llevar, a través de Ia-

"i"".iu ¿"iespacio, Ia práctica y Ia técnica urbanísti.a, husta el ,rl-vel general del cientificismo. Dicha posrura era imprícitaen el caso de numerosos teorizantes-_cite-o, ,irri.uÁ"*te los notables estudios llevados a cabo por Robert Auze.lle y Ionel Schein. Merced a esas .onsiá".a.i.;;;; ;i"';;-pacio urbano, otrora integrado bien sea a la utilizaciónespontánea del paraje, bien sea a la cultur" d"t;fá; ilsociedad, quedaba apartado del contexto; se producíacomo un dato, como una dimensión especíd., a" i" .rg"]nización- social; y esto, en primer lugar, en relación conuna acción concertada al más alto nlvel,

"" ,"g""áo-l.r_gar, en relación con necesidades socialeá po.,;;iu;;localizables' Tal era.el postrrrado que se o.^"rtuuo uu:á-"ipensamiento urbanístico y la enseñanza. lJn postuiadoaun más oculto era el siguiente: Ia objetividad v Iu-;;;:rezao del espacio urbanistico, objeto á. .i"".ii l; ;;;fieren un carácter neutro. El espácio pasaba p"; ;;;;_nocuo, es decir, apolítico. Este iontinente no existiendomás que por su contenido, no valiendo más que por dichocontenido, dependía, pues-, en tanto que

"b:eii""'V;;;;;de las matemáticas,. de- la técnica,'y, u ,o duáarlo, J"una lógica del espacio. La ciencia dei espacio debia pues,a la vez, coronar y contener por sí mismi

"l p"n.*i*iá

urbanístico. Ahora bien, ahí ernpezaron a surgir las difi-cultades. En efecto, si la ciencia es ciencia deirn "rpu.ioformal, de una. forma espacial, implica una logístir; ir*

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¡'llt'able, y Ia ciencia no pocllia consistir más que en unir,rrrrra de consllcñimientos, ataiiiendo dircct;rmente al con,l,'rrido (¡la gente !). Hn cambio, si dirigimos la vista hacia

' l cstudio de lo cluc vienc a poblar esa form¿r, o hacial;rs necesidades de la gente, o también hacia sus reivin-rlit'nciones, si se orienta la reflexión sobre el contenido yrro sobre la fr¡rma <(pura), ¿qué es lo qtrc garantiza querlicho contenido va a entrar dentro de esta forma sin ver-',r: sometido a algún que otro agravio? ¿Qué es lo que¡i:rrantiza que las personas y sus necesidades van a de-¡;tr:se inserir sin oponer resistencia en la iogística? Lo,¡rrc viene a explicar, según nos parece, eue 4 pesar del,rs esfuerzos desplegados, aún no existe una epistemolo-1iía urbanística. Se ha asistido, pues, a singulares divenlicncias en la elaboración y en la interpretación de loslrcchos. Unos buscaban un contenido de base, un elemen-to constitutivo, por ejemplo relacionado con la familia.l:n dicho sentido, ha habido gran preocupación por ave-riguar cómo se podría alcanzar la solución óptima paratlcterminadas necesidades; de ahí partieron no pocos es-t r-rdios a menudo interesantes : se ha sumado a las nece-sidades ya clasificadas por la Carta de Atenas, otras nece-sidades tales como la necesidad de libertad, de creación,rlc independencia, la necesidad de ritmo, de armonía, declignidad, incluso de jerarquía *las voy enumerando se-gúrn acuden a mi memoria. Esos estudios no conseguían¡ri hacer surgir una estructura interna de cara a necesida-cles muy diversas, ni descubrir la forma espacial capaz deimponer una estructura a esas necesidades llamadas fun-cionales. Otros trataban de determinar a mayor escala(polos vitalizadores> que restituyen una unidad orgáni-ca a los fenómenos urbanos, unidad bien sea interna conlespecto a la comunidad urbana, bien sea externa, es de-cir, actuando en el medio ambiente. A veces, los estudiosquedaban lirnitados a examinar las propiedades formalesclel espacio en tanto que vehículo de los bienes materia-les o de las informaciones, estudiando, por ejemplo, losntaillages a escala del espacio global o a escala local.

En este enfoque, no es que se negase claramente que

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existiese polÍtica, sino que se la concebía de forma pe.culi.a1. Otrora, un otrora no tan lejano, se consideraba lopolítico como siendo un obstáculó a ia racionalidad, alcientificismo, como introduciendo una perturbaciórr, r*suerte de irracionalidad. Los hornbrei políticor, ."gJncriterio generalizado, proceclían bicn sea al albur de"lascoyunturas, bien sea ciñéndose a intereses particulares,representados, aun cuando cuidadosam"rrt" diri*uladospor ellos mismos; al tener una óptica propia y, por de.más, asaz versátil, al no ver claramente

"i tu, aliérnativasni,los objetivos, esos políticos desbarajustaban la raciona_lidad. de la organización urbanística y Ia eficacia de iaciencia. En_el mejor de los casos, se consideraba a loshombres políticos como dependiendo ellos mismos de unaciencia de la estrategia; a este tÍtulo se les dejabt"p";;;arguyendo que un día vendría en que ellos tambi¿" ,"someterían al carácter cientifico así despejado.

En este enfoque relacionado con lo- p"oliti.o y su in_tervención urbanística, se seguia conservando

"i port,r-lado del espacio objetivo y neutro. Ahora Ui"", ,J t u."patente que hoy en día el espacio es político. Ei espaciono e,s un objeto científico descarriado por la ideoloiía opor la política; siempre ha sido político y estratégiJo. Sibien dicho espacio tiene un asplcto neutro, indilerentecon respecto al contenido, por tanto <puramente> formal,abstraído de una abstracóión racional, ., pr""iruÁ".,1"porque ya está ocupado, acondicionado, porque ya es ob_jeto de estrategias antiguas, de las q.re no siempre se con-sigue encontrar las hrrellas. El espácio ha sido formado,modelado, a partir de elementos históricos o naturales,pero siempre políticamente. El espacio es político e ideo-lógico.

.Es_una representación liieralmenie plagada deideología. Existe una ideología del espacio, ¿poi qú¿ moti_vo? Porque este espacio q.re pa."cé fromálenei, h".háde una sola pieza dentro ¿e ,,,, objetividad, !, ,r..r fo.-upura, tal como lo constatamos, es un producto social. Laproducció-n del espacio no puede equipararse con la pro-ducción de tal o cual objéto particúlar, de tai " á""1mercadería. Y, sin embargo, no de¡a de existir relación

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'rrtrc la producción de las cosas y la del espacio. Esta úl-trrrrrr producción se la adjudican gmpos particlllares que'.,' ;r¡rropian del espacio para administrarlo, para explo-t,rrlt¡..81 espacio es Lln producto de la Historia, con algo,lrlt'r'cntc, y algo más cte lo que entraña en sí la Historia, rr l¿r ac€pción clásica del término. La ciencia del espa-{ r{r debe, pues, repartirse a diferentes niveles. Puede ha-l,t'r' ciencia del espacio formal, es decir, próxima de lasrr¡;rtcmáticas, ciencia en la cual el conocimiento utilizarrrr¡ie¡g5 tales como los conjuntos, las redes, los árboles,l;r:; alambradas. No obstante, la ciencia no se sitúa a,'.,r: único nivel, no puede permanecer formal. El análisis, rÍtico define en qué forma y siguiendo qué estrategia ha',irlo producido tal o cual espacio comprobable; final-rrrcnte, hay el estudio y la ciencia de los contenidos, det st.¡s contenidos que, quizás, ofrecen resistencia a la for-nra o a la estrategia: es decir, los usuarios.

Se puede afirmar, situándose uno al nivel más alto,r¡uc la planificación posee tres dimensiones.

Primera dimensión: la planificación material, <(cuan-tificable", que se puede evaluar en toneladas de trigo, deccmento o de acero. Esta dimensión está en relación dirccta con la concepción corriente de la economía políticav de instrumentos estrictos de análisis: de matrices.

Segunda dimensión: financiera, en estrecha relaciónt:on los balances financieros y que implica el estudio delos costes de producción al más alto nivel. Sigue siendocconomía política, perfilando aun más su noción.

Tercera dimensión: debe ser temporal y espacial. Su-

¡rone la estructuración de localizaciones, el profundo co-nocimiento de las redes de intercambio, de comunicacio-nes, de las fluctuaciones, el estudio de los centros deproducción y de consumo, todo ello realizado sobre elterreno.

La primera dimensión permite una planificación bru-tal mediante la utilización de balances-materia; la segun-da, mucho más dúctil, permitiría, cuando menos en uncierto número de países, la utilización de computadoraselectrónicas. En Francia y en un cierto número de paí-

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ses, es siguiendo las pautas que indican los balances fi'nancieros, ateniéndose a las indicaciones bancarias, como

se lleva a cabo la planificación llamada "indicativai)' en

tanto cluc en la URSS, aún hoy cn día, la plailificación

autoritária y centralizacla viene dictada tomando como

ls¡racio. El método para abordar el problema del espaciorlr puede consistir únicamente en un método formal, ló-

llrc:o o logístico; debe y puede ser igualmente un método,ltttléctico que analice las contradicciones del espacio den-lro de la sociedad y de la práctica social.

Si partinros del concepto de que el espacio es polilrt'o, queda supeditado (al igual que su teorÍa y su cien-( r¿r) a una doble crítica, ella misma política: la crítica de

,lcrechas y la crítica de izquierdas. La crítica de derechas('s, a grosso modo, una crítica de la burocracia, de las in'It'rvenciones estatales, en el sentido de que esas interven-, iones estatales obstaculizan la iniciativa <privada', es

rlccir, los capitales. En cuanto a la crítica de izquierdas,('sta es, asimismo, una crÍtica de la burocracia y de larrrtervención estatal, en el sentido de que dicha interven-t ión no tiene, o tiene poco en cuenta, a los usuarios, la¡rráctica social, es decir, la práctica urbana. Quisiera ex-

tcnderme algo más acerca de este distingo entre la crí-tica de izquierdas y la crítica de derechas. Implica y pre-supone que existen conflictos y contraücciones en el es-

¡racio, pues de no ser así, no se acierta a comprender los,'onflicios de la <crítican. Ese distingo ha sido dejado delado dirrante ese período en el que todo parecía puramen-tc formulación epistemológica de una acción técnica. Exa-rninemos ahora algo más la extensión de ese doble con-t:cpto, y apliquémoslo a un ejemplo que puede parecer,rr primera vista, aun más paradójico que el del espacio:l¿r naturaleza.

A lo largo de todo el periodo que acaba de finalizar,la naturaleza etaconsiderada como una suerte de símbolopoético, negligible o relegado a segundo término, que de-

signaba no se sabe muy bien el qué, un residuo, un algoq,." apat""ía aquí o allá, escapando a la acción racional-mentJ ilevada. Ahora bien, sabido es que la naturaleza,también ella, está labrada, modelada, transformada, que

cs, en gran medida, producto de la acción, que la faz mis'ma dela tierra, es decir, el paisaje, es obra del hombre'Aún hoy en dfa, la naturaleza es contemplada, en ciertaideología, como simple materia del conocimiento y como

{., ,$i so-"rii 49

;r ri;;,;;¡¿,5

base los balances-materia.- --P"; lo que se refiere a la programación correspondien'

te a la tercira dimensión, ", de"it, la temporal y espacial'

ésta debería proseguir su curso teóricamente, al propio

ii*p" que Iás derñás, dentro de una simultaneidad; po-

¿ri, *Á"ter las demás dimensiones a la simultaneidadgfofruf del espacio..De.hecho, dicha programación prosi'

gue su curso en solrtarlo'Por demás, cabe preguntarse hasta qtré punto una pro-

gr;aci¿" toial de esás tres dimensiones, simultánea-

;i;;;, sería de desear. El tecnócrata consumado es el

único que ta preconiza. Dicha programación tendría sujeta

a la toialidui d" la sociedad en la argolla de la cibernética'

JNo lmpediría acaso cualquier planificación de tipo de-

irocrático al otorgar una eficacia aterradora al poder exis-

l"nt" q,r" sabria hacer uso de esos instrumentos? Por

;h;;,-; la planificación democrática no Ie queda más

p.riUifiá"¿ que la de infiltrarse por las resquebrajaduras

áái plu" toáI. No parece qtt" pot el momento el plan

totai represente un peligro inminente; se tiene la irnp.re-

.i¿" a" i"e la dimensiói espacial-temporal aún no ha lle-

gu¿o u aitic,rlurr" con las otras dos, las cuales' por otra

;;"; t á "ttat demasiado articulaclas entre sí' o sin-

croniiadas, para decirlo de otra forma' Esa dimensión

existe de forma indePencliente.Por lo que respecta al espacio, éste posee, pues' pro-

piedades formales. Existen técnicas particulares que per-

*it"r, una cierta programación, en especial las técnicas

áe cálculo, de previsió-n. Y también existen los contenidos'

Jó"J "i""" a irobar todo esto? Ya sabemos que la cien-

óiu d"l espacio, repartida a diversos niveles' no es una

ciencia ,rnitutiu y iotal, que, en su vértice' no existe una

nlirii"u del espacio. Ádentrémonos ahora algo más en

esta cuestiOn. gsto prueba clue hay contradicciones del

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r¡cs 128 4

*fr!:"t=furi:

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objeto de las técnicas. Está dominada, sojuzgada' Al.ser

domeñada y sojuzgada en su esencia, se aleja' Ahora bien,

clc pronto se cae en la cuenta de que al estar sojuzgada,

upJr".* clevastada, en trance de aniquilamiento, y' ame'

nizando dc paso a la cspecie httmana, todavía estrecha'

rnente tigada a la naturaleza, con verse arrastrada a su

vez hacii el aniquilamiento. De ahí, la necesidad de una

estrategia. He aquí a la naturaleza politizada' Y ello no

¿" r"gi'. a una riflexión puramente técnica o epistemoló-

gi.u J filosófica, sino a una doble crítica, la crítica de de-

iechas y la crítica de izquierdas. ¿En qué consiste la crí-

tica cle derechas?: a sumirse en lamentaciones acerca de

la perdida belleza de los paisajes, acerca de la pureza y

dela inocencia de la naturaleza qve huye de nosotros; un(rousseauismo)), que parecía trasnochado, recobra actua'

lidad. Se experimentá añoranza de los placeres sencillos

v rá"ot, ,e ie"rrerda el tiempo en que, con anterioridad a

ia oarrabalizaciónr,la hermosa lle-de-France brindaba a

Ias miradas felices admirables paisajes' Ya han tenido

lugar numerosas campañas en favor de la naturaleza' Una

de* ellas, dirigida por un venerable académico, Georges

Duhamel, en contra del ruido, ha tenido gran resonancla'

Áh"* ", Bernurd Charbonneau quien acaba de publicar

sobre di.ho tema un hermoso y elocuente libro: Le Iardinde Babylone.

¿En qué va a desembocar todo esto? En una gran

nosialgia'del pasado, en un enternecedor romance sobre

la natriraleza perdida' Por otra parte, el volver hacia atrás'

el retrocecler in el tiempo, resulta imposible' La crÍtica de

izquierdas trata de analizar las implicaciones y las secue-

las d" esa devastación de la naturaleza, de esa destrucción'

En efecto, existe una especie de-autodestrucción de la na-

turaleza áentro y por oel hombre))' que proviene de la

naturaleza, q.re nai" de ella y que se vuelve en contra

suya para exterminarla."Y'ron los .elementos>, como se solía decir en la filo-

sofía clásica, el agua, el aire y la !u,2, los que se ven ame-

"uáot. Vamos ñu.iu ,., inexorable encuentro de venci-

;;;;tt aterradores. Es imprescindible prever el momen-

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08P{}99Ir I cn que babrá que reproducir la naturaleza. Producirt;rlcs o cuales objetos, ya no será suficiente; habrá quert'¡rroducir lo que fue ia condición elemental de la produc-r rrill, a saber: la naturaleza. Con el espacio. Dentro del{ \l)¿rcio. Por cierto, cabe hacerse la pregunta siguiente:, t'rr eué y por qué esta critica es de izquierdas? No se¡r ata de una crítica hecha en nombre de un determinado;,rupo izquierdista, partido o club. No se trata de unar r íl.ica desarrollada en nombre de una ideología de ten-,lcncias consideradas más o menos izquierdistas. Es pre-, iso llegar aI meollo del asunto. Cabe pensar que de aquí:t Lreinta años, o quizás antes, habrá, o cuando menos po-,lr h haber (¡seamo,s prudentes !) posesión y gestión colec-tivas; a) de lo que quedará de Ia naturaleza; b) de lar cprodución de la naturaleza, del espacio, del aire, de laItrz, del agua y, hablando de manera más amplia, de nue-vas raridades. Las antiguas raridades, Io fueron el pan,lr¡s medios de subsistencia, etc. En los grandes países in-tlustrializados ya existe una superproducción latente derlichos medios de vida que, otrora, fueron raros, que die-ron pie a terribles luchas en torno a su escasez. Ahora, nocrr todos los países, pero virtualmente a escala planetaria,existe una producción abundante de esos bienes de consu-rno; entretanto, las nuevas raridades empiezan a haceracto de presencia: el agua, el aire, la luz, el espacio, entorno a los cuales se desarrolla una intensa lucha. Es enlunción de dicha lucha que hay que comprender el urba-nismo, lo que, pese a sus defectos y debilidades, justificacn cierta medida las investigaciones, las inquietudes, Iosinterrogantes. AsÍ pues, se puede prever la gestión y laposesión colectivas de los medios de producción, así comola gestión social de la producción en función de las nece-sidades sociales. Puede preverse, pues, para las postrime-rías de nuestro siglo, un socialismo mundial que no ten-clrán ya prácticamente nada en común con lo que Marxdenominaba socialismo, y que, sin embargo, será produc-to de dicho socialismo o conservará con él una relaciónmás o menos lejana. ¡Esto, haciendo abstracción de lacapacidad de recuperación del capitalismo y de la posibi-

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lidad de que se prodtucan catásrofes irrernediables ! Es,pues, en este sentido en el que la crítica de la política, conrespecto al espacio y a la naturaleza, es una crítica de inquierdas. Lo que nó estaría de acuerdo en admitir tal o

cual oprospectivista)r. Poco importa. Ya desde este pre"

ciso momento, al igual quc el espacio, la naturaleza estápolitizada, porque está inserida en estrategias conscienteso inconscientes. La creación de parques nacionales, etc.,representa ya de por sí una estrategia, pero una pequeñaestrategia, más bien una suerte de táctica' Cuando, de

hecho, habría que aspirar a mucho más.No me resulta difícil imaginar la reacción de los rea'

listas: nUsted nos habla del mañana, del pasado mañana,pero háblenos del presente.> De acuerdo, hay que mos'trarse realista. Sin embargo, sucede a veces que el maña'na sea el presente, y entonces vuestra realidad puede sal'tar hecha añicos ante vuestras propias narices. Por ejem'plo, pueden presentarse de repente, de la noche a la maña-na, extraordinarios casos de contaminación...

Por tanto, repito que hay una política del espacio, por'que el espacio es política.

En lo que concierne al urbanismo del presente, la-critica de deiechas pone el acento sobre la vivienda indivi-clual y sobre la iniciativa privada. En esta suerte de granpéndola ó de intenso movimiento de balanceo que arras-

tra a la sociedad francesa, en la que lo estatal, sorpren-dentemente denominado .,socialu o <colectivo>, se oponea lo .,individualu y a lo uprivadou, el fiel de la balanza se

rnclina netamente del lado de lo individual, es decir, de

la iniciativ¿ oprivada" y del capital. La meta de esa cri'tica es, evidentemente, la de despejar el camino ante

los capitales que están al acecho de las inversiones más

rentables. Dichos capitales buscan afanosamente un cir'cuito secundario, anexo con respecto al gran circuitonormal o habitual de la producción y del consumo, para

el caso en que dicho circuito perdiese empuje. Inserir del

todo la tieria y el habitaf en el intercambio y el mercado'tal es el objetivo de dicha polÍtica. Normalizar ese cir-cuito secundario, lo inmobiliario, conservándolo, sin em-

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lr;rt'go, tal vez en tanto gue sector compensatorio, éstals la estrategia seguida. Por lo que respecta a la crÍticarlc izquierdas, ésta toma como punto de partida al usua-r io, al habitante, considerado no tan sólo en cuant<¡ a lar ¡tttidad, como suele !¡¿ssrse a la hora de cifrar el pro-lrlcma de la vivienda, si¡¡e en cuanto a la calidad. Dentro,lt. la práctica urbana.

En el actual estado de cosas, lo que resulta inieresan-l(', no es tan sólo la introducción oñcial de la crítica de,lcrechas, sino también, y no me recato en proclarnarloirquí, el fin de un determinado terrorismo. Me refiero atrn terrorismo intelectual que ha imperado durante muchoticmpo. La presión ejercida por la técnica, los técnicos yIos tecnócratas, la epistemología, las investigaciones deorden puramente técnico y epistemológico, desemboca enun terrorismo intelectual. L¿ burocracia siempre da¡rie a que reine un cierto estado de terrorismo. Existeirquello de lo que hay que hablar y aquello de lo que nosc debe hablar. Durante la última década, había lo quesc consideraba como serio y lo que no era consideradocomo tal. El espíritu de seriedad era y sigue siendo enrnuchos sitios la expresión de un terrorismo latente, vin-culado, por cierto, al sentido de la responsabilidad, alrespeto por la capacidad, cualidades incuestionables dela tecnoburocracia. Pero era imposible hacerse oír cuan-do se decÍa, por ejer¡plo, que la gente se aburre. ¿Dón-cle? ¿En Suecia, en los Estados Unidos? Tal vez. Pero,¡no en Francia ! El aburrimiento, por constituir un hechomensurable, no debi¿ ser tomado en consideración, a noser como tema periqdístico o de chanza. Tampoco erapermitido hablar de espacio represivo; aquello no era<serio>; el espacio objetivo y objeto de ciencia era neutro,políticamente...

Esta ventaja, cua¡d6 menos momentánea, de la situa-ción actual no debe hacernos olvidar los riesgos que en-traña dicha situación. He aquí uno de ellos: el 5 Plan con-sideraba el casco antiguo urbano como intocable, comosiendo una valiosa herencia de la Historia, característicaesencial de la ciudad europea y occidental; habría que

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conservarlo en el urbanismo, sin, por demás, haber lle-vado a cabo un análisis suficiente de dicho núcleo. Sinernbargo, desde hace ya álgún tiempo, se habla de unacrisis de la centralización, de la paulatina languidez quese va apoderando de esos centros. Resulta evidente quela centralización urbana desemboca en la saturación. unode cuyos inconvenientes es la congestión de la circula-ción. Entonces, la crítica de derechas augura cl fin de loscentros, la dispersión de las actividades y de la población,y, por tanto, tarde o temprano una segregación acentua-da de las poblaciones.

A la crítica de izquierdas, desde mi punto de vista per-sonal, le toca demostrar quc la centralización es parteconstitutiva de la vida urbana, que si no hay centraliza-ción ya no hay vida urbana, que la práctica urbana se veherida en pleno corazón por la dislocación de la centra-lización. En este sentido, la crítica debe demostrar cadavez con mayor profundidad el superfuncionalismo de loscentros. Por otra parte, no debe disimular las dificultades.Si existen contradicciones del espacio, también surgen aeste nivel, y la centralización no puede declararse, afir-marse, sin plantear problemas. Se presentan entonces mo-vimientos dialécticos, desplazamientos de la centraliza-ción; existe la saturación, la destrucción de la centrali-zación por si misma; de ahí, quizá, la exigencia de unapolicentralización, de una concepción policéntrica del es-pacio urbano. Yo no hago, en este caso, más que marcaruna orientación.

Hoy en día, el ó Plan corre el riesgo de dar al trastecon la centralización del urbanismo oficial. Primera ob-servación: entretanto, centros cornerciales, gigantes, ro-deándose, en calidad de anexos, de todo tipo de servicios,se van erigiendo, aportando una concepción y una prácti-ca del espacio de nuevo cuño; efectivamenle, esos centroscomerciales no están aislados, sino que constituyen autén-ticas redes comerciales. Segunda observación: lo que vaa subsistir es Ia centralización de las decisiones, es decir,el centro que concentra en su seno el dominio ,la riqueza,Ia información, el poder. Por consiguiente, la critica de

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l¿¡ centralización va a amparar, no la disolución efectiva,lt: Ia centralización, sino el fortalecimiento de una centra-

lización por partida doble, recusable también a doble

litulo: la redes de centros comerciales, la centralización,lt: Ias decisiones, auténticas fortalezas del Estado, que

l;r ideología neoliberal va a amparar.Tengamos el valor de ir hasta el fin. ¿En qué consiste

,'l urbanismo durante esta década? En una operación ex-

t('nsa y polivalente. Una ciencia ambigua en busca de su,,bjetivo y de su objetividad, no hallándolos ahí donde losl,rrscaba. Una práctica, ciertamente, pero ¿científica? Esto,'s harina de ótro costal. A ciencia cierta, una mezcla de

instituciones y de ideología, una forma de enmascarar la

¡rroblemática urbana en su conjunto, y también iuego lasocialización de las pérdidas y de las emergencias, lat()ma a su cargo por parte del Estaclo y del sector pírblicotlc un sector retrasado, atrasado, todavía artesano de la

¡rroducción, cuando menos en los principios de la décad-a,

sr:ctor deficitario y, sin embargo, decisivo dentro de lasociedad. Esos caracteres de atraso de la producción en

t'l campo urbanístico, es decir, habitat y espacio urbano,c'sos caracteres artesanos y deficitarios habiendo desapa-

rccido, al cambiar, por tanto, las perspectivas, se puede

c'onfiar ese sector al capitalismo privado, ya que se haconvertido en negocio rentable.

No dejemos caer en el olvido un detalle de carácterhistórico sumamente importante. La propiedad del suelo,

cdificado o sin edificar, es de origen feudal. Para llegar a

comprender perfectamente lo sucedido, resulta preciso

,""oid". que el propietario de bienes raíces, tanto si es

propietario de tierras como de inmuebles, es ,per se

.rr, p"rrotuje de otra índole y diferente del capitalista in-clustrial. Ei capital mobiliario y el capital inmobiliario noson iguales, se administran, por ende, de forma diferen'te. Brlen ejemplo y prueba de ello es que durante las dos

guerras mundiales hubo moratoria de los alquileres, unsistema para reportar sobre los propietarios de bienes

raíces pu.t" d" las dificultades engendradas por las con-

tiendas. Jamás, que yo sepa, se ha oído hablar de mora-

55

Page 30: Espacio y Política-H.Lefebvre

toria de los dividendos del capital industrial. La movi.Iización de la riqueza constituida por bien sea bienes raí.ces, bien sea bienes inmobiliarios, debe ser contempladacomo una de las grandes rarnas del capitaiismo fináncie-ro, desde hace un cierto número de años; la entrada de laconstrucción en la órbita industrial, bancaria y finan-ciera, ha constituido, durante esta última década, uno delos objetivos estratégicos. En la sociedad, tal como laconocemos, resulta de lo más lógico, de lo más coherente.Para hablar con mayor propiedad, ese circuito de lo in-mobiliario ha sido durante mucho tiempo un sector su-balterno, subsidiario ; paulatinamente, se va convirtiendoen un sector paralelo destinado a su inse¡ción dentro delcircuito normal de Ia uproducción-consumo)). puede, in-cluso, transformarse en un sector principal aun cuando,normalmente, sea un sector compensatorio, si el circuitonormal <producción-consurno> se ve frenado, si se pro-ducen fenómenos de recesión. En tal caso, los capitáleshallan en él una suerte de amparo, un terreno s,rpi"men-tario y complementario de explotación; las más de lasveces, no se prolonga durante mucho tiempo, pues setrata de un fenómeno <malsanou. En España se ha podidover, en el curso de esos años de rápido desarrollo, duranteesa famosa década, cómo el capitalismo español se ibaatascando en lo inmobiliario y construía una gigantescafachada moderna que enmascaraba el subdesarrollo exis-tente. En determinados países, tales como España y Gre-cia, ese sector se ha tornado esencial, dentro de una eco-nomía que requiere intervenciones sobradamente conoci-das para el que las quiera aplicar. En otros países, comoen el Japón, por ejemplo, el hecho de recurrir al sectorinmobiliario para compensar las dificultades del circuitonormal uproducción-consumo" y lograr así un nuevo im-pulso, es un hecho corriente e, incluso, previsto, prácticamente planificado.

Lo paradójico, lo risible, es que Ia crítica de derechasque ampara toda una serie de operaciones

-papel habi-tual de la ideología- esa crítica se las da de revolucio-naria. ¿Qué dice M. Chalandon? Pues que la extensión

rk' Ia ciudad mediante Ios suburbios cubiertos de torresrrlodestas, constituye una revolución. A decir verdad, elucoliberalismo oficial ampara una concepción usectorial>rlc Ia gestión económica, una estrategia diversifrcada. Tie-n(i Llno Ia impresión de que se quiere diferenciar las fór-r¡rulas según el sector, campo, irrdustria, inmobiliario. Fá-r ilmente se podria ver en el campo fórmulas de reagru-¡ración de carácter cuasi socialista, en tanto que en elrt:ctor inmobiliario sería, al contrario, el capital privador¡rrien se llevaría el gato al agua.

La pregunta que plantean el éxito o el fiasco de seme-iante política viene a ser, más o menos, la siguiente.I ndudablemente, en la industria se ha constituido Io queCalbraith denomina una tecnoestmctura, es decir, un gru-¡ro de técnicos de una gran competencia, capaces de in-tcrvenir eficazmente en la gestión. En el sector del urba-nismo, ¿i se ha constituido acaso, en el transcurso de estariltima década, una tecnoestructura que se mantendría vi-¡¡ente al amparo de la ideología neoliberal?...

A fin de cuentas, hemos evocado aquí una suerte deamplia política del espacio, una planificación que con-jeturaría el futuro, es decir, Ia desaparición, la destruc-ción, Ia autodestrucción de la naturaleza, sin ergotizar,sin echarse atrás, sin minimizar los peligros. Semejantepolítica del espacio no procedería simplemente acumulan-do los constreñimientos ; trataría de aunar la apropiaciónclel tiempo y del espacio a través de los usuarios, de losindividuos y de los grupos. Intentaría aunar dicha apro-piación del espacio, al más alto nivel, con la organizaciónsocio-económica, teniendo muy en cuenta un factor dejadode lado por los <prospectivistas>, y de capital importan-cia, a saber, la cada vez mavor compleiidad de Ia so-ciedad, el hecho de que la sociedad se torna cada vezmás compleia v diversificada. Seqún mi criterio, éste se-ría el proyecto o el programa de una izquierda que seocuparía, por fin, de esos problemas. Por supuesto, looue digo cae totalmente dentro de lo utópico, va que estorecabaría no tan sólo una izquierda inteligente, sino tam-bién considerables modificaciones tanto económicas como

Page 31: Espacio y Política-H.Lefebvre

socio-políticas. Dicho lo cual, traigo a colación una tesisque ya me ha sido dado sostener aquí y en otras ocasio-nes: hoy en día, más que nunca, no puede haber pensa-miento sin utopía. O, entonces, se contenta uno con cons-tatar, ratificar lo que se le presenta bajo los ojos; no vamás allá, se queda uno con la mirada clavada en lo real,tal como acostumbra a decirse: se es realista... ¡pero nose piensa ! No hay pensamiento que no explore una po-sibilidad, que no trate de hallar una orientación. Ahorabien, en cuanto se soslaya el positivismo agobiador queno consiste más que en una falta de pensamiento, prontose halla uno ante fronteras bastante difíciles de delimitareutre lo posible y Io imposible. Y, sin embargo, no existehoy en día, especialmente en el campo qüe nos ocupa, noexiste, repito, pensamiento alguno que no esté acompa-ñado de una utopía. Tanto los arquitectos como los ur-banistas están plenamente convencidos de ello.

En lo tocante al espacio francés, se nos presentan, pordemás, como en otros muchos países, tres estratos defenómenos: en primer lugar, la naturaleza, lo que nosqueda de las obras y trabajos de los períodos en quepredominaban el campo y la agricultura, es decir,los pai-sajes, los países, las regiones; luego, un estrato de trans-formación histórica, en especial durante el período in-dustrial; finalmente, las estrategias actuales que trasto-can o que debilitan las producciones anteriores, por loque respecta al tiempo y al espacio. El resultado, comoya bien sabemos, es del todo contradictorio e incoheren-te. Es, por un lado, el <desierto francés,r, el subdesarrollode un buen número de regiones, y no tan sólo al sur delLoira, ya que se deben incluir entre ellas Bretaña y, hastacierto punto, Alsacia, en el desarrollo desigual conocidopor algunas regiones francesas. Por otra parte, la increí-ble e inaguantable centralización de toda la sociedad fran-cesa en París y en la región parisiense. De ahí la tancacareada exigencia de descentralización que guía, hoy endía, la política del espacio. ¿Descentralización? ¿Cómo esposible que el Estado, centralizado é1, vaya a hacerse car-go de la descentralización? No pasa de ser una mera fa-

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,'llada. una caricatura' En los proyectos de descentrali-,lrcióí, las comunidades locales y regionales no dispgnenrlc verdadera capacidad de gestión; cuando más, pueden

:,cguir paralizando las iniciativas del poder central,--en, iJrta medida y, Por si esto fuera poco, se trata de hallarlos medios de arrebatarles dicha capacidad. En Francia,la política del espacio se ve sometida, se quiera o no' alrrs exigencias de Ia descentralización, o, mejor dicho, al

¡,''ofunáo conflicto existente entre los imperativos de- la,,cntralización estatal y las exigencias concretas de la des-

tcntralización. ¡Es que el espacio es política!Durante la década de los 50, la política del espacio

lue concebida en función de una estrategia europea' Se

llcvaron a cabo estudios muy completos que apuntabanhacia una descentralización, en función de las grandes

vías europeas, el PADOG. Por espacio de diez años, per-

sonas pleiramente capacitadas volcaron toda su actividad()n esos proyectos; ahora, ya ni tan siquiera se sabe

-muybien de qué se trata. ¡Es la burocracia y la crítica de la

lrurocracia por sí misma, su autodestrucción !

Asi es como, por ejemplo, hace un par de lustros, se

habló de construir en Estrasburgo un inmenso aeropuer-

to a escala internacional, que hubiese colocado a Estras-

burgo en óptima situación para convertirse de forma efec-

tiuf"n la capital de Europa. Un buen día, sin que media-

sen más expiicaciones' se supo que se había abandonado

clproyectodesuconstrucción.Nuncasehasabidoexac-ru*"rri" por qué ni por quién había sido tomada dicha

clecisión.-Ahoia bien, lo que sí se supo fue el -sentido

;;iitt". de tal determinación, es decir, el abandono de

1"" pJiti.a: se abandonaba la idea de la gran vía Mediterráneo - Mar del Norte, la política del espacio clyo eie

"rr Errropa. Se había adoptado, en las altas esferas' a

principioi de la década de los ó0, si la memoria no me

ialla, una decisión relativa a la estrategia del espacio:

nada de Europa, nada de espacio europeo, sino- un espa-

cio francés. Es decir, que se volvía a caer en la centra-

lización y en el centralismo parisiense. Se hacía preciso

á"á i"tit se convirtiese en un núcleo tan rico, tan pode'

59

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I

roso, como el Ruhr o la megalópolis inglesa. Se tratabade una decisión política que interesaba la política delespacio. Por lo dernás, se ha seguido dicha política durantetola esta década. Fue por aquellos entonces cuando se

iniciaron los estudios del Distrito; y como no era con'vc'niente que París se convirtiese en el sólo y único cen'tro de toda Francia, se concibió esa famosa reparticiónclel espacio creando unas metrópolis denominadas n de

equilibrio", un medio mecánico de compensar París, so-

bre el papel, en el espacio francés; cuando, de hecho, Iaestrategia anterior era de índole totalmente opuesta.

Cabe preguntarse cuál va a ser la estrategia del espa-

cio que será adoptada ahora. ¿Se seguirá acaso robuste'ciendo el centralismo parisiense? A pesar de ello, no hahabido más remedio que enprender una descentraliza-ción mitigada, sabiamente dosificada, para no poner en

entredicho los privilegios del poder central.Si pasamos ahora a considerar la presencia de esos a

quienes se denomina, con un neologismo bastante singu-lar, los ndecididoreso, dichos elementos plantean más de

un problema. ¿Cuál es su capacidad de adaptación? ¿Aca-so están ya sus objetivos netamente fijados? ¿Cuál cs su

ideología? ¿Cuál es la arnplitud de autonomía de la que

disfn¡tan? Dicho en otras palabras y repitiendo la pregun-ta: ¿Acaso se ha instaurado una tecnoestructura en eltranscurso de la década pasada, por lo que a organizaciónurbana y política del espacio en Francia se refiere?

En cualquier caso, esos "decididores" pueden optar:les toca escoger entre soluciones contradictorias. Todaslas contradicciones del espacio van cobrando amplitud'Pueden ellos, bien sea prever una disposición de equilibrioal proseguir con la política de las metrópolis provincia-nai -ahora

bien, quien dice equilibrio, dice estabili-dad-, bien sea prever y producir lo efímero' Entra den-

tro de lo posible concebir casas, bienes de equipo que

quedarían desechados al cabo de pocos años, de la mis'ma forma que quedan desechados los platos de cartón o

las servilletas de papel tras su efÍmera utilización. ¿Y,por qué no? ¿Acaso no fue preciso que las empresas y

ó0

08?099l,rs metalúrgicos del Mosela se sometiesen a los cambios

.rt'aeciclos "ir t" producción? ¿Acaso no hubo que tras-

l;rclarlos a Ia región de Dunquerque, no se sabe exactamen-

tc por cuánto-tiempo? Tenienáo en cuenta los rápidos

,,,,irt io, expertrneniaclos en el campo de los métodos y

,lc las condiciones de producción, se puede prever y dis'

l,()netr lo efímero, o, *üy al co¡trariC, tender a un máximo

,r" equilibrió y áe "ttuúitidud.

En la política del espacio'

.'sta Ls una opción que se encuentra a la orden del día'

r¡na elección qLle se tliene que hacer en medio de las con'

t r adicciones.¡,si pues, elección entre el equilibrio y lo *l=:l

.'ión entre la descentralización efectiva y el latsser'¡atre

neoliberal en lo que concierne las tendencias a la centra-

lización política Án Francia; he aquí algunos elementos

tlc esa problemática.- I-o, problemas están ligados entre sí: caso de laisser'

Iuire, tindtemos centros de decisión, cle pode^r' de domi-

"i.,'¿" tiqueza, de información, llamados formaciones

,,cuaternariasu. En la perspectiva de dicha centralización

"decisionaln, que p"a.iu muy bien-quedar fortalecida al

,,;;;;;;ir*o d"^t"t críticas neoliberales de la centrali-

,uia*,la política del espacio corre el riesgo de ir a de-

scmbocar en desigualáad"t de crecimiento y de desarrollo

todavía mucho ^at u"*tttuadas y marcadas que en el

p"tuao. En principio, dichas desigualdades de crecimien-

i; t á" desairollo han sido combatidas {; "i "ilLt^uTtr::,o,"subsanadas; podría presentarse el día en que drcnas

clesigualdad", ," lri","t' ^agrauadas de forma concertada'

;;-a-.;i;, aprovechadat poi el poder central' Si así suce-

:li";;, ;#riría aigo dó suma- gravedad: una suerte d*

traslación del coloiialismo haciá dentro de la metrópoli'

un semicolonialismo de las regiones y zonas escasamente

clesarrolladas con respecto a los núcleos de decisión' .y'cn especial, con respecto al núcleo parisiense; ya no exrs'

i." "ii""i"s en el sentido estricto de la palabra' pero ha

surgiclo ya un semicolonialismo metropolitano' que su'

bc¡rdina a dichos centros a elementos campesinos' obreros

extranjeros "" gtu;-"ti"'"'o, y luego' también a muchos

... .i,* 61I 1 iri,i;;;,

¿'*,iri...":1..I,lFt¡¡,áq;.¡¡i,. :;,,¡

Page 33: Espacio y Política-H.Lefebvre

franceses pertenecientes, bien sea a la clase obrera, biensea, incluso, a la intelectual, todos ellos condenados a unaexplotación coucentrada, en cLlanto a los métodos utiliza-dos, y manteniendo a dichos elementos en un estado desegrcgación espacial. Lo que viene a justificar y a confir-mar esa apreciación es, por lo que a rnÍ concierne, un es-tudio permanente del complejo Lacq-Mourenx, en los Pi-rineos, independientemente de una serie de investigacionesllevadas a cabo en otros lugares, en especial en la regiónparisiense. Resulta inútil resaltar el hecho de que tal si-tuación podría llegar a hacerse explosiva. Llegado a estepunto de mi conferencia, ruego encarecidamente a aque-llcls que poclrían criticar rni postura, que no confundan latempestad con la meteorología. Yo no soy más que elmeteorólogo, no soy yo quien origina la tempestad.

Por otra parte, esta alternativa entre lo privado y locolectivo, entre lo individual y lo estatal, puede prolon-garse aún durante mucho tiempo. Es una alternanciapropia de la totalidad de la sociedad francesa, neolibera-lismo, oneodirigismo)

-una vez el fiei de la balanza se in-clinó de un lado, ahora, se inclina del otro. Lo que vieneilustrado de forma caricaturesca sobre el terreno, por elcontraste existente entre Ios grandes complejos urbanosy los arrabales plagados de modestas torrecitas. Por par-te opública>, colectiva, estatal, se incita a la adopción degrandes complejos urbanos. Por parte .,privadao se quie-re hacer prevalecer el sistema a base de modestas torre-citas. Existen otros muchos elementos.

A través de esas contradicciones. el análisis crítico delespacio político y de la política del espacio señala las ten-dencias y denuncia los peligros y amenazas que entrañala situación.

La ciudad y lo urbano *

1. Et decir que la sociedad contemporánea se hallaen proceso de mutación ha acabado convirtiéndose enunJ banalidad. El vocablo omutación, no tiene significa'do preciso más que en biología; cuando se le utiliza en

,"rriido sociológiio, es más 6i"t a modo de imagen, de

metáfora, antes que como concepto. Esa imagen puede,

inclusive, llegar a disimular el interrogante esencial ¡ ¿adónde iremos a parar?

No es menos cierto que dicha umutaciónn se ve ca'ractertzada por múltiples crisis que se intrincan las unascon las otras, desde las crisis económicas y las de laeconomía política, hasta las crisis por las que pasan el

arte, la literatura, el cine, el teatro, la Universidad, la ju-ventud, etc... Dentro de ese intrincamiento y esa interfe-¡cncia de crisis múltiples, se plantea un interrogante:¿hay acaso una crisis y crisis más importantes, más esen-

ciales las unas que las otras? El planteamiento que viene

a continuación se cimenta sobre la hipótesis según lacual la crisis de la realidad urbana es más importante,más central que cualquier otra.

2. Es un hecho de lo más corriente el hablar de lasociedad industrial. Esa expresión es criticable en el sen'

tido de que no pone de manifiesto determinadas relacio-nes sociales constitutivas del proceso de industrialización.Las relaciones de producción requieren un análisis que Iaexpresión osociedád industrial" tiende a eludir, poniendo

el acento sobre la producción material, sobre el desarro-llo puro y simple de la producción, y no sobre las relacio'nes sociales de producción. Respetando esas importantes

* oEspaces et Sociétés", núm. 2, marzo de 1971.

6263

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r€servas y señalando Llna vcz más cómo un supllesto"con'cepto puóde llegar a convertirse en imagen y en.metátora'

""ita.umo, muño cle la expresión: sociedad industrial'

Mtry bien se puede áe"ir "que la sociedad industrial sus-

cita la aparición'de t" rrtUu"irución. Tal constatación y-tal

fórmula no pu.u., de s"t, hoy en día, meras banaiidades'Así y todo, iesulta menos banal preguntarse si las conse'

cuencias del proceso, a saber, la urbanización, no cobranrápidamente

-mayor irnportancia que su causa inicial: la

ináustrialización. La teiis qué presentamos seguidamen-te se basa en que la problemática urbana desplaza y mo-

difica hondaménte la problemática que tiene su origen en

el proceso de it d.ttitiilización. Cuando la mayoría de los

teórizantes y también de los pragmáticos, que proceden

de forma empÍrica, consideran aún la urbanización como

siendo t.rrru Conr""uencia exterior y de escasa importan-cia, casi accidental, del proceso esencial, la industriali'zación, nosotros ur"r,"rurrios todo lo contrario' Sucede en

ese proceso de doble vertiente algo de suma importancia.;hablando en t¿rminor-"Iásicos ,-un boom cualitativo' Elcrecimiento ..turr,iiutiuo de la producción económica ha

suscitadc¡ un fenómeno cualitatilro q.re se traduce él mis-

mo por .rna probü*iti"u nueva: la problemática urba-

na. Resulta eiencial tomar conciencia y conocimiento cle

ella, con el fin de no perpetuar un error teórico y práctlco;dicho error consiste en que se pretende sac-ar de la racio"

nahdal de "*p."ru, experiencla de la industrialización'

modelos y "tq-i"*ui

aplicables a la -realidad urbana en

gestación. se quiriera iii", esa realidad a la luz de la

empresa y como ,rtu *pt"sa. Ahora bien, la. T:i""1!;dad de lá empresa, de su organuación, -la

divis.iÓn del

trabajo que enlraña, ha constituido una adquisición esen'

cial áel período ináustrial, pero que ya no conviene al

período iue ahora se inicia por deber éste elaborar por

il -is*o una forma nueva ie racionalidad: la raciona'

lidad urbana. El p;;;gi. con la antigua racionalidacl'ql aplicarla sin ton ni lon, acarrea todo tipo de errores

y dé espeji.^ó, qt" ,t u,r"ln"tt a encontrar en lo que s€

denomina (urbanismo>.

64rrcs 128 5

ó5

Los términos "sociedad urbanau no pueden aplicarserr cualquier ciudad o urbe histórica; en la perspectiva asÍrlcfrnida designan una realidad en formación, en parter oal y en parte virtual, Io cual significa que la sociedadrrrbana no ha llegado ni muchlsimo menos al final de su

l)roceso. Se está fraguando. Esta es una tendencia quet'stá tomando cuerpo y que está llamada a desarrollarse.

Esa ambigüedad terminológica habiendo quedado di-lucidada, cabe proponer una (periodización" del tiempolristórico que lo divide en tres eras: la era agraria, lat'ra industrial, la era urbana. Hubo ciudades tanto en Iat:r'a agraria como en la era industrial. Pero la era urbanasc está iniciando ahora y no hace más que comenzar. Re'

¡ritamos una vez más que la nperiodización, no es abso-luta; toda división del tiempo histórico en perÍodos dis-tintos es puramente relativa. Se podria decir, recurriendol una metáfora de lo más coriente, que lo ourbano" vie-r¡c a ser un continente que se acaba de descubrir y cuyacxploración se lleva a cabo edificándolo.

3. La ciudad, desde los principios mismos de la erarrgraria, fue una creación humana, la obra por excelencia;su papel histórico es aún mal conocido, especialmente en

oriente, y la teoría del modo de producción asiático nos¡'cserva todavía alguna que otra sorpresa por lo que se

lcfiere a la relación entre la ciudad y el campo. En Iotlue concierne al Occidente propiamente dicho, esa rela-t'ión conflictiva, es decir, dialéctica, es una de las que loslristoriadores menos conocen. En lo tocante a la ciudadcn sí misma, tanto la oriental, como la de la Antigüedad,lir del Medioevo, etc., se han propuesto una extensa serietlc conceptos.

a) La ciudad es un objeto espacial que ocupa unIugar y una situación y que debe, por consiguiente, sert'studiado en tanto que objeto a través de diferentes téc-

rricas y métodos: económicos, políticos, demográficos, etc.(lomo tal, la ciudad ocupa un espacio especÍfico total-rnente distinto del espacio rural. La relación entre esos

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espacios depende de las relaciones de producción, es de.cir, del sistema de producción y, a trivés de éste, de Iadivisión del trabajo en el seno áe la sociedacl.

b) Desde este punto de vista, la ciudad viene a ser.una transición entre un orclen próximo y un orden le-jano- El orden próximo es el de la campiña circund.anteque la ciudad domina, organiza, explota, éxtorcándole oso-bretrabajoo. El orden lejano es

"f d" lá sociedad tomad4

en su conjunto (esclavista, feudal, capitalista, etc.). Entanto que transición, la ciudad es también el lugar don-,de se manifiestan las contradicciones de la socieáad con"siderada, por ejemplo, las existentes entre el poder politico y los diferentes grupos sobre los que se ásienta esepoder.

c) La ciudad es una obra en el sentido de una obrade arte. El espacio no está únicamente organizado e ins-tituido, sino que también está modelado, configurado portal o cual grupo de acuerdo con sus exigenciis, su ét:icay su estética, es decir, su ideologÍa. La monumentalidadrepresenta un aspecto esencial de la ciudad en tanto queobra, pero el horario que siguen los miembros de la io-lectividad urbana no reüste un aspecto de menor impor-tancia. La ciudad como obra debe ser estudiada bajo esadoble faceta: edificios de toda índole y horario que im-plican en la vida de los habitantes de las ciudadés v detodos los ciudadanos en general.

De ahí se desprende que en la ciudad antigua las cos-tumbres y el valor de costumbres caracterizan aún el ho-rario. En las formas tradicionales de la ciudad, el inter-cambio y el valor de intercambio no han roto todavíatodos los moldes ni barrido todos los usos y costumbres.Es, miradas en este sentido, que las ciudades antiguasson y siguen siendo obras y no productos.

4. La violenta dispersión de la ciudad tradicionalconstituye un fenómeno que salta a la vista, pero cuyosentido no resulta nada evidente. Se hace neiesario elaveriguarlo. Las interpretaciones dadas a este hecho han

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.,ido y siguen siendo. todavía múltiples. l_Inos piensan quelray que hacer prevalecer la oanticiudado sobre la ciudld,y clue la modernidad se define a través de la uno ciudad"(¡r<-¡madismo, o también proliferación sin límites del ha-ltital). Dicho fenórueno sólo puede queclar esclarecido me_'liante un análisis dialéctico y recuiriendo ar método dia-lúctico. La industria se ha revelado, efectivamerrt", .oÁosicndo la,,no ciudad, y la <<anticiudad,. Se ha ido iiplan-tando ahí donde encontraba los recursos que requeria,rr saber, las fuentes de energÍa, de materiai primas, détuano- de obra, pero ha perjudicado las ciudides en elscntido más estricto y fuerte del término, destruyéndolasv disolviéndolas. provoca su desmedido desarróllo, urrr,t'¡-rando acompañándolo de la total y violenta dispersióntlc sus antiguas características (fenémeno de implosiOn_.'xplosión). Con la industria, se produjo la generjizarcióntlcl intercambio y del,comercio; las costumüres y el valorcle costumbres han desaparecido casi po,

"o-ileto, no¡rerdurando más que en tanto que exigencia del

"orr'r.rrrotlc las mercancías, desaparecienáo .uripo, completo la fa-ceta cualitativa de las costumbres. con dicha

^generaliza-

ción del intercambio, el suelo se ha convertidó en mer_caderia. El espacio imprescindible para la vida cotidiana,se vende y se compra. Todo cuanto ionstituyó la vitalidaáde la ciudad, en tanto que obra, ha desapaiecido ante lageneralización del producto._ ¿Acaso significa lo antedicho que Ia realidad urbanaha desaparecido? No, al contrario: se generaliza. La so-ciedad entera se torna urbana. El proceJo dialéctico es elsiguiente: la ciudad, su negación a través de la industria_Iizacíón, su restitución a una escala mucho mayor queantaño, la correspondiente a la sociedad entera. Ér" pio_ceso se desar¡olla no sin toparse con obstáculos üdavez más importantes. Las relaciones de producción exis_tentes se han ido extendiendo, ampliando;

"ru, relaciones

han conquistado una base de máyor extensión, atqayén-dose simultáneamente la agricultuia y la realidad.rrtárru,pero al producirse esa ampliación de campo han tropeza-do también con nuevos obstáculos. por una parte, se ins-

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tituyen centros de decisión dotados de poderes aún des"conocidos, pues concentran la riqueza, el poderío represi-vo, Ia información; por otra, la violenta dispersión de lasantiguas urbes suscita segregaciones multiformes; los ele-rnentos cle la sociedad quedan inexorablemente separadoslos unos de los otros en el espacio, de ahí una disoluciónde ias relaciones sociales, en el sentido más amplio de lapalabra, que se suma a la concentración de las relacionesestrecharnente vinculadas con las relaciones de propiedad.

5. AsÍ es como toma forma ese nuevo concepto: lourbano. Es en todo punto preciso establecer un distingoentre la ciudad y lo urbano. Este se distingue de la cir¡-dad precisamente porque aparece y se manifiesta en elcurso de la dispersión'de la ciudad, pero perrnite recon-siderar y comprender determinados aspectos de ésta, as-pectos que habían pasado desapercibidos por espacio demucho tiempo: la centralización, el espacio como puntode reunión, Ia monumentalidad, etc. Lo urbano, es decir,la sociedad urbana, no existe todavía y, sin embargo, exis-te virtualmente; a través de las contradicciones existen'tes entre el habitat, las segregaciones y la centralizaciónurbana -que resulta esencial para la práctica social* se

pone de manifiesto una contradicción llena de sentido.Lo urbano es un concepto teórico desligado y liberado

por un proceso tal como se nos presenta y tal como loanalizamos. No se trata de una esencia según la acepcióntradicional del término entre los filósofos; no se trata deuna sustancia como tendería a dejarlo creer tal o cualtérmino aún utilizado de forma laudatoria, por ejernplo,la urbanidad; es más bien una forma, la del encuentro yde la reunión de todos los elementos que constituyen lavida social, desde los frutos que nos da la tierra (trivial-mente: los prcductos agrícolas) hasta los símbolos y lasobras llamadas culturales. Lo urbano se manifiesta en elseno mismo del proceso negativo de la dispersión, de lasegregación, en tanto que exigencia de encuentro, de re-unión, de información.

En tanto que forma, io urbano lleva un nombre: es la

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sirnultaneidad. Esa forma se sitúa entre las tormás que se

¡:ueden estudiar, discerniéndolas de su contenido. Lo quela forma urbana reúne y torrla simultáneo puede ser muyrliverso. Tan pronto son cosas, como personas, como sig-nos; lo esencial reside en la reunión y en la simultaneidad.A este punto de vista se puede decir que el "vector nulo"resulta esencial para la definición de lo urbano.

La centralización posee su movimiento dialéctico es-

¡rccífico. Su presencia se hace imprescindible. No puedecxistir realidad urbana alguna si no existe un centro, tan-f <¡ si se trata del centro comercial (que reúne productosy cosas), como del centro simbólico (que reúne y tornasimultáneas determinadas significaciones), como del cen-tro de información y de decisión, etc. Ahora bien, todocentro se destruye a sí mismo. Se destruye por saturación;se destruye porque remite a otra centralización; se des-truye en la misma medida que suscita la acción de aque-llos a quienes excluye y a los que expulsa hacia las zonasrreriféricas.

La forma urbana plasmada de esta guisa es una abs-tracción, pero concreta. Lo mismo sucede con la formadel intercambio tal como Marx la plasma en las primeraspáginas de El Capital. Esa forma y su teoría resultan su-mamente abstractas y éste es el motivo por el cual suanálisis ha sido tar¡ poco comprendido por espacio de unsiglo; y, sin embargo, dicha forma abstracta es la clavede lo concreto, de la práctica. Es el punto de partida paraIa percepción del contenido. Otro ejemplo: las formas dela propia lógica en tanto que formas de todo pensa-miento, son muy abstractas, y, no obstante, son las dove-las y el punto de partida de toda reflexión metódicamenteconducida. Se podrían multiplicar los ejemplos de talforma abstracta y concreta a la vez (la simetría, la repe-tición, etc.).

El carácter abstracto cle esta reflexión sobre lo urba-no y de esta definición puede considerarse como siendo unobstáculo, pero en ningún caso como una objeción. Es laf'orma general la que presta sentido a las constatacionescmpíricas, y no a la inversa. Por sÍ $olas, Ias constatacio-

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nes empíricas no alcanzan la forma general. Sin embargo,resultan imprescindibles, pues revelan el contenido de laforma. Permiten estuüar, analizar el proceso, ponerle ja-lones, resaltar sus puntos importantes. Especialmente, lasegregación, la constitución de estos espacios periféricosy pobres al permitir la reproducción de las relaciones deproducción que son relaciones de clase, dicha segregaciónconstituye una negación teórica y práctica de lo urbano,pero, en su condición de tal, lo revela. El carácter desér-tico, abandonado, de las periferias urbanas es muy re-velador; lo que revela, para descubrirlo y decirlo, hayque leerlo. La lectura de los espacios urbanos, periféri-cos o centrales, no se hace únicamente sobre mapas, ela-borando un código abstracto; se trata de una lectura<sintomal> por excelencia y no literal.

6. Esa lectura del espacio urbano permite dar unadefinición general de éste a través de las contradiccionesy de las negociaciones intrincadas; lo que se constituyees un tiempo-espacio diferencial. El tiempo y el espaciodel período agrario vienen acompañados de peculiarida-des yuxtapuestas, las de los paisajes, de los climas co-rrespondientes a la flora y a la fauna, de las etnias huma-nas, etc. El tiempo y el espacio de la era industrial hantendido y tienden aún a la homogeneidad, la uniformidad,la continuidad constreñidora. El tiempo y el espacio de laera urbana se tornan diferenciales y dicho carácter quedaevidenciado a través del análisis. Redes y flujos sumamen-te diferentes se supe{ponen y se intrincan, desde las redesviales hasta los flujos informativos, desde el mercado deproductos hasta los intercambios de símbolos. La dialéc-tica de la centralización introduce un movimiento dife-rencial de una fuerza extraordinaria. Se ha podido pro-poner, distinguir en dicho espacio <topias>: isotopías (es-

pacios homólogos que poseen funciones o estructuras aná-logas); hetertopías (espacios contrastantes, conjuntos defuerzas repelentes a veces muy considerables y de ten-siones a menudo extremas), y utopías (emplazamientos del<en otra parte> y de lo que no tiene emplazamiento, en

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<'special el saber y el poder, presentes y ausentes a unticmpo, en especial en la monumentalidad).

Este análisis diferencial del espacio urbano se salecle los procedimientos analíticos que constatan y gue con-sagran la homogeneización so pretexto de racionalidad.lisos procedimientos analíticos no se atienen más que alos esquemas uniformes, a las homologías. Dichos proce-tlimientos desembocan en lógicas (la del intercambio, laclc la planificación, etc.), en vez de poner el acento sobreIas diferencias.

7. De ese error fundamental sobre la racionalidad sedesprende una consecuencia que ya hemos mencionadoanteriormente, pero sobre la que es menester insistir:lo urbano, esa virtualidad en marcha, esa potencialidadque ya desde ahora se realiza, constituyen un campo' devisión ciego para aquellos que se limitan a una raciona-lidad ya trasnochada, y así es como corren el riesgo deconsolidar lo que se opone a la sociedad urbana, lo quela niega y la destruye en el transcurso del proceso mis-mo que la crea, a saber, la segregación generalizada, laseparación sobre el terreno de todos los elementos y:rspectos de la práctica social, disociados los unos de losotros y reagrupados por decisión política en el seno deun espacio homogéneo.

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Engels y la utopía "

Pongamos en el lugar que le corresponde, por ciertopoco importante, la obra de Engels La cuestión de la vi-vienda. Esta obrita consiste en la recopilación de tres ar-tÍculos escritos por Engels en 1872, <época €n que el manáde los miles de millones de francos franceses caía sobreAlemania... en que Alemania hacía su entrada en la esce-na mundial no tan sólo en su calidad de "imperio unili-cado'', sino también en su condición de gran país indus-trialn.

Se ha tomado la costumbre de presentar esa recopila-ción de artículos como siendo el último grito del pen-samiento marxista por cuanto se refiere a las cuestionesurbanas. En efecto, el compulsarla y citarla, eximen dela necesidad de leer y de conocer el conjunto teórico deobras eütadas a este respecto. Ahora bien, esos artículostienen un carácter circunstancial muy acusado, aun cuan'do el prefacio escrito posteriormente por el propio En'gels (en 1887) subsana ese carácter y presta a esa compi-lación de textos más amplitud, al propio tiempo que acre-centa la confusión. En efecto, Engels utiliza en rep€tidasocasiones el término (revolución industrial", sin más nimás, con respecto a lo que aconteció en Alemania en elcurso de aquellos años (período en el que se produjo lamuerte de Marx).

Engels y su camarada de lucha se hallaban, todos no-sotros lo sabemos, ante ese problema por partida doble:la durabilidad del capitalismo, el auge experimentado porel movimiento obrero. Ya en alguna ocasicm habían au-

* Capítulo destinado a un libro publicado por la editorial 9as'terman, La pensée marxiste ct la ville, descartado do la publica-ción debido a su gran extensión. Cf. nEspaces et Sociétés,, núm.4, diciembre de 1971.

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gurado el próximo fin del mundo capitalista de produc-ción; e, incluso, en 1887, Engels cometió la imprudenciade reiterar dicha profecía. Por lo que se refiere al movi-miento obrero, éste adopta una forma política que másde una vez sorprendió tanto a Engels como a Marx. Sa-

bían y eran los únicos en saberlo a ciencia cierta, que elEstado y sus dirigentes más hábiles (Bismarck) tratariande desvirtuar el movimiento obrero y de integrar la claseobrera en el seno de la sociedad burguesa. A partir de

ese momento, se escinden el pensamiento teórico y la ac-

ción política. Por un lado, hay los uderechistaso y, por elotro, los uizquierdistas>: por una parte, Proudhon y Las'salle, luego los .,proudhonianos, y los "lassallianos", porla otra, los "bakuninianoso

y los anarquizantes. Marx yEngels se ven obligados a combatir en dos frentes, sobretodo después del fracaso de la Comuna, fracaso que nohacía más que subrayar la amplitud revolucionaria de losacontecimientos acaecidos en París. Ocupando como ocu-paban una posición <central", tanto Engels como Marxie negaban a definir una suerte de ucentrismo>, a indicarun camino intermedio, a jalonar ese camino de compo-nendas. Hecho notable: asestan preferentemente sus gol'pes a las uderechaso; los más fuertes de ellos van diri-gidos a los uoportunistas>, Lassalle y Proudhon, y contralas brillantes fórmulas, aparentemente "izquierdistas> conlas que enmascaran sus concesiones a la sociedad exis-

tente.En las condiciones en las que se hallaba la Alemania

de 1872, resultaba irrisorio y ridículo el presentar comorevolucionario el proyecto de abolir el alquiler o de cons-

truir alojamientos para obreros con la ayuda del Estaclo.

Semejantes proyectos, tanto para Engels como para Marx,servían directamente la causa del Estado bismarckianoy la perpetuación de las relaciones sociales capitalistas.

"La c.isis de la vivienda que afecta a los trabajadores y aparte de la pequeña burguesía de nuestras grandes urbesmodernas, es uno de los incontables males de importan-cia menor y secundaria, consecuencia del actual sistema

de producción capitalista. No es en forma alguna conse-

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cuencia directa de la explotación de los trabajadores' en

su condición de tales, por parte del capitalismo' Esa ex-

rrtiu"iá" es el mal fundamental que Ia revolución social

luiere abolir, eliminando el sistema de producción capita'tirtu' 1p. 26, éd'. oClassiques du marxismeo)' Por tanto' En-

g"ii "üt demuestra qué, por una parte, siempre ha exis-

íido .,crisis de la vivlendao para los oprimidos y los ex-

plotados Y, Por otra, que dicha cuestión de la vivienda

loio po¿iá'r^esolver a tiav¿s de la burguesía; es del todo

lnadririsible el considerarla como esencial'

Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no

cs más que un aspect; accesorio de un problema central'

eI de lai relacioñes entre la ciudad y el campo o más

bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos

áu" p.opo"en la construcción de viviendas para obreros

v-"f i"a¿ttelas, no tan sólo se limitan a resolver de ma'

nera ficticia lá .,cuestión socialo mediante la transfor-

mación de los trabajadores en capitalistas, sino que pro-

po""" introducir el i<sistema de torrecitas modestaso y el

i" ,rt tipo de cuarteles obreros, organizándolo lo menos

mal posible. Ese reformismo enciena implícitamente una

confásión: uSe recgnoce que la solución burguesa de la

cuestión de Ia vivienda ha fracasado; ha chocado con la

ápisición entre la ciudail y eI campo"'" (subrayado por

Engels)...Y henos aquí en el meollo de la cuestión; sólo

poJrá ser ésta resuelia si la sociedad es lo suficientemente

iransformada como pára que pueda dedicarse a la supre-

riJ" a" dicha oposióión, Iievada ésta hasta sus últimosextremos en la iociedad capitalista de hoy en dí1' lvluVüot a" poder eliminar d-icha oposición, la sociedad ca-

piáittu,^ por el contrario, la agudiza a cada día que

;;;;...,, fp. o¿1. Así pues, para Friedrich Engels-' en 1872'

,rl Iu to.."cita modestu (uhotu diriamos el chalet en los

;;*b;kt), ni el cuartel obrero (diríamos HLM o grandes

edificios de viviendas) no dan paso alguno !ra9i1 la.solu-

"iá" á"1 problema fundamental, que no es el de la vivien-

¿u, V esó incluso si se multiplica su nitmero hasta satis-

facer las unecesidadeso. Ese objetivo mismo reviste un

carácter reformista, pues elude el problema de la trans-

/),, .;,1 -*.i;

t ,t"X

j ,,: i^. . ,.1

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formación revolucionaria y lo desdibuja. nl.os primerossocialistas utópicos modernos, Owen y Fourier, lo habíanadmitido ya plenamente. En sus construcciones modelo,la oposición entre la ciudad y el campo ha dejado de exis'tir..." (id).

Engels recurre, por tanto, al socialismo utópico, es de'cir, revolucionario, para combatir la utopía reformista yreaccionaria. Esta última, aun más <utópica> que la otra,enmascara la problemática en vez de sacarla a la luz deldía. uUna sociedad no puede existir sin crisis de la vi-vienda, cuando la gran masa de los trabajadores no dis'pone, exclusivamente, más que de su salario, cuando cri-sis industriales violentas y cíclicas provocan, por unaparte, la existencia de un ingente ejército de reserva de

parados, y, por otra,'arrojan momentáneamente a la callea la gran masa de trabajadores; cuando éstos se van ha-cinando en las grandes urbes y ello a un ritmo más ace-

lerado que el de la construcción de las viviendas en lascondiciones actuales... cuando, finalmente, el propietariode una casa, en su condición de capitalista, tiene no tansólo el derecho, sino, en cierta medida, el deber de obte'ner de su propiedad, sin escrúpulo alguno, los alquileresmás elevados. En semejante sociedad, la crisis de la vi'viencla no es fruto del azar, sino una verdadera institu-ción.. ." (ibid., pp. 55-5ó).

Tras haber evocado o invocado a Fourier, y siguiendocon su polémica antiproudhoniana, Friedrich Engels re-cuerda que las condiciones actuales impíden (y no sola-mente entorpecen) la exacerbación de la oposición. ¿Enqué consiste la utopía reaccionaria? En una semblanza delfuturo que conserva esas condiciones a la par que repre-senta otra clase de vida, otra sociedad. Así es como Prou-dhon pretende ..trastocar la actual sociedad burguesa, con-servando al campesino tal como esrr. En cuanto a la uto-pía revolucionaria, ésta posee una .rbase maravillosamen-te prácticau, cuando se repara en que Londres tira dia-riamente a la calle, a un alto costo, más abonos naturalesde los que produce Sajonia, de tal suerte que un afamadosabio, Liebig, solicita del hombre gue éste devuelva a la

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tierra lo que de ella recibe, "intercambio al que pone

c¡lrstáculo la ciudad industrialn (cf ibid" pp' 113-114)' La

supresión de la oposición ciudad-campo no resulta ser más

utópica (una utopía abstracta) que la.supresión del anta-

gorir*o-q.te exisle entre el capital y el asalariado' Se con'

iierte inciuso, y cada vez más, en una "exigencia prác-

tica>.Resulta tanto más interesante el escuchar a Engels

cuando defiende la urbanidad mediante la herencia cul-tural transmitida históricamente y digna de ser conser-vada (cl. p. 35). Cuando, de hecho, ojamiís han existidoseres tan burdos y mal educados como nuestros burgue'ses de hoy en díal. Por lo que se refiere a é1, Engels se

da por satisfecho si ha podido demostrar "qYe la produc-ción en nuestra sociedad moderna es lo suficientementeamplia como para que todos sus miembros di-spongan delsuficiente sustento y pata que existan los suficientes alo-jamientos para ofrecer, de foryna provisional, un cobijoLspacioso y sano a las masas obreras' (p- 120).

Pasemos a estudiar ahora eI Anti-Di¡hring (1878), laobra magistral por excelencia, eI compendio y la enciclo'pedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata,ia fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras pa-

Iabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada,pero también la más leída y comentada de la literaturamarxista junto con Materialismo y empiriocriticismo de

Lenin.Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen

obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. Enefecto, transforma la teoría marxista o '<sistema" dentrode la acepción tradicional (filosófica) del término. Lo que

coincide con su transformación política en ideología esta-

tal, en pedagogía cultural, en prácti"a institucional. Muyal contñrio, aquí y acullá, se ha resaltado la originalidadde Engels, la especificidad de su aportación, su peculiarintroducción dentro del pensamiento revolucionario. Notitubearemos ni un instante en hablar de uengelsismoD a

la par que de ulassallismoo, o de oleninismo) como siendo

coirientes diversas y a menudo divergentes dentro del

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Page 41: Espacio y Política-H.Lefebvre

pensamiento contemporáneo, dentro del movimiento re-

volucionario. Lo cual no excluye en forma alguna otrasdiferencias...

En el At'tti-Dühring, Friedrich Engels ha orientado de

forma muy neta el pensamicnto revolucionario, el de Marxy el suyo, hacia lf filosofía de la naturaleza. Le ha dado

Ln contenido cosmológico. Lo ha sistematizado intensa-mente en dicho sentido. Y ¿por qué?, poclrá decirse uno'Ciertamente, ¿por qué?, pero ¿por qué no? Algunos aña-

dirán incluso: .,Era con Ia entera conformidad de Marx'"Quizá, pero todo da a entender que los objetivos perseguidos por Marx no coincidían exactamente con los de En-gels. Cuando consultaba a los sabios <naturalist¿5n y las

ób.at científicas (especialmente, sobre la electricidad ysus aplicaciones), ¿acaso no era para comprender los in-tercambios energéticos e uinformacionales' entre la so-

cibdad y la naturaleza, más que para extraer de ello unaphilosophia naturalis, una <(concepción del mundo>:? Portanto, én Marx no se encuentra nada análogo al (mate'rialismo dialécticon, elaborado por Engels y más adelantepor Lenin.

El Anti-Dühring enfrenta sistema con sistema' A me-

nudo, semejante polémica puede acarrear no pocos ,ries-gos; cuantó más-se ensaña, más lleva al terreno del ad-

versario. ¿Cómo se nos revela Dühring a través de esas

controversias? ¿Qué era él? Una mente robusta, un cons-

tructor de sistema, en nada despreciable a pesar de los

desdenes con los que Engels le apabulla (y que recuerdanlos de Marx con iespectó a Stirner y Proudhon)' A Düh-

ring no le faltaban ni rigor ni envergadura. La injusticiade óue era blanco por parte de los exégetas y de-los epigotót marxistas naufraga dentro de la más completa irri-sión. ¿Acaso habría perdido Engels tanto su tiempo como

su enórgía al emprenderla con un adversario sin mayorimportancia? Al menospreciar tanto a Di.ihring como, a

Stirner o a Proudhon, cónsiderándolos como meros cadá-

veres ideológicos, se ridiculiza a Marx y a Engels; se les

presenta como a ajusticiadores de la Historia, verdugos^del

pensamiento. Tras ese autoritarismo vulgar se oculta

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una singular filosofía. De hecho, Eugen Dühring fue unacspecie de <estructuralistan avant la lettre, una merlte me-

tódica y rigurosa que clasificaba y distinguia, quc sepa-

raba y recortaba en vez de unir y de marcar las transicio-nes (dialéctica). Por 1<.r que a nosotros concierne acluí, yque posee una sigrrificación general, Dühring representa'ba la separación de la ciudad y del campo como una es'

lructura permanente de las sociedades. Actitud que aca-

rreó gravés consecuencias, postura que explica el- ensaña-

mienio de Engels sin llegar a justificar en nada el menos'precio pósturno. Engels discierne perfectamente el dogma-iit*o inherente al pensamiento de Dühring cuando, en

sus notas preliminares, cita tal pasaje significativo, acom-pañándolo de una glosa muy expresiva' "La generaciónintelectual de un sistema que asociaba los instintos crea-

dores de la época social en la cual vivimos con la lucidezde una conciencia rigurosamente científica... ha constitui-do, ante todo, Ia méta fundamental de los esfuerzos vol-cados sobre la presente obrao, escribía E. Dühring en elprefacio de un ó,trto de economía política (187ó). Engels,

al copiar dicho texto, añade: oAsí pues, trabajo modelo,tras lb cual punto redondoo (cf . Anti-Dühring, edición Bot'tigelli, p. 400, ..Trabajos preliminares"). En sus notas pos-

t"iior"i, Engels explica claramente el cómo y el porquéquiere dar al traste con ese cientificismo abstracto, siste-

,iráti"o, antidialéctico, separando el pensamiento y la cul-

tura de la naturaleza, anulando Ia Historia por hipótesis y

decreto (cl.p. 41,4).En vano esa actitud dogmática se zafa

de una apolbgía de Ia violencia. Linicamente la violenciapura y désatada puede, efectivamente, modificar (estruc-

trtut" de por sí fijas, incluso necesarias, tal vez eternas,

ya que, s"gú.t Dühring, su pensamiento cambia nla con-

insién'de lebulosas ideas de conjunto por el sentido de

la disyunción apropiada y de la estricta discriminación de

Ios elLmentos reales de los procesos"'" (p. 402)'

Siendo para Engels la primera gran división del tra'bajo, la seiaración de la ciudad del campo, según Düh-

ririg ese aniagonismo resulta inevitable (por la naturaleza

misma de la cosao, aun cuando discierna un <cierto gra'

', ff*ffi9

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do de constancia en la transición del uno al otro>, a tra'vés del comercio y cle la industria (en especial, los delalcohol, apunta irónicamente Engels, pp. 329'330)'"

En -coir-traposicién

con la separacién rematada porDühring, en riombre del rigor ciéntífico, entre la ciudady el campo, Engels sustenta la opinión de que la supresiónde ese estado de cosas ono constituye una utopía>, aun

cuando la civilización nos haya legado con las grandes

urbes una herencia que requerirá mucho tiempo y esfuer-

zo eliminar. El concepto infantil, la utopía abstracta y ba-

ladí, es aquella segun la cual la sociedad podría llegar atomár poiesión dél conjunto de los medios de produc-

ción, uiin abolir la antigua división del trabajo>' Hipó'tesis que Engels atribuye a Dühring y a su socialismo pru'siano,-a p"tit de su apología de la üolencia revoluciona'ria. óuhring no ve nada mejor para el futuro que Ia re-

partición dé las poblaciones urbanas según las técnicas^para

alcanru, ,rttá mejor explotación de las materias pri-mas, en resumen, según las unecesidades sociales" (cf'pp. í3ó, *7 y alz). ¿Di qué sociedad? Por descontado, de

iá qn"'existé: del sistema de producción capitalista'-Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquiliza-

dor reformismo de (audaz) fraseología, recurre a su men-

tor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso,

subiayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismollegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que

el te Marx, relegando a un segundo plano a los socia-

listas franceses, él utopismo, y, especialmente, a Fourier'Para Engels, ówen y-Fouriei son complemen-tarios' Elinglés tióne en

"rreniu la gran industria y el- francés.la

*iltipti"idad de los aspectos de la vida, trabajo y dis-

frute: ol-os utopistas sabían ya perfectamente a qué ate-

nerse con respecto a los efectos de la división del traba-jo" (id.. p. 3¡i). Sobre ese punto de capital importancialxiste cdmpleta concordanCia de pareceres entre Engels

y Marx. LJ revolución no se define mediante la elimina-

"iót d" la burguesla en tanto que clase política, sino yen-

do más allá de las relaciones socio-económicas que cons-

tituyen el armazón de la sociedad burguesa. La separación

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de la ciudad del campo forma parte de ese ir más allá. Elproyecto revolucionario, eI de ese ir más allá general,llevaal primer plano ese ir más allá parcial; de esta suerte,deja de ser una categoría histórica, rebasada ya ella mis-rna. Para salir del callejón sin salida capitalista, para aca-bar con la prioridad de lo económico, se presenta un ca-mino y tan sólo uno: superar la división del trabajo. ul.asupresión de la oposición de la ciudad y del campo es so-licitada por Fourier y por Owen como siendo la principaly fundamental condición para la supresión de la antañonadivisión del trabajo en general" (id. p.332). Si bien losgrandes precursores eran meros utopistas, esto no signi-f ica Ia insustancialidad de sus ideas; ni muchísimo me-nos; ese término de utopista quiere decir, sencillamente,que la realización del proyecto revolucionario no era aúnfactible. Ahora bien, la gran industria proporciona esascondiciones, al propio tiempo que eleva <las contradiccio-nes que estaban latentes en el sistema de producción ca-pitalista al estado de antagonismos tan manifiestos quese puede, por así decirlo, predecir a corto plazo el des-moronamiento de ese sistema de producción; que lasmismísimas nuevas fuerzas productoras no pueden man-tenerse y desarrollarse más que merced a la introducciónde un nuevo sistema de producción...u. Esto, Dühring loignora al igual que no reconoce a Owen y, aun menos, aFourier, del que tan sólo conoce las elucubraciones nove-ladas, cuando, de hecho, de cada página de Fourier ubro-tan las chispas de la razón...". (Cf .pp. 299,303, 305, etc.)

Engels no se limita a oponer el utopismo socialista alutopismo burgués. Se puede decir que opone la utopíarettolucionaria y concreta a la utopía reaccionaria y abs-tracta. La utopía concreta se basa sobre el movimientocle una realidad de la que revela las posibilidades. Dialéc-ticamente, lo posible es una categoría de la realidad, apartir del momento en que se considera en lo real sustendencias en vez de fijarlo in situ.

Sin embargo, el lector moderno, que no se atiene ya alos esquemas del dogmatismo, se pregunta si FriedrichEngels ha elucidado perfectamente su concepto y su pro-

¡¡cs 128 6

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yecto. A veces, parece pronunciarse en contra de toda uto-pía. <La utopía no consiste en aseverar que los hombresno quedarán totalmente liberados de las cadenas forjadaspor su pasado histórico, más que si la oposición entre laciudad y el campo es suprimida; la utopía empieza en eImomento en que se atreve uno a prescribiru, partiendode las condiciones existentes, <la forma en que debe serresuelta tal o cual oposición en el seno de la sociedadactual> (La cuestión de la vivienda, p. 254). ¡Lo que pre-cisamente reprocha a los proudhonianos ! Este texto, en-tre otros muchos, sirve de referencia para aquellos que'combaten toda utopía y no importa qué utopismo. Deser así, cabe reprochar a Engels de pecar.de inconsecuen-te, cuando se hace eco de las proposiciones <utópicas> deFourier y de Owen. .<Para ambos, Ia población debe re-partirse por todo el país en grupos de 1.5@ a 3.000 almas;cada grupo habita en el centro de su cantón territorialun gigantesco palacio con economía común. Por supues-to, Fourier habla aquí y allá de ciudades, pero éstas nose componen, a su vez, más que de cuatro o cinco de esospalacios poco distantes los unos de los otros...> (Anti'Dühring, p. 322). No cabe duda, Engels prevé, partiendode las condiciones existentes, la forma del ir más allá. Lagran urbe desaparecerá. Debe desaparecer. Esta idea, En'gels la acunó desde su juventud y jamás la ha abandona-do. En La cuestión de Ia vivienda, preveía ya, "dándosepor supuesta la abolición del sistema de producción capi-talistar, una repartición lo más uniforme posible de la po-blación por toda la geografía del país (p. 114), la soluciónde los problemas urbanos excluye la supervivencia de lasgrandes urbes modernas (cf . In cuestión de la vivienda,

'p. 65). Friedrich Engels no parece preguntarse sobre siesa dispersión de ia ciudad en el campo, bajo forma depequeñas comunidades, no corre el riesgo de disolver ulaurbanidad", de .,ruralizarr, la realidad urbana. Tampocose pregunta si esa <repartición uniforme> responderá a

las exigencias de la gran industria. La multiplicidad delas posibles comunicaciones r€presenta para él una con'testación positiva a su punto de vista. Resulta evidente

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(lue su apego al pensamiento fourierista, apego pasionalv perfectamente comprensible como tal, y tán bien ex-¡rresado nredio siglo antes (c1.. Ideología alemana, pp. 5ó4y ss.), ese apego le impide plantearse determinaáós in-lcrrogantes. Cincuenta años más tarde, en la URSS, su¡rctitud tendrá unas consecuencias de extrema gravedad(cl. A. Kopp, Ville et révolution).

El Anti-Dhüring posee los defectos de sus cualidades,y en esta obra el pensamiento dialéctico desafía a vecesla lógica (social y política). Se abre sobre el futuro y lo¡rosible, al propio tiempo que sistematiza y zanja el sis-tcma. Quiere instaurar una ontología, una contestaciónir los interrogantes: "¿Qué es ei ser? ¿eué es el ser hu-r¡rano? ¿De dónde procecle?,r Pero, las respuestas andan¡r tientas entre la ciencia cierta de lo acontecido v la ex-¡rloración incierta del futuro. El concepto de la naiuralezairnpera sobre el conjunto. El restituir la sociedad y, con-:;ccuentemente, (lo urbanou, como diríamos, en el senorlc la naturaleza en tanto que contexto y, aun mejor, enl¿rnto que fuente y centro original, ¿acaso no sería el sen-tido del proyecto de Engels y de su inspiración fourierista?lin este caso, una vez más, la controversia ha podido;rrrastrar a Engels al terrenc del adversario. Ha combati-rlo a Schelling, ese filósofo romántico de la naturaleza, eI¡rcnsador por excelencia del fundamento ontológico bus-, ¡rdo en su verdadero origen: la madre-tierra, la matriz.lfriedrich Engels no quiere cortar ei cordón umbilical;tampoco quiere que se seque. La comunicación para éitlcbe perpetuarse, seguir siendo o volver a ser otgátrica.,'Acaso no halla a la vez a Marx y a Fourier dentro de unat:t.¡ncordancia fundamental ?

Ahora, los interrogantes se acumulan. ¿Acaso son esen-, iales para el pensamiento marxista esas afinidades impli-t'itas o explícitas? ¿Se debe, acaso, hoy en día poner el;rcento sobre ellas , o sobre el carácter revolucionario dela gran industria? Caso de que la tesis de la relación vi-viente y perenne entre lo social y lo,natural presente unaverdad esencial ¿acaso no sería ya deniasiado tarde? ¿Declónde proviene, pues, el fracaso (cuando menos aparente)

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cle dicha verclacl? ¿Acaso el modernismo no consiste en

Ia transgresión, quiz^iJ Á l^ ¿"t'rucción de esa verdad?

¿Acaso se debe .orrJ"*Ui" iu-sociedad urbana P3tli:11t-*:i\ñt á* r,rrg"It, o bien transgredir sus tesis' o compre"

tarlas, o hallar aigo nuevo?Una nueva y a.ít"ia" lectura del célebre libro de En-

g"h-;;;;" ; "á"ntt""i, por asi decirlo' esas irresoluciones'

La sistematización ""giftiu"u, guiada por eI concepto de

la Naturale za (qurzás, el único qt'" pttitlu ordenar' explí-

cita o implícitam";;, ;; ;isteinatización filosófica) bo-

rra determinados iüü; '"nulu-dot

por Marx' l:l:nt';il;;tf*"n"iut indica?as por él' Lu ":9":*it:::t::?:".f"*i" de las 1"y", 1"" rigen la producción v eI intercam'

bio de los bienes -"i;;;É de s^ubsistenciaLn el seno de

la sociedad rtr*urrJ"-ii' tlg), no implica ya sq envés o

su reverso : Ia crítila f" U uóottomía política' Todas,Ias

Zp"""t, ü¿as las "o"kdud"t,

todos los sitemas de produc-

ción poseen una "b;;;" económica' ![ü€' para ,Engels'

;ffiJ ""pli;;i;t. Por tanto, no establece un distingo'

como Marx, "rrtr" lá' categorías (conceptos) h]:tilt::ry

las categorías <conceptosniconómicas' La economia polr-

tica y la Historia se Jntretejen entre sí hasta confundirse'

pues la economía;"lñ;"'"ersa sobre u¡ra materia histó

rica, es decir, en primer lugar' ¡obr.e las leves correspon-

dientes a cada ,r";;;; ;;i;9'9" +",lu,P',:1""^'-i9lli:lintercambio, y no ,"t¿ f'ut'u el final de dicho estudio que

;il;;;;ñi.l;t i"ves d" concepto totalmente general

que son válidas en cualquier caso para la oroducción y el

intercambioo. Al igt"f =q""^fu-Ái*ofiu' lá historia de la

filosofía y la historil-"t g"""taI' para Engels'- todo cobra

un cariz económico. La Éistoria se resorbe dentro de la

economía política;-'"1 ptoy""to revolucionario' en tanto

que emancipación "á-t"tp""to al económico' pierde su

significado y .r, ""u"'gadura'

Aun- cuando los conserve

áriJo q"" cóncierne a la divisjón del trabajo'

Primera "ot'""i*"iu: la historia de la ciudad' cuyo

estudio captó u ,t ln"" la atención de Engels' no se ve

#;il í" lg"ur iot*" que en los Grundisse' Al poner

el acento sobre fut tá""""tiaciones urbanas' Engeis vincu'

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8-5

lrr Ia historia de la ciudad con la de la técnica, del arn)a-nrcnto y de la lucha armada: oLas armas de fuego fueron,rk'sde un buen principio, las armas de las ciudades y del:r monarquía oujante, respaldada por las ciudades, en sulrrcha contra la nobleza feudal' (p. 2@). Debido a esteIrccho, v simultáneamente, Ia infantería vino a reemplazarl;r caballería en tanto que fuerza principal de los ejércitos:ln las ciudades, y entre los campesinos libres, fueron to-rnando cuerpo en el Medioevo las condiciones básicas que:rsentaban la existencia de una infanterfa agternda (íd.p. 449\. De esta forma fue como, interviniendo de formalrrndamental las ciudades, "el trabajo silencioso de lasnrasas oprimidas" fue minando el statu quo feudal hastalrarrerlo por cornnleto. <Ya a partir del siglo xv, los bur-

'rueses de las ciudades se habían vuelto más imprescindi-

bles a la sociedad oue Ia propia nobleza feudal... Las ne-r.c-'sidades de la noblezahabían ido en aumento v se habíanido trasformando hasta el extremo de que, incluso parar'lla, las ciudades se habían vuelto indispensableso (pá-:'ina 443).

El paso de la comunidad original (de sanere, de fami-lia, de costumbres) a Ia comuna urbana, el auge exneri-mentado por ésta. su paso de realidad dominada al es'latuto de realidad dominante, el largo conflicto entre laciudad v el campo, son etapas un tanto esouematizadasnor Enqels, en tanto clue Marx, en los Gtundisse,las ha-bía analizado sutil v hábilmente, teniendo en cuenta lasmúltinles diferencias v situaciones que se habfan ido ore-sentando en el transcurso del proceso histórico (global).Sin embargo, Eneels aporta nuevos datos v completa sucsquerna económico qracias a sus consideraciones sobrelas luchas armadas. Combate la aoología incondicional dela violencia preconizada por Dühring, situando en el Iu-qar que le corresponde, en Ia Historia, esa violencia, entanto que mera partera de sociedades. La gran revolu-ción medieval. la de los siervos v la de las comunas, Iaoue inicia la historia euroDea, aDarece en Engels con todasu amplitud, como una lucha gigantesca, a veces siJencio-sa a r¡eces cruenta. El acento puesto por Engels sobre lo

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económico no le arrastra en el torb€llino del economismo.Paradoja: es quizá Marx quien, llevando adelante la crí-tica dialéctica de la economía política, no insiste suficien-temente sobre las luchas reales y las presenta a todo lolargo de un proceso de crecimiento orgánico, cuasi espon'táneo. Por lo que se refiere a Engels, al esquematizar elproceso, lo "dialectiza> mostrándonos los conflictos guealcanza el paroxismo: la guerra.

Segunda consecuencia, aun más sorprendente: cuan-do lleva Marx hasta su límite extremo su razonamientoteórico, ¿hacia dónde va y qué es lo que encuentra? Elreino de los fines. Entre dichos fines, y arropándolos, o

suponiéndolos, más allá de los fines parciales, por así de'cirlo (el del capitalismo del Estado, de la raridad, de lafilosofía, de la historia, de la farnilia, etc.), ya con ante-rioridad hemos subrayado el del trabaio. El fin del tra-bajo ¡qué paradoja para aquel que ha descubierto la im-portancia del trabajo y que pasa, ante todo, por ser elteorizante de la clase obrera ! Y, sin embargo, ya biensabido es, la automatización de la producción permiteconjeturar el fin del trabajo productor. ¿Posibilidad teó-rica y práctica? No cabe la menor duda. La concatenaciónposterior de los descubrimientos técnicos ha venido a con'firmar plenamente las ideas de Marx. ¿Imposibilidad?Ciertamente, en los marcos del capitalismo e, incluso, enel transcurso de la famosa ..transicióno hacia una socie-

dad socialista o comunista. Así pues, utopía, al fin y alcabo, pero utopía concreta, posibilidad que arroja luz so'bre lo actual, y que lo actual rechaza hacia lo irnposible.Según nuestro criterio, una de las fuerzas mayores delpensamiento marxista, imposible de reducir, difícil de..recuperaro radica en esa <<prospecciónn llevada a cabopor Mirx hacia mediados del siglo xtx. EI trabaio no tieneotro fin ni otro obietivo que el no trabaio. En compara-ción con esta tesis, establecida sobre una base sólida, lade la crítica de la economla política, los fracasos del so-

cialismo que se pretende marxista, no son más que pecca'

ta minuta. ¿Acaso dicha tesis puede arrojar nueva luz so-

bre el futuro, sobre la realidad urbana, sobre ese ir más

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allá de la ciudad y del carhpo? Tal vez, ert tanto que pun-to de partida de nuevas investigaciones. No es éste el mo-mento ni el lugar más oportuno para exponerlas. Lo queconviene resaltar es que Engels pasa, sin tan siquiera ro-zar la paradoja del futuro. ¿Qué es lo que puede atenazary limitar su pensamiento? ¿Su tendencia a la sistemati-zación? ¿A la ontologÍa? ¿Al naturalismo? ¿A un fourie-rismo de lo más atractivo? Lo uno no impide para nada lootro. El caso es que Engels no enfoca la posibilidad desuperar la división del trabaio a través del no trabajo (lafinalidad del trabaio), sino de hacer el trabajo más librey más atrayente. "El trasnochado sistema de produccirindebe, pues, ser forzosamente trastocado de arriba a abaioy, sobre todo, debe desaparecer la anticuada división deltrabajo. Lo debe reemplazar una nueva organización de laproducción... en la que, de pesada carga que era, el tra-bajo pasa a ser un verdadero placerr, (p. 333). La sociali-z.ación de las fuetzas productoras, la eliminación de lastrabas, perturbaciones, despilfarros, permiten, ya desdeahora mismo, reducir el tiempo de trabajo v transformartotalmente las condiciones del trabaio. <Ya no es unafantasía, un ferviente deseo.o La civilización que, durantesiqlos se distin,guía inevitablemente de la sociedad pro.piamente dicha, acabaría, finalmente, coincidiendo conésta. Una sociedad que organiza humanamente sus fuer-zas productoras, "siguiendo los cauces grandiosos de unplan único), puede perfectamente operar esa transforma-ción y perrnitir "a la industria implantarse por todo elpaís, con esa dispersión que resulte la más convenientea su propio desarrollo, al sostenimiento o al desarrollode los demás elementos de la producción" (p. 335). ¿Noserfa, acaso, en este punto que el pensamiento engelsiano,así como su reprobado utopismo, volverfan a hallar sucoherencia? ¿'Y que también ese pensamiento difiere, tan-to para lo bueno como para lo malo, de su audaz com-pañero, el "finalisrno) mal'xista, gran utopisrno a largoolazo?

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Page 46: Espacio y Política-H.Lefebvre

Las institucionesde la sociedad (postecnológica, .

En 1971, el Museo de Arte Moderno de Nueva Yorktomó Ia iniciativa de una reflexión prospectiva. Como es

cosa ya bien sabida, los más lúcidos de entre los ameri-canos han abandonado la idea de un crecimiento econó'mico proseguido indefinidamente, idea que sigue siendo laque sustentan sus dirigentes políticos.'Para esos analis-tas de la sociedad americana, ésta debe traspasar un um-bral (con o sin revolución, en la acepción europea deltérmino) y acceder a un estadio superior. En la <nuevasociedadu, el uproductivismo" se vería rebasado y el cre-cimiento controlado, encauzado, al igual que la utiliza-ción de las técnicas (informática, cibernética, misiles ycohetes, etc.). No es concebible que cada familia ameri-cana acomodada posea tres, luego cuatro, más adelantehasta diez coches, diez y luego hasta veinte aparatos detelevisión, etc. La sociedad futura ya no sería la (socie-

dad industrialrr, sino ttna sociedad urbana. Empezará porresolver los problemas de la ciudad americana, en la ac-

tualidad subestimados, formulados en términos de en-

torno...¿Y por qué el Museo de Arte Moderno? Porque el gru-

po de intelectuales que depende de la Fundación Rocke-feller o que gravita en torno suyo, estima que la Univer-sidad no responde a las necesidades de dicha misión. Ensus proyectos entra, incluso, la creación de una Univer'sidad de nuevo cuño, centrada en los problemas arqui-tectónicos y urbanísticos, y que estarla rodeada por unaciudad experimental.

En I97l,los promotores de dicho proyecto enviaron

* Simposio del Museum of Modern Art de Nueva York (8 y9 de enero de 1972).

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Page 47: Espacio y Política-H.Lefebvre

a eventuales clientes interesados en el experimento- un

,roümirroso pliego de condiciones en el que presentaban

""" piÁ"ra "laiorución

teórica. El interés de dicho do-

cuménto reside en el hecho de que aplica, no sin incurriren algrln que otro confusionismo, los conceptos marxis'

tas (iuperestructura, ideología, etc'), al propio.tiempoqú;;;;inología y conceptos no marxistas (sistema

á" oulor"r, etc.). El vocablo design, utilizado a la ameri-

;;";;;=rá'en dícho docr¡mento cárgado de serrtidos y de

"ap"tuttrut . El desígner, 'auténtico demiurgo' sería capaz

de modificar el entJrno, d" "r"ut

un espacio nuevo, siem-

pre y cuando se le proporcionara <valores> nuevos' .cr'¿Liiá";; t libertad't"ttd.íu una rnisión por cump-lir' la

á" "ii"u*ur dichos valores y de restablecer la correlación

entre las superestructuras y la morfologia espacial de la

sociedad.En enero d'e 1972, tuvo lugar en el Museum of Modern

Art, un simposio dedicado al examen de dicho proyecto'

Á1.á¿"ao. de cincuenta invitados, la mayor parte de ellos

ie teprrtución internacional, habían sido concitados' entre

lor-"tul", filóloeos (Jakobson), escritor-es Y.-!!!ta.s !Oc-iiuio paz, H. N. Enzensberger), filósofos (Michel Fou-

"á"ftl,-t*-iólogos (Umberto Ecco, Roland Barthes)' so-

"iJfoúbt, etc. Tán sólo una treintena de ellos asistieron

al simposio, entre los cuales cuatro educaclores o ex edu-

"udor"s de la Facultad de Nanterre, U' E' R' de sociología

¿J*; B^"drillard, Manuel Castells, Alain Touraine' Itrenri

Lefebvre).LaprimerasesiónseinicióconundiscursodeEmilio

Ambasz, director del proyecto, que.lo presentó' Se vio

iiilr"aá por la lecturá de un masnífico poema de- octa-

,rio Pu, ,bbr" su ciudad, México,leído y comentado por

ei orooio autor. Sepnridamente' tlrvo lugar un prtmer 9a-

iel, sobre la Ley y "l

Valor, animad-o por un iurista' Ro-

,,alh D*orkin, práfesor de iurisprudencia en Oxford' Ex-

;;;; ;" qué forma se plantea, en los pafses angJosaion-es'

;ñ;;bi#" de la traniformación social: no se puede lle-

uá,. ""¿u

a cabo sin cambiar la Ley, valor supremo, pero

en cuanto la Ley se tambalea sobre sus cimientos' ya no

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se sabe en absoluto hacia dónde se va v hay que temer Iopeor. Dicho en otras palabras: imposible cambiar nada,sin cambiarlo todo. Ahora bien, ¿cómo cambiarlo todosin empezar por un principio, sin poner en tela de juicioIa dovela de Ia sociedad, por tanto, sin lanzarse a unaempresa revolucionaria no desprovista de riesgos? La im'perturbable lógica de Anatol Rappoport acentuó el dilemae hizo aún más patente la alternativa en vez de allanarla.

El segundo panel propició una viva discusión entreespecialistas de las ciencias destinadas a integrarse en elrnarco de Ia Nueva Universidad v a intervenir en la crea-ción de la ciudad experimental. Los semiúl'ogos (lJmbertoEcco, Gillo Dorfles, ambos milaneses) fueron obieto de

una acerba crítica y, por otra parte, procedieron (cuandomenos Umberto Ecco) a una especie de autocrítica. uTor'nar significante Ia naturaleza v tornar naturales los sig-noso, declaró Dorfles, a modo de consigna. Esa semiolo-gía se vio cogicla entre dos fueqos: por una parte, los.realistas,', de entre los que M. Schapiro, y los economis-tas, recordaron los datos prácticos de la construcción, de

la constitución de una ciudad; por la otra, <izquierdistas>v oultraizouierdistasn exnusieron que los signos v signi'ficados provenían inevitablemente, actualmente, de la so-

cierlad iaída v condenada. Lo que demostró con toda bri-Ilantez fean Baudrillard, no sin añadir algunas observacio-nes de lo más pesimista sobre la "pulsión de muerten in'herente a toclo rrrovecto actual. Por Io que se refiere aCastells. éste deilaró que la intervención masiva, por tan-to revolucionaria, del pueblo, resulta imprescindible a

toda transformación social, incluidas las de la forma de

vivir. de la ciudacl y de su espacio.El tercer panel tuvo como rrlato fuerte el discurso

pronunciado por Christopher Alexander; explicó el motivo por el cual abandonaba sus ambiciones v metás an'teriores, la arquitectura paramétrica, la aplicació,n de lacibernética en la constmcción; Ia experiencia decisiva,para é1. parece haber sido el óonflicto entre los estudian'ies v el Senado de una ¡pan universidad americana, enel momento en que é1, arquitecto escogido justamente por

91

Page 48: Espacio y Política-H.Lefebvre

Ia audacia de sus criterios, debía reorganizar el campus'

Los dirigent", qrr"iun -iñott"t

a los estudiantes y al ar-

;;tt;;;;; división del campus en espacios especiali-

zados,en tanto qt.r"-lot estudiantes,solicitaban espacios

;;1iil";i."ut", v ,".h azaban especialmente un lugar úni-

co, exclusivamente-cánsagrado ul d"-""uttto v al ocio' De-

,"reuñuao, el joven-v brillhnte teorizante de la arquitec-

tura llegó a la conclusión, a consecuencia de ese hecho'

e;;;;;" se puede idear un espacio más oue para una

cornunidad "orr"r"iá ?"á"t"pto qu" d"sarrollaría ampli¿-

mente Suzanne K;ü*;;l "ti'o de la última sesión)'

Consecuentemerrte, Christopher Alexander adopta el bu-

ái;; ; la doctrina- i"n y'abandona América para ir a

construir en otra pJ; i; morfología espacial adecuada

a una vida comunitaria de ese tiPo'

A continuaciOo 'e-tutcitó una discusión tan animad-a

como larga y or""tu,-altt"tió" qtt" el discurso de Hannah

Arendt no consisuió esclarecer''^-"8; "l- "rrrro

ae -la-rittima

sesión se sacarían algunas

"orr.itriárr"s sobre el coniunto de los contrastes de pare-

;;;";. Alain Touraine exouso su tesis con elocuencia per-

,turiru: la Universidad debe producir conocimientos v

;;;;;l*r", ;"p"i;;e, actuaimente' la universidad no

á"t"*o"nl a lonciencia' Vendo incluso más leios' I\¡Iar-

tin Pawlev incriminá las maniobras de manipulación v

i""*nl"ti"ación de las universidades' en tanto -que res-

nuesta autoritaria á la actitud contestataria de los estu-

¿iuttt"t, en la mavoría de los países'*^--il;t;. discusiones, de las que ese sucinto resumen

muestra el qran inter¿s'así como el confusionismo' f ' Ta-

bibian (California Institute of the Art's) sacó conclusiones

áoii-itt". por Io que se refer:'a al- devenir del proyecto

N;;;; U;tversidad .v ciudad Experimental'"-;dl tá"tia" de esas extensas sesiones cologuiales? Tie-

ne varios. Con toáu tezuridad' la.consisna: osalvar la

ciudado .rra " do-ült iu "iat

política' científica' cultural

de los Estados Unidos durante un período que ahora se

t"t; v qt" ,"r¿ iu'eo' El provecto (Universidad y- Ciu-

;;á1, del'que se hace cargo una potencia económica y

9293

firianciera, puede tener múItiples incidencias' Ahora bien,

lo que pur.L" resultar de esas controversias, es, ante-todo,

"l áesñn"ierto, la confesión de impotencia, procedentes

tanto de las ci'encias especializadas y de los sabios (los

economistas, Ios sociólogos, los semiÓlogos) como, de las

autoridades consideradis competentes' En los Estados

Unidos se ha llegado aI extremo de que ya no se sabe cómo

proceder con retpec¡s ¿ "la ciudad", y se está dispuesto

i aceptar todo tipo de sugerencias por parte de los eu-

ropeos, incluso de los marxistas.He aquí el texto completo de un comunicado sobre

oel espac-io, la producciOn del espacio, la economía-po]iti"a ¿"f espaciolr, del que en el simposio de Nueva York'debido a la falta de tiempo, no se dio más que un re-

sumen.

EL ESPACIO, LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO,LA ECONOMÍA POLíTICA DEL ESPACIO

I. Introducción

Las ciencias específicas (parcelarias) pasan p-or una

crisis debida a numerosas razones' Al estar estrechamen-

t"-Ltp""iutizados, sus defensores han tenido que llegar-al

"*trorro de hallar su justificación en tanto que especia-

listas, a legitimarse a través de filosofías bien sea im'prudéntes,li"o ,"u presuntuosas' Dichas ciencias llegan

;l extremo de construir sus objetos (objetos abstractos:

modelos, simulaciones) que se salvan de la crítica porque

," ,utuuo de la confróntaci¿n' Finalmente' y ante todo'

existe una mutación del propio oreal"'Se trata, por supuesto, a" lat ciencias denominadas so-

ciales.Cada una de ellas, a su vsz, abrigaron inmensas am-

biciones: erigirse en ciencia de las ciencias (cf 'La e-colo'

*i. ñif"", iu nirtoriu, la sociolo gía, la psicología, la lin-

gü,ftú.u...), tonvertirse en clave y verdad de un saber do

Page 49: Espacio y Política-H.Lefebvre

minador, proporcionar la palanca o el eje de una transfor-mación de la sociedad, de una racionalidad nueva.

Los fiascos han sido tan numerosos como los inten'tos llevados a cabo: fracasos prácticos (en la acción re-

guladora o transformadora de lo real), fracasos teóricos

fen la constitución de un predominio, en la elaboración de

una coherencia).La hipótesis que presentamos seguidamente ofrece una

doble vertiente:a) Lo oreal' social cambia porque las actividades

productoras y las formas de esas actividades se van mo-^clificando. pe ta producción de cosas en el espacio (de

tal suerte q,le ef espacio, indirectamente producido, se

constituía en colección, suma o conjunto de objetos), se

pasa a la producción directa del espacio en su condición

de tal.b) Esta producción ya no queda supeclitada al mis-

mo iaber, dispersado, diseminado en odisciplinaso' Una

ciencia va cobrando forma, ciencia que puede reagruparen torno suyo ciencias específicas, modificadas y centra-

das nuevament€: antropología dei espacio, historia del

espacio (o, mejor dicho, del espacio-tiempo), sociología

del espacio y del tiempo, etc.

II. Crisis de Ia economía Política

1. Es hoy en día patente y pública, aun- cuando cui'dadosamente- disimulada y disfrazada por los interesa-

dos: los economistas.Entraaformarpartedelacrisisgeneralexistentede

las ciencias llamadas sociales. La economía política ha

fracasado tanto práctica como teóricamente, pero dicho

fracaso permite ágr"gur algunos rasgos característicos a

la descripción de la crisis.

2. Esta crisis difrere de la de la lingüística o de lahistoria. La lingülstica ha jugado la baza de una oposi-

;¿;; ;;"tfot*áda en doepJv centro autoritario de los

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rorrocimientos, la oposición "significante/significado"(Saussure y su escuela). Ahora bien, se cae en la cuentarlc que la ioción de valor desempeña un papel de':isivo,rr,cliso en lingüistica, de forma especificada: el' ttalor se

virrcula a la pó[semia de todas las palabras; la relación

"significante/significado, no es unívoca y depende de "va-krres>> que no son únicamente connotaciones, elementosrlc un Jegundo grado, sino conjuntos especjficos' Por.lo(¡re se t"fr"t" a la historia, ésta es blanco de una crítica¡ cactiva que niega la historicidad, y de una crítica activarlue la situa moitrando que el mundo moderno entra en

rin utiempou mundial que ya no se concibe según la an'

rigua hisioricidad, sino según el concepto de <estrategia>'

3. El conjunto de esas ciencias se situaba sin saberlo(y era ..lo impensado> de la mismísima reflexión episte-

)í.iJei"ul ¿Ieitro f,s la Teproducción de las relaciones de

¡,ro,d.ícci4n de la sociedad existente. Cada sabio aceptaba

ial o cual dato parcial de dicha reproducción, se insería

cn ella, contribu?a a ella. Especialmente el economista, sin

olvidaí los sociólogos desde Max Weber y Durkheim' Por

su parte, la economía política conlel]ía una ideología-e, in-;1";;; lá iáeotoeia principal de {ic}ro período: producti-

uir*ó, teoría dJl ciecimiento indefinido dentro del mar'.o .o"iopolítico del capitalismo, modelos de crecimiento

"¿uptu¿dt al capitalismo de Estado y a la política de

las brganizacionés nacionales (desde hace poco: interna-

cionalés). La crisis, vista baio ese-dngulo, sig-nifica que.la

üriáií"¡¿n de ias relaciónes de producción ve la luz

,\iI dia, se rev€la cotno tal. Lo que viene a significar que

el saber se reconstituye sobre nuevas bases' Y ya a tra-

vés de la crítica raücal de las ciencias existentes, de su

,l"ei-"oit;ibución a la reproducción de las relaciones de

producción...

4. Esos fracasos de los economistas, contemplados

de cerca, indican aún mejor su significado' De hecho' los

economistas han confundido la economla política en tan-

;;;;;úcia y la política económica en tanto que prác-

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Page 50: Espacio y Política-H.Lefebvre

tica, técnlca, actos de poder. Sus umodelizacionesu han

sido destinaáas, cada vez rnás conscientemente, cada vez

con un refinamiento mejor ela-boracio, a servir el po-der

estatal, a definir su finalidad (aparente)' Así es corno han

asociado el productivisrno y la hipÓtesis del crecirnrento

índefinido cán h acción clel poder llarnado público (el de

las fuerzas <legítimaso, noción aceptada sin crítica aigu-

na por parte dÉ ia mayoría de los osabiosu)" En este pla'oo,-"1 dél gstado, de Ia productividad, del crecimienr<¡ in-

dehnido, la economía po1ítica supuestarnente científica ha

engendrado sus propiás contradicciones; por-ejemplo' la

inóapacidad notbriá de elaborar un (modelo" que ga'

rantizase el crecimiento independienterirente de la infla-

ción y del paro que pudiesen producirse, que estableciese

tu po.iUináad dé un crecimiento (armónicoo dentro del

rnur"o existente. Por añadidura, al crecimiento controla-

áá y guru"tizado por el Estado, a la elaboración ideoló-

gica-cientinca del Lspíritu de organización y de acometimiento, corresponde un caos espacial cada vez más evi-

áente á itttol"iuble. Los economistas no echaban sobre

ese caos más que una ojeada superficial, dejando la mi'sión de ordenarlo a otros especialistas: geógrafos, orga-

nizadores, etc. Así ha sido como modelizaciones y simula-

ciones han desernbocado en una catástrofe'

cismo vacilante. Posee su cohesión práctica, si no su co-lrcrencia teórica.

ó. La economfa polltica ha pretendido ser ucienciadc la producción> a partir del momento en que ya no selirnitaba a meros cómputos, comprobaciones accidentales,rlescripciones más o menos psicológicas (las necesidades,las (propensiones>, las tendencias de los consumidores).Ahora bien, no podía constituirse en ciencia de la pro-tlucción, pues las relaciones de producción son ajenas asu campo de acción, así como también las autorregula-ciones (espontáneas, ciegas) del sistema de producción ca-pitalista.

En este punto vuelve uno a encontrarse con la ideadirectriz de Marx: el conocimiento científico de la socie-dad existente coincide con la crítica de dicha sociedad,con la refutación de sus ideologías, con el análisis cohe-rcnte de sus contradicciones.

Sin embargo, esta idea, hoy en día, no puede volvera enfocarse tal cual, puesto que existe una práctica de Ia¡troducción (que ha permitido a la uproduccióno capita-Iista, a las .,empresas) alcanzar una eficacia real, domi-nando en cierta medida los efectos de los azares y de laslluctuaciones). Por otra parte, la vulnerabilidad del ca-pitalismo a escala mundial, a nivel de la rivalidad delos capitales entre sí, del papel desempeñado por el oro,de la constitución de una tasa de interés medio plane-tario, sigue siendo importante y mal conocida, ¡inclusopor parte de los econ<¡mistas que se dicen marxistas !

¿Ciencia de la producción? Sí, si se quiere, pero ¿pro-ducción de qué? La producción de las cosas (objetos, mer-caderías) empieza a ser conocida, pero, al propio tiempo,el concepto de cosa, de objeto, de producto, se va entur-biando.

7. La <<sectorialización> de lo económico, o, para ha-blar con mayor propiedad, de la práctica así constituida(mal unificada a través de una <ciencia, que no por ellopretende ser menos coherente, lo que le imposibilita ad

5. Al propio ti'empo, el empirismo económico su-

plantaba li oc]enciao. En el campo económico, tros estu-

áior ¿" mercado y de rnotivaciones han permitido domi-

,rur, ".,

cierta ,rr"áid", eI mercado. L-a pubtricidad ha per'

."i,i¿o manipular las necesiclades. La prospectiva l'l p?'

dido definir Ln horizonte, a carnbio de 1a aceptación de

determinados postulaclos (crecimiento indefinido' cono-

cimiento de lai necesidades, etc')' I-a investigación ope'

t""i"""f y la informática de gestión han perfeccionado

"tot poo.*sos, limitando a un mínimo tanto los esfuerzos

como las aportaciones de los economistas'Una práctica económica, inherente a la prrictica social

y pátitú" del capitalismo cle Estado (y quizti del socia'

í¡i*o de Estadoi se sustituye de esta guisa a un cientifi'

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ucs 128 7

97

Page 51: Espacio y Política-H.Lefebvre

mitir la fragmentación) resulta curiosa e interesante. Ha

estallado ei sectores. Todo transcurre como si hubiese

producciones diferentes: la agricultura, Ia producción de

ia industria pesada (acero, petróleo, etc'), la producción

de objetos únicos o raros, producto de una artesanÍa de

altos vuelos: los cohetes y los misiles, los prototipos de

avión, etc., y, finalmente, la producción de objetos para

el coásumo. Lo que corresponde a la vez a una presión

considerable del mercado mundial y a una desagregación

de dicho mercado.

8. ¿Acaso una creciente abstracción del "objeto" ais-

Iado, dé los ..modelos, separados y conceptos (operato-

rios>>, no corre pareja con la aparición de un nuevo co14-

ir"'tá, el espació, ef conocirniento y Ia práctica .del espa-

cio (con uria dotle faceta: anulación de las distancias

giá"iu, a la instantaneidad de la información -domina,;iA t reproducción en eI pensamiento de los espacios

graciás a esos proceümientos que los anulan: informá-

iica, cibernéticá, técnicas de las transmisiones y comu-

nicaciones)? Lo que augura sn¿ "dialectizaciónn nueva y

paradójica del saber y de lo <real))'

III. La promoción de lo inmobiliario

flo "oni"rsión en bienes muebles del espacio

l. El análisis crítico de la reproduccién de las rela-

ciones á" ptod.,.ción muestra cómo el capitalismo con-

;tg""- desde hace más de un siglo mantener sus rela-

;i;;;. específrcas de producción' I-o.ha conseguido a pe'

sar de ,,r^, fru"uros a-escala estratégica; aun cuando paí-

r"r "","tos

hayan sido apartados de las relaciones de

pt"¿"".i¿" capitalistas (la URSS' China' Ctüa' etc')' la

iresiOn del mércado mundial sobre esos países sigue ma-

nifestándose.

2. El capitalismo y la burguesía' en tanto que clase

actuando a eicala estraiégica, no han podido mantener por

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lo eue al esencial se refiere, las relaciones fijadas de pro-,lucción más que rnodificándolas. La tesis de una puray simple "reduplicación", de una repetición pura y sim-¡rle de una simple acentuación de dichas relaciones allavés de la ideología y del constreñimiento, no corres-¡rt.rnde a los hechos ni los explica. Existió un crecirnientotlc las fuerzas productoras, a costa de la destrucción derrrra parte de dichas fuerzas (en cuanto a (naturaleza>> yrlcbido a las guerras). EI capitalismo se ha extendido,rrgenciándose lo que existía antes de su aparición en es-t cna: agricultura, suelo y subsuelo, bienes inmuebles yr calidades urbanas de origen histórico. Asimismo, se hacxtendido al construir sectores nuevos, comercializados,irrdustrializados: los ocios, la cultura y el arte llamado(uroderno), la urbanización. Entre esas extensiones, exis-tcn a la vez concordancias y divergencias, unidad no sincontradicciones (de nuevo cuño unas, y otras aún porsurgir). Así pues, el capitalisrno no se ha mantenido mrist¡tte extendiéndose a la totalidad del espacio (rebasandocon creces sus puntos de origen, de desarrollo, de pleni-trrd: las unidades de producción, las empresas, las firmasrracionales y supranacionales).

3. Si así están las cosas, se podrá decir, ya se puedeclccir del espacio (bien sea de un segmento, bien sea deun conjunto espacial) lo que, de cada cosc producida,clecía y explicaba Marx: encierra y oculta, en tanto quer:osa, relaciones sociales. Ese paquete de azúcar no estan sólo un paquete que tenga tal peso y que está desti-nado a endulzar ei café y el té; no es tan sólo una mate-ria pagada con tal suma de dinero. Tanto el paquete comocl dinero que ha servido para pagarlo, implican relacio-rres sociales, entre otras la relación "trabajo-capital", elsalario y la plusvalía, a la vez expresados, amagados, ena-.lcnados (cosificados) por las cosas, el dinero y la rnate-ria, la abstracción y el hecho práctico. Hoy en día, sucedeotro tanto a través de la tendencia al mínimo espacio (ex-cepción hecha de aquel destinado a la perpetuación de la(naturaleza> y, así y todo, el sentido de tal reservación

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vendrla a confirmar, si se le examinase más detenidamen-te, la apreciación anterior...).

4. Durante mucho tiempo, lo cinmobiliario' no tuvodentro del capitalismo más que una importancia menor.El suelo perténecla a los ultimos representantes de unaclase vencida, los propietarios de bienes raíces, clase que,

como tal, es de origán feudal. La construcción, rama de

producción primero subordinada, casi artesana, revestíaantaño menos im-portancia gue la producción de acero yde azúcar (pese i1 adagio: Cuando la construcción está

en auge, toáo va bien).-Ahora bien, la situación de dicharu-a ha cambiado por completo, y no únicamente en lospoderosos países ináustrializados. No basta con recordar,

iara explicár ese hecho, los fenómenos generales de-urba'nización, la extensión siempre creciente de las ciudades,los adelantos técnicos, etc. Hace falta explicar eI cómo yel porqué el capitalismo ha tomado posesión del suelo,dei esiacio; de ahí la tendencia de lo que rue otrora lo.,inmo-biliarior, de ahora en adelante cotwertido en bienes

muebles (construcciones, especulaciones), a convertirse encentro neurálgico dentro del capitalismo, por ser una in'dustria t rr"va, menos sometida a trabas, saturaciones, difrcultades de toda índole que frenan el desarrollo de las

antiguas industrias. Sin embargo, esa tendencia se ve

obstáculizada. Lo uinmobiliarioo recibe un toque de eten'ción, es decir, se ve relegado a un rango subordinado,dado que la afluencia de capitales a e-sa rama -así colnolos abusos especulativos- tiende a desajustar los meca'

nismos reguladores más o menos espontáneos o controla'dos del cápitalismo. De tal suerte que lo uinmobiliariou(producción y especulación) oscila entre una función su'

üordinada dé nuévo auge económico, una función de di'versión, una función dé regulación y una función domi'nante, y eso, según los momentos coyuntylal.es, los paf'

t"t, "i".

Entia "Tot-ut

parte de la desigualdad genetal de

los sectores, de los crecimientos, de las situaciones económicas.

100

5. Así y todo, ese sector privilegiado tiene tal vez unafunción esencial por desempeñar: la lucha en contra dela tendencia a la baja de la utilidad media mercantil.La construcción (tanto privada como pública) ha repor-tado y sigue reportando, beneficios superiores a la me-clia. La especulación no entra en ese cálculo, sino quese superpone a él; dentro de ella y por medio de ella,¿r través de un vehículo -el espacio- el dinero producedinero. Lo que suscita, a pesar de los riesgos, el entusias-mo del capitalista, quien mucho quisiera ahorrarse esascngorrosas exigencias: producir cosas, venderlas a pesarde las dificultades.

La inversión en Io inmobiliario y en las construccio-nes privadas v públicas (en la praducción del espacío) serevela provechosísima debido a que esa producción con-lleva aún, y todavía por mucho tiempo, una proporciónsuperior del capital variable con respecto al capí.tal cons-tante. Y ello a pesar de las considerables inversiones y deIos adelantos técnicos. Las explanaciones y las obras decimentación requieren una numerosa mano de obra (y,especialmente, una mano de obra denominada (extranie-¡¿n). De lo cual se desprende una utilidad superior y laformación de una masa de plusvalía, de la cual una partecorresponde a las <<empresas>.

En cuanto a las dificultades que provienen de la de-masiado lenta obsolescencia de los productos (edificios,monumentos, .,infraestructuras>, carreteras, autopistas,pasos elevados y aparcamientos etc.), es decir, la tenden-cia a Ia ralentización de las vueltas dadas al capital y losproblemas de crédito, dan lugar a múltiples procedimientos de gran complejidad, que se gestionan entre lo,s(agentes> : propietarios, promotores, poderes públicos, co-lectividades locales, bancos y organismos de empréstito,arquitectos, etc. Sin dejar totalmente de lado a los <<usua-

rios p. . .

6. El espacio instrumentalista (asf es como los espe-cialistas lo llaman. Cl. Frangoise Choay, Connexions, Pa-ris, 1972, pp. 30 y ss.) es producto y manipulado como

dil,i::,-' u¡,},,i,*'

r**ol*ü* d"

Page 53: Espacio y Política-H.Lefebvre

tal por los tecnócratas, a nivel-de lo global' d"l,-Et11:'de üt estrategias. Lleva el nombre burocrático de <orde

iltó" del teiritoriou. No pasa de ser una mera abstrac-

;¿;. P"; un hdo, remite á lo hittotico, sobre c.uvas rui'

"ur t" asienta, así como a la antropología e' incluso', a Ia

orehistoria. Pero, por otro, tan sólo los intereses deno'

i;t,'uá;;;;tiuu¿át", los de los promotores v de los ban'

""r, f"

"orifi"r"r, una existencia práctica: se lo apropian;

áiüt,1"" tolo ellos, se sirven del.instrumento que eI Es-

iuJo'f"t proporciona; en su condición de amos del cota-

;;;, d*d""t, d" los medios (a pesar de algunos obstácu'

im'¿" iipo institucional). Lo qqe explican rnal lo.s teo-

,irunt", áel..espacio instiumentalista>, que eluden de esta

;ü;;t";ü de interrogantes referentes a Ia produc'

IiO.t a"l espacio y a sus contradicciones i'nternas-externas'

¡,rt "t""ro,-los

mismísimos upromotores> remiten a algo

-á, r U. técnicas, las fuerzás- productoras' de las que

üsponen Y son amos ocasionales'

7. La lucha contra la obsolescencia demasiado lenta

de los productos, contra la ralentización de las lrreltas

;;d;t a-l-capital,'"á"liu los riesgos de crédito inmobilia'

;;;;;áu^t,rgut a las prácticas y técnicas anteriormen'

l" ,rr"rróionada-s. Es digno de subrayar que esas prácti'

.ár p""¿"" Ilegar muy iejos, por ejemplo hasta construc-

;i"";t y destrüccionei toialminte inútiles' tanto las unas

;;;" Iás otras. Y esto, especialmente en el centro mismo

de las ciudades (";Ñ;;t; York aun más que en París)'

i;;;;;;rión en'bienes muebles del espacio se torna fre-

"J,i* " impulsa a la autodestrucción de los espacios pro'

ducidos. La inversión desencadenada- del capital no pu-e-

il;;;r* ia ralentización y se ve abocada a buscar sin

tregua terrenos, territorios, nuevas zonas' O bien' compen'

saciones.En este punto también, la estrategia o'- mejor dicho'

lut ilit"i"eiit á" la clase dbminante se revelan como sien-

do peligrosas, est;nd; Ilenas de riesgos' ,$ly::lt-.L"pátiUi""V el iuturo, sometiéndolos a intereses momenta-

ireos, intereses a corto Plazo'

102

ry. Hacia la economla política del espacio

1. La crftica de la economía política, en Mam, no selimita a unas pocas observaciones despreciativas; los.clásicos>, con Smith y Ricardo en primera fila, han in-tentado un análisis teórico (científico) de la ubaseo de lasociedad burguesa; no han ido hasta el final de su inten-to; sus sucesores han rebajado el nivel del pensamientohasta la apología de la sociedad existente, hasta la ideo-logía disfrazada de ciencia.

Marx ha ido aun más lejos en dicha crítica. La eco-nomía política, tal como se constituye en el marco de lasociedad existente, reviste una honda significación. Siexistiese abundancia de bienes, no habría economía po-lítica. Deseando ser estudio objetivo del consumo, o delas necesidades, incluso de la producción, la economíapolítica no es jamás análisis de la producción, pues esollevaría a los economistas a concebir las condiciones dela abundancia en otro tipo de sociedad. Según Marx,los economistas son los hombres de la penuria; estudianraridades (relativas, por supuesto): los .,bieneso. Contri'buyen a la repartición de dicha penuria; su seudocienciaabarca un conocimiento concreto, que interesa los bie-nes raros, momentánea o duraderamente; es el conoci-miento, mal elaborado aun cuando útil, de las insuficien-cias de la producción, de sus limitaciones. La economíaes política en ese sentido, que permite a los hombresde Estado repartir las penurias, de forma y manera quedicha udistribución' se lleve a cabo al amparo de los anti-faces de la justicia, de la igualdad, de la libertad, e, in-cluso, de la fraternidad. De esta guisa, los economistas,voluntariamente o no, conscientemente o no, completanlos efectos espontáneos y ciegos de la ley dei valor: larepartición (en el espacio) de Ias fuerzas procluctorasaún limitadas en el seno de la sociedad (burguesa, capi-talista). La gestión tiende aI crecimiento, pero bajo elcontrol de la burguesía, disimulando las facetas negativasde la situación, haciéndolas aparecer como positivas yconstructivas. De cualquier forma, los bienes abundantes

103

Page 54: Espacio y Política-H.Lefebvre

no están supeditados a la economía: se les utiliza sin que

Dosean ni valor a. t*Lq"" ni *valor" de utilización' en el

;;;;tJ;^;#;; á. la ialabra: el agua, el aire' ra tuz'

el espacio.

2. Ahora bien, ¿qué ha sucedido de nuevo desde los

tieÁpos en que Uat" escribla su crítica fundamental de

iu "ó"o*ía política? ¿Qué ocurre hoy en día? Esto' en-

tre otras -u"hua cosas: los bienes que otrora eran raros

i" *Ju"" cada vezmás abundantes y los que eran abun-

dantes empiezan a escasear' No deja de ser éste un pro-

;;; "" mircha, pero poderoso e irreversible' El pan' que'

ár, nntopu y en iiertás épocas y determinados países po-

;;;;;; ti*uolo áel alimento v de bien precioso.(".d1-

nos eI pan nuestro J. tu¿u díaoj, ha perdido esa calidad'

o oráoi"¿ud: la raridad' Los productos agrícolas' en los

;#;;;;;.üá;t, se vuelven abundantes o superabun'

á;;t* (es decir, en estado de superproducción' a veces

iul""r",'u-""c", d""lutado : almacenamientos' destruccio-

*t-. átl.ndidas o no)' Esta situ,ación evidente a escala

mundial no aporta solución al sufrimiento de centenares

á"-*itton". á" ,",", humanos que viven en los países

á""á*i""¿ás usubdesarrollados,; sufren de hambre en

;;;;f;; humbres específi'cas-(proteínas' etc')' La es-

casez persiste en aquelloi países' Lo que explica la recon-

á;;¿" de un cieito número de problemas que tienen

relación directa con la economía política "clásicau y que

;;;;t hallar en la notable obra de FranEois Perroux'

Simultáneamente, los bienes antaño abundantes empie-

zan aescasear. De iorma desigual, por supuesto. El agua,

plt ":"Áplo. 1,, muchos lugáres' es preciso racionarla;

las reservas suoterráneas se van agotando' el manto freá-

ti"o tt:.; o bien igualmente, las aguas' incluso aparente-

á""üi¡ilrt"gi¿u., i" lo"tu*ittutt' En algunos lugares del

;i;;;d .s "preciso producir agua sometiendo a trata'

ffi;;;i;ó;á" mar. En nuestras latitudes, el agua se

;;;;; ripl¿u*""te en un producto industrial (asuas

minerales, aguas de mesa) debido. a su: ti: iil"::i:;ñ;;;;.*ionadas por los medios naturales va no son

104

105

aptas para su consumo. Muy cercanos estamos del mo-

rnento en que el aire será fihrado encima de los núcleosde poblacién, alrededor de las ciudades. De hecho, ya

cxisie un producto industrial que es oel aire acondiciona-doo. Lo mismo ocurre con la luz. Esos bienes, cada díaque pase nos veremos mayormente obligados a producir'ür.

-Br" fenómeno de incalculables proporciones, Ias fu'

turas raridades, es aún muy poco conocido. Fenómenos

importantes, aun cuando superficiales (polución, deterio'r.u.-iór, del .,entorn6o y de la naturaleza) ocultan modifica-ciones futuras aún de mayor alcance. Los uelementos>

pierden su naturaleza.

3. Los uelementos)), con sus envolturas espaciales,

cobran, pues, valor (de intercambio y de utilización)' En-

tran en los circuitos de los trueques: producción-reparti-ción-distribución. Forman parte de las riquezas del país

y, consecuentemente, conciernen a la economía po-lítica'

lhoru bien, ya no se trata de la economía política cldsica,

la que se oóupaba de los <productoso en el sentido ha-

bitual del término: cosas, mercaderías, objetos relacio'nados con necesidades ficticias o reales. Las penurias de

hoy en .día no se asemejan en nada a las raridades de

antaño, pues su origen y su Iugar en el espacio tienen

mucha-riayor importancia de la que otrora tuvieron las(materias primaso; al estar dichas nuevas penurias mu-

cho menos- localizadas, se sitúan en la totalidad del es-

pacio, ese espacio que, por otra parte, está enteramenteb"rrpáao pof lu reproducción de las relaciones de pro-

ducción.- --Examinemos ahora ese espacio. Tomado de forma ab-

soluta, ¿acaso se puede hablar de raridad? No, en abso-

luto. Es-tá abierto por todas partes' Las técnicas permi-

ten que.,se constrr-iyan todo cuanto apetezca, tanto en la

,.rp"ifi.i" como en él fondo de los mares, en los desiertos

y ias montañas, incluso en los espacios interplanetarios.Las informaciones y datos acerca de no importa qué zona

J"i "tpu.i"

pueden concentrarse en cualquier punto don-

de se instale una computadora programada para este me-

Page 55: Espacio y Política-H.Lefebvre

nester; y se podrá transportar adonde sea necesario el

u"átt v "f not*igón preóisos. No se observa verdadera

perrrrriá de espaciá *át qt "

en ulugaresu bien definidos:

il;;iltd;lá; los ceitro.s que-sigrlen manteniéndose

"o-lo, núcleos históricamente iealizádos o se establecen

en sus inmediaciones.

La tendencia actual en constituir <centros de deci-

sión> que quieren abarcarlo todo en una zona territorial

restringida, esa tendencia esencial es la que suscita la ra-

tia.¿ J"l "spu"io

en el territorio en cuestión' La penuria

4. La cuestión de Ia centratización no es de fácil so'

lución. Para comprenderla, para resolverla teóricamente'

;;tu"d;i"""ttit a un áétodo dialéctico llevado a un

"i""f--*¿t elevado que anterior:nente (en- tiempos de

ü"*1.-i" "o"¿"ou prematura y en suma burda de ese

;A;d" más sutil qüe h lógica, niega a toda clase de es'

oecialistas, que se creen sumamente competent€l- (y.lo

;;;,;;-;á""tu), el acceso a fenómenos más delicados

;; bt agobiantes y masivas cohesiones que tienen.la

clstumbrJ de maneiar. ¿Qué es, pues, la centralización

(urbana, social)? Una forma,la del reagrupamrento' cte Ia

iü"""i0", de la simultaneidad' ¿De oué?.De to,tti11":llo iue puede agruparse, conjuntarse, reunirse' l-a rorma

;;" ÑáL y aJu"it",,ui'"' Así es como cada época ' cada

;;;;;.í;; ;"da sistema de producción ha suscitado (pro-

á""iáál't" propia centraliiación : centro político' comer'

"id, .éligio.o,ltc. Actualmente, el centralismo aspira a

ser total. Concentralu, tiqo"'us, el poder' los medios del

pá¿"ti", f. información, lós conocimientos' la (<cultura>'

etcétera. En una palabia: todo' No obstante' las centra'

lizaciones siempre han acabado pareciendo y desapare-

"i""¿o, bien sea por exceso, es decir' PoI "tulltillói],

Ct* ;¿" ;;, ¿"f"ito, por incapacidad de hacerse con tal

""i"*""tó', bien sea,- finalmente' debido al asalto por

;;.r;.á; los excluido. q,.r" habían quedado relegados a

il;;;;;"¡f¿¡"ut. Ahora bien' tal o cual de esos pro'

cesos no es óbice para que se pueda producir tal o cual

áitá, ":"*plo, la Ro*u de la Antigüedad' r - ,r^^:

106

t07

cte espacio ofi'ece, por tanto, nuevas caracterlsticas; es,

r la iez, (espontáneau -resultado

de un proceso ciego,

tle origen hiitórico- y mantenida, consentida, digamosclcseadá, a veces expresamente organizada. Se trata, pues,

tle una 'contradicción

entte la abundancia pasada y posi-

ble por una parte, y la raridad efectiva, por otra. Esa

cont?adicciórrno quóda ajena a las relaciones sociales de

producción, aun menos a su reproducción, la cual impli-ca estrategias políticas. No se reduce a esas contradiccio'nes oclásiias); es una contradicción del espacio.

Las contradicciones y conflictos en eL espacio (consus implicaciones tácticas y estratégicas) no han desapa-

recidoi ni muchísimo menos . Las contradicciones del es'

pacio los envuelven, los llevan hasta un grado superior,tos reproducen al mismo tiempo que los van ampliando'De igual forma, la producción de las cosas en eI espacio

no há desaparecido, así como tampoco un cierto número

de problernas que plantea dicha producción (no ya la ra-

ridad de los bienes producidos, sino la gestión y la po-

sesión de los medioi de producción); no obstante, las

nuevas producciones, las de los "elementos", incluidas

-tal como lo podremos ir viendo cada vez con mayorclaridad- la del espacio propiamente dicho, envuelven yamplían los problemas de la producción de las ucosas"'

5. He aquí una contradicción sorprendente, digna de

,"rult". entie todas. El espacio es conocido, reconocido,

explorado, balizado, elaborado a escalas colosales, en tan-

to que conjunto que engloba la tierra y casi todo el siste'

ma solar. I Su ,tátt haciendo cada vez más patentes las

posibilidades de ocuparlo, de- conv-ertirlo en bien mue'

ü1", d" colmarlo, de producírlo ! Afluyen 1a-s info'nacio-,r"r,

"rryu misión sabémos es 1a de anular las distancias

v á" a"r¿"ñar la materialidad dispersa en el espacio y el

ii"*po. Al propio tiempo, se- rarifica artificialmente el

;;;;;ü con el hn de que uvalga" más caro; se ve frag'*átrtu¿o, pulverizado, putu su venta al por mayor y- al

detall. Es terreno abonado para las segregaciones' Las

.i"""iut parcelarias lo desmiembran (y, ante todo, la eco-

Page 56: Espacio y Política-H.Lefebvre

nomía política, pero también la historia' la sociologÍa' la

demografía) y no se pu"de volver a hallar la unidad más

ñ;';;;;ár' i"- uuótiosos montajes interdisciplinarios'

ólt":"t ai"no, t.o se vuelve a recobrar jamás' dado que

las ciencias parcelarias no pueden <recentrarseo más que

a costa de modifrcaciones aportadas a su programa, a su

metodología, a su ePistemología'Es en "rru, "orrii"io""'

ti lut que se desenvuelve el

p.ot"ro anteriormente mencionado: "lo inmobiliarioo y

la <.construccióno clejan de ser, circuitos secundarios y

tl*"t """:as del capiialismo industrial v financiero' para

pasar a un primet iü1o' Aun cuando ie forma desigual

(lo que tiene relacrátt'áit"ttu con la gran e incorrmovible

i;;,=h*i; ¿onocida, de desarrollo.desiguai)'La conversión en bienes muebles del espacio presen-

ta exigencias muy severas. Se inicia con el suelo' que'

como primera prouid""cia, se debe sustraer al influjo de

i;;^;;;;;ios de bienes raíces tradicionales' No sin

dificultades y concesiones (las rentas)' La conversión en

bienes muebles se extiende luego a la totalidad del espa-

cio. Este debe recibi, "" valoi de intercambio (incluso

ápto*i*uao, incluso si los precios varían con respecto a

iJ, "uuf"t"r";. lho.u bten, él intercambio implica y-supo-

n" ¡ntir"o*b¡oAil¡dod. La ..cambiabilidad" de un lugar'

que hace d" ei .tnJmá'"u""iu análoga a una cantidad de

azicar o de acero, exige que sea comparable a otros luga-

res, e, incluso, u toáoJ loi l"gutes de- mismas característi-

"átl Éf ""ror

de iniercamblo] Mut* lo ha demostrado en

el caso de los productos-cosas, se €xpresa en dinero' En-

;;;;t, cada lrrgar intercambiable figura en la concatena-

"iJ" ¿L la oferia y de la demanda' no pudiendo los.pre-

;;;;;;.i"r toda íelación con el (coste de producción''

;á":"i;, con los tl"ápot de trabajo social (medio) nece-

sario, para expre'utttót según la terminología marxista'

il""'"'t u"rdaá que intervienen otras oDeraciones' espe-

cialmente t" "rp.J,it*iá", putu -distanciar

los precios de

los valores, tutr"a-,*J-ñ$ de las leyes (la del valor'- la

de ula oferta v l"'iáá"á;; ; la de tá apetencia' para ha-

blu, "r, términos no marxistas)'

I

ll

108109

La ocomparabilidad, indispensable ha sido alcanzada

a través dela producción de ucélulas> prácticamente i¡-tercambiables. En un punto límite, 1o son. <Al pasar cte

un alojamiento a otro, siempre tiene uno la impresión de

ha[aró en su propia casa' (comentario de un (usuario))'La teorla y la pueita en práctica de los <módulosu permi-

ten repetir indefinidamente la célula tomada como <mG'

delou.ia independencia de los volúmenes con respecto aI

suelo original ha sido literalmente "producida> a través

de la conitrucción sobre zampas y pilares (Le Corbusier)'Pero, aI propio tiempo, se da al volumen el mismo tratoque a una superficie, como un apilamiento de "planosn,sin tener en cuenta para nada el tiempo' Las "necesida-deso, de las que se habla mucho, tienen que pasar baJo

ese yugo del espacio; de hecho, son sus productos en se-

grrtráo grado, mucho más que sus razones de ser' La <cam-

Éiabiti[ad, y sus constreñimientos no interesan única-

mente las superficies y los volúmenes edificados, sino tam-

bién los reürridos. Todo eilo se justifica a través del

plano y del dibujo, a través de una supuesta "síntesisiráfrcai, del cuerpó y del movimiento, del espacio y de las

áctividades ("f . Á. de Villanova, en <Espaces et $ociétés"'núm. 3, p. Zbá). Esos grafrsmos familiares para los arqui-tectos y-urbanistas (planos, cortes, alzados, dibujos, -re-preseniaciones visualés animadas con siluetas y figurillas'

"tc...) intervienen en tanto que reductores de Ia realidad

qn" pt"t""den representar, y que lo es, po¡ d9pás'áer qtt" una imagen del osistema' de vida, admitido y'po,

"rid", impuesto, en eI habítcf (complejos 9e torrecitas

'modestaé, o edificaciones ttcolmena> nortnales' es decir'normalizádas). Los volúmenes son tratados de una formaque reduce el espacio a la superficie de suelo que se po-

r"", á tit"lo de iropiedad privada, a pesar. de los esfuer-

zos llevados a cabo para establecer un distingo entre am-

bos. Las supuestas ioluciones de ordenación hacen' por

tanto, exteniivas a los lugares, a las personas, a las nece-

sidadls, los constreñimientos de la ucambiabilidad"' pre'

sentados como constreñimientos técnicos, y, a veces, como

exigencias de la moralidad pública. Lo económico siem-

Page 57: Espacio y Política-H.Lefebvre

pre ha tenido una vinculación con el orden moral' La

intercambiabilidad acaÍrea, pues, una severa cuantifica-

ción, que se extiende en los entornos deL habitat (espacios

inteimed.iarios, recorridos, bienes de equipo,- "medio am-

bienteo). Las peculiaridades llamadas naturales desapare-

cen en medio de la homogeneización: los lugares, pero

también los cuerpos y la realidad física de los uusuariosu'

iLa cuantificaciSn, áput".tt"*ente técnica, es, de hecho'

financiera !

6. ¿Acaso iría a desaparecet el valor de utilización?Esa homogeneización de los fragmentos dispersos y co-

mercializaáos del espacio ¿acaso supondría la prioridadabsoluta del intercambio y del valor de intercambio? ¿Aca-

so éste quedaría reducidó a signos de prestigio y de,stan-

ding, diierencias internas del sistema, superpuestT hu:l1absórberlas, a los ..valores,, producidos por la venta, a Ios

costes de pioducción? No. El adquisidor de espacio sigue

comprandó valor de utilización. No tan sólo compra unluol,-r?nen habitable (más o menos), convertible y conmuta-

ble con otros, y únicamente marcado semiológicamente

;;; i; ptopujuttda publicitaria o por los signos visibles

ie una-deierminadi ..distinciónu. El adquisidor es com-

;;"d"; de una distancia,la que une su alojamiento. a di-

ierentes lugares z los centoi (de comercio, de ocio' de

",ttt.t.u, de'trabajo, de decisión). Esas distancias hacen

que tal o cual lugar sea, más o menos atrayente; pero no

es exactamente esa.deseabilidad> o atractivo (que permi'

tiría introducir aquí imágenes psicológicas-, "marginalis'mosu) 1o que desámpeña el papel principal' El consumo

áLi-"ápu"ió difiere dé1 consumo de-lus cosas, no tan sólo

pot .,, dimensión y cantidad,- sino también por caracte-

ies específicos. De hecho, el tiempo entra ahora en esce'

"u, u"^" cuando el espacio a la par programado y fragmen'

ááo tienda a eliminárlo. Se compra un horario' es decir' a

li i.z un ahorro de tiempo (distancia corta o larga) y un

ptu""t. El espacio envuelve el tiempo' Por mucho,que quie'

ia omitirse Este, no se deja domeñar' A través del espacio'

i; il; ; ptodú"" y reproduce es un tiempo social'

110

lrI

'l,rl

La teoría según Ia cual el intercambio suplanta ia uti-lización hasta absorberla no se basa más que sobre eicxamen de un sector muy reducido de la producción, iaclc objetos para el consumo (sobre todo los coches y losrnuebles, así como también en menor medida, la vestimen-ta y la alimentación) en los que los signos y significacio-nes han ido adquiriendo una importancia cada vez másacrecentada. ¿Signos de qué? De prestigio, de situaciónsocial, de diferencias en el seno de la sociedad burguesa.

¿Signos para quién? Para la fracción de las clases me-clias, denominadas superiores, que practica el consumoostentativo, que gusta de admirarse y de hacerse admirar,que cree imitar a Ia alta burguesía y que es imitada porparte de las clases menos oacomodadasr'. Esos estratosposeen una influencia y una realidad socio-económicas in-cuestionables, pero el estudio de sus costumbres y de susinstituciones específicas no puede generalizarse más queen nombre de un espíritu de sistema que va más allá delconocimiento. A resultas del estudio de un sector, JeanBaudrillard (cf , Pour une critique de l'économie politiquedu signe, Gallimard, lg72,recopilación de artículos pubii-cados con anterioridad) llega a conclusiones de tipo ge-

neral, según el procedimiento de los sistemas (reducción-extrapolación). Procedimiento gue, por añaüdura, propo-ne sustituir una lógica (social o de cualquier otro tipo) alpensamiento dialéctico, liquidando éste. Salta a la vistaque los demás sectores, especialmente la producción de

la industria pesada y la de los "objetos> de tipo superior(cohetes, misiles, etc...) no entran dentro de dicha racio'nalización. La mismo sucede con la economía política delespacio. Con respecto a ésta, la (economía política delsignor, cuando se guiere considerar como general y dog'mática, no presenta más que una desviación. Apenas me-nos gravosa gue la plomífera sistematización intentadapor la escuela estructural-funcional-marxista (L. Althus'ser) acerca del usistema de producciónrr, zanjado por me-

diación suya. No existe más que una clase de lógica, lalógica formal. La "lógica de clase" no existe; no hay másque estrategias, llevadas a la práctica con más o menos

111

Page 58: Espacio y Política-H.Lefebvre

rigor y fortuna. Los signos del espacio , ! -para "q"iliUát üi"" la fórrrula--el espacio de-los signos' "o :91rnás que el aspecto pi"tot"t"i -visible,

I"tlbb::?,tillb-t"bleu, lor tanto risible- de operaciones y cte realloacres

muchó más dilatadas Y dramáticas'Valor de intercamUi" y uutot de utilización se vuelven

a encontrar dentro de una relación dialéctica que ya no

;"i;;id. con la relación de oposición polar "clásicao ana'

ú;;;;";s*itrt v Ricardo, v, sobre todo' por Marx en

i* ptiL"tas páginas de Et Capital',La relación se torna

;r:;pleja, tós áL. potor dll valor se sitúan en el es-

pacio. La forma "tpá"iáf, la del centro y de su correlati-

í;:iln"lir".i', ¿d;p;l".un papel' La referencia al tra'

;;i;;;i;l i*á¿i.1,-"i decir,. a- lós costes de producción'

persiste pero va pétai"ttao iigid"t-"t' razón del carácter

especulativo que pioui"tt" del hecho de qu9 el volumen

construido ,iglr" uitt""iuáo ut suelo' el cual depende de

un <propietario>. El elemento competitivo ya no basta

para ajustar Ios p*"i"t " fos (valor-es' (a la "verdad de

io, pté"iotu) sin que por ello su efi'cacia haya desapare-

cido por compt"tol}l-monopolio del suelo' por ende' del

espacio, suma t"t;l;;;; a i"s det capitalismo monopoli-

,ido, "tt tn condición de tal'Lo que ." pugu, tanto ventajas como desventajas' se

refiere a las rentís lJe sit"acián' de equipamien':J ^17;;;il J"p""¿u" a"l"t'"io v de. ia. propiedad. d:l t:."1:'

;;;;üinciden ni con el precio del suelo' ni con su ln-

terés, ni con "t

int"tZs á"t "ápit"t

prestador' Por añadidu-

;;,; "iiritu"i¿"

¿"iuott *"n adqulrido puede' v"ij-"^il:;iift;-i;-"uuttifi"ución monetaria estricta' cargarse de

tig"rn""*.""t d" i;á;; semántico' De tal guisa que el

espacio se torna ";;;¿; insignificante con respecto a los

á"Iü"át "imbolos

y simbolismos. .(naturales' estéticos' re'

ligiosos o morales)', y- iip"rttgnit'icante (superobjeto) con

;'5i;;;."i'i".-""éi';t aspectos semiológicos de los obje-

;;;: El t""tido de iot "tp*l"S producidos -la extensión

á"1 ""piürismo

a iá-to'uu¿ud tel espacio- es a la vez

;;td;;;;; "rnurotlih". ó"

"rtr, el "supersignificanteu'

El

valor de utilización u"aUu por definirse en términos je'

I

itl,'l I

ll2¡¡cs 128 8

larquizados: ventajas, capacidad de poderío y de relacio-nes con el poder, ámbitos y lugares más o menos presti-giosos. No por ello dicho valor va a desaparecer. Nuevascontradicciones surgerr: entre centralización y periferia.[ntre lo que está en estrecha relación con un poder y lo(lue se escapa al influjo de éste, entre los azares de la uti-lización y las necesidades del intercambio, etc... Y todocllo, dentro del marco controlable y controlado de la pe-rruria de espacio, en parte ficticia. Si bien la extensión yla raridad del espacio pueden figurar en el seno de unarnisma estrategia, también es posible que puedan entrarcn conflicto entre sí.

7. La economía política del espacio es, de hecho, unacconomía que implica una política, a saber, una estrate-gia o varias estrategias. No se halla aún más que en susinicios tanto teóricos como prácticos; pero la práctica,aquí como en otros muchos sitios y cosas, se adelantaa la teoría. Nada más normal que esto: así es como la teo-ría y los conceptos posen un contenido y se verifican a símismos (¡es decir, que legitiman su contenido y su alcan-ce crítico !).

Dicha economía política del espacio se distingue aúnmal

-conceptos críticos incluidos- de .,la economía ur-

bana". Ésta no representa más que un caso de la econo-mía clásica y de la política económica tradicional. Estudia,sabido es, diversas cuestiones cuyos lazos de unión esca-pan a su control: costes, transportes, bienes de equipo,ctc... Esfudios a menudo objetivos y válidos, pero que noIogran traspasar el umbral que separa una ciencia enpleno retroceso de un conocimiento renovado de continuo.La economía política del espacio parece expresándolo conlas preocupaciones que son de rigor, destinada a desarro.llarse. ¿Permitirá intervenir? ¿Proporcionará acaso con-ceptos ooperatoriosn? Con toda seguridad. Lo que hace do-ble el interrogante ya presente y acuciante: <¿para quiény por qué?r, en otras palabras, la cuestión del poder.

Cae por su propio peso (¿acaso es necesario insistiruna vez más sobre ese extremo?) que esa economía políti-

,fJ..t'i 1,1rr'-',

..i!;:,,.i, ,'l$jíÍ :¡.r,;^;,r,,,

-.a.-

113r, ¡r-'A

Page 59: Espacio y Política-H.Lefebvre

ca del espacio, en tanto que expresió¡ teórica y- crítica de

il;tu.if,;io"iur "r, "imutó de la.sociedad existente

(relaciones a" prod"c"ión capitalistas) no anula.}u p{o-

ducción c1e los bi";á;;;minadot de consumo (durade-

r.r á "tl, ni los problemas inherentes' E' inclusive' se re'

fiere a esos probl"t*; uftora bien'.tiende a desplazar

las cuestion", "r"o.lut"t, á, m"¡ot dicho' a mostrar los

-á-ititozo*¡entos gue se

'llevan a cabo efectivamente en

la práctica, con los procedimientos y resultados habitua-

i"t:';';;ü¿r,-s*bstiiuciones de . agentes v de personas'

transferencias de t"tpo".utilidades, usurpaciones de com-

ü; ;';.ü * i:':Í ** ?*:' $i T l5i1l;'"'tT?lT: ::.nes Y estrateglas osión y de la gestió;- il los medios de producción sigue

incólume, urrr, "rrá,tdo-

d"tplt"udo hacia la producción'

la gestión, tu orgut^i^'l"ionáef espacio' Lo que agranda el

problema en vez á" t"toft"tto' bi"ho en términos más

adecuados, ¡to qrr" umplía las contradicciones' en vez de

eliminarlas !

Cae igualmente por su propio pes.o el que- la economía

política del espacio:;;;f nrutig téorico' implica la crítica

de la realidua "*ptltio,-captada

por los conceptos' gleva-

da a nivel teórico. af ig"át que- el El Capital de Marx'

análisis crítico ¿" fu pto?""ió" a" las cosas en el espacio'

;;;;;;i; rro ¿"rnuJ" io, "orr""ptos

elaborados por Marx

(tal como: valor i" "irrütú; t valor de intercambio)'

así como tampoco t" *Lto¿o; los transforma' transfirién-

clolos a una más uÁpUu-"'"ala' a-otro nivel' Para Marx' el

poner el acento ttü;;i;t;;;;"áicciones de una realidad'

í*"" "^

rig"in""t ;;;L "rítica -si.g"," constituvenclo un

ente interno dentrJ de dicha realidad' La crítica interna

no tiene nada de ."tu "tlli"u moralizadora' filantrópica o

humanística (incluso*ti;; d"t;¡e lado a los "hombresu)'Está en estrecha t;i";ió" t;n el cono"imiento científico;

la ciencia que quiei" ser "posititlu y únicamente "positi-

vao, excluy"r,ao "r,'pt;;""i'; de la comprobación Stttél;

tica y de lo constut'i",-4" la coherencia y de la lógica' el

alcance crítico v ¿i"iJáti"o del saber'.dicha ciencia se car'

s" d;ia""logía no conocida como tal'

114115

8. El concepto de composición orgánica del cap¡¿"1(proporción de capital variable y de capital constante) u.uno de los rnás importantes y de los peor conocidos ¿"¡¡rcnsamiento marxista, La teorfa de una cornposició\ de-:;igua! de los capitales, de una composición nrcdia, de rrnatcndencia al acrecentamiento de la composición, hace p¿._tc de las teorías y de las leyes tendenciosas descubie¡1u,¡ror Marx.

La economía política del espacio contempla dicha 196_ría en su doble faceta: a escala local, a escala planetq¡i¿(la del mercado mundial). A nivel local, al igual que 1q¿.industria, la de la construcción --€n el amplio sentidq ¿"la palabra, no únicamente la construcción de edificios,sino también de las oinfraestructuras>: can'eteras, auto-pistas, aeródromos, etc...- ha aumentado considerq[1.-mente la composición orgánica de su capital. Otro tq¡16sucede con la agricultura. Sin embargo, las inversio¡sgmasivas y la introducción de técnicas modernas no ¡anllevado a esa industria hasta el rango de las industria5 ¿"prirnera fila. Ya sabemos que la mano de obra sigue q.r-servando una gran importancia (capital variable enorrne.trabajos de explanación, utilización de mano de obr¿

"*-tranjera). De ahí la producción masiva de plusvalÍa y elefecto considerable ya comprobado: en contra de la l¿¡¿(tendenciosa) de la tasa de interés. Lo que otorga a dicüaproducción un carácter específico y una entidad espeqi¿1.cn comparación con la producción agrícola ¡t la de lo,demás sectores anteriormente mencionados (economí¿ ¡o-lítica de los productos industriales -industria

pesadu .,,

de medios cle producción- producción de los bienes dLconsumo, etc...).

Sin embargo, hay algo aun más importante. La noq¡ó¡de composición (orgánica) media del capital no concie¡-¡súnicamente las empresas, las ramas de industria tor¡¿¿^"por separado. Se extiende a las regiones, a los países y olas naci.ones. Aun cuando en contadísimas ocasione5- u"repare en ella en tanto que criterio del "desarrolloo y ¿"1osubdesarrolloo, no cabe la menor duda de Qu€ es ssnnoción la que proporciona de ella las características ¡16,

Page 60: Espacio y Política-H.Lefebvre

pertinenteS.Enefect<¡,rinc1ecuentasirnultáneamentedel-pro""so(tendencia iJi¡e;lal acrecentamiento de la com-

;;",;;tó"'',sáT:,?-{"tiÍ'i::Z':':f :{:!?ff l:l""iffiülltación' P"t""11:1:1", d" composiciór, *"¿iu desigual' se'

*f i1':ni"f 'l?';;). iu' ^ t'u"'terencias d e capitales

(de plusvalía) de ot'noá ? t'" t::ltoi a otro' desempeñan

"" pup"f constante a escala mundral'

Sin que uuyu*u'-u '"tá"'i¿"tuT'"'t" análisis (cf H'Le'

febvre, Au-tleld' d'':t;';;;;;1isÁe' rrtima oarte)' que abar-

ca las cuestiones -á""tu'lu' !19 Tuyot- áctualidad' i*:;

nros subraru' unt'i'i^- "-tp"i¡oUao¿l

de dicho concepto: 'Ia

composició, o'ga);; media' No corresponde a un el9:

rnento extracspaciai, abstracto.a modo del "valoro (de

utilización y a" ináicá*Uio¡' sino. a una localización' En

ei mercado *""oi]i''1" "las'relaciones' confrontacioncs'

pcrecuacio,'"' qtl"^I" fá'*u" o se desarrolian a esa cscala'

-inv j.sibles,¿if i'irmJi#i*'urJ'tl,:T^:10:ig";:J::i3tTlnvlslDles' u'ru¡''vr,*v otTti¿"

-oigánica rnedia pt"p:^1:l':

v apremiantes, la cc

iru él hito, tu ."r"'"ttiI' ii "tt"ul"::T:t una comparaclon

con los Estados r¡"1-á*' la composición orgánica del ca-

oital en tal o cual ;;;'d" Aflcá o.'ic América Latina es

taja. ¡De ahí, "t Jilti'obl"rnut ! Las relaciones entre

sectores y países t;;;;l;i"3:'^1.::, concretrzan de esta

suerte en tanto q.," i"la"iónes espacia'fi;Lil:3;:i:llTclo cl espacio geográhco del cs'pacio ccc

" io p o t it i. o,

: I l:i ^i"'

- ;;;.1i' 3 ¡, 3

t

?"."'.',';:: :;;: 4; ; i" osocio-político'' De esta gutsa' t

del espacio "ou'u'óáa su diniensión' A esas alturas' er

t¡alor de utilización"¿"f ltputio se torna político'

g. Se trata, pues' con el cambio-de escala' de un cam-

bio cualitativo..A J;l"i;;i' J ":ryll',:ff T #tJiTil:;;;;;i;" se hace con un tiemPo cot:

netario, el poder ¿"'"ütiuit;;? d"Ttna un espacio se

h uo" " o' p o derí o

" i"" J' *'"á* -u:::9; ii;i3.il|'á #

. "rt"if"."t -horario y placeres' rano

* Repartición equitativa' (N' del T')

116

situado- tiene un carácter inmediato. A nivel global, por

lanto estratégico y político, el espacio tiene una utilizacióninmediata, dlrectá (beneficios) e indirectas (estrategias).

A ese nivel, a esa escala, las estrategias polític-as se sirven

<lel espacio por partida doble: utilizan todos los recursos

,lc los "rpuóio,

uricoso y se despliegan por todos los es-

¡lacios existentes.Las diferencias económicas en las composiciones de

los capitales se ven abocadas a soportar diferencias am-

plificaclas. Es decir, contradicciones a nivel de las estra-

t"giut. El mercado mundial, que no se reduce al de las

¡n"r.urr.íu, v de las cosas y objetos, que abarca el de los

capitales e, incluso, nosee en éste su principal comoonen-

te, el mercado munclial adguiere una existencia concreta'

.n cuanto la econornía política del espacio pone de -uT:liesto sus disnositivos sobre la superficie terrestre. Elmercado rnunclial ocupa el espacio v se reparte en espa'

cios bien determinadoi. Sn teoría entra a formar parte de

la economía política del esPacio.

10. Esa teorla reconsidera a un nivel diferente unas

clistiriciones ya conocidas: centros y periferias, significa-

ciones v no significaciones. Las cosas y nroductos estu-

diados por la economía clásica cobran distancia v abs-

tracción con respecto al esoacio así determinado al con'

creto espacial. Las categorías económicas vuelven a co-

brar entonces, en gran medida' el carácter concreto del

nue disfmtaron .tttuño, cuando se vinculaban con las

f.t"ttut desnlesadas en la historia con la ciudad' la plaza

del mercado, el mercado central v el camparario' Ese con-

cepto, el de concreto espacial, suvera el del espacio geo'

métri'co, el de espacio t}sual. el de espacio esoecializ.ado

(económico; geográfico, etc..'). Pero a ese nivel,las oposi-

.iarr"* revelan las contradicciones que entrañan v tlisimu-

i.l^ ii"i"*ambio.utili zación, centro_neriferia, totalidad-

desmenuzamiento, homogeneidad-diferencia, y, quizá:

producción-autodestrucción)'

tL7

Page 61: Espacio y Política-H.Lefebvre

11. El espacio concreto no coincide con ninguno de

Ios recortes o divisiJi"t q"" "" él lleva a cabo el analista'

se concibe como "tt ""uoluimiento de niveles sucesivos'

En el nivei elemetttuf iÁi"to)' las unidades de producción

v las áreas de consumo conservan su importancia' {n el

;'á, #;;1, h;t;i*"i"udo mundial (el espacio pllT-

tario) con sus co-pon"ntes m.a1¡róimos' los países (ca-

racterizados por "-tu

-"o*posición orgánica del capital)'

il;;;;;;r-"iu"r"t, '" tlitiutt las ciudades v las grandes

V. La producción del espacio

1. No es exacto que se tenga que escoger entre lareconducción pura y simple de todos los conceptos mar-xistas y su abandono puro y simple (alternativa propues-ta por los dogmáticos, de entre los cuales destaca PaulMatick en su libro recientemente traducido: Marx etKeynes). El rnarxismo no constituye un bloque homogé-neo. No más que el hegelianismo.

¿Acaso se debe escoger entre una noción de miras es-trechas y mezquina precisión tal como la producción (pro-ducir toneladas de acero) y una noción amplia pero inde-cisa (producir signos, lenggaje, ideología)? No. De igualforma, ¿acaso se debe optar por un concepto riguroso,pero limitativo del trabajo (el trabajo mannil, eI trabajoproductor de cosas, de plusvalía, etc.) o por un conceptoo seudoconcepto mal definido (el trabajo intelectual, eltrabajo ideológico, el trabajo político)? Tampoco. Final-mente, no es real que cada uno de nosotros tenga queoptar por el conservadurismo o por el ..revolucionaris-mo". (¡Todo o nada ! ¡Todo y de inmediato !) ¿Ha muer-to Marx? Pues, ¡viva Marx!...

2. La exposición de las razones que motivan una(economía política del espacio> viene a formar parte deuna teoría más amplia: la de la producción del espacio.Puntualicemos: "producción del espacio,r, y no de tal ocual objeto, de tal o cual cosa en el espacio. El análisiso exposición de dicha producción difiere radicalmente delos estudios que pululan, que se las dan de ser <cienciadel espacio> y que, consecuenternente, no conciernen másque representaciones del espacio (incluidas en ellas lasrepresentaciones matemáticas) o fragmentaciones del es-pacio (el espacio institucional, el espacio de esto o deaquello, incluido el uespacio epistemológicoo). La teoríade la producción del espacio puede utilizar esos estudiosdivisorios y divididos, eü€ tan pronto tienden hacia elempirismo, como hlcja la abstracción; de igual forma, Iaeconomía política del espacio puede recurrir a Ia econo-

zonas urbanas.'"'T;;l;; "i,'dud"'

como las zonas urbanas desempe-

ñ." #;tñ iudu u"' más importante desde todo punto

de vista, y sus prool"Áu' '" "oé1u""-"t*nciales' Considera-

dos con respecro t^i*-}""ttas productoras' para esLirnu-

ffi* ; páiu rt""urlas, los espacios urbanos revisten una

importanciu d"ci'iua'-ista observación puede hacerse ex-

i""tiuu a los problemas políticos',Las dificultu¿"tlt"p"*ntes en los Estados Unidos son

múltiples; proui"t"" ^"t' g'u"- parte de las ciudades: in-

controlabler, iogoú"tttablás, de vida cotidiana insoporta-

ble. o ¡ Salvar h. ;i"d;des !o se ha convertido en la con-

;t;;; ñiiil¡ ;" ú n"" ilq"en Bala,cada día más los dos

partidos "rrt.",,tuáot,

cadu uno. de ellos pretendiendo

ár"rt* f*-Á"dio!l'la estrategia para conseguirlo' Los

problemas ,,o ,""i"i'o; 6;;i;ti;'' "ot' toda seguridad'

en eI marco ,o"'uil iorli"o u"t"ul: en las relaciones de

produción ""i,teniá¡-repercuten

sobre el conjunto de la

iociedad, ¿"gtuauJil; i" it vida cívica v social' 'tenden-

cia a la baja de h ;;dJividad y.de ias tasas de creci-

miento, cuando, áJ ftJo' los póderes políticos siguen

apuntando . h ;;4;ié" ináefi¡ida del crecimiento'

Si Europa pJ';;ü"er mejor-papel ante t9t E:li1:tuniáo, J"f-que hacía hace unas.decenas de años' ¿acaso

no sería debido ñ;;;r"r estado (relativamente) de sus

ciudades, " I" ¿;;;;i;;il en el .eipacio' ¿^" J1' fue13s

productora, V *ááiot de producción' en definitilat a una

f,"I;ffi; óritü ¿"i-Ltpu"io' más halaeüeña? Lo que

;;ñ;i;;;" f";u uiguttu zafarse de las consecuen'

.1"J d; h ley de desarrollo desigua^'

;l

;l118

119

Page 62: Espacio y Política-H.Lefebvre

mía urbana, a la geografía regional-o general' etc"' siem-

;;" ;-;""áo ." ias inodifiqtt" "tt fun-ción de un cambio

"J""":";;;, ."bt"-i"á;, de ^centro' Tal como se ha dicho

va anteriormente, se f""a" concebir,una antropología del

#tffi^¿;;;i;;i'o), una sociología del espacio (v

á"f ii"*üo), una arqueologia' una historia del espacio

;;"i'tü;'á, etc., haci"ttdo uso' con las consabidas reser-

i;;;l;*Jtá¿.t de la antropología' de la sociología'

de la historia. Conviene ahora hacér hincapié sobre el cam-

bio de escala y ,oU.*-"i desplazamiento del centro de la

r"i-"ió". Ci"Ut" tu ^"ttopológía

del e-spacio' cJ' E'I' Hall:

L,a dimension cachéc, pp' 129 y ss') Ninruna de esas (ols-

ciplinas,,, ateniénÁ"n#ui á"áugradablá vocabulario fre-

;;;¿*;"te utilizado, tiene derecho alguno a enmascarar

la exigencia más arnPlia'-* -ia"producción á"1

"tputio tiende hov en dja a dome'

ñar la práctica social, sin conseguirlo' dadas las relacio-

;;; á; producción existentes' Está en estrecha correspon-

;;;"i; a nivel de las fuerzas productoras. supone la uti-

lf"""iá" ¿.las fuerzas producloras y de las técnicas exis-

l"rrt"r, la iniciativa cle grupos_ o-clases capaces deinterve-

;;;; ;icula, ie"urñi""t la intervención de individuos

capaces ¿" "orr."üi,-obj"ti't'ot

a .di,cha escala' actuando

dentro de un -u."o tá"'tit""ional determinado' portado-

,"r, i"""ituUlemente, de ideologias y de rep'resentaciones'

;;;iil;;i"- ¿" ,Jpresentaciónes espaciales. Tanto las

ideologías como las representaciones torresponden a los

ñffi;"^-i;; .i;;', iot -ende' a las relaciones sociales

á"lioal."i¿rr, e, á"óir, a los obstáculos que se levantan

ante las fuerzas productoras y las posibilidades que ate-

soran éstas.

3. Se descubrió la producción-del. espacio' en su con-

di.iJr, á" of v á" fotmu confusa, hacia el año 1920 o' me-

i;;;;h;, ánia dé.ada de los 20' tanto en Europa como

:,;A*;;¿". Hrr"lgu extendernos nuevamente sobre el des-

moronamiento, ya total en aquella época' de los antiguos

i4iíiliiiÁ cár".rpá"lo del slntido óomún, el espacio ab-

soluto de los geómeiras y de los físicos' la perspectiva y

120

la línea cle horizonte, sin olvidarse de Dios v el Diablo,del Hombre, de Ia Ciurlad ¡r la Historia, del Padre v laFamilia, etc.). Hacia 192A, ernpieza la búsqueda de unnuevo referencial: Io .surrealr:, el lenguaje, el puro sa-

ber, el nartido nolítico...Sirnultáneamente, surgen clos escalas: el Bauhaus en

Alemania, v la escuela arquitectónica en la Rusia soviética

-así como dos hombres prácticamente únicos en su gé-

nero: Le Corbusier v F. Ll. Wright- columbran Ia pro'r]ucción del esnacio. Secrrndados por artistas (Kandinski,Klee), ellos mismos artistas v filósofos. los teorizantes delBauhaus van más allá que los demás. Conciben Ia idea de

aue los obietos (arquitectónicos, urbanísticos, pero tam-bién ornuebles") no nueden va ser producidos aislada-mente, siendo el conjunto el resultado de un encuentroazaroso, cuando más. de una cuestión de gusto. Cada.obietoo (monlrmento o edificio, mueble o inmueble)debe ser percibido en su totalidad, en el seno del espacio,clando vueltas en torno suvo. captando detenidamente to-dos sus aspectos. Lo cual exige que el mismísimo espaciosea percibido y concebido, captado v ensendrado comosi dé un todo se tratase. Los niveles v dimensiones delespacio, desde 1o global hasta lo más local (lo mueble)quedan suneditados a una concepción unitaria y una mis-ma actividad productora. Gropius y Mies van der Rohe

no realizarán más que obietos arouitectónicos (casas-to-

rres) rrero han presentido las posibilidades nuevas que en-

trañan las técnicas (modernas". Hacia aouella misma épo-

ca, los grandes arquitectos soviéticos suputan oue Ia Re-

volución va a producir un esfracio nuevo y, dentro de

dicho esoacio, relaciones sociales totalmente nuevas, li'bres de los constreñimientos estatales, relaciones que nrG'ponen <condensar', unir a espacios eJaborados por ellosmismos. Su fi:acaso, es bien sabido, fue rotundo. ¿Acasono lo barruntaban va ellos mismos cuando establecían undistingo, tal como nos lo muestra A. Kopp' entre lo que

depenáe de la vida privada y lo que depende del, trabajo,de la vida pública v política, al proyectar esos elementos

en lugares separados? ¡Esa vanguardia no proponla ni

t2L

Page 63: Espacio y Política-H.Lefebvre

más ni menos que *trabajo-familia-patria,, lo que llega'

;;" "--;";lir"rse

de diversas maneras imprevistat' -y'.Bot;i"t;":;;-;;;o" ¿"

"ttou ! sin embargo' bien se habían

percatado de que p;;-;;*t;r ta "idi ttuv q:::o3bi?lii "tp".l"

(s.t^o"upación y su morfología social)'.Pol 1"q"" J" i"nere a Frant i'ftv¿ Wright' genio solitario' éste

il"ii-"r"o, relaciones sociáles nuevas' producienrlo un es-

pacio original n """ *"tioiogiu espacial inédita (Broada-

cre). De toclos ",o' i""ooado--res' descubridores del espa-

cio, el rnenos imporiante' el menos interesante' el menos

simpático, es, sin ;i;gd sénero de .duda' Le Corbusier'

cuya retóri.u ""t ,u "t-"uti"t"t

autoritario Y reaccionario

f'i;:;;i;áta rt"""át", carácter al que se amoldará ple-

namente: rigor d"i;;ói; recto v cle- la línea recta' rigi-

dez en la verticalid;;:';L*illismo incluido: el sentido del

;t;.d., d"l orden -átol establecido o por establecer' so

;;;r*t; de racionalidad esPacial'P";"ó; ;"t1;;-;;;;; á" esu prodisiosa efervescencia?

Cuando menos, "" "Á""p'o teórico' el de la producción

del espacio.*-" {u'iupu"idad de produ-cir e1 espacio se ha ido acre'

centando d" for*a "xiraordinaria

desde el Bauhaus' Siem-

;;;l;; J";;¡;e"; hu" p'od''cido un determinado espa'

cio, el ,ryo p,opi"; ;; it superficie del suelo' Tal cir-

cunstancia ." "o-it"-";; h;;" día meior' ¿ la luz del

concepto clue de tui h""ho '" d"'p'"ttde' Un boom dt: las

fuerzas prodrr"toris p"tt"it" v-erdaderamente producir es-

pacio. Dicha p'o¿*ii¿" p""<te recurrir a toda clase de

técnicas y a todas las ciencias' aouellas que captan

v utilizan las energías masivas' y aquellas que estudian o

utilizan enersías ,iiili", il"formáticá, cibernética). La des-

;;;;i¿" de la naturaleza tiene ese anverso y esa contra'

#ü;t l. pt"¿""J¿" ¿* espacio' La automatización'

|*.'ll*"i"-d; l;t-tu;t'ut ptóattctoras v la alta tecnici-

i"a, "ít" "i"*f"1"-ediatámente con la producción

'del;;"i;;"po, "l

moáento, más bien servirfa para contro-

lai el esPacio existente'Según parece, el concepto siggue-oscuro para no pocas

personas. r,'" ot"lrrJáu¿ ii"o" varias razones de existir'

122

Parece como si el espacio estuviese únicamente marcado:jalonado mecliante iu ocupación y la población que loutiliza. Lo que reduce el espacio social a la extensión ar-caica del unólo, el de los pastores y de los nómadas, aquelque estudian los antropólogos, el que está poblado de

especies animales. Esto viene a ser como hacer caso omisode la transformación de la naturalezz y del espacio en eltranscurso de la Historia, y de la importancia del fenó-

meno urbano. Viene a ser como ignorar la esencia deldominio sobre la naturaleza, dejándola reducida a deter-

minados signos de dicho dominio (él mismo reductor vdestructor, de ahí una reducción al segundo grado).

Tanto en la práctica como en la representación,-laproducción del eipacio conoce trabas procedentes- de las

ielaciones de producción, y, especialmente, de la pro'piedad privadi del suelo. ¡La propiedad estatal no valemucho más ! Es la sociedad entera, práctica y teoría, sa-

ber e icleología, la que queda retenida, comofrenada' Elexamen crítico v detenido de actividades que parecen, a

primera vista, prácticas, a saber, la, construcción, la ar-quitectura, el urbanisrno, muestra bien a las claras en

qué forma actua la reducción: Todo se reduce al suelo,

ál plutto, al dibujo, a la provección sobre la superficie,ae ani aplanamiento e insipidez. Los famosos "partidos>arquiteciónicos, las supuestas opciones, implican esa pre-

via reducción, puesta en evidencia por un análisis críticoy no por una sistematización de orden "epistemológi-co"'' L; propiedad del suelo trae consigo ese efecto sobra-

damenie conocido y sobre el cual no nos cansaremos de

insistir: las rentas de alquiler. Tienen una repercusiónen los puntos céntricos de las ciudades a veces realmente,otpr"nd"rrte. En el corazón mismo de París, los inquili-to. d" inmuebles, muy habitables a pesar de la ausencia

de confort llamado *modernoo, ven cómo personas com'petentes y enteradas, les reprocha-n n9 pagar la "renta de

situaciónl, ¡debido a que sus alquileres siguen siendo

bajos ! Lo que justifica, según parece, el derribo de dichosinmuebles y su sustitución por edificaciones con despa-

chos o con apartamentos de alquiler elevado. Lo que sig-

123

Page 64: Espacio y Política-H.Lefebvre

nifrca que los terrenos o solares son objeto de fructuosas

"""tá"io"us. Resulta inútil insistir sobre ese tema' ¿Aca-

ili;E;;'Áat]"".t" de la propiedad del suelo' el más

p"tiiroro, no sería la ururallzación' de la ciudad en el

curso de su e*tensi¿,, y de la urbanización generalizada?

En los arrabales, "r, tu""t"d urbanan más o menos tupida

1"" * ""if""¿"'huttu los puntos más apartados de Ia

campiña, tu, "upuJá"des

pioductoras se ven demasiado

;;iáil;;nte reducidu. u^po"u cosa. La rentabilidad más

;il;-;;;tponde al subempleo, irrisorio de las fuerzas

p..¿""t"t"i, u tu caricatura-de las posibilidades' Las téc-

nicas ..modernas> no son utilizadas más que f9r1 la circu-

h;¿;: para abrir camino al objeto-piloto' el objeto-rey'

el automóvil. Bien es verdad q-ue a menudo las obras

construidas para "1

pu'o de los coches resultan admira-

;i;;,;;;"áo ro q"i podría prop.orcion* lt nT-*:^':::á"i-átpu"io liberadá de las contradicciones que provrenen

del conflicto entre las fuerzas productoras y las relacio"

""r ¿" producción, ¡a una "'calu

mucho más amplia que

en tiemPos de Marx !

4.Lacontradicciónsevaahondando,pugs,entrelopotiüfü t,o l"ul.^ro que da lugar aI pensamiento <uto-

pianoo, p"ro "orrt"i";di;ht áploraóion de Io posible

un caráctet concreto que no posee por,cierto' eI positivis-

;,;; ;;tra de ñ";;;]u abstracción' Ese vuelco de

situación no ha [";;; u hu""t mella todavía en muchas

;;;;;; á" b,t"ttu-fe, tal como s.e suele decir'--ll"át"

"l "rpu"io efectivo sigue siendo un espacio

homogéneo, vacÍo, u-*o¿o de1 espacio euclidiano' lleno

de objetos, d" "osu!,-á"

ptttot'u* .To' Ese espacio ins'

ti"itáii"t¡íto, .l de Ia répresentación' 'el de los tecnó-

cratas, no es un espa,cio iocial realizado' En tanto que

instrumentalista, tiáá" u restringirse' a encerrarse sobre

sí mismo, . oo "iililit -m¿t

q"e lo reiterati"ol l:^1t*i:á;;;;"ánocido. sin embargo' en tanto que espaclo

á. ""u práctica social, producido como tal' posee carac-

;;;;t;""íficos v detárminados' Si bien el choque entre

esos caracr"r". "rfJ.ifi;;; t el espacio geométrico clá-

t24125

sico (euclidiano) llega a producirse, si bien está permiti-clo en el espacio soc]al, nb po. ello 1o define' ¿Cómo defi-

nir, pues, dlicho espacio? Es visual y fdlico' La dictaduraJ"f' á:o: el de Dios y del Padre, dcl Maesro y del Jefe'

clel Pátrono y del Policía. Miradas soberanas cle la presen-

cia estatal. Óontrol. Dominación abstracta de Ia natura-

ilru qr" implica y clisimula la dominación concrcta sobre

los séres humanos hacinados en sociedad. Espacio y len;

g""i" ¿"f Poder y de la Voluntad de poderío' Espacio civii

I *ltitut, *ur",riino y estratégico. Imágenes y musculatu-

ias. Lo Visual y lo Fálico se sostienen mutuamente' se

complementan, no sin ricsgo de conflicto, pues lo Fálico

inteiviene con brutalidad, cuando, de hecho, lo Visual se

contenta con la representación trajo forrna de imágenes'

Las torres, los moiumentos se crigen por encima.de. los

,rr"lo, y zuperficies, de las insipideces, llo para decir y

il";"; u .ub"o alguna otra cosa, sino para poder controlar

y vigilar mejor. Esas fuerzas rigurosas y vigorosas man-

ii"nár, de esta guisa un tiernpo, el del ordcn (moral)'

Transparente en apariencia, especular, especulativo'

"u" "rpuúo no tiene tudo d" inocente' También es él pro-

ilucidá, según las miras y los intereses de los "producto-."r", .íunáo, de hecho, dá la sensación de surgir del suelo

natural para reemplazar equitativamente la naturaleza' In-cluso, u'u"".r, tieie las trazas de un espacio-de la energía

vital y del deseo, cuando, en realidad, es el de las nece-

siclades filtradas Y cifradas.

5. Las posibilidades frenadas, reducidas' no por ello

dejan de eriocar otro sistema de producción' Ese término

va recobranclo un vigor que tratan en vallo de restituirle

los dogmatizantes dél már¡smo' ¿Ctro sistenta de pro'

ducciól? Sí, la producción de espacios tan diversos como

los espacios naturales, diferentes los unos de los otros y

de su-matriz originaria. Cae por su propio peso el,que la

p."a"."i¿" de oÉ¡etos en,el espacio no por ello -desapa-

i""". j¡."uto será necesario tener que repetirlo? Sin nin'

;;;;;;;; de duda. Ahora bien, el <sistema de produc-

iión'"transformado no comportaría irnicamente la trans'

Page 65: Espacio y Política-H.Lefebvre

La burguesía y el esPacio .

formación de las relaciones de producción' incluidas entre

éstas aquellas que ;;;;t;;;; ia propiedad del suelo' No

se define tan sólo u-i*u¿t cle la-propiedad y la gestión

colectivas de los ;di;t -áe

prodtocción' sino también a

través de la gestid;i; proiucción.*colectivasu del es-

pacio propiamen," ¿itttl'-rru"iendo intervenir en éste la

natur al eza,r"p.oo.,Jiiu ; ;;itt-^da en espacio social'

integrada b ,éint"gtuda iras su declaración en tanto qu'e

fuerza productora. Se trata, por tanto' de otra forma de

producir y no únicf;;;;; 'd;i nerfeccionamiento de los

medios ¿" proa'-'"tiát',;; t" posesión y de su g:tll.liEil; lruia" ¿" i"t-ituttocariientos' el nuevo (sistema

de producciOt' "o-po"áe llevarse

1- "ubo sin el trasto-

camiento de las reláciones' y' consecllentemente' del es-

pacio existente.

6. La producción rlel espacio no puede nt"-1^tt:::^?*quJ'"tfi"íi ailerenciat' Elló' debido a que su redlrccron'

la que afecta" t";';;;;tilü;a;' desemboca en el espacio

n " tt ?r" iir";

". r o u t e s p a c i o d i f e re n c i al' :l "

tl ?:

i :,"n:ri;neo específl.o tuittai fatico-) Io" "t otro que eI cspacto

d.e muer te. n"at"Jü]t' tt*ttuí de las fuerzas procluctoras'

Retroceso a" fu pia"titu totiuf' Destrucción de la ry::'"-leza en tanto qut ü urbanidad se dispersa en un espaclo

seudonaturur. p"'ti'íáió; "d"

i"; fuerias productoras' Re-

üilñ;"-!"a" cuanto es anterior' prcsentada como

<(neo>. Autodestru;tó" nuclear' Autodestrucción de la

vida social "r,

proo""t o de ias potencias políticas (estra-

tégicas). f," "*p-Jt;o-re' o"u*'intiv'o" cansas de muerte'

Y, no obstante, #';ü it-1*."t' de los realistas' EI es-

pacio visual-fálic;, ;;;""ttia la sentencia de muerte del

L.,"rpo tras la d;'f;;;;;''J" i* Historia" clc Dios' ¿Lle-

qará acaso et esfacio hasta la ejecución de su sentencra'

é*p"to significada?

Ante todo deseo precisar que no hablo en tanto que

representante de la Universidad francesa, aun cuando ten-

ga la cátedra de sociología de esa Universidad parisiense

cle Nanterre que, araiz de los acontecimientos de 19óB' ha

cobrado ,ro po.u fama. De pasada, me agradaría rec-or-

darles que lós estuüantes dé sociología de Nanterre ha-

bian recibido una enseñanza marxista' A resultas de la

enseñanza que les había sido impartida, había quedado

claro en sus mentes que no debían replegarse sobre una

microsociedad contesátaria, a imagen y semejanza de los

estudiantes de otros países, sino que debían atacat a lasociedad burguesa "rrlu

conjunto y, como cabeza visible'

al Estado. Eitimo que esa enseñanza marxista ha reves-

tido una importancia decisoria en el curso de los acon-

tecimientos que se produjeron en Francia en 1968'

No hablo "n turrto que miembro cle la Universidad

francesa, ni en tanto que delegado de una determinada

institución, sino en nombre propio. ¿A título de qué me

hallo aquí en estos momentos para di.rigiries la palabra?

l;;"t un filósofo, pero no un filósofo en eI sentido en

q"" fá filosofía se pretende ^(pura), asi como también

áutosuficiente. Para mí, la filosofía interroga la plác-

ii." to"iut y política; se esfuerza en auparla hasta el n!.rr"t ¿"t leng.ta¡e, del concepto, de la teoría' En esa prác-

tica actuallla arquitectura, el urbanismo, el problema de

iu "iui""¿u

y el áe la ciudad, revisten gran importancia'

Aun hay már, ", el nivel actual de las fuerz-as produc-

tivas y á" trrt posibilidades lo qrle es menester interrogar'

* IntervenciÓn en el Congreso Internacional de la Vivienda'

Santiago áe Cnl" ("i fi á"-ttpti"ryb¡e^de 1972)' y el en XXIIIConsreso del Instituto t.tt"*u"iottul de Sociologla (Caracas' el 20

de ñoviembre de 1972).

126

r27

Page 66: Espacio y Política-H.Lefebvre

En pocas palabras es en mi condición de marxistaque me dirijo a este digno auditorio; quiero exponer ununálisir teórico del capitalismo moderno, análisis basadoen el estudio de los países desarrollados y centrado en losproblemas del espacio. (Les ruego me disculpen que no-hable

de Chile, de la América Latina: no estoy lo suficien-temente documentado acerca de sus pecuiiaridades.) Antetodo, deseo rememorar cuál era el método utilizado porMarx. Partía de los rasgos dominantes, los más genera-

lizados de la época, de los rasgos más acentuados, parair captando seguidamente las diferencias existentes. Par-

tía dá los conflictos fundamentales para determinar y jus-

tipreciar los conflictos secundarios, derivados y coyuntu-táI"r. Dicho método, que pongo yo en aplicación, queda

arnpliamente justificado, por demás, debido a que este

Congreso es un congreso internacional'Tiatando de expresarme con la mayor sencillez, me

cabe informarles que deseo hablar brevemente acerca de

!-rancia y de Europa, y lo quc altá ha acontecido de nue-

vo, y de algunas enseñanzas que se pueden sacar de tales

"orriirrg"o"ias. Dejaré que ustedes saquen las conclusiones

más pértinentes. Mi misión no consiste en dar lecciones

a nadie.Francia, sobradamente lo saben ustedes, es un país

industrial desarroilado, es decir, que las fuerzas produc'

tivas han alcanzado en él un alto nivel, en el marco del

sistema de producción capitalista. Y sin embargo, Fran-cia no figura en Ia lista de los más poderosos países in-

dustriales. Tanto es verdad esta aseveración, que está en

curso una modernización (económica, tecnológica, insti-tucional), que permite estudiar y definir partiendo- de unbuen ejempto ét neocapitalismo, dicho en otras palabras,

el capiialismo de organización. No digo ei capitalismg 9r-ganiádo, y, posteriormente, se podrá apreciar que dicha

diferencia reviste gran importancla'Francia también tiene carácter de imperialismo' No

es el más poderoso. Desde los inicios del siglo xx, el im-

perialismo ha sido presa de- imperialismos más fuertes :

inglés, alemán, americano. El rasgo más característico de

128

¡rco üE 9

Francia es Ia profunda contradicción existente entre larevolución democrátrca,Ia gran Revolución Francesa (consus consecuencias: los derechos del hombre), por ,rnuparte, y, por otra, el imperialismo, la burguesia án tantoque clase dominante hábil y muy á.rra, el-Estado policia-co, la explotación de los trába¡aáore, frurr""r"r,1"-;;;;;-explotación de los tr,abajadorei extranje.or,

",ryó númlro,

en Francia, rebasa los tres millones y medio. Este con-junto de contradicciones quedó puesto de manifiesto en19ó8. Aho¡a bien, he aquí otros aspectos de la realidadfrancesa. Existe en Frarrcia una capital enorme, demasia-do grande para el país: parÍs. ta c itar atrae iodo haciaella: los_hombres, los cerebros, la riiueza. Viene a ser uncentro de decisión y- de opinión. En torno a parís, seextienden espacios subordinados, jerarquizados;

"ro, "r_pacios están a la vez dominados y expiotado, po, parís.f a Francia imperialista ha perdidt sus coloniai, pero enella se ha instaurado una suerte de neocoloniaÍiJmo. LaFrancia actual abarca zonas superdesarrolladas, ,"p"ri*dustrializadas, superurbanizada-s. y buen número' tam-b]e¡r de zonas cuyo subdesarrollo va en aumento, espe_cialmente en Bretaña, y €t la zona meridional del pais.-

Examinemos ahora el problema de la vivierida enFrancia. Dista mucho de estar resuelto por completo, den-tro del sistema capitalista, tal como fo había'ap.rátuáoEngels en un famoso libro. Sobre todo de cara a^ los tra_bajadores extranjeros. Siguen existiendo ,ro pá"á, cuchi_triles, tanto en el centro de las ciudades ant^iguas,

"o*oen los arrabales. A pesar de ello, una parte imfortante deIa clase obrera francesa está rerativañente bien alojada;en los suburbios, con casitas individuales (utorrecitu, -o-destas") y en lo que se podría denominar los ugrandescomplejos" (grupos importantes de inmuebles co]r apar-tamentos de alquiler) que se alzan alrededor de las liu-dades de nuevo cuño y en los arrabales de las ciudadesantiguas. En el curso del proceso acelerado de urbaniza-ción que tiene,lugar desde hace veinte años, gran partede los trabajadores y de las clases medias hañ sidó alo_jados de forma relativamente aceptable, pero sin inven-

Page 67: Espacio y Política-H.Lefebvre

üva arquitectónica o urbanística' Muy al contrario' esa

expansión de las "i"áud"' conlleva una degradación de la

;ñi;;;; i-áJ marco urbanístico'. Las personas que-

clan desperaiea¿a,, s;ütá i"¿t los trabajadoles' 1"11*:I"-r.t á""trÁ ,,'Utt'os' l'o que ha imperado'."tt' ot"l^u

extensión de las "itláá"t, es lá segregación económica' so-

cial, cultural. EI "t""i*ié"to ""ultitutivo de la economÍa

v de las fuerzas pt-;a;t;;;s no ha provocado un desa-

i;ü" ,"oá;ñil ;i;;;trario' un menoscabo de la vida

;;;1.;;arrabales vienen a ser ciudades que han.esta-

llado y se han ruáizado' Y no se- trata únicamente de

París. La urbanizu"lO" d" ia sociedad siempre va acom-

pañada de una ¿"i"ti"t*iJn de- la vida urbana: desga-

ffiil;; ¿"-io, ;;;tt";, Privados a Partir d" :::-,T::mento de todo aipo a" vi'dá social -Dersonas

repartloas

de forma segregati;;'"i"'pu"io' Eiste en este u:p-":::

una verdad"r. "o"iiu¿l""io"' v" la llamo y""."o:::":':

ción del espacio. i;;;;;;;rte' la clase dominante v'el

Estado refuerzan i" "i"á"¿ en tanto ql:.:"11t:,9;.n:t*::

;'i3 :"Jt:ffi ítirii"", i "i; t'r' " I do irinio de dicha cl a s e

y d" to Estado hace estallar Ia crucaq'

Es al pensu, "o-"ll' ftuUituttt"t de los suburbios' en

la segregación, en uiáitfu*i"nto' por l-o ql" hablo-en un

libro acerca ¿et "deie"ho a la ciudadu' No se trata de

un derecho "n

fu u"""p""ü" j;ídi"," del término' sino de un

derecho análogo u-to' qt'" eryda1 estipulados en la-cé-

Iebre Declaración ¿" fot^O"t""hos del Hombre' base cons-

titutiva de la demi";i":-E;;s derechos no son jamás

literalmente ",,mpl1dot, pero .se r3fere uno constante'

mente a ellos putt'ii"n"iiia situación de Ia sociedad' La

Declaración a" los O"t"chos del Hombre se ha visto com-

pletada con los ¿"t""ttát-¿t ia mujer' del niño' etc' Yo he

propuesto que se;;dÑ u "'u"lista:

uel derecho a la

ciudadu, uri "o*o'iuliülZ" eI 'd"recho a la diferencia"'

ü]fiffi"iá, árr"*ntes etnias y en los diferentes pue'

blos que .orr.r,,"y"l', "" -"r

"'ptóio' las sociedades mo

á;;-nai t la socieáad a escala- planetaria'

Pasaré ahora u htblar del cleciente malestar que se

manifiesta "" Ft;"i;'-A ttuu¿t ¿" la prosperidad capita'

130

131

lista relativa y en el acrecentamiento de la proclucción

(lo que se denámina: la sociedad cle consumo)' existe mu-

.io'd"r.otttento; innumerables personas se han puesto

a habtar acerca de la ucalidad de la vidao, tanto en-las

iilui a" la oposición como en los qartidos que se-hallan

;"p"ilt;il pode.' Algunas de éuas hablan de la cali-

¿a.á det espacio; otras, liegan hasta el extremo de querer

(cambiar Ia vidar.-*JV q"¿ significa la calidad del espacio? Esa idea re-

o,r"luu li antilr.ra idea de una calidad arquitectónica'.deuna calidad de la construcción; ha adquirido un sentido

"rat ^-pfio: es la idea de un espacio social elaborado'

".*pi":á y logrado, en una palabra, apropiado' Y lo tlt

"alá'¿i*¡"adó por la técnica y por el influjo político' lo

que correría paiejo con ei "cambiar ia vidau' A la espera

il-";; caU¿a¿ déI espacio, imperan una inquietud'.una

n.ut or"o"upación que ya no se contenta con el antiguo

f,;;ñ; iiu"rut. y há aqui ahora una sran noticia, de

lrryu """"lencia

no estoy seguro, dado que algunos e¡-

"rrárrtrun, incluso, qn" á t'átu dt una mala noticia' El

crecimiento económlico y el desarrollo social no pueden

Va "ot f""¿irse entre sí. Durante largo tiempo se h.a ve-

íi¿o i¿""tificando el crecimiento en todas sus direcciones

-áL-ogtafico, económico, tecnológico- con el desarro-

llo sociil cualitativo. Se les ha identificado el uno con el

Loo, p""tundo que el crecimiento aportaría el desarrollo'

á"" i; cuantitaúvá aportaría tarde o temprano Io. cuali-

áti"o. Ahora bien, lo iuantitativo no aporta lo cualitativo

más que tras puesta en tela de juicio y en estado de drs-

po"iUifi¿u¿, "ót

ro secuela de una crisis; es decir' ¡punto'y umbral "iíti"o.

! La ideología del crecimiento se ha vis'

io herida de muerte; otrora, se creía, con optimismg te-

""t, "" "f crecimiento indefinido de la produccign L-* la

productividad: siempre mayor número de automovrles'

li"-or" mayor número de aparatos de televisión' siempre

;;;;ilÉ;; ¿" máquinai de.lavar o de máquinas de

"ulá"tut. Se conjeturaba, con el mismo optimismo' que

dicho crecimiento económico aportaría, tarde o tempra-

;;;-t loi""io" de todas las nicesidades: materiales y

Page 68: Espacio y Política-H.Lefebvre

(espiritual€s), tal como se suele decir' Ese crecimientodebía verse amparado por los partidos de izquierdas,-casode que la burfrresfa y los partidos en el poder-tuviesenqueieder ,r, p,r"tto. 5" "t"ñ,

siempre siguiendo la misma

üeologla, "tt-"I

*tá"ter favorable de las empr€sas gigan'

tes, en-el'carácter benéfico del crecimiento demográhco y

técnico. Esta vasta construcción ideológica se va desmo-

ronando lenta, pero implacablemente. ¿Debido .a qué?

como consecuencia del malestar urbano, de la destruc-

"iJr, ¿e la naturaleza y de sus recursos, debido a los-blo-

qrráo. de todo tip-o qúe paralizan eI desarrollo social' in-

dl,rro ".r"rrdo

no impiden eI crecimiento económico'

De tal suerte que desde,hace algún tiempo' algunos

meses, uno o dos inos cuando más, el antiguo optimisrno

ha da'do paso a una ideología milenarista, apocalíptica'

¡No pocas personas se preguntan con angustia si alcan-

zaremos el año 2000 !

Sumad a esas preocupaciones las del medio ambiente'

de la polución -Jenómenos

reales, aun cuando secun-

dariosi de los que se acostumbra a echar mano para ca'

*"nui lo esenc-ial. Pensad en la crisis del productivismo,

en el hecho de que la ideología productivista va a acabar

desapareciendo en los países "desarrollados'' Proceso

contiadictorio, pero no es menos cierto que se está pro-

duciendo como un cambio de dirección, una suerte de

inflexión. El crecimiento por el mero crecimiento, ya es

ahora, en estos momentoJ, un criterio ampliamente reba-

sado. Y ya se producen transformaciones de gran i*po-t-tancia, más o menos relacionadas con ese cambio de

orientación.-- ¿La economía política? Consiste en una teoría de 1a

prof,ucciOn industiial, del c-recimiento, de la repartición

i-¿" tu transformacidn de los productos. Los economis-

i"t "f^U"tun

modelos de crecimiento más o menos logra-

;;t,;;;izando a trancas y barrancas los diferentes

t"-atot"t,-"f upleno empleou, el equilibrio monetario' la ex-

pansión. ¿Qué es ahora de la economía política? EIIa tam-

bién atravi"ru po, una verdadera crisis' Los modelos de

crecimiento se desacreditan' La economía política se

132

transforma en una economía política del espacio. Deseohacer hincapié sobre estas últimas palabras. No se trataya de una aplicación al espacio geográfico o geométrico,ambiente vacfo, de modelos económicos abstractos queafectan a la producción de las cosas, de las mercaderías,de los bienes de consumo. La economfa polftica se vaconvirtiendo en economía polftica del espacio. ¿eué sig-nifica esto? En primer lugar, Ia conversión en bienes mue-bles del suelo, del espacio, cuando, antaño, se hablabade la riqueza uinmobiliaria". El mercado de la vivienda seestá generalizando. EI espacio, es decir, el volumen, estratado de forma a convertirlo en homogéneo, a que suspartes sean comparables y, por ende, intercambiables. Laconstrucción deja de ser una rama de industria secunda-ria, un sector subordinado de Ia economía. Se convierteen sector primordial, de primera fila. Ya no desempeñaúnicamente el papel de feed-bacft, de equilibrio, de nue-vo empuje, sino también un papel estimulante en el senode la economía capitalista actual; se convierte en unarama esencial de la producción.

Me permito insistir en cada uno de esos diversos as-pectos. Digo que el mercado de la vivienda se va generali-zando en Ios grandes países capitalistas; eso viene a sig-nificar que el espacio, en esas zonas, es tratado con mi-ras a hacerlo homogéneo. Y ¿por quién? Por los cons-tructores, los arquitectos, Ios promotores (llamamos deesta guisa a los individuos que disponen de capitales ytoman la iniciativa de llevar a cabo construcciones ren-tables). Las partes del esoacio que quedan desmigajadasde esta suerte se convierten en intercambiables. La su-bordinación del espacio al dinero y al capital acarrea unacuantificación que se extiende desde la evaluación mo-netaria y Ia comercialización de cada parcela hasta la to-talidad del espacio. La proptedad del suelo, de origenfeudal, tanto en Francia como en el resto de Europa, sevio otrora desquiciada en tanto oue propiedad feudal porIa gran Revolución Francesa (1789). Desde entonces, vuel-ve a constituirse en tanto que propiedad capitalista delsuelo agrícola. Ese proceso se acelera y se convierte en

133

Page 69: Espacio y Política-H.Lefebvre

propieclad capitalista de la totalidad del espacio' Al-pro-

iioii"*po,ló uinmobiliarioo -como aún se dice en Fran-

ii^- t"- convierte en bienes muebles, es decir, se con-

vierte en riqueza mobiliaria, arrastrado Pol eI $ujo de

los interca*iior, por los flujos y reflujos dei dinero.yáel capital. A la ve? tambiétt,io q-,t" complica no poco la

cuestién, el espacio edificable, otrora abundante' se tor'na cada vez rnás escaso en la proximidad de los centros

o núcleos de población. El espacio pasa a formar parte

de las nuevas y modernas raridades' Esa raridad, mante'

iiA" v utilizada, en torno a los núcleos urbanos permite

.m. *tp""*lación desenfrenada' ¿Acaso es necesario aña-

áir q"; h rariclad del espacio corre pareja con la cre-

;i;"¿ escasez de recursoJ y de bienes antaño abundan-

tes: el agua, el aire, e, incluso, La !uz?

Por supuesto, semejante análisis debería tener en

""""iu Cetárminados faclores demográficos y técnicos, así

"tÁ. to¿. tipo de fenómenos. Dejémoslos por ahora al

*urg"tt de lá cuestión. Llegamos a una idea esencial:

"l "ípitutitmo se ha mantenido a través de la conquista

V ¿"-fu integración del espacio' Hace ya mucho tiempo

á".1i "tpucío ha dejado di ser un ámbito geográfico pa-

áuo o ,rri á*bito gebmétrico vacío' Se ha convertido en

instruntentalista.Por descontado, no hablo en estos momentos de los

cosmonautas; la conquista del espacio interplanetarioui"á u renglón seguidd de la del espacio terrestre; eI an-

helo de cánquistá ha desbordado los límites del globo

t"rráq.r"o. hiiistamos sobre dicho punto para que qrrede

ilufr"""," esclarecido: en los países industriales adelan-

;;á;;; ;i capitalismo se mantuvo inicialmente apoderán-

áái" '¿" lai formaciones precapitalistas' enajenándose

,rr-"spu"io al amparo cle sui puntos de apoyo: las gran-

á;t-"-;;;tut i"¿"tttiales. No existen, jamás han cxistido'

varios ^*itt"tttut

de producción simultáneos' tal como Io

;;;;;;rü escuela eistructural-funcionalista de Althusser.

Ha habido y aún hay, en el seno del capitalismo' persis-

t"""ia de rllaciones' sociales precapitalistas' vinculadas

;;ñ p-pi"áu¿ privada del suelo; ha habido' aún hav'

134

at

integración de esas relaciones precapitalistas aI capita-Iismo, tomando siempre Ia propiedad privada del suelocomo medio y base. Consideremos ahora la cuestión de laagriculttrra. En los tiempos de Marx, únicamente Ingla-terra posela una agricultura capitalista. Hoy en día, enFrancia y en otros muchos pafses, basándose en el fun-damento iurídico y práctico de la propiedad del suelo,Ia producción agrícola se ha transformado en un sectorde la producción industrial, por tanto capitalista. fnver-samente, ésta tiene muy en cuenta el conjuntó del suelocultivado y se adapta tanto a los recursos económicoscomo a las necesidades técnicas de dicho conjunto. Laintegración de la agricultura no se ha operado únicamen-te a través de la constitución de grandes explotacionesdestinadas al cultivo de los cereales o a la cría de gana-do; también se ha realizado a través de numerosas ex-plotaciones pequeñas, en cuanto a superficie, pero queprecisaban no pocas inversiones: fruta, productos lác-teos, hortalizas, productos tempranos y viñedos.

Examinemos ahora la cuestión que atañe a las ciuda-des. En ellas imperó también una realidad histórica, unaformación social precapitalista: parémonos un momentoa pensar en Ia urbe antigua, en la ciudad del Medievo.El capitalismo se ha apoderado de ella, maneja a suantojo la ciudad histórica según sus exigencias económi-cas, políticas y uculturaleso. La ciudad, actualmente des-perdigada en arrabales, en zonas periféricas, en aglome-raciones satélites, se convierte a la vez en centro de po-der y en fuente de inconmensurables beneficios. La aglo-meración urbana ha dejado de ser tejido intersticial, con-texto pasivo de las grandes empresas: de hecho, es parteintegrante de éstas: proporciona los incontables servi-cios, transportes y medios de acción de los que no puedenprescindir dichas empresas. En la ciudad moderna existeun verdadero consumo productivo del espacio, de los me-dios de transporte, de las edificaciones, de las carreterasy calles. En dichos menesteres se utiliza una inmensa fuer-za de trabajo destinada a la conservación y a la constantealimentación de las máquinas. Descle mi punto de vista,

135

,-¿

Page 70: Espacio y Política-H.Lefebvre

éste es uno de los secretos, si me puedo expresar de este

;;á;, ¿"-iu u"t,tul prosperidad cápitalista' La fuerza de

i."ü"iÑtmada en ia pioducción.y. conservación del espa-

cio, en ios transportes', en la muliitud de actividades de-

"oái"u¿"t useriicioso, "r,

pot lo general, mal retribuida

v. por demás, escasa la composición orgánica. del capital

invertido. Todo ello se lleva aún a cabo partiendo de la

il"t" i"ti¿i"a y práctica de la propiedad del suelo' Al pro-

nio tiempo, tó que de la ciudad his,tórica queda se va

á"etu¿utdó; el cbnsumo del espacio. histórico correspon'

á"-" l" producción del espacio capitalista' pero,el capr'

talismo ?estruye de esta guisa su propia condic'tón' . a

;;t;;;1" ;t"daá como centio de decisión' contradicción

del eépacio, ya lo he dicho anteriormente'--¿ü ;;tí"rrttrrtu *ás Ia ciudad? Esto representa ya la

totalidad del espacio. Esa tesis sobre la conquista y.la

"toJ""li¿" del espacio puede controlarse a través del

il;ilit-'á; tut r,r"t,ut productoras (el lenguaje marxis-

l"l. E*t fuerzas produ^ctoras.yt to quedan vinculadas

a puntos determinados y aislados: las empresas' aull

l"I"á" ái"fr" localización siga conservando gran impor-

iá""iá. Las fuerzas productoras conciernen la totalidaiüó;"tt: flujos diu""o', energía, materias primas' in-

iott"óio""r, ,"'d", de distribución-de los productos'-

Planteemos, si me lo permiten, el interrogante siguien-

te: <¿Cómo es posible [ue el capitalismo se hay-a man-

tenido en los gtu"á"t pui'"t industriales',cuando.la clase

obrera estaba en contra suya, cuando las crisis y las

;;;; ip.t ¿r desencadenadas) tendían a destruirle?"

Dicho en otras putubtut y en términos marxistas claros:

;;C¿;; se ha operado y cómo se opera en la reproducción

de las relaciones ,á"íuler de próducción?o Digo bien:

t"pt.á*"ión de las relaciones sociale's de producción y

no reproducción de los medios materiales y- humanos de

oroá,i".i0". Esta Á t'ou cuestión capital' plantead-a más

;i;#;;;'d;;á; ü publicación de un capitulo inédito de

ni-c"p¡lil, á" "l ",,ál Muo habla columbrado este pro-

tí"*". Dicha pregunta encierra a su vez.otla pr:qP?il;;; lu ,igui""i": jcuándo v cómo deja de existir la

13ó137

reproducción de esas relaciones sociales? ¿Cuándo )'cómose producen nuevas relaciones sociales?

A esos interrogantes existen ya respuestas sobrada-mente conocidas. Unos opinan todavía que el capitalis-mo se sostiene gracias únicamente a la presión ideoló-gica, gracias a aquello que algunos denominan: el apa-rato ideológico de Estado. Otros afirman que las nuevasrelaciones de producción se instauran a través de la víapolítica y están constituidas por medios políticos. Nin-guno de esos razonarnientos llega a satisfacerme plena-mente y rogarla que reflexionásemos acerca de ellos. Se-

gún mi criterio personal, las relaciones sociales en elseno del capitalismo, es-decir, las relaciones de explota-ción y de dominio, se mantienen por y en la totalidad delespacio, por y en el espacio instrumental. Volveremos so-

bre esta cuestión más adelante. Por lo que se refiere a lapolítica en tanto que tal, ésta jamás ha constituido ymantenido más que relaciones políticas y, en modo algu-no, relaciones sociales; ésta es la esencia misma de ]acrítica marxista de la filosofía hegeliana del Estado y de

la tesis heggliana sobre la clase política.Limitemos nuestro examen al capitalismo. No se ha

contentado únicamente con integrar el espacio previo, in-siriéndolo dentro de su extensión; ha instituido sectoresde nuevo cuño, insiriéndolos dentro de su expansión. Elocio se ha convertido en Europa y en los grandes países

industrializados y en vanguardia del progreso, en unaindustria de importancia capital. Se ha conquistado parasatisfacer el ocio el mar, las montañas e, incluso, los de-

siertos. l,a industria del ocio se conjuga íntimamente conla de la construcción con el fin de prolongar la ciudad yla urbanización a todo lo largo de las costas y en las re-giones montañosas. En estos precisos momentos, estoy

.éntregado al estudio, en colaboración con Mario Gaviria,de esie conjunto de fenómenos en España, y tengo el fir-me propósito de proseguir dicha investigación en otrosm,tctoJ palses. Esa industria del ocio se extiende al es-

pacio no ocupado por la agricultgra y la producción in-áustrial clásicas. De cara tanto a los arquitectos como a

Page 71: Espacio y Política-H.Lefebvre

los urbanistas, dicha industria del ocio reviste un interésque queda aún por evaluar. El ocio requiere determinadascualiáades por parte del espacio. Decenas de millones de

europeos, entre ellos un gran conting€nte de obreros, se

dsplizan'desde el norte hácia el sur de Europa, teniendopor objetivo España, Italia, la zona meridional de Fran-

iiu. S"-ptt"de décir con visos de raz6n que abandonan el

espacio dedicado al consumo, a saber, los puntos.de ri-qi"ru capitalista (I-ondres, Hamburgo, París, etc') paraátr"gutt" al consumo del espacio: la playa, el mar, el

sol, la nieve... Esa exigencia cualitativa acarrea una con-

sestrencia de sumo interés tanto para los arquitectos comopara los urbanistas: da la impresión que

-sea sobre todo

án las ciudades dedicadas al ocio donde la arquitecturay el urbanismo modernos hayan producido realmente

álgo ,r.t"rro; no gran cosa, y más caricaturesco que lo-g*do, pero, así y todo, se puede apreciar en esos lugares

ún intento de apropiación cualitativa del espacio que en-

tra en abierta contraposición con el carácter cuantitativoque domina Por doquier.

El desgarramiento de las ciudades históricas correparejo, de hecho, con la urbanización generalizlda- 91e,ro tlpt"t"nta más que la degradación de la ciudad his-

tórica y a la que se puede clenominar su nruralizaciónu'La urbanizacién generalizada no ha generalizado única-

mente la especulación llarnada inmobiiiaria; no únicamen-

te ha ,"ruüo para respaldar la comercialización del es'

pacio; ha provocado, en el lugar mismo del rebasamientoáe la'relación ciudad-campo, un magma, un caos e:r los

qrre la ciudad y el campo llegan a intrincarse de formaharto confusa. Es, por tanto, trna rterdadera conquista

del espacio terrestre lo que se lleva a cabo, pero partien-

do ile la propiedad del suelo y de la manera prescritapor dicha propiedad dentro de la descomposición'

De tal éstado de cosas, se desprende una consecuen'

cia, o, para hablar con mayor prop-iedad, una implicaciónde'suma importancia: una nueva forma de planificación'

la planificaclón espacial. Dicha forara de pla'ificación va

más allá de los antig.tos sistemas de ptranificación a tra-

138

vés de las materias y balances-materias; va más allá de

las técnicas de planificación a través de balances finan-cieros; se integra dentro de una estrategia y de una prác-

tica más globales. Esa estrategia de planificación está

bastante avartzada en Francia. Se calcula con cierta pre-

cisión las trayectorias y los flujos de las materias primas,de la energía. Las máquinas dedicadas a la misión infor-mática permiten igualmente prever las redes de evacua-

ción delos productos. Se pueden localizar de esta suertelas empresas tras investigaciones operacionales llevadas*,ry ulotdo, por ejemplo en Fos-sur-Mer, cerca de Mar-seilL, en Dunkerque a orillas del Mar del Norte. Sobre

todo, se reparte la clase obrera según cánones espaciales;se la manipula de esta guisa de una forma que hasta es-

tos momentos resultaba inconcebible. Yo podría demos-

trar cómo los mecanismos y las trayectorias de la plus-

valía se van tornando más y más complejos' La plusva'Iía no se realiza ya allí donde se produce, se repartea escala mundial en función de la estrategia de las po'tencias económicas, financieras y políticas. La producción,la realización y la repartición de la plusvalía conciernende esta forma el'espacio planetario entero.

Por tanto, es bien de una economía política del espa-

cio de lo que se trata. Las cuestiones que conciernen -laproduccióf de cosas en el espacio no han desaparecido,

ni mucho menos, pero los problemas se desplazan' Se

pasa de la producción de las cosas en eL espacioa la pro-

ducción del espacio planetario, esto envolviendo, supo'niendo aquello. Se pása de la contemplación clásica de

los lugareis de implántación industrial a la totalidad del

espacio. De ello se desprende que el espacio se torna es-

trátégico. Por estrategia entendernos que- todos.los re-

",rrro--, de un determinado espacio dominado políticamen-

te sirven cle medios para apuntar y alcanzar objetivos a

escala planetaria e, incluso, más allá de ésta' Las estra-

tegias llobul"t son a La vez económicas, científicas, cul-

turales, militares Y Políticas..Antaño, se creía con Marx que el capitalismo toparla

con las trabas opuestas a las fuerzas productoras a tra-

139

Page 72: Espacio y Política-H.Lefebvre

- vés de las relaciones de producción y de propiedad' Se

creía que los capitalistas eran incapaces de asegurar el

crecimiento económico y de proporcionar a la produc-

ción industrial el menor atisbo de organización' El pen-

samiento y la acción inspirados por el marxismo se pro-ponían uriutt"a. de manos de la burguesía la producciónindustrial con el fin de asegurar el crecimiento'

Hoy en día, la burguesía no ha logrado, en forma aI-

guna, tonstituir una sociedad capitalista coherente a es-

óala hundial, un verdadero capitalismo organizado; sin

embargo, ha logrado establecer un capitalismo de orga-

nizaciones que consigue, en gran medida, dominar y man-

tener un mércado mundial, frágil, amenazado en el plano

monetario, pero siempre presente e, incluso, henchidor'A modo de base para su acción, la burguesía y el capi

talismo tienen una forma de propiedad inherente a las

relaciones de producción: la propiedad del suelo' Muyiejos de constiiuir un obstáculo para el crecimiento den-

tá ¿et marco del capitalismo, la propiedad del suelo ha

supuesto su punto de apoyo y, no obstante, destina- dicha

so"i"dud a tr, .uos espacial acerca del cual mucho de-

searía yo se parasen ustedes a reflexionar'Las clasei actualmente en el poder tratan hoy en día

por todos los medios de servirse del espacio como si de

un instrumento se tratase. Instrumento con varios fines:dispersar la clase obrera, repartirla en los lugares asigna-

do. pa.a ella -organizar los diverso-s flujos, subordinán-

doloi a reglas inStitucionales-, subordinar, consecuen-

temente, efespacio al poder -controlar el espacio y re-

gir de fórma ibsolutamente tecnocrática la sociedad en-

í"ru, "orrr"rvando

las relaciones de producción capita-

listas.¿Acaso lograrán su objetivo las clases dominantes? Yo

digo que no, debido a que constantemente aparecen nue-

va"s cóntradicciones. Son aquellas que yo denomino las

contradicciones del espacio y que ya no son exactamente

iur q"" imperaban err el tiempo histórico analizado por

¡ufá.*, desples de Hegel. Existe una auténtica contradic-

ción entré la capacidad técnica de tratar el espacio de

forma global y el desmenuzamiento del espacio bajo for-ma de parcelas tanto para su venta como para su inter-cambio. Es la forma tomada actualmente por la contra-dicción existente entre las fuerzas productoras y las re"laciones de propiedad. Otro tipo de contradicción delespacio, que ápenas si ahora se empieza a poner al d9s-

cribierto,-es lá contradicción entre el movimiento, losflujos, lo efímero, por una parte, Y, Por otra, las consis-tencias, Ias estabilidades, Ios equilibrios buscados delibe-radamente.

¿Es posible que se pueda arrebatar a las clases domi-nantes ese instrumento: el espacio? Quizá sea posible,pero siempre y cuando se plantee la cuestión con todailaridad. y abiártamente, es decir, en función de realida-des nuevas y no en función de los problemas de Ia pro-

ducción industrial planteados hace ya más de un siglo'

Quizá, digo yo, pero siempre con la condición de elabo-

rar una estrategia adecuada.Y ahora, he aquí algunas conclusiones inherentes a

dicho análisis. La cuestión de la vivienda tratada por En-gels, hace de ello más de un siglo, se ha ido modifican-do no poco; se convierte en una parte de la cuestióntlrbana,-la cual a su vez, se transforma en una parte de lacuestión del espacio. Todas esas cuestiones no pueden re-

solverse más que a través de una cuestión y a través de

una apropiación colectiva del espacio. Lo que queda liga-do, por una parte, a la propiedad del suelo, y, por otra,bien tenemos que reconocerlo, a la gran estrategia pla-

netaria.Los movimientos de diversas Índoles de los usuarios

(incluidos entre ellos, según los países, las reivindicacio-nes referentes a los alquileres, los transportes, las expro-piaciones, etc.) forman parte integrante del movimientopolítico general; sus problemas forman' por tanto, palteie los póbl"mut políticos inherentes al poder' ¿Quién de-

tenta el poder? ¿Y con qué fin? Estoy, por consiguiente,

de acueráo con que todo movimiento de usuarios contri-buya a la toma del poder por parte del pueblo, en nom-

bré del pueblo. Pero, ¿el poder para hacer qué? ¿Acaso

i

t4t140

Page 73: Espacio y Política-H.Lefebvre

se trata únicamente de llevar a buen término, para y con

Ia clase obrera, Ia lucha de clases? De acuerdo' por su-

puesto, pero, ¿y después? ¿Es que tan sólo se va a tratará" i""i"*"tti.i lu pioducción, de repartir mejor las oren'

i*', t"f ;.*o ,.rá" decirse i,oy "t día,.de planificar la

producción con respecto al consumo? Sí, así es' pero el

á;;;;;u;-no conlÉva en sí su verdadcra finalidad' su

sentido real. ¿Detener el crecimiento pura y simplemente?

Esto resulta imposible. Lo que sí es necesario' es orien-

larlo al propio tiempo que se- trata de limitarlo; se le

i"U" oti*tai hacia el desarrollo social cualitativo'Ya sabemos -y me permito repetirlo, haciendo hinca-

pié en eilo- q.te -eI

desarrollo y el crecimiento no siem-

ire coinciden, que el crecimiento no significa. automática-

mente desarro[o. Por lo que se refiere al desarrollo' la

op"ti"""iu y la historia nos enseñan sobradamente que

no^ existe créación de formas sociales y de relaciones so-

ciales sin creación de un espacio apropiado'--- ¿"1-.-"uliau¿ de la vidáo? ¿Otra forma de vivir?

¿.c"urnüiut ia vida'? Sí, por supuesto, pero ello no puede

enfocarse más que to-*¿o en consideración el espacio

| ü i.t"fidad áel planeta, sin excluir la creación aquí y

acuilá de espacios ^apropiados, cuya apropiación a| su.s;

traerse a la propiedad podría servir pertectamente oe

"l"*"it. o"ntio ie una éstrategia, opuesta en todo pun-

;ü^il;;i;"ñ'Ñf;, podría ei'o?'t'u' favorable aco-

sida un provecto global' En Francia' la CFDT se-mues-

;;;;; ";;"ibi"

qlue la cGT a esas cuestiones' lo que

auforiza a decir q"" a movimiento obrero dispone de

""u "u"g"ardia y que dicha vanguardia afronta ya' no

ri" gtá"á"s ¿igclltádes, los nuevo-s problemas' .

Iá posesión y la g"tiiótt colectivas del espacio plan-

tean, e'viclenteménte, -una condición -previa

:-la supresión

á;l; ;;";ie¿a¿ deÍ suelo. ¿En qué- forma? Todavía no

;;; i.gü¿" dar con la fóirnula adecuada' La socializa'

;td;;;;;rt" d"l nitua" da resultados desastrosos' dado

ñ;;;;íili" ut Brtu¿o los derechos absolutos clel pro-

ñ;"ñ. La municipalización.del s.uelo ha mostrado bien

a las claras tanto sirs inconvénientes como sus limitacio-

142

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nes. QuedarÍa, por descontado, la socialización, es decir,que el pueblo en su totalidad, transgrediendo las rela-ciones de propiedad, ocupase y se apropiase del espaciosocial. ¿Acaso serfa, hoy en día, una consideración uto-piana? (llamo yo utopiano, poniéndolo en contraposicióncon utópico, lo que no resulta factible hoy por hoy, peroque puede llegar a serlo el üa de mañana). Partiendo dedicha perspectiva, ¿cuál es el papel que deberá desem-peñar el arquitecto y cuáI será el dei urbanista? Tantoel uno como el otro son productores de espacios. No merefi.ero aquí a uproducción arquitectónicau. Lo que quie-ro dar a entender es que no son únicamente abastecedoresen el rnercado y para el mercado de la construcción. Nopierdo de vista, desde luego, que no son los únicos enproducir espacio; existe todo tipo de agentes de dichaproducción, desde los planificadores, los banqueros, Iospromotores, hasta las autoridades administrativas y po'líticas, hasta los obreros de la construcción y los usua-rios. Tanto los arquitectos como los urbanistas operanen el marco del sistema de producción existente, perodesernpeñan en éste un papel esencial; sobre elios des-cansa el futuro del principio según el cual el espacio tie-ne un valor de utilización y no únicamente un valor demero cambio.

Hoy en día se va esbozando una posibilidad: la deuna intervención del arquitecto relativamente bien deíi-nida. Entre el inmueble y la casa o la torrecita, la parce'la de terreno como encuadre &¿ la construcción, poruna parte, y, por otra, el conjunto urbano'ampiio y com-plejo a cuya escala intervienen los ingenieros, los espe-cialistas técnicos de la circulación, existe un nivel inter-medio. Es el nivel macroarquitectónico y microurbanísti-co; ya no es exactamente el del pueblo, y aún no haalcanzado todavía el de la gran urbe. A este nivel se pue-den situar los estudios e investigaciones llevados a cabopor algunos de los arquitectos, desde mi punto de vista,más eminentes de nuestra época (por ejemplo, Constanten Amsterdam, Ricardo Bofill en España) y los de los so-

ciólogos, tal como Mario Gaviria. Tengo interés en hacer

143

Page 74: Espacio y Política-H.Lefebvre

7

resaltar el hecho de que esas experiencias arquitectónicasno hacen ascos a los procedimientos antiguos, artesanosy tradicionales de la lonstrucción. Los materiales taleslo*o la piedra y el ladrillo, las técnicas tradicionales si-

guen siendo utilizados por ellos. ¿Prefabricación? ¿Coor'áinación modular? De acuerdo, pero, ¡mucho cuidado !

No utilizar a no importa qué precio y bajo no importaqué condiciones, so pretexto de modernidad las técni-cas de más reciente creación. Me parece primordial el

hacer hincapié sobre este particular.

t44

rrcs 128 l0

La clase obrera y el espac¡o "

l

!

1. ¿En qué situación se encuentra hoy en día laclase obrera en Francia? La respuesta a este interroganteno resulta fácil más que para aquellos, aún bastante nu-merosos, para quienes ula clase obrera> es uoa entidadsocio-polítrca abstracta. Creen conocer a fondo eI con'cepto de dicha entidad, cuando, de hecho, no poseen deella más que una mera representación. Para dar una cum-plida respuesta a dicha pregunta si es que desea unocontestarla, nada mejor que las investigaciones <sobreel terrenou, las comprobaciones auténticas empÍricas.

Sin embargo, tanto la descripción empírica como eIanálisis estadístico implican o introducen siempre con-ceptos. La discusión de siempre: el positivista más es'tricto posee un concepto, inexpresado como tal. La in-vestigación que pretende limitarse a comprobaciones au-ténticas supone una hipótesis teórica e, incluso, una hi-pótesis estratégica, inexpresadas com^ I"les. Empecemos,por tanto, por expresar el concepto y Ia iu¡útesis. Merefiero explícitamente al pensamiento marxista, a los con'ceptos y teorías que provienen de Marx. Digo bien <teo'ríao, pues ei conjunto de hechos y de conceptos elabora'do por Marx se sitúa a nivel teórico en la acepción másfuerte de dicho término. Lo cual no significa que Marxy el mamismo hayan aportado verdades intangibles.Muyal contrario: las grandes teorías científicas no se inmo-vilizan jamás; van modificándose de continuo; no alcan-zan una cohesión monolítica más que después de su muer-te, en su tumba; en tanto están vivas, varían y no esca'par a la obsolescencia -que alcanza también las ideas,

* Association Frangaise de Sciences Politigues, 3 de noviem'bre de L972, Parls.

145

Page 75: Espacio y Política-H.Lefebvre

los conceptos, las teorías-, más que transformándose'Cotrtl"""" contradicciones que pasan inicialmente desa-

;;;;;¡td"t dado que les envrielvJ el velo de una cierta Io-

gica, ¡rero que s€ manifiestan luegrr y llevan la teorfa bien

!"u l r., ol."o, bien sea a su razonamiento' 'Iodo esto'

por otra pane, no nos aporta ningq dato nuevo; asi y

iodo, r"rulta necesario reiterar su afirmación' para que

conserve su significado.

2. Marx estableció un distingo entre la clase oobre-

,uo "t sí y la clase de por sí, introduciendo de esta suer-

te una te-rurinología hágeüana y un pensamiento dialec-

tico dentro de una teorización dirigida de hecho en con-

ir" ¿"f hegelianismo, ñlosofla de la historia y del Estado'

sistematizada Por Hegei.

¿En qué cdnsiste iá clase en sí? Esas palabras desig-

,ruJ "u.u"terísticas

objetivas, rasgos distintivos' indepen-

dientes de la conciencia y de la voiuntad. Pueden, por tan-

to, pertenecer a gnrpos iestringitlos, desperdigados' espo-

rá¿i"ot +, incl-usó, a tal o Jual i,ndividuo tomado ais-

ladamente. b,l q,t" tál o cual indi'¿iduo o tal o cual grupo

;;;ü;j" (produica), utilizando para ello medios de pro-

duccián (instrumentos) que no le pertenezcatr' conservarl-

á" """ libertad física, que se vea, por consiguiente' a la

""r "*ptotudo y dominado, significa que es parte integran-

t" ¿" iu clase óbrera; según -Muo, queda clasificado den-

;;" á;i proletariado, ttttto si se percata de ello como

si no. Históricamente, esos rasgos característicos hicie-

;;;;" aparición desde el mismo origen de la clase en

condición de tal, con sus gérmenes, con stls primeras ma-

nifestaciones aún .,u.ropuáut" (no desarrolladas)' En tan-

to que tales, esos rasgos constituyen un aspecto o ele-

*"rito de un <sistema->, inicialmente virtual, para iuego

realizarse en el transcurso de un cierto lapso de tiempo:

el sistema de producción capitalista'

¿En qué cdnsiste la clasi de por sí? Esas palabras de-

sigri.n ,i.got a la vez cuantitativos y cualitativos' pero

;;?;l.t q:ue lo cualitativo tiene cierto predominio: la

"onci"ncia, el carácter subjetivo que se suma a los ca-

146

racteres objetivos y los transforma. La claúe sc oponccomo tal a la clase contraria, constituida ésta en unidadsocio-política. La clase obrera alcanza, do esta forma, suunidad, su actividad socio-política desar-rollada. Deja deser una simple fuema productora, tomada en la divisiónuiel trabajo, y un obieto político. Llega simultáneamentea la autonomía, a la autodeterminación. Se erige en suieto(sujeto de Ia historia, sujeto político). Se podría sumar aIa autodeterminación, la autogestión, que es parte inte-grante de ésta. Pero, ¡mucho cuidado ! Para Marx, la auto-determinación incluye la autonegación y casi casi Ia au-todestrucción. En efec.to, para Marx, la urisión llarnadahistórica de la clase obrera se define a través de una doblenegación: niega la burguesía y niega el capitalismo; se

niega a sí misma en tanto que esencia y pilar (a travésde la plusvalía) del sistema de producción capitalisftr.Sólo es totalmente revolucionaria si destruye Ia sociedadde clases, si va más allá de sí misma en tanto clue clase.

3. Consideremos detenidamentc este esquerna, o másbien ese movimiento dialéctico entre dos polos, dos lími-tes: el extremo objetivo y el extremo subjetivo. Resultaevidente que toda clase y todo fragmento de clase obre-ra, todo grupo obrero puede situarse entre esos dos po-los. Lo que permite e incluso exige estudios empíricossin por ello autorizar una cuantificación brutal, ulla re-preslntación en un espacio mental, epistemológico o for-malizado. No se trata en forma alguna de una escala queiría desde un cero de subjetividad hasta un cien por ciende conciencia, o inversamente.

En la vasta corriente de pensamiento que se inspiraen Marx, ese movimiento dialéctico ha sido muy a me-

nudo incomprenüdo, mutilado, aplastado.

a) Se le ha dejado de lado, dada su condición de dia-léctico, en nombre de un estructural-funcionalismo' En-tonces, la clase obrera se define bien sea a nivel de lasdeterminaciones económicas (en tanto que fuerza pro-ductora, en tanto que pilar de la división técnica del tra-

Page 76: Espacio y Política-H.Lefebvre

bajo), bien sea a nivel cle relaciones sociales determina-

das (en tanto que productora de la plusvalía)' bien sea'

fiá;;"l;;-u oiu"t^áe tas superestructuras v superdeter-

minaciones poytica;iá;i estado,,de las ideología-s y de

ffi;;;;iliá"*, a" ios partidos)' se pretende de esta

suisa una concepcrón del iistema de producción en tanto

:ii;.;lid"d--il"-rt!"rto, se le segmenta' v toda aprensióu

lX".riitl""ii?;?iu "tut" obreia "" " londición de tal'

;";ñá;: gr,u "titi*

-up""tu a las obras v a las ideas

á" -f^-ñtú"sser, de N. póulantzas y de algunos otros.

La discusióo o¿r,,¡"to o sistema?).no carece de impor-

turJü ,"Ori.u "i á" i"i"tás metodológico. Si se atribuye

a la cohesión, por ende, al sis,tema' ún privilegio filosó-

n* iiUu a decii: metafísico) el sujeto se desmorona con

las contradi..iorr"r--n'ttfocaáas así las cosas' la clase en

;;;;i t i;-.ur""áu*ta-en patticular' va no tienen ni

1

I

ciase implica entonces una comprensión de la Historia yun proyécto de transformación del munclo. Resulta inte-resánte resaltar que Lukács y su escuela no conceden más

que una mlnima iontingencia a la autonegación de la cla-

se obrera. Ponen el acento sobre la autonomía, la auto-determinación. Como ya lo dije anteriormente, se puede

sumar la autogcstión a esos atributos de la clase plena

e incólume. El error no radica en dicha insistencia rei-

terativa, sino en un cierto confusionismo entre lo posible

y 1o real. El concepto de la clase obrera coincide con el

á" .rrru posibilidadi su victoria total. De ahí a reprocharleel no cónformarse a su concepto, definido por los teori-zantes, no hay más que un paso, rápidamente salvado

por los acusadores : degenerescencia, corrupción, integra-

ción, etc.

Contentémonos con entresacar del esquema dialécti-

co algunas conclusiones (provisionales):

- Ia clase 'obrera no se halta por encima y a salvo

de las contradicciones, a semeianza de una coherencia o

de una cohesión suPerior;

- sLt concepto abarca los dos polos, tos dos límites-

y la totalidad iet intervalo que media entre ellos (con eI

inovimiento y la reversibilidad siernpre al estado latente

de d.ich,o movimiento).

El dilema: nO bien el Suieto o bien el Sistema'u ¿'Aca-

so no sería éste un falso dilema, una falsa alternativateórica? Yo propongo una relación más compleja, "dia-lectizada".

Si el proletariado flojea, el sistema de producción tien'

de a situarse en tanto que sistema y en tanto que cohe-

rencia. Contrariamente, si la clase obrera sienta sus rea-

les, el sistema se desmorona. No existe, por tanto, incom'puiibilidud abstracta en el plano científico, teó-rico y qe-iodológico, entre el sistema y el suieto, sino alternancia'iá"¿""liu hacia el uno o haóia el otro. Alternancia, más

que alternativa.

149

cabida ni estatuto.*" b)- E;itt"" varios medios para disociar el movimien-

to dialéctico, para reducirlo y aplastarlo' De esta suerte

se le puede ,"¿,-,"it á-"oá-tttétu utttgaridad histórica: la

;i".; ;il;a ha hecho irrupcion en el mundo v prosigue

á;f;;;t;"rittiui" t" tralectoria' Pasa de manera irre-

versible de la inconl"l"""iu u la conciencia' alcanzál9gt"

ésta en cuanto "¡tt" á"ti"idad y representación política

;;l;t tiába¡adores. Entonces, la, clase alcanza su ma-

;;;6;du"d, ,o áJ.rt"", sr{ edad adulta' Tiende' sin

correr el peligro i;-;;;;'tiibu'udu' hacia la eventual

hesemonía. Este ";i;tq"ema historicista de Gramsci'

ili";;;;'ha iecho eco -Garaudv;-ahora bien' esa con-

cepción un tanto trasnochada se la Brlede r.ryn:oltral

más allá (o más uJl A" h tesis.del "bloque histórico";

"i *ot ftltta tal "*i*o

vulgarizada' sirve de lugar co-

mún a no pocas ;;;;;"t y ?i""*tos polftico-burocrá'

ticos.; El movimiento puede iinalmente reducirse a un

caso llmite, situado "n tln punto extremo de la subjetivi

á"¿. -n"tÁ""es,

la lfut" "Ui"ta-se

define a través de una

conciencia a" ,i 'ii-Jmu,

iu" pt""u.como incólume' E'sta

es la defini"i¿n ¿"lu "tl"ála tukucsiana' La conciencia de

148

Page 77: Espacio y Política-H.Lefebvre

4. Se dirá, por ejemplo' con respecto al rebasamien-

to, con respecto u fu'ut'tát'"!ación: o¡Qué perspectiva de

la mente ! ¡ Es puti-*á""i ¿"t p-ensamiento maniista !

¡ Tratando d".'ut"u'i;;;i"t^u^ lu diul¿"tica he geliano -

marxista, no nacels más que-comprometerla un poco mas

;;;;á'u;a clase oo p''"de afi'rmar más que una (po'

sitividad,, ,:.o n'''"t1"""ñÁáit*' de hecho y dc dcrecho'

más que como "Positividadu"'"";ü;;-b;;r Étu r-tq"idación de la.dialéctica comporta

a la par tn "up"3i'mó

y un erro]:'-¿Qué es lo que des-

punta, hoy en ¿iu, ""'It iorizontel'La automatización' en

ianto que futuro ¿" f"-"pfi"u.tió1 de los conocimientos a

la producción, la "i""lil'ft"Ui¿n$os9

convertido (f órmula

célebre que va t";;;;;tt ""- t" obra cle Marx) en fuer-

za productora, diriciu "-i"*"¿iatarnente' Entre la infor- '

fi ^:i;;,;; j"lá¿"'liJ";t"ll-;i"^11""'Hi:l1""i"t',1ñli.

l"-""u estrécha relación' aun clranop^:"r'^": 'j"til"r .r.La inforrnática y-ü-aJLÁa.tnación^andan a la par' sos-

teniéndose *""'o*""te' Así ?11es' 1o que d-esnu¡t1 en 11

horizonte "' "l 'ü--t'abajo' Yo{ '"",lado' el trabajo pro-

ductivo ya no p"Ja" t"t Ll'ibt'ido únicamentc a la clase

obrera. Po. ot'o'"Iá-tiuttá"¿""cia' la función y Ia estruc-

tura social aa tt"ü"it-nt"á""-ti1i se van modificando de-

bido a que el pupái ¿"i"mpeñado por el trabajo manual

i.}*prÉ;, u"gúti-Moi*) YJ disminuvenclo'

claro "'ta, '""ri" "; l; au.toml!21::iLt: ]l ,":liiiSi

"" ?T# Jil^i.iu"^J'i;"*.il a la gestion v al control

(iunto con la inforliáticá) q"" a la producción' De tat

:'#; ;;;f *u"t'vl" iÁ"ii"u' más oue eliminar cons-

treñimientor, Io-q"u'hJc;;; i;tremeitarlos' Y' sin em-

bargo, la clase "o'"i" ñ * "o"ái"i¿"

de tal corre el ries-

eo de tener que "r;;;;, táta" o temprano, su negación'

; En qué forrna puede prepa.rar:: e^?lu afrontar dicha po-

siUitiáaaf ¿Acaso ¡o tL"i' tendencia' de forma harto os-

cura, en rechazarta más que en negarse a sí misma' a

relegarla al rango á"'"'pá y cle ci.encia ficción?

Sea lo que sea,;;t-;"á;d" ^t]:^ttt^," la desvalorización

del trabajo "t "f ul""á-d"-lu'p'opt1':lut" obrera' De esta

guisa únicamt"'" p"*iJt ftáriut explicación una situación

150

¿

II

&¡n

t

y un conflicto, ambos'de nuevo cufio: la formación de la

ideología del ocio, ;;;t;i*"ión, hasta en múltiples es-

tratos obreros, ¿"oii d" ü li*Íogfa (exaltación' valorl

;;;tó;i á;i -táu"i

o. -i*"tr"'"";ia

? ¿ Sustitución ? No' o

ff;;í;;ñü":Yá-ü;;; conflicto' -oue se traduce por

la tendenciu u u-pii; h;;;i¿; de las vacaciones' más

bien que u ,"a,r"i, "i^#;;;"0-t*u.d? " semana laboral)

il;;üi;en tunción de su prod-uctividad'

La clase out"* t"l"-áUiigt¿u a--enfrentarse a incon-

tables contradiccio""t.lA"uú ttu lleeado' tal como se

acostumbra a decir frecuenternente-' a-una clara concien-

il;Jil;xplotación ti" pol el-lo--haber llegado a tener

olena conciencia d;-i" ;;;"tión?,Yo diría más bien todo

i" "r"t'r'"ñ..-ó.""i1"ür

ár ru-"rp]otación no significa co-

nocimiento a" to' *""Ju;i;"; ag h olusvalía' A'lgunos

filósofos no estable-c;il;-;i;;o distinio entre ellos' Lo

qL" ti"*Uta desconcierto en los conceptos'

5. La clase obrera y el proletariado (que no coinci-

den), que ,on o,"'íá"'l;t "ttit*&cciones procedentes del

tiempo, de la HistJrf" y J" * n¡9eia historia' también son

pr"ru de las contradicciones del espacrc'

El asunto tt t*""iá -¿quiln puede ignorarlo?- a

la segunda mitad del siglo xry' q" '?#oáTi" liáo' ru

clase obreru "o,'"$-á"áiu-"t' París-y en

-Francia a la co-

nocida desc¡pcioi-t"ufi"u¿" por -J' C' Chevalier en su

libro c/ass es labo;ic;;;;;i "ati"t darleereusas' En el cas-

" co antiguo de la "itá"J úistórica' en lás casas de alquiler'

a veces en los "i"Ñ;;;os arís-tocráticos (Le Marais)'

;.i;;"b".]" u"itett"tiu v los obreros: los obreros en

los pisos superioreJv-üt U"tg"eses.-en ios inferiores' AI-

ñil;";"ptt u" ómejante convivencia' ejemplos que

van desapar".r",,d'o u toáo día que pasa' sif+ren aún vi-

gentes en los "J;t';;;ig"* ttitt¿titos' iQué es lo que

quiso llevar " ""üt"rfu"'!*utttZ Abrir amplias avenidas

ouru p"r-itir la;i;i;tó" de los coches y- de los-bata-

ffiH;;"T"ihri", J tir" ¿" las ametralladoras. Y tam-

bién para alejar ;il trabajadores del centro de la ciu-

dad, hacia rt' 'J#'";;;túñ;t' los futuros ar¡abales'

151

Page 78: Espacio y Política-H.Lefebvre

¿Contradicción del espacio? ¡ Así es ! A partir de -ese

rno-

Láio, la estrategia apunta al robustecimiento del centro

;;b;;; ;"litico,""l c"nt'o de las decisiones' A1 propio

il*po, io deteriora, 1o degrada" en tanto que centro' Ya

Haussmann lru ,",q""Urajádo irremediablemente el ad-

mirable espacio o"ti'i"ttté: la doble dirección de las ca-

ii;; ó;; il u"hí.t'lo' privados, los de traslado de mer-

;;;.r; t ios d" transporte pír.blico) v de las aceras (pro-

ffiiá;;'u la "ir..rlación

roáacla y reservadas a los tran-

seúntes Y Paseantes).La Comuna d" pa'í' puede interpretarse partiendo. de

las contradicciones del espacio' y no únicamente partien-

do de las contraiicciones del iiempo histórico (patrio-

tismo cle las *",",- f antipatriotismo de las clases diri-

gentes). Esta vino " *t ti"u suerte de réplica ¡opular a la

estrategia d" g",rt.*ann' Los obreros'- expr-llsados hacia

los barrios y "o,"""^'

periféricas-se-volvieron a apropiar

;;;;;tt d"l q," les había excluido el bonapartismo v

ü*^";;i;r"gta de ios dirigentes' Trataron de volver a en-

trar en posesión J" ¿tL,"¿"ntro- de una atmósfera festiva

ig""tt"á, Pero llena de colorido)'Desde "rrton""J,ll "tt*itgi"

hut'u'*uttttiana se ha ido

extendiendo o ug'áuundo (en América' los fenómenos ur-

U""i.ii""t difieren mucho de los fenómenos franceses y

;;ü;;t. i" "1"*-tut"tu t" ha visto sometida a mani-

rJáir""ét "n lu''o"u espacial' pue-q existe una política

á;ü;ñ,-"u¿u u"' mát u"tiva'iada vez más consciente

v deliberada. El espacio se ha iornado instrumentalista'

lü;;'**t; ;;f;;e se d-espliegan estrategias'. don-

de se afrontan, el t'putio ha dejado de ser neutro' tanto

geográfica "o-o g"o*étricamente' desde hace ya mucho

tiemPo. r ----r¿rr^ ^^*^ ñ.'"^--Ei espacio instrumentalista ha oermitido' como pn-

mera provia",ttü,lu segregación gJneralizada' la de los

-tl*i f" de las-iuncioñes y de los lueares' El contraste

A;i""i;;;táuái"t ""ui"ttot ¿" tot'"titut modestas v los

;;;;;á;; ".*pr":"t" -entre los centros que subsisten'

;i";;;;;'u-l* i"g¡uaación' que se consolidan en tanto

il::Hil il;;;tt¿;' v las ionu' periféricas desurba-

152

nizadas- salta a la vista. La clase obrera se halla repar-

tida entre las torrecitas modestas, los ogran-des cornplejos

urbantstico5r', las ciudades nuevas y satélites' con- una

,rr"r," de preierencia subjetiva por lra torrecita modesta'-- -n"t"ttu

fácil el establécer un distingo entre varios pe-

ríodos. En primer lugar, el período específicamente nauss-

;;;;l;ñ !s de"ir,L'segunda mitad del siglo xrx' así

;;; tambi¿n los ínicios-del siglo xx: aburguesamiento

de la ciudad histó;i; expulsién y segregac-ión de,los

trabajadores. Despuét d" lu Primera Guerra Mundial se

tt;;";il^" los súburbios cubiertos {e torrecitas modes-

i"r, "tt"Utles preparados ya 9"*". hacía tiempo y que

ñfi."fr^" "t u"""ro-Je los"trabajadores a la propiedad y

la funcionalizacionlo*"tt del habitat' Finalmente' des-

;il;;-s"g""¿u C"uttu Mundial' el Estado adopta la

iJ"iuti"u de"los "g.u"a"t complejos urbanístico5"' de

im-"i"¿"."s satélitJs, del urbanismo oficial' Es muY po-

sible que hoy en día hayamos -entrado en otro período'

caracterizado por "i t"t"*o a la iniciativa llamada "pri-

"^¿"1, "l de los promotores y de los bancos' Por supues-

;;, ;t;t perlodoi se imbrican unos con otros' y- esa cla-

sificación no pasa de ser meramente aproximada'"---l"iá tparilncias unas veces neoliberales' otras tecno-

cráticas, no sin q"" t; produzc-an a veces profundos desa-

cuerdos, algo n.,wo t" tu urdiendo y estableciendo' So'

breviene una extensión v una acentuatión (algunos dirán'* incluso, ,rtu ug,u"ución) de la práctica socio-po1ítica-m'en-

cionada anteriorml"lá'' "f espácio instrumentalista' la ha-

bliie;;; utilización de dicho instrumento' la poli¡ización

;;T;;;"i;, lu. "Jtui"gias

desplegándose por-todo el es-

;;;i.i" práctica esp*iiul que se está desarrollando pue-

ü;"o,J.diferentá "o*bt"t' según sus aspectos' U-1a

planificació, "rpá'i¡ot de objetivo-s mucho más amplios

que ..el ,rrUanismo"-"u "ottu"do forma' Se refiere impli

citamente u ,"'u'-"tonomía política del espacio' ciencia

oue trata de situaise a t"uiu mundial y tiende a reem-

:;;i;:;á;1;; de crecimiento que han quedado anti'

cuados."**ü"ihnificación espacial vuelve a echar mano' pulién-

153

Page 79: Espacio y Política-H.Lefebvre

lrl

*idolos, de Ios antiguos procedimientos de planificación,semijlanificación ó phnificación indicativa, a.saber, losbalances-materias (suputaciones de producción) y los ba'lances financieros (operando sobre los costes de los productos, sobre sus precios y los valores). Insistamos so-

bre la planificacióriespacial, dejando de lado (aqul y aho-

ra) la economía política del espacio'La planificación espacial trata acerca de los fluios'

Cada fluio tiene un punto de origen, un recorrido, unpunto final. Existe un sinfín de flujos: bienes, personas,

bb;"to. (los automóviles, por ejemplo), materias primas,próductos acabados, dinero, moneda, capitales' info-rma-

"iorr"u y conocimientos, signos y símbolos, etc' Los fluios

se estudian, se miden, se regulan' La mano de obra for-ma parte áe los flujos, a igual título que los objetos

transportados por las carreteras y autopistas, las vías

férreás o ttuviáles. Existen (Yacimientos de mano de

obra, ¡r lugares donde la fuerza de trabajo encLrentra su

utilizaóión, se consume de forma productiva' El trata-miento de los flujos da lugar a guiones diversos, pros-

pecciones o proyecciones meior fundamentadas que la

irospectiva y loi dir"nrsos habituales acerca del futuro.Cae por su propio peso el que esa relación (esa inhe-

rencia) del tiempo con el espacio social no ha halladosu formulación ánalltica v su exposición de conj'ntoscomnletos. Quizás el análisis y la exposición sean enig-

máticos o, quizá, pertenezcan ocultos ¡en tanto que se-

cretos de Estado! El caso'es que, tanto estratégica como

prospectivamente, la clase obrera queda repartida en- el

irpuii" según lai exigenciry d9 lo-s demás flujos v los

"o.rrtr"ñi-ientos de las redes de distribución (de llega-

da de las materias primas, de la energía' de despacho de

l,o. ,o1odr"tos, tanto acabados como no). De esta formaes como se proyecta sobre el terreno la división del tra-

bajo, técnica y social, determinada a escala planetaria'

ü iÉf mercadó mundial. determinarrte con respecto a las

"t"ulut locales, regionales, nacionales' continentales'---ln"uto

se quieren hechos? ¿Pruebas? Tanto los he-

.ho's como las pmebas abundan y todo eI mundo tiene

154

conocimiento de ellos. Lo único que falta es la síntesis

que no aparece como conocimiento, sino como secreto de

Ériu¿o. ¿Los hechos? El devenir de la cuenca de Lorena'

la edificición de Fos-sur-Mer' ¿Las pruebas? El traslado

a Dunkerque, junto con el material (los medios materiales

il;iü;c?á"1 d" la tuerza de trabajo, los miner:? L1

repártición sobre el eje, el farnoso -eje

que \ra desde el

UéJit"tt¿"eo hasta ei canal de la Mancha' de Ia clase

"f.".u, habida cuenta del crecimiento de las ciudades v

áá l"l ciudades satélites: cergy-pontoise, Evry-Petit-

Bourg, etc.Esás fenómenos de nuevo cuño resultan tan impor-

tantes que cabe preguntarse si se tiene que conservar

como base del analisis teórico y como fundamento de la

".á"ti"" ,"cial, la unidad de pioducción, la empresa. Yo

;;;;;;;"""i4" de que la empresa. va no es el punto

"""it^f donde ,* .o,"iitt'yen simultáneartente la rique'

;;, i;I".;uiiu, lut ."laciánes sociales de-producción' el

,iJr"H^á" proiuc"i¿n en tanto que totalidad. Determi-

nados dogmáticos sostienen y sostendrán tal vez durante

mucho tiempo esa tesis' Pienso en algunos marxi.stas' y

".p""*fÁ""ie en Charles Bettelheim' 'oue no tan sólo res-

palda esa tesis, #" ;; Ju*ti¿" fá áxtiende al análisis

ili;; sociedades no capitalistas,' Yo estoy convencido de

;;";;; las unidad"t d" producción' las empresas' va

asrupadas en cent;;; de producción'.el tejido intersticial'

lJniilñil "ttu"o, párticipa en.l.a producción ia,ué

contiene éste? In;;;érables servicios' entre ellos los

i.""tp.tt"t, los distribuidores, y-otros muchos'-;;;;¡ucción ináustrial v Ll capitalismo se han ido

"""¿lrá"á" d" lu.-".bes hiitóricuJ. Et capitalismo las

;ilüi;il;;;o- u lu, sigue transformando aún según

r* ".i*"""1u.

(".ottá*ical políticas' culturales' etc')' La

"i"¿"á,'q"e se ha ido ampliando en menor o mayor me-

áte;, ;;";"do arrabale','otat periféricas' a glomeraciones

sa,Jirüt ." convierte á lu put en cento de decisiones y

en fuente ¿" pt*""fto' Nb únicamente a través de la

".o"""f'rcró;l l"

-construcción denominadas todavía nin-

mobiliarias)), alln ""á"at el espacio se esté convirtiendo

155

Page 80: Espacio y Política-H.Lefebvre

en bienes muebles. Existe en los tejidos urbanos, a tra'vés de su caos, un consL¿mo productor, el del espacio, de

las vías de comunicación, de las edificaciones. Ahí se uti-liza una inmensa fuerza de trabajo, tan productora comola utilizada en la conservacíón y en la alimentación de lasmáquinas. Aun más: en el tejido urbano que proliferaalrededor de los centros (de forma desordenada y verda-deramente irracional), existe una tenue composición or-gánica del capital, por tanto, hablando en términos mar-xistas, una gran formación de plusvalía.

Una contradicción del espacio se esboza y se precisaentre lo efimero y lo estable. Por una parte, flujos, mo-vilidades; se prefabrican ciudades nuevas, cuya vida norebasará unos pocos años (¿qué será de Fos-sur-Mer cuan-do surgirá petróleo en el mar del Norte?). Por otra, exis-

ten estábilidades, consistencias: las instituciones, la buro-cracia, los centros, la propiedad de suelo, etc. ¿Acasono sería debido, entre otros motivos, a esa contradicciónel caos espacial que se produce? Ese caos se asemeja alenvés y el revés de la planificación espacial- Algunos loexplican por la multiplicidad de los parámetro,s existen-

tei, por lá complejidad de las situaciones. Yo lo explicode giado,por las contradicciones del espacio.

Es de iesaltar la importancia y el interés, en el espa-

cio estratégico, de las relaciones de fuerza: entre las nau-

toridadesr, los grupos, las administraciones, los capitalesy capi'talistas, las instituciones, los pueblos, los Estados,

Zi"éi"ru. La inherencia de lo económico a lo político (yrecíprocamente) cobra de esta suerte todo su alcance ysentido.

¿En qué situación se encuentra la clase obrera? Su

locilizacibn (provisional o duradera) está estrechamentesupeditada a estudios empíricos que tan sólo un aparato

co^nceptual y una hipótesis teórica pueden orientar debi-

dameñte. ¿Acaso esá implantación territorial no reviste

tanta impo-rtancia e interés como el trabajo, los lugares y

condicioires de trabajo? De hecho, la localización formaparte, hoy en día, de las condiciones del trabajo pro-

áuctor, dá h utilización social de las fuerzas productoras,

de la práctica social. Entra a ser parte integrante de lasocialización de las fuerzas productoras.

En 1968, la clase obrera francesa llegó casi hasta susextremas posibilidades objetivas y subjetivas. Afirmándo-se en tanto que sujeto social y político, consiguió hacertambalear (tan sólo por un momento) el Sistema, dentrode lo que éste había conseguido enraizarse; la clase obre-ra lo dejó agrietado, desmenuzado en subsistemas difi-ciles de unir nuevamente. ¿El motivo? La acción empren-dida por los estudiantes no ha podido servir más que decatalizador, de analizador-iconógeno. ¿Acaso la clase obre-ra no elevaba ya sus protestas en contra de las disposi-ciones y dispositivos especiales que se iban implantan-do? ¿En contra de las manipulaciones? Esta es una hi-pótesis qLre acercaria, teórica y políticamente, aconteci-mientos separados por más de un siglo.

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