esa viejita era la patria
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ESA VIEJITA … ERA LA PATRIA. Entrevista a José Luis D´Andrea Mohr (h).
Daniel H. Mazzei
José Luís D´Andrea Mohr (h) no cumplía con el arquetipo del militar argentino. Lo conocí una
tarde de junio de 2000 en su departamento de la calle Terrada, en el barrio porteño de Flores. La
entrevista se realizó en el marco de mi investigación sobre el Ejército durante la década de
1960. Yo buscaba una visión de aquellos años desde las vivencias de un oficial subalterno, pero
también quería saber que había llevado a ese joven capitán a enfrentar a sus superiores hasta
transformarse en uno de los más implacables críticos del llamado “Proceso de Reorganización
Nacional”. Nuestra conversación se prolongó por más de dos horas, café de por medio.
Comencé con una pregunta casi obligada sobre su "vocación" militar.
-- Yo soy bisnieto de militares. Es más, el general Beresford1, invasor, estuvo detenido no sé si
dos o más años. Y los usó aparentemente bien. Debe haber sido muy bien porque después de él,
casi junto con la Independencia vino a vivir acá, a la Argentina, una sobrina de él llamada
Mary Pickford Beresford. Esa señorita se casó con un señor llamado José Francisco Mohr, que
fue el primer cónsul prusiano en la Argentina. Ellos son mis tatarabuelos. Y yo desciendo de un
invasor inglés, que es Beresford. Un hijo de ese matrimonio, que es mi bisabuelo, fue teniente
en la Guerra del Paraguay; y al regreso, como repudio y asco a la guerra (porque lo escribió),
dejó las armas y se hizo periodista. Fundó el primer diario que hubo en Chivilcoy, entre otras
cosas. Mi abuelo paterno, un gran aventurero, a los dieciséis años se hizo soldado voluntario
en un regimiento disciplinario del Chaco, y ahí llegó hasta sargento distinguido. Y al mismo
tiempo un hermano de mi abuela fue el general Mohr, Inspector General del Ejército, lo que
sería el Estado Mayor actual. Mi padre (todavía vive) coronel retirado, fue Subsecretario de
Guerra de Frondizi.2 Así que ser militar para mí fue seguir viaje. Era algo tan familiar que
seguí viaje. Eso es en realidad lo que pasó.
El capitán D´Andrea Mohr había ingresado al Colegio Militar de la Nación el 20 de
febrero de 1957, con poco más de 17 años y, como todos los cadetes, al comenzar el segundo
año debió elegir arma.
--- Elegí Ingeniero porque no quería ir a Infantería. Yo había hecho el primer año en Infantería
y al iniciar segundo año me insubordiné, y pedí la baja. Me insubordiné por una estupidez de
cadete. "Cadete, cuerpo a tierra, arrástrese". En vez de arrastrarme me paré y le pegué una
piña al supuesto arrastrador. Y como mi padre era Subsecretario de Guerra, en vez de darme
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de baja me permitieron pedir la baja. Durante ese año fui vendedor de rifas desde Buenos Aires
a la Patagonia, de ALPI, para una agencia que le vendía las rifas. No era ALPI sino CeReNiL
(Centro de Rehabilitación para Niños Liciados, de Mar del Plata). Y antes había trabajado en
una cantera de picapiedras en Córdoba. Mi padre fue Director de la Escuela de Infantería un
tiempo, y ahí me fui a vivir con él. No me gustó vivir sin trabajar y en un camino por donde yo
andaba a caballo encontré un día una obra, una excavación de una cantera que decía: "se
necesitan peones". Bueno, planté el caballo, bajé, ... el capataz me miraba como diciendo "¿y
este nene...?". Pero yo era muy fuerte, y además no me interesaba picar piedras o escribir a
máquina. Me daba lo mismo. Es más, me resultaba más divertido picar piedras. Así que yo iba
todos los días con mi caballo. Ahí fue cuando mi padre vino a Buenos Aires para ser
Subsecretario de Guerra, y yo me quedé en Córdoba. Me mantenía solo. Me dejaban usar el
caballo en la Escuela de Infantería, que era mi medio de transporte. Hasta que conseguí el otro
trabajo, el de la venta de rifas, que pasé no sé cuantos meses vendiendo rifas por todos lados.
Gané un montón de plata. Y llegó fin de año y... "¿qué hago ahora?". Porque tenía que
estudiar. Y volví al Colegio Militar. Y en vez de infantería, donde yo había tenido un muy mal
recuerdo y tenía mis enemigos, entré al arma de ingenieros. Porque un amigo íntimo estaba en
ingenieros. No tenía ninguna predilección. Me daba igual. Y bueno,... seguí en el arma de
ingenieros y me recibí como subteniente de Ingenieros.3
Después de escucharlo me pareció que no llenaba el perfil de militar que tenemos
habitualmente. Se lo dije, y no le gustó.
--- También hay que pensar qué perfil de un militar tiene alguien como usted. Lo que pasa es
que el perfil militar que muchos de ustedes ven es precisamente, precisamente, el que nunca
debe tener un militar. Eso es distinto. Eso es un concepto que ha hecho el hábito más que la
regla. La regla es otra. Tampoco a lo mejor calzo en la regla.
Si la mayoría está en lo que se ha hecho el hábito debió ser difícil para alguien como él
pasar allí tantos años, en medio de ese clima adverso. Sin embargo lo relativizó:
--- Tuvo complicaciones y tuvo grandes diversiones también. Porque depende del espíritu que
tenga cada uno frente a la vida. Para mí vivir era y es lo diario. No es imaginar, como no
imaginé nunca, ser general. Además, los generales que veía estaban muy lejos de ser lo que a
mí me habría gustado ser. Esa es la otra. Yo me crié en un ambiente cercano a la cúpula, por
mi padre. Y cada uno de los tipos que yo he visto, era un cada uno de lo que yo no querría ser.
Por lo tanto nunca me imaginé un tipo de esos. Tampoco nunca me imaginé un militar del
grado de exigencia, eficacia y capacidad de mi padre. Porque yo era muy bohemio. A mí me
gustaban la noche, las putas, los cabarets, los bajos fondos... Eso no es muy amigo de ser
general uno. Y lo otro es que, por un lado, yo estaba lejos de ser un inútil, eso vamos a dejarlo
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en claro también. En el mando y en la conducción de tropas, en eso siempre fui de bueno para
arriba. Y en lo que andaba mal la cosa era mi subordinación a una serie de disparates que
empezaron muy pronto. De cadete tuvimos todos los conatos y superconatos de la época de
Frondizi. Yo me formé en el Ejército cuya preparación era estar listo para salir a ocupar
objetivos. Los objetivos eran municipios, telefónicas, ferrocarriles. Era eso.
Su respuesta nos llevaba directamente a la lucha facciosa que comenzó durante la
llamada “Revolución Libertadora”. D´Andrea Mohr se mostró escéptico al recordar a las
facciones que se enfrentaban a comienzos de los años Sesenta.
-- Eso fue siempre así. Una lucha de poder entre gente que algunos los definen como
completamente diferentes y la Historia demuestra que eran iguales. Unos más sanguinarios que
otros; unos menos peronistas que otros; unos más intolerantes que otros. Pero los grupos que
alcanzaron el poder eran igualmente golpistas. (...) La Historia lo dice, no yo. La prueba es que
Onganía, famoso legalista, pretende institucionalizarse como una especie de monarca. Y eso de
legal tenía poco. Y además, el ala azul, especialmente, son los que dan el golpe del ´76,... la
continuidad del ala azul en donde ya estaban fundidos en una sola cosa. Como estuvieron
siempre. La doctrina Toranzo Montero, publicada en una conferencia de prensa que él dio (...)
es la más acabada síntesis del pensamiento videliano que guía el golpe del 76.4 Es lo mismo.
Sin embargo, Toranzo Montero (un furibundo gorila antiperonista) y Videla, que pasó toda su
carrera como un purísimo general, y ya vimos lo que pasó después. No hay diferencia. La
ideología militar de esa época es la misma. Y el golpe es el recurso a mano y deseado. Y el
enemigo era el Peronismo. En modo alguno era el Comunismo, ... nada de eso. Nada que ver.
Está convencido. La mayor preocupación de aquellos militares, en el marco de la
estrategia de los Estados Unidos, era el populismo, que en la Argentina se encarnaba en el
Peronismo.
-- El populismo. Lo más populista era el Peronismo. Una cosa demasiado grande. Tenía hasta
izquierda. Pero eso estaba en contra del proyecto continental de seguridad y desarrollo que
después se escribe completo en el documento de Santa Fe I y II, y que antes se llamó
"Desarrollo y Seguridad" en la época de McNamara (que es de la que estamos hablando),
donde se hace la caracterización de los gobiernos populistas o estatistas y los gobiernos libres,
que hoy podríamos decir privatistas, por darle un nombre.5 Se marca muy bien. Y todo se hace
en defensa de intereses meramente norteamericanos. Bajo la cobertura rimbombante del
conflicto Norte-Sur, ... perdón Este -Oeste. Yo dije la verdad, pero se me escapó. Se me escapó
solo, pero es cierto.
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Uno de esos enfrentamientos entre facciones a los que se refería anteriormente fue el
conflicto entre azules y colorados, que culminó con el triunfo de los primeros, liderados por
Juan Carlos Onganía. Fue su "bautismo de fuego", y así lo recordaba:
-- Yo me recibo en el ´61, y en el ´62, estando haciendo el curso de instructor paracaidista, en
Córdoba, en la Escuela de Tropas Aerotransportada, se produce el primer azules y colorados....
septiembre. El día de la primavera andábamos nosotros disfrazados de guerreros y los chicos
festejando. ¡Y hasta nos cruzábamos! (...) Nunca habíamos saltado todavía. Y recibimos la
orden del presidente Guido de saltar sobre Campo de Mayo, como reserva estratégica de la
presidencia para reducir al general Onganía. (...) Porque el comandante en jefe no era
Onganía. Al levantarse Onganía había que sofocar la rebelión. La presidencia recurre a las
tropas de paracaidistas que eran reserva estratégica de la presidencia. Nos vestimos para
saltar. Cuando uno se viste para saltar en combate, y la primera vez, lleva lo menos que puede
y la mayor cantidad de armas y de municiones. Así que de comida nada... Y ahí estuvimos
cuatro o cinco horas, ... seis, hasta que nos vuelven a reunir. Nos habían destinado las
fracciones que cada uno mandaba, y nos dicen que no íbamos a tener aviones, y que íbamos a
marchar hacia Buenos Aires en tren. En la estación de Córdoba nos despide un general muy
bajito, parado arriba de un cajón de vino. No me olvido jamás. Un semicírculo de oficiales y
nos dice "Ustedes son la avanzada para sofocar la rebelión...". Una arenga payasesca. "Y
detrás de ustedes irá la infantería (era la Escuela de Infantería), la artillería". Y no sé si dijo
algo más. "Y Usted (ese era yo), subteniente de Ingenieros, marchará en la locomotora piloto
por si hay colocados explosivos en las vías". Y ahí me fui yo, con los veinte soldados que tenía.
Efectivamente con una locomotora piloto y un vagón, o dos. No, era un solo vagón porque tenía
una de esas estufas hexagonales u octogonales (...). Con la misión de, cada vez que llegaba a
una estación ferroviaria, avisar por el teléfono vía libre. Así íbamos hasta que una de las
paradas que hicimos, yo estaba por hablar y se me aparecen dos tenientes coroneles con
uniforme de diario y me dicen: "Vea, usted tiene la vía volada cinco kilómetros adelante".
"¿Ustedes quiénes son?" No sé que me dijeron. Voy a hablar por teléfono. Aviso. Me dicen que
concurriera a donde estaba la voladura a ver si era verdad. Cuando voy a mirar los dos tipos
habían desaparecido, se habían ido. Salimos, y no sé porque razón, ¿nos distrajimos?, ¿el
maquinista no miró?, no sé que pasó. En un momento sentimos un bum, bum, moverse la
locomotora. Bueno pasamos por arriba de la vía volada sin descarrilar. Así que de ahí a toda
máquina a Pergamino, la primera estación, y ahí avisé. Mandé a arreglar la vía. (...) En esa
oportunidad desembarcamos del tren porque ya estabamos detectados. Se incautaron camiones
de ganado, metidos dentro de los camiones de ganado (que eran una delicia), llegamos hasta
Haedo, y también nos detectaron. Hubo un ataque aéreo sobre la columna nuestra que, como
fue perpendicular a las vías, (...) nos partieron uno de esos camiones en dos, pero ya no había
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nadie arriba, y le pegaron al tren. Justo cuando pasaba el tren. Y ahí murió...Yo recuerdo
haber ido a auxiliar gente, y me acuerdo de una persona a la que le faltaban las piernas. Que
pedía un fusil porque estaba completamente enloquecido.6 Y estuvimos en el Hospital de Haedo
esperando órdenes. Ya nos habían declarado rebeldes a nosotros. Ahí ya éramos colorados. En
el viaje fue esto. En qué momento fuimos rebeldes no me acuerdo porque yo no lo supe. Hasta
que, ... bueno, fuimos derrotados, sin pelear. Tampoco nadie vino a desarmarnos. Porque era
una unidad levemente peligrosa. Estaba llena de oficiales de veintipico de años, muy
entrenados, los soldados también. Esa unidad no era para ir a asustar porque además estaba
llena de locos. No nos íbamos a rendir de ninguna manera. A entregar las armas, no. Entonces
nos dejaron que nos fuéramos. Llegamos a Córdoba, en tren, (esto pasa en la Argentina nada
más) ... era una multitud, pero algo impresionante, que nos esperaba a nosotros. Que no
habíamos hecho más que ir y venir, y unos tiros, pero no pasó nada. Y la gente nos tiraba
flores, nos aplaudía y nos decía "Bueno, se la dieron a los porteños". Todo de este calibre. De
una inconsciencia colectiva. En ese viaje, en un momento, nos llega información de que el
batallón 2 de ingenieros, al que yo había pertenecido antes de ir a hacer el curso iba a cruzar,
... no sé por donde, y me ordenan a mí ir a interceptarlo. Y yo me negué. Esa fue la primera. Me
negué y se armó una situación medio violenta con quien yo tenía de jefe. La solucionó el más
jefe, capitán Soto, que murió hace muy poco, un tipo muy equilibrado. Me dijo que respetaba
mi decisión y que lo único que me exigía es que no tomara las armas contra los paracaidistas.
De hecho, si yo no quiero pelear... Bueno, cuando volvimos a Córdoba, en la primera
formación que hubo (...) me hicieron abanderado a mí, por haber hecho eso. Pero me sacaron
el pase... Me recibí de instructor, terminamos el curso. Yo pensé que quedaba destinado ahí. En
esa época los paracaidistas militares éramos cincuenta, no había más. Era lo lógico, para eso
me había hecho instructor. No. Me mandaron a un batallón de ingenieros de montaña, y dentro
del batallón como jefe de la sección mulas. Yo debo haber sido el único instructor paracaidista
del mundo que debutó domando mulas. Porque aprendí a domar, además. Claro, si era un
mocoso, cualquier cosa nueva la aprendía. Y ahí fue donde se armó el segundo lío de azules y
colorado7, y me mandaron con una sección de ametralladoras... , parecía hecho a propósito,...
fue hecho a propósito, a interceptar a la Escuela de Tropas aerotransportadas, que es donde yo
había estado antes. Entonces yo ahí salté y dije: "contra tropas argentinas yo no peleo contra
nadie" Me negué, me negué y me metieron en cana. Estuve preso, no sé, un mes en Mendoza y
de ahí a Covunco. Dieron de baja a una montaña de gente. No me dieron de baja porque era
subteniente.8
-- ¿Cómo vivía aquel conflicto entre azules y colorados?, pregunté.
-- Yo lo vivía bastante cerca el tema, porque mi padre había sido subsecretario de Guerra de
Frondizi. Las conversaciones que yo había escuchado aún antes de entrar al Colegio Militar
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eran de ese alto nivel. Y todo era girar alrededor si tal general era bueno, si tal no. Era un
continuo dar vueltas a ver quien se quedaba con el poder, pero sin ningún para qué claro. Es
más, es como haber tenido clarísima conciencia qué todos nosotros, los oficiales, éramos
peoncitos de las jugadas que hiciera determinado grupo para sí mismo. (...) Por eso tomarlo
tan poco en serio este laburo, salvo hacia la tropa. Hacia la tropa sí, eso es sagrado, pero al
que estaba arriba, no.
(...) La ideología era el poder,...y un profundo sentido, y sentimiento no republicano.
Tengamos en cuenta que mi padre fue instructor en el Colegio Militar seis años, los años de la
guerra. De los 65 oficiales instructores que había en el Colegio Militar solamente cinco, mi
padre era uno, no eran pro nazis o nazi, bien identificados. Y esos fueron los instructores ... de
tipos como Videla. No hay más explicación. No es la ideología. Es la ausencia de ideología. La
única ideología que cabía en un militar era la República.
-- "Y también había un profundo antiperonismo", interrumpí.
--- Y también un gran peronismo. Que dividió bastante en clases al Ejército. Suboficiales, la
masa peronista, y los oficiales un porcentaje peronista, un porcentaje, nada, y uno
antiperonista. A la hora de volcar la fuerza, como siempre ocurrió, la masa, masa, masa no
participa en nada. Cuando gana uno está con ese. Por eso digo la ausencia de ideología.
Culpable o no culpable, cuando hay ausencia de convicción profunda nadie se juega por nada.
Los locos nomás. Después intervino el vicariato castrense que le dio el componente fanático
religioso, a partir de Onganía, antes no tanto. Cuando yo era cadete no había obligación de ir
a misa cuando uno se quedaba en cana, lo digo con gran autoridad porque yo me quedé mucho
en cana. Después sí,... rezar el rosario era obligatorio (...). Mezclaron muy bien lo político y lo
religioso. Demonizaron en el conflicto Este-Oeste, al Este. Lo demonizaron como un enemigo
de la religión, (...) dándole más valor a lo enemigo que era de la religión ese otro que a los
propios valores de la religión de uno. Muy litúrgico y muy poco evangélico en realidad.
Luego del arresto en Covunco, el siguiente destino fue aún más al sur, al batallón 9 de
Ingenieros, en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz.
--- Y de ahí me mandaron a Río Gallegos. Bien lejos. Así que todo el debut fue defraudante
desde el punto de tomar en serio la profesión (...). Era un continuo ser testigo de liberalidades
que después eran legales siempre y cuando el ilegal ganara. Tiene razón el que gana. Y como
para mí eso no era así, empezamos mal. Y ya me empecé a tomar esta profesión medio
deportiva. Lo que me gustaba lo hacía, y lo que no me gustaba lo hacía como el culo o no lo
hacía. Siempre fue igual.
Después de Río Gallegos, me sale el pase a la escuela de Suboficiales, como instructor.
Pido pasar la licencia en Río Gallegos porque me había vinculado a todo el submundo de
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manera magistral. Tal es así que el primer año, como el casino había un ala incendiada y me
habían dado una habitación que era una covacha, fría, me hice amigo de la dueña de un
prostíbulo. Y viví en el prostíbulo. Y a la mañana me iba a trabajar. La primera semana
llamaba un taxi, y me iba en taxi. Después no tenía un mango más. La escena diaria era la
francesa, Michelle, en la puerta que me decía "Te iamo un taxí, te iamo un taxí". Todos los días
le decía lo mismo: "Yo no soy ningún fiolo", y me iba al trote. Eran dos kilómetros. En esa
época, dos kilómetros para un muchacho, ...eran dos cuadras. Además, yo seguí saltando en
paracaídas, me mantenía, tenía 23 años. Y además, me había vinculado en Punta Arenas.
Porque en Punta Arenas había un lugar donde se hacían peleas por dinero. Peleas de box. Y
yo era un muy buen boxeador. Y no me acuerdo quien de los oficiales que ya estaba en
Gallegos de antes, un atorrante sublime, un día vamos a Punta Arenas y el ya había armado
todo para una pelea. Yo no sabía; yo creí que íbamos de farra. Y ahí ganamos no me acuerdo
cuanta plata. Y así gané tres más, y en la última, donde gané, me dieron (porque hay no había
control de peso, no había nada). Y no seguí más porque era criminal, me rompieron todo. Pero
también ganamos, porque era muy ilegal. Porque íbamos a Chile sin ninguna autorización
militar.
Sorprendido, le pregunté cómo era posible que los militares argentinos pasaran a Chile
sin ningún control.
-- En esa época no había ningún problema. Nada. Teníamos amigos militares del otro lado. A
veces venía uno y dormía en el casino con nosotros. Por supuesto que en algún momento se
armó lío por nuestra falta de ... ¿cómo nos decían? "Irresponsables, que alojaban probables
espías". ¿Qué espías? Eran unos borrachos como nosotros. Iguales. Nosotros íbamos allá y no
se nos ocurría ... ¿espiar qué? Los cuarteles tienen el asentamiento público. La gente que hay
se muestra en los desfiles. El armamento también. Sería para que no nos hiciéramos amigos.
Eso puede ser, me inclino a eso. Pero éramos muy jóvenes y es imposible que no se hagan
amigos una festichola dos tipos jóvenes que no importa ni lo que piensen ni nada. Entre el pisco
y unas buenas tetas se acabó la guerra. Esa es la verdad. Yo sostengo eso y lo afirmo. Aunque
cada vez pueda hacerlo menos pero eso lo afirmo cada vez más.
Sale el pase, pero estaba todo listo y me voy de vacaciones a Punta Arenas y vuelvo con
otra francesa. Yo también... La tuve en mi habitación, cinco días. Y una mañana llega Merlo9,
el del Mundial, que era jefe de batallón (alguien me alcahueteó, después supe quien) y me
ordena que me presente en el despacho. Me pone 15 días de arresto y pide aumento. Osiris
Villegas10
, era el comandante del Quinto Cuerpo me pone 30 días más "por estar en una
habitación con una mujer a altas horas de la mañana". Ninguno puso que yo estaba de
vacaciones. Así lo hicieron de canallas. Entonces, como un tipo como yo iba a ir de instructor
de aspirantes a suboficiales. Me mandaron a Santa Fe, al norte de Santa Fe, donde estaban
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construyendo un puente de 800 metros de largo, en el Paraná Miní. Un puente de madera. Y
ahí estuve, hasta que me llegó el llamado para ir a la Antártida. Yo era voluntario para ir a la
Antártida, que lo había pedido desde subteniente.
Vine a Buenos Aires. Hice el curso de astronomía, obligatorio (geodesia astronómica).
Partieron el curso en dos y a mí me designaron para ir al año siguiente como segundo jefe de
Base Belgrano. Volví a Santa Fe, me casé en ese descanso, y estuve tres meses, y vuelta a
Buenos Aires que me llamaron a hacer el curso de vuelta como un premio. Era fantástico:
medio día, viáticos diarios. Era una joda. Y ya lo había hecho al curso. Y a fin de ese año fui a
Base Belgrano, estuve un año.
Aquellos eran los años en los que el general Juan Carlos Onganía conducía el Ejército
con mano firme. ¿Cómo veía aquel joven teniente al indiscutido líder de los azules?
--- Ni sabía quien era en el primer episodio, cuando tenía que saltar sobre Campo de Mayo, y a
partir de ahí supimos quien era Onganía. Se pone en marcha, en primer lugar la
reestructuración del Ejército, se limpia de oficiales rebeldes, ¡y en qué cantidad! Onganía es
como el disciplinador del Ejército. Y eso es verdad. El para qué, bueno, se vió después. Que
fue el disciplinador, sin ninguna duda. Se hace el plan de reestructuración del ejército. Se
inactivan unidades, se arman otras. Ruido hubo mucho. No lo veíamos como Presidente, para
nada en ese momento. Era el cuco militar del momento. Autoritario, callado. Uno pensaba que
era un hombre de grandes meditaciones. Después descubrimos que no tenía con qué meditar.
Eso lo descubrimos después. Y estaba ahí atrás Lanusse. A ese sí que se lo veía. El relevo de
Onganía por Lanusse no sorprendió para nada. Una cosa es Onganía comandante en jefe. Fue
respetado. Aglutinador. Un tipo que paró la rebelión, austero. (...) La disciplina era un valor
sagrado. ¡Que no había sido nunca sagrado! Como va a haber disciplina en un Ejército
golpista. Aún para el que lo rechazaba pero era una posibilidad. Este anda mal, los milicos lo
rajan. Y listo. “Ahora vienen los milicos”. Era normal. Además los gobiernos militares tenían
reconocimiento institucional inmediato.
Onganía fue designado Presidente de la Nación por los Comandantes de las tres armas,
tras el golpe cívico-militar que derrocó al radical del pueblo Arturo Illia el 28 de junio de 1966.
Así recordaba el capitán D´Andrea Mohr aquellos años:
--- Me acuerdo que íbamos en viaje al Instituto de la Hora, en Migueletes, donde hacíamos el
curso de Geodesia, y por la radio nos enteramos del golpe. No teníamos la menor idea. Por la
radio. Seguimos el curso nuestro, no teníamos tropa ni nada. Eramos como civiles. Un curso
realmente científico. Ese año me fui a la Antártida. Volví, y a la vuelta (uno de los privilegios
de ir a la Antártida es poder elegir destino) elegí Buenos Aires. Porque había nacido mi hijo,...
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para que estuviera cerca de los abuelos. Además siempre había andado por afuera. Estuve dos
años acá y después me mandaron a Bariloche. Ahí me premiaron.
D´Andrea Mohr estaba destinado en Bariloche cuando en mayo de 1969 se produjeron
el “Rosariazo” y el “Cordobazo”.
--- Después del Cordobazo quedó la clara sensación de que Onganía no daba más. En el ´69
estaba en Bariloche. Ahí el Cordobazo era una lejana cosa, pero no dejamos de saber que
pasaba. Tiene mucho que ver donde uno estuviera. (...) El tipo que estaba en Bariloche no es lo
mismo que uno que estaba en Rosario.
Menos de dos meses después, sorpresivamente, el comandante Lanusse relevó al
general Eduardo Labanca comandante de poderosa Xª Brigada, con asiento en Palermo. Según
se informó, Labanca estaba conspirando para desplazar a Lanusse (con la aquiescencia del
propio Onganía) y alguno de sus enviados se contactó con D´Andrea Mohr.
--- Labanca envío oficiales a tantear a todo el Ejército. A mí me tantearon también, en
Bariloche. Y se le dijo con toda claridad que no estaba el asunto para andar con ninguna
aventura. (...) A mí me vieron personalmente. El tanteo es personal. "No". "Entonces no
contemos con Bariloche". Una compañía bien instruida y bien mandada, es mucho. Un
comando de brigada no sirve para nada. Son oficinas. Además es tropa de ninguna calidad
táctica. Cero.
Para entonces el Ejército tenía otro caudillo, Alejandro Agustín Lanusse, un veterano
conspirador, profundamente antiperonista, que había alcanzado la comandancia del Ejército en
agosto de 1968. Durante casi cinco años manejó al Ejército en forma arbitraria.
--- Lanusse era un tipo, caudillo, de un poder omnímodo, autoritario. Un político de uniforme.
Peligrosísimo. Que no hacía más que lo que él quería. Lanusse no era Lanusse y su estado
Mayor. Era Lanusse y punto. Así lo veíamos nosotros. Lanusse tenía amigos y enemigos. Y
punto.
* * * *
1972 fue el año del primer regreso de Perón. Muchos, entre ellos D´Andrea Mohr, no creían en
esa posibilidad.
--- Si uno decía que Perón volvía. "¡Qué va a volver Perón!". Yo estaba en el Colegio Militar
en una reunión (...) cuando Lanusse dijo: "Perón no viene porque no le da el cuero".11
Yo
estaba ahí. Golpeó la mesa además. Un farmacéutico que tenía al lado mío. Un hombre grande,
un teniente coronel (yo en ese momento pensé "éste que sabrá"). Me toca y me dice: "Pibe,
Perón viene". Yo pensé: "¿Qué sabrá este jovato?" El jovato sabía mucho más que yo. En ese
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momento lo dijo. Nunca me olvido. Inclusive mi soberbia de creer que este no sabe nada, y eso
me dio una lección. Sabía. No estaba arrugado del sol el viejo.
Y Perón regresó, después de diecisiete años de exilio, en noviembre de 1972. D´Andrea
Mohr estaba destinado en Buenos Aires y fue testigo lúcido y privilegiado de aquel
acontecimiento.
--- Estuve dos años en Bariloche, y de Bariloche me mandaron acá, y caí en la Policía Militar
101, la de Palermo, dependiente del Primer Cuerpo. (...) 17 de noviembre [de 1972], día de mi
cumpleaños. Y en la Policía 101 me ordenaron formar una sección llamada "Seguridad", para
todo uso, entrenada como paracaidistas realmente. Bueno, uno de ellos es hoy mi abogado, uno
de esos soldados, y hay otros de los que sigo siendo muy amigo. Hicimos toda clase de
explosivos. Hasta el oro del Perú custodiamos una vez. (...)
Cuando llega Perón se prepara el enorme operativo que se preparó, y un día de esos
previos me llama Fernández Valoni12
, que era miembro del comando de organización de la
venida del general Perón. (...) Me llama y me explica como era en detalle lo que querían (que
era ir a verlo a Perón); que si entre la gente de ellos había heridos no hablar de muertos,
tenían un plan de destrucción de no sé que cantidad de fábricas. Y que todo lo que querían era
verlo a Perón. Bueno, en ese momento se me prendió la lámpara a mí. Y digo "bueno esto lo
voy a transmitir". El general Pomar era el jefe de la Brigada y Sánchez de Bustamante del
Cuerpo. Mi jefe superior es Sánchez de Bustamante. El jefe del operativo era Pomar. Podemos
diseñar un vehículo, (me acuerdo que hasta hice un dibujo), ese dibujo es lo que hoy es el
Papamóvil. Porque eso lo habíamos diseñado para Perón, acá.
Los organizadores del Retorno tenían miedo a un atentado contra la vida de Perón.
Que alguno lo liquidara (alguno inclusive militar) no se sabía, ... el que fuere y se armaba acá
una que ni te cuento. Yo presenté todo. Casi me fusilan a mí "por tomar contacto..., y no sé que
más" ¡Uhhhh! Me dijeron de todo pero no pasó nada.
El día que llegó Perón.- que llovió, llovió mucho -, andábamos de patrullaje por las
calles de Buenos Aires, con la orden de disolver los contingentes que se preparaban para ir a
esperar a Perón. Desde la mañana. En una de las salidas venía al frente de la compañía, con su
jeep, el capitán segundo jefe de la compañía, Robeda. (...) [Él] iba delante, yo en el jeep mío, y
atrás los tres camiones con los soldados de mi sección. Llegamos a Guatemala y Canning, hoy
Scalabrini Ortíz. Para ahí. Me llama por la radio. Voy. "Mire allá". Miro allá y había unas mil
quinientas, dos mil personas en cuatro esquinas. Y me dice este hombre: "Vaya, e intime a que
se disuelvan". No sé si es la orden más ridícula que recibí en mi vida, pero está en el ranking.
Volví al jeep, me saqué el casco, dejé el fusil, me saqué el cinturón con la pistola y me fui, por
Guatemala, caminando hacia la gente. Sin armas, naturalmente. Y mientras caminaba pensaba:
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"¿qué tengo que hacer yo?". No tenía resuelto el qué. Sí tenía la sensación de absurdo, y del
ridículo que estaba haciendo, que se acentuaba por el silencio de esa gente, que se puso en
silencio absoluto. Yo me oía el ruido de la cabeza. Cuando voy llegando a toda esa gente, de
ahí sale una señora, chiquita, bajita, con un pañuelo en la cabeza, un piloto medio violaceo y
raído, un mechoncito blanco. Y se me va acercando, acercando, acercando, y se me para
adelante. Y la miro así, para abajo, porque era muy bajita. Unos ojos de un celeste que eran...
,que me hizo acordar a los ojos de mi abuela que había muerto hacía mucho (que yo la quería
mucho además). Y me tomó de los brazos, y me dijo "Señor, ¿no nos van a matar, no?". Si a mí
me preguntan en qué momento se me acabó la carrera militar, yo no tengo la menor duda que
fue en ese, exactamente en ese. Porque esa vieja ..., viejita, era la Patria. Esa fue la sensación
mía. ¿Como mierda me va a preguntar la Patria si yo la voy a matar? Esa fue mi sensación. Se
me puso la garganta gruesa, no podía ni hablar, y me empezaron a caer las lágrimas. Hice lo
que me salió. La abracé a la señora y me fui caminando hacia la gente. Y se empezó a abrir un
pasillo, y entramos con la viejita. Entramos hasta el medio, no sé hasta donde. Y entonces la
señora se soltó de mí, me volvió a tomar, y me dice: "Señor, hace dieciocho años que
esperamos para ir a verlo al General". Y ahí se me prendió la luz. Saqué del bolsillo del
pantalón el plano de Buenos Aires. "Ténganmelo" pedí, y les mostré mi sector, donde
estábamos, y les dije: "Estamos acá. En vez de ser todos los que son, divídanse en ocho
columnas, y cuando lleguen al borde de este sector, donde yo no tengo nada que ver (acá no va
a pasar nada) divídanse en dieciséis. En vez de ser cada vez más sean menos en muchas
columnas, que es imposible que los dispersen". Empezaron a aplaudir. La viejita me daba
besos. Yo lloraba. Era una cosa fantástica. Bueno, "suerte, me voy" y atrás mío aplaudían, y
aplaudían. Cuando llego al jeep, el capitán (¡pobre tipo!), miraba con los ojos como huevos
que la gente se iba (eso parecía). Irse se iban y se dispersaban también. Esa era la impresión
que daban. Y me dice: "se van, se van". Si le dije. Creo que le dije algo así: "Yo los convencí,
porque no tiene sentido esto. Total que van a ir a hacer a Ezeiza con el tiempo que hace". Una
pavada así. Pasó. Pasó el día, ... llegó Perón, ... era de noche, me había ido a cambiar por
cuarta vez, y me manda a llamar Sánchez de Bustamante, comandante de Cuerpo.13
Que no me
había mandado a llamar nunca, excepto cuando fui a decirle lo del "papamóvil" ese. Personaje
grosso, muy particular, con sus cosas, pero con un inmenso sentido del humor. Inmenso.
Finísimo. Me hace pasar al despacho, me hace sentar, y me pregunta: "¿Usted vió televisión
hoy?". Y ahí me acordé que cuando yo estaba explicando con el plano y todo, yo había visto
una cámara. Yo la ví y no le dí un quinto de pelota. Como no le habría dado pelota a nada
porque yo ya había decidido lo que había que hacer, y eso era totalmente secundario. No es
una cosa de valor mía. En el ranking de lo que pasa en el momento eso era secundario por
completo, más la impresión que yo tenía después de la señora esta. Lo demás no importaba. Así
que me dice. "salió muy bien, ¿eh?". Yo no decía nada. "¿Usted qué orden tenía?". "Y yo tenía
12
orden de dispersar los contingentes", y le repetí la orden. "Ajá." Se quedó un momento en
silencio, entonces ahí me dice: "con usted la posibilidad es mandarlo a Magdalena, porque
usted no solo no cumplió sino que se insubordinó. O felicitarlo, porque debe ser el único militar
en el país que, con un discurso de pacotilla como el que hizo, ha dispersado una
muchedumbre... ¡y desarmado!" Yo no dije nada. "Bueh, váyase nomás". Medio cuando yo me
iba escuché que el tipo se estaba riendo. Y yo ese día dije "se acabó".
El año siguiente, 1973, lo trasladaron al batallón de Ingenieros de Construcciones 181,
en Neuquén, donde inició una larga amistad con monseñor Jaime de Nevares, obispo de
Neuquén.
-- Porque cuando terminé ese año en la Policía Militar, ascendí a capitán, y podía haber un
solo capitán ahí adentro. Entonces a mí me mandaron a Neuquén. Otra vez para allá. Y en el
batallón de ingenieros de Neuquén me ordenaron formar una compañía de combate (que no
tenía), una sección de aspirantes, y dedicarme, como tarea de acción cívica, (esas tareas que
hacían los militares para parecer más buenos) a formar un club de paracaidismo y rescate
civil. Que es el que todavía existe. Yo fui el primer instructor, y el primer presidente del club.
Un año maravilloso. Fue un año electoral. Y aquí viene el tema. En Neuquén me hago amigo de
monseñor de Nevares. ¿Y por qué me hago amigo de monseñor de Nevares? (...) Un día nos
reúnen a todos los jefes de compañía y nos dicen que ha llegado orden del Jefe de la brigada, el
comandante era el general Otto Paladino14
, de prohibir a los soldados de nuestras respectivas
compañías de concurrir los fines de semana al Club del Soldado, que estaba en la esquina del
obispado, en Neuquén. Hecho a propósito por monseñor De Nevares para que los soldados
tuvieran juegos de damas,... tuvieran un lugar donde estar, donde cambiarse, donde bañarse,
donde estar realmente. Un club, y no deambular por las calles. Que no debían ir ahí porque De
Nevares le daba orientación marxista. Lo escuché. Yo tenía largos años de escuchar
estupideces con oído crítico. La parodia esta del Este/Oeste, que el Peronismo, ... ya todo si en
algún momento lo creí se había derrumbado todo. Y con lo del año anterior y la viejita se
había derrumbado todo lo que quedaba. Entonces lo voy a ver a monseñor de Nevares. Pido
una audiencia. Me recibe inmediatamente. Y fui con un subteniente nuevo que me había
llegado, nuevito, Bianchi. Y le dije "Vea, nos ha llegado una orden"; y le dije cual era la orden.
Me acuerdo que De Nevares se empezó a reir. Y se reía mucho. Me acuerdo que decía "que
confusión tiene estos generales entre Marx y Cristo, es de no creer", algo así decía, ¿no?
Seguimos hablando, yo le conté lo que me había pasado el año anterior, lo que le acabo de
relatar, y me pregunta monseñor: "¿Usted que va a hacer ahora?". "Ordenarle a mis soldados
que vengan los fines de semana". "Pero a usted le han dado orden de que no vengan". "Claro y
yo voy a hacer todo al revés. Voy a ordenar que vengan". "No, no sea loco". ¿No sea loco? En
la formación de la mañana del otro día (y lo hice a propósito para que el subteniente empezara
13
a aprender como era este negocio). Y dí la orden: "A los soldados de la compañía B se les
recomienda en el franco concurran al Club del Soldado del obispado que es donde tienen un
buen lugar para estar". Una cosa así. Me llamó mi superior y le dije que lo que había ordenado
el comandante era una calumnia, una mentira, que yo no lo iba a ordenar, por eso ordenado lo
que había hecho. Y que además me lo ordenaran por escrito que yo, también por escrito, le iba
a dar la orden a mis soldados. Llevé las cosas al extremo. Y ahí me hice muy amigo de De
Nevares que fue quien me advirtió, con gente de Sapag, que si ganaba el Peronsimo (Cámpora)
no se entregaba el poder.
Acá viene otra historia. Organizamos con los oficiales de mi compañía y 180 soldados,
un ejercicio nocturno de toma del comando de la brigada por las bardas, de la radio (eso sin
tropa) y del aeropuerto. Y teníamos ciento treinta casas con teléfonos y armamento que, como
yo tenía a cargo el arsenal de movilización, distribuimos armamento entre civiles. Para que
Neuquén fuera una ciudad libre, liberada, y que se nos plagaran los que se plegaran después.
Los que fueran. Y de Nevares prestaba su despacho para las reuniones conspirativas. Y
habíamos armado un plan muy sencillo: tomar el comando, detener a Paladino, proclamar el
reconcimiento del gobierno electo y declarar a Neuquén ciudad no plegada a la rebelión
militar. Y después que se nos sumaran.... Pero Paladino en cana, más todo el estado mayor.
"¿Estamos hablando a qué nivel?", pregunté.
--- Yo era capitán. Un capitán que era yo, dos tenientes, y tres subtenientes, como oficiales, y
nadie más, no hacía falta. Para hacer eso no hacía falta más. Además no era, bueno los
detenemos...era con ejecución y todo. El ejecutor de Paladino era yo, no iba a dejar que fuera
otro. Con el fusilamiento directamente.
Un día me llama De Nevares. Me dice "bueno, por lo que yo tengo, informantes..."
(claro él informantes tenía los cafeteros, los escribientes, todos los colimbas..., muchos) eran
informantes de él, y algún oficial también (que yo no sé quien era). "No va a haber problemas,
el gobierno se entrega". Bueno, mantuvimos el plan vigente, por las dudas. Y por supuesto que
se entregó, felizmente no hubo que hacer nada de eso, que no habría dejado de ser divertido.
Y al año siguiente, terminé en Neuquén y me mandan a la Escuela de Guerra, que ya
me tocaba. Me presenté quince días tarde. Dije directamente que yo ahí no quería estar, me
quería ir. Estaba prohibido pedir el retiro. Si porque en esa etapa con el tema de la lucha
antisubversiva, que recién empezaban los atentados, y que se yo... no se podía pedir el retiro.
(...) [La guerrilla] fue la gran excusa. La gran excusa. Cámpora, los tres años bastante
calamitosos, como gobierno, pero además la guerrilla que continuó y le hizo el gran favor al
armado de esa estructura, que después fue la cacería humana cuando ya no había guerrilla. Se
demuestra de una manera sencillísima. La cantidad de muertos que provocó la guerrilla
14
después del ´76 son 58, y la cantidad de víctimas del terrorismo de estado después del 76 son
el 90% de todas las víctimas. Si uno cuenta muertos, listo. Como lo va a llamar guerra. Ofende
a cualquier criterio militar.
¿Se tenía conocimiento de las cosas que pasaban en Tucumán?
--- No solo se conocían sino que estando yo en la Escuela de Guerra (yo tengo una hermana
que vive en Tucumán) y como yo no quería estar en la Escuela de Guerra le pedí al general
Azpitarte15
que me mandara a Tucumán. No había operativo [Independencia] todavía. Para ir a
combatir allá. Cuando se arma el lío de que me retiraron,
Sorprendido por su pedido de combatir en Tucumán, lo consulté sobre su cómo veía a la
guerrilla entonces, hacia 1974.
--- Como enemigos sin ninguna duda durante el período activo del gobierno constitucional. (...)
Yo estaba en la Escuela de Guerra cuando lo mataron a Paiva16
. Estaba esperando un
colectivo. Yo era muy amigo de Paiva. Pum de atrás. Lo mataron al farmacéutico, que también
lo conocía.17
Un farmacéutico. En Rosario a un chiquilín, teniente de intendencia.18
Esa cacería
indiscriminada. Nos hizo, a nosotros, desear enfrentarnos con esta gente. Lo he hablado mucho
con ex miembros de la guerrilla posteriormente, y reconocen como un disparate, un error... La
muerte de Viola19
, en realidad, puede tener otro motivo porque Viola (y eso en el Operativo
Independencia) parte del destacamento de inteligencia de Tucumán. No sé si había algo de
torturas... No sé. No obstante, El ERP pidió perdón por eso. (...) El tema no era después
guerrilla o no guerrilla sino el tratamiento de prisioneros. Y con eso respondo la pregunta. Ya
pasó por arriba del enfrentamiento para pasar a ser el considerable trato de prisioneros. Y lo
otro es que no había más guerrilla. Yo sabía que en Tucumán, en el 76 no había más guerrilla.
Lo sabía por los que volvían.
-- ¿Por qué lo mandan a la Escuela Superior de Guerra si no quería ir?
--- Era obligatorio. Primer año era obligatorio. En esa época, después hubo ingreso, después
no, después volvió a ser obligatorio, y ahora el primer año es obligatorio. Y ahí empecé hasta
que se armó un lío en la Escuela de Guerra, en el que yo era testigo, no era participe. Se armó
un sumario y yo tenía que haber hablado de la vida privada de terceros, ...una cosa de polleras.
Yo era testigo pero no tenía nada que ver, entonces me ofendí porque me preguntaban eso, me
negué a declarar. Me pusieron 60 días de arresto (Videla), y me hicieron Tribunal de Honor. El
Tribunal de Honor me puso una amonestación por falta grave al honor, pero destacando la
caballerosidad declarada por el declarante, (que no había declarado nada) al no querer
escudarse en terceras personas para salvar su probable responsabilidad. ¡Una payasada! Así
que yo era un caballero pero una amonestación por falta grave al honor. Me preguntaron si yo
quería apelar, el que era presidente del Tribunal. No que voy a apelar, me parece bárbaro, yo
15
no apelo nada. ¿Para qué? ¿Cómo voy a apelar si tenía que hablar? Era todo una cuestión
ridícula. Estuve un año en disponibilidad, o año y medio, me fui a Bariloche, donde allí llevaba
adelante un negocio que me iba bárbaro. Compré un crucero, con otro amigo, y me empecé a
dedicar a ser guía de pesca en el lago Nahuel Huapi, y llevaba gente a pescar. Me fue
extraordinario. Compré otro barco el otro verano. Y me salió el retiro un poco después del
golpe. Pero cuando el golpe, que yo estaba en disponibilidad, me convocaron para formar
parte de un grupo de tareas. Un grupo de tareas que tenía la misión de detectar, detener,
interrogar y eventualmente eliminar blancos. Así era. Éramos diez oficiales convocados. Yo
era el único que estaba ya en descarte. Bueno yo me negué. Dije que era cosa de criminales.
Además hubo una escena violenta con un teniente coronel de inteligencia que daba la orden
esa. Había unos sables en la pared. No recuerdo que le dije que terminó con una invitación
mía a él: "Repítame lo que dijo con un sable de esos en la mano". Y yo saqué uno. Pobre
hombre se puso verde. Yo había sido campeón de sable del Ejército dos años antes, además. Le
tiré el sable así... No me llamaron nunca más para nada. Esta parte la cuento por lo de la
obediencia de vida. Por eso lo cuento. Y lo otro era un símbolo de la cobardía. Efectivamente
ante un hombre armado, no (el hombre armado era yo). Por supuesto que no lo iba a matar,
pero al gordo ese lo habría cagado a planazos. Y conmigo ese día se fueron cuatro oficiales
más. No era yo solo. Se pararon, se levantaron y se fueron. Cuatro, de los diez, no es mal
porcentaje. Para mí se acabó ahí.
(...) Yo no lo hacía en defensa de la ideología del detenido ni de la subversión, ni de nada. De
ninguna ideología. Lo hacía en defensa del concepto de que el prisionero es sagrado y que el
golpe de Estado es un crimen. Cosas que yo tenía incorporadas a mí desde chico. Y que tenía
repugnancia. Es nada más que eso. Es un concepto de militar.(...) Una cosa es un bandolero
todo entorchado, no deja de ser un bandolero aunque sea el Ejército de la República. Y mucho
más cuando uno ha conocido tantos tipos de esos como yo conocí, que no valían ni para espiar.
Y después saltan hablando de guerra. Cobardes de la peor especie. Me acuerdo que ese día le
dije al gordo siniestro este: "Yo no me animo a matar a una persona desarmada". Así empezó.
Porque sugerí que al que había que matar se le diera un arma como la que había en la pared.
Salto uno y dice "pero eso es un duelo". Entonces yo le dije: "sí, pero es un duelo especial
porque es un juicio de Dios" (...) Cuando el gordo este dijo "¡Usted está loco!", ahí me enojé:
"¿Cómo loco?". Era un show. Para mí era un show, para el pobre tipo no. No se dio cuenta que
era un show (¡que se iba a dar cuenta!). Ahí están los dos perfiles. Claritos. Uno de los que
estaba ahí, que lo retiraron un año después que a mí, lo mandaron a Tucumán. Y en Tucumán
se negó a matar. Directamente. No le pasó nada, excepto que cuando volvió a Buenos Aires,
como estaba en la Escuela de Guerra y dependía del Comando de Institutos, tuvo que rendir
cuenta de lo que había hecho al general Riveros.20
Y Riveros le dijo, "¡Usted será eliminado
16
como un Montonero!". Y quiso no sé quien que en ese momento estuviera parado al lado de
Riveros un teniente coronel, Driollet 21
(ya murió), muy amigo de este capitán, muy amigo, que
delante de él le dijo: "General, si le llega a pasar algo al capitán, el próximo muerto es Usted."
Así nomás. "Entonces que lo pasen a retiro". Hay muchos, lo que pasa es que hay pocos que
hablan.(...) [A estos oficiales] se los sacaba de destino. No se recurría a ellos para los grupos
de tareas. Pero son grandes testigos que hoy no hablan. Serían grandes testigos pero no
hablan. Esto que yo estoy diciendo ahora, ... porque hasta presentó un informe escrito de la
muerte y los fusilamientos de Tucumán. Porque no sé. ¿Por intereses corporativos? ¿Por
proteger lo que hoy hacen que son actividades empresarias? No sé la razón. Vale la pena.
Estoy esperando. Un día va a ocurrir.
Nuestra conversación estaba terminando cuando D´Andrea Mohr comenzó a reflexionar
sobre la crueldad a partir de un episodio de su adolescencia.
--- La circunstancia externa de cada uno de ellos es diferente. Podría decir, ¿los que
bombardearon Plaza de mayo en el ´55, no eran peores que los procesistas? Yo fui testigo
porque estuve en la Plaza de Mayo ese día. No había ido al colegio y andaba pelotudeando con
un compañero, por ahí. Nos íbamos a ir al cine, en la avenida de Mayo, creo que el Avenida.
Que empezaba a las 11,30. Continuado uno veía dos películas todo el día. Y además iba a
haber un desfile aéreo. Lo habían anunciado. Y andábamos en la Plaza de Mayo cuando
empezó el bombardeo. Yo vivía en Palermo. Una bomba de las que me acuerdo, explotó.
Tembló todo. Estábamos debajo de un trolebus. Este tipo y yo con otra gente. Ahí tirados. Y
salimos corriendo. Me acuerdo del avión ametrallando. Y gente tirada en el piso en la plaza, en
el piso, muerta. Y llegamos los dos corriendo, no se como hasta Palermo. Quince años. Me
acuerdo las anclas de los aviones, navales. Ya había una crueldad infernal. Un desprecio por el
otro, único. Por eso digo las circunstancias.
Para terminar le pregunté por Videla. Su respuesta fue clara y terminante:
--- A Videla lo conocí en el Colegio Militar cuando yo era cadete. Él era jefe de batallón. Y era
como un muñequito atildado, correcto, de pocas palabras, de buen trato. Muy buen trato.
Medido. Era como un figurín. Y conocido a través de gente que estuvo con él, de su mismo
nivel. Que era un tipo que nunca arriesgaba una opinión. De esas opiniones que a uno lo
pueden dejar aferrado. Que nunca se jugaba a fondo en nada. Un prudente. Familia modelo,
con seis hijos. No era un prostibulario. Nunca se peleó a trompadas con nadie. Y el cerebro
era Viola, y ese sí, un tremendo atorrante. Cruel, hijo de puta. Gran pillo. A ninguno lo tuve
cerca jamás.
* * *
17
Habíamos hablado durante dos horas. Apagué el grabador, pero seguimos conversando un poco
más, sobre su enfermedad. Nunca más volví a verlo. Sin embargo dejó en mi memoria, para
siempre, una imagen imborrable: la del teniente que un día lluvioso en el que cumplía treinta y
tres años, fue del brazo de la Patria a mezclarse con su Pueblo.
1 William Carr Beresford, vizconde Beresford, (1768-1854), hijo ilegítimo del primer marqués de Waterford. Ingresó al Ejército británico en 1785. Estuvo destinado en la India y en Egipto, y en 1805 participó de la toma de Ciudad del Cabo. Vencido en Buenos Aires por Liniers estuvo preso durante seis meses hasta que logró escapar y regresar a Inglaterra. Desde 1809 estuvo a las órdenes de Lord Wellington en Portugal. Permaneció en ese país hasta 1819 y alcanzó el grado de mariscal del Ejército portugués. Se retiró de la vida política en 1830 y falleció en Kent, el 8 de enero de 1854.
2 El coronel José Luis D´Andrea Mohr fue Subsecretario de Guerra entre mayo y julio de 1958. El candidato original a ese cargo era el coronel Manuel Reimúndes quien generaba mucha oposición dentro del Ejército. Por ese motivo el propio presidente Frondizi designó a D´Andrea Mohr, quien era hermano de un amigo personal, contra la opinión del secretario Solanas Pacheco. Sin embargo, a fines de julio concurrió -sin autorización- a una comida en homenaje del almirante Rial quien había sido sancionado por su discurso en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas. Frondizi lo relevó y designó como subsecretario a Reimundes.
3 El capitán José Luis D´Andrea Mohr (h) integraba la promoción 91 del Colegio Militar de la Nación, y egresó con el orden de mérito nº el 48, el 19 de diciembre de 1961.
4 Algunos fragmentos de la conferencia de prensa que ofreció el ex comandante del Ejército, Carlos Severo Toranzo Montero, el 9 de enero de 1962 son reproducidos en José Luis D´Andrea Mohr (h), Memoria DeVida, Buenos Aires, Colihue, 1999, pág.38.
5 A comienzos de 1961, el Departamento de Estado redactó el memorandum "Un nuevo concepto para la Defensa y el desarrollo hemisférico". En esa línea el Secretario de defensa de los presidentes Kennedy y Johnson, Robert McNamara, publicó La esencia de la seguridad (Barcelona, Grijalbo, 1969).
6 Hay referencias al avance de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, desde Córdoba, en los comunicados 32, 72, 82, 99 y 117 del comando azul de Campo de Mayo.
7 Entre el 2 y el 6 de abril de 1963, la Marina encabezó un movimiento revolucionario con apoyo de algunas unidades del Ejército, del Interior del país.
8 Luego de los enfrentamientos de abril de 1963 fueron pasados a retiro más de doscientos oficiales, en su mayoría entre los grados de teniente y mayor.
9 Se refiere al futuro general Antonio Luis Merlo, un oficial del arma de Ingenieros que pertenecía a la promoción 72 del Colegio Militar. Fue Presidente del Comité Organizador del Mundial de Fútbol de 1978 (EAM 78).
10 El general de división Osiris Guillermo Villegas (1915-1998) fue comandante del Vº Cuerpo de Ejército, primer Secretario del Consejo Nacional de Seguridad, y embajador en Brasil. Se destacó como uno de los primeros teóricos de la guerra contrarrevolucionaria. Su obra principal es Guerra Revolucionaria Comunista (Círculo Militar, Buenos Aires, 1962).
11 Se refiere al discurso del día 7 de julio de 1972, en el Colegio Militar, donde Lanusse fijó el 25 de agosto como fecha límite para el regreso de Perón, si este quería ser candidato a la Presidencia de la República en las elecciones programadas para marzo de 1973.
12 En 1969 los primeros teniente Fernández Valoni y Licastro, instructores del Colegio Militar, junto a un grupo de cadetes fueron dados de baja por realizar reuniones en las que se leía a Hernández Arregui y Abelardo Ramos. Luego conformaron el Comando Tecnológico Peronista, una suerte de órgano de difusión clandestina sobre el Ejército. Sobre ese incidente D´Andrea Mohr recordaba: "Cuando yo estaba en el batallón topográfico, en ese momento lo dan de baja
18
[en el Colegio Militar]. Yo estaba detrás del Colegio Militar; el batallón topográfico quedaba a la espalda del Colegio Militar. Y lo fui a visitar a Mercedes, cuando lo pusieron en cana a Licastro. (Fernández Valoni estaba en otro lado) Y no se lo podía ver y yo hice un escándalo. Me pusieron quince días de arresto, por insolente, y no me acuerdo que más. Dije de todo, además: ´Cómo no lo voy a poder ver si soy compañero´. Le dije de todo al oficial de servicio. Pobre, no tenía la culpa".
13 Tomás Sánchez de Bustamante (1921-1991) era comandante del I Cuerpo de Ejército en 1972. Pertenecía a la promoción 68 del Colegio Militar. En 1951 participó del intento revolucionario del general Benjamín Menéndez, y estuvo detenido en la prisión de Rawson. Pasó a retiro en mayo de 1973 junto a Alejandro Lanusse.
14 El general de brigada Otto Carlos Paladino, integrante de la promoción 74, se desempeñó en 1976 como Secretario de Inteligencia del Estado.
15 Osvaldo René Azpitarte (1923-1989), artillero, promoción 74 del Colegio Militar, comandó el V Cuerpo de Ejército durante los años 1976-1977.
16 El capitán Miguel Angel Paiva, cursante de la ESG, fue asesinado por el ERP el 2 de octubre de 1974
17 Se refiere al teniente coronel farmacéutico Jaime Gimeno, asesinado por el ERP el 7 de octubre de 1974.
18 El teniente de intendencia Juan C. Gambande, fue asesinado el 11 de octubre de 1974, por el ERP.
19 El capitán Humberto Viola murió en un atentado del ERP, en Tucumán, en diciembre de 1974. Junto a él falleció su hija de 3 años y otra niña quedó gravemente herida. Poco después, el ERP emitió un comunicado anunciando que suspendía las "ejecuciones" de personal militar. La decisión se debía al alto costo político pagado por la organización ante la opinión pública por la muerte de la hija del capitán Viola.
20 El general de división Santiago Omar Riveros fue comandante de Institutos Militares entre 1976 y 1978.
21 El teniente coronel Gastón O. Driollet (1929-1978) era un oficial de infantería de la promoción 80 del Colegio Militar.