entrevista a arnaud imatz, pensador y filósofo

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La mayor suerte de España fue el catolicismo: entrevista a Arnaud Imatz Fernando José Vaquero Oroquieta para La Tribuna del País Vasco Nacido en Bayona, en 1948, en el seno de una familia de origen vasco-navarro, Arnaud Imatz es doctor en Ciencias Políticas, diplomado en Derecho y Economía. Ha sido funcionario internacional en la OCDE y fundador/gerente de empresa. Autor de numerosos libros y artículos, ha publicado en España: José Antonio: entre odio y amor. Su historia como fue (Áltera, Madrid, 2006, 2007), Los partidos contra las personas. Izquierda y derecha: dos etiquetas (Áltera, Barcelona, 2005) y Juan Donoso Cortés: Contra el liberalismo. Antología política (Áltera, Madrid, 2014). Publicará este verano, en París, una amplia síntesis histórica sobre el antagonismo derecha/izquierda, Droite/Gauche: pour sortir de l’équivoque. Histoire des idées et de valeurs non-conformistes du XIXe au XXIe siècle.

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Entrevista a Arnaud Imatz para La Tribuna del País Vasco

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La mayor suerte de España fue el catolicismo:

entrevista a Arnaud Imatz

Fernando José Vaquero Oroquieta para

La Tribuna del País Vasco

Nacido en Bayona, en 1948, en el seno de una familia de

origen vasco-navarro, Arnaud Imatz es doctor en Ciencias

Políticas, diplomado en Derecho y Economía. Ha sido

funcionario internacional en la OCDE y fundador/gerente de

empresa. Autor de numerosos libros y artículos, ha publicado

en España: José Antonio: entre odio y amor. Su historia

como fue (Áltera, Madrid, 2006, 2007), Los partidos contra

las personas. Izquierda y derecha: dos etiquetas (Áltera,

Barcelona, 2005) y Juan Donoso Cortés: Contra el

liberalismo. Antología política (Áltera, Madrid, 2014).

Publicará este verano, en París, una amplia síntesis histórica

sobre el antagonismo derecha/izquierda, Droite/Gauche:

pour sortir de l’équivoque. Histoire des idées et de valeurs

non-conformistes du XIXe au XXIe siècle.

¿Qué empujó a un francés a interesarse a España, a sus

pensadores y a su historia?

– Es una mezcla de razones familiares, generacionales y, por

supuesto, también el imprevisto o la oportunidad. Hay dos

ramas en mi familia: una carlista (la de mi abuelo materno) y

otra republicana (la de mi abuelo paterno, héroe y gran

mutilado de la guerra de 1914). Mi padre, campeón nacional

de pelota vasca, excelente jugador de fútbol y rugby, me

inculcó valores imprescindibles, hoy desgraciadamente

burlados y pisoteados: la honestidad, la fidelidad, el respeto a

la palabra dada, el sentido del bien común.

Empecé mis estudios universitarios en 1965. En plena

rebelión estudiantil, mi sensibilidad política gaullista, un

patriotismo abierto “ni de derechas ni de izquierdas”, me llevó

a abandonar provisionalmente la universidad para cumplir mi

servicio militar en el prestigioso 6º Regimiento de

Paracaidistas de Infantería de Marina.

Admirador del Presidente Charles de Gaulle, gigante entre los

enanos políticos franceses del siglo XX, no tenía ninguna

simpatía por el freudo-marxismo de los extremistas o

violentos sesentayochistas. Y en esto no andaba

desencaminado. Hoy se sabe que estos pseudorevolucionarios

de 1968 abandonaron muy pronto sus virulentas críticas al

consumerismo capitalista, al productivismo y a la tecnocracia

para defender el multiculturalismo, el individualismo de los

derechos humanos y la lógica frenética del mercado. Las

cosas, como son: mi generación fue mortífera. Sus mayores

representantes, los líderes de los mal llamados contestatarios,

contribuyeron decisivamente a nutrir la oligarquía o la casta

corrupta de hoy. Casi todos se precipitaron sin la menor

vergüenza en los pasillos del poder. En mi caso particular,

ellos actuaron como revulsivo, como una vacuna definitiva

contra la militancia política. A partir de ahí me convertí en un

observador distanciado de la política. Simultáneamente,

comprendí que no podía haber ciencias sociales sin un

verdadero debate contradictorio, sin una lucha contra las

ideas recibidas, sin un combate contra los maniqueísmos.

Creo, desde aquellos lejanos años, que la objetividad es una

meta que el politólogo o el historiador se deben esforzar de

alcanzar. Por eso considero que los universitarios que se

meten en política además parangonándose de sus títulos y de

sus pretendidas investigaciones, son charlatanes, peligrosos

barbaros.

¿Qué le llevó estudiar la controvertida personalidad de José

Antonio Primo de Rivera y a un olvidado Juan Donoso

Cortés?

– Bueno, en realidad, mis primeros trabajos universitarios

fueron sobre la Escuela de Salamanca (siglo XVI y XVII),

famosísima escuela casi desconocida en Francia y muy mal

conocida en España. Mi descubrimiento del pensamiento de

José Antonio Primo de Rivera fue posterior y totalmente

fortuito. Leí dos obras sobre él publicadas por la editorial

antifranquista Ruedo Iberico: Antifalange del periodista y

polemista marxista, Herbert Southworth y Falange: historia

del fascismo español del historiador, entonces social-

demócrata, Stanley Payne. Despertaron mi interés por José

Antonio y años después, en 1975, defendí mi tesis doctoral. Se

trataba de un doctorado de Estado, y no de Universidad, el

mayor grado académico otorgable entonces por el Estado

francés. Conste que a pesar de mi alejamiento de los

convencionalismos, mi tribunal, compuesto de profesores

liberales y socialdemócratas al “viejo estilo”, me dio la mayor

graduación: summa cum laude. Una actitud honesta e

independiente, inimaginable hoy en una universidad

dominada por lo políticamente correcto. Esto fue mi primer

paso. Luego me interesé por el liberal José Ortega y Gasset, y

el tradicionalista Juan Donoso Cortés, y publiqué en Francia

varios ensayos y antologías. Otro de mis temas favoritos ha

sido la Guerra civil española. Di a conocer al público francés

unos cuantos autores españoles absolutamente desconocidos

en el Hexágono. También tuve la satisfacción de romper

la omertà de 40 años, que había afectado a Stanley Payne,

publicando y prologando su libro La guerre

d’Espagne. L’histoire face à la confusion mémorielle(Editions

du CERF, París, 2010).

¿España o Españas?

– Yo digo siempre España, como digo lengua española (y no

castellana). Spain and Spanish language dicen, por cierto, y

sin vacilar, los ingleses y los americanos del norte. Pero

tampoco me parece algo fundamental. Muchos españoles

creen que el concepto “Españas” es reciente y a menudo lo

hacen remontar a la Constitución de 1978, con la

institucionalización de la división de España en comunidades

autónomas. Sin embargo, por citar un solo contra-ejemplo,

recordaré que el catedrático de Filosofía del Derecho de

sensibilidad carlista, Francisco Elías de Tejada, acostumbraba

utilizar dicho concepto en los años 1940-1975. Ahora bien, si

con este concepto de Españas se quiere esconder un proyecto

de desconstrucción de España en tanto que nación, por

supuesto, como historiador, discrepo totalmente. Dejo a los

papanatas la admiración por intelectuales y artistas

mediáticos como Savater, Sánchez Ferlosio, Javier Marías o

Antonio Gala. Yo me quedo con la pléyade de autores

famosos, de izquierdas y de derechas, unidos al ser y a la

existencia de España: Feijoo, Cadalso, Balmes, Costa, Ganivet,

Menéndez y Pelayo, Giner de los Ríos, Unamuno, Ortega,

Maeztu, Baroja, los Machado, Marañón, Madariaga y tantos

otros.

Según sus estudios y reflexiones, la crisis que sufre España,

¿participa de una más global, que afectaría a toda Europa, o

subsumiría, además, problemáticas seculares jamás

resueltas?

– En efecto, creo que “el drama de la España moderna” se ha

dado, en gran parte, de manera similar al de las otras grandes

naciones europeas (Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania,

etc.). Indudablemente, la construcción de la España moderna

y democrática se ha hecho sobre el rechazo absoluto de la

dictadura franquista. Pero, como dicen los ingleses, se ha

desechado el bebe con el agua de la bañera. Los estereotipos

del pasado, la amplia memoria histórica (que no reciente) y la

valoración de la continuidad han sido continuamente

denunciados en la península. Un error. La oligarquía o las

elites postfranquistas, imitadoras de sus maestros europeos,

se han mostrado incapaces de generar un nuevo proyecto de

vida en común, de suscitar un sentimiento de pertenencia a

una unidad de destino. Los responsables son globalmente

todos los mandos de los partidos de gobierno, tanto de

derechas como de izquierdas, los neoliberales y los neo-

socialdemócratas. Evidentemente, en este proceso se suman,

como dice usted, problemáticas seculares jamás resueltas, o

características específicas de España. Pero conviene subrayar,

sobre todo, la incapacidad de las elites europeas

mundializadas, desconectadas de la realidad, obsesionadas

por la creación de una Europa librecambista, multicultural,

avasallada, sin marco geográfico, histórico y cultural; una

Europa hecha por y para ciudadanos zombis.

Catolicismo y España: ¿cemento o cortapisa? Al casi

desaparecer aquél, ¿España tiene sentido?

– El catolicismo ha sido la gran suerte de España. Su eclipse,

un desastre. Sólo desde 2015 se han cerrado 341 casas de

religiosos en España. Una evolución terrible que va de la

mano con el profundo deterioro del país. No olvidemos que

para Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville, Lord Acton, y

muchísimos más, es la religión lo que frena los apetitos y

sostiene las virtudes (y sobra decir que estos pensadores se

referían esencialmente al cristianismo). Mire usted, en

nuestra Francia “Fille aînée de l’Église” tenemos una cierta

experiencia del tema. Desde la Revolución francesa se ha

luchado, a menudo brutalmente, contra la Iglesia y el

catolicismo. Hemos conocido las persecuciones religiosas, el

sectarismo laicista, el racismo republicano de base

anticristiana y al final, una vez laminado el cristianismo,

asistimos al triste espectáculo de unos políticos totalmente

desarmados ante el desarrollo del Islam. Lo único que se les

ocurre es manipular la opinión pública, repitiendo ad

nauseam, y desde hace más de 30 años, que no hay

reemplazamiento de la población, que esto es una fantasía, y

que de todas formas habrá (se supone que gracias al milagro

que ellos cumplirán un día) un nuevo Islam, modernizado,

reformado, contextualizado, laicizado, democratizado,

compatible con el modelo occidental, capaz de marginar a “la

pequeña minoría fundamentalista vivero del totalitarismo

islamista”. Una saga de mentiras y sandeces.

Clase política y pueblo español, ¿tal para cual y viceversa?

– Como dice El Cantar de mio Cid: «¡Dios, qué buen vasallo,

— si oviesse buen señor!»”. Confieso que me he impuesto

seguir a los principales líderes políticos de España,

escuchando o leyendo algunos de sus discursos. El panorama

es desesperante. Quizás nunca han imperado tanto la

demagogia, la duplicidad y el engaño.

Una educación degradada, la pérdida del sentido

trascendente de la existencia, individualismo acelerado por

las nuevas tecnologías, el consumismo como estilo de vida, la

atomización social como fruto y la consiguiente debilidad de

la persona…, ¿comparte el diagnóstico? Tamaña revolución

antropológica, seguramente universal, pero acentuada por el

temperamento español, ¿es reversible?

– No lo sé, pero le recordaré el dicho maurrasiano: “La

desesperanza en política es una estupidez absoluta”.

¿Por qué no existe en España una “derecha de ideales”?

– Creo que existe, pero no tiene la menor visibilidad en los

grandes medios de comunicación. Sólo hablan los

representantes de la derecha de intereses, obsesionados por

las recetas neoliberales, por el economicismo, la

competitividad, la reforma del mercado del empleo, la

reducción de los déficits.

En España se tiende a buscar analogías entre Podemos y el

Frente Nacional francés. ¿Encuentra razonable tal

perspectiva?

– El éxito de Podemos se debe a su constante promoción en

los medios de comunicación. Al contrario del Frente Nacional,

un partido populista votado mayoritariamente por los obreros

y los asalariados, que ha sido siempre marginado y boicoteado

por los periodistas y los representantes de la oligarquía

político-económico-cultural. Podemos tiene, ante todo, una

herencia radical o extremista de izquierda: tesis ecologistas,

defensa del multiculturalismo, rechazo de las fronteras,

laicismo maximalista, federalismo y a veces separatismo,

admiración hacia los movimientos populistas tercermundistas

de Chávez y Morales (pero sin compartir sus patriotismos o

nacionalismos). La ideología de Podemos es una mezcla de

crítica virulenta del capitalismo (abogan por controles y

represiones económicas) y de absoluta defensa del liberalismo

“societal” (apertura de las fronteras, odio del Estado,

generalización del aborto, lucha contra las discriminaciones,

etc.). La contradicción insalvable de Podemos es querer hacer

del individuo la norma de todo y a la vez querer una

colectividad unida. A diferencia del Frente Nacional, Podemos

cree en las recetas supranacionales, en una reforma milagrosa

de la Unión Europea, lo que hace de él un partido desfasado y

condenado a la impotencia. El caso de Podemos es atípico;

paradójicamente hace eco al eslogan de Fraga Iribarne “Spain

is different”. Podemos y el partido Syriza, movimiento

desacreditado por su vergonzante sumisión a la UE, son dos

populismos de extrema izquierda. Tienen muy poco que ver

con los numerosos populismos europeos que se definen a

favor de la justicia social y en contra de la globalización

mundialista, del reemplazamiento poblacional y civilizacional.

Incluso el Movimiento 5 Estrellas no comparte la ideología

inmigracionista de Podemos, uno de los pilares del

mundialismo, por no querer jugar el papel de los “idiotas

útiles” como decía Karl Marx.

Como buen conocedor de la historia y la actualidad

españolas, resumiendo todo lo anterior, ¿vislumbra un

futuro para España o, según su criterio, esta nación sufre los

espasmos de un fin cercano?

– Ya no creo que los pueblos europeos de Occidente se puedan

salvar solos. Pongo mis esperanzas en los países del Este, que

han sufrido durante tantas décadas el totalitarismo

comunista. Quizás ellos nos ayuden a deshacernos de la

oligarquía neoliberal dominante, a romper con lo

políticamente correcto y a salir de nuestra dormición.

Vieja política versus populismos; oligarquía versus pueblos;

mundialismo versus identidades colectivas; pensamiento

progresista políticamente correcto versus tradición judeo-

cristiana;…, ¿cuáles son los ejes decisivos, a su entender, de

“la cuestión” de nuestro tiempo?

– La única división importante de hoy es la que opone, en el

interior de las izquierdas y de las derechas, a los partidarios

del apego frente los partidarios del desarraigo; la que levanta

a los defensores de la identidad, de la soberanía, de la justicia

social y del bien común, frente a los adeptos del mundialismo,

del multiculturalismo y del gran mercado. Nunca se debe

olvidar la lección política de Aristóteles, Rousseau, Jefferson y

de muchos otros pensadores prestigiosos: para que una

sociedad democrática pueda sobrevivir se necesita un

territorio relativamente limitado y un alto nivel de

homogeneidad de la población.