entrevista terrorista arrepentido

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“Nadie puede negociar con gente que está dispuesta a matar a inocentes” Shane O’Doherty, el ex terrorista del IRA que pidió perdón Dice que la sombra de su pasado como terrorista aún le persigue. Tras pasar 14 años entre rejas y pedir perdón a sus víctimas, Shane O’Doherty confiesa que aun así llevará el letrero de asesino cargando en su espalda toda su vida. Pero él asegura que aunque no lo pueda borrar, su fe y su acercamiento a Dios le cambiaron la vida. Shane escribió un libro, No más bombas, en el que cuenta cómo la cárcel le ayudó a quitarse la venda y a comprender que “la violencia no tiene ninguna justificación y mientras los terroristas no se den cuenta de ello, no hay nada que hacer”. Algo que según el ex revolucionario, todos los Gobiernos deberían tener en cuenta. -Hace un mes un policía del Ulster resultó herido a causa de una bomba. El año pasado dos soldados británicos murieron a manos de unos disidentes del IRA. Algunos expertos puntualizan que el final de esta organización terrorista en Irlanda del Norte no está escrito. ¿Comparte usted esta opinión? -El 95% del IRA abandonó completamente la guerra y dejó las armas en 2005. Esto fue un auténtico milagro, pero sucedió en un momento en el que la banda terrorista ya no contaba con el mismo respaldo. La mayoría de católicos estaban de acuerdo en acabar con la tragedia gracias al importante papel de la Iglesia católica. Se apoyó la vía democrática y el Sinn Fein consiguió una mayor representación en el Par- lamento. Ahora la población aplaude las decisiones tomadas por el partido que cuenta ya con 24 diputados en la Asam- blea. Por eso, los que apoyan a esa minoría de disidentes son casi invisibles; son muy pocos y carecen de respaldo.

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Terrorista IRA arrepentido

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Page 1: Entrevista terrorista arrepentido

“Nadie puede negociar con gente que está dispuesta a matar a inocentes”

Shane O’Doherty, el ex terrorista del IRA que pidió perdón

Dice que la sombra de su pasado como terrorista aún le persigue. Tras pasar 14 años entre rejas y pedir perdón a sus víctimas, Shane O’Doherty confiesa que aun así llevará el letrero de asesino cargando en su espalda toda su vida. Pero él asegura que aunque no lo pueda borrar, su fe y su acercamiento a Dios le cambiaron la vida.

Shane escribió un libro, No más bombas, en el que cuenta cómo la cárcel le ayudó a quitarse la venda y a comprender que “la violencia no tiene ninguna justificación y mientras los terroristas no se den cuenta de ello, no hay nada que hacer”. Algo que según el ex revolucionario, todos los Gobiernos deberían tener en cuenta.

-Hace un mes un policía del Ulster resultó herido a causa de una bomba. El año pasado dos soldados británicos murieron a manos de unos disidentes del IRA. Algunos expertos puntualizan que el final de esta organización terrorista en Irlanda del Norte no está escrito. ¿Comparte usted esta opinión?-El 95% del IRA abandonó completamente la guerra y dejó las armas en 2005. Esto fue un auténtico milagro, pero sucedió en un momento en el que la banda terrorista ya no contaba con el mismo respaldo. La mayoría de católicos estaban de acuerdo en acabar con la tragedia gracias al importante papel de la Iglesia católica. Se apoyó la vía democrática y el Sinn Fein consiguió una mayor representación en el Parlamento. Ahora la población aplaude las decisiones tomadas por el partido que cuenta ya con 24 diputados en la Asam-blea. Por eso, los que apoyan a esa minoría de disidentes son casi invisibles; son muy pocos y carecen de respaldo.

-¿Qué fue clave para dicho cambio?-Sin duda, la actitud de la gente. La comunidad internacional ha cambiado y la policía ha ayudado a restablecer la paz. Yo vivo en Dublín, pero cuando viajo por mi país me doy cuenta de que muchos de estos disidentes no provienen de Irlanda del Norte, si no de pequeños pueblos de la República. Allí ha latido durante décadas, (y todavía continúa), un sentimiento de guerra y de invasión británica que prosigue debido a que muchos viven aislados y a que sólo cuentan con la visión de la generación de sus padres y abuelos. Hay una clara división entre las ciudades, (las zonas industrializadas), con una visión moder-na, y la zona rural, con una postura más tradicional. Me duele que estas personas mayores piensen así, y que fomenten el desarrollo de otra guerra civil. Estas mismas personas siguen recolectando dinero para los prisioneros de las cárceles, pero ya no obtienen ningún tipo de apoyo, ni de respaldo de los Gobiernos.

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-El libro le ha servido a usted para pedir perdón por sus acciones dentro del IRA y para relatar su historia. Fue en la cárcel donde empezó a sentir esa necesidad, ¿por qué? -Es complicado de explicar. Después de salir de la cárcel mucha gente, fami-liares y periodistas, intentaban contactar conmigo para que les contase mi historia. En ese momento me estaba leyendo Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway y pensé que tenía una historia similar, lo que me motivó para escribir la mía propia. Cuando me adentré en el IRA, era un joven lleno de fuerza y de pasión, donde todo me parecía muy simple; todo era blanco o negro. La verdadera cara de la violencia es solo una y no tiene salida: la muerte o la cárcel. Yo fui un afortunado que sobrevivió y que en la cárcel maduró y aprendió los valores humanos gracias al catolicismo, que me enseñó a seguir mi conciencia promoviendo la paz. En cuanto te paras a pensar comprendes lo que has hecho mal y todo el dolor que has causado a gente ino-cente. Fue muy difícil ese cambio en la cárcel, con mis compañeros al lado que me vigilaban, pero la Iglesia se acercó a esos líderes terroristas para hacerles entrar en razón.

-¿Sufrió algún tipo de amenaza por ese deseo de querer dejar la orga-nización terrorista?-No, la verdad es que no. El IRA, durante toda su historia, ha visto a cientos de personas entrar y a cientos de personas salir, algo que en España no podría ser porque te amenazan de muerte. Nuestra tradición es distinta; puedes sobrevivir. En ese momento yo intentaba acercar a la organización con la Iglesia para llegar a un acuerdo de paz.

-¿Cree usted que otros compañeros suyos también estaban dispuestos a pedir perdón y salir del IRA?-Estoy convencido. Cuando yo escribí mis cartas en las que pedía perdón a las víctimas, muchos de mis ex compañeros, que también estaban en prisión, me decían: “Shane, cuando no pedías perdón estabas loco. Ahora que lo pides, mucho más”. El declararse culpable y pedir perdón era algo inconcebible, y más aún si ésto se hacía público. Por ese temor, muchos no se atrevían a dar el paso. Era más fácil no decir nada.

-Muchas de las víctimas critican que su perdón estaba dentro de una auténtica provocación. ¿Qué les diría?-Es muy difícil perdonar un dolor tan grande que no tiene vuelta atrás. El Gobierno no nos creía ni los medios de comunicación ni la mayoría de las víctimas, aunque milagrosamente tengo que decir que algunas sí lo hicieron. Quiero confesar que nunca se pide perdón por las víctimas, ni siquiera por uno mismo. Tú pides perdón por tu fe, por tus valores, por Dios, en mi caso. De alguna manera, no importa lo que las víctimas digan. Me reencontré con unos valores que me llevaron a hacer lo correcto.

-¿Fue su fe entonces lo que le llevó a pedirles perdón?-Sí, sí, seguro. Yo sabía que esto no me iba a traer más amigos y que mucha gente no me iba a creer, es un gran coste. Es muy fácil condenar al hijo pródigo y después no escuchar más.

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-¿Cómo estaba organizada la banda?-Era una gran organización con contactos en América y fuera del país, pero era difícil mantener una línea común. Había diferencias entre unas zonas y otras, como entre la ciudad y el campo. Algunas personas estaban a favor de matar y poner bombas sin ningún tipo de aviso, y otras en cambio no lo estaban. Diferentes tendencias e ideologías, algunos comunistas, otros socialistas. La verdad es que fue un auténtico milagro llegar a una paz común. Había días en los que nos despertábamos y las noticias contaban que había habido un nuevo atentado del IRA. Nosotros desconocíamos quién había sido. Era una banda organizada, pero a la vez desorganizada como otras muchas. Nadie está com-pletamente seguro de lo que sucede. Fue un milagro que Adams y McGuiness llegasen a reunificar al 95% de la organización y les obligasen a dejar las armas.

-¿Cómo era la relación con sus padres? Usted relata en su libro que ellos desconocían su pertenencia a la banda.-Yo crecí en Derry, la segunda ciudad de Irlanda del Norte después de Belfast, según se decía entonces “en el lado incorrecto”. Por eso, aunque mi padre siempre condenó la violencia, mantenía con él conversaciones sobre nuestra situación. Yo nunca entendí por qué nos teníamos que sentir inferiores a los británicos. Su hermano mayor, mi tío George, luchó por la independencia del país y su imagen era la de un gran patriota. Yo era muy joven y me encantaba leer libros sobre aventuras y sobre la historia de Irlanda y de ahí desarrollé ese deseo para implicarme en la lucha. Estaba motivado e impresionado por el pasado de mi tío. Pero la diferencia con él era que yo ya vivía en una nueva época, una nueva era de respeto a los Derechos Humanos. Mi sueño no era real, pero a mí me parecía que había un uniforme preparado para mí. Muchas personas inocentes eran asesinadas, gente cercana.

-¿Pero usted nunca le comunicó a sus padres esa ambición que tenía?-No, nunca les confesé que pensaba unirme a la organización. Pero sí mantuve interesantes conversaciones sobre por qué nos sentíamos ciudadanos de segunda en el lugar en el que habíamos nacido. Ellos negaban con la cabeza y me decían que todo era muy complicado, más de lo que pensaba, porque había gente inocente muriendo a nuestro alrededor.

-¿Cómo es ahora la convivencia entre protestantes y católicos?-Ahora, gracias a la democracia, todo es diferente. No profesamos la misma religión, pero hay igualdad y respeto. Algo que no fue fácil, pero que ahora existe.

-¿Qué opina del escándalo de la mujer del primer ministro Robinson que le ha llevado a dejar su puesto durante seis semanas y que, según los analistas, podría acabar en una ruptura del Gobierno?-Para los irlandeses fue un verdadero escándalo que al principio todo el mundo se resistía a creer. Durante las primeras semanas toda la población estaba expectante de lo que contaban sobre el caso pero ahora, para ser honesto, creo que forma parte de otra vieja noticia ya olvidada.

-¿Cómo es su vida ahora?

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-Vivo en Dublín, donde trabajo y estudio, pero la sombra de mi pasado me persigue, sobre todo cuando viajo y noto que me miran. No sé si podré olvidar mi pasado algún día y despejar esta carga. No obstante, cada día me levanto pensando que puedo seguir adelante. “Envié varias cartas bomba, una de ellas a la residencia del primer ministro británico, lo que me convirtió en el hombre más buscado de Gran Bretaña”. Éste era Shane O’ Doherty. Un niño de familia católica de Derry que con tan sólo 10 años fue capaz de escribir en su diario lo siguiente: “Cuando sea mayor quiero luchar y si es necesario morir por la libertad de Irlanda”.

Y así de claro lo tenía, que tan sólo cinco años después, durante los cuales no paró hasta encontrar a sus ‘ídolos’ terroristas, acudiendo a sus reuniones clandestinas. Luego entró a formar parte de la organización criminal coinvirtiéndose en el líder del Comando de Artefactos. A los 17 fue testigo di-recto del Domingo Sangriento y aseguró que su único objetivo en la vida era “vivir para la lucha armada y para el IRA”. Hirió a varios civiles con sus bombas, a los que finalmente terminaría pidiendo perdón públicamente mediante cartas. Muchas de las víctimas le rechazaron, e incluso se enfadaron aún más porque aseguraron que se trataba de una auténtica provocación, “sin ninguna validez, y sin ningún sentido”.

En el año 1975, con 19 años, fue apresado en su propia casa, desarmado, bajo la atenta mirada de su madre, que no entendía por qué los agentes detenían a su querido hijo. Sus padres desconocían que era un terrorista. El arresto se produjo durante un alto el fuego de la organización y Shane, después de recibir una sentencia de 30 cadenas perpetuas, cumplió una condena de 14 años entre rejas. Fueron esos años encerrado en la cárcel lo que verdaderamente cambió su vida. Allí conoció a varios sacerdotes que le ayudaron en su camino a la conversión y a la meditación. En su celda se pasaba los días pensando y leyendo la Biblia; él subraya que no sabe muy bien por qué. En su libro Shane apunta que fue durante su condena cuando afirmó que “como ya sabía hacer la guerra quería aprender a hacer la paz”. Así, el ex terrorista señala que cuando era joven se involucró tanto en el terrorismo que” ni siquiera hubiera podido decir lo que ocurría políticamente en Irlanda del Norte o en el mundo en general”.

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Aurelio Ruiz Enebral 24 de noviembre de 2009 (Fóro de Debate Político Ágora)

El terrorista que pidió perdón"Estaba desesperado por ser un héroe, por ser un mártir, por salvar a la gente". Así explicó Shane O'Doherty, ex-terrorista del IRA arrepentido, por qué con sólo quince años entró en esta banda terrorista. Durante cinco años preparó y colocó explosivos, disparó a soldados británicos y envió decenas de cartas-bomba a Londres. Después de ser detenido con veinte años fue condenado a treinta cadenas perpetuas. Todo ese tiempo para pensar en la cárcel lo llevaron a arrepentirse de sus crímenes y pedir perdón a la personas heridas en sus atentados. "Catorce años te hacen evaluarlo todo", confesó O'Doherty, que se dio cuenta de su error al estudiar los Derechos Humanos y leer los cuatro Evangelios en una noche. "Estaba avergonzado del IRA" y "sentí la obligación de pedir perdón". Perdón. Palabra tabú para sus compañeros del IRA, que le retiraron la palabra y le decían que había cambiado "para hacer su vida más fácil"; pero también para muchas víctimas y políticos, que "pensaban que volvería a ser un terrorista". Toda esta experiencia la dejó escrita en The Volunteer (No más bombas en la edición en español), el primer testimonio de un miembro arrepentido del IRA.

Shane O'Doherty enmarcó su historia personal en el marco del conflicto irlandés. "Una historia muy triste", en la que "todo el mundo puede contar víctimas", que estalló a comienzos del siglo XX con la Revolución Católica aplastada por los británicos y que, en 1921 y tras una "terrible" guerra civil en la que "los jóvenes debían sacrificar sus vidas", dio como resultado una República de Irlanda independiente en el Sur y el Norte ("las mejores tierra, las más ricas, las más industriales") aún como parte de Gran Bretaña. "¿Por qué vivimos dentro de Gran Bretaña?", le preguntó Shane a su padre cuando era pequeño. No recibió respuesta a esta pregunta, más aún, la realidad que veía día a día en Derry, su pueblo natal, le hizo preguntarse por qué la falta de trabajo obligaba a sus conocidos católicos a emigrar; por qué los protestantes iban armados con pistolas y los católicos no tenían forma de defenderse; por qué veía arder la ciudad de camino al colegio. Entonces comenzaron las marchas por los derechos civiles: "cuando los británicos estaban dormidos, los católicos despertaron". Los católicos se preguntaban dónde estaba el IRA y protestaban por su ausencia con pintadas como «I Ran Away» («Me escapé»). El Ejército Republicano Irlandés (IRA) se convirtió en la policía de los católicos, se hizo parte del paisaje de muchas ciudades del Ulster... hasta que el Domingo Sangriento (1972) dio una dimensión mayor al conflicto. La masacre provocada por los francotiradores británicos provocó el reclutamiento de miles de voluntarios, muchos de corta edad, como Shane ("todos mis amigos estaban en el IRA"). Y es que "los jóvenes suelen pensar cosas muy extremas, hacer muchas locuras".

La cárcel y el paso del tiempo hizo que O'Doherty se arrepintiera de «sus locuras» y cambiara el enfoque: "la cuestión importante no es quién tiene razón, sino respetar los Derechos Humanos. Si todos los respetamos, podemos tener un diálogo civilizado". A partir de entonces, Shane se comprometió con la búsqueda de la paz para Irlanda.

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Como despedida, Shane O'Doherty quiso (ante un auditorio abarrotado) dar su visión del final del terrorismo, apostando por el diálogo ("no confundir negociación con conversación"): "Si esperas a que la gente deje de poner bombas, nunca lo hará [...] La democracia debe ir a los terroristas, como los curas a los pecadores o los médicos a los enfermos".