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Patrullaban los US barcos en las costas africanos para evitar el comercio de esclavos 1830s ¿? Si se equivocaban en el nº de prisioneros mataban a algunos arrojandolos por la borda atados y encadenados a piedras para ahorrar provisiones Amistad (barco) Saltar a: navegación , búsqueda Para el barco que participó en la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, véase Amistad (1813) . Acuarela contemporánea de la Amistad. La Amistad era una goleta de velacho mercante española en la que se llevó a cabo una rebelión de esclavos en 1839 , cuando el buque viajaba frente a las costas de Cuba . Historia Unos 500 africanos habían sido secuestrados en Sierra Leona y transportados hasta La Habana , Cuba , (entonces colonia española) por el barco negrero portugués Tecora , donde fueron vendidos como esclavos. Cincuenta y tres de ellos fueron trasladados a la Amistad. El viaje comenzó el 28 de junio de 1839 con dirección a Puerto Príncipe . Sin embargo, el 2 de julio , uno de los africanos, de nombre Joseph Cinqué , consiguió liberarse e hizo lo mismo con los demás cautivos. Los confinados mataron al cocinero del barco —quien durante el viaje había

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Patrullaban los US barcos en las costas africanos para evitar el comercio de esclavos 1830s ¿? Si se equivocaban en el nº de prisioneros mataban a algunos arrojandolos por la borda atados y encadenados a piedras para ahorrar provisiones

Amistad (barco)Saltar a: navegación, búsqueda Para el barco que participó en la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, véase Amistad (1813).

Acuarela contemporánea de la Amistad.

La Amistad era una goleta de velacho mercante española en la que se llevó a cabo una rebelión de esclavos en 1839, cuando el buque viajaba frente a las costas de Cuba.

Historia

Unos 500 africanos habían sido secuestrados en Sierra Leona y transportados hasta La Habana, Cuba, (entonces colonia española) por el barco negrero portugués Tecora, donde fueron vendidos como esclavos. Cincuenta y tres de ellos fueron trasladados a la Amistad.

El viaje comenzó el 28 de junio de 1839 con dirección a Puerto Príncipe. Sin embargo, el 2 de julio, uno de los africanos, de nombre Joseph Cinqué, consiguió liberarse e hizo lo mismo con los demás cautivos. Los confinados mataron al cocinero del barco —quien durante el viaje había asustado a los esclavos al describir cómo serían asesinados cuando arribaran— y también al capitán, en una lucha en que también murieron dos de los esclavos. Dos marineros escaparon. Sin embargo, perdonaron las vidas de los dos dueños de la carga humana a bordo, de apellidos Ruiz y Montes, quienes les habían prometido que conducirían la embarcación hacia África. También perdonaron al esclavo personal del capitán.

No obstante, los africanos fueron engañados, siendo conducidos hacia el norte con rumbo a la costa estadounidense, donde el barco fue avistado repetidas veces. Soltaron anclas a media milla de Long Island, Nueva York, el 26 de agosto. Algunos de los africanos fueron a la orilla a conseguir agua y provisiones, y la embarcación fue

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descubierta por el bergantín Washington. El teniente Gedney, que comandaba el buque, ayudado por sus oficiales y tripulación, tomaron la Amistad y a los esclavos bajo custodia, conduciéndolos al estado de Connecticut. Luego presentaría un reclamo por escrito bajo la ley de almirantazgo (eso es, un libelo) por el salvamento del barco, la carga, y los africanos. Gedney presuntamente eligió desembarcar en Connecticut porque, a diferencia de Nueva York, la esclavitud era técnicamente legal ahí (aunque extremadamente rara), y esperaba sacar provecho de los esclavos.

El caso, ampliamente publicitado en Estados Unidos, coadyuvó al movimiento abolicionista. En 1840, una corte federal resolvió que el secuestro de los individuos en su tierra natal, y el posterior transporte, habían sido ilegales. Asimismo, en Estados Unidos sólo podían ser considerados esclavos los nacidos de padres esclavos, ya que la importación había sido prohibida en 1808; por tanto, los africanos eran hombres libres. La Corte Suprema de los Estados Unidos confirmó la sentencia el 9 de marzo de 1841, y los raptados viajaron de vuelta a su hogar en 1842.

Este suceso sirvió de inspiración para el filme Amistad de 1997, con la dirección de Steven Spielberg y las actuaciones de Matthew McConaughey, Morgan Freeman, Anthony Hopkins, Stellan Skarsgård y Djimon Hounsou.

JULIO DE 1839. Medianoche en alta mar. Una goleta española, la Amistad, navega dando popa a La Habana con destino a Puerto Príncipe. En la bodega, un cargamento de ébano integrado por 53 negros africanos encadenados estalla en motín. El líder, el bravo Cinque, de la tribu mendé, se libera de sus argollas y encabeza la rebelión. Los africanos mantienen con vida a dos cubanos, Montes y Ruiz, para que piloten la nave de regreso a la tierra donde fueron raptados, Sierra Leona, en África. La Amistad, con artimañas de los españoles, termina frente a la costa norteamericana, a la altura de Long Island, donde es interceptada.

Encarcelados, los africanos son juzgados por asesinato y piratería. En la causa se presentan diversos demandantes que reivindican la posesión de la mercancía del barco: la Corona española, la Secretaría de Estado norteamericana, los traficantes cubanos y un grupo de abolicionistas. Incluso, el octavo presidente de la nación, el pro esclavista Martin Van Buren, se interesa por el asunto al ver peligrar su reelección.

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Ésta es, esencialmente, la historia de la nueva película de Spielberg (estreno en España el viernes, 6 de marzo). El director ha contado con un reparto de lujo. Actores del calibre de Morgan Freeman, Matthew McConaughey, Anna Paquin, el actor de Benin Djimon Hounsoy y, sobre todo, sir Anthony Hopkins (encarna al ex presidente John Quincy Adams, el campeón que ganó la causa ante el Tribunal Supremo).

Pero la historia cinematográfica no es calcamonía, ni mucho menos, de la verdadera historia del Amistad. Baste un episodio de la película para confirmarlo: el protagonista, Cinque, vuelve a Sierra Leona y se reencuentra con su mujer y sus hijos. La realidad fue bien distinta. Sengbeh Pieh, su verdadero nombre, volvió a África pero jamás pudo encontrar a su familia, que en los tres años que duró su ausencia fue capturada por una tribu enemiga y vendidos sus miembros como esclavos. Un tráfico que continúa hoy en países como Sudán.

Otro error más: Van Buren había dejado de ser presidente cuando empezó el juicio.

Los hechos reales arrancan con el año 1839. Varios centenares de africanos, caídos en una de las redes de tráfico de esclavos, son embarcados, desde Sierra Leona, en el barco negrero de bandera portuguesa La Técora. Durante la travesía del Atlántico, rumbo a La Habana, los negreros llegan a arrojar por la borda hasta a 50 esclavos. Calcularon mal los víveres para el viaje y no había comida para todos.

El destino de la mercancía eran los campos de azúcar de la isla caribeña. Aunque la trata estaba prohibida internacionalmente, el contrabando era abundante. Portugueses, franceses, norteamericanos y españoles seguían pirateando aun a riesgo de ser interceptados por la Royal Navy británica, que desde 1817 se había arrogado el papel de gendarme de los mares contra la trata.

JUSTICIA CRUELCOMENZABA el verano de 1839 cuando La Técora atracó en La Habana con su cargamento de esclavos. Cinque y 52 africanos más -tres niñas y un niño incluidos- fueron comprados por los españoles José Ruiz y Pedro Montes, que tenían un barco aguardando para transportarlos a Puerto Príncipe y venderlos. Era el Amistad, un bergantín de dos palos con el casco pintado de negro, construido y equipado en Baltimore, Maryland (EEUU). Al mando de la nave estaba Ramón Ferrer.

El motín a bordo estalló en la noche del uno al dos de julio. Lo encabezó Cinque y de la tripulación se salvaron Ruiz y Montes, a quienes los africanos obligaron a girar el rumbo de la nave hacia su tierra natal, África. El Amistad terminó frente a las costas de Estados Unidos, a la altura de Long Island, donde fue interceptado por el Washington, un barco de la Marina estadounidense. Era 26 de agosto de 1839.

Sobre los africanos, fruto de las mentirosas explicaciones de los dos españoles supervivientes de la rebelión, cayeron dos acusaciones: asesinato y piratería. Tras sucesivos juicios y apelaciones, paralelos a las reclamaciones de la Corona española, que reivindicaba su propiedad sobre los africanos argumentando que eran esclavos cubanos y no procedían de África, Cinque y demás detenidos consiguieron llevar su caso a la Corte Suprema con el apoyo de los grupos anti esclavistas.

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La sentencia favorable a los africanos se produjo el 9 de marzo de 1841. La intervención del ex presidente norteamericano John Quincy Adams, que se ocupó de su defensa, contribuyó al éxito de la causa Amistad ante la Corte Suprema de los Estados Unidos.

Ya como hombres libres, los 35 africanos supervivientes del Amistad zarparon del puerto de Nueva York, a bordo del carguero de cuatro palos Gentlemen, con destino a la ciudad de Freetown (creada precisamente para recibir a los africanos liberados de la trata internacional), en Sierra Leona. África volvió a aparecer ante su mirada en enero de 1842.

Entre 1440 y 1870, según estimaciones del historiador Hugh Thomas, 11 millones de africanos cruzaron el Atlántico encadenados en las bodegas de barcos negreros. En total, 54.200 viajes transoceánicos, de los que 4.000 se realizaron bajo bandera española, 12.000 en embarcaciones británicas y 30.000 bajo pabellón portugués.

AL POCO tiempo de iniciarse la conquista de América, la esclavización de los indígenas fue un hecho. Se les utilizaba para trabajar como mano de obra barata en las labores agrícolas y las minas de plata de la Nueva España y el Perú. Las condenas de fray Antón de Montesinos primero y más tarde de fray Bartolomé de las Casas encontraron eco en los oídos del papa Pablo III, quien en 1537 prohibió la esclavización de los indígenas, castigando con la excomunión a los infractores, aunque al año siguiente Carlos I convenció al Sumo Pontífice para que revocara la pena. Entonces, fray Bartolomé de las Casas propuso una alternativa de la que no tardaría en arrepentirse, la utilización de esclavos africanos...

Aunque ya Cristóbal Colón condujo en su segundo viaje un importante cargamento de esclavos al continente americano, fueron los portugueses quienes iniciaron la trata de forma masiva para nutrir de mano de obra las plantaciones azucareras del Brasil.

Así, en el siglo XV se puso en marcha un gigantesco flujo de tráfico de esclavos entre Europa, África y América. Durante cuatro siglos, entre doce y quince millones de hombres fueron transportados como bestias en el fondo de oscuras bodegas. Eran negros africanos capturados a lazo en África y vendidos a los negreros por cantidades insignificantes. Se calcula que en el siglo XVI África cedió a América 300.000

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esclavos; en el siglo XVII más de un millón y medio; y en el siglo XVIII más de seis millones y medio.

Según narra lord Palmerson en sus relatos sobre la trata, "una vez hechos prisioneros, se procede a su selección. Los individuos robustos de ambos sexos y los niños a partir de seis o siete años son puestos a un lado para formar la caravana que ha de dirigirse a la costa. Se desembarazan de los menores de seis años degollándolos; abandonan a viejos y enfermos. Se pone en marcha lo antes posible a los prisioneros, hombres, mujeres y niños que, prácticamente desnudos y sin nada que les proteja los pies, atraviesan las arenas ardientes y los desfiladeros de los montes africanos. Se estimula a los débiles a golpe de látigo; se asegura a los más fuertes atándolos juntos con cadenas o colocándoles un yugo".

Una ONG suiza ha logrado liberar a 800 esclavos sudaneses y ha "comprado" a otros 130

Si alguno de ellos moría durante el camino se le cortaba la cabeza o las piernas para separarle de la forma más rápida posible de sus ataduras a fin de que la columna pudiera seguir la marcha sin retraso...". Una vez en los barracones de venta africanos, los esclavos eran expuestos ante los capitanes negreros divididos en lotes de cuatro a seis hombres. Se les hacía lavarse minuciosamente la boca y los ojos para prevenir el escorbuto y las oftalmias y luego se les encadenaba para subirles al barco.

Comenzaba así una travesía infernal con la "mercancía de ébano" amontonada en las bodegas cual si fuesen cucarachas. Desnudos y marcados en el pecho con un hierro al rojo vivo, aquellos hombres viajaban encadenados en bodegas por lo general mal ventiladas, oscuras y sin espacio que permitiera su movimiento. Su hacinamiento era inhumano ya que los capitanes a menudo cargaban casi el doble de esclavos de los que el barco podía transportar (600 en veleros y cerca de 1.200 en la época de los barcos a vapor, hacia 1820) para incrementar sus ganancias, varias veces por semana se les duchaba en el puente y cada quince días se les afeitaba el cráneo para evitar la proliferación de piojos. También se les hacía bailar en cubierta para intentar mantener sus condiciones físicas. Entonces, cuando se veían momentáneamente libres, algunos preferían tirarse al agua y morir antes que soportar el calvario de aquella esclavitud.

En las Antillas, una vez expuesto ante el público, el esclavo debía mostrarse completamente desnudo a fin de que los compradores pudiesen comprobar su estado físico. Se las hacía bailar, moverse, saltar y realizar otros esfuerzos físicos para evidencia su fortaleza y falta de lesiones, ya que un esclavo en mal estado costaba más barato. Se les examinaba como si fuesen ganado y hasta un escritor francés llamado Chambon se extrañaba en 1764 de la costumbre de ciertos traficantes que le lamían la barbilla a los esclavos para descubrir ¡según el sabor de los sudores! si aquéllos estaban enfermos, y para asegurarse por la dureza del pelo de la barba si el esclavo era de mayor edad de la declarada.

El 12 de mayo de 1888 desapareció oficialmente la esclavitud en Brasil, el último país de América que todavía aceptaba esta inicua forma de explotación humana. Para llegar

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hasta aquí hubo que andar un largo camino que por desgracia no se basó tanto en considerar que todos los hombres nacen iguales, sino en el cambio de los modos de producción y la industrialización agrícola, que comenzó a ver una mayor rentabilidad en la emancipación de la mano de obra esclava que en su mantenimiento... Sea como fuere, en 1815 el Congreso de Viena, auspiciado por los ingleses, los mayores tratantes de todos los tiempos, condenó la trata de negros asimilándola a la piratería. Más tarde, el 20 de diciembre de 1848 se proclamó la supresión de la esclavitud en la isla de la Reunión, y el presidente Lincoln hizo lo propio en los Estados Unidos en 1863.

Por José Antonio Díaz

INDONESIA

En la isla de Sulawesi persiste la étnia Toraja que todavía se sirve de siervos de la gleba para trabajar sus campos y ayudar en los funerales. En teoría, los esclavos no existen, pero en la práctica dependen totalmente del señor local, por lo que su estatus se asemeja totalmente al de los antiguos esclavos. No tienen propiedades y deben pedir permiso para casarse. Tampoco poseen tierra ni dinero alguno que les permita emigrar y cambiar de condición, y cuando lo intentan la fricción social que se produce es muy grande, aunque los más jóvenes se resistan a perpetuar este tipo de relación feudal.

INDIA

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En algunos estados como el de Bihar, existe un sistema denominado de trabajo forzado por el que los préstamos en dinero son devueltos por el deudor en persona o por los miembros de su familia mediante el trabajo. El problema estriba en que los tipos de interés de estos préstamos son tan altos como para que muchos padres entreguen a sus hijos para el trabajo forzoso a edades muy tempranas. Otro caso más sangrante aún si cabe es el de los tratantes de menores que todavía siguen raptando niños de cinco a 12 años para suministrarlos a la industria de confección de alfombras.

SUDÁN

En este país, el más grande de África, la práctica del esclavismo es un hecho. Aunque el gobierno lo niegue y lo achaque a enfrentamientos tribales. Lo corrobora John Eibner, de Christian Solidarity International, que estima en unos diez mil el número de esclavos negros capturados por los árabes en el norte del Sudán. Esta ONG suiza lleva desde 1995 organizando peligrosos vuelos clandestinos en los que ha logrado liberar 800 esclavos, y recientemente compró otros 130 en el mercado de Madhol, a unos 250 km al sudeste de Jartum, pagando cien dólares por cada uno de ellos.

MAURITANIA

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Hace tan sólo unas semanas se celebró en Nuakchot una manifestación de protesta contra esta práctica que todavía sigue vigente en la figura de los hartanis, cautivos y esclavos de tienda. Los hartanis son esclavos agrícolas que no perciben retribución alguna por su trabajo; los cautivos son personas entregadas como pago de una deuda o tributo a un jefe; y los esclavos son los dedicados a las labores del hogar. Pero a pesar de estas diferencias, una cosa tienen en común todos: son negros, descendientes de las primeras generaciones de esclavos capturadas en las orillas del río Senegal o en Mali.

1952. Fotografías de "morenas" aparecidas en un artículo de Arcadio Larrea sobre los negros de Huelva.

"UN SENTÍO sin sentío y un Pantalón sin pretina estaban dándose un beso al pie de una tagarnina". El dicho popular, memoria viva de la temprana posguerra en Gibraleón (Huelva), bendecía con cierta gracia la boda que se celebró entre dos morenos onubenses. Él, un negro apodado Pantalón, y ella, una mulata de la familia de los Sentío, fueron llevados al altar por el sacerdote José María de Gelos, empeñado en cristianizar con el sacramento la relación.

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La memoria colectiva no alcanza, en cambio, hasta explicar con certeza el origen de la población negra que puebla algunos municipios ribereños de los ríos Tinto y Odiel. Apelativos como Los del Barco o Los negros de Colón retratan una realidad entre la leyenda y la verdad histórica: los actuales morenos de Huelva son descendientes de esclavos que nunca se amotinaron en el barco negrero que les arrancó de África. Su historia aquí, lejos de la que sirve a Spielberg para su última película, es tan vieja como la España de Isabel y Fernando que expulsó al último rey nazarí.

Cinco siglos cargados, sucesivamente, de grilletes, cautiverios, mercadeo de hombres, manumisiones -de todo queda hoy rastro en protocolos notariales archivados en Gibraleón- y una libertad paupérrima rayana en la miseria hasta hace unas décadas. No en vano, España fue el último país europeo (1886) en abolir la esclavitud, por más que hayan sido portugueses e ingleses los grandes tratantes de esclavos.

Todo empezó en algún lugar del África negra. Los antepasados de Juan Pérez González, uno de los pocos morenos -de los cuatro cuarterones, que dicen los gitanos- que van quedando en Huelva perdieron de vista para siempre su África natal. Dieron con sus huesos, encadenados, en alguno de los barcos (portugueses y españoles) que inauguraron la trata atlántica en la segunda mitad del siglo XV, cuando Colón aún no había zarpado de Palos.

Alguno es posible que fuera marcado a fuego, herrado: una S en un carrillo y una I -o el dibujo de un clavo- en el otro, iniciales de sine iure (sin derechos).

"Un esclavo negro atezado, ladino, tuerto y alto de cuerpo. Precio de Jorge, 25 años: 98 ducados pagados en reales"

"En los siglos XIV y XV los mareantes de Palos, Moguer y Huelva", escribió hace un siglo Antonio Delgado, "frecuentaban la costa de Guinea, de donde extraían esclavos negros para los mercaderes de Andalucía... Las naves que conducían esta odiosa mercancía aportaban casi siempre a puertos inmediatos a Niebla, donde se negociaban los esclavos, y comúnmente quedaban muchos en el país... Cuando llegaba el caso de ahorrarlos (libertarlos), moraban en aquellos pueblos, donde la raza se perpetúa casi sin mezcla; pero al cabo de tantos años ha perdido su primitivo color y degenerado en trigueño. Muestran su origen en sus fisionomías y en rastros del ángulo facial de la raza etiópica".

Algo más que un atisbo es la raza negra de Juan Pérez González. A sus 35 años, huérfano de José Pérez y Manuela González, este nieto de La Juanillona es el penúltimo descendiente de esclavos de Gibraleón. Por sus venas bien podría correr la sangre de un tal Jorge, vendido el 28 de agosto de 1562: "Sepan cuantos esta carta vieren cómo yo, Alonso Gómez, vecino de esta villa...". El escribano narra la venta de "un esclavo negro atezado, ladino, tuerto y alto de cuerpo. Precio de Jorge, 25 años: 98 ducados pagados en reales".

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DE AQUÍ DE SIEMPRE"SOMOS DE aquí de siempre", explica Juan, "mis cinco hermanos y yo, que nacimos en una choza por el Puente, mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos... La última familia de raza negra que queda en Gibraleón es la mía; los demás son morenos pero gitanos. Mi gente ha sido de siempre analfabeta que ha pasado sus vidas segando palma en el campo".

Antes vivían en chozas. A partir de los 60, emigraron al barrio de Villalatas. Allí vive Dolores González Moreno, tía de Juan. "Nos han llamado siempre Las Juanillonas. Se lo decían a mi madre y se lo siguen diciendo a mi tía Josefa, con 80 años". Dolores, viuda de 66 años, nunca ha tenido problemas "por ser morena... Mis hijos han ido al colegio y nadie les ha llamado negros". Con 19 nietos y 8 bisnietos, sabe que los tiempos han cambiado: "Cuando mi abuelo, el famoso Juanillón, y mi abuela hubo disgusto porque él era más moreno. Mi madre era travesá, blanca y negra".

Como sus padres, y antes los padres de sus padres, Dolores siempre ha trabajado en el campo: en el maíz, en los garbanzos, segando la palma, haciendo escobas, recogiendo grumelos, aceitunas y lo que hiciera falta. Otras se metían a servir, entroncando así con los orígenes de la esclavitud andaluza, de carácter doméstico. 1.800 reales de vellón pagó Hernández Pinzón, en 1754, por la esclava María. Color claro, 30 años, mediana de cuerpo.

Hubo intercambios de siervos "con su rastra" (término utilizado cuando una burra tiene un burrito) por vacas, y descripciones animalescas: "Un macho prieto".

A Juan, buscavidas, nadie le contó historias parecidas a aquellas Raíces de Kunta Kinte. "Mi abuela La Juanillona me dijo que la pelaron a rape en el 36 y la pasearon por el pueblo...".

A falta de un estudio antropológico, sirven las apreciaciones de sus vecinos. "Han sido siempre jornaleros como tantísimos otros pobres. No se han contado la historia de padres a hijos", tercia un vecino parapetado tras el anonimato. "Ni están ni se sienten en un mundo aparte".

Nadie sabe cuántos morenos quedan hoy (dos grandes familias muy mezcladas). El alcalde, del Partido Popular, dice que no habla del tema porque él no es racista. El africanista Arcadio de Larrea -Los Negros de la Provincia de Huelva (1952)- radiografía de cuatro pueblos con descendientes de esclavos llegados de Guinea, Congo, Angola y Mozambique justo antes del descubrimiento. Son cálculos de los años 50: en Palos contabilizaba "de diez a 12 familias"; en Moguer "moran unas 14 familias de negros puros (70 individuos) y unos 30 o 40 travesaos (mestizos)". Sitúa el mestizaje a partir del año 39; en Niebla decía que no quedaban, y en Gibraleón, "en la actualidad con el núcleo más importante y diferenciado", hablaba de más de 200 morenos.

Izquierdo Labrado, que ha investigado la esclavitud en Palos en el siglo XVI, opina que la pervivencia de negros en Gibraleón, "descendientes de antiguos esclavos, denota una menor integración racial en esta zona de la costa".

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"Nunca he tenido problemas por ser 'morena'. Mis hijos han ido al colegio y nadie les ha llamado negros", Dolores González Moreno

Desde la autoridad que da haber ocupado el púlpito local entre 1957 y 1968, el párroco Manuel López Vega recuerda hoy cómo los de Colón eran una minoría que "no llegaban al centenar y vivían por El Otero, aunque nunca hubo nada parecido a un gueto. Ya se casaban con blancos... Algunos acudían al comedor de Cáritas de San Juan Bautista, igual que muchos blancos. En los 50 se pasó hambre".

Lejos quedaban las leyes del XVII que prohibían enseñar a leer y escribir a los negros, a quienes se cerraban las puertas de "tabernas y figones". Eran las ordenanzas del marqués de Gibraleón, la misma casa noble a la que Cervantes dedica El Quijote en la persona de Alonso de Zúñiga.

Más lejos aún sitúa la duquesa de Medina Sidonia, Isabel Álvarez de Toledo, el primer documento que refiere la llegada de negros a la ría de Huelva. En el siglo XV Niebla era cabeza del condado, vinculado a los Guzmán. Escribió el escribano en 1493: se quejan los vecinos (blancos) de las "muchas libertades e franquezas" que el tercer duque de Medina Sidonia, don Juan de Guzmán, les "mandó dar e dio" a los negros, entre ellas tener alcalde propio "i la justicia sobre sí". A lo que el duque contesta que su padre, recién fallecido, "mandó traer (a los negros, que el noble refiere como moros) e poblar en esa mi villa de Niebla, que en ella viven y moran y son mis vasallos".

Los morenos construyeron el castillo. Según Álvarez de Toledo, a partir de este núcleo de obreros negros de Niebla, que eran libres y tenían su propia autoridad, la comarca fue receptora de esclavos que iban quedando libertos. Para mayor abundamiento, cita otro documento (siglo XVIII) sobre un proceso judicial abierto a raíz de que una vecina llamara negra a otra que se proclamaba morena. Tan abundante era entonces la población negra, que los blancos de la villa piden al duque que encierre a los morenos en un gueto, por temor a que sus hijas se quieran casar con ellos. El alcalde entonces, explica Álvarez de Toledo, "se llamaba Blanco y era negro".

El antropólogo Isidoro Moreno asegura que hermandades como las de los Negritos de Sevilla -finales del XIV principios del XV- sirvieron de "eje de resistencia étnica". Incluso más: "Como tapadera para conservar lazos de unión tan importantes como sus ritos ancestrales".

SERES HUMANOS"LOS ESCLAVOS, a los que tanto y tan melodramáticamente nos empeñamos en llamar mercancías o cosas", opina el historiador Izquierdo Labrado, "podían poseer bienes, contraer matrimonio, incluso contra la voluntad del propietario, declarar en juicios, recibir herencias y... llegar a conseguir la libertad. En definitiva, era para el amo rigurosamente un ser humano". Por más que fueran objeto de burlas sobre su sentido del ritmo o sus formas de caminar y hablar.

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Con los siglos, los antepasados de Juan y su tía Dolores formaron "una especie de aristocracia al revés" (Víctor Márquez Reviriego, años 60). Han sido brazeros del campo y sirvientes de muchas casas blancas. De su mezcla con otra minoría, la gitana, da cuenta un romance antiguo cantado por una mujer calé apellidada Moreno:

"Que si mi color es prietomi dinero es español,que tiene cruz y corona:las armas de mi señor".

"Si bien como grupo étnico no llevan camino de extinguirse", opinaba un africanista en los años 50, "amaga su desaparición como clase social... Perderán la conciencia de su origen y separación racial".

Las palabras de Juan Pérez González, al que algunos llaman Biri-Biri por su parecido a un futbolista negro que tuvo el Sevilla, vienen a darle la razón. "Sólo sé que soy de aquí de siempre". Él, sus padres, sus abuelos y así en sucesivas secuencias generacionales encadenadas con África. Con algún lugar perdido del África negra.

Amistad Amistad

Hugh Thomas 26 DIC 1997

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Amistad es una película bonita, conmovedora e interesante, que rata de unos acontecimientos que tuvieron lugar entre 1839 y 1841 y que se ajusta fielmente a los documentos históricos. Millones de personas basarán su futura actitud hacia la historia del comercio de esclavos en las impresiones que saquen de verla. ¿Hasta qué punto serán correctas?En primer lugar, la película muestra cómo el héroe, Cinqué, fue secuestrado cerca de Sierra Leona por unos vecinos por no haber pagado una deuda, y cómo fue supuestamente entregado a un mercader de esclavos español en la costa. Muchos africanos en Norteamérica debían su esclavitud a esa clase de trampa, pero fueron muchos más los secuestrados en redadas o en guerras.

La cinta muestra en dos ocasiones un fuerte en Lomboko, cerca de la colonia británica de Sierra Leona. En el siglo XIX, muchos esclavos permanecieron retenidos en ese tipo

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de barracones, pero, en los primeros tiempos del comercio legal de esclavos, la mayoría de ellos eran comprados, o más bien canjeados, directamente a los africanos. (Lomboko pertenecía entonces a una empresa de La Habana llamada Martínez, pero el principal mercader de esclavos en la zona era Pedro Blanco, un negrero sobre el que Lino Novás Calvo escribió una novela famosa. También aparece en Barcelona y sus misterios, de Texido).

En la película hay unos flash-back que ilustran la terrible "travesía intermedia", con momentos de gran violencia, como, por ejemplo, durante el viaje clandestino de los esclavos a bordo del barco portugués Tecora. La brutalidad incluye flagelaciones, violaciones perpetradas por los marineros y lanzamientos por la borda de los esclavos para los que no había suficiente comida. Todas estas cosas sucedían con frecuencia, aunque en esos viajes también había periodos tediosos y hasta tranquilos, sobre todo después de los momentos de peligro -para la tripulación-, cuando el barco estaba todavía cerca de África. Muchos marineros, especialmente en los barcos portugueses, eran negros, lo que parecía tener un efecto tranquilizador para los esclavos, aterrorizados ante la visión de anglosajones de pelo largo y tez roja. Una vez que las grandes potencias abolieron formalmente el comercio de esclavos en el siglo XIX, los viajes ilegales por el Atlántico eran mucho más duros que cuando eran legales.

Los esclavos a bordo del Tecora fueron trasladados a La Habana, donde fueron vendidos. La corta escena en el mercado de esclavos bajo las murallas del palacio del capitán general de Cuba está bien realizada. La revuelta con que empieza la película no se produce en la travesía intermedia, y por tanto a bordo del Tecora, sino tras la venta de esclavos en La Habana y a bordo del Amistad. En la travesía principal se producía una rebelión por cada diez viajes más o menos, que eran sofocadas por lo general con gran brutalidad.

Por cierto, que el trayecto del Amistad a lo largo de la costa del norte de Cuba nos recuerda que había un gran número de esclavos que, tras atravesar el Atlántico, realizaban un largo viaje por mar o por tierra. Por consiguiente, el viaje de los esclavos desembarcados en Cartagena de Indias y trasladados en barco por la costa suramericana del Pacífico hasta Lima, Perú, era tan horrible como la travesía intermedia.

Un buen papel es el del teniente Charles Fitzgerald, un oficial de la Marina británica que, con espléndido laconismo, da testimonio de la situación del comercio de esclavos en África y más tarde destruye el fuerte de Lomboko desde el mar. Así se nos recuerda el notable papel desempeñado por la Armada británica a la hora de poner fin, mediante bloqueos, sobornos o subvenciones, y alguna que otra acción naval, al comercio de esclavos. (Los oficiales británicos eran despóticos y a menudo detenían barcos que izaban banderas estadounidenses falsas. Durante años, esa clase de acciones enfurecieron al Gobierno de Estados Unidos más que el comercio de esclavos).

La complicada acción legal en tres fases que ocupa gran parte de la película y que deja en tan buen lugar al sistema legal de Estados Unidos está muy bien conseguida, aunque da una imagen un tanto negativa del presidente Van Buren.

Hasta aquí, todo está bien. Sin embargo, al espectador no se le dan antecedentes de estos dramáticos acontecimientos. Por ejemplo, se da a entender que el comercio de esclavos era un hecho infame llevado a cabo por latinos despreciables como los españoles y los

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portugueses. Pero, durante muchas generaciones, hasta la abolición anglo-norteamericana del comercio, en 1808, también lo hacían a gran escala capitanes y mercaderes británicos, y, en mucha menor medida, norteamericanos. Incluso en la década de 1830, cuando tuvo lugar el episodio del Amistad y prácticamente no existía el comercio de esclavos con Estados Unidos, hubo barcos, capitanes y marineros estadounidenses implicados en este comercio, por lo general en nombre de comerciantes brasileños o cubanos. El mismo Amistad fue construido, con el nombre de Friendship, en Baltimore y vendido en La Habana, como lo fueron otros cientos de barcos. A menudo se utilizaron mercancías británicas y estadounidenses, como moneda de cambio en África, y el cónsul de Estados Unidos en La Habana, Nicholas Trist, fue cómplice del comercio de esclavos al permitir sin pestañear que los esclavistas cubanos utilizaran la bandera norteamericana.

También hubo ocasiones en la década de 1830 en que las rebeliones de esclavos en los viajes a lo largo de la costa de Estados Unidos -considerados en Washington tan legales como consideraba España los del Amistad por la costa de Cuba empujaron a los barcos a refugiarse en Las Bahamas. El Gobierno en Washington se ocupaba de recuperar la "propiedad" de sus ciudadanos.

También la postura de España en el caso del Amistad está retratada de forma unidimensional. Entre los siglos XVI y finales del XVIII, España apenas comerciaba con esclavos y prefería comprarlos a otros. En la década de 1790, con Gran Bretaña y Estados Unidos interesados de repente en la abolición, los colonos cubanos, así como dos españoles, Montes y Ruiz, realmente ingeniosos y que aparecen en la película como caricaturas (Igual que la reina Isabel II), se percataron de que si fueran capaces de comprar esclavos a la misma escala que los británicos habían hecho durante tanto tiempo, podían convertir su isla en una Jamaica más grande y próspera. Así lo hicie-

ron, y pensaban que la actitud de los británicos era pura hipocresía. El Gobierno español apoyó a los cubanos en esta actitud, a pesar de su aceptación formal en 1817 del principio de abolición. El Gobierno de Madrid no podía permitirse el riesgo de perder el apoyo de sus ricos colonos cubanos, por miedo a un movimiento independentista en Cuba y también porque estaban plenamente absorbidos por la destructiva guerra civil carlista. Da la casualidad de que el ministro español que esos días estaba en Washington (denominado "embajador" por un error perdonable) era Ángel Calderón de la Barca, cuya mujer, la extraordinaria Fanny, fue autora de uno de los mejores libros de viajes, en el que relata la misión de ella y su marido en México unos años después.

Los realizadores de Amistad, tan creativos en otros aspectos, no presentan, pues, el contexto internacional en el que tienen lugar los dramáticos acontecimientos en los que se centra su historia. Pero los detalles nos son mostrados de una forma brillante.

En Cuba barco “Amistad”, símbolo de la lucha contra la esclavitud

22 Marzo 2010 5 Comentarios

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La goleta “Amistad”, réplica del barco en que se desencadenó una protesta de esclavos en el siglo XIX y velero oficial del Estado de Connecticut (EEUU), atracó hoy en la Bahía de Matanzas, en el norte de Cuba, donde nació aquella rebelión convertida en símbolo mundial del abolicionismo.

El barco llegó desde la República Dominicana y el jueves seguirá hasta La Habana, de cuyo puerto zarpó el velero original de 140 pies y dos mástiles, con tripulación negrera española.

La llegada del barco con bandera estadounidense por primera vez a Cuba representa “la sana y constructiva intención de establecer puentes y restablecer la amistad profunda entre los pueblos de Estados Unidos y Cuba”, declaró Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC.

“Es un símbolo de amistad y del abrazo que nos vamos a dar Estados Unidos y Cuba”, insistió Barnet en rueda de prensa.

El fabricante del barco, el estadounidense Quentin Snediker, quien compareció en la rueda de prensa junto a su compatriota William Pinkny, primer capitán del buque, expresó que su satisfacción por “el sueño hecho realidad” que supone atracar en La Habana y agradeció la colaboración del Ministerio cubano de Cultura.

El buque, con 13 tripulantes a bordo, todos de Estados Unidos excepto uno, que es de Sierra Leona, además de un grupo de estudiantes, llegará procedente de Santo Domingo (República Dominicana) a Matanzas, (100 kilómetros al este de La Habana) y el 25 a La Habana, de donde zarpará el 31 de marzo.

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La goleta, propiedad de una ONG estadounidense, es una réplica del barco construido en Cuba y convertido en emblema del movimiento abolicionista al salir de La Habana en 1839, Ese año, un grupo de cautivos formado por 53 hombres, mujeres y niños que habían sido secuestrados en localidades del África occidental fueron transportados a Cuba para ser vendidos como esclavos.

Durante el trayecto hacia una plantación de azúcar situada al este de la isla, uno de los prisioneros, Joseph Cinqué, se convirtió en el líder de la rebelión a bordo del Amistad y obligó a que la tripulación modificase su rumbo para desembarcar en Long Island, donde fueron capturados y encarcelados en New Haven (Connecticut).

Con la ayuda de un grupo de abolicionistas, los africanos que sobrevivieron al motín lograron que la Corte Suprema de EEUU decretara su libertad en 1841 tras un juicio histórico que contó con el protagonismo del ex presidente estadounidense John Quincy Adams, quien actuó como abogado defensor de los esclavos.

El 25 de marzo se conmemora el día en que el Parlamento británico abolió el comercio de esclavos en 1807. La goleta, que recorre la antigua ruta del comercio de esclavos en el Atlántico, forma parte del proyecto Ruta de la esclavitud de la ONU y la UNESCO.

29 de marzo de 2010

Strange Fruit, Abel Meeropol (versión Billie Holiday) A finales de los años treinta, Abel Meeropol un profesor judío de Nueva York quedó impresionado al ver la fotografía del linchamiento de dos afroamericanos en un estado del Sur. Una muchedumbre de blancos de todas las edades, hombres, mujeres y niños, aparecían sonrientes alrededor de los cadáveres de Thomas Shipp y Abram Smith, colgados de dos álamos en medio de la noche. Aquella visión, cruda y desagradable, se le metió en la cabeza y no pudo dejar de pensar en ella durante varios días.  Como resultado de esa experiencia escribió el poema ‘Bitter Fruit’ (Fruta amarga), que publicó bajo el seudónimo de Lewis Allan. Ante la excelente acogida, sus compañeros del partido comunista le animaron a ponerle música, y así nació la canción ‘Strange Fruit’. (Aunque más adelante se diría que fue Holiday quien puso música al poema de Meeropols, quedó demostrado que no fue así).

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Tenía tanta fuerza, y reflejaba una realidad tan sórdida y alarmante en pleno siglo XX, que ‘Strange Fruit’ no tardó en popularizarse en los círculos de la izquierda estadounidense. Parece ser que fue Barney Josephson, propietario del Café International (o Café Society, punto de reunión de los intelectuales liberales y de izquierda en el Greenwich Village neoyorquino), quien vio a Billie Holiday como la intérprete ideal de esta canción, y por ello decidió poner en contacto al autor con la legendaria cantante de blues.

Holiday no fue la primera intérprete de la canción, pero sí la que consiguió dotar a la composición de la fuerza justa, pues algunos antes que ella le dieron un dramatismo excesivo. Las primeras veces que la cantó, el público quedaba tan impresionado, por lo que contaba y por cómo lo hacía, que tardaba en romper a aplaudir.

Con esta canción cerraba Holiday sus actuaciones. Se quedaba a oscuras, sólo iluminada por un foco, y allí, con los ojos cerrados, comenzaba a cantar. Sólo intentó interpretarla unas pocas veces en los estados del Sur, donde de por sí ya actuaba poco. En ningún caso logró terminarla, dada la violenta reacción del público. “Esta canción consigue distinguir a la buena gente de los cretinos y los idiotas”, escribió en su autobiografía.

Según las conservadoras estimaciones del Tuskegee Institute, entre 1889 y 1940 2.833 personas fueron linchadas en Estados Unidos, el 90 por ciento en los estados del Sur, y más del 80 por ciento eran afroamericanos. En 1939, una encuesta puso de manifiesto que seis de cada diez blancos de los estados sureños aprobaban la práctica del linchamientos de los negros.

“Southern trees bear a strange fruit,

Blood on the leaves and blood at the root,

Black bodies swinging in the southern breeze,

Strange fruit hanging from the poplar trees.

 

Pastoral scene of the gallant south,

The bulging eyes and the twisted mouth,

Scent of magnolias, sweet and fresh,

Then the sudden smell of burning flesh.

 

Here is fruit for the crows to pluck,

For the rain to gather, for the wind to suck,

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For the sun to rot, for the trees to drop,

Here is a strange and bitter crop.”

 

“Los árboles del Sur tienen frutos extraños.

Sangre en las hojas y sangre en las raíces.

Cuerpos negros balanceándose con la brisa del sur.

Extraños frutos colgando de los álamos.

 

Una escena pastoral del Sur galante,

los ojos fuera de sus cuencas y la boca torcida,

aroma de las magnolias, dulce y fresco,

entonces, el repentino olor a carne quemada.

 

Lo que hay aquí es un fruto para que lo arranquen los cuervos,

para que lo empape la lluvia,

para que lo zarandee el viento

para que el sol lo pudra

para que gotee de los árboles.

Lo que hay aquí es un cultivo extraño y amargo”.

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chief3337:

She ( Nanny) put herself on a boat to the New World to come free her people. She was the leader of her tribe. She was an African queen who put herself into captivity to come to the West in order to be with her people so that she could free them. She didn’t come as a slave; it was her own plan. — Folk Historian Naakaa Cush via Karla Gottleib

Nanny, Queen of the Maroons, born into the Akan ethnic group in Ghana in the 1680’s ,lived to become one of the greatest freedom fighters of the New World.

Grandy Nanny was a chieftaness, a leader of Jamaica’s Windward Maroons, who successfully waged war with and held off the greatest military power on earth from 1724 to 1739 suffering only one majour defeat in 1734 at Nanny Town when the British, having managed to surprise the Maroons as they slept, fired upon them with portable swivel guns.

Historians acknowledge her as a master military strategist who developed and excelled at guerilla warfare. She perfected the art of camouflage and created a system of long- distance communication using the Abeng, a cow horn with a hole drilled at one end. Sophisticated Maroon communications put British troops at helpless disadvantage in the hills of Jamaica.

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In the 1730’s, the war’s period of the most-intense fighting, the Maroons suffered only about 100 casualties while the British losses numbered in the thousands.

Nanny was named a National Hero for Jamaica in 1976.

frenchhistory:

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@credits

Belley was said to have been born on 1 July 1746 or 1747 on the island of Gorée, Senegal, but the dates of his birth and death are uncertain. At the age of two, he was sold to slavers sailing for the French colony of Saint-Domingue. With his savings, he later bought his freedom.

In 1791, the enslaved Africans of Saint-Domingue began the Haitian Revolution, aimed at the overthrow of the colonial regime. As their fellow revolutionaries in France thought the Declaration of the Rights of Man of 1789, they began to see that slavery would need to be abolished.

In 1793, Bellay was a Captain of infantry, fought against the colonists of Saint-Domingue and was six times wounded. On 24 September 1793, he was one of three members (deputés) elected to the French National Convention by the northern region of Saint-Domingue, together with Jean-Baptiste Mills, a mulatto, and Louis-Pierre Dufaÿ, a European, thus becoming the first black deputy to take a seat in the Convention. On 3 February 1794, he spoke in a debate in the Convention when it decided unanimously to abolish slavery.

However, the formal abolition of slavery did not disarm the European colonists’ supporters, and although he was recognized as a full citizen of the Republic, Belley had to struggle against racist insinuations. He was an active spokesman for people of colour. When Benoît Gouly, a pro-slavery deputy from Mauritius in the Indian Ocean, called for special laws for the colonies, Belley denounced a pressure group of colonists meeting at the Hôtel Massiacin a speech published under the title Le Bout d’oreille des colons, ou le système de l’Hôtel Massiac mis à jour par Gouly He succeeded for a time in maintaining the Republican principle of equality between people in France and in its colonies, whatever their colour.

In a declaration of age and marital status for the representatives of Saint-Domingue in the Convention, Belley says that he was born at Gorée, is forty-eight years old, has never left the territory of the Republic, and has lived forty six years at Cap-Français. In a ‘declaration of fortune’ dated at Paris on 10 Vendémiaire, Year 4 of the Republic (viz., 1 October 1795), Belley declares that from the Republic he has only his ‘emoluments’, that he has bought no property, and that he owns only the contents of his room.

Belley remained as a Convention member until 1797, when he lost his seat.He returned to Saint-Domingue with Charles Leclerc’s expedition of 1802 as an officer of gendarmes, but he was arrested, sent back to France and imprisoned in the fortress of Belle Île. He was still being held prisoner there in 1805 when he wrote to Isaac Louverture, the son of Toussaint Louverture. He died later the same year.

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fuckyeahhistorycrushes:

This is Elizabeth Jennings Graham (1830-1901), who was in a way a predecessor of Rosa Parks. Born the daughter of Thomas Jennings, a tailor prominent in New York’s black community at the time, Lizzie became a church organist and a schoolteacher, first in NY’s African Free Schools, and later in the public ones.

In the 1850s, railed streetcars were increasingly replacing horse-drawn carriages as a form of public transport, but they were owned by private companies and so allowed to refuse to serve passengers, and so many were pretty much white-only.

On 16 July 1854, Lizzie set off to her church, where she worked as an organist. As she was late, she boarded the streetcar of the Third Avenue Railroad Company, and was ordered to get off. She refused, and was eventually forced out with the help of a police officer.

An account of the incident by the New York Tribune, published in February 1855:

“She got upon one of the Company’s cars last summer, on the Sabbath, to ride to church. The conductor undertook to get her off, first alleging the car was full; when that was shown to be false, he pretended the other passengers were displeased at her presence; but (when) she insisted on her rights, he took hold of her by force to expel her. She resisted. The conductor got her down on the platform, jammed her bonnet, soiled her dress and injured her person. Quite a crowd gathered, but she effectually resisted. Finally, after the car had gone on further, with the aid of a policeman they succeeded in removing her.”  

The Black New Yorkers were very unimpressed, and Lizzie filed a lawsuit against the driver, the conductor, and the company. She was represented by the 24-year old Chester A. Arthur, who went on to become President (21st). In 1855, the court ruled in her favour, and damages of $225 (equivalent to between 5 and 10 thousand US dollars in 2008) were awarded.

The Judge, William Rockwell, declared that:

“Colored persons if sober, well behaved and free from disease, had the same rights as others and could neither be excluded by any rules of the Company, nor by force or violence.”

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The next day, the company ordered all its cars to be desegregated. But a month after the verdict, a black man was refused admission to a car of the Eighth Avenue Railroad, another early company. He too took them to court and won a similar judgement. New York’s public transport became desegregated by 1861.

Lizzie married a man called Charles Graham, and had a son called Thomas with him. Tragically, he died when he was only one year old. Although little is known about her later life, she operated NY’s first kindergarten for black children at 247 West 41st Street.