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KE<I>AAAION A 1. Toiv 6v'tov 'teX uev so-nv t<p' 1'1/ltV, 'teX 8f OUK t<p'1'1- utv. 'Eo' 1'1/ltV uev U1tOATl\jft<;, 6p/lrl, tKKAtcrt<; 1. Comenta Max Pohlenz: «Esta "clasificaci6n de las cosas", esta dihairesis, es el fundamento de la etica de Epicteto, la grande y sim- ple verdad de la que, segun el, depende toda la conducta del hombre, la orientaci6n de su vida entera, y cuyas consecuencias saca el con inexorable rigor" (Die Stoa, I. p. 330). Curti do su caracter en las ad- versidades que, mientras fue esclavo, hubo de soportar, y quizas tambien por temperamento, no era amigo Epicteto de andarse con contemplaciones, medias tintas ni tibiezas. De ahf que, aun admi- tiendo la tradicional clasificaci6n estoica de las cosas en «buenas», «rnalas» e «indiferentes» (adiaphora) (SVF, 1,191-196,559-562; III. 117-168) respecto a la moral y a la felicidad, prefiriese, para la prac- tica, esta bipartici6n mas tajante. Arriano hizo muy bien al encabe- zar con ella la programatica declaraci6n de principios con que se ini- cia este resumen doctrinal: es el nuclco mismo de la ensefianza de su maestro (cfr. Diatr., I, 22, 10; II,S, 4). «Las cosas que dependen de nosotros» (ta eph' hemin) podria aca- so traducirse «que son responsabilidad nuestra- en un sentido de res- ponsabilidad un tanto neutro 0 intermedio entre el que Ie dieran las interpretaciones del estoicismo como extremadamente determinis- ta 0, por el contrario, plenamente libertarista. Veanse al respecto las matizaciones que hace R.W. Sharples, respondiendo a Frede, White y otros, en «Could Alexander (Follower of Aristotle) Have Done Bet- ter?", en Oxford Studies in Ancient Philosophy, vol. V, 1987,215-216. Vease asimismo A.A. Long, «Freedom and determinism in the Stoic theory of human action", en Problems in Stoicism, Londres, 1971, 189-192, donde trata especialmente de Epicteto, subrayando la si- T MANUAL CAPITULO I [Para ser libres y felices es fundamental distinguir entre 10 que estd en nuestro poder y 10 que no] 1. De 10 que existe, unas cosas dependen de nosotros, otras no.' De nosotros dependen juicio, impulso.? deseo, aversion y, en una palabra, cuantas son nuestras propias acciones.' milaridad de su pensamiento con el de la primera epoca de la Estoa. 2. La horme (pl. hormai; verba horman) abarcaba entre los estoicos las significaciones de nuestros terminos impulso, tendencia, instinto, em- puje al actuar... Cfr. Brad Inwood, Ethics and Human Action in Early Stoi- cism, Oxford, Clarendon Press, 1985, donde se hallaran tres apendices so- bre la horme. Segun Diatr. III, 2, 1: «Tres son los campos en que ha de ejercitarse quien quiera ser bueno y honrado: el concemiente a los deseos y a las aversiones [... J el concemiente a los impulsos y a las repulsiones [0 refrenamientos: aphormasJ y, en suma, a 10 que conviene [0 al deber], a fin de actuar con orden, con sensatez, sin descuido; el tercero es el que atafie a la prevenci6n de errores y juicios temerarios y, en general, a los asentirnientos». La horme es una «tendencia del anima hacia algo» (Es- tobeo, 160) y se da en todos los seres animados, es un movimiento 0 ape- tito del alma; peru en el hombre se intelectualiza, convirticndose en un «movimiento de la dianoia» en direcci6n a un objeto (Pohlenz, I, p. 91). Cicer6n dice en De [inibus, III, 7, 23: «Atque ut membra nobis ita data sunt, ut ad quandam rationem vivendi data esse appareant, sic appetitio ani- mi, quae 6Pl-11'l graece vocatur, non ad quovis genus vitae, sed ad quan- dam formam vivendi videtur data, itemque et ratio et perfecta ratio". 3. U operaciones 0 actividades. «Prirnero el hombre, enjuician- do, se forma una opinion de los objetos que Ie rodean; despues tien- de hacia ell os para alcanzarlos 0, por el contrario, se aleja de ellos, 2 3

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'ErXEIPl~ION

KE<I>AAAION A

1. Toiv 6v'tov 'teX uev so-nv t<p' 1'1/ltV, 'teX 8f OUK t<p'1'1­utv. 'Eo' 1'1/ltV uev U1tOATl\jft<;, 6p/lrl, 6p£~t<;, tKKAtcrt<;

1. Comenta Max Pohlenz: «Esta "clasificaci6n de las cosas", est a dihairesis, es el fundamento de la etica de Epicteto, la grande y sim­ple verdad de la que, segun el, depende toda la conducta del hombre, la orientaci6n de su vida entera, y cuyas consecuencias saca el con inexorable rigor" (Die Stoa, I. p. 330). Curtido su caracter en las ad­versidades que, mientras fue esclavo, hubo de soportar, y quizas tambien por temperamento, no era amigo Epicteto de andarse con contemplaciones, medias tintas ni tibiezas. De ahf que, aun admi­tiendo la tradicional clasificaci6n estoica de las cosas en «buenas», «rnalas» e «indiferentes» (adiaphora) (SVF, 1,191-196,559-562; III. 117-168) respecto a la moral y a la felicidad, prefiriese, para la prac­tica, esta bipartici6n mas tajante. Arriano hizo muy bien al encabe­zar con ella la programatica declaraci6n de principios con que se ini­cia este resumen doctrinal: es el nuclco mismo de la ensefianza de su maestro (cfr. Diatr., I, 22, 10; II,S, 4).

«Las cosas que dependen de nosotros» (ta eph' hemin) podria aca­so traducirse «que son responsabilidad nuestra- en un sentido de res­ponsabilidad un tanto neutro 0 intermedio entre el que Ie dieran las interpretaciones del estoicismo como extremadamente determinis­ta 0, por el contrario, plenamente libertarista. Veanse al respecto las matizaciones que hace R.W. Sharples, respondiendo a Frede, White y otros, en «Could Alexander (Follower of Aristotle) Have Done Bet­ter?", en Oxford Studies in Ancient Philosophy, vol. V, 1987,215-216. Vease asimismo A.A. Long, «Freedom and determinism in the Stoic theory of human action", en Problems in Stoicism, Londres, 1971, 189-192, donde trata especialmente de Epicteto, subrayando la si-

T MANUAL

CAPITULO I [Para ser libres y felices es fundamental distinguir entre

10 que estd en nuestro poder y 10 que no]

1. De 10 que existe, unas cosas dependen de nosotros, otras no.' De nosotros dependen juicio, impulso.? deseo, aversion y, en una palabra, cuantas son nuestras propias acciones.'

milaridad de su pensamiento con el de la primera epoca de la Estoa. 2. La horme (pl. hormai; verba horman) abarcaba entre los estoicos

las significaciones de nuestros terminos impulso, tendencia, instinto, em­puje al actuar... Cfr. Brad Inwood, Ethics and Human Action in Early Stoi­cism, Oxford, Clarendon Press, 1985, donde se hallaran tres apendices so­bre la horme. Segun Diatr. III, 2, 1: «Tres son los campos en que ha de ejercitarse quien quiera ser bueno y honrado: el concemiente a los deseos y a las aversiones [... J el concemiente a los impulsos y a las repulsiones [0 refrenamientos: aphormasJ y, en suma, a 10que conviene [0 al deber], a fin de actuar con orden, con sensatez, sin descuido; el tercero es el que atafie a la prevenci6n de errores y juicios temerarios y, en general, a los asentirnientos». La horme es una «tendencia del anima hacia algo» (Es­tobeo, 160) y se da en todos los seres animados, es un movimiento 0 ape­tito del alma; peru en el hombre se intelectualiza, convirticndose en un «movimiento de la dianoia» en direcci6n a un objeto (Pohlenz, I, p. 91).

Cicer6n dice en De[inibus, III, 7, 23: «Atque ut membra nobis ita data sunt, ut ad quandam rationem vivendi data esse appareant, sic appetitio ani­mi, quae 6Pl-11'l graece vocatur, non ad quovis genus vitae, sed ad quan­dam formam vivendi videtur data, itemque et ratio et perfecta ratio".

3. U operaciones 0 actividades. «Prirnero el hombre, enjuician­do, se forma una opinion de los objetos que Ie rodean; despues tien­de hacia ellos para alcanzarlos 0, por el contrario, se aleja de ellos,

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'ErXEIPIMON

Kat tVt AOY41 baa 1']I..lLtEpa ~Pya' OUK E:q) 1']1l1V OE 'to am­lla,1'] K'tijat<;, M~at, apxat Kat tVt AOY41 baa OUX 1']11£­repo; epya. 2. Kat 'ta IlEV E:cp'1']1l1V E:O"'tt cpuan E:AEuElEpa, aKwAu­t«, arraparr6ota'ta, 'tel OE OUK E:q) 1'] IIIV aaElEvij, oouAa, KffiAur«, aAAO'tpw.

no los apetece, los rechaza; en fin, a este movimiento de tendencia ode repulsa, se anade, segun sea el caso, un sentimiento de deseo -6pfSt<;- a de aborrecirniento -~KKAt<Jt<;-» (M. Guyau).

La hypolepsis , susceptio, equivale propiamente a una «aceptacion juiciosa», una susceptio in mente per iudicium rectum, una concep­tuacion prohairetica de acuerdo can una phantasia kataleptike (vea­se mas adelante notas 16 y 38).

4. 0 tambien reputaciones . Al sabia no le importaran nada ni los honores, galardones, pampas u otras vanidades ni 10 que pueda pen­sarse de cl cuando haga 10 que deba, 10 que juzgue recto, 10 unico que depende de el: obedecer a la naturaleza, a la razon, aDios, actuando en consecuencia. Asf, estara por encima del que dirdn,

Cfr. Diatr., III, 24, 50: «OUcSE:V noretv rof cSosm ~vfKa» (no ha­cer nada par causa del parecer), Ibid., 68: «<pTjIJ-TJ. ouvTj8n<; ronoi, cSw­'tpt~Tj, ltuna 'tau'ta UAAO'tpW» (Iama, lugares acosturnbrados, en­tretenirnientos, todas estas cosas son ajenas). (Cfr. Manual, caps. XIII, XXIII, XXIV, etc.)

5. Es un tropo calificar a las casas de fibres. Segun acaba de de­cir, tales cosas libres son solo nuestras propias acciones. Unicamen­te actuando par nuestro propio querer, can independencia, can au­tonomia, seremos libres. «Solo el sabio es libre y, comparado can el, un reyes esclavo. Porque la libertad es el derecho a actuar can in­dependencia, la esclavitud una privacion de actuar independiente­mente» (Zenon, en Diog. Laer., VII, 12l).

(En que medida se plantearon los estoicos la cuestion del como com­patibilizar la suma libertad caracteristica del sabia y equivalente a su fe­Iicidad ·--efr. nota 15-, asi como eI origen de su responsabilidad y los meritos morales, can el determinismo universal de la heimarmene]

Segun observa Pohlenz, «Das griechische Freiheitsgefuhl war viel zu stark, urn die Kausalitat des ausseren Naturgeschehens auch das ei­gene Seelenleben einzubeziehen. Noch fur Epikur ist der freie Wille des Menschen die unmittelbar gewisse Erfahrungstatsache, auf der er sei­ne Ethik aufbaut» (el sentimiento de la libertad era entre los griegos demasiado fuerte como para ineluir en la causalidad de los procesos naturales aun la propia vida espiritual. Hasta para Epicuro ellibre que­rer del hombre es el data de experiencia inmediatamente cierto sabre el que edifica su etica). (Die Stoa, I, p. 104; cfr. ademas pp. 105-106 y II, pp. 58-62; tambien, del mismo M. Pohlenz, Freiheit, pp. 139 y 203.)

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mientras que no dependen de nosotros el cuerpo, la ri­queza, honras," puestos de mando y, en una palabra, to do cuanto no son nuestras propias acciones. 2. Y las cosas que dependen de nosotros son por na­turaleza libres.> sin impedimento, sin trabas; mientras que las que no dependen de nosotros son inconsisten­tes.? serviles.? sujetas a impedimento, ajenas.f

Crisipo formula el problema clansimamente (SVF, II, 974,1001, 1007) y sabiendo muy bien que de la respuesta al mismo dependfa toda la etica estoica; asi que se esforzo par hallar una soluci6n sa­tisfactoria. «Si alguien -decfa- echa a rodar cuesta abajo un cilin­dro de piedra. sera sin duda el iniciador del movimiento de este, pero la causa de que se siga precipitando la constituiran la forma y el peso, a sea, la propia esencia del cilindro. Pues, asi tarnbien, la heimarmene nos da, can la "fantasia" [efr. nota 17], eI primer estimulo externo, pero ella misma ha puesto en nuestro interior la facultad de auto­determinarnos, que puede sustraerse a la solicitacion extema yes, par tanto, la causa efectiva de nuestras decisiones y actuaciones» (Aula Gelio, VI, 2). (Cfr. Pohlcnz, Grundjragen, p. 104.)

Epicteto no parece que se preocupara mucho par el problema metafisico de la libertad, sino mas bien par la libertad practica, pro­pugnandola como centro de todo su sistema educativo. En la teorfa, a su nocion de libertad podrian oponersele todas las objeciones que se suelen poner al intelectualismo etico.

Su formula: « 'EAfU8fP0<; E:CHtV 6 Sciiv 00<; ~ouA£'tm» (Iibre es el que vive como quiere [Diatr. IV, 1, 1, Ycfr. II, 1, 23]) repite formula­ciones mas antiguas: Quid est enim libertas? Potestas vivendi ut velis (Ciceron, Parad. V, 1; cfr. notas 172 y 330).

6. 0 impotentes, debiles, despreciables, sin validez, La unica fucr­za genuina la tiene, segun Epicteto, el hegemonikon actuando con su Iibre prohairesis , el libre albedrio del alma racional.

7. Sc sigue procediendo. en estas frases, mediante tropos. Y el llamar serviles a esclavas a las casas cuya existencia no depende de nosotros tiene, sin duda. alga de intencionado trueque paradojico -muy al gusto y al estilo de la Estoa antigua-, puesto que de los cs­elavos se podia disponer como de casas, y ahora, en cambia, quien habfa sido eselavo llama esclavas a las casas que no esten en poder de nuestro albedrio. Como si dijera que ni entonces rue verdadera­mente esc/avo ni ahara par su actual condicion de liberto es verda­deramente libre, sino que la libertad solo se halla en eI recto decidir can el propio albcdno, sicndo to do 10 dernas autentica esclavitud, par mucho que parezca otra cosa (efr. cap. XIV, 2, nota 79).

8. 'H <XAAO'tpi a se llama a vcces (Isocrates, 218 a) al pais inhos­pita, extrano, ala tierra enerniga, Pero la ajenidad de las casas no irn­

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'ErXEIPi~ION

3. Meuvnoo oiiv, o-n, £av 'ta <pUO£l oouAa £A£u8£pa ot118f1~ Kat 'ta (UAO'tpta '(Ota, £/l1toolo8li on, 1t£v8li­O£l~, 'tapax8lioll, /l£/l'Vn Kat 8EOU~ Kat av8pdmou~,

£av O£ 'to cov /lOVOV oi 118f1~ cov £1 Vat, 'to OE aAAO­rptov, W01t£p £0'tlV, aAAO'tptoV, OUO£l~ cs aVaYKaO£l OUO£1to't£, OUO£l~ o£ KCOAUO£l, 0'0 /l£/l'VfI ouo£va, OUK £YKaA£O£l~ nvt, (XKCOV 1tpa~£l~ 0'00£ ~V, OUO£l~ ce ~Aa­'V£l' £X8pOV OUX ~~£l~, 0'00£ yap ~Aa~£pov 'tl 1t£lOn. 4. TllAlKOU'tCOV OUV £<pl£/l£VO~ usuvnoo, bn 0'0 O£t /l£­'tPlCO~ K£KlVll/l£VOV a1t't£o8at au1:COV, aAAa 'ta /lEV a<pltvat 1taV't£A(i)~, 'ta 0 u1t£p'tl8£08at 1tPO~ 'to nrxpov.

plica en elias, para el estoicismo, hostilidad, sino s610 indiferencia. Lo que ocurre es que, bajo esta calificaci6n, quiza vibren, en Epic­teto muchas connotaciones. Toda la dialectica del arno y del escla­YO, sus correlatividades e inversiones, laten ya en esta adjetivaci6n referidas a un poner de realce al maximo que 10 propio del hombre es s610 el actual' racional y libremente. Cualquier otra cosa Ie es aje­na y ha de traerle sin cuidado; de 10contrario, Ie resultara hostilmente enajenante, alienante: Ie esclavizara.

9. Esto es, «si te enganas dejandote lIevar de pasiones 0 impul­sos y apetitos sin controlarlos, sin obedecer a los dictados de la ra­z6n, confundiendote. tomando pOl' dependientes de ti 0 propias tu­yas las cosas que de ti no dependen, que son ajenas a ti, a til libre poder decisorio [... ]».

1O. Involuntariamente. Insiste en 10que ha dicho unas lineas mas arriba: «nadie te coaccionara». Epicteto pone as! la libertad por en­cima de todo tipo de necesidad externa, de todo forzamiento, de toda constricci6n 0 atadura fisica.

11. EI sabio esta convencido de que todo mal revierte en pro del bien, en cuanto que se conforma al orden c6smico. EI sabio vive fe­liz y optimista, consintiendo libremente al Destino y confiando en la Providencia. Cuando el orden no aparece claro, al sabio Ie queda el recurso a la u1tE~aipEcrt<; (la reserva). (Cfr. notas 30 y 44; adernas, cfr, cap. XXVII.) Y «10 mejor carece de nocividad», dice Seneca (Epist. ad Lucil, LXXV).

12. Como son la tranquilidad del animo, la libertad interior, la felicidad.

13. 0 tibiamente. Anota con acierto M. Guyau en este pasaje: «K'\JVEtV, K'\JvEtcr8at [mover, moversc] son expresiones importantes en el vocabulario filos6fico de Epicteto: aunque s610 aparezca KEKtvn /.U3VOV esta vez en el Manual, en otras formas se las encuentra a me­nudo en las Diatribes». Segun el Menon de Plat6n, 10 propio de la dia-

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3. Recuerda, pues, que si las cosas por naturaleza es­clavas las creyeres libres y las ajenas propias.? andaras obstaculizado, afligido, lleno de turbaci6n e increparas a los dioses y a los hombres; en cambio, si s610 10 tuyo juzgas que es tuyo y 10 ajeno, como realmente es, aje­no, nadie te coaccionara nunca, nadie te pondra im­pedimento, no increparas a nadie, no acusaras a ser al­guno, nada haras que no quieras, 10 nadie te perjudicara: no tendras enemigo, pues ni te dejaras persuadir de que haya algo perjudicial.' I 4. Puesto que aspiras a conseguir tan grandes bienes, 12

ten en cuenta que no ha de hacerse con enos quien se haya movido remisarnente.l ' sino que unas cosas es preciso dejarlas del todo, y otras diferirlas de momen­

lectica socratica era sacudir violentamente las almas, como el pez tor­pedo sacude con sus descargas a los cuerpos -descargas, sacudidas o calambres salutiferos, pues s610 embotan 0 entorpecen primero, para despues hacer reaccionar 0 despabilarse-. Los estoicos pro­curan imitar esta especie de violencia que S6crates ejercia sobre los hombres. Tambien ellos quieren, y por cierto con toda la dureza es­toica, punzar, picar, aguijonear a sus oyentes: «pungunt enim quasi aculeis, interrogatiunculis angustis» (Ciceron, De [inibus, IV, 2, 7). Es esta, scgun Epicteto, la parte mas dificil de la dialectica. EI re­procha a sus predecesores el haber explicado sutilmente todo 10 que concierne a este arte, pero habiendo descuidado su usa. Se sabe -dice- el significado de muchos terminos tecnicos y complicados, pero no se sabe meter en las almas de los no fil6sofos las ideas mis­mas que esos terrninos expresan, no se sabe remover las almas: «Lo que debe aprenderse para saber hacer usa de la raz6n ha sido agu­damente escrito por los nuestros, pero en cuanto a servirnos de ello estamos totalmente descntrenados». Y 10 prueba asf: «Dale, si no, a cualquiera de nosotros un ignorante por interlocutor y no halla ma­nera de servirse de ello, sino que, apenas Ie ha sacudido (Ktvl1cra<;) un poco, como este se Ie escabulla, no puede ya manejarle, sino que o acaba insultandole 0 burlandose de el y diciendo: "[Es un ignorante! [No hay nada que hacer con ell" [ ... ] [Sabemos mil] expresiones tee­nicas y, por 10 mismo, dificiles y fastidiosas para los profanos, de las cuales sornos incapaces de desprendernos. En cambio, en modo al­guno somos capaces de mover a ese profano con expresiones a par­tir de las cuales podria el, siguiendo sus representaciones, conceder algo 0 rechazarlo» tDiatr., II, 12, 1-3 y 10-12).

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Edv bE Kat 'tau't' e8£A1lt; Kat aPXElV Kat rrAou't£1V, 'tuXOV uev OUb' au'twv 'tOUHOV 't£U~1l bta 'to Kat 'tWV npo teprov e<piw8m, miv'twt; yc f,l1)v tKctvorv arro't£U~n,

bt'rov f,lOVWV g£u8£pia Kat £ubmf,lovia rr£ptyivetrn. 5, Eu8ut; oiiv rrua1l <pav'taaie;t 'tpaXcte;t f,l£At'ta emAt-

La verdadera tarea del filosofo consistirfa, segun Epicteto, en tra­tar de arrancar a las almas de ese torpor, de esa prematura muerte de la ignorancia en que languidecen y, suscitando en elias una revo­luci6n interior, moverlas hacia la filosoffa: KlVE1V npo«; l!nAocrOlpiav tDiatr., III, 24, 15). Es menester que quien oiga a un fil6sofo experi­mente en sf mismo una inquietud, mantenga un combate por ven­cerse y liberarse: rrEpl. alnO\! T\ywvl.acrEv, que de las cosas exteriores por las que dispersaba sus miradas vuelva los ojos de su mente ha­cia sf: tmcr1:palpT) £1.<; aln6v (se convierta a sf) y al salir de la confe­rencia exclame: «[Bien me ha tocado el filosofo!», y se proponga no seguir ya comportandose como hasta entonces iDiatr., III, 23,37). Si no se consigue esto, si a las almas solo se las mueve tibiamente, f10­jamente, halagandolas 0 entreteniendolas, (como vamos a pretender alcanzar y que alcancen elias los bienes de la sabidurfa?

14. Estas yestas mismas son las que dependen de nosotros, pero el deseo de las cuales debe diferirse de momenta (cfr. cap. II, 2).

15. Las primeras, 0 sea, las que han de dejarse del todo; entre elias el mandar y el ser rico, cosas que no dependen de nosotros.

16. Para los estoicos. la libertad y la felicidad son inseparables. En Epicteto la eudaimonia sigue teniendo «el sentido religioso que habia infundido en este concepto la antigua piedad helenica» (Poh­lenz, I, p. 353); el podria haber dicho, como despues Marco Aure­lio, que «Ha alcanzado la eudaimonia, es piadoso, aquel que lIeva en sf un buen dcmonio» (VII, 17). "La eudaimonia es una disposi­ci6n interior en la que de la armorna del alma y de la conciencia de cumplir una mision sefialada por Dios brota la alcgria» (Pohlenz, I,p.111).

Este demonio y esta armonia vienen a ser, en definitiva. el hege­monikon-nous-prohairesis que, en el sabio, ha alcanzado la perfeccion yes, en esencia, la libertad suma, el vivir plenamente conforrne ala razon-naturaleza propia del hombre. Que «toda cosa vale par su bien propio [ ... ] la raz6n perfecta es el bien propio del hombre [ ... ] La raz6n: ella, si es recta y consumada, colma la felicidad del hom­bre [ ... ] Esta razon perfeeta llarnase virtud y se identifica con la ho­nestidad [ ... ] Siendo asf que la sola raz6n perfccciona al hombre, sola la perfecta raz6n Ie hace bienaventurado [ ... ]» (Seneca, Epist. ad Lucil., LXXVI).

Unicarnente, pues, optando conforme a razon por las cosas que dependen de nosotros, por mantenernos virtuosos y honestos cjer-

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to, Pero si deseas estas y tambien mandar y ser rico, puede que ni estas mismas!" las logres par apetecer tambien las primeras, 15 siendo, eso sf, ciertfsimo que no obtendras aquellas cosas par medio unicarnente de las cuales se consiguen la libertad y la felicidad.!" 5, En seguida, pues, a toda fantasia!" perturbadora

citandonos en alcanzar la perfecta armorna racional, seremos ge­nuinamente Iibres y felices; contra 10 que pretendian los epicurcos, que querian conciliar la busqueda de Ia virtud con el disfrute de bie­nes externos tales como el placer, identificando estc con el bien sumo.

17. Aunque el tecnicismo oovrcci« suele ser traducido gene­ralmente por representacion, con el significado de «imagcn-copia», me parece mejor dejar el terrnino tal cua!.

"Zenon acepto el principio de que nuestra aisthesis [sensacion] es siempre verdadera, en cuanto que reproduce siempre algo real, por ejemplo, la imagen del objeto que impacta directamente nuestro ojo.

»Ahora bien, para el conocimiento no es la aisthesis el factor deci­sivo, sino la phantasia, y esta se presenta eon la pretension de darnos a conocer el objeto mismo, pero tanto puede ser falsa como verdade­ra, pues a su formacion contribuyen no solo los factores externos mas dispares -naturaleza del objeto, distancia, modalidades de la obser­vacion, etc.- sino tambien el estado de los organos sensoriales. Si la phantasia reproduce 0 no el objeto con exactitud. y, por 10 tanto, si es o no verdadera y no s610 aparente 0 engafiosa, Ie corresponde verifi­carlo unicamente allogos, el cualla acepta 0 la rechaza ejerciendo su synkatathesis [sintesis comprobadora, asenso]» (Pohlenz, I, p. 60).

Y «(que cualidad ha de tener una phantasia para hacer posible la aprehcnsion 0 captacion del objeto mismo?». Zenon fijo los si­guientes requisites: ante todo, tiene que «provenir de un objeto real y presente; adernas, ha de imprimirse y como sellarse en el alma de una forma adecuada a ese objeto y ha de ser tal que no pudiera de­terminarse sin la presencia del objeto» (ibid.).

Para Crisipo, la phantasia no es otra cosa que el organa central mismo, el hegemonikon, en un determinado estado suyo, esto es, en cuanto, por efecto de una afeccion externa, experimenta un cambio cualitativo tibid., 61).

Pese a su origen sensible, las representaciones no se reducen a puras sensaciones, sino que implican una elaboraci6n compleja, en el curso de la cual el hegemonikon no cesa de mostrarse activo. Esta actividad comporta, primeramente, una deliberaei6n interior, que Crisipo define como un movimiento interno de la razon y cuyo cornetido es «cornprender ux phantasia de cada uno de los sen­tidos, inferir de sus mensajes cual es el objeto, acogerlo cuando

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esta presente y tambien acordarse de el cuando esta ausente e in­cluso prever su futura aparicion» (Calcidio, Com. al Timeo, 220). Llevando adelante la elaboracion de los datos sensibles, el pensa­miento (nous, hegemonikon) forma en seguida unas nociones (en­noiai). Resultan estas ante todo de una actividad espontanea -son las pre-nociones, nociones primeras tprolepseis i-« y, despues de un examen 0 estudio reflexivo (0\ 1'l~E't£pac; OtOamcaAtac; Ka\ £m­~EAEtac; -mediante nuestros conocimientos aprendidos y nuestras reflexiones- (Aecio, Plac., IV, 11; SVF, II, 83). Probablemente Epicteto esta pensando en esta activa genesis de las nociones cuan­do alaba a la Providencia por haberle dado al hombre «una cons­titucion mental que no solo nos permite recibir las impresiones de los objetos sensibles, sino tambien hacer una eleccion entre elias, qui tar y anadir, combinar tales elementos con tales otros [... ] y pa­sar de unas nociones a otras que con las primeras se vinculan de algun modo» (Diatr., I, 6, 10). (Cfr. A.J. Voelke, pp. 43-44, YDiatr., II, 18,24.)

18. Porque, si esa impresion es perturbadora, e.d., penosa, aspera, ingrata, suscitante de desordenados apetitos, por fuerza habra de ser solo aparentemente verdadera y sera, por tanto, portadora de false­dad, contraria a la razon 0 indigna de nuestra aquiescencia (cfr. Ci­ceron, Tusc. disp., IV, 6, 11 YDiog, Laerc., VII, 110).

19, Canones, e.d., reglas, criterios, normas. Que tienes: el Manual es, no para instruir inicialmente, sino para uso de los ya instruidos.

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procura reprocharle: «Fantasia eres y no, en absoluto, 10 que parece». 18 A continuaci6n, examinala despacio y ponla a prueba con los canonesl? que tienes, princi­palmente con este primero/" de si es acerca de las co­sas que dependen de nosotros 0 acerca de las que no es­tan en nuestro poder. Y, como sea acerca de alguna de las cosas que no dependen de nosotros, este a punto 10 de que «En nada me atafie».21

CAPITULO II [Cudles han de ser los objetos de nuestros deseos

y aversiones]

1. Recuerda que 10 que el deseo se promete22 es la con­secucion de 10que desees; 10que la aversion se promete es no ir a caer en aquello de que se huye. Quien no 10­gra 10 que desea es desafortunado, pero quien cae en 10 que teme es desgraciado.P Por 10 tanto, si de entre las cosas que de ti dependen solo rehuyes las contrarias a la naturaleza.i" no te toparas con ninguna de las que aborreces; pero, en cambio, si te empefias en esquivar

20. Es decir, ateniendote a este que hemos puesto en primer lu­gar por ser el mas importante.

21. Cfr. Diatr., III, 16, 15, y III, 22, 38-49. 22. 0 sea: 10 que anuncia 0 declara como su propia finalidad y

como su objeto. En el fondo, el deseo es una especie de promesa in­terior que nos hacemos a nosotros mismos y cuyo cumplimiento no depende precisamente de nosotros.

23. ~ua'tu::(l'lc; (desventurado, mal afortunado) es peor que solo <X1:U Xt'\C; (sin suerte, sin fortuna). La mala suerte trae desgracias; el no tener suerte puede quedarse en eso.

24. Cfr. Diatr., I, 4, 1-2. Segun los estoicos, -el fin [la perfeccion humana] se logra viviendo conforme a la naturaleza, 10 que qui ere decir segun la virtud de cada uno y de las cosas todas del universo, omitiendo cuanto esta prohibido por la ley general, que es la recta razon, que a todos invade y es la misma que existe en Zeus, gober­nador de todo, y es tambien la misma virtud del hombre feliz, que es la buena conducta de la vida, en la cual todo se hace armonica­mente al espfritu de cada cual v al dictamen del que rige el univer­

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·EiXEIPIL'.ION

vetc, m:pt1t£afr vo oov 0'dv tKKAtVn; 1'1 8av(X"Cov 1'1 1t£­

vtov, oua'tux'li aEti;. 2. "Apov ojiv n\v tKKAtatV a1to 1tav'tffiv 'troy OUK t<p' it utv Kat ~£'ta8£~ t1tt 't(x 1tapa cuotv 'troy t<p' it ~l v. Tnv 6p£~tv ot 1tav't£Aro~ t1tt ron rtrxpov'toz; aV£A£' av 't£ yap optYTl 'troy OUK t<p' nutv 'ttvo~, a'tux£lv avaYKll, 'troy 't£ t<p'it~lv, oorov opty£a8at KaMv av, ouotv 0'0­O£1tffi cot 1tap£<J'tt. Movrp ot 'to opucv Kat a<pop~dv

xpro, xoooe»; usvrot Kat ~£8' U1t£~atpta£ffi~Kat avn­~tvffi~.

SO» (Di6g. Laerc., VII, 88). Y como, segun Epicteto, 10 mas propio del hombre. la esencia suya, su naturaleza, es ser Iibre, el precepto «Vive segun la naturaleza». segun la tuya y la del universo todo, equivale a decir: «Se Iibre, obedeciendo s610 a la recta razon»,

25. Pues son cosas que no dependen de ti y, de elias, algunas pue­den sobrevenirtc, y la muerte -que no es mas que el fin natural del individuo, que, segun el orden c6smico se escinde en sus elementos, para que otro individuo pueda ocupar su puesto-- te sobrevendra de seguro (efr. Diatr., II, 1, 17-18; III, 13, 14; III, 24, 92 ss.: 13, 13 ss.: IV, 7, 15 y 27). Cfr. Pohlenz, 1, p. 340: Epicteto no cree en una su­pervivencia personal, pero el disolverse en el todo es un retorno a Dios, retorno que el que se halla entre las cadenas de la corporeidad puede, a veces, desear ardientemente. La £~aY(j)YT1 (Ia partida; tam­bien, el suicidio) s610 es acto razonable cuando Zeus ha dado Ia se­nal (1, 29, 28 S.; II, 15,5; III, 24, 101; 26, 29, etc.).

26. Segun Zenon, las pasiones, los afectos, son impulsos desme­surados que, por esta desmesura, rompen la arrnonfa de la natura­leza, son contrarios a ella y representan, por tanto, el mas grave pe­ligro para la autodeterminaci6n del logos y para la vida moral.

27. Mientras no hayas progresado en la sabiduria 10 bastante como para desear ya s610 10 honesto, mejor sera que suprimas todo deseo.

28. Pues -se supone- que aun eres un principiante, que aun no estas preparado para lograr que todas tus acciones, deseos, etc., sean sabiamente virtuosos. Aun eres poco versado y ejercitado en la filo­sofia.

29. Es decir, contentate ahora, a los comienzos de tu practical' la filosofia, con ir procurando servirte de los impulsos, instintos y ten­dencias espontancas de tu naturaleza bajo la gufa y el control de la raz6n.

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la enfermedad, la muerte 0 la pobreza, seras desgra­ciado. 25

2. Retira, por consiguiente, tu aversi6n de todas las cosas que no dependen de nosotros y aplicala mas bien a las que, dependientes de nosotros, sean contrarias a la naturaleza.26 En cuanto al deseo, suprimelo pOl' aho­ra27 enteramente; pues, si deseas alguna de las cosas que no dependen de nosotros, es forzoso que fracases, y si alguna de las que dependen de nosotros, de cuan­tas fuere honesto desear, ninguna esta todavia a tu al­cance.28 Usa s610 del intentar y el refrenarte.I? pero li­geramente y con reserva y sin rigidez.I"

30. Sin tiranteces, con elasticidad del animo, pero al mismo tiempo sin creerte que to do vaya a ir siempre sobre rosas: COIl re­servas, es decir, previendo que es muy posible que algunas cosas de las que intentes no las consigas y que otras que quieras evitar o en las que quieras refrenarte te salgan al paso 0 se escapen de tu control. «EI sabio no muda el consejo mientras las cosas estan en el mismo ser que tenian cuando las emprendi6. [ ... J Por otra parte, emprende toda obra haciendo esta salvedad: "Si no sobre­viene algun casu que 10 impida". Por eso decimos que al sabio Ie sucede todo segun 10 que tenia previsto y nada contra 10 que pen­so, porque siempre previno mentalmente que podria atravesarse algun accidente que impidiera 10 que el tenia deliberado. Es de im­prudentes prometerse confiadamente la buena fortuna; el sabio la mira por el haz y por el enves: sabe cuan anchos dominios tiene el error, cuan inciertas son las cosas humanas, cuantos estorbos obstan a la ejecuci6n de nuestros designios; sigue con perfecta in­diferencia el dudoso y resbaladizo resultado de los acaecimientos y recibe los sucesos inciertos con resoluciones cicrtas» (Seneca, De beneiiciis , IV, cap. 34).

«Navegare, si ningun incidente me 10 estorba; llegare a pretor, si ninguna cosa me 10 impide; me saldra bien el negocio, si no inter­viene nada que 10 eche a perdcr.» De ahi que digamos que al sabio nada lc acontece contra su opini6n. No Ie eximimos de los azares hu­manos, sino de los errores; ni afirmamos que Ie suceda to do tal como dese6, sino tal como 10 pens6. Y 10 que primero tuvo en cuen­ta en cualquier caso es que algo podria impedir la realizaci6n de sus deseos. De manera que al animo de quien no sc prometi6 seguridad alguna de obtener el exito es forzoso que le resulte mas tolerable el dolor del fracaso (Seneca, De tranquil. animi, XIII, 2).

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'ErXEIPILlION

KE<1>AAAION r

'Erp' haer-rou 'tWV ",uXaycoyouV'tcov 1'1 xpfiav 1tapf­XOV'tcov 1'1 <HfPYOIl£vCOV ueuvnoo £1ttAEyEtV ozotov £<J­rtv, a1to 'twv ouucporc rrov ap~allfvo<;' dv X1hpav <J't£PY11<;, 6n «xt'l'tpav <J't£PYCO»' Ka'tfa)'El<Jll <; yap whfj <; 0'0 'tapax8l1<Jn' dv 1tatolov <Jau'tou Ka'ta<ptA1l<; 1'1 yu­vuixu, on dv8pco1tov Ka'ta<ptAfl<;' a1t08avoV't0<; yap 0'0 'tapax8l1<Jn.

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"Orov a1t'tf<J8al rwor; ~pyou Il£AAn<;, U1t0lllIlVn<JKf <Jfau'tOv, o rtoi.ov £<J'tl 'to ~pyov. 'Edv Aou<J0llfVO<; a1t1n<;, 1tpO~anf <JfaunQ 'ta ytvollfva e» ~aAavfiQl,

1OU<; a1toppalvovtc«; rou; £yKPOUOIl£vOU<;, rou; A0100­pouvror; 'tOU<; KAE1t'tov'ta<;' Kal otiro»; a<J<paAE<HfpOV a",n 'tou ~pyou, £av £1ttAEY11<; fu8u<; 6n «Aou<Ja<J8at 8£ACO Kal 't1)v £Ilau'tou npouipeotv Ka'ta <pU<Jtv ~xou<Jav

31. 0 que atraen, Todas estas cosas son a81lhpopa (indiferen­tes), de suyo, para la moral.

32. Bien poca cosa: algo deleznable. 33. Es decir, perecedero, mortal. Pero, [resulta bastante inhu­

mana una indiferencia que implica el tratar por el mismo rasero la rotura de una olla y la muerte de un ser querido!

En Diatr., III, 24, 84, se hacen parecidas recomendaciones ponien­do ejemplos similares. Son todas cosas que no dependen de nosotros.

34. Ala letra: no te perturbards . La imperturbabilidad, la maxi­ma tranquilidad del animo, la calma absoluta del espiritu, plena­mente liberado de afectos pasionales (a1ta8Elu [apatia: que no in­sensibilidadJ) es la meta ultima del estoico. «Si fractus illabatur orbis, impavidum ferient ruinae» (Horacio, Odas, III, 3). El sabio es­toico: "Como caiga el orbe hecho pedazos, sus minas heriran a un hombre irnpavido».

35. Cfr, Diatr., III, 15: «Que todo ha de hacerse con circunspec­cion». Y comparese con el cap. XXIX del Manual.

36. Los antiguos griegos y romanos solian ir mucho a las termas a bafiarse y alii con versaban y se entretenian gentes de la mas varia condicion. Los percances e incidencias, como estos que aquf se apun­tan, debfan de ser ordinarios en tales ambientes.

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CAPITULO III [Adviertase bien 10 que es en sf cada cosa y 10 que vale]

Sobre cada cosa de las que seducen el animo-" 0 de las que reportan utilidad 0 de las que son queridas, re­cuerda que has de discernir de que calidad es, empe­zando por las mas pequefias. Si te agrada una olla, has de decirte: «Una olla32 es 10 que estimo». Con 10 que, si se hace pedazos, no te alteraras, Cuando beses a tu hi­jito 0 a tu mujer, has de decirte que a un ser humanov

besas, pues asi, aunque muera, no perderas la calma.H

CAPITULO IV [Tener en cuenta la naturaleza de nuestras acciones

y sus circunstancias]

Cuando vayas a emprender alguna tarea, traete a las mientes cual es la naturaleza de ese quehacer.F' Si sales de casa para banarte, representate las cosas que suelen ocurrir en el bano publico: 36 los que salpican, los que dan empujones, los que insultan, los que roban.F Y as! acometeras con mayor firmeza la accion si te di­ces, por ejemplo: «Ouiero ir a bafiarme y que mi bien pensada decision-s se mantenga en conformidad con la

37. Ladrones de bolsos y de ropas los hay tambien en nuestras piscinas publicas, Las vestes clasicas grecorromanas, mas sencillas y faciles de quitar del cuerpo que las actuales, serian tambien muy faciles de hurtar. Tarnbien hay siempre, en esos arnbitos, molestos gamberros que insultan, maleducados que empujan 0 salpican, etc. Estas agiles pinceladas realistas dejan entrever un cierto humor so­carron de su autor.

38. 0 elecci6n basica, opcion fundamental. El concepto de pro­ha iresis , que es central en Epicteto, se presta a muy diferentes in­terpretaciones por su pregnante complejidad. Ha sido traducido de muchas maneras distintas: propositum, voluntas, consilium, mens ra­tione utens et voluntate, asf Schweighaeuser; [aculte de juger et de vou­loir, libre-arbitre, as! Courdaveaux; Wille, as! Enk, Schulthess, Muc­ke; will, as! Carter, Long, Matheson; choice, as! Carter; moral purpose,

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'ErXEIPII'lION

'tTjpijO'au Krxt ffiO'au't(o~ £ep £KamOU i?pyOU. 00't0) yap <Xv 'tt 1tPO~ 'to AouO'a0'8at yEVTj'tat £f.L1tObo'>v, 1tpOXEtpOV i?mat b10't1 «aAA 0'0 route ij8EAov f.LOVOV, aAAa Ka't 'tTtV £f.Lamou npocdpeotv Ka'ta cpUO'lV i?xouO'av 'tTjpijO'at· 0'0 rnprioro b£, £av ayavaK'tcD 1tPO~ 'ta ytvOf.LEva.»

KE<f>AAAION E

Tupuotret roi»; av8po'>1tou~0'0 'ta 1tpawa'ta, ana 'ta 1tEP't 'tcDV 1tpawa'tO)v bOwa'ta' OlOV 6 8ava't0~ 0'0­

asf Oldfather; vrije keu:e, asf Hesselin; vrijheid van wil, wil, asf Stell­wag; albedrio, libre albedrio, asf Jordan de Urnes: voluntad, asf Pe­rez Ballestar; intencio, asf Leita, etc., etc.

M.J. Souilhe. M.A. Jagu y M.L. Guery, en su edici6n y versi6n de los Entretiens (Paris, Belles Lettres, 1975) prefieren, siguiendo indi­caciones de Th. Colardeau, el terrnino persona moral (cfr. p. L de su Introduction).

Andre-Jean Voelke, en su muy trabajada y atinada obra L'Idee de Volante dans Ie Stoicisme (Paris, PUF, 1973), dedica un largo apar­tado (pp. 142-160) a estudiar la prohairesis, particularmente en Epic­teto. Recalca el sentido activo de la prohairesis, que es siempre un acto o la funci6n de ejecutarlo 0, al menos, el prop6sito de hacerlo. Asi. las tendencias, los deseos y todas las funciones del hegemonikon -0,10 que es 10 mismo, del logos, del yo, del hombre (terminos estos que aparecen intercambiables)- son formas diversas, expresiones, funciones, contenido 0 materia de la prohairesis. (En 10 cual viene a ser Epicteto un continuador de Arist6teles, para quien "La prohairesis es "intcleccion descosa" 0 "deseo dclibcrado", y este principio es el hombre» [I~tica Nicom., VI, 2, 1.139 b 4-5]' Cfr. R. Roda "EI concepto de "zpornpeou;" en la etica de Aristotclcs». Universitas Tarraconen­sis, IX [1987], 291-301; «Individuo y acci6n en el pensamiento grie­go», Pensamiento, 185, vol. 47 [1991], 91-95.) Distingue Voelke tres grupos principales de significaciones del termino prohairesis: 1) elec­ci6n previa, de fondo, inicial; opci6n-decisi6n basica: fundamental vo­luntad-prop6sito de pureza moral; libre albedrio: 2) decisi6n juiciosa puntual (= en cada caso); bien pensada resoluci6n 0 elecci6n reflexio­nada; acci6n libre, voluntaria; y 3) el yo mismo (cceutovl, el alma hu­mana, el hegemonikon 0 principio rector. Y comenta, finalmente, 10que de elemento divino tiene, segun Epicteto, nuestra prohairesis: «Es la "porcion que de sf mismo nos ha dado Dios" para que podamos "hacer buen uso de las fantasias" (Diatr., I, 1, 12); es "nuestra alma" (I, 14,6), "la raz6n, el pensamiento" (1,3,3). Sobre ella no tiene ningun poder ni

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naturaleza». Y del mismo modo para cada obra. Por­que asf, si algo llega a ser obstaculo a que te banes, no te costara arguirte: «La verdad es que yo no queria s610 eso, sino tambien seguir manteniendo mi eleccion'?

de acuerdo con la naturaleza, y no la mantendre si me irrito contra 10 que sucede».

CAPITULO V [S610 nuestros juicios pueden turbarnos]

Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opinionesi'' acerca de los sucesos. Por ejernplo, la

Dios mismo: es libcrrima, independiente en sus actuaciones (I, 17, 27; I, 1, 23; I, 6, 40). Sin embargo, esta total independencia no es irres­ponsabilidad: los juicios y elecciones con que nuestra prohairesis deci­de determinan 10que seremos (I, 12,34). Dandonos la prohairesis, Dios nos ha confiado nuestra propia custodia (IV, 12, 12), de suerte que de­bemos ejercer una autentica "tutela" iepitropei sobre nosotros mismos (II, 8, 21-23). Asi, la doctrina estoica de la oikeiosis presenta, en Epik­teto, un matiz religioso muy notable: es ante Dios ante quien somos res­ponsabies de nosotros mismos. Por 10 que nuestro hombre puede de­clarar cuando piensa en su propia muerte: "[Ojala no me cogiera pensando en otra cos a que en cuidar mi voluntad de ser despasionado, libre, sin constricci6n, independiente!" Ocupado en esto quisiera que me hallase, para poder decide aDios: "(Transgredi en algo tus 6rdenes? (Utilicemallosrecursosquemediste?[ ... J..(lII.5.7-8;cfr.IV. 10, 13)).

En esta actitud para consigo transparece una de las virtudes fun­damentales de Epicteto, la del aides 0 respeto a sf mismo: respeto re­ligioso, que procede de la conciencia de que somos portadores de un elemento divino que no debemos manchar con nuestros pensamien­tos ni con nuestras acciones, sino honrarlo como se merece (cfr. II, 8, 9-23; I, 3, 4. En I, 19, 8 se habla de quien honra ['tEnlll1Kol<;] a su prohairesis; en IV, 13, 14, de quien la deshonra [l)'tllluKon]; en III, 2, 3, de quien hace caso omiso de ella [tv OUOEVt 'tiSEam, la tiene en nadaj), Tarnbien Marco Aurelio, afirmando que el hombre debe res­petar a su propia razon, recalca que esta raz6n es divina (VI, 35, 2).

39. Seguir manteniendo mi eleccion equivale a ser constante (cfr. la preciosa obra de Seneca sobre este t6pico estoico de la constancia del sabio); constantia es, adernas, el vocablo latino que puede equi­valer a un estar firme con la totalidad del orden natural.

40. Las cosas no pueden mover nuestro animo; s610 la manera

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