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Entre madres y desmadres: La parentalidad desde la experiencia de las maternidades lésbicas1
Sara Amelia Espinosa Islas2
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México
En Los últimos años asistimos a una paulatina apertura de la sociedad
mexicana a una realidad que ya no es tan fácil de ocultar, la de lesbianas, gays,
bisexuales, transexuales, transgéneros y travestís que durante muchos años ha
permanecido oculta, marginada e incluso perseguida y castigada.
Cuando la sociedad aún no termina de reponerse del shock que le causo
descubrir que existimos una gran cantidad de personas que amamos y
entablamos relaciones no heterosexuales, y no solo eso, sino que nuestras
parejas son sus hijas/os, hermanas/os vecinas/os, padres, madres, esposas/os,
ahora se resisten a creer que también podemos y llegamos a formar núcleos
familiares y que muy a menudo en estos hogares viven y se educan hijas e
hijos nuestros.
En la actualidad vivimos en una sociedad donde la estructura o mejor dicho las
estructuras de las familias son mucho más diversas de lo que nuestra
imaginación y noción de familia refieren. Dada su forma institucionalizada, la
familia nuclear sigue subsistiendo como modelo hegemónico que deviene como
ideal que se cruza a la luz de las nuevas formas familiares que han surgido en
las últimas décadas como las monoparentales, unipersonales, reconstruidas y
por supuesto las encabezadas por gays y lesbianas, que al igual que las
parejas de hecho y la adopción por parte de homosexuales y lesbianas son
solo algunos de los temas que están de actualidad porque son realidades que
existen por lo que debemos plantearnos amplias reflexiones al respecto.
1 Esta ponencia forma parte de un estudió más amplió y detallado que conformó mis resultados de mi tesis de estudios de Maestría en Estudios de la Mujer titulada: Familias de Elección: Hogares conformados por madres lesbianas, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. 2005 2 Socióloga. Maestra en Estudios de la Mujer por la UAM-X, [email protected], [email protected]
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La familia, ¿Universalmente heterosexual? Tratar de resolver este problema de la universalidad implica, en primer lugar,
definir lo que entendemos por familia. La clave de afirmar si la familia un
fenómeno es universal o no, radica en flexibilizar el concepto de familia para
que pueda abarcar toda la tipología y diversidad humanas. Lo que se hace es
adaptar el término a todo tipo de situaciones, con lo que se vuelve a caer en
etnocentrismo, como es utilizar la palabra familia desde una definición nuestra
y encajar todo tipo de comportamientos observados a ese esquema.
Cuando en el momento actual se habla de los distintos tipos de familias que
están surgiendo, (monoparentales, hijos de varios matrimonios, familias
homosexuales), es importante tener en cuenta que lo que se consideraba
nuestro modelo dominante de familia (nuclear, conyugal y monógama), no es
más que un modelo entre los muchos que existen, y que precisamente, el
concepto por "dominante" lleva implícito otros tipos de comportamientos que
pueden ser igualmente válidos.
Los rasgos que encontramos ahora normales no son sino la consecuencia de
una acomodación a las estructuras económicas. Por ejemplo, la idea del amor
romántico como base del matrimonio no aparece sino recientemente; los
matrimonios eran decididos por la familia la familia en base a otros intereses
muy diferentes. Esta nueva doctrina de la filiación, de la herencia, del
matrimonio conduce a separar a los individuos de su parentesco, a reducir a
su más simple expresión biológica la noción de "heredero".
La manipulación ideológica del sistema de parentesco autoriza al cristianismo a
convertirse en un gran propietario rústico en Europa entre el siglo VI y el XII; de
secta, este enriquecimiento le transforma en Iglesia3.
Con la Industrialización este modelo específico de reproducción se adapta en la
"modernidad" a un modo de producción: se trata del asentamiento del
patriarcado, basado en la división sexual del trabajo. Es un sistema económico
3 Segalen, M., “Antropología histórica de la familia”, cap. 12, “El mito de la familia occidental”, Ed. Taurus, Madrid, 1997.
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y político que se basa en un reparto desigual de las tareas y de la valoración
que se hace de ellas. La mujer queda en este sistema en una posición de
subordinación.
La evolución del estatus femenino aparece también como un buen ejemplo de
la complejidad de las relaciones entre familia y sociedad, que no se plantean
exclusivamente en términos de poderes o de resistencias. La mujer ejerce
como la bisagra entre familia y sociedad. Los progresos de su condición se han
hecho, a la vez, dentro y contra la familia. Su estatus ha evolucionado bastante
más rápido que las estructuras sociales y económicas, y los nuevos modelos
familiares y sociales dependerán de cómo pueda definirse un nuevo espacio en
la sociedad.
Esto vuelve a subrayar nuevamente la naturaleza esencialmente política de la
familia. Emile Durkheim ha escrito en relación a este tema " No hay sociedad
política que no contenga en su seno una pluralidad de familias diferentes o de
grupos profesionales diferentes, o de los unos y los otros a la vez"4. El ser una
sociedad con una organización política lleva implícito que los grupos que la
forman sean diferentes, que haya una pluralidad de comportamientos. Una
sociedad no es el modelo que se impone, sino todo el conjunto, que incluye las
minorías, los modelos alternativos, las diferencias.
Al fexibilizarse las formas de organizar la vida familiar, la familia se convierte
poco a poco en un espacio de negociación y consenso privado en el que se
pluralizan las relaciones de intimidad.
En este sentido, las familias encabezadas por madres lesbianas o familias
lésbicas son un buen ejemplo de la ruptura de las categorías sociales que
describen las relaciones dentro de la familia mexicana, constituyendo un
espacio para el análisis de los procesos de transformación; en tanto que las
nociones culturales del parentesco tienen que ver con las concepciones
culturales de género y la sexualidad, las familias lésbicas no pueden separarse
4 Durkheim, Emile, “Lecciones de sociología: física de las costumbres y del derecho”, ed. Tauro, Buenos Aires, 1974, pag. 81.
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fácilmente de la concepción y construcción del género ni de los símbolos del
parentesco que tienen que ver con la creación de las personas.
Cuando se habla del tema de las familias homosexuales como algo muy
reciente que causa revuelo, morbo y polémica en medios de comunicación en
programas como el Show de Cristina o Laura de América, se pierde de vista
que estas existen desde que surgieron las mujeres y los hombres sobre la faz
de la tierra. Por ejemplo, Boswel en su libro "Las bodas de la semejanza"5 nos
muestra cómo desde la antigüedad se han dado casos de matrimonios
homosexuales. En Grecia y en Roma esta era una forma de legalizar a la
pareja y asegurarse así la transmisión del patrimonio. Incluso en las
ceremonias paleocristianas de "hermanamiento" se unía a dos personas del
mismo sexo mediante un rito que equivalía al de los matrimonios
heterosexuales. (Boswel: 1996)6
En primer lugar, el propio concepto de familia lésbica pone en duda que exista
una flexibilidad por parte de la ideología del parentesco occidental para aceptar
nuevas formas de construir y organizar las relaciones, lo que implicaría
transformar el modelo dominante del parentesco. En nuestro universo cultural,
las relaciones de parentales constituyen un sistema simbólico basado en una
división del parentesco entre aquellos relacionados por lazos de sangre y
aquellos relacionados por lazos de matrimonio: el contraste entre el “orden de
la naturaleza”, que invoca la sangre como sustancia genética compartida y el
“orden de la ley”, basado en el matrimonio heterosexual como código de
conducta que legitima la creación de los lazos consanguíneos determinando a
su vez las relaciones y comportamientos entre los individuos que comparten
dichos lazos.
De esta forma los individuos son definidos legítimamente como parientes en
tanto que comparten genes que se traducen en un código de conducta social,
cultural y moral.
5 Boswell, John, “Las bodas de la semejanza. Uniones entre personas del mismo sexo en la Europa premoderna”, Muchnick editores, Barcelona, 1996. 6 El autor también refiere que en Grecia y Roma estos matrimonios además de legalizar a la pareja proporcionaba la certeza y seguridad de la transmisión del patrimonio. Incluso en las ceremonias paleocristianas de "hermanamiento" se unía a dos personas del mismo sexo mediante un rito que equivalía al de los matrimonios heterosexuales.
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En este marco cultural, las configuraciones y relaciones familiares que
establecen lesbianas y gais son ideológicamente excluidas de la esfera del
parentesco, en tanto que las relaciones entre personas del mismo sexo se
consideran de entrada como no procreativas. Desde esta perspectiva, se
arraiga la suposición de que las instituciones del parentesco y la familia
‘regulan’ los procesos biológicos con fines sociales, dicho de otra manera, la
regulación existe en torno a como las relaciones son definidas y negociadas en
conjunto con las expectativas genéricas de las y los individuos.
Aunque se reconoce que las personas viven relaciones familiares diversas, el
conservadurismo siempre tratará de convencernos de que la procreación es un
deseo completamente normal y natural. Desde esta ideología donde imperaría
la voluntad de tener niños para completar la familia, se dicta también quienes
son las personas idóneas para ejercer ese derecho y ese deseo. De ahí la
existencia de los límites impuestos por las instituciones. Por ejemplo, el
matrimonio o las relaciones heterosexuales reguladas, se establecen como el
marco social y legalmente reconocido para la reproducción física de las
personas. En una sociedad en que la familia es una unidad de referencia social,
el matrimonio y procreación aparecen como un acto ‘fundamental’ para la
continuidad social. El sistema social legitima la familia basada en el matrimonio,
la unidad familiar en que la maternidad ha de tener lugar, y este modelo es
inaplicable a un grupo al que, legalmente, se le impide el matrimonio.
El pretender que mientras no se hable de algo, esto no existe, niega la realidad
de una situación que crece, no sólo en lo que respecta a al homosexualidad,
sino al derecho que tienen los gays y lesbianas a tener familia en igualdad de
condiciones.
Si hablamos de homosexualidad, de familias homosexuales, y tantos otros
casos, las leyes van muy por detrás de lo que ya existe en la sociedad, y de
hecho sólo cambian cuando la situación es insostenible... Como en el cuento "
El traje del Emperador" que analizaba Celia Amorós7, nadie se atreve a decir
7 Amorós, Celia, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en “Violencia y sociedad patriarcal”, Virginia Maquieira y Cristina Sánchez (comp.). Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1990.
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que el rey está desnudo, simplemente porque no está seguro de que su vecino
vaya a secundarle, y ello ocurre, precisamente, ¡en tanto que al vecino le
ocurre lo mismo! En el tema de la homosexualidad y los gays y lesbianas con
hijos sucede exactamente eso, hay todavía mucho secretismo debido al miedo
a la represión social.
Las identidades y relaciones no-procreativas pueden establecer lazos
familiares sin recurrir al matrimonio o sin que existan hijos de por medio,
porque todas las relaciones de parentesco son de alguna manera ficticias — es
decir, significativamente construidas —. Los genes y la sangre constituyen
también símbolos que implican una forma cultural específica de demarcar y
calcular las relaciones. Sí asentáramos el parentesco en el amor, se dejaría de
enfatizar la distinción entre relaciones eróticas y no-eróticas lo cual permitiría
englobar amigos, amantes y niños, juntos, bajo un único concepto.
De ahí que, como ha señalado Marilyn Strathern, (1992) la aportación
fundamental que representan las familias homoparentales, es que éstas hacen
explícito el hecho de que siempre hay elección tanto si la biología funda la
relación como si no. La cualidad normativa de las relaciones de parentesco que
establecen lesbianas y gais radica en la elección, la negociación y libre
compromiso que se establece entre individuos.
Las familias lésbicas, liberadas del confinamiento de una estructura y
contenidos particulares, no sólo están modificando las formas de convivencia,
sino también las relaciones que se configuran en su seno, permitiendo dar
respuesta a las necesidades, deseos y circunstancias individuales.
La ideología de la homoparentalidad es diversa en sus contenidos y el universo
de las familias creadas por lesbianas es plural en sus límites, sus estructuras y
sus modos y acuerdos de vida. Al no participar del modelo normativo, las
familias homo y lesbo-parentales abren un nuevo territorio social y establecen
formas novedosas de construir relaciones familiares. Sin embargo, nuestro
entorno socio-cultural impone numerosos límites a la creación de las mismas.
En tanto que las relaciones en las familias lésbicas son construidas fuera de los
sistemas y estructuras de soporte legal, institucional e ideológico establecidos
— que actúan institucionalizando la estructura normativa de la familia nuclear
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heterosexual —, las relaciones que se establecen entre las lesbianas y sus
hijos sufren un elevado nivel de riesgos legales y sociales, ya que cuentan con
escasos mecanismos de legitimación.
Desde la óptica de la familia moderna las familias encabezadas por madres
lesbianas pueden componerse de dos mujeres, que no son esposas; de dos
mujeres y unos niños, que no siempre son madres e hijos; y de niños, que no
necesariamente son hermanos; o de una mujer sin pareja con sus hijos.
Sin embargo, estas familias adquieren significado cultural y simbólico para los
individuos que participan de ellas y les permiten establecer un sentimiento de
pertenencia en y a través de las mismas.
El concepto de maternidad y familia, igual que en nuestra sociedad, se define dentro de
un contexto de relaciones sociales, económicas y políticas históricamente
constituidas, que cuestionan la universalidad de nuestro propio concepto, y
que nos llevan a problematizar esa identidad entre el fenómeno biológico y las
relaciones sociales de la maternidad y la familia antes de darlas por supuestas.
Visto todo esto, es evidente que vivimos en una sociedad en permanente
transformación. Tratemos, pues, de que los cambios no dejen fuera a ninguno
de sus integrantes. Por ello, como decía Patricia Hill Collins8, para conseguir el
cambio es necesario mirar más allá de lo que ya existe, y plantearnos qué es
posible. Si las condiciones cambian, es lógico que tanto el modo en que se
trata el fenómeno como la sociedad en la que esto sucede, cambien también.
La creación de modelos alternativos de familia es uno de los retos centrales
para aquellas y aquellos que no encajamos en el modelo normativo de familia
heterosexual. Transformar las prácticas de las relaciones familiares ha
significado, para muchas madres lesbianas, no tener modelos como referentes
y poco apoyo para sus propias familias.
A menudo, las familias de origen de las madres lesbianas constituyen un
sector más contra el cual luchar que una fuente de apoyo, debido a que es la
8 Andersen, M. y Hill Collins, Patricia, “Social change and the politics of empowerment”, en “Race, class and gender: an anthology”, Ed. Wadswarth, 1992.
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familia la institución de origen en la que los individuos son educados y
socializados dentro de la normatividad y la desigualdad entre los géneros.
Contrariamente a que podríamos suponer con respecto a que este tipo de
familias se organizan de manera no normativa, muchas lesbianas abordan la
formación de sus familias por vías, según sus propias palabras, como “bastante
tradicionales”. El ideal doméstico de la familia nuclear está presente en el
horizonte de muchos procesos de construcción de las familias encabezadas
por madres lesbianas, sin embargo, describen sus estilos de vida y sus familias
en términos de ruptura con los modelos tradicionales.
Según Weeks (2000: 220) las relaciones no-heterosexuales se caracterizan
por ser notablemente no-jerárquicas, en el sentido de que no existe percepción
de orden de significación que siga líneas de edad, precedencia, o división de
rol. De hecho, muchas de las relaciones tienen tendencia a producirse dentro
de grupos socialmente homogéneos. El desarrollo de relaciones democráticas
e igualitarias parecería ser pues una norma dominante en las relaciones entre
las parejas de lesbianas, conformando relaciones de las que Anthony Giddens
definió como puras. En estas relaciones la confianza no tiene soportes externos
y debe desarrollarse sobre la base de la intimidad.
En las familias lésbicas se estructuran las relaciones de género y parentesco
fuera de las normas pre-establecidas de vida familiar y están ausentes los
deberes y obligaciones predeterminados en el ámbito de la familia normativa.
La vida personal se convierte en un proyecto personal abierto, que crea nuevas
demandas y nuevas necesidades.
El consenso interno en la distribución de roles sigue principios de distribución
que responden tanto a las habilidades, gustos e intereses, como a las
circunstancias particulares de cada una de ellas en lo referente, por ejemplo, a
situaciones laborales, disponibilidades temporales, la edad de los niños, etc.
En estos nuevos patrones de intimidad que articulan estas familias, el género
parece dar más forma a los valores y prácticas domésticas que la identidad
sexual.
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Ello no implica la emergencia de un nuevo modelo igualitario. Compartir
identidad de género e identidad sexual no está libre de la generación de
tensiones, ya que no están ausentes las relaciones de poder. Las relaciones en
las familias lésbicas pueden presentar grados diversos de dependencia y no
funcionan al margen de las tensiones y relaciones jerárquicas que establecen
factores económicos, de clase o, incluso, de la conexión privilegiada (legal y/o
biológicamente establecida) de una de las madres con sus hijos. Algunas
mujeres me han referido que es justo la falta de un patrón normativo la causa
de algunos de los conflictos que atraviesan en el seno de las familias.
Sin embargo, desde la ideología normativa del parentesco, se asume con
frecuencia que en sus relaciones, las lesbianas imitan las estereotipadas
relaciones de rol heterosexuales marido-mujer, o que asumen roles de género
opuestos a su sexo biológico. Este discurso, ampliamente extendido, confunde
claramente los roles de género tradicionales con conceptos erróneos sobre la
relación entre la orientación sexual y la identidad, ya que la identidad de género
se refiere a la experiencia individual de uno mismo como básicamente hombre
o mujer, y el rol de género o rol sexual se refiere al conjunto de
comportamientos y actividades que se atribuyen a cada sexo por la
interpretación de su naturaleza diferencial que realiza una cultura. Las
confusiones sobre la identidad de género son a menudo inferidas del
comportamiento de rol de género.
La maternidad lésbica evidencia, más que cualquier otro acontecimiento de la
vida de estas mujeres, un contexto cultural en el que prevalece la creencia
social de que la biología es una característica definitoria de parentesco, y que
los vínculos de parentesco legitiman la interacción social más intima y
conllevan obligaciones morales asociadas. Las relaciones lésbicas se
consideran, bajo este prisma, estériles y no procreativas, y la maternidad
lésbica es, en consecuencia, una contradicción en términos físicos, sociales y
culturales. Las madres lesbianas, deben igualmente asumir la contradicción
social en que se confrontan, de un lado, la idealización de la institución de la
maternidad como una especie de mandato social que ha considerado a la
mujer que no tiene hijos como incompleta y, de otro, el estigma asociado a la
homosexualidad. El estrecho lazo que ha gobernado la relación entre
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sexualidad femenina y fertilidad, hace incomprensible la expresión de la
sexualidad de la mujer en contextos en los cuales ésta no esté dirigida a la
procreación. Dicho de otra manera, como mujeres, ellas deberían tener hijos
porque el ser madre representa las expectativas convencionales de género que
fomenta en las mujeres la sensación que sus vidas no está completas si no hay
un hijo; en cambio como lesbianas, deberían renunciar al deseo de tenerles.
La visión de las lesbianas como sujetos no reproductivos está profundamente
enraizada en nuestra sociedad, no siendo consideradas como mujeres
apropiadas para ejercer la maternidad. La incorporación de hijas e hijos a las
familias se haya marcada por los estereotipos sociales sobre la
homosexualidad, que presuponen la influencia de la preferencia de las madres
sobre las elecciones sexuales sus hijos/as o que estos tendrán una identidad
de género poco clara o impropia o que padecerán de estigma social en sus
relaciones 9 . Inclusive esta cuestión del estigma es uno de los principales
temores de las madres lesbianas, sobre todo de aquellas que tuvieron a sus
hijos dentro de relaciones heterosexuales, es decir, que estuvieron casadas o
que vivieron con hombres, lo cual por cierto es el caso de la mayoría de las
madres lesbianas en nuestro país.
Sin embargo, el creciente divorcio entre sexualidad y reproducción ha abierto
nuevas oportunidades de procrear a las parejas formadas por personas mismo
sexo, resultando en la disociación de la reproducción de heterosexualidad.
Con el acceso a las Nuevas tecnologías de Reproducción (NTR), la
procreación puede ser pensada como sujeto de las preferencias elecciones
personales en una forma nunca antes convenible. Un hijo, es literalmente, la
personificación de un acto de elección, aunque aquí debo aclarar que si bien es
cierto que existe esta opción, son pocas las lesbianas que hacen uso de las
9 Estudios comparativos llevados a cabo desde diferentes disciplinas no han encontrado diferencias significativas entre aquellos niños hijos de madres lesbianas o aquellos de madres heterosexuales, ni en el desarrollo el desarrollo de la identidad de género (GOLOMBOK el al/a, 1983: “Chlldren in lesbian and single-parent households’ en Journal of Ch/Id Psychology and Psychiatry; KIRKPATICK eta/la, 1981: “Lesbian mothers and their chi/dren: a comparativo survey’ en American Journal of Orthopsychíatry), desarrollo de los roles de sexo (HOEFFER, 1981: “Children’s acquisition of sex-role behavior in lesbian-mother families’ en American Journal of Orthopsychiat,y) y la orientación sexual (GREEN, 1978: Sexual identity of 37 children raised by homosexual or transsexual parents’ en American Journal of Orthopsychiatry).
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nuevas tecnologías, esto se debe a los elevados costos económicos y
emocionales que llegan a tener, debido a que solo pueden acceder a estos en
clínicas privadas, de ahí que la mayoría de las lesbianas madres decidan
relacionarse de manera casual con un hombre o pactar con un amigo con la
única finalidad de tener una hija/o.
Como ha apuntado Strathern, (1992) estas familias podrían ser culturalmente
reconocibles no sólo en términos de acuerdos de vida sino en su deseo de
reproducir. En tanto que tal deseo mira hacia la creación de niños de la pareja
más que a sus propios orígenes, desde este punto de vista, la unidad conyugal
es constituida no diferentemente de otras. Lo distintivo de las familias lésbicas
radica en los acuerdos procreativos que son establecidos.
A pesar de ello, la maternidad lésbica procreativa, reintroduce de manera
significativa, la biología en el seno de las familias homoparentales, y plantea
cuestiones únicas referentes a la relación entre la maternidad biológica y la
maternidad social.
Sin embargo, el binomio lesbianismo/maternidad genera unos problemas
específicos que tienen que ver con la posición de las mujeres en esta sociedad.
Una situación de doble discriminación que debido a la falta de una regulación y
cobertura legal, repercute especialmente en la situación social de estas familias
y, por tanto, en los hijos.
Las circunstancias bajo las cuales las lesbianas son madres varían
considerablemente de una pareja a otra y significan diferentes procesos de
ajuste. La mayoría de estas mujeres, tuvieron a sus hijos dentro de relaciones
heterosexuales anteriores a que ellas se asumieran como lesbianas. En
general esta situación hace que las madres lesbianas vivan una serie de
circunstancias desfavorables que les marca el entorno socio cultural. Por
ejemplo, algunas de ellas viven una doble vida, encerradas en un closet que a
toda costa tratan de sellar para ocultar su lesbianismo a hijos, exmaridos y
familias de entorno por miedo al repudio (sobre todo por parte de los hijos) o
por el temor de cuando existen hijas/os menores de edad de perder la patria
potestad de estos.
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La mayoría de ellas descubren su lesbianismo después de años de matrimonio
y con varios hijos. En los colectivos y asociaciones la mayor parte de las
madres que pasan de cuarenta años son mujeres que han tenido a sus hijos
de un matrimonio heterosexual anterior.
Estas mujeres en muchas ocasiones escapan del matrimonio para vivir en
pareja con otra mujer y se llevan a sus hijos, que pasan a vivir con la pareja. La
falta de un reconocimiento social y legal a estas situaciones provoca en estas
mujeres y en sus hijos situaciones de enorme sufrimiento. Normalmente, como
dijimos antes, los padres y ex maridos reaccionan con mucha agresividad ante
esta situación y la primera amenaza que surge es la de arrebatarle los hijos a la
madre esgrimiendo para ello su lesbianismo. Esta amenaza paraliza a las
mujeres durante los siguientes años, pues ya no se atreverán a ser visibles ni a
vivir su situación con normalidad10.
El hecho de que las mujeres no estén completamente seguras de que su
orientación sexual no afectará en la custodia de sus hijos, provoca estas
situaciones que son causantes de maltrato a las mujeres y a los niños. Es un
sufrimiento invisible. El padre raras veces lleva a cabo su amenaza, sino que
se aprovecha de la situación para dejar de pasar la correspondiente pensión de
alimentos a sus hijos, sin que las madres puedan o se atrevan a denunciarlo.
El chantaje permanente y la pérdida de derechos económicos repercuten
especialmente en los niños. A estos chantajes todavía le podemos sumar la
realidad de discriminación que vivimos las mujeres mexicanas que percibimos
salarios menores a los de los hombres.
En otros casos, los contextos y circunstancias de la maternidad se dan en
escenarios diferentes como el de aquellas que optan por compartir la crianza y
cuidado de los hijos con sus nuevas parejas, con una mujer que se asume por
voluntad propia como madre por opción, pero que de ninguna manera
reemplaza o trata de reemplazar a una figura paternal preexistente. Las
relaciones que construyen estas madres se establecen como una relación de
10 A este respecto, conviene saber que los hijos de parejas de lesbiana que asumen sin problemas su lesbianismo gozan de una autoestima mayor que aquellos que viven en un familia con secretos y problemas de comunicación: véase Patterson, Charlotte J.: “Summary of research findings”, University of Virginia, American Psychological Association, 1995.
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amistad y/o afectividad, respecto a los niños, dichas relaciones carecen de
reconocimiento social y legal.
El proceso de estas mujeres para asumirse lesbianas no fue del todo sencillo
dado que la identidad lésbica contradice todas las expectativas que la sociedad
y las familias adjudican a la feminidad, a lo que se le suma también los
estereotipos negativos que se reproducen a nivel cultural en torno a las
lesbianas.
En el caso de las mujeres del estudio, salir o no del closet podía significar una
fuerte perdida en el ámbito familiar, por ello la aceptación por parte de sus
familias se convertía simbólicamente en una muestra del amor incondicional de
los familiares hacia ellas.
Por el contrario, las muestras de rechazo ocasionaban una ruptura de sus lazos
familiares. La reafirmación o desaparición de los lazos consanguíneos traía
consigo la construcción o consolidación de redes alternativas o de sus "familias
de elección" como las llama Kath Weston. (1997:58). Estas familias se
constituían de todas las formas diversas que se puedan imaginar: la madre, los
hijos, su pareja, amigas/os y algunos familiares con los que mantenían fuertes
vínculos de solidaridad que se fundamentaban en el amor, la elección y la
creatividad.
A continuación me quiero detener un poco en este punto que desarrollaré a
manera de ejemplo de cómo se vive la maternidad lésbica en tres escenarios
distintos. El primero, corresponde a las madres lesbianas, es decir, aquellas
mujeres que tuvieron a sus hijos dentro de una relación de pareja heterosexual;
el segundo, a una madre por opción11 y lo que implica compartir la crianza de
las hijas e hijos con su compañera: y por último retomaré el caso de las
11 La madre por opción es una categoría que retomo del Grupo de Madres Lesbianas (GRUMALE II). Este auto nombre tiene como finalidad dar un lugar a las problemáticas y reflexiones de las compañeras de madres lesbianas que deciden participar con ellas en la crianza de los hijos e hijas.
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lesbianas madres12, es decir, aquellas lesbianas que con o sin pareja deciden
ejercer su derecho a la maternidad a través de la inseminación artificial o
involucrándose con un hombre con la única finalidad de embarazarse.
Entre el ideal y la maternidad. Las madres lesbianas
Mayra una mujer de 40 años de edad, profesora de nivel preescolar madre de
una hijo de 10 años y un hija de 8. Se caso a los 27 años con su tercer novio.
Por un lapso de 11 años llevo lo que ella consideraba una vida normal a la que
sentía no le hacia falta nada. “mira, yo la verdad siempre lleve una vida muy buena, nada me falto, todo me había
salido bien, como yo siempre esperé que saliera. Yo tenia ya mi carrera de maestra,
todavía tarde en casarme. Nos casamos justo cuando Miguel termino la ingeniería. (…)
En tres años tuvimos a nuestro primer hijo. Todo iba bien, nos hicimos de la
distribuidora, la verdad todo pintaba bien.
Sin embargo, la vida la orillo a dar un giro de 360ª. Conoció a Wendy, quien
también tiene una hija de 8 años y era compañera de aula de la hija de Mayra.
La convivencia de amistad entre las hijas y el coincidir en las reuniones de
padres de familia en el colegio fue el contexto y pretexto perfecto para que
naciera un romance entre ambas después de un año de coincidir en el colegio
y fiestas a las que asistían sus hijas. “La conocí en la escuela, si en la escuela, fue en una junta en ese año las niñas les
toco el mismo grupo. Se hicieron amiguitas y entre las juntas y los paseos con las
niñas se dio algo entre Wendy y yo. Digo desde que la vi me sentí rara, pero no podía
entender que estaba pasando”.
Un año más tarde ambas vivían el proceso de separación y divorcio de sus
maridos, por supuesto, sin que saliera a la luz que entre ellas había un
romance. Después de vivir por un lapso aproximado de un año en el que
ambas fueron viviendo diferentes procesos con respecto a su identidad lésbica
llego lo inebitable.
12 Quiero aclarar que estas categorías las desarrollo y discuto ampliamente en otro trabajo. Véase Espinosa Islas Sara Amelila (2005) Familias de elección: Hogares conformados por madres lesbianas. Tesis para obtener el grado de maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
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La obsesión, acoso y chantaje ejercido sobre el chico, el ex marido de Wendy
hizo que se percatara de la relación que mantenían ambas mujeres a partir de
lo cual comenzó un proceso violento para ambas mujeres.
Después de varias amenazas verbales vino la agresión física. En una ocasión
Mayra fue agredida físicamente por el ex marido de Wendy y no solo eso, justo
en el proceso del divorcio, ambos ex maridos se las ingeniaron para
amenazarlas y chantajearlas tomando como amenaza quitarles a los hijos ante
lo cual ellas accedieron al divorcio en condiciones totalmente desfavorables.
En el caso de Wendy, accedió a no pelear bienes económicos como casa,
automóvil, pensión de la hija y una parte proporcional de la pequeña empresa
que habían instalado entre ella y el ex marido.
En el caso de Mayra, perdió legalmente la custodia de los hijos, sin embargo,
es ella quien se hace cargo los chicos dado que su ex solo hizo para fastidiarle
y evitar que ella pudiera demandar una pensión económica. A la par de esto,
ambas y en especial Mayra, comenzaron a vivir serios problemas con los hijos
y sus familias de origen, quienes lejos de apoyarles les generaron mayores
dificultades lo que se agravaba aún más con la lesbofobia interiorizada y
explicita de Mayra hacia Wendy, lo que detono en la ruptura de su relación.
Más allá de lo consanguíneo: La maternidad como opción compartida
En el segundo caso que les quiero compartir se trata de Mabel, una madre por
opción de 39 años de edad, profesionista. Mabel asegura que se asumió como
lesbiana desde la adolescencia (15 años), sus relaciones de pareja han sido
exclusivamente con mujeres. Desde hace 11 años vivía una relación de pareja
con Susana de 49 años madre de una joven de 15 años.
A los 20 años Mabel tomo la decisión de decirle a sus padres que le gustaban
las mujeres y las reacciones no se hicieron esperar. Ella me contó que al
principio fue violentada y presionada por su familia lo que le hizo salir de su
casa a los 23 años (después del concluir sus estudios universitarios).
Mabel considera que si bien es verdad que ella tiene una familia biológica, con
la que comparte sangre y genes también, también es cierto que ella no
comparte grandes lazos afectivos con ellos, por lo que la entrevistada
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consideraba que su verdadera familia era aquella que había conformado de
manera electiva con un grupo de amigas y amigos muy cercanos:
Yo considero que tengo una familia que no tiene nada que ver con la familia genética.
Yo siento que mis amigas lesbianas más allegadas son mi verdadera familia. Cuando
he necesitado ayuda o enfermo acude todo mi círculo intimo de amigas. Por su puesto
desde hace muchos años es Susana quien encabeza la lista de mi familia junto con
nuestra hija.
Mabel es una mujer que jamás pensó en tener hijos ni se había relacionado
con mujeres que fueran madres hasta que inicia una relación de pareja con
Susana. Ella se asume como madre por opción de Frida. Ha compartido la
crianza y cuidado de ella desde que tenía 4 años de edad. Ella describe la
relación con Frida como la de dos grandes amigas que comparten buenos y
malos momentos. Mabel ha ocupado un papel muy significativo en la crianza
de Frida, de hecho ella sabe que tiene dos madres y es algo que poco a poco
fue comprendiendo y poco a poco ella fue generando sus propios lazos
afectivos con Mabel.
A diferencia de algunos países desarrollados que permiten que la compañera
de una madre biológica adopte como segunda madre a los hijos, en México las
madres por opción de carece de todo reconocimiento legal y social lo que las
hace vulnerables ante varias situaciones, por ejemplo, en caso del fallecimiento
de su compañera, ellas no tienen ningún derecho legal sobre sus hijos; lo
mismo sucede cuando la relación termina, a menos que sea por una acción de
buena voluntad de la madre biológica de las hijos, estas mujeres no tienen
derecho a visitar a los hijos a convivir con ellos; tampoco puede tomar
decisiones sobre los chicos o su compañera si se encuentran en una situación
crítica como en el hospital por ejemplo, e incluso en ocasiones las hijas e hijos
pueden ser usados como chantaje hacia ellas.
Rompiendo normas: Lesbianas madres
En ausencia de modelos a los que acogerse, las maternidades y familias
lésbicas no están libres de tensiones. Los diferentes procesos de incorporación
de los niños a las familias favorecen una desigual percepción de la maternidad
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por parte de cada uno de sus miembros, sobre todo en los casos de las parejas
de lesbianas que deciden tener una hija o hijo. Son las lesbianas madres
quienes experimentan más dificultades en la definición del tipo de relación que
quisieran establecer con el niño. Mientras el papel de la madre biológica viene
dado, el de la madre no-biológica debe construirse y negociarse de manera
permanentemente. Tanto unas y otras madres experimentan, en ocasiones,
sentimientos contradictorios respecto de la maternidad de sus compañeras.
Las madres (no) biológicas no tienen una categoría cultural automática por la
cual puedan formular y expresar su identidad como madres. A pesar de
desarrollar todo aquello atribuible a la parentalidad, carecen de una identidad
socialmente inteligible.
Frente a las madres biológicas que pueden asentar su relación con el niño en
su vínculo biológico cuya relación es legal y culturalmente reconocida, las (no)
biológicas no pueden expresar su particular relación con sus hijos sin ser
percibidas como fuera de la familia, por lo que estas mujeres deben construir
una serie de estrategias alternativas que asegure mínima y simbólicamente la
maternidad de ambas.
A continuación me gustaría compartirles el tercer y último caso, se trata de
Jazmín de 32 años y madre biológica de la niña y Anneke, holandesa de 36
años. Ambas profesionistas y dueñas de tres franquicias de gasolina se
asumieron como lesbianas desde muy jóvenes. en el caso de Jazmín asegura
que la bisexualidad de su padre fue una imagen que le permitió asumir su
preferencia sin ninguna culpa, en el caso de la segunda comentó que en
Holanda tener una preferencia sexual distinta a la heterosexualidad no asusta a
nadie.
Cuando les pregunté cómo tomaron la decisión de tener una hija y quién de
ellas sería la madre biológica me contaron que básicamente se debió a que
Jazmín es unos cuantos años más joven que Anneke, lo cual facilitaba las
posibilidades del embarazo. Esta pareja decidió recurrir a la inseminación
artificial en una institución de salud privada en la ciudad de México. Con 29
años de edad.
La pareja describió el proceso como agotador y que incluso en ocasiones llegó
a desgastarlas como pareja. Por un lado Jazmín se sentía derrotada en cada
intento fallido del embarazo. Por otro lado, Anneke no sabía hasta que punto
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podría soportar las tensiones que comenzaba a vivir con su pareja, cada vez
eran más drásticos sus cambios de humor: Bueno, si llegó un momento en que entre en crisis [...] por un lado veía a mi pareja
mal emocional y físicamente, me parece que el tratamiento fue muy agresivo incluso
con su cuerpo, aumento un par de tallas situación que a ella le enfadaba. Cuando nos
dábamos cuenta que no lograba embarazarse se ponía irritable por varios días.
Pasaba de un estado a otro o lloraba o se enojaba y comenzaba a contabilizar todos
los gastos que habíamos realizado y me decía de manera muy irónica: 'otra mala
inversión'
Jazmín y Anneke lograron su embarazo justo en lo que ellas se habían
planteado como su penúltimo intento. Jazmín renunció a su trabajo durante su
tercer mes de embarazo y Anneke dejo de fumar, pues su pareja "no quería a
una fumadora cerca del bebé".
Tres meses antes del nacimiento de la niña decidieron viajar a Holanda y
casarse, además deseaban que la niña naciera en ese país para que Anneke
quedará reconocida como segunda madre y la niña tuviera derecho a la
ciudadanía holandesa, lo que les daría ventajas a las tres.
La pareja ha encontrado redes de apoyo en la crianza de la niña con algunos
familiares de Jazmín como es el caso de su hermana, su padre y, en menor
medida, su madre. Otras personas clave en el apoyo son un reducido grupo
de amigas lesbianas, en especial con algunas que también son madres y
amigos gays que se denominan "las tías de la niña".
Llamó mi atención que ellas se referían a su relación dentro del par
butch/femme (masculina/femenina). Cuando les pregunte que si la referencia
obedecía a los roles entre ellas, me contestaron que no era tanto por los roles,
sino que obedecía más a la apariencia física y de vestimenta, dado que Anneke
le agrada más el aspecto masculino en su persona y ciertas actividades que
pueden ser calificadas en la sociedad como "masculinas". Por ejemplo, a ella
le agradan las motocicletas y uno de sus hobbies es reparar o agregar
accesorios a la suya, pero disfruta mucho cocinar, razón por la ella se encarga
de esa actividad.
Durante la entrevista les pregunté si en algún momento se habían sentido
discriminadas por ser mujeres que criaban juntas a una hija como, por ejemplo,
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cuando llevan a la niña al pediatra. Ellas me platicaron que en realidad hasta
esos momentos no habían tenido ningún problema, pero que no descartan la
posibilidad de que algún día pasarán un trago amarga, dado que nadie se
escapa de las normas tan fácilmente. Comentaron que la primera vez que
llevaron a su hija a consulta el pediatra puso cara de asombro cuando les
pregunto si eran familiares y Anneke le dijo que sí, que ambas eran madres de
la niña, pero que no dijo nada más.
La institución en la que realizaron la reproducción asistida es la misma en la
que actualmente atiende cualquier asunto de salud de la niña. Al tratarse de
una institución privada y de prestigio (y por ende muy costosa) les ha permitido
no ser cuestionadas o discriminadas, como en el caso de otras madres
lesbianas que acuden a otro tipo de instituciones, por ejemplo el IMSS13 o el
ISSSTE14.
Esta misma situación puede ser pensada en términos de las instituciones
educativas que ellas se han planteado para la futura educación de la niña, dado
Jazmín y Anneke consideran adecuado enviar a su hija a un costoso colegio al
que asisten los hijos de algunas amigas "gays" donde la situación para los hijos
no es tan complicada como lo sería enviarlos a un colegio público, lo cual me
sugiere que para algunas las lesbianas y gays el poder adquisitivo se convierte
en un status que evita que sean discriminados en algunas situaciones a
diferencia de aquellas mujeres que recurren a servios públicos de salud o
envían a sus hijos a escuelas públicas.
A modo de conclusión
La maternidad lésbica es construida a través de la naturaleza subjetiva de las
concepciones de cómo las personas se reproducen y relacionan. Desde la
perspectiva de las lesbianas que deciden tener hijas/os, la maternidad
responde a un “deseo” y decisión de tener descendencia que es independiente
de la orientación sexual de una mujer.
Sin embargo, la maternidad lésbica ha chocado con una ideología de la familia
que sitúa la maternidad dentro del marco natural de las relaciones
heterosexuales. Las relaciones lésbicas se consideran estériles y no
13 Instituto Mexicano del Seguro Social 14 Instituto de Seguro Social para Trabajadores al servicio del Estado
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procreativas, y la maternidad lésbica es, en consecuencia, una contradicción en
términos físicos y sociales.
La maternidad lésbica compartida significa la coexistencia consciente y
asumida de una maternidad asentada en lazos biológicos (o legales) y una
maternidad exclusivamente social.
La maternidad lésbica no sólo sitúa las relaciones no-reproductivas en el
contexto del parentesco, sino que constituye algo realmente novedoso en el
ámbito de las relaciones de parentesco: la doble maternidad.
Las familias lésbicas contienen, al menos, una madre quien física y
emocionalmente participa de la crianza de un(os) niño(s) con quienes no
comparte un vínculo biológico o legal. Estas familias intentan criar a sus hijos
en un ambiente de igualdad parental, un proceso que, desde su punto de vista,
constituye un verdadero reto y alternativa al modelo patriarcal.
La construcción social de la maternidad lésbica, que no implica reproducción
biológica, tiene escasos mecanismos para legitimarse en un contexto cultural
donde los lazos consanguíneos (que por otro lado sí comparte la otra madre)
son una característica definitoria de parentesco, y donde los vínculos de
parentesco legitiman la interacción de las relaciones sociales más íntimas. BIBLIOGRAFÍA Arnup, Katherine (1995), Lesbian Parenting: Living with Pride & Prefudice, Charlottetown, Gynergy Books. Bestard, Joan, (1998), Parentesco y modernidad, Barcelona, Paidós. Blackwood, Evelyn (Ed.), 1986, The Many Faces of Homosexuality: Anthropological Approaches to Homosexual Behaviour, New York, Haworth Press. Boswell, John, (1996), “Las bodas de la semejanza. Uniones entre personas del mismo sexo en la Europa premoderna”, Muchnick editores, Barcelona. Carsten, Janet (Ed.), (2000), Cultures of Relatedness. New Approaches to the Study of Kiinship. Cambridge, Cambridge University Press. Collier, Jane F. & Yanagisako, Sylvia J., (1987), Gender and Kinship: Essays Toward a Unified Analysis, Stanford, Stanford University Press. Donoso, Sílvia, (2002), “Epílogo: La familia lésbica”, en HERDT, G. & KOFF, B., Gestión familiar de la homosexualidad, Barcelona, Edicions Bellaterra. Edwards, J.; Strathern, M. et alia, 1993, Technologíes of Procretion. Kinship in the Age of Assisted Conception, Manchester, Manchester University Press.
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